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GUARENAS,

h i er ba c ar i b e
Antonio González Antías / Juan Carlos Reyes
Henrique Capriles Radonski
Gobernador del estado Miranda
Juan Fernandez Morales
Secretario General de Gobierno

Miriam Hermoso de Rivas


Presidenta
Fabricio Briceño Graterol
Director Editorial
Antonio González Antías y Juan Carlos Reyes
Textos
Osmariz Carolina Pérez
Transcripción de textos
Isabel Herrera Díaz
Corrección de textos
Gaetano Iannuzzi
Diseño gráfico
2016 Guarenas, hierba caribe
Segunda edición
ISBN: en proceso
Depósito Legal: en proceso
Publicación Digital
2016 Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez”
Av. Bolívar al lado del Boulevar Lamas, Casa de la Cultura
“Cecilio Acosta”, piso 1. Los Teques. Edo. Miranda
E-mail
ffeditorialsr@gmail.com
+58 (0212) 364.14.19
Todos los derechos reservados.
Prohibida su reproducción parcial o total
por cualquier otro medio sin permiso del editor.
Guarenas,
hierba caribe
Antonio González Antías / Juan Carlos Reyes

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Cuadernos de Historia Regional 13
Presentación

Todos los pueblos, por pequeños que sean, tienen su historia. De ella aprenden
a conocer mejor de donde vienen, y de ella obtienen la fuerza necesaria para en-
frentar con más vitalidad su futuro.
Conocer la historia de nuestro país, aprender la historia de nuestro estado y que
cada pueblo perciba los hechos históricos que le han dado estructura, es una tarea
primordial para revitalizar la memoria colectiva.
El programa Historia de Nuestra Identidad Regional intenta darle respuesta al
proceso de desintegración que están sufriendo nuestras poblaciones, y tiene como
objetivo central proporcionar a nuestro jóvenes y niños una herramienta que los
motive a continuar en la búsqueda de sus propias raíces.
Nuestra historia es lo que nos hace un pueblo con ideales y objetivos comunes.
Revalorizar aquello que nos es común, revitalizar lo que es capaz de despertar un
orgullo y una emoción colectiva: NUESTRA HISTORIA, es el motivo central
de este programa.
Pilarica Romero
(Reproducción del texto original en su primera edición)

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Al lector

El silencio ha sido manto que nos ha llevado a la historia como seres anónimos,
sin existencia propia… Aparecemos en los libros como hombres sin rostros, sin
destino, sin pasado.
Ya no es posible ocultar nuestra presencia, más allá de la denominación etérea
de pueblo o del punto imperceptible en el mapa.
Nuestro pueblo, nuestra gente toma, con la pluma en las manos, su destino
para arrojar luz sobre el camino. Para exaltar nuestros propios héroes, nuestras
diarias batallas, nuestros consumados logros.
Esto requiere de un esfuerzo, de una voluntad superior. Asumir la palabra no es
fácil y no está exenta de tropiezos; pero tenemos que tomar el espacio y recuperar
el tiempo perdido.
En un esfuerzo colectivo de años, las comunidades del estado Miranda hemos
expuesto en diversos escenarios la necesidad de asumir la historia como el patri-
monio esencial que puede alimentar nuestra identidad.
En la memoria de nuestros queridos viejos, en los amarillentos y apolillados
papeles archivados en estantes olvidados, en nuestro diario discurrir está nuestra
historia; todos tenemos la posibilidad de atraparla, a todos nos pertenece.
Hoy presentamos una colección de cuadernos elaborados en las comunidades
mirandinas al calor del trabajo cultural, de sus promotores, sus creadores, sus
cronistas, en los centros de investigación; con la contribución de un equipo de
especialistas, para retomar el camino de la historia y dárselo a nuestros niños y
jóvenes mirandinos en un lenguaje especial.

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Transmitiendo las verdades que tenemos a la mano, las que conocemos, a riesgo
que el futuro nos la corrija, pues de esto se trata: afrontar el reto, aunque algunos
lo hayan rehuido para acechar en las sombras.
Estas páginas muestran ese transcurrir sin atraparlo definitivamente. Corre-
sponde a todos los mirandinos: los padres, maestros e investigadores asumir el
reto con dignidad para preservar nuestra identidad y nuestra patria. Este camino
sólo es transitable si reconocemos al pueblo su labor y permanencia, en oposición
a las manipulaciones utilitarias y efímeras.
José Tomás Ponce Longa
Coordinador de Investigación

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Los guarenas también son caribes
En la larga franja norte-costera que se extiende desde Paria hasta Borburata,
vivieron innumerables tribus caribes. Se comprendían dentro de este territorio
los actuales límites del estado Miranda, localizado hacia la parte central de la
mencionada franja. En estas tierras se establecieron distintas parcialidades
indígenas que, a decir verdad, fueron de las más guerreras frente al conquistador
español.
Entre pequeñas colinas, ríos y quebradas está, para entonces, un grupo de
indios que vive de la caza, de la pesca y de la recolección. Están ubicados hacia el
naciente de la futura ciudad de Caracas, en tierra caliente, poco montuosa que,
sin embargo, les ha servido de hogar desde época inmemorial; viendo transcurrir
el tiempo bajo un sistema de trabajo, de creencias y aspiraciones muy propias.
Son los guarenas, cuyo nombre traducido quiere decir “hierbazal” o “prado”.
Pertenecen a la familia de los indios caracas, que extendían su dominio a todo
lo largo del valle de ese mismo nombre y su costa. Según la relación de Juan de
Pimentel (1578), llamaban a aquel lugar Guarenas porque: “…viven de tierra
sin monte, aunque sierra, y que tienen mucha yerba la cual llaman en general
guarenas, y por esto, a ellos les llaman Guarenas…”1
Era, igualmente tierra de mariches, valerosos e intrépidos, defensores en todo
tiempo y circunstancias de aquellos lugares que les vieron nacer. Fueron muchas
las ocasiones en que guarenas, mariches y quiriquires expusieron sus vidas, todos
a una, para defender lo que legítimamente les pertenecía.
Ante la invasión española hacia esos lugares, fueron muchas las escaramuzas y
enfrentamientos que se dieron. Ya en 1560 –antes de la fundación de Caracas- el
valiente cacique Sunaguto se antepuso a las pretensiones del conquistador Luis de
Seijas, quien con 25 hombres armados invadió territorio mariche; al final, pese a
la oposición indígena, logra imponerse el poderío español.
Las cosas no quedaron allí; y aquella tierra se tintó de sangre ante el empuje del
arma española y la defensa que de lo suyo hacia el indio. Es la historia de otros
caciques –también mariches- como Curicurian, Aramaipuro y Tamanaco, este
último expresión suprema de arrojo ante el ansia conquistadora.

1
Juan Ernesto Montenegro, Caracas y Guaiqueríes, razas caribes, P.100

Los Guarenas también son caribes 7


Fueron episodios de una cruenta lucha, sin descanso. Más cruenta aún hacia
el este del valle de Caracas, es decir, hacia donde sentarían sus bases los pueblos
de Petare, Guarenas y Guatire. Esto lo comprendieron los españoles, y hacia allá
dirigieron todo su esfuerzo para someter de manera definitiva a las parcialidades
allí existentes. Y en esto, por supuesto, no cuenta tan sólo la figura del cacique
heroico sino, además, la del pueblo que lo acompaña, que con poca fortuna vio,
al final, que sus esfuerzos por resguardar su libertad tenían pocas posibilidades de
triunfo. Sin embargo, Guarenas aún vive.
De todo esto, de los sacrificios y esfuerzos rendidos por nuestros antepasados, se
fue amalgamando un pueblo; de mucho sirvió, entonces, que hombres, mujeres y
niños rindieran sus vidas. Más luego se asentaría el pueblo, adquiriría cuerpo una
economía local y Guarenas se enrumbaría por caminos hacia mejores logros. Pero
fue un tránsito largo, lleno de sinsabores para la mayoría de la población, donde
en algún momento esclavos e indios, mayoritariamente, sufrieron los rigores de
un sistema colonial oprobioso.

Cacique Tamanaco

8 GUARENAS, hierba caribe


Se reparten indígenas en encomienda
Pronto iba a dejar de ser un solo nombre que designara un lugar: valle de Guarenas,
tierra de Guarenas, sitio de Guarenas, que así fue llamada indistintamente esta
tierra antes de que se realizara de manera formal la fundación del pueblo.
Estaba, pues, primero la tierra; después los hombres que conformarían la
población y, desde luego, la intenciones de crear un pueblo con bases sólidas, con
pretensiones de permanencia. Este propósito, fruto de una disposición del rey
español, fue, en principio, sustentado por la idea de sujetar al indio a la creencia
cristiana y someterlo al designio del conquistador.
Tras la barbarie cometida contra el indio, al diezmar sus poblaciones por vía
de una guerra injusta, fue necesario pacificar a los que quedaron a través de las
llamadas encomiendas, que no era otra cosa que una forma de sometimiento que
pretendía sacar el mayor provecho del trabajo del indio en el campo, y despojarlo
de sus creencias y costumbres con la prédica del evangelio. De este modo, se
daba el primer paso hacia la reducción indígena, que serviría de antecedente a la
fundación del pueblo.
Los datos históricos son precisos al iniciar la existencia de encomiendas
en Guarenas desde muy temprano tiempo. Conseguida por los españoles la
“pacificación” del valle central caraqueño y sus contornos, quedaba ahora sujetar
al indio huido a los montes o al que, indefenso, se encontraba a merced del
conquistador.
Era la forma utilizada por la corona española para premiar a quienes habían
logrado imponerse por la fuerza de las armas, al tiempo que disponían los
fundamentos de un orden proclive a satisfacer sus intereses de dominio. De este
modo, estamos en presencia del antecedente inmediato de la fundación de los
pueblos de doctrina, pues fue sobre la base de estos repartos indígenas como
crearon pueblos como Petare, Baruta, Santa Lucía y Guarenas, entre otros.
En Guarenas fueron dadas las encomiendas al capitán Sebastián Díaz de Alfaro,
a Francisco Infante, Hernando Cerrada y al capitán Cristóbal Cobos. Fueron
éstos de los primeros conquistadores que llegaron con Diego de Losada al valle
caraqueño en 1567; y de manos de estos individuos las encomiendas pasaría a sus
herederos o sucesores, tal como se observa cuando aún para 1620 los descendientes
de los primeros encomenderos conservaban la posesión original, hallándose en

Se reparten indígenas en encomienda 9


poder entonces de Antonio Gámez, Lucas Martínez de Porras, Antonio Cerrada
y Francisco Infante.
El indio, así sometido, debía entregarse por entero a satisfacer las demandas
del encomendero. Ya no podía correr libre por los montes, andar tras la caza del
venado o dedicarse a la práctica de sus costumbres religiosas. Llegó un nuevo
estado de cosas al cual debía obedecer; y esto originó no pocas pugnas entre
encomenderos, la Iglesia y la autoridad civil; pues, en verdad que los abusos del
encomendero para con el indio son registrados en muchos cuadros de nuestra
historia.

10 GUARENAS, hierba caribe


Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas
Así andaban las cosas cuando los pasos del juez poblador y del comisionado del
obispo se dirigieron al valle de Guarenas para fundar allí un pueblo. Obedecían
a un mandato del rey, de 1619, transmitido al gobernador Pedro de Porres y
Toledo y al obispo fray Gonzalo de Angulo que, en términos generales, disponía
la necesidad de erigir pueblos de indios con el propósito de adoctrinarlos mejor y
evitar los abusos de los encomenderos.
Los comisionados para la fundación de Guarenas fueron el padre Gabriel de
Mendoza y el juez poblador Pedro Gutiérrez de Lugo. Ambos habían actuado
juntamente en la fundación de otros pueblos, por lo que ya tenían experiencia
en este tipo de situaciones. Ambos, igualmente, tenían instrucciones precisas de
las autoridades civiles y eclesiásticas para proceder sin dilación con el cometido
propuesto. Debían elegir el sitio más a propósito para levantar el poblado y
erigir su iglesia, así como debían velar por que los encomenderos cumplieran
cabalmente con sus obligaciones, siendo la principal la de ayudar a la fábrica de la
iglesia y dotarla de los ornamentos necesarios para el culto.
El historiador Lucas G. Castillo Lara, transcribe las palabras del notario que da
fe del acto fundamental:
“…Y el catorce de febrero de mil seiscientos veintiuno, en el sitio que llaman de
las Guarenas y Aguaira (…) el dicho juez comisario erigió y señaló otra iglesia en el
pueblo erigido y fundado de nuestra señora de Copacagán (…) y agregó a este curato y
doctrina las encomiendas del regidor Antonio Gámez, de Francisco Infante, de Lucas
Martín y de Hernando Cerrada…” 2
Comenzará pues, una nueva etapa en la vida histórica de Guarenas. El indio
quedaba así bajo la potestad del conquistador, aunque ello no fuese, enteramente,
una forma definitiva de sujeción, pues más de un caso se dio donde tomó el
camino el monte, de la huida, en búsqueda de la libertad perdida. No sería fácil
adaptarse a esa imposición, pero poco a poco fue aceptando la realidad de las
cosas, y el pueblo fue tomando forma y ensanchándose hacia el futuro.

2
Lucas G. Castillo Lara, Nuestra Señora de la Copacabana de las Guarenas, pp.39-40

Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas 11


Nuestra Señora de Copacabana, patrona de Guarenas

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Los maltratos al indígena
Pese a la vigilancia de los curas doctrineros y de las autoridades civiles para que
los indios no fuesen vejados en las encomiendas, lo cierto del caso es que siempre
se cometieron abusos contra ellos.
En Guarenas, según los resultados de la visita de encomiendas que allí practicó
el gobernador Pedro de Porres y Toledo en 1660, los indios declararon que eran
bien tratados.
Sin embargo, el gobernador les hizo cargos a los encomenderos por utilizar a los
indios en labores de carga de madera y por hacer trabajar a las indias en el campo,
además de que a estas mujeres no les pagaban el trabajo de hilado que realizaban. 3
Estos encomenderos fueron don Lucas Martínez de Porras, con 82 indios bajo
su cuidado, y don José Serrano Pimentel, cuya encomienda contaba con 152
indios.
Por las propias contradicciones del régimen de encomiendas, es lógico pensar
que su permanencia en el proceso histórico no fuese de tan larga duración, como
en efecto sucedió. La vida de las encomiendas fue menguando; en nuestro pueblo
de Guarenas, por ejemplo, sólo existían dos encomiendas para 1690, según lo
revela la visita que realiza el gobernador don Diego Ximénez de Enciso en ese año.
En efecto, para el 31 de julio y 2 de agosto de 1690, el gobernador Ximénez
de Enciso levanta la información de las encomiendas del capitán José Rengifo
Pimentel, con 123 indios útiles, y de la del también capitán Lucas Martínez de
Porras, con 34 indios útiles. En esa relación se señala los nombres y edades de los
indios que conforman estas encomiendas.
En la de José Rengifo Pimentel, se mencionan los siguientes aborígenes:
Bartolomé, cacique principal, de 75 años, casado con Catalina, con 6 hijos;
Álvaro, 60 años, casado con Tomasa, con 7 hijos; Antonio, 49 años, casado con
Leonor, con 7 hijos; Andrés, 46 años, casado con Lorenza, con 5 hijos; Andrés,
80 años, casado con Marcela, con 5 hijos; Agustín, 41 años casado con Agueda,
con 7 hijos; Bernabé, 49 años, casado con Paula, con 9 hijos y Lázaro, 60 años,
casado con Pascuala, con 4 hijos.

3
Ibid, pp.73-74

Los maltratos al indígena 13


Se cumplía una etapa en la andadura de un pueblo. Se forjaba el ser material
y humano para la conquista del porvenir de un colectivo que, entre risas y
sinsabores, ha logrado levantarse hasta lo que hoy representa. Empero, ese devenir
fue y es –para otros hombres y en otras circunstancias- un reto asumido para el
alcance de una vida mejor.

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Huellas del pueblo, pasos en el tiempo
Los primeros pasos fueron los del indio, que anduvo por montes, vegas y
quebradas. Indio que aspiró el aire primigenio de aquella naturaleza, donde se
fundían los olores del onoto con que cubría su cuerpo, con los de una vegetación de
verdores, tras la caza de ese indio. Ya no habría descanso y, desde luego, se desata una
lucha desigual que hace que ese entorno natural se convierta en campo de batalla.
Concluida la lucha, vendrá el entrecruce de sangres, a lo cual se agregará la del
negro esclavo traído de otras tierras. Así fue creciendo Venezuela y así fue que
crecieron nuestros pueblos. No fue, por tanto, hechura de un solo factor humano,
pues la confluencia de etnias caracteriza nuestro proceso demográfico colonial, pese
a las diferencias impuestas por el color de la piel.
Este conglomerado humano es el fundamental de la permanencia del pueblo, fruto
del trabajo diario, del quehacer cotidiano por el que se fue moldeando Guarenas.
Algunas cifras nos pueden dar fe de esta afirmación; y para ello es conveniente que
recurramos a las fuentes históricas de primera mano. En éstas son importantes las
informaciones recogidas por los distintos curas doctrineros que tuvo Guarenas en
la segunda mitad del siglo XVIII; indicaciones que aportan datos sobre nombre y
cantidad de habitantes, familias, número de casas y existencia de sitios habitados
aledaños al pueblo.
El 24 de junio de 1759 el bachiller Pedro Espinoza de los Monteros, cura,
doctrinero de Guarenas, firmaba la matrícula de la población levantada ese año.
Anotaba el cura, para entonces, que la jurisdicción de su feligresía contaba con 352
casas y que el total de sus habitantes era de 3.210, de los cuales 1.184 eran indios y
1.926 considerados como vecinos.
Entre las familias indígenas se apuntaba, entre otras, a Juan Lorenzo, casado con
Juana de la Concepción, con dos hijos; Antonio de Laya, casado con Dominga
Aldonza, con dos hijos; Juan Valentín, casado con Casilda, con 5 hijos; Juan Lucas
de la Sala, casado con María Sebastiana, en cuya casa vivían además 18 personas,
entre hijos y nietos; Cristóbal Martín, cacique del pueblo, casado con Francisca
Prudencia, con 3 hijos y 3 nietos.
Entre los vecinos, llamados así las personas blancas o españoles, encontramos las
casas de Pedro Fernández (notario), casado con María Rosalía; Domingo Antonio
Soto, casado con Jacinta Candelaria; Luis de la Riva, casado con María Petronila
Bolívar; José Domingo Yelamos, casado con María Manuela Portillo. Además otros

Huellas del pueblo, pasos en el tiempo 15


cabezas de familias que se mencionan son Domingo Antonio Carrasquel, José
Bernardo Berreterán, Juan de la Cruz Mora, Lucía Fernández, Manuela Fernández
y Juana Manuela González.
En el valle de Izcaragua tenían sus casas Miguel Blanco Uribe, Felipe Santiago
Nieves y Nicolás Florentino Riviera. En Mariches estaban las del capitán Lorenzo
González, capitán Antonio Almeida, José Tovar, Claudio Rivilla, Juan José González
(corregidor), Antonio Gedler y Melchora Caraballo; todos ellos eran representativos
de los apellidos de mayoe poderío económico y social de la colonia con propiedades
en jurisdicción guarenera.
Muy completa e interesante es la relación presentada por el teniente justicia Pedro
Felipe de Llanos para 1768, parte de la cual inserta Lucas G. Castillo Lara en su
trabajo histórico sobre Guarenas.4 Se dice allí que Guarenas tenía de norte a sur seis
leguas, y trece y media de este a oeste; eran sus límites, al este: Capaya y Caucagua;
oeste: Petare; norte: serranía del Avila; y sur: serranía de Gueime.
La relación señalaba que Guarenas tenía 2.029 habitantes, conformados por 396
blancos, 717 personas de “color quebrado”, 407 esclavos y 509 indios. Luego ofrece
datos sobre el clima de Guarenas, diciendo que era saludable, así como señalaba la
fertilidad de su tierra, y expresaba que era muy a propósito para la siembra de caña dulce,
cacao y demás frutos. No deja de mencionar los ríos y quebradas del valle de Guarenas,
entre los que cita la quebrada de ese nombre, Auyamita, Izcaragua y La Guairita.
En 1778, tocaba al cura Pablo José Romero levantar la matrícula de la población
para ese año. Lo hizo con mucha meticulosidad, como era costumbre, y anotando
los nombres de cada uno de los habitantes de Guarenas y su contorno, hombres,
mujeres y niños. Gracias a esos datos hoy tenemos noticia de la composición de la
población y referencias sobre sitios que aún conservan su nombre original.
Así, fueron inscritos los nombres de El Barbecho, Tocorón, Gueime, Canales,
Guacarapa, La Llanada, Auyarito, La Guairita, Helechal, Monrroy, La Comunidad,
Anauco y El Cercado. Igualmente, señalaba el cura en su matrícula que la población
de Guarenas alcanzaba un total de 2.532 personas, incluidas las del contorno del
pueblo. En esa periferia se encontraban los trapiches siguientes: La Fundación, de
Juan Bautista Mora, con 14 esclavos; Santa Cruz, de Pedro Istúriz, con 45 esclavos;
Potuco, de Ana García, con 15 esclavos; San Pedro, de Juan Eugenio García, con 13
esclavos; Curupao, con 42 esclavos, Guayabal, con 29 esclavos; y el de Don Lorenzo
Caraballo, que contaba con una esclavitud de 14 personas.
4
Ibid, pp.138-142.

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Las anotaciones del obispo Martí
El 30 de marzo de 1784 el obispo Mariano Martí estampaba su firma en la
relación de la visita que concluía ese día en Guarenas. Ocho días estuvo el prelado
de aquel pueblo, habiendo sido ésta la última población que visitó en su largo
peregrinar de 13 años por la geografía venezolana. Muchas cosas anotó Mariano
Martí sobre Guarenas, de las cuales referimos –por razones de espacio- sólo unas
cuantas.
Habiendo salido el obispo desde Guatire a las seis de la mañana y llegó
a Guarenas a las ocho y media. Esto se puede tomar como una tardanza si se
considera la cercanía entre los dos pueblos, obedeció a que Mariano Martí se
detuvo tres veces en el camino: una en el trapiche del marques del Valle, otra en
el trapiche de doña Margarita Gil y la última en el de don Vicente Veroes. No
escaparon a las observaciones de Martí ni siquiera los pequeños detalles, pues
decía del camino que tenía…”Algunos cerritos, subidas y bajadas, pero no es
malo, y una sola vez pasamos la quebrada o río de Guarenas”…
Ya en Guarenas, anota detalles de la iglesia, indicando su conformación
material; y concluye que está bien construida y con capacidad suficiente para
la feligresía. Menciona también la existencia de tres cofradías, a saber: la del
Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora de Copacabana y la de Las Benditas
Ánimas. Cita que el registro parroquial más antiguo es una partida de bautismo
del 2 de febrero de 1637, firmada por el cura Sebastián Moreno.
Las observaciones sobre la conducta de los guareneros de entonces cobran
particular interés. Dice que los indios –hombres y mujeres- son muy dados al
consumo del guarapo fuerte, de lo que resulta la embriaguez constante de ellos.
Mas, también otras personas pertenecientes a clases distintas, no son apegadas a
las normas de la moral cristiana, principalmente la primera autoridad del pueblo,
el corregidor y el teniente de Guarenas don Nicolás González de Palma, quien
vivía “en mal estado” con seis mujeres del pueblo. Era, pues, el galán del sitio…
La lista de galanes es más larga: don José Antonio Mengo, vivía “en mal estado”
con María del Carmen Caraballo; Francisco Victorio Morante, mulato libre, era
un borracho pertinaz que peleaba mucho con su mujer y no asistía a misa; don
José Rodríguez, blanco, aunque casado, vivía aparte con una mujer india; pero,
además sometía a los esclavos a un trabajo agotador, incluidos los domingos, y no
les permitía ir a misa; don Juan José Orta, soltero, también vive “en mal estado”

Las anotaciones del obispo Martí 17


con Juana María, a quien apodaban “La Marichera”. Por cierto que este último
sujeto prometió casarse con “La Marichera”, en un compromiso que hizo ante el
cura del pueblo, o de lo contrario iría a servir al batallón fijo de Caracas.
Esos casos, y otros tantos que seguramente permanecían en secreto, propios de
la vida cotidiana, dan cuenta de un pueblo que siente y padece, que ríe, canta y
llora, y que –pese a todo- constituye la matriz de una sociedad que va gestando
su futuro.
En punto a la composición numérica de la población, ésta daba muestras de un
crecimiento moderado. Al mismo tiempo, es fácil notar un predominio de la cifra
de habitantes blancos sobre la de indios. De los primeros había un total de 907
personas, mientras que los indios conformaban un total de 575.
Por otra parte, es posible afirmar la presencia de gentes avecinadas en sus
alrededores; como muestra esta aseveración. Así, el total de casas dentro y fuera
del pueblo era:

Casas dentro del pueblo Casas fuera del pueblo


Indios: 80 9
Españoles: 130 135
Total 210 144

Un total de 354 casas, con la característica resaltante de que las de españoles


eran la mayoría, más acentuada esta diferencia en las afueras del pueblo. Ello,
por supuesto, alude al hecho cierto de que eran, al mismo tiempo, los poseedores
mayoritarios de tierras alrededor de Guarenas. Para concluir, transcribimos
los datos suministrados por Martí en referencia a la composición social de la
población.

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PARVULOS
SOLTEROS
HOMBRES

HOMBRES

PARVULAS
SOLTERAS
CASADOS

MUJERES

MUJERES
CASADAS
Clases

Indios 186 113 137 106 45 46


Blancos 186 187 205 187 71 71
Mulatos 58 41 58 41 38 37
Negros 75 50 77 45 23 23
Esclavos: Negros y Mulatos 31 40 130 28 28 28
Total 478 431 607 416 205 259

Estas visitas realizadas por los obispos, así como las anotaciones hechas por los
curas del lugar, buscaban tener un control sobre la feligresía. De este modo, era
posible saber el número de personas que cumplían o no con los preceptos religiosos
–comunión y confesión- así como precisar el estado en que se encontraban en
relación a su conducta personal.
La matrícula de población de 1795 fue levantada por el cura Juan Agustín Díaz
Argote. La composición de la población, en relación con lo que anotábamos antes
sobre el predominio de las cifras de la población blanca, permanecía inalterable.
Tampoco se observa un crecimiento numérico de importancia, si se atiende al
hecho de que el número de habitantes había crecido, en el lapso de once años,
en 362 personas. Los totales de población para ese año fueron los siguientes:
blancos 798, indios 437, mulatos, zambos y negros 1.659, para un total de 2.894
habitantes.

Las anotaciones del obispo Martí 19


La propiedad de la tierra en Guarenas
La naturaleza fue espléndida con Venezuela. No le regateó la fertilidad necesaria
para parir los frutos maravillosos que abundantemente coloreaban nuestros valles
y montes. Fueron primero los frutos silvestres, conjuntamente con los que el indio
producía en sus conucos, los que sirvieron de sustento para el consumo propio.
Después, los que sostuvieron la economía colonial que, durante tres siglos, creció
gracias al sudor del trabajo del indio y del negro esclavo.
En todo caso, coexistieron el conuco y la hacienda, el encomendado y el
encomendero, el peón y el hacendado, en una relación cuyo mayor provecho
saciaba las ansias del más poderoso. Muchos cuadros hay de esta historia, casi
repetida al calco en tantos momentos y lugares de la geografía nacional.
Cuando el conquistador español llega a estas tierras, se da inicio a un proceso
de expropiación y repartición territorial que apenas se deja al indio un trozo
en el cual trabajar su conuco, Así, la tierra iba a producir buenos dividendos
económicos y ascenso social al conquistador y a su descendencia.
A los pueblos fundados como doctrinas de indios, cual es el caso de Guarenas,
les correspondía como comunidad establecida por decisión de la corona española,
una legua de tierra a los cuatro vientos, algo aproximado a cinco kilómetros
en cuadro. Esto, sin embargo, no fue respetado en muchos casos, y en más de
una oportunidad reclamaron porque sus tierras eran invadidas por los grandes
propietarios.
El apetito por la tierra fue algo que los primeros conquistadores no ocultaron.
Prontamente fueron otorgados a estos personajes grandes lotes de terreno, cuya
extensión abarcaba los mejores suelos del valle caraqueño y su entorno inmediato.
Quedaron, pues, en manos de estos individuos, porciones de tierras en lugares
como El Valle, La Vega, Chacao, Baruta, Petare y Guarenas, repitiéndose casi
siempre los mismos apellidos de los poseedores en lugares distintos.
En el valle de Guarenas –tal como se llamaba en tiempos coloniales- esta
situación respecto al reparto de las tierras tuvo las características que señalamos
antes. Efectivamente, la práctica del latifundismo tuvo su base, desde muy
temprano, cuando les fueron otorgadas a los conquistadores que vinieron
con Diego de Losada a someter a las tribus de estos lugares, así como aquellas
estregadas a los encomenderos, que luego fueron ampliando al ir apropiándose de
tierras de los indios.

20 GUARENAS, hierba caribe


De hecho, la lista de estos poseedores es bastante reducida en Guarenas, siendo
los nombres de ellos Cristóbal Cobos, Martín de Gámez, Sebastián Díaz de Alfaro,
Francisco Infante, Hernando Cerrada, José Rengifo Pimentel y Lucas Martínez
de Porras. Estos siete propietarios, y sus descendientes y sucesores, usufructuaron
de esos suelos, cuyo trabajo descansa sobre las espaldas de indios y negros esclavos
que laboraban en los muchos trapiches y haciendas establecidos en Guarenas.
Naturalmente, el valle de Guarenas, con sus quebradas, ríos y vegetación es,
desde tiempo inmemorial hasta la llegada de los españoles, tierra de los indios.
Allí levantaban sus familias y transcurría sus existencia, hasta que el impacto
colonizador vino a trastocar su modo de vida. Esta alteración no sólo significó
el que se despojara a los indios de sus lugares que tenían desde antiguo, sino,
además, el que se les sometiera con todo rigor al trabajo compulsivo.
El proceso de tenencia de la tierra en Guarenas no se diferenció de las
características generales que tuvo en otros lugares de Venezuela. A la primera
repartición de terrenos a los conquistadores, devino la forma de ampliación de
propiedades por vía de la composición de tierras, forma esta que legalizaba las
ansias de agrandar cada vez más los linderos de la posesión original, en perjuicio
de otras posesiones contiguas, lo que trajo como consecuencia no pocos litigios
judiciales.
En su excelente texto sobre Guarenas, el autor Lucas G. Castillo Lara reseña
uno de los más importantes procesos de tenencia territorial en Guarenas, donde
la transferencia de la posesión de Izcaragua pone de bulto los elementos que
hemos enunciado. Para 1631, Alonso González Urbano recurre al gobernador
Francisco Nuñez Meleán para que le sean compuestas unas tierras en aquel lugar.
González Urbano había sucedido como encomendero a su padre Juan Gallegos,
quien había recibido tierras de indios cuando entró con Diego de Lozada al valle
caraqueño.
El 10 de septiembre de ese año de 1631 le fue expedido a González Urbano el
respectivo título de composición de tierras, cuyos linderos abarcaban una porción
desde la quebrada de Izcaragua hasta la de Caucagua, llamada también como este
último nombre la de Guarenas. A buen seguro, y como era costumbre, para este
otorgamiento debió considerarse la persona y ascendencia de González Urbano,
pues era usual entonces poner de relieve los méritos de los padres y abuelos para
obtener estas prebendas.

La propiedad de la tierra en Guarenas 21


Posteriormente, los herederos de González Urbano –para 1652- procedieron
a vender parte de Izcaragua al capitán Mateo Vásquez de Rojas, y éste, a su vez,
la vende al alférez Juan Reyes de Antequera. Los herederos de este último la
traspasan en venta al capitán Gonzalo Marín Granizo, para el año 1665. Marín
Granizo, además poseía tierras en Cabeza de Tigre y Mariches, lo que le convertía
en uno de los principales propietarios de tierras hacia el este del valle de Caracas.
Entre 1680 y 1684 transcurre un proceso judicial donde intervienen dos de
los principales dueños de tierras en Guarenas. En medio de esta disputa, es
importante destacar que también se afectaban tierras de los indios, las que con
el correr del tiempo fueron invadidas y usurpadas por los terrófagos de entonces.
Es el caso que José Rengifo Pimentel, actuando por sí y en nombre de los indios
que tenía en encomienda, solicitó ante el gobernador Francisco de Alberro que se
sacaran de sus tierras a unos invasores que allí estaban, pues:
“…se han entrado en dichas tierras a labrar y cultivar mucha parte de ella (…) y
que así mismo las bestias que tienen les rompen las palizadas que tienen los dichos mis
(indios) encomendados”… 5
La petición de Rengifo Pimentel fue admitida por el gobernador Alberro; y en
auto de 20 de julio de 1680 ordenó que los invasores (que eran Toribio Suaréz,
Juan Lucas Caraballo, Diego Gómez de Contreras y Juan de Alcalá) desocuparan
las tierras en un plazo de seis días. Sin embargo, esta instancia fue desoída, pues
todavía en 1682 permanecían allí los ocupantes ilegales. Más aún, Juan Lucas
Caraballo persistía, el 11 de abril de 1684, en quedarse en aquel lugar, ya que
alegaba que esas tierras las había hecho el capitán Gonzalo Marín Granizo.
Casos como el anterior se repiten con mucha insistencia, Los líos por posesiones
son permanentes, demostrativos de una apetencia desmedida por obtener más y
más terreno; con el saldo –en muchos casos- de que son los indios los que al final
se resisten, pues sus tierras de labranzas y de comunidad se ven muy disminuidas.

5
Archivo del Registro Principal del D.F., Tierras, año 1694, letra 4, No.1.

22 GUARENAS, hierba caribe


La caña de azúcar, principal
soporte económico colonial
El crecimiento económico de Guarenas se fue logrando de manera sostenida. La
feracidad del valle y los recursos de agua que lo bañaban posibilitaron una intensa
explotación agrícola, principalmente de caña de azúcar, cuyos ingenios se fueron
levantando prontamente en ese suelo generoso.
El humo que salía de los terrenos de La Fundación, de La Concepción y de
otros tantos trapiches anunciaba una actividad sin descanso. Tanto es así que, en
un informe fechado presumiblemente hacia la segunda mitad del siglo XVIII,
se expresa que Guarenas cuenta con una amplia jurisdicción entre cuyos límites
entran los pueblos de Guatire, Caucagua, Tapipa, Panaquire, Macayra, Aragüita,
Santa Lucia y Santa Teresa. El total de haciendas existentes era de 265: 46 de
caña, 6 de añil y 213 de cacao. En Guarenas se anotan 32 de esas haciendas, pero
además había varios conucos de maíz y de yuca.
Para tener una idea de lo que era una de estas haciendas, podemos decir que
don Francisco de Berroterán, marqués del Valle de Santiago, poseía una de las
más grandes. Para 1713, cuando se dio apertura al testamento del marqués, quedó
constancia de que la hacienda poseía cinco casas de vivienda, incluida la principal,
y contaba con todos los utensilios para el trabajo en el trapiche.
Estaba constituida por 46 tablones de caña, en los que laboraban 81 esclavos.
Cada uno de estos tablones recibía un nombre; y así tenemos que existían, entre
otras: El Cedrito, Los Aguacates, Los Naranjos, Calabozo, Matasiete, Luciano,
Juan Yama y Maíz.
De acuerdo con esto, ha de presumirse la importancia de la producción de esta
hacienda, más aún se considera la amplitud de su terreno, cuyos linderos eran los
siguientes: norte: tierras de los herederos de Lucas Martínez de Porras; sur: tierras
de Andrés Caraballo y de los herederos de Antonio Caraballo; este: río Guatire;
oeste: Tierras de Andrés Caraballo.
Otra hacienda importante en Guarenas fue la de doña Ana Josefa de Urbina,
ubicada en las cercanías de la quebrada de Orrio y de la cuesta de Las Auyamas,
que recibía el nombre de Caucagüita. Se componía de 16 tablones de caña, con
casa de trapiches y esclavitud suficiente para su producción.

La caña de azúcar, principal soporte económico colonial 23


En 1772 tenían un valor estimado en 10.000 pesos, pero parece que su poseedor
tenía cierto apuro económico, pues ese mismo año la hipotecó en 4.000 pesos a
favor de la catedral de Caracas. Se hallaba comprendida esta propiedad entre
los linderos siguientes: norte: cuesta de Las Auyamas; sur: tierras de Bernabé de
Allacaon; este: quebrada de Orrio; oeste: Cerro de Mariches.

La caña de azúcar

24 GUARENAS, hierba caribe


Continúan los maltratos contra los indígenas
Guarenas era, por obligadas circunstancias, puerta hacia los ricos valles
barloventeños, a la vez que punto de entrada a la ciudad de Caracas. Además,
tenía caminos que comunicaban con poblaciones de los lados del Tuy. Todo esto,
sin dudas, permitía un entrecruce de personas y productos de ambos sentidos.
Esta porción de tierra de tanto valor agrícola no represento, sin embargo, la
solución a los problemas de mantenimiento alimentario que tenían los indios.
Antes bien, les fueron quitando a trozos lo que era suyo desde tiempo inmemorial
y ni tan siquiera se puede afirmar que disponían de la legua en cuadro que otorgaba
la corona española a los pueblos de indios, pues de ello- hasta donde sabemos no
hay constancia documental.
Lo que sí sabemos, es que al indio siempre se le maltrato y se le despojo de
sus tierras, aun cuando se pretendiera mitigar sus penas a través de leyes que
en la mayoría de los casos eran desoídas. La información que ofrece el obispo
Mariano Martí en su visita a Guarenas en 1784, es bastante demostrativa de lo
que decimos:
… “Estos indios no tienen legua de tierra a cuatro vientos, y puede ser que en
algunas partes no tengan ni un de legua”...
A lo que se agregaba que el propio corregidor de Guarnas, apartes de lujurioso,
les quitaba las tierras a los indios y las arrendaba a otros para su beneficio personal.
Estas denuncias sobre la pobreza de los indios se fundamentaban, según sucesivos
informes de la época, en la escasez de tierras que ellos tenían para establecer sus
labranzas. Ya a mediados del siglo XVIII- en 1740- la situación había llegado a tal
extremo que le gobernador Don Gabriel de Zuloaga tomo la determinación de
que saliesen del pueblo de Guarenas todos aquellos españoles, negros y mulatos
que allí habitan.6
Tal decisión del gobernador obedecía a disposiciones reales que prohibían la
permanencia de gentes de otras castas en poblados indios. A la vez, de mostraba
esta acción que el pueblo de Guarenas había sido prácticamente había sido
prácticamente invadido por personas que no eran de condición indígena, lo que
señala al mismo tiempo que ya no solo se conformaban los invasores con quitar

6
Andrés Hernández Pino, Papeles Coloniales. Aporte para la historia de los pueblos del Estado Miranda,
pp. 12-18.

Continúan los maltratos contra indígenas 25


a los indios sus tierras de labranza, sino también les iban despojando del lugar
donde habitaban.
Luego de que se enteran los vecinos españoles de Guarenas de lo dispuesto por
el gobernador Zuluaga, se dirigen a éste por escrito, procurando que revocase
la decisión tomada. En realidad, no sabemos en quedo todo ello, y no debemos
hacer conjeturas al respecto; pero esta situación se repitió en otros pueblos
indígenas de Venezuela, y los resultados debieron de ser favorables a los indios,
como casi siempre sucedía. Más aun, la composición de la población de Guarenas
para finales del siglo XVIII (1795) es demostrativa de la permanencia allí de
los españoles y de gentes de otras castas, pues esta contaba para ese año 2.457
personas en conjunto, contra 437 indios que vivían en el pueblo.

La caña de azúcar

26 GUARENAS, hierba caribe


El inicio del siglo XIX
Las cosas se encuentran tranquilas en nuestra población al momento que hace
entrada el nuevo siglo XIX. Sus habitantes se dedican con normalidad a las
actividades agrícolas de las haciendas, y en los campos florecía la caña dulce que
posteriormente era procesada en los trapiches y convertida en azúcar y papelón,
e iría a parar a las recuas de mulas que, a través del camino que va a petare y
luego trasponiendo este, completaría el círculo al ser vendidas en los mercados
caraqueños.
Guarenas, al igual que Guatire, Petare, Baruta, El Hatillo y Chacao, eran los
centros abastecedores por excelencia de los productos agrícolas de los mercados
caraqueños, gracias los cual se desarrollaron vías de comunicación que a su
vez permitían la entrada, por Petare, de los productos traídos de las zonas de
Barlovento y oriental (pasando por el pueblo de Guarenas) y por Baruta los de
todos aquellos asentados en los valles del Tuy.
En cuanto a sus habitantes, podemos mencionar que el padre Juan Antonio
Díaz Argote, en la matrícula e población que hizo del pueblo de Guarenas en
ese mismo año de 1800, nos informa que su configuración era la siguiente: 967
habitantes de calidad blancos, 401 indios y 1673 entre mulatos, zambos y negros,
lo que arrojaba un total de 3.401 pobladores que, repartidos entre la ciudad y los
campos, contribuían a darle forma a la arcilla con que se modelaba la historia de
este pueblo.
Cinco años más tarde. Este mismo presbítero Díaz Argote muestra en su rutina
matrícula de población que los blancos ascendieron a 1.023, los indios a 403,
y las otras razas las discrimino ahora por separado en 233 mulatos, 663 negros
libres y 728 esclavos, lo cual arroja a su vez el resultado de 3.050 habitantes.
Como puede observarse, es un crecimiento poblacional bastante lento, tal
vez porque su dinámica económica no lo requería, influido también porque su
vida se desenvolvía fundamentalmente en el campo y no en las callejuelas del
poblado, que, aun como corregimiento de indios, no ha comenzado su verdadero
desarrollo urbano.
No podía preverse para ese momento los acontecimientos que en años más
tarde iban a sumir al continente entero en una guerra con el imperio español, por
conseguir la emancipación de las colonias.

El inicio del siglo XIX 27


Sin embargo, con el nuevo siglo, en el pequeño pueblo guarenero- ya por su
cercanía a Caracas o por el tráfico constante de viajeros y comerciantes entre una
y otro-los rumores iban y venían cuando ya la conspiración de Manual Gual y
José María España había sido sofocada y muertos sus participantes.

Antiguo trapiche de Guarenas

28 GUARENAS, hierba caribe


La emancipación pasa también por Guarenas
Por otro lado, sonaban lejanos ecos de la rebelión de Juan Francisco de León
(fundador de Panaquire) quien con buen número de hacendados y esclavos de
Panaquire, Caucagua, Guatire y Guarenas- quienes e sumaron al conflicto- hizo
marcha a Caracas para enfrentar al gobernador y capitán general, por su apoyo a
la Campaña Guipuzcoana. Sus resultados fueron la muerte y reducción a prisión
de casi todos los promotores, sobre todo Juan de León, quien murió en el presidio
en la Carraca; y su casa de Caracas, en La Candelaria, fue derribada y destruida y
su solar regado de sal, para eliminar todo recuerdo del hecho.
Pero la idea de la emancipación ya había sido sembrada en la mente de los
diversos estratos sociales, principalmente en los más altos. Así, en el territorio de la
que sería posteriormente Venezuela, los hacendados, comerciantes y funcionarios
del cabildo comienzan a conspirar, hasta llegar al punto de ebullición con el
movimiento que engendra el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811.
A pesar de todo el alboroto, las capas inferiores de la población veían con recelo
aquel movimiento capitaneado por los mismos personajes a los cuales servían y,
en tal sentido, apoyarlo podría significar una acción que luego se revirtiera en su
contra.
A todas estas, en Guarenas las cosas se sucedían de este modo; las dos fechas
históricas citadas no tuvieron repercusión inmediata en el ánimo de os pobladores
pues, aun a pesar de la cercanía geográfica con Caracas, no existía una vinculación
estrecha entre ambas, a no ser por el comercio.
De todas formas, algunos hechos deben ser resaltados. El 11 de mayo de 1811
tomo posesión como justicia mayor de Guarenas y Guatire don Francisco-
Antonio Lanz y el 20 de julio nombraron comandante de caballería a don
Lorenzo Caraballo, y de infantería a don José Miguel Torres. Son ellos quienes
van a enfrentar una rebelión de negros libres y esclavos que se alzaron en contra
de la República el 24 de junio de 1812 en toda la región barloventeña, incluida
Petare, Guarenas y Guatire.
Los negros, bajo el grito de “Viva Fernando Séptimo”, se sublevaron en armas
y tenían como promotores de la asonada a los europeos Isidoro Quintana,
Manuel Elzaburu y Gaspar González y a los criollos Ignacio Galarraga y José de
las Llamozas. Como característica particular de esta rebelión destaca la forma
impecable como saquearon y mataron en las poblaciones barloventeñas, y son

La emancipación pasa también por Guarenas 29


espacial saña, en los pueblos de Guarenas, Guatire y Caucagua, causando el más
hondo terror.
La rebelión amenazaba con extenderse hacia la zona del oriente del país, y las
turbas realistas no aceptaban argumento alguno para suspender aquella refriega
en contra de los republicanos; solo una jugaba astuta pudo contener aquel odio:
una comisión compuesta por el doctor Pedro Echezuría y Guillermo Alzaru, que
envió el arzobispo y el comandante Juan Nepomuceno Quero desde Caracas a
Guarenas, pudo maniobrar a los jefes del movimiento y, bajo mentira, aplaco los
ánimos incendiamos.
El convenio ficticio entre Miranda y Monteverde, firmado en Maracay, fue lo
que permitió retomar la calma y sellar la paz en el pueblo de Guarenas.
En líneas generales, la preocupación fundamental que existía por los cambios
que percibían los guareneros, era la guerra que comenzaba a desencadenarse, pues
el terremoto que asolo en 1812 a Caracas y sus alrededores apenas se sintió en
estos territorios, por lo que no causo mayor preocupación.
En cuanto al movimiento poblacional, podemos advertir que en realidad la
cosa no pasaba del rumor o la preocupación, pues las matrículas que elaboro el
padre Miguel Peraza en Guarenas en el año de 1811 registraban 1.061 blancos,
336 indios, 750 mulatos, 333 negros libres, 732 esclavos, arrojando un resultado
de 3.212 moradores, son muestra de un ascenso perceptible con respecto a la
matricula ya mencionada del año anterior elaborada por el padre Argote.
El presbítero Peraza anota posteriormente en 1813 que la cantidad de blancos
era de 639, indios 570, mulatos 429 y otras razas 1.554, lo que sumado daba
3.132 moradores, lo cual indicaba un descenso poblacional. Cabe hacer mención
que el padre Peraza abandono luego su parroquia y se fue a Caracas a contribuir
con la causa patriota, lugar donde fue hecho preso por el gobernador realista
Domingo de Monteverde y, aunque fue liberado, posteriormente volvió a ser
encarcelado por el también capitán general realista Pablo Morillo.

30 GUARENAS, hierba caribe


La guerra repercute en el pueblo
La crisis en general siguió su curso y de alguna forma influyo en el pequeño
pueblo. En la matrícula de población de 1816, elaborada por el presbítero José
María Travieso, se registra esa influencia en una disminución de la población
a 2.601 habitantes, de los cuales 777 son blancos, 160 indios, 914 pardos, 35
negros libres y 655 esclavos.
Esta disminución obedecía a reclutas organizadas por los bandos en pugna,
pues no existe relación alguna de batalla o enfrentamiento militar de alguna
significación en el valle de Guarenas, salvo la batalla de El Rodeo, con el bando
patriota atrincherado en Guarenas y el realista en la población cercana de Guatire.
Y también respondía tal decremento a que en 1814 muchos de los vecinos del
pueblo se incorporaron al proceso de la llamada Emigración a Oriente, huyendo
de las atrocidades que cometía José Tomás Boves en Caracas.
La economía del pueblo registro los rigores de la guerra emancipadora. La
política de secuestros de los bienes, instrumentada no solo implicaba el constante
cambio de manos de las propiedades como producto de las decisiones de guerra,
sino también la paralización de las actividades de las haciendas de caña de azúcar,
que eran la principal riqueza de nuestro pueblo.
Una relación de los secuestros practicados por los patriotas en 1814 señala
como afectadas, entre otras, a las propiedades de Ambrosio Orta, Vicente Cuevas,
María Poleo, Vicente Hernández grillo, Nicolás, Ramón y Rafael Saltrón, la india
Ambrosia y el comandante de infantería José Miguel Torres.
En el ámbito eclesiástico existía la tradicional iglesia parroquial Nuestra Señora
de la Copacabana, donde funcionaban desde antiguo el edificio para el culto
de los feligreses, ubicada en el pueblo arriba; pero por diferentes y repetidas
correspondencias los vecinos pedían que se construyera una iglesia en otro sitio,
pues para llegar a ellas había que remontar una loma, lo cual dificultaba en gran
medida la subida de los santos en las procesiones y entorpecía en general todas
las actividades relativas al culto.
Asi, en 1818 el gobierno del Arzobispado, en la persona del doctor Manuel
Vicente de Maya, ordeno la erección de la capilla de Nuestra Señora de la
Candelaria en el sitio denominado de “La Llanada”, de gran orgullo para los
guareneros.

La guerra repercute en el pueblo 31


Las poblaciones que rodeaban a Caracas incorporadas a la antigua provincia
de Caracas incorporadas a la antigua provincia de Caracas pasaron en los años
de la República a la categoría de cantones. Uno de ellos sería el cantón Guarenas,
que incluía al pueblo del mismo nombre y al vecino poblado de Guatire; en 1882,
estos poblados habían formado parte del llamado cantón Petare, pero esto fue por
poco tiempo.

iglesia Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas

32 GUARENAS, hierba caribe


La organización del pueblo en los inicios de la
República y el problema de las tierras indígenas
El funcionamiento político – administrativo de nuestro pueblo estuvo
dependiendo siempre de la ciudad de Caracas, primero como centro fundamental
de la colonia y luego como capi tal de la República, dada la estrecha relación
política y económica; de ahí que lo que aconteciera en aquella influiría
necesariamente en el pueblo de Guarenas.
Así, a mediados del siglo XIX la Provincia de Caracas se divide en tres partes
y Guarenas sigue siendo uno de sus cantones. A partir de la Guerra Federal, la
organización política – administrativa de Caracas sufre una nueva modificación:
se forma el llamado estado Bolívar y la nomenclatura de provincia desaparece
para dar paso a la de estados y, a su vez la denominación de cantón también
desaparece y es sustituida por la de distritos.
Surge entonces el distrito Guarenas. En 1879 pasó Guarenas a formar parte con
el Estado Miranda (recién creado) del Gran Estado del Centro o Estado Guzmán
Blanco y se le cambio el nombre por el Distrito Plaza, en honor al general de
brigada Ambrosio Plaza, que dio su vida por la causa emancipadora de nuestra
patria.
No solo enfrento nuestro pueblo problemas por su categoría administrativa.
Otros inconvenientes de importancia surgieron en el curso de nuestra historia
durante el siglo XIX. Los indios, como primeros pobladores del territorio,
tuvieron que combatir en principio las ansias territoriales de los blancos, quienes
no querían respetar la legua en cuadro ordenada por el rey de España en tiempos
coloniales, a la cual los redujeron. Pero, luego de la emancipación, también les
toco luchar contra la intención de reducir sus territorios.
Guarenas había surgido como un corregimiento de indios donde existían
algunas normas de funcionamiento de la comunidad. Entre la que estaba la
llamada Caja de Comunidad, especie de fondo donde se recogía el dinero que
colectivamente la sociedad indígena aportaba con la producción agrícola de sus
tierras comunitarias. En 1817, por intermedio de una demanda legal, algunos
vecinos trataron de despojarlos de ese dinero.
De igual modo, intentaron quitarles sus tierras por vía también de una petición
introducida en un tribunal. Entre los que intentaron arrancar sus propiedades
a los indios estaban, entre otros, Manuel Pantoja, Vicente Hernández, José

La organización del pueblo en los inicios de la República y el problema de las tierras indígenas 33
Anselmo Orta, Esteban Soto, Isabel Baruta, Pedro Antonio Machado, Manuel
Guánchez y – quien lo iba a creer-, hasta los presbíteros Manuel Hurtado y José
Vicente González.
El argumento que esgrimían estos sujetos era que, si a los indios la corona
española les otorgo tierras para que las trabajaran y tuvieran con que pagar
tributos al rey, al ser expulsado del suelo americano el gobierno español y tomar
las riendas del mismo los criollos, y en consecuencia se produjese la eliminación
del pago de tributos a los indígenas, ¿Qué sentido tenía entonces que conservaran
estas tierras?...
Los indígenas, que fueron los primeros dueños de la tierra, que ofrendaron su
sangre para resistirse a la dominación colonial española, que asumieron la lucha
por la independencia , eran ahora, una vez lograda esta, víctimas de las ansias del
poder y riquezas de los sectores dominantes, principales beneficiarios de la gesta
emancipadora de todo el pueblo. Es la continuación de la misma historia del
despojo de tierras a sus verdaderos y primeros dueños, los indígenas.
Efectivamente, luego de la creación de la República de Venezuela en 1830, aún
se mantienen los litigios por la propiedad de la tierra. En 1839, encontramos
un pleito donde los vecinos Lino Sanoja y la viuda de Tomás Hernández
Sanabria, Asunción Meleán y Tovar, piden un deslinde de tierras, dado que –
según sostienen- los indígenas, instigados por el procurador (defensor) de indios
Manuel Pantoja y otros, ocuparon el sitio denominado la olla del Portachuelo en
la loma llamada de Isnape.
Un caso evidente del despojo de tierras a los indígenas se da en 1861, en plena
Guerra Federal, cuando los hijos de J.G. Schael, Guillermo, Emma y Amalia, en
una información sobre el valor de sus haciendas que son La Concepción, 10.000
pesos; La Lagunita, 5.000 pesos, y Guacarapa, 5.000 pesos, señalan que todas
ellas estaban situadas en territorio de los indios mariches, jurisdicción del cantón
Guarenas.

34 GUARENAS, hierba caribe


Población y economía de Guarenas en el siglo XIX
Entre tanto continuaban los pleitos de tierras, el pueblo seguía su curso. En
1832 ya se había recuperado un poco de los efectos de la guerra la población de
Guarenas, que para ese año ascendía a 3.029 habitantes; para 1876 se incrementa
a 6.341 pobladores, distribuidos en 1.290 casa; y cinco años más tarde, en 1881,
aumentan a 7.851 habitantes y a 1.684 las casa donde habitaban.
La economía del pueblo también siguió su marcha. Ya en 1835 se encontraban
800 tablones de caña de azúcar en plena producción; había 14 modestas haciendas
de café que reunían un total de 30.080 matas; 7 pequeñas haciendas de cacao que
sumaban 12.600 árboles; una gran producción de cacao, café y caña de azúcar del
pueblo era exportada.
Durante el gobierno de Guzmán Blanco en la séptima década del siglo XIX, ya
existían 19 haciendas y 32 arboledas de café y 18 haciendas de caña de azúcar. Estas
unidades producían 828.000 kilogramos de café; 560.000 litros de aguardiente
procedentes de la destilación de la caña de azúcar; 690.000 kilogramos de papelón,
provenientes del procesamiento de la caña en los trapiches; 146.280 kilogramos
de maíz, y 59.600 kilogramos de caraotas.
Si bien la guerra de independencia concluyo formalmente en 1821, la violencia
continuo asolando a Venezuela a lo largo de todo el país hubo levantamientos
del país hubo levantamientos, montoneras y asonadas que, desde alguna pequeña
parcela, intentaban ganar adeptos para constituir un gran movimiento nacional
hasta conquistar el poder político.
Nuestro pueblo de Guarenas no escapo a esa extendida ola de violencia. Un
ejemplo más o menos conocido fue el alzamiento en 1867 de los caudillos
Luciano Mendoza y su hermano Natividad, que comenzó en Guarenas y se
extendió por muchos otros pueblos, en especial por los ubicados en los valles
del Tuy, con el objetivo de enfrentar y derrocar al gobierno del presidente Juan
Crisóstomo Falcón.
Por cierto que el gobierno, por su lado, nombro al general Antonio Guzmán
Blanco, el mayor líder del momento y luego presidente de la República durante
tres ocasiones, para enfrentar las actividades subversivas de Mendoza; después
de varias operaciones militares, el 17 de septiembre de 1867 Guzmán propuso a
Mendoza que depusiera su actitud, para lograr que el 18 de octubre se acordará la
paz con los alzados en armas, en la ciudad de Caracas.

Población y economía de Guarenas en el siglo XIX 35


Torreón de la Antigua Hacienda El Cercado

36 GUARENAS, hierba caribe


Arranca el siglo XX
El siglo XX se inicia entre el mito del apocalipsis y el exterminio, en oposición
al optimismo de la búsqueda de cambios y avances en favor del bienestar de la
humanidad. El mundo se ve envuelto en dos guerras mundiales de muertos y de
cuantioso destrucciones.
En nuestro pequeño pueblo las cosas no llegan a tanto; son muy pocos los
cambios que en los primeros años ocurren. La economía continúa siendo agrícola
y el ritmo de la vida cotidiana conserva su trajinar modesto y aldeano, apegado a
la conservación de su espíritu como pueblo a través de la afirmación de su historia
y de su cultura.
Las costumbres perduran, como en la mayoría de los pueblos de nuestra patria,
quizás como una forma de enfrentar el avasallamiento proveniente de la cultura
extranjera que, poco a poco, comienza a penetrar como consecuencia de la
progresiva expansión de la explotación petrolera que abre nuestro país al ritmo de
las nuevas dinámicas mundiales.
El baile de San Pedro es una de las tradiciones que permanece con más fuerza,
como muestra de una cultura ancestral que se ha configurado durante el curso de
la historia. Por cierto que no sabe si esta ceremonia de nuestra cultura popular
está dedicada a San Pedro Apóstol o a San Pedro Clavier, patrón de los esclavos y
hoy, gracias al mestizaje cultural, es parte de la cultura de nuestro pueblo.
La forma y el sentido del baile arranca con las suplicas de María Ignacia o María
Rosa a San Pedro en favor de la salud de su querida hija, y con ello se da inicio
a la comparsa. María Ignacia, representada por un hombre vestido de mujer,
carga una muñeca de trapo en recuerdo de la niña enferma. La imagen del San
Pedro, como dictas la costumbre, preside el baile desde el umbral de la iglesia y
en él se implica un parrandero calvo que lo representa. Las estrofas del canto de
la ceremonia popular son gritadas por el pueblo, lo que hace bastante colectiva la
participación. Una de esas estrofas dice:

San Pedro como era calvo


lo picaban los mosquitos
y su madre le decía:
ponte el gorro, Peruchito.

Arranca el siglo XX 37
Esta tradición se ha mantenido hasta nuestros días, sin mayores cambios en su
estructura general: primero la misa, luego la procesión y por último el baile.
Una celebración bastante extendida en el pueblo, con diversos actos culturales
y gran regocijo, es la que se lleva a cabo el 14 de febrero, que es tomado como el
día de la fundación del pueblo. Con ello se pretende hacer notar la permanencia
cultural, para oponerla a la digresión cultural ocasionada por la llamada
modernización.
Le entrada del siglo XX, como ya lo dijimos, recibe a los guareneros con una
economía agrícola. En los campos continúa el cultivo del maíz; la caña de azúcar
se cultivaba en 13 haciendas que producían 19.736 cargas de papelón y 4.658 de
aguardiente; también se sembraba el café y las flores que surten los mercados de
Caracas y se criaban aes de corral.
En las calles y caseríos del pueblo se reconocen antiguos nombres del pasado
indígena y del tiempo colonial: Auyare, Casarapa, Curupao, Izcaragua, Santa
Cruz, San pedro, La Florida, Campo Alegre, El Cercado, El Socorro, El Rosario,
La Comunidad, Loma Larga, Naranjal, Palmarito, El cedrito, todos ellos
evocadores de una historia forjada por hombres y mujeres laboriosos y creativos,
apegados a sus tradiciones.
Pero también aparecen cambios considerables que han venido alterando la vida
comunitaria de antaño. En ello influye mucho la cercanía a la ciudad de Caracas.
Ya desde 1826 se había construido una vía de 36 kilómetros y, con el siglo XX,
se incrementan las vías de comunicación por medio de caminos que conducían
hacia los valles del Tuy y de Barlovento. Entre las décadas de 1920 y 1930 se
construye la carretera Caracas- Guatire que vinculo todavía más a nuestro pueblo
con la capital de la República, sobre todo para estímulo del comercio entre ambas
poblaciones.
Sin embargo, un indicador de que, a pesar de todo, nuestro pueblo no sufrió
mayores cambios en 1926 contaba apenas con 5.314 pobladores que habitaban
1.275 casas.
Es a partir del final de la dictadura gomecista en 1935, cuando los cambios
en nuestro pueblo se aceleran vertiginosamente. La población comienza a crecer
a ritmos cada vez mayores, a tal punto de que entre 1950 y 1960, en tan solo
diez años, crece más del doble, y la misma actividad económica del poblado se
expande también considerablemente.

38 GUARENAS, hierba caribe


Guarenas hoy
Pero, si hubo crecimiento acelerado en esos años, nada ha sido tan igual al que
ha tenido en los últimos treinta años, que coincide con el tiempo del llamado
régimen democrático en el país. Los cambios suscitados en estos años han sido tan
profundos que han variado radicalmente el rostro del modesto poblado agrícola
de antaño.
Actualmente existe una moderna autopista que sustituyo a la antigua carretera
vieja, usada ahora casi exclusivamente por el tráfico pesado y el desplazamiento
de los habitantes de los barrios marginales que surgieron a sus orillas.
El crecimiento avasallante de la capital convirtió, en buena medida, al pueblo
de Guarenas en una especie de ciudad dormitorio de los habitantes que laboran
en la ciudad de Caracas, bajo el supuesto de un mal llamado progreso que ha
venido a multiplicar nuestros males y padecimientos.
Las antiguas calles han cambiado sus tradicionales denominaciones como
símbolo inequívoco del mal llamado progreso, aunque afortunadamente muchos
de los nuevos nombres han sido tomados de la historia de nuestro país.
Si observamos el pueblo veremos, por un lado, una mayoría de la población
que vive ajena a la vida cotidiana de Guarenas, pues su desenvolvimiento diario
depende o se da en la ciudad capital; y otros son provenientes del exterior,
principalmente árabes, portugueses y chinos que se han establecido en el pueblo
con fines fundamentalmente comerciales.
Así, han surgido entonces urbanizaciones donde antes habían haciendas y
conucos, como la de Trapichito, donde aparte de caña se cultivaban flores, Menca
de Leoni, los Naranjos, Las Clavellinas, La Guairita, La Concepción, Aconcagua,
Oropeza Castillo, Guayabal, Curupao y otras; también has surgido numerosos
barrios marginales como 29 de Julio, La Comunidad y Tocorón, entre otros.
Con el crecimiento de la población también se han implementado nuevos
servicios para la misma, como el acueducto y las redes de cloacas, el servicio
eléctrico y el telefónico, el hospital Francisco Rafael García y el Seguro Social,
pero son todavía insuficientes.
También se han creado instituciones educativas como el liceo “ Benito
Canónico”, la Técnica Industrial “Rubén González”, el Antonio María Piñate” y
el “Alonso Andrea de Ledesma”, entre otros.

Guarenas hoy 39
Existen además algunos sitios para el esparcimiento, como cines y parques;
instituciones culturales como el Museo Colonial, ubicado en el pueblo arriba, en
el lugar donde según se cuenta fue velada la cabeza del general José Féliz Ribas,
decapitado por los realistas en 1814.
Cuenta el pueblo con sitios comerciales de importancia, como el centro
comercial Miranda, en la urbanización Menca de Leoni; el Trapichito en la
urbanización del mismo nombre; clubes privados como el Izcaragua Country
Club; espacios deportivos como el de Manpote, y también las instalaciones
deportivas construidas para la realización de los Juegos Panamericanos conocidas
con el nombre de Villa Panamericana.
Una importante actividad industrial también se desarrolla en el pueblo, entre la
que destaca la llamada zona industrial Cloris y la zona industrial Maturín, y una
no menos extensa actividad comercial y financiera reflejada en la gran cantidad d
comercios, bancos y entidades de ahorro y préstamo.
Todo este crecimiento condujo al desarrollo depresiones por una mayor
autonomía del pueblo, recogida en las discusiones del Congreso de la República
entre 1991 y 1992, y que culminó con la creación del municipio autónomo Plaza.
Lamentablemente, a pesar del enorme crecimiento, la posibilidad de enrumbar a
nuestro pueblo hacia mejores destinos económicos y sociales no se ha concretado.
Actualmente los servicios públicos han colapsado, en especial el suministro de
agua y los servicios de salud; la seguridad pública también se ha visto complicada
con los altos niveles de violencia, amén de que todos los proyectos que estaban
en marcha se han visto paralizados, como consecuencia de la profunda crisis
económica, social, política – y sobre todo moral- que vive hoy nuestra patria.
Pese a todos los avances que los quareneros hayan podido experimentar en los
diversos niveles de su vida social y económica- dado el paso del tiempo- no toda
la problemática por la que la población atraviesa en los actuales momentos está en
vías de solucionarse. La crisis de hoy ha generado en la colectividad venezolana
hondos sentimientos de rechazo a las políticas impuestas, que solo apuntan a una
depauperación del pueblo.
Estos problemas se han visto incrementados en tiempos más recientes, no solo
en Guarenas sino en todo el país; y su punto más álgido tuvo como expresión
el día álgido tuvo como expresión el día 27 de febrero de 1989, pues allí se dio
inicio a la explosión social que cundió a los largo de todo el territorio nacional y
que, de manera violenta, expreso- con el pueblo en las calles- la transformación

40 GUARENAS, hierba caribe


esas políticas económicas que solo tienden a aumentar los índices de pobreza y
marginalidad.
En éste un momento que dibuja con nitidez la voz de una sociedad agobiada,
con horizontes inciertos, que calma por mejoras sustanciales en su modo de vida.
Aquel día marco pauta en la historia reciente de Venezuela, y fue en Guarenas-
precisamente- donde se inició todo un movimiento de protesta popular, que en
seguida repercutió en otras ciudades y pueblos venezolanos.
Las gentes de urbanizaciones como Vicente Emilio Sojo Trapichito, Menca
de Leoni y Ruiz Pineda, así como los habitantes de las barriadas, protestaron
enérgicamente contra el alza del precio del pasaje en el transporte colectivo.
Fue tomada la autopista Petare- Guarenas, y al poco tiempo la situación se hizo
incontrolable: los muertos se contaban por centenares, y ni aún la medida de
suspensión de garantías y toque de queda evitaron el derramamiento de sangre
que enluto a incontables hogares venezolanos, la mayoría de ellos de gente pobre,
claro está…

Panorámica de Guarenas

Guarenas hoy 41
Centro Comercial Buenaventura

Construcción Metro de Guarenas

42 GUARENAS, hierba caribe


Bibliografía mínima recomendada
ALAMO, FRANCISCO DE PAULA: El Estado Miranda (Geografía, flora,
mineralogía, etc.) Caracas, Imprenta el Cojo, 1911, pp.332.

ARCHIVO DEL REGISTRO PRINCIPAL DEL DISTRITO FEDERAL,


Sección Tierras, Guarenas (diversos años).

ARCHIVO ARZOBISPAL DE CARACAS, Sección Matrículas. Guarenas


(diversos años). Castillo Lara, LUCAS GUILLERMO: NSTRA. SRA. DE
LA COPACABANA DE GUARENAS. CARACAS, AVILA ARTE S.A.,
1980, pp. 181.

HERNÁNDEZ PINO, ANDRÉS: Papeles coloniales. Aporte para la historia de los


pueblos del Estado Miranda. Caracas, Editorial Venezuela, 1948, pp. 141.

MARTÍ, MARIANO (OBISPO): Documentos relativos a su visita pastoral de la


Diócesis de Caracas. 1171- 1784. Caracas, Academia Nacional de la Historia,
VIII tomos, 1969.

MADURRA, MIGUEL ANGEL: Estado Miranda. Caracas, Editorial Relámpago,


1955, pp. 117.

MONTENEGRO, JUAN ERNESTO: Caracas y Guaiqueríes, razas caribes.


Caracas, Ediciones del Concejo Municipal de D.F., 1983, pp.290.

RAMOS GUÉDEZ, JOSÉ MARCIAL: Historia del Estado Miranda. Ediciones de


la presidencia de la República. Caracas, 1981.pp 222.

Bibliografía mínima recomendada 43


Contenido

Pág.
Presentación 4

Al lector 5

Los Guarenas también son caribes 7

Se reparten indígenas en encomienda 9

Nuestra Señora de Copacabana de Guarenas 11

Los maltratos al indígena 13

Huellas del pueblo, pasos en el tiempo 15

Las anotaciones del obispo Martí 17

La propiedad de la tierra en Guarenas 20

La caña de azúcar, principal soporte económico colonial 23

Continúan los maltratos contra indígenas 25

El inicio del siglo XIX 27

La emancipación pasa también por Guarenas 29

La guerra repercute en el pueblo 31

La organización del pueblo en los inicios de la República y el


problema de las tierras indígenas 33

Población y economía de Guarenas en el siglo XIX 35

Arranca el siglo XX 37

Guarenas hoy 39

Bibliografía mínima recomendada 43


La Gobernación del estado Miranda, convencida de que la difusión de la Historia de
las regiones mirandinas favorece la valoración y el rescate de los elementos socioculturales
que identifican y conforman la región, así como la ubicación de la presencia regional en el
pasado, en el presente y dentro del contexto nacional y la construcción de un bosquejo de
identidad regional con los elementos significativos que la delimitan (economía, política,
sociedad y cultura), decide publicar, a través de la Fundación Fondo Editorial “Simón
Rodríguez” y el Instituto Autónomo de Bibliotecas e Información de Miranda, la segunda
edición de la colección Cuadernos de Historia Regional.
Es así como Fundación Fondo Editorial “Simón Rodríguez”, en su interés por difundir
las creaciones referidas a la tradición mirandina, integra la antigua colección Cuadernos
de Historia Regional a la colección Identidad.

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