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Conocete A Ti Mismo - S. Enrique Cupello 78h Ego - Yo Espirit MIGR Leido PDF
Conocete A Ti Mismo - S. Enrique Cupello 78h Ego - Yo Espirit MIGR Leido PDF
S. Enrique Cupello
Colección
Psicología,Psiquiatría y Psicoanálisis
www.librosenred.com
Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta: Daniela Ferrán
Diagramación de interiores: Javier Furlani
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Índice
Agradecimiento 7
Glosario 8
Introducción 11
Capítulo 1 - El Sí Mismo 13
Capítulo 5 - El sufrimiento 36
Capítulo 6 - El amor 40
Capítulo 9 - La meditación 47
Bibliografía 75
Editorial LibrosEnRed 78
Para los que desean alcanzar la paz interior,
en beneficio de su bienestar emocional.
Agradecimiento
Doy las más expresivas gracias a mi hijo, Francisco Cupello Osorio, que se
ocupó esmeradamente de la transcripción y revisión de este estudio.
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Glosario
Acto fallido: Según Freud, aquel que irrumpe o interfiere en una situación
cualquiera, aparentemente sin relación con esta, ya que tiene una significa-
ción inconsistente con la misma.
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Conócete ti mismo
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Realidad: Todas las cosas que nos rodean no son sino proyecciones de nues-
tros pensamientos. Acostumbramos ver la realidad de acuerdo con nuestra
imaginación y según cada circunstancia.
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Introducción
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Capítulo 1
El Sí Mismo
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Capítulo 2
La influencia del ego y la imagen idealizada
La imagen idealizada
Como lo dijimos antes, todo esto sucede en la infancia: a los cuatro o cinco
años recibimos, a través de la familia, la educación, el ambiente y las cir-
cunstancias. Es decir, una serie de pautas y experiencias que son interpre-
tadas por nuestras mentes inmaduras y que al final forman nuestra propia
imagen idealizada. Esto explica que dos hermanos educados juntos por los
mismos padres resulten, a veces, completamente diferentes. Muy posible-
mente hubo alguien o algo que influenció de manera positiva o negativa
a solo uno de los dos hermanos y de aquí cada uno interpretó en forma
diferente cómo debería ser su vida futura.
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Modificaciones de la realidad
De la misma manera, cuando compartimos con otras personas, ellas nos
valoran y reaccionan de acuerdo con la imagen que tienen de sí mismas y a
veces nos sorprenden con susceptibilidades y resentimientos y llegamos a la
conclusión de que no eran las personas que creíamos que eran. Por eso con
frecuencia nos desengañamos de ellas, pero es su imagen idealizada la que
las obliga a actuar de esa manera.
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Capítulo 3
Tendencias neuróticas
Este capítulo es muy extenso porque era indispensable hacerlo así para que
coincidiera con las descripciones de la autora de las tendencias neuróticas.
Era necesario describirlas detalladamente para que pudiera ser posible lle-
gar a conocer al Sí Mismo.
Como lo dijimos antes, en todo ser humano hay un núcleo de confusión, a
veces caótico, creado por las fuerzas ciegas de nuestro inconsciente. Desde
que nacemos comienza a crearse nuestra historia psicológica, empezamos a
recibir heridas para luego fabricar autodefensas más o menos neuróticas, co-
mo las represiones, los resentimientos y las frustraciones, y nuestra mente re-
cibe mensajes contradictorios que impiden que se desarrolle con madurez.
Al crecer seguimos apegados a nuestro ego infantil que, por su inmadurez,
forma en la mente surcos profundos como rieles de ferrocarril que nos con-
ducen a un destino predeterminado que elimina nuestra libertad interior y
que nos llenará de conflictos muy difíciles de erradicar.
Karen Horney, una de las grandes psicoanalistas norteamericanas pos-freu-
dianas, presenta algunos detalles de las diferentes tendencias neuróticas
más importantes. Estas son:
El orgullo glorificado,
La ambición desenfrenada y devoradora de dinero o de poder,
El narcisismo,
El perfeccionismo,
La necesidad de afecto,
El auto-odio,
El retiro y no esfuerzo.
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El orgullo glorificado
Origen
Esta tendencia surge en la infancia por un afán inmaduro de obtener el
afecto de los padres en la dura competencia, muchas veces con los propios
hermanos.
Posiblemente esta tendencia fue inconscientemente provocada por los proge-
nitores del niño. Las disputas e incompatibilidades que tienen todos los padres
fueron transmitidas a los hijos, que las interpretaron negativamente y las gra-
baron para siempre en sus mentes inmaduras, que son como libros en blanco.
Así, cada vez que aparezca una situación parecida, se repetirán los mismos sen-
timientos que siempre tienen en común el orgullo engrandecido y absurdo.
El niño piensa que esta conducta es correcta, que el orgullo le da fortaleza
y méritos interiores, y se decide a tomarla como la mejor solución para no
ser humillado y menospreciado.
Quizá el nacimiento de un nuevo hermano lo haya descontrolado porque
le usurparon el puesto donde se sentía a gusto. Tal vez pudo haber influido
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algún defecto físico, como la obesidad, una ligera cojera o algún trastorno
en el lenguaje, del cual sus hermanos o compañeros de la escuela se burla-
ron, como es habitual entre los niños. Pero la mente infantil es muy sensi-
ble, y una simple broma puede ser tomada como una humillación.
Autoanálisis
Este orgullo hipertrofiado empieza con las fantasías de la niñez y luego,
sobre todo en la adolescencia, se acrecienta con los sueños de llegar a ser
una persona de éxito, un héroe o heroína o un gran empresario. Posible-
mente en esa etapa tan crítica haya tenido problemas por la falta de un
guía adecuado o por la influencia negativa de amigos más inmaduros y con
mayores problemas, pero que, por ser populares, tomó como modelo. Así,
del desprecio imaginario, creó como mecanismo de defensa de su propia
inseguridad la búsqueda de la gloria.
Si la tendencia no es muy marcada, llega a ser una persona exitosa en sus
trabajos y realizaciones porque, generalmente, este tipo de personas son
muy tenaces. La gente de su entorno no nota su incomodidad porque la
reprime en el inconsciente. En las reuniones sociales suele ser muy alegre,
ya que por medio del ambiente y del licor se adormece su inseguridad.
Lamentablemente, si alguien toca el tema del orgullo o la autoestima hi-
pertrofiada, se altera inmediatamente y se vuelve susceptible y desconfia-
do. Si se burlan o se aprovechan de él, se siente humillado y ofendido, y
elige entre dos alternativas: actuar con orgullo o asumir el desprecio. La
autoestima herida lo lanza, en algunos casos, al odio y la venganza; pues
llega a convencerse que al castigar al ofensor su orgullo quedará restable-
cido. Naturalmente estos son casos extremos.
La persona que manifiesta esta tendencia no llega a conocer sus verdade-
ras cualidades. Si alguien se las hace ver, no le cree, piensa que la única ma-
nera de auto-defenderse es la que su imagen idealizada le sugiere, porque
lo único que verdaderamente le importa es su orgullo. No le importan las
consecuencias de sus acciones, ni los posibles sacrificios para él o su familia,
y crea un complicado sistema de evasión para justificar sus actos.
A veces reflexiona y recuerda los fracasos sufridos en anteriores oportuni-
dades, en las que, con su fantasía endiosada, pensaba que iba a lograr el
éxito, pero fracasó y lo atormenta el miedo a envejecer sin haber logrado
el triunfo que pretendía y que otros sí lograron.
El autoanálisis para estas personas es muy difícil. En primer lugar, el indi-
viduo no cree sufrir de esta tendencia y, si finalmente llega a admitirlo, el
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Búsqueda de la transformación
Si llega a convencerse de que este orgullo ficticio lo único que hace es
destruir sus verdaderos potenciales y de que esas pretensiones absurdas
solo le traen angustias y sufrimientos, se decidirá finalmente a refor-
marse para acabar con la tiranía del ego. Si en las primeras tentativas
del autoanálisis observa un cambio en su persona, que se encuentra
más espontáneo o menos preocupado que en otras oportunidades, con
menos complejos y perjuicios, comprenderá que algo está empezando a
mejorar.
Origen
Como las demás tendencias, esta también tiene su origen en la infancia y
la adolescencia.
En estos casos, la persona por lo general piensa que es ambiciosa, en el
mejor sentido de la palabra, es decir, una suerte de luchador nato, y que
sus éxitos se deben a sus esfuerzos. No sospecha que detrás de ellos exista
una pasión devoradora que exige poderes sin límites y constantes triunfos
sobre sus adversarios.
La ambición extrema contiene elementos destructivos: el que la padece
está tan infatuado que piensa que todos los que no están de su lado, aun
sus seres más queridos, es porque son flojos e ineptos que jamás podrán
vencerlo. Es capaz de los mayores sacrificios y de eliminar todos los placeres,
de trabajar doce horas diarias o más con una intensidad ilimitada y se irrita
continuamente si las cosas que ordena no resultan perfectas.
Su adversidad y desconsideración hacia los demás le pasa totalmente
inadvertida. Hasta que un día comete un grave error: todo se derrumba
a su alrededor y sus mejores colaboradores lo abandonan. Aun así, y a
pesar de su abatimiento, con la mayor terquedad intentará reconquistar
lo perdido.
Así funciona su falso yo, que le dice que él es alguien muy especial y que
los demás son solo unos haraganes fracasados que no tienen nada de su
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Autoanálisis
Al autoanalizarse, como lo sugiere este estudio, al ambicioso desenfrenado
le cuesta comprender por qué su verdadero Yo, el Sí Mismo, está siempre
esclavizado. Ya no se le concede ningún tipo de libertad, ni siquiera para
dormir lo suficiente, su inmenso trabajo no le permite que pueda pasar un
breve periodo de verdadero descanso, de oír la música que en su juventud
le gustaba, de leer un libro, de reunirse con sus verdaderos amigos, a me-
nos de que esto conlleve al logro de su afán de poder.
La razón es que tiene miedo de que descubran su mediocridad y esto le
produciría grandes sufrimientos.
Búsqueda de la transformación
Después de una larga auto-investigación sobre Sí Mismo, el sujeto por fin
logrará identificar su temor al fracaso, el porqué de sus errores y el porqué
de tanto insistir en lo imposible, y verá claramente que estas tendencias
limitan su desarrollo y surgirá entonces el deseo de cambiar.
Aun así, el desafío es bastante grande, porque en el fondo siempre estará
con miedo a fallar. Por lo tanto, no es suficiente descubrir el conflicto, sino
que es necesario tomar una decisión definitiva: continuar con sus ideales y
metas imposibles con sus correspondientes dolores, angustias e insomnio o
intentar suavizar y humanizar estas antiguas tendencias.
Si opta por esta última alternativa, tendrá un difícil camino por delante, de-
bido a la constante oposición de su propio egoísmo. Deberá buscar el apo-
yo de sus colaboradores, aunque existe la posibilidad de que quizá tendrá
quizá prescindir de algunos de ellos o aceptar que algunos lo abandonen,
pero irá avanzando en ese camino que en el fondo sabe que es el correcto
y, si el tiempo se lo permite, logrará el éxito total.
El narcisismo
Es el enamoramiento avasallante de uno mismo. La vanidad en la mayoría de
los actos que el sujeto realiza. El deseo de aparentar y no mostrar cómo es la
persona en realidad. El pensar siempre en uno mismo sin tomar en cuenta el
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punto de vista de los demás. No es que no quiera u odie a los otros, sino que
solo piensa en admirar su propia imagen inflada y ficticia, y admira en ella
cualidades que realmente no posee o que tiene solo en forma parcial.
Origen
El origen de este conflicto viene de la infancia, cuando el niño debe en-
frentarse a ser juzgado por alguno de sus compañeros, a quien ha tomado
como modelo, considerando que son seres omnipotentes e infalibles, inca-
paces de ninguna injusticia.
En su mente inmadura, el niño piensa que no tiene derechos propios para
lograr dicho afecto y, por lo tanto, debe aparentar que tiene cualidades
dignas de esos seres superdotados. Transfiere esas cualidades a sí mismo e
imagina (y termina creyendo) que es un héroe o alguien muy destacado y,
por lo tanto, le corresponde el derecho de ser el preferido y el mejor, y lo
sigue pensando durante toda su vida.
Estas personas crean un mundo mágico donde él o ella son los protagonis-
tas. Fingen cualidades que la mayor parte de las veces son ficticias y buscan
siempre que los demás los admiren y alaben ya que su seguridad en sí mis-
mos depende de ello.
Acostumbran a frecuentar grupos sociales que les den prestigio y donde
sea más probable conseguir amigos dispuestos a lisonjearlos. Asimismo,
eligen un cónyuge no porque lo amen, sino en función del prestigio que
pueda proporcionarles.
En la mayoría de los casos, estos individuos son incapaces de sentir amor
por su pareja o de tener una verdadera amistad, a menos que sea por obli-
gación o para que los alaben. Sus parejas, familiares y amigos se dan cuenta
de su narcisismo y no creen en su sinceridad.
En nuestra cultura, estos individuos son bastante frecuentes, especialmente
en las clases altas, donde juzgan a los demás por sus apariencias y por el
prestigio que puedan proporcionarles. Persiguen las condecoraciones, los
trofeos y cualquier reconocimiento que los resalte sobre los demás.
Este tipo de personas pueden ser muy inteligentes e incansables. Son capa-
ces de grandes sacrificios y piensan que estos valen la pena si logran que los
alaben. Por esta razón, muchas veces tienen éxito en la vida.
En algunas ocasiones, el narcisista se siente rechazado y humillado. Por
lo tanto, piensa que su autoestima hipertrofiada, de la cual se vanaglo-
ria tanto, ha sido despreciada injustamente. Lo más importante para su
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Autoanálisis
Al igual que en otras tendencias, lo importante no es identificarlas, sino
conocer la estructura en su totalidad, vislumbrar las angustias, los círculos
viciosos y las repeticiones continuas de las mismas falsedades inherentes
que les impiden ver la realidad.
Búsqueda de la transformación
En este caso, como en otras tendencias, solamente a través de una profun-
da meditación, el ego se rendirá y, al hacerlo, se acabarán las úlceras duo-
denales, las migrañas y otras enfermedades psicosomáticas.
El perfeccionismo
En estos casos, como en las otras tendencias neuróticas, tiene una enorme in-
fluencia el ego, el egoísmo, que conforma el perfeccionismo como parte de
su imagen idealizada, la cual desarrolla en la infancia y en la adolescencia.
El individuo se siente compulsivamente empujado a hacer las cosas mejor
que los demás, sin importar los sacrificios y problemas que estos le puedan
acarrear. Cuando comienza alguna tarea, se ve obligado a terminarla lo
más pronto posible, trabajando intensa e incansablemente.
Generalmente, primero resuelve todas las cosas más urgentes y después se
dedica “a fondo” a la solución de los otros problemas importantes, cum-
pliendo la misión que le dicta su perfeccionismo.
Origen
El origen de esta tendencia, como en las anteriores, está en la infancia,
cuando el niño toma la decisión de querer ser, ya de adulto, superior a su
padre o madre, o a algún hermano, si existían rivalidades entre ellos.
El perfeccionista busca metas casi inalcanzables y, en algunos casos, imposi-
bles. Estos arduos objetivos son cumplidos con gran celo y compulsión y, al lo-
grarlos, ya lo espera uno nuevo. Puede hacer varias cosas a la vez con una gran
tensión y concentración, siendo su finalidad la de deslumbrar a la gente.
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Búsqueda de la transformación
Aquí también se debe usar la meditación, que puede hacerse en los mo-
mentos libres, caminando o mientras se está solo en un vehículo.
Las preguntas para analizar son: ¿Por qué estoy siempre apurado y en ten-
sión? ¿Por qué me esfuerzo tanto? ¿Es indispensable este modo de actuar?
¿Es realmente beneficioso?
Se debe reflexionar que los grandes hechos de la historia del mundo fue-
ron analizados de manera metódica y llevados a cabo sin prisas, no fueron
implementados precipitadamente. Medite que, aun siendo joven, esta ac-
titud de continuo estrés puede ocasionar migrañas o úlceras duodenales
y, si el sistema simpático sigue sobrecargado, más tarde llegará también la
hipertensión. Esto, sumado a otros factores como el cigarrillo, el sobrepeso,
etcétera, puede llevarlo a un infarto.
Quizá, después de un análisis profundo, comience a ver la realidad y la ne-
cesidad de un cambio, como también la importancia de vencer las resisten-
cias que necesariamente vendrán al tratar de cambiar.
Estas resistencias no deben enfrentarse en forma violenta, sino que hay
que reconocer que ellas son parte de viejos hábitos difíciles de erradicar.
Hay que hacerlo lentamente, resignándose a un avance lento, pero con el
firme propósito de eliminarlas.
Es importante también no olvidar lo siguiente: anotar en un diario todos
los puntos importantes que emerjan en las meditaciones, ellos serán útiles
más adelante.
La necesidad de afecto
Por razones culturales, esta tendencia es más frecuente en las mujeres. En
estas personas, el amor fue la solución para sobrellevar sus conflictos: tiene
para ellas un valor único. El ser afectuoso y recibir afecto es lo más impor-
tante para obtener y mantener su autoestima.
Origen
Esto nació en la niñez, en su primitiva necesidad de afecto, que quizá
apareció en su lucha para lograr el cariño de sus padres, así que comen-
zaron a idealizarlos creyendo que ellos eran infalibles y todopoderosos.
Luego, se volvieron románticos y se enamoraron de artistas de cine de
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Búsqueda de la transformación
La transformación en esta tendencia, donde la tortura es el principal com-
ponente, es sumamente compleja; a menos que durante la meditación se
logre descubrir que el que sufre es su Yo Verdadero, el Sí Mismo, que está
esclavizado al ego.
Deberá reflexionar cuidadosamente y, en lo posible, bajo la guía de un
terapeuta. Así podrá descubrir esos gravísimos problemas que afectan tam-
bién a sus familiares, que saben que está sufriendo y desean ayudarlo y no
saben cómo hacerlo.
No hay que olvidar que en esta tendencia, así como en las otras mencio-
nadas, una de las características es la compulsividad. Los objetivos se persi-
guen indiscriminadamente, ocultando el interés personal y el de los demás,
con total omisión de la realidad. Otra característica es la terrible angustia
que se siente al no lograr estos falsos objetivos.
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La susceptibilidad
Cuando nos sentimos injustamente tratados por alguien, nuestra irritación
puede ser desproporcionada en relación con la verdadera intención del su-
puesto ofensor. Nos obcecamos y solo sentimos indignación por la injusti-
cia, y nace en nosotros el deseo de desquite o venganza.
Origen
Esta tendencia tiene su origen en la infancia, cuando en algún momento
alguien atacó duramente nuestra autoestima y nos dejó humillados. En las
inmaduras mentes infantiles, estos ataques dejan a veces huellas imborra-
bles que pueden resurgir en casos similares.
En este caso, debemos meditar por qué reaccionamos así y averiguar cuál fue
la ofensa que nos afectó; como también si esta tenía realmente una mala
intención o fue simplemente una imprudencia involuntaria. En el peor de los
casos, debemos entender que cualquier ofensa es un producto del ego y la
respuesta lógica a esta agresión es protestar ante la injusticia sin alterarse.
El auto-odio
Esta tendencia se produce por una incompatibilidad del ego con el Sí Mis-
mo. Este último se convierte en un estorbo para el ego, que tiene metas in-
alcanzables para su imagen idealizada, y cada vez que no logra sus anhelos
ilógicos se altera y le echa la culpa de su insatisfacción al Sí Mismo.
Así, cuando la persona evalúa lo que ella debería ser con lo que realmente
es y esta comparación resulta negativa ante la imagen idealizada y ficticia
que el ego ha creado, se produce un ataque del ego contra el Sí Mismo. La
persona sufre y el cuerpo es afectado por enfermedades psicosomáticas,
como dolores de cabeza, trastornos en la piel, angustia o irritabilidad, que
a la larga pueden transformarse en auto-odio.
El sujeto desprecia sus propias limitaciones y, en algunos casos, solo piensa
en proyectar este auto-odio o desprecio en otras personas, como familiares
o compañeros de trabajo, que notan la injusticia y difícilmente la aceptan.
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Búsqueda de la transformación
Estas tendencias son difíciles de tratar o modificar. El individuo tiene que
aprender a auto-explorarse muy profundamente a través de la meditación,
analizando los graves sufrimientos que padece. Al igual que en las otras
tendencias neuróticas mencionadas, con la ayuda del Sí Mismo, con espe-
ranza, entusiasmo y concentración obtendrá la tranquilidad y comprenderá
lo absurdo de las exigencias del ego.
El retiro, la inercia
Esta tendencia consiste en retirarse ante cualquier problema o evitarlo a
toda costa. El sujeto no quiere involucrarse en situaciones que puedan com-
plicarse o traerle dificultades. Trata de evadir cualquier problema mientras
esto le sea posible. Prefiere ser un espectador de los problemas de los de-
más, y manifiesta resistencia para cualquier actividad que le traiga un tra-
bajo adicional.
Durante la adolescencia, estos sujetos tienen muchas fantasías y creen
que serán exitosos y brillantes, hasta es posible que algunos de ellos
tengan logros en alguna afición que les llame la atención, como los de-
portes, donde pueden destacarse y hasta obtener triunfos, pero más
tarde, como carecen de tenacidad y motivación, buscan una excusa y
abandonan la actividad.
Con frecuencia llegan a ser muy cultos, ya que la lectura no les trae com-
plicaciones. Algunos pueden llegar a pintar buenos cuadros o ser buenos
escritores, pero solo por un tiempo.
Esta aversión a cualquier actividad puede extenderse en mayor o menor
escala a todas las áreas y difícilmente progresará en alguna por su falta de
empuje, sobre todo cuando más se necesita. Las oportunidades no se pre-
sentan frecuentemente y, no siendo competitivos, las pierden cuando otras
personas las saben aprovechar y las toman al vuelo.
Origen
Como todas las tendencias neuróticas, esta también se origina en la in-
fancia. Muy probablemente durante la niñez, alguno de sus padres o pa-
rientes lo sobreprotegía y le resolvía todos sus problemas, sin permitirle
que hiciera el más mínimo esfuerzo.
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Búsqueda de la transformación
El sujeto que padece esta tendencia a la larga se da cuenta de que si se
esfuerza más y se vuelve más activo podría tener más éxito en su vida y,
por lo tanto, llega a la conclusión de que debe modificar sus actitudes y
acciones. Pero debe poner un gran esfuerzo en ello ya que todo el tiem-
po el ego le dirá falsamente que siga como lo ha hecho siempre, que
tratar de cambiar le costará un gran esfuerzo y no llegará a nada y que
no pida ayuda a nadie y mucho menos al Sí Mismo, ya que el ego sabe
que este finalmente lo derrotaría.
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Capítulo 4
El miedo y la ira
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cia porque hay mucho miedo. La causa principal de este temor es el deseo
insaciable en el hombre, que procede del egoísmo.
Por egoísmo tenemos miedo a ser menospreciados, a no alcanzar las metas
de la imagen idealizada, la mayoría inalcanzables, que nos fijamos en la ju-
ventud y que luego permanecen como tendencias más o menos neuróticas.
Existe también el miedo que genera nuestro afán de poder o dinero, o los
que generan el narcisismo, la necesidad de afecto, el rencor o el odio.
Lo opuesto del odio es el amor. El amor y el odio son emociones con fre-
cuencia muy próximas. Hay cosas que amamos y que mañana odiamos, pe-
ro cuando tenemos miedo no amamos.
El ego usa el miedo para mantener el amor genuino fuera de su vida. Cuan-
do se alcanza el verdadero Yo Espiritual, la persona siente una gran nece-
sidad de amor, de paz y de tranquilidad, pero su ego no descansará, en su
afán de demostrarle que el amor no es la respuesta. El ego siempre trata
de llevar el control de los opuestos: gusto o disgusto, amor u odio. Al luchar
contra estos opuestos el hombre siempre se engaña.
Cuando nos aferramos al miedo, evitamos hacer frente a muchos retos so-
bre los cuales estamos inseguros o tememos el fracaso.
Hay que hacer conscientes los enfrentamientos que el ego trata de evitar,
para que de esta forma aparezcan los conflictos. Pero con frecuencia la per-
sona tiene miedo de enfrentarlos y esto lo llena de frustraciones y hostilida-
des, aislándolo, angustiándolo y dejando que el ser espiritual se oscurezca.
Tal es la resistencia que ofrece el ego al Yo Espiritual, ya que sabe que este
todo lo puede, hasta finalmente derrotarlo.
Dominando el miedo
Si logramos revivir el ser espiritual, el alma, este empezará a controlar el
ego y sus caprichos. El ser espiritual es un espíritu de puro amor y por ello
siempre está dispuesto a ayudarnos si se lo pedimos. Este ser espiritual tra-
ta de buscar la armonía y la quietud donde hay agitación e intranquilidad,
de ver siempre el lado bueno de las otras personas. En cambio el ego está
siempre juzgando a través de sus prejuicios, buscando los beneficios al ven-
cer el miedo.
Como hemos visto, el ego es el responsable de todas nuestras preocupacio-
nes, por lo tanto no nos queda otra solución para librarnos de los proble-
mas que recurrir al Yo Espiritual para lograr la paz.
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La ira
La ira es un sentimiento desagradable, es como una llama ardiente que
abrasa nuestro autocontrol y que provoca que hagamos y digamos cosas
de las cuales luego nos arrepentimos. Quien está tomado por la ira está
viviendo un auténtico infierno.
Desde la época de las cavernas, la naturaleza nos dotó de un reflejo condi-
cionado de “lucha o fuga”, que tienen también la mayoría de los animales,
que les sirve para la defensa de los otros depredadores.
Con la llegada de la inteligencia, nuestro ego utiliza cada vez más la ira
contra alguien que se atreva a tocar nuestra autoestima hipertrofiada, aun
por motivos de poca importancia.
La ira y el odio son los materiales de los cuales está hecho el infierno men-
cionado anteriormente. En cambio, una mente sin ira es totalmente fresca,
sana y despejada. La ausencia de la ira es el motivo de la auténtica felici-
dad, es el fundamento del amor y la generosidad.
Cuando la ira está bajo el control de la conciencia, pierde inmediatamente
el carácter destructivo y no puede manipular la mente por mucho tiempo.
Es por esto que cuando sintamos que la ira nos invade debemos detenernos
y aspirar profundamente, de manera que los pulmones se llenen de oxíge-
no y este inunde el cerebro y otros tejidos. Esto permitirá que la conciencia
identifique el problema y nos calme.
La conciencia y la ira
La conciencia no es un juez. Debemos esforzarnos para que ella nos con-
trole como un sabio e imparcial maestro que nos diga: “Esto se puede so-
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La indignación justificada
Este es un disgusto impersonal, no egoísta hacia actos indignos, como pue-
de ser una matanza de niños. Este sentimiento justificado no está seguido
de remordimientos ni de arrepentimientos, y fomenta un impulso de ac-
tuar en contra de estas injusticias.
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Capítulo 5
El sufrimiento
Hay dos tipos de dolores. El primero se refiere a esos que son inherentes
al proceso de la vida, como el nacimiento, una enfermedad leve, la vejez y
otros incidentes ocasionados por la mente.
El segundo alude a los dolores producidos por una herida o lesión, una
enfermedad grave o mortal, como puede ser el cáncer. En estos casos, solo
nos queda tratar de buscar la mejor evolución y no añadir más sufrimiento
al sufrimiento.
En esta parte hablaremos de cómo podemos aprender del dolor ocasiona-
do por nuestra mente, que a veces nos tortura, y de cómo reducirlo a un
mínimo.
En una ocasión, hallándose Buda cerca de Benares, en el Parque de los Cier-
vos, habló a sus oyentes y les expuso lo que luego fue conocido como “Las
Cuatro Nobles Verdades”, que es el equivalente al sermón de la montaña
entre los cristianos.
En estas verdades, que están hechas de palabras negativas, aparece
de pronto una luz en la oscuridad de lo negativo. En ese momento, lo
que tenía Buda en su corazón era mostrar al hombre el camino para
liberarse del dolor a través de la iluminación ya que allí subyace una
esperanza.
Cuando Buda se iluminó comprendió la realidad del sufrimiento. Este se ori-
gina en nuestra mente, que es incapaz de enfrentar los hábitos enraizados
en el egoísmo, por lo que sufre de angustia y ansiedades.
Buda propuso entonces un camino para liberar la mente a través de su doc-
trina: “El Darma”, para que cada uno se convierta en su propio maestro,
transformando así su mente para superar los malentendidos, las contradic-
ciones y los viejos hábitos.
Solo una mente clara, limpia e imperturbable puede captar la verdad es-
condida entre las apariencias.
Si bien estas verdades son aceptadas por todas las religiones importan-
tes, aquí nos referiremos solo al punto de vista expresado por Buda.
Entonces, ellas son:
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Todo es dolor
El vivir siempre acompañados de todas las pasiones y apegos es la primera
noble verdad del sufrimiento. Existir significa que siempre vamos a encon-
trar sufrimiento por el aferramiento a los placeres de la existencia.
La causa de sufrimiento
En esta segunda verdad, Buda indicó cuál era el origen del sufrimiento: la
avidez, la codicia, una voracidad implacable y egocéntrica que somete al ser
humano y lo convierte en algunos casos en un verdadero animal agresivo y
peligroso, o lo hace avaro, corrupto y desleal, siendo esta sed descontrola-
da la causa de su dolor.
El ser humano, como muchos animales, es con frecuencia compulsivo
y confrontador. Tiene tan desarrollado su sentido de la posesión y sus
actitudes son tan egocéntricas que trata siempre de incrementar, co-
leccionar y retener. No sabe transferir ni sabe desapegarse. A mayor
codicia, mayor dolor; a mayor aferramiento, mayor miedo a perder y,
por lo tanto, hay más incertidumbre, más dependencia mórbida y más
sufrimiento.
El hombre no ha cambiado básicamente en los últimos centenares de miles
de años. En el fondo, muchos de los instintos animales que tenía el hombre
predador de las cavernas subsisten en su mente. Al igual que un cirujano
que abre, limpia y desinfecta una herida para que salga todo el pus, hay
que desenmascarar todos los autoengaños y mentiras del ser humano e in-
vitarlo a trabajar sin tregua y a meditar sobre la infección del alma.
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El cambio
Es la esencia de la vida. La transitoriedad es la ley de la vida. Tarde o tem-
prano, tenemos que separarnos de aquello a lo cual nos aferramos y esta
separación es dolorosa, ya que nos aferramos a las cosas y tememos al cam-
bio, pues nos produce sufrimiento.
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Capítulo 6
El amor
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Capítulo 7
La falta de comprensión
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Capítulo 8
Antes de la meditación: tranquilidad
Debemos tener fe
A pesar de los muchos fracasos que algunos han podido tener en la bús-
queda del Sí Mismo, nosotros intentaremos seguir las enseñanzas de los
grandes maestros tibetanos que lo han logrado, pero solo debido a la ayu-
da de un maestro experto.
Se deben seguir cuidadosamente los puntos que se indican más adelante.
Además, ellos insisten en que todo depende del gran fervor que pongamos
en esta tarea.
La devoción brota de la sabiduría de las enseñanzas. Ellas indican que esta
búsqueda hay que emprenderla hasta encontrar el logro deseado. Es un
largo viaje lleno de imprevistos, por lo cual se debe aportar toda la fe, de-
voción, estudios y motivaciones que faciliten llegar a esa tierra prometida.
Como sucede después de un largo viaje por barco, cuando la presencia de
pájaros volando nos anuncia la cercanía de la tierra, de la misma manera en
nuestra búsqueda aparecerán las primeras vislumbres de nuestro Sí Mismo.
Así como la cercanía de la tierra motiva a la tripulación de un barco a multi-
plicar sus esfuerzos para llegar a ella; también nosotros veremos reforzada
nuestra lucha, fe, y esperanza en lograr nuestro objetivo.
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Conócete ti mismo
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Recordemos la televisión
Podemos pasar muchas horas del día viendo la televisión. Si estamos pre-
ocupados debemos ver preferentemente los programas que nos entretie-
nen y tranquilizan, como las comedias, los musicales o los culturales.
Evitemos los programas de mucha violencia o terror, que nos pueden an-
gustiar aún más.
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Capítulo 9
La meditación
Debemos meditar
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Capítulo 10
¿Sobre qué meditar para conocernos a nosotros mismos?
¿Quién piensa? ¿Quién siente? ¿Quién actúa? ¿Por qué? ¿Quién pelea, sufre
y se deprime? Para averiguarlo es indispensable autoanalizarse, meditar
profundamente el porqué de estas preguntas sin respuestas.
El Sí Mismo, el Ser, el Yo Verdadero, el Yo Espiritual, es el Yo Original, aun-
que parcialmente empezó a contaminarse en el momento del nacimiento. Es
el Yo fetal que gozaba en la beatitud del vientre materno, el Yo de la prime-
ra infancia, que si bien es cierto que era egoísta, por ser este un instinto de
supervivencia de la especie, todavía existía en él la espontaneidad, la since-
ridad, el asombro por las pequeñas cosas, la ingenuidad, la inocencia, la ale-
gría y la benevolencia. En él no existían la envidia, los celos y la agresión que
conducen a la maldad y los continuos sufrimientos. ¿Cómo encontrarlo?
Estamos enajenados, no sabemos quiénes somos, ni sabemos con cuál as-
pecto de nuestra vida debemos identificarnos. Son tantos los llamados que
recibimos en nuestra mente y que luchan entre ellos por controlarnos, que
muchas veces no sabemos lo que queremos y terminamos haciendo lo que
dice el ego, que es el que en realidad manda.
Vivimos de espaldas a nuestro Sí Mismo. Solo nos acercamos a él en algunas
ocasiones, como cuando apreciamos el arte, cuando estamos enamorados
o en épocas de calamidad general. En esos momentos brota lo mejor de
nosotros.
A través de la meditación, despertaremos en nosotros la naturalidad de la
mente, para llegar a entender lo que en realidad somos, para reconocer a
nuestro Sí Mismo, nuestro Yo Verdadero, el espiritual, que está reprimido
en el inconsciente. En la tranquilidad de la meditación podremos encontrar
la profunda esencia de este ser que creíamos perdido, porque fue arrinco-
nado por el ego, para complacer sus complejos y glorificar su auto-impor-
tancia ficticia.
Los grandes maestros orientales sugieren la búsqueda del Sí Mismo a través
del método de meditación llamado “de la percepción”.
El ser humano debe ver la realidad y no las fantasías del ego, que hacen
que la mente esté atormentada continuamente con pensamientos en-
gañosos, falsos y fantasiosos. De esta forma es prácticamente imposible
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Conócete ti mismo
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Capítulo 11
Conócete a ti mismo
En el siglo XI, el maestro Eckard decía: “El hombre debe establecer puen-
tes que cubran las honduras de su corazón, de treinta a cuarenta pieles
obstruyen el camino a su alma y así espera paciente y casi inútilmente
que lo rescaten”.
La conciencia
Es la voz del ser espiritual, es parte de alma, del Sí Mismo que está en nues-
tro interior y que protesta siempre que realizamos algo que no es correcto
y que dice “sí” o “no”, dependiendo de lo ético y moral. Es una balanza
sensible que sopesa las acciones propias. El sentido del deber y los remordi-
mientos son parte de la conciencia.
La conciencia está formada por la imparcialidad y la justicia y determina la
bondad o maldad de cada acción.
Lamentablemente, la conciencia de cada persona varía de acuerdo con
sus propios valores. A veces se nubla por causa de las debilidades huma-
nas y porque muchas veces estamos inmersos en un cúmulo de conflictos
emocionales y puede permitir algo incorrecto. Es por ello que no debe-
mos confiar ciegamente en ella.
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Conócete ti mismo
La necesidad de un diario
La forma de poder reconocer las influencias del falso yo es observándonos,
escudriñándonos, apuntando en un diario cada una de las imprudencias
que nos llegaron a provocar problemas o crearon malentendidos. Poco a
poco mejoraremos nuestra personalidad y nos hará más felices tanto a no-
sotros como a los seres que nos rodean.
De esta forma lograremos evitar hacer lo que nos dicta el ego, que es solo
lo que nos conviene, olvidando que los demás tienen también el derecho
a no ser perjudicados y manipulados, aun involuntariamente, con nuestras
envidias, celos y agresiones.
Liberarse de su mente
Es la naturaleza de la mente visualizar los hechos de la vida como proble-
mas. Si estos no están de acuerdo con nuestra visión de lo que nos convie-
ne, nuestra mente ve como grandes los pequeños dolores y exagera las
pequeñas dificultades que se transformarán así en graves problemas. Con
frecuencia estamos agobiados por una mente torturada en la desdicha y no
nos damos cuenta de que estamos equivocados porque estamos acostum-
brados a esta manera de pensar.
Muchas veces pensamos erróneamente que todos nuestros problemas se
deben a circunstancias negativas e inevitables o que se producen por causa
de otras personas que consideramos como enemigos.
Vislumbres de la iluminación
Este proceso, al que llamaremos “Vislumbres de iluminación”, nos dejará
sacudidos y conmovidos en lo más profundo de nuestros corazones. Por fin
tendremos la certeza de que todos esos aspectos que tanto hemos oído
mencionar, como “la sabiduría” y “una gran personalidad”, que nos parecían
imposibles de lograr, ahora sí pueden ser adquiridos. Sentiremos la embria-
guez del Sí Mismo y un estado de plena quietud, equilibrio y ecuanimidad.
Imaginemos la felicidad que podremos traer a los que nos rodean si con-
seguimos retomar los valores de la infancia: la espontaneidad, la alegría,
la sonrisa espontánea, los ideales de la juventud, lo más precioso para la
mayoría de las personas.
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Reencuentro de valores
Todas estas promesas nos alentarán para continuar por este camino. El
reencuentro con estos valores será como volver a casa, como el hijo pródigo
que por su nostalgia regresó al viejo hogar. Ellas nos devolverán esas rique-
zas inexploradas que nos permitirán seguir luchando en esta interminable
búsqueda de la verdad.
La auto-indagación
El hombre tiene una indudable inclinación a la unión con las demás per-
sonas, pero también es cierto que además tiene la necesidad de apartarse
para escudriñar en su propio interior.
Por lo tanto, es sumamente importante la auto-indagación, siendo ca-
da uno de nosotros el investigador de nuestra propia vida interior. Así
lograremos encontrar el camino que nos conducirá al Verdadero Yo,
al Sí Mismo. Conoceremos nuestro Sí Mismo, el que también Sócrates
buscaba y que aparece esculpido en la fachada del templo de Delfos en
Grecia.
Este estudio incluirá sobre todo los aspectos negativos: la ambición exage-
rada, el afán desaforado de poder o de dinero, así como el egoísmo y su
sed incontrolable de placeres y falsas ilusiones. Como ya lo hemos mencio-
nado, hay que distinguir el falso Yo, el ego, ese Yo que es el producto del
ambiente, la cultura y las circunstancias: el falso. El otro Yo que está más
allá del falso es el Yo Verdadero, el real, que puede ser valiosísimo si se lo
descubre y utiliza.
La investigación del mundo interior junto con la meditación posibilita
el reencuentro del hombre con su mundo interior. Allí encontrará a un
sabio maestro: el Sí Mismo, el Yo Espiritual, la conciencia, con una bri-
llante lámpara que lo iluminará y guiará. Una vez que la tensión corpo-
ral ceda, la mente podrá canalizarse hacia otros fines: será una mente
más equilibrada y justa para nuestro beneficio y el de nuestros seres
queridos.
La indagación interior estimula y alerta a la mente, porque se ahorra la
energía que antes se desperdiciaba en pensamientos ilógicos, y nos con-
duce a la serenidad. El simple hecho de silenciar las susceptibilidades, los
resentimientos y las frustraciones absurdas nos ayuda a transformar esa
angustia y agitación en tranquilidad.
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La eliminación de conflictos
Insistimos en que es necesario eliminar todos los conflictos posibles, las
deficiencias del carácter y de la conducta, junto con las fuerzas nega-
tivas. Se las debe sustituir por las constructivas; solo así podremos des-
pertar al hombre real, que siempre es mucho mejor de lo que creemos
que es.
Debemos advertir que este camino es largo y difícil. Muy pocas personas
logran el total control del ego, ya que este siempre estará batallando y
produciéndonos falsas ilusiones. Otra dificultad que encontraremos en el
camino son los hábitos que se han arraigado en lo profundo de nuestras
mentes y que tratan, como los rieles de un ferrocarril, conducirnos a un
destino prefijado desde hace mucho tiempo.
Pero definitivamente, si nos lo proponemos y si perseveramos, sí podremos
mejorar, sí podremos ser más felices y sí mejoraremos nuestras relaciones
con los seres queridos.
Después del primer encuentro con el Sí Mismo, aparecerá el primer vislum-
bre de que sí es posible alcanzar con el tiempo una serenidad absoluta y
una comprensión grande.
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Capítulo 12
El camino espiritual
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Este Ser, que desde hace milenios el ser humano trata de alcanzar, es la
verdad y la justicia. Es el que nos permitir descubrir la madurez emocional,
la imparcialidad y la felicidad.
Este camino se abre con gran amplitud de orientación. Es necesario que el
ser humano se abra con un viraje de 180 grados, solo así podrá obtener una
fundamental nueva orientación. Partiendo de allí, paso a paso se puede ir
transformando en un Ser más amplio, más profundo y más justo.
Cuando se desaloja esa mente preconceptual y cohibida, se comienza a
experimentar la gratificante sensación de seguridad que liberan nuestras
energías para que puedan luchar contra los ataques del ego.
Este es el camino de la paz, de la concordia. Tenemos que evitar las polémi-
cas inútiles con nuestros pensamientos porque ellos representan al falso yo,
es decir, a nuestra personalidad que mostramos a los demás.
Debemos alcanzar a ver la verdad, que impide apreciar y aprender a ver las
cosas como deben verse y no como son en realidad. Porque lo vemos mal.
Necesitamos aceptar nuestras limitaciones y conocer las verdaderas capaci-
dades que tenemos.
Todo lo anterior nos conducirá al camino espiritual.
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Capítulo 13
Cómo tener acceso al Sí Mismo
Para tener acceso al Sí Mismo debemos lograr una nueva visión interior.
Solo podremos conseguirla a través del camino espiritual, ya que es el único
que puede permitirnos luchar contra los códigos de la especie, los hábitos y
las costumbres. Estas modificaciones no podrán efectuarse si no interviene
el inconsciente espiritual y, por lo tanto, el Yo Espiritual.
En primer lugar, hay que hacer un cambio radical: debemos tener una nue-
va visión.
Se nos ha enseñado a pasar la vida persiguiendo nuestros pensamientos
contaminados por los hábitos, costumbres y perjuicios y, según ellos, pro-
yectamos nuestra imagen al exterior. De manera que tanto nosotros como
las personas que nos observan ven solo eso: una proyección falsa de noso-
tros mismos.
Estamos habituados a mirar hacia fuera, de manera que hemos perdido
casi por completo el acceso a nuestro ser interior. Contemplar la naturaleza
desde el interior de nuestras mentes es algo que evitamos, porque desco-
nocemos cómo somos en realidad y tememos poner en evidencia nuestros
errores y conflictos.
Contemplar la verdadera naturaleza de nuestras mentes: el Sí Mismo. Este
es un trabajo largo y duro, pero cuando logremos vislumbrar nuestros ras-
gos positivos se recompensarán cien veces nuestros sacrificios. Pensemos
solamente cuán maravilloso sería poder controlar la ira, el dejar de pensar
solo en lo que nos conviene causando muchas veces daño a las demás per-
sonas, especialmente a nuestros seres queridos.
Enfrentando al ego
Es imposible enfrentar al ego directamente, porque es extremadamente
poderoso, nos acompaña desde la infancia y seguirá haciéndolo hasta el fin
de nuestros días. Es un compañero inseparable que ha aprendido a com-
portarse como un reflejo condicionado, involuntario e incontrolable. A él
debemos pagarle el precio de la cultura con sus reglas, patrones, tradiciones
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Conócete ti mismo
Controlar el egoísmo
Tenemos que controlar al egoísmo, ya que es el responsable de todos nues-
tros defectos. Al disminuir las influencias del ego, poco a poco comenzarán
a surgir los cambios en nuestro interior y en las relaciones con las demás
personas. Así lograremos que se reviva el Yo Verdadero, el Espiritual, que
estaba arrinconado desde la niñez.
Lentamente empezarán a surgir nuevas cualidades, que en realidad esta-
ban ocultas, se fortificarán y surgirá un nuevo sentido de los valores que
hará que el mundo se vea con nuevos ojos. El egoísmo, los resentimientos y
las hostilidades comenzarán a decrecer y, si perseveramos, iniciaremos una
vida con menos temores y angustias.
La vía media
En algunos de sus escritos, Buda sugería tomar “la vía media”, lo que signi-
fica que cuando enfrentemos situaciones conflictivas no seamos agresivos y
radicales. Más bien debemos presentar una actitud conciliadora, no egoís-
ta, ecuánime y tranquila, que no se enfrente ciegamente a las costumbres y
pautas del ambiente, aunque debemos hacerlo con firmeza y aclarando las
partes positivas de nuestro punto de vista.
Si logramos este objetivo, iremos modificando nuestro carácter y nuestra
manera de actuar. Nuestra personalidad será más exitosa en las relaciones
humanas, más equilibrada, humana y compasiva.
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Actitudes conciliadoras
Cuando la mente piense en comportarse con benevolencia, en lugar de
pensar en el qué dirán, empezarán a aparecer actitudes amorosas y conci-
liadoras que ayudarán a mejorar nuestra personalidad y comenzaremos a
experimentar una gratificante sensación de seguridad, una certidumbre de
que sí existe un centro de infinita sabiduría al que podemos recurrir: la paz
del Yo Espiritual, o sea, del Sí Mismo.
Preguntas y respuestas
Pregunta: ¿Puede una persona con poco entrenamiento y poco fervor ob-
tener una repuesta del Sí Mismo?
Respuesta: De ninguna manera. Lo más probable es que se confundan las
voces del ego con las del Sí Mismo, predominando las del ego.
Pregunta: ¿Puede una persona egoísta, o con afán extralimitado por el di-
nero o el poder, o afectado por narcisismo, o agresividad, o resentimiento,
o susceptibilidad, escuchar al Sí Mismo?
Respuesta: La respuesta es de nuevo: ¡No!
Repetimos, la única forma en que predomina el Sí Mismo es cuando hay
una transformación hacia lo positivo y rechazo a lo negativo. Todo lo que
sea quietud, paz, equilibrio, justicia, son con seguridad las voces del Sí Mis-
mo que se expresa.
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Capítulo 14
La lucha
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Nuestra verdadera lucha esta allí. Nuestra ignorancia nos impide conocer
nuestra propia espiritualidad y confundimos nuestro Yo Espiritual con el
ego. Es importante que sepamos luchar contra nuestros propios sentidos y
nuestro razonamiento habitual, pero es algo que lograremos solo a través
de muchos esfuerzos y una gran tenacidad.
Luego, posiblemente vendrá esa intuición repentina, similar a la que Eins-
tein, Newton y Edison afirmaron haber tenido cuando lograron sus descu-
brimientos.
Para obtener el conocimiento superior del Sí Mismo, es necesario despren-
derse de gran parte del egoísmo y la vanidad, tener una mente amplia y
profunda, además de poner un gran esfuerzo. Solo entonces desaparecerá
la ceguera mental y surgirá el Sí Mismo.
La mente humana es como un caótico campo de batalla: no hay ni vencedo-
res ni vencidos, solo combatientes que algún día se integrarán en una unión
indisoluble. Así el reino del ego será reemplazado por el del Sí Mismo.
El maestro interior
No importa cuántos problemas tengamos, siempre tendremos que obser-
varlos a través de “nuestro sabio maestro”, el Sí Mismo, nuestra conciencia.
Ella analizará cuidadosamente los hechos y nos dirá cuáles son los proble-
mas reales y cuáles debemos resolver de inmediato.
También la conciencia nos dirá cuáles problemas no pueden resolverse. En
este caso, debemos aceptarlos de la mejor manera posible, tratando de no
añadirnos un nuevo sufrimiento que nos atormentará. Si es este el caso, po-
dría ayudar compartir este sufrimiento con otras personas que estén en las
mismas circunstancias: el identificarse mutuamente facilitará el compartir
las desgracias.
Este proceso de involucrar a la conciencia para definir los verdaderos problemas
quizá parezca fácil, casi como un juego, pero en realidad hay que poner en él
mucha tenacidad, fervor y paciencia. Hay que intentarlo hasta que funcione.
La transformación de la mente
Al principio, la transformación de las personas hacia una nueva y amplia
visión se dará poco a poco.
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Capítulo 15
La conquista del Sí Mismo
Cualidades a recuperar
Entre estas cualidades que son características en la mayoría de los ni-
ños están, como lo mencionamos antes, la espontaneidad, la alegría,
la sonrisa, la sinceridad, la falta de hipocresía, el asombro por las pe-
queñas cosas. Además, en la infancia existe aceptación por lo que nos
sucede, comprensión, benevolencia y la primera virtud: la objetividad
y la realidad.
Lo que antes apreciábamos, como el canto de los pájaros, los bellos paisajes
o las mascotas de todo tipo, dejó de interesarnos porque el ego en forma
nos indujo a buscar otro tipo de objetivos, pero hay que recuperarlo. Con
la ayuda de la conciencia y del Sí Mismo.
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Capítulo 16
El Sí Mismo y la personalidad
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tro Sí Mismo, para que una luz nos ilumine y nos haga ver la realidad con
mucho fervor: así podremos lograrlo. Debemos tener comprensión.
Es indispensable que nos expresemos con mucha claridad, evitando malen-
tendidos que, en caso de que aparezcan, hay que disipar inmediatamente.
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Capítulo 17
Cómo conducir la vida a través del Sí Mismo
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Conclusión
He tratado, con mis limitaciones, de desarrollar un largo recorrido utilizan-
do las mejores fuentes para poder encontrar el camino hacia el Sí Mismo o
al conocimiento del Sí Mismo, meta fundamental del hombre desde hace
miles de años, desde la aparición del hinduismo y del budismo.
Desearía que lo expuesto en este estudio no fuera solo el fin, sino el princi-
pio para ser uno mismo. El principio para ver la realidad que siempre vemos
distorsionada y que debemos escudriñar con una mente muy amplia.
En primer lugar, debemos controlar ese ego absurdo, siempre ofuscado,
que nos hace desconocer lo que realmente sucede, confundiéndonos con
ilusiones, fantasías y engaños.
No debemos identificarnos con los pensamientos que nos impone el ego,
sino estar conscientes de los hábitos que nos limitan. Somos egocéntricos,
vanidosos y nos atribuimos cualidades que no poseemos.
Debemos tener la mente abierta a la reintegración de las cualidades de la
infancia, esa alegría, espontaneidad y benevolencia que perdimos cuando
llegamos a la adultez. Eliminar o disminuir las influencias del ego que nos
hacen inclementes para con los demás y complacientes con nosotros mis-
mos.
Debemos transformar la mente recuperando los valores positivos de la in-
fancia, así como lo positivo del adulto irritable y egoísta.
Lograr estas cualidades se consigue cuando uno llega a entenderse con los
demás, con simpatía, con benevolencia. La tabla de valores no debe ser la
del dinero o la del poder, elementos que nos ciegan y confunden nuestro
crecimiento emocional.
Todos los puntos que acá se indican llevan a una personalidad madura, a una
posible “gran personalidad”. Si llegamos a conquistar aunque sea una parte
de ella, conseguiremos el bienestar y la paz mental que tanto deseamos.
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Bibliografía
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El motivo de la mención de mis libros aquí, se debe solamente a que los temas
de mis estudios son todos similares. Era, por lo tanto, indispensable revisar lo
estudiado anteriormente, resumirlo y actualizarlo sin muchos detalles.
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Acerca del autor
S. Enrique Cupello
E-mail: senriquecupello@hotmail.com