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La izquierda emergente y el feminismo: la necesidad de pensamiento propio.

Cecilia Moreno A.
Frente Feminista Movimiento Autonomista.

Deudas y desafíos estratégicos

De un tiempo a esta parte, el infranqueable muro que separaba a las izquierdas de los
proyectos feministas -a pesar de sus orígenes muchas veces común- ha perdido grosor y
los proyectos transformadores emergentes han venido disminuyendo sus resistencias a la
incorporación del pensamiento feminista en su práctica e ideario emancipador.
Las izquierdas durante el siglo XX no dudaron del tildar al feminismo como postmoderno,
liberal y despolitizado por apelar a una particularidad. De hecho, llevamos cerca de treinta
años de esta tensa relación entre marxismo y feminismo, llamada por algunas feministas
“un matrimonio mal avenido”1 (Hartmann, 1987;Weinbaum, 1984). No es raro esa
sensación de contradicción, incomprensión y hasta posiciones excluyentes si gran parte
de los proyectos de izquierda durante el SXX no tuvieron la voluntad de cuestionar ni en
su propia organización aspectos tan patriarcales como la dicotomía espacio público-
espacio privado (que además es propia del pensamiento liberal) y la división sexual del
trabajo. Bajo el velo que la palabra “privada” ponía sobre ciertas prácticas, militantes de la
izquierda revolucionaria dejaban en el umbral de su casa el discurso de la liberación y
vivían de manera no muy distinta a como vive cualquier conservador en el patriarcado
capitalista.
Tratar al feminismo como una contradicción secundaria, un asunto de mujeres y un
aspecto meramente cultural- como si lo cultural fuera algo poco importante y como si
efectivamente el patriarcado se restringiera a una dimensión cultural, sin relación con la
forma histórica de producir y reproducir la vida- fueron las reacciones hegemónicas de la
izquierda tradicional frente a esta temática. Julieta Kirkwood (1986), en un ejercicio
militante por superar la dicotomía socialismo y feminismo en los proyectos socialistas y
comunistas en Chile e intentando señalar cómo el feminismo no se opone sino más bien
amplía la comprensión socialista del mundo, periodifica la historia de las mujeres en Chile
e identifica con un silencio feminista precisamente al tiempo del ascenso de la
movilización social y del proyecto popular. ¿A qué se debe que el momento más silente,
menos feminista para sí, coincida con el momento quizás más democrático en nuestra
historia reciente?
Cerrando filas en torno a la unidad, el proyecto democrático socialista se reserva el
derecho de definir la línea, incluir y excluir sujetos/as, nuevas dudas, nuevos temas y
nuevas reivindicaciones entre las cuales la emancipación de la mujer guardará aplicado
silencio y las mujeres, entregarán su laborioso afán a la gran causa social. (Kirkwood,
1986).
Parece pertinente entonces, partir reconociendo la deuda que tienen las izquierdas Commented [C1]: Tesis a desarrollar a lo largo del texto.
tradicionales con los feminismos para ir perfilando el desafío que tenemos.

Pese a todo, hoy el panorama parece más alentador. El cambio generacional y el cambio Commented [C2]: En el presente esta contradicción se ha ido
en las formas de la política, en sus imaginarios posibles y ritos, han venido disminuyendo superando, gradualmente.
la resistencia a la problemática feminista. Los proyectos transformadores (emergentes y
consolidados) empiezan paulatinamente a tener una mejor recepción del pensamiento
feminista, a levantar frentes de género, feministas y de diversidad/disidencia sexual, a

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Existieron y siguen existiendo múltiples esfuerzos por aunar un análisis del capitalismo junto al
patriarcado y en parte este ensayo se toma de esa tradición.
incluir la paridad2 en su estructura orgánica, e incluso, en los mejores casos, a llamarse a
sí mismos feministas.

Sin embargo, los feminismos han sido un camino largo y para nada exento de diferencias
y contradicciones que estos proyectos emergentes en su mayoría no han revisado ni
menos, se han volcado a construir pensamiento feminista propio. Por tanto, vencida - o Commented [C3]: Buscar un pensamiento feminista propio,
disminuida- la resistencia de la izquierda hacia el feminismo, el desafío es construir, propuesta para estos tiempos. Esto no como algo aislado, como un
aporte esencial para un proyecto político transformador.
desde esta vereda, un pensamiento feminista propio, orientado a la transformación social,
que, con categorías situadas, sea capaz de apelar a la totalidad de las relaciones de
poder existentes en nuestra sociedad. Y es tan complejo el desafío porque la misma
discusión estratégica lo es. El desafío del pensamiento propio feminista es directamente
proporcional al desafío de pensar una izquierda que vaya más allá de las categorías
pensables y posibles durante el siglo anterior.¿Nos basta con recuperar el cobre si sigue
un patrón de acumulación extractivista? ¿Nos basta con un proyecto nacional o debemos
apostar a la plurinacionalidad y, por qué no, al radical cuestionamiento que el conflicto
mapuche hace del principio civilizatorio occidental? ¿Nos basta con incorporar un
feminismo que abogue por los derechos de las mujeres a ser incorporadas al mercado del
trabajo neoliberal o nos abrimos a un feminismo que, más allá de las mujeres y las
disidencias, apueste por una sociedad que se produzca y reproduzca de otra manera, sin
clases y sin géneros?¿Nos basta con ir a por el Estado y derechos sociales o debemos
pensar formas de organizarnos, autonómicas, cooperativas y radicalmente democráticas?
Cuestionar y ampliar el horizonte, abrirnos a secularizar y criticar lo funcional que ha sido
la modernización – no sólo la neoliberal sino también su variante más crítica en los
socialismos reales- es un desafío pendiente. Aún las fuerzas de izquierda se mueven en
imaginarios sigloveinteros, se ciñen a los derechos y saludan a la esposa cada vez que
ocupan un escenario.

La urgencia del pensamiento propio Commented [C4]: ¿a qué te refieres con “propio”? ¿algo local,
nacional, latinoamericano, etc? ¿un nosotros en relación a la
época, algo geógrafico, etc? Quizás eso se podría especificar más ya
La urgencia del pensamiento propio deriva de la laxitud y falta de política con que las que queda como en el aire.
izquierdas tratan y asumen la problemática feminista. La ausencia de una reflexión
engarzada en las visiones de mundo y análisis que se van realizando se manifiesta en la
asunción naturalizada de las categorías del feminismo liberal hegemónico sin cuestionar
las consecuencias que dicho feminismo tiene ni para quién trabaja. Así, en discusiones
sobre construcción orgánica en proyectos de izquierda, se cita sin tapujos a la CEDAW
(Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación a la Mujer) para
apoyar un argumento o se recurre a la OMS (Organización Mundial de la Salud) para
hablar de aborto. Pero, ¿por qué parece inofensivo hacerlo en lo que atiene al feminismo
pero grave si se realiza respecto a política económica o trabajo, por ejemplo? La
respuesta parece ser que aún no asumimos la importancia radical del pensamiento
feminista para construir una estrategia socialista y sigue entendiéndose –ahora con un
poco más de pudor al manifestarlo- que es una cuestión secundaria. No me imagino la
instancia –y ciertamente espero no vivirla- en que digamos: la lucha de clases ya pasó,
hablemos de superación de la pobreza porque así lo hace el FMI o de capital social
porque así lo dice el Banco Mundial.

2
Reconociendo los límites de la paridad, circunscrita a una visión binaria de los géneros, parece un
mecanismo efectivo para instalar una voluntad de poner en primera línea de elaboración y
conducción política a quienes desde el principio liberal de “los mejores” podrían ser invisibles.
La crítica de este hecho radica en la colonización del pensamiento de izquierda por
categorías progresistas y liberales que son funcionales a la instalación y consolidación
neoliberal. De hecho, la agenda internacional de género, del cual la CEDAW es parte,
promueve la igualdad de las mujeres basada en el despliegue del género como un
concepto técnico – carente del potencial disruptivo de la apuesta feminista- y enmarcada
en el lenguaje de los derechos humanos liberales (Schild, 2016: 75). La emancipación de
las mujeres pasó a considerarse en función de su participación en el mercado y cómo no
si el ingreso subordinado de las mujeres al mundo del trabajo remunerado ha sido clave
en la flexibilidad y precarización del empleo para el patrón de acumulación neoliberal.
En otra vertiente pero expresivo de la misma ausencia que aquí trato de denunciar,
ubicamos a quienes, gloriosas y gloriosos militantes de la izquierda emergente,
naturalizan la institución matrimonial y la familia como LA forma posible de vivir nuestra
vida colectivamente y de satisfacer las necesidades reproductivas de la sociedad. Es
decir, la propuesta alternativa sobre el mundo una vez más no pasa las puertas de la casa
y acepta como dadas los modos de organización social capitalistas. No se realiza la crítica
a la “ideología de la familia” ni a la forma en que ésta se ordena como parte de la
organización capitalista del trabajo, facilitando la reproducción de la fuerza de trabajo de
manera estable y gratuita vía trabajo reproductivo realizado, en su mayoría, por las
mujeres de una familia. Como dice Federici “glorificar la familia como “ámbito privado” es
la esencia de la ideología capitalista” (Federici, 2013: 62). Naturalizar el amor romántico
que disfraza de vocación natural el trabajo reproductivo realizado por las mujeres y
despolitizarlos, ocultando la funcionalidad que el matrimonio y la familia nuclear realizan
para la reproducción de la fuerza de trabajo capitalista, constituye una práctica bastante
extendida en los proyectos transformadores y que debe revisarse si se pretende orientar a
la transformación radical de la sociedad.

Construyamos feminismo y construyamos izquierda del SXXI


Esta es una discusión estratégica que podría, como se ha venido haciendo desde hace un
buen tiempo, posponerse. Pero no. Estamos en un escenario de apuestas, un tiempo
hermoso para fundirse en él como diría Martí y si las, los y les feministas no estamos ahí,
encima, sospechando y proponiendo, una vez más el horizonte socialista nos dejará
fuera, se encerrará en directorios de hombres y dicotomías liberales cómodamente
asumidas por quienes se dicen revolucionarios.
Los feminismos vienen hace un buen tiempo generando una epistemología crítica y
develando así desafíos para construir un pensamiento propio feminista engarzado en un
proyecto de transformación social. Por un lado, apostar a un feminismo y a una izquierda
que supere el pensamiento dicotómico y sea capaz de ver el conjunto de relaciones de
poder existentes en la sociedad. Es decir, que no oponga ni invisibilice lo productivo por
sobre lo reproductivo –que sea capaz de reconocer las relaciones sociales de
reproducción- , el aspecto público y el espacio privado, (Eisenstein, 1980). Por otro lado,
tenemos el desafío de rescatar el trabajo que, en el último tiempo, desde Latinoamérica
se viene haciendo. Los feminismos se han orientado hacia una “profunda crítica de los
límites de la modernidad, esquiva y colonial” (Vargas, 2014) y que nos permite
cuestionarnos también, cuestionar las categorías eurocéntricas y blancas con las que
planteamos el problema feminista y las respuestas que damos para enfrentarla. Las
críticas que desde la teoría queer se han hecho al feminismo de la tercera ola deben ser
también consideradas: complejizar la realidad binaria que divide entre femenino y
masculino y con la que las feministas y la izquierda veían la realidad nos permite también
proyectar un horizonte libre de la represión de los géneros. Otro reto para el socialismo.
Además de los lentes complejos para mirar y transformar la realidad que requerimos, el
pensamiento feminista propio debe ir de la mano de un quéhacer feminista que se oriente
a la política, que logre hacer dialogar la radicalidad de la propuesta alternativa con la
necesidad de construirla con y para las mayorías. Debemos superar el encierro en que Commented [C5]: Desafío mayor. Quizás acá podrían haber
como feministas nos hemos metido, poniendo una competencia entre quién es más y ejemplos más claro, propuestas que permitan ir trabajando esa
distancia entre el pensamiento feminista y una praxis política
mejor feminista por sobre la orientación política de transformar la vida de todos, todas y concreta.
todes. Nuestro feminismo debe rescatar de manera crítica el legado de tantas otras que
antes que nosotras se atrevieron a cuestionar las obviedades de su época.
Otro aporte feminista y que no debe renunciarse en los proyectos transformadores, por
muy incómodo que en muchas ocasiones resulte, es a constituir orgánicas que sean
capaces de problematizar prácticas antes llamadas privadas, tomar como suyas y de
responsabilidad colectiva los obstáculos que no permiten que las compañeras que hagan
parte de la organización por tener que resolver lo que el patriarcado capitalista pone como
su responsabilidad: el cuidado de niños/as y ancianos.
Un feminismo que de todas maneras vaya más allá del tan cercano techo de los derechos
de las mujeres y sea capaz de pensar y prefigurar nuevas formas de producir y reproducir
la vida, que vaya más allá de los derechos porque entendemos su importancia táctica
pero no podemos renunciar a una estrategia que los contenga pero los supere, que vaya
más allá de los derechos y apueste más bien por formas distintas de producir, de manera
cooperativa y autogestionaria, y también de reproducir la vida, de manera comunitaria,
colectiva, cuestionando el hecho que la reproducción sea una cuestión a resolver de
manera individual y en el espacio privado.

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