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Las “crónicas de una muerte anunciada” en el Glóbulo Rojo.

Como bien sabemos los glóbulos rojos son las células encargadas del

transporte de O2 hacia todos los tejidos y de igual forma del transporte del

CO2 de los mismos, sin embargo, estos al igual que nosotros también tiene

su ciclo de vida y tienen una forma muy particular de morir, diferente a las

de las células normales. Podríamos decir que estas células no mueren de

viejas, sino que ellas mismas prefieren optar por la muerte más digna a

través de un proceso bioquímico en el cual intercambia un fosfolípido que

forma la membrana celular, en este caso la fosfatidilserina, que se

encuentra normalmente en la cara interior hacia la cara externa de su

membrana celular, esto debido a varios factores como el estrés osmótico

oxidativo y energético. Así como una persona se estresa por la cantidad de

cosas que tiene que hacer, podríamos entender que la célula también se

estresa por la cantidad de moléculas (O-1) que tienden a robar sus oxígenos,

antes los que se encuentra expuesta en el torrente sanguíneo, claro que

esta no es la única causa ya que metales pesados y otras enfermedades

pueden causar este mismo efecto mediado por rutas bioquímicas cuya

finalidad es translocar el fosfolípido mencionado anteriormente. Teniendo

en cuenta lo anterior podemos ver que al translocar este fosfolípido y tener

contacto directo con el plasma (componente principal de la sangre) este

tiene propiedades procoagulantes las cuales hacen que los eritrocitos se

vayan uniendo a la pared vascular y formen un trombo el cual pasa a

volverse el principal problema de este suicidio ya que si el trombo sigue

creciendo puede provocar problemas cardiovasculares, principalmente el


riesgo de taponamiento de alguna arteria que lleve el O2 a algún órgano

importante.

(1). Manzur-Jattin F, Álvarez-Ortega N, Moneriz-Pretell C, Corrales-


Santander H, Cantillo-García K. Eriptosis: mecanismos moleculares y su
implicación en la enfermedad aterotrombótica. Revista Colombiana de
Cardiología. 2016;23(3):218-226.

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