Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Presentación ................................................... 11
LÉXICO ................................................................. 19
Sentencias........................................................ 723
PRESENTACIÓN
P
ara esta segunda edición sigue vigente lo dicho en la presen-
P
tación de la primera, especialmente, en lo que concierne a la
advertencia de que la presente obra es, como todo léxico, un
instrumento de consulta ocasional. Quienes tuvieron ocasión
de acercarse a edición anterior, pudieron notar que nada aña-
de, como tampoco ésta, a lo que la literatura especializada en cada tema ofre-
ce ni aun, en muchos casos, a lo que registran diferentes diccionarios enciclopé-
dicos de filosofía. En este sentido se impone la mención especial del Dicciona-
rio de Filosofía de Ferrater Mora y, sobre todo, en lo que concierne al apéndice
de sentencias, la de la Enciclopedia Filosofica di Gallarate. Pero en diccionarios
y enciclopedias filosóficas que se suelen utilizar se encuentra incluido en otros
contextos y disperso el material exclusivamente medieval que aquí se ofrece. No
se pretende de ningún modo hacer un tratamiento monográfico en las entra-
das principales: tratándose de la Edad Media, ello implicaría volúmenes enteros
y constituiría otro tipo de trabajo, necesariamente colectivo. Quien está prepa-
rando, por ejemplo, una tesis sobre un autor escolástico determinado, termina
por dominar su terminología. Ese lector potencial no sólo no hallará notas no-
vedosas en este Léxico, sino que aun echará de menos precisiones y matices que
él o ella ya ha captado en el transcurso de su investigación. Pero, en compensa-
ción, podrá encontrar resumidas las acepciones que tienen en otros autores los
Lexico Técnico de Filosofía Medieval 12
quiera sean los límites que se le asignen, hay que considerar que la Edad Me-
dia conforma el más largo trecho en la historia del pensamiento occidental. Es
el tramo en el que las nociones fundamentales concebidas por los antiguos aca-
baron de fraguarse y nos determinaron en lo que somos; definieron -seamos
de ello conscientes o no- el enfoque central de nuestra visión del mundo y del
hombre. Para quien se interesa en la evolución de la filosofía en Occidente, el
conocimiento del período medieval es, pues, imprescindible, no sólo porque,
como la Naturaleza, la Historia no admite saltos, sino también porque, parafra-
seando a Gilson, no nos desharemos del pasado que nos constituye mediante el
fácil trámite de ignorarlo.
Se trata de un pasado vivo, cuya riqueza es todavía hoy, aun para tantas per-
sonas cultas, insospechada. Y lo es, entre otras cosas, por las dificultades que
presenta su acceso. En tal sentido, los textos filosóficos medievales se asemejan
a las castañas de la Europa en la que también ellos florecieron, abonados tan-
tas veces por los preciosos aportes mediorientales a los que se acaba de aludir:
son nutritivos, pero muchas veces, aunque no siempre, ásperos por fuera; por
momentos, hirsutos. Es esa dificultad -sobre todo, la que proviene de los tec-
nicismos que son propios de su preciso latín- la que este trabajo quisiera ayu-
dar a superar.
Desde el punto de vista de la autora, subsiste ese cierto sabor amargo que
se confesaba ya en la presentación de la primera edición. Resta el hecho -cabe
reiterarlo- de que ningún colega especialista en un tema determinado encontra-
rá satisfactorios los artículos que más le interesen. El medievalista sabe o, por lo
menos, sospecha, todo lo que no ha podido transmitir, los matices de los que
debió prescindir en pro de la síntesis. Pero, particularmente, si, como en este ca-
so, ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a la docencia, también sabe que lo
15 Silvia Magnavacca
Desde esa fuente de inspiración que fueron las Etimologías de Isidoro de Se-
villa, los mismos maestros medievales emprendieron laboriosamente la redac-
ción de léxicos, llegados hasta nosotros como testimonio apretado y precioso
de su visión de la realidad. Como la de Isidoro, nuestra época asiste al cierre de
un ciclo histórico y a la dolorosa apertura de uno nuevo. Es en esos momen-
tos cuando se imponen las tareas de síntesis, de revisión de lo que ya concluye
y de las etapas anteriores que llevaron a tal desenlace, con el objeto de capitali-
zarlas en una renovada energía intelectual consciente de sí. De ahí las observa-
ciones que, en sus prólogos, expresan los glosarios de Hugutio, Brito, Papías. El
pasaje de este último autor, que se ha elegido como epígrafe para esta Presenta-
ción, también de la segunda edición atiende más a las intenciones que anima-
ron su trabajo y a las circunstancias que lo rodearon. A ellas, pues, en las con-
cernientes al nuestro.
17 Silvia Magnavacca
Silvia Magnavacca
A
A. Como primera vocal de la palabra cedentes idénticos, se infieren idénti-
affirmo, se usó en Lógica para indi- cos consecuentes. Por ej., si X, como
car la proposición universal afirmati- político, tiene el deber de velar por el
va. Su carácter, como el de la vocal E bien común, Y y Z, en cuanto que
(véase), que señala la universal negati- son también políticos, tienen el mis-
va, aparece sintetizado en el verso de mo deber. En cambio, se demuestra
Pedro Hispano: “A affirmat, negat E, a c. cuando, supuestos antecedentes
sed universaliter ambae” (Summ. Log., contrarios, se infieren consecuentes
1, 21 y 4, 18). Otra formulación tra- contrarios. Por ej., si X, que está en
dicional de lo mismo es “Asserit A, uso de sus facultades mentales, es ci-
negat E, verum generaliter ambo”. Re- vilmente responsable, Y y Z, en cuan-
cuérdese que en todos estos casos se to dementes, no lo son. Si bien estas
deben emplear las mayúsculas. clases de demostración abundaron en
la práctica jurídica durante la Edad
a-ab. 1. Preposición de ablativo, a la Media, no es infrecuente encontrarlas
que se añade la letra b ante vocal o también como formas de argumenta-
consonante líquida. Puede referirse a: ción filosófica.
1. lugar: en este orden, señala, ya sea
en sentido real o figurado 1.1. punto a digniori. Es término equivalente de
de partida; 1.2. lugar desde donde; y, a potiori (véase). Algunos autores, co-
sobre todo, origen o procedencia, co- mo Buenaventura, lo prefieren a este
mo en la expresión ab alio. También último. Así, señala, por ej., “Denomi-
puede indicar la acción de 2. apar- natio debet fieri a d.; dicendum quod
tarse, como en deterrere a peccato. 3. non est verum, nisi in eo, in quo illud,
tiempo a partir del cual, como en ab quod minus dignum est, conformatur
initio; 3. indica la persona de quien digniori” (In I Sent. XIV, q. 1, a. 1).
se solicita algo, como en petimus a
a fortiori. Esta expresión, que se sue-
magistro; 4. con verbo en voz pasi-
le traducir por “tanto más”, deter-
va, introduce al agente, por ej., a Deo
mina una forma de razonamiento.
creatum; 5. tampoco es infrecuente
Tal determinación puede ser genéri-
que aluda a una causa. Cualquiera de
ca o específica. En el primer sentido,
estos dos últimos sentidos, sólo dis-
una argumentación se denomina a f.
cernibles por el contexto se encuentra
cuando uno o varios de sus enuncia-
en la expresión a Deo creatum.
dos refuerzan la verdad de la proposi-
a contrario. Esta locución, así co- ción que se intenta probar; por ej., “si
mo a pari, designan formas opues- los animales superiores se adaptan a
tas de demostración. Se demuestra a la naturaleza, a f. también puede ha-
pari cuando, dados o supuestos ante- cerlo el hombre”. En este uso gene-
a pari 22
tro conocer. De esta manera, lo uni- aspectos, véase in signo priori-in signo
versal corresponde al primer término posteriori.
de la distinción, y lo particular al se-
a quo-ad quem. Propias de la termi-
gundo. Esto es lo que los autores es-
nología escolástica, estas dos expre-
colásticos denominaron, en realidad,
siones presentan una acepción pun-
“nota per se” y “nota quoad nos” (véan-
tual y significados más amplios. En
se), respectivamente.
sentido estricto, señalan, un movi-
Desde Alfarabi en adelante, la filo-
miento local y designan, respectiva-
sofía medieval árabe aplicó esta dis-
mente, el punto de origen y aquel al
tinción a los procesos demostrativos,
que se tiende en dicho movimiento.
de modo que las presentes expresio-
En sentido lato, indican aquello en
nes diferenciaron entre las demostra-
lo que algo se origina, como la causa
ciones que van de la causa al efecto
agente o la material o aun el sustrato,
y las que proceden a la inversa, ha-
y aquello hacia lo que se dirige, como
biéndose denominado a la primera
la causa formal o la final. Así, por ej.,
“propter quid”, y a la segunda “quia”
Tomás de Aquino escribe que lo que
(véanse).
indica la perfección de una acción de-
Fue Alberto de Sajonia quien re-
pende de su terminus ad quem, dado
emplazó los términos recién men-
que cuanto más perfecto es éste tan-
cionados por los que nos ocupan. En
to más perfecta será la acción que ha-
su comentario al texto de Aristóteles,
ce pasar algo de un término a otro.
subraya que la demostración que va
Por eso, la mutación sustancial es más
desde las causas al efecto se llama “a
perfecta que la accidental (cf. S. Th. I,
priori” o “propter quid” y es demostra-
q. 45, a. 1 ad 3).
ción perfecta que hace conocer la ra-
zón por la que el efecto es. En cam- a se. Entre los matices de la preposi-
bio, la que procede desde los efectos ción latina a-ab (véase, esp., 1.2. y 5),
a las causas se llama “a posteriori” o figuran los de procedencia y causa. La
“quia” y no la considera perfecta (cf. literatura filosófica medieval, reservó
In An. Post. I, q. 9). Ockham confiere el término a se únicamente para Dios,
un particular tratamiento al tema en señalando así que –a diferencia de los
Summa Log. III, 2, 12-17. entes, que son ab alio (véase), es de-
La significación asignada por Al- cir a causa de otro– Él no puede pro-
berto de Sajonia perdura hasta el si- ceder o ser causado por otra cosa más
glo XVII. Desde entonces, el pensa- que por sí mismo. De lo contrario,
miento moderno, en especial con los habría una causa igual o superior a
empiristas ingleses, se remitió a la Dios y, entonces, Él ya no sería tal. La
significación más genérica –y gno- imposibilidad de que Dios sea efec-
seológica– de este binomio, atenién- to de otra cosa se funda en el axio-
dose a la originaria acotación del Es- ma escolástico que dice que la causa
tagirita sobre el tipo de conocimien- es anterior –siempre en sentido me-
to que no depende de la experien- tafísico– al efecto; de ahí que se ha-
cia y el que sí depende de ella. A par- ya acuñado aun el vocablo aseitas pa-
tir de esto, a priori-a posteriori pasó a ra aludir a esa condición exclusiva de
aludir a la distinción entre tautolo- lo divino. La necesidad del neologis-
gías y verdades empíricas. Para otros mo obedece al hecho de que los es-
a simultaneo 24
do, los principios lógicos, por ej., va- divino como “simpliciter et perfecte et
len a., en tanto que su vigencia tras- absolute esse” (Mon. 28). En el perío-
ciende el condicionamiento espacio- do central de la Escolástica, se tiende
temporal, no así, vg., un criterio pro- a vincular el término con la noción
pio de la moralidad. 6. a.-hypothetice: de perfección; así, por ej., Tomás de
la distinción concierne al hecho de Aquino habla de la “perfectio absoluta”
afirmar una realidad con indepen- de Dios, ya que sólo en Él se halla el
dencia de que se verifiquen determi- bien total y esencialmente (cf. S. Th.
nadas condiciones para que aquélla II-II, q. 184, a. 2). Durante este pe-
se dé, o bien establecer la necesidad ríodo se prestó particular atención
anterior de éstas para que tal realidad al tratamiento de lo a. En tal senti-
tenga lugar. do, y en general, se coincide en afir-
mar que, si bien, por definición, lo
absolutum. Compuesto de ab y solvo, a. es en sí anterior a lo relativo, des-
etimológicamente, este término sig- de el punto de vista del conocer hu-
nifica “libre de lazos”. Absoluto es, mano, es posterior. Esto obedece a la
pues, lo que no depende de otra co- vía de abstracción a partir de lo parti-
sa, lo que se basta a sí mismo o lo que cular –que es contingente y, por ello,
es por sí mismo. Por ello traduce el dependiente– propia de la gnoseolo-
kath’autó griego. De esta manera, se- gía aristotélica que prevalece en dicho
ñala en la forma adverbial absolute se- período. Así, por ej., el mismo Tomás
ñala un modo de ser; en la forma sus- demuestra la existencia de Dios como
tantivada que nos ocupa, aquello que absoluto, por la necesidad de explicar
es según ese modo, es decir, lo que lo contingente (cf. S. Th. I, q. 2, a.
tiene la condición de ser absoluto. 3). En Duns Escoto, el concepto de
Esto se asimila a lo separado o des- lo absoluto está impostado en el de
ligado de cualquier otra cosa (ab alio la posibilidad de algo efectivo simple-
solutum). Por tanto, se equipara con mente primero, posibilidad que signi-
lo independiente o, mejor aún, lo in- fica efectividad independiente. Esta-
condicionado. Obviamente, lo cen- blecida ésta, Escoto demostrará luego
tral en cada autor que haya aborda- su existencia en acto (Ordinatio I, d.
do el tema radica en establecer su na- 2, nn. 43-53-57-58). En las obras no-
turaleza. En este sentido, la evolución minalistas, a. no puede sino adquirir
del pensamiento medieval, identifi- un tratamiento especial, dado el cen-
cando lo Absoluto con Dios, presen- tro que en ellas ocupan los términos.
ta tres grandes momentos: el perío- De hecho, Guillermo de Ockham só-
do patrístico, el escolástico y el tardo- lo aplica esta palabra a los conceptos.
medieval. En la Patrística, Agustín de Denomina “conceptos absolutos” a
Hipona reafirma el carácter absoluto todos aquellos que significan bajo el
de Dios, subrayando su radical tras- mismo término y de la misma mane-
cendencia mediante el análisis de la ra todo lo que significan, es decir que
noción de creación en cuanto contra- no significan algo de manera princi-
puesta al emanacionismo (cf. De Gen. pal y otra cosa de manera secundaria;
contra Man. I, 2, 4). por ej., el concepto de animal no se
En el germen de la Escolástica, suele refiere a los bueyes de manera princi-
aparecer como adverbio, por ej., An- pal y a los hombres de manera secun-
selmo de Canterbury se refiere al ser
abstractio 28
daria sino a ambos en el mismo senti- tuye un segundo grado, en tanto que
do e igual medida. El término a., que en ella también se prescinde de la ma-
siempre tiene definición real y no no- teria sensible, quedando así resultan-
minal, puede aludir tanto a sustancias tes como la cantidad o la extensión,
como a cualidades, por ej., albedo (cf. las cuales no pueden existir sin mate-
Summa Totius Log. I, 10). ria pero se pueden concebir sin ella;
En la última Edad Media, más aún, y 1.3. la a.f. propia de la metafísica,
en su transición a la Modernidad, la grado en el que se consideran los ob-
forma en masculino prevalece sobre la jetos separados de toda materia y que
neutra, ya que no se tiende a hablar de pueden no sólo concebirse sin ella si-
“lo absoluto” sino de Dios mismo en no también existir sin materia, tales
cuanto absoluto; más aún, se insiste como Dios o la bondad.
en que únicamente Él posee tal con- 2. a. totalis: la abstracción total es el
dición. Así, por ej., se lee en Nicolás proceso intelectivo en el que se conci-
de Cusa: “Solus Deus est absolutus, be una esencia como naturaleza uni-
omnia alia contracta” (véase contractio) versal, dada de hecho idénticamente
(De docta ign. II, 9). en muchos individuos particulares, y
que puede existir en determinados in-
abstractio. En cuanto proceso y efec- dividuos posibles. Es a., en la medida
to del abstrahere (véase), considerare- en que descarta cualquier particulari-
mos en este artículo aquello que se dad del individuo; es totalis, porque,
abstrae y las distintas clases de abs- aun prescindiendo de la individuali-
tracción de las que, sobre la base de dad, permite conocer lo esencial del
ese criterio, se ha hablado. Desde es- ente en conjunto. En otras palabras,
te punto de vista, en la a. la Escolásti- es aquel proceso en el que naturale-
ca distinguió los siguientes tipos: 1. a. zas cada vez más universales se van se-
formalis: es aquella por la que se con- parando sucesivamente de sus propie-
cibe una esencia como forma deter- dades. Mediante este tipo de abstrac-
minante de un ente particular, por ej., ción, se obtienen, pues, las nociones
la belleza que hace ser hermosa a una propias y determinantes de las enti-
escultura. Es a., en la medida en que dades consideradas, como cuando
prescinde de la materia; es formalis, se dice de un hombre que es animal
en cuanto lleva a concebir lo abs- rationale. Con todo, en sentido estric-
tracto como la forma de una mate- to y según Tomás de Aquino, en me-
ria en un individuo. Este tipo de abs- tafísica no se abstrae sino que se utili-
tracción fue elaborado hasta estable- za un método propio que el Aquinate
cer en ella tres grados: 1.1. la a.f. pro- denomina separatio.
pia de la física, en la que se conside- En general, Guillermo de Ockham
ran los objetos aparte de su materia comparte la clasificación escolásti-
signata (véase materia), pero conci- ca de los grados de a. pero analiza en
biéndolos todavía en su materia sensi- términos que le son propios lo que se
ble propia, de modo que lo que queda ha llamado la a. formalis de la metafí-
descartado es el conjunto de las parti- sica. En efecto, elabora toda una doc-
cularidades individuales y contingen- trina sobre la doble abstracción del
tes, por ej., el mármol de una escul- intelecto agente para probar, contra
tura o el cuerpo humano; 1.2. la a.f. Averroes, que, aun en el caso de que
propia de la matemática y que consti-
29 abstrahere
las esencias de las cosas estuvieran se- Los términos abstractos pueden de-
paradas de la materia, igualmente signar: 2.1. un accidente o una forma
tendríamos necesidad de un intelecto realmente inherente en el sujeto con-
agente (cf. In II Sent. qq. 14 et 15). creto, como en el ejemplo ya señala-
do; 2.2. en algunos casos, el todo res-
abstractum. Lo abstracto es lo que pecto de una parte, como “anima” y
resulta del proceso de abstrahere (véa- “animado” (cf. Quod. V, q. 9).
se) y por eso significa, en general, se-
parado. Los escolásticos del siglo XIII abstrahere. Este verbo señala el pro-
lo estudiaron en 1. el plano metafísi- ceso mismo de la abstracción. En sen-
co, y 2. el lógico y gramatical, aun- tido lato, a. significa poner aparte, to-
que muchas veces abordaron el tema mar algo, dejando a un lado otra co-
en la relación que se da entre ambos sa. Es el proceso por el cual el enten-
órdenes. Así, señalaron que los nom- dimiento separa de una cosa un as-
bres concretos, como “Sócrates”, se pecto que, en la realidad, está unido
aplican a un ser completo y existen- a muchos otros. En este sentido gene-
te, mientras que los nombres abstrac- ral, también el a. también es aplicable
tos se pueden aplicar a cualquier cosa al conocimiento sensible: así, la vista
que de alguna manera exista, por ej., conoce el color de una rosa sin cono-
“hombre”. Ciertamente, la concep- cer su aroma. En cuanto referido es-
ción sobre lo a. se encuentra especial- pecíficamente al problema del origen
mente en aquellos autores medievales de las nociones (véase abstractio, in fi-
que siguieron una posición no sólo ne), el término señala un proceso cog-
gnoseológica sino también metafísica noscitivo que, en general, se contra-
de corte aristotélico. De esta manera, pone a las teorías de la intuición o del
es común la aparición de este término innatismo de las ideas. Puede querer
en los que sostienen un realismo o un decir “generalizar”, cuando se mar-
nominalismo moderados; de ahí que ginan consideraciones o aspectos es-
hayan considerado que lo a. mien- pecíficos, o también “universalizar”,
ta la existencia de algo de algún mo- cuando se prescinde de los caracteres
do incompleto, que no tiene existen- individuales. De ahí que lo abstracto
cia plena, es decir un esse en el senti- se oponga a lo concreto, y como lo
do fuerte de la palabra, mientras que existente es –al menos en la tradición
las sustancias, individuales, se com- aristotélica– individual, singular y, en
ponen no sólo de esencia sino tam- el caso de los entes corpóreos, concre-
bién de existencia, esto es, son plena- to, se sigue que “abstracto” pertene-
mente entes reales. Sólo en Dios son ce al ámbito de valor conceptual. An-
lo mismo y se distinguen en Él única- te la teoría platónica de la reminis-
mente por la razón. cencia, que admitía una intuición de
Pero la mayor elaboración de este las realidades inteligibles, cuyos ca-
tema se da en el plano lógico y gra- racteres eran totalmente opuestos a
matical entre autores nominalistas del los del conocimiento sensible, la tra-
siglo XIV como Ockham. Para éste, dición aristotélica no excluye que el
por ej., el término a. (véase concretum conocimiento intelectual dependa de
2.) comparte con el concreto la mis- lo sensible, debiendo explicar enton-
ma raíz pero no la misma desinen- ces cómo los conceptos pueden deri-
cia, como en “humanitas” y “homo”. var de las sensaciones. Así, admitió en
absurdum 30
ficar penetración intelectual o agu- es decir que suponen en quien los ad-
deza de ingenio. El vocablo adquiere quiere una previa preparación en la
importancia filosófica en la literatura materia. El término deriva de la ex-
agustiniana. En efecto, en tiempos de presión acroases physica empleada por
Agustín, se usaba para mentar la mi- Aristóteles para aludir precisamente a
rada que discierne la luz de las tinie- su Física.
blas, como él mismo señala en En in
actio. Cf. passio. El significado técni-
Ps. XVI, 8. Valiéndose de una analo-
co que asume este término en la lite-
gía, el hiponense llama a. o a. mentis
ratura filosófica medieval es el de la
a la capacidad intelectual del alma pa-
acción como modo de ser accidental
ra circunscribir una idea y, en virtud
de la sustancia, es decir, como cate-
de la intentio (véase), fijar la atención
goría (véase praedicamentum 3.3.2),
en ella, distinguiéndola de las demás.
según ya había observado Aristóte-
En algunos pasajes, por ej., en De
les (cf. Cat. 4, 1b 27). Lo que la dife-
Trin. VIII, 14, parece conferirle ca-
rencia de las restantes es que la a. de
si la categoría de una facultad. Así,
un ente ofrece a nuestra experiencia
en el texto mencionado dice: “Sensus
la sustancia en su naturaleza y cua-
enim accipit speciem ab eo corpore
lidades operativas y en cuanto a sus
quod sentimus, et a sensu memoria, a
efectos. La acción es, pues, la opera-
memoria vero a. cogitantis”. El sentido
ción que deriva de la naturaleza pro-
fundamental de estas dos últimas pa-
pia de una sustancia; de ahí que en
labras se conserva en autores de fuer-
la Edad Media se sostuviera “operatio
te influencia agustiniana, como Gui-
sequitur esse”, la operación sigue al ser,
llermo de Saint-Thierry. Éste confie-
porque se actúa según se es y, por tan-
re al término a. cogitantis el significa-
to, como se es. Con todo, aun cuan-
do puntual de mirada atenta de la in-
do cualquier sustancia completa tie-
teligencia que se fija preferentemen-
ne una naturaleza dada y las faculta-
te en una idea y no en otra (cf. Ep. Fr.
des por las que es operativa, no por
M.D. 101).
ello está determinada al uso o no uso
acroamaticum. Vocablo empleado en de tales potencialidades. Sólo cuando
la Edad Media tardía y, sobre todo, en actúa de hecho, produciendo un efec-
el Renacimiento, a. califica, genérica- to, puede denominársela agens, agen-
mente, al estudio filosófico sólo apto te. Añádase que si el agente es el prin-
para quienes poseen una preparación cipio quod, el qué de la acción, la na-
previa; de ahí que se hable de doc- turaleza es el principio quo o por el
trina y aun de methodus acromatica. cual esa acción se produce. Así, en ri-
En tal sentido, se opone al que se lle- gor, la a. es aquella entidad acciden-
va a cabo mediante los libris exoticis tal o categoría metafísica por la cual
et popularibus. La voz proviene de la sustancia se constituye intrínseca-
acroasis (véase) que indica el examen mente como operante, es decir que es
de la filosofía más ardua bajo la guía formalmente operante. Estrictamente
de un maestro. hablando, el hecho de que se dé algo
que depende de la actividad de una
acroasis. Se denomina así la recepción, sustancia, supone necesariamente en
por medio de un maestro, de doctri- ésta un determinado modo de ser ac-
nas y conceptos filosóficos avanzados, cidental, modo que no presentaba
37 actus
cuando aquel algo –o sea, el efecto– realidad subsistente por sí que se con-
no existía aún. fundiera con el agente, Dios no po-
Ésta es la razón por la que Tomás dría actuar sin que una realidad nue-
de Aquino, por ej., define la a. como va se introdujera en Él (In I Sent., d.
el acto de un ente en cuanto que ese 30, q. 2).
ente actúa sobre otro. Y agrega que
actualiter. Se dice de aquello que es-
una sola cosa son la a. y la passio, ya
tá en acto. La precisión del significa-
que lo mismo es la acción del agen-
do y uso de este adverbio se advierte a
te y del paciente, sólo que es produci-
través de sus correlativos potentialiter
da por el primero y recibida por el se-
y habitualiter. En efecto, de lo que se
gundo (cf. In Phys. III, l. 5).
mueve efectiva o realmente, se afirma
Ahora bien, aunque técnicamente
que se mueve a., mientras de aque-
se ha entendido a. en el sentido arri-
llo que puede moverse porque posee
ba indicado, esto es, focalizando la
la capacidad de hacerlo, se dice que
atención sobre su condición de cate-
se mueve potentialiter; y, de lo que
goría de la sustancia, las característi-
suele moverse, se dice que lo hace
cas que reviste como tal han llevado
habitualiter.
a desplazar la consideración al tema
de los efectos de la acción. Por eso, actuare. En general, significa “po-
se ha distinguido entre el carácter de ner en acto”, es decir, “realizar” o “lle-
transitivos o inmanentes de los mis- var a cabo efectivamente”, ya que a.
mos. Sobre esta base, el uso de los tér- es ad actum redigere. Según los sen-
minos hizo que se tendiera a reser- tidos que, de acuerdo con el con-
var el nombre de a. para las acciones texto, se deba asignar a la noción de
del primer caso, es decir, para aque- actus(véase), de la que deriva este verbo,
llas cuyos efectos pasan a otro sujeto equivale a perficere, finire, terminare,
(véase transitivum), como cortar al- exercere o aun formare.
go. En cambio, se prefirió el término
operatio (véase) para las acciones del actus. Como en todas las nociones
segundo caso, o sea, para aquellas primarias, y ésta lo es, a. no es pasi-
en las que el efecto del sujeto de la ble de definición taxativa. Con todo,
a. fundamental y primariamente se cabe ensayar una aproximación. Se
queda en él, aunque sus consecuen- trata de un concepto de origen aris-
cias puedan repercutir en otro, por totélico, que alude, en la mayor par-
ej., reflexionar o querer. Para la nega- te de los casos, a la realización de una
ción escolástica de la posibilidad de la forma en una materia dada. En ésta
a. in distans o acción a distancia, véa- existe una cierta predisposición a re-
se immediatio. cibir aquélla, disposición que es lla-
Por su parte, los nominalistas insis- mada potentia (véase). Dicha realiza-
ten en que la a. en sí no es algo real ni ción implica en el ente una suerte de
implica una relación real; se trata en actividad, de movimiento activo, de-
verdad del ser mismo que actúa. Por nominado enérgeia, por el que la co-
eso, Ockham escribe: “logice loquendo sa tiende hacia su fin propio. Al al-
actio vere est agens quia vere et realiter canzarlo, llega a cumplirse cabalmen-
supponit pro agente” (Quod. VII, q. 3, te, a ser acabadamente lo que es. En
a. 4). Lleva a esta conclusión el hecho el aristotelismo, pues, a. significa, an-
de considerar que, si la a. fuera una te todo, el ser de hecho.
actus 38
La Edad Media conserva esta doc- bien, el acto no puro puede ser 1.2.1
trina del acto como implicando siem- entitativus: es el que da a la potencia
pre lo acabado y perfecto. Está en ac- el existir formalmente, es decir, el que
to lo que posee su propia determina- lo hace ser simplemente; de ahí que se
ción. Pero reelabora esta tesis y la pro- lo entienda también como a. ultimus,
yecta más allá del ámbito de la natu- por ej., es lo que hace que un hombre
raleza, que constituía la principal pre- exista. 1.2.2. formalis: es aquella per-
ocupación de Aristóteles. En efecto, fección que constituye a la cosa en un
los autores escolásticos la aplicaron, determinado grado de entidad, por
sobre todo, a Dios. En todos los en- ej., lo que hace que un hombre sea un
tes se da la composición de potencia y ser animado, sensible, racional, etc.
acto. Pero Dios, en cuanto Suma per- Pero el acto formal se puede conside-
fección, es Acto puro. De ahí que el rar desde dos ángulos, desde la esen-
sentido más general de a. en la Edad cia o desde el sujeto. 1.2.2.1. Desde
Media sea el de “aquello por lo que la el ángulo de la esencia, se habla de a.
cosa adquiere una perfección”. El ac- accidentalis: es aquel acto por el que
to de la potencia pasiva es la forma, una cosa es perfeccionada sin que se
por ej., la forma “árbol” es el acto al produzca cambio alguno en su esen-
que ha de llegar la semilla alcanzando cia, por ej., lo que hace que un hom-
así su perfección. El acto de la poten- bre sea sabio; o bien de a. substantialis
cia activa es, en cambio, la operatio; que es aquel por el que algo se cons-
por ej., en el hombre, la acción u ope- tituye en un ente con una esencia de-
ración de pensar constituye una per- terminada, por ej., el que hace que es-
fección. Así, se ve cómo, designando te hombre sea una sustancia y no un
primariamente lo que efectivamente accidente. A su vez, el acto substan-
es o existe, a. pasa a designar después, cial se denomina subsistens cuando no
por extensión, determinaciones refe- informa a un sujeto ni actúa una po-
ridas a aquello que es de hecho. tencia, así, sólo compete a los ánge-
La Escolástica ha establecido diver- les como sustancias espirituales, sepa-
sas distinciones al respecto. En tér- radas. Este acto substancial es perfecte
minos muy generales, se habló de a. subsistens porque se da en una natu-
primus para aludir a la forma, en sen- raleza separada y perfecta; por el con-
tido predicamental; o al acto de ser trario, es incomplete subsistens cuando
en el orden trascendental; y de a. necesita unirse a alguna potencia pa-
secundus para mentar la acción u ope- ra formar una especie completa, co-
ración que deriva de algo. Pero la cla- mo el caso del alma humana, llama-
sificación más exhaustiva es aque- da a unirse a un cuerpo. El acto in-
lla que divide entre 1. a. purus, 2. a. completamente subsistente se llama
primus y 3. a. physicus. 1.1. a. purus: informans cuando constituye la ver-
indica la perfección que excluye toda dadera forma que actúa a la potencia,
potencialidad, salvo la potencia acti- como en el caso mencionado del al-
va; por eso, en rigor, sólo Dios es ac- ma; y se llama terminans cuando per-
to puro. Correlativamente, 1.2. el a. fecciona a una potencia sin ser su for-
non purus es todo aquel en el que in- ma específica, distinción esta última
terviene alguna potencia; correspon- más teológica que filosófica, pues-
de, pues, a todo ente creado. Ahora to que alude al acto de la gracia di-
39 actus
aquellos cuyo ingenio y doctrina los mo tal aparece, por ej., en Tomás (cf.
han consagrado como autoridades. De veritate I, 1; S. Th., I, q. 16, aa.
Así, en lo esencial, recurre al respeto 1-2), con antecedentes en Avicena
por una auctoritas. En la Edad Me- (cf. Met. I, 9) y Alberto Magno (cf.
dia también se ha utilizado esta ex- De bono I, 1, 8), entre otros. Por su
presión cuando se apeló a tal proce- parte, Guillermo de Auxerre se remi-
dimiento con el objeto de neutralizar te a Platón y Aristóteles en su Sum-
el ataque verbal del adversario en una ma Aurea I, 10. El Aquinate, en el
polémica, avergonzándolo. primero de los textos mencionados,
funda esa definición sobre la base de
adaequate. Proveniente de adaequatio una de las propiedades trascendenta-
(véase), el significado de este adver- les del ente. En efecto, todo ente, en
bio implica dos polos: de un lado, cuanto tal, es verum, lo cual significa
el del cognoscente; de otro, el de la que está ontológicamente determina-
esencia de la cosa conocida o a co- do y que es inteligible, o sea, que es-
nocer. Se dice que el primero abor- tá hecho para ser conocido por el in-
da la segunda a. cuando la conside- telecto, así como éste está conforma-
ra de manera completa, es decir en do para conocer lo que existe. De es-
su totalidad; de ahí que sea sinónimo ta manera, el intelecto humano de-
de totaliter. Así, la definición consti- be adaptarse a la realidad de las co-
tuye la prueba de que se ha examina- sas. La verdad, entendida lógica o
do a. el objeto, ya que en la defini- gnoseológicamente y definida como
tio se ha de indicar no sólo el género a. intellectus et rei o ad rem, radica,
próximo sino la diferencia específica pues, en la inteligencia del hombre.
que da cuenta precisamente de la es- Pero, en cuanto que todo ente ha
pecie. Ésta remite a la esencia misma sido creado, esto es, concebido por la
de lo examinado, la cual, a su vez, en inteligencia creadora de Dios, la ver-
cuanto tal, no puede ser parcial. dad ontológica de la cosa radica en la
adaequatio. Expresa la conformi- conformidad de ésta con el intelecto
dad entre la naturaleza de la cosa, o divino que la ha hecho, y sólo secun-
sea, la esencia de algo, y la idea, es de- dariamente con el intelecto humano
cir, el enunciado mental correlativo que ha de conocerla. En este caso, es
a ella. Por eso, se denomina también decir, en el plano ontológico, la ver-
correspondentia o convenientia entre dad del ente es a. rei et Intellectus o ad
ambos. En general, se puede afirmar Intellectum.
que los escolásticos han usado estos En la Modernidad, la a. fue en-
tres términos como equivalentes, si tendida de diversos modos: por ej.,
bien posteriormente, algunos auto- se puede dar como verdad lógica, en
res ya modernos reservaron la palabra virtud de la previa correspondencia
que nos ocupa sólo para el caso del de la esencia de la cosa con la “ra-
grado superior y último del conoci- zón universal”, o –como sucede en
miento, en el que todos y cada uno el idealismo moderno– se puede dar
de los elementos de la noción de un por la tesis del primado de lo trascen-
ente son conocidos distintamente. dental sobre lo ontológico, todo lo
La a. rei et intellectus es la clásica cual va confiriendo al término signi-
definición escolástica de verdad y co- ficados distintos del que propiamen-
te se le asignaba en la Edad Media.
addere 44
que Dios concede al alma, elevándo- tría, ya que los gentiles se volvían ha-
la hasta Él. cia oriente para adorar al sol, según el
testimonio de Ez. 8, 16.
admonitio. Voz que se puede tradu-
cir por las de “anuncio”, “recuerdo” o adseitas. Esta noción pertenece al or-
“amonestación”. En los dos primeros den lógico y señala la condición de
sentidos, este término latino apare- estar algo ordenado o referido a sí
ce en Agustín de Hipona, para quien mismo, y no a otra cosa. No ha de
la a. está relacionada con la memo- confundir, pues, con la aseitas (véase),
ria Dei (véase). En efecto, el anhelo concepto que concierne al plano me-
de verdad eterna y de felicidad infi- tafísico.
nita que subsiste en toda alma huma-
adulatio. En general, los autores
na es una suerte de pauta o invitación
medievales opusieron a la adulación
que Dios dirige al hombre para que
la detractio (véase), al tiempo que la
éste vaya a su encuentro, ya que cuan-
vincularon con la laudatio o alaban-
do el hombre busca tal verdad y tal
za. Más aún, se ha notado que la a.
bien, es a Dios mismo a quien busca,
es un vocablo compuesto por las mis-
a ese Dios que, en silencio, habita en
mas letras que “laudatio” pero or-
lo profundo de su alma. De ahí que
denadas de modo perverso. De he-
el hiponense dijera: “Admonitio au-
cho, se consideró la adulación como
tem quaedam, quae nobiscum agit, ut
una forma de alabanza errada, por-
Deum recordemur, ut eum quaeramus
que no respeta las leyes que le han si-
[...] de ipso ad nos fonte veritatis ema-
do asignadas. La primera de ellas, se-
nat” (De beata vita IV, 35).
ñala Gregorio Magno, es la que signa
En cambio, en la Escolástica, en los
su misma condición de pecado de la
escritos de Tomás de Aquino, la pala-
lengua: toda alabanza es peligrosa, ya
bra que nos ocupa asume el significa-
que, quien la recibe puede caer en la
do de amonestación proferida de un
soberbia, y quien la otorga usurpa un
hombre a otro, con el fin de que este
derecho divino; sólo Dios es legítimo
último perfeccione su vida moral (cf.
dador de loas (cf. Mor. XXII, 7-8, 14-
por ejemplo, S. Th. II-II, q. 33, a. 7).
19). Sobre esta base, cuyo rigor la ha-
adoratio. Compuesto de ad-oratio, la cía aplicable sólo en contexto monás-
adoración se entendió como la forma tico, la a. mundana se entendió co-
de culto sólo debida a Dios. Se opone mo un exceso de alabanza que, des-
directamente a la idolatria por el ob- de la peligrosidad, llega a la ilegitimi-
jeto de esta última, ya que en la ido- dad moral.
latría se rinde culto no a Dios sino a Muy pronto en la Patrística se con-
cualquier criatura. Por otra parte, es- sideró la adulación como una alaban-
tá próxima a la veneratio (véase) pe- za falsa, introduciendo así en primer
ro no se confunde con ella en virtud plano el criterio de verdad para dis-
de la exclusividad que tiene Dios co- tinguir entre una y otra. La mayor
mo objeto de la a. Los teólogos me- autoridad al respecto es la de Agustín
dievales insistieron en la menciona- de Hipona, quien subraya la intentio
da oposición; por ej., justifican la a. fallendi del adulador. La gravedad de
hebrea a Dios vuelta hacia occidente su falta concierne, pues, al engaño;
con el solo objeto de excluir la idola- la suya es una lingua dolosa (cf. En.
47 aedificatio
in Ps. 5, 12; 39, 26; 119, 4; 123, 6). adversa. Son los términos mutua-
A partir de esas afirmaciones del hi- mente contrarios referidos a un mis-
ponense la adulación queda adscrip- mo subiectum o que pueden inherir
ta a la mentira. Siempre en esta línea, en él (véase contraria).
Alain de Lille pone el acento en la fal-
adversus. Como adverbio, se suele tra-
sedad hipócrita del adulador que ha
ducir por “contra”, pudiendo encon-
separado la lengua de la mente y la
trarse también en la forma adversum,
palabra del alma, celebrando con ala-
aunque es menos usada. Expresa la
banzas externas a quien desprecia en
idea de oposición o, mejor aún, de
su corazón (cf. De planctu).
respuesta o comparación con algo,
En la madurez de la Escolástica se
por ej., una tesis que no se compar-
analizaron las especies de la a.: loa del
te. Por eso, aparece en los títulos de
mal, del bien inventado y del bien
obras polémicas, como ocurre con su
exagerado. Por su parte, Rodolfo Ar-
casi sinónimo contra (véase). Con to-
dente añade a la alabanza falsa y exce-
do, este último, que expresa una opo-
siva estas otras especies mediante las
sición más nítida y frontal, es más usa-
cuales se puede considerar adulación:
do en la Escolástica, mientras que en
1. la indigna, por tener por objeto la
el Renacimiento se tiende a preferir a.
riqueza, el ingenio, la fuerza, etc.; 2.
Ejemplo de ello es el A. Astrologiam
la nociva, proferida con el fin de ens-
divinatricem de Pico della Mirando-
oberbecer al destinatario; 3. la intem-
la. Cabe notar que esta diferencia de
pestiva, que alaba al que apenas se ha
matiz concierne a las voces mismas a.
iniciado en el camino de la virtud y
y contra, independientemente del ca-
podría contentarse con lo ya hecho;
rácter y contenido de las obras en cu-
y 4. la vana, que es la gratuita o in-
yos títulos intervienen.
motivada (cf. Spec. univ. XIII, 48; De
vera laude 172). De este modo, se aña- aedificatio. En primer lugar, la idea
de el elemento intencional del adula- de æ. es veterotestamentaria y respon-
dor y, a partir de este enfoque, para de a la construcción del Templo. En
que se pueda hablar de a. será esencial el Nuevo Testamento, en cambio,
la intención non recta de quien la pro- se subraya su sentido figurado y co-
fiere. Se va diluyendo así en el análi- bra, desde las cartas de San Pablo, ca-
sis moral el componente de la menti- da vez mayor importancia como con-
ra para cobrar preeminencia la inten- cepto en la vida cristiana. Así, el senti-
ción de complacer non propter Deum do de æ. fue llegando a la noción mo-
sino por motivos mundanos. Esto se derna de edificación moral. Si bien
consagra en Juan de la Rochelle (cf. los autores medievales consideraron
Summa de vitiis 111) y se confirma en que ésta se puede dar a través de los
Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II, q. ejemplos de una conducta virtuosa,
115, a. 1). La a. es reputada pecado lo cierto es que quedó más asociada
propio del ambiente cortesano y son con la palabra, hasta convertirse en
penetrantes al respecto las observa- virtud por excelencia de la conversatio
ciones de Juan de Salisbury (cf. Policr. (véase), como señala Tomás de Aqui-
1). Pero también se la ha considerado no en Contra impugnantes Dei cultum,
frecuente entre intelectuales y prosti- 5. En virtud de esa vinculación con el
tutas. habla, la æ. se opone directamente al
aegritudo 48
tanto en los hechos como en las pa- del acto libre en cuanto tendencias.
labras, las reglas del decoro. La a. es Como tales, son algo que le aconte-
justamente la virtud especial que se ce a la voluntad. Ésta tiene dos incli-
atiene a ese orden. Se la ha llamado naciones fundamentales: la rectitud
también amicitia sobre la base de una y la felicidad, a la que a veces llama
distinción establecida por Aristóteles beatitudo, y otras commodum. Precisa-
en Eth. Nic. IV, 6, 5. Allí el Estagiri- mente, el mal moral, para Anselmo, se
ta habla de la amistad particular, es- ha de caracterizar negativamente, ya
to es, la que consiste principalmente que consiste en preferir el commodum
en los afectos con que se ama a otra de la espontánea inclinación de las
persona, pero también se refiere a la affectiones a la rectitudo que la misma
amistad general, que es la que se ob- voluntad está llamada a conservar; se
serva en la cortesía y cordialidad en el trata, pues, de una defección de esta
trato con los demás. Entre los hom- última (cf., por ej., De lib. arb. 5, De
bres, añaden los escolásticos, ha de casu diab. 8).
reinar naturalmente la a., o sea, una Los místicos especulativos del siglo
cierta amistad general, como se lee XII –los victorinos, en particular– se
en Eclo. 13, 19: “Todo animal ama encargarán de ligar definitivamente
a su semejante”. Consideraron, pues, este término a lo que hoy se denomi-
que es propio del hombre virtuoso el na “vida afectiva”, sin vincularlo tan-
ser agradable en la convivencia; más to con la vida moral. Ricardo de San
aún, es un deber exigido por la justi- Víctor, por ej., opone dialécticamen-
cia, como ya había señalado Macro- te la a. a la ratio, y dice: “ratio, qua
bio (cf. In Somn. Scip. I, 8). discernamus, a., qua diligamus” (Benj.
Min. III, 3). Más aún, Ricardo en-
affectio. Proviene de “afficio” cuyo cuentra en las figuras escriturarias de
significado es el de interesar, tener Lía y Raquel los símbolos de la a. y de
efecto sobre algo, y, en sentido pasi- la ratio, respectivamente, subrayando
vo, el de ser afectado por algo. Deno- que ambas –la llama de la inspiración
ta el efecto que un ente puede padecer divina y la luz de la revelación– se
por parte de un agente interno o ex- complementan en la vida contempla-
terno a él. Por eso, la última Escolás- tiva (cf. Benj. Min. IV, 4). En cambio,
tica distingue dos tipos de affectiones cuando, en la literatura victorina, es-
entis: la externa, “quae subiecto advenit te término aparece en plural o bajo la
ob externam causam”, y la interna, “quae forma affectus, hace referencia a cua-
manat a subiecti principiis intimis”. tro movimientos del alma, raíz de los
En el plano antropológico, la a. es, restantes: amor, odio, gozo y dolor.
pues, el resultado de la influencia de Por su parte, Buenaventura vuelve
una determinada “impresión” sobre a un planteo más anselmiano del te-
el alma o el cuerpo. ma, advirtiendo sobre el peligro de las
En la línea del segundo tipo men- affectiones desordenadas y torcidas del
cionado, es frecuente el uso de este alma o, para emplear su mismo tér-
término con el sentido de inclinación mino, obliquae: esto tiene lugar cuan-
natural, dada, espontánea. Con este do el temor no es santo, el dolor es
último significado aparece, por ej., en injusto, la alegría infundada o des-
Anselmo d’Aosta. Para Anselmo, las porporcionada, la confianza presun-
affectiones intervienen en la dialéctica tuosa (cf. affectus, in fine).
55 agens
que tiene algo de ser meramente dis- determinado. Posee en sí todo lo que
tinto o diferente de otro ser. Ahora intrínsecamente lo constituye, exclu-
bien, tal diferencia se puede dar en- yendo cualquier dependencia o rela-
tre personas, por ej., entre un hom- tividad con respecto a los otros entes
bre y otro, en cuyo caso el segundo es (ab aliis divisum).
un alius respecto del primero; o bien
aliud. Es un relativum diversitatis
puede indicar diversidad de esencia,
y, por tanto, señala algo sustancial
esto es, diversidad simpliciter, entre
o esencialmente diverso o diferen-
un ser y otro, en cuyo caso el segundo
te de otra cosa (véase alietas). En ló-
es un aliud respecto del primero. Tal
gica, la expresión “aliud ab” –que no
distinción fue elaborada a propósito
se ha de confundir con ab alio (véa-
de la teología trinitaria: considerando
se)– puede indicar una especie supe-
su carácter de Persona, el Hijo es alius
rior o inferior. Así, aliud ab animali
respecto del Padre, pero no aliud, ya
indica lo superior, que es el hombre;
que son de la misma sustancia.
en cambio, aliud ab homine señala lo
aliquid. Cf. transcendentale. En la fi- inferior, que es el animal, como in-
losofía escolástica, a., es decir, “algo”, dica Pedro Hispano (cf. Summ. Log.
es una propiedad trascendental que 8, 12).
expresa “divisionem unius ab altero:
allegoria. En general, alegoría es to-
dicitur enim aliquid quasi aliud quid;
da figura retórica con la que se expre-
unde sicut ens dicitur unum, in quantum
sa un concepto o razonamiento me-
est indivisum in se, ita dicitur aliquid
diante una representación sensible o
in quantum est ab aliis divisum” (Sto.
fantástica, algunas veces, de tipo an-
Tomás, De ver. I, 1).
tropomórfico. Se suele utilizar como
Evidentemente, a. implica unum,
recurso para hacer más comprensible
pero es menester advertir que la acla-
–y, por tanto, más eficaz– una noción
ración de aliud quid puede dar lugar
o enseñanza que se pretende transmi-
a una imprecisión: la de entender que
tir. Lo expresado allegorice se distin-
a. alude primariamente a todo ente
gue de lo dicho metaphorice (véase).
en la medida en que está separado o
diferenciado de los demás. Tal signi- En este último caso, sólo se da la tra-
ficado por sí solo no justificaría la in- ducción de un término por otro que
clusión de a. entre los trascendenta- es capaz de sustituir al primero en vir-
les, ya que éstos son atributos funda- tud de cierta analogía de significado
mentales de todo ente en cuanto tal: que guarda con él. En cambio, en la
de conferir a a. el significado apunta- alegoría, la relación entre lo figurado
do, se abordaría cada ente en su re- y su contenido es más completa, ya
lación con los demás y no en cuan- que va de la representación sensible a
to ente simpliciter que es precisamen- un valor abstracto.
te lo que exige un trascendental. El De este modo, la a. implica necesa-
sentido estricto de a. es, pues, el de riamente una intención pedagógica,
distinctum y determinatum; de ahí que lo cual no es esencial a la metáfora.
esté en relación de oposición sólo a lo En lo alegórico, la forma se considera
que le es completamente extrínseco, extrínsecamente en cuanto velo pero,
vale decir, el no ser. Así, a. señala la a la vez, indicación de la verdad y del
condición de cada ente de ser un algo bien que atañen a la vida espiritual.
Por eso, ha tenido un lugar prepon-
allegoricum 60
una cosa adquiere o pierde una cuali- de a aquellos que, dedicados a la con-
dad que le es inherente. templación por amor a la verdad, no
Los autores medievales hablaron de vacilan en sustraerse a ella para aten-
1. a. corruptiva o de 2. a. perfectiva, der en este mundo a las exigencias de
según que la alteración signifique una la caridad (cf. Ep. Fr. M.D. 12). Con
corrupción o bien una perfección en ello, Guillermo de Saint-Thierry si-
el subiectum en el que tiene lugar. gue una línea claramente agustinia-
na, por ej., la expuesta por el Hipo-
altitudo. La altitud es la tercera di- nense en En. in Ps. 56 y De civ. Dei
mensión, siendo la primera la longitudo XIX, 26.
o longitud; y la segunda, la latitudo o
latitud. A diferencia de éstas, que se ambiguum. Es una especie del tér-
mueven, por así decir, en un plano mino aequivocum (véase). En efec-
horizontal, se ha de subrayar que la a. to, es equívoco el vocablo que, sien-
hace alusión a la dimensión vertical; do el mismo, se afirma de varias cosas
por eso, señala tanto la altura cuanto con un significado diferente en cada
la profundidad. De esta manera, de- caso; a. es el término que es posible
cir “ducere in altum” significa condu- aplicar a sólo dos de ellas; así, si no
cir la nave hacia donde el mar se hace se encuentra en un contexto que per-
profundo, esto es, navegar mar aden- mita el discernimiento del significado
tro, precisamente hacia alta-mar. En preciso, es decir, considerando el tér-
los textos filosóficos y teológicos me- mino aislado y por sí solo, su sentido
dievales, de los tres vocablos mencio- permanece incierto.
nados, el que nos ocupa es el que apa-
ambitio. En la Edad Media, el con-
rece más frecuentemente, ya que es el
cepto de ambición concierne a la vi-
que ofrece mayores posibilidades pa-
da moral. Se relaciona con la noción
ra el discurso alegórico o metafórico.
de honor (véase), esto es, con la defe-
Así, por ej., lo señala Agustín en el De
rencia y consideración que se da a al-
quant. an. 12, 21. Por su parte, An-
guien en testimonio de su excelencia
selmo d’Aosta, en Proslogion I, decla-
en algún campo. Ahora bien, se en-
ra no pretender penetrar con su inte-
tendió que aquello en lo que se sobre-
ligencia la a. divina. De acuerdo con
sale es un don divino concedido pa-
lo dicho, esta última expresión se po-
ra que sea útil a otros. La a. se defi-
dría traducir tanto como la “altura”
ne como el apetito desordenado de
–en el sentido de la grandeza infini-
honor y constituye una falta moral,
ta– de Dios, cuanto como la “profun-
puesto que primero, en ella se an-
didad”, en cuyo caso, el lector tende-
hela el testimonio de una excelencia
ría a pensar en el carácter abismal del
que no es propia sino que ha sido re-
ser divino. Más allá de los matices,
cibida; segundo, no se atribuye el ho-
ambos sentidos confluyen.
nor a Dios; tercero, no se atiende a la
ambidexter. La palabra “ambidies- utilidad a los demás. Los escolásticos
tro” es usada por Guillermo de Saint- consideraron la a. aristotélicamente
Thierry. La toma del personaje escri- y, en cuanto exceso, la opusieron a la
turario de Aod, juez de Israel que se magnanimitas (véase).
servía de su mano izquierda como si
amicitia. Expresa una clase de afec-
se tratara de la derecha, según se lee
to entre personas que reviste dos no-
en Jc. III, 15. Con esta expresión alu-
amitti 62
ta concepción del a. como operante mero se dirige al bien que uno quiere
y como energía de donación no sólo con afán de posesión, tal bien es, en-
lo aleja de algunos aspectos del primi- tonces, deseado o amado con amor de
tivo eros platónico y de la visión que concupiscencia. El segundo indica la
lo entiende como mero pathos, sino dirección hacia el sujeto para el cual
también de la pura theoría o contem- se quiere ese bien; a dicho sujeto se
plación, ya que su término es la ac- lo quiere, pues, con amor de amistad.
ción. Esta evolución es registrada aun Esta segunda clase es la que se da tan-
por un cambio terminológico: de eros to en el amor a los demás como en el
se pasa a agapé, o sea a la noción de a. amor a sí mismo; por tanto, se inclu-
como charitas (véase). ye en esta doctrina la amistad consigo
Con todo, eros platónico y charitas mismo como una de las formas del a.
cristiana coinciden en tener un sen- De éste derivan como efectos, según
tido espiritual en cuanto que ambos Tomás, la unión entre los amantes, el
son movimientos referidos, en un éxtasis, la mutua inhesión y los celos
sentido u otro, a una realidad absolu- (cf. S. Th. I-II, qq. 26-28).
ta, de la que reciben posibilidad y jus- Por su parte, los autores nomina-
tificación. listas suelen enfatizar el carácter ins-
Entre los textos medievales dedi- trumental del a. concupiscentiae: en
cados al tema cabe citar: Agustín de éste, su objeto es usado (uti) como
Hipona, De doct. christ. III, 10, De medio para alcanzar el goce (frui) pro-
civ. Dei XIV, 28; Bernardo de Clai- pio, de donde se trata de un amor sui
revaux, De diligendo Deo, passim; ordinatus. Así se lee, por ej., en Gabriel
Ricardo de San Víctor, De quattuor Biel (cf. In II Sent., d. 1, q. 5, a. 1).
gradibus violentae caritatis, passim; Párrafo aparte merece el caso parti-
Meister Eckhart, Sermo VI, 1; Dan- cular del amor a Dios. En este senti-
te, Par. I, 109-20, Conv. III, 8, 13. En do, la expresión amor Dei super omnia
su extenso tratamiento del amor co- propter Deum, el amor a Dios por so-
mo pasión, Tomás de Aquino lo de- bre todas las cosas precisamente por
fine como principio del movimiento o a causa de Él mismo, indica un ca-
que tiende al fin amado, sin que és- rácter completamente incondicional.
te se haya elegido previamente, para Autores como el citado Gabriel Biel
lo cual se reserva el término “dilectio” consideran esta clase de amor algo
(véase). Al pertenecer a una potencia propio de la perfecta contritio (véase)
apetitiva, el objeto del a. es la causa (cf. In II Sent., d. 27, q. 1, a. 3).
de su movimiento: el bien. Por lo de- Durante el Renacimiento, y parti-
más, señala el Aquinate que hay una cularmente en el Humanismo italia-
cierta connaturalidad o complacencia no de la segunda mitad del siglo XV,
entre el amante y lo amado, y para ca- se vuelve a perspectivas platónicas y
da uno es bueno lo que le es conna- neoplatónicas sobre el tema. Prue-
tural. Coincide con Agustín en que el ba de ello son el comentario al Ban-
bien amado requiere un cierto cono- quete de Platón, de Marsilio Ficino, y
cimiento –por lo menos, una apre- el Commento alla canzone d’amore di
hensión– del bien que se ama. Pero lo Benivieni de Pico della Mirandola.
esencial en la doctrina tomista al res-
pecto es la distinción entre el a. con- amphibologia. Lógicos y gramáticos
cuspiscentiae y el a. amicitiae: el pri- medievales han designado así el equí-
amplexus 64
rio del alma hacia la vida eterna, dis- sas son entre sí lo que una tercera es
tinguiendo el significado a. del alegó- a una cuarta (cf. ibid. V, 6, 1016 b
rico que indica las verdades de fe, y 34). Ahora bien, en Aristóteles, la a.
del moral o tropológico que señala las no implica que los pares de términos
prácticas a seguir. Dante, por ej., cali- entre los que se establece la relación
fica de a. lo que, aun en un texto lite- pertenezcan a la misma especie, ni si-
rario no sagrado, constituye una suer- quiera al mismo género. De esta ma-
te de “sobre sentido” en cuanto alu- nera, la unidad de analogía constitu-
de a la gloria eterna (cf. Conv. II, 1, ye la unidad extrema en tanto que es
6-7). la más abstracta.
En la Escolástica, la noción de a. se
analogia. En principio, se dice que retoma de la fuente aristotélica, sobre
hay analogía entre dos cosas cuando todo, a través de la mediación árabe,
son parcialmente iguales y en parte dada, sobre todo, por Alfarabi, Avi-
diferentes. Y se afirma que un térmi- cena y Averroes. Con Alberto Mag-
no es analógico cuando no es ni uní- no (cf. S. Th. I, 6, 26), Buenaventura
voco ni equívoco. La palabra que nos (cf. In Sent. I, 5, 1) y Roger Bacon (cf.
ocupa proviene de ana- , una de cu- Op. maius, De signis 36-46), además
yas acepciones es “sobre” o “a lo largo de Tomás de Aquino, este concepto
de”; y logos, en el sentido de “razón”. adquiere una máxima importancia.
Primariamente, significa la propor- Desde el punto de vista lógico, apa-
ción o relación que vincula entre sí rece, por ej., en Ockham (cf. In Sent.
cuatro términos, de los cuales el pri- I, 2, 9; III, 9; Quodl. IV, 12). Pero se
mero es al segundo lo que el tercero emplea también y fundamentalmen-
es al cuarto. Entre los griegos, el tema te como principio metafísico y teoló-
fue estudiado particularmente por los gico. Esto último se explica porque el
matemáticos. Con todo, ya en la cos- problema más grave que la analogía
mogonía platónica la a. aparece refe- fue llamada a resolver concierne a la
rida a los elementos del mundo, co- posibilidad de conocer a Dios, enten-
mo el vínculo que éste se da a sí mis- dido como Ipsum Esse, y a la formula-
mo: lo que el fuego es al aire, el ai- ción humana de ese conocimiento.
re lo es al agua (cf. Timeo 31e). Es- Como premisa de la doctrina de la
tos dos últimos elementos son conce- a., se ha de tomar la distinción entre los
bidos así como los medios proporcio- términos equívocos, unívocos y análo-
nales. Pero es en Aristóteles en quien gos (véanse aequivocum y univocum).
el concepto de a. se convierte en una En general, equívoco es un térmi-
noción universal y metafísica, instru- no único que nombra varias realida-
mento de indagación del ser en cuan- des con significado totalmente diver-
to ser. Advierte el Estagirita que no es so, como “vino” referido a una bebida
necesario buscar definición de todo, y al verbo “venir”; unívoco es el que
sino contentarse con comprender in- conserva el mismo sentido cuando se
tuitivamente ciertas cosas mediante la aplica a realidades diferentes, por ej.,
analogía: por ej., el acto es a la poten- “aguda” referido a una pluma o a una
cia como quien construye es a quien espada. Análogo o analógico es el tér-
puede construir (cf. Met. IX, 6, 1048 mino que, atribuido a realidades dis-
a 37). Ello sucede porque se tiene la tintas, mantiene el mismo sentido,
unidad por analogía cuando dos co- aunque con matices diversos; de ahí
analogia 66
animus. La distinción entre este vo- sustancia racional; en otros, por ej.,
cablo latino y anima (véase) está ya en en De civ. Dei. XI, 3, habla de a. aso-
Lucrecio (cf. De rer. nat. III, 94 y 55). ciándolo con la mens (véase), es decir,
Los epicúreos sostenían que entre los con el aspecto superior del alma racio-
elementos que componían el alma, ta- nal que capta lo puramente inteligi-
les como el calor, se contaba uno que ble. Pero ya se va desdibujando como
carecía de nombre: eso era, para ellos, dimensión distinta de la del anima.
el a. (cf. Diels, Ep. Fr. 514). Además, Otra concepción completamen-
afirmaban que dicho elemento cons- te diferente es la de Tomás de Aqui-
tituía el núcleo rector de toda la vi- no. En sus obras, se pierde práctica-
da psicofísica. En líneas generales, los mente la identidad autónoma del
estoicos comparten esta doctrina. Por a. cuya función, hasta él, había sido
su parte, Estobeo testimonia que así concebida como la de vivificar al al-
pensaba también Jámblico (cf. Ed. I. ma, así como ésta da vida al cuerpo.
49). En la Antigüedad, pues, tanto la La antropología tripartita no se pue-
identidad como la función propia del de conservar en el Aquinate precisa-
a. se hallan muy jerarquizadas, en la mente por la sistematicidad que ca-
medida en que el concepto clásico de racteriza su pensamiento. En efecto,
a. constituye un intento de explicar la el hecho de atenerse, aristotélicamen-
conciencia y, a la vez, un negarse a re- te, en el plano metafísico, a binomios
ducir la actividad del espíritu auto- como acto y potencia, forma y mate-
consciente a leyes fisiológicas. Es fun- ria, hace que, en el nivel antropoló-
damental la intervención del estoi- gico, se vea obligado a guardar cohe-
cismo en esta cuestión, precisamen- rencia con el anterior. De este modo,
te por la distinción que esta corriente en el hombre, la forma corresponde
hace entre soma, psyché y pneuma, es al alma; la materia, al cuerpo. Pero
decir, cuerpo, alma y espíritu. De esa no hay una tercera categoría metafí-
manera, se constituye una antropolo- sica a la que hacer corresponder la di-
gía tripartita o, mejor aún, tridimen- mensión antropológica del a.; de ahí
sional, añadiendo a cuerpo y alma la que la subsuma en el alma. Más aún,
dimenesión del a. como espíritu. Esta Tomás no concibe el espíritu como la
distinción reaparece en San Pablo, en función superior de ésta, a la manera
virtud de su formación intelectual. A como ocasionalmente lo había hecho
través de él, fundamentalmente, pa- Agustín, sino que ordena el a. a la vis
sa a la primera tradición cristiana, si irascibilis, así como el deseo corres-
bien no se mantendrá. ponde al aspecto concuspiscible del
Entre los autores patrísticos y esco- alma. Por ello, señala que la magnani-
lásticos hay, en efecto, una gran dis- midad (véase magnanimitas) significa
paridad en los significados atribuidos magnitudo animis y no animae (cf. S.
a la noción que nos ocupa. Más aún, Th. II-II, q. 129, a. 1). Así pues, la
a veces, se encuentra una cierta am- acepción contemporánea del térmi-
bigüedad en el mismo autor. Tal es no “ánimo” en castellano, queda más
el caso de Agustín de Hipona, quien, vinculada al concepto tomista de a.
en algunos textos, identifica el a. con que al agustiniano.
el alma misma, en cuanto principio
annihilatio. La aniquilación es un
vital que es, al mismo tiempo, una
concepto próximo aunque no equiva-
annitas 74
asumidas durante la Edad Media res- dición, mientras que el consequens se-
pecto del problema de los universa- ñala lo condicionado. Por último, en
les (véase universale). En efecto, para 3. el plano ontológico, el ser a. remi-
el realismo extremo, el término uni- te a una anterioridad cronológica y es
versal indica una realidad metafísica- habitual que se refiera a condiciones,
mente previa a la del particular, pre- ocasiones o circunstancias que acom-
cisamente ante rem, porque se da co- pañan la relación entre causa y efec-
mo causa ejemplar de las cosas crea- to. De esta manera, y muy particular-
das, por ej., el hombre, como for- mente entre los empiristas aún me-
ma contenida en el Verbo o Intelec- dievales, se asoció el a. a la causa.
to divino, en la concepción agustinia-
antepraedicamenta. Se denomina-
na. En cambio, quienes conciben que
ron con este vocablo en la Edad Me-
la realidad mentada por el término
dia las consideraciones y nociones
universal como in re, es decir, como
que Aristóteles antepuso al trata-
esencia en lo particular, entienden
miento específico de las categorías en
que se da en este último o bien for-
el tratado del mismo nombre (cf. Cat.
malmente, a la manera de Guillermo
1-4). Los escolásticos llamaron a las
de Champeaux, o bien como funda-
categorías “praedicamenta”; de ahí la
mento, en el caso de los realistas mo-
voz que nos ocupa. Ej. de a. es la serie
derados. Para aquellos que lo entien-
de consideraciones sobre el ente que
den como algo post rem, es decir, para
es denominans (véase).
los nominalistas, no hay más realidad
que la de los individuos y así el tér- antepraedicamentale. Nombre con
mino universal agota su sentido ya en el que los escolásticos designaron
un significado, como en Abelardo, ya las reglas aristotélicas acerca de los
en un mero sonido, como en Rosceli- antipraedicamenta (véase). Ejemplos
no: en ambos casos, el universal sigue de reglas “antipredicamentales” son:
o viene después de los particulares da- cuando una noción es atribuida a
do que es la realidad de éstos la que lo otra como a su sujeto, cualquier cosa
fundamenta. que se predique per se de lo que fun-
ciona como atributo, también se ha
antecedens. Es palabra utilizada en
de afirmar del sujeto, por ej., si se di-
los planos gramatical, lógico y onto-
ce que Sócrates es hombre y “animal”
lógico. En 1. el orden gramatical, se
es un atributo per se de hombre, tam-
denomina a. al sujeto de una propo-
bién hay que afirmar que Sócrates es
sición, así como se llama consequens
animal.
(véase) al correspondiente predica-
do. En 2. el orden lógico, suele de- antequam. Conjunción que indi-
signarse a. 2.1. a cada una de las pre- ca anterioridad temporal; por eso, se
misas de un razonamiento, siendo traduce por “antes de” o “antes que”.
la conclusión el c.; 2.2. a la primera Con indicativo expresa una sim-
parte de una proposición hipotética, ple relación temporal; con subjunti-
en la que la segunda es el consequens, vo, una subordinación lógica, además
por ej., “Si A es mayor que B, B es de la temporal, por ej., antes que ha-
menor que A”, en estos casos, el a. cer esto, preferirá hacer aquello otro.
–en el ejemplo mencionado, el que La particularidad del uso de esta con-
A sea mayor que B– expresa la con- junción en la Edad Media consiste en
antiperistasis 76
que, siguiendo lo observado por Jeró- res medievales casi siempre aluden a
nimo en su interpretación de un pa- este concepto en relación con el de
saje evangélico (cf. Contra Helvidium tristitia (véase).
I, 19), los escolásticos adjudicaron al
aphorismus. Es un precepto univer-
a. el carácter de señalar lo que prece-
sal formulado sobre la base de mu-
de en el pensamiento. Pero no es ne-
chos casos singulares. Se usa en las
cesario que se lleve a cabo lo pensado
demostraciones, puesto que alude en
con anterioridad, si se interpone al-
términos de síntesis a las propieda-
go que lo impide; así, por ej., “a. in
des y causas de las cosas. Sin embar-
portu pranderem, navigavi”, no signi-
go, carece de la fuerza argumentativa
fica que quien pronuncia esta propo-
de la sententia (véase). Algunas obras
sición haya almorzado efectivamen-
medievales comienzan con este voca-
te antes de navegar, sino que pensaba
blo en plural; por ej., los Aphorismi de
comer en el puerto cuando surgió al-
essentia summae bonitatis, aunque és-
go que lo impulsó a hacerse a la mar.
te no es un texto sino un título con el
Así lo señala Tomás de Aquino en S.
que Alain de Lille cita el célebre Liber
Th. III, q. 28, a. 3 ad 1).
de causis de Proclo.
antiperistasis. Además de equiva-
apirocalia. Véase consumptio.
ler a circumobsistentia, más específica-
mente, esta palabra fue empleada en apocatastasis. Se entiende por esta
la Edad Media para indicar la fuerza voz, transliterada del griego, la doc-
motriz que, contrariamente a lo que trina antigua según la cual el mun-
creían los antiguos, en el cuerpo que do, después de haber sido destruido
se lanza a distancia, no pasa al aire si- por el fuego, se reconstituirá nueva-
no al cuerpo mismo que es lanzado. mente, repitiéndose en todos sus de-
talles, con las mismas personas y en
antiphrasis. Habitualmente la cons-
las mismas condiciones y actividades,
trucción “per antiphrasim”, significa
según atestigua, entre otros, Taciano
“por contradicción”. Así se lee, por
(Adv. Graec. V). De última raíz pro-
ej., en Alain de Lille (cf. Anticl. VII,
bablemente pitagórica, esta noción
427; VIII, 248).
ha sido transmitida al mundo judeo-
antiqui. Cf. magister. cristiano por mediación estoica y es-
tá vinculada con la concepción grie-
antitypa. Cf. repraesentatio 2. ga del tiempo cíclico. Esto último no
antonomastice. Adverbio muy usa- puede ser propio de una idea cristia-
do en la literatura escolástica para na del devenir humano, puesto que
indicar la atribución común de un la creación, el nacimiento de Cristo
nombre a algo o alguien que lo me- –la eficacia de cuya encarnación obli-
rece por excelencia. Así, por ejemplo, ga a afirmar que ha padecido, muer-
Cicerón es a. orador. Frecuentemen- to y resucitado una sola vez–, así co-
te se lo reemplaza por la expresión per mo la promesa del fin de los tiempos,
antonomasiam. hicieron que desde la Patrística los
autores cristianos se opusieran a la
anxietas. Como la angustia, la an- ciclicidad, como aparece claramente
siedad se ha considerado uno de los en Agustín (cf., por ej., De civ. Dei
efectos de la tristeza. Así, los auto-
77 appellatio
XII, 13). Ahora bien, la a. tiene en apparenter. Adverbio con que se sue-
contexto patrístico-medieval el signi- le indicar que algo se toma en sentido
ficado de retorno de todas las criatu- metafórico y no propio. Así, se opone
ras a Dios, con lo que excluye la idea a formaliter (véase formaliter 1.). Por
de un infierno eterno y se torna un ej., se dice que los prados “ríen” no
concepto heterodoxo. Así, Dios se- formaliter, sino a.
rá, en la consumación final del único
appellatio. Su acepción más gene-
ciclo universal, todo en todos, como
ral es el de “nombre” y es, por tan-
sostiene Escoto Erígena (De div. nat.
to, un signo. Los signos appellant, vo-
V, 9 y 31). Al acercarnos a los siglos
cablo propio de Anselmo d’Aosta,
centrales de la Edad Media, esta doc-
es decir que, como se ha señalado
trina desaparece completamente.
en el artículo correspondiente (véase
apologia. Voz de origen griego, su signum), los signos remiten siem-
significado general es el de defen- pre a algo; en el caso de la a., a través
sa o, mejor aún, justificación. Dos del hecho de nombrar algo. La no-
son los sentidos que esta palabra pre- ción de a. es particularmente impor-
senta en contexto medieval cristia- tante en Pedro Abelardo. En la con-
no: formal y de contenido. Desde el cepción abelardiana hay dos aspectos
primero, dio título a obras con las de la significatio, esto es, dos funcio-
que quienes hoy llamaríamos “inte- nes significativas del nomen derivadas
lectuales” defendieron el Cristianis- de la impositio: la que refiere a las co-
mo, como religión nueva y, por en- sas, indicándolas, o significatio rerum,
de, desconocida, ante los emperado- y la que mienta lo inteligido de ellas o
res durante el primero y segundo si- intellectum. Abelardo siempre conclu-
glo de nuestra era. De este modo, la ye por centrar su atención en el se-
a. se planteó desde sus comienzos co- gundo aspecto, declarando irrelevan-
mo una suerte de preparación racio- te la significatio rei, por lo cual sue-
nal para el acto de fe en vistas de cual le reservar el término significatio para
ofrece una justificación. En este sen- la función que designa un único con-
tido, al constar estas obras de una cepto definido. Por eso, prefiere recu-
etapa filosófica, por así decir, queda- rrir a otro vocablo para señalar el pri-
ron insertas en la historia de la filo- mer aspecto del nomen, o sea, la fun-
sofía. Ejemplo paradigmático de es- ción de indicar las cosas, de llamarlas:
to son las dos A. redactadas por Jus- eso es precisamente la a. o nominatio.
tino. Pero el hecho de que el térmi- Así, sólo en el caso de los nombres
no que nos ocupa no figure en el tí- propios, que indican cosas o seres sin-
tulo de un texto no significa que no gulares, a. y significatio coinciden.
forme parte de lo que después se lla- En otro orden, un desarrollo espe-
mó “apologética”, que es el segundo cial tuvo la noción de a. en la lógica
sentido de a. En efecto, con este sig- escolástica. En ella, y en principio, es
nificado es una a., por ej., la Summa la propiedad según la cual un térmi-
contra Gentiles, donde Tomás de no appellat, es decir que se aplica o
Aquino defiende los puntos de vista es atribuido a otro según su signifi-
del Cristianismo sobre una plurali- cado formal; así, por ej., en “un escri-
dad de cuestiones contra los propios tor escribe”. Pedro Hispano –a quien
del Islam. Ockham seguirá en este punto– de-
appetitio 78
fine: “A. est acceptio termini pro re appetitio. Se la puede considerar co-
existente”. La a. es, pues, en este or- mo la acción o acto del appetitus (véa-
den, un caso de la suppositio (véase). se) en el sentido escolástico y, espe-
En su sentido más técnico y en ela- cialmente, tomista de la palabra. Sin
boraciones ulteriores, se consideró la embargo, en tanto que en el mismo
a. una propiedad lógica que algunos concepto de apetito está implicado el
traducen por “reimposición”. Reviste de su acción propia, la a. no resulta
al sujeto designado de un término de un término frecuente en la Escolásti-
determinación distinta de la que és- ca. Sólo adquirirá un sentido funda-
te tiene, o sea, impone a ese térmi- mental y preciso en la Modernidad y,
no la formalidad significada por otro. más específicamente, en Leibniz.
Por ej., en la proposición “Luis es un
appetitus. En cierto modo, esta pala-
ávido lector”, el sujeto “Luis” está to-
bra traduce la horexis aristotélica y los
mado bajo la formalidad de “lector”
escolásticos la usaron con conciencia
y declarado “ávido”. El término “ávi-
de que estaba relacionado con ella.
do” –que es el terminus appellans–
Para Aristóteles, apetito y entendi-
antes de atribuirse a “Luis”, apela a
miento parecen las dos únicas facul-
él imponiéndole la determinación o
tades capaces de mover el alma. Pe-
formalidad significada por “lector”.
ro, como en realidad el que mueve
No se trata, pues, de que el térmi-
es el objeto conocido en cuanto ape-
no “ávido” convenga a Luis absoluta-
tecible, resulta que la única facultad
mente, sino sólo bajo la relación a la
que constituye el principio de movi-
facultad de leer por medio de la de-
miento es la apetitiva (cf. De anima
terminación significada por “lector”.
III, 9 y 10). Sobre esta base, los auto-
Por eso, la a. no debe confundirse
res medievales consideraron que a. es
con la simple atribución de un predi-
la inclinación o el movimiento pro-
cado a un sujeto. Para que aquélla se
pio de un ente, la tendencia de és-
dé, es menester que el sujeto sea to-
te hacia su bien y su fin. Al respec-
mado no solamente como sujeto, si-
to, establecieron las siguientes distin-
no que también esté revestido de una
ciones: 1. a. naturalis: el apetito na-
cierta delimitación a través de la cual
tural es el que inclina todo ser a su
recibe el predicado. Es frecuente que
fin propio, sin que tal inclinación,
sean causa de a. términos que signi-
que toda forma conlleva, sea produ-
fican un acto interior del alma, co-
cida por conciencia alguna acerca de
mo “amar” o “conocer”, para sus ob-
tal fin; así, por ej., por su a.n. el fue-
jetos. En efecto, éstos suelen decirse
go tiende a elevarse. 2. a. elicitus es el
“amados” o “conocidos”, con un tí-
apetito por el cual el bien o fin atrae
tulo preciso bajo el cual son alcanza-
en cuanto que es actualmente, es de-
dos por tal acto; por ej., en “Conoz-
cir, efectivamente, aprehendido; pe-
co a este hombre de vista”, con la a.
ro, desde el momento en que hay di-
“de vista” se declara conocerlo en su
versas clases de aprehensión, el a.e.
aspecto físico y no por haberlo fre-
se subdivide en: 2.1. a. intellectivus
cuentado.
o rationalis, identificado muchas ve-
Por último, a. también se utilizó en
ces con la voluntad misma, en tan-
el terreno jurídico con el significado
to es inclinación hacia el bien cono-
actual de apelar.
cido por el intelecto, y 2.2. a. sensi-
79 apprehensio
Así, por ej., se dice que la verdad on- gico, sino volitivo: alude a una elec-
tológica, “se apropiaría” al Hijo, esto ción, resolución o decisión. De he-
es, al Logos o Verbo en cuanto conte- cho, en el mundo antiguo, este tér-
nido del mundo eidético; sin embar- mino formó parte del lenguaje jurí-
go, no es un proprium de Él (cf. To- dico en el que arbitrari significó “juz-
más de Aquino, S. Th. I, q. 39, a. 8). gar”, viendo sin ser visto. De testi-
go oculto, arbiter pasó a ser juez pri-
approximatio. Término que perte- vado con poder soberano. La distin-
nece al vocabulario medieval de la ción entre el juicio como considera-
causalidad y que no tiene que ver ne- ción o resultado de una reflexión y
cesariamente con lo local. No indi- la decisión misma a la que alude el
ca una realidad en sí misma sino una a. se encuentra ya cristalizada en la
condición: significa no sólo que el sentencia ciceroniana: “aliud est iudi-
agente y el paciente están efectiva- cium , aliud arbitrium”. De esta ma-
mente dados, sino también y funda- nera, en la Edad Media, el término
mentalmente que ninguna instancia no suele aparecer solo, sino con el
intermedia impide al primero pro- adjetivo “liberum” antepuesto, y es-
ducir su efecto sobre el segundo. Así tá referido, obviamente, al problema
se expresa, por ej., Guillermo de Oc- antropológico de la libertad (véase
kham en Quodl. VII, q. 8. liberum arbitrium).
aptitudo. Voz usada frecuentemente arbor porphiriana. Se conoció con
en la Edad Media, la a. señala la me- este nombre el esquema que, con fi-
ra negación de la incompatibilidad, nes especialmente didácticos, ilustró
es decir de lo que los escolásticos lla- el capítulo II de la Isagoge de Porfi-
maron “repugnantia”. Así, por ej., un rio, es decir, la Introducción que és-
ciego de nacimiento es, en cuanto te redactó a las Categorías de Aristó-
hombre, aptus para ver, lo que no su- teles. Este esquema, conocido como
cede con una piedra. De esta mane- scala praedicamentalis, no ofrece in-
ra, la a. forma parte de la terminolo- novaciones lógicas ni metafísicas, pe-
gía metafísica y no de la correspon- ro constituye una transcripción gráfi-
diente a la teoría del conocimiento ca que se asemeja a un árbol. En efec-
ni, mucho menos, a la psicología. to, Porfirio presenta allí la jerarquía
apud. Además de sus usos comunes, de términos genéricos y específicos,
que señalan proximidad física o per- partiendo del género generalísimo
tenencia a un ámbito, esta preposi- (véase genus) hasta la especie espe-
ción de acusativo se usa, en textos fi- cialísima (véase species), o sea, aque-
losóficos, como referencia, para alu- lla que, a su vez, no puede ser género
dir a las obras de un autor en cuanto que subsuma en sí otras especies. En-
que éstas reflejan su pensamiento. En tre uno y otra se encuentran los tér-
tal caso, se suele traducir por “en”; minos que son al mismo tiempo gé-
así, por ej., “en Cicerón”. Con todo, nero y especie, los que están ordena-
el término es más utilizado en el con- dos según un criterio de comprehensio
texto antiguo que en el medieval. (véase) creciente. Por eso, el esquema
recuerda el de un árbol que se va en-
arbitrium. Significa, primariamen- sanchando desde la cima a la base:
te, “juicio”, pero no en sentido ló-
architectura 82
rigor, la a. señala la expresión de tal el término que nos ocupa para aludir,
razonamiento, así como la proposi- específicamente, al tipo de argumen-
ción es la expresión del juicio y el tér- tación sophistica (véase argumentatio,
mino lo es del concepto o noción. Lo in fine). Por eso, a. se suele definir
específico de la argumentación es que como “probabile inventum ad fidem
ella pone de manifiesto la relación de faciendam”; de ahí que no sólo los ar-
consecuencia que va de un enunciado gumentos a fortiori, a contrario, a pari,
a otro. Según la forma de tal relación, etc. se designen con este nombre sino
se tendrá una a. deductiva o inducti- también aquellos otros que implican
va; según la materia, es decir, la natu- argucias polémicas por parte de quie-
raleza de las premisas, se tendrá una nes discuten, por ej., los argumentos
a. demostrativa o apodíctica, si tales ad verecundiam, ad ignorantiam, etc.
premisas son necesarias; dialéctica, si (véanse).
son probables; o bien sofística, si son
arithmetica. La aritmética es una de
falsas. Una particular importancia
las artes liberales del quadrivium (véa-
asume el término en el vocabulario
se); por tanto, formó parte de la for-
de Pedro Abelardo, para quien la a.,
mación básica en la Edad Media. En
definida como la formación de las co-
general, se la definió, desde la Anti-
nexiones proposicionales, es el objeti-
güedad, como el estudio teórico de
vo último de todos los análisis que gi-
las propiedades del número, de ma-
ran en torno del significado del nom-
nera que éste es su subiectum. Así, de-
bre, del verbo y de la propositio mis-
riva en scientia bene numerandi. Pa-
ma. Syllogismus y locus son, siguien-
ra Boecio, quien precisamente con su
do a Aristóteles y Boecio, los instru-
De arithmetica II, 7-9, se constituye
mentos y modos mediante los cua-
en una de las principales auctoritates
les se construye la a. Pedro Hispano
medievales respecto de este tema, la
ofrece al respecto la siguiente defini-
a. es una scientia en cuanto que des-
ción: la a. es –escribe– “argumenti per
cribe un itinerario particular para al-
orationem explicatio, id est oratio expli-
cans argumentum”, Summ. Log. 5, 2. canzar el fin común a todas, es decir,
la posesión de la verdad. De hecho,
argumentum. La definición tradicio- desde la perspectiva boeciana, la re-
nal de a., de raíz ciceroniana (cf. Top. presentación cuantitativa y numéri-
2), es: razón que se da de algo en ma- ca de la realidad es el primer acceso
terias dudosas. También se ha utiliza- a la formalidad de los ejemplares di-
do el término, como lo hace Aristóte- vinos que encierran en sí mismos la
les (cf. Pr. Anal. II, 29, 10, 70b 2), en originaria verdad de todo lo que exis-
el sentido de alguna señal sensible que te. Desde este ángulo neopitagórico,
se da para manifestar una verdad. Con las formas se representan en la men-
todo, y aunque subsisten en cierta te humana como simples entidades
medida estas acepciones, la literatura cuantitativas que son de dos tipos: la
medieval suele usar a. en muchos ca- magnitudo o cantidad continua, y la
sos como sinónimo de argumentatio. multitudo o cantidad discreta. Cuan-
Pedro Hispano lo define diciendo do estas últimas son tomadas per se,
que es “ratio [...] medium ostendens se tienen los números en cuanto ta-
quae debet confirmari per a. (Summ. les, objeto de la a. Ésta estudia, pues,
Log. 5, 2). Los escolásticos prefirieron la multitudo per se.
artes 84
to, las razones aducidas por la antí- producen sólo lo que ven sino que,
tesis, esto es, por la posición del ad- en sus obras, se remiten a principios
versario: Quia… 2. Praeterea…”, etc. en los que también la naturaleza tie-
3. A continuación, se presenta la otra ne su origen. Por su parte, Buenaven-
parte de la alternativa abierta en el tura dirá mucho más tarde que el al-
utrum, esto es, el “Sed contra…” (véa- ma del a. compone cosas nuevas con
se) que también suele estar acompa- elementos que no lo son y pinta o es-
ñado de citas de auctoritates. 4. Des- culpe en sus obras exterius lo que in-
pués, viene el cuerpo o corpus del a., ternamente piensa e imagina interius.
es decir, el desarrollo de la solución Por eso, Tomás añade que la phantasia
del autor, su respuesta, por lo que se tiene una función preponderante en
suele abrir con las palabras “Respondeo la acción del a., ya que la fantasía,
dicendum quod…”; se trata, pues, de potencia del sentido interior, es co-
la conclusio; a veces se añade la ilus- mo un tesoro de formas que llegan
tración de tal solución mediante al- al sujeto a través de los sentidos (cf.
gunos ejemplos, elemento que, no S. Th. I, 78, 4). En el Renacimiento,
obstante, puede faltar. 5. a la luz de a. se aplicará metafóricamente a Dios
tal respuesta doctrinal, se procede a Creador, optimus a., como señala Pi-
la refutación de todos los argumentos co della Mirandola al comienzo de su
adoptados por la tesis que se comba- De hominis dignitate.
te, en el orden en que fueron expues-
artificialia. Se denominan así las
tos en el punto 2; dicha refutación se
obras que son producto de las artes,
inicia con las palabras “Ad primum
en el sentido medieval del término
ergo dicendum… Ad sedundum…”,
(véase ars, in principio). Hacia el fin
etc. Ciertamente, la redacción de los
de la Edad Media se estableció al res-
artículos está matizada por distincio-
pecto la siguiente distinción entre: 1.
nes (véase distingo) y objeciones (véa-
las obras a. que se producen en co-
se obiectio), que son típicas del proce-
operación entre la naturaleza y el ar-
dimiento escolástico.
tesano o artista, como las de la agri-
En cuanto al ámbito religioso, los
cultura y la medicina; 2. las que tie-
autores medievales se basaron sobre
nen su causa exclusiva en la acción de
la etimología que atribuían al térmi-
este último, como en el caso de los es-
no y que aludía a la delimitación de
cultores o los arquitectos, por ej., una
las partes de un cuerpo que están mu-
escultura o una casa. En el primer ca-
tuamente enlazadas. Así llamaron a.
so, el agente produce una forma sus-
fidei a un punto o aspecto particular
tancial o aun accidental, disponien-
concerniente a la verdad divina y que
do las fuerzas naturales para que ellas
constituye materia de fe, dado su ca-
actúen sobre un subiectum determi-
rácter de no evidente ni accesible a la
nado, vg. cuando el escultor somete
sola luz de la razón natural.
el hierro a la acción del fuego. En el
artifex. Es palabra que en la Edad segundo, al menos en la concepción
Media se suele reservar para el ar- de nominalistas como Ockham, no
tesano o artista, esto es, para pinto- se produce una realidad nueva sobre
res, escultores, orfebres, constructo- los elementos procurados por la natu-
res, etc. Sobre una idea de Plotino, raleza: estos entes a. son el resultado
Agustín afirma que los artifices no re- de una adición o separación de partes
artificium 88
nificados deriva, a su vez, la palabra ya en Dios (cf. Sermo 76, 8). Durante
auctoritas (véase). la Escolástica, desde el punto de vista
ético, se prefirió reservar, con ese sig-
auctoritas. En sentido amplio, y en nificado, la palabra “temeritas”, teme-
cuanto derivado de auctor (véase), el ridad, basada sobre la precipitación.
término a. alude a la credibilidad de En cambio, la a. fue contada por los
una tesis o afirmación determinada, escolásticos entre las pasiones.
validez que emana precisamente del Propia del apetito irascible, la au-
prestigio de quien es o ha sido su au- dacia es una pasión que se asocia con
tor. En sentido estricto y técnico, pe- la esperanza, en cuanto que es una
ro correspondiente con el que se aca- aproximación a lo arduo, pero, a dife-
ba de señalar, indica la proposición, rencia de aquélla, tiene por objeto el
período, pasaje o lugar de una obra, mal arduo e inminente contra el cual
que se cita justamente como autori- justamente el hombre se lanza con
dad en una materia o tema. De ahí ánimo victorioso. Es, pues, contraria
que se registren, por ej., ediciones que al timor (véase) y sigue a la esperanza
recogen “auctoritates Aristotelis”, esto como su efecto, puesto que es provo-
es, los pasajes aristotélicos a los que se cada por todo aquello que nos hace
recurrió más frecuentemente duran- estimar como posible la consecución
te un determinado siglo medieval, y/o de la victoria. Una de sus principales
en tal escuela, por ej., en el ámbito de características consiste en que el mo-
la Física o en el de la Metafísica, etc. vimiento propio de la a. presenta un
En la Teología cristiana es particular- ímpetu más vigoroso al comienzo del
mente importante la a. de los Padres mismo. Esto sucede porque, por la
de la Iglesia. Pero cabe notar que, so- aprehensión sensible inmediata sobre
bre todo en terreno filosófico y espe- la que se basa la audacia, no se pue-
cialmente a partir de Pedro Abelardo, den conocer todas las dificultades que
se fue desestimando la validez argu- presenta una determinada situación;
mentativa del recurso a la a. Así, final- de ahí que, cuando éstas se experi-
mente, el uso de esta palabra quedó mentan en el transcurso del tiempo,
restringido en campo teológico a los no se pueda mantener el valor inicial.
pasajes de la Escritura. En este último Lo contrario sucede con quien con-
sentido, se habló de la a. Dei, como fía menos en la aprehensión inmedia-
ya lo había hecho Agustín de Hipona ta que en la razón, ya que ella hace
reiteradas veces, sobre todo, en los li- ver todas las dificultades a enfrentar;
bros XII y XIII de las Confesiones. por eso, suele mostrarse remiso al co-
audacia. Como la ira (véase), la a. se mienzo, pero se sostiene en el tiem-
puede considerar en dos sentidos: el po. Así pues, la a. implica, por una
moral y el psicológico. En el primero, parte, el menosprecio de la dificultad;
menos trabajado, se la ve como un vi- por otra, cierta sobrevaloración de las
cio que se opone, por exceso, a la vir- propias fuerzas (cf., por ej., Tomás de
tud de la fortaleza. Agustín de Hipo- Aquino, S. Th. I-II, q. 45, aa. 1-4).
na, entendiéndola como aquello que audire mentaliter. Término ockha-
vigoriza la voluntad (cf. De quant. an. mista que significa “entender”, es de-
22, 38), suele referirse a ella en este cir, ver el pensamiento de otro, así co-
plano, si bien con la salvedad de que mo audire vocaliter alude al percibir
sólo es santa la audacia que se apo-
auditus 96
las palabras que ese otro profiere (cf. por los alimentos que se ingieren. Res-
Quodl. I, q. 6). pecto de la 2. modalidad del aumen-
tar, se distinguió entre: 2.1. augeri
auditus. En materia de jerarquía cog- extensiva: es la que se da cuando una
noscitiva, por así decir, los autores cualidad se extiende a varias partes
medievales han colocado el sentido del subiectum en que se verifica, por
del oído en el mismo plano que el de ej., cuando al beber se aumenta la
la vista (visus), superior al de los otros cantidad de líquido que tiene el or-
tres sentidos externos. En el plano fí- ganismo; y 2.2. augeri intensiva: es el
sico, es, obviamente, el sentido por acrecentamiento de la intensidad de
el que se perciben los sonidos. Pero una cualidad en la misma parte o as-
la especificidad medieval en el trata- pecto del subiectum en el que tie-
miento del a. proviene de las mencio- ne lugar, por ej., el aumento que tie-
nes bíblicas. En ellas se confiere gran ne lugar cuando algo blanco se vuel-
relevancia a la escucha interior. Así, ve más blanco.
por ej., en el Ps. 84, 9, se dice: “Oiré
lo que habla dentro de mí el Señor”. augmentatio. Cf. accretio y augeri.
Más definitivo es aún el dicho de San
austeritas. Los escolásticos han con-
Pablo en Rm. 10, 17: “Fides est ex au-
siderado la a. como virtud secunda-
ditu”. Todo ello llevó a postular un
ria, parte potencial de la temperantia
oído interior, el que habría sido pro-
(véase), en cuanto que se refiere a la
pio del estado previo a la caída y el de
moderación, pero, en este caso espe-
los profetas. Lo mismo ocurre con la
cífico, la referida a los actos externos.
visión interior. Para el hombre en su
En efecto, la a. consiste en el decoro y
actual condición se hizo necesaria, en
recto orden en las conversaciones. Así
cambio, la mediación de la voz y de la
pues, el término tiene en la Edad Me-
audición exterior. Tomás de Aquino
dia un sentido más restringido que el
menciona esto, por ej., en De ver. 9, 4
de “austeridad” en español.
ad 12; S. Th. II-II, q. 5, a. 1).
auxilium. Se entiende por esta voz
augeri. Verbo que indica el aumen-
una ayuda dispuesta por la naturale-
tar como uno de los tipos de cambio
za o sobreañadida a ella en orden a al-
o movimiento mencionados por Aris-
canzar el fin propio de un ser. En el
tóteles. Los escolásticos establecieron
primer caso, los autores medievales
acerca de él, las siguientes distincio-
han visto las garras o el pelaje en cier-
nes: como se advierte en el artículo
tos animales precisamente como auxi-
accretio, respecto del 1. origen del au-
lia naturales, esto es, como ayuda para
mento, se tiene que 1.1. es el acrecen-
la consecución de sus fines específicos
tamiento que se da en algo por la adi-
y particulares. En cambio, la naturale-
ción de nuevas partes a otras ya exis-
za no proveyó al hombre de tales auxi-
tentes, por ej., el aumentar del agua
lios, dado que su intelecto tiene capa-
en una cierta cantidad de la misma
cidad para lo universal y para actos in-
por el añadido de un litro de ella; 1.2.
finitos, otorgándole las manos como
augeri per virtus susceptionem es el au-
organa organorum, al decir de Aristó-
mentar que resulta en algo, en virtud
teles (cf. De an. III, 8, 2 431b 28). Así
de otra cosa cuya naturaleza es dife-
se expresa, por ej., Tomás de Aquino
rente de la de ese algo; por ej., el acre-
(cf. S. Th. I, q. 76, a. 5 ad 4).
centamiento de la potencia vegetativa
97 avaritia
ria de otros hombres. En este sentido, (véase) Así, Agustín, por ej., habla de
la avaricia es contraria a la justicia. Se- un amor a Dios y de una a. a Deo, los
gún su manifestación interna, es tam- cuales constituyen, respectivamente,
bién una falta cometida contra sí mis- la esencia de la ciudad celeste y la de
mo, ya que en la ausencia de modera- la terrena. En este sentido, todo peca-
ción del apetito interior, el placer de do es, directa o indirectamente, una
considerarse dueño de muchas rique- a. a Deo. 2. En el segundo plano, la
zas supone un desorden de los pro- aversión, denominada a veces “fuga”,
pios afectos; y en este segundo senti- es el opuesto de la dilectio y, más es-
do, como pecado espiritual, es contra- pecíficamente, de la concupiscentia
ria a la liberalidad. Finalmente, es pe- (véanse). En efecto, durante la Esco-
cado contra Dios, desde el momen- lástica, la a. se suele oponer directa-
to en que el preferir los bienes tem- mente al deseo intenso. Con todo,
porales implica despreciar el bien eter- Tomás de Aquino no trata explícita-
no. Las “hijas” de la a. son: la dureza mente de la a., porque considera que,
de corazón, puesto que no se socorre en cierto modo, puede ser reducida
a los necesitados por retener dinero; la al odio y, en parte, al temor. Sin em-
inquietud, por el ansia excesiva de ad- bargo, difiere de ambos en la medida
quirirlo; la violencia y el engaño, que en que es más intensa que el temor y
se pueden dar en la apropiación de menos que el odio.
bienes ajenos; del último pueden de-
axioma. Como su misma etimolo-
rivar la mentira, el perjurio, el fraude
gía lo indica, el a. guarda relación con
y la traición (cf. S. Th. II-II, q. 118).
lo axiológico, esto es, con el valor. De
Como sucede con otros vicios, las
hecho, en este caso, se alude al valor
modalidades y matices de la a. cam-
cognoscitivo de la certeza. El axioma
bian según el contexto histórico. Así,
se define, en efecto, como una pro-
por ej., Dante, que presenta a los ava-
posición cierta, en cuanto evidente y
ros como el grupo más numeroso de
necesaria. De este modo, basta enun-
pecadores, trata este vicio particular-
ciarlo para que sea reconocida como
mente en relación con la simonía. No
verdadero. Un ejemplo es “El todo es
es el único en atacar a la curia roma-
mayor que la parte”. El axioma no re-
na por su venalidad; otros lo han he-
quiere, pues, prueba alguna para de-
cho, remitiéndose a San Pablo, con
mostrar su verdad; por el contrario,
este acróstico en el que las iniciales
puede servir para probar otras propo-
componen la palabra “Roma”: “Radix
siciones. Lo que antecede sintetiza la
Omnium Malorum Avaritia” (cf. W.
noción aristotélica de a., a la que los
Map, De nugis curialium II, 17).
escolásticos se remitieron. Según ese
aversio. Es un término que fue em- concepto, los axiomata son, como los
pleado, principalmente, en dos sen- postulados, principios inmediatos de
tidos: 1. el religioso, de tratamiento demostración, pero, a diferencia de
más frecuente en el período patrísti- estos últimos, son necesarios para em-
co; y 2. el antropológico y psicológi- prender el aprendizaje de cualquier
co, cuyos análisis se dan fundamental- tema; por tal razón, en la Edad Me-
mente en la Escolástica. 1. De acuer- dia fueron definidos como communes
do con el primer significado, la a. notiones.
se opone precisamente a la conversio
99
B
baccalaureus. En la organización de balivus. Es el bailío, es decir, el juez o
la Escuela, se designaba con este nom- autoridad de ciertos pueblos o peque-
bre, del que proviene “bachiller”, a lo ñas ciudades. La palabra aparece, aun-
que hoy denominaríamos “asisten- que raramente, en textos escolásticos
te de cátedra”. Alrededor del 1230, como ejemplo de la disquiparantia
las Sentencias de Pedro Lombardo se en el obrar por otro: se dice, en efec-
convirtieron en libro oficial de la en- to, que el b., que tiene el dominio de
señanza universitaria. Así, mientras sus actos, obra por el rey; en cambio,
que el magister (véase), titular de la no se puede decir que el martillo obra
cátedra, enseñaba la Escritura, su jo- por el carpintero (cf. S. Th. I, q. 36, a.
ven colaborador, es decir, el b., toma- 3 ad 4). Así pues, se utilizó para expli-
ba como base de la propia enseñan- car la diferencia entre el agente inter-
za los cuatro libros de las Sentencias, mediario y el instrumento: el prime-
con el objeto de preparar o introdu- ro actúa, ya que, si bien medium, es
cir a los estudiantes a la comprensión agens; el segundo es actuado o agi.
de los textos bíblicos; de ahí el adjeti-
banausia. Cf. consumptio.
vo que suele acompañar a este sustan-
tivo: sententiarius. A partir del 1254, barbara. Modo silogístico de la pri-
la figura de bachiller sentenciario se mera figura (véase syllogismus) en el
incorpora a todos los estatutos uni- que las tres proposiciones, dadas por
versitarios. Por eso, cada estudiante las dos premisas y la conclusión, son
recibía, junto con un ejemplar de la universales y afirmativas. De hecho,
Biblia y otro de la Historia sholastica el nombre es una regla mnemotéc-
de Pedro Comestor, uno de la citada nica para recordarlo, ya que la vocal
obra de Pedro Lombardo. A indica la universal afirmativa. Así,
Si bien esto rige para la universidad en “Todo animal es substancia”, “To-
de París en la Edad Media, a veces, en do hombre es animal”, “luego, to-
otras universidades, el b. era simple- do hombre es substancia”. El ejem-
mente el respondens, es decir, el estu- plo es de Pedro Hispano (cf. Summ.
diante de nivel avanzado que elabo- Log. 4, 7).
raba una primera respuesta a los pro-
blemas relevados por el maestro. A es- baroco. Palabra de uso mnemotécni-
ta función –y no al título universita- co que los lógicos medievales usan pa-
rio– alude Dante en Par. XXIV, 46- ra indicar un modo de silogismo (véa-
48, cuando responde a los cuestiona- se syllogismus). Convencionalmente,
mientos de Beatriz: “Sì come il baccia- la vocal A señala la proposición uni-
lier s’arma e non parla/ fin che ‘l mae- versal afirmativa; la O, la particular
stro la question propone,/per approvar- negativa. Así, b. es el silogismo cuya
la, non per terminarla”. primera premisa es una universal afir-
beatitudo 100
rior, o de quien se ha recibido algu- cir, no vinculada con otras faltas. Res-
na ofensa. pecto de su definición y caracteriza-
ciones puntuales, hay dos tradicio-
bilinguis. Al contrario de lo que ocu- nes medievales: la primera, formula-
rre con la actual palabra española “bi- da por Agustín de Hipona (cf Contra
lingüe”, este término señaló en con- mendacium 19, 39) y retomada por
texto medieval al murmurador (véase Pedro Lombardo (cf. Coll. in Epist.
murmur y susurratio), por su doblez PL 192-208), pone el acento en el ca-
moral en el hablar. Sobre la base de rácter de falsedad de la b.: ella con-
lo que se lee en Eclo. 28, 15, se aplicó, siste, sobre todo, en afirmar mentiras
en especial, al caso del murmurador sobre Dios, en atribuirle lo que no le
que se esfuerza en romper una amis- compete o en negarle lo que sólo es
tad, susurrando a cada uno de los propio de Él; de ahí que originaria-
amigos la detracción del otro. mente haya aparecido vinculada con
bilocatio. Es la determinación lo- la herejía o la apostasía. La segunda
cal, físicamente imposible, de una co- línea, de mayor fortuna histórica, es
sa que se hallare íntegra en dos sitios la que subraya el elemento de ofensa
simultáneamente, como la de quien verbal dirigida a Dios. Así lo afirman
pudiera existir al mismo tiempo en Aimón de Auxerre (cf. Comm. in Is.
Roma y en París. PL 116, 719) y Peraldo (cf. Summa.
De blasphemia contra dominum). Es-
binarius. En las obras nominalistas, te último autor acota la b. al hecho de
este término alude a: 1. cosas conta- nombrar, por ira, miembros del su-
das, por ej. dos piedras, dos caballos, puesto cuerpo divino.
etc.; 2. una dualidad real que permi- Los teólogos escolásticos del siglo
te conocer otra cosa o varias otras co- XIII han tratado de conciliar ambas
sas, así, una medida de dos pies per- líneas. Buenaventura la incluye en el
mite saber cuántas veces éstos están contexto del segundo mandamiento
contenidos en una tela; 3. el acto por y distingue tres especies de b.: maldi-
el cual el alma cuenta correctamente ción, mentira e insulto procaz (cf. De
dos cosas; 4. un predicable común a decem praeceptis 2). Tomás de Aqui-
todo número dos (cf., por ej., Gui- no, en cambio, considera la blasfemia
llermo de Ockham, Quaest. in libros en la categoría de infidelitas, o sea, co-
Phys. q. 110, 18-19). mo pecado directamente opuesto a
blasphemia. La blasfemia es el más la confessio fidei; así, es una derogatio
grave de los así llamados “peccata divinae bonitatis, es decir, una opera-
oris” o pecados de la lengua. Consis- ción intelectual que consiste en ne-
te en la acción de injuriar a Dios con gar lo que corresponde a Dios o afir-
palabras o gestos. Los autores del pe- mar de Él lo indebido, operación a la
ríodo patrístico la han presentado ya que se añade un elemento afectivo,
como hija de la soberbia, ya como hi- un movimiento de la voluntad que
ja de la ira en cuanto pecados capi- confirma plenamente el pecado (cf. S.
tales. Así lo hacen Casiano y Grego- Th. II-II, q. 13, a. 1).
rio, respectivamente. A partir del si- Por último, cabe señalar que mu-
glo XII reflorecen los análisis don- chos escolásticos han diferenciado
de se la examina por sí misma, es de- entre la b. cordis y la b. oris, es decir
bocardo 104
mo su fuente originaria, y hasta más nico (cf., por ej., Dionisio, De div.
allá del pensamiento, al que comuni- nom. I, 6; M. Eckhart, Serm. IV, 1,
ca la facultad cognoscitiva, así como 28), por otra, se desarrolla la doctrina
la inteligibilidad a los objetos (cf. Rep. del b. como trascendental.
VI, 508e-509a). La doctrina ploti- En efecto, sobre esta última base,
niana continúa esta concepción, de- Tomás de Aquino aborda la noción
sarrollándola hasta sus últimas con- de b., en su acepción de “bueno”, co-
secuencias: en efecto, para Plotino, el mo uno de los trascendentales (véa-
Bien es idéntico a lo Uno y, como tal, se transcendentale), o sea, como una
superior al Ser y al Pensamiento; así, propiedad del ente en cuanto tal y,
en su absoluta unidad y simplicidad, por ende, intercambiable o converti-
trasciende toda predicabilidad lógica, ble con él: bonum et ens convertuntur.
al punto de que no se puede decir de Así, con respecto a Dios, en el que Ser
él ni siquiera que es (cf., por ej., En. perfecto y Bien perfecto coinciden, se
II, 9, 1; V, 1, 8; 6, 4; VI, 7, 38). De confirma la antigua intuición eleáti-
esta manera, el Bien actúa como libe- ca, pero se salva también la consisten-
rador, puesto que, quien lo alcanza, cia ontológica y la bondad de las co-
se desvincula de la multiplicidad ló- sas múltiples. De tal convertibilidad
gica y ontológica, conquistando una de b. con el ente, se sigue lo que ya
total y libre unidad consigo mismo. había señalado Agustín (cf. Conf. VII,
Esta perspectiva del Bien, que pue- 12; De nat. boni 19 y passim): que el
de dar lugar a una posición mística, mal se encuentra necesariamente –y a
alimentará, en gran parte, la corrien- manera de carencia o defecto– en al-
te de la teología negativa. En cam- gún bien, esto es, en algún subiectum
bio, muy distinta es la concepción de que, en la medida en que es, es bueno
Aristóteles quien, retomando, en cier- (cf. S. Th. I, q. 5, a. 2, ad 3).
to sentido, la posición eleática, se in- Sin embargo, se ha de notar que
clina al inmanentismo y busca el bien “bueno” difiere del verdadero tras-
en los particulares concretos, en espe- cendental en su sentido más propio,
cial, en la actividad misma del hom- es decir, en su relación con la volun-
bre. Aristotélicamente entendido, el tad. Ella está conformada para te-
b. se plantea, pues, fundamentalmen- ner el bien por objeto, lo cual signi-
te, como fin de las acciones humanas fica que no puede desear sino lo que
(cf. Et. Nic. I, 6, 1096a-b). se percibe como bueno. En este or-
Con la aparición del Cristianismo y den se inserta la cuestión del mal sub
su doctrina de la creación, se retoman specie boni, tan importante en la con-
temas fundamentales del pensamien- cepción ética medieval. Habida cuen-
to antiguo sobre el b. bajo una nueva ta de lo que se acaba de decir res-
luz. De un lado, se reivindica el valor pecto de voluntad y bien, y del he-
ontológico de la creatura, que es un cho de que es metafísicamente im-
bien en cuanto creada precisamente posible la existencia del mal absolu-
por Dios, Sumo Bien; de otro, se pro- to por la asimilación ser-bien, para
fundiza la concepción del bien fun- que el mal pueda ser objeto de la vo-
dada sobre la analogia entis. Aunque, luntad, se ha de presentar bajo la apa-
por una parte, se sigue la concepción riencia de un bien. Esto significa que
teológica negativa de cuño neoplató- la voluntad ha de percibir en el obje-
bonum commune 106
to algún aspecto positivo que la mue- Es en este sentido en que suele ha-
va, aun cuando dicho aspecto oculte blarse de “bona”, o sea, de bienes, de
un verdadero mal. Por eso, en los pla- cosas que son buenas, en la medida
nos psicológico, ético y espiritual, la en que son útiles (cf. S. Th. I-II, q. 8,
doctrina del mal sub specie boni cons- aa. 2 y 3). Cabe advertir, por último,
tituye la base metafísica de las tenta- que esta división no implica una opo-
ciones. sición entre los diversos bona, sino
Tomás afirma que el grado de bon- sólo diferentes perspectivas según las
dad depende del grado o perfección que pueden considerarse: por ej., el b.
del ser; con todo, se distinguen en honesto es siempre, en cierto sentido,
nuestro entendimiento: el bien es el útil y deleitable, aunque no siempre
ser en cuanto apetecible, por lo que lo deleitable o lo útil es honesto. La
incluye el concepto de perfección (cf. razón de esto estriba en que tal cla-
S. Th. I, q. 5, a. 1). Así, aunque ens sificación no es unívoca, sino análo-
y b. se identifican en la realidad, co- ga: el concepto de b. no se atribuye
mo sus conceptos son distintos, no igualmente, y en el mismo sentido, a
significa lo mismo decir “ens simpli- lo honesto, lo deleitable y lo útil, si-
citer” que “b. simpliciter”: esta últi- no principalmente a lo honesto y, de
ma expresión se aplica a un ser cuan- manera derivada, a lo deleitable y lo
do posee todo lo que debe tener se- útil.
gún su naturaleza, por eso, equivale Aun con diversos matices, las tesis
a perfectum. En este sentido, no basta de Guillermo de Ockham respecto de
ser un ente para ser bueno, de modo este tema no varían sustancialmente
que, de acuerdo con este significado, (cf. In III Sent. q. 13).
b. no es trascendental o convertible
bonum commune. El bien común es
con el ente. En cuanto agrega al ser
el bien de los miembros de la socie-
una formalidad propia, la de ser fin,
dad civil en cuanto tales, y está ínti-
objeto y término de tendencias, de-
mamente ligado con el fin mismo de
seos y amor, el b. se divide en hones-
la sociedad. Ya Aristóteles había ca-
to, deleitable y útil, distinción que,
racterizado dicho fin como el cuida-
por lo demás, había sido ya prepara-
do del interés público, para que cada
da por Aristóteles (cf. Et. Nic. VIII,
uno, según su condición, pueda vivir
2). Efectivamente, lo bueno, en tanto
con felicidad. (cf. Pol. III, 4, 1278b).
apetecible, 1. o lo es por sí mismo co-
Esta idea central se continúa en la
mo término último del apetito (véase
Edad Media, sobre todo en la Escolás-
appetitus), o 2. lo es en orden a otro
tica, y así, Tomás de Aquino, por ej.,
bien. En el primer caso, se puede 1.1.
frecuentemente alude a la perfectior
considerar el objeto como bueno se-
multitudinis societas, o a la perfecta
gún la recta razón, y así, se tiene lo
communitas, que define como aque-
honesto (véase honestum); 1.2. cuan-
lla en la que se encuentran todas las
do se lo considera en cuanto satisface
cosas necesarias para la vida, omnia
el apetito, se tiene lo deleitable. En el
necessaria vitae, insistiendo en la ne-
segundo caso, 2. el objeto no es que-
cesidad natural de la sociedad civil,
rido por sí mismo, es decir, como fin
que tiene por fin el b. c. (cf. S. Th. I-
en sí, sino como medio para alcanzar
II, q. 90, a. 2; q. 95, aa. 1 y 4; q. 96,
otro fin ulterior, con lo cual se tiene
aa. 2 y 3; q. 99, a. 3; De reg. pr. 1).
lo útil (véase utile).
107 bullitio
Por su parte, Suárez (cf. De leg. III, alocución concisa. En la Edad Media
7) enfatiza la conexión entre el carác- varias obras –en general, de carácter
ter y el fin de la sociedad que tiende, exclusivamente teológico– llevan por
no a la bienaventuranza, es decir, a la título este término, por ej. hay un B.
felicidad futura, ni tampoco a la pre- de Buenaventura, que compendia el
sente en toda su extensión posible, si- contenido de su Comentario a las Sen-
no a la felicidad natural que deriva de tencias. Otro, famoso por ser pieza
una sociedad perfecta, o sea, al bien clave en la querella de las investidu-
de los hombres singulares en cuanto ras, es el de Guillermo de Ockham,
son miembros de una comunidad. cuyo incipit (véase) es: “Comienza el
En la filosofía clásica de inspiración breviloquio acerca del gobierno tirá-
cristiana, dos son los aspectos que ge- nico sobre las cosas divinas y huma-
neralmente se han abordado al tratar nas, especialmente sobre el imperio y
esta noción: la relación entre b. c. y sus súbditos, usurpados por algunos
bien individual, y la que se da entre b. llamados ‘sumos pontífices’”.
c. y bien temporal. Con respecto a la
bullitio. Voz –en rigor, intraducible–
primera, las opiniones son coinciden-
propia de la mística alemana, la utili-
tes, en primer lugar, en que el bien
za principalmente M. Eckhart. Al ex-
común no equivale a la suma de los
poner el Ego sum qui sum del Éxodo,
bienes singulares, sino que es un bien
Eckhart lo relaciona con la creación
específico que está más allá de éstos,
y escribe que el proceder de las Per-
aunque basado sobre ellos; en segun-
sonas en la Trinidad es la razón de la
do término, también hay un cier-
creación y la precede. Describe, en-
to consenso en indicar que el estado
tonces, tres fases de la actividad di-
o reino en que radica dicho bien co-
vina: una es la del movimiento auto-
mún ha de respetar los fines indivi-
rreflexivo de lo divino. Esta identidad
duales de sus miembros.
dinámica consigo mismo es el funda-
En relación con el segundo punto,
mento de las otras dos etapas o fases:
también se ha subrayado el particular
la b. que es la actividad interior de
carácter de temporalidad propio del
Dios. Ésta produce en él una natura-
b. c. Por tener su fundamento en la
leza que le es igual, su Hijo. La terce-
condición natural –es decir, tempo-
ra fase es la ebullitio (véase), verdade-
ral– del hombre, el bien común no
ra causalidad divina que Eckhart en-
puede proveerle más que los medios
tiende como emanación pero que no
necesarios para el bienestar y la felici-
va fuera de Dios mismo. Por eso, esa
dad en este mundo (véase politicus, in
ebullitio no es todavía un hacer, un
fine).
producir; éste se da, en cambio, en la
breviloquium. Es, como la misma creación propiamente dicha (cf. Ser-
composición del vocablo indica, una mo XLIX, n. 511).
108
C
cabala. El término proviene del he- ra capaz de revelar verdades ocultas
breo qabbalah que significa “tradi- y aun pertenecientes al futuro. Con-
ción”. De hecho, señala tanto un co- templa tres momentos: 1. notarikon,
nocimiento de Dios y de lo divino que alude a las palabras nacidas de la
como una suerte de iluminación cog- yuxtaposición de las primeras, segun-
noscitiva sobre la realidad y aun una das, terceras y últimas letras de cada
revelación oral. Sea de ello lo que fue- palabra de una frase; 2. gematria, que
re, la c. tiene siempre el carácter de se refiere a las palabras que surgen de
esotérica. Mucho se ha discutido y se modificar, según ciertas reglas con-
discute todavía hoy sobre su condi- cernientes al valor numérico de las le-
ción: para algunos, se trata de la mís- tras del alfabeto hebreo, las letras de
tica hebrea por excelencia; para otros, otras palabras; y 3. temurah, palabras
de una forma de teosofía; para no po- que provienen de la combinación de
cos, es una gnosis. De todos modos, las otras dos técnicas.
abarca un conjunto de doctrinas muy Hasta el siglo XIII, se funda en una
variadas y que han acogido múlti- tradición oral que se pretende remon-
ples influencias externas, por ej., re- tar a Moisés; a partir de entonces, se
cibe del neoplatonismo la concep- va extendiendo sistemáticamente des-
ción de los seres intermediarios en- de el sur de Francia, desde donde pa-
tre Dios y el mundo o la misma te- sa a Alemania, España e Italia. Hacia
sis de la emanación, mientras que se el final de la Edad Media, la c. se in-
cree que adopta de los filósofos árabes trodujo en los círculos intelectuales
la doctrina del intelecto agente uni- cristianos, algunos de cuyos miem-
versal y quizá del maniqueísmo pro- bros asumieron desde otra perspecti-
viene su visión acerca de la positivi- va religiosa la metodología cabalísti-
dad del mal. Así, la misma historia de ca, por ej., Pico della Mirandola, Egi-
la c. está lejos de presentar un desa- dio de Viterbo y otros humanistas
rrollo lineal. florentinos. Esto permite hablar de
Pero lo que atrajo a filósofos tardo- una “cábala cristiana”, en particular,
medievales y renacentistas fue, espe- durante el Renacimiento. Sin embar-
cialmente, la metodología de la cá- go, la particular simbología implica-
bala que es el punto fundamental de da en la cábala hizo que se la vincula-
la tradición esotérica y oral. En esen- ra cada vez más a la magia. Con ello,
cia, con dicha metodología se preten- suscitó las sospechas de la Iglesia, que
de alcanzar un conocimiento supe- la combatió.
rior al racional, por lo menos, tradi-
cadere a suo significato. Expresión
cionalmente entendido. Consiste en
utilizada por Guillermo de Ockham
una técnica de combinación de letras
para aludir al hecho de que un térmi-
del alfabeto hebreo, que se conside-
109 caelum
tándose los textos al respecto a ilus- do como única diferencia entre am-
traciones teológicas. Basilio, por ej., bas el hecho de que la materia de los
concibe el c. como una suerte de lu- primeros no puede ser transformada
gar apto para recibir las naturale- por la acción de ningún agente crea-
zas angélicas (cf. Hom. in Hex. I, 5). do, como ocurre con la de los segun-
Marciano Capella se refiere a él como dos, sino sólo por una acción direc-
al paraíso traspasado de luz inteligible ta de Dios (cf. In II Sent., q. 22b).
(cf. De nuptiis Phil. et Merc. II, 50). Más tarde, Nicolás de Cusa retoma
En la Escolástica, con el reingre- ese planteo (cf. De docta ign. V, 12).
so de Aristóteles en Occidente, cam-
caeteris paribus. Es frase de senti-
bia la perspectiva, ya que se replan-
do en cierto modo restrictivo, puesto
tea el problema de la real consisten-
que se intercala en una proposición,
cia del c. en relación con su carácter
para advertir que lo mencionado sólo
teológico de “lugar” propio de Dios y
se pretende hacer valer como verda-
de los ángeles. Se tiende, entonces, a
dero bajo una determinada hipótesis.
considerarlo una esfera corpórea más
Ésta, por lo demás, es la más frecuen-
que espiritual, pero aún dentro de
te. Por ej., en “Los consejos de los an-
esta tendencia general, hay muchos
cianos son, c.p., más prudentes que
matices de diferencia. Alberto Mag-
los de los jóvenes”, la expresión aña-
no, por ej., señala que los cuerpos re-
dida indica que ello es así por lo co-
dondos y el movimiento circular son
mún, esto es, siempre que no se trate
propios de la naturaleza del cielo (cf.
de ancianos carentes de sensatez y sa-
Phys. I, 1, 1). Tomás de Aquino, por
biduría, o de jóvenes que los superen
su parte, entiende que los cielos tie-
excepcionalmente en el conocimien-
nen una materia diferente de la de
to del tema sobre el que se aconseja.
los cuatro elementos; con todo, esta
materia no tiene para el Aquinate po- calculus. A diferencia de sus deri-
tencia de corrupción. Los escolásticos vados, como calculatio o calculato-
de línea aristotélica acentúan el as- res (véase), este vocablo fue más usa-
pecto de cuerpo luminoso, mientras do durante el período patrístico y no
que los de tradición platónica lo re- indicó la actividad propia de una dis-
ducen a una pura luz, reflejo de la di- ciplina sino más bien el cálculo más
vina que se concentra en el Empíreo. elemental, aquel que era necesario
Una posición intermedia es la que para la vida cotidiana. Como seña-
sostiene Dante en su Commedia, ya la Isidoro de Sevilla, el término sig-
que allí el c. presenta una estructu- nifica “piedrecilla”, ya que con ellas
ra general de corte aristotélico, y una “los antiguos, teniéndolas en las ma-
esencia que sigue siendo neoplatóni- nos, componían los números” (Etim.
ca, dado que en ella se subraya el ca- X, 43).
rácter de incorruptibilidad. Precisa-
mente la doctrina sobre la incorrup- calculatio-calculatores. Se conoce
tibilidad de los cielos fue cuestiona- con este nombre el procedimiento de
da por primera vez por Guillermo de análisis lógico y matemático llevado
Ockham, quien niega la diversidad a cabo en la Edad Media, sobre to-
entre la materia de los cuerpos ce- do, por los mertonenses, es decir, por
lestes y de los sublunares, admitien- los maestros de Merton en Oxford,
llamados por eso mismo calculato-
111 canon
res. Florecieron a comienzos del siglo bona” (cf. Ars brevis, VI; Ars generalis
XIV y su movimiento estuvo encabe- ultima, VI).
zado por Tomás Bradwardine, autor
camestres. Voz de función mnemo-
del Tractatus de proportionibus. Un
técnica que se emplea en la lógica me-
ejemplo de c. en este tratado es el que
dieval para designar un modo de si-
analiza la velocidad de un movimien-
logismo (véase syllogismus). Como se
to vinculándola con la relación que se
ve, está conformada por las vocales
da entre sus causas, esto es, la fuer-
a, e, e, y se ha de recordar que la vo-
za que produce tal movimiento y la
cal A señala la proposición universal
resistencia que se le opone. Esto está
afirmativa, mientras que la E indica la
precedido de una teoría matemática
universal negativa. Así, c. alude al si-
de relaciones, o sea, de proportiones en
logismo cuya primera premisa es una
el sentido medieval más amplio de es-
proposición universal afirmativa; y la
ta última palabra (véase proportio).
segunda, una universal negativa, al
caligo. Es otro vocablo típico de la igual que la conclusión. Por ej., “todo
mística medieval. Señala la niebla hombre es animal”, “ninguna piedra
del alma en una de las últimas etapas es animal”, “luego, ninguna piedra es
de su contemplación de Dios (véase hombre”, como escribe Pedro Hispa-
tenebra, in fine). A ella llega cuando no en Summ. Log. 4, 11.
alcanza una visión de lo divino que
canon. Término que supuestamen-
está más allá de lo que permite la ac-
te deriva del griego kánon, cuyo sig-
tividad intelectual. Este uso del tér-
nificado es “caña”. Al ser usada ésta
mino llega inclusive al Renacimien-
como instrumento de medición e hi-
to. De hecho, en las primeras pági-
to de referencia, la voz pasó a signifi-
nas del De hominis dignitate, Pico de-
car una regla o conjunto de reglas pa-
lla Mirandola insta al hombre a ha-
ra medir o determinar la validez es-
bitar “in solitaria Patris caligine” des-
pecífica de una disciplina. Por eso, se
pués de haber dejado atrás aún una
aplica no sólo al campo filosófico si-
de sus más altas posibilidades: la op-
no también al artístico y literario. Así,
ción de construirse centrando la pro-
entre otros, se habló en la Antigüe-
pia vida en el intelecto.
dad del c. aristotélico de las tres uni-
camera. Es voz propia del complejo dades que ha de presentar la tragedia.
sistema del ars combinatoria de Rai- La Edad Media conservó ese sentido
mundo Lulio. En efecto, se denomi- general; de ahí que lleve el nombre de
na c. a cada uno de las 36 casillas o Canon, por ej., la obra de Avicena en
conjuntos de dos letras que apare- la que éste describe las normas del ar-
cen en el Ars Raymundi según su ver- te de la Medicina.
sión final. Cada casilla es distinta de En Teología, se usa esta palabra pa-
las otras y las letras en ellas indicadas ra indicar aquellos libros de la Sagrada
significan cada uno de los dieciocho Escritura admitidos oficialmente por
principios del Ars. Cada c. debe leer- la Iglesia como pertenecientes a ella
se en términos de sujeto y predicado, y que, por tanto, han de ser creídos
términos que son convertibles. Así, por los fieles. Por tal razón, los libros
la c. BC, por ej., se puede leer como canonici se oponen a los apocryphi,
“Bonitas est magna” o “Magnitudo est esto es, a los apócrifos que sólo se leen
capacitas 112
sí mismo, por lo que implica de algún neral, c. asume los siguientes sentidos
modo un salir de sí mismo. De to- precisos: 1. la total naturaleza huma-
das maneras, prefiere, como muchos na, con particular referencia a su fra-
otros autores, usar dilectio o amor gilidad; 2. las dimensiones anímicas
proximi para el amor a los semejantes, de lo concupiscible y lo irascible en
y reservar el término c. para el amor cuanto opuestas a la capacidad inte-
de Dios hacia el hombre y de éste ha- lectual, a la racionalidad, es decir, al
cia Él (cf., por ej., De IV grad. viol. aspecto superior del alma; 3. los vi-
car. 2). cios y pecados.
De hecho, se ha empleado esta pa-
castigatus. Cf. emendatus.
labra, de vastísima difusión en el Cris-
tianismo, para denotar la virtud teo- casus. Voz que se aplicó en distintos
logal que consiste en la amistad en- órdenes. Así, 1. en gramática, designa
tre Dios y el hombre. En la caridad, la variación en las últimas sílabas pro-
éste ama a Dios sobre todo otro ser pia de la declinación, como el caso
a causa de su “amabilidad”, es decir, genitivo, acusativo, etc.; 2. en retóri-
en tanto que Él es el Bien Sumo. Se- ca, significa “ejemplo”. Pero, es 3. en
gún la doctrina de la c., el amor hu- física y metafísica, en donde este con-
mano por todos los demás seres, en cepto adquiere mayor relieve. Con es-
su correspondiente grado jerárqui- te término, los autores medievales se
co, deriva justamente de ese amor a refirieron al azar o la casualidad, cuya
Dios. Así, pues, se consideró esta no- existencia, en general, negaron, al me-
ción como la virtud soberana, fuen- nos, en el sentido que habitualmente
te de todo mérito sobrenatural. Por se confiere a estas dos palabras.
otra parte, las demás virtudes teologa- En la Antigüedad, aun admitiendo
les –o sea, fe y esperanza– tienen va- la causalidad y la finalidad en el com-
lor en el tiempo, es decir, durante el portamiento de los fenómenos na-
transcurso de la vida en este mundo, turales, Aristóteles afirma el c.: en el
mientras que la caridad dura sin tér- mundo natural, no todo sucede por
mino a parte post. En efecto, no sólo necesidad, puesto que no todo deriva
se prolonga en la vida bienaventura- de la naturaleza esencial de los entes;
da sino que aun está potenciada por a veces, ocurre algo que no se verifi-
la visión de Dios. ca ni siempre ni ordinariamente. Así,
por ej., si durante un par de días en
caro. Significa “carne”. Pero, a dife-
verano hace un frío casi invernal, ello
rencia de corpus, la voz que nos ocu-
sucede por accidente. Pero, para Aris-
pa, traducción latina del sustantivo
tóteles, el azar es tal sólo en relación
griego “sarx”, es usada también en
con determinadas causas particula-
un sentido no material: en este pla-
res, especialmente, con la causa final
no alude a todo aquello que se opone
del agente (cf. Phys. II, 4-6, 196-197;
al espíritu. Con este matiz despecti-
Met. V, 30, 1025 y ss.). Otros pensa-
vo aparece, por ej., en Séneca (cf. Ep.
dores, en cambio, negaron la realidad
65, 22). Pero es sobre todo San Pa-
del c. y lo imputaron a una laguna del
blo quien, denostando la sarx en sus
conocimiento humano. Así sucede,
epístolas transmite este último signi-
en general, entre los estoicos, quienes
ficado a la tradición patrístico-medie-
no podían admitirlo, dado que con-
val. En ella, y dentro de ese marco ge-
categorema 114
categoria. Proviene del griego kathe- no mera sucesión. Tal relación de de-
gorein, cuyo significado es acusar o pendencia, esto es, la causalitas (véa-
afirmar. En la Edad Media, el sentido se) fue estudiada desde la Antigüe-
técnico de este término sigue al que dad, en la que Platón sostiene la ne-
tuvo en la Antigüedad clásica. Pero cesidad de que aquello que se genera
los autores medievales prefirieron ca- sea generado por una causa (cf. Timeo
si siempre usar el sinónimo praedica- 28a). Pero la sistematización orgáni-
mentum (véase). ca de la teoría de la c. obedece, co-
mo se sabe, a Aristóteles, quien esbo-
categoricum. En lógica, se llama “ca- za los conceptos y la clasificación en
tegórico” al juicio o proposición que los cuatro célebres tipos de causa que
expresa la relación de sustancia y de después fueron obra, sobre todo, de
inherencia. En oposición al juicio hi- la Escolástica.
potético y al disyuntivo, es una afir- Con todo, en el marco del pensa-
mación que excluye la condición y miento cristiano, ya desde la Patrísti-
la alternativa. En su forma más sim- ca y con Orígenes en particular, se da,
ple, afirma o niega la conveniencia de en ese contexto, una primera aproxi-
un atributo a un sujeto. “S es P”, “S mación al concepto que nos ocupa.
no es P” son proposiciones categóri- Éste fue estudiado en conexión con
cas, afirmativa y negativa, respectiva- la noción de Dios en cuanto crea-
mente. dor. De hecho, la concepción de una
En el orden lógico-metafísico, se creación eterna desvinculó la relación
denomina “categórico” al juicio cu- causa-efecto de lo temporal; a la vez,
ya afirmación no depende de otro se planteó la materia como efecto del
juicio. mal. Tales ideas neoplatónicas llegan
causa. Este término, traducción la- a Agustín de Hipona quien, sin em-
tina de la voz griega aitía, es de ori- bargo, las modifica sustancialmen-
gen jurídico y significó en dicho te- te, no sólo negando el carácter nega-
rreno “acusación”. De esta manera, la tivo de la materia, sino –y sobre to-
noción queda, en sus raíces, vincula- do– poniendo las causas formales y
da con la responsabilidad de una ac- ejemplares de lo real en las rationes
ción voluntaria que se imputa a al- aeternae (véase ratio 3.). En la pers-
guien. En general, se entiende por c. pectiva agustiniana, las cosas creadas
lo que después se restringió a la causa que pertenecen al orden temporal se
eficiente y aun a la final, es decir, una desarrollan causalmente en virtud de
cosa, acción o situación a la que otra, las rationes seminales (véase) que Dios
denominada “efecto” (véase effectus) ha puesto en ellas desde el principio y
responde de modo unívoco y necesa- como principio del ser de dichas co-
rio. Así, la existencia del efecto se da o sas. Cabe destacar también que la po-
no según se dé o no la de la causa. La sitividad adjudicada a la c. eficiente
mayoría de las veces, pero no necesa- por el hiponense, lo lleva a imputar
riamente, ésta antecede cronológica- a la mala voluntad la causa deficiente
mente a aquél, de modo que la prio- del mal moral (cf., por ej., De civ. Dei
ridad de la causa respecto del efecto XII, 7). Durante el período escolásti-
es metafísica y no cronológica. Entre co, Buenaventura atribuirá a las razo-
una y otro hay, pues, dependencia y nes seminales la causalidad eficiente,
contra el parecer del Aquinate.
causa 116
to singular; 3. c. per se, que es la que causalitas. Cf. causa. Se entiende por
por su propio poder produce un efec- causalidad la relación de la causa al
to, o per accidens, la que concurre a la efecto; más específicamente, al efecto
producción de un efecto; 4. c. prima, formal y propio de la causa. Dos son
que es aquella que inicia la cadena los términos referidos al tema: el prin-
causal, o secunda que es la subordina- cipio de causalidad y la vía de causa-
da a la anterior, cualquiera sea el lu- lidad. Con respecto al primero, muy
gar que ocupe en la mencionada ca- discutido a lo largo de toda la historia
dena (véase más arriba); 5. c. proxima, de la filosofía, se puede decir en gene-
que es la que da lugar inmediata- ral que es la afirmación universal de
mente al efecto, o remota, la que con- la necesidad que vincula todo aquello
curre a la producción del efecto des- que tiene razón de efecto a una cau-
pués de la intervención de otras cau- sa determinada. La primera formula-
sas; 6. c. univoca, que es la que tiene ción de este principio se debe a Aris-
la misma esencia que su efecto, co- tóteles, quien, con todo, lo circuns-
mo un padre y su hijo, o aequivoca, cribe al devenir: es necesario que to-
la que es de distinta esencia que su do lo que es movido, si no tiene en sí
efecto, como un pintor y el cuadro el principio de su propio movimien-
de su autoría. to, sea movido por otra cosa (cf. Phys.
VIII, 1, 241b 4-37).
causa sui. El uso del término cau- La Edad Media, y particularmen-
sa sui requiere una aclaración. A di- te la Escolástica, recoge esta afirma-
ferencia de lo que ocurre en la Mo- ción aristotélica, pero la hace exten-
dernidad, en la Edad Media, y par- siva a todo el ámbito de lo causado y
ticularmente entre los escolásticos, es no sólo al devenir. Por otra parte, la
muy poco frecuente. En el plano me- explicita de diversas maneras y mues-
tafísico, en rigor, sólo podría aplicar- tra sus aplicaciones particulares. Así,
se a Dios, desde el momento en que se encuentran, por ej, en Tomás de
Él es el Ser absoluto, principio y cau- Aquino, las siguientes formulaciones:
sa de la propia existencia. Pero, pa- “Omne contingens habet causam” (S.
ra ello, se prefirió utilizar el término Th. I, q. 2, a. 3); “Omne quod incipit
a se (véase), ya que “causa”, aun con habet causam”; “Si aliquid invenitur
la acotación “de sí mismo”, presupo- in aliquo per participationem, necesse
ne un efecto y, por ende, sugiere una est quod causetur in ipso ab eo cui
suerte de desdoblamiento en el suje- essentialiter convenit” (ibid. I, q. 44,
to del que se predica que es causa sui. a. 1), fórmula esta última que parece
Así, para preservar la absoluta simpli- la más abarcante y que, por otra par-
cidad divina, los escolásticos evita- te, denota la preferencia tomista por
ron el empleo de esta expresión, con el enfoque y la terminología aristoté-
excepción de Alain de Lille. En ge- licos respecto de los platónicos. Así se
neral, durante el siglo XIII, se insis- ve, por ej., en la cuarta vía.
tió en que “nihil est causa sui”. Pue- En los últimos siglos medievales,
de aparecer, aunque muy raramente, con la declinación parcial de la pers-
en relación con el tema de la libertad pectiva aristotélica, comienza a acen-
humana, justamente para subrayar la tuarse cierto escepticismo sobre la va-
autodeterminación de la voluntad en lidez del principio de causalidad. En
el acto libre.
causaliter 118
Ockham, por ej., hay una reflexión nes que ellas mismas no poseen. De
crítica acerca del mismo, que se co- esta manera, Tomás de Aquino sos-
rresponde con su orientación empi- tiene que todo lo mudable y sensible
rista y nominalista. Por eso, recha- es efecto de Dios y puede llevarnos a
za el axioma escolástico que sostenía postular no solamente su existencia,
que la c. es tanto más eficiente cuan- sino también lo que necesariamente
to más universal. Dado que Ockham Él ha de tener en su calidad de cau-
no concibe el universal como real, pa- sa primera de todas las cosas, que so-
ra él, ningún universal puede ser cau- brepasa a cuanto produce (cf. S. Th. I,
sa de algo corruptible (cf. Summulae q. 12, a. 12).
in libros Phys. II, 10). Por otra par-
causaliter. Cf. occasionaliter.
te, además de negar explícitamente la
validez del principio causal en el or- causantia. Algunas veces aparece es-
den de la naturaleza, considera que te término para indicar las causales o
no puede ser establecido a priori sino factores que causan algo. Un ejemplo
que exige el conocimiento empírico, de ello se encuentra en Alberto Mag-
la notitia intuitiva. El conocimiento no, Phys. IV, 3, 14.
de uno de los dos términos de la rela-
ción causal, por sí mismo, no dice na- cautela. Llamada también cautio, la
da sobre el otro. Más lejos va Nicolás cautela es una parte de la prudentia
de Autrecourt, quien entiende que la (véase) en cuanto preceptiva. Puesto
relación causal se resuelve en la de su- que se ocupa de acciones contingen-
cesión, la cual, una vez que ha sido tes, en las que se presentan mezcla-
comprobada, vale para el futuro sólo dos lo bueno y lo malo, lo verdade-
con carácter de probable (cf. Epist. ad ro y lo falso, la prudencia debe valer-
Bernardum). se de una de sus partes, precisamen-
En cambio, la Escolástica posterior te la que discierne entre ambos pares
tiende a reivindicar la visión aristoté- de términos y evita los negativos: és-
lica sobre la c.; así, por ej., Suárez, si- ta es la c. que algunos entienden, es-
guiendo en este punto a Escoto, afir- pecíficamente, como la que elude los
ma: “Quod producitur, ab alio realiter peligros.
a se distincto producitur” (Disp. Met. cautio. Cf. cautela.
29, 1, 20).
La aceptación del principio de cau- cavillatoria. Cf. sophistica y collectio,
salidad constituye, al mismo tiem- in fine.
po, la base de la así denominada via celarent. Con esta palabra se indi-
causalitatis (véase via). En efecto, en- ca, mnemotécnicamente, un modo
tre los caminos de indagación de la silogístico de la primera figura (véa-
naturaleza divina, que se proponen a se syllogismus 2). En efecto, contiene
partir de la observación de las cosas, las vocales e, a, e, y se ha de recordar
llámase “vía de” o “vía por” la causa- que E señala la proposición univer-
lidad aquella que se apoya en la con- sal negativa; A, la universal afirmati-
vicción de que todo lo que acontece va. Así, c. es un modo de silogismo
obedece a una causa, y que las cau- en el que la primera premisa es uni-
sas de las cosas no pueden haber da- versal negativa; la segunda, universal
do a sus respectivos efectos perfeccio- afirmativa; y la conclusión, univer-
119 certitudo
num” (S. Th. I-II, q. 7, a. 1). De este rica. En efecto, el hiponense divide
modo, de un lado, el Aquinate otorga la humanidad secular en dos grandes
cierto peso a las c. en la acción moral; grupos: uno, el de aquellos que viven
de otro, niega la absoluta dependen- según el hombre; otro, el de los que
cia de ésta respecto de aquéllas, con viven según Dios. El primero es la c.
lo que evita el relativismo moral que terrena, a la que denomina también
se seguiría si se la afirmara. Por otra Babylonia o c. diaboli; el segundo es
parte, y atendiendo al acto mismo, la c. Dei, a la que llama Ierusalem o c.
a su causa y a su efecto, indica, res- caelestis (cf. De civ. Dei XV, 1). Ambas
pectivamente, las circunstancias que sociedades, la de los justos y la de los
pueden rodearlo: tempus et locus, que injustos, subsisten desde la creación
per modum mensurae se refieren al ac- del hombre hasta el fin del mundo,
to humano; modus agendi, que cua- constituyéndose en dos grandes pro-
lifica al acto circunscribiéndolo ad tagonistas de la Historia. El principio
modum qualitatis; propter quid, que de distinción entre las dos ciudades se
señala su finalidad; circa quid, que establece de acuerdo con un criterio
concierne a lo que aristotélicamen- no sacramental o de pertenencia ins-
te se denominaría su causa mate- titucional sino exclusivamente de in-
rial; quis, o la causa eficiente princi- terioridad; mejor aún, de intenciona-
pal; quid, o el efecto; y quibus auxiliis, lidad moral y espiritual: consiste en el
que indican los medios o instrumen- fin último, en el objeto prioritario de
tos que el acto implica. amor de sus miembros. Así pues, si
bien los miembros de una y otra so-
civile. Cf. politicus. ciedad están corporal o externamente
civitas. Se suele traducir por “ciu- entremezclados, sus voluntades se ha-
dad”. Con todo, es importante des- llan separadas: todos los hombres de
pejar un posible equívoco: el término cualquier tiempo que se complacen
alude a una sociedad determinada; c. en el espíritu de dominio y buscan su
es, por tanto, una palabra del léxico gloria en la sujeción de otros hombres
político y no urbanístico. Por eso, no se agrupan en la c. terrena, mientras
se debe confundir con la urbe, es de- que todos los que buscan en primer
cir, con el aspecto edilicio de una ciu- lugar la gloria de Dios pertenecen,
dad (véase urbs). por ese solo hecho, a la c. Dei (cf. De
Originariamente civis poseía una cath. rud. 31). De esa manera, la ínti-
nota de reciprocidad que hacía pen- ma economía de la Historia universal
sar en esta noción más como “con- se juega, para el hiponense, en la re-
ciudadano” que como “ciudadano”. lación dialéctica que ambas ciudades
En efecto, comporta un elemento de establecen a lo largo de los siglos.
camaradería, de hábitat compartido Durante la Escolástica, y debido al
y de comunidad de derechos políti- reingreso del aristotelismo en Occi-
cos. Todo ello confluye en c. en cuan- dente, c. fue la traducción de la pólis
to concepto colectivo. de los griegos; así, señala la comuni-
La noción de c. es particularmen- dad política, por oposición a las co-
te importante en la obra de Agustín munidades primitivas –la casa (domus)
de Hipona, en cuyo pensamiento ad- y la aldea (vicus/vicinia)– de las cua-
quiere el carácter de categoría histó- les es fin. La c. existe por causa del
claritas 124
bene vivere, como recuerda Tomás las notas que constituyen la belleza
de Aquino (cf. De reg. princ. I, 2) si- de las cosas.
guiendo a Aristóteles (cf. Arist. Pol. I En este último sentido, la c., por la
2, 1252b 27-30). Lo mismo indican cual lo bello resplandece, es decir que
Juan de París, (cf. De pot. reg. et pap. I se muestra como tal, es el punto en
1), Dante, (cf. De Mon. I, 5) y Marsi- el que se introduce una línea de di-
lio de Padua, (cf. Def. pacis I, 4, 1. En vergencia en la estética medieval. Ya
este sentido, la c. puede ser tomada Plotino había advertido que la her-
a) específicamente en referencia a una mosura de las cosas no depende sólo
comunidad “menor” a un regnum, se- de la proporción (véase proportio 3):
gún Marsilio de Padua, Def. pac. I, 2, un hombre no demasiado bello pe-
2: “secundum quam accepcionem, non ro vivo es más hermoso que una es-
differt regnum a civitate in policie specie, tatua de proporciones irreprochables
sed magis secundum quantitatem”, se- (cf. En. VI, 7, 22). La armonía que
guido por Ockham (cf. III Dialogus I, brilla no nace de lo sensible sino de lo
2, 5); b) como análogamente consi- inteligible, de la idea que reconduce
derable y, por tanto, finalmente inter- a las cosas a su unidad, precisamen-
cambiable, con regnum, según seña- te ideal. Es esa unidad la que retor-
la Ockham en el texto recién cita- na en cada una de sus manifestacio-
do: “... multa que dicuntur de civitate, nes. En tal unidad residirá, en última
porportionaliter intelligenda sunt de instancia, el fundamento de la c. me-
regno et quacunque communitate, que dieval. Por otra parte, en De div. nom.
plures complectitur civitates”; o inclu- IV, 7, el Pseudo-Dionisio, acuña una
so Tomás de Aquino quien, en De fórmula concisa: la belleza consiste en
reg. princ. I, 2, anota “... qui perfectam proporción y splendor. Este concepto
communitatem regit, id est civitatem llega a Agustín, para quien lo bello es
vel provinciam...”. el splendor ordinis, y pasa al neoplato-
nismo que recibe la Escolástica. Ulri-
claritas. Voz que indica nitidez, es- co de Estrasburgo, por ej., afirma en
pecialmente, respecto de las sensa- el De summo bono II, 3, 5, que así co-
ciones visuales y auditivas. Así, se mo el sol, difundiendo la luz y los co-
puede encontrar aplicada en cuatro lores, es autor de toda la belleza física,
planos: el sensible, el intelectual, el así la verdadera Luz difunde desde sí
moral y el estético. En 1. términos misma toda la luz formal que es la be-
de lo sensible, puede referirse tanto lleza que tienen las cosas. Por eso, su-
a la claridad y luminosidad cuanto a braya que la luz, que es el principio
la limpidez y sonoridad. A partir de de la visibilidad y de la c., es la cau-
este significado primario, señaló, 2. sa de la belleza. Todo esto se sinteti-
en retórica, la claridad y magnificen- za en Tomás, para el cual la c., aun-
cia de un discurso o de una expre- que entendida de manera más sustan-
sión, la cual remite al alma del su- cial o física, junto con la proportio y la
jeto que la profiere; por eso, 3. en el integritas, costituye lo que es pulchrum
orden moral, c. alude a la dignidad y (cf. S. Th. I, q. 39, a. 8 c).
nobleza de alguien. De algún modo,
todos estos matices confluyen en el claudere. En lógica medieval se dice
último plano mencionado. En efec- c. aliud in suo intellectu para indicar
to, en 4. el orden estético, es una de el estar incluido un concepto en otro.
125 cogitatio
to la ubica más próxima a la medita- quae nobis conciis, in nobis sunt, quatenus
ción que a la intuición. Algunos auto- eorum in nobis conscientia est; atque ita
res medievales distinguieron entre c. non modo intelligere, velle, imaginari, sed
emanans o recta que es la versa sobre etiam sentire idem est hoc quod cogitare”
la realidad extramental, y la c. reflexa (Princ. Phil. I, 1, 9). Esa jerarquiza-
que es aquella en la que el alma pien- ción de la c. alcanza su máxima expre-
sa en sí misma. sión en Spinoza, quien la considera
Pero el significado del término que uno de los atributos de la divinidad.
nos ocupa alcanza su mayor especi-
cogitativa. En la línea aristotélico-to-
ficidad quizás en Hugo de San Víc-
mista, la c. es uno de los sentidos in-
tor. Fiel a su filiación platónico-agus-
ternos (véase sensus), precisamente, el
tiniana, este autor distingue tres vi-
más elevado. Esta jerarquía obede-
siones diversas en el ejercicio de la ra-
ce al hecho de que se la considera, de
cionalidad. Ex parte obiecti, esas tres
las facultades sensibles, la más próxi-
perspectivas son: 1. la que otorga el
ma a la razón (analogum rationis),
oculus carnis; 2. la dada por el oculus
tanto que se ha dicho que la c. es ra-
rationis; y 3. la que confiere el oculus
cional por participación. En efec-
contemplationis. La primera es una
to, mientras que, mediante su instin-
mirada dirigida a la realidad sensi-
to –o mejor aún, su aestimativa (véa-
ble y, si bien es abarcadora de la mis-
se)–, el animal sólo percibe el indivi-
ma, se trata de la visión más super-
duo particular en cuanto le es bene-
ficial; en ella se parte necesariamen-
ficioso o nocivo, el hombre lo perci-
te de la sensación –de ahí la expresión
be en cuanto sujeto de cualquier con-
con que se la designa–, para elevarse
cepto universal, justamente en virtud
a la abstracción después. Dicha abs-
de la c. En otras palabras, ella es la
tracción a partir de lo sensible es pre-
que nos permite aprehender cognos-
cisamente lo que Hugo de san Víctor
citivamente esta piedra singular co-
llama c. En cambio, en la segunda vi-
mo ejemplar del universal “piedra”,
sión se reflexiona, mientras que en la
es decir, como existente bajo una na-
tercera se contempla, se intuye pro-
turaleza común. Por eso, su objeto
funda y comprensivamente (cf. De
es distinguir o discernir entre sí sen-
unione corporis et animae, PL CLXX-
siblemente los particulares de cada
VII, 288). De esta gradación resulta
una de las diversas especies en tanto
que la c. constituye, al menos en el
miembros de ellas; de ahí que Tomás
anhelo de elevación propio de la es-
de Aquino, por ej., llame a la c. “ratio
cuela franciscana, una suerte de esca-
particularis”. La importancia de la
lón inferior, como se ve también en
c. en esta corriente del pensamiento
Buenaventura (cf. mystica 1).
medieval está dada por la adhesión de
El giro de la época moderna tiende
esta última a la sentencia “Nihil est in
a conferir mayor dignidad a la c., in-
intellectu quod prius non fuerit in sensu”,
sistiendo en su carácter de autocons-
afirmación con la que se aseveraba
ciente y, a la vez, incluyendo en ella
que el hombre no puede conocer –en
toda forma de conocimiento tanto
el sentido fuerte del término– la uni-
sensible cuanto inteligible. Descar-
versalidad de las cosas sensibles sin te-
tes, por ej., va aún más allá y aclara:
ner contacto con los particulares a los
“cogitationis nomine intelligo illa omnia,
que poder atribuirla. De ahí que el
127 cognoscere
primer sujeto de cualquier juicio hu- (véase notio). Con todo, se prefiere es-
mano es el objeto sobre el que versa te término para indicar el acto parti-
la c., es decir, el individuo particular cular de conocimiento. Suelen distin-
y sensible. guirse diversas clases de c., con arre-
Al comentar a Aristóteles, diceTomás glo a los siguientes criterios: 1. las fa-
de Aquino: “Unde et Aristoteles dicit cultades que se ponen en juego en el
quod nequaquam sine phantasmata acto cognoscitivo; así, éste puede ser
intelligit anima et quod nihil intelligit 1.1. sensible o 1.2. intelectual, según
sine intellectu passivo, quem vocat se adquiera sólo mediante los sentidos
‘virtutem cogitativam’, quae est inco- externos e internos, o también con el
rruptibilis” (C.G. II, c. 80). Adviérta- uso del intelecto; 2. el modo de cono-
se, de paso, lo que hemos subrayado: cer; de esta manera, hay 2.1. c. intui-
la c. fue denominada también ‘virtus’ tiva directa o immediata, esto es, un
o ‘vis cogitativa’. De este modo, el tér- conocimiento intuitivo, considerado
mino, en cualquiera de sus variantes, más perfecto que la 2.2. c. abstractiva
se halla íntimamente ligado a la po- o mediata que es el conocimiento que
lémica sobre la unicidad del intelec- se adquiere por abstracción; 3. la fun-
to (véase intellectus). Al negar a cada ción o finalidad que el conocimien-
alma humana su propia facultad in- to persiga, criterio según el cual se ha-
telectiva y postular un único intelec- bla de 3.1. c. speculativa, que el hom-
to subsistente y separado de ella, Ave- bre adquiere por contemplación de la
rroes necesariamente desvaloriza la vis verdad –especialmente, de los princi-
c., o sea, la función propia del intelec- pios– y que tiene mayor certeza que
to pasivo. De esa posición provienen la 3.2. c. practica, ordenada al bien y
sus esfuerzos para hallar una continui- a la acción; 4. el grado de perfección
dad natural de la c. en el intelecto. El con la que represente las cosas; en este
Aquinate, en su De unitate intellectus sentido, hay c. clara, confusa, oscura,
contra Averroistas, considera imposi- etc. Al mismo tiempo, se distinguió
ble la conexión propuesta por éstos. también un conocimiento por reve-
En la perspectiva tomista, es precisa- lación y un conocimiento conjetural
mente en virtud de su unión con fa- (véase coniecturalis); cabe agregar una
cultades superiores como la vis cogita- distinción que aparece en las obras de
tiva llega a aprehender los individuos autores nominalistas tardomedievales
sensibles bajo formas más altas que y que, según 5. la clase de objeto de
las puramente sensibles. conocimiento, diferencia entre 5.1.
Sea de ello lo que fuere, la proble- c. materialis, referida al conocimien-
mática propia de esta noción obedece to de los entes materiales, compartido
a la zona fronteriza que ocupa entre por el hombre con el ángel y aun con
sensus e intellectus. Dios, y 5.2. c. supernaturalis, conoci-
miento que no puede ser adquirido
cognata. Mediante este nombre –por sino por medios sobrenaturales.
lo demás, poco usado– se designan los
términos tomados conjuntamente. cognoscere. Verbo que, especialmen-
te, en los nominalistas aparece acom-
cognitio. Designa tanto el acto co- pañado de diferentes adverbios que
mo el efecto de conocer y, por ende, señalan distintos grados de nitidez en
la cosa conocida, es decir, la noción el conocimiento. El 1. c. confuse o co-
cognoscibile 128
mación, pero también por sobre toda ral, aquella acción por la cual varias
negación; de ahí que el intento cusa- nociones se ordenan a una sola o se
no supere aún los caminos de la teo- aplican a ella; más particularmente,
logía negativa. Si la comprensión de cuando esto se hace según un crite-
la c.o. trasciende nuestra razón que no rio determinado, tal operación men-
puede combinar los contradictorios, tal recibe nombres específicos, como
es necesario alcanzar una “incompre- inductio, deductio, reductio (véanse),
hensible-comprensión” a través de la etc. Pero la excesiva generalidad de
cual vemos que si máximo y mínimo esta acepción hizo que c. se utilizara
–concebidos absolutamente, es de- poco en tal sentido, prefiriéndose los
cir, sin estar contraídos por la canti- términos específicos mencionados.
dad– coinciden, entonces, nada pue- Como 2. modo de adquisición de
de quedar fuera de esta coincidencia; conocimiento –que es quizá la acep-
ella abraza todas las cosas. Así, afir- ción más común de esta palabra en la
mar la coincidencia de máximo y mí- literatura filosófica y teológica medie-
nimo en lo infinito es afirmar, al mis- val– la c. tuvo origen en contexto mo-
mo tiempo, el hecho de que Dios es nástico y alude primariamente a una
complicatio absoluta y que es, en acto, conversación sobre temas espiritua-
todo posible ser (véase possest). les; de ahí su objetivo edificante y, a la
En el De coniecturis, Nicolás de Cu- vez, su carácter calmo y pacífico que
sa señala que la c. o. es sólo un cami- hace que, por ej., Isidoro de Sevilla la
no de acceso a lo absoluto, aquel que proponga como el exacto contrario
se transita intellectualiter; sin embar- de la contentio (véase). Por su parte,
go, él plantea que es posible pensar a Smaragdo desarrolla el tema en su
Dios divinaliter, más allá de la c.o. (De Diadema monachorum, PL 102, 636.
con. I, 6). De este modo, la c.o. –que Sobre la base de tales conversaciones,
se presenta para el intelecto como ne- se redactaron después las reflexiones
cesidad, ante la imposibilidad lógica sobre el Génesis u otros libros bíblicos,
de la vía racional– es al mismo tiem- meditaciones o comentarios que tu-
po el muro del Paraíso (murus paradi- vieron este origen, por ej., Collationes
si), atravesando el cual está Dios (De in Hexaemeron.
visione Dei IX). Como 3. término técnico, por así
decir, editorial, aparece en textos me-
collatio. Originaria y básicamente, la dievales y humanísticos, por ej., en
c. presupone la idea de algún tipo de Salutati (cf. De fato 2, 6).
encuentro o contacto. En sentido fí-
sico, Alberto Magno, por ej., indica collectio. En Lógica, se ha utilizado
que la causa siempre está en el efec- este término muchas veces, aunque
to, sin que sea necesaria en la percep- con cierta imprecisión, como sinó-
ción la c. entre ambos (cf. Phys. IV, 3, nimo de illatio. Tal acepción encuen-
5). Pero los usos más frecuentes de es- tra uno de sus antecedentes más sig-
ta voz no se dan en el plano físico. En nificativos en Agustín. En efecto, en
efecto, c. puede referir 1. a una opera- De ord. II, 13, 38, el hiponense defi-
ción mental; 2. a un modo de apren- ne la dialectica diciendo que es el ars
dizaje; 3. la entrega de un códice al que permite ordenar la verdad distin-
copista o al editor. En cuanto 1. ope- guéndola de la falsedad. Esto lo ha-
ración mental, la c. indica, en gene- ce, añade, definiendo, distribuendo,
collectivum 130
curaba dar cuenta de las razones que nes, al hombre, pero éste es no sólo
había tenido el autor para afirmar lo un ser racional sino también pasional
que sostenía en la parte comentada. y carnal. Por eso, la voluntad, orien-
También era frecuente que se citaran tada originariamente hacia el bien su-
en ella dos o más opiniones en con- mo, puede optar eventualmente por
flicto sobre un mismo tema, debien- seguir el c., es decir, ceder a la inclina-
do entonces analizar las razones que ción o tendencia hacia lo que la atrae.
cada cual aducía para su solución. En Sin embargo, la otra inclinación dada
este caso el Comentario podía seguir al hombre es la de la rectitud; en ella
u oponerse a la línea argumental de la consiste, para Anselmo, la plenitud
auctoritas comentada. de la voluntad libre. Por eso, cuando
El procedimiento de fragmentación ésta opta por el c. procede por defec-
del texto integral del que se partía to en su potestas, al no estar a la altura
dio lugar a dos tipos de comentarios de su objeto formal y más alto (cf. De
exegéticos: la sententia y la expositio. lib. arb. 7 y passim).
La primera propone una explicación
commune. Común es lo que corres-
menos en detalle del texto, más su-
ponde a muchos o se da en muchos.
maria (véase sententia 3); la expositio
Sobre la base de este significado gene-
ofrece una lectura más pormenoriza-
ral, han de hacerse algunas especifica-
da con fijación y hermenéutica o exé-
ciones. En primer lugar, c. es aquello
gesis textual. Ambas son comentarios
que se predica de varios objetos a la
críticos donde no se busca la recons-
vez, pero no colectiva, sino más bien
trucción histórica del pensamiento
distributivamente. Se opone, pues, a
del autor sino, sobre la base históri-
proprium que alude sólo a lo indivi-
ca, la reconstrucción racional de su
dual, aunque no en su acepción de
doctrina.
predicable. Así, todo ente tiene un
commodum. El significado general nombre c., el que designa su quidditas
de este adjetivo califica a algo de con- (véase), la cual posee precisamente en
veniente, ventajoso, agradable o pla- común con otros entes; pero no to-
centero. El término es particularmen- do ente tiene un nombre propio, ya
te importante en los escritos ansel- que éste señala la unidad singular del
mianos, donde aparece, junto con el objeto, es decir, la individualiza, des-
de beatitudo, señalando un conjun- tacándola del grupo de sus similares,
to de affectiones (véase affectio), es de- o sea, de la especie. Por ej., “hombre”
cir, de inclinaciones. De hecho, An- es un término c., en tanto se refiere a
selmo d’Aosta prefiere reservar es- la quididad –en este caso, la humani-
ta palabra como opuesto directo a dad– que poseen en común todos los
rectitudo (véase). Aunque algunas ve- hombres; pero “Pedro” es un nom-
ces utiliza beatitudo y c. indistinta- bre propio, porque señala, entre to-
mente, lo cierto es que en su literatura dos ellos, a un individuo particular.
filosófica y teológica, esta voz conser- Ahora bien, aparentemente, un nom-
va, a diferencia de beatitudo, el matiz bre propio puede hacerse común en
de placer y ventaja que tiene en gene- la medida en que lo tienen muchos
ral. Conlleva, pues, cierta nota de “fa- entes; de hecho, muchos hombres se
cilismo”. La voluntad pertenece siem- llaman “Pedro”, pero no por ello el
pre, en cualquiera de sus formas y fi- nombre propio pierde su intenciona-
communicabilitas 132
compilator. Nombre con que en la li- te, puesto que Dios se complace más
teratura filosófica medieval se desig- en crearla; 2.3. la complacencia que
na al compilador. A diferencia del tiene por objeto aquellas naturalezas
scriptor (véase), que se atenía a un que, en caso de que ellas mismas no
solo texto para copiarlo, el c. aña- opongan obstáculos, Dios lleva a su
día otros del mismo autor abordan- máximo grado de perfección (cf. In I
do diversos temas, o aun de diver- Sent. d. 17, q. 1). Por su parte, Gabriel
sos autores con temática idéntica o Biel suele denominar “specialissima”
similar. Pero el c. nunca agregaba esta última especie de c., es decir, la
ideas ni comentarios propios. Ejem- que indica el amor de Dios por y con
plos clásicos del primer caso, es de- el que Él guía a los elegidos a la vi-
cir, de reuniones que el c. hacía de da eterna.
un mismo autor son las innumera-
completive. Es sinónimo de absolute
bles colecciones de copias de escri-
(véase), en el sentido de perfecte. Se
tos aristotélicos. Ejemplo del segun-
trata, pues, de un adverbio que indi-
do caso es, en cambio, la Compilatio
ca la modalidad de la perfección es-
Assisiensis, colección de materiales de
pecífica, es decir, el modo o la con-
muy distinta procedencia pero todos
dición que tiene algo de estar plena-
relativos a la vida de San Francisco. Se
mente en acto y de haber llegado al
supone fueron recogidos de sus pri-
término o status que le es propio se-
meros compañeros y dieron lugar a la
gún su especie.
Legenda Perugina, como después se la
denominó. En cualquiera de ambos completum. Es lo que no está ordena-
casos, y como es obvio, muchas ve- do a una ulterior perfección. Por eso,
ces, el criterio que trasunta una com- denomínase así al ente real que alcan-
pilación es por sí mismo significativo, zó su actualidad; por ej., un adulto
por ej., la C. Assisiensis está hecha con con todas sus facultades en ejercicio
una intención claramente apologética es un ser c. Por la misma razón, tam-
de la figura de Francisco de Asís. bién se llama “completa” la sustancia
actual, formada por los principios del
complacentia. Término referido a
acto y potencia, la materia y la for-
Dios, la 1. c. generalis alude a la vo-
ma, la esencia y los accidentes (véase
luntad divina de querer que todas las
incompletum).
cosas alcancen la perfección que les es
propia; tiene, pues, por objeto toda complex. Desde antiguo esta voz
bondad y toda perfección real o aun conlleva el sentido de “plegar”; así,
posible en ellas. Se ha de distinguir de simplex, por ej., es lo que no hace más
la 2. c. specialis en la que, algunos au- que un pliegue; c. es lo plegado con,
tores, como Ockham, distinguen tres lo que se vincula estrechamente con
grados: 2.1. una complacencia divi- otra cosa. Esto es lo que, de un lado,
na que tiene por objeto todo lo que subsiste en términos como complexio
es y será, y que no es necesaria, dado o complexum (véanse); de otro, lo que
que Dios podría destruir lo que exis- determinó que en la Cristiandad, que
te y hubiera podido no crearlo; 2.2. la demonizó el concepto, significara “li-
que tiene por objeto lo que más im- gado a una acción mala”, por tanto,
porta en materia de perfección, por “cómplice”.
ej., la sustancia respecto del acciden-
135 complexum
manera, contiene todas las cosas–, co- metafísica: es la que aúna un elemen-
mo que esta imagen es “viva” es de- to determinable y un elemento de-
cir, recrea el mundo realizando una terminante, como materia y forma o
explicatio en el modo que le es propio. esencia y existencia (véase materia).
Así mientras la c. absoluta de Dios al Párrafo aparte, desarrollado en los
desplegarse confiere el ser a los entes correspondientes artículos, merece la
que son su e.; la imago complicationis, tesis tomista de la composición essentia
al desplegarse, crea un mundo de no- y esse que se da en tales seres. Una
ciones que “decodifican” en tanto es mención especial debe hacerse de la
posible la unidad oculta de la alteri- teoría del hilemorfismo universal, es-
dad (véase coniectura). to es, de la que sostuvo, incluso hasta
los inicios de la Escolástica, que, sal-
componere. En la lógica medieval, vo Dios, todo ser es un c. de mate-
“componer” equivale a afirmar algo, ria y forma, aun el ángel cuyo tipo de
así como “dividir” es negar algo. La materia se consideraba sutil. Esto po-
razón de estas denominaciones estri- nía a salvo el carácter absoluta y cla-
ba en que, en el primer caso, se com- ramente único de la simplicidad di-
pone, o sea que se afirma o se plantea vina, lo cual garantizaba metafísica-
algo respecto de otra cosa, asociándo- mente incorruptibilidad, inmutabi-
lo con ésta. Así, cuando se dice, por lidad, eternidad (véase compositum).
ej., “Pedro es músico”, la idea de mú- Al incorporar la composición real de
sico está “puesta” o “planteada” “con” esencia y existencia, Tomás elimina la
la de Pedro. En cambio, al negar algo universalidad del hilemorfismo, pro-
de una cosa, se lo divide o separa de poniendo considerar a todos los se-
ella, como cuando se dice “Pedro no res creados –aun los puramente espi-
es músico”: se está disociando la idea rituales como las inteligencias angéli-
de músico de la de Pedro. Mucho cas– dotados de esa composición, a la
menos usados, con este sentido, son que, en el caso de los seres materiales,
los respectivos sustantivos compositio se añade la de materia y forma.
y divisio.
compositio et divisio. Véase también
compositio. El concepto de “com- sensus compositus et divisus. Con la ex-
posición” siempre implica una mul- presión c. et d. los lógicos medieva-
tiplicidad de elementos y, por ende, les indicaron un tipo de sofisma de
se opone al de simplicidad. Según la dictione (véase sophisma 1.4.): aquel
naturaleza de dichos elementos, la c. que se da cuando una expresión es-
puede ser de varios tipos: 1. lógica: es crita o hablada puede tener varios
la que consta de ideas o conceptos di- sentidos según se la puntúe, por ej.,
versos, como la que se da en la afir- “Quidquid vivit semper est” varía en su
mación (véase componere) o como la significación si se coloca, en forma es-
de un género y una diferencia especí- crita u oral, una coma antes o después
fica en la especie, o el procedimiento de “semper”: “Todo lo que vive, siem-
racional que va desde lo universal a lo pre existe” o bien “Todo lo que vive
particular; o el que rastrea la deriva- siempre, existe”. El sofisma de c. et
ción de las causas a los efectos; 2. físi- d. puede presentar dos formas: aque-
ca: es la que combina elementos cor- lla en la que, cualquiera sea el senti-
porales, como la carne y los huesos; 3. do que se le atribuya –ya sea en for-
compositum 138
tices: 1. tener una visión distinta y conatus. Se entiende por esta voz el
completa de una cosa; 2. tener la vi- principio del movimiento, por lo cual
sión distinta de un todo y, sin embar- el c. es a este último lo que el punto
go, poder discernir sus partes; 3. te- es a la línea. Por otra parte, compar-
ner el conocimiento más perfecto po- te con el punto geométrico otra con-
sible de algo determinado; 4. cono- dición: así como la extensión de éste
cer todos los predicados que convie- es indemostrable, es igualmente inde-
nen a una cosa; y 5. el c. se verifica mostrable la duración del conato que,
también cuando entre el conocimien- así, no tiene ratio tempore. A medida
to de algo y los demás conocimientos que se acerca el fin de la Edad Me-
que se tienen se da la misma propor- dia, y con las modificaciones de la Fí-
ción que hay entre esa cosa conocida sica que tienen lugar al aproximarse
y las otras también conocidas (cf. In I la Modernidad, se va otorgando a este
Sent. d. 3, q. 7). concepto siempre mayor atención: de
hecho, adquiere una gran importan-
comprehensio. En tanto término ló- cia en los sistemas de Leibniz y Spi-
gico, la c. señala dos direcciones: la noza.
del pensamiento y la de la realidad
pensada. En el primer sentido, es la concedere. Dos son los matices de es-
acción y el efecto del abarcar mental- ta palabra en el latín escolástico. El
mente algo (véase comprehendere) por primero, y el más obvio, es el signi-
parte del sujeto. Por eso, para Ave- ficado de “conceder” en cuanto a ad-
rroes, por ej., como para Ockham, mitir o finalmente reconocer algo. El
esta palabra es sinónimo de conoci- segundo, es el uso que le otorga parti-
miento, como se lee en diversos pasa- cular pero no exclusivamente Nicolás
jes del tercer libro del De anima. En de Autrecourt, por ej., en quien c. in-
el segundo, indica la suma total de las dica simplemente afirmar algo; en es-
notas del objeto, es decir, el conteni- te sentido, se opone a negare. Esto se
do del concepto y es, por tanto, co- inserta en el cuadro de la disputa es-
rrelativo de extensio (véase). colástica (véase respondens).
comprehensive. Es el modo del com- conceptio. Voz perteneciente al léxi-
prehendere (véase) lógico. co gnoseológico medieval, este térmi-
no significa “concepción” y alude, en
comprehensor. Vocablo que algunos general, a un contenido mental. Con
teólogos medievales han usado como todo, en la Edad Media, se usó en su
equivalente de beatus (véase). acepción más estricta. Según ésta, la
compunctio. Cf. contritio. c. es la noción o idea que se constitu-
ye como principio de la producción
computatio. Significa “cálculo” y es de un ente, por ej., la c. de una es-
un término cuyo sentido está entre el cultura en la mente del escultor. Es-
de la arithmetica (véase) como el arte ta acotación semántica la distingue de
de enumerar, y el calculus (véase), es la notio (véase). Tal distinción se ra-
decir, la cuenta primitiva que se hace, dicaliza en Nicolás de Cusa, al punto
por ej., valiéndose de guijarros. Sin de conformar, en su doctrina, una de
ser teórica o en cierto modo científi- las notas que dividen lo humano de
ca, la c. generalmente es mental pero lo divino. En efecto, para el Cusano,
aplicada a las cosas.
conceptus 140
Aquino dice que sólo mediante una q. 8). En otras palabras, el planteo es-
operación mental los concomitantes cotista sostendría que, para establecer
se pueden distinguir realmente (cf. S. una c. en los fenómenos observados
Th. III, q. 76, a. 1; In V Metaph. VI). –por ej., varios cuerpos y su dirigirse
Avicena, en su Metafisica, había tra- hacia la tierra en la caída–, es necesa-
tado detenidamente el tema en rela- rio presuponer que en todos se verifi-
ción con los predicables (véase predi- ca una determinado comportamiento
cabilia): para este autor, concomitan- como propiedad inherente a la natu-
te es lo que cualifica necesariamente a raleza del cuerpo.
la cosa dada su esencia, en cuanto que Gran parte de las corrientes de pen-
sigue a su esencia y no en cuanto que samiento en la Edad Moderna parece-
es intrínseco a la esencia, como es el ría abonar la tesis de Escoto; no obs-
caso del proprium (véase). Por su par- tante el perfeccionamiento del méto-
te, Duns Escoto presenta un modo de do inductivo, la c. establecida sobre
plantear el problema de la c. que tiene la base de la experiencia, no alcanza
relación con el de la ciencia. En efec- nunca la certeza metafísica, ya que en
to, conociendo la naturaleza específi- su fundamento se encuentra el presu-
ca de una esencia universal mediante puesto –no el conocimiento directo–
las propiedades que la acotan, se pue- de una esencia con la que se hallan
de establecer, en el individuo que res- relacionados los fenómenos. De esta
ponde a esa esencia, la concomitan- manera, en la Modernidad, se va per-
cia de tales propiedades. Por tanto, de filando más nítidamente la diferencia
la esencia se llega a la c., pero tam- entre el método analítico-sintético de
bién de ésta podemos remontarnos la metafísica y el puramente analítico
a la esencia, ya sea metafísica o físi- e inductivo, propio de las ciencias ex-
ca. De esta manera, es posible estable- perimentales.
cer la c. por medio del doble cami-
concordia. En general, la con-cordia
no de la esencia: análisis y síntesis, in-
es el consenso de los corazones, o sea,
ducción y deducción. En el caso de la
de los afectos. Se da cuando las volun-
deducción, la naturaleza de una esen-
tades –o, dicho metafóricamente, los
cia funda la c. entre todas las propie-
corazones o cordia– de muchos se aú-
dades esenciales del fenómeno indi-
nan en lo que constituye algo único,
vidual: dada una naturaleza o esen-
un fin común a todos ellos. En la Pa-
cia en un particular, se encuentran en
trística, este concepto asume especial
él, por concomitancia, todas las ca-
relieve en el pensamiento político de
racterísticas de la naturaleza univer-
Agustín de Hipona, quien, sobre las
sal. En el caso de la inducción, la rela-
huellas de Cicerón, define al pueblo
ción constante entre ciertos fenóme-
diciendo que “es coetus multitudinis
nos observados, lleva a postular una c.
rationalis rerum quas diligit concordi
entre ellos. Sin embargo, aquí Duns
communione sociatus” (De civ. Dei
Escoto hace notar que la c. así esta-
XIX, 24). Tal definición, que consti-
blecida no será evidente y, por ende,
tuye una pieza clave en la caracteri-
no permitirá determinar la esencia
zación agustiniana de la civitas (véa-
correspondiente a tales fenómenos,
se), es reafirmada por el hiponense al
salvo que se la haya presupuesto an-
sostener que la c. es el verdadero vín-
teriormente (cf. Superlib. II Priorum,
culo del estado y el interés supremo
143 concupiscentia
de una nación (cf. Ep. 138, 10 y ss.), el que, sin embargo, inhiere. 1.3. c.
mientras que la discordia es la autén- logicum: es aquella composición en la
tica causa de su ruina. Pero, a la vez, que la forma no sólo se distingue del
advierte sobre la exigencia previa de subiectum sino que tampoco inhiere
la purificación espiritual para llegar a en él, como, por ej., cuando se dice
la concordia. o se piensa en una torre contempla-
Ya en la Escolástica, y en esta últi- da; en tal caso, la contemplación o vi-
ma línea de pensamiento, moral y no sión es distinta de la torre y no guar-
política, Tomás de Aquino considera da con ésta una relación de inheren-
la c. causada por la caridad, en cuan- cia. Así pues, se ha de tener presen-
to que ésta aúna los corazones de mu- te que la noción que nos ocupa guar-
chos en el bien divino y en el del pró- da poca relación con la acepción es-
jimo. Por consiguiente, entiende la tricta que hoy tiene el vocablo espa-
discordia como pecado, pero subra- ñol “concreto”: recuérdese que éste
yando que es la desunión de volunta- no significa “real” sino “corpóreo y de
des y no de opiniones (cf. S. Th. II-II, la mayor densidad”.
q. 37, a. 1). Desde el punto de vista 2. gramati-
Cabe añadir que en algunos autores cal, c. se opone a abstractum (véase in
de influencia neoplatónica, el térmi- fine) y señala el término que conno-
no se utilizó, a veces, en el plano me- ta el sujeto en el que se da lo signifi-
tafísico, en el que equivale a sympathia cado por el término abstracto, por ej.,
(véase). “iustus” es un c.en relación con “iustitia”
que es el abstracto. Así se expresa, al
concretio. Voz propia del vocabula- menos, Guillermo de Ockham en
rio de Alain de Lille que, en esa va- Exp. Aurea 46 c).
riante y no la de concretum, este autor
usa con el significado de unión entre concupiscentia. La concupiscencia es
el subiectum y la forma (véanse), en el una pasión propia del apetito sensi-
Anticl. I, 458. Así pues, el término no tivo (véase appetitus), contrapartida
se reduce necesariamente al caso de del apetito irascible o aversión. Mu-
los entes materiales. chos son los conceptos relaciona-
dos con el de c., pero todos ellos re-
concretum. Se llama así 1. cualquier visten esa misma significación funda-
composición de subiectum y forma mental. Al respecto, la Edad Media,
(véanse), cuya denominación provie- y particularmente la Escolástica, esta-
ne de esta última. En efecto, los au- bleció, en general, los siguientes ma-
tores escolásticos hablaron de: 1.1. tices: desiderium o deseo es la tenden-
c. metaphysicum: es aquel en el que cia a cualquier bien, ya sea espiritual
la forma no se distingue realmente o material, externo o interno, presen-
del subiectum, como en la expresión te o futuro, pero en el hombre se aco-
“Dios omnipotente”, ya que en ella la tó el significado de este último voca-
forma –que es la omnipotencia– no blo al deseo de los bienes exteriores
es realmente distinta de Dios. 1.2. c. y, particularmente, de las riquezas; en
physicum: es aquel en que la forma se cambio, libido se limita fundamental-
distingue del subiectum, pero inhiere mente al deseo sexual. Así, por últi-
en él; así, en una escultura, una cosa mo, se puede acotar el alcance signifi-
es la figura misma y otra el cuerpo, en cativo del término que nos ocupa: la
concupiscibile 144
samente para mostrar la imposibili- rico (véase syllogismus); por ej., según
dad de la certeza (cf. Sexto Empírico, la primera figura, se tendría: “Si se da
Hyp. Pyrr. I. 98). A, se da B”; “pero si se da A, también
En la Patrística no se encuentra un se da C”; “luego, si se da A, se da C”.
tratamiento sistemático del tema. Só- Con todo, el modo más propio de es-
lo la lógica escolástica se ocupó dete- te silogismo es el hipotético y consis-
nidamente de él, formulando las si- te en establecer entre hipótesis y te-
guientes distinciones: 1. c. sufficiens: sis una relación de principio y conse-
es aquella cuyo primer término im- cuencia tal que, afirmando determi-
plica necesariamente al segundo. Esta nadas premisas, se siguen determina-
condición suficiente puede ser: 1.1. das consecuencias.
absoluta, cuando un término impli-
confero. Con este verbo, “entregar”,
ca por sí solo el otro, y 1.2. relativa,
que la mayor parte de las veces apare-
cuando el primer término implica al
ce en primera persona del plural, los
segundo una vez presupuestas otras
medievales y los humanistas anuncia-
condiciones. Ahora bien, si la depen-
ban o declaraban estar consignando
dencia entre dos términos es tal que
la copia de un texto transcrito con el
el primero es imprescindible para que
ejemplar del que éste derivaba. Tam-
se dé el consecuente, se tiene la con-
bién se usó –y éste es el sentido con el
dición necesaria o 2. c. sine qua non,
que pasó a la modernidad– para indi-
llamada también “negativa” y opues-
car que se entregaban ejemplares di-
ta a la condición suficiente. En efec-
versos con el fin de cotejarlos. Apare-
to, mientras esta última se expresa de
ce en cartas o en notas al pie o en fo-
modo positivo –B se verifica cada vez
lio adjunto. Por ej., se ve en Petrarca,
que se verifica A–, la c. sine qua non
Fam.XXII, 2, 8 para el primer caso, y
se formula más eficazmente en forma
en Salutati, Ep. I.
negativa –no se verifica B si no se ve-
rifica A–. Así, es sinónimo de condi- confessio. Esta palabra reviste parti-
ción indispensable. cular importancia en la doctrina de
Agustín de Hipona y, de hecho, co-
conditionale. Llámase “condicional”
mo se sabe, da título a una de sus
la proposición que expresa en el ante-
obras. Pero se ha de notar que las
cedente la condición (véase conditio)
Confessiones son, fundamentalmente,
que rige para el consecuente. Su sen-
cantos de alabanza a Dios y sólo por
tido es estrictamente lógico y no on-
eso pueden ser consideradas, a la vez,
tológico. Por eso, Tomás de Aqui-
pero de manera derivada, un recono-
no, por ej., afirma como verdadera
cimiento de las propias faltas y limi-
una proposición c. cuyos anteceden-
taciones (cf. Conf. X, 1 a 4). De ahí
te y consecuente son imposibles: “si
que, aunque los primeros libros de es-
el hombre es asno, tiene cuatro pa-
ta obra revistan un carácter autobio-
tas” (cf. S. Th. I, q. 25, a. 3). La pri-
gráfico, los últimos están dedicados
mera parte contiene lo que después se
a la consideración filosófica y teoló-
denominó “hipótesis”, la segunda, lo
gica de Dios, en comparación con lo
que posteriormente se llamó “tesis”.
mutable, es decir, con el mundo y el
También es c. el silogismo que tiene
hombre. El hiponense establece, ade-
una o más proposiciones de esta clase,
más, especialmente en los Sermones
de acuerdo con las figuras del categó-
conflictus 148
Pero el plano en que más se traba- nis veri…” (De con. I, 2). Con todo,
jó la noción que nos ocupa es 4. el ló- si bien el conocimiento conjetural no
gico. En él, a partir del siglo XII, for- es, por definición, el conocimiento de
ma parte de la doctrina de la supo- la verdad absoluta, no es tampoco, en
sición (véase suppositio, in principio ningún caso, un conocimiento falso,
y 2.2.2.2.2) o suplencia. La c. lógica sino que se trata del modo posible pa-
se da en un término común que va- ra el hombre de acceder a la unidad de
le por muchos y, en consecuencia, su la verdad en la alteridad. “Cognoscitur
valor de suplencia de las cosas reales a igitur inattingibilis veritatis unitas
las que se refiere no está determinado. alteritate coniecturali atque ipsa
Por eso, la suppositio confusa de deno- alteritatis coniectura in simplicissima
mina también “indeterminata”. veritatis unitate…” (ib.). Así como el
mundo procede de Dios, la c. proce-
congratulatio. Es el movimiento aní- de a mente nostra (De con. I, 5).
mico de alegrarse con y por el bien El modo propio del conocimien-
ajeno. En esa medida, la c. constituye to conjetural es el de la proporción
la contrapartida de la invidia (véase) comparativa. El instrumento cog-
y así la han presentado algunos auto- noscitivo de la proporcionalidad nos
res medievales. ofrece una evidencia de la estructu-
coniectura. Muchas veces el térmi- ra del orden de lo real, pues el he-
no c. es equivalente a opinio (véa- cho de poder realizar una proporción
se); otras, hace referencia a cierta ra- supone que se den dos condiciones:
ma del saber que se considera un ars de un lado, la conveniencia en al-
por oposición a la scientia (véanse) go uno; de otro, la alteridad. Si fal-
Así, por ej., Marciano Capella afir- tara una de ellas, no podría realizar-
ma: “medicina est ars coniecturalis”. se comparación alguna. Esto signifi-
En la Escolástica, el término es utili- ca que lo real que afirmamos cono-
zado por Buenaventura como lo que cer, es decir, lo que es susceptible de
puede admitir error o duda (cf. In ser proporcionado, está constituido
Sent. IV, 50, 2, 1, 2c) y por Tomás por una trama que tiene un elemento
de Aquino, en quien el conocimiento que confiere unidad y otro que seña-
conjetural se opone a la certa cognitio, la la alteridad y explicita sus diferen-
por ej., es conjetural el conocimiento cias. Precisamente, porque en Dios
de la causa de los futuros contingen- no hay alteridad (véase non aliud),
tes (cf. S. Th. I, q. 14, a. 13 c). es decir que su ser es pura identi-
Las nociones de “c.” y “ars coniectu- dad, no es posible establecer una pro-
ralis” cobran un sentido singular a porción; luego, no hay conocimien-
partir de la obra de Nicolás de Cusa, to de Él. Por otra parte, como la uni-
De coniecturis. La c. cusana se define dad oculta de toda alteridad es, para
en correspondencia con su docta ig- el Cusano, el despliegue o explicatio
norantia, puesto que en vistas a la in- del mismo Dios (véase complicatio),
aprehensible verdad, toda aseveración ella es también incognoscible; sólo
humana es para el Cusano, una c.: es posible, pues, proporcionar o me-
“…omnem humanam veri positivam dir las diferentes modalidades en que
assertionem esse coniecturam, non enim la unidad o verdad inaprehensible se
inexhauribilis est adauctio apprehensio- presenta: éste es el ars coniecturalis.
coniecturaliter 150
bueyes, etc., sin aludir a unos prima- presupone también, por consiguien-
ria y a otros secundariamente. Los te, una cierta reflexividad cognosciti-
connotativos significan algo en forma va: saber que se sabe algo. Todas es-
principal y algo de manera secunda- tas notas son registradas por los au-
ria; por ej., “blanco”, pues este nom- tores del período patrístico y del me-
bre puede definirse in modo recto –co- dieval. Pero no siempre utilizan la pa-
mo en aliquid informatum albedine–, labra que nos ocupa. Ya Plotino, por
o in modo obliquo –como en aliquid ej., había preferido llamar “vida” y no
album–. Lo mismo ocurre con verum, “conciencia” a esa presencia del alma
bonum, etc. en sí misma, motivo que, junto con el
desarrollo platónico del tema, es re-
conscientia. En un contexto medie- cogido por Agustín de Hipona.
val, el vocablo “conciencia” suele pre- En la Patrística, es este último autor
sentar dos aspectos: uno de índo- quien ha trabajado más acabadamen-
le cognoscitiva, y el segundo de na- te el tema de la c. desde una perspec-
turaleza moral. Es mucho menos fre- tiva tanto metafísica como gnoseoló-
cuente, en cambio, que en este perío- gica, psicológica y moral. En efecto,
do aparezca con significado psicoló- Agustín elabora un aspecto particu-
gico, ya que la Edad Media no esta- lar de la c., el de la certeza con la que
bleció la diferencia entre procesos psí- ella se garantiza a sí misma su pro-
quicos conscientes e inconscientes, pia existencia; “vivere se et meminisse
puesto que no conoció estos últimos et intelligere et velle et cogitare et scire
en el sentido que hoy les conferimos, et iudicare, quis dubitet? quandoquidem
salvo intuiciones como la agustiniana etiam si dubitat, vivit”. (De Tr. X, 10,
de Conf. X, 8, 15. Desde el punto de 14) “Moveri te scis? Nescio. Cogitare
vista gnoseológico, el término seña- te scis? Scio” (Sol. II, 1, 1). Desde el
la, en general, el advertir o percatarse punto de vista psicológico y ético, el
de algo, ya sea exterior –como un ob- hiponense plantea varios ejemplos del
jeto, una cualidad o una situación–, reclamo de la propia conciencia a una
ya sea interior –como las modifica- admisión de culpabilidad y, sobre to-
ciones experimentadas por el propio do, a una reacción moral, por ej., en
yo. Más precisamente, es la presencia Conf. VIII, 7, 18, donde utiliza explí-
de la mente ante sí misma, en el acto citamente el término que nos ocupa.
de aprehender y de juzgar, y el conse- De hecho, a lo largo de la Edad
cuente reconocimiento de la unidad Media, el Cristianismo hizo tomar un
de lo aprehendido. De ahí que el uso giro al estudio de la c., adscribiéndola
de este vocablo presupone la capaci- a esta función de testimonio interior
dad de distinguir entre el contenido del bien y del mal. De esta manera, se
de lo que se conoce, y el acto median- arriba al segundo sentido fundamen-
te el cual el sujeto aprehende lo cono- tal del término, es decir, el moral. En
cido, de modo global. Así pues, la c. esta última significación, se suele ha-
no es un recipiente, sino un constan- blar precisamente de “conciencia mo-
te referirse a algo que, de un lado, ella ral”, o de “voz de la conciencia”. Al-
interioriza, pero que, de otro, siem- gunos autores de la Patrística, y aún
pre la trasciende. Esta permanente re- de la Escolástica, la entendieron co-
ferencia alude a lo que se ha dado en mo una sindéresis (véase synderesis),
llamar “intencionalidad”. El término
consecutio 152
y la estudiaron tanto bajo el aspec- lloviera tanto, ella saldría”. Otro tan-
to moral como bajo el psicológico. to ocurre en la gramática latina.
Así, la caracterizaron en los siguien- En una acepción más estricta, y en
tes términos: “spiritus corrector et el plano de la lógica, sobre el cual se
paedagogus animae societatis”. En To- funda el gramatical, la c. mienta la
más de Aquino el establecimiento de relación de necesariedad entre ante-
los principios de una teoría al respec- cedente y consecuente en una pro-
to deriva del análisis de la c. en el ám- posición hipotética. En este senti-
bito de las potencias intelectivas. Ha- do, la c. ha sido estudiada por mu-
biendo excluído que la c. pertenezca chos lógicos medievales y, en par-
a dichas potencias, y descartado que ticular, por Pedro Abelardo, pa-
sea un hábito, el Aquinate concluye ra quien constituye la garantía de
que se trata de un acto, y especifica esa clase de silogismos. Precisamen-
que se dice que tenemos conciencia te en virtud de la c. éstos son infe-
de un acto, en cuanto sabemos que rencias perfectas que, para su validez,
ese acto es perfecto o no lo es. De es- no requieren referirse a la habitudo
ta condición se pasa a la de imputabi- rerum, esto es, al orden real extralógi-
lidad moral (cf. De ver. q. 17, a. 1; S. co, a la condición en que se nos pre-
Th. I, q. 79, a. 13). Una forma extre- sentan las cosas.
ma, o deformación del término en es-
consecutive. Señala el hecho de que
te último plano aparece en Raimun-
una cosa se da de modo derivado, es
do Lulio, para quien c. señala la for-
decir, como consecuencia de otra co-
ma con la que el intelecto alude al al-
sa, pero sin indicar entre ambas un
ma a causa de las faltas cometidas (cf.
nexo estrictamente causal. Así, la sen-
Ars brevis, X.12.97; Ars generalis ulti-
tencia escolástica que afirma que la
ma, X.14.97).
corrupción de un ente es –o supo-
En la Modernidad, el aspecto gno-
ne– la generación de otro, no sindica
seológico de la conciencia, en su ca-
al segundo como efecto del primero;
rácter de inspectio, alcanzará el máxi-
sólo está implicando que, en el mun-
mo valor especulativo con Descartes,
do natural, la materia no puede exis-
pues en su pensamiento, la c. consti-
tir sin la forma: es necesario que, si,
tuye el punto de partida de todo fi-
por ej., se genera una hoguera, la ma-
losofar cierto. En el aspecto ético, los
dera sea consumida. La relación se da
autores modernos se irán inclinando
c. y no causaliter.
paulatinamente a interpretarla como
facultad que juzga la moralidad de las consensus. El c. puede interpretar-
acciones humanas. se en dos sentidos: como un acto in-
dividual que se verifica en el interior
consecutio. Alude, en general, a la su-
de una persona; o como acto huma-
cesión y, a la vez, al encadenamiento
no colectivo. Habitualmente, cuando
entre dos cosas. En este sentido am-
se usa en su primer significado, el tér-
plio, se habla en gramática de la c.
mino se traduce por “consentimien-
temporum, esto es, de la correlación
to”; en cambio, cuando se utiliza en
verbal que exige, por ej., que, en una
la segunda acepción, se traduce por
proposición condicional, el modo po-
“consenso”. En este último caso, sue-
tencial de la principal suceda al modo
le emplearse la acotación c. gentium:
subjuntivo de la subordinada: “Si no
153 consensus
no. Por eso, autores como Tomás de cerón, por ej., había empleado las ex-
Aquino, han considerado la constan- presiones “adducere aliquem in eam
cia como inferior a la perseverancia, consuetudinem”, “habituar a alguien a
entendiendo que la dificultad causa- tal uso”; y “c. vitae”, modo o regla de
da por la duración del acto es mayor vida. Siguiendo a Aristóteles, los esco-
que la originada por los impedimen- lásticos, como Tomás de Aquino, su-
tos externos (cf. S. Th. II-II, q. 137, brayaron que la c. termina por cobrar
a. 3 c). La Escolástica presenta la ma- la misma fuerza que la naturaleza en
yor elaboración acerca de este con- orden a los actos del hombre e inclu-
cepto, ya que los autores pertenecien- so asignaron importancia al hábito en
tes al período patrístico, como Agus- la búsqueda de la verdad (cf., por ej.,
tín de Hipona, se habían limitado a In Met. II, l.5, nn. 1-4). Ahora bien,
puntualizar la diferencia entre la no- ya Isidoro de Sevilla había atribuido a
ción de constantia y la de pertinacia, esta palabra el provenir de communi
indicando que si bien en ambas se da usu, puesto que es de práctica común
una disposición para la firmeza, la se- (cf. Etim. V, 3). Así, el término que
gunda consiste en la obstinación en el nos ocupa se fue reservando cada vez
mal (cf. De quant. an., 26, 51). más para la regulación de la vida pú-
blica, mientras que mos se prefirió pa-
constitutio. En la Edad Media, se co- ra la privada. De este modo, c. cobró
noce con este nombre el documento la acepción específica que tiene en la
que regula la disciplina eclesiástica, Edad Media justamente de “derecho
por lo que conforma una de las ba- consuetudinario” esto es, derecho ad-
ses del Derecho canónico. Los auto- quirido por el uso y la costumbre y
res medievales suelen referirse a él con no impugnado, por lo cual, a veces,
este único nombre y no con el títu- puede también alcanzar la condición
lo completo: constitutiones apostolicae de derecho escrito, es decir, integrarse
(véase didascalia). Hay una segun- al Derecho positivo.
da acepción referida a la constitución
ontológica de lo real, pero no se sue- consultatio. Requisito indispensable
le usar en esta forma sustantiva sino en el ejercicio de la prudencia, la c.
en su derivado como adjetivo (véase se define como la búsqueda y discu-
constitutivum). sión –a veces, entre varias personas,
y otras librada en el interior del al-
constitutivum. En la Edad Media, se ma, en cuyo caso se identifica con el
llamó c. 1. en sentido fundante, to- consilium– sobre los medios más úti-
do lo que es parte de la esencia de al- les, idóneos y eficaces para alcanzar el
go, de manera que, si faltara, ese al- fin que se propone el agente, indivi-
go no podría existir; 2. en sentido de- dual o colectivo. En primer lugar, no
rivado, es aquello que, precisamente guarda, pues, relación alguna con lo
por formar parte de la naturaleza de súbito o inmediato; en segundo tér-
una cosa, la distingue de todo lo que mino, exige la intervención de la ca-
no es ella. pacidad discursiva de la razón.
consuetudo. Se designa con esta pala- consumptio. Además de la referencia
bra el hábito, costumbre y, sobre to- al orden físico, en el que indica la ac-
do, uso o usanza. Esto rige tanto para ción y el efecto de consumir o agotar,
la vida privada como la pública. Ci-
contactus 158
posición y la cristiana sobre este tema tima y más alta etapa del itinerarium
radica en que la mística cristiana con- mentis in Deum (véase mystica 3).
duce a la fruitio Dei (véase) conser- Tomás de Aquino, volviendo al en-
vando el yo individual de quien con- foque aristotélico, entiende que la c.
templa. pertenece esencialmente al orden in-
Uno de los primeros autores cris- telectual, pero el impulso de ejercer-
tianos en destacar este tema fue Orí- la es movido por la voluntad. Si bien
genes, quien lo hace a propósito de consiste en un único acto, el hom-
su comentario a Lucas X, 38, ss. Pe- bre lo alcanza progresivamente co-
ro es Agustín el lo elabora en la línea mo culminación de un ascenso inte-
del neoplatonismo, aunque con di- lectual. Primariamente, la c. tiene por
versa orientación. El doctor de Hi- objeto la suprema verdad de Dios; se-
pona afirma que la c. es la ocupación cundariamente, los efectos divinos,
más noble del alma, porque la condu- en cuanto que conocerlos impulsa
ce a lo eterno y a la sabiduría. Basa- al hombre al conocimiento de Dios.
do sobre la razón superior, es más al- Pero la captación de la esencia divi-
ta que la mera ciencia, y procura, a la na no puede darse, para el Aquinate,
vez, un gozo sin término, por lo cual en el estado de la vida presente, que
constituye el fin último de los traba- necesita de imágenes. De todos mo-
jos humanos (cf., especialmente, De dos, la contemplación produce el de-
Trin. XII y XIII, y De vera rel. XXXV leite del conocimiento de la verdad,
y LIII). Gregorio Magno subraya que que es una natural operación humana
en la c. se busca el principio que es (cf. S. Th., II-II, q. 180).
Dios (cf. Moral. VI, 37).
contemplativus. Obviamente, el tér-
Naturalmente, son los autores de
mino “contemplativo” es utilizado
tendencia mística quienes, en la Edad
por muchos autores en referencia a
Media, se han dedicado particular-
la contemplatio (véase) y, sobre todo,
mente al tema. Bernardo de Clair-
a la vita contemplativa (véase vita, in
vaux, por ej., especifica cuatro grados
fine). En Buenaventura es particular-
en la c.: el primero es la admiración
mente frecuente. Este autor sostiene
de la majestad divina; el segundo, la
que ningún hombre sabio descien-
de los juicios de Dios; el tercero, la
de a la acción si no es por cierta ne-
de sus beneficios; el cuarto, la de sus
cesidad (cf., por ej., Coll. in Hexaem.
promesas (cf. De consid. I, 9). Por su
XX, 18).
parte, Ricardo de San Víctor ubica la
c. en el grado más alto de la vida in- contemptus. Voz que, tanto en esta
telectual (véase cogitatio) y la caracte- forma como en la de contemptio, sig-
riza como una intuición profunda y nifica desprecio, desdén o indiferen-
comprensiva, diciendo que, en su es- cia; aparece frecuentemente en textos
pecificidad más propia, la contem- medievales en la expresión c. mundi,
plación está por encima de la razón y precisamente para señalar la escasa
hasta fuera de ella, pero bajo la ilumi- valoración que el mundo de lo huma-
nación divina (cf. De grat. cont. I, 6). no, finito y contingente puede des-
Asigna, además, tres grados en la c.: pertar en comparación con la dimen-
dilatatio, sublevatio, alienatio (véanse). sión de lo divino, infinito y trascen-
Para Buenaventura, constituye la úl- dente. Ejemplar es al respecto, duran-
contentio 160
en ese orden, hay una vinculación en- plica de no ser– propia de la criatura.
tre lo contingente y lo necesario. Así, Para aquellos escolásticos que defien-
que Juan corra, por ej., es contingen- den una separación completa entre
te, ya que puede no correr; pero no lo Dios y lo creado, la contingencia del
es la relación entre correr y el movi- último será radical. En cambio, pa-
miento, pues es necesario que Juan se ra el Aquinate, lo c. tiene algún tipo
mueva si corre. de realidad y no es enteramente de-
Todos los pensadores que aborda- pendiente en su ser de otro ente: así,
ron el tema, aun aquellos que fundan por ej., no puede atribuirse una con-
su especulación en el Ser necesario, tingencia absoluta al caso del alma,
han admitido una esfera de lo c. en que no es corruptible (cf. S. Th., I,
la realidad. Como es sabido, Aristó- q. 86, a. 3). Una elaboración notable
teles procuró construir un sistema en del tema aparece en Duns Scoto, para
el que cada hecho debe encontrar su quien el acto c. está en la misma vo-
propia razón de ser en las causas del luntad creadora de Dios, puesto que
devenir; de ahí que haya definido con Él no se ha visto constreñido por nin-
atención el concepto de c. y formula- guna razón de necesidad en la crea-
do una doctrina sobre él. Para el Esta- ción. La libertad misma del hombre
girita, lo contingente es no sólo aque- tiene por fundamento la esencial li-
llo que no es ni imposible ni necesa- bertad divina: la voluntad humana es
rio sino también aquello de lo que libre, en el sentido de que ella es com-
puede darse tanto la afirmación como pletamente indeterminada, y se reve-
la negación (cf. An. Pr. I, 32). Así, en- la en actos de elección absolutamente
contramos, respectivamente, un pri- contingentes, a tal punto que, si falta-
mer esbozo del enfoque ontológico ra esta contingencia, no se podría ha-
y lógico del tema. En la Metafísica, blar de responsabilidad moral.
y en la Física, agrega que no se pue-
contingenter. Adverbio que sue-
de hallar explicación racional de algu-
le aparecer acompañando los verbos
nos hechos que se dan por acciden-
fieri o producere. Cuando está acotan-
te. Otros, si bien exteriormente obe-
do al primero, indica que una cosa
decen a un fin, no poseen un princi-
puede o bien darse, o bien no darse
pio determinante; aquí, lo c. se debe
jamás; generalmente, se usa para de-
al azar o a la fortuna.
signar lo que un agente produce li-
Pero en la Edad Media es el punto
bremente. Sin embargo, en este últi-
de vista metafísico el que predomina.
mo sentido, se prefiere frecuentemen-
En él, se subraya lo c. como el rasgo
te el verbo producere. La expresión c.
más propio de los entes creados, en
producere señala que una causa pro-
tanto opuestos a Dios como Ser nece-
duce su efecto, pudiendo no produ-
sario. Así, aparece en Tomás de Aqui-
cirlo, ya que su naturaleza no la de-
no, quien insiste en el carácter de ser
termina ni a una cosa ni a la otra.
a partir de otro (véase ab alio) de to-
Éste es, precisamente, el caso de los
do ens c. Pero esta afirmación plantea
agentes libres.
una serie de problemas con respecto a
la relación entre el Creador y lo crea- contingentia. La contingencia es un
do; por ej., el de establecer el grado especificación de la posibilidad. El
de contingencia –en lo que ésta im- enfoque lógico de la cuestión dio lu-
163 continuum
man parte de un todo homogéneo. Cabe añadir que, para los nomina-
Los problemas filosóficos relativos al listas al menos, las partes del c. exis-
c. no nacen, como se ve, de una con- ten en acto, ya que lo que no existe
sideración matemática, sino metafísi- no puede constituir un ser real y, se-
ca, ya que se toma el continuo, prin- gún esta posición, lo c. lo es. Con to-
cipalmente, en tanto ente material ex- do, en el c., dichas partes no están ac-
tenso. tualmente separadas (cf., por ej., Gui-
Ahora bien, Aristóteles distinguió llermo de Ockham, Exp. Aurea, qq.
tres géneros de extensión: consecuti- 67-69).
va, contigua y continua. Las exten-
contra. La idea expresada en este ad-
siones consecutivas son aquellas en-
verbio es la de algo que está enfren-
tre las cuales no hay nada del mismo
te y opuesto a otra cosa, por eso, se
género; las contiguas son aquellas cu-
puede traducir por “contrariamente”.
yos extremos se tocan; las continuas
Con ese sentido general se une a otras
son aquellas cuyos extremos consti-
palabras para formar sustantivos co-
tuyen una cosa sola (cf. Phys. VI, 1,
mo contradictio.
231a 22). Por tanto, para que se pue-
Pero en los textos filosóficos patrís-
da hablar de c. se requiere, además de
ticos y medievales, aparece más fre-
la ausencia de interrupción, la unidad
cuentemente como preposición de
intrínseca que hace que nos hallemos
acusativo. Prolongando en el uso pre-
frente a una sola sustancia.
posicional la mencionada idea de opo-
Siguiendo a Aristóteles, la Escolás-
sición, lo hace, en especial, en los títu-
tica se refirió a un c. permanens y a un
los de obras polémicas, como el agus-
c. successivum. El primero es el conti-
tiniano C. Académicos, donde el hi-
nuo estático, llamado también simul-
ponense discute con el escepticismo,
táneo, porque sus partes están dadas a
el De unitate intellectu c. Averroistas
la vez (simul existunt), por ej., un le-
de Tomás de Aquino, en el que éste
ño, o una superficie geométrica. Una
polemiza con la idea averroista del in-
propiedad esencial del c. permanens
telecto único. De matiz algo diferente
es su divisibilidad en partes integran-
es el término adversus (véase).
tes, o sea, en partes que tienen la mis-
ma naturaleza que el todo: un cuer- contractio. Es el resultado de un
po sólido es un continuo, por ende, actus contrahendi uno de cuyos signifi-
es divisible en corpúsculos sólidos; cados es “volver pequeño a lo grande”.
una segmento es divisible en segmen- Agustín de Hipona utiliza el térmi-
tos más breves, etc. Pero cada una de no como opuesto a diffusio: “laetitia,
estas partes son también extensiones, animi diffusio est; tristitia autem, c.”.
son continua y, por consiguiente, di- En la Escolástica del siglo XIV, es-
visibles, de manera que la divisibili- tas nociones aparecen ligadas con el
dad del c. es indefinida. El continuo problema de los universales; así, pa-
sucesivo es aquel cuyas partes se dan ra los escotistas, la naturaleza común
una después de la otra, es decir, aque- se considera “contraída” en lo singu-
lla extensión cuya continuidad es- lar, siendo esta “differentia contrahens”
tá dada sólo por una sucesión no in- una de las tesis más fuertemente criti-
terrumpida. Tal es el caso del movi- cadas por Guillermo de Ockham (In
miento y el tiempo (véanse motus y Sent. I, dist. 2, q. VI).
tempus).
165 contradictoria
gundo tipo de c., en cambio, descri- Por otra parte, establecieron acerca de
be atrapados en sepulcros incandes- las cosas c. la siguiente distinción: c.
centes a aquellos herejes que en este inmediata son aquellas cosas entre las
mundo negaron la inmortalidad del que no puede darse nada intermedio;
alma y supusieron que todo termina- mientras que c. mediata son aquellas
ba en una fría tumba. que sí lo admiten, como la blancura y
Se ha de subrayar que, probable- la negrura.
mente teniendo en cuenta la mencio-
contrarietas. En lógica, es la relación
nada distinción tomista, a través del
de oposición que guardan las propo-
c. como trámite literario, Dante no
siciones o términos contrarios (véase
pretende presentar una imagen de la
contraria). De este modo, se entiende
justicia divina sino tipificar poética-
por c., en general, toda repugnancia
mente –en una alegoría filosófica y,
entre cosas o conceptos; en sentido
en particular, ética– cada uno de los
estricto, es la que se da entre términos
vicios.
que no se pueden afirmar al mismo
contraria. En lógica, se denominan tiempo de un mismo sujeto.
“contrarias” las proposiciones que En términos antropológicos, se re-
guardan una forma particular de opo- fiere a una modalidad que asume la li-
sición. Según Aristóteles, son c. dos bertad humana (véase libertas, in fine).
proposiciones que afirman y niegan
contritio. En general, señala, en la
universalmente el mismo predicado
teología cristiana medieval, el arre-
(cf. De int. VII, 17a, 38 y ss.); por ej.,
pentimiento de los pecados. La con-
“Todo hombre es racional”; “Ningún
trición es el dolor espiritual que de-
hombre es racional”. En virtud de esa
riva del odio al mal cometido y que
mutua oposición, no pueden ser am-
redunda en el propósito de no reite-
bas falsas, como en el caso siguiente:
rarlo. Tiene dos aspectos: uno exte-
“Todo hombre es negro”; “Ningún
rior, dado por la penitencia; otro in-
hombre es negro”. En este caso, la
terior, que es la aflicción misma, co-
proposición verdadera es particular,
mo señalan varios autores preescolás-
en tanto intermedia entre dos univer-
ticos, por ej., Ambrosio en Ep. 51 o
sales. En eso radica la diferencia entre
Gregorio Magno en Hom. 20, 7. Por
las proposiciones c. y las contradicto-
su parte, Isidoro de Sevilla define la
rias (véase contradictoria): las últimas
c. como compuctio et humilitas mentis
no admiten, entre ellas, dicha propo-
(Sent. 2, 12).
sición intermedia.
Una especial mención corresponde
Por analogía con las proposiciones,
en el tratamiento de este tema a Pedro
dos conceptos se consideran contra-
Abelardo para quien, en consonancia
rios cuando, refiriéndose al mismo
con su ética de la intención y, por tan-
contenido, género o sujeto, expre-
to, de la interioridad, insistió en esta
san sus grados extremos; por ej., óp-
última como sede de la c. En efecto,
timo-pésimo. Pero los conceptos re-
ella sola basta como causa propia de
miten a las cosas. Así, los autores es-
la remisión de los pecados, si efecti-
colásticos hablaron de cosas “contra-
vamente procede del amor a Dios. En
rias”, para referirse a formas tales que
este caso, la c. suprime el pecado jus-
pueden existir sucesiva pero no si-
tamente porque lo tritura. Si bien se
multáneamente en el mismo sujeto.
controversia 168
peccati (cf. Spec. univ. XIII, 173-174). nociones, relación que las hace en al-
En cambio, Alejandro de Halès consi- gún sentido semejantes. Ahora bien,
dera que el convicium tiene por obje- “convienen” precisamente por coinci-
to una “casi culpa” (cf. Summa Theol. dir en una tercera instancia, por ej.,
III). No lejos de él, Tomás de Aqui- la torre y el faro convienen en la altu-
no distingue la c. que tiene por obje- ra; de ahí la sentencia escolástica que
to una culpa, del convicium que alude reza: quae conveniunt in uno tertio,
a una pena, y del improperium que se- ea conveniunt inter se. En este plano,
ñala una situación de minoridad o in- los medievales distinguieron entre:
digencia (cf. S. Th. II-II, q. 72, a. 1). 1. c. realis que es la que se da entre
Así, el mal ajeno se convierte en c. las cosas cuando una existe realmen-
en la boca de alguien a través de una te en otra (véase inexistentia); 2. c. per
denuncia o manifestación abierta y attributionem que se da cuando algo
directa, a diferencia de la detractio puede servir de atributo a un concep-
(véase) que se profiere sin que la per- to, por ej., animal conviene a homo.
sona objeto de ella lo sepa. Por otra Algunos han hablado de 3. c. rationalis
parte, supone al menos un oyente, a que es aquella por la que varias coin-
diferencia también de la maledictio o ciden en un concepto, por ej., homo
de la blasphemia (véanse). Todos es- y equus coinciden en una tercera no-
tos tipos de insulto son, en definiti- ción que es la de animal. Con todo,
va, verba vituperationis. De este mo- aquellos autores inscritos en la línea
do, la vituperatio vincula el insulto del realismo extremo, como Guiller-
con la intención del sujeto injurian- mo de Champeaux, considerarían es-
te que los autores medievales siempre te último un ejemplo de la c. realis.
han adscrito a la ira. Se suele reservar La segunda acepción del término
el término opprobrium para la ofen- que nos ocupa suele aparecer, aun-
sa recibida, es decir, para la c. desde que no siempre, en la cuestión teo-
el punto de vista de la persona que es lógica relativa a la potentia Dei (véa-
objeto de ella. se), en cuanto que la noción de c. se
En general, la norma moral acon- opone, en este plano de análisis, a la
sejada es la de la no reacción; sin em- de necesidad. En efecto, hay escrito-
bargo, se han señalado excepciones. res medievales que, como Buenaven-
Alejandro de Halès, por ej., tiene en tura, han puesto el acento –antes que
cuenta la condición social del insul- en el necesario orden de lo real capta-
tante y del injuriado, y admite no só- ble por la razón– en la libérrima vo-
lo la legitimidad sino la obligación luntad divina, el orden de cuyos de-
de reaccionar cuando la c. se dirige a signios puede ser, en cambio, inac-
un igual o a un superior en cuanto al cesible a la razón humana. Así pues,
officium (cf. ibid.). insistieron, por ej., en que el mun-
do creado no es necesario pero sí
convenientia. Este término apare- conveniente, o que hay c. en la en-
ce en la literatura filosófica y teológi- carnación del Verbo, aunque ella no
ca de la Edad Media con dos acepcio-
era necesaria ni en sí misma ni en el
nes fundamentales, de las cuales, una
modo en que se dio. Según el punto
concierne al plano lógico-metafísico;
de vista de estos autores, en este últi-
la otra, al teológico. Según la primera,
mo sentido de c., San Pablo se refiere
c. es la vinculación entre dos cosas o
conversatio 170
tirpación de vicios y establecimiento 5), según las reglas que la rigen y que
de virtudes. En tal contexto, la expre- la Edad Media tomó de Aristóteles
sión mencionada es particularmente (cf. An. Pr. I y II). Así, por ej., una
frecuente en los escritos de los Padres de ellos dice que los juicios particu-
y de los místicos especulativos. lares afirmativos son convertibles, se-
En 5. su acepción lógica, c. designa gún la conversio simple o pura (“Algu-
una operación mediante la cual de un nos músicos son hombres altos”; “Al-
juicio que se denomina “convertens”, se gunos hombres altos son músicos”);
obtiene otro llamado “conversum”. Di- en cambio, no lo son, según este ti-
cho procedimiento consiste en inver- po de conversión, los juicios univer-
tir el sujeto y el predicado de una pro- sales afirmativos (“Todos los elefantes
posición dada, sin alterar su verdad. son herbívoros”; “Todos los herbívo-
Por eso, en el plano lógico, suele em- ros son elefantes”).
plearse la expresión c. enuntiationum,
convicium. Cf. contumelia.
la cual se define como “commutatio
extremorum propositionis, servata essen- convictivus. Cf. improbativus.
tiali qualitate, et veritate”. Un ejem-
plo de c. enuntiationum sería: “Nin- coordinatio. Se denomina c. in causis,
gún hombre es un león”; “Ningún es decir, coordinación en la línea cau-
león es un hombre”. Los principales sal al orden de las causas entre sí por
modos de conversión lógica, admiti- el cual varias de la misma especie o
dos como válidos, son: 5.1. la c. pu- del mismo género confluyen en o
ra o simplex, en la que los dos térmi- concurren a un mismo efecto. Res-
nos o extremos conservan la misma pecto de las causas particulares o sin-
extensión o cantidad, como en el ca- gulares, cabe destacar que cada una
so mencionado; 5.2. la c. cuantitati- de éstas confiere al efecto sólo una
va o per accidens –expresión introdu- parte de su virtud o potencia, pero, el
cida por Boecio– que es aquella en la concurrir todas en la c., hace que mu-
que el conversum tiene una extensión chas veces se encuentre en lo causado
menor que el convertens; por ej., “To- más de lo que hay en ellas si se toma-
dos los leones son mamíferos”; “Algu- ran singularmente o aun considera-
nos mamíferos son leones”; y 5.3. la das en su conjunto pero sin coordina-
c. por contraposición, en la que varía ción. Plus posse esse in causato quam]
no sólo la cantidad, como en el caso in singulis causarum coordinatarum.
anterior, sino también la cualidad ló- Así, cuando se trata de una serie cau-
gica del juicio, es decir, su carácter de sal, la virtud eficiente radica en la
afirmativo o negativo; por ej.: “Todos concurrencia.
los hombres bondadosos son hom- copula. En general, se llama “cópula”
bres sinceros”; “Algunos hombres sin- al verbo que liga el sujeto y el atribu-
ceros no son hombres bondadosos”. to, o que une sujeto y predicado. De
conversum-convertens. Cf. conversio 5. ahí la frecuente afirmación escolásti-
ca “Verbum interpositum, praedicatum
convertentia. Cf. reciprocatio. subiecto copulat”. Pero, en su signifi-
cado estricto, se atribuye este nom-
convertibile. Denomínase “conver-
bre a las inflexiones del verbo ‘ser’.
tible” a aquella proposición pasible
Así, se ha considerado que, en prin-
de conversión lógica (véase conversio
copulatio 172
Phys. IV, 4, 204b; X, 1, 208b; VIII, ga buen uso de ella. En este contex-
2, 283a). Los escolásticos distinguie- to había aparecido ya en San Pablo la
ron, además, entre c. organicum y c. noción de “cuerpo glorioso”, es decir,
mathematicum. El primero, caracteri- de un c. no sometido a las leyes gene-
zado por el apetito sensitivo, es aquel rales de la materia. La Escolástica, en
cuyas partes obedecen instrumental- cambio, retoma líneas aristotélicas de
mente a la virtus sensitiva del alma. pensamiento al respecto y concibe el
Fue denominada “organismo”, en cuerpo como una materia formada de
tanto que la voz griega “organon” se suyo, es decir que el c. es por sí mis-
tradujo por “instrumentum”. El se- mo unión de materia y forma (véase
gundo, el matemático, se definió co- forma substantialis).
mo la cantidad o magnitud tridimen- En el 3. plano textual, el térmi-
sional. no indica 1. una serie de escritos;
Ahora bien, continuando en el pla- así 3.1.1. es el conjunto de los es-
no físico , mientras que para el Esta- critos que la tradición atribuye a
girita todo cuerpo está informado y una escuela o corriente, por ej., el c.
ninguno constituye una pura materia hermeticum; 3.1.2. el conjunto de es-
o potencialidad, algunos autores de critos atribuidos a un autor determi-
línea pitagórica y platónica, tienden nado, por ej., el c. galenicum; 3.1.3.
a negar al c. tal información y juz- el conjunto de las obras que se con-
gan que, en principio, no posee for- sideran auténticas de un autor y en
ma. Esto tiene repercusión en el or- las que, por exclusión de otras, se su-
den antropológico, ya que, en el ca- pone que éste ha expresado lo medu-
so del hombre, y sobre todo en el pe- lar de su pensamiento, por ej., el c.
ríodo del humanismo renacentista, se aristotelicum. Siempre en este orden,
lo ha considerado la prisión o aún el también puede referirse a 3.2. un
sepulcro del alma, dejando a un la- texto en particular, en el que indica
do la tesis de que ésta se encuentra en 3.2.1. el desarrollo de las tesis plan-
el cuerpo como elemento de in-for- teadas en él, desarrollo que sigue al
mación. En el neoplatonismo, el c. es proemium (véase); 3.2.2. en el caso
concebido, básicamente, como una de un artículo de summa (articulus),
de las series de la emanación, en fran- se llama c. a la respuesta propia del
ca oposición con algunas tendencias autor ante la alternativa planteada en
estoicas que consideran que todo lo ese artículo, en cuyo caso se lo suele
que es, es corpóreo. abreviar como c.
Con el advenimiento del Cristia-
corpus aristotelicum. Se denomi-
nismo, en la Edad Media y ya en el
na bajo este nombre al conjunto de
2. orden antropológico, se planteó la
los tratados esotéricos de Aristóte-
posibilidad de la espiritualización del
les, es decir, los que se destinaron a
cuerpo, sobre la base de la distinción
los iniciados en su filosofía, y que, a
patrística entre c. y materia. Para al-
la vez, expresan su tendencia cientí-
gunos Padres de la Iglesia, el cuerpo
fica. Constituyen, pues, el grueso de
puede elevar hacia sí la materia que lo
la obra que se atribuye al Filósofo.
constituye, de modo tal de posibilitar
Por oposición, se cree que los llama-
que esta última participe del orden y
dos escritos “exotéricos”, compuestos
la forma, en la medida en que se ha-
por los diálogos y el Protréptico, se di-
175 corpus mysticum
senta la Iglesia de constituir un miste- cia o privación de ella. Por eso, Agus-
rio por la última razón apuntada. tín de Hipona, por ej., insiste en que
la c. implica una cierta bondad. En
correlativum. Se llama así cada uno efecto, lo que se corrompe ha de ser
de los términos vinculados por un ti- bueno, porque no podría perder cier-
po de relación denominada “mutua” ta perfección, es decir, corromperse,
(véase relatio 3.5.), es decir, la que si no tuviera ninguna, como tampo-
hay entre dos términos que se recla- co podría corromperse si fuera máxi-
man recíprocamente, como Creador mamente bueno, puesto que, en tal
y criatura, ya que no puede existir caso, se trataría de algo incorruptible
uno sin el otro. Siguiendo a Aristó- (cf. Conf. VII, 12, 18). Así, la noción
teles, se ha distinguido entre 1. c. per que nos ocupa remite a la idea de la
se, en la que se confrontan dos entes relativa bondad de lo mutable.
y para los que rige estrictamente lo En la Escolástica, se tendió a exa-
anterior, y 2. c. per accidens, relación minar la cuestión bajo otro pun-
en la que uno de ambos términos de- to de vista: el de la constitución del
riva del otro o lo implica como cua- subiectum que padece la c. Se conclu-
lidad esencial o como proprium, por yó que ésta es propia de la sustancia
ej., conocimiento y cognoscible. corpórea, dado que sólo puede des-
corrigo. Término paleográfico, me- componerse, o sea, corromperse, lo
diante él, como mediante su sinó- que está compuesto de materia y for-
nimo, emendo, se advierte en nota ma. Cabe advertir que lo que se co-
que se está corrigiendo un manuscri- rrompe no es ni la una ni la otra per
to. Entre los autores medievales y los se, sino la unidad que constituyen; en
humanistas, aparece en los siguien- todo caso, al darse la c., los principios
tes contextos: 1. indicando que la co- que la componen se corrompen per
rrección es del autor, como en Pog- accidens. (cf., por ej., Tomás de Aqui-
gio Bracciolini (cf. Ep. 3, 36); 2. se- no, In De gen. et corr. VII). De ahí
ñalando que es corrección de la copia que los escolásticos hayan estableci-
sobre el modelo, en cuyo caso apa- do una sentencia que dice que tan-
rece en la expresión c. ad exemplar, to la generación como la corrupción
como en Guarino (cf. Ep. 578, 56); no afectan directamente a la materia
3. aclarando que la corrección resulta ni a la forma sino al compuesto mis-
de la confrontación de códices, casos mo de ambas.
en los que se lee c. cum. Por su parte, Ockham escribe que,
en sentido lato, una cosa se corrom-
corruptio. En general, es la pérdida pe cuando cesa de existir; en sentido
de una forma o perfección que sufre estricto, hay c. cuando una parte de
un subiectum (véase), debida a la in- un compuesto está realmente separa-
suficiencia más o menos directa de da de la otra. Desde el punto de vis-
fuerzas extrínsecas. Esta noción es- ta lógico, se da cuando un atributo
tá ligada, pues, a la de mutatio (véa- deja de poder afirmarse rectamente
se) sustancial o accidental, pero ex- de algo, con la cual la proposición de
presa el aspecto exclusivamente nega- la que se partió deja de ser verdadera
tivo de la mutación, en cuanto que (cf. Quaest. in libros Phys. q.109).
alude al pasaje que va de la posesión
de una forma o perfección a la caren-
177 creatio
credere. Etimológicamente hablan- litt. 31, 54; De mag.11, 37; Ep. 120,
do, en las más antiguas civilizacio- 3; De vera rel. VIII, 14).
nes, la raíz cred- hace alusión a cier- En la Escolástica, creer se define co-
to poder mágico en un ser del que se mo un pensar, es decir, un acto del
espera protección; por consiguien- entendimiento que indaga, acompa-
te, “creer” en él significaba proyectar ñado de asentimiento. Implica, por
en él dicho poder. En esto consistía la una parte, adhesión firme a aquello
creencia, que posteriormente fue re- en lo que se cree; por otra, conoci-
emplazada en latín por el sustantivo miento imperfecto. La imperfección
abstracto fides (véase). Con el Cristia- de este tipo de conocimiento radica
nismo se modifica la relación entre c. en que no entraña una investigación
y fides y el verbo que nos ocupa pasó a de la razón natural que culmine en
significar, más que creer en el sentido demostración, sino sólo cierta indaga-
señalado, confesar la propia fe religio- ción sobre aquello que induce a creer.
sa, con lo que el sujeto de esta confe- Los objetos del acto de fe se distin-
sión se encuadraba institucionalmen- guen en creer en Dios (c. Deum), es-
te en alguna posición en este campo. to es, en su existencia; y creer a Dios
La reflexión propia de la Patrísti- (c. Deo), es decir, confiar en que su
ca sobre el tema del creer culmina en palabra es verdadera y que, por tan-
Agustín, quien distingue, de un la- to, la Escritura también lo es. Sin em-
do, la credulidad; de otro, el c. pro- bargo, se trata de una distinción só-
pio de la fe religiosa, según la aten- lo formal, ya que lo que se propone
ción y diligencia con que se consi- como materia de fe es en virtud de la
deran los contenidos propuestos. En auctoritas Dei. El volverse a Él, como
efecto, para el hiponense, el c. señala discípulo suyo, es condición para al-
el asentimiento consciente, meditado canzar precisamente la bienaventu-
y profundo en aquello que no se pue- ranza última que es la visio Dei. Por
de demostrar. La fides (véase) se dis- último, cabe añadir que la Edad Me-
tingue del mero creer en el hecho de dia consideró que el acto propio del
que también puede tener la acepción c. puede ser meritorio en cuanto que
de fidelidad a aquello o a Aquel en implica el asentimiento, y éste es pro-
quien se cree. Agustín distingue tam- pio de la voluntad libre.
bién entre un creer natural, útil pa-
credibilia. Reciben este nombre las
ra muchas cosas de la vida humana
proposiciones o tesis que, no sien-
y cercano a lo que hoy se denomina-
do en sí mismas evidentes, ni cons-
ría “confiabilidad”, y un creer sobre-
tando a los sentidos, ni pudiendo ser
natural referido a las cosas que no se
comprobadas racionalmente, se pro-
ven. A diferencia de lo que ocurrirá
ponen sólo como objeto de creencia.
después entre los escolásticos, en la
No obstante, en general, se las tiene
perspectiva agustiniana se subraya la
por verdaderas, no por ser manifies-
certeza que deriva de un acto de fe.
tas sino por algún testimonio de ver-
Por otra parte, el creer precede al ac-
dad que suscita el asentimiento (véase
to de la razón y, de algún modo, es
assensus, in fine).
condición de la posibilidad que tie-
ne esta última de comprender pro- credo quia absurdum. Expresión
fundamente la realidad (cf. De spir. et que indica que una verdad de fe ha
credo ut intelligam 180
verdadero. Por otra parte, el c. puede revisa, como lo hace Agustín, la vali-
convertirse aun en superfluo cuando, dez de sus actos y su eficacia en orden
dando más importancia a lo externo a la consecución de la felicidad. Pero
que a lo interior, no eleva el alma a precisamente al advertir que esos ac-
Dios ni le da gloria. Se cae así en lo tos no lo conducen a ella comienza el
superticioso, como señala Tomás de proceso de su conversión que culmi-
Aquino en S. Th. II-II, q. 93, a. 2 c. nará en un entregar la cura sui en las
(véase superstitio). manos divinas. Esto se da después de
haber descubierto la misericordia de
cum hoc ergo propter hoc. La traduc- Dios que “cuida de cada uno de no-
ción literal de esta locución es: “Con sotros como si a él solo lo cuidara, y
eso (o, junto con eso), luego, a causa de todos como cuida a cada uno”. Es
de eso”. Es un tipo de sofisma (véa- esa misericordia divina la que lo ha-
se sophisma) en el que se atribuye el ce vivir: “Ecce, Domine, iacto in te cu-
carácter de causa a algo que no lo es, ram meam, ut vivam”, dice citando el
pero que puede parecerlo por darse Psalmo 54, 23 (cf. Conf. III, 11, 19 y
siempre acompañando a su supuesto X, 43, 70).
efecto. Es, por tanto, una subclase del
sofisma llamado de la “falsa causa”. curiositas. Los autores cristianos,
tanto patrísticos como medievales,
cupiditas. Para algunos sinónimo de entienden la curiosidad como la pa-
deseo, la c. es una especie del amor sión negativa que intenta deleitarse
en el más amplio sentido de este últi- en un conocimiento vano de las co-
mo término. Se la define como aquel sas. Por eso, se le considera nociva, en
movimiento del alma humana por el cuanto dispersa y contraria a la bús-
que ella quiere apropiarse de algu- queda de la verdad. Agustín de Hi-
na cosa ausente o que aún no tiene, pona la caracteriza como la concupis-
pero que ha percibido y juzgado co- cencia de los ojos, razón por la que
mo buena y cuya imagen abraza co- la vana c. fue representada por el pez,
mo si ya la poseyera. En la Escolásti- que no puede cerrarlos. El hiponense
ca, algunos autores distinguieron la c. subraya que debe ser contenida por la
del desiderium, por la nota de futuro templanza (cf. Conf. X, 35, 54 y De
que su objeto implica; de la spes, por- mor. Eccl. I, 21, 38). En la Escolás-
que no se lo considera o percibe co- tica, Tomás de Aquino distingue en-
mo de difícil adquisición; del amor, tre la curiosidad intelectual y la sen-
por el pregustar la posesión de ese ob- sible, insistiendo en el carácter fútil
jeto. Por lo demás, así como el amor de ambas, y señalando que tienen ori-
es causa de delectación, la c. es causa gen en la accidia (véase) (cf. S. Th.II-
de la voluptas (véase cada uno de es- II, q. 35, a 4 ad 3 y q. 167, aa. 1 y
tos términos). 2). No se ha de confundir, pues, con
cura. Esta palabra, que se suele tradu- el “afán de conocimiento”, ya que lo
cir por “cuidado”, es particularmente que caracteriza la noción medieval de
importante en la literatura agustinia- c. es la vanidad de su objeto, por lo
na. En efecto, hay, sin duda, una pre- que se acerca a lo que se denomina,
sencia del tema del cuidado de sí que heideggerianamente, “afán de nove-
las Confesiones hacen evidente: nadie dades”. La posición más extrema y se-
que no pretenda cuidar de sí mismo vera sobre esta noción en la Edad Me-
183 cursorie
D
darapti. Palabra, de uso mnemotéc- datio. Aparece en textos medievales
nico, empleada por los lógicos medie- con el significado de entrega o dona-
vales para indicar un modo de silogis- ción, muchas veces referida a la de los
mo (véase syllogismus). Para compren- bienes que Dios confiere al hombre.
der por qué se la ha elegido, se de-
be recordar que, convencionalmen- dator formarum. En general, indi-
te, la vocal A designa la proposición ca aquello que introduce en un ser
universal afirmativa; la I, la particular una forma preexistente o lo que pro-
afirmativa (véanse). Así pues, según duce una forma en un ser sin el cual
la serie de vocales que componen es- de todos modos podría producirla.
te vocablo, con él se alude al modo de Ciertamente, este poder no pertene-
silogismo cuyas premisas son univer- ce a los agentes naturales, ya que és-
sales afirmativas, estando constitui- tos no pueden ni introducir una for-
da la conclusión por una proposición ma preexistente en la materia ni crear
particular afirmativa. El ejemplo pro- la forma sin la materia. Así lo seña-
puesto por Pedro Hispano es: “todo la, por ej. Ockham en Summulae in
hombre es substancia”, “todo hombre libros Phys. I, 24). Avicena ya había
es animal”, “luego, algún animal es señalado que, en una materia con la
substancia” (cf. Summ. Log. 4, 14). dispositio necesaria, Dios, d.f., intro-
duce la forma (cf. Natur. IV, 147v).
darii. Voz que se usa en lógica para Pero, además de esta acepción me-
recordar la composición de un mo- tafísica, el término que nos ocupa tie-
do del silogismo de la primera figura ne un aspecto gnoseológico. En efec-
(véase syllogismus). La regla mnemo- to, mediante esta expresión autores
técnica consiste en que la palabra se como el mismo Avicena han iden-
forma con las vocales a, i, i, y se debe tificado a Dios con la fuente de la
tener presente que la A indica la pro- que el alma recibe las formas inteli-
posición universal afirmativa, mien- gibles (véase intellectus). En esto sigue
tras que la I señala la particular afir- la concepción de Alfarabi, quien, en
mativa. De esta manera, el silogismo el De intellectu et intelligibile, sostie-
d. está conformado por una primera ne que el intelecto activo, único y se-
premisa universal afirmativa; una se- parado, del que había hablado Aristó-
gunda, particular afirmativa; y la con- teles según su lectura, es “creador” en
clusión, que ha de ser también parti- este sentido. De esa manera, para los
cular afirmativa. Así, en “todo hom- citados filósofos, Dios interviene en
bre es animal”, “alguien capaz de reír el proceso cognoscitivo humano. Más
es hombre”; “luego, alguien capaz de aún, es Él quien confiere al hombre
reír es animal”. El ejemplo es pro- los conceptos propiamente dichos.
puesto por Pedro Hispano en Summ. Así, d.f. es un término que cobra un
Log. 4, 7. lugar central en la polémica acerca de
185 de dicto-de re
“Es posible que lo blanco sea negro” cidental y contingente, como “enfer-
(Album possibile est esse nigrum). Al mo” en “hombre”, según el segundo
respecto, sostiene el Aquinate que ejemplo mencionado. En este último
esta proposición de re –o sea, en la caso, el predicado, de por sí, no es-
realidad, en los hechos– es verdade- tá contenido en el sujeto. Por ello, el
ra, pues una cosa que es blanca pue- axioma escolástico “Praedicatum inest
de tornarse negra; en cambio, de dicto subiecto” no significa que todo predi-
–esto es, según el término que cons- cado inhiera en el sujeto en razón de
tituye el sujeto por lo que éste signifi- la esencia de éste, puesto que tal co-
ca en sí– es una proposición falsa, ya sa no ocurre en el caso de los predica-
que no puede ser verdad que lo blan- dos que aluden a determinaciones ac-
co ut sic sea negro (cf. S. Th. I, q. 14, cidentales.
a. 13 ad 3). A diferencia de las proposiciones d.
i., las modales son aquellas en las que
de facto. Expresión del latín medie- no sólo se enuncia que un predicado
val que, genéricamente, se refiere a lo se encuentra en un sujeto o inhiere en
que es de hecho, es decir, en la rea- él, sino también según qué modo le
lidad efectiva. En su significado más conviene aquél a éste: si posible, con-
estricto, suele circunscribirse al cam- tingente o necesariamente.
po de la causalidad: de facto siempre
implica estar aludiendo a una cosa de intelligentiis. Con esta expresión,
o hecho en tanto efecto de una cau- los autores medievales y los humanis-
sa determinada. Así, por ej., la expre- tas citan cualquiera de estos dos tex-
sión facti species señala el complejo de tos de índole muy diferente entre sí:
elementos necesarios para la produc- el primero se atribuyó erróneamen-
ción de un efecto particular, puntual. te a Avicena, razón por la que figu-
ra muchas veces como obra del Pseu-
de inesse. Expresión lógica que califi- do-Avicena, y su título real y com-
ca determinadas proposiciones: aque- pleto es 1. Liber de causis primis et
llas que simplemente afirman o nie- secundis et de fluxu qui consequitur eas;
gan que el predicado está en el suje- el segundo, es el 2. Memoriale rerum
to; por ej., “El hombre es racional” o difficilium, de autoría incierta, pero que
“Este hombre está enfermo”. En otras muchos atribuyen a Adán Pulchrae
palabras, se trata de las proposiciones Mulieris.
atributivas.
Debe recordarse que el inesse lógi- de secundo adiacente. Cf. copula.
co se funda en un inesse real, es decir,
de tertio adiacente. Cf. copula.
en la inherencia de la cosa significada
por el predicado en la cosa significa- debitum. La Edad Media aplicó es-
da por el sujeto. Dicha inherencia se ta noción a tres órdenes, el 1. físi-
puede fundar en: a) la esencia misma co o natural, el 2. lingüístico, y el 3.
del sujeto, en cuyo caso el predicado moral. En 1. el plano físico o natu-
está contenido de antemano en la de- ral, se entienden los debita como to-
finición del sujeto; por ej., “racional” das aquellas notas ontológicas que le
en “hombre”, según el primer ejem- corresponden a un ente por su esen-
plo dado; o bien el sujeto está con- cia y sin las cuales no podría seguir
tenido de suyo en la definición del perteneciendo al género ni a la espe-
predicado; b) una determinación ac- cie de que forma parte. Así, por ej., la
187 declamatio
extensión es un d. physicum o naturale de las cosas –por ej., lo que hace que
del cuerpo, como el pensamiento lo una rosa sea una verdadera rosa– ra-
es del hombre. De esta manera, se di- dica en la adecuación entre éstas y sus
ce que este ente o aquel tiene las per- respectivas esencias contenidas en el
fecciones debitas por su naturale- Intelecto divino. En cambio, la ver-
za. Por eso, la noción que nos ocu- dad del conocimiento –del que el jui-
pa tuvo también aplicación en con- cio es parte esencial– se da en sentido
texto metafísico. Al respecto, Ansel- inverso, pues radica en la adecuación
mo d’Aosta trae a colación un ejem- del intelecto humano a la realidad
plo dramático: la penetración de los (véase adaequatio). Así pues, la ver-
clavos en la carne de Cristo crucifi- dad ontológica de las cosas no pue-
cado es un d. ontológico, ya que res- de ser causa de la d., desde el momen-
ponde a la naturaleza de los clavos y to en que está garantizada, en prin-
de la carne (cf. De ver. 8). cipio, por el Intelecto divino; en to-
En 2. el plano lingüístico, el térmi- do caso, la imperfección de un ente
no que nos ocupa adquiere una parti- en particular –en cuanto que partici-
cular significación también en la obra pa en mínimo grado de su ejemplar–
anselmiana. En efecto, en su análi- podrá ser ocasión de engaño para un
sis de la noción de verdad, Anselmo hombre que intente conocerlo, pero
se pregunta cuándo es verdadera una no causa. Ésta sólo puede radicar en
significación en el uso del lenguaje, la misma mente de quien juzga. Pero
por ej., cuando se dice “La rosa exis- en esto se ha de tener en cuenta que
te” o “El centauro existe”. Concluye no es el intelecto en sí mismo la causa
que hay rectitudo (véase) del lenguaje del error, puesto que está ordenado a
en el primer caso y no en el segundo, la verdad, predispuesto para ella; son
precisamente porque sólo en el pri- su finitud y contingencia las que po-
mero la significación cumple su fina- sibilitan la falibilidad de la inteligen-
lidad, satisfaciendo así su d. esencial: cia y, por ende, el engañarse.
en la perspectiva anselmiana, éste se
decisio. Voz que aparece más frecuen-
da cuando el enunciado dice lo que
temente hacia el final de la Edad Me-
debe decir (cf. De ver. 9-11).
dia, indica la acción de decidir en el
Desde 3. el punto de vista moral, d.
sentido de juzgar, interpretar, definir
significa obligación de dar o prestar
o determinar. Como se ve, d. perte-
otro, ya sea algo material, ya sea al-
nece más al vocabulario de la vida in-
go moral; por ej., el hombre tiene el
telectual que al de la vida voluntaria
d. morale de amar a Dios, de auxiliar
o libre. Algunos autores medievales
a sus semejantes, etc.
emplearon en este sentido la palabra
deceptio. Se puede traducir por la pa- que nos ocupa, con el objeto de re-
labra “error”, ya que alude al engaño servar la voz decretum para los desig-
en el que cae la mente cuando juzga nios o decisiones divinas. De hecho,
algo sobre lo real de manera equivo- d. equivale al decreto humano, ya que
cada. Ahora bien, aunque con impor- traduce la sententiae latio de los escri-
tantes matices de diferencia, la ma- tores antiguos.
yor parte de los autores tanto del pe-
declamatio. Se designa con este tér-
ríodo patrístico como del escolástico
mino un ejercicio o prueba de retóri-
asumieron que la verdad ontológica
ca a la que debía someterse quien as-
decretio 188
es la ratio por la que el nombre la sig- tricto, y prefieren reservar para ellas
nifica (cf. In II Post. An., l. II; In Met. el nombre de descriptio. Menos discu-
IV, l. 16, n. 14). tible es el caso de aquella proposición
Durante la Escolástica, se han esta- que alude a notas propias de la cosa
blecido las siguientes distinciones al mentada, en cuyo caso, se llama 3.2.
respecto: 1. la d. nominalis o d. quid d. realis propriis; por ej., “el hombre es
nominis es aquella que da cuenta de la un ser capaz de reir”. Pero cuando la
significación del nombre, por el pro- definición real se refiere al modo de
cedimiento de explicarlo con otro vo- ser exclusivo de la cosa y señala los
cablo más conocido. En este sentido, principios quiditativos que la cons-
la d. nominalis muchas veces consiste tituyen, se trata de una 3.3. d. realis
en una mera simplificación; por ej., essentialis. Si los principios menciona-
“ ‘Caridad’ es amor”. Cuando la de- dos son de orden físico, o sea, partes
finición nominal consiste en la acla- entitativas realmente distintas, se es-
ración de las raíces etimológicas del tá ante una definición esencial 3.3.1.
nombre en cuestión, se denomina physica; por ej., “el hombre es una
2. d. verbalis; por ej., “ ‘Filosofía’ es sustancia que consta de cuerpo y al-
amor a la sabiduría”. Con todo, al- ma”. Por el contrario, si tales princi-
gunos autores modernos no recono- pios son partes que se distinguen só-
cerán distinción entre estos dos tipos lo por abstracción intelectiva, la d.
medievales de definición. En cambio, essentialis es 3.3.2. metaphysica; por ej.,
la 3. d. realis apunta ya no al nombre “el hombre es un animal racional”.
que remite a la cosa, sino a ésta mis- La definición real, esencial y meta-
ma, por lo cual se denomina también física es, pues, la definición filosófica
d. quid rei. Con propiedad y claridad, por excelencia y, por ende, la que ha
expresa sintéticamente la naturaleza o planteado mayores problemas teóri-
esencia de una cosa, traducida en su cos. El más importante es el que se
concepto. Si alude a principios exter- refiere al modo de delimitación con-
nos a ella –como su causa eficiente o ceptual. En este sentido, se ha consi-
final–, la definición real será extrínse- derado que, para circunscribir el ob-
ca; por ej., “ El hombre es un ser lla- jeto, es necesario tomar la clase de la
mado a la felicidad”. Si, en cambio, que es miembro y situar esa clase en
los principios aludidos intervienen de el “lugar ontológico” correspondien-
algún modo en la constitución de la te. Esta determinabilidad resulta, en-
cosa, esto es, si son inherentes al suje- tonces, de dos elementos de carácter
to de la d., la definición real será in- lógico: el género próximo y la dife-
trínseca. rencia específica; en el ejemplo prece-
Ahora bien, en este último caso, la dente, “animal” y “racional”, respec-
d. puede referirse no al modo de ser tivamente. Pero hay casos que esca-
de la cosa, sino, colateralmente, a los pan a esta sistematización científica
caracteres que derivan de él, y enton- de la definición esencial, ya sea por-
ces, se tiene la 3.1. definitio realis ex que se encuentran más allá o más acá
accidentibus; por ej., “el hombre es de tal catalogación. En otras palabras,
un mamífero bípedo”. Sin embargo, hay “géneros supremos” que por su
la mayoría de los autores medievales extrema simplicidad trascienden to-
no consideran que estas proposicio- das las especificaciones, y hay tam-
nes sean definiciones en sentido es- bién individuaciones que se encuen-
191 deificari-deificatio
tran por debajo de todos las especies, modus, in fine): aquel en el que el ora-
siendo más bien percibidas antes que dor o el filósofo apoyan su discur-
comprendidas; de ahí la expresión es- so en definiciones. Se ha de subrayar
colástica “individuum ineffabile”. En que, a diferencia de lo que sucede con
ambas situaciones, se abandona to- otro modo, el transumptivus (véase),
da pretensión técnica y se recurre a el término que nos ocupa no se uti-
aproximaciones prácticas: la indica- liza, con esta acepción, en forma ad-
ción, la descripción, la analogía, etc. verbial.
Pero, en rigor, no constituyen defini-
definitum. Voz frecuente particular-
ciones, ya que los escolásticos se atu-
mente en el léxico nominalista en la
vieron, en esto, a la exigencia estric-
Edad Media, tiene los siguientes sig-
ta de que una d. debía determinar lo
nificados: 1. en lo que toca a las rea-
que un nombre significa o lo que un
lidades individuales, es aquello cu-
concepto es. De ahí que también ha-
yas partes esenciales quedan expresa-
yan sostenido que “d. non sit negati-
das en la definición (véase definitio);
va”. En efecto, distinguieron también
2. un término convertible con la de-
la d. positiva de la d. negativa, carac-
finición, en cuyo caso lo definido es
terizando esta última como “qua rei
un concepto, esto es, la especie. Así
natura terminis negativis declaratur”,
lo expresa, por ej., Guillermo de Oc-
o sea, como la definición que dice lo
kham (cf. Quodl. V, q. 20).
que la cosa no es; por ej., “el espíri-
tu no es extensión”. Sin embargo, a deformitas. Cf. difformitas.
veces es necesario recurrir a ella, pre-
cisamente porque, como se ha seña- deificari-deificatio. Son voces tí-
lado, no de todos los seres podemos picas de la mística medieval. A par-
decir positivamente qué son, como tir del neoplatonismo post-plotinia-
ocurre con las realidades más simples: no se entiende por d. o théosis la per-
“Prima et simplicia per negationem fecta unión con Dios lograda por
notificantur, sicut dicimus punctum el hombre en cuanto criatura libre,
esse cuius pars non est” (S. Th. I, q. 33, unión por la cual alcanza, a través
a. 4). Por ello, la teología mística pre- de la virtud y la gracia, aquello que
fiere referirse a Dios por d. negativa, Dios posee por naturaleza. Este plan-
porque es infinitamente poco lo que teo de asimilación del alma huma-
de Él se puede decir positivamente; na a lo divino se encuentra especial-
de ahí que se la llame “teología ne- mente en Proclo, quien lo transmite
gativa”. También tienen definiciones a la Cristiandad por su influencia so-
negativas, los términos negativos de bre el pensamiento de Dionisio Pseu-
suyo como las privaciones, por ej., “la do Areopagita. A partir de este ante-
ceguera es el no tener visión”. cedente, se abren dos matices en la
concepción de la d. durante la Edad
definitive. Muchos autores medieva- Media: una de ellas, alcanza su ma-
les –que, por lo demás, suelen prefe- yor desarrollo durante el siglo XII; la
rir a veces la grafía diffinitive– utilizan otra, hacia finales del Medioevo.
este adverbio como equivalente de cir- Respecto de la primera, los místicos
cunscriptive (véase). Cf. también locus. especulativos del siglo XII entienden
la deificación como el estado, llama-
definitivus. Se llama de esta mane-
do por algunos “raptus” y por otros
ra uno de los modi tractandi (véase
deiformitas 192
“extasis” o “excessus”, que resulta del porque no hay en las Personas divinas
ser llevado, como San Pablo, al ter- d. como forma abstracta.
cer cielo (cf. II Cor. 12, 2), en don-
delectatio. Los escolásticos conside-
de el alma tomará parte de la felici-
raron el deleite o la delectación como
dad celestial. En estos autores la d. in-
una de las pasiones propias del ape-
dica, pues, algo súbito, aunque fruto
tito concupiscible (véase appetitus).
de un proceso anterior. Según éste, el
Sin embargo, se ha de tener en cuenta
alma se ha preparado a ser arrebatada
que no limitaron este concepto a las
por el amor de Dios mediante el des-
tendencias específicamente sensua-
precio por la miseria de este mundo.
les. Hay, en efecto, una d. espiritual o
Así, por ej., se expresan Ricardo de San
racional que se traduce generalmen-
Víctor (cf. Ep. ad Sev. 9) y Bernardo de
te en gaudium o fruitio (véanse). Ya
Clairvaux (cf. De dil. Deo X, 28).
en la Patrística, Agustín había habla-
La otra vertiente de este concepto,
do de una atracción hacia Dios por el
más fiel a sus orígenes, es la propia del
amor y por el deleite del espíritu (cf.
siglo XIV y, especialmente, del mis-
In Io. Ev. XXVI, 4), opuesta precisa-
ticismo especulativo de Meister Ec-
mente a la aversio a Deo.
khart. En ella, se traza el camino ha-
Los caracteres distintivos de la d.
cia la d. como un paulatino despoja-
son: 1. está dada por la obtención de
miento de toda imagen o representa-
un bien conveniente a la natural dis-
ción, logrando así el estado del alma
posición humana. Al tratarse de la
libre y, por lo mismo, idéntica a la na-
posesión de un bien y no de una mera
turaleza divina: “Dios me engendra en
tendencia a él, no constituye un trán-
tanto Él mismo y se engendra en tan-
sito, sino un movimiento perfecto, es
to que yo mismo [...] Se trata de una
decir, acabado. En este sentido, se di-
sola vida, un solo ser y una sola obra”.
ferencia del desiderium (véase); 2. al
deiformitas. Término propio, aun- mismo tiempo es, en rigor, un acto
que no exclusivo, de M. Eckhart, instantáneo, pues el movimiento se
la d. señala el núcleo mismo de la opone a la posesión y permanencia
deiformatio. Se trata del intelligere del objeto; así, la d. presupone quie-
(véase) que, a diferencia del ser, en tud, aunque, si el bien poseído está
el hombre es lo único increado, co- sujeto a algún cambio, la d. tendrá lu-
mo lo es en Dios: “ipsum intelligere gar accidentalmente en el tiempo; 3.
est quaedam d. vel deiformatio”, escri- siempre ha de ser acompañada por el
be el maestro dominico en la Solutio conocimiento –hoy diríamos “con-
rationum de praeeminentia intellectus ciencia”– de dicha posesión: un bien
respectu voluntatis. no es deleitable si no se aprehende co-
mo bien y como poseído, ya sea me-
deitas. La deidad es la condición de diante los sentidos –tal el caso de los
Dios y aun Dios mismo. Con todo, deleites corporales–, ya sea median-
los autores medievales cristianos sue- te el alma únicamente. Con todo, es-
len evitar este término por el equívo- to último no conforma, en rigor, el
co teológico a que puede dar lugar. gaudium, es decir, el deleite espiritual,
Como indica su forma, se trata de sino sólo el anímico o afectivo, por
un sustantivo abstracto. Pero no ca- ej., constituye una d. hacer el bien a
be aplicarlo en el caso de la Trinidad los amigos; 4. la causa de la d. radi-
193 demonstrabile
dos los particulares. Sin embargo, en ción particular de este último (véase
este caso no se trata de raciocinio, si- materialiter 1.). Se dice que un térmi-
no de inferencia inmediata por abs- no se toma d. cuando no se lo asume
tracción. En cambio, es 3.2.2. por fundamentalmente en cuanto tal, si-
inducción incompleta, si infiere el uni- no en sus implicaciones; por ej., en la
versal a partir de un cierto número de proposición “El filósofo duerme” se
sus inferiores, siendo 3.2.2.1. perfecta, entiende el sujeto d., puesto que no
cuando da una conclusión universal es tomado en cuanto filósofo, sino en
cierta, 3.2.2.2. e imperfecta, cuando la medida en que ser filósofo implica
sólo procura una conclusión univer- ser hombre y le es natural al hombre
sal probable. dormir. En cambio, en la proposición
“El filósofo busca la sabiduría”, el tér-
denominans. Se califica así al nom- mino “filósofo” se entiende no d., si-
bre del que, tanto según su significa- no reduplicative o formaliter (véanse),
do como según su estructura mate- adverbios que son los opuestos corre-
rial, deriva otro, como iustitia es d. de lativos del que nos ocupa.
iustus. En cambio, esta última palabra
es denominativum respecto de la pri- denominativum. Cf. denominans.
mera. Así, d. es el nombre abstracto
densitas. Con esta voz se designa en
que corresponde a uno concreto.
la Física medieval la cualidad que tie-
denominatio. En sentido amplio, ne algo de poseer mucha materia con-
significa atribución. Para los autores centrada en poca dimensión. Cierta-
medievales, las dos fuentes de la pa- mente, es independiente del peso. Su
labra en cuanto denominación son la opuesto es la raritas (véase).
etimología y el uso. En lo que con-
dependens. Cf. dependentia.
cierne a la primera, el recurso a la au-
toridad de Isidoro de Sevilla es, sin dependentia. Indica, en general, la
duda, lo más utilizado en la Edad relación que subordina una realidad,
Media. En relación con el segundo, llamada dependens, de otra, de modo
cabe señalar que en este período se tal que la primera no puede existir o
distinguió entre el uso espontáneo de darse sin la subordinante. Esto puede
las palabras y la atención deliberada tener lugar tanto en el plano 1. lógi-
que sobre ellas requiere el discurso fi- co, como en el 2. ontológico, o el 3.
losófico. Así, por ej., no es infrecuen- ético. En el 1. orden lógico, cualquier
te encontrar en textos del Medioe- verdad racional guarda dependencia
vo expresiones tales como “nomen respecto de los primeros principios.
mentis a mensurando est sumptum”, en En el 2. orden ontológico, los escolás-
los que se trata de vincular la etimo- ticos, especialmente, han insistido en
logía con la significación que el uso que, por exigencia de racionalidad, la
confiere al término. De este modo, la comprobable contingencia de los se-
d., es decir, la asignación de una pala- res finitos requiere la postulación de
bra a una realidad, acota o precisa la un ser necesario del que precisamen-
propiedad de la primera, esto es, su te dependen. Por último, en el 3. or-
inteligibilidad verbal. den ético, la mencionada precarie-
dad ontológica hace que el hombre se
denominative. Este adverbio es sinó-
vuelva hacia ese ser necesario, es de-
nimo de materialiter según una acep-
197 derisio
cir a Dios, en busca de un referente lidad, y el objeto. Así, por ej., Agus-
absoluto del que depende para regir tín habla de una d. o irrisio Dei, en-
su conducta. Así pues, en cualquier tendiendo por ello el justo desprecio
plano se lo considere, lo dependens de Dios por sus enemigos: en virtud
denota siempre cierta precariedad en de su presciencia, Él conoce y deter-
cuanto falta de autonomía y, por eso, mina la historia humana, burlándose
es necesariamente posterior a aquello de los esfuerzos de los malvados (cf.
a lo que está subordinado. En. in Ps. 2, 3). En sentido negativo,
Los escolásticos han establecido Gregorio Magno se refiere a los sabios
distinciones respecto de este concep- del mundo que se burlan de la sim-
to, concernientes, en particular, a la plicidad de los justos, a propósito de
dependencia ontológica, esto es, en las vicisitudes de Job (cf. Mor. X, 28-
el plano del ser. Así, han hablado de: 29). Más grave es la definición de Isi-
d. causalis o effectiva para referirse a la doro de Sevilla ofrece del irrisor como
subordinación del efecto respecto de aquel que se burla de Dios y aun de
la causa, como en el caso del fuego y sí mismo en cuanto que sigue llevan-
lo caliente; d. subiectiva o accidentalis do a cabo aquello de lo que se arre-
o inhaesiva para señalar la subordina- piente (cf. Sent. PL 83, 619). Beda el
ción del accidente respecto de la sus- Venerable resume estos matices soste-
tancia en la que inhiere, como la de la niendo que el illusor, es decir, el suje-
cantidad en relación con el cuerpo; d. to de la d., es quien, aun conociendo
relativa o fundamentalis para aludir a la palabra divina, la desprecia al no
la subordinación que se da en las rela- ponerla en práctica, y la corrompe a
ciones por el mismo fundamento de través de interpretaciones y enseñan-
éstas, como la filiación depende de la zas perversas; así, subestima tanto la
generación. ira cuanto las promesas de Dios; por
último, también incurre en d. el mal-
dependeter. Cf. absolute. vado que desprecia la simplicidad y la
depositio. Se entiende por d. un tipo pobreza de los demás (cf. Super par.
de convención establecida en una dis- Sal. alleg. Exp. PL 91, 954).
puta escolástica (véase obligatio 1.4). Ahora bien, todo esto responde a
una actitud fundamentalmente des-
depravo. Verbo muy usado en Fi- pectiva que se traduce de diversos
lología y Paleografía: indica que un modos, también el gestual; de ahí que
determinado término ha degenera- una de las manifestaciones de la d. sea
do en otro, ya sea por deterioro del la subsannatio, por la que se entien-
manuscrito utilizado, ya sea por error de el gesto de arrugar la nariz, como
de copia. Así, por ej., Poliziano dice: recuerda Agustín en el lugar citado.
“…sed Maetiani nomen in Marcia- Con todo, paulatinamente la d. ad-
num depravatur a librariis” (Ep. 5, 9). quiere valor específico de pecado de
derisio. Su significado más general es la lengua. En este sentido, Casiodo-
el de “burla”. La exégesis patrística ha ro la define como “voz confusa de ale-
equiparado este término con los de gría que, con inmoderada hilaridad,
irrisio e illusio. Todos ellos denotan hace público un ultraje” (Exp. in Ps.
un conjunto de actitudes, buenas o 43, 14), caracterización retomada por
malas, según el sujeto, su intenciona- Pedro Lombardo (cf. Comm. in Ps.
descensus 198
desciende hacia un concepto de ma- utiliza para atacar a alguien, ese mis-
yor comprehensión y menor exten- mo ente es d. un arma; 2. en relación
sión, mediante la acotación de no- con las acciones, se dice que una ac-
tas o caracteres ulteriores; 2.2. como ción se produce d. cuando se la deter-
causación lógica del predicado en el mina causalmente, por ej., quien pide
juicio, y de la conclusión en el razo- tal libro a alguien, formula su pedi-
namiento. En este último sentido, la do determinate, esto es, formalmente
d. se insertará como término clave pide ese libro; pero sólo llevará a ca-
del racionalismo, que intenta cons- bo la acción de pedirlo d. si logra mo-
truir sobre los conceptos del intelec- ver la voluntad del otro para que éste
to humano una explicación deducti- le dé tal libro.
va de la realidad. Así, el principium
detractio. Muy tempranamente en
rationis determinantis será el princi-
la Edad Media se subrayó el origen
pium cognoscendi et essendi de lo real.
de este término, “detracción”, prove-
Pero con ello se está ya en el horizon-
niente de “detrahere”: quitar. En efec-
te filosófico de la Modernidad: de he-
to, por d. se entendió, en principio, la
cho, el uso mismo de la palabra “de-
palabra o el discurso que niega, dis-
terminación” es más frecuente en los
minuye o calla el bien de alguien,
tres últimos siglos.
convirtiéndolo así en mal. De manera
Desde 3. un punto de vista que se
derivada, pero no menos importan-
podría llamar metodológico, la d. era
te, la sustracción de un bien se puede
el paso final en las disputas escolásti-
sustituir por la imposición de un mal,
cas que se llevaban a cabo en la uni-
o sea, decir un mal de alguien exage-
versidad medieval: el maestro exponía
rando sus alcances o aun inventándo-
el tema de la quaestio (véase in fine).
lo. Desde el momento en que se tra-
Los estudiantes avanzados elaboraban
ta de un pecado de la lengua, tal bien
los pro y contra, es decir, los argumen-
suele ser la fama de esa persona. En
tos que apoyaban la tesis y la antítesis
este aspecto, el exacto contrario de la
respectivamente, de modo de formu-
d. es la adulatio en cuanto que exage-
lar un primer esbozo de solución, ta-
ra el bien ajeno o le añade algo más
rea a cargo de un estudiante que, en
allá de la verdad.
tal función, se llamaba respondens y
La d. tiene, pues, como característi-
solía ser un baccalaureus (véase). Ge-
ca la intervención de tres sujetos hu-
neralmente en una sesión posterior,
manos: el que habla, el que escucha
reexaminaba dichos argumentos para
y el que es objeto de lo dicho, con la
llegar a la d., esto es, a la solución de-
condición de que este último ha de
finitiva y concluyente.
estar ausente. De esta situación de-
determinative. El infijo –iv– señala rivan las dos líneas de definición del
siempre una dirección “subjetiva”, en término que nos ocupa: la primera
el sentido contemporáneo de este úl- ubica en primer lugar la relación en-
timo término. Así pues, a diferencia tre el hablante y el objeto de su dis-
de determinate (véase), d. 1. indica de curso; la segunda enfatiza la relación
algún modo la intencionalidad final entre el hablante y el oyente. De este
proyectada sobre un ente, por ej., una modo, las definiciones del primer ti-
cosa puede ser determinate, es decir, po se concentran en el contenido de la
por su forma, un bastón, pero, si se lo d., esto es, en las palabras pronuncia-
203 deus
das. En las del segundo tipo, se con- que, por definición, no aparece en la
sidera la detracción como una acción primera. Esta nota también contribu-
verbal dirigida a suscitar en quien es- yó a la autonomía de la susurratio res-
cucha una actitud negativa respecto pecto de murmur (véase). Así aparece,
de la persona ausente: lo que impor- por ej., en Alberto Magno. En con-
ta es lo que el detractor intenta pro- cordancia con él, Tomás de Aquino
vocar, no tanto lo que se dice; ni si- señala la gravedad de la detracción,
quiera el tercer personaje en cuestión, ya que, en la mayor parte de los ca-
ya que de él sólo cuenta su ausencia. sos, obedece a una efectiva voluntad
Hasta el siglo XIII, la mayor parte de de perjudicar más que a la ligereza (cf.
los tratados intentaron individualizar S. Th. II-II, q. 73, a. 2).
ese objetivo. Así, Pedro Cantor sostie-
deus. Dado el carácter omniabarcan-
ne que éste radica en provocar odio
te de la idea de Dios a lo largo de to-
y desprecio, o bien disminuir la fama
da la historia del pensamiento patrís-
(cf. Verbum abbreviatum 205, 56).
tico-medieval, se intentará aquí una
Con la madurez de la Escolástica, el
división temática de aspectos muy ge-
objetivo se focaliza en esta última, de
nerales concernientes a esta noción,
manera que la definición tradicio-
remitiendo para puntos específicos
nal de la d. la signa como “denigratio
a otros artículos. Tales aspectos son:
alienae famae per occulta verba”. El
1. los enfoques filosóficos sobre Dios;
detractor quita, pues, a quien lo es-
2. la noción que deriva de la Escritu-
cucha la buena opinión que éste tie-
ra; 3. pruebas sobre la existencia de
ne del prójimo; a su vez, el oyente es
Dios; 4. esencia y existencia divinas;
pasivo de esa sustracción, aunque a
5. la relación entre Dios y el mundo.
menudo participa de ella, mientras
1. Respecto de los enfoques estricta-
que el tercer personaje es denigrado
mente filosóficos sobre Dios, se pue-
mediante palabras que él desconoce
de decir que durante la Edad Media
(occulta verba).
se han dado las tres perspectivas clá-
En el siglo XIII se consagra la pre-
sicas que también las edades sucesivas
eminencia de la definición “intencio-
registran sobre el tema. En este sen-
nal” que, no obstante, incorpora la
tido, los conceptos metafísicos acer-
del contenido. En este sentido, se sal-
ca de Dios en cuanto absoluto se pue-
va la peligrosa proximidad que existía
den dividir en: la idea de Dios como
entre la d. y la denuncia del pecado,
Todo, la idea de Dios como Nada, y
subrayando en la primera la intención
la idea de Dios como Sumo Ser. En
perversa de la difamación. Tomás de
relación con la primera, cabe señalar
Aquino insiste en que el detractor es
que, dado el supuesto teológico que
tal no porque disminuya la verdad si-
atraviesa toda la Edad Media, supues-
no porque intenta disminuir la fama
to cuya base escrituraria no da lugar
(cf. S. Th. II-II, q. 73, a. 1 ad 3). La
al panteísmo filosófico, no se verifican
otra distinción importante concer-
en su transcurso posiciones rigurosa-
niente a este tema es la que diferencia
mente panteístas. Sin embargo, doc-
entre d. y susurratio. Aunque algunos
trinas como la de Erígena plantean la
autores las identifican, otros subrayan
idea de un Dios que, para conocer-
que en la última hay como añadido
se, se despliega en el mundo que, por
una intención de seminatio discordiae
su parte, está en Él; de este modo to-
deus 204
das las cosas son, fundamentalmente, con los datos escriturarios elabora-
teofanías. De manera que, si bien se dos por la teología medieval, las no-
intenta salvar la trascendencia divina, tas bíblicas que ejercieron mayor in-
puesto que todo habrá de confluir en fluencia en los desarrollos filosóficos
la inefable unidad de Dios, se tiene son: la identificación de Dios con el
una suerte de pan-en-teísmo. Tam- ser en el versículo de “Yo soy el que
bién la idea de Dios como Nada apa- soy” o “el que es” (véase esse), su con-
rece en el período medieval. Por cier- dición de Padre universal –que, en
to, no se trata de una negación de su Agustín, por ej., permite concebir el
existencia sino que, al contrario, esta itinerario de la humanidad como un
vertiente subraya en Dios su absoluta todo y plantear así una teología de la
alteridad, al insistir en su carácter de historia– y, sobre todo, su carácter
no-ente, aun cuando éste se entendie- de Creador a partir de la nada (véase
ra como supremo. Por lo demás, es- creatio). En el caso de la teología reve-
te enfoque integra el no ser y el ser lada del Cristianismo, cabe subrayar
en la idea de Dios, y, aunque también que el principal tratamiento concier-
lo hace en cierta medida el primero ne al dogma trinitario, el cual, aun-
que se ha mencionado, la concepción que no está explicitado en el Nuevo
de Dios como Nada se caracteriza por Testamento, obviamente, tiene su ba-
enfatizar en Él la anulación de lo ón- se última en él.
tico y la cancelación de las contradic- 3. En lo que concierne a los pro-
ciones. Esta segunda perspectiva, que cedimientos demostrativos sobre la
podría estar representada por el plan- existencia de Dios, la reflexión filosó-
teo de Nicolás de Cusa, comparte con fica de la Edad Media tomó diversos
la primera el común origen neoplató- elementos necesarios como puntos
nico que se remonta al Pseudo-Dio- de partida para llevarlos a cabo. Tales
nisio, con la consecuente adhesión a puntos de partida dan lugar a pruebas
la teología negativa (véase theologia). –o, dependiendo de la fuerza demos-
Esto lleva a ambas a un rechazo, tam- trativa de los argumentos, vías de re-
bién común, por la tercera perspecti- flexión– acerca de la existencia divi-
va que, grosso modo, ve a Dios como na. Las pruebas son de muy variada
el vértice más alto en la pirámide del índole, variación que responde tam-
ser, es decir, en la constitución onto- bién, como es obvio, a las respectivas
lógica de la realidad. Se puede decir tradiciones filosóficas a las que res-
que el tercer punto de vista, que con- ponden sus autores. En este sentido,
cibe a Dios en cuanto Sumo Ser, Su- entre las principales, se pueden men-
mo Bien, Suma Verdad, etc., es el que cionar: 3.1. la vía que, partiendo de la
ha sido tratado en la vía eminencial, comprobación del deseo de felicidad
esto es, la perspectiva que, partien- natural en el hombre, postula a Dios
do de las notas ontológicamente po- como objeto último de dicha tenden-
sitivas de los seres dados, las potencia cia, según aparece, por ej., en Agus-
al infinito en Dios. Cabe indicar que tín de Hipona; 3.2. el procedimiento
es la más frecuente en los autores me- que parte de una definición, supues-
dievales. tamente unívoca, de Dios y, con su-
2. En cuanto a la confluencia de es- puestos tanto lingüísticos como on-
tos enfoques, en especial del último, tológicos, deduce de ella la necesi-
205 deus
dades no son el ser divino sino ape- buyó a consagrar la precisión en no-
nas –para y desde nosotros– expresio- ciones filosóficas tales como las de
nes muy parciales de su esencia. En origen y causa. Por otra parte, tenien-
ella, dichas propiedades confluyen en do el primero en la nada y la segun-
la actualidad infinita de Dios. Un es- da en Dios, la criatura –y el conjun-
quema argumentativo similar es el to de ellas que constituye el mun-
que aplica Tomás de Aquino respec- do– queda sellada por una copresen-
to del segundo punto de este acápi- cia de ser y no ser: existe en tanto que
te. En efecto, para el Aquinate todo Dios le ha conferido el ser, pero no
ente tiene la composición real essen- es lo que Él es; por eso, como indi-
tia-esse, además de la de materia-for- ca Agustín, de lo creado se puede de-
ma en el caso de los entes sensibles. cir en cierto modo que es, y en cier-
Sostener que también en Dios se da to modo que no es, subrayando de es-
la composición de esencia y existen- ta manera su carácter de contingen-
cia significaría, desde la perspecti- tes. Además, se ha considerar que el
va tomista, atentar de alguna manera pasaje del no ser al ser implicado en
contra su simplicidad. Así pues, afir- la creación a partir de la nada impli-
ma el Aquinate que sólo en términos ca el primer movimiento o cambio
analógicos se puede decir que la esen- que, a su vez, sella el carácter muta-
cia de Dios consiste en el Ser mismo ble del efecto. Así, la elaboración fi-
que subsiste. De ese modo interpreta losófica de la noción de un Dios crea-
el “Yo soy el que es” del libro del Éxo- dor ex nihilo da lugar a la profundiza-
do. Una consideración peculiar al res- ción de las categorías de contingencia
pecto es la ofrecida por Ockham. Pa- y de mutabilidad. Pero el punto cen-
ra este autor, bajo el nombre de Dios tral en esta doctrina es Dios en cuan-
se puede entender o bien un ser supe- to causa cuya eficiencia produce una
rior en nobleza y perfección a todo lo alteridad. Todo pensador medieval,
que no es Él, o bien un ser tal al que de manera más o menos explícita, ha
ningún otro supera en nobleza y per- sentido que una explicación racional
fección. De atenerse a la primera for- del mundo exige un término absolu-
mulación, se puede concluir que no tamente último en la cadena causal,
puede haber más que un solo Dios. Si es decir, una causa prima en sí misma
se parte de la segunda, se puede pro- que sea para el universo causa propia.
bar que Dios existe. Ciertamente, es- Ésta, o sea, Dios, explica el efecto por
to no significa que Ockham adhiera la sola fuerza de su ser, por su identi-
a la demostración de Proslogion II, ya dad consigo mismo y en cuanto que
que sus supuestos son muy diferentes es Acto Puro. En términos medieva-
de los anselmianos; por otra parte, no les, el reconocimiento de esta exigen-
utiliza “maius” sino “melius” y “per- cia es el núcleo y el primer momen-
fectius” (cf. Quodl. I, 1; In I Sent. d. to del conocimiento intelectual natu-
2, q. 10). ral que el hombre tiene de Dios; de
5. Acerca de la cuestión de la rela- ahí que se haya sostenido que Él es el
ción de Dios con el mundo, lo pri- principal objeto de la metafísica.
mero a señalar es la importancia que
devotio. Se define la devoción co-
cobra en este punto la doctrina de la
mo la disposición de prontitud de la
creatio ex nihilo. Esta doctrina contri-
voluntad que se ofrece al servicio de
207 dialectica
Dios. Si bien es, por definición, mo- bio, humana, y radica en la medita-
vimiento interior, también se tradu- ción, ya que de lo contemplado pro-
ce externamente. De hecho, provie- cede el acto de la voluntad (cf. S. Th.
ne del verbo latino voveo, con sus de- II-II, q. 82, aa. 1-3).
rivados votum y votivus, cuyo senti- Ciertamente, durante el Renaci-
do originario es el de dedicar o con- miento, los profundos cambios pro-
sagrar algo a un dios. Ya desde la An- ducidos en la religiosidad dieron paso
tigüedad este sentido primero cobró, a nuevas formas de devoción conoci-
por así decir, una doble dirección. De das precisamente como d. moderna.
un lado, la d. implica una promesa al
dextrum. En el caso de un hombre,
dios, precisamente la de cumplir un
este adjetivo lo califica de “hábil”;
voto cualquiera, por ej., consagrarle
en el de una situación, de “propicia”.
un tempo; de otro, la d. implica tam-
Como neutro, significa “derecha”, así
bién la expresión de un voto, esto es,
como “sinistrum” señala la izquierda.
de un deseo, y el obtener de la divini-
Los escolásticos subrayan el carácter
dad la realización del mismo. En De
de quoad nos (véase) de ambas nocio-
civ. Dei IV, 23, Agustín de Hipona da
nes en las cosas inanimadas, es decir
testimonio de esta segunda acepción
que izquierda y derecha no están en
entre los paganos que, por ej., hacen
las cosas sino en el modo como nos
votos a la diosa Felicidad. Con todo,
relacionamos con ellas; en cambio, en
en el marco de la nueva religiosidad
nosotros, se encuentran secundum se
propia del Cristianismo, se prefirió el
(cf. In Met. V, l. 17, n. 27).
término pietas (véase).
No obstante, durante la Patrísti- dialectica. En el período patrístico,
ca, también se usó d. y se privilegió el la palabra “dialéctica” significó, pri-
primer sentido del término, relacio- mordialmente, dos cosas: 1. la ciencia
nándolo con otros como sacrificium del método que aplica precisamente
(véase). En su comentario al Evange- el conocimiento científico; de ahí que
lio de Lucas, Ambrosio de Milán es- se la entienda aún como el estudio de
cribe que Dios inspira la devoción a las leyes que regulan el discurrir de
los indiferentes con el fin de que és- la razón, es decir, la lógica; 2. tam-
tos, voluntariamente, se dediquen a bién es, como en Aristóteles, la cien-
Él (cf. Super Lc. 9, 53). cia práctica de la discusión. Muy en
Pero fue en la Escolástica cuan- general se puede decir que la prime-
do esta noción se elaboró más des- ra acepción fue la prevalente duran-
de el punto de vista teológico. To- te la Edad Media. Por eso, la d. pasó a
más de Aquino considera la d. un ac- señalar la función lógica característi-
to especial de la religión. Más aún, ca de la mente, esto es, la actividad de
cita la Hist. Rom. de Tito Livio, pa- la razón en su momento discursivo.
ra señalar que ya los paganos llama- Como proceso de razonamiento me-
ban “devotos” a los que se entregaban diato, se opone pues al acto intelecti-
a la muerte para salvar a su ejército. vo que aprehende inmediata o intui-
Recordando lo dicho por Ambrosio, tivamente las relaciones entre los con-
el Aquinate pone la causa extrínseca ceptos. Con todo, y siempre bajo es-
de la devoción en la misma inspira- ta orientación general, se pueden es-
ción divina; la intrínseca es, en cam- tablecer las siguientes especificaciones
dialectica 208
dictio. Es la palabra, en tanto voz ar- decir que da cuenta del significado de
ticulada, que los hombres instituyen cualquier palabra. La gran mayoría de
para expresar su pensamiento. Sobre las veces, como hoy, el d. organizaba
las huellas de estas notas planteadas su contenido presentando los térmi-
por Aristóteles (cf., por ej., De an. II, nos en orden alfabético. Sin embargo,
8) los autores medievales elaboraron la primera vez que se usó en la Edad
la mencionada definición. Así, en pri- Media la voz que nos ocupa para ti-
mer lugar, se destaca la materialidad tular una obra de esta clase, las pa-
del flatus vocis (véase vox), o sea, de la labras se encontraban agrupadas por
pura emisión de un sonido. Pero, en materias, quizá por influencia de las
segundo término, se trata de un so- enciclopédicas Etimologiae de Isidoro
nido que, a diferencia del que emi- de Sevilla. Se trata del D. de Juan de
ten los irracionales, es articulado y es- Garlande, cuyas preocupaciones di-
to ya remite a la racionalidad que es- dácticas, que tuvieron preeminencia
tá detrás de la d. como signo. En efec- en su actuación universitaria en la Pa-
to, ella no se agota en su carácter de rís del siglo XIII, lo llevaban a inten-
tal sino que es transmisor de nocio- tar sistematizar la enseñanza en la Fa-
nes. Con todo, y en tercer lugar, lo cultad de Artes. De gran versación en
fundamental en la d. es que se insti- poesía y música, también escribió un
tuye por convención humana. Esto la D. metricus, léxico que tiene la pecu-
convierte en un signo no natural sino liar característica de estar escrito en
theticum y destinado al uso social. verso.
Importa subrayar esto último para ca-
dictum. En términos generales, alu-
librar la importancia de esta noción
de a lo dicho, en el sentido de lo afir-
en la constitución misma de la socie-
mado, lo propuesto como verdad. Pe-
dad: de hecho, el pacto social no po-
ro ello implica una propositio, o sea,
dría tener lugar sin la posibilidad de
una expresión significativa comple-
que los hombres conozcan los pensa-
ja, de estructura autónoma, en la que
mientos de los demás hombres. Asi-
se predica algo de algo. Como sostie-
mismo, el hecho de no ser un signo
ne, por ej., Pedro Abelardo, la propo-
natural sino instituido convencional-
sición significa “lo que propone y di-
mente hace que su valor de significa-
ce”, y esto último es, precisamente el
ción sea relativo, es decir, variable se-
d. En la proposición “Juan corre” se
gún el contexto. Particularmente im-
afirma como verdadero lo dicho, es-
portantes son en la Edad Media las
to es, que Juan corre. Así pues, el d.
consideraciones que, a lo largo de to-
es el único significado que asegura a
da su obra, hace Pedro Abelardo so-
la proposición su valor de propuesta
bre este tema. Por su parte, Guiller-
de verdad. Si decimos “No tengo nin-
mo de Ockham le asigna el significa-
gún abrigo” y “Carezco de abrigo” la
do de todo signo convencional, ha-
realidad nombrada en estas dos pro-
blado, escrito o –agrega– de cual-
posiciones es la misma, pero no su es-
quier otra naturaleza (cf. Summa
tructura lógica. Por eso, el d. formó
Totius Log. III, 4, c. 2).
parte después de los estudios lógicos
dictionarius.Casi sinónimo de lexicon en la Edad Media. En este orden, se
(véase), el diccionario medieval es, te- lo consideró una parte de la proposi-
máticamente hablando, general, es ción modal. Una proposición (véase
211 didascalicon
propositio 2.2) se llama “modal” cuan- señanza más primitiva del Cristianis-
do enuncia el modus o la manera en mo, la que se supone fue la de los doce
que la cópula liga el predicado con el apóstoles y los discípulos directos de
sujeto. Ahora bien, hay cuatro espe- Cristo. De hecho, es un documento
cies de modos: posibilidad, imposibi- eclesiástico del siglo III, cuyo original
lidad, contingencia y necesidad. Un griego se ha perdido, conservándose
ejemplo de proposición modal según sólo la primera parte de la obra, de-
la primera especie de modo sería: “Es dicada a las Constitutiones apostolicae
posible que Pedro sea un músico”. En (véase constitutio).
este ejemplo, “es posible” indica el
didascalicon. Como ocurre con di-
modo; “Pedro es músico” correspon-
dascalia (véase) este término indi-
de al d. Así pues, en toda proposición
ca la enseñanza, mejor aún, la ense-
modal hay dos aserciones: una que re-
ñanza de base originaria –razón por
cae sobre la cosa misma, vale decir so-
la que probablemente se optó por su
bre la atribución del predicado al su-
versión en griego– o, al menos, tra-
jeto. A ésta se denomina d., para dis-
dicional. Ahora bien, a diferencia de
tinguirla de la otra aserción que recae,
didascalia, que hace referencia a cues-
en cambio, sobre la manera en que se
tiones puramente eclesiásticas, el tér-
realiza esa atribución: el modus.
mino que nos ocupa suele aparecer en
dictum de omni-dictum de nullo. los textos filosóficos de la Edad Me-
Formulaciones, positiva y negativa, dia, especialmente, en los de la Facul-
respectivamente, de un principio fun- tad de Artes en las jóvenes universida-
damental del silogismo, según el cual des medievales. En efecto, D. es el tí-
lo que se afirma o se niega de una cla- tulo de una obra del siglo XII de Hu-
se entera de entes, debe ser afirma- go de San Víctor, donde, hablando
do o negado de cada ente particular siempre de la enseñanza, se aconseja
perteneciente a dicha clase. Las con- su mejor sistematización, particular-
diciones bajo las cuales este principio mente, la dirigida a los monjes. Con
es válido son: 1. que lo que se afirma ello, constituye una suerte de enciclo-
o se niega esté referido a la naturale- pedia de las artes liberales. Los siete
za propia de esa clase de entes, y 2. libros del D. encaran el estudio de és-
que la pertenencia del ente particular tas, además de su aspecto metodoló-
a tal clase sea inequívoca. Los ante- gico, y, estando orientados a la for-
cedentes del principio en cuestión se mación religiosa de los monjes, pro-
encuentran en textos aristotélicos (cf. curan mostrar el camino de la eleva-
Cat. III, 1b, 10; An. Pr. I, 1, 24b 28- ción de las cosas visibles a las invisi-
30). Los escolásticos lo explicitaron bles. Dado que Hugo es un agusti-
diciendo, como hace, por ej., el Aqui- niano y que una de las doctrinas cen-
nate: “Quidquid de omnibus valet, trales de Agustín de Hipona es la de
valet etiam de quibusdam et singu- los vestigios trinitarios en todo lo que
lis; quidquid de nullo valet nec de existe, la mencionada elevación des-
quibusdam et singulis valet” (cf. In de las cosas terrenas culmina en la
Post. An. I, IX). contemplación de la Trinidad. Pero,
más allá de este objetivo último, la
didascalia. De origen griego, este obra conforma uno de los principales
vocablo señala la tradición de la en- y más completos documentos que se
differens 212
poseen acerca de la cultura enciclopé- fieren sobre una base común; por ej.,
dica medieval y de la pedagogía usual entre un perro blanco y un perro ne-
en los siglos centrales de la Edad Me- gro hay una diferencia que está deter-
dia. Por eso, no sorprende que el otro minada, en este caso, por el color. La
título con el que se la conoce sea el d. no es, pues, incompatible con la
de Eruditionis Didascaliæ, libri septem alteridad: se pueden dar, por ej., un
(véase eruditio). caballo blanco y un perro negro (cf.
Met. X, 3, 1054b, 15 y ss.). El origen
differens. Diferente es lo determinado de las diferencias es, pues, el acciden-
por una diferencia (véase differentia) te cualidad.
respecto de otra cosa. Merece una es- Esta noción no sólo juega un papel
pecial mención el tratamiento que ha- importante en metafísica sino tam-
ce Guillermo de Ockham, puesto que bién en el campo de la lógica. Así, en
este autor aborda el problema desde el la Edad Media, desde el punto de vis-
pundo de vista de las cosas differentes. ta metafísico, el problema de la dife-
Éstas pueden ser tales en sentido nu- rencia ha sido tratado en estrecha re-
mérico o bien específico. Dos co- lación con el de la división real (véa-
sas difieren numéricamente cuando se divisio). La d. no puede entender-
son de la misma naturaleza, pero sin se sin la unidad numérica de los ca-
identificarse, por ej., en una sustancia sos distintos y sin la del género al que
extensa, las diversas partes de la mis- pertenecen y del que se diferencian.
ma son numéricamente distintas, co- En el ejemplo mencionado de los dos
mo lo son también dos cosas que, no perros de distinto pelaje, cada perro
conformando el mismo ser, constitu- es uno; a la vez, hay unidad en el gé-
yen totalidades. En cambio, dos entes nero animal al que pertenecen y del
difieren específicamente cuando per- que se distinguen en cuanto caninos.
tenecen a sendas especies diversas. Pe- Desde el punto de vista lógico, esta
ro lo central en lo dicho es que con- noción fue usada al formularse el mo-
forma una suerte de introducción pa- do más general de establecer una de-
ra la tercera acepción que Ockham finición: en efecto, a ésta se llega por
añade: la del differre ratione. Esto se género próximo y diferencia específi-
da cuando la diferencia se aplica sólo ca (véase definitio). Recortando el gé-
a los conceptos, en el sentido estric- nero “animal” con la d. “racional”, se
to que le confiere a esta última expre- tiene la definición de “hombre”. Des-
sión (cf. diversa). de ambas perspectivas a la vez, la on-
differentia. Genéricamente, la d. es tológica y la lógica, Porfirio conside-
lo que distingue una cosa de otra. Los ra la diferencia como uno de los pre-
escolásticos siguieron en este punto la dicables (véase praedicabilia).
doctrina de Aristóteles, quien opone El mencionado autor introdu-
a la identidad tanto la diferencia co- jo además una clasificación de tipos
mo la alteridad. Esta última no con- de d. que fue aceptada más tarde por
lleva determinación; por ej., un perro muchos escolásticos. Éstos hablaron
es, simplemente, otro ser respecto de de: 1. d. communis, que separa acci-
un caballo o un pino. En cambio, la dentalmente una cosa de otra, por
diferencia entre dos cosas implica la ej., un caballo parado se distingue de
determinación de aquello en que di- otro al galope; 2. d. propria, que tam-
213 difforme
Met. III, l.5, nn. 4 y 5). Para Raimun- diiudicare. Cf. iudicare.
do Lullio, en cuyo sistema este térmi-
dilatatio. Palabra propia del vocabu-
no es fundamental, d., es sinónimo
lario de Ricardo de San Víctor, reto-
de principia.
mada por otros místicos especulati-
En sentido más amplio, se entiende
vos. En el mencionado autor, d. ha-
por d. máximas o supuestos, es decir,
ce referencia a la acción de extender-
proposiciones que no son enunciadas
se y profundizarse la agudeza o pene-
en la demostración, pero en virtud de
tración del alma en su captación de
las cuales se conocen las premisas de
las realidades trascendentes. Con to-
ésta última, como escribe Ockham en
do, en la d. no se sobrepasan las ca-
Summa Totius Log. II, 4). Así, por ej.,
pacidades humanas, cosa que sí ocu-
constituye una d. la proposición “To-
rre en la alienatio (véase). Constituye
do lo luminoso es capaz de iluminar”,
el primer grado de la contemplatio en
cuyo contenido sólo se aprehende por
la perspectiva de Ricardo.
experiencia y, por tanto, no se puede
incluir formalmente en una demos- dilectio. En general, significa “dilec-
tración. Pero, es sobre la base de lo ción”. Al referirse exclusivamente al
afirmado por esa proposición que se amor humano, ya Agustín de Hipona
puede proceder a la siguiente demos- había notado que la Sagrada Escritura
tración: “Todo lo luminoso es capaz utiliza de manera equivalente las pa-
de iluminar”, “El sol es luminoso”, labras “amor” y “d.” y los términos de
luego, “El sol es capaz de iluminar”. ellas derivados, negando la identifica-
En Raimundo Lull equivale a “prin- ción de cualquiera de las dos con una
cipios”, sobre todo, en el peculiar uso dirección o bien recta o bien desvia-
lógico que este autor hace de este tér- da del verdadero bien; así –dice– no
mino (véase principia y mixtio). se utiliza “amor” para el “amor ma-
lo” y “d.” para el bueno, sino ambos
dignum. Como es de esperar, la ex-
para ambos objetos indistintamente
presión digna relatu es frecuente en-
(cf. De civ. Dei XIV, 7). Lo cierto es
tre los cronistas medievales para des-
que d. se constituyó en una voz par-
tacar la importancia de lo narrado.
ticularmente frecuente en los auto-
Muchas veces aparece para introducir
res de influencia agustiniana. Ricardo
añadidos o textos complementarios a
de San Víctor la reserva para aludir al
otros ya escritos; así, por ej., Salimbe-
amor exclusivamente espiritual; más
ne de Adam justifica la incorporación
aún, arriesgando una dudosa etimo-
de datos sobre Federico II que antes
logía, hace derivar el término de Dei
no había recogido “quia sunt digna
lectio o Dei electio (cf. In Cant. 19).
relatu, et mihi scribere incumbit” (ed.
En el siglo siguiente, Buenaventu-
Holder-Egger, 205).
ra habla de tres clases de d.: gratui-
digressivus. Es uno de los modi trac- ta, que es la que se profesa a aquél de
tandi, es decir, uno de los diversos quien no se ha recibido nada; debida,
modos de abordar un asunto en el que es la que corresponde a un don;
discurso retórico o filosófico: aquel y mixta, la que mutuamente se tienen
en el que se incluyen digresiones o quienes reciben y donan un amor
ex cursus para retomar después el hi- desinteresado. También distingue en-
lo conductor del tratamiento. tre d. reflexa, con la que el hombre se
217 disamis
entre ellas, y por mera asociación de disparata. Esta voz designa las co-
ideas; en este caso se trata de un d. se- sas vinculadas por un tipo de dife-
cundum successionem, también llama- rencia: aquella en la que los términos
do successivus o inordinatus. En cam- difieren tanto entre sí como respec-
bio, lo que hace al raciocinio es que el to de un tercero; por eso, se denomi-
consecuente viene o deriva del ante- na a tal relación oppositio indetermi-
cedente –unum ex alio–, entonces, se nata, por ej., son cosas d. el león res-
tiene el discurso propiamente racio- pecto del buey pero también respecto
nal, o sea, el secundum causalitatem del caballo. En cambio, en la oppositio
o d. causalis u ordinatus. Este último determinata, dos términos se oponen
tipo es el discurso lógico, en sentido entre sí, pero no lo hacen de modo se-
estricto, que los medievales definie- mejante con un tercero, por ej., frío-
ron como progressus intellectus ex una calor (véase opposita). Cuando se trata
cognitione in aliam. de entes, éstos han de pertenecer a la
Históricamente, los momentos prin- misma especie; cuando la confronta-
cipales de la evolución de este concep- ción es entre especies diversas, es ne-
to, podrían enumerarse del siguiente cesario que éstas pertenezcan al mis-
modo: para los sofistas, el d. se refe- mo género. También se puede hablar
ría al arte de la disputa. La búsqueda de d. respecto de propiedades.
socrática del concepto, en cambio, lo
displicentia. En los textos medieva-
convirtió en germen del método in-
les suele tener la connotación no sólo
ductivo. En Platón es, fundamental-
de la indiferencia, como sucede con
mente, el diálogo del alma consigo
la palabra española “displicencia”, si-
misma que recorre, bajo el estímulo
no que presenta también la nota del
de eros, los cuatro modos de conoci-
desdén. Esta condición en principio
miento, desde las apariencias hasta las
despreciativa hace que el término d.
Ideas en sí. Para Aristóteles, el d. es,
intervenga como componente psico-
en particular, silogismo (cf. An. Pr. I,
lógico en el análisis de la vida mo-
1). Siguiendo el espíritu aristotélico,
ral. Así, por ej., Guillermo de Auxerre
escolásticos como Tomás de Aquino,
menciona la “d. visionis” al comien-
afirmaron al respecto que “intellectus
zo del proceso de la envidia en cuanto
attenditur secundum hoc quod unum
tristeza motivada por el bien de otro.
per aliud cognoscitur” (S. Th. I, q. 58,
Indica así que hay en ella, antes que
a. 3), aclarando que “ratiocinativa
un mirar con malos ojos el bien aje-
vel discursiva est nostra consideratio
no, un no querer verlo. Por eso, subra-
quando ab uno considerato in aliud
ya, es un acto voluntario y constitu-
transimus” (C. G. I, 57).
ye una falta (cf. Summa Aurea II, 2,
Con todo, los medievales, especial-
7, q. 1).
mente, los alineados en la lógica aris-
totélico-escolástica, también maneja- dispositio. Voz propia de la Escolás-
ron una noción de d. que lo entien- tica, la “disposición” asume, en este
de como traducción de lógos. En es- campo del pensamiento, varios sig-
ta última acepción, d. es sinónimo de nificados. Puede ser: 1. la cualidad
oratio, por tanto, se analiza en el ar- que inclina al sujeto, bien o mal, y
tículo correspondiente a esta última lo determina a un fin, que puede es-
palabra. tar constituido por una forma o una
221 disputatio
En ciertos días, que por lo general solucionar los grandes dilemas filosó-
coincidían con festividades religio- ficos y teológicos, mediante una pre-
sas, se permitía a los asistentes elegir via exposición y análisis de, al me-
una o varias cuestiones de cualquier nos, las principales posiciones adop-
orden, para que fueran debatidas por tadas sobre la cuestión, antes de ma-
los maestros. Y así surgió muy pron- nifestar la vera sententia. De otro, to-
to una suerte de subgénero, que con- mó también, en algunos casos, la for-
siste en la disputatio quodlibet (sobre ma de disputaciones litigiosas o con-
“lo que se quiera”) o quodlibetal. Para tenciosas que, en la declinación del
tomar sólo un par de ejemplos, pue- Medioevo, degeneraron finalmente
den recordarse, respectivamente, las en un puro formalismo; de ahí que la
quaestiones disputatae de veritate y las reacción de los humanistas contra es-
doce quodlibeta de Tomás de Aquino. te último se haya referido con desdén
La d. se extendió también a los a la “theologia disputatrix”.
alumnos, a manera de ejercicio pro- Para la estructura formal interna de
puesto, y se cristalizó su procedi- la d. tal como ha quedado reflejada en
miento oral, que guardaba el siguien- los textos medievales, véase quaestio,
te esquema: la discusión se establecía in medio.
entre un defendens que afirmaba una
disquiparantia. Cf. aequiparantia.
tesis, y un arguens que la impugnaba.
Tal impugnación había de probarse disserere. Indica la operación inte-
en forma silogística. El defensor to- lectual por la cual se conoce una cosa
maba entonces el silogismo propues- mediante otra que nos es manifiesta,
to por el impugnador y, o bien conce- procediendo así de lo conocido a lo
día –diciendo “concedo” o “transeat”– desconocido. Se consideran tres mo-
las premisas que consideraba ver- dos del d.: la definición, la distinción
daderas, o bien negaba –advirtien- –esto es, la división o separación– y
do “nego”– las que reputaba falsas, o la argumentación (véanse definitio,
bien discernía –aclarando “distingo”– divisio, argumentatio).
aquellas que juzgaba ambiguas o sólo
parcialmente aceptables. En esta últi- dissimilitudo. Se alude con esta voz
ma situación, la distinción podía re- a la desemejanza en cualquier plano y
ferirse al término medio, al sujeto, o en cualquiera de sus manifestaciones.
al predicado. En el caso de distinguir Con todo, en la literatura patrística y
la premisa mayor, se contradistinguía escolástica, pero especialmente en la
(“contradistingo”) la menor, y se nega- primera de las mencionadas, el térmi-
ba la conclusión. Y aun se podía sub- no d. es éticamente negativo. En efec-
distinguir (“subdistingo”). En el cur- to, suele aludir a la conducta moral
so de la argumentación, solían inter- perversa del hombre que, por ser con-
calarse, por ambas partes, precisiones traria a Dios, ensombrece la seme-
semánticas, peticiones de ejemplos, janza con Él según la que fue creado
declaración y refutación de sofismas, (véase regio).
negación de supuestos, etc. distantia. La distancia es la dimen-
Al finalizar ya la Edad Media, de sión de lo lejano o lo cercano. Se to-
un lado, la d. pasó a designar, como ma en dos sentidos: el primero, que
en Suárez, un modo de presentar y es el originario, local; el segundo, de-
223 distinctio
da es la que se refiere a las virtudes, tre sinónimos. Por eso, se dice que es
fuerzas o potencias que tienen su sede una d. sine fundamento in re. De he-
en algunas realidades, por ej., en el al- cho, las diferencias del ejemplo men-
ma humana, la virtud intelectiva co- cionado de los sinónimos pueden te-
mo distinta de la sensitiva que el al- ner relieve en filología, pero no en el
ma del hombre comparte con la del campo filosófico. La segunda, la dis-
animal. tinción de razón raciocinada dio lu-
El mismo carácter real se atribuye gar, en cambio, a una gran cantidad
a la 1.1.5. d. adaequata y la 1.1.6. d. de matices, en tanto que conlleva una
inadaequata: la distinción real ade- serie de problemas filosóficos. El pri-
cuada es la que se establece entre dos mer punto a aclarar es el que concier-
enteros, o bien entre las diversas par- ne a la misma actividad pensante: és-
tes de un mismo entero; la inadecua- ta se extiende entre el polo de la razón
da es la que diferencia entre un todo y subjetiva, que efectúa la operación de
cada una de sus partes. pensar, y el de las razones objetivas,
En todos estos casos, por tratarse que son las ideas o nociones, efectos
de una distinción real, se está ante lo de dicha operación. Éstas últimas, lla-
que algunos llaman d. positiva, ya que madas rationes formales constituyen el
la negativa, el referirse a la dualidad objeto propio de la distinctio rationis
existente entre una realidad y su ne- ratiocinatae, entendida, pues, co-
gación, aludirá más bien a una distin- mo diversidad o diferencia de repre-
ción de razón. Sobre las clasificacio- sentaciones. También la d. rationis
nes precedentes, ya avanzada la Esco- ratiocinatae puede ser 2.2.1. inadae-
lástica, se hicieron aún nuevos distin- quate o 2.2.2. adaequate. Es inade-
gos. Así, la distinctio realis adaequata cuada cuando varias representaciones
fue subdividida por algunos en 1.1. se dan, por su semejanza, como defi-
5.1. physica y 1.1.5.2. meyaphysica. niciones o descripciones diversas de la
La distinción física se hace sobre par- misma realidad Pero si tales descrip-
ticularidades subsistentes, ya sean ciones o caracterizaciones diferentes
corpóreas o específicas; la metafísi- aluden a una misma realidad, tomán-
ca, sobre los principios constitutivos dola en su relación con otras realida-
de lo particular; por ej., acto y poten- des, dichas representaciones pueden
cia. Pero no todos aceptan esto; así, ser todas verdaderas, y se tiene enton-
la corriente suareciana considera la d. ces una distinctio rationis ratiocinatae
metaphysica propia de la clase de la adaequata; por ejemplo, padre e hi-
distinción de razón, y no de la real. jo pueden indicar a la misma perso-
Con respecto a la 2. d. rationis, la na, que es padre de su propio hijo, e
clasificación básica tradicional es la hijo de su propio padre. Otra diferen-
que discierne entre 2.1. d. rationis ciación es la que se hace entre 2.2.3.
rationcinantis y 2.2. d. rationis d. rationis ratiocinatae maior y 2.2.4.
ratiocinatae. La primera distinción, minor. Si las diferentes realidades atri-
de razón raciocinante, también lla- buidas al mismo sujeto son internas a
mada purae rationis o pure mentalis, él, la distinción entre ellos se llama
es, en general, la establecida por la distinctio rationis ratiocinatae maior o
mente sin que haya en la realidad perfecta; por ej., los caracteres “sensi-
fundamento para hacerla; por ej., es ble” y “pensante” referidos a un solo
la que se da cuando se distingue en- sujeto “hombre”. En cambio, se de-
distrahens 226
divisio. Como tantos otros, el con- dente, por ej., entre cálido y frío res-
cepto escolástico de división puede pecto de sano.
abordarse desde diferentes perspec- Cabe añadir que todas las anterio-
tivas. Comenzaremos por el aspec- res divisiones lógicas constituyen las
to más externo o formal: el lingüísti- distinciones así llamadas “positivas”
co. En este sentido, se habla de 1. d. o “afirmativas”. Pero las hay también
nominis o vocis, que alude al discur- “negativas”: éstas son las que separan
so en el que se disciernen los diferen- per negationem, por ej., la d. que se
tes significados de algún nombre am- da entre “hombre y “no hombre”. El
biguo; por ej., “la palabra ‘osa’ pue- carácter de tópos que tiene este tema
de referirse a una constelación o a un en el pensamiento medieval queda
animal”. Desde el punto de vista me- probado en la prolija clasificación en
tafísico, se tiene también la 2. d. rei, ocho clases de divisiones que ya hace
referida a la proposición o discurso Juan Damasceno.
mediante el que se diferencian las di-
divisivus. Los autores medievales lla-
versas partes de un todo real; por ej.,
maron así uno de los modi tractandi
“En el hombre hay cuerpo y alma”.
(véase modus, in fine) de los temas fi-
En este último caso, no se trata de lo
losóficos: el que se da cuando se ape-
que hoy llamaríamos un “metalen-
la a distinciones –por ej., cuando se
guaje” –como ocurre en el inmedia-
diferencian especies dentro del mis-
to anterior– sino que ya se alude al ser
mo género– las que derivan en clasi-
de las cosas.
ficaciones.
En el 3. lógico, o lógico-metafísi-
co, la d., entendida como distinción docta ignorantia. Expresión que alu-
o separación, se practica 3.1. entre los de a la ignorancia sapiente, o mejor,
géneros y las especies, y entre las es- sabia, varias veces predicada en la his-
pecies y las subespecies, con el fin de toria de la filosofía. El primer ejem-
poder “situar” un ente en el campo plo de ello, y tal vez el más conoci-
total de la realidad. Así, se hace po- do, es el socrático, cuya más acabada
sible su definición (véase definitio), expresión se encuentra en la Apología
concepto con el que el de la d. está platónica. En efecto, con el célebre
vinculado. Esta última acepción, acu- “sólo sé que nada sé”, la ironía socrá-
ñada por Boecio, es la más utilizada tica formuló una concepción de la sa-
(véase partitio). Pero también se apli- biduría como d. i. que se prolongó en
ca 3.2. a los accidentes. En este senti- Occidente y que significó, ante todo,
do, se habla de 3.2.1. la división que un rechazo de los falsos saberes. Ello
se da entre los accidentes posibles o implica una suerte de “vaciamiento”
reales de un mismo subiectum, por previo del alma y su consecuente dis-
ej., entre los conceptos de sano y en- ponibilidad para la adquisición del
fermo respecto de un mismo animal; auténtico saber. Más que una pose-
3.2.2. la distinción que se hace entre sión, la d. i. conlleva, pues, un princi-
los posibles subiecta de un mismo ac- pio, una actitud de apertura frente al
cidente, por ej., entre hombre y ca- conocimiento. Este rasgo, muy pro-
ballo respecto del accidente “sano”; pio del neoplatonismo, se hará recu-
3.2.3. la separación que se opera en- rrente en los autores medievales cris-
tre los accidentes de un mismo acci- tianos alineados en dicha corrien-
doctor 230
E
E. Al ser la primera vocal de la pala- gen etimológico; 4. material, orden
bra nego, esta letra fue empleada por en el que puede indicar 4.1. la mate-
los lógicos medievales para señalar la ria de la que algo está hecho; o 4.2. su
proposición universal negativa. Así estado originario; 5. referencial, pla-
aparece en Pedro Hispano (Summ. no en el cual se puede traducir por
Log., 1, 21 y 4, 18). Su utilización co- “según” o “de acuerdo con”, por ej.,
mo signo, en este sentido, parece re- ex Aristotelis sententia; 6. pasaje de un
montarse al siglo XII, como ocurre estado a otro, por ej., ex beato miser,
con A, I y O (véanse). mutar “de feliz en desdichado”.
Ciertamente, los últimos matices,
e-ex. Se utilizan ambas formas ante
en cualquiera de sus variantes, son
consonante, pero ex aparece siempre
los más utilizados en la literatura fi-
ante vocal. En composición, se con-
losófica. En ellos, la preposición que
vierte en e ante b, d, g, l, m, n, r; o
nos ocupa parece tener el mismo va-
en ec o ef ante f, matizando la signi-
lor que de (véase), pero se ha de hacer
ficación de la palabra simple, en los
una importante salvedad: ambas indi-
siguientes sentidos: 1. privación, co-
can principio, denotando relación de
mo en effrenare; 2. alejamiento de sí,
causa eficiente y material, pero mien-
como en emittere; 3. transición, como
tras ex se limita a señalar la proceden-
en enervare, 4. partida, como en exire;
cia como principio o punto de par-
5. elevación, como en erigere; y 6.
tida, de involucra consustancialidad
acabamiento, como en efficere.
entre dicho principio y lo que de él se
Es en realidad preposición de ablati-
deriva. Así pues, sólo quien suscribie-
vo que, muy en general, indica proce-
ra la teoría emanacionista podría de-
dencia, especialmente, desde el inte-
cir, por ej., que la realidad es de Deo
rior de algo. Así, puede tener un sen-
con el significado arriba mencionado;
tido 1. locativo, y referirse al 1.1. lu-
en cambio, los autores judeocristia-
gar de donde o punto de partida; o a
nos escriben que lo real es ex nihilo y
la 1.2. procedencia como extracción;
no de nihilo.
2. temporal, y aludir al 2.1. momen-
Para la expresión ex persona, véase
to inicial; o al 2.2. tiempo anterior
persona.
del que algo proviene; 3. causal, indi-
cando 3.1. la causa, generalmente in- ebullitio. Es un término de la meta-
trínseca, de algo, por ej., qua ex causa, física y la teología neoplatónicas y, en
o 3.2. la consecuencia que deriva de especial, de la escuela de los domini-
algo; en este sentido, da lugar a expre- cos alemanes. En general, se puede
siones muy fuertemente consecutivas caracterizar como el flujo de ser que
como e quo efficitur o ex quo fit ut, “de procede de la causa primera y que
ello –o de lo cual– resulta que”; tam- obedece a la relación que ésta guarda
bién se aplica para señalar 3.3. el ori- consigo misma. En Eckhart, se trata
239 eductio
tamente –e.– no por el fuego sino por te del predicador; de hecho, la homi-
la calefacción que de éste resulta, ya lía ocupa un lugar central en la e., co-
que el fuego puede estar expuesto a mo ocurre en el cuatro libro del De
ventilación y no generar calor: lo elí- doctrina christiana agustiniano. Así,
cito no se ha de confundir, pues, ni se ha de tener permanentemente pre-
con la producción ni con el produc- sente que involucra tanto la expresión
to, sino con el carácter inmediato del escrita –desde una carta breve has-
acto de producir. En el orden teológi- ta un tratado– como la oral. La e. es
co, también se denomina e. al prin- el arte de expresarse con propiedad y
cipio de la generación del ser, princi- eficacia. La primera nota es exclusiva
pio que es Dios mismo considerado de la noción que nos ocupa; la segun-
en su esencia. da hace que se la incluya como parte
Pero es en el orden psicológico de la rhetorica (véase); de ahí algunas
y ético donde este adjetivo apare- observaciones patrísticas y medievales
ce más frecuentemente calificando sobre la elocuencia que, en realidad,
movimientos apetitivos y, sobre to- son atribuibles a la retórica misma:
do, actos de la voluntad. Así, se llama por ej., cuando Agustín de Hipona
appetitus e. aquel por el cual nos diri- denuncia los casos en que la e. se con-
gimos al bien previamente conocido, vierte en arma de la ambición perso-
en oposición al appetitus innatus que nal (cf. Conf. III, 4, 7) o en un me-
no requiere conocimiento y está de- ro juego vacuo de palabras (cf. ibid. I,
terminado por la naturaleza, como se 9, 15), se está refiriendo, más que a la
da en los irracionales. Se ha hablado e. en su aspecto de uso propio de los
también, y principalmente, de actio términos, a su condición de discurso
elicita voluntatis, es decir de la acción eficaz. En esta dimensión, esto es, en
voluntaria elícita que se opone a la cuanto parte de la rhetorica, la e. tiene
actio imperata. En efecto, la primera un signo moral neutro: su valor de-
deriva directa y formalmente de una pende de la intencionalidad ética de
voluntad libre; la segunda está deter- aquello que se intenta expresar.
minada por la naturaleza. Se ha de La concepción sobre la e. cambia en
notar que también en este orden se la Edad Media, sobre todo, con Juan
verifica lo señalado al comienzo en la de Salisbury, quien traza con nitidez
definición del concepto de e.: nótese su diferencia con la verbositas (véase).
que, en rigor, así como no se puede Para ello, apela fundamentalmente a
decir que el calor es producido por el la ratio y subraya que sólo ésta pue-
fuego sino por la calefacción, con el de volver eficaz y concreta la palabra
mismo rigor formal, tampoco se pue- como instrumento del progreso hu-
de decir que el acto elícito proviene mano. En este sentido, la lógica ha de
del sujeto humano sino, formaliter, respaldar la e. Sobre las huellas de Ci-
de su voluntad. cerón, Juan recuerda que la elocuen-
cia sin sabiduría es vacía; la sabiduría
elictive. Cf. efficienter. sin elocuencia, ciega.
eloquentia. El marco general en el emaculatus. Cf. emendatus.
que se inscribe el significado de este
término es el de la expresión litera- emanatio. Cf. creatio. La voz “ema-
ria. Por eso, está vinculada con el ar- nación” alude a una de las explica-
emendatio 244
ciones metafísicas de la relación en- tural, para que se produzca tal regre-
tre Dios, entendido como lo Uno, y so a lo Uno, es decir, a Dios. Todos
el mundo. En cierto sentido, la teo- los eventos en el universo están des-
ría de la producción del mundo por tinados, por su misma naturaleza y
e. trata de conciliar las exigencias de sin ninguna mediación excepcional,
la inmanencia y de la trascendencia. a volver a la fuente para reconstruir
Quiere salvar la continuidad de lo en ella la unidad absoluta. Incluso to-
real, pero manteniendo las distincio- das las almas, también las de los hom-
nes entre los dos ámbitos. En gene- bres, deben reintegrarse necesaria-
ral, es el proceso por el cual, en vir- mente a lo Uno; así, la individualidad
tud de su propia superabundancia, lo de la persona es trascendida y final-
superior produce lo inferior, sin que mente anulada en una instancia abso-
el primero pierda nada en tal proce- luta e impersonal. Con ello, se tiene
so, en el que, a la vez, se da una cier- otra diferencia –esta vez desde el pun-
ta degradación de lo perfecto a lo im- to de vista soteriológico– con la vi-
perfecto. No se trata, pues, de pro- sión cristiana, que postula la conser-
ducción a partir de la nada, sino de vación de la individualidad más allá
una suerte de autodespliegue sin pér- de la muerte.
dida del ser que en dicho desarrollo Sin embargo, a lo largo de todo
se manifiesta. Por otra parte, lo ema- el largo período patrístico-medieval,
nado tiende a identificarse con el ser hay pensadores cristianos en los que
del cual emana porque, si bien no es se torna visible la influencia neopla-
idéntico al Principio, está implícita- tónica respecto de la e., especialmente
mente contenido en él, aunque es in- a través de Proclo y Dionisio Areopa-
ferior a él. No surge a partir de una gita, junto con temas centrales de la
voluntad libre, sino como efecto ne- especulación plotiniana. Así, por ej.,
cesario de la naturaleza misma del Escoto Erígena tiende a minimizar la
Principio. Lo sigue no temporalmen- distancia entre generación y creación.
te –puesto que la e. es eterna, no se Y muchos siglos después hace lo mis-
cumple en el tiempo– sino ontoló- mo M. Eckhart, autor que, además,
gicamente. Por ello, lo emanado no afirma nuevamente la circularidad del
puede autosubsistir por sí mismo, de- proceso divino.
pende del Principio. Afirmando la in-
emendatio. Dos son los sentidos de
ferioridad de la realidad emanada, es-
este término, según se lo asuma en
ta doctrina intenta insistir en su in-
contexto 1. patrístico o 2. escolásti-
manencia, pero sin negar la trascen-
co. En 1. el primero, forma parte de
dencia del Principio: Dios no es el
la tradición escolar y señala dos ejer-
universo, es su fuente; de ahí que el
cicios: 1.1. la crítica textual, es de-
universo sólo pueda subsistir en él.
cir, la fijación y corrección del texto,
También el movimiento opuesto de
las discusiones sobre su autenticidad,
retorno de lo emanado a su Principio,
etc.; y 1.2. la crítica de estilo, esto es,
está concebido de un modo “natura-
el juicio sobre las cualidades de una
lista”: ese retorno no es menos “natu-
obra, el análisis de su plan, su origi-
ral” que la e. misma, en la medida en
nalidad, etc.
que no se requiere ningún don gra-
2. Tanto en el latín medieval como
tuito, ninguna intervención extrana-
en el humanístico, e. es sobre todo un
245 eminenter
si se diría que “se declina”– según las les. Por cierto, el término e. simplex
formas de las categorías: el ente real no debe confundirse con la expresión
es blanco o negro, alto o bajo, etc., o e. simpliciter que se reserva para el en-
sea que tiene cualidad, cantidad, rela- te tomado en sentido absoluto, es de-
ción, etc. cir, como tal.
Ahora bien, se decía que el ente En cuanto a los términos e. quod
real es el que tiene esencia y existen- y e. quo, aparecen por primera vez
cia. De acuerdo con la distinción en- en Boecio, para quien el primero es
tre essentia y esse, también se diferen- id quod est y alude a la cosa, al en-
ció, teniendo en cuenta lo segundo, te real o res; el segundo es id quo est y
entre e. a se, que es el que no requie- se refiere primariamente a la esencia,
re de causa alguna para ser –y, por en- o sea, a aquello por lo que ese ens es
de, sólo corresponde en rigor a Dios ens. Esta distinción se mantiene hasta
(véase aseitas)– y e. ab alio, que es el el siglo XII, en que Gilbert de la Po-
ente causado. Considerando, en cam- rré sostiene que, por el contrario, el
bio, la esencia, los entes se dividen en e. quod mienta la esencia y el e. quo,
ens per se, que es el que no existe en el esse. Este último sentido de ambas
otro, sino en sí, y ens in alio, que es el expresiones es el que, en el siglo si-
que sólo puede existir en otro, como guiente, asumirá Tomás de Aquino.
la blancura; por eso, se lo llama tam-
entelechia. A través de Cicerón (cf.
bién per accidens (véanse a se, ab alio,
Tusc. I, 10, 22), los autores medievales
in se, in alio). Así, el hombre, por ej.,
asumieron esta palabra que constitu-
es per se animal, y per accidens, puede
ye la transliteración latina de su equi-
ser blanco.
valente griego empleado por Aristóte-
En cambio, es e. rationis aquel cu-
les. Éste utiliza el término en relación
yo ser existe solamente en el enten-
con la sustancia corpórea, para aludir,
dimiento, que lo conoce a modo de
respecto de la sustancia primera, a la
ente, por ej., las privaciones que, co-
forma sustancial, y a todo accidente
mo la ceguera, no tienen un ser en sí
de una sustancia. La del Estagirita es,
mismas, pero son entes respecto de la
pues, una consideración esencialis-
mente que las considera. De esta ma-
ta de la e., punto de vista que cambia
nera, el ente de razón se opone al e.
con el advenimiento del Cristianismo
reale o e. naturae que existe extramen-
y la profundización en la doctrina de
talmente ya sea en acto o en potencia.
la creación. En efecto, ésta lleva a po-
En relación con el concepto medie-
ner el acento en la existencia. Por eso,
val de creación, se habla de e. creatum
cuando los escolásticos aristotélicos
para contraponerlo al e. increatum,
como Tomás de Aquino reasumen es-
expresión que sólo corresponde a
te concepto, lo afirman como el ac-
Dios. También es predicable sólo de
to de existir en cuanto última perfec-
Él el término e. simplex, por oposi-
ción de la sustancia (cf., por ej., De
ción a e. compositum que alude, en la
pot. q. 7, a. 2; S. Th. I, q. 4, a. 1 ad 3
Escolástica, al carácter de compuesto
y q. 8, a. 1). A partir de esto, se consi-
de esencia y existencia propio de to-
do ser creado (véase essentia), además derará el ente tanto desde el punto de
de mentar la composición materia y vista de su esencia como desde el de
forma en el caso de los entes materia- su existencia o actus essendi. Pero és-
te no se entiende a la manera de Avi-
249 entitative
ej., De vera rel. 36-39), quien subra- te del e. radica en unir los conceptos
ya que es el hombre el que se equivo- que se han de distinguir o separar y
ca; no son las cosas por sí mismas las separar los que se debe unir.
que engañan. De manera más o me-
eruditio. Del verbo erudire, cu-
nos explícita, esta distinción se reite-
yo significado es el de formar, plas-
ra en los autores medievales. No po-
mar, instruir, este término señala, en
día ser de otro modo, dada la relación
principio, 1. la enseñanza y, por eso,
directa –aunque de oposición– que se
se acerca a uno de los sentidos de
indicó arriba entre el e. y verum y da-
doctrina (véase). Pero, su acepción pa-
da también la ambivalencia de este
só también al 2. efecto de dicha ense-
último término. En efecto, se ha de
ñanza, indicando así, en general, cul-
recordar que éste mienta tanto el ser
tura, especialmente, la que se incor-
real de las cosas como el conocimien-
pora a través de la instrucción reci-
to recto que de ellas se tiene. Con la
bida. Con esto, se ciñó a lo que hoy
mencionada distinción acerca del ori-
se denominaría “cultura científica”, o
gen del error, la Edad Media no hace
sea, durante el período patrístico es-
sino exculpar a Dios, autor de la ver-
pecialmente, a la relativa a las artes
dad de las cosas, y atribuirlo al hom-
(véase ars).
bre, más aún a la culpa originaria de
la humanidad en Adán. De ahí en esse. Debido a su condición omnia-
más, la Escolástica, de acuerdo con su barcante, el ser o existir no es pasi-
concepción de la verdad gnoseológi- ble, estrictamente hablando, de de-
ca en cuanto adecuación del intelecto finición. Sólo como comienzo, baste
a la realidad, examinó las posibles fa- indicar los dos sentidos más genera-
lencias de aquél que pueden dar lugar les que presenta: uno, débil, lo signa
al e. Así, lo entendió fundamental- como el nexo y la cópula conceptual
mente como inadecuación a la verdad y predicamental entre dos conceptos;
de las cosas. Tomás de Aquino, por el otro, fuerte, y traducible en caste-
ej., considera que el error tiene lu- llano por el verbo “existir” es el que
gar cuando el intelecto emite un jui- lo entiende como verbo que afirma la
cio sobre aquello que ignora (cf. De realidad de algo, el hecho de que a ese
malo q. 3, a. 7). Pero niega la posibi- algo se le asigna la existencia.
lidad del error respecto de los prime- Durante todo el período patrísti-
ros principios, a menos que entre és- co hasta los comienzos de la Esco-
tos y nuestra comprensión interven- lástica inclusive, no se encuentra un
ga un discurso inútil (cf. S. Th. I, q. tratamiento sistemático del vastísi-
17, a. 3; q. 85, aa. 5-6). Con todo, el mo tema del ser. La razón radica en
Aquinate insiste siempre en el hecho que los autores que forman parte de
de que el error tiene lugar, en última dicho período están inscritos de al-
instancia, porque nuestra inteligen- guna manera en la tradición de últi-
cia es limitada, no porque se trate de ma raíz platónica y neoplatónica, en
nuestro intelecto ya que el obiectum cualquiera de sus variantes y deriva-
formale de este último es la verdad o, dos. Y es sabido el carácter esencialis-
dicho en términos vulgares, nuestro ta de esta tradición, en el sentido de
intelecto está “hecho para la verdad”. poner el acento en la esencia, es decir
No pocos autores han insistido en que, desde esta perspectiva, lo real se
que la causa inmediata más frecuen-
esse 252
el género y, por tanto, inferior a éste; Met. II, 1, 1), la Escolástica la iden-
3. el ser atribuido o predicarse; 4. el tificó también con la forma, en cuan-
ser conocido o producido; según Oc- to que con este término se denota la
kham, en este último sentido se dice “certeza”, o sea, aquello que hace cier-
que todas las cosas están en Dios (cf. to un ente en cuanto tal cosa, la de-
Exp. Aurea 46a, 18c). Véase también terminación por la que es lo que es:
inexistentia. “certitudinem quo est id quod est”. Se
la denominó también natura, reto-
essentia. Término que deriva de esse. mando el primero de los cuatro sig-
Respecto de esta noción, sostiene nificados que Boecio atribuye a esta
Agustín de Hipona: “ab eo quod est esse palabra (cf. De duabus naturis I): todo
dicta est essentia” (De Trin. V, 2, 3). aquello que de alguna manera puede
Por su parte, añade Tomás de Aqui- ser objeto del entendimiento, ya que
no: “essentia dicitur secundum quod la cosa sólo es inteligible por su esen-
per eam et in ea res habet esse” (De ente cia expresada en la definición. Pero
et ess. I). De este modo, la e. es una natura se identifica con la e. funda-
primera determinación de la idea ge- mentalmente en cuanto que ésta está
neralísima de esse. Pero, en rigor, es ordenada a la operación u operacio-
lo que constituye a un ente tal cual nes propias del ente del que se trate.
es, en su naturaleza, y lo distingue de La Escolástica estudió, entre otros,
otros que tienen naturalezas diferen- un problema fundamental en rela-
tes. Significa pues la unidad de los ca- ción con este tema: el de la distin-
racteres o notas fundamentales de un ción de esencia y existencia en los en-
ente, unidad que lo determina como tes finitos y en Dios. En los seres fini-
lo que es y no otra cosa. Por ej., los tos, temporales, se distinguió entre e.
caracteres esenciales del hombre son y acto de ser o existir (véase esse). En
“animal” y “racional”, ya que, quita- ellos, la esencia es, según se dijo, lo
das ambas notas o una de las dos, ya que constituye a un ser como lo que
no se tiene hombre, sino a otra cla- es por la unidad de sus notas funda-
se de ente. De esta manera la e. es- mentales, mientras que el esse es el ac-
tá ligada, desde el punto de vista ló- to por el cual una e. se realiza en el es-
gico, a las nociones de género y di- pacio y en el tiempo, o en cualquier
ferencia específica. En efecto, damos otra forma de duración. En cambio,
cuenta de la esencia en la definición y en Dios hay identidad entre e. y esse.
ésta se alcanza precisamente median- Más aún, la esencia de Dios –si de
te la referencia al género próximo y ella puede hablarse– consiste en su
la diferencia específica. Y, como aque- mismo acto de ser, por eso se lo defi-
llo por lo que una cosa se constitu- ne como el Ipsum esse. La tesis de tal
ye en su propio género o especie, es identidad o coincidencia se encuentra
lo que se significa mediante la defi- ya en el De hebdomadibus de Boecio,
nición que indica qué (quid) es la co- y de él la retoma y la desarrolla, es-
sa, suele tomarse como sinónimo de pecialmente, la Escuela de Chartres,
e. el término quidditas. Así se lle- Buenaventura (cf. Col in Hexaemeron,
ga a una caracterización más propia V, 31; In I Sent, d. 8, 1, 1, 2; Quaest
que las mencionadas en primer lu- disp de mysterio Trinitatis, q. 1, a. 1, n.
gar: la e. es “hoc per quod aliquid habit 29), Maimónides, en su comentario
esse quid”. Siguiendo a Avicena (cf.
255 etymologia
al Éxodo III, 14, pero, sobre todo, To- apetitos, tanto el irascible cuanto el
más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 3, aa. 4 concupiscible. Su objeto es el conjun-
y 6; C. G. I, cc. 10-11). to de las acciones humanas, es decir,
Ahora bien, el problema de la com- las voluntarias o libres; su fin próxi-
posición essentia-esse, y, por tanto, el mo es la formación del hombre en la
de la distinción real de ambos ele- recta voluntad; su fin último, la feli-
mentos que constituyen esa compo- cidad o beatitud como goce del Bien
sición, roza otro de gran envergadu- supremo.
ra en la Edad Media: el de la absoluta Hacia el final del Medioevo se dis-
simplicidad divina (véase simplicitas). tinguieron tres métodos principa-
les en la e. en cuanto disciplina: 1.
essentialiter. Término usado, espe- apodicticus, que versa sobre las defi-
cialmente, en lógica, para indicar la niciones, propiedades y causas de la
necesariedad con que un predicado virtud; 2. gnomologicum, que es el
conviene a su sujeto, de manera tal que se apoya en las sentencias, es-
que, sin el primero, el segundo no to es, los preceptos morales de los fi-
puede existir ni concebirse; así, por lósofos; 3. paradigmaticus, que es el
ej., la racionalidad conviene al hom- que recoge y comenta los ejemplos
bre. Por eso, se dice del hombre que de virtud a imitar.
es racional essentialiter o formaliter.
La noción correlativa es accidentaliter, etymologia. La etimología es la dis-
que por oposición, se dice del predi- ciplina que indaga la raíz de donde
cado sin el cual la cosa puede ser al proviene la significación de una pa-
menos concebida; así, por ej., la re- labra. Al respecto son fundamentales
dondez puede concebirse sin la blan- las Etymologiae de Isidoro de Sevilla.
cura. Aun si no siempre convalidadas por
las actuales investigaciones, de hecho,
ethica. En general, la Edad Me- estas etimologías constituyen una
dia prefirió la versión latina moralis suerte de enciclopedia que, redacta-
(véase). Esta voz tiene una etimolo- da en el período patrístico, ofrece un
gía próxima a la del término que nos panorama de lo que la Edad Media
ocupa, refiriéndose ambas al conjun- entendió haber recibido de la Anti-
to de las costumbres, que van más allá güedad. Pero los escolásticos distin-
de la vida animal, como ámbito pro- guieron claramente entre la etimolo-
pio de la humana. No obstante, se re- gía de un término y su real significa-
servó la palabra e. para aludir a los es- ción, atribuyendo a la primera un ca-
critos aristotélicos en particular. Más rácter eminentemente histórico. Así,
allá de eso, e. se suele tomar en senti- por ej., Tomás de Aquino escribe que,
do general y particular. En el prime- a diferencia de la e. que “attenditur
ro, se entiende como toda la filoso- secundum id a quo imponitur nomen
fía o scientia práctica; en el segundo, ad significandum”, la significación de-
mucho más frecuente en la Edad Me- signa la cosa misma a la que se alu-
dia, como aquella parte de la filoso- de, añadiendo que a veces las dos no
fía práctica que trata del sumo bien coinciden. Propone los ejemplos de
y de la virtud. Está orientada a la for- lapis, “piedra”, y ferrum, “hierro”: la
mación del intelecto práctico, las vir- primera proviene de laesio pedis, “le-
tudes intelectuales, la voluntad y los sión del pie”; sin embargo, no se re-
eubulia 256
dece a la Gracia divina. De esta ma- –y así es necesario que el hombre sea
nera, corresponde a otra expresión, animal–. En cambio, se da una nece-
facere quod in se est, es decir, hacer lo sidad ex suppositione cuando la necesi-
que está en uno mismo, lo que se en- dad es hipotética y no absoluta, o sea,
cuentra dentro de los límites natura- cuando, suponiendo que algo se dé,
les del poder de cada uno. es necesario que sea así: por ej., su-
poniendo que Sócrates está caminan-
ex se. Locución que, de hecho, ha si- do, es necesario ex suppositione que,
do usada en textos medievales y tar- mientras lo haga, camine.
do-medievales para significar: 1. que
una nota ontológica deriva de la na- exactivum. Cf. exigitivum.
tural constitución de algo y aun de su
excellentia. La excelencia se consi-
definición, así, por ej., se dice que ex
dera la eminencia en una escala, esto
se la materia es informe; 2. que algo
es, en una serie gradual; en otras pa-
resulta del principio interno de una
labras, es la condición de lo que ocu-
sustancia, por ej., se puede decir que
pa el grado supremo en dicha escala.
un ser animado es móvil ex se, des-
Cabe notar que en los textos medie-
de el momento en que tiene el mo-
vales suele aparecer en el plano me-
vimiento como uno de sus princi-
tafísico, para señalar el carácter onto-
pios intrínsecos; 3. el equivalente de
lógico de aquello cuyo ser es nobilius
quatenus (véase), o qua tale, o ratione
comparado con el de otros. Esto llega
sui, es decir con carácter restrictivo,
al período renacentista, en el que, co-
razón por la que, con este sentido, la
mo es obvio, los humanistas aplican
expresión que nos ocupa se suele tra-
esta voz preferentemente a la condi-
ducir por “en cuanto tal”; 4. el he-
ción del hombre: ejemplo de ello es
cho de que una noción o concepto se
el De excellentia et praestantia hominis
considera abstracta, esto es, extraída
de Manetti.
de los particulares y predicable de és-
tos, así, por ej., la naturaleza humana excessus. Voz muy frecuente en el vo-
ex se se puede predicar de Pedro, Ma- cabulario místico. Con todo, si no el
ría, Pablo, etc. término, por lo menos el concepto de
e. aparece con cierta frecuencia ya en
ex suppositione. Su significado literal
Máximo el Confesor (cf. Ambigua 2).
es “bajo el supuesto” o “bajo la con-
En Ricardo de San Víctor, este térmi-
dición” y forma parte del discurso ló-
no es equivalente de alienatio (véase).
gico y filosófico sobre lo necesario.
Así, indica un estado del alma: aquel
Se aplica, generalmente, para distin-
en el que la belleza de lo que ella con-
guir la necesidad hipotética de la ab-
templa le suscita tal admiración que
soluta (véase necessitas). La necesidad
la lleva a “salir de sí misma”, por lo
absoluta de algo es, por así decir, in-
cual algunos traducen este vocablo
trínseca, puesto que se da en la rela-
por “éxtasis”. Esto último es, en Ri-
ción establecida entre sus términos: o
cardo de San Víctor, la nota esencial
porque el sujeto está implicado en el
del e. mentis. Este autor subraya, ade-
predicado –y así es necesario de mo-
más, que es Dios quien lleva a cabo
do absoluto que cualquier número
tal operación (cf. Benj. Min. 85-86;
sea par o impar–, o porque el predi-
Benj. Maj. V, 16). Con similar sig-
cado entra en la definición del sujeto
nificado usa el vocablo Bernardo de
exculpatio 260
Clairvaux (cf. De dil. Deo X, 28). En Por otra parte, los escolásticos en-
Buenaventura, en cambio, este tér- tendieron, en general, el e. como
mino tiene un matiz distinto: con principio de la similitudo (véase), es
él Buenaventura se refiere, en gene- decir, como aquello a cuya semejan-
ral, a la sobreabundancia de lo divino za algo es o procede.
que, precisamente, excede las capaci- En su sentido más acotado, y sobre
dades naturales del hombre, tanto las la base de esto último, los autores tar-
del entendimiento como las de la vo- do-medievales hablaron de e. como
luntad. Así sucede en la contemplatio de imagen, en la medida en que és-
caliginosa (véase tenebra), o en amor ta es una instancia intermedia entre
extaticus en el que culmina el ascenso el concepto y la cosa objeto de cono-
del alma a Dios (véase sursum actio). cimiento. En efecto, el e. no es con-
Cf. también mystica, in fine. cepto, salvo en la medida en que re-
presenta el objeto; pero tampoco es el
exculpatio. Término propio de la Re- ente mismo, ya que sólo hace las ve-
tórica y el Derecho, más que de la ces de tal.
Ética, en la Edad Media, la exculpa-
ción consiste en admitir haber lleva- exemplariter. Este adverbio es corre-
do a cabo un acto pecaminoso o aun lativo de formaliter (véase), y señala el
delictivo, pero negando culpabilidad modo de ser de algo en cuanto mode-
al respecto. Isidoro de Sevilla señala lo de otra cosa. Así, por ejemplo, en
que en la e. se puede invocar impru- una escultura concluida se encuentra
dencia, azar o necesidad (cf. Etym. formaliter la imagen de César, que
II, 5). preexistió exemplariter en la mente
del escultor.
exemplar. En sentido lato, significa
tanto “modelo” como “copia”. Pero, exemplum. El ejemplo se caracteriza,
filosóficamente, el término fue usa- en términos amplios, como un hecho
do en la Edad Media sólo con el pri- al que se remite para ilustrar una ley
mer significado y, en particular, para o norma general o para volverla intui-
referirse a la Idea platónica en cuan- ble. Los autores medievales han ana-
to e. de las realidades sensibles. Así, lizado este concepto desde diversas
con este vocablo los autores del perío- perspectivas: 1. desde el punto de vis-
do patrístico y del medieval nombran ta lógico, se basaron sobre la noción
la idea existente en Dios, en cuanto aristotélica de paradigma. Para el Es-
principio o ratio de las cosas creadas, tagirita, éste es una inducción aparen-
no siendo ella misma creada sino co- te o retórica, que parte de un enuncia-
eterna con Dios; por ende, incorrup- do particular y pasa a un enunciado
tible e inmutable. Con este significa- general, en el que se generaliza la pri-
do aparece, por ej., en la cuestión De mera premisa. Se trata, pues, de una
ideis del De diversis quaestionibus de especie de argumentación, probable
Agustín de Hipona, y en Buenaven- y no apodíctica (véase enthymema),
tura. A diferencia de otros autores, es- de carácter analógico, en la que lo
te último considera el e. sólo desde el que se afirma de un caso particular, se
punto de vista metafísico que se aca- afirma también de un caso semejante
ba de mencionar, pero no como prin- a él (cf. An. Pr. II, 24). Sobre esta ba-
cipio de conocimiento. se, los lógicos medievales definieron
261 exercitatio
que se suele traducir como “la distin- que admitió una distinción real en-
ción entre esencia y existencia”. tre una esencia meramente posible,
Dos corrientes podrían delinear- y la misma esencia actualmente exis-
se en la discusión: una, cuyo máxi- tente, no todos aceptan –aunque sí la
mo exponente es Averroes, tiene co- mayoría– que haya concebido tam-
mo epígono a Siger de Brabante; la bién una distinción real entre esencia
otra, se anuncia con Avicena y es de- y e. en tanto que esta última impli-
sarrollada por Tomás de Aquino. La ca un ente creado existente en acto.
primera parece hacer de la e. una apa- Pero hay muchos pasajes en los que
riencia o emergencia de la única esen- evidentemente entiende la existencia
cia verdadera, o sea, un modo eterna- como acto inherente a una forma o
mente emanante del único y verda- esencia como a su potencia (cf. por
dero Ser. Averroes, que considera la ejemplo, De ver. q. 27, q. 1; De ent
doctrina de la creación revelada y pa- et ess. cc. 3 y 6; C.G. II, 54; De Pot. q.
ra uso del vulgo, aborda el tema de la 7, a. 2; S. Th. I, q. 4, q. 1). Así pues,
relación entre esencia y existencia, a en todos los entes creados hay com-
propósito de sus comentarios a Aris- posición: en las sustancias separadas,
tóteles. Polemizando con Avicena, la composición se da entre la esencia
que sostenía la distinción real entre o forma y existencia como acto de ser
ambas, afirma Averroes: “substantia (véase esse); en los materiales, además
cuiuslibet unius, per quam est unum, est de esta composición, está la de ma-
suum esse, per quod est ens” (In IV Met. teria y forma, vinculada también con
c. 3). Por su parte, Siger, en la Quaestio las nociones de potencia y acto; De
utrum ens vel esse in rebus causatis esta manera, sólo Dios, que consiste
pertineat ad essentiam causatorum en el mismo Esse, es absolutamente, y
vel sit aliquid additm essentia illorum”, en todo sentido, simple.
concibe la e. como la esencia misma En cambio, Duns Scoto comba-
en su suprema actualidad. tió la distinción real entre esencia y
A esta doctrina se opone la segun- e., sosteniendo que la existencia es
da de las mencionadas, que distingue la determinación última de la esen-
realmente entre e. y esencia, y hace de cia (cf. Op. Ox. IV, dist. 13, q. 1, n.
la primera el acto de la esencia, pero 38). Por su parte, Suárez definió tam-
se trata de un acto que se debe a la ac- bién la existencia como simple esta-
ción divina. Tal posición parte de lo do de actualidad de la esencia: des-
establecido por Avicena, quien definía pués de haber distinguido el ente po-
la existencia como accidens eveniens sible del real, sostuvo que, en el ente
quidditati (cf. Logica I, 2; Met. II, 1, realmente existente, sólo puede dar-
2 y V, 2, 87). Tomás la desarrolla va- se una distinción de razón entre am-
liéndose de las nociones aristotélicas bos, ya que “ens in actu idem est quod
de potencia y acto: la esencia, que es existens” (Met. disp. XXXI, 4, 6).
o tiene un acto en el orden de la sus- Un significado particular presenta
tancia o de los accidentes, es, a su vez, este vocablo en la terminología de Ec-
potencia con respecto al ulterior actus khart, donde se encuentra con la gra-
essendi, en el orden último del ser. fía exsistentia (véase abesse 2).
Con todo, si bien los intérpretes del
existimatio. En líneas generales, y si-
Aquinate coinciden en considerar
guiendo el significado originario que
expectatio 264
exponer es praeter, nisi o similar. Una expressiore. En general, con este vo-
última clase de proposiciones exponi- cablo se alude al modo más perfecto
bles está dada por la 3. reduplicativa, de reproducir los rasgos de un mode-
en la que se han de explicar partícu- lo. En la Edad Media, y especialmen-
las como ut, prout, quatenus, etc., es- te entre los místicos especulativos,
to es, la que contiene expresiones co- se utilizó en el tema de la semejan-
mo ”en cuanto” (véase propositio). Las za del alma humana respecto de Dios.
proposiciones de esta clase son parti- Cuando, por elevación de la prime-
cularmente significativas y frecuen- ra, tal semejanza se profundiza, es de-
tes en los textos escolásticos, habida cir que se da e., entonces, más que
cuenta de los distingos y las acotacio- similitudo, hay una cierta unificación
nes conceptuales que en ellos se en- con Dios, con quien se constituye un
cuentran. solo espíritu. Esto sucede no sólo por
unidad en el querer sino por virtud;
expositio. Cf. commentum, in fine; ella hace que no se pueda querer otra
lectio 3; y lectura. cosa que el bien. Así se lee, por ej., en
expressa. Cf. species II. Guillermo de Saint-Thierry (cf. Ep.
Fr. D.M. 108).
expressio. Voz poco usada en la Edad
Media, la expresión indica, en gene- expressum. En su sentido derivado
ral, un acto del alma –para algunos, de expressio (véase), es un adjetivo que
específicamente, de la mens– por el califica lo que es claro y bien articu-
que ella muestra su capacidad de sig- lado. Por extensión, también desig-
nificarse a sí misma o a alguna otra na lo que está completamente forma-
realidad mediante signos. El concep- do, como en omnibus membris habere
to de e. presenta dos momentos im- expressi.
portantes en todo el período patrís- expulsio. Término frecuente en los
tico-medieval. El primero está dado comentarios medievales a la Física
por la teología agustiniana sobre la aristotélica, señala una forma de mo-
Trinidad, ya que el Hiponense conci- vimiento violento. En ella, lo que im-
be la revelación del Verbo justamente pulsa al proyectil no permanece uni-
como acto por el cual el spiritus se co- do a ese móvil durante todo el lapso
noce y se ama. El segundo momento, que dura el movimiento de este últi-
de características completamente di- mo. Un ejemplo de esta definición se
versas, corresponde a la reflexión de encuentra en Ockham, Summulae in
los gramáticos especulativos, quienes libros Phys. III, 9.
se plantearon examinar la posibilidad
de que la gramática, especialmente expungo. Verbo usado por los filó-
en el aspecto sintáctico, constituyera logos, particularmente en el perío-
la e. de una determinada sintaxis in- do tardomedieval y humanístico, en
telectual, en el sentido de reflejar es- la primera personal del singular, para
ta última. aclarar que han borrado o eliminado
Buenaventura utiliza este término una determinada lectura del texto pa-
con un sentido muy peculiar: en él e. ra sustituirla por otra. Lo hacían me-
designa el acto generador del cono- diante puntos ubicados sobre o bajo
cimiento, esto es, la concepción cog- las letras a eliminar.
noscitiva que culmina en el concepto.
extantia 268
F
fabrica. En 1. líneas generales, este ción hace que la voz reaparezca en di-
término refiere a 1.1. cualquier arte versas expresiones, como aenigmata
manual o mecánica; así, se alude, por fabularum o fabulari similitudine.
ej., a la aeraria f., esto es, el arte u ofi- De hecho, en los textos medievales,
cio de trabajar el bronce; 1.2. de ahí, fabulariter equivale prácticamente a
pasó a significar cualquier artesanía, poetice. La f.se usó como integumentum
aunque no estuviera reconocida entre (véase) o involucrum, es decir como
las artes propiamente dichas; 1.3. el copertura que tenía, pedagógicamente,
lugar donde tales trabajos se llevaban una doble función: de un lado contie-
a cabo, acepción más acotada con la ne, vela y esconde verdades muy pro-
que la palabra pasó a lenguas roman- fundas y fundamentales, para poner-
ces como el castellano. las a salvo de una comprensión im-
En 2. sentido estricto, alude a la perfecta, inadecuada y vulgar, esto es,
architectura (véase), pero, específi- a vilitate.
camente, al saber práctico del cons- En este sentido, cabe recordar que,
tructor. tanto durante la Antigüedad como
en la Edad Media, el saber teórico y
fabula. Relacionada con la raíz fa, la discusión pública, eran patrimo-
que hace alusión al hablar, de don- nio de pocos. Así, Guillermo de Con-
de, por ej., facundus como elocuen- ches considera la f. no sólo un mo-
te, la f. se concibió antiguamente co- do narrativo que, más allá de lo li-
mo la puesta en palabras de una ac- teral, alcanza verdades ocultas, sino
ción o acciones y, por ende, significa un instrumento filosófico. En efec-
esencialmente, relato. Ahora bien, es- to, para él, por medio de la narratio
te último aspecto se fue subrayando fabulosa, los hombres dotados de una
paulatinamente en este vocablo, para visión intelectual más profunda pro-
designar finalmente lo que no es más tegen tales verdades de los peligros de
que palabras. De esta manera, se ne- tergiversación implicados en la divul-
gó en la f. la transmisión de algo real. gación. De otro lado, cierta ambigüe-
Por eso, tanto en la época patrís- dad hermenenéutica en los elemen-
tica como medieval propiamente di- tos de la fábula insta a desentrañar-
cha, la fábula se constituyó en térmi- los, llegando así, quienes están pro-
no técnico del pensamiento imagina- vistos de una preparación adecuada,
tivo. Agustín de Hipona, por ej., para esto es, los filósofos, a tales verdades.
quien, en general, esta palabra tradu- Más aún, a veces, los mismos filóso-
ce el mito griego, la utiliza también en fos expresan sus secretos por medio
el sentido de ficción compuesta con de la narratio fabulosa.
fines recreativos y, sobre todo, edu-
cativos (cf. Conf. I, 10, 16 y Sol. II, facere. En sentido amplio, f. seña-
11, 19). La importancia de esta no- la todo tipo de operación (véase ope-
facti species 272
falsum. Dado que la noción de fal- cial de la f. durante los siglos medie-
so se opone directamente a la de ver- vales se aprecia con mayor precisión
dadero (véase verum) y, por tanto, de- indirectamente, esto es, mediante la
pende de ella, al aplicarse esta últi- gravedad atribuida a la denigración,
ma a diversos planos, lo mismo ocu- que es la detractio (véase). Cabe no-
rre con f. Por eso, se ha hablado de: 1. tar que, a medida que se aproxima el
f. simpliciter para referirse al plano del final de los siglos medievales, la fama
conocimiento, en el que es falso un reemplaza al honor como materia de
concepto o una definición que no dé envidia.
cuenta de lo que la cosa es, o bien que
fas. Antiguamente designó lo que
la conciba como existente cuando no
Dios dice, o sea, el pronunciamien-
lo es o a la inversa. 2. f. logicum, que
to divino. Por eso, se relaciona con
califica al juicio que no corresponde
la justicia divina y no con el dere-
rectamente al contenido que debe-
cho humano, para lo cual el latín re-
ría expresar, aunque esto no significa
servó el sustantivo ius. De modo que,
que para que no haya falsedad la co-
así como el ius est indica lo permitido
rrespondencia deba ser completa, por
por la ley humana, la expresión f. est
ej., las afirmaciones sobre la naturale-
señala lo permitido por la divina.
za divina no expresan sino de modo
Mediante este término, general-
extremadamente imperfecto lo que
mente antepuesto, se señala aquello
Dios es, pero eso no basta para hacer-
que es lícito hacer, en cuanto que, de
las falsas; 3. f. metafisicum, que se da
hecho, no está prohibido. De modo
en un ente que no tiene todas las pro-
similar, nefas (véase) indica lo ilícito.
piedades esenciales que su naturaleza
En el plano religioso, f. alude a la ley
exige o que tiene algo contrario a su
sagrada. Cabe aclarar que, en este úl-
esencia o idea, en este sentido, lo f. se
timo, al pertenecer al plano de lo fác-
asocia a lo deforme; 4. f. morale, que
tico, ninguno de ambos términos, ni
es la falta moral, en cuanto libre, pro-
f. ni nefas, anuncia ni “promete” una
pia de un sujeto humano cuando és-
fundamentación de lo lícito o lo pro-
te se expresa u obra conscientemen-
hibido respectivamente y en cuanto
te de una manera que no condice con
tales.
sus juicios. A este género de falsedad
corresponde la falsitas formalis (véase fatum. El término, muy antiguo, por
falsitas), cuyo acto propio se denomi- cierto, proviene del participio del ver-
na mendacium (véase). bo for cuyo sentido es el de hablar y
aun vaticinar. Así, significa lo dicho,
falsum testimonium. Cf. mendacium.
lo vaticinado. Cuando esto se pone
fama. De la raíz fa, que alude al ha- en relación con el hombre, esto es,
blar, la fama es lo que de alguien se cuando lo dicho o vaticinado es sobre
dice. Así, en la Edad Media se enten- él, se tiene el destino o hado, traduc-
dió por esta palabra, en general, la ciones frecuentes de esta voz.
opinión ajena sobre una persona. En Entre los escritores de la Patrística y
sentido positivo, es el aspecto más ex- de la Edad Media, esta palabra revis-
terno del honor, es decir, este mismo te ambivalencia. En efecto, en primer
en cuanto divulgado y admitido por lugar, tiene el significado que le atri-
los demás. Por eso, la importancia so- buyeron los antiguos: se refiere a la
felapton 276
que diferencia entre f. implicita y f. tos entre ambas, opta por dar priori-
explicita. La primera es la fe en una dad a la fe y cancelar la razón como
verdad que está contenida en otra uno de los términos de la oposición,
que sí es objeto de la fe explícita, de como se da, por ej., Tertuliano; 4.2.
tal manera que la creencia formal en el de la que, percibiendo igualmen-
la segunda verdad implica aceptar la te el conflicto, intenta diluir la fe en
primera. Se trata, pues, de una rela- beneficio de la razón, actitud que se
ción de implicación y no de menor podría ejemplificar en Berengario de
o mayor realidad. Esta última con- Tours; 4.3. el de quienes, como algu-
cierne más a la otra distinción que nos aristotélicos extremos de los úl-
es 2. la que discierne entre f. confu- timos siglos medievales, los denomi-
sa y f. distincta. La fe confusa es la nados “averroístas latinos”, se atienen
del simple creyente que vive los con- a la así llamada “doctrina de la do-
tenidos o datos de fe, sin que le sea ble verdad”, que consiste en consi-
necesario pasar a la formulación inte- derar los dos ámbitos como compar-
lectual y rigurosa de los mismos. En timientos estancos, de manera que
cambio, la fe distinta es la propia del lo que se asume como verdadero en
docto, que aspira a un conocimiento uno de ellos puede no considerarse
que contribuya a precisar aquello en tal en el otro; 4.4. el de los que con-
lo que cree. Otra distinción frecuen- sideran la fe como supuesto de la ra-
te es 3. la que media entre f. infusa y zón, posición que siguen –ciertamen-
f. acquista. La fe infusa es una dispo- te con diferencias de matiz– Agustín
sición natural que inclina a creer en de Hipona y Anselmo d’Aosta (véase
los artículos de fe sin que medien ni credo ut intelligam y fides quaerens
la experiencia ni la razón; la segunda, intellectum); 4.5. el de quienes dis-
en cambio, es múltiple y específica- tinguen prolijamente entre ambos
mente distinta porque corresponde a campos y determinan los alcances y
cada artículo de fe; así, se es cristiano economía propios de cada uno para
por fe infusa, y se cree, por ej., en la detectar su compatibilidad, criterio
transustanciación por fe acquista. ejemplificado en Tomás de Aquino.
Párrafo aparte merece, dentro de
fides quaerens intellectum. “La fe
este tema, un leitmotiv del pensa-
en busca de la intelección o com-
miento medieval. En efecto, uno de
prensión” es una expresión acuña-
los temas capitales de las especulacio-
da por Anselmo d’Aosta o de Can-
nes filosóficas en la Edad Media fue
terbury, quien la utiliza como sub-
el de 4. la relación entre la f. y la ra-
título de su Proslogion (cf. Proemio,
tio, que se traduce, en último térmi-
in fine). En ella, recoge el principio
no, en la relación entre theologia y
agustiniano del “creo para entender”
philosophia (véanse). Al respecto, se
(véase credo ut intelligam), percibien-
podría decir que cada autor de los
do en él fundamentalmente la rela-
períodos patrístico y medieval pre-
ción fe-razón. El interés de Ansel-
senta una posición propia. Con todo,
mo por dicha relación queda histó-
y en pro de la síntesis, dichas posicio-
ricamente justificado por el hecho de
nes podrían esquematizarse en cinco
que él representa el máximo esfuerzo
grandes grupos: 4.1. el de la posición
del siglo XI en pro de la conciliación
que, subrayando los posibles conflic-
de la fe con la dialéctica. De ahí que
281 fieri
ria y forma. 3. f. raro es expresión que ta acepción la emplea, por ej., Alain
se usa para indicar que algo se da rara de Lille en el Anticl. III, 226. Técni-
vez, pero no porque, de hecho, no se camente, se la ha definido como ipsa
produce con frecuencia, sino porque corporis circunscriptio. Aun cuando
es infrecuente que su causa lo pro- son innumerables los modos en que
duzca; así, por ej., no se puede decir puede terminar una extensión corpó-
que un eclipse f. raro, puesto que, da- rea –y, por ende, innumerables las fi-
da la causa, siempre tiene lugar. Por guras posibles–, se ha hecho la distin-
eso, esta última expresión se vincula ción básica en rotundam y angulatam.
con la noción de fortuna (véase). La f. se constituye, pues, en una cua-
lidad de la extensión. En cambio, y
figmentum. En general, se llamó así siempre en este orden, se entiende
al ente de razón, es decir, al que no por “forma” la imagen o species exter-
tiene ni existencia real ni fundamento na del cuerpo que resulta de la dis-
en la naturaleza, y, sin embargo, res- posición de sus partes. Justamente,
ponde a ésta en cierto modo, por así cuando tal disposición es armoniosa,
decir, proporcionado. Son figmenta, se tiene formositas (véase, in principio).
por ej., el centauro o la sirena. Gui- Para mostrar la polivalencia del tér-
llermo de Ockham da una caracteri- mino según los diversos órdenes en
zación más acotada de esta voz (véa- los que esté inserto, remitiremos a la
se fictum). mención que se hace de este término
figura. Escolásticamente, la palabra en el ya citado Anticlaudianus II, 85.
“figura” se ha usado, básicamente, en En 3. el plano de la retórica, indica,
tres órdenes: 1. el lógico, 2. el geomé- en general, un recurso expresivo que
trico y físico, y 3. el retórico, parti- puede ser, por ej., una comparación.
cularmente, en sentido alegórico. En En este plano, el valor más importan-
1. el plano lógico, f. es la ordenación te del vocablo que nos ocupa está da-
de los tres términos de un silogis- do en la Edad Media por la alegoría
mo, según se ubiquen en el sujeto o como figura literaria, especialmen-
en el predicado de las premisas (véase te aplicada a la Escritura. Esto revis-
syllogismus 1). te una gran importancia en la exége-
Por su parte, Guillermo de Ockham sis bíblica. En tal contexto, f. alude al
se refiere a la f. dictionis como una símbolo que, en cuanto signo remi-
falacia o paralogismo (véase falla- te a otro significado que se conside-
cia 1.) ocasionado no sólo por la di- ra el que realmente importa captar.
versidad de términos y la diversidad Lo mismo vale para el relato que, en
de las cosas que ellos significan, sino su literalidad, habla, no obstante, de
también por la diversidad de sus modi otra cosa. En este sentido, los escolás-
significandi (véase modisti, in fine) y ticos han subrayado la ambigüedad
aun de sus accidentes gramaticales de la f. que oculta y, a la vez, revela.
(cf. Summa Totius Log. III, 4, 10). Por eso, llamaron “figurans” a la pri-
En 2. el plano geométrico y físico, mera función, y figuratum al signifi-
f. alude a lo que hoy entendemos por cado al que la f. remite. Más aún, sos-
tal en ese orden, o sea, los límites de tuvieron, como lo hace Tomás, que la
la extensión de un cuerpo, que lo ha- primera constituye una occultatio útil
cen cuadrado, circular, etc. Con es- en la Escritura, mientras que de lo fi-
283 finis
ción, que se relaciona con 5. las capa- f. es aquello que tiene el mínimo gra-
cidades operativas del agente. En este do de ser (cf. En. VI, 4, 14; V, 5, 11).
sentido de habla de: 5.1. f. naturalis: Posteriormente, esta desvalorización
es aquel que una naturaleza puede se tornó el punto de partida de un iti-
conseguir con sus solas fuerzas, como nerario de retorno a lo infinito y, por
en el ejemplo citado; y 5.2. f. super- ende, de un camino de salvación. Es-
naturalis, que se menciona en el cam- te camino, si bien metafísico, asumió
po teológico, porque es aquel que no una formulación religiosa con el ad-
puede alcanzar la criatura por sí mis- venimiento del Cristianismo.
ma, sino que exige la gracia, por ej., la En el marco del pensamiento cris-
visión intuitiva de Dios. tiano, se desarrolla el concepto de lo
f. como criatura de Dios, aun sin re-
finitum. En el plano lógico, esta voz currir específicamente al plano de la
se traduce por “definido”; en el me- fe. En esta línea, que va desde Agus-
tafísico, por “finito”. 1. En el primer tín a Tomás, y que se extiende has-
sentido, alude a los términos –sustan- ta mucho después de Pascal, la espe-
tivos, adjetivos sustantivados y ver- culación sobre el tema gira en torno
bos– tal como ellos aparecen normal- de la determinación de la estructura
mente, sin estar precedidos de “non”. y posición de lo creado, afirmándose
Así, se opone a lo dicho en infinitum constantemente su pobreza ontológi-
1 (véase). Al contrario de lo que ocu- ca pero, a la vez, su excelencia por ser
rre con los términos indefinidos, los obra del Ser mismo.
definidos en cuanto tales no ofrecen En esta última línea, el pensamien-
problemas lógicos. to medieval ha elaborado el tema de
2. Más se ha trabajado sobre el se- los bienes finitos. Así, por ej., para
gundo sentido de f. Por oposición a Ockham, un bien f. es un bien que la
lo infinito (véase infinitum 2), es de- voluntad puede amar perfectamente,
cir, a lo ilimitado, lo finito designa, pero sin encontrar en él su comple-
en general, lo que tiene algún tipo de to reposo. A la vez, la voluntad puede
límite. amar a Dios sin estar plenamente sa-
Conviene recordar que, en la Anti- tisfecha, dado que puede aún amar lo
güedad, fue muy vivo entre los filóso- creado. De esta manera, Ockham no
fos griegos el sentido de cuanto tie- considera posible probar, por este ca-
ne exactitud de medida, forma o lí- mino de causa final, que Dios es infi-
mite. Por eso, concebían lo f. como nito (cf. Quodl. VII, q. 14).
algo perfecto y, correlativamente, ad-
judicaban imperfección a lo infinito. firmamentum. La etimología que
Así, para Platón, las ideas son límite, tanto los autores del período patrís-
considerando cada una como “medi- tico como del escolástico atribuye-
da respecto de medida” (cf. Fil. 24- ron a la palabra “firmamento” la ha-
25a). Aristóteles, por su parte, enseña ce derivar de firmis y esto fue cru-
que el límite se predica de toda sus- cial en las consideraciones sobre el
tancia, porque es lo que la determi- tema. En efecto, algunos, como Ba-
na y la hace definible (cf. Met. IV, 17, silio, entienden este último término
1022a 4-13). en el sentido de denso y sólido (cf.
La concepción originaria se revier- In Hexaem. 3); así, conciben el f. co-
te en Plotino. En efecto, para éste, lo mo aquella parte del aire en que se
flatus vocis 286
los peligros graves y se soportan los nium” a la que les es propicia para di-
más arduos trabajos. De este modo, ferenciarla claramente de la primera.
como señala Tomás de Aquino, cons- La f. fue tratada en relación dialéc-
tituye una virtud especial, en cuanto tica con el tema de la libertad huma-
que posee materia determinada (cf. S. na. En tal sentido, desde Boecio has-
Th. II-II, q. 123, a. 2 c). ta Maquiavelo, la cuestión filosófica
fundamental versó sobre los alcances
fortuna. Proviene del verbo fero, una y límites de aquélla en orden ya sea a
de cuyas acepciones es “comportar”. capitalizar la fortuna propicia, ya sea
Así, la fors, la suerte, es la acción de a neutralizar los efectos de la adver-
com-portar, o sea, lo que ella lleva sa. Por otra parte, dado que el nom-
consigo, aquello que el destino com- bre y el concepto mismo de f. tienen
porta. La expresión Fors F. indica, un matiz más “pagano”, las concep-
pues, la suerte divinizada. ciones medievales centraron su aten-
Esto constituyó, desde la Antigüe- ción en el casus más que en el término
dad, un desafío a la racionalidad. Por que nos ocupa. Con todo, éste apare-
eso, fue tema recurrente en el análi- ce en Ockham, quien define la f. co-
sis filosófico. En él, la f. se consideró mo una causa que actúa en vistas a
una especie del casus (véase), es decir, un fin, pero que, además de este úl-
del azar. En efecto, según Aristóteles, timo, obtiene un efecto que se da ra-
a quienes los autores medievales tam- ramente (véase fieri, in fine). Así, por
bién han seguido en este punto, la ej., un hombre va al mercado para lle-
fortuna se distingue del azar en cuan- var a cabo sus negocios y no para en-
to que la primera tiene lugar en las contrarse con su deudor, quien acude
acciones humanas y el segundo atañe allí raramente: si lo encuentra, se dirá
también a las cosas. Así, es por azar que es un efecto de la f. (cf. Quodl. I,
que en un templo algunas piedras q. 17).
formen parte del pavimento y otras El tema de la f. reaparece con mayor
del altar (cf. Phys. II, 6, 197b 1). De frecuencia a medida que se aproxima
este modo, la f. sólo toca a los hom- el Humanismo renacentista. El goz-
bres, o sea, a los seres que pueden ac- ne entre ambos tipos de tratamiento,
tuar libremente. Se da cuando una el medieval y el humanístico, está da-
causa accidental, no necesaria ni fre- do por Dante, quien, en Inf. VII, 73-
cuente, interviene en hechos que son 96, la considera una delegada de Dios
producidos con vistas a un fin. Al res- para la administración de los asun-
pecto, se puede ver el comentario de tos mundanos, lo que la f. lleva a ca-
Tomás de Aquino a la Metafísica aris- bo, además, según criterios que nada
totélica (cf. In Met. XI, l. 8, n. 17). tienen que ver con lo que los hom-
Secundariamente, se denomina tam- bres consideran justo. En cambio, en
bién con el mismo nombre al efecto la plenitud del Humanismo, la fortu-
de tal causa. Una derivación curiosa na es desafío a la laboriosidad y di-
de la incidencia de esta noción en el ligencia humanas –así, por ej., en
mundo humano es el empleo que Al- Petrarca (cf. De remediis utriusque
berto Magno hace de ella. En efecto, fortunae, passim) y en Leon Battista
Alberto no sólo denomina “infortu- Alberti (De familia II)– o a la virtud
nium” a la fortuna adversa a los hom- humana, como en Maquiavelo (cf. El
bres sino que también llama “eufortu-
293 frui
Príncipe c. 25). Particular relieve ad- sólo para los seres racionales. En efec-
quiere la dialéctica fortuna-virtù en to, en éstos se da la potencia intelec-
este último, para quien la segunda tiva que conduce racionalmente –hoy
–concebida sobre el fundamento del diríamos “conscientemente”– hacia el
coraje, la inteligencia y la percepción fin. Ahora bien, el conocimiento del
dei tempi– puede y debe explotar en fin puede ser perfecto, si se tiene la
beneficio del poder los vaivenes de la noción universal de finis y de bonum;
primera. pero será imperfecto, si únicamen-
te se conoce el bien inmediato, o sea,
fructus. Es un término que cobra lo que se siente como fin, tal como
particular importancia en Buenaven- ocurre en los animales por el instin-
tura. Sobre la base de su etimología, to. Por eso, Agustín de Hipona escri-
que lo vincula con el frui y la fruitio be que sólo los hombres gozan, aun-
(véanse), esto es, con el gozar y el que no es absurdo pensar que las bes-
deleite, este autor reserva el sustan- tias también se deleitan de algún mo-
tivo f. para la vida espiritual, en cu- do (cf. De doctr. christ. XX).
yo ámbito expresa el gozo espiritual Desde la época patrística se enten-
que acompaña el acto realizado por dió el gozar de algo como el adherir a
la virtud. una cosa por amor a ella misma. Con
frui. Verbo que significa “gozar”. Su esa acepción aparece en el Hiponen-
efecto es la fruitio, en cuanto espe- se (cf. ibid. I, 3). Pero se han de dis-
cie de la delectatio (véanse). Los auto- tinguir aquí dos planos: el de facto y
res medievales han insistido en la re- el de iure. Según el primero, es de-
lación etimológica de estos vocablos cir, de hecho, cualquier realidad pue-
con fructus: el fruto es lo que se espe- de ser amada; pero según el segundo,
ra del árbol en último lugar, precisa- sólo se ha de amar aquello que, por
mente para gustar de él. Por eso, refi- sí mismo, constituye el bien máxi-
rieron la fruitio al deleite que se expe- mo y, por ende, es de suyo el fin últi-
rimenta al obtener aquello a lo que en mo del hombre. De acuerdo con es-
última instancia se aspira, esto es, el te planteo, lo único que hace ética-
bien deseado. Su obtención es, pues, mente mala la vida de un hombre es
la raíz del deleite; por otra parte, en el mal uso y el mal gozo (cf. ibid. I,
cuanto bien es objeto de amor, de 4). Gozar mal es, pues, amar como
manera que la noción de gozar que- fin último aquello que, por su jerar-
da vinculada con la de amor y, por quía ontológica, no puede constituir
ende, con la de appetitus (véase). Co- tal fin. De ahí que Agustín distinga,
mo el fin o bien son objeto del ape- como lo hace en el De civ. Dei XV,
tito, el f. fue considerado acto pro- 7, 1, al miembro de la ciudad terrena
pio de la potencia apetitiva. Sin em- del miembro de la celeste, por los ob-
bargo, tanto en el período patrístico jetos de uso y de gozo que cada uno
como en el escolástico, se entendió de ellos elige (véase usus-uti). De he-
que la acción de disfrutar no perte- cho, el primero es aquel que pretende
nece sólo ni tampoco esencialmente a usar a Dios –por ej., mediante el rue-
la potencia apetitiva, ya que acotaron go– para gozar del mundo; el segun-
la acepción del término con el requi- do, el que usa del mundo como de
sito de la conciencia, reservándolo así una escala para gozar de la presencia
divina.
fruitio 294
Esta concepción pasa a la Escolás- dece al relieve que adquiere entre di-
tica, y así se encuentra, por ej., que chos autores la noción de f. Dei (véase
la distinción entre el f. de Dios y el contemplatio). Como la fruición per-
uti de las cosas es considerada por Pe- fecta corresponde únicamente al fin
dro Lombardo tan fundamental que ya poseído realmente, mientras que
la incluye en sus Sententiae como ba- la imperfecta es del fin poseído sólo
se de importantes distinciones éti- en la intención, se comprende que la
cas. Habida cuenta del carácter cru- perfecta f. Dei sólo haya de darse en
cial de esa obra para la evolución fi- la vida bienaventurada (cf. S. Th. I-
losófica y teológica posterior, la doc- II, q. 11, aa. 1-4). En cambio, la f.
trina del f.-uti fue asumida por la ma- imperfecta es aquella parcial, puntual,
yor parte de los escolásticos cristia- a la cual se llega como culminación
nos de los siglos XIII y XIV. Ejem- del acto libre, en la que la voluntad
plo de ello es el hecho de que Gui- descansa en el fin conseguido, es de-
llermo de Ockham considera el f., cir que consiste en el goce del bien
en sentido estricto, el acto beatífi- particular que se perseguía en ese ac-
co último, privilegio de los bien- to voluntario.
aventurados (cf. In I Sent. d. 1, q. 2). Por su parte, Guillermo de Ockham
atiende en especial a la f. perfecta y
fruitio. Como efecto de la acción de considera, contra Durando de San
gozar, la fruición es el delite o delectatio Porciano, que ella tiene por objeto a
(véase) en el fin o bien poseído. A lo Dios mismo y no la visión beatífica
señalado en el artículo frui respecto de Dios (cf. In I Sent. d. 1, q. 4).
de las nociones con las que ésta se re-
laciona, hay que añadir la distinción frustra. En sentido general, significa
escolástica entre el sentido estricto y “en vano”. En sentido estricto, se de-
lato de f., distinción que concierne al fine f. todo aquello que no sigue el fin
concepto de fin como elemento de su que le compete, como señala Tomás
definición. En efecto, los escolásticos de Aquino en In Met. II, l. 1, n. 14.
de orientación más aristotélica afir- Sobre la base conceptual de este tér-
maron que, si bien se llama con pro- mino se han acuñado sentencias como
piedad “objeto de fruición” a lo que es “Deus et natura nihil faciunt frustra”
último absolutamente (véase finis ul- (véase).
timus absolute), también puede serlo
fuga. Cf. aversio 2.
un fin relativamente último, cuya
posesión produce deleite. En esta lí- fundamentum. Originalmente, sig-
nea, Tomás de Aquino ha subrayado nificó la base de un edificio, aquello
que, con todo, estrictamente hablan- sobre lo que reposa una construcción.
do, la voluntad no reposa con pleni- A partir de ahí pasó a la terminolo-
tud más que en el último fin abso- gía filosófica con el sentido genéri-
luto, pues, mientras quede algo que co de aquello que constituye la razón
desear dicha facultad sigue en sus- de ser de algo, en cuanto que contie-
penso, aun cuando haya consegui- ne su justificación o explicación ra-
do una satisfacción momentánea o cional última. La misma noción de f.
parcial. Se distingue así entre f. per- se encuentra ya en Aristóteles, cuan-
fecta y f. imperfecta, respectivamen- do éste dice que creemos conocer ver-
te. La insistencia en esta idea obe- daderamente algo cuando hemos da-
295 futuribilia
do con la causa por la que ese algo de sus conceptos, en el sentido de que
es y no puede ser de otra manera (cf. aquélla es principio de esta última.
An. Post. I, 2, 71b 8). Ahora bien, el
futuribilia. Llámase “futuribles” a
pensamiento patrístico y medieval, al
los futuros (véase futurum) contin-
construirse sobre bases escriturarias,
gentes condicionados, es decir, a los
puso el f., es decir, la causa primera de
hechos futuros que se realizarían si
todo lo que es en Dios, y asumió esta
se diera una cierta condición. El te-
operación como supuesto, de mane-
ma dio lugar a una de las más pro-
ra que no utilizó este término con fre-
longadas discusiones de la última Es-
cuencia, prefiriendo, especialmente
colástica. Se trata de saber, específi-
para las cosas contingentes, el de cau-
camente, qué clase de conocimien-
sa (véase). Con todo, el término que
to tiene Dios de esta clase de sucesos.
nos ocupa aparece en dos expresiones
La polémica tuvo dos interlocutores
de extrema importancia en la Escolás-
principales: la corriente tomista, que
tica. Ellas son: 1. cum f. in re, por la
también incluía a algunos escotistas;
que se entiende que aquello de lo que
y la molinista. Los primeros acepta-
se trata, por ej., una elaboración con-
ban la distinción, mantenida duran-
ceptual no es un puro ens rationis, si-
te mucho tiempo, entre sólo dos mo-
no que encuentra en la realidad su úl-
dos de “scientia divina”: la ciencia o
tima base de sustentación o justifica-
conocimiento de simple inteligencia
ción; así, v.g., el espacio es un sistema
–que es aquel por el que Dios cono-
de relaciones como las designadas por
ce lo posible como posible y cuyo ob-
las palabras “ante”, “bajo”, “detrás”,
jeto son las esencias, las proposiciones
etc., cum fundamento in re. Esto sig-
necesarias y las verdades eternas–, y la
nifica que, aunque tal sistema de re-
ciencia de visión –que es aquella por
laciones sea tejido por la mente hu-
la que Dios conoce los entes y actos
mana, si no existieran realmente co-
actuales en cuanto tales, cuyo objeto
sas entre las que establecer dichas re-
es todo lo existente.
laciones, no se podría hablar de espa-
En este marco, los tomistas nega-
cio. 2. f. in relatione es aquel funda-
ron el conocimiento divino de los fu-
mento en virtud del cual una cosa, a
turos contingentes condicionados,
través de alguna de sus propiedades o
salvo cuando se trata de lo meramen-
potencias, se refiere a otra, como, por
te posible, esto es, de lo que está in-
ej., la paternidad de Pedro es el fun-
cluido en los decretos lógicamente
damento de su relación con Luis en
posibles. Para los molinistas no bas-
cuanto que éste es su hijo. Por eso, el
ta la citada división, ya que deja fuera
fundamento es lo primero en cuanto
el caso de los futuribles por no consi-
sustentación y conexión.
derar lo condicionado, que es precisa-
fundare. Tal como ocurre en castella- mente lo específico de ellos. Así, in-
no con el verbo “fundar”, también en trodujeron una tercera ciencia divina:
el latín escolástico, f. se usó para sig- precisamente la de los f., a la que lla-
nificar el hecho de ser fundamentum maron también “ciencia media”. Se-
(véase) de algo. Así, por ej., se pue- gún la misma, Dios conoce los futuri-
de decir que la diversidad de los efec- bles desde la eternidad, en sí mismos
tos de una cosa fundat la diversidad y antes de todo decreto determinan-
te o absoluto, si bien no antes de todo
futurum 296
decreto lógicamente posible, pues en libres”. Los primeros son los que con-
tal caso, los f. quedarían fuera de lo tienen en sí mismos su propia deter-
posible. Para Luis de Molina, tal co- minación real, aun antes de producir-
nocimiento divino se da por la com- se efectivamente; de los segundos, en
prensión absoluta que tiene Dios de cambio, se supone que no la poseen.
lo condicionado, o sea de todas las Así pues, toda posición determinista
circunstancias que pueden interve- –incluida la forma extrema de la pre-
nir en las acciones libres del hombre; destinación– adhiere a la tesis de los
Suárez, en cambio, se apoya en los re- futuros necesarios.
sultados de tal libertad, es decir que En su análisis del tema, la Escolás-
incluye el conocimiento divino de los tica se basó sobre el tratamiento que
futuribles en la omnisciencia divina: hace Aristóteles de él, en su aspecto
Dios conoce los f. en su verdad “ob- primordialmente lógico. En efecto, el
jetiva”, la cual, como toda otra reali- Estagirita trató el problema de la po-
dad, está eternamente presente para sibilidad de los futuros contingentes
Él. (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. y de la estructura y valor de verdad
14, aa. 5-7; Molina, L. de, Concord., de los enunciados sobre ellos. Las re-
disp L II, passim; Suárez, De gratia, ferencias más frecuentes a este respec-
Prol. 2, c. 9, n. 8). to son De int. IX, 18-27 y De div. per
somn. II, 463b 28-32). En estos pasa-
futurum. En tanto dimensión, el fu- jes, Aristóteles distingue entre “lo que
turo es un elemento constitutivo del será” y “lo por venir”, “lo indetermi-
tiempo (véase tempus), concebible só- nado”, haciendo notar que lo que es-
lo por oposición a otras dos dimen- taba por venir no siempre es lo que
siones: pasado y presente. Lo más im- ahora está sucediendo. En la prime-
portante a subrayar en este concep- ra de las obras mencionadas dice que
to es que su realidad y consistencia se todas las proposiciones son verdade-
basan exclusivamente sobre las de los ras o falsas, con excepción de las que
entes que transcurren en el tiempo, o afirman que algo sucederá o no suce-
sea, sobre las de los sucesos o aconte- derá en el futuro, es decir, de las refe-
cimientos. Así lo señalaba Agustín en ridas a los futuros contingentes. Ta-
su aporemática del tiempo tradicio- les proposiciones no son verdaderas
nalmente entendido. Tal serie de apo- –porque no ha ocurrido aquello de lo
rías lo conduce al célebre cambio de que se trata–, pero tampoco son falsas
sede o interiorización del problema, –porque no afirman que algo no es,
es decir, a medir los tiempos en el al- o no niegan que algo es–. Sin embar-
ma. Y ello, a su vez, lo lleva a pensar go, la disyunción de una de esas pro-
el f. como una expectatio actual del al- posiciones, con su negación, es nece-
ma. (cf. Conf. XI, 14-30 passim). sariamente verdadera. En efecto, pa-
En la Edad Media, la principal ra recoger el ejemplo del Estagirita,
cuestión planteada sobre este tema necesariamente se dará mañana una
concierne al análisis de ciertos enun- batalla naval, o no se dará: ninguna
ciados futuros o supuestamente futu- de ambas cosas es necesaria; lo nece-
ros. Los autores escolásticos los dis- sario es que haya o no haya mañana
tinguieron en futuros necesarios y fu- una batalla naval. El f. necesario está
turos contingentes, a los que llama- contenido en la determinación de la
ron también “libres” o “contingentes
297 futurum
G
garrulitas. Cf. multiloquium. no también de las diferencias específi-
cas. Con todo, no se asimila a lo uni-
gaudium. En líneas generales, tan- versal. Se ha usado el término en dos
tos los autores de la Patrística como planos: 1. el lógico y 2. el ontológi-
los de la Escolástica, han ordenado el co. Desde el punto de vista 1. lógi-
g. en la vida estrictamente espiritual, co, a su vez, se emplea en dos senti-
reservando para lo que hoy se llama- dos: se habla de 1.1. un concepto ge-
ría “goce carnal”, o sea, los placeres neral cuando éste se aplica a todos los
sensibles, los términos voluptas y de- individuos de una clase dada; no de
liciae y, más frecuentemente, delecta- un grupo, pues en tal caso tendría-
tio (véanse). Han insistido en esta dis- mos un concepto colectivo. En este
tinción, entre otros, Avicena (cf. De terreno, “general” sí es lo universal en
an. IV, 5), Juan Damasceno (cf. De fi- tanto que abstracto, pero no en tanto
de orth. II, 13) y Nemesio (cf. De nat. que distributivo. Además, el concep-
hom. XVIII). La mayor parte de los to general puede oponerse a uno me-
pensadores cristianos consideraron el nos general, pero no a uno particular:
g. como uno de los principales efec- “hombre” es más general que “fran-
tos interiores del amor de Dios. Así, cés” o “italiano”. En segundo lugar,
el gozo es causado precisamente por se ha hablado también de 1.2. juicios
la presencia de ese Bien que se ama generales: un juicio es general cuando
y por el hecho de que es participado se refiere a un número indefinido de
por los hombres. En Agustín, Dios individuos.
como objeto de gozo suele aparecer Ahora bien, desde el punto de vista
en un marco de nostalgia por la tar- medieval, y escolástico en particular,
danza con que se produjo en su vi- el carácter abstractivo del pensamien-
da el encuentro con Él, “O tardum g. to humano está justificado y apoya-
meum!”, dice en Conf. II, 2, 2. Con do por la misma estructura de lo real.
todo, el gozo en esta vida es incom- Por eso, en el plano 2. ontológico, g.
pleto, aunque se goza ya con la espe- hace referencia a la modalidad del ser,
ranza del reposo en Dios en la vida pero también al actus essendi en que
bienaventurada, por lo que el hipo- radica toda gradación, ya sea del gé-
nense suele hablar de “g. spei fidelis” nero o de la especie. Así, lo más gene-
en Conf. VI, 6, 10. Por su parte, Tomás ral captado mediante la abstracción es
de Aquino añade que el g. no cons- el hecho de existir.
tituye en sí una virtud sino un efec-
to de ella (S. Th. II-II, q. 28, a. 4 c).” generalissimum. Se califica así al gé-
nero llamado también supremum
generale. Término de cierta ambi- (véase genus 2.1.), es decir, aque-
güedad, lo general indica aquello que llo que, siendo género, no constitu-
prescinde no sólo de lo particular, si- ye especie de otro género; también
299 generatio
dose de toda otra especie animal. De la cual es una especie de dicho géne-
esta manera, toda definición –que da ro. Pero, el género “animal” es una es-
cuenta de la esencia o especie– debe pecie del género “viviente”. Debido a
hacerse per g. proximum et differentiam esto, los escolásticos llamaron 3.1. g.
specificam. immediatum o proximum a aquel al
Durante la Edad Media, se afinó que pertenece directamente la especie
el tratamiento de este tema y, con- de la que se trata: “animal” es el género
secuentemente, la distinción entre el próximo de la especie “hombre”. En
plano metafísico y el lógico del g. Así, cambio, 3.2. g. mediatum o remotum
los escolásticos establecieron cuida- es aquel al que pertenece una especie
dosamente la distinción entre el 1. g. por mediación de otro género: “ani-
naturale o reale y el 2. g. logicum. Me- mado” es el género mediato o remo-
diante el primero se alude a un uni- to de “hombre”, ya que entre esta es-
versal cuya índole debe determinar- pecie y aquel género, se interpone el
se –lo que se intentó definir precisa- de “animal”.
mente en la querella de los universa- Por último, cabe aclarar que los au-
les (véase universale)–; con el segun- tores medievales usaron la expresión
do, se referían a una forma de pre- 4. g. physicum para aludir a la materia
dicación. Especialmente en este últi- prima, por analogía con el género lógi-
mo sentido, distinguieron entre 2.1. co, ya que ambos, aunque en diferen-
g. supremum, 2.2. g. intermedium, tes sentidos, se encuentran en todos
y 2.3. g. infimum. El género supre- los entes materiales compuestos. En
mo es aquel que no tiene otro sobre cuanto al término 5. g. subiectum, lo
sí, por lo cual abarca todas las espe- utilizaron para referirse al objeto for-
cies; se denomina también “generalí- mal (véase formale) de una ciencia, así,
simo”. Algunos autores postulan co- por ej., la cantidad es el g. subiectum
mo género supremo al ente, otros, la de la matemática.
sustancia. El intermedio es el género
geometria. En el período patrístico-
que tiene otros tantos sobre él así co-
medieval, la geometría es una de las
mo por debajo de él, por ej., el gé-
disciplinas o artes (véase ars) libera-
nero de lo “animado” tiene por enci-
les. Junto con la aritmética, la astro-
ma el de lo corpóreo y, por debajo, el
nomía y la música, forma parte del
de lo animal. El ínfimo es aquel ba-
quadrivium (véase) y consiste en el es-
jo el cual sólo se encuentran especies:
tudio de las figuras ideales, tanto las
ejemplo es el género “animal”, ya que
de la geometría plana como las de
bajo él únicamente se hallan las dis-
la geometría del espacio. Su objeto
tintas especies animales.
formal son las demostraciones con-
Siempre desde el punto de vista ló-
cernientes a ellas. Pero la definición
gico, es decir, en el plano de la pre-
más frecuente que se hace de la g. es
dicación, pero desde otro ángulo, se
la que dice ars bene metiendi omnem
consideró género a 3. una clase con
quantitatem mensurabilem, entendien-
mayor extensión y, por consiguiente,
do en el sentido de “extensa” la “can-
menor comprensión que otra (véase
tidad mensurable” mencionada en es-
extensio y comprehensio). De esta ma-
ta definición.
nera, la clase de los animales es un gé-
El principal antecedente filosófico
nero respecto de la de los hombres,
en la literatura medieval al respecto
gloria 302
deciendo libremente sus leyes y ad- Víctor, quien titula una de sus obras
mirando en lo creado la bondad del precisamente De IV gradibus violentae
Creador. Los teólogos medievales han caritatis. En el siglo siguiente, Buena-
hablado también de la g. de los bien- ventura también se sirve de este tér-
aventurados en la vida eterna, tema mino para aludir a la serie de actos o
en torno del cual se ha discutido ex- virtudes de que se reviste el alma en la
tensamente, puesto que remite a disi- ascensión de las criaturas a Dios, se-
dencias en materias como el mérito, rie que, en la perspectiva bonaven-
la predestinación, la Gracia, etc. Cf. turiana, está en correspondencia con
visio 3. las nueve órdenes de ángeles. Puesto
que, en su uso de hecho, implica la
glossa. A medida que la enseñanza noción de serie ascensional, se fue asi-
medieval va ampliando sus horizon- milando cada vez más al concepto de
tes y actividad, la lectio (véase) –en jerarquía.
principio, un acotado ejercicio de lec-
tura– se amplía con interpretacio- gradus. En líneas muy generales, es-
nes a textos clásicos y de los Padres, ta palabra alude a cada una de las dis-
con aclaraciones y comentarios que tintas instancias de lo que es varia-
reciben precisamente el nombre de ble, discontinuo y ordenable de mo-
glossae. Esos comentarios del maestro do creciente y decreciente. Los es-
se consignan sucintamente por escri- colásticos distinguieron entre: 1. g.
to de dos maneras: entre las líneas del mathematicus, que indica cada una de
texto, o en sus márgenes. El primer las 360 partes en las que se dividió el
tipo de glosa se llamó g. interlinearis; círculo; 2. g. physicus, que es la par-
el segundo, g. marginalis. Las glosas te de una cualidad que, repetida ocho
fueron la base de la que después se veces, iguala toda su intensidad (véa-
convirtió en un verdadero género de se intentio, in fine); 3. g. metaphysicus,
literatura filosófica y teológica esco- que señala cada uno de aquellos pre-
lástica: la expositio (véase lectio 3.). dicados mediante los que se ascien-
de desde la ínfima ratio del indivi-
gnome. Los autores medievales deno- duo hasta la suprema ratio del ente;
minaron así al hábito (véase habitus) por ej., en Pedro –como en cualquier
de juzgar en virtud de principios más otro miembro de la especie huma-
altos que los formalmente expresados na– se encuentran estos predicados
por la letra de la ley. Mediante este o “grados metafísicos”: hombre, ani-
hábito, intentaron obedecer a lo que, mal, cuerpo, sustancia.
sin estar explícitamente formulado en Para el significado especial de la ex-
ella, supuestamente respondía a la in- presión g. hierarchicus, véase gradatio.
tención del legislador o, mejor aún, a
la ley natural. grammatica. Voz que deriva de un
escrito del mismo título de Dioni-
gradatio. Es voz propia del vocabula- sio Traces, quien floreció en el siglo
rio místico en la Edad Media. En par- II a.C y publicó ese tratado sobre los
ticular, es usada para aludir a la serie elementos del discurso en griego clá-
de pasos o grados que el ama cumple sico. De hecho, en la Antigüedad, de
en su vía ascensional hacia Dios. Con un lado, la filosofía y, de otro, la fi-
este sentido la utilizan, por ej., Ber- lología se ocuparon del lenguaje hu-
nardo de Clairvaux y Ricardo de San
grammatica 304
Gal. 1, 6). Los dos efectos fundamen- bitos en cuanto perfecciones de las
tales de este don son el volver al hom- cualidades operativas. Éstas tienden a
bre “justo” y el otorgarle el impulso cumplir operaciones dirigidas y pro-
eficiente para que obre en orden a su porcionadas a la vida eterna, pero, en
salvación sobrenatural. Se denomina la medida en que constituyen hábi-
a la primera “gracia santificante”; a la tos, modifican el modo de ser del al-
segunda, “gracia actual”. Cabe seña- ma en la que inhieren. Ciertamente,
lar que, de ordinario, el hombre no junto con esto, la gracia santificante
es consciente de la recepción de estos divina concede la potencia para lle-
dones, aunque perciba sus efectos. var a cabo esas operaciones, por ej.,
Respecto de la gracia santificante o y principalmente, las de creer, esperar
habitual, la Escritura habla de renaci- y amar, es decir, las concernientes a
miento, de nueva creación o de nueva las virtudes teologales (véase virtus 3).
vida, como se lee, por ej., en el Evan- En este sentido, la posición de Oc-
gelio de Juan 3, 5 o en las cartas de kham sostiene que, además de consti-
Pablo a los Gálatas 6, 15. Pero no se tuir la voluntad gratuita de Dios que
trata de que mediante ella el hombre decide acordar la bienaventuranza o
participe de la naturaleza divina en el beatitud al hombre, la g. es también
sentido de volverse consustancial con una cualidad absoluta que reside en
Dios sino que lo hace sólo en cuan- el alma y que se identifica con la cari-
to esta gracia le posibilita alcanzar el dad. Gracia y caridad son, pues, para
mismo objeto del conocimiento y de Ockham, dos términos connotativos
la voluntad divinos. Esta gracia alcan- que designan una misma realidad.
za el intelecto humano mediante la Con todo, y como corolario de su
fe (véase fides) en esta vida, y a tra- posición respecto de la volutad divi-
vés de la visión beatífica (véase visio na, también afirma, contra otros au-
3) en la vida después de la muerte; y tores medievales, que la g. no es con-
toca a la voluntad mediante la cari- dición ni necesaria ni suficiente de la
dad (véase caritas). Tal participación acceptatio (véase), en cuanto que Dios
es real como semejanza o unión con podría, de potentia absoluta, conce-
Dios –la mayor posible– que Él mis- der la beatitud a quien no la posee y
mo opera en el alma. Por eso, Tomás negársela a quien la posee (cf. In IV
de Aquino dice que la g. es “quaedam Sent. qq. 8-9).
similitudo divinitatis participata in La gracia actual es, en cambio, un
homine” (S. Th. III, q. 2, a. 10 ad 1). influjo sobrenatural y transitorio que
En virtud de esta gracia, que incide Dios da al alma para que ésta pue-
en la esencia del alma, tiene lugar, da obrar, siempre en orden a la sal-
pues, una transformación sugerida en vación. Tiene lugar mediante una ilu-
el locus que dice g. gratum faciens. minación directa e inmediata del in-
Durante la Edad Media, esta doc- telecto y una inspiración de la volun-
trina fue expresada en los siguientes tad. Con todo, la doctrina oficial de
términos escolásticos: la gracia san- la Iglesia no se ha expedido acerca de
tificante pertenece al accidente de la la naturaleza de la g. actualis. Sí, en
cualidad, añadido a la sustancia –el cambio, lo ha hecho respecto del ori-
alma– pero realmente distinto de ella; gen de la gracia. En este sentido, los
más precisamente, pertenece a los há- escolásticos en particular hablaron de
307 gubernatio
H
habere. En la terminología escolás- primera de las posibilidades mencio-
tica, este verbo, que se suele traducir nadas del h. dio lugar al concepto de
como “tener”, aparece con dos signi- habitus, mientras que la última derivó
ficados fundamentales: en primer lu- en el de habitudo (véanse).
gar, indica 1. el estar algo o alguien Ockham es quizá quien más se re-
provisto de algo que, en general, re- mite a la presentación aristotélica es-
sulta del arte o la industria; por ej., bozada al comienzo de este artículo.
estar armado, vestido, etc. En tal sen- Con todo, añade el uso de este verbo
tido específico, el término correspon- en expresiones tales como que la es-
de a la décima categoría aristotélica, pecie habet un género, una diferencia,
según la lista más extensa de las que una definición; el género habet espe-
el Estagirita ofrece en Cat. 7, 1b 25 cies y diferencias; la causa, efectos,
(véase praedicamentum 3.3.1). En se- y viceversa; la ciencia, un subiectum
gundo lugar, y en sentido más am- y un obiectum (véanse), etc. (cf. Exp.
plio, el presente verbo puede corres- Aurea 86-7).
ponder también al 2. quinto postpre-
habilitas. Esta voz, cuyo significado
dicamento de los que Aristóteles ex-
genérico y originario no remite a ap-
pone en la misma obra, 15, 15b. Di-
titud sino a señal o signo, asume una
ce allí que el tener se toma en diver-
particular importancia en la doctrina
sas acepciones: 2.1. como estado o
de Agustín de Hipona. En efecto, pa-
disposición, en el sentido de poseer
ra el Hiponense, las cosas son seña-
una ciencia o una virtud; 2.2. como
les divinas, ya que en todas ellas ve el
cantidad, en cuanto se tiene tal o cual
reflejo o vestigio de Dios en cuanto
magnitud; 2.3. como lo que rodea un
Creador. Así, el hombre puede valerse
cuerpo; 2.4. como lo que está en una
de las h. para remontarse a Él. Se ha
parte del cuerpo, a la manera, por ej.,
de notar, con todo, que esta elevación
del anillo en la mano; 2.5. como una
a Dios, contemplado en la naturale-
parte misma del cuerpo; 2.6. como
za, pertenece a un momento del pen-
posesión en sentido lato.
samiento agustiniano, pero no cons-
Los escolásticos prestaron particu-
tituye una prueba propiamente di-
lar atención a la segunda acepción,
cha de la existencia divina. Habien-
y estudiaron el h. bajo la expresión
do ya encontrado a Dios, el alma lo
del modus habendi. Ella alude a la
contempla en las cosas que Él ha he-
razón determinada por medio de la
cho (cf., por ej., De lib. arb. II, 16,
cual una cosa está o inhiere en otra.
43). Esta doctrina es retomada por
Así pues, ese modus del tener se pue-
Buenaventura, en cuyo pensamiento,
de dar por inhesión, por continencia
presidido por el Itinerarium mentis ad
o manera de contener, por posesión,
Deum, adquiere un peso aun mayor.
por yuxtaposición y por relación. La
311 habitus
les para aquello que somos capaces de partida por ellos. Tampoco la mate-
hacer (cf. C.G. IV, 77). ria quantitate signata, como proponía
Por su parte, Guillermo de Oc- Tomás de Aquino. Para Duns Escoto
kham elaboró la mencionada distin- lo que individualiza es la “última rea-
ción en el sentido de la preceden- lidad de la cosa”: ultima realitas entis
cia de la potencia respecto del acto y (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 6, n. 15). A esa
de la de éste respecto del hábito (cf. última realidad irreductible del ente
Quodl. III, q. 21). También él subraya llama Escoto h. Así, la “haecidad” es
que el hábito no es una relación sino “illa forma qua totum compositum est
una cualidad absoluta. Como cuali- hoc ens” (ibid. IV, d. 2, q. 3, n. 46; cf.
dad, el h. es importante para el hom- también Rep. Par. II, d. 12, q. 5, nn.
bre que lo posee ya sea de manera de- 1, 8, 13 y 14). Pero cabe aclarar que,
liberadamente adquirida o natural. para el citado autor, entre la naturale-
En este último sentido, se distingue za de la entidad de la que se trata y la
entre el hábito intelectual o intellectus h. no hay una distinción real sino for-
principiorum, que es el de los princi- mal (véase distinctio); por eso, la h. no
pios teoréticos superiores, y h. moralis, añade una naturaleza a la propia de la
que es el hábito de los principios prác- entidad considerada; antes bien, es la
ticos superiores o synderesis (véase). ultima actualitas formae, caracteriza-
Además de estas clases de hábitos ción que es la más precisa para el tér-
adquiridos o naturales, los escolásti- mino que nos ocupa. Se trata, pues,
cos hablaron también en Teología del de una individuación de y no por la
h. infusus o sobrenatural: ejemplos de forma. Así, la individuación escotis-
este último tipo serían los hábitos de ta busca la determinación “completa”
la fe o de la caridad. de lo singular sin recurrir a la existen-
cia o al acto de ser; partiendo de las
haecceitas. Término que proviene de esencias, se erige como la más acaba-
haec, “esto” o “esta cosa”, de manera da actualidad de éstas y como la con-
que, para su versión española, habría dición exigida necesariamente para
que recurrir al neologismo “estidad”. toda existencia posible, que es –re-
Como vocablo técnico fue utilizado cuérdese– sólo de individuos.
especialmente por Duns Escoto para Entre los autores medievales que
referirse al principio de individuación anticiparon larvadamente esta doctri-
(véase individuatio). na, se puede mencionar a los francis-
Para la metafísica de corte aristo- canos de la escuela de Oxford, entre
télico, en la realidad, se dan sólo en- ellos, Tomás de York, y, por otra par-
tes individuales; entre ellos, los cor- te, a John Peckham.
póreos, que son compuestos de mate-
ria y forma. Ahora bien, el principio haeresis. Aunque actualmente se le
de individuación, es decir, lo que ha- atribuye otra etimología –la de “to-
ce que un ente dado sea ése y no otro mar”–, los autores medievales asig-
de la misma especie, no es ni la forma naron a este término el significado de
–porque ella es lo que hace que el en- “elección” que tiene la voz griega en la
te sea tal cosa–, ni el compuesto, da- que se origina, sólo que se aplica a las
do que la composición es compartida cosas de fe, según recuerda Jerónimo.
por todos los miembros de la especie, De hecho, se considera que, al consti-
ni la materia, que también es com- tuirse como tal, el hereje elige su pro-
313 hebdomas
nes apologéticas (cf., por ej., De doctr. ‘un accidente que se da en el ser’...”.
christ. II, 28, 42-44). Como historia A diferencia del ly, que suele introdu-
natural, apunta al conocimiento de cir una sola palabra, es habitual que
lugares y propiedades de animales, ár- las expresiones que nos ocupan intro-
boles, plantas y minerales menciona- duzcan, como en el ejemplo mencio-
dos en la Biblia (cf. ibid. II, 16, 24). nado, frases enteras o términos cons-
Pero el campo se extiende aún e in- tituidos por más de una palabra.
cluye hasta la mitología, para termi-
homificans. Es voz propia del voca-
nar constituyendo, durante el perío-
bulario luliano. La definición más
do patrístico, el contexto más general
característica de hombre que desa-
de los comentarios a la Escritura.
rrolla Llull en varias de sus obras es
En la Edad Media propiamente di-
la de “homo est animal homificans”:
cha, la acepción de h. se vuelve más es-
“el hombre es animal que humani-
tricta. En efecto, dos son los sentidos
za” (Ars generalis ultima, IX, 4, 29).
principales en los que deriva esta voz:
Con este tipo de definiciones, Llull
1. el de la narración histórica, del que
da cuenta de un principio capital de
se da noticia en el artículo narratio.
su filosofía: todo lo que existe actúa;
2. En la doctrina de los diversos sen-
nada puede permanecer ocioso en el
tidos en los que se lee la Escritura, la
universo luliano y la definición más
h. representa el primer tipo: es el ni-
natural de cada cosa, incluida la del
vel primario del texto, o sea, la inte-
hombre, es su acción propia.
ligencia de los hechos relatados. Esto
era requerido, como hacen notar los homilia. A diferencia del sermo (véa-
victorinos, por una exégesis rigurosa se), al menos, en la acepción general
del Libro Sagrado. de discurso que tiene este último vo-
cablo, la h. es el discurso específica-
hoc aliquid. Cf. significare 3 y 4.
mente religioso que el predicador di-
hoc quod est. Esta expresión y la de rige a los demás hombres; de ahí su
su equivalente, id quod dicitur, cum- nombre. Con todo, sermo y h. mu-
plen la misma función del ly (véa- chas veces pueden intercambiarse co-
se); más aún, autores como Nico- mo sinónimos. Así como los alegatos
lás de Autrecourt las prefieren a este de defensa de Cicerón –que después
último. Así pues, señalan que el tér- de pronunciados oralmente, éste po-
mino al cual introducen es asumi- nía por escrito, puliendo y ampliando
do en el plano del metalenguaje. Pa- su contenido– lo mismo ocurre con
ra expresarlo en términos contempo- las homiliae en la Edad Media. Han
ráneos, esto significa que ha de ser dado lugar a obras que, si bien son
mentalmente leído como entrecomi- teológicas, presentan en su contenido
llado. Por ej., “hoc quod est accidens in tesis filosóficas que después se fueron
esse positum...” no significa “esto, que desarrollando. Abundan especialmen-
es un accidente que se da en el ser...”, te en el período patrístico y casi siem-
sino “la expresión (misma) ‘un acci- pre sus títulos completos indican el
dente que se da en el ser...’”. De esta ámbito temático, es decir, el libro de
manera, el pronombre “hoc” no tiene la Escritura que abordan. Un ejem-
valor demostrativo sino el de un artí- plo son las Homiliae in Ezechielem
culo, como si se dijera “el (término) de Gregorio Magno.
homo 316
do con referencia al bien y al mal (cf. yes físicas que rigen el mundo ma-
Pol. I, 2, 1253 a 9). terial, como la de la gravedad; en su
2. Dicha capacidad no sólo de per- condición de ser dotado de vida ve-
cibir el bien y el mal sino aún de ele- getativa, crece, se reproduce y mue-
gir adecuarse a lo uno o lo otro me- re; en su carácter de ser dotado de
diante la libre voluntad, también ha vida animal, cuenta con una sen-
sido subrayada como nota esencial del sibilidad compleja, por ej., con la
h. Aun con prescindencia del antece- aestimativa (véase); al mismo tiempo,
dente aristotélico, en algunos pensa- tiene, por su alma, una dimensión es-
dores, especialmente de la Patrísti- piritual, como la angélica. Con to-
ca, esta nota es elevada al primer ran- do, no se ha de confundir esta doc-
go. Así sucede, por ej., en Gregorio trina con la que entiende al h. como
de Nyssa, para quien la similitudo methórios, esto es, el ser que, por
del hombre con Dios –más determi- constituir la frontera entre el mun-
nante aun que la imago– radica en la do inteligible y el sensible participa,
inclinación de la libre voluntad hu- de algún modo, de ambos. En efecto,
mana hacia el bien (cf. Or. I). En esta esta doctrina parte de una perspecti-
línea se podría incluir también al ma- va jerárquica, en cuanto considera al
yor representante de la Patrística lati- humano como aquel ser que confor-
na, a Agustín de Hipona (cf. De lib. ma, por la condición de encarnada de
arb. I, y passim). su alma, el ínfimo y más remoto con-
3. En cuanto al carácter social del fín del mundo inteligible y, a la vez,
h., es decir, a su constitutiva necesi- el supremo del sensible. En cambio,
dad de actualizar su naturaleza en un la noción de microcosmos revaloriza
medio humano, hay que señalar que este último aspecto, desde el momen-
se circunscribe al pensamiento aris- to en que acentúa el carácter de sín-
totélico. El Estagirita indica, en efec- tesis de un ámbito de lo real, repre-
to, que quien no forma parte de una sentado por el hombre. En general,
comunidad o el que no tiene necesi- se ha considerado que, en dicha sín-
dad de nada, es o bien una bestia o tesis, cada uno de los planos supera
bien un dios (cf. Pol. I, 2, 1253 a 27). al anterior, incluyéndolo o integrán-
Como no podía ser de otra manera, dolo. En estos términos aparece, por
por tratarse de una tesis antropológi- ej., en Agustín (cf. De lib. arb. II). La
ca central en Aristóteles, esta noción doctrina del hombre como microcos-
reaparece en la Escolástica, por ej., en mos –que se encuentra ya en el pen-
Tomás de Aquino, quien subraya que samiento clásico– es rastreable en casi
el hombre es naturaliter politicus id est todos los autores de la Patrística, aun-
socialis (cf. S. Th. I, q. 96, a. 3 c; II-II, que también en Boecio y en Tomás
q. 9, a. 4 c y q. 109, a. 3, ad 1). de Aquino (cf. S. Th. I, q. 91, a. 1 c),
A estas notas esenciales se añade y resurgirá con gran fuerza en el Hu-
el 4. carácter de microcosmos del h. manismo, por ej., en Pico della Mi-
(véase microcosmus), o sea, su condi- randola (cf. De hom. dig., ed. Garin,
ción de reunir en sí mismo todos los 131 r).
planos de ser que se dan en la reali- Cabe señalar, por último que,
dad. Así, en su condición de corpó- mientras humanitas (véase) indica la
reo, el hombre está sometido a las le- esencia del hombre, prescindiendo de
homogenea 318
ma intelectiva (cf. Summa Totius Log. tiva que apuntaba más a la interiori-
I, 7) en cada hombre. dad; de ahí, por ej., la insistencia en el
Superados los siglos medievales, es- pronto reconocimiento de las propias
te término adquiere una significación faltas.
diferente que constituye la clave del Los escolásticos, en general, la han
Humanismo: indica el ideal de la for- entendido como la virtud que impide
mación cultural del hombre que recu- tender inmoderadamente a lo que es-
pera el centro de la escena filosófica. tá más allá de las solas fuerzas huma-
En tal período, los studia humanitatis nas. De este modo, implica de suyo la
se cultivan porque perfeccionan al ser relación con Dios y el reconocimien-
humano, o sea, porque forman su h. to de la necesidad que de Él se tiene.
entendida no tanto como armonio- Al mismo tiempo, y de un lado, se
sa cultura literaria cuanto como boni- advirtió sobre el riesgo de no incurrir
tas et virtus. Así lo expresa, por lo me- en la humildad necia, que consiste en
nos, Leonardo Bruni en sus Dial. I; ignorar la propia dignidad, y en la hi-
de ahí que, en esta época, proliferen pócrita, que sólo atiende a las mani-
los escritos De dignitate hominis que festaciones externas, ya que la verda-
se oponen, según la nueva revaloriza- dera h. es, sobre todo, un movimien-
ción de lo humano, a tratados como to interno.
el De miseria hominis. Debido al reingreso de la ética aris-
totélica y, por consiguiente, a la im-
humilitas. En general, durante el pe- portancia conferida a la magnanimi-
ríodo patrístico, se ha considerado la dad como virtud, se tornó típica en
humildad como condición para cier- el tratamiento escolástico del tema la
tas cosas, y a la vez como consecuen- discusión acerca de la relación entre
cia de otras. En efecto, Agustín de h. y magnanimitas (véase). Esta últi-
Hipona, por ej., señala que la h., en ma, en contexto cristiano medieval, es
cuanto opuesto de la soberbia, no só- la virtud por la que el hombre se con-
lo es necesaria para entrar en el rei- sidera digno de grandes empresas por
no de los cielos, sino también para in- don de Dios. Así, se ha insistido en
ternarse en la verdadera filosofía. Pe- que el vicio opuesto a la humildad no
ro también observa que toda la hu- es la magnanimidad sino la superbia
mildad del hombre consiste en cono- (véase).
cerse a sí mismo (cf. De beata vita I,
13; De an. et eius or. III, 12, 18; In Io. hyliatis. Al desarrollar su teoría sobre
Ev. 25, 16). Por su parte, Isidoro de el principio de individuación, Alber-
Sevilla asocia la humildad, es decir, la to Magno habla de una cierta h. en
condición del humilde, con la expre- las sustancias corpóreas, que es trans-
sión humo acclinis, inclinado a la tie- cripción deformada de un término
rra (cf. Etym. X, 115). que aparece en el Liber de causis: sig-
En contexto monacal, se insistió, nifica universalidad. Así lo testimonia
sobre todo, en las manifestaciones ex- Tomás de Aquino (cf. In lib. de causis,
ternas de la h. Así, por ej., la Regla de l. 9).
San Benito establece doce grados en
hypallage. Es una figura de la Gra-
ella que van desde la parquedad en el
mática que consiste en cambiar la
hablar hasta el temor de Dios. Pau-
construcción de una proposición, lo
latinamente se impuso una perspec-
321 hypothesis
I
I. Segunda vocal de la palabra affirmo, en una de las formas en que, aristoté-
esta letra señala, para los lógicos es- licamente, se concibió el apartarse de
colásticos, la proposición particular la virtud. Esto hace Tomás de Aquino
afirmativa, así como la O (véase), se- (cf. S. Th. II-II, q. 112 y q. 110, a. 2
gunda vocal de la palabra nego, indi- ad 3) siguiendo a Alberto Magno (cf.
ca la particular negativa. Por eso, han Super Ethica IV, 15).
acuñado la expresión “Asserit I, negat
id quod dicitur. Cf. hoc quod est.
O, sed particulariter ambo” (cf. Pedro
Hispano, Summ. Log. 4, 18). idea. La orientación preeminente-
mente teológica del pensamiento du-
iactantia. La jactancia se considera
rante los períodos patrístico y escolás-
una actitud general de soberbia, a ve-
tico hizo que los autores incluidos en
ces, una forma de ésta; de ahí que se
ellos dejaran en segundo plano el in-
la asocie frecuentemente con térmi-
terés gnoseológico que esta noción re-
nos próximos por su significado como
vestía para la Antigüedad y, especial-
ostentatio o arrogantia. Paulatinamen-
mente, para el platonismo. Así, du-
te, la i. va adquiriendo especificidad
rante la Patrística, autores como San
de pecado de la lengua pero siempre
Agustín siguieron a Filón en la ela-
como manifestación de la ya señalada
boración de la doctrina de las “ideas
soberbia. Así, San Agustín examina la
ejemplares” y su relación con el Lo-
relación de la jactancia con la laus (cf.
gos divino. Para el doctor de Hipo-
De civ. Dei XII, 8) e Isidoro de Sevi-
na, las ideas son “principales formae
lla la define como libido gloriandi (cf.
quaedam, vel rationes rerum stabiles
Differentiae PL 83, 44; Sent. 83, 697-
atque incommutabiles, quae ipsae
699). Casi todos los autores han enfa-
formatae non sunt, ac per hoc aeternae
tizado el elemento de indiscretio con
ac semper eodem modo se habentes, quae
el que la soberbia se traduce en i. y
in divina intelligentia continentur”
su condición de autoalabanza que, al
(De div quaest. 46, 1-2). De esta ma-
ser reflexiva, ensucia la boca de quien
nera, con el advenimiento del Cristia-
la pronuncia. Han encontrado en la
nismo, las Ideas del mundo inteligi-
figura bíblica de Nabucodonosor el
ble platónico, que siguen guardando
personaje escriturario que la represen-
sus principales notas, se concentran
ta. Por otra parte, su carácter de false-
–aun la Idea de materia– en la mente
dad aparece ya antes de la Escolásti-
de Dios, es decir, en el Logos o Ver-
ca adscribiendo también este pecado
bo. Pero el Verbo divino es una de las
al de la mentira.
Personas del Dios uno y trino. Esto
De este modo, el jactancioso es des-
hace que, desde el punto de vista cos-
crito como aquel que simula glorias
mológico, el Creador –ya no demiur-
inexistentes o mayores que las que
go– no contemple las Ideas ejempla-
posee, incurriendo en exceso, es decir,
ideatum 324
res fuera de Sí para producir el mun- tura. Así, se reitera el motivo aristo-
do, puesto que las contiene en Él mis- télico de la intellectio intellectionis de
mo: al menos, están contenidas en Dios. Por otra parte, la multiplicidad
una de sus Personas. Correlativamen- de las ideas ut intellectae no depende
te y desde el punto de vista gnoseoló- de las cosas, sino del intelecto divino
gico, con esta doctrina Agustín expli- que ve en cuántos modos puede re-
ca al Verbo –en cuanto instancia en la flejarse, por participación, Su propia
que se subsumen las ideas o esencias esencia en las cosas.
de todas las cosas– como lumen que Los nominalistas del siglo XIV tra-
guía a todo hombre hacia la primera tan la i. en sentido gnoseológico. Así,
verdad que es Dios mismo. consideran que ella no significa sola-
Ahora bien, esta elaboración del mente in recto una cosa, sino que tam-
dato revelado es de cuño claramen- bién significa o connota in obliquo
te platónico. Al llegar a la Escolásti- (véase rectum) otra: el objeto y el acto
ca cristiana, se presenta la dificultad de intelección. A partir de esta con-
de conciliar la antedicha formulación cepción, abordaron la cuestión de las
con un esquema aristotélico, y en ese ideas en Dios con otro enfoque: la
esquema importa salvar, ante todo, la idea –dice, al menos, Ockham– no
simplicidad absoluta de Dios como designa directamente la esencia di-
acto puro. En estos términos, el pro- vina, puesto que las ideas son múl-
blema suscitado fue explicar cómo tiples; la esencia de Dios, una. Tam-
puede darse una pluralidad de ideas poco nombra una relación real entre
en la esencia divina, toda vez que ella Dios y las criaturas, ya que en Dios
es absolutamente simple y única. To- no se da relación real que se distin-
más de Aquino identifica precisa- ga de Él. Por el contrario, las ideas
mente las ideas de Dios con Su esen- que Dios tiene de las criaturas son las
cia. Y sintetiza su propuesta de solu- criaturas mismas conocidas directa,
ción en S. Th. I, 15, 2 in fine, dicien- perfecta e individualmente por Él en
do que la unidad de las diversas ideas su infinita omnisciencia (cf. In I Sent.
es el mismo intelecto divino, a cuya d. 35, q. 5).
simplicidad no repugna esa multipli-
ideatum. En términos muy genera-
cidad, en tanto que en él las ideas no
les, este vocablo alude a lo concebi-
son sicut species qua intelligitur, sino
do mentalmente. Ahora bien, como
sicut quod intelligitur. Dios conoce
en el pensamiento medieval, la idea
perfectamente Su esencia y, por tan-
(véase) no se refiere tanto a la noción,
to, la conoce de cuantos modos es
cuanto a la esencia platónicamente
cognoscible. La conoce, pues, no sólo
entendida, i. significa, en rigor, la for-
en sí misma, sino también en cuanto
ma o esencia concebida mentalmen-
que es participada por las creaturas, o
te. En este contexto significativo y en
sea, en las semejanzas que las propias
términos más estrictos, se entiende
naturalezas específicas de éstas guar-
este vocablo en tres sentidos: 1. como
dan con las respectivas ideas conte-
aquello que está contenido en la idea;
nidas en esa esencia. En este último
2. como el término del proceso de
sentido, Dios conoce Su esencia co-
ideación. Pero, algunas veces, designa
mo imitable en determinados grados,
también 3. el obiectum mentalmente
y como ratio o i. propia de cada crea-
conformado según una idea precon-
325 idiota
tir del siglo XIX esta voz designó a dirige a concebir paradojalmente lo
quien, por una inteligencia anormal- inconcebible racionalmente. Por eso,
mente insuficiente, carece de la capa- constituye una figura superadora (cf.
cidad de aprender. Tanto en el perío- Idiota. De sapientia, passim).
do patrístico como en el medieval se-
idolatria. Se conoce con este nom-
ñala, en cambio, al que, de hecho, es
bre la forma perversa de adoración
ignorante, lego o no iniciado, espe-
que tiene por objeto los falsos dioses
cialmente, en el mundo intelectual;
o, en general, la criatura en lugar del
de ahí que, muchas veces, el significa-
Creador (véase adoratio). San Agustín
do de este término coincida con el de
pone en la adulación el principio de
“analfabeto”. Así, por ej., hablando
toda i., subrayando que carece de vir-
de la función de la pintura en cuan-
tud santificadora (cf. De civ. Dei II,
to sustituto de la escritura justamen-
15; Ep. 102, 18). En toda la Edad
te para la edificación moral y religiosa
Media se la consigna como gravísimo
de los analfabetos, San Gregorio es-
pecado. Tomás de Aquino, por ej.,
cribe: “quod legentibus scriptura, hoc
justifica esto sobre la base de que se
ex idiotis praestat pictura” (Ep. IX, 9).
considera la idolatría una perversión
A partir de este significado prima-
de la religio y ésta es una virtud mo-
rio, el término que nos ocupa se aso-
ral que forma parte de la justicia en
ció después –y entonces con senti-
cuanto que por ella se rinde a Dios el
do positivo– a la simplicidad e inge-
honor que le es debido (cf. S. Th. II-
nuidad de quien se relaciona direc-
II, q. 43, a. 1 ad 2). Así pues, el mal
tamente con las cosas, sin mediacio-
de la i. radica en faltar al debitum. Por
nes intelectuales. Por eso, es frecuente
otra parte, los autores medievales sue-
que se utilice, con este último matiz,
len distinguir entre un aspecto inte-
en la literatura franciscana.
rior –adorar en el corazón a ídolos o
En una línea no demasiado diver-
falsos dioses que pueden ser aun la ri-
gente, una última evolución medieval
queza o la vana ciencia– y un aspec-
de este concepto es la que se registra
to exterior que consiste en manifes-
en Nicolás de Cusa. En contexto cusa-
tar públicamente una actitud idólatra
no, aparece en la confrontación entre
(véase también adoratio y veneratio).
la ciencia de este mundo y la verda-
dera sabiduría. En estos términos, el ignara ratio. Con muy poca frecuen-
i. es protagonista y sujeto de la docta cia aparece esta expresión en la litera-
ignorantia (véase) que pretende alcan- tura medieval, aun en la tardo-medie-
zar la sabiduría y acceder a lo absolu- val. Señala un sofisma que, en gene-
to trascendiendo no sólo los sentidos ral, se funda sobre premisas cuyo con-
sino, y especialmente, la razón, guía tenido intencionalmente se oscurece.
de la ciencia de este mundo y regida Se suele aplicar al hablar de lo infini-
por los principios lógicos, como el de to o absoluto, atribuyéndole implíci-
no contradicción. De este modo, el i. tamente –de donde la falta de clari-
en Nicolás de Cusa no es tanto quien dad– lo que se conoce de lo que es
invalida los alcances de una razón hu- finito y relativo. Por sus característi-
mana incapaz por sí misma de alcan- cas propias, el pensamiento medieval,
zar lo inalcanzable; es quien estable- y particularmente el escolástico, tuvo
ce un nuevo camino para hacerlo y se muy presente el principio de finito ad
327 ignoratio elenchi
en todos los hombres en cuanto ta- ra es la idea del ser, que está implíci-
les (cf. Retract. I, 14, 4). La i. inte- ta en cualquier otro concepto y que
lectual pertenece, pues, en primer lu- es no abstraída de la experiencia, si-
gar, al orden natural y, por eso, no se no un reflejo en nosotros del Ser in-
debe confundir con una intervención finito. Esta interpretación buenaven-
especial de la Gracia, que correspon- turiana es la clásica del agustinismo
de al plano sobrenatural. En su De medieval, y fue seguida, entre otros,
magistro, el doctor de Hipona recurre por Mateo de Acquasparta y por John
al lenguaje metafórico para dar cuen- Peckham. Éste último, por ej., insiste
ta de esta doctrina. Así, en ella, se en que los entes múltiples no bastan
compara la iluminación física con la para explicar la unidad de la verdad,
del conocimiento: el ojo, aquello con que debe estar presente en todos no-
lo que se ve, es la mens, aquello con lo sotros en virtud de una única luz que
que se comprende; la luz, en la que se es la divina.
ve, es la verdad, en la que se conoce Otra vertiente de esta doctrina se
realmente; el sol, fuente de luz, es el encuentra en Avicena, quien expo-
Maestro interior, es decir, el Logos o ne, si bien en términos aristotélicos,
Verbo divino, en cuanto fuente de la una teoría sobre el conocimiento in-
verdad; finalmente, la visión misma telectivo humano que guarda analo-
es el conocimiento. En segundo tér- gía con la de la i. agustiniana. Según
mino, se debe advertir que la i. con- el mencionado autor, la experiencia
cierne fundamentalmente al conoci- sensible sólo prepara al intelecto po-
miento de cierto tipo de juicios ne- sible para recibir la species (véase) in-
cesarios –como, por ej., el de que lo teligible; pero ésta, que es el elemen-
eterno es superior a lo temporal– más to determinante en la formación de
que a la formación de conceptos. conceptos, es irradiada en el intelec-
Con todo, al no haberse expedi- to posible por el agente, que Avice-
do sobre varios otros puntos de esta na concibe como una sustancia úni-
doctrina, Agustín dio lugar a que fue- ca y separada para todos los hombres.
ra discutida extensamente a lo largo Ahora bien, nótese, en primer térmi-
de la Edad Media. Así, Buenaventu- no, que, mientras que lo inteligible
ra señala (cf. Quaest. disp. de scientia separado es, para San Agustín, Dios
Christi 4) que pueden relevarse al me- mismo, para Avicena consiste en una
nos tres interpretaciones sobre esta Inteligencia intermedia entre Dios y
doctrina agustiniana: una es la que el mundo sensible. En segundo lugar,
hoy llamaríamos “ontologista”, otra mientras que la i. agustiniana explica
es la propuesta por Santo Tomás, y la el conocimiento de las verdades nece-
tercera es la que él mismo acepta. Se- sarias, la aviceniana, que consiste en
gún esta última, la perfección del co- la irradiación del intelecto agente, de-
nocimiento intelectivo y, sobre to- be explicar la formación de conceptos
do, su infalibilidad y la inmutabili- y no de juicios.
dad de su objeto, postulan en el espí- Por su parte, Tomás de Aquino,
ritu humano la presencia, aun cuan- guiado por su afán de unir la i. con
do parcial, de una luz eterna. En el la abstracción aristotélica, propone la
Itinerarium, San Buenaventura pre- siguiente explicación: el intelecto hu-
cisa que la ratio aeterna iluminado- mano finito, mutable, depende de un
illusio 330
cas en las que aparece la palabra que Por eso, para completar el proceso de
nos ocupa, figura la de cognitio im- purificación, la reencarnación se con-
mediata o directa, que señala una for- sidera necesaria, pero, a diferencia de
ma específica de conocimiento (véase las afirmaciones pitagóricas, tiene un
cognitio 2.1). término: el que alcanza el alma cuan-
do reposa en su verdadero reino que
immo. En el latín clásico, esta partí- es el mundo de las Ideas, completa-
cula se usa para ratificar lo dicho, por mente desligada de todo vínculo con
ej., “vivit? i. etiam in senatum venit”: el cuerpo y de la necesidad de volver
“¿vive? Sí; más aún (mejor aún), ha a él. Obviamente, este planteamiento
venido al senado”. En el latín medie- del tema por parte de Platón, condice
val, en el que puede aparecer con la con su visión antropológica. Por otra
grafía ymo, no sólo tiene esta función parte, de ambos términos, el más in-
de perfeccionar lo anteriormente di- dependiente es el alma, ya que resulta
cho, sino también la de rechazarlo o, identificada con la vida: en efecto, pa-
por lo menos, corregirlo. En el enca- ra Platón, ella es vida.
bezamiento de una de las más famo- Como se sabe, la concepción aris-
sas cartas de Eloísa a Abelardo se uti- totélica sobre el particular –fundada
liza con este último matiz. en su teoría sobre materia y forma–
immobile. Es aquello que no se pue- es muy diferente: para el Estagirita la
de mover o no puede ser movido, en unidad sustancial de cuerpo y alma
el sentido del motus (véase), esto es, es inescindible (cf. De an. I, in fine);
del cambio aristotélico, a cuyo Mo- de ahí que sea dudoso que hay con-
tor Inmóvil como Absoluto, se aplicó cebido la inmortalidad del alma in-
eminenter este término. A su vez, lo i. dividual, ya que para esto se requería
puede mover otras cosas, como lo ha- aceptar la posibilidad de su subsisten-
ce el alma, o no. cia separada del cuerpo.
Ambas vertientes son retomadas y
immortale. Concepto próximo al de reelaboradas por el pensamiento me-
lo sempiterno (véase sempiternitas), el dieval cristiano, sobre la base del da-
carácter de inmortal y el fundamen- to revelado de la inmortalidad del al-
to mismo de la inmortalidad alude ma y de la resurrección de la carne.
especialmente a la cuestión del desti- Así, ya desde los comienzos de la Pa-
no del alma (véase anima) después de trística, se acepta, en líneas genera-
la muerte. les, la posición de Platón, pero con-
En la Antigüedad, el tema apare- tra ella, se sostiene que la inmortali-
ce en Platón, en especial, en el Fedón, dad del alma no es de suyo, sino re-
donde, particularmente, desde 69 a cibida por Dios, es decir que el alma
hasta el final, se aportan argumen- no es vida, sino que tiene vida, como
tos sobre la inmortalidad del alma. Si sostiene, por ej., Justino (cf. Diálogo
bien la concepción platónica presen- con Tifón, 6, 1). El mismo tema fun-
ta rasgos órfico-pitagóricos, en cuan- damentalmente se reiterará después,
to al tema de la reencarnación, lo más aunque con variantes, en todos los
importante en dicha concepción es pensadores medievales, especialmen-
que, según ella, hay otra vida después te en los de raíz platónico-agustinia-
de la muerte, cuando el alma se ha na. Por su parte, el Hiponense, en su
purificado durante el tránsito terreno.
335 impensae
impetus. Hasta el siglo XIV, esta no- aire, sino el mismo cuerpo proyecta-
ción careció de significado preciso, do, doctrina que, empero, no encon-
aludiendo, en general, a un impu- tró eco en sus contemporáneos.
so físico o anímico. Se usó también Otra línea de pensamiento en es-
como sinónimo de nisus (véase). Sólo te tema es la representada por Oc-
hacia el 1330 asume la acepción téc- kham, quien insiste en que el movi-
nica, que posteriormente mantuvo, miento es una relación, y ésta se redu-
de un tipo particular de vis motrix, ce a las sucesivas posiciones del móvil
la que corresponde a un proiectum en el espacio. Así, no es menester ad-
separatum, como una flecha lanza- mitir una causa especial para explicar
da, es decir ya separada del arco. El el movimiento, con lo cual Ockham
i. es pues, en principio, y escolástica- aplica también en esto su célebre “na-
mente considerado, la causa próxima vaja”. Pero la doctrina que más tras-
del movimiento de inercia, por la que cendió sobre este tema es de la Juan
ya se había preguntado Aristóteles. Buridán, el cual le confiere una for-
El correspondiente pasaje aristotélico mulación precisa en su comentario a
(cf. Fís. IV, 8, 215 a 17) fue aceptado la Física aristotélica. Algunos han lle-
en líneas generales por Simplicio y re- gado a atribuirle el descubrimiento
chazado por Juan Filopón, en sendos implícito del principio de la inercia
comentarios a los tratados físicos del en la mecánica clásica. A esta atribu-
Estagirita. El segundo de estos auto- ción dio pie el hecho de que Buridán
res planteó la hipótesis de una ener- deja entender, aunque no lo mencio-
gía cinética, impresa en el proyectil y na explícitamente, que acepta una
no en el medio en el que éste se mue- cierta invariabilidad en el i., de mane-
ve. Esa energía –a la que, por lo de- ra que el movimiento provocado por
más, Filopón denomina “incorpó- él podría, en principio, durar eterna-
rea”– hace que el proyectil siga mo- mente si no interfirieran oposiciones
viéndose hasta que la fuerza se agota externas. Sin embargo, la teoría de i.
por la resistencia que le opone el me- que Buridán postula lo propone sim-
dio. Una concepción semejante pare- plemente como una cierta cantidad
ce haber sustentado Avicena. Más tar- de energía que el proiciens comuni-
de, y ya entrado en el siglo XIV, el es- ca al cuerpo lanzado, y que se con-
cotista franciscano Francisco de la suma en cuanto causa el movimien-
Marca, trata la cuestión en su comen- to del proiectum separatum. Así pues,
tario a las Sentencias de Pedro Lom- el movimiento tiene la misma dura-
bardo. Allí menciona una vis o virtus ción del i., y finalizan cuando se aca-
derelicta y afirma que el proiciens deja ba la cantidad de energía transmitida.
en el proiectum una parte de su fuerza, El i. es entonces, fundamentalmente,
la cual causa después el movimiento fuerza impresa. La teoría de Buridán
sucesivo. Concede así parte de razón –confirmada por los pensadores de
al Estagirita, cuando éste sostenía una la “Escuela de París”, como Nicolás
transmisión de la vis motrix en el mo- de Autrecorut y Alberto de Sajonia–
vimiento de lanzamiento; pero, con- contiene importantes conocimien-
tra Aristóteles, Francisco de la Marca tos sobre energía cinética que fueron
sostiene que el subiectum de tal mo- aplicados más tarde al problema de la
vimiento no es el medio, es decir, el aceleración de la gravedad. Pero, más
implicantia 338
Edad Media, este vocablo su empleó o estilo, por ej., in barbarum; 9. re-
para indicar la asignación de una cul- lación, caso en el que se suele tradu-
pa a un sujeto libre. Posteriormente, cir por la expresión “en cuanto a”, por
pasó a formar parte de la terminolo- ej., in longitudinem.
gía judicial, donde indica el significa- En los casos en los que rige ablati-
do actual de imputación. vo, aparece indicando: 10. lugar co-
mo situación, ya sea en sentido real
imputative. Término correlativo de o figurado, sin idea de movimien-
formaliter. Se considera formaliter a to, por ej., in templo, in angustiis; 11.
algo o alguien tomado en sí mismo; momento preciso del tiempo o lapso
en cambio, una cosa o persona, cu- determinado; 12. proceso, caso en el
ya existencia, acción o modalidad se que suele ir acompañado de gerun-
transfiere o atribuye a otra, se consi- dio, por ej., in quaerendis; 13. tema
dera i. Así, por ej., quien persuade a del que se trata, y entonces se suele
otro de cometer homicidio, no es un traducir por “a propósito de”.
homicida formaliter, pero sí i. En cuanto a los usos más filosófi-
in. Preposición que rige acusativo y cos de esta preposición, se puede de-
ablativo. En el primer caso, puede cir que, en general, señala la relación
aparecer con los siguientes sentidos: del contenido respecto de lo que con-
1. lugar, indicando 1.1. dirección, tiene. Sobre esta base, los escolásti-
“hacia”, o 1.2. penetración; 2. tiem- cos en particular, indicaron que una
po, con el significado de duración, cosa puede estar en otra como en su
por ej., in perpetuum; 3. pasaje de un subiectum, y así el instinto está en el
estado a otro, caso en el que esta pre- animal, o el accidente está en la sus-
posición indica el término en dicho tancia, es decir, in alio; o bien como
proceso de cambio, a diferencia de de en su causa, y así se dice, por ej., que
(véase) que señala el punto de partida Dios está en todas las cosas en cuanto
en la mutación; 4. división, por ej., in causa de las mismas, aun cuando, por
partes quattuor; 4. distribución, con la perfección de su naturaleza, Dios
el sentido de “a cada”; 5. resultado esté sobre todas ellas.
o finalidad, por ej., in beatitudinem; in actu exercito-in actu signato. La
6. objeto de un discurso, ya sea lau- distinción escolástica mentada por es-
datorio o adverso, por ej., in aliquem te par de locuciones equivale a 1. la
scribere; 7. un caso particular, deriva- que se significa en castellano median-
do del anterior, es aquel donde i. se te las expresiones “con hechos”-“con
traduce por “sobre” y antecede el tí- palabras”. Es el uso más difundido.
tulo de una obra para indicar que se Una enseñanza, por ej., la del cora-
trata de un comentario, caso frecuen- je como valor –o, para decirlo en tér-
tísimo en la Escolástica, por ej., In minos medievales, como bien moral
Metaphysica; cuando, como en el caso o virtud– puede impartirse a través de
de Avicena, hay dos obras con el mis- acciones valerosas que lo ejemplifican
mo título, una comentada y otra pro- o bien a través de la explicitación de
pia, al citar al autor, se señala esta úl- su concepto, fundamentos, etc. En el
tima con el añadido sua, como hace primer caso, se enseña en qué consis-
Tomás de Aquino (cf. De ente et ess. I) te un acto de coraje in actu exercito;
(véase lectura); 8. modo, manera, uso en el segundo, in actu signato; 2. En
in alio 342
un empleo más restringido, estas ex- Pedro, ya que el hecho de ser blanco
presiones aluden al conocimiento. En no inhiere en su esencia. Así, se utili-
este plano, se dice que se conoce actu zan adjetivos en esta forma de predi-
exercito o directe cuando el conocer se cación, también llamada pure in quale
dirige a una cosa en sí misma; y actu (véanse in quale quid e in quid).
signatu o reflexe, cuando tiene por ob-
in quale quid. Se dice que un térmi-
jeto a sí mismo, por ej., a alguna de
no se predica in q. q. cuando se afir-
las facultades cognoscitivas. Sin em-
ma de un sujeto una cualidad concer-
bargo, en este último orden, los esco-
niente a una de sus partes esenciales,
lásticos suelen preferir los respectivos
por ej., “rationalis” respecto del hom-
sinónimos.
bre. No se ha de confundir con in
in alio. Cf. in se. quale (véase).
in fieri esse-in facto esse. Con la pri- in quantum. Expresión que pue-
mera expresión los autores medieva- de aludir al hecho de que el sujeto y
les aludieron, en general, al pasaje de el atributo son convertibles o que el
la potencia al acto, subrayando así primero se infiere del segundo. Tam-
la condición de incompleto que tie- bién aparece en la explicitación de
ne ese algo durante dicho pasaje. En términos tomados reduplicative (véa-
cambio, in facto esse mienta su carác- se). Con todo, ya en la Escolástica,
ter de acabado: por ej., un cuadro es este término se escribió en una sola
in fieri mientras el artista lo dibuja y palabra, adquiriendo el empleo que
lo pinta, y es in facto cuando ya está se explicita en el artículo inquantum
terminado. La primera de estas locu- (véase).
ciones escolásticas indica, pues, una
in quantum huiusmodi. Expre-
cosa en fase de cambio hacia un tér-
sión hecha, frecuente sólo en los tex-
mino de su devenir, o sea, la señala
tos de los últimos siglos medievales,
en un estado potencial respecto de su
que se traduce por “en cuanto tal” y
determinación actual. Al alcanzar di-
que subraya la acepción y las impli-
cho término, reposa en la quies pro-
caciones del término al cual acompa-
pia del factum. Esto último conduce
ña. Con ello circunscribe las conse-
ya a la segunda expresión, por la que
cuencias de ese significado. Así, por
se entiende aquello que existe actual-
ej., M. Eckhart dice que el “intelligere
mente; más aún, se lo considera, abs-
in q. h. est subsistens” (Solutio rationum
tractamente, sólo en su actualidad. El
Equardi de praeeminentia intellectus
uso de ambas locuciones se hizo fre-
respectu voluntatis): el entender –en
cuente, en especial, en el siglo XIII,
el sentido de pensar– en cuanto tal es
debido a la adopción de esquemas
subsistente, o sea que es por su pro-
aristotélicos. Ejemplo de ello son los
siguientes pasajes tomistas: C.G. II, c. pia naturaleza, por lo que implica el
17, n. 4; S. Th. I, q. 45, a. 2, ad 3. pensar mismo que se puede afirmar
su autosubsistencia.
in quale. Algo se predica i.q. cuando
se afirma de un sujeto una cualidad in quid. Se dice que un término se
responde a una pregunta referida a la predica i.q. cuando se afirman rec-
cualidad que posee un ente y que le es tamente de un sujeto sus predica-
extrínseca, por ej., albus respecto de dos esenciales, pues por éstos se de-
343 inadaequate
fine qué [quid] es la cosa, sin signifi- primera respecto del segundo es por
car una parte determinada de su esen- naturaleza, es decir, ontológica y no
cia, por ej., cuando se dice que Sócra- cronológica. De este modo, por ej.,
tes es hombre; no cuando se dice, por luz, causa de la iluminación, es ante-
ej., que puede reír, porque en tal ca- rior –esto es, a priori– con prioridad
so se estaría predicando algo que no de naturaleza, a esta última, aunque
es su esencia; ni cuando se dice que tengan lugar simultáneamente. Aho-
es racional, puesto que, entonces, se ra bien, entre causa y efecto media
estaría predicando algo que constitu- una distinción como la que se da en-
ye una parte de su esencia (véase in tre una cosa y otra, aun cuando se tra-
quale quid). te, por ej., del intelecto y la voluntad
humanos: en el acto libre, el intelec-
in re. Cf. ante rem y universale. to es anterior a la voluntad que es a
in se. Es término correlativo de in posteriori respecto de aquél, por lo
alio. A diferencia de las expresiones a menos, según la posición tomista. Pe-
se y ab alio (véanse), que se refieren ro, en el caso de Dios, dada su abso-
al principio o causa de un ente, este luta simplicidad, entre el intelecto y
otro par de términos alude al modo la voluntad no hay tal tipo de distin-
de existir de algo. In se significa que ción: ella radica sólo en nuestro mo-
algo existe en sí mismo. Con ello se do de pensar uno y otra, lo que lleva
indica, pues, a un ser cuya realidad le a plantear una prioridad puramente
es propia, no formando parte de otra pensada. Así pues, según nuestro mo-
cosa ni existiendo en otro, dado que do de inteligir, el intelecto divino es
constituye un todo metafísicamen- anterior a la voluntad divina in signo
te autónomo en su existir. En cam- priori; y la voluntad de Dios es poste-
bio, todo lo que existe en otra cosa rior a su intelecto in signo posteriori.
es in alio. Así, el hombre existe in se, inadaequata. Se denominan así tan-
pero la blancura existe in alio. De es- to las acepciones de los términos co-
ta manera, el ser in se constituye una mo las causas asignadas a una cosa o
nota fundamental de la substantia, a un hecho cuando son incompletas,
mientras que el ser in alio es nota esto es, cuando no responden a la in-
propia del accidens (véanse). De he-
tegridad real de aquello sobre lo que
cho, muchas veces se ha asimilado la
versan (véase inadaequate). En el se-
expresión in se al término per se (véa-
gundo caso mencionado, se denomi-
se), pero hay un matiz de diferencia
na también i. a la concausa, en cuan-
entre ambas que se explicita en el ar-
to que ésta sólo da cuenta parcial-
tículo correspondiente a este último
mente del efecto.
y a perseitas.
inadaequate. Cf. adaequate. A di-
in signo priori-in signo posteriori.
ferencia del término castellano “in-
Mediante estas locuciones, la Edad
adecuadamente”, que no traduce con
Media, en particular la Escolástica,
precisión el latino que nos ocupa, i.
indicó el carácter anterior o poste-
no se refiere tanto al modo en que al-
rior, respectivamente, de algo en re-
go es considerado cuanto al hecho de
lación con otra cosa, especialmente,
que no lo es en su totalidad. Por eso,
de la causa y el efecto. Se pretendió
equivale a partialiter (véase).
subrayar así que la anterioridad de la
inane 344
solo ser, como los nombres propios y tración y contrapone pero, a la vez,
los pronombres demostrativos, por lo asimila a la inducción. El Estagi-
ej., “Sócrates” o “aquél”. Éste es el sen- rita concedió particular atención a la
tido que Ockham confiere la afirma- contraposición entre ambos, en cuan-
ción porfiriana “I. est quod praedicatur to que la i. procede de lo menos a los
de uno solo” (cf. Summa Totius Log. I, más universal, y el silogismo proce-
19; Exp. Aurea 66). de a la inversa. La Escolástica reto-
mó esta doble perspectiva aristoté-
indivisibile. En sentido lato, se de- lica. Así, 1. en cuanto asimilación al
nomina “indivisible” a lo que carece silogismo, la i. fue considerada a ve-
de partes en las que pueda ser divi- ces por los lógicos medievales como
dido y, por tanto, posee simplicidad un razonamiento enumerativo, aun-
cuantitativa. Se distingue así con- que la forma de éste y la del silogis-
ceptualmente de individuum, que es mo no siempre coinciden. La forma
lo no dividido de hecho, es decir, lo propia del razonamiento enumerati-
uno. vo varía: “si a tiene n, b tiene n, e tie-
Desde el punto de vista cuantitati- ne n; y a, b y c son x; entonces todo x
vo, o lógico-matemático, los escolás- tiene n”. La forma propia de un silo-
ticos, basándose en textos aristotéli- gismo propiamente dicho es “A es n,
cos (cf., por ej., De an. III, 6), esta- B es n, C es n; y A, B y C son x; en-
blecieron las siguientes distinciones: tonces, todo x es n”. Pero nótese que
1. i. secundum quid es lo que carece a, b y c son casos individuales; mien-
de cuerpo según una u otra dimen- tras que A, B y C son clases. Se podría
sión; por ej., la línea y la superficie; decir que el primero de los dos razo-
2. i. simpliciter es lo que carece de él namientos expuestos es una induc-
absolutamente o según toda dimen- ción imperfecta; el segundo, una in-
sión, como el punto; 3. i., sin acota- ducción perfecta. En tal caso, cabría
ción, es lo que no puede padecer adi- añadir que el razonamiento inductivo
ción o mengua, sin una esencial mu- perfecto es un caso límite y, en conse-
tación, como el número. cuencia, excepcional, pero no por ello
Desde el punto de vista de la filoso- resulta imposible o sofístico. En efec-
fía de la naturaleza, se entiende por i. to, la i. perfecta presupone una i. im-
el minimum naturale, o sea el átomo, perfecta: hay una inducción de los in-
el ente que no es divisible en partes dividuos a la especie, previa a la que
de la misma especie. va de la especie al género.
Desde el punto de vista metafísico, De todos modos, y a diferencia del
las únicas sustancias indivisibles en silogismo, la inducción no parte del
cuanto no compuestas son Dios, las aprehender una conexión racional en-
inteligencias separadas y el alma inte- tre los términos, sino de la conexión
lectiva. “psicológica” que implica la enumera-
inductio. La inducción representa el ción de los casos particulares.
modo típico de razonamiento opues- 2. En cuanto a la i. como opues-
to al silogismo. Sin embargo, es nece- ta al silogismo, hay que advertir que
sario matizar esta afirmación: Aristó- la Escolástica tomó dicha oposición
teles considera el silogismo como la no materialiter sino formaliter. Así
forma perfecta y suprema de demos- pues, no es el contenido del razona-
industria 352
logía positiva que, en la mayor par- Con todo, los autores nominalistas
te de los casos, asume una vía emi- entendieron este verbo también en 2.
nencial (cf. eminentia): v.g. Dios es el sentido lógico de “ser afirmado”.
el Bien de manera no sólo eminente Así, cuando dicen, por ej., que en
sino inefable. Esto se comprueba en una proposición verdadera el atribu-
toda la obra agustiniana y aún mejor to está (incluido) en el sujeto –inest
en el Pseudo Dionisio (cf., por ej., De subiecto– se entiende por ello que es
div. nominibus. I, 5-7). afirmado de este último. Para el as-
Ya en la Escolástica el intento típi- pecto proposicional del tema, véase
co es el de Tomás de Aquino que tra- de inesse.
ta de resolver el problema del conoci-
inexistentia. Contrariamente al sig-
miento negativo mediante el recurso
nificado contemporáneo de la pala-
al concepto de analogia (véase).
bra “inexistencia”, este vocablo esco-
Posteriormente, la teología negati-
lástico señala, en general, el modo de
va y, por ende, la inefabilidad de Dios
ser en otro, ya que, en el caso del vo-
es reafirmada por un tipo de pensa-
cablo que nos ocupa, in- no tiene un
miento de índole mística, como el
sentido negativo sino locativo ya to-
de M. Eckhart, para quien Dios es
mando este último término literal o
la plenitud del ser que trasciende to-
figuradamente. Desde 1. el punto de
da categoría y, por ende, toda posibi-
vista metafísico, indica, por tanto, la
lidad de expresión conceptual; o co-
presencia o inherencia de una reali-
mo Nicolás de Cusa, para el cual,
dad en otra, en cualquiera a las mo-
respecto de un Dios “ineffabilis et
dalidades metafísicas de la inherencia
inexcogitabilis remanemus in doctissima
(véase inesse 1). Un tratamiento espe-
ignorantia” (De docta ign. I, 2-3).
cial del tema aparece en Guillermo de
inesse. Verbo compuesto (in-esse), cu- Ockham, quien plantea tres tipos de
yo equivalente griego se encuentra ya i.: 1.1. per continentiam: es la existen-
en Aristóteles. En la terminología es- cia de una cosa en otra como conte-
colástica indica la presencia o la inhe- nido, así, el cuerpo en el sitio o lu-
rencia de una realidad en otra. Aho- gar; 1.2. per praesentiam cum carentia
ra bien, se puede aplicar en 1. el pla- cuiuscumque distantiae, es decir, la
no metafísico; 2. el plano lógico. En presencia con ausencia de distancia,
1. sentido metafísico, hay tres modos como la del ángel; 1.3. per praesentiam
de ser en un sujeto: 1.1. i. naturaliter: intimam, o sea, la presencia íntima
algo puede estar en otra cosa como acompañada de sustancialidad, caso
principio constitutivo de ella, tal es que Ockham atribuye, en Teología, a
el caso de los elementos del mixtum cada una de las Personas divinas en las
(véase elementum); 1.2. i. per se, co- otras dos (cf. In I Sent. d. 19, q. 2b).
mo sucede con los principios de la Otro tipo especial de i., para el que
sustancia primera, de esta manera es- sólo se reserva este término, es el con-
tá o existe o es la forma en la mate- siderado 2. desde el punto de vista
ria; 1.3. i. per accidens: algo puede es- gnoseológico. En este plano, se habla
tar en otro, como elemento que so- de la i. o inherencia del objeto cono-
breviene a una sustancia ya constitui- cido que, en cuanto tal, inhiere en la
da; por ej., el accidente (véase in se-in mente de quien lo conoce: in-existit
alio). menti=existit in mente. En este último
infamia 354
nos indefinidos interviene en las dis- lo perfecto; más aún, la suma de to-
cusiones lógicas que tratan la validez das las perfecciones posibles; esta se-
de los silogismos. En efecto, hay que gunda significación se atribuye a lo
tener presente que no hay silogismo infinito que es fin último del devenir
válido si las dos premisas son negati- mencionado más arriba, por lo cual
vas, ya que una doble relación nega- está asociado con lo divino.
tiva no daría lugar a ninguna síntesis El origen de la elaboración medie-
necesaria y esto es lo que el silogismo val del problema metafísico de lo i.
se propone. Ahora bien, si la propo- se remonta a Proclo: éste había afir-
sición negativa “El sentido no apre- mado que todo verdadero existente
hende la esencia de la cosa”, se trans- consta de finito e de infinito. Los es-
forma, precisamente por la interven- colásticos objetaron –revirtiendo por
ción de un término indefinido o i., primera vez la desvalorización griega
en “El sentido es no aprehensivo de la de lo infinitum (véase finitum)– que
esencia de la cosa”, ya no se tiene for- este atributo compete sólo a Dios.
malmente una premisa negativa sino Pero, de hecho, la doctrina de Pro-
afirmativa. De esta manera, se puede clo pasó a las escuelas medievales, so-
construir, por ej., el siguiente silogis- bre todo, mediante su obra De causis,
mo: “El sentido es no aprehensivo de que Tomás de Aquino lee en traduc-
la esencia de la cosa”, “lo que es no ción de Guillermo de Moerbecke. En
aprehensivo de la esencia de la cosa es su interpretación, el Aquinate insiste
no aprehensivo de la verdad de la co- en la diferencia entre el esse subsistens
sa”, luego, “El sentido es no aprehen- y el esse participado. Así, entiende que
sivo de la verdad de la cosa”. el segundo, esto es, el esse participa-
2. En cambio, en términos meta- do, ha de ser necesariamente finito,
físicos, i. se traduce por “infinito”, y en cuanto que queda circunscripto en
mienta, en general, aquello que en sí los límites de una esencia; es decir, el
no tiene medida o límite, que carece esse es el acto de todas las formas que,
de fin o término, razón por la cual es por eso mismo, constituyen poten-
inagotable. Desde el punto de vista fi- cias respecto de él. De este modo, só-
losófico, se han dibujado dos grandes lo el Ipsum Esse subsistens, o sea, Dios,
direcciones opuestas en la considera- tiene lo i. como atributo constitutivo
ción de este tema: por una parte, la (cf. Comm. sup. De causis. prop. IV).
consideración de lo i. como privación Sobre la base de este segundo sig-
de forma y, en consecuencia, priva- nificado, la Escolástica reservó exclu-
ción de acto en un sujeto: aquí, i. tie- sivamente para Dios el nombre de i.,
ne el sentido negativo de no finito o aunque lo admitió de manera impro-
incompleto, por tanto, imperfecto o pia y no absoluta para realidades no
informe; a este significado se refiere la divinas. Distinguió, pues, entre la in-
posibilidad de un devenir, es decir, de finitud propiamente dicha o divina, y
algo que es precisamente perfectible. otros tipos de infinitud, como la nu-
Por otra, se tiene la concepción de lo mérica, para los que muchas veces se
i. como negación del límite: en este prefiere el nombre de infinitas. Así
plano, la noción tiene un sentido po- pues, los escolásticos estudiaron muy
sitivo, ya que, por el contrario, indica afinadamente los diversos modos de
lo totalmente cumplido y, por ende, hablar de i. y de infinitas. Al respec-
infinitum 356
gesis esta i. no suelen pensarla como en otra cosa. Designa, pues, el mo-
una cosa, sino como condición de do de ser propio del accidente, cuyo
posibilidad de la creación de las cosas. esse consiste en inesse (véase). De he-
Una segunda característica es que, en cho, existe también, aunque no es tan
dicho contexto, tal i. es, por defini- frecuente como este último, el ver-
ción, aquello capaz de recibir una for- bo inaherere que indica, ontológica-
ma. Con este sentido aparece el tér- mente hablando, una dependencia
mino, por ej., en Agustín (Conf. XII, inhaesiva.
4, 4).
innitentia. Voz propia del plano me-
ingenium. Señala la inteligencia, o tafísico, indica el hecho de apoyarse
más estrictamente, el talento nato pa- en otra cosa. Esto se puede dar ya sea
ra algún arte o disciplina en particu- como la parte en el todo, ya sea como
lar. Así, suele complementar al usus, la forma en el subiectum, ya sea co-
entendido como práctica o frecuen- mo la materia en el suppositum. Con
tación. No obstante, en algunos ca- todo, no se ha de confundir con la
sos el par i.-usus aparece a manera de inaherentia (véase), ya que esta última
contraposición. En este sentido em- señala el inesse propio de los acciden-
plea el término Pedro Abelardo cuan- tes y signa, por tanto, una dependen-
do se refiere a la lógica. Dice, en efec- cia ontológica que de ninguna mane-
to, que ella es la única disciplina en la ra se da en la i., como se puede cole-
que se progresa gracias al i., esto es, a gir de los casos mencionados.
la capacidad mental, siendo vanos sin
innominatum. Los lógicos y gramá-
ésta los esfuerzos de la práctica y el es-
ticos medievales traducían con es-
tudio (cf. Hist. cal., in medio).
ta voz el “tó anónymon” mencionado
ingenuus. Debido a los posibles equí- por Aristóteles en el De int. 19b 6, es
vocos que suscita la semejanza entre decir, el término que, como “no-ca-
el latín y las lenguas romances, hay sa” no es, estrictamente hablando, un
que tener presente que esta voz in- nombre. Sin embargo, y siguiendo en
dica, en primer lugar, una condición esto también al Estagirita, prefirieron
social: la del hombre que, en el seno considerarlo nombre indefinido y lla-
de una sociedad determinada, nace li- marlo así “infinitum”, lo cual tam-
bre. De modo derivado, señala la li- bién se aplicó a verbos como “no sa-
bertad interior y la consecuente no- na” (véase infinitum 1).
bleza de sentimientos, lealtad y since-
inopinabile. Se conoce con este
ridad. A su vez, fue este último ma-
nombre uno de los propósitos del si-
tiz el único que se conservó, al menos
logismo sofístico. Consiste en arribar
parcialmente, en el español “ingenuo”
a una conclusión contraria a la opi-
para designar a la persona sin mali-
nión de todos o de la inmensa mayo-
cia alguna; de ahí pasó a aludir oca-
ría, opinión confirmada por el inte-
sionalmente al inexperto, siendo que,
lecto, por ej. “nada crece” (cf. Pedro
en latín medieval, este último senti-
Hispano, Summ. Log. 7, 2).
do se acerca al del término insolens
(véase expers). inquantum. Partícula propia del léxi-
co escolástico, se suele traducir por “en
inhaerentia. Es la condición de lo
cuanto”. Indica, en primer lugar, una
que inest, es decir, de lo que inhiere
inscitia 360
relación con lo dicho inmediatamen- célebre del uso medieval de este tér-
te antes; en segundo término, y esto mino es su aparición en la cita lati-
es lo central en la voz que nos ocu- na del salmo 13 en el segundo capí-
pa, acota dicha relación, determinan- tulo del Proslogion anselmiano: “Dijo
do un aspecto de la misma que es lo el i. en su corazón: ‘Dios no existe’”.
que el consecuente toma en conside- Pero Anselmo introduce este perso-
ración, generalmente el aspecto de su naje imaginario en el texto de su ar-
razón formal; en tercer lugar, muchas gumentación para que cumpla la fun-
veces implica un matiz de nexo causal ción de antítesis; de hecho, atribuye
con el antecedente. Así pues, el senti- al insensato el entender una proposi-
do más frecuente de i. es el de indi- ción como “Deus est id quo nihil maius
car que algo se da o se afirma precisa- cogitari potest”. Así, comienza a per-
mente en virtud de tal aspecto deter- filarse un matiz –sutil pero de cier-
minado de lo sostenido anteriormen- ta importancia– que diferencia la pa-
te. Por ej., “in symbolo tanguntur ea labra que nos ocupa de “stultus”. En
de quibus est fides, i. ad ea terminatur efecto, al menos en la literatura filo-
actus credentis”: “en el símbolo se pro- sófica de la Edad Media, esta última
ponen aquellas cosas que conciernen parece estar referida más a lo racio-
a la fe en cuanto a ellas se refiere el ac- nal en sí, es decir, a las falencias in-
to del creyente” (Tomás de Aquino, telectuales que se vinculan con cierta
S. Th. II-II, q. 1, a. 2 ad 2). En este incapacidad de razonamiento, antes
ejemplo se habla del symbolum (véase) que con una falta de sabiduría. Por
como conteniendo las verdades de fe, ej., Tomás de Aquino indica que es
pero con el i. el autor enfatiza que se stultum opinar que dos proposiciones
refiere a él como objeto o término del contradictorias (véase contradictoria)
asentimiento del creyente, no como son verdaderas al mismo tiempo y
portador de dichas verdades ni como respecto de lo mismo (cf. In Met. XI,
revestido de la autoridad de un conci- l. 6, n. 5). Ello implica una falta de
lio, etc. De este modo, i. se aproxima racionalidad que consiste en desco-
a uno de los usos de quatenus (véase nocer un principio lógico.
quatenus 3), siendo, con todo, el sen-
tido de este último más fuerte, preci- insolens. Cf. expers.
so y técnico. insolubilia. Se designa tradicional-
inscitia. Tiene el mismo significado mente con este nombre ciertos pro-
de ignorantia (véase), pero con espe- blemas, en general, de índole lógica,
cial referencia a la ignorancia propia tratados por autores medievales co-
de la mens en cuanto razón superior. mo Gualterio Burleigh y Guillermo
Así aparece, por ej., en Agustín (cf. de Shyreswood, en escritos titulados
De quant. an. 27, 53). precisamente De insolubilia; o bien
dilucidados por otros como Guiller-
insipiens. Adjetivo denigratorio, que mo de Ockham y Alberto de Sajonia,
se suele traducir por “insensato” o pero no sistemática sino marginal-
“necio”. Etimológicamente, es proba- mente en sus tratados lógicos. Pese a
ble que aluda a quien no es capaz de lo que este mismo vocablo puede ha-
sentir las cosas, de “gustar” la realidad cer suponer, los i. no son problemas
o quien no se aplica a ello. Ejemplo que la Escolástica haya considera-
361 instans
cepto límite del tiempo. Por ello, no dicción, por ej., “El oro no es trans-
se lo puede considerar, en rigor, co- lúcido” constituye la i. de “El oro es
mo una parte del tiempo conceptual- translúcido”. 2. Por extensión, tam-
mente unívoca respecto del todo. bién indica la impugnación de la res-
Por lo demás, el i. ha sido consi- puesta dada a un argumento, por lo
derado el presente temporal, en vir- que se puede traducir, en principio,
tud justamente de su indivisibilidad, por “objeción”. Así, por ej., en In An.
dado que, si fuera divisible, daría lu- Post. I, l. 9, 73a 32, Tomás de Aqui-
gar a dos partes de tiempo, una pasa- no escribe: “Non enim fertur i. con-
da y otra futura, debido a la esencial tra propositionem universalem nisi
sucesión de aquél. Pero ambas partes quia deficit aliquid eorum quae per
resultarían, a la vez, simultáneas por eam significantur”. Cf. obviatio.
ser del mismo i. Éste debe concebir-
instar. Término cuyo significado es
se, pues, dialécticamente, es decir, co-
“que vale por” o aun “que hace las ve-
mo perteneciente al tiempo, pero en
ces de” o “que está en lugar de”. En
oposición a su continuidad sucesiva.
textos tempranos de la Edad Media,
Sin embargo, y correlativamente, el i.
suele aparecer para señalar morfológi-
es lo indivisible en el que el tiempo
camente las clases de términos; así, por
existe. En efecto, el tiempo existe en
ej. el sustantivo (véase substantivum)
el instante, cuyo valor es el de actua-
supponit o suple, es decir, que “está en
lizar un pasado y anticipar un futuro
lugar de” lo que subsiste por sí: i. per
que, por distintas razones, no se iden-
se stantis.
tifican con él mismo. Así, constituye
un punto de intersección entre el ser institutio. Tiene el sentido general de
y el no ser. En este sentido, la noción imposición, establecimiento o deter-
que nos ocupa da razón a la intuición minación de algo; de ahí que muchas
platónica de la composición de ser y veces aluda también a 1. lo estableci-
no ser. Pero también se inserta en la do por convención. En este orden, y
concepción aristotélica del valor y di- especialmente en la literatura abelar-
namismo de la potencia hacia esa en- diana, equivale a inventio. Otro con-
telequia que es su razón de ser. texto en el que aparece la voz que nos
En cuanto a la expresión i. naturae ocupa, es 2. el pedagógico. En él, es-
es propia de Duns Escoto. Este au- te término es propio de la Antigüe-
tor la emplea para explicar el conoci- dad clásica, y pasó al período patrísti-
miento que Dios tiene de los futuros co, para designar la primera etapa de
contingentes. Dice, entonces, que pa- la educación, es decir, la puerilis i. que
ra imaginar una cosa anterior a otra i. comprendía el ciclo de las artes libe-
naturae, esto es, con una anterioridad rales (véase ars).
de naturaleza, es necesario imaginar Muy distinto es 3. el significado
que existe en un instante en el que la técnico del término en la metodolo-
segunda no existe. Ockham se opone gía de la disputa medieval; para ello,
a esta posición (cf. Exp. Aurea 85a). véase obligatio 1.1.
instantia. Tiene dos significados: 1. instrumentativa. Término que, en
lógico; 2. metodológico. 1. En lógi- las obras de Raimundo Lulio alude
ca medieval, se llamó así a la proposi- sin más a la condición que algo tie-
ción que se opone a otra por contra- ne de ser instrumento; puede aplicar-
363 integrum restituo
es una voz significativa que quiere de- minos y propiedades que convienen
cir algo por sí misma. Ya en plena Es- sólo a los miembros de cierto y deter-
colástica, Tomás de Aquino, también minado género o especie, como “ani-
en su propio comentario al De int. de mal”, “árbol”, “hombre”, etc.
Aristóteles (cf. I, 1, a), indica que el
intransitive. En principio, la raíz
nombre y el verbo de los que trata el
de esta palabra alude a lo que no se
Estagirita en los capítulos 2 y 3 de su
transfiere. En rigor, el adverbio que
obra son más bien principios de in-
nos ocupa califica un modo según
terpretación que interpretaciones. Pa-
el cual una cosa o propiedad es real-
ra el Aquinate, la i. se refiere a la pro-
mente distinta de otra. En efecto, al-
posición enunciativa, a la que puede
go se dice i. distinctum cuando alguna
atribuirse la verdad o la falsedad.
propiedad o nota esencial le conviene
interremptio. A partir de su acepción a ese algo en virtud de otra cosa. Así,
originaria, que alude a la ablación real por ej., el hombre, considerado en su
de una parte de una cosa existente condición de animal, no discurre; lo
fuera del alma, esta voz pasó a tener hace en su condición de racional, esto
un significado lógico: señala el hecho es, sub ratione rationale. Por eso, la di-
de negar alguna de las consecuencias ferencia constitutiva proviene de una
de un razonamiento (véase también distinción hecha i.
peremptio).
intrinsecum. Cf. extrinsecum.
interrogatio. De significado exclusi-
introductio. A diferencia de lo que
vamente referido al plano gramatical,
ocurre en español, lengua en la que
la i. es la oración en la que se pregun-
de hecho se da cierta ambigüedad
ta, real o ficticiamente, por algo. En
en las palabras “introducción”, “pró-
este último caso, se suele dar una in-
logo”, “proemio” y afines como par-
terrogación retórica. Así, por ej., en
te inicial de un texto, la terminolo-
una suerte de ascenso a Dios por la
gía medieval es muy precisa en esto:
belleza, Agustín dice haber pregunta-
proemium (véase) es, efectivamente,
do por Dios a la tierra, a los astros, a
la parte inicial del texto de una obra,
todos los seres que rodean las puertas
en la que se explica la intención del
de los sentidos, respondiéndole ellos
autor al escribirla, los libros o capítu-
“Dios es quien nos ha hecho”; aña-
los que la componen, etc. En cambio,
de el Hiponense que era mediante su
i. hace alusión al contenido temáti-
contemplación como él los interro-
co de una disciplina en la que preci-
gaba y su respuesta era su belleza (cf.
samente la obra quiere de algún mo-
Conf. X, 6, 9-10).
do, iniciar al lector. Son, pues, dos ni-
Cuando no se plantea retóricamen-
veles diferentes. Por eso, no hay nin-
te, es decir, cuando constituye un in-
guna obra medieval que se llame
terrogante genuino, puede derivar de
“Proemium…”, ya que éste será, en
lo que, en el orden del pensamiento,
todo caso, su prólogo interno y for-
es una quaestio, o bien una dubitatio
mal. En cambio, hay varias obras me-
(véanse).
dievales que llevan en su título mis-
intranscendentes. Por contraposi- mo el término que nos ocupa, en es-
ción al significado trascendentale (véa- pecial y como es obvio, aquellas que
se), esta palabra alude a aquellos tér- abordan materias poco conocidas.
373 intuitus
ante Él desde toda la eternidad (cf. S. hombres, gozaran del favor divino,
Th. I, q. 14, a. 13, c). los indujo a pecar (cf. Sap. 2, 24). En
la Patrística proliferaron los comenta-
inventio. En general, se ha usado es- rios a este pasaje, pero la i. pasó a es-
ta voz para indicar la acción y el efec- tudiarse como enfermedad moral hu-
to de instituir algo. Es especialmen- mana. Juan Crisóstomo, por ej., la ve
te importante en el pensamiento abe- como una adhesión al mal gratuita y
lardiano. En Pedro Abelardo, la i. es así escribe que el disoluto puede adu-
la imposición de un nombre común cir la concupiscencia como pretexto;
a un conjunto de cosas individuales el ladrón, la pobreza; el homicida, la
que presentan características comu- ira, etc. Pero no hay excusa para el en-
nes. Ese estado con el que se nos ofre- vidioso que sólo se nutre de perversi-
cen es, pues, la causa común de i. Así, dad (cf. In Ep. ad Rom. Homiliae VII,
el esquema del proceso por el que se 6; In Io. Hom. XXXVI, 3). Por su par-
instituye un nombre, por ej., “la rosa” te, Agustín la signa como un mal di-
es: 1. la consideración de la naturale- fícilmente evitable, del que ni siquie-
za de la realidad que motiva la i. del ra los niños están exentos (cf. Conf. I,
nomen; 2. este último está llamado a 7, 1). Con todo, la i. no suele figurar
generar una noción. en las clasificaciones patrísticas de los
inversio. La inversión es una de las vicios, hasta Gregorio Magno y sus
reglas prácticas que la lógica medie- Moralia in Iob.
val ha fijado acerca de la formación En cambio, los escolásticos la con-
que se puede operar sobre los ele- sideraron un vicio capital y elabora-
mentos formales de la proposición, ron el concepto y las consecuencias
es decir, sujeto y predicado. Sólo es éticas de la envidia a partir de su mis-
posible aplicarla a las proposiciones ma etimología; in-videre alude efecti-
hipotéticas del tipo: si A es B, C es vamente a la acción de mirar con ma-
D. La operación de la y. consiste en los ojos, especialmente, si se conside-
introducir la negación entre el sujeto ra el prefijo “in” como un quo de hos-
y el predicado de la proposición da- tilidad. Casi todos han subrayado el
da. Se obtiene así una nueva propo- dolor que implica para el sujeto envi-
sición que tiene por hipótesis la ne- dioso. De hecho, Tomás de Aquino la
gación de la hipótesis de la primera, hace derivar de la tristeza, es decir del
y por consecuencia, la negación de la sufrimiento del alma. Así, la define
consecuencia de la primera: si A no como la tristeza causada por el bien
es B, C no es D. La i. es válida si la ajeno en cuanto que éste excede el
naturaleza de la proposición es uni- propio, sobre todo, la gloria o el ho-
versal, y si lo expresado en el sujeto nor. Esta última acotación tipifica la
y el predicado tiene la misma exten- envidia. No se trata, pues, de desear
sión (véase extensio). para sí, aun cuando fuere nostálgica
o melancólicamente, el bien poseído
invidia. La base escrituraria de la en- por los demás, sino del resentimiento
vidia en cuanto mal no puede ser más que provoca el que los otros lo disfru-
fuerte. En efecto, se atribuye, al co- ten. Como su opuesto, la caridad, la
mienzo de los tiempos, al diablo que, envidia tiene por objeto el bien ajeno,
precisamente envidioso del hecho de sólo que, mientras que aquélla lo bus-
que criaturas inferiores a él, como los
375 ira
pecado o vicio. Tanto como pasión causado por el amor al propio honor
como en cuanto vicio, ha recibido un y por la esperanza de recuperarlo; al
extenso tratamiento sea en la Patrísti- mismo tiempo, intervienen el placer
ca, sea en la Escolástica. Ello obede- de la recuperación esperada y la au-
ce a su complejidad. Más acá de ésta, dacia para repeler la ofensa recibida.
en ambos planos queda asociada con Para que la ira tenga lugar no basta
la vindicatio (véase) o venganza. San con que la injuria recibida –genuina
Agustín, por ej., caracteriza la natu- o sólo percibida como tal– sea míni-
raleza o esencia de la ira diciendo que ma, dado que, en ese caso, sólo sus-
es el vigor de la justicia vindicativa, al cita desdén. Su gravedad debe ser ca-
tiempo que advierte que sólo analó- paz de provocar el apetito de vengan-
gicamente se predica de Dios (cf. De za. Respecto de los efectos de la i., se
doctr. christ. II, 2, 3). Pero los análisis han enumerado los siguientes: delei-
que distinguen más prolijamente en- te, puesto que implica el regodeo en
tre los dos planos señalados se lleva- la venganza; fervor o efervescencia en
ron a cabo en la Escolástica. el corazón y todo lo que ello trae apa-
1. como pasión, la i. no se identi- rejado, como consecuencias físicas;
fica con la potencia irascible, aunque obstaculización del uso de la razón,
le dé su nombre, ya que es una pa- precisamente por la alteración corpo-
sión del apetito irascible. Ahora bien, ral recién señalada; y taciturnitas (véa-
el acto del apetito presenta dos tipos se), en parte, porque esta última difi-
de movimiento: el simple y el com- cultad impide la formulación de los
plejo, pudiendo ser ambos positivos o juicios (cf., por ej., Tomás de Aquino,
negativos. Así, la delectatio, en cuan- S. Th. I-II, qq. 46-48).
to aproximación a un bien es simple 2. desde el punto de vista moral, en
y positivo; la tristitia, en cuanto aver- cambio, algunos autores medievales,
sión a un mal es simple y negativo. precisamente para distinguir la ira co-
En cambio, el amor amicitiae es mo- mo pasión de la ira como vicio capi-
vimiento complejo y positivo, ya que, tal, prefirieron reservar para esta últi-
en el amor de amistad hay dos obje- ma el término “iracundia” (véase).
tos: el bien querido y la persona pa-
iracundia. Hábito que proviene de la
ra quien se lo quiere (véanse). Lo pro-
ira como acto o pasión. Así pues, se-
pio de la i. es que constituye un mo-
ñala la dispositio del sujeto a lo que se
vimiento complejo y, a la vez, mixto.
ha dicho respecto de la ira (véase). A
En efecto, por ella el sujeto desea la
diferencia de ésta, la i. constituye un
venganza o reparación de la persona
vicio –y, por ende, su estudio perte-
que lo ha injuriado. Así, con razón o
nece al plano ético– cuando se apar-
sin ella –se trata de una pasión– per-
ta de la recta razón. En tales casos, lo
cibe dicha reparación como algo bue-
no, y la persona de la que busca ven- hace por exceso o por defecto; así, un
garse como mala. Por eso, la ira re- sujeto moral puede encolerizarse más
sulta causalmente de la composición de lo conveniente o bien no reaccio-
de otras pasiones: la tristeza es causa- nar airadamente ante una injusticia,
da por el odio de la injuria y del inju- una ofensa a Dios o ante su propio
riante y por la actualidad de tal mal; pecado. Así pues, el hecho de encole-
el apetito de venganza o reparación es rizarse y aun de no reprimir este mo-
vimiento anímico no conforman por
377 ironia
apelar a algún tipo de mediación pa- más de Aquino, S. Th. II-II, q. 60, aa.
ra alcanzar el bien que persigue, pero 2, 3 y 6).
es el intelecto el que determina cuál Finalmente, una quinta acepción,
medio en particular se ha de emplear, aunque poco usada, se refiere 5. al ni-
formulando así lo que se conoce co- vel astrológico. En efecto, en este pla-
mo “juicio práctico”. no, i. señala el supuesto juicio o de-
En cuanto al 3. plano estrictamente creto de los astros en las vidas huma-
lógico, cabe advertir que, en rigor, esta nas, por lo cual este tipo de astrologia
palabra no es frecuente en el vocabu- (véase) se denominó iudiciaria y fue
lario técnico de la Edad Media, pues- combatida en la Edad Media, ya que
to que la lógica medieval, como así la aceptación de tales supuestos de-
también la renacentista, tendieron a cretos astrales implicaba un determi-
asimilar la forma de aprehesión racio- nismo incompatible con la afirma-
nal que implica el i. a su expresión en ción del libre albedrío y, por ende, de
la propositio (véase), por lo cual el tér- la responsabilidad de los hombres.
mino “proposición” puede correspon-
iuramentum. Un problema exegéti-
der a lo que, lógicamente, hoy deno-
co surge de inmediato en los análi-
minamos “juicio”. Para el tratamien-
sis patrísticos del tema del juramen-
to que, en particular, hace Ockham
to: la prohibición evangélica lisa y lla-
de este punto, véase assensus, in fine.
na de jurar en cualquier forma, no só-
Desde el 4. punto de vista ético,
lo de hacerlo faltando a la verdad co-
el vocablo aparece en los textos tan-
mo límite extremo de su ilegitimidad
to patrísticos como medievales. Agus-
(cf. Mt. 5, 33; St. 5, 12). Con todo,
tín, por ej., considera que el y. es una
el i., y especialmente en lo que será
función propia del espíritu humano,
después la sociedad medieval, cum-
en la que la sensibilidad no tiene par-
te alguna; de ahí que a través del jui- ple una función social irrenunciable;
cio, el alma muestre su trascendencia de ahí que ya desde la exégesis de los
respecto de los demás seres vivientes. Padres se haya atenuado la severidad
El Hiponense diferencia entre cono- de la prohibición escrituraria, termi-
cimiento y juicio diciendo que cono- nando por confinarla al caso del per-
cer es percibir lo que una cosa es; juz- jurio (véase periurium). Así lo hacen,
gar es apreciar lo que debe ser. Para por ej., Ambrosio de Milán (cf. Exp.
ilustrar esto, Agustín apela al ejemplo Ps. 118, 14), Jerónimo (cf. In Mt. 1),
del artesano cuando éste estima el va- y hasta Agustín (cf. Sermo 180). No
lor de su obra (cf. De vera rel. XXXI, obstante sus apariciones reiteradas en
58). Los escolásticos han relacionado la Escritura –no sólo de Dios sino de
el i. más directamente con las deter- apóstoles como Pablo–, el i. no dejó
minaciones de índole práctica. En es- de ser visto bajo cierto velo de peli-
te sentido, tres son los requisitos que grosidad. Precisamente el Hiponense
señalaron para que se dé el rectum i.: explica que la prohibición evangélica
iustitia, auctoritas, y prudentia (véan- se ha de leer como un intento de neu-
se); si falta la primera, se dará un i. tralizar un peligro más que de repri-
perversum; si falta la segunda, un i. mir un abuso; se trata, pues, de la su-
usurpatum; si falta la tercera, tendrá gerencia de una precaución. Esto se
lugar un i. temerarium (cf. por ej., To- apoya sobre la infirmitas natural del
hombre y el carácter lábil del verbo
ius 380
humano que tiende a convertir el ac- dad o estado ha decretado para sí, so-
to de jurar en hábito; de ahí que la bre el fundamento de los decretos de
Regla de San Benito advierta: “Non Dios o de la naturaleza; 3. i. gentium
iurare, ne forte periuret”. Sin embar- o derecho de gentes es el que rige en
go, a veces, el juramento está im- todos los pueblos, de él forma parte,
puesto por las circunstancias. En es- por ej., la inviolabilidad de los emba-
tos casos, se insiste en que debe ob- jadores. A esto se añaden los derechos
servarse en el marco de una verdadera especiales, como el militar o el públi-
necessitas. Por eso, Alain de Lille, por co que se refiere a los magistrados y
ej., en su Contra haereticos, lo consi- sacerdotes.
dera moralmente indiferente y, si- A medida que transcurren los siglos
guiendo a Pedro Lombardo (cf. Sent. medievales se va acentuando el pasa-
III, d. 39, q. 4, n. 1), asigna al i. tres je que va desde la consideración de la
ámbitos de legitimidad: el procedi- justicia implicada en el derecho al ar-
miento judicial, cuando lo requiere la te del legislador y a la misma senten-
urgencia de defenderse de una acusa- cia dada por el juez. Al mismo tiem-
ción injusta; la necesidad social de es- po, se profundiza en la fuente del de-
tablecer pactos de paz; y la exigencia recho sobre la base de consideraciones
retórica de convencer a un auditorio como las de Agustín, por ej., que no
de algo que sea beneficioso para éste. se debe llamar i. la norma de los go-
Más rigurosas, ciertas corrientes heré- bernantes cuando ella es injusta (cf.
ticas, como los valdenses, cátaros, pa- De civ. Dei XIX, 21). Por otra parte,
tarinos y nestorianos rechazan radi- al llegar a la Escolástica, se consideró
calmente esa posibilidad, viendo en el que el derecho emanado de Dios tie-
i. un mal en sí mismo, impermeable a ne una doble manifestación: una, na-
cualquier consideración de oportuni- tural, coincidente con el i. naturale, y
dad o necesidad práctica. otra positiva, que se halla en las Escri-
turas. La primera de ellas está conte-
ius. Significa “derecho”. Isidoro de nida, primariamente, en la ley eterna,
Sevilla anota que el derecho se lla- y, secundariamente, en el juicio natu-
ma así porque es justo, es decir por- ral de la razón humana, puesto que es
que responde a la iustitia y añade que un conocimiento innato en el hom-
todo derecho es un conjunto de le- bre. Así, el derecho divino no cancela
yes, esto es, la ordenación escrita; o el humano; antes bien, lo fundamen-
costumbres, es decir, la práctica o ta. Diversa es la problemática propia
uso cuya antigüedad confiere fuerza del positivo. Respecto de él, los esco-
de ley no escrita aprobada por la ra- lásticos subrayan en cierto sentido su
zón (cf. Etim. V, 3-10). Sobre las hue- carácter relativo, puesto que varía se-
llas de la tradición de Isidoro, la Edad gún las distintas condiciones de los
Media distinguió entre los siguientes pueblos en las diferentes épocas. Así
derechos, siempre en su acepción de se lee, por ej., en Tomás de Aquino
conjunto de leyes: 1. i. naturale, lla- (cf. S. Th. I-II, q. 91, aa. 5-6 y q. 96,
mado así porque es el común a todos a. 2).
los pueblos, ya que deriva de lo indi-
cado por la naturaleza, como la unión iustitia. En su sentido más amplio,
de hombre y mujer o la crianza de los la palabra “justicia” señala cualquier
hijos; 2. i. civile es el que cada ciu- proporción. Así lo consigna Tomás
381 iustitia
Según Buenaventura, tres son las así lo quiere, o bien si Dios lo quiere
partes de la i.: una ordena la relación porque es justo.
con los superiores; otra, la que se da con
iuvenis. Término propio de Alain de
los inferiores; y otra, la que se da con los
Lille que llama así al protagonista de
iguales (cf. Coll. in Hexaem. VI, 18).
su Anticlaudianus. En esta obra, el i.
Un sentido particular cobra la ex-
equivalente al “hombre nuevo”, co-
presión i. originalis. En efecto, ella
mo muchas veces también se lo lla-
indica algo absoluto que, en el mar-
ma, es un prototipo de doble fun-
co del orden establecido por Dios, se
ción literaria. Representa al hombre
añade a la naturaleza del hombre –es
en cuanto tal, con las vicisitudes que
decir, que es un superadditum– y que
son propias de la formación intelec-
concierne a la vida moral, específica-
tual y espiritual. En su segunda signi-
mente, a lo que se entiende por bien
ficación dicho prototipo es el del mo-
o bueno. En este sentido, la polémica
narca perfecto que se inspira en el fi-
medieval giró en torno de la cuestión
lósofo-rey platónico.
acerca de si algo es justo porque Dios
383
L
lacuna. Se denomina así el hueco de el moderno “lego” que, con mayor
o el espacio que aparece en el escri- particularidad, señala hoy en español
to de un pergamino, interrumpien- al que es ignorante o profano en una
do de alguna manera el texto. La l., disciplina. Por eso, se utilizaban para
uno de los principales problemas pa- él, como vehículo de información y,
ra los paleógrafos, es, como se supon- sobre todo, de edificación moral, las
drá, muy frecuente en la Edad Media artes visuales, especialmente, la pin-
por los problemas de conservación de tura (véase pictura).
las copias. No es exactamente lo mis-
languor. Esta palabra, que general-
mo que la corruptio, esto es, una pala-
mente aparece en la expresión l. amoris,
bra o algunas palabras no faltantes si-
es propia del vocabulario de los mís-
no ilegibles por mal estado o deterio-
ticos especulativos y, en particular, de
ro del material.
Bernardo de Clairvaux (cf. In Cant.
laetitia. Se traduce por “alegría” y se LI, 3) y Ricardo de San Víctor. Éste
define como la affectio o commotio del remite al texto de Isaías 1, 5: “La ca-
alma por la que ésta se regocija con beza está enferma y el corazón langui-
el bien presente o representado. Con- dece”. Con dicha expresión alude al
siste en la posesión espiritual de ese tedio impaciente del deseo de Dios,
bien. Así pues, muchos la incluyen hastío que provoca disgusto por todo
entre las pasiones, aunque no lo es es- lo que no es Él. Se manifiesta, ade-
trictamente, ya que su correlato es la más, como debilidad duradera que
delectatio (véanse delectatio y passio). enerva al cuerpo (cf. Ep. Sev. II, 11;
Por otra parte, y aunque el bien ob- De statu int. hom. I, 11-12).
jeto de la l. es conocido por el inte-
latio. Esta voz es sinónimo de trans-
lecto, se considera ordenada en la vo-
latio; así, alude al motus (véase) latio-
luntad.
nis, es decir, a uno de los tipos de mo-
laevitas. Indica el carácter de lo ter- vimiento o cambio, el local, que se
so. Lo físicos medievales han defini- da precisamente cuando el subiectum
do esta propiedad como la del cuer- se transfiere o es transferido de un lu-
po cuyas partes convienen en su su- gar a otro.
perficie o acuden homogéneamente a
latitatio. Se podría traducir esta pa-
ella. No se ha de confundir con la le-
labra por “latencia”, ya que hace alu-
vitas (véase).
sión al estado latente de algo. Suele
laicus. Por oposición al clericus (véa- aparecer en el contexto del problema
se), el l. en la Edad Media era quien, de la procedencia de las formas corpo-
por no pertenecer al clero, no tenía rales. En efecto, algunos autores sos-
allanado el acceso al estudio. Así, el tuvieron que éstas proceden, en parte,
término designa al iletrado, de don- ab extrinseco, en cuanto que son lleva-
latitudo 384
das al acto por un agente; y, en par- cualidades (cf. Quodl. IV, q. 15). Es,
te, ab intrinseco, en cuanto que pre- pues, lo que hace posible la intensio
existen potencialmente en la materia. (véase). Siempre desde el punto de
En este último sentido, se afirma la 1. vista metafísico, esta palabra alcan-
l. formarum. También se ha hablado za un uso extremo en Juan de Ripa,
de una 2. l. scientiarum et virtutum, quien habla de la l. entium para refe-
queriendo significar con ello que toda rirse a la disposición de los entes has-
virtud y toda ciencia preexisten natu- ta la cima ocupada por la especie su-
ralmente en el alma, como creen los prema creada. Ésta contiene y subsu-
pensadores enrolados en la tradición me una multitud de individuos dis-
platónica. Quienes adhieren, en cam- tintos esencialmente.
bio a la posición aristotélica al respec-
latria. Cf. adoratio y dulia.
to, como Tomás de Aquino, entien-
den la l. de manera muy relativa: con- laudabile. Sobre la base de la aucto-
sideran que las ciencias y las virtudes ritas agustiniana, el pensamiento me-
están en nosotros únicamente en la dieval cristiano consideró loable, en
medida en que poseemos la capaci- primer lugar, toda naturaleza bue-
dad de adquirirlas, lo cual no impli- na, creada y, a fortiori, increada; en
ca preexistencia alguna de ellas como segundo término, aquello cuya bon-
tales en el alma humana (cf. S. Th. I- dad está ordenada a algún fin; en ter-
II, q. 63, a. 1 c). cer lugar, y en sentido estricto, l. es
todo acto recto que depende de la vo-
latitudo. En la literatura medieval,
luntad libre y que, por ello, engendra
este término presenta dos acepciones:
mérito y merece recompensa (cf., por
1. física; 2. metafísica. En 1. su acep-
ej., Ockham, Quodl. VI, q. 2).
ción relativa al mundo físico, alude
a la dimensión horizontal y se defi- laudatio. Cf. adulatio.
ne como la medida de esta dimensión
que se extiende en línea recta in latus. lectio. Hugo de San Víctor define la
También se ha denominado así la su- lectura en los siguientes términos: “l.
perficie que se divide en derecha e iz- est cum ex his quae scripta sunt, regulis
quierda. et praeceptis informamur” (cf. Didasc.
Pero, siendo originariamente un III, 8). Ahora bien, hay una l. privada
vocablo propio del orden físico, pre- (lego librum), una l. que hace el maes-
senta también una transposición al 2. tro (lego librum illi), y una l. que hace
metafísico, acepción que fue muy im- el discípulo (lego librum ab illo). Sea
portante en la Edad Media. En este de ello lo que fuere, lo cierto es que,
orden, l. tiene que ver con la perfec- en términos medievales, leer es ense-
ción ontológica. Con este sentido, la ñar y, por ende, aprender. Por eso, la
voz que nos ocupa fue retomada por l. es la base de toda la pedagogía me-
Enrique de Gante –del término grie- dieval. De hecho, cuando se prohibió
go plátos usado por Simplicio– para la enseñanza de las obras aristotélicas
significar una cierta indeterminación referidas al mundo natural, el texto
o ilimitación en la naturaleza de las vedaba “nec libri Aristotelis de naturali
cualidades. Este carácter de ilimitado philosophia nec commenta legantur
fundamenta la posibilidad de aumen- Parisius publice vel secreto” (cf. Chart.
to y disminución de muchas de esas Univ. Paris. I, 70): esto dejaba a un
385 lectura
lado también la lectura privada de ta- dose la quaestio (véase), ya sea por-
les obras y la condenaba a la clandes- que los pasajes más difíciles se presta-
tinidad. ban a diversas exposiciones interpre-
Desde un punto de vista técnico, tativas, ya sea porque los mismos tex-
constituye el primer momento del tos de diversos autores ofrecían sen-
proceso que culminará en la crista- tencias contrapuestas. Finalmente, las
lización del método escolástico. En cuestiones se convirtieron en un gé-
efecto, las etapas principales de dicho nero independiente sobre el que, por
proceso, que fueron añadiéndose su- último, se fue recortando otro: 5. el
cesivamente en la evolución histórica de la disputatio (véase).
de la enseñanza medieval, son las si- Con todo, cabe insistir en el carác-
guientes: 1. en primera instancia, los ter originaria y fundamentalmente
maestros medievales se ceñían a la l., oral de la l.
es decir, a la lectura de textos de las
lectura. Dos cuestiones rodean el fe-
auctoritates (véase auctoritas). Gene-
nómeno de la lectura En la Edad Me-
ralmente, se trataba de una obra de
dia: una se da durante el período pa-
Aristóteles para los estudiantes de Ar-
trístico y la otra durante el escolásti-
tes, y de la Biblia o las Sentencias de
co. Respecto de la primera, hay que
Pedro Lombardo para los de Teolo-
decir que prácticamente durante toda
gía. En principio, la lectura debía ser
la Patrística prevaleció la lectura fóni-
literal y pretendidamente “neutral”.
ca, esto es, la que le ponía voz a un
Pero no podía obviarse el que se des-
texto, generalmente redactado con
tacaran algunos aspectos y se margi-
scriptio continua (véase), con el fin de
naran otros; además, las dificultades
que su mensaje pudiera llegar a varios
de algunos pasajes impedían sosla-
receptores al mismo tiempo. En tal
yar aclaraciones laterales que sólo se
sentido, es célebre el descubrimiento
proponían hacer más accesible el tex-
que hace Agustín de la lectura silen-
to. 2. Sobre la base de esta necesidad
ciosa llevada a cabo por Ambrosio de
se impuso la meditatio (véase), como
Milán (sic eum legentem vidimus tacite
ampliación de la l. Así, el mismo Hu-
et aliter numquam…” Conf. VI, 3, 3).
go de San Victor, (cf. Didascalion, I.
Esto implica un notable cambio cul-
1) cita estas dos etapas como impres-
tural: el hecho de poder volver sobre
cindibles en la adquisición de la cien-
un párrafo, o acelerar la lectura o re-
cia. Sin embargo, tampoco ellas resul-
lectura de otros, detenerse sobre una
taron suficientes; en particular, al am-
palabra para examinar su sentido, me-
pliarse el número de los autores incor-
ditar sobre él, etc. (véase ruminatio),
porados a las lectiones. Pronto se vio la
permite y da lugar a una penetración
necesidad de explicar, aún por escri-
en el sentido del texto que la lectura
to. 3. Dicha explicación, consignada
fónica no consiente por la necesidad
por los maestros, se denominó glossa
de atender al oído y el tiempo ajeno.
(véase), y dio lugar a la expositio. Ésta
En lo que concierne al fenóme-
incluía la l., glosada o no, la explica-
no de la l. durante el segundo pe-
ción de frases y pasajes, y la sententia
ríodo de los mencionados, lo prime-
(véase), mediante la cual se intenta-
ro a subrayar es su inserción institu-
ba sintetizar la comprensión del tex-
to. 4. Sobre la exposición, fue gestán- cional como momento en el proceso
de enseñanza-aprendizaje. En efec-
levitas 386
to, muchos textos escolásticos pro- es propio. Por otra parte, dicho deber
vienen de los cursos que sus respec- ser suele implicar, además, una cier-
tivos autores ofrecían en las univer- ta necesidad y validez universal que,
sidades, por ej., sus interpretaciones precisamente, vuelven inteligible lo
de textos filosóficos o bíblicos. Fre- que la l. indica.
cuentemente, tales comentarios eran La diferencia entre la l. y la regula
después redactados por ellos mis- (véase) radica en que esta última se
mos y de esa redacción resultan las presenta frecuentemente como la es-
expositiones, las cuales se distinguen pecificación de una determinada nor-
porque su título comienza con la ma, es decir, de una ley que concierne
preposición in que se antepone al de sólo a la actividad humana; así, se ha-
la obra comentada. Así, por ej., In bla, por ej., de “reglas de Gramática”.
Metaphysicam suele aludir a un co- Según algunos autores, en la historia
mentario a la Metafísica aristotélica; del pensamiento se ha considerado
también puede que se encuentre un primero la l. en su aspecto ético-po-
plural, como In Ethicorum, referido a lítico, descubriéndose luego la posibi-
los libros éticos de Aristóteles. Ahora lidad de enunciar, por analogía, leyes
bien, a diferencia de la expositio, la l., físico-naturales. Así, muy lentamente
cuyo título suele estar compuesto de se llegó a dar relieve al concepto de l.
la misma manera, indica que, si bien como necesidad inmanente a ciertas
su autor ha dictado un curso sobre estructuras de las cosas, que se vieron
el tema con las opiniones que el tex- como efecto de una causa trascenden-
to le atribuye, éste no fue redactado te a la naturaleza misma. En la Anti-
directamente por él sino por algunos güedad, esta necesidad inmanente fue
de sus discípulos o colaboradores. expresada, en particular, por Aristóte-
Un ejemplo de l. es el comentario les, mediante su concepto de natura-
que, como magister (véase) in sacra leza, o primera determinación inte-
pagina, Tomás de Aquino hizo al rior, según la cual opera todo agen-
Evangelio de Juan. Esta l. se debe a te (cf. Phys. II, 1, 192 b 20-23). Por
Reinaldo de Piperno: “quam recollegit su parte, y con otro espíritu, los es-
idem frater Raynaldus, sed corregit tocios se refirieron a la ley universal
eum frater Thomas”. como cierta fuerza que mueve la ma-
teria de modo uniforme y constan-
levitas. La levedad se define por opo- te; así lo expresa, por ejemplo, Zenón
sición a la gravitas (véase), es de- en su De natura. A juzgar por testi-
cir que señala la condición de lo que monios, Sócrates había subrayado, en
tiende a alejarse del centro de la tie- cambio, el aspecto ético de la l., vien-
rra. En cuanto categoría contraria a do en la ley no escrita –cuyo valor es
la de gravedad o pesantez, le atañe la divino y trascendente–, el fundamen-
discusión que, sobre bases platónico- to de la escrita.
aristotélicas, se sostuvo al respecto en El pensamiento judeo-cristiano re-
la Edad Media. coge, en cierto modo, ese planteo
lex. Muy en general, la “ley” expre- atribuido a Sócrates, contraponien-
sa siempre un deber ser, por el cual do la ley literal al espíritu que la ani-
se exige que algo sea y opere según ma. Pero lo propio de la concepción
un orden que, de alguna manera, le judeo-cristiana en lo que toca a este
387 liber
punto es que considera el designio di- mente, con los demás hombres; 4. l.
vino como ley suprema y eterna, en humana, es una ordenación de la ra-
la que reside la razón de ser de todo zón al bien común de los hombres,
cuanto concierne no sólo al orden del como señala Tomás de Aquino en S.
universo físico, sino también al últi- Th. I-II, qq. 90 y ss.). Por su parte,
mo fundamento de la actividad mo- Buenaventura distingue varias acep-
ral. La obligación moral es, enton- ciones de este término. Así, se refie-
ces, absoluta porque liga la voluntad re a la ley religiosa, a la norma para
humana a una Voluntad que la tras- juzgar y a la regulación de la vida mo-
ciende en todo sentido y que, en tan- ralmente recta (cf. Coll. in Hexaem.
to ley eterna, manda conservar el or- XVI, 15).
den natural y prohibe turbarlo. Así se
lexicon. Se llamó así en la Edad Me-
expresa, por ej., Agustín de Hipona
dia la clase de libro que explica el sig-
(cf. Contra Faust. XXII, 27). La ley
nificado de las palabras, especialmen-
moral, en cuanto participa de esa ley
te, las técnicas, es decir, las correspon-
eterna en la naturaleza racional del
dientes a un determinado ámbito del
hombre, es una ley natural, funda-
saber. Debido a la mayor amplitud
mento a su vez de la ley escrita. Es-
que entonces tenía el término “gram-
ta última es promulgada por Dios o
matica” (véase), y que incluía aspec-
por los hombres mediante signos sen-
tos semánticos del lenguaje, muchos
sibles. De esta manera, se puede ex-
consideraron el l. una grammatica ex-
presar y difundir el valor absoluto del
tensa (véase dictionarius).
Bien, ya que en él está la causa y, a la
vez, el fin de la ley. Isidoro de Sevilla li. Cf. ly.
observa que l. viene “a legendo”, vale
decir de leer, porque está escrita. Te- liber. Voz que tiene dos acepcio-
niendo presente el derecho antiguo, nes: en primer lugar, señala la con-
señala que toda ley o permite algo, o dición de libre que tiene un sujeto;
lo prohibe, o castiga (cf. Etim. V, 3 y en segundo término, indica el libro.
19). Respecto de la primera, se ha de no-
Sobre este horizonte doctrinal, la tar que, históricamente hablando, la
Escolástica formuló algunas precisio- acepción originaria de l. alude a un
nes: 1. l. aeterna es la ratio de la sabi- status social: el de quien, a diferencia
duría divina, que rige el movimiento del esclavo, nace libre en el seno de
de toda la realidad; 2. l. naturalis es la una sociedad. La negación de un vín-
que rige en el mundo, participación culo de obediencia implicada en este
en sí misma de la ley eterna divina, término fue haciéndose cada vez más
e impresa en la criatura racional; con interior; así, se utilizó para expre-
todo, ésta accede a la ley natural me- sar situaciones tales como el estar li-
diante la luz de la mera razón, necesi- bre de enfermedad o de preocupacio-
tando en cambio de la revelación pa- nes. Posteriormente, con la reflexión
ra acceder a la eterna, según recuerda, filosófica a la que da lugar la apari-
por ej., Gabriel Biel en In III Sent., d. ción del Cristianismo y el tema de la
37, q. 1, a. 1; 3; 3. l. divina, es la ley responsabilidad humana en la salva-
de Dios que legisla sobre la relación ción, el sentido de l. pasó a indicar
del hombre con Él y, fundamental- a quien es moralmente libre, tema
liberalitas 388
que se analiza en el artículo liberum sición de los siglos XII y XIII. Se trata
arbitrium (véase). de un texto hermético que se cree ha
Respecto de la segunda acepción, la sido redactado por varios autores. El
de l. como “libro”, este vocablo –que número 24 obedece al hecho de que
originariamente aludió a la corteza de su breve contenido está conformado
un árbol– puede mentar en la Edad por 24 sentencias neoplatónicas, co-
Media tanto el libro en su aspecto menzando por la de Dios como mó-
material, esto es, en cuanto conjun- nada suprema. En el marco del neo-
to de pergaminos unidos por costu- platonismo, presenta una cosmovi-
ras, como el contenido de lo escrito sión que oscila entre monismo y pan-
en ellos, es decir, la obra literaria pro- teísmo, pero que, no obstante, inten-
piamente dicha en su unidad e iden- ta salvar la trascendencia de Dios y su
tidad. Ciertamente, este último senti- alteridad respecto de las cosas.
do es el más frecuente.
liberalitas. Noción opuesta directa-
Buenaventura, por ej., subraya el
mente a la avaricia, la l. indica una
carácter de mediación propio del li-
virtud que se distingue también de la
bro. Siguiendo la tradición agustinia-
prodigalidad, como ya señala Agus-
na, considera al mundo un l. scriptus
tín de Hipona (cf. Conf. II, 6, 13). Es
forinsecus, esto es, un libro escrito
propio de la virtud usar bien de aque-
por fuera, ya que está compuesto por
llo que podríamos utilizar mal (cf. De
criaturas que son sólo vestigios de la
lib. arb. II, 19). La liberalidad es vir-
sabiduría divina; el que está escrito
tud precisamente porque consiste en
por dentro es, en cambio, el confor-
el recto uso de las cosas materiales, de
mado por los seres espirituales, como
todo lo material que se posee y sobre
el alma. Pero el Libro por excelencia,
lo que se ejerce dominio, lo cual se
escrito por fuera y por dentro, obvia-
conoce genéricamente con el nom-
mente, es la Escritura a la que Buena-
bre de pecunia, o sea, “dinero” (cf. De
ventura llama calamus Dei. Desde es-
doctr. christ. 6).
ta perspectiva, el mundo se concibe
Estas ideas agustinianas pasan a la
como un libro oscuro que es ilumina-
Escolástica y confluyen con la base
do por la Escritura (cf., por ej., Brev.
aristotélica (cf. Pol. III, 9, 1256 b 30)
2, 11; Itin. mentis ad Deum 3, Coll.
que había ampliado la materia de la l.
in Hexaem. XII, 8-12). Esto constitu-
también a las riquezas naturales. Para
ye un tópos en la literatura medieval,
Tomás de Aquino, su objeto es el di-
ya que se reitera en Alain de Lille y en
nero y todo lo que se puede estimar
muchos otros autores.
en términos monetarios. Como vir-
Respecto de los títulos célebres que
tud, la liberalidad exige una racional
en las obras citadas en la Edad Me-
proporción en el dar o distribuir la ri-
dia incluyen explícitamente esta pala-
queza que es propia. Con todo, no es
bra, cabe mencionar dos: el Liber de
una especie de la justicia, porque ser
causis y el Liber XXIV philosophorum.
justo es dar a otro lo que es suyo; ser
El primero, atribuido erróneamente a
liberal es darle de lo propio. Así pues,
Aristóteles hasta que Tomás de Aqui-
no se funda en el debitum, como se-
no despeja el equívoco, es de Proclo.
ñala el Aquinate (cf. S. Th. II-II, q.
El segundo constituye una obra anó-
117, a. 5).
nima que se supone escrita en la tran-
389 liberum arbitrium
dieval, filosófica y teológica, hay tres en la Edad Media sobre la base de las
usos fundamentales de l.: 1. en los reflexiones aristotélicas, especialmen-
planos lógico y retórico; 2. en los físi- te, tal como éstas aparecen en el li-
co y metafísico; 3. en el religioso. bro IV de la Física y en el XI de la
1. En el plano lógico y en senti- Metafísica. Algunas de las principa-
do muy técnico, el l. es definido por les tesis, tanto limitativas como po-
Boecio como instancia argumenta- sitivas, que el Estagirita presenta allí
tiva; también Alain de Lille, por ej., acerca de este tema son las siguientes:
emplea el término como “punto en primero, si bien el lugar no se iden-
una argumentación” (cf. Anticl. III, tifica con el cuerpo, tampoco es al-
42-45, 60-62). Partiendo de la defi- go enteramente ajeno a él, sino más
nición boeciana, Pedro Abelardo dis- bien una afección del cuerpo; segun-
tingue los loci de los silogismos, y di- do, se trata, con todo, de una propie-
ce que, mientras que los primeros son dad, porque no inhiere en los cuer-
argumentaciones que se fundan en pos, no pertenece a su sustancia; ter-
la propiedad de los términos y en la cero, tampoco es algo indetermina-
complexio de su construcción, los se- do, puesto que no es indiferente pa-
gundos extraen su fuerza argumen- ra un cuerpo estar o no en un l. dado,
tal de la naturaleza de la realidad. Pa- por ej., tender hacia abajo no es indi-
ra que la necesidad de antecedente- ferente para un cuerpo pesado, pues-
consecuente se mantenga, la imper- to que dicha tendencia es propia de
fección de construcción propia del él, en cuanto tal; cuarto, el lugar no
l. queda compensada en la constan- está determinado para cada ente, si-
cia del ámbito significativo de las pa- no para cada especie de entes; quinto,
labras, en la costumbre de los térmi- el lugar se caracteriza como un modo
nos que se apoya sobre la frecuencia de “estar en”; y, por último, es defini-
de las cosas, o bien en el hecho de do por Aristóteles, más técnicamente,
que los términos están vinculados en como el límite del cuerpo continente
una proposición universal, maxima (op. cit. 4, 212 a b).
propositio, esto es, una proposición Durante la Patrística una presenta-
evidente por sí misma. Éstos son los ción especial de este tema es la que
1.1. loci topici o dialectici, que cons- hace Agustín, quien se detiene, en es-
tituyen bases para la argumentación y pecial, en el cuarto punto de los arri-
se toman, pues, como puntos de par- ba mencionados. Ese punto, relacio-
tida para probar algo, por ej., ex no- nado con la doctrina de los “luga-
mine, ex causa, etc.; ejemplo de ellos res naturales” había sido tratado por
es “El todo es mayor que la parte”. En Aristóteles en el libro IV del De caelo,
cambio, en el campo retórico, se de- cuyas tesis llegan hasta Agustín por
nominan 1.2. loci communes aque- mediación estoica. Sea de ello lo que
llas afirmaciones que reflejan una fuere, cada clase de entes tiene, en
opinión o sentencia memorable, in- la concepción agustiniana, un l. (cf.
dependientemente de su carácter de Conf. XIII, 9. 10), al que lo condu-
verdadera o falsa; por ej. “La felicidad ce su pondus (véase), determinado és-
está en la virtud”. te justamente por la naturaleza o es-
2. En el segundo contexto señala- pecie a la que el ente pertenece. Es
do, la noción de lugar fue elaborada notable, pues, la importancia metafí-
395 locutio
sica que adquiere en Agustín esta no- clusivamente para el caso de Dios el
ción, ya que al alcanzar el lugar que “estar” ubique (véase), o sea, el encon-
le es propio, cada ser encuentra el él trarse en todos los lugares a la vez.
su pax, es decir, su unidad y armonía Al elaborar el tema del l., sobre to-
ontológicas. En efecto, el Hiponense do, en su aspecto físico, los escolás-
hace una trasposición de los signifi- ticos distinguieron esta noción cuan-
cados del binomio l.-pondus, utilizán- do se predica de locante, en cuyo ca-
dolos, analógicamente, como catego- so la definieron habitualmente como
rías metafísicas. quantitas positionem (cf. por ej., To-
La Escolástica, en cambio, vuelve más de Aquino, S. Th. I, q. 52, a. 1 c),
a la perspectiva aristotélica y la ela- y cuando se predica de locato, en cuyo
bora detalladamente, en especial, en caso se asimila a la categoría ubi.
lo que se refiere al l. como un “estar 3. En sentido religioso, se utilizó l.
en”. Sin embargo, tampoco prescin- para indicar estado o condición espiri-
dió completamente de la modifica- tual, hablándose así, por ej., del Paraí-
ción operada por Agustín. Conside- so como “l. beatorum”, y de este mun-
ró que la propiedad de “estar en” pue- do, como “l. mundanus o viatorum”
de entenderse de dos maneras: 2.1. (véase viator).
intentionaliter: así, es decir, inten- Por último, cabe añadir que una
cionalmente, está el objeto conoci- acepción muy restringida asume es-
do en la facultad cognoscitiva, no se- te término en las obras de Raimun-
gún su entidad física y real, sino por do Lulio: en la última versión del Ars
una representación; 2.2. realiter: así, Raymundi, se designa con esta pala-
o sea, realmente, se encuentra una co- bra cada una de las trece partes en las
sa en otra –que es su lugar– con su que se divide el Ars (cf. Ars Brevis, I;
propia sustancia real y física. Este se- Ars generalis ultima, I).
gundo modo, puede, a su vez, ser de
locutio. En la Edad Media se ha en-
tres clases: 2.2.1. circunscriptive: es el
tendido esta palabra como locución,
modo propio y exclusivo de los cuer-
o sea, el signo fónico que el hombre
pos. Algo se encuentra circunscriptive
usa para manifestar su pensamiento.
en otra cosa por la igualdad de me-
Es signo en cuanto refiere a una idea
dida y simetría entre las partes y di-
–o bien a una reacción o afección aní-
mensiones propias del cuerpo conte-
mica conceptualmente formuladas–
nido en el lugar y los del lugar mis-
del sujeto que lo emite. Dado que, de
mo; corresponde aquí el todo con-
un lado, se apoya en el aparato de fo-
tenido a todo el continente: el cuer-
nación y, de otro, remite a un movi-
po está, pues, en un lugar en calidad
miento del alma, la l. no es exclusi-
de circunscrito, porque sus dimensio-
va ni de ésta ni del cuerpo, sino que
nes se adaptan a las del lugar. 2.2.2.
compromete a ambos. Pero, precisa-
definitive: algo puede estar en otra co-
mente porque manifiesta el pensa-
sa también delimitativamente; en es-
miento, no es asignable a los animales
te sentido, está de tal modo en un lu-
sino sólo al hombre y, sólo por analo-
gar, que no se puede encontrar, a la
gía, en términos metafóricos, a Dios.
vez, en otro. Así, se dice que el alma
Incluso antes del reingreso de Aris-
humana está en el cuerpo que infor-
tóteles en la Cristiandad, los autores
ma. 2.2.3. Por último, se reserva ex-
medievales han considerado dos as-
logica 396
del medieval propiamente dicho en- lar, a la luz como conocimiento. Así,
tendieron el recreo que no tiene un puede versar sobre lo humano o lo di-
fin exterior sino interior al mismo su- vino, aludiendo en este último caso a
jeto del juego: procura deleite y/o re- la iluminación que Dios confiere al
porta descanso intelectual o espiritual alma en todos los aspectos de su vir-
del alma. Es, pues, remedio contra la tud cognoscitiva. Tomás de Aquino
fatiga anímica. En tal sentido, Casia- da la razón de este uso, diciendo: “Et
no atribuye a San Juan Evangelista similiter dicendum est de nomina ‘lu-
una anécdota en la que se le reprochó cis’. Nam primo quidem est institutam
a este último el estar jugando, a lo ad significandum id quod patet mani-
que él respondió que, así como no es festationem in sensu visus: postmodum
posible arrojar flechas continuamen- autem extensum est ad significandum
te porque se rompería el arco, tam- omne illud quod facit manifestationem
poco puede el alma permanecer siem- secundum quamcumque cognitionem”
pre en la misma tensión (cf. Coll. 24, (S. Th. I, q. 67, a.1 c). No ha de sor-
21). Ahora bien, se busca el placer del prender que Tomás utilice aquí el vo-
juego a través de distracciones pro- cablo lux (véase), ya que él emplea di-
pias de la palabra, esto es, en dichos, cho término y “lumen” indistintamen-
o bien en hechos, que se denominan te en sentido gnoseológico. En efec-
indistintamente “ludrica” o “iocosa”. to, a continuación dice el texto citado
Hay que advertir que los juegos de “si ergo accipiatur nomen luminis…”.
azar, llamados “alea” (véase) no per- Dentro de este sentido amplio, los
tenecen a estos últimos, ya que en la autores medievales formularon algu-
Edad Media se los vinculó más con nas distinciones. Así, se habló de: 1. l.
el afán de lucro que con la diversión. angelicum o luz del conocimiento es-
También a propósito del fenóme- pecial que poseen las inteligencias se-
no humano del juego, se generó una paradas, es decir, los ángeles; 2. l. fidei
reflexión ética. Según ésta, en el l. se o divinae revelationis, que se refiere a
ha de conservar la armonía del espí- la luz de la creencia sobrenatural, es-
ritu y evitar, sobre todo, la grosería; to es, a la dada en la revelación divi-
por otra parte, el juego se debe aco- na, llamada también l. infusum; 3. l.
modar a la dignidad de la persona y intelligibile o intellectuale, que es la luz
a las circunstancias. De esta manera, suprasensible que posee cualquier na-
una vez más, es la razón la que debe turaleza capaz de conocer, tanto hu-
imponer los límites a lo lúdico. Más mana como angélica, ya que hombres
aún, cuando esto tiene lugar, se gene- y ángeles participan del 4. l. increatum,
ra un buen hábito de juego, es decir, o luz increada, esto es, la divina, que
una virtud, la eutrapelia (véase), por contiene en sí las rationes aeternae; 5.
la que las palabras y las obras se con- l. naturale, naturae o naturalis rationis,
vierten en motivo de recreo. En el ca- es la luz natural de la razón específi-
so contrario, o sea, cuando se hace del camente humana; 6. plenum l. alude
l. el fin último de la vida, se la asume a la fuerza de la plena experiencia que
como juerga, cayendo entonces en la se impone como evidencia.
mollities (véase). Desde el punto de vista de la teo-
ría medieval del conocimiento, im-
lumen. En la Edad Media, se utiliza
portan particularmente las dos últi-
este vocablo para aludir, en particu-
lux 400
vocablo para emplearlo en los senti- hoc mundum”. Por eso, Orígenes es-
dos místico, metafísico y físico; mien- cribe que la luz es el poder espiritual
tras que “lumen” aparece con más fre- de Dios, y en este último sentido,
cuencia en sentido gnoseológico y, a fundamentalmente, se habló, duran-
veces, teológico, pero relacionando te la Edad Media, de l. gloriae. Liga-
el último con el primero. Sin embar- da íntimamente con esta concepción,
go, si bien ésta es la tendencia gene- aparece en Orígenes la noción de “luz
ral, no se verifica en todos los auto- del alma”, que, no obstante, puede
res. Buenaventura, por ej., llama a la cegarse con las tinieblas. En toda la
l. eterna exemplar (véase) de todas las Patrística, la l. es identificada, pues,
cosas, aun de las virtudes, remitiendo con la fuente del ser, o sea, con el acto
a Plotino. Esta l. ejemplar las impri- mismo de “irradiación ontológica”.
me en el alma y hace que desciendan De ahí que muchos Padres y Docto-
a su aspecto cognoscitivo, afectivo y res de la Iglesia hayan concebido al
operativo (cf. Coll. in Hexaem. VI, 6 Espíritu Santo, por analogía con los
y 10). En sentido amplio, Buenaven- rayos solares, como un foco luminoso
tura suele denominar l. a todo objeto e inagotable que, al modo de la Uni-
de conocimiento. dad neoplatónica, alcanza a todos los
Hecha la salvedad de que la aludi- seres y purifica a aquellos que se vuel-
da distinción en el uso no es, ni con ven hacia Él. Así, l. intelligibilis, o sea,
mucho, taxativa, el presente artículo espiritual, es analógicamente uno de
abordará la noción medieval de luz en los nombres de Dios, tal como apa-
los tres primeros planos menciona- rece ya en el Pseudo-Dionisio (cf. De
dos: 1. desde el punto de vista místi- div. nom. 701 a, b).
co, la idea de una luz identificada con 2. Llegado el siglo XI, es muy fre-
el principio del bien surge ya en algu- cuente entre los pensadores árabes
nas religiones y sectas orientales, por considerar la luz y su difusión co-
ej., en el maniqueísmo. Pero también mo modelos de producción de la rea-
aparece en autores de la Patrística co- lidad; así aparece, por ej., en la Fons
mo Basilio y Agustín de Hipona, con vitae de Avicebrón. Como se ve, el
el significado de algo situado más allá enfoque no es ya místico sino más
de los límites del mundo visible, hacia bien metafísico. Lo mismo ocurre a
donde las almas deben tender en pro- comienzos del siglo XIII, con las con-
cura de su eterno reposo. Por lo de- cepciones de Grosseteste, quien, en
más, esto se basa sobre innumerables su tratado sobre el tema de la luz, di-
pasajes de la Escritura, donde se com- ce que ésta fue creada por Dios des-
para a Dios o a su Verbo con una infi- pués de la materia prima y se difun-
nita e inextinguible fuente luminosa, dió produciendo el espacio y las cosas
es decir, con un foco de luz identifi- que se encuentran en él, por medio
cado con la Verdad y la Vida: por ej., de una multiplicación infinita de sí
en los primeros versículos del Proe- misma, que engendra cantidades fini-
mio del Evangelio de Juan, se dice tas. Esto conduce luego a Grosseteste
respecto del Verbo divino “In ipso vita a otra serie de consideraciones de ín-
erat et vita erat lux hominum et lux in dole ya decididamente física.
tenebris lucet”, y “Erat lux vera, quae 3. El estudio de la l. desde el pun-
illuminat omnem hominem veniens in to de vista físico se da, especialmen-
luxuria 402
te, durante la Escolástica, muchas ve- que atraen el apetito sensible, precisa-
ces, a propósito de las disquisiciones mente por su connaturalidad.
sobre la creación de la luz por parte Esta problemática fue tratada por
de Dios, como primera obra divina, los autores medievales ya desde la Pa-
según el relato del Génesis. Así, por trística. Así, por ej., Agustín de Hipo-
ej., Tomás de Aquino niega que la luz na escribe que el acto venéreo guar-
sea cuerpo ya que no se comporta co- da respecto de la especie humana la
mo tal ni en lo que respecta al lugar misma relación que el alimento guar-
ni en lo que concierne al movimien- da respecto de la salud del cuerpo in-
to. Para el Aquinate, la l. consiste en dividual (cf. De bono cong. 16). En re-
una cierta cualidad natural: así como lación con la especificidad de la luju-
el calor es una cualidad activa que se ria, añade que entre todos los comba-
deriva de la forma sustancial del fue- tes morales los más duros son los refe-
go, la l. es una cualidad activa que na- rentes a la castidad, en la que se tiene
ce de la forma sustancial del sol o de lucha cotidiana y rara victoria (cf. De
otro cuerpo a se lucens (cf. S. Th. I, q. agone christ. 293). Por su parte, Isido-
67, aa. 2 y 3). ro agrega que la especie humana está
Por último, se ha de observar que, más sometida al diablo por este vicio
en cualquiera de sus planos de signifi- que por cualquier otro (cf. De sum-
cación, ha habido quienes establecie- mo bono 2, 39). El pasaje escriturario
ron una diferencia ulterior entre lu- por excelencia sobre el que se apoyan
men, l. y radius, diciendo que la pri- las reflexiones medievales acerca de la
mera consiste in eo quod relucet, mien- l. es el que describe que Adán y Eva,
tras que la segunda in eo quod lucet, y inmediatamente después de haber co-
el tercero in eo quod translucet. mido el fruto prohibido, se percata-
ron de su desnudez y, avergonzán-
luxuria. Como todos los vicios capi- dose de sus órganos genitales, los cu-
tales, el de la lujuria consiste en un brieron (cf. Gn. 3, 7). Agustín lee es-
desorden grave que se aparta de la tos versículos en el sentido de la hu-
recta razón; su especificidad está da- millación o vergüenza que implica el
da por su objeto, que es el placer ve- que, después del pecado, esos órganos
néreo. La transgresión del orden ra- –que, con todo, formaban parte del
cional por exceso se torna tanto más plan divino originario– ya no respon-
viciosa cuanto más se aplica, como en dían al imperio de la razón: a la des-
este caso, a lo necesario para la vida obediencia de los hombres a Dios le
humana, ya que en este orden la ra- siguió la desobediencia de una parte
zón debe iluminar más. Y la sexuali- de su cuerpo a ellos mismos (cf. De
dad es sumamente necesaria al bien civ. Dei XIV, 15, 26). Nace así la pro-
común para la conservación de la es- pensión a la concupiscencia en este
pecie. Así pues, el caso de la l. se ase- sentido restringido que, como escri-
meja al de la gula (véase) en cuan- be siglos después Pedro Lombardo, es
to que ambas tienen una base natu- ley de los miembros corporales y tira-
ral. Dicha base implica, de un lado, na del cuerpo mismo (cf. Sent. II, d.
una suerte de gradación en el placer, 30, q. 8, n. 2).
en la que no es nítida la diferencia en- Sin embargo, a partir de él, es decir,
tre lo necesario y lo excesivo; de otro, del siglo XII, comienza un proceso
la fuerza de los respectivos placeres
403 ly
de desvinculación del pecado origi- conyugal, como se ve, por ej., en Ber-
nal respecto del desorden sexual que nardino de Siena (cf. De pudicitia co-
es estudiado principalmente fuera de niug. 18).
ese contexto bíblico y en sus fenóme-
ly. Los autores medievales anteponían
nos. En este plano, se discutió si la lu-
este vocablo a alguna palabra o expre-
juria es pecado exclusivo del cuerpo o
sión, para indicar que se la tomaba
del alma. Los autores medievales no
precisamente en cuanto palabra o ex-
dudan en comprometer también a es-
presión y no como aludiendo directa-
ta última, siguiendo el pasaje evan-
mente a la realidad mentada por ella.
gélico que antepone el adulterio co-
Así, por ej., en la proposición “Homo
metido en el corazón al corporal (cf.
animal rationale est”, ly est –vale de-
Mt. 5, 28). Así, Pedro Damián acon-
cir, el “es”– señala el verbo, la cópu-
seja a un joven monje en lucha con-
la desde el punto de vista gramatical.
tra las tentaciones de la carne cuidar-
De esta manera, se puede encontrar
se particularmente de los pensamien-
una proposición como la que sigue:
tos torpes y aconseja desviar su cur-
“Ly domus substantivum bisyllabum
so hacia imágenes aun macabras (cf.
est”, lo cual significa que se es-
Epist. 132).
tá haciendo referencia al sustantivo
Los escolásticos del XIII distin-
“domus” y no a la cosa que él indi-
guen las especies de la l. en fornica-
ca. Al carecer la lengua latina de ar-
ción, estupro, rapto, adulterio, inces-
tículos, se apeló, al parecer, al proce-
to, sacrilegio, y pecado contra natura.
dimiento de tomar la partícula ára-
Respecto de las consecuencias o “hi-
be Yl, pero leída en sentido inverso,
jas” de la lujuria, hay unanimidad en
como exige dicha lengua para el lec-
señalar en primer término –como ya
tor latino, con el objeto de indicar el
lo hacía Alain de Lille (cf. Summa de
cambio de registro del discurso des-
arte praed. V, 123)– la obnubilación
de el plano del lenguaje al del meta-
intelectual. A ella le siguen la inconsi-
lenguaje. Con el tiempo, la grafía se
deración, la precipitación y la incons-
latinizó aún más, adquiriendo la for-
tancia; en cambio, por parte de la vo-
ma li, como aparece, por ej., en Nico-
luntad, cuando ésta es afectada por la
lás de Cusa. También se latinizó el ar-
lujuria, se dan egoísmo, odio a Dios,
tículo neutro tó del griego, que, de es-
excesivo amor al presente y horror o
ta manera, es equivalente exacto de la
desesperanza respecto de la vida fu-
voz que nos ocupa. En otros térmi-
tura. Así, al menos, se expresa Tomás
nos, dado que no existían en la Edad
de Aquino (cf. S. Th. II-II, qq. 153-
Media las comillas –cuya función de
154). En cuanto a los peccata oris de-
advertir sobre el pasaje al orden me-
rivados de este vicio, véanse turpilo-
talingüístico es moderna– los autores
quium y stultiloquium.
de este período se valieron del ly –o,
La predicación durante el Huma-
indistintamente, del tó– para reem-
nismo renacentista atacó principal-
plazarlas. En relación con la partícu-
mente la fornicación, insistiendo, a
la equivalente tó, véase un ejemplo al
veces con una severidad más pronun-
comienzo del artículo implicantia.
ciada que la medieval, en la castidad
404
M
M. Indica en Lógica el término me- plejo proceso, la m. llegó a incluirse
dio. Se utiliza frecuentemente pa- en la especulación neoplatónica, que
ra señalar que, para reducir un silo- la insertó en su sistema de entidades
gismo al modo correspondiente de metafísicas. De ahí que sea mencio-
la primera figura, sus premisas deben nada por Jámblico, Proclo y Julián el
invertirse, es decir, la menor se ha de Apóstata, entre otros. En los primeros
convertir en mayor y viceversa. tres siglos de nuestra era cobra cierto
auge, como testimonian sus adversa-
macrocosmus. Este término, por el rios, Sexto Empírico y Luciano. En
que se entiende el universo, sólo co- esta época, comienza a asociarse con
bra sentido en referencia al de micro- la adivinación o mántica. Ambas de-
cosmus (véase), es decir en correspon- penden de las relaciones de sympathia
dencia con el hombre en cuanto que que se supone existen entre los dis-
éste compendia todas las perfecciones tintos reinos de la naturaleza y que le
de aquél. El concepto ya está presente permiten al mago provocar con cier-
en Aristóteles (cf. Phys. VIII, 2, 252b tos medios –uso de piedras, fórmulas,
25) y, aunque menos utilizado duran- imágenes, etc.– efectos extraordina-
te la Edad Media, su uso se recupe- rios. Así refieren, al menos, Jámblico
ró a partir del siglo XVII. Obviamen- (cf. De myst. II, 2) y Agustín de Hi-
te, por lo ya dicho, además de presu- pona (De civ. Dei XXI, 6). Tales re-
poner un mundo ordenado –y hasta laciones tienen lugar sobre la base de
jerárquicamente ordenado–, esta no- dos leyes: la que reza que lo semejan-
ción subraya la analogía entre el indi- te actúa sobre lo semejante, y la que
viduo humano, en cuanto sujeto sin- exige el contacto en orden al efecto.
gular y la realidad universal en su to- En esta práctica intervienen las en-
talidad orgánica. tidades que los griegos denomina-
magia. De remotos orígenes orienta- ban “dáimones”, mediadores entre los
les, la magia se puede definir, en ge- dioses y los hombres. Pero los demo-
neral, como el arte que pretende do- nios se dividen en diversas jerarquías;
minar las fuerzas naturales e inma- de ahí que la magia se haya diferen-
nentes con los mismos procedimien- ciado en blanca y negra. La primera,
tos con los que los seres animados es- también llamada “teurgia”, se sirve de
tán sujetos a ellas. Algunos conside- la mediación de los espíritus o demo-
ran que su supuesto fundamental es, nios racionales para cumplir acciones
pues, el animismo; para otros, es la útiles; la segunda, denominada “goe-
sympathia (véase) universal. Entre los tia”, recurre a demonios malvados pa-
persas, sus cultores, los magos, con- ra cometer acciones viles: lo sostienen
formaban una casta sacerdotal; entre Proclo (cf. In Remp. II, 337) y el mis-
los caldeos, eran los sabios de la reli- mo Agustín (cf. De civ. Dei X, 9).
gión babilónica. A través de un com-
405 magister
les –aunque sean grandes en aparien- do tanto para entes como para modos
cia– y apreciar las grandes, aun cuan- de ser. Así, y sobre todo en el discurso
do aparezcan como pequeñas. Así, no técnico de finales del período me-
el honor es de lo eterno (cf. Coll. in dieval, se habla, por ej., de la magna
Hexaem. V, 10). scientia del docto.
magnitudo. Término que aparece en maius. Comparativo de magnus, es-
los textos patrísticos y escolásticos con te vocablo, que se suele traducir por
acepciones más o menos amplias. En “mayor”, tiene, obviamente, la poliva-
1. el sentido más lato, se habla de m., lencia semántica del adjetivo del que
esto es, de grandeza en cuanto perfec- deriva. Así, se puede entender, prin-
ción, tal es el uso que le da, por ej., cipalmente, en los siguientes planos:
Agustín en De Trin. VI, 1, al referirse 1. el de la extensión, donde m. se ha
al hecho de que las virtudes contribu- de leer como “más vasto” en cualquier
yen a la m. del alma; más aún, la vuel- dimensión; 2. el de la cantidad, en el
ven más grande que ella misma. En que significa “más voluminoso”, “más
2. un sentido más restringido, se de- pesado”, etc.; 3. el económico, donde
fine la m. como aquello que contiene alude a “más caro” o “caro” tout court;
varios elementos de la misma natura- 4. el temporal, en el que indica ma-
leza y localmente distintos, los cuales yor duración o una gran duración, de
constituyen un todo; ésta es, por ej., donde los maiores son los que han vi-
la definición propuesta por Ockham vido por más tiempo; 5. el cualitati-
en In I Sent. d. 19, q. 1. Pero, en ge- vo, en el que m. se ha de tomar en
neral, los escolásticos, entendieron la relación con el grado de importan-
magnitud como la cantidad conti- cia. Finalmente, como no puede ser
nua (véase quantitas), es decir, aquel de otro modo, asume un gran relieve
quantum cuius extrema sunt unum. en el lenguaje filosófico un significa-
Las partes de un ente con m. están do de este término que deriva del an-
unidas, pues, de tal manera que for- terior y que se da en 6. el plano me-
man una unidad natural, una sustan- tafísico. En éste, “mayor” o “más alto”
cia extensa, que puede tener una, dos o aun “más noble”, como se acostum-
o tres dimensiones. En el primer ca- bra a traducir m., se ha de asumir co-
so, se trata de una línea; en el segun- mo indicando un género, una especie
do, de una superficie; y en el tercero, o un ente ontológicamente superior a
de un volumen. Cf., por ej., Tomás otro o a los demás.
de Aquino, In Met. V, l. 15, n. 2. Así, la voz que nos ocupa cobra una
gran importancia a la hora de deter-
magnum. Voz que significa “grande” minar el significado preciso en que se
o, mejor aún, “magno”. Proviene del ha de entender la célebre definición
verbo mactare, cuyo sentido es el de anselmiana de Dios en Proslogion II:
acrecentar, exaltar. Aunque teórica- “id quo nihil maius cogitari potest”.
mente lo grande es lo que está dota- Así lo hace notar, por ej., Ockham en
do de magnitud y, por consiguiente, Quodl. VII, q. 15. Por el sentido que
sólo debería aplicarse a los entes ma- Anselmo le confiere en su contexto,
teriales, lo cierto es que, en la Edad y por el procedimiento que sigue la
Media, este adjetivo califica tam- prueba de la existencia de Dios en ese
bién a la realidad inmaterial (véase capítulo, el m. no propone una com-
magnitudo 1). Más todavía, se ha usa-
maledictum 408
paración entre géneros de los cuales po, se han discutido los posibles ob-
Dios sería el mayor, sino que sugie- jetos que hacen del m. algo legítimo,
re una dirección infinita o indefini- por ej., por parte de profetas. Cierta-
damente ascendente más allá de todo mente, quedan excluidos tanto Dios
genero pensable. como cualquiera de sus creaturas co-
mo tales, admitiéndose sólo éstas en
maledictum. El tema de la maldición cuanto pecadoras.
ha ofrecido a los autores patrísticos
y escolásticos un nudo teórico: por malitia. Esta noción, tal como ella
una parte, el hecho de que Dios mis- fue elaborada en la Edad Media,
mo maldice, como se lee en el Génesis se puede entender en sentido am-
en la instancia inmediata anterior a la plio o estricto. En el primero, la m.
expulsión de Adán y Eva del Paraíso. es lo contrario de la bondad moral
Por lo demás, la Escritura presenta en (bonitas 2) y constituye, junto con és-
boca de profetas y sacerdotes, aun de ta, una de las categorías más impor-
Cristo, una serie de maldiciones. Por tantes de la moralidad. En efecto, to-
otra, se considera el m. humano co- do acto moral es bueno o malo, según
mo un pecado de la lengua. guarde o no conformidad con la rec-
La resolución de este aparente con- ta razón, en cuanto que ésta es una
flicto se encuentra ya en Orígenes participación de la ley eterna. Cier-
para quien las maldiciones divinas tamente, se puede hablar in abstracto
no tienen ningún valor de ejempla- de actos indiferentes. Pero, en cuanto
ridad respecto de las proferidas por se consideran provenientes de un in-
los hombres, en la medida en que Él dividuo particular, no lo son en sen-
juzga desde su infinita sabiduría (cf. tido absoluto, ya que son cumplidos
In Num., hom. 15). Sobre esta base, por una persona determinada, deli-
Gregorio Magno distingue entre la beradamente, bajo ciertas circuns-
maldición como iudicium iustitiae, tancias y con fines precisos. Pero, pa-
que corresponde al primer caso; y co- ra que el acto sea malo, es decir pa-
mo livor vindictae, propia del segun- ra que se pueda hablar de m., basta
do (cf. Mor. 4, 1). Esta última es ilíci- que lo sea uno solo de estos elemen-
ta en cuanto nace del afán de vengan- tos; de ahí la sentencia “bonum ex in-
za y expresa una voluntad de forzar la tegra causa, malum ex quocumque de-
acción divina, acompañada de la con- fectu” (véase). Así lo señala Tomás de
ciencia de la propia impotencia. Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 18, a. 9; qq.
No se trata del peccatum oris más 19-21; De malo, q. 3, aa.12-15).
estudiado en la Edad Media. Con to- En sentido más restringido, se lla-
do, cuando, durante los siglos XII y ma m. a la perversión de la voluntad
XIII, resurge el interés teórico por es- cuando ésta, conscientemente, obra
ta clase de faltas, se analiza la posi- mal, o sea, elige un bien ínfimo, pu-
ble filiación del m. Así, autores co- diendo optar por uno mayor. Mu-
mo Alain de Lille hacen derivar la chos autores medievales han conside-
maldición de la envidia (cf. De vir- rado que la malicia se torna tanto más
tutibus 3), mientras que otros, por grave cuando persiste en la ignorancia
ej., Tomás de Chobham, siguiendo para poder obrar mal con mayor li-
a Gregorio, la adscriben a la ira (cf. bertad, o cuando excita la pasión pa-
Summa conf. XVI). Al mismo tiem- ra poder hacerlo más intensamente, o
409 malum
mal, con lo cual confluyó en el ma- líneas en él. Es frecuente que aparez-
niqueísmo. ca sólo con el dedo índice extendi-
Precisamente, a propósito de su po- do: en ese caso, señala una sententia.
lémica con los maniqueos, Agustín Cuando las m. están dispuestas de
elabora, en los términos apuntados, manera paralela y no perpendicular
las tres perspectivas sobre el tema, es- al texto, el índice asume una forma
pecialmente, en Conf. VII, Ench. 23, curva. Cuando la mano está diseñada
2; De civ. Dei XI, 22; De mal. II, 1, 2, con un tamaño que lo permite, tam-
De lib arb. II, 53 y III, 4, etc.). bién es común que el puño contenga
Posteriormente, pero siempre den- en su interior una postilla.
tro de este esquema básico, la discu-
mansuetudo. Cf. clementia.
sión se centró en la determinación de
la facultad humana responsable de la manuductio. Alude al plano meto-
elección de lo m. Para Escoto Eríge- dológico en la adquisición de un co-
na, esto deriva del mal uso de la razón nocimiento, puesto que etimológica-
(cf. De div. nat. IV, 16). Más tarde, mente implica el conducir o guiar de
Alejandro de Halès insiste en la cuali- la mano. Sin embargo, los textos me-
ficación del m. como privatio boni (cf. dievales prefieren el término methodus
S. Th. I, q. 18). Siguiendo a Agustín (véase). En Nicolás de Cusa m. asume
(cf. De nat. boni 4), Buenaventura lo el sentido general de “guía”, en parti-
entiende como privación de bien (cf. cular, aquella proporcionada –a ma-
De regno Dei 43). En el mismo senti- nera de “pista”– por los nombres enig-
do, Tomás de Aquino llega a una serie máticos (véase aenigma) y por las defi-
de formulaciones más precisas: nada niciones mismas en cuanto que, como
puede ser malo –escribe– por su mis- recordaba Boecio, éstas constituyen
ma esencia; el mal no existe sino en lo un verdadero camino epistemológico.
bueno como en su subiectum. Y, con-
tra todo rastro de maniqueísmo, aña- marginalia. Por la ubicación la ubi-
de que, quienes postularon dos prin- cación precisamente marginal en los
cipios, uno del bien y otro del mal, manuscritos, se denominan así algu-
consideraron solamente la causa par- nas glosas (véase glossa). Muchas veces,
ticular de efectos particulares, y no la estas anotaciones eran después am-
primera causa universal de todo el ser pliadas hasta convertirse en comen-
(cf. S. Th. I, q. 49, a. 3 c). El Ser, con tarios sistemáticos al texto glosado.
el que se identifica el Bien, en su ca- massa. Originariamente, esta voz la-
rácter de causa absolutamente prime- tina significa “montón” y contie-
ra, sólo puede constituir un principio ne cierto matiz de multitud, hacina-
único, ya que dos presupone uno. miento y confusión; de ahí que se ha-
maniculae. Se conoce con este nom- ya empleado, en teología, en la expre-
bre una clase de signo marginal en los sión m. perditionis. Con ella se alude
manuscritos medievales, especialmen- a todos los hombres quienes, después
te, los de los últimos siglos de la Edad de la caída, conforman una multitud
Media. Dicho signo consiste en el di- que está en deuda con la suprema jus-
bujo de una pequeña mano perpendi- ticia divina. Algunos serán justifica-
cular a lo escrito que llama la atención dos por Dios, pero no todos, con lo
del lector sobre una línea o un par de que este concepto se relaciona con el
411 materia
2). Por su parte, Pedro Hispano hace humano adulto, y esa cantidad será
de las máximas una de las subdivisio- el m. quod sic del hombre. Su opues-
nes de los “lugares comunes” (véase to es el minimum quod sic, es decir, la
locus, in fine) y aclara: “Locus maxima mínima cantidad que se puede tener,
idem est quos ipsa maxima. Maxima conservando con ello la propia esen-
autem est propositio, quae non est auc- cia; por ej., en el caso mencionado,
tora prior vel notior, ut ‘omne totum est y tomando la misma unidad de me-
maius sua parte’, ‘de quocumque prae- dida, 60 centímetros. En cambio, se
dicatur species et genus”. Inmediata- denomina maximum quod non a la
mente después especifica la función magnitud que excede inmediatamen-
dialéctica de la m.: ésta “…confest fir- te a la del maximum quod sic, por ej.,
mitatem argumento” (Sum. Log. V, 7). 3 metros con 10 centímetros. Y se lla-
ma minimum quod non a la magnitud
maxime. Adverbio que deriva del su- que antecede inmediatamente a la del
perlativo de magnus, señala lo que es minimum quod sic, por ej., 50 centí-
en sumo grado, en el más alto, es de- metros.
cir, máximamente. Por eso, muchas
veces, aunque no exclusivamente, mediatum. Voz que se refiere todo lo
aparece en el contexto de la vía emi- que está en relación con otra cosa a
nencial (véanse via y eminenter). Así, través de una instancia intermediaria.
se suele usar, en la literatura filosófica, Tal como también se indicó en el ar-
con los siguientes significados deriva- tículo de su correlativo immediatum
dos del ya mencionado que es el prin- (véase), este término no aparece en
cipal: 1. indica algo en especial o par- los textos medievales usado con una
ticularmente, así, por ej., Tomás de gran precisión, pero siempre lo hace
Aquino escribe que, aunque versa so- en el sentido general aludido. Con to-
bre el ente en cuanto tal, la metafísi- do, dentro de dicha significación am-
ca trata m. de los inmateriales (cf. In plia, puede intentarse la siguiente cla-
Met. VI, l. 1, 1162-65); 2. algo que sificación: 1. en lógica, se denomina
supera a todo lo demás en su especie; mediata toda conclusión a la que se
3. algo que se asume preferentemen- arriba a través de un término medio
te; 4. cuando forma parte de la ex- en el razonamiento; tal mediación da
presión in hunc maxime modum, se- lugar a una evidencia también llama-
ñala que algo se toma principalmen- da “mediata”, a la que se llega por evi-
te o la mayoría de las veces. En cam- dencias inmediatas; 2. en el campo
bio, en lenguaje coloquial, se traduce gnoseológico, y si bien fue más fre-
por “sobre todo”. cuente en la Modernidad, también
en la Edad Media se habló de conoci-
maximum. Los escolásticos usaron miento mediato; tal es el que se pue-
esta voz, o bien, la expresión “maxi- de tener naturalmente sobre Dios, en
mum quod sic” para aludir a la máxi- la medida en que sólo se alcanza di-
ma magnitud que puede alcanzar el cho conocimiento mediante las crea-
miembro de una especie, sin dejar de turas; 3. en metafísica, a veces se de-
pertenecer a ella. Así, por ej., si se to- nominó ‘mediato’ al efecto producido
ma como unidad de medida el me- por el efecto de una causa y no direc-
tro, se considera que 3 metros es la al- tamente por la causa misma.
tura máxima que puede tener un ser
415 medicina
medicina. Voz proveniente de la raíz ción. Así, durante casi toda la Edad
med- que designa nociones muy di- Media, la medicina fue una práctica
versas, como las de medir, ponderar, antes que una teoría, y hay un cier-
regir, cuidar. Hace alusión siempre a to consenso en señalar que la siste-
la moderación requerida para conser- matización científica del arte médico
var o reestablecer el orden de un cuer- en las universidades a partir del siglo
po enfermo, pero no sólo en él sino XIV no constituyó un progreso en su
también en asuntos humanos graves. eficacia.
Este matiz precisa el significado de Dicha práctica contaba con cier-
dicha raíz vinculándola estrechamen- ta sistematización heredada del crite-
te a la sabiduría de tomar las medidas rio hipocrático que divide la medici-
que las circunstancias imponen. na en diaetetica, pharmaceutica y chi-
Ya en el período patrístico, Tertu- rurgica. La primera es regula vitae; la
liano, en su De anima, había consi- segunda, regula medicaminum; la ter-
derado la m. “soror philosophiae”. Co- cera, manuum operatio. La diaeteti-
mo última derivación, esto contribu- ca se entendía como ordo vitalis; de
yó a incluir la medicina en el abani- ahí que se consideraran en ella, ade-
co científico de la Edad Media, preci- más del régimen y contenido de las
samente dentro de la philosophia na- comidas, varios factores esquemati-
turalis. Isidoro de Sevilla la define co- zados en el corpus hippocraticum: luz
mo lo que preserva o restablece la sa- u aire, alimentos y bebidas, trabajo y
lud del cuerpo, cuyo objeto son las descanso, sueño y vigilia, excreciones
enfermedades y heridas (cf. Etim. IV, y secreciones, y afectos del alma. To-
1). Por su parte, Alcuino, en sus Di- do esto apuntaba a mantener y hacer
dascalia, dice que la m. es la “scien- plena la armonía alma-cuerpo, por
tia curationum ad temperamentum et lo que Hugo de San Víctor entiende
salutem corporis inventa”, con lo que esta regulación de la dietética como
subraya una doble finalidad: la regu- musicalidad, esto es, como armónico
lación y la salud corporales. Durante equilibrio. Respecto de la farmaco-
el período medieval propiamente di- pea medieval, son notables los “códi-
cho, Guillermo de Conches comenta ces medicinales” escritos a manera de
que la distinción entre el filósofo de poemas, entre ellos, el Macer floridus
la naturaleza y el médico es parale- del siglo XI, y las obras de Hildegar-
la a la que media entre el teórico y el da de Bingen, como Causa et curae;
práctico: “physicus, qui est naturarum el Liber antidotarius magnus contie-
contemplator et medicus, secundum ne, además, innumerables recetas. En
physicam operator”. Con ello reto- relación con la cirugía, fundamenta-
ma, aunque no explícitamente, el ca- da en notables estudios anatómicos
rácter central que Nemesio de Éme- y fisiológicos, se ha de subrayar que
sa había atribuido en las ciencias físi- no fue en la Edad Media –como des-
cas al estudio del hombre en cuanto pués en el Renacimiento, cuando es-
microcosmus (véase). tuvo a cargo de barberos– un auxiliar
Las tres funciones que el Medioevo de rango menor. Más aún, se reco-
adscribió a la m. en cuanto ars prácti- nocen varias escuelas medievales qui-
ca respecto de la naturaleza son la re- rúrgicas, como la salernitana, herede-
gulación, la restauración y la preven- ra de la árabe. A ella pertenece, por
meditatio 416
ej., la Practica chirurgica de Rogerio rando las tres como diversas “visio-
de Salerno, pero también son céle- nes”. La m. es una visión en la que ni
bres obras como la Chirugia de Ro- se abstrae ni se contempla, sino que
lando de Parma o la Chirugia magna se reflexiona. Se trata, como se verá,
de Bruno de Longoburgo. de una reflexión que implica el em-
En la práctica tanto de la clíni- peño de un espíritu que indaga en
ca como de la cirugía medievales se profundidad y con perseverancia. En
distinguían tres aspectos: diagnósti- efecto, los autores de esta escuela sos-
co y pronóstico, terapéutica e higie- tienen: “ex imaginatione cogitatio, ex
ne, poniéndose un particular cuidado ratione meditatio, ex intelligentia con-
en el trato con el paciente, como tes- templatio”. Sin embargo, aún ponien-
timonian los consejos del De cautelis do la raíz formal de la m. en la razón,
medicorum de Arnaldo de Vilanova. dichos pensadores, bajo la influen-
El fundamento de la importancia cia agustiniana, no agotan la medita-
de la medicina en la Edad Media ra- ción en el puro raciocinio, sino que
dica en la concepción de la vida pre- involucran en ella el ejercicio ascéti-
sente del homo viator como oportu- co del espíritu que, superando la dis-
nidad única de realización personal y persión propia de la cogitatio, se reco-
en la creencia de que todo en la na- ge en sí mismo, preparándose así pa-
turaleza creada está ordenado al bien ra la contemplatio, como indica Ricar-
del hombre. En este contexto, la en- do de San Víctor (cf. De praeparatione
fermedad no es castigo de los peca- animi ad contemplationem, 87). Otro
dos individuales sino consecuencia tanto sucede con la doctrina de Bue-
de la falta original y se consideraba naventura al respecto (véase mystica
ocasión de purificarse así como la sa- 2). Así, la noción que nos ocupa im-
lud era entendida como don divino. plica, en cualquier caso, un ejercicio
El cuerpo debía atenderse, pues, cum espiritual. Por eso, en el Humanis-
mensura et ratione. mo renacentista, al volver a las fuen-
tes conceptuales, se rescata la signifi-
meditatio. Además de la significa- cación que le atribuye Isidoro en sus
ción general de “meditación”, esta pa- Etimologiae XV, 2, 30.
labra asume un sentido muy preci-
so entre los autores de la escuela de medium. En su acepción más gene-
San Víctor, particularmente Hugo de ral, “medio” señala siempre una ins-
San Víctor. Desde el punto de vista tancia a través de la que, o en virtud
meramente escolástico, Hugo declara de la cual algo es, adviene o se pro-
que hay dos cosas que hacen posible duce. Debido a la amplitud de es-
la adquisición de la ciencia: una es la ta primera significación, la Escolásti-
lectio (véase), y la otra la meditatio, ca restringió el significado de esta no-
concebida, en las escuelas y universi- ción según los diferentes planos en
dades medievales, como ampliación que aparece. 1. en el orden físico, y
de la primera (cf. Didascalion I, 1). Pe- sin otra acotación, m. puede signifi-
ro, la acepción más específica del tér- car simplemente “instrumento”. 2.
mino, concierne a la vida intelectual en el plano lógico, el medio, llama-
y espiritual. En este terreno, el cita- do también “m. rationale” es un con-
do autor ubica la m. entre la cogitatio cepto o proposición que está ordena-
y la contemplatio (véanse), conside- da a probar otra proposición; espe-
417 medium
pectos de ésta. Con todo, cabe adver- te entiende la m. como facultad del
tir que no siempre es preciso e inequí- anima; en otro, la considera la esen-
voco en la utilización de este vocablo, cia misma del alma en cuanto inte-
dado que, a veces, lo emplea como si- lectiva, pero no otra cosa diferente
nónimo de animus y aun de spiritus del anima. Así, consigna la siguien-
(véanse). Sea de ello lo que fuere, en te aclaración: “Mens in anima nostra
el Hiponense, la m. conserva cierta dicit illud quod est altissimum in vir-
entidad de dimensión humana dis- tute ipsius; et sic mens nominat poten-
tinta y distinguible de las de corpus y tiam animae et non essentiam; vel, si
anima, ya que usa esta última palabra nominat essentiam, hoc non est nisi in
para aludir a lo que vivifica o anima quantum ab ea fluit talis potentia” (De
el cuerpo. De esta manera, mientras ver. 10, a. 1). Según que utilice este
que el anima vincula al hombre con vocablo en el primer o en el segun-
lo que le es inferior, la m. o spiritus lo do sentido, Tomás identifica o distin-
une a lo supremo. gue, respectivamente, m. e intellectus,
Particulares matices asume este tér- pero lo más frecuente es que emplee
mino en el vocabulario bonaventuria- “m.” para aludir a la potencia intelec-
no. En efecto, para Buenaventura la tiva del alma, con la que se conocen
m. no es una dimensión del hombre los cosas despojadas de toda materia-
sino una facultad o potestad del al- lidad, es decir, abstractas.
ma. Su función es la de mover el inte- En los autores pertenecientes a la
lecto y la voluntad en la constitución transición entre Edad Media y Rena-
de los actos libres, por lo que equiva- cimiento, el concepto de m., en gene-
le al libre albedrío; así, m., intellectus ral, es de manifiesta derivación neo-
y voluntas conforman una imagen tri- platónica. Nicolás de Cusa, por ej.,
nitaria. Por lo demás, subraya dos as- (cf. Idiota, III), la m. tiende a identi-
pectos en la m.: el carácter intrínse- ficarse con el alma y expresa el aspec-
co del que proviene el concepto, en to por el cual ésta es informada por la
confrontación con el extrínseco de verdad divina; pero, por otra parte, el
la palabra que lo traduce (cf. Coll. in alma es lo que informa al cuerpo. Por
Hexaem. XI, 9). eso, la m. es, para el Cusano, la fuer-
Más allá de las distinciones y aun za que “complica” (véase complicatio)
de las vacilaciones terminológicas, nocionalmente los ejemplares de to-
en la tradición agustiniana todavía es das las cosas. En cuanto complican-
rastreable una antropología triparti- te, la m. humana es imagen de la di-
ta. Ésta desaparece en los escritos del vina, pero se distingue de ésta en que
Aquinate, quien tiende a asimilar en la concepción de la m. divina es pro-
la realidad m. y anima; más aún, sub- ducción de las cosas; la de la humana
sume la primera en la segunda. es sólo noción de ellas. Nicolás distin-
En efecto, en Sto. Tomás, si bien gue, finalmente, como potencias pro-
es muy frecuente el uso de intellec- pias de la m., al intelecto, la razón y
tus como traducción de nous, el tér- aun el sentido.
mino que nos ocupa aparece con
dos acepciones semejantes e interre- mensura. En líneas generales, la me-
lacionadas, pero que no deben con- dida ha sido considerada en la Anti-
fundirse: en un sentido, el Aquina- güedad bajo dos aspectos: en cuanto
relación entre una extensión y la uni-
mentaliter 422
del justo y se ordena ya sea al acre- tante tiende a negar este título y po-
centamiento de la gracia en sí mis- ner el acento en la Gracia divina.
mo, ya a la justificación ajena; y 3. de
metalogicus. Aunque este adjetivo
condigno que es el de las mismas obras
pertenece especialmente al vocabu-
del justo en relación con la vida eterna.
lario filosófico moderno, se encuen-
Para Gabriel Biel, el m. de congruo es
tra un antecedente medieval en el si-
aquel que pone al fiel en condiciones
glo XII en Juan de Salisbury, quien se
de recibir la generosidad o liberalitas
vale de él para titular una de sus obras
de Dios, mientras que el m. de condigno
más importantes: Metalogicon. Hace
es el que lo hace digno de ser premia-
referencia, en general, a la teoría de
do por la justicia divina; de ahí que
los principios y de los fundamentos
esta última clase de mérito se funde
de la lógica, considerados en cuanto
ex debito iustitiae (véase) (cf., por ej.,
condiciones del pensamiento mismo
In II Sent., d. 27, q. 1, a. 2, concl. 4).
y, particularmente en el mencionado
En su tratamiento teológico de la
autor, en su carácter puramente ins-
cuestión, Ockham llama meritorio
trumental.
el acto que puede tener la vida eterna
por recompensa. Menciona tres con- metaphorice. Es otro de los vocablos
diciones para que se pueda hablar de que los autores medievales utilizan co-
m.: la primera es que dicho acto se lle- mo correlativo y opuesto a formaliter.
ve a cabo con conocimiento de causa; En efecto, uno de los sentidos que
la segunda, que sea libre, es decir que asume este último es el de designar al-
esté en poder del sujeto llevarlo a ca- go vere et proprie, es decir, en lo que
bo o no; la tercera, que mediante ese tiene de específicamente propio; así,
acto se cumpla actual y positivamen- se puede decir, formaliter, por ej., “El
te con uno de los mandamientos sin hombre ríe”. En cambio, se utiliza un
trasgredir ninguno de los demás. En término m. cuando se lo transpone
este último sentido, la posición oc- del concepto al que se lo atribuye con
khamista se enfrenta con la de Pedro propiedad, a otro que guarda alguna
Auriol, para quien el acto meritorio aparente semejanza de carácter con el
es aquel por el cual se cumple toda la primero. De ahí que un sinónimo de
ley (cf. In I Sent. d. 17, q. 2). esta palabra sea apparenter. De este
Cabe añadir que también se ha es- modo, se dice m., “La pradera ríe”.
tablecido la doctrina teológica acer- Este uso medieval del concepto
ca de la acumulación de méritos so- que nos ocupa derivó de las reflexio-
bre una persona adquiridos por otras. nes que sobre el tema formula Aris-
Ya en la Patrística, Cipriano había tóteles en su Poética, I, 1457 b y ss.
escrito que los méritos son títulos Desde ese punto de vista, el Estagiri-
–meritorum tituli– que se computa- ta señala que la mencionada transpo-
rán en la asignación del premio ce- sición puede tener lugar 1. del géne-
lestial. ro a la especie; 2. de la especie al gé-
Transcurrida la Edad Media, este nero; 3. de especie a especie; 4. por
tema dividirá aguas en la Reforma, ya analogía. Ejemplo del primer caso se-
que la línea católica insistirá en que, ría “Aquí está detenida mi nave” por-
auxiliado por la Gracia, el hombre que el estar anclado es un modo es-
recto puede obtener mérito a título pecial del genérico “estar detenido”.
de justicia; en cambio, la línea protes-
metaphysica 424
mollities. Esta palabra proviene del Las especulaciones sobre política mo-
adjetivo mollis que indica lo blan- netaria, en cambio, surgen en plena
do, suave, flexible, agradable; en es- Escolástica a partir de las observacio-
te sentido, se relaciona con lo que nes que se leen en Aristóteles (cf. Pol.
produce placer, o sea, delectatio (véa- I, 9-11), las cuales se complementan
se). Pero también califica a la perso- con algunos pasajes extraídos de las
na tan dada a tales cosas que su mis- Varias de Casiodoro. De esta mane-
mo ánimo se ha tornado mollis, es ra, en un primer momento, se conde-
decir, muelle, flojo, sin energía, po- na el comercio monetario, la acumu-
co firme. En general, la voz mollitudo lación de monedas –por considerar-
–que a veces reemplaza a m.– se re- las, aristotélicamente, riquezas artifi-
servó para la condición de las cosas, ciales– y, naturalmente, la usura. Así
mientras que el término que nos ocu- se lee, por ej., en Tomás de Aquino
pa suele emplearse para la de las per- (cf. S. Th. II-II, q. 78).
sonas de dicha característica. Así, esta Hacia fines del siglo XIII, Pedro
noción formó parte del ámbito antro- Olivi, en su De usura, aborda el te-
pológico-ético en el vocabulario filo- ma del interés justo sobre el capital
sófico medieval. Los escolásticos con- prestado. A mediados del XIV, Nico-
sideraron la m. en cuanto flojedad de lás de Oresme, en el De moneta, habla
espíritu en relación con la pertinacia del cambio, la custodia y el préstamo
y la perseverantia (véanse) y, aristotéli- a interés como actividades tolerables
camente, la entendieron como un de- por la comunidad, siempre que haya
fecto respecto de esta última, siendo voluntad de partes.
la primera su exceso. En efecto, si la La mayor parte de los autores me-
perseverancia consiste esencialmen- dievales consideran que la comuni-
te en sostener la propia decisión en la dad es la propietaria de la moneda,
medida de lo justo y recto, la m. radi- y ésta, un instrumento que permite
ca en perseverar menos de lo necesa- una fácil permutación o comercio de
rio. Así, la molicie se aparta fácilmente riquezas naturales. Sus especulacio-
del bien por no sostener en el tiempo nes tratan tanto los aspectos materia-
las dificultades que impiden su alcan- les de la cuestión, por ej., la aleación,
ce: precisamente, lo propio de la floje- sello, denominación, tamaño y peso;
dad es ceder ante la más pequeña pre- de otro, el valor mismo.
sión, como recuerda Tomás de Aqui- En tal sentido, Nicolás de Oresme,
no en S. Th. II-II, q. 138, aa. 1-2). en la obra mencionada, describe el fe-
nómeno de la alteración de la mone-
mollitudo. Cf. mollities.
da: el príncipe altera las monedas de
moneta. La acuñación de moneda su reino cuando las acapara, cambia
durante la Edad Media, hecha en se- la aleación y las devuelve a circulación
cas habilitadas por los poderes rea- menospreciadas, pero con el mismo
les, sufrió altibajos. Pero se incremen- sello, provocando así un caos econó-
tó según el aumento del comercio a mico. Si lo hace por lucro personal es,
partir del siglo XI. Carlomagno había simplemente, un tirano. En algunos
realizado una importante reforma en casos excepcionales, cuando hay una
los valores monetarios que, si bien fue urgente necesidad de una gran ma-
abandonada en Europa continental, sa de dinero, puede alterar la mone-
perduró en Inglaterra durante siglos. da. En lo que hace al segundo aspec-
monologion 434
no (cf. S. Th. II-II, q. 1, a. 8), coin- mors. Desde tres perspectivas abordó
cidieron en que Dios es el fin último el tema de la muerte el pensamien-
del hombre, principio del que deri- to patrístico y medieval, debido a su
va la doctrina sobre la felicidad y so- fundamento escriturario: como final
bre la virtud. Ante esto, Duns Esco- de un proceso vital, como comien-
to (cf. Op. ox. III, d. 37, q. 1) y varios zo de otro ciclo de vida, y como li-
escolásticos del XIV como Ockham mitación, condena o resultado del pe-
(cf. In II Sent. q. 5), plantearon que cado original. Desde el primer punto
las normas morales se fundan sobre la de vista, la muerte consiste en la se-
simple orden divina, excepto precisa- paración del alma respecto del cuer-
mente aquella que impone obedecer po que ella anima; con ello llega a su
a Dios, que sería la única “natural”. término una existencia humana. Ésta
es la acepción más común de la pala-
moraliter. Se dice de aquello que ilu- bra que nos ocupa; por eso, cuando,
mina, invita o inclina al cumplimien- hacia el final de su Cántico de las crea-
to de una acción libre. En este senti- turas, Francisco de Asís menciona la
do, es término correlativo de efficienter “segunda muerte”, entiende por esto
que indica, en cambio, la inmediatez la separación del espíritu respecto del
con la que se ejecuta dicha acción. alma que aquél está llamado a animar,
morbus. A diferencia de la aegritu- es decir, la condenación. Pero ésta no
do (véase), con esta voz se indica la es el único fin posible para el alma
enfermedad considerada en sí mis- humana según la doctrina cristiana.
ma, en sus síntomas, en sus caracte- En efecto, según el segundo punto de
rísticas y en lo que hoy se denomi- vista, se examina el tema de la m. a la
na su patogénesis. Respecto de es- luz de la realidad sobrenatural. En tal
ta última, es interesante, por su vin- sentido, la vida del cristiano es parti-
culación con la concepción medie- cipación de la de Dios, y la muerte es
val de la salud como bien del cuer- fin de la prueba que debe atravesar en
po, la perspectiva de Hildegarda de este mundo; de ahí que, en este con-
Bingen. Siguiendo la tradicional asi- texto, se defina la m. como transitus,
milación entre ser y bien, ella entien- o sea, como comienzo de una eterni-
de que, en el caso del m., no se pue- dad personal cuyas puertas abrió la
de hablar de “génesis”, ya que este Redención de Cristo. Según la terce-
término indica el surgimiento de al- ra perspectiva, la muerte es pena im-
go que tiene ser, cuando en la enfer- puesta a Adán y Eva –y, en ellos, a to-
medad sucede exactamente lo con- da la humanidad– por su afán de ser
trario: de hecho, disminuye el bien como dioses (Gn. 2, 17; Rom. 5, 12).
corporal y, por tanto, mengua el or- En este orden, la m. se entiende como
den y la perfección del ser del cuerpo. castigo, esto es, en cuanto fin de una
vida perfecta como la adánica: ella es
morigeratus. En los textos medieva- la culminación de otras penas corpo-
les se aplica a una persona de bue- rales, lo que lleva a Tomás de Aqui-
nas costumbres, puesto que el térmi- no a decir que la enfermedad y los de-
no proviene del sustantivo mos (véa- fectos físicos, así como la muerte mis-
se). Cf., por ej., Tomás de Aquino, In ma responden a un defecto del some-
IV Sent. 33, 2, 2, 3 ad 2. timiento del cuerpo al alma: se asimi-
lan de este modo a la rebelión al espí-
437 motus
ritu propia del apetito carnal, tenden- ciones. Éstas suelen enumerarse con
cia ésta que fue, como las menciona- el verso latino: quis, quid, ubi, quibus,
das, la pena del pecado original (cf. S. auxiliis, cui, quomodo, quando. 3. el
Th. II-II, q. 164, a. 1). fin es la tercera fuente de la morali-
dad, en tanto que constituye a la vez
mos. En su sentido lato, alude a un causa del querer y, por eso, mueve
modo, manera o estilo; de ahí que de- a actuar. Dicho fin es el bien, real o
mostrar algo more geometrico, por ej., aparente, por el que se hace algo; pe-
indique que la demostración se hace ro nótese que se trata del fin del que
al modo de o según los principios de obra, no de la obra misma que coin-
la geometría. Pero lo más frecuente cide con el objeto formal menciona-
es que este vocablo señale la costum- do más arriba. Así, el fin se relacio-
bre, es decir, la frecuencia de lo que na íntimamente con la intentio (véa-
está en poder del hombre. Así, pasó se): es el bien al que se tiende, mien-
a significar el hábito al que se apli- tras que la intención es el acto volun-
ca eminenter la cualificación de bue- tario que busca alcanzarlo.
no o malo. Tal cualificación es refor- Se ha de advertir que, como obser-
zada por aprobaciones o sanciones so- va Tomás de Aquino citando al Pseu-
ciales, puesto que las costumbres se do-Dionisio (cf. S. Th. I-II, q. 18, a. 3
consideran condiciones indispensa- ad 3), el bien resulta de la integridad
bles en las relaciones humanas. de sus causas, de manera que el mí-
Durante la Escolástica, y sobre la nimo defecto puede generar un mal.
línea aristotélica, se afinó la elabo- En virtud de esta concepción funda-
ración conceptual de las costumbres mental, la filosofía moral escolásti-
como “materia prima” de la filosofía ca se opone al principio de que el fin
moral, y se examinaron sus elemen- justifica los medios, propuesto y dis-
tos constitutivos, de los que depende cutido en la Modernidad.
la bondad o malicia del acto humano,
y que se denominan “fuentes o causas motivae. En general, se denominan
de la moralidad”. Éstas son 1. el ob- así las causas que ponen inmediata-
jeto, o sea, aquello que, formalmente mente en movimiento algo, especial-
considerado, comunica al acto huma- mente, el alma. A veces, se aproximan
no una bondad específica y le confiere o se asimilan a la causa formal. Un uso
primariamente su moralidad: habien- particular cobra esta voz en Buena-
do establecido, por ej., que la justicia ventura, quien llama así a las rationes
es conforme a la naturaleza racional aeternae (véase), en cuanto actúan en
del hombre, el acto humano dirigido el entendimiento humano en orden a
a este objeto, se torna específicamen- la adquisición de cierto tipo de certe-
te justo. 2. las circunstancias, es decir, za. Dicho de otro modo, la ratio m.
las determinaciones que se añaden a hace que el hombre perciba las verda-
la esencia del acto y pueden modifi- des del más alto orden, lo que entraña
car la moralidad de este último: tal infaliblemente el consentimiento por
como sucede con los accidentes res- parte de aquél.
pecto de una sustancia natural, la ple-
motus. Significa, movimiento o cam-
nitud de la bondad del acto humano,
bio. La concepción escolástica del
no radica exclusivamente en su espe-
cambio o movimiento se basa en las
cie, sino también en tales determina-
movens 438
para el último. Debido a estas distin- que afirma la aeternitas mundi, segui-
ciones, Tomás de Aquino señala que da por los averroístas; la que afirma
el esse in mundo se puede entender ut que el mundo tuvo un comienzo en
in loco, ut in toto, ut in affectu. Esta el tiempo, sostenida por los seguido-
polivalencia del término que nos ocu- res de Buenaventura, quien se opo-
pa está aclarada por el Aquinate en S. ne a la tesis de la eternidad del mun-
Th. II-II, q. 188, a. 2, ad 3. do, en cualquiera de sus sentidos, y
Dos observaciones principales se la considera un error de los filóso-
han de hacer respecto del concepto fos (cf. Coll. in Hexaem. I, 16), por
de m. en cuanto creado ex nihilo. La ej., John Peckham; y la que dice que,
primera concierne al énfasis puesto en aunque el mundo no haya tenido co-
la Edad Media sobre su dependencia mienzo en el tiempo –o sea, aunque
ontológica. Al respecto San Hipólito, haya existido desde siempre– esto no
por ej., escribe: “Deus [...] coaevum lo hace eterno, dado que, en tal caso,
habuit nihil, non chaos infinitum, [...] su infinitud seguiría siendo tempo-
erat unus, solus pro se, qui, dum voluit, ral, es decir, sucesiva y no simultánea.
fecit omnia quae sunt, quae non erant Tal es la posición de Tomás de Aqui-
antea, nisi quod voluit ea facere” no en su De aeternitate mundi contra
(Philosoph. IX, 32). Más allá de la uni- murmurantes, en donde, además de
dad armónica entre Dios y m., este úl- reivindicar la dependencia ontológi-
timo es, pues, sólo extra propria prin- ca del mundo respecto del libérrimo
cipia. Sobre esto, en general, los auto- acto creador de Dios, subraya que la
res medievales coinciden. La segunda expresión in principio con que se abre
tiene relación con la importancia que el Génesis no sólo se puede entender
la polémica acerca de la eternidad o en sentido temporal sino también en
no del mundo ha tenido, particular- el de principio como fundamento de
mente en la Escolástica. En tal sen- todas las cosas. Por eso, para el Aqui-
tido, después de la defensa de la no- nate, tanto una tesis como la otra no
ción de creación que Ireneo lleva a ca- atentan contra lo que se lee en la Es-
bo contra los agnósticos (cf. Adv.haer. critura; así, ésta no puede zanjar la
II, 1, 1), es Agustín quien plantea con cuestión que se le presenta a la filoso-
claridad los términos del problema fía, aunque tampoco puede hacerlo la
contra los maniqueos, a propósito de razón, librada a sus solas fuerzas.
su tratamiento del tema del tiempo
(cf. Conf. XI, 10, 13). El Hiponen- munus. En el latín clásico, esta pala-
se imbrica este último con la cuestión bra guarda relación con el orden so-
de la creación. Así, sostiene que el cial. Sus sentidos originarios son tan-
mundo no fue creado en el tiempo si- to los de “oficio”, “funciones”, “ser-
no con el tiempo; por tanto, no cabe vicio”, como los de “regalo” o “don”.
preguntarse, por ej., por lo que hacía Pero, de hecho, este segundo aspec-
Dios antes de crear el mundo, porque to se fue perdiendo, pues el m. es el
no hay “antes” donde no hay tiempo. “donum quod officii causa datur”. Así
En la Escolástica se retomó la dis- pues, se trata de un don que obliga
cusión debido a la tesis averroísta a un cambio, de donde, por ej., “re-
que sostenía la eternidad del mun- mun-eración”. Se reservó, entonces,
do. Se puede decir que quedaron per- para el término donum (véase) el don
filadas, al respecto, tres posiciones: la que no exige compensación alguna.
murmur 442
tural. Entre los griegos era una doctri- to, es misterio aquella realidad que
na religiosa o aun un rito, cuyo cono- resulta oscura para nosotros tanto en
cimiento estaba reservado a iniciados. su existencia como en su esencia. Me-
Famosos son, en este sentido, los mis- diante la Revelación (véase revelatio),
terios de Eleusis en Atenas. En la Es- se puede tener de ella cierta noción
critura, m. tiene el sentido simple de por analogía con las cosas de es-
cosa secreta, sin más; así aparece, por te mundo. Así, se reivindica para los
ej., en Judith 2, 2; en sentido religio- contenidos de los misterios cristianos
so, se habla de los “misterios divinos”, el carácter de estar por encima de la
en Dan. 2, 19, 27 o en Sap. 2, 22. En razón pero no contra ella, esto es, son
el Nuevo Testamento, Cristo se refie- suprarracionales pero no irracionales.
re a los “misterios del Reino” en Mt.
mystica. Aunque muchas veces apare-
13, 11; Lc. 8, 10, mientras que en las
ce con la grafía mistica, esta voz con-
cartas paulinas se alude frecuente-
serva en el período patrístico y en el
mente a los “misterios que hace co-
medieval, la forma que evoca su ori-
nocer el Espíritu”, como en I Cor. 14,
gen griego: proviene de my- que alude
2. En la escuela de Alejandría, tanto
a lo cerrado, más específicamente, po-
por parte de Clemente (cf. Protrept.
ner el dedo sobre la boca para cerrarla
II, 13, 1-2) como de Orígenes (cf. In
en señal de silencio, de donde mýein
Ioh. I), se insiste en el hecho de que,
que significa cerrar ojos y boca, y de
a diferencia de los misterios paganos,
allí myeîn, iniciar en los misterios, o
en los cristianos no hay esoterismo si-
sea, en algo secreto, arcano. De ahí
no que alcanza a todos los hombres
que el término haya pasado a señalar,
pero requiere de ellos un acto de fe.
primero, ceremonias y aun doctrinas
Durante la Edad Media, y particu-
de carácter religioso y oculto; después,
larmente entre los autores de la Es-
una particular experiencia interior de
cuela de Chartres, este concepto ocu-
lo divino o de lo Absoluto y la disci-
pa un lugar central, ya que conside-
plina para llegar a ella. Esta discipli-
ran que tanto el velo de la alegoría
na es, con todo, diversa de la racional
propia del discurso escriturario como
e implica, a la vez, una cierta fruición
el integumentum (véase) de las verda-
o goce en tal experiencia. Así pues, la
des racionales de la Física y la Filosofía
m. alude, fundamentalmente, a una
ocultan misterios que se han de des-
vía suprarracional y de percepción in-
cubrir, aunque para Alain de Lille ello
terior. Ésta es una modalidad cognos-
sólo se da en el caso de la Metafísica.
citiva, pero, a diferencia de la racio-
Pero, por su misma índole, es obvio
nal, no se lleva a cabo a través de imá-
que, en términos medievales, la pala-
genes recibidas del exterior y que des-
bra que nos ocupa aparece con ma-
pués son conceptualizadas, sino por
yor frecuencia en contexto teológi-
una percepción interior que, en todo
co. En él, se usa en sentido amplio y
caso, redunda en la inteligencia. Por
en sentido estricto. En 1. sentido la-
eso, el conocimiento místico no im-
to, m. es aquello cuya existencia no
plica nuevas ideas diferentes y precisas
puede ser demostrada por un intelec-
sino un nuevo modo, a veces, oscu-
to finito como el humano, por ej., los
ro, de acceder a la realidad suprasen-
designios divinos respecto del futuro,
sible. Responde, ciertamente, al deseo
o la identidad entre bueno y justo en
de comunión con Dios, propio de to-
Dios. En 2. sentido propio o estric-
mystice 446
das las religiones; por esta razón cada de ellas hace el alma humana. 2. la
una ha elaborado una modalidad de meditatio, que es el recogerse en sí del
mística que la caracteriza. alma para buscar la imagen de Dios
En el caso del Cristianismo, la m. si- mismo; se subdivide en: 2.1. la me-
guió las huellas del Pseudo-Dionisio, ditación sobre la imagen de Dios en
justamente de su Theologia mistica, los poderes anímicos naturales, me-
cuyo esquema se remonta a los es- moria, intelecto y voluntad; y 2.2. la
critos neoplatónicos, sobre todo, los que versa sobre los poderes que el al-
de Plotino y Proclo, con muchos ras- ma adquiere por las virtudes teologa-
tros de creencias orientales. La pala- les. 3. la contemplatio, que contempla
bra que nos ocupa comenzó a ser usa- a Dios en 3.1. su ser, 3.2. en su po-
da en el sentido de la comunicación tencia que es el bien. Más allá de es-
directa entre hombre y Dios precisa- tos seis grados, se alcanza el éxtasis
mente por Dionisio Areopagita. Este o excessus mentis, que se define mu-
autor añade una nota que se incorpo- chas veces como la deificación huma-
rará al concepto que de la m. tuvo la na y que a veces confluye con la docta
Edad Media: la mencionada comu- ignorantia (véase).
nicación ha de culminar en un retor- Otra vertiente de la mística medieval
no del hombre a Dios que le permi- está dada por la gran corriente especu-
te unirse a Él en un acto supremo. Tal lativa alemana del siglo XIV: Meister
acto es el éxtasis que Dionisio consi- Eckhart, Tauler, etc. y del XV, como
dera la deificatio (véase) humana. Nicolás de Cusa, quienes retoman la
Este esquema se mantuvo aún du- posición polémica respecto del uso de
rante la época de la primera Escolás- la razón –por lo menos, considerada
tica. Más todavía, autores como Ber- particularmente desde el aristotelis-
nardo de Clairvaux plantean la vía mo escolástico– en el campo religioso.
mística como una alternativa exclu-
mystice. La etimología de este adver-
yente de la de la búsqueda racional;
bio presenta la raíz my- que hace alu-
de ahí que Bernardo, en su defensa de
sión a lo que está cerrado y, por ex-
la primera, haya polemizado contra la
tensión, de algún modo, envuelto.
filosofía. Sin embargo, en otros, hay
Así, se suele traducir por “simbólica-
un reconocimiento de la validez de
mente”, ya que el símbolo encierra en
la especulación, además de la m., co-
una imagen, palabra o signo un sig-
mo se da en los maestros Victorinos.
nificado diverso de los que éstos tie-
Lo mismo ocurre con Buenaventura
nen de ordinario. Un uso muy cono-
quien define los grados del ascenso
cido de m. es el que hace San Agus-
del hombre a Dios e ilustra con metá-
tín: al dividir a toda la humanidad,
foras el estado de éxtasis.
desde Abel y Caín hasta el fin de los
En efecto, para Buenaventura tales
tiempos en dos grandes grupos, mez-
grados son: 1. la cogitatio o el pensa-
clados corporalmente, pero separados
miento, que tiene por objeto las imá-
por sus respectivos fines últimos (véa-
genes que provienen del exterior y
se civitas), el Hiponense dice que m.
que considera la huella de Dios en las
los denomina “civitates”, esto es, so-
cosas; se subdivide en: 1.1. la consi-
ciedades humanas.
deración de éstas en su orden obje-
tivo, y 1.2. en la aprehensión que
447
N
narratio. En la Edad Media la na- ente, según la especie a la que él per-
rración o el relato presenta principal- tenezca. En una acepción derivada, se
mente dos formas: la n. fabulosa (véa- aplica al conjunto de todos los entes,
se fabula) que corresponde a lo que en cuanto que se comportan precisa-
hoy es el campo de la literatura fan- mente según su “naturaleza”.
tástica; la n. historica, sobre cuyas im- Dentro de esta significación gene-
precisiones ya había advertido Agus- ral, se puede poner el acento en 3. el
tín de Hipona, al proclamarla esca- venir al ser de la cosa, o en 4. el prin-
sa de verdades (cf. De ord. II, 12, 37) cipio por el cual ella llega a ser. Se-
y al exigir cautela sobre su confiabi- gún el primer significado, n. mienta
lidad (cf. In Io. Ev. 90, 2). Esto dio las cosas naturales, como los anima-
lugar a que la mirada medieval sobre les, las plantas, los astros, etc. Si se su-
la historiografía o –mejor aún– sobre braya el segundo sentido, n. alude a
la crónica histórica la aproximara a la la naturaleza propia de un ente y en-
primera forma de n., entendida co- tonces no se lo identifica con las cosas
mo relato de cosas que no sucedieron mismas sino que, de éstas, se remite al
realmente. principio por el cual son lo que son.
En términos más técnicos, tendría-
natura. Voz que proviene de nascor, mos, respectivamente, n. materialiter
“nacer”, en el sentido de “venir al ser spectata y n. formaliter spectata, es de-
en cuanto generado”. El vocablo deri- cir, la naturaleza de algo considera-
va, en realidad, del participio futuro da desde el punto de vista material y
del verbo mencionado, y eso confiere formal, respectivamente. Esta noción
a su noción un cierto matiz de vida y implica, pues, una relación de signi-
movimiento, que impide pensarla co- ficados, por la que el conjunto de las
mo algo estático: la n. es el conjunto cosas y el principio inmanente a ellas
de aquellas cosas que han de nacer. se reclaman mutuamente.
Desde el punto de vista filosófico, En Aristóteles, la definición de n.
se debe distinguir, según el contexto, deriva del examen del actuar y el pa-
entre 1. el uso general, que alude a la decer. Así, para el Estagirita, la natura-
Naturaleza, y 2. el particular, referido leza es el principio intrínseco del mo-
a la naturaleza de una cosa. Este úl- vimiento, que puede tomarse en dos
timo sentido es más frecuente en los sentidos: según la materia y según la
textos medievales. En efecto, en ellos, forma. De un lado, se llama “natura-
se entiende por n. el primer principio leza” a la materia que compone el sus-
inmanente del modo de obrar pro- trato de algo y constituye el principio
pio de algo; así, puede ser sinónimo de su movimiento y cambio; de otro,
de esencia en la medida en que ésta es significa la forma y la especie, según
el principio de las operaciones de un la razón. Es en cuanto forma unida a
natura 448
predicado, por ej., es necesario que cial o intrínseca, que funda juicios
un número sea par o impar. En cam- cuya negación implica contradicción.
bio, llama también ex suppositione En cambio, la n. física no se relacio-
a la necesidad hipotética, porque re- na con la esencia de los entes corpó-
quiere una condición, por ej., supo- reos, sino con el efectuarse de las leyes
niendo que alguien se siente, es nece- que regulan las relaciones de los fenó-
sario que mientras permanezca en tal menos entre ellos. Es, pues, una nece-
posición, esté sentado y no de pie (cf. sidad de orden relativo o hipotético,
S. Th. I, q. 19, a. 3). La necesidad hi- ya que es extrínseca y tiene su funda-
potética se divide, a su vez, en 2.1. n. mento no sólo en la racionalidad mis-
ex agente, que es la del efecto, supues- ma de lo real, sino también en la li-
ta la causa; y 2.2. n. ex fine, que alu- bre voluntad de Dios. Sobre este tipo
de a lo imprescindible de usar un me- de necesidad se funda el valor de las
dio para alcanzar un fin y que es mu- ciencias experimentales y la certeza de
cho más elástica, dado que depende los juicios correspondientes, cuya ne-
del grado de relación del medio con gación no siempre implica contradic-
el fin (cf. ibid. II-II, q. 32, a. 6). ción. También la n. moral, que con-
La distinción elemental entre nece- cierne a los actos humanos, en cuanto
sidad absoluta e hipotética se corres- propios de un ser libre y finito, es re-
ponde, por una parte, con la distin- lativa o hipotética. En efecto, hay ne-
ción entre el orden divino y el crea- cesidad, porque, aún siendo libres, ta-
do, la de ente necesario y ente con- les actos, en su conjunto, siguen de-
tingente. Por otra, se correlaciona con terminados comportamientos; así, se
la diferenciación entre el orden de las llama “necesidad moral” a aquella con
esencias y el de los entes existentes de la que, en el plano intencional, la ley
hecho. moral intima a la voluntad libre. En
Desde el punto de vista que atien- cuanto a la n. natural, fue tratada en
de a los diversos planos de la realidad, especial en los textos de los místicos
otra gran clasificación escolástica de especulativos –de hecho es frecuente
este concepto es la que divide entre 1. en Bernardo de Clairvaux– para refe-
n. metafísica, 2. n. física, 3. n. moral, rirse a las necesidades del cuerpo co-
y 4. n. natural. La primera es la nece- mo la comida, el vestido, la habita-
sidad de orden absoluto, que alude a ción, etc., y, de modo derivado, a las
la íntima esencia de lo real. En este or- artes a que dan lugar.
den, un uso peculiar de la noción de Desde el punto de vista ya no real
n. es el que aparece en Teodorico de sino lógico, se habla también de una
Chartres (cf. complicatio, in principio). n. lógica que concierne a los juicios y
En rigor, esta clase de n. sólo es pro- razonamientos. 1. en el juicio, se tie-
pia de Dios, pero pertenece también ne 1.1. una necesidad absoluta, si el
a las esencias creadas, en cuanto que predicado se desprende analíticamen-
éstas participan de la divina. Sin em- te del sujeto; y 1.2. una necesidad hi-
bargo, mientras que en Dios concier- potética, si el predicado se une al su-
ne a todo su ser, por la identidad en jeto en virtud de una experiencia. 2.
Él de essentia y esse, en los entes finitos en el razonamiento, se tiene 2.1. una
atañe sólo a la esencia, siendo la exis- necesidad categórica si se llega a la
tencia contingente (véase contingens). conclusión mediante juicios absolu-
Se trata, pues, de una necesidad esen- tamente necesarios; y 2.2. una necesi-
nefas 452
sitiva en no querer una acción mala, mencionado –en particular, con Pe-
en cuanto que se la rechaza o se re- dro Abelardo– hay ya un notable an-
nuncia a ella. El término no se halla tecedente de la misma en Agustín de
frecuentemente en Agustín de Hipo- Hipona (cf. De mag. 7, 19 y ss.). Pa-
na; sí, en cambio, en Tomás de Aqui- ra Tomás de Aquino el hombre im-
no. Para el Aquinate significa la de- pone los nombres a las cosas, según
terminación voluntaria de rehuir el lo que entiende de ellas, ya que nomi-
mal; así, éste se convierte en objeto na sunt intellectuum signa (cf. In Met.
de la n.: “…fuga autem malis dicitur V, l. 5, n. 17). Otro hito importan-
noluntas: unde sicut voluntas est boni, te en el tratamiento medieval de es-
ita noluntas est mali.” (S. Th. I-II, q. 8, te tema está constituido por el pen-
a. 1, ad 1). Sólo dos cuestiones antes, samiento de Ockham. En sentido es-
había aclarado Tomás: “… nolo […] tricto, éste consagra la definición abe-
non est contradictorium de volo sed lardiana de n.: “est vox significativa, ad
ipsius contrarium” (véanse contradictio, placitum instituta, sine tempore, cuius
contrarietas y velleitas). nulla pars est significativa separata”
Este último matiz se refuerza en la (Exp. Aurea 92c). Así, en primer tér-
Modernidad, cuyos autores prefirie- mino, se trata de un sonido articula-
ron la forma nolentia y, más frecuen- do, de modo que sólo en su totalidad
temente, nolitio. puede significar; en segundo térmi-
no, constituye un signo no natural si-
nomen. En la acepción común, “nom-
no convencionalmente instituido; en
bre” es sinónimo de “sustantivo” y
tercer lugar, su nota fundamental es
suele distinguirse inmediatamente del
la finalidad de transmitir un signifi-
verbo: éste indica el tiempo, mientras
cado; en cuarto término, no tiene el
que el n. prescinde de él, como ya ha-
tiempo en cuenta. Así, Ockham con-
bía observado Aristóteles (cf. De int.
sidera nombre sólo lo que puede ser
2). Posteriormente, su significado se
atributo o sujeto en una proposición;
extendió, por derivación, al adjetivo.
excluyendo no solamente el término
Durante la Edad Media, y especial-
syncategorematicum sino también el
mente a propósito de la querella so-
verbo.
bre los nombres universales tal co-
Los escolásticos establecieron una
mo ella se da en el siglo XII (véase
serie de distinciones sobre este tér-
universale), se circunscribió mejor el
mino. De acuerdo con ellas, 1. n.
sentido de esta palabra, cuya signifi-
positivum es el que significa algo real-
cación es siempre intermedia entre la
mente existente o que puede existir
res y la vox (véanse). En efecto, el n.
en la naturaleza de las cosas, como
se refiere a la res significada y la ha-
“piedra” o “virtud”; 2. n. negativum
ce presente al espíritu. Éste se la apro-
es, en cambio, el que indica algu-
pia formando el concepto o verbum
na privación, como “muerte”; 3. n.
mentis correspondiente, y lo expresa
trascendens es el que puede decirse de
o comunica mediante signos sensibles
todas las cosas que realmente son, co-
que constituyen la vox o verbum oris.
mo “algo”, “verdadero”, “uno”, “bue-
Cabe señalar que la precedente ca-
no”, etc. (véase trascendentales); 4. n.
racterización es la más frecuente, pe-
supertrascendens es el que se dice no
ro no la única (véase nominale): aun
sólo de lo real, sino aún de lo ima-
cuando se desarrolla durante el siglo
ginario, como “fingido”; 5. n. primae
457 nomina divina
non causa pro causa. Véase post hoc te”, aunque tal evidencia no sea ne-
ergo propter hoc. cesariamente captable de modo in-
mediato. En efecto, una proposición
non ens. La negación del ser, en el se llama n. per se cuando el predica-
sentido de ente, tiene cualquiera de do está incluido en la noción del su-
estos tres sentidos: puede significar jeto, ya sea como su elemento esen-
1. la nada cuando se habla en térmi- cial, ya como algo que deriva de su
nos absolutos; 2. la privación, por ej., esencia; por ej., “Todo cuerpo es ex-
la ceguera implica la negación de la tenso”. En este caso, la extensión es-
existencia de algo que es la visión; 3. tá incluida en la corporeidad. Ahora
la materia, en la medida en que, sin bien, una proposición puede ser nota
ninguna forma, ella no puede existir. per se secundum se, sed non quoad nos,
Así lo señala, por ej., Tomás de Aqui- es decir, evidente de suyo pero no pa-
no, al comentar a Aristóteles (cf. In ra nosotros. Esto ocurre cuando la
Met. XII, l. 2, n. 14). mencionada inclusión no se nos apa-
non ita. Esta expresión introduce, rece inmediatamente, o bien a cau-
en una comparación, la negación de sa de nuestro desconocimiento del
uno de sus términos, negación que mismo significado de los términos, o
puede tener sentido absoluto o sen- bien por un conocimiento imperfec-
tido relativo. Por ej., “non ita diu” to de la naturaleza o esencia del suje-
que significa “no tan largo tiempo”, o to: la proposición “Dios existe” pue-
“Non ita generis masculini est musa, ut de ser de este último tipo, si ignora-
poeta”: aquí se comparan dos voces, mos que la esencia divina se identifi-
ambas terminadas en la vocal a, pero ca con su existencia. Entonces, se re-
se advierte que la palabra latina “musa” quiere una demostración, aunque la
no es, por cierto, de género masculi- proposición sea evidente por sí mis-
no como, en cambio, sí lo es la pala- ma. En cambio, una proposición n.
bra “poeta”. per se et secundum se et quoad nos es
aquella evidente por sí también para
non omnis quidam non. Axioma de nosotros, con sólo conocer el signifi-
la lógica medieval que podría tradu- cado de los términos que la compo-
cirse por “no todo, [luego] alguno nen. Tal es el caso de “El todo es ma-
no”. Su sentido es: “Si no todo indi- yor que su parte”, mencionado por
viduo de una especie tiene cierto atri- Tomás de Aquino, en quien esta dis-
buto, es necesario que haya en esa es- tinción es de uso muy frecuente (cf.,
pecie algún individuo que carece de por ej., S. Th. I, q. 2, a. 1, c). Un po-
dicho atributo”. Así, por ej., si es ver- sible antecedente de ella se encuentra
dad que no todo (non omnis) hom- en Aristóteles (cf. Phys. I, 1, 189 a-b).
bre es sabio, será verdad también que, Véase también evidens.
al menos, algún hombre determinado
no (quidam non) es sabio. notio. En sentido amplio, “noción”
señala el contenido de la cognitio (véa-
nota. Cf. attende. se). En una acepción un poco más es-
nota per se-nota quoad nos. El pri- tricta, indica el contenido de todo co-
mer miembro de este binomio es una nocimiento abstracto, diferente de la
expresión escolástica con la que se ca- percepción sensible. Así pues, llegar a
lifica una proposición como “eviden- la n. presupone una operación que el
461 notitia
espíritu ejerce sobre la acción que, a cos generales del estoicismo. Para es-
su vez, un ente ha ejercido sobre los tos autores, fueron principios del co-
sentidos. nocimiento; para algunos, innatos.
La Edad Media recoge la distinción De hecho, consideraron que los pri-
entre “pensamiento” e “idea en el espí- meros principios de la demostración
ritu” que Cicerón atribuye a los estoi- son nociones o concepciones comu-
cos (cf. Top. VII, 31). Así, en los au- nes del alma percibidas por el intelec-
tores medievales, la n. se distingue de to o contenidas en él. Justamente por
la idea propiamente dicha, en cuanto haberlos aplicado a la demostración
que esta última puede aludir –al me- cobraron carácter de necesarios y, por
nos, entre los de filiación platónica– ende, se aproximaron a los axiomata.
al principio de una realidad, lo cual Este concepto se retoma en la Mo-
no sucede con la “noción” que es un dernidad, a propósito de la discusión
vocablo exclusivamente gnoseológico. acerca de si el alma es o no tabula ra-
Se diferencia asimismo de la concep- sa. Leibniz, por ej., entiende las n. c.
tio en el sentido de la concepción, en como algunos principios de conoci-
la medida en que esta última puede miento, que los objetos externos sólo
constituir el principio de producción despertarían, y atribuye la expresión
de una realidad, por ej. la concepción como tal a los matemáticos (cf. Nouv.
de una casa en la mente del arquitec- Ess. I, 1).
to; la n., en cambio, es simplemen-
notitia. Voz empleada –sobre todo,
te la recepción y el reconocimiento
pero no exclusivamente– por auto-
de una idea acerca de una realidad.
res escolásticos, con los sentidos de
Cabe recordar que, cuando las no-
“idea”, “noción”, “ciencia” y “cono-
ciones consideradas son fundamenta-
cimiento”, siendo este último el más
les o básicas para el ulterior desarro-
frecuente. Por otra parte, y en su sig-
llo del conocimiento, equivalen a los
nificación más específica, n. mien-
principios que se supone son, o de-
ta un modo de conocimiento que
ben ser, admitidos por todo sujeto
depende fundamentalmente del ca-
racional. Se denominan, entonces,
rácter del objeto conocido. Por eso,
notiones communes (véase).
Tomás de Aquino aclara que “non
notiones communes. Los estoicos lla- accipitur notitia pro actu intellectus
maron “nociones comunes” a las de- cognoscentis, nec pro aliquo eius habitu;
rivadas de las percepciones sensibles, sed pro eo quod intellectus concipit
por una concepción natural de la cognoscendi” (S. Th. I, q. 34, a. 1, ad
mente, debida a la repetición de sen- 2). De ahí que pueda hablarse de
saciones iguales. Se referían a una se- varios tipos de n.: realis, sensibilis,
rie de ideas básicas que la mente reco- experimentalis, principiativa o conoci-
noce como adecuadas y fundamenta- miento de los principios, etc. Sin em-
les para cualquier desarrollo ulterior bargo, el Aquinate admite también
del conocimiento (cf. Placita, IV). otra clasificación que parece obedecer
Algunos escolásticos adoptaron es- a un criterio diferente: es la que dis-
ta tesis –que, con todo, no alcanzó tingue los diversos tipos de n. según
gran repercusión en la Edad Media– 1. la naturaleza; 2. la potencia; 3. el
pero transformándola y, sobre todo, hábito; y 4. el acto de conocimiento
sin adherir a los supuestos ontológi- (cf. Quaest. Disp. VII, 1, 4).
notius 462
notum. Este término que signifi- noxium. Más aplicado al plano físico
ca primariamente “sabido” o “cono- y aun al jurídico que al moral, en el
cido”, es usado por los escolásticos que aparece raramente, n. es sinóni-
con distintas acotaciones, de las cua- mo de perniciosum. De este modo, en
les la más frecuente es nota per se (véa- el primero, califica todo aquello que
se). Pero también se registran las ex- perjudica con mayor o menor grave-
presiones: 1. n. in se o notum naturae, dad, por ej., el veneno; en este senti-
que alude a lo evidente en sí mismo do, los textos medievales no lo opo-
o en su propia naturaleza; 2. n. per nen a lo beneficioso sino, específica-
accidens, que es lo que se conoce a tra- mente, a lo utile (véase). En contexto
vés de sus accidentes; 3. n. per aliud, jurídico, y generalmente bajo el plural
que mienta lo conocido a través de noxa, señala toda culpa, dolo, negli-
otra cosa, así como por el humo sa- gencia, etc. que daña a otra persona.
bemos que hay fuego; 4. n. ratione o
nugae. Sustantivo plurale tantum,
secundum rationem, que se refiere a
alude a cosas superficiales, bagatelas,
lo sabido en virtud de la sola razón,
pamplinas; a veces, también signifi-
subrayando la exclusión de la expe-
ca también chistes. Su sentido general
riencia; su opuesto es 5. n. secundum
señala, pues, la frivolidad y con este
sensum, es decir, lo conocido por los
último matiz emplea el término, por
sentidos, como, por ej., el color.
ej., Agustín de Hipona al describir las
novitas. Designa el carácter de lo cosas a las que se dedicaba en su ju-
novum, esto es, de lo nuevo en el sen- ventud (cf. Conf. IV, 1, 1). Puede es-
tido de lo que antes no ha sido o de tar referida a lo que se dice, en cu-
lo que empezó a ser o existir. Se apli- yo caso forma parte del vaniloquium
ca a cosas, leyes, tablas, etc. Cuando (véase, in fine). Por eso, las n. son par-
novum se refiere al hombre nuevo, ticularmente vituperadas en contex-
adquiere un sentido religioso, especí- to monástico, por ej., en Bernardo de
ficamente paulino, que alude a la re- Clairvaux quien las menciona citan-
novación espiritual de quien nace en do a Jerónimo (cf. De consid. II, 13).
Cristo, es decir, de quien se convier- Fueron menos severamente juzgadas
te a la vida de la Gracia y asoma a una en el período escolástico, ya que en-
distinta visión de la vida y de sí mis- tonces se sobreentendieron como par-
mo. Pero en la forma n., y especial- te de la urbanidad en la vida cotidia-
mente aplicada al mundo, o sea, la na. Pero, en contexto universitario, la
expresión n. mundi, señala la tesis que nota de gratuidad o futilidad implíci-
postula que éste tuvo un comienzo en ta en esta noción, da lugar al tecnicis-
el tiempo. Así, el término se suele en- mo escolástico nugatio (véase).
contrar en los textos concernientes En el Renacimiento el término
a la polémica sobre la eternidad del vuelve a aparecer con signo negati-
mundo (véase mundus, in fine). vo, en referencia a la frivolidad de te-
En Raimundo Lulio adquiere un mas en los que algunos humanistas
matiz especial: designa, en la última se complacían. Así, por ej., Pico de-
versión del Ars Raymundi, la forma lla Mirandola en De genere dicendi
por la que un subiectum adquiere nue- philosophorum los acusa de demo-
vos habitus (cf. Ars brevis, X.12.38; rarse en “de matre Andromaches [...]
Ars generalis ultima, X.14.38). de Niobis filiis, atque id genus levibus
nugatio 464
nugis”, en lugar de empeñar sus es- Entre los griegos, Tales de Mile-
fuerzos en la búsqueda de la verdad. to, al menos según Jámblico (cf. In
Nic. Arith. Intr. I), había definido
nugatio. Se denomina así la repeti- el número como un sistema de uni-
ción inútil de una misma cosa en una dad. Los pitagóricos, de acuerdo con
proposición. Ahora bien, se conside- el testimonio de Aristóteles (cf. Met.
ra que no hay n., cuando la repetición I, 5), entendieron los números co-
está justificada, por ej., cuando se ex- mo principios de todas las cosas: ha-
clama “Deus, Deus meus”, como escri- biendo advertido que las propiedades
be Pedro Hispano en Summ. Log. 7, y las relaciones de las armonías mu-
2. Tampoco cuando, de los dos tér- sicales corresponden a relaciones nu-
minos que designan la misma rea- méricas, buscaron estas últimas tam-
lidad, uno es concreto y el otro abs- bién en los fenómenos naturales. Así,
tracto, o bien uno designa una parte concluyeron que todo el cielo es pro-
y el otro el todo, etc. Así lo testimo- porción y armonía y que los números
nia, por ej., Guillermo de Ockham son los elementos de todas las cosas
en In III Sent. q. 9 a). existentes. Algunos intérpretes consi-
nulliforme. Palabra que señala la deran que los pitagóricos entendían
condición de la sabiduría en el voca- el número como un agregado de mó-
bulario místico de Buenaventura (cf. nadas, y éstas, como corpúsculos do-
sapientia, in medio). tados aún de dimensiones; de tal mo-
do, los números constituían a la vez
nullubi. Poco usado, esta voz signifi- los elementos de las figuras geomé-
ca “en ningún lugar” o “de ningún lu- tricas y de los cuerpos físicos. Siem-
gar”. Aparece en los textos medieva- pre según el testimonio del Estagiri-
les aludiendo a los trashumantes en la ta, Platón, por su parte, habría con-
expresión n. gentium. siderado las ideas como números y la
nullus. Palabra de valor universal Unidad como el principio de éstos,
y negativo que se traduce “ningún” durante la última fase de su pensa-
o “ninguno”. Así pues, equivale a miento. En armonía con el punto de
“omnis” a la que se le deba añadir vista platónico del estudio de los nú-
“non”. En una proposición, el valor meros como elevación del alma, está
negativo universal de n. no sólo rige la posición de Euclides. Por lo demás,
para el sujeto sino que aún se puede en el libro VII de sus Elementos, éste
extender al predicado. Así, si se dice define el número como la pluralidad
“Nullus homo est asinus”, se concluye compuesta por unidades.
que Sócrates no es asno, Platón no lo Durante el período patrístico, la
es, etc.; pero también que ninguno de concepción filosófica del n. adquie-
ellos es, por ej., Rocinante (cf. Pedro re notable importancia en Agustín,
Hispano, Summ. Log. 12, 26). en cuya ontología trinitaria se iden-
tifica con la species. En efecto, el Hi-
numerus. Debido a la diversidad de ponense llama pitagóricamente n. a
significados que este término presen- la segunda nota constitutiva del ente,
ta en la historia de la filosofía, se hace aquella por la cual éste es algo deter-
necesario seguir las principales etapas minado, es decir que tiene una esen-
de su desarrollo, en lugar de dar una cia que lo inscribe en una especie (cf.
caracterización general. De lib. arb. II, 20, 54). Por otra par-
465 nunc
te, para Agustín la razón se complace numerans, que es aquel del cual el in-
en la belleza; en ésta encuentra las fi- telecto se vale para numerar, es de-
guras; en las figuras, las dimensiones; cir, el que se considera abstractamen-
en ellas, los números (cf. De ord. II, te, prescindiendo de lo que mide, y
15, 42). Agustinianamente entendi- que concierne a la enumeración en sí,
do, el número constituye, pues, una por ej., diez. Por otra parte, el 3. n.
clave del ordo universalis (véase ordo). motus es el de las partes de una can-
Así pues, ya en los orígenes de esta tidad continua, como el de la medi-
noción y en los antecedentes que de da del tiempo.
ella llegan al Medioevo, se advierten Sea de ello lo que fuere, es la anti-
dos maneras de concebir el n.: una es gua caracterización de Euclides la que
la metafísica que, desde los pitagóri- sigue imponiéndose y aplicándose a la
cos llega a Agustín pasando por Pla- función, propia del número, de con-
tón; la otra es la aritmética propia- tar o medir. Ahora bien, Pedro His-
mente dicha, que relaciona el número pano define el n. como multitudo ex
fundamentalmente con la medida. unitatibus aggregata (Summ. Log. 3,
Esta última prevalece en la Edad 15), o sea como señalando una mul-
Media. En efecto, la definición eucli- tiplicidad conformada por la acumu-
deana de n. continúa a través de lación de unidades. Desde luego, pa-
Boecio, y se reencuentra, por ej., en ra que dicha multiplicidad sea tal, las
el Liber abbaci de Leonardo de Pi- unidades deben ser del mismo géne-
ta. Boecio transmite también la céle- ro. En este sentido se ha de enten-
bre caracterización aristotélica según der el término “ponere in numero”, o
la cual el número es la multiplicidad “ponere numerum” (véase ponere).
medida y la multiplicidad de las me- Por su parte, Duns Scoto propu-
didas (cf. Met. XIV, 1, 1008 a 7). Así, so una clasificación diferente de las
tras las huellas de Boecio, Alain de Li- precedentes: distinguió entre el 1. n.
lle, como lo hará después Ockham, essentialis, obtenido por división de la
distingue el número contado y el nú- primera unidad divina, el 2. naturalis
mero por el cual se cuenta (cf. por ej., o formalis, y el 3. accidentalis.
Exp. in Phys. 164b). Esta concepción Durante el Renacimiento, se pro-
es compartida por Tomás de Aqui- duce un regreso a la simbología nu-
no, para quien cada n. es multitudo mérica de carácter pitagórico y se ten-
mensurata per unum, añadiendo que dió a volver a la idea de una represen-
el número no es una serie de unida- tación matemática de la realidad.
des, sino algo compuesto por unidades
que no están en el número en acto si- nunc. En su sentido más lato y vul-
no en potencia (S. Th. I, q. 7, a. 4 c e gar este vocablo significa “ahora”. Pe-
In Met. VII, l. 13, n. 24). ro, en la literatura escolástica, está re-
Atentos, pues, a la función de con- lacionado con la consideración filosó-
tar o medir, propia de la noción aris- fica del tiempo (véase tempus), espe-
totélica, los escolásticos distinguie- cialmente con la de raíz aristotélica, y,
ron el 1. n. numeratus, que alude a de manera derivada, con el problema
la cantidad o multiplicidad de entes del no tiempo. Presenta así dos acep-
enumerada por el intelecto, y con- ciones fundamentales: 1. la de “ins-
siderada como una cierta unidad tante” o instans (véase), es decir, la de
–por ejemplo, diez árboles–, del 2. n. presente puntual; en este sentido, el
nuntiatio 466
O
O. Los lógicos escolásticos emplearon obiective. Escolásticamente se en-
esta letra –segunda vocal de la palabra tiende el esse o. como un modo de ser
nego– para señalar la proposición par- relative, es decir, un modo de ser “en
ticular negativa. De la misma manera, relación con”. En este caso, o. indi-
la I señala la afirmativa. Pedro Hispa- ca el ser intencional, en cuanto refe-
no se vale del siguiente verso para re- rido al alma humana y, en especial, a
cordar el carácter de estos signos: “I una de sus potencias o hábitos (véase
firmat, negat O, sed particulariter am- obiectum). Así pues, cuando se habla
bae” (Summ. Log., 1, 21 y 4, 18). Tal de esse o. se alude a un esse rei vicario.
regla nemotécnica ha recibido tam- Por eso, el término que nos ocupa
bién otra formulación (véase I). podría traducirse por “en cuanto ob-
jeto de tal dimensión de la concien-
ob- Como prefijo indica lo que está cia”. Así, se opone correlativamente al
tendido, plantado, arrojado o, de al- esse formaliter (véase), que alude al ser
gún modo, puesto delante, esto es, de una cosa tomada en sí misma; Por
ante otra cosa que generalmente es ej., se dice de Dios que es la esperan-
el sujeto; así se advierte en varios tér- za del hombre justo non formaliter sed
minos filosóficos medievales, por ej., o., ya que Dios no es en sí la esperan-
en obiectio, en o(b)stendere, o aun en za humana, sino el fin de dicha espe-
officium, donde la b de esta partícula ranza en el alma humana.
se asimila a la f siguiente propia de la
raíz fi- que alude al hacer (véanse). obiectivum. En cuanto adjetivo,
o. se usa de diversos modos, según
obiectio. Acción y efecto de obiicere, el caso al que se aplique. Así, se ha-
objetar, la o. no tiene, de suyo, en la bla de 1. obiectiva essentia, que alude
Edad Media, y, sobre todo, en el pe- no a aquella que, perteneciendo a la
ríodo escolástico, los matices signi- cosa, se da en ella en su mismo ac-
ficativos que presenta para nosotros to de existir, sino a la que está pre-
hoy el término “objeción”. Antes que sente como idea en la mente a ma-
aludir al hecho de oponer una te- nera de exemplar; 2. obiectiva poten-
sis a otra contraria, previamente es- tia, para mentar la cosa en cuanto
tablecida, o a un punto en particu- posible y referida al agente que pue-
lar de la misma, la o. en su estricto de llevarla al acto; así, respecto de la
sentido escolástico señala el hecho de Creación, todas las cosas tenían ser
inducere rationes, es decir, plantear ra- in potentia Dei obiectiva; 3. obiecti-
zones en favor de una u otra opinión vus conceptus, que es la cosa en cuan-
y no necesariamente en contra de al- to inteligida, diverso del conceptus
guna afirmación o supuesto. Si esto formalis, que es la noción abstracta
último tiene lugar, ello sucede, pues, misma (véase obiectum).
como derivado de la acepción origi-
nal de este vocablo.
obiectum 468
sobre todo, en el análisis del acto li- Agustín está incluido– que conside-
bre, enfatizaron la eficacia causal de ra imposible para el hombre odiarse a
la voluntad humana, con una cierta sí mismo, al menos, de manera cons-
desvalorización de la o., o sea, de lo ciente y deliberada. En cambio, juzga
que hoy se consideraría el conjunto posible odiar a la verdad, no absolute
de las circunstancias que lo rodean. sino en particular. De hecho, se pue-
de odiar una verdad que no quisiéra-
occasionaliter. Se predica de las cir- mos que lo fuera (cf. S. Th. I-II, q.
cunstancias en que un agente actúa 29). Por su parte, Duns Escoto con-
e indica con ello la ocasión de su ac- cede menos atención al tema y defi-
tuar (véase occasio). Es correlativo de ne el o. como un modo de no que-
causaliter, ya que este último adver- rer: quoddam nolle (cf. Rep. IV, d. 10,
bio se refiere a la causa, propiamen- q. 3, n. 20).
te dicha, de la acción. Así, por ej., un Entre los autores nominalistas, es-
homicidio se produce causaliter, por pecialmente, en las discusiones teo-
el odio del homicida hacia su víctima; lógicas tardomedievales, se planteó la
puede producirse o. por una discu- cuestión de odio Dei, en la que se pre-
sión violenta sostenida con ella. guntaban si Dios puede ordenar a al-
odium. El odio es una pasión deriva- guien que lo odie. El propósito de tal
da del apetito concupiscible y opues- planteo era examinar la relación entre
ta directamente al amor (véase). San la voluntad divina y la ley natural. Así
Agustín, a pesar de diferenciar esen- aparece, por ej., en Gabriel Biel (cf.
cialmente el odio de la ira, lo conside- In I Sent., d. 42, q. 1, a. 3).
ra una suerte de ira acumulada, “en- odoratus. Es el olfato. Según la pers-
vejecida en el corazón”; de ahí que pectiva medieval, en cuanto senti-
advierta que se ha de evitar que ésta do externo (véase sensus), está asocia-
degenere en aquél (cf. De ser. Dom. do sobre todo con la nutrición, pues-
in monte II, 19, 63 y I, 10, 26). To- to que el o. tiene por función percibir
más de Aquino considera que así co- a la distancia el alimento convenien-
mo cada ser tiene conformidad con lo te para la especie. Por eso, también se
que le es propio –lo cual constituye asocia con el gusto (véase gustatus).
el amor natural– de la misma manera Así, o. es el sentido externo más im-
siente repugnancia para todo lo que prescindible para los animales para su
le es contrario y nocivo, movimiento supervivencia y el que menos importa
en el que consiste el odio natural. Só- en términos de conocimiento, por lo
lo en la medida en que lo nocivo, en que el olfato está en el hombre menos
cuanto tal, es malo se puede decir que desarrollado que en las demás espe-
el objeto del o. es el mal. Añade que cies animales. Así lo señala Tomás de
en cierto modo, el odio es efecto del Aquino en su comentario a Aristóte-
amor, ya que se percibe como contra- les (cf. In De sensu, tr. 1, l. 13, n. 8).
rio o nocivo aquello que precisamente
impide lo que es conveniente para el officians. Se denomina con este
sujeto. Pero, por eso mismo, no pue- nombre aquella proposición en la que
de ser más fuerte que el amor, pues- se resuelve la modal (véase propositio),
to que es imposible que el efecto sea de tal manera que el modo propio
más fuerte que su causa. El Aquinate de esta última queda afirmado en la
coincide con la tradición –en la cual propositio o. Así, por ej., la proposición
officium 472
modal necesaria “Deum existire necesse duos pero asumidos a la vez o simul-
est” puede resolverse en la o.: “Proposi- táneamente. Véase quidquid.
tio ista, Deus existit, est necessaria”.
omniforme. Voz propia del vocabu-
officium. Los significados esenciales lario bonaventuriano, señala en ese
de esta palabra, que etimológicamen- contexto una forma de la sabiduría
te alude a lo que se pone delante de (véase sapientia, in medio).
alguien para que ese alguien responda
omnipotentia. El tema de la omni-
con su acción, se refieren al servicio,
potencia divina fue tratado tempra-
al deber. Sólo en forma derivada se-
namente y ya en la Patrística sobre la
ñala el cargo que una persona ocupa
base de textos escriturarios como Gn.
en el cumplimiento de tal obligación.
18, 14; Lc. 18, 27 y 1, 37, Mc. 10, 27.
De ahí que los autores medievales ha-
Agustín alude al tema en Ep. 92,5;
yan analizado esta noción en relación
137, 6; Sermo 109; Contra Faustum
con la especificidad de las funciones
26, 5. Por su parte, Juan Damasceno
públicas –incluso la del rey– pero, es-
lo hace en De fide orth. II, 29. La im-
pecialmente, en lo que concierne a la
portancia de la cuestión de la omni-
división entre comerciantes, hombres
potencia divina no sólo desde el pun-
de armas y sacerdotes. Así aparece,
to de vista teológico sino también
por ej., en Tomás de Aquino (cf. S.
desde el de la espiritualidad, hace que
Th. II-II, q. 40, a. 2 c). Ya hacia el Re-
su aparición sea constante en los tex-
nacimiento, crece la estimación, por
tos medievales; baste citar, al respec-
ej., por el o. poetae (véase poesia).
to, a Gilbert de la Porré (cf. De Trin.
omne. Este término, “todo”, se em- 4, 91) y a Pedro Abelardo (cf. Log.
plea para indicar la totalidad de un Ingr. III, 4). Pero lo más característico
conjunto, esto es, de los miembros de del tratamiento medieval de este con-
una pluralidad. Así, se ha de distin- cepto aparece en la Escolástica.
guir de totum que señala la integridad En ella, hay que tener en cuenta
de una cosa tomada singularmente. que, en la metafísica clásica, el térmi-
Ahora bien, o. implica universalidad no potentia (véase) asume, en gene-
tanto collective como distributive. Es- ral, un significado pasivo, de capaci-
to significa que o. se aplica para aludir dad receptiva; pero puede presentar,
a todos y a cada uno, por ej., de los además, un doble significado activo:
hombres: en el primer caso, la palabra el de la capacidad de actuar y el de la
que nos ocupa se usa colectivamen- capacidad de producir, en el sentido
te; en el segundo, distributivamen- de comunicar o participar un ser dis-
te. Así lo señala, por ej., Pedro Hispa- tinto del ser propio. Esta doble sig-
no en Sum. Log. 12, 4. Por su parte, nificación activa no tiene gran relie-
Guillermo de Ockham se ocupará de ve en el caso del hombre, en quien to-
precisar que la diferencia entre ambos do actuar es un producir, precisamen-
usos de o. radica en que, cuando se te por la misma novedad contingen-
asume distributivamente, esta palabra te del acto. Pero sí lo tiene en el ca-
indica que el atributo que la acompa- so de Dios, cuyo ser es pura actividad
ña conviene a cada uno de los indi- subsistente, con lo cual el atributo de
viduos de los que se afirma el sujeto; la potencia adquiere importancia só-
cuando se toma colectivamente, seña- lo positivamente, como potencia pro-
la que conviene a todos esos indivi- ductiva. Justamente, la presencia en
473 omnipraesentia
el de los serafines. Por último, situa- la realidad creada tiene un orden que
ban en la cima de esta visión del uni- obedece a la lex aeterna divina es uno
verso, el empireum, ámbito resplande- de sus supuestos fundamentales. En
ciente y en rigor no representable en su acepción más general y común, el
cuanto que no es físico y está conce- o. expresa la disposición apropiada de
bido como morada de Dios y de los las cosas. Cabe advertir que, al men-
bienaventurados. Sobre este esquema, cionar la “disposición apropiada”, se
Dante diseña el itinerario recorrido hace referencia a la que emana de la
en el Paraíso de su Divina Comedia. misma naturaleza de las cosas y no a
lo impuesto externamente a ellas. Así
ordinare. Técnicamente hablando, pues, el o., sin acotación, debe enten-
“ordenar” es, en la Escolástica, la ac- derse siempre como o. naturalis. La
ción por la que se refiere una cosa a noción patrístico-medieval de orden
otra, o se relaciona con ella, en el pla- incluye, como elemento material,
no lógico u ontológico. De ahí que la una pluralidad; como elemento for-
expresión escolástica “in ordine ad” mal, un aspecto unificado que confie-
equivalga a “respectu” o “relative”. Asi- re a dicha pluralidad una determina-
mismo, se denominan “ordinatae res” da conformación singular.
cosas de diverso grado que se dispo- En la Antigüedad, Aristóteles pres-
nen en una jerarquía, según la digni- tó particular atención a este concep-
dad que se atribuya a cada una. La ex- to. Para él, el orden constituye una de
presión se torna particularmente im- las primeras características de los fe-
portante en el caso de la ordenación nómenos naturales, cuya causa es la
causal (véase regressus). naturaleza misma (cf., por ej., Phys.
Cabe distinguir entre las cosas VIII, 1, 252 a 11; De caelo, III, 2,
ordinatae según la jerarquía estableci- 301 a 4). Por otra parte, el Estagirita
da por el mismo orden natural (véase juzga que entre orden y finalidad hay
ordo) y las que son ordenadas según una relación recíproca tan evidente
un determinado orden que el hom- que no necesita demostración explí-
bre proyecta sobre ellas. En la Edad cita (cf. Met. XIII, 3, 1078 a 31-32).
Media, este verbo puede aludir a am- Respecto de la tradición latina, es
bos hechos, si bien es más frecuente bien conocida la definición ciceronia-
la referencia al primero, es decir, al na de o.: “Ordinem sic definiunt: com-
de las cosas naturalmente ordenadas. positionem rerum aptis et accommoda-
Así pues, en cada caso, se ha de pres- tis locis” (De off. I, 40). Como se ve, la
tar atención al contexto para discer- perspectiva de Cicerón sobre el tema
nir con cuál de los dos matices es em- parecería apuntar más al plano físico
pleada esta palabra. Muy significativa y, de otro lado, hace hincapié en la re-
es al respecto la sentencia “Sapientis lación entre o. y locus.
est ordinare” (véase), de gran relevan- En el pensamiento cristiano, en
cia en la Escolástica del siglo XIII y, en
cambio, adquiere relieve la concep-
particular, en el pensamiento tomista.
ción de un o. universal, fundamenta-
ordinata. Cf. potentia 6. da en la profundización de la realidad
inteligible. Agustín desarrolla este te-
ordo. El tema del orden es de capital ma en uno de sus más importantes
importancia en el pensamiento me- diálogos filosóficos: el De ordine. En
dieval, ya que la convicción de que una visión posterior, menos amplia
479 ordo
pero más ceñida, ofrece esta defini- en sus elecciones, opta por cosas que
ción: “Ordo est parium dispariumque constituyen, por sí mismas, bienes
rerum sua ciuque loca distribuens superiores (cf., por ej., De lib. arb. I,
dispositio” (De civ. Dei. XIX, 13). 6, 15 y De doctr. christ. I, 27, 28). Es-
Ahora bien, esta disposición apro- to hace que, en la perspectiva del Hi-
piada de las cosas, en la que consiste ponense, la virtud sea justamente el
esencialmente el orden, no sólo ata- o. amoris, doctrina de extraordinaria
ñe al o. universalis, esto es, al conjun- influencia posterior. Pero lo que reve-
to de lo creado; supone también que la el carácter central de su tesis sobre
cada cosa individual tenga su propio el o. es la intervención que le confie-
orden interno. Para comprenderlo, es re a esta noción en la definición de
necesario recordar que la perspectiva otros conceptos claves: así, por ej., la
agustiniana está regida por un pensa- paz es la tranquillitas ordinis; la belle-
miento triádico, en cuanto que en to- za, el splendor ordinis, etc.
da creatura hay un triple aspecto, ves- Un amplio comentario dedica To-
tigio del Dios trinitario al que obede- más de Aquino a esta concepción,
ce su creación. Este triple aspecto es- cuando se pregunta “utrum ratio boni
tá dado, en primer lugar, por la cir- consistat in modo, specie et ordine” (S.
cunscripción ontológica que hace que Th. I, q. 5, a. 5) y, al fundamentar su
la cosa exista como una, y que el Hi- respuesta afirmativa, dice: “Ad for-
ponense llama mensura o modus; en mam autem consequitur inclinatio ad
segundo término, por la esencia que finem, aut ad actionem, aut ad aliquid
le corresponde, denominada species o uniusmodi: quia unumquodque, in-
numerus (véanse); y, finalmente, por quantum est actu, agit, et tendit in
el o., esto es, por la cohesión intrín- id quod sibi convenit secundum suam
seca de las partes que constituyen ese formam. Et hoc pertinet ad ‘pondus’ et
ente. Dicha cohesión asegura su orga- ‘ordinem’”. Como se puede advertir, la
nización interna y, con ello, confirma perspectiva tomista sobre el tema re-
al ente en su permanencia en el ser se- cupera el planteo agustiniano, pero lo
gún la especie a la que pertenece (cf., reformula en términos aristotélicos,
por ej., De nat. boni, 3). Más aún, en mediante la trasposición de catego-
virtud de esto último, Agustín rela- rías, por ej., la de pondus a la de finis,
ciona el o. individual con el pondus ya que Aristóteles ligaba el concepto
(véase). Por otra parte, también se ha de o. al de finalidad. En esto insiste
de tener presente que los seres crea- el Aquinate en De ver. q. 21, a. 6 y
dos constituyen una jerarquía de per- en sus comentarios a la Física de Aris-
fecciones, ya que cada uno es un bien tóteles. En los mencionados pasajes,
(véase bonum) en virtud de esos tres muestra el orden en su aspecto está-
caracteres ontológicamente constitu- tico y dinámico: el primero lo consti-
tivos que son, además, tres perfeccio- tuye la forma, por la cual cada cosa es
nes ontológicas; pero no todos lo son colocada en su propia especie según
en igual grado (cf. De civ. Dei, XII, un determinado modo, y con arreglo
2). Esta jerarquía implica la subor- a la perfección del ser; el aspecto di-
dinación de lo inferior a lo superior, námico consiste en el lado extrínseco
doctrina que tiene, obviamente, una de la perfección formal de cada ente,
amplia aplicación en el campo mo- es decir, en esa acción que el es con-
ral: el hombre virtuoso es aquel que, natural y que está dirigida a la con-
organizatio substantialis 480
sa y origen: en efecto, todo lo que es delante. Así, indica que algo se tiende
tiene a Dios como causa y la nada co- frente a otra cosa o frente a alguien,
mo origen. Señala, en síntesis, una di- de donde el significado de ostendere
rección: la de la procedencia de algo. como “mostrar”.
De ahí que escriba Tomás de Aquino En sentido filosófico, la o. es la ac-
respecto de este término: “... ut via ción y el efecto de mostrar simple-
quaedam a re vel ad rem: sicut generatio mente algo en forma conceptual, lo
significatur ut via quaedam ad rem que se distingue de la demonstratio
genitam, et ut progrediens a generante”. (véase), en cuanto que ésta requie-
(S. Th. I, q. 40, a. 2, c). re en alguna medida una argumen-
tación más compleja y, sobre todo,
ornatus. Voz que suele aparecer en probatoria. Por eso, los lógicos me-
los textos morales de la Edad Media, dievales han sostenido que la reductio
significa genéricamente el conjun- syllogismi per ostentionem se opone,
to de los vestidos, joyas, afeites y to- por ej., a la reducción al absurdo. De
do lo concerniente al cuidado y ador- esta manera, definieron la o. como
no del cuerpo. En tal sentido, apare- demonstratio legitimae argumentatio-
ce muchas veces vinculado con la va- nis per manifestum syllogismum. Lla-
nagloria (véase, in fine). En la transi- maron o. circularis al silogismo afir-
ción Edad Media-Renacimiento, pa- mativo de primera figura que tiene
rece representar la forma específica de tres términos convertibles (véase os-
la vanidad femenina, tema en el que tensiva).
abundan las páginas de Savonarola y
de Bernardino de Siena. ostensiva. Se denomina con este
nombre la reductio (véase) que, en el
os. En la literatura filosófica medie- proceso demostrativo, señala la rela-
val, o., boca, está estrechamente rela- ción de consecuencia entre cuanto se
cionada con la exteriorización de los ha demostrado y los principios o las
contenidos anímicos e intelectuales, premisas de las que partió la demos-
identificados éstos con la riqueza del tración. Establecida ya por Aristóteles
cor (véase), sede de la interioridad. En en los An. Post. II, 8 y ss., este proce-
esa medida, o. es canal de la palabra dimiento fue desarrollado por la lógi-
en cuanto expresión. Por contrapo- ca escolástica. Los silogismos imper-
sición, muchas veces aparece relacio- fectos –es decir, los que concluyen de
nada con el silencio (véase silentium). manera legítima pero no evidente–
Como éste, la boca, más aún que la deben poner de manifiesto su vali-
lengua, se consideró en la Edad Me- dez mediante alguna forma de reduc-
dia instrumento ético, ya que con ella ción. La reductio o. o directa que nos
podían cometerse los pecados más ocupa ahora se lleva a cabo a través
deletéreos para el alma propia y aje- de la conversión de una o varias pro-
na –por ej., la blasfemia o la calumnia posiciones (véase conversio) y, a veces,
(véase peccatum oris)– o bien los actos también mediante la mutación o tras-
más encomiables como la alabanza a posición de la mayor en la menor. De
Dios o la defensa de un inocente. esta manera, se extrae de un silogismo
ostensio. Proviene del verbo tendere, perfecto la misma conclusión del si-
tender, y el preverbio obs, que después logismo imperfecto considerado. No
pierde la b y que alude a lo que está es admitida en sólo dos modos de si-
483 otium
P
P. Los lógicos medievales utilizaron do para castigar a los malvados y de-
esta letra para indicar el predicado fender a los justos, se vuelve él mis-
en el juicio o proposición, particular- mo malvado –escribe Manegoldo de
mente, la de un silogismo. También Lautenbach– debe resignar su cargo:
se usa para reducir uno de los modos el populus, que precisamente por el p.
de las otras figuras a uno de los nue- le debe lealtad, tiene, entonces, el de-
ve modos de la primera (véase figura). recho de liberarse de su dominio (cf.
Pedro Hispano lo expone en Sum. Liber ad Gebehardum, 1).
Log. 4, 6.
paradoxa. De origen griego, esta pa-
pactum. En general, alude al modo labra significa lo contrario a la opi-
o manera; de ahí que alio pacto signi- nión común. De hecho, Cicerón es-
fique “de otra manera”, y nullo pacto, cribe que la p. suele maravillar, ya que
de ningún modo. En sentido estric- propone algo que es increíble que sea
to, se refiere a un orden existente y, como se dice que es (cf. De fin. IV,
en sentido derivado, a la costumbre 74). Los lógicos medievales recogie-
y/o a la ley. Por eso, en el vocabulario ron de la Antigüedad ejemplos céle-
de la filosofía política en la Edad Me- bres de paradojas, como la del men-
dia, p. es un término que alude a algo tiroso o el cretense. Según ella, Epi-
de hecho más que a una convención ménides, el cretense, afirma que to-
contractual. Así, por ej., en Conf. III, dos los cretenses mienten. Así, mien-
8, 15, Agustín advierte que se deben te si solamente dice la verdad, y di-
evitar los delitos contra las costum- ce la verdad sólo si miente. Pese a la
bres humanas, “con el fin de que el transmisión ciceroniana de esta pala-
concierto mutuo entre ciudadanos, bra, la Edad Media prefirió el térmi-
establecido por costumbre del pue- no insolubilia (véase).
blo o por ley, no se quebrante por el
paralogismus. Los paralogismos per-
capricho de ningún ciudadano o ex-
tenecen al gran capítulo de las fala-
tranjero”, añadiendo después que “es
cias y derivan aequivocatio (véase). Se
p. general de la sociedad humana el
tiene un p. cuando se da un equívo-
obedecer a sus gobernantes”. Sobre
co ex transumptione, como en “To-
bases agustinianas, especial impor-
do lo que corre tiene pies”, “El Tíber
tancia reviste, pues, en la Edad Me-
corre”, “Ergo, el Tíber tiene pies”; o
dia el p. que se da entre el pueblo y el
bien cuando se da un equívoco pro-
príncipe, es decir, el gobernante, con-
veniente de un compuesto, como en
cretamente, el rey. Ha de ser honra-
“Todo lo inmortal es perpetuo”, “To-
do por ambos; por eso, cabe su anu-
do lo que puede no morir es inmor-
lación, si una de las partes lo que-
tal”, “Ergo, todo lo que puede no
branta, por ej., si el rey se convierte
morir es perpetuo”. Son ejemplos
en tirano: cuando quien ha sido elegi-
485 pars
de Pedro Hispano (cf. Sum. Log. 7, opone en cuanto que el todo se ca-
14-15). El p. es, pues, un argumen- racteriza precisamente como una
to falso en la forma, a diferencia del unidad divisible en partes. Ambos
sophisma (véase), que es un argumen- términos presuponen la noción de
to aparente. unidad, mientras que la relación que
se establece entre ellos está dada por
paranomasia. Figura de la gramática el concepto de división o descompo-
y la retórica medievales que consiste sición: se da una p. si hay división
en emplear palabras de sonido seme- de una unidad primitiva. Pero se ha
jante y diferente significado. La pre- de aclarar que tal división puede in-
gunta “abire an obire te convenit?”, es dicar tanto una relación física como
decir, “¿te conviene marchar al destie- una relación metafísica entre el todo
rro o morir?” es el ejemplo de p. pro- y las partes.
puesto por Isidoro de Sevilla en Etym. Este último punto fue tratado en
I, 36, 12. especial por Aristóteles en Met. V, 25,
parificatio. En general, se traduce 1023 b. Allí expone el Estagirita va-
por “asimilación”. Ahora bien, la p. rios significados de “parte”, los cuales
se define, en sentido amplio, como la se podrían sintetizar como sigue: 1.
existencia de algo que conviene a dos en un sentido, se llama p. a aquello en
seres por igual; en sentido estricto, lo que se puede dividir una extensión;
como la existencia en su ser de una 2. en otro sentido, se dicen “partes”
realidad semejante o pareja a la que sólo a aquellas que miden el entero, o
existe en otro ser, con el cual el pri- sea, los submúltiplos; 3. desde el pun-
mero se asimila. En el primer sentido, to de vista del synolon se denomina
pueden asimilarse (parificari) criatu- “partes” a aquellas en se divide la for-
ra y Dios, aunque aquello en lo que ma, prescindiendo de la cantidad: así,
se asimilan no les es intrínseco, por por ej., el bronce y la redondez son
ej., pueden parificari en cuanto que a partes de una esfera de bronce; 4. son
ambos les es atribuible el ser. En el se- partes los contenidos en el concepto
gundo sentido, no puede haber p. en- que define una cosa; por ej., la especie
tre Dios y criatura, porque nada de lo es parte del género. Como se ve, es-
que constituye a ésta guarda paridad tán insinuados aquí los aspectos físi-
con lo que Dios es. Así se expresa, al co, matemático, metafísico y lógico.
menos, Guillermo de Ockham en In Siguiendo este enfoque, la Escolás-
I Sent. d. 2, q. 9. tica estableció unas siguientes distin-
ciones: 1. p. homogenea o similaris es
paromeon. Se denomina así en la retó- aquella que comparte con el todo la
rica medieval al empleo de un conjun- misma naturaleza, por ej., cualquier
to de palabras seguidas que comien- parte del agua; en contraposición a
zan con la misma letra, por ej., “saeva la p. heterogenea o dissimilaris, uno
sedens super arma”, esto es, “sentándo- de cuyos ejemplos sería un pétalo res-
se sobre las crueles armas” como es- pecto de la flor; 2. partes integrales son
cribe Virgilio en En. I, 295, según re- las que se consideran en cuanto per-
cuerda Isidoro en sus Etym. I, 36, 14. tenecientes a la integridad de un to-
pars. El concepto de parte es corre- do, como los miembros de un cuerpo
lativo al de totum (véase) al cual se humano; 3. partes subietivae o inferio-
partialiter 486
res se llaman a las diversas especies o pan; al efecto, el ser participans, es-
subiecta de un todo universal; por ej., to es, el que toma parte de otro. Pe-
el hombre y los animales irraciona- ro es un tomar parte que no mengua
les son partes subiectivae del animal; la condición del participatum. En es-
o, en otro ámbito, la prudencia per- te sentido se afirma que los entes no
sonal con la que alguien rige su pro- son el Ser en sí sino sólo participacio-
pia vida y la prudencia política con la nes de él. El par de términos que nos
que el gobernante rige a una comuni- ocupa se aplicó así, especialmente, a
dad son partes subiectivae de la pru- la relación entre Dios y la creatura co-
dencia en sí, como universal. 4. partes mo relación de participación causal.
potentiales son las que no tienen toda En este orden, se considera a Dios co-
la potencia de la virtus principalis; por mo Ser participatum y a la creatura
ej., el intelecto y la voluntad son par- como ser participans. En cuanto per-
tes potentialis del alma. fección de todas las perfecciones y ac-
tualidad de todos los actos, el prime-
partialiter. Adverbio que denota la ro es infinito de iure, mientras que la
consideración parcial de una realidad, segunda es siempre finita y se halla en
en cuanto sólo se tienen en cuenta al- condiciones de potencialidad y recep-
guno o algunos de sus aspectos esen- tividad respecto del participatum. Por
ciales. De ahí que este término sea si- lo demás, esto coincide con el carác-
nónimo de inadaequate (véase): cuan- ter de causa primera que se confiere
do, por ej., se dice “Homo est animal”, al participatum: como afirma el Aqui-
se lo concibe p. y, en esa medida, se nate en In De Hebd. l. 2, n. 24, el
lo entiende inadecuadamente, puesto Ser puede ser participatum por otras
que no está incluida en tal considera- cosas, pero no puede ser él mismo
ción la racionalidad, que es diferen- participans. En cambio, id quod est, es
cia específica –y, por ende, esencial– decir, el ente participa del Esse, como
del hombre. lo concreto participa de lo abstracto.
participaliter. Cf. nominaliter.
participare. Dos son las acepciones
participans-participatum. La no- medievales de este verbo: 1. metafísi-
ción de participación, es decir, el he- ca; 2. lógica. La primera aparece con
cho de tener parte en o de tomar par- mayor frecuencia entre autores rea-
te de (véase participatio), alude ge- listas; la segunda, entre nominalis-
néricamente a una relación; por en- tas (véase universale). 1. En el primer
de, implica dos términos. En la Edad sentido, participar es, básicamente,
Media, y, sobre todo, en el período tomar parte (partem capere). En rigor,
escolástico, se intentó despejar la am- se dice que algo participa de una cosa
bigüedad originaria de esta noción cuando ese algo recoge en su particu-
insistiendo en la distinción entre am- laridad aquello que pertenece univer-
bos. Así, en primer lugar, se acercó salmente a otro; así, Sócrates partici-
–y, a veces, hasta se asimiló– el con- pa del ser hombre, y todo hombre del
cepto de participación al de causali- animal. Se dice también que el efecto
dad, aristotélicamente entendida. En participa de su causa, en la medida en
segundo término, y sobre esta base, se que aquél no posee toda la virtus de
equiparó a la causa el ser participatum, ésta: según el ejemplo propuesto por
es decir, aquel del que otros partici- Tomás, el aire participa de la luz solar,
487 participatio
pero no la recibe con la misma clari- puede ser pensada a la luz de aquélla
dad con que dicha luz se encuentra (cf. por ej., Fedro 100 c). Aristóteles
en el sol (cf. In Boethii De Hebdom, critica la noción platónica de partici-
2). En principio, subraya el Aquinate, pación por su imprecisión, diciendo
lo que es participado no se predica per que, a lo sumo, se trata de una metá-
se del que participa (cf. In Met. VII, l. fora que no da cuenta racionalmen-
3, nn. 22-23). Para los diversos ma- te del ser de las cosas (cf. Met. I, 9,
tices del participar, véase participatio. 991 a 21 y ss.). Para el Estagirita, sólo
2. En sentido lógico, y tal como re- se puede decir que el particular parti-
cuerda Guillermo de Ockham, p. sig- cipa de lo universal en sentido lógi-
nifica funcionar como sujeto, mien- co, pero no metafísico, puesto que lo
tras que la forma pasiva del verbo universal no tiene subsistencia onto-
que nos ocupa, participari, significa lógica, como sí la tiene la Idea en la
tener la función de atributo o predi- perspectiva platónica.
cado. Así, para la posición nomina- El pensamiento medieval retoma el
lista, decir que el individuo participa concepto de p. guiado por el afán de
de la especie es decir sólo que la espe- fundamentar filosóficamente la nue-
cie se puede afirmar del individuo a va cosmovisión aportada por el ju-
título de atributo (cf. Summa Totius deo-cristianismo. Según dicha cos-
Log. I, 32). movisión, todo lo que es, es en cuan-
to que un Dios trascendente y crea-
participatio. Etimológicamente, sig- dor lo hace participar del ser. Ahora
nifica el hecho de tomar parte o ser bien, en general, se puede decir que
parte de un todo. En sentido deriva- durante la Patrística, la noción plató-
do y más preciso, mienta el tener al- nica tradicional de p. fue incorpora-
go similar a lo que posee un princi- da acríticamente. Algo similar ocurre
pio causante. A este segundo signi- en la Escolástica, entre los pensado-
ficado se remiten las concepciones res que siguen la corriente agustinia-
metafísicamente trascendentales, co- na de raíz platónica: San Buenaven-
menzando por la platónica. En Pla- tura, por ej., ve en el mundo el vesti-
tón, pero, sobre todo, en el platonis- gio del Dios Trinitario. Tal vestigio se
mo, la p. designa la relación de las revela como p. cuando la mens redit in
cosas sensibles con las Ideas o esen- semetipsam, y la luz de la fe se añade a
cias. Aristóteles acerca la noción pla- la de la inteligencia.
tónica de participación a la tesis pita- En cambio, escolásticos más aristo-
górica sobre la existencia de las cosas télicos aceptaron y utilizaron el con-
que son por imitación de los núme- cepto de participación, con ciertas li-
ros, (cf. Met. I, 6, 987 b 10 y ss.). En mitaciones. Esto obedece al hecho de
realidad, tanto el concepto de imita- que esta línea está fuertemente in-
ción como el de participación se en-
fluenciada por el rechazo aristotéli-
cuentran en el pensamiento platóni-
co de la p. en cuanto principio me-
co, si bien con un matiz de diferen-
tafísico. Sin embargo, aun estos auto-
cia: la imitación acentúa la trascen-
res hubieron de valerse de la noción
dencia de la Idea ejemplar de la que
que nos ocupa por la razón apunta-
la cosa es sólo una imagen o copia;
da. Por lo demás, la idea de p. revela
la p., en cambio, pone el énfasis en la
su valor funcional en el problema de
presencia de la Idea en la cosa, que así
particulare 488
se define como la división del todo en telección (cf. por ej., De an. II, 3, 427
partes. En este sentido, es correlativo b. De hecho, en el proceso cognos-
de divisio proprie (véase divisio) que citivo humano, ambas implican re-
alude a la división del género en es- cibir una determinación. Pero tam-
pecies. Desde Boecio (cf. In Isag. IX, bién llama “páthos” 2. a la determi-
18), los lógicos medievales considera- nación en cuanto tal, en especial, a la
ron que la p. comienza donde termi- característica de una especie, por ej.,
na la divisio, o sea, con la aparición entre algunos animales, el ser hem-
del individuo. Así, la definición se ha- bra (cf. Hist. an. VII, 17, 600 b 29).
ce sobre la base de esta última, ya que En tercer término, esta noción seña-
no la hay de individuos; en todo caso, la en Aristóteles 3. el accidente real
la p. puede dar lugar a una descriptio correlativo a la acción (véase actio),
(véase). en la actio que posteriormente se de-
nominó “formaliter transiens”, es de-
parvificentia. Significa mezquindad cir, aquella que se resuelve en pura
en lo concerniente al dinero, especial- transmisión, como el impulso físico
mente, en los gastos menudos, como que un cuerpo da a otro (cf. por ej.,
señala la partícula parv-. En la consi- Phys. III, 3, 202 a 13 y ss.).
deración de este vicio, se ha de tener Estas acepciones fundamentales se
en cuenta que lo grande y lo pequeño reencuentran, con mayor precisión,
constituyen términos relativos. En es- en el pensamiento medieval. Du-
te caso, la relación se da entre la ero- rante la Escolástica, p. significó 1. en
gación y la magnitud de la obra a rea- sentido lato, cualquier tipo de recep-
lizar con ella. Así pues, el parvificus o ción, así, por ej., que el hecho de ser
mezquino es quien atenta contra la macho o hembra son passiones pro-
proporción racional que se debe dar pias del animal, como dice Tomás de
entre la obra y los dispendios que ella Aquino (cf. In Met. X, l.11, n. 5); 2.
exige. No se ha de confundir, pues, en sentido estricto, la recepción de
con la avaritia (véase) en cuanto pe- una cualidad destructiva, como el ex-
cado capital. En la consideración de ceso de calor; 3. en cuanto praedica-
este tema, los escolásticos siguieron mentum (véase), es el acto del pacien-
a Aristóteles (cf. Eth. Nic. IV, 2, 10, te en virtud del cual éste se consti-
1122b 13). Su opuesto es la consump- tuye precisamente en patiens por la
tio (véase). recepción del efecto producido por
passio. El concepto de “pasión” ha si- el agente; 4. p. appetitus es el movi-
do muy usado, especialmente, en la miento del apetito sensible como el
Escolástica, sobre todo, como catego- amor y el odio; 5. finalmente, indica
ría metafísica (véase praedicamentum la cualidad que causa una alteración
3.3.2). Durante la Antigüedad fue pasajera, como el miedo que provoca
elaborado por Aristóteles, para quien palidez. Estos dos últimos significa-
la p. alude, en primer lugar, 1. a la re- dos fueron tratados, en especial, por
cepción del acto por parte de la po- Tomás de Aquino en S. Th. I-II, q.
tencia. En este sentido, el Estagirita 21, a. 1 y q. 22, a. 1.
aplica el término equivalente griego, passionatus. Se aplica, en general, al
páthos, particularmente, en sus des-
hombre en cuanto sujeto de pasiones.
cripciones de la sensación y de la in-
Con todo, es un término que, en su
passum 490
acepción más amplia, alude a aquel Aristóteles, indica dos modos de uti-
que tiene cualesquiera pasiones y, en lizar este verbo: en sentido impropio,
este caso, es traducible por “apasiona- se utiliza p. para señalar que algo reci-
do”; en sentido estricto, es aquel cu- be una perfección; en sentido propio,
yas pasiones lo inclinan a actos con- p. significa que una cosa recibe algo
trarios a la recta razón. En este últi- que la transforma respecto de aque-
mo caso, se justifica traducir la voz llo que le es natural (cf. In Met. V, l.
que nos ocupa por “pasional”, por ej. 14, n. 10). En términos muy genera-
Interesa notar la acotación que sobre les, alude también a ser creado, como
este concepto, más frecuente hacia el testimonia, por ej., Guillermo de Oc-
final de la Edad Media, hace Guiller- kham en Summa Totius Log. I, 58).
mo de Ockham. En efecto, advierte
patientia. En general, los autores
Ockham que no se ha de confundir la
cristianos consideraron la paciencia
ausencia de pasión, esto es, la insen-
no sólo como virtud, sino como raíz
sibilidad, con la virtud; por el con-
y custodia de las demás virtudes. Así,
trario, cuanto más p. sea un hombre,
por ej., la caracteriza San Gregorio en
mayores posibilidades tiene de ser
In Evang. II, 35. Tal concepción de-
virtuoso si gobierna o in-forma tales
riva de considerar que las virtudes se
pasiones según la recta razón; si no lo
ordenan al bien; manteniendo el or-
hace, mayores posibilidades tendrá de
den de la razón contra las pasiones: la
ser un pecador (cf. Quod. II, q. 15; In
p. es precisamente la que conserva di-
III Sent. q. 11 r).
cho bien contra la tristeza o el desáni-
passum. Se llama así 1. a la materia mo. Durante la Patrística, se mantie-
en cuanto subiectum sustentationis en ne este concepto, pero sin entrar en
la educción (véase eductio), es decir, mayores precisiones, insistiendo en
la materia presupuesta en la genera- que al paciente toca sufrir males pa-
ción o mutación corpórea de algo. En ra no obrar el mal.
otro sentido, se denomina p. o reagens En la Escolástica, la p. es parte po-
2. a aquel cuerpo que resiste la acción tencial secundaria de la fortaleza (véa-
de otro más potente, actuando sobre se fortitudo), y la asocia a la longa-
este último: por ej., el cuerpo A ac- nimitas, o sea, a la tendencia del al-
túa sobre el B y éste reacciona contra ma hacia lo lejano. Sto. Tomás, por
el primero; el cuerpo B recibe, enton- su parte, funda dicha asociación en el
ces, el calificativo de p. En cambio, el hecho de que la paciencia ayuda a so-
cuerpo A se llama agens o repassum. portar males presentes en pro de un
bien más lejano que éstos; por lo de-
pati. Este verbo, que literalmente sig- más, la sola dilación del Bien espera-
nifica “padecer”, tiene en filosofía el do causa tristeza y, por ende, da oca-
significado de “recibir”, con dos acep- sión al ejercicio de la p. (cf. S. Th. II-
ciones similares aunque de matices II, q. 136, aa. 1 a 5).
diferentes: 1. recibir algo sin más, co-
mo cuando la materia recibe la for- patres. Se designa así a los Santos Pa-
ma; 2. sufrir un cambio sin recibir dres quienes, junto con otros escri-
nada en compensación, así se “pade- tores eclesiásticos, desde los prime-
ce”, por ej., el ser movido localmen- ros siglos de nuestra era hasta el octa-
te. Tomás de Aquino, al comentar a vo, conforman un período en la his-
491 paupertas
Éste es, desde su perspectiva, el ca- tre los antiguos. En éstos, el concep-
so franciscano de renuncia a la pro- to de p. se había tratado o bien como
piedad. Pero ello no implica que no opuesto a la guerra, como en Platón,
se puedan usar legítimamente aque- o bien como consecuencia de la sere-
llas cosas a cuya propiedad se ha re- nidad del ánimo, como en los estoi-
nunciado. Ockham distingue, enton- cos. De hecho, la caracterización pa-
ces, entre, de un lado, el usus iuris, trístico-escolástica más frecuente de
que es el derecho de usar las cosas p. es tranquillitas ordinis. Así reza la
temporales y que no implica derecho definición de Agustín, quien insiste
sobre la substantia de las mismas; de en la indefectibilidad de la paz uni-
otro, el usus facti o uso de hecho que versal como ley de la naturaleza. El
es el autorizado, esto es, el que ema- hecho de que la p. sea la suprema as-
na de un permiso siempre revocable: piración de todos los seres obedece a
los franciscanos –sostiene contra Juan que cada uno de ellos busca la pro-
XXII– son usuarii semplices, no tienen pia perfección según su especie, es de-
el primero sino sólo el segundo, o sea, cir que tiende a su plenitud ontoló-
el usus nudus de las cosas temporales, gica, con lo que se instala en el lugar
uso autorizado por la Santa Sede. Ella que le corresponde en el contexto del
es la que posee, en última instancia, el Ordo universalis y así alcanza su paz
usus iuris o dominium utile además de que es su quies (véase) (cf. De civ. Dei
poseer el dominium perfectum. XIX, 12-13).
Así, la p. evangélica de los francis- Desde el punto de vista antropoló-
canos, para Ockham, admite la legi- gico, en la paz está la perfección del
timidad del uso, pero –también con- hombre, ya que consiste en la tran-
tra la tesis pontificia– consiste en ha- quilidad que deriva de la armonía
ber renunciado a todo derecho de que la razón impone a las pasiones.
propiedad tanto individual como co- Moralmente hablando, la paz propia
lectiva. de la virtus resulta del hecho de que
ésta es el ordo amoris (cf. De Ser. Dom.
pax. Tanto durante el período patrís- in Monte I, 9). Por cierto, esto se tra-
tico cuanto en el medieval, el con- duce en términos colectivos, esto es,
cepto de paz es de gran importan- en lo que concierne a toda comuni-
cia, ya que se vincula con uno de sus dad humana: tanto sea en lo que hace
más fundamentales supuestos: el del a la paz doméstica como en lo que to-
orden con que la Creación fue esta- ca a la cívica o política, la p. está en el
blecida en su constitución ontológi- orden y éste en someter lo que es je-
ca (véase ordo). Por eso, es, sobre to-
rárquicamente inferior a lo que es su-
do, una noción metafísica, y, al serlo,
perior (cf. Sermo XI, 12). Con todo,
reaparece en otros planos. Así, consti-
según la perspectiva agustiniana que
tuye uno de los principios y, a la vez,
se convierte en auctoritas, se trata en
manifestaciones de la lex aeterna di-
estos casos de una paz temporal, cuyo
vina. La relación que el pensamien-
carácter incierto responde a la contin-
to cristiano patrístico-medieval esta-
gencia de lo humano. Pero hay tam-
blece entre la noción que nos ocupa
bién una p. aeterna que es la de la glo-
y la de Creación instala la categoría
ria y supera todo entendimiento, ya
de paz en un plano mucho más fun-
que entra en el ámbito del misterio
dante que aquel en el que aparece en-
de la bienaventuranza.
493 peccatum
camente entre los siglos XII y primera rizarán en risa, en llanto, etc., o aun
mitad del XIII. Aunque, en realidad, en palabras a través de la boca (véa-
la atención al tema había sido susci- se os). Así aparece, por ej., en Agus-
tada antes, con el De vitio linguae de tín de Hipona, cuando éste confiesa
Pedro Damián, finos observadores de que, en sus meditaciones sobre el jui-
la situación social y espiritual de la cio divino, el miedo a la muerte y a
época, por ej., Jacques de Vitry, pu- ese futuro juicio nunca se apartó de
sieron su atención en los males, es- su pecho (… numquam tamen reces-
pecialmente sociales, que pueden re- sit de pectore meo), o cuando, en el re-
sultar del habla misma, o sea, el da- lato de su crisis de conversión que se
ño que se puede hacer con ella. Es- desarrolla en el huerto de Milán, an-
to fue recogido casi inmediatamente tes de estallar en lágrimas, dice: “Allí
por moralistas y teólogos como Pedro me llevó la tempestad desatada en mi
Cantor y Alain de Lille (cf. Verbum pecho (“Illuc me abstulerat tumultus
abbreviatum y Summa de arte prae- pectoris…), para que nadie estorbara
dicatoria, respectivamente). En vir- el ardiente combate que yo había en-
tud de la sistematización que el pri- tablado conmigo mismo, hasta que se
mero hace sobre este capítulo de la vi- dirimiera como Tú sabías y yo igno-
da moral, se plantea también virtud y raba” (Conf. VI, 16, 26 y VIII, 8, 19,
culpabilidad en la apelación al silen- respectivamente).
cio (véase silentium). Hay cierto con-
pecunia. En general, alude a la ri-
senso en el elenco de los peccata oris.
queza material, pues, más que se-
Ellos son: blasphemia, murmur, men-
ñalar el dinero, esta voz indica todo
dacium, periurium, contentio, maledic-
aquello que puede ser estimado a pre-
tum, contumelia, convicium, detractio,
cio de dinero, es decir, intercambia-
adulatio, iactantia, ironia, derisio, tur-
ble por moneda. Así, es un concep-
piloquium, scurrilitas, stultiloquium,
to más amplio que el de moneta (véa-
multiloquium, verbum otiosum, vani-
se) que es, además, instrumental res-
loquium, taciturnitas (véanse).
pecto de p. Antonino de Florencia y
pectus. Señala el pecho en cuan- Nicolás de Oresme se cuentan entre
to sede de las emociones, ya sea que los autores que más se han dedicado
se la asuma en sentido físico o figu- al examen económico y ético de es-
rado. Cabe insistir en que se trata de ta noción.
las emociones en su dimensión más
per. Preposición de acusativo, tiene el
temporal o, si se quiere, superficial.
sentido genérico de “mediación”, que
De hecho, los textos patrísticos y me-
se despliega en las siguientes especifi-
dievales suelen reservar para el cora-
caciones: 1. en el orden local, signifi-
zón (véase cor), el ámbito –más que
ca “a través de”; 2. en el orden tem-
de los sentimientos– de los pensa-
poral, significa 2.1. “durante”, o bien
mientos íntimos y de la interioridad
2.2. expresa la sucesión propiamen-
más profunda, en el que se juega la
te dicha; 3. en el plano instrumental,
propia identidad. El p. es, en cambio,
puede aludir a 3.1. un medio o ins-
una suerte de instancia intermedia,
trumento, 3.2. un intermediario, 3.3
porque constituye aquel plano o área
un motivo accidental, 3.4. una oca-
corporal donde se gesta la expresión
sión o circunstancia. Otro de sus usos
de emociones que después se exterio-
per accidens 496
cia y ella no obedece a otro más que sidere la p. una virtud especial, cuya
a sí mismo. función es soportar cuanto sea nece-
sario la duración de los actos virtuo-
perseverantia. En la Antigüedad, Ci- sos cuando éstos han de prolongarse
cerón caracteriza la perseverancia di- en el tiempo (cf. S. Th. II-II q. 137, a.
ciendo que es la permanencia estable 1 c) (véase constantia).
y perpetua en aquello que la razón ha
decidido (cf. Ret. II, 54). La segunda persona. El origen del término es
parte de esta definición consagratoria griego y su significado primario seña-
del término, al incluir la deliberación la la “máscara teatral”; por tanto, alu-
de lo racional, hace que este concep- de al papel que ha de desempeñar un
to se distinga y hasta se oponga al de actor quien, valiéndose justamente
la mera obstinación. Esto se reafir- de ella como de una caja de resonan-
ma entre los autores cristianos, quie- cia en donde per-sonat, recita su per-
nes asocian la p. a las virtudes, tan- son-aje. Así lo testimonia Boecio que,
to a las teologales como a las cardina- con todo, se remite al suppositum, es
les, justamente porque ellas mantie- decir, al sujeto humano que está de-
nen el orden de la razón contra las pa- trás de la máscara. De esta mane-
siones. En la Patrística, Agustín insis- ra, acaba formulando una definición
te, especialmente, en la relación de la de p. que se tornó clásica para toda
p. con la fe; así, subraya su carácter de la Edad Media: “P. es la sustancia in-
don gratuito de Dios que Él concede dividual de naturaleza racional” (De
a quienes lo piden, bajo la sola condi- duabus nat. 3). En cierto modo, am-
ción de la humildad. De tal manera, bas acepciones, aunque con prevalen-
dedica toda una obra a este tema: el cia de la primera, se sintetizan en la
De dono perseverantiae. Así pues, en el expresión ex persona que se suele tra-
Hiponense se trata fundamentalmen- ducir por “en boca de”. Así, por ej.,
te de una gracia (véase gratia). el mismo Agustín señala en sus Conf.
Distinta es la perspectiva de la Es- IX, 6, 14 que son efectivamente de
colástica sobre la p. Con el reingreso su joven hijo Adeodato todas las opi-
de Aristóteles, se puso énfasis en las niones que puso en su boca al escri-
concepciones del Filósofo acerca de bir el De magistro: “... illius esse sensa
la virtud moral, recordando, por ej., omnia quae inseruntur ibi ex persona
su observación acerca de que ella tie- collocutoris mei...”.
ne por objeto no solamente lo bueno, En la Edad Media, desde Ricardo
sino también lo difícil (cf. Et. Nic. de San Víctor a Guillermo de Oc-
II, 5, 10, 1105 a 9). Así, autores co- kham prevalece la impronta boeciana
mo Tomás de Aquino, señalaron que en la definición del término que nos
dondequiera que se dé una dificul- ocupa. Ockham, por ej., añade algu-
tad para el bien, debe darse también nas precisiones: p. es una naturaleza
una virtud. Pero dicha dificultad pue- intelectual completa que no está sus-
de obedecer a dos motivos: a la na- tentada por ninguna otra ni llamada
turaleza misma del acto virtuoso y/o a constituir parte de ninguna otra (cf.
a su duración temporal. Ahora bien, In III Sent. q. 1 b). Así pues, ni el al-
el aplicarse a una obra difícil y persis- ma intelectiva considerada en sí mis-
tir en ella presenta una especial difi- ma –puesto que está destinada a for-
cultad. De ahí que el Aquinate con- mar parte de un ser sustancial–, ni el
perspectiva 502
animal –dado que no es una natura- te sostiene que, a diferencia del indi-
leza intelectual– constituyen una p. A viduo, que de por sí es indistinto, la p.
propósito de esta definición, es nece- en una naturaleza cualquiera, signifi-
sario no confundir esta noción con la ca lo que es distinto en tal naturaleza.
de suppositum (véase) que constituye Al llegar a la Modernidad, y a par-
el género del cual p. es especie. tir de Descartes, se debilita el carácter
En el transcurso del pensamien- sustancial de la p., acentuándose el de
to medieval cristiano, la noción de p. relación. Pero, particularmente, se en-
fue muy elaborada teológicamente, a fatiza la autorelación, esto es, la rela-
propósito de las relaciones que se dan ción del hombre consigo mismo. En
precisamente entre las personas de la este último sentido, la noción que nos
Trinidad. Ello dio lugar a largas po- ocupa se identifica con la del yo co-
lémicas, que culminan en el conci- mo conciencia e identidad personal.
lio de Nicea, puesto que la acepción
perspectiva. La óptica, también lla-
originaria griega del término que nos
mada p., es una de las cuatro ciencias
ocupa sugería algo accidentalmente
fundamentales subalternatae (véase
añadido a la sustancia, con ello, pa-
subalternatio 2) de la Geometría. En
recía implicar el carácter aparente o
su enciclopedia, Roger Bacon la ubi-
no sustancial de las personas divinas.
ca, significativamente, junto a la Ma-
Así, para evitar la referencia a la idea
temática. Estudia el modo en que se
de máscara teatral, los Padres griegos
aprecia la posición de una cosa y de
adoptaron el vocablo hypóstasis (véa-
sus partes en el espacio. La p. medie-
se), que insiste en la sustancialidad y
val se funda en la tradición de los es-
niega la relación. Lo mismo hace, en-
tudios griegos y árabes sobre la ópti-
tre los Padres latinos, Agustín cuan-
ca geométrica, por ej., los de Alhazen.
do afirma que p. significa simplemen-
Los tratados medievales sobre el te-
te sustancia y que, por ello, el Padre
ma son de gran importancia para la
es p. respecto de sí (ad se) y no res-
historia del arte, ya que se utilizará la
pecto del Hijo (cf. De Trin. VII, 6).
perspectiva lineal en el trabajo artís-
Sobre esta base, Boecio terminará por
tico, especialmente en la representa-
acuñar su célebre definición.
ción pictórica del siglo XV, hasta el
Sin embargo, ya en la Escolástica,
De prospettiva pingendi de Piero della
Tomás de Aquino reivindica el signi-
Francesca.
ficado del concepto de p. como rela-
ción, aun afirmando, al mismo tiem- persuasio. Tiene dos acepciones: 1. la
po, su sustancialidad in divinis: la re- de prueba; 2. la del resultado de un
lación en Dios no es como un acci- proceso del alma. En 1. el primer sen-
dente que inhiere al subiectum sino la tido, se considera la p. una prueba no
misma esencia divina. Así como la di- demostrativa que, por lo demás, no
vinidad es Dios, la paternidad divina implica necesariamente la convic-
es Dios Padre, que es Persona. De es- ción sobre la verdad de lo probado.
te modo, la Persona divina señala una Con todo, en especial los autores tar-
relación subsistente, o sea, la relación domedievales no desdeñaron esta cla-
en la forma de la sustancia (cf. S. Th. se de prueba, aunque no pueda sus-
I, q. 29, a. 4). En lo que concierne a citar una adhesión tan firme y esta-
la noción de p. en general, el Aquina- ble como las que culminan en la evi-
503 petitio principii
dencia. Así lo recuerda, por ej., Gui- pertinere. Indica, en general, el he-
llermo de Ockham (cf. Summa Totius cho de ser pertinente a algo. Así pues,
Log. III, 1,1). señala una relación. Pero ésta puede
En 2. la segunda acepción, indica ser de varias clases; de ahí que en la
en general el estado de la mens que es Edad Media se haya hablado de 1. p.
inducida a aceptar algo. Su significado antecedenter o praesuppositive, como
se relaciona, pues, con todos los gra- de un ser pertinente en cuanto ante-
dos del assensus (véase). Pero, la acep- cedente de algo, en este sentido, por
ción más rigurosa de p. se muestra ej., los actos virtuosos son pertinen-
por comparación con la de certitudo tes a la felicidad; 2. p. concomitative o
(véase). En efecto, en esta última, el consecutive, como de un ser pertinen-
acento está puesto en el objeto, ya que te a la manera del consecuente, por
la certeza se obtiene por la evidencia ej., así lo es el deleite respecto de la fe-
de los motivos que la hacen conforme licidad; 3. p. essentialiter como de un
con la verdad. En cambio, la p. subra- ser pertinente esencialmente, de este
ya las condiciones de la mens o, me- modo, por ej., la contemplación de
jor aún, de la interioridad humana en Dios ad beatitudinem pertinet.
su aceptación de algo como verdade-
petitio. Cf. obligatio 1.2.
ro. Ello no implica que el contenido
de la persuasión sea siempre un error, petitio principii. Denominación me-
sino que sólo señala el estado del al- dieval de un tipo de sofisma (véase
ma ante una proposición dada. Ahora sophisma 2) muy frecuente que, en
bien, tal estado puede implicar tanto general, consiste en dar por válido lo
un impulso irracional como la sereni- que debe probarse. Esto no siempre
dad que emana del haber examinado es lo que está en cuestión, puesto que,
claramente la cuestión de que se tra- entonces, no habría ninguna aparien-
ta. Con todo, se ha de añadir que la p. cia de prueba; muchas veces es algo
sólo se torna reflexiva cuando el inte- tan poco conocido como aquello que
lecto trata de dar con los fundamen- debe ser probado. En sentido más es-
tos que la sustentan. tricto, la p.p. es la pretensión de pro-
bar una proposición sobre la base de
pertinacia. Se denomina así a la obs-
premisas que deberían ser probadas
tinación necia, esto es, a la condición
mediante esa misma proposición.
de aquel que, como escribe Isidoro
En los Tópicos VIII, 13, 162 b 31 y
de Sevilla, mantiene desvergonzada-
ss, Aristóteles estudia desde el punto
mente (impudenter tenens) su juicio
de vista dialéctico los cinco casos si-
o decisión, como tenaz en todo, in-
guientes de petición de principio, que
discriminadamente (omnia tenax) (cf.
fueron elaborados posteriormente
Etim. X). Los escolásticos oponen la
por los lógicos escolásticos: 1. el pos-
p. a la perseverantia (véase), en cuan-
tular lo mismo que se quiere demos-
to que la primera es un exceso respec-
trar; 2. el postular universalmente
to de la segunda: si la perseverancia es
lo que se debe demostrar particular-
elogiada por permanecer en el justo
mente; 3. el postular particularmen-
medio, la obstinación es vituperada
te lo que se quiere demostrar univer-
por sobrepasarlo. Así se expresa, por
salmente; 4. el postular un proble-
ej., Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II,
ma luego de haber postulado su con-
q. 138, a. 2).
phaenomenum 504
clusión por partes; por ej., suponien- go deseado, es porque ese algo ha sido
do que se hubiera de demostrar que previamente representado en ellos co-
la Medicina es el arte que concierne mo apetecible (cf. De an. III, 2, 433
tanto a la salud como a la enferme- b 29).
dad, quien argumenta caería en una Algunos autores del período patrís-
p. p. si exigiera la admisión primero tico tendieron a acercar la imaginatio
de lo uno y luego de lo otro; 5. el pos- (véase) a la actividad intelectual, re-
tular una de dos proposiciones que se servando para el término que nos
implican mutuamente; por ej., se cae- ocupa el sentido de una vis animae
ría también en una petición de prin- más vinculada con la sensibilidad y,
cipios si, para demostrar que Sócra- por ende, de carácter inferior: tal es
tes es padre de Platón, se afirmara que el caso de Agustín (cf. De gen ad litt.
Platón es hijo de Sócrates. Este últi- IX, 1 y ss.).
mo ejemplo es el que propone Pedro Los escolásticos, en cambio, usaron
Hispano en su Summ. Log. 7,54. los términos ph. e imaginatio, prácti-
camente, como sinónimos. Tomás de
phaenomenum. Voz que aparece muy Aquino, por ej., señala que la ph. es
raramente en textos de la escolástica una facultas sensitiva que, en lugar de
tardía con el sentido general de aque- ordenarse a la recepción de las formas
llo percibido por los sentidos corpora- sensibles, como la sensación, se orde-
les (véase species 2. in principio). na a su retención y conservación: “Est
phantasia. Este vocablo es direc- enim phantasia sive imaginatio quasi
ta transcripción latina de la voz grie- thesaurus quidam formarum per sensum
ga fantasía, algunas de cuyas traduc- receptarum” (S. Th. I, q. 78, a. 4, c).
ciones son “aparición”, “espectácu- Las imágenes producidas para conser-
lo”, “representación”. Alude, en gene- var las formas sensibles se denominan
ral, a una actividad de la mente me- precisamente “phantasmata”. Respec-
diante la cual se producen imágenes, to de la relación entre la fantasía y la
llamadas phantasmata (véase phantas- potencia apetitiva, señalada por Aris-
ma), por lo cual, a veces, se la iden- tóteles, el Aquinate desarrolla esa
tifica con la imaginación. Entre los cuestión a propósito del tema de la
pensadores antiguos, Aristóteles con- aestimativa (véase).
cedió especial atención al tema. Para Una cuestión muy discutida en la
él, la ph. radica en el poder de susci- Escolástica ha sido la de si la ph. es
tar imágenes, aun cuando no se ha- meramente receptiva y reproductiva,
llen inmediatamente presentes los o bien, si es de algún modo produc-
objetos o fuentes de las sensaciones. tiva. Avicena, por ej., considera que,
A diferencia de la opinión, esta activi- entre la aestimativa y la ph., existe
dad no está acompañada por la creen- otra potencia, cuya función específica
cia o la convicción. Y, a diferencia de sería la de aunar y disociar las imáge-
la sensación, que es meramente susti- nes recibidas, produciendo así otras,
tutiva del objeto percibido, la ph. es como cuando a la imagen de oro se
anticipadora o más libre que aquélla. le asocia la de monte, formando así
Así, los animales tienen potencia ape- la imagen, nunca vista, de un monte
titiva porque poseen fantasía: si pue- de oro. En cambio, Averroes entiende
den dirigir sus movimientos hacia al- que esta operación –por lo demás, es-
505 philosophia
reglas que presiden su ejercicio. Sólo tos revelados, y el de la razón, que só-
en términos excesivamente generales lo se atiene a sus propios principios,
podría decirse que los Padres sostu- con un creciente respeto por la eco-
vieron la primera concepción de ph., nomía propia de cada ámbito. Más
mientras que los escolásticos, y espe- aún, la ph. cobra valor autónomo y
cialmente aquellos más próximos a la propio fuera y por encima de las artes
tradición aristotélica, asumieron la liberales (véase ars). La reacción con-
segunda. tra el predominio eclesiástico que pa-
En este plano, en la evolución his- rece surgir en ese siglo contribuye a
tórica de la cuestión, la literatura pa- comenzar el proceso de independen-
trística presenta un segundo momen- cia de la filosofía respecto de la teo-
to de síntesis. Sus autores, mayorita- logía. De hecho, Pedro Abelardo se
riamente enrolados en la primera po- queja de haber sido perseguido por
sición, pudieron, precisamente por Guillermo de Champeaux a causa
ello, aunar ambas vertientes, la filo- de la filosofía –que se identifica en él
sófica y la religiosa, al formular, con con la dialéctica– como otrora lo ha-
categorías filosóficas, generalmente bía sido por Anselmo de Laón a cau-
de raíz platónica, una concepción de sa de la teología (cf. Hist. Cal.). Por
vida fundada en los datos revelados. su parte, Gilbert de la Porré, al co-
Hablaron, pues, de una ph. christiana mentar a Boecio, subraya los diferen-
y aun de una ph. naturaliter christiana. tes puntos de vista desde los que se
Así lo hace, por ej., Agustín en De civ. abordan filosofía y teología, diciendo
Dei VIII, 10; De ord. II, 5, 16; De ve- que esta última se encara intellectuali-
ra rel. VII, 12. ter, mientras que la primera se estudia
La siguiente instancia clave en la rationabiliter (cf. In De Trin. I).
evolución patrístico-medieval de es- Durante el siguiente momento, el
te concepto está dada por Boecio. Pa- de la Escolástica del siglo XIII, el re-
ra este autor, ph. es el saber superior y ingreso de Aristóteles permitió deter-
unitario que deriva de la confluencia minar con mayor precisión los límites
de los principios de las scientiae. En de lo estrictamente filosófico. Tam-
la concepción boeciana, preocupada bién respecto de la consideración o
por la organización intrínseca del sa- valoración del tema que nos ocupa, y
ber, la filosofía tiene una función uni- no sólo de su articulación interna y
ficadora y superadora. Ella traduce en distinciones, el siglo XIII presenta un
un conocimiento riguroso las poten- panorama particular por el reingreso
cialidades indagadoras de la racionali- del aristotelismo, ya que, muy en ge-
dad humana, que se orientan hacia la neral, se tendió a identificar el pen-
sapientia. La ph. recorre las vías a tra- samiento aristotélico con la filosofía
vés de las cuales el principio divino ha misma. Así, tres grandes posiciones se
ordenado la realidad ab aeterno y con han diseñado en su transcurso: la pri-
vínculos inteligibles. mera, representada por Siger de Bra-
En el siglo XII, con el desarro- bante, quien subraya dicha identifi-
llo metodológico al que se asiste en cación y es indiferente respecto de la
él, se va trazando con mayor niti- concordancia o no de las tesis filosó-
dez la frontera que distingue el cam- ficas con los dogmas de fe. La segun-
po de la fe, que se basa sobre los da- da está encabezada por Buenaventu-
507 philosophia prima-philosophia secunda
be añadir que, dentro del último or- se considera que es el orden mismo,
den, 2.1. en el plano cuantitativo, la a través de quien lo rige –ya sea Dios
p. es sinónimo de “número”; en cam- o el príncipe en cuanto gobernante–
bio, 2.2. en el cualitativo, se asimila a el que, al restituirse, inflige el castigo
la “variedad”. merecido, abatiendo el desorden.
Los teólogos cristianos han distin-
plures. En lógica escolástica se llama guido con Agustín y a partir de él (cf.
así a la proposición en la que varios Retr. I, 9; De lib. arb. III, 18) entre
predicados son atribuidos a un solo la p. colectiva y la personal. La pri-
sujeto, como “Juan corre y salta”; o a mera es común a todo hombre como
aquella en la que el predicado es atri- consecuencia del pecado original; la
buido a varios sujetos, como “Juan y segunda deriva de una culpa indivi-
Pedro son hombres”; o a aquella en dual. Se distingue, además, en penas
la cual varios predicados se atribuyen del cuerpo, como la enfermedad o la
indistintamente a varios sujetos, co- amputación de un miembro; del al-
mo “Juan y Pedro juegan y hablan”. ma, como el dolor del arrepentimien-
Se opone, pues, a la propositio una, en to o un duelo; del espíritu, como la
la que se predica una sola cosa de un privación de la gracia divina.
solo sujeto, ya sea éste uno numérica- Una cuestión debatida en la Edad
mente hablando, como “Sócrates”, o Media y el Renacimiento sobre el
bien genéricamente hablando, como particular ha sido la concerniente a la
“el hombre”. Así lo enseña Pedro His- eternidad del castigo. En este sentido,
pano en sus Summ. Log. VII, 62. son paradigmáticas las posiciones en-
El término aparece también en la contradas de Buenaventura y de Pi-
expresión p. interrogationes ut unam co della Mirandola. El primero sos-
para indicar un sofisma que consiste tiene que la eternidad del castigo se
en tomar como única una pregunta funda, entre otras razones, en la dig-
que equivale a varias, según consigna nidad del ofendido, en el hecho de
Guillermo de Ockham (cf. Summa que el pecado ofende a un Dios in-
Totius Log. III, 4, 17). finito; por tanto, infinita debe ser la
poena. Su origen etimológico mues- p. correspondiente (cf. De regno Dei
tra este vocablo emparentado con el 47. En cambio, con otro criterio, Pi-
griego poiné –cuyo significado es la co afirma que no se corresponde un
deuda que se debe pagar para reparar castigo sin fin con una falta cometida
un crimen– y relacionado con punire, en la dimensión de lo finito: “peccato
castigar. mortali finiti temporis non debetur p.
En términos medievales se concibe infinita secundum tempus, sed finita
siempre la pena o castigo como efec- tantum”. Es la segunda de las trece
to de un desorden voluntario. Aho- tesis suyas que fueron condenadas y
ra bien, la voluntad ha de estar some- que él discute en su Apologia.
tida, en primer lugar, al orden de la poesia. En general, tanto en la épo-
razón; cuando, libremente, no con- ca patrística como la medieval pro-
siente en hacerlo, se vuelve culpable piamente dicha la estimación de la
de haber quebrantado ese orden, en poesía ofrece cierta ambivalencia. En
lo que consiste esencialmente el peca- ambos períodos se la ha considera-
do, y se hace, pues, digna de p. Pero do en un ámbito diferente –y poste-
513 politicus
rior– al de las artes del trivium (véa- a la soberanía en cuanto que es capaz
se). Y esto en virtud de no haberla de creación.
entendido como teniendo una fun-
poeticus. Es uno de los modi tractandi
ción filosófica. Pero, en el siglo XII,
en retórica y literatura: aquel que se
Hugo de San Víctor, por ej., escribe
sirve de medios como los versos y las li-
que algunas disciplinas, aun tratan-
cencias de dicción, según señala Dan-
do temas ajenos a la filosofía, abor-
te en su Vita Nova 25. Para el adver-
dan incidentalmente y de manera va-
bio poetice, véanse allegorice y fabula.
ga asuntos próximos a las artes libera-
les. De este modo –continúa– prepa- polisemis. Algunos textos medieva-
ran el camino a la filosofía. Entre es- les utilizaron ocasionalmente esta pa-
tas disciplinas propedéuticas, por así labra para aludir a lo “polisémico”, es
decir, cuenta la poesía y la narración decir, lo que ofrece varios sentidos o
histórica (cf. Didasc. III, 4). Con to- significados. Con esta grafía apare-
do, este carácter corresponde exclu- ce, por ej., en Guillermo de Conches.
sivamente ya a la poesía en latín de En cambio, hay una cierta tendencia
los antiqui, como Virgilio u Horacio, a volver a la forma transliterada “poly-
ya a la religiosa, didascálica y litúrgi- semos” hacia fines de la Edad Media,
ca. Y aun así, se consideraba esta cla- como se comprueba en la carta a Can
se de p. como infima doctrina, desde Grande della Scala, atribuida a Dan-
el momento en que no se refiere a co- te Alighieri. Sea o no ésta de su au-
sas reales, sobre todo, si se la compa- toría, lo cierto es que quien la ha re-
ra con las palabras de la Escritura, co- dactado escribe allí, a propósito de la
mo advierte, en S. Th. I, q. 1, a. 9 ad Divina Comedia, que el significado
1, Tomás de Aquino, para quien la p., de esta obra puede decirse polysemos,
a través de imágenes y representacio- en cuanto se abre a los sentidos literal
nes, busca el deleite antes que la ver- y alegórico, ya sea éste moral o ana-
dad. Tanto menos se estimaba la poe- gógico: “istius operis non est simplex
sía goliárdica. sensus, immo dici potest polysemos,
Esta posición variará sólo con el ad- hoc est plurium sensuum” (Ep. X, 7).
venimiento de los humanistas, entre
los cuales la “cuestión” de la p. dio lu- politica. En la Edad Media se enten-
gar a una serie de valoraciones diver- dió, fundamentalmente, como scien-
sas. Más allá de tal variedad, lo cier- tia civilis (cf., por ej., Tomás de Aqui-
to es que la poesía va adquiriendo un no, In Pol., Pr.). Así pues, la p. es un
peso protagónico, hasta considerarla saber práctico subsumido bajo el mo-
el medio más eficaz para transmitir, ral y trata de la civitas (véase), su prin-
con la armonía y la musicalidad del cipio y sus partes, es decir del orde-
verso, los contenidos más varios de la namiento de los hombres en cuanto
indagación humana. De este modo, animales precisamente políticos (véa-
los poetas se convierten en guías es- se politicus, in fine). Como es obvio,
pirituales y morales. El primer aspec- el término aludió también a la obra
to de los mencionados es reivindica- homónima de Aristóteles, objeto de
do por Mussato; el segundo, por Pe- varios comentarios por parte de los
trarca, cuya coronación ilustra la idea escolásticos.
de que el officium poetae se homologa politicus. En contexto medieval, este
adjetivo suele aparecer en la versión
polyptoton 514
de diversa índole: la ofrecida por To- ción aristotélica fue aceptada y elabo-
más de Aquino sostiene que las esen- rada por la mayor parte de los esco-
cias, en tanto intrínsecamente posi- lásticos.
bles, dependen formalmente del inte- Para dichos autores, 1. la p. lógica
lecto divino. En cambio, la posición señala, en general, lo que no implica
de Duns Scoto, seguida en la Moder- contradicción en sus términos. Más
nidad por Descartes, las hace depen- específicamente, pero siempre en este
der de la voluntad divina. De esa ma- orden, la posibilidad y la imposibili-
nera, su ser les es conferido por Dios dad son dos modos de las proposicio-
“desde fuera” de su intelecto y, por nes llamadas justamente “modales”
eso, son entendidas como extrínseca- (véase propositio): por ej., un predica-
mente posibles. do tal como “enfermo” conviene po-
Retomando la posición del Aqui- siblemente a Pedro, mientras que no
nate, se puede decir que, para él, las puede convenirle un predicado como
esencias en cuanto possibilia están “inmaterial”. En cambio, 2. la p. real
formaliter en el entendimiento divino apunta al plano fáctico y equivale a
de un modo primario y, en los enten- la potencia, de manera tal que, cuan-
dimientos creados, de un modo se- do se enuncia, por ej., que hoy pue-
cundario; desde otro punto de vista, de llover, la afirmación va más allá de
se hallan eminenter en la esencia de una mera ausencia de contradicción
Dios, y virtualiter en la potencia di- entre el concepto de lluvia y el del día
vina capaz de conferirles el esse (véase de hoy. Las condiciones respecto de
cada uno de estos adverbios). las cuales se afirma tal posibilidad no
En otros órdenes, los autores me- son postulados que se exige conside-
dievales utilizaron también las ex- rar como verdaderos, sino condicio-
presiones 3. p. physicum para indicar nes de hecho, de las que depende el
aquello cuya producción no excede verificarse de la circunstancia en cues-
las fuerzas, facultades o potencias de tión, según el nexo causa-efecto. De
algún ente físico, y 4. p. morale para este modo, la p. real, a diferencia de
aludir a lo que sólo se fundamenta en la lógica, sólo se puede afirmar en re-
las costumbres y leyes humanas. lación con determinadas condiciones.
De ahí su vinculación con lo con-
possibilitas. Su origen se remonta a la tingente y también con lo potencial
expresión potis esse: “ser capaz de”, de (véanse contingentia y potentia).
donde deriva el verbo posse: “poder”. En el primer sentido, es decir, en el
En términos muy generales, la posibi- de 2.1. la p. como contingencia, los
lidad alude a lo que se puede hacer u autores medievales frecuentemen-
obtener o, más ampliamente, a lo que te definieron lo posible como aque-
puede ocurrir. Así, este concepto ha llo quod potest esse et non esse. En el
sido examinado en filosofía en estre- segundo, o sea, en el de 2.2. la p. co-
cha relación con el de realidad. mo potencia, hablaron de lo posible
Aristóteles abordó el tema en Met. en cuanto aquello quod non est et esse
IX, 3, 1046 b 28 y ss., donde relacio- potest. Este poder es llamado en oca-
na la noción de p. con las de potencia siones “aptitudo” (véase).
y contingencia. Pero allí trata de una Un uso peculiar del término apa-
posibilidad real, de la que cabe distin- rece en Thierry de Chartres (véanse
guir la posibilidad lógica. Esta distin- complicatio, in principio).
possidere 520
teles (cf. por ej., Met. IX, 1, 1045 b diferencia de otras, no tiene absoluta-
32; 6, 1048 a 30; 8, 1049 b 12; Cat. mente ningún acto; por ello, se la de-
8, 9 a 14). nomina p. negativa. Si, en cambio, es-
En la perspectiva escolástica, y 1. tá ordenada a una forma accidental,
en el ámbito teórico del ser como ac- se trata de la materia segunda y se la
to primero, se puede abordar el con- denomina p. receptiva.
cepto que nos ocupa según dos pers- En 4. el plano de la acción o ac-
pectivas: si se considera el estado de to segundo, se distingue entre: 4.1.
un ente, éste es o actual o posible; en p. activa, que señala en un ente la fa-
el segundo caso, se tiene, precisamen- cultad de actuar. Si tal acción (véase
te, un ser en potencia llamada con actio) modifica algo extrínseco al su-
propiedad p. obiectiva o metaphysica; jeto –o sea, si es transitiva–, se tie-
también se la denomina logica, aun- ne una 4.1.1. p. simpliciter activa; si
que por implicación, en cuanto que, es inmanente al sujeto, se tiene una
si es realmente posible, su mera posi- 4.1.2. p. operativa. Por el contrario, 4.
bilidad intrínseca no presenta contra- 2. p. passiva es la que indica la capaci-
dicción; 2. en cambio, si se conside- dad de recibir la acción de otro ente.
ra el ser según su consistencia ontoló- En 5. el orden de lo creado en cuanto
gica, se distingue en increado o crea- tal, se diferencia en: 5.1. p. naturalis,
do; en el primer caso se tiene un acto que se da cuando el acto perfecciona-
puro; en el segundo, el ser está cons- dor es una exigencia de la naturaleza
tituido intrínsecamente por una per- propia del ente, y 5.2. p. oboedientialis,
fección que realiza una capacidad de- cuando se alude a una aptitud de
nominada p. subiectiva. Así, la poten- obediencia a toda intervención del
cia objetiva indica una aptitud ideal Creador.
y una posibilidad intrínseca de exis- En 6. el plano de relación entre el
tencia, mientras que la potencia sub- Creador y lo creado, la noción que
jetiva muestra otro aspecto: el del nos ocupa interviene en una discu-
subiectum en cuanto capaz de una sión teológica que atraviesa los últi-
perfección. En metafísica se trata con mos siglos medievales y que concierne
mayor frecuencia la potencia subjeti- a la p. Dei ordinata y p. Dei absoluta.
va, ya que ella explica la limitación, Debido a su complejidad, se le dedica
multiplicidad, mutabilidad y perfec- un artículo (véase p. Dei).
tibilidad de los entes, a la vez que su
dependencia respecto de la causa efi- potentia Dei. La cuestión del poder
ciente necesaria. La potencia se carac- de Dios se relaciona con el tema de la
teriza, pues, por su relación con el ac- omnipotentia (véase) divina, aunque
to que la ordena al ser. no coincide exactamente con él. De
También se la ha considerado en 3. hecho, en el siglo XIII se profundi-
el ámbito de la distinción entre esen- zó la distinción conceptual entre la p.
cia y existencia. Justamente, si la or- Dei absoluta y la p. Dei ordinata. To-
denación de la potencia es a la exis- más de Aquino entiende por la pri-
tencia, la p. es la essentia misma; si es a mera el poder divino concebido de
una forma o entidad corpórea sustan- manera abstracta como la serie infini-
cial, la p. es la materia prima aristoté- ta de posibilidades, la capacidad infi-
lica, es decir, la potencia pura que, a nita e inicial de Dios; la segunda, co-
mo el orden efectivamente elegido
potentia Dei 522
por Él en lo creado, tal como lo cono- mán la p. Dei ordinata deriva o, me-
cemos, aun admitiendo que la legali- jor aún, está incluida en la p. Dei
dad impuesta por Dios al mundo hu- absoluta. Puesto que ser y obrar en
biera podido expresarse de otro modo Dios coinciden, Dios no puede obrar
que el actual. Es de destacar que no se sino lo que está incluido en su mis-
trata de dos tipos de poder en Dios si- mo ser: su “no poder” –por ej. hacer
no de dos modos que tiene el hom- el mal o crear un círculo cuadrado–
bre de considerar la p. Dei. (véase, no se ha de entender como una limi-
además, la sentencia Deus potest facere tación a su poder sino como una ex-
quod non inducet in contradictionem). plicitación de su ser. Eckhart propo-
A esta posición del Aquinate es con- ne como ejemplo el de un construc-
trario Buenaventura, para quien la tor que puede hacer un número infi-
distinción misma es ilegítima, bási- nito de casas sobre la base de un úni-
camente por rozar la absoluta simpli- co modelo ideal, eterno e inmutable,
cidad divina. En la misma línea que que tiene en la mente. Pero, según es-
Buenaventura se encuentra, sobre es- te mismo modelo, no puede, por ej.,
te punto, Enrique de Gante. construir una nave. Así, no puede ha-
La cuestión se torna más compleja cer el mal ni lo que implica contra-
con la intervención de Duns Escoto, dicción simplemente por ninguna de
porque la plantea en términos de iure: las dos cosas “es” (cf. Exp. Ex. 24).
en efecto, si bien Duns mantiene la Distinto es el punto de vista de uno
expresión p. Dei ordinata para indicar de los autores que más se han ocupa-
el presente orden de cosas que Dios do del tema: Guillermo de Ockham.
conserva desde el momento en que lo Para él, la p. Dei absoluta es, sobre to-
ha elegido, utiliza la de p. Dei absoluta do, una categoría lógica: señala, en
para aludir al ámbito lógico de la no efecto, el prius lógico antes que real
contradictoriedad. Para él, la p. Dei respecto de la creación. El orden de
absoluta es una forma de acción di- ésta, incluyendo los acontecimientos
vina extraordinaria que, no estando milagrosos, es de potentia ordinata y
contra la ley de lo creado, se halla, con de facto. Precisamente, en los textos
todo, supra et extra legem. Así, los ad- medievales este último término apa-
jetivos que califican la p. Dei señalan rece vinculado con la p. Dei ordinata,
en Duns dos formas de acción divina así como las expresiones stante lege y
más que dos tipos de poder, siendo secundum leges institutas a Deo. A di-
la absoluta completamente incondi- ferencia de Duns y más cerca en esto
cionada: cualquier otra ley que Dios de Tomás, para Ockham la distinción
estableciera más allá de las conocidas entre ambas clases de potencia divi-
sería una recta lex por el solo hecho de na es únicamente humana. Tal dis-
ser querida por Él. tinción sólo pone en relieve el hecho
Para Eckhart, ser y obrar en Dios de que de todos los mundos –es de-
coinciden porque el esse en Dios es cir, órdenes– posibles que de potentia
principio de acción. Dios, que es el absoluta Dios hubiera podido crear,
Ser mismo, puede todas las cosas que ha elegido éste. De un lado, ello su-
son o podrían ser, porque su ser, en braya la contingencia de lo creado,
cuanto absoluto es el principio del dado que, visto desde el último ti-
que todo deriva, de modo que se po de potencia, el mundo podría ha-
puede decir que para el místico ale- ber sido completamente diferente; de
523 potestas
de las investiduras” que atraviesa toda yen para quien ya es creyente, una
la filosofía política medieval. justificación racional de la fe que, así,
ya no es un “motus animi caecus” sino
prae-. Es un prefijo y preverbio de un “obsequium rationi consentaneum”
varios matices. Muy en general, su (cf. C.G. I, 6-7 y S. Th. II-II, q. 1, a.
equivalente en español es “pre-”. Pe- 4 ad 2).
ro se ha de recordar que, tanto en la
versión latina como en la de las len- praeceptum. Tres son los niveles en
guas romances, la anterioridad implí- que suele aparecer esta palabra, de los
cita en esta partícula apunta a dife- cuales el primero es el más importan-
rentes sentidos: se puede tratar de un te en lo que concierne al pensamien-
“antes” temporal, como en el equí- to medieval: el epistemológico, por
voco término praescientia; o bien de así decir; el pedagógico; y el religio-
un “ante” espacio-temporal, como en so. En un contexto propio del primer
praesens y en praescribo, cuyo signifi- plano, p. se traduce por “norma”; así,
cado originario es el de titular, esto por ej., son praecepta las normas a las
es, escribir antes y delante del cuerpo que todo exégeta se ha de ajustar en
de un texto; o de un “ante” sólo es- su interpretación de la Escritura, co-
pacial, generalmente, en sentido figu- mo señala Agustín de Hipona al co-
rado, como en praesideo que significa mienzo del De doctr. christ. El esta-
“presidir”, estar ante otros y, de mo- blecimiento de normas exegéticas se
do derivado y eventual, “gobernar”; o impone debido, en especial, a las di-
bien puede indicar un “ante” figura- ficultades que presenta la lectrura ale-
do, como en praestantia que alude a górica del texto sagrado. En el segun-
una preeminencia. También en senti- do nivel, p. alude a la directiva de un
do figurado, p. puede referir no sólo maestro o tutor que, justamente por
a un estar ante los ojos sino también ello, es denominado praeceptor. En el
a la mano, como se advierte en el se- tercer ámbito, y con particular refe-
gundo sentido de praestare (véase). rencia al cristiano, el p. es una orden
dada por una autoridad religiosa por
praeambula fidei. Expresión de ori- un período determinado a individuos
gen tomista, los “preámbulos de la fe” que, eventualmente, pueden consti-
aluden al conocimiento de algunas tuir una comunidad, o a una comu-
verdades que conciernen a Dios –en nidad en cuanto tal. Tiene por objeto
cuanto causa y fin de todas las co- el bien privado de esas personas, pero
sas–, al alma y a la ética. Tales verda- no el público o social.
des son accesibles a la sola fuerza de la
razón humana, antes de que el hom- praecise. Adverbio que suele apare-
bre adhiera a las verdades reveladas cer con el sentido de simpliciter o aun
y las afirme por fe, es decir, “propter absolute, generalmente, en expresio-
auctoritatem Dei rivelantis”. nes negativas “Hoc p. nego”: “Niego
Así como lo sobrenatural supone esto absolutamente, sin más”. No se
la naturaleza, la fe está precedida por ha de confundir, pues, con praecisive
esta teología, psicología y ética natu- (véase).
rales. Tales certezas disponen la men-
praecisio. La primera acepción de
te y la voluntad a una adhesión a la
este vocablo alude a “corte” o “se-
revelación. Por otra parte, constitu-
paración”. En general, indica, pues,
525 praecognitio
gor de prescientia sino de scientia divi- lar atención al tema en su análisis so-
na (cf. Ad Simpl. II, 2, 2). Más aún, el bre el tiempo. En una primera instan-
libre albedrío humano no sólo no es cia, dicho análisis del tiempo como
eliminado por la así llamada p. divina, algo objetivo culmina en una aporía.
sino que ésta lo confirma, puesto que En efecto, el instante estrictamente
Dios prevé el acto humano precisa- presente termina por disolverse en un
mente en cuanto libre (cf. De lib. arb. pasado, que ya no es, y un futuro, que
III, 4, 9 y ss.). En última instancia, es todavía no es, perdiendo de este mo-
legítimo y menos equívoco decir que do toda consistencia ontológica. Pe-
Dios prevé lo que sucederá y no que ro Agustín cambia la sede de impos-
aquello que sucederá habrá de suce- tación del problema y lo examina en-
der porque Dios lo ha previsto. tonces como distensión del alma. Así,
Transcurrida la Edad Media, la el pasado y el futuro son reales sólo
cuestión derivó en el problema del en virtud de su presencia en la con-
concurso de la voluntad divina y de ciencia como recuerdo o expectación,
la humana en la producción de las ac- respectivamente. En cuanto a la con-
ciones libres (véase concursus). sistencia del p. mismo, el Hiponense
lo entiende como atención (cf. Conf.
praescitus. En algunos teólogos, es- XI, 20). Esto le permite plantear un
pecialmente los nominalistas de la úl- presente del pasado como recuerdo,
tima Edad Media, se denomina así un presente del futuro como expecta-
al réprobo, es decir, a aquel de quien ción y un presente del presente como
Dios sabe que no se ha de salvar por atención. De este modo, la identidad
negarse deliberadamente a su Gra- del presente, así como la del pasado y
cia (véase praescientia). El término se el futuro, es una identidad intencio-
opone, pues, a electus, el elegido, es nal y no ontológica.
decir, quien ha aceptado el auxilio di- En la Escolástica, en cambio, se
vino para conducir una vida recta y vuelve a la consideración aristotélica
alcanzar la salvación. de la sucesión temporal, por lo que,
praescriptio. Tiene el sentido gene- para aludir a este concepto, ha prefe-
ral de circunscripción, limitación o rido la voz nunc (véase).
restricción. En algunos autores, equi- praesentia. Abstracto de praesens
vale a definitio; en otros, a descriptio (véase), la presencia indica un estar
(véanse), en cuyo caso alude a las di- delante, un prae ens. Señala, por tan-
ferencias accidentales. Pero la mayo- to, una relación, que es un cierto con-
ría de las veces alude, precisamente a tacto, mediato o inmediato, real o
la prescripción, es decir, al dictamen metafórico, entre dos entes. Así, por
de la recta razón o de la ley natural. ej., se puede dar 1. una p. mediata en
En términos jurídicos, indica excep- el caso de la presencia intencional o
ción forense, justamente, consideran- secundum similitudinem, en la que el
do los límites trazados por la ley. objeto está presente en el intelecto
praesens. A diferencia del vocablo mediante la species. En cambio, se tie-
praesentia (véase), éste alude a lo cro- ne 2. una p. immediata cuando hay
nológico y se suele traducir por “pre- una conjunción real –ya sea potencial
sente”. En la Patrística, Agustín de o actual– entre dos cosas, a la mane-
Hipona le ha dedicado una particu- ra como la parte está presente en el
praestare 534
todas las ciencias; por ej., el princi- Por las polémicas que suscitó du-
pio de no contradicción. En cambio, rante la Edad Media, merece un tra-
el 1.2. principium proprium o formale tamiento especial el llamado p. indi-
es el propio de una ciencia determi- viduationis, es decir, el principio me-
nada, como la geometría y, si bien no diante el cual se individualiza un solo
se demuestra en el ámbito de dicha miembro de una especie, distinguién-
ciencia, puede ser demostrado fue- dolo así de los demás. Por ello, se lo
ra de él. ha abordado en el artículo individua-
En sentido ontológico, los 2. prin- tio (véase).
cipia metaphysica pueden pertenecer Una última acepción de este térmi-
o bien a un plano extrínseco al obje- no se registra en la Escolástica: es la
to que se considera, con lo que se de- que denomina “p.” la lección inaugu-
nomina 2.1. p. extrinsecum, como la ral de un maestro en la Universidad;
causa eficiente o final; o bien, a un así, por ej., la de Pedro d‘Ailly en la
plano intrínseco y entonces se llama de París sobre las Sentencias de Pedro
2.2. p. intrisecum. Los principios me- Lombardo.
tafísicos intrínsecos por excelencia
prior-prioritas. Significa prioridad y
son los elementos que componen el
proviene de prius; por consiguiente,
ente, tales como la causa material y
los escolásticos hablaron de: 1. la p.
la forma sustancial, el acto y la po-
temporis es aquella por la que una cosa
tencia.
precede a otra en la sucesión tempo-
En lo que respecta al 3. principia
ral. Pero, el sentido más usado en filo-
motus o principios del movimiento,
sofía es el de 2. preeminencia o prio-
en el sentido aristotélico del término,
los escolásticos han distinguido los ridad. En este orden, se ha hablado
3.1. principia generationis: son aque- de 2. la p. naturae o prioridad de na-
llos principios a partir de los cua- turaleza, que se puede entender 2.1.
les se producen todas las cosas tal co- en sentido estricto y causal, en cuyo
mo ellas son, como la materia, la for- caso se alude a una prioridad en vir-
ma y la privación (véase privatio). En tud de la cual una cosa es de tal índo-
cambio, en lo que toca a las opera- le que otra depende de ella en cuan-
ciones del ente, se ha hablado de los to a su existencia, aunque se den am-
3.2. principia operationis o principios bas simultáneamente; así considera-
del actuar, entre los que se cuentan el ron los medievales que el sol precede
3.2.1. p. operationis quod, que seña- a la luz solar; 2.2. en sentido amplio
la el agente al que se atribuyen las ac- y metafísico, hay prioridad de natura-
ciones, por ej., Pedro; y el 3.2.2. p. leza cuando, dada una cosa, se sigue
operationis quo, que indica aquello necesariamente otra, pero no vicever-
mediante lo cual el agente actúa; si sa; así, dado un hombre, se supone y
se trata de la facultad de la que ema- se supera un animal, pero no a la in-
na inmediatamente la acción –por ej., versa. 3. p. cognitionis es la propia de
el intelecto de Pedro–, se denomi- una cosa desde cuyo conocimiento se
na 3.2.2.1. p. operationis quo proxi- procede al conocimiento de otra que
mum, mientras que si se alude a la na- antes se ignoraba; ésta es una forma
turaleza del agente –por ej., la condi- de la p. ordinis. 4. p. generationis in-
ción humana de Pedro– se lo llama dica la condición de lo que es prime-
3.2.2.2. p. operationis quo remotum. ro por haber sido generado antes, ca-
539 privatum
so más frecuente de la p. causalitatis. les del término que nos ocupa, Aris-
5. p. perfectionis alude a lo que es más tóteles anota otros como 1. la violen-
noble en cuanto a su ser, así lo anima- ta sustracción de algo; 2. lo indica-
do tiene p. respecto de lo inanimado. do por las palabras negativas que co-
6. p. intentionis se refiere a la priori- mienzan en griego con alfa privativo,
dad de la intención respecto de la eje- es decir, con los prefijos “des-” o “in-”
cución; en este sentido, primero es el en castellano, como “desigual” o “in-
fin, ya que es a éste al que atiende en visible”; 3. la pequeñez de dimensio-
primer lugar un agente inteligente. nes; 4. el no ser fácilmente operable,
como lo inseparable (cf Met. V, 1022
prius. Adverbio que, en general, sig- b 22 y ss.).
nifica “antes”. Aunque también se lo Siguiendo las posiciones aristotéli-
suele traducir por “primero”, no equi- cas, el pensamiento escolástico subra-
vale a primum (véase), ya que no im- yó el significado de la p. como oposi-
plica un punto inicial en términos ab- ción excluyente de dos cosas que per-
solutos. Se debe notar que sus mati- tenecen al mismo orden, como la ce-
ces adquieren cierta importancia en la guera y la vida humana; y el sentido
literatura filosófica, ya que ese “antes” de cualificación de las cosas a las que,
puede tener tanto sentido 1. temporal considerando su naturaleza y desarro-
como el de 2. preeminencia. En efec- llo, les falta algo. Así lo señala, por ej.,
to, 1. en el orden cronológico, signi- Pedro Hispano en sus Summ. Log. 5-
fica 1.1. “antes de”, por ej., prius orto 35, o Alberto Magno, quien utiliza
sole; 1.2. “hasta que”, cuando acom- en este caso el término abnegatio (cf.
paña a quam, por ej., prius quam de Phys. I, 3, 13). Afinando esta última
ceteris rebus respondeo; 1.3. “antigua- noción, escolásticos como Tomás de
mente”, por ej., otium prius reges per- Aquino observaron que la p. forma
didit. Para el sentido 2. de prioridad o parte de la remotio (véase) boni.
preeminencia, véase prior-prioritas. En la transición al Renacimiento,
privatio. En general, por “privación” Nicolás de Cusa se interesa por la p.
se entiende la falta o ausencia de al- desde el punto de vista lógico, conci-
go en una cosa. Esta noción aparece biéndola como ausencia de determi-
en Aristóteles, quien la define como naciones. Pero, precisamente, por eso
la ausencia de un atributo en un suje- la privación deviene en autores como
to, y como la negación referida a algo el Cusano el principio que da lugar a
que una cosa debiera ser y de hecho la coincidencia de los contrarios (véa-
no es. La negatividad de la p. se refie- se coincidentia oppositorum). Al pasar
re, pues, para el Estagirita, a un modo al plano metafísico, se advierte enton-
particular de ser y precisamente por ces que la p. no es sólo incompatibi-
eso implica la subsistencia de una na- lidad –o sea, un principio meramen-
turaleza respecto de la cual se advier- te negativo– sino un tercer principio
te la falta de una forma. Ahora bien, que, por la falta de determinaciones
puesto que para adquirir una nueva específicas opuestas entre sí, las im-
determinación se debe carecer de ella, plica y concilia todas.
la p. es condición insoslayable de to-
privatum. Cf. publicum. En contexto
do devenir (cf. Met. XII, 2, 1069 b).
político-institucional, alude al simple
Además de estos sentidos principa-
ciudadano.
pro 540
chritudo est apta partium coniunctio” dia, se han establecido las siguien-
(Comm. ad De div. nom. 1). Esta últi- tes clases, según que la cópula “es”
ma definición hace que la noción de componga o divida. Conforme a es-
p. desde el punto de vista estético re- te criterio se tiene una composición
mita no sólo a la aequalitas numero- 1.1.1. affirmativa, o bien 1.1.2. ne-
sa sino también a la aptitud o conve- gativa. La p. será afirmativa si la có-
nientia que las partes que constituyen pula une o compone sujeto y predi-
el todo que es bello guardan entre sí. cado, y negativa si los descompone o
En este plano, la p. está vinculada con separa. Como se ve, esta división se
otros de los principios de lo bello: la hace en virtud de la significación de
integritas (véase). una cópula determinada, o sea, por
la cualidad esencial de la proposi-
proportionalitas. Término usado es- ción. En cambio, la p. es 1.2. hipo-
pecialmente por los calculatores (véase tética o compuesta cuando no tiene
calculatio) de Merton durante el siglo por partes dos conceptos, sino pro-
XIV. Si la proporción (véase proportio posiciones simples, conjugadas por
2) es, básicamente, una relación, la p. una cópula que no es verbo; por ej.,
está concebida por los calculatores co- “y” . La verdad de este tipo de p. de-
mo la relación entre relaciones. pende de las verdades de las propo-
propositio. Cf. enuntiatio. Es la for- siciones categóricas que lo constitu-
ma de operación mental que compo- yen; de ahí su nombre. Hay dos clases
ne o divide conceptos que son sujeto de composición en estas proposicio-
y predicado. Constituye un discurso nes: 1.2.1. abierta o formal, y 1.2.2.
acabado que significa algo verdadero oculta o implícita, según que la es-
o falso. Así, la p. presenta un objeto tructura misma de la p. manifieste o
al cual pertenece ser verdadero o falso no que tiene por partes dos proposi-
y al que el espíritu puede dar o negar ciones. En el primer caso, encontra-
su asentimiento, según el caso. Las mos las proposiciones 1.2.1.1. copu-
diversas clases de proposiciones pue- lativa; 1.2.1.2. disiunctiva; 1.2.1.3.
den determinarse según una división conditionalis. La p. copulativa es
esencial o de acuerdo con una divi- aquella cuyas dos partes están unidas
sión accidental. Sólo nos ocuparemos por la cópula “y”; en la p. disyunti-
del primer caso, en que se clasifica la va la cópula que conjuga ambos tér-
p. en razón de lo que la constituye co- minos es “o”; en la condicional, “si”.
mo tal, es decir, la forma o cópula. En el caso de composición oculta o
Así, 1. según las diversas clases de implícita, la p. hipotética puede ser
cópula, una proposición puede ser 1.2.2.1. exclusiva,1.2.2.2. exceptiva,
1.1. simple o categórica, o bien 1.2. y 1.2.2.3. reduplicativa. Es exclusiva
compuesta o hipotética: es 1.1. cate- la proposición cuyos términos están
górica, atributiva, predicativa o sim- conjugados por la cópula “sólo” o al-
ple aquella p. cuyos sujeto y predica- gún equivalente a ella; por ej., “Sólo
do están unidos o separados median- un hombre es racional”; la exceptiva
te la cópula verbal “es”; por ej., “Juan es la que presenta la cópula “salvo” o
es alto”. equivalente; por ej., “Todos los cuer-
Respecto de las proposiciones ca- pos menos el éter se pueden pesar”; la
tegóricas o simples, en la Edad Me- reduplicativa se distingue por la có-
547 proprietas
notas que pertenece a todos los entes nificado, Pedro Abelardo, siguiendo a
de una clase, caracterizándolos, pero Cicerón y Prisciano y aun a Anselmo
sin formar parte de su definición. Es, d’Aosta, anota que, en la interpreta-
pues, el abstracto de proprium (véa- ción de una sententia, es mejor ate-
se), de modo que todo lo que con- nerse a lo que es de hecho, es decir, al
cierne a este último concepto se pue- usus más que a la p.
de aplicar al de p.
proprium. En 1. sentido lato, se en-
2. En el ámbito teológico, el autor
tiende por p. el atributo no compar-
en quien aparece con más frecuencia
tido, es decir, perteneciente a un so-
este abstracto es Sto. Tomás, ya que él
lo ente o a una sola especie. Por eso,
aplica la doctrina de la p. a la teolo-
se opone a commune: cuando se afir-
gía trinitaria. En efecto, Tomás señala
ma, por ej., que, entre los miembros
que las Personas divinas singulares es-
de una familia dada, el ser obstina-
tán caracterizadas por propiedades re-
do es propio de Juan, se intenta in-
lativas, no absolutas, que convienen a
dicar precisamente que es una carac-
una sola de ellas, como la paternidad
terística suya, que él no tiene en co-
y la filiación.
mún con sus familiares. En su 2.
Pero, sobre todo, la p. encuentra su
acepción vulgar, se opone también a
campo de aplicación 3. en el orden
extraneum, alienum o praeter natu-
antropológico, particularmente, en la
ram: así, se dice, por ej., que es propio
doctrina tomista de las potencias del
del hombre moverse localmente, que-
alma. Estas proprietates, pertenecen al
riendo significar con ello que dicha
ordo perfectionis; son, pues, posterio-
propiedad no le es ajena sino conna-
res a la esencia del alma, y constitu-
tural, aunque la comparta con otras
yen cualidades inherentes a la sustan-
especies animales.
cia. Ello les confiere el carácter de ac-
En cambio, en 3. sentido estric-
cidentes, ontológicamente hablan-
tamente filosófico, p. es uno de los
do y en sentido estricto (cf. C.G. I,
praedicabilia (véase). Este concep-
cap. 32). Pero, desde el momento en
to fue tratado, en especial, por Aris-
que constituyen perfecciones que de-
tóteles en sus Tópicos I, 5, 102 a 18,
rivan de lo que el alma esencialmen-
quien le atribuye el siguiente signifi-
te es, tienen una jerarquía media. En
cado fundamental: p. per se es lo que
efecto, Tomás ubica las facultades en
pertenece siempre a toda una clase de
cuanto proprietates en un grado inter-
entes y sólo a ella, aun cuando no for-
medio entre la sustancia y el acciden-
me parte de su definición ni, por tan-
te, toda vez que las potencias son pro-
to, de la esencia correspondiente a di-
piedades naturales del alma (cf. S. Th.
cha clase. Esto no impide, sin embar-
I, q. 77, aa. 1 y 8).
go, que el p. esté estrechamente co-
4. Desde la perspectiva de las re-
nectado con ella (véase proprietas).
flexiones acerca del lenguaje, la p.
terminorum es la propiedad de los De esta manera, por ej., la capacidad
términos, esto es, la acepción preci- de reír es un p. del hombre. De todos
sa que se les debe atribuir y con arre- modos, el antecedente más directo de
glo de la cual han de ser utilizados. las consideraciones medievales sobre
En este sentido, teniendo en cuenta el tema está dado por Porfirio quien
que los vocablos pueden variar de sig- lo trata sobre la base de las afirmacio-
nes aristotélicas al respecto. Distin-
549 proslogion
gue cuatro tipos de p.; los tres prime- cias a su conocimiento de las causas
ros se encuadran en los “propios res- primeras, puede ofrecer una demos-
pecto de otro” y son: 1. lo que, perte- tración p.q., es decir, indicar la cau-
neciendo a una sola especie, no se da sa efectiva de lo que el físico se limi-
en todos sus individuos, en este sen- ta a describir, como señala Tomás de
tido, ser filósofo es propio del hom- Aquino (cf. Super Boetium De Trin. 5,
bre; 2. lo que pertenece a todos los 1). Por otra parte, advierte que esto
individuos de una especie, pero no a se extiende a todas las clases de cau-
ella sola, así, el ser bípedo es propio sa. Así, el p.q. puede señalar la cau-
del hombre; 3. lo que pertenece po- sa final última o remota de algo, por
tencialmente a todos los individuos ej., cuando algo se desea por sí mis-
de una especie pero no siempre se ac- mo, propter se, y no por otra cosa (cf.
tualiza en ellos, por ej., el encanecer S. Th. I-II, q. 2, a. 6 ad 1; cf. también
es propio de los hombres. Finalmen- demonstratio 2.1 y 2.2).
te, Porfirio consigna como cuarto ti-
propterea. Cf. proindeque.
po lo que para Aristóteles es el p. per
se (cf. Isag. 12, 12 y ss.). prorsus. Este adverbio significa, en
Los cuatro significados de Porfirio principio, directa, derecha o entera-
fueron asumidos casi sin modifica- mente. En contexto filosófico, se lo
ciones por la lógica escolástica, como ha empleado más bien con este últi-
se ve, por ej., en Pedro Hispano (cf. mo matiz. Por eso, da la idea de lo
Summ. Log. 2, 13). El tema adquirió completo o, mejor aún, lo adecua-
un particular desarrollo en Tomás de do y preciso. Así, por ej., p. de ratione
Aquino, ya que, sobre esta noción de alicuius esse indica la razón entera-
p., el Aquinate elabora una doctrina mente adecuada al ser de una cosa.
de la proprietas (véase).
proslogion. Significa, en general,
propter quid. A diferencia del quia “alocución”, esto es, discurso pronun-
(véase), este término, que se pue- ciado ante alguien o escrito para al-
de traducir por “a causa de”, indica guien. En esa medida, es antónimo
precisamente la causa de algo. Puede –por ende, complementario, en el
aparecer en contexto 1. metafísico; 2. sentido de completar su significado–
lógico. 1. En contexto metafísico, esa de monologion o soliloquium (véanse).
causa es primera, porque en tal mar- Pero la palabra que nos ocupa, en
co se consideran las cosas en sí mis- términos medievales, adquiere una
mas; pero, 2. en contexto lógico, es significación más precisa y célebre,
causa última, dado que se atiende al porque titula uno de los textos fun-
punto de vista del conocimiento hu- damentales de la Edad Media, aquel
mano: no se ha de olvidar que lo pri- en el que, bajo la pluma de Anselmo
mero en el orden del ser es lo último d’Aosta o de Canterbury, se inaugu-
en el orden del conocer y viceversa. ra el modus operandi intelectual de la
En el plano de las demostraciones, la Escolástica. En su Proemio, él mismo
que recibe el nombre de p.q. se basa tipifica la obra, por contraposición a
en la causa y procede partiendo de lo su Monologion. En efecto, al concluir
que es por sí mismo anterior o prime- la elaboración de este último, advirtió
ro hacia lo que es posterior. Por eso, que tenía por base el encadenamien-
se ha señalado que el metafísico, gra- to de muchos razonamientos. Se pro-
prosyllogismus 550
puso, entonces, encontrar “una so- sible”, en la que esta conclusión re-
la prueba que no necesitase para ser aparece en el segundo silogismo:
completa más que de sí misma y que “todo ser sensible es mortal”, “todo
demostrase que Dios existe verdade- hombre es ser sensible”, luego, “todo
ramente…” Así, el argumento único hombre es mortal”.
y autosuficiente, (mal)llamado des- Algunos autores consideran que en
pués “argumento ontológico”, consti- la construcción del p. se puede y aun
tuye la piedra basilar del P. Sea de es- se debe omitir o sobreentender la ma-
to lo que fuere, lo que importa para yor del segundo silogismo en pro de
confirmar la acepción señalada en el la rapidez y comodidad de las opera-
término que nos ocupa es lo que de- ciones mentales que implica.
clara el mismo Anselmo sobre ese tex-
protestativum. Se denominó así a un
to que ya había circulado informal-
signo que no sólo significa sino que
mente. Finalmente se decide a titu-
muestra o vuelve evidente algo; así,
larlo y firmarlo, a instancias de algu-
por ej., una pierna amputada en una
nos hermanos y de sus mismos supe-
persona es signum p. de su imposibili-
riores, junto con el anterior: “… in-
dad de caminar.
titulé –dice– a uno Monologium, es
decir, conversación conmigo mismo, prototypo. Es la principalis figura
y al otro P., es decir, alocución (illud (véanse typo y figuraliter).
quidem Monologion, id est soliloquium,
istud vero Proslogion, id est alloquium, prout. Es una conjunción, muy usa-
nominavi)” (Prosl. in princ. et in fine, da en los textos medievales, sobre to-
respectivamente). do, escolásticos, que se suele tradu-
cir por “en cuanto”, “en la medida
prosyllogismus. Se denomina así el que” o “según que”. Su significado es
razonamiento o la argumentación próximo al de ut y, más aún, al de ex
por la cual se demuestra alguna de ratione. Así, por ej., se dice que las
las proposiciones del silogismo prin- pasiones son del compuesto, porque
cipal. Más específicamente, algunos no se originan en la materia sino en
lógicos medievales señalan que dicha cuanto [prout] ella es actuada por la
argumentatio consta de dos silogis- forma; ni se originan en la forma sino
mos dispuestos de manera tal que la en razón [prout, ex ratione] de que és-
conclusión del primero es la mayor o ta está unida a la materia.
la menor del segundo. Por ej., “Todo
ser racional es capaz de reír”, “todo providentia. En líneas generales, es-
hombre es ser racional”, luego, “todo te concepto teológico está referido
hombre es capaz de reír”; primer silo- al gobierno del mundo y a la direc-
gismo cuya conclusión constituye la ción de la humanidad. Toda la Sa-
mayor del siguiente: “todo hombre es grada Escritura habla de ello. Aho-
capaz de reír”, “ningún asno es capaz ra bien, sobre este tema hay un equí-
de reír”, luego, “ningún asno es hom- voco que se debe despejar de inme-
bre”. Ejemplo del caso en que la con- diato: en realidad, lo que común-
clusión del primero es la menor del mente se denomina “providencia”
segundo es el siguiente: “todo animal en la Edad Media se llamó “guber-
es ser sensible”, “todo hombre es ani- natio” (véase); p. designa el plan di-
mal” luego, “todo hombre es ser sen- vino y eterno cuya ejecución histó-
551 proximum
mus. VI, 12, 38), pero de ellas se des- 8, n. 9). La visión escolástica se sepa-
taca la tercera o, si se prefiere, la rela- ra así tanto de la antigua interpreta-
ción entre ésta y la segunda. En efec- ción atomista del p. material, como
to, para Agustín, lo bello es lo orde- de lo que fue después la visión meta-
nado y armonioso, armonía que res- física de Leibniz. Sin embargo, algu-
plandece numéricamente, como nu- nos autores han hablado de los puncta
merositas (cf. De nat. boni 3). copulantia o continuantia que, siendo
De alguna manera, un eco de esta ellos mismos indivisibles, unen entre
tríada resuena en las concepciones tí- sí a las partes de un todo material, de
picamente escolásticas sobre lo que modo que constituyen el nexo natu-
es p. basadas sobre las consideracio- ral de las mismas cosas.
nes aristotélicas al respecto. Para To-
puritas essendi. Una indicación
más de Aquino, por ej., la belleza de
aparte requiere el sustantivo puritas,
las cosas obedece, en primer lugar, a
porque es algo más que el abstracto
la integridad o perfección; de hecho,
de purum (véase) cuando está acom-
sostiene el Aquinate, cuanto menos
pañado de essendi. En efecto, desde
éstas están presentes, tanto más feas
el punto de vista metafísico, la Edad
son las cosas. En segundo término,
Media ha hablado, en general, de la
cuenta la justa proporción o armo-
p. e. de Dios para subrayar, especial-
nía y, por último, la luminosidad, por
mente en el contexto del discurso so-
la que las cosas que resplandecen son
bre la analogia (véase), la absoluta di-
llamadas “bellas” (cf. S. Th. I, q. 39,
ferencia entre Él y las criaturas, es de-
a. 8 c). Para el desarrollo de cada una
cir, para aludir al status ontológico
de estas notas, véanse los artículos
propio de lo divino. Con todo, una
integritas, proportio 3. y claritas.
acepción particular asume la expre-
Respecto de lo bello artístico, cabe
sión p. e. en Eckhart, que la prefiere a
anotar que Tomás de Aquino recono-
esse a secas –utilizada por muchos au-
ce una cierta autonomía a la obra de
tores en sentido unívoco para aludir
arte al afirmar que no es loable para el
a Dios– por considerar dicho verbo
artista la intención moral con la que
ambiguo. La p. e. divina en Eckhart
la lleva a cabo sino sólo la calidad del
se debe interpretar como una pure-
trabajo en sí.
za que, si bien es, no existe según un
pulsus. Es todo movimiento violen- modo de ser determinado sino como
to. Sus especies son la impulsio y la un modo de entender, de intelligere,
expulsio (véanse). o sea, como principio-sustancia inde-
terminada que se refleja en sí misma
punctum. También respecto de es- y que es idéntica a sí. Así pues, lo que
te concepto, el pensamiento medie- el místico alemán pretende con la ex-
val sigue la doctrina aristotélica pa- presión p. e. es poner a Dios más allá
ra la que el p. es un valor matemá- de las categorías de esse, de essentia o
tico y físico, definido como la míni- aun de lo que resulte de una forma
ma cantidad matemática o física con- de identidad entre ambos, como en
cebible. Tomás de Aquino, por ej., lo el caso de Tomás (véase esse); más to-
define diciendo que es “omnino indi- davía, con la expresión p. e. Eckhart
visibile secundum quantitatem et ta- plantea en Dios la condición de posi-
men habet positionem” (In Met. V, l. bilidad de dichas categorías.
purum 556
purum. Varios son los planos en que puta. Se puede traducir por la expre-
aparece esta voz en los textos medie- sión “por ejemplo”. Proviene del ver-
vales. En 1. el retórico, alude a la pu- bo putare que tiene dos variantes se-
reza lingüística de un vocablo, grie- mánticas: según una de ellas, signifi-
go pero especialmente latino, no con- ca “podar”, de donde amputare, “po-
taminado por influencias bárbaras. dar alrededor”; según la otra, frecuen-
2. En el orden lógico, se suele lla- te en los textos filosóficos medieva-
mar “pura” la proposición opuesta a les, quiere decir “calcular” –de don-
la modal (véase propositio 1), como de computo– “juzgar”, “creer” y, so-
“Homo animal rationale est”. 3. No es bre todo, “considerar”. Con este últi-
infrecuente, sobre todo entre autores mo sentido suele aparecer en su pre-
de tradición nominalista, que este vo- sente de imperativo. De esta manera,
cablo aparezca no con un matiz ético p. significa literalmente “considera (el
o espiritual sino para indicar el carác- caso de)”.
ter de “mero”. Así, los teólogos tardo- La forma subsiste en el italiano ac-
medievales suelen referirse a la con- tual en el que, a veces, se añade “ca-
dición de homo purus, es decir, de ser so” o “il caso”, pero con un matiz al-
puramente humano, propia de la Vir- go diferente del que implica la expre-
gen María, por contraposición al ca- sión latina que nos ocupa, ya que lo
rácter de deus homo de Cristo (cf., por que se insta a considerar en el italia-
ej., Gabriel Biel, S. III, 25 a; Lect. 32 no “puta il caso” es una eventualidad
b). También se utiliza 4. en su forma más que un ejemplo. Guillermo de
adverbial, como en la expresión pure Ockham en su Summa Log. 51, escri-
credibilia (véase), referida a aque- be: “et propterea tales termini ‘caput’,
llos artículos de fe que ni siquiera los ‘ala’, ‘manus’ et huiusmodi non sunt ad
bienaventurados pueden compren- aliquid; quocumque enim horum viso
der, entre ellos, el misterio de la Tri- potest sciri quia tale sit, puta ‘caput’,
nidad. De este modo, el adverbio su- ‘ala’, ‘manus’ quamvis ignoretur cuius
braya sólo aceptable por fe y, por en- sit”. Es, pues, equivalente a verbi
de, el carácter máximamente inacce- gratia.
sible para la razón o aun para el inte-
lecto de tales misterios.
557
Q
qua. Cf. quatenus. tronomia. Más acá de esta fundamen-
tación, la mencionada agrupación en
quadrivium. Bajo este nombre la las cuatro artes había quedado consa-
Edad Media conoció un grupo de grada en la obra de Marciano Capella
cuatro disciplinas que junto con el De nuptiis Philologiae et Mercerii et de
trivium (véase) componía las siete septem artibus liberalibus libri novem,
artes liberales (véase ars). Las disci- donde las artes del q. están tratadas
plinas que componen el quadrivium en los libros seis a nueve.
son: la arithmetica, la geometria, la as- A medida que avanza la Edad Me-
trologia y la musica, a cuyos respecti- dia, la dificultad de introducir cohe-
vos artículos se remite. Constituían, rentemente en este esquema los nue-
por así decir, la base de la forma- vos descubrimientos, puso en crisis la
ción que hoy llamaríamos científica mencionada división y se proponen
del hombre medieval. Pero lo funda- otras, como hace Hugo de San Víc-
mental en este concepto es el hecho tor en su Didascalion, puesto que tal
de que, a diferencia de lo que acon- esquema ya no era adecuado al desa-
tece con el trivium (véase), el conjun- rrollo de los conocimientos.
to de disciplinas que abarca el q. con-
ciernen a lo real; más aún, al orden quaestio. En sentido no técnico, es
en que la realidad está dispuesta por el sustantivo del verbo quaerere, cuyo
Dios. En tal sentido, es decisivo pa- sentido es el de buscar, intentar obte-
ra la concepción medieval al respec- ner, de donde el frecuentativo quaeso,
to el antecedente de la obra boeciana. “pedir con insistencia”. Cuando esa
En efecto, para Boecio, la veracidad búsqueda es conceptual, quaerere sig-
de lo real radica en el intelecto divi- nifica preguntar y cuestionarse, por lo
no, dado que éste contiene todas las que el término que nos ocupa se tra-
formas con arreglo a las cuales se or- duce por “cuestión”.
ganiza el mundo. La mente humana Filosóficamente hablando, en la
se representa el orden de estas formas Edad Media, una cuestión es una pro-
puras como simples entidades cuanti- posición presentada de tal modo que
tativas: las cantidades discretas o mul- se pueda demostrar en un sentido o
titudines y las continuas o magnitu- en otro. En ella están implícitos, pues,
des. Ambos tipos a su vez son perci- distintos modos posibles de resolver-
bidos por la mente humana según la la. Difiere del problema en cuanto que
perspectivas desde la que se los con- éste implica un argumento en torno
sidere. Las multitudines consideradas del cual se puede desarrollar un largo
per se dan lugar a la arithmetica; con- y complejo tratamiento, con la posi-
sideradas ad aliquid, a la musica. Las bilidad de no arribar a una solución.
magnitudes consideradas en su inmo- Por consiguiente, la naturaleza de la
vilidad dan lugar a la geometria; si se q. es más restringida que la del pro-
las enfoca desde su movilidad, a la as- blema.
quale 558
fección del sujeto, es decir, de su mo- cual entre éstos y los terrestres se da-
do de poseer (cf. S. Th. I, q. 10, a. 4 ad ba una diversidad de esencia, tradu-
3; q. 79, a. 8 c; I-II, q. 11, a. 4 ad 2). cida en la diferencia de sus respecti-
vos movimientos naturales. El segun-
quiescere. Verbo que indica el per- do significado del término, más fre-
manecer en el mismo estado, sin ad- cuente en la Edad Media, concierne a
quirir ni perder nada. Sólo cuando se la alquimia y alude al 2. extracto cor-
trata del movimiento local, significa póreo de una cosa, obtenido por me-
encontrarse en un lugar y no abando- dio de una suerte de análisis químico.
narlo, como señala, por ej., Guiller- Mediante éste, se separa el elemento
mo de Ockham en Quodl. IV, 15. dominante de los demás, que están
quietans. Es una palabra muy fre- mezclados en dicha cosa. Tal concep-
cuente en Buenaventura, en cuyas ción pasa al Renacimiento y así, Para-
obras designa el término del cono- celso, por ej., considera que en la q. e.
cimiento sapiencial. Éste pone al in- subyacen los arcani, es decir, las fuer-
telecto en contacto con las rationes zas operantes de un mineral, una pie-
aeternae en la contuitio (véase). Así, dra preciosa, una planta, etc., de las
cada una de estas rationes constituye que se sirve la medicina para llevar a
el fin q., porque su plenitud calma la cabo las curaciones (cf. De mysteriis
sed intelectual del hombre. naturalibus I, 4). De esto deriva un
tercer sentido analógico de la expre-
quinque voces. Se ha llamado así a sión, el cual, desde la Edad Media lle-
los predicables, puesto que son cin- ga a la Modernidad a través del Rena-
co (véase praedicabilia). Sin embar- cimiento, y mienta el 3. principio ac-
go, no es excepcional el uso de la ex- tivo de una cosa o su parte más pura.
presión quinque res para referirse a la
caracterización de los mismos según quoad intentionem legislatoris-
Porfirio. La razón consiste en que, en quoad substantiam actus. Cf. ex na-
lo que toca al problema de los uni- tura rei debita.
versales, desde una perspectiva plató- quoad nos-quoad se. Cf. nota.
nica o neoplatónica, géneros y espe-
cies son reales en la medida en que quod. Cuando es 1. adverbio, pue-
las voces que los nombran aluden a de 1.1. tener matiz causal y, en con-
ideas o arquetipos efectivamente sub- secuencia, se traduce con expresiones
sistentes. En cambio, desde la pers- como “por lo cual”; 1.2. al comien-
pectiva nominalista, género, especie, zo de una proposición en contexto,
diferencia específica, accidente, pro- acota el alcance del discurso y, en es-
pio, no son reales sino predicables de te caso, se lo suele traducir “en cuan-
lo real; son, precisamente, voces. to a esto”. Cuando es 2. conjunción,
2.1. introduce una causal, como en
quinta essentia. En la Antigüedad
idcirco quod, “precisamente porque”
designaba 1. la sustancia que seguía
o “por lo mismo que”; 2.2. al princi-
inmediatamente a los cuatro elemen-
pio de oración, significa “el hecho de
tos terrestres: agua, aire, tierra y fue-
que”; 2.3. como apositivo, especial-
go. En este sentido, la q. e. es el éter,
mente, después de un sustantivo, se
mejor aún, una suerte de aire lumino-
traduce por “a saber” o por dos pun-
so. Se consideraba que la q. e. consti-
tos, ya que tiene carácter explicativo;
tuía los cuerpos celestes, razón por la
quod quid erat esse 566
R
radicale. Esse r. señala, escolástica- ej., la utiliza para referirse a los cuatro
mente, el principio que exige una co- elementos originarios.
sa –llamada radicatum– a otra de la En términos escolásticos, este con-
que ontológicamente procede como cepto no tiene necesariamente una
de su raíz o radix. Por ej., respecto del connotación de materialidad: indi-
hombre, se dice que la capacidad de ca la realidad primera y profunda, la
reír radica o está radicada en su racio- sustancia o la causa en la que otra rea-
nalidad; recíprocamente, ésta es el esse lidad está precisamente “radicada”.
r. de tal capacidad. Se emplea también Así, todo efecto es o existe radicaliter
la forma adverbial; en tal caso, para en su causa, y es o existe formaliter si
retomar el ejemplo mencionado, se se lo considera en sí mismo.
diría que la capacidad humana de reír
procede radicaliter de la racionalidad. raptus. Término de la mística medie-
val, el rapto alude al más alto grado
radicaliter. Cf. radix. en la vía de ascenso a Dios y corres-
ponde a la última etapa en el itinera-
radius. Término particularmente im-
rio del viator (véase). Por el estado de
portante en algunos autores místicos
r. se goza de la visión beatífica a mo-
o de tendencia mística. Así, por ej.,
do de anticipo. Se trata, pues, de un
Buenaventura llama “rayo” a todo co-
estado extraordinario del que la tradi-
nocimiento verdadero, más específi-
ción afirma han gozado Moisés y San
camente, a la ilustración que le llega
Pablo. En el r., el alma, momentánea-
al alma del objeto contemplado; de
mente separada del cuerpo, es eleva-
ahí que sea común en él la expresión
da hasta la sede de los bienaventura-
r. veritatis que deriva en la irradiatio
dos, donde contempla a Dios y desde
intelligentiae. En tal sentido, se refie-
donde regresa al mundo sin poder ex-
re a tres direcciones del rayo de la ver-
presar lo que ha visto. Difiere del éx-
dad, que iluminan los campos hoy
tasis en que durante él no se suspen-
correspondientes a la metafísica, la
den los actos naturales humanos. En-
lógica y la ética (cf. Coll. in Hexaem.
tre los autores medievales, la palabra
IV, 17-18). Por su parte, Juan de San
que nos ocupa es particularmente fre-
Geminiano anota que al triple rayo
cuente en Buenaventura (cf., por ej.,
corresponde un triple amor: divinus,
Coll. in Hexaem. III, 30).
utilis, socialis (cf. Summa de exemplis
I, 4). Véase lux, in fine. rarefactio. Movimiento que confie-
re a un cuerpo el acrecentamiento de
radix. En la Antigüedad, se usaba en
su volumen. Sin embargo, los esco-
contexto filosófico esta palabra pa-
lásticos insisten en que no supone la
ra señalar justamente la raíz, o sea, el
producción de una realidad nueva ni
principio, la causa material de la que
tampoco la adquisición de más ma-
derivan las cosas. Empédocles, por
raritas 568
Tomás de Aquino recuerda que no to- a natura del agua, en cuanto que, en
do lo obtenido de otro es recibido. Es la medida en que se mezcla en un
fundamental para el sentido de es- mixto, pierde alguna o algunas de sus
ta palabra la nota de que el objeto de cualidades naturales.
la r. procede de algo en cierto modo
recipere. Indica el recibir un subiectum
distinto o diferenciable de su sujeto.
(véase) una forma determinada y, por
Desde el punto de vista filosófico, el
ende, el llegar a ser esto o aquello; de
concepto que nos ocupa suele apare-
ahí que no sea parangonable al he-
cer en el contexto de la metafísica de
cho de recibir una cosa en otra. Así,
la creación En tal contexto, da lugar
por ej., una figura es un triángulo no
a sentencias como “quidquid recipitur
porque reciba algo, sino porque sus
ad modum recipientis recipitur”, que
partes se disponen de cierta manera,
señala que aquello en lo que algo se
ejemplo que propone Ockham co-
recibe, una forma, por ej., no puede
mentando a Averroes (cf. Exp. Aurea
exceder cualitativamente las determi-
204; cf., también, receptio).
naciones de lo recipiente. Corolario
de esto es que aquello que una na- reciprocae. Con este adjetivo se cali-
turaleza inferior recibe de una supe- fican, en lógica, dos nociones cuando
rior lo tiene según un modo inferior, una siempre se puede convertir en la
por ej., el calor no se encuentra en el otra, como educabilis y rationalis. Así
agua con la misma virtud y perfec- pues, las notiones r. no son meramen-
ción que en el fuego. El mismo Aqui- te relativae (véase relativa), porque no
nate recuerda que la recepción de una es suficiente que se dé entre las pri-
forma inteligible en el entendimien- meras un orden intercambiable y ne-
to no es la misma clase de recepción cesario –como entre “padre” e “hi-
de la materia: ésta recibe la forma pa- jo”–, sino que se requiere que ambas
ra ser constituida por ella en un ser de nociones r. se encuentren en la mis-
determinada especie, por ej., en una ma condición respecto de alguna no-
piedra. En cambio, el intelecto reci- ta que ambas contienen idénticamen-
be la forma según la razón misma de te. En efecto, es este último elemento
ésta, por ej., la lapiditas. Así pues, la lo que hace legítimo el pasaje de una
r. es siempre una passio, pero no des- a otra. Así, en el ej. citado, “educable”
tructiva sino perfectiva (cf. S. Th. I, q. y “racional” son nociones r., porque
27, a. 2 ad 3; III, q. 1, a. 2 ad 2; I, q. cada una de ellas contiene de la mis-
50, a. 2 c). Entre los nominalistas, la ma manera y en la misma medida el
acepción de esta palabra y del verbo concepto de humanidad.
correspondiente cobra un matiz dife-
rente (véase recipere). reciprocatio. Denomínase así a un
tipo de relación particular entre dos
recessus. En general, este vocablo, términos dados, A y B, en la que el
poco usado en la literatura escolásti- sentido de A respecto de B subsiste
ca, significa separatio a natura. Equi- al mismo tiempo junto con el senti-
vale, pues, a la amissio, es decir, a una do de B respecto de A. Tal relación
pérdida que se puede referir a la de la se puede dar entre entes reales y en-
forma substancial o a un grado de al- tre acciones. Pero el uso más restrin-
go en el sujeto del r. En este último gido del vocablo pertenece al ámbi-
sentido se habla, por ej., del recedere to lógico y designa una relación en-
recognosco 574
más, muy propia de la literatura ascé- mente en esa línea o serie, de tal mo-
tica posterior. do que un efecto dependa de una se-
rie de causas, a su vez causadas, sin
regnum. Con el significado gene- que haya una primera incausada? Para
ral de “reino”, este sustantivo asume resolver la cuestión hay que distinguir
en la Edad Media la acepción esen- entre causas ordenadas per accidens y
cial de una sociedad constituida po- causas ordenadas per se. Se tiene una
líticamente en un estado. El sentido serie de causas ordenadas per accidens
originario de este vocablo es, pues, cuando una no depende de la otra en
1. político. En este plano, puede alu- el ejercicio de su causalidad, sino que
dir 1.1. al conjunto de sus miembros; hay entre ellas una simple sucesión,
1.2. menos frecuentemente, al espa- como la que se da entre los diversos
cio geográfico habitado por ellos; 1.3. pinceles que utiliza un pintor en su
a la autoridad ejercida por su gober- cuadro, a medida que los primeros se
nante; y, sobre todo, 1.4. al estado vayan desechando. En cambio, en el
mismo que conforma. En cualquie- segundo caso, una causa depende de
ra de estos sentidos, siempre hace re- las otras precisamente en cuanto cau-
ferencia al poder de quien lo rige y a sa, es decir, cada una de ellas puede
su modo de gobierno. Por eso, se pro- producir un efecto si, y sólo si, reci-
yectó el empleo de r. al plano 2. reli- be la influencia de la causa preceden-
gioso y se habló del r. Dei. Más aún, te. Por eso, dicha influencia se extien-
sobre bases agustinianas, se usó la pa- de a través de las causas intermedias,
labra, en este último nivel, con todos hasta el último efecto.
los matices señalados. Así, la expre- Así sucede entre la voluntad de un
sión r. Dei se refiere 2.1. al conjunto caminante, su mano, su bastón y el
de los fieles, tanto durante el tránsito efecto último: el cambio de lugar de
terreno, en el que equivale a la Iglesia, una piedra. Es el ejemplo que propo-
como en la vida eterna (cf., por ej. De ne Tomás de Aquino (cf. De ver. q. 2,
civ. Dei XX, 9; In Io. Ev. 25, 2); 2.2. a. 10). Ahora bien, cuando se trata
a la habitación del reino de Dios en de este último caso, o sea, de causas
el interior de cada fiel (cf. Sermo 109, ordinatae per se, es imposible proce-
1), cosa en la que insistirá Tomás de der indefinidamente sin llegar a una
Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 108, a. 1, primera causa incausada, si se quiere
ad 1); 2.3. a la construcción, en es- explicar el efecto último de la serie.
ta vida, del r. Dei que Cristo, como su En una serie tal, cada causa ejerce su
príncipe, entregará al Padre (cf. In Io. causalidad en virtud de la preceden-
Ev. 68, 2); 2.4. a su identificación con te, pero si esto ocurriera en todas no
el reino de los cielos (cf. De an. et eius habría razón suficiente de su causali-
or. III, 11, 16). dad, con lo que ninguna podría ejer-
regressus. En Lógica, se entiende por cerla de hecho, y el efecto no tendría
esta palabra un proceso (véase proces- lugar. Toda vez que se da el efecto, es
sus 1) por el cual se va de las conse- necesario admitir, pues, que la serie
cuencias a los principios o premi- de causas subordinadas comienza en
sas, pero, sobre todo, de los efectos una que no está a su vez subordina-
a las causas. En el caso de un r. ad da a ninguna otra. En el caso contra-
infinitum, surge el siguiente proble- rio, esto es, si se aceptara un regreso
ma: ¿es posible proceder indefinida- al infinito, no sólo quedaría el efec-
581 regula
a cabo. (cf. Ars brevis, IV; Ars generalis bras como “doble”, “mitad”, etc.; la
ultima, IV). potencial, que consiste en una poten-
cia activa o pasiva, como causa y cau-
regulans. Voz muy empleada por sado; y la real, que tiene su término
Buenaventura para indicar la condi- en un ente precisamente real, como la
ción que poseen las rationes aeternae medida respecto de lo mensurado o el
(véase) de regir el conocimiento hu- conocer respecto de lo conocido (cf.
mano en cuanto principios de estabi- Met. V, 15, 1020 b 25). Estas tres cla-
lidad y certeza del mismo. ses de relationes fueron llamadas ra-
relatio. Como mera aclaración no- tionalis, potentialis y realis respectiva-
minal del término, se puede decir mente. La Escolástica cristiana se in-
que “relación” indica el modo de ser teresa en el tema por motivos teológi-
o de comportarse de los entes entre cos, puesto que debía utilizar el con-
sí. Pero la complejidad de este con- cepto de r. para formular el dogma
cepto hace imposible definirlo en ge- trinitario; en este ámbito, admitió la
neral, o sea, fuera de las interpretacio- realidad de las relaciones. Así, Tomás
nes específicas que los autores medie- de Aquino, por ej., combate a quie-
vales de distintas épocas y corrientes nes afirman que la r. es sólo un en-
le han conferido. Al mismo tiempo, te de razón y no de naturaleza; decla-
dicha complejidad obliga a esquema- ra falsa esta tesis porque las cosas mis-
tizar las interpretaciones menciona- mas guardan, una respecto de la otra,
das, así como las distinciones y clasi- un orden o una disposición natural
ficaciones que se establecieron a pro- (cf. S. Th. I, q. 13, a. 7). Tomás acepta
pósito de esta noción. Tal compleji- las distinciones aristotélicas, pero en
dad reproduce, en parte, la más gene- el tratamiento de esta noción privile-
ral concerniente al problema del sta- gia el tercer tipo de r., por las razones
tus de las categorías, ya que la rela- señaladas. Por su parte, Duns Escoto
ción forma parte de ellas (véase prae- subraya el carácter de respectus o dis-
dicamentum). Así, el 1. principal pro- positio que tiene la relación. Uno de
blema filosófico que concierne a la r. sus argumentos es que, si no se admi-
es si ella constituye una entidad real te tal dispositio como algo real, no se
o una mera categoría lógica. En lí- puede dar cuenta de la composición
neas muy generales, se puede clasifi- de los entes. En efecto, si la unión
car las respuestas que ha recibido esa de a y b se reduce a los mismos a y
pregunta en la Antigüedad y la Edad b absolutos, el compuesto que ambos
Media de la siguiente manera: 1.1. la constituyen no difiere en nada de a y
que admite tanto la objetividad como b separados y, por consiguiente, no se
la realidad de las relaciones; 1.2. la trataría de un compuesto (cf. Op. ox.
que niega ambas; 1.3. la que sostiene II, d. 1, q. 4, n. 5).
su objetividad, pero no su realidad. 1.2. La segunda doctrina funda-
1.1. Aunque se trata de interpreta- mental de la r., que niega su objetivi-
ciones muy discutidas, se podría de- dad así como su realidad, fue antici-
cir, en general, que Aristóteles ten- pada en la Edad Media por Avicena,
dió a suscribir la primera posición. para quien la relación es sólo un acci-
Sea de ello lo que fuere, el Estagirita dente que no se puede entender nunca
distinguió tres especies de relaciones: por sí sino como algo respecto de algo
las cuantitativas expresadas por pala- (cf. Met. III, 10). Cabe añadir que, en
583 relatio
por mensurable las potencias y los há- Algunos autores, como Plauto, aso-
bitos; y por medida, los objetos de di- cian el término no sólo con el de “di-
chas potencias y hábitos. ligencia” sino también con el de “es-
crúpulo”. Otros, con Lactancio y Ter-
relative. En metafísica, r., precisa- tuliano, atribuyen su origen al ver-
mente en cuanto adverbio opuesto a bo ligare, “vincular” (cf. Div. inst. IV,
“absolutamente”, puede significar: ac- 28). En este sentido, la r. sería lo que
comodative, comparative, connotative, enlaza al hombre con la divinidad.
dependenter, hic et nunc, hypothetice Sin refutar explícitamente la opinión
(véase absolute). ciceroniana, Agustín, en el De civ.
relativum. En general, “relativo” Dei X, 3, adhiere a la de Lactancio,
mienta lo que se refiere a otra co- razón por la cual dicha etimología
sa implicada en su definición (véa- –aunque está lejos de haber sido pro-
se relatio). Justamente porque alu- bada– pasó a la tradición cristiana co-
de a la relación, que puede ser con- mo la más repetida. Esto se compren-
cebida tanto realmente como a la ma- de porque lo que caracteriza la acti-
nera de un ente de razón, este adje- tud cristiana de la propia de los cultos
tivo se ha empleado, sobre todo, en paganos, en los que prevalece lo sub-
los ámbitos metafísico y lógico. 1. En jetivo, es la dependencia del fiel res-
términos metafísicos, ens relativum pecto de Dios.
es aquel que, en cuanto tal cosa, no En cuanto a su significado general,
se puede concebir independiente- este concepto se refiere a la consciente
mente de otro, como un amo, un relación de dependencia del hombre
siervo, un hermano, etc., por oposi- respecto de uno o varios seres supe-
ción al ens absolutum, uno de cuyos riores, a los que presta un cierto cul-
ejemplos es “hombre”. Se denominan to. Dicha relación de dependencia se
también ens ad aliud y ens ad se, res- fundamenta en la fe (véase fides), que
pectivamente. implica un consentimiento o adhe-
2. En lógica, se llama “relativa” una sión prestada a los designios divinos.
proposición que expresa una propor- Cuando tales designios se expresan
ción o comparación, como “La virtud en textos sagrados, se tiene una reli-
es tanto más preciada cuanto más ar- gión “positiva” o “del libro”, como en
dua es su adquisición”. La verdad de el caso del Judaísmo, el Cristianismo
estas proposiciones está condicionada y el Islamismo.
a la consistencia de la relación que li- En la Edad Media, y con la apari-
ga sus dos elementos. ción de la fe cristiana, uno de los pro-
blemas más tratados en torno de la r.
relatum. Indica uno de los elemen- fue el de determinar los motivos de
tos o instancias vinculadas en una re- credibilidad de su enseñanza reve-
lación (véase relatio), de cualquier ti- lada, lo que llevó a la confrontación
po que ella sea. con otras religiones. Así, para Justi-
religio. Este vocablo es de etimología no, por ej., las analogías entre el Cris-
incierta y muy discutida: algunos, si- tianismo y las demás religiones se ex-
guiendo a Cicerón, hacen derivar el plican por una participación de todos
término de relegere, que significa “re- los hombres en el Verbo, de tal mo-
unir” (cf. De nat. deorum II, 2, 28). do que aquellos que vivieron según
585 remissio
por él dictados. Tal es el caso de las aquello con lo cual se conoce algo; 2.
R. parisiensia de Duns Escoto que re- la r. es un conocimiento mediante el
sume sus lecciones en la Universidad cual se adquiere otro; 3. la r. es tam-
de París. bién la causa del conocimiento, como
lo es el objeto (cf. Quodl. IV, q. 3).
repraesentatio. Indica, muy en ge- En la Modernidad este término fue
neral, la reproducción de una cosa, retomado por Descartes, en su no-
que guarda similitud con ella. Entre ción de la idea como cuadro o ima-
los escolásticos, el uso de este térmi- gen de la cosa (cf. Med. III).
no –que es de origen medieval– se
circunscribió, fundamentalmente, 1. repraesentativum. Es lo que, siendo
al campo gnoseológico. Así, significa conocido, puede evocar, como causa
“imagen” o “idea”, en cuanto que, se- parcial, el recuerdo de una cosa, por
gún el concepto escolástico de cono- ej., la imagen o el vestigio. Por esto,
cimiento, éste implica esencialmen- los autores nominalistas han tratado
te una similitud con la cosa conoci- este concepto en el campo gnoseoló-
da. De hecho, la teoría tomista de la gico (cf., por ej., Ockham, In I Sent.
r. la concibe como una similitudo del d. 3, q. 9).
objeto, dada, en primer lugar, por la
reprobatio. Concepto pertenecien-
species intelligibilis; y, en segundo tér-
te al campo teológico. Se suele tradu-
mino, por la species expressa (véase
cir por “condenación” y está referido
species). Pero la r. propiamente di-
al castigo eterno, es decir a la ausencia
cha está conformada, en realidad,
definitiva de Dios en la vida trascen-
por esta última. No obstante, una y
dente. Especialmente, los teólogos de
otra son representaciones, en la me-
la última Edad Media subrayaron el
dida en que ambas constituyen la si-
hecho de que la r. no es un acto que
militudo rei intellectae. Cabe subrayar,
se sobrañada a la esencia divina, sino
que la r. no es la cosa que el intelec-
que es Dios mismo que asigna a una
to aprehende, sino el medio del que
criatura tal castigo.
se vale para entender los entes reales,
ya sea los presentes ya los ausentes (cf. republica. Esta voz aparece con ma-
C.G. I, 53). yor frecuencia en las épocas que in-
Con todo, otro empleo del térmi- mediatamente anteceden y suceden a
no aparece 2. en el campo teológico, la medieval propiamente dicha. Ello
particularmente, en la Patrística grie- se explica por la impronta ciceronia-
ga, en la evolución que culmina con na en esta noción y por el hecho de
el dogma cristiano de la transubstan- que algunos aspectos del pensamien-
ciación. En efecto, los Padres griegos to de Cicerón fueron particularmen-
han hablado de la r. del cuerpo y san- te frecuentados durante el período
gre de Cristo en el pan y el vino, a los patrístico y retomados en el Huma-
que llamaron “antitypa” de aquéllos. nismo. De hecho, se ha de recordar
La corriente nominalista tendió a que, precisamente en su De republica,
enfatizar el significado de este térmi- el Arpinate la caracteriza como cosa
no como signo y nota simbólica del del pueblo, la empresa del pueblo, es
objeto real conocido. Ockham, por decir, de una asociación de personas
ej., distinguía en este concepto tres unidas por intereses comunes y por el
acepciones fundamentales: 1. la r. es consenso en un derecho también co-
repugnantia 588
dio Romano; la otra es la de Avem- sico. En él, esta voz asume un sig-
pace, adoptada por Tomás de Aqui- nificado especial en Escoto Erígena,
no, junto con algunos autores de la para quien señala la procedencia de
escuela franciscana. Según la prime- los seres particulares de Dios. En es-
ra, que subraya el carácter temporal te sentido, la r. se opone a la reversio
de la r., ésta es la acción que el móvil (véase).
encuentra en el medio que atraviesa
respectus. Señala siempre una rela-
o que opone a la fuerza que lo mue-
ción y, en algunos contextos, es equi-
ve. De acuerdo con la segunda, la r. se
valente a relatio (véase); de hecho,
explica por una falta de potencia en
Guillermo de Ockham, por ej., sue-
el agente que produce el movimien-
le denominar así la categoría de rela-
to de alteración. La posición de Oc-
ción. Se distingue en: 1. r. ab que in-
kham sintetiza las dos anteriores (cf.
dica la relación de una cosa con un
In Phys. 86-90) y, a través de Brad-
principio del que proviene, como la
wardine y Buridan, abrirá el camino a
de la creatura con su Creador; 2. r. in
nociones de la dinámica moderna.
es la relación de algo con un subiectum
resolutio. Noción que, 1. en lógica se en el que existe, como la de la cuali-
denomina r. secundum rationem e in- dad con la sustancia; 3. r. ad señala
dica la descomposición de un todo la relación de algo con un término al
en sus elementos, por lo que muchas que ese algo está ordenado, como la
veces equivale a “análisis”. Su opues- acción al efecto; 4. r. ex alude a la re-
to es la idea de composición (véase lación de una cosa con un sustrato a
compositio 1.). Lo fundamental en este partir del cual ésta es producida, co-
vocablo, como término técnico de la mo el mármol y la estatua.
Escolástica, es la discursividad; mejor
respondens. En las disputas escolás-
aún, la razón discursiva. Ahora bien,
ticas, especialmente las quodlibetales,
ésta puede proceder de varias formas
se designaba con este nombre a quien
o en varios sentidos. Así, es r. 1.1. el
debía sostener una proposición, esto
proceder de lo complejo a sus elemen-
es, al defensor de la tesis. Véase tam-
tos, esto es, una forma de la divisio
bién determinatio 3.
(véase); 1.2. el movimiento opues-
to en el razonamiento, es decir, el ir responsio. En los textos escolásticos,
desde los efectos a las causas, o des- se denomina así la exposición de ar-
de la conclusión a las premisas; 1.3. gumentos que hace el defensor de
en el orden práctico, indica el movi- una determinada tesis, con los cua-
miento por el que se va a una acción les precisamente responde a los pro-
a partir del fin que la inspira o al cual blemas, dificultades y eventuales ob-
ella se ordena. Escolásticos como To- jeciones que ella puede presentar.
más de Aquino han privilegiado el se-
gundo sentido del término, por ej., en restituo. Cf. repono.
Super Boetium De Trin. VI, 1, donde restrictio. Llámese “restricción” a una
el Aquinate describe un movimiento propiedad lógica que limita el va-
hacia lo alto, vale decir, hacia lo que es lor de suplencia (véase suppositio) de
en sí mismo más simple. un término. Obviamente, es la pro-
En cambio, 2. la r. secundum rem piedad opuesta a la ampliatio (véa-
se da en el plano teológico-metafí- se). Tómese como ejemplo el térmi-
resumptio 590
Ejemplo de ello, además del de Beda ras para disipar la ignorancia o la du-
el Venerable, es el de las Retractationes da humanas: la doctrina transmitida
de Agustín, cuyo prólogo el Hipo- exteriormente y confirmada con mi-
nense abre con la intención declarada lagros [la Escritura], y la iluminación
de revisar la totalidad de su obra: “ut interior (véase illuminatio)” (De Sa-
opuscula mea sive in libris sive in epis- cramentis I, 3, 3).
tolis sive in tractatibus cum quadam Por su parte, Tomás de Aquino, al
iudiciaria severitate recenseam...”. aludir a la paulatina y creciente r. –en
la acepción 2– que Dios hace a los
revelatio. Así como su equivalente hombres sobre su plan salvífico, dice
griego “apocalipsis”, r. etimológica- que a los apóstoles les fueron revela-
mente significa el corrimiento de un das ciertas particularidades de él que
velo, material o espiritual, lo que da los profetas desconocieron (cf. S. Th.
lugar a la visión o a la inteligencia de I, q. 57, a. 5, ad 3). Véase también
algo. Indica, pues, la manifestación de mysterium.
una verdad que permanecía oculta o,
al menos, oscura. Los autores medie- reversio. En líneas muy generales, el
vales han atribuido a Dios la r. Ahora uso medieval de este vocablo refiere a
bien, ésta puede ser 1. natural o 2. so- todo proceso que, llegado a un cier-
brenatural. 1. la r. natural se inscribe to término, asume una dirección in-
en el orden de lo creado, puesto que versa a la que la condujo hasta él. Un
señala el don que Dios hizo al hom- sentido preciso toma esta palabra en
bre de facultades cognoscitivas por las Escoto Erígena, pues en este autor
cuales el ser humano puede pasar por indica el retorno de los seres a Dios
demostración o por mera reflexión –de quien proceden– para reingresar
del conocimiento de lo visible al de en Él y perderse en la universal esen-
lo invisible y así, por ej., compren- cia divina (cf. De div. nat. PL CXXII,
der la grandeza divina, en la medida 633, 644, 866).
en que eso le es posible a un intelec-
revideo. Al igual que reviso, indica
to finito. (cf. Rom. 1, 20). Sin embar-
que se examina atentamente una obra
go, se ha considerado que, según es-
con el objeto de corregirla antes de
ta acepción, sólo se puede hablar de r.
entregarla al copista para su edición.
por analogía. 2. En efecto, en su sen-
La revisión puede consistir en con-
tido estricto, la r. es la sobrenatural,
trolar la ortografía (cf. Salutati, Ep.
es decir, la hecha por Dios, que está
IV) o en controlar la copia tenien-
por fuera del orden de la naturaleza.
do a la vista el ejemplar (cf. Petrar-
San Pablo, por ej., subraya la revela-
ca, Fam. 22, 2, 8). Entre los huma-
ción que Dios hace de las cosas ocul-
nistas aparece frecuentemente acom-
tas a través de su Espíritu (cf., por ej.,
pañado de corrigo y aun repurgo. Gua-
I Cor. 2, 9-10). Hugo de San Víctor
rino, en cambio, prefiere recurro (cf.
sintetiza esto diciendo. “Hay dos mo-
Ep. 880, 4).
dos y dos vías mediante las que Dios,
que permanece primeramente escon- rex. Designa la cabeza política de un
dido en el corazón del hombre, pue- regnum, por debajo del emperador
de ser conocido: la razón humana y la y por encima del populus con el que
revelación divina […] La revelación mantiene un pactum (véase). Su po-
de Dios obra también de dos mane- der es, pues, el más elevado de todos
593 risus
S
S. Convencionalmente, con esta letra señala un aspecto operativo, ejecuti-
se señala la reducción de un silogismo vo, en el sacrificio en cuanto instan-
imperfecto a uno perfecto, es decir, a cia en la relación entre el hombre y
un modo directo de la primera figura la divinidad. Por otra parte, el sacri-
(véase syllogismus 1), donde lo que es ficio implica también la mediación,
sujeto en la primera premisa es predi- justamente con su hacer ritual, del
cado en la segunda. Para ello, se recurre sacerdos, es decir, del sacerdote, que es
a la conversio simplex (véase conversio su agente, aquel que con-sagra, el que
5) de la proposición simbolizada por hace que algo sea sagrado.
la vocal que inmediatamente prece- En la literatura patrística se enfatiza
de a la letra s contenida en la palabra el hecho de que los aspectos externos
que indica el tipo de silogismo a con- y rituales se unen a la plegaria y, so-
vertir. Tomemos, por ej., un silogis- bre todo, se cargan de carácter simbó-
mo cesare (véase) que pertenece a la lico, como anota Agustín de Hipona
segunda figura, como “ninguna pie- en De Mag. I, 2 y, especialmente, en
dra es animal”, “todo hombre es ani- la Ep. 102, 17. Para el Hiponense, en
mal”, “luego, ningún hombre es pie- quien esta palabra cobra fundamen-
dra”. Mediante la reducción indica- talmente el significado de “ofrenda”,
da con la letra que nos ocupa, queda es s. toda obra hecha para unirse con
convertido en un silogismo celarent Dios; más aún, confiar en Él es el ma-
(véase), de la primera figura: “nin- yor s. del espíritu humano, según se
gún animal es piedra”, “todo hombre lee en el Sermo 33, 2.
es animal”, “luego, ningún hombre es Por su parte, Tomás de Aquino su-
piedra”, como se lee en Pedro Hispa- braya el sacrificio u ofrenda exterior
no (cf. Summ. Log. 4, 7 y 11). como signo del interior que el alma
brinda a Dios (cf., por ej., S. Th. II-II,
sacra pagina. Expresión con la que
q. 85, a. 2 c).
en muchos textos medievales se alu-
de a la Biblia, único libro al que se sacrum. Neutro de sacer, de don-
le adjudicaba valor en sí y que, por de sacerdos, lo sagrado es, originaria-
ende, no podía no ser estudiado. Los mente, lo separado para ser dedica-
demás libros, que encerraban toda la do a los dioses. Pero, en la Antigüe-
cultura profana, heredada de la Anti- dad, esto implicaba una gran ambi-
güedad y enriquecida por los enciclo- valencia, en el sentido de que lo s. era
pedistas del período patrístico y por tanto lo digno de veneración como
los escolásticos, se consideraban una lo que suscitaba horror. En cambio,
etapa propedéutica para la compren- en contexto judeocristiano, sólo con-
sión de la s.p. serva la primera nota que vincula, si
bien no identifica, lo sagrado con lo
sacrificium. El término proviene de
santo (véase sanctitas).
sacrum y facere. Este último verbo ya
saeculum 596
saeculum. Cf. mundus 3. dad santa”, como en Mt. 25, 15; Mc.
13, 14; Lc. 21, 20.
sanctitas. Antiguamente se consideró Los autores del período patrístico
sanctum todo lo que se había puesto a insisten en la genuina renovación in-
salvo del alcance de los hombres –ya terior, requerida en la s., por acción
fueran cosas sagradas o profanas, con- del Espíritu Santo. Por lo demás, en
sagradas o no a los dioses– precisa- una concepción dinámica de la santi-
mente mediante una sanctio, es decir, dad, subrayan los actos mismos pro-
mediante una sanción, por ej., lo que pios de ella y la práctica heroica de
se prohibía por un castigo y se prote- las virtudes; así, por ej., en Ireneo (cf.
gía así de cualquier agresión. Por eso, Contra haer. III, 17, 1), en Cipria-
se calificaba de sanctae algunas leyes. no (cf. Ad Donatum 4) o en Grego-
Otra es la noción sobre la que se rio de Nacianzo (cf. Orat. 40, 7). Pero
funda en el Cristianismo el concep- es especialmente Agustín quien enfa-
to de santidad. En efecto, éste alude, tiza en la noción que nos ocupa la no-
en general, a la pureza moral, a la au- ta de transformación interior del al-
sencia de faltas o pecados. De hecho, ma en su justificación (cf. Ench. 52,
el término griego “agios” significa “sin 64; Contra Iul. opus imp. 2, 164; En.
tierra”. Por eso, Dios es el santo por in Ps. 7, 5). Otro tanto se lee en Gre-
excelencia, como aparece ya en el An- gorio Magno (cf. Moral. 28, 22).
tiguo Testamento, por ej., en Job 6, En la Escolástica, se ha distinguido,
10 o en Is. 40, 25. Desde luego, esta como lo hace Tomás de Aquino, en-
noción es retomada en Nuevo Testa- tre la s., en cuanto habitus de la Gra-
mento, según se lee, por ej., en Ap. 4, cia santificante, y la perfección de la
8. Así pues, el rechazo por lo impu- vida espiritual propiamente dicha.
ro y contrario al orden moral es el as- Esta última requiere el deseo y el gus-
pecto negativo de la s., mientras que to de practicar de una manera perfec-
el positivo alude a la perfección abso- ta las virtudes más arduas, plano en
luta. el que la s. se vincula con la caridad.
Respecto de las personas, éstas son Por otra parte, Tomás subraya en es-
santas por analogía, es decir, en cuan- ta noción la unión del alma con Dios,
to pertenecen a Dios o están consa- prescindiendo de las realidades infe-
gradas a Él, como reza, por ej., el tex- riores, aspecto en el que la santidad se
to de Lev. 11, 44-45. Con todo, a la relaciona con el concepto de religión
pureza exterior implicada en la con- (cf. S. Th. II-II, q. 81, a. 8).
sagración a Dios y a su culto le ha de
corresponder una disposición inte- sanctus. En la literatura medieval es-
rior, moral, que de ordinario se ma- te término puede aparecer tanto en 1.
nifiesta en la obediencia a los precep- sentido estricto, como en 2. un senti-
tos divinos. Pero, sobre todo, son san- do más amplio. 1. En el primero, se-
tos los que han muerto en la práctica ñala a quien ha sido canonizado en
de esta obediencia. virtud de su sanctitas (véase). 2. En el
También se habla de la santidad de segundo, en los textos medievales, se
las cosas, en una analogía aún menos denomina con este nombre también
fuerte, ya que es su consagración al a cada uno de los Padres, cuyo testi-
culto divino lo que las santifica; así, monio tiene valor en materia religio-
por ej., se califica a Jerusalén de “ciu- sa. Algunas veces, el término theologus
597 sapientia
están subordinados todos los demás za, del anagógico; la caridad, del mo-
conocimientos. La verdadera sabidu- ral (véase allegoricum y anagogicum)
ría versa, pues, sobre el conocimiento (cf. Brevil., Pr., 4,1,2). La sabiduría
de lo eterno (cf. De doctr. christ. II, 2, se revela omniforme en las obras divi-
3). En cuanto a la Sabiduría de Dios, nas, conteniendo todos los aspectos
Agustín la identifica con el Verbo (cf. correspondientes a la diversidad de
De beata vita, IV, 34). lo creado, con lo cual en Buenaven-
El siguiente hito principal en el tra- tura el mundo asume, una vez más,
tamiento del tema es el ofrecido por la condición de libro a descifrar (cf.
Boecio. Este autor hace hincapié en el Coll. in Hex. 2, 20). Por último, el
hecho de que la S. veterotestamenta- punto culminante del itinerario hacia
ria ha sido identificada por los Padres la sabiduría es la s. nulliforme, la pro-
con el Verbum Dei, principio y causa pia del éxtasis inefable, ya que en éste
de la organicidad racional del universo se trasciende todo intelecto (cf. ibid.
y, por tanto, objeto último de la s. hu- 2, 29).
mana (cf. De cons. I, 3, 6-7). Los me- Por su parte, también Tomás de
dios para llegar a ella son las scientiae, Aquino hace suya la afirmación del
en la medida en que éstas, como par- Verbo en cuanto Sabiduría de Dios.
tes de la filosofía, han de recorrer los Pero su atención gira sobre la s. en
caminos por los cuales se refleja la le- cuanto virtud humana. Sobre ésta ha-
gislación que dicho principio divino ce una elaboración filosófica diferen-
impuso a lo real. te que, obviamente, vuelve a las fuen-
Un tratamiento particular del tér- tes aristotélicas. El Aquinate la con-
mino es el que ofrece el pensamiento sidera una virtud puramente intelec-
de Buenaventura, para quien es ne- tual, cuyo objeto son las causas supre-
cesario poseer conocimiento (oportet mas. Mediante la investigación de la
scire) para alcanzar la sabiduría; es me- razón, se ocupa de los primeros prin-
nester, pues, ejercitar el entendimien- cipios, que son los más cognoscibles
to, además de frecuentar la Escritu- en sí mismos, aunque no para noso-
ra (cf. Coll. in Hexaem. XIX, 5). Por tros (cf. In Met. I, l. 1, n. 34; S. Th. I-
otra parte, este autor distingue entre II, q. 57, a. 2 c).
s. uniforme, multiforme, omniforme
sarcasmus. En los tratados medieva-
y nulliforme. El contenido de la pri-
les de moral el sarcasmo es vitupera-
mera es inmutable y radica en las le-
do en cuanto falta de caridad, ya que
yes divinas que resplandecen en las al-
se define como hostilis irrisio, es decir,
mas racionales; hasta las mismas re-
como agresión que se dirige contra al-
glas del conocimiento humano que
guien a manera de burla y que inten-
aspira a la inmutabilidad, aun siendo
ta roer su alma. Derivado del griego,
esencialmente mutable, implican sa-
el término significó originariamen-
biduría uniforme que lo trasciende (cf.
te la acción de los perros al roer los
ibid. II, 9 y 10). Llama s. multiforme
huesos.
a la que aparece en la Escritura, cu-
yos diversos sentidos más allá del lite- satietas. Con origen en satis, sufi-
ral, se relacionan, para Buenaventura, ciente, se utiliza en contexto moral y
con las virtudes teologales: la fe se nu- en el místico. En el primer sentido, es
tre del sentido alegórico; la esperan- fructus iustitiae. Sólo lo que es justo
599 schola
puede procurar por sí mismo satisfac- almas. Y añade: “Se produce el cisma
ción moral, es decir, puede ser sufi- cuando dicen los hombres ‘Los jus-
ciente tanto para el sujeto como para tos somos nosotros’, ‘nosotros somos
el objeto del acto justo. En el segun- los que santificamos las almas’, y co-
do sentido, es término muy común, sas semejantes”. Así pues, el s. se dife-
particularmente, entre los místicos rencia de la herejía (véase haeresis) en
especulativos y en la escuela francis- cuanto que el cisma no concierne, co-
cana. Señala un estado espiritual que mo ésta, a los dogmas de fe sino a la
se nombra como “saciedad” por ana- potestad espiritual de la Iglesia, tan-
logía con algunas sensaciones corpo- to sacramental como de jurisdicción.
rales. Se define como aquel estado Por eso, el cismático no puede, por
que excluye el deseo de cualquier otro ej., absolver o excomulgar.
objeto que no sea aquel que satisfa-
schola. En la Edad Media, se entien-
ce. Por eso, la s. excluye toda tristeza
de por “Escuela” la Escolástica, desde
y toda ansiedad; en este sentido, sólo
el momento en que ésta es un tipo de
Dios puede darla.
pensamiento cuyas características de-
scala praedicamentalis. Con esta penden del hecho de haberse desarro-
expresión, cuyo significado, es el de llado en un marco institucional. En
“jerarquía de las categorías”, la Edad efecto, para la Escolástica, pensar es
Media se refirió al famoso árbol de un oficio con técnicas profesionales y
Porfirio (véase arbor porphiriana). leyes minuciosamente fijadas. Ello da
lugar a una suerte de régimen men-
schedae. En los siglos tardomedieva- tal, una estructura mental y literaria,
les y durante el Renacimiento, se lla- que determina los procesos de ense-
mó con este nombre a las hojas o fas- ñanza y aprendizaje, de investigación
cículos sueltos –generalmente de pa- y discusión, de transmisión y redac-
pel por tratarse del material menos ción. Como es obvio, esto da lugar
caro– que contenían la redacción de- a un estilo tanto interior como exte-
finitiva de una obra. Se transcribían rior, originado en la preocupación de
después a fascículos de pergamino la mayor precisión en el pensamien-
que se ataban para formar el códice to y la argumentación; de ahí la es-
o volumen. Precisamente a este pa- tructura del razonamiento, las distin-
saje de las schedae al códice se aludía ciones, las divisiones y subdivisiones,
con la expresión “in volumen redigo o los procedimientos de demostración,
edo”. Con todo, generalmente, estaba etc. Todo eso procura un carácter im-
a cargo de un copista, limitándose el personal en el estilo, que obedece a
autor a la revisión final de este origi- la búsqueda y puesta en práctica de
nal llamado archetypum. una técnica universal, tomado este úl-
schisma. Se entiende por cisma la se- timo término en dos sentidos: en el
paración, espontánea y consciente, de que dicha técnica es aplicable a cual-
la unidad de la Iglesia, desechando así quier contenido, y en el de que es res-
el sometimiento a sus autoridades y la petada por todos los miembros de la
comunión con sus miembros. Isidoro Escuela. Eso explica la gran variedad
de Sevilla escribe, en sus Etim. VIII, 3, de autores y de generaciones que for-
que esta palabra proviene de scissura, man parte de ella. La calidad científi-
esto es, división, aludiendo a la de las ca y el rigor de las formas exteriores
scholar 600
hicieron que la Escuela prestara parti- los maestros, conformaban esa cor-
cular atención a dos artes: la gramáti- poración o gremio en la que consis-
ca y la dialéctica. Con todo, se ha de tía la Universidad (véase universitas).
tener presente que, más allá del uni- Al sch. lo alcanzaban, por tanto, los
versal respeto que nutrió por esta últi- derechos y deberes propios del fuero
ma disciplina (véase dialectica), com- universitario medieval. Hay, además,
batió sus peligros, especialmente, el una serie de obras breves que se pro-
del vaciamiento de su contenido que ponían orientar al sch. en la marcha
culminaría en un puro formulismo, de sus estudios y aun aconsejarlo res-
en una vana loquacitas. En general, la pecto de sus costumbres cotidianas y
dialéctica fue aplicada por la Escuela a no sólo académicas. Esos textos cons-
cuestiones teológicas. En este sentido, tituyen documentos ilustrativos no
no puede sorprender que haya con- sólo de la vida diaria de la Universi-
ferido importancia a las auctoritates, dad medieval sino también de la or-
especial pero no exclusivamente, a las ganización de los estudios en los pri-
escriturarias y patrísticas. Todo ello meros tramos de la Facultad de Ar-
redundó en un gran sistema especu- tes. Ejemplo paradigmático al respec-
lativo, uno de cuyos objetivos princi- to es el Morale scholarium de Juan de
pales era el de hallar el acuerdo entre Garlande.
la filosofía y un dogma religioso. Pe-
scholasticus. En términos medievales,
ro éste no sólo fue el cristiano; de he-
escolástico es el miembro de la Escue-
cho, hay una Escolástica musulmana.
la (véase schola), por tanto, aquel au-
Esto implica, en primer lugar y salvo
tor que, habiendo enseñado efectiva-
casos puntuales, el supuesto de que la
mente o no en una escuela o universi-
verdad puede ofrecer diversos cami-
dad, de hecho muestra en su produc-
nos para llegar a ella, pero que tiene
ción las notas formales, las técnicas y
unidad interna; en segundo término,
los procedimientos que caracterizan
una confianza en la razón tal que ha-
la schola y que dan lugar a una de-
ce muchas veces que se fuercen sus lí-
terminada forma mentis. Sin embar-
mites; en tercer lugar, todo lo anterior
go, ésta presenta un origen, una evo-
culmina en una gran capacidad de
lución y una declinación que tornan
construcción y sistematización filosó-
extremadamente difícil proponer una
fica y teológica, una de cuyas mues-
periodización de la Escolástica y, por
tras más significativas son precisa-
ende, la ubicación de un s. determi-
mente las Summae, escritas con con-
nado en una de esas etapas.
ciencia no de mera compilación sino
de renovatio temporis. En síntesis, la scholion. Con esta palabra se alude a
capacidad de creatividad de la Escue- un texto breve que, a modo de no-
la la constituye en un momento deci- ta, se añadía como glosa o apéndice
sivo no sólo para la historia de la teo- a un texto y que contenía una inter-
logía; también, y por eso mismo, de pretación o explicación breve que lo
la filosofía. Para la periodización de la aclaraba.
Escolástica, véase scholasticus.
scibile. Voz que alude tanto al obiectum
scholar. Se llamó así en la Edad Me- (véase) de una ciencia, como, en ge-
dia al alumno universitario, es decir, neral, a lo que puede ser conocido
a aquellos estudiantes que, junto con (véase scire). Para los escolásticos que,
601 scientia
como Tomás de Aquino, no están ali- la causa por la que es una cosa, cuan-
neados en el nominalismo, los géne- do se sabe que es causa precisamen-
ros de las cosas que se pueden saber, te de esa cosa y no otra, y cuando se
es decir, scibilium genera, se distin- tiene la certeza de que no puede ser
guen según el diverso modo de cono- de otro modo (cf. An. Post. I, 2, 71,
cer que es el diverso modo de definir. b 12). Por eso, el Estagirita reconoce
De hecho, el Aquinate subraya que, carácter científico a la física, la mate-
en cuanto término relativo, lo sc. no mática y la filosofía, que constituyen
refiere a la ciencia, sino que ésta re- la triple división del saber teórico (cf.
mite a él (cf. In Met. X, l. 8, nn. 15 Met. 1, 1025, b 3-1026 a 32).
y 23). En la Patrística, no predominó el
Otros llaman así al objeto de una interés por la ciencia en cuanto tal, si-
proposición susceptible de ponerse no por la sabiduría (véase sapientia),
en duda y apta para volverse eviden- pero se trabajó con preferencia el pro-
te por medio de proposiciones nece- blema de la distinción entre ambas.
sarias, dispuestas en forma de silogis- Agustín, por ej., lo aborda en el De
mo. Ockham, por ej., añade a esto las beata vita IV, 27.
siguientes notas: primero, lo sc. exclu- En la Escolástica resurge el interés
ye tanto la proposición contingen- por el tema. Buenaventura, que insis-
te como la nota per se; segundo, que te en que la sc. es inferior a la sapientia
es posible que una proposición que (véase), sostiene en cuanto teólogo
se puede poner en duda, como que el que en Cristo se encuentran todos
calor engendra calor, se confirme o se los tesoros de una ciencia que ve co-
invalide por medio de la experiencia mo septiforme. En efecto, sus obje-
(cf. Summa Totius Log. III, 2, 24). tos son la esencia, consideración de
la metafísica; la naturaleza, de la físi-
scientia. En líneas muy generales, ca; la distancia y el número, de la ma-
el concepto tradicional de ciencia la temática; la doctrina, de la lógica; la
concibe como el saber con universali- virtud moral, de la ética; la justicia,
dad y garantía de validez y, por ende, de la política; la concordia, de la teo-
en cuanto conocimiento, un grado logía. Esto último puede sorprender,
máximo de certeza. En este sentido, pero se ha de recordar que Buenaven-
se opone a la opinio (véase). La defini- tura entiende al teólogo, fundamen-
ción clásica de este concepto dice que talmente, como exégeta. En tal sen-
sc. es el conocimiento de las cosas por tido, señala que toda la Escritura es
sus causas, tanto las extrínsecas cuan- como una cítara, cuya cuerda inferior
to las intrínsecas. De ahí que, en su no produce armonía por sí sola sino
sentido más estricto, la sc. sea la cien-
con las demás; de la misma mane-
cia demostrativa o propter quid, que
ra, un lugar escriturario depende de
deduce de principios, axiomas, defi-
otro, más aún, a ese pasaje se refieren
niciones y postulados las conclusio-
muchos otros (cf. Coll. in Hexaem. I,
nes lógicas, explicando así las causas
11 y XIX, 7).
y esencias de los fenómenos. Así pues,
Obviamente –en virtud de la dife-
en principio, la sc. tiene por objeto la
rencia de tradiciones filosóficas en las
realidad fenoménica. Tal caracteriza-
que se apoya uno y otro– muy distin-
ción tiene su raíz en Aristóteles, para
to es el enfoque de Tomás de Aquino,
quien hay ciencia cuando se conoce
scientia 602
quien define la sc. como una virtud Desde 3. el punto de vista de la or-
intelectual –es decir, una virtud que denación de las ciencias, se usa la ex-
perfecciona el entendimiento– por la presión 3.1. sc. subalternata para se-
cual se conocen las verdades que son ñalar una ciencia que, en sus princi-
últimas no absolutamente sino en un pios, depende de otra, denominada
determinado género de lo cognosci- 3.2. sc. subalternans, de tal modo que
ble. Procede por demostración, con- los objetos de ambas sólo se diferen-
siderando al mismo tiempo los prin- cian accidentalmente, así la música
cipios de dicho género y las conclu- depende de la aritmética, puesto que
siones, en las que se explicitan esos las cantidades sonoras deben regirse
principios (véase processus, in fine). La por las relaciones numéricas (véase
sc. depende, pues, de la sapientia co- subalternatio).
mo de algo supremo, ya que ésta juz- En la última Edad Media, se ha ha-
ga de las conclusiones de las ciencias blado también de 3.3. sc. demonstrati-
y de los principios sobre los que ellas va, para referirse a todo conocimien-
se basan (cf. S. Th. I-II, q. 57, a. 3). to de conclusiones deducidas, silogís-
En textos nominalistas, en cam- ticamente, de principios conocidos
bio, suele separase más nítidamente el per se o por experiencia; 3.4. sc. ratio-
habitus intelectual de la sc. de aquel nalis, para aludir a la lógica, opues-
de la sapientia y aun de la prudentia, ta a la 3.4. realis que trata de lo que
insistiendo en que se trata de dos mo- existe fuera del alma, aunque los au-
dos muy diferentes de conocimiento tores nominalistas insisten en que es-
(cf., por ej., Guillermo de Ockham, ta última no es de rebus sino de inten-
In I Sent. Pr., q. 2). tionibus supponentibus pro rebus; 3.5.
En los autores escolásticos, la no- sc. naturalis es la que aborda específi-
ción que nos ocupa aparece en los si- camente las sustancias compuestas de
guientes términos: desde 1. el punto materia y forma; 3.6. sc. moralis es la
de vista del rigor expresivo, se habla que versa sobre los actos que depen-
de 1.1. sc. lata, para aludir a cualquier den de la voluntad.
conocimiento verdadero que parte de Una última clasificación atañe a un
principios ciertos, aunque no proce- importante problema teológico: el de
da por demostración; en este senti- 4. la ciencia o conocimiento de Dios y
do, también las llamadas artes (véa- de todo lo que no es Él mismo. En es-
se ars) son ciencias; y 1.2. sc. stricta, te sentido, se habla de 4.1. sc. visionis
que es un conocimiento cierto, que para mentar el conocimiento divino
parte de principios y procede por de- de lo real, ya sea de lo que realmente
mostración hacia conclusiones. Des- existe, como de lo que existió o exis-
de 2. el punto de vista del término o tirá, dado que, estos últimos dos ca-
fin de las ciencias, éstas se dividen en sos caen bajo la mirada omniabarcan-
2.1. sc. speculativa, que es aquella que te y simultánea de un Dios eterno. La
se ocupa solamente de la contempla- realidad de lo pasado y de lo futuro
ción de su objeto y de la verdad del se vuelve presente en el conocimien-
conocimiento, como la matemáti- to divino. Pero en Dios hay también
ca o la metafísica; y 2.2. sc. practica, una 4.2. sc. simplicis intelligentiae re-
que es la que refiere su conocimien- ferida no a lo actual, sino a lo poten-
to a una obra o acción, como la ética. cial que siempre permanecerá como
603 scintilla
cial relevancia en relación con la obra chas por autores antiguos de las s. en
de Francisco Petrarca, comúnmente cuanto escuelas filosóficas son las que
conocida precisamente como S. En las agrupan en dogmáticas y escépti-
el códice Laurenziano di S. Croce 26 cas, y las que las dividen en jónicas
sin. 9 aparecen dos versiones del tí- e itálicas, como se lee en Diógenes
tulo, una en el encabezamiento y otra Laercio (cf. I, 16).
en el final del Proemio. En el enca- Entre los apologistas, por ej., Justi-
bezamiento se lee De secreto conflictu no (cf. Dial. con Trifón), se habló de
curarum mearum, donde s. está utili- las “sectas” de los platónicos, aristo-
zado en su valor adjetivo como califi- télicos, estoicos, epicúreos y escépti-
cativo de conflictus (véase) o diálogo. cos. Pero, al mismo tiempo, por la in-
En el colofón la titula como Secretum fluencia de la aparición del Cristianis-
meum, utilizando s. en su valor sus- mo y las cuestiones internas del Ju-
tantivo: en este sentido, el libro es un daísmo, este término se aplicó pre-
secreto, “una cosa celosamente guar- ferentemente para designar diversas
dada”, y a la vez, “un retiro o lugar facciones que se disputaban el pri-
apartado de los hombres”. De este mado de su propia posición teológi-
modo, el s. es la sede de la propia inti- ca, como los fariseos entre los judíos,
midad del sujeto, donde se desarrolla o los arrianos entre los cristianos (véa-
el diálogo que sólo tiene por testigo se haeresis). Con este último sentido
a la Verdad. El S. está escrito en for- predominante pasa a la Modernidad.
ma dialógica, y aunque las fuentes de
secundum. Sus dos significados origi-
inspiración que explicita el autor sean
narios son: 1. detrás de; 2. a lo largo
Cicerón y Platón, la crítica concuerda
de. De ellos derivan los usos filosófi-
en que los modelos más cercanos son,
cos más frecuentes de esta palabra. 1.
por una parte, los Soliloquia de Agus-
del significado de “detrás de” provie-
tín, y por la otra, el De consolatione
ne el adverbio “segundo”, que señala
philosophiae de Boecio. En ambos tex-
“en segundo lugar” en una enumera-
tos, el protagonista entabla un diálo-
ción, por ej., de argumentos, objecio-
go con la ratio, si bien en la Consolatio
nes, etc. 2. Del sentido de “a lo largo
la razón está enmascarada tras el per-
de” deriva el significado de “según”,
sonaje de la Filosofía. Por otra parte,
“de acuerdo con”, “de conformidad
tal como en el texto de Boecio, en el
con”, es decir, “siguiendo tal orden”
S. petrarquesco, el interlocutor hace
(cf. quatenus).
las veces de médico.
secundum quid. Contracción de se-
secta. Voz que proviene del verbo la-
cundum aliquid; con este término se
tino sequor, “seguir”. La secta está
indica que aquello de que se trata ha
constituida, pues, por un grupo de
de ser tomado restrictivamente, es-
seguidores y secuaces de una deter-
minada doctrina filosófica, religiosa o to es, que tiene que ser entendido en
política. En el primer sentido, es de- cierto aspecto o con relación a algo, y
cir, como escuela o dirección filosófi- no absolutamente o simpliciter (véase).
ca la palabra ha sido usada ya por los secundum quid et simpliciter. Se co-
escritores latinos de la Antigüedad; noce con esta expresión un tipo de fa-
por ej., aparece en Cicerón (cf. Brut. lacia o sofisma (véase sophisma), iden-
31, 120). Algunas clasificaciones he- tificado ya por Aristóteles (cf. Soph.
607 segnitia
El. V, 167 a). Consiste en pasar de una ducen el esquema de una discusión
premisa, en la que cierto término se y aun el de una reflexión del autor.
toma en sentido relativo o secundum Ahora bien, dado que la misma ex-
quid (véase), a una conclusión, en la presión s.c. puede dar pie a un equí-
que ese mismo término se toma en voco, conviene recordar que el esco-
sentido absoluto o simpliciter (véase). lástico procede habitualmente argu-
En la lógica medieval, el ejemplo mentando a favor de la opción entre
que propone Pedro Hispano de es- los dos términos de una alternativa.
te sofisma es: “Si el no-ser es objeto Ésta es la que se abre con el utrum,
de opinión, el no-ser se toma, en la partícula que la implica por sí misma.
primera oración como mera cópula Se presentan primero los términos de
gramatical; en la segunda, en sentido una de las opciones, de manera que el
fuerte o absoluto”. s.c. abre la presentación de la otra par-
te de la alternativa. Así pues, contra
securitas. En la consideración medie- lo que se suele decir, la expresión que
val la seguridad se opone directamen- nos ocupa no introduce por sí mis-
te al temor, por lo cual se define como ma, estrictamente hablando, ni la po-
un descanso en la perturbación cau- sición del escolástico del cual se tra-
sada por éste. Ya Isidoro de Sevilla ha- ta ni un mero recurso a una auctoritas
cía derivar el término de “sine cura”, del que el autor se serviría para sos-
esto es, “sin cuidado” (cf. Etym. X, S). tener la propia posición. Si lo hace,
Por eso, Tomás de Aquino adscribe la es indirectamente, ya que el momen-
s. a la fortaleza, como condición de to en que el escolástico defiende su
la misma, aunque añade que formal- posición es el de la respuesta. Así, el
mente es parte de la magnanimidad s.c. anuncia las “rationes quae sunt ad
en la medida en que aleja la desespe- oppositum” de la primera serie de las
ración (cf. S. Th. II-II, q. 129, a. 7; aducidas, pero no necesaria y directa-
cf., también, certitudo). mente contra ellas sino a favor del se-
secus si secus. Expresión que se uti- gundo término de la opción.
liza para señalar que una proposi- segnitia. Voz que también apare-
ción siempre se admite como verda- ce en la forma de segnities, en algu-
dera en un solo sentido, prescindien- nos autores equivale a pigritia (véase).
do de otro y otros posibles. Por ej., Con todo, este último término reviste
“Un cuerpo terrestre siempre se diri- un matiz casi moral, mientras el que
ge al centro de la tierra”. Esto se en- nos ocupa se emplea más en el senti-
tiende secus si secus, en cuanto que só- do psicológico de apatía, indolencia o
lo es verdadero cuando dicho cuerpo calma excesiva, es decir, aquella que
queda librado a sí mismo, no cuando se da cuando debería haber acción;
es impulsado por alguna fuerza exter- de ahí que, metafóricamente, se pue-
na, ya que, en ese caso, puede asumir da hablar de la “s. maris”, esto es, de
otra dirección. la calma anormal o inusitada –y por
sed contra. Término que aparece en ello amenazadora– del mar, y no de
las argumentaciones escolásticas y la “pigritia maris”. Tanto autores de la
que, por ende, suele formar parte de Patrística como de la Escolástica han
los artículos en las Summae (véase considerado la s. una de las especies
articulus 3), en tanto que éstos repro- del timor (véase).
sempiternitas 608
lis, cum recipiat species rerum in orga- voz concupiscentia (véase) y reservan s.
nis corporalibus” (C.G. II, 66, 2). cuando se proponen aludir a la referi-
Respecto del problema de la reali- da vinculación del deseo con el cono-
dad “objetiva” de lo s., se puede decir, cimiento sensible.
muy en general, que ella es afirmada
sensus. Dos son las principales acep-
en toda la Edad Media. En cambio,
ciones de esta palabra que se suele
los autores modernos tratan de supe-
traducir por “sentido” y también por
rar este aspecto del realismo gnoseo-
“sensibilidad”, según el contexto: la
lógico medieval haciendo depender el
1. hermenéutica, y la 2. antropo-gno-
ser de lo sensible del acto perceptivo.
seológica. 1. En el primer orden men-
sensitivum. En la Edad Media, se cionado, s. alude, 1.1. en general, al
suele designar con este adjetivo la fa- sentido en cuanto significado de un
cultad y la vida propias de la sensibili- término o proposición; 1.2. en parti-
dad, particularmente, la animal (véa- cular, al plano de interpretación o lec-
se sensus 2). También se ha hablado de tura, especialmente, de la Escritura.
anima sensitiva en relación con la po- Así, ya desde la Patrística hasta el fi-
lémica de la pluralidad o unicidad de nal de la Edad Media, se ha hablado
las formas sustanciales en el hombre. de un sentido 1.2.1. literal o históri-
Para este tema, véase anima, in fine. co y 1.2.2. un sentido alegórico (véa-
se allegoricum) que, a su vez, se divide
sensorium. Término que se reserva en 1.2.2.1. moral y 1.2.2.2. anagógi-
para los órganos de cada una de las co. Por ej., la salida del pueblo de Is-
facultades propias de la sensibilidad rael de Egipto, desde el primer punto
(véase sensus). de vista, se refiere a un hecho histó-
sensualitas. Voz que en los textos me- rico acaecido en tiempos de Moisés;
dievales puede aludir 1. a la sensibili- desde el punto de vista alegórico-mo-
dad en cuanto tal, aunque raramen- ral, se interpreta como la conversión
te (véase sensus 2); lo más frecuente es del alma del pecado a la Gracia; desde
encontrarla referida 2. a la sensuali- el alegórico-anagógico, se lee remite a
dad propiamente dicha. La razón, co- su ascensión espiritual desde el actual
mo señala Tomás de Aquino en S. Th. estado terreno hacia la libertad de la
I, q. 81, a. 1, radica en que una co- gloria eterna.
sa pertenece a la s. en un doble sen- En cambio, en el plano 2. antropo-
tido: en cuanto preparación, ya que, gnoseológico, s. alude, en general, a la
para que tenga lugar el movimiento sensibilidad como conjunto de órga-
sensual, es necesario que se dé el co- nos, facultades y sensaciones propias
nocimiento sensible o sensitivo; y en de ese aspecto del conocimiento, es-
cuanto apetito que este último pue- to es, de la comunicación del hombre
de engendrar. El segundo sentido es con la realidad circundante y consigo
el esencial en la voz que nos ocupa. mismo; en particular, se refiere a cada
Por ej., la s. propia del deseo carnal de una de las facultades sensibles.
un cuerpo hermoso requiere el ver- Para Agustín, la sensibilidad es la
lo o tocarlo. Así, y en general, cuan- forma menos elevada de la actividad
do los autores patrísticos y medievales del alma. Para él, todo conocimiento
tratan el deseo como tal o el deseo de de una cosa material es engendrado
lo que no es sensible, tienden a usar la simultáneamente por nuestro conoci-
sensus communis 610
miento y por la cosa misma conocida; saje del Sero te amavi, “Tarde te amé”,
no hay ocasionalismo ni innatismo de Conf. X, 27, 38.
en el Hiponense. En la concepción
sensus communis. Además de la
agustiniana, la sensación es un ca-
acepción vulgar de opinión general o
so particular del uso que el alma ha-
compartida por muchos, esta expre-
ce del cuerpo. De hecho, llama s. en
sión tiene un significado preciso en la
cuanto sensación a toda passio recibi-
gnoseología patrística y medieval. En
da por el cuerpo, cuando ella no esca-
efecto, señala una facultad de la sen-
pa al alma (cf. De quant. an. 23, 41).
sibilidad interna, cuya función es la
Durante la Escolástica y después
de coordinar los datos de la externa.
del reingreso de Aristóteles se podría
Ya Aristóteles, quien trata el tema en
hablar de una suerte de revalorización
De an. III, 2, 425b 8-427a 12, había
de la sensibilidad como estructura de
indicado que la sensibilidad externa,
conocimiento. Al advertir, sobre las
es decir, la de los cincos sentidos, só-
huellas aristotélicas, que en esta vida
lo puede percibir diferencias entre da-
el alma nada conoce sin imágenes, se
tos correspondientes al mismo senti-
registró al mismo tiempo que ella ne-
do, por ej., la vista percibe las que se
cesita, para ejercer su acto, de una fa-
dan entre el rojo y el azul, pero no las
cultad, o de una serie de facultades,
diferencias entre lo rojo y lo dulce. Se
cuyo ejercicio está ligado a los órga-
ha de postular, pues, un sentido que
nos corporales. La inteligencia huma-
distinga y aúne las sensaciones y éste
na, unida al cuerpo, tiene por obje-
es precisamente lo que la Edad Media
to primero la naturaleza de los entes
llamó el s.c. La Escolástica –y en par-
materiales. En virtud de las funcio-
ticular Tomás de Aquino, en su inter-
nes disímiles de los diversos órganos,
pretación de los pasajes citados– in-
se profundizó en los diversos aspectos
tentó resolver una dificultad que de-
de la sensibilidad en cuanto estructu-
jaba abierta la lectura literal de la po-
ra cognoscitiva. Así, se distinguió el
sición aristotélica sobre la cuestión:
2.1. s. exterior o la sensibilidad exter-
la de explicar cómo es posible que
na, dada por los cinco sentidos, 2.1.1.
un único sentido reciba dos formas
visus, 2.1.2. auditus, 2.1.3. odoratus,
sensibles heterogéneas. Más allá de
2.1.4. gustus, 2.1.5. tactus; y el 2.2. s.
los intentos de justificación del mis-
interior o sensibilidad interior. Éste,
mo Aristóteles, Tomás propone una
más complejo, está dado por 2.2.1.
solución que consiste en entender el
sensus communis, 2.2.2. memoria sen-
s.c. no sólo como la facultad que re-
sibilis, 2.2.3. phantasia, 2.2.4. aesti-
gistra las modificaciones de los diver-
mativa (véanse los respectivos artícu-
sos sentidos externos, sino también
los). Las facultades del sensus interior
como aquella que percibe las mismas
no se deben confundir con la traspo-
operaciones de éstos. De esa manera,
sición del significado espiritual de las
lo concibe como el fundamento de la
sensaciones propias de la sensibilidad
unidad de la conciencia sensible. Así,
exterior. Así, por ej., el grito divino
el sentido común es aquel por el que
convocando al hombre abre el oído
percibimos que estamos vivos. Con la
interior de éste. Se trata, como es ob-
expresión sensorium commune se alu-
vio, de una imagen de las que pue-
de al órgano físico por el que opera
blan, entre otros textos, el célebre pa-
el s.c. y que algunos autores, siguien-
611 sententiae
ticamente hablando, la mayor parte Las primeras son aquellas que, por
de los comentarios filosóficos a las S. su misma naturaleza, jamás pue-
se hicieron sobre los libros I y II, ya den existir unidas a la materia, como
que los dos últimos ya abordan cues- Dios y las substancias inteligibles; las
tiones de Teología dogmática. Como segundas son las nociones que resul-
fueron manual por excelencia en las tan del proceso abstractivo (véase abs-
universidades que se habrían de crear tractio). Así se expresa, por ej., Tomás
en el siglo siguiente y punto de parti- de Aquino (cf. In Met. Pr., in medio).
da ineludible de su enseñanza, proli-
separatio. En primera instancia, la
feraron los comentarios escolásticos a
separación, filosóficamente consi-
ellas; así, por ej., la sigla In II Sent…
derada, alude a la resolución de un
remite al segundo libro de esta obra
compuesto en sus partes o elementos.
de Pedro Lombardo, sin necesidad
El término griego equivalente aparece
de mencionar al autor. A título ilus-
en Anaxágoras (Diels F. 10) y en Em-
trativo, cabe recordar que se dice que
pédocles (Id. F.58). En la Antigüe-
Tomás de Aquino conocía de memo-
dad clásica, este concepto intervino
ria su contenido. Entre los comenta-
en cuestiones ontológicas y gnoseoló-
rios más destacados a esta obra figu-
gicas; en el primer sentido, Aristóte-
ran los del mismo Tomás, Alejandro
les lo usa, especialmente, en la crítica
de Hales, Buenaventura, Ockham,
a las Ideas platónicas, ya que éstas son
Gabriel Biel, etc.
separables o están separadas de las co-
sentire. Dos acepciones registra es- sas particulares, y a la vez, yuxtapues-
te verbo en la literatura medieval. En tas a ellas. Se trata, al menos, de una
sentido amplio, utilizado por Ave- posible interpretación, a la que da lu-
rroes, significa aprehender algo ya gar la vaguedad del concepto platóni-
sea por medio de los sentidos, ya sea co de participación. Pero, por su par-
mediante el intelecto. En sentido es- te, el mismo Aristóteles usa la noción
tricto, en el que se lo usó la mayo- de s. aplicándola a la de sustancia, a
ría de las veces, implica captar algo la que el Estagirita considera “separa-
sólo a través de uno de los sentidos da” en cuanto que es algo en sí. Por el
corporales (cf., por ej., Ockham, De contrario, el accidente es inseparable
succ. 104). Con todo, una posición de la sustancia por su necesidad onto-
intermedia es la adoptada por Agus- lógica de inherir en ella (cf. Met. VII,
tín de Hipona: en efecto, escribe el 13, 1038 b, 23-24). El concepto con-
Hiponense que s. non est corporis sed cierne también al problema gnoseo-
animae per corpus (De Gen. ad litt. lógico del carácter de separado o no
liber imp. 5, 24). Naturalmente, esto del intelecto agente, tal como Aristó-
obedece a la concepción agustiniana teles lo plantea en De an. III, 5, 430
sobre la relación alma-cuerpo (véase a, 10-25.
sensus 2). En el período patrístico, varios au-
tores neoplatónicos se ocuparon del
separata. Esta voz nombra a todo lo problema de la s., en primer lugar,
que está separado de la materia (véa- en cuanto separación de las Ideas res-
se separatio). Los escolásticos sue- pecto de las cosas; en este sentido, la
len distinguir las cosas separadas 1. tendencia neoplatónica propuso una
secundum esse, y 2. secundum rationem. serie de instancias intermedias; en se-
613 si
si fallor sum. “Si me engaño soy”, Como se ve, el “si fallor sum” de
porque lo que no existe no pue- Agustín es tanto o más rico interna-
de engañarse: la expresión pertene- mente que el cogito cartesiano. Sin
ce a San Agustín y se encuentra, en embargo –como el mismo Descar-
esa formulación, en el De civ. Dei XI, tes sugiere al responder a la objeción
26. Constituye el así llamado “cogito de Merseune y Arnauld respecto de
agustiniano”, ya que el Hiponense la autoría de su hallazgo–, el si fallor
lo utiliza para afirmar la convicción sum no es más que un momento en la
intelectual de la propia existencia, y doctrina agustiniana, mientras que el
probar de esa manera que la razón cogito constituye la piedra fundamen-
puede alcanzar, al menos, una certeza. tal de todo el sistema cartesiano (cf.
En este punto, está presente en Agus- Cartas del 2 de noviembre de 1640 y
tín la implícita polémica que sostie- del 25 de mayo de 1637).
ne con el escepticismo académico,
sic. En los textos de la Edad Media,
que él conocía bien por su breve pa-
esta partícula ofrece dos matices se-
saje por esta escuela, previo a su con-
mánticos: 1. el modal, plano en el
versión filosófica definitiva al neopla-
que se refiere a la manera o modo en
tonismo. Mucho antes de la redac-
que algo se hace o se dice, por lo que
ción del De civ. Dei II, 7, en Sol. II,
se suele traducir por “así”, “de tal ma-
1, 1, y en el diálogo De lib. arb. II, 3,
nera”, “del siguiente modo”, “he aquí
7, al que pertenece esta observación:
como”, etc. Cuando está en corre-
“An tu forasse metuis, ne si hoc inte-
lación con ut, expresa cierta idea de
rrogatione fallaris, cum utique si non
comparación: “de tal manera que” o
esses, falli omnino non posses?”. Pero
“del mismo modo que”. 2. el pura-
el texto en el que se encuentra una
mente afirmativo, o sea, con el sig-
elaboración más extensa de la expre-
nificado de “sí”. Véase también sic et
sión que nos ocupa es De Trin. X, 10,
non.
14, donde la intuición agustiniana
aparece como más próxima al cogito sic et non. Literalmente “sí y no”, es el
de Descartes. En efecto, dice allí título de una obra didáctico-teológica
Agustín que si un hombre duda, vi- de Pedro Abelardo, en la que presen-
ve y recuerda las razones de ese du- ta 158 cuestiones sobre las cuales las
dar, sabe que duda, aspira a la cer- auctoritates (véase auctoritas) se mues-
teza, piensa, es consciente de que no tran discordantes entre sí. En cada
sabe, y juzga que no debe otorgar a la una de ellas, Abelardo contrapone las
ventura su consentimiento. razones que los Padres han dado tan-
Cabe añadir que en el texto seña- to a favor (sic) como en contra (non)
lado del De civ. Dei, el Hiponen- de una determinada afirmación, con
se se pregunta cómo podrá engañar- el fin de decidir posteriormente en-
se en creer que existe, cuando precisa- tre ellas de manera dialéctica. Así, es-
mente, si se engaña, existe. Así, cono- ta fórmula alude al método de con-
ce verdaderamente su propia existen- traste de sentencias explicitado en el
cia; pero, además, al amar ese ser pro- Proemio. La importancia de este tex-
pio y ese conocimiento, se añade, co- to en la historia de la Filosofía estriba
mo tercer elemento, el amor, con lo en que con dicho método se inaugu-
que Agustín esboza una de sus típi- ra un nuevo modo de lectura –prin-
cas tríadas.
615 significabile
que se capta lo particular, del abstrac- sea que esto ocurra por casualidad o
to, constituido por conceptos univer- a consilio, o bien en el caso de los tér-
sales a los que nada corresponde en minos unívocos. 3. s. hoc aliquid es
la realidad pero que conforman los un término utilizado en la literatura
juicios y razonamientos científicos. nominalista en oposición a 4. s. quale
En este último caso, Ockham pro- quid. En efecto, para los nominalis-
pone tres tipos de objetos cognosciti- tas, sólo existen los entes individua-
vos: 1. el inmediato o próximo, dado les, radicando la universalidad –por
por una proposición o complexum; 2. lo menos, a partir de Abelardo– en la
el remoto, constituido por términos significación. De esta manera, sostie-
no complejos; y 3. el más remoto y nen que los términos universales, al
último, que es la cosa significada por significar una pluralidad de indivi-
los términos. Para Guillermo de Oc- duos, significan q. quid, es decir, a la
kham, el conocimiento propiamente manera de un qué único. En cambio,
dicho tiene por objeto inmediato una los términos particulares, como “es-
proposición, es decir, un c. s. con la ta rosa”, significan hoc aliquid, o sea,
que se cierra el razonamiento. El nú- ese algo determinado. Así lo dice, por
cleo de todo problema gnoseológico ej., Guillermo de Ockham en Exp.
es, pues, tratar de definir claramente Aurea 51).
lo s., lo cual llega a cuestionar el va-
significatio. En líneas muy generales,
lor de los conceptos universales y, so-
es la referencia de un signo a su obje-
bre todo, la significatio y suppositio de
to. La s. implica, pues, tanto el signum
los términos.
cuanto el significatum (véase). Entre
Con todo, quien ofreció una res-
los autores antiguos, los estoicos fue-
puesta completa aunque diversa de la
ron los primeros en elaborar una doc-
de Ockham sobre estos problemas, fue
trina acabada sobre este tema. Pero
Gregorio de Rimini, a través de su doc-
ellos tomaron en cuenta un tercer ele-
trina de complexe significabile (véase).
mento: el real. En efecto, distinguie-
significare. Tanto para el sentido ron entre el signo, lo significado en
general de este verbo como para las cuanto concepto o noción, y la cosa
acepciones específicas que asume en misma a la que, en última instancia,
algunos autores, se remite al artículo remite la significación; así aparece,
significatio. Aquí se mencionarán al- por ej., en Sexto Empírico (cf. Adv.
gunas expresiones técnicas que inclu- Math. VIII, 12). De esta manera, la s.
yen esta palabra. 1. s. distincte: se en- es, para ellos, una representación ra-
tiende por esto significar una cosa sin cional, en la medida en que expone
connotar otra, por ej., la voz deitas discursivamente lo representado.
alude sólo a Dios en cuanto tal, sin En la Patrística Agustín de Hipo-
que ello implique que se tenga de él na recoge y elabora esa doctrina es-
un conocimiento nítido y cabal. 2. toica. Llama al signo verbum; al con-
s. plura aeque primo: alude al hecho cepto contenido en él, nomen; y a la
de que una palabra significa por igual realidad a la que ambos refieren, res.
varias cosas. Esto se puede dar o bien Más aún, Agustín arriesga una etimo-
porque la designa en virtud de varias logía, según la cual verbum deriva de
imposiciones, como cuando se lla- verberare (herir); y nomen, de noscere
ma “Juan” a diferentes hombres, ya (conocer), ya que el primero repercu-
617 signum
signo del fuego, como cualquier efec- este tema es Guillermo de Ockham,
to puede ser signo de su causa. En el quien estudia el s. especialmente en
segundo caso, se trata de una conven- cuanto término universal y sujeto de
ción que se elige arbitrariamente pa- las proposiciones científicas. Siendo
ra referir a otra cosa; por ej., el sig- universales, términos tales como “el
no “+” que, con todo, se comenzó a hombre” o “la rosa” no se refieren di-
usar terminada la Edad Media, indica rectamente a las cosas –que son, pa-
adición. Este distingo se encuentra ya ra él, siempre particulares– sino a los
implícitamente en los estoicos, quie- conceptos que, por ello, constitu-
nes veían en la capacidad del hom- yen simples signos inmediatos de di-
bre de usar signos artificiales, su dife- chas cosas. Las palabras “supponunt
rencia fundamental respecto del ani- pro ipsis rebus significatis” (In I Sent.
mal, tal como aparece, por ejemplo, 2, 4), vale decir que sustituyen más
en Sexto Empírico (cf. Adv. Math. mediatamente a las cosas, hallándose
VIII, 276). tan fuera de ellas como lo están los
En la Patrística, se consideró la pa- conceptos mismos que implican una
labra o verbum como s. por antono- construcción mental.
masia. Se extendió también al discur-
silentium. Así como moralistas y teó-
so mismo o, mejor aún, a pasajes de
logos en la Edad Media han examina-
éste; por eso, ante problemas exegéti-
do la dimensión ética del uso de la pa-
cos, se habló, por ej., de obscura o am-
labra como propio del hombre (véan-
bigua signa (véase explanatio); tam-
se os, locutio, peccatum oris), hicie-
bién se signa propria y signa translata
ron otro tanto con su opuesto com-
para referirse a lo que hoy se denomi-
plementario, el s., el silencio o, mejor
naría el sentido literal y espiritual de
aún, el uso del silencio. Consideraron
la Escritura.
que ejercerlo o no obedece a un acto
En la Escolástica, el problema se
voluntario, por ende, libre y, en esa
vuelve más complejo, al retomar las
medida, pasible de cualificación mo-
consideraciones de Aristóteles al res-
ral. Uno de los autores que más han
pecto, en especial, las formuladas en
trabajado este aspecto ético del s. es
De int. I, 1-3. Allí, el Estagirita pro-
Rodolfo Ardente enumerando lo que
pone no a la palabra sino al concepto
se podría llamar “especies” del silen-
somo s. por excelencia, en cuanto que
cio. Menciona el silencio óptimo de
la intencionalidad de este último lo
quien calla porque espera el momen-
constituye como pura manifestación
to oportuno para hablar; el pruden-
de la cosa. Dicha intencionalidad es
te del que calla porque no encuen-
expresada en el lenguaje escolástico
tra nada útil que decir; y el silencio
como s. quo cognoscitur, a diferencia
malvado de quien calla culpablemen-
del s. quod cognoscitur. Tal identifica-
te porque esconde su saber o su infor-
ción del signo con el concepto, hace
mación (véanse multiloquium, vanilo-
que los desarrollos teóricos relativos
quium, taciturnitas). A la vez, plantea
al primero queden involucrados en
un s. cordis, expresión por la que Ar-
el problema de los universales (véase
dente entiende el silencio interior, el
universale).
más difícil de practicar. Se comportan
Uno de los autores medievales que
bien aquellos que se abstienen con la
se han dedicado preferentemente a
boca de las palabras y con el corazón
619 similitudo
es lo que hace dos, etc. Ahora bien, ria en relación con la forma, o el al-
en contexto filosófico, y a diferen- ma que anima al cuerpo.
cia de lo que se entiende vulgarmen- En 2. el plano lógico, se denomina
te por “simple”, este término no só- 2.1. iudicium s. (véase enuntiatio) al
lo señala lo que no tiene composición que está formado por una sola propo-
sino también lo que no tiene ni va- sición, por ej., “El hombre es racio-
riedad de modos. Así, es únicamente nal”. 2.2. Se llama suppositio s. (véase
en el primer significado que se opone suppositio) a aquella en la que el tér-
a compositum (véase). El término que mino suple a una cierta naturaleza sin
nos ocupa se puede encontrar aplica- pasar a los sujetos individuales que la
do a temas metafísicos o lógicos. poseen, por ej., “hombre”, a diferen-
Desde 1. el punto de vista metafí- cia de “Juan”. Así, Pedro Hispano la
sico, y en 1.1. su primera acepción, s. caracteriza, diciendo: “acceptio termini
perfecte es lo que existe de un único communis pro re universali figurate per
modo. Ya Aristóteles había señalado ipsum” (Summ. Log. 5). 2.3. Un signi-
que lo que es simple es también ne- ficado especial asume el adjetivo en la
cesario, puesto que no es posible que expresión terminus s., usada por Gui-
exista ya de un modo, ya de otro (cf. llermo de Ockham (cf. Exp. aurea, 40
Met. V, 5, 1015 b 12). En este sen- b) en quien equivale a incomplexum
tido, es s. la Idea platónica y el Ac- (véase). 2.4. Por su parte, Roger Ba-
to Puro aristotélico, o lo Uno de Plo- con habla de la enumeratio s., a la que
tino, en relación con todas las demás llama “res puerilis”, distinguiéndola
cosas. También lo es el Ens subsis- de la inductio (véase), que mienta, en
tens de Avicena o el Ipsum Esse de To- este autor, un complicado proceso de
más de Aquino, en comparación con abstracción.
los entes compuestos de acto y po-
simplicissimus. La metafísica esco-
tencia. De hecho, el Aquinate inten-
lástica prefirió este superlativo para
tó probar la absoluta simplicidad de
calificar 1. a Dios, en cuanto el ente
Dios, demostrando que: a. Él no es
supremamente perfecto; y 2. el pun-
compuesto de materia y forma, sino
to matemático, que no tiene ninguna
un acto puro, que no posee género
extensión (véase simplex 1.1. y 1.2.).
ni diferencia ni accidentes; b. que lo
compuesto es posterior a los elemen- simplicitas. Durante siglos, la meta-
tos simples, y Dios es el ser absoluta- física occidental así como algunos de-
mente primero y por ende, anterior a sarrollos de la teología cristiana sos-
todos los otros; c. que todo lo com- tuvieron el hilemorfismo universal.
puesto tiene una causa, en tanto que Con esta última expresión se entien-
Dios es incausado; d. que lo com- de la tesis de que todo lo que existe,
puesto tiene algo que no es su ser, salvo Dios, está compuesto de alguna
mientras que Dios no puede conte- manera de materia y forma. De este
ner nada extraño a Su propia natura- modo, durante ese largo período, no
leza (cf. S. Th. I, q. 3, a. 7 c). En 1.2. se concibió la posibilidad de sustan-
la segunda acepción, se llama s. im- cias absolutamente incorpóreas, da-
perfecte al elemento de un ente com- do que no sólo al ángel sino aun al
puesto, por ej., el punto inextenso alma humana, por ej., se la suponía
que inicia la línea extensa, o la mate- formada por una materia luminosa
simpliciter 622
de forma, pero también el valor lógico da por Porfirio, acerca del valor lógi-
de un predicable (véase praedicabilia). co y ontológico de las especies deri-
En efecto, constituye un concepto va la famosa querella medieval de los
que se puede predicar de una plurali- universales (véase universale). Tal co-
dad de individuos; pero, a diferencia mo fue elaborada por el pensamien-
del predicamento o categoría –que to antiguo y medieval, la s. presenta,
es lo que se predica– la s. implica un pues, una nota fundamental: la de ser
modo particular según el cual se pre- el concepto universal que traduce la
dica la categoría. El término “animal esencia de un conjunto de entes in-
racional”, por ej., es el praedicabile s. dividuales y el modo de ser propio de
en cuanto indica la esencia del hom- dicho conjunto. Por consiguiente, de-
bre, cuyos aspectos indeterminado y signa también a la misma comunidad
determinante, respectivamente, se- que participa de esa esencia; de ahí el
ñala. Así, y ahora desde el punto de pasaje que se produce en la moderni-
vista estrictamente lógico, Aristóteles dad, del significado lógico-ontológi-
presenta la s. como resultante del gé- co al biológico. Sin embargo, se ha de
nero y de la diferencia (cf. Met. X, 7, notar que el lenguaje moderno utiliza
1057 b 7 y ss.). la palabra “especie” restringiéndola a
Las líneas generales de esta doctri- los conjuntos de entes vivientes.
na pasan a la Edad Media, especial- 2. Desde el punto de vista gnoseo-
mente a través de Profirio, quien de- lógico, el pensamiento clásico siguió
fine, en general, la s. en cuanto tal o otro aspecto etimológico del término
s. specialis (véase) como lo que está que nos ocupa: además de significar
ordenado o situado inmediatamente “forma” o “modelo”, también alude a
bajo el género. En cambio, la species “similitud” o “imagen” o “espectro”.
specialissima es el atributo esencial En este sentido, Aristóteles conside-
que se predica de una multiplicidad ra que el conocer mismo es de algún
de términos, y que procede inmedia- modo un páthos, pero no como abso-
tamente al individuo, por ejemplo, luta pasividad del sujeto cognoscen-
la especie “hombre” (cf. Isag. IV, 10 te, sino como cierta exigencia de ac-
y ss.). La primera definición porfiria- ción por parte del objeto, a la que le
na indicada se aplicaba, pues, a cual- corresponde una reacción del sujeto.
quier especie en la medida en que és- Ese “padecer” del cognoscente, se da
ta resulta del elemento indetermina- como una assimilatio, que tiene lugar
do –que es el género–, y el determi- justamente gracias a la similitudo o
nante –que es la diferencia específi- imagen o s. del objeto en el sujeto. El
ca–. Sin embargo, y según tal defini- conocimiento implica, pues, la asimi-
ción, una s. puede constituir un géne- lación que es también una informatio,
ro bajo ulteriores diferencias, como se es decir, el adquirir congnoscitiva-
puede ver en el célebre árbol. De esto mente la forma propia del objeto.
se deduce que toda s., cualquiera sea En efecto, en el plano gnoseológico,
el lugar que en dicho esquema ocupe, la forma que entitativamente se en-
es un término universal. Y aquí po- cuentra en el objeto, se halla repre-
demos volver al aspecto ontológico sentativamente en el sujeto, de tal
del concepto de especie, puesto que, manera que la s. funciona como me-
precisamente de la cuestión plantea- diadora entre ambos (cf. De an. II,
12, 424 a 16).
species 632
tinción entre la sp. que permanece en decisiones que éste ha de tomar desde
sí, esto es, la que se agota en sí misma, el punto de vista ético.
que es la propia del lógico; y la que Por otra parte, es un término muy
pasa ya sea al afecto, ya al efecto. Es- típico de la obra bonaventuriana.
ta segunda clase de sp., se vuelve sabi- Buenaventura usa la voz “espejo” en
duría, cuando pasa al afecto, y se tor- dos sentidos, exterior e interior. En el
na ars cuando pasa al efecto extrínse- primero, sp. significa el mundo crea-
co (cf. Coll. in Hexaem. V, 12-13). do en cuanto que en él se reflejan las
En cambio, autores enrolados en perfecciones divinas; de ahí que en-
la corriente más aristotélica, como tienda al mundo como un espejo lle-
Tomás de Aquino, identifican la s. no de luces y, a la vez, que el verbo
con la meditación (véase meditatio). speculare signifique en Buenaventu-
El Aquinate recuerda la etimología ra contemplar a Dios en las criaturas.
asignada a este término por Agustín, En el segundo, sp. alude al alma co-
quien afirma que proviene de speculum mo espejo de virtudes; así, en la me-
(“espejo”) y no de specula (“atalaya”) dida en que el alma sea moralmente
(cf. De Trin. V, 8). Tomás trae a co- pura, podrá llamarse “tersa” (cf., por
lación este antecedente para indicar ej., Coll. in Hexaem. II, 27).
que ver algo a través de un espejo sig-
spes. Para el pensamiento clásico, la
nifica ver la causa a través del efecto,
esperanza se cuenta entre las pasiones
en el que resplandece la imagen de
(véase passio 4). Es un movimiento
aquélla. La s. humana es, para esta lí-
propio del apetito, que encuentra un
nea, conocimiento discursivo (cf. S.
correlato en la voluntad. Habitual-
Th. II-II, q. 180, a. 2, ad 2).
mente, se la contrapone al temor; Ci-
El matiz común de significación de
cerón, por ej., la define como expecta-
la s. en el pensamiento antiguo y me-
tio boni, mientras que el temor es ex-
dieval es, por consiguiente, el de con-
pectatio mali (cf. Tusc. IV, 37).
templación desinteresada. En cam-
En la Edad Media y, particular-
bio, en la Modernidad, se introduce
mente, en la Escolástica, subsiste este
una nueva acepción del término, se-
concepto básico, al que, con todo, se
gún la cual s. señala el conocimiento
añaden otras consideraciones de ín-
que va más allá de lo empírico.
dole teológica. Así, también Tomás
speculum. Tiene un sentido general y de Aquino la considera, en primer lu-
varios específicos. El general se rela- gar, una pasión y, recordando que las
ciona con lo que se ha llamado el rea- pasiones se diferencian por sus obje-
lismo ingenuo de la gnoseología me- tos, establece que el objeto propio de
dieval: ésta no pone en tela de juicio la s. presenta cuatro aspectos esencia-
que la estructura cognoscitiva huma- les: 1. ha de ser un bien, y en esto di-
na opera precisamente a manera de fiere del temor; 2. debe ser arduo, en
espejo, es decir, reflejando, especulan- el sentido de difícil de obtener, y en
do fielmente la realidad. En sentido esto se diferencia del deseo; 3. futu-
específico, alude a un género filosófi- ro, en cuanto no poseído aún, ya que
co-político: es el compuesto por tex- el bien poseído es el objeto del gozo;
tos en los que moralistas, teólogos y 4. posible de obtener, puesto que, de
maestros espirituales dan directrices lo contrario, se tiene la desesperan-
al príncipe acerca del carácter de las za (cf. S. Th. I-II, q. 40, a. 1 c). Así
635 spirituale
cosas. Ahora bien, las cosas se nos pre- neral, esto es, en cuanto tal, “a studio
sentan conectadas por cierto conjun- cognitionis”: la ineptitud, el exceso de
to de semejanzas, por ej., en las torres ocupaciones y la pereza (cf. In Met. I,
hay similitud en cuanto a su carácter l. 1, n. 4).
vertical. Este conjunto de semejan-
studium. El originario sentido latino
zas constituye precisamente su s. co-
de esta palabra alude al empeño o de-
mún. Por eso, la definición abelardia-
dicación con la que una cosa es abor-
na de s. lo signa como causa communis
dada por un interés que finalmente
in rebus. Así pues, l s. en Abelardo to-
se identificó con el afán de aprender
ma el lugar de la esencia entre los ul-
(véase studere).
trarrealistas, otorgando cierta validez
En términos institucionales, en la
objetiva a la noción que se obtiene
Edad Media, señala el germen de la uni-
por abstracción. Con todo, esta abs-
versidad medieval (véase universitas),
tracción no refleja completa y nítida-
en la medida en que constituye una
mente la condición de las cosas, de
escuela o centro de estudios en el que
manera que, si de un lado, legitima el
pueden ser admitidos estudiantes de
concepto, de otro, como no consiste
procedencias distintas. Por lo general,
en una mera reproducción de lo real,
tales escuelas eran abiertas por las ór-
desvincula el significado con la reali-
denes religiosas en lugares estratégi-
dad: el modus intelligendi, justamente
cos para su expansión, o sea, en ciu-
por el proceso señalado, ya no se iden-
dades que podían ser importantes co-
tifica con el modus subsistendi. Ya no
mo puntos neurálgicos de circulación
se habla en Abelardo de modos de ser
de diferentes nacionalidades. Muchas
y subsistir de las cosas sino de la ma-
veces persistieron en urbes que no po-
nera o estado en que ellas se nos pre-
seían universidad, es decir que la apa-
sentan.
rición de ésta no terminó con el st. Es
studere. La acepción originaria de es- importante tener en cuenta que no se
te verbo indica el dedicarse con afán trataba de un lugar físico sino de una
a algo. Pero esta acepción fue res- reunión de personas de comunes in-
tringiéndose a la aplicación a los tex- tereses intelectuales y de cierta cele-
tos, de donde el actual significado bridad en alguna disciplina. Se distin-
de “estudiar” en castellano; así, Isi- guían en 1. st. particulare que acogía
doro de Sevilla identifica al estudio- a los estudiantes de una misma pro-
so como quasi studiis curiosus (Etym. vincia, en términos de orden religio-
241). Particularmente, en la Edad sa; 2. st. generale que reunía a los de
Media, se aplicó al examen de la Es- todas las provincias de esa orden; 3.
critura. En tal sentido, Buenaventu- st. solemne era aquel famoso y concu-
ra, por ej., menciona las cuatro con- rrido aunque no fuera necesariamen-
diciones que debe reunir su estudio: te general.
orden, asiduidad, gusto y medida (cf.
stultiloquium. Una traducción apro-
Coll. in Hexaem. XIX, 6). Por su par-
ximada de este vocablo puede ser “con-
te, Tomás de Aquino, sobre las hue-
versación estúpida” o “parloteo”. Cons-
llas de Aristóteles, advierte sobre las
tituye un peccatum oris, es decir, un
tres razones más frecuentes que pue-
pecado de la lengua de contornos va-
den separar al hombre de la dedica-
gos y fácilmente asimilable a otros co-
ción al conocimiento tomado en ge-
stultus 640
que es hombre –lo cual constituye la go, o que se reduce al subiectum (cf.
sustancia segunda–, que está sentado, S. Th. I, q. 29, a. 2 c), o aun decir que
que es sabio, etc. En este ejemplo, Pe- es un ens per se (cf. ibid, q. 3, a. 5 c y
dro, en cuanto substancia primera, es C.G. I, 25). Se ha de señalar cuál es
siempre el substratum de todo lo de- su ratio y esta razón es justamente el
más y, por ende, una substancia por constituir una cosa a la cual compete
excelencia. Tal excelencia se expli- el ser sin estar en un sujeto, el consti-
ca porque el subsistir independiente- tuir una esencia a la cual compete el
mente de cualesquiera calificaciones subsistir y el no ser recibida por otro
es algo que le compete a la substan- ser. Para el Aquinate, esto acota de-
cia propiamente dicha y lo que la ha- finitivamente la noción de s., puesto
ce algo individual, irreductible, úni- que –y ahora entramos en el terreno
co, algo que se determina y se bas- de las diferencias–, de un lado, la dis-
ta a sí mismo, en el sentido de poder tingue de la de essentia, en cuanto que
existir aunque no existiera otra cosa. la substantia es una esencia que posee
Ahora bien, Aristóteles asigna des- la característica de la independentia in
pués cuatro significados a lo que lue- essendo. De otro, la diferencia de la
go se llamó “substancia”: la esencia de noción de subsistentia, ya que la subs-
la cosa, expresada en su definición, el tancia subsiste como soporte de acci-
universal en cuanto tal, el género su- dentes, lo que no hace aquélla.
premo, y el sujeto como individuo Los escolásticos establecieron, ade-
existente (cf. Met. VII, 3, 1028 b 33- más, las siguientes distinciones acerca
36; 13, 1038 b, 2-3 y V, 8). Con to- de la s.: la primera gran división con-
do, de estos cuatro significados, só- cierne a la línea divisoria 1. entre lo
lo el último es substantia en sentido trascendente y lo inmanente. Así, se
eminente. Entre los autores latinos, diferencia entre 1.1. s. trascendentalis:
parece haber sido Séneca el primero es la que se puede predicar de Dios
en utilizar la palabra que nos ocupa en cuanto que se prescinde, en este
(cf. Ep. LVIII, 15 y Nat. Quaest. I, 6, caso, de la distinción entre essentia y
5 y 15, 5). El significado originario esse, distinción que no se da en Él;
que se le atribuyó es el de “ente real”, 1.2. s. praedicamentalis: la compues-
a diferencia del “imaginario”, o tam- ta de esencia y existencia, necesaria-
bién el de “ser presente”, a diferencia mente finita y multiplicable según
del “ausente”. géneros y especies diversas, de tal mo-
En la Edad Media, se insistió, en do que constituye un predicamento
primer lugar, en el carácter propio de o género supremo del ente. La subs-
la s. de estructura necesaria del en- tancia predicamental, a su vez, se dis-
te. Así aparece, por ej., en Avicena, tingue en 1.2.1. s. prima: es la indivi-
quien afirma que todo lo que es tie- dual, es decir, la substancia en sentido
ne una s. por la cual es lo que es nece- propio y más estricto, por ej., Sócra-
sariamente (cf. Log. I). Sin embargo, tes; 1.2.2. s. secunda: es la substancia
sólo en la Escolástica del siglo XIII se universal, o sea, la naturaleza genérica
llega a precisiones afinadas. Tomás de o específica que se predica de la s. pri-
Aquino indica que no alcanza a defi- mera, por ej., “hombre”.
nirla sostener que ella es la quidditas Desde el punto de vista de 2. la
(véase) o la esencia necesaria de al- composición sustancial, también se
substantiale 648
les. Respecto del primer punto, cabe su falta de referencia a la materia. Pre-
indicar que 1. las notas del concep- cisamente, los principales proble-
to que nos ocupa son: 1.1. su orde- mas que implica el concepto de for-
nación intrínseca a la materia, deno- ma substancial conciernen a la uni-
minada ordinatio trascendentalis; 1.2. dad del compuesto.
su determinación respecto de la de-
substantialiter. Se utiliza con el mis-
terminabilidad de la materia, es decir,
mo valor que essentialiter (véase) y se
su naturaleza de acto en relación con
opone a accidentaliter. Así, por ej., se
la potencialidad de la materia; 1.3. su
dice que Dios es uno s.
naturaleza estructural; 1.4. su subs-
tancialidad, en el sentido de que per- substantive. La forma adverbial s. se
tenece a la esencia; y 1.5. el hecho de emplea para indicar el modo de en-
que confiere a un ente unidad ines- tender la propiedad de una cosa,
cindible. Por ello, el pensamiento es- cuando dicha propiedad se toma real-
colástico definió la f. s. como el actus mente en cuanto identificada con és-
primus corporis physici, definición que ta; por ej., la racionalidad del hombre
deriva de la que Aristóteles da del al- es entendida s. como el hombre mis-
ma (cf. De an. II, 1, 412 b). Y, en efec- mo. En cambio, adiective se usa para
to, el alma es la f. s. en cuanto princi- señalar que esa propiedad se entien-
pio de vida de un ser corpóreo. de como perfección de la cosa; así, la
En cuanto a 2. las clases de for- racionalidad, concebida adiective, de-
mas substanciales, éstas son: 2.1. la nota la perfección del hombre.
f. s. materialis, y la 2.2. f. s. spiritua-
lis. La primera es la mera determina- substantivum. En cuanto nombre,
ción de la materia y su única función el s. se denomina así porque señala
consiste en informarla. Por ello, la f. s. la forma substancial de algo, significa
materialis no existe ni puede existir en una cosa “per modum substantiae”; en
sí y por sí, separada de la materia: con otras palabras, indica lo que subsiste
ésta se origina y con ella desaparece, por sí. Difiere, pues, del adiectivus, en
como también señala el Aquinate (cf. tanto que éste es un nombre que de-
ibid. II, 43 y De pot. q. 3, a. 8). La signa los accidentes de la substancia,
f. s. spiritualis es una entidad de per- es decir, significa la cosa “per modum
fección superior, justamente la propia accidentis quod inhaeret subiecto”, co-
de los entes espirituales o inmateria- mo indica Tomás de Aquino (S. Th.
les. Por ende, es subsistente en sí mis- I, q. 39, a. 3 c). Sólo por extensión,
ma y de suyo, no reclama la materia, los sustantivos pueden denotar tam-
pero puede estar ordenada a unirse a bién cualidades, pasiones, relacio-
ella y a asumirla determinándola. Es nes, etc. como existentes en sí y posi-
el caso del alma humana. En cambio, bles de funcionar como sujeto de ul-
se habla de f. s. spiritualis separata pa- teriores determinaciones, como cuan-
ra aludir a esencias puramente espiri- do se dice, por ej., “la blancura inma-
tuales como las inteligencias motrices culada”. Por verbum substantivum, la
de Aristóteles o los ángeles en la Es- terminología escolástica entiende ex-
colástica cristiana. Con todo, en este clusivamente el verbo esse cuando és-
último caso, el adjetivo substantialis te expresa la existencia misma, a di-
es usado en sentido muy amplio, por ferencia de cuando actúa como me-
ra cópula.
substare 650
sición de acusativo. En efecto, tal co- ye mayor bien del que posee, incurre
mo sucede con un uso particular de en la s. Pero, al hacerlo, se jacta de po-
la preposición in (véase in 7), s. suele seer lo que no tiene y, en este aspec-
aparecer en los títulos de las obras fi- to, la soberbia es, de algún modo, fa-
losóficas y teológicas que constituyen laz. Por lo demás, la exaltación de la
comentarios a un texto: de algún mo- propia excelencia se agrava cuando se
do, el comentario se da sobre o más cree poseer esos bienes por derecho
allá del contenido estricto de una propio o por haberlos merecido; en-
obra, por ej., aristotélica o, más fre- tonces, se juzgan superiores. Al mis-
cuentemente aún, a un libro de la Es- mo tiempo, la autoexaltación condu-
critura. Este último es, por ej., el caso ce al desprecio de los demás (cf., por
del S. Isaiam de Alberto Magno. ej., Sto. Tomás, S. Th. II-II, q. 162,
a. 4). De esta manera, en la ética me-
superaddita. Los escolásticos de la lí- dieval, la soberbia presenta tres aspec-
nea escotista calificaron con el nom- tos a considerar: 1. por parte del su-
bre de forma s. el alma sobrenatu- jeto, pero, además, hay en ella intrín-
ral e incorruptible infusa en el hom- secamente una referencia directa a 2.
bre por Dios. Indica, además, y por la relación con Dios y a 3. la relación
lo mismo, la instancia en la que se da con la sociedad.
la aspiración humana hacia lo divino 1. En lo que toca al sujeto, los auto-
y trascendente. En la Modernidad es res medievales han subrayado el poder
Telesio quien se hace eco de esta doc- autodestructivo de la soberbia, siguien-
trina (cf. De rerum nat. V, 3) y distin- do el pasaje bíblico de Ecclesiástico
gue una forma s., como sujeto de la 10, 15 que dice que es el inicio de to-
vida religiosa, junto con el alma na- dos los pecados; de ahí su primado en
tural, es decir, la que es principio de la genealogía del mal. El fundamen-
animación. to de esta apreciación está en que to-
superbia. Se ha considerado la so- do pecado implica despreciar a Dios
berbia el primero de los pecados ca- y todo forma de desprecio de Dios es
pitales. Como señala Isidoro de Sevi- soberbia. Por eso, escribe Agustín que
lla, su caracterización esencial radica ella –y no la carne– es el comienzo de
en su mismo nombre: por la s. se as- todos los males (cf. De civ. Dei XIV,
pira voluntariamente a algo que está 3, 2). Ésta es, pues, la razón de su gra-
“sobre” (supra) las propias posibilida- vedad y, a la vez, aquello que la dife-
des; de ahí que se llame “soberbio” a rencia de la mera vanagloria (véase).
quien desea sobrepasar lo que en rea- 2. En lo que concierne a la s. del
lidad es (cf. Etim. X). Su condición hombre en relación con Dios, los es-
de pecado obedece, pues, a la des- colásticos, siguiendo la tradición pa-
viación que implica, ya que el peca- trística, coinciden en señalar que si
do es desorden y la recta razón orde- bien todos los vicios nos alejan de
na que la voluntad se dirija a objetos Dios, sólo la soberbia se opone a Él.
que le son proporcionados. Su especi- Así, no es sólo desvío o alejamiento
ficidad consiste en ser apetito desor- sino, formalmente, aversión y despre-
denado de la propia excelencia. Ésta, cio. En esa medida, se opone a la hu-
a su vez, procede de algún bien po- mildad, ya que ésta se define como
seído; así, cuando alguien se atribu- sujeción del hombre a Dios en cuan-
653 superioritas
to infinitamente superior a él. Tam- 509 b). Algo similar sostiene Plotino
bién desde este ángulo de considera- cuando afirma que lo Uno está más
ción, la s. es el primero de los peca- allá del ser (cf. Enn. V, 5, 6).
dos, dado que la aversio a Deo propia A través de Dionisio Aereopagita,
de ellos se cumple de modo eminente quien incluye este concepto en su De
en la soberbia. div. nom. II, la noción de s. pasa a Es-
3. En cuanto a la soberbia en la di- coto Erígena (cf. De div. nat. I, 14)
mensión social, los autores medieva- y alcanza la tradición mística tardo-
les la examinaron basándose sobre la medieval con M. Eckhart. Éste carac-
mencionada nota de desprecio por teriza a Dios precisamente como una
los demás que implica este pecado esencia s. y una nada s. Todos estos
y mediante la distinción entre acti- autores intentan, pues, señalar con el
tud interior y manifestación de dicho término que nos ocupa, la absoluta e
desdén. En este plano, las manifes- inefable alteridad y trascendencia di-
taciones suelen vincularse –y de he- vinas.
cho, a veces, confundirse– con la va-
superficies. Según la clásica concep-
nidad; en cambio, respecto de lo pri-
ción escolástica, la superficie es una
mero, son interesantes los ejemplos
noción que alude a la continuidad de
de soberbia intelectual cuya denun-
las partes de un cuerpo, determinan-
cia jalona la historia de la filosofía en
do su comienzo o su fin. De hecho,
la Edad Media. Paradigmáticas son
Tomás de Aquino dice que es terminus
en este sentido las descripciones que
corporis (cf. In Met. V, l. 10, n. 3). En
hace Bernardo de Clairvaux de la so-
cambio, Ockham, para quien la s. no
berbia atribuida Pedro Abelardo. Pero
es ni una realidad distinta del cuerpo,
quizá más significativas aun sean las
ni un accidente, la define en térmi-
afirmaciones contenidas en la conde-
nos negativos: como lo que determi-
nación de París del 1277, como “en
na que un cuerpo no se extienda más
este mundo sólo los filósofos son sa-
allá de un cierto límite (cf. Quaest. in
bios” o “no hay condición más exce-
libros Phys. 64; Exp. Aurea 56).
lente que la de aquel que se ocupa de
filosofía”. superioritas. Voz que se encuentra
Particular atención al tema presta en 1. contexto lógico y en 2. contex-
Bernardo, quien, precisamente en De to metafísico. 1. En lógica, se deno-
grad. humilit. et superbia, 10, distin- mina s. terminorum a la mayor exten-
gue doce grados en la s.: curiosidad, sión de un término respecto de otro:
ligereza de mente, alegría necia, jac- por ej., “ens” es lógicamente superior
tancia, singularidad, arrogancia, pre- a “animal”, en cuanto que el primero
sunción, defensa de los propios pe- se puede afirmar de más sujetos par-
cados, confesión fingida, rebelión, li- ticulares que el segundo. 2. En el pla-
bertinaje, costumbre de pecar. no metafísico, se entiende por s. o
superessentiale. Voz que proviene del bien prioridad en el orden de la per-
griego hyperousios, usado por Proclo fección, o bien prioridad en el orden
(cf. Inst. Theol. 115), siguiendo una de lo ilimitado. Duns Escoto asigna
línea sugerida por Platón, al afirmar s. a la causa más perfecta. Siempre en
éste que la Idea de Bien se encuen- términos metafísicos, Ockham obje-
tra más allá de la esencia (cf. Rep. VI, ta que, si se entiende la superioridad
superius 654
en falacias. Si se dice, por ej., “Lo que tiene una 2.2.2. s. realis o personalis,
es animal existe”; “El centauro es ani- cuando el término suple los sujetos
mal”, puede llegarse a la conclusión individuales en que se encuentra rea-
falsa de que el centauro existe, preci- lizada la naturaleza universal. Pero,
samente, por no ser considerada la di- en este caso, se dan múltiples posibi-
ferencia de s. que, en el primer caso lidades de suplencia.
está relacionada con un tipo de exis- En efecto, la s. real o personal pue-
tencia real, y en el segundo no. de ser 2.2.2.1. singularis, si está referi-
Teniendo en cuenta lo anterior, se do a un sujeto individual, por ej., “Pe-
puede pasar a determinar el valor de dro es obrero”; o 2.2.2.2. communis,
la suplencia. Para ello, tomaremos el si suple por varios o todos los suje-
término sujeto de una proposición. tos de una misma naturaleza, como
El valor de la s. está dado, entonces, en “Estos hombres son obreros”. La s.
por la significación del predicado. común es la más compleja. Puede ser
En ese caso, se puede tener una 1. s. 2.2.2.2.1. determinada, o 2.2.2.2.2.
materialis, en la que el término suple confusa. Cuando es determinada, se
por sí mismo, en cuanto signo real trata de la acepción del término co-
o escrito, por ej., “Hombre es una mún tomado indefinidamente “Los
voz de dos sílabas”. También pue- hombres suelen odiar”, o con un sig-
de darse una 2. s. formalis, pero 2.1. no particular. En tales casos, puede
impropria, en cuanto el término su- ser determinada 2.2.2.2.1.1. iuncta,
ple una cosa cuyo significado es me- cuando el término supone algunas
tafórico; por ej., “El sol es fuente de cosas determinadas entre aquellas
la verdad”. Distinto es el caso de la a las que conviene su significación;
2.2. s. formalis propria, en tanto que por ej., “Algunos hombres son ne-
en ella el término suple la cosa en su gros”; 2.2.2.2.1.2. disiuncta, si suple
significado propio y no derivado; por algunas de las cosas que significa, pe-
ej., “El sol es el centro de nuestro sis- ro las deja sin distinción: “Algún ins-
tema planetario”. trumento es necesario para escribir”;
La s. propria es, obviamente, la que 2.2.2.2.1.3. copulata, que es la que se
más importa desde el punto de vis- da cuando el término supone las co-
ta lógico y gnoseológico. Por ello, es sas que significa tomadas colectiva-
la clase de suplencia que recibe más mente, como en “Los romanos eran
especificaciones. Dentro de ella, te- un pueblo laborioso”.
nemos dos tipos fundamentales: la La s. confusa propiamente confusa
2.2.1. s. simplex, que es aquella en la –lo cual significa “indeterminada”–,
que el término suple una cierta natu- se denomina también “distributa”, en
raleza, sin pasar con ello a sustituir a la medida en que se refiere a un tér-
los sujetos individuales que la susten- mino común que, mediante un uni-
tan, como sucede con el término “ el versal, vale por muchos. Este último
hombre” en la proposición “El hom- tipo se da en las siguientes modalida-
bre es un animal racional”. Entonces, des: 2.2.2.2.2.1. distributa completa,
se dice que el término suple lo que es- en la que el término suple todas y ca-
tá en primer lugar e inmediatamen- da una de las cosas que significa (pro
te (primo et immediate seu formaliter) omnibus et singulis significatis), por ej.,
significado por él. Por el contrario, se “El hombre es mortal”, en cuyo caso,
657 suppositum
Cabe añadir que esta doctrina so- tiene que agregarse el principio dictum
bre el s. se aplica fundamentalmen- de omni, dictum de nullo (véase).
te al silogismo categórico, pero no
symbolum. A diferencia de lo que
se ha de olvidar que Aristóteles ini-
ocurre con el sentido vulgar que hoy
cia el análisis sobre el silogismo hipo-
reviste en español la palabra “sím-
tético, es decir, aquel en el que una
bolo”, una de cuyas principales no-
de las premisas es condicional; y el
tas es la de remitir a una representa-
disyuntivo, o sea, aquel cuya premi-
ción generalmente visual, en la Edad
sa mayor es una disyunción. A través
Media, el vocablo s. tiene otro signi-
de Boecio, estos desarrollos pasaron a
ficado. En primer lugar, forma par-
la Edad Media. Así, todo este bagaje
te del vocabulario técnico teológico;
formó el fundamento de la logica ve-
en segundo término, consiste en un
tus medieval (véase logica, in fine).
enunciado de fe; en tercer lugar, es un
3. En la Escolástica, se continuó en
institutum, es decir, algo establecido
esta línea de investigación, pero, es-
o decretado; en cuarto término, im-
pecialmente, se perfeccionó con fi-
plica el consenso tanto de quienes re-
nes didácticos lo que se podría deno-
dactan tal enunciado –por ej., por
minar una normativa sobre el s. Es-
concilios– como de los que lo acep-
tá conformada por ocho reglas, de las
tan como verdadero, esto es, los cre-
cuales las más importantes son las tres
yentes: todos con-vienen en admitir
primeras. Ellas rezan como sigue: 3.1.
la verdad del mismo. En quinto lugar,
terminus esto triplex: maior medius-
cabe subrayar que el s. se refiere tanto
que minorque (los términos han de
a un enunciado en particular, o sea, a
ser tres, mayor, medio y menor); 3.2.
un determinado artículo de fe, como
nequaquam medium capiat conclusio
al conjunto de los que constituyen el
oportet (la conclusión no debe conte-
cuerpo doctrinal; de ahí que una de
ner nunca el término medio); 3.3. nihil
las acepciones de s. o símbolo de los
sequitur geminis ex particularibus
apóstoles sea la del Credo. Así, en ge-
unquam (nada se sigue de dos premi-
neral, su significado se aproxima a lo
sas particulares); 3.4. latius hos quam
que, más comúnmente y no en senti-
praemissae conclusio non vult (ningún
do técnico, se suele denominar “dog-
término debe poseer mayor extensión
ma”. Algunos teólogos, por ej., To-
en la conclusión que en las premi-
más de Aquino, subrayan que en el
sas); 3.5. aut semel aut iterum medius
s. se proponen las verdades de fe co-
generaliter esto (al menos una vez el tér-
mo objeto y fin del acto del creyen-
mino medio ha de ser tomado en for-
te en cuanto tal. Pero dicho acto no
ma general); 3.6. utraque si praemissa
tiene por objeto la mera proposición
neget, nihil inde sequitur (de dos pre-
formal sino la realidad a la que ella re-
misas negativas nada se sigue); 3.7.
mite (cf. S. Th. II-II, q. 1, a. 3 ad 2; I,
ambae affirmantes nequeunt genera-
q. 36, a. 2 ad 2).
re negantem (de ambas premisas ne-
gativas no se puede seguir una con- sympathia. Este término proviene
clusión negativa); 3.8. peiorem semper del griego syn, o sea, “con”, y pathos,
sequitur conclusio partem (la conclu- que, entre otras cosas, significa “afec-
sión siempre sigue la parte más débil, ción”. Muy en general, alude a la ac-
es decir, la premisa inferior). A esto ción recíproca de cosas o personas, y a
661 syncategorematica
T
tabula. Sin acotación, este término te griego en su De an. III, 4, 430 a
indica, en general, una ordenación 1. De hecho, Egidio Romano la em-
sintética y sistemática de conceptos plea en sus propios comentarios. Por
dispuestos jerárquicamente según su su parte, Alberto Magno concibe el
mayor o menor generalidad. Así, en intelecto pasivo (véase intellectus) co-
cierto sentido, el árbol de Porfirio mo una “tabula rasa planata et polita”,
(véase arbor porphiriana), por ej., se dispuesta a recibir los caracteres sin
puede considerar una t. lógica; pero la intervención del movimiento, a di-
también es una t. moral el conjunto ferencia de lo que ocurre con la ta-
de las leyes de Moisés. blilla material que da origen a la ex-
En cambio, la expresión tabula ra- presión (De an. III). Tomás de Aqui-
sa alude a la tablilla encerada sobre la no comenta que el intelecto huma-
que escribían los antiguos. Se utilizó no es “sicut tabula rasa in qua nihil est
después esta imagen para señalar las scriptum”, para señalar que está en
posibilidades receptivas de los senti- potencia respecto de los inteligibles
dos y, sobre todo, del intelecto, antes (S. Th. I, q. 89, a. 2 c). Sin embar-
de cualquier experiencia. En la Anti- go, cabe advertir que aun los escolás-
güedad, esta noción no es exclusiva ticos menos rigurosamente aristotéli-
de los pensadores que se ordenan en cos usan el término, o alguna expre-
una línea gnoseológica, por así decir, sión análoga, por ej., Buenaventura
“empirista”, ya que Platón, por ej., (cf. In II Sent. d. 1, 2, ad. 2, 3).
compara el alma a un bloque de ce- Ya en la Modernidad, F. Bacon re-
ra sobre el que se imprimen las sen- tomó este término para designar los
saciones y pensamientos que luego se esquemas representativos que guían
“recuerdan” (cf. Teet. 191 d; Fil. 390). la búsqueda de las causas de los fenó-
Una comparación similar se encuen- menos (cf. Nov. Org. II). Pero es Loc-
tra en el Filón (Leg. Alleg. I, 32) y en ke quien lo consagra en su sentido de
Boecio (cf. De cons. Phil. V, 4). pura receptividad intelectual, cuan-
Pero paulatinamente la imagen pa- do, para insistir en la experiencia co-
só a ser exclusiva de quienes rechazan mo única fuente de conocimiento, di-
cualquier forma de innatismo Los es- funde la noción de la mente o el en-
colásticos usan frecuentemente es- tendimiento como una tabula rasa.
ta expresión que adquiere distintos
taciturnitas. El silencio taciturno se
matices, según la concepción que ca-
ha considerado un peccatum oris, un
da uno de ellos haya sustentado so-
pecado de la lengua. No podía ser de
bre la relación entre el intelecto y la
otro modo, dada la neutralidad moral
sensibilidad. Aparece ya en las prime-
de la palabra y el silencio en sí mis-
ras versiones latinas y comentarios de
mos: éstos adquieren valor en dicho
Aristóteles, quien usa el equivalen-
plano cuando se ordenan al bien o al
665 talis
los lógicos medievales, puede ser 1. árbol, en cuanto que el segundo con-
demonstrativum, 2. redditivum, o 3. tiene el elemento húmedo en mayor
relativum. 1. Es demonstrativum cuan- grado que el primero; 3. t. simplex es
do indica algo presente; por ej., cuan- el del ente corpóreo en el que domi-
do, frente al mar, se dice “T. est mare”. na sólo uno de los cuatro elementos;
2. Es redditivum cuando remite a un mientras que en el 4. t. compositum
ente o cualidad no presentes mediante predominan dos.
la demostración de algo presente; por Este término, así entendido, se apli-
ej., cuando ante la pregunta: “Qualis có también al campo de la medicina
est Socrates?”, se responde “Talis”. 3. donde, siguiendo la tradición antigua,
Es relativum cuando señala igualdad se habló, por ej., del t. sanguineum,
en una comparación; por ej., “Qualis en el que tienen primacía el calor y la
est Socrates, talis est Plato”, o “Aethiops humedad. En este sentido, la noción
est niger et talis est corvus”. Estos ejem- que nos ocupa se encuentra con fre-
plos son propuestos por Pedro Hispa- cuencia entre los pensadores árabes,
no en sus Summ. Log. VIII, 20. como Avicena y Averroes, y con ma-
yor frecuencia aún en los renacentis-
talitas. Sustantivación del adjetivo tas como Paracelso.
talis (véase), este término se empleó
en la expresión talitas rei para designar temperantia. Concepto que con-
en una cosa tal cualidad determinada. cierne a la ética medieval, puesto que
es una virtud (véase virtus). Traduce
tantitas. Aunque poco frecuente, es- lo que, en la Antigüedad, es uno de
te vocablo, generalmente en la expre- los aspectos de la sofrosyne. Platón la
sión t. rei, es equivalente de pondus había caracterizado diciendo que es
(véase), es decir, peso, en su sentido la amistad entre las partes del alma,
físico. Pero lo específico de esta no- acuerdo que tiene lugar cuando aque-
ción es lo cuantitativo. En efecto, se llas que han de obedecer a la razón
define como la mole del cuerpo en re- no se le rebelan. Por lo demás, el Ate-
lación con la medida. niense considera que esta caracteriza-
temeritas. Cf. audacia. ción incluye tanto la templanza del
individuo como la del estado (cf. Rep.
temperamentum. Voz que deriva IV, 442 b). Para Aristóteles, es una de
de “temperies” –o sea, “equilibrio”– y las virtudes éticas, que consiste en el
que es empleada especialmente en el justo uso de los placeres corpóreos
ámbito de la filosofía de la naturale- derivados del comer, del beber y del
za para indicar la proporción de los instinto sexual (cf. Et. Nic. III, q. 12,
elementos primarios que correspon- 1107a 33-b 23). En cambio, los es-
de a un cuerpo dado. Los escolásticos toicos definieron la t. como la ciencia
distinguieron el 1. t. uniforme o ad de lo que hay que desear y de lo que
pondus, que es el del cuerpo que con- se debe rehuir, tal como aparece, por
tiene agua, aire, tierra y fuego, o sus ej., en Estobeo.
respectivos derivados en el mismo Los autores medievales, y particu-
grado; y el 2. t. difforme, que es el del larmente los escolásticos, insistieron
cuerpo que los contiene en el grado en el elemento de moderación o equi-
determinado a su especie; así, por ej., librio que conlleva el término mis-
el t. de una piedra difiere del de un mo. Así, contaron la t. como última
667 tempus
obedece a su visión unitaria del saber, Tomás de Aquino es uno de los pri-
que, además, tampoco se puede sepa- meros autores en mostrar una distin-
rar del actuar en el ascenso del hom- ción entre la teología sin acotación,
bre hacia Dios. Por ello, la influencia llamada también scientia divina y
agustiniana en la Edad Media no fa- equivalente a la filosofía primera –es
voreció la constitución de la t. como decir, la ciencia que considera la cau-
ciencia autónoma, proceso que tiene sa primera de las cosas (cf. In Met., Pr.
lugar muy paulatinamente. y XII, l. 12, n. 29)–, y la t. revelada o
En dicho itinerario, uno de los pri- sagrada doctrina, que toma sus prin-
meros hitos es el esbozado por Juan cipios de la revelación. El Aquinate
Damasceno, cuya obra teológica pre- afirma además que la sagrada doctri-
senta una primera parte, de índole fi- na es también scientia, porque proce-
losófica, llamada Dialectica, a la que de de principios conocidos a través de
sigue una ordenada exposición del una luz superior o lumen infusum (cf.
dogma en los cuatro libros del De S. Th. I, q. 1, a. 2 c), es decir, de los
fide orthodoxa. Cabría encontrar aquí datos de la Revelación. Así, desde el
una raíz del uso de la filosofía como punto de vista del Aquinate, nuestra
propedéutica al examen sistemático teología es una suerte de subalternatio
de los datos revelados. Pero tal uti- (véase) respecto de estos últimos. Pa-
lización de la filosofía supone siem- ra Duns Escoto, el primer tipo de
pre, y exige, una concepción del filo- conocimiento, el teológico, consti-
sofar como algo autónomo, en cuan- tuye una ciencia teórica, mientras
to tratamiento puramente racional de que el segundo, el revelado, es cien-
la realidad. En el comienzo mismo de cia práctica, en cuanto tiene por fin,
la Escolástica, esa concepción se reve- fundamentalmente, mostrar al hom-
la en la racionalización propia de la bre el camino de su propia salvación
actitud de Anselmo de Canterbury, (cf. Op. ox. Pr. q. 4, n. 42); por tan-
especialmente, en el Proemio de su to, la t. revelada no tendría un pu-
Proslogion. Un siglo más tarde y en ro valor cognoscitivo; más aún, si el
oposición a místicos como San Ber- teólogo se lanzara a aparentes demos-
nardo, los llamados “dialécticos” co- traciones, cambiaría su condición en
mo Pedro Abelardo, Gilberto de la la de filósofo, como señala Duns en
Porrée y Alan de Lille, se ocupan de In Sent., Proem. Tampoco Durando
exponer el dogma religioso sistemáti- de San Porciano considera la t. cien-
camente, utilizando en forma metó- cia, en primer lugar, porque no par-
dica y deliberada las categorías filo- te de principios racionalmente evi-
sóficas. Dentro de estos límites y en dentes; en segundo término, por-
función de tales intereses, se ha de que no se puede suponer en todos la
comprender la caracterización –mu- luz sobrenatural que, por lo demás,
chas veces malentendida– de la filo- no es comunicable; así, como no se
sofía como “ancilla theologiae” (véa- tiene de Dios ni cognitio abstractiva
se). Pero, a pesar de que el siglo XII ni intuitiva no se pueden fundamen-
asiste a la fundación de la teología oc- tar los principios de las demostracio-
cidental como disciplina epistemo- nes. En cierto modo, Guillermo de
lógicamente acotada, la delimitación Ockham adhiere a este perspectiva,
precisa y expresa entre filosofía y t. es en la medida en que no considera la t.
tardía. revelada como ciencia sino como un
673 timor
fuentes lógicas –o, loci, es decir, preci- cepto de t. fue elaborado a partir de
samente tópoi– entendiendo por éstas las consideraciones que hace Aristó-
los lugares en los que recabar razones teles en su Met. V, 26, 1023 b 25, y
probables para una argumentación. se entendió en correlación con el de
Así pues, la t. es una suerte de arte de pars (véase): un todo es, fundamen-
la disputa, pero no sofística. El nom- talmente, “quod constat partibus”, se-
bre ha sido tomado del organon aris- gún señala Tomás de Aquino en S.
totélico, justamente de los libros lógi- Th. I, q. 10, a. 1, ad. 3. Con todo, en-
cos en los que se expone la clase de ar- tre los autores medievales, no se en-
gumento sólo probable, esto es, los si- tendió el t. de un modo puramente
logismos hipotéticos. A través de Ci- cuantitativo, desde el momento en
cerón y de Boecio llegan al mundo que es inescindible del concepto de
medieval. forma. De hecho, no se lo consideró
como mera suma de partes, sino en
totalitas. Se puede considerar equi- su propia ratio. Obviamente, es una
valente a totum (véase), pero lo pro- noción que fue aplicada, sobre todo,
pio de este sustantivo es que acentúa a los entes corpóreos, es decir, divisi-
el carácter de un todo como unidad bles. Sin embargo, no es la que se aca-
simple a la que nada es posible añadir ba de mencionar una opinión unáni-
sin modificar la naturaleza de la cosa. me que se extienda hasta el final de
Así, en lugar de implicar una relación la Edad Media: Ockham, por ej., nie-
intrínseca de las partes con el todo, la ga, contra Burley, que haya una for-
t. subraya la ratio del todo en cuanto ma del todo: “non est aliud a partibus
tal y la forma que le compete. simul sumptis, id est junctis et unitis”,
totaliter. Adverbio que indica la con- dice en In Phys. I, 25.
sideración de algo en su integridad, Sobre la base conceptual que se aca-
teniendo en cuenta el conjunto de to- ba de sintetizar, los escolásticos elabo-
dos sus aspectos esenciales. Por ello, raron varias distinciones acerca de es-
es sinónimo de adaequate. Así, por te concepto: en el 1. plano metafísi-
ej., el hombre es considerado t. cuan- co, se examinó, en especial, los tipos
do se lo concibe como animal rationa- de relación entre el todo y sus par-
le; en este caso, lo enunciado se ade- tes. En tal sentido, se habló de 1.1. t.
cua a la totalidad del ser del hombre. universale o essentiale: es aquel que
constituye una estructura esencial es-
totum. Es curiosa la etimología que pecífica o genérica, expresada en un
algunos especialistas han atribuido a concepto universal, como “homo”
este término: lo suponen derivado de o “animal” ; 1.2. t. potentiale: se tie-
tomentum, que alude al material de re- ne cuando la forma del todo se en-
lleno de algo, como paja, plumas, etc. cuentra en las partes en cuanto esen-
En cuanto término técnico, como cia, pero no quoad virtute, como el al-
caracterización general, se puede de- ma respecto de sus facultades o po-
cir que esta voz denota cualquier con- tencias operativas; 1.3. t. integrale: es
junto de partes, independientemen- el que conforma la estructura com-
te del orden o disposición de las mis- pleta de un ente respecto de sus par-
mas. En este sentido, presenta un ma- tes, constituidas en la materia y la for-
tiz de diferencia respecto de la totalitas ma, como “Sócrates” en cuanto subs-
(véase). En la Edad Media, el con- tancia primera.
totum in toto 676
dición, aunque tomándola con senti- cual el alma de los hijos deriva de la
do crítico (cf. Met. XII, 8, 1074 b); de los padres como una rama brota
o en Plotino, para quien constituye, del árbol; así aparece, por ej., en Te-
en cambio, una suerte de garantía (cf. mistio (cf. De an. II, 5).
Enn. III, 7, 1). Cabe advertir que el De tal modo, el alma humana es
prestigio que fue adquiriendo la t. hi- transmitida del padre al hijo, junto
zo posible fraguar, en apoyo de una con el cuerpo, y proviene ex traduce
presunta tradición, documentos ficti- o per traducem seminis. A ella se opo-
cios a falta de los auténticos, u otros ne el “creacionismo” que afirma, en
de falsa atribución como los de Her- cambio, la creación inmediata del
mes Trimegisto. Esto se explica por la alma por parte de Dios. Si bien es-
exigencia –propia de la concepción ta discusión excede los límites de la
antigua y, especialmente, medieval– Edad Media –de hecho es retomada
de interpretar la Historia como maes- por autores de la Reforma, como Lu-
tra, o como sistema, en el que impor- tero y Calvino, y de la Modernidad,
ta más la coherencia interna que la como Leibniz– dentro de los perío-
exactitud del dato, exigencia esta úl- dos patrístico y escolástico, se pueden
tima típica de la Modernidad. señalar tres momentos fundamenta-
En el campo específico de la teolo- les en su desarrollo, representados por
gía dogmática cristiana, este término las posiciones de Tertuliano, Agustín
adquiere relieve y precisión significa- y Tomás de Aquino.
tiva. Está estrechamente ligado al he- Tertuliano fue un abierto defen-
cho de la Revelación que culmina en sor del traducionismo: el alma hu-
Cristo y los Apóstoles, cuya enseñan- mana derivaría del semen, o sea, de
za oral es transmitida, fundamental- algo material (cf. De an. 27). Agus-
mente, por la t. Tal transmisión de la tín no se expide taxativamente al res-
verdad revelada se confía así a la Igle- pecto, pero plantea las posibles con-
sia, que, en cuanto cuerpo investido secuencias de esta tesis y de su opues-
de autoridad del magisterio, la custo- ta, en el ámbito de la teología dogmá-
dia como patrimonio de fe, común a tica: una posición traducionista con-
todos los creyentes. tribuiría a explicar la transmisión del
pecado original, aunque cuestionaría
tradux. Voz que, en general, mien- la espiritualidad del alma, esto es, su
ta el tránsito de un orden a otro. So- carácter inmaterial; por el contrario,
bre esta base conceptual, 1. en retóri- tal carácter queda confirmado en la
ca, alude a la metonimia; 2. en gra- tesis opuesta del creacionismo (cf. De
mática, significa una hipérbaton. Pe- lib. arb. III, 20-21; De gen. X, 11-26,
ro, 3. en el plano filosófico y teológi- Ep. 116 y 190). Por su parte, Tomás
co cobra una acepción muy particu- de Aquino rechaza decididamente el
lar, que remite al significado origina- traducionismo, para salvar la inma-
rio de t. Éste alude a la “rama de un terialidad del alma humana, posición
árbol”, en especial, el mugión de una que finalmente obtuvo primacía en la
vid. En el ámbito filosófico, señala la Escolástica (cf. S. Th. I, q. 90, a. 2 c).
noción central de una doctrina cono-
cida hoy con el nombre de “traducio- tranquillitas. El de tranquilidad o
nismo” –cuyo antecedente remoto se serenidad es un concepto particular-
encuentra en los estoicos– según la mente importante en Agustín, a tra-
transcendens 678
vés del cual pasa a toda la literatu- Media no concierne al plano espiri-
ra agustiniana en la Edad Media. Se tual ni al gnoseológico sino al onto-
vincula con el de pax (véase); de he- lógico: lo que trasciende ciertas rea-
cho, la definición más general de paz lidades es lo común a todas ellas y se
que ofrece el Hiponense es la siguien- identifica con la esencia de las mis-
te: la paz de todas las cosas es la t. del mas. Sólo en este sentido, es decir, en
orden (cf. De civ. Dei XIX, 13). Pero, el de la superación de lo particular, t.
más allá de esta acepción amplia, en se aproxima a transcendentale (véase).
su sentido estricto, y a diferencia de
transcendentale. En la filosofía esco-
lo que ocurre con pax, el término que
lástica, se llaman “trascendentales” a
nos ocupa no se relaciona con el plano
los modos más generales que asume
metafísico sino con el antropológico.
el mismo concepto de ente, modos
En éste ocupa un lugar importante en
que lo caracterizan en cuanto ente.
los grados de ascensión a la sabiduría
Ellos son: ens, unum, aliquid, verum,
que plantea Agustín en De quant. an.
bonum y a veces se incluye también
XXXIII, 70-76. En efecto, para llegar
pulchrum (véanse). Aunque el térmi-
a la sabiduría, el alma debe ejercitar-
no t. aparece en las sistematizaciones
se en la virtud, dada por el timor Dei,
lógicas de la escolástica tardía, el con-
la pietas y la scientia. Al hacerlo, alcan-
cepto se encuentra ya en Aristóteles
za precisamente la t., o sea, la tranqui-
cuando, al combatir el eleatismo pla-
lidad de ánimo, que le procura forti-
tónico, niega que las propiedades pe-
tudo. Consolidada ésta, el alma de-
culiares del ente en cuanto ente cons-
berá concentrarse en el consilium y la
tituyan categorías o géneros, por am-
purgatio cordis para acceder a la con-
plios que éstos sean (cf. Met. III, 3,
templatio propia de la sabiduría (cf.,
998b 22 y ss.). Según el Estagirita,
también, De doctr. christ.II, 7, 9-11).
son más bien atributos propios del
En cambio, durante la Escolástica,
ente cuanto tal, así como hay pro-
esta voz es utilizada para aludir a la se-
piedades del número en cuanto nú-
renidad de lo material, hablándose así,
mero, como, por ej., la de ser mensu-
por ej., de la t. de los elementos o del
rable (cf. ibid. IV, 2, 1004b, 10-15).
mar, como hace Tomás de Aquino en
Los trascendentales pueden conside-
In Met. V, l. 8, n. 14. De esta manera,
rarse, pues, aristotélicamente, diver-
se reservó la palabra quies (véase) pa-
sos modos de decir “ente” y no de-
ra referirse a la tranquilidad del alma.
terminaciones intrínsecas de éste, co-
transcendens. Participio del verbo sa que constituyen los praedicamenta
transcendo, que significa “ascender” desde el punto de vista metafísico
o “sobrepasar”, este término implica (véase praedicamentum).
el matiz de lo que supera algo o es- Sobre esta base, el pensamiento
tá más allá de ese algo. Así, por ej., medieval elaboró una doctrina sobre
Agustín, al exhortar al alma humana los trascendentales a la que denominó
a continuar su camino de indagación también “de los modos comunes del
para llegar a contemplar a Dios co- ente”. Su enumeración se encuentra,
mo plenitud del ser, dice: “transcende por ejemplo, en la Summa Theologica
te ipsum” (De vera rel. 39, 72). Sin de Rolando de Cremona. El nom-
embargo, el sentido técnico que final- bre de “trascendental” asignado a ta-
mente asumió la palabra en la Edad les modos obedece a que el signifi-
679 transelementatio
cado del ente como tal no sólo tras- ser. Con todo, cabe advertir que, así
ciende las notas individuales del en- como hay grados de nobleza en el ser
te particular del que se trate, o sujeto de los entes según sus respectivas de-
del que se predique, sino que va más terminaciones ontológicas y las es-
allá de los sectores especiales de entes pecies a las que correspondan, de la
y aun de todos ellos en conjunto. En misma manera, y dada justamente la
otras palabras, “ente” trasciende todo equivalencia mencionada, hay diver-
lo que es de una manera particular y sos grados de bondad óntica.
específica y, así, indica el modo de ser En tanto constituyen diferentes
de cualquier realidad. De hecho, se- modos de decir “ente” –o sea, distin-
gún Tomás de Aquino, lo que el in- tos puntos de vista desde los que se
telecto aprehende ante todo es el ente puede considerar el ente– los trascen-
en cuanto tal (cf. De ver. I, 1). Ahora dentales se entienden, en principio,
bien, Tomás hace suya la afirmación convertibles o intercambiables en-
aristotélica sobre los atributos comu- tre sí; de ahí sentencias como “Ens et
nes a todo ens, y presenta tales pro- unum (o aliquid, o verum, o bonum,
piedades o modos del ente, es decir, o pulchrum) convertuntur”. (Véanse
los trascendentales, siguiendo de al- los artículos correspondientes a cada
guna manera, el proceso psicológico trascendental).
del conocimiento humano. En la Modernidad, quienes conti-
En efecto, observa el Aquinate que, núan el pensamiento escolástico, co-
si se lo toma en su aspecto absoluto mo Wolff, suelen insistir en la preva-
y positivo, ens equivale a ser. Pero tal lencia del bonum y del verum sobre
aspecto positivo incluye también la los demás trascendentales. En cam-
negación de la división: ens indivisum bio, quienes se oponen a la metafísi-
especifica que el ente no está dividi- ca escolástica, como Kant, asignan al
do porque, de lo contrario, se tendría término que nos ocupa una acepción
dos, de cada uno de los cuales pue- completamente distinta.
de decirse que es uno; de modo tal
transcendentaliter. Adverbio que
que se llega a la segunda equivalencia:
indica el modo de entender un atri-
la que se da entre ens y unum, Más
buto o una sustancia, en cuanto que
aún, si se atiende a que este unum no
trasciende la serie de categorías y
puede sino ser un ente determinado,
conviene a toda realidad, como bo-
nos acercamos a la noción de aliquid.
num, verum, unum, etc. (véase trans-
Cuando, por último, se pasa a la re-
cendentale). En cambio, entender al-
lación del ente en cuanto tal con el
go praedicamentaliter significa conce-
alma y sus facultades, surgen los dos
birlo como ordenado en una de di-
trascendentales restantes: en orden al
chas categorías o praedicamenta (véa-
intelecto, todo ens es verum, en tan-
se). Así, por ej., un hombre perver-
to que el pensamiento se ha de con-
so es praedicamentaliter malo, puesto
formar con él, o sea, con su realidad
que es cualitativamente malo, pero t.
cierta o su determinación ontológica.
es bonum, en tanto que es.
Finalmente, en orden a la voluntad,
todo ens equivale a bonum, en la me- transelementatio. Voz poco usada, se
dida en que es apetecible y en que el conoce bajo ella la mutación o cam-
mal es concebido –ya desde la Patrís- bio de un elemento en otro.
tica– como ausencia o privación del
transformatio 680
tre: 1.1. la tristeza que obedece a un tivos artículos). Estas tres disciplinas
mal propio; 1.2. la que responde a eran llamadas artes sermocinales (véase
un mal ajeno estimado como pro- ars), o artes del decir, esto es, relativas
pio, en cuyo caso se tiene la compa- a la forma del discurso mental u oral,
sión o misericordia; 1.3. la que deriva por oposición a las artes de lo dicho o
de un bien ajeno que se percibe como reales, que componían el quadrivium
mal propio, y es la tristeza provocada (véase). Recién al llegar al siglo XIII la
por la envidia. En relación con 2. sus organización del t. entra en crisis con
efectos, el más propio de ellos es 2.1. los nuevos descubrimientos o redes-
la fuga appetitus o huida por parte del cubrimientos; así, se advirtió, por ej.,
apetito; 2.2. la anxietas o ansiedad, en que era muy difícil insertar en la lla-
los casos en que tal huida sea impe- mada dialéctica, toda la logica nova de
dida por algo extraño; 2.3. la angus- Aristóteles.
tia que tiene lugar cuando el alma se
tunc. Adverbio que, originalmente,
ve tan apesadumbrada, es decir, pre-
significa “entonces”, ya sea en la acep-
sa de la aggravatio animi, que no vis-
ción lógica, ya en el matiz temporal
lumbra consuelo o salida a su situa-
de esta palabra española. En su acep-
ción. Revisten interés 3. los remedios
ción lógica, alude a una relación de
propuestos para la t., entre ellos: 3.1.
consecuencia y se puede traducir por
el deleite anímico presente, sobre to-
“entonces”, o “en ese caso”. También
do, ante la tristeza de un recuerdo do-
se utiliza después de invalidar una hi-
loroso; 3.2. el llanto, en cuanto des-
pótesis como falsa, caso en el que ad-
ahogo y acción connatural a quien
mite la traducción “no obstante”. En
está triste; 3.3. la compasión de los
su acepción temporal, señala un mo-
amigos, porque la alivian la carga del
mento alejado del presente, especial-
ánimo implícita en la tristeza; 3.4. la
mente, por comparación con éste.
contemplación de la verdad, ya que
Ahora bien, el discurso filosófico
en ella consiste el mayor deleite, o
medieval ha tematizado este adver-
sea, lo contrario a esta pasión; 3.5. el
bio, es decir que lo sustantivó, ha-
sueño y los baños, porque contribu-
ciendo de él, como del nunc (véa-
yen a reestablecer el equilibrio cor-
se), un tratamiento metalingüístico.
poral que la t. daña más que el res-
En este sentido, los escolásticos con-
to de las pasiones. Finalmente, y des-
sideraron que el t. implica una cier-
de el punto de vista moral, los autores
ta determinación temporal y, por en-
medievales, en general, han refutado
de, es un instans signatum. Es corre-
a los estoicos en cuanto que no toda
lativo con nunc, que indica un tiem-
tristeza es mala; no lo es, por ej., la
po indeterminado en cuanto consti-
implícita en el arrepentimiento por el
tuye una instancia mediante la cual
mal cometido. Así se expresa Tomás
precisamente se mide el tiempo. Pe-
de Aquino (cf. S. Th. I-II, qq. 35-39).
ro, a la vez, se opone al nunc, por-
trivium. Voz que designa el primer que la determinación temporal e in-
grupo de las siete artes liberales, las divisible propia del t. alude siempre a
cuales constituyeron la base de la un pretérito, tanto cercano como re-
educación medieval. El t. está com- moto respecto del presente. En cam-
puesto por la Gramática, la Retóri- bio, nunc hace referencia a un instan-
ca y la Dialéctica (véanse los respec- te muy próximo, ya sea pasado o fu-
683 tyrunculus
U
ubi. Primariamente, significa “allí”. bles de tal presencia. Por eso, se pue-
En primer lugar, es un adverbio que de hablar de u. como de un concep-
abre algunas proposiciones interroga- to trascendental, en cuanto que pue-
tivas directas o relativas, casos en los de referirse a todo ente. En efec-
que se traduce por “dónde” o “don- to, es posible hablar –como lo hicie-
de”, respectivamente. Como conjun- ron los escolásticos– de un u. de los
ción significa “cuando”. Ahora bien, cuerpos, de las almas, de las subs-
siguiendo a Aristóteles, entre los es- tancias materiales y de Dios, aun-
colásticos este último uso fue tema- que teniendo en cuenta la diversi-
tizado en la reflexión filosófica; así, u. dad de sus respectivos modos de pre-
pasó a designar metalingüísticamente sencia. En el caso del de los cuer-
una categoría. pos, se llamó: 1. u. circunscriptivum
En efecto, traduce el adverbio grie- a un modo de presencia en el lugar,
go pou, utilizado por Aristóteles para por el cual las partes de la superficie
denominar una de los predicamentos que circunscribe el lugar correspon-
(véase praedicamentum 3.3.1): la ca- den con las partes de la superficie cir-
tegoría que indica la presencia de al- cunscripta del cuerpo, en otras pala-
go en un lugar. Pero no se ha de con- bras; se trata, entonces, del esse in loco
fundir con éste, ya que el locus (véa- o localiter, vale decir, de la presencia
se) es el límite o término continente local. En el caso de los entes incorpó-
del cuerpo; así pues, el u. es la presen- reos o espirituales, obviamente no se
cia del cuerpo en tal término o cen- da una presencia en el lugar circuns-
tro de dicho límite. Tomás de Aqui- cripta, sino que ella puede ser 2. u.
no, por ej., dice que el u. consiste en definitivum en cuanto limitante, por-
la relación de la cosa con el lugar, más que concierne a un lugar determina-
específicamente en la proportio loca- do y consiste en estar todo el ente en
ti ad locum (cf. In Met. V, l. 20, n. todo ese espacio y en cualquier parte
27). Menos aún se debe confundir el de él. Su nota fundamental está dada
u. con el situs (véase), que indica la por el hecho de ser una presencia ope-
posición o postura, o sea, el modo de rativa. Tanto el alma humana como el
yacer o estar situado un cuerpo en un ángel o sustancia separada tienen este
lugar. En todo caso, el u. y el situs se tipo de u., pero, mientras que en án-
refieren ambos al locus, aunque cada gel está únicamente definitive, el alma
uno en diferente sentido. El u. desig- está definitive et informative, ya que
na la categoría o predicamento local, su esencia no sólo tiene una presen-
en general, como accidente del ente. cia total en todo el cuerpo y en cada
Ahora bien, al entenderse como una de sus partes, sino que también
presencia en el lugar, habrá tantas “es- la informa. En cambio, Dios tiene un
pecies” de u. cuantos modos posi- 3. u. repletivum. En efecto, Él no está
685 usus-uti
Por otra parte, este vocablo adquie- turas, sólo en la medida en que Él es
re diversos matices según el plano en causa de éstas. Así, se diferencia de la
que se habla de algo u. De tal mo- imago que, en cambio, es próxima y
do, en el 1. orden lógico, puede in- distinta, porque implica un rastro tri-
dicar: cuando se remonta una con- nitario en los seres.
catenación de deducciones, el postu- Una vinculación sólo aparente con
lado del que éstas derivan. También lo anterior reviste la acepción de esta
se llaman “últimas” a las especies ín- palabra en todos aquellos autores que
fimas, en la clasificación de los con- de algún modo están bajo la influen-
ceptos por géneros y especies. En el 2. cia del pensamiento averroísta como,
orden gnoseológico, se habla, por ej., por ej., Giordano Bruno. En efecto,
de ratio ultima, para señalar el funda- para el Nolano, la unión con la inteli-
mento metafísico que la razón alcan- gencia divina ínsita en el universo no
za en último término; precisamente, es copulatio con ella misma sino con
la filosofía es, en cuanto conocimien- la divinidad en cuanto expresada en
to, la búsqueda de las razones últimas la naturaleza infinita: a esto llama u.
de todas las cosas. Pero, desde el 3. Tal unión con la sombra de Dios es
punto de vista metafísico, dichas ra- la perfección a que puede aspirar el
zones últimas son lo primero: lo que hombre (cf., De umbris, passim).
es ratio ultima para nosotros consti-
unalitas. Con este neologismo los
tuye, por sí, la causa prima, puesto
autores medievales se refirieron a la
que lo posterior en el orden del co-
propiedad de lo que es uno numéri-
nocimiento es lo primero y máxima-
camente hablando (véase unum 2).
mente cognoscible e inteligible (véase
intelligibilis) en sí mismo (cf. ibid. I- unibilitas. Este vocablo es muy poco
II, q. 57, a. 2, c). En el 4. orden físi- frecuente, pues se usa en los textos es-
co, u. se denomina tanto la parte del colásticos a partir del siglo XIII y só-
cuerpo continente que toca inmedia- lo en un caso muy específico. Seña-
tamente el contenido cuanto la parte la un aspecto del alma humana: el de
que toca el cuerpo contenido y que es estar, por naturaleza, hecha para unir-
posterior a toda otra; tal es la caracte- se al cuerpo. Esta condición la man-
rización que da Ockham en In Phys. I, tiene aun cuando esté separada de él,
q.4. Finalmente, en el 5. sentido tem- como inidca Tomás de Aquino en S.
poral, u. es lo que se encuentra al final Th. I, q. 29, a. 1 ad 5.
de una sucesión cronológica. De esta
manera, las “últimas cosas” –que los unicum. En la Edad Media, se ha to-
medievales denominaron novissima– mado el concepto de único en senti-
son aquellas en o con las que culmina do relativo, y en sentido absoluto. En
una existencia temporal, ya sea la de 1. sentido relativo, 1.1. es u. lo nu-
una persona individual o la de toda la méricamente uno; 1.2. también se
historia humana. llama u. a un ser, cuando no existe
otro exactamente igual en su especie;
umbra. Término propio de algunos así, todo hombre es único; 1.3. por
místicos, aparece, por ej., en la obra otra parte, se ha denominado u. al so-
bonaventuriana. En ella, la expresión lo miembro real o posible de una es-
“sombra” indica la representación, le- pecie; en este último caso, cada án-
jana y confusa, de Dios en las cria- gel o sustancia espiritual es única, en
687 usus-uti
cuanto que ella sola agota en sí mis- para denotar los entes ordenados en
ma su especie, puesto que el princi- la misma especie, es decir, los que po-
pio de individuación entre miembros seen una naturaleza común (cf. In II
de una especie se funda en la mate- Sent. d. 48, q. 1, a. 1). En Buenaven-
ria que, en este caso, no existe (véa- tura, u. califica una especie de la sabi-
se angelus). duría (véase sapientia, in medio).
En cambio, en 2. sentido absoluto,
uniformitas. En cuanto sustantivo
algo es u. cuando no está en ningún
abstracto de uniformis-e (véase), la u.
género, y cuando no sólo no existe
señala, en general, la propiedad que
ningún otro igual, sino que no pue-
tienen varios entes de poseer una mis-
de haberlo por principio. En virtud de
ma forma. En realidad, términos de
esto último, se dice que Dios es único.
significación aproximada, como iden-
En efecto, por una parte, Él no pue-
titas, aequalitas, etc., fueron más usa-
de estar contenido en ningún género,
dos en la Edad Media. No obstante,
razón por la que además es indefini-
algunos autores han atribuido a este
ble, ya que toda definición se hace por
vocablo un significado especial y muy
género próximo y diferencia específi-
preciso. De hecho, Tomás de Aquino
ca. No puede estarlo puesto que es ca-
define la u. como “convenientia in for-
racterizado, al menos, por Tomás de
ma una, et sic idem est quod similitu-
Aquino, como Ipsum Esse, y Aristóte-
do quam causat unitas qualitatis” (In
les había demostrado que el Ser no es
II Sent. d. 48, q. 1, a. 1). Pero, al refe-
un género ni está contenido en nin-
rirse a un mismo ente, distingue en-
gún género. Por otra parte, y desde
tre la u. quantum ad ipsam essentiam,
otro punto de vista, se afirma que es
de la u. ex parte effectum (cf. De ver.
único por su absoluta perfección. Es-
q. 5, a. 2 ad. 2). La primera, es de-
te postulado no es exclusivo del pen-
cir, la uniformidad en la esencia, im-
samiento medieval sino que ya apare-
plica perfección porque conlleva sim-
ce también en la filosofía aristotélica:
plicidad e inmutabilidad; en cambio,
el Estagirita considera a Dios como lo
la segunda, la uniformidad en el efec-
perfeccionante absolutamente imper-
to, significa determinación a un so-
fectible (cf. Met. XI, 8 y 10). A par-
lo efecto y, por tanto, indica limita-
tir de aquí, y expresando una idea co-
ción e imperfección, en la medida en
mún a los pensadores medievales, To-
que tanto más perfecto es algo cuanto
más de Aquino afirma la unicidad de
mayor cantidad de efectos sea capaz
Dios, diciendo que si hubiera muchos
de producir. Este último sentido es-
dioses, deberían ser todos absoluta-
tá relacionado con la palabra unifor-
mente perfectos; y si a ninguno le fal-
miter (véase).
tara perfección, no habría nada capaz
de diferenciarlos (cf. C.G. I, 42). uniformiter. Adverbio empleado es-
pecialmente en la Escolástica para se-
uniforme. Término con que se tra-
ñalar el modo de operar de una causa:
duce el griego omoeithes; alude a lo
se dice que una causa obra u. cuando
que pertenece a la misma esencia o
el efecto se da eiusdem rationis, es de-
sustancia. Aristóteles lo utiliza en su
cir, de la misma manera y en el mismo
Met. V, 2, 1013 b 31; VII, 7, 1032 a
grado en toda su esfera (véase sphera);
24, etc. En la misma dirección, To-
así, en su efecto, el sol produce luz y
más de Aquino emplea este adjetivo
uniforme 688
rios entes individuales en una especie, sino que se valieron de unitas, para
o varias especies en un género. indicar tanto la unidad cuanto la uni-
En cambio, 2. u. indivisionis alu- cidad, es decir, el carácter de unicum
de al plano real y es la unidad pro- (véase). Así, por ej., cuando Tomás de
piamente dicha: se subdivide en 2.1. Aquino ataca la tesis averroísta sobre
u. per accidens, que es la que resulta la existencia de un solo y único inte-
de la relación de diferentes modos de lecto para todos los hombres, escribe
ser, como la que se da entre una subs- un opúsculo que se titula justamen-
tancia primera y sus cualidades; y 2.2. te “De unitate intellectus contra Ave-
u. per se, que es la unidad en sentido rroistas”. En rigor, metafísicamente
eminente: señala la propiedad tras- hablando, la unicidad o u. solitudinis
cendental del ente como unum (véa- corresponde exclusivamente a Dios.
se) y, a diferencia de la anterior, se da En el plano metafísico, en general, los
intrínsecamente en una misma esen- autores que más se han dedicado a es-
cia o naturaleza. Ahora bien, si esta te tema son Proclo (cf. Inst. Theol. 21
clase de unidad se da en una naturale- y ss.), el Pseudo Dionisio (cf. De div.
za simple, como la divina, se tiene la nom. 13, c-d) y Nicolás de Cusa (cf.
2.2.1. u. simplicitatis; en cambio, se De docta ign. I, 5 y De la causa, princ.
habla de 2.2.2. u. compositionis, para et uno V).
referirse a la que se da en una esen-
unitio. Voz que los escolásticos reser-
cia o naturaleza compuesta por ele-
varon para mentar la acción propia
mentos inescindibles, como en el ca-
de la unión (véase unio) en las par-
so del hombre, que consta de alma y
tes unidas, considerando dicha unión
cuerpo. Se ha de advertir, pues, que
como algo distinto de las partes (véa-
no hay contradicción entre unidad y
se totalitas y aun relatio).
composición, ya que siempre que se
trate de una u. per se, los componen- universale. Muy en general esta pala-
tes constituyen un todo indivisible. bra expresa el carácter de algo común
Por eso, este tipo de unidad está com- a una totalidad que comprende ya sea
prendido en la clase de la unidad de todo ámbito, como el vocablo y con-
indivisión. cepto “ente”, ya sea un ámbito par-
Pero se puede hablar también de 3. ticular, como el vocablo y concepto
u. individualis o numerica que se re- “hombre”. Así, en la Edad Media se
fiere a lo singular. Su nombre obede- concibió el u. en términos de unum
ce a que la noción de número se ba- versus plura, y consideraron que sus
sa en la unidad y ésta en el considerar, factores constitutivos son la unidad,
entre varias cosas, cualquiera de ellas, la multiplicidad y la comunidad. En
una e indivisa. Con todo, en ese ca- efecto, si se toma el segundo ejemplo
so, varias unidades de algo –por ej., mencionado, se verá que, en cuanto
varios árboles individuales– pueden vocablo, esencia o concepto, “hom-
constituir una multiplicidad, ya que bre” es algo único, pero, a su vez, se
ninguno de ellos es único. Lo con- refiere a una pluralidad de entes reales
trario ocurre en el caso de la 4. u. que tienen comunes notas esenciales.
solitudinis: ésta indica la unicidad, pe- Pero ésta es sólo una primera aproxi-
ro los escolásticos no han utilizado un mación a este tema tan complejo que,
sustantivo equivalente a “unicidad”, si bien atraviesa toda la historia de la
uniforme 690
universalia sunt realia, pero con ello damento en los caracteres comunes
no se significa que “el hombre” o de las cosas individuales y reales, pero
“la naturaleza o esencia humana” en que, en cuanto universal, sólo posee
cuanto tal sea real al modo de los en- status lógico y gnoseológico. Así, pa-
tes corpóreos, sino que sostiene la ra la posición abelardiana el universal
existencia real de los universales con- es u. in re. Se trata de un nomen, pe-
siderados como esencias. De ahí que ro en cuanto mera voz sino como vox
la fórmula que caracteriza esta posi- significativa. Como se ve, esta doc-
ción es u. ante rem, entendiendo por trina presenta resonancias aristotéli-
res el ente individual. Su mayor pro- cas; de hecho, al verse impelido a ex-
blema consistió en esclarecer el mo- plicar el proceso de constitución del
do de participación de los entes en nomen Abelardo sigue las huellas de
esa esencia o especie real, metafísica- la gnoseología de Aristóteles, aun sin
mente anterior a los particulares, que haber tenido acceso al De anima. En
el término universal designa según es- el siglo siguiente prevalece esta última
ta teoría. 3.2. La posición opuesta a posición, si bien con matices que la
la anterior es la denominada “nomi- acercan más al realismo o al nomina-
nalismo extremo”, cuyo mayor ex- lismo, según las orientaciones de los
ponente según el testimonio de Pe- distintos autores. Así, para Tomás de
dro Abelardo fue Roscelino de Com- Aquino, quien representa una suer-
piègne. Caracterizada por la fórmu- te de “realismo moderado”, el uni-
la u. post rem, esta doctrina supone versal es un u. in re, en el sentido de
que los términos universales no sólo que es un término que expresa la for-
no se refieren a ninguna esencia real ma o sustancia que sólo puede subsis-
común a todos los entes individuales tir en las cosas y no de manera sepa-
–que constituyen lo único que verda- rada de ellas; en cuanto concepto del
deramente existe–, sino que ni siquie- intelecto es, en cambio, algo post rem,
ra representan un concepto: son, sim- puesto que dicho concepto se forma
plemente, una pura emisión de voz, por abstracción de las notas esencia-
flatus vocis. Convencionalmente, se les, que los distintos conjuntos de en-
asigna a un grupo de entes una deter- tes presentan; finalmente, el univer-
minado sonido para nombrarlos; así sal mienta algo ante rem, cuando se
el universal, que se agota en la voz, es lo considera como idea que existe ab
u. post rem. Por eso, en su forma ex- aeterno en la mente divina y que cons-
trema, esta posición debería tomar el tituye el modelo de un grupo de cosas
nombre de “vocismo” y no “nomina- creadas (cf. In II Sent. d. 3, q. 2, a. 2;
lismo”, ya que el nomen implica un S. Th. I, q. 85, a. 1). También se pue-
concepto. En cambio, sobre la ba- de calificar de “realismo moderado” la
se semántica se apoya, para elaborar solución propuesta después por Duns
su propia doctrina al respecto, Pedro Escoto, según el cual el u. en sentido
Abelardo, quien encarna al máximo estricto, está en el intelecto, pero co-
representante del 3.3. “nominalismo mo representación de una naturale-
moderado”. En efecto, al oponerse a za común que existe verdaderamente
las doctrinas precedentes, Abelardo en las cosas, y que es distinta no nu-
elabora la propia, según la cual el u. es mérica sino formalmente de la indi-
un sermo praedicabilis que tiene fun- vidualidad de las mismas (cf. Op. ox.
uniforme 692
V
vacuitas. Cf. plenitudo, in fine. tema es considerar el v. como un ens
rationis cum fundamento in re, en el
vacuum. Este término significa “va- sentido de que no se puede concebir
cío”, noción que Aristóteles definió sin el supuesto de la existencia real de
como un lugar privado de cuerpo (cf. los entes espaciales y corpóreos. Ello
Phys. IV, 7, 214 a 16-17). Así pues, el obedece al hecho de que, como se di-
v. implica la posibilidad de la presen- jo, el vacío se comprende básicamente
cia de un cuerpo pero, a la vez, la ne- como una privación o una negación.
gación de su presencia actual. En ge- Por su parte, Guillermo de Ockham
neral, los autores medievales siguie- define este concepto como un conti-
ron la caracterización aristotélica de nuum (véase) de dimensiones positi-
este concepto que emplearon ya en vas, que tiene partes realmente distin-
sentido estricto, ya en sentido am- tas pero separadas de toda sustancia y
plio. En sentido estricto, los escolás- de toda cualidad. Sobre la base del v.
ticos distinguieron: el v. coacervatum, así entendido, Ockham estudia par-
que es fácilmente captable a través de ticularmente la posibilidad del movi-
los sentidos, como el que se percibe miento en el vacío (In Phys. 87; Exp.
en una habitación vacía; y el vacuum super Phys. 143d).
desseminatum, compuesto por nume- Particular importancia reviste el
rosas partículas huecas e imperceptibles concepto de Bradwardine sobre el es-
diseminadas en un cuerpo, como el pacio vacío imaginario e infinito, ex-
que se da en una materia esponjosa. terno al mundo. Este autor hace de-
En cambio, en sentido amplio –que rivar los siguientes corolarios del he-
es la significación filosófica más im- cho de no estar sujeto Dios a cambio
portante del concepto que nos ocu- alguno: a. Dios está necesariamente,
pa– el vacío se concibió como una essentialiter et praesentialiter, no sólo
negación de cuerpos externa y ante- en el mundo y por doquier sino tam-
rior al universo corpóreo que, en la bién más allá de él, en el v.; b. es por
Edad Media, se suponía espacialmen- esta razón que se puede predicar real-
te finito; se trata en este caso del vacío mente de Dios que es inmenso y no
cronológicamente entendido. Tam- circunscripto; c. se puede dar un v.
bién sobre este punto, los autores es- sin cuerpo, pero de ningún modo un
colásticos siguieron las huellas de v. sin Dios (cf. De causa Dei I, 5). Por
Aristóteles, que negó existencia real su parte, Raimundo Lulio insiste en
al v. (véase spatium). No obstante, au- la antinomia entre plenitudo (véase) y
tores como Tomás de Aquino seña- vacuitas.
laron la fragilidad de algunos argu-
mentos aristotélicos al respecto (cf. In vague. Cf. vagum. En forma adver-
IV Phys. l. IX-XII). La más difundi- bial, emplear un término vague signi-
da posición escolástica acerca de este fica usarlo sin haber precisado previa-
vagum 698
de tertio adiacente (véase copula), co- más de Aquino insiste en esta distin-
mo “Sócrates es filósofo” el concepto ción, al elaborar el tema de la species
que se predica está representado por (véase) en su teoría del conocimien-
el nombre y adjetivo “filósofo”, mien- to. Allí opone el v. mentis, al que tam-
tras que la composición entre éste y bién llama cordis, intellectus, mentale,
“Sócrates” está representada por la có- intelligibile e interius, en cuanto con-
pula, que es la vis propia del v. En las cepto, al v. vocis, al que denomina
proposiciones de secundo adiacente, vocale, vocabile y exterius, en cuanto
es decir, en las de predicado verbal, signo exterior y audible del primero.
como “Sócrates filosofa”, el v. seña- La expresión v. mentale es particular-
la, además del concepto mismo que mente importante entre los nomina-
se predica, la composición entre am- listas, quienes lo entienden, en senti-
bos términos, o sea que también tiene do amplio, como acto de intelección
el poder de unir sujeto y predicado. y pensamiento actual (ipsa cogitatio);
En cualquier caso, el v. es el signo de en sentido estricto, como conoci-
la predicación efectiva, como sostiene miento complejo que culmina en
Aristóteles en su De int. 23. un juicio verdadero (cf., por ej., Oc-
4. Desde el punto de vista gnoseoló- kham, Quodl. I, 6).
gico, el vocablo que nos ocupa se asu- 5. Metafísicamente hablando, el v.
me en su sentido originario de “pala- fue considerado logos, en el sentido de
bra” en general. Pero, sobre todo, se causa, principio o ley del mundo. Así
lo acompaña de la acotación “mentis” aparece ya en la Antigüedad, especial-
o “mentale” para mentar el concep- mente en la tradición heraclítea con-
to, en cuanto que éste es palabra inte- tinuada por los estoicos, quienes vie-
rior de la mente, distinta de la palabra ron en el v. el principio rector del cos-
en sentido estricto o verbo oral (véa- mos, que anima y ordena a su princi-
se vox). Tal distinción típicamente es- pio pasivo: la materia. Para Plotino,
toica, fue muy elaborada en el pen- es el mismo Intelecto divino en cuan-
samiento patrístico y medieval. Para to ordenador del mundo (cf. Enn. II,
Agustín el v. mentis alude al concep- 3, 17 y III, 2, 2). Sobre el fin de la
to como palabra interior de la inteli- Edad Antigua, Filón prepara el terre-
gencia y lo distingue de la palabra ex- no donde habrá de florecer el pensa-
terior, a la que precede. “Verbum est, miento patrístico sobre esta noción,
quod in corde dicimus, quod nec grae- planteando una doctrina del Logos
cum est, nec latinum” (De Trin. IX, como hypóstasis o persona divina.
7, 12; cf. también XV, 10, 16-19). En este autor, constituye una instan-
Por su parte, Anselmo considera el v. cia intermedia entre la trascendencia
mentis como la custodia que se tiene de Dios mismo, y el mundo, que no
en la mente de las cosas, pasadas o fu- puede relacionarse con Él, en virtud
turas, significadas por las voces. So- de su absoluta alteridad. De este mo-
bre las huellas de Agustín –quien, co- do, el Logos es la sombra de Dios, de
mo se ve en la cita, plantea el v. mentis la que Él se sirve instrumentalmen-
como anterior a las diferentes lenguas– te, como de un modelo, para crear el
Anselmo añade que el contenido de mundo (cf. Leg. All. III, 31).
esa custodia es el mismo en todos los 6. Sobre esta base, el Cristianis-
hombres (cf. Mon. 10). También To- mo elaboró, especialmente durante la
703 verisimile
época patrística, el dogma teológico zan, se han señalado los de virtud po-
sobre el v. en cuanto Palabra o Ley di- co arraigada, ya que quienes carecen
vina universal, al que identificó con la absolutamente de ella no temen al vi-
Segunda Persona de la Trinidad. Así tuperio y los rectos son los que menos
entendido, el Verbum es, por una par- pasibles se hacen de él. Por último,
te, la platónica Idea de las Ideas; por cabe advertir que una derivación de la
otra, la doctrina cristiana sostiene su vergüenza es la pudicitia o pudor. Pe-
encarnación, es decir, el hecho de que ro se trata de una derivación externa,
se hizo hombre en Cristo. En la ela- desde el momento en que se refiere a
boración de este punto central de su lo corpóreo, particularmente, a lo re-
teología, los Padres de la Iglesia insis- lativo a la genitalidad.
tieron en dos aspectos: uno, la parti-
verificare. Este verbo, típico de la li-
cipación de la especie humana en el
teratura nominalista en la Edad Me-
Verbo mismo en cuanto ratio, tema
dia, y de Ockham en particular, pue-
frecuente en Justino (cf., por ej., Apol.
de suscitar cierto equívoco, cuando
I, 46); y 2); y otro, la perfecta pari-
se traduce por “verificar”. Al respec-
dad del Verbo-Hijo con Dios-Padre.
to, cabe aclarar que v. no señala pri-
Este último punto fue objeto de nu-
mariamente una operación de con-
merosas controversias, zanjadas en el
trol por parte del cognoscente; por el
concilio de Nicea que define tal pa-
contrario, tiene un sentido que hoy
ridad contra posiciones como la de
llamaríamos “objetivo” y que alude al
Orígenes (cf. De Princ. VI, 64), quien
carácter real de lo verificatum. Por ej.,
sostenía una cierta subordinación del
“Sócrates está sentado” es una propo-
Verbo respecto de Dios-Padre.
sición que “se verifica” por el mismo
verecundia. Sobre las huellas de Aris- hecho de que Sócrates efectivamen-
tóteles (cf., por ej., Et. Nic. II, 12, te lo está, ya sea que quien enuncia
1101 b 15), los autores medievales dicha proposición la constate o no y
no incluyeron a la vergüenza entre las con independencia de que pueda ha-
virtudes. Siguiendo a Juan Damasce- cerlo o no.
no (cf. De fide orth. II, 15), la enten-
verificativum. Se designa con este
dieron, en general, como el temor an-
término al objeto del acto intelectual
te un acto torpe o ante un oprobio
del juicio, en cuanto que, solamen-
o vituperio. Pero esto es evitable me-
te dado dicho objeto, el juicio que lo
diante la razón; así, la v. puede ejer-
afirma es verdadero. Por ej., lo v. del
cer sobre el mal una doble acción: re-
juicio “lux est” es la existencia misma
nunciar a hacer lo ilícito por miedo al
de la luz. El término que nos ocupa
oprobio y abstenerse de acciones tor-
califica, pues, la relación entre la pro-
pes por temor a que sean vistas por
posición en sí misma y la realidad, no
ojos extraños. En cuanto a este últi-
la que se da entre ésta y quien cons-
mo punto, es decir, el de la mirada
truye el juicio (véase verificare). Así
ajena, connatural a la v., se ha con-
pues, importa no en cuanto a la cer-
siderado, en general, que la provocan
tidumbre del conocimiento, sino a su
más fácilmente los más próximos al
fundamento in re.
sujeto, en la medida en que mejor lo
conocen. En cambio, con respecto a verisimile. Significa “verosímil”. Pe-
quiénes son los que más se avergüen- ro los autores medievales no enten-
veritas 704
te uso del término en esta acepción es el hombre, como sello de su obra. Tal
particularmente frecuente en Ansel- es el sentido acuñado por Agustín pa-
mo d’Aosta y en Ockham. También ra este término. El Hiponense insiste
se refiere a la traducción, es decir, al en que el vestigio divino, al ser hue-
verter un texto de una lengua a otra. lla de un Dios trinitario, muestra que
la constitución ontológica del uni-
vertigo. En la Edad Media, se ha defi- verso presenta siempre tríadas, por
nido este vocablo como el movimien- ej., mensura, numerus y ordo (véanse)
to violento de un cuerpo que se vuel- en cada ente. En el caso del hombre,
ve sobre sí mismo y que es, al mis- por ej., se tiene memoria, intellectus y
mo tiempo, impulsado y retraído. Así voluntas. De ahí que Agustín desarro-
se lee, por ej., en Ockham, Summ. in lle el tema de los vestigia Dei, sobre
Phys. III, 9. todo, en su De Trinitate (cf. De Trin.
verum. (cf. veritas) En su significado VI, in fine; IX, 4 y ss; XIV in fine). Es-
más amplio, se denomina “verdadero” ta noción se cuenta también entre las
al carácter propio del acto cognosciti- fundamentales en el pensamiento de
vo, en cuanto que, en cada uno de sus Buenaventura, cuya doctrina se pre-
momentos, la cosa se le manifiesta o senta explícitamente como un itine-
revela. Pero, en virtud de la originaria rario del alma hacia Dios. Así, la fi-
inteligibilidad del ser, es también un losofía bonaventuriana –que roza la
carácter intrínseco del ente mismo, en mística– muestra un universo en el
la medida en que éste es, de suyo, una que cada ente habla de Dios, lo re-
forma o determinación ontológica. presenta a su manera e invita al hom-
En este segundo sentido, fundamen- bre a elevarse a Él. Tres son las etapas
to del primero, se habla de v. como principales de esta ascensión: la pri-
trascendental (véase trascendentale), mera consiste, precisamente, en en-
es decir, como atributo de todo en- contrar los vestigia divinos en el mun-
te en cuanto ente. Tal significación de do sensible; la segunda, en hallar la
v. tiene su raíz en Aristóteles, quien imago divina en la propia alma; la ter-
afirma que cada cosa tiene verdad en cera, en llegar al conocimiento, goce
la misma proporción en que tiene ser y adoración de Dios. De esta manera,
(cf. Met. II, 1, 993 b 30). V. como el v. es considerado por Buenaventura
trascendental es, entonces, todo ente en relación con lo material y externo
en cuanto determinado y, por ende, al hombre. Por ello, comienzan con la
en principio, inteligible. De este mo- noción que nos ocupa todas sus prue-
do, las cosas constituyen medidas pa- bas de la existencia de Dios. Al tratar
ra el entendimiento humano, así co- el tema de la imago, se pasa ya del or-
mo el intelecto divino es, a su vez, la den externo y sensible al orden inter-
medida de las cosas, como sugiere To- no y espiritual del hombre (cf., por
más de Aquino en C.G. I, c. 60. ej., Itin. Ment. I y II; Brevil. II, 12).
Otra es la doctrina tomista al res-
vestigium. Es este un concepto carac- pecto: sobre una misma base concep-
terístico del agustinismo; por eso, re- tual, el Aquinate caracteriza el v. co-
aparece en toda la Edad Media. En mo la representación del paso de al-
general, indica la huella que Dios en go, evocación que no permite deter-
cuanto creador ha dejado en todas las minar, sin embargo, al sujeto de di-
creaturas –y, más profundamente– en
via 706
cho pasaje: “v. enim demonstrat motum principales (véase deus 3). En éste,
alicuius transeuntis, sed non qualis sit”. más específico, nos dedicaremos con
La imago es, para Tomás, una forma más detalle a las célebres cinco vías
más perfecta de representación por- descritas por Tomás de Aquino (cf. S.
que se asimila a la forma del mode- Th. I, q. 2, a. 3), aunque, ciertamen-
lo, o de lo que ha producido; así, por te, no son las únicas. La razón de ha-
ej., la estatua de Mercurio representa berlas elegido radica en la condición
a éste, y un fuego es la imagen de otro de síntesis que presentan: son, en
(cf. S. Th. I, q. 47, a. 7 c). efecto, una revisión histórica que To-
Por su parte, Guillermo de Ockham más ofrece de las principales demos-
define el concepto que nos ocupa di- traciones filosóficas sobre la existen-
ciendo que es la impronta que deja al- cia de Dios. Y la ofrece precisamente
go y que, subsistiendo en ausencia de con el objeto de probar el carácter de
ese algo, nos permite evocarlo; de ahí demostrable de dicha existencia. Esta
que se pueda hablar, por ej., de v. de condición de las vías tomistas se ad-
la belleza divina en las cosas bellas del vierte, entre otras cosas, hacia el fi-
mundo. Además, Ockham encuentra, nal de cada una, cuando el Aquina-
entre imago y v., la siguiente diferen- te señala que lo que se ha demostra-
cia fundamental: el v. siempre es cau- do –por ej., la existencia de un motor
sado por aquello de lo que es vestigio, inmóvil o de una causa primera, etc.–
mientras que la imagen no siempre es es “lo que todos llaman ‘Dios’”. No se
causada por lo que ella representa (cf. trata, pues, como se ha creído tantas
In I Sent. d. 3, q. 9). veces, de argumentos típicamente to-
La noción de v. recupera su for- mistas sino de la formulación –tomis-
mulación agustiniana en el Renaci- ta, en todo caso– de las vías argumen-
miento con Marsilio Ficino. Pero, en tativas tradicionales. Tal formulación
la Modernidad, si bien Leibniz utili- sigue en las cinco el mismo esquema:
za este término para sostener que los la existencia y la modalidad de exis-
vestigia Dei conforman el camino pa- tencia de las cosas consta a la expe-
ra alcanzar la noción de naturaleza, riencia sensible e intelectual del hom-
también lo emplea para designar el bre, el ser y el obrar de las cosas no se
lugar que algo móvil ocupa en algún pueden justificar a sí mismos, esta in-
momento (cf. De ipsa nat. 6). suficiencia obliga a postular otro ser
más allá de nuestra experiencia.
via. Su sentido general es el de cami- La primera vía parte de la constata-
no. En contexto espiritual, alude al ción sensible del movimiento o cam-
curso de la vida presente, de donde el bio (véase motus), aristotélicamente
término viator (véase). Pero su acep- entendido, es decir, las cosas se con-
ción más importante en la Edad Me- vierten en lo que no eran. Y todo lo
dia ha sido la que indica un modo de que cambia, es movido por otra co-
argumentar. sa. Ahora bien, no es posible que una
Por eso, se suele denominar “vías”, cosa se convierta en aquello que ya
en especial, a las diversas clases de es: si está en movimiento, esto signi-
procedimiento o direcciones en la re- fica que está en potencia respecto de
flexión o demostración acerca de la aquello hacia lo que se dirige, no que
existencia de Dios. En el artículo deus está en acto. Pero nada puede darse el
hemos tipificado a grandes rasgos las
707 via
acto de ser que no tiene. Por tanto, sas contingentes no poseen en sí mis-
es necesario que lo reciba de otro que mas la suficiencia y razón del propio
tenga el acto al que induce a conver- ser. Por tanto, tienen que recibirla de
tirse a aquello que está moviéndose o otro. Pero ese otro ser, ha de ser nece-
cambiando. A su vez, en esta segun- sario y no contingente, ya que, de lo
da instancia de la serie del movimien- contrario, se caería una vez más en el
to, se repite la misma consideración. regreso al infinito con similares con-
Y así sucesivamente. Mas, si se siguie- secuencias a las mencionadas en las
ra así al infinito (véase regressus), no pruebas anteriores: ningún ente ten-
sólo no quedaría justificado el movi- dría la suficiencia del existir ni para
miento del primer ente cuyo cambio sí ni para los otros, con lo que nada
se intentó explicar; es toda la serie del existiría, lo cual nos consta que es fal-
movimiento lo que quedaría sin ex- so. Así pues, hay que afirmar un ser
plicación. Más aún, es el movimiento necesario que sea razón de la exis-
mismo, cuya existencia nos consta, lo tencia de los otros seres. Y esto es
que se negaría. De ahí que sea necesa- “Dios”.
rio afirmar la existencia de un primer La cuarta vía –con mucho, la más
motor, es decir de un motor que no peculiar– considera los grados del ser
sea movido por otro: lo que filosófi- (véase gradus). La variedad de los en-
camente se denomina “Dios”. tes y de las especies que se ofrecen a
La segunda vía se funda en el con- nuestra experiencia nos muestra que
cepto de causa eficiente condiciona- hay en ellos más o menos bondad,
da (véase causa). En el mundo vemos más o menos ser, es decir, que tienen
que existen efectos de causas que, a su diferentes grados de perfección. Pero
vez, son efectos de otras. Porque no “más” y “menos” remiten a un lími-
es posible que algo sea causa eficiente te, a un punto de referencia: de éste
de sí mismo: para ello, debería ser an- extraen su sentido proporcional res-
terior a sí mismo, o sea, debería exis- pecto de lo que es máximo. Debe de
tir antes que sí mismo. Tampoco es existir, pues, un maximum del ser y
posible proceder al infinito en la se- de la perfección, de la que dichos gra-
rie causal, puesto que ello implicaría dos –que son reales y no meras distin-
negar que los efectos, y consta a nues- ciones o valoraciones proyectadas por
tra experiencia que lo son, son causa- los hombres– participan. Ahora bien,
dos. Así, se debe postular la existen- la cuarta vía, la que más claramen-
cia de una causa primera, esto es, de te responde a una orientación plató-
una causa incausada. Y ésta es la que nica, podría concluir en este punto.
se llama “Dios”. Sin embargo, aunque Tomás esté ha-
La tercera vía se apoya en la noción ciendo una revisión histórica, lo cier-
de lo contingente (véanse contingens). to es que la formula desde sí mismo
Sabemos que existen seres contingen- y en sus propios términos. Esos tér-
tes, vale decir, que podrían no exis- minos, o sea, sus categorías aristoté-
tir. No son, pues, necesarios, o sea, licas lo llevan a percibir la necesidad
no es lógica y metafísicamente nece- de completar a esta vía con un paso
sario que existan, desde el momento argumentativo que recurre explícita-
en que su no existencia no es contra- mente a la causalidad. En efecto, co-
dictoria (véase necessarium). Tales co- mo si juzgara que la noción de parti-
vialiter 708
cipación es insuficiente, acota que ese llo que conduce a los efectos de algo;
maximum es causa de los grados de por ej., los fármacos son la salud del
perfección que se encuentran en las hombre v., es decir, en cuanto colabo-
cosas. Y esa causa es llamada “Dios”. ran como medios para el reestableci-
La quinta y última vía, quizás aque- miento de su salud.
lla de la que el mismo Aquinate se en-
viator. La condición de v., es de-
cuentra más próximo, parte de la no-
cir, de viajero o peregrino, señala al
ción de finalidad. Consta a la expe-
que está in via; alude, pues, a la vi-
riencia humana que aun los seres no
da presente del cristiano que se halla
dotados de vida inteligente obran por
en camino hacia la vida futura y tras-
un fin (véase finis). El hecho de que
cendente. Por eso, se vincula siem-
todos obran en una dirección de-
pre con el estado natural de la exis-
terminada, según la especie de cada
tencia humana. Para Buenaventu-
uno, constituye, por lo demás, el or-
ra, por ej., al v., es decir, al hombre
den de lo real (véase ordo); de ahí que
que se halla en tránsito por esta vi-
esta vía se llame “por el gobierno del
da, le es imposible alcanzar la infali-
mundo”. Pero, lo que carece de inteli-
bilidad de sus juicios. En lo concer-
gencia no puede tender a un fin sino
niente a los deseos que apartan de
en cuanto que está dirigido por otro
la rectitud, enfrenta cuatro comba-
ser inteligente. Ha de existir, enton-
tes que corresponden al desordenado
ces, un ser inteligente que encamina
y excesivo deseo de dominar, de sa-
las cosas naturales hacia sus respec-
ber, de deleitarse y de poseer (cf. De
tivos fines. Ahora bien, la tendencia
regno Dei 6-8). En cambio, Guillermo
determinada al fin se identifica con la
de Ockham subraya el aspecto inte-
naturaleza de las cosas (véase natura);
lectual en el peregrinaje del v. Así, di-
por eso, no se plantea en esta quinta
ce que el “intellectus viatoris” es aquel
vía una suerte de demiurgo que go-
que no tiene una “notitia intuitiva”
bierna el mundo, sino una inteligen-
de la deidad como, en cambio, sí la
cia cuyos contenidos son las mismas
posee el bienaventurado; para el v. di-
naturalezas de las especies. Tal inteli-
cho conocimiento sólo es posible de
gencia es lo que se denomina “Dios”.
potentia dei ordinata (véase) (cf. In I
De este modo, las viae no hacen si-
Sent. Pr. q. 1). Por su parte, Gabriel
no mostrar, desde distintos ángulos,
Biel insiste en las dificultades que en-
la exigencia racional que deriva en
frenta el peregrino, especialmente, la
la postulación de la existencia de un
de carecer de un conocimiento direc-
Absoluto.
to de Dios y tener que depender del
En otro sentido, completamente dis-
conocimiento sensible y de la fe (cf.
tinto, en la Edad Media se ha hablado
Prol., q. 1).
de v. antiqua y v. moderna en un sen-
tido más amplio que el de escuela; vindicatio. Usualmente traducido por
en el de tendencia o dirección. Así, “venganza”, este término en la Edad
por ej., la v. modernorum o v. nomina- Media significa, en realidad, repara-
lium indica, en general, la nominalista, ción del honor. Así pues, la v. es a la
opuesta a la del realismo tradicional. injuria o daño recibido lo que la gra-
titud al beneficio. Por eso, los autores
vialiter. Análogo, aunque no equi-
medievales la entendieron como par-
valente, a efficienter, v. indica aque-
709 virtualiter
virtus. En líneas muy generales, es- –por ej., aparece en Dante– sino aun
te vocablo latino alude a una fuerza transcurrido éste.
o capacidad peculiar de algún ente, 2. El sentido de v. como capacidad
lo que implica una perfección y exce- propia del hombre se remonta a Ci-
lencia cualitativa en él. Por eso, en es- cerón, quien hace derivar esta pala-
te sentido básico, v. equivale a la areté bra de vir, “varón”, término que a su
griega. De ahí que haya asumido en vez viene de vis, “fuerza”, observando
la filosofía clásica tanto antigua co- que, en su acepción primitiva, la vir-
mo medieval tres significados estre- tud era esencialmente la fortaleza de
chamente relacionados entre sí: 1. ca- ánimo (cf. Tusc. II, 18). En la Patrís-
pacidad o potencia en general; en tal tica y en la Edad Media, este segun-
sentido se habla, por ejemplo, de la v. do sentido se relaciona especialmen-
animans en una planta, 2. capacidad te con los textos bíblicos. En la Escri-
o potencia propia del hombre, por tura esta voz designa, a veces, la fuer-
ej., virtus intellectiva; 3. capacidad o za y el poder de los hombres (cf. por
potencia humana, de naturaleza es- ej., Ps. 65, 7; 48, 6; Jdt. 4, 13; 5, 19);
pecíficamente moral. Como se ve, ac- aunque otras alude al poder divino
tualmente en las lenguas romances se (cf. Ps. 52, 6); y otras, se refiere par-
ha restringido a este última acepción ticularmente a los milagros, en cuan-
el significado de “virtud” que, origi- to manifestaciones del poder de Dios
nalmente, era mucho más amplio y (cf. I Cor. 12, 10. 28; Mc. 6, 5 etc.).
fundante. Pero el período en que fue más cele-
1. En los términos más generales, brada la v. humana es el Renacimien-
es decir, como capacidad o potencia, to, porque en él se plantea al hombre
ya Aristóteles había señalado que to- como centro de los valores y se exal-
da v. perfecciona el recto conducirse tan sus capacidades. Aún hoy, en cas-
del ente al que pertenece, y hace pre- tellano se utiliza el adjetivo “virtuo-
ciosa su operación. Por eso, la v. est so” para designar a una persona que
ultimum –en el sentido de perfección sobresale en una habilidad, especial-
final– potentiae; por ej., la virtud del mente, en la técnica de ejecución de
ojo confiere valor a éste y a la visión, instrumentos musicales. Sin embar-
justamente porque por dicha “virtud” go, este significado no es el más rigu-
vemos bien (cf. Et. Nic. II, 6, 1107a roso de v., ni tampoco el más frecuen-
25). El matiz “dinámico” implica- te entre autores medievales. Es más
do en el concepto que nos ocupa se común entre dichos pensadores refe-
continúa a lo largo de toda la Edad rirse a la v. en su tercera acepción.
Media. Sus autores, como Tomás de 3. Según esa última significación,
Aquino, subrayan el matiz “teleológi- v. mienta una capacidad humana de
co” que conlleva la noción de v. en es- naturaleza moral. Aristóteles había
te sentido amplio, en cuanto que la señalado que, si la v. es una capaci-
perfección de una potencia se con- dad perfeccionante en cualquier en-
sidera principalmente en orden a su te, la virtud del hombre será un há-
fin, que es el acto propio de ella (cf. bito por el cual éste y la obra que le
S. Th. I-II, q. 55, a. 1 c). Tal acepción es propia se hacen buenos. En el pe-
antigua y clásica sigue vigente no só- ríodo escolástico, encontramos dos
lo hacia el final del período medieval orientaciones diferentes sobre el te-
711 virtus
ción aristotélica del acto que genera mentalmente en el hecho de que es,
hábito, en el sujeto que las posee, si- como señala el Estagirita, el sentido
no que le son participadas por Dios. exterior que procura datos más com-
El nombre de “teologales” obedece a pletos y, a la vez, diferenciados. Por
que estas virtudes ordenan al hom- lo demás, aunque sólo el color haya
bre a la bienaventuranza sobrenatu- sido considerado su objeto propio, la
ral, que constituye un dato de la re- visión se adecua mejor que cualquier
velación cristiana. Por ende, pertene- otra sensación al ámbito de la imagi-
ce al campo teológico. Se subdividen nación y, con ello, al conocimiento
en: 3.1. fides; 3.2. spes; 3.3. caritas intelectual, al que sirve y prepara más
(véanse los artículos correspondien- que todos los otros sentidos. De ahí
tes a cada virtud). que tanto los autores de la Patrística
como los de la Escolástica le hayan
vis. El sentido originario de esta pa- otorgado un cierto privilegio: así lo
labra alude a la fuerza, el vigor, la ca- hace, por ej., Agustín (cf. Sermo 112,
pacidad de obrar y, por ende, la natu- 7). Por su parte, Tomás de Aquino
raleza de algo, en cuanto que ésta es anota que la v. es “inter ceteros sensus
principio de operaciones de ese algo. nobilior…” (C.G. III, 53).
De ahí que, en la Edad Media, se ha- Precisamente, por esta última ra-
ya utilizado este vocablo para referirse zón, v. ha pasado a significar, 2. ana-
al poder propio de alguna facultad o lógicamente, el acto y la función in-
potencia. Así se habló, por ej., de la v. telectual. Más aún, en ese ámbito, al-
cogitativa (véase) pero, especialmente, gunas de las palabras claves se refie-
de la v. imaginativa. Esta noción asu- ren originariamente, al hecho de la
me un particular relieve en la doctri- visión o la implican, por ej., intuitus y
na de Avicena, que atribuye a la vis speculatio (véanse). Sin embargo, gno-
imaginativa una fuerza capaz de mo- seológicamente hablando v. es un tér-
ver la voluntad, con consecuencias no mino más esencial que éstos. En efec-
solamente para el cuerpo del agente, to, las voces que expresan la función
sino también sobre los cuerpos exter- intelectual se remiten generalmente a
nos a él y hasta sobre los mismos fe- la naturaleza discursiva de la misma,
nómenos naturales. Tomás objeta es- mientras que v. mienta su aspecto fi-
ta atribución de poder en su De ver. nal, la aprehensión inmediata del ser
q. 14, a. 1. Sin embargo, ha quedado de una cosa, al “verla” con los ojos del
como expresión ya hecha en la litera- alma. Así, por ej., Agustín se refiere a
tura filosófica posterior. la unión del intelecto y el objeto co-
visio. En sentido lato, significa 1. vi- nocido, llamándola interna v. (cf. Sol.
sión, es decir, se refiere al acto pecu- I, 6, 13). Tomás habla de la negación
liar del sentido de la vista. En térmi- o privación de la visión intelectual,
nos cognoscitivos, el sentido externo llamándola “caecitas mentis” (cf. S. Th.
de la visión es el más apreciado en la II-II, q. 15, a. 1; y III, q. 30, a. 3).
filosofía clásica, como ya aparece en Además, el mismo conocer divino se
el comienzo mismo de la Metafísi- concibe como una pura visión inte-
ca aristotélica. La razón de esta pre- lectual subsistente.
eminencia estriba no sólo en la inme- Un párrafo aparte merece el tema
diatez perceptiva de la v., sino funda- de la 3. v. beatifica, en tanto que no
713 vita
Cabe señalar que Agustín consagra ta del Renacimiento, por ej., en al-
definitivamente la noción de v. co- gunas páginas del Heptaplus de Pico
mo perfección, en cuanto movimien- della Mirandola, y en doctrinas como
to que se mueve a sí mismo; por ello, la de Paracelso.
puede invocar a Dios no sólo como el En cuanto a la noción de v. como
sumo ser sino también como la suma bíos toda la tradición patrística y me-
vida (cf. Conf. I, 6, 10). dieval retomó la distinción clásica en-
En la Edad Media se mantiene es- tre bíos theoretikós y bíos praktikós, in-
ta valorización en el concepto de v., terpretando los personajes neotesta-
con la única salvedad de que se aban- mentarios de María y Marta (Lucas
dona tanto su sentido hipostático co- X, 38-42) como representantes de la
mo el acento que la época patrística vida contemplativa y activa, respecti-
había puesto en la interioridad de la vamente, con una clara opción por la
vida anímica. Así, Tomás de Aqui- primera. Sobre esta base, Agustín de
no señala que v. se refiere, en primer Hipona, por ej., se refiere a tres gé-
lugar, al esse viventium, y, en segun- neros de vida: negotiosum, otiosum y
do término, a la operación vital (cf. compositum (cf. De civ. Dei VIII, 4 y
In Met. I, l. 1, n. 14), de manera que XIX, 2), vinculando la investigación
tiene vida aquello que posee en sí el de la verdad con la vida contemplati-
principio de sus operaciones, es decir, va y las virtudes morales con la activa.
aquello que actúa por sí mismo. En Entre los humanistas fue frecuente la
cuanto término abstracto de vivere, v. polémica acerca del género de vida
mienta, pues, la substancia a la que superior, pero asociando el contem-
por naturaleza le corresponde mo- plativo con las actividades intelec-
verse espontáneamente o impulsar- tuales y el activo con la praxis políti-
se a la operación: “substantia sui con- ca. Así aparece, paradigmáticamente,
venit secundum suam naturam move- en el De vita contemplativa et activa
re seipsam, vel agere se quocumque mo- de Cristoforo Landino.
do ad operationem” (S. Th. I, q. 18, a.
vitale. Se denomina con este adjetivo
2 c). Si la vida se atribuye a los seres
el acto inmanente e intrínseco del ser
que obran por sí mismos y no movi-
viviente, o sea, aquellos actos que, co-
dos por otros, cuanto más perfecta-
mo el ser, el oír, el entender, el querer,
mente lleve a cabo esto un ser, tan-
etc., resultan de sus propias potencias
to más perfecta será la v. que hay en
(véase virtus). Pero se ha de insistir en
él. De ahí que la vida humana sea su-
que el acto v. debe ser no sólo inma-
perior a la animal y que en Dios se
nente al ser vivo sino también provenir
dé en el sentido más riguroso (cf. Ibid
de él, esto es, debe ser in intrinsecum
I, q. 18, a. 3 c). Así, recuperando el
et ab intrinseco. Así, por ej., el caer no
primer sentido metafísico del térmi-
es, en cuanto movimiento, un acto
no, el Aquinate restablece un equili-
vital. Por otra parte, los autores me-
brio entre el matiz de lo biológico y el
dievales han insistido en que los ac-
de lo espiritual en este concepto.
tos vitales en el ser creado provienen
Dicho equilibrio también se pone
essentialiter de la virtus creada por
de manifiesto, aunque sobre la ba-
Dios y no directamente de Él.
se del reflorecimiento de las tradicio-
nes clásicas, en la tendencia animis-
715 vivens
Z
zelus. El valor positivo asignado al mo rechazo a aquello que es contrario
celo tiene origen escriturario. A pro- al bien del amigo: de él, pues, se dice
pósito de la expulsión de los merca- tener celo. De esta manera se expresa,
deres del templo por parte de Cristo, por ej., Tomás de Aquino (cf. S. Th. I-
el evangelio de Juan relata que los dis- II, q. 28, a. 4). Otra cuestión vincu-
cípulos, al verlo, recordaron que esta- lada con el término que nos ocupa es
ba escrito “El celo de tu Casa me de- la referida a su distinción respecto de
vorará” (Ps. 69, 9). Por otra parte, el la envidia (véase invidia). Al respecto,
Pseudo Dionisio escribe que Dios es el mismo Tomás señala que el z. se es-
llamado “celoso” (zelotes) a causa del fuerza en la emulación para obtener
mucho amor que tiene a lo existente. un bien; en cambio, la invidia se em-
Retomando esta línea, pero ya en sus peña en que los demás no lo obten-
consideraciones antropológicas y filo- gan (cf. De malo q. 10, a. 1).
sóficas, los autores medievales conci-
zeugma. Entre los gramáticos medie-
bieron el celo como proveniente de la
vales, se denomina así una forma de
intensidad del amor. Ahora bien, se-
enlace. Es una figura de construcción
gún una de las caracterizaciones agus-
gramatical que consiste en la elipsis
tinianas, el amor es, fundamental-
en una oración de un término enun-
mente, un movimiento que se diri-
ciado en otra contigua.
ge hacia determinado objeto (cf. De
div. quaest. 35). Así pues, los escolás- zodiacus. En la perspectiva medie-
ticos entendieron que cuanto más in- val, se designó z. al último de los or-
tensa es la dirección de esa potencia, bes concéntricos (véase orbis). Por es-
más fuertemente repele todo lo que ta razón, se lo conoció también como
es contrario a ella; de ahí que el amor circulus maximus. Se divide en do-
intenso trate de excluir o rechazar lo ce partes llamadas dodecatemoria, de
que se le opone. En tal movimien- aproximadamente 15° cada una. Co-
to reactivo consiste precisamente el rresponden a las constelaciones que se
z. En el amor concupiscente (véase toman como punto de referencia pa-
amor), esto se da como repulsa de to- ra fijar la situación del sol en su curso
do lo que impide la consecución o el anual aparente. Son: Acuario, Piscis,
gozo pacífico del objeto amado, co- Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo,
mo el amante respecto de la amada, o Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Ca-
como el que ama la gloria se opone a pricornio. El z. es, pues, la zona celes-
quien parece aventajarlo, que es el ce- te en que está contenida la Ecliptica u
lo propio de la envidia. En cambio, orbita solis.
en el amor de amistad, el z. se da co-
723
SENTENCIAS
Nota preliminar
A
una selección de sentencias escolásticas. La decisión
de este agregado obedece a varias razones: en primer
lugar, a un fin didáctico. De hecho, en ellas se ejem-
plifica de modo muy sintético lo que se ha indica-
do en el cuerpo de este volumen como acepción o acepciones de algu-
nos términos; el verlos incorporados en un contexto mínimo, contribu-
ye a esclarecer sus respectivos significados y usos. La segunda razón es
de carácter, por así decir, arquitectónico: como se señaló en la presen-
tación de este volumen, los términos constituyen elementos esenciales,
pero son las sentencias las que, por sí mismas, considerando su conte-
nido, diseñan las columnas centrales de la estructura conceptual con la
que la Edad Media vio la realidad. El tercer motivo es de naturaleza for-
mal, pero no por ello se ha de tener por accesorio o prescindible: es sa-
bido que, en las diversas etapas de la historia de la Filosofía, el modo
de expresar un pensamiento dice mucho sobre su contenido y, por tan-
to, es inescindible de él, precisamente porque revela en gran medida el
modus operandi intelectual sobre el que dicho pensamiento se apoya.
Respecto de las cuestiones formales del latín escolástico, es insosla-
yable una famosa referencia histórica. Un lugar tan común cuanto in-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 724
puede serlo demasiado en esta clase de búsqueda; pero los caminos que
conducen a la majestad de lo verdadero son estrechos y carecen del en-
canto de la mollitudo. El encantamiento de esta última constituye el ar-
ma peligrosa con que el rhetor seduce a la multitud, la que experimenta,
en cambio, horror ante la casta exigencia de la filosofía. La misión de la
filosofía consiste en conocer la verdad y demostrarla, sin trampas artifi-
ciosas, a los pocos capaces de mirar algo en profundidad.
En tercer lugar, si se admite que el latín filosófico de los escolásticos
no debe ser elegante, pero que, sin embargo, debe ser latín, la cuestión
radica, entonces, en decidir qué es buen latín y si éste se reduce exclusi-
vamente o no al estilo romano. Así, por ejemplo, en lugar de decir “a sole
hominem produci”, los filósofos “bárbaros” utilizan la expresión “a sole
hominem causari”, que es recusada por los retóricos en nombre del la-
tín clásico. Sin embargo, esta segunda es correcta en la medida en que se
ajusta mejor a lo que pretenden enunciar: aunque Pico no lo mencione
explícitamente en su respuesta, los escolásticos tendieron a concebir la
productio como acción que sólo concierne a aquellas artes cuyo carácter
propio y fin radica en los objetos producidos, como mencionamos en
el artículo correspondiente. El sol no es agente de un ars que tenga por
objeto “producir” al hombre; sí es causa per accidens y remota en la ge-
neración de éste. Una vez más, añadimos, basta leer lo señalado por To-
más en S. Th. I, q. 115, a. 3.
En cuarto lugar, Pico anota que, en una lengua, la propiedad de los
términos es determinada o bien convencionalmente por arbitrium, o
bien por la índole misma de las cosas. En el primer caso, no se puede
negar a los escolásticos su derecho de usar las voces latinas con un signi-
ficado preciso en el que todos ellos concuerden. En el segundo, no es el
rhetor sino el philosophus quien ha de erigirse en juez, puesto que es este
último quien contempla y explora la naturaleza de la realidad. De este
modo, contra la perspectiva y el criterio de Ermolao, Pico opta por asu-
mir los que conciernen a la rectitudo y, en ella, la precisión semántica es
más decisiva que los criterios de vuelo y brillo formales.
En quinto término, de iure, el Mirandolano concede que nada im-
pide que se aúnen ambas cosas en el discurso filosófico. Pero aquí im-
pone a su respuesta un sutil y tal vez subrepticio cambio de registro. En
efecto, a partir de este momento, ya no habla de retórica y filosofía, si-
no de eloquentia y filosofía, lo que, como también se ha anotado en los
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 726
t &TRVFNBTTJNÏUSJDPTCJQBSUJUPTTFEBOFOBRVFMMBTTFOUFODJBTDVZB
enunciación oral supone un par de miembros con una misma can-
tidad de sílabas, por ej., “causa cessante-cessat effectus”, donde hay
cinco sílabas en cada uno. Este esquema suele aparecer en senten-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 728
SENTENCIAS
está lo dicho al respecto por Anselmo (cf. Mon. c. 21). Por su parte,
Duns Escoto niega la legitimidad misma de la comparación y sostie-
ne que toda criatura es aliquid (cf. Rep. II, d. 1, q. 6, n. 9).
creatura semper a Deo dependens. Este enunciado se fundamenta en
la causalidad metafísicamente considerada: todo lo que es depende
de Dios, en cuanto ninguna criatura puede no depender de alguna
manera de la causa primera. Cf. conservatio est...
cuicumque convenit totum in loco et quaelibet eius pars. Esta senten-
cia no se ha de entender desde el sujeto que ocupa un determinado
lugar sino desde el lugar mismo. Así, dice que lo que conviene a la
totalidad del lugar, según lo señalan los adverbios ubique y nusquam,
conviene a cualquier sitio. Pedro Hispano propone el siguiente ejem-
plo: “Dios está en todas partes (ubique); luego, Dios está aquí”. Sien-
do asimétrica la relación entre parte y todo, no se da a la inversa, es
decir, que alguien esté aquí no implica que esté por doquier. A es-
to hay que añadir la correspondiente negativa: quicquid removetur a
toto in loco et a qualibet eius parte: o sea, lo que se niega de la tota-
lidad del lugar, se niega de cualquiera de sus partes; así, si César no
está en ninguna parte, tampoco está aquí. Esta última afirmación,
en cambio, es reversible según el enunciado: cuicumque non convenit
pars in loco nec eius totum. Para retomar el último ejemplo, “César no
está aquí; luego, César no está en todas partes” (cf. Sum Log., 5. 22).
cuicumque non convenit pars in loco nec eius totum. Cf. cuicumque
convenit...
cuius causa efficiens est bona, ipsum est bonum. Cf. cuius effectus est
bonus...
cuius corruptio est bona ipsum est malum. Para la comprensión de es-
ta sentencia, se ha de recordar en primer lugar la identificación en-
tre ser y bien, tan propia del pensamiento medieval; en segundo lu-
gar, la caracterización de la corrupción que es, básicamente, el pro-
ceso del ser al no ser. De esta manera, y cruzando los términos, se
tiene lo afirmado: aquello cuya corrupción es buena, eso mismo
es malo. Pedro Hispano propone el ejemplo del Anticristo: su des-
aparición es buena porque él mismo es malo (cf. Sum. Log., 5, 29).
743 Sentencias
guna, dado que cada una dependería de otra y ésta a su vez de otra
y así al infinito. Por eso, no puede haber demostración de los prin-
cipios.
destructa causa destruitur effectus. Cf. causa cessante...
destructa parte integrali destruitur et quodlibet eius partis totum.
Cf. posito toto integrali...
destructo uno relativorum destruitur alterum. Véase ponitur uno
relativorum...
Deus distat in infinitum a creatura. La afirmación de que Dios y la
criatura distan infinitamente se funda en el carácter de infinito pro-
pio de Dios. Así lo establece, por ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. 1, d.
17, q. 3, n. 31). Por cierto, la distancia infinita a la que se alude no
es cuantitativa sino cualitativa, referida a la nobleza del ser; de ahí
que con la presente sentencia sea complementaria esta otra “Deus
est magnus sine quantitate”: la grandeza divina no tiene que ver con
la cantidad.
Deus est sine quantitate magnus. En esta formulación, la sentencia
que dice “Dios es grande sin cantidad” se encuentra ya en Agustín
(cf. De Trin. V, 10). Por su parte, Tomás de Aquino escribe que la
magnitudo de Dios no es sino la perfección de su naturaleza (cf. S.
Th. I, q. 42, a. 4 c). Duns Escoto subraya que no se trata, en efecto,
de la magnitudo molis sed perfectionis (cf. Quodlib. q. 6, n. 34). No
puede ser de otro modo porque la cantidad de alguna manera supo-
ne divisibilidad, y ésta de ningún modo puede atribuirse a Dios. En
efecto, divisibilitas est passio quantitatis (véase quantitas).
Deus non est definibilis. En términos escolásticos, Dios no es defini-
ble, dadas las condiciones de la definición real, esencial, metafísica.
En efecto, la definición real se hace por género próximo y diferencia
específica. Dios en cuanto Dios no es un género sino que está más
allá de todo género.
Deus et natura nihil faciunt frustra. Dios y la naturaleza nada hacen
en vano. Con esta sentencia se expresa que las cosas aparentemente
superfluas y hasta perniciosas para alguno, determinadas por crea-
ción divina, o bien por la naturaleza misma, tienen sentido intrínse-
747 Sentencias
co. Esto significa que cumplen sus fines y conducen a cada realidad
a la plenitud de su especie propia, aun cuando dichos fines sean des-
conocidos y hasta incomprensibles para el hombre. Implícitamente
constituye, pues, una reafirmación de la creencia en el ordo universalis
típica del hombre medieval.
Deus potest facere quod non inducit in contradictione. Dios puede
hacer lo que no implica contradicción. Esta convicción, comparti-
da por la mayoría de los autores medievales, difiere de lo sostenido
por Pedro Damián. En efecto, para este autor, ni las leyes de la dia-
léctica ni los principios lógicos de los que ella parte, entre los que
se encuentra el principio de no contradicción, pueden aplicarse a
Dios. Así pues, Él puede hacer aun lo que implica contradicción.
Los principios mencionados no rigen para Dios porque está fuera
de las condiciones del mundo en el que se plantean. Al rechazar las
leyes del pensamiento lógico –y aun las leyes de la naturaleza– Pe-
dro Damián sentó las bases de lo que habría de ser más tarde la po-
sición de Ockham. Sin embargo, la mayor parte de los escolásticos
sostiene que Dios puede hacer todo aquello que no implique con-
tradicción intrínseca. Esto se debe a que no la percibían en cuanto
limitativa del poder divino, como lo hacía Pedro Damián. Su enfo-
que era distinto: los escolásticos consideraron que los principios ló-
gicos se aplican al ser mismo como tal y no son meramente funcio-
nales a nuestro conocimiento. Así, Tomás de Aquino, por ej., distin-
gue, siguiendo a Aristóteles, entre lo posible con relación a algo, “lo
posible para” y lo posible absolute. Expresa que lo posible, absoluta-
mente hablando, es lo que tiene razón de ser, y es esto y no lo absur-
do lo que está en la potencia divina. Es, pues, con respecto a lo posi-
ble absoluto que se dice que Dios es omnipotente. Ahora bien, nada
se opone a la razón de ser más que el no ser. Lo único que repugna
a lo absolutamente posible –y, por tanto, a aquello que constituye el
poder de Dios– es aquello que entraña ser y no ser en sí mismo y si-
multáneamente, es decir, lo contradictorio en sí mismo. Es, enton-
ces, intrínsecamente imposible que tal cosa exista. Añade el Aquina-
te que, si algo es imposible en este último sentido, es más exacto de-
cir “no puede ser hecho” que decir “Dios no puede hacerlo” (cf. S.
Th. I, q. 25, a. 3, c).
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 748
ex duobus entibus actu nequit fieri unum per se. Sentencia escolástica
que se funda en la intercambiabilidad de ens y unum como trascen-
dentales (véase ens et unum convertuntur). Ahora bien, con el térmi-
no “entes actu” se significan sustancias completas que permanecen
íntegras y perfectas en su realidad; y por “unum per se” se entiende
aquel ente cuya unidad se debe a su misma naturaleza o esencia. Si
es un ente compuesto, sus componentes necesariamente deben ser
incompletos y guardar entre sí la relación que se da entre potencia
y acto. Advertido lo cual, se hace manifiesto lo que afirma la expre-
sión, i. e., la imposibilidad de que de dos entes en acto, uniéndose
y permaneciendo como tales, resulte algún ente que en acto y sustan-
cialmente sea uno por sí. Por ej., un leño, al unirse a la forma mesa,
deja de ser leño en acto.
ex falso non potest per se sequi verum. Este axioma sostiene que, en
rigor, de premisa falsa no puede seguirse conclusión verdadera, en
cuanto la falsedad no puede ser causa de verdad. Sin embargo, pue-
de suceder que a lo falso siga lo verdadero, en la medida en que lo
falso contenga alguna parte de verdad, ya que nunca, en una propo-
sición con sentido, puede darse la falsedad completa, es decir, el ca-
so en que tanto el sujeto como la cópula y el predicado sean falsos.
A esto se refiere el “per se” acotado que subraya: lo falso por sí mis-
mo o en cuanto falso.
ex mere negativis et particularibus nihil sequitur. De dos premisas
negativas o bien de dos premisas particulares, no se sigue conclu-
sión alguna. Ejemplo del primer caso: de las premisas “El hombre no
es animal” y “El animal no es corpóreo”, no se sigue ninguna con-
clusión. En el caso en que ambas premisas sean particulares ocurre
lo mismo; por ej., de “Algunos hombres son rubios” y de “Algunos
hombres son morenos” no se sigue ninguna conclusión. Se compen-
dian así dos principios fundamentales de la argumentación silogís-
tica: 1. utraque si praemissa neget, nihil inde sequitur; 2. nihil sequitur
geminis ex particularibus umquam: el primero dice que de dos premisas
negativas no puede extraerse ninguna conclusión; el otro principio sos-
tiene que nada se sigue de dos premisas si ambas son particulares.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 752
privatur: ingenita facere quae facta sunt”. Y ello en virtud de que só-
lo se puede aniquilar lo que es, pero el pasado ya no es (cf. Op. ox.
IV, d. 1, q. 6, n. 5).
intellectui obiectum praesens sit oportet. Es preciso que el objeto
–i. e. el objeto de conocimiento– esté presente en el intelecto. El sen-
tido interno opera teniendo presente su objeto propio: la memoria
sensible, por ej., recuerda una imagen que está presente en ella. De
manera análoga, el objeto del intelecto opera teniendo presente en
él la imagen que él mismo convertirá en concepto.
intellectus causas cognoscere desiderat. Esta sentencia presupone dos
principios aristotélicos: que todo hombre por naturaleza desea co-
nocer, y que decimos conocer algo cuando conocemos su causa. Pa-
ra los escolásticos, la participación natural del deseo en el proceso
de conocimiento impulsa al cognoscente a descubrir la causa de un
efecto dado, pero, a la vez, el conocer la causa universal impulsa a
descubrirla en los particulares. Así se expresa, por ej., Duns Escoto
(cf. Op. ox. I, d. 3, q. 3, n. 3).
intellectus est omnia intelligibilia. Cf. intellectus intelligendo...
intellectus est tamquam tabula rasa. Cf. nihil est in intellecto...
intellectus est universalium, sensus particularium. Que el intelecto
tiene por objeto los universales, es decir, que conoce lo universal, y
el sentido, lo particular, es considerado en la Escolástica una verdad
evidente por experiencia. En efecto, los sentidos perciben el color,
el olor, etc. no en cuanto tales, sino este matiz de rojo que se da en
esta rosa o el perfume de estas violetas. Sólo al final del proceso de
conocimiento, y justamente por abstracción de las particularidades
sensibles, el intelecto es capaz de aprehender la forma “rosa” que, en
cuanto forma, es universal.
intellectus in actu est intellectum in actu. Cf. sensibile in actu est
sensus in actu. Enunciado escolástico de raíz aristotélica que descri-
be la naturaleza del conocimiento en virtud del concepto de unidad
de la forma inteligible. En efecto, según las afirmaciones de Aristó-
teles en De An. III, 4, 429 a, 11, el intelecto es tabula rasa, es decir,
no tiene ningún contenido innato de conocimiento, sino que con-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 762
niño, pero no por ello más humano, puesto que ambos pertenecen
por igual a la especie homo y, por consiguiente, tanto uno como otro
se definen como animal rationale. En este contexto, y prosiguiendo
con el ejemplo dado, se suele decir que una persona más justa o más
sabia que otra es “más humana” que la otra, pero en cuanto a la per-
fección que se ha comparado y no simpliciter (véase).
malum non habet finem. El sentido al que alude este enunciado es que
el mal no tiene causa final. No puede tenerla essentialiter porque, en
principio, el mal no es: consiste en la ausencia de bien. Así, lo que
no es no puede tener causa final. En cambio, el mal puede tener
causa final per accidens, pues nada impide que las negaciones se or-
denen a un bien aparente.
medicus curat deus sanat. Para comprender esta expresión, se ha de te-
ner en cuenta el significado originario de los dos verbos: el prime-
ro alude a cuidar; el segundo, a la restitución de la salud. En la con-
cepción medieval, el medicus es quien, por el dominio de su ars, es-
tá llamado a procurar los cuidados que cada dolencia requiere para
ayudar al paciente a superarla del mejor modo posible; pero, así co-
mo la enfermedad se consideraba una prueba a la que Dios sometía,
por lo mismo, Él era visto como quien daba la dolencia por supera-
da, otorgando la sanación del enfermo.
medio in omni est negatio utriusque extremi. En todo medio está la
negación de uno y otro extremo. Se trata, pues, de los opuestos por
contrariedad (véase contraria) que, sean proposiciones, sean térmi-
nos, admiten lo medium. Esta clase de oposición requiere que los
extremos tengan el mismo tipo de determinación: por ej., “mayor”
y “menor”, en cuanto extremos, tienen ambos la determinación de
la cantidad. El medio, en este caso, lo “igual” resulta de la negación
de aquellos dos: lo igual es ni mayor ni menor.
medium est eiusdem generis cum extremis. El medio pertenece al mis-
mo género de los extremos. Esto se funda en algo que está implíci-
to en la sentencia anterior: el medio y los extremos han de tener la
misma determinación. Por ej., esencialmente lo blanco no se torna
dulce; en todo caso, lo hace por accidente. Por este ejemplo se seña-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 766
la que el medio debe ser del género del color, y estar, por ende, en-
tre lo blanco y lo negro como está lo gris.
medium nobilius est extremis. Sentencia válida principalmente en
el ámbito moral. En efecto, la ética escolástica de línea aristotéli-
ca considera la virtud como el medio –en el sentido de equidistan-
te– entre los extremos que son el exceso y el defecto. El medio es lo
más noble respecto de tales extremos: así, la valentía es lo más no-
ble en relación con la temeridad y la cobardía. No siempre se tie-
ne en cuenta que, en una representación mental de tipo geométrico,
si bien dicho punto medio se encuentra a igual distancia de ambos
extremos, no se halla empero en el mismo plano, sino en uno su-
perior. Lo dicho desmiente un malentendido frecuente que tiende
a ver esta orientación ética como una moral de mediocridad (véase
virtus consistit in medio). La sentencia rige también en el orden físi-
co. En este nivel, se ha de entender en el sentido de que lo compues-
to es más perfecto con respecto a los elementos que lo componen,
ya que precisamente su complejidad le confiere mayor riqueza enti-
tativa que la de los componentes.
modus operandi et cognoscendi sequitur modus essendi. Sentencia que
enuncia que el modo de obrar y de conocer del cognoscente siguen
a su modo de ser y, por tanto, se conforman a él. La esencia, como
modus essendi, limita las clases de operaciones y modalidades de co-
nocimiento propias del ente que posee dicha esencia, pero no el ob-
jeto de conocimiento. Así, el hombre, que es ser corpóreo, obra y co-
noce mediante acciones y especies inteligibles cuyo punto de partida
es el mundo sensible y material. Sin embargo, el conocimiento hu-
mano puede trascender la cognición de objetos sensibles y materia-
les y elevarse hacia la cognición de realidades despojadas de materia,
i. e. inmateriales. En cambio, las sustancias incorpóreas, es decir, pu-
ramente espirituales, obran por medio de operaciones puramente in-
materiales. Así, conocen sin necesidad de la intervención de la sensi-
bilidad, intuyendo directamente el mundo espiritual, aunque su co-
nocimiento también puede versar sobre algo material.
natura agit propter finem. Sentencia fundamental en la concepción
medieval del mundo natural, que, por otra parte, responde a su vi-
sión de la realidad como universo ordenado. Afirma que la natura-
767 Sentencias
ción. Tal negación está regida por dos principios: “Deus potest facere
omne quod non inducit contradictionem” y “Frustra fit per plura quod
potest fieri per pauciora” (véanse), siendo este último principio asimi-
lable al enunciado que nos ocupa. En efecto, la primera sentencia,
aun cuando muy discutida, se limita a establecer la condición de
posibilidad de todo ente; la segunda, indica la convicción sobre la
inutilidad de apelar a varios para hacer lo que puede hacerse por
menos. De este modo, se declara inútil toda complejidad óntica que
la inteligencia sostenga para explicar los diversos principios de la
realidad empírica. Ockham prescinde así de “entidades” entre Dios
y lo creado, como prescinde también, congruentemente, de toda
entidad entre el terminus conceptus y la realidad a la que éste se refie-
re. De la misma manera, para explicar el hecho del conocimiento, se
niega a recurrir a diversas facultades cognoscitivas internas y exter-
nas, intelecto agente e intelecto posible, etc., considerando que bas-
ta que se dé un cognoscente frente a un objeto. Puesto que el segun-
do principio fue utilizado por dicho autor para zanjar las más in-
trincadas cuestiones, esta sentencia, que lo formula, se conoce his-
tóricamente con el nombre de la “navaja de Ockham”. En la Mo-
dernidad, Galileo expresa lo mismo diciendo: “La natura non opera
con molte cose quello che può operare con poche”, y lo aplica particular-
mente al principio de inercia.
omne agens agit in quantum est actu. Todo agente actúa en cuanto
está en acto. Para que algo actúe, antes tiene que ser o existir. Más
aún, el mismo existir de la cosa es por sí principio de acción: toda
cosa o sustancia que efectivamente existe, no puede existir sin tener
una naturaleza dada. Ésta es justamente su esencia en cuanto princi-
pio de las operaciones que le son propias según su especie. La poten-
cia no dice ser sino posibilidad de ser y, por ende, sólo posibilidad de
actuar en una dirección determinada.
omne agens agit propter finem. El enunciado de que todo agente ac-
túa por un fin constituye un modo de formular el principio de fi-
nalidad. Toda operación o acción es siempre de algo –el agente–
sobre algo y dirigido u ordenado a algo. Por eso, la intrínseca direc-
ción al fin propia del agente es un principio formal, cualitativo de
todo actuar.
773 Sentencias
omne quod est, ex suppositione quod sit, necesse est esse. Axioma que
expresa el tipo de necesidad hipotética ex suppositione (véase) o ex
hypothesi, es decir, aquella que requiere una condición para que se
dé. Así, por ej., con la condición de estar sentado, o suponiendo que
alguien lo está, es necesario que, mientras permanezca en tal posi-
ción, esté sentado (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 19, a. 3 c).
omne quod est per participationem causatur ab eo quod est per essen-
tiam. Todo lo que es por participación es causado por aquello que
es por esencia. Este principio está basado sobre la noción escolásti-
ca del esse per participationem. Esta última expresión se refiere siem-
pre a un ser que posee determinada perfección de manera limitada
o parcial, ya se trate de una perfección de carácter trascendental, co-
mo verdad, bondad o belleza, ya sea de carácter predicamental, co-
mo la cantidad. Tal participación está en el ser derivado o participa-
do. Dicho ser o dicha perfección no es subsistente en sí y por sí –lo
que indica omnímoda plenitud–, sino que deriva necesariamente de
lo autosubsistente. Así, también este principio expresa un desarro-
llo de la noción de causalidad: el aspecto de efecto está indicado en
la limitación señalada, y el de causa se remonta a la así llamada causa
adaequata o causa essendi, es decir, aquella que no interviene sólo co-
mo factor de mutación, sino que participa o comunica su propio ser.
Esta causa es el Ipsum Esse subsistens al que se refiere repetidas veces
Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 44, a. 1; q. 84, a. 4, ad 1; q. 49, a.
3, ad 4; q. 65, a. 4, ad 2). Véase también primum in unoquoque...
omne quod fit habet causam. He aquí una de las formulaciones esco-
lásticas del principio de causalidad: “quod fit”, lo que existe, lo que
se hace, es algo nuevo, contingente, o bien es efecto. Pero, en sen-
tido amplio, alude siempre a lo que adviene. Y nada adviene, suce-
de o se hace sin causa, como explicita Tomás de Aquino, por ej., en
C. G. I, 28.
omne quod movetur ab alio movetur. Sentencia escolástica, tratada,
por ej., por Tomás de Aquino en C. G. I, 13 y S. Th. I, q. 2, a. 3 y q.
75, a. 1, que expresa el célebre principio aristotélico que el Estagi-
rita desarrolla en los libros séptimo y octavo de su Física. En lo que
respecta al significado y al valor de esta sentencia, es menester no-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 774
ahí lo afirmado por esta sentencia: las operaciones son de los indivi-
duos. Cf. actiones sunt...
opinari et existimare non est in nobis. Opinar y estimar no depende
arbitrariamente de nosotros, en cuanto no podemos asentir o disen-
tir a voluntad respecto de aquello que se nos aparece como verda-
dero o falso con plena evidencia o con un motivo plausible: nuestro
juicio está determinado, pues, por la realidad del objeto mismo que
se nos impone. En cambio, sí podemos imaginar algo a voluntad.
opposita simul stare nequeunt. Los términos opuestos, contrarios o
contradictorios, no pueden encontrarse simultáneamente en lo mis-
mo. Se basa sobre lo explicitado en posito uno contrariorum...
ordine intentionis quae sunt priora posteriora sunt ordine executionis.
Lo primero en el orden de la intención es posterior en el orden de
la ejecución. Esta sentencia se refiere a la causa final: primero quere-
mos el fin y luego los medios cuya ejecución nos llevará a alcanzar-
lo. Sin embargo, en sentido cronológico, es a la inversa: primero eje-
cutamos los medios para obtener así el fin propuesto. Por ej. un en-
fermo antes de recobrar su salud –a la que tiende como fin último
en cuanto enfermo– se ha de procurar las medicinas que repararán
su salud deteriorada.
pars alicuius totius non habet esse nisi esse totius. La parte de un to-
do no tiene ser sino el ser del todo. El enunciado sólo se refiere al ca-
so del todo integral, es decir de aquella totalidad en la que no sola-
mente las partes constituyen el todo sino que éste es lo único que les
puede conferir razón de ser; de ahí que sea aplicable fundamental-
mente a los organismos. Diferente es el caso de un todo no integral:
en éste la parte tiene cierta independencia óntica; por ej., la pared
de una casa, ya que no repugna al muro permanecer en su ser sepa-
rado de la casa. No obstante, se ha de tener en cuenta que pars extra
totum est imperfecta. Así se expresa Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.
17, q. 1, n. 5). La contrapartida complementaria de esta sentencia es
la que reza posito toto integrali...
parvus error in principio magnus est in finis. Un pequeño error al
principio se hace grande al final. Es éste un precepto metodológi-
co que advierte sobre la importancia del manejo preciso de las no-
777 Sentencias
posito effectu materia permanens necesse est eius materia esse. Cf.
posita causa materiali...
posito effectu materia transeuntis necesse est eius materia praefuisse.
Cf. posito effecto ponitur eius… Locución referida al caso de los en-
tes materiales, cuya materia es transiens, por ej., el pan hecho de ha-
rina. Se debe decir que, dado el efecto de algo hecho de materia
transiens, alguna vez tuvo que haberse dado previa y necesariamente
779 Sentencias
primario, es decir, como aquello que efectivamente es. Por eso, di-
ce Tomás de Aquino que lo primero que aprehende el entendimien-
to es el ens. De hecho, cualquiera sea la cosa que aprehendemos, al
instante concebimos que existe; así, le atribuimos el ser y por consi-
guiente unidad y bondad, en razón de la convertibilidad entre ens,
unum y bonum (cf., por ej., S. Th. I-II, q. 55, a. 4 ad 1).
prius est esse quam operari. Cf. operari sequitur esse.
propter quod unumquodque tale et illud magis. Sentencia escolástica,
fundamentada en el pasaje de la Metafísica aristotélica (cf. I, 1, 993
b 24), que dice que aquel ser del cual depende que muchos tengan
una determinación particular, contiene esa misma determinación y
de modo eminente. Así, este principio se identifica con el que reza
“Primum in unoquoque genere…” (véase); por ej., si un leño encen-
dido es cálido a causa del fuego, el fuego mismo debe ser necesaria-
mente cálido y serlo aún más que el leño encendido.
quae conveniunt in uno tertio, ea conveniunt inter se. La convenientia
es aquella condición de los entes o de las nociones por la cual dichos
entes o nociones pueden unirse o vincularse entre sí. Ahora bien,
para algunos autores –en general, aunque no necesariamente, realis-
tas– ello implica la postulación de una tercera instancia, la de aque-
llo en lo que convienen o gracias a lo cual lo hacen; de allí esta sen-
tencia escolástica: “Las cosas que convienen con una tercera –o co-
inciden o concuerdan con ella–, convienen a la vez entre sí”. Por ej.,
una rosa blanca y la nieve convienen en la blancura.
quantum omne divisibile est. El axioma que establece que todo quantum
(véase) es divisible alude a la noción misma de cantidad, cuyo atri-
buto esencial es justamente la divisibilidad. Por lo demás, propio
de la cantidad es ser mensurable, o sea, de algún modo divisible en
partes.
qui dat formam dat consequentiam ad formam. Lo que da la forma
da también lo que se sigue de ella porque, al ser la forma aquello que
constituye a algo como tal, conlleva las consecuentes propiedades de
ese algo. Por ej., aquello que confiere la forma “fuego”, por eso mis-
mo, comunica la propiedad de quemar. Así, el presente axioma equi-
783 Sentencias
vale al que reza: “causa causae est etiam causa causati” (véase), si se en-
tiende la primera de estas palabras en el sentido de causa formal.
quicquid praedicatur de partibus in quantitate simul sumptis
praedicatur de suo toto. Se trata aquí de los miembros de una espe-
cie como partes cuantitativas de una totalidad. Así, dice que lo pre-
dicado de cada una de ellas, simultáneamente asumidas, esto es, su-
madas, se predica de la totalidad. Por ej., Sócrates corre, Platón co-
rre y el resto de los hombres corre; luego, el hombre corre. La co-
rrespondiente proposición destructiva sostiene: quicquid removetur
de partibus in quantitate simul sumptis removetur a suo toto, es decir,
lo que se niega de cada parte o miembro, sumados, se niega de la to-
talidad. Por ej., Sócrates no vuela, Platón no vuela y los demás hom-
bres no vuelan; luego, el hombre no vuela.
quicquid praedicatur de toto in quantitate et de qualibet eius parte.
Sentencia que se refiere a proposiciones lógicas: lo que se predica
del todo cuantitativamente hablando se predica de cualquiera de sus
partes, entendiéndose por lo primero las proposiciones universales y
por lo segundo, las singulares. Por ej., “Todo hombre corre; luego,
Sócrates corre”. Por eso, se asimila al enunciado si universalis vera
quaelibet eius singularis vera: si la proposición universal es verda-
dera, cualquiera de las singulares que ella comprende es verdadera.
Por cierto, también es válida la correspondiente negativa: quicquid
removetur a toto in quantitate et a qualibet eius parte. Ejemplo de la
última es: “Ningún hombre corre; luego, Sócrates no corre”.
quicquid removetur a toto in loco et a qualibet eius parte. Cf.
cuicumque convenit...
quicquid removetur de partibus in quantitate simul sumptis
removetur a suo toto. Cf. quicquid praedicatur de partibus...
quidquid movetur ab alio movetur. Cf. omne quod movetur ab alio
movetur. Todo lo que que mueve es movido por otro. Al fundar-
se en el concepto de movimiento o cambio, esta sentencia implica
las nociones de acto y potencia: el motor, i. e., aquello que mueve o
que produce el cambio de otra cosa, para poder hacerlo, ha de estar
en acto; lo que es movido debe estar en potencia respecto de aque-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 784
llo hacia lo que va a cambiar. Por ej., el fuego, que tiene calor en ac-
to, calienta el leño, y éste está caliente sólo en potencia. Es impo-
sible, pues, que una cosa sea respecto de lo mismo y de la misma ma-
nera motor y móvil, ya que, en ese caso, se incurriría en contradic-
ción. Ahora bien, en virtud de la variedad de órdenes en los que,
aristotélicamente, la Escolástica aplicó el concepto motus (véase), es-
ta sentencia se puede entender en los siguientes sentidos principales:
1. desde el punto de vista metafísico –y más fuerte– hay que consi-
derar que nada, salvo Dios, es a se (véase); por eso, todo lo que “se
mueve” o pasa del no ser al ser, es decir, todo lo que empieza a exis-
tir, lo hace en virtud de otra cosa anterior ya existente; 2. en lo que
hace a la categoría de cualidad, lo mismo rige en el caso del movi-
miento de la alteración; 3. causalmente, todo efecto propiamente
dicho tiene lugar en razón de una causa eficiente.
quidquid praedicatur de definitione et de definito. La definición es
la proposición que significa el ser de la cosa o realidad a la que se
alude, la cual es el sujeto gramatical de dicha proposición, por ej.,
Homo animal rationale est. En rigor, la definición aquí es el predica-
do gramatical y lo definido es homo. La presente sentencia dice que
lo que se predica o afirma de la definición se predica o afirma de lo
definido. Así, por ej., si el animal racional –que es la definición– es
capaz de pensar, el hombre –que es lo definido– es capaz de pen-
sar. En sentido negativo, tenemos la sentencia quidquid removetur a
definitione et a definito, esto es, lo que se rechaza, se remueve o se
niega de la definición también se niega de lo definido. Para retomar
el ejemplo mencionado, el animal racional no vuela, por tanto, el
hombre no vuela. Hay aún otra formulación de esta sentencia: “de
quocumque pradicatur definitio et definitum” y su correspondiente
negativa “a quocumque removetur definitio et definitum”. Pedro His-
pano utiliza ambas expresiones (cf. Sum. Log., 5. 10 y 5. 11).
quidquid praedicatur de definito et de definitione. Lo que se predica
de lo definido se predica también de la definición. A diferencia de
la inmediata anterior, esta sentencia acentúa la relación de habitudo
(véase) que lo definido guarda con la definición. Así, “hombre”, se
define como “animal racional” y “Sócrates” se define como “hom-
bre”. En este caso, “hombre” y “Sócrates” son lo definido y “animal
785 Sentencias
do de ser propio de éste; así, por ej., cuando el intelecto, que es in-
material, conoce las cosas materiales, las recibe en sí no material si-
no espiritualmente, para lo cual las despoja de sus condiciones ma-
teriales mediante la abstracción. Nótese que aquí no se ha usado el
término “omne” sino “quidquid”, ya que la sentencia subraya que el
hecho de recibir algo según la propia limitación y modalidad es al-
go que le ocurre a todos, pero exactamente en la medida en que su-
cede a cada uno en particular.
quidquid removetur a definito et a definitione. Cf. quidquid
praedicatur de definito...
quidquid removetur a genere removetur et a specie. Cf. quidquid
praedicatur de specie...
quod convenit alicui sub nomine magis noto et sub nomine minus
noto. Máxima que sostiene que, si lo que conviene o corresponde a
algo se expresa con palabras muy conocidas, eso mismo también es
válido si se lo expresa con términos menos conocidos. Así, se pre-
tende, por ej., que la proposición “Propio de la Filosofía es elucidar
las causas de las cosas” valga por “Propio de la Filosofía es explicar
las causas de las cosas”. No se trata, pues, de una mera explicitación
de la palabra, como señala Pedro Hispano (cf. Sum Log. 5. 41), sino
de validez de lo sostenido.
quod gratis affirmatur gratis negatur. Lo que se afirma gratuitamen-
te, es decir, sin fundamento, se niega también de esa manera. El he-
cho de que no haya o no se ofrezcan razones suficientes para soste-
ner una afirmación no prueba su falsedad. Se señala, pues, la inefi-
cacia demostrativa en esta clase de casos, a diferencia de lo que ocu-
rre en las demostraciones ad absurdum (véase demonstratio).
quod nimis probat nihil probat. “Lo que prueba demasiado no prue-
ba nada” no significa que toda prueba cuyo valor demostrativo va-
ya más allá del objetivo de la demostración sea necesariamente inefi-
caz. En efecto, se podría tratar de una prueba a fortiori (véase). Sim-
plemente advierte sobre aquellas demostraciones que, para anular la
antítesis, intentan forzar los límites de la tesis y envilecen con ello la
prueba. Un ejemplo sería argumentar que la sabiduría proviene de
la racionalidad; la racionalidad es común a todos los hombres; lue-
787 Sentencias
go, todos los hombres son sabios. En esta aserción se exagera el va-
lor de la racionalidad porque se la identifica sin más e ilegítimamen-
te con la sabiduría, cuando, en realidad, sólo es una de sus condicio-
nes. De esta manera, el argumento pierde toda su fuerza. Algo simi-
lar ocurre con el procedimiento seguido en las vulgarmente llama-
das “generalizaciones”.
quod potest cognoscere aliqua oportet ut nihil eorum habeat in sua
natura. Aplicada a las facultades de conocimiento y, especialmen-
te al intelecto, esta sentencia señala que es menester que lo que pue-
de conocer algunas cosas no tenga ninguna de ellas en su naturale-
za. En efecto, las que estuvieran naturalmente en ella impedirían el
conocimiento de las demás, así como una lengua impregnada de sa-
bor amargo no puede gustar el sabor de lo dulce. Por eso, es impo-
sible que el principio de la intelección, que capta las formas corpó-
reas, sea a su vez cuerpo. Se fundamenta en los términos en que se
ha explicitado “intus existens prohibet extraneum”.
quod uni casui convenit et reliquo. Cf. quod uni coniugatorum...
quod uni coniugatorum inest et reliquo. Lo que inhiere en uno de los
términos coordinados inhiere también en el otro. Se denominan
términos coordinados aquellos que están vinculados por un térmi-
no común; así, por ej., “hechos justos” y “hombre justo” son coordi-
nados de “justicia”. Así, si los hechos justos son buenos, también lo
será el hombre justo, ya que la misma justicia es buena. Un tipo de
término coordinado o coniugatum es el casus, el adverbio correspon-
diente. Para retomar el ejemplo mencionado, “justamente” es casus
derivado de “justicia”; de ahí que lo que se hace justamente o de
manera justa se hace bien. Esto se especifica en otra sentencia que
complementa la presente: quod uni casui convenit et reliquo.
regula est prior regulato. Sentencia escolástica que indica que la re-
gla es anterior a lo regulado por ella; por eso, ella se ha de conocer y
comprender antes. Así, por ej., las normas pictóricas deben ser pre-
viamente conocidas y comprendidas para poder pintar. Con todo,
la afirmación también se puede entender en sentido metafísico: los
principios que rigen algo son metafísicamente anteriores a ese algo
en la medida en que lo constituyen.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 788
tertium non datur. Axioma lógico en el que se señala que entre dos
proposiciones opuestas contradictoriamente no puede haber una
tercera o intermedia que sea verdadera. El principio de contradic-
ción determina que sólo dos juicios pueden ser contradictorios, ya
que uno de ellos niega exactamente lo afirmado por el otro, como
“Sócrates es hombre” y “Sócrates no es hombre”. Ahora bien, al afir-
mar y negar de un mismo sujeto en el mismo sentido esencial, no
pueden ser ambos verdaderos; esta sentencia añade que sólo uno ha
de ser verdadero y el otro falso. Sin indicar, pues, a cuál corresponde
la verdad, se niega la validez de una tercera posibilidad.
totum est maius sua parte. Como todo axioma, el que establece que el
todo es mayor que su parte es verdad evidente, es decir, aquella que
se aprehende con sólo conocer el significado de los términos de la
proposición. Sin embargo, cabe aclarar, como lo hace Duns Escoto,
que no se ha de entender aquí por totum el todo dado en la materia
prima, por ej., en la piedra o en la madera, sino el todo que se abs-
trae de las sustancias (cf. Op. ox. I, d. 3, q. 4, n. 22). Esta acotación
se impone por el solo hecho de que la materia prima no es divisible
en partes (véase materia).
ubi non est totum et pars, aut totum sumitur aut nihil. Sentencia que
sostiene que, donde no se halla un todo integral, o sea, constituido
por partes, o se acepta el todo, o nada. Se refiere así a las naturalezas
simples, especialmente, a la de Dios. La existencia de éstas se debe
aceptar o rechazar en su totalidad, pero no parcialmente, por care-
cer de partes. Se ha de subrayar que este principio rige considerando
las naturalezas simples en sí mismas. El hombre puede distinguir en-
tre diferentes aspectos de una realidad simple; por ej., entre el inte-
lecto y la voluntad divinos, aun cuando Dios es absolutamente sim-
ple. En realidad, esta sentencia suele aparecer en la discusión acerca
de la naturaleza del alma humana, cuando se debate, por ej., si sus
aspectos intelectual y volitivo son “partes” de ella o no.
unicuique experto in sua scientia credendum. Esta afirmación recla-
ma credibilidad para quien es experto en su propio campo de co-
nocimiento. Así, se relaciona entre los escolásticos con la cuestión y
el sentido de la auctoritas. Recuérdese que una de las acepciones de
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 796
BIBLIOGRAFÍA
ÍNDICE DE TÉRMINOS
A abesse ...........................26
abnegatio......................26
absolute........................26
actio .............................36
actualiter ......................37
actuare .........................37
A .................................21 absolutum ....................27 actus.............................37
a-ab ..............................21 abstractio......................28 ad.................................40
a contrario....................21 abstractum ...................29 ad absurdum ................40
a digniori......................21 abstrahere.....................29 ad aliquid .....................41
a fortiori.......................21 absurdum.....................30 ad aliquid ratione
a pari............................22 abundare ......................30 alterius ..................... 41
a parte ante-a parte post.. 22 abyssus .........................30 ad aliquid secundum
a parte rei-a parte mentis..22 accentus .......................31 rationem tantum.......41
a perfectiori..................22 acceptatio.....................31 ad aliquid secundum
a posteriori ...................22 acceptio........................32 rem ...........................41
a potiori .......................22 accessio.........................32 ad aliquid secundum se.41
a priori-a posteriori ......22 accessus ........................32 ad aliud ........................41
a quo-ad quem .............23 accidens........................32 ad convertentiam .........41
a se ...............................23 accidentale ...................33 ad extra ........................41
a simultaneo.................24 accidentaliter................34 ad hoc ..........................41
a vilitate .......................24 accidere ........................34 ad hominem.................41
ab alio ..........................24 accidia..........................34 ad humanitatem...........41
ab exterioribus ad accipere ........................35 ad ignorantiam.............42
interiora ....................25 accomodative ...............35 ad impossibilem ...........42
ab inferioribus ad accretio.........................35 ad infinitum.................42
superiora ...................25 accumulatio..................35 ad intra.........................42
abalietas........................25 acies .............................35 ad iudicium..................42
abditum mentis............25 acroamaticum ..............36 ad personam.................42
abductio.......................25 acroasis.........................36 ad placitum ..................42
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 802
C
atomus .........................92 circumscriptive...........122
attende .........................92 circumstantia..............122
attingere .......................92 civile...........................123
attractio........................93 civitas .........................123
attributio......................93 cabala .........................108 claritas........................124
attributum....................93 cadere a suo significato..108 claudere......................124
attritio..........................94 caecitas.......................109 clementia....................125
auctio ...........................94 caeleste .......................109 clericus .......................125
auctor...........................94 caelum .......................109 clima ..........................125
auctoritas......................95 caeteris paribus...........110 climata .......................125
audacia.........................95 calculus ......................110 coaevum.....................125
audire mentaliter..........95 calculatio-calculatores.. 110 coartatio.....................125
auditus .........................96 caligo..........................111 cogitatio .....................125
augeri ...........................96 camera........................111 cogitativa....................126
augmentatio .................96 camestres....................111 cognata.......................127
austeritas ......................96 canon .........................111 cognitio......................127
auxilium.......................96 capacitas.....................112 cognoscere..................127
avaritia .........................97 capitale.......................112 cognoscibile................128
aversio ..........................98 caritas.........................112 cohaerentia.................128
axioma .........................98 caro ............................113 coincidentia
castigatus....................113 oppositorum ...........128
B
casus...........................113 collatio .......................129
categorema .................114 collectio......................129
categorematica............114 collectivum.................130
categoria.....................115 collocutio ...................130
baccalaureus .................99 categoricum ...............115 combinatoria..............130
balivus..........................99 causa ..........................115 commensuratio ..........130
banausia .......................99 causa sui.....................117 commensurative.........130
barbara.........................99 causalitas ....................117 commentator .............130
baroco ..........................99 causaliter ....................118 commentum ..............130
beatitudo....................100 causantia ....................118 commodum ...............131
beatus.........................101 cautela........................118 commune...................131
bellum........................101 cautio .........................118 communicabilitas.......132
beneficium .................102 cavillatoria..................118 communicare-
benevolentia...............102 celarent ......................118 communicatio.........132
benignitas...................102 cenodoxia...................119 comparatio.................133
bilinguis .....................103 census.........................119 comparative................133
bilocatio .....................103 centrum .....................119 comparo.....................133
binarius ......................103 certitudinalis ..............119 compassio...................133
blasphemia .................103 certitudo ....................119 competere ..................133
bocardo ......................104 cesare..........................120 compilator..................134
bonitas .......................104 cessare ........................121 complacentia..............134
bonum .......................104 circuire ......................121 completive..................134
bonum commune ......106 circulus.......................121 completum.................134
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 804
D
congratulatio..............149 contraria.....................167
coniectura ..................149 contrarietas.................167
coniecturaliter ............150 contritio .....................167
coniugata ...................150 controversia................168
coniunctio..................150 contuitio ....................168 darapti........................184
connexive ...................150 contumacia ................168 darii ...........................184
connexum ..................150 contumelia .................168 datio...........................184
805 Índice de términos
E
essentia.......................254 exponibilis..................266
essentialiter.................255 expositio.....................267
ethica .........................255 expressa ......................267
etymologia .................255 expressio.....................267
E ...............................238 eubulia .......................256 expressiore..................267
e-ex ............................238 eusebia .......................256 expressum ..................267
ebullitio......................238 eustochia ....................256 expulsio......................267
editio..........................239 eutrapelia ...................256 expungo .....................267
educatio .....................239 evacuatio ....................256 extantia ......................268
eductio .......................239 evidens .......................256 extasis.........................268
effective......................240 ex ...............................257 extensio......................268
effectus.......................240 ex concessis ................257 extensive.....................269
efficiens ......................240 ex debito iustitiae .......257 exterior.......................269
efficienter ...................241 ex hypothesi ...............257 extraneum ..................270
effictio .......................241 ex natura rei debita.....258 extremum...................270
effusio ........................241 ex nihilo .....................258 extrinsecum................270
elatio ..........................241 ex nihilo sui et subiecti-
F
electio.........................241 ex nihilo sui sed non
electus ........................242 subiecti ....................258
elementum.................242 ex opere operantis ......258
elenchus .....................242 ex opere operato.........258
elevari.........................242 ex puris naturalibus ....258 fabrica ........................271
elicitus........................242 ex se ...........................259 fabula .........................271
elictive........................243 ex suppositione...........259 facere..........................271
eloquentia ..................243 exactivum...................259 facti species ................272
emaculatus .................243 excellentia ..................259 factio..........................272
emanatio ....................243 excessus ......................259 factum........................272
emendatio ..................244 exculpatio...................260 facultas.......................273
emendatus..................245 exemplar ....................260 fallacia........................274
eminens......................245 exemplariter ...............260 falsitas ........................274
eminenter...................245 exemplum ..................260 falsum ........................275
eminentia ...................246 exercitatio...................261 falsum testimonium ...275
eminentissimum.........246 exerciter......................262 fama...........................275
empireum...................246 exigitivum ..................262 fas ..............................275
enarratio.....................246 existens.......................262 fatum .........................275
energia .......................247 existentia ....................262 felapton......................276
ens..............................247 existimatio..................263 felicitas.......................276
entelechia ...................248 expectatio...................264 festino ........................277
807 Índice de términos
fictio...........................277
fictivus .......................278
fictum ........................278
G homilia.......................315
homo .........................316
homogenea ................318
fidelis .........................278 garrulitas ....................298 homoioteleuton..........318
fidelitas.......................278 gaudium.....................298 honestas .....................318
fides ...........................279 generale......................298 honestum ...................319
fides quaerens generalissimum ..........298 honor .........................319
intellectum..............280 generatio ....................299 humanitas ..................319
fiducia ........................281 gentiles.......................300 humilitas ....................320
fieri ............................281 genus..........................300 hyliatis .......................320
figmentum .................282 geometria ...................301 hypallage ....................320
figura..........................282 gloria..........................302 hypostasis...................321
figuraliter ...................283 glossa..........................303 hypothesis ..................321
figuratio .....................283 gnome........................303 hypothetica ................322
finaliter.......................283 gradatio......................303 hypothetice ................322
finalizatio ...................283 gradus ........................303 hypotyposis ................322
finis ............................283 grammatica ................303
I
finitum.......................285 gratia..........................305
firmamentum.............285 gravitas.......................307
flatus vocis..................286 gubernatio..................307
florilegium .................286 gula ............................308
fluxus .........................286 gustus.........................309 I ...............................323
fomes .........................287 iactantia .....................323
H
fons ............................287 id quod dicitur ...........323
fontanum ...................287 idea ............................323
forma .........................287 ideatum......................324
forma corporeitatis .....288 idem...........................325
forma substantialis .....288 habere ........................310 identificari..................325
formale.......................289 habilitas......................310 identitas .....................325
formalitas ...................290 habitualiter.................311 idiomata.....................325
formaliter ...................290 habituatio...................311 idiota..........................325
formalizantes..............291 habitudo ....................311 idolatria......................326
formatio .....................291 habitus .......................311 ignara ratio.................326
formositas ..................291 haecceitas ...................312 ignavia........................327
fortitudo ....................291 haeresis.......................312 ignificativus................327
fortuna ......................292 hagiographia ..............313 ignorantia...................327
fructus........................293 hebdomas...................313 ignoratio elenchi ........327
frui.............................293 hemeoptoton..............314 illapsus .......................328
fruitio.........................294 heterogenea ................314 illatio..........................328
frustra ........................294 hexaemeron................314 illative ........................328
fuga............................294 hic et nunc .................314 illatum .......................328
fundamentum ............294 hierarchia ...................314 illuminatio .................328
fundare.......................295 hierarchicus................314 illusio .........................330
futuribilia...................295 historia.......................314 imaginatio..................330
futurum .....................296 hoc aliquid .................315 imago.........................330
hoc quod est...............315 imago dei ...................331
homificans..................315 imago mundi .............331
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 808
L
lumen.........................399 metaphorice ...............423
lux..............................400 metaphysica ...............424
luxuria........................402 methodus ...................425
ly ...............................403 methodus hibernica....426
lacuna ........................383 microcosmus ..............426
M
laetitia ........................383 minimum...................427
laevitas .......................383 minimum naturale .....428
laicus..........................383 miraculum .................428
languor.......................383 miseria .......................428
latio............................383 M...............................404 misericordia................429
latitatio.......................383 macrocosmus .............404 misterium...................429
latitudo ......................384 magia .........................404 mistica-mistice ...........429
latria...........................384 magis et minus ...........405 mixtio ........................429
laudabile.....................384 magister .....................405 mixtum ......................429
laudatio......................384 magnanimitas.............406 mobile........................430
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 810
O
modus tollens..........432 negative......................453
mollities .....................433 negativum ..................453
mollitudo ...................433 negotium....................453
moneta.......................433 nescientia ...................453
monologion ...............434 neutrum.....................453 O ...............................467
monstrum .................434 nihil ...........................453 ob- .............................467
morale........................435 nisi .............................454 obiectio ......................467
moraliter ....................436 nisus...........................454 obiective.....................467
morbus.......................436 nitor...........................455 obiectivum .................467
morigeratus ................436 nobile.........................455 obiectum....................468
mors...........................436 nolentia......................455 obligatio.....................468
mos ............................437 nolitio ........................455 obliquum ...................469
motivae ......................437 noluntas .....................455 oblocutio....................469
motus.........................437 nomen........................456 obreptio .....................469
movens.......................438 nomina divina............457 observatio...................469
movens motum- nominale....................458 obversio......................470
movens non motum...438 nominaliter ................458 obviatio......................470
movere .......................439 nominatio ..................459 occasio .......................470
multiforme.................439 non ............................459 occasionaliter..............471
multiloquium.............439 non-aliud ...................459 odium ........................471
multiplex....................440 non causa pro causa....460 odoratus ....................471
multitudo...................440 non ens ......................460 officians .....................471
mundus......................440 non ita .......................460 officium .....................472
munus........................441 non omnis quidam non460 omne..........................472
murmur .....................442 nota............................460 omniforme .................472
musica........................442 nota per se- omnipotentia .............472
mutabilitas .................444 nota quoad nos .......460 omnipraesentia...........473
mutatio ......................444 notio ..........................460 omniscientia...............474
mysterium..................444 notiones communes ...461 ope ingenii .................474
mystica.......................445 notitia ........................461 opera..........................474
mystice.......................446 notius.........................462 operatio......................475
notula.........................462 opificium ...................475
N
notum........................463 opinari .......................475
novitas........................463 opinio ........................475
noxium ......................463 oppidum ....................476
nugae .........................463 opponens ...................476
narratio ......................447 nugatio.......................464 opposita .....................476
natura.........................447 nulliforme ..................464 oppositio....................476
naturale......................449 nullubi .......................464 opprobrium................476
naturaliter ..................449 nullus .........................464 opus ...........................476
nec .............................449 numerus.....................464 oratio .........................477
811 Índice de términos
P
permanens..................499 possibile .....................518
permutatio .................500 possibilitas..................519
perpetuum .................500 possidere ....................520
perseitas .....................500 post ............................520
P ...............................484 perseverantia ..............501 post hoc ergo
pactum.......................484 persona.......................501 propter hoc .............520
paradoxa.....................484 perspectiva .................502 post rem.....................520
paralogismus ..............484 persuasio ....................502 postpraedicamentum..520
paranomasia ...............485 pertinacia ...................503 potentia......................520
parificatio...................485 pertinere.....................503 potentia Dei...............521
paromeon ..................485 petitio ........................503 potentialitas................523
pars ............................485 petitio principii ..........503 potentialiter................523
partialiter ...................486 phaenomenum...........504 potestas ......................523
participaliter...............486 phantasia....................504 prae-...........................524
participans- phantasma..................505 praeambula fidei.........524
participatum ...........486 philosophantes ...........505 praeceptum ................524
participare ..................486 philosophia ................505 praecise ......................524
participatio.................487 philosophia prima- praecisio .....................524
particulare ..................488 philosophia secunda. 507 praecisive....................525
partitio .......................488 philosophus................508 praecognitio ...............525
parvificentia ...............489 physica .......................509 praedestinatio.............526
passio .........................489 physice .......................510 praedicabilia...............527
passionatus.................489 physiologia.................510 praedicabilitas ............527
passum .......................490 pictura........................510 praedicabiliter ............527
pati.............................490 pietas..........................510 praedicamentaliter......527
patientia .....................490 pigritia .......................511 praedicamentum ........527
patres .........................490 plenitudo ...................511 praedicari ...................529
paupertas....................491 plura aeque primo ......511 praedicatio .................529
pax .............................492 pluralitas ....................511 praedicatum ...............530
peccatum....................493 plures .........................512 praeiacens...................531
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 812
R
principiare- publicum ...................553
principiatum ...........537 pudicitia.....................553
principia.....................537 pulchritudo ................553
principium .................537 pulchrum ...................554
prior-prioritas.............538 pulsus.........................555 radicale.......................567
prius...........................539 punctum ....................555 radicaliter ...................567
privatio.......................539 puritas essendi............555 radius .........................567
privatum ....................539 purum........................556 radix...........................567
pro .............................540 puta............................556 raptus.........................567
proaeresis ...................540 rarefactio ....................567
Q
probabile....................540 raritas .........................568
probatio .....................540 ratio ...........................568
probativus ..................540 ratiocinatio.................570
problema....................540 rationabiliter ..............570
processio ....................540 qua.............................557 rationale .....................570
processus ....................541 quadrivium ................557 rationalitas .................571
productio ...................542 quaestio......................557 rationaliter .................571
proemium ..................542 quale ..........................558 rationes aeternae.........571
profanum ...................543 qualitas.......................558 rationes seminales.......571
profectio.....................543 qualiter.......................559 reagens .......................572
progressio...................543 quando.......................559 reale ...........................572
progressus...................543 quantitas ....................560 realitas........................572
proindeque.................543 quantum ....................561 reatus .........................572
prolatio ......................544 quasi...........................561 recapitulatio ...............572
813 Índice de términos
S
regimen......................579 sensualitas ..................609
regio...........................579 sensus.........................609
regnum ......................580 sensus communis .......610
regressus .....................580 sensus compositus
regula .........................581 S ...............................595 et divisus .................611
regulans......................582 sacra pagina................595 sententia.....................611
relatio.........................582 sacrificium..................595 sententiae ...................611
relative .......................584 sacrum .......................595 sentire ........................612
relativum....................584 saeculum ....................596 separata ......................612
relatum.......................584 sanctitas .....................596 separatio.....................612
religio.........................584 sanctus .......................596 sermo .........................613
reminiscentia..............585 sapiens........................596 sermocinale ................613
remissio......................585 sapientia.....................596 sermocinatio...............613
remotio ......................586 sarcasmus ...................598 si ...............................613
remotum ....................586 satietas........................598 si fallor sum................614
repassum ....................586 scala praedicamentalis.. 599 sic...............................614
repletive .....................586 schedae.......................599 sic et non....................614
replicatio ....................586 schisma ......................599 sidus...........................615
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 814
T
soliloquium................626 subinferre ...................644
solus...........................626 sublevatio ...................644
solutio ........................626 submissae .................. 644
sonus..........................627 subreptio ....................644
sophisma ....................627 subsannatio ................645 tabula .........................664
sophista......................628 subscriptio..................645 taciturnitas .................664
sophistica ...................628 subsistens ...................645 tactus .........................665
spatium ......................629 subsistentia.................645 talis ............................665
speciale.......................630 subsistere....................645 talitas..........................666
specialissima...............630 substantia ...................646 tantitas .......................666
species ........................630 substantiale ................648 temeritas ....................666
specificative ................633 substantialiter.............649 temperamentum.........666
specificativum ............633 substantive .................649 temperantia................666
spectaculum ...............633 substantivum..............649 temperatus .................667
spectatio.....................633 substare ......................650 temporale...................667
speculatio ...................633 substratum .................650 tempus .......................667
815 Índice de términos
tenebra .......................669
terminari ....................670
terminative.................670
U velleitas ......................700
veneratio ....................700
verbi gratia .................701
terminus.....................670 ubi .............................684 verbositas ...................701
terrenum ....................671 ubicumque.................685 verbum.......................701
tetragonismus.............671 ubiquitas ....................685 verecundia..................703
theologia ....................671 ultimari-ultimate........685 verificare.....................703
theologus....................673 ultimum.....................685 verificativum ..............703
theoria........................673 umbra ........................686 verisimile....................703
thesis ..........................673 unalitas.......................686 veritas.........................704
timor..........................673 unabilitas....................686 versio..........................704
tò ...............................674 unicum ......................686 vertigo........................705
tò tì én eínai...............674 uniforme ....................687 verum.........................705
topica .........................674 uniformitas ................687 vestigium....................705
totalitas ......................675 uniformiter ................687 via ..............................706
totaliter ......................675 unio ...........................688 vialiter........................708
totum.........................675 unitas .........................688 viator..........................708
totum in toto .............676 unitio .........................689 vindicatio ...................708
totus...........................676 universale ...................689 violentum...................709
tractio.........................676 universaliter................692 violo...........................709
traditio .......................676 universitas ..................692 virtuale.......................709
tradux ........................677 universum ..................692 virtualiter....................709
tranquillitas................677 univocum...................693 virtus..........................710
transcendens...............678 unum .........................693 vis ..............................712
transcendentale ..........678 urbs............................694 visio ...........................712
transcendentaliter.......679 usura ..........................694 visus ...........................713
transelementatio.........679 usus-uti ......................694 vita.............................713
transformatio .............680 ut sic ..........................695 vitale ..........................714
transiens.....................680 utile............................696 vitium ........................715
transitivum.................680 utpote ........................696 vituperabile ................715
translatio ....................680 utrum.........................696 vituperium .................715
transmutari ................680 utrumlibet..................696 vivens .........................715
transpositio ................680 vocatio .......................716
V
transumptio ...............680 volitio.........................716
transumptivus ............681 voluntabile .................716
tricausale ....................681 voluntarium ...............716
tristitia........................681 voluntas......................717
trivium.......................682 vacuitas ......................697 voluptas......................719
tunc............................682 vacuum ......................697 vox .............................720
turpiloquium..............683 vague..........................698
Z
turpitudo....................683 vagum ........................698
typo............................683 valere ad opposita.......698
typus ..........................683 vanagloria...................698
tyrunculus..................683 vaniloquium...............698
vanitas........................700 zelus ...........................722
vectio .........................700 zeugma.......................722
zodiacus .....................722
E
ste libro se acabó de imprimir en
-
febrero de 2014 en los talleres de
G ráfica
L AF s.r.l., ubicados en
Monteagudo 741, San Martín,
Pcia. de Buenos Aires, Argentina.