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1 ESCAMILLA OSORNO HÉCTOR (1504)

INCIDENCIA DEL CRIMEN ORGANIZADO EN LA DEMOCRACIA


MEXICANA.

El presente trabajo optó por desarrollar cual es la verdadera incidencia del crimen organizado
en el sistema político mexicano, partiendo desde el supuesto que su origen proviene de los
grupos inciviles, los cuales siendo organizaciones que se encuentran abstraídas de la ley,
tienen influencia sustantiva dentro de la vida política nacional.

Se dirigió el sentido del trabajo a observar como la narcoviolencia trata de resguardar sus
intereses por medio de las diferentes aristas de la violencia en contra de candidatos, alcaldes
y legisladores, así como menoscabar los procesos democráticos para hacer valer sus reglas
en cuanto a la operación de sus negocios y validar el conjunto de reglas que desean implantar.

MARCO TEÓRICO.

Para comenzar a montar el andamiaje democrático que el México de hoy necesita, primero
necesitamos liberar al sistema de todas las amarras externas que no le permiten rodar hacia
dicho fin, en este trabajo nos enfocaremos específicamente a describir como un grupo incivil
como lo es el crimen organizado cobra tanta relevancia en la toma de decisiones tanto de los
gobernantes como de la sociedad civil.

Desde la época colonial, el ejercicio de las funciones públicas no ha recaído solamente en el


Estado, sino que ha habido grupos de poder (económicos y sociales), que se han asociado
con el gobierno en turno para obtener algún tipo de lucro, tanto para el funcionario público
como para el grupo que suscribe el acuerdo. Mucha de la estabilidad del régimen monolítico
que se vivió en el país hasta la década de los ochentas del siglo pasado, fue gracias a estos
pactos o acuerdos abstraídos del marco legal, que dieron como resultado un férreo
presidencialismo cimentado en agrupaciones gremiales que hacían las veces tanto de clientela
como de grupo de choque, con obvios beneficios por los servicios prestados.

Este tipo de grupos aliados al poder se han consolidado como actores fundamentales dentro
del sistema político mexicano, por su misma capacidad de negociación han podido resistir la
transición democrática, éstos no siempre se encuentran en el marco de la legalidad;
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Alberto Olvera acuña un concepto para para distinguirlos de los que operan bajo el manto de
las débiles legislación rectoras en su ramo operativo, a ellos los llama grupos inciviles debido
a su tendencia de no respetar el orden jurídico, de privatizar lo público, de monopolizar
deliberadamente espacios económicos, políticos y sociales para fines privados, además de
actuar al margen de la ley o usar ésta en función de sus intereses (Olvera 2011). En la
actualidad, estas características encajan a la perfección en el grupo fáctico más influyente en
la última década como lo es el crimen organizado, el cual está dividido en muchas
modalidades, de las cuales en narcotráfico es el eje rector de la mayoría de ellas.

Su incidencia real tiene muchas aristas, desde el control total de determinados territorios,
determinar el modo en que se lleva a cabo el tránsito por el territorio nacional así como el
cruce de indocumentados tanto mexicanos como centroamericanos a los Estados Unidos y el
que desde mi óptica es el más peligroso, la disputa con el Estado Mexicano por el monopolio
de la violencia. Las ganancias que el crimen organizado obtiene son equiparables con algún
indicador del PIB como turismo o los ingresos por remesas.

La proliferación de los citados grupos evidentemente es multifactorial, sería un juicio


bastante a priori aseverar que una causa específica detonó la expansión de tales,
elementalmente se debe a la descomunal demanda de estupefacientes por parte de Estados
Unidos, aunado a nuestra estratégica ubicación que les facilita el acceso al vecino país, pero
otro punto central en el tema también es que al dividirse el poder centralizado del viejo
régimen hubo que negociar con más agentes, e inversamente el gobierno tuvo que pactar con
cada vez más grupos delincuenciales, esto evidentemente se iba a salir de control por el
simple facto de que más actores pretendían el mismo fin. Esto potenciado por el oportunismo
de diversos políticos y empresarios que ofrecen sus campañas y negocios para blanquear las
millonarias ganancias del crimen organizado, así como una pasmosa y alarmante debilidad
del poder judicial, que va desde policías sub preparados, miles de policías municipales con
escasos recursos materiales y operativos, un aparato policiaco federal de reciente creación y
sin metas definidas entre varias otras falencias podíamos atar al pesado lastre de la
impunidad.
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APARTADO TEÓRICO/HISTÓRICO.

Como ya se ha mencionado anteriormente al fragmentarse la cúpula del poder hubo que


generar nuevos pactos con el crimen organizado, anteriormente cada uno de los actores
cumplía cabalmente con lo establecido, pero al mutar las condiciones y los agentes en cada
una de las facciones el tema se volvió más complejo hasta el punto de entrar en un
enfrentamiento directo uno con otro. Un motivo esencial en esto recae en la caída o
aprehensión de los capos icónicos fue muy difuso encontrar al negociador idóneo para
preservar el equilibrio.

Esto ha traído como consecuencia una escalada de horror y barbarie que por supuesto que ha
impactado en todas las esferas de la sociedad; evidentemente la organización y realización
de las elecciones a lo largo del país no está exenta de dicho fenómeno, un ejemplo muy claro
fueron las declaraciones del entonces Consejero Presidente del IFE, asegurando que había
zonas donde el pacto social estaba comprometido por la violencia criminal vivida en los
territorios, en los cuales no hay certeza de representatividad ni de gobernabilidad siendo así
ellos presa fácil de esta incivilidad imperante.

El crimen organizado ha encontrado como caldo de cultivo para el reclutamiento de


efectivos a su servicio las constantes crisis económicas a lo cual hay una urgencia por parte
de la población de una salida para solventar su día a día; para comprender de una mejor
manera el rubro, Ernesto Hernández brinda una serie de rasgos particulares que lo
diferencian del resto de la delincuencia: “la permanencia de grupos criminales durante un
cierto periodo con la existencia de una estructura jerárquica de mandos con una división del
trabajo semejante a la de una organización empresarial que realizan actividades ilegales y
usan la violencia y la corrupción para protegerse de las autoridades y de sus rivales”
(Norzagaray, 2012). Aunque en las leyes mexicanas exista una gran gama de tipificaciones
no contempla su participación en el ámbito político-electoral.
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Desde los años ochenta del siglo pasado, la academia norteamericana ha notado esta
incidencia y la ha dividido en dos vertientes, la primera postulaba que el poder central fungía
como gestor y vigilante que las alianzas se llevasen a cabo sin sobresaltos, mientras que una
visión contrastada sostenía una la existencia de una fragmentación y complejidad en la
relaciones con la política; siendo ambas dinámicas ante las circunstancias que el entorno
imponía. Se tenía una regla de oro no escrita de respeto entre ambos bandos, un ataque
frontal significaba un agravio fuerte al acuerdo, podemos asegurar que eran tiempos donde
ambos bandos tenían claros sus objeticos comunes. Sin embargo ante un presente con
liderazgos diversificados en ambos lados tanto en territorio como en cantidad, da lugar a un
combate descarnado donde por lo regular el crimen organizado obtiene los mejores
dividendos.

Desde la visión de Hernández Norzagaray (y probablemente desde la mayoría), hay una clara
línea divisoria entre los momentos que ha vivido el sistema electoral en México, el primero;
en el cual el partido hegemónico (PRI), imponía las reglas de cómo se llevarían a cabo las
votaciones, teniendo una ventaja inalcanzable sobre sus opositores; el segundo momento es
donde la oposición capta todo el malestar social, tanto así que lo hace tangible ante el
presidencialismo duro, pero fue tanta la división del poder entre partidos que el narcotráfico
financió campañas electorales para de este modo obtener control “legitimo” del territorio,
que se cuantifica actualmente en el diez por ciento de las municipalidades del país.

Los actos mencionados en las líneas anteriores minan el sentido fundamental de una elección
democrática, lo que en el deber ser se debería interpretar como una competencia parcial y
neutral para adquirir un escaño de representación popular que brinde estabilidad, en el acto
realmente son mayormente los procesos que se encuentran viciados de origen tanto por la
inyección de capital proveniente de la delincuencia organizada, de igual modo por el ejercicio
de la violencia que incide directamente en la libre elección popular.
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Existen entidades federativas donde los niveles de violencia ejercida por el crimen
organizado se encuentra en un rango superior al promedio, siendo estas de estratos
socioeconómicos tan diversos quedando de manifiesto que la capacidad de generar riqueza
en determinado estado no determina el nivel de criminalidad que exista en tal territorio. La
razón puntual por la cual algunas entidades presentan una mayor propensión al crimen se
debe a su posicionamiento que fundamentalmente es estratégico para los fines lucrativos de
narcotráfico, lo cual deriva en que la lucha por la supremacía entre cárteles alteró el status
quo al punto de proveer financiamiento a las candidaturas, alterar la atmósfera democrática
durante un proceso electivo hasta el punto más álgido que es atacar frontalmente a la figura
política opositora con mayor visibilidad en el momento de mayor descontento para la
organización, todo ello sin que algún órgano electoral fuera capaz de funcionar como un ente
de regulación y arbitraje, siendo él un juez verdadero para ser la guía hacia una contienda
electoral imparcial y justa.

EVIDENCIA EMPIRICA.

"Colombia es tal vez el único país del mundo en el que todo un periodo histórico, los 10 años
que van de 1946 a 1956, es conocido como “la violencia”. (Guerrero, 2017). Me parece
prudente precisar que desde el 14 de diciembre de 2006, México ha vivido un incremento
desmesurado de la violencia criminal, varios estudiosos del tema sustentan que la fallida
política de Felipe Calderón de militarizar la lucha contra el narcotráfico. Tomando como base
los datos emitidos por el INEGI en el rubro de homicidios al año se vislumbra con claridad
la escalada de criminalidad a partir de 2007 y que a pesar del regreso del PRI al poder
ejecutivo, esta tendencia lejos de disminuir sigue en aumento, como se muestra en la
siguiente tabla:
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FUENTE: INEGI.

La oleada criminal también ha cobrado sus víctimas en el ámbito político, a partir de las
elecciones de 2009, constantemente se han presentado casos de desapariciones a candidatos,
coordinadores de campaña y diversos integrantes de los equipos políticos que buscan obtener
un cargo público. Uno de los casos más sonados en este rubro fue el asesinato del hasta ese
momento candidato a la gubernatura del estado de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú,
mandado a ultimar por los altos mandos del Cartel del Golfo debido a que Torre se negó a
pertenecer a la red de lavado de dinero que operaba el mencionado Cártel.

“Desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico en 2007 hasta octubre de 2014, grupos
del crimen organizado han asesinado a 82 alcaldes, 64 funcionarios municipales, 13
candidatos y 39 líderes y activistas políticos.” (Trejo-Ley, 2015).

Teniendo en cuenta estos antecedentes en cifras de la magnitud del problema, es preciso


ilustrar primeramente, la evolución de este tipo de ataques a las estructuras políticas locales;
y en segundo lugar observar que tipos de ataque perpetran para este tipo de tareas; las gráficas
mostradas a continuación puntualizan ambos aspectos del año 1995 a 2014:
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8 ESCAMILLA OSORNO HÉCTOR (1504)

Estos datos evidencian que la manera más común del crimen organizado para mostrar su
descontento hacia determinado actor político es la vía del asesinato, cinco de cada diez casos
violentos registrados contra agentes de la política local son defunciones, incidiendo de una
manera frontal en las reglas del juego, analizando lo antes descrito esto es asumir que el
crimen organizado impone ciertos requisitos no establecidos para poder acceder sin temor a
sufrir algún tipo de violencia a una candidatura o cargo de elección popular.

CONCLUSIONES.

Con el presente trabajo llego a la conclusión que en gran medida el fortalecimiento de este
grupo incivil en específico llámese crimen organizado, es una consecuencia evidente de un
Estado débil, tanto en instituciones así como en procuración de justicia, esto aunado a un
gran lastre que la sociedad mexicana carga desde épocas coloniales como lo es la impunidad,
aspecto que sin duda mina la confianza de la ciudadanía para exigir y hacer valer sus derechos
esenciales.

Esos pactos secretos, (ahora ya no tanto) entre gobierno y crimen organizado son bastante
complejos de explicar en esta última década, esto detona una violencia multifactorial, que
siempre busca sus intereses particulares muchas veces traicionando estos acuerdos oscuros
con el imperio de la ley.

Como se pudo ejemplificar el crimen organizado se infiltró totalmente en los modos en los
cuales se eligen a los representantes locales, siendo en algunos territorios una entidad más
poderosa que el mismo Instituto Electoral, por el simple hecho de su poder de remover
actores políticos de una manera ilegal.
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BIBLIOGRAFÍA

Olvera, Alberto. (2011). Poderes fácticos y democracia en México: sindicatos, caciques,


monopolios y delincuencia organizada en un país en transición. Ciudadanía y legitimidad
democrática en América Latina, Buenos Aires: Prometeo.

Hernández Norzagaray, Ernesto y Lorena Schobert (2012). Elecciones y violencia criminal:


un desafío teórico y empírico para la comprensión de nuevos fenómenos electorales y de
gobiernos locales en México, México D.F., Colef.

Ponce, Aldo F. (2016). Cárteles de la droga, violencia y competitividad electoral a nivel local.
Evidencia del caso mexicano. México, CIDE.

Guerrero Gutiérrez, Eduardo. (2017). Un decenio de violencia. México. Revista Nexos.

Trejo, Guillermo y Sandra Ley. (2015). Municipios bajo fuego (1995/2014). México. Revista
Nexos.

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