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Conócete a ti mismo

S. Enrique Cupello

Colección
Psicología,Psiquiatría y Psicoanálisis

www.librosenred.com
Dirección General: Marcelo Perazolo
Dirección de Contenidos: Ivana Basset
Diseño de cubierta: Daniela Ferrán
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Índice

Agradecimiento 7

Glosario 8

Introducción 11

Capítulo 1 - El Sí Mismo 13

Capítulo 2 - La influencia del ego y la imagen idealizada 16

Capítulo 3 - Tendencias neuróticas 19

Capítulo 4 - El miedo y la ira 31

Capítulo 5 - El sufrimiento 36

Capítulo 6 - El amor 40

Capítulo 7 - La falta de comprensión 42

Capítulo 8 - Antes de la meditación: tranquilidad 44

Capítulo 9 - La meditación 47

Capítulo 10 - ¿Sobre qué meditar para conocernos


a nosotros mismos? 49

Capítulo 11 - Conócete a ti mismo 52

Capítulo 12 - El camino espiritual 57

Capítulo 13 - Cómo tener acceso al Sí Mismo 60


Capítulo 14 - La lucha 63

Capítulo 15 - La conquista del Sí Mismo 66

Capítulo 16 - El Sí Mismo y la personalidad 69

Capítulo 17 - Cómo conducir la vida a través del Sí Mismo 71

Bibliografía 75

Acerca del autor 77

Editorial LibrosEnRed 78
Para los que desean alcanzar la paz interior,
en beneficio de su bienestar emocional.
Agradecimiento

Doy las más expresivas gracias a mi hijo, Francisco Cupello Osorio, que se
ocupó esmeradamente de la transcripción y revisión de este estudio.

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Glosario

Acto fallido: Según Freud, aquel que irrumpe o interfiere en una situación
cualquiera, aparentemente sin relación con esta, ya que tiene una significa-
ción inconsistente con la misma.

Alma: Es el ser puro que se halla en lo más profundo de nosotros mismos.


Tenemos que encontrarlo junto con el adulto irritable, egoísta y agresivo.

Causa y efecto: Principio o ley fundamental de todo lo que sucede en


el mundo físico y material, de igual modo en la esfera espiritual y mo-
ral. Cada causa produce necesaria y exactamente su correspondiente
efecto.

Conciencia: Código moral severo que constituye un aspecto prohibitivo de


las gratificaciones instintivas.

Conflicto: Emoción dolorosa debida al choque de impulsos opuestos.

Culpa, culpabilidad: Sentimiento penoso o de temor que surge en un indi-


viduo como consecuencia de pensar o hacer actos prohibidos.

Cuatro nobles verdades: Palabras que expuso Buda en el sermón de Be-


nares: 1. El sufrimiento, 2. La aceptación del sufrimiento, 3. La cesación del
sufrimiento, y 4. El camino para lograrlo.

Deseo: Ansia incontrolable de disfrutar de la vida o de poseer cosas.

Dualismo: Es razonar sin el dominio de los opuestos, amor/odio, bueno/


malo, cuando en realidad todo es circunstancial.

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El ego: Es el falso yo, es ficticio, aparente e ilusorio. Corresponde al “Yo


instinto” occidental. Hay que diferenciarlo del Yo verdadero, el original
según Buda.

Egoísmo: Causa de todos los males del ser humano.

El inconsciente: Es el dinamismo psíquico a cuyo conocimiento no tiene


acceso el yo consciente. Según Freud, el inconsciente se reduce originaria-
mente a los instintos de las especies.

El inconsciente espiritual: Corresponde al inconsciente colectivo de Jung


o, según Jasper y otros autores, al inconsciente espiritual individual, y se
refiere al camino de Dios y a todo lo espiritual.

El Sí Mismo: Es la integración de las partes positivas de la infancia integrán-


dolas con las también positivas del adulto.

Instinto: Fuerza que para Freud explica el funcionamiento del psiquismo. Es


de carácter innato y determina la conducta. Puede ser: de vida (Eros) o de
muerte (Tánatos).

Introyección: Incorporación, como propios, de elementos del medio o de la


personalidad ajena, de modo de responder a los estímulos como si fueran
internos.

Mundo interno: Resultante de las fantasías inconscientes. Los objetos de


este mundo se hallan en interrelación dinámica entre sí y con el Yo.

Partes perdidas de la infancia: Son la espontaneidad, la alegría, la sonrisa,


la sinceridad, la falta de hipocresía, la aceptación de lo que nos sucede, el
asombro por las pequeñas cosas y la benevolencia.

Percepción: Aceptación o acto de darse cuenta de la verdad de una


afirmación.

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Personalidad: Sistema estructural de los aspectos individuales, de tipo afec-


tivo, volitivo y orgánico que diferencia a un sujeto de los demás.

Proyección: Tendencia a la adscripción al mundo externo de aspectos de la


personalidad a los que se reconocen como propios y que entonces se viven-
cian como un atributo externo.

Realidad: Todas las cosas que nos rodean no son sino proyecciones de nues-
tros pensamientos. Acostumbramos ver la realidad de acuerdo con nuestra
imaginación y según cada circunstancia.

Represión: Proceso mental mediante el cual se destierran a los inconscien-


tes ciertas persecuciones e ideas que hieren la consciencia sin poder quietar
por ellos su fuerza dinámica.

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Introducción

Para podernos entender a nosotros mismos es indispensable reconocer


que, además de nuestro cuerpo físico, debe existir algo más que des-
conocemos y que todo lo dirige: un ser superior, el alma, un espíritu o
como lo queramos llamar.
De otra manera, cómo se podría explicar, por ejemplo, que un esperma-
tozoide fecunde un óvulo y se produzca un ser humano con todos sus in-
mensamente complejos tejidos y órganos, compuestos de miles de millones
de células y que cada una de esas células tenga una copia de un código
genético que solo una computadora muy avanzada podría llegar a descifrar
completamente luego de varios miles de años.
La inmensa mayoría de los grandes científicos acepta que algo espiritual
existe, es lo único que explicaría lo que hasta ahora es insondable, que
forma parte de nuestra verdadera naturaleza: el Yo Original, el real, el Sí
Mismo. Algo que todo lo dirige en perfecta armonía, equilibrio, justicia y
ecuanimidad, de la misma manera en que funciona el universo.
Este Yo, el genuino desde el momento del nacimiento, sufre poco a poco una
deformación por causa de la cultura y la educación, a través de reglas inflexi-
bles que le permitieron al hombre evolucionar a lo largo de su historia.
Así se fue formando el ego, que tuvo su momento positivo cuando ayudó
al ser humano a sobrevivir en el difícil medio ambiente que existía en los
inicios de la civilización, pero que hoy en día es el causante de la mayoría
de los males que lo afectan. El ego es el responsable de la pérdida de
la mayoría de las cualidades que el hombre posee en el momento de su
nacimiento, como el entusiasmo por aprender cosas nuevas, la alegría
y la benevolencia, sustituyéndolas por las características negativas que
tienen los adultos.
La única forma de recuperar esas cualidades perdidas es a través de un auto
análisis profundo que permita la reintegración total de la personalidad real
del individuo. Esto resultaría menos difícil que imponer a la mente manda-
tos que nunca existieron en ella.
En referencia al título de este estudio deseo ver las cosas de una manera
muy clara y profunda y no de forma vaga, como lo hacen la mayoría de las

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religiones o escuelas psicológicas frente a algo insondable como el alma, la


naturaleza búdica o similares.
Prefiero una forma que indique claramente que hay que transformar la
mente en 180 grados por causa y efecto: cómo, por qué y con quién luchar
para alcanzar la meta.
Por lo tanto, defino el Sí Mismo como el yo original de la infancia, que
hay que recuperar para controlarlo en lo posible de las influencias del
ego, el verdadero causante directo o indirecto de todos los males del ser
humano, sin discutir lo no importante o con divergencias que aceptamos
con flexibilidad.

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Capítulo 1
El Sí Mismo

Según el psicoanálisis, el “Yo” es aquella parte del aparato psíquico con


la cual el individuo toma contacto con el mundo exterior. La parte visible
de la persona, este Yo, sufre una deformación por las fuerzas instintivas
y sociales, pues representa una falsificación del Sí Mismo y por lo tanto
del Yo Espiritual, indistintamente del nombre que le de cada escuela de
psicología.
“Conócete a ti mismo” es el lema de la filosofía griega. “Sé tú mismo”
es la meta de la formación espiritual del hombre del humanismo. Buda
decía: “Está bien que nos amemos a nosotros mismos, sin embargo hay
que diferenciar al falso yo, o sea, al ilusorio, del verdadero Yo”. Estamos
continuamente ofuscados y muchas veces no tenemos la capacidad de
diferenciarlo.
El Yo ficticio, el egoísta, es el responsable de todos nuestros conflictos in-
teriores. Es el causante del egoísmo, de la agresión, del desproporcionado
orgullo, de la envidia, de los celos y de todos los desacuerdos humanos. El
egoísmo, según Buda, es el que no nos deja ver la realidad de la vida. A su
vez, produce sufrimiento por la codicia de este Yo tentador que nos ofrece
cielos efímeros que solo nos traen infelicidad.
Cuando nos invade la angustia, casi siempre se producen actitudes egocén-
tricas que nos hacen ver la realidad únicamente bajo el dominio del poder
absoluto del egoísmo. Los pensamientos se vuelven aflictivos, problemáti-
cos y generan continuas oposiciones, porque todo lo interpretamos desde
el punto de vista que más nos conviene.
Pero la mente puede ser purificada, realizándonos con el Ser Genuino, iden-
tificando los prejuicios y las malas interpretaciones interesadas.
El antes mencionado Sí Mismo o el Yo verdadero, el Yo Espiritual, El Self, de-
pendiendo de cada escuela, enfoca las cosas tal y como son y trata de armo-
nizarlo todo, es el Yo puro, el no contaminado por el ambiente, los clichés
mentales, las ilusiones, los malentendidos y “el qué dirán”. No culpa ni a la
familia, ni a la sociedad, por los problemas: su ecuanimidad se lo impide.
Este Yo Espiritual proviene del inconsciente espiritual y se libera de la in-
consciencia que lo mantiene arrinconado y que le permite emerger sólo en

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circunstancias especiales. Es la realidad y la verdad, es el Yo original, el Yo


fetal que gozaba de la beatitud del vientre materno, en él no había, antes
del primer año de edad, ni envidia, ni celos, ni agresión y empezó a conta-
minarse desde el momento del nacimiento con la cultura exterior.
Es en buena parte el Yo de la primera infancia, que empezó a ser egoísta,
porque esta es la forma de expresar sus necesidades para la supervivencia
de la especie, pero que todavía existían en él la espontaneidad, la sinceri-
dad, la inocencia, la alegría y la benevolencia.

El conocimiento del Sí Mismo


El verdadero ser es el alma, la chispa divina, el Sí Mismo. Es la parte pura y
eterna aunque esté arrinconado en el inconsciente en forma variable. Es el
Yo genuino. En cambio, lo ocasionado por el ambiente, lo imaginario y la
negatividad son el falso Yo.
El Sí Mismo significa la ecuanimidad y la madurez espiritual, o sea, la madu-
rez emocional. Es el que no se deja controlar ni por el inconsciente, ni por
los instintos. Tampoco permite que lo dirijan dogmas ilógicos de la cultura,
como las vanidades, las ilusiones y los falsos espejismos. En el Sí Mismo no
hay lugar para la avidez; tampoco para los celos y la agresión que conducen
a la injusticia, la maldad y los sufrimientos innecesarios.
Para poder disponer de esta visión real del Sí Mismo necesitamos:
1. No identificarnos con nuestros primeros pensamientos dejando que es-
tos floten, ellos representan el “falso yo” o el “Yo pequeño”.
2. Prescindir del egoísmo que solo ve las cosas como desea verlas, buscan-
do siempre las propias interpretaciones. Debemos en cambio hallar la
quietud que siempre existe en el ojo del ciclón, alejando todos los pen-
samientos desenfrenados y con frecuencia contrapuestos. Así encontra-
remos la calma, la serenidad del Sí Mismo.
3. Alcanzar a ver la verdad que el falso Yo impide ver. Conocer los embro-
llos, subterfugios, artificios y engaños de los pensamientos.
4. Conocer la principal virtud del Sí Mismo que es la objetividad.
5. Aprender a usar el Sí Mismo para poder ver los puntos de vista del ad-
versario o abrir y ampliar la mente para poder sentir y pensar como él.
6. Tener la madurez emocional necesaria para no vivir atenazados por los
hábitos y las costumbres.

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7. Poseer el control de los pensamientos preconcebidos para que estos no


nos dirijan.
8. Tener una apacible seguridad basada en una serie de valores positivos
y justos.
9. Lograr la ecuanimidad con una nueva mentalidad perceptiva profunda
que pueda terminar con el caos turbulento.
10. Aprender a aceptar nuestras limitaciones y nuestras capacidades que
generalmente desconocemos, como la tenacidad y la perseverancia.

Más adelante veremos todo esto.

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Capítulo 2
La influencia del ego y la imagen idealizada

Varios autores han ya destacado la enorme importancia que tienen la ima-


gen idealizada y las tendencias neuróticas, ya que ellas, en última instancia,
deciden la conducta y la personalidad de las personas y cómo se desem-
peñarán en su vida futura. Estos comportamientos se deben en su mayor
parte al ego.

La imagen idealizada
Como lo dijimos antes, todo esto sucede en la infancia: a los cuatro o cinco
años recibimos, a través de la familia, la educación, el ambiente y las cir-
cunstancias. Es decir, una serie de pautas y experiencias que son interpre-
tadas por nuestras mentes inmaduras y que al final forman nuestra propia
imagen idealizada. Esto explica que dos hermanos educados juntos por los
mismos padres resulten, a veces, completamente diferentes. Muy posible-
mente hubo alguien o algo que influenció de manera positiva o negativa
a solo uno de los dos hermanos y de aquí cada uno interpretó en forma
diferente cómo debería ser su vida futura.

Las falsas ilusiones del ego


Ante esta falsa ilusión de autoengaños, fantasías y exageraciones ilógicas,
la mente consciente, que está influida por la moral y la educación, debe
censurar y reprimir esos ideales negativos. La conciencia impedirá que esa
imagen idealizada siga insistiendo en sus ideales ficticios.
Es por esto que debemos tener una mente que capte la realidad y no los
autoengaños que nos imponen el ambiente y las circunstancias. Lamenta-
blemente, en la infancia aprendemos, de manera errónea, que las aparien-
cias tienen mayor aprobación que la sencillez, la verdad y la ecuanimidad.
Esto hace que el niño interprete un papel toda su vida y si este papel no
se corresponde con la realidad de la vida, tendrá una personalidad basada
en equivocaciones. Es por esto que, sobre todo al empezar la adolescencia,

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en sus momentos de ocio o descanso llena su mente de autoengaños como


“Voy a ser todopoderoso, tendré sabiduría, dinero y éxito”.
Más adelante, cerca de los veinte años, comienzan a cobrar menos impor-
tancia los libros de aventuras que leía o las series de TV que veía, donde el
héroe lo podía todo. Quizá entonces comprenderá que estas son solo pa-
trañas e ideales ficticios de la juventud y comenzará a entender que es más
real el ser eficiente, trabajador, formar un hogar, tener hijos y educarlos
bien. Naturalmente el ego seguirá siempre atacando con falsas promesas y
le resultará muy difícil no sucumbir a ellas.

La imagen idealizada entre dos visiones


La imagen idealizada, colocada entre dos visiones opuestas, busca mante-
ner el predominio sobre esas tendencias opuestas que no están de acuerdo
con esa imagen e irrumpe en la mente insistiendo con su “falsa verdad”. A
su vez, es la responsable de la inseguridad habitual de los adolescentes.

Modificaciones de la realidad
De la misma manera, cuando compartimos con otras personas, ellas nos
valoran y reaccionan de acuerdo con la imagen que tienen de sí mismas y a
veces nos sorprenden con susceptibilidades y resentimientos y llegamos a la
conclusión de que no eran las personas que creíamos que eran. Por eso con
frecuencia nos desengañamos de ellas, pero es su imagen idealizada la que
las obliga a actuar de esa manera.

Transformar la imagen idealizada: ensayo y error


Por lo tanto, todos sin excepción tenemos una auto-imagen que está llena
de principios y de tendencias neuróticas. Se podría decir que hasta cierto
punto esto es normal, siempre y cuando estas tendencias no sean extremas,
aunque siempre nos perjudican ya que nos muestran con una personalidad
desagradable.
Podemos mejorar nuestra auto-imagen a través del método de “ensayo y error”
que usamos constantemente para aprender cualquier nueva tarea o cuando
practicamos algún deporte o cuando queremos domesticar algún animal.

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Es un proceso que requiere esfuerzo y constancia de parte nuestra, que de-


bemos emprender poniendo mucho fervor y pidiendo la ayuda de nuestro
Sí Mismo. ¿Cómo? Comportándonos sin ansiedad y de manera equilibrada,
de acuerdo con un plan predeterminado cuidadosamente. El cerebro, ac-
tuando como si fuera un mecanismo automático, nos dará un feedback ne-
gativo si nuestro comportamiento fue erróneo, o positivo si fue correcto.
Más adelante veremos el comportamiento del Yo Espiritual, es decir, el
Sí Mismo.

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Capítulo 3
Tendencias neuróticas

Este capítulo es muy extenso porque era indispensable hacerlo así para que
coincidiera con las descripciones de la autora de las tendencias neuróticas.
Era necesario describirlas detalladamente para que pudiera ser posible lle-
gar a conocer al Sí Mismo.
Como lo dijimos antes, en todo ser humano hay un núcleo de confusión, a
veces caótico, creado por las fuerzas ciegas de nuestro inconsciente. Desde
que nacemos comienza a crearse nuestra historia psicológica, empezamos a
recibir heridas para luego fabricar autodefensas más o menos neuróticas, co-
mo las represiones, los resentimientos y las frustraciones, y nuestra mente re-
cibe mensajes contradictorios que impiden que se desarrolle con madurez.
Al crecer seguimos apegados a nuestro ego infantil que, por su inmadurez,
forma en la mente surcos profundos como rieles de ferrocarril que nos con-
ducen a un destino predeterminado que elimina nuestra libertad interior y
que nos llenará de conflictos muy difíciles de erradicar.
Karen Horney, una de las grandes psicoanalistas norteamericanas pos-freu-
dianas, presenta algunos detalles de las diferentes tendencias neuróticas
más importantes. Estas son:

 El orgullo glorificado,
 La ambición desenfrenada y devoradora de dinero o de poder,
 El narcisismo,
 El perfeccionismo,
 La necesidad de afecto,
 El auto-odio,
 El retiro y no esfuerzo.

La importancia de estas tendencias


Seguramente identificaremos algunas de estas tendencias en algún fa-
miliar o conocido.

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Las tendencias o inclinaciones mencionadas representan casos graves. Al-


gunas personas tienen dos y hasta tres tendencias al mismo tiempo que son
muy difíciles de controlar, como el caso de las personas que tienen afán de
poder y son perfeccionistas y narcisistas.
La eliminación de cualquiera de estas tendencias es difícil, ya que todas son
dominadas por el ego. Algunas de sus características son:

 Al ego le encanta luchar, nunca está satisfecho, siempre pide más.


 Al ego le encanta combatir, pero no desea competencia, solo enfren-
tamientos y discusiones.
 El ego no tiene escrúpulos para las exageraciones o medias verdades.
 El ego no desea la paz porque le teme al Sí Mismo, al verdadero, ya
que este es el único que lo puede derrotar.
 El ego no quiere el silencio porque este invita al diálogo interior, y de
allí también a la tranquilidad, el equilibrio, la ecuanimidad, la impar-
cialidad, la justicia y la benevolencia.

El orgullo glorificado

Origen
Esta tendencia surge en la infancia por un afán inmaduro de obtener el
afecto de los padres en la dura competencia, muchas veces con los propios
hermanos.
Posiblemente esta tendencia fue inconscientemente provocada por los proge-
nitores del niño. Las disputas e incompatibilidades que tienen todos los padres
fueron transmitidas a los hijos, que las interpretaron negativamente y las gra-
baron para siempre en sus mentes inmaduras, que son como libros en blanco.
Así, cada vez que aparezca una situación parecida, se repetirán los mismos sen-
timientos que siempre tienen en común el orgullo engrandecido y absurdo.
El niño piensa que esta conducta es correcta, que el orgullo le da fortaleza
y méritos interiores, y se decide a tomarla como la mejor solución para no
ser humillado y menospreciado.
Quizá el nacimiento de un nuevo hermano lo haya descontrolado porque
le usurparon el puesto donde se sentía a gusto. Tal vez pudo haber influido

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algún defecto físico, como la obesidad, una ligera cojera o algún trastorno
en el lenguaje, del cual sus hermanos o compañeros de la escuela se burla-
ron, como es habitual entre los niños. Pero la mente infantil es muy sensi-
ble, y una simple broma puede ser tomada como una humillación.

Autoanálisis
Este orgullo hipertrofiado empieza con las fantasías de la niñez y luego,
sobre todo en la adolescencia, se acrecienta con los sueños de llegar a ser
una persona de éxito, un héroe o heroína o un gran empresario. Posible-
mente en esa etapa tan crítica haya tenido problemas por la falta de un
guía adecuado o por la influencia negativa de amigos más inmaduros y con
mayores problemas, pero que, por ser populares, tomó como modelo. Así,
del desprecio imaginario, creó como mecanismo de defensa de su propia
inseguridad la búsqueda de la gloria.
Si la tendencia no es muy marcada, llega a ser una persona exitosa en sus
trabajos y realizaciones porque, generalmente, este tipo de personas son
muy tenaces. La gente de su entorno no nota su incomodidad porque la
reprime en el inconsciente. En las reuniones sociales suele ser muy alegre,
ya que por medio del ambiente y del licor se adormece su inseguridad.
Lamentablemente, si alguien toca el tema del orgullo o la autoestima hi-
pertrofiada, se altera inmediatamente y se vuelve susceptible y desconfia-
do. Si se burlan o se aprovechan de él, se siente humillado y ofendido, y
elige entre dos alternativas: actuar con orgullo o asumir el desprecio. La
autoestima herida lo lanza, en algunos casos, al odio y la venganza; pues
llega a convencerse que al castigar al ofensor su orgullo quedará restable-
cido. Naturalmente estos son casos extremos.
La persona que manifiesta esta tendencia no llega a conocer sus verdade-
ras cualidades. Si alguien se las hace ver, no le cree, piensa que la única ma-
nera de auto-defenderse es la que su imagen idealizada le sugiere, porque
lo único que verdaderamente le importa es su orgullo. No le importan las
consecuencias de sus acciones, ni los posibles sacrificios para él o su familia,
y crea un complicado sistema de evasión para justificar sus actos.
A veces reflexiona y recuerda los fracasos sufridos en anteriores oportuni-
dades, en las que, con su fantasía endiosada, pensaba que iba a lograr el
éxito, pero fracasó y lo atormenta el miedo a envejecer sin haber logrado
el triunfo que pretendía y que otros sí lograron.
El autoanálisis para estas personas es muy difícil. En primer lugar, el indi-
viduo no cree sufrir de esta tendencia y, si finalmente llega a admitirlo, el

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solo hecho de pensar en abandonarla lo pone furioso: le da pánico perder


su seguridad y enfrentar posibles desprecios y auto-desprecios.

Búsqueda de la transformación
Si llega a convencerse de que este orgullo ficticio lo único que hace es
destruir sus verdaderos potenciales y de que esas pretensiones absurdas
solo le traen angustias y sufrimientos, se decidirá finalmente a refor-
marse para acabar con la tiranía del ego. Si en las primeras tentativas
del autoanálisis observa un cambio en su persona, que se encuentra
más espontáneo o menos preocupado que en otras oportunidades, con
menos complejos y perjuicios, comprenderá que algo está empezando a
mejorar.

La ambición desenfrenada y devoradora de dinero o de poder

Origen
Como las demás tendencias, esta también tiene su origen en la infancia y
la adolescencia.
En estos casos, la persona por lo general piensa que es ambiciosa, en el
mejor sentido de la palabra, es decir, una suerte de luchador nato, y que
sus éxitos se deben a sus esfuerzos. No sospecha que detrás de ellos exista
una pasión devoradora que exige poderes sin límites y constantes triunfos
sobre sus adversarios.
La ambición extrema contiene elementos destructivos: el que la padece
está tan infatuado que piensa que todos los que no están de su lado, aun
sus seres más queridos, es porque son flojos e ineptos que jamás podrán
vencerlo. Es capaz de los mayores sacrificios y de eliminar todos los placeres,
de trabajar doce horas diarias o más con una intensidad ilimitada y se irrita
continuamente si las cosas que ordena no resultan perfectas.
Su adversidad y desconsideración hacia los demás le pasa totalmente
inadvertida. Hasta que un día comete un grave error: todo se derrumba
a su alrededor y sus mejores colaboradores lo abandonan. Aun así, y a
pesar de su abatimiento, con la mayor terquedad intentará reconquistar
lo perdido.
Así funciona su falso yo, que le dice que él es alguien muy especial y que
los demás son solo unos haraganes fracasados que no tienen nada de su

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iniciativa. Cuando comete algún error, considera que no fue el responsable


y culpa a los demás por ello, y se siente ofendido si alguien lo supera.

Autoanálisis
Al autoanalizarse, como lo sugiere este estudio, al ambicioso desenfrenado
le cuesta comprender por qué su verdadero Yo, el Sí Mismo, está siempre
esclavizado. Ya no se le concede ningún tipo de libertad, ni siquiera para
dormir lo suficiente, su inmenso trabajo no le permite que pueda pasar un
breve periodo de verdadero descanso, de oír la música que en su juventud
le gustaba, de leer un libro, de reunirse con sus verdaderos amigos, a me-
nos de que esto conlleve al logro de su afán de poder.
La razón es que tiene miedo de que descubran su mediocridad y esto le
produciría grandes sufrimientos.

Búsqueda de la transformación
Después de una larga auto-investigación sobre Sí Mismo, el sujeto por fin
logrará identificar su temor al fracaso, el porqué de sus errores y el porqué
de tanto insistir en lo imposible, y verá claramente que estas tendencias
limitan su desarrollo y surgirá entonces el deseo de cambiar.
Aun así, el desafío es bastante grande, porque en el fondo siempre estará
con miedo a fallar. Por lo tanto, no es suficiente descubrir el conflicto, sino
que es necesario tomar una decisión definitiva: continuar con sus ideales y
metas imposibles con sus correspondientes dolores, angustias e insomnio o
intentar suavizar y humanizar estas antiguas tendencias.
Si opta por esta última alternativa, tendrá un difícil camino por delante, de-
bido a la constante oposición de su propio egoísmo. Deberá buscar el apo-
yo de sus colaboradores, aunque existe la posibilidad de que quizá tendrá
quizá prescindir de algunos de ellos o aceptar que algunos lo abandonen,
pero irá avanzando en ese camino que en el fondo sabe que es el correcto
y, si el tiempo se lo permite, logrará el éxito total.

El narcisismo
Es el enamoramiento avasallante de uno mismo. La vanidad en la mayoría de
los actos que el sujeto realiza. El deseo de aparentar y no mostrar cómo es la
persona en realidad. El pensar siempre en uno mismo sin tomar en cuenta el

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punto de vista de los demás. No es que no quiera u odie a los otros, sino que
solo piensa en admirar su propia imagen inflada y ficticia, y admira en ella
cualidades que realmente no posee o que tiene solo en forma parcial.

Origen
El origen de este conflicto viene de la infancia, cuando el niño debe en-
frentarse a ser juzgado por alguno de sus compañeros, a quien ha tomado
como modelo, considerando que son seres omnipotentes e infalibles, inca-
paces de ninguna injusticia.
En su mente inmadura, el niño piensa que no tiene derechos propios para
lograr dicho afecto y, por lo tanto, debe aparentar que tiene cualidades
dignas de esos seres superdotados. Transfiere esas cualidades a sí mismo e
imagina (y termina creyendo) que es un héroe o alguien muy destacado y,
por lo tanto, le corresponde el derecho de ser el preferido y el mejor, y lo
sigue pensando durante toda su vida.
Estas personas crean un mundo mágico donde él o ella son los protagonis-
tas. Fingen cualidades que la mayor parte de las veces son ficticias y buscan
siempre que los demás los admiren y alaben ya que su seguridad en sí mis-
mos depende de ello.
Acostumbran a frecuentar grupos sociales que les den prestigio y donde
sea más probable conseguir amigos dispuestos a lisonjearlos. Asimismo,
eligen un cónyuge no porque lo amen, sino en función del prestigio que
pueda proporcionarles.
En la mayoría de los casos, estos individuos son incapaces de sentir amor
por su pareja o de tener una verdadera amistad, a menos que sea por obli-
gación o para que los alaben. Sus parejas, familiares y amigos se dan cuenta
de su narcisismo y no creen en su sinceridad.
En nuestra cultura, estos individuos son bastante frecuentes, especialmente
en las clases altas, donde juzgan a los demás por sus apariencias y por el
prestigio que puedan proporcionarles. Persiguen las condecoraciones, los
trofeos y cualquier reconocimiento que los resalte sobre los demás.
Este tipo de personas pueden ser muy inteligentes e incansables. Son capa-
ces de grandes sacrificios y piensan que estos valen la pena si logran que los
alaben. Por esta razón, muchas veces tienen éxito en la vida.
En algunas ocasiones, el narcisista se siente rechazado y humillado. Por
lo tanto, piensa que su autoestima hipertrofiada, de la cual se vanaglo-
ria tanto, ha sido despreciada injustamente. Lo más importante para su

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propio ego es que no salga a flote su Yo Espiritual, que sabe que es lo


único que puede derrotarlo finalmente.

Autoanálisis
Al igual que en otras tendencias, lo importante no es identificarlas, sino
conocer la estructura en su totalidad, vislumbrar las angustias, los círculos
viciosos y las repeticiones continuas de las mismas falsedades inherentes
que les impiden ver la realidad.

Búsqueda de la transformación
En este caso, como en otras tendencias, solamente a través de una profun-
da meditación, el ego se rendirá y, al hacerlo, se acabarán las úlceras duo-
denales, las migrañas y otras enfermedades psicosomáticas.

El perfeccionismo
En estos casos, como en las otras tendencias neuróticas, tiene una enorme in-
fluencia el ego, el egoísmo, que conforma el perfeccionismo como parte de
su imagen idealizada, la cual desarrolla en la infancia y en la adolescencia.
El individuo se siente compulsivamente empujado a hacer las cosas mejor
que los demás, sin importar los sacrificios y problemas que estos le puedan
acarrear. Cuando comienza alguna tarea, se ve obligado a terminarla lo
más pronto posible, trabajando intensa e incansablemente.
Generalmente, primero resuelve todas las cosas más urgentes y después se
dedica “a fondo” a la solución de los otros problemas importantes, cum-
pliendo la misión que le dicta su perfeccionismo.

Origen
El origen de esta tendencia, como en las anteriores, está en la infancia,
cuando el niño toma la decisión de querer ser, ya de adulto, superior a su
padre o madre, o a algún hermano, si existían rivalidades entre ellos.
El perfeccionista busca metas casi inalcanzables y, en algunos casos, imposi-
bles. Estos arduos objetivos son cumplidos con gran celo y compulsión y, al lo-
grarlos, ya lo espera uno nuevo. Puede hacer varias cosas a la vez con una gran
tensión y concentración, siendo su finalidad la de deslumbrar a la gente.

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Búsqueda de la transformación
Aquí también se debe usar la meditación, que puede hacerse en los mo-
mentos libres, caminando o mientras se está solo en un vehículo.
Las preguntas para analizar son: ¿Por qué estoy siempre apurado y en ten-
sión? ¿Por qué me esfuerzo tanto? ¿Es indispensable este modo de actuar?
¿Es realmente beneficioso?
Se debe reflexionar que los grandes hechos de la historia del mundo fue-
ron analizados de manera metódica y llevados a cabo sin prisas, no fueron
implementados precipitadamente. Medite que, aun siendo joven, esta ac-
titud de continuo estrés puede ocasionar migrañas o úlceras duodenales
y, si el sistema simpático sigue sobrecargado, más tarde llegará también la
hipertensión. Esto, sumado a otros factores como el cigarrillo, el sobrepeso,
etcétera, puede llevarlo a un infarto.
Quizá, después de un análisis profundo, comience a ver la realidad y la ne-
cesidad de un cambio, como también la importancia de vencer las resisten-
cias que necesariamente vendrán al tratar de cambiar.
Estas resistencias no deben enfrentarse en forma violenta, sino que hay
que reconocer que ellas son parte de viejos hábitos difíciles de erradicar.
Hay que hacerlo lentamente, resignándose a un avance lento, pero con el
firme propósito de eliminarlas.
Es importante también no olvidar lo siguiente: anotar en un diario todos
los puntos importantes que emerjan en las meditaciones, ellos serán útiles
más adelante.

La necesidad de afecto
Por razones culturales, esta tendencia es más frecuente en las mujeres. En
estas personas, el amor fue la solución para sobrellevar sus conflictos: tiene
para ellas un valor único. El ser afectuoso y recibir afecto es lo más impor-
tante para obtener y mantener su autoestima.

Origen
Esto nació en la niñez, en su primitiva necesidad de afecto, que quizá
apareció en su lucha para lograr el cariño de sus padres, así que comen-
zaron a idealizarlos creyendo que ellos eran infalibles y todopoderosos.
Luego, se volvieron románticos y se enamoraron de artistas de cine de

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moda. Más adelante, extendieron este afecto a sus cónyuges, hijos o


algunos familiares y amigos.
Pero así como dan afecto, esperan la correspondiente retribución irrestricta
de amor. En el fondo, inconscientemente, lo que más anhelan es sufrir. No
les importa pasar por cualquier degradación de su orgullo. Se apegan total-
mente a su pareja, que a veces abusa de esta dependencia.
La persona, por lo general, es patológicamente celosa, lo que complica las
relaciones con su pareja, que a su vez no puede evitar herir sus sentimien-
tos. Como resultado se siente maltratada y despreciada, e inconscientemen-
te se vuelve cada vez más dependiente y más propensa a las enfermedades
psicosomáticas, porque se odia y se desprecia a sí misma.
Se acusa de no haber podido lograr el amor o la comprensión de sus
seres queridos. Frecuentemente siente deseos de venganza provocados
por su ego triunfador y, como consecuencia, vive una tortura, ya que su
Sí Mismo o su Yo Espiritual es el que sufre porque es incapaz de aceptar
la maldad.

Búsqueda de la transformación
La transformación en esta tendencia, donde la tortura es el principal com-
ponente, es sumamente compleja; a menos que durante la meditación se
logre descubrir que el que sufre es su Yo Verdadero, el Sí Mismo, que está
esclavizado al ego.
Deberá reflexionar cuidadosamente y, en lo posible, bajo la guía de un
terapeuta. Así podrá descubrir esos gravísimos problemas que afectan tam-
bién a sus familiares, que saben que está sufriendo y desean ayudarlo y no
saben cómo hacerlo.
No hay que olvidar que en esta tendencia, así como en las otras mencio-
nadas, una de las características es la compulsividad. Los objetivos se persi-
guen indiscriminadamente, ocultando el interés personal y el de los demás,
con total omisión de la realidad. Otra característica es la terrible angustia
que se siente al no lograr estos falsos objetivos.

Otras tendencias negativas


A través del autoanálisis y de una reflexión profunda mediante la medi-
tación, podemos aclarar la causa de otras tendencias negativas, como la
susceptibilidad y el auto-odio.

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La susceptibilidad
Cuando nos sentimos injustamente tratados por alguien, nuestra irritación
puede ser desproporcionada en relación con la verdadera intención del su-
puesto ofensor. Nos obcecamos y solo sentimos indignación por la injusti-
cia, y nace en nosotros el deseo de desquite o venganza.

Origen
Esta tendencia tiene su origen en la infancia, cuando en algún momento
alguien atacó duramente nuestra autoestima y nos dejó humillados. En las
inmaduras mentes infantiles, estos ataques dejan a veces huellas imborra-
bles que pueden resurgir en casos similares.
En este caso, debemos meditar por qué reaccionamos así y averiguar cuál fue
la ofensa que nos afectó; como también si esta tenía realmente una mala
intención o fue simplemente una imprudencia involuntaria. En el peor de los
casos, debemos entender que cualquier ofensa es un producto del ego y la
respuesta lógica a esta agresión es protestar ante la injusticia sin alterarse.

El auto-odio
Esta tendencia se produce por una incompatibilidad del ego con el Sí Mis-
mo. Este último se convierte en un estorbo para el ego, que tiene metas in-
alcanzables para su imagen idealizada, y cada vez que no logra sus anhelos
ilógicos se altera y le echa la culpa de su insatisfacción al Sí Mismo.
Así, cuando la persona evalúa lo que ella debería ser con lo que realmente
es y esta comparación resulta negativa ante la imagen idealizada y ficticia
que el ego ha creado, se produce un ataque del ego contra el Sí Mismo. La
persona sufre y el cuerpo es afectado por enfermedades psicosomáticas,
como dolores de cabeza, trastornos en la piel, angustia o irritabilidad, que
a la larga pueden transformarse en auto-odio.
El sujeto desprecia sus propias limitaciones y, en algunos casos, solo piensa
en proyectar este auto-odio o desprecio en otras personas, como familiares
o compañeros de trabajo, que notan la injusticia y difícilmente la aceptan.

El auto-desprecio en los sueños


Los sueños pueden revelar el auto-desprecio mediante imágenes de perso-
nas que son torturadas por algún enemigo cruel.

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Búsqueda de la transformación
Estas tendencias son difíciles de tratar o modificar. El individuo tiene que
aprender a auto-explorarse muy profundamente a través de la meditación,
analizando los graves sufrimientos que padece. Al igual que en las otras
tendencias neuróticas mencionadas, con la ayuda del Sí Mismo, con espe-
ranza, entusiasmo y concentración obtendrá la tranquilidad y comprenderá
lo absurdo de las exigencias del ego.

El retiro, la inercia
Esta tendencia consiste en retirarse ante cualquier problema o evitarlo a
toda costa. El sujeto no quiere involucrarse en situaciones que puedan com-
plicarse o traerle dificultades. Trata de evadir cualquier problema mientras
esto le sea posible. Prefiere ser un espectador de los problemas de los de-
más, y manifiesta resistencia para cualquier actividad que le traiga un tra-
bajo adicional.
Durante la adolescencia, estos sujetos tienen muchas fantasías y creen
que serán exitosos y brillantes, hasta es posible que algunos de ellos
tengan logros en alguna afición que les llame la atención, como los de-
portes, donde pueden destacarse y hasta obtener triunfos, pero más
tarde, como carecen de tenacidad y motivación, buscan una excusa y
abandonan la actividad.
Con frecuencia llegan a ser muy cultos, ya que la lectura no les trae com-
plicaciones. Algunos pueden llegar a pintar buenos cuadros o ser buenos
escritores, pero solo por un tiempo.
Esta aversión a cualquier actividad puede extenderse en mayor o menor
escala a todas las áreas y difícilmente progresará en alguna por su falta de
empuje, sobre todo cuando más se necesita. Las oportunidades no se pre-
sentan frecuentemente y, no siendo competitivos, las pierden cuando otras
personas las saben aprovechar y las toman al vuelo.

Origen
Como todas las tendencias neuróticas, esta también se origina en la in-
fancia. Muy probablemente durante la niñez, alguno de sus padres o pa-
rientes lo sobreprotegía y le resolvía todos sus problemas, sin permitirle
que hiciera el más mínimo esfuerzo.

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Búsqueda de la transformación
El sujeto que padece esta tendencia a la larga se da cuenta de que si se
esfuerza más y se vuelve más activo podría tener más éxito en su vida y,
por lo tanto, llega a la conclusión de que debe modificar sus actitudes y
acciones. Pero debe poner un gran esfuerzo en ello ya que todo el tiem-
po el ego le dirá falsamente que siga como lo ha hecho siempre, que
tratar de cambiar le costará un gran esfuerzo y no llegará a nada y que
no pida ayuda a nadie y mucho menos al Sí Mismo, ya que el ego sabe
que este finalmente lo derrotaría.

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Capítulo 4
El miedo y la ira

Según Freud, el miedo es una reacción ante un peligro externo, real. Es el


opuesto a la angustia, que es una reacción ante un peligro sin objeto real
y, por lo tanto, de carácter más o menos neurótico.
Mira y López indica que el miedo no es una emoción al servicio del instinto
de conservación, como sostenía la psicología desde sus orígenes, sino que
representa siempre una emoción perjudicial que evidencia el fracaso de
la reacción personal acompañado por el proceso de inhibición producido
por impulsos de desintegración que interceptan las formas habituales de
respuesta.
El miedo presenta también signos fisiológicos: aceleración del pulso de la
respiración y agitación de la mente.

Una emoción dolorosa


El miedo es una emoción dolorosa que a veces crece hasta llegar al pánico,
excitada por la presencia de un peligro real o incluso ante rumores infun-
dados y totalmente imaginarios. Va acompañado por un impulso a resistir o
escapar, semejante al fisiológico de “lucha o fuga”, cuando ante un peligro
inminente hay descarga de adrenalina y los músculos se llenan de sangre
para prepararse para la lucha o la fuga, según como lo decida el individuo.

Cómo diferenciar entre el miedo y la angustia


No siempre pueden diferenciarse ya que con frecuencia coexisten. La an-
gustia es el miedo a la vida o a la inseguridad. El miedo puede provenir de
actos reprimidos o de actos reflejos.
Según el maestro tibetano Ritas Hanadanda, “el miedo y la cólera son las
dos emociones negativas más enraizadas en el hombre”.
Vivimos en un mundo competitivo y violento donde “todos vamos contra
todos”, inclusive “contra nosotros mismos”. Por lo tanto, hay mucha violen-

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cia porque hay mucho miedo. La causa principal de este temor es el deseo
insaciable en el hombre, que procede del egoísmo.
Por egoísmo tenemos miedo a ser menospreciados, a no alcanzar las metas
de la imagen idealizada, la mayoría inalcanzables, que nos fijamos en la ju-
ventud y que luego permanecen como tendencias más o menos neuróticas.
Existe también el miedo que genera nuestro afán de poder o dinero, o los
que generan el narcisismo, la necesidad de afecto, el rencor o el odio.
Lo opuesto del odio es el amor. El amor y el odio son emociones con fre-
cuencia muy próximas. Hay cosas que amamos y que mañana odiamos, pe-
ro cuando tenemos miedo no amamos.
El ego usa el miedo para mantener el amor genuino fuera de su vida. Cuan-
do se alcanza el verdadero Yo Espiritual, la persona siente una gran nece-
sidad de amor, de paz y de tranquilidad, pero su ego no descansará, en su
afán de demostrarle que el amor no es la respuesta. El ego siempre trata
de llevar el control de los opuestos: gusto o disgusto, amor u odio. Al luchar
contra estos opuestos el hombre siempre se engaña.
Cuando nos aferramos al miedo, evitamos hacer frente a muchos retos so-
bre los cuales estamos inseguros o tememos el fracaso.
Hay que hacer conscientes los enfrentamientos que el ego trata de evitar,
para que de esta forma aparezcan los conflictos. Pero con frecuencia la per-
sona tiene miedo de enfrentarlos y esto lo llena de frustraciones y hostilida-
des, aislándolo, angustiándolo y dejando que el ser espiritual se oscurezca.
Tal es la resistencia que ofrece el ego al Yo Espiritual, ya que sabe que este
todo lo puede, hasta finalmente derrotarlo.

Dominando el miedo
Si logramos revivir el ser espiritual, el alma, este empezará a controlar el
ego y sus caprichos. El ser espiritual es un espíritu de puro amor y por ello
siempre está dispuesto a ayudarnos si se lo pedimos. Este ser espiritual tra-
ta de buscar la armonía y la quietud donde hay agitación e intranquilidad,
de ver siempre el lado bueno de las otras personas. En cambio el ego está
siempre juzgando a través de sus prejuicios, buscando los beneficios al ven-
cer el miedo.
Como hemos visto, el ego es el responsable de todas nuestras preocupacio-
nes, por lo tanto no nos queda otra solución para librarnos de los proble-
mas que recurrir al Yo Espiritual para lograr la paz.

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Conócete ti mismo

Debemos convencernos de que somos dignos de aprecio, no debemos fal-


sear nuestra personalidad, ya que estas simulaciones no nos las creen aque-
llos que nos conocen. Debemos elegir una nueva vía.
El sabio maestro Nisargadatta Mahrashi dice: “El mundo es la morada del
deseo y del miedo, no puedes encontrar la paz en él, para hallarla debes
trascender el mundo”.
Solamente superando el miedo, las angustias, las ansiedades y los resenti-
mientos podremos aspirar a menos sufrimientos y angustias.

La ira
La ira es un sentimiento desagradable, es como una llama ardiente que
abrasa nuestro autocontrol y que provoca que hagamos y digamos cosas
de las cuales luego nos arrepentimos. Quien está tomado por la ira está
viviendo un auténtico infierno.
Desde la época de las cavernas, la naturaleza nos dotó de un reflejo condi-
cionado de “lucha o fuga”, que tienen también la mayoría de los animales,
que les sirve para la defensa de los otros depredadores.
Con la llegada de la inteligencia, nuestro ego utiliza cada vez más la ira
contra alguien que se atreva a tocar nuestra autoestima hipertrofiada, aun
por motivos de poca importancia.
La ira y el odio son los materiales de los cuales está hecho el infierno men-
cionado anteriormente. En cambio, una mente sin ira es totalmente fresca,
sana y despejada. La ausencia de la ira es el motivo de la auténtica felici-
dad, es el fundamento del amor y la generosidad.
Cuando la ira está bajo el control de la conciencia, pierde inmediatamente
el carácter destructivo y no puede manipular la mente por mucho tiempo.
Es por esto que cuando sintamos que la ira nos invade debemos detenernos
y aspirar profundamente, de manera que los pulmones se llenen de oxíge-
no y este inunde el cerebro y otros tejidos. Esto permitirá que la conciencia
identifique el problema y nos calme.

La conciencia y la ira
La conciencia no es un juez. Debemos esforzarnos para que ella nos con-
trole como un sabio e imparcial maestro que nos diga: “Esto se puede so-

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lucionar de una manera más amigable”. Si la conciencia no interviene, en


ese caso decidimos pensar en los aspectos más odiosos de nuestro contrin-
cante, en su maldad, falsedad y egoísmo. Esta reacción dominada por la ira
generalmente resulta ser imaginaria o exagerada, por lo tanto es necesario
que sea siempre la conciencia la que nos aclare la realidad.
Cuando está presente la ira, lo mejor es no escuchar o mirar a nuestro ad-
versario y pensar que a lo mejor la causa del problema es un malentendido
que se debe aclarar. Entonces, es necesario actuar con mucha paciencia,
bajando el tono de la voz y utilizando palabras conciliadoras, hasta que la
persona se empiece a tranquilizar.

Las raíces de la ira


La ira se enraíza en el desconocimiento de nosotros mismos, de los que
nos rodean y también de lo que sucede en el entorno de nuestra psi-
quis. Si un día somos susceptibles porque sufrimos alguna injusticia en
nuestro trabajo es muy posible que nos irritemos, ya que pensamos que
nos están maltratando. Pero no se nos ocurre que la persona que come-
tió esa injusticia podía estar ofuscada por un pleito familiar o cualquier
otro motivo.
Si meditamos y comprendemos las motivaciones que tienen los demás, da-
remos el primer paso para liberarnos de la ira. Por lo tanto, lo más im-
portante es que, ante una agresión injusta por parte de una persona que
apreciamos, reflexionemos sobre la causa de esa aparente ofensa y actue-
mos en forma diferente al agresor, usando la compasión.
Si desde un principio logramos entender las causas de esa aparente agre-
sión, estaremos en disposición de aliviar sus sufrimientos y de ayudarlo a
resolver sus problemas. Esta asistencia que podamos brindar a ese ser que
apreciamos con el tiempo se revertirá en nuestro bienestar.
La ira es la más dañina de las emociones. Pruebas científicas compro-
baron que cuando esta aparece, al mismo tiempo surge una respuesta
fisiológica de una descarga de adrenalina que a la vez produce que el
corazón lata más rápido, se incremente la tensión arterial y aumente la
descarga de grasas en el torrente sanguíneo, lo que contribuye al incre-
mento del colesterol. Los músculos se llenan inmediatamente de sangre
ante la inminencia de una “lucha o fuga”. Las consecuencias de una pe-
lea, si este es el caso, se pueden prever fácilmente si alguno de los que
se enfrentan está armado o es muy fuerte.

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Conócete ti mismo

Estudios recientes demostraron que el factor determinante en los infar-


tos al miocardio es el componente de “hostilidad”. Si no hay ira, no hay
incremento en los infartos.

La indignación justificada
Este es un disgusto impersonal, no egoísta hacia actos indignos, como pue-
de ser una matanza de niños. Este sentimiento justificado no está seguido
de remordimientos ni de arrepentimientos, y fomenta un impulso de ac-
tuar en contra de estas injusticias.

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Capítulo 5
El sufrimiento

Hay dos tipos de dolores. El primero se refiere a esos que son inherentes
al proceso de la vida, como el nacimiento, una enfermedad leve, la vejez y
otros incidentes ocasionados por la mente.
El segundo alude a los dolores producidos por una herida o lesión, una
enfermedad grave o mortal, como puede ser el cáncer. En estos casos, solo
nos queda tratar de buscar la mejor evolución y no añadir más sufrimiento
al sufrimiento.
En esta parte hablaremos de cómo podemos aprender del dolor ocasiona-
do por nuestra mente, que a veces nos tortura, y de cómo reducirlo a un
mínimo.
En una ocasión, hallándose Buda cerca de Benares, en el Parque de los Cier-
vos, habló a sus oyentes y les expuso lo que luego fue conocido como “Las
Cuatro Nobles Verdades”, que es el equivalente al sermón de la montaña
entre los cristianos.
En estas verdades, que están hechas de palabras negativas, aparece
de pronto una luz en la oscuridad de lo negativo. En ese momento, lo
que tenía Buda en su corazón era mostrar al hombre el camino para
liberarse del dolor a través de la iluminación ya que allí subyace una
esperanza.
Cuando Buda se iluminó comprendió la realidad del sufrimiento. Este se ori-
gina en nuestra mente, que es incapaz de enfrentar los hábitos enraizados
en el egoísmo, por lo que sufre de angustia y ansiedades.
Buda propuso entonces un camino para liberar la mente a través de su doc-
trina: “El Darma”, para que cada uno se convierta en su propio maestro,
transformando así su mente para superar los malentendidos, las contradic-
ciones y los viejos hábitos.
Solo una mente clara, limpia e imperturbable puede captar la verdad es-
condida entre las apariencias.
Si bien estas verdades son aceptadas por todas las religiones importan-
tes, aquí nos referiremos solo al punto de vista expresado por Buda.
Entonces, ellas son:

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1.- Todo es dolor.


2.- La causa del sufrimiento.
3.- El cese del sufrimiento.
4.- El sendero que conduce al cese del sufrimiento.

Todo es dolor
El vivir siempre acompañados de todas las pasiones y apegos es la primera
noble verdad del sufrimiento. Existir significa que siempre vamos a encon-
trar sufrimiento por el aferramiento a los placeres de la existencia.

La causa de sufrimiento
En esta segunda verdad, Buda indicó cuál era el origen del sufrimiento: la
avidez, la codicia, una voracidad implacable y egocéntrica que somete al ser
humano y lo convierte en algunos casos en un verdadero animal agresivo y
peligroso, o lo hace avaro, corrupto y desleal, siendo esta sed descontrola-
da la causa de su dolor.
El ser humano, como muchos animales, es con frecuencia compulsivo
y confrontador. Tiene tan desarrollado su sentido de la posesión y sus
actitudes son tan egocéntricas que trata siempre de incrementar, co-
leccionar y retener. No sabe transferir ni sabe desapegarse. A mayor
codicia, mayor dolor; a mayor aferramiento, mayor miedo a perder y,
por lo tanto, hay más incertidumbre, más dependencia mórbida y más
sufrimiento.
El hombre no ha cambiado básicamente en los últimos centenares de miles
de años. En el fondo, muchos de los instintos animales que tenía el hombre
predador de las cavernas subsisten en su mente. Al igual que un cirujano
que abre, limpia y desinfecta una herida para que salga todo el pus, hay
que desenmascarar todos los autoengaños y mentiras del ser humano e in-
vitarlo a trabajar sin tregua y a meditar sobre la infección del alma.

El cese del sufrimiento


La tercera noble verdad es que el sufrimiento sí pude ser aniquilado.

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El sendero que conduce al cese del sufrimiento


A esta cuarta noble verdad se la conoce también como el “óctuple sende-
ro” o “sendero medio”. Esta verdad, equivalente a los diez mandamientos
cristianos, tiene ocho aspectos:
Primero: Recta visión
Es aquella en la cual puede verse lo esencial en lo inesencial y lo inesencial
en lo esencial.
Segundo: Recta decisión
Es una visión de benevolencia, abnegación, que no cause daño a ningún ser
viviente. Más importante que la conquista de mil hombres es la conquista
de uno mismo.
Tercero: Recta palabra
Debemos controlar todo lo que expresamos verbalmente, sin mentiras ni
chismes, y debemos refrenar la mala costumbre de hablar de más.
Cuarto: Recto obrar
Evitar proceder en contra de la ética y la moral.
Quinto: Recto modo de vida
Evitar los oficios no correctos.
Sexto: Recto esfuerzo
Fomentar los comportamientos que estimulen los efectos positivos elimi-
nando los malsanos.
Séptimo: Recta atención
Esforzarse en los sentimientos y acciones positivas.
Octavo: Recta concentración
La raíz de todo mal que no sea físico se debe a la ignorancia.

El cambio
Es la esencia de la vida. La transitoriedad es la ley de la vida. Tarde o tem-
prano, tenemos que separarnos de aquello a lo cual nos aferramos y esta
separación es dolorosa, ya que nos aferramos a las cosas y tememos al cam-
bio, pues nos produce sufrimiento.

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No es el mundo y sus transiciones la causa de nuestro sufrimiento, sino


nuestra actitud hacia él.

La importancia de los ocho senderos


Ellos implican: sobreponerse al sufrimiento; encontrarse con una profunda
alegría que conduce hacia el despertar de una nueva vida; mantener una
ética y una benevolencia; el desprendimiento del egoísmo; y asumir la rea-
lidad y la verdad.
Dado que es sumamente difícil progresar hasta la iluminación, ya que esta
implica la total eliminación de las perturbaciones internas, cualquier pro-
greso hacia la misma nos brindará una mejor calidad de vida, más equili-
brada y benevolente.

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Capítulo 6
El amor

El amor es la antítesis de la ira y del odio. El amor lo puede todo, si le damos


la preeminencia que se merece. En nuestra escala de valores, es de hecho la
más alta virtud y el don más alto de la vida. La meta de alcanzar el amor es
posible a pesar de todos los problemas que puedan presentársenos y de la
totalidad de nuestros conflictos.
Del amor surge la necesidad de mejorar y de corregir todas las tendencias
negativas que gradualmente hemos acumulado desde nuestra infancia y
que tanto sufrimiento nos han traído.

El amor puede cambiar el sufrimiento

El amor es el camino inmediato hacia la verdad, es la gran potencia trans-


formadora del sufrimiento que nos provocan las tendencias negativas, las
cuales provienen de nuestro ego y de la imagen idealizada que nos for-
mamos nosotros mismos y que nos tortura con sus falsos razonamientos.
Si comprendemos que no hay otra cosa más importante que el amor, se
solucionarán todas nuestras ansiedades.
El amor es la fuerza vencedora del egoísmo y de sus derivados, como la
envidia, los celos, la agresión, el odio y el miedo. Mientras que el odio en-
gendra odio, el amor engendra amor.
El amor debería ser la meta de la vida. Es el que nos permite liberar al Yo
Verdadero, al Yo Espiritual, que está arrinconado por el ego en el incons-
ciente, y ponerlo a nuestro servicio. Así emprenderemos el camino que nos
lleva hacia el Sí Mismo.
Cuando sentimos inseguridad o ansiedad por causa de nuestros conflictos no
resueltos, proyectamos estos sentimientos en los demás. En estos casos de-
bemos investigar cuál es la tendencia que nos impide dar el amor genuino.
Los motivos son generalmente el miedo, la envidia y los celos, que estaban
justificados en la infancia por el ego infantil no maduro, pero que de adul-
tos solo nos perjudican en nuestras relaciones con nuestros seres queridos.

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Conócete ti mismo

El amor no debe ser posesivo. Nunca debemos tratar de esclavizar a


nuestra pareja o a nuestros hijos a nuestros gustos y deseos y coartarles
su libertad de acción.
El amor se libera a través de la generosidad, la benevolencia y la caridad.
Implica también olvidar y perdonar los errores e incomprensiones que los
demás hayan cometido.
Todo en la vida forma parte de dar desinteresadamente. Una dádiva genui-
na está exenta de pensamientos egoístas, su propósito se cumple automá-
ticamente. La dádiva no necesita recompensa, esta viene con el amor.
El amor es el hecho positivo que se expresa siempre por medio del afecto,
la ternura, la lealtad, la simpatía, la comprensión y la ayuda. El amor forma
parte de dar.
El amor debería ser la finalidad de la vida. Si lo logramos, nos sentiremos
seres distintos en el sendero del bienestar emocional.
Nuestra cultura no nos enseña a amar, por eso es una sociedad enferma.
Cuando competimos despiadadamente para beneficiarnos, sobresalir y
destacarnos, hay ansiedad y frustración, ya que el amor no puede estar
presente.
Cuando el amor se combine con otras orientaciones importantes de
nuestra vida, como pedir la colaboración a nuestro Ser, es decir, al Sí
Mismo, donde se encuentra afecto, inteligencia, comprensión, ecuani-
midad y equilibrio, nos conducirá y ayudará a construir un sentimiento
de bienestar emocional.
El amor vibra en forma de servicio, caridad, justicia, benevolencia. La bon-
dad pasiva no es suficiente, debe provenir del corazón. El amor es la espe-
ranza de este mundo oscuro e injusto. El amor es el gran maestro que nos
enseña a ser lo que nunca fuimos.
A veces, el amor crea un cambio absoluto en nuestras costumbres, con sus
lecciones, que coinciden con la finalidad de este estudio.
El amor adquiere matices sumamente peculiares en la mente humana. Su
energía no es solamente la mayor y la más variada que nos podamos imagi-
nar, sino la única que puede vencer los obstáculos para lograr el comienzo
del conocimiento de nuestro Ser.
Es parte de nuestra energía y libertad. Es una fuerza buena, salvaje, feliz y
exuberante que es indispensable para la búsqueda del Sí Mismo.

41

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Capítulo 7
La falta de comprensión

La naturaleza original en nuestra vida interior, el Sí Mismo, está fuera de su


centro lógico porque nosotros no lo hemos realizado o no lo hemos hecho
real. Fuera del Sí Mismo reinan la confusión y el ego con sus falsas ilusiones
y fantasías. Somos el resultado de nuestros pensamientos que pueden ser
malsanos, ilógicos y hasta caóticos.
Dichos pensamientos tienden a convertirse en actos y conductas que condi-
cionan nuestra manera de ser y no solo engañan a las otras personas, sino
que también a nosotros mismos.
Esta falta de comprensión sobre lo que realmente somos es la que nos
conduce a la ignorancia. Por este motivo, el ser humano cree que dicho
contenido mental descontrolado es suyo y lo identifica como tal, por lo que
termina formando parte de sus ilusiones y fantasías.
Por esta falta de comprensión e ignorancia, la persona tiene percepciones
falsas que le impiden ver la realidad o su verdadera naturaleza. El falso yo,
el ego, es el peor enemigo del Sí Mismo, como también uno de los grandes
obstáculos que impiden que las personas obren correctamente.
Para trascender la ilusión que nos presenta el falso Yo, hay que acabar con la
ignorancia, la verdad debe descubrir al Sí Mismo que, como hemos dicho en
anteriores ocasiones, está arrinconado desde la infancia en el inconsciente.
Ese falso Yo, el ego, es un instinto que el hombre comparte con los anima-
les y fue muy útil hace millones de años, cuando este vivía en un mundo
hostil, bajo la ley de la selva. Pero hoy en día, el ego sólo nos llena de falsas
ilusiones y nos conduce a esa falta de comprensión de la realidad, a ese
mundo de proyecciones falsas, susceptibilidades, resentimientos, envidia,
celos y hostilidad.
Si comprendemos que todos los seres humanos son egocéntricos en ma-
yor o menor medida, no nos queda otra solución para llevar una buena
relación con ellos que la de conocer y entender sus angustias, problemas y
sufrimientos.
Hay que tener una visión amplia sin aferrarse a su propio punto de vista,
sino más bien aceptar el de los demás; y ponerse a aprender durante toda

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la vida a observar la realización en nosotros mismos. No debemos aferrar-


nos a algo como una verdad absoluta porque quedaríamos atrapados y no
podríamos estar listos para cuando la verdad aparezca.
No hay que pensar que el conocimiento que debemos tener sobre algo es
invariable y es la verdad. Tenemos que estar abiertos y recibir los puntos de
vista de los otros. No hay que forzar a los demás a aceptar nuestras opinio-
nes bajo amenazas veladas o descubiertas, sino que debemos obtener la
aceptación mediante el diálogo comprensivo y los motivos profundos de la
comprensión. Si logramos comprender los motivos profundos con los que
nuestros seres queridos han obrado mal y nos han hecho daño, la amargura
que nos provoca desaparecerá. Para la reconciliación no será necesario ni
que la otra persona esté presente: al reconciliarnos con nosotros mismos el
problema se esfumará.
En la comprensión debemos estar atentos y ecuánimes, observando y
comprendiendo sin prejuzgar, sin ansiedad o fantaseando. Debemos evi-
tar las comparaciones, proyecciones y ver siempre la realidad tal como
es en profundidad.

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Capítulo 8
Antes de la meditación: tranquilidad

No debemos olvidar que cuando estamos agitados y queremos dejar de


pensar en nuestros problemas, estos se agolpan en nuestra mente. Debe-
mos tratar de no dejarnos arrastrar por ellos.

Debemos tener fe
A pesar de los muchos fracasos que algunos han podido tener en la bús-
queda del Sí Mismo, nosotros intentaremos seguir las enseñanzas de los
grandes maestros tibetanos que lo han logrado, pero solo debido a la ayu-
da de un maestro experto.
Se deben seguir cuidadosamente los puntos que se indican más adelante.
Además, ellos insisten en que todo depende del gran fervor que pongamos
en esta tarea.
La devoción brota de la sabiduría de las enseñanzas. Ellas indican que esta
búsqueda hay que emprenderla hasta encontrar el logro deseado. Es un
largo viaje lleno de imprevistos, por lo cual se debe aportar toda la fe, de-
voción, estudios y motivaciones que faciliten llegar a esa tierra prometida.
Como sucede después de un largo viaje por barco, cuando la presencia de
pájaros volando nos anuncia la cercanía de la tierra, de la misma manera en
nuestra búsqueda aparecerán las primeras vislumbres de nuestro Sí Mismo.
Así como la cercanía de la tierra motiva a la tripulación de un barco a multi-
plicar sus esfuerzos para llegar a ella; también nosotros veremos reforzada
nuestra lucha, fe, y esperanza en lograr nuestro objetivo.

Debemos estar tranquilos


Cuando meditemos debemos estar conscientes de lo que sucede y esto solo
se logra si estamos tranquilos, las preocupaciones y angustias nublan nues-
tra mente y nos impiden ver la realidad.

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Conócete ti mismo

Cuando tenemos muchos problemas o nos sentimos angustiados y presio-


nados, no nos damos cuenta que tenemos que tranquilizarnos y buscar
la paz, para no cometer errores, tomar un tiempo para tranquilizarnos,
preferiblemente en algún lugar que nos de una sensación de paz, aun-
que cualquier lugar silencioso nos puede servir para este fin. Una vez
que estemos más tranquilos, podremos empezar a meditar sobre nues-
tras angustias y problemas.

¿Cómo lograr la paz?

Antes de meditar, debemos respirar lenta y profundamente. Recorde-


mos algunos de los muchos momentos agradables que hemos tenido en
nuestra vida.
El recuerdo del día en que comenzó algún noviazgo; el nacimiento de
un hijo, sus primeros pasos, sus primeras palabras o sonrisas que nos
llenaron de alegría; los festejos por nuestra graduación; la belleza de
un paisaje o un cielo estrellado con su luna llena; los colores de las flo-
res o un árbol florecido; los recuerdos de un viaje o los de la niñez de
nuestros hijos.
Todos esos momentos que quisiéramos revivir, ¿quién nos lo impide? Debe-
mos pensar en este tipo de cosas agradables, respirando lenta y profunda-
mente, hasta que nos tranquilicemos.
Yo (el que escribe este estudio) tengo en mi casa un álbum de fotografías
con el título “Momentos agradables”, donde guardo imágenes de esos mo-
mentos mencionados.
Cuando estoy agitado, acostumbro mirar ese álbum, y trato de recordar los
detalles de esos acontecimientos que me hicieron tan feliz y siempre me
tranquilizo. Entonces ya puedo meditar sobre los problemas.
El Gran Maestro vietnamita Tich Nath Hanh recomienda que cuando este-
mos alterados debemos ir a la nevera y tomar un vaso de agua fría, respirar
profundamente, sentir el frío del agua, respirar y sonreír ampliamente. Esto
es una oportunidad para una suspensión del enfrentamiento y figurar un
brindis con el oponente, compartir unos cuantos sorbos con él, y arreglar
juntos una nueva reunión para más adelante.
Así se relajan los músculos faciales y nos tranquilizamos.

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S. Enrique Cupello

Recordemos la televisión
Podemos pasar muchas horas del día viendo la televisión. Si estamos pre-
ocupados debemos ver preferentemente los programas que nos entretie-
nen y tranquilizan, como las comedias, los musicales o los culturales.
Evitemos los programas de mucha violencia o terror, que nos pueden an-
gustiar aún más.

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Capítulo 9
La meditación

Una vez que estemos tranquilos y relajados podremos comenzar a meditar.


La meditación puede hacerse en cualquier lugar o momento, caminando,
en el automóvil durante el tráfico o en algún lugar especial que hayamos
elegido para este fin. Lo importante es que no puedan distraernos. Algu-
nos minutos pueden ser suficientes.
Si tenemos problemas, es recomendable aumentar el tiempo de la medita-
ción y, eventualmente, insistir en el punto hasta que podamos resolverlo.
No se trata de una asociación libre de ideas, sino de una reflexión sobre
algún tema que nos dé preocupaciones. Cuando aparezca repentinamente
algún tipo de comprensión y una posibilidad de resolver el problema, hay
que detenerse y analizar profundamente, con una mente amplia y libre de
prejuicios y de etiquetas sobre “el qué dirán”. Así averiguaremos si esa era
la solución correcta.

Debemos meditar

Debemos meditar sobre nuestros aspectos negativos, como la susceptibili-


dad, la irritabilidad, la impaciencia, el mal humor, la tristeza y los estados
depresivos. Todos ellos representan una resistencia contra el Sí Mismo y son
provocadas por el ego, que lo único que busca es manipular la realidad y
perpetuarse en nuestra mente.
La meditación nos permite observar los impulsos destructivos, los acondi-
cionamientos a la cultura y la ceguera mental.
La verdad está en uno mismo y solo nosotros podemos rescatarla. Estar de
acuerdo con nuestra imagen idealizada, o sea, nuestra propia personalidad
por nosotros mismos, es un obstáculo para descubrir el Sí Mismo.
El ser humano corre siempre detrás de la satisfacción de los deseos y es el
ego el que ofusca al Sí Mismo, que queda sumergido en las tinieblas. Con
muchas dificultades podemos rescatarlo, aunque sea parcialmente. Sin du-
das, esto nos traerá beneficios.

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La misión de la meditación es entonces disolver los conflictos, eliminar el


egoísmo, nuestros aspectos negativos, para lograr una transformación
de la personalidad.

La terquedad del dominio del ego: la sombra


Como venimos insistiendo, el ego, temiendo su destrucción, luchará impla-
cablemente para sobrevivir y evitar que reviva el Sí Mismo. Entonces, apa-
recerá “la sombra”, una de las más destacadas nociones del doctor Jung, el
gran investigador de la psicología.
“La sombra” es una manifestación del ego y representa todo aquello que
en la vida no es aceptado o que se ha reprimido, bien sea por impulsos del
instinto o por reacciones ante un mundo cruel. Es una especie de bloqueo
o resistencia a lo que estorba. El hombre deberá estudiarla atentamente y
captar su naturaleza, su origen, la forma en que se presenta y determinar
la manera de superarla.

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Capítulo 10
¿Sobre qué meditar para conocernos a nosotros mismos?

¿Quién piensa? ¿Quién siente? ¿Quién actúa? ¿Por qué? ¿Quién pelea, sufre
y se deprime? Para averiguarlo es indispensable autoanalizarse, meditar
profundamente el porqué de estas preguntas sin respuestas.
El Sí Mismo, el Ser, el Yo Verdadero, el Yo Espiritual, es el Yo Original, aun-
que parcialmente empezó a contaminarse en el momento del nacimiento. Es
el Yo fetal que gozaba en la beatitud del vientre materno, el Yo de la prime-
ra infancia, que si bien es cierto que era egoísta, por ser este un instinto de
supervivencia de la especie, todavía existía en él la espontaneidad, la since-
ridad, el asombro por las pequeñas cosas, la ingenuidad, la inocencia, la ale-
gría y la benevolencia. En él no existían la envidia, los celos y la agresión que
conducen a la maldad y los continuos sufrimientos. ¿Cómo encontrarlo?
Estamos enajenados, no sabemos quiénes somos, ni sabemos con cuál as-
pecto de nuestra vida debemos identificarnos. Son tantos los llamados que
recibimos en nuestra mente y que luchan entre ellos por controlarnos, que
muchas veces no sabemos lo que queremos y terminamos haciendo lo que
dice el ego, que es el que en realidad manda.
Vivimos de espaldas a nuestro Sí Mismo. Solo nos acercamos a él en algunas
ocasiones, como cuando apreciamos el arte, cuando estamos enamorados
o en épocas de calamidad general. En esos momentos brota lo mejor de
nosotros.
A través de la meditación, despertaremos en nosotros la naturalidad de la
mente, para llegar a entender lo que en realidad somos, para reconocer a
nuestro Sí Mismo, nuestro Yo Verdadero, el espiritual, que está reprimido
en el inconsciente. En la tranquilidad de la meditación podremos encontrar
la profunda esencia de este ser que creíamos perdido, porque fue arrinco-
nado por el ego, para complacer sus complejos y glorificar su auto-impor-
tancia ficticia.
Los grandes maestros orientales sugieren la búsqueda del Sí Mismo a través
del método de meditación llamado “de la percepción”.
El ser humano debe ver la realidad y no las fantasías del ego, que hacen
que la mente esté atormentada continuamente con pensamientos en-
gañosos, falsos y fantasiosos. De esta forma es prácticamente imposible

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S. Enrique Cupello

encontrar al Sí Mismo. Necesitamos tranquilidad y paz para poder me-


ditar y reflexionar sobre lo que andamos buscando. Para alcanzar el Sí
Mismo, se requiere una revelación que esté por encima de los órganos
sensoriales, se necesita una percepción que no esté basada en los senti-
dos y por esa visión superior es que podremos lograrlo.
Esta es independiente, amplia y libre. No tiene confusión porque está más
allá de toda interferencia. No es un producto de la elaboración mental, ni
de la lógica, ni del razonamiento. Esto se va logrando con la voluntad de
que sea confirmada definitivamente y se pueda controlar la conducta y los
actos. Es indispensable desprenderse del egoísmo, renunciar a toda vani-
dad y a la ambición devoradora.
En la gran mayoría de los casos, esas angustias y ansiedades que nos ator-
mentan en la realidad no son tan graves si las comparamos con otros mo-
mentos difíciles de nuestra vida y que hemos superado.
Pensemos en otras personas que padecen momentos terribles por causa
de enfermedades incurables o por calamidades naturales o por la violen-
cia de terceras personas. Al reflexionar sobre estos casos, nuestros pro-
blemas se redimensionan a su real medida y se facilitan las posibilidades
de resolverlos.

En la auto-indagación el ser humano debe despojarse de su


máscara

Para buscar el Sí Mismo de los demás, debemos hacerlo a través de nuestro


Yo Verdadero. Observemos y meditemos sobre nuestros continuos cambios
emocionales, como también sobre el amor propio, la agitación, la tranqui-
lidad, las tristezas y las alegrías.
Es necesario auto-indagarse en todos esos estados emocionales, evitando
y controlando los autoengaños y las falsas ilusiones del ego. Así aprende-
remos a controlar todas las perturbaciones y con ello aparecerá una mente
más tranquila.
En estos casos, debemos indagar cuál es la causa y pedir al Yo Espiritual o
Sí Mismo, que es el que verdaderamente manda en ese momento, si es la
mente real o la falsa del ego.
Todo es necesario para la conquista del Sí Mismo y, aunque hayamos su-
frido en la vida y aun el futuro nos depare nuevos sufrimientos, valdrán la
pena todos los esfuerzos que pongamos en lograr total o parcialmente esta

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Conócete ti mismo

realización: los beneficios que lograremos compensarán todos los contra-


tiempos que hayamos vivido.
Está en juego su vida anímica y debemos reflexionar sobre ello. Marque
con un lápiz los puntos que le parezcan necesarios de este o cualquier
otro trabajo similar que puedan motivarlo en esta búsqueda, así podrá
leer en pocos momentos los puntos importantes que lo ayuden a lograr
su transformación.

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Capítulo 11
Conócete a ti mismo

En el siglo XI, el maestro Eckard decía: “El hombre debe establecer puen-
tes que cubran las honduras de su corazón, de treinta a cuarenta pieles
obstruyen el camino a su alma y así espera paciente y casi inútilmente
que lo rescaten”.

¿Quién soy yo? ¿Por qué?


¿Quién soy yo? ¿Cuál es el papel que estoy ahora interpretando? ¿Quién es,
en última instancia, el Sí Mismo? ¿Quién desea auto-realizarse a través de
él? ¿Deseamos ser más felices?
La felicidad está dentro de nosotros mismos, en la tranquilidad y pureza de
nuestro Sí Mismo. Es la sabiduría necesaria para apartar esos pensamientos
egocéntricos que un día ven la maldad y otro, la bondad en la misma situa-
ción, según sean las conveniencias momentáneas. Así podremos encontrar
y entender la necesidad de los demás.

La conciencia
Es la voz del ser espiritual, es parte de alma, del Sí Mismo que está en nues-
tro interior y que protesta siempre que realizamos algo que no es correcto
y que dice “sí” o “no”, dependiendo de lo ético y moral. Es una balanza
sensible que sopesa las acciones propias. El sentido del deber y los remordi-
mientos son parte de la conciencia.
La conciencia está formada por la imparcialidad y la justicia y determina la
bondad o maldad de cada acción.
Lamentablemente, la conciencia de cada persona varía de acuerdo con
sus propios valores. A veces se nubla por causa de las debilidades huma-
nas y porque muchas veces estamos inmersos en un cúmulo de conflictos
emocionales y puede permitir algo incorrecto. Es por ello que no debe-
mos confiar ciegamente en ella.

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Conócete ti mismo

La necesidad de un diario
La forma de poder reconocer las influencias del falso yo es observándonos,
escudriñándonos, apuntando en un diario cada una de las imprudencias
que nos llegaron a provocar problemas o crearon malentendidos. Poco a
poco mejoraremos nuestra personalidad y nos hará más felices tanto a no-
sotros como a los seres que nos rodean.
De esta forma lograremos evitar hacer lo que nos dicta el ego, que es solo
lo que nos conviene, olvidando que los demás tienen también el derecho
a no ser perjudicados y manipulados, aun involuntariamente, con nuestras
envidias, celos y agresiones.

Liberarse de su mente
Es la naturaleza de la mente visualizar los hechos de la vida como proble-
mas. Si estos no están de acuerdo con nuestra visión de lo que nos convie-
ne, nuestra mente ve como grandes los pequeños dolores y exagera las
pequeñas dificultades que se transformarán así en graves problemas. Con
frecuencia estamos agobiados por una mente torturada en la desdicha y no
nos damos cuenta de que estamos equivocados porque estamos acostum-
brados a esta manera de pensar.
Muchas veces pensamos erróneamente que todos nuestros problemas se
deben a circunstancias negativas e inevitables o que se producen por causa
de otras personas que consideramos como enemigos.

Vislumbres de la iluminación
Este proceso, al que llamaremos “Vislumbres de iluminación”, nos dejará
sacudidos y conmovidos en lo más profundo de nuestros corazones. Por fin
tendremos la certeza de que todos esos aspectos que tanto hemos oído
mencionar, como “la sabiduría” y “una gran personalidad”, que nos parecían
imposibles de lograr, ahora sí pueden ser adquiridos. Sentiremos la embria-
guez del Sí Mismo y un estado de plena quietud, equilibrio y ecuanimidad.
Imaginemos la felicidad que podremos traer a los que nos rodean si con-
seguimos retomar los valores de la infancia: la espontaneidad, la alegría,
la sonrisa espontánea, los ideales de la juventud, lo más precioso para la
mayoría de las personas.

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S. Enrique Cupello

Reencuentro de valores
Todas estas promesas nos alentarán para continuar por este camino. El
reencuentro con estos valores será como volver a casa, como el hijo pródigo
que por su nostalgia regresó al viejo hogar. Ellas nos devolverán esas rique-
zas inexploradas que nos permitirán seguir luchando en esta interminable
búsqueda de la verdad.

La auto-indagación
El hombre tiene una indudable inclinación a la unión con las demás per-
sonas, pero también es cierto que además tiene la necesidad de apartarse
para escudriñar en su propio interior.
Por lo tanto, es sumamente importante la auto-indagación, siendo ca-
da uno de nosotros el investigador de nuestra propia vida interior. Así
lograremos encontrar el camino que nos conducirá al Verdadero Yo,
al Sí Mismo. Conoceremos nuestro Sí Mismo, el que también Sócrates
buscaba y que aparece esculpido en la fachada del templo de Delfos en
Grecia.
Este estudio incluirá sobre todo los aspectos negativos: la ambición exage-
rada, el afán desaforado de poder o de dinero, así como el egoísmo y su
sed incontrolable de placeres y falsas ilusiones. Como ya lo hemos mencio-
nado, hay que distinguir el falso Yo, el ego, ese Yo que es el producto del
ambiente, la cultura y las circunstancias: el falso. El otro Yo que está más
allá del falso es el Yo Verdadero, el real, que puede ser valiosísimo si se lo
descubre y utiliza.
La investigación del mundo interior junto con la meditación posibilita
el reencuentro del hombre con su mundo interior. Allí encontrará a un
sabio maestro: el Sí Mismo, el Yo Espiritual, la conciencia, con una bri-
llante lámpara que lo iluminará y guiará. Una vez que la tensión corpo-
ral ceda, la mente podrá canalizarse hacia otros fines: será una mente
más equilibrada y justa para nuestro beneficio y el de nuestros seres
queridos.
La indagación interior estimula y alerta a la mente, porque se ahorra la
energía que antes se desperdiciaba en pensamientos ilógicos, y nos con-
duce a la serenidad. El simple hecho de silenciar las susceptibilidades, los
resentimientos y las frustraciones absurdas nos ayuda a transformar esa
angustia y agitación en tranquilidad.

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Conócete ti mismo

Surgirá entonces un nuevo conocimiento de la vida y, progresivamente,


comenzaremos a intuir que dentro de nosotros existen esos recursos que
fueron descubiertos por el investigador Jung y a los que llamó “incons-
ciente espiritual personal”.

La eliminación de conflictos
Insistimos en que es necesario eliminar todos los conflictos posibles, las
deficiencias del carácter y de la conducta, junto con las fuerzas nega-
tivas. Se las debe sustituir por las constructivas; solo así podremos des-
pertar al hombre real, que siempre es mucho mejor de lo que creemos
que es.
Debemos advertir que este camino es largo y difícil. Muy pocas personas
logran el total control del ego, ya que este siempre estará batallando y
produciéndonos falsas ilusiones. Otra dificultad que encontraremos en el
camino son los hábitos que se han arraigado en lo profundo de nuestras
mentes y que tratan, como los rieles de un ferrocarril, conducirnos a un
destino prefijado desde hace mucho tiempo.
Pero definitivamente, si nos lo proponemos y si perseveramos, sí podremos
mejorar, sí podremos ser más felices y sí mejoraremos nuestras relaciones
con los seres queridos.
Después del primer encuentro con el Sí Mismo, aparecerá el primer vislum-
bre de que sí es posible alcanzar con el tiempo una serenidad absoluta y
una comprensión grande.

Análisis de las consecuencias de un agravio


Qué es lo que realmente sucede cuando recibimos un agravio de parte de
un familiar cercano.
En estos casos, siempre el ego es el que actúa en ambos lados. Siempre tra-
ta de azuzar, complicar, distorsionar y agitar los ánimos de ambas partes. La
realidad nos indica que ellos a veces son incapaces de hacer algo malsano
contra nosotros, pero al calor real de una discusión, los ánimos se van cal-
deando y se dicen cosas indebidas, hasta que uno explota con una ofensa
grave en contra del otro, que no podemos aceptar. Inmediatamente nos
atormentamos y los pensamientos se agolpan y nos agitan.

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Pero si hacemos un análisis profundo, sí podremos enmendar lo realizado,


comprendiendo que es un malentendido y que el orgullo exacerbado de
ambas partes es la causa.
Debemos comprendernos a nosotros mismos y a los demás, averiguando
las verdaderas motivaciones de ambas partes. Si miramos con profundidad,
con una visión clara, nuestros sentimientos y pensamientos, es cuando po-
dremos investigar la realidad y las consecuencias de un malentendido. Una
interpretación ecuánime y estable es la que evita las desilusiones. La dismi-
nución de la influencia del ego equivale a un aumento proporcional del Sí
Mismo, o sea, de la naturaleza original que teníamos en la infancia, en que
reinaba la alegría, la benevolencia y la falta de prejuicios y orgullo.

Debemos revivir el sí mismo


Debemos revivir el Sí Mismo que fue encarcelado por el ego ante la rea-
lidad de la vida. Utilicemos el Yo Espiritual, el Sí Mismo, de manera que
cuando veamos una rosa, no la recordemos solo por su belleza sino porque
podremos revivirla, profundizarla; es decir: viviéndola y apreciándola.
Desde nuestra niñez hemos contruido nuestra propia personalidad, pero
al mismo tiempo disminuimos los valores positivos, sustituyéndolos por los
valores negativos que torturan nuestra mente.
Debemos renunciar a las vanidades, a los afanes de hacer dinero o de po-
der u otros deseos fantasiosos. Si persistimos fervorosamente, podremos
modificar nuestro punto de vista, como también nuestros temores, fobias
y angustias.
No puede haber verdad o justicia si todo descansa sobre el ego. Sin em-
bargo, después del primer encuentro o vislumbre con el Sí Mismo, aun-
que sea por unas horas, todo variará porque estamos estimulados por
nuestros esfuerzos para alcanzar una nueva manera de ser con sus erro-
res y beneficios.
Cuando cumplamos esto, la vida valdrá la pena ser vivida y seremos más
felices. Aunque no nos demos cuenta, al ser humano le es difícil entender
todas las negatividades acerca de la búsqueda del Sí Mismo.
Todas las religiones aceptan al Sí Mismo, pero el vocabulario varía, aunque
las definiciones sean similares.
Yo, como cristiano, acepto la espiritualidad y la inmortalidad del alma; y el
castigo o premio, de acuerdo con el comportamiento en la vida.

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Capítulo 12
El camino espiritual

Para lograr la transformación de la mente, necesitamos transitar el camino


espiritual del Sí Mismo, que es el único que puede decidir las modificacio-
nes y luchar contra los viejos hábitos, las cicatrices provocadas por la igno-
rancia y las costumbres de la sociedad.
Este recurso maravilloso es el que conduce al Sí Mismo. Este es el camino
que penosa e intuitivamente recorrieron Newton y Einstein para llegar a
conocer las grandes leyes que rigen el universo. Si bien muy pocas personas
logran alcanzar al Sí Mismo totalmente, la mayoría puede llegar a él par-
cialmente y disfrutar de sus beneficios.
Este Ser, este Yo Espiritual, es la realidad única y esencial. Es el núcleo cen-
tral y absoluto que interviene en todo lo que sucede. Es también la chispa
divina que todos tenemos dentro y que nos ayudará para seguir ese cami-
no, si se lo pedimos adecuadamente.
La ley mística que gobierna al universo en forma precisa e inconmovible
también está presente en el hombre y su finalidad no puede ser sino la
verdad, la imparcialidad y la ecuanimidad. A través de una sucesión de eta-
pas y grados que superan con grandes esfuerzos algunos seres escogidos,
se logra el fruto esperado: llegar al Sí Mismo y la casi total aniquilación del
falso Yo.
Si bien es cierto que nuestra mente es el producto de nuestra historia pasa-
da, también es cierto que ella se puede transformar. Esto se logra a través
de una concentración profunda, donde se puedan apreciar el panorama
completo, las dualidades como el “amor odio” y nuestros intereses condi-
cionados.
Haciendo consciente el inconsciente, se debe exigir a este que no actúe
siguiendo los dictados del ego, sino los de la verdad, los del Sí Mismo. Si
abandonamos lo negativo de la vieja personalidad y renunciamos a las apa-
riencias, se formarán actitudes benevolentes y conciliadoras que ayudarán
a mejorar la personalidad.
En los diarios del swami (maestro) Maharshi, uno de los más conocidos, él
responde a ciertas preguntas de sus estudiantes.

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Preguntas al swami Maharshi


Pregunta: ¿Cómo logro la paz interior?
Maharshi: La paz está siempre allí, lo único que hay que hacer es controlar
los pensamientos.

Pregunta: ¿Cómo me encuentro a mí mismo?


Maharshi: No hay que buscarlo, tú eres el Sí Mismo, sin embargo tienes que
hallarte.
Otro swami dice: “Hay un ser superior dentro de nosotros, pídele ayuda. Si
no la pides, no la recibirás”.
Pídele ayuda, así te abrirás a ese ser que es una chispa divina. Dios no es
miserable, él está siempre en todas partes, pero a nosotros a veces no nos
interesa recibir esa ayuda porque no creemos que él exista.
En la medida en que logremos avanzar hacia ese nivel superior que, como
dijimos antes, muy pocos llegan a alcanzar plenamente, todas nuestras ac-
titudes serán más serenas y equilibradas.
La ruta hacia el Sí Mismo es el camino espiritual. Este es el recurso maravi-
lloso que nos puede conducir hacia el Ser. En la inmensa mayoría de los ca-
sos en forma parcial solamente. El Sí Mismo es la naturaleza verdadera y la
realidad. Es el núcleo esencial y el centro primario y absoluto de nuestro Ser,
el Sí Mismo y el Yo Verdadero, el Yo Espiritual, es decir, la chispa divina que
Dios nos dio y que siempre nos ayuda si la pedimos con verdadero fervor.
Este Ser puro es el alma, que se hallará en lo más profundo de nosotros mis-
mos. Tenemos que encontrarlo junto con el adulto irritable, egoísta y agresivo.
Ambos forman parte de nuestro Ser: el primero, adquirido por el ambiente,
los hábitos y las circunstancias, que hay que tratar de controlar porque está
dominado por el ego. El segundo, en cambio, el Sí Mismo, hay que cultivarlo y
vivirlo porque es nuestra fuente de origen y la inteligencia creadora que saben
utilizar los grandes artistas. Ella es la que siente, percibe. Permitamos que sea
ella la que nos ilumine. Sintamos su presencia, su serenidad y su ecuanimidad.
Al liberarse estas fuerzas positivas, los impulsos negativos comenzarán len-
tamente a renunciar y la personalidad empezará a desarrollarse junto con
una relación más respetuosa de las necesidades de los otros.
El auténtico Ser que tenemos que revivir no se resiente por motivos ilógi-
cos, igual que como sucede en los niños. Tampoco culpa a la cultura o a la
familia: su ecuanimidad se lo impide.

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Conócete ti mismo

Este Ser, que desde hace milenios el ser humano trata de alcanzar, es la
verdad y la justicia. Es el que nos permitir descubrir la madurez emocional,
la imparcialidad y la felicidad.
Este camino se abre con gran amplitud de orientación. Es necesario que el
ser humano se abra con un viraje de 180 grados, solo así podrá obtener una
fundamental nueva orientación. Partiendo de allí, paso a paso se puede ir
transformando en un Ser más amplio, más profundo y más justo.
Cuando se desaloja esa mente preconceptual y cohibida, se comienza a
experimentar la gratificante sensación de seguridad que liberan nuestras
energías para que puedan luchar contra los ataques del ego.
Este es el camino de la paz, de la concordia. Tenemos que evitar las polémi-
cas inútiles con nuestros pensamientos porque ellos representan al falso yo,
es decir, a nuestra personalidad que mostramos a los demás.
Debemos alcanzar a ver la verdad, que impide apreciar y aprender a ver las
cosas como deben verse y no como son en realidad. Porque lo vemos mal.
Necesitamos aceptar nuestras limitaciones y conocer las verdaderas capaci-
dades que tenemos.
Todo lo anterior nos conducirá al camino espiritual.

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Capítulo 13
Cómo tener acceso al Sí Mismo

Para tener acceso al Sí Mismo debemos lograr una nueva visión interior.
Solo podremos conseguirla a través del camino espiritual, ya que es el único
que puede permitirnos luchar contra los códigos de la especie, los hábitos y
las costumbres. Estas modificaciones no podrán efectuarse si no interviene
el inconsciente espiritual y, por lo tanto, el Yo Espiritual.
En primer lugar, hay que hacer un cambio radical: debemos tener una nue-
va visión.
Se nos ha enseñado a pasar la vida persiguiendo nuestros pensamientos
contaminados por los hábitos, costumbres y perjuicios y, según ellos, pro-
yectamos nuestra imagen al exterior. De manera que tanto nosotros como
las personas que nos observan ven solo eso: una proyección falsa de noso-
tros mismos.
Estamos habituados a mirar hacia fuera, de manera que hemos perdido
casi por completo el acceso a nuestro ser interior. Contemplar la naturaleza
desde el interior de nuestras mentes es algo que evitamos, porque desco-
nocemos cómo somos en realidad y tememos poner en evidencia nuestros
errores y conflictos.
Contemplar la verdadera naturaleza de nuestras mentes: el Sí Mismo. Este
es un trabajo largo y duro, pero cuando logremos vislumbrar nuestros ras-
gos positivos se recompensarán cien veces nuestros sacrificios. Pensemos
solamente cuán maravilloso sería poder controlar la ira, el dejar de pensar
solo en lo que nos conviene causando muchas veces daño a las demás per-
sonas, especialmente a nuestros seres queridos.

Enfrentando al ego
Es imposible enfrentar al ego directamente, porque es extremadamente
poderoso, nos acompaña desde la infancia y seguirá haciéndolo hasta el fin
de nuestros días. Es un compañero inseparable que ha aprendido a com-
portarse como un reflejo condicionado, involuntario e incontrolable. A él
debemos pagarle el precio de la cultura con sus reglas, patrones, tradiciones

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Conócete ti mismo

y costumbres. En sus comienzos, el ego fue el que nos salvó de la ley de la


selva y, en la medida en que la civilización fue avanzando, el ego se volvió
cada vez más exigente. A este falso Yo es posible reeducarlo, enseñándole
nuevas pautas más saludables.

Controlar el egoísmo
Tenemos que controlar al egoísmo, ya que es el responsable de todos nues-
tros defectos. Al disminuir las influencias del ego, poco a poco comenzarán
a surgir los cambios en nuestro interior y en las relaciones con las demás
personas. Así lograremos que se reviva el Yo Verdadero, el Espiritual, que
estaba arrinconado desde la niñez.
Lentamente empezarán a surgir nuevas cualidades, que en realidad esta-
ban ocultas, se fortificarán y surgirá un nuevo sentido de los valores que
hará que el mundo se vea con nuevos ojos. El egoísmo, los resentimientos y
las hostilidades comenzarán a decrecer y, si perseveramos, iniciaremos una
vida con menos temores y angustias.

Descubrir pensamientos propios


Descubriremos que es posible no solo producir pensamientos propios, es
decir, sin las manipulaciones del ego, sino también generar sentimientos
auténticos, sin los prejuicios y sin las influencias de los hábitos, cambiando
en cierta forma nuestra manera de actuar y de vivir.

La vía media
En algunos de sus escritos, Buda sugería tomar “la vía media”, lo que signi-
fica que cuando enfrentemos situaciones conflictivas no seamos agresivos y
radicales. Más bien debemos presentar una actitud conciliadora, no egoís-
ta, ecuánime y tranquila, que no se enfrente ciegamente a las costumbres y
pautas del ambiente, aunque debemos hacerlo con firmeza y aclarando las
partes positivas de nuestro punto de vista.
Si logramos este objetivo, iremos modificando nuestro carácter y nuestra
manera de actuar. Nuestra personalidad será más exitosa en las relaciones
humanas, más equilibrada, humana y compasiva.

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Actitudes conciliadoras
Cuando la mente piense en comportarse con benevolencia, en lugar de
pensar en el qué dirán, empezarán a aparecer actitudes amorosas y conci-
liadoras que ayudarán a mejorar nuestra personalidad y comenzaremos a
experimentar una gratificante sensación de seguridad, una certidumbre de
que sí existe un centro de infinita sabiduría al que podemos recurrir: la paz
del Yo Espiritual, o sea, del Sí Mismo.

Preguntas y respuestas
Pregunta: ¿Puede una persona con poco entrenamiento y poco fervor ob-
tener una repuesta del Sí Mismo?
Respuesta: De ninguna manera. Lo más probable es que se confundan las
voces del ego con las del Sí Mismo, predominando las del ego.
Pregunta: ¿Puede una persona egoísta, o con afán extralimitado por el di-
nero o el poder, o afectado por narcisismo, o agresividad, o resentimiento,
o susceptibilidad, escuchar al Sí Mismo?
Respuesta: La respuesta es de nuevo: ¡No!
Repetimos, la única forma en que predomina el Sí Mismo es cuando hay
una transformación hacia lo positivo y rechazo a lo negativo. Todo lo que
sea quietud, paz, equilibrio, justicia, son con seguridad las voces del Sí Mis-
mo que se expresa.

No identificarse con el ego


Cuando dejamos de identificarnos con los pensamientos del ego, nos con-
vertimos, a través de la conciencia, en censores de todo lo negativo. Cuando
logremos acercarnos al Sí Mismo, este nos ayudará a no presentar resisten-
cia frente a la vida.
Si perseveramos, poco a poco iremos mejorando. Lo que pensábamos que
necesitábamos para lograr la felicidad irá llegando sin esfuerzo, lo que
veíamos como negativo se suavizará y nuestra mente será mucho menos
egoísta, menos agresiva y sin resentimientos. Incluso, si por alguna circuns-
tancia se derrumbara todo a nuestro alrededor, aún quedaría un núcleo de
paz que nos ayudaría a aceptarnos.

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Capítulo 14
La lucha

La lucha por el Sí Mismo


Debemos emprender la lucha por el Sí Mismo, el Yo Espiritual, el Ser. Por lo
tanto, es necesario luchar contra el ego. La capacidad que este posee para
sobrevivir es casi infinita y constantemente combatirá con nuevos recursos
para destruir nuestros deseos de liberarnos de su tiranía.
La verdad es sencilla y las enseñanzas muy claras. Sin embargo, cuando
creíamos que ellas comenzaban a influir en nosotros, con gran desaliento
notamos que intervienen de nuevo las maniobras y engaños del ego.
Cuando por fin el ego queda al descubierto y notamos que verdaderamen-
te hemos puesto el dedo en la llaga, aparecen toda clase de problemas
psicosomáticos que nos ponen de nuevo a dudar. El ego siempre está de
guardia y arrojando leña al fuego, aprovechándose de nuestras torturas,
ansiedades y sufrimientos.
Cuando logremos alcanzar, aunque sea parcialmente, al Sí Mismo, todas
nuestras actividades serán más serenas y equilibradas. No se trata de que nos
convirtamos en un nuevo San Francisco de Asís, pero sí en unos luchadores
por la verdad, la justicia y el equilibrio. Combatiremos en una batalla contra
las falsedades, los engaños y el egoísmo de nuestro ego, que solo pretende
subyugarnos. Para ello, debemos sacar a flote esa chispa divina que Dios
inculcó en nuestra conciencia, el Sí Mismo, para que con ella, después de
muchos milenios tengamos, algún día, alguna semejanza con Dios.
Debemos aprender a penetrar la realidad del Sí Mismo en todos sus as-
pectos. Necesitamos develar su verdadera naturaleza, diferenciando lo que
es aparente de lo que es real, mirando desapasionadamente nuestra vida
interior.
En algún momento percibiremos algo así como una especie de vislumbre y
quedaremos asombrados de estar ante una especie de fenómeno de clara
comprensión de los problemas. Lamentablemente son apenas vislumbres
y la realidad regresa. El hombre oculta su propia naturaleza, su Sí Mismo
que, como hemos mencionado en otras oportunidades, está acorralado en
el inconsciente y raramente se le permite surgir.

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S. Enrique Cupello

Nuestra verdadera lucha esta allí. Nuestra ignorancia nos impide conocer
nuestra propia espiritualidad y confundimos nuestro Yo Espiritual con el
ego. Es importante que sepamos luchar contra nuestros propios sentidos y
nuestro razonamiento habitual, pero es algo que lograremos solo a través
de muchos esfuerzos y una gran tenacidad.
Luego, posiblemente vendrá esa intuición repentina, similar a la que Eins-
tein, Newton y Edison afirmaron haber tenido cuando lograron sus descu-
brimientos.
Para obtener el conocimiento superior del Sí Mismo, es necesario despren-
derse de gran parte del egoísmo y la vanidad, tener una mente amplia y
profunda, además de poner un gran esfuerzo. Solo entonces desaparecerá
la ceguera mental y surgirá el Sí Mismo.
La mente humana es como un caótico campo de batalla: no hay ni vencedo-
res ni vencidos, solo combatientes que algún día se integrarán en una unión
indisoluble. Así el reino del ego será reemplazado por el del Sí Mismo.

El maestro interior
No importa cuántos problemas tengamos, siempre tendremos que obser-
varlos a través de “nuestro sabio maestro”, el Sí Mismo, nuestra conciencia.
Ella analizará cuidadosamente los hechos y nos dirá cuáles son los proble-
mas reales y cuáles debemos resolver de inmediato.
También la conciencia nos dirá cuáles problemas no pueden resolverse. En
este caso, debemos aceptarlos de la mejor manera posible, tratando de no
añadirnos un nuevo sufrimiento que nos atormentará. Si es este el caso, po-
dría ayudar compartir este sufrimiento con otras personas que estén en las
mismas circunstancias: el identificarse mutuamente facilitará el compartir
las desgracias.
Este proceso de involucrar a la conciencia para definir los verdaderos problemas
quizá parezca fácil, casi como un juego, pero en realidad hay que poner en él
mucha tenacidad, fervor y paciencia. Hay que intentarlo hasta que funcione.

La transformación de la mente
Al principio, la transformación de las personas hacia una nueva y amplia
visión se dará poco a poco.

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Conócete ti mismo

Debemos abandonar las apariencias como escala de valores, ese afán de


aparentar ser más o mejores de lo que somos. Esto lo aprendimos en la
niñez, cuando a través de nuestras mentes inmaduras creímos que era más
importante tratar de vernos mejor en vez de actuar con naturalidad. Es cier-
to que hay muchas personas que equivocadamente actúan y piensan que
en la vida el éxito está en tratar de deslumbrar con actuaciones absurdas,
actuaciones que usan inclusive en las demostraciones de afecto, aunque en
verdad son solo eso, apariencias vanas.

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Capítulo 15
La conquista del Sí Mismo

Para lograr la conquista del Sí Mismo, es de enorme importancia recuperar


las cualidades que teníamos en la infancia y que perdimos en nuestra niñez.
Es mucho más fácil recuperar cualidades que alguna vez tuvimos y perdi-
mos que crear unas nuevas.

Cualidades a recuperar
Entre estas cualidades que son características en la mayoría de los ni-
ños están, como lo mencionamos antes, la espontaneidad, la alegría,
la sonrisa, la sinceridad, la falta de hipocresía, el asombro por las pe-
queñas cosas. Además, en la infancia existe aceptación por lo que nos
sucede, comprensión, benevolencia y la primera virtud: la objetividad
y la realidad.
Lo que antes apreciábamos, como el canto de los pájaros, los bellos paisajes
o las mascotas de todo tipo, dejó de interesarnos porque el ego en forma
nos indujo a buscar otro tipo de objetivos, pero hay que recuperarlo. Con
la ayuda de la conciencia y del Sí Mismo.

Poseer una nueva personalidad


Así disminuirán las proyecciones negativas, susceptibilidades, frustraciones
e irán reapareciendo las cualidades positivas de la niñez. Recuperaremos
esas partes alegres de nuestra infancia y adquiriremos lo que algunos lla-
man “una gran personalidad”, o sea, esas personas alegres, sin complejos,
con una mente muy abierta, adaptables, tolerantes y con sensibilidad. Aun
si alcanzamos un grado mediano de realización, nuestros familiares y ami-
gos lo notarán y apreciarán.
Las enfermedades de tipo psicosomático, como las migrañas, los dolores
musculares y las molestias del tubo digestivo desaparecerán y nos senti-
remos mejor de ánimo y salud.

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Conócete ti mismo

La conquista del Sí Mismo


Lograr la conquista del Sí Mismo en forma total es casi imposible. Solo la
logran algunos santos y grandes maestros tibetanos con la ayuda de otros
grandes maestros y después de muchos años de entrenamientos y grandes
sacrificios.
La gran mayoría de las personas puede llegar a él parcialmente y dis-
frutar de sus beneficios. Pero a cada logro en este sentido seguirán
recaídas temporales. Es indispensable poseer una gran tenacidad, im-
parcialidad y voluntad, además de poner un inmenso fervor y devoción
para obtenerlo.
Muchos de los más grandes científicos, como Newton, Einstein y Oppenhe-
imer, pensaban que la ciencia y la espiritualidad, junto con la visión mística
del mundo, eran compatibles y posibles en su origen.
La búsqueda del Sí Mismo nos traerá tranquilidad, paz, plenitud y una ma-
yor eficiencia, disminuyendo el sufrimiento interior y suprimiendo la infeli-
cidad provocada por nosotros mismos.
Poco a poco disminuirán las proyecciones negativas, las susceptibilida-
des y las frustraciones e irán reapareciendo las cualidades positivas de
la niñez; recuperaremos esas partes alegres de nuestra infancia. Repe-
timos: adquiriremos lo que algunos llaman “una gran personalidad”, o
sea, esas personas alegres, sin complejos, con una mente muy abierta,
adaptables, tolerantes y con sensibilidad. Aun si alcanzamos un grado
mediano de realización, nuestros familiares y amigos lo notarán y lo
apreciarán.
Las enfermedades de tipo psicosomático, como las migrañas, los dolores
musculares y las molestias del tubo digestivo, desaparecerán y nos sentire-
mos mejor de ánimo y salud.
El Sí Mismo es la realidad única y esencial. Es el núcleo central y absolu-
to que interviene en todo lo que sucede. Es también la chispa divina que
todos tenemos dentro y que nos ayudará para seguir ese camino, si se lo
pedimos adecuadamente.
Esta ley mística que gobierna al universo en forma precisa e inconmovi-
ble también está presente en el hombre, y su finalidad no puede ser sino
la verdad, la imparcialidad y la ecuanimidad. A través de una sucesión
de etapas y grados que superan con grandes esfuerzos algunos seres
escogidos que logran el fruto esperado: llegar al Sí Mismo y la casi total
aniquilación del falso Yo.

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S. Enrique Cupello

Para obtener el conocimiento superior del Sí Mismo


Para obtener el conocimiento superior del Sí Mismo se necesita despren-
derse de gran parte del egoísmo y la vanidad, tener una mente amplia y
profunda además de poner un gran esfuerzo. Solo entonces desaparecerá
la ceguera mental y surgirá el Sí Mismo.
Repetimos: la mente humana es como un caótico campo de batalla, no
hay ni vencedores ni vencidos, solo combatientes que algún día se inte-
grarán en una unión indisoluble. Así el reino del ego será reemplazado
por el del Sí Mismo.

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Capítulo 16
El Sí Mismo y la personalidad

Es útil destacar que cuando se va a elegir un cargo importante, nunca se


escoge al más capaz y más cumplido. Se escoge, en cambio, a otro tam-
bién eficiente, pero con mano izquierda firme para los problemas, con
una mente amplia, abierta, benévola, alegre, amigable, que vaya bien
con los demás.
Es interesante que estas características coincidan con las de los personajes
que tienen un cierto dominio del Yo Verdadero, o el Sí Mismo, donde pre-
dominan: la verdad, la ecuanimidad, el equilibrio, la tolerancia, la justicia,
el entusiasmo, la benevolencia y la alegría.
Respecto a lo negativo, el Sí Mismo trata de modificarlo hacia lo positivo.
Figuran allí las susceptibilidades, la autocompasión, el resentimiento y la
agresividad. Todas las tendencias positivas y negativas coinciden con las
que necesita la personalidad.
Para tener éxito en la vida, tenemos que ser personas comprensivas y bene-
volentes, igualmente sea en la personalidad como en el Sí Mismo. El entu-
siasmo que se emprenda en esa obra es de enorme importancia, tanto en
la personalidad como en la recuperación del Sí Mismo. Ella es la chispa que
enciende el motor para desarrollar una idea con pleno fervor, venciendo
los obstáculos, cualquiera que estos sean.
Igualmente es necesaria la persuasión para poder convencer plenamen-
te a los demás. Así como la flexibilidad en las oposiciones diferenciando
lo negativo de lo positivo eventual y la tolerancia a lo no importante.
Respecto a las negatividades y a las susceptibilidades hay que buscar
evasivas benevolentes.
Necesitamos eliminar totalmente la cólera que nunca es útil. Por su culpa,
se transforma un oponente en un enemigo, a veces incontrolable, o un
amigo o un familiar, en contrincante irreconciliable.
Para desarrollar positivamente una personalidad, para recuperar el Sí Mis-
mo, es necesario investigar profundamente por qué a veces nos resistimos
a la transformación. Probablemente sea porque olvidamos los enormes be-
neficios que podemos obtener. En este caso, tenemos que recurrir a nues-

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tro Sí Mismo, para que una luz nos ilumine y nos haga ver la realidad con
mucho fervor: así podremos lograrlo. Debemos tener comprensión.
Es indispensable que nos expresemos con mucha claridad, evitando malen-
tendidos que, en caso de que aparezcan, hay que disipar inmediatamente.

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Capítulo 17
Cómo conducir la vida a través del Sí Mismo

La esencia de vivir conscientemente a través del Sí Mismo es la de ser capa-


ces de percibir la realidad de los hechos, la de ir siempre hacia adelante, la
de combatir las adversidades sin culpar a la vida ni a nosotros mismos, la de
reconocer nuestras equivocaciones y los pensamientos negativos.
Necesitamos poner a trabajar nuestras emociones para nosotros mismos,
de manera de poder sacar el mayor provecho en cada oportunidad. Si no
ponemos entusiasmo en cada cosa que hagamos, nos sentiremos poco úti-
les ante los demás y ante nosotros mismos.
Pero no lograremos producir buenas emociones en nuestro mundo interior
ni en el mundo entero inmediatamente. Debemos trabajar en ello y, aun
los comienzos más modestos en ese sentido, pueden conducirnos a los fir-
mes comienzos del mañana.
No debemos inflar la imagen idealizada del ego, sino cultivar la ecuanimi-
dad y la imparcialidad como virtudes supremas. Debemos desconfiar de los
sentidos que son imprecisos y nos llevan a falsas percepciones propiciadas
por el falso yo. Debemos, en cambio, darle la oportunidad al Sí Mismo, que
siempre ve la realidad. Así alcanzaremos la madurez emocional.

Debemos poseer un conjunto de valores


Debemos poseer un conjunto de valores que solo pueden encontrarse
cuando nos entendemos a nosotros mismos con simpatía, consideración y
comprensión. Y si no somos capaces de modificar nuestro anterior modo de
pensar, debemos abrir otros nuevos que nos conduzcan a la salida de ese
túnel oscuro, hacia nuevos pasajes luminosos.

Debemos ser personas positivas


Debemos ser personas positivas, optimistas, ver la vida como una ocasión
para desarrollar los dones que tenemos, enfrentando la realidad de mane-
ra que esta nos produzca satisfacción y no, ansiedades y sufrimientos.

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S. Enrique Cupello

Hay que buscar esa disposición mental


Hay que buscar esa disposición mental, mucho más profunda y que todos
tenemos reprimida. La mente del Yo Verdadero, de la paz, del amor y de la
comprensión: la del Sí Mismo.
Con la ayuda del Sí Mismo debemos controlar las propias ansiedades, los
temores, las actitudes egocéntricas, los infinitos recursos auto-protectores,
los impulsos instintivos, los reflejos condicionados y no perdernos en ter-
quedades, falsos dogmatismos u obsesiones.

Debemos recordar que nada está terminado


Debemos recordar que nada está terminado, todo está en desarrollo; evo-
lucionamos y crecemos continuamente, sin importar la edad. Esta es la
esencia de la vida. Por lo tanto, no debemos desalentarnos por los errores
que observemos a nuestro alrededor, debemos percibirlos como algo que
forma parte de la vida misma.

La vida en medio para desarrollarnos.


La vida es un medio para desarrollarnos. Es nuestra actitud hacia ella lo que
importa, y tenemos que tomarla como un reto, como una maestra: debe-
mos darle sentido, tratando de dejar también un legado para aquellos que
nos sucedan.
No debemos olvidar que vivimos en un mundo de manipulaciones políticas,
de publicidad comercial y hasta de familiares que tratan de manipularnos
sin respetar nuestro derecho a ser y a actuar.
No debemos olvidar que lo que sembramos es lo que pensamos, es lo que
hacemos y esto será lo que cosecharemos.

No debemos olvidar las cosas que no se pueden cambiar


No debemos olvidar que las cosas que no se pueden cambiar hay que acep-
tarlas y convivir con ellas.
No debemos intentar rehuir nuestros problemas, así encontraremos para
ellos una solución lo más pronto posible.

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Conócete ti mismo

No aceptemos una derrota definitiva, nunca es demasiado tarde para reha-


cer nuestra vida.
Tratemos de sonreír, bromear, alegrarnos en compañía de amigos y fa-
miliares.

Tratemos de ser útiles a los demás


Tratemos de ser útiles a los demás, ayudemos a otras personas.
Tengamos el valor para vivir, sobre los cobardes nunca se ha escrito nada
provechoso.
Tengamos una vida social activa mientras sea posible y si esta es además
cultural, mejor aún.

Tengamos siempre un ideal o un sueño


Tengamos siempre un ideal o un sueño que sea capaz de apasionarnos y
movilizarnos.
Mirémonos con aprecio y benevolencia. Seamos pacientes con nosotros
mismos. No nos juzguemos con demasiado rigor.

Aceptémonos a nosotros mismos


Aceptémonos a nosotros mismos, no pretendamos ser otros.
Cultivemos el arte de imponernos nuevas metas e ideales por los cuales
luchar.
Recordemos siempre nuestros momentos agradables. Las imágenes tristes y
los recuerdos no placenteros interrumpen el buen funcionamiento de nues-
tras glándulas y secreciones internas.

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S. Enrique Cupello

Conclusión
He tratado, con mis limitaciones, de desarrollar un largo recorrido utilizan-
do las mejores fuentes para poder encontrar el camino hacia el Sí Mismo o
al conocimiento del Sí Mismo, meta fundamental del hombre desde hace
miles de años, desde la aparición del hinduismo y del budismo.
Desearía que lo expuesto en este estudio no fuera solo el fin, sino el princi-
pio para ser uno mismo. El principio para ver la realidad que siempre vemos
distorsionada y que debemos escudriñar con una mente muy amplia.
En primer lugar, debemos controlar ese ego absurdo, siempre ofuscado,
que nos hace desconocer lo que realmente sucede, confundiéndonos con
ilusiones, fantasías y engaños.
No debemos identificarnos con los pensamientos que nos impone el ego,
sino estar conscientes de los hábitos que nos limitan. Somos egocéntricos,
vanidosos y nos atribuimos cualidades que no poseemos.
Debemos tener la mente abierta a la reintegración de las cualidades de la
infancia, esa alegría, espontaneidad y benevolencia que perdimos cuando
llegamos a la adultez. Eliminar o disminuir las influencias del ego que nos
hacen inclementes para con los demás y complacientes con nosotros mis-
mos.
Debemos transformar la mente recuperando los valores positivos de la in-
fancia, así como lo positivo del adulto irritable y egoísta.
Lograr estas cualidades se consigue cuando uno llega a entenderse con los
demás, con simpatía, con benevolencia. La tabla de valores no debe ser la
del dinero o la del poder, elementos que nos ciegan y confunden nuestro
crecimiento emocional.
Todos los puntos que acá se indican llevan a una personalidad madura, a una
posible “gran personalidad”. Si llegamos a conquistar aunque sea una parte
de ella, conseguiremos el bienestar y la paz mental que tanto deseamos.

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Bibliografía

Bibliografía abreviada en español


Adler, Alfred: El sentido de la vida.
Allport, Gordon: ¿Qué es la personalidad?
Blay, Antonio: – Consciencia axial.
– Personalidad y niveles superiores de consciencia.
Calle, Ramiro: – Ante la ansiedad.
– El libro de la salud mental.
Christmas, Humphrey: El Zen visto por Occidente.
Cupello S., Enrique: – Conocerse a sí mismo a través del budismo.
– El autoanálisis psicoanalítico y el conocimiento de sí mismo.
– La depresión de la vida y las emociones.
– Pacificando el egoísmo por medio del budismo.
– Conócete a ti mismo por la re-educación.
– El enigma de la mente y su re-educación.
– El inconsciente, la vida y la conducta.
Frankl, Victor: Ante el vacío existencial.
Freud, Sigmund: Obras completas.
Goleman, Daniel: La inteligencia emocional.
Horney, Karen: La personalidad neurótica de nuestro tiempo.
Lasalle, Enomiya: El camino hacia la propia felicidad.
Lao Tse: El libro del sendero y de la línea recta: en Tao Te King.
Selye, Hans: La tensión en la vida.
Suzuki D. T.: La doctrina del zen inconsciente.
Suzuki D. T. y Fromm, Erich: Budismo zen y psicoanálisis.

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S. Enrique Cupello

Tegchok J., Gueshe: Cómo transformar el pensamiento.


Thich Nhat, Hanh: Ser paz.
Vogelmann, D.: El Zen y la crisis del hombre.
Watts, Alan: El sentido de la felicidad.

El motivo de la mención de mis libros aquí, se debe solamente a que los temas
de mis estudios son todos similares. Era, por lo tanto, indispensable revisar lo
estudiado anteriormente, resumirlo y actualizarlo sin muchos detalles.

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Acerca del autor

S. Enrique Cupello
E-mail: senriquecupello@hotmail.com

Es médico, egresado de la Universidad Central de Venezuela en 1948, con


especialización en Psicología. Se jubiló en 1994. Escribió siete libros además
de Conócete a ti mismo.
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