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La HUMILLACION El sociélogo William Tan Miller dice que la humillacién es la emocién que sentimos cuando nuestras pretensio~ nes son descubiertas, Para Miller, la presuncién es la que hace posible la humillacién. En ese sentido, la vanidad clama por ser humillada. Y es que la humillacién depen- de del vaciamiento de la pretensi6n, Si la vergilenza im- plica justic ica, Ja humillacién implica justicia c6~ mica. Imaginemos a un adulto que pretende hablar como adolescente entre adolescentes, Esta fuera de lugar y se humillaré a sf mismo, Pero también existe la Humillaci6n con mayéscula, que puede describirse igual que la anterior en términos de vaciamiento de Ia pretensién, El problema es que la retensién que se desinfla en este caso es la de la hu- manidad del otro, Humillar es, en este sentido, negar el igual estatus o rango humano de una persona, esexcluir- Ja de la humanidad, E1 fil6sofo Avishai Margalit defiende que en lugar de buscar una sociedad justa, debemos tratar de alcanzar una sociedad donde las instituciones bésicas no humillen a las personas. A esta sociedad la lama “sociedad de- cente”, Desde su perspectiva, la hi tipo de comportamiento 0 condi we constituya una buena razén para que una persona considere que su auto- rrespeto ha sido lastimado, Es claro que el énfasis est puesto en las razones. Va- ios fil6sofos, como T: M. Scanlon o el propio Marga afirman que detrés de ciertas actitudes no sélo hay causas, sino también buenas razones que nos permiten e: or qué, por ejemplo, tal o cual conducta es humillante, Detengémonos brevemente en Jas buenas razones para clarificarlas: tenemos muy buenas razones para sostener que el racismo es una estupidez: para empezar, descarta- mos la idea de razas humanas hace mucho tiempo, Por otro lado, no hay relaci6n directa entre el color de la pi Y las capacidades relevantes desde el punto de vista moral que justifique ciertas formas ofensivas de discriminacién, En cambio, no tenemos buenas razones para tener miedo de un eachorro de perro Chihuahua: son pequetios y por més que se pongan violentos, son inofensivos. Tampo- co tenemos buenas razones para tener miedo a volar en avién, no més que para temer viajar en coche, En el caso de la humillacién, Margalit dice claramen- te que no sélo los comportamientos de otros, sino tam= bién Jas condi de vida, dan buenas razones para hablar de humillacién, No s6lo Jas conductas humillan; también, por decir algo, la pobreza, el hambre y la des- igualdad humillan. Aquf vale la pena sefialar, siguiendo 6 ala tebrica polftica Judith Shklar, que las condiciones de vida sélo pueden ser humillantes si son producto de las acciones u omisiones humanas. La naturaleza, que care~ ce de voluntad, no puede cometer actos humillantes ni permitir tales condiciones, Con esto no estoy diciendo que quien termina atrapado en Jos escombros de un edi- ficio, que se derrumbé tras un temblor de baja intensidad gracias a la corrupcién y la negligencia que permitieron una estructura endeble, no tenga razones para sentirse hhumillado, Las tiene, pero por las conduetas humanas, no por el movimiento telitrico, Una sociedad decente es la que batalla eotidian te contra las condiciones de vida y los comportamientos que a la postre resultan ser buenas razones para que las personas se sientan humilladas. Y, equé mejor razén pue- de tener una persona para sentirse humillada que la vio- lacién de sus derechos, especialmente aquellos que se pone existen para proteger su dignidad, o mejor, que la definen? Ahora, gpuede suceder que haya personas que no de- ‘manden sus derechos, que no sean conscientes de las con- mes humillantes que padecen? Sf, pensemos en una ujer que acepta como normal que sus hermanos vayan a la escuela mientras ella se tiene que quedar en casa a trabajar: O en Jos pobladores de las zonas marginadas que aceptan como parte de Ia vida la falta de agua éntubada cuando a unos cuantos kilémetros, en la misma ciudad, las fuentes embelesan Jos paseos y las plazas de los ba- trios adinerados. en ® ¢Por qué pasa esto? Sucede que las preferencias de las personas se adaptan. El filésofo y economista bengalf Amartya Sen investigé el caso de mujeres que no desean bienes bésicos porque se han acostumbrado a su ausen- cia. Lo hizo a partir de una encuesta realizada en Caleuta por el All-India Institute of Hygiene and Public Health en 1944, En el estudio se le pregunté a un amplio nfime- ro de viudos y viudas cudl era su estado de salud, Cua renta y cinco por ciento de los viudos contest que no era idéneo mientras que entre las viudas s6lo 2.6 por ciento lo hizo asi, Lo interesante de este resultado es que con trastaba con su situacién, dado que las viudas en Ja India suclen ser un grupo que se halla especialmente privado de salud, alimento y bienes basicos. Lo que sucede es que estén habituadas a esa carestfa, Martin Caparr6s lo po ne clarfsimo en su libro de erénica El hambre "Aisha, que me decfa que con dos vacas su vida serfa tan diferente, Si tengo que explicarlo —no sé si tengo que explicarlo—: nada me impresioné mas que entender que Ia pobreza mis cruel, 1a més extrema, es la que te roba también la posibilided de pensarte distinto. La que te deja sin hori- zontes, sin siquiera deseos: condenado a lo mismo inevi- table”, Lindner nos dice que la historia esté Ilena de ejemplos de esclavos, minorfas, miembros de pueblos colon dos, que aceptan Ia inferioridad a la que son sometidos, ‘Un miembro de una casta baja en India 0 México pue~ de ver su destino como designio divino. Los colonizados ven a los colonizadores como mis “eivilizados”, El hecho de la aceptacién de la subyugacién se puede convertir en parte de la cultura propia En una sociedad decente y empética la humillacién es contagiosa: sentimos la humillacién de los otros y duele. Quien no se indigna frente a la humillacién que pade- ccen los demas es porque los ha deshumanizado, ya no los ve como un espfritu lastimado, sobajado, al que le han arrancado la dignidad, los ve como merecedores de su vida de arboles sin hojas. Segiin Margalit, su planteamiento se toparé de inme- diato con tres posturas contrarias: la anarquista, que cree que la mera existencia de un Estado humilla, por lo que la sociedad decente que propone Margalit es un sinsen- tidos la estoica, que defiende que nada exterior puede dar razones para que tna persona se sienta humillada, por lo que no tendrfa sentido un Estado preocupado por evitar Ja humillaci6n; y la visién eristiana que defiende que el peor de los pecados es el orgullo y que este sélo pue- de curarse con humildad, Para Margalit, el cristianismo cree que vivir en una sociedad que humilla es una expe- riencia formativa para aquellos que buscan ser humildes (ya veremos la historia de los 12 franciscanos y su man- dato de pobreza y humildad), para aquellos que batallan contra el orgullo, Desde esta perspectiva, una persona humilde no tiene buenas razones para sentirse humilla~ da, Una sociedad que humilla s6lo puede lestitnar a los orgullosos, dira la doctrina cristiana, La Via Dolorosa por la que avanza Jestis es el paradigma de 1a humilla- cidn, La leccién que los cristianos tienen que aprender de one ae ht eet Ja pasién de,Cristo es que el comportamiento humillante de Jos otros no es una buena raz6n para sentirse humi- Ido, sino que, por el contrario, es una prueba divina. La humillacién es un instrumento para entrenar santos. Esa es una de las ideas que la evangelizacién trajo a América: el sometimiento cristiano frente a la humilla- cién como un status quo deseable, Y ya lo dijimos: no sen~ lado no implica no estarlo, Las instituciones humillan de muchas maneras, Por ejemplo, humilla un sistema de justicia corrupto, Jos hospitales negligentes, las escuelas que no ensettan, Jos partidos politicos que no permiten la participacién de los ciudadanos ten a través de sus candidatos, Estas instituciones humillan cuando tratan a las perso- nas como ciudadanos de segunda clase, como hombreci- ‘tos, para traer a colacién a Ginés de Septilveda, de quien hablaremos pronto, Y para ponerlo en términos més ge~ nerales, humillan cuando niegan a las personas el goce de sus derechos. Quizés uno de los mayores simbolos de Ja humillacién institucionalizada es la distancia entre los derechos formales, establecidos en la letra de la constitu- cién, y los reales, que disfrutan 0 no las personas en suv vida cotidiana. Lo anterior, dirdn, podria ser descrito me- diante la violacién de la autonomia de las personas, pero a 50 hay que sumarle el dolor, Ia impotencia y la cafda del gesto ante la pérdida de dignidad. Esto es Jo que distin- gue la humillacién de la falta de autonomfa, que describe él dolor, ¥ por eso no podemos abandonar Ia idea de dig nidad como concepto iniitil, como queria Ruth Maclein, Sin duda, es fundamental darle a todos los seres hu- ‘manos Ja posibilidad de tener una identidad decente mt nima. Todos deberfamos tener motivos para caminar con Ja cabera erguida, para no vivir como arboles desojados en un largo invierno que no cesa y nos impide florecer,

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