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34 LA CONFEDERACION ROSISTA “Por qué ha de juzgar uno los motivos de un hombre que ha descubierto la forma de gobernar a uno de los pueblos mas inquietos y turbulentos del mundo?” Henry Southern al primer minstro inglés Lord Palmerston, 1850: Durante la década de 1840, la Confederacién Argentina en frenté una larga serie de conflictos. El gobernador de Buenos Aires, encargado de las relaciones exteriores, desarrollé una politica firme en resguardo de la independencia argentina frente a las potencias extranjeras. El “gran americano”, como lo apodaban sus part ios, aparecia asimismo ante el mundo como el tinico garante orden interno. Pero las provincias del Litoral y del Norte co nuaban en la bisqueda de un ordenamiento politico que evitar (0 del puerto por parte de Buenos Aires. y de la ificaba, mientras en constitucional con miras a la futura organizacién del Un sistema hegeménico Rosas utiliz6 como base para perpetuarse en el poder Sala de Representantes de Buenos Aires. Este érgano legisl de gobierno, integrado por 44 representantes de la ciudad campaaa, antes y hacendados, facultades por decreto Rosas fue re ido en 1840, en 1845 y en 1850 siguiendo 318 un mismo ritual. Renunciaba alegando fatiga, revibia peticiones {or| centenares de firmas para quo aceptara ser reelecto y daba fiaulmente su conformidad. Solo en 1835 la eleccién se respalé6 mediante un plebiscito que arroj6 9.000 votos a favor y una docena en contra’ Rosas era sin duda un gobernante pragmético. Cuando las islas Malvinas fueron ocupadas con violencia por Gran Bretafia en 1833, yla pequeda guamicién argentina desalojada, realizé los reclamos Zorrespondientes. El ministro de la Co mn en Londres es- eraba los titulos que Tslas y los antecedentes Por su parte la diplomacia jeada con acierto de “gratuito ejercicio {el derecho del més fuerte”, para intentar negociar la deuda con la banca Baring que afectaba a la economia provincial. a mantenia una precaria unidad en las cator- de Ia 6poca de la dominacién espai rosista utiliz6 esa accién cal impuestos a las importaciones y era contraria al defendido por la provincia portefia y que tuvo escasa fecisiones acerca de la recaudacién y el gasto quedaban exclusi- vamente a su cargo y esto le permitia a Rosas aplicar premios y ‘astigos a los gobernantes amigos. Auxiliaba con ganados 0 moneda ‘los més déciles y se mostraba implacable en el castigo de los sos- pechosos de traici6n. El Restaurador extendié su hegemo re las provincias eracias al bloqueo francés (1838-1840). Entonces se presentd como ‘nico garante de ionalidad y descalificé a la oposicién por za con Francia metié a los uni ti6 con la agresién extranjera y a positiva a su reclamo y puso fin al bloqueo. Asi puede decirse que, una-vez.derrotada la Coalicién del Nor- teen 1841, ya no hubo conflictos en las provincias andinas y centra. 3. La guerra continué en cambio en el Litoral que no se resignaba al monopolio porteio del puerto. Someter a Santa Fe result6 dificil. Muerto Estanislao en 1838, Domingo Cullen, el fue desconocido por Rosas. Ci gobernadores del Norte para que retiraran a Buenos jojo de las relaciones exteriores. Descubierta la intriga, Recién con Ia eleccién del brigadier Pascual Echagie (184 dictador portefio tuvo un hombre de su confianza en esa provi 319 wee ‘sos0y D4}409 BowBoqoepr oyaMy DY 2p ofa “usonayag wogarey o1cosua £ rood 1. ono, 9p & ap seoriqndas 39 1 slowongay eres, tio shed op Teuorn, sy upieenteaso, sng wt 89 uanefead Zoku ep ootysod of Tab fo eurubay 9 “eiouag wasop 0 Of op uoperaory v1 29 Soaqurorar & sea: ‘Sop ‘jesopey ‘soun, fun “evsoyt ead sunuedse tresses SL ap o1Fnjor [eda uid fo 90) feito eonandeu #1 re eo ¥] ‘oquoueprale oad geet epsec un :0}duisoud 807 “ss0y ap O11 -od yo uo oundyv 01298 ‘ueyrooxofe ou seystuojoueaioqur serouoyod se] ap seuorsoxd se] oth ‘9p ¥ox008 saxpuOT ¥ OpRIZOTe BIqeY pEprEmMD Br “saxry soUaNE 2p ‘vorupy11q peptumtioa By ep sesezozur soy opueyseye zeaurquOD wyTend nl 9 sos01704UT CO} SHE Op UOTTRBeAwU By v OUTUABLE OUP] +24 Jo anb wspuoyue ‘(,paT) eexemo: uo oxommd To ong oprun, OUT 1a “Croryuos fo xeuo|onfos exed spocresj yo uo A agfBuy opueUre{sed F Uo sowqop £ vor ymordtp peplanae wsueyur wun OWSTENER ogrHL ‘sypny W380 op oBf3803 ,ojsoTy, woTuyHIg 1odeA w WasenB op ByOqz By 9p ayuerndizy um ofp ,e6[g ¥] ap O1 [a Ua soUoIDoN SeUITTT SH atuemp seuorseoruntiea Se] 9p zoprtes w{ uo ours "wazona 9p seU0? “eiodo sv] to oquouvjos ou “epeaysoulep oyuowreuoyd opis wy 208s [Pp sepod osoqpaezem |g, “oywouTeaze9 ns grpuaA apuop seyTet220) nysuy pueseg [o reSoaeu opnd vsoouezojsize vxpenose v]o7ed “S98 ‘OpesrgO ep wafonA BI op evEAWD fo Uo OBTuOUD v zoUoIOp &P uupraezapayueg v| ap sezzeny se] ap 014934! 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Rosas exigia unanimidad de miras y uniformidad de conduc tas, se colocaba como g: de lo nacional y consideraba dores a los de cluso de cualquier ‘un control riguroso de la que permitiers prensa. A ese chesco y popular que hicieran Pero reservaba a un culto pul Ia direccién de los perisdicos tica internacional de la Confed: documentados*: El proyecto de la Joven Generacién, inspirado en el de ls Joven Italia, funda jon en articulos sesudos y bien por Giuseppe Mazzini para impulsar la uni cabida en ese rigido esquem: {a quizas si. Pero era inadmi La Joven Generacién no pudo permanecer al margen de lucha que dividia al pais. En 1838, poco antes de que se desencade ‘omdnticos empezaron a emigrar a Monte. -on a los unitarios y le declararon la guerra a Los primeros ¢lésicos argentinos ia generacién de 1837 los tucumanos Juan lafaiie, los portefios Esteban Echeverria, ,, Juan Thompson, José guel Félix Frias, Jacinto Pefa y Carlos Tejedor, los sanjuaninos Sarmiento y Rawson”. Mariqui ta Sinchez servia de nexo entre esta juventud y la generacién de 322 bros. Sus primeros yemas, los Consuelos po y Rimas, lo convirtie- fon en el favorito de 33 tertulias porteias. Después se incorporé panfletos que incita- ban a la rebelién y colaboraron con los ‘itarios de la ‘del Norte y sn la sublevacién de Jos Libres del Sur. Pero su labor no fu educativa y cultural, como sucedié esp cias a Sarmiento y sus amigos. Por otra parte, la accién de Alberdi fue decisiva para que ‘olaboracién francesa en la campafia de 1839; el tucumano se reconocia “argentino hasta los huesos”, pero con: faba en Francia y en su aureola revolucionaria para eliminar la ‘Domingo Faustino Sarmiento, autor de CGivilizacién y barbarie, un cldsico del romanticismo poltco. jo politica, sino también jalmente en San Juan gra- Los libros fundadores El ocio forzado del exilio, que transcurrié ademas de en Mon- tevideo, en distintas I ides de Chile, Bolivia y Brasil, fue bien sprovechado por es is, inquietos y cultivados, wutores de las primer: literatura argentina. Para definir qué era en el pais el “color local’ de los romanticos europeos, Echeverria ambient6 un relato imaginario en El matade rm, sitio clave de una sociedad autoritaria, goberneda por un grupo de poder que habia impuesto los usos barbaros de la campaiia. Pero ‘Sarmiento publioé en 1845 Civilizacién y Barbarie, un libro qu pronto i el que traté la vida de Facundo Quiroga, el caud no que habia muerto diez afos antes, cuya actuacién,, hhabia conocido en su provincia cuando las invasiones de era riojana. Expuso en este libro el problema de la c 1a barbarie, enfrentadas argentinas, y presents de civilizacién, a pesar de Rosas. De jor gaucho con ias propias, pu de los relatos g escrito algunos argentina. Ahora un intelectual argentino observaba él evaluaba directamente la posibilidad de aplicar otros socieda sudad de Buenos Aires se reconocia si misma, en su aspecto en su gente, tanto como en su dirigencia politica eruelmer icaturizada por el autor. ‘Alberdi, abogado y periodista, se ocup6 en Chile de temas eco i srés y respeto la organizacién poli jerdrquica tic habia tante centro comercial sin descuidar por "Todos ellos buscaban definir Ia ident pueblo debe tener un color particular, un aspecto propi ‘Guliérrez, estudioso apasionado de la historia y de le habitantes el aument sivamente vegetati racién europea era escass. Hi ‘escocesa de Monte Grande 1 hos 324 y exterminados durante la guerra ci snes se quedaron prosperaron individualmente. yrantes de la década de 1840 vinieron en forma \gricyltores y artesanos desplazados por la re- 0 también profesionales y pequefios capi jjorar fuera del sistema de clases de Euro Debido a la histérica peste de la papa, miles de irlandeses llegaron 2a Confederacién Argentina. La mayoria opt6 por irse al campo Guidaron majadas y tuvieron tambos y propiedades en los partidos fonaerenses de Exaltacién de la Cruz, Areco, Chascomiis y Dolores, Sarre otros", El padre Fahy atendia a los recién venidos, Seguia empleo y erédito y hasta les bu: ‘La inmigracién gallega y de las ia de proteccién cons jaban en condiciones mfseras, en barcos a vela, y se esponténea, solucién indus por su parte eran artesanos, albaniles o con! Speraban en el tréfico fluvial. Los genoveses, radicados {fe la Boca, en el Riachuelo, se ocupaban del tréfico fluvial. Vascos mnceses ¥ vascos espafioles, fugitivos estos iltimos de las guerras ‘se empleaban en los saladeros donde se pa- geban buenos salario: Los residentes ingleses en la provincia portefia con vuian la La décit Legislature de Buenos Aires en una caricatura realizada fen Montevideo 325 colectividad més prestigiosa y mejor protegida. En plena interven. francesa en los rios, “ser inglés”, segiin recordaba el gene. guia siendo “na pichincha’. Disponian de un club, las. En sus grandes estancias, el juez de paz al ejército, cueros, sebos y grt cién. La mitad de la produccién se ven en Italia, en Espafia y en los paises germénicos. La carne iba a Cuba y al Brasil. En cuanto fon alimentos y en manufacturas europeas, textiles ingleses sobre todo. La harina seguia siefdo el principal producto traido de Esta. dos Unidos porque Ia produccién local no cubria el abastecimienta. ovejas y la lana se habia incorporad bign el saladero y la actividad complementaria de la graseria daban buenas ganancias. Y en caso de bloqueo, el estanciero se veia favo. recido por el “raultiplico” de la hacienda que no podia comercializar. Quienes Hlevaban la peor parte en esos periodos eran los pequefios comerciantes, artesanos y empleados piblicos cuyo salario se pagabs mitad. En 1846 la situacién se re gobierno portefio eran simples y Re tinistrador ordenado, silos ingresos flaqueaban se cerraba la C Guna y se privatizaban los estudios de le Universidad como sucedi f partir de 1838. Rosas fue ademas de cuidadoso en materia de gas. tos muy prudente en lo relativo al cobro de impuesios. Su colabora- dor, De Angelis, observaba quo el duenio de una estancia de 30.000 cabezas de ganado podia saldar su deuda con el Estado con el precio de cuatro novillos. Comparativamente pagaba mas impuestos (con: tribucién directa) el comerciante o el duefio de un taller” El gobierno portefio beneficiaba a los grandes hacendados no s6lo en materia impositiva. En la década de 1830 la tierra p) is fue privatizada. El Estado se empefiaba en ser un ad. preferencial. Asi oficiales y tropa premios militares (exp Sur). Pero como los que estaban en mejores condiciones de poblar eran los ricos hacendados, los premios devinieron en nuevas faci partidarios del régimen, mientras que los pobres ‘en tierra para poder sobrevivir. Asf se redon- El panorama de las proviticias es dife Jos beneficios de Ia aduana exterior, los gobiernos crearon aduanas Itteriores para conseguir recursos y defender sus pequefias indus. ites, Bl santiaguedo Ibarra, por caso, protege al artesanado local fe los objetos comerciales venidos del Norte. Mendoza firma un tra ado comercial con Chile que transgrede el Pacto Federal de 1831. ‘Sélo después de 1846 se registra una es ee rehis gente empleada en el negocio minero o en el comercio. Elagotamiento del régimen Hacia 1850, en Buenos Aires, el rojo punzé se veia en los fren- tes de las viviendas, en los mofios de las damas encumbradas y de las huérfanas de la ‘Beneficencia, en los chalecos de ponchos del gauchaje. Los e) jurar por la Santa Federacién. Los documentos ofic matizaban a los infames, traidores, salvajes e inmundos El fraile Aldao, que era gobernador de Mendoza, habia ido mé: ain al equiparar el unitarismo a la insania. Por esta raz6n impedia 1 los opositores hacer testamento o ser testigt Manuelita de Rosas y Ezcurra, la hija del dictador, era el eie de 1a sociedad portefia; las representaciones en ei teatro de la Victoria esperaban su palco para comenzar. En los paseos del Bajo de la Als Jas carreras inglesas adonde acudia con su corte de amigos y parientes, ella era figura central El papel politico, diplom: de la hija de Rosas es uno pens6 en Manuel: e hija se funciones piiblicas: el Restaurador asumia el rostro ; “la Nifia de Palermo” el papel de misericordiosa, atributo de todo gobierno. Los Rosas vivian parte del afio en la quinta de Palermo, un neocolonial, rodeado de bellos y bien cuidados correspondencia oficial jar el gobernador. La los pedigiiefios y a las mujeres de los unitarios y jaba a los visitantes extranjeros con paseos campestres. ‘Los representantes diplométicos merecian un trato especial por parte de Manuela y de sus seductoras damas de companiia, dispuestas siempre a seguir sus festejos. Es larga la lista de ex. 327 tranjeros que pero quien més Howden, diplom ‘in del bloqueo de los rios. ‘Los escritores José Marmol y Miguel Cané se lamentaron de la segufa sol fg quien se empeiié en destrabar la eug suerte de la joven. Esta, para no disgustar a su padr tera con 30 aXios cumplidos y novio formal. Pero imperturbable, admitia incluso a la nueva fa ‘Manuel tenfa con Eugenia Castro, quien cada afio le daba un hij Camila y Uladislao El régimen empezaba a ser més tolerante con sus opositores! Muchos habian regresado, cansados de esperar el fin del tirana; , 3e entretenia tocando el piano y re. de calle Florida. cosa que de modas y banalidades™. Ludovico Besi, un prelad iano que vino como legado papal ese mismo afio, se sintié asquea¢ ante la ostentacién de la obsecuencia por parte del o supresion d gobierno para que la gente trabajara ux ymoralidad eran mons ligiosas poco mas, El espionaj corriente, Los iamados por Rosas de regreso al pa habian ido de nuevo porque no admitian los actos de sumisién que, se les imponian™ se pagaba cruelmente. Esto le sucedié ta que se enamoré del teniente cura lislao Gutiérrez. La pareja escapé a Co: ‘trabas su amor, no a disgustado poraui naje de la si :presar a la pareja y la hi decidié dar un escart ir aduciendo que ése era el castigo dispuesto por Ia a lacién espafiola para los amores sacrilegos. Esta conmoved: tragedia, que ocurrié en el Campamento Militar de Santos Lugares3 | en 1848, contribuyé a demostrar que el uso arbitrario del poder ert fe la esencia i 5 con Francia (Conve! faccién de ver reconocido e! derecho in a navegar Io! précer que €5° por la firme actit 328 “G1 mundo sabe que el general Rosas y la Confederac gontina son hoy nombres inseparables. Si se quita uno de Sirderé el otro”, se dijo en la Sala de Representantes en 1850, al a diciéndole que Rosas habia dado lo wutoridad a pueblos “discolos y turbulen. ue pou 8 del ity "Por su parte Sarmiento resumia de dictador: “No se vaya a creer que Rosas no ha conseguido hacer progre sar la Reptblica. Es un grande y poderoso instrumento de la pro- Sidencia que realiza todo lo que al porvenir de la pat In idea de los unitarios esté realizada; s6io est de més el tirano; tidja que un buen gobierno se establezca hallard las resistencias focales vencidas y todo-dispuesto para la unién™. Fue entonces cuando se gest6 una nueva y formids lamar una vez més el cumplimiento del Pacto NOTAS + John Lynch. Juan Manuel de Rosas, op. ct. p. 808 "Thidem, p. 175, 2 Adolfo Saldias. Historia de la Confederacién Argentina. Buenos Aires, “Ferns. Gran Bretana y Argentina, op. cit. p. ' Miron Burgin. Aspector econdmicos del federalismo argent 802 y 5s. 0p. cit. Historia de Santa Fe. Buenos Aires, Plus Uitra 1 Devote, Historia de la Reptilica Oriental del Uru: ‘guay, 1830-1980, Montevideo, Medina, 1966, p. 76. ‘Thidem, p. 113 y ss *L, B, Mackinnon. La-escuadra anglofrancesa en el Parané. 1846. Buenos Aires, Hachette, 1957, p. 29; Ferns, p. 278. ‘Sabor. Pedro de Angelis y los origenes de ta bib 12. Buenos Aires, Solar, 1996. jeales de Mayo latiranfa. Buenos Aires, Bl Ateneo, 1928,

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