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El último Lacan y sus nudos


EN SINTHOME: ENSAYOS DE CLÍNICA PSICOANALÍTICA NODAL, EL PSICOANALISTA FABIÁN SCHEJTMAN ABORDA Y ELUCIDA LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE JACQUES
LACAN Y SU RECURSO A LOS NUDOS, RECALCANDO QUE ÉSTE JAMÁS CEDIÓ, SEA EL PERÍODO QUE FUERA, NO SÓLO DE FORMALIZAR LA CLÍNICA Y LA
TRANSMISIÓN DE SU PRÁCTICA Y LA DE SUS DISCÍPULOS SINO TAMBIÉN EN LA EXIGENCIA DE DAR RAZONES DE SU EFICACIA TERAPÉUTICA Y EPISTÉMICA.

Schejtman es Doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde también es profesor titular de la Cátedra II de Psicopatología y Director de la
Maestría en Psicoanálisis. Dirige la revista Ancla. Es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).

Esta es la conversación que sostuvo conTélam.

T: Sinthome, ensayos de clínica psicoanalítica nodal expone tu tesis de doctorado en la Universidad de Buenos Aires
(UBA). En sus páginas se resumen 20 años de trabajo de investigación sobre el último Lacan y sus nudos. ¿Cómo
pensás la clínica psicoanalítica a partir de estos aportes de la última enseñanza de Lacan?
S : Tendría que comenzar subrayando que la clínica psicoanalítica se distingue de la práctica del psicoanálisis: supone
ya su redoblamiento conceptual, incluso su formalización, sea en el nivel nosológico o en el entendimiento de los
trayectos de la cura y de las intervenciones analíticas y sus efectos. En este sentido, la enseñanza de Lacan -no solo la
última, también la primera y la del medio- estuvo siempre impregnada de esta exigencia clínica: nunca le bastó con el
hecho de que el psicoanálisis sea eficaz; esa eficacia, además, debe ser elucidada, de ella hay que dar razones. De lo
contrario, el psicoanálisis no se distingue de la magia o de cualquier esoterismo. Puede recordarse que llegó a sostener
la necesidad de que el psicoanalista sea al menos dos: el del acto y al que al acto lo teoriza. Y ese segundo es el clínico,
el que debe dar razones, aun cuando no le toque hacerlo ante quien lo consulta. Entonces, si la clínica del psicoanálisis
supone tal esfuerzo de conceptualización y de formalización, los nudos del último Lacan constituyen quizás su última
apuesta en esa dirección, que se suma a sus anteriores ensayos de formalización clínica, a sus esquemas, a sus
modelos, a sus grafos… Pero, reformulando la pregunta, ¿qué agregan los nudos a aquellos aparatos de formalización
que Lacan construyó a lo largo de su enseñanza? Creo que eso debe evaluarse a partir de lo que la escritura nodal
adiciona de rigor y precisión a la formalización en psicoanálisis y de las lecturas novedosas de la experiencia analítica
que por esa vía promueve. En Sinthome… intento mostrar que el nudo -y la trenza- cuando no hacen emerger aquello
que no podría haberse aprehendido de otro modo, entregan una precisión clínica que no se alcanza con otros
recursos: el distingo de la pequeña diferencia, la captación del detalle sutil, que se escriben rigurosamente en los
cruces de los eslabones de las cadenas -o de los hilos del trenzado- de lo simbólico, lo imaginario, lo real… y
el sinthome.

T : En relación con eso, hablás de una clínica nodal en la que la noción de sinthomepermitiría operar o avanzar.
¿Podrías explicar esta articulación?
S : En efecto, me parece que en la clínica de los nudos que Lacan inicia en su última enseñanza la noción
de sinthome es crucial. Pero lo es, a condición de no hacer delsinthome vaya uno a saber qué galardón exclusivo que
podría obtenerse en el final de la cura. Quiero decir: no está poco extendida la concepción que restringe esa noción al
producto de un análisis llevado hasta su término. A lo que se agrega el paso que se da cuando no se lo distingue de la
vertiente real del síntoma. Y entonces se llega a proponer que un psicoanálisis conduciría del síntoma metafórico e
interpretable del analizante a lo real irreductible del síntoma en el analizado, que Lacan habría
denominado… sinthome.En fin, basta con googlear “del síntoma al sinthome” y se comprueba la enorme extensión de
esta concepción. Pero, por el contrario, Lacan no consideró específicamente real al sinthome, ni lo superpuso
necesariamente con la vertiente real del síntoma, sino que hizo del sinthome, más bien, el elemento cuarto
responsable del anudamiento de sus tres registros -real, simbólico e imaginario. Y que, lejos de considerarlo un fruto
exclusivo del fin del análisis, cuando tuvo que referirse a algún caso para acompañar la introducción de esta noción en
su enseñanza, no sólo optó por el de alguien que no había llevado un análisis hasta su término, sino por el de uno que
jamás se psicoanalizó: James Joyce. Así, si es cierto que en su introducción del sinthome, Lacan ensayó diversos
abordajes, puede corroborarse que cuando estabilizó su estatuto, promediando su Seminario 23, es como reparación
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del lapsus del anudamiento de sus tres registros, es decir, en su función de enlazar lo real, lo simbólico y lo imaginario,
allí donde el nudo de esos tres falla. De ahí proviene, justamente, la posibilidad de una clínica nodal de las
reparaciones del lapsus del nudo, o para plantearlo de otro modo, de la relación sexual que no hay -puesto que es ése
y no otro el lapsus fundamental que afecta al ser hablante-: clínica nodal de sus suplencias sinthomáticas que permite
explorar -es lo que hago en el libro-, en el nivel singular y en el del tipo clínico, tanto los encadenamientos que como
invenciones diversas vienen al lugar de la relación que no hay, como los desencadenamientos que contingentemente
las desbaratan… pero también la función del psicoanalista comosinthome -y como síntoma- en el análisis y, claro está,
sus destinos -los del síntoma y elsinthome- luego del mismo.

T : Una posición fuerte en tu planteo es la de afirmar que no hay progreso en la enseñanza de Lacan. ¿Cómo pensar
entonces las distintas fases de su enseñanza y su articulación?
S : No es extraño escuchar hablar del primer Lacan, del Lacan intermedio o del último Lacan. Como se sabe, Jacques-
Alain Miller llega incluso a referirse al ultimísimo Lacan. Tal periodización me parece no sólo inobjetable sino, a la vez,
fecunda. Es cierto que se la ha criticado sosteniendo que quien establece fases en la enseñanza de Lacan caería casi
automáticamente en el error de ensalzar la última: a veces se cree que suponer un último o un ultimísimo Lacan,
conllevaría una suerte de superación del primero por el último. Pero resulta evidente que eso no va de suyo. Hace no
mucho tiempo, en una breve introducción al número 4/5 de Ancla -la revista de la Cátedra II de Psicopatología-, me
referí a eso en medio de un homenaje -entre líneas- a Luis Alberto Spinetta, que había fallecido en esa época. Es claro
que hay numerosos Spinettas -¡aun sin contar a sus hijos!: son bien distintos el tono beatle de Almendra, el rock y
blues de Pescado Rabioso, el jazz-rock de Invisible, A 18' del sol y Jade, el por momentos acústicoKamikaze, el tecno
de Madre en años luz o Privé, el power trío de Los socios del desierto, el eléctrico de Para los árboles y el retorno del
jazz-rock en Pan o Un mañana… ¡y nada de eso lleva a plantear que el último Spinetta es el mejor! De hecho, puesto a
elegir, prefiero su período Invisible-Jade. En fin, cuestión de gustos. Y así, si tampoco hay un solo Lacan ya que el
del Seminario 1 no es el del Seminario 25, nada nos conduce a considerar superior al último o bien a creer que sus
primeros desarrollos deben tirarse por la borda frente a los posteriores. De este modo, el síntoma-letra del último
Lacan, no desbanca al síntoma-metáfora de su primera enseñanza, como tampoco lo hace la idea del fin del análisis
por identificación con el síntoma a su propuesta anterior del atravesamiento del fantasma. Lacan acostumbraba
criticar la idea de progreso… tampoco hay que esperarlo en su enseñanza. Pero que no haya tal progreso no anula las
diferencias entre sus distintas fases. No se puede afirmar que todo Lacan se encuentra en el Discurso de Roma; por lo
demás, no hay todo-Lacan. Entonces, que no haya progreso no quiere decir que no haya avance… ¡y novedades! Así,
para leer a Lacan: ¡ni progresistas, ni conservadores! Apuesto, más bien, a una lectura enrulada de su enseñanza, la
que conviene a lo que fue su despliegue: Lacan avanzó en espiral, rizando el rizo, ciñendo en sus numerosas vueltas un
real, el del psicoanálisis mismo, que aunque no todo aprehensible, justamente por ello motoriza los giros de su
reelaboración, para decirlo en términos que se reconocerán freudianos.

T : En la bibliografía de tu libro sorprende una apertura a cantidad de textos producidos por analistas que no son (o
acaso lo fueron alguna vez) de la Asociación Mundial de Psicoanálisis…
S : ¡Sorprende que sorprenda! Se trata, en última instancia, del paso al libro de una tesis universitaria, la que,
necesariamente, debe desprenderse del estrechamiento bibliográfico al que conduce la endogamia hasta cierto punto
ineliminable de toda parroquia -la analítica no es excepción. Es cierto que en ese paso al libro se pretende ya un
franqueamiento discursivo -más o menos logrado en algunas de sus páginas-, pero ello no impide servirse del discurso
de la universidad… para prescindir de él (la formulación es de Lacan, aunque referida al padre). Es claro que al lado de
las objeciones que a veces desde el psicoanálisis se interponen frente al discurso universitario, de ciertos
requerimientos de la universidad podemos servirnos para amortiguar algunos efectos de grupo: no debe creerse que
sólo el discurso analítico puede hacerles la contra. Por lo demás, que no haya todo, digamos, la puesta en cuestión de
la universalidad -o al menos del discurso de la universalidad- no puede en modo alguno excusar a quien quiera
investigar seriamente -se nombre psicoanalista o no y en nombre de esa crítica o de la que fuere- de referirse a los
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textos de una buena cantidad de colegas o más en general, de autores que aun no perteneciendo a la limitada
parroquia de la que se forma parte, se han ocupado del asunto que en ese momento le concierne. Dicho eso, no se
anula que haya preferencias, transferencias, en fin, amores, que de ninguna manera pasará por alto una lectura atenta
de Sinthome…

T : En el libro hay un abordaje nodal de la singularidad y también del tipo clínico. Teniendo en cuenta que además
de psicoanalista, sos profesor titular de Psicopatología en la Facultad de Psicología de la UBA, ¿cómo pensás las
relaciones entre esta disciplina, la psicopatología, inicialmente de inspiración psiquiátrica, y el psicoanálisis?, ¿hasta
qué punto una psicopatología psicoanalítica no es un oxímoron?
S : Bueno, si se plantea que la psicopatología supone de inicio inspiración psiquiátrica, debe recordarse que es más
bien esa psiquiatría -la de fines del siglo XIX y comienzos del XX- la que tuvo que ser inspirada, ¿aspirada?,
¡¿suspirada?! por la novedad freudiana para que de allí surja algo que pueda denominarse psicopatología.
Históricamente, la psicopatología es, en efecto, producto del fecundo (des)encuentro de la psiquiatría clásica con el
psicoanálisis. Asciende después de Freud y seguramente… ¡desciende con los DSM!: su declive se constata en
los modernos manuales de diagnóstico y estadística. Ninguna psicopatología se encuentra en esas páginas, sino
larguísimos cuadros sinópticos -¡ése sí es un oxímoron!- de trastornos mentales, extendidos catálogos clasificatorios,
pretendidamente ateóricos, de entidades volátiles, siempre provisorias, que entran y salen de las diversas ediciones
del manual de acuerdo al consensuado ordenamiento proveniente de los democráticos tironeos de los lobbies que se
disputan su establecimiento, al servicio de una rápida protocolización de los tratamientos reducidos a prescripción
psicofarmacológica. Lejos de ello, pero así también de algunos psicoanalistas -que los hubo y que los hay- que han
llegado a plegarse -casi sin darse cuenta- a esta orientación de los DSM proponiendo liberar al psicoanálisis de
ese residuo médico-psiquiátrico que constituiría la psicopatología -cuando no la clínica en general-, Jacques Lacan no
cedió ni en su orientación hacia lo singular ni tampoco en su consideración del tipo clínico, sino que explotó su tensión.
Así, su enseñanza cuyo comienzo fijó él mismo con su Discurso de Roma -de 1953, es decir, contemporánea de la
introducción de los DSM-, ha contribuido de modo fundamental a remontar aquel declive en el que parecía hundirse la
posibilidad del abordaje psicopatológico en la segunda parte del siglo XX y ha cimentado las bases de una
psicopatología que pudo pasar al actual. Por una parte, ya el sintagma psicopatología psicoanalítica se halla temprano
en susEscritos (búsqueselo en Función y campo…), tanto como la referencia a la estructura a la que Lacan no renunció
ni siquiera cuando se alejaba del estructuralismo: toda su enseñanza ha constituido, desde cierta perspectiva, el
intento de hallar para ella un soporte real. Que sobre el final de la misma lo haya encontrado en el nudo -por el que
me dejo enredar en este libro, pero no sin distinguir su triplicidad: su vertiente manipulable, con grosor; de su faz
achatada en esquema o diagrama; finalmente, de su cara real, donde se reduce al número deviniendo objeto
matemático abstracto-, y que sobre él haya terminado por hacer reposar el hecho de que hay tipos de síntomas… es
decir, de nudos, no hace más que resaltar sus abordajes previos, esos que entre otras cosas le permitieron extraer de
la obra freudiana ese poderoso trípode de neurosis, psicosis y perversión en el que se asienta la mencionada
psicopatología… psicoanalítica. Que, por cierto, con esa adjetivación deviene algo absolutamente inédito. Basta con
ver lo que Freud hizo con las nosologías y construcciones psiquiátricas que heredó. No sólo las infectó con su noción de
inconsciente, lo que lo llevó a postular en ese nivel hipótesis sobre los mecanismos de formación de síntomas sino
que, incluyendo al psicoanalista en el síntoma mismo por lo que llamó transferencia, volvió crucial su consideración -la
del analista como tal- en el llamado cuadro clínico: como en Las Meninas de Velázquez -ya lo indicaba Lacan: si hay tal
cuadro, el psicoanalista no lo pinta desde afuera. En fin, ¿psicopatología psicoanalítica sería un oxímoron? No más que
el que puede suponerse para la noción de la que partimos en esta conversación: clínica psicoanalítica. La práctica del
psicoanálisis, como señalé antes, se distingue de su clínica y también de su psicopatología… pero sin clínica y
psicopatología pierde su brújula.
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Reseña Seminario 23: El Sinthome. Jacques Lacan

Existen diferentes percepciones acerca de lo que se ha dado en llamar en ciertos ámbitos el "último" Lacan, el de los
años setenta. Es la época en que el psicoanalista francés explora en el campo de los nudos, objetos matemáticos de los
que se sirve para presentar de manera renovada la articulación de sus tres registros (imaginario, simbólico, real). Ya en
1972, durante el dictado del seminario inédito Ou pire -el decimonoveno-, Lacan introducía la figura del nudo
"borromeo", un enlace de tres redondeles cuya característica principal es que la ruptura de uno de ellos produce la
desligazón de los otros. El origen de esta figura remite al escudo de armas de una dinastía de Milán, la familia
Borromeo: los anillos en forma de trébol simbolizaban una triple alianza. Así como algunos comentadores han sido
proclives a ensalzar las pinceladas finales del maestro, las que constituirían un salto trascendente y superador, otros
las han desestimado de plano argumentando que Lacan ya estaba enfermo y exento de lucidez. Una historiadora llegó
incluso a escribir que el seguidor de Freud andaba por aquellos años "perdido en el planeta borromeo". Otras voces,
acaso menos afectadas, han coincidido en que el seminario El sinthome (1975-1976), consagrado en gran medida al
estudio del "caso" James Joyce, contiene la última gran tesis de la enseñanza lacaniana. A lo largo de diez clases y de
una conferencia titulada "Joyce el síntoma", Lacan intenta demostrar de qué manera el arte cumplió en la vida del
escritor irlandés una función especial, una función de suplencia: "Joyce tiene un síntoma que parte de que su padre
era carente, radicalmente carente. He centrado la cosa en torno del nombre propio y he pensado -hagan lo que
quieran con este pensamiento- que por querer hacerse un nombre Joyce compensó la carencia paterna", sostiene. Y
agrega que el deseo joyceano de ser un artista, destinado a mantener ocupado a todo el mundo, vino precisamente a
suplir el hecho de que su padre nunca se haya desempeñado como tal. Ahora bien, la literatura de Joyce y su particular
relación con la palabra no constituyen cualquier síntoma: su modo de destrozar, de descomponer, de disolver la
palabra y de reducir la estructura del lenguaje, según Lacan, da lugar a una escritura desprovista de toda significación.
No estamos, entonces, ante la presencia de un síntoma analítico convencional, como el histérico, ése que se ofrece a
la interpretación y al desciframiento. Aquí se trata del producto de un arte, de un savoir faire , razón por la cual Lacan
termina definiendo directamente a Joyce como un "desabonado del inconsciente". Este artificio, esta invención, esto
que constituye lo más singular del sujeto, recibe el nombre de sinthome , ortografía antigua del francés symptôme . Y
una vez que Lacan acaba de postular que su nudo borromeo requiere de un cuarto elemento, un cuarto redondel -la
función del padre- que asegure el anudamiento de los tres registros, la vida y la obra del autor de Ulises le enseñan
que este papel puede ser realizado por el sinthome . Esto permitiría, pues, corregir un error de anudamiento, un
"lapsus de nudo", lo que invita a reconsiderar algunas formulaciones acerca de la locura, la psicosis y la clínica en
general. El seminario de Lacan no parece por cierto de los más sencillos de su cosecha, y acaso el despliegue de tantas
figuras, nudos, trenzas y rudimentos topológicos pueda dar la impresión de una complejidad inaudita, algo que no
necesariamente termina siendo así. Críptico, divertido, confesional, ensayando toda clase de equívocos, homofonías y
juegos de palabras -hasta el cansancio, realmente-, Lacan, a los setenta y cinco años de edad, presenta sus novedades
con la inquietud y el entusiasmo de alguien que sigue buscando. "Había una época en la que yo era algo estruendoso.
Decía, como Picasso, Yo no busco, encuentro. Pero ahora me resulta más difícil abrirme camino". Es el momento de
hacer el elogio de la búsqueda, un rasgo precioso del "último" Lacan.

Juan de Olaso

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