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SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Juana Inés de Asbaje y Ramírez más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz
fue la mayor figura en el ámbito literario hispanoamericano del siglo XII. Gran
escritora y pensadora, reconocida por la belleza de su obra, su difícil vida en las
letras a causa de su género y su gran importancia histórica.
Juana Inés nació en San Miguel de Nepantla en México el 12 de noviembre de
1648 y murió en Ciudad de México en 1695. Se tiene registro de que era
considerada una niña prodigio pues aprendió a escribir y leer a los tres años; se
dice que los ocho años escribió su primera loa. Entre tanta incógnita que hay
sobre su infancia, solo se tiene claro que su abuelo fue una gran figura intelectual
para ella. Aunque no se tiene mucha información de sus padres, se sabe que
fueron Pedro Manuel de Asbaje y Vargas e Isabel Ramírez de Santillana, quienes
no se unieron en matrimonio y así concibieron a Juana Inés. Después su madre
tuvo otros tres hijos con Diego Ruiz Lozano.
Juana Inés vivió entre Yecapixtla, Amecameca, Nepantla y Panoaya, en ésta
última su abuelo tenía una hacienda. En ella Juana Inés aprendió el idioma
náhuatl con los esclavos de la hacienda. Su abuelo, muy querido por ella, murió
en 1656.
Causó gran impresión en la alcurnia mexicana (o corte virreinal de Nueva
España) por su talento y precocidad y a los actores, fue dama de honor de Leonor
Carreto, la esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. También fue
apadrinada por los marqueses de Mancera.

Pese a su fama y las expectativas que tenían en ella como dama, ingresó a un
convento de carmelitas descalzas en 1667 aunque solo se quedó cuatro meses
por problemas de salud. Dos años después ingresó a un convento de la Orden
de San Jerónimo en el que se quedó hasta su muerte. Se cree que ingresó a los
conventos no por su vocación religiosa sino porque así no tendría que casarse y
podría seguir aprendiendo. Llegó a escribir sobre esto:

“Vivir sola… no tener ocupación alguna obligatoria que

embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de

comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis

libros”.
Su habitación como monja, se convirtió en un punto de reunión de intelectuales
y poetas; desde parientes de Góngora hasta el virrey y su esposa. En esa
pequeña celda leyó, hizo experimentos, coleccionó libros, compuso obras
musicales y escribió, pasó por todos los géneros, de poesía a teatro hasta textos
filosóficos y estudios musicales. Pero gran parte de su obra se perdió por la
censura que vivió. Hubo un incidente muy famoso protagonizado por Manuel
Fernández de la Cruz, el obispo de Puebla, en 1690, puesto que bajo el
seudónimo de Sor Filotea de la Cruz le escribió a Sor Juana Inés reconociendo
su talento, pero recomendándole que se dedicara a su vocación religiosa, más
acorde a su condición de monja y mujer, antes que a la reflexión pues eso era
ejercicio de hombres.

Sor Juana Inés le respondió a Sor Filotea dando cuenta de su vida y


reivindicando a su derecho al conocimiento. La respuesta es una obra bella que
muestra no solo su prosa sino sus pensamientos y creencias.
Aunque le respondió, la crítica le causó una gran herida puesto que después Sor
Juana vendió su biblioteca y todo lo que poseía, lo que ganó se lo dio a la
beneficencia y se metió de lleno en la vida religiosa. Se puede decir que se
recluyó totalmente, dejando atrás sus sueños y anhelos de conocimiento.
Finalmente, murió mientras ayudaba a sus compañeras enfermas por una
epidemia de cólera que afectó a México en 1695. Así murió sin saber que sería
reconocida como una de las figuras más importantes para las letras y las mujeres
de la historia universal. Puesto que su obra no solo alcanzó un punto culminante
del Barroco sino también la unió con la reflexión y la filosofía, cosa que harían
después los poetas de la Ilustración del siglo XVIII. Además, encantó a la crítica
y a la historia por ser una poetisa, hermosa y admirada que encerró su alma en
un hábito antes de cumplir los 20 años; aunque se pensó que había sido por un
desengaño amoroso, se terminó por dictaminar que había sido por el
conocimiento que le proporcionaba la iglesia y al mismo tiempo, esas
autoridades eclesiásticas fueron la que la silenciaron.

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