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O TR A S OBRAS DEL A U T O R

L a
E l P ro b lem a E p istem o ló g ico en la Filosofia A ctu a l (1927).
E l J u ego E xistencial (1933).
I d e a lis m o F en o m en o lò gico y M etafísica E xistencial (1936). REVOLUCION
L a E tica F orm al y los Valores (1938).
E l J u ego M etafísico
T e m p o r a lid a d
(1942).
(1943).
E x i st ene i a l i st a
N ietzsch e, P rofeta d e u n a E d a d Trágica (1945). HACIA U N H U M A N ISM O
E l M i t o Gaucho (1948). & DE L A LIBERTAD &
■Ser, H u m a n ism o , “E xistencialism o” (1949).
POR

CARLOS ASTRADA

Ediciones

NUEVO DESTINO
- U QUH, l'V S I -


P R O L O G O

L os p r o b l e m a s que este lib ro p lantea y elu cida son aquellos


que, sin du da, m ás in q u ieta n al p en sa m ien to actual. Este se
en cu en tra en u na encrucijada y , a través d e tensiones, contrastes
y ru p tu ra s, tiene q u e trazar su derrotero 'y discernir sus efecti­
vas p o sib ilid a d e s,
| L a situación presente es una situación agonal en la q u e |
| está en ju e g o n ada menos q u e el ser d e l h o m b re y su libertad. {
j E l h o m b re, im p lica do en esta situación histórica, sólo p o d r á de- j
j c id ir en fu nción d e ella su destino existencial en la m e d id a e n <
j q u e él sea capaz d e señorear socialm en te el presente para trans- j
form arlo en consonancia con las necesidades d e su propio; deve-u
nir, y d eterm in a r así la constelación estructural d e l fu tu r a in-j;
i m ed ia to . E nsayam os el en fo q u e filosófico d e esta situación en lal
p rim era p a r te d e nuestro tr a b a jo in titu la d a La .situación epocai|
1 de la existencia.
.\ A ten to a su prospección inm an en te e..insexto ,en_e\. ,proceso_
d e lo social
... ecuménico,y el h o m b re se orienta necesariam ente, p o r
..........i.............
ES PROPIEDAD DEL AUTOR
im p era tivo >d e su libertad, a un h um an ism o universal. Vale decir
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS'
QUE MARCA LA LEY 11.723 'que^seu trata ele m n h u m an ism o qu e so¡o p.uede^Maliãaxsç .pox la
to ta l r e c u p e r a d ^ d e l h o m b r e d e las diversas ..fo r m a s d e \e n a j e -
nación en qu e se diluye su ser, y q u e p o r esta razón cabe desig­ (Ç" £ a. decisión a qlie el hom bre d e hoy está, a b ocado comporta-
n a r como, hum anism o de la libertad. Pero p o r su fu n d a m en tq ció n 1 ' u n a c t ó q u e no sólo se refiere a su suerte in d ivid u a l, sino qu e
filosófica, p o r el tránsito d e lo an tro p o ló g ico a lo existencial, / ■ este acto decisorio vate para él en la m ed id a en q u e se relaciona
q u e en él tiene lugar, cabe llam arlo ta m b ié n h um anism o exis­ con un estado colectivo de la existencia humana. E n cuanto
tencia!. Su explicitación e instrum entación son a b o rd a d o s en la fjXi.. rescate de la enajenación, el h o m b re ti e n d e ■ pías,maz.
tercera p a r te d e esta obra: H acia el hum anism o dé la libertad. una situación nueva. L a decisión tiene sentido, incluso en su
E l tránsito a qu e nos referim os es consecuencia d e l giro, ra d i­ aspecto in d iv id u a l, p o r q u e el to d o a qu e ella apu nta, la situ a ­
cal q u e ha llevado a c a b o t la, filosofía .contem poránea. Esta, en ción a m odificar, como estado colectivo, de la existencia, se lo
lo q u e respecta a la a c titu d fu n d a m e n ta l con relación a la esen­ otorga. T ie n d e , pues, el hom bre a ser libre para su h um anidad
cia. d e l h om bre, ha su p era d o la consideración m e r a m en te antro- ~ a reciLP.Erarse d-e to’d a e m k m c i ó n — d en tro de la libertad de '
L -pológica^ haciendo lugar a una(oritológico-existencialj con lo que esa situación hum ana total. Vale decir q u e de lo qu e se trata
ha logrado afincarse en u na estructura rea lm en te básica, como es d e la U ^ r a ción^.de.l planeta, del inundo.,,como., .ámbito-de,..la„
x p u n to d e p a r tid a de to d a indagación. H a pasado, pu es, d el hom- existencia hum ana, e¡i la econom ía; en la técnica, en unç>-.-'interr.e-
jjjbre, asentado ya como h o m b re p o r toda a ñ tro p ó to g ia , sea esta Iffãáll^xdilica^^universaL· Para el logro de esta finalidad, p r o ­
|filosófica o no, como un com positum de v id a , alm a y espíritu, p o n ié n d o le su deven ir, el h om bre no tiene otro
fo vid a y conciencia, a la estructura en él rea lm en te p rim a ria ¿leí cam in o q u e el rfg¿Jnjhilismpj ctm Lg^íty& ^ecesar.iam ente^prñiiia
íD asein, el que p o r estar en el m u n d o es ap ertu ra d e l ser y acce- a^su—veeuperación·. JDe ahí qu e el nihilism o (“el más in q u ie­
f sión a la existencia. . “L a esencia d e l h o m b r e es su existencia’l^l'Z tante de todos los huespedes”, según N iétzsché) —tan tem ido y
^A dvenir a ésta y saber e n c o m iá is en una situación histórica con­ ^ m a l co m p ren d id o p o r la. mesocracia intelectual al servicia de los
creta, 'es su tarea.'Pero el h o m b r e só l a ’m erced ... valores d e l pasado, del residual m u n d o trascendente del p la to ­
a un h um an ism o universal de la libertad, p o d r á encontrarse a n ism o ( cristianism o))— sea no sólo negación sino también^M.f.iv—·
s i m ism o y realizarse co m o existencia —él ta m b ié n ’éxistT'lm~Ta „nxación,^rescate y liberación. E n cuanto a ' lo ..prijiigxo,, él niega
eco n o m ía y en la técnica-r?.enJél.,.ámbito social. ............. .............. ju&yos valores, dem uestra su, inanidad;' y, e n cuanto..ci j o segundo,
'Como el sgr^del hom bre, en tanto que tem p o ra l, es un hacerse, Í&?M&'rKÍhÍte™o„4rtivo y afirm ativo, abre el cam inó a la recu·
e l Dasein existente está im p lic a d o óntica y o n to ló g ica m e n té en . peración d el hom bre, im pulsán dolo a afirmarse y encontrarse
la historicidad, aún máis,.es historicidad. D e v in ie n d o en ésta~y~‘ '
con ésta él se hace a sí m ism o, se realiza com o p ro g ra m a de exis­
tencia. E l carácter y los aspectos fu n d a m .n u le de la p o s ib ilid a d
de realización, m edian te la libertad, de este p ro g ra m a d e existen­
I 1
]a si m ism o en una situación existencialm ente modificada.

D e m o d o q u e el N ih il que la revolución existencialista ha


escrito so b re la suerte d e la tabla, ya a la deriva y apenas a
cia, los dilucida este libro-en su segunda p a rte: Existencia e his­ flote, d e los valores hasta ayer ecum énicam ente tradicionales no,
toricidad. 1 ___ ?.s Ia inm ersión d e l h o m b re en la nada, como, preler^den ios que,
. pa ra a terra r a los incautos, Téfgivérsdh el significado d el nihilis­
m o y lo m istifican doctrinariam ente. L a palabra nace del con­
C a r l o s A s t r a d a
10
accesión a su ser, rescatándolo d e las estructuras “o b jetivas” en·
cep to de la absoluta negación aplicado p o r F. II. J[acgbx.~a la q w T sF T w S iã ,~enajenado d e si m ism o. L e s interesa e l ser p o r q u e ja
“filosofía in m a n en te” d e la Tazón, en su po lém ico Sendschxeiben éste se ha torn a d o extrañ o a su existencia; una ilusoria trascen-w
an F ich te” (1799). T eo réticam en te, la consecuencia d e la nega­ dentalización h ip o stá tica lo ha concebido lejano y su pratem poral.
ción, según Jacobi, es q u e “se p a r te de la nad-a, se v a a la nada, }} A spira n a acceder en su p r o p io d ev en ir hum an o a la h isto ricid a d
se tien e p o r fin la nada, s e esta en la n ada . Es d e c ii, el· n ada.... ]\ d el ser en u na situación .existencial 7nodificg.da^-El^Jipmbre j ó l o · ’ .
de la negación es in te rp re ta d o como nihilism o. P ero el pach e d el !· p o r accesión a su p r o p io ser p u e d e en trar, en co m u n ió n con “el
" con cepto m etafísica de negación, con un significadoi p iec iso , es ser” en la d im en sió n histórica de la existencia. E l ser es su cen-s*
H egel: D espués de él com ienza la tergiversación d e l m ism o hasta tración en u na situación histórica,~énr la qu e él será, lib re p ara
qu e N ietzsch e restablece la negación e?i su ve rd a d ero alcance, ,) su h u m a n id a d , p a ra realizarse existenciqlinente com o h o m b r e . / ..
¡ reacuñando el concepto d e niMiSERO, -primero., com o lina J n j e i - ’ N o hay o tro m erid ia n o para “el ser” q u e nuestro· presente, a u n ­
\\.,pXgM.cón el qUC. kaSta a k °™ sl&He'· qu e éste, en su co n tin g en te dim ensiohálidad,· p u e d e en ciertas _
| | había asignado y que con du ce a la decadencia y, seg u n d o , com o épocas alejarse d e l “ser” . H a y, sin du da, voces pesim istas, que
¡ apertura d e l cam ino ..^USV-Q·, trasuntan un fatalism o 'metafísico acerca de las p o sib ilid a d es del
| el va lo r de la misma._Est\q nada no es, ciertam en te nada en sen- presente, y según lo proclam an, éste n o configuraría una situación
^i tid o absoluto, s in o (u n a ' d ete rm in a d a nada) com o ya lo v ió H eg e l. ■ epocal decisoria, sino una decaída y a la deriva. L a más inquie- ¡ -
' “L a nada —nos. d i^ ^ ^ ' t í a ^ f e í S ^ é ñ ó l o g í a del E spíritu— se tom a tante, p o r su alcurnia especulativa, es la de H e i d egger, qu e con-j
sólo com o la nada de a q u e llo de d o n d e ella p ro c e d e . . es u na ■ densada en aforism o sentencia: “El oscurecim iento d el m u n d o no"
x:-'■· nada d ete rm in a d a y tien e un con ten id o ” 1. P o r consiguiente, el llega n unca a la luz del ser. Venimos, para los dioses, demasiado'
resu lta d o . . . es una determ in a d a negación, con la q u e y en la tarde, y d em asiado tem pran o, para el ser. C uyo iniciado p o e m a
q u e surge u na nueva form a, se ha efectuado el tránsito -. Igu al­ es el hombre.” 3. Si el ser, en el supuesto heideggeriano, h a b ía ■ y a
m en te el n ih il del nih ilism o procede de la negación de lo queK com enzado su p o e m a , el hom bre, ¿cómo es po sib le qu e el hombre-
es determ in ada' form a y v a lo r de la existencia, y sólo es nada de nuestra época haya llegado dem asiado pronto> pa ra su milico-
d eterm in a d a en función d e lo negado. En este caso, p o r el n ih il forjador? ¿Es, p o r ventu ra, q u e el ser d o rm ita b a en su trasmando,,
se efectúa el tránsito a la nueva form a de existencia, q u e es la o lvid a d o d e s u . poiesis? Pero, ¿acaso es el ser, p o r p ro p ia desti­
que se va a asentar. D e m o d o que el nihilism o, p o r cu a n to es u n nación, luz u ltrarrem ota, q u e n o llega a la visión hum ana, y
j necesario p u n to ■ d e transición hacia una afirm ación v ita l y exis- qu edará sie m p re fuera de su alcance? ¿Es qu e n ada p u e d e e f
í te n d a l, tien d e más allá d e l p u n to cero a u na p le n itu d de exis- h o m b re en su esfuerzo p o r ad ven ir al ser, y está irrem ed ia b le­
\¡ tencia en el hom bre. m en te co n d en a d o a com portarse com o mera tabula rasa, en la
Los hom bres del p resen te están em peñados en conquistai la

3 A u s d e r E rfa h r u n g des D en ken s, A. Francke, B e r n . . . , im preso como»


1 P h ä n o m en o lo g ie des Geistes, pag. G8, ed. Ilolifm eister, M ein er, L eipzig. m a n u sc rito en c in cu en ta ejem plares n u m e rad o s, 1947.
2 O p. cit., prtg. G9.
qu e “el ser”, cuando le p in g a iniciar su eón, venga a inscribir
pla n o . E l “tra b a jo ” es el com ún d en o m in a d o r d e los problem as
el signo indescifrable de su paso?
económ icos y sociales que el h om bre de la época ha de resolver \
Pensamos, p o r el contrario, q u e la existencia hum ana, seño­
p a r a rescatar su ser de la enajenación qu e p a d ec e en lo i n f r a - . .
reando el ciclo fin ito de su deven ir, forja con la sustancia de la
¡rumano, j i l h a b er q u ed a d o red u cid o a . s im p le m ed ia ) p o r la- j ^
'■ tem p o ra lid a d y desde una situación ecum énica concreta el p o em a
econom ia capitalista.
—no elegiaco, sino épico— d e l ser, d el en cu en tro del h o m b r e con
L a solución d e estos pro b lem a s, qu e se resum en todos en el
, sii.ser. E ste po em a , en cu a n to q u e atañe al ser, a su conquista,
de la enajenación d e l ser hum an o, req u iere y po stu la la cqnver-
í es lucha, h istoricidad y destin o, y , en lo q u e se refiere a la hu- ,
sión d e la teoría en praxis operante. T a l cambio' no se p ro du cirá r
; inanidad en el hombre, d en o ta 'üti agonioso p o d e r ...ssz-p.(XL.el cual
com o lo esperaba M a rx , sólo en v ir tu d de que el espíritu, que ha
I ella se inserta en la...existencia, d e v in ie n d o para si m ism a pro- ¡
llegado a ser libre teoréticam ente, se transforma en filosofía prác-
} gram a y tarea poem ática. D ifíc il p o em a , más de una v e z in te-
a tica. E n realidad, la situación existencial se d efin e p r im a r ia m e n te j .
'i r r u m p id o y con frecuencia catastróficam ente truncado y oscure- l|
ñ p o r un operar, p o r una praxis transform adora, que se despliega·
| cido en el curso> del acontecer, q u e es la topología de todo· ser ^
ytluego en concepiualización filosófica, en teoría. Esta posibilidad-
| y existir. ¿ii
inm an en te a la situación histórica concreta im p r im e cada vez más
un carácter p rá ctico 'prospectivo a la filosofía. Esta ya n o p u e d e
m antenerse y q u ed a r -en un p la n o p u ra m e n te teorético, afincada
en la contem plación. Es el m o m e n to p rev isto p o r Marx')en £ i i e ¡j
Sobre el h orizonte d el p r e s e n te —m ó v il p o r el desplazam ien to
la filosofía —ciñendo la situación d eterm in a d a p o r la existencia ''
d e píanos y perspectivas— n o son figuras determ inadas las qu e se
d e las masas— alcanzará su “ transubstanciación en carne y sangre” .
r.ecQrtenr,..smQ„~mas.as~,eiir,,-mcmimimiam masas afiátridajj^fíMg.JfflML·.^, A u n q u e esto lo p en só M a rx en relación con la filosofía de H eg e l,
¿liían.:.aJa.j:axiq3ii&ta..del h o gar de.,.m~humaítuUid~.No se yerguen,
ello vale f?ara to d a filosofía, necesariam ente im plicada en u na
pu es, figuras típicas sobre e l n iv e l d el tiem po. Ellas, u n a vez ,4
concreta situación epocal y que es, a un tiem p o , praxis' y teoría.
■enfocadas, abstraídas del to d o , desaparecen, se esfuman. L a está- '
i E l h ia tu s-.entre filosofía y rea lida d tien d e así a colmarse.
tica de su presunto' sim b o lism o n o se aviene con el tipo de h o m b re . ,
E l rescate d e l h o m b re de su enajenación y el encuentro d e l
en gestación, inmerso en las masas, a lta m are.a-d&.lcLMC.tuaL.huz-, j
I misrno con su ser es la rpeta,..d£„la.rffloluciôn existencialista.. Esta
m a n id a d histórica. N o es, com o cree E. Jünger, la fig u ra dehj
ha escrito su n ih il con respecto a un tipo d e h um an idad, para
" trabajador”, cíclope rig ien d o los m ecanism os de la técnica, V u l f
a b rir camino a otro , centrado en la existencia, y con él a todas
,cano en su fragua, la que se destaca y d o m in a el p a n o ra m a , sino
las posibilid a des q u e em ergen d e este acontecer epocal. El m o ­
la figura com pacta de las masas, las q u e dirigidas o no, p ro ta g o ­
v im ie n to de las masas sobre el h orizonte del p resen te señala la
nizan y troquelan la situación y d ete rm in a n el ru m b o d e l cam bio ¡ ,
línea ele embestidacl y el r u m b o en q u e ellas han em p eñ a do el
qu e se está operando. L a fig u ra d e l tra ba ja d o r es sólo u n índice \
co m b a te p o r el ser, p o r su existencia en lo social y en lo econó­
d e l carácter d e nuestra época y d e sus preocupaciones d e p rim e r
m ico a fin d e acceder a una convivencia efectivajnente hum an a.
INTRODUCCION

LOS GRANDES PR O B L E M A S
D E L A F IL O S O F ÍA ACTUAL

E l f i l o s o f a r contem poráneo concentra su interés en torno a


tres problemas fundam entales: el de la naturaleza, el de la his­
toria y el de la l i bertad. El d om inio de la naturaleza, articulado
en sus ciencias específicas, se diferencia y hasta se opone al de la
historia. A ctualm ente n o cabe pensar a aquella tal como acon­
teció, en cierto sentido, en el idealism o alemán, con H egel y
Schelling, como radicalm ente opuesta a la historia. A l dom inio
de esta última pertenece el hom bre y, por consiguiente, sólo con
relación a éste se p lan tea el problem a de 1# libertad.

1. E l problem a de la naturaleza .

A p a r t i r de K ant el problem a de la naturaleza como terreno


d e investigación científica ha quedado incorporado a la filosofía.
H a desaparecido, pues, la escisión entre u n conocim iento mera­
m ente empírico d e los hechos naturales y la razón especulativa.
E l descubrimiento kantiano de la experiencia trascendental inicia
u n a nueva época para el afán cognoscitivo de la hum anidad histó-
L A R EVOLUCIÓ N EXISTENCIALISTA 17

El sujeto cognoscente m ediante las_categorías trascendentajlcs for­


^ b j G t i v i d a ^ ' t r a s i ^ d ^ n t a ^ se^percata^d!" ^ u 33 Cat"S° rÌaIes' de su m a con el material q ue le ofrece el acontecer, la im agen más o
raleza in d ep en d ien te d e su m an era‘ de con ocerk T e T l m enos unitaria de lo q ue llamamos historia, h acien do así· histo- j
respecta a las ciencias de la naturaleza se clarífír'·, T ^ riografía. La historicidad se torna visiBíe como la estructura bá­
la filosofia tiene en ellas. En este sentido Sr-h^ir 3 PaUC ^ sica del estar en el m u n d o del Dasein. A q uí, m u n do es donde
culativamente las c o n se c u e n c ia dpi H / ln& extrae espe-
el hom bre se encuentra siempre com o ser social (merced a la
lorándolo en toda su fertilidad. "T.J . ' Z i Z Z c ' . ' Z va' estructura de la coexistencia). Y a este d o n d e Ja. “n n in d o”, hay
una interrogación a la naturaleza, a la <,n] eIla e “ ",’"‘‘ 7 “ q u e considerarlo en su d oble aspecto, com o naturaleza o como
contestar. J a - o toda pregunta contiene un m id i „ , ¡? “ historia. .......... * ......
e “ " » c i e n t o de la naturaleza no interviene » n Z 'T c - "La h istoria, las posibilidades que su devenir o acontecer en­
es decir no concebim os al ^cosmico,
traña tanto en lo que atañe a la vida espiritual y moral del
con el objeto q u e ” e n l nf 7 VaCUa rd a ció n
...sujeto, por el contrario « , n° T exPen en cia natural. El hombre, a su integral destino planetario, com o a la suerte que
le esté deparada a la sociedad, al Estado y a la Economía, es el
.....el m undo e im p licado por éste 'v -ü e “ f í OSCeme..Ya en
jwoble.ma-.que con más urgencia, sin duda, se le plantea al hombre *"”.......
^ j e to , ju n tam en te co n el contenido de“ " ^ penSam° S en cI
.existencia!, el a -briori de> i-, , i SU auto'interpretación con tem p oráneo. Es u n problem a que por su inm ediata gravita­
ción ocupa el primer p la n o en su preocupación filosófica. „Nojpo-
entrañado por él en su n r o n h ^ ^ l'C°m ° p la n ’ corRO icIea)
dríamos ciertamente afirmar, si atendemos a la jerarquía de los
el aporte J ás fecuS o “ T lT ^ n * * es
problemas según su primariedací, que la historia constituye hoy
c H eidegger en Sein u n d Z eit Elucidar l o f h m c h ^ m k n d a P° r
para nosotros el más im pórtente ele los problemas;. La solución
existenciales, o sea la trabazón funcional de lo!" ' ° nt0lÓglC0"
cenclentales q ue sunonen l·, · esquemas, tras- q u e se le pueda dar depende del planteam iento y dilucidación de
problemas más radicales y primarios como, por ejemplo, el de la
las ciencias naturales es H lai Y ^ conocinuentos de
lizando mno· , i ' ha »com etido y viene r e í estructura temporal del ente hum ano, del Dasein, y del de su
m a n d o m agistralm ente W ilh elm -SziiasH
inserción óntica y ontológica en el tiem po histórico. Mas hay
q ue reconocer que del carácter que asuma el acontecer de la
historia, su impersonal o suprapersonal anonim idad, como tam­
2. E l problem a de l a h is t o r ia y del h o m b r e. bién del influjo de potencias como la T écn ica y la Economía,
j depende en gran m edida el presente y porvenir del hombre, del
i Dasein com o hum ana existencia histórica.
zcomeTe ¡0\ 7 i s ™ ' a : , eCOm° T “ ' dom ¡" ¡° * conocimiento', ......El Dasein, en tanto que hum ana existencia histórica, sólo
______ 1 nHSm° <l ue con cl conocim iento de la naturaleza! ^Ruecle saber de una civitas terrena, de cuyos intereses, pasiones y
pensam ientos está hecha la -trama sobre la cual el hom bre bos­
lurphilozopu·; S ch eu in
5 g s^I-ÍKC,
r k e “ij , p ag . 68S,
68íT AAuswlial
.^ T 'Í von OSy*U'm 'Ier ;V;;'
tto Weis. queja sus empresas de todo linaje, haciendo historia y dando
pábulo al proceso de su acontecer co n sus peripecias intrínsecas. concepción cristiana de la historia (San Agustín). E n el espíritu
En éstas el Dasein va, a su -"ez, arrastrado y hasta queda reducido universal, cuya exégesis' en el tiem po es la historia, es donde se
al estado de ente anónim o e im potente. . cum ple tal justificación. La conclusión a q ue llega H egel es
q u e la historia universal, el efectivo devenir del espíritu, es la
verdadera teodicea, la justificación de D ios en la historia.

3. La c o n c e p c ió n de H egel.

4 . F a l e n c ia de la f il o s o f ía de la h is t o r ia . .
¿Qué h e m o s de pensar, pues, cie la historia? ¿Cómo conce­
birla? La últim a gran respuesta a la interrogación por el sentido
L a f i l o s o f í a , a partir de H egel, ha fracasado en su intento
d e la historia es la de H egel, tal como ésté la ha form ulado
d e galvanizar, fundam entando su validez, la filosofía de la his­
sistemáticamente en sus Lecciones so bre la Filosofía de la, H istoria.
toria, cuya falencia es ya evidente. Entre la historia como teoría,
f A q u í estatuye q ue a la historia no la hacen los hombres ni los
en la que se hace residir u n supuesto fin en sí cognosciláíe, que
pueblos, sino que el protagonista de ella es el “espíritu u niver­
le sería p ropio y determ inante de su decurso, y la pra x is exis­
sal”, el W eltgeist. La “inm ensa masa de voliciones, intereses y
tencial cie la historia, la historia vivida y hecha por lo s''Hombres'
actividades son el instrum ento clel W eltg eist para cum plir su
y los pueblos, se abre u n abismo, que n in g u n a concepción ha col­
fin ” J. D e m od o q ue los intereses y afanes de los individuos y los
m ado. N o obstante, el pensam iento europeo contemporáneo, ape­
pueblos no son más que los m edios para u n supuesto fin uni-
land o a subterfugios doctrinarios, se resiste aún a reconocer la
y e p a l-d e l que ellos nada saben y en cuyo cum plim iento incoñil·-
im p osib ilidad de asignar un fin a la historia. Se muestra reni­
[cientem ente colaboran.
tente en enfocar, en su nuda y dramática efectividad, la situación
* La historia universal es, para H egel, “el progreso en la con­
existencial del presente, caracterizada precisamente por u na praxis
ciencia de la libertad” 3. Pero conciencia de la libertad no es li­
operante, transformadora, que ha dejado atrás toda baldía es­
bertad de la conciencia, autonom ía del individuo, puesto que
peculación.
ésta como libertad “subjetiva”, com o querer individual, desapa­
rece, a través de la estructura objetiva del Estado, en el espíritu
universal. E n definitiva, “libertad sólo puede existir donde la
individualidad com o positiva es sabida en la esencia divina” K 5. E l s e n t id o h is t ó r ic o .
H egel, pues, no hace más q ue secularizar la civitas D e i de la

2 y 3 V orlesungen ü b er die P h ilo so p h ie d er G eschichte (“ E in le itu n g ’'), A f i r m a r q u e en la historia, en el acontecer, habita,„inde­


pájís. 53 y 61, ed. R eclam , Leipzig. '
4 Op. cit., pág. 91. p endientem ente de las empresas de los hombres, un sentido, es un
La r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a 21
supuesto gratuito e infundado. El tan invocado “sentido históri-. .
c o ” es, como ya lo vió Nietzsche, teología encubierta (verkappte procela de la superficie y asirse a la tabla de u na creencia en­
T h eolo gie). A pertura de sentido en el acontecer es asunto -del vu elta en “ropaje histórico” 7. M ediante ésta se sentirá “seguro”
D asein , fuente d e toda otorgación de sentido. Siempre los hom ­ en “el eterno presente”, pues, para conquistar el “sentido his­
bres han tenido y acariciado endopá ticam ente la idea de un fin tórico”, hay que ir “con la historia más allá de toda historia”.
ú ltim o en la m edid a en q ue se han sentido copartícipes del acon­ Así “la historia es ella m ism a el camino a lo supra-histórico” 8.
tecer, aunque, carentes de una clara conciencia epocal, h a n igrip:, C om o filosofía de la historia significaiQ U O sam ent^ u nid ad y sen-
rado que ese fin estaba condicionado por el repertorio integral tJaoT^l&'Ttttedid&IQÍ'que vivim os desde la unidad, vivim os en la"
y el carácter de u n determ inado período histórico, cuyos...límites historia supra-liistóricamente. Pero com o “la unid ad de la his­
eran los m ismos q u e los d e la posibilidad d e realización d e jiq u é l. toria n o es ella misma más historia” 0 el problem a de la historia
encontraría su solución, según Jaspers, en postular u n núcleo
' ■ ' ' " .......... lí ......... "r... ............ .... on tológico supra-histórico —la supuesta unid ad — de cuya validez
se encarga de dar cuenta el contenido subjetivo de una creencia.
La precariedad de esta solución es evidente.
6. L as s o l u c io n e s contem poráneas: H e id e g g e r y J a spers.

E l p r o b l e m a de la historia no tiene solución dentro del marco


de u na inexistente filosofía de la historia. N in g u n a cíe las con­ 7. T e o r ía s de la h is t o r ia com o t e o r ía s del “ s e n t id o ” .
cepciones filosóficas q ue ofrece el p ensam iento actual da u n a
respuesta satisfactoria al mismo. N o , lo es la que aporta H e idegger.__
al proponer com o solució n la fe en el ..profetism o mítico-poético _ H a s t a a h o r a , todas las teorías de la historia, desde la con­
d e H dlderijfi: ^TaTpalabra d e H ölderlin dice lo. sagrado y n om ina cepción de la historia com o proceso escatológicó 5de salvación hasta
así el ú nico espacio-tiempo de, la decisión inicial para la estruc- , la de la historia como “progreso”, incluyendo la de Jaspers, han
tura esencial, de la historia venidera de los .dioses .y. .d eJas .h u m a - ... sido teorías del supuesto sentido de la historia. Considerar la
n idades” 5. T a m p o co resuelve el problem a de la historia en una historia com o u n todo es ya atribuirle un sentido, 'configurán-
instancia filosófica —única válida si todavía se pretende hablar de ao ía^ roi^ ^ B jet'd ^ 'q u e se ofrece al conocim iento de u n sujeto.
“filosofía de la historia” de manera inteligib le —la concepción de C u anto más objetiva es considerada la historia, conforme al sentido
Jaspers. R ecom ien d a al hombre, m edian te u n “presente cum pli­ unitario q ue se le atribuye, tanto más subjetivo, en un significado
d o ”, una inm ersión en el “eterno origen” e para luego emerger a la ón tico inm anentista, se considera a su correlato cognoscente. Pero
es el caso que la otorgación de sentido a la historia, o apertura de
5 H eidegger, E rlä u te ru n g e n zu H ö ld c lin D ic h tu n g , p ág . 74, K lo sterm an n ,
F ra n k f u r t,-1951. Véase adem ás B rie f ü b e r den H u m a n is m u s , págs. 84, 85, 86,
F ra n k e A. G., B ern, 1947. 6, 7, 8 y 9 J aspers, Vom U rsp ru n g u n d Z iel d er G eschichte, pags. 5, 334,
338, 339, R . P ip e r, M ü n ch en , 1949.
sentido en ella, no p u e d e tener lugar a partir del sujeto así con­ ob jeto p rop io de la historia. El fin últim o de ésta y su sentido
cebido, n i a partir del ser en la proyección, trascendentalista y hay q u e buscarlos en una instancia objetiva suprema. Pero, desde
m ítica que le asigna el ú ltim o Heidegger. T a l otorgación de sen­ H egel, la filosofía ha girado más de un cuadrante en dirección a
tid o al acontecer histórico sólo es posible en virtud de la histo­ la antes desvalida existencia del hombre individual, la que in ­
ricidad com o estructura básica del estar en el m u n do del Dasein surge, para recuperar lo suyo·, con la existencia “resuelta” de
y a partir cjél hom bre existente, cuyo pensar se m ueve en la Kierkegaard. Su ejemplaridad agonal, signo de interrogación en­
dim ensión de la com prensión del ser. El es, dentro de u na situa­ tre vida y muerte, engendra doctrina, desplaza sólitos y sólidos,
ción existencial concreta, co-ejecutor en el proceso de la historia. hitos e inicia el retorno al hom bre concreto y existente.
H egel, el más grande metafísico del siglo X IX , es el primer
pensador que aborda sistem áticamente e'1 problem a d e la historia. ' 1\
Forjó su esquema universal, incluyendo en el m ism o a todo el
f\
planeta con sus culturas y estirpes'. D ió rostro y figura a la í i l o 8. E l “D a s e in ” y l a o t o r g a c i ó n d e l s e n t i o .í x V pj
sofía de la historia, interpretando la historia universal com o la .V
exégesis del espíritu en el tiempo. V inculó entre sí, de este m odo, . .' I '
los conceptos de esp íritu y tiem po. A l afirmar que la razón es x A i -i o r a la h istoria, el acontecer tiene que tomar “su” sen tido·
la única idea que la filosofía aporta consigo y que ]a razón \ d el h o m b re.,gxis.te.pje,..sêm ^'"<|üê'ei5erge del P ^ cy s,.,c u y a .6stt:Ufc..
gobierna el mundo, cam bió el aspecto del planeta para el hom bre tura ontológica .J.'undamental.,de1 estar en e l ..mando„eA,.ya_histo-.,
de la cultura occidental, dotándolo a éste d e conciencia ecum é­ ricidacl. D e modo que el s e n tid o „ n o ..es.,.extr.aído._pQr™eL.lT,Q.robre,,,
nica. El m undo es u n todo unitario cuyo ám bito es el escenario ¡ del_decurso de la historia, concibiéndose a sí m ismo como sujeto,
de las peripecias de la historia, regidas por el W eltgeist. H egel ahisttfy-iro situado frente a sil objeto, es decir, n o es interpretad.^..,
n o sólo no pregunta si la vida tiene sentido o carece de él, sino jj ajoartir eje los “hechos”, sino otorgado a éstos por él en tanto q u é
que, para su época, torna baldía tal interrogación. U n icam ente ex isten te... ................ ....... . ... ......... .............. ·
pregunta por el sentido, —supuesto ya por él en virtud del im ­ '""'' H istoria originaria es, en efecto, historia, de sen tid o por
perio del logos— del total proceso de la vida histórica (la vida cuanto merced a este último·, por tratarse de u n existencial, sé
dentro del marco d e la historia universal). R econ oce así que la realiza la apertura del ám bito en que ha de desplegarse el ser
universalidad no es u n aporte del hombre ind ividu al o de las co­ del hom bre en todas sus posibles articulaciones ónticas, tanto
lectividades, sino u na resultante del W eltgeist; u na contribución individuales como colectivas. Esto supone, en el más p róxim o ^
de lo colectivo (del espíritu d e los pueblos) en tanto que vaciado m u n d o circundante, la mediatización, por parte del existente, de
en forma estatal y troquelado además unitariam ente por la his­ la técnica, de la economía, del confort, en u na palabra, de la
toria universal. Pasa así, sin la menor vacilación, por encim a de civilización com o conjunto de artilugios| amanuales. E ntonces_la. $ '
la existencia ind ividu al y de su libertad. Las particularidades de historia es historia de la realización, del hacerse del ser del h o m - |
los individuos son, según él, las más rem otam ente alejadas del ‘... bre de acuerdo a un repertorio épocal de fines, configurado por.1
JuiiMi_iÇQ|xci^tâ.íiiíjy^3ición_cxistenciâl. El decurso de la historia q ueda,
cepción d é l a historia como ‘‘prQoreso” ic a r e n te de fundam ento),
pues, vinculado a esta situación, súpeditado a la mism a en mayor
n i tam poco de retorno de lo igual, si se interpreta la idea cen­
o m enor m edida según ella sea propia o im propia, es dccii según
tral de la metafísica de Ñietzsche, el eiuige W ie d e r k ú n ft...d e s .....
..., cl ue el “ahora” que . vivan los hombres sea "resuelto” o 110.° El
G leichen sólo como un retorno de lo óntico, merced al cual el
' fin “ú ltim o” del presente epocal, del “ahora” determ inado por
hom bre se desperdigaría siempre de nuevo en las mismas cosas;----- --
lo veiiidero que le es inm anente, es. la realización de ü n jjro-,
en la externidad del ente (lo q ue sería desconocer el alcance de
S aini1 de_ existencia. Ciertam^ente., que... t a l , rsituación .p uede „estar, ^ l a gen ial concepción nietzschiana). Por el contrario, —y esto nos
Baldía de lo venidero y los h om b res'n o esperar n i3 a , no copar- I delata la profunda dim ensión existencial del pensam iento de
ticipar en un acontecer con sentido y, en ç-unLuo entregarse a
Ñietzsche— la idea del eterno retorno de lo igual piensa el re­
éste com o a una fuerza ciega. En este caso sería u n a situación
torno del ser en el hombre, y de la existencia en éste. Es él
decaída, en la que el hom bre es un ju gu ete de las potencias
m ovim iento circular eñ qué lo “eterno” es la constancia de u n a “
anónim as de la historia, que han escapado a su control. U n
d in ám ica cuyo principio siempre recomenzante constituye el fin,
“ahora” semejante carece de sentido, no en sí, sino· únicam ente
y el fin, el principio. “Que to d o retorna, es la más extrem a a p ro ­
UPara el Dasein. N o se vea en lo dicho n in gu na alusión a la si­
x im a ció n d e un m u n d o del d ev en ir al m u n d o d el ser” 10. L o n u e ­
tuación de la hum anidad actual, acerca de la cual abundan, al
vo, en el retorno de lo igual, no es pues, lo idéntico, sino, en
_ margen de toda consideración seria, los gim oteos y las palmas y
auténtico significado nietzschiano, el aum ento de poderío de la
coronas funerarias de los que ya llevan lu to por la “muerte de
vida (voluntad ele vida), la única forma de ser que nos es accesible,
D io s”, de las esencias, de los valores, etc., por la lejanía en que
según Ñietzsche. Por eso, para él, “im p r im ir al devenir el carác­
se mantendría el ser con respecto al hombre, víctim a “inocente”
ter del ser, esto es la suprem a v o lu n ta d de p o ten cia ” 11. L o nuevo,
de la técnica, y de otros poderes demoníacos de la civilización
pues, lo que siempre retorna, en el incesante proceso de génesis
industrial y de masas.
de la libertad, es el acceder del hombre a su ser, a la tarea de
( En ^ situación existencial concreta decide u na pra x is ope­
-lo r ia r lo en u na proyección política y cósmica.
rante, ti ansformadora, A u n más, esta últim a con sus exigências
la configura y le da sentido. Implicado· en el acontecer, en el que
cuenta su decisión y su. libertad,,el hom bre sabe de la expectativa
y j i e n e p o rve n ir, hay para el lo adviniente. El nervio del proceso
histórico es u n fin concreto a realizarse en é í y por él. El hombre'
es para el hombre u n programa existencial a cumplirse e n una
situación modificada en virtud del conato q ue él ha puesto para
ello L> q ue espera, lo advinientc .es im. m áxim o de accesión a
su ex.stencia, una dilatación ele su. poder s e r . con relación .a su
...no cabe hablar de progreso de acuerdo a la con- 10 y 11 D er W ille z u r M acht, N ietzsche W erke, Bd. X V I, S 101, A. Krö-
n e r V erlag, Leipzig.
I
SITUACION EPOCAL
DE LA

EXISTENCIA
W as das In d ivid u u m , b etrifft, so ist
o h n e h in jedes ein S o h n seiner Zeit; so
ist auch die P hilosophie, ihre Z eit in
G e d a n ke n erfasst. _
(E n lo q u e concierne al in d ivid u o ,
cada u n o es, p o r lo dem ás, h ijo de su
tie m p o ; asi ta m b ié n la filosofía es su
época concebida ideológicamente.)
I í e c e l , G ru n d lin ie n d er P h ilo so p hie des
R e c h ts, V orrede.
C A P IT U L O I

E L E X IS T E N C IA L IS M O , FIL O SO F IA DE
N U E S T R A E PO C A

1. G ir o e x is t e n c ia l del pen sa r f il o s ó f ic o .

E l a p o g e o d el “existencialism o”, de las diferentes tendencias


filosóficas y problem as que se incluyen en esta designación, es
resultado d e la vigencia de un clima espiritual, de u na sensibi­
lidad h istórica favorables para disposiciones emocionales e inte­
lectuales q u e encuentran su fundam ento en el hom bre concreto,
en la prim acía de las estructuras de su existencia. Pero este clima
o estado a n ím ico general, a cuyo ad v en im ien to han contribuido
tam bién la poesía, con sus nuevas dim ensiones vivenciales, y la
literatura y e l arte, tiene sus raíces más profundas en la filosofía,
en la actitud filosófica del hombre contem poráneo que, en m edio
Mde una situ ación histórica modificada, empieza a vislumbrar en
' el existir (Daseirú), el ú n ico acceso a la vida, como peculiar m odo
j d e ser. . ·
La visió n filosófica, q u e se había enajenado en la objetivi­
dad, en las instancias racionales a que tiene acceso la conciencia
cognoscente, e l yo abstracto, se desplaza hacia lo inm ediato, a la
esfera de la em otividad y de los estratos irracionales del sujeto
real, es decir, hacia el hom bre existente y la peculiar m ovilidad las estructuras q ue están en la base de la ec-sistencia. N o obs­
de sus estructuras temporales. tante su p rofundo y estremecido b uceo en el “instante” y la
Este desplazamiento se ha ven ido gestando en el seno m ismo penetración con q u e logra discernir el carácter im perm utable, de
/ d e las posiciones racionalistas del idealism o m oderno y de las singularidad, p ropio d é lo histórico, tam poco llegó a ahondar
tendencias influidas por éste. Así, Fichte afirma q ue la realidad en la esencia de la temporalidad, quedando, por ello, aferrado
q u e contem pla la filosofía va a encontrar su. centro en el hombre; al concepto vulgar de tiempo. T o d o esto hizo que permanecieran
la filosofía ha de tener por objeto la existencia del hombre, to­ veladas, para éi, las estructuras ontológico-existenciales de la
m ado i ntegralmente· Schelling, a su vez, prestando atención a la fin itud radical del ente hum ano y que, planteando el problem a
...... ^n.ITl£cIiat:ez cie Ios contenidos existenciales, nos dice q ue el dato de la alteridad, y por lo tanto d e la trascendencia, en el terreno
irracional, en el sujeto existente, escapa a las categorías racionales óntico-religioso, apelase a u n eterno, a un Absoluto, q ue desde
de la conciencia cognoscente. T a m b ié n H egel reconoce el m o­ ■el seno de su oculta inm anencia deja caer, desprenderse, a la fi­
m ento de la existencia, pero ésta, como lo histórico singular, com o n itud existente.
sujeto finito, queda, para él, recogido en la razón absoluta, y es La filosofía nietzscheana, adversa, a su vez, a la hegem onía
“superado” y desaparece en el proceso racional dialéctico. d e la ratio y del espíritu, y del correlativo predom inio del hombre
A u n q u e el problema de la existencia queda filosóficam ente meramente “consciente” y desvitalizado, tam bién va a señalar a
insinuado en estas posiciones, el enfoque del m ism o n o llega, sin éste la necesidad de retornar a sí mismo, de concentrarse en sus
embargo, a ser expreso n i temático. R ecién va a serlo, cobrando potencias inmediatas, en su ser real. En este sentido, por haber
j a q u e l desplazamiento el carácter de una centración en la con­ form ulado genialm ente esta exigencia, Nietzsche, con su filosofía
creta existencia del hombre, con Kierkegaard, pese a q u e el plan. de la vida, en la q ue ésta es considerada como “la forma, para
team iento kierkegaardino no tiene lugar" en un p lan o estricta- nosotros, más conocida del ser” y, a un tiempo, como la más
]/ y m ente filosófico, sino religioso. Kierkegaard niega la posibilidad potente, es u n o de los grandes precursores de la filosofía de la
•Tdel pensar puro, representado y tipificado, para él, por el idea­ existencia. Pone al descubierto, m ediante una crítica incisiva y
lism o dialéctico de H egel. E s t e . identifica ser y pensar, lo que hasta destructora, las raíces de la idea de un tras-mundo, erigido,
significa, según el místico danés, n o existir concretam ente, ausen­ tanto por la filosofía (por el platonismo) com o por la moral y
cia de verdadero interés por sí mism o —por la existencia im per­ la religión, en el verdadero mundo, frente al cual éste, en que
m utable del individuo singular— ya que el existir entraña el vivimos, queda desvalorado y reducido a m undo aparente.
m áxim o interés para el existente, lo que hace q u e éste “ tenga Nietzsche va a mostrarnos, al hilo de un análisis que penetra
constantem ente, un r¿Aos”; el interesarse, pues, por el existir ex ­ en las últim as m otivaciones, cómo el hombre, arrebatado por el
presa la realidad misma. Pero, con todo, Kierkegaard estuvo lejos señuelo de las “ilusiones trascendentales”, deserta de su propio
de entrever la posibilidad de asentar una ontología de nuevo giro ser, para vacar, com o entelequia, a u n m undo inventado, cons­
sobre el prim ario e indesplazable interés del hom bre concreto truido, por la razón. N os dice que el hombre, en tanto que se
por su propio existir. N o infirió la dimensión problem ática de supedita exclusivam ente al deseo de conocer, deviene u n ente
falsificado por la ratio, q ue se aleja de su propia esencia, es
decir de su existencia. Es así cóm o permanecemos extraños a nos­ En lo q u e concierne a la sabiduría, Aristóteles nos enfrenta
otros mismos, hasta el p un to, subraya, q ue “cada u n o es para sí a la naturaleza teorética de la misma. A p ela para ello, a la his­
m ism o el más lejan o”. Estos s e a los antecedentes y a la vez la toria de su origen, y esta historia no es para él mera cronología,
filiación doctrinaria, q ue podem os llamar directos, de la actitud cúm ulo de noticias acerca de la sucesión contingente de las estruc­
existencialista. turas que la filosofía nos ofrece a través del decurso temporal.
Esencialmente, tal historia, com o búsqueda de un acontecer ori­
ginario y fundante, aporta para Aristóteles el testimonio, la m os­
tración de q ue la filosofía tiene su hogar, su brote germ inal en
2. L a a c t it u d e x is t e n c ia l y las seudo in f l u e n c ia s .
la esencia del hombre, es decir en su existencia. El esfuerzo y la
tendencia del hom bre hacia el más profundo conocim iento es,
en definitiva, la nostalgia de ese hogar. Esto nos esclarece el sen-
^ L a a c t i t u d existencial, au nq u e inexplicita, pero supuesta, \ tido profundo de la d efinición que de la filosofía nos da Novalis,
está ya germ inalm ente activa en el pun to de partida clásico de la según la cual “la filosofía es H eim w eh , nostalgia del hogar, la
indagación filosófica. En efecto, en estos comienzos la filosofía tendencia a estar, por doquiera, en su sen o”. ...
aparece directamente referida al problem a de la existencia h um a­ Ahora bien, la m otivación existencial, que está en la raíz de
na. Podem os hablar, pues, d e un enraizamiento de la filosofía, todo au tén tico filosofar, nos dice que la filosofía que ha crista­
como especulación y como doctrina, en una primaria m otivación lizado en construcciones racionales, que ha sido decantada en es­
existencial. Esta m otivación está en la base de la filosofía, desde tructuras objetivas conceptualizadas, es sólo remate de lo especu­
sus orígenes hasta las últimas construcciones sistemáticas del idea­ lativo, que es el im pulso originario de su proceso. T oda filosofía,
lismo alemán. L a filosofía va a encontrar su fundam ento y jus­ antes de encontrar expresión en la instancia del pensamiento dis­
tificación en el hom bre en tanto que éste, para advenir a su esen­ cursivo y sistemático, ha alentado, como tendencia, como pensar
cia hum ana, necesita filosofar. Así, para Platón, el hom bre es especulativo no form ulado ni sistematizado. La filosofía sistemá­
esencialm ente hombre en la m edida en q ue es apto para encon­ tica es tan sólo u n a forma o manifestación parcial de aquella ten­
trarse a sí m ism o en la reflexión filosófica. Esta es la razón de dencia o im p ulso prim ariam ente filosófico.
que la metafísica platónica sea el fundam ento de un hum anism o. Hay q u e distinguir entre la m otivación o actitud existencial
Y Aristóteles, en la etapa inicial de su M etafísica, al h ilo de la y las seudo influencias, de las q ue se pretende derivar el existen­
idea cie p h ilo so p h ia p r im a esclarece, ante todo, el amor a la sabi­ cialismo, tergiversándolo. Con u n criterio m uy laxo se puede atri­
duría o sea al más p rofundo conocim iento, apelando al m odo buir la paternidad del existencialismo tanto a Sócrates, por su
en q ue el hom bre ejercita este conocim iento, ya q ue sólo m e­ método de discusión, como ver u na precursión de la existencia
diante el mismo puede llegar a estar presente, a existir, en tanto “resuelta” en los santos estylitas porque se pasaban su vida sobre
q ue hom bre, en la filosofía. una colum na en m ed io del desierto. Estos exhibían una existen­
cia "resuelta” au nq u e n o para sí misma, sin duda. A base de
seuclo influencias, y con argumentos que corren parejos con los com portam iento finalista, con todo l o que de inmediatez pre-gno-
ejem plos aducidos abundan las exposiciones e interpretaciones seológica hay en ella. El pensam iento que, jjoi- 'ifíiperativo d e una
de la filosoña de la existencia desde el· p u n to de vista confesio­ razón cognoscente, ailsiosa de universalidad y necesidad, se había
nal. Tocias^ coinciden en el p ropósito de neutralizar su filo secu­ situado en el p u n to de vista del objeto, y de las categorías por las
lar. Las mas ortodoxas hacen remontar el existencialismo a T o ­ cuales ercoñ ocim ien to de éste se funcionaliza, retorna ap ü j é t ó exis­
mas de A q um o, haciendo de éste, merced a la errada identifica. tente y-trata de inferir, para-la exploración Tíilosólica, zonas d e la
cion de existencia con ex isten íia en su acepción tradicional,..un subjetividad que, en virtud de u n a sistemática y radical tendencia
precursor del mismo. Para ello aducen, además, la p riorid ad ’que objetivista, h abían sido preteridas 1) sencillam ente consideradas
d io al ser ’, es decir al ente supremo, que no es lo m ismo com o dom inio del puro arbitrio irracional y, por lo tanto, irrele­
q u e el ser. vantes y opacas para la labor conceptualizadora. _
Ya por este fácil cam ino de las influencias, algunos han que- Este tornarse del interés filosófico a la existencia y a su i
n o ver en San A gustín y en Pascal el antecedente del existencia­ m ó v il suelo problem ático trae aparejadas d.o,s . .pgsibüidades, o
lismo por el hecho de que Confesiones y Pensées son obras de direcciones. O sólo el contacto con la existencia como u n pun to
prosa. . . ¡autobiográfica! de partida reputado inabolibíe, pero que cabe sobrepasar en el
m ovim iento de una trascendencia q ue no renuncia a la objetivi­
d ad y a postulados de validez universal; o al afincam iento en
la existencia, considerada com o u n com ienzo y, a la vez, como
■5i L a e c s is t e n c ia y los ‘' e x i s t e n c i a l i s m o s " . J
"üna m eta d e toda indagación, de m od o que la existencia y su
esclarecimiento esté como tarea al principio y al fin de la filo­
sofía. En este ú ltim o caso, la cuestión de la objetividad en el
. . AHORA -£gbe preguntar cuál es el significado· y alcance que conocim iento queda desproblematizada por su i n d i c a c i ó n en
debem os asignar al “existencialism o”, devenido caudalosa y d ila­ u na estructura más primaria, q ue supera la disyunción entre lo
tada c o m e n te de la. filosofía actual. A n te tocio, hay q ue señalar' “subjetivo” y lo “objetivo.”;, la llam ada objetivación vendría a
CP el un marcado interés por. el ser^ el;, hom bre singular, histó­ ser un extrañam iento de laf Existencia, u n salto por encim a de
rico, entregado a su peculiar existir,, a, su ser y hacer. Este hom ­ lo existencial. Por consiguientéj'jla e x istencia com o .tal y en con-,
bre concreto, y„no él., ego abstracto,.del. racionalismo y de los siste­ creto no p uede ser “ob jeto” de conocim iento, en la acepción
mas idealistas, debe constituir el p un to de partida y tam bién, k ' gnóséológica tradicional cíe esta palabra.
m eta de toda pesquisiciónfíilosófica. En su origen, éste y no' otro" Dentro de estas dos posibilidades principales caben p u n tos
ha sido el fin que, confesada o tácitamente, se ha propuesto la de vista interm edios o mixtos. D e aquí que, en el existencia­
filosofía con su retorno a la existencia y a sus estructuras in m a­ lism o”, podam os distinguir diversas actitudes y tendencias que
nentes D e aquí q ue cobre-prim acía, „para la consideración filo­ hacen sentir su influjo en todas las elaboraciones del pensamien­
sófica, la subjetividad hum ana, ^ el ám bito de su más próxim o to contemporáneo.
El acento que recae en el problem a de la existencia tiene ■“existencialism o”, tom ado en las acepciones q u e hemos consig­
distinta fuerza según sea el p ropósito y la orientación que im p li­ nado. Pero, si tenem os;en cuenta su p un to de partida, su termi- ,
can esas actitudes. Así, hay u n "existencialismo”, que más pro- ñ u s a q u o , la posición del genial filósofo germ ano tam bién hace
^ piam ente podemos llamar existen tivism o, en el q ue se otorga pre- recaer su acento en el ser del hombre, en la necesidad de resca­
- J l a c i ó n í a los contenidos ónticos de la existencia hum ana y a la tarlo desde las lejanías de una gélida objetividad, desde el plan,CL
inm anencia de sus modos estructurales, con una muy precaria He la razón abstracta, donde sólo fu n ciona com o un ente anó­
posibilidad de trascender hacia u na instancia objetiva, puesto nim o y es mero concepto, para centrarlo en la ec-sistencia. N o
que el m ovim iento que a ésta conduce está constantem ente ace­ obstante, la determ inación de las estructuras existenciales no es ,
chado por una negatividad q ue n o le adviene de fuera, sino que la m eta de la filosofía. T a l tarea es sólo u n m om ento del proceso
es intrínseca a ese im pulso, el cual desde su raíz misma se nos analítico de la herm enéutica de la existencia hum ana.
presenta amenazado por el fracaso o, para hablar en términos Igualm ente se cuenta en la gran, Corriente ^ del “existencia­
de Jaspers, por el “naufragio” que, al final del esfuerzo, cuando lism o” al llam ado existencialism o catófeco, "posición en la que el
éste, tras dramática tensión, remite, es su peripecia inevitable. ^ p r o b le m a de la existencia, por ser contem plado como u n mero
Pero como, según este p u n to de vista, la existencia no está situa­ tránsito, queda m ediatizado por exigencias extrafilosóficas, con­
da al com ienzo de la filosofía, sino más allá de los lím ites de cretam ente de tipo dogm ático y confesional. Se trata, en unos
ésta, y el filósofo, en su empresa, estaría condenado a valerse casos, de una m ezcla de existencialismo difuso y dogmatismo espi­
únicam ente de la razón y su m o d u s o peran di, entonces resulta que ritualista católico, tratando éste de presentar u na faz un tanto v
la existencia es una realidad inaccesible, una meta inalcanzable secularizada; y en otros, del intento, imposible, de amalgamar la ^
para el conocim iento. temporalidad, es decir, la historicidad de la existencia hum ana V
I T a m b ié n se_ denominaba... si m ism a “existencialismo” la ten- con los principios de la postulada p h ilo so p h ia perennis, las pre- /
Id en ciá q ue identifica a éste con u n “hum anism o”, con predomi- suntas verdades eternas (las veinticuatro tesis) que, con intención |
f n i o del factor subjetivo y antropológico, au n q u e' esta posición, apologética, proclam a la neo-escolástica. Porque de u n “existen­
j|éh la m edida en q u e ella aspira a proporcionar una perspectiva so­ cialism o” cristiano se puede propiam ente hablar sólo con refe­
bre los problemas de la metafísica ontológica, im plica supuestos rencia a Kierkegaard, q ue planteó el problem a en función de la
■ objetivistas y adopta criterios idealistas. fe com o paradoja absoluta, com o dramática tensión, la que, en
. Se incluye asim ism o en el “existencialism o” a posiciones que, el alm a angustiada del hom bre singular, existente, supone la
k im plicando desde un determ inado enfoque una analítica fenóm e- síntesis, siempre; precaria, de lo temporal y lo eterno, de fini-
M. nológica de la existencia hum ana (Daseirt,), sin embargo sólo con­ tu d e infinitud. E l objeto de la fe, d e la fe apasionada —la
sideran a ésta com o p u n to de partida básico para la interrogación única verdadera, para Kierkegaard— es lo absolutam ente para-
por el ser, interrogación que es posible por ofrecer la existencia dojal porque es la paradoja la que n iega y hace desaparecer la
hum ana la oportunidad óntica para la misma. T a l es el caso de 4 oposición entre lo temporal y lo eterno, haciendo a lo histórico,
la filosofía de H eidegger, a la q u e n o se puede involucrar en el eterno, y a lo eterno, histórico. .
. t
E n el sen tid o del esfuerzo para alcanzar, en la pasión de da
fe, aquella síntesis, Kierkegaard (caso extrem o del individualis­ entraña el aguijón de u na “crisis”; ella p one en crisis a las ten­
m o historicista) representa, con su grandeza desesperada, la cima dencias hasta entonces imperantes, en el sentido que las rectifica
insobrepasable, en que se agudiza, la antinom ia de fin itud exis­ o supera. T o d a problemática que, por la autenticidad y fuerza
tencial y trascendencia divina. de su im pulso inquisitivo, cala hondo en los entresijos del acon­
tecer histórico crea sien^pre una discontinuidad con relación ál
pensam iento anterior. Se abre un hiatiis en la marcha de éste, y
tras la pugna y la polém ica entre las tendencias dom inantes y la
filosofía innovadora, se im pone ésta, q u e pasa así a informar, en
4. E x is t e n c ia l is m o y c r is is de la f il o s o f ía .
todos sus contenidos vigentes, el espíritu de u na época determi­
nada, deviniendo por ello filosofía de esta épo^ca.
L o p r e c e d e n t e m e n t e consignado nos perm ite ya señalar la En el caso del “existencialism o” concierne, mostrar que no es
radical novación filosófica q u e aporta :1a actitud existencialista. u na “filosofía d e la crisis” en el significado de producto de una
Esto explica J a ^ r í tica e incluso apasionada polémica que ha sus- situación anómala, de desvío respecto a un ru m b o que le hu- j
f citado de parte de las tendencias más o menos' ortodoxas. La ~jbiera sido prefijado al pensam iento occidental, sino que él im- 1
mayoría denlos representantes de la filosofía tradirfnnnl reaccio­ plica u na crisis de la filosofia, u n cam bio de derrotero en el plan­
n and o -violentamente contra el “existenciallsm o’V ’^ e f e n ver ,en team iento y absolución ele sus problemas fundam entales (el pro­
;ésteMuna im passe transitoria ,en la .dirección supuesta invariable blem a del ser, de la' verdad, clel tiempo, de la trascendencia).
y ya definitivam ente trazada por que discurre el pensam iento” 1 Q ue ha sobrevenido con el “existencialism o” una crisis para la
filosófico. D e ;aq uí que .intenten,explicar el advenim iento ciei exis­ 'filosofía lo está denotando el esfuerzo que realizan las posiciones
tencialism o (con el propósito de neutralizarlo), com o una '^filo­ tradicionales por poner de acuerdo sus principios y filosofemás
sofía ,de la crisis”, condicionada, por factores .históricos que, en Icón la problemática nueva y, como esto es imposible, porque
virtud de ,yna situación anóm ala .y aleatoria, habrían interferido festá de por medio la diferencia ele situaciones históricas, lo que,
la línep evolutiva de la filosofía occidental. El “existencialism o’' Sen el fondo, ellas in ten ta n es desvirtuar y torcer esta problemá-
sena, entonces, signo y resultado d e Ja desorientación dolorosa en Jtica para adaptarla a aquéllos, a sus exigencias teóricas y prácticas.
que ge .debate ,el hombre ele hoy, por haber perdido m om entánea­ Esta crisis está bajo el signo de u na ruptura radical con el
m ente el rum bo cierto, tradicional, y„,çl contacto con jla corriente p latonism o y los principios y criterios provenientes del mismo.
.J.,~cap£culaliv.a„que, d esd e los· comienzos griegos, viene discurriendo Pero si los fermentos de esta crisis están en los motivos filosó­
por un cauce ;ya predeterminaclo en la .totalidad de su trayectoria. ficos movilizados por el “existencialism o”, su germ en productor
,Así entendido, el existencialism o sería u n .fenómeno de tran­ no ha sobrevenido con él, sino que estaba ya entrañado en los
sición, u n a desviación xle la gran ruta ,que trae ila filosofía. P ero comienzos mismos de la filosofía, de su proceso inquisitivo.
Ya hemos hecho notar que los antecedentes directos de la ac-j'

Í
esta explicación olvida q ue toda problemática filosófica n u eva
titucl existencialista están en el iclealismo..alemán_ y. en las posi-
40 , C a r l o s A s t r a d a L a r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a 41

ciones influídas por él, tanto en sentido positivo com o negativo | 5. P r o y e c c ió n r e v o l u c io n a r ia del “ e x is t e n c ia l is m o ” .
(Marx, Kierkegaard, Nietzsche, Feuerbach). Mas, hay que señalar
■'S í
'/que es precisamente con las orientaciones especulativas del idea­
lism o alemán q u e se inicia la ruptura con el platonism o y su L a f i l o s o f í a existencial es, sin duda, la prinçipal corriente
3’ concepto de u n m undo objetivo y trascendente, de un reino de filosófica y, a la par, com o “existencialism o”, u n o de los más im­
I í objetos reales y eternos (ideas) q ue no serían producto de la portantes m ovim ientos espirituales del presente. Pero, en cuanto
h fil
j"jJrealidad histórica singular.'.Esta ruptura con los postulados de ella h a cuajado en este “ism o”, está corriendo el albur de todos
la trascendencia y objetividad absolutas, con las sedicentes cate­ los “ism os”. Sus adherentes y prosélitos, tienden a cerrarse, m e­
gorías eternas', va a consumarse en el “existencialism o” por obra d ia n te u n opinar sin discrimen, taxativo 'y sumario, a la compren­
de las posiciones que en éste traducen una reacción más radical sión auténtica d e los problemas implicados por las posiciones filo­
e innovadora, en p ugn a con el platonism o y sus últim os avata- sóficas en que esta corriente se ha originado. La consecuencia no
res, representados por los-presupuéstos- dogm áticos de la teología suele ser oti-a que el confusionism o acerca del alcance efectivo de
K . cristiana. T a l acontece principalm ente merced a la filosofía de los influjos operantes y de la verdadera proyección de las distin­
Heidegger, cuyas elu cid acion es. han evidenciado que las procla­ tas direcciones q ue afluyen al “existencialism o” .
madas “verdades eternas”, como así tam bién la identificación r T o d o “ism o”, ya sea artístico, literario o filosófico, tiene su
—mejor, confusión— de la idealidad de la existencia h um ana (de­ , p ú b lico y en éste asume la dictadura, por m edio de lemas, con­
rivada del carácter fenom énico de la misma) con un sujeto abso­ signas y recetas, el inn om in ado señor “ todo el m u n d o ” (el man
luto' e idealizado, delatan la precaria y subrepticia supervivencia : heideggeriano). Cuando el “ism o”, por este procedimiento, ha
“de los restos, todavía ni con m u ch o radicalmente eliminados, canalizado sus vías en el d om inio de la pub licidad e impera, así,
p-de teología cristiana, dentro de la problemática filosófica” 1. Es i el dictam en trivial, la autenticidad originaria de la problemática
| así que, apartándose de los principios trascendentaiistas del pla- n subyacente suele quedar velada para la mayoría de ese público
I ^ í tonism o y su elaboración teológica, la p osición de H eidegger I com o así tam bién para sus expositores, críticos y hasta para sus
‘ J tom a como p u n to de partida de toda indagación filosófica la ! adversarios. Interviene la cháchara, el discurso insustancial, y en­
n uda’ facticidad de la existencia h um ana (Dasein), m anifiesta en i tonces a la auténtica apropiación comprensiva de los problemas
su estar-en-el-mundo, a fin de establecer su verdadera situación, _se sustituye una inteligibilidad trivial y espesa, que desemboca en
_^__tal como ésta se presenta más acá de toda concepción religiosa y la confusión de posiciones y puntos de vista. La pulcritud dis­
trascendental. crim inativa y la precisión brillan por su ausencia en las formu­
laciones corrientes y, sobre todo, en las apreciaciones de carácter
p olém ico, y todo es u no y lo mismo. Así se ha llegado, m ediante
los ensayos de vulgarización del “existencialism o” y la confron­
tación de las diferentes tendencias que confluyen en él, a las
1 Sein u n d Z eit, pág. 230, M ax N iem cyer, H a lle a. d. S., 1927. conclusiones taxativas e inconcusas^más peregrinas.
liü ii

encam inarse a la p len itu d de su propio ser, en virtud de la rela­


Pero dentro de la diversidad de las posiciones abarcadas por
ción q u e en el· seño de su mismidad, el ám bito temporal de su
la com ún den om inación de “existencialism o”, y de sus: puntos
ec-sistencia, instaura con el ser, com o lo perm anente en el proceso
"TTde contacto y divergencia, cabe discernir una dirección, la d e
de su h um anid ad histórica 2.
más envergadura y estrictez filosófica, representada, sin duda,
por el pensam iento de Hg.idcgger, en el que está el pulso y el
rum bo de la nueva problemática. .
U n a de las consecuencias de más alcance de la analítica feno-

Í menológica de la existencia h um ana (Dasein) es la que destaca


la situación de ésta, tal com o ella se presenta en este mundo, en
su nuda facticidad, com o u n proceso temporal, en sí mismo con­
cluso. Deja, por ello, de ser concebida como mero tránsito, en
función de otro m u n d o d e beatitud, a que estaría destinada. D e
aquí surge la afirm ación de la existencia concreta, con su ám bito
social-histórico y del destino del hombre como ser terreno, q u e­
dando, para éste, ex p ed ito el camino que ha de conducirlo a su
hum anidad plena, sin interferencias trascendentalistas ni llam a­
das del más allá. '■
'I Porque el hom bre adviene a la existencia en virtud de q u e
| puede acceder a la verdad del ser, lo que está en cuestión es nada
menos que la realización de la esencia h um ana del hombre com o
un ser de este m u n do, consignado a su propia órbita finita. El
hom bre sólo puede concebirse en su hum anitas y tender hacia ésta
porque piensa la verdad del ser y deviene el ec-sistente por acce­
' sión a su propio ser.
i! La esencia del hom bre está en lo que éste efectivam ente es,
| y no más allá, y por esto él quiere ser solam ente lo que puede
!¡ ser, pero esta esencia del hom bre —su hum an itas— es histórica y
j no una estructura o núcleo ontológico de carácter supra-temporal.
Vale decir, q ue el ser, del honib re.lia de realizarse..en..la-historia 2 U n a _ ju n d a m e n ta c ió n . m ás explícita d e las ideas expuestas en el p rc
sen te ca p ítu lõ rT ê lã c iò n a d o con aspectos esenciales d e esta p ro b lem ática, está
¡I a través de todas sus contingencias, necesidades y cambios. En c o n te n id a en nuestros';libros: E l juego existencial (1933), Id ea lism o fenom e-
jj) m edio de éstos, inm erso en el tiem po histórico, el hombre estará nolgico y m etafísica existencial (1936), E l juego m etafísico (1942), Terjipo-
. ralidad (1943), Ser, h u m a n ism o , "existencialism o’’ (1949).
I siempre abocado a su gran peripecia terrena^ clew m r JiuiiiBno^
C A P IT U L O II

P R IM A D O E X IST E N C IA L D E L A P R A X IS

1, E structura u n it a r ia d e t h e o r ia y p r a x is .

N o s ó l o es una m isma estructura, existencial la que se des­


p liega en comportamiéíitfS’" 'práctico y com portam iento teórico,
sino q ue toda teoría im plica com portam iento práctico, e inver­
sam ente toda praxis está dotada de visión, involucra un com por­
tam iento teórico. El primer contacto con el m u n d o no nos lo
proporciona u n sedicente conocim iento desinteresado e inoperan­
te, sin o u n hacer y obrar, vale decir, una pra x is existencial que
es la base d e u n conocim iento posterior, depurado, m etódico y
sistemático, com o el que aspiran a lograr las ciencias y ya lo han
logrado algunas.
E l m u n d o circundante o ám bito de cosas utilizables para el
h om b re sólo m ediante la p ra x is es materia de vivencia. El m u n ­
d o d e las cosas, tanto de las materiales presentes, las q ue están
ahí, com o de las utilizables o amanuables —todos los utensilios,
todos los instrum entos— n o es inferido, pues, por u na supuesta
prim aria consideración teórica, sino por u n a actividad práctica,
m anipuladora, de carácter teleológico. Y com o la determ inación
i!"\'n,"J .......................... ....................
-----'--r.— .------ -- -------------------- . - -
Btt, , .1 ·, s . r, '

46 C a r l o s A s t r a d a L a REVOLUCIÓ N e x is t e n c ia l is t a 47,

de u n a finalidad cualquiera —siempre q ue no sea la del meroI 2. R a z ó n t e ó r i c a y r a z ó n p r á c t i c a .


| instin to— supone atisbo, visión, conocim iento, con esto quedaí
I dicho q ue tal actividad m anipuladora involucra a la teoría. La
actividad práctica transforma el m u n do circundante a ob jeto de La y oposición de teoría y práctica aparece por
d u a l id a d
p o n erlo al servicio de necesidades humanas, de urgencias fina­ prim era vez en Aristóteles. Este distingue entre el nous o razón
listas. Somos, pues, artesanos guiados. p o r u n im pulso id e o ló g ico. teorética y el nous o razón práctica.
En consecuencia, si hem os de aprehenderlas y valorarlas en su En la M etafísica (Libro I, 981 a 5 b 6) nos dice que la theoria
auténtico sentido de primarias posibilidades del ente hum ano, es conocim iento de lo universal, mientras' que el com portam iento
■debemos reconclucir, con Heidegger, theoria y pra x is a su estruc­ práctico se m ueve en lo particular. D e m odo q ue el objeto de la
tura o raíz unitaria, q ue no es otra que eljfcuidado |qug_Bfl&jaoa.-- V p ra x is es lo individual. Y en la Etica N ic o m a q u e a (Libro IV,
haxs&upor^ ™ h echo„j3^e& tax..& i^d^ uftdç^ “ Thè<>ria y praxis son ■Cap. I), al hacer la diferencia entre ciencia y arte práctica, asigna
posibilidades ontológicas d e un ente cuyo ser tiene que ser de­ a la parte racional del alma dos funciones, la q ue corresponde
term in ado como cuidado” l . a lo que podem os llamar razón teórica, que nos hace conocer las
/ Afirm am os teoría y práctica como com portam ientos nprima- cosas cuyos principios no p u ed en ser distintos de lo que son, y
rios q u e se im p lican rerip.TOC3me.nte. En la inferencia de su ámbi­ la propia de la razón práctica, q u e tiene por objeto las cosas cuya
to circuncíárite, el hom bre actúa en función de u n hacer finalista, existencia es variable y contingente. Así tenemos que, para Aris­
es decir en función de teorético, de.. la, pó&ti.ca. El com portamiento tóteles, función de la primera es el conocim iento del macrocosmo
práctico que lo lleva a confeccionar y m anipular los utensilios e . y el orden constante que en éste se manifiesta. La razón práctica,
instrumentos del contorno no es ciego, sino q ue ve la finalidad de en cambio, tiene por objeto las cosas humanas, sometidas a m uta­
tal creación y m anipuleo. D e aquí que la conducta práctica no ción. E lla no sólo nos proporcionaría un conocim iento individual,
sea ateorética, desprovista de,Vvisión. Si de m od o primario el obrar logrado m ediante la aplicación de principios generales, a las co­
posee visión, el reflexionar, la actitud teórica es, de moclo igual­ sas singulares, sino que, como razón práctica, posee principios
m ente primario, u n hacer, u n operar dictado por el cuidado de joeculiares, si bien está subordinada al nous teorético. En razón
u n ente —el hom bre— q u e está en un m u n do q ue sólo puede ser de esta primacía de la teoría con respecto a la práctica, Aristó­
inferido no m ediante u n a co n tem p la tio o conocim iento pasivo, teles afirma la superioridad de la vida especulativa o contem pla­
sino por una actividad transformadora de tal m undo, transfor­ tiva sobre la vida activa, que entrega al hombre a las cosas tran­
m ación con q ue se inicia el conocim iento del mismo. En síntesis / sitorias y mudables.
toda práctica posee visión, y toda teoría im plica un hacer. U n a relación semejante y hasta idéntica entre razón teó­
rica y razón práctica encontramos en el pensam iento escolástico.
T o m á s de A q u in o habla de u n a cogn itio practica, entendiendo
por ésta u n conocim iento referido a la acción. En el pensam iento
1 S ein und, Z eit, pág. 41, N iem eyer, H alle a. d. S., 1927. m oderno, W o íff acuña la distinción entre filosofía teórica y filo-
C a r l o s A s t r a d a

sofía práctica, asentando d e m odo absoluto la prim acía de la tanto q u e es la libertad ética o eticidad, no tiene para sus fines
- primera. Kant acepta esta distinción, pero trastrueca la jerarquía un con tenid o subjetivo, sino uno universal
de los términos, otorgando la primacía a l a r a z ó n p r a c t i c a , para Así tenemos q ue el espíritu como voluntad entra en la efec­
la que acota una esfera espiritual autónoma. E n este: sen ad o, tividad o sea, es razón práctica, y como saber se m antiene en Ja
Kant opera una revolución en el concepto de la relación jerár­ esfera de la universalidad del concepto, es decir, es razón teórica.
quica entre teoría y práctica, concepto abonado por toda la filo­ El sen tim ien to práctico que, en una fase anterior, im plica el con­
sofía anterior y basado en la prelación de la primera. E l elem ento tenido de la razón como contenido subjetivo y accidental, ahora
práctico, con sus postulados, se sobrepone al teorico. D esp u ts como eticidad tiene por contenido lo racional, pero en su univer­
- de Kant v e n d r á Fichte a decirnos que la razón practica es la raíz salidad y necesidad, en su objetividad y verdad, contenido que
d e toda razón. ... com o lo pensado es en la forma de la racionalidad 4. En el h om ­
bre, nos dice H egel, hay una única razón en el sentim iento, q ue­
rer y pensar.
D e m od o que, en el sistema hegeliano, la praxis es una forma
3. L a v a l o r a c ió n de lo p r á c t ic o en H egel. forma que, c u a p d a ^ e s ^ l ^ ^ . p ..li-

~ EN L A f i l o s o f í a hegeliana, el problem a de la relación de


teoría y práctica asume por primera vez un significado distinto,
u n sentido más hondo y sistemático del que posee en el pensa­
4. L a llam ada “ f il o s o f ía de la p r á c t ic a ”.
m ien to tradicional. Es u n m ism o espíritu el que, com o voluntad,
es razón práctica, y, com o saber, es razón teórica.
- Según H egel, el espíritu práctico, por ser en si subjetividad En u n a de las' orientaciones filosóficas contemporáneas, la
idéntica con la razón, tiene el contenido de esta pero com o in ­ llamada n eogh eliana porque, en lo fundamental, entronca con
n a ta m e n te singular D e donde el contenido del espíritu prac­ el pensam iento de H egel y aspira a prolongarlo, la relación de
tico es natural, accidental y subjetivo; pero esta determ inación teoría y práctica es concebida, en lo esencial, en forma más o m e­
es sólo el primer m om en to del espíritu práctico, es ecir - nos semejante. Así, para ^Croce, “la actividad práctica presupone
m ado en su inmediatez com o sentimiento, siendo este la forma la teorética”; la voluntad o, en este caso, querer práctico n o es
en que el sujeto se relaciona con u n objeto dado; y ya sabemos posible sin conocim iento 5. T al precedencia no significa que sea
q u e en la doctrina de H egel, la volun tad o espíritu práctico, en

3 O p . d t . , parsSg. 469 (“D e r p rak tisch e G eist”).


2~Encychopädie der philosophischen W ü n s c h t e n im Grundrisse. P a r á g . 4 O p. cit., par.-ig. 471 (“Das prak tisch e G e fü h l”).
71 ("D a s p r a k ti s c h e G e f ü h l" ) , e d . L assp n, M e in e r , L eip z ig . 5 Fitosofia della Pratica, p ag. 23, L aterza, B ari, 1915.
•concebible un hombre puram ente teorético, privado de vo lu n ­ 5. L o u t il it a r io y lo id e a l . ,
tad. Las formas del espíritu son distintas, pero no se dan sepa­
radas. C uando el espíritu está exp lícito en u na de sus formas,
las otras están también presentes en él, sólo que im plícitam ente. L a r e l a c i ó n entre teoría y práctica ha sido encarada por
“‘N o es verdad, dice Croce, que haya hombres prácticos y hom- M aurice B lond el, en su famosa T esis L ’A ctio n , desde u n p un to
¡ bres teoréticos” G. El hom bre teorético es tam bién práctico pues- de vista igualm ente, alejado y divergente del sólito en las posi­
/ l o q u e vive, quiere y obra; a su vez, el hombre práctico es incluso ciones tanto realistas com o idealistas tradicionales. B lo n d el otorga
¡ teorético desde que contem pla y piensa. La acción im p lica ya a la p ra x is u n a especificidad propia, sin q ue esto le im p ida re-
con ocim iento, y la voluntad sapiencia, vale decir que el querer conducir la acción, en la perspectiva de lo que para él consti­
y el obrar presuponen u n conocer y u n saber. Es una misma tuye su problem a integral, a su supuesta raíz ontológica (en reali­
razón la que se explícita en la teoría y está activa en la práctica. dad, óntica) trascendente. El hom bre es, para Blondel, en u n
Sólo que, en nuestro concepto y ateniéndonos al presupuesto sentido am plio, pero diversificado de la pura teoría, h o m o faber,
croceano, en Ja forma práctica de la razón habría un p lu s, que es decir está anim ado por una tendencia primaria hacia la acción,
es la voluntad, pero especificada como querer práctico, o sea, p otencia q u e se m u eve “entre las dos oscuridades, aquella de la
co m o u n querer que desemboca en el acto, en la acción. Esto cual viene, y la otra adonde ella va” 7. . .A partir de los titiles
nos obliga a distinguir —distinción que Croce no hace, porque más rudim entarios del lenguaje y de la industria hasta las crea­
to m a en ambos casos la volición com o siendo la m isma— entre ciones más libres del genio, en todas partes se vuelve a encontrar
la volun tad que es el antecedente de la práctica y la que estaría, u na m ateria anim ada, transfigurada, sublim ada por el obrero
segú n Croce, tam bién en la base de la actividad teorética, h acien ­ hum ano, q u e está d om inado por la necesidad de rehacer el m u n ­
do del pensar u n acto de vida y voluntad que se expresaría por d o a su servicio y de realizar u n orden que responda m ejor a sus
la “atención ”. En síntesis, para esta tendencia filosófica, la acti­ aspiraciones” 8. Este im pulso de artesano q ue se enfrenta con el
v id a d práctica es una forma particular del espíritu que no· puede m undo, lleván dolo a ejercer un oficio de “fabricación idealista”,
■existir sin la precedencia del acto teórico. . es lo que, según B londel, ha hecho definir al hom bre com o
h om o faber. “ Para obrar como fabricador de utilidad o de ideal,
el h o m o fa b e r no p uede apoyarse más que sobre aquello que le
op one en a lgún grado resistencia” ®.
Estamos aq uí ante u n alcance, a la vez, más am plio y raigal
de la p ra x is hum an a. El hombre es h o m o faber en un sentido
m ucho m ás integral que el que se le asigna corrientemente en vir-

7 L 'A c tio n , I, p ág. 82, A lean, Paris, 1936.


•8 y 9 O p . cit., pág. 80. ·
decir, de u n operar cauteloso dictado por el cuidado, entonces
tu d de tal definición, puesto q ue él “por fuerza es fabricante de
nos corresponde precisar de qué manera se pasa súbitam ente del
palabras, de útiles, de mitos, de ideal, de místicas” 10.
m an ipu leo p r á c tic o a la investigación teorética. Encontramos q ue
la pura contem plación o conocim iento de las cosas nace en vir­
tud de que el hacer cauteloso, p rop io del cuidado, se abstiene
de todo m an ipu leo. D e m od o que el surgir del com portam iento
6. L a “ p r a x is ” t e o r é t ic a . teorético residiría en u na suspensión o desaparición de la praxis 11.
Ahora bien, desde que el operar práctico inspirado en el cuidado
comienza com o primaria y predom inante m odalidad del ente
E n l a c o n c e p c i ó n h egeliana y en la croceana se afirma su­
h um ano (de la facticidad del D asein), es perfectamente exp lica­
brepticiam ente u na prim acía de la-razón teórica. La forma prác­
ble que la ¡Dosibilidad ontológica de la theoria radique en una
tica del espíritu contiene, com o hemos visto, un p lu s de voluntad
privación de la praxis. N o es q ue la interrupción de un m a n ip u ­
respecto a la forma teórica, pero en ambas actividades es u na
leo específico en el comercio solícito con las cosas del contorno
m ism a razón la que se m anifiesta como sedicente estructura pri­
abandone com o u n residuo la cautela que lo guía, sino q ue el
m aria en que enraizaría teoría y práctica. La recíproca im plica­
hacer se desplaza a u n mirar hacia atrás, a u n mero inspeccionar
ción que, según Croce, existiría entre la actividad teórica y la
en torno, a u n examinar. Pero con esta suspensión del m anipuleo,
práctica, no es tal.
del operar, n o alcanzamos todavía la actitud teorética que carac­
En cambio, enfocado el problem a en su efectiva dim ensión
teriza a la ciencia, sino que, por el contrario, tal suspensión p uede
existencial, encontramos q u e en la praxis hay un p lu s , que n o es
asumir el carácter d e u na'rigurosa cautela que se traduce en un
práctica, sino visión, teoría, y, a su vez, en la theoria hay tam bién
exam en, en u n a verificación ele lo logrado, en una palabra, en
u n p lu s q ue no es conocim iento, teoría, sino u n operar, un hacer.
u n vistazo sobre la actividad práctica que precisamente por aque­
Además, teoría y práctica son reconducidas al cuidado com o a su
lla pausa en el m an ipu leo ha q uedado paralizada 12. N o sólo no
raíz unitaria, estableciéndose incluso la primacía existencial d el
hem os llegado a pisar el terreno específico de la teoría con abste­
com portam iento práctico.
nernos del m an ejo de utensilios, sino que la morosa cautela o
El acto teórico de descubrir algo (el conocim iento) surge d e
precaución contem plativa queda, a pesar de clich-a suspensión,
u n hacer cauteloso, inspirado por el cuidado. La ciencia, el cono­
com pletam ente ¡Drisionera del instrum ento m anual de que se sirve
cimiento científico, es u n m od o de nuestra propia existencia.
nuestro operar solícito. Esto nos dice únicam ente que la pra x is
Existim os en la ciencia, en el interés y en la pasión que nos m ueve
posee su visión específica, su teoría.
a conocer las cosas. Por consiguiente la ciencia es u n estar en el
m u n d o q ue descubre cosas, q u e trata de inferir el ser de éstas.
Si prim ariam ente procedemos com o teoréticos de la práctica, es
11 H eidegger, Sein u n d Zeit, pag. 357.
12 Sein u n d Z eit, pägs. 357-358.
10 O p. cit., pág. 82.
7. L a " p r a x is ” seg ún e l p r a g m a t is m o y según M arx.
cepción ontológico-existencial heideggeriana. Según Marx, toda ]
vida social es práctica, la p ra x is puede m odificar la realidad his­
tó r ic a , desde q u e “las circunstancias hacen a los hombres n o m enos
M e r c e d a las consideraciones precedentes nos es fácil reco­ ( que los hombres a las circunstancias” (Id eología 'Alemana, “La
nocer la razón que asiste al ¡pragmatismo al sostener q ue la rela­ | H istoria”). A q u í la p raxis, reconocida com o el factor decisivo,
ción prim aria del hom bre con el m u n do no es absolutam ente, com o la actitud transformadora d e j a existencia se revierte en teo^,
com o lo pretenden los filósofos idealistas, centrados en u n ego rt%.5l6Ja4.KWsioi'Hydri'ÓHTlé^ estructura social. Así se pasa, según ;
abstracto, u n a relación teorética, sino u n a de índ ole práctica; y el marxismo, de la práctica a la teoría, sólo que Marx, no ha visto--
q u e todo concepto natural del m u n do se orienta en iniciales el elem ento teorético que acom paña a la p raxis como comporta­
m otivos prácticos. Está, sin duda, en lo cierto el p en sam ien to m ien to primario.
pragmatista cuando concibe com o p r im u m m ovens u n im p ulso La concepción de teoría y práctica, en función de su com ún
y u n a volun tad que tienden al d om inio de la naturaleza, a enca- raíz ontológica, así com o la ele la relación entre ambas, traen apa­
, denar a ésta a fines hum anos. E n este sentido como lo quiere el rejadas una radical inversión de la perspectiva filosófica tradicio­
pragmatismo, el hom bre es prim ariam ente hom o fa b e r antes q ue nal, mutación q ue engendra importantes consecuencias en lo rela­
h o m o rationalis; aunque es erróneo creer, con dicha tendencia, q u e tivo a la conceptualización de lo histórico y de lo social.
el prim ero desplaza totalm ente al segundo.
A sim ism o la expuesta concepción de la prelación de la p ra x is
con respecto a la theoria nos perm ite señalar, circunscribiéndonos
sólo a este aspecto, el acierto de la doctrina de M arx al otorgar
8. S it u a c ió n e x is t e n c ia l , “ p r a x is ” y d ia l é c t ic a .
prioridad a la praxis, concebida por ella como una "acción radi­
cal”. Esta acción radical asciende de la raíz, aun no bifurcada en
teoría y praxis, del ente hum ano, de su estructura unitaria, y está La historia es la p osibilidad fundam ental del hombre. El ca- ~í
con dicionada por la situación en q ue éste se encuentra dentro de rácter esencial del ente h u m an o (D a se in j es su historicidad.
su inm ed iato m u n do circundante y del ám bito del acontecer his­ ■ El Daseih por su estar-en-el-mundo está con los. otros. V ale .
tórico. M arx nos dice, en u n a de sus "Tesis sobre Fuerbach” (XI): decir, que su existir en el m u n do es coexistir. Por consiguiente e l ...
“Los filósofos no han hecho más q ue interpretar de diversos m o ­ ente h um ano existe en u n a situación, q ue .es una situación .colec-
dos el m undo, pero de lo q ue se trata es de transform arlo”. tíva. JPara, M arx el _ente h u m an o es u n ente primariamente his-^i¡
C on esta idea fundam ental de M arx coincide el postulado tórico. La historia —el acontecer— es una categoría fundam ental
pragmatista, y tam bién el sentido que asume la p ra x is en la po­ del mismo. Hay, pues, un estado fundam ental o situación del ente
sición inicial d e H eidegger. Vale decir que con el hama~aeco.no- h u m an o en relación con su m u n do circundante y cotidiano. El so­
m icu s de M arx coinciden el lw ,m o faber del pragmatismo, y, porte de esta situación del ente hum ano en .medio. de,las ,circuns­
parcialm ente, el h o m o curans (el hombre del cuidado) de la con­ tancias de su ám bito social es el hom bre histórico. T ales circunstan-
cias son existenciales y están grávidas de posibilidades1 pragmático- Entonces la praxis sobrepasa el ente hum ano individual, puesto
leléológicás. Pero el hombre histórico no es un ente aislado, sirio"' q u e es, sin eluda, e l ’hom bre el q ue ejercita esta praxis, pero no ]
que, en la m edida en que se encuentra en una situación, es un. solo. Esta, por la tendencia ínsita en ella a transformar la estruc­
ser dependiente, pertenece, a un j o do social. El es al mismo tiem po tura social, asume necesariamente ...carácter- dialécticpjLsuministran-
“’agente ele una acción. T o d a acción es, sin duda, un esfuerzo h u ­ clo así el fundam ento para concebir también dialécticam ente el
m an o que tiende a una m odificación de las circunstancias en rae- proceso histórico por el que ha de cumplirse el tránsito a una
ctió de las cuales e l hom bre se encuentra, .circunstancias q u e cons- . ^ s i t u a c i ó n nueva.
jit.uy.eii.,su co n torn o ,,existencial,,., El hombre se encuentra dentro Es por este cam ino que Marx invierte y subvierte la tesis idea­
del ámbito ele las cosas en el m od o de ser ele la “situación” en el lista de H egel, llevando una ofensiva crítica contra la filosofía
mundo. Y como la praxis determ ina a la teoría, y no a la inversa, hegeliana del espíritu. Esta había recluido, aislado, la dialéctica
el hombre está fundam entalm ente activo en medio de la situación. im plícita en el acontecer histórico en. una serie de elementos y
Sobre la base ele la situación existencial concreta, M arx cleter- m om entos del espíritu —en el W ellg eist como supuesto agente del
^ m in ¥ ^ j W ® S c a Ia posib ilid ad histórica cíe una acción radical ele proceso de la historia universal— diluyéndola así en el devenir
la que ha de surgir una nueva situación, una nueva estructura so­ abstracto y estratosférico' de la Idea. M arx rescata la dialéctica de
cial para la realización clel hom bre total. Acción radical es aquella esa su reclusión en el plano del devenir abstracto del espíritu y
q u e ascendiendo desde su raíz misma, el hombre existente, está le infun d e vida concreta para transponerla a la serie de las reali­
condicionada por la situación fundam ental en que, con relación dades históricas en devenir y mutación. “Para H egel —escribe en
a las cosas y a la realidad económico-social, se encuentra la exis­ el prefacio de la segunda edición de E l C a p ita l— el proceso m en­
tencia en determinado m om en to histórico. Si una situación exis­ tal, del que llega a hacer u n sujeto independiente bajo el nombre
tencial colectiva se transforma es porque en ella incide la acción de Idea, es el dem iurgo de la realidad, la cual es su manifestación
del hombre. M odificación de las circunstancias y praxis h um ana externa. Para mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material trans­
se condicionan recíprocamente. Acerca del carácter que asume esta puesto e interpretado en la m ente del hom bre”. D e este modo· la
praxis, M arx nos dice, en Id eo lo g ía A lem ana: “La coincidencia. dey^Ç dialéctica es introducida en el interior del cuerpo social, de su
( la variación de las circunstancias y la actividad hum ana sólo puede acontecer histórico, y se transforma en un proceso henchido de
ser concebida y racionalm ente entendida como praxis revolu cio-l sustancia humana, de pasiones, voliciones y contradicciones, de las

O naria”. A q uí está patente la dim ensión existencial de la posición w


marxista. Sólo como acción social transformadora ele la situación
co lectiva. puede darse u na p ra x is revolucionaria, vale decir que
terribles y perentorias contradicciones sociales. La dialéctica ha
devenido, así, en Marx, el proceso vivo de u n m ovim iento social
de ¡proyecciones' planetarias, sobre la base de una praxis que viene
configurada e im puesta desde u na concreta situación de la exis­
sólo puede haberla dentro ele la estructura coexistencial.
De aquella coincidencia resulta la posibilidad de transformar tencia colectiva, y en virtud de la cual se tiende a otra situación
la realidad histórico-social, esto es de orientar el acontecer hacia m odificada. '
determinado fin: la nueva situación ya prebosquejada en la acción.
■ '■K
•i

II
EXISTENCIA E HISTORICIDAD
C A P IT U L O III

R E L A C IO N D E L A E C -SIST E N C IA C O N EL SER

1. P o s ic ió n del pro blem a en H e id e g g e r . '

L a c o m p r e n s i ó n tem ática del ser, propia del Dasein ec-sis-


tente, accede a algo así com o ser. Pero a esta accesión la precede
u n a capacidad no-conceptual de comprender ser, en virtud de la
cual p uede el Dasein relacionarse con las cosas intramundanas a
cuyo encuentro va, com o así tam bién consigo mism o en tanto ec-
sistente. Este es el cam ino (primera etapa del programa,, heideg­
geriano) que ha llevado de la interrogación por el sen tid o del
ser; o sea por el ser m ism o, al tiem po com o temporalidad existen­
cial; lia sido el recorrido de Sein u n d Zeit. T a l interrogación tiene
q u e asegurar para sí y para la respuesta un ámbito, un horizonte,
q u e ya se ha anunciado com o el de la temporalidad. El problema
consiste, pues, en averiguar cómo la com prensión temática, filo­
sófica, que infiere ser, es posible, en general, a partir de la consti­
tu ción ontológica del todo del D asein, enraizada en la tempora­
lidad. L a interrogación por el ser surge en virtud de que el Dasein
por estar-en-el-mundo, vale decir, en la apertura del ser, ha podido
advenir a su ser y comportarse con relación al ser. Pero el pen-
C a r l o s A s t r a d a La r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a * 63
1'
samiento de Heidegger, dentro de la mism a posición y sin variar 2. M e m o r a c ió n del ser e h is t o r ic id a d . .
su enfoque central, se p ropone recorrer tam bién otro cam ino, el
inverso (segunda etapa de su programa), que debe llevarnos del
Sí l a e s e n c i a histórica del hombre procede de la verdad del
tiempo al ser, o sea desde el ente hom bre, advenido a la ec-sisten­
ser, esta esencia, como tárea, es la ec-|istencia, o sea el mantenerse
cia, al ser como trascendencia. La dirección de este camino, en cuyo
en la proxim idad del ser, lo cual sólo puede lograrlo en la tem­
itinerario debe aparecer nada menos q ue el horizonte de la res­
poralidad, m ediante un surgir ec-stático (una temporalización)
puesta a la pregunta por el ser, la señalan Vom W esen d er
e n tal proxim idad. A quí tiene su origen u na memoración (his­
W ahrheit (1943) y B rief ü b er den H u m a n ism u s (1947).
toria de la esencia) del ser, la qué, en tanto deviene esencial,
H eidegger hace notar - y esto tiene un gran alcance en lo
tiende a ser u n pensar del ser. Pero este pensar no puede acudir,
que respecta a la absolución¡)Üe la tarea propuesta— q u e con los
para funcionalizarse, a n in g ú n recurso conceptual n i a formas
.med io s .d®J[^a^ ^ a c c i o n _logico-formal jno cabe indagar el origen
lógico-categoriales, sino que, m oviéndose radical y primariamente
y la posibilidad de la idea de ser en general.'Para determinar en
en el tiem po, tiene que arbitrar un logos s a i generis, que tra­
•qué sentido cabe decidir la problemática.,de: la on tologia ,fu n d a­
sunte, de m odo igualm ente primario y elem ental, el ser. Desde
mental, consignemos las siguientes precisiones del p lanteam iento
q u e hay ser para el hombre, hay también u na historia del ser,
-heideggeriano: ...............................................
a la que pertenece el pensar, suscitado por ella, como memoración
d el ser. Pero esta memoración no es un mero recordar o una u l­
a) La esencia de la verdad es la libertad, desde que ésta es terior representación de algo ya transcurrido y fenecido en la
el adentrarse en el descubrimiento del ente como tal. D e historia, sino rememoración de lo único que n o ha pasado, de lo
donde, la ec-sistencia enraizada en la verdad como liber­ q u e es en el tiempo, desde q ue el pensar es pensar del ser. El ser,
tad es la exposición del hom bre en lo descubierto del pues, sólo es permanencia d en tro de la dim ensión d e lj ie m p o hisTl
ente com o tal;
tórico (pasado, presente y futuro), d e j a historicidad de la e¿ |¡
sistencia; el ser es la intraesencia del tiempo. D e donde, íaTiistoria
b) El hombre ec-siste significa, pues, que la historia de las n o es un mero acontecer y fenecer, sino el acontecer esencial de
posibilidades esenciales de u na hum anidad histórica está la verdad dél ser como destino de la hum anidad histórica.,^
conservada (custodiada) en el descubrim iento del ente
en total;

3. E l s e r c o m o r e l a c i ó n .
c) Por su ec-sistencia, el hombre se comporta con relación al
ente y correlativamente al ser.
C o n e l a d v e n i r del D asein, a su ser, o sea a la ec-sistencia,-
acontece el clarear o despejo del ser, que es el ser mismo,.. Si. inqui-.,
rim os por la relación del ser co n la ec-sistencia, tenemos que reco-
í

JLA R E V O L U C IÓ N ' EXISTENCIALISTA

nocer, con H eidegger, que el ser mism o es la relación, en cuanto 4. Ser y t r a s c e n d e n c ia .

él m antiene y recoge en sí, en sus existenciales, a la ec-sistencia


como el lugar de la verdad del ser en m ed io clel ente 1. Pero si
la esencia de la verdad es la libertad com o insumOir del hombre El D a sein a la vez que posee una estructura abierta hacia las
en lo descubierto del ente y es, por tanto, lo que le permite poner cosas está dotado de una com prensión para las mismas. Esta com­
de m anifiesto al ente y relacionarse con él, entonces la verdad prensión, propia del Dasein, realiza un bosquejo, en el cual las
del ser es esencialm ente libertad para acceder a la ec-sistencia y cosas (el ente) son descubiertas en su posibilidad. A las cosas que
adentrarse en el despejo del ser. El ser es la relación misma, por­ así descubre les atribuye u n sen tido. “Cuando ente intram undano
q ue en virtud de ésta él adviene para el hom bre ec-sistente. Por es descubierto con el ser del Dasein, es decir es com prendido, deci­
el carácter de esta relación, cabe invertir el enunciado, diciendo: mos que él tiene sentido” *. Llamamos, pues, sentido a lo que
¡Dorque el hombre ha advenido a la ec-sistencia, el ser es la rela­ se articula en una referencia dotada de comprensión; sentido es
ción misma. El ser es la unid ad de los existenciales y, por consi­ aquello en que se m antiene toda com prensión de algo. Pero lo
guiente, él m ism o el existencial. Propiam ente sólo el ser es, y si que es. com prendido en últim a instancia no es el sentido, sino el
el hom bre puede enunciar el “es”, funcionalizando esa unidad, ente mismo, la cosa a la q ue le otorgamos sentido, y correlativa­
es merced a la existencialidad del ser, a su temporalidad. Pero, m ente el ser. D e aquí q ue H eidegger nos diga q ue “sentido es~A ^
al decir “es”, el hom bre sucumbe al peligro de alejarse del hogar un existencial del Dasein, n o una propiedad que, adherida al ente, J
del ser —la ec-sistencia— olvidándose del ser o suplantándolo por reside detrás de éste, o flota com o dom inio interm edio, en al trun a
>> · · O
el ente. Esto es lo que prueba la historia de toda la ontología, parte 2. Sentido tiene, pues, el Dasein. Esto indica ya q ue inte­
hasta ahora. El pensador en q uien esta suplantación h a sido más rrogar por el sentido del ser es interrogar por el ser mismo, en
dramática es Fichte, cuyo filosofar logró m antenerse más ín ti­ tanto q u e éste está dentro de la capacidad de com prensión del
m am ente en contacto con la ec-sistencia, adentrado en el despejo Dasein.
del ser como unidad de los existenciales. D e aquí que se refiera En el recorrido de los dos caminos de dirección inversa en la
a los que se lanzan sin dilación “sobre el objeto, no se interesan interrogación por el ser que, com o ya vimos en el parágrafo 1 si­
más' que en él, se absorben en él y no tienen tiem po de detenerse gu e sucesivamente Heidegger, surge una dificultad y, podemos de­
a contemplar el “es”, que se les escapa totalm ente” 2; pero orien­ cir, hasta u n a ambigüedad, que afecta al rum bo y a las conse­
tado en u na ontología cristiana, opuso existencia y ser, suplan­ cuencias últim as de la indagación. El desenlace de esta situación
tando éste por lo A bsoluto o Dios, es decir por un ente supremo, está llam ado a decidir la p osibilidad de una ontología funda­
privilegiado. m ental en u na de dos direcciones: Ya en la dirección de úna
trascendencia que va a rematar en la objetividad de la vieja onto-
logía (con el peligro de u na recaída en una idea naturalista del
1 B rie f ü b e r d e n H u m a n ism u s , pag. 77, A. Francke, B ern, 1947. ■
2 D ie A n w e isu n g z u m seligen L e b en , B d V, pag. 50, Fichtes W erke,
edic. M edicus, Leipzig, 1923. 1 y 2 Sein u n d Z eit, pág„*15I.
ser, o en u na idea teológica personalista del mismo, con la alter­
s u p rop io ser y el ser de las cosas, m ediante la articulación del
nativa tam bién de u n a concepción m ítica del ser); o ya en la de
concepto im plicado en tal com prensión, en u na u n id ad existencial
u n a trascendencia existencial-histórica, más allá de la relación
q u e le perm ite predicar íct\ Esta peculiar trascendencia e n que
sujeto-objeto y de la idea de ser como predicado de un objeto su­
se m u eve la comprensión del ser no es una fuga en lo “ob jetivo”,
prasensible. T a l am bigüedad, en el pensam iento de H eidegger,
sino la vía q u e conduce a u n a interpretación ontológico-existen-
la oscilación entre ambas direcciones, da lugar a u na idea am bi­
cial de la objetividad del -Dasein, el q u e sb sitúa o b jetiva m en te
valen te de ser, com o así tam bién de la esencia histórica del hombre.
por su estar de facto en el m undo, más acá de “ob jetivism o” y
El h ilo de toda interrogación, y tam bién el de la interroga­ “subjetivism o”. V ale decir q ue la trascendencia efectiva del D a ­
ción por el ser, parte del Dasein y a él regresa 1. El .problema del
sein es trascendencia en la inm anencia existencial. La dirección a
ser enfocado en su raíz ontológica, las estructuras temporales del
q u e ella apunta n o es la alteridad óntica que resulta de la rela­
D asein, sólo p u e d e plantearse a partir de la doble ¡preeminencia
ció n sujeto-objeto, sino el ser com o relación instaurada p or la
—óntico y ontológica— d el -Dasein,-de.las .posibilidades entrañada^ existencia. Su horizonte es la temporalidad.
por éste. El p roblem a del ser es la radicalización ¡filosófica de 1¿H,::
L a trascendencia queda así involucrada por la dim ensión de
com prensión del ser propia del Dasein. Sólo que el pensar filo4;í
la tempdi alidad primaria del D asein, en cuyo ám bito se consti­
sófico, la tematización ontológica, alejándose de esta raíz tiende :
tuye todo ser, del q ue no cabe afirmar, com o lo hizo la ontologia
a hipóstasiar, en una dirección naturalista, o ¡en la de u n ente '
clásica, q u e sea constancia en la ;presencia o perm anente p resen ­
personal, el su m u m esse ele las religiones, la com prensión del ser
cia com o índ ice de un “ahora” extratemporal, concebido com o
q ue se articula en el concepto unitario de ser, como unid ad de los
ete rn id a d . A l tiem po, como horizonte de la edmprerisión del ser,
existenciales. T o d a predicación de ser, toda verdad es relativa al
ya nó podem os considerarlo tam poco —tal cual se dice en el T im e o
ser del D asein, a su existencia. Pero al decir que ella es relativa
p la tó n ic o — com o “la imagen m óvil de la eternidad”. Por el con­
estamos m uy lejos de afirmar que sea subjetiva, puesto q ue tal
trario, la “eternidad” es !la cristalización o estagnación de un
en u nciad o queda sustraído al arbitrio o discrecionalidad subjetiva.
ahorá q u e artificiosamente es absolutizado, segregado de la tem ­
El Dasein como descübridor de cosas no está colocado en un p oralid ad finita, es decir del 'tiempo originarid.
vacío acontecer sin m undo, como un “su jeto” frente a su corre­
lativo “ob jeto”, sino q ue p o r estar en el m u n do se coloca a sí
m ismo, al comprenderse en sü existencia, ante su propia objetivi­
dad fáctica. L a interrogación por él ser hemos de formularla par­
5. E l ser como p r o g r e s ió n tem poral -f i n it a .
tiendo de la situación concreta del ente que interroga. Vale decir
q ue “interrogamos aquí y ahora para nosotros”.
El Dasein, trascendiendo en la com prensión del ser, bosqueja
Si u n a O n t o l o g ì a fundamental, vale decir con fundam ento
en -la ec-sistencia, sólo se limitase a explicitar los enunciados pre­
1 Sein u n d Zeit, p á g . 38. cedentes, sin llevarlos hasta sus últimas consecuencias, sería u na

u n
La r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a
69
on tologia d el todo inofensiva, estacionaria. Pero el paso hacia
ad elante q ue se im pone es la incisiva posibilidad de pensar el su m em oracion y su pensar son actos primarios, grávidos de su
ser en el sentido de una progresión temporal-finita, centrada en esencia histórica, d e lo q ue es su destino hum ano.
el hom bre ec-sistente, en virtu d de la cual le será d able a éste
realizarse en su propio ser, es decir en su esencia histórica. Para
q u e el hom bre pueda m antenerse en la ec-sistencia, tiene que
acceder a su ser, que es decir al ser, por m em oración y por un
6. E l ser, u n id a d de lo s e x is t e n c ia l e s .
pensar prospectivo, que se inserta en el futuro com o m o d o de
la tem poralidad primaria. En estas dos dimensiones temporales se
m u eve la ec-sistencia en su elem ento —el ser—, porque si el pre­ M e m o r a c i ó n del ser es pensar el ser com o lo perm anente­
sente le procura al Dasein, p o r su estar-en-el-mundo, la apertura mente^ ad vin ien te en el tiempo; a su vez, pensar el ser en la d i­
d el ser y, con ésta, su accesión a la ec-sistencia, tam bién sim ultá­ m ensión del fu tu ro es rememorarlo como ya advenido históri­
neam ente la lleva al olvido del ser, desde que, por la primacía camente. El pensar es u n hacer más originario que toda praxis.
q u e en este m od o de la tem poralidad tienen los contenidos per­ Por tanto, el pensar, com o hacer fundam ental, está siempre re­
ceptivos y representativos,' se desperdiga en el eñteV\La tempora- ferido al ser co m o a lo que está en trance de advenir. El ser como
lización del ser acontece, pues, primeramente en pasado y futuro, unidad de los existenciales y, en definitiva, como existencial él
y es así q u e puede actualizarse también el “instante”, com o pre­ mismo, es, en u n sentido esencial, futuriclad, prospección ec-stática
sente o m od o de la tem poralidad primaria, lo q ue nos perm ite del tiempo fin ito. Esta prospección, como advenim iento, es el
recoger el “instante” (salvando la unidad de los tres m odos de advenim iento d el hom bre en su esencia histórica. Esta es la
la temporalidad) y distinguirlo del “ahora”, que es absorción y razón de que, por cuanto se trata de pensar la ec-sistencia del
desperdigam iento en el ente. T a l acontecer es, en su historicidad, D asein y, con ella, el ser, sea cuestión esencial para el pensar
m em oración d e lo permanente, que no ha pasado ni fenecido, y, com prender (experim entar) la historicidad del Dasein.
a la vez, prospección, incisión en el futuro, hacia el q u e se an­ Si el pensar está siempre atento al despejo del ser, es para
ticipa la decisión existencial, atenta al ser y a la p len itu d de la q u e su decir d el ser acoja a la ec-sistencia en el lenguaje, le dé,
ec-sistencia. Esta decisión n o es la decisividad anticipada, de q ue en él, carta d e naturaleza. Se trata de u n decir inauditam ente
nos habla H eidegger, m ediante la cual el Dasein alcanza su lím ite d ifícil puesto q u e debe cuajar más acá de los medios del pensa­
para asirse a sí m ism o com o u n todo, sino una decisión más pri­ m ien to conceptual, de las formas lógico-categoriales, sólo adecua­
maría, en la q u e aquella decisividad encuentra su fundam ento, das para pensar y enunciar el ente com o objeto. Decir reservado
decisión q u e im pera al h om b re (y aquí se revela el ethos, raíz quizá a los poetas y futuros mitólogos del ser y del hom bre. Su
d e toda ética), en tanto ec-sistente, a ser, a mantenerse en la dificultad estriba en que debe ser u n decir tan primario, tan
ec-sistencia, en el hogar del ser. L o impera én la m edida en q ue ceñid o a su elem en to - e l .ver- que ha de consistir en u n acto
en el cual h a d e em erger la ec-sistencia del hom bre sustraída a
tod o olvido d el Ser, a todo lo que no sea ella m ism a y su relación
consigo misma. T am añ a dificultad· ha encontrado expresión en
estas palabras q ue H ölderlin, en su Empédocle,s, p o n e en boca de
Lanthea: “ ¡Oh! eterno misterio, lo q ue nosotros somos y bus­
C A P IT U L O IV
c a m o s, no podemos encontrarlo; lo que encontramos, eso n o 'so -
m os nosotros” 3.
En síntesis, la ontología fu n dam ental sólo sabe del tiem po
c o m o progresión finita y de lo perm anente en él, o sea el ser, H E ID E G G E R , M IT O L O G O D E L SER
c o m o su intraesencia, quedando privados de “sen tid o” para el
Dasein, todos los absolutos y eternidades extrarexistenciales. Y co­
m o “sentido” —por tratarse de un. existencial— es aq u ello en, q u e
se articula la com prensión del ser, al; afirmar que aquellos no lo
tienen, decimos que para, el Dasein, independientem ente de la,
posibilidad de atribución de ser sólo, por, parte del- eq-sistente, n o I. E l ser y el pen sa r v e n id e r o .

tienen ser, como n o sea el que se les otorga al concebirlos com o


J o exento de “relación” o como un “ahora” perm anente.

M uchos delatan que el pensar occidental, en la for­


s ig n o s

ma, en q u e le dió troquel la filosofía, llega a su término, cierra:


su ciclo. ¿Qué vendrá después?
Este es, el problem a q u e el filosofar heicleggeriano nos plantea
en su etapa actual, su últim a fase. H eidegger afirma: “El pensari
venidero, no es más filosofía, porque piensa más primariamente
que la metafísica, cuyo nom bre dice lo mismo. Pero el pensar
venidero tam poco p u ed e ya, com o H egel exigía, deponer el n om ­
bre de amor a la sabiduría” y “devenir la sabiduría misma en
la form a-del saber ab solu to” 1. Por lo tanto el ¡pensar ha de pre­
pararse para conocer u na etapa ascética, para un “descenso en
la pobreza d e su esencia prelim inar” 2. E n y por este descenso, “el
pensar recoge el lenguaje en el simple decir. El lenguaje es a s
este m odo el lenguaje del ser, como las nubes son las nubes del
cicxo A pretado así el decir en el lenguaje, él podrá brindarnos

■ ,' 3 , Sämtliche W e rke , I I I , pág. 83, H e llin g ra ü i, 1922.


I, 2 y 3 B rie f ü b e r d en H um anism us·, pág. 119, A. F rancke, B ern ,1947.
su zumo ontológico, a fin de que el lenguaje trasunte con ple­ tenece originariam ente a la esencia del ser m ism o” 8. Y en el
nitud sencilla el ser. prefacio a la tercera edición de Vorn W esen des G ru n d es dice:
“L a nada es el n o (la negación) del ente y de este m odo es el
ser, del q ue nos enteramos a partir del ente” ». Si es así, entonces
la interrogación “¿por q ué es ente en general y n o más bien
2. E l ente y la n a d a . nada?” no puede surgir. La alternativa n o es posible. E nte en
general es sólo posible en virtud de la nada. Si la nada pertenece
originariam ente a la esencia del ser mismo, entonces el ente no
P e r o "¿qué es, pues, el ser?”, pregunta H eidegger, y res­ es pensado en su posibilidad esencial.
p ond e —respuesta q ue tautológicamente nos consigna de nuevo a
la pregunta inicial— “él es El m ism o”. Determ inar el “él m ism o”
n o es tarea, por lo pronto, de un pensar lógico-categorial ni de
u no metaíísico, orientado en el ente, que tienden a la objetivi­
3. L a t o t a l i d a d m í t i c a d e l e n t e .
dad, porque ambos son impotentes para ello. D e ahí que “el
pensar venidero tiene que aprender a enterarse de esto y decirlo” l.
Y si nosotros con aprem io de ulterioridad tornamos a preguntar La pregunta fundam ental de la metafísica trasciende cual­
¿qué es el ser?, la única pista accesible nos conduce hacia lo que q u ier ente y se refiere a u na totalidad fáctica del ente, al ente
“él m ism o” no es. Escuchemos a Heidegger: “El “ser”, él no es en su conjunto. Pero la totalidad del ente n o es cognoscible, sino
Dios ni tampoco un fundam ento cósmico. El ser está más allá, sim plem ente presupuesta “en la significación de una presencia
pues, de todo ente, y está, sin embargo, para el hom bre más q u e em erge” 10, q ue irrumpe como desoculta. Y aunque “ tan
cerca que todo ente, ya sea éste una roca, un animal, una obra seguro es q ue jamás aprehendemos la totalidad del ente en sí,
de arte, una m áquina, ya sea él un ángel o Dios. El ser es lo sin embargo es tan cierto que nos encontramos colocados en m edio
más cercano. Empero la cercanía permanece para el hom bre lo del ente en total, de algún m od o develado” 1:l. Este encontrarse en
más lejano” «. Pero el ser es lo otro con respecto a todo ente m ed io del ente en total acaece, según Heidegger, en el aburri­
Por otra parte “lo otro por antonomasia, con relación a todo ente, m iento, por ejem plo, es decir en el temple aním ico.
es el no ente” 7. N o obstante, H eidegger afirma: “la nada no Si nosotros presuponemos el ente en total, otorgamos a esta
proporciona el concepto contrario respecto al ente, sino que per-. totalidad u na realidad mítica, que influye en nosotros m ediante
e l temple anímico.

4 O p. d t., pág. 76. 8 Was ist M etaphysik?, pag. 20, 1» ed., C ohen, B o rn , 1929.
5 O p. cit., pág. 76. ^ 9 Vom W esen des G rundes, p ag . 5, K lo sterm an n , 1949.
6 y 7 W as ist M e ta p h y sik 1, N achw ort, pág. 41, 5^ ed.; K lo sterin an n , 10 Vom W esen d e r W a h rh e it, pag. 16, K lo sterm an n , 1949.
F ra n k fu rt, a. M., 1949. 11 Was ist M etaphysik?, päg. 27, K lo sterm ann , 1949.
. **
- %
La r e v o l u c ió n - e j Ci s t e n c i a l i s t á , 75'

im perio, coactivo deL m ito del· ser como fatalidad- q ue se cierne


4. E l m it o del ser.
sobre él; o* si se asigna a la poesía igual; originariedad ontológica
q ue al m ito y a aquel pensar primario, entonces .ella asume la
C o n c e b ir com o unidad presente, en la cual lo di­
el mundo
fu n ció n de vía de acceso, al mito· d e l ser. En este ú ltim o caso, la.
vino y lo hum ano tam bién estarían presentes, y afirmar que so­ poesía pierde ese margen de libertad y creación, que la v ien e
caracterizando desde que históricamente marca el tránsito del.
bre esta unidad impera, el ser, es el cam ino que conduce a H eid eg­
ger a una m itologización d el ser. Pero unidad; como unidad y mito,· concebido y asentado com o realidad, al d om inio de lo ima­
ginario, tránsito q u e es la liberación de lo estrictamente dado, de
totalidad del ente, y ser, com o sentido del ser, han surgido en el
m ovim iento de la trascendencia, efectuado por el Dasein. H e i­ lo ó n tico com o dato gnoseológico inabolible.
E n el sentido de su concepción m ítica del' ser, H eidegger
degger habla del acontecim iento del ser. El Dasein sería sólo el
llega a decirnos: “El pensar, obediente a. la voz del ser, busca
lugar donde el ser acontece. Por lo tanto, el Dasein aquí es pen­
para éste la palabra por la q ue la verdad del ser se expiesa, ia.
sado a partir del ser. El ser, ya mitologizado, es concebido como
Entonces, la tarea del pensar es decir el ser. Pero este decir del
imperando sobre el hom bre y el m undo. La consecuencia es que
pensar “procede del mutismo. Del· mismo origen viene e l . no­
al Dasein se lo priva de toda volun tad frente al m undo, porque
m in ar del poet·.· ’ 13. Ambos, empero, están “en su esencia lo más
n o le es perm itido enfrentarse a éste volitivam ente bajo el aguijón
rem otam ente separados, El pensador dice el ser. El poeta nomina,
del cuidado, puesto que aq u éllo sólo está reservado al ser.
lo sagrado” 11. Com o vemos, el hombre queda, enteram ente me­
El ser, nos dice H eidegger, es el q ue piensa en el hombre;
diatizado por la “verdad del ser”, diluido en el m ito del. ser.
el hom bre sólo es el lugar donde alumbra el ser; el hom bre es
Acceder a su humanidad: es, para él, adquirir conciencia de que
el ente que posee la lla ve para la comprensión del ser. Su pri­
vilegio y su dignidad residirían en que él funciona solamente com o n o es nada más que el soporte de la “verdad del sei .
el tenedor de la llave para la comprensión del ser.

6. E l pensador, e l poeta y el l e n g u a je .

5. P ensar y p o e t iz a r .

P ero el hom bre ha de rescatarse de esta absorción


t a m b ié n

D e s d e que el ser es él mismo y como tal impera sobre el


en el m ito del ser, que es una manera más radical de enajenaise
m undo, resulta que él es la fuente de toda realidad com o mito. d e sí m ismo. O rientado en su existencia por. accesión a su propio
Entonces la poesía y la poetización dei m ito vienen a repre« ntar ser, él ha de reconocer que sólo en tanto que ente existente puede
en relación a un pensar prim ario del ser, o el margen de irrea­
lidad, de halo fantástico merced al cual el hom bre escapa al 12, 13 y 14 Was ist M etaphystk?, pág. 46.
E l peligro m alo, y por .esto confuso, es elfile*sofar”^ T e r o el
enunciar ser y articularlo con n exo de sentido en el lenguaje. La filosofar, en nuestro concepto, n o tiene n i la
palabra pertenece a la existencia en el hom bre en virtu d de ha­ santo, n i la m align id ad de lo diabólico, sino que el es s e n a ^
m e n t e d e m o n í a c o , demoníacamente peligroso y. . . liberad .
ber advenido éste a su ser, y ella no es buscada por el pensar
bajo el aguijón de u n ser supra existencial y enigm ático. T o d o cuanto q ue filosofar es existid, el filosofar ha devenido nuestra
lo q u e vibra en el existir, toda predicación de ser q u e de! él fluye aventura finita.
h a d e acogerse, en el decir del pensador, a la palabra, en la que
tam bién desemboca el fun dam ento inefable d el nom inar del
poeta. U n icam en te en este sentido el lenguaje está referido al ser,
pero en tanto q ue éste es la unid ad dinám ica de los existenciales.
T e n ie n d o en vista la esencia m ism a de la facultad del lenguaje
q u e es consustancial al hombre, ha dicho W ilh e lm v o n H u m ­
boldt: “El hom bre es sólo hombre por el lenguaje; p ero para
inventar el lenguaje, tenía ya que ser hom bre”. Es decir, tenia él
q u e ser el existente (ser hombre) para poder referir el lenguaje
al ser com o la unidad dinám ica de los existenciales. El pensar
tiene su decir, pero éste es sólo posible en virtud del lenguaje.
C om o consecuencia d e lo precedentem ente dilu cid ado surge,
co n respecto a la concepción heideggeriana del ser, la pregunta.
T ¿E s el pensar de H eid eg ger^ m j l e d r o J i n .nominal;? ¿Dice quiza
el p oeta el ser como lo sagrado, y el pensador n om ina lo sagrado
com o el ser? ¿Están, en este caso, como cree H eidegger, las cum ­
bres en las que el poeta y el pensador viven respectivamente, tan
separadas una de otra? » ¿Es acaso que el pensar venidero va a
sacralizar el ser? Para ello sería necesario q u e el pensar escape
al mayor “peligro” que lo asecha: el filosofar. Porque según
H eidegger, “ tres peligros amenazan al pensar. E l peligro bueno,
> y por esto saludable, es la vecindad del poeta q ue lanza su canto.
E l peligro maligno, y por esto más agudo, es el p rop io pensar. El
tiene q ue pensar contra sí mismo, lo que él sólo raramente puede.
16 A u s d e r E rfa h r u n g des D e n ken s, A g r á n e t e Bcrn^. . . , im preso como
m a n u sc rito e n cin cu en ta ejem plares n u m e rad o s, 1947.

15 W a s ist M etaphysik?, N ac h w o rt, pág. 46, K lo ste rm a n n , 1949.


C A P IT U L O V

P O S IB IL ID A D DE U N A P R A X IS H IS T O R I CO ­
E X IS T E N CI A L

1. C o m p o r t a m ie n t o t e o r é t ic o y p r á c t ic o .

' E l E S T A R -e n (o familiarizado con) tiene ttn& diversidad de


m odos porque la facticidacl disi Dosein, por su estar-en-el-mundo,
s e lia desperdigado en ellos. 'Heidegger m en cio n a 'entre 'otros:
tener q ue hacer con algo, establecer algo, Emprender, conseguir,
reconocer, -considerar, determinar. Estas maneras 'distintas del
estar-en poseen los m odos característicos de í a 'preocupación
{ Besorgen). L a preocupación ¡tiette -ün sentido ftinto'16gico-exisfen-
cial porque designa el ser 'de ün ¡posible estar-en:el-mundo. N o
h a surgido tal término del líecho d e que el iD tìséìn ésté 'embar­
gado, en primer ’lugar y en gran medida, pdr ^preocupaciones
económ icas y prácticas. A la inversa, lo s afanes prácticos y econó- ¡
micos d e l 'Dctíein derivan de la preocupación !qüe caracteriza
a 'éste. Porque al Das'ein corresponde fesencialmdntè el eátrir-en-el- ¿
inundo, sú ser con 'relación al m undo es esencialm ente preocu­
p a ció n ” 1.

'1 sS e m 'un'd Z'eit, p ág. 57, M ax N iem éyer, H a lle a. d. 'S., -Í927.
La r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a 81
H eidegger destaca el carácter primario, de Ia p rá ctica en el
m anecer ciego, em plea un conocer teorético, sino que el contem­
com portam iento global del hom bre. El Dasein abre el sentido del
plar es tan ’prim ariam ente u n preocuparse, así como el obrar
m undo, en el que ya se encuentra en virtud de su constitución
posee su visió n ” 2.
esencial del estar-en-el-mundo, en una relación inm ediata con
t ·
aquél. Este contacto se verifica en virtud de los distintos qnodos
de la preocupación (Besorgen). Entre éstos tiene la p rim ad a el
hacer, el obrar que precede a todo com portam iento teorético, ha­
ciénd olo posible. Las cosas sólo adquieren sentido por el trato E l D a sein encuentra a los otros entes que poseen el carácter
o comercio del Dasein con ellas. La esencia de las cosas —en su d e D asein, a partir d el mundo, en el cual él se m antiene en tanto
am anualidad, como conjuntos instrumentales operantes— reside q ue está em bargado por la preocupación. El Dasein está deter­
en su utilización por el D asein. El hombre hace al m u n d o —a su m in ad o existencialm ente por el estar-con (M itsein). Mas en cuan­
m u n d o— objeto de vivencia únicam ente en la preocupación que to q u e e l D a sein es librado por su m u n do para su estar-con y se
lo embarga,, vale decir, en la p raxis, que es su consecuencia. En encuentra co n los otros, el ,estar-ahí-con (M itd a sein ) caracteriza
este sentido? la práctica "determina a la Jeoría/'.y n o a la inversa, el D asein d e estos últimos. A u n q u e el m odo de ser del estar-con
com o pensaba toda la filosofía an terior.,Por lo tanto, el hom bre es, com o el preocuparse, u n ser respecto al ente intram undano, el
existe primariam ente como teorético de la práctica, d e u ñ a praxis carácter on toló gico d el preocuparse no puede convenir al estar-
transformadora y determinadora del m undo circundanteffJmiüeZí) con. “E l en te con relación al cual se comporta el estar ahí
a fin de p onerlo al servicio d e necesidades humanas. Así tenemos (D asein) com o estar-con no tiene, empero, el m odo de ser deí
q u e la mera consideración teorética, el contemplar, se deriva del u ten silio am anual, sino que es él m ism o Dasein. Este ente n o es
com portam iento práctico, el q u e resulta de la teoría práctica. objeto de preocupación, sino de previsión tutelar (Fürsorge) ’’ 3.
El ám bito de las cosas amanuales (Z uhandene) es descubierto . E l D a sein , com o estar-en-el-munclo, com o arrojado, está en­
por la actividad manual del hombre, m odus o p era n d i m ovilizado tregado a sí m ism o y a su poder ser (Seinkönnen). Esto es una
por exigencias teleológico-pragmáticas. U n icam ente por la ama­ consecuencia del estado de abandono del Dasein. “En tanto que
n ualidad del utensilio, por el m anejo de éste en vista a la satis­ abandonado, él está consignado a u n m u n do y existe fácticamente
facción de necesidades prácticas puede el m undo, en tanto que sus­ con otros. E n prim er lugar y frecuentem ente es la m ism idad per­
trato de preocupaciones hum anas finalistas, ser conocido, ya que dida en e l (anónim o) “todo el m u n d o ” (das M a n ) ” 4.
él se ofrece como conjunto de resistencias al im p ulso de arte­
sanía del hom bre y a su m an ip u leo de utensilios (Zenge). Pero,
com o hace notar Heidegger, “el com portam iento “práctico” n o
es ateorético en el sentido de la falta de visión, y su diferencia
con respecto al com portam iento teorético n o reside sólo en que
aq uí se contem pla y allí se obra, y q ue el obrar, para n o per­
2. P r a x i s e x i s t e n c i a l y s i t u a c i ó n h i s t ó r i c a . . ella n o valdría com o tal para el hoy, sino que a esa verdad el
Dasein tendría q ue “repetirla” m ediante su decisión anticipa­
toria. E n ésta se fu n da existencialm ente la repetición propia de
Si e l D asein está constituido por la historicidad, él tiene. Tác­ la exisitenica sida. Porque el Dasein es libre en la repetición, desde
ticam ente su “historia”. Para H eidegger, el D asein está siempre q u e en ésta se da la posibilidad de la elección, él no sólo puede
decidido. Esta decisión on tológica lo lleva a aceptar su propio elegir para sí su héroe, sino que asimismo puede desechar héroes,
“a h í” fáctico, lo que implica, para él, el estar decidido dentro “ejem plos” transmitidos para elegirse a sí mismo y fundar ejem-
d e u n a situación. Pero H eidegger nos dice: “Para qué, a veces, plaridad, bosquejándose, dentro ele la repetición creadora de lo
el D asein lácticam ente se decide no puede por p rincipio elucidarlo posible, sobre u na nueva situación histórica, ónticam ente viable.
e l análisis existencial” 5. “L a repetición de lo posible no es n i u na restitución del “pa­
L legado a este punto el análisis heideggeriano, y teniendo· en sado”, ni u n enlace retroactivo del “presente” a lo “perim ido”.
c u en ta las estructuras ontológicas puestas al descubierto por el La repetición, q ue proviene de u n bosquejarse decidido, no se
m ism o, cabe indagar si el D asein, por tener tácticamente su “his­ deja convencer por el “pasado” para q ue le perm ita retornar
toria”, no puede hacer el tránsito desde su existencia propia a sólo com o lo precedentem ente real. L a repetición replica más
u n p,ara q u é concreto, es decir el paso a una p ra x is existencial b ien la posibilidad de la existencia ahí sida. Pero la réplica cie
de la historia; a una acción por la cual la existencia hum ana, la p osibilidad en la decisión es, a la vez, como instantánea, la
com o sujeto del hecho óntico de la historia reestructure el ám bito revocación de lo q ue en el hoy repercute como “pasado” 7.
de las cosas y formas a fin de expresarse adecuadamente, de acuer­ La réplica y la revocación sólo tienen sentido para la exis­
do a sus posibilidades reales. tencia presente, en su decidido bosquejarse merced a la repetición,
L a p ra x is existencial n o puede ser una m odificación del por lo p eculiarm ente “nuevo” —la fidelidad a sí misma, a su
D asein, q ue ha sido y sobrevive en el. hoy, porque des­ destino histórico— q ue se le ofrece dentro del marco de la posi­
conocer la decisividad anticipatoria, el carácter m ism o..de j a „h is­ bilidad. D esde el m om en to que la praxis, enraizada en el cui­
toricidad. Por el contrario, desde que el acontecer de la existencia dado, surge, para H eidegger, como el veh ícu lo de la decisión, y
nace del futuro (aus der Zukunft) del Dasein °, esta p ra x is es ésta im plica prospección, aquélla se im p one como p ra x is trans­
prospección, apertura de ám bito para la m odalización óntica de formadora de la herencia histórica, presente en el hoy. Esta he­
la existência p r o p ia (eigentlich er Existenz). rencia está constituida por todos los bienes, hechos históricos, m a­
Las experiencias del pasado —m om entos de la historia del teriales, cosas por los cuales se expresó una existencia sida. D e
ser— son aducidas y traídas al hoy, sólo como m edida del bos­ a q u í que para la existencia presente, o sea para u na existencia,,
q u ejo prospectivo de la "existencia p ro p ia . Y si alguna verdad im ponga, juntam ente con aquella praxis transforma­
d el pasado ilum inase a ésta y le diese la m edida de su. esencia, dora, la destrucción d el conjunto de significaciones, interpreta.-

6 S ein u n d Z eit, pág. 386. 7 Sein u n d Zeit, págs. 385-386.


L a situación Mg-tQr-ka_.deJ a com unid a d - en la q u e se inserta
d o n es e ideas en q u e tod o e s e . material ha sido filosóficam ente e l D asein m erced a su p len o acontecer determ inado por su des­
,? transcrito. N o otro sentido tiene en H éidegger la programada tino en com ún, en cuanto que éste im plica el destino singular
‘‘tarea d e u n a destrucción historiográfica de la historia de la fi- d el D qsein “en y con su generación”, es el ob jeto de la p ra x is
í losofía” 8. com o p ra x is histórica. H eidegger nos remite, respecto al concepto
•| N o se borra así un D asein sido, cosa imposible, sino su huella, de “generación”, a D ilth ey, y precisamente este concepto supone
sus formas ‘‘históricas’’, para hacer lugar a una existencia que aq uella praxis, ya q ue com o nos dice D ilth ey , u na generación
aspira a expresarse, en fu n ción de la fidelidad a sí misma, a su constituye “u n todo, el cual por m edio de las cambiantes com ­
propio ser, en formas adecuadas a su esencia y destino. E sto su­ binaciones de condiciones es eficiente en la producción de m ú l­
p on e en ella, la decisión de rescatarse de su enajenación en eí tiples direcciones” 10. A dem ás el concepto d e “generación” sum i­
hoy, en la situación real y concreta que a éste configura. A l nistra la base óntica para la p ra x is desde que, com o señala D il­
asumir p or obra d e la decisividad anticipatoria su abandono en they, la generación está formada por un círculo de individuos,
el m undo, la existencia propia cobra u n a sobrepotencia y deviene los cuales están ligados en un todo h om ogén eo por la depen­
clarividente para las contingencias de la situación configuradora, dencia de los mismos grandes hechos y m u tacion es” u . Este todo
lo que le perm ite prolongar en praxis esa sobrepotencia e insertar es u n todo activo, y su actividad se articula en una praxis, en
su querer en el margen d e libre elección q ue le deja la situación cualquier d om in io de la vida de la com unidad.
concreta. A q uella p ra x is tiene u n carácter prospectivo, es decir
tiende a configurar una nueva situación en virtud d e q ue el
| acontecer de la existencia propia surge del fu tu ro del D asein.
“Pero si el D a sein , en su destino singular com o estar-en-el- 3. L a estructura o n t o l ó g ic a del acontecer h i s t ó r i c o -u n i -
m undo, existe esencialm ente en el estar con otros, es su acon­ v ersal.
tecer u n coacontecer y determ inado com o destino en com ún. C on
ello designamos el acontecer de la com unidad, del p u e b lo . . . El
E l D a s e ines existencia hum ana, cuyo acontecer es u n co-
destino en com ún del D asein , en cuanto que im plica el destino
acori'tccer com o acontecer d e la comunidad. A q u í yace el funda,?
singular d e éste, en y con su generación, constituye el p le n o y
m en tó de u na p r a x i s social tendiente a rescatar al cadente D asein,
propio acontecer d el D a sein ” En consecuencia, están dadas
aquí las condiciones ontológicas para que la pra x is trascienda ■ ^as cosas. y estructuras consolidadas en el hoy. La revocación
d el pasado y del hoy es ya el comienzo de u na acción.
el ám bito del acontecer d e la existencia propia, deje d e ser m e­
·, í El Dasein está en cada instante en u n a situación histrtrira ,
ram ente ind ividu al y se transforme en praxis social en fu n ción
concreta, porque conform e a su ser es histórico. E n virtud de la
d e los contenidos ónticos de la historia, de la situación concreta 3! -- ___ . ·. · - ■ · · ■·
en que se encuentra la com unidad. 10 y 11 G esa m m elte S c h rifte n , Bd. V. (1924), U b er das S tu d iu m d er
G eschichte d e r W isenschaften v o m M enschen, d e r G esellschaft u n d dem.
8 Sein u n d Z eit, pág. 392. Staat, S. 38.
9 Sein u n d Z eit, págs. 384 y 385.
)
historicidad del Dasein, la naturaleza com o “paisaje”, “lugar de pensar (ser), sino una que estriba en la oposición entre m om entos |
residencia” y “dom inio d e ex p lo tación ”, ,etc., así com o las cosas, temporales de la existencia, oposición que es superada en la uni- |
los instrumentos, devienen,.Instóricos^ q uedan im p licados en la dad del acontecer de la existencia p to p ia . Esta últim a se tempo- j
historia. L o histórico-un iyersal,.. en cuanto_ que con el m u n do fác~ raliza desde el futuro y encuentra plena expresión en una situación !!
’" ticamente existente...es descubierto en cada caso el ente mtra- histórica. Estamos: quizá en presencia de un devenir regresivo, el
jm undano, m uestra el “acontecer” intram undano cíe lo aiñanual q ue configura el presente histórico de la existencia desde el 'fu­
y de lo q u e está ahí en su m aterialidad (Vorhandenen). El m u n ­ turo. En esto reside precisamente la fuerza prospectiva que a la ;
d o histórico es fácticamente sólo com o m undo del en te intra­ existencia histórica perm ite hacer el tránsito hacia una situación v
m u n d an o’ 12. modificada" ,.. !
H eid egger^n os.d ice, q u e . queda fuera de su propósito, aparte Esta estructura dialéctica se transmite al acontecer histórico' :
de que ello implicaría rebasar los lím ites del tema, indagar el universal porque la praxis, ejercitándose sobre los contenidos ón-"'
problem a de la estructura on tológica del acontecer histórico- ticos de laJ}¿jy.jO£Ía, le proporciona base y pábulo. T engam os en
universál.· Ñ o obstante, nos parece que esta estructura está im ­ cuenta que “con la existencia del estar-en-el-mundo, en tanto q ue
p lícita en los sujjuestos mismos de las elucidaciones precedentes; acontecei hijtorico, esta ya incluido en la h isto ria ,d el m undo lo
aún más, pensam os que a ella se la puede derivar d e tales su­ amanual y lo q u e en su materialidad está a h í” 13; y que “lo q ue
puestos. V eam os la posibilidad concreta de tal derivación. con el u tensilio y la obra como tal “acontece” tiene un peculiar
En la decisividad anticipada consiste originariam ente el acon­ carácter de m ovilidad, el que hasta ahora perm anece por com- I
tecer del D a sein y en aquélla tam bién se funda la repetición pro­ p le to en la oscuridad” l i . Este carácter de m ovilidad y lo que del í
pia. Esta, a su vez, es un m odo de la decisividad q ue hace de sí m ism o resulta está, sin duda, en íntima relación con la preocu­
tradición, e l cual le perm ite al D asein existir como d estin o sin­ pación y algunos de sus modos predominantes, y, en consecuen- ·
gular, radicando en éste el acontecer originario del Dasein. Si cia con la praxis, no sólo com o actividad dirigida hacia el m u n d o :
para 1a. repetición, al funcionalizarse, no es cuestión de dejar circundante, sino tam bién como praxis histórica. ,
retornar el pasado com o lo que antes fue real, sino q ue ella Con lo dicho, pensamos que, contemplado desde este ángulo?
“replica más b ien la posibilidad de la existencia sida a h í”, siendo el p io b lem a ele la historicidad e ilum inando lo que todavía “per-']
tal réplica “la revocación d e lo q ue en el hoy se traduce com o m anece en la oscuridad” aseguraremos el terreno y el p un to d e !
pasado”, entonces la estructura ontológica clel acontecer es dia­ partida paia, de acuerdo con la petición de Fleidegger, iniciar uní;
léctica, de u na dialéctica q ue fluye de la historicidad m isma del diálogo p roductivo con el marxismo 15. ¡
D asein y cuyos m om entos no son fácilm ente discernibles porque
son absorbidos en la u n id ad del acontecer. ¿Qué clase de dialéc­
tica se encubre aquí? Ciertamente n o es una dialéctica como la
kierkegaardiana, la q ue consiste en la oposición de existencia y 13 Sein u n d Z e it, pág. 388.
14 Sein u n d Z eit, pág. 389.
12 -Sein u n d Z eit, pág. 389. 15 B rie f ü b e r d e n “H u m a n is m u s ”, S. 87, A. F ran ck e A. G., B ern, 1947.
. C A P IT U L O VI
l .

L A F I N Í T U D , D E S T I N O DE LA L IB E R T A D

1. L a l ib e r t a d como rescate del e x is t e n t e .

En ta n to que el hom bre trata de afirmarse en su m áxim a


libertad posible con respecto al ser, entendido éste, con Schelling,
com o el Absoluto, él siente el ser com o no ser. Este no ser es el
ser finito, el ser de la íin itu d . D e m odo que la única libertad de
q u e puede gozar el hom bre es u na libertad sólo accesible en la
íin itu d , desde q ue ella es el resultado de tomar y sentir el ser (el
en te absoluto es pensado aquí) com o no ser.
Según Schelling. la suprema felicidad de q ue es capaz un \
ser, el que por naturaleza n o es el ente supremo, y deviene ente j
real (existente) por haberse desprendido (liberado) del Abso- ;
luto, consiste en que él no es en el ser (en el A bsoluto) y sí en ’
el n o ser (en la íinitu d ). Así, nos dice que “la felicidad de la j
criatura consiste en u n a mezcla del doble deleite d e ser y de n o )
ser, en el cual, a saber, el deleite del no ser es paladeado en el ¡
ser, y el deleite del ser en el n o ser” 1. Esta felicidad, en últim a

1 D a rste llu n g des ph ilo so p h isch en E m pirism u s, p ág. 555, in Scliellings /


W erk e, I I I Bd., A usw ahl d e O tto Weiss. '
instancia, consiste en estar libre del ser (del ente absoluto). AI u n destino. Y desde · q ue este destino es necesaria consecuencia
superar la desventura del ser tom ándolo y sintiéndolo com o n o d e la decisión que entraña su libertad, ésta es la certificación y
ser, es decir sólo com o ser finito, el hom bre adviene a su p osib le realización de su ser com o finito. Si el ser del hombre fuese
libertad. “Esta es la verdadera libertad, que conduce a la verda- infinito, él no podría ser libre porque de su situación presente
¡ dera filosofía” 2. La verdadera filosofía, en consecuencia, es la podría dirigirse, al margen de toda elección y decisión, a todas,;
que conduce al hom bre al encuentro de su finitud, a la au tod e­ las posibilidades sim ultáneam ente. Y si fuese inm ortal y como tal]
term inación q ue le perm ite tener un destino. “Desde otro p u n to estuviese consignado a una duración temporal infinita, la de-j;
,d e vista —agrega Schelling— este destino de la fin itud (que con­ cisión tomada, a partir de su situación presente, por la cual rea4
siste en disfrutar del ser en el no ser) puede precisamente reapa­ lizaría el proyecto de su libertad al elegir u no de los posibles, f
recer com o objeto de u n a más alta y au n más n oble tristeza, d e descartando los demás, no implicaría frustración ni riesgo por­
aquella m elancolía por la cual el arte ha ennoblecido su empresa q ue, si no su ser, sus actos serían reversibles, vale decir retros­
en sus obras supremas. Porque esta es la razón y el verdadero p ectivam ente siempre rectificables, desde que podría retomar el
sentido de aquella sublim e m elancolía que eleva aun sobre el posib le q u e había sido descartado, o liberarse de aquél por el
destino d e la m ortalidad a las más nobles figuraciones del arte cual se decidió (aunque esto acontecería en una situación m o­
plástico antiguo —por ejem plo, a aquella no bastante conocida dificada por efecto de la duración misma). Por ser infinito, el
L eucotea— en cuanto que, al representárselas, su ser es de cierto hom bre (si, en este supuesto, de hombre j3udiésemos hablar to­
m odo considerado com o no ser” 3. Es q ue en el arte, según davía) estaría condenado a u na inexorable necesidad, de tipo
5ch ellin g,.vu elve a aparecer el contraste de lo fin ito y lo in fin ito , m ecánico, y carecería dé un destino. N o estaría predeterminado
de naturaleza y libertad *. a ser sí m ismo, lo q ue supone, sin duda, una libertad que es
rigurosa necesidad sólo conforme a la pauta de un destino, el
más dramático que conoce el hombre: devenir el que es, o frus­
tración de su ser finito· e irreiterable.
2. L ib e r t a d y f in it u d .
El destino de la libertad se delata en la finitud; la finitud
es una propiedad de la libertad, así entendida. La libertad n o
depende, entonces, del arbitrio del hombre, ella no es, tampoco,
P o r q u e l a f i n i t u d es la estructura existencial del hom bre, el espectro filosófico del liberu m .arbitrium, indifferentiae. La li­
éste puede realizar su libertad por una decisión y porque incluso bertad es u na potencia revelante que enfrenta al hombre, en el
puede ir al encuentro· de su fin dentro de la elasticidad de un albur existencial de ser sí mismo, o no ser, a su finitud, vocándolo
lím ite on tológico inabolible, esta decisión permite a su ser tener para ésta. En este sentido le asiste razón a H eidegger cuando afir­
ma: “El hom bre no «posee» la libertad como propiedad, sino a lo
2 O p. cit., p ág. 555. sum o lo inverso es verdadero: la libertad, el Dasein ec-sistente y
3 O p. cit., págs. 555-556.
4 Véase P h ilo so p h ie d er K u n st, pág. 66, ed. cit., Bd. III.
descubridor posee al h o m b r e . . . ” B. Pero hay que aclarar q u e esta
afirmación es verdadera si entendem os que el hom bre es u n a pro­ E n el ú ltim o sentido, cuando el hom bre q ue interroga refiere
piedad de la libertad en la m edida en q u e por obra de la libertad el a ' a su propio ser histórico, el Dasein ec -sisten te y libre; en'el'
él adviene a su ijDseid^ci, se identifica, a través de sus proyectos, dejar q ue su ser sea en el proyecto, el cual supone elección y
de su programa existencial, con su finitud. N o es el hombre, como decisión, goza de autonom ía plena en la predicación, y está con­
quiere I-Ieidegger, propiedad de la libertad sólo porque ésta le signado primaria y únicam ente, en su acontecer temporal, a . l a . .. .
concede relacionarse con el ente en su totalidad, situarse, por el fin itud , destino de su libertad. Es así ,cómo el hom bre se afirma
estar-en-el-mundo, en la apertura del ser, sino porque, en u n a d i­ en la ijpseidad de su ser m ediante el devenir de la libertad o sea
mensión más esencial, la libertad, al permitirle predicar el ser, lo m edian te el acto libre y los sucesivos actos libres'. Si reducimos la
hace aceder a su ec-sistencia, a la relación de ésta con el ser, el ■cuestión a los términos del juicio, reconoceremos con Schelling, que
que se definirá intrínsecamente com o la relación misma. X con la esencia de éste im plica u n a relación productiva en virtud de
esto se abre para la libertad, como potencia decisoria en..el lle­ la au ton om ía del predicado 7, de su contingencia radical, que en­
gar a ser sí m ism o del hombre, el horizonte de la historicidad, que traña creación. El sujeto, aquí, sería el ec-sistente, y el atributo
es decir de la posibilidad de su realización, de su efectividad. Por sería el m ism o ec-sistente, explicitado por el acto libre cumplido,
la libertad se realiza el hom bre históricamente como proyecto in te­ que da testim onio de la potencia im p lícita de su libertad. N o
gral de éxistencia; por ella él está destinado a existir desde su estaríamos, entonces, frente a u na identidad vacía, sino a la iden­
finitud. tidad productiva del ec-sistente consigo m ism o, considerado como
"La existencia del hom bre histórico —nos dice H eid egger— libre, com o determinándose a ser sí m ism o en el acto en que reali­
comienza en aquel instante cuando el primer pensador interroga­ za el proyecto de su libertad.
tivamente se coloca ante la desocultación del ente con la pregu n ­ El D asein tiene su propia forma existencial de identidad, cuyo
ta: ¿qué es el ente?” °. A quí, el es de la interrogación queda fundam ento es la potencia abisal de la libertad. El tiene que iden­
referido al ente por encim a del ec-sistente que así se pregunta, d e­ tificarse consigo m ism o por sobre la m u tación y el decurso tem­
jando en la sombra lo histórico del hom bre como devenir de la poral que le es propio. Su ipseidad es un asirse a sí mismo, un
potencia de la libertad. Por dejar de lado la dim ensión radical del quedar fiel a sí mismo. Por consiguiente, su persistencia, a través
problema de la libertad, sumado ello a la tendencia, visible en de la temporalidad, es consecuencia de la libertad de que emerge
sus últimos escritos, a ontificar el ser en virtud de u n trascenden­ su identidad. Por la libertad de la predicación puede, tras reco­
talismo arcaizante y m itologizante, H eidegger encalla en u n a onto- brarse de su absorción y desperdigadam ente en los entes, realizar
logía estacionaria e inofensiva. la síntesis de lo aparentemente disgregado en el devenir y el cambio.
E l p oder asirse a sí m ism o en la m u tación es lo q ue lo funde en
u n id ad y en totalidades mom entáneas. A través de la discreción
5 Vom W esen d er W a h rh e it, pág. 16, 2. Auflage, K lo sterm an n , F ra n k ­
fu rt, 1919. 7 Véase P hilosophische U n tersu ch u n g en ü b e r das W essen d er m en schli­
6 O p. cit., págs. 15-16. ' ch en F reih eit u n d die d a m it zusatm m cnhängenden G egenstände, págs. 438­
442, Bd. I I I , ed. cit.
extática de su tem poralidad llega a su identidad. Esta síntesis la m ente constitutiva 4.e la trascendencia, es despejar el margen \
realiza la libertad, ya q u e detrás del Dasein no hay u na sustancia para las posibilidades del Dasein. Lo que sí vuelve sobre sí mismo
n i algo por sí m ism o persistente q ue pueda ejecutarla. es el fundam ento que nace de la libertad, para convertirla a ésta
en fundam ento, en unidad de los tres modos de fundar con rela­
ción al ente y al ser del ente. La libertad m isma es, en ú ltim a ins-^
tanda, una posibilidad abismal para el poder ser del Dasein, \
el que así es colocado por ella ante su propio destino en virtud
;3. L a l ib e r t a d , s e g ú n H e id e g g e r .
de una decisión irrevocable. (Al afirmar q ue la libertad es el
sin-fondo del Dasein, H eidegger reconoce, sin duda, su raíz irra­
A l c o n t r a r i o de lo que ocurre en Vorn Wesen der W a h rh eit, cional, pero no sigue su trayectoria de potencia efectiva, la que
en Vom Wesen des G ru n d es H eidegger se ha aproxim ado más a la no p uede quedar reducida a la función de constituir la trascen­
verdadera dim en sión d el problem a de la libertad. La libertad aquí dencia). Pero es el caso q ue no se puede determinar el para qué
es pensada com o una clase señalada de causalidad del D asein por­ ele esta decisión pues ella es puramente formal, atinente sólo a
que ella constituye la trascendencia. D e acuerdo a esto, la libertad la estructura ontológica del Dasein. E xplícitam ente a este res­
es libertad para el fu n d am en to. El fundam ento, como consecuen­ pecto afirma Heidegger: “Para q ué el Dasein facticamente se <
cia ele la ifije m S T s e dispersa en u na diversidad de modos. Mas decida no puede en principio elucidarlo el análisis existencial” 10. \
“el ser fundam ento de la libertad no tiene —como se puede estar En el capítulo anterior hemos hecho notar el problem a que im ­
inclinado a pensar— el carácter de u n o de los modos de fundar, plica el tránsito al “para q u é ” concreto, desde el m om ento que
sino que se determ ina como la unidad fundam entante de la dis­ el D asein tiene prácticamente una historia. Ahora cabe señalar
persión trascendental del fundar. Pero, como este fondo, la liber­ que este tránsito, que requiere explicación y funclamentación, es
tad es el sin fo n d o (el abismo) del Dasein” s. operado por la libertad com o potencia efectiva, como e^er.(re[ia.
La l ibertad es, pues, entendida e n - eL-sentido-prevolitivo de Pero las posibilidades que, según Heidegger, la libertad ofre-,
<c,auftaIidad-4 >ntoIógica can....un . triple._y cjülyérso modo...de· fu n dar ce al Dasein se refieren exclusivam ente a su bosquejo ontológico \
respecto a la com prensión del ser del ente, al encontrarse el de la trascendencia, en el sentido de libertad para el fundamen- 1
D asein en m ed io del ente y a la finicíamentació.n ontológica del to. En tanto que la libertad como fundam ento nos anticipa el
-ente; Ella sitúa, según H eidegger, al Dasein "en posibilidades contenido originario del m undo, éste —lo otro— rem ata con su
que se abren ante su elección finita, es decir en su destino” 8. acción en la ipseidad del Dasein. Pero de este m odo la ipseidad
, Es u na libertad q ue n o retorna sobre sí misma como potencia, misma escapa al poder ser del Dasein y a la potencia de la
; como realidad, porque su papel, en virtud de ser ella esencial­ libertad.
El Dasein sólo puede ser para sí mism o com o tal si “se”

8 V om W esen des G ru n des, pág. 49, 3. A uflage, K lo sterm an n , 1949.


9 O p. eit., p á g . 49. 10 Sein u n d Zeit, pág. 383.
prendido en su .ser; en su ec-sistencia. En cambio; de la identi­
trasciende en el “a causa d e” (im U m w illen). Este sobrepasarse dad entológico-formal del D asein está necesariamente ausente el
“a causa d e” sólo tiene lugar en u na voluntad que, como tal, querer determinado, la decisión que hace retornar al Dasein a su
se bosqueja sobre sus propias posibilidades. Pero esta voluntad, ipseidad, abriéndole la perspectiva de un destino hum ano. Por
por cuanto se agota en la trascendencia, “n o p uede ser u n querer consiguiente, n o se puede concebir el volatín de la trascendencia
determinado, u n acto v o litiv o ” 11. Y lo q ue “p on e por delante sin u na ipseidad del Dasein, que se ha asido a sí m ism o en un
en el bosquejo algo así com o el «a causa de» y n o lo produce acto volitivo decisorio, por el cual él tiende a realizar el pro­
acaso com o u n resultado ocasional es lo que nosotros llamamos yecto de su libertad.
libertad. El trascender hacia el m u n do es la libertad misma” 12.
C om o vemos, para Heidegger, la libertad sólo es la posibilidad
esquemática de la trascendencia y de la fundam entación on to­
lògica del ente. Si ella únicam ente consistiese en eso, es decir
4. L a l ib e r t a d , según Sa r t r e .
en proporcionar m u n d o al D asein a causa de sí m ismo —o sea
“a causa d e u n ente que de m odo igualm ente primario es: “el
estar ju n to a” . . . cosas presentes en su materialidad, el estar A su v e z , la concepción d e la libertad que nos ofrece Sartre
c on” . . . el D asein de los otros y “el s e r . . . para él m ism o” u ­ presenta insalvables dificultades, delatando su artificiosa cons­
n o sería nada más q ue u n a estructura vacía, u na libertad exangüe, trucción.
im potente para afirmarse en acto. El ú ltim o de los m om entos Para Sartre, la libertad es libertad de elección, que com ien­
o aspectos del “a causa d e ” es sólo la identidad ontològica for­ za por elegirse a sí misma, sin poder evitarlo ya que el hombre
m al del Dasein. N o estamos aquí ante la efectividad de u n (el D asein en él) es un e n te , qug-iiace, su, ser, hacer al que no
D asein tético, ontològicam ente tético, que se p o n e a sí mismo puede sustraerse, por cuanto en este consiste su existencia, la
en su ser, ante D asein = Dasein o Dasein es D asein sino que lo q u e precede a su esencia (ex isten tia y essentia, tomadas aquí en
q ue está en juego es el principio ontològico form al de identidad, sentido tradicional, y no. existentivo). D e ahí que nos diga que
el que, com o ya lo vió perfectamente Fichte, n o p one u n a reali­ el hom bre está 4$?re. “ . . . L a libertad no es li­
dad porque si asentamos A = A estamos lejos de afirmar q u e bre de n o ser libre y ella n o es libre de no existir. En efecto,
A es, sino que n o decimos nada más que si A es, entonces es A. el hecho de no poder no ser libre es la fa cticidad de la liber­
Según esto, la proposición Dasein es Dasein tiene, más allá de tad, y el hecho de no p oder n o existir es su contingencia’’
su forma, validez según su contenido. En ella el Dasein es puesto El hecho de la libertad existe en el seno del m u n do y esto
sin condición, onticam ente, desde q u e somos nosotros mismos significa que' originariamente l a J Í Í ^ d ~ e s ^ c Í ^ ^ a » t o ^ ^ ·
este Dasein, y tam bién ontològicam ente desde q ue él se ha corn­ D e m odo, pues, que la libertad relaciona el homm^'TO’fl’^ F f n t e
en su conjunto.
11 V o m W esem des G rundes, pág. 49.
12 O p. cit., pág. 40. 14 L ’É tre E t L e N é a n t, p ág . 567, G allim a rd , Paris, ; 1948..
13 O p. cit., pág. 40.
Veamos los supuestos ontológicos sobre los cuales Sartre cree libertad .respecto al para sí del hombre, en la libertad del Dasein
poder fundam entar la libertad y mostrárnosla en la peculiaridad o de la conciencia, ya que en el lenguaje de Sartre ambos se
de su función, de su actualización. H ay u n ser en si, el fenóm eno, equivalen. Además, l a j i bertad de elección, tal cóm o la concibe
y todos “los existentes”, entendiendo por éstos tanto el Dasein Sartre, es u n a libertad puramente negativa,“que no hay que con­
com o las cosas presentes en su materialidad, las q u e no poseen fu n dir con la libertad de acción, que supone u n poder y por
el carácter del D asein , pertenecen a la especie del ser en sí. Al tanto una dirección de la determinidad de la voluntad. Cuando
sfx.„.en.. s i,,s e ..opone... el,, ser,. para sí, o sea la„,cqnciencia. Esta es la volun tad h a elegido, ella aparece ya com o detetm iñada, y
“revelación revelada de los existentes q u e com parecen ante la unívocam ente. D e m od o que en la elección m isma está presente
conciencia sobre el fun dam ento de su ser” 15. A q u í la conciencia el factor determinante, pues en realidad la voluntad ya ha ele­
es concebida qua D asein. Com o vemos, Sartre se sitúa dentro del gido. Y es aq uí donde aflora la libertad positiva. Sartre no ve
esquem a conceptual cartesiano de res extensa y res cogitans. La que la libertad del hombre, com o poder de decisión, constituye
conciencia es' u n ego acósmico frente a los objetos (los existen­ el m eollo irracional del Dasein, lo que H eidegger llama su sin
tes) a conocer. El ser en sí es massif, “está aislado y no m antiene fon d o o su abismo. Es que la libertad como libertad de a cció n "1
n in gu na relación con lo que no es él. Los tránsitos, los deve­ —en su sentido moral incluso— no se p uede definir com o inde­
nires, todo lo que perm ite decir que el ser n o es lo que él será terminación d e la voluntad, sino, por el contrario, como una
y q ue él ya es lo q u e él n o es, todo eso le está rehusado por determ inación de la voluntad, de especie peculiar. —'
p rin cip io” 18. H ay q ue hacer notar de paso, que la noción cie Pero presentemos en su conjunto —en sus líneas esenciales—
D asein , lejos de ser unívoca, está lastrada, en Sartre, de am­ el cuadro de la libertad que nos traza Sartre. “ . . . E l para sí es
bigüedad, desde que, por u n a parte, queda com prendida, como Jibrc y p u ed e h a c e r que haya un m u n do p o rq u e .é l es el ser qu e
u n en sí, entre los existentes y, por la otra, funciona como con­ tien e q u e ser^ãja^ lu z ^ d e jo qu e será. La libertad del para sí a p a -..
ciencia 1T. rce, por consiguiente, como su ser. Pero, com o ésta libertad no
“El hom bre es libre porque él no es sí mismo, sino presencia es u n dato, n i una propiedad, ella no p uede ser más que eli­
d e sí. El ser que es lo q u e es no sabría ser libre. La libertad gién d ose” » . R econoce Sartre q ue semejante elección hecha sin
es precisamente la nada que ha sido en el corazón del hombre p u n to de apoyo, y que se dicta a sí misma sus motivos, es ab-
y q ue constriñe a la realidad hum ana a hacerse en lugar de . “Es q u e la libertad es elección d e sil ser, pero no fu n da­
ser” 18. Para la realidad h um ana ser es e legirse. E n aquella afir­ m entó d e su ser” ~°. Y acentuando aún su idea de la libertad
m ación se oculta u n a inferencia errónea, fa que consiste en con­ com o libertad de__eleccióii, escribe Sartre: "EÍ concepto técnico
cluir de la conciencia de la libertad o de la presencia ele , 1a y filosófico de libertad, el único que consideramos aquí, sigrii-
fica solamente: autonomía_de...elección—Sin embargo es nece-
15 O p. cit., pág. 30.
16 O p . cit., pág. 33.
17 Véase O p. cit., p ág . 29. 19 O p . cit., p ág. 558.
18 O p. cit., pág. 516. 20 O p. cit., p ág . 558.
jq q C a r l o s A s t r a d a
r
sario notar q u e siendo la e lección id éntica al hacer,, supone, para
Sartre hace erróneam ente de la elección finita la estructura o n to ­
distinguirse del ensueño y del anhelo,..iTri ' co m ién zó ' ele realiza­
lógica de la finitud, viendo en ésta un efecto de aquélla, cuando
ción ” 21. El hacer, a q u e se refiere Sartre, q ue no es más que un
es a la inversa. D e ahí que nos diga: “Si yo m e hago, m e h ago
avatar fantasmático d e la libertad negativa, está en el aire, y
fin ito ” 21, cuando lo único que legítim am ente se p u ed e afirmar
n o se comprende el “com ienzo de realización” que atribuye a la
es: L a elección, por la que en virtud de la libertad m e hago a f
elección desde el m om en to q ue ha cortado· todo enlace operante
m í mismo, '■s fin ita porque m i Dasein es finitud. Consecuencia
entre ésta y el poder q u e im plica la libertad, poder que ascien­
d e este falso p lanteam iento del problem a es q ue considere a la
de, im antado por la ipseidad, del fondo irracional, de las pro­
m uerte com o con tin gen te y extrínseca a la fin itud . La m uerte
fundidades abisales del Dasein. “sobreviene” e n tre tem ps, y la realidad hum ana, al revelarse por
ella su ¡Dropia finitud, n o descubre, por lo tanto, su m ortalidad” -·'.
P orque Sartre piensa la m uerte como extrínseca al para-sí,
nos dice: "M o r ta l representa el ser presente q u e y o soy para
5. F in it u d , e l e c c ió n y l ib e r t a d . los otros; m u e rte representa el sentido futuro de m i para-sí a c­
tual para el otro” 20. Así, la muerte, según Sartre, n o es más q ue
u n lím ite perm anente de nuestros proyectos; es, pues, una exter-
¿ C ó m o SE c o m p o r t a , en Sartre, la libertad con relación a la
nidad que queda siendo tal hasta en la tentativa del para-sí
finitud? N o s dice q ue “la fin itu d es u na estructura ontológica
para realizarla. “La libertad que es m i libertad perm anece total
d el para-sí q ue determ ina la libertad y n o existe más q ue en y
e infinita; no es q ue la muerte no la lim ite, sino que, porque
por el libre proyecto del fin que m e anuncia m i ser 22. El
la libertad n o encuentra jamás este límite, la m uerte no cons­
Dasein, aunque fuese inm ortal, quedaría siendo finito por cuan­
tituye u n obstáculo para mis proyectos” 27. Si la muerte no es
to él se hace finito al elegirse hum ano. “Ser finito, en efecto,
nuestra p osib ilid ad (nuestra m áxim a e insobrepasable p osib ili­
es elegirse, es decir hacerse anunciar lo q ue se es proyectándose
dad), entonces ella “es la ineluctable necesidad de existir en
a u n posible, con exclusión de otros” 23. D e m odo que la fini-
otra parte com o u n fuera de y u n en sí” 28.
tud consistiría en la elección, que, por ser finita, está jdempre
Esta idea de- la muerte, tal como queda enunciada, es la |
con signM a 'á~ün^solo_"posible. Pero~'esia"iTñTtucl dél para-sí, re­
idea que de ella acuña la im propiedad de la existencia, o sea 1
sultante de la libertad com o libertad de elección, no es la fin i­
la existencia trivial. D e este m odo, por la prim acía del m a n , |
tud del Dasein, del en sí del Dasein. L a libertad, idéntica con el
del in n om in ad o “ todo el m u n d o ”, la muerte d evien e u n acón- j
poder ser del D asein, coloca a éste ante las posibilidades que se
tecim iento que, sin duda, concierne al ente h um ano, pero q u e j
le ofrecen a su elección, la q ue es fin ita com o consecuencia pre­
no pertenece a nadie propiam ente. A l fin de cuentas, tal con- !
cisamente de la fin itu d de la estructura ontológica del Dasein.
24 O p. cit., pág. 631.
21 O p. cit., pág. 563.
25 O p. cit., pág. 631.
22 y 23 O p. cit., p ág. 631.
26, 27 y 28 O p . cit., p ág . 632.
cepto no es más que u n a glosa extrafilosófica de la observación | el D asein com o un “existente” en-sí y el mismo Dasein como u n
del hum orista Swift, segú n la cual cada u no piensa para su
coleto que todos los demás, los otros, pueden morir y mueren
(“mortal representa el ser presente que yo soy para los' otros”),
Í I para-sí identificado con la conciencia, se abre un hiato insalva-
j ble. C o n esta escisión queda tam bién segregada d e sus raíces la
libertad, la q ue se actualiza, así, en actos ilbres sin enlace algu­
i pero no él, no su “para sí”, para el cual la m uerte es una ex ­ no y q u e lógicam ente tienen q u e aparecer como “absurdos” sin
I ternidad. siquiera coherencia entre sí, al quedar privados de una relación
N o se trata, por lo demás, de realizar la muerte, idea que intrínseca y unitaria con el agente de cuya ipseidad, si fuese afir­
Sartre atribuye a H eid eg ger por incom prensión de lo q u e éste m ada en cada uno· de tales actos, tendrían éstos que recibir su
designa como Sein z u m T o d e . Ser para l a m uerte es lo q ue per­ sentido.
m ite al Dasein totalizarse en unidad "conclusa, integrarse en u n i T a n t o Sartre como Heidegger, éste sin d uda en menor me­
‘ tõ9 õ 7~ ãlçãn zir^ põr- anticipada decisión el lím ite de su poder I dida q u e el primero, desconocen la verdadera dim ensión del pro-
ser, vale decir pensarse com o tal todo, ser en cada instante de su I blem a de la libertad por no elucidarlo desde u n plan team ien to
tepiporaUzación ese todo. La muerte sólo es en u n ser para la I estrictamente consecuente con u na exhaustiva postura e x is te n -,
muerte; el sentido existencial de que el Dasein llegue a su fin I tiva y tam bién existencial. ’
reside en que éste p u ed e constituir u n ser integral; no una
suma, sino una totalización cojno existente. I I fin im plicado
por la muerte no es u n mero terminar, sino u n sçr para el fin·
Esto significa que la m uerte es u n m od o d e ser que el Dasein [ 6. L ib e r t a d , ip s e id a d y h u m a n id a d .
asume desde el m om en to que él existe. Es lo que nos: enseña en
síntesis insuperables la sabiduría de Johannes von Saaz, en la
obra maestra de la prosa hum anista alem ana del siglo XIV: “L a « e s e n c i a » del Dasein reside en su existencia” 32. Afir­
“En cuanto u n ser h u m a n o llega a la vida, en el acto él ha mar q u é..la “e s e n a a ’’ del Dasein es su existencia significa qué-
envejecido lo suficiente para morir” 20 (so ba ld ein M ensch tu m el D asein carece de esencia, en el sentido filosóficam ente tradi­
L e b e n k o m m t, sogleich ist er a lt gen u g zu sterb en ); “la vida ha cional de esta palabra, puesto q ue tener esencia un ente su­
sido creada en razón d e la m uerte” 30, “en cuanto un ser hum a­ p o n e q ue éste m antiene u na relación unitaria y constante con
no ha nacido, él ha recibido ya la señal q ue tiene q ue morir. su ser. Pero „.este no es e lc a s o ,.d e l. D aseirLm l que puede abdi­
El fin es hermano d el com ienzo” 81. car d e su ser p o r enajenación (H egel, Marx), dejándose ab­
p El error de Sartre consiste en que corta todo n exo entre el sorber en las Confesiones, en el Estado, en las manifestaciones,
en-sí y el para-sí, h acien d o de ellos vasos incom unicantes. Entre del rito, del culto, en las estructuras objetivas en general; o
puede apropiárselo de m odo auténtico o inautèntico (H eidegger);
29 D er A c ke rm a n n u n d d e r T o d , pág. 43, Insel-V erlag,
30 O p. d t ., pág. 45.
31 O p. cit., pág.43. 32 S ein u n d Z eit, pág. 42.
o puede diluirlo, hipostáticamente, en u n ente absoluto, Dios
(los místicos). Vale decir q ue el Dasein, en síntesis, p u ed e afir­
marse en la ipseidad de su ser o perderla, abdicando de su liber­
tad y condenándose a llevar una existencia apátrida, consecuen­
cia últim a de los diversos modos de enajenación.^,
• Por su “esencia”, es decir ¡por su existencia el Dasein se
relaciona con el ser, el q u e es la relación misma com o intraesen-
cia temporal, como dinámica de u n hacerse. Esta relación le per­
m ite al ente hum ano ser libre para su hum anidad, adviniendo HUMANISMO
a su ser y al ser como dim ensión constante en la historicidad cie
DE LA
su devenir humano. Pero el hombre sólo puede llegar a ser h u ­
m ano en la m edida en q u e es libre para su ipseidad a través
de tal devenir. D e este m odo, sobre el fundam ento de la liber­
LIBERTAD
tad com o poder que emerge del fondo irracional del Dasein, se
perfila nítidam ente la exigencia de un hum anism o de la liber­ " T o d a la belleza y s u b lim id a d q u e h e ­
tad, en una acepción radical. Es un hum anism o que, desde que m os prestado a las cosas reales e im a gi­
nadas quiero reivindicarlas com o p r o ­
se nutre de la raíz misma del Dasein y se actualiza en la dim en­ p ie d a d y producción d el ho m b re : com o
sión histórica de la existencia, no va a depender de accesorias y su m á s herm osa apologia. E l ho m b re
com o po eta , com o pensador, com o dios,
divergentes concepciones d e la “naturaleza” del hom bre y de la com o a m or, co m o poder: ¡oh, sobre su
libertad ’. Es el único hum anism o que efectivam ente perm ite al gen erosidad regia, de la q u e él ha hecho
d o n a las cosas para em pobrecerse y
hombre llegar a ser libre para su hum anidad porque ésta es ex­ sentirse miserable! Este ha sido hasta
presión e imperativo de su ipseidad existencial. ahora su m a yor d esp ren dim iento , a d m i­
rar y adorar y ha ber sabido ocultarse
q u e era él m ism o q u ie n habia creado
a q u e llo q u e adm iraba."
D er W ille zu r M a cht, N ietzsche’s W erke,
B d. XV, pág. 241.' (K ritik d e r R e li­
gion.)
C A P IT U L O V II

E L H U M A N IS M O Y SUS F U N D A M E N T O S
O N T O L O G IC O S E X IS T E N C IA L E S

1. L o HUMANO EN LA IMAGEN DEL HOMBRE.

. implica una dualidad. La


palabra misma ha venido designando indistintam ente tanto "el
m ovim iento esp jritu ^ (literario, artístico, pedagógico), que mar­
ca todo u n período en la historia cultural de Occidente, aquel
q ue se inicia con Petrarca y alcanza su culm inación y fin con.
M ontaigne, com o una actitud intelectual, jamás extinguida en
la vida d e los pueblos cultos ni en l¿rTT6mbTe^'C0Tl'S'fí’g nl'él;~de...
su destino hum ano.
E n lo q u e respecta al m ovim iento espiritual llam ado h u ­
manismo, no obstante haberse destacado frecuentemente la épo­
ca a q u e éste dfó su nombre com o un dom inio preferido por la
investigación, hay que reconocer que nunca se logró acotarlo,
trazando u n lím ite estricto en relación con el contenido concep­
tual y la sustancia filosófica de otros m ovim ientos con los cuales
él interfiere y muchas veces se confunde, com o el del Renaci­
m iento, la Reforma, el clasicismo.
En cuanto al hum anismo, como actitud espiritual con reía-
ción a la esencia del hombre, cabe señalar que él constituye el ción ontológica en la temporalidad finita de su existencia. Es.
m eollo de toda problemática filosófica viva y con prospección C,0I?° «ni.dád juneionai de hum anidad y libêritã37~õp©ràn-
histórica porque traduce la aspiración clel hom bre por dar un - ° e í . tránsito del poder ser .a.su actualización. de lo" existencial-·
significado, plenanieiate him iano a su v id a ^ E n ’efecto, el hombre, m ente virtual a lo existentivam ente efectivo, de lo' ontológico ã.
en la m edid a en que ha tenido y tiene lúcida conciencia de lo óntico, se dirige por una praxis histórico-existencial y u ña '
lo h u m a n o en él, ha luchado y lucha por afiriTiarse en su ' ser, decisión voluntaria, las que necesariamente suponen ya la p o ­
rescatándolo de las' potencias y estructuras en que, en e l decurso tencia actuante de la libertad, a la realización de un “para q u é ”'
de la historia, se ha 'ido. páuÍa.tiníu^ente autoen .. hasta integral y concreto: lo h um ano en el hombre, la libertad humana'
el p u n to de q u e su propia im agen se le ha tornado en ciertas com o total rescate de su ser de toda autoenajenación.
épocas irrécoñocible. Para explicar los fundamentos del h um an ism o de la liber­
ta d se requiere antes replantear el problem a de la libertad en
todas sus im plicaciones ónticas y, a la vez, correlativamente escla­
recer la historicidad del ser del hombre y sus modos, de inserción
2. H u m a n is m o y l ib e r t a d .
■?S5?£?Í£9_y,J0cial· La situación misma del hombre-
actual lleva a plantear de nuevo el problem a de la libertad en
la esfera de la vida hum ana individual y en el ámbito social.
EjL-HQMBRE^tiendeJntegralmente, o sea por un esfuerzo q ue Esto acontece en virtud de una exigencia q y e aspira a ser el
incide e n todas las esferas 3e~?ü~actfvidad, a ser libre para su natural contrapeso del predom inio de la técnica y sus poderes:
^ Í M M d a d ,zjGon esta última expresión apuntamos a l T d o b i e ía J orgamzatorios y com o actitud reactiva ante la progresiva d ilu ­
..EFiifeteffia, dei'¿huraanTsm carácter y fija' el" ción del hombre en las estructuras económicas, políticas, institu­
•H,©feo deja,.,actitud, fundamental, q u e ·él implica. Son dos aspee-” ciones, etc. U n a afirmación existencial y vital, que tiende a res­
:os que se integran orgánicamente en u n solo m ovim iento, en catar al hom bre de su autoenajenación, renueva e impulsa el
in a sola y única progresión inm anente del ser del hom bre hacia incesante proceso de génesis de la libertad. Es la libertad de signo
a conquista d e su humanitas, hacia su hum anidad plenaria. D e positivo q ue incita y constriñe al hombre a imponerse a sí mismo»
la ley de su p ropio destino.
ihí q ue eJ,.humanismo que preco n izamos, y aspiramos a funda-
neutar- desde- el- p u n to .de., vista, .ontológico-existencial· q uede per- El hom bre ha puesto osadamente la meta de su esfuerzo,
£ctajnente..caracterizado...con „e.l.„.nombr.e,.de...h u m a n ism o...d e ..la meta m óvil identificada con su temporalidad finita, en devenir·
ibertad. _ plenariam ente hum ano, en la conquista integral de su ser, es d e­
Aspira el hom bre a ser libre para su hum anidad, pero sólo cir en el logro de un m áxim o de existencialidad para su D asein ,
2?.. Eft-..es h um ano en l a m ismidad d e...su.. ser puede ... él-.x y quiere ser libre para su hum anidad. Para encaminarse a este- i
•dvenir a su lib ertad. H um anid ad y libertad, en el h om b re,..se,,., fin, en el q ue alumbra lo único que puede otorgar sentido a su I
ondicionan recíprocamente para lograr unitaria funcionáliza- tiánsito por el planeta, ha de recorrer los caminos escombrados; i
' !
nr
I p or la técnica, la organización estatal, la econom ía^dirigida y
histórica y, p or tanto, dominantes en el tipo de hom bre que se
Ltodopoderosa. H a de considerarlos com o los únicos cam inos expe­
h a venido realizando históricamente a través de las distintas épo­
ditos' a pesar de estar sembrados de obstáculos q ue im p id en su cas y sus peculiares concepciones antropológicas.
libre y p len o desarrollo, porque n o hay otros para él en una.
. A l hum anism o de la libertad no se le podría hacer, sino erró­
época de masas q u e se m ueven o son movidas por el poder m ú l­
tiple de la técnica, que ha devenido una potencia histórica. El ” de cüeJ “ Ue * hKh0 31 > ” >^
' C q ue cae en un naturalismo, puesto que aquél no
hombre tiene q u e oponer consciente y porfiadam ente la necesi­
dad de su libertad, el impulso vital e histórico de su tendencia T
n o ryi o
lo n a ial.
n atu S ap a ar‘ÍÍ¡CÍO
Por Sa en
centrarse ' la existencia, que es la esencia
p o r llegar a ser hum ano al ciego m ovim iento de las cosas, a
la creciente inercia de las estructuras que aprisionan su ser. d o n ír ° mi P1CnSa * éSte Cn dirección a la humanitas, sin aban-
• tf, e SOP ° rte en tltativo o psico-físico de su Dasein. Sólo en
de] ’ P° r SU aCC0sión a Ia existencia, la apertura
d el ser, la que ya supone el advenim iento del hombre a su ser.
y u n tipo tradicional de hum anismo q ue sólo acentúa la na
3. R escate del hombre de su e n a je n a c ió n . « r a t o propiamente humana" sobre tabase de la s par ci"n
en e hombre, de alma y cuerpo, , de una voluntad Py
E l h u m a n i s m o de la libertad se define ante todo com o una . » t r voluntad y un yo infcrior' s· vaIe íed r sob™
afirmación y rescate del ser del hombre. Por lo tanto, se funda animal F ste l ’ ,1¡u“rí‘le“ ' h ™ » y naturaleza
anim al. Este hum anism o está determinado, com o doctrina ñor
en una ontologia existencial, encaminándose, en consecuencia, a
una concepción de la vida hum ana, como ec-sistencia, en todos ttT h d u a í f d l í T ^ CrÍStÍa”a V “ ¡"SP¡ra' ^ sig u L
•sus aspectos esenciales, los que atañen a su realización ética, p olí­ vid-, J l dualldad de aIma 7 cuerpo y de vida terrena y ultra­
: vida. El hom bre es concebido, pues, en relación con la Deltas
tica, económica, etc.
11orrihi ^ mat1 fsni ° ...í]c la libertad en cam bio afirma el ser del
T a l rescate del hombre ha de efectuarse por las solas fuer­
^ o m b ie en contra de lo que lo enajena de sí m ^ t a sea
zas residentes en el propio ser h um ano. Si esta recuperación de
s u ser im plica para el hombre la tarea intransferible de salvarse e t e r n S 1^ a SnoteSPmtU * verdades, esencias y valores
a sí mismo, entonces el hum anism o que lo conduce a su salva­ i P “ CiaS suPraIlumanas, ya reduciéndolo a lo infra-
ción se op one al cristianismo que, al definir al hom bre con rela­ Íes y d°earin 0nS Crarl° Para la producción de bie-’
^ es y de i queza, como lo hace la econom ía capitalista. /
ción a la D eltas, sólo concibe la salvación de éste por obra de
Dios. El h um anism o de la libertad, partiendo de lo q ue el h om ­ p o r o u ^ s ,, rCnStiamSm0’ PUCS' Cl h ° mbre es' a Ia vez> naturaleza
bre efectivam ente es, tiende a excluir como espurio y contrario porou e su T natura1, P ero es sobrenaturalezá
P q u alma le ha sido infundida por creación divina otor
a sus supuestos básicos todo aq uello en que el hom bre se ha
•enajenado por obra de potencias dominantes en la evolu ción fendál'o de"í ¡™ 0 n f dnd Sratuita· P ™ el humanismo exiv
lencial o de la I.bertad, por el contrario, no existe un hombre
escindido de tal m odo, sino que el hombre es u n ente natural
com o ind ividu o de una especie biológica con la posibilidad on to­
4. E s e n c i a d e l h o m b re y h u m a n iz a c ió n .
lógica funcional de elevarse, como ente que ya ha accedido a
su ser y a su ipseidad y libertad, hasta la hum anitas. Pero de
elevarse hasta ésta sin anular su naturaleza, ni pretender escapar
L a v erd ad del ser pertenece a la esencia del hombre es d e
a esta ú ltim a porque existir, y existir como persona im pelida en
aq uella dirección por el espíritu ínsito y generado en ella mis­
La terciad "del^er^s X t a l w f ^ ^
ma, supone la condicionalidad óntica del D asein (del ente
hum ano).
1,L <lue se ilum in a el sentido de ser en general Fn u ’ rí
H em os de conceder a H eidegger que el h um anism o o los
1 hum anismos estilados hasta ahora, por estar bajo la hegem onía “ el eT y l e haberse situado, en vi ñud 'de
| de la metafísica, atenta sólo al ente y no al ser, al definir al
ij hom bre como anim al racional, piensan al hom bre a partir de p su ipseidad, se integra.
i la anim alitas y n o en dirección a la humanitas; q ue la existencia
I jamás p uede ser pensada com o un m odo específico entre otros
‘ modos, y q ue el cuerpo del hom bre es algo diferente (pero n o
ha de ciar testim onio en su existir....... .... ....... ........ ....’...... S
“esencialm ente diferente”, como Heidegger afirma) de un organis­
m o animal. Esta distinción no obsta a que la existencia supon­ H a u ¡ tec ieL el P Unt° ^ a r r a n q u e " d e í a ta r e a de humanizarse a
ga y requiera la condicionalidad óntica del estar ahí (Dasein).
\ El hombre, en la m edida en q ue se humaniza, hace cie su cuerpo
l u n instrumento para su hum anidad. Esta está ya preformada,
f¡ com o sostiene Herder, en la organización biológica del hombre.
■ ; Por consiguiente ella n o aparece en éste insuflada desde la esen-
|c ia de la verdad de un ser extra-existencial, en virtud de la cual
|emergería extática, en el hombre, la existencia.
bl, f e ■ser, !· N os d)ce que cuando, refiriéndose "¿ a 7 ¿ T h t "

r d; r P£ . : A5

19471 y 2 B n c f Uber den H u m a ™ m u s, págs. 67, 57-58, 06, Francke, B ern,


/

115
. :cxa se le vuelve muy a su pesar una possibilitas (en el sentido
- ción histórica q ue proviene del carácter temporal, del ser del
j tradicional de “esencia”) q u e se ofrece al hombre para ser pen- hombre, el cual es un hacerse a sí mismo.
j sada com o su “modo h u m a n o de ser”. Unicam ente interpretando
I a esta esencia com o existencia o sea como un surgir extático en * or. ^ hum anid ad adviene (pre-ontológicamente) el hombre
a la existencia, pero aquélla sólo se determ ina y realiza históri
! la relación con el ser no cabría pensarla como una esencia cons-
s« verdadera dim ensión, en y por ]a
• tante, intem poral, que ya estaría en el origen y que, proyectán-
el hom bre haya accedido a la existencia h-, „7? SLencia· Q ue
I dose paradigm áticam ente por sobre el devenir histórico del hom- y destino de su devenir h i s t ó r i c o ^ “ 1 e d
| bre, se ofreciese a éste para su realización. Para H eid egger el
did o elevarse hasta su hum anidad, esto es, hacer de su accesión"
! “origen de la esencia (del hombre) queda siendo siempre para
\ la hum anid ad histórica el porvenir de la esencia” :!. total t o ”lurí 1™?- ,area esP K ,fira. « el resultado de su
total evolucion b.ologica y morfológica. Esta, a su v e , está con
D e m odo que, con ello, se afirma que la hum an itas, conce­
bida com o esencia originaria del hombre, es una constante en “ r r : ritmo d e » ^ ^
la hum anid ad histórica. Ciertamente no cabe negar q ue ésta
(considerada colectivamente, en su conjunto como especie o u ni­
i t- sa ¿ dh
na aslcio
t r P°r
i hombre ev · ss,t¡d°
su procedencia de h ude
mnc
versorum , o sea en el sentido histórico de com unidad) tien e por
tierra.·. En este ü ltim o sentido, para distinguirlo de los d i £
delante, en virtud de u n proceso de humanización, com o meta
eres vivientes y concretamente de las otras especiesanim -,” e
de su devenir y tarea plenaria a realizar, acceder a la humanitas.
enemos que pensarlo en función de la diferencia esp ec ffio nué
Pero no se p uede pensar la hum anitas, la idea de hum anidad,
lo separa de estas últimas. Para destacarlo, empero d per
com o dada ya en una p len itu d intemporal, como algo distinto
n encía, como individuo, a una especie biológica, tenemos
del hom bre individual, sino solam ente como una virtualidad suya,
que le perm ite devenir lo q u e él ya es germinalmente, de acuerdo lid f d i ^ e ' r m T IO, tambÍén “ d,>“ dÓ" » h
dad inserta en la dim ensión temporal de su ser y, por lo mismo
al pindàrico “deviene el q ue eres”. T a l esencia es, com o h u m a­
Jamada a realizarse en el tiem po histórico, s i e m p e q u e ” ™ '
nitas, la idea de un in d ivid u o viviente singular, q ue es precisa­ bre. a través de frustraciones y recaídas e i lo
m ente el q ue tiene y p u ed e realizar esta idea. Ella n o es, pues,
g co, lleve adelante por propio im pulso y decisión la tarea de
un ser independiente q u e como tal tenga primacía respecto al humanizarse que le compete.
hombre concreto, sino q ue sólo se realiza en los hombres sin­
Sólo así puede el hombre convertirse de individuo de u n í
gulares, fuera de los cuales no acontece ni tiene sentido. La
especie anona! en el hombre de la h u m a„Ua.,, vale deci en e
idea de hum anitas, se constituye y encuentra su fu ndam ento ú lti­ hom bre existente o sea en. el ente en el cual, a un , ¡ Z
mo en el ind ividu o existente y está sujeta por tanto a la muta-
■an el sentido de la tierra, del h u m u s originario de su e x t n c
c o n , en virtud de su humanidad, y la f i n t a d hTciterab e d su
ser; en virtud de su existencia. ^ u e r a o ie de su
3 O p. cit., pág. 6G.
5. P o r v e n ir de la e s e n c ia del hom bre . sibilidad p r e-ex isten te - y el futuro de la m ism a— la posibilidad
post-exxstente— esta la génesis real de la idea ,vale decir el deve­
nir historio» de lo h u m a n o en el hom bre singular como momen-
E l p o r v e n i r de la esencia del hombre, tal como a ésta la o e ectivo, que n o cabe escamotear por u n anacronismo conceptual
concibe Heidegger, no es nada más que la constancia abstracta q u e hace tabla rasa d e la duración temporal, proyectando lo que
e ideal de la possibilitas d e la q ue nada puede surgir temporal­
T Vg! , en e,Sta h a P a Un ° rigen suPrat« n p o r a l y hacia un
mente. E n cambio, si pensam os esa esencia como una virtuali­ stado final inalcanzable, tam bién supratemporal. En esta ilu-
dad que se revela com o tal sólo desde el m om ento en q ue co­ si n de la p osib ilid ad p roy ectad a. por encima d el devenir tem­
mienza a desplegarse en u n proceso histórico de hum anización, poral, d e lo efectivam ente real, es propenso a encallar, como";
tenemos q ue afirmar que es el hombre singular concreto, el q ue C,Ste Cas°' eI P ^ a r . R evelando el secreto m ecan ism cU
piensa esa esencia y la proyecta hacia el futuro (como tam bién e esta ilusión, nos dice agudam ente Bergson: “Lo posible es) )
hacia el pasado) en la m edid a en q u e él ha comenzado a for­ pues, el miraje del presente en el pasado; y com o nosotros s J ' '
jarse a sí m ism o com o hom bre, en dirección a la humanitas. bemos q ue el porvenir terminará por ser presente, como el efec­
Si tal possibilitas seguirá siendo siempre, en concepto de to del miraje continúa produciéndose sin interrupción, nos deci­
Heidegger, el futuro de su esencia para la hum anidad histórica mos q ue en nuestro presente actual, q u e será el pasado de m a­
es solamente porque el hom bre, por haber comenzado a ser h om ­ ñana esta ya contenida la im agen del mañana, aunque nosotros
bre, ha comprendido, p artiendo de la efectividad de lo h u m an o
n a r t i d f d T 05 t / SÓ1° recon^ i e n d o el efectivo p un to de
en él, la posibilidad (en el sentido de la ausencia de im p ed i­ partida de su trayectoria telúrica, el hom bre podrá encontrarse
mento) de serlo, proponiéndoselo com o meta y tarea. Así surge a si mismo, en la existencia, sin quedar m ediatizada e intercep-
su “esencia” como una p osib ilid ad en acto, como un poder ser
hombre o humanizarse por el despliegue y maduración de u n ^dnddeH T P ° r · ? ÍnC° ndÍCÍonal servid o a una supuesto
germen, d e una disposición, a través del proceso y evolución no t , n r ’ T inCldina Cn ¿1 dCsde Un Pla n o ex tr a L m a -
mP'n
m ente a sxi existencia.traSCendente Para hacerl° advenir extática­
I 7-
de la hum anidad histórica. Y es por una ilusión (de carácter
temporal) que el pensar proyecta esa esencia hacia el pasado y
hacia el futuro. Esta ilusión ha sido develada por Bergson en d e n t f c n ™ C° T bÍd0 COm° abSOlUt° y absoIutamenl;e trascen-
lo atinente a la supuesta e infun d ada prelación de lo posible su a L o r r ^ ? lg m á tk a dC la CUal SÓ1° conoceríamos
st nes * en 1‘ ^ ^ existencia, asi com o sus m anifestado-
con respecto a lo real. H ablar de la extracción u origen y del 0
futuro de la esencia del hom bre, en el sentido en que lo hace hom bre ^ n ° CS nada máS qUC Un refleÍ ° del ser del
Heidegger, es suponerla ya pre-existente como idea, com o ser in­ des” e s u r T r ^ e ^ ^ Ser~ u na tra^ r i p c i ó n
smesurada de lo q u e es una trascendencia en la inm anencia
dependiente del hombre singular, el único q ue posee esa idea y
le otorga efectividad al tender a realizarla en su ser, y en aquel
.supuesto reside el error. Entre ese pasado de la esencia —la po- París! J\ l m ° SSlble 6t lC reel’ m L a Penséc' et le M o u va n t., II I , pág. 128, Alean,
finita, fu en te esta últim a de toda objetividad, en sentido funcio­ q u e aspii a a moverse exclusivam ente en el elem ento puro y abso­
nal, pero n o ontológico-hipostático. El ser, y lo que H eidegger lutam ente primario del ser, es un pensar que tiene que retornar
llama verdad del ser, o sea su desocultación, es un reflejo o con­ a lo arcaico·, aún más, hacerse él mismo arcaizante en sus expre­
secuencia d e la p osib ilid ad existencial del hombre para predi­ siones, e ir mas allá de la filosofía o quedar más acá de ésta en
car ser en m ú ltip les articulaciones que trascendentalmente co­ lo que respecta a sus dim ensiones problemáticas y a su aparato
bran objetividad, lo m ism o q ue el ser, por lo otorgación exis­ conceptual. Delata, además, el intento inconfesado de mitologi-
tencial de sentido. Esta ú ltim a emana, empero, del ser h um ano zar el ser. D e ahí que H eidegger rectifique el rum bo de la pro­
finito, al cual por u n trámite de trascenclentalización hipostá- blemática de Sein u n d Z eit m ediante un expurgo de todo lo que
tica, que hace tabla rasa d e las instancias existenciales, se lo trans­ en ésta (por error de interpretación) jDudiese denotar subjeti­
pone y enajena en lo suprahum ano trascendente. vismo, y realice un transposición; del sentido de sus términos
L a existencia, el ser del hombre, único ser para él accesi­ íundam en tales. Pero, en el fondo, se trata de radiar la dimen-
ble dentro de la estructura de la temporalidad a que está pri­ s.ón propiamente existencial, de supeditar lo existencial y la
m ariam ente consignado, es la intraesencia y el guión del devenir otorgación de sentido por parte del Dctsein a una instancia supra­
histórico. Y este devenir histórico, en ú ltim a instancia, a través temporal, para anclar, así, sin im pedimento, en el m ito del ser,
de frustraciones y eclipses o m om entáneos apogeos, n o es nada es decir en una potencia absolutamente trascendente y, en últi­
más n i nada m enos q ue devenir hum ano, encam inam iento de m a instancia, en u n a inevitable ontización del ser.
todos los hombres hacia la p lenitud de un destino planetario. P ie g u n ta ¿qué es el ser?”, H eidegger responde que
Meta q ue no es lugar de llegada, sino rum bo de u n a marcha, “el ser es él m ism o” 5. El ser es lo otro de todo ente «. Pero es
cam ino por el cual el hom bre, a través de las peripecias de las el caso que la búsqueda y determinación de la alteridad es la
épocas, de la diversidad de las culturas', de la sucesión de las ti ascendencia como relación del Dasein, en tanto que ente exis­
estirpes, históricamente se vien e buscando a sí mismo, verdadero tente, con el ser. Ahora sí a esta relación la interpretamos tal
apátrida, nostálgico del h ogar de su hum anidad. cual la considera H eidegger, como el ser m i s m o , en cuanto que
éste m antiene en sí a la existencia en su esencia extática, o sea
que el ser adviene al Dasein existente por estar éste colocado en
el despejo del ser por su ahí (Da), entonces el ser es hipostasia-
6. T e m p o r a l id a d , e x is t e n c ia y ser. do, y el trascender hacia él es un m ovim iento hacia lo óntico, es
una exigencia óntica, y la “verdad del ser”, así. concebido, es
una verdad también óntica. Por esta vía se hace una concesión
L a c o n c e p c i ó n supra-temporalista y absolutista del ser es subrepticia al subjetivismo j^uesto que la trascendencia, así pen-
el resultado de la tendencia, en que h oy se afirma el filosofar
heideggeriano, a pensar lo prim ariam ente inicial que, para H e i­
degger, es el ser, y no la ec-sistencia en el hombre. Este pensar, 6 m w ist M etaphysik?, N ach w ort, p % . 41, K losterm ann, 19-19.
j h r i e f ü b e r den H u m a n is m u s , p;ig. 76, Francke, B ern, 1947,
sada, reintroduce la relación sujeto-objeto; el Dasein es trocado
^ penum brosa del m ito, es mitologizar el ser, temperam ento al que
en sujeto y el ser en el ob jeto trascendente. Pero si a la “rela­
| hoy visiblem ente se inclina el pensam iento de Heidegger.
ción la pensamos como com portam iento del D asein con res­
pecto a su sér, y a la predicación de ser en general, motivada
esta últim a por la existencia misma y su temporalidad, entonces
a la verdad del ser sólo hem os de buscarla y afirmarla dentro 7. H is t o r ic id a d d e l ser y p r o s p e c c ió n .
del am bito de la existencia, o sea en el seno de la ipseidad del
Dasein. Este, por haber advenido a la existencia, establece una
P a r a e r i g i r el ser en algo que, como u na potencia inn om i­
referencia relacional con ser en general, p ud ien do así interrogar
nada; próxim a y lejana a la vez, se cierne sobre el hombre, y
por la “verdad del ser” o el “sentido del ser”, q u e es el ser
mismo. del cual dependería la esencia de éste, H eidegger ha necesitado
aicaizar el pensar, haciéndolo un m ero reflejo del m ito enigmá­
D esde que el ser es dependiente de la com prensión del
tico del ser. Según H eidegger “el p en sar tiene q ue poetizar en
ser” 7, no podem os buscar el ser, ni pretender hallar n in gú n ser
el enigm a del ser. El lleva el orto de lo pensado a la p roxim i­
fuera del ám bito de la fin itu d existencial del Dasein, q u e es la
dad de lo que hay q ue pensar” * (“ . . . muss das D enk en am Rat-
instancia en q u e se constituye todo ser. Podemos, pues, afirmar,
s d des Sein dichten. Es bringt die Früe des G edachten in die
con H eidegger, q u e en la relación entre la existencia y el ser, el
N ah e des zu D e n k en d e n ”). Vale decir que al ser hay que pen-
ser es la relación misma, pero para nosotros, tesis tan fundam ental
J u n c ió n de su. primaria irrupción., en el pensar y en el
es plenam ente válida siempre que pensemos- a esta relación como
A q ui sólo se atiende al origen, el q ue no es proyectado
instaui ada j^or la existencia en tanto q ue com portam iento de ésta
en el tiem po histórico por el pensar poetizante, sino que este
con respecto al ser, lo q ue define una trascendencia en la inm a­
pensar primario, destinado a poetizar aquel orto y carente de
nencia de la te m p o ra lid a d existencial.
im pulso prospectivo, ha de tornarse arcaizante para rememorar
Si al ser hay que pensarlo como “el m ism o” (porque es
el oiigen , quedar vuelto hacia éste y suspenso sobre su persis­
ist Ei selbst) y no com o el ser del ente, es decir no com o el predi­
t e n c i a intemporal.
cado en la estructura judicativa, entonces el ser es lo q ue recoge
^Seiía esta la única manifestación posible de la “historia del
a la ec-sistencia e n la unidad de los existenciales, q u ed an d o im­
ser” la que perm ite al hombre acceder a la “verdad del ser”.
plicado, originariamente, en la existencialidad com o gu ió n intra­
Pero asi la “historia del ser” da la espalda a la historicidad del
temporal, como constante histórica que determina y orienta, a
ser y se torna anacronismo del m ito del ser. La “historia del ser”
su vez, el destino del hombre. N o pensarlo en su im plicación
supone, empero, la historicidad del ser, del ú n ico ser accesible
por la existencialidad, no indagarlo en todas sus posibles articu­
al hom b ie, es decir de la unidad trascendental de las diferentes
laciones ónticas, reales e históricas, es transponerlo a la zona
ai ticulaciones recogidas por el hom bre en la predicación de ser.

7 Sein u n d Z eit, pág. 212.


F rank furt" ¿ S ' M a i n “ H o la o e S e> P áS- 343< K l°stc rm a n n ,
H istoria del ser no es u n proceso que se cumpla en u n seno
por aquella del Eco. Esta, en virtud de la prospección vitalizante
incógnito, en u n origen sustraído a la temporalidad existencial,
del Eros, lo incita a fluir y reencontrarse a sí mismo en la reso­
sino la historia de la sucesión y variación, a través del decurso
nancia que ella le ofrece, es decir a identificarse con la histori­
del pensam iento (de lo que llam am os historia de la filosofía),
cidad que le es consustancial, con su intrínseco devenir. Al igual
de las concepciones de esa u n id ad de todos los existenciales.
que el Narciso mitológico, este pensar está condenado a esteri-
H ay mitos retrospectivos y m itos prospectivos. N o se p u ed e
lizaise y morir ju n to a la fuente, q ue le devuelve estática su propia
retrotraer el presente a los orígenes·, aunque éstos, com o germen
imagen porque él, únicam ente atento a contemplar un orto clel
que ya d ió su fruto, esten virtualm ente en aquél. L o n o acae­
ser ajeno al tiem po y a la m utación, se ha enajenado de sí m ism o
cido —y que está dentro d e las posibilidades históricas de la
en un miraje retrospectivo, en un supuesto contacto inicial con
existencia y por tanto de la historicidad del pensar— también
el ser, q ue no es más que la perspectiva arcaica en que este
muerde en las entrañas del presente, impulsando el destino p la­
_£pensar se inmoviliza.
netario del hombre, que busca superar su apatridad, su enaje­
nación en todo lo que es negación de su sustancia hum ana, es
decir de su existencia. La -jço m u n ió n d el hombre con el ser se
irá realizando en la m edid a en q ue el hombre advenga plena­
8. I d e n t id a d de la e x is t e n c ia y a l t e r id a d .
mente a la dim ensión histórica de su ser, a u n progresivo aclen-
tramiento en su existencia, en su ser. Es una tarea ele h um a­
nización, es el desarrollo de u n germen vivo —aún no frutecido—,
E l m a n t e n e r s e del hombre en la existencia, en su ser, su­
el que, como tal, se hallaba entrañado ya en los orígenes, está
p on e la identificación de éste consigo m ism o a través de la m u ­
latente en el hoy y en cuyo despliegue se cifrará el em peño del
tación temporal. T a n to este mantenerse en la existencia (su fu n ­
hombre de mañana, y de todas las épocas en que el hom bre siga
cionalidad ontológica) como el asirse del hombre, como persona
siendo la meta del hombre.
espiritual, en su ipseidad están consignados a la libertad.
T o d o m ito viviente valida su origen en la m edida en q ue
Precisamente el enigm a del hombre en tanto que existente
posee prospección temporal, primero en la estructura u órbita
es que el pueda asirse a sí mismo com o idéntico. Esta hazaña la
existencial misma del hombre, y luego en la vida de la h um a­
puede cum plir el ser personal en virtud de disponer de la fuerza
nidad histórica. A la fu en te n o se retorna ¡^ara' contem plarse
para realizar constantem ente la síntesis de lo que, de hecho, se
en su espejo por un afán de narcisismo arcaizante, sino para estar
da disgregado en el cambio. Esa fuerza se la proporciona el es­
seguro del rum bo e identificarse con el impulso de la corriente
píritu, llam ado a recoger en unidad la sucesión de éxtasis tem­
que de ella fluye.
porales por los q ue se expresa el existir.
Cuando el pensar quiere ser sólo pensjr del ser com o poeti-
La identidad del ente hum ano personal y existente consigo
—&<l€¡ón d e u n orto supratemporal del ser, él desoye a su propia
mismo tiene lugar en un plano funcional ontológico que tras­
musa, la que poi" esencia lo define, simbolizada m itológicam ente
ciende la mera subjetividad y sus contenidos ¡^síquicos, quedando,
/

■empero, implicado, este p lano en una trascendencia en la in ­


m anencia ontológico-existencial. N o hay aquí por parte clel ción unívoca, aunque aleatoria, con éste. D e m o d o q ue su esencia
■existente un co-saber de sí mism o, sino una aprehensión exis­ no depende únicam ente del hom bre como tal” i®, n i del D asein
tencial de sí mismo, u n centrarse en su ipseidad m ediante el tem ­ en su ipseidad. Descartando toda duda al· respecto, H eideeeer
p le anímico. a .rma categóricamente: "Así, en la determinación de la huma­
Pero el Dasein, advenido a la existencia, es su estar en el nidad del hombre como de la existencia importa, pues, que no,
m u n d o, el que se expresa originariamente por u n operar que es es el hom bre lo esencial, sino el ser” 11. /
un conocer rudim entario. El co-saber acerca de sí mismo se d e­
hom h '°m ° T T 5’ Cn CSte “h,,m an ism o” la situación deparada al
fine, en cambio, por la conciencia moral, y ésta supone el ser h o m b ie es la de una com pleta heteronom ia con relación al ser
d e la persona. D iferen te de este co-saber es el auto-conocimiento, com o u n A bsoluto trascendente, m ítico y supra-temporal.
el cual entraña u n a relación del ente hum ano, en tanto que ser H libertad del h om b re desaparece en la m edid a en que a
personal, con el m undo. La persona se proyecta hacia fuera con jes 'e se o c ^ sh u m a n iz a para hacerlo vacar com o .esencia fantas-
su obrar y experimentar, configurando situaciones. Es así como unatica a la verdad del ser”, y quedar enajenado de sí mismo-
p o r m edio de la actividad finalista de la persona y sus estruc­ cn Ja vecindad cíe un A b solu to mitologizado, al cual corresponde
turas peculiares se constituye el m u n d o com o un ser para lo u n pensar arcaizante y m itologizante. La h u m a n ita s no está, aquí
•otro, para la alteridad, en la cual ella se pierde y se enajena.
a ° Z , i M ' re
; aniquilada por este. aI servido deI ser· sino <1“ «n. 1
^ Si. el hom bre ha conocido ya una especie d e apatridad p o r
'9. E l i -i u m a n i s m o de H e id e g g e r .
najenacion en el ente, la q ue ha cristalizado en la metafísica
ahora H eidegger lo condena a una apatridad más radical, con !
ím a n d o lo en la vecindad de un ser hipostasiado, de un Ersatz,
E l h u m a n i s m o que postula H eidegger es de una especie clel s u m m u m esse de las religiones.
m u y singular. En él es difícil ver lo hum ano en el hombre y m u ­
cho más su posibilidad de realización histórica por cuanto tal
“hum anism o” im plica la más radical enajenación del hombre en 10. E l h u m a n is m o de Sa r t r e .
Tina supuesta v e r d a d del ser, concebido éste com o u n Absoluto
trascendente y supra-temporal.
A su VEZ el hum anism o que define Sartre se resuelve en un·
En el hum anism o heideggeriano, la referencia de la “esen­
subjetivismo que im pide al hombre acceder a su ser. El hombre
cia” del hom bre a la verdad del ser no tiene lugar, pues, sobre
elige según el temple de su subjetividad y, por tanto se elige a
la base de la existencia, sino q ue la esencia de ésta “es exis­
' 1 miSm° COmo suj et° 12 Y» que él no puede sobrepasar su 'sub­
tencial ec-stática por obra de la verdad del ser” La existencia
d el hombre es esencial para la verdad del ser sólo por una rela- u l c i ? p í 79.“ H u m a n is m u s > pág»· 73 y 94, Fran cke, B ern, 1947.
12 L ‘E xistcníialisrnc est u n H u m a n is m o , págs. 17 y 25, Nagel, París, 1946..
jetividad. Pero n o se decide por su ser por cuanto éste no es
tom ado como la existencia en su ipseidad. Sartre supone gratui­
tam ente que el hom bre com ienza por su existencia y, en virtud
ele la elección, remata en su esencia. A l elegirse a sí mismo for­ C A P I T U L O VIII
jaría u n paradigma para todos los hombres. Si, por ejemplo, se
casa, comprométese n o sólo a sí mismo, sino que tam bién induce
a la hum anidad entera por la vía de la monogamia, la q ue
■queda así erigida en paradigm a por u na elección individual. D e H U M A N I S M O Y CRISIS D E R E C U P E R A C IO N
este m odo, por la elección, se decide por u n a esencia, crea “una DEL HOM BRE
•cierta imagen del hom bre”; “eligiéndom e, yo elijo el h om b re” 13.
El hum anism o de Sartre, tom ando com o p u n to de partida
el cogito ergo sum cartesiano, va a centrarse en el concepto qiie
•el hom bre se hace cie sí com o conciencia pensante que se capta
I. F il o s o f ía de la c r is is” y c r is is de la f il o s o f ía .
a sí misma. Vale decir que él afirma al hombre como ego cogitans,
y no com o existente, puesto que la estructura del su m , y en
•definitiva la de la ipseidad queda, para Sartre, enteramente ve-,
D e l a p r o b l e m á t i c a de la filosofía de la existencia y como
lada. Por tanto, n o ve que la estricta elucidación cie esta estruc­
lesu lta d o de u no de sus desiderata más acuciosos emerge ya el
tura, tarea fundam ental de la analítica existencial, es lo que
escorzo prospectivo de una hum an itas que es la transcripción fi­
puede asegurarnos el acceso al ser del hombre.
losófica, un tanto vaga todavía, del conato del hombre por ac­
El rescate del hombre de la enajenación de sí mismo, ope­
eder a su ser. T a i ea suya es irlo haciendo, en una dimensión
rada a través del proceso por el cual su persona se ha perdido
ru m a n a plenaria, con la sustancia cie su temporalidad. Esto trae
-en la altericlad ( en el ser del m u n do com o un ser para lo otro,
aparejada la afirmación de un nuevo hum anismo, del humanismo"
y de la objetividad), sólo puede realizarse m ediante la centración
de la libertad, en el que la libertad es asida en su raíz existencia 1 ,
del hom bre en la ipseidad de su existencia. Esta es la única vía
y puesta en función de la ipseidad del Dasein. J
d e accesión a su verdadera hum anidad. Se perfila, así, un h um a­
Para explicar desde los puntos de vista consagrados el ad­
nismo que, por asentarse en la libertad y abrir la posibilidad
ven im ien to o mejor irrupción de la filosofía existencial en el
para la recuperación y afirmación de la ipseidad dentro de la
área histórica de nuestra época, se ha creído caracterizarla sufi­
•estructura ontológica existencial, cabe designar como hum anism o
cientem ente llamándola “filosofía de la crisis”. Lo es, sin duda,
•existencial o de la libertad. En él, más acá de toda transcriiDción
si se q u ie ie significar que ella marca en el discurrir del pensa­
•conceptual y antropo-filosófica, se patentiza el destino existencial
m ien to occidental un m om ento de lucha y escisión o variación,
d e l hombre y de su hum anidad en él.
lo q ue n o sen a nada más q ue un mero truismo; pero no lo es
13 O p. cit., p;íg. 27. 1 : e n el sentido de considerarla com o una situación anómala y tran­
sitoria, como un signo de q ue el hom bre actual h a caklo en en la p len itu d de su hum anitas, deja tras sí, como un caput-
desorientación por haber perdido m om entáneam ente contacto con m orlu u m , la filosofía del pasado y la imagen que ésta se forjó,
la corriente especulativa tradicional y con los conceptos antropo­ de él, en lá q u e ya no se reconoce a sí mismo. Vale decir que,
lógicos clásicos acerca de la naturaleza del espíritu. H ablar de dando la espalda a las transcripciones conceptuales que de su ser
“filosofía de la crisis” en este ú ltim o sentido es, en nuestro con­ y sus potencias y posibilidades le ofreció esta filosofía, ahonda
cepto, equivocarse sobre el significado y alcance de la nueva el camino que le señalan sus anhelos y necesidades más íntim a­
problemática. m ente humanos.
La filosofía de la existencia es, sin duda, u na “filosofía de Si el hombre se encuentra actualmente en crisis, y en m edio
la crisis”, pero en u n a dim ensión m ucho más honda. Al hacer de ésta se afirma en su p ropio ser y en su libertad, por fuerza
tal afirmación, enseguida se nos im p on e la pregunta: ¿crisis de tiene que nutrirse la nueva vida que e n ' é l germina de la sus-,
qué? Y la respuesta, q ue peticiona fundam ental exégesis, reza tancia, cíe las debilidades y resistencias y hasta de las fuerzas
llana y raigalmente: crisis d el ho m bre, la que supone la de la vitales remanentes- del pasado en caducidad. Por ello, dispuesto ·
situación en que él está implicado. a recuperarse, su pensamiento, arrastrado en la corriente del acón-
tecer, tiene que recurrir frecuentemente, en polémica, negación ·
y crítica, a los filosofemas de las concepciones de que se desprende
y libera. Para configurar hum anam ente su nueva imagen en ges­
2. E l hombre en la c r is is de la f il o s o f ía . tación, la im agen de un hom bre con visceras, sangre y sustancia
histórica y telúrica, debe aun acudir a la filosofía del pasado, a
su instrum entación conceptual. Vale decir que tiene que filosofar
v E l h o m b r e ha cam biado el rum bo en el que se buscaba a y por consiguiente debatirse agonalmente con los ideales que
Y sí mismo; ha radicalizado sus exigencias, profundizando el pro­ acerca de sí m ism o le brindaron las concepciones del m undo de
ceso de su devenir h u m an o en la totalidad de sus aspectos. Si los grandes sistemas, en los cuales él era incluido como un ele­
ello es así, la filosofía de la existencia, en trance no sólo de m entó más.
expresar cabalmente esta situación, sino incluso de abrirle cauce La filosofía de la existencia ha puesto de manifiesto la crisis >
y legitimar su vigencia, delata y entraña u n ajT í’sw de la filosofía. en que se debate el hombre actual. Este, en lucha y escisión, in ­
H o y es visible que el em peño fu ndam ental del hom bre se cifra tenta desprenderse de las estructuras ontológicam ente hiposta-
en rescatar su ser de .la.enajenación en las categorías y productos siadas del "espíritu objetivo” (el término técnico acuñado por ·
de toda índole derivados del platonismo; en recuperarlo de su H egel), dentro de las cuales había sido transcrito, esq u em atizado1
~~Híajefia’c ión en laF'esé’ñ S a s ' y - valores “eternos”, en las verdades y referido a u n sistema firme de valores, a un ideal de la cultura
“absolutas”, así com o tam bién de la q u e padece en lo infra­ y a una determinada imagen cósmica. En este esfuerzo por re- ■
hum ano, que jo rebaja a mero m edio para la producción de tornar a sí mismo, el hombre descubre j)ara la. progresión de su >
■v b ienes,,.materiales y riqueza. A ten to a afirmarse en su ipseidad,
tum ultuosas de su proceso. Pero, cuando los valores considerados
supremos, se han desvalorado, de acuerdo a la com probación de
Nietzsche, es porque la vida misma los ha subvertido, ha entur­
biado coñ su p o d e r o s o aliento el espejo que antes pasivamente
los reflejaba. Al desprenderse el hombre concreto de su fantasmá-
tica transcripción y dilución en las estructuras objetivas y abso­
. LA ruptura con el p l a t o n is m o . lutas, derivadas del platonismo, para afirmarse en su ser y hacer,
h ech o tan decisivo tenía necesariamente que originar una crisis
«. nnipre ver la causa de esta crisis en la d e la filosofía hasta ahora vigente, una profunda conm oción en
su sólita postura doctrinaria respaldada en las supuestas catego­
. dEdf :por~ pa
jerdida, « & m u n d o dedd semido
valores deemuna
firm enteobi&
an- rías eternas.
iv id a d trMcendente, de u n n iu ^ ^ en esta apre- Esta crisis de la filosofía es el resultado de la ruptura con el
dados e n la eternidad. P dd latonism o y la teología platonism o, con los supuestos y categorías derivadas directa o
;iación, fundada en ios ^ p son en tid ad es objetivas y indirectam ente de éste, ruptura que preludia, sin delatar to­
cristiana, es que los va y devenir y a la con- davía alcance decisivo, en el idealismo alemán, con Fichte y
ontológicam ente trascendentes, su sirL ui ar- q u e conservan I-Iegel. Estos se proponen, sin lograrlo, quebrar las formas de la
- - rlp existencia histórica singular, quu
ciencia vital de la ex ^ ^ acontecer, dentro del época del Ilum inisino, es decir de la filosofía burguesa, a las
s u perm anencia en me * con más 0 m enos fuerza según q u e se habían transvasado, por medio de los motivos especula­
cu a l estarían llamadas ^ ^ correlativa conciencia tivos de la teología cristiana, los principios y filosofemas del
las épocas y el giado < iore d hombre platonismo.
axiológica. Pero es el c a s e q u e ^ ^ g U n icam ente con N i etzsche va a producirse el primer intento
v iv ió en fu n d ó n de ellos, estaban s;ic 1 ^ ^ tota]idad de radical de esa ruptura' revolucionaria con el ¡platonismo y los
y esfera de validez, a u n sen im i < ^ ^ diferente en supuestos en que se inspira. Frente a un m undo trascendente,
la vida, sentim iento históricamente dad y q com o verdadero mundo, afirmado por el platonismo, y a una
cad a época. tMneF¡prp al reino sideral de vida ultraterrena, como verdadera vida, postulado derivado de
Desde el momento en que se (tel allM y aquél (“el cristianismo es platonism o para el p u e b lo ”), Nietzsche
las esencias o de los va oles a ^ . quiebra de aquellos afirma la realidad histórica singular, la existencia hum ana con­
de la vida humana, se quier ¡ d e asidero creta, enraizada en este m u n do y proyectada en sus posibilidades
u n am inoram ienlo , decadcne.a de a vkU , u na U ^ ^
hacia la vida y un destino en este m undo terreno.

L X n Í a ^ T r r fle ir T r r q u e lla s » » £ £ « » £
piedad, todo lo q ue ha proyectado en las cosas y más allá de
4·. E l n ih il is m o , clave de la r e c u p e r a c ió n del hom bre.
ellas, creando u n m u n do trascendente. El Dios del dogma cris­
tiano es la síntesis y transcripción de los valores y esencias cons­
telados por el platonism o. El hombre, de retorno en sí mismo,
C uando proclama que il£ l^ lü J is m o _ _ y a . a hacer
N ie tz sc h e
descubre q ue se había enajenado en los valores que d iputó por
sn pntrada” (stehti vo r der T ilr ) en el ámbito de la vida occiden­
supremos, term inando por depender onerosamente de lo que
tal y q ue ello significa “q u e los valores supremos se desvaloran”,
era su propia criatura. Esto es · lo que perfectamente ha visto
se refiere a un .estado...-previo y necesario^ aja_recup_eración del
Nietzsche, al hacer la “crítica de los valores hasta ahora supre­
hombre, a la afirmación de metas humanas y terrenas para su
m os” : “T o d a la belleza y sublim idad que hemos prestado a las
integral devenir. H a visto perfectamente que el nihilism o radical
cosas reales e imaginadas quiero reivindicarlas como propiedad
es la convicción de que la existencia es absolutamente insoste­
y producción del hombre: com o su más hermosa apología. El
n ib le “cuando se trata de los supremos valores que se reconocen .
hom bre com o poeta, como pensador, como dios, como amor, co­
Desvalorada la existencia, el hom bre debía poner su vida al ser­
m o poder: ¡oh, sobre su generosidad regia, de la que él ha
vicio d e los valores supremos, sobre todo cuando éstos “disponían
h echo don a las cosas para em pobrecerse y sentirse miserable!
de él dura y costosamente”. Así los valores eran superestructura-
Este ha sido hasta ahora su mayor desprendimiento, admirar y
dos por encim a del hom bre “como ‘realidad’, como verdadero
adorar y haber sabido ocultarse que era él mismo quien había
m u n do, com o esperanza y vida futura” 1.
E l nihilism o es el estado previo al desprendim iento y libe­ creado aquello q ue admiraba” 2.
Interpretando el pensam iento de Nietzsche en los nexos pro­
ración del hombre de estas superestructuras trascendentes en fun­
fundos de su unidad dinámica, nos encontramos con dos ideas
ción de las cuales había sido puesta su existencia. El n ih ilism o
esclarecedoras, q ue no se pueden pensar una sin la otra y que
activo y afirmativo, al abrir el camino para la recuperación del
brotan de u n a com ún raíz, la volun tad existencial: el rescate
hom bre, radicaliza y totaliza el estado de crisis en que éste se
del hombre de su enajenación en esas superestructuras y “la
encuentra hoy. H a sido necesario recorrer una larga etapa, llena
de fluctuaciones, para extraer, con signo positivo, las últimas m uerte de D io s”. Para que el hom bre se afirme como hom bre
consecuencias de la actitud im plicada por el nihilism o, tan sagaz­ existente y libre es necesario superar u n tipo ele hombre, el
hom bre gregario y enajenado —el de lo “hum ano, demasiado h u ­
m en te ahondado por Nietzsche.
E l hom bre quiere rescatarse de todas las estructuras y valo­ m a n o ”— y pensar en todo su alcance y significado la idea entra­
res q u e él m ism o ha creado, y de los cuales ha terminado por ñada en el “D ios ha m uerto”, clave para hacer el tránsito al
depender en la m edida en que aqtiellos, por haber sido superes- n ih ilism o activo y afirmativo. .
tructurados por encima cíe su existencia e hipostasiados, han co­ N o se logrará develar el sentido profundo y real de esta
brado im perio sobre él. Q uiere recuperar para sí com o su pro­ crisis, como crisis de recuperación de lo hum ano, si se piensa

2 D er W ille z u r M acht, Nietzsche’s W erke, Bd. XV, pág· 241 (K ritih


1 D e r W ille zur M achi, N ietzsche's W erh e , Bd. XV, págs. 145 y 147 (A
d e r R eligion).
K ro n e r Verlag, Leipzig.
que la nueva conciencia y situación del hombre han de formarse den escapar enteramente al control .del hombre, arrebatarle su
dentro del orden viejo y tradicional y sin remover y hasta libertad de decisión, obstaculizando el desarrollo d e.su ser.
negar los supuestos en q u e éste reposa. En el devenir se gesta
y alumbra aquella nueva situación, n o sólo en lucha con lo viejo
y tradicional, sino en op osició n y escisión con el orden que ellos
configuran. Hay, pues, caducidad de lo viejo y surgir de lo nuevo, 5. S it u a c ió n f á c t ic a del hombre y t r a s c e n d e n t a l iz a c ió n .
que inicia su ciclo histórico. L o adviniente, en este caso, el
rescate del hombre, el escorso prospectivo de un posible enca­
minarse hacia la m ism idad de su ser, no aparece, en el proceso L a b u s c a d a r u p t u r a con las categorías especulativas del pla­
histórico, sobre una urdim bre invariable de ideas y esencias' —la tonismo tiene consecuencias revolucionarias no sólo en el dom inio
supuesta superestructura categorial de la historia— com o u na for­ de la filosofía y de su doctrina antropológica, sino también en
ma más' que viene a sumarse a las viejas formas, tal cual si per­ la esfera de la praxis social y del acontecer histórico en general.
maneciesen todas ellas en el plano de concepciones superviven tes La existencia hum ana, que no reconoce más como su patria
y susceptibles de ser retomadas. Por el contrario, el insurgir de al supuesto reino de las esencias y la objetividad, tiende a recu­
la nueva forma entraña la desaparición definitiva de las demás, perarse de su enajenación en los sedicentes valores objetivos y
que ya, por perimidas, h ab ían perdido toda vigencia y p osib ili­ eternos y se abre al llam ado de su p ropio destino. Por consi­
dad de recobrarla. guiente compete directamente a la filosofía, después de haber
L a crisis significa q u e en el devenir del ser, com prendido desechado los supuestos tradicionales, describir y valorar esta
éste en su radical historicidad, algo nace, pero tam bién algo o existencia prescindiendo por com pleto de todos los signos o
m ucho muere. La crisis del hombre como referido y supeditado, símbolos categoriales m ediante los cuales se había operado su
en el pasado, a los valores objetivos, im plica el com ienzo del res­ transcripción o su transporte a un plano de pura trascendenta­
cate del hombre, pero referido a su existencia, a su hum anidad, lización e idealización. Para ello se cuidará, ante todo, de con­
en una palabra, a las inm anentes posibilidades entrañadas por la fundir, aceptando supuestos platónicos y teológicos, la idealidad
historicidad de su ser. de la existencia hum ana, que se funda en el carácter fenom énico
El sentido de la existencia del hom bre no peligra porque de esta última, con u n sujeto absoluto e idealizado.
éste no viva más para las esencias y sedicentes valores objetivos, Es así como se im p one a la filosofía que hoy se está hacien­
absolutos y supra-temporales. Pero a ella sí la acechan otros pe­ do, y como es de preverlo a la que se hará en el futuro, la tarea
ligros. E n la era de la civilización industrial, la existencia h u ­ de comenzar por fijar, para darle cuño conceptual y elevarla a
mana corre el riesgo de ser interceptada en su progresión tem­ instancia filosófica, la imagen del hombre sobre esta tierra y
poral por potencias históricas, por ejemplo, como la técnica y la de su situación fáctica en este m undo, tal como ella surge
la economía, que, por su volum en y preponderante influjo, p u e­ y reposa en sí misma. Interesa indagar el sentido de la existencia
hum ana, describiendo y determinando sus posibilidades, al mar­
gen y con prescindencia de todos los motivos que la exégesis | el m u n d o hum ano de las posibilidades existenciales. y a a buscar
antropológica tradicional ha insuflado en ella. Esta honda crisis ■¡el sentido de su existencia, de su ser y hacer, en el despliegue de
en que se debate el hom bre en nuestros días se conceptualiza jilos mismos desde su propia y esencial temporalidad, en el con-
formalmente, y en un p lano periférico en una “filosofía de la ^ ■c r e to ‘"a'contó¿er histórico. Aspira así, a través de la historicidad,
crisis”. D e ahí que tan pronto inquirim os por el supuesto que t á desarrollarse integralmente, abriéndose a todas sus posibles
esta filosofía implica, si ella ha de tener algún sentido, para dim ensiones humanas jjara adquirir efectiva presencia en este
dejar de ser u n mero slogan que nada explica, encontramos que m u n do, para dar a su estar aquí (D asein) un m áxim o de exis-
es la expresión de la crisis del h o m bre, raigal motivación q ue da tencialidad.
origen a la crisis de la filosofía. Esta a su vez, por la situación
imperante y los' vientos que soplan en el m undo histórico, se
agudiza hasta el extrem o de acelerar el m ovim iento de la filo­
sofía hacia el fin y acabamiento de su cicló. 6. La a u to e n a je n a c ió n del i-io m b re según H egel y M arx .
Si antes la vida hum ana sólo tenía sentido en virtud de
incidir las esencias, luego los valores, en su realidad histórica
singular, ahora en cambio, aquélla se existéncializa, es decir su Si e l h o m b r e tiende a encontrar el rum bo hacia esta meta
esencia se identifica con su existencia, y deja de ser una sombra ■es porque ha adquirido plena conciencia de la autoenajenación
llamada por un destino aparencial a fijar su rum bo sobre la q u e padece. Com o consecuencia de su enajenación se halla pros­
tierra según la constelación perenne de esencias y valores. crito del hogar de su hum anidad, al que, aunque suene a extraña
El hombre no concibe ya el espíritu como· lo que planea paradoja, no puede buscarlo en el pasado, en el acervo fenecido
sobre todo lo terreno, como lo que, según Aristóteles, se intro­ de una tradición, sino más allá de las posiciones que penosa­
duce de fuera en lo anímico, como un principio proveniente de ’“m ente él ha alcanzado y hasta sobrepasado. En realidad, él busca
otro mundo. E n consecuencia no se considera espiritualizado y u na patria todavía incógnita, en la cual pueda experimentar
apto para humanizarse porque el espíritu tiene accesión a las J con p len itu d creativa, el sentim iento de paternidad con respecto
esencias y valores espirituales, en virtud de su proveniencia y, a su p ropio ser, vocado al destino de hacerse a sí mismo por
a la vez, de su participación en el m u n do trascendente forjado obra de su libertad.
por Platón, sino porque, para él, el espíritu es una posibilidad ¿Cómo y por qué vías se ha operado el fenóm en o de la auto-
inm anente de su existencia, un impulso ontológico suyo, potencia enajenación, el que, a su vez, ha engendrado la apatridacl del
operante en su ¡proceso· de humanización, en el conato por ad­ hom bre moderno? D ebem os a H egel la explicación filosófica de
venir a su p ropio ser. la génesis de este fenóm eno q ue él ha bautizado y analizado —en
El hom bre retorna de los trasmundos objetivos, en los que P h än om en ologie des Geistes— a tono con su concepto del “es­
se había enajenado, quedando absorbido su ser en esencias y va­ p ír itu ”. El espíritu se desintegra o deshace en u n m u n do d upli­
lores liipostasiados, para centrarse en sí m ismo y proyectarse en cado. El primero de estos dos m undos es el m u n d o de la efec­
tividad (W irk lich k eit) o realidad, o sea la enajenación m ism a las potencias extrañas que disponen de él, en la propiedad capi­
del espíritu; p ero el otro es el que el espíritu, elevándose por talista, en los productos de la industria —productos elaborados,
encima del primero, se “edifica en el éter de la pura conciencia”. fabricados con su trabajo—. Es así como· va ha terminar depen­
Este m undo etéreo, opuesto a aquella enajenación, precisam ente diend o de éstos, bajo el poderoso influjo del fetichism o de la-
por su carácter n o está libre de ésta, sino que más bien es la mercancía, enajenado en las manifestaciones del culto y del rito,,
otra forma de enajenación, “la que justam ente consiste en tener en las esencias y valores objetivos, decantados por el pensamiento.
la conciencia en dos m undos de especie diferente, y que ella a C om o fenóm eno global y unitario, £la auto-enajenación del
ambos los abraza” 3. Cabe señalar que en los dos mundos el hombre, lisa y llanam ente no es, en definitiva, para Marx, más
hombre se autoenajena, tanto en el m u n do de la realidad com o que u n a necesaria consecuencia ele su sistemática enajenación en·
en el del espíritu, sobre todo cuando este ú ltim o ha devenido sus propios productos. Estos, no obstante haberlos él creado con
“espíritu y ob jetivo” y se ha sedimentado y consolidado en sus su trabajo, no le pertenecen, en la m edida en que, por obra d e
estructuras específicas. la enajenación, no son su propiedad, sino que, por el contrario,
El fenóm eno de la autoenajenación del hom bre ha sido des­ tales productos ejercen u n poder sobre él, condensado, consoli­
pués analizado críticam ente a través del proceso histórico m ism o dado y sistematizado en la econom ía capitalista, que lo desinte­
por el cual se ha generado y consolidado, y expuesto en todas sus gra com o hombre, deshumanizándolo. F.n 7d e o I o . g í a . larumjL
consecuencias económ icas y sociales, por Marx. , M arx y Engels, describiendo esta situación y la manera como ella
Según Marx, con el perfeccionamiento" de la división del tra­ se lia originado, nos dicen que a causa de la división del trabajo,
bajo el hombre pierde su autonom ía y su libertad, autoenaje- “la tarea propia del hom bre deviene una fuerza extraña y hostil
nándose en una serie de organizaciones tales como el Estado, las q ue lo subyuga, en lugar de ser dom inada por é l . . . Esta fija­
Iglesias o Confesiones, las sociedades profesionales incluso. T o ­ ción de la actividad social, esta consolidación de nuestro propio
das estas potencias tien en sentido para el hom bre sólo en o p o ­ producto en un poder objetivo por encima de nosotros, poder
sición a su persona privada y con prescindencia y hasta a apre- q ue se em ancipa de nuestro control, desbarata nuestras expecta­
ciable distancia de sus intereses inm ediatos, los esencialm ente tivas y frustra nuestros cálculos, representa hasta ahora uno cie­
humanos y emergentes de su libertad. Cuando tales organizaciones los m om entos principales cie la evolución histórica”.
tienen para él u n sentido, éste sólo es el de previsión tutelar,
de ayuda en lo material, y en lo sedicente moral y espiritual;
pero es el caso q ue su dependencia de ellas en virtud de esta
7. C rític a de M a rx de l a d u p lic a c ió n h e g e lia n a d e l m undo.
clase de ayuda q u e están llamadas a dispensarle es ya una conse­
cuencia ele aq uella autoenajenación del hombre. Este se desper­
diga y se desintegra en las diferentes formas de enajenación, en M a r x o b j e t a a H eg el la manera como éste interpreta la d u ­
plicación del m undo en u n o m undano o real y uno filosófico o-
3 P h ä n o m en o lo g ie des Geistes (D ie W e lt des sich e n tfre m d e te n Geistes), espiritual como asimismo el alcance que asigna a este fenómeno..
pág. 350, 5. Auf., cd. H offm eister, M einer, Leipzig.
E n los “Manuscritos económico-filosóficos” de 1844, M arx afirma q ue cristaliza en u na relación de subordinación con respecto a
q ue las formas que H egel considera sobrepasadas por el devenir, esencias, valores e ideas hipostasiaclos.
son sólo sobrepasadas o superadas idealmente por u na negación Para M arx, la tarea del hombre es rescatarse, com o hombre,
abstracta de las mismas, lo q ue perm ite que ellas con tin úen sub­ de esta m ú ltip le enajenación y tornar a sí mismo, a su hum ani­
sistiendo en la realidad. Es q ue estas formas no h an sido definidas dad. Recuperar y vindicar la vida h um ana efectiva com o pro­
más q ue especulativamente en el pensam iento puro. H aciendo piedad del hom bre integral o universal equivale, pues, a abrir
la crítica de la dialéctica liegeliana, escribe: “H e g e l comete aquí paso al devenir, del hum anism o “práctico” . Este, entonces, sería
u n doble error. El primero se m anifiesta claramente en la Ph äno­ el desarrollo del hom bre universal, del hombre considerado en
m en ologie, com o el lugar de origen de la filosofía hegeliana. Si la totalidad de sus direcciones o intereses específicamente hum a­
él toma, por ejemplo, la riqueza o el poder del Estado, etc., como nos. El hum anism o preconizado por M arx comienza por concebir
entes enajenados del ser hum ano, esto sólo tiene lugar en su al hombre como hom bre natural, asignándole una posición cen­
forma de id e a s. . . Ellos son entes ideales, y por consiguiente se tral en el proceso social. Es, pues, u n hum anism o real o concreto.
trata sim plem ente de una enajenación del p en sam ien to filosófico El hom bre es contem plado en su realidad, como' un ente histó­
puro, abstracto” 4. Pero la enajenación no es, para Marx, teórica rico que vive en sociedad, condicionado temporal y espacialmente-
y filosófica, sino que ella tiene lugar y se m anifiesta en la vida por las relaciones económicas. Al escapar éstas a su control y tor­
real del hombre, en la práctica social. narse dom inantes respecto a su vida y su actividad social e indi­
El “espíritu objetivo”, en la totalidad de sus estructuras o vidual, el hombre, q uedando enteramente mediatizado por ellas,
mom entos, en sentido hegeliano, es, para Marx, a la vez el resul­ se deshumaniza.
tado de la autoenajenación hum ana y la expresión de la misma, Para q ue el hom bre retorne a sí mismo desde su enajena­
en el orden de la producción espiritual y de la filosofía. Conse­ ción se requieren ciertas condiciones jDrácticas operantes. V a le
cuentem ente, en el W eltgeist hegeliano como p otencia suprahu- decir que tal retorno ha de efectuarse por una praxis que con­
m ana y protagonista de la historia, vió Marx la expresión más sidere al hombre y sus circunstancias sociales y económicas radi­
radical de la auto-enajenación del hombre. A l sentirse éste de­ calmente. M arx concibe esta praxis com o una acción radical. Y
p en dien te de las potencias sociales y espirituales q u e con respecto com o nos dice, en la Critica, de la filosofía hegeliana d el Derecho,
a él y frente a él han cobrado autonomía, llega a aceptar como “ser radical es asir las cosas en la raíz” ; pero la raíz, para el
supuesto incuestionable que el proceso de la historia, y con ésta hombre, es el hombre mismo. Por consiguiente, la “acción ra­
el entero orden social con su regulación moral, d epende también dical” es u n a acción que asciende desde la raíz misma del ente
de tales potencias, las que así se han transformado en esencias h um ano y q ue está condicionada por la situación en que éste se
. objetivas y reales. La consecuencia de esto, en el orden espiri­ encuentra dentro de su propio ámbito histórico. La praxis ra­
tual, es q ue el hombre encalla en una conciencia del ser , la dical no sólo transforma las circunstancias, o sea la situación en
que el hom bre se encuentra, sino q ue tam bién modifica la raíz
4 N a tio n a l Ö ko no m ie u n d P h ilo so p h ie (K ritik der Iie g e lsch e n D ialektik), misma de que esas circunstancias se nutren. Es en virtud d e
págs. 239-240, ICipenheuer, K öln-B erlin, 1950.
m ien to es superada la autoenajenación hum ana. En esto M arx
■esta acción transformadora del m undo histórico del h om b ie: qu coincide com pletam ente con H egel por cuanto para este la his­
Marx prevé el advenim iento de circunstancias que configuren toria universal es asimismo la representación de la .autoenajena­
" para la realización del hombre total del hombre ción, considerada com o u n m om ento necesario de un proceso
? O Si f a acción radical remueve el suelo histórico, entonces tendiente a su definitiva superación. D e m odo que la historia es
“ L a q u e s el hombre, con sus caracteres peculiares, se c o n c e b i d a 'por M arx como la superación, m ediante una praxis

transforma y desarrolla históricamente. radical, de la autoenajenación, o sea como rescate del hombre.
Las ideas n o tienen, en la historia, el poder plasmac or y
transformador de la realidad social, que les concedió H egel Ellas
n o son, pues, en la historia, lo real y operante, sino exclusiva­
8. L a h is to ria com o p ro ceso de re sc a te d e l h o m b re. m ente los intereses de los hombres. Marx objeta a H egel la per­
sonificación del W eltgeist creador como sujeto de la historia. A
esto op one q u e es el hombre real y viviente el que lucha y hace
N o o b s t a n t e la posición crítica que Marx adopta f r e n t e a todo en la historia. N o es, por tanto, la historia la que uti iza
H eg el y destacar los elementos del proceso histórico que este ]■ al hombre com o m edio para alcanzar sus presuntos fines, sino
d e lado, su concepción de la historia no logra zafarse de las m. < eme ella no es nada más que el proceso resultante de la acti­
del esquem a hegeliano. TT . , , <.P enca­ vidad del hombre, atento al logro de su p ro p io fin. Esta idea
para Marx, lo mismo que para Hegel, la lu slo n a encuentra tam bién expresión en Engels, que afirma: los hom ­
m i n a a u n f i n ra c io n a ! ü l t i m o , i m p e r a n d o e n s u d e s a r r o v n bres hacen su historia, sea lo, que- fuere lo q ue de ella resulte,
ley universal q u e se cum ple en ella. Pero para en la m edida en que cada cual persigue sus fines propios cons­
universal es la que determ ina la historia futura, lo que en esta cientem ente queridos, y la resultante de estas numerosas vo^ m i­
y por ¿ s t a encontrará acabamiento Su soporte s o d a , agente de tades, operantes en diversas direcciones, y de su m ú ltiple influjo
proceso histórico, es el proletariado. Marx elogia . sobre el m u n d o exterior es.precisamente la h isto iia J.
ii-iber reconocido la esencia de la autoenajenactoi La potencia social extraña, que ha surgido en virtud de a
t m a d e h a c i é n d o i o suyo, el concepto de q ue el proceso de, au toenajenación del hombre, constituye el sustrato y soporte de
espíritu se desarrolla de acuerdo a una m e o om .a c h a e c t a ^ la evolución del m ovim iento económico, la que, según i ai.-., se
íü hombre como s e r natural y dotado de razo! , - I ’ realiza de acuerdo a una legalidad intrínseca, casi mecamea. El
. « * determinado esenctaim jnte por el objeto de -la evolución histórica es, por consiguiente, la supe­
por el poder coactivo de las arcunstancias, el t.ene q ue _ ración de la autoenajenación humana en las condiciones econo-
ñarse, enajenarse de si mismo en el producto de s . - F Jo
el sentido del proceso d e la historia reside, p a ia M a ix , en
5 L u d w ig F euerbach u n d der A usgang der klassischen deutschen Phnoso-
aniq u ilación de l a potencia extraña en que se ha ‘
p h ie , p;ig. 40, M e i n e r , Leipzig.
a u t o e n a j e n a c i ó n del hombre. M ediante tal negación o aniquila
mico-sociales engendradas necesariamente por el régim en d e 9. E l salto en la l ib e r t a d y el “ i -i o m b r e total” .

producción, de las cuales el hombre es mero resultado.


En este sentido, M arx ve hipostasiadas las condiciones eco­
nómico-sociales tal com o éstas se presentan en el sistema capita­ Si n o s a t e n e m o s literalm ente al pensamiento expreso de Marx
lista de producción a consecuencia de la autoenajenación del y n o reparamos que en éste la personalidad del teórico social y
hombre; y a la conciencia del hom bre la ve com o u n a mera fun­ filósofo se dobla con la del revolucionario práctico· y agitador
ción de las mismas. N o es q ue Marx haya hipostasiado subrepti­ político, podemos pensar que b a jo su doctrina económico-social
ciamente o sin advertirlo las condiciones económico-sociales, com o en su form ulación de tipo naturalista —propia de las ideas im ­
lo pretenden algunos críticos y expositores cíe su doctrina, sino perantes en su éjDoca— se oculta una concepción escatológica de
que fiel a los hechos q u e analizaba, las consideró tal com o ellas la historia. Pero en nuestro concepto —si queremos comprender
se consolidaron a través del proceso histórico, atinando a explicar rectam ente a Marx— es necesario establecer una disyunción entre
su génesis. el aspecto filosófico y económ ico y lo puramente ideológico de
Es esta situación la q ue permite a M arx concebir la his­ su pensamiento. En este últim o aspecto y en lo que atañe a la
toria como un proceso cuyo curso obedece a u n a legalidad cien­ lucha social, el m ito de la lucha final y el salto en el reino de
tífica natural, abriendo así el cam ino para la plena com prensión- la libertad son las fuerzas impulsoras de la acción, el resorte
de este proceso. D e ahí tam bién q u e vea en el hombre enajenad o· q u e m ueve y m antiene viva la esperanza del proletariado.
de sí mismo u na encarnación o personificación de las categorías Alcanzar el estado final de la sociedad sin clases como meta
económicas. Es que éstas, com o sustrato en la pugna dialéctica de la historia y consecuencia últim a y decisiva de la recupe­
de las oposiciones, han devenido el sujeto de u na evolu ción q u s ; ración del hombre de su autoenajenación no es, como se atribuye
conforme a una legalidad inm anente, se cum ple precisamente p or · a la intención de Marx y se supone ser uno de los postulados
medio de un m ovim iento tam bién dialéctico. En atención a este de su doctrina, la “realización del hum anism o”, sino tan sólo
hecho, Marx puede afirmar: “M u ch o menos q ue cualquier otro, la posibilidad para el comienzo de su realización en la plurali­
mi punto de vista, q u e concibe la evolución de la formación dad de aspectos y direcciones accesibles al hombre, al despliegue
económica de la sociedad com o un proceso histórico natural, puede de su ser en las dimensiones de su historicidad.
hacer responsable al in d ivid u o por las condiciones de las cuales Marx concibe, sin duda, la historia a partir de la visión d e
él queda siendo socialm ente un producto, por m ucho q ue subje­ u n estado, final _d e j a h u m anidad; dicho con más precisión, ella
tivamente le sea posible elevarse por soJ?re ellas” (El C apital, I, es, para él, “prehistoria” o sea la historia transcurrida como his­
VIII). ’ toria de luchas económicas de clases y de ideologías “no· libres”,
m ero reflejo de esas luchas, proceso tendiente a un estado final,
en el cual el hombre debe ingresar en el reino· de la libertad.
Con esta idea, Marx parece enfrentarnos a un fin escatológico
de la historia, estado en el cual el desarrollo del hombre habría
llegado al tope y por lo m ism o cesaría. Si este estado es conce­
bido com o un acabamiento o cum plim iento de la historia o una
post o suprahistoria se habría interrumpido (y hasta frustrado)
la progresión hum ana del hombre. Por eso este estado final de
la sociedad sin clases no es n i puede ser la realización defini­
tiva del hombre, sino tan sólo la posibilidad que ofrece la his­
toria misma a la libertad de un ser rescatado en su ipseidad H U M A N IS M O Y T E C N IC A
para el universal desarrollo de su personalidad, para devenir
“hombre total”.
Si el ser del hombre es u n proceso real que se forja como
meta de su hum anidad devenir sí m ismo en un sentido hum ana­
mente plenario, entonces la progresión de su historicidad inm a­
nente no conoce nin gú n lím ite inam ovible en que tal proceso 1. E l p r o b l e m a f i l o s ó f i c o d e l a t é c n i c a .
cese, ni n in gú n fin en el que, allende lo humano, deba enajenarse,
diluir y perder su mismidad. .
Con su mera existencia, proyectada en un devenir hum ano, él N o o b s t a n t e las abundantes disquisiciones con que desde el
cumple un mandato, una tarea que le interesa directa y profun­ p u n to de vista científico, o económ ico, o sociológico se la ha en­
damente. Si este mandato de existir y ser libre para su hum anidad carado por parte de tratadistas y teorizaclores, la cuestión de la
e incrementar de modo universal sus potencias humanas no es técnica y la relación que el hom bre instaura con ella ha sido,
conocido y explicitado intelectivamente por él —por serle impo­ hasta hace poco, en el p lano filosófico, un tema de segundo o
sible o m uy difícil, en este caso, establecer la distancia que su­ tercer orden. Dejam os de lado las ideas m uy generales suscitadas
pone todo conocimiento con respecto a su objeto— es porque el en el pasado por el contacto problemático entre la filosofía y la
hombre m ism o es, en su sim ple existir y advenir a su ipseidad, técnica en la m ente de algunos filósofos (por ej.: Bacon F.,
este mandato, que, imantado por la libertad, emerge de las pro­ Leibniz, Kant, etc.) y las que subsidiariamente se han referido a
fundidades abisales de su ser finito. esta en el pensam iento contemporáneo (por ej.: los enfoques de
M ax Scheler, N . H artm ann, H . Driesch, etc.). Tam poco, para los
fines de nuestras consideraciones, necesitamos computar la parte
q u e la im aginación literaria y científica ha tenido en la creación
de utopías técnicas, ni aquellas obras que, en la literatura u n i­
versal, nos presentan arquetípicamente al hombre como Prometeo
de la técnica, com o origen del ím petu fáustico de señorío y
expansión.
A l problem a filosófico de la técnica no se le plantea, ni se
la teoría de las funciones mecánicas y de la progresiva tecnización,
responde a él, explicando cómo la técnica ha surgido, en virtud
si comenzamos recordando la situación histórica en que tiene su
de qué necesidades; sino esclareciendo sus supuestos, determ inan­
origen el im pulso adquirido por la técnica. Este se despliega
do su significación histórica, el alcance del funcionalism o en q ue
paralelo a las etapas del desarrollo y perfeccionam iento de la
ella ha derivado. Vale decir, es necesario elucidar, de acuerdo a
ciencia física y del tecnicismo inherente a la misma. C on razón
sus últimas y decisivas' conquistas, las consecuencias de la técnica
h a podido afirmar el físico alem án Pascual Jordán que “la física
con relación al destino del hombre, al despliegue o frustración de
d e hoy es la técnica de m añ an a”.
sus posibilidades inm anentes y también respecto a la suerte depa­
rada por su increm ento y apogeo a la especie hum ana sobre el
planeta.
La técnica y su funcionalización son hechos enormes y ecum é­
nicos. Atisbar y acotar su génenis no es, desde luego, hacer su 2. F u n c io n a l is m o f in a l is t a de la t é c n ic a .

filosofía. R ecién ella se nos im pone como problem a filosófico de


primer rango cuando enfocamos el com portam iento con que el
A l a t é c n i c a podemos definirla, con cierta precisión, d icien ­
hom bre reacciona ante esos hechos y la organización que ellos traen
d o que es la aplicación práctica del d om inio teórico de la n atu ­
aparejada; cuando descubrimos los resortes o motivaciones h u ­
raleza, del glo b o terráqueo con sus energías potenciales, por parte
m anas que se p u ed en insertar en su m ecanism o en vista a ase­
d e la m oderna ciencia natural y sus recursos instrumentales, para
gurar prospección al devenir del hombre, progresión histórica y
satisfacer las necesidades hum anas. Precisamente el alto rango, la
perfeccionam iento a la empresa social hum ana en sus aspectos
primacía alcanzada por la técnica, y, con ella, por las ciencias
esenciales. D ebem os inquirir si la técnica p uede favorecer esta
naturales está estrechamente relacionada con el aum ento de aque­
empresa en la integralidad de sus desiderata espirituales, políticos,
llas necesidades, consecuencia, a su vez, del progresivo aum ento de
económicos y pragmáticos vitales. Respecto a esto último, en el
la densidad demográfica, com o fenóm eno universal. Por otro lado,
sentido de la posibilidad de que la técnica se conjugue con las
com o factor correlativo, esta densidad, este incremento demográ­
exigencias de la más segura, afinada y hum ana praxis vital com o
fico ha sido sólo posible porque la técnica ha mostrado tan altos
fundam ento para el goce de todos los bienes resultantes de la acti­
resultados. D e ahí el nexo intrínseco entre técnica y econom ía.
vidad del hom bre.
Porque, com o lo hace notar L. von W iese, la mayor parte de
Para saber bajo q ué signo se viene cu m pliendo inexorable­
tod a econom ía es producción, y la parte m áxim a de toda produc­
m ente el avance de toda la técnica moderna, tenemos que deter­
ció n consiste en preparar y p oner a disposición bienes materiales,
m inar el carácter m ism o de la técnica y de su desarrollo, cuestión
y esto ú ltim o es fu n ción exclusiva de la técnica.
q u e hoy preocupa fundam entalm ente a la filosofía. Accederemos
La com probación de estos hechos nos enfrenta al integral
de Inmediato a u n p u n to de vista claro sobre las perspectivas de
funcionalism o de la técnica. Surge así la cuestión de saber si el
la evolución de la técnica, como asimismo sobre los resultados de
conjunto de prácticas que ella moviliza conservan su carácter de
m edios, de valores' relativos, instrumentales, para fines hum anos parece advenir a otro reino del ser: , el de la mecanización y la or­
de toda índole; o si, por el contrario, su volum en creciente y los ganización, dentro del cual ya no cuentan del todo, y a veces
com plejos en que ellas se integran dinámicamente, no mediatizan ni en escasa medida, su potencia vital, su fuerza espiritual como
al h om b re y su entera actividad. D e darse el segundo término· de factores decisorios en el rum bo de su existencia. En realidad, la
tal alternativa, esas prácticas, erigidas en fines, tenderán necesa­ técnica ha engendrado un cosmos peculiar, antagónico del m undo
riam ente a intercejatar al hom bre en el desenvolvim iento de su histórico del hombre, al que interfiere en su curso y le im prim e
ser, el que quedaría confinado y enajenado de su libertad y su una dirección ajena y hasta hostil a los fines esencialmente hu ­
h um an id ad en las categorías férreas de la técnica y la econom ía. manos.

3. E l “ cosm os” de la t é c n ic a y la l ib e r t a d . \4 . N e g a c ió n r o m á n t ic a de la t é c n ic a : B ergson y H e id e g g e r .

y )
Sin duda, con el apogeo de la doctrina de las funciones m e­ .jr^ É N de estas comprobaciones, vemos perfectamente
p r e s e n c ia

cánicas se introduce la perniciosa ilusión de u na necesidad mecá­ el error e inoperancia de la negación romántica de la técnica.
nica, a la que tam bién estaría som etido el hombre. D e donde re­ Esta postura pareciera ignorar o desconocer que el hom bre moder­
sulta que por m edio de la mecánica el hombre es vulnerado d e no vive en m edio de la organización y sometido a ella, rodeada
m o d o coactivo en su libertad. “Es la libertad —como observa F. por aparatos e instrumentos técnicos; que no se trata de desandar
G. Jünger— lo q ue distingue al hombre del autóm ata”, al ente el cam ino a través del cual la técnica ha conducido a la actual
racional libre y existente, de la máquina, la que, aunque la conci­ situación, lo cual es imposible, sino de hacer de la técnica —acep­
bamos en su m áxim a com plejidad funcional, “n o posee, ni u na tándola en todas sus consecuencias— un m edio para fines pecu­
volu n tad libre ni u na volun tad no libre, sino absolutam ente n in ­ liarmente hum anos. Esta tarea fundam ental será realizable siem­
g u n a vo lu n ta d ” 1. N o cabe ciertamente negar q ue el hombre desde pre que el hombre, por im perativo de su voluntad y su libertad,
q u e se aleja de lo natural y vital, y queda im plicado en el auto­ esté dispuesto a rescatar intacto su ser de la enajenación en la
m atism o ele las disposiciones mecánicas, y explota instalaciones, en com plejidad cada vez más opresiva cie sus artilugios. Vale decir
la m ism a m edida él se torna dócil al influjo de la mecanización que el hom bre ha de recorrer inexorablem ente el cam ino de la
y la organización, o sea es u n ser organizable. Es un hecho in n e­ técnica,-¡aero atento a señorearla para alcanzar su propia libera­
gable que por la técnica el hombre deja de estar determ inado ción y la de la com unidad hum ana que lo involucra y sin la cual
por la tierra y el aliento de vida orgánica que brota de ésta, y él no es ni siquiera concebible, ya que el hombre aislado, al es­
tado de átom o —tal como lo pensó el liberalismo in d iv id u a lis ta -
1 Die Perfektion der T cch n ik , p;íg. 64, 2* cd., K l o s t e r n ia n n , F r a n k f u r t , no existe ni tampoco· nunca existió.
M „ 1949.
L a REVOLUCION ÍEXISTENCIALISTA ] 53

A■ I i i ,
Pensar q ue el hombre puede sustraerse al imperio de la téc­
1Iv ^ ' !-
leza, pasen elesapereibidos. Y así descubrirá que lo sencillo no
nica y volverse a la simplicidad, a la sencillez de lo sancionado por
radica tan sólo en las cosas, vistas ¡#lfozaclas en la perspectiva de
costumbres fenecidas que obedecieron a otro ritmo de vida es una
lo perimido y recuperado en la morosa delectación del recuerdo,
consecuencia ele aquella falsa negación romántica. V au nq u e indi­
sin o principalm ente en un estado de línim o en que aflore lo esen­
vidualm ente pueda realizar tal fuga, esta no es nada más que un
cial de su hum anidad, así sea en lo fugazmente episódico, pero
paréntesis m om entáneo, u n oasis ilusorio en medio del orbe de ■con el temple ele una serena e inalienable libertad interior.
... ac:cl'° de la técnica.; U n ejem plo de esta postura lo encontramos
1 en üergson, q uien sostiene que “la mecánica exigiría u na mís­
tica y que conduce a ésta, una mística que hará retornar al hom ­
bre a la simplicidad de la vida, pues “sería necesario q ue la h u ­
5. E x a l t a c ió n de l a t é c n ic a por el p o s it iv is m o .
manidad tratase de simplificar su existencia con tanto frenesí como
el que ella ha p u e sto ,e n com plicarla” 3. Habría, según Bergson,
I una ley del doble frenesí al frenesí que llevó a la mecánica
I g u a l m e n t e f a l s a es la actitud diametralmente opuesta fren­
| cabe oponer otro que an ule su influjo, com plem entándolo, el fre- te a la técnica, su exaltación por el positivismo utilitario y cien-
| nesí por la vida simple. O tro ejem plo nos lo suministra H eidegger, tificista, que hace de ella una “religión de la técnica”. A esta pos­
j q uien incita al hombre a renunciar al poderío de la técnica, a tura se llega com o resultado ele la primacía absoluta que la con­
i no oír “los ruidos de las m áq u in as”, a los q ue “sólo se abren los
cepción positivista otorga al conocimiento fundado en las ciencias
¡ oídos del hom bre m oderno”, y poder así anclar en la “augusta físico-naturales, y erigido· por ella erróneamente en única forma
j grandeza de lo sencillo”, q u e viene a nuestro encuentro en “la
legítim a de conocim iento. T a l sobrestimación de la técnica intro­
i vo z del cam ino”, voz q u e “contiene el avance del trabajo meca- d u c e al hombre dentro del engranaje de un determinismo coac­
j n izado”. A u n q u e confiesa q u e “los q ue reconocen la sencillez como
tivo cjue suplanta sus fines, y la actividad que éstos suscitan y
j su propiedad adquirida” son pocos, cree que “ellos sobrevivirán requieren para su realización, jDor una estricta necesidad mecá­
1 a las gigantescas energías atómicas que el hombre ha descubierto
nica. Queda sí elim inada toda actividad finalista específicamente
■con sus cálculos y a las cuales ha convertido en cadenas que apri­
h um ana y el hom bre mediatizado, reducido a una pieza más en
sionan su actividad”. Parece que ni Bergson quiso, ni H eidegger
■el dom inio del funcionalismo· técnico. Al transformarse la técnica
quiere sospechar que la sencillez asequible al hombre en la era
toda en un fin q ue él tiene que servir, el hom bre está condenado
técnica de la fauna m itológica del acero, él sólo puede lograrla
a moverse como un autómata inánim e en un m undo ele medios
•en m edio de la com plicación y del trasiego mecánico, y quizá m e­
exclusivamente, ya que el mecanismo carece ele tocio fin inherente
d ian te recursos técnicos de tal m odo empleados y supeditados a a sí mismo. Si al hom bre se le escajDa ya el d om inio de la técnica
su voluntad que ellos, por constituir en él una segunda natura-
•que él mismo ha creado —hecho que hoy se torna cada vez más
2, 3 y 4 L es d eu x sonrees d e la morale et de la relieion, p;i<Ts 335 339 evidente—, en cam bio al poder ele la técnica, de su creciente meca­
320 , A la c n , P a ris , 1932, ’ ‘ nism o, no escapa el hombre y todo lo más valioso que él representa.
Si la técnica ha llegado a ser, como lo sostiene F. G. Jünger, una ritm o orgánico de su vida, el temporal de su existencia y las ne­
movilización de todo lo inm óvil, entonces también el hom bre ha cesidades d e 1su espíritu.
devenido móvil por acción de la técnica **. Y esto es lo te n ib le ,
que él ha devenido extrem adam ente móvil, más móvil que nunca,
no por acción de su p ropia voluntad, sino por automatismo, por
acción mecánica, la que tiende a suplantar en él, amenazando anu­
6. T é c n ic a y d e stin o t e l ú r i c o d e l h o m b re.
larla, la m ovilidad que naturalm ente debe imprimirle el ritm o de
%
su vida, de su espontaneidad, de su libertad. En la perfección ú lti­
ma de la técnica, sustraída ésta a todo control hum ano, el ser del E s t a m o s , pues, frente a un hecho de dimensiones universa­
hombre se diluye, deviene u n no ser, pues queda im plicado en su les: la técnica y el poderío de su funcionalismo mecánico. Es por
funcionalismo mecánico desde que la completa y todopoderosa ello que la técnica y su necesidad mecánica, su determinismo coac­
autonomía de la m áquina dispondría de aquel como de u n ente tivo, que interfiere en la libertad hum ana, nos plantea acuciosa­
privado de albedrío. Pero aún excluida la posibilidad de q ue ad­ m ente el problema del destino del hombre con relación a sus posi­
venga este estado final, la esperanza siempre utópica ele una com­ bilidades existenciales dentro de la sociedad, y, más allá de este·
pleta autonomía de la m áq u in a tiene ya por correlato, en el te­ ámbito, en forma asimismo radical, el de su total destino plane­
rreno de los hechos, la heteronom ia cada vez más acentuada del tario.
hombre con respecto a la técnica y los grandes com plejos en que Por el volum en y fuerza que la técnica ba adquirido en el
se unifican sus mecanismos. Es que el imperio incontrolado de m undo de hoy, debemos considerarla, sin duda, como una poten­
la técnica subvierte la tabla funcional de los valores hum anos al cia histórica con la que hay que contar para la organización y
desplazar su eje: el ser libre del hombre, para ponei en su lugar supervivencia ¡Dolítica de la sociedad y el logro o frustración de
una om ním oda necesidad mecánica, que lo suplanta y anonada. fines hum anos y de un programa hum ano de vida. Pero esto no
Ante esta amenaza q u e se cierne sobre él, el hombre, sacando significa que aceptemos la idea propugnada recientemente por
fuerzas de su flaqueza, recogiéndose en las inmanentes posibilida­ Heidegger, de que la técnica hace la historia por cuanto ésta ten­
des de su ser, ha de reaccionar vitalm ente si quiere salvarse. Su dría por función hacer madurar lo que en la técnica fué com en­
em peño fundamental, entonces, ha de consistir —y para ello ten­ zado, y que el destino de la historia no es el destino del hombre,
drá que apelar a toda la fuerza de su decisión no en seguir el siendo éste sólo un mero auxiliar de la historia. Esta idea deriva-
m ovim iento automático que recibe por acción mecánica, plegán­ de otra, enunciada por él como fundamental, la de que la técnica
dose a él sin resistencia, sino en resistirle, dirigirlo y encauzailo es la expresión de un elemental antagonismo, difícilmente exp li­
para ponerlo al servicio de sus propios fines, de acuerdo con el cable, que acontece en la historia del ser, pugna que se libra en
el seno incógnito y tormentoso de esta historia. ¿Qué parte toma
el hombre en semejante combate, en el que está en juego su des­
5 D ie P erfektion der T e c h n ik , pág. 1(55.
el rango de sus papeles en la escena. En el nuevo acto del drama
tino? Sgún Heidegger, ninguna. El no es nada más que el lugar de la historia, la técnica con la máscara inhum ana del hombre, el
e n que se torna visible esta lucha. (Einblick in das, mas ist.) que ha sido privado de toda decisión y de lo que podía llamar
Nosotros, por el contrario, pensamos que a la historia la ha­ todavía su libertad, es el personaje protagónico, el cual le deja
cen los hombres, la hum anidad que, por órgano de sus mentores, a la historia el papel de ser mero veh ícu lo de su poderoso y ciego
de sus élites, adquiere progresivamente conciencia de su meta so­ determinismo mecánico.
cial y telúrica, es decir de la posibilidad de realización de su des­ L a nueva situación advenida ha arrebatado al hombre todo
tino aquí en la tierra. Esto sin desconocer, desde luego, que la poder de decidir acerca de su propia suerte, así sea en mínima
historia, en virtud de las fuerzas primarias que la mueven, técnica parte. E l se ha trastrocado en el hom bre m áquina cuyo papel auto­
y economía, y transformada en ciertas etapas del devenir, tal como mático es colaborar en su autodestracción. T o d o esto no es una
acontece en la que actualmente nos encontramos, en una potencia pesadilla nocturna, que nos haya sido insuflada durante el sueño
todopoderosa, ejerce un enorme influjo reactivo sobre los h om ­ por u n genio diabólico, y la cual se disipa con la primera luz del
bres y todas sus motivaciones sociales, económicas y políticas. día. N a d a menos que un filósofo de la jerarquía de Heiclegger, al
Porque la historia es un antagonismo y síntesis de intrincados reflexioriár~sol«e“lánt¿cnica y sus consecuencias para el porvenir ' ''
poderes, de los que proviene su dinámica, el destino que ella en ­ hum anó, viene á ’d éciniós que la decision que carga al hombre con
traña y realiza no es únicam ente el destino del hombre, aserción el peso de una responsabilidad planetaria —inherente a su hum a­
q u e implica algo evidente e innegable. Pero esto 110 arguye con­ nidad misma— no reside m á s en sus maños, en su poder, porque
tra la parte que la voluntad y la libertad del hombre tienen en el la historia, concebida por Heidegger com o historia del ser abso­
proceso de la historia, en su rum bo y en sus alternativas. N o obs­ luto, es más fuerte que el ente individual. La historia del ser
tante, ante el gigantesco avance logrado por la técnica en la u ltim a —que, aunque interfiera y repercuta en la de los hombres, parece
década, a raíz de la desintegración del átomo, este últim o aseito desenvolverse infinitam ente alejada de las preocupaciones, angus­
comienza a ser puesto en duda e incluso a ser descartado como tias y dolores hum anos— lleva de m o d o inexorable a maduración
falso por algunas mentes. lo que en la técnica y con la técnica comenzó: ¿Acaso esto comen­
Durante todo el acelerado desarrollo de las conquistas de la zado por ella es el principio dé. un. aniquilam iento, de una .extiri-“' "
civilización técnica e industrial, se le concedió al hombre, con ción de las fuentes ele la vida? Q uede abierto,...por el „momento,
algunas restricciones, sin duda, la decisión de arbitrar, según su él interrogante. H acia esta maduración sería, según I-I-cidegger, a la
querer, el m od o de utilizar y emplear las invenciones y m últiples que se encamina, por una necesidad fatal, la historia, aun a costa
complejos instrumentales de la técnica. Pero, se inicia la era ató­ del peligro de que el hombre que ha sobrevivido hasta ahora sea
mica, comienza a modificarse radicalmente la relación del hombre aniquilado, aunque, no totalm ente extinguido.
con la naturaleza merced a la liberación de la energía del átomo,
el hombre m ismo amenaza con transformarse en un demiurgo ap o­
calíptico, que proyecta destruir los mundos existentes, y de pronto
cambia el telón de fondo y varía la situación de los personajes y
7. L a d e s in t e g r a c ió n del átom o y las c o n s t e l a c io n e s de
vidas humanas indefensas. Entonces n i siquiera se pensó en sus
poder.
íu e H n aC1° n e' Cn f ° d d bÍGn C° mÚn de la S a n i d a d , sino
■q e e los corporizo en la bomba atómica como arma de guerra
. e io esta situación configura tan sólo una etapa que ha que-
E s t e c u a d r o , resultante de las ideas expuestas por el filósofo .
■ ado atias en la investigación y en el em pleo técnico con fines
•germano, nos parece exageradamente radioactivaclo por el recuei-
bélicos de a energía atómica, la etapa de su presunto m onopolio
do de la aplicación bélica de la energía atómica, sombreado por ·
poi p a ite de una de las dos grandes constelaciones de poder ’
lo s efectos psicológicos a distancia de los rayos infrarrojos, los de
luz visible, los ultravioletas y los terribles rayos gama que alcan­ - o ví rra em° S, qVG k ° tra gran constelacíón también dispone
ya disponía— de los mismos o superiores medios técnicos de
zaron a H iroshim a y Nagasaki. nsa, resultantes de la liberación de la energía atómica. Pero
Podemos, sin duda, pensar que no es fatal que la desmtegra-
m bicn sabemos que los recursos energético-atómicos, aplicados
x ió n del átomo tenga únicam ente una aplicación destinada a se­
co n « g n o positivo y creador, están llamados a producir más b ie n S
gar vidas humanas, a destruir todo lo que el hombre ha levan­
y n q u ez a y por consiguiente más facilidades vitales y bienestar
tado y acumulado con su esfuerzo; sino que, por el contrario, el
trascendental descubrimiento de la física atómica debe traer apare­ d é T! ? la dlfusión u n iversal que logra todo nuevo inventó
jado para la civilización u n bien equivalente al inaudito avance , "cm ca , una vez q ue es conocido el principio científico de
técnico que el mismo significa. T o d o esto podemos pensar, pero f L Í T o b t m 0 d U S 0pv m n d h Variable y Perfecdonable- mediante
pensarlo es enfrentarnos dramáticamente al conflicto entre el de­ m is en n ^ ^ prácti¿a’ P ° demos considerar como
u s que p iobable que mañana dispondrán de los mismos recur-
ber ser, que encierra una finalidad moral y benefactora, im plícita
en la faena científica, y el hecho brutal, la realidad ya co n o a d a puéblos. ° ^ Cnergía IÍbCrada d d át° m o ' muchos 0 t™s
de la aplicación bélica de la energía atómica. N o cabe descono­
T o d o s estos factores reales y los que previsiblemente se pre­
cer en principio, que la liberación de las fuerzas prometeicas del
senta! an en el futuro inm ediato son otros tantos datos que nos
átomo debe tender y tiende a aquel fin, en el desiderátum autén­
ticamente hum ano de los hombres, aunque su empleo practico no f f l o S r 1 3 r,eí antf r Cl ProbIema de la tá n i c a en una instancia
haya sido puesto hasta ahora al servicio de necesidades específica­ ah* 1 T ’ P“ iada de Ios ^ P u esto s gratuitos de una ontología
mente humanas, sino por el contrario, y todavía se siga haciendo í l sem doa I S'lr,° mÍt0lÓ8ÍC0· Esto nos Permitirá ahondar en
por parte de los comandos de la civilización capitalista la política p e c ü 'n I L r SUS CÜVaS dimensÍOnes V de implícitas pers-
1 «c ustoncas, atinentes a la situación actual del hombre y al
'terrorífica de la destrucción por armas atómicas. Los hechos, sin
p o iv e n ir que le estaría deparado en la era atómica.
duda, han sido por sí m ism o elocuentes. Los resultados penúltim os
de la investigación del átomo, de la desintegración y liberación
de sus inmensas energías potenciales, estuvieron exclusivamente
.al servicio de la devastación y del aniquilam iento de miles de
loe dificultades y obs­
— de * 0 , si - ^ " „ peraci6n del —
8. E l a n t a g o n is m o d e l a t é c n ic a . ráculos que ella opone a ese

P a r a n o s o t r o s , la técnica no es, como sostiene H eidegger,


v “ U A T IO ” O N T O L Ó G IC A .
una destinación de la historia del ser q ue el hombre con la tota­
lidad del funcionalism o mecánico, tiene que llevar hasta el fin, 9. t « ™ · T*cmcA
soportándola como u n peso, com o la pesadumbre de un ser que n o
es el suyo y con el cual este ú ltim o no puede instaurar una rela­ No adem ás d e ^ ' » n a “ ¿»"técnicaP<*-
ción hum ana informada por su voluntad y su hbertac · mecanización^ a^someter^a d T t i X ° P“ 3'
El destino de la historia no es, sin duda, el destino del iom -
bre individual, pero sí el del hombre, el de todos los hombres. El
hombre no es u n mero auxiliar de la historia, ni un mero espec­
tador de sus peripecias, sino q ue él va llevado en su proceso con
sus anhelos, pasiones, debilidades y decisiones, influyendo sobre ese dictados de s,, e sp .n tu , de s ^ ^ ^Acm
proceso en escala humana, en la m edida de la potencia siempre
precaria de su libertad y del poder ser finito de su existencia. h Umí “ rdo t q u e T f u e r z a que^esti
Cuando Heidegger nos dice q ue la decisión no reside en el poder
del hombre, parece pensar más en el hombre individua aislado,
que es u na abstracción, un ente fantasmático, y no en el h om b ie,
individual sí y concreto, de la com unidad humana, el que suma su
decisión y la fortalece con la decisión de los demas hombres. u n v a Io r d e
La técnica implica ciertamente u n a lucha, un antagonismo lla­
mado a dirimirse en el seno de la historia de la hum anidad. El d e Un cu ta m en te
s ¡ la té c n ic a es U e j ^ so stie M H e id eg g er , í » ^
hombre, la humanidad, con sus fuerzas vitales, es a la vez el agente
d e l a historia d e ^ a n t a g o n i s t a s , en es e l ser
y el antagonista de la técnica. El hombre, con la conciencia de su
l a t é c n i c a es u < ^ l a Qtra p o t e n c i a a n t a g ^ a lc a n z a r
situación y de lo condicionado y precario de su decisión lucha
ces p r e g u n ta r . ¿ _ su d e stin a c ió n , la q lib e r ta d
por recuperar su ser de todo aquello en que se enajena y por
p o r c u a n t o l a t e e m e ^ d a ; ° s t a d e la hichte d esd e
consiguiente tam bién por recuperarlo de su enajenación en e un-
cionalismo mecánico de la técnica. ., ,
Sería ignorar el enorme poderío de la técnica y la acción reci­
proca en que él está con el d e la economía, lo fuertemente que m ie n to h eid e g g e r .a n o , para p
gravita su determinism o en la vida del hom bie y de as com um
cle la hum anidad telúrica, y de todos sus m onopolios específicos, 10. T e c n iz a c ió n y c a t á s t r o f e , seg ú n Spen g ler .
incluso el de su ratio ontológica. La perspectiva cambia fundam en­
talmente. Comprobamos que la técnica es una fuerza de la his­
toria, que se manifiesta y desarrolla dentro del proceso de la L a t é c n i c a , ¡aues, desde que el hombre se enfrentó con la na­
historia, determ inándola en gran parte, pero suscitando, también turaleza, es originariamente una lucha, y engendra lucha. Como
en la misma dirección que ella trae y vehiculizándolo, el m ovi­ lucha, como una táctica , de la vida entera, la concibe Spengler,
m ien to contrario a su determinismo, el contramovimiento de su lucha que precipita, con un oculto designio antivital, el acaba­
necesidad mecánica y puram ente funcional. m iento de la historia, o de un ciclo ecuménico de la misma. Según
Entonces, tornamos a preguntar: ¿Cuál es el antagonista de el autor de la Decadencia d e Occidente, los hombres nada pueden
la técnica? Y la respuesta, basada en nuestra concepción ele un contra el destino que les depara la historia, la cual deviene un
hum anismo de la libertad, es clara y terminante: El antagonista proceso fatal, que “para nada tiene en cuenta nuestras esperanzas”.
de la técnica está encarnado en u na doble instancia operante, en Partiendo del im pulso primigenio de la vida, nos traza un
las fuerzas creadoras de la vida y en la decisión del espíritu h u ­ cuadro cosmico majestuosamente agonal, en el cual la universa­
m ano, que es también u na fuerza, expresión del poder ser finito lidad de la técnica y su empresa sobre nuestro “exigu o planeta”
de la existencia. La técnica no es u na potencia infinita, sino que, aparece como una pincelada bien llamativa; y nos pronostica un
producto del hombre, lleva a pesar de su apariencia de o m n ip o ­ final catastrófico como consecuencia del apogeo ú ltim o de la tec­
tente poderío diabólico, el sello de limitación, q u e le im pone la nización. Porque la historia de la técnica, y con ella la historia
fragilidad y finitud humana. Pero si este poder de la técnica, cor­ hum ana, “se acerca rápidam ente a su término inevitable” °, nos
porizado en su enorme aparato mecánico, escapa al d om inio del incita a imitar el ejemplo· que la leyenda atribuye a Aquiles, quien
hombre, no escapan los principios científicos, de que ella deriva, colocado por su madre ante la alternativa de elegir una vida larga
a su mente, q ue los descubrió, formuló y comprobó. La técnica, o una breve, pero colmada de hazañas y gloria, eligió la vida
lo mismo q ue la ciencia, tendrá sentido o contrasentido m ien­ breve y gloriosa 7. Por lo menos Spengler implícitamente deja al
tras se los otorgue la existencia humana. Y si el hombre se ani­ hom bre el poder de elección y de decidir, no lo despoja de su
q u ila a sí m ism o por m edio de la técnica (no decimos, es a n iq u i­ libertad, aunque a ésta la tenga por m uy poca cosa.
lado por la técnica) será porque su ser ha devenido para el un En esta concepción se afirma que la técnica, no obstante sur­
lastre, una pesadumbre, de los q ue se d e s c a r g a por propia v o lu n ­ gir de una primaria necesidad vital, tiende a aniquililar, a extin­
tad. Y esta salida desesperada, en la que su decisión paradojal­ guir la vida en su forma más elevada, la de la especie humana
íñente se cierra sobre la radical nihiliclacl de la cual brota es tam­ organizada de acuerdo a un estilo de civilización. Ahora bien, si
b ié n u n testim onio de su libertad, de la fin itud ele su libertad. ia técnica es lucha, y ella se presenta com o el combatiente número
u no, tenemos aquí también que preguntar por el otro antagonista,

6 y 7 Der Mensch u n d d ie T e c h n ik , B eitrag zu einer P hilosophie des


L e b e n s, png. 88, Beck, M ün ch en , 1932.
consignar una serie de comprobaciones conclusivas en torno a lo
medular del problema que venimos elucidando.
al que Spengler desgraciadamente no ve. En últim o 'caso, no llega Es evidente que la técnica ha devenido una verdadera p o­
él a reconocer que, por provenir la técnica de la vida e implicar tencia de la historia, y que, por expansión inercial de su meca­
pugna, la lucha, en este supuesto, se libraría por necesidad entre nismo, tiende a disponer om ním odam ente del destino del hombre
dos fuerzas vitales opuestas, y que el hombre se yergue en u n y de las comunidades humanas. En· presencia de este hecho des­
extremo, en u n ángulo de una de estas fuerzas. mesurado y decisivo, de consecuencias planetarias, ha llegado, en
Se enfrenta, así, el hombre a la otra fuerza antagonista, trans­ nosotros, a perfilarse con nitidez la idea de que la técnica tiene
formada en técnica por exclusiva obra suya, en u n consciente in ­ raíces q u e no son de carácter técnico, raíces que penetran, más
tento de mediatizarla integralmente para afirmarse a sí m ism o allá de todo tecnicismo, en el dom inio de las fuerzas primarias
en su hum anidad y en su libertad. de la vida. En tal sentido coincidimos parcialmente con Spengler,
pero discrepamos fundam entalm ente en la interpretación de este
hecho.
A lgu nas de esas raíces de la técnica, las principales quizá,
1 1 . T É C N IC A y v o l u n t a d de p o d e r ío . están alimentadas por un dem oníaco instinto de poderío y d om i­
n io q ue se agita y pugna en el estrato oscuro del alma del hombre
de m ando, del cajoitán de industria, de los grupos sociales, conste­
C oncedemos a H que el hecho que la historia se haya
e id e g g e r
laciones estatales, continentales, imbuidas del ansia de hegemonía.
puesto en peligro a sí m isma por obra de la técnica, por la prima­
Como responsable originario del gigantesco aparato técnico que
cía que ésta h a adquirido en y sobre ella, nos muestra q u e la
amenaza anular su poder de decisión y sojuzgar su albedrío, el
esencia de la técnica no es de carácter' técnico, que sus raíces se
hombre, desde el R enacim iento hasta nuestros días, ha venado ha­
h unden fuera de su d om inio. Sólo que nosotros no podemos situar
ciendo el p a p el del “aprendiz de B rujo”, movido por un caótico
él lugar originario de éstas en u n ser absoluto, en u n ím petu fatal
impulso hacia el poderío sobre las cosas y circunstancias por medio
q úe de éste arrancaría para proyectarse sobre el m u n do hum ano,
del som etim iento a sus designios de las fuerzas de la naturaleza,
sobre el proceso m u n dan o de la historia como un. determ inism o
im pulso o instinto por él inconscientemente celado.
inexorable. . T en em o s que darle p len a razón a Nietzsche cuando hace de
En nuestro concepto, las cosas pasan de otro modo. El im ­
la voluntad de potencia un factor decisorio en la esfera de la vida
pulso vital prim igenio q u e lleva a la técnica, y en ella se articula
y de la historia, y reconocer que todo lo que ante nuestra vista
y canaliza, reconoce u n origen, sin duda, más próxim o a la paia-
acontece y promete acontecer no sería nada más que un avatar de
b o la vital y existencial del hombre, en la cual la fuerza de ese
esa v olun tad de poder, que h u n d e sus garras en los flancos inermes
origen incide en todo m om ento, aunque transformada y depurada
d e la hum anid ad gregaria. R econociendo la peligrosa gravitación
por un finalismo conscientemente postulado. A l h ilo de esta infe­
que hoy tienen los hechos apuntados, hemos preferido recargar un
rencia y atentos a lo q u e delata la situación concreta, podem os
L a r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a 167
• \
trucción de la hum anidad con armas atómicas), ella f a no sería
poco, quizá, las tintas sombrías del cuadro, para que se destaque
voluntad de poder, sino de impotencia, limitación agonal de un
b ien el fundam ento de nuestras inferencias finales. A estas Uc­
poder que se despliega contra sí mismo, segando la fuente cós­
eamos a través de dos interrogaciones que, aguijoneados por a
mica de la cual brota.
situación concreta a que estamos abocados, ineludiblem ente debe­
Porque la vida lucha con la vicia y no con la muerte, para
mos hacernos. El trasegado m etal ,de esta hum anidad mutilada, y
exaltarse en más vida, la voluntad de potencia se escinde en fuer­
sometida a todas las presiones en esta etapa imperialista del capi­
zas antagónicas que se disputan la supremacía. Del choque de
talismo, ¿no será puesto nuevam ente en los crisoles de Marte paia
dos voluntades de poderío o dom inio con signo contrario, y en
loriar con él la vera efigie del o de los dominadores del mundo?
pugna, triunfará la que, imantada por aquella imagen política y
¿Es acaso la liberación de la energía atómica otra cosa, poi e
cósmica, se m ueva en la dirección del hombre, favorezca el adve­
m om ento, que la astucia científica de la ratio técnica, puesta a
nim iento de éste a la p lenitud de su humanidad.
servicio de una terrible volun tad hegemónica? Decimos por el
El refrán de la filosofía práctica de Nietzsclie se expresa, como
mom ento, o sea en esta etapa acelerada que recorremos, p o iq u e
él nos lo dice, por la interrogación. “¿Quién debe ser el dominador
desde que el hombre actualm ente está en condiciones de aduenaise,
del m undo?” Esta pregunta, supone el enderezamiento del acon­
en todas sus manifestaciones, de la energía que ocultaba el átomo,
tecer h u m an o hacia el dom inio del m undo para acrecentar la vida
nos encontramos frente a novísimas e ingentes posibilidades. Es­
sobre el planeta y dar al hombre la oportunidad de promover, pol­
tamos frente a u na empresa de nuevo giro y de alcance inmenso,
la afirmación integral de su ser, la concreción máxima de la
a la que se le puede anteponer signo positivo y creador en bien
voluntad de poderío, T o d o s los indicios del drama a que está
de la humanidad. abocada la hum anidad delatan claramente que lo que se está
gestando es el advenim iento del Estado mundial.
Conform e a este supuesto en la lucha por el dominio del m un­
do, la técnica, transformada en instrumento de la voluntad, de
12. E l hom bre en l a b if u r c a c ió n de la s fu e r za s a n t a g ó n ic a s .
potencia, quedará mediatizada por ésta. La técnica se enfrentará
a la técnica, neutralizándose. En el choque violento, en el que, en
e n LO u n i v e r s a l histórico ¿cuál es' el antagonista de la volun­
caso de producirse, se dirimirá la supremacía, ambas voluntades
tad de potencia nietzscheana? Con certeza, otra voluntad de poder de d om inio .se desgarrarán, sin duda, terriblemente, pero el triun­
fador será el hombre, es decir aquel impulso en el que él trabaja y
q ue se le opone y lucha por obtener sólo para si lo mismo que
a la vez va llevado en la dirección más jurofunda y riesgosa de su
persigue la otra. La volun tad ele poderío, manifestación de la vida
ascendente y victoriosa, va, según Nietzsche, enderezada a tro­ humanidad, el autoclescubrimiento de su ser por asunción de la
libertad, la responsabilidad y la decisión acerca de su propio
quelar, en el hombre y por el hombre, u n a imagen de m undo
destino.
como remate de su proyección política y cosmica, oí la voluntad de
poder buscase su propio aniquilam iento (hipótesis de la autodes-
C A P IT U L O X

H U M A N IS M O Y P R A X IS P O L IT IC A

1. P rotágoras y el “regnum h o m in is

En l a A n t i g ü e d a d clásica alumbró el ideal de humanidad,


ideal que referido a la esencia del hombre propone a éste la tarea
d e su propia y progresiva realización. A q u í esta a raíz de toco
hum anism o. Desde entonces, el ideal humanista ha asumido di­
ferentes formas según el carácter de las épocas y las metas a que ·
han tendido las concepciones de la cultura. · -, ,
En Grecia, hasta el siglo V en que se inicia la actividad de
los sofistas, la investigación filosófica se había concretado exclu­
sivamente al dom inio de la naturaleza. En cambio, el ínter ^
por lo antropológico y los productos del espíritu h u “ a" ° b" e
sólo esporádico y circunstancial, vale decir resultado de atisbos
lupaces
° R ecién en este período surge y se plantea el problema aceica
■de la validez objetiva de las costumbres y de las opiniones m o­
rales, religiosas y jurídicas, recibidas y consolidadas por trac i-
ción. Se inquiere si éstas llegaron a ser tales por naturaleza, o
por instauración o estatuto hum ano. Este problema llevo a m-
En síntesis, Protógoras destaca no sólo el hombre singular
vestigación y la reflexión filosófica a concentrarse en el hombre
para diferenciarlo respecto a los demás, sino incluso el hom bre
y en las· expresiones específicamente humanas: política, cultura, en general para enfrentarlo, sobre la base de su ser, a la natu­
idioma, etc. Fué Protágoras, el primer sofista, quien inicia fruc­
raleza, a la totalidad del ente y a los dioses.
tuosamente la reflexión en torno al hombre, por lo cual, con
justicia, se le debe considerar como el fundador del m ovim iento
humanista que comienza a desarrollarse en el siglo V, y, por
lo tanto, el precursor del hum anism o occidental.
D el incremento de la vida política en la democracia griega t. H u m a n is m o p o litic is ta .

parte el im pulso de que se nutre aquel movim iento que abarca


las manifestaciones más importantes de la cultura de esa época. En e l p e r í o d o clásico del helenismo, podemos considerar a
Sea q ue Protágoras con su proposición del homo m ensura se Sócrates como el más destacado propulsor, en el aspecto moral,
refiera al hombre singular, o al hombre en general,. a los hom ­ de la idea de hum anidad, por cuanto por su iniciativa, y a través·
bres en la variedad de sus tipos, o (como es. lo más seguro) a del conocim iento de sí mismo, el hombre, coricebicio como pei-
ambos, lo que no cabe negar es que la proposición proclam a el sona moral operante, deviene el objeto inm ediato de toda inves­
regnum hominis, y en esto reside su grandeza. tigación y preocupación. La indagación socrática del concepto y
Ser el hombre m edida de todas las cosas (“de las q ue son, en el contenido de la virtud no tiene otro fin que poner al hom bre
cuanto q ue son, y de las que no son, en cuanto que no son ”) sig­ sobre el cam ino de la más alta conducción moral, en vista a que
nifica, en definitiva, para Protágoras que de acuerdo al m odo se forme a sí m ism o según los principios de la razón.
en que el hombre es hombre, es decir al modo en q ue es en su El ser h um ano está en el centro de la concepción que de la
mismidad, comprende el ente como lo que se presenta a partir cultura, de la pa ideia, tenían los griegos. Para éstos el primer
de y para su ámbito hum ano. La proposición protagórica del deber del hom bre era recordarse que él era hombre.
hom o m ensura no niega la cognoscibilidad de la realidad obje­ Para Platón, la esencia de la paideia , o sea de la cultura,
tiva (del ente en su ¡presencia), sino que afirma que lo que es consiste en liberar al hombre, liberarlo de la apciideusia, es decir
idealmente efectivo (con existencia en la conciencia del hombre) de la incultura, y hacerlo apto para la constancia lúcida que
es sólo atribuíble al sujeto cognoscente. Si existe o es' la percep­ requiere la visión ele las ideas, porque de ésta depende que el
ción o representación en la conciencia del cognoscente, para la hombre pueda encaminarse a la verdad. La interpretación de la
cual la cosa se manifiesta como efectiva, entonces cabe afirmar verdadera realidad, del ser en últim a instancia, como Idea ca­
que la cosa o ente correspondiente es o posee realidad, es decir, racteriza el acto mismo de la visión descubridora, de dirigir la
está presente. En cambio, si aquel contenido representativo o mirada a las ideas. Este acto define el papel de la paideia, de la
jaerceptivo no existe, no tiene efectividad en la conciencia, en­ cultura del hombre. D e aquí que en la metafísica platónica sea
tonces no se puede hablar absolutam ente del ser o existencia de dominante la preocupación por el ser hum ano, por la posición
la cosa. ·
q u e el hombre ocupa en *-1 seno de las cosas. Esta es la íazón
sentación de la idea del hombre, de su carácter esencial, en
de cjue, como H eidegger lo ha. puc.sí.o de manifiesto, en el pensar
consonancia con la inten ción de la naturaleza creadora. T o d o lo
platónico, el comienzo de la metafísica, sea al m ism o tiempo la
cual requiere el com pleto desenvolvimiento de las fuerzas espi­
iniciación de hum anismo. Este, en su acepción más amplia y
rituales en el hombre; el desarrollo de la capacidad de pensar y
■en lo esencial, está intrínsecamente vinculado al proceso en el
conocer. Para los griegos, la actividad política era, pues, la más
cual y por el cual el hombre se desplaza, según distintas pers­
alta e importante ocupación del hombre. D e aquí que el hum a­
pectivas, y con conciencia, de tal desplazamiento, hacia un téi-
nism o concebido y realizado por la cultura griega fuese un hu­
m ino medio dentro del conjunto de las cosas, sabiendo, pues,
m anism o politicista.
que por esta circunstancia, él no es el ente supremo 1. Esto le
El concepto de hum anidad y el humanismo, cultivado sobre
permite, aún consciente de su im potencia ante el destino que lo
la base del mismo, quedan, en el ámbito cultural griego, dentro
señorea todo, erguirse, en el ángulo m inúsculo que ocupa en el
de los límites del Estado y la com unidad popular, enraizando
cosmos, a la búsqueda de la verdad, agudizando la mirada de su
en ambos. Esto otorga vigencia y fuerza política al humanismo,
espíritu para la contem plación de lo supremo. A quí se nos revela
aunque, por otra parte sólo restringe al hombre griego, rehusán­
la íntim a relación que la paídeia, la cultura, instaura con el
dolos a los no griegos, considerados como bárbaros, la partici­
humanismo. T a l comprobación nos permite comprender en todo
pación y el goce de los más preciados bienes de la sabiduría y de
su sentido la afirmación de W erner Jaeger 2 que el ideal cul­
la belleza. Fueron los estoicos los que, al liberar la ética griega
tural de los griegos es la raíz de todo humanismo, incluso, poi lo
y la idea de humanidad, de toda sujeción a lo nacional, desairai-
tanto, de aquellas especies de hum anism o más alejadas de este
garon el hum anismo de la política, privándolo de todo sustiato
origen. histórico, vale decir de los factores que lo potenciaban y le asegu­
Pero los griegos no concibieron al h o m b ie aislado, entregado
raban la posibilidad de realizarse.
a u n proceso form ativo confinado dentro de los limites de su
individualidad, sino que lo situaron en el seno de la Polis, y
dentro de las posibilidades que ésta le ofrecía >él debió realizaise
y afirmarse en su humanidad. Es así que la filosofía m o ia l de los
griegos veía el soberano bien, en tanto que susceptible de afan h u ­ 3. R e n a c im ie n t o y H u m a n is m o .
mano, en el desarrollo integral del hombre. Por eso ella peticiona
el pleno despliegue de las disposiciones y fuerzas puestas en el
D e s d e su a c u ñ a c i ó n por los griegos, el hum anism o se con­
hombre por la naturaleza para el logro de una acabada repie-
cibe como el esfuerzo m ediante el cual el hombre tiende a ser
libre para su hum anidad y, por ésta, advenir a su dignidad. De
1 H eidegger, P latons L ehre um d er W a h rh eit, pAg. 49, Fiancke, l>cm,
aquí que el hum anismo, a través de las épocas, haya diferido
1947. .
2 Paideia, D ie F o rm u n g des griegischen M enschen, E. Bd., pag. 14, en sus formas según fuese la manera de concebir la libertad y la
W . de G ruyten, B erlin , 1934. naturaleza del hombre. La palabra y el concepto de “hum anismo”
.son, pues, cambiantes. A este respecto nos clice Iíonrad Burdach: bellas letras, en vista al perfeccionamiento de la personalidad
“a la palabra hum anism o adhiere u n doble concepto. En primer hum ana, comenzó el apogeo del hum anismo, palabra que denota
lugar, la idea y el precepto de una formación espiritual, la que precisamente este interés por el hombre, por el despliegue de
busca lo h um ano com o su contenido y su finalidad, y, podemos todas sus potencias, en oposición a la concepción teológica y
■decir com o el ideal del hombre. Por otra parte, se enlaza con ella, escolástica que se volvía a Dios y a un más allá de la vida h u ­
en u n sentido especial, una determinada dirección del estudio mana. El culto de la Antigüedad, el retorno a la forma de vida
.(studium), históricamente condicionado, la que cree encontrar y clásica, erigida en modelo, favoreció, a su vez, el desarrollo del
apropiarse este ideal clel hombre sobre un camino único, firm e­ hum anism o. Este suscitó un acendrado amor en los espíritus,
m ente acotado: m ediante el ahondam iento de una época muy transformándose en una convicción, en una creencia que, como
pretérita de la" cultura hum ana, en la antigüedad greco-romana. lo expresan las palabras de Pico cíe la Mirándola, “todo aquello
La idea de hum anidad está en la base de este propósito, pero ■que una vez hizo palpitar el alma hum ana e interesó a los hom ­
también la op in ión de que esta hum anidad sólo una vez se ha bres no puede morir jamás: lenguaje, arte, letras, ciencia, filo­
revelado plena y pura, y de aquí q ue .sólo de esta única fu en ­ so fía ”. Este culto amoroso y exaltado de aquella pauta de h u ­
te haya que extraerla. Con otras palabras, el concepto de h u ­ m anidad greco-romana está vivo y operante en la actitud de
m an ism o está en relación recíproca con el concepto de lo Petrarca, que hace ele la A ntigüedad un templo·, para refugiar
clásico” 1. Este es, sin duda, el concepto ele hum anism o forjado en ella toda su admiración y dar, así, la espalda al presente, que
por el R enacim iento italiano de los siglos X V y XV I, y con el que desdeña. Su fervor por aquélla le hace decir: “De los hombres
también se enlaza el clasicismo alemán de los siglos X V I II y X IX . actuales su sola vista m e ofende. En cambio, el recuerdo, la som­
En estas direcciones del hum anism o se acentúa el ideal de la bra, los gestos, las sílabas, los nombres de los antiguos me llenan
forma, el aspecto estético de lo hum ano en el hombre, vinculados ■de u na felicidad espléndida”.
al concepto, predom inante en la época clásica griega, de la per­
sonalidad individual plena, como resultado de una vida bella,
corporalmente modelada por el ejercicio físico, y transfigurada
por una alta cultura espiritual, sólo alcanzable por la fam ilia­
ridad con las obras literarias y artísticas. 4. E l id e a l i -i u m a n i s t a de los s ig l o s x v iii y x ix .

T a l fue el ideal que tuvieron a la vista los hombres del R e ­


nacim iento italiano. Este tuvo su hogar, su centro de irradiación
en el ideal hum anista que preconizó el retorno a la pauta de E l i d e a l del hum anism o italiano, de sello esteticista y des­
vida greco-romana, incitando a revivir la Antigüedad. A fines conectado de la realidad política, fué retomado, con modifica­
del siglo XV, con el cultivo intensivo de las ciencias, artes y ciones inesenciales, por la filosofía ilum inista del siglo X VIII.
Para la cultura de esta época era un supuesto muy firme la con­
1 lieformalion, Heuaissance, Humanisnius, págs. 91-92, 2:i cd., Paetel vicción de que el ideal de la personalidad individual perfecta,
jBcrlin-Leipzig, 1926.

/
com o coincidencia armónica de todas las ideas formativas, tenía rales y al esfuerzo tendiente a su realización práctica, lo q u e
que ser estructurado y realizado juntam ente con el ideal de la co­ supone un trabajo constante e irrenunciable en el perfecciona­
m unidad perfecta. Esta idea fundamental, aunque no excluía una m ien to del género hum ano y en el desarrollo pleno del hom bre
acción conjunta de las ideas individuales’ y sociales, colocó ai individual al servicio de la universalidad.
individuo y a la sociedad en el mismo plano en ío que respecta
a la libertad de com portamiento moral.
T a l concepción cortó los lazos de la idea de humanidad, y
por consiguiente de la idea humanista, con determinadas formas 5. E l h u m a n is m o e s t é t i c o -c l a s i c i s t a .
sociales fundamentales como Nación, Estado, clase, es decir con
estructuras políticam ente válidas y portadoras de las ideas de
totalidad orgánica con relación a la com unidad popular. La idea E l i d e a l de hum anidad de un Schiller y un Goethe, al q ue.
ilum inista de hum anidad se transformó, así, en bien común de también hace suyo W iihelm von Humbolclt, deja, en cambio, re­
todos los hombres, sin sustrato político-histórico alguno. caer exclusivamente el acento en el desenvolvimiento de la per­
En lo que atañe al enfoque concreto d e l hombre en sus po­ sonalidad y en la cultura estética del hombre, tom ando com o
tencias y posibilidades inmanentes, el progreso del ideal hum a­ muestra y m odelo un helenismo idealizado, vale decir un h e l e - .
nista íu é ante todo posible por la superación de la unilateral nism o que nunca fué realidad histórica en el m u n do griego.
concepción supranaturalista de la Edad Medía. Esto aceleró el Winclcelmann, el gran precursor de la historia clel arte, al des­
despertar del sentido para esta vicia, descubriendo primero y for­ pertar, en su época, el amor por los. estudios clásicos, tuvo gran .
taleciendo después el sentim iento y la vocación para la dignidad influjo en el desarrollo de esta forma personal y cultural-esté-
personal clel hombre. tica de la nueva idea de hum anidad de los dioses de Weimar.
El ideal de hum anidad de esta época encontró en Lessing y Este hum anism o estético-clasicista se inspiró, pues, en una imagen
H erder sus voceros más fervorosos. La humanidad, concebida idealizada del helenismo, esa imagen que la penetrante crítica
por Herder como el ú ltim o fin de la Historia, no es más pro­ de Nietzsche mostró ser falsa, resultado de una visión que, por
piedad de clases privilegiadas, sino que emerge para todos desde falta ele perspectiva histórica, no acertó a desentrañar la realidad
el ser más profundo clel hombre, ser que éste tiene que des­ del m undo helénico, y que ni siquiera trasuntó el estado cultu­
plegar a partir de sí mismo. El ideal hum anista de Herder tiene ral y anímico del período que él llama de dacedencia del hele­
un sentido estético por cuanto el esfuerzo hacia el completo des­ nismo, en el cual predomina la preocupación moralizante de los
arrollo universal del individuo entronca, desde el punto de vis­ filósofos, y los “instintos anti-helénicos” afloran a la superficie
ta de la perfección artística, con el ideal de la filosofía italiana de la vida griega.
del Renacimiento; pero no deja de acentuar al mismo tiempo, Con todo, en Schiller se enlaza el ideal estético-clasicista con
el lado social de lo hum ano. Concede, así, valor a las ideas m o­ u na m isión ético-social del hombre. Así, él contem pla en el
“alma bella”, apta para la práctica de la moral más elevada, el
resultado último, la armónica plenitud de la educación del hom ­
m ente deriva, aquel ideal se ha tornado inoperante, carece de
bre por la cultura estética y el arte.
validez, y sólo puede cultivarse, al margen del proceso social, en
W ilhelm von H u m b old t, a su vez, va a ver el supuesto y
circuios m uy reducidos, .inactuales; vale decir que es un ideal
la tarea más importante del progreso moral en la educación del
que, por faltarle atmósfera para su plasmación y vigencia, ha
pueblo, particularmente de una clase superior, por m edio de una
h ech o crisis, está ya casi totalmente perimiclo .
elevada formación hum anista, pero también de carácter histó-
N o por ello el hombre, hoy más amenazado que nunca en
rico-universal. Para él, la esencia de lo hum ano consiste en que
su hum anidad, ha de renunciar a todo humanismo, a centrarse
el hombre singular tienda, reconociéndose y valorándose a sí
en su p ropio ser, en su esencia inalienable. Sólo que para seguir
m ism o universalmente, a constituir una totalidad estética, un
buscándose a sí mismo, y mantener su rumbo hum ano en medio
microcrosmos. La concepción de H u m b old t ha sido prácticamen­
de la balum ba de cosas y productos de su actividad múltiple,
te el cauce por el que ha discurrido el ideal humanista vigente
tiene q ue andar otros caminos, proponerse otras metas, hacerse
en la educación secundaria del siglo X IX . Este ideal está hecho,
cargo en su totalidad de la nueva situación histórica en que está
tínicamente, para círculos muy reducidos, para élites, que tienen
inexorablem ente implicado. T ien e, para ello, que mirar de frente
la suerte de estar en condiciones de acceder a la plena posesión
al presente y al porvenir, tener en cuenta todos los factores que
de una alta cultura espiritual, pero esta cultura es terreno ve­
influyen en su vida individual y social y, si ha de encaminarse a
dado para las clases sociales mayoritarias. En consecuencia, tal
su hum anidad, adquirir la previa certeza de que no puede escin.
ideal, con su sentido intelectualm ente aristocrático y limitado
clerse en su ser y concebirse a sí mismo parcialmente. Esto lo
en cuanto a las posibilidades prácticas de participar en él, está
llevaría a m utilar su humanidad, es decir a anularla, porque ella
reñido con la presencia, que se viene acentuando desde la edad
no es la suma de los aspectos o factores por los que se funciona-
moderna, de las masas —proletariado y pequeña burguesía— en
liza expresivamente en su devenir, en los sucesivos conatos hacia
el área histórica, y con la consiguiente difusión universal de la
su realización, sino un todo unitario e integral, para el cual, como
■educación y la cultura en el aspecto técnico y profesional.
para I-Iamlet, es cuestión de ser o no ser. Ser, para el hombre, es
la grande y única tarea total, por cuanto, conforme a tal deside­
rátu m ontológico, es devenir hum ano a partir de su esencia para
serlo en plenitud. *
■6. Los " h u m a n is m o s ” y el hombre como t o t a l id a d . Por consiguiente, para absolver la tarea de su educación,
con este sentido de totalidad, el hombre necesita entregarse a una
idea omnicomprensiva de sus posibilidades efectivas y de las di­
En n u e s t r a é p o c a , en que las masas y el curso íntegro de la '
recciones abiertas a la progresión plenaria de su ser espiritual e
"vida económica y social están determinados en su rumbo y con­
histórico. N o se trata de una idea estática, en la que él se com­
dicionados en sus manifestaciones por el enorme incremento ad-
plazca teóricamente en contemplarse a sí mismo, sino de un prin­
•quirido por la técnica y la forma de vida q ue de ella necesaria­
cipio dinámico, de una idea enraizada en el más profundo estrato
cando todo im pulso creador o novador. Los representantes de
ontolóeí*
• O ) del hombre,y en su voluntad existencial de ser. T a l esta cultura, cada vez más sordos al rumor de la vida germinante
idea coní'igura originariamente una praxis que, a la vez, se ofrece
en torno, a las exigencias remodeladoras de u na cultura viva y
com o la forma precipua de teoría, si concebimos a ésta, como la
con élan prospectivo, creen erróneamente poder prescindir del
pensaron los griegos, com o el modo más lúcido y fundam ental de
destino histórico, destino en función de u niversalidad política,
estar activo del hombre, en tanto vocado esencialm ente a los más
de la com unidad con la cual toda cultura, en tanto es expresión
altos intereses humanos. Por ello, una idea semejante reconduce
d e un programa espiritual y de un repertorio de temas vinales,
al hombre a su raíz hum ana y lo ata con fuerte nexo al sustrato
ha de. establecer un nexo orgánico. Si la cultura se nutre del sus­
histórico de la com unidad política, a la nacional en forma direc­
trato viviente de la comunidad política, en lo nacional y en lo
ta, y a la universal a través de ésta. Esta iclea formativa entraña
universal, entonces la tarea formativa, cuando es auténtica, está
la más alta praxis, y es u n a dirección volitiva esencial puesto q ue
d e suyo im plicada en el proceso por el cual y en el cual aquélla
aboca al hombre a una constante y renovada decisión en el sen­
se hace y deviene hacia la plenitud de su sustancia y de sus formas.
tido de su destino hum ano. Es una forma activa, plasmadora, en
la que todas las posibilidades y contenidos específicamente h u ­
manos han de volcarse en vista a una progresivamente plenaria
realización del hombre. D e aquí que ella recoja y acendre lo que
de supervivente y valioso hay en los ideales humanistas del pasado 7, F o r m a c ió n p o l ít ic a y h u m a n is m o u n iv e r s a l .

y, al m ism o tiempo, requiera como fundam ento un nuevo y autén­


tico hum anismo.
A s i s t i m o s a l a c r i s i s y caducidad de la moderna concreción,
En la renovada decisión en que el hombre afirma su destino
la estético-moral-clasicista, del hum anismo como ideal formativo,
hum ano encuentran necesariamente su fundam ento todas las de­
ideal que, si quiere salvar el plasma de sus valores tradicionales
cisiones a que lo mueven las cambiantes situaciones que se le pre­
y la persistencia de su influjo en la configuración del núcleo más
sentan en el ámbito social en que él ha de realizarse histórica­
íntim o del espíritu del hombre, ha de integrarse en un nuevo tipo
mente.
de formación cultural, el que hoy se afana por volcar una ple­
U n a integral formación espiritual, concebida como expre­
nitud h um ana en el molde candente de los tiempos, programa
sión imperativa de la tarea de nuestro tiempo, exige del hombre
formativo que, al abrirse cauce, perfila sus exigencias con ampli­
com o totalidad, del hom bre enraizado en una determinada co­
tud ecuménica. Nos referimos a la idea de la formación política
m u n id ad nacional, juicios valorativos' y decisiones frente a situa­
del hombre, idea q ue se traduce por una verdadera tarea for­
ciones y hechos histórica y políticamente troquelados.
La formación espiritual no es, no debe ser u na mera y ro­ mativa.
Es ya evidente que las otras ideas formativas, vigentes y pres­
m ántica aventura a través de las distintas modalidades y pro­
tigiosas otrora, y particularmente la hum anista de cuño clásico,
ductos de una cultura ya hecha y cristalizada, que al margen del
a que nos hem os referido, se han vuelto inoperantes, ajenas al
curso temporal de la vida trata de im poner sus cánones, sofo­
espíritu del tiempo, a las necesidades y exigencias emergentes de de esta idea de la formación política requiere un principio acti­
otro clima histórico. Recordem os que, en su más profunda con­ vo, originario, una praxis humanista como dirección esencial del
cepción, este tipo de form ación humanista se presentó y preten­ querer hum ano. Sólo sobre esta base será posible una estructu­
d ió imponerse como u n ideal inflexible y ambicioso. Quería ración político-social que contemple al hombre en su concreta
activar la individualidad hum ana hasta en sus últimas fibras, hum anidad.
engendrando en ella, de acuerdo a la ya enunciada p etición de Ciertamente si la idea formativo-humanista, de un hum anis­
Guillerm o de H um bold t, u n verdadero universo. Vale decir q ue mo universal de este tipo, poseyese fuerza de irradiación e influjo
quería hacer del hombre u n microcosmos espiritual; m u n do con­ catalizador, ella contribuiría a que el declinar inevitable del
cluso, que rodaba solitario, espléndido en su aislamiento, en el capitalismo consume su proceso sin colapsos y sin luchas, cuyas
ámbito social, pero del todo ajeno o indiferente al turbulento consecuencias pueden interceptar el porvenir del hombre y el de
y desgarrado proceso de las pasiones, problemas e intereses de la civilización. Y sí la pugna y el desgarramiento fuesen inevita­
que está hecha la trama de la vida colectiva. bles, la vínica salida para la humanidad, si le 'quedan fuerzas
Empero, es un h ech o indubitable que, ya en la segunda m i­ para sobrevivirse, es la que le señala esta dirección que conduce
tad de la pasada centuria, la base espiritual en que reposaba la . a la libertad y dignidad del hombre.
idea formativa de tipo clásico estaba com pletam ente quebrada. El corolario, precisamente, cie aquella nueva idea formativa
Fueron socavados sus fundam entos por el positivismo, que des­ es el hum anism o activista o existencial de la libertad. Este h u ­
truyó la unidad del m u n d o espiritual, por el m aterialism o q ue manismo coloca al hombre en una posición espiritual y política­
suprimió la autonomía d el mismo, y por el liberalismo de ascen­ mente central y hegem ónica dentro del proceso económico-social.
dencia individualista, q ue fragmentó la realidad espiritual y so­ Lo sitúa en el lugar que, por su esencia, le corresponde. El h om ­
cial en parcelas aisladas e independientes. De m odo que, en la bre no es lo que ha hecho ele él la economía capitalista, es decir
actualidad, la nueva idea de la formación política del hombre un meclio, que sólo existe para producir mercancías y servir, así,
no encuentra en aquella expi-esión de la iclea hum anista —redu­ un proceso com ulativo ele bienes materiales, sino que él es un fin
cida, fuera del estrecho círculo de las élites cultas, a mero en u n ­ en sí, y la producción y la riqueza son para el hombre y están al
ciado verbal— u n verdadero adversario· frente al cual afirmarse. servicio de sus necesidades y del desenvolvimiento integral de su
E n consecuencia, la tarea de la formación política, conforme al vida. El hombre no es un producto de las circunstancias, deter­
sentido huníâno plenario que cabe asignarle, sólo halla ante sí minado económ icam ente por las cosas y la producción, en cuyo
un hórrido vacío espiritual, en el que se debate el caótico proceso quede inexorablem ente involucrado, sino que él está
presente.
llamado, en virtud de su raigal voluntad de ser y de realizarse
Sin duda, es difícil lograr para esta tarea un punto de inser­ hum anam ente, a mediatizar, de acuerdo a su propia e inm anente
ción en el m undo capitalista y tecnocrático de Occidente, con su finalidad, las cosas y todos los valores técnicos y materiales, seño­
hom o faber standard, su sobrestimación del saber utilitario ele las reando el desarrollo económico-social.
ciencias positivas y la aneja barbarie politécnica. La realización
8. I d e a l f o r m a tiv o y " p ra x is ” h u m a n ista . cionalidacl, se sabe ligado de modo responsable al destino h istó­
rico de su Estado y, como espiritualmente soberano, se entre­
ga a la plasmación del futuro”. Sólo que Freyer no ve que
L a n u e v a idea formativa viene impuesta por urgentes e x i­ •esta idea formativa, si ha de implicar una verdadera tarea para
gencias de la realidad histórica misma. Esta circunstancia, y la el hombre contemporáneo, debe tener su fundam ento en el ya
vigencia que están ganando los valores éticos de la com unidad en •enunciado principio activo, en aquella dirección ontológica
tanto que persona social, le otorgan validez y hacen de ella la del querer hum ano que se articula en praxis humanista, que
idea formativa del presente, llamada a triunfar. Precisamente, la es a la vez teoría e ideal. Su error radica en suponer que cabe
reforma pedagógica, iniciada en la segunda década de nuestro si­ prescindir de todo hum anism o o aceptar subsidiariamente los
glo y que continuó desarrollándose con alternativas y variaciones aspectos parciales del hum anism o histórico. D e aquí que su pen­
q ue no alteraron su orientación fundamental —reforma en la sam iento encalle en un empirismo político de carácter volun-
cual la nueva idea formativa del hombre político tiene su ante­ tarista, posición peligrosa porque puede ser un incentivo para
cedente inm ediato— ya se alejó del clásico ideal humanista. Vale el apoderamiento del poder político y la implantación de regíme­
decir que ella trató de superar esa representación estática de la nes de fuerza por parte de audaces grupos minoritarios al servi­
cultura, que se forjaron Goethe, Schiller y G uillermo de H um - cio de intereses de clase.
-bolclt, y según la cual el ser humano debe modelar su alma tal En Europa, y particularmente en Alemania, ya en el movi­
com o se elabora y plasma una obra de arte. Para aquella concep­ m iento ju ven il iniciado antes de la guerra de 1914, despunta la
ción de la reforma pedagógica como asimismo para el nuevo ideal idea del hombre político como virtual actitud polémica contra el
-formativo no se trata de que el ser intelectual se diluya y pierda romanticismo, el esteticismo y todo ¡particularismo extraño a la
enteramente en su objeto. El ser uno e integral, como unidad realidad vital. Este m ovim iento juvenil arranca de un punto de
anímico-espiritual, de la cual aquél constituye sólo un aspecto, es partida orgánico, de una voluntad de vida colectiva que aspira a
u n proceso, una volición que no se extravierte exhaustivamente infundir en todo lo real una necesidad instintiva de orden y je­
e n sus manifestaciones, en suma, una realidad siempre dinámica rarquía. La estricta disciplina que se impusieron las formaciones
y productiva que, más allá cíe todo objeto que le es propuesto y juveniles del m ovim iento postula, en principio, como deber y
de las finalidades objetivas que realiza o aspira a realizar, se tarea del adolescente, realizar en su propia individualidad el tipo
afirma a sí mismo como suprema instancia de toda cultura y de hum ano q ue él concibe como el más noble y completo, y, con esta
todo destino hum ano e histórico. decisión, consagrarse desinteresadamente al servicio de la comu­
El sociólogo alemán Han:; Freyer es quien ha formulado con nidad en que la vida lo ha colocado .
más precisión y acuidad la novísima idea formativa que con ca­ La idea formativa del hom bre político, nos dice Freyer, “re­
racteres bien acusados surge como un desiderátum de la época. presenta hoy para todos los que no viven en el pasado o en una
“La idea formativa —escribe— que para nosotros vale es la idea ínsula privada, la norma válida de acuerdo a la que hay que
del hombre político, es decir, del hombre que enraiza en su na- formar a los hombres, y según la cual la juventud tiende a for­
marse a sí m ism a”. Las fuerzas esenciales del hom bre contem po­ cíe la voluntad com o praxis, como principio activo, siempre dis­
ráneo, convergentes en unitaria finalidad, tienden a este tipo· puesta a actuar y decidirse, en función social, por el pueblo y el
formativo, en el que también encuentran plena realización las acti­ ideal histórico de la com unidad política.
vidades humanas fundamentales. Lo decisivo es que la idea d e
la formación política, susceptible de una última profundización,
es una forma del ser h um ano que éste puede y debe asumir. N o
9¡ E l h o m b r e e n l a c o m u n i d a d p o l í t i c a .
es cuestión, sin embargo, de que lo político devenga el contenido
de la vieja actitud espiritual. La nueva idea formativa tiene un
significado radical y por lo mismo hegemónico respecto, a las otras El fundam ento en que reposa el ejercicio y funcio-
s o c ia l

formas, no excluidas, sino que a ella se adunan, y q ue ella absorbe nalización orgánica de la idea de la formación política es el con­
y supera al incorporarlas como meros aspectos de u na actividad cepto de p u e b lo p olítico, concepto que en nuestros días está ad­
unitariamente integral. quiriendo p lenitud sintomática. Freyer ha dado a este concepto-
La 'formación política difiere de la forma fundam ental del formulación precisa. El pueblo, concebido en su esencia política,
hum anism o clásico-esteticista del siglo X IX , no tanto por su con­ es decir como “pueblo p olítico”, constituye la unidad que había-
tenido, como por su estructura. En ella el sujeto a que la volun­ sido escindida mediante aquella forma antitética de “Pueblo-
tad formativa apunta es distinto. El sustrato de la formación Estado”. Sólo un seguro y ambicioso concepto de lo político, afir­
política no es ya, com o en este ideal formativo hum anista, la perso­ mado con volición creadora y estructuradora, puede restablecer
nalidad aplicada a la totalidad (a la pauta intelectual y estéti­ esa unidad, llamada a reabsorber en su núcleo vital y dinámico-
camente plenaria del “alma b ella ” de Schiller), nutriéndose de todas las oposiciones y diferencias, y esto es lo que ya se vislum ­
los tesoros del m undo espiritual, sino la voluntad disciplinada bra en el presente y será plena realidad en el futuro.
que, pronta para jugarse, tiende a dominar todo su campo de Como Freyer anota, el criterio sociológico y de las ciencias,
acción y a m u . ilizarse en el sentido de la finalidad concreta que espirituales del siglo X I X no vió una relación viva entre la N a ­
se ha propuesto. Conform e a su estructura peculiar, formación cionalidad y el Estado, entre el pueblo como comunidad de des­
política es visión desde u n lugar concreto, profundización espi­ tino y su historia política, sino que erróneamente concibió entre
ritual de una decisión, realización también espiritual, de una vo­ ambos una tensión y, a m enudo, una oposición. Así, hasta el
luntad ya alertada por un designio político fundam ental. Como presente se ha considerado al pueblo, de acuerdo a este concepto,
todo auténtico ideal formativo, tiende a la realización y dilata­ como un principio orgánico- del m undo histórico, y al Estado com o
ción del hombre, de sus potencias, de sus posibilidades, en defi­ un mecanismo, como un aparato y como medio cuya finalidad es
nitiva, a plasmar en lo social, dotándola de contenido y vigencia, el orden. Mas si concebimos lo político como una sucesión de­
una idea fundam ental del hombre; vale decir que su tarea es esen­ deberes históricos y de su consecutivo cumplimiento, relación de­
cialmente humanista también en su finalidad concreta. Formación que se origina el total proceso de la historia política (en intrín­
política reposa en educación política, y en ésta reside el supuesto seca relación con exjDresiones estatales), entonces el sujeto de la
p olítica no es tanto el Estado, como el pueblo. Y esto porque,
•como enuncia Fichte, el p u eb lo es lo permanente. Pero desde este
m om etn o el pueblo es considerado así como el fundam nto espon­ C A P IT U L O X I
táneo del cual surgen las formaciones estatales, lo m ism o que de
la espontaneidad de la persona surgen sus actos morales. De
donde resulta que no cabe aceptar una estéril oposición entre EL H U M A N IS M O DE L A L IB E R T A D Y SU
pueblo y Estado, y que es necesario concebir el pueblo como la
natura naturans política; com o un ser llamado a la existencia p o­ IM A G E N D E L H O M B R E
lítica, y cuyas fuerzas creadoras determinan la marcha de la his­
toria política.·
El pueblo como síntesis y unidad de las clases y su estruc­
tura económ ica es, sin duda, el protagonista de la evolución p o lí­
tica, el agente productor del proceso social-histórico, pero el meo­ 1. El hombre en l a p e r ip e c ia de su d e v e n ir .

llo , la sustancia, que en ú ltim a instancia decanta y plasma este


proceso, es lo hum ano, el hombre, pulido y realzado en su va­
lor personal intransferible, valor en el cual el pueblo reconoce L a é p o c a q ue vivimos, con su impulso hacia una m utación
•el suyo propio, su disposición positiva para, lo humano, realizado en las estructuras económicas y sociales y en los contenidos cuali­
en los m últiples aspectos de la ejemplaridad. tativos de la vida, comunica al devenir hum ano, tanto en el aspecto·
En el centro del proceso de la historia política, marcándole individual como en el colectivo, un te m p o acelerado.
su rumbo social, se yergue, pues, el hombre, para darle un senti­ Ante nuestros ojos, y bajo el apremio ele un prurito, de u na
d o de acuerdo al im perativo que lo impele a luchar por una necesidad de cambio, se está operando una transformación revo­
forma de sociedad y de convivencia hum ana en las cuales él tenga lucionaria por su alcance del orden político ecuménico. Activando·
un lugar jerarquizado según su valor intrínseco, es decir con­ este proceso y a la vez im pelido y plasmado por él, el individuo,
forme a su esencia y a la libertad y dignidad emergentes de la el hombre concreto, comienza a surgir con notas anímicas y espi­
misma. Si el hombre ha de mantenerse fiel a sí mismo tiene que rituales que denuncian su adscripción a otro estilo de vida y lo
buscar siempre, y con renovado esfuerzo, aquella forma de existen­ diferencian sustantivamente del hombre de la época anterior. Es.
cia social que le permita encaminarse á su destino hum ano, reali­ que, en la dim ensión histórica, hay u na correlación intrínseca entre
zar su hum anitas, tender a una progresiva conquista y afirmación los caracteres esenciales de u na época determinada y los rasgos
de su ser. De aquí que todo paso hacia adelante que dé el h om ­ típicos de los individuos que a ella pertenecen. En éstos aparecen
bre en la tarea de su formación política esté condicionado por en escorzo las notas estructurales de aquella.
u n a praxis que enraiza ontológicam ente en lo volitivo, por un Cuando adviene un cambio, como al que asistimos, él trae
principio humanista, inm anente a toda acción y decisión políticas. aparejada la formación de otro concepto, de otra imagen clel
Hoy le toca atravesar una zona peligrosa, verdadera encru­
hom bre, la que comienza a destacarse, a insinuar su propia diná­
m ica, a recortar su volum en anímico-espiritual sobre el horizonte cijada de su destino. Y si le falta visión y voluntad, puede perder*
•de la época en cierne. el rumbo y eludir la tarea que la historia le propone: remodelar
su esencia, dar nueva forma al ser constante y proteico·, a la vez,
Los días futuros se encargarán de plasmar la nueva idea del
hombre, cuyo perfil existencial ya emerge del convulso presente. en cuyos sucesivos conatos de realización históricamente se viene
El hombre es un viajero q ue a través de todos los, avalares de .su, reiterando su transida humanidad. ■
A l encaminarse a una nueva imagen de sí mismo, el hombre
precaria y efímera h um an id ad busca aí hombre para exaltarse en
una plenaria áfinnációñ de sí mismo. Es que el hombre nunca es, busca ante todo rescaLar de la prisión de las formas muertas, de
en el sentido de algo concluso y vaciado en el m olde ideal de la los estilos de vida ya perimídos, el sentido de su^ humanidad
m eta que se propuso alcanzar, sino un eterno llegar a ser, sus­ esencial. Después de su plasmación por el logos griego, tras su
p en so en el esfuerzo en que se proyecta hacia concreciones his­ •dilución en el trasmundo del cristianismo y de su extravío en
tóricas, realizaciones temporales de la “hum anitas”, desideratum la impasse_ racionalista de la Edad Moderna, él aspira hoy a
inabarcable e inasible en su total plenitud. »elevarla a u na señera altitud.
Inq^elido por su destino temporal, por su intrínseco hacerse,
■consustancial y definitorio de ■ su ser, de su “esencia” como hu ­
m anitas 1 viene tem plando y pulien d o su alma en las peripecias
•del devenir. En su peregrinaje atraviesa, según la temperatura :2. E l hom bre, e s q u e m a t iz a d o por la razón.

de los tiempos, zonas calmas y soleadas u otras tempestuosas y


.sombrías. Unas veces vivir es, para él, dejarse vivir confiada y
En l a E d a d M e d i a culm ina y se agota la imagen cristiana
¡serenamente; pero· otras, en que el acontecer histórico se preci­
,del hombre, y con ella las posibilidades de que éste, temeroso de
p ita en torrente, vivir es dramática misión, es forzar el destino,
to d o lo terreno,,,,continúe considerándose candidato..a plácido. in :
.apresurar el paso de la marcha y sentir ardido en fiebre el corazón.
. q u i l i n o . , . e n J a , . . i i l t r a . v M Í ^ p e d e ^ r i J S a í i m i e n t o adviene la 11a-
mada idea m oderna del hombre. Con la aurora renacentista acon­
1 Podem os hab lar de u n a esencia- del h o m b re (con ab soluta exclusión
del supuesto “ realista” d e la do ctrin a de los “ universales”) concibiéndola tece nada m enos que el redescubrimiento, del hombre mismo, el
sólo como idea de un in d iv id u o viviente, singular, q u e es precisam ente el ,que como u n a térra, incógnita se ofrece a la visión deslumbtada
•q u e tiene o realiza tal idea. Esta esencia o idea no constituye u n ser in d e ­
p e n d ie n te q u e tenga p rim a c ía respecto al' h o m b re concreto, existente, sino de la época. Efectivamente, quebrada la pauta unitaria del M edio
■q u e como hum anitas, sólo se realiza en los individuos, en los ho m bres sin ­ Evo, de su seno emerge, en el decir de Jacobo Burckhaidt, el
gulares; y, fuera de éstos, ella no acontece ni tiene sentido. De aq u í q u e
debem os evitar toda absoluü zació n del concepto “ ho m b re”, d e hipostasiur la m u n d o im ponderable de la personalidad humana. Ya se había
idea de éste, como así ta m b ié n la idea de “ h u m a n id a d ” , com o si se tratara cillatado el horizonte geográfico con el descubrimiento del N u evo
d e algo d istinto y por so bre la to talid ad de los hombres. P o rq u e la . idea de
h o m b re se constituye en el in d iv id u o existente, esta idea, la h u m a n ita s, está M u n d o. _ _
sujeta a la^m utacion q u e le im p o n e el devenir histórico, en vista de la· histo­ El hom bre europeo comienza, pues, a sentirse dueño· de su
ric id a d misma del h o m b re concreto.
■»
L a r e v o l u c ió n e x is t e n c ia l is t a
192 C a r l o s A s t r a d a

histórica Participa de la razón universal y de la universalidad


destino. Elim inados los obstáculos que habían trabado el libre de la razón sólo com o ser histórico (corrección de H egel al con­
desenvolvim iento de sus fuerzas vitales, se vuelve hacia lo te­ cepto ilum inista del hombre); vale decir, concebido especihca
rreno, se consagra al despliegue de sus posibilidades inmanentes; e individualm ente en desarrollo, en u n proceso tendiente a a
y, anim ado por u na pasión nueva, escudriña la naturaleza, bus­ realización de ?u esencia, la que como hum am tas es una posibi­
cando en ésta una regularidad que armonice con sus propios lidad que sólo se realiza en el hombre concreto, singular, y fuera
designios.
ele éste carece de sentido. . ·
Por obra de este ejercicio de su intelecto comienzan a cons­ A través de estas etapas, la im agen del hombre deviene una
tituirse las disciplinas científicas. Nuevos descubrimientos dan im agen enteramente esquematizada por la razón, conforme a las
pábulo a su curiosidad en aumento, y, lleno de fe en el poder exigencias de la postulada universalidad de esta. Es el hombre
de los instrumentos que estaba forjando, sueña con señorear el q ue no es de ninguna parte, sin sangre ni raíces telúricas, el en e
universo material. U n paso más, hacia el alborear del Ilumi- anónim o de las construcciones políticas utopistas. Ante esta i ea
nismo, y, como apunta Paul Hazard, “ya la ciencia se convierte com o meta de su propia realización, el hombre es constremc o a
en un ídolo, en u n mito. T ién dese a confundir ciencia y felicidad, aprisionar su esencia, a encogerla en un esquema racional sim­
progreso material y progreso moral” ]. plista del que quedan eliminadas, con su vitalidad, sus mtri
Con el apogeo del espíritu iluminista, la imagen del hombre secas posibilidades de progresión histórica. Este hombre sin raíces
comienza a ser troquelada de modo harto esquemático por el ra­ biológicas y sin dim ensión temporal se resuelve, en tanto que e e
cionalismo. L uego surge la concepción de la Historia como un m entó atómico y supuesto factor racional constante de u n tipo de
proceso único, cuyas etapas, orientadas hacia una finalidad pre­ civilización, eq.xuxje.nte enteramente impersoriaL,
determinada, han de conformarse a las exigencias y m odalidades
de la razón todopoderosa. Así, para U egeT /'eF ’fn^soTo a quien
correspondió la hegHnoñ'fír espiritual en la primera m itad del
siglo X I X , la ..H istoria es el proceso dialéctico de la I d e a. D e
3. H a c ia una nueva im a g e n del h o m bre.
H egel arranca, con pergeño sistemático, la concepción progresista
de la Historia, cuya primera manifestación ya la encontramos en
Pascal, que im agina la hum anidad como “un mismo hombre que E l C0 NCEPT0 j¿cipníilista^;del hombre. es_;un cgn^epto^cons-.,
subsiste siempre y que continuam ente aprende durante el curso truído dogmáticamente, al margen de ¿ . M K f f i M . i S S S S a
de los siglos”. del hombre histórico singular y de la realidad vital. Fíente a c ,
El hombre, como ser racional —viene a decirnos esta con­ h oy se yergue una imagen del hombre real y viviente, con sangie
cepción— no es algo dado psicológicamente, sino que, en tanto y visceras, con atmósfera y jugos telúricos. ,
es un ser en proceso, volcado en el devenir, surge com o tarea ‘ U n a n u e v a im agen del hombre, del h o m ^ e c o n « b id o j e g u
otras.lice5id.adÍ5;y:otros fines, supone j ^ s m a m e ^
1 L a Crise de la Conscience E u ro p éen n e, t. II, cap. VI, pág- 11S.

»
social nuevo, u n a nueva ordenación jerárquica de los valores a
lectividad, considerada como agregación ele tales átomos, erigida
q ue la sensibilidad histórica de la época da vigencia. El con­
en personaje protagónico de la historia social y política. Conoce,
cepto del hom bre del hum anism o racionalista,-, con su anejo pos­
sí, clases antagónicas, cuya pugna es, sin duda, el resorte de la
tulado progresista, es u n conceptO''’,jg g jisú d o ién todas las ins­
dinám ica económico-social; pero tam bién comienza a saber del
tancias y sectores en q ue logró imponerse; pero, n o obstante, to­
hom bre concreto, histórico, el hombre que, sin desprenderse de
davía se arrastra mortecino en el proclive plano verbal más que
los nexos y ámbitos en que está implicado, se perfila como unidad
mental en q u e se colocan los supérstites del liberalismo in d iv i­
psico-vital y personal y afirma y vigora su hum anidad en función
dualista y de sus expresiones doctrinarias residuales.
de fines reales, inmanentes a su peculiar devenir.
Este tipo ele hombre, puram ente racional, anti-histórico y
anónim o, es u n ente fantasmático q ue elude la realidad y se bate
en retirada frente a los grandes hechos que están preparando el
futuro. N o p uede desconocerse, sin embargo, que esta imagen"·*
4. E x t in c ió n del h o m b r e m oderno .
del hombre h a im perado casi tres siglos en la vida cultural y
política de Occidente, habiéndose mostrado en el pasado como
u n reactivo eficiente en los m útiples aspectos de esta vida. Pero, D e l o s r e s t o s de la iclea racionalista del hombre, encarnada
desde hace más de tres décadas, tal imagen del hombre está en en el llamado “hombre m oderno”, es decir de esta imagen ya en
franca declinación, e^ apenas una sombra que se esfuma y a la estado de disecación, pretende en vano vivir la destartalada socie­
cu al vanam ente intentan asirse los náufragos del presente dad de nuestra época (en particular sus comandos capitalistas y
histórico. mercantilistas, adueñados del poder político). Ellos forman la
N o existe, pues, el hombre forjado, construido conceptual­ costra que oprime y retarda los brotes de una nueva idea del
mente por el racionalismo humanista, es decir el hombre aislado, hombre, ele gran calado histórico, idea que se viene gestando muy
enteléquico, puram ente ideal, sin raíces en un suelo determinado, de prisa en las capas profundas de la vida contemporánea. Fuer­
sin la atadura vital de u n a nacionalidad, sin nexo con un reper­ zas reprimidas, pero que se articulan em ocional e históricamente
torio instintivo y em ocional de preferencias, históricamente con­ en una generación destinada a troquelar el futuro, impulsan y
dicionadas; tampoco se da, por tanto, la igualdad esencial de vigoran esta idea del hombre, con la cual im pondrán un nuevo
todos los hom bres sobre la sola base de una razón universal com o cthos, afirmando una voluntad política determinada y estatu­
factor constante e inalterable, que actuaría independientem ente yendo tam bién otra escala de valoración para lo cultural, lo
ele la realidad histórica y psicovital de las comunidades nacionales, económ ico y lo social.
de las clases, de las constelaciones raciales. El h o m b re m odern o es’ un cadáver que los grupos humanos
T a m b ién estamos lejos, por haberla superado, de la seudq».... ... senescentes, náufragos en la procela de estos tiempos, intentan
antinom ia de in d ivid u a lism o , .y colectivismo. Nuestra época ya no inútilm ente galvanizar, acudiendo a lemas y ensalmos que ya no
conoce al individuo com o átomo social ni, frente a él, a la co- tienen sentido. En carta a Dilthey, el conde Yorck von. Warten-
b u r g le decía: “El hombre moderno, es decir el hombre que viene dom inios de la vida cultural, del llamado espíritu objetivo. Es el
desde el R enacim iento hasta nuestros días, está listo para .ser en ­ repertorio común que define el carácter de una época. Pero el
terrado”. fondo últim o de este repertorio orgánico de ideas lo constituyen
Este tipo de hombre, vale decir el del liberalismo individua­ las potencias de la v ida I c t é rica, en cuyo suelo nutricio enraizan
lista, última y valetudinaria expresión del “hombre m oderno”, tocfas las estructuras espirituales objetivas, todas las' formas de la
im buido de los vestigios del ideario racionalista del siglo decim o­ cultura. “La facticidad de la raza, clel espacio, de las relaciones
nono, es el m uerto que hay que enterrar. A la época que estamos de los poderes constituye por doquier el fundam ento que jamás
viviendo corresponde cumplir esta tarea para que aflore del todo puede ser espiritualizado. Es u n sueño de I-Iegel que las épocas
a la superficie histórica el hombre nuevo y con él se afirmen y representan un estadio del desarrollo de la razón” -.
cobren sentido pleno las ordenaciones espirituales y políticas en D e los restos de este sueño, tamizado a través del raciona­
cierne. lism o liberal del siglo X I X , creía poder vivir indefinidam ente y
La historia no tiene piedad con los valores en declinación, sacar fuerzas el orden de cosas que hoy, subvertido ya en sus
con los tipos humanos depositarios d ^ una sensibilidad y de u n fundamentos, está abocado· a su disolución.
ideario periclitados, módulos inánimes de un destino q u e ha Afirmar la personalidad y la peculiaridad espiritual de las
hecho su ciclo y que ya no pueden henchirla con una nueva es­ épocas no significa desperdigarse en un relativismo historicista
peranza, con un nuevo ímpetu. Ella sólo acoge en su flujo la que, atento sólo al p uro y autonómico fluir de estos mundos
fuerza vital en ascensión, el ethos en que se concreta un nuevo espirituales desconectados, no atinaría a ver en la historia nada
mensaje para los hombres, la promesa de realización que es in­ firm e que les sirva de punto de referencia, nada que los vincule
centivo para el esfuerzo. La historia —matriz de posibilidades— entre sí y con lo cual ellos establezcan un nexo objetivo y tras­
sólo se entrega a las generaciones aptas para engendrar en su seno cendente como pauta del cambio, como meta del proceso histó­
la plenitud'de una nueva época, en suma, al tipo de hombre capaz rico mismo. Esto es lo que Ranke ha visto perfectamente cuando,
de imprimirle un sentido ascendente y de proponerle metas va­ al enunciar su concepción clel sentido de las épocas históricas y
liosas inéditas. hacer la crítica de la idea de progreso rectilíneo, nos dice:
“ cada época tiene su tendencia particular y su propio i de al . . . Su
valor reside no en lo que de ella surge, sino en su existencia
misma, en su propia m ism idad” 3; esto es, en la identidad consigo
5. D e v e n ir h is t ó r ic o y metas o b je t iv a s
misma.
T am poco, para Ranke, ninguna generación está mediatizada
en función de las sucesivas, sino que “todas las generaciones de
L a s é p o c a s , según Dilthey, son en su estructura diferentes
entre sí. Cada época contiene un nexo, una relación de ideas
2 D i l t h e y , G esam m elte Schriften, Bd. VII (1927), Der A ufbau der Ges­
afines, emparentadas, cjue tienen vigencia y rigen en los distintos chichtlichen W elt in d e n Geisteswissenschaften, p;ig. 315.
ritu le permite, en cada m om ento de su déveriir, ser sí mismo»,
la hum anidad aparecen con iguales derechos” i . Y contem plando
aprehenderse en su propia mismidad.
en visión de con ju n to la historia universal como proceso supremo
E n tanto el hombre aspira a lograrse en su ser, a afirmarse
que involucra toda individualidad, todos los orbes espirituales,
en su humanidad, a sentirse idéntico a sí mismo en cada uno de
considera asimismo a los Estados “com o individualidades, una
los m om entos de su decurso temporal, la identidad personal a
análoga a la otra, pero esencialm ente independiente una d e
que aspira, lo lleva a postular, como garantía de ésta y méta
otra. . ., creaciones originales clel espíritu hum ano s.
Otro tanto podemos afirmar del individuo, el que, en su de su esfuerzo, a un tiempo, una trascendencia, en el sentido de
la alteridad. Planteando este problema en función de la antino­
historicidad, n o está entregado a un nudo fluir, a un devenir sin
sentido, que no reconozca algo firme en m edio de la mutación, m ia fin itu d e infinitud o historicidad y eternidad, Kierkegaard
y no trascienda hacia algo objetivo, de una objetividad funcional, nos dice que el hombre en su mismidad, en su anhelada auto·-
mas n o ontológico-hipostática: ideales, fines, valores. La verdad existencialidad, siempre tiene algOjjgk^&Jjsalj^^
objetiva, y tocias las estructuras objetivas nW‘residen en una ins­ él éSiWSM«.p,copia mismidad.
tancia trascendente ni en un m undo, asimismo trascendente, de Mientras la mismidad del hombre vive y existe, en el sentido
la razón, sin entronque con el hum ano devenir histórico, sino más propio cie estas acepciones, con su devenir está vinculada una
que pertenecen a éste, a su primaria temporalidad existencial, y auto-conciencia concreta, la que jaor manifestarse en la tempora­
lidad, también deviene y nunca cristaliza, como no cristaliza eí
han sido consteladas por su fluencia.
hombre existente, al cual ella recoge en la vivencia de su propia:
identidad, anclada en las estructuras temporales de la existencia..
Es q ue el hombre, en todo aquello (ideales, valores,- pautas obje­
tivas de vida) a que se proyecta y trasciende desde su concreta
6. M is m id a d , a l t e r id a d y i -i u m a n i t a s .
historicidad —la instancia inabolible de su ser, ele su hacerse-
en el tiem po— sólo se busca a sí mismo,„sólo tiende a aferrar, en
H a y , c i e r t a m e n t e , un reino de fines, normas, valores, q ue m edio de la mutación ,.y.i„e] jparnbio,.·. .su..iden|id|^..^ptesj»áwJQl8·^
se organiza en u n plano objetivo y trasciende la conciencia in ­ en u na imagen consistente y estable de sio n ism o ,-e n .u n a ...ideacíe·
dividual. Cabe concebir, aceptando su vigencia, un espíritu ob ­ su “hum anitas”.
jetivo como totalidad estructurada^ pero que ha surgido del pro,-, A hora sé encamina a una nueva realización de su ser, a una-
ceso—histórico,- el que está... myy..Jej.o§,,.de.„,3.er.....el dom inio dé la nueva imagen suya. Aspira a realizarse y concebirse en todas sus:
pura contingencia'y de la iiTacionalidad_sjjj^jgt|va. Precisamente, posibilidades inmanentes, a integrarse en sus potencias, a reen­
la áptitucí del hombre para iñsfáurar u n reino objetivo del espí- contrarse, en fin, a sí mismo en una plcnaria concreción de su:
hum anidad esencial.
3 y 4 Über d ie E p ochen der neueren Geschichte, in Geschichte u n d P o litik, Im antando su conato, históricamente condicionado y lim ita­
pägö. 142 y 141, K ro ner, Leipzig. do, se yergue el ideal del hom b re píen ario —postulado por Max:
5 Op. cit., Politisches Gespräch, pag. 93.
Scheler— como meta que al par que trasciende el puro devenir,
recibe de éste su sentido, el que está latente, en tanto que exis­
tencial', en la inm anencia de la estructura temporal. A u nq u e “el
toclo-hombre, en sentido absoluto, está para nosotros lejano”, hay
para cada época “un hombre plenario relativo, un m áxim o de
hum anidad plena, a ella accesible” 5.
Para el hombre concreto, existente, este ideal del todo-hom­
bre es, como m eta y m odelo, índice de trascendencia, síntesis I N D I C E
mediatizadora de todas las estructuras objetivas. Estas represen­
tan lo otro, n o en el sentido de u n a idea naturalista del ser,
n i de un absoluto concebido como D ios personal, sino de un
ottro que, como instancia trascendente a que se proyecta lo hu ­ PÄc.
mano, permite al hombre en cada m om ento y etapa de su de­ P ró lo g o .................................................................................................................................. 7
curso temporal, saber de su concreta mismidad. Es el límite
aparentemente l'ijo que, como p u n to ideal de referencia, se cierne I n t r o d u c c ió n : Los grandes problem as de la f il o s o f ía

por sobre el devenir histórico. Pero, al fin de cuentas, lo que actual.

a éste lo activa y le da .se n tid o ,„çs . la existencia, en la cual se 1. El p ro b le m a de la n atu ra le za ................................................................ 15


determina y realiza históricamente la hum anidad en el hombre. 2, E l p ro b le m a de la historia y del hom bre ......................................... 16
« 3. La concepción de H egel ........................................................................... is
4. F alencia d e la filosofía de la historia ..................................................... 19
5. El sentido histórico .................................................................................... 19
6. Las soluciones contem poráneas: H eidegger y Jaspers ................... 20
7. T eo ría s de la historia com o teorías del "sen tid o ” ........................ 21
8. El Dasein y la otorgación de sentido ................................................. 23

I
S itu a c ió n ep o cal de la e x is te n c ia
C a p ít u l o I: El e x is t e n c ia l is m o , f il o s o f ía de n uestra
época .

1. G iro existencial del pen sar filosófico .................................................. 29


2. L a a c titu d existencial y las seudo influencias ................................. 32
3. La ecsistencia y los "existencialism os” ............................................. 35
5 D er M ensch im W clla lter des Ausgleichs, pág. 56, in Philosophische 4. Existencialismo y crisis d e la filosofía ................................................ 38
W eltanschauung, B on n, 1929. 5. Proyección revolucionaria del “existencialismo” ............................ 41
PÁc.
pág.

C a p ít u l o V I:.L a f in it u d d e s t in o de la l ib e r t a d .

C a p ít u l o II: P r im a d o e x is t e n c ia l d e la p r a x is .
1. La lib e rta d como rescate del existente .............................................. 89
·' 1. E stru ctu ra u n ita ria d e theoria y praxis ......................................... 45 2. L ib e rta d y fin itu d ...................................................................................... 90
2. R azón teórica y razó n práctica .......................................................... 47 3. L a lib e rta d , según H eidegger .................................................................. » '
3. La valoración d e lo p ráctico en H cgel ............................................. 48 4. L a lib e rta d , según Sartre ........................................................................... ™
4. La llam a da “ filosofía d e la p ráctica" ............................................... 491 5. F in itu d , elección y lib ertad .....................................................................
5. Lo u tilitario y lo id e al ........................................................................... 51 6. L ib e rta d , ipseidad y h u m a n id a d ............................................................ iu i
6. L a praxis teorética ........................................... .......................................... 52.
7. L a praxis según el p rag m atism o y según M arx ............................ 54
8.
y
Situación existencial, p ra xis y dialéctica ......................................... 55 III
El h u m a n is m o de la l ib e r t a d
II
C a p ít u l o VII:. E l h u m a n is m o y sus fundam entos ontoló -
. E x is t e n c ia e h is t o r ic id a d
g i c o -e x i s t e n c i a l e s .

.C a p í t u l o III: R e l a c ió n de la e x is t e n c ia con el ser.


1. Lo h u m a n o en la im agen del h o m b re ................................................. .... 107
2. H u m a n ism o y libertad ...............................................................................
j 1. Posición del p ro b le m a en H eidegger .................................................. 61
3. Rescate del ho m b re de su enajenación ............................................... .... 110·-“
i 2. Mem oración del ser e histo ricid ad ...................................................... 63­
’ 4. Esencia del h o m b re y hum an izació n ............................ ....................... ....H 3
: 3. El ser como relación .................................................................................. 63
5. P o rv e n ir d e la esencia del h o m b re ..........................................................117
\ 4. Ser y trascendencia .................................................................................... 65
5. El ser como p ro g re sió n tem p oral finita ............................................. 67 i 6 . T e m p o ra lid a d , existencia y ser ..............................................................
>’f 7. H isto ric id ad del ser y prospección ..............................................................121
6. El ser, u n id a d d e los existenciales ........................................................ 69
1 8. I d e n tid a d d e la existencia y alterid ad .................................................
9. El h u m a n ism o d e H eidegger ................................................................ 1*4- j
C a p ít u l o IV : H e id e g g e r , m it ó l o g o del ser. ( 10. El h u m a n ism o de Sartre .................................................................... ..........1 5 j
1. El ser y el p en sar venidero ..................................................................... 71
2. El ente y la n a d a .................................................................................... 72 C a p ít u l o VIII: H u m a n is m o y c r is is de r e c u p e r a c ió n del
3. L a totalidad m ítica d el ente ................................................................. 73 hom bre .
4. El m ito del ser ........................................................................................... 74
5. Pensar y p o etizar ......................................................................... >·.......... 74 1. “Filosofía de la .crisis" y crisis de la filosofía .................................... 127·”
■ 6. El pensador, el p o e ta y el len gu aje .................................................... 75 2. El h o m b re en la crisis de la filosofía ................................................. 12»
3. La r u p t u r a con el p latonism o .................................. ..............................
C a p ít u l o V: P o s ib il id a d de una p r a x is h i s t ó r i c o -e x i s - 4. El nihilism o, clave de la recuperación del h o m b re ...................
r 5. Situación fáctica del h o m b re y trascendcnlalizacion ...................
TEN CIAL. V
6. La au to enajenació n del h o m b re según H egel y M arx ...................
7. C rítica de M arx de la d up licación liegeliana del m u n d o ........... 139
1. Comportu..i.iento teorético y práctico .................................................... 79
8. L a historia como proceso de rescate del h o m b re .......................... 142
- 2 . Praxis existencial y situación histórica ............................................. 82
9. El salto en la lib ertad y el “h o m b re total" .................................... .145·’/
3. La estru ctura o ntológica del acontecer histórico-universal ......... 85
C a p ít u l o IX : H u m a n is m o y t é c n ic a .
1. El p ro b lem a filosófico de la técnica ............................................... 147
2. Funcionalism o finalista d e la técnica .................................................. 148
3. El “ cosmos" d e la técnica y la lib e rta d ........................................... 150
4. N egación ro m án tica de la técnica: Bergson y I-Ieidegger ........... 151
5. E xaltación d e la técnica p o r el positivism o ..................... ............... 153
6. Técnica y destino telúrico del h o m b re ............................................. 155 ESTF. LIBRO
7. La desintegración del átom o y las constelaciones d e p o d e r . . . . 158 SE TERM INO DE IMPRIMIR
8. El antagonism o d e la técnica ................................................................... 160
EL DIA 27 DE DICIEMBRE DE 1952
9. R a tio técnica y ratio ontológica .......................................................... 161
10. Tecnización y catástrofe, según Spengler ......................................... 163 ' EN LOS
11. T écnica y v o lu n tad de poderío .............................................................. 164 TALLERES GRAFICOS MORENO
12. El h o m b re e n la bifurcación de las fuerzas antagónicas ............... 166 CALLE 56 y 21

C a p ít u l o X: H u m a n is m o y p r a x is p o l ít ic a .
iH H H '.
LA ?UUJ
1. P rotágoras y el re g n u m hom inis ............................................................ 169
2. H u m a n ism o politicista ............................................................................... I7 I
3. R en acim ien to y H u m a n ism o .................................................................. I73
4. El ideal h u m a n ista de los siglos X V III y X IX ................................ .I75
5. El h u m a n ism o estético-clasicista .............................................................. I77
6. Los “h u m a n ism o s” y el hom bre como to talid ad .............................. I78
7. F orm ación p olítica y hum an ism o u niversal ....................................... 181
8. Id eal form ativo y praxis hu m a n ista ...................................................... 184
9. El h o m b re en la co m u n id ad política .................................................. 187

C a p ít u l o X I: E l h u m a n is m o d e la l ib e r t a d y su im a g e n del

H O M BRE.

1. El h o m b re en la peripecia de su d ev en ir ......................................... 189


2. El h o m b re esquem atizado p o r la razón ............................................... 191
3. H acia u n a nueva im agen del h o m b re ............................................... I93
4. E x tinción d el h o m b re m oderno ...................................................... 195
5. D evenir histórico y m etas objetivas .................................................... 196
6. M ism idad, alterid ad y hum an itas ........................................................ 198

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