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ciudad, memoria, politica infelectuales: expertos, profetas y moralistas Escripen: Sarlo » Vezzetti » Gorelik » Dupuy « Giordano + Blanco * Sabato / llustra: Aizenberg Revista de cultura Ailo XXIV * Nimero 70 Buenos Aires, Agosto de 2001 Sumario 4 BazarAmericano, el sitio de Punto de Visia Beatriz Sarlo, Ya nada serd igual Hugo Vezzetti, Leceiones de la memoria. A los 25 afios de la implantacién del terrorismo de estado Adri Gorelik, Buenos Aires: para una agenda politica de reformas urbanas Jean-Pierre Dupuy, El experto, el politico, el profete y el moralista Alberto Giordano, Borges: la ética y la forma del Alejandro Blanco, Det intelectual al intérprete: las transformaciones de la sociologia Hilda Sabato, La historia en fragmentos: fragmentos para wna historia Las ilustraciones de este nimero ‘son obras de Diana Aizenberg (Buenos Aires, 1958) Consejo de direccién: Carlos Altamirano eG (1931-1991) Adriin Gorelik Marfa Teresa Gramugtio ida Sabato Beatriz Sarlo Hugo Vezzeuti Consejo asesor: Ral Beceyro Jorge Dotti Raiael Filippelli Federico Monjeau Oscar Terdn Directora: Beatriz. Sarlo Diseito. Estudio Vese y Josefina Darriba Difusi6n y representacién comercial: Darfo Brenman Distribucidn: Siglo XX1 Argentina Composicién, armado ¢ impresi Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires, Este ntimero se ha editado con el apoyo del “Plan de Promocin a la Edicién de Revistas Culturales”, de la Secretaria de Cultura y Medios de Comunicacién, Presidencia de la Nacidn. Suseripciones Exterior: 60 USS (seis nimeros) Argentina: 24 (tres nimeros) Punto de Vista recite toda su comrespondencia, giros y cheques a nombre de Beatriz Sarlo, Casilla de Correo 39, Sueursal 49, Buenos Aires, Argentina. ‘Teléfono: 4381-7229 Internet: BazarAmericano.com E-mail: info@BazarAmericano.com BazarAmericano, el sitio de Punto de Vista azarAmericano.com En estos dias Pum de Vista abri6 su BazarAmericano, la pagina de la re- vista en Internet. Junto con este ni- mero 70, al mismo tiempo salimos so- bre papel, con nueva distribucién a cargo de Siglo XXI, y en la web. Te- hemos muchas expectativas sobre BazarAmericano y también sabemos que 10 que sucede en Internet resulta de una suma de casualidades, erran- cia, difusién y trabajo. La red es una rueda de la suerte, del encuentro for- tuito tanto como de la destreza para encontrar, Mucho més que una revista de papel, el nuevo sitio seré inverifi- cable, salvo que sus visitantes decidan intervenir en él y ayudar a hacerlo. En efecto, BazarAmericano con- fia su futuro a un espacio donde los lectores, reales y virluales, discuten con la revista y entre ellos, “Los lec- tores opinan'” es la seccién todavia de- socupada de BazarAmericano en la que tenemos mas expectativas: lo que se escriba quedaré alli, directamente, sin edicion, a 1a espera de otros inter- locutores, entre los que estaremos quienes hacemos Punto de Vista. Cual- quier material de Ia revista, de otras revistas, de la actualidad politica 0 det arte puede entrar en este espacio abier- to de discusiGn. Nosotros, los que aten- demos BazarAmericano, probable- mente queramos, cada dos 0 tres se- rmanas, poner alli alguna intervencién: 1a opinign del Bazar. Pero ella s6lo tendré el sentido que buscamos si sus- ita una réplica. La opinién del Bazar y la opinién de tos lectores tejerém una trama que no siempre puede desple- garse en las paginas limitadas de una revista sobre papel BazarAmericano no es s6lo un es- pacio de diflogo y controversia, Tam- bign es un bazar, donde se encuentran articulos que no han salido en esta re- vista, que pasaron con la fugacidad de la intervencién periodistica 0 de la co- municacién oral. Muchos de quienes leen Puonto de Vista son también es- critores, intelectuales, y ellos quizés {quieran enviarnos (extos que se ex- pondran en e| Bazar; imaginamos un espacio abigarrado, lleno de cosas, de- sordenado y dispar, Todo el mundo sabe que estos son rasgos de la red y, al entrar a formar parte de ella, no queremos perderlos. Como sitio de Punto de Vista, Bazaramericano ofrece lo que mu- cchas veces buscan nuestros lectores y quienes no 10 son habitualmente; nti- rmeros agotados (esos viejos mimeros con tapa blanca y negra, que hicimos durante la dictadura militar, y también los ntimeros mas leidos de los uitimos aos, que nunca quisimos reeditar pe- ro que, de a poco, estarin completos en el Bazar), Hoy, los visitantes en- contrarin el numero 1, eparecido en marzo de 1978 cuando todo parecia imposible, y el mimero 20, que put ‘camos en el comienzo de la transicién democritica, Colgados en la red, con sus ilustraciones, su misma tipograffa, su disefo, De los dltimos diez. ndme- ros, los que van entre ef 60 y éste, hay restimenes, fragmentos de nota, iluye ttaciones. En el BazarAmericano se puede consullar también et /ndice, de atfculos, autores, temas, ilustradores, de los primeros veinte aitos de Puno de Vista. Y esté la galerfa del Bazar: los ibujos que nos confiaron los aststas. {,Qué mas? Lo sabremos con el pa- so del tiempo porque no depende s6lo de nosotros sino también de ustedes. Punto de Vista comenz6, hace veinti- trés afios, en condiciones severas de soledad, podria decirse de secreto. Al principio fuimos casi completamente invisibles, apenas un grupo muy pe- quefio de gente que firmaba con seu- dénimo, hablaba en clave, traducia lo que estaba leyendo y trataba de que Jos afios terribles de 1a dictadura no fueran una completa victoria de los militares, La transicién democritica os trajo todas sus contradicciones y ‘sus vaivenes. Cost6 adapturse a esa nueva 6poca cuya Idgica no parecta tan nitida como ia de los aftos de dic- tadura, Posiblemente nos hayamos equivocado mas veces de las que acer- tamos, algo que, en verdad, comparti- ‘mos con una mayoria, La Argentina sigue siendo un problema tan intrin- ‘eado como el que sugieren alguncs ar- Liculos de este mimero, Pero en este nimero 70 también se escribe sobre Borges, sobre teorfa social, sobre historia, sobre memoria y ciudad, los temas de Punto de Vista, justamente aquellos temas que, con 1a miisica y el cine, definen el perfil de la revista: esta continuidad empalma con lo nuevo que hoy iniciamos, nues- tro BazarAmericano, apuesta en cl campo cultural, ideolégico, estético, sostenida una vez mis en la formula ‘ya clisica: pesimismo de la inteligen- cia y optimismo de la voluntad, {Por qué justamente ahora, cuan- do todo parece ensombrecido? Preci samente por es0. Punto de Vista Ya nada sera igual Beatriz Sarlo La crisis argetina parece no tener salida. a-ella se pueden intentar muchas hipdtesis que la velocidad implacable de los hnechos se encarga, casi siempre, de debilitar. La gravedad de la sitwacién, que se impone como una ldpida, no deberta eximimos de seguir buscando las obre los caminos que condujeron tampoco de examinar aquellas ideas e instrumentas politicos en tos que se confié no hace tanto tiempo, como lo fue la Alianza y, sobre todo, et Frepaso. En mayo de 200] se reunio el Consejo de Direccién y el Consejo Asesor de Punto de Vista, precisamente para explorar las interpretaciones que surgieran de una discusién colectiva, La simacién que parecia gravisima, todavia no anunciaba este momento de maxima cerrazin. Mucho de lo que xe dijo en la reunién de mayo es retomado en el articulo de Beatriz Sarlo, como debate 0 como eco; algunas de las intervenciones de Oscar Terdn acompaitan, en contracanto, este articulo, Mer fue preso. Chucho Alvarez se seid: dos protagonistas de lox limos diez aiios no estan en juego. Menem constniyé un poder pa poner cambios cuya profundidad re- sult6 tan inesperada como irreversi- ble, Alvarez, prometié nuevas formas de “hacer politica” para lograr cam- bios que no invirtieran sino que (co- rrigi¢ndola) partieran de la linea que trazaron los. producides por Menem. Alvarez dejé el peronismo y rompié con una nitidez nunca vista con los mitos del movimiento; nadie, antes que 61, se fue del peronismo denuncianda que ese partido ya no tenfa ni en su ttadicidn ni en su presente elementos que le permitieran renovar su histéri- co programa de ampliacién de dere- cchos, y que también carecfa de la vor cacién republicana que le pern encabezar una renovacidn institucio: nal y cultural de 1a politica. Menem transformé al peronismo en el pivote de una alianza electoral que ese part do no habia conocido antes; for26 cau- Aillos, reemplazé direcciones y armé nuevos pactos en las provincias y en el aparato partidario. Ambos se s ron llamados a dirigir una renovacion, Hoy, después de doce afios, Menem ‘rata de volver a un lu haber perdido; todos los espacios que habia ganado, incluso del frdgil instrumento politico que invents en los noventa Estos dos hombres despertaron ver- daderas pasiones politicas: Menem fue odiado, admirado, envidiado, despre- ciado y halagado; su popularidad fue fuerte como su decision; y sus de- Cisiones. se criticaron tanto como el estilo sobre el que sostenta su imagen, Fue el presidente de las decisiones in- crefbles, las decisiones del “nunca se atreverd a tanto”, que répidamente se convertfan en hechos. Alvarez prota- goniz6 el Gltimo suetio del progresis- mo reformista, el contra-estilo de Me- nem; sus visiones se conectaron con elelectorado de Buenos Aires. El tam- bién trajo algo inesperado: el agrupa- miento del progresismo alrededor de tuna idea renovadora de la politica to- £16 peso electoral y parecié capaz de transformar el clisico bipartidismo, A diferencia de Menem que enseguida ej6 de prometer lo que no podia (ni queria hacer), Alvarez fue una prome- sa en sentido fuerte. Sus visiones en- cajaron perfectamente en lo que espe- tuba un sector de las clases. medias arbanas, disgustado con la impudici del _menemismo, tocado moralmente por los cambios que se realizaban y, cada vex mais, herido por esos mismos cambios, Desde ese territorio familiar de capas medias, Alvarez llegé més lejos de lo que habfa Hegado ningin politico que se pensara y se manifes. tara progresista fuera de los dos gran- des partidos nacionales, Leg muy le- Jos, lo cual no significé al fin y al cabo que Hegara a ninguna parte, Pero esto se sabe hoy, sin que este saber implique un juicio inexorable sobre el futuro, aunque el pronéstico no lo fa- yorezea, Tanto como Menem, Alva- rez fue un politico repentista y confia- do en sus intuiciones (que los eriticos podrén Hamar impulsos destinados. a agotarse muy répido). Conjeturar e6- mo seguird In biografia de ambos no 5 mi propésito, La novedad Hace sélo seis 0 siete afios, el deseo de una opcién politica progresista y las posibilidades de lograrla no esta- ban completamente. separados. No creimos entonces que apostabamos tuna ilusién ni que una accién politica spoyada desde el campo intelectual es- taba condenada a imaginar cosas que jamés podtfan realizarse. En Ia segun da etapa del largo gobiemo de Me- nem, después de algunas victorias elec- torales de Iideres como Chacho Alva- rez y Graciela Fernindez Meijide, e1 espacio de la “centro-izquierda” pare- fa finalmente abiento, No se sabfa muy bien, en primer lugar, qué politi cas debian provenir de ese espacio; lampoco se sabia si las estrategias en- ccaradas para construisto iban a ser efi aces; algunos pensaban (es el caso de Carlos Altamirano) que ese espa- cio era muy dificil de producir en un pais donde los cortes politicos no pa- aban por Iineas ideol6gicas netas que separaran un campo de izquierda y uno de derecha, Pero ese no saber, finalmente, era parte de la novedad de lo que estaba sucediendo: por un momento, las eosas estuvieron en sus- perso, pasibles de un reordenamiento original. Los primeros alos del largo go- biemo menemista estuvieron domina- ddos por Ia sorpresa. Si tuviera que se- fialar el rasgo que hizo posible una de las transformaciones més rpidas y ra- dicales de la Argentina, no podria re- ‘nunciar a un conjunto de imigenes que evocan algo asf como un asalto (un putsch, se hubiera dicho en un viejo léxico politico. Y no me refiero al asalto que llevé al nicleo menemista a controlar, de modo corrupio e inmo- ral, recursos del estado. Aunque tam- bign ese fue un asalto, Después de los episodios horren- dos de la hiperinflacién (que también tocaron al gobierno de Menem), cuan- do la nevesidad de supervivencia se imponfa por sobre todo otro proyecto y Ia idea de In que la Argentina podia fundirse no sélo en un sentido econd- rico, sino licuarse, perder estado, mo- nieda, capacidad de acccién piblica, fuerza para revertir cualquier proceso: ‘cuando el vértigo de los precios arras- traba, como un magnetismo incontro- lable, toda posibilidad de proyectar en términos de un tiempo culturalmente verosimil, de pronto eso que parecia no tener ni Kimite ni obstéculo, se detu- ¥o. Lat salida de ta hiperinflacion fue un momento de gravedad cero, de vecio. ‘Todo estaba suspendido, excepto emi do de que algo asf pudiera recomenzar. miedo no puede ser ignomdo por una mirada cultural sobre los pri- meros afios del largo gobierno. La era Menem comenzaba en un paisaje en ruinas, No me refiero simplemente a ruinas materiales, sino a la experien- cia colectiva de haber estado ceree de algo inabordable, de un Ifmite donde la acci6n politica era imposible y don- de las acciones individuales pareetan inétiles. Desde el 89, durante larguisi- ‘mos meses, vimos las fotos, las imé- genes de noticiero, escuchamos el j leo de los informes sobre tiroteos en- tre saqueadores y pequeiios comercian- tes, una guerra de pobres contra muy pobres, reacciones desesperadas, que, sin embargo, no fueron tantas ni mu- ‘cho menos sisteméticas. Pero fueron sorprendentes porque a esos cuadros octumos ninguna prediccién sobre: la crisis los habfa adetantado, ‘Sobre todo, la experiencia de la hi- perinflacién minaba las bases de un mpo cotidiano que pudiera pensar- se y vivirse en los términos conocidos hasta entonces: era el desquicio, algo {que se ha salido de su eje, que trans- formaba los pliegues mis privados de Ja vida, volvia irrisorias todas las de- cisiones porque anulaba la idea mis- ma de proyecto, es decir de continui- dad personal y social. Por primera vez, argentinos de mi generacién supieron de un miedo que no tenia que ver con Ja violencia y la represién de dictadu- ras militares, Cuando todo esto pare- cid terminar, ese miedo (que hoy tie- ne expresiones bien coneretas: més de la mitad de Ja gente teme perder su trabajo y no conseguir otro nunca 16 una certidumbre: cual- quier cosa menos aquello que ya ha- bia pasado. Sobre el estupor que tiene toda se- lida de una situacién Imite, sobre esa ida de la convslescen- cia, se impone la escena social en la que tedavia vivimos. Comienzan, con algiin retardo, los afios noventa hege- ‘monizados por Menem y Cavallo. Ba- jo protesta, sin resignar lt eritica y, en algunos casos, diagnosticando las con- sectiencias casi seguras, lo que estaba sucediendo era inevitable en el siguien- te doble sentido: nadie tenfa crédito ni poder politico para torcer las cosas; nadie (excepto quienes mis lejos esta- ban de aleanzar el lugar de cualquier decision significativa) estaba demasia- do confiado en que direecién haba que toreerlas. Por ta positiva, las dos ne- iciones se expresaron en Ia triunfal acumulacién de poder de Menem y la Vietoria cultural de-un programa eco- némico al que se creyé encontrar un nombre cuando, sobre todo en pala bras del periodismo, se lo lamé “dlis- curso tinico”, Es bien sabido que esta victoria cultural significé bisicamente dos co- sas: aceptar las consecuencias de las privatizaciones y la reforma del esta- do en términos de puestos de trabajo y salarios perdidos para siempre, por ‘un Jado; por el ot, uceptar fa paridad sambiaria como una garantia (no im- porta si real o imaginaria) de la esta- bilidad de los precios. Sobre esos dos puntos se articulé el sentido comin y ‘no hubo ninguna altemnativa que lo mo- Viera de esos presupuestos. No se tia taba de un efecto discursivo, que hu- biera podido debilitarse con otros dis- cursos, sino de la forma vivida de un balance de experiencias sociales que provecé una opcién buseada por na- die seguramente, pero aceptada como si se pagara un rescate. Los pueblos fantasma del interior, derrumbandose sobre Ia infraestructura que gigantes- ‘cas empresas nacionales habfan cons- truido durante setenta afios, 0 agoni- zantes sobre las ya inttles vins de fe- rrocarriles, Ia telarafia de caserfos al- rededor de cualquier centro urbano donde la sede de poder politico hicie- a imaginar una donacién o un repar- 10, Son un paisaje que, a diferencia de los paisajes del trabajo que trazé la Argentina en su pasado, presenta la obra de 1a desocupacién y el abando- no, Se tard6 en c1eer del todo que esto sucedfa, pese a las demuncias, Hoy na- die ignora este paisaje, aunque s6lo sea por los efectos que tiene sobre aquellos que viven encerrados en sus celdas de bienestar. La insegurided, ‘que preocupa tanto a los que se salva- ron como a los que, muy abajo, pade- cen sus peores efectos, pone los relie- ves de este paisaje ante los ojos de todo el mundo. La dausura El nuevo paisaje traz6 un cireulo de hierro alrededor de la imaginacién po- Iftica reformista de los afios noventa. Desde afuera de 10s. limites argent nos, otros eambios, Iamados global zacién, hicieron valer, de un modo des- conocido hasta entonces, el peso de las condiciones internacionales sobre las decisiones nacionales. No me re- fiero tinicamente a sus limites mate riales, es decir lo que verdaderamente podia hacerse si se querfa hacer algo distinto de 1o que se estaba haciendo y se conseguia e! poder politico nece~ Sario, Me refiero también a 1a dispo- nibilidad pam considerar (y quizas aaceptar) el riesgo de un cambio, Des- de adentro y hasta hace muy poc meses, cualquier cambio pareefa ame nazar el equilibrio emblematizado por ls férmula de la paridad peso-délar, Desde adentro y desde afuera, los mereados" (una mezela en que se ju tan los bancos, los acreedores, los fu- turos acreedores, los potenciales inver- sionistas, los que trafican en titulos ar- gentinos, los especuladores, etc. ete.) ¥ las instituciones internecionales vi gilan te economia local dibujando el perimetro de cualquier aecién, Cl sra: una palabra que se us6 demasia~ do en estos alos. Pero qué significa “demasiado”? Lo obvio, un verdadero lugar comin, serfa afirmar que la palabra clausura perdié su potencial semantic. Quizas haya sucedido exactamente a la inver- St YSU repeticién sea especialmente reveladora de un estado de la imagi- rmacion politica y de una erisis de ta que no se percibe ninguna salida En un sentido positivo, 1a tran: i6n democrética pudo ser juzgada co- mo la clausura del ciclo de las dicta- duras militares. Designaba lo que no ule debia repetirse y, por eso, se famente con la consigna _ Modificaba el presente por- que bloqueaba Ia repeticién de lo que Inaba sucedido en el pasado y dejaba prever un futuro distinto: condiciones abiertas. Hoy, la repeticién de “clau- surd” habla de una insistencia de | lengua, de un tatamudeo, de una oclu |. Se ha cerrado algo para siempre: luna etapa de la Argentina, un hori- zomte donde se inscribfan los proyec- 105, se ha levantado un cerco material. “Clausura” deseribe una situacién en términos de imposibilidad de accién (y de repeticién de acciones pasadas), Vivida como inmodificable. Si la palabra “clausura” se repite 8 porque se trata de sefialar, aunque s6l0 sea con la imperfeccién con que la lengua expresa el peso de una refe- reneia social, que no hay condiciones para que la accién y el sentido fugue hacia algo distinto: un deseo politico, ‘una ilusiOn, todas aquellas formas més ‘© menos nebulosas que se abren hacia lo que no esté asegurado, lo que desbor- dda has fuerzas que dominan e! presente, Sin esa fuga no hay nueva politic “Clausura” designa un cierre bien diferente al del ciclo de las dictadu: ras, Nadie pensé que una y otra clau suré estaria tan préximas ni tan impli- ceadas, La “elausura” a la que me re- fiero modela el presente con la impo: sibilidad de idear un futuro y, por eso, describe no s6lo una situacién sino también un forma de la temporatidad en la que el presente clausurado no Oscar Terén: Hay algo que es paraddijco. Cuando decimos recupe- racién o restauracion de la democracia, pensamos en relacién con la ditima dictadura. Ahora bien, podrlamos pensar democracia en términos mas amplios, incluyendo el respeto a las minorias. Esa recuperacién de la democracia en sentido restringido es la de aque- lla que se debe haber vivido en la Argentina desde 1922 a 1928, durante la presidencia de Alvear, porque en el resto de casi todos Jos perlodes constitucionales imperdé desde el partido 0 movimiento de gobiemo una fuerte busqueda del unanimismo y de deslegitima- cién de la oposicién. Desde 1983 en adelante vivimos lo més pare- cido que este pais ha conocido a una efectiva democracia, con todas sus imperfecciones. Y es llamativo que en el seno de esta democracia tentativa, este pats se esté hundlendo por otras razones y se asome al abismo. Trataria de eludir la busqueda de origenes, porque uno lee a Agustin Alvarez y encuentra todos los temas (em- pleomania, estado prebendario, clientelismo polttico...), pero esos temas no tenen la incidencia que tienen hoy porque se trataba de un pafs al que le iba econémicamente bien. aadmite el horizonte de un proyecto; el presente es tiempo de necesidad, dle lo {que se impone a los sujetos como cer- oa Ia imaginacién y a la politica, que necesitan plazos, duraciOn y un juego vo respecto de a necesidad. El campo seméntico de “clausura” ineluye, por supuesto, a la historia: no s6lo:se dio por afortunadamente ter- inado el ciclo de intervenciones y golpes militares; no sélo el “nunca mis” fue el ideograma de una negati- va radical a la repeticién de la violen- ida de las fuerzas armadas; no s6lo la transicién demoeritica y el paso de un gobiemo de un signe po- Intico a otro de distinta bandera se afr: rmaron sobre Ia eonviecién de que se habia cerrado una etapa. Junto con ella (y éstas posiblemente se: ioria, ese principio de desilu- sidn que acompaiia al principio de es- peranza), lo clausurado es una imagen de la Argentina que fue decisiva para la implantacién cultural de cualqui a. Se clausuraron algu diciones culturales de Ia politica, que oftecen, imponen y trasmiten lo que habitualmente se llama identidad, esa auloimagen que, por extenderse en el tiempo, funda un espacio simbslico de pertenencia, cia hor Ser argent no Es imposible pensar el problema fue- rade la dimensi6n cultural donde jue- ‘gan los factores activos de la identi- dad, Allf, justamente, algo se ha que- brodo, {Qué significaba ser argentino en los primeros sesenta XX? {Cuil era la base relativamente universal que garantizaba un de identificaciéa nacional? O, para de- citlo de otro modo, considerando ata identidad como principio de diferen- cia, :cules eran las diferencias perci bidas y vividas como experiencia in- mediata y no s6lo como discurso que indicara lo argentino?, ;respecto de qué cualidades 0 posibilidades 0 valo- Fes, ser argentino se seftalaba como tuna posesisn material o simbélica dis linguida de la ausencia de ese atribu- to, ausencia real o imaginaria, en otras hnacionalidades? Sor argentino designaba tres cuali- dades vineuladas con derechos, capa- cidades, disposiciones y posibilidades (Cuyo peso relativo fue cambiando, y en cuya relacién el primer peronismo introdujo nuevas atticulaciones rk antes): ser alfabetizado, ser ciudada- no y tener trabajo asegurado. Eso for mabe lo que podemios llamar una iden ional; su manifestacin dis ccursiva podfa incurrir en el orgullo de pertenencia y también en el desprecio y el sentimiento de superioridad res- pecto de América Latina, regin de la ue, por racismo y bs aargentinos nunca se sintieron una par- te, aexcepridn de la lealtad que des- perté Cuba. Ser alfabetizado: la escuela pabli- ‘ca universal, que fue mas universal que 1 principio mismo de ciudadania du- rante casi medio siglo, establecié ba ses diferenciadoras respecto de los pueblos no completa o tardfamente es- colarizados de muchos paises de Amé- rica Latina, Los argentinos fueron los ‘mayores consumidores de diarios, de libros, de medios de comunicacién, y posefan una serie de destrezas cultu- rales que caractetizaban positivamen- te a la fuerza de trabajo, Ser ciudada- ‘no nos distingufa, como lo mostré un elisico articulo de Guillermo O'Don: rell, de sociedades fuertemente estra- tifieadas como ta chilena y la brasile- fia, donde se estigmatizaba cualquier amague de igualitarismo plebeyo, y de las repiiblicas gobernadas por elites so- ciales exclusivistas. El acceso y la mo- Vilidad en el trabajo diferenciaba a la ‘Argentina de las sociedades donde la organizacién del mereado de trabajo era 0 més preearia, 0 més arcaica 0 menos permeable a instituciones mo- demas como el sindicato. Seria insensato afirmar que las tres cualidades se organizaban armoni mente tanto en la esfera ptiblica, co- mo en el mercado y Ia politica, A nin- ‘guna nacién podria atribuirse ese equi librio universal de derechos y oport nidades. Sin embargo, durante primera mitad del siglo XX, los epi- sodios de injusticia y exclusin, las pérdidas identitarias de la masa inmi- gratoria, la represiin de diferencias cculturales, la violacidn de derechos y li desigualdad de oportunidades fue- ron menos decisives, en la constitu- ci6n de una identidad, que los proce- 808 de alfabetizacién, la extensién de derechos sociales y econémicos y la generalizacién de los derechos politi- os, No es nevesario tener una visin coptimista del pasado argentino para te conocer que una identidad sostenida cen las ciferencias respecto de Améri- ‘ca Latina no era simplemente una ilu: sidn de los sectores populares 0 el efecto de Ia ideologia de los dominan: tes, La prueba de estos elementos iden- titarios puede buscarse, quizss, en sus expresiones ms repudiables pero elo- ceuentes, en los episodios de racismo respecto de las migraciones intemas 0 latinoamericanas (a las que se consi deraba analfabetas, indtiles para un mercado de trabajo moderno e incli nadas a entreyar su soberanfa politica ‘aun lider carismitico), y en las crisis de soberbia nacionalista donde emer: ‘gen los rasgos mas repugnantes: no tanto en el nacionalismo deportivo, que probaria de modo grotesco la existen: cia de un raszo comin en todo Ocei- dente y gran parte del resto del plane- 1%; sino en 105 aceesos omnipotentes de nacionalismo territorial que suce- dlicron durante la ditima dictadura, pri mero respecto de Chile y luego du rante la aventura n Ser alfabetizado, ser cuichdano, te- ner trabajo: el triéngulo de la identi- dad se quebr6. Alguien podria pregun: tarse cOmo duré tantas décadas. mar- cadas por la inestabilidad institucio- nal, la dramatica diferencia de esillos politicos y la radicalizacién ideol6gi- ca. Probablemente una de las claves sean aquellas instituciones que, pese todas las rupturas, hasta la déca sesenta le dieron continuidad a un es- tado, La escuela tuvo esa continuidad, pese al cambio estratégico de dire cidn cultural que ajo el golpe del treinta en lo que concierne al poder de 1a Iglesia sobre decisiones de conteni- dos educativos y de los avances 0 re: tuocesos en el destino de los recursos. Hasta los afios setenta la escuela no cestuvo ni vaefa de prestigio, ni que- brada, ni estallsda en centros de deci sign locales. Hasta Ia dictadura tar de 1976, otras instituciones (las de un “estado benefactor ala eriolla” fun- dado porel peronismo) persistieron en el armado de tramas. no s6lo de con- {encidn sino de ejercicio de derechos, que le daban un significado concreto 4 [a politica, incluso cuando las inter- ee militares llegaban con pro- yectos fundacionales finalmente refu- tados. Habja también un sistema pro- duetivo, horadado por todas las defor- ‘maciones del capitalismo prebendario, con burgueses cuya iniciativa depen- da estrechamente del restiliado de sus presiones sobre el estado, que se re~ produjo de manera castica y puddo, con recientes dificultades pero durante mucho tiempo, incorporar fuerza de trabajo; posiblemente por sa debilidad relativa y por la dependencia del esta- do, a partir de los aos cuarenta, sus dirigentes debieron aceptar un progra~ ma de reivindicaciones, un “pacto $0- a la criolla El callején en el que entr6 el tema politico a partir del protagonis: mo militar y de la proseripeién que abrid la “cuestion peronista” desde 1955, el llamado “empate” de fuerzas y la radicalizacién politica de los se- senta y setenta dibujan el borrador de Jo que parecer una situacién sin sali da, Sin embargo, el tridngulo que su- geri como hipétesis para pensar una identidad se sostuvo, precario, cada ‘vez. mas frégil, en esos alios de en- Oscar Teran: Es facil acordar sobre estos elementos que fueron asimilados como un modo de ser argentino, una representacion que ‘contaba con la expectativa de que iba a realizarse: la do una socie- dad inclusiva, que crecia incorporando, de manera més 0 menos igualitaria. Pensando en aque! periodo mitico de incorporacién de esa masa extraordinaria de inmigrantes (masa que se contrasta con la que hoy llega a los paises ouropeos, que estan preocupados por la incidencia de un uno por ciento de extranjeros), lo sucedido se hizo sobre la base de un extraordinario crecimiento econémico. Yo hoy me preguntaria si no existen situaciones en las que los lazos ‘identitarios se generan sobre la base de la penuria econdmica, de la penuria politica, de las derrotas en una guerra, En la Argentina, cuan- do cedié ol respaldo econémico, cuando se vio desmentida la creencia en el ascenso social, el lazo se aflojé, mostrando hasta qué punto habia estado sostenido por una economia expansive. La creencia ya no tiene posiblidad de persuasion, por razones materiales, y no se sabe a qué apelar para retundar un lazo social en situacién de penuria. frentamienios. Los militares que tle- garon en marzo de 1976, y provora- ron lo inaceptable y Io inaucito de ta represién, le dieron su golpe final, Pe~ ro, irénicamente una vez més, el trién- gulo termina de desmoronarse en los afios de la transicién democratic Para hombres y mujeres menores de cuarente afios, ser argentino no pre- suupone esos derechos politicos y so- ciales inscriptos en el trisngulo iden: fitario, que hoy dependen de Ia tra- yectoria social y no de una base na- ional universal inclusiva. Se ha depreciado el ejercicio de la ciudada- nfa politica; el espacio de derechos obligaciones est completamente de quiciado, por injusticia y por inmora- lidad: la cultura, en sentido amplio, cesié atravesada por clivajes de acceso y de disfrute y por procesos que in- vierten tendencias histricas, como el descenso en lectores de diarios que no ‘acompafia la tendencia inversa de to- do Occidente y que, en consecuenti no puede atribuirse a la competenci con nuevos medios de comunicacién; nada hay que agregar a lo que se dice todos los dias (y esté bien que se re pita con insistencia) sobre la exclu- sin en el mundo del trabajo y la des {ruciora humillacién del desempleo. Se hha quebrado aquel triingulo que sos- tenia la identidad, considerando a ta identidad como la suma de motivos, expectativas y cualidades que hacen que alguien se reconozca fuertemente fen una sociedad, y no como un prin- cipio cualquiera de agrupamiento de temporalidades comas, tribal, de fusion y disolucién répida. Esas identidades fusionales (asf las llama Michel Maf- fesoli) son las que hoy profiferan c mo estilos culturales, incluso en los sectores mas castigados o precisamente allf donde mis han perdido, asf como muy arriba donde la tranquilidad del disfrute_permite la experimentacién identitaria, El estallido postmoderno por otros medios: una ionfa, En condiciones extremas de nece- sidad no hay ciudedanfa; tampoco hey espacio para la afirmacicn de derechos en el mundo de! trabajo, porque la es- casez es un disuasivo novedoso en la istoria sindical argentina que fue efi azmente reivindicativa en los momen- tos de expansidn, y también porque, como lo ha escrito Emilio Tent en es ta revista, los estallidos de ta desocu- pacidn son inarticulados y dificilmente articulables en términos politicos. Se ha producido un cisma cultural que reduplica el cisma econdmico; en cl horizonte de les victimas, se esfu- rmaron las razones de pertenencia a una edad nacional; en todas partes, se ha debilitado ta idea de responsabil dad que, aun precariamente, tee la tra ma de muchos hilos que sostiene una ‘comunidad. No se trata de salvar a los politicos de In responsabilidad sobre este paisaje, porque ellos se encarga- ron de que se profundizaran sus ras- ies forman parte de la ‘cGipula de Ia pirimide social, los may 208 pero también nosotros, por rtzo~ nes diferentes, hemos observalo la ca Listrofe, unos en la persecucién de be- neficios inmediatos, otros. sorprendi- dos por lo impensado (i nes lo smuneiaron quiz Gidos por e} fulminante cumplimiento Ge sus predicciones). ¢Hay un lugar para a politica? Preguniarfa qué queda de la identidad que perita la politica como una priic- ica que no sdlo ineluya a los profe sionales de esa clase cuyo despresti gio ha acompaiiado en estricto parale- Jo al proceso de su constitucién come fiaccidn con intereses ¢iferenciados que defiende corporativamente, ;Qué principios para identificarse? Imposible pasar por alto el hecho politico més trascendente de las diti- ‘mas dos décadas: el juicio y condena Jas Juntas Militares, que es, en ver chad, un compuesto de hechos, préct: cas y discursos originados primero por las organizaciones de derechos huma. hos, que sostuvieron una consigna (Caparici6n con vida") inasimilable por la dictadura y, en ese marco, entera mente justa; sucedido, sobre todo des- pués de Malvinas, por una revelacién progresiva que se difunde por todas partes, tanto en los medios de comu- nicacién que se habfan resistide por cobardia y estrategia de conservaci6n ‘como en una sociedad sobre la que todavia sabemos bastante poco duran- te Ia dictadura, ni de su resistencia ni de su abandono de todo mandato so: lidario; atravesado por posiciones di- ferentes respecto dsl. camino institu- cional seguido por el gobierno de Al- fonsin; reforzado como produccién de ‘conocimiento por la Conadep y, hasta hoy. por los juicios sobre verdad « reconocen, en sede judicial, el dere- cho a continuar produciendo un saber. Frente a esto, {por qué no pensar este saber y esta persistencia como un pun- to de articulacién decisivo en el cual a Argentina encuentra su diferenci fen términos de derechos humanos y Justicia? Esto se dijo en estos aflos y seria svicida pasar por alto el principio de peranza autorizada por et hecho de que se lograron cosas que parecian im- posibles después de las leyes de punto final y del indulto. Sin embargo, mu- cho de fo sucedido durante el largo gobierno de Menem tuyo el efecto de desprestigiar precisamente a la Justi- cia, Los hechos que mencioné at co- mienzo de estas notas (la prisién de Menem y ta retirada de Alvarez), ea «da uno a su modo y en sentidos con- trarios si se quiere, reafirmaron una sospecha sobre Ia voluntad de los jue- ces de seguir un camino institucional recto, Se desconfia del juez que en- catcelé @ Menem; se repudia al juez que no process a los senadores co: ruptos. Para decirio brevemente: el es- tigma de la servillets de Co ic infamante sobre los jueces federales. Nad puede ser mas grave en un pais donde Ia injusticia (en todos los sentidos de la palabra) tiene la solidez de una materia indisoluble La promesa de justicia no puede sino ser traducida en los términos de sus Iimites actuales, por una parte. Y no puede sino ser objeto de una peti- cién més vasta, econdmics y social, por la otra. Asf son Ine cosas: no exis te hoy un escenario cultural como el de Jos primetos aftos ochenta, donde Is pe- ticién de justicia respecto de los mili res tuvo una centralidad somprendente. La crisis social y econdmica re fuerza, mis que nunca, un pafs de pat ticularismos, Las reivindicaciones de lun grupo se enfrentan ruidosamente con las de otro y las posibilidades de ‘mediaci6n institucional son débiles (la guerra de vecinos contra travestis en la ciudad de Buenos Aires ¢s una mi- tun verdadero labora torio). Las necesidades inmediatas de ‘millones de hombres y mujeres obtu- ran su disposicion a pensar en térmi- nos de un plazo politico o judicial: ta necesidad no tiene esos tiempos. Con toda razén, el reclamo es sobre lo in- ‘mediato, Un desocupado que lleva aiios fuera del mercado de trabajo, que vive de un auxilio esiatal malbaratado por la corrupcién y otorgado por clientelis- mo, 65 eso: un hombre en estado de nevesidad. Sabemos lo que significa Sin embargo, otros millones de ciu- exe estado politica, entre seria hostil a ta ellos muchos intelectuates reformistas, confiaron, tal como parecié mostrarlo cl resultado electoral desde 1994, en la posibilidad de una alternativa, Juan Carlos Portantiero escribié ese afio, y ‘muchos podfan coincidir con lo excri- to: "Se dibuja ya un nuevo cuadro de expectativas que el populismo conser- vador y el liberalismo de mereado ten- ‘drin muchas dificultades para satisfa- eet”. No se equivocaba, si se toman Jos aiios que van hasta 1999 Las desventuras del Frepaso Entonces hay que pensar en el caso Alvarez y el destino de los instrumen: tos politicos que armé con Carlos Au- yeto y Graciela Fernéndez. Meijide, In- ‘luso los mis eset franja reformista, sintieron la atrac- ccidn de Io nuevo que hoy no séto ha dejado de serlo sino que ya casi no existe. Oscar Terdn: Ahora, zcual era la especificidad del caso argentino? Creo que todas las cosas que pasan aca también pasan en otras partes. Cémo se puede entender esto en paises que crecen, que han resuslto problemas que nosotros no hemos resuelto... La caida de la politica, el desencanto de la politica son fenémenos que se debaten en todas partes. Berlusconi gand las elecciones italianas. En Espafia la ETA recluta un importante porcentaje de adhesiones. Hace unos afios Castoriadis decia que el rasgo mas conspicuo de la politica actual es su “insignificancia’. Seguro que tiene que haber elementos diferenciales, pero cualitativamente Zqué ocurre de dis- tinto aqui? 20 cémo es vivido fo que aqui acurre que no es vivido del mismo modo en otras partes...? Me temo que tengamos una mirada demasiado local. Primero una actaracion que no pre sento como exculpacién del Frepaso ni de Alvarez, sino como referencia al medio histérico donde le toes avanzar sus promesas. La auseneia, en Ia Ar- gentina, de un protagonista progresis- tw enel marco de la Hamada “crisis de la politica” si tiene puntos en comin con descripciones que se han hecho de escenatios europeos, expone de la manera mis cruda e hiperbélica la di- ficultad de fos pafses periféricos para consiruir una mediacién entre los de- seos de los factores de poder econd- mico y las decisiones politicas. A pe- ssar de que el tema sea también euro- peo, de todos modos 1a politica se plantea alli tareas que no estén direc~ tamente moldeadas por los “mercados” ‘que, por otra parte, no se comportan en los paises centrales con la prepo- tencia que ejercen en la periferia, Esto hace una diferencia evidente. Ademés, seria poco verosfmil olvidar que par- tidos socialdemécratas 0 coal de centro-izquierda han gobernado y gobieran en buena parte de Europa, ‘aungue sus programas se hayan adap- tado a una nueva realidad econémica, cen la que, de todos modos, operan €0- mo agentes de reformas, Dicho esto, mis vale olvidar el aso europeo que no est cereado por el cepo que inmo- viliza a 1a Argentina, {Cudnto se sabfa del limite en 19947 Mucho més que cuando Alfon: sin lleg6 a la presidencia y segur mente mucho menos que hoy, cuando Cavallo no logra el aval de quienes lo hhabian apoyado con fanatismo, ni re- ¢ la confianza de quienes fueron su capital politico y su fuerza, Retar a Jos banqueros todas las semanas por- que los mercados financieros no son comprensivos. y encargarle a la bur- quesia local que salga a defender sus medidas, lo prueba con elocuencii Sin embargo, no se hace politica pensando que la politica es imposible, Alvarez, en su auge, dijo precisamen: te lo contrario: donde otra politica que la del consenso de los poderosos pa- rece imposible, demostraremos que ella es no sélo posible sino que puede establecer una nueva relacidn de con- fianza. Las bases de esta conviceién can de renovacién republicana. Se ha- bI6 de mejorar 1a calidad institucio- nal, las formas de la representaci6n, Jos sistemas eleciorales, la relacién en- tre partido y civdadanfa, el financia miento de la politica, para dar una ba- tala contra el clientelismo y 1a co- rrupeidn, No es para nada casual que las fuerzas dirigidas por Alvarez tu- vvieran una participacidn de primera t= nea en la Convencién Nacional Cons tituyente y presidieran la que redact6 la Constitucién del estado de Buenos Aires. Tampoco es una casualidad que Alvarez, (que abandond el peronismo al pacto de Olivos, Sobre estas intervenciones exito- sas,un haz de fuerzas muy heterogé- neas dio la impresién de compactarse en un programa de renovaci6n insi ional que, a mediados de los. aiios noventa, fue confundido (muchos de nosotros. quisimos dejar en suspenso Jas diferencias) con un programa re~ formista de centro izquierda que in- cluyera también 1as dimensiones so- cial y econdmica. Se trataba, en cam- bio, de una propuesta de renovacién institucional y cultural de la politi que pegaba jusio en et centro de lo que Jas capas medias urbanas consi- deraban un terreno sobre el que ya no cra posible admitir otro abuso: 1a acu- mulacién de poder en el ejecutivo y la ccorrupci6n, juzgados como dos rasgos del menemismo, Este programa republicano, sin em argo, tenia otros ecos. Una linea se abria hacia la euestién de la represen- taci6n politica pensada no sélo en tér- minos de tecnologia electoral o trans- parencia de las institueiones, no sélo de balance institucional y de conirol entre poderes, sino en términos de una ‘mueva cultura de Ia politica abierta ha- cia lo que comenz6 a lamarse “la te” o “la sociedad”, Se penss en una reforma cultural aplicada a a esfera politica como remedio de la “ que el estilo. menemista habia acen- tuado (0 provoeado). El adjetivo “nue- vo" se ados6 a todas las formulas que se fueron poniendo en circulacién: nueva felacién, partido de nuevo tipo, rmuevas formas de representaci6n, nue- vos actores, La novedad, en verdad, estaba en cl liderazgo de Alvarez tanto como en su discurso modelado por la politolo- gia, {Solo eso? Naturalmente, hebfa ‘mucho més en la promesa. Cuando me acergué a Alvarez y al Frepaso, ctef, como muchos otros, que se podia de- satar el nudo que habia apresado a las fuerzas reformistas (a la izquierda re- ignit cancia electoral y la ausencia de diri- ‘gentes fuertemente populares, Alvarez fue el primer politico ar- gentino que gané su popularidad en Jos medios de comunicacién, desde sus articulos en Pdgina 12 a comienz0s de la década, hasta su presencia este- Jar en los programas de televisién don de se manejaba con Ia eficacia de un formista) en el campo de Ia i baqueano. Alvarez, que habla hecho politica de partido durante veinte afios y habia editado una revista de perfil ntelectual en los ochenta, parecta na- nia la medida justa del quantum de ideas que podia pasar a través de los micréfonos y sabia detenerse en el punto preciso que separa la repet de la banalidad. Su carisma medistico lo habilitaba para decir cosas un poco mais complicudas de las que se admi- ten en la argumentacién televisiva, pe- 10 su intuiciém (ejercitada en la inva- lorable experiencia populista del pe- ronismo) le mostraba claramente cusn- do era necesario repetir, volver a re- rmachar, usar una formule que queda- men el recuerdo fugaz de lo que se ve y se escucha. La destreza medi ea de Alvarez no fue un capital menor ‘en la construcci6n de la fuerza hetero- g6nea que dirigfa con una autoridad sin contemplaciones. Por el contrario, esa fuerza fue “Alvarez en Ia elevi- sion” (y también Ferndndez M que conquisté la veneracién de Ma- riano Grondona, cuyo programa mu- chos observadores definian como el centro de In Hamada “esfera piblica ‘mediatizada” El carisma medistico hoy es indis- pensable y cualquier discusién sobre ef arraigo de una fuerza no podria pa. sarlo por alto, ni siquiera considerarlo una cualidad entre otras. Pero tanto Alvarez como quienes lo seguan con fiaron en que el ejercicio de ese don ‘garantizaba lo necesario para const tuirse en una alternativa al sistema bi partidista, Nadie afirmaba esto expli citamente, pero, en los hechos, la con- fianza en una cuatidad que habia tra- {do algunas victorias releg6 a un plano subordinado, del que nadie se ocupé con seriedad y constancia, las tareas, rises de una construccién territorial ‘que, ademas, cafa bajo el desprestigio e las eriticas a las priicticas de radi calles y peronistas, sostenidas en redes de punteros, compromises personales yy subordinacién de las bases que ne- ‘xsitaban a los caudillos locales remediar las contingencias de lacrisis eonémica. La vieja politica estaba despresti- siada y, aungue se hablara todo el tiempo de la invencién de “nuevas for- mas”, en los hechos la fuerza dirigida por Alvarez era un dispositivo de ed- pala, en Ia que él predominaba por su inteligencia, por su popularidad y por su escasa propensién a discutir con otros las grandes Iineas de lo que de- bia hacerse, Este fue el estilo que se impuso, pese a los buenos propésitos, el resentimiento y la resistencia de di- rigentes locales a los que se consider més vinculados con viejas mafias de Politica territorial y viejas ideas arras- ‘tradas desde el pasado peronista, aban- donadas @ regafadientes, mientras que Alvarez ubfa hecho un corte limpio que sus seguidores debfan imitar aun- que nadie les entregara los instrumen- (os para hacerlo, No es sorprendente, entonces, que el nuevo espacio dependiera de Alva- rez (y de algin otro dirigente como Femdndez Meijide en sus atios de apo- ‘g¢0). ¥ que Alvarez. no encontrara la circunstarcia para dedicarse a cons- tur, en dimensiones précticas y teri toriales, lo que afirmaba que era nece- sario. Oscilaba entre diversas ideas de organizaciGn, ms © menos recibidas de sus informantes politolégicos que, sin exagerar responsabilidad, traron en Alvarez una eseacha que ‘nunea habian obtenido, ni siquiera en Jos afios en que Alfonsin se rodes de algunos intelectuales. No quisiera e minne de la responsabilidad que me toca en esta descripeién, como inte- Tectual (aunque completamente jer 4 la teoria politica). La cuestién no cera si Alvarez debfa 0 no atender a as formulas cireulantes sobre las nuevas modalidades de la politica, sino cémo podia convertirlas en argumento de or- Banizaci6n préictica. Nadie podria de- cir que Alvarez escuchd poco; podria incluso afirmarse que escuché «lema- siado porque lo que se decia a su al- rededor coincidia con su escasa voca- in para el dia a dfa organizativo, con Su atraccién por las propuestas gene- rales y su alta capacidad de comun car ideas en los medios. Hacia la figura de Alvarez van las pistas de lo que sucedid con el Frep 30, donde su liderazgo fue indiscu do, Traslad6 sus aciertos y sus equ voeaciones a la organizacién que di gia. ¥ el camino que tomé sa orga nizacién, en cada uno de los momentos fen que se jugaron decisiones, fue el Alvarez de Fernandez Meijide a la cabeza de todas las boletas electorales hasta la cconstitucién de la Alianza, precedida por la férmula que integré con Bor- én, apoyada a su vez en el espacio que quiso construir transversalemente a los grandes partidos en Ia reunién de El Molino, {Hubiera sido posible explorar otros caminos, més afines con Ia idea de un espacio de centro-izquierda? Responder a esto tiene la facilidad de una reflexi6n hipotética sobre el pasa- do, y no quisiera abusar de esa ventaja. Por un lado, a mediados de los no- venta, las fuerzas conducidas por Al- varez tuvieron Ia posibilidad, a partir de una base sotida en Buenos Aires y en Rosario, de iniciar un camino de experiencias locales en el gobierno 0 las legistaturas, Concentrarse en los gobiemos locales de ciudades de enor: ‘me importancia politica y repetcusion en la opinion publica, huibiera sido un camino que tampoco garantizaba 1a implantacién nacional, pero que con- solidaba una identidad y demostraba en la prctica si verdaderamente se tra fa un nuevo modelo de hacer politica. La implantacién cultural de Alvarez en Buenos Aires, una plaza donde su estilo fue poco menos que perfecto, quizés hubiera abierto, con tiempo, posibilidades mayores. Nudie podria afirmar esto con ninguna seguridad ‘Tampoco a Alvarez pareci le minimamente, Por otto lado, los hombres y mu: Jetes que rodearon a Alvarez en el ni- cleo ideolgico det Frepaso no ke ofre- son ideas que le permitieran ir mas alld de las promesas de renovacién po- itica € institucional, que él conocia a Ja perfeecién; no se exploraron expe- rimentos posibles que tocaran el cen- tro de Jos problemas cuyo abordaje era indispensable si una fuerza de morali zacién republicana queria convertirse, al mismo tiempo, en un instrumento de reformas econsmicas y sociales progresistas, Los técnicos que se acer- ‘earon no pudieron despertar ni la con- fianza ni el entusiasmo; esto pudo ser injusto respecto de las ideas que ex- ponian pero ellas nunca aleanzaron In cota de “imaginacién’” y “creatividad” ‘fa la mirada puesta en otros téenicos que no se le acercaban sino eventual- mente. ‘Todas las explicaciones pare- cen aneedéticas. Lo cierto es que Al- varez. carectia de soluciones socio-eco- némicés; hay que admitir francamen- te que no era él quien debfa disefarlas sino ponerlas a consideracién y even- twalmente encabezarlas en un camino cortado por obsticulos que no iban a desvanecerse s6lo ante el carisma 0 los votos. La “nueva fuerza” politica se apoyaba en su programa instituc nal y moralizador, que era suficiente para ser la mejor oposicién al mene mismo, pero insuficiente pare pensar un gobierno. Este rasgo se fie acentuando a n ida que se acercaban las dltimas elec- cciones presidenciales donde Alvarez decidié (y en esto no se diferenciaba mucho ni de sus votantes de capas me- dias ni de quienes lo rodeaban) que la derroia del peronismo era el item cen- tral del orden del dfa, A medida que se hacia més evidente el descuido ha- cia un programa posible para un go- bierno de Ia Alianza (que termin6 sin- tetizado en un documento sin relevan- a, la “Carta a los Argentinos"), Al- vvarez profundizaba su ereencia de que quello nuevo que habfa representado jugaba ea una dimensi6n ética, ea ya reparacién responderfa a lo que pe- fa “ia gente”. Mirando las eimaras de la televisi6n, dijo: Menem va a ir reso; y mareé con una analogia el objetivo moral en el que se reeonocie ron muchos: se necesita una Conadep de la corrupeidn. Ambas afirmaciones fueron luego coregidas. Sin embar- £0, cuando se las pronuncié encontra- ron el reconocimiento de lo que se quiere escuchar, Se estaba acabando menemista y habfa que cas- tiga La renuncia de Alvarez a la vice- presidencia se ubica precisamente en esta dimensi6n; fue recibida con el en- tuslasmo de quienes reconocieron en ella la renovacién de una promesa electoral y quedé desactivada en cusn: to los problemas para los que el Fre- paso no tenia iniciativas volvieron @ ‘ocupar el primer plano, Alvarez no hi- 0 nada para convertir su remincia en el impulso de una accién politica eo- herente, aunque s6lo fuera en. térmi nos morales y, en realidad, mucho més n téminos morales cuanto que pen- saba que la corrupeién delataba una forma de funcionamiento del estado que impedia hacerse cargo de la des- proteccién de millones. Las fuerzas dirigidas por Alvarez fue- ron una coastelacién en cuyo paradé jJico centro habia mas hospitalidad y flexibilidad con los intelectuales. que antes y los cuadros de se~ gunda linea. Afirmar esto implica mu- cho 0 poco, seguin se 1o mire, Pero, de todos modos, es parte de un pasado, ‘Sin embargo, la fuerza cultural y po- Iitica que Alvarez implants y disolvio tione referencias soviales que todavia persisten. Los temas culturales 0, si se quiere, mAs ideol6gicns que politicos, de un imaginario reformist, siguen te- nienlo una pregnancia poderosa en los sectores medios que todavia no han sido expulsados de su espacio, No existe, en cambio, como en les no- venta, una fuerza que los exprese (aun «que lo haga con todos los limites y las disimetrias de cualquier expresin). La crisis del reformismo toca no s6lo-a Alvarez 0 a lo queda de su fuer 23 politica, Los intelectuales que estu- vimos cerea de ella estamos tan toca- dos por la disolucién de una posibili- dad como por la obligacidn de anotar- Ja en una lista de malentendidos.y desencuentros. No hay ninguna obl gacidn, en cambio, que nos Hleve a ‘cribir esta experiencia como pruebs | inutifidad de una relacién intensa con la politica, aunque s6lo sea por- que los intelectuales pertenecen a una fraccién sobre la que la necesidad eco- ‘x6mica no opera con la misma fijeza ‘que sobre millones de argentinos, aun {que s6lo sea porque el trabajo intetec: tual tiene condiciones excepcionales en términos de tiempo y de privile gios culturales. Condiciones exeepeions 10 del resto de 1a. sociedad plantean también responsabilidades ciudadanas mas intensas y continuadas. Natural- mente, el discurso que se emite en nombre de esa responsabilidad debe aceptar todas las eriticas sobre sus efectos, No se puede decir qu erfticas no hayan sido escuchadas en las ditimas décadas, donde la historia de ios intelectuales se ha reescrito con tuna severidad que pone en su lugar cualquier soberbia, Lugares comunes de la critica a los intelectuales, todos elles sostenidos con razones diversas y argumentables: pedagogismo auto- Titario, ausencia de perspectivas plu- ralistas, improvisaci6n e ignorancia de tos hechos, vanguurdismo estético, po- Iitico © moral, Sin embargo, las repti- blicas de ciudadanos requieren un ti- po de figura que no se asimile inme- digtamente ni ¢ 1a del profesional de las industias de la comunicacién, cu- yo diseurso prolife cia y volubilidad de lo med tico, ni al experto de estado o de academi Podria explorarse una perspectiva que, aceptando esas condiciones, fo- calizara el conflicto que emerge de ellas. Esta perspectiva deberia artcu- lar varias distancias: la det intelectual con la sociedad y Ia de Ie sociedad con el intelectual (no siempre percibi das como equivalentes, sino por el contrario; una fuente de malos enten- didos); 1a del intelectual con lo que leree que es su préctica (la ilusién del desinterés, por ejemplo. que ha sido Oscar Tern: Y entonces se podria juzgar lo que hizo Chacho Al- varez con sus renuncias no en términos de estructura psicoldgica sino en téminos de alguien que de pronto toca rtos limites, que enfrenta un ejercicio de la politica al que piensa que es posible modificar y finalmente no puede hacer nada. Cuando la hipdtesis de las corporaciones explicaba las deficiencias de funcionamiento de la politica, se armaba un sentido, un relato que podia ser comprendido y permitfa interpretar. Pero hoy son los politicos los que se han convertido en una corporacién, en un factor de poder: la clase po- litica juega en funcién de las reglas de un juego corporativo. Lo que es novedoso es este actor faniasmatico que se llaman “los mercados’, que no tiene la logica de los sectores de la burgue- sia en el pasado, y que Zygmunt Bauman ha comparado con el tradicional sector de terratenientes ausentistas, con la diferencia de que éstos tenfan sus bienes geogréficamente localizados, mientras que ahora el capital financiero parece atépico, parece habitar en un no lugar. ,Qué es ese sector de las finanzas? LTiene este mismo poder en todas partes?

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