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Las entidades devoradoras de mundos conocidas como Eldrazi se han alzado

para alimentarse de los planos del Multiverso, y la clave para detenerlas


puede que esté en Tarkir. Sorin Markov, el Planeswalker vampiro, fue uno de
los tres Planeswalkers que encarcelaron a los Eldrazi en el plano de Zendikar
hace miles de años. Los otros dos fueron la Litomante y Ugin, el dragón
espíritu. Ahora que los Eldrazi han despertado de nuevo, Sorin tiene la misión
de reunirse con estos Planeswalkers.

Sin embargo, la Litomante se encuentra en paradero desconocido, y Sorin no


ha visto a Ugin desde hace más de mil años. Con la esperanza de encontrar a
Ugin, Sorin ha viajado hasta Tarkir, donde el dragón espíritu formó una parte
importante del ecosistema planar.
Tarkir.

Sorin se dobló de dolor bajo la mirada fulgurante del sol, como si alguien lo
hubiese apuñalado. Se encontraba en una extensa estepa. Los hierbajos de
los matorrales emitían sonidos secos mientras flotaban en la brisa cálida que
soplaba y erosionaba rocas y colinas.

Sorin aborreció de inmediato el calor asfixiante de Tarkir y notó que su carne


se quemaba. Se cubrió la cabeza con la capucha para proteger su piel pálida y
se dirigió hacia la sombra más cercana, bajo una elevada e irregular meseta
que se alzaba en plena estepa. Sus botas hacían crujir la fina corteza de tierra
seca. Un buitre solitario lo rondaba desde las alturas y su sombra trazaba
círculos silenciosamente en el suelo mientras Sorin iba en busca de refugio.
Bajo la escasa sombra de la meseta, el vampiro se giró hacia los distantes
picos nevados que surcaban el horizonte septentrional y examinó las
escarpadas montañas. Una en concreto destacaba entre todas: era una
cabeza de dragón que miraba hacia el este. Una leve sonrisa se dibujó en los
labios de Sorin. Cerca de allí se encontraba el lugar que buscaba.

―Así que la oráculo tenía razón ―dijo―. Espero que el resto de sus visiones
también sean ciertas, dragón. No tengo mucho tiempo.

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