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Marco Po = La ruta it fs enna | (par Yue Hain-jun Juan Manuel Soldevilla Ilustraciones de Robert Ingpen A Asean cA Alyy Yue Hain-jun Juan Manuel Soldevilla Marco Polo La ruta de fas pa crreeall ces Vicens Vives ‘Annies del siglo x, los europeos sabian muy poco del Lejano Oriente: ignoraban como eran sus habitantes, qué ropas vestian y qué lenguas hablaban. Aunque veian legar desde Asia her- ~ mosas piezas de ceramica, piedras preciosas y telas carisimas traidas por los mercaderes des- de la Ruta‘de la Seda, nadie habia explorado a fondo aquellas tierras remotas, atravesadas por imponentes cordilleras y desiertos inhdspitos en los que era muy facil morir de hambre o de sed. Sin embargo, hubo un hombre que cambi6 para siempre aquel estado de cosas: se Iamaba Marco Polo, y contribuy6 como nadie a que Oriente y Occidente dejasen de darse la espalda. Marco Polo nacié en Venecia hacia el afio 1254, en el seno de una familia de audaces mercaderes. Perdié a su madre justo al na- cery tenia seis anos cuando su padre y su tio, que se llamaban Nico- lo y Maffeo respectivamente, partieron hacia Oriente Proximo con el propésito de comprar y vender mercancias. Tras hacer espléndi- dos negocios en Constantinopla y Crimea, los dos mercaderes viaja- ron hasta la ciudad de Bulgar, a orillas del Volga. Alli fueron muy : bien recibidos por los mongoles, duefios por aquel entonces de un ; inmenso imperio que se extendia desde el Danubio hasta China y desde Siberia al golfo Pérsico. Gracias a los mongoles, los hermanos Polo lograron multiplicar sus ganancias. Pero, cuando quisieron volver a Venecia, estallé una guerra entre diferentes facciones del pueblo mongol, con lo que las comunicaciones quedaron interrumpidas. De modo que los Polo tuvieron que cambiar de planes: en vez de volver por donde habian venido, decidieron encaminarse a Persia, para tomar desde alli una ruta alternativa hacia Venecia. Al llegar a Persia, sin embargo, un embajador les hizo una propuesta inesperada: les sugiri6 que viaja- sen hasta China, un remoto reino oriental que se extendia hasta el Pacifico y que en aquel tiempo estaba gobernado por el emperador mongol Kublai Kan. Movidos por su espiritu aventurero o por su afan de lucro, Nicol y Matteo aceptaron la invitacién, y empren- dieron asi un larguisimo viaje que nunca olvidarian. Kublai Kan qued6 muy asombrado al ver a los Polo, con su piel blanca, sus ojos castafios y sus espesas barbas. El emperador era hijo 6 de una cristiana y siempre habia sentido una honda curiosidad por la religion de los europeos, asi que abrumé a sus dos huéspedes con cientos de preguntas sobre el cristianismo y acabo por enco- mendarles una misi6n: que volvieran a Europa, se entrevistaran con el Papa y le pidieran que enviase a China a cien sabios exper- tos en la doctrina cristiana para que predicasen su fe entre el pue- blo. Y les pidié ademas que le llevasen unas gotas del aceite de la lampara que ardia ante el sepulcro de Cristo en Jerusalén, del que habia oido decir que curaba todo tipo de enfermedades. A fin de que los dos hermanos regresaran seguros a su pais, el Kan les entreg6 una tablilla de oro que llevaba grabado un salvo- conducto: les bastaria con ensefarla en los puestos de mando mon- goles para obtener de inmediato comida, proteccion, alojamiento y caballos. Con todo, el viaje de vuelta fue largo y complicado. Nico- lo y Maffeo Hegaron a Venecia a los nueve afios de su partida, cuando casi todo el mundo los daba por muertos. Quisieron zarpar hacia China enseguida para completar su misi6n, pero el Papa aca- baba de morir, asi que tuvieron que esperar a que la Iglesia nom- brase a uno nuevo. Aguardaron durante dos afios, en los que expli- caron una y otra vez a todo el mundo las maravillas que habian vis- to en su viaje. Al fin, en 1271, cansados ya de esperar, partieron de nuevo hacia Oriente y se Ievaron consigo a Marco, el hijo de Ni- col, que por aquel entonces era un muchacho sano y fuerte de dieciséis afios. Cuando zarpé de Venecia, Marco Polo no podia imaginarse que pasaria veinticinco aiios lejos de casa y que veria mas maravillas que cualquier otro europeo de su tiempo. He aqui su historia contada por él mismo: i = Marco Po [3 La ruta ihe las maravillas A través de la niebla de la mafiana, miré el horizonte desde el muelle, y por un momento me parecié ver a lo lejos el perfil misterioso de China. Mi padre y mi tio me habjan habla- do tanto de aquel reino lejano... Decian que en China abundaba el oro, que todo el mun- do vestia ropas de seda, que se hablaba una lengua exotica, que habia pajaros rarisimos y que se servian manjares muy extrafios. iIma- ginaos cuanto deseaba conocer todas aquellas cosas por mi mismo! Por aquel entonces, yo no era més que un mu- \ chacho curioso, asi que me embriago la felicidad cuando mi padre me dijo: —éQuieres venir con tu tio y con- migo a la China? iPor supuesto que queria! El dia en que partimos de Venecia fue el mas feliz de toda mi vida. Nuestra flota estaba compuesta por doce galeras, todas répidas y muy manejables, impulsadas por velas y remos. Tras un viaje de va- tios dias, Ilegamos a la ciudad de Acre, que es la puerta occidental de Asia. Desde alli, nos dirigimos a Jerusalén, pues el emperador Kublai Kan le habia pedido a mi padre unas gotas del aceite de la lampara que alumbraba el Santo Sepulcro de Cristo, del que se de- cia que tenia milagrosas virtudes. En Jerusalén, nos enteramos de que la Iglesia habia escogido un nuevo Papa: Gregorio X. Para nuestra fortuna, el elegido se hallaba en Acre, asi que nos apresura- mos a pedirle audiencia. ~Santidad —le dijo mi padre—, el emperador Kublai Kan quiere que le enviéis cien sabios expertos en la doctrina cristiana para que discutan con los idélatras de la China. Si los convencen de que la ley de Cristo es superior a todas las otras, el Kan y su pueblo se convertiran al cristianismo. owe WU eanuwnh ow 6 we —éCien sabios? —exclamé6 el Papa—. iEso es imposible! ~Pero, Santidad, no podemos desapro- vechar una oportunidad asi... iEl inmenso imperio de Kublai Kan puede convertir- se al cristianismo...! —Os digo que es imposible. Lo mas que puedo ofreceros es un par de frailes dominicos. De manera que al final par- timos de Acre junto a los dos dominicos. Como nos espe- raban dos o tres afios de camino por montafas solitarias y aridos de- siertos, nos habiamos aprovisionado de co- mida y agua en abun- dancia, caballos y tiendas de cam- pafia. Y aunque era seguro que encontrarfamos muchos peligros en nuestro viaje, mi coraz6n ilusionado no sentia miedo. Sabia que egariamos hasta la China y que hariamos grandes negocios por el camino. Sin embargo, en la Pequefia Armenia comenz6 a rondarnos el peligro. Justo cuando legamos, el sultan de Egipto asalt6 el reino, y nuestros dos dominicos se asustaron tanto que dieron media vuelta y se volvieron a Acre. iSi hubierais visto como corrian, con los fal- dones de sus habitos ondeando al viento...! En cambio, mi padre, mi tio y yo seguimos adelante, decididos a cumplir nuestra mision, y en los meses que siguieron, atravesamos decenas de ciudades de nombre exético, donde vi cosas que me Ienaron de asombro. En Georgia, hay un lago en el que durante todo el afio no hay nada que pescar, pero que en Cuaresma se llena milagrosamente de peces por obra y gracia de Dios. Y en aquel mismo pais vimos un manantial del que manaba un aceite muy negro y muy espeso. Le pregunté a un hombre que Henaba un jarro si aquel aceite se podia beber, a lo que me respondié muy alarmado: —iPor supuesto que no! Lo que pasa es que, como arde con gran facilidad, lo usamos como com- bustible de nuestras amparas. Y ademas, si se unta en la piel, cura la sarna y las Ilagas de las personas y la urticaria de los camellos. Con todo, no creais que comunicarse era sencillo. Casi siempre tenia que preguntar las cosas por sefias, aunque poco a po- co fui aprendiendo algunas palabras de las lenguas de los lugares por los que pasé- bamos. En las tierras de Georgia recorrimos escarpados y estrechos senderos de montafia que serpenteaban entre imponentes ris- cos e insondables gargantas. Los vientos helados nos azotaban el rostro y dificultaban mucho nues- tro avance. Un dia pasamos junto al monte Ararat, en cuya cima se dice e que esté varada el arca de Noé. Y hk. algémtiempoidespuésjcercaicde Oe, Bagdad, nos contaron un mila- * * gro que habia sucedido unos cien anos atras, cuando reinaba cierto califa que queria convertir al Islam a todos los cristianos de su reino. Un dia, uno de sus consejeros le dijo: —Segiin la Biblia, basta con una porci6n de fe tan pequefia co- mo un grano de mostaza para mover una montaiia, asi que por qué no les decis a los cristianos de vuestro reino que muevan una montaia con su fe? Y, si no lo consiguen, que elijan entre dos op- ciones: convertirse al Islam o ser ejecutados. O mucho me engaiio, 0 en poco tiempo no quedara un solo cristiano en el reino. El califa pens6 que era una idea genial, asi que reuni6 a los cris- tianos del reino, les sefialé una montaiia y les dijo: Os doy diez dias para que la movais de su sitio por la fuerza de vuestra fe. Los cristianos quedaron tan aterrados que comenzaron a llorar sin consuelo. Durante ocho dias y ocho noches rezaron sin parar, pidiéndole a Dios que moviera la montafia. Pero la montafia no se movi6. Sin embargo, una noche, un Angel bajé del cielo, se acercé a uno de los cristianos, que era obispo de la Iglesia, y le dijo: —Dios ha oido vuestras plegarias y me ha dicho lo que debéis hacer. En este reino vive un zapatero remendén que tiene un solo ojo: id a buscarlo, porque él movera la montafia. El zapatero era un hombre honesto y de vida santa, que daba li- mosna a los pobres, no pecaba jamas y amaba mas a Dios que a si mismo. El obispo le pidié que acudiera ante la montafia y se pusie- ra a rezar, a lo que el zapatero respondi6: —Pero si yo soy un gran pecador... éCémo va a hacer Dios un milagro tan grande tan solo porque yo se lo pida? Sin embargo, al final lo convencieron para que se arrodillara a rezar ante la montaiia. Y su fe fue tan poderosa que la montaia avanzo cerca de una milla a través de la Ilanura. Cuando el califa vio aquello, quedo tan aterrado que comenz6 a gritarle al zapatero: —iDetente, por Dios, detén tu plegaria! Entonces el zapatero dejé de rezary la montaiia se detuvo. Y desde aquel dia, el califa y su corte no tuvieron duda de que el dios del zapatero era el tinico Dios verdadero, asi que, en vez de desterrar a los cristianos de su reino, se hicieron bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo. 16 Me pasé varios dias an sando en aquel milagro, mien. tras atravesdbamos montafiasy “ mas montafias coronadas de nieve. Una mafana, alcanzamos un pais que es lo més parecido al paraiso terrenal, Se llama Persia, y esta lleno de espléndidas mezquitas, coloridos jardines y bulliciosos mercados en los que se vende y se compra de todo. Alli se encuentra la ciudad de Saba, donde visité la tumba de los Reyes Magos, cuyos cuerpos no se han corrompido y conservan los cabellos y la barba como cuando estaban vivos. Sin embargo, Persia es también un pais peligroso, lleno dé fieros bandidos que asaltan sin piedad alos comerciantes para robarles sus mercancias. Recorrer sus caminos en grupos pequefios era una temeridad, asi que nos unimos a una carayana compuesta por decenas de mer- caderes, guardias armados, guias y porteadores, con los que nos fuimos adentrando poco a poco en zonas cada vez més remotas, donde podiamos pasar diez 0 doce dias sin ver a nadie. Al caer la noche, se oia el aullido escalofriante de los lobos, y el viento levan- taba terribles tormentas de arena. Pero una maiiana el paisaje cam- bid de pronto: ante nuestros ojos se extendié una fértil Hanura lle- na de cereales y perfumados limoneros. Estébamos contemplando- lajcuando de pronto oimos el relinchar de unos caballos y mi tio “ gritd aterrorizado: ~iEscondeos, que vienen los caraunas! Los caraunas eran unos temibles bandoleros de los que se decia que podian oscurecer el sol con el poder de su magia. Mataban a los ancianos y se levaban a las mujeres y los jéve- nes para venderlos como esclavos. —iAléjate! —me grit6 mi padre al tiempo que desenvainaba su espada para hacer frente a los bandidos. Y yo obedeci: piqué las espuelas y eché a galopar tan lejos como pude, mientras los caraunas comenzaban a asomar por el horizonte. Por fortuna, encontré una aldea en la que pude refugiarme, adonde Hegué con el corazén encogido. Fue el peor dia de toda mi vida. Durante seis 0 siete ho- ras no pas6 nada, y, mientras esperaba, no ce- saba de preguntarme qué habria sido de mi padre y de mi tio. Temia que los caraunas se los hubieran llevado para venderlos como esclavos o que los hubieran matado sin contemplaciones, y acabé por perder toda esperanza, No sabia qué hacer. éDebia regresar a Venecia 0 seguir adelante hacia la China? Pero al atardecer sucedié el mila- gro. A lo lejos, por entre las dunas del desierto, descubri la silueta de siete jinetes. No podia creerlo, ipero dos de ellos eran mi padre y mi tio! Dios sabe como, pero se habian librado de los caraunas. Por supuesto, habian per- dido todas sus mercancias, pero eso era lo de menos. —Estos desiertos son muy peligrosos —me di- jo mi padre aquella noche-, de modo que lo me- jor es que nos dirijamos a la costa y tomemos un barco que nos Ileve a la China por mar. 19 cerse a la mar en aquellos dias era peligrosisimo, pues habia tem- pestades a diario y los naufragios eran muy frecuentes. Los barcos que se usaban en aquellas costas eran ademas muy poco resisten- tes, pues tenian los tablones del casco unidos con hilos de coco en lugar de con clavos. —En fin —dijo mi padre-, habra que dar media vuelta. De modo que abandonamos Ormuz y regresamos a Kerman, donde nos unimos a una nueva caravana y continuamos nuestro camino por tierra. Al poco de partir, nuestros camellos se adentra- ron en un aspero desierto, donde el agua era verde como la hierba, y tan amarga que un solo sorbo descomponia el vientre. El sol caia a plomo sobre nuestros hombros, y yo empecé a notar que los par- pados me pesaban y que la cabeza se me iba para los lados. —iPobre Marco —dijo mi padre-, ha caido enfermo! Sufri unas fiebres horribles que me provocaban delirios, y que me pusieron al borde de la muerte. Pasé enfermo cerca de un afio, lo que retras6 mucho nuestra marcha hacia el reino de China, pe- ro decidi aprovechar el tiempo para aprender el persa asi como el mongol, que me habria de ser muy util si algdn dia tenia que con- versar con Kublai Kan. Pasado un tiempo, un médico nos aconsejé que nos dirigiéramos hacia las montafias porque el aire puro me sentaria bien, asi que reemprendimos nuestro viaje y nos adentra- mos en la meseta del Pamir, de la que dicen que es el techo del mundo porque se abre paso entre altisimas montafias coronadas de nieve perpetua. Ciertamente, cuanto mas ascendiamos y mas ___ frio hacia, mas remitia mi fiebre. Tardamos doce dias en atravesar la Ianura, cuyos caminos quedaban a menudo cortados por el hie- lo. No habia ni un solo pajaro en aquellas altitudes, ni arboles ni flores que animaran el paisaje, s6lo algunos carneros con unos cuernos enroscados de mas de un metro. El aire era tan frio que costaba respirar, y encender fuego resultaba casi imposible, por lo que pasamos mucho tiempo sin poder comer nada caliente. 21 Descender la meseta del Pamir nos cost6 cuarenta dias, pero al fin Ilegamos a Cascar, que es la puerta sur de la Ruta de la Seda Alli descansamos un tiempo, y entonces me di cuenta de lo mucho je. Al salir de Venecia no era mas que un chiquillo inexperto, pero ahora que habia aprendido en los dos afos que levabamos de via podia hacerme entender en varias lenguas, era capaz de encontrar soluciones practicas para los problemas mis dificiles y me sentia maduro y seguro de mi mismo. Al salir de Cascar, cruzamos un valle frondoso cubierto de viiie- dos y campos de algod6n donde se vefan mujeres tocadas con en- cantadores sombreros. Pero pronto nos adentramos en una region mas Aspera: el desierto de Lop, que es tan extenso que se tardan al menos treinta dias en cruzarlo incluso por su parte mas estrecha. She Aunque nos esperaba una dura travesia, estabamos ilusionados, porque sabjamos que al otro lado del desierto nos esperaban los dominios del Gran Kan. Sin embargo, el trance de atravesar el de- sierto fue arduo. Caminabamos bajo un sol implacable, sin hallar una sola sombra que nos sirviera de refugio, y el viento nos llenaba la boca y la nariz de arena. Muertos de sed, avanzabamos agazapa- dos y semiinconscientes a lomos de nuestros camellos, que a duras penas podian abrirse camino. Al caer la noche, el frio era terrible, y el paisaje del desierto iluminado por la luna resultaba sobrecoge- dor. Segiin cuentan, el desierto esta leno de espiritus que engaiian a los hombres para darles muerte. El viajero que se aparta por al- guna raz6n de su caravana comienza a oir voces de diablos idénti- cas a las de sus companeros de viaje, que lo llaman por su nombre: dicen “Marco, ven aqui”, o “Juan, estamos aqui”. Asi que el viajero acude detras de las voces creyendo que va en busca de sus compa- fieros, pero en realidad cada vez. se aleja mas de ellos. Al final, el 24 viajero engafiado acaba tan desorientado y exhausto que muere so- bre la arena. Slo Dios sabe cudntas vidas se habra cobrado el de- sierto de esa manera. Por fin, tras pasar todo un mes viendo arena y mas arena, descu- brimos un pueblo a lo lejos y comenzamos a gritar, borrachos de alegria: =iHemos llegado a la China! Asi era: después de tres afios y medio de viaje, habiamos alcan- zado por fin nuestro destino. Cuando nos acercamos al pueblo, vimos que habia templos por todos lados, llenos de estatuas de dioses, algunas de las cuales eran cinco 0 seis veces mayores que un hombre. Las gentes de aquel lu- gar se mostraron muy hospitalarias con nosotros, y, en cuanto su- pieron que cumpliamos una misién para el Gran Kan, llamaron a un grupo de funcionarios, que nos escoltaron hasta la residencia veraniega del emperador en Shangdu. 25 ~ era un enorme edificio de marmol situado en un par- que Ileno de arroyos y jardines fra- gantes. Antes de entrevistarnos con el emperador, pudimos asearnos y cam- biarnos de ropa. Mi padre sacé un bonito traje de terciopelo que habia traido desde Venecia para que yo lo luciera en una oca- sin tan especial. Pero no hubo modo de que me entrara, tanto habia cambiado mi cuerpo durante el viaje. Asi que me presenté ante el emperador con la ropa que llevaba puesta. El Gran Kan estaba rodeado de toda su corte: mas de un centenar de nobles, fun- cionarios, guerreros y sirvientes, que nos miraban con gran asombro porque los europeos resultabamos muy exoti- cos en Shangdu. Kublai Kan era un hombre de piel amarilla, pelo ne gro y ojos oscuros, con una mirada penetrante de agui- la. Estaba sentado en su trono de oro, y a sus pies yacia un majestuoso leon. No habia duda: nos hallabamos ante el hombre mas poderoso del mundo. De acuer ‘do con el protocolo chino, nos arrodillamos ante el Kan y tocamos tres veces con la cabeza en el suelo. Luego, mi padre le entreg6 los santos dleos, una carta de Grego- rio X y algunos presentes traidos desde la lejana Vene cia, que el Kan agradecié mucho. Aunque parecia un hombre atroz, se mostré muy amable Como ha sido el viaje? —nos pregunt6 Largo y dificil -respondi6 mi tio-. Y lo peor de to- do es que no hemos podido traeros a los cien sabios que nos pedisteis. El Gran Kan parecié contrariado, pero enseguida se repuso y pregunt6 éQuién es este joven que os acomy Es mi hijo Marco —respondié mi padre. Entonces el Kan me examin6 con atencién, pero no dijo nada. Mi padre y mi tio empezaron a contarle to- das las penalidades que habiamos pasado en nuestro largo viaje. Y el Kan, que era un hombre curioso, los escuché con gran atencion. Cuando mi padre le cont6 que yo habia pasado casi un af al borde de la muer- te, el Kan sonrié y dijo muy despacio: —Eres un joven muy valeroso. Y pareces muy inteli gente. Dime, éte gustaria formar parte de mi consejo privado? Necesito inspectores que visiten las ciudades de mi reino y me informen de lo que pasa en ellas. Si me ayudas, prometo pagarte con honores y riquezas. iNo podia creérmelo! iE] emperador de China que ria convertirme en uno de sus hombres de confianza! Miré a mi padre para pedir su aprobacién y él asinti6, asi que le dije al emperador con una sonrisa: 29 —iPor supuesto que quiero ser vuestro consejero! Aquella noche se celebr6 en palacio una gran fiesta en nuestro honor, con acrobatas, bufones y una gran compaiiia de actores que hicieron las delicias de todos. A los pocos dias partimos con el Gran Kan hacia la grandiosa ciudad de Pekin, la capital del impe- rio, donde el emperador tenia su palacio de invierno. Una vez alli, comencé a realizar mis funciones, que me permitieron hacer largos viajes y conocer la China a fondo. Una de las cosas que mas me sorprendieron fue que los chinos pagan sus mercancias con pape- les moneda que llevan estampados el sello del emperador. Y su ser- vicio de correos es de una enorme eficacia: las cartas son Ilevadas por unos mensajeros a pie que corren a la mayor velocidad posible y que son relevados por otros cada cinco kilémetros. En general, China es un estado muy bien organizado, lleno de ciudades pul- cras y pacificas en las que se respira un hondo bienestar. iFueron tantos los lugares que visité que os volveria locos si los mencionara todos! Durante tres afios, ejerci como gobernador de la ciudad de Kinsai, que esta lena de canales y tiene doce mil puentes y mas de un millén de habitantes: alli la gente es tan rica que todo el mundo viste ropas de seda y se adorna con perlas. La bebida preferida de la gente es el aguardiente de arroz, y uno de sus man- jares predilectos es la carne de perro. Por el rio Yangtsé pasan mas de doscientas barcas a la hora, y cada una de ellas transporta mer- cancias mas valiosas que todas las riquezas de Venecia juntas. Cada vez que regresaba de uno de mis viajes, le contaba al em- perador todo lo que habia visto, y él siempre se mostraba encanta- do con mis descripciones de las comidas, las ropas, las plantas y los animales de cada region. Asi pasé muchos aiios, recorriendo sin descanso los caminos de China, hasta que acabé por conocer el rei- no mejor que la palma de mi mano. Después, el Kan me envi co- mo embajador a paises extranjeros tales como Ia India, donde vi serpientes capaces de tragarse a un hombre de un solo bocado y of hablar de una isla cuyos habitantes tienen una sola pierna y un solo ojo y de Aguilas gigantescas que podian levantar un elefante del suelo con la fuerza descomunal de sus garras. 30 ae . Poco después de volver de uno de aquellos viajes, estall6 una re- vuelta entre diversos pueblos mongoles de Manchuria. El Gran Kan dirigié personalmente a su ejército en la batalla, y yo le acom- gid pt j y) paié. Era la primera vez que veia con mis propios ojos la matanza que produce una guerra, y entonces sufti un hondo desengaio, pues empecé a sospechar que buena parte de las ricas ciudades y los espléndidos palacios de la China habjan sido construidos sobre is un rio de sar Por entonces, ya llevaba diecisiete aitos al servicio del empera- dor y de pronto me embargé una intensa nostalgia de Venecia: me emocionaba al evocar sus canales, sus géndolas, el aroma de sus vi- | nos... También mi padre y mi tio, que empezaban a hacerse viejos, deseaban volver a su patria, pero el Kan estaba tan contento con mis servicios que no se resignaba a que me fuera. No obstante, al final acepté que nos marcharamos a cambio de que realizase una ultima misi6n para él: la més dificil. El Kan tenia una hija de dieci- siete aiios llamada Kokachin, y habia decidido casarla con el Tey de Persia, que acaba de enviudar, asi que me pidié que la escoltara | \ f en Persia, mi padre, mi tio y yo hasta aquel reino remoto. Una v podriamos volver a Venecia tal y como deseabamos. Como el Asia central estaba en guerra, la forma m viajar a Persia era por mar. El Kan ordeno construir para la prince- s segura de say su comitiva catorce enormes juncos, algunos de ellos tan gran- des que requerian una tripulacién de doscientos cincuenta hom- bres. Por fin, en el afio 1292 y acompaiiados por seiscientos solda- dos, zarpamos de Zaiton, felices de volver a nuestra patria pero entristecidos por dejar atras las bellezas de China. Mi padre y mi tio habian canjeado todas sus riquezas por pepitas de oro, perlas y piedras preciosas, que habfamos cosido con mucho cuidado en el interior de nuestras ropas para Ilevarlas escondidas: eran el fru to de veinte afios de consagra- cion al comercio y convenia velar por ellas. Zarpamos con ilusion, pero el viaje abunds en pe- ligros. A veces nuestros jun- cos eran azotados por olas gigantescas que amena zaban con hundirlos, y en otras ocasiones el viento ce saba, lo que nos obligaba a tomar tierra en islas solita- rias a la espera de que so- plasen los vientos alisios. Pasamos cinco largos meses en Sumatra, entre caniba- les, animales sal ajes, fie- bres letales y un calor sofo cante que nos hizo sufrir lo indecible. Cuando nos hici- mos a la mar, sufrimos llu- vias torrenciales y fuimos perseguidos por barcos de peligrosos piratas, pero, tras dos aftos de viaje, arriba mos por fin al puerto persa de Ormuz. Habiamos per- dido once de nuestros ca: torce juncos, y del enorme séquito de damas que acom paiiaba a Kokachin sélo quedaba una. Para colmo de males, nada mas desem- barcar, nos enteramos de que el rey de Persia, que debia desposar a nuestra princesa, llevaba varios me ses muerto. ~iEsto es desesperante! dijo mi padre. Y eso que atin nos quedaba por oir la peor de todas las noticias: aquel mismo afio de 1294 habia fallecido el Gran Kan, a los ochenta afos de edad. Como comprenderéis, aquello me causé una profunda tristeza. Habia muerto el hombre que mas me habia favorecido en esta vida, el emperador para el que yo habia trabaja- do con lealtad y entusiasmo durante diecisiete aos. Con todo, pudimos darnos por satisfechos, pues, de acuerdo con las costumbres mongoles, Kokachin se casaria con el hijo del rey de Persia, asi que, después de todo, podiamos decir que habiamos cumplido nuestra misién. Desde Ormuz, seguimos nuestro viaje por tierra. Tras pasar por Trebisonda, Ilegamos a Constantinopla, y desde alli embarcamos hacia Venecia, adonde llegamos por fin en 1295 con el coraz6n en- cogido de emocién y los ojos Ilenos de lagrimas. Habiamos pasado veinticinco afios lejos de Venecia, y nos costaba creer que estuvié- ramos de vuelta. El gondolero que nos Ilevé a casa nos miraba con 38 az” Rew Kadak \~ MN disé recelo, pensando que éramos extranjeros, pues llevabamos largas barbas, la piel oscurecida por el sol y unas ropas mongoles que re- sultaban de lo mas extravagantes. iY ni siquiera hablabamos con fluidez nuestra propia lengua materna! Cuando Iegamos a casa, nuestros sirvientes nos tomaron por unos ladrones e intentaron echarnos. —iMarchaos de aqui! —nos decian—. iVosotros no sois los Polo! Al final, nos dejaron entrar en casa, pero las dudas de nuestros familiares persistieron durante algunos dias, hasta que una noche pusimos en marcha un plan que los convenci6 para siempre de que mi padre, mi tio y yo éramos “los tres Polos perdidos”. Lo que hicimos fue organizar un banquete al que invitamos a todos nues- tros parientes y amigos y, a mitad de la comida, los tres entramos en la sala con los andrajos que vestiamos al llegar. De repente, co- mo si hubiéramos sufrido un ataque de locura, saltamos sobre la mesa y comenzamos a desgarrar nuestras ropas. Los invitados se quedaron de piedra. 39 iEstén locos de —Dios mio, équé estan haciendo? ~se decian: remate! Pero lo que mas les maravillé fue que, de los dobladillos de nuestros harapos, comenzamos a sacar montones de rubies, zafi- ros, diamantes, perlas y pepitas de oro. on ricos! —gritaban nuestros invitados- iSon ricos! Ya no tenian duda alguna: desde luego que éramos los “tres Polos perdidos”. Todos nos abrazaron como si fué- ramos héroes. Después de aquel dia, retomé mi vida normal, y, gracias a lo mucho que trabajé en Venecia, logré con- vertirme en un hombre rico. Pero, a los dos afios de la vuelta, Venecia y la vecina ciudad de Génova se declara- ron la guerra porque las dos pretendian controlar el comercio maritimo. Pensé que no podia quedar- me de brazos cruzados mientras humillaban a los mios, asi que entré en guerra capitanean- do los barcos de mi familia. Pero, por mas que luchamos con ahinco, caimos derro- tados, pues teniamos poca experiencia en la guerra y nuestros barcos mercan- tes no eran apropiados para batallar. Cai prisionero y me Ilevaron a Géno- va, donde sufri tres afios de hambre y calamidades, hacinado con otros mu- chos cautivos en un calabozo. Mi tinico alivio consistia en recordar en voz alta mis viajes, que entu- siasmaban a mis compaieros de prision. Uno de ellos, que escri- bia libros de caballerias y se Ila- maba Rustichello, me dijo: -Voy a escribir un libro con tus aventuras. Nos hard ricos y famosos y provocara la admiracion de todo el mundo. 41 La idea me gusté, asi que hice que me mandaran desde Venecia las notas que habia tomado en mi viaje, y que Rustichello utilizé como punto de parti- da de su trabajo. Para mi propia sorpre sa, el libro despert6 gran interés y fue traducido a muchos idiomas, aunque al- gunos se resistieron a creer las maravi- llas que se contaban en él. Pero no les culpo, porque las cosas que contemplé en Oriente fueron tan asombrosas que no menegaria a creerlas UN MUNDO €XOTICO Y DESLUMBRANTE Juan Manuel Soldevilla Desde que Nuestro Senior Dios modelé a Addn con sus manos, no ha habido cristiano, sarraceno, pagano, tértaro, indio 0 ‘s cualquier otro hombre de otra clase que haya visto tantas cosas en las distintas partes del mundo, ni tan grandes maravillas como micer Marco Polo. Rustichello de Pisa Cuando Marco Polo nacié en 1254, Italia no existia tal y como hoy la conocemos, pues estaba compuesta por una serie de estados indepen- dientes: Roma, Génova, Napoles, Luca, Pisa, Florencia... Tal vez el mas rico era la reptiblica de Venecia, cuya capital se edificé sobre un con- junto de pilotes de madera que estaban clavados en el suelo pantanoso de una laguna. Venecia parecia emergida de! mar, y fue en el mar don- de encontré su riqueza, gracias sobre todo al comercio con los reinos musulmanes del Mediterraneo. Con habil espiritu pre-capitalista, los mercaderes venecianos compraban lujosos productos orientales que vendian por Europa a alto precio, con lo que obtenian extraordinarios beneficios. Gracias a esas riquezas, Venecia logré hacerse con una po- tente armada y controlar asi amplias zonas del Mediterrdneo. En el enriquecimiento de Venecia fueron decisivas las Cruzadas, conjunto de ocho grandes expediciones religioso-militares organizadas por los cristianos de Occidente entre los siglos XI y XIII con el objetivo aie eR aammadanamaens: eh me OO Las cruzadas exigian un gran nimero de hombres y mercancias, que se embarcaban en puertos italianos como Venecia. Miniatura del siglo XIV, de liberar los territorios en los que habia vivido Jesucristo, entonces bajo dominio musulman. Las Cruzadas fracasaron, pero los venecianos hicieron un gran negocio trasladando a miles de personas por las aguas del Mediterraneo y vendiéndoles viveres. Y, ademas, aprovecharon las conquistas militares de los cruzados para implantar una importante red de casas comerciales en la mismisima Constantinopla, considerada entonces la puerta de Oriente. Entre los mercaderes venecianos que tenian una delegacién comercial en Constantinopla a mediados del siglo XIII se encontraban los herma- nos Maffeo y Nicold Polo, descendientes de una familia que se habia dedicado al comercio durante generaciones. En 1271, los Polo emprendieron un viaje a China en el que se Ileva- ron consigo al joven Marco. Recorrieron la llamada Ruta de la Seda, conjunto de sendas y caminos por los que, durante siglos, habian circu- lado los mercaderes que trafan y llevaban de China productos como el marfil labra- do, el jade y el papel, piezas de porcelana, frutas exéticas, piedras preciosas y sobre todo especias (canela, nuez moscada, pi- nuez moscada Las especias de Oriente eran un lujo en la Edad Media, yel comercio a que dieron lugar enriquecié a Venecia clavo 48, mienta...). Uno de los productos mas apreciados de la Ruta era el al- canfor, que se extraia de un Arbol gigantesco y se utilizaba como perfu- me y medicamento, pues aliviaba los dolores musculares y de garganta. También se pagaba un alto precio por el incienso, resina aromatica que, segiin la tradicién cristiana, los Reyes Magos habian ofrendado al nifto Jestis. Pero, por supuesto, la reina de la Ruta era la seda, que los chinos fabricaban a gran escala, y que exportaban a Europa desde la época del imperio romano. La Ruta de la Seda estaba tan transitada que en algunas épocas se instalaron mercados a lo largo de su recorrido, asi como santuarios destinados a la atencién espiritual de los viajeros. Sin embargo, no por eso dejaba de resultar peligrosa, pues estaba Ilena de bandidos que asaltaban a las expediciones para robarles sus valiosas mercancias. Ademas, los Polo tuvieron que resistir enfermedades, aguantar el frio de regiones cubiertas por nieves y sobrevivir a la aridez de los desier- tos. Buena parte de su recorrido la realizaron a lomos de camello, ani- mal que resultaba muy apropiado para las zonas desérticas, porque podfa pasar varios dias sin beber. Por el contrario, en las zonas monta- fiosas, el animal mas adecuado era el yak, una especie de vaca de pelo largo que resistia muy bien las alturas y cuyas deposiciones se podian utilizar como combustible para encender fuego. PASS et TSE SORA Be Ss op Be ie Oey \ En este fragmento del «Atlas Catalén» de Abraham Cresques (1375) se representa a los Polo de camino hacia China. El trazado de este Atlas se basé en el relato de Marco Polo. 49 a LA CHINA DEL GRAN KAN Une cultura milenaria Cuando Marco Polo lleg6 a China en el afto 1275, aquel pais ya mere- cia el sobrenombre que hoy se le suele dar: “el gigante de Oriente’. Y es que entonces, como hoy en dia, China era una nacién muy extensa y poblada. En la actualidad cuenta con mas de mil millones de habitan- tes repartidos en un territorio de casi diez millones de kilémetros cua- drados. El pafs ha estado poblado por el hombre al menos desde el pa- leolitico antiguo, hace unos 500.000 afios. Hacia el 2000 a.C., muchos siglos antes de que surgiese la cultura griega, ya existian en China di- nastias que regian los. destinos del pais de acuerdo con una estructura politica feudal. Bajo el mandato de la dinastia Chu (1050-259 a.C.), se difundieron las doctrinas del confucionismo y el taofsmo, que impreg- naron la civilizacion y la cultura chinas de una fuerte religiosidad. Pero el primer gran emperador de la China fue Quin-Shi-Huang, que fund6 la dinastia Han (206 a.C.-220 d.C.), unificé el pais aplicando una poli- tica tan férrea como despiadada y nos leg6 dos admirables maravillas: la Gran Muralla y la tumba de Xian. La Gran Muralla es la tinica cons- La Gran Muralla empez6 a construirse en el s. Ill a.C. y se concluy6 veinte siglos mds tarde, 50 A la izquierda, caballeros mongoles en combate. El efército mongol avanzaba devastando ciudades y campos y aniquilando a sus enemigos con sanguinaria ferocidad. A la derecha, {querreros de terracota hallados en la tumba del emperador Quin-Shi-Huang. truccién terrestre visible desde la luna: con sus mas de 3.000 kiléme- tros, defendia el imperio de las invasiones de los pueblos vecinos. En cuanto a la tumba de Xian, descubierta hace tan sdlo unos treinta afios, es un prodigioso enclave funerario custodiado por cerca de siete mil estatuas de terracota que reproducen a los miembros del ejército del emperador y que se han conservado asombrosamente intactas a lo largo de los siglos. Durante cientos de aftos, en China se sucedieron las dinastias reales mientras arraigaba con fuerza el budismo e incluso una especial for- mulacién del cristianismo, el nestorianismo. Hacia el aio 1215, China fue invadida por los mongoles, un pueblo némada que MY habitaba las dsperas estepas del Asia central. Durante) mucho tiempo, los mongoles no habian sido mas que un conjunto de tribus enfrentadas entre si, pero en 1206 un hombre logré unificarlas. Se llamaba Ti- muyin, aunque decidié reinar con el nombre de Gengis Kan (emperador de los mares’). Gracias a las. “J sanguinarias tacticas bélicas de su ejército, Gengis Kan logré hacerse con un gran imperio que llega doblar en 51 extensidn al imperio romano. Bajo su mandato, los mongoles conquis- taron casi toda Asia, ocuparon las llanuras de Hungria y Ilegaron a las puertas de Viena. Pero lo mas asombroso es que lograron traspasar la Gran Muralla e invadir China. A partir de entonces, Asia vivio un largo periodo de paz conocido como pax mongolica que permitié la reapertu- ra de la Ruta de la Seda, Los artifices de la paz fueron el propio Gengis Kan y sus herederos, la llamada dinastia Yuan, que seria sucedida por la dinastia Ming (1368-1644) y la Ching (1644-1911). Glee Kara Cuando Gengis Kan murié en 1227, su imperio quedé dividido en cua- tro zonas, la mayor de las-cuales era el Gran Kanato, que abarcaba Chi- na y Mongolia. En los tiempos de Marco Polo, el hombre que reinaba en el Gran Kanato era Kublai Kan, nieto de Gengis Kan. China vivia entonces una época de estabilidad politica y esplendor econémico, si bien una gran parte de la poblacién seguia considerando a Kublai Kan como un invasor. El emperador temia a sus propios stibditos, de ahi que se sirviera a menudo de extranjeros para encomendarles la tarea de vigilar su reino. Asi obré con Marco Polo, cuya juventud, inteligen- cia, cultura y gallardia impresionaron a Kublai Kan. Marco Polo domi- naba la contabilidad, era un experto navegante y conocia multiples A la izquierda, Gengis Kan, hombre dotado de gran inteligencia, un coraje excepcional y una notable capacidad de mando. Junto a él, su nieto Kublai Kan, que fund6 la dinastia Yuan. 52 El emperador Kublai Kan recibe a Nicold, Maffeo y Marco Polo en su corte de Shangdu. lenguas: el alemén, el catal4n, el griego, el persa, el mongol, y es pro- bable que también el turco y el Arabe, asi que parecia una persona id6- nea para trabajar al servicio del emperador. Pero, ademas, hay que te- her en cuenta que Kublai Kan sentia un particular aprecio por los cris- tianos, pues su madre era nestoriana. Durante diecisiete aftos, Marco Polo ejercié las mas diversas tareas a las érdenes de Kublai Kan: controlé la actividad de los funcionarios y desempei los cargos de inspector, recaudador y embajador, lo que le permitié viajar por todo el imperio. Cada vez que regresaba a la corte, le rela~ taba al emperador las maravillas que habia visto y oido. Y, gracias a la disciplina y la eficacia con que realizaba su trabajo, consiguié riquezas que hoy nos parecen sofiadas y cargos de gran responsabili- dad. De hecho, durante tres aftos, Marco Polo ejer- cid como gobernador de la ciudad de Quinsai (en- tonces Yangzhou), que se habia convertido en un enclave comercial basico dentro del imperio. Mar- co Polo debid de ser feliz en el cargo, a juzgar por las maravillas que cuenta de la ciudad: en Yangz- hou, nos dice en cierta ocasi6n, “uno goza de tantos placeres que se cree en el paraiso’. 53 Kublai Kan entregé a los Polo unas tablillas como éstas para que les sirvie- ran de salvoconducto, realidad deslumbrante La China que conocié Marco Polo habia alcanzado un grado de desa- rrollo desconocido en la Europa de la época. A la altura del siglo Xitl los chinos ya habian inventado tres cosas que cambiarian la historia de Occidente: la pélvora, la imprenta y la brijula. Ademéds, habian perfeccionado la cartogra- fia, disponian en sus ciudades importantes de un cuerpo de bomberos preparado para sofocar posi- bles incendios, practicaban la reforestacién de los bosques y habian descubierto el carbon, combusti- ble mds econémico y eficaz que la madera que Marco Polo describié con una metafora: “piedras que arden’. La medicina china estaba muy avanzada, y comprendia modalidades curativas desconocidas en Europa tales co- mo la dietética y la acupuntura; ademés, los chinos habian implantado Protocolos de esterilizacién contra las enfermedades contagiosas e in- cluso habian inventado una primitiva vacuna contra la viruela. Otra curiosidad es que en China se usaba desde hacia al menos cuatro siglos el papel higiénico, que en Europa sdlo se comercializaria unos mil anos Brijula china. Nicolo y Maffeo Polo entregan a Kublai Kan los valiosos regalos que el Papa envia al em- Perador mongol: una cruz de oro y un hermoso cédice con cierres adornados con perlas. 54 Campamento en la meseta del Pamir. A la derecha, papel mone- da de la época de la dinastia Yuan, cuya autemticidad estd ava- Jada por las firmas de varios funcionarios y por el sello del Kan. ms tarde. Asimismo, los chinos consumian grandes cantidades de pasta, un alimento que acabaria por conquistar Italia con fuerza avasa- lladora. Para facilitarse las tareas de gobierno, Kublai Kan habia instaurado en China una sélida estructura burocratica y una excelente red de co- municaciones. Marco Polo quedé particularmente fascinado por el sis- tema de correo, que, a través de un equipo fijo de mensajeros a pie y a caballo, permitia que el emperador estuviera comunicado casi a diario con las regiones mas apartadas de su imperio. Kublai Kan habia cons- truido ademés numerosas carreteras, cientos de puentes tan bellos co- mo itiles y un complejo entramado de canales de miles de kilémetros que permitia el transporte de productos por via fluvial a todos los rin- cones del pais. Y es que, en China, el intercambio y la compraventa de mercancias se desarrollaba con gran facilidad, gracias en buena medi- da al uso de los billetes, una modalidad de la moneda que entonces era desconocida en Europa. 55 China debia buena parte de su riqueza a la exportacién de la seda, tejido que se confeccionaba en el pais desde aproximadamente el afio 3000 antes de Cristo. Durante mucho tiempo, las técnicas de la sericul- tura fueron un secreto bien guardado: tanto es asi, que los romanos crefan que la seda procedia de un Arbol que daba lana. Y es que en Chi- na estaba prevista la pena de muerte para quien cometiese la traicin de revelar a un extranjero cémo se confeccionaba la seda. Hoy, sin em- bargo, lo sabemos bien: tras ser alimentados con hojas de morera, los llamados gusanos de seda comienzan a expulsar un liquido que, en Diversas fases del proceso de produccién de la seda. En a) se alimentan los gusanos con hhojas de morera previamente puestas a secar; en b) se escogen los capullos de seda que es- tén cerrados y se exponen al vapor de agua hirviendo; en ¢) se devana el hilo de seda, y, finalmente, en d) se tien las madejas con tinte vegetal. 56 contacto con el aire, se solidifica en un hilo muy fino. Con ese hilo, los gusanos tejen alrededor de su cuerpo un capullo compuesto aproxima- damente por un kilémetro y medio de hilo. Dentro del ca- pullo, los gusanos comienzan su transformacién en ma- riposa; pero, antes de que la metamorfosis tenga lugar, el sericultor sumerge los capullos en agua hirviendo, con lo que separa el hilo, que luego se lleva a la mé- quina de hilar para enrollarlo en carretes. Por tlti- mo, las bobinas de hilo se tejen en los telares, lo que da como resultado la seda, un tejido ligero y suave aunque muy resistente que los europeos de la Edad Media compraban a un precio desorbitado. Y no es de extra- fiar, ya que estaban acostumbrados a vestirse con prendas confecciona- das con telas muy toscas. €L LIBRO DE LAS MARAVILLAS sRealidad o ficcisn? Tras veinticinco aitos alejado de Europa, Marco Polo regresé a Venecia, donde se casé y tuvo tres hijas mientras seguia dedicéndose al comer- cio. En 1298, se embarcé para luchar contra los genoveses en la batalla de Curzola, en la que la armada veneciana salié derrotada y Marco Po- lo cayé prisionero. Durante varios afios, permanecié cautivo en Géno- va, donde tuvo por compafero de celda a un tal Maese Rustichello, au- tor de libros de caballerias nacido en Pisa. Rustichello quedé tan im- presionado por las historias que Marco Polo contaba sobre Oriente que decidié explicarlas en un libro: lo escribid en francés antiguo y lo titul6 El libro de las maravillas, aunque luego se conoceria por otros ti- tulos: El descubrimiento del mundo, La descripcién del mundo, e incluso EI millén, nombre que tal vez haga referencia a las cifras desorbitadas que ofrece Marco Polo cuando habla sobre la poblacién o las riquezas de Asia: miles de joyas, millones de habitantes... En cualquier caso, la obra fasciné a los lectores desde el primer momento, fue traducida a multiples lenguas y circulé por Europa en un sinfin de copias manus- critas hasta que se imprimié por vez primera en 1477. 57 Esta miniatura contenida en «Le Roman d’Alexandre» recoge el momento en que Nicol®, Maffeo y Marco Polo zarpan de Venecia en direccién a San Juan de Acre. El libro de las maravillas describe con detalle casi enciclopédico los pueblos, costumbres, flora y fauna de buena parte de Oriente. Marco Polo obra a menudo como un reportero: nos explica los habitos néma- das y las tacticas militares de los mongoles, los habitos gastronémicos del Gran Kan y su corte, las técnicas que utilizan los chinos para con- feccionar el papel moneda, las leyes por las que se rigen... Y, como es ldgico, presta mucha atencién a todo lo que pueda resultar insdlito pa- ra un europeo: nos cuenta que los chinos comen carne de perro y sopa de serpiente, que los tartaros casan a sus muertos uniendo el humo de sus piras funerarias, que los hombres de la provincia china de Kamul ceden sus mujeres a los viajeros para que se acuesten con ellas y que las gentes de Birmania se forran los dientes con oro y utilizan agujas candentes para tatuarse la piel con imagenes de leones, dragones 0 pa- jaros. Pero lo més Ilamativo es que, frente a esas raras costumbres, Marco Polo suele adoptar la actitud abierta propia de un xenéfilo, es 58 decir, de alguien que respeta e intenta comprender la cultura ajena, lo que era muy inusual en la Europa de la Edad Media, donde predomi- naba la intolerancia frente a los extranjeros. Sin embargo, El libro de las maravillas no es s6lo una descripcion ex- haustiva sobre una realidad exdtica, pues mezcla el valor documental con lo legendario y lo fabuloso. Marco Polo reserva un espacio impor- tante a los milagros: presta crédito, por ejemplo, a quienes dicen que cerca de Bagdad existié un zapatero que, con la sola fuerza de su ora- cién, logré mover una montaiia, y nos habla de un curioso lago situado junto a un monasterio de la Gran Armenia donde durante todo el afio no se pesca nada pero que se llena milagrosamente de peces en cuanto llega la Semana Santa. A menudo, Marco Polo nos habla de sucesos y seres maravillosos: nos cuenta, por ejemplo, que en el palacio del Gran Kan las copas y los platos se mueven por arte de magia, que los hom- bres de las islas Andamén tienen cabeza de perro y que en la isla de Madagascar habita un pdjaro enorme llamado ave roc que es capaz de levantar en vilo a los elefantes con sus poderosas garras. Y, para que sus lectores acepten la veracidad de esta dltima exageracién, asegura que unos ministros de Kublai Kan Ilevaron a China una pluma de ave roc. Dada la fantasia que destilan buena parte de los pasajes del libro, es légico preguntarse si lo que nos cuenta Marco Polo es una realidad de- formada por la leyenda o directamente una pura ficcién. éAcaso Marco Polo era un ingenuo que aceptaba como cierto todo lo que le conta- ban? ¢O es que Maese Rustichello quiso escribir una especie de libro de caballerias y combin6 lo que le explicé Marco Po- lo con sus propias invenciones? A fin de cuentas, el Lejano Oriente era una gran desconocido para los europeos, por lo que resultaba muy facil fabular al referirse a aquellas tierras remotas. A la altura del si- glo XIII, los tnicos europeos que visitaban el Lejano Oriente eran ciertos misioneros franciscanos y algunos mercaderes y via~ jeros audaces, quienes aseguraban que mis alla del Eufrates y el Tigris existian rei- nos prodigiosos. En la época cundié mucho, Terracota policromada que representa a un camellero chino. 59 En 1981 se rodé en China «Marco Polo», una superproduccién dirigida por el director ita~- iano Giuliano Montaldo e interpretada por Ken Marshall (en el papel de Marco Polo; gura inferior) y Ying Ruocheng (Kublai Kan). La fotografia ilustra la escena en que un miembro de la dinastia Song entrega el estandarte en seital de rendicién. por ejemplo, la leyenda del Preste Juan, un sacerdote del que se decia que era descendiente de los Reyes Magos y que habia erigido en el co- razon de Oriente un fabuloso reino cristiano, auténtico paraiso donde todo el mundo era inmensamente rico y feliz. Es muy probable que muchas de las maravillas que nos cuentan Marco Polo y Rustichello fuesen aceptadas como veridicas en su tiem- po. Los hombres de la Edad Media carecian de nuestra vision ra- cionalista de la realidad, asi que cre‘an en los milagros, las apari- ciones del demonio y otros prodigios naturales. Muchos lecto- res aceptaban como cosa real, por ejemplo, que un buen caballero podia vencer sin ayuda de nadie a un ejército de cientos de hombres. Sin embargo, Marco Polo se muestra a veces tan crédulo que algunos estudiosos han aventurado una hipétesis arriesgada: gy si Marco Polo nunca estuvo en China? éY si todo lo que conté sobre Asia eran tan slo datos que habia lefdo en las relaciones de otros viajeros? Y es que, pese a que el Libro de las maravillas ofrece tantisi- 60 mos datos, deja de lado algunas informaciones que tendrian que haber llamado necesariamente la atencién de Marco Polo en caso de que el veneciano hubiese estado en el reino de Kublai Kan. Nunca nos habla, por ejemplo, de la Gran Muralla que rodeaba la frontera norte del im- perio, ni alude a la costumbre china de beber té y comer con palillos, ni menciona la escritura con ideogramas ni se refiere a una practica tan llamativa como la de envolver con vendas los pies de las mucha- chas, que tanto escandaliz6 a otros viajeros europeos. Y lo ms impor- tante, en los archivos de la corte china —de los cuales se conserva una importantisima coleccién— no hay ninguna referencia a ningtin viaje- ro occidental llamado Marco Polo, aunque si a otros que llegaron antes y después. Como es posible que no haya quedado ninguna huella do- cumental de un hombre que lleg6 a ser emisario del Gran Kan? Caravana de camellos en la meseta del Pamir: «En esta lanura», conté Marco Polo, «no se encuentra casa ni albergue, porque hay un desierto a 10 largo de toda la ruta, y no se encuentra nada que comer: los viajeros que han de parar por alli deben llevar consigo sus propias provisiones. [...] A causa del gran frio, el fuego no es tan claro ni ardiente ni del mismo color que los demds lugares, y los alimentos no cuecen bien». 61 Unos frailes de Jerusalén entregan a los Polo un frasco del aceite que arde en la émpara del Santo Sepulcro para que se lo leven al Gran Kan, cuya madre era cristiana. Lo mas curioso es que el propio Marco Polo, que tanta atencién prestaba a las fabulaciones, acabaria por convertirse en leyenda. En el siglo Xv, el veneciano Giovanni Batista Ramusio recogié en su libro Navegaciones y viajes el relato de su compatriota sobre el mundo orien tal, que adorné con anécdotas sobre la vida de Marco Polo. Pues bien: muchas de ellas son simples recreaciones literarias sin base real. Ra- musio nos cuenta, por ejemplo, que la gente acudia en masa a la celda donde Marco Polo estaba encerrado en Génova para oirle hablar de las maravillas de China. Asimismo, nos explica que, cuando Ilegaron a Ve- necia, los Polo llevaban montones de piedras preciosas escondidas en los dobladillos de su ropa, pero la historia es una simple invencién. En cualquier caso, la leyenda de Marco Polo ha seguido creciendo sin pa- rar hasta nuestros dias, cuando atin se siguen aceptando como ciertos algunas falsedades sin base histérica: por ejemplo, que Marco Polo lle- v6 a Italia los espaguetis y los helados. el legado de Marco Polo Marco Polo murié en 1324, pero su recuerdo se ha mantenido vivo du- rante siglos en Europa. Uno de los lectores mas asiduos de su Libro de las maravillas fue Cristobal Colén, el navegante que descubrié para Eu- 62 Colén admiraba profundamente a Marco Polo. En esta pintura de Cabral Bejarano, el na~ vegante genovés dialoga con un fraile del monasterio franciscano de La Rabida (Huelva). ropa un nuevo continente, Cuando Colén inicié su primer viaje trans- atlantico, se llevd consigo un ejemplar del Libro de las maravillas lleno de anotaciones, pues el propésito de su viaje era llegar a China o al Ja- pon, territorios de los que Marco Polo decia que abundaban en oro y otras riquezas. Colén zarpé con el propésito de llegar a la China o el Japén ensayando una ruta alternativa: viajando hacia el oeste en lugar de hacia el este. Ahora bien, al viajar hacia el oeste en lugar de tomar la ruta ordinaria hacia el este, topé con el continente americano, si bien al pisarlo creyé que se encontraba en suelo asiatico. Pero el influjo de Marco Polo sobre Colén no se limita al hecho de haber inspirado su viaje. Sucede que, ademas, Colén se acercé a la rea- lidad de América imitando la perspectiva con la que Marco Polo se ha- bia aproximado a la realidad de Oriente: con los ojos muy abiertos y con una actitud crédula que aceptaba lo maravilloso. Un ejemplo bas- tard para demostrarlo: Marco Polo habia dejado escrito que en Oriente viven hombres que tienen cola lo mismo que los perros o los cerdos, y Colén habla en su Carta del descubrimiento de una provincia que “lla- man Auan, adonde nace la gente con cola’. No es mas que un botén de muestra, pero resulta revelador de la enorme influencia que tuvieron las historias de Marco Polo sobre la concepcién del mundo que tenfan los europeos.

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