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La actitud creadora

Alejandro Abufom*

La vida natural y humana se desarrolla a través de un proceso de


transformación permanente. La energía se transforma, se transfiere, se
transmuta, se recicla, pero nunca permanece igual. La idea de igual es sólo
una creación mental que permite dar cierta estabilidad de tiempo y espacio
a las cosas. (Una cosa no puede ser igual a otra. Aunque sean copias
perfectas, una tendrá un tiempo o lugar de concepción diferente o está
sometida a otras variables).
La actividad creadora es la que determina el grado y posibilidad de
transformación de un ser humano. Determina la capacidad de manejar y
utilizar, en beneficio propio y de los demás, las transformaciones o cambios
inevitables de la vida. Los cambios constituyen el tránsito de un estado a
otro. Desde esta perspectiva, la creatividad es la capacidad de transitar
libremente dentro de una amplia gama de estados, sean éstos emocionales,
psíquicos, intelectuales, fisiológicos, espirituales...
La creatividad es una actitud interior disponible a vivenciar las
transformaciones. No significa solamente hacer obras de arte o escribir
libros. Estar disponible significa estar vivo y en proceso de desenvolvimiento
permanente. Significa aceptar –aunque nos cueste- que nada permanece
igual.
Creador es, entonces, aquel que maneja las transformaciones, aquel que
vive los cambios, que es capaz de producir transformaciones, que puede ser
transformado por los cambios y que, cuando sea necesario, deja fluir sin
interferencia los que ocurre dentro y fuera de su campo de acción. Del
desarrollo de la actividad creativa depende el futuro del ser humano. Cada
uno de nosotros depende, a diario, de la expresión concreta de esta
capacidad para relacionarse con el mundo. Pero esta capacidad no puede
ser impuesta por decreto sino solo facilitada. El ser humano requiere con
urgencia “poner en marcha”, actualizar su capacidad creadora si quiere
sobrevivir a sus circunstancias, si quiere vivir con dignidad y plenitud.
Una pista: reconocer lo propio
Actualizar (ya que todo ser humano sano es naturalmente creativo) y
habilitar esta capacidad significa, entre muchas cosas, recuperar el contacto
consigo mismo y con el ambiente. El individuo necesita “re-encarnarse en si
mismo” para comenzar a descubrir la genuinas necesidades y obtener los
recursos para satisfacerlas. (De esto se habla mucho hoy por hoy, pero se
practica muy poco).
Tomar contacto consigo mismo no es mas que volver a vivir en el cuerpo,
vivir desde el cuerpo, como una unidad completa. Significa descubrir el gran
espacio interior de las emociones, las ideas, los sueños, los instintos... De
esta manera, el desarrollo de la creatividad pasa por esta vuelta al
reconocimiento de la propia individualidad y el grado de “genialidad”
creativa estará dado por el conocimiento de este mundo interno. Al atender
a su mundo interior, el ser humano deja de depender de la valoración social
que le indica qué necesidades atender, en que orden, que es lo importante,
etc. y comienza a encontrar, en este mismo proceso, las formas de
satisfacción para su vida.
La creatividad, entonces, se transforma en una actividad de vida
permanente, saliendo de los museos y galerías de arte: el ser humano

obtiene así la vida completa para ejercer su capacidad de transformación,


su verdadera creatividad.
Las trabas del desarrollo creativo
Todo ser humano sano nace con una capacidad creadora. Se requiere
solamente las condiciones adecuadas para dejar fluir estas habilidades y
sostenerlas como una actitud en el tiempo. Nuestras culturas hacen
exactamente lo contrario. Los niños poseen, por ejemplo, una inclinación
natural y espontánea hacia la exploración y el desarrollo de sus recursos,
pero el medio (familia, escuela, sociedad) va moldeando la orientación
original de esa motivación, dirigiéndola hacia la satisfacción de las
necesidades que esa cultura considera como prioritarias para cada ser
humano. De esta manera, esa capacidad de exploración de los niños es
coartada, reprimida y dirigida de acuerdo a los cánones educativos en boga.

Así también, se atiende solamente una parte del potencial de desarrollo


vital: se incentiva lo físico y lo intelectual, en desmedro de lo emocional y
espiritual. La motivación natural hacia la exploración es una de las
características del ser creativo. El creador busca incesantemente indagar en
nuevas posibilidades, asomándose siempre más allá de lo aceptado
socialmente. Sin embargo, un paradigma educativo (predominante) enfatiza
la sujeción a conceptos pre-elaborados, más que el fomento de la capacidad
de enfrentarse a lo desconocido. Esta motivación ancestral del ser humano
no necesita ser enseñada porque forma parte del código genético, como
expresión de la necesidad más básica: la necesidad de supervivencia.
Otra de las muchas limitantes que existen es la sobreprotección para los
niños. El creador posee una alta tolerancia al riesgo, a la incertidumbre, a la
inestabilidad, porque la exploración requiere de asumir la realidad como
algo desconocido, lleno de sorpresas, peligros y...posibilidades. Esto implica
desplegar todos los recursos para seguir viviendo. Dejar de sobreproteger
(además de dejar de proyectar los propios miedos sobre los chicos) implica
dejar de ver el mundo como algo hostil que debe ser dominado para aplacar
ese miedo. Toda la vida es un riesgo, nos guste o nó, porque no se puede
predecir lo que ocurrirá. La actividad creadora se basa en lo impredecible de
la vida. A mayor predicción, mayor seguridad, menor actividad creativa.

*Alejandro Abufom, director de Nueva Mirada, escritor, investigador y


terapeuta gestáltico

http://www.neuronilla.com/

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