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A
INTRAFAMILIA
R
Ramírez Contreras, Noelia Magaly
Int. Psicología
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INDICE
PAGINA
INDICE 2
INTRODUCCION 3
DEFINICION 4
FORMAS DE VIOLENCIA 7
CAUSAS 10
FACTORS DE RIESGO 12
INDICADORES DE MALTRATO 17
CICLO DE LA VIOLENCIA 19
MITOS Y ESTERIOTIPOS 22
LOS INVOLUCRADOS 24
LA REHABILITACION 31
PREVENCION 32
CLASIFICACION CIE 10 41
BIBLIOGRAFIA 42
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INTRODUCCION
En la literatura relativa a la problemática de la violencia intrafamiliar y
fundamentalmente en la concerniente a las distintas formas que adopta la
violencia, coexisten, junto al de violencia intrafamiliar y violencia familiar, otras
definiciones como violencia de género, violencia doméstica y violencia conyugal, las
que aparentemente se superponen y plantean permanentes dudas en relación a la
pertinencia de su aplicación. Las definiciones propuestas y utilizadas en este
trabajo no pretenden ser determinantes o excluyentes ni cerrar la discusión al
respecto, sino aclarar este panorama para permitir una mejor comprensión y
abordaje del tema y unificar criterios al menos para la lectura de la información
aquí expuesta, comenzando por los conceptos de familia, violencia intrafamiliar,
violencia de género y violencia doméstica.
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DEFINICION
Violencia Intrafamiliar
Por violencia intrafamiliar nos referimos a todas las situaciones o formas de abuso
de poder o maltrato (físico o psicológico) de un miembro de la familia sobre otro o
que se desarrollan en el contexto de las relaciones familiares y que ocasionan
diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos.
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CATEGORÍAS DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR
Las categorías de la violencia intrafamiliar se definen según el contexto en que
ocurren los actos y fundamentalmente de acuerdo a la identidad de la víctima, la
que generalmente se encuentra dentro de los grupos definidos culturalmente como
los de menor poder en la estructura jerárquica de la familia.
Dado que en el marco de una cultura patriarcal las variables decisivas para
establecer la distribución del poder son género y edad, los miembros de la familia
en mayor riesgo y quienes son las víctimas más frecuentes determinan las distintas
categorías de la violencia intrafamiliar, estas son: La violencia hacia la mujer (y en
la pareja), el maltrato infantil, el maltrato al adulto mayor y la violencia hacia los
discapacitados (físicos y mentales), estos últimos se consideran como una
categoría individual dada su particular condición de vulnerabilidad.
Las cifras explican y justifican los esfuerzos e iniciativas que apuntan a la mujer
como víctima principal y dado que el espacio de mayor riesgo de una mujer para
sufrir violencia es su propio hogar, contrario al de los hombres para quienes el
espacio de mayor riesgo es la calle, en la variada literatura existente al referirse a
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la violencia hacia la mujer en el contexto doméstico o al interior de la pareja se
suelen utilizar los conceptos de violencia doméstica, violencia conyugal e incluso
violencia intrafamiliar.
La violencia sobre la mujer puede tomar muchas formas, desde las más sutiles y
difíciles de diferenciar hasta las más brutales. Puede ocurrir en cualquier etapa de
su vida, incluyendo el embarazo y afectar tanto su nivel físico como mental.
Maltrato infantil
Dentro de esta categoría podemos clasificar también el abuso fetal que ocurre
cuando la futura madre ingiere, deliberadamente, alcohol o drogas, estando el feto
en su vientre. Producto de lo cual el niño(a) puede nacer con adicciones,
malformaciones o retraso severo, entre otros problemas.
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Violencia hacia el adulto mayor
FORMAS DE VIOLENCIA
Algunas acciones de maltrato entre los miembros de la familia son evidentes,
generalmente las de que tienen implicancia física, otras pueden pasar
desapercibidas, sin embargo todas dejan profundas secuelas. la violencia
intrafamiliar puede adoptar una o varias de las siguientes formas: violencia física,
violencia psicológica, abandono, abuso sexual y abuso económico.
Violencia física
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sustancia con la que se causa daño físico o enfermedad a un miembro de la familia.
La intensidad puede variar desde lesiones como hematomas, quemaduras y
fracturas, causadas por empujones, bofetadas, puñetazos, patadas o golpes con
objetos, hasta lesiones internas e incluso la muerte.
Violencia psicológica
Algunas de estas acciones son obvias, otras muy sutiles y difíciles de detectar, sin
embargo todas dejan secuelas. Un caso particular de este tipo de abuso son los
niños testigos de la violencia entre sus padres, los que sufren similares
consecuencias y trastornos a los sometidos a abusos de manera directa.
Maltrato: puede ser pasivo (definido como abandono) o activo que consiste en un
trato degradante continuado que ataca la dignidad de la persona. Generalmente se
presenta bajo la forma de hostilidad verbal, como gritos, insultos,
descalificaciones, desprecios, burlas, ironías, críticas permanentes y amenazas.
También se aprecia en actitudes como portazos, abusos de silencio, engaños,
celotipia (celos patológicos), control de los actos cotidianos, bloqueo de las
iniciativas, prohibiciones, condicionamientos e imposiciones.
Para poder calificar una situación como acoso tiene que existir un asedio continuo,
una estrategia de violencia (como cuando el agresor se propone convencer a la
víctima que es ella la culpable de la situación) y el consentimiento del resto del
grupo familiar (auque también de amigos o vecinos) que colaboran o son testigos
silenciosos del maltrato, ya sea por temor a represalias, por satisfacción personal o
simplemente por egoísmo al no ser ellos los afectados.
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El acoso afectivo, que forma parte del acoso psicológico, es una situación donde el
acosador depende emocionalmente de su víctima, le roba la intimidad, la
tranquilidad y el tiempo para realizar sus tareas y actividades, interrumpiéndola
constantemente con sus demandas de cariño o manifestaciones continuas,
exageradas e inoportunas de afecto. Si la víctima rechaza someterse a esta forma
de acoso, el agresor se queja, llora, se desespera, implora y acude al chantaje
emocional como estrategia, amenazando a la víctima con retirarle su afecto o con
agredirse a si mismo, puede llegar a perpetrar intentos de suicidio u otras
manifestaciones extremas que justifica utilizando el amor como argumento.
Abandono
Abuso sexual
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Abuso económico
CAUSAS
La causa de la aparición y mantención de la violencia intrafamiliar es compleja y
multifactorial, se relacionan con ella actitudes socioculturales como la desigualdad
de género, las condiciones sociales, conflictos familiares, conyugales y los aspectos
biográficos como la personalidad e historia de abusos en la familia de origen.
La historia nos muestra que las formas de maltrato familiar existieron desde la
antigüedad en diversas culturas donde los hijos eran considerados propiedad
privada de los padres, estos tenían derecho sobre su vida y muerte, pudiendo
decretar además su estado de libertad o esclavitud.
Derechos similares poseían los hombres sobre las mujeres, las que se encontraban
ancladas en relaciones de sumisión y dependencia con un limitado rol a nivel social y
donde la violencia masculina era aceptada y tolerada por la sociedad e incluso por la
mujer.
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suelen quedar atrapadas en medio de un consenso social que las culpabiliza y les
impide ser concientes de sus derechos y del modo en que están siendo vulnerados.
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En el campo social, la invisibilización estuvo directamente vinculada con la ausencia
de herramientas conceptuales que permitieran identificarla, definirla y
establecerla como objeto de estudio, se ignoró su existencia hasta que las
investigaciones específicas, conjuntamente con los cambios sociales de las últimas
décadas respecto al papel de la mujer, tanto en el ámbito privado (pareja, familia)
como público (laboral, social), hacia una relación más igualitaria con el hombre la
sacaron a la luz, mostrando su magnitud, formas y consecuencias. Esto permitió una
mayor sensibilidad social respecto al problema, una mayor conciencia de la mujer y
víctimas en general respecto a sus derechos y su papel en la pareja y la familia y ha
dejado de considerarse un "asunto privado" para empezar a reconocerse como un
problema social.
FACTORES DE RIESGO
Existen factores de riesgo y situaciones de especial vulnerabilidad que explicarían
por qué en contextos similares, en ocasiones se producen situaciones de violencia y
en otras no. La identificación de estos factores, asociados con las distintas formas
que adopta la violencia intrafamiliar resulta decisiva a la hora de elaborar
propuestas o realizar alguna intervención, tanto en lo que respecta a la atención del
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problema como a su prevención. Los factores riesgo no son los causantes de la
violencia pero inciden en su aparición y mantención.
El factor que más se relaciona con las mujeres maltratadas y a la vez uno de los
más claramente vinculados con la aparición de conductas agresivas en el hombre
hace referencia a la historia, vivencias de violencia o exposición a la misma que
hayan tenido en la niñez o adolescencia, en sus respectivas familias de origen, ya
sea como víctimas directas de maltrato o como testigos de actos violentos. La
violencia puede transmitirse de una generación a otra al repetir modelos basados
en pautas culturales que mantienen la desigualdad entre los géneros y la legitiman,
tanto en la crianza de los hijos, como en las relaciones interpersonales y resolución
de conflictos. Los varones tendrán más posibilidades de convertirse en hombres
violentos y las niñas en víctimas al aprender que la sociedad acepta la violencia
hacia las mujeres.
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afectivas, estados depresivos profundos, baja autoestima, un bajo nivel cultural,
educacional y socioeconómico, ya que aunque la violencia no hace distinción de
clases sociales, la pobreza acarrea un stress social al que contribuyen situaciones
como el hacinamiento y las dificultades económicas.
Para la víctima, las principales consecuencias a nivel físico son cefaleas, dolores de
espalda, trastornos gastrointestinales, disfunciones respiratorias, palpitaciones,
hiperventilación y lesiones de todo tipo como traumatismos, heridas, quemaduras,
enfermedades de transmisión sexual y/o embarazos no deseados debido a
relaciones sexuales forzadas, embarazos de riesgo y abortos. Las mujeres
maltratadas durante el embarazo tienen mas complicaciones (hemorragias,
infecciones y otras) durante el parto y post-parto y, generalmente, los bebés
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nacidos bajo esta situación tienden a ser de bajo peso o con trastornos que ponen
en riesgo su supervivencia y con secuelas que influyen en su crecimiento y
desarrollo posterior. Por lo demás la violencia puede acarrear para la víctima
incluso consecuencias letales mediante el homicidio o el suicidio.
A nivel psicológico se generan efectos profundos tanto a corto como a largo plazo.
La reacción inmediata suele ser de conmoción, paralización temporal y negación de
lo sucedido, seguidas de aturdimiento, desorientación y sentimientos de soledad,
depresión, vulnerabilidad e impotencia. Luego los sentimientos de la víctima pueden
pasar del miedo a la rabia, de la tristeza a la euforia, de la compasión de sí misma
al sentimiento de culpa. A mediano plazo, pueden presentar ideas obsesivas,
incapacidad para concentrarse, insomnio, pesadillas, llanto incontrolado, mayor
consumo de fármacos y adicciones.
Los hijos o menores que sin haber sido víctimas directas de la violencia la han
presenciado como testigos sufrirán de igual forma riesgos de alteración de su
desarrollo integral, sentimientos de amenaza (su equilibrio emocional y su salud
física están en peligro ante la vivencia de escenas de violencia y tensión),
dificultades de aprendizaje, dificultades en la socialización, adopción de
comportamientos violentos con los compañeros, mayor frecuencia de enfermedades
psicosomáticas y otros trastornos psicopatológicos secundarios.
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En otros ámbitos de la realidad social los modelos violentos en el contexto privado
generan un problema de seguridad ciudadana, al aumentar la violencia social y
juvenil, las conductas antisociales, los homicidios, lesiones y los delitos sexuales. La
economía se ve afectada al incrementarse el gasto en los sectores salud,
educación, seguridad y justicia y al disminuir la producción.
Para el agresor las principales consecuencias serán la incapacidad para vivir una
intimidad gratificante con su pareja, el riesgo de perder a su familia,
principalmente esposa e hijos, el rechazo familiar y social, aislamiento y pérdida de
reconocimiento social, riesgo de detención y condena, sentimientos de fracaso,
frustración o resentimiento y dificultad para pedir ayuda psicológica y psiquiátrica.
Disonancia cognitiva
Ataque o fuga
Inundación o Parálisis
Socialización cotidiana
Lavado de cerebro
Embotamiento o Sumisión
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Socialización cotidiana: Ocurre cuando las situaciones de maltrato de baja
intensidad se transforman en habituales, se produce el fenómeno de la
naturalización. Las víctimas, principalmente mujeres, se acostumbran a que no se
tengan en cuenta sus opiniones, que las decisiones importantes las tome el hombre,
a ser humillada mediante bromas descalificadoras, etc., pasando todas estas
experiencias a formar parte de una especie de telón de fondo cotidiano que tiene
efecto anestesiante ante la violencia.
En todos los casos los efectos de la violencia intrafamiliar están acompañados por
la sintomatología descrita a nivel físico y psicológico, siendo visibles estas
consecuencias a través de los indicadores o señales de maltrato.
INDICADORES DE MALTRATO
La violencia intrafamiliar es un problema social que todos debemos conocer y
enfrentar, afecta a un alto porcentaje de familias, sin distinción de niveles
sociales, económicos o culturales. A las víctimas les cuesta mucho relatar lo que les
sucede pues tienen miedo, vergüenza y por lo general, tienden a culparse de la
situación.
Desde la posición de víctima suele ser fácil detectar las acciones de maltrato
físico o sexual pues producen dolor y daños evidentes. Detectar la violencia
psicológica o emocional puede ser mas complejo porque a menudo desarrollamos
mecanismos psicológicos que ocultan la realidad cuando esta nos resulta
excesivamente desagradable, sin embargo el sorprenderse realizando
determinados actos o en ciertas situaciones puede evidenciar el hecho.
Si sufres en silencio una situación dolorosa, esperas que las cosas se solucionen por
sí mismas o que el agresor deponga espontáneamente su actitud; si deseas que
alguien acuda en tu ayuda; si te sorprendes haciendo algo que no quieres hacer, que
va contra tus principios o que te desagrada y te sientes incapaz de negarte o; si
has llegado a la conclusión de que la situación dolorosa que sufres no tiene solución
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y que lo mereces porque te lo has buscado; podrías considerar que estás siendo
víctima de abuso, manipulación y/o acoso psicológico.
Detectar la violencia, física y/o emocional, que sufre otra persona es generalmente
más fácil si nos preocupamos de observar y escuchar. Todos los seres humanos
expresamos los sufrimientos, temores o problemas de algún modo. Muchas víctimas
no delatarán a su agresor abiertamente por temor a represalias o a empeorar la
situación, es el caso de mujeres y niños que además dependen de él. Otras, como
los ancianos o los discapacitados, pueden no contar con la capacidad de expresión
para denunciar lo que les sucede, sin embargo existen varios indicadores o señales
que permiten detectar una posible situación de violencia intrafamiliar.
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Una víctima de maltrato físico o emocional, convencida de que su caso no tiene
solución, puede desarrollar mecanismos de defensa, inconscientes y mecánicos,
para adaptarse a la situación y lograr su supervivencia, existen varios indicadores
en su forma comportarse:
Mantiene una relación con su agresor al que agradece intensamente sus pequeñas
amabilidades; suele negar que haya violencia contra ella y si la admite la justifica;
niega que sienta ira o malestar hacia el agresor; está siempre dispuesta a
mantenerlo contento; intenta averiguar lo que piensa y lo que desea, llegándose a
identificar con él. Cree que las personas que desean ayudarla están equivocadas y
que su agresor tiene la razón y la protege. Le resulta difícil abandonarlo y tiene
miedo de que regrese por ella aún cuando este se encuentre en la cárcel o incluso
muerto.
CICLO DE LA VIOLENCIA
Podemos encontrar distintos comportamientos de naturaleza cíclica dentro de las
distintas categorías de la violencia intrafamiliar: los padres pueden llegar a
maltratar a sus hijos cuando sus exageradas expectativas no logran ser cubiertas
por estos, luego frustrados, los castigan y pueden llegar a agredirlos, para
posteriormente con la esperanza de haberlos aleccionado, renovar las expectativas
y reiniciar el ciclo. Sin embargo la violencia en la pareja y principalmente hacia la
mujer es en sí un ciclo de tres fases que difieren en duración según los casos
(Walter L. E., Síndrome de la Mujer Golpeada. Harper Colophon Books, Nueva York,
1979), estos son:
Acumulación de tensiones
Crisis o episodio agudo de violencia
Arrepentimiento y reconciliación
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La víctima intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia, intenta
controlar y manejar la situación a través de los recursos que posee, que ha
aprendido y que antes le han servido, acepta los abusos como una forma de bajar la
tensión evitando que su pareja explote, todas sus conductas están centradas en
evitar una crisis mayor, por lo que presta poca atención a lo que siente, ya sea
rabia, impotencia o dolor. Tiende a minimizar y justificar las agresiones
atribuyéndolas a factores externos, los que intenta controlar al máximo. Se siente
responsable por el abuso y lo soporta con la creencia de que es lo mejor que puede
hacer.
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sentimientos de desamparo). En las ocasiones en que se busca ayuda se hace días
después del incidente (a menos que haya lesiones graves), el sentimiento que
acompaña esta búsqueda suele ser de desesperanza y es muy esperable encontrar
ambivalencias tanto en lo que la víctima desea, como en las acciones que realiza
para lograrlo, esto se relaciona con distintos aspectos, como su vinculación afectiva
con la pareja, su esperanza de que no ocurran nuevos episodios, el miedo de que sus
acciones se vuelvan en su contra y el arrepentimiento de su pareja, que evidencia la
entrada a la próxima fase del ciclo.
Por otra parte la tensión ha sido descargada y ya no está presente, siendo este un
momento muy deseado por ambos miembros de la pareja, pueden actuar como si
nada hubiera sucedido y comprometerse a buscar ayuda y no volver a repetir el
incidente. En la víctima existe una fuerte necesidad de creer que no volverá a ser
maltratada, que su pareja realmente ha cambiado como lo demuestra con sus
conductas, comienza entonces a idealizar este aspecto de la relación reforzada
además por la creencia de que todo es superable con amor, que también depende de
ella y del apoyo incondicional a su pareja, aparece una percepción de si misma como
refugio y salvación de su agresor.
En esta etapa suele haber una mayor apertura del problema hacia el entorno, es
entonces cuando familiares, amigos y la sociedad en general deben evitar reforzar
el ciclo de la violencia a través de acciones, ideas o consejos que tienden a
mantener la situación y por el contrario deben propiciar una intervención que evite
una escalada de la violencia.
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mayor gravedad. Mientras menor sea la intensidad de la escalada, menores serán
los riesgos y mejores las posibilidades que tendrá una intervención.
MITOS Y ESTEREOTIPOS
Un paso importante y previo a la prevención y erradicación de la violencia
intrafamiliar implica develar los mitos y estereotipos culturales en que esta se
sostiene, que la perpetúan.
La fuerza del mito radica en que es invulnerable a las pruebas racionales que lo
desmienten, de ese modo las víctimas suelen quedar atrapadas en medio de un
consenso social que las culpabiliza y les impide ser concientes de sus derechos y
del modo en que están siendo vulnerados.
Los siguientes son solo algunos de los muchos y comunes mitos sobre la violencia
intrafamiliar que perpetúan una visión distorsionada de su naturaleza, sus causas y
de los cuales debemos deshacernos:
Falso. La realidad es que el alcohol y las drogas son factores de riesgo ya que
reducen los umbrales de inhibición. La combinación de modos violentos para la
resolución de conflictos con adicciones o alcoholismo suele aumentar el grado de
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violencia y su frecuencia, pero muchos golpeadores no ingieren drogas ni abuzan del
alcohol y no todos los drogadictos o alcohólicos son violentos. Son dos problemas
diferentes y que deben ser tratados por separado.
Falso. La realidad es que nadie merece ser golpeado, no importa qué haya hecho.
Los golpeadores comúnmente culpan de su comportamiento a sus frustraciones, el
stress, el alcohol, las drogas o a su pareja por lo que pudo haber dicho o hecho. La
violencia, sin embargo, es su propia elección y no puede ni debe estar justificada en
ningún caso. Cualquiera sean las circunstancias una persona golpeada siempre será
la víctima y el golpeador el victimario.
- "La violencia en una relación generalmente sucede solo una vez o de manera
muy ocasional".
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Falso. La realidad es que un acto de violencia no es la pérdida del control sino el
ejercicio del poder de un miembro de la familia sobre otro. Los abusadores
generalmente son sólo violentos al interior de la familia, ejercen el abuso a puerta
cerrada y se cercioran de que otras personas no se enteren, asegurándose de que
nadie denuncie o hable al respecto y cometiendo los actos de abuso físico en
partes del cuerpo que quedan cubiertas por la ropa o en general dejando marcas
menos obvias. Muchos de los abusos son planeados y pueden durar horas.
LOS INVOLUCRADOS
LAS FAMILIAS QUE SUFREN VIOLENCIA
Cuando se forma una familia sus integrantes buscan vivir juntos para protegerse,
quererse y apoyarse mutuamente. Esta es la definición cultural que está detrás de
la decisión de convivir de una pareja. Sin embargo muchas familias terminan en un
verdadero infierno, maltratándose mutuamente o dónde los que tienen más poder
usan la violencia para imponer sus criterios y decisiones.
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Ambas categorías aluden a una particular organización jerárquica, según la cual la
estructura del poder tiende a ser vertical de acuerdo a los criterios de género y
generación o edad. Por ejemplo, encontramos que en estas familias el concepto de
"Jefe de familia" suele corresponder al varón adulto o que en muchas culturas y
subculturas, cuando viaja o muere el padre, su lugar pasa a ser ocupado por el
mayor de los hijos varones, independientemente de la existencia de la madre y/o
hermanas mayores.
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Los antecedentes que emergen de la historia personal de quienes están
involucrados en relaciones violentas muestran un alto porcentaje de contextos
violentos en las familias de origen. Estos modelos violentos tienen un efecto
cruzado cuando consideramos la variable género. Los hombres violentos en su hogar
suelen haber sido niños maltratados o, al menos, testigos de la violencia, luego se
identifican con el agresor incorporando activamente en su conducta lo que alguna
vez sufrieron activa o pasivamente. Las mujeres maltratadas también tienden a
tener historias de maltrato y llevan a cabo un verdadero aprendizaje de la
indefensión.
LA VÍCTIMA
En general la víctima suele sentir vergüenza por los actos de violencia de su pareja,
actitud denominada "delegaciones emocionales" (Ravazzola M.C., Historias
Infames: Los Maltratos en las Relaciones. Paidós, Buenos Aires, 1998) y definida
como aquella circunstancia en las que un miembro de la familia siente el malestar
que debiera sentir otro. De igual forma suelen sentirse culpables del fracaso de su
relación, atribuyéndose muchas veces la responsabilidad de ser maltratadas
mediante las mismas justificaciones que utiliza el agresor, reforzando así sus
conductas.
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Cuando el maltrato es muy grave y prolongado la víctima puede tener ideas de
suicidio o de homicidio, se refuerzan los sentimientos de desvalorización y
comienza a verse a sí misma como inútil, tonta o loca, tal como se le repite
constantemente. Muchas veces puede llegar a dudar de sus propias ideas o
percepciones, esta pérdida de confianza le dificulta excesivamente tomar
decisiones aún aquellas del ámbito más cotidiano y doméstico.
El miedo es una emoción frecuente en las personas que viven violencia, se relaciona
con la vivencia de los episodios violentos y generalmente actúa inmovilizando, en
muchos casos le impedirá a la víctima salir de la situación de abuso, pedir ayuda y
buscar soluciones.
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de hipervigilancia, trastornos del sueño, dificultad de concentración y memoria,
entre otros. Otros signos serán visibles a través de los indicadores de maltrato o
de las consecuencias y efectos de la violencia intrafamiliar.
EL AGRESOR
El agresor, tanto el que maltrata a su pareja como a sus hijos u otros familiares,
suele ser una persona de baja autoestima, pobre control de impulsos y sin
trastornos psiquiátricos evidentes (aunque suele tener una fuerte tendencia a
confundir sus suposiciones imaginarias, como los celos, con la realidad), por tanto
su objetivo no es satisfacer algún tipo de necesidad sádica o psicopática que
proporcione placer a través del sometimiento del otro, sino emplear un recurso
definitivo que le permita instaurar o mantener el poder y control en la relación de
pareja o familiar.
El aislamiento social tiende a ser una imposición a sí mismo pues percibe el entorno
más próximo como una amenaza a su necesidad de ejercer control, a pesar de esto
suele proyectar una imagen de excelente cónyuge, pareja, padre o hijo, al adoptar
modalidades conductuales disociadas: en el ámbito público se muestra como una
persona equilibrada, en la mayoría de los casos no trasunta en su conducta nada que
haga pensar en actitudes violentas, haciendo menos creíble una eventual denuncia.
En el ámbito privado, en cambio, se comporta de modo amenazante, utiliza
agresiones verbales y físicas, como si se tratase de otra persona. Su conducta es
posesiva y se caracteriza por estar siempre "a la defensiva".
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Existen otras características que aunque principalmente se orientan a las víctimas,
algunas son asociadas al agresor, sin embargo al no ser generales, son identificadas
como factores de riego.
Abusador infantil
De una manera más específica, los hombres que ejercen violencia hacia su pareja
han sido clasificados en dos categorías: Cobras o Pit Bulls (concepto muy resistido
por quienes gustan de esta raza de perros).
"La cobra es una serpiente, tranquila y concentrada antes de atacar a sus víctimas
con poco o ningún aviso. La furia del Pit bull arde lentamente y crece, una vez que
sus dientes se hunden en su víctima, no la sueltan" (Jacobson, N.; Gottman J.,
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When Men Batter Women: New insights into ending abusive relationships. Simon &
Schuster, New York, 1998).
A los hombres Pit bull sus miedos de dependencia los llevan a monitorear cada
movimiento de su pareja, sus celos los hacen ver traición en cada uno de ellos y
esto los enfurece, cuando su rabia se torna violenta parecen perder el control y
atacan, incluso públicamente.
Los hombres Cobra son fríos y calculadores, suelen presentar rasgos criminales y
antisociales, su violencia nace de una necesidad patológica de cumplir su objetivo
de ser el jefe y estar seguro de que todos, especialmente sus esposas o parejas, lo
sepan y actúen de acuerdo a ello, cuando piensan que su autoridad ha sido retada
luchan rápidamente y con furia llegando a amenazar con cuchillos o armas de fuego.
Aunque tienen mayor control que los Pit Bulls, suelen ser más violentos y dirigen su
agresividad no solo hacia quienes aman, como los Pit bulls, sino que también a
extraños, animales, amigos o compañeros de trabajo, calmándose internamente
mientras su violencia aumenta.
Las historias de vida de los Cobras y los Pit Bulls también tienden a ser diferentes,
los primeros casi siempre tuvieron infancias traumáticas y violentas, con
participación en actos delictuales y experiencias personales de abuso de alcohol y
drogas. Los Pit Bulls son menos propensos a tener historial criminal y presentan
mayor probabilidad de provenir de hogares violentos, en general suelen presentar
mejor potencial de rehabilitación que los Cobras.
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LA REHABILITACION
La rehabilitación es un proceso que debe comprender tanto a agresores como a
víctimas, las personas que han experimentado un evento de violencia intrafamiliar,
sufren en un primer momento un estado emocional de crisis, el cual debe ser
tratado psicológicamente por personal especializado que le permita recuperar su
estabilidad emocional, de igual forma se debe realizar la atención de seguimiento
psicológico a los eventos de crisis, a través de lo cual se logra una comprensión
amplia del problema por parte de las personas que lo sufren, y es un preámbulo
para la incorporación a las sesiones de terapia grupal.
Las personas que han sufrido una o varias experiencias de violencia intrafamiliar,
así como aquellas que generan la violencia, necesitan dentro de su tratamiento
emocional, incorporase a grupos terapéuticos y de auto ayuda, en los cuales se
desarrollan técnicas conjuntas entre personas que han experimentado el mismo
problema (víctima-víctima o agresor-agresor, la terapia víctima-agresor suele
estar contraindicada), logrando conocer la experiencia de otras, y aprender mas
sobre su situación. Es en estos grupos terapéuticos donde se desarrollan los
espacios necesarios para terminar de sanar las huellas emocionales de la violencia,
y poder recuperar la autoestima de cada persona, lo cual es indispensable para
continuar nuevos proyectos de vida.
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la actualidad la vía más concreta para comenzar una rehabilitación voluntaria sea la
solicitud particular, por parte del agresor, de atención psiquiátrica y/o psicológica
en los sistemas de salud público o privado.
Por otra parte, tanto partidarios de los programas como detractores coinciden en
que los tratamientos de rehabilitación pueden ser complementarios pero nunca
sustitutivos de las medidas penales.
Fuera de esto es posible modificar los actos de violencia psicológica que podamos
ejercer inconcientemente, si aplicamos los indicadores o señales de maltrato a
nuestras propias acciones podremos detectar la existencia de personas en nuestro
entorno a las que, sin darnos cuenta, estemos manipulando o maltratando. La mejor
forma de dilucidar si nos estamos comportando con alguien como agresor es
utilizar toda nuestra capacidad de empatía y nuestra humildad para ponernos en el
lugar de las personas y familiares que nos rodean y analizar nuestra conducta
frente a ellos.
A veces somos conscientes de la hostilidad que sentimos hacia una persona, pero no
del maltrato que le estamos infligiendo, sentir rabia, envidia o rencor contra otros
es casi siempre irremediable porque las emociones no se someten al raciocinio, lo
que si podemos someter al control de la razón son nuestras acciones. Por lo tanto
ejercer o no violencia hacia otros siempre será nuestra elección y quien maltrata
siempre será responsable de su proceder.
PREVENCION
DESARROLLO DE PROGRAMAS
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Para que un programa pueda clasificarse como de prevención primaria debe
dirigirse a un grupo o comunidad en lugar de a individuos, debe intervenir antes de
que emerja el problema y estar dirigido a la población en riesgo o vulnerable y debe
apoyarse en sólidos conocimientos procedentes de la investigación del problema de
que se trate (Cowen, E. L., Primary prevention research: Barriers, needs and
opportunities. The Journal of Primary Prevention, New York, 1982).
Dado que las causas asociadas a la violencia intrafamiliar indican que el uso de la
violencia para la resolución de conflictos intrafamiliares está vinculado con el
aprendizaje a partir de modelos familiares, grupales, institucionales y culturales,
un programa de prevención primaria podría ser definido como: Un proceso que
informa, motiva y ayuda a la población a adoptar y mantener formas no violentas de
resolución de conflictos familiares, proporciona modelos de funcionamiento
familiar más democráticos y ampara los cambios en los contextos de riesgo
necesarios para facilitar esos objetivos, dirigiendo la formación profesional y la
investigación en esa misma dirección.
Prevención terciaria: Tiene como objetivo reducir los efectos o las secuelas de un
determinado problema, tratando de evitar las recidivas o recaídas. Los esfuerzos
se dirigen a proveer programas de recuperación y rehabilitación para quienes han
sido afectados por el problema.
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formulación de la mencionada política global y establecer dentro de los objetivos
de las intervenciones y acciones:
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La escuela, entendida como la educación formal, deberá ser un espacio donde se
fomenten valores tales como el respeto, la igualdad dentro de la diversidad y
comprensión hacia los(as) que son diferentes. Por ser este un lugar donde se
aprende a pensar, descubrir y analizar el mundo, es una plaza idónea para prevenir
la violencia, educando para construir relaciones satisfactorias entre los humanos,
sin chantajes, paritarias, justas y solidarias, donde se defiendan los espacios
personales y colectivos de expresión y el diálogo entre lo diferente sea posible:
diferentes sexos, culturas, personalidades y generaciones.
Por su parte los medios de comunicación tales como la televisión, los periódicos, la
radio e incluso internet representan la mayor fuente de información para la
población en general (por sobre los libros, la educación formal u otras fuentes). De
ahí, y por su capacidad de influencia, la importancia que tienen en la formación de
opiniones, especialmente de los y las jóvenes, y la responsabilidad que ello conlleva
a la hora de tratar problemáticas sociales.
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Es de vital importancia que los medios de comunicación adhieran a campañas de
solidaridad, atención y prevención de la violencia, drogadicción, alcoholismo, salud,
etc. Sin embargo una manera más eficaz de prevención sería ofrecer modelos
positivos que encarnen valores de igualdad y respeto, evitando los mensajes de
violencia, sexismo y competitividad actualmente presentes en producciones donde
personajes legitiman, de forma cada vez más sofisticada, el uso de la fuerza y la
opresión en pos de la consecución de objetivos o la resolución de conflictos. Las
noticias relativas a violencia intrafamiliar deberán abordarse globalmente,
analizando las causas que la provocan, con una definición editorial y el aporte de
opiniones diversas que permitan vislumbrar soluciones, evitando la morosidad y el
sensacionalismo.
Por su parte la publicidad podría transmitir una visión real del papel que las
mujeres desempeñan en la actualidad, así como del aporte de los adultos mayores y
discapacitados a la sociedad, cambiando la imagen que cotidianamente se ha
ofrecido a través de tópicos tradicionales o estereotipados basados en la juventud,
el éxito y la belleza, que se convierten en modelos a imitar y que refuerzan los
mitos que ayudan a perpetuar la violencia.
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Todos los miembros de una familia tienen la obligación de tratarse con respeto, los
que la integran son distintos entre sí, pero esto no quiere decir que unos sean
superiores a otros pues todos somos iguales en cuanto a la dignidad y el respeto a
nuestros derechos.
Luego podemos plantearnos como objetivo, propiciar un modelo de familia que sea
un espacio de encuentro gratificante, que potencie las capacidades y posibilidades
de todas las personas que lo integran, donde existan relaciones igualitarias entre
mujeres y hombres, equilibrio en la toma de decisiones, en la distribución del
tiempo, en el reparto de las responsabilidades, tareas domésticas y de cuidado a
los miembros dependientes como niños y niñas, ancianos y/o discapacitados, todo lo
cual hará que las relaciones interpersonales sean más placenteras.
Como lógicamente todas las familias funcionan mejor en algunas áreas que en otras,
debemos procurar analizar aquellas donde se producen mayores conflictos, un buen
ejercicio será revisar como se presentan los elementos más relevantes de la
interacción familiar, estos son: Respeto, afecto, confianza, cooperación, humor,
recreación, valores, reglas, flexibilidad y creatividad.
Confianza: Los miembros de la familia deben poder confiar los unos en los otros y
establecer límites sanos entre ellos. La confianza se va desarrollando a medida que
las experiencias positivas van predominando sobre las negativas, también implica
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creer en la capacidad que cada uno tiene de aprender de los errores y de cambiar
de manera positiva.
Cooperación: Todas las personas necesitan unas de las otras para poder vivir. Los
integrantes de la familia deben ayudarse mutuamente y entregarse cooperación
para resolver sus problemas, tanto materiales como afectivos.
Humor: El buen humor, aunque no siempre sea fácil de lograr, ayudará a minimizar
las tensiones propias de la vida y aceptar aquellas situaciones difíciles de
modificar, permite hacer frente a la adversidad y recobrarse del dolor con mayor
facilidad. El humor sano consiste en reír junto a otros y no a costa de otros; humor
no es avergonzar, criticar o molestar.
Reglas: Las reglas están basadas en los valores y al igual que estos, pueden ser
explícitas o no, pero siempre consistentes y con sentido, esto nos permitirá
conducirnos de manera adecuada en gran parte de la vida diaria sin tener que
detenernos a analizar cada cosa que hacemos; no obstante, deben ser
periódicamente examinadas.
Flexibilidad: Si bien las reglas son necesarias para que cada uno sepa cómo
comportarse y qué esperar de los demás, deben tener cierto grado de flexibilidad
pues siempre surgen necesidades y acontecimientos imprevistos a los que habrá
que dar una respuesta adecuada, tanto en las diversas situaciones de la vida
cotidiana como en las crisis vitales (esperables, propias del desarrollo humano) o
accidentales (inesperadas).
El clima emocional de la familia se ve afectado por la habilidad que esta tenga para
resolver los problemas y conflictos diarios con los que se enfrenta. Las familias se
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harán más fuertes a medida que sus miembros aprendan a controlar su enojo,
expresar su amor mutuo, escucharse y llegar a acuerdos sin resentimientos.
Otras importantes acciones que puede realizar a nivel individual son: Compartir con
otros toda la información que ya posee sobre la violencia intrafamiliar; apoyar
programas educativos que promuevan la equidad por género; apoyar con adecuadas
medidas de reacción los esfuerzos de las mujeres y víctimas en general que desean
salir de una relación violenta; respaldar y divulgar las leyes que protegen a las
mujeres, la familia y combaten o favorecen estrategias de prevención. Sin embargo
para que todo esto sea eficaz es imperativo su compromiso personal con la
erradicación y prevención de la violencia intrafamiliar.
La crianza es una de las tareas más difíciles que existen, para realizarla los padres
pueden aprender nuevos y buenos métodos para educar y disciplinar a sus hijos,
que a la vez le ayuden al desarrollo de su autoestima. Las personas adultas nos
podemos reeducar, cuestionar la educación que hemos recibido es una forma de
comenzar el proceso de cambio, los grupos de padres son un espacio de reflexión y
análisis para lograrlo, organice o únase a uno. Platique con otros padres,
intercambien experiencias, ofrézcales su amistad y atención ya que muchos se
encontrarán en su misma situación.
Aprenda a tener expectativas realistas de lo que los niños y niñas pueden hacer de
acuerdo a su edad y mejore sus métodos de comunicación, esto le ayudará a
conversar, entenderse mejor con sus hijos y a emplear métodos de disciplina no
violentos. Aún así, la multiplicación y acumulación de la tensión y el stress pueden
generar ganas de golpear o gritarle al menor en alguna determinada ocasión,
¡Deténgase! Respire profundamente varias veces, cuente hasta veinte (hágalo,
funciona), realice la actividad física que pueda, como lagartijas (tiburones,
planchas o flexiones de brazos) y abdominales o llame, si necesita ayuda, a algún
familiar, amigo u organización que le socorra.
Sentirse "atrapada o atrapado" con el menor puede causarle stress, haga un tiempo
para usted y diviértase un poco cada día, intercambie el cuidado y la
responsabilidad del niño o niña con otros miembros de la familia o compatibilice su
tiempo con la guardería (sala cuna) o la escuela. Cuando por el contrario sus muchas
responsabilidades limitan su tiempo, preocúpese de apartar cada día un poco para
sus hijos e hijas, regálele abrazos, sonrisas y palabras de estímulo. Préstele más
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atención a lo que hacen bien que a lo que hacen mal. ¡La atención positiva aumenta la
buena conducta! Elógielos cuando obedecen sus instrucciones, como recoger los
juguetes o cepillarse los dientes, pídales cosas en las que se puedan desempeñar
bien, déjelos ganar en algunos juegos. Ayúdelos a estar orgullosos de sí
mismos.Tenga presente que la mayoría de los casos de maltrato infantil al interior
de la familia ocurre cuando los padres cruzan la línea que separa la disciplina del
maltrato. Es inevitable que los padres cometan errores, además de lo expuesto
tenga en consideración ciertos criterios que puede aplicar al momento de
disciplinar:
Evite hacer exigencias que son imposibles: Asegúrese de que su hijo o hija tiene
la capacidad de hacer lo que usted está exigiendo. Nunca lo castigue por orinarse
involuntariamente en la cama o por no obtener buenas notas en la escuela cuando no
tenga la capacidad para lograr ese éxito. Estas exigencias, que son imposibles de
cumplir, ponen al niño en un conflicto que no puede resolver y le produce un daño
inevitable en su sistema emocional. Las expectativas poco realistas de los padres
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pueden generar además un ciclo de violencia; al no ser cubiertas provocan un
sentimiento de frustración que puede desembocar en castigos y/o agresiones, para
posteriormente, con la esperanza de haber aleccionado al niño(a), renovar las
expectativas y reiniciar el ciclo. Es necesario mantener un ambiente equilibrado, en
el cual se hace uso de la disciplina cuando es necesaria pero siempre debe ir
acompañada de paciencia, cariño y respeto. Uno de los errores más grandes que
pueden cometer los padres al corregir a sus hijos es el uso inadecuado de la ira, no
hay método más ineficaz para influir en una persona (de cualquier edad) que el uso
de la irritación y el enojo. Durante la infancia conviene que tanto las niñas como los
niños ensayen distintos roles y situaciones, que expresen sentimientos como llorar,
reír, mostrar cariño y rebelarse. Aconsejable es, permitir que expresen sus
sentimientos, orientarlos en su cuidado y seguridad personal y nunca estimular en
ellos el temor y la desconfianza. Los padres a su vez deberán procurar prevenir los
actos de violencia que provengan de terceros, para esto deben conversar con sus
hijos e hijas, aprender a escuchar y a creerles, de esta forma y con métodos
sencillos, podrán enseñarles sobre sexualidad, reforzando que nadie les puede
tocar sus partes íntimas o genitales, ni realizar actos de significación sexual con
ellos. Es de suma importancia enseñar, desarrollar y reforzar en niños, niñas y/o
adolescentes la necesidad de autocuidado y darles a conocer formas de poner en
práctica estas estrategias. Puede resultar difícil enseñarle a los niños y niñas
cuándo es necesario decirle “no” a un adulto, porque también se les enseña a
respetarlos; déjeles claro que deberá respetar a los mayores siempre que la
conducta de éstos no le implique algún daño o perjuicio. Los menores tienen
derecho de protegerse a sí mismos y debemos desarrollar en ellos la capacidad de
evitar o disminuir situaciones de riesgo emocional, físico o sexual y de mostrarse
firmes y enérgicos ante una situación peligrosa, incómoda o confusa. Para que un
niño o niña pueda protegerse, primero debe sentirse valioso esto dependerá,
primero, del amor de los padres y otras figuras significativas y luego, de las metas
propuestas o ideales que puedan o no ser alcanzadas dependiendo de la edad,
capacidad y características del niño(a). Ante niños y niñas que padecen problemas
importantes de autoestima es indispensable la implementación de métodos
terapéuticos, lo cual siempre debe ser evaluado y orientado por un profesional. Un
modo de influir en la autoestima es centrarnos en un área problemática y tratar de
mejorarla, otro consiste en examinar las diferencias entre la percepción de uno
mismo y el ideal, por ejemplo: ayudarle a modificar su ideal por uno más adecuado a
sus posibilidades o a modificar la percepción de sí mismo en forma más benigna.
CLASIFICACION CIE 10
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T74.2 Abuso sexual
T74.3 Abuso psicológico
T74.8 Otros síndromes del maltrato
T74.9 Síndrome del maltrato, no especificado
BIBLIOGRAFIA
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