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principia en Xibalbá
Alejandro Manuel Flores Aguilar
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nosotros les preguntó “¿quieren una voz en la esfera pública?” Simplemente nacieron como
niñas sin lugar en nuestros lugares: los espacios en los que nosotros hablamos, nos oímos, nos
peleamos, llegamos a consensos y nos lamentamos por las injusticias. Finalmente, fueron niñas
que pudieron ser oídas en la esfera pública solo por la imaginación del agudísimo y aterrador
grito. El último sonido provocado por el sufrimiento, el ardor de las llamas encontrando la piel y
la carne.
La artista Regina Galindo trató de confrontarnos con esa inconmensurabilidad en una de
sus más recientes performances. En un cuarto se reunieron mujeres a gritar, desesperadas. Ni
siquiera eso quiso escuchar la sociedad guatemalteca, el régimen de lo sensible parece no
haberse conmovido. Hace pocos días, en un ataque de histeria, una persona en la Plaza de la
Constitución le recriminaba a gritos una de las madres: “¡Esto es su culpa!”, en un tono
inquisidor e históricamente cristiano.
Vulva: la forma que alteró todo el 8 de marzo y desde el inicio del tiempo
El falso dilema del huevo y la gallina podría leerse desde la economía general de Bataille.
Interesaría, pues, estudiarlo en términos del exceso, más que de la administración de la carencia.
No sobra, entonces, decir que el huevo no solo fue primero, sino que llegó varios millones de
años antes. Su forma perduró en el proceso evolutivo hasta llegar a la especie de ave a la que
eventualmente pertenecerían las gallinas. Pero estamos hablando de formas, no necesariamente
de evolución.
“La forma” que alborota hoy a la sociedad guatemalteca llegó antes, mucho antes. Llegó
antes del género, antes de la cultura, antes de las religiones, antes de Cristo y su madre, e
incluso, muchísimo antes de la morfología, que es la ciencia que estudia las formas. La forma no
apareció ni como símbolo, ni como código y menos como significado. Simplemente apareció y
llegó para quedarse.
“La forma” se encuentra ya en las primeras conchas del Cámbrico y se deja ver en
artrópodos extintos, como los fósiles de trilobita. Durante millones de años “la forma” se
muestra no solo en el reino animal, sino en el vegetal, se disemina y multiplica, definiendo el
contorno de organismos vivientes a lo largo de la historia natural. “La forma” también aparece
en partes determinadas de organismos vivos como las flores y, eventualmente, en los genitales
de ciertos animales, incluyendo a los humanos. Se podría hacer un libro dedicado
exclusivamente al estudio de la historia geológica, biológica y cultural, de “esa forma”. Pero ese
no es el punto.
El mismo 8 de marzo esa forma apareció, cargada en un anda, en la demostración del día
de la mujer. La Poderosa Vulva, le llamaron de modo increíblemente acertado. Lo que se dejaba
ver era, claro, “la forma”. Nadie, posiblemente ni las feministas que la cargaban, se imaginaron
que la fuerza morfológica de la Poderosa Vulva era algo sobre lo cual era imposible establecer
cálculo alguno. La forma-vulva emancipó sus poderes, y nadie sabe bien cómo.
En su torpeza usual, los ideólogos de la corrupción vieron en la forma-vulva una
excelente oportunidad para manipular incautos. Al ver que en una fotografía aparecía el
procurador de los derechos humanos interpusieron una impotente querella divina. Por supuesto
que los embajadores de Dios en esta miserable tierra reaccionaron y se sumaron. “Le han faltado
el respeto a uno de nuestros símbolos más sagrados”, repitieron molestos. Interpusieron una
querella en el derecho de hombres y cuando se escribe este texto, el funcionario en mención
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tiene que comparecer ante la embustera indignación de los padres de la patria que representan
la corrupción. (ah, la ley del padre, siempre la ley del padre…)
Los poderes de la forma vulva son superiores y más astutos y escurridizos que el cálculo
político de los farsantes, los corruptos y los mojigatos. Con los lloriqueos, querellas divinas e
interpelaciones, no han hecho más que amplificar y multiplicar su presencia. No es que la forma
vulva lo necesitara, claro. Pero han desnudado el poder político de la forma-vulva.
Si bien logran los viejos conservadores y moralistas logran cerrar filas, al final de cuentas
los jóvenes se verán afectados por los poderes emancipadores de la forma vulva. Lo mejor, es
que es una lucha política que no se resolverá ni en el congreso, ni en las elecciones, ni con un
nuevo gobierno. La poderosa vulva no solo tiene ganada esta batalla sino que es una guerra que
ganó desde hace muchísimo. Su forma ha estado ahí, por siempre, desde antes que fuera vulva.
¿Y qué podrían hacer los mortales contra eso?
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También me interesaba comprender, desde una perspectiva crítica, lo que Richard
Adams denominaba como el continuum de ladinización. Inspirado en Redfield, Adams proponía a
mediados del siglo XX que todos los individuos en Guatemala se encontraban en un indiscutible
proceso de abandono de las costumbres folk (tradicionales) y una correlativa incorporación de
prácticas urbanas modernas, que abarcaban lo tecnológico, lo social y lo político. Lo moderno, en
esa perspectiva, era visto como lo ladino y lo atrasado era visto como lo indígena. Todos se
encontraban en algún lugar intermedio, a lo largo del continuum.
Por supuesto que, desde la mirada antropológica de la época, lo folk y lo urbano, lo
tradicional y lo moderno, tenían una carga valorativa específica. Lo primero siempre era visto
como un lastre de atraso, mientras lo segundo se apreciaba como una fuerza que empujaba
hacia el futuro.
Como decía arriba, Luis de Lion parecía darnos una tercera vía de análisis. Ya no era solo
estudiar las estructuras de parentesco o la versión autóctona del continuum folk-urbano. Ahora,
se veía una articulación entre ambas ideas que se intersectaban en lo que he denominado
“deseo”.
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raza. Las primeras generaciones de conquistadores se mesclaron con “indios”, lo que, desde el
inicio, imposibilitó el reclamo de la pureza de sangre que venían alegando desde la reconquista.
Aquí, se produjo entonces un ocultamiento que, aparentemente, evolucionó en la aporía
de la forma vulva asignada al sexo de la blancura. En el fondo, nadie sería realmente blanco, pero
una especie de tecnología de las formas estéticas, permitiría crear la ilusión de la blancura.
Andrés de Islas lo definió bien en el siglo XVIII. Antes de dibujar el bestiario que componían todas
las formas imaginables de mestizaje, estableció un mecanismo para recuperar la “pureza”.
La lógica de las castas permitía no solo recuperar, sino que también establecía toda una
codificación relacionada con las funciones del sexo en relación con la raza. Esta codificación, sin
embargo, estaba atravesada por la imposibilidad que representaba un “auténtico” retorno a la
blancura.
La hipótesis que he manejado desde hace muchos años es que esa imposibilidad es la
parte central del imaginario sexo/racial. Esto, por un lado, significa que tanto las identidades
sexuales, como las raciales, se han creado sobre una fantasía, un fetiche. Ni el sexo ni la raza
definen en sí identidades a partir de las meras formas. Por el contrario, son las formas las que se
han tratado de colonizar y de cargar de códigos destinados a modular el deseo. Esoso códigos,
creemos, se han diseminado a lo largo de la sociedad, creando un continuum diferente al
propuesto por Adams. Ese continuum es el de la fantasía del blanqueamiento por la vía del sexo.
“Hay que mejorar la raza”, se dice coloquialmente. Esta enunciación no solo indica que
algo sea reprimido, sino el ocultamiento de aquello que sobra. No, no es solo represión, sino
producción y codificación de las formas.
…recuerdo que su cuerpo estaba tan lleno de pájaros de tal manera que cuando uno se
embrocaba encima de ella, antes de ascender a los cielos por fuerza las manos tenían que
convertirse en jaulas para que ninguno se escapara. (P. 10)
(…)
…y ni modo, era sabroso, riquísimo gozar seguido ese rito lacrimoso con que ella recibía a los
hombres, los hacía soñar como si en verdad estuvieran con la auténtica Virgen de Concepción,
aunque quienes lo cuentan no lo digan. (P. 13)
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Lo más problemático del deseo por la forma-vulva-blanca no radica ni en el fetichismo,
como tampoco en la imposibilidad sobre la que éste se organiza. El gran problema es que este
deseo, que ha sido codificado de este modo particular, también se expresa como formas de
violencia que afectan directamente a las personas de carne y hueso, que han quedado de
correlatos de la virgen de palo. Es esa la virgen del pueblo, en toda su polifonía, la mujer de
carne y hueso, la única que posee la forma-vulva entre las piernas, quien se convierte en la
víctima de todos los hombres del pueblo que la violan para compensar la frustración causada por
la imposibilidad del sexo de la mujer blanca.
Por supuesto que aquí esto es una alegoría, por lo menos en principio. Como se
mencionaba al inicio, estos ejemplos dejan de ser alegóricos cuando se piensa en el
arrebatamiento de la voz de las mujeres que experimentan todo tipo de violencia a diario. La
hipótesis, aquí, es que esta no solo es una violencia de género relacionada con el dominio de la
forma-falo sobre la forma-vulva. Esa violencia se relaciona con que ambas formas han sido
codificadas por la raza. ¿Cómo entendemos ahora el asesinato de las 43 niñas?