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Colección Ideas en debate

Serie Historia Antigua-Moderna


Director de serie

José Emilio Burucúa


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En España: Parque empresarial La Garena


C/Galileo Galilei, 14
(28806) Alcalá de Henares, Madrid.
En Argentina: Miño y Dávila srl
Tacuarí 540
(C1071AAL) Buenos Aires.

Revisión técnica: Ana Mallea


Ilustración de cubierta: San Buenaventura catedrático.
Bergamo, Accademia Carrara.
Diseño gráfico general: Gerardo Miño

ISBN rústica: 978-84-15295-34-1


ISBN encuadernado: 978-84-15295-35-8

De la primera edición: © 2005, Miño y Dávila srl (agosto 2005)


De la presente edición: © 2014, Miño y Dávila srl/Miño y Dávila sl
(segunda edición, febrero de 2014)
Propiedad intelectual: registrado bajo nro. 193105

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública


o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización
de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO
(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)
si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Impreso en Buenos Aires, Argentina.


A mis maestros y a mis alumnos
de la Universidad de Buenos Aires,
con inalterable gratitud
ÍNDICE GENERAL

Presentación ................................................... 11

LÉXICO ................................................................. 19

Sentencias........................................................ 723

Bibliografía .................................................... 799

Índice de términos ......................................... 801


11

PRESENTACIÓN

“... suscepi opus quidem a multis aliis iam


pridem elaboratum, a me quoque nuper per
spatium circiter decem annorum, prout potui
adauctum et accumulatum [...] quantum deus
donaverit adhuc superaddere pertemptabo [...]
Qui, si malivoli non fuerint, leni suavissimoque
docente magistro, per hanc ac veram potuerunt
provehi sapientiam...”.

Papias (siglo XI)


Elementarium doctrinae erudimentum. Prologus

P
ara esta segunda edición sigue vigente lo dicho en la presen-

P
tación de la primera, especialmente, en lo que concierne a la
advertencia de que la presente obra es, como todo léxico, un
instrumento de consulta ocasional. Quienes tuvieron ocasión
de acercarse a edición anterior, pudieron notar que nada aña-
de, como tampoco ésta, a lo que la literatura especializada en cada tema ofre-
ce ni aun, en muchos casos, a lo que registran diferentes diccionarios enciclopé-
dicos de filosofía. En este sentido se impone la mención especial del Dicciona-
rio de Filosofía de Ferrater Mora y, sobre todo, en lo que concierne al apéndice
de sentencias, la de la Enciclopedia Filosofica di Gallarate. Pero en diccionarios
y enciclopedias filosóficas que se suelen utilizar se encuentra incluido en otros
contextos y disperso el material exclusivamente medieval que aquí se ofrece. No
se pretende de ningún modo hacer un tratamiento monográfico en las entra-
das principales: tratándose de la Edad Media, ello implicaría volúmenes enteros
y constituiría otro tipo de trabajo, necesariamente colectivo. Quien está prepa-
rando, por ejemplo, una tesis sobre un autor escolástico determinado, termina
por dominar su terminología. Ese lector potencial no sólo no hallará notas no-
vedosas en este Léxico, sino que aun echará de menos precisiones y matices que
él o ella ya ha captado en el transcurso de su investigación. Pero, en compensa-
ción, podrá encontrar resumidas las acepciones que tienen en otros autores los
Lexico Técnico de Filosofía Medieval 12

términos que maneja en su trabajo. Y surgirán así confrontaciones sugerentes


que le permitirán iluminarlo y enriquecerlo. Por esta razón, nos hemos negado
a construir este Léxico en torno de un solo autor, tarea por lo demás, que, en
muchos casos, ya ha sido hecha por especialistas hace largo tiempo.

Con todo, el hecho de haberse agotado la primera edición en el lapso de


pocos años, nos hace suponer que, dentro de las limitaciones señaladas, la obra
se ha revelado de utilidad.

En esta segunda presentación, insistimos, pues, en los objetivos que anima-


ron la primera: de un lado, brindar una síntesis de las líneas generales según las
que han sido tratadas las grandes cuestiones en la Edad Media; de otro, incluir
términos técnicos que no siempre son de fácil acceso. Así, este Léxico está he-
cho para traductores, para los que no son especialistas en el área sino investiga-
dores de otras conexas y hayan de imponerse de las acepciones medievales de los
términos latinos que la filosofía suele emplear; pero también, y principalmen-
te, como herramienta inicial para quienes comienzan a adentrarse en ese vas-
to campo de la filosofía medieval. Los primeros podrán encontrar algunas suge-
rencias de traducción y la aclaración del sentido de ciertas palabras y expresio-
nes que, por poco conocidas, presentan a veces problemas a la hora de verter-
las al español; a los segundos les acerca una síntesis muy apretada de cada tema,
evitándoles destinar demasiado tiempo en rastreos que los distraen de su espe-
cialidad; para quienes se inician en los desarrollos la filosofía de este período, se
propone procurar -y es de esperar que la pretensión no sea excesiva- un elemen-
to que permita, mediante sus frecuentes remisiones internas, una impresión ge-
neral del pensamiento medieval.

Es sabido que dicho pensamiento ha sido tejido sobre un bastidor teológi-


co. Por eso, no se han eludido términos como “gratia” o “praedestinatio” para
cuya síntesis ha sido imprescindible recurrir a las secciones históricas en el Dic-
tionnaire de Théologie Catholique. Con todo, dada la índole de este Léxico, só-
lo se han incluido aquellas nociones de teología que resultaban insoslayables pa-
ra la comprensión de discusiones filosóficas habidas en la Edad Media. Alguna
se ha añadido a esta nueva versión, por ejemplo, resurrectio, puesto que ayuda a
comprender el tratamiento de temas filosóficos como el cuerpo y la muerte. En
el caso particular de este último artículo, y a modo de ejemplo a tener en cuenta
para muchos de los restantes, se ha hecho explícito por única vez el movimien-
13 Silvia Magnavacca

to de mutuo enriquecimiento y estímulo que guardan la Filosofía y la Teología


en la Edad Media.

También se han incluido vocablos que pertenecen, por ejemplo, a la física


de la época, puesto que, circunstancialmente, pueden intervenir en textos que
abordan problemas filosóficos. Otro tanto cabe decir del vocabulario propio de
la Gramática. Respecto de esta última, se tratan temáticamente no sólo térmi-
nos como substantivum; se incluyen aún preposiciones, especificando en este ca-
so no todas las acepciones de cada una sino los matices semánticos que más im-
portan en el discurso medieval y que son a veces decisivos a la hora de captar el
significado exacto de un párrafo filosófico.

En esta segunda edición se ha prestado más atención a los términos relati-


vos a ese instrumento imprescindible de todo medievalista: la paleografía. Aun
cuando no forman parte de lo conceptual, son una herramienta para acercarse
al pensamiento medieval. De hecho, se ha optado por incluir esos términos so-
bre la base de una convicción que los años han confirmado no obstante las per-
manentes revisiones. Y es la que ve en el abordaje del estudio de la Historia de la
Filosofía, al menos en la Edad Media, tres niveles: el primero es el filológico; es
aquel que fija los textos, o sea, el que nos permite estar razonablemente seguros
de que eso y no otra cosa es lo que San Agustín, por ejemplo, efectivamente es-
cribió. El segundo es el hermenéutico, esto es, el plano central, aquel en el que
se interpreta, se lee de determinada manera lo que fue escrito por el Hiponen-
se, después de haber dejado atrás las dudas acerca de posibles falsas atribucio-
nes. El tercer plano es el histórico, en el que se intenta ponderar dónde, en qué
medida y cómo gravitó ya no la letra agustiniana sino el agustinismo, que se fue
conformando a lo largo de los siglos, en la constitución de la mentalidad occi-
dental. Desde luego, todo léxico se basa sobre el segundo de estos niveles. Pero,
así como en éste al menos se hacen alusiones al tercero, indicando el desarrollo
post-medieval de conceptos, de tesis y de líneas de pensamiento, también se ha
resuelto acercar algunos elementos del primer plano, el relativo a la imprescin-
dible documentación, a esos manuscritos que, de un lado, ponen límite a la ar-
bitrariedad interpretativa; del otro, sientan las bases sobre las que se puede eri-
gir cualquier tesis en esta especialidad. Atender a la literalidad es, pues, inclinar-
se sobre la obra de un autor y, por ende, respetarlo.

En el último de estos niveles que se sustentan uno a otro, en el histórico,


y más allá o más acá de los usuales problemas de periodización, esto es, cuales-
Lexico Técnico de Filosofía Medieval 14

quiera sean los límites que se le asignen, hay que considerar que la Edad Me-
dia conforma el más largo trecho en la historia del pensamiento occidental. Es
el tramo en el que las nociones fundamentales concebidas por los antiguos aca-
baron de fraguarse y nos determinaron en lo que somos; definieron -seamos
de ello conscientes o no- el enfoque central de nuestra visión del mundo y del
hombre. Para quien se interesa en la evolución de la filosofía en Occidente, el
conocimiento del período medieval es, pues, imprescindible, no sólo porque,
como la Naturaleza, la Historia no admite saltos, sino también porque, parafra-
seando a Gilson, no nos desharemos del pasado que nos constituye mediante el
fácil trámite de ignorarlo.

La mención de lo que hoy llamamos “Occidente” impone una salvedad: de


ninguna manera se desconocen en esta obra los dos anchurosos ríos que conflu-
yen en el pensamiento filosófico de la Edad Media cristiana: el musulmán y el
judío. Es sólo que se trata de un léxico de términos técnicos latinos y lo que se
ha pretendido es indicar el significado que de cada uno de ellos quedó fijado en
los textos medievales, muchas veces después de haber asumido e integrado acep-
ciones que no se heredaron del mundo greco-romano sino que se fraguaron en
diálogo con autores árabes, sirios, judíos...

Se trata de un pasado vivo, cuya riqueza es todavía hoy, aun para tantas per-
sonas cultas, insospechada. Y lo es, entre otras cosas, por las dificultades que
presenta su acceso. En tal sentido, los textos filosóficos medievales se asemejan
a las castañas de la Europa en la que también ellos florecieron, abonados tan-
tas veces por los preciosos aportes mediorientales a los que se acaba de aludir:
son nutritivos, pero muchas veces, aunque no siempre, ásperos por fuera; por
momentos, hirsutos. Es esa dificultad -sobre todo, la que proviene de los tec-
nicismos que son propios de su preciso latín- la que este trabajo quisiera ayu-
dar a superar.

Desde el punto de vista de la autora, subsiste ese cierto sabor amargo que
se confesaba ya en la presentación de la primera edición. Resta el hecho -cabe
reiterarlo- de que ningún colega especialista en un tema determinado encontra-
rá satisfactorios los artículos que más le interesen. El medievalista sabe o, por lo
menos, sospecha, todo lo que no ha podido transmitir, los matices de los que
debió prescindir en pro de la síntesis. Pero, particularmente, si, como en este ca-
so, ha dedicado gran parte de sus esfuerzos a la docencia, también sabe que lo
15 Silvia Magnavacca

esencial de esa función es incitar a ejercer la más humana de las actividades: la


de pensar dialécticamente, con los otros. Mejor aún si de esos otros nos sepa-
ran tantos siglos, puesto que la diferencia entre sus categorías y las que hoy ma-
nejamos nos obliga a ampliar nuestro horizonte mental, a ensayar el esfuerzo de
imaginar otra perspectiva. Ese ejercicio apasionante de libertad y de imagina-
ción se ha de completar con el rigor de la precisión exigida particularmente por
los autores medievales a todo aquel que quiera acompañar su paso; de ahí la im-
portancia de lo filológico y la atinencia al manuscrito de la que se hablaba. Es
posible que quien lo intente no se sienta seducido en principio por tal discipli-
na. A cambio de la seducción inicial -que se da de manera tan frecuente y tan
justificada con los filósofos de la Antigüedad- los de la Edad Media proponen
una serena y sólida amistad, de las que se van anudando lentamente.

De lo que se trata, pues, es de comenzar a construirla. Como toda amistad,


sólo puede fundarse en la escucha reiterada y atenta de la palabra del amigo a
quien se intenta conocer mejor. Este Léxico quiere ayudar a comprender esa pa-
labra, ese lenguaje; pero en ningún caso se propone reemplazar lo insustituible
del diálogo personal con los textos. Por el contrario, desea convertirse en una
puerta entreabierta hacia ellos, al allegar claves de lectura que después serán afi-
nadas en la insoslayable frecuentación personal de las obras. Respecto de éstas, y
dado que se pretende abrir pistas, en muchos artículos sólo se indican unas po-
cas, porque ellas, a su vez, remitirán al lector a lugares paralelos o a otros textos
con los que su autor polemiza. Por eso, se prefirieron escritores como Agustín
y Tomás de Aquino, ya que representan los momentos de síntesis de la Patrís-
tica y la Escolástica, respectivamente. Se optó también por aquellos títulos de
obras plenas, a su vez, de remisiones, en las que, como en la Suma Teológica de
Tomás, no sólo culmina el tratamiento de un determinado problema en la ple-
nitud del siglo XIII sino que también se resume su evolución histórica. Preci-
samente por respeto a esta última no pocos artículos comienzan indicando su-
cintamente qué rasgos antiguos recupera la Edad Media en la noción de la que
cada uno trata, y/o terminan sugiriendo cómo ella se modifica en la transición
hacia la Modernidad. De esta manera, se procuró subrayar la especificidad del
pensamiento medieval. Por otra parte, quizá se considere que la lista de entra-
das es de corte enciclopédico y que excede el ámbito filosófico; en este sentido,
se ha de tener en cuenta que la noción de filosofía en la Edad Media era mucho
más amplia de lo que es en la actualidad y que la comprensión de sus textos exi-
ge muchas veces la de voces ajenas a los tecnicismos que hoy llamamos “filosó-
Lexico Técnico de Filosofía Medieval 16

ficos”. En todos los casos, aun sacrificando salvedades, se ha seguido buscando


-también en esta segunda versión- la concisión y, a la vez, una articulación in-
terna lo más clara posible; de ahí que los artículos correspondientes a palabras
complejas y fundamentales, como ratio, sólo registren las acepciones más gene-
rales. En primer lugar, abordar todos los matices hubiera redundado en una ex-
tensión excesiva; en segundo término, al proporcionar al lector los distintos pla-
nos semánticos en los que se manejó el concepto en cuestión, se le da un indi-
cio para determinar el significado exacto que puede adquirir en un pasaje se-
gún su contexto. Con todo, no se ha podido ni querido prescindir de constan-
tes remisiones externas.

Este Léxico trata así de reflejar la sistematicidad y coherencia del edificio


conceptual de la Edad Media. A este objetivo también obedece la decisión de
mantener, inclusive ahora acrecentado, el apéndice con las sentencias, sobre cu-
yas características se extiende la correspondiente introducción. Baste señalar
aquí que ellas muestran la vinculación que guardan entre sí los pilares de ese
edificio, es decir, los conceptos fundamentales de la filosofía medieval: las sen-
tencias los enlazan diseñando una suerte de plano de tan colosal construcción.
Al introducir a las sentencias, nos hemos demorado algo más en el estilo del la-
tín medieval. La palabra -conviene recordarlo una vez más- es el éthos del hom-
bre. Por eso, internarse en un mundo lingüístico es adentrarse en los vericue-
tos de esa morada, sabiendo, no obstante, que la palabra siempre se detiene en
el umbral del ser.

Desde esa fuente de inspiración que fueron las Etimologías de Isidoro de Se-
villa, los mismos maestros medievales emprendieron laboriosamente la redac-
ción de léxicos, llegados hasta nosotros como testimonio apretado y precioso
de su visión de la realidad. Como la de Isidoro, nuestra época asiste al cierre de
un ciclo histórico y a la dolorosa apertura de uno nuevo. Es en esos momen-
tos cuando se imponen las tareas de síntesis, de revisión de lo que ya concluye
y de las etapas anteriores que llevaron a tal desenlace, con el objeto de capitali-
zarlas en una renovada energía intelectual consciente de sí. De ahí las observa-
ciones que, en sus prólogos, expresan los glosarios de Hugutio, Brito, Papías. El
pasaje de este último autor, que se ha elegido como epígrafe para esta Presenta-
ción, también de la segunda edición atiende más a las intenciones que anima-
ron su trabajo y a las circunstancias que lo rodearon. A ellas, pues, en las con-
cernientes al nuestro.
17 Silvia Magnavacca

Fruto de un esfuerzo que no ha podido ser continuo, tampoco en lo que


hace a su segunda versión, este Léxico se ofrece, en suma, como aporte, no a
especialistas que ciertamente no desconocen los vocabularios específicos, sino
a estudiosos y estudiantes. De hecho, en mis épocas de tal, eché de menos te-
ner a la mano un instrumento sencillo, de estas características, que oficiara de
brújula en la selva de textos aparentemente desalentadores por su complejidad.
Quien fuera mi maestro de Escolástica y un profundo conocedor de ella, el Pro-
fesor Omar Argerami, de la Universidad de La Plata, me sugirió entonces redac-
tar una lista de términos claves con las correspondientes definiciones. Paulatina-
mente, ellas me fueron abriendo a la “gran claridad” de la Edad Media. Cuan-
do, a lo largo de la actividad docente en esta especialidad, advertí que en los
alumnos se reiteraban mis dificultades de los comienzos, resolví poner a su dis-
posición esas páginas borroneadas que los años, las lecturas y las permanentes
correcciones habían multiplicado hasta el límite de lo manejable.

Para esta edición se ha añadido más de un centenar de entradas y se rehizo


o se modificó levemente poco menos de la mitad de esa cifra, en general, me-
diante algún agregado. Las que más se han reformulado son las relacionadas con
los grandes debates de la Escolástica: el problema de la eternidad o no del mun-
do, el de la pluralidad o no de la forma substancial en el hombre, y el de la uni-
cidad o no del intelecto agente.

Después de haber revisado la primera edición en la preparación de la pre-


sente, después de retoques, expurgaciones, correcciones y añadidos, se ahondó
la conciencia de que los artículos que siguen son inevitablemente perfectibles.
Es con cierta resignación, pues, como cedo a la sugerencia de una segunda edi-
ción por parte de los editores, Pedro y Gerardo Miño, que con obstinado espí-
ritu de empresa, persiguen la excelencia en un país que raramente la busca. Pe-
ro eso los hace merecedores de su hermoso oficio. Por otra parte, citando a Al-
fonso Reyes, Borges escribió alguna vez que lo malo de no publicar los trabajos
estriba en que se va la vida en corregirlos. A propósito de libros, quiero mencio-
nar aquí al personal de la biblioteca humanística de la Università degli Studi di
Firenze, en especial, a Margherita Loconsolo: con su habitual generosidad, me
ha allanado el acceso al material bibliográfico necesario para este Léxico ya des-
de el primer intento de redacción.
Mi agradecimiento va también a los alumnos de la Universidad de Buenos
Aires, quienes -en la inmensa mayoría de los casos, sin saberlo- me incitaron a
hacer esta invitación al pensamiento de la Edad Media. Pero, sobre todo, quie-
ro expresar mi gratitud a alumnos, ex alumnos y colaboradores de la cátedra de
Filosofía Medieval de la UBA. Reitero los nombres mencionados en la primera
edición por las razones que entonces hice explícitas: Carla Llopis, Carolina Fer-
nández, Antonio Tursi, Julio Castello Dubra, Diana Fernández, además de los
de mis colegas, Ana Mallea, y, sobre todo, José Emilio Burucúa. Más que nunca
ahora, cuando inicio mi retiro del claustro, sigue siendo un grato deber mencio-
nar a Claudia D’Amico, que alguna vez fue mi discípula y que volcó en el voca-
bulario cusano de esta nueva edición lo investigado en los últimos años.

Otros discípulos se sumaron a los de entonces y también aportaron lo su-


yo, por lo que les adeudo reconocimiento: Gustavo Fernández Walker, Natalia
Jakubecki, Marcela Borelli, Julián Barenstein y Paula Pico Estrada.

La memoria de mi padre, de quien espero haber heredado al menos en par-


te la capacidad de trabajo, me acompañó y me sostuvo a lo largo de muchos
años. Entre la primera y la segunda edición de esta obra, han iniciado su via-
je definitivo María Antonia, mi madre, y Cecilia, mi hermana, que ahora habi-
tan -como diría Régine Pernoud- aun más allá de la luz. Este Léxico es, desde
luego, demasiado poco para ofrecer en su memoria; no lo es, en cambio, el en-
trañable amor que les profeso ni mi gratitud por la gozosa amistad que disfru-
tamos en este mundo.

Silvia Magnavacca

Buenos Aires, primavera de 2013


21

A
A. Como primera vocal de la palabra cedentes idénticos, se infieren idénti-
affirmo, se usó en Lógica para indi- cos consecuentes. Por ej., si X, como
car la proposición universal afirmati- político, tiene el deber de velar por el
va. Su carácter, como el de la vocal E bien común, Y y Z, en cuanto que
(véase), que señala la universal negati- son también políticos, tienen el mis-
va, aparece sintetizado en el verso de mo deber. En cambio, se demuestra
Pedro Hispano: “A affirmat, negat E, a c. cuando, supuestos antecedentes
sed universaliter ambae” (Summ. Log., contrarios, se infieren consecuentes
1, 21 y 4, 18). Otra formulación tra- contrarios. Por ej., si X, que está en
dicional de lo mismo es “Asserit A, uso de sus facultades mentales, es ci-
negat E, verum generaliter ambo”. Re- vilmente responsable, Y y Z, en cuan-
cuérdese que en todos estos casos se to dementes, no lo son. Si bien estas
deben emplear las mayúsculas. clases de demostración abundaron en
la práctica jurídica durante la Edad
a-ab. 1. Preposición de ablativo, a la Media, no es infrecuente encontrarlas
que se añade la letra b ante vocal o también como formas de argumenta-
consonante líquida. Puede referirse a: ción filosófica.
1. lugar: en este orden, señala, ya sea
en sentido real o figurado 1.1. punto a digniori. Es término equivalente de
de partida; 1.2. lugar desde donde; y, a potiori (véase). Algunos autores, co-
sobre todo, origen o procedencia, co- mo Buenaventura, lo prefieren a este
mo en la expresión ab alio. También último. Así, señala, por ej., “Denomi-
puede indicar la acción de 2. apar- natio debet fieri a d.; dicendum quod
tarse, como en deterrere a peccato. 3. non est verum, nisi in eo, in quo illud,
tiempo a partir del cual, como en ab quod minus dignum est, conformatur
initio; 3. indica la persona de quien digniori” (In I Sent. XIV, q. 1, a. 1).
se solicita algo, como en petimus a
a fortiori. Esta expresión, que se sue-
magistro; 4. con verbo en voz pasi-
le traducir por “tanto más”, deter-
va, introduce al agente, por ej., a Deo
mina una forma de razonamiento.
creatum; 5. tampoco es infrecuente
Tal determinación puede ser genéri-
que aluda a una causa. Cualquiera de
ca o específica. En el primer sentido,
estos dos últimos sentidos, sólo dis-
una argumentación se denomina a f.
cernibles por el contexto se encuentra
cuando uno o varios de sus enuncia-
en la expresión a Deo creatum.
dos refuerzan la verdad de la proposi-
a contrario. Esta locución, así co- ción que se intenta probar; por ej., “si
mo a pari, designan formas opues- los animales superiores se adaptan a
tas de demostración. Se demuestra a la naturaleza, a f. también puede ha-
pari cuando, dados o supuestos ante- cerlo el hombre”. En este uso gene-
a pari 22

ral, el argumento a f. no se conside- animal “rationale”. En otros térmi-


ra probatorio en sí mismo, sino que nos, la definición o aun la denomina-
apunta a la verosimilitud, añadiendo ción a p. es la que se hace ab illo quod
una razón a lo sostenido, con el ob- est principalius. Tomás de Aquino re-
jeto de neutralizar posibles objecio- cuerda su origen aristotélico en S. Th.
nes. En su sentido más específico, y I-II, q. 25, a. 2, ad 1. Conviene ad-
de mayor fuerza demostrativa, indi- vertir, con todo, que si bien esta clase
ca un razonamiento comparativo y de denominación o definición se to-
transitivo, del tipo “A es mayor que ma del acto de la cosa denominada o
B; B es mayor que C; a f. A es mayor definida, lo a p. no debe contradecir
que C”. No se ha de confundir con a aquello que se encuentra en lo deno-
potiori o a digniori (véanse). minado o definido; por ej., el hecho
de que se indique que el hombre es
a pari. Cf. a contrario. racional no significa que sea un pu-
a parte ante-a parte post. Locucio- ro espíritu.
nes muy usadas durante la Escolásti- a priori-a posteriori. Las nociones a
ca, aluden, respectivamente, a lo que las que aluden estos términos –o sus
antecede y a lo que sucede a algo. Así, equivalentes griegos– se originan en
por ej., un cuerpo, que ha sido gene- la Antigüedad y, atravesando la Edad
rado y que es corruptible, tiene un Media, llegan y se afirman en el pen-
término a p.a. y a. p.p.; en cambio, el samiento moderno y contemporá-
alma humana, que se concibe creada neo, en el que son más frecuentes.
pero inmortal, tiene un límite a p.a. Con todo, en cada una de estas eta-
pero no a p.p. pas adquieren matices específicos. En
a parte rei-a parte mentis. Expre- el pensamiento antiguo, la distinción
siones escolásticas que caracterizan la entre lo primero y lo posterior se re-
consideración que se hace teniendo fería sobre todo a la naturaleza mis-
en cuenta la realidad o el pensamien- ma de las cosas y, consecuentemente,
to referido a ella, respectivamente. En a la del conocimiento. La Edad Me-
Duns Escoto, en particular, a p.r., o, dia –en particular, durante la Escolás-
como también se la llama, ex natura tica– retomó esta relación, haciendo
rei, refiere a una clase una distinctio hincapié en el aspecto epistemológico
(véase distinctio, in fine). de esta distinción. Así, se prestó aten-
ción al pasaje aristotélico de An. Post.
a perfectiori. Cf. a potiori. I, 2, 72a 1 y ss., donde el Estagirita es-
a posteriori. Cf. a priori. tablece la siguiente diferencia: de un
lado, señala lo que es absolutamen-
a potiori. Equivalente de a digniori te anterior y más cognoscible, en el
o a perfectiori, esta expresión indi- sentido de más digno de ser conoci-
ca la definición que se hace conside- do, aunque su conocimiento sea más
rando lo más noble, digno o perfecto arduo en la medida en que está más
de la cosa definida. En las definicio- alejado de la sensación; de otro, lo
nes clásicas, hechas por género próxi- que es anterior para nosotros, es de-
mo y diferencia específica, lo a p. está cir, aquello que, por estar más próxi-
dado en esta última. Ejemplo típi- mo a la experiencia sensible, viene
co al respecto es la del hombre como primero en el orden natural de nues-
23 a se

tro conocer. De esta manera, lo uni- aspectos, véase in signo priori-in signo
versal corresponde al primer término posteriori.
de la distinción, y lo particular al se-
a quo-ad quem. Propias de la termi-
gundo. Esto es lo que los autores es-
nología escolástica, estas dos expre-
colásticos denominaron, en realidad,
siones presentan una acepción pun-
“nota per se” y “nota quoad nos” (véan-
tual y significados más amplios. En
se), respectivamente.
sentido estricto, señalan, un movi-
Desde Alfarabi en adelante, la filo-
miento local y designan, respectiva-
sofía medieval árabe aplicó esta dis-
mente, el punto de origen y aquel al
tinción a los procesos demostrativos,
que se tiende en dicho movimiento.
de modo que las presentes expresio-
En sentido lato, indican aquello en
nes diferenciaron entre las demostra-
lo que algo se origina, como la causa
ciones que van de la causa al efecto
agente o la material o aun el sustrato,
y las que proceden a la inversa, ha-
y aquello hacia lo que se dirige, como
biéndose denominado a la primera
la causa formal o la final. Así, por ej.,
“propter quid”, y a la segunda “quia”
Tomás de Aquino escribe que lo que
(véanse).
indica la perfección de una acción de-
Fue Alberto de Sajonia quien re-
pende de su terminus ad quem, dado
emplazó los términos recién men-
que cuanto más perfecto es éste tan-
cionados por los que nos ocupan. En
to más perfecta será la acción que ha-
su comentario al texto de Aristóteles,
ce pasar algo de un término a otro.
subraya que la demostración que va
Por eso, la mutación sustancial es más
desde las causas al efecto se llama “a
perfecta que la accidental (cf. S. Th. I,
priori” o “propter quid” y es demostra-
q. 45, a. 1 ad 3).
ción perfecta que hace conocer la ra-
zón por la que el efecto es. En cam- a se. Entre los matices de la preposi-
bio, la que procede desde los efectos ción latina a-ab (véase, esp., 1.2. y 5),
a las causas se llama “a posteriori” o figuran los de procedencia y causa. La
“quia” y no la considera perfecta (cf. literatura filosófica medieval, reservó
In An. Post. I, q. 9). Ockham confiere el término a se únicamente para Dios,
un particular tratamiento al tema en señalando así que –a diferencia de los
Summa Log. III, 2, 12-17. entes, que son ab alio (véase), es de-
La significación asignada por Al- cir a causa de otro– Él no puede pro-
berto de Sajonia perdura hasta el si- ceder o ser causado por otra cosa más
glo XVII. Desde entonces, el pensa- que por sí mismo. De lo contrario,
miento moderno, en especial con los habría una causa igual o superior a
empiristas ingleses, se remitió a la Dios y, entonces, Él ya no sería tal. La
significación más genérica –y gno- imposibilidad de que Dios sea efec-
seológica– de este binomio, atenién- to de otra cosa se funda en el axio-
dose a la originaria acotación del Es- ma escolástico que dice que la causa
tagirita sobre el tipo de conocimien- es anterior –siempre en sentido me-
to que no depende de la experien- tafísico– al efecto; de ahí que se ha-
cia y el que sí depende de ella. A par- ya acuñado aun el vocablo aseitas pa-
tir de esto, a priori-a posteriori pasó a ra aludir a esa condición exclusiva de
aludir a la distinción entre tautolo- lo divino. La necesidad del neologis-
gías y verdades empíricas. Para otros mo obedece al hecho de que los es-
a simultaneo 24

colásticos, al contrario de los moder- ye uno de los puntos esenciales en los


nos, se negaron, en general, a em- que radica la validez del argumento
plear la expresión causa sui referida a como probatorio de la existencia di-
Dios, puesto que el mismo nombre vina. Precisamente este argumento
de “causa” supone un efecto y, así, se es a s. porque la noción de Dios que
estaría dado lugar a una suerte de des- se maneja en él no se obtiene por de-
doblamiento incompatible con la ab- ducción de alguna causa, ni se toma
soluta simplicidad divina. de un hecho de experiencia (véase a
posteriori). Desde el punto de vista ló-
a simultaneo. Esta expresión provie- gico, la prueba a s. tiene lugar cuan-
ne del adverbio simul (véase), cuyo do el término medio no es ni ante-
sentido general es el de “juntamen- rior ni posterior a la conclusión sino
te”, “al mismo tiempo”, “a una”. Ta- que ambos son simultáneos. La cosa
les significados, que no son idénticos, se demuestra por su esencia, traduci-
hacen que se la haya podido enten- da en su noción, o por un predicado
der en dos sentidos fundamentales: que, en rigor, no es ni causa ni efecto
1. como simultaneidad temporal; así suyo. Los autores modernos han re-
son simultáneas dos cosas que se ge- emplazado, en general, la expresión a
neran al mismo tiempo, es decir que s. por el término a priori.
ninguna de ellas es anterior ni poste-
rior a la otra; 2. como simultaneidad a vilitate. Este término califica un
de naturaleza; en este sentido son si- procedimiento de interpretación –por
multáneas a) las cosas que compar- así decir, prudente– de la Sagrada Es-
ten el mismo género, y b) las que son critura. Mediante él se justifica la lec-
convertibles entre sí sin que ninguna tura alegórica de sus figuras, las cua-
de ellas sea causa de la otra, como al- les, por su carácter simbólico y, por
go bello y algo bueno: si algo es bue- ende, en primera instancia, herméti-
no, es bello, y a la inversa. co, defienden a v., es decir, de la com-
La simultaneidad también se ha prensión inadecuada, superficial y, en
usado como principio de argumenta- consecuencia, errónea. Así pues, la
ción, específicamente, en el segundo expresión a v. remite a la intención
significado de los aquí mencionados –perceptible en un texto– de proteger
y, más específicamente aún, en el b). el discurso sobre Dios.
El caso más conocido –y el más dis-
ab alio. Indica en el ente su proce-
cutido– de argumento a s. es el que
dencia de algo distinto de él. Por en-
utiliza Anselmo d’Aosta para probar
de, hace alusión a la dependencia on-
la existencia de Dios, en los capítu-
tológica del mismo. Toda sustancia
los iniciales de su Proslogion. Tal argu-
adolece de tal dependencia de una
mento consiste en que, aceptada una
causa anterior, desde el momento en
cierta noción de Dios –la que lo en-
que no es Dios, único del que se pue-
tiende como “aquello mayor que lo
de predicar el carácter opuesto de ser
cual nada puede ser pensado”– An-
a se (véase). Así pues, el binomio a se-
selmo deduce de ella la necesariedad
ab alio alude a una relación, por así
de su existencia real. Pero para ello
decir, vertical, mientras que el bino-
“Dios” y “aquello mayor que lo cual
mio in se-in alio (véase) señala una re-
nada puede pensarse” se han de con-
lación horizontal.
siderar convertibles, lo cual constitu-
25 abductio

ab exterioribus ad interiora. Expre- de la memoria Dei. En efecto, el hi-


sión que, aunque no es exclusiva de ponense sostiene la trascendencia de
Agustín de Hipona, adquiere un par- Dios en el alma humana, a la que Él
ticular relieve en su pensamiento. Si- ilumina y enseña. Pero el “recordar” a
guiendo, por una parte, la inspiración Dios, propio de la memoria Dei, no es
paulina de Rom. I, 20 y, por otra, el aprehenderlo como una imagen pasa-
método ascensional de Plotino, el hi- da, sino volverse a la luz inextingui-
ponense se propone, como primera ble de su presencia perpetua en el al-
etapa en el camino de acceso a Dios, ma. Se trata, pues, de un caso único
sustraerse a la dispersión del alma en de la omnipresencia divina en las co-
lo que es exterior a sí misma (véase sas, ya que es el solo caso en que la
distentio), para concentrase sobre su criatura puede hacerse consciente de
propia interioridad (véase intentio). la presencia del Creador. Esta última
Esto significa ir de lo visible a lo in- toma de conciencia tiene lugar jus-
visible. Sin embargo, la búsqueda no tamente en la abstrusior profunditas
termina allí, ya que, en una segunda nostrae memoriae (De Trin. XV, 4,
instancia, el alma habrá de elevarse 40), es decir in abdito mentis (Ibid.
por sobre ella misma, inferior a Dios XIV, 7, 9), la dimensión oculta y más
(véase ab inferioribus ad superiora). honda del espíritu.
ab inferioribus ad superiora. Es és- abductio. Con este vocablo se indi-
te un término particularmente im- ca un procedimiento de prueba in-
portante en la doctrina agustiniana. directa, de carácter demostrativo im-
Según ella, toda consideración so- perfecto. Su antecedente antiguo es-
bre el mundo remite al alma que re- tá en Aristóteles, Top. VIII, 5, 159b
flexiona (véase intentio), en cuyo pla- 8 y 160a 11 y ss. Se caracteriza por
no más profundo se encuentra la pe- ser una estructura silogística en la
renne presencia divina (véase abditum que la premisa mayor es evidente, pe-
mentis). Con todo, en la mayor par- ro la menor sólo es probable. De to-
te de sus vías para el conocimiento de dos modos, tal probabilidad es más
Dios, Agustín invita a trascender aun fácilmente aceptable que la conclu-
la propia alma –que es creada y, por sión; por eso, se trata de un procedi-
tanto, inferior a lo divino– para ele- miento dialéctico que carece de apo-
varse hacia lo ontológicamente su- dicticidad. Un ejemplo es “El conoci-
premo, o sea, hacia el Creador mis- miento se puede enseñar; la virtud es
mo. Así, va, precisamente, de lo in- un conocimiento; luego, la virtud se
ferior a lo superior. Esta ascensión puede enseñar”. En este caso, lo que
traduce, pues, el movimiento de la no es evidente ni está aún probado
extensio (véase). es que la virtud sea un conocimien-
to; de ahí que la a. pueda generar, a
abalietas. Neologismo que indica el partir del silogismo en el que aparece,
carácter o condición de ab alio (véase) otra cuestión. Este sustantivo se em-
propia de la sustancia. plea también en su forma verbal: en
abditum mentis. En el pensamiento efecto, se dice que de la cuestión “an
de Agustín de Hipona, esta expresión, virtus possit disci” abdicitur a la de “an
que alude al plano más profundo del virtus sit scientia”.
alma, está relacionada con la doctrina
abesse 26

abesse. En contexto filosófico, este una variedad de significados según


verbo presenta dos acepciones muy el término al que se lo contraponga.
diferentes: 1. según una de ellas, equi- Las principales distinciones que se es-
vale a la expresión “ser negado” al- tablecen a propósito de esta palabra
go de algo, así como adesse significa son las siguientes: 1. a.-accommodative:
el afirmar algo de algo. Ambos tér- un atributo pertenece a. a una especie
minos forman parte de la caracteriza- cuando corresponde indistintamente
ción que Porfirio ofrece del accidente: a todos los miembros que la compo-
“adesse et a. accipiuntur pro affirmari nen, por ej., “Todos los hombres son
et negari” (Exp. Aurea 28 d). 2. Otra vertebrados”; en cambio, si el atribu-
acepción es la que le asigna Nicolás to no pertenece a todos los indivi-
de Cusa, para quien no se yuxtapo- duos de la especie o pertenece a ellos
nen el ser de Dios y el de la cosa fi- sólo en virtud de cierta relación, se
nita; por el contrario, este último no dice que les conviene accommodative,
es un ser diferente del divino, sino el por ej., “Todos son sobrinos de Pe-
mismo ser divino que existe de mane- dro”. 2. a.-comparative: un atribu-
ra, por así decir, derivada. Esta clase to pertenece a. o simpliciter a un su-
de ser es precisamente lo que el Cu- jeto cuando conviene a este último
sano llama a. Para referirse a lo mis- considerado en sí mismo y sin refe-
mo, Eckhart hablaba de exsistentia o rencia a ningún otro, como el ser al-
de exstantia. go le pertenece a la criatura en cuan-
to tal; mientras que puede no conve-
abnegatio. Respondiendo a su origen nirle al mismo sujeto comparative, así,
–ab-negatio, negar algo de o desde el ser algo no le pertenece a la criatu-
una cosa– la palabra a. expresa, en su ra, si se la compara con Dios, puesto
sentido lato, toda forma de privación que en ese caso es más bien nada. 3.
(véase privatio). En su sentido estric- a.-connotative: dos términos difieren
to, se suele utilizar para indicar la pri- a. cuando significan cosas distintas,
vación, padecida por un ente mate- como hombre-cosa, y se distinguen
rial, de una forma determinada. Así, connotative cuando, aludiendo a lo
es frecuente el uso de este término en mismo, uno de ellos contiene una re-
las obras escolásticas concernientes a lación de la que el otro término carece
la filosofía de la naturaleza y, en parti- como Dios-Creador. 4. a.-dependeter:
cular, los comentarios a la aristotélica. en este caso, a. señala la completa
Alberto Magno, por ej., emplea la voz independencia de una cosa respec-
que nos ocupa con este último signi- to de otra, ya sea en el orden onto-
ficado en Phys. I, 3, 13. lógico, ético o lógico, en tanto cau-
absolute. Este adverbio aparece en sa primera que siempre se ha de en-
dos modalidades: 1. indicando un tender como incausada, mientras que
modo de ser; 2. señalando una pers- dependeter indica el hecho de que la
pectiva o punto de vista. Para 1. la realidad subordinada no se puede dar
primera modalidad, remitimos al ar- sin la subordinante, por ej., algo en
tículo absolutum. 2. en lo que con- cuanto creado se asume dependeter.
cierne a la segunda, a. alude a atri- 5. a.-hic et nunc: la diferencia alude a
butos tomados incondicionalmen- la determinación, o falta de ella, res-
te. Con todo, en este sentido, asume pecto del aquí y ahora; en tal senti-
27 absolutum

do, los principios lógicos, por ej., va- divino como “simpliciter et perfecte et
len a., en tanto que su vigencia tras- absolute esse” (Mon. 28). En el perío-
ciende el condicionamiento espacio- do central de la Escolástica, se tiende
temporal, no así, vg., un criterio pro- a vincular el término con la noción
pio de la moralidad. 6. a.-hypothetice: de perfección; así, por ej., Tomás de
la distinción concierne al hecho de Aquino habla de la “perfectio absoluta”
afirmar una realidad con indepen- de Dios, ya que sólo en Él se halla el
dencia de que se verifiquen determi- bien total y esencialmente (cf. S. Th.
nadas condiciones para que aquélla II-II, q. 184, a. 2). Durante este pe-
se dé, o bien establecer la necesidad ríodo se prestó particular atención
anterior de éstas para que tal realidad al tratamiento de lo a. En tal senti-
tenga lugar. do, y en general, se coincide en afir-
mar que, si bien, por definición, lo
absolutum. Compuesto de ab y solvo, a. es en sí anterior a lo relativo, des-
etimológicamente, este término sig- de el punto de vista del conocer hu-
nifica “libre de lazos”. Absoluto es, mano, es posterior. Esto obedece a la
pues, lo que no depende de otra co- vía de abstracción a partir de lo parti-
sa, lo que se basta a sí mismo o lo que cular –que es contingente y, por ello,
es por sí mismo. Por ello traduce el dependiente– propia de la gnoseolo-
kath’autó griego. De esta manera, se- gía aristotélica que prevalece en dicho
ñala en la forma adverbial absolute se- período. Así, por ej., el mismo Tomás
ñala un modo de ser; en la forma sus- demuestra la existencia de Dios como
tantivada que nos ocupa, aquello que absoluto, por la necesidad de explicar
es según ese modo, es decir, lo que lo contingente (cf. S. Th. I, q. 2, a.
tiene la condición de ser absoluto. 3). En Duns Escoto, el concepto de
Esto se asimila a lo separado o des- lo absoluto está impostado en el de
ligado de cualquier otra cosa (ab alio la posibilidad de algo efectivo simple-
solutum). Por tanto, se equipara con mente primero, posibilidad que signi-
lo independiente o, mejor aún, lo in- fica efectividad independiente. Esta-
condicionado. Obviamente, lo cen- blecida ésta, Escoto demostrará luego
tral en cada autor que haya aborda- su existencia en acto (Ordinatio I, d.
do el tema radica en establecer su na- 2, nn. 43-53-57-58). En las obras no-
turaleza. En este sentido, la evolución minalistas, a. no puede sino adquirir
del pensamiento medieval, identifi- un tratamiento especial, dado el cen-
cando lo Absoluto con Dios, presen- tro que en ellas ocupan los términos.
ta tres grandes momentos: el perío- De hecho, Guillermo de Ockham só-
do patrístico, el escolástico y el tardo- lo aplica esta palabra a los conceptos.
medieval. En la Patrística, Agustín de Denomina “conceptos absolutos” a
Hipona reafirma el carácter absoluto todos aquellos que significan bajo el
de Dios, subrayando su radical tras- mismo término y de la misma mane-
cendencia mediante el análisis de la ra todo lo que significan, es decir que
noción de creación en cuanto contra- no significan algo de manera princi-
puesta al emanacionismo (cf. De Gen. pal y otra cosa de manera secundaria;
contra Man. I, 2, 4). por ej., el concepto de animal no se
En el germen de la Escolástica, suele refiere a los bueyes de manera princi-
aparecer como adverbio, por ej., An- pal y a los hombres de manera secun-
selmo de Canterbury se refiere al ser
abstractio 28

daria sino a ambos en el mismo senti- tuye un segundo grado, en tanto que
do e igual medida. El término a., que en ella también se prescinde de la ma-
siempre tiene definición real y no no- teria sensible, quedando así resultan-
minal, puede aludir tanto a sustancias tes como la cantidad o la extensión,
como a cualidades, por ej., albedo (cf. las cuales no pueden existir sin mate-
Summa Totius Log. I, 10). ria pero se pueden concebir sin ella;
En la última Edad Media, más aún, y 1.3. la a.f. propia de la metafísica,
en su transición a la Modernidad, la grado en el que se consideran los ob-
forma en masculino prevalece sobre la jetos separados de toda materia y que
neutra, ya que no se tiende a hablar de pueden no sólo concebirse sin ella si-
“lo absoluto” sino de Dios mismo en no también existir sin materia, tales
cuanto absoluto; más aún, se insiste como Dios o la bondad.
en que únicamente Él posee tal con- 2. a. totalis: la abstracción total es el
dición. Así, por ej., se lee en Nicolás proceso intelectivo en el que se conci-
de Cusa: “Solus Deus est absolutus, be una esencia como naturaleza uni-
omnia alia contracta” (véase contractio) versal, dada de hecho idénticamente
(De docta ign. II, 9). en muchos individuos particulares, y
que puede existir en determinados in-
abstractio. En cuanto proceso y efec- dividuos posibles. Es a., en la medida
to del abstrahere (véase), considerare- en que descarta cualquier particulari-
mos en este artículo aquello que se dad del individuo; es totalis, porque,
abstrae y las distintas clases de abs- aun prescindiendo de la individuali-
tracción de las que, sobre la base de dad, permite conocer lo esencial del
ese criterio, se ha hablado. Desde es- ente en conjunto. En otras palabras,
te punto de vista, en la a. la Escolásti- es aquel proceso en el que naturale-
ca distinguió los siguientes tipos: 1. a. zas cada vez más universales se van se-
formalis: es aquella por la que se con- parando sucesivamente de sus propie-
cibe una esencia como forma deter- dades. Mediante este tipo de abstrac-
minante de un ente particular, por ej., ción, se obtienen, pues, las nociones
la belleza que hace ser hermosa a una propias y determinantes de las enti-
escultura. Es a., en la medida en que dades consideradas, como cuando
prescinde de la materia; es formalis, se dice de un hombre que es animal
en cuanto lleva a concebir lo abs- rationale. Con todo, en sentido estric-
tracto como la forma de una mate- to y según Tomás de Aquino, en me-
ria en un individuo. Este tipo de abs- tafísica no se abstrae sino que se utili-
tracción fue elaborado hasta estable- za un método propio que el Aquinate
cer en ella tres grados: 1.1. la a.f. pro- denomina separatio.
pia de la física, en la que se conside- En general, Guillermo de Ockham
ran los objetos aparte de su materia comparte la clasificación escolásti-
signata (véase materia), pero conci- ca de los grados de a. pero analiza en
biéndolos todavía en su materia sensi- términos que le son propios lo que se
ble propia, de modo que lo que queda ha llamado la a. formalis de la metafí-
descartado es el conjunto de las parti- sica. En efecto, elabora toda una doc-
cularidades individuales y contingen- trina sobre la doble abstracción del
tes, por ej., el mármol de una escul- intelecto agente para probar, contra
tura o el cuerpo humano; 1.2. la a.f. Averroes, que, aun en el caso de que
propia de la matemática y que consti-
29 abstrahere

las esencias de las cosas estuvieran se- Los términos abstractos pueden de-
paradas de la materia, igualmente signar: 2.1. un accidente o una forma
tendríamos necesidad de un intelecto realmente inherente en el sujeto con-
agente (cf. In II Sent. qq. 14 et 15). creto, como en el ejemplo ya señala-
do; 2.2. en algunos casos, el todo res-
abstractum. Lo abstracto es lo que pecto de una parte, como “anima” y
resulta del proceso de abstrahere (véa- “animado” (cf. Quod. V, q. 9).
se) y por eso significa, en general, se-
parado. Los escolásticos del siglo XIII abstrahere. Este verbo señala el pro-
lo estudiaron en 1. el plano metafísi- ceso mismo de la abstracción. En sen-
co, y 2. el lógico y gramatical, aun- tido lato, a. significa poner aparte, to-
que muchas veces abordaron el tema mar algo, dejando a un lado otra co-
en la relación que se da entre ambos sa. Es el proceso por el cual el enten-
órdenes. Así, señalaron que los nom- dimiento separa de una cosa un as-
bres concretos, como “Sócrates”, se pecto que, en la realidad, está unido
aplican a un ser completo y existen- a muchos otros. En este sentido gene-
te, mientras que los nombres abstrac- ral, también el a. también es aplicable
tos se pueden aplicar a cualquier cosa al conocimiento sensible: así, la vista
que de alguna manera exista, por ej., conoce el color de una rosa sin cono-
“hombre”. Ciertamente, la concep- cer su aroma. En cuanto referido es-
ción sobre lo a. se encuentra especial- pecíficamente al problema del origen
mente en aquellos autores medievales de las nociones (véase abstractio, in fi-
que siguieron una posición no sólo ne), el término señala un proceso cog-
gnoseológica sino también metafísica noscitivo que, en general, se contra-
de corte aristotélico. De esta manera, pone a las teorías de la intuición o del
es común la aparición de este término innatismo de las ideas. Puede querer
en los que sostienen un realismo o un decir “generalizar”, cuando se mar-
nominalismo moderados; de ahí que ginan consideraciones o aspectos es-
hayan considerado que lo a. mien- pecíficos, o también “universalizar”,
ta la existencia de algo de algún mo- cuando se prescinde de los caracteres
do incompleto, que no tiene existen- individuales. De ahí que lo abstracto
cia plena, es decir un esse en el senti- se oponga a lo concreto, y como lo
do fuerte de la palabra, mientras que existente es –al menos en la tradición
las sustancias, individuales, se com- aristotélica– individual, singular y, en
ponen no sólo de esencia sino tam- el caso de los entes corpóreos, concre-
bién de existencia, esto es, son plena- to, se sigue que “abstracto” pertene-
mente entes reales. Sólo en Dios son ce al ámbito de valor conceptual. An-
lo mismo y se distinguen en Él única- te la teoría platónica de la reminis-
mente por la razón. cencia, que admitía una intuición de
Pero la mayor elaboración de este las realidades inteligibles, cuyos ca-
tema se da en el plano lógico y gra- racteres eran totalmente opuestos a
matical entre autores nominalistas del los del conocimiento sensible, la tra-
siglo XIV como Ockham. Para éste, dición aristotélica no excluye que el
por ej., el término a. (véase concretum conocimiento intelectual dependa de
2.) comparte con el concreto la mis- lo sensible, debiendo explicar enton-
ma raíz pero no la misma desinen- ces cómo los conceptos pueden deri-
cia, como en “humanitas” y “homo”. var de las sensaciones. Así, admitió en
absurdum 30

el hombre una suerte de luz intelec- aquello que se da en un número infi-


tual destinada a iluminar las imáge- nito de individuos posibles (cf. Quodl.
nes, presentes en el alma, de los en- 15, 14).
tes corpóreos. De esta manera, “abs-
absurdum. Es absurdo aquello que
traer” equivale a elevar al plano inte-
es inadmisible porque no puede darse
lectivo la acción de las imágenes. És-
en la realidad, al escapar a o contrade-
tas se conciben como capaces de im-
cir las normas que rigen lo real, como
primir el conocimiento inteligible de
“árbol incorpóreo”; igualmente inad-
los elementos universales y necesa-
misible, pero por razones más acota-
rios que conllevan, elementos que se
das, es lo imposible, es decir, aquello
dan en los entes corpóreos de manera
que supone contradicción intrínseca,
concreta, singularizada y contingente
como “círculo cuadrado”.
(cf. De an. III, 8).
Los autores medievales se valieron
En la Edad Media, falta un desa-
de la noción de a. para elaborar un
rrollo del a. en muchos autores, jus-
procedimiento de demostración por
tamente en los que siguen la línea de
vía negativa, al que llamaron reductio
primera raíz platónica: Agustín, Es-
ad absurdum (véase ad absurdum y
coto Erígena, Anselmo de Canter-
reductio 2.3.) pero también ad
bury, Alejandro de Halès, Buenaven-
impossibilem (véase). En ella, dadas
tura, Eckhart, Nicolás de Cusa, etc.
dos proposiciones contradictorias, te-
En cambio, quienes retoman la doc-
sis y antítesis, se prueba lo absurdo o
trina aristotélica de la abstracción, co-
imposible de la conclusión a la que se
mo Tomás de Aquino, aclaran y defi-
llegaría, si se admitiera la antítesis de
nen con precisión su significado (cf.
lo que se sostiene. De esta manera, y
S. Th. I, q. 79, a. 3; qq. 85-86). Con
por el principio de tercero excluido,
ello también relevan cuestiones nue-
se considera probada la tesis. El carác-
vas, como, por ej., la distinción en-
ter indirecto de esta demostración ha-
tre el a. operado por el intelecto pa-
ce que Aristóteles prefiera a ella la que
sivo y el llevado a cabo por el intelec-
procede por vía directa, denominada
to activo (véase intellectus), así como
“ostensiva” (véase). (cf. An. Pr. II, 11-
del respectivo status de ambos y la re-
14, 61a y ss.).
lación que guardan entre sí. En este
sentido, el intelecto agente abstrae de abundare. La primera acepción de
los phantasmata las especies inteligi- este verbo es la de “desbordar”. Así,
bles: por eso podemos entender la na- en lógica, se usó para indicar aquellas
turaleza de las especies sin las particu- notas de la diferencia específica que
laridades individuales. van más allá de las propias de género,
Precisamente, una de las tesis to- como “racional” respecto de “animal”
mistas derivadas de la doctrina de la en el caso del hombre. Por eso, Pe-
abstracción es la que niega el conoci- dro Hispano escribe: “Differentia est,
miento intelectual directo de lo cor- qua abundat species a genere, ut homo
póreo y particular. En cambio, Duns abundat ab animali his differentiis,
Escoto lo defiende (cf. Op. ox. II, 3, quae sunt rationale, mortale” (Summ.
11, 9), aunque admite la existencia Log. 2.11).
del intelecto activo, cuya función se-
ría la de concebir el universal como abyssus. En líneas muy generales, la
palabra “abismo” suele aparecer en
31 acceptatio

los contextos 1. metafísico, en el que ro, el circumflexus. Esto dio lugar al


es imagen de lo infinito; 2. religioso, sophisma accenti que es un sofisma in
en donde se usa el término para men- dictione. Consiste en inducir a error
tar la dimensión del infierno y la vi- mediante un cambio de acento, es
da de los condenados, así, por ej., en decir modificando la cantidad de sí-
la Divina Comedia de Dante, Inf. IV, labas en los parónimos y homóni-
8 y ss., Purg. I, 46; 3. místico, opues- mos. Así, por ej., la voz latina populus
to al anterior y de uso menos frecuen- puede significar tanto “álamo”, cuan-
te, aquí señala la profundidad inson- do su primera sílaba es larga, co-
dable de Dios, como aparece en la mo “pueblo”, si dicha sílaba es bre-
misma obra, Par. VII, 94, XXI, 94; ve. Un sophisma accenti basado so-
4. gnoseológico, en el que indica lo bre este ejemplo sería: “Populus amat
que excede el alcance de la razón, co- fluvios; gens romana est populus; ergo
mo en Purg. VI, 121. Los principales gens romana amat fluvios”, donde, en
usos son los mencionados como 4 y 2 virtud de una pronunciación equí-
y encuentran su antecedente más im- voca se puede hacer concluir que el
portante en Agustín de Hipona, En. pueblo romano ama los ríos porque
in Ps. 41, 8. En este texto, el hipo- el álamo los ama. Guillermo de Oc-
nense subraya la condición insonda- kham propone el ejemplo de “Bonum
ble del hombre, calificándolo preci- est iustos pendere”, donde el significa-
samente de abismo. Si, en su carác- do cambia según que se acentúe o no
ter de libre, el hombre optara por el la sílaba de (cf. Summa Totius Log. III,
mal, entonces, ese abismo que él es 4, c. 9).
invocará al otro, el infernal: “Homo
acceptatio. Vocablo concerniente a
a. est [...] si male hic vixerint homines,
la teología, frecuente, en particular,
abyssus abyssum invocat [...] de suplicio
entre los autores nominalistas, señala
ad suplicium et de ardore cupiditatis
un acto divino: aquel por el cual, li-
in flammas gehennarum”. 5. exegéti-
bérrima y misericordiosamente, Dios
co, En este orden, muchas son las in-
concede al hombre la posibilidad de
terpretaciones que de hecho y muy
la vida eterna, que no compete por
tempranamente se hicieron del “abis-
derecho natural ni a éste ni a ningu-
mo de las tinieblas” que la Escritu-
na criatura. El ser que recibe este don
ra menciona al comienzo del Géne-
se torna así en acceptus Deo, criatura
sis, como el mismo Agustín señala en
agradable a Dios y destinada a la vi-
el libro XII de Confesiones y entre las
da eterna, como en el caso de los ni-
que se destaca la que lee en esta ex-
ños recién bautizados. Tal es el ejem-
presión una suerte de informitas (véa-
plo propuesto por Guillermo de Oc-
se) que sería condición de posibilidad
kham en In I Sent. d. 17, q. 1. El tér-
de lo creado.
mino a. señala, pues, la aceptación
accentus. Noción empleada en la re- del pecador, y aun la de las obras de
tórica medieval, se entiende por esta quien está justificado como comple-
voz la medida de las sílabas. A través tamente meritorias. Por eso, esta no-
del acento, el sonido de éstas se ex- ción suele aparecer en el contexto de
tiende, se acorta o se contrae. En el las de potentia dei, meritum y gratia
primer caso, se tiene el acento acutus; (véanse).
en el segundo, el gravis; en el terce-
acceptio 32

acceptio. Esta noción se da en tres tributiva divina; por otra, y comple-


planos: 1. en el más general; 2. en el mentariamente, advierten contra una
del lenguaje; 3. en el religioso-moral. confianza exclusiva y negligente en la
En 1. sentido lato, significa obten- misericordia de Dios, por ej., Grego-
ción o aceptación, por ej., la a. mundi rio de Rímini.
en la creación; en 2. el orden lingüís-
accessio. Término que es sinónimo
tico, la a. es un término que se refie-
de accretio (véase), pero menos usado
re a términos. Cabe subrayar que en
que este último.
la Edad Media la a. aludió tanto al as-
pecto de la constitución de los mis- accessus. Esta voz concierne al mé-
mos como a su significado. Así, 2.1. todo de introducción y de aborda-
desde el punto de vista morfológico, je a los autores y sus obras, empleado
se considera, por ej., la cantidad de en la Antigüedad tardía y en la Edad
sílabas que componen una palabra; Media. Por eso, es frecuente encon-
por eso, por ej., el carácter de bisílaba trarla en la expresión a. ad auctores.
forma parte de la a. de “domus”. 2.2. Cuando se trata de la primera aproxi-
desde el punto de vista semántico, en mación, la mencionada introducción
los textos medievales, es frecuente la consideraba, canónicamente, los si-
distinción entre la palabra 2.2.1. for- guientes puntos: vita poetae, titulus
malis o relativa como las preposicio- operis, qualitas carminis, intentio scri-
nes y los pronombres, y 2.2.2. absolu- bentis, numerus librorum, ordo libro-
ta, como los sustantivos y adjetivos. A rum, explanatio. Cabe subrayar que
su vez, la a. de los términos absolutos esto no sólo se aplicó a obras literarias
puede ser 2.2.2.1. propria, como la sino también a las filosóficas. Boecio,
que entiende “domus”, es decir, “casa” por ej., en su primer comentario a la
en cuanto construcción material para Isagoge porfiriana, afinando criterios
la habitación del hombre, o 2.2.2.2. hermenéuticos, insiste en la distin-
tropica o figurata, como la que alude ción entre operis materia y scribentis
a “domus Patris”, la Casa del Padre en intentio.
cuanto Paraíso. Al aproximarse el final de la Edad
En el 3. plano religioso, la a. perso- Media, el análisis opta por el esque-
narum, la acepción de personas, es la ma clásico del llamado sex a., es de-
preferencia mostrada arbitrariamen- cir, el abordaje al texto –y ya no só-
te hacia una o más personas entre las lo al autor– a través de seis aspectos.
demás. En este sentido, se considera Así, por ej., en la carta a Can Grande
una falta moral, puesto que su carác- della Scala, que la tradición atribuye a
ter arbitrario la opone a la justicia dis- Dante Alighieri, se lee efectivamente
tributiva: recuérdese que la igualdad que seis son las cosas que hay que in-
de ésta consiste en dar cosas diversas a dagar al principio de cualquier obra
diversas personas, proporcionalmente doctrinal: el tema, el autor (agens), la
a sus respectivas dignidades. Los tex- forma, la finalidad, el título y el géne-
tos teológicos medievales, sobre la ba- ro filosófico (genus philosophiae) (cf.
se de lo que se lee en San Pablo, Rom. Ep. X, 6).
2, 11, suelen negar explícitamente a.
personarum en Dios. De esta manera, accidens. En el sentido más general,
por una parte, enfatizan la justicia re- “accidente” es todo lo que sobreviene
a un subiectum (véase), modificándo-
33 accidentale

lo en alguna medida. Aun en su eti- ro, la diferencia específica y la espe-


mología, el término sugiere lo pres- cie. Pero, si el predicado se refiere a
cindible, ya que proviene de accedo, algo ajeno a la esencia del sujeto, pue-
“añadirse”, pero también “ser acce- de haber dos predicables: el propio,
sorio”. El a. no es en sí sino en otro por ej., “El hombre es capaz de reír”,
(véase in alio). Ese otro es la sustan- y el accidente, por ej., “El hombre
cia, por tanto, el esse del accidente es puede ser blanco”. En este último ca-
relativo al de la sustancia, su ser con- so, se tendría, pues, un ejemplo de a.
siste en inherir en ella; de ahí que se praedicabilis. Pero conviene tener pre-
diga a. esse est inesse: “el ser del acci- sente que la diferencia estriba en los
dente es inherir”, lo cual significa que distintos puntos de vista desde los
el accidente no es ens sino entis. Por cuales se considera la noción de ac-
todo ello, la definición propia de a. cidente. El predicamental señala un
no es “aquello que está en un sujeto” modo de ser; el predicable, una rela-
sino “aquello a cuyo ser le compete ción de razón (cf. Tomás de Aquino,
estar en otro”, ya que no todo lo que De ente et essentia 6).
le sobreviene a una cosa ya completa Una particular elaboración del te-
es a. Por otra parte, el accidente pue- ma hace Guillermo de Ockham. Los
de obrar en la sustancia en la que in- sentidos más comunes que asume a.
hiere como causa formal pero no co- en Ockham son: 1. una realidad que
mo causa eficiente. Ningún a. sobre- se añade a otra en la que, no obstan-
pasa a su sujeto en cuanto al ser sino te, puede faltar sin que se produzca
en cuanto al obrar. en ésta un cambio sustancial; en es-
Si bien se distinguen de la sustan- te sentido, Ockahm diferencia empe-
cia, en su existencia los accidentes es- ro los accidentes separables, que pue-
tán necesariamente unidos a ésta, tal den faltar naturalmente de un sujeto
como ya apuntaba Aristóteles (cf. sin que éste sea destruido, y los inse-
Met. Z, 1, 1028a). En el Estagirita se parables que no se pueden negar en
encuentra también la base de una dis- él y de los que sólo la potencia divina
tinción fundamental en la considera- puede despojar al subiectum en el que
ción del accidente, distinción que de- inhieren (cf. Exp. Aurea 29a); 2. un
sarrolla la Edad Media y que radica predicable que puede ser afirmado o
en el discernimiento del orden meta- negado de algo de manera contingen-
físico y lógico. te (ibid., 28d).
En el primero, se concibe como
accidentale. Adjetivo que se refie-
a. praedicamentalis cualquiera de los
re, en general, a todo aquello que
predicamentos o categorías (véase
pertenece, constituye o concierne al
praedicamentum) aparte de la sustan-
accidens (véase). En particular, este
cia, por ej., “sentado”. En el segundo,
término aparece en la Edad Media en
se parte del análisis de las relaciones
la expresión forma accidentalis, la cual
que existen entre el sujeto y el pre-
indica la modalidad accidental que
dicado de una proposición, es decir,
inhiere en una substancia dada. Para
de los así llamados “predicables” (véa-
Ockham, a. en sentido amplio alude
se praedicabilia). Cuando el predica-
a todo lo que no pertenece a la esen-
do es algo esencial para el sujeto, se
cia de la cosa (cf. In III Sent., q. 9 c).
distinguen tres predicables: el géne-
accidentaliter 34

accidentaliter. Cf. essentialiter. En la Escolástica, la mencionada


línea divisoria está dada por el obje-
accidere. En general, y sobre todo en to específico de la a. que no es tris-
los autores nominalistas, este término teza acerca de cualquier cosa, sino la
significa el ser algo afirmado a título que deriva de la incapacidad de gozar
de atributo. Por ej., así se lee en Gui- de los dones otorgados por Dios. Por
llermo de Ockham (Exp. Aurea 27b). eso, se opone directamente a la ca-
accidia. La acidia o acedia consis- ridad. En cuanto huida de tales do-
te en cierta desazón o disgusto de sí nes, las consecuencias o “hijas” de
mismo, debido a la insatisfacción que la a. son: la desesperación de alcan-
se experimenta por los bienes espiri- zar justamente los bienes espirituales;
tuales recibidos. Por ello, Juan Da- la pusilanimidad, respecto de los me-
masceno caracteriza la a. como una dios que conducen a ellos; la indolen-
tristeza molesta que deprime el áni- cia en el cumplimiento de los precep-
mo de tal manera que quien la sufre, tos, que deriva de lo anterior; el ren-
que nada de lo que hace le agrada (cf. cor hacia aquellos que sí lo consi-
De fide orth. II, 14). Se trata, pues, guen; y la divagación de la mente por
de una tristeza que apesadumbra an- lo ilícito, por la persecución de bienes
te el bien espiritual y desanima para exteriores a la que impulsa la triste-
perseguirlo. Precisamente porque su za. Ya Isidoro de Sevilla hacía emanar
objeto específico son los bienes espi- de ella el desasosiego, la verbosidad
rituales, el origen de la detección de y la vana curiosidad (cf. De summo
este vicio es monástico, en particular, bono II, 37). Tomás de Aquino mues-
proviene de los religiosos egipcios y tra que estas últimas actitudes tie-
palestinos. Entre ellos, desde la con- nen como raíz común la inestabilidad
dición general de actitud espiritual- anímica propia de la a. (cf. S. Th. II-
mente apática, la a. pasó a significar II, q. 35).
una debilidad del alma que, de no ser Durante el período humanísti-
combatida, se torna culpable. Gre- co, traspone los muros de los claus-
gorio Magno la llama “tristitia” (cf. tros religiosos y toma formas próxi-
Moral, XXXI), con lo que inaugura mas a lo que durante el siglo pasa-
un problema que los siglos posterio- do se llamó “angustia existencial”;
res deberán resolver: la línea diviso- prueba de ello son las páginas auto-
ria entre ambas. También la tristeza biográficas que Petrarca escribe en el
se revela en signos exteriores; de ahí Secretum II, 13. A comienzos de la
que, dado el carácter inasible e insi- Modernidad, con la estimación moral
dioso de este pecado, se los haya es- que cobran entonces la laboriosidad
tudiado con particular atención, co- y el espíritu emprendedor, tiene lu-
mo hace, por ej., Pedro Damián (cf. gar la trasmutación de la a. como pe-
Epist. III, 109). Proliferan en los tex- reza, que tanto en la Patrística como
tos medievales las descripciones de en la Edad Media se llamó “pigritia”
los monjes que fueron presa de este (véase) o “ignavia”, distinguiéndo-
mal: disgusto por la celda, desprecio la bien del término que nos ocupa.
por los hermanos, fantasías de trasla- Tampoco se confundió la pereza con
do, indolencia, somnolencia, etc. la indolentia, que se acerca más a la
apatía, en cuanto que alude a una
35 acies

falta de sensibilidad. Con todo, un talmente a las aseveraciones de Aris-


antecedente remoto de este cambio tóteles acerca de este concepto, co-
se puede rastrear en el renacimien- mo se ve en sus respectivos comen-
to carolingio, por ej., en Alcuino y tarios a Phys. IV, 4, 211a. Asumie-
Rábano Mauro, pero, sobre todo, ron que también la a. –y su contra-
en Jonás de Orléans que escribe “a. partida, la diminutio– se puede redu-
vel otiositas”, es decir que considera la cir, al igual que el resto de las clases
a. equivalente a la ociosidad (cf. De de cambio, a la de lugar. En el caso
inst. laicali III, 6). de la a., tal movimiento de lugar se
da de dos maneras: 1. per iuxtaposi-
accipere. Tiene el significado gene- tionem, o sea, por mera suma o yuxta-
ral de “tomar de”. Se aplica, 1. en el posición, que se tiene cuando el cuer-
plano semántico, por ej., a. aliquid in po recibe un añadido de materia ex-
bonam partem indica el tomar algo en trínseca, lo cual ocurre con los cuer-
sentido recto; en este orden, se ha- pos inanimados, por ej. el aumen-
bla de un a. proprie, cuando se inter- to de tamaño de una duna debido a
preta algo estrictamente, esto es, con la recepción de más arena; o 2. per
propiedad, o abusive, si se atribuye al intususceptionem, aumento propio
término o concepto en cuestión una de los cuerpos animados, que se da
acepción demasiado extensa. 2. en el cuando éstos crecen en virtud de la
plano gnoseológico, el verbo también incorporación y procesamiento de los
señala el percibir por la sensibilidad, alimentos ingeridos. En el primer ca-
de donde, por ej., el imperativo accipe so, se tiene el movimiento de partícu-
se traduce por “oye!”. 3. en el plano las de materia de un lugar a otro, en
metafísico, en el que se dice, por ej., el que se depositan, sin alterarse es-
que el accidente se recibe en la sus- tructuralmente, produciendo el au-
tancia. Pero, en la teología trinitaria, mento de masa del cuerpo que las re-
se insiste en la salvedad de que no to- cibe. Este caso no se ha de confundir
do lo que se toma u obtiene de otro con el de la rarefactio, término con el
es recibido in aliquo subiecto, ya que que los fisiólogos medievales designa-
esto atentaría contra lo que se sostie- ron el fenómeno por el cual tales par-
ne acerca de las procesiones en Dios tículas se separan más unas de otras,
(cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 27, con lo que el cuerpo parece más gran-
a. 2, ad 3). de, pero en realidad no ha aumenta-
accomodative. Cf. absolute. do su masa. En el segundo, aun cuando
se dé tal alteración, de todos modos
accretio. Voz más frecuente en los se produce un cambio de lugar, como
textos medievales que accessio o auctio el que se da desde el trigal al cuerpo
y más aún que augmentatio, la a. alu- del niño que crece por el pan ingeri-
de al aumento, es decir que señala la do (cf. augeri).
primera dirección dentro del tipo de
cambio o movimiento cuantitativo, accumulatio. Cf. aggregata.
el constituido por aumento-disminu- acies. En su sentido originario es-
ción. Indica el cambio del cuerpo por ta palabra alude al filo de una espa-
medio del cual éste adquiere una can- da o la punta de una herramienta; de
tidad mayor que la que tenía. Los es- ahí que después haya pasado a signi-
colásticos se remitieron fundamen-
acroamaticum 36

ficar penetración intelectual o agu- es decir que suponen en quien los ad-
deza de ingenio. El vocablo adquiere quiere una previa preparación en la
importancia filosófica en la literatura materia. El término deriva de la ex-
agustiniana. En efecto, en tiempos de presión acroases physica empleada por
Agustín, se usaba para mentar la mi- Aristóteles para aludir precisamente a
rada que discierne la luz de las tinie- su Física.
blas, como él mismo señala en En in
actio. Cf. passio. El significado técni-
Ps. XVI, 8. Valiéndose de una analo-
co que asume este término en la lite-
gía, el hiponense llama a. o a. mentis
ratura filosófica medieval es el de la
a la capacidad intelectual del alma pa-
acción como modo de ser accidental
ra circunscribir una idea y, en virtud
de la sustancia, es decir, como cate-
de la intentio (véase), fijar la atención
goría (véase praedicamentum 3.3.2),
en ella, distinguiéndola de las demás.
según ya había observado Aristóte-
En algunos pasajes, por ej., en De
les (cf. Cat. 4, 1b 27). Lo que la dife-
Trin. VIII, 14, parece conferirle ca-
rencia de las restantes es que la a. de
si la categoría de una facultad. Así,
un ente ofrece a nuestra experiencia
en el texto mencionado dice: “Sensus
la sustancia en su naturaleza y cua-
enim accipit speciem ab eo corpore
lidades operativas y en cuanto a sus
quod sentimus, et a sensu memoria, a
efectos. La acción es, pues, la opera-
memoria vero a. cogitantis”. El sentido
ción que deriva de la naturaleza pro-
fundamental de estas dos últimas pa-
pia de una sustancia; de ahí que en
labras se conserva en autores de fuer-
la Edad Media se sostuviera “operatio
te influencia agustiniana, como Gui-
sequitur esse”, la operación sigue al ser,
llermo de Saint-Thierry. Éste confie-
porque se actúa según se es y, por tan-
re al término a. cogitantis el significa-
to, como se es. Con todo, aun cuan-
do puntual de mirada atenta de la in-
do cualquier sustancia completa tie-
teligencia que se fija preferentemen-
ne una naturaleza dada y las faculta-
te en una idea y no en otra (cf. Ep. Fr.
des por las que es operativa, no por
M.D. 101).
ello está determinada al uso o no uso
acroamaticum. Vocablo empleado en de tales potencialidades. Sólo cuando
la Edad Media tardía y, sobre todo, en actúa de hecho, produciendo un efec-
el Renacimiento, a. califica, genérica- to, puede denominársela agens, agen-
mente, al estudio filosófico sólo apto te. Añádase que si el agente es el prin-
para quienes poseen una preparación cipio quod, el qué de la acción, la na-
previa; de ahí que se hable de doc- turaleza es el principio quo o por el
trina y aun de methodus acromatica. cual esa acción se produce. Así, en ri-
En tal sentido, se opone al que se lle- gor, la a. es aquella entidad acciden-
va a cabo mediante los libris exoticis tal o categoría metafísica por la cual
et popularibus. La voz proviene de la sustancia se constituye intrínseca-
acroasis (véase) que indica el examen mente como operante, es decir que es
de la filosofía más ardua bajo la guía formalmente operante. Estrictamente
de un maestro. hablando, el hecho de que se dé algo
que depende de la actividad de una
acroasis. Se denomina así la recepción, sustancia, supone necesariamente en
por medio de un maestro, de doctri- ésta un determinado modo de ser ac-
nas y conceptos filosóficos avanzados, cidental, modo que no presentaba
37 actus

cuando aquel algo –o sea, el efecto– realidad subsistente por sí que se con-
no existía aún. fundiera con el agente, Dios no po-
Ésta es la razón por la que Tomás dría actuar sin que una realidad nue-
de Aquino, por ej., define la a. como va se introdujera en Él (In I Sent., d.
el acto de un ente en cuanto que ese 30, q. 2).
ente actúa sobre otro. Y agrega que
actualiter. Se dice de aquello que es-
una sola cosa son la a. y la passio, ya
tá en acto. La precisión del significa-
que lo mismo es la acción del agen-
do y uso de este adverbio se advierte a
te y del paciente, sólo que es produci-
través de sus correlativos potentialiter
da por el primero y recibida por el se-
y habitualiter. En efecto, de lo que se
gundo (cf. In Phys. III, l. 5).
mueve efectiva o realmente, se afirma
Ahora bien, aunque técnicamente
que se mueve a., mientras de aque-
se ha entendido a. en el sentido arri-
llo que puede moverse porque posee
ba indicado, esto es, focalizando la
la capacidad de hacerlo, se dice que
atención sobre su condición de cate-
se mueve potentialiter; y, de lo que
goría de la sustancia, las característi-
suele moverse, se dice que lo hace
cas que reviste como tal han llevado
habitualiter.
a desplazar la consideración al tema
de los efectos de la acción. Por eso, actuare. En general, significa “po-
se ha distinguido entre el carácter de ner en acto”, es decir, “realizar” o “lle-
transitivos o inmanentes de los mis- var a cabo efectivamente”, ya que a.
mos. Sobre esta base, el uso de los tér- es ad actum redigere. Según los sen-
minos hizo que se tendiera a reser- tidos que, de acuerdo con el con-
var el nombre de a. para las acciones texto, se deba asignar a la noción de
del primer caso, es decir, para aque- actus(véase), de la que deriva este verbo,
llas cuyos efectos pasan a otro sujeto equivale a perficere, finire, terminare,
(véase transitivum), como cortar al- exercere o aun formare.
go. En cambio, se prefirió el término
operatio (véase) para las acciones del actus. Como en todas las nociones
segundo caso, o sea, para aquellas primarias, y ésta lo es, a. no es pasi-
en las que el efecto del sujeto de la ble de definición taxativa. Con todo,
a. fundamental y primariamente se cabe ensayar una aproximación. Se
queda en él, aunque sus consecuen- trata de un concepto de origen aris-
cias puedan repercutir en otro, por totélico, que alude, en la mayor par-
ej., reflexionar o querer. Para la nega- te de los casos, a la realización de una
ción escolástica de la posibilidad de la forma en una materia dada. En ésta
a. in distans o acción a distancia, véa- existe una cierta predisposición a re-
se immediatio. cibir aquélla, disposición que es lla-
Por su parte, los nominalistas insis- mada potentia (véase). Dicha realiza-
ten en que la a. en sí no es algo real ni ción implica en el ente una suerte de
implica una relación real; se trata en actividad, de movimiento activo, de-
verdad del ser mismo que actúa. Por nominado enérgeia, por el que la co-
eso, Ockham escribe: “logice loquendo sa tiende hacia su fin propio. Al al-
actio vere est agens quia vere et realiter canzarlo, llega a cumplirse cabalmen-
supponit pro agente” (Quod. VII, q. 3, te, a ser acabadamente lo que es. En
a. 4). Lleva a esta conclusión el hecho el aristotelismo, pues, a. significa, an-
de considerar que, si la a. fuera una te todo, el ser de hecho.
actus 38

La Edad Media conserva esta doc- bien, el acto no puro puede ser 1.2.1
trina del acto como implicando siem- entitativus: es el que da a la potencia
pre lo acabado y perfecto. Está en ac- el existir formalmente, es decir, el que
to lo que posee su propia determina- lo hace ser simplemente; de ahí que se
ción. Pero reelabora esta tesis y la pro- lo entienda también como a. ultimus,
yecta más allá del ámbito de la natu- por ej., es lo que hace que un hombre
raleza, que constituía la principal pre- exista. 1.2.2. formalis: es aquella per-
ocupación de Aristóteles. En efecto, fección que constituye a la cosa en un
los autores escolásticos la aplicaron, determinado grado de entidad, por
sobre todo, a Dios. En todos los en- ej., lo que hace que un hombre sea un
tes se da la composición de potencia y ser animado, sensible, racional, etc.
acto. Pero Dios, en cuanto Suma per- Pero el acto formal se puede conside-
fección, es Acto puro. De ahí que el rar desde dos ángulos, desde la esen-
sentido más general de a. en la Edad cia o desde el sujeto. 1.2.2.1. Desde
Media sea el de “aquello por lo que la el ángulo de la esencia, se habla de a.
cosa adquiere una perfección”. El ac- accidentalis: es aquel acto por el que
to de la potencia pasiva es la forma, una cosa es perfeccionada sin que se
por ej., la forma “árbol” es el acto al produzca cambio alguno en su esen-
que ha de llegar la semilla alcanzando cia, por ej., lo que hace que un hom-
así su perfección. El acto de la poten- bre sea sabio; o bien de a. substantialis
cia activa es, en cambio, la operatio; que es aquel por el que algo se cons-
por ej., en el hombre, la acción u ope- tituye en un ente con una esencia de-
ración de pensar constituye una per- terminada, por ej., el que hace que es-
fección. Así, se ve cómo, designando te hombre sea una sustancia y no un
primariamente lo que efectivamente accidente. A su vez, el acto substan-
es o existe, a. pasa a designar después, cial se denomina subsistens cuando no
por extensión, determinaciones refe- informa a un sujeto ni actúa una po-
ridas a aquello que es de hecho. tencia, así, sólo compete a los ánge-
La Escolástica ha establecido diver- les como sustancias espirituales, sepa-
sas distinciones al respecto. En tér- radas. Este acto substancial es perfecte
minos muy generales, se habló de a. subsistens porque se da en una natu-
primus para aludir a la forma, en sen- raleza separada y perfecta; por el con-
tido predicamental; o al acto de ser trario, es incomplete subsistens cuando
en el orden trascendental; y de a. necesita unirse a alguna potencia pa-
secundus para mentar la acción u ope- ra formar una especie completa, co-
ración que deriva de algo. Pero la cla- mo el caso del alma humana, llama-
sificación más exhaustiva es aque- da a unirse a un cuerpo. El acto in-
lla que divide entre 1. a. purus, 2. a. completamente subsistente se llama
primus y 3. a. physicus. 1.1. a. purus: informans cuando constituye la ver-
indica la perfección que excluye toda dadera forma que actúa a la potencia,
potencialidad, salvo la potencia acti- como en el caso mencionado del al-
va; por eso, en rigor, sólo Dios es ac- ma; y se llama terminans cuando per-
to puro. Correlativamente, 1.2. el a. fecciona a una potencia sin ser su for-
non purus es todo aquel en el que in- ma específica, distinción esta última
terviene alguna potencia; correspon- más teológica que filosófica, pues-
de, pues, a todo ente creado. Ahora to que alude al acto de la gracia di-
39 actus

vina por el que se perfecciona el alma formada por el entendimiento. Por el


humana. En cambio, el acto substan- contrario, el a. secundus es el que su-
cial es non subsistens cuando sólo in- pone otro acto sobre él, así, el acto de
forma a un sujeto, por ej., el acto de comprender supone el entendimiento
ser hombre informa a Juan. 1.2.2.2. en acto. Por ello, también se denomi-
Desde el punto de vista del sujeto, na al acto segundo operatio potentiae
el a. formalis puede ser receptus, que activae, siendo operación propiamen-
es el ordenado a una potencia activa te dicha en cuanto procede del agen-
de la que deriva o a una pasiva en la te, y pasión en cuanto es recibido en
que es recibido, por ej., pensar o ta- el paciente.
llar. Puede ser también irreceptus si 3. a. physicus es aquel que se distin-
excluye una potencia previa, en cu- gue realmente de la potencia en que
yo caso se trata de un a. irreceptus a es recibido, por ej., una idea, en tanto
nulla potentia cuando excluye abso- que ella es distinta del entendimien-
lutamente una potencia activa que to. Se opone al a. metaphysicus que es
lo haya producido, por eso, estricta- el que se distingue de la potencia só-
mente corresponde sólo a Dios; y de lo por la razón; en este sentido, el ac-
irreceptus in potentia ulla cuando in- to de ser de una esencia es real y me-
cluye una potencia activa o subjeti- tafísico, no físico.
va que lo reciba, por ej., caminar. Por Los nominalistas, Ockham en par-
último, es irreceptivus el acto que no ticular, entienden por a., en sentido
puede recibir en sí ningún otro, por amplio, aquello que informa a otra
ej., el golpear algo no puede recibir cosa y se le añade, como la forma sus-
en sí ningún otro acto. Algunos pa- tancial a la materia; en sentido más
sajes medievales significativos sobre el estricto, el ser en acto se define como
tema son los de Juan Damasceno, De lo existente en sí y no en otra cosa de
fide orth. I, 9; Tomás de Aquino, De la que sería parte (cf. Summ. in libros
pot. q. 1, a. 1 y q. 3, a. 1; Duns Esco- Phys. I, cc. 16-17). Entre estos autores
to, Ord. I, d. 39, qq. 1-5; Nicolás de rige, además, una clasificación lógica
Cusa, De docta ign. I, 4; II, 4. de los actos, que implica un léxico
2. a. primus, es decir, acto primero, distinto sobre el tema. En efecto, ellos
se denomina a aquel que, en un or- han hablado de: 1. a. deliberativus
den determinado, supone otro deba- que es el que supone un conocimien-
jo de él pero no sobre él, o sea que no to perfecto de su objeto, por oposi-
implica un acto previo, por ej., el ser ción al a. subrepticius que no lo posee;
hombre, de ahí que se lo llame tam- 2. a. exercitus que es el acto por el que
bién a. essendi o acto de ser y se lo el pensamiento afirma efectivamen-
considere potentia agendi. En este úl- te una cosa de otra, por ej., “el hom-
timo sentido, el acto primero puede bre es animal”, y a. signatus que es ac-
ser 2.1. proximus, cuando alude a una to del pensamiento, aquel por el cual
potencia que tiene todos los requisi- los términos se toman en el sentido
tos para actuar, por ej., el impulso; o de la suppositio simplex (véase), por
2.2. remotus, cuando se refiere a una ej., “el género se predica de la espe-
potencia que aún no reúne todo lo re- cie” o “ ‘animal’ se predica de ‘hom-
querido para actuar, como la volun- bre’ “; 3. a. apprehensivus que es aquel
tad, en tanto que ésta necesita ser in- por el que el intelecto simplemente
ad 40

aprehende un objeto, y a. iudicativus guientes usos: 5.1. de comparación,


que es aquel acto complejo, en la me- como en ab infnito ad finitum nulla
dida en que comporta un juicio de est proportio; de oposición, caso en
verdadero o falso, por el cual otorga- el que se pueden encuadrar las solu-
mos o negamos nuestro asentimien- ciones o respuestas a objeciones en
to a dicho objeto; 4. a. rectus se deno- una cuestión disputada, por ej., ad
mina a aquel acto directo que apre- primum respondeo dicendum quod;
hende un objeto externo al alma, y a. 5.3. de restricción o acotación a un
reflexus a aquel otro por el que se cap- aspecto de lo que se trata, dando lu-
ta el a. rectus. gar en la traducción castellana a tér-
minos como “relativamente a” o “en
ad. Preposición de acusativo que ge- cuanto a”, como en ad aliquid ratione
néricamente indica dirección hacia alterius; este aspecto restrictivo se ad-
un fin propuesto. Este sentido general vierte especialmente en ad hoc; 5.4.
puede asumir distintas significaciones la adecuación entre dos cosas, caso
específicas. 1. de lugar. En este orden en el que esta preposición se traduce
puede expresar la idea de movimiento por “según” o “con arreglo a”; 5.5. el
hacia un objeto o hacia un lugar pro- dirigirse a otra persona de palabra o
pio o figurado, el acercamiento o lle- por escrito, como aparece frecuente-
gada a los alrededores de un sitio, sin mente en cartas de autores medieva-
entrar en él, o la proximidad respecto les, donde se discuten cuestiones que
de un lugar excluyendo idea de movi- las convierten en textos filosóficos de
miento. 2. También señala intención importancia.
hostil en contexto bélico, o bien pro- Recuérdese, por último que, cuan-
tección o defensa contra un peligro, do se halla en composición, conserva
lo cual, en el plano dialéctico, se tra- la d si la palabra a la que se encuentra
duce a veces en expresiones que seña- unida comienza con vocal o h, b, d, j,
lan argumentos dirigidos contra al- m, v. Se asimila a c, f, g, l, n, p, r, s, t,
guien, como en ad hominem, o apun- cambiando en c delante de q.
tando a algo, como en ad quem. 3. En
el plano cronológico indica el límite ad absurdum. Tipo de argumenta-
temporal hacia el que algo o alguien ción, también llamada a veces reductio
se dirige, la acción que transcurre en ad impossibilem (véase). En la lógica
un momento preciso, o bien una du- clásica se denomina así la demostra-
ración limitada. ción indirecta por la que se estable-
Pero los empleos más importan- ce la verdad de una tesis, poniendo de
tes de esta preposición en el discur- manifiesto las conclusiones absurdas
so filosófico medieval son los vincula- que se seguirían de asumir hipotética-
dos con el sentido de finalidad y rela- mente la tesis contraria. Ejemplos de
ción. Respecto de la 4. finalidad, in- ella se encuentran ya en los lógoi de
dica no sólo destino o la intención Zenón de Elea contra la posibilidad
del hablante, como en ad maiorem del movimiento. Aristóteles determi-
gloriam, sino también aquello hacia nó luego su valor, afirmando que es-
lo que una argumentación o el pen- ta clase de demostración es notable-
samiento mismo se dirige, por ej., mente menos válida que la que pro-
ad absurdum. En lo que concierne a cede por vía directa y afirmativa, aun
la 5. relación, se despliega en los si- cuando algunas veces puede ser más
41 ad humanitatem

eficaz, al partir de cosas más notorias go en sí mismo sino considerado en


y anteriores (cf. An. Post. I, 26, 87a). relación con otra cosa esencialmente
De hecho, fue un procedimiento co- diferente de él.
mún en la Escolástica.
ad convertentiam. Dos términos
ad aliquid. Locución que indica “re- se dicen ad c. cuando cualquiera de
lativamente a”. Se refiere, pues, al ellos, por su mismo significado, alude
modo de ser relativo, con lo cual in- al otro sin siquiera mencionarlo, co-
dica la referencia de una cosa a otra, mo, por ej., dominus y servus.
como del doble al tercio, del exceso
ad extra. Cf. ad intra.
al defecto, de lo medido a la medida,
etc. Se usa en varias formas, entre las ad hoc. Se llama así una idea, teoría o
cuales se destacan las mencionadas en argumento que vale sólo para un caso
los cuatro artículos que siguen inme- particular, generalmente, sin tener en
diatamente. cuenta otros casos posibles.
ad aliquid ratione alterius. Expre- ad hominem. Se trata de un argu-
sa lo que tiene relación con algo se- mento que supuestamente es válido
gún otra cosa; por ej., el exceso guar- o termina por serlo solamente para
da una relación –en este caso de opo- un hombre, o un grupo de hombres,
sición– con el defecto, según el térmi- determinado. Por eso, consiste en un
no medio. intento de demostración que se basa
en los mismos principios del adversa-
ad aliquid secundum rationem tan-
rio. Ejemplo típico de esta clase de ar-
tum. Indica lo que tiene relación con
gumentación es la que se suele diri-
algo según el entendimiento; por ej.,
gir contra el escéptico. Éste, en efec-
el predicado de una determinada pro-
to, niega la posibilidad de concluir al-
posición con su correspondiente suje-
go con absoluta certeza; se le argu-
to: “Platón es el padre de la metafísica
menta, entonces, que, aun admitido
occidental”. En este caso, quien for-
el principio escéptico, hay al menos
mula dicha proposición establece en
una certeza que se puede alcanzar: la
su entendimiento una relación analó-
de que se debe dudar de todo. Pero, si
gica de paternidad entre Platón y la
bien vale para refutar, esta argumen-
metafísica de Occidente.
tación no es propiamente demostra-
ad aliquid secundum rem. Señala tiva, en cuanto que es indirecta; de
lo que tiene relación con algo según ahí que sea válida precisamente ad
la cosa misma; por ej., el hombre y hominem pero no ad omnes (véase ad
la capacidad de creación artística, en humanitatem).
tanto que dicha capacidad está ínsita
ad humanitatem. Opuesto al tipo de
en la naturaleza humana, aunque no
argumentación ad hominem, éste se
le sea esencial.
supone, en cambio, válido para todos
ad aliquid secundum se. Expresa lo los hombres sin excepción. Se consi-
que tiene relación con algo, según el dera, pues, que tal argumento va más
modo de ser esencial de ese algo; así el allá de todo individuo o caso particu-
calor está relacionado con el fuego. lar. Esto se da justamente porque se
basa en la naturaleza misma de la co-
ad aliud. Término con el que se se- sa considerada. En este sentido, se lo
ñala que el discurso no se refiere a al-
ad ignorantiam 42

suele identificar con el argumento ad Dios. Así, distinguen en Él acciones


rem (véase). ad intra, como amar; y ad extra, es
decir, las que producen un efecto di-
ad ignorantiam. En la Escolásti- ferente de Él, como crear.
ca, se denominó así el modo de ar-
güir que se apoya en la ignorancia, ad iudicium. Señala una argumenta-
supuesta o efectiva, del adversario. ción que, al contrario de las que son
En cambio, al llegar a la Moderni- ad hominem, ad ignorantiam o ad ve-
dad, autores como Locke usaron es- recundiam (véanse), se justifica por el
ta expresión con un matiz muy dis- argumento mismo, por el juicio que
tinto: para indicar la argumentación en él se formula. Los autores moder-
que exige que el adversario acepte la nos consideran que ésta es la úni-
prueba aducida por su interlocutor o ca argumentación válida. Para Loc-
aporte otra mejor. ke, por ej., consiste en emplear las
pruebas extraídas de uno de los fun-
ad impossibilem. Demostración in- damentos del conocimiento o de la
directa que se propone probar la ver- probabilidad.
dad de una proposición por la impo-
sibilidad de aceptar las consecuencias ad personam. Designa la argumenta-
que se derivan de su contradictoria. ción que se dirige contra una perso-
Así, es muy próxima a la demostra- na determinada, basándose en efecti-
ción ad absurdum (véase), tanto que vas o supuestas carencias o debilida-
a veces se identifica con ella. De he- des de la misma, tendiendo así a dis-
cho, en ambos casos se suponen ad- minuir su prestigio.
mitidas las premisas y negada la con-
ad placitum. Indica lo que es fru-
clusión del silogismo del que se tra-
to de una convención. Se usa parti-
ta. Tal conclusión se niega, en un ca-
cularmente para señalar la condición
so, por absurda; en el otro, por im-
de la vox significativa (véanse vox e
posible. Hay, pues, un matiz de dife-
institutio 1), en cuanto que ella re-
rencia si se concibe lo imposible co-
presenta algo por voluntad de los que
mo lo intrínsecamente contradicto-
instituyeron su significación; así, por
rio, y lo absurdo, como lo que escapa
ej., “homo”, “leo”, etc. En este senti-
a ciertas reglas o normas no sólo lógi-
do, se opone a naturaliter (véase).
cas sino de cualquier índole, de mo-
do que no puede ser en ningún ca- ad quem. Su sentido general es el de
so objeto de una actualización o rea- indicar el término hacia el cual al-
lización. go se dirige. Se puede referir especí-
ficamente a un razonamiento, en cu-
ad infinitum. Cf. regressus.
yo caso indica el movimiento hacia la
ad intra. En general, califica un mo- conclusión (véase a quo-ad quem).
vimiento como inmanente, mientras
ad valorem. Se denomina así al argu-
que ad extra alude a un movimien-
mento que se funda en el valor de la co-
to transitivo. Los teólogos medieva-
sa o cosas consideradas, generalmen-
les han aplicado estas dos locuciones
te, con el propósito de defenderlas.
–que señalan una diferencia afín a la
distinción entre acciones inmanentes ad verecundiam. Recurso que se ba-
y transitivas (véase actio)– al caso de sa en la apelación a las opiniones de
43 adaequatio

aquellos cuyo ingenio y doctrina los mo tal aparece, por ej., en Tomás (cf.
han consagrado como autoridades. De veritate I, 1; S. Th., I, q. 16, aa.
Así, en lo esencial, recurre al respeto 1-2), con antecedentes en Avicena
por una auctoritas. En la Edad Me- (cf. Met. I, 9) y Alberto Magno (cf.
dia también se ha utilizado esta ex- De bono I, 1, 8), entre otros. Por su
presión cuando se apeló a tal proce- parte, Guillermo de Auxerre se remi-
dimiento con el objeto de neutralizar te a Platón y Aristóteles en su Sum-
el ataque verbal del adversario en una ma Aurea I, 10. El Aquinate, en el
polémica, avergonzándolo. primero de los textos mencionados,
funda esa definición sobre la base de
adaequate. Proveniente de adaequatio una de las propiedades trascendenta-
(véase), el significado de este adver- les del ente. En efecto, todo ente, en
bio implica dos polos: de un lado, cuanto tal, es verum, lo cual significa
el del cognoscente; de otro, el de la que está ontológicamente determina-
esencia de la cosa conocida o a co- do y que es inteligible, o sea, que es-
nocer. Se dice que el primero abor- tá hecho para ser conocido por el in-
da la segunda a. cuando la conside- telecto, así como éste está conforma-
ra de manera completa, es decir en do para conocer lo que existe. De es-
su totalidad; de ahí que sea sinónimo ta manera, el intelecto humano de-
de totaliter. Así, la definición consti- be adaptarse a la realidad de las co-
tuye la prueba de que se ha examina- sas. La verdad, entendida lógica o
do a. el objeto, ya que en la defini- gnoseológicamente y definida como
tio se ha de indicar no sólo el género a. intellectus et rei o ad rem, radica,
próximo sino la diferencia específica pues, en la inteligencia del hombre.
que da cuenta precisamente de la es- Pero, en cuanto que todo ente ha
pecie. Ésta remite a la esencia misma sido creado, esto es, concebido por la
de lo examinado, la cual, a su vez, en inteligencia creadora de Dios, la ver-
cuanto tal, no puede ser parcial. dad ontológica de la cosa radica en la
adaequatio. Expresa la conformi- conformidad de ésta con el intelecto
dad entre la naturaleza de la cosa, o divino que la ha hecho, y sólo secun-
sea, la esencia de algo, y la idea, es de- dariamente con el intelecto humano
cir, el enunciado mental correlativo que ha de conocerla. En este caso, es
a ella. Por eso, se denomina también decir, en el plano ontológico, la ver-
correspondentia o convenientia entre dad del ente es a. rei et Intellectus o ad
ambos. En general, se puede afirmar Intellectum.
que los escolásticos han usado estos En la Modernidad, la a. fue en-
tres términos como equivalentes, si tendida de diversos modos: por ej.,
bien posteriormente, algunos auto- se puede dar como verdad lógica, en
res ya modernos reservaron la palabra virtud de la previa correspondencia
que nos ocupa sólo para el caso del de la esencia de la cosa con la “ra-
grado superior y último del conoci- zón universal”, o –como sucede en
miento, en el que todos y cada uno el idealismo moderno– se puede dar
de los elementos de la noción de un por la tesis del primado de lo trascen-
ente son conocidos distintamente. dental sobre lo ontológico, todo lo
La a. rei et intellectus es la clásica cual va confiriendo al término signi-
definición escolástica de verdad y co- ficados distintos del que propiamen-
te se le asignaba en la Edad Media.
addere 44

addere. Cf. adiunctum. En los textos umbra, in fine), a través de la intelec-


filosóficos de la Edad Media, el aña- ción de su universo. Así, se ha habla-
dir se entiende en sentido lógico-me- do del intellectus adeptus como del in-
tafísico. En este orden, se habla, por telecto humano en su máxima reali-
ej., de la diferencia específica que se zación, como se lee, por ej., en Gior-
añade al género. Ahora bien, se han dano Bruno.
considerado, en particular, los casos
adesse. Cf. abesse.
en los que no se puede dar adición.,
ya sea de facto ya sea de iure. Ellos son: adiacens. En una proposición, se lla-
1. el de los seres que por su naturaleza ma a. al término constituido por el
la excluyen, por ej., dado un animal verbo esse, empleado en su senti-
irracional, no se le puede añadir el do pleno de “ser” o “existir”, o bien
entendimiento; 2. el de aquellos cuya utilizado como cópula acompañada
naturaleza no la exige, por ej., el con- por un adjetivo. En el primer caso,
cepto y el género –en sentido tanto se tiene una proposición de secundo
lógico como metafísico– del animal, adiacente, como en ‘lux est’, “la luz
puesto que, en cuanto tal, no requiere existe” o “hay luz”; en el segundo, se
tener entendimiento ni tampoco no tiene una proposición atributiva de
tenerlo. Esta distinción deriva en otra tertio adiacente, como en ‘lux est bona’,
de fundamental importancia en el te- “la luz es buena” (véase de inesse).
rreno metafísico. En efecto, los esco-
lásticos han indicado que, en el pri- adiective. Cf. substantive.
mer sentido, el esse sine additione es adiectivum. Cf. substantivum.
el Ser divino; en el segundo, esse sine
additione es el esse commune. adiunctum. Se puede encontrar tam-
bién con la grafía addiunctum (véase
addiscere. Tiene el significado de addere). Su sentido más general es el
aprender, pero en cuanto a añadir a de añadido; más específicamente, lo
lo que ya se sabe. Por eso, es térmi- que, siendo extrínseco a algo, se su-
no importante de la pedagogía me- ma a ese algo. Por eso, supone la
dieval. En este orden, los escolásti- receptio subiecti, aunque no se identi-
cos consideraron la intervención de fique con el sujeto del que se trate ni
las pasiones en el proceso de a. Así, forme parte de su esencia, como su-
sostuvieron, entre otras cosas, que el cede con los accidentes y aun con el
dolor intenso impide tal proceso, pe- proprium (véase). De hecho, la capa-
ro el amor al conocimiento y el pla- cidad de reír, que se “añade” a la esen-
cer que de él se deriva lo promueven, cia del hombre como proprium de és-
así como el a. contribuye a retener la te, no es el hombre mismo, aunque él
atención del animus para no entregar- pueda “recibirla”, cosa que no ocurre,
se completamente a la tristeza. por ej., con el árbol, a menos que se
adeptio. Término propio de la tradi- hable metafóricamente.
ción del aristotelismo medieval y re- En la última Edad Media, se esta-
nacentista, y, especialmente, del ave- blecieron los siguientes distingos al
rroísmo, con él se designa una “ad- respecto: 1. a. proprium, que responde
quisición” suprema del hombre: la a la definición de este último término;
unión con Dios en su sombra (véase 2. a. commune, que compete a mu-
45 admissio

chos, como la vida respecto del ani- pintura; en el segundo, no se concibe


mal y del hombre; 3. a. necessarium, la voluntad de infligir sufrimientos.
que es el que deriva de la esencia del su- En otros términos, el asombro propio
jeto; por el contrario, el a. contingens, de la a. puede derivar en adhesión, si
es aquel sin el cual la cosa de la que despierta existimatio; o en rechazo, y,
se trata puede subsistir como tal cosa; entonces, suscita despectio. Es desde la
4. a. separabile, que es el que se puede conciencia de este carácter axiológica-
sustraer al sujeto sin que éste se altere mente neutro que se ha de leer el cé-
no sólo en su esencia sino tampoco en lebre pasaje agustiniano de Conf. X,
su particularidad, como el manto en donde el Hiponense insta a concen-
el hombre; en cambio, a. inseparabile trar la atención en el tema del alma
es aquel sin el cual no se puede dar el humana por su profundidad y com-
mismo sujeto, como la blancura natu- plejidad, pero no está haciendo sin
ral de la nieve; 5. a. perficiens, que es más una apología de ella.
el que se sobreañade, perfeccionándo- El término que nos ocupa cobra un
la, a la esencia de la cosa, como la sa- nuevo valor en el siglo XII, especial-
biduría en el hombre, al contrario del mente entre los místicos especulati-
a. destruens, como el vicio. También vos y, en particular, en Ricardo de San
se ha hablado de 6. a. affirmativum, Víctor. En efecto, este autor tiene en
como todo hábito que efectivamen- gran estima el papel de la a. en la con-
te agrega una perfección al sujeto, o templación, al punto de sostener que
de a. negativum, como toda forma la intensidad de la admiración provo-
de privación, por ej., la ceguera en el ca el excessus mentis (véase excessus).
hombre. Está caracterizada por dos notas: la
Respecto del carácter corruptible novedad y el carácter inesperado de
del a., se consideró que la corrupción su objeto. Ambos despiertan en el al-
de éste puede tener lugar 1. por la del ma una atención mayor que le per-
sujeto al que se añade; 2. por la desa- mitirá acceder a un conocimiento
parición o remoción de su causa efi- más pleno; de ahí que Ricardo de San
ciente; 3. por la intervención de los Víctor aúne los términos revelatio y
contrarios. revelationis admiratio (cf., por ej.,
Benj. Maj. I, 4, 67; In IV grad. viol.
admiratio. Tanto los autores del pe- car., 37).
ríodo patrístico como los del escolás- Durante la Escolástica del siglo
tico designaron con este nombre la XIII, se retomó una perspectiva más
reacción de estupor que suscitan las naturalista sobre el tema, subrayán-
cosas cuyas causas o naturaleza se ig- dose el hecho de que la a. procede de
noran. En principio, la noción que la noticia de algo que excede la capa-
nos ocupa se asocia con lo pasmoso, cidad o el poder humanos. Por otra
esto es, lo que los griegos denomi- parte, también fue frecuente poner
naron “deinón”. Por tanto, no impli- en ella el principio de la filosofía (cf.
ca necesariamente un signo positivo S. Th. I-II, q. 41, a. 4). Véase también
o negativo: de hecho, tanto un cua- timor.
dro excelso como un sofisticado ins-
trumento de tortura pueden desper- admissio. La “admisión” es térmi-
tar a., ya que, en el primer caso, pue- no muy frecuente en la mística bona-
de no comprenderse la técnica de la venturiana, en la que alude a la gracia
admonitio 46

que Dios concede al alma, elevándo- tría, ya que los gentiles se volvían ha-
la hasta Él. cia oriente para adorar al sol, según el
testimonio de Ez. 8, 16.
admonitio. Voz que se puede tradu-
cir por las de “anuncio”, “recuerdo” o adseitas. Esta noción pertenece al or-
“amonestación”. En los dos primeros den lógico y señala la condición de
sentidos, este término latino apare- estar algo ordenado o referido a sí
ce en Agustín de Hipona, para quien mismo, y no a otra cosa. No ha de
la a. está relacionada con la memo- confundir, pues, con la aseitas (véase),
ria Dei (véase). En efecto, el anhelo concepto que concierne al plano me-
de verdad eterna y de felicidad infi- tafísico.
nita que subsiste en toda alma huma-
adulatio. En general, los autores
na es una suerte de pauta o invitación
medievales opusieron a la adulación
que Dios dirige al hombre para que
la detractio (véase), al tiempo que la
éste vaya a su encuentro, ya que cuan-
vincularon con la laudatio o alaban-
do el hombre busca tal verdad y tal
za. Más aún, se ha notado que la a.
bien, es a Dios mismo a quien busca,
es un vocablo compuesto por las mis-
a ese Dios que, en silencio, habita en
mas letras que “laudatio” pero or-
lo profundo de su alma. De ahí que
denadas de modo perverso. De he-
el hiponense dijera: “Admonitio au-
cho, se consideró la adulación como
tem quaedam, quae nobiscum agit, ut
una forma de alabanza errada, por-
Deum recordemur, ut eum quaeramus
que no respeta las leyes que le han si-
[...] de ipso ad nos fonte veritatis ema-
do asignadas. La primera de ellas, se-
nat” (De beata vita IV, 35).
ñala Gregorio Magno, es la que signa
En cambio, en la Escolástica, en los
su misma condición de pecado de la
escritos de Tomás de Aquino, la pala-
lengua: toda alabanza es peligrosa, ya
bra que nos ocupa asume el significa-
que, quien la recibe puede caer en la
do de amonestación proferida de un
soberbia, y quien la otorga usurpa un
hombre a otro, con el fin de que este
derecho divino; sólo Dios es legítimo
último perfeccione su vida moral (cf.
dador de loas (cf. Mor. XXII, 7-8, 14-
por ejemplo, S. Th. II-II, q. 33, a. 7).
19). Sobre esta base, cuyo rigor la ha-
adoratio. Compuesto de ad-oratio, la cía aplicable sólo en contexto monás-
adoración se entendió como la forma tico, la a. mundana se entendió co-
de culto sólo debida a Dios. Se opone mo un exceso de alabanza que, des-
directamente a la idolatria por el ob- de la peligrosidad, llega a la ilegitimi-
jeto de esta última, ya que en la ido- dad moral.
latría se rinde culto no a Dios sino a Muy pronto en la Patrística se con-
cualquier criatura. Por otra parte, es- sideró la adulación como una alaban-
tá próxima a la veneratio (véase) pe- za falsa, introduciendo así en primer
ro no se confunde con ella en virtud plano el criterio de verdad para dis-
de la exclusividad que tiene Dios co- tinguir entre una y otra. La mayor
mo objeto de la a. Los teólogos me- autoridad al respecto es la de Agustín
dievales insistieron en la menciona- de Hipona, quien subraya la intentio
da oposición; por ej., justifican la a. fallendi del adulador. La gravedad de
hebrea a Dios vuelta hacia occidente su falta concierne, pues, al engaño;
con el solo objeto de excluir la idola- la suya es una lingua dolosa (cf. En.
47 aedificatio

in Ps. 5, 12; 39, 26; 119, 4; 123, 6). adversa. Son los términos mutua-
A partir de esas afirmaciones del hi- mente contrarios referidos a un mis-
ponense la adulación queda adscrip- mo subiectum o que pueden inherir
ta a la mentira. Siempre en esta línea, en él (véase contraria).
Alain de Lille pone el acento en la fal-
adversus. Como adverbio, se suele tra-
sedad hipócrita del adulador que ha
ducir por “contra”, pudiendo encon-
separado la lengua de la mente y la
trarse también en la forma adversum,
palabra del alma, celebrando con ala-
aunque es menos usada. Expresa la
banzas externas a quien desprecia en
idea de oposición o, mejor aún, de
su corazón (cf. De planctu).
respuesta o comparación con algo,
En la madurez de la Escolástica se
por ej., una tesis que no se compar-
analizaron las especies de la a.: loa del
te. Por eso, aparece en los títulos de
mal, del bien inventado y del bien
obras polémicas, como ocurre con su
exagerado. Por su parte, Rodolfo Ar-
casi sinónimo contra (véase). Con to-
dente añade a la alabanza falsa y exce-
do, este último, que expresa una opo-
siva estas otras especies mediante las
sición más nítida y frontal, es más usa-
cuales se puede considerar adulación:
do en la Escolástica, mientras que en
1. la indigna, por tener por objeto la
el Renacimiento se tiende a preferir a.
riqueza, el ingenio, la fuerza, etc.; 2.
Ejemplo de ello es el A. Astrologiam
la nociva, proferida con el fin de ens-
divinatricem de Pico della Mirando-
oberbecer al destinatario; 3. la intem-
la. Cabe notar que esta diferencia de
pestiva, que alaba al que apenas se ha
matiz concierne a las voces mismas a.
iniciado en el camino de la virtud y
y contra, independientemente del ca-
podría contentarse con lo ya hecho;
rácter y contenido de las obras en cu-
y 4. la vana, que es la gratuita o in-
yos títulos intervienen.
motivada (cf. Spec. univ. XIII, 48; De
vera laude 172). De este modo, se aña- aedificatio. En primer lugar, la idea
de el elemento intencional del adula- de æ. es veterotestamentaria y respon-
dor y, a partir de este enfoque, para de a la construcción del Templo. En
que se pueda hablar de a. será esencial el Nuevo Testamento, en cambio,
la intención non recta de quien la pro- se subraya su sentido figurado y co-
fiere. Se va diluyendo así en el análi- bra, desde las cartas de San Pablo, ca-
sis moral el componente de la menti- da vez mayor importancia como con-
ra para cobrar preeminencia la inten- cepto en la vida cristiana. Así, el senti-
ción de complacer non propter Deum do de æ. fue llegando a la noción mo-
sino por motivos mundanos. Esto se derna de edificación moral. Si bien
consagra en Juan de la Rochelle (cf. los autores medievales consideraron
Summa de vitiis 111) y se confirma en que ésta se puede dar a través de los
Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II, q. ejemplos de una conducta virtuosa,
115, a. 1). La a. es reputada pecado lo cierto es que quedó más asociada
propio del ambiente cortesano y son con la palabra, hasta convertirse en
penetrantes al respecto las observa- virtud por excelencia de la conversatio
ciones de Juan de Salisbury (cf. Policr. (véase), como señala Tomás de Aqui-
1). Pero también se la ha considerado no en Contra impugnantes Dei cultum,
frecuente entre intelectuales y prosti- 5. En virtud de esa vinculación con el
tutas. habla, la æ. se opone directamente al
aegritudo 48

verbum otiosum o vaniloquium (véa- representación visible –que es precisa-


se), es decir, a aquella palabra que no mente el æ.– la invisible infinitud de
redunda en ningún bien, ni para el la verdad. Por otra parte, habla el car-
que habla ni para quien escucha. denal de una verdad siempre inacce-
sible sólo reflejada en la imagen enig-
aegritudo. Voz que alude tanto a una mática. Así pues, el vocablo que nos
dolencia del cuerpo como del alma. ocupa no tiene en el universo cusa-
En el primer caso, significa el sufri- no el sentido de “acertijo”, sino que es
miento corporal propio de una en- más bien una construcción del hom-
fermedad, razón por la que se asimi- bre, en cuanto segundo dios, median-
la a morbus. Es en el segundo signifi- te la cual él puede desvelar la verdad,
cado como aparece con más frecuen- aunque siempre de manera negati-
cia en los textos filosóficos medieva- va. Considera Nicolás que los enig-
les. En este sentido, señala un dolor mas más aptos son las figuras geomé-
anímico opuesto tanto a la alegría co- tricas desvinculadas de la cantidad:
mo al deseo del animus. Por esta ra- pensarlas en lo infinito permite vol-
zón, constituye una de las principales ver visible de algún modo lo infinito
y más frecuentes formas de la tristitia simpliciter (cf. De docta ign. 33; De
(véase); más aún, a. se utiliza algunas Ber. 1 y 53). Si bien el Cusano desta-
veces como sinónimo de tristitia. Así ca el uso enigmático de los entes ma-
pues, la æ. no es una pura privación temáticos, también son considerados
sino que indica un desorden: el de los con este uso algunos vocablos (véase
humores inordinate dispositos. possest, non aliud) y otras creaciones
aemulatio. La emulación es la imita- humanas como los juegos (cf. De lu-
ción que se hace de la conducta o ac- do globi I).
tividad de otra persona, cuya excelen- aequabilitas. Se designa con esta pala-
cia se pretende igualar o superar. Tie- bra la constancia y la ecuanimidad del
ne, pues, una connotación moral y alma. Así, muchas veces se la emplea
pedagógicamente positiva. Aun cuan- para traducir la euthumía griega. Aun-
do en la actualidad, vulgarmente, se que está relacionado con aequalitas
la suele confundir con la envidia (véa- (véase) no se ha de confundir con es-
se invidia), los autores medievales su- ta última voz.
brayaron la distinción entre estos dos
conceptos. aequale. En sentido propio, el térmi-
no sólo se refiere a la cantidad. Cuan-
aenigma. Además del significado la- titativamente hablando, lo igual es
to de enigma como algo a descifrar causa de la igualdad (véase aequalitas).
arduamente, este término presenta Formalmente, en cambio, es al revés:
un sentido filosófico particular en el algo es igual a otra cosa por la igual-
vocabulario de Nicolás de Cusa. Es- dad. Pero, en sentido amplio, también
te autor resignifica la cita escrituraria se ha utilizado este vocablo y sus deri-
“per speculum et in aenigmate” a partir vados para aludir a la semejanza en lo
de dos elementos: por una parte, su que es más o menos grande o intenso;
concepción de la humana mens como así, se dice, por ej., de dos personas
imagen de Dios. Al serlo, para el Cu- que se aman “aequaliter”. El ejemplo
sano, ella tiene un poder cognoscitivo es de Ockham (cf. Exp. Aurea 60b).
capaz de medir en sí, a través de una
49 aequilibrium indifferentiae

aequalitas. La a. se fundamenta en libre albedrío y que concierne espe-


la unidad de cantidad; por eso, es cíficamente a cierto grado de lo que
la proporción que se establece entre los escolásticos denominaron libertas
aquellas cosas que tienen la misma indifferentiae. La libertad basada en el
cantidad. Toda cantidad, sea mate- equilibrio de la indiferencia se define
mática o física, tiene, por definición, como una fuerza activa por la que la
el elemento de la relación de partes. voluntad, una vez dados todos los re-
Ahora bien, cabe hablar de esta re- quisitos para actuar, puede actuar o
lación únicamente si se acepta una no, hacer esto o aquello. Por eso, pa-
suerte de “término base” que, en este ra los autores mencionados, el libre
caso, sólo puede ser la unidad. Efec- albedrío no se funda en un equilibrio
tivamente, es en relación con la uni- de razones o impulsos opuestos tal
dad que hay æ. entre dos extremos, que haría imposible la opción y de-
cuando uno no tiene más ni menos cisión, sino en el dominio activo del
unidades que el otro. De esta ma- propio acto que, así, no es determi-
nera, en el concepto de igualdad, es nado por causas extrínsecas ni intrín-
fundamental el de privación, puesto secas (cf. Tomás de Aquino, C.G. II,
que, en la consideración de dos tér- c.47; In II Sent., d. 23, q. 1, a. 1). Sin
minos, la noción de a. parte siempre embargo, hacia fines del siglo XIII,
del no tener o no ser uno de ellos más Buridán planteó lo que se conoce co-
ni menos que el otro. mo la imagen del “asno de Buridán”.
Pero no solamente hay a. en cuanto Dicha imagen señala que un asno,
a la extensión. También puede darse, ante dos alimentos igualmente dis-
en el plano moral, como igualdad de tantes y atractivos, moriría de ham-
equiparación y de proporción, es de- bre, precisamente por ser incapaz de
cir, a. quantitatis y a. proportionis. La optar entre términos opuestos y to-
primera se requiere en la justicia con- talmente equilibrados (cf. In Eth. III,
mutativa; la segunda, en la distributi- qq. 1-4).
va (véase iustitia). Y aun cabe hablar Cabe destacar que, en la Moderni-
de æ. en el plano del alma; en efec- dad, los filósofos racionalistas se in-
to, allí se puede afirmar, por ej., que clinaron a aceptar el planteo de Buri-
una potencia es igual a otra en jerar- dán en contra de la mayoría de los es-
quía, como el intelecto y la voluntad, colásticos, considerando que el equi-
en cuanto que ambas son igualmente librio de la indiferencia no implica
necesarias para el alma racional. Por más que una insuperable y fatal in-
último, hay a. entre potencia y obje- decisión (cf., por ej., Leibniz, Teodi-
to: toda potencia “iguala” a su obje- cea III, 35). De este modo, parece-
to, en el sentido de alcanzarlo y con- ría que muchos racionalistas hubie-
venir con éste; de lo contrario, se tra- ran interpretado la indeterminación
taría de un potencia frustra. del a.i. de los escolásticos no como
Para los nominalistas, la æ. no es una de las condiciones para el ejer-
ni un absoluto ni una relación sino cicio del libre albedrío, sino como li-
la afirmación de algo que se da en lo mitación –y aun como imposibili-
concreto. dad– para que el mismo se lleve a ca-
bo (véase liberum arbitrium).
aequilibrium indifferentiae. Expre-
sión que se relaciona con el tema del
aequiparantia 50

aequiparantia. Indica un tipo de re- so, es decir, en el de la confrontación


lación: aquella en la que la referen- entre dos proposiciones subalternas,
cia mutua de dos términos tiene pa- la operación de a. no se puede verifi-
ra ambos el mismo sentido y se ex- car si ambas son particulares. En efec-
presa con el mismo nombre; así, la to, nótese que, si la negación se pone
hermandad entre dos seres huma- antes del sujeto, una de esas proposi-
nos, Juan y María, es una relación ciones se convierte en universal y por
de æ. Su correlativo opuesto es la ello no podrá ser nunca equipolente a
disquiparantia, que alude al tipo de la otra que sigue siendo particular.
relación en la que la mutua referencia
aequitas. Dos son los planos en los
de dos términos tiene distinto senti-
que se puede encontrar aplicado es-
do para cada uno de ellos, y se ex-
te término durante la Edad Media: el
presa en forma diferente, por ej., en-
ético y el jurídico. En el primero, se
tre maestro y discípulo hay una re-
llama a. a la voluntad recta de un su-
lación de disquiparantia (véase rela-
jeto moral, por la cual se procura dar
tio 3.1). La grafía de estos vocablos
a cada uno lo suyo y no dañar a na-
puede cambiar, sobre todo, en la úl-
die. En el segundo, y en general, la
tima Edad Media, y escribirse como
equidad indica una norma del dere-
“aequiperantia” y “disquiperantia”.
cho y las costumbres. En el Derecho
aequipollentia. La equipolencia es medieval señala una mitigación de la
una de las propiedades relativas que severidad de algunas leyes, en virtud
pueden asumir dos proposiciones al de circunstancias atenuantes.
ser confrontadas. Consiste en la iden-
aequivalens. La noción de equiva-
tidad de significado entre dos enun-
lente aparece en el vocabulario de
ciados que, teniendo el mismo sujeto
los temas relativos a la iustitia (véa-
y predicado, son diferentes en la for-
se), puesto que ésta está referida, en-
ma. La a. se puede dar en los siguien-
tre otras cosas, a la igualdad. Se usó,
tes casos: 1. Al confrontar dos propo-
en especial, para aludir al debitum del
siciones contradictorias, “Todo S es
hombre para con Dios y señalar, en
P” y “Algún S no es P”: en este ca-
este orden, que para con Él no cabe
so, hay a. poniendo la negación de-
compensación e., ya que los hombres
lante del sujeto; así, “No todo S es P”
no pueden darle lo justo en su estric-
es “equipolente” a “Algún S no es P”.
to sentido. Precisamente por esta ra-
2. Es posible establecerla también al
zón, la ley divina no se llama “ius” si-
confrontar dos proposiciones contra-
no “fas” (véase) en cuanto lo sagrado.
rias, “Todo S es P” y “Ningún S es P”;
hay æ. si se pone la negación después aequivocatio. Sofisma que se apoya
del sujeto: “Todo S no es P” se vuelve o bien en el diverso significado de los
equipolente a “Ningún S es P”. 3. Se homónimos, o bien –con mayor fre-
puede establecer en dos proposicio- cuencia– sobre la definición incom-
nes subalternas: “Todo S es P” y “Al- pleta o errada de una palabra. Ejem-
gún S es P”; entonces, se produce a. plo del primer caso es: “Todos los ca-
poniendo la negación antes y después bos penetran en el mar”, por tan-
del sujeto: “No todo S no es P” resul- to, “Todos los restos de vela pene-
ta “equipolente” a “Algún S es P”. Pe- tran en el mar”. Ejemplo del segun-
ro cabe agregar que, en el último ca- do caso es: “Todos los pescadores
51 aestimativa

matan peces”, pero quienes matan voco propiamente dicho, señala el


son asesinos; luego, “Todos los pes- término que se dice de cosas diver-
cadores son asesinos”. Pedro Hispa- sas sólo por casualidad; el segundo in-
no la divide en tres especies: la pri- dica el término que se dice de cosas
mera es el equívoco que proviene ex que, a pesar de su diversidad, tienen,
significatione, que es el más frecuen- no obstante, una cierta relación “ad
te y algunos de cuyos ejemplos posi- aliquid unum” (véase analogia). To-
bles se acaba de proponer; la segun- más de Aquino aborda el tema en S.
da es el que proviene ex transumptione Th. I, q. 13, a. 10 ad 4.
(véase transumptio), donde se to-
aestimatio. Antiguamente, en el
ma una misma palabra en dos con-
mundo jurídico, aestimare significó
textos, uno literal y otro metafórico;
fijar soberanamente el precio de una
la tercera es el equívoco que provie-
cosa; e indicó también el determinar
ne del compuesto con más de un sig-
un castigo o una multa. En el lengua-
nificado posible. Ejemplo de este úl-
je filosófico medieval pasó a señalar
timo caso es el término immortale,
un juicio. El efecto, la estimación es
ya que alude tanto a lo que puede no
un juicio por el que se ponderan dos
morir como a lo que no puede mo-
o más subiecta y se determina cuál de
rir. Así se expresa Pedro Hispano (cf.
ellos supera cuantitativa o cualitati-
Sum.Log. 7, 10-15). Sobre las huellas
vamente al otro u otros; de ahí que
de Boecio, Duns Escoto se refiere a
se exprese en proposiciones que sue-
esta noción en Phys.I, q.7, n.4. Por su
len contener términos como potius,
parte, Ockham escribe que la a. no
maxime, etc.
concierne a los conceptos sino sólo a
las palabras habladas o escritas (cf. In aestimativa. En los seres dotados de
III Sent., q.9 f). vida animal, la ae. es uno de los senti-
dos internos. Su función es la de regis-
aequivocum. Contrario a univocum
trar las intentiones –de las que los sen-
(véase), se denomina “equívoco” el tér-
tidos externos no pueden dar cuenta–
mino que se afirma de varias cosas,
según las cuales algo es captado como
con un significado distinto en cada
beneficioso o nocivo para la conserva-
caso. Los nominalistas lo expresan di-
ciendo que, para que un término sea ción del propio ser. Se trata, pues, de
æ., no basta la pluralidad de signifi- cierto instinto natural que comparten
cados; se requiere que haya unidad los animales y el hombre, y que es ne-
de signo y diversidad de conceptos. cesario para la constitución de la po-
Así, en español, es equívoca la palabra tencia apetitiva. En efecto, para diri-
“llama”, en cuanto que, con el mis- girse a algo en cuanto apetecible, ese
mo signo, puede referirse a un ani- algo ha de ser previamente percibido
mal, o al fuego, o a la acción de invo- o “estimado” de modo natural y es-
car. Agustín, por ej., subraya el carác- pontáneo como beneficioso en cierto
ter de términos equívocos que tienen grado y manera. A ello está ordenada
los homónimos (cf. Contra Iul. opus la ae. que, a su vez, requiere de los da-
imp. 2, 51). tos aportados por los sentidos exter-
Los escolásticos distinguen el ae. nos (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I,
a casu o pure ae. del ae. a consilio o q. 78, a. 4 c). Así, en virtud de la æ.,
analogum. El primero, que es el equí- la oveja elude naturalmente al lobo y,
aetas 52

con la misma naturalidad, se dirige a ca entre lo increado y lo creado; en


la hierba. También por ella el hombre lo creado, se debe tener particular-
huye de las fieras. mente en cuenta, además, la idea de
finitud. Tal heterogeneidad impone
aetas. Voz con la que se indica cada al hombre, que sólo tiene experien-
uno de los períodos temporales en los cia del tiempo, aludir a lo eterno en
que se divide la vida. Los autores me- términos puramente analógicos. Así
dievales las diferenciaron en: infantia, lo hace, por ej., Agustín, al referirse
pueritia, pubertas, adolescentia,æ.virilis a Dios: “Anni tui omnes simul stant...”
y senectus. Con todo, también se ha (Conf. XI, 13).
utilizado para señalar un período his- Descartadas en la noción de eter-
tórico, es decir, un tramo en la vida nidad las de sucesión y límite, que-
de la sociedad humana. da como nota saliente de lo eterno la
aeternitas. La noción de eternidad conjunción de dos atributos: totali-
está relacionada con las de duración, dad y puntualidad. Así, según la cé-
tiempo y permanencia. Si se abstrae lebre definición de Boecio, la ae. es
de la idea de duración el aspecto cua- “interminabilis vitae tota simul et
litativo de la dureza y se margina el perfecta possessio” (De cons. philos. V,
cuantitativo del extenderse, se enten- prosa VI), es decir, una vida infinita
derá que la eternidad es un tipo de poseída totalmente en un punto, en
duración total, en la que la cosa sub- cuanto que no discurre, recogiendo
siste toda ella en sí misma y, en vir- o desarrollando en la sucesión el ser
tud de su perfecta solidez ontológi- que le compete, como sí lo hace, en
ca, permanece en la totalidad de sus cambio, el ente creado.
determinaciones. La permanencia de Al llegar a Tomás de Aquino, la teo-
todas éstas indica, a la vez, que en la ría de la ae. adquiere una sistematiza-
eternidad se da una duración simul- ción metafísica, en la que convergen
tánea. En cambio, la duración del los motivos de la especulación agusti-
tiempo es parcial y sucesiva, porque niana con las notas propias de la raíz
en ella la cosa no subsiste en su in- aristotélica de su doctrina. En el Aqui-
tegridad sino que va pasando de una nate, que acepta la ya consignada de-
determinación a otra, a la manera de finición boeciana, la ae. se infiere de
un fluir. Por eso, la eternidad en sen- la actualidad pura de Dios. Por ello,
tido estricto sólo corresponde a Dios, su carácter esencial es la identidad
cuya “duración” propia está exenta permanente y puntual, mientras que
de sucesión; es más, se puede hablar la diferencia primaria que la distin-
de “duración” en Él únicamente por gue del tiempo es la simultaneidad.
analogía. En este sentido, cabría de- De este modo, según el pensamiento
cir que, así como Dios conoce intem- tomista, la carencia de principio y fin
poralmente la duración temporal, el en lo eterno resulta secundaria, pues-
hombre conoce temporalmente –lo to que aun cuando el tiempo durase
cual no significa que se imagine– la desde siempre y para siempre, inter-
duración intemporal. minablemente, se trataría de un fluir
La diferencia entre el tiempo y lo sucesivo en el que, en última instan-
eterno es, en último análisis, expre- cia, se podrían señalar un principio y
sión de la heterogeneidad ontológi- un fin, considerando ad libitum algu-
53 affabilitas

na parte de su continuidad (cf. S. Th. notas esenciales: 1. si bien señala per-


I, q. 10). En otras palabras, aunque el manencia en el ser sin corrupción na-
tiempo fuera infinito, seguiría siendo tural, no dice inmutabilidad abso-
sucesión y, por tanto, al no darse la si- luta; 2. aunque indica una duración
multaneidad en él, no cabría, enton- sin término natural, supone también
ces, hablar de ae. ni calificarlo de eter- un origen o principio; 3. correspon-
no: “tiempo eterno” es una contradic- de únicamente a los entes contingen-
ción en términos. tes, vale decir, a los que no tienen en
Hay que apuntar, por último, que sí mismos su razón de ser y, por con-
la heterogeneidad de las dos duracio- siguiente, la de su permanencia en él:
nes se diluye en el pensamiento de he ahí por qué el evo puede tener fin.
Ockham quien está más interesado Así pues, lo eviterno dista del tiem-
en la relación misma tiempo-eterni- po y de la eternidad como el medio
dad. En primer lugar, Ockham insis- de los extremos: de él no se puede
te en que la eternidad no es una rea- afirmar que es equiparable a lo eter-
lidad que se encuentra en Dios y que no, especialmente, por la primera no-
oficiaría de medida de su duración, ta apuntada. Pero tampoco se puede
ya que Él es absolutamente inmenso decir que está en el tiempo, ya que és-
e inconmensurable (In II Sent., q. 13 te es la medida del movimiento según
g). En segundo término, subraya que lo anterior y posterior, lo que impli-
Dios coexiste con todos los momen- ca sucesión continua, y en lo eviter-
tos de la creación por la totalidad de no hay sucesión real pero no conti-
su ser; más aún, no puede no coexis- nua. En efecto, en las operaciones
tir con ellos. propias de la naturaleza de lo eviter-
Respecto de la polémica escolástica no no existe diferencia entre pasa-
sobre la eternidad del mundo, véase do y futuro; de ahí que se diga que
mundus, in fine. es inmutable, pero no absolute, pues-
to que la eviternidad (véase aeviterni-
aeviternitas. Con este neologismo se tas) presenta una inmovilidad esen-
ha designado la condición de los se- cial, unida a la movilidad accidental.
res, por eso llamados “aeviterni”, in- Por eso, Tomás de Aquino, por ej., es-
termedia entre el tiempo y la eterni- cribe que ae. implica “quaedam aeter-
dad (véase aevum). Tales seres presen- nitatis participatio” (S. Th. I, q. 10,
tan el doble carácter de no cambiar a. 5; cf. también Quodl. V, q. 4, a. 1).
sustancialmente pero, a la vez, estar Cf. coaevum. Ockham niega este con-
sujetos a cambios potenciales o acci- cepto en virtud de haber desdibuja-
dentales. Así, la eviternidad se con- do la heterogeneidad entre tiempo y
sideró propia de los cuerpos celestes eternidad (véase aeternitas, in fine); de
–concebidos en la Edad Media con ahí que llegue a decir “A. nihil est” (In
un ser sustancial inmutable, pero so- II Sent., q. 13 g).
metidos a cambios de lugar– y de los
ángeles que mutan en cuanto a las affabilitas. La afabilidad se fun-
operaciones que llevan a cabo. da en el carácter naturalmente so-
cial del hombre. Se entiende como
aevum. Es la duración permanen- el buen orden en las relaciones or-
te propia de los entes incorruptibles. dinarias de los hombres con sus se-
Se distingue de la eternidad por tres mejantes, lo cual impone observar,
affectio 54

tanto en los hechos como en las pa- del acto libre en cuanto tendencias.
labras, las reglas del decoro. La a. es Como tales, son algo que le aconte-
justamente la virtud especial que se ce a la voluntad. Ésta tiene dos incli-
atiene a ese orden. Se la ha llamado naciones fundamentales: la rectitud
también amicitia sobre la base de una y la felicidad, a la que a veces llama
distinción establecida por Aristóteles beatitudo, y otras commodum. Precisa-
en Eth. Nic. IV, 6, 5. Allí el Estagiri- mente, el mal moral, para Anselmo, se
ta habla de la amistad particular, es- ha de caracterizar negativamente, ya
to es, la que consiste principalmente que consiste en preferir el commodum
en los afectos con que se ama a otra de la espontánea inclinación de las
persona, pero también se refiere a la affectiones a la rectitudo que la misma
amistad general, que es la que se ob- voluntad está llamada a conservar; se
serva en la cortesía y cordialidad en el trata, pues, de una defección de esta
trato con los demás. Entre los hom- última (cf., por ej., De lib. arb. 5, De
bres, añaden los escolásticos, ha de casu diab. 8).
reinar naturalmente la a., o sea, una Los místicos especulativos del siglo
cierta amistad general, como se lee XII –los victorinos, en particular– se
en Eclo. 13, 19: “Todo animal ama encargarán de ligar definitivamente
a su semejante”. Consideraron, pues, este término a lo que hoy se denomi-
que es propio del hombre virtuoso el na “vida afectiva”, sin vincularlo tan-
ser agradable en la convivencia; más to con la vida moral. Ricardo de San
aún, es un deber exigido por la justi- Víctor, por ej., opone dialécticamen-
cia, como ya había señalado Macro- te la a. a la ratio, y dice: “ratio, qua
bio (cf. In Somn. Scip. I, 8). discernamus, a., qua diligamus” (Benj.
Min. III, 3). Más aún, Ricardo en-
affectio. Proviene de “afficio” cuyo cuentra en las figuras escriturarias de
significado es el de interesar, tener Lía y Raquel los símbolos de la a. y de
efecto sobre algo, y, en sentido pasi- la ratio, respectivamente, subrayando
vo, el de ser afectado por algo. Deno- que ambas –la llama de la inspiración
ta el efecto que un ente puede padecer divina y la luz de la revelación– se
por parte de un agente interno o ex- complementan en la vida contempla-
terno a él. Por eso, la última Escolás- tiva (cf. Benj. Min. IV, 4). En cambio,
tica distingue dos tipos de affectiones cuando, en la literatura victorina, es-
entis: la externa, “quae subiecto advenit te término aparece en plural o bajo la
ob externam causam”, y la interna, “quae forma affectus, hace referencia a cua-
manat a subiecti principiis intimis”. tro movimientos del alma, raíz de los
En el plano antropológico, la a. es, restantes: amor, odio, gozo y dolor.
pues, el resultado de la influencia de Por su parte, Buenaventura vuelve
una determinada “impresión” sobre a un planteo más anselmiano del te-
el alma o el cuerpo. ma, advirtiendo sobre el peligro de las
En la línea del segundo tipo men- affectiones desordenadas y torcidas del
cionado, es frecuente el uso de este alma o, para emplear su mismo tér-
término con el sentido de inclinación mino, obliquae: esto tiene lugar cuan-
natural, dada, espontánea. Con este do el temor no es santo, el dolor es
último significado aparece, por ej., en injusto, la alegría infundada o des-
Anselmo d’Aosta. Para Anselmo, las porporcionada, la confianza presun-
affectiones intervienen en la dialéctica tuosa (cf. affectus, in fine).
55 agens

affectus. Se denomina así el movi- pa o bien affectio indistintamente (cf.


miento que proviene de la facultad Coll. in Haex. VII, 7 y ss.).
apetitiva en el hombre y que acompa-
affici. Alude al ser movido por haber
ña el acto de perseguir lo que se per-
recibido alguna o algunas de las di-
cibe como un bien y rehuir lo que se
versas impresiones posibles; de ahí el
aprehende como un mal, pero no a la
sentido general de “ser afectado” de
pura captación sensible de ambas co-
alguna manera. A su vez, este signifi-
sas en cuanto tales, ya que esto per-
cado explica la necesaria voz pasiva en
tenece a la aestimativa. Así pues, los
que se ha de expresar este verbo.
afectos pueden ser concupiscibles o
irascibles, respectivamente. Los esco- affirmatio. En términos generales,
lásticos hablaron de causas posibles la afirmación es todo acto con el que
de los mismos ya en 1. la cosa mis- el pensamiento dice o sostiene algo.
ma que suscita el afecto; ya en 2. los Desde el punto de vista que hoy se
sentidos y en la conocimiento imagi- denominaría “objetivo”, este término
nativo o intelectivo; dado que, en el alude a la cosa o proposición afirma-
hombre, es por estas potencias que se da. Desde el “subjetivo”, la a. coin-
juzga algo como beneficioso o noci- cide con el iudicium (véase), por en-
vo; ya en 3. la misma facultad apeti- de, se considera también afirmación
tiva, puesto que ella es la que desea o el juicio negativo, en cuanto que toda
rechaza. Pero cabe insistir en que se actividad del pensamiento es un pro-
trata de una suerte de lo que hoy de- nunciarse sobre una cosa determina-
nominaríamos “reacción instintiva” da y, en sentido psicológico y gnoseo-
que no consiste en una deliberación lógico, un afirmar algo. Pero, en su
ni deriva de ella. Por esta razón, los significado más riguroso y técnico, en
afectos son en sí mismos moralmente lógica, se llama a. a la atribución de
indiferentes: una acción vituperable un predicado a un sujeto, mediante
puede estar acompañada, por ej., por la cópula o nexo atributivo; mientras
un a. de alegría o de tristeza, y lo mis- que se denomina negatio a la remo-
mo sucede con una acción virtuosa. ción de un predicado respecto de un
Los escolásticos del siglo XIII, por sujeto. En sentido estricto, entonces,
ej., concentraron su atención, en a. y negatio se oponen contradictoria-
cambio, en las pasiones (véase passio). mente entre sí.
Una de las diferencias más importan-
tes entre éstas y los afectos consiste agens. Indica cualquier ser que ejer-
en que, mientras las primeras cons- ce una acción sobre otro denomi-
tituyen, por así decir, la “materia pri- nado patiens (véase), resultando es-
ma” de vicios y virtudes, los segun- te último de alguna manera y en al-
dos sólo acompañan accidentaliter la guna medida modificado por di-
vida moral. cha acción. Esta transitividad de la
Con una significación próxima a misma es lo que distingue al a. del
esta última utiliza el término Buena- operans, que es aquel ser cuya ac-
ventura, quien cuenta cuatro a.: el te- ción permanece dentro de él, ya que
mor (timor), el dolor (dolor), la ale- es inmanente (véanse actio y opera-
gría (laetitia) y la confianza (fiducia). tio). En la Escolástica, fundamen-
Este autor utiliza la voz que nos ocu- talmente, se aplicó el término a.
al plano metafísico y al de la teoría
agere 56

del conocimiento. En el primero, subrayar la causalidad operante de lo


suele acompañar a la palabra causa; trascendente sobre lo inmanente (cf.
así, los autores medievales denomi- De regno Dei 43, 10 y 11).
nan, aristotélicamente, causa a. a la Por su parte, Guillermo de Oc-
eficiente en el sentido pleno del térmi- kham distingue el a. que produce y
no. En el segundo, llaman intellectus conserva del que produce o crea pero
a. a la facultad que, actuando sobre no conserva, y define este último co-
las representaciones de la sensibili- mo aquel cuya ausencia no implica la
dad, es decir, los phantasmata, vuel- desaparición del efecto: el fuego ca-
ve inteligibles en acto por medio de lienta el agua; una vez producido este
la abstracción las respectivas formas efecto, si el fuego cesa, el agua puede
esenciales percibidas por el intelec- seguir caliente (cf. Quodl. VII, q. 3).
to posible o paciente (véase intellec- El carácter fundamental de esta no-
tus) (cf., por ej., Tomás, S. Th. I, q. ción en la metafísica escolástica ha
79, a. 3). hecho que el término interviniera en
A su vez, el término que nos ocupa varias sentencias a las que se remite.
se ha acompañado de expresiones tales
agere. Actuar se ha entendido en la
como adiuvans, para indicar una cau-
Edad Media en los siguientes senti-
sa eficiente concomitante; disponens,
dos: 1. producir o bien destruir algo;
para señalar lo que predispone a una
2. hacer algo en una cosa; 3. en acep-
acción; principale o perficiens princi-
ción amplia, mover o cambiar. Tal es,
paliter, para aludir al agente princi-
al menos, la caracterización ockha-
pal; perficiens instrumentaliter, pa-
mista de este vocablo (cf. Summa To-
ra referirse al medio o instrumento
tius Log. I, c. 57).
(véase balivus). Sin embargo, la ma-
yoría de estos términos no incluyen aggeneratio. Voz que indica una dis-
con estricta propiedad la noción de tinción escolástica establecida dentro
a. Sí, en cambio, lo hace la expresión del aumento como especie del cam-
a. voluntarium o liberum, que indica bio o movimiento aristotélico (véase
al agente libre, esto es, al hombre en motus). Se trata de la producción de
cuanto actúa indeterminada o libre- una mera parte en una sustancia in-
mente, por contraposición al a. natu- animada; así, por ejemplo, se da una
rale que lo hace determinadamente. aggeneratio cuando el fuego se acre-
Un uso especial asume esta voz en cienta por la incorporación de la ma-
Buenaventura quien distingue tres dera.
causas agentes: la absoluta, es decir,
tantum a. es Dios; la solamente “ac- aggravatio. En general, señala un au-
tuada”, esto es, llevada al acto por mento en el peso. El término perte-
otro, que es toda criatura no racio- nece, pues, primariamente al orden
nal; y la que a la vez es a. y acta, és- físico. Con todo, en la mayor parte
te es el hombre. También llama a. ae- de los casos, se utiliza en sentido fi-
ternum, inmóvil e inmutable, al rei- gurado como a. animi, es decir, como
no de Dios a cuyo imperio está suje- “pesar” o “sufrimiento anímico”. To-
to este mundo. Lo hace precisamente más de Aquino, por ej., la considera
porque en dicho reino está conteni- effectus doloris (cf. S. Th. I-II, q. 35, a.
das las razones causales, esto es, para 8 c y q. 37, a. 2 c).
57 alea

aggregata. Se denomina así el con- algunas artes por su carácter de cono-


junto de entes de la misma espe- cimiento práctico y personal; pero,
cie constituido per aggregationem, es sobre todo, está próxima a la magia
decir, añadidos unos a otros. Ahora natural (véase), aunque es más prag-
bien, si tal yuxtaposición guarda un mática que ésta, por el hecho de ba-
determinado orden, como en el ca- sarse sobre las fuerzas de la naturale-
so de una flota o un ejército, se dice za e intentar dominarlas mediante sus
que sus miembros o elementos son a.; combinaciones. Es de subrayar que
si, en cambio, se añaden en desorden, éstas excluían los encantamientos, la
como en una pila de leños, se los lla- invocación de los demonios, etc. Pe-
ma accumulata. ro, tal como ocurre con los equívo-
cos que sufrió la magia natural, fue
alchimia. La alquimia es de origen cobrando carácter sospechoso, espe-
oscuro y remoto, rastreable en las cialmente, por el secreto que rodea-
obras referidas a ella al período ale- ba la actividad de la a. y por la índo-
jandrino de la cultura griega. Con to- le fraudulenta de algunos de sus cul-
do, se supone que se inició en Egipto. tores. No obstante, en lo que tiene de
Sea de ello lo que fuere, la palabra de- antecedente de la moderna química,
riva de los árabes: de hecho, al-chimia fue apreciada por autores como Ar-
derivó en al-chemica, lo cual dio lugar naldo de Villanova, Alberto Magno o
a la moderna “química”. Se trata de Roger Bacon.
una actividad, mejor aún, una técnica
o una serie de técnicas que apuntaban alea. Voz que designa la suerte, en
a un objetivo básico: la obtención general; y, en particular, los juegos de
de la piedra filosofal; éste era el opus azar. Por ello, no se la ha de confun-
magnum o nigrum de la a. Se suponía dir con ludus (véase). Los escolásticos,
que esta Gran Obra habría de pro- por ej., Tomás de Aquino, siguen a
curar la clave para dos cosas: en pri- Aristóteles, cuando éste incluye entre
mer lugar, conseguir el elixir de la ju- los iliberales, esto es, los que reciben
ventud, que no apuntaba a la inmor- injustamente, a quienes lucran con el
talidad sino a prolongar la vida, per- juego de azar. Los reprueba en cuanto
feccionando el cuerpo y el alma del que quieren aprovecharse de los ami-
hombre; en segundo término, llevar gos con los que juegan. El Aquina-
también a su perfección las poten- te va más allá al sostener que los ju-
cialidades naturales y más puras –las gadores profesionales, es decir, los
quintaesencias mentadas por Rai- aleatores, son avaros, en cuanto que
mundo Lullio– de los metales viles se puede ser avaro también por las
para lograr su trasmutación en oro y ganancias obtenidas a través de me-
plata. Se intentaba alcanzar este pro- dios torpes o injustos, aunque esa co-
pósito en laboratorios, por el método dicia tenga por objeto sumas de di-
de ensayo y error y con la guía de an- nero poco importantes (cf. S. Th. II-
tiguos manuscritos que los alquimis- II, q. 118, a. 8 ad 4). Cabe señalar
tas –o distintas líneas de alquimistas– que, si los tratados de moral en la
atesoraban como la más preciosa tra- Edad Media otorgaban cierta impor-
dición. tancia a este tema, ello obedece al he-
Así, la a. se separa de la scientia por cho de que los juegos de azar consti-
la ausencia de teorización; se acerca a tuían un verdadero flagelo social. De
algoritmus 58

este modo, se prohibió a los soldados, la mera presencia de algo en el espa-


para impedir disputas fatales ocasio- cio, en un ubi determinado.
nadas por las vicisitudes de las parti-
alienatio. Término que aparece en
das, y hasta a los socios del arte de los
la literatura medieval con dos acep-
mercaderes antes de salir de viaje, pa-
ciones muy diferentes: 1. en contex-
ra que no arriesgaran el patrimonio
to lógico; 2. en contexto místico. 1.
de la hacienda. Más aún, las pérdidas
en lógica, se denomina a. a la propie-
en los juegos de azar podían dar lugar
dad de un término mediante la cual
a blasfemias, con lo que se prohibió
su valor de suplencia propia (véase
también que se jugaran en los atrios y
suppositio) se transfiere a un valor de
escalinatas de las iglesias. El más fre-
suplencia impropia o metafórica. Es-
cuente en la Edad Media era el juego
to puede darse en el sujeto o en el pre-
de dados denominado zara, que con-
dicado; son ejemplos, respectivamen-
sistía en arrojar tres dados sobre cu-
te, “Platón debe leerse en griego”, y
yas posibles combinaciones se apos-
“Juan es un asno”. En el primer caso,
taba. Dante lo menciona al comien-
el sujeto “Platón” está tomado impro-
zo del canto VI del Purgatorio en la
piamente por “la obra platónica”; en
Divina Comedia.
el segundo, el predicado “asno” suple
algoritmus. Entre los siglos XI y XII, figuradamente a Juan para calificarlo
sobre bases árabes, se produce un de poco inteligente.
cambio profundo en la arithmetica 2. En el campo de la mística espe-
(véase): se consagran las cifras de esa culativa, el término es empleado en
procedencia, y se introduce el cero. especial por Ricardo de San Víctor.
Estos cambios produjeron un nuevo En este autor indica uno de los mo-
tipo de cálculo denominado precisa- dos, justamente, el más elevado, de la
mente a. De hecho, este término pro- contemplación. Sucede a dos estadios
viene de una variante del nombre de anteriores, la dilatatio y la sublevatio
un autor del siglo IX, Al-Khuwarizmi, (véanse), que constituyen etapas pre-
cuyas obras aritméticas se constituye- paratorias. Mediante la a. cuya con-
ron en referencia insoslayable para la secución no depende de los esfuer-
Cristiandad medieval. zos humanos, el hombre se trans-
porta en el raptus. La a. mentis hace,
alicubi. Esta palabra y, más precisa- pues, que el alma olvide al mundo y
mente, la expresión a. esse indican el aun a sí misma para concentrarse só-
modo según el cual una cosa está en lo en Dios; de ahí su nombre: es una
el espacio. Cabe notar que no alude enajenación, en el sentido de extraña-
a la coexistencia espacial de ese algo miento, de los sentidos corporales y
con otro ente ni tampoco a las ope- de las dimensiones inferiores del alma
raciones de dicha cosa que se llevan a (cf. Benj. Maj. V, 5, 174). Así, en Ri-
cabo en el espacio, sino a la modali- cardo de San Víctor, este concepto es
dad de su “estar en”. Ésta fue dividida más amplio que el uso que le confiere
en definitive, repletive y circunscriptive Agustín (cf. De diversis quaest. II, 1,1).
(véanse).
alienum. Cf. extraneum.
alicubietas. Mediante este neolo-
gismo, poco usado y proveniente de alietas. Abstracto de aliud, este tér-
alicubi (véase), la Escolástica aludió a mino se identifica con el carácter
59 allegoria

que tiene algo de ser meramente dis- determinado. Posee en sí todo lo que
tinto o diferente de otro ser. Ahora intrínsecamente lo constituye, exclu-
bien, tal diferencia se puede dar en- yendo cualquier dependencia o rela-
tre personas, por ej., entre un hom- tividad con respecto a los otros entes
bre y otro, en cuyo caso el segundo es (ab aliis divisum).
un alius respecto del primero; o bien
aliud. Es un relativum diversitatis
puede indicar diversidad de esencia,
y, por tanto, señala algo sustancial
esto es, diversidad simpliciter, entre
o esencialmente diverso o diferen-
un ser y otro, en cuyo caso el segundo
te de otra cosa (véase alietas). En ló-
es un aliud respecto del primero. Tal
gica, la expresión “aliud ab” –que no
distinción fue elaborada a propósito
se ha de confundir con ab alio (véa-
de la teología trinitaria: considerando
se)– puede indicar una especie supe-
su carácter de Persona, el Hijo es alius
rior o inferior. Así, aliud ab animali
respecto del Padre, pero no aliud, ya
indica lo superior, que es el hombre;
que son de la misma sustancia.
en cambio, aliud ab homine señala lo
aliquid. Cf. transcendentale. En la fi- inferior, que es el animal, como in-
losofía escolástica, a., es decir, “algo”, dica Pedro Hispano (cf. Summ. Log.
es una propiedad trascendental que 8, 12).
expresa “divisionem unius ab altero:
allegoria. En general, alegoría es to-
dicitur enim aliquid quasi aliud quid;
da figura retórica con la que se expre-
unde sicut ens dicitur unum, in quantum
sa un concepto o razonamiento me-
est indivisum in se, ita dicitur aliquid
diante una representación sensible o
in quantum est ab aliis divisum” (Sto.
fantástica, algunas veces, de tipo an-
Tomás, De ver. I, 1).
tropomórfico. Se suele utilizar como
Evidentemente, a. implica unum,
recurso para hacer más comprensible
pero es menester advertir que la acla-
–y, por tanto, más eficaz– una noción
ración de aliud quid puede dar lugar
o enseñanza que se pretende transmi-
a una imprecisión: la de entender que
tir. Lo expresado allegorice se distin-
a. alude primariamente a todo ente
gue de lo dicho metaphorice (véase).
en la medida en que está separado o
diferenciado de los demás. Tal signi- En este último caso, sólo se da la tra-
ficado por sí solo no justificaría la in- ducción de un término por otro que
clusión de a. entre los trascendenta- es capaz de sustituir al primero en vir-
les, ya que éstos son atributos funda- tud de cierta analogía de significado
mentales de todo ente en cuanto tal: que guarda con él. En cambio, en la
de conferir a a. el significado apunta- alegoría, la relación entre lo figurado
do, se abordaría cada ente en su re- y su contenido es más completa, ya
lación con los demás y no en cuan- que va de la representación sensible a
to ente simpliciter que es precisamen- un valor abstracto.
te lo que exige un trascendental. El De este modo, la a. implica necesa-
sentido estricto de a. es, pues, el de riamente una intención pedagógica,
distinctum y determinatum; de ahí que lo cual no es esencial a la metáfora.
esté en relación de oposición sólo a lo En lo alegórico, la forma se considera
que le es completamente extrínseco, extrínsecamente en cuanto velo pero,
vale decir, el no ser. Así, a. señala la a la vez, indicación de la verdad y del
condición de cada ente de ser un algo bien que atañen a la vida espiritual.
Por eso, ha tenido un lugar prepon-
allegoricum 60

derante en la cultura medieval, dado de la Patrística, a la literal o histórica.


que, en ella, tanto el arte como la na- Sobre la interpretación alegórica se
turaleza se vieron, en cierto sentido, tejieron la moral, que concierne a la
como alegoría de lo divino. Los prin- conversión del alma en relación con
cipales textos escriturarios sobre los los actos libres; y la anagógica, relati-
que se basa el desarrollo de este tema va a su itinerario de ascensión espiri-
son paulinos: I Cor. 10, 1-13; Gal. 4, tual (véase anagogicum).
21-31; Eph. V, 31. Con todo, durante la Edad Media,
tuvieron lugar interpretaciones inclu-
allegoricum. Cf. allegoria y sensus 1. sive fantásticas de la Escritura debi-
En lo que concierne específicamen- do a un excesivo énfasis puesto en el
te al campo teológico y filosófico, los sentido alegórico. Por eso, Tomás de
autores medievales apelaron con gran Aquino hubo de recordar que sólo el
frecuencia a lo alegórico en sus escri- sentido literal ofrece a la Teología una
tos, puesto que la trascendencia de la base segura, aunque sin negar valor a
realidad espiritual –que constituía su los otros sentidos posibles.
último marco de referencia– fue con-
siderada accesible al intelecto huma- alphabetum. En su versión final, el
no por vía analógica y alegórica. Por Ars Raymundi tiene dos pilares sobre
lo demás, esto contribuyó a legitimar los cuales se construye, según Lulio, el
el lenguaje metafórico y su desarrollo. instrumento idóneo para encontrar la
La misma Escritura, por ej., el Can- verdad. Con el término a. se designa
tar de los Cantares, revela su sentido al primer pilar del Ars. El mismo co-
bajo las formas de alegorías y símbo- mienza por la letra B, porque la A es-
los que conforman de por sí una in- tá reservada para designar a Dios mis-
vitación a su desciframiento, es decir, mo en la primera figura, que lleva su
a trascender la letra para llegar al es- nombre. Cada una de las letras del al-
píritu que la anima. Ello explica que fabeto representa uno de los atributos
ya desde Filón se haya intentado una de Dios o dignitates divinas, o prin-
interpretación “espiritual” de los tex- cipios absolutos, o meramente princi-
tos sagrados. pios: Verdad, Gloria, Bondad, Grande-
De hecho, esta tendencia alegori- za, Duración o Eternidad, Poder, Sabi-
zante se impuso en la exégesis de los duría, Voluntad y Fuerza o Virtud.
autores de la Patrística, en especial,
alteratio. Se denomina “alteración”,
los pertenecientes a la escuela de Ale-
en sentido lato, al cambio cualitativo,
jandría. Orígenes, por ej., distingue
es decir, uno de los cuatro tipos de
entre el sentido literal, al que llama
cambio o movimiento (véase motus)
“somático”, el moral al que denomi-
de los que habla Aristóteles. En sen-
na “psíquico”, y el alegórico-místico
tido más estricto, alude a la modifi-
al que califica precisamente de “espi-
cación que se opera en un ente al ad-
ritual” o “pneumático”. Agustín, por
quirir, acrecentar o perder parcial o
su parte, trata el tema de la a. en el De
completamente una cualidad, espe-
Trin. XV, 9, 15, subrayando que el
cialmente, sensible; así, por ejemplo,
discurso alegórico no es de suyo falaz.
el palidecer es una a. que se verifica
En general, la lectura alegórica de la
en un hombre. Técnicamente, y sobre
Escritura, así como después de otros
todo entre los nominalistas, se define
textos, se contrapuso, pues, ya des-
como el cambio sucesivo por el que
61 amicitia

una cosa adquiere o pierde una cuali- de a aquellos que, dedicados a la con-
dad que le es inherente. templación por amor a la verdad, no
Los autores medievales hablaron de vacilan en sustraerse a ella para aten-
1. a. corruptiva o de 2. a. perfectiva, der en este mundo a las exigencias de
según que la alteración signifique una la caridad (cf. Ep. Fr. M.D. 12). Con
corrupción o bien una perfección en ello, Guillermo de Saint-Thierry si-
el subiectum en el que tiene lugar. gue una línea claramente agustinia-
na, por ej., la expuesta por el Hipo-
altitudo. La altitud es la tercera di- nense en En. in Ps. 56 y De civ. Dei
mensión, siendo la primera la longitudo XIX, 26.
o longitud; y la segunda, la latitudo o
latitud. A diferencia de éstas, que se ambiguum. Es una especie del tér-
mueven, por así decir, en un plano mino aequivocum (véase). En efec-
horizontal, se ha de subrayar que la a. to, es equívoco el vocablo que, sien-
hace alusión a la dimensión vertical; do el mismo, se afirma de varias cosas
por eso, señala tanto la altura cuanto con un significado diferente en cada
la profundidad. De esta manera, de- caso; a. es el término que es posible
cir “ducere in altum” significa condu- aplicar a sólo dos de ellas; así, si no
cir la nave hacia donde el mar se hace se encuentra en un contexto que per-
profundo, esto es, navegar mar aden- mita el discernimiento del significado
tro, precisamente hacia alta-mar. En preciso, es decir, considerando el tér-
los textos filosóficos y teológicos me- mino aislado y por sí solo, su sentido
dievales, de los tres vocablos mencio- permanece incierto.
nados, el que nos ocupa es el que apa-
ambitio. En la Edad Media, el con-
rece más frecuentemente, ya que es el
cepto de ambición concierne a la vi-
que ofrece mayores posibilidades pa-
da moral. Se relaciona con la noción
ra el discurso alegórico o metafórico.
de honor (véase), esto es, con la defe-
Así, por ej., lo señala Agustín en el De
rencia y consideración que se da a al-
quant. an. 12, 21. Por su parte, An-
guien en testimonio de su excelencia
selmo d’Aosta, en Proslogion I, decla-
en algún campo. Ahora bien, se en-
ra no pretender penetrar con su inte-
tendió que aquello en lo que se sobre-
ligencia la a. divina. De acuerdo con
sale es un don divino concedido pa-
lo dicho, esta última expresión se po-
ra que sea útil a otros. La a. se defi-
dría traducir tanto como la “altura”
ne como el apetito desordenado de
–en el sentido de la grandeza infini-
honor y constituye una falta moral,
ta– de Dios, cuanto como la “profun-
puesto que primero, en ella se an-
didad”, en cuyo caso, el lector tende-
hela el testimonio de una excelencia
ría a pensar en el carácter abismal del
que no es propia sino que ha sido re-
ser divino. Más allá de los matices,
cibida; segundo, no se atribuye el ho-
ambos sentidos confluyen.
nor a Dios; tercero, no se atiende a la
ambidexter. La palabra “ambidies- utilidad a los demás. Los escolásticos
tro” es usada por Guillermo de Saint- consideraron la a. aristotélicamente
Thierry. La toma del personaje escri- y, en cuanto exceso, la opusieron a la
turario de Aod, juez de Israel que se magnanimitas (véase).
servía de su mano izquierda como si
amicitia. Expresa una clase de afec-
se tratara de la derecha, según se lee
to entre personas que reviste dos no-
en Jc. III, 15. Con esta expresión alu-
amitti 62

tas esenciales: la reciprocidad y el des- y la lectura la misma distancia que la


interés. En la Antigüedad, Cicerón que se da entre la a. y la mera hospi-
marcó en este concepto, especial- talidad (cf. Ep. Fr. M.D. 56).
mente, una cierta referencia a un pla-
amitti. Verbo que se aplica a la pérdi-
no que trasciende a los amigos mis-
da natural que un ente real sufre. En
mos; así, define la a. como “omnium
virtud de su nominalismo, o, mejor
divinarum humanarumque rerum
aún de su antirealismo, Guillermo de
cum benevolentia et caritate consensio”
Ockham insiste en que a. no se refie-
(Lael. VI).
re al hecho de que algo ha perdido un
En el período patrístico sobresalen
atributo sino a que ese atributo ya no
los análisis del tema que hace Agus-
se predica de él, aunque esa cosa con-
tín de Hipona, quien, aludiendo a la
tinúe subsistiendo. Así se expresa, por
definición ciceroniana, subraya que la
ej., en Summa Totius Log. III, c. 18).
realización de la amistad plena no só-
Cf. también recessus.
lo comprende la concordia en el pla-
no humano sino también el divino. amor. Mientras que la Antigüedad
Insiste también en la amistad que es clásica incluía en su noción de eros
posible anudar con Dios (cf. Conf. la nota de necesidad o carencia espi-
VIII, 6, 15). Por otra parte, destaca ritual, la aparición del Cristianismo
el ser amigo de la verdad como con- colocó el concepto de a. en un pla-
dición para ser amigo del hombre (cf. no metafísico diferente. En efecto,
Ep. 155, 1). En páginas que se cuen- la doctrina cristiana sobre el carác-
tan entre las sobresalientes sobre es- ter personal y paterno de Dios llevó a
te tema desde el punto de vista psico- ver en el amor una positividad y per-
lógico, Agustín expresa el sentimien- fección del ser, sobre la base de afir-
to de la a. como el de quienes sienten maciones como la de San Juan “Deus
ser una sola alma en dos cuerpos (cf. charitas est”.
Conf. IV, 6). Tal cambio de perspectiva obede-
En la Edad Media, se prestó parti- ce a que la misma vida íntima divi-
cular atención a la amistad espiritual. na es entendida como a.: con esa no-
Al respecto, son notables los tratados ción se caracterizan, en efecto, las re-
de Pedro de Blois y de Buocompagno laciones entre las personas de la Tri-
de Signa. Este último analiza espe- nidad. Es más, respecto de la relación
cialmente la dimensión psicológico- de Dios con el mundo y el hombre,
social de la amistad y advierte so- la Creación y la Redención son vis-
bre varias clases de falsos amigos: el tas como actos del a. divino. Conse-
sophisticus, que es el que engaña; el cuentemente, también la ética cristia-
vocalis, quien sólo hace protestas de na elaborada en la Edad Media se ex-
amistad; y el versipellis, que es el adu- presa en términos de a., entendido ya
lador. Respecto de la amistad general no como tendencia puramente natu-
que se establece entre semejantes sólo ral nacida de la necesidad, sino como
en cuanto tales, véase affabilitas. acto de voluntad libre e iluminada,
Una nota curiosa concerniente a es- es decir, como fuerza proveniente de
te concepto es la que aporta Guiller- un espíritu dotado de libertad, fuer-
mo de Saint Thierry. En efecto, escri- za que la Gracia potencia. Por ello, lo
be este autor que hay entre el estudio eleva al orden sobrenatural y lo con-
vierte en deber de actuar el bien. Es-
63 amphibologia

ta concepción del a. como operante mero se dirige al bien que uno quiere
y como energía de donación no sólo con afán de posesión, tal bien es, en-
lo aleja de algunos aspectos del primi- tonces, deseado o amado con amor de
tivo eros platónico y de la visión que concupiscencia. El segundo indica la
lo entiende como mero pathos, sino dirección hacia el sujeto para el cual
también de la pura theoría o contem- se quiere ese bien; a dicho sujeto se
plación, ya que su término es la ac- lo quiere, pues, con amor de amistad.
ción. Esta evolución es registrada aun Esta segunda clase es la que se da tan-
por un cambio terminológico: de eros to en el amor a los demás como en el
se pasa a agapé, o sea a la noción de a. amor a sí mismo; por tanto, se inclu-
como charitas (véase). ye en esta doctrina la amistad consigo
Con todo, eros platónico y charitas mismo como una de las formas del a.
cristiana coinciden en tener un sen- De éste derivan como efectos, según
tido espiritual en cuanto que ambos Tomás, la unión entre los amantes, el
son movimientos referidos, en un éxtasis, la mutua inhesión y los celos
sentido u otro, a una realidad absolu- (cf. S. Th. I-II, qq. 26-28).
ta, de la que reciben posibilidad y jus- Por su parte, los autores nomina-
tificación. listas suelen enfatizar el carácter ins-
Entre los textos medievales dedi- trumental del a. concupiscentiae: en
cados al tema cabe citar: Agustín de éste, su objeto es usado (uti) como
Hipona, De doct. christ. III, 10, De medio para alcanzar el goce (frui) pro-
civ. Dei XIV, 28; Bernardo de Clai- pio, de donde se trata de un amor sui
revaux, De diligendo Deo, passim; ordinatus. Así se lee, por ej., en Gabriel
Ricardo de San Víctor, De quattuor Biel (cf. In II Sent., d. 1, q. 5, a. 1).
gradibus violentae caritatis, passim; Párrafo aparte merece el caso parti-
Meister Eckhart, Sermo VI, 1; Dan- cular del amor a Dios. En este senti-
te, Par. I, 109-20, Conv. III, 8, 13. En do, la expresión amor Dei super omnia
su extenso tratamiento del amor co- propter Deum, el amor a Dios por so-
mo pasión, Tomás de Aquino lo de- bre todas las cosas precisamente por
fine como principio del movimiento o a causa de Él mismo, indica un ca-
que tiende al fin amado, sin que és- rácter completamente incondicional.
te se haya elegido previamente, para Autores como el citado Gabriel Biel
lo cual se reserva el término “dilectio” consideran esta clase de amor algo
(véase). Al pertenecer a una potencia propio de la perfecta contritio (véase)
apetitiva, el objeto del a. es la causa (cf. In II Sent., d. 27, q. 1, a. 3).
de su movimiento: el bien. Por lo de- Durante el Renacimiento, y parti-
más, señala el Aquinate que hay una cularmente en el Humanismo italia-
cierta connaturalidad o complacencia no de la segunda mitad del siglo XV,
entre el amante y lo amado, y para ca- se vuelve a perspectivas platónicas y
da uno es bueno lo que le es conna- neoplatónicas sobre el tema. Prue-
tural. Coincide con Agustín en que el ba de ello son el comentario al Ban-
bien amado requiere un cierto cono- quete de Platón, de Marsilio Ficino, y
cimiento –por lo menos, una apre- el Commento alla canzone d’amore di
hensión– del bien que se ama. Pero lo Benivieni de Pico della Mirandola.
esencial en la doctrina tomista al res-
pecto es la distinción entre el a. con- amphibologia. Lógicos y gramáticos
cuspiscentiae y el a. amicitiae: el pri- medievales han designado así el equí-
amplexus 64

voco que se da cuando una proposi- “Todo hombre actualmente existente


ción puede dar lugar a varias inter- es mortal”, 3. “Todo hombre es mor-
pretaciones: “Fallacia amphibologiae tal”. En la última proposición el tér-
accidit ex hoc quod aliqua oratio potest mino “hombre” está a título esencial,
diversimode accipi”, escribe Ockham o sea, abarca toda existencia humana
en Summa Totius Log. III, 4, c.5. La a. posible; por eso, este tipo de ampliatio
puede asumir tres formas: 1. la pro- se denomina “ad esse possibile”.
posición tiene de suyo varias interpre-
an sit. Cf. annitas.
taciones posibles; 2. tiene un sentido
propio o principal y un sentido im- anagoge. Esta palabra señala, en ge-
propio o secundario, tomándose és- neral, la elevación del espíritu a las
te por aquél; 3. la proposición aislada realidades más altas. Es translitera-
tiene un único significado posible pe- ción del griego. Su noción apare-
ro, unida a otra, un segundo sentido. ce ya en autores como Orígenes (cf.
Como se ve, la a. concierne siempre a De Princ. IV, 3, 4; Contra Celsum 22,
proposiciones; no se ha de confundir, 530), siendo retomada por Beda (cf.
pues, con el aequivocum (véase) pro- De Tabern. I, 6). Pero se prolonga,
piamente dicho, puesto que éste se con el mismo sentido indicado, en la
basa sólo sobre términos. Escolástica, por ej., en Buenaventura
(cf. Brev. Pr. 4). El significado del tér-
amplexus. Término que corresponde
mino da lugar a una de las cuatro in-
a la mística medieval y que fue em-
terpretaciones posibles de la Escritura
pleado, en especial, por Buenaven-
(véase anagogicum).
tura. Dicho analógicamente, alude a
una “sensación espiritual”, una per- anagogicum. Proviene de anagoge
cepción de la mens referida a la vi- (véase), por lo que indica lo relativo
da de la Gracia. En efecto, este autor a la ascensión espiritual. Pero se usa
distingue en esta última estados que también como sinónimo de “induc-
compara con las sensaciones de la vi- ción”, en cuyo caso se llama a. a lo
da física. El estado espiritual corres- que conduce a la causa suprema por
pondiente al tacto se denomina a., vía filosófica o teológica. De signifi-
es decir, “abrazo”. Designa un gra- cado más preciso, la expresión “senti-
do místico que sigue al gustus, el cual do anagógico” se refiere a uno de los
procede de la sapientia (véase sapiens, cuatro órdenes o planos en los que se
cuya etimología cabe recordar para la puede interpretar la Sagrada Escritu-
vinculación con el sentido del gusto). ra, justamente, el más profundo, el
El a. antecede a la quies o reposo, en referido a la vida trascendente.
el que culmina la vida espiritual. En efecto, en la Patrística, se ha-
bló del sentido literal opuesto al sen-
ampliatio. La ampliación es una pro-
tido espiritual de las Escrituras. Este
piedad lógica del término que ex-
último se divide en alegórico, moral
tiende su valor de suplencia (véase
y anagógico. Se considera a. en tanto
suppositio). Si tomamos como ejem-
que esta lectura eleva el alma a las rea-
plo el término “hombre”, tendremos
lidades sublimes.
en los siguientes ejemplos, sucesiva-
Esto se prolonga en la Escolásti-
mente, mayores grados de ampliación:
ca, cuando se restringió este atribu-
1. “Todo hombre viejo es mortal”; 2.
to a aquello que concierne al itinera-
65 analogia

rio del alma hacia la vida eterna, dis- sas son entre sí lo que una tercera es
tinguiendo el significado a. del alegó- a una cuarta (cf. ibid. V, 6, 1016 b
rico que indica las verdades de fe, y 34). Ahora bien, en Aristóteles, la a.
del moral o tropológico que señala las no implica que los pares de términos
prácticas a seguir. Dante, por ej., cali- entre los que se establece la relación
fica de a. lo que, aun en un texto lite- pertenezcan a la misma especie, ni si-
rario no sagrado, constituye una suer- quiera al mismo género. De esta ma-
te de “sobre sentido” en cuanto alu- nera, la unidad de analogía constitu-
de a la gloria eterna (cf. Conv. II, 1, ye la unidad extrema en tanto que es
6-7). la más abstracta.
En la Escolástica, la noción de a. se
analogia. En principio, se dice que retoma de la fuente aristotélica, sobre
hay analogía entre dos cosas cuando todo, a través de la mediación árabe,
son parcialmente iguales y en parte dada, sobre todo, por Alfarabi, Avi-
diferentes. Y se afirma que un térmi- cena y Averroes. Con Alberto Mag-
no es analógico cuando no es ni uní- no (cf. S. Th. I, 6, 26), Buenaventura
voco ni equívoco. La palabra que nos (cf. In Sent. I, 5, 1) y Roger Bacon (cf.
ocupa proviene de ana- , una de cu- Op. maius, De signis 36-46), además
yas acepciones es “sobre” o “a lo largo de Tomás de Aquino, este concepto
de”; y logos, en el sentido de “razón”. adquiere una máxima importancia.
Primariamente, significa la propor- Desde el punto de vista lógico, apa-
ción o relación que vincula entre sí rece, por ej., en Ockham (cf. In Sent.
cuatro términos, de los cuales el pri- I, 2, 9; III, 9; Quodl. IV, 12). Pero se
mero es al segundo lo que el tercero emplea también y fundamentalmen-
es al cuarto. Entre los griegos, el tema te como principio metafísico y teoló-
fue estudiado particularmente por los gico. Esto último se explica porque el
matemáticos. Con todo, ya en la cos- problema más grave que la analogía
mogonía platónica la a. aparece refe- fue llamada a resolver concierne a la
rida a los elementos del mundo, co- posibilidad de conocer a Dios, enten-
mo el vínculo que éste se da a sí mis- dido como Ipsum Esse, y a la formula-
mo: lo que el fuego es al aire, el ai- ción humana de ese conocimiento.
re lo es al agua (cf. Timeo 31e). Es- Como premisa de la doctrina de la
tos dos últimos elementos son conce- a., se ha de tomar la distinción entre los
bidos así como los medios proporcio- términos equívocos, unívocos y análo-
nales. Pero es en Aristóteles en quien gos (véanse aequivocum y univocum).
el concepto de a. se convierte en una En general, equívoco es un térmi-
noción universal y metafísica, instru- no único que nombra varias realida-
mento de indagación del ser en cuan- des con significado totalmente diver-
to ser. Advierte el Estagirita que no es so, como “vino” referido a una bebida
necesario buscar definición de todo, y al verbo “venir”; unívoco es el que
sino contentarse con comprender in- conserva el mismo sentido cuando se
tuitivamente ciertas cosas mediante la aplica a realidades diferentes, por ej.,
analogía: por ej., el acto es a la poten- “aguda” referido a una pluma o a una
cia como quien construye es a quien espada. Análogo o analógico es el tér-
puede construir (cf. Met. IX, 6, 1048 mino que, atribuido a realidades dis-
a 37). Ello sucede porque se tiene la tintas, mantiene el mismo sentido,
unidad por analogía cuando dos co- aunque con matices diversos; de ahí
analogia 66

lo señalado al comienzo. Por tanto, es También se puede hablar de una


el que suscita las mayores dificultades 2. a. proportionis o analogía de pro-
y el que dio lugar a toda una doctrina porcionalidad. Se trata de una analo-
de la analogía. gía compuesta, porque en ella se esta-
En esta última, se suele establecer la blece una semejanza de relaciones, es-
siguiente división: 1. a. attributionis to es, se aplica al caso en que dos tér-
o analogía de atribución que es la minos relacionados entre sí guardan
analogía simple, en la que se compara semejanza con otros dos igualmente
un término con otro, una forma con vinculados entre sí. Este tipo de ana-
otra; en tal comparación se establecen logía puede tener dos modalidades:
ciertas relaciones entre algunos en- 2.1. propia, que se da cuando la re-
tes, denominados minora analogata lación significada por el nombre aná-
o analogados secundarios, y otro ente logo se realiza efectiva y formalmen-
o forma única, que se llama princeps te en todos los pares de términos in-
analogatum o analogado principal. volucrados; por ej., la relación de co-
En virtud de la relación de aqué- nocimiento que hay entre los senti-
llos con éste, reciben todos el mismo dos y los objetos sensibles es semejan-
nombre que, por eso, es análogo. Por te a la que se da entre el entendimien-
ej., el nombre de “marino” concierne to y los objetos inteligibles: en am-
propiamente a la persona que posee y bos casos, el nombre análogo de “co-
practica el arte de la navegación y que nocimiento” se toma en sentido pro-
sería aquí el analogado principal, pero pio. En cambio, la analogía de pro-
también se aplica a los uniformes que porcionalidad es 2.2. impropia, cuan-
visten tales personas, a los instrumen- do la relación significada por el nom-
tos que usan y a los edificios que ha- bre análogo se realiza con propiedad
bitan, sin que ninguna de estas cosas solamente en uno de los pares de tér-
sea poseedora del arte de la navega- minos que se toman, mientras que en
ción. Este tipo de analogía de atribu- el otro u otros se da en sentido tras-
ción es 1.2. extrínseca, porque la rela- laticio o metafórico, de donde este ti-
ción que dichas cosas guardan con los po de a. se llama también “de propor-
marinos es meramente externa. Pero cionalidad metafórica”; por ej., la pa-
la a.a. puede ser también 1.2. intrín- labra “visión” designa propiamente la
seca. Ésta se da cuando la forma sig- relación que hay entre el sentido de la
nificada por el analogum se encuentra vista y un objeto visible, pero se apli-
realmente, aunque de manera desi- ca también metafóricamente para de-
gual, en todos los sujetos a los que notar la que se establece entre el en-
se aplica, es decir, en todos los ana- tendimiento y algún objeto del mis-
logados, hallándose la forma en cues- mo, captado de modo inmediato y
tión de modo originario y perfecto en evidente.
el principal, y, en los secundarios, de El tipo de analogía descrito en 2.1.,
manera derivada e imperfecta. Así, el o sea, la de proporcionalidad propia,
nombre de “bien” se aplica principal- constituye quizás el más debatido fi-
mente al fin, que es bien por sí mis- losóficamente. Ello se explica porque
mo ya que por sí mismo se apetece; en esta clase de analogía, la denomi-
secundariamente, se atribuye a los nación no está simplemente predica-
medios, que son bienes derivados, da- da de los casos analogados con ma-
do que se apetecen en orden al fin. yor o menor legitimidad, sino que
67 analogia

se capta como realizada formalmen- el punto de vista lógico como onto-


te en ellos. Así, son objeto de una a. lógico, ya que se diferencia actual y
proportionis propia, en especial, los formalmente en virtud de los distin-
trascendentales (véase transcendentale), tos grados metafísicos de los diversos
vale decir, las propiedades que, per- entes. Según Escoto, a partir de estas
teneciendo al ser en cuanto ser, se especificaciones podemos abstraer el
encuentran en forma análoga en to- concepto de ser, lo cual rechazaban
das las instancias singulares que el ser los tomistas fundándose en que ello
puede asumir; por ej., “verdadero” es implicaría justamente considerar el
a “ente” como “Verdad” es a “Ser”. ser como género máximo. La disiden-
Ahora bien, el concepto analógi- cia radica, pues, en la diferente con-
co por excelencia es el ser en cuanto cepción que se sustente sobre el signi-
tal, lo que significa que éste se predi- ficado de “género”, pero, sobre todo,
ca en sentido propio de toda la reali- en el distinto enfoque desde el que se
dad, pero que su modo varía esencial- aborda la cuestión de la abstracción.
mente de un género a otro. De esta A diferencia de Tomás, Escoto lleva
manera, tanto la sustancia como los el análisis de la abstracción del plano
accidentes son, pero una es en sí y los psicológico al plano lógico: así, lógi-
otros son en ella. De modo semejan- camente hablando, habría para él dos
te, el ser increado es análogo pero no niveles de abstracción. En el primero,
idéntico al creado sino infinitamente se abstrae la esencia de las cosas par-
distante de él. ticulares; pero el concepto así obte-
Precisamente porque es analógi- nido es siempre una idea compuesta
co, el ser no se puede considerar co- por una noción universal y otra parti-
mo género, ni siquiera como el máxi- cular o por dos universales; por ej., la
mo género: como se ve en el ejem- esencia de hombre. En el segundo, se
plo de “animal”, un género se predica obtiene la esencia de la “esencia de”,
unívoca y no analógicamente de va- con lo que se llega a un término pu-
rias especies, mientras que el ser no ramente metafísico. En este segundo
se puede atribuir unívocamente –esto nivel metafísico, “ens”, por ej., ya no
es, en el mismo sentido– a la sustan- es un término análogo sino unívoco.
cia y al accidente, a Dios y a las crea- Finalmente, muy distinta a las dos
turas (cf., por ej., Tomás de Aquino, posiciones esbozadas es la de Suárez,
In I Sent., d. 8, q. 4, a. 2). Sin em- quien propone negar la a.p. para sal-
bargo, ésta no es más que una posi- var la unidad del ser, concebido por él
ción asumida frente a la cuestión. De como lo directamente inteligible (cf.
hecho, esa doctrina tomista es refuta- Disp.Met II, s. II, n. 34).
da por Duns Scoto (cf. Opus oxon. I, En suma, son muchas y muy ma-
d. 3, qq. 1 y 3; d. 8, q. 3). Conside- tizadas las respuestas elaboradas du-
ra Escoto que, en las demostraciones rante la Edad Media respecto de es-
de la existencia de Dios y de sus atri- ta noción, de modo que es imposible
butos, se caería en una quaternio ter- siquiera sintetizarlas. Lo que se ha de
minorum (véase), si el término medio tener presente es la importancia capi-
no conviniera a Dios y a las creaturas tal que el tema de la analogía adquie-
unívocamente. Para él la noción de re en cualquier gran sistema metafísi-
ser, abstraída de sus especificaciones, co premoderno.
es absolutamente única, tanto desde
analogum 68

analogum. Cf. analogia. por Dios. En relación con 2. su na-


turaleza, comienzan las diferencias de
ancilla theologiae. La expresión de concepción: si bien todos los teólogos
“sierva de la teología”, aplicada a la insisten en la inmaterialidad de los
philosophia (véase), es menos frecuen- ángeles, algunos Padres de la Iglesia
te en la Edad Media de lo que habi- les atribuyen un cierto “cuerpo espiri-
tualmente se cree. En el caso de To- tual”, es decir, un tipo de materia eté-
más de Aquino, por ej., alude al he- rea y luminosa. Ésta es la posición a la
cho de que la filosofía, que es para la que se ven llevados, por ej., Orígenes
teología modelo de procedimiento ra- y Agustín de Hipona, en virtud del
cional, debe, con todo, seguir a esta hilemorfismo que profesaban, es de-
última en lo que respecta a los resulta- cir, por su imposibilidad de concebir
dos de la búsqueda. El Aquinate afir- algo creado absolutamente simple, en
ma esto, pese a la autonomía formal el sentido de no compuesto por al-
que confiere a la filosofía y a la certe- gún grado de materialidad. En efec-
za de que, si no tienen lugar errores de to, en virtud de esta doctrina, sólo se
razonamiento, las conclusiones filosó- admite en lo creado un tipo de com-
ficas, aun cuando éstas llegan más acá posición, la de materia y forma; pues-
que las teológicas, no pueden contra- to que, como la absoluta simplicidad
decir a estas últimas. Tal preeminencia sólo es atribuida a Dios, todo lo que
de la theologia (véase) no alude al mé- no sea Él, ha de ser, de algún modo,
todo, ya que en este sentido la teolo- compuesto. De esta manera, también
gía es deudora de la filosofía, sino al el ángel debía presentar cierta mate-
hecho de que aquélla tiene por prin- rialidad. En cambio, en la Escolásti-
cipios los datos de la Revelación, esto ca, Tomás concibe, además del men-
es, la autoridad divina que, a diferen- cionado, otro tipo de composición, la
cia de la razón humana, es infalible. de essentia y esse. Ésta es, para el Aqui-
angelus. Este nombre latino pro- nate, la propia de los ángeles, mien-
viene del verbo griego angelo, anun- tras que en los hombres y en todos los
ciar, por lo cual significa “mensajero”. entes corpóreos, intervienen no sólo
Ya en su sentido primitivo presenta, la composición esencia y existencia
pues, un cierto carácter de interme- sino también la de materia y forma.
diario. De hecho, fue concebido en Así, en la visión tomista –que aun en
las más antiguas religiones y cosmo- su angelología parte del pensamien-
gonías, por ej., en la mitología per- to aristotélico– los ángeles constitu-
sa, como mediador entre Dios y los yen formas separadas, sustancias inte-
hombres. También en el judaísmo el ligibles, inmutables, inmortales, e in-
ángel se entiende, fundamentalmen- termedias entre Dios y los entes cor-
te, como un enviado de Dios. póreos. Por otra parte, siempre en la
En la Teología cristiana, el concep- misma línea aristotélica, para Tomás,
to de a. mantiene la nota menciona- el principio de individuación radica
da, pero se ha discutido su origen, na- en la materia; como los ángeles care-
turaleza, jerarquía y destino. Respec- cen de ella, cada ángel es un indivi-
to de 1. su origen, obviamente, to- duo que agota en sí mismo su especie,
dos los autores cristianos señalan por constituyendo un universo completo
igual a los ángeles como seres creados (cf., por ej., S. Th. I, qq. 50-56; C. G.
II, 72 y 98).
69 anima

En lo que concierne a 3) su desti- do el ánimo apesadumbrado se per-


no, los autores patrísticos y medieva- cibe como cercado por el mal que lo
les admiten el dato de fe de la rebelión atormenta, de modo semejante al de
originaria de algunos ángeles contra quien, físicamente, se encuentra an-
Dios, en virtud de la cual se convir- te un desfiladero tan estrecho que no
tieron en demonios. Pero, mientras parece ofrecer salida. De hecho, el ad-
teólogos como Orígenes afirman que jetivo sustantivado “angustum” indi-
todos los espíritus creados por Dios ca un espacio muy reducido y, en sen-
se convertirán finalmente a Él en la tido figurado, señala un tiempo difí-
reversión última (cf. De princ. II, 9 cil y crítico.
y III, 5-6), otros, como Agustín –a
anima. La etimología de esta pala-
quien sigue la ortodoxia en este pun-
bra, fundamental en la antropolo-
to– sostienen la condenación eterna
gía medieval, la relaciona con el vo-
de los ángeles rebeldes y la eterna bea-
cablo griego ánemos, cuyo significa-
titud de los que permanecieron fieles
do es “soplo, aliento de vida”. Y, en
(cf. por ej., De Civ. Dei XI y XII).
efecto, se puede decir que la acepción
Con todo, el aspecto quizá más ri-
básica de a. en los textos patrístico-
co de la angelología cristiana es el de
medievales es la de principio de vida
4) la jerarquía angélica. Ese aspecto
y forma de los seres animados. De es-
de la cuestión –caro a los neoplató-
te modo, en la historia del concepto
nicos– fue tratado, en especial, por
que nos ocupa, se mantuvo una cier-
Dionisio Areopagita, cuya obra sobre
ta ambivalencia: la que deriva del do-
la jerarquía celeste, basada en la Es-
ble aspecto, material e inmaterial, im-
critura, fue la fuente de la doctrina
plícito en la noción de “soplo de vi-
medieval sobre el tema. Tal jerarquía
da”. Así pues, señala el principio in-
está constituida por nueve órdenes de
trínseco de los seres vivientes, en vir-
ángeles, agrupados en disposiciones
tud del cual dichos seres viven y lle-
ternarias. La primera es la de los sera-
van a cabo las operaciones vitales que
fines, querubines y tronos; la segun-
les son propias según la especie a la
da, la de las dominaciones, virtudes y
que pertenezca cada uno. En el caso
potencias; la tercera está compuesta
del hombre, tales operaciones están
por principados, arcángeles y ángeles
acompañadas de conciencia. Por esta
(cf. De cael hier, IV-X, y passim). Esta
razón, en muchas ocasiones, el signi-
doctrina es aceptada por escolásticos
ficado de “alma” se restringió a prin-
como Tomás (cf. S. Th. I, q. 108, a. 2)
cipio de conciencia. Ahora bien, las
y adoptada por Dante en el Paradiso
más altas de dichas operaciones son
de la Divina Commedia. Pasa a los
las de pensar y querer; de ahí que por
autores renacentistas, en especial,
a. también se haya entendido aque-
los que tienen influencia neoplatóni-
llo que, en cada uno de nosotros, per-
ca; por ej. aparece en el De vita con-
mite llevar a cabo esas acciones. Cier-
templativa et activa de Cristoforo
tamente, todas estas acepciones gene-
Landino.
rales no sólo no son excluyentes sino
angustia. Forma extrema de la aggra- complementarias, pero importa notar
vatio animi, la angustia se ha conside- cómo en cada período y aun en cada
rado la derivación más grave de la pa- autor de la Patrística y la Edad Me-
sión de la tristitia. Tiene lugar cuan- dia se acentúa uno de estos significa-
anima 70

dos en particular, con la problemática 15); en segundo término, sostiene que


que de él deriva. es, a la vez, rationis particeps, regendo
De hecho, las elaboraciones que, corpori accomodata, es decir que sub-
sobre la base de las diferentes co- sume en ella los principios de las fun-
rrientes del pensamiento antiguo, se ciones más elementales y las más altas
hicieron a partir de los datos de la del hombre (cf. De imm. an. 15); en
revelación judeo-cristiana, llevaron tercer lugar, por lo menos en muchos
a ver la salvación en el conocimien- textos y pese a innegables ambigüeda-
to de la verdad revelada, voluntaria- des terminológicas, Agustín adscribe
mente aceptada. Pero esto implica a los aspectos superiores del alma las
ir más allá del mero carácter de ser funciones que antiguamente se asig-
animado y aun de ser consciente, ca- naban al pneuma, siguiendo así una
paz de entender y querer. De hecho, de las líneas de interpretación de San
la misma Escritura insiste en el valor Pablo. Un problema sobre el que só-
de la persona que sobrepasa dichos lo hacia el final de su vida se expide el
caracteres: afirma, por ej., el hom- hiponense es el de la eventual preexis-
bre vive por un hálito de Yaveh (cf. tencia del alma, posibilidad que des-
Gn. 2, 7) y es iluminado por la luz pués ya los autores cristianos abando-
del Verbo (Jn. 1, 9). Surge, entonces, narán definitivamente.
un problema que es el de determinar Un notable desarrollo de la noción
qué aspecto del a. vincula a la perso- que nos ocupa se encuentra en Esco-
na con la vida trascendente. En este to Erígena. En efecto, el filósofo ir-
sentido, es fundamental la interven- landés, que concibe el ser del Hom-
ción de los textos paulinos, ya que en bre como Idea en Dios, admite, no
ellos se habla de a., es decir, psyché, obstante, que cada hombre históri-
y también de nous o pneuma, o sea, co, individual, tiene un alma que re-
spiritus (véase). Algunos han señala- fleja el universo, la totalidad del ser,
do que con esto Pablo sigue la antro- el plan de la creación, al que, con to-
pología tridimensional –cuerpo, al- do, percibe desde su propia perspec-
ma, espíritu– propia de los estoicos. tiva e itinerario personal (cf. De div.
Sin embargo, otros sostienen que no nat. III, 1).
se trata de una tripartición de princi- Al llegar al siglo XIII, con el rein-
pios sino que con pneuma el apóstol greso del aristotelismo, se generó una
se refiere al poder espiritual del alma, polémica en torno del status metafí-
capacidad irreductible a la de su vir- sico del alma, conocida como la dis-
tud vivificadora. cusión sobre la unicidad o pluralidad
Toda esta problemática es recogida de formas sustanciales en el hombre,
por los Padres de la Iglesia en doctri- esto es, si hay un solo principio en él
nas cuya primera gran síntesis se al- que cumple varias funciones, o bien
canza con Agustín de Hipona. En varios principios, es decir, un alma
primer lugar, remitiéndose al neopla- vegetativa, una animal y otra racio-
tonismo, y en polémica con los ma- nal. La primera tesis es la que resul-
niqueos, el hiponense despeja defini- ta históricamente vencedora, contra
tivamente toda posibilidad de conce- la segunda, más propia de los segui-
bir el a. como dotada de materiali- dores de Avicebrón. De hecho, Aris-
dad sensible, ya que la definide como tóteles había subrayado que el hom-
substantia spiritualis (cf. De Tr. X, 10, bre responde a un único acto de exis-
71 anima mundi

tencia; su cuerpo no constituye una plícitamente considera muy difícil de


actualidad diferente de la del alma, si- probar (cf. Quodl. I, q. 10).
no que recibe la de ésta. Y la actua-
anima mundi. Esta expresión, y el
lidad del alma, que es acto primero,
concepto al que remite, fue hereda-
es principio de las operaciones acti-
da de la Antigüedad por los Padres
vas –o actos segundos– de la vida en
de la Iglesia. En términos generales,
su triple grado: vegetativo, sensitivo y
se puede decir que alude a la forma
racional. Tomás de Aquino hace su-
del universo concebido orgánicamen-
yo este esquema general y, otorgando
te. Entre los autores antiguos, algu-
particular atención a las operaciones
nos entendían el a.m. en un sentido o
y facultades cognoscitivas del alma
con un sesgo más material, por ej., los
insiste, contra los averroístas, en que
estoicos; otros, la consideraban la ra-
es cada alma la que elabora su pro-
zón cósmica misma que preside la ar-
pio conocimiento a través de su pro-
monía universal; por último, los neo-
pio intelecto agente (cf. C.G. II, 69).
platónicos tendieron a entender el al-
El principio que anima a cada hom-
ma del mundo como una hipóstasis
bre es, pues, el que lo hace pensar y
de lo Uno, subordinada pero no con-
conocer, a partir el aporte de los da-
fundida con él.
tos de los sentidos corporales (véan-
En la Patrística, los autores se re-
se intellectus y abstractio). Más aún, es
miten, en general, a la tradición pla-
la misma alma racional la que direc-
tónica, como lo hace Agustín en De
tamente informa al cuerpo orgánico.
civ. Dei XIII, 16 y 17. Se trata, para
Pero, al tiempo que actúa como for-
el Hiponense, de una cuestión de ex-
ma del cuerpo, el alma se puede con-
trema dificultad que sólo puede ope-
siderar en sí misma a la manera de
rar a manera de hipótesis y que él se
“una cierta sustancia”, vale decir que
manifiesta incapaz de resolver, sea por
puede susbsistir in se cuando no está
vía de la pura razón natural, sea con
unida a un cuerpo: con esa expresión,
el apoyo de la Escritura (cf. Retract
el Aquinate intenta sentar las bases fi-
I, 5, 3). Sea de ello lo que fuere, di-
losóficas sobre las que se hará posible
ce Agustín que, en caso de existir un
la idea de la inmortalidad del alma.
a.m., en primer lugar, ella sería cria-
Así, ésta ocupa un lugar intermedio
tura y no el mismo Dios; en segun-
entre las formas o estructuras natura-
do término, se la podría considerar el
les y la de los seres puramente inma-
spiritus Dei nombrado por el Génesis
teriales.
(cf. De Gen. ad litt. IV, 17).
A diferencia de la tomista, la con-
En el siglo XII se produce un equí-
cepción de Buenaventura ve en el a. el
voco al respecto. Con el resurgimien-
principio de limitación de la materia.
to del platonismo, se retoma la idea
Por su parte, Guillermo de Oc-
de a.m. Así, hay autores que enfatizan
kham considera el alma como forma
el paralelismo que encuentran entre
de la corporeidad y como principio de
el estilo figurado y metafórico de los
la vida sensitiva, el cual es distinto
filósofos antiguos y el propio de la Es-
de un alma intelectiva. Concibe es-
critura, subrayando su sentido alegó-
ta última como una forma inmaterial
rico. En esta línea, Abelardo entiende
e incorruptible presente íntegramen-
que el a.m. es pulcherrima involucri
te en todo el cuerpo y en cada una de
figura (véase involucrum) de la terce-
sus partes, tesis que, sin embargo, ex-
animabile 72

ra persona de la Trinidad (cf. Theol. la vida animal, como señala, sobre la


christ. I, 106). La misma orientación base de lo sostenido por Aristóteles
siguen tanto Raimundo de Marsella (cf. De an. II, 4, 16, 416b 25), Tomás
como Guillermo de Conches, quien, de Aquino (cf. S. Th. I, q. 78, a. 1 c).
además, intenta insertar el tema tanto En cambio, en el nivel superior de los
en el contexto de la teología cristiana entes animados, en el del hombre, se
como en el de la nueva física. superan en grado máximo las opera-
Ahora bien, de hecho, Agustín no ciones propias de la naturaleza corpó-
se había refierido al Espíritu Santo si- rea: la operación del alma racional ni
no al Espíritu de Dios, el que “revo- siquiera se ejerce mediante un órga-
lotea sobre las aguas” recién creadas. no corporal.
Con el apoyo de su autoridad, auto- Cabe notar la insistencia propia del
res como Guillermo de Saint-Thie- mundo clásico en subrayar en esta
rry atacan a los mencionados, soste- noción no sólo sus notas esenciales si-
niendo, en cambio, que el a.m. es la no también aquello de lo que el a. ca-
“divina dispositio” que Dios imprime rece por confrontación con el hom-
a la naturaleza, es decir, el movimien- bre. Así, en griego, muy temprana-
to, la vida y la armonía del conjun- mente se asimiló tó álogon, el ser des-
to de lo natural (cf. De septem septenis provisto de razón, al animal, prefi-
214v). riéndose ejemplificar con el caso del
caballo. Esto pasó al latín medieval.
animabile. Término poco empleado Dentro de este último, la forma plu-
que algunos escritores, por ej., Alain ral animalia es más antigua y más fre-
de Lille usan con el significado de cuente que la del singular, ya que una
“animado”. Se aplica, por ende, a todo gran parte de los nombres de anima-
lo que tiene vida (cf. Anticl. I, 381). les son colectivos.
animal. Se denomina así a todo ser animatum. Esta voz nombra al ser
corpóreo que, además de contener corpóreo animado, esto es, dotado de
en sí el principio de su propio mo- anima en cuanto principio de anima-
vimiento, o sea, la elemental anima- ción, es decir que se conserva, nutre
ción que le permite desarrollarse (véa- y genera por un principio motor in-
se animatum), está dotado de otras trínseco, a diferencia de los entes in-
potencias, precisamente las propias animados, los cuales no sufren cam-
del alma o vida animal. En efecto, to- bio alguno, a menos que interven-
do animatum, es decir, toda naturale- ga un principio extrínseco. Así, cual-
za corpórea animada está sujeta al al- quier planta es ejemplo de a. En rigor,
ma que la anima. En el caso del a., las también lo son el animal y el hombre,
operaciones del alma sensitiva se rea- dotados de otros principios, además
lizan a través de órganos corporales; del de la vida vegetativa. Sin embar-
así, para el ejercicio de los sentidos, go, por el criterio de definir a digniori
no sólo son necesarios el frío, el ca- (véase), se prefiere reservar el térmi-
lor, etc., o sea, vale decir, algo exter- no que nos ocupa exclusivamente pa-
no, sino que se requieren fundamen- ra el caso de los entes vegetales (véa-
talmente las potencias sensibles que, se animal). Las tres potencias del a.
precisamente, disponen a los órganos son la generativa, la de crecimiento y
para percibirlos. Esto es lo propio de la nutritiva.
73 annihilatio

animus. La distinción entre este vo- sustancia racional; en otros, por ej.,
cablo latino y anima (véase) está ya en en De civ. Dei. XI, 3, habla de a. aso-
Lucrecio (cf. De rer. nat. III, 94 y 55). ciándolo con la mens (véase), es decir,
Los epicúreos sostenían que entre los con el aspecto superior del alma racio-
elementos que componían el alma, ta- nal que capta lo puramente inteligi-
les como el calor, se contaba uno que ble. Pero ya se va desdibujando como
carecía de nombre: eso era, para ellos, dimensión distinta de la del anima.
el a. (cf. Diels, Ep. Fr. 514). Además, Otra concepción completamen-
afirmaban que dicho elemento cons- te diferente es la de Tomás de Aqui-
tituía el núcleo rector de toda la vi- no. En sus obras, se pierde práctica-
da psicofísica. En líneas generales, los mente la identidad autónoma del
estoicos comparten esta doctrina. Por a. cuya función, hasta él, había sido
su parte, Estobeo testimonia que así concebida como la de vivificar al al-
pensaba también Jámblico (cf. Ed. I. ma, así como ésta da vida al cuerpo.
49). En la Antigüedad, pues, tanto la La antropología tripartita no se pue-
identidad como la función propia del de conservar en el Aquinate precisa-
a. se hallan muy jerarquizadas, en la mente por la sistematicidad que ca-
medida en que el concepto clásico de racteriza su pensamiento. En efecto,
a. constituye un intento de explicar la el hecho de atenerse, aristotélicamen-
conciencia y, a la vez, un negarse a re- te, en el plano metafísico, a binomios
ducir la actividad del espíritu auto- como acto y potencia, forma y mate-
consciente a leyes fisiológicas. Es fun- ria, hace que, en el nivel antropoló-
damental la intervención del estoi- gico, se vea obligado a guardar cohe-
cismo en esta cuestión, precisamen- rencia con el anterior. De este modo,
te por la distinción que esta corriente en el hombre, la forma corresponde
hace entre soma, psyché y pneuma, es al alma; la materia, al cuerpo. Pero
decir, cuerpo, alma y espíritu. De esa no hay una tercera categoría metafí-
manera, se constituye una antropolo- sica a la que hacer corresponder la di-
gía tripartita o, mejor aún, tridimen- mensión antropológica del a.; de ahí
sional, añadiendo a cuerpo y alma la que la subsuma en el alma. Más aún,
dimenesión del a. como espíritu. Esta Tomás no concibe el espíritu como la
distinción reaparece en San Pablo, en función superior de ésta, a la manera
virtud de su formación intelectual. A como ocasionalmente lo había hecho
través de él, fundamentalmente, pa- Agustín, sino que ordena el a. a la vis
sa a la primera tradición cristiana, si irascibilis, así como el deseo corres-
bien no se mantendrá. ponde al aspecto concuspiscible del
Entre los autores patrísticos y esco- alma. Por ello, señala que la magnani-
lásticos hay, en efecto, una gran dis- midad (véase magnanimitas) significa
paridad en los significados atribuidos magnitudo animis y no animae (cf. S.
a la noción que nos ocupa. Más aún, Th. II-II, q. 129, a. 1). Así pues, la
a veces, se encuentra una cierta am- acepción contemporánea del térmi-
bigüedad en el mismo autor. Tal es no “ánimo” en castellano, queda más
el caso de Agustín de Hipona, quien, vinculada al concepto tomista de a.
en algunos textos, identifica el a. con que al agustiniano.
el alma misma, en cuanto principio
annihilatio. La aniquilación es un
vital que es, al mismo tiempo, una
concepto próximo aunque no equiva-
annitas 74

lente al de la corruptio (véase). Ésta se annitas. Así como la quidditas (véa-


define como “destructio rei in nihilum se) señala la esencia de algo, al res-
sui sed non subiecti”, esto es, la des- ponder a la pregunta quid est (qué
trucción de aspectos –aun esenciales– es), la annitas indica su existencia, al
de la cosa de la que se trata, pero no responder a la pregunta –previa a la
de su sustancia. En cambio, en el ca- anterior– an sit (si es o existe). Am-
so de la a. se tiene una “destructio rei bas cuestiones, y el orden sucesivo en
in nihilum sui et subiecti”, lo que im- el que habían de plantearse, forman
plica la destrucción sustancial del en- parte de la metodología aplicada por
te, es decir, su “abolitio totalis”. En la los medievales a los problemas me-
corrupción, el subiectum permanece, tafísicos. Así, la frecuencia de la for-
aunque bajo otra forma, como la ma- mulación de estas dos preguntas, dio
dera que, por la combustión, se con- lugar a la creación de los correspon-
vierte en leño ardiente. En el senti- dientes neologismos que las tipifican.
do absoluto del término, esto es, en De todos modos, mediante ellos, ya
cuanto se opone completamente a la no se alude directamente al planteo
creación, la a. no está en poder del de las cuestiones, sino al carácter de
hombre. En sentido relativo, es decir, las respectivas respuestas. Por ej., M.
referida a la destrucción de algo en Eckhart comenta el ‘Ego sum qui sum’
particular, se entiende que la a. anu- en su Expositio libri Exodi y observa
la ese algo como tal y no lo convierte que en Dios esencia y existencia son
en otra cosa. lo mismo, pero que difieren en toda
En la Edad Media, se han plantea- creatura, ya que una cosa es pregun-
do dos hipótesis sobre la a.: la prime- tar por la naturaleza de algo, y otra es
ra concierne a la eventual aniquila- preguntar por su existencia. Precisa-
ción de lo creado por parte de Dios, mente, al referirse a esto último, es-
quien la llevaría a cabo suspendien- cribe “de annitate sive de esse rei”.
do su influxum conservativum (véa-
ante. Adverbio y preposición que
se creatio continuata). Al respecto, en
presenta tres acepciones principales:
primer lugar, se ha sostenido que la
1. la locativa, según la cual significa
a. así entendida no implicaría cambio
“delante”; 2. la temporal, en la que
alguna en la voluntad divina, ya que,
señala anterioridad cronológica, esto
en tal caso, con la misma e idéntica
es, “antes” o “anteriormente”; y 3. la
voluntad Dios habría querido des-
lógico-metafísica, en la que suele se-
de siempre que lo creado tuviera ini-
ñalar una prioridad de fundamenta-
cio y término. En segundo lugar, se
ción. Como es obvio, es en este úl-
observó también que nada puede ser
timo sentido como más se utiliza en
aniquilado por causa natural, ya que
contexto filosófico. Así, por ej., en
ningún ente tiene la potencia de au-
Conf. XI, 29, 39, Agustín escribe “ea
toanularse.
quae a. sunt” para referirse a lo tras-
Por lo demás, el término que nos
cendente que funda lo inmanente, o
ocupa aparece reiteradas veces en
sea, a las cosas divinas.
la discusión teológica acerca de la
transustanciación, a propósito de la ante rem-in re-post rem. Cf. ante
a. del pan en la eucaristía (cf., por 3. Estas fórmulas señalan respectiva-
ej., Guillermo de Ockham, In IV mente las tres posiciones principales
Sent., q. 6 k).
75 antequam

asumidas durante la Edad Media res- dición, mientras que el consequens se-
pecto del problema de los universa- ñala lo condicionado. Por último, en
les (véase universale). En efecto, para 3. el plano ontológico, el ser a. remi-
el realismo extremo, el término uni- te a una anterioridad cronológica y es
versal indica una realidad metafísica- habitual que se refiera a condiciones,
mente previa a la del particular, pre- ocasiones o circunstancias que acom-
cisamente ante rem, porque se da co- pañan la relación entre causa y efec-
mo causa ejemplar de las cosas crea- to. De esta manera, y muy particular-
das, por ej., el hombre, como for- mente entre los empiristas aún me-
ma contenida en el Verbo o Intelec- dievales, se asoció el a. a la causa.
to divino, en la concepción agustinia-
antepraedicamenta. Se denomina-
na. En cambio, quienes conciben que
ron con este vocablo en la Edad Me-
la realidad mentada por el término
dia las consideraciones y nociones
universal como in re, es decir, como
que Aristóteles antepuso al trata-
esencia en lo particular, entienden
miento específico de las categorías en
que se da en este último o bien for-
el tratado del mismo nombre (cf. Cat.
malmente, a la manera de Guillermo
1-4). Los escolásticos llamaron a las
de Champeaux, o bien como funda-
categorías “praedicamenta”; de ahí la
mento, en el caso de los realistas mo-
voz que nos ocupa. Ej. de a. es la serie
derados. Para aquellos que lo entien-
de consideraciones sobre el ente que
den como algo post rem, es decir, para
es denominans (véase).
los nominalistas, no hay más realidad
que la de los individuos y así el tér- antepraedicamentale. Nombre con
mino universal agota su sentido ya en el que los escolásticos designaron
un significado, como en Abelardo, ya las reglas aristotélicas acerca de los
en un mero sonido, como en Rosceli- antipraedicamenta (véase). Ejemplos
no: en ambos casos, el universal sigue de reglas “antipredicamentales” son:
o viene después de los particulares da- cuando una noción es atribuida a
do que es la realidad de éstos la que lo otra como a su sujeto, cualquier cosa
fundamenta. que se predique per se de lo que fun-
ciona como atributo, también se ha
antecedens. Es palabra utilizada en
de afirmar del sujeto, por ej., si se di-
los planos gramatical, lógico y onto-
ce que Sócrates es hombre y “animal”
lógico. En 1. el orden gramatical, se
es un atributo per se de hombre, tam-
denomina a. al sujeto de una propo-
bién hay que afirmar que Sócrates es
sición, así como se llama consequens
animal.
(véase) al correspondiente predica-
do. En 2. el orden lógico, suele de- antequam. Conjunción que indi-
signarse a. 2.1. a cada una de las pre- ca anterioridad temporal; por eso, se
misas de un razonamiento, siendo traduce por “antes de” o “antes que”.
la conclusión el c.; 2.2. a la primera Con indicativo expresa una sim-
parte de una proposición hipotética, ple relación temporal; con subjunti-
en la que la segunda es el consequens, vo, una subordinación lógica, además
por ej., “Si A es mayor que B, B es de la temporal, por ej., antes que ha-
menor que A”, en estos casos, el a. cer esto, preferirá hacer aquello otro.
–en el ejemplo mencionado, el que La particularidad del uso de esta con-
A sea mayor que B– expresa la con- junción en la Edad Media consiste en
antiperistasis 76

que, siguiendo lo observado por Jeró- res medievales casi siempre aluden a
nimo en su interpretación de un pa- este concepto en relación con el de
saje evangélico (cf. Contra Helvidium tristitia (véase).
I, 19), los escolásticos adjudicaron al
aphorismus. Es un precepto univer-
a. el carácter de señalar lo que prece-
sal formulado sobre la base de mu-
de en el pensamiento. Pero no es ne-
chos casos singulares. Se usa en las
cesario que se lleve a cabo lo pensado
demostraciones, puesto que alude en
con anterioridad, si se interpone al-
términos de síntesis a las propieda-
go que lo impide; así, por ej., “a. in
des y causas de las cosas. Sin embar-
portu pranderem, navigavi”, no signi-
go, carece de la fuerza argumentativa
fica que quien pronuncia esta propo-
de la sententia (véase). Algunas obras
sición haya almorzado efectivamen-
medievales comienzan con este voca-
te antes de navegar, sino que pensaba
blo en plural; por ej., los Aphorismi de
comer en el puerto cuando surgió al-
essentia summae bonitatis, aunque és-
go que lo impulsó a hacerse a la mar.
te no es un texto sino un título con el
Así lo señala Tomás de Aquino en S.
que Alain de Lille cita el célebre Liber
Th. III, q. 28, a. 3 ad 1).
de causis de Proclo.
antiperistasis. Además de equiva-
apirocalia. Véase consumptio.
ler a circumobsistentia, más específica-
mente, esta palabra fue empleada en apocatastasis. Se entiende por esta
la Edad Media para indicar la fuerza voz, transliterada del griego, la doc-
motriz que, contrariamente a lo que trina antigua según la cual el mun-
creían los antiguos, en el cuerpo que do, después de haber sido destruido
se lanza a distancia, no pasa al aire si- por el fuego, se reconstituirá nueva-
no al cuerpo mismo que es lanzado. mente, repitiéndose en todos sus de-
talles, con las mismas personas y en
antiphrasis. Habitualmente la cons-
las mismas condiciones y actividades,
trucción “per antiphrasim”, significa
según atestigua, entre otros, Taciano
“por contradicción”. Así se lee, por
(Adv. Graec. V). De última raíz pro-
ej., en Alain de Lille (cf. Anticl. VII,
bablemente pitagórica, esta noción
427; VIII, 248).
ha sido transmitida al mundo judeo-
antiqui. Cf. magister. cristiano por mediación estoica y es-
tá vinculada con la concepción grie-
antitypa. Cf. repraesentatio 2. ga del tiempo cíclico. Esto último no
antonomastice. Adverbio muy usa- puede ser propio de una idea cristia-
do en la literatura escolástica para na del devenir humano, puesto que
indicar la atribución común de un la creación, el nacimiento de Cristo
nombre a algo o alguien que lo me- –la eficacia de cuya encarnación obli-
rece por excelencia. Así, por ejemplo, ga a afirmar que ha padecido, muer-
Cicerón es a. orador. Frecuentemen- to y resucitado una sola vez–, así co-
te se lo reemplaza por la expresión per mo la promesa del fin de los tiempos,
antonomasiam. hicieron que desde la Patrística los
autores cristianos se opusieran a la
anxietas. Como la angustia, la an- ciclicidad, como aparece claramente
siedad se ha considerado uno de los en Agustín (cf., por ej., De civ. Dei
efectos de la tristeza. Así, los auto-
77 appellatio

XII, 13). Ahora bien, la a. tiene en apparenter. Adverbio con que se sue-
contexto patrístico-medieval el signi- le indicar que algo se toma en sentido
ficado de retorno de todas las criatu- metafórico y no propio. Así, se opone
ras a Dios, con lo que excluye la idea a formaliter (véase formaliter 1.). Por
de un infierno eterno y se torna un ej., se dice que los prados “ríen” no
concepto heterodoxo. Así, Dios se- formaliter, sino a.
rá, en la consumación final del único
appellatio. Su acepción más gene-
ciclo universal, todo en todos, como
ral es el de “nombre” y es, por tan-
sostiene Escoto Erígena (De div. nat.
to, un signo. Los signos appellant, vo-
V, 9 y 31). Al acercarnos a los siglos
cablo propio de Anselmo d’Aosta,
centrales de la Edad Media, esta doc-
es decir que, como se ha señalado
trina desaparece completamente.
en el artículo correspondiente (véase
apologia. Voz de origen griego, su signum), los signos remiten siem-
significado general es el de defen- pre a algo; en el caso de la a., a través
sa o, mejor aún, justificación. Dos del hecho de nombrar algo. La no-
son los sentidos que esta palabra pre- ción de a. es particularmente impor-
senta en contexto medieval cristia- tante en Pedro Abelardo. En la con-
no: formal y de contenido. Desde el cepción abelardiana hay dos aspectos
primero, dio título a obras con las de la significatio, esto es, dos funcio-
que quienes hoy llamaríamos “inte- nes significativas del nomen derivadas
lectuales” defendieron el Cristianis- de la impositio: la que refiere a las co-
mo, como religión nueva y, por en- sas, indicándolas, o significatio rerum,
de, desconocida, ante los emperado- y la que mienta lo inteligido de ellas o
res durante el primero y segundo si- intellectum. Abelardo siempre conclu-
glo de nuestra era. De este modo, la ye por centrar su atención en el se-
a. se planteó desde sus comienzos co- gundo aspecto, declarando irrelevan-
mo una suerte de preparación racio- te la significatio rei, por lo cual sue-
nal para el acto de fe en vistas de cual le reservar el término significatio para
ofrece una justificación. En este sen- la función que designa un único con-
tido, al constar estas obras de una cepto definido. Por eso, prefiere recu-
etapa filosófica, por así decir, queda- rrir a otro vocablo para señalar el pri-
ron insertas en la historia de la filo- mer aspecto del nomen, o sea, la fun-
sofía. Ejemplo paradigmático de es- ción de indicar las cosas, de llamarlas:
to son las dos A. redactadas por Jus- eso es precisamente la a. o nominatio.
tino. Pero el hecho de que el térmi- Así, sólo en el caso de los nombres
no que nos ocupa no figure en el tí- propios, que indican cosas o seres sin-
tulo de un texto no significa que no gulares, a. y significatio coinciden.
forme parte de lo que después se lla- En otro orden, un desarrollo espe-
mó “apologética”, que es el segundo cial tuvo la noción de a. en la lógica
sentido de a. En efecto, con este sig- escolástica. En ella, y en principio, es
nificado es una a., por ej., la Summa la propiedad según la cual un térmi-
contra Gentiles, donde Tomás de no appellat, es decir que se aplica o
Aquino defiende los puntos de vista es atribuido a otro según su signifi-
del Cristianismo sobre una plurali- cado formal; así, por ej., en “un escri-
dad de cuestiones contra los propios tor escribe”. Pedro Hispano –a quien
del Islam. Ockham seguirá en este punto– de-
appetitio 78

fine: “A. est acceptio termini pro re appetitio. Se la puede considerar co-
existente”. La a. es, pues, en este or- mo la acción o acto del appetitus (véa-
den, un caso de la suppositio (véase). se) en el sentido escolástico y, espe-
En su sentido más técnico y en ela- cialmente, tomista de la palabra. Sin
boraciones ulteriores, se consideró la embargo, en tanto que en el mismo
a. una propiedad lógica que algunos concepto de apetito está implicado el
traducen por “reimposición”. Reviste de su acción propia, la a. no resulta
al sujeto designado de un término de un término frecuente en la Escolásti-
determinación distinta de la que és- ca. Sólo adquirirá un sentido funda-
te tiene, o sea, impone a ese térmi- mental y preciso en la Modernidad y,
no la formalidad significada por otro. más específicamente, en Leibniz.
Por ej., en la proposición “Luis es un
appetitus. En cierto modo, esta pala-
ávido lector”, el sujeto “Luis” está to-
bra traduce la horexis aristotélica y los
mado bajo la formalidad de “lector”
escolásticos la usaron con conciencia
y declarado “ávido”. El término “ávi-
de que estaba relacionado con ella.
do” –que es el terminus appellans–
Para Aristóteles, apetito y entendi-
antes de atribuirse a “Luis”, apela a
miento parecen las dos únicas facul-
él imponiéndole la determinación o
tades capaces de mover el alma. Pe-
formalidad significada por “lector”.
ro, como en realidad el que mueve
No se trata, pues, de que el térmi-
es el objeto conocido en cuanto ape-
no “ávido” convenga a Luis absoluta-
tecible, resulta que la única facultad
mente, sino sólo bajo la relación a la
que constituye el principio de movi-
facultad de leer por medio de la de-
miento es la apetitiva (cf. De anima
terminación significada por “lector”.
III, 9 y 10). Sobre esta base, los auto-
Por eso, la a. no debe confundirse
res medievales consideraron que a. es
con la simple atribución de un predi-
la inclinación o el movimiento pro-
cado a un sujeto. Para que aquélla se
pio de un ente, la tendencia de és-
dé, es menester que el sujeto sea to-
te hacia su bien y su fin. Al respec-
mado no solamente como sujeto, si-
to, establecieron las siguientes distin-
no que también esté revestido de una
ciones: 1. a. naturalis: el apetito na-
cierta delimitación a través de la cual
tural es el que inclina todo ser a su
recibe el predicado. Es frecuente que
fin propio, sin que tal inclinación,
sean causa de a. términos que signi-
que toda forma conlleva, sea produ-
fican un acto interior del alma, co-
cida por conciencia alguna acerca de
mo “amar” o “conocer”, para sus ob-
tal fin; así, por ej., por su a.n. el fue-
jetos. En efecto, éstos suelen decirse
go tiende a elevarse. 2. a. elicitus es el
“amados” o “conocidos”, con un tí-
apetito por el cual el bien o fin atrae
tulo preciso bajo el cual son alcanza-
en cuanto que es actualmente, es de-
dos por tal acto; por ej., en “Conoz-
cir, efectivamente, aprehendido; pe-
co a este hombre de vista”, con la a.
ro, desde el momento en que hay di-
“de vista” se declara conocerlo en su
versas clases de aprehensión, el a.e.
aspecto físico y no por haberlo fre-
se subdivide en: 2.1. a. intellectivus
cuentado.
o rationalis, identificado muchas ve-
Por último, a. también se utilizó en
ces con la voluntad misma, en tan-
el terreno jurídico con el significado
to es inclinación hacia el bien cono-
actual de apelar.
cido por el intelecto, y 2.2. a. sensi-
79 apprehensio

tivus que alude a la sensibilidad, es- applicatio. En general, tiene tres


to es, a lo que tiende al bien aprehen- acepciones: 1. se aproxima a affectio
dido mediante los sentidos. El apeti- (véase), aunque su significado es más
to sensitivo, a su vez, puede ser 2.2.1. débil que el de este último término,
a. concupiscibilis, que inclina hacia el por indicar una inclinación anímica;
bien sensible en la medida en que és- así, se habla, por ej., de una a. animi.
te deleita al sentido, sea convenien- 2. en el plano jurídico, se utiliza este
te o nocivo; y 2.2.2. a. irascibilis, vocablo para aludir a un derecho. En
movimiento por el que se resiste a lo efecto, el ius applicationis es el dere-
perjudicial, combatiéndolo, de ahí cho que asiste a un patrono para here-
que Tomás de Aquino sostenga que el dar de un cliente muerto ab intestato.
objeto propio de esta clase de apetito 3. en su sentido medieval más espe-
es “lo arduo” (cf. S. Th. I, qq. 80, 81, cífico, la a. indica un procedimiento
82). Así pues, cabe subrayar que el a. propio de Raimundo Lulio que con-
no se limita a una dirección centrípe- siste en examinar un término dado
ta respecto del sujeto, sino que aún por medio de otros. En la versión fi-
puede implicar la centrífuga. Con to- nal del Ars Raymundi, este proceso se
do, se debe tener en cuenta que la úl- da de varias maneras diferentes, por
tima subdivisión del apetito sensiti- ej., una de ellas es aplicando los tér-
vo traduce dos inclinaciones correla- minos explícitos a los implícitos. Esto
tivas que se dan en todo ente corrup- significa que cada uno de los términos
tible y no sólo en los dotados de vida de toda nueva pregunta con la que se
sensitiva. Para retomar un ejemplo ya encuentre el artista del Ars Raymundi,
citado, nótese que el fuego no sólo deberá ser subsumida en los diecio-
tiende a elevarse sino también a resis- cho principios explícitos del Ars, pues
tir lo que lo altera y destruye. en ellos cae todo lo que existe.
Se ha de advertir que las clasifica-
appositio. Término que se utilizó
ciones establecidas acerca de este vo-
en los planos gramatical y físico. En
cablo también se hicieron siguiendo
el primero, los gramáticos medieva-
en cierto sentido la línea sugerida por
les llamaron a. a la breve frase que
Aristóteles: de hecho, los escolásti-
se añade a un nombre con el objeto
cos distinguieron los diversos tipos de
de identificarlo mejor o de dar de él
apetitos o potencias apetitivas tanto
una sucinta descripción; por ej., en
por las diferencias de sus correspon-
“Homerus, belli Troiani scriptor...” las
dientes objetos propios, como por las
tres últimas palabras constituyen la a.
diferencias del modo en que éstos son
En el orden de la Física, se denominó
aprehendidos, a saber, por medio del
con esta voz a una unión imperfecta
entendimiento o de los sentidos.
de partículas que se supone deberían
Por último, hay que aclarar que
estar mezcladas.
Guillermo de Ockham no aceptaría
usar indistintamente, como se ha he- apprehensio. Se denomina también
cho aquí, los términos “a.” y “potentia vis apprehensiva. Es un término que
appetitiva”, dado que él entiende el a. pertenece a la teoría escolástica del
como una disposición y, en ese senti- conocimiento e indica la percepción
do, la opone a la mera potencia (cf. intelectiva que sucede a la de los sen-
III Sententiae q. 3). tidos pero que es anterior al juicio.
appropinquatio 80

Por eso, no puede haber verdad o fal- Finalmente, también se ha utiliza-


sedad en la simple aprehensión; la ha- do el término a. con el significado
brá en una operación posterior que es psicológico que reviste en la actuali-
el juzgar del entendimiento. Median- dad como resistencia a algo en virtud
te la a. se capta, pues, un objeto en su del temor que provoca.
esencia, en sentido amplio, sin afir-
appropinquatio. Esta palabra se
mar ni negar aún nada sobre él. La
puede traducir por “aproximación” y
aprehensión de un mueble, por ej., lo
se aplica en el ámbito metafísico, es-
capta como tal pero no dice si es bri-
pecial pero no exclusivamente, en el
llante u opaco; así, en la a. está ausen-
contexto de la teoría platónica de los
te también la calificación axiológica.
grados de participación: se dice que
Desde Avicena a Ockham se la con-
lo que participa en mayor grado de
sidera una vis, precisamente porque
una esencia tiene mayor a. a ella. En
gracias a ella la percepción misma se
un esquema aristotélico, se habla, en
adueña del objeto en su carácter con-
cambio, de la aproximación a un pri-
creto de sustancia sensible, abstrayén-
mer principio dentro de un género o
dolo de los sentidos y de la imagina-
especie: cuanto mayor sea la a. de al-
ción, de manera tal que, aun estando
go a él, mayor será la perfección de
ausente dicho objeto, se posee su no-
ese algo, por ej., la intensidad de lo
ción. Es Tomás de Aquino (cf. Exp. in
lúcido se estima por su aproximación
Boeth. Trin. VI, 2) quien indicó jus-
a la luz, es decir, a lo máximamen-
tamente, en el acto de la a., una pers-
te luminoso.
pectiva del conocimiento ausente en
la Antigüedad: la aprehensión opera appropriatio. En la Escolástica se
una síntesis simplex de la multiplici- llamó así a aquello por lo cual algo se
dad sensible y recoge en ésta una pri- atribuye a otra cosa con propiedad.
mera representación unitaria del ob- Se entendió que la a. se puede dar 1.
jeto. A partir de ella, se desarrolla la per assimilationem, lo que tiene lugar
representación compleja y reflexiva cuando la causa “se apropia” de su
de sus relaciones, es decir, se tienen la efecto, es decir que éste se atribuye a
reflexio y la cogitatio (véanse). aquélla; 2. per adaequationem, lo cual
Cabe destacar que en Ockham se sucede cuando una potencia “se apro-
puede aprehender una cosa ya sea en pia” de su objeto, o sea que a la po-
particular (tal cosa blanca), ya sea in tencia se le atribuye el tener tal obje-
universali (concebir la blancura), co- to específico, por ej., el color respecto
mo en un concepto simple o com- de la vista; y 3. per communicationem,
plejo. En este último caso, por ej., se cuando la a. se verifica por simple
puede aprehender el concepto de Ser contacto. No se ha de confundir la
primero que sólo conviene a Dios. asignación o mera atribución que
Pero, el uso más propio que tiene constituye la a. con lo que es, estric-
en Ockham este término no es tan- tamente, el proprium (véase) de algo.
to gnoseológico cuanto lógico. En El concepto de a., en particular, en
efecto, Guillermo define la a. como su primera acepción, es crucial en las
el acto por el cual se forma una pro- discusiones teológicas del Cristianis-
posición o se conoce una proposición mo sobre los atributos que correspon-
ya formada (cf. Quodl. V, q. 6; In I. den a cada una de las Personas divinas.
Sent., Pr. 1 y 7).
81 arbor porphiriana

Así, por ej., se dice que la verdad on- gico, sino volitivo: alude a una elec-
tológica, “se apropiaría” al Hijo, esto ción, resolución o decisión. De he-
es, al Logos o Verbo en cuanto conte- cho, en el mundo antiguo, este tér-
nido del mundo eidético; sin embar- mino formó parte del lenguaje jurí-
go, no es un proprium de Él (cf. To- dico en el que arbitrari significó “juz-
más de Aquino, S. Th. I, q. 39, a. 8). gar”, viendo sin ser visto. De testi-
go oculto, arbiter pasó a ser juez pri-
approximatio. Término que perte- vado con poder soberano. La distin-
nece al vocabulario medieval de la ción entre el juicio como considera-
causalidad y que no tiene que ver ne- ción o resultado de una reflexión y
cesariamente con lo local. No indi- la decisión misma a la que alude el
ca una realidad en sí misma sino una a. se encuentra ya cristalizada en la
condición: significa no sólo que el sentencia ciceroniana: “aliud est iudi-
agente y el paciente están efectiva- cium , aliud arbitrium”. De esta ma-
mente dados, sino también y funda- nera, en la Edad Media, el término
mentalmente que ninguna instancia no suele aparecer solo, sino con el
intermedia impide al primero pro- adjetivo “liberum” antepuesto, y es-
ducir su efecto sobre el segundo. Así tá referido, obviamente, al problema
se expresa, por ej., Guillermo de Oc- antropológico de la libertad (véase
kham en Quodl. VII, q. 8. liberum arbitrium).
aptitudo. Voz usada frecuentemente arbor porphiriana. Se conoció con
en la Edad Media, la a. señala la me- este nombre el esquema que, con fi-
ra negación de la incompatibilidad, nes especialmente didácticos, ilustró
es decir de lo que los escolásticos lla- el capítulo II de la Isagoge de Porfi-
maron “repugnantia”. Así, por ej., un rio, es decir, la Introducción que és-
ciego de nacimiento es, en cuanto te redactó a las Categorías de Aristó-
hombre, aptus para ver, lo que no su- teles. Este esquema, conocido como
cede con una piedra. De esta mane- scala praedicamentalis, no ofrece in-
ra, la a. forma parte de la terminolo- novaciones lógicas ni metafísicas, pe-
gía metafísica y no de la correspon- ro constituye una transcripción gráfi-
diente a la teoría del conocimiento ca que se asemeja a un árbol. En efec-
ni, mucho menos, a la psicología. to, Porfirio presenta allí la jerarquía
apud. Además de sus usos comunes, de términos genéricos y específicos,
que señalan proximidad física o per- partiendo del género generalísimo
tenencia a un ámbito, esta preposi- (véase genus) hasta la especie espe-
ción de acusativo se usa, en textos fi- cialísima (véase species), o sea, aque-
losóficos, como referencia, para alu- lla que, a su vez, no puede ser género
dir a las obras de un autor en cuanto que subsuma en sí otras especies. En-
que éstas reflejan su pensamiento. En tre uno y otra se encuentran los tér-
tal caso, se suele traducir por “en”; minos que son al mismo tiempo gé-
así, por ej., “en Cicerón”. Con todo, nero y especie, los que están ordena-
el término es más utilizado en el con- dos según un criterio de comprehensio
texto antiguo que en el medieval. (véase) creciente. Por eso, el esquema
recuerda el de un árbol que se va en-
arbitrium. Significa, primariamen- sanchando desde la cima a la base:
te, “juicio”, pero no en sentido ló-
architectura 82

sustancia ambivalente que el hombre medie-


val arrojó sobre la a. queda expresada
corpórea incorpórea en Hugo de San Víctor, quien escribe
que puede entrar en el ámbito de la
animada inanimada filosofía, si se la observa en sus prin-
sensible insensible
cipios teóricos (cf. Didasc. I). En este
sentido, ya Agustín la había relacio-
racional irracional nado con la aritmética, subrayando el
respeto a la proporción que la a. exige
Sócrates, Platón... y expresa (cf. De ord. II, 11). Por eso,
Boecio se refiere a la intervención de
la razón, más que de la sensibilidad,
Así pues, las ramificaciones de es-
ya que ve en las formas arquitectóni-
te “árbol” constituyen especificacio-
cas algo que trasciende el mundo de
nes. En su cima está el género supre-
las imágenes y guía al intelecto desde
mo de la sustancia, ya que se trata de
las percepciones sensibles a la verdad
una traducción de la metafísica pro-
de Dios. Este principio de la belleza
pia de Aristóteles en particular. Con
estructural de un templo como anti-
todo, cabe advertir que, al describir
cipación de la celestial es retomado
en Isagoge II este árbol de manera des-
por Siger de Saint Denis, quien en el
cendente, es decir, desde la sustancia
De consacratione escribe que Dios re-
hacia el individuo, Porfirio no respe-
compensará a los devotos constructo-
ta el procedimiento típicamente aris-
res de catedrales, reedificándolos co-
totélico que es el inverso: de hecho, el
mo piedras vivientes de un templo es-
Estagirita parte de lo particular, des-
piritual, puesto que ellos celebraron a
de el individuo, dotado de máxima
Dios también con la belleza exterior.
comprehensio pero de mínima extensio
Sin embargo, y aunque aprobaron
(véanse) y primer dato de conoci-
el principio pedagógico de la belle-
miento en el que se origina el proceso
za estuctural, los autores moralmen-
de abstracción. Desde allí se remonta
te más severos, como Bernardo de
al género supremo. Es su condición
Clairvaux, se mostraron renuentes a
de neoplatónico lo que pudo haber
la decoración interior de los templos
llevado a Porfirio a proceder, deduc-
(véase pictura, in fine). Por su parte,
tivamente, al revés. Avicena aborda
Alain de Lille, sobre la base de Prov.
la cuestión en su Log. 8. Por su par-
8, 27, se refiere al Creador como un
te, Pedro Hispano desarrolla el tema
“elegante arquitecto”. Con Vitrubio,
como descriptio y lo hace en referen-
que retoma la vieja tradición boecia-
cia al segundo comentario boeciano a
na al respecto, se llega a un canon en
la Isagoge.
el que la ratiocinatio (véase), en cuan-
architectura. La arquitectura es una to perspectiva matemática, es supe-
de las artes mecánicas o manuales, in- rior a la fabrica (véase fabrica 2.) del
feriores a las liberales en cuanto que constructor.
dependen del cuerpo (véase ars). Su
argumentatio. Por “argumentación”,
función primitiva es la de proveer al
los autores medievales entendieron,
hombre en las dificultades de su vi-
en general, el tipo o la clase a la que
da material, en la medida en que le
pertenece un razonamiento dado. En
procura amparo. Con todo, la mirada
83 arithmetica

rigor, la a. señala la expresión de tal el término que nos ocupa para aludir,
razonamiento, así como la proposi- específicamente, al tipo de argumen-
ción es la expresión del juicio y el tér- tación sophistica (véase argumentatio,
mino lo es del concepto o noción. Lo in fine). Por eso, a. se suele definir
específico de la argumentación es que como “probabile inventum ad fidem
ella pone de manifiesto la relación de faciendam”; de ahí que no sólo los ar-
consecuencia que va de un enunciado gumentos a fortiori, a contrario, a pari,
a otro. Según la forma de tal relación, etc. se designen con este nombre sino
se tendrá una a. deductiva o inducti- también aquellos otros que implican
va; según la materia, es decir, la natu- argucias polémicas por parte de quie-
raleza de las premisas, se tendrá una nes discuten, por ej., los argumentos
a. demostrativa o apodíctica, si tales ad verecundiam, ad ignorantiam, etc.
premisas son necesarias; dialéctica, si (véanse).
son probables; o bien sofística, si son
arithmetica. La aritmética es una de
falsas. Una particular importancia
las artes liberales del quadrivium (véa-
asume el término en el vocabulario
se); por tanto, formó parte de la for-
de Pedro Abelardo, para quien la a.,
mación básica en la Edad Media. En
definida como la formación de las co-
general, se la definió, desde la Anti-
nexiones proposicionales, es el objeti-
güedad, como el estudio teórico de
vo último de todos los análisis que gi-
las propiedades del número, de ma-
ran en torno del significado del nom-
nera que éste es su subiectum. Así, de-
bre, del verbo y de la propositio mis-
riva en scientia bene numerandi. Pa-
ma. Syllogismus y locus son, siguien-
ra Boecio, quien precisamente con su
do a Aristóteles y Boecio, los instru-
De arithmetica II, 7-9, se constituye
mentos y modos mediante los cua-
en una de las principales auctoritates
les se construye la a. Pedro Hispano
medievales respecto de este tema, la
ofrece al respecto la siguiente defini-
a. es una scientia en cuanto que des-
ción: la a. es –escribe– “argumenti per
cribe un itinerario particular para al-
orationem explicatio, id est oratio expli-
cans argumentum”, Summ. Log. 5, 2. canzar el fin común a todas, es decir,
la posesión de la verdad. De hecho,
argumentum. La definición tradicio- desde la perspectiva boeciana, la re-
nal de a., de raíz ciceroniana (cf. Top. presentación cuantitativa y numéri-
2), es: razón que se da de algo en ma- ca de la realidad es el primer acceso
terias dudosas. También se ha utiliza- a la formalidad de los ejemplares di-
do el término, como lo hace Aristóte- vinos que encierran en sí mismos la
les (cf. Pr. Anal. II, 29, 10, 70b 2), en originaria verdad de todo lo que exis-
el sentido de alguna señal sensible que te. Desde este ángulo neopitagórico,
se da para manifestar una verdad. Con las formas se representan en la men-
todo, y aunque subsisten en cierta te humana como simples entidades
medida estas acepciones, la literatura cuantitativas que son de dos tipos: la
medieval suele usar a. en muchos ca- magnitudo o cantidad continua, y la
sos como sinónimo de argumentatio. multitudo o cantidad discreta. Cuan-
Pedro Hispano lo define diciendo do estas últimas son tomadas per se,
que es “ratio [...] medium ostendens se tienen los números en cuanto ta-
quae debet confirmari per a. (Summ. les, objeto de la a. Ésta estudia, pues,
Log. 5, 2). Los escolásticos prefirieron la multitudo per se.
artes 84

En la Edad Media, las cuatro ope- medio de una aplicación conscien-


raciones se consideraron especies de te, que confería al hombre un cier-
la a.: additio o suma, substractio o res- to dominio sobre las cosas o influen-
ta, multiplicatio o multiplicación, y cia sobre otros hombres. Habiéndo-
divisio o división. El cronista Richer se ceñido primero al orden manual,
da cuenta de que, a finales del siglo los ejemplos aluden muy pronto al
X, Gerberto de Aurillac promueve la ámbito intelectual. Con todo, como
utilización de un ábaco en forma de también se consideraban artes otras
tabla provista de compartimientos. Se actividades, el vocablo continuaba
dividía a lo largo en veintisiete par- presentando una gran ambigüedad.
tes, ocupadas por los números de uno Es Aristóteles quien intenta caracte-
a nueve. Hizo fabricar otros tantos, rizarlo de modo más estricto. En Met.
móviles, para que, al cambiarlos de I, 1, 980b, establece que tanto el arte
cuadro, se indicara la multiplicación como la ciencia proceden de la expe-
y división de un número de modo rá- riencia y que en ambos hay juicio so-
pido (cf. Hist. III). Ciertamente, esto bre algo universal. En Eth. Nic. VI, 3,
cambia con la introducción del cero 1139b, especifica que el arte es un es-
que da lugar a un nuevo tipo de cál- tado de capacidad para hacer o pro-
culo (véase algorismus). ducir algo, capacidad que implica el
Hacia los siglos finales de la Edad concurso del razonamiento y del mé-
Media, se consideró estas operaciones todo.
propias del uso popular, y se reser- Quedaba pendiente, sin embargo,
vó el nombre de a. generalis a aque- el problema de la clasificación de las
lla que trata de la razón filosófica del artes, cuestión en la que se empeñará
numerus (véase). particularmente la Edad Media desde
sus comienzos, si bien según algunos,
artes. Lo que todas las lenguas anti- hay antecedentes de clasificación de
guas subrayan en este término, cual- artes en los pitagóricos. Sea de ello lo
quiera sea en cada una de ellas su que fuere, uno de los primeros inten-
equivalente, es la noción de articula- tos en tal sentido aparece ya en Varrón
ción entre las partes de un todo. El (cf. Disciplinarum libri IX). La prime-
latín sumó a esta noción la interven- ra gran división es la que se estable-
ción humana, que es la que precisa- ce entre las artes manuales o mecáni-
mente produce con su obrar dicha ar- cas y las que dependen directamen-
ticulación. te del alma, de la cual, como es libre
En líneas muy generales, el arte es respecto del cuerpo, provienen las ar-
una cierta virtud o habilidad para ha- tes liberales. En cambio, en el siglo
cer o producir algo, de cualquier tipo, XII se da otra fundamentación de su
de acuerdo con determinados méto- nombre: para Adelardo de Bath, por
dos o reglas que, a su vez, pueden des- ej., se denominan así porque liberan
cubrirse también por medio del arte, al hombre de los condicionamientos
o bien de la experiencia. Esta poliva- de la materia. Sea de ello lo que fue-
lencia semántica no sólo aparece en el re, naturalmente, son las artes liberales
vocablo latino a. sino que está impli- las que dieron lugar a mayores dife-
cada en la palabra griega téchne. Con rencias a la hora de establecer su cla-
este término, los autores antiguos in- sificación interna. Agustín de Hipona
dicaban toda habilidad, obtenida por propone la suya, atribuyendo a las ar-
85 artes

tes un valor propedeútico con respec- te en virtud del supuesto medieval


to al estudio de la verdadera sabiduría de concebir el universo esencialmen-
(cf. por ej., De ord. II, De doct. christ. te como cosmos, esto es, de haber
IV, y De musica, passim). supuesto la realidad como ordena-
Pero fue la obra de Marciano Ca- da; de ahí que la música, por ej., for-
pella la que influyó decisivamente so- me parte del quadrivium: lo hace en
bre este punto. Seguido después por la medida en que traduce un orden
Isidoro de Sevilla, en su enciclope- o armonía reales. Así pues, trivium y
dia Satyricon. De nuptiis Mercurii et quadrivium constituyeron, respecti-
philologiae, Marciano presenta una vamente, los grados literario y cientí-
notable valorización de las artes que fico de la enseñanza medieval.
divide en gramática, dialéctica y re- Pero esta división no podía mantener-
tórica; geometría, aritmética, astro- se rígidamente, salvo con fines de me-
logía y música. Desde el siglo IX, y ra esquematización pedagógica. Hacia
especialmente debido a la reforma de el final del siglo XII, se advirtió la di-
la enseñanza propiciada por Alcui- ficultad de insertar en la dialéctica del
no, las artes se dividieron en dos gru- trivium una buena parte del corpus ló-
pos: el trivium que abarcaba las tres gico aristotélico que había sido igno-
primeras de las arriba mencionadas, y rada durante un largo período en la
el quadrivium que agrupaba las cua- Edad Media: los dos Analíticos, los
tro últimas. Esta división se hallaba Tópicos, y la Refutación de los Sofistas,
ya presente en Boecio, pero se puede conjunto de obras que se llamó ars o
decir que sólo en el citado siglo llegó logica nova. En cambio, se denomi-
a propagarse. nó ars o logica vetus el grupo cons-
Aun cuando los antidialécticos, co- tituido por las Categorías y Sobre la
mo Pedro Damián, condenaban las interpretación, a los que se añadieron la
artes, juzgándolas inútiles y super- Isagogé de Porfirio, con los comen-
fluas, fue prevaleciendo el espíritu es- tarios boecianos y, a partir del siglo
peculativo. Así, la escuela de Chartres XIII, el De sex principiis atribuido a
les dio gran impulso, en especial, a Gilbert de la Porrée.
través de Thierry de Chartres, quien Usos especiales de esta palabra se
establece en su Heptatheucon la di- encuentran en Buenaventura, ya que
ferencia principal entre el trivium en él a. alude, por una parte, a la ra-
y el quadrivium: el primero com- tio representativa perfecta de todas las
prende las artes del decir o de la pa- cosas en el Verbo, sobre la cual el Pa-
labra, por lo cual se llamaron “artes dre crea; por otra, al simple acto de
sermocinales” (de sermo que significa conocimiento que no está ordenado a
“expresión”, también “discusión” o, la producción o factio (véase).
más en general, “lenguaje”); el segun- En cambio, Tomás de Aquino reco-
do abarca las artes de lo dicho, o sea, ge y sistematiza la clasificación tradi-
de las cosas de toda índole, y así se de- cional de las artes, pero se interesa es-
nominaron, por oposición, artes reales. pecialmente en su fundamentación.
En lo que respecta al segundo gru- Afirma que todas se llaman “artes” en
po, es decir, el de las artes reales, cabe cuanto hábitos de algún modo ope-
notar que las disciplinas que lo com- rativos, aun cuando se ejerciten en
ponen presentan una nota común: la el ámbito de la especulación: en este
noción de orden. Y esto justamen- sentido, la construcción de un silogis-
articulus 86

mo, por ej., se considera una opera- lósofos, médicos y farmacéuticos, se


ción. Para el Aquinate, la función del inscribió precisamente Dante por su
arte es producir una obra perfecta; la condición de filósofo.
de la prudencia, en cambio, es perfec-
articulus. El artículo es de extrema
cionar al agente. También para él, si
importancia en la literatura escolásti-
las siete artes arriba mencionadas re-
ca, desde el momento en que no sólo
ciben el nombre de “liberales” es jus-
constituye la célula irreductible de las
tamente para distinguirlas de las or-
sumas sino que además, por su mis-
denadas a operaciones que se efectúan
ma estructura y movimiento inter-
con el cuerpo, es decir, las mechanicae
nos reproduce el modus operandi de
o manuales, que son en cierto modo
la argumentación de la Escuela, tan-
“serviles”, en la medida en que el cuer-
to desde el punto de vista de la redac-
po está servilmente sometido al alma
ción como desde el doctrinal. Esque-
y es según ésta que el hombre es li-
matizado para uso de los estudiantes,
bre (cf. S. Th. I-II , q. 57, a. 3 ad 3).
establece los términos del tema a dis-
Por esa razón, los maestros que ense-
cutir, hace muchas veces una suerte
ñaban las disciplinas liberales fueron
de historia del mismo o remite a opi-
llamados artistae.
niones de auctoritates en la materia, y
Con todo, este esquema general re-
lleva a cabo la discusión y solución de
sultó cada vez más insuficiente, con
la disputa sobre un aspecto particu-
lo que fueron propuestas nuevas sub-
lar de una quaestio (véase). Sus partes
divisiones, como la de Hugo de San
principales son: 1. El enunciado que,
Víctor en su Didascalion. Con ello,
dada la índole de los temas filosóficos
aparecieron nuevas expresiones refe-
y teológicos que trata, comienza con
ridas al tema. Entre estas últimas, ca-
“utrum”: esto señala, a la vez, de un
be recordar la Ars magna de Raimun-
lado, la dubitatio (véase) que da ori-
do Lullio que, por lo demás, cons-
gen al planteo, por lo cual los verbos
tituye el título abreviado de su Ars
que siguen al utrum están conjuga-
compendiosa inveniendi veritatem seu
dos en subjuntivo, también en latín
ars magna et maior, obra que aspira
modo de la posibilidad, no de la rea-
a presentar un sistema de conceptos
lidad; de otro, indica que la discusión
básicos en los que se fundamentarían,
del tema se llevará a cabo dialéctica-
mediante combinación de los mis-
mente, es decir, por la confrontación
mos, las ciencias particulares. Por esta
de los términos de una alternativa.
razón, la a.magna lulliana fue deno-
En efecto, la alternativa excluyente,
minada también “ars combinatoria”.
implicada en cada cuestión, se reve-
Cabe añadir que se denominó “a.
la en la misma acepción de “utrum”,
incertae” o “prohibitae” a las prácticas
cuyo significado indica una posibili-
mágicas, como lo atestigua el Decretum
dad con exclusión de su contradicto-
de Ivo de Chartres. Para la noción de
ria; por ej. “Utrum Deus sit”: “Si Dios
ars coniecturalis, véase coniectura.
Ya en la transición al Renacimien- existe (o no). 2. Sigue la enumera-
to, y particularmente en Florencia, ción y enunciación de las razones o
existía un registro en la así llamada argumentos que apoyan la tesis que
“Corporación de las Artes”, las cua- será finalmente rechazada por el au-
les se dividían en menores y mayores. tor, por ej., “Videtur quod Deus non
En estas últimas, que agremiaban a fi- sit. 1. Se sintetizan en este momen-
87 artificialia

to, las razones aducidas por la antí- producen sólo lo que ven sino que,
tesis, esto es, por la posición del ad- en sus obras, se remiten a principios
versario: Quia… 2. Praeterea…”, etc. en los que también la naturaleza tie-
3. A continuación, se presenta la otra ne su origen. Por su parte, Buenaven-
parte de la alternativa abierta en el tura dirá mucho más tarde que el al-
utrum, esto es, el “Sed contra…” (véa- ma del a. compone cosas nuevas con
se) que también suele estar acompa- elementos que no lo son y pinta o es-
ñado de citas de auctoritates. 4. Des- culpe en sus obras exterius lo que in-
pués, viene el cuerpo o corpus del a., ternamente piensa e imagina interius.
es decir, el desarrollo de la solución Por eso, Tomás añade que la phantasia
del autor, su respuesta, por lo que se tiene una función preponderante en
suele abrir con las palabras “Respondeo la acción del a., ya que la fantasía,
dicendum quod…”; se trata, pues, de potencia del sentido interior, es co-
la conclusio; a veces se añade la ilus- mo un tesoro de formas que llegan
tración de tal solución mediante al- al sujeto a través de los sentidos (cf.
gunos ejemplos, elemento que, no S. Th. I, 78, 4). En el Renacimiento,
obstante, puede faltar. 5. a la luz de a. se aplicará metafóricamente a Dios
tal respuesta doctrinal, se procede a Creador, optimus a., como señala Pi-
la refutación de todos los argumentos co della Mirandola al comienzo de su
adoptados por la tesis que se comba- De hominis dignitate.
te, en el orden en que fueron expues-
artificialia. Se denominan así las
tos en el punto 2; dicha refutación se
obras que son producto de las artes,
inicia con las palabras “Ad primum
en el sentido medieval del término
ergo dicendum… Ad sedundum…”,
(véase ars, in principio). Hacia el fin
etc. Ciertamente, la redacción de los
de la Edad Media se estableció al res-
artículos está matizada por distincio-
pecto la siguiente distinción entre: 1.
nes (véase distingo) y objeciones (véa-
las obras a. que se producen en co-
se obiectio), que son típicas del proce-
operación entre la naturaleza y el ar-
dimiento escolástico.
tesano o artista, como las de la agri-
En cuanto al ámbito religioso, los
cultura y la medicina; 2. las que tie-
autores medievales se basaron sobre
nen su causa exclusiva en la acción de
la etimología que atribuían al térmi-
este último, como en el caso de los es-
no y que aludía a la delimitación de
cultores o los arquitectos, por ej., una
las partes de un cuerpo que están mu-
escultura o una casa. En el primer ca-
tuamente enlazadas. Así llamaron a.
so, el agente produce una forma sus-
fidei a un punto o aspecto particular
tancial o aun accidental, disponien-
concerniente a la verdad divina y que
do las fuerzas naturales para que ellas
constituye materia de fe, dado su ca-
actúen sobre un subiectum determi-
rácter de no evidente ni accesible a la
nado, vg. cuando el escultor somete
sola luz de la razón natural.
el hierro a la acción del fuego. En el
artifex. Es palabra que en la Edad segundo, al menos en la concepción
Media se suele reservar para el ar- de nominalistas como Ockham, no
tesano o artista, esto es, para pinto- se produce una realidad nueva sobre
res, escultores, orfebres, constructo- los elementos procurados por la natu-
res, etc. Sobre una idea de Plotino, raleza: estos entes a. son el resultado
Agustín afirma que los artifices no re- de una adición o separación de partes
artificium 88

realmente existentes, como las pie- jetos de las siguientes proposiciones:


dras de una catedral que, para que és- “Todos los hombres son mortales; es-
ta tenga lugar, son cambiadas de sitio. te hombre es mortal”.
Así, escribe Ockham, el esse de los a.
asinus. En términos estrictamen-
se reduce a una o varias cosas natura-
te teológicos, el asno refiere al as-
les (cf. Summ. in libros Phys. I, c. 26).
pecto inferior, carnal o instintivo
artificium. En los textos medievales del hombre en su actual condición.
aparece a. designando el mismo tra- En el plano moral, es símbolo de la
bajo manual propio de las artes mecá- tenacidad del mal que se comete.
nicas y, por extensión, el oficio corres- Así aparece, por ej., en Gabriel Biel
pondiente y los conocimientos técni- (cf. In III Sent. d. 1, q. 2, a. 1). Res-
cos que le son propios. Es muy raro, pecto del uso de la imagen del asno
en cambio, su uso con la acepción de en el tratamiento que Buridán hace
“ardid”. En Raimundo Lullio sue- del libre albedrío, véase aequilibrium
le ser equivalente a instrumentativa indifferentiae.
(véase).
aspectus. Término que adquiere una
artista. Es importante tener presen- importancia particular y específica
te que este término no señala en el la- en Agustín, con el significado de gra-
tín medieval lo mismo que en espa- do en una facultad anímica (cf., por
ñol. Para este último significado se ej., De quant. an. 27, 53), y en au-
suele emplear artifex (véase). Por el tores agustinianos como Buenaventu-
contrario, en la Edad Media alude ra. Éste escribe que a. mentis es gra-
al estudiante o profesor que pertene- dus potentiarum animae. El orden
cía a la Facultad de Artes (véase ars). subjetivo de los “aspectos” correspon-
Artistae célebres fueron, por ej., Boecio de al orden objetivo de los seres a los
de Dacia y Marsilio de Padua. que tales potencias se refieren. Así, el
sensus está ordenado a lo sensible; la
ascensus. Voz que en la Edad Media imaginatio, a los phantasmata o re-
traduce la anábasis griega, es decir, to- presentaciones de lo sensible; la ratio
da elevación y, en especial, 1. la del a las razones universales abstractas de
alma hacia las instancias metafísica- la potencia intelectiva; el intellectus, al
mente supremas; así, aplicada a la vi- alma misma y a las sustancias separa-
da espiritual, aparece en Buenaven- das y espirituales; la intelligentia, a la
tura y señala la serie gradual de ac- consideración de Dios; finalmente, la
tos, desde la nuntiatio (véase) hasta la scintilla mentis, al amor de Él.
unión con Dios.
Sin embargo, esta palabra ha sido assensus. El asentimiento es el ac-
usada con mayor frecuencia 2. en to mismo de aceptar una percep-
sentido estrictamente lógico. En ese ción o aprobar una proposición. Pa-
orden, la expresión a. terminorum in- ra los estoicos, en el primer caso,
dica el pasaje de un término singular adsensio –grafía latina originaria de es-
a uno específico, o de uno específico te vocablo– sigue inmediatamente a
a uno genérico. Se opone, pues, a la la evidencia de una impresión; más
expresión descensus terminorum, que aún, es el acto por el que esa eviden-
señala el pasaje en un sentido inver- cia, ya presente en el alma, es acogida
so, por ej., el que se da entre los su- por ésta como tal. En el segundo caso,
89 assumere-assumptio

se trata del acto de reconocimiento de opinión; si asiente con certeza, tiene


una afirmación como verdadera. A di- fe (cf. S. Th. II-II, q. 1, a. 4). A par-
ferencia de los escépticos, para quie- tir de entonces, el a. se definió, de un
nes obviamente era necesario suspen- modo más estricto, como la acepta-
der el asentimiento, los estoicos acen- ción de una proposición que pertene-
tuaron el carácter activo del a. y hasta ce al ámbito de la fe. De todos modos,
su importancia para completar el jui- lo central según el punto de vista to-
cio, concediendo así algún espacio a mista –que la Modernidad rechazará
la voluntad en este momento intrín- en este aspecto– es que el asentimien-
seco del conocimiento. De esa mane- to sigue perteneciendo al orden inte-
ra, recurrieron a esta noción para re- lectual, aun cuando, en algunos ca-
solver el problema del error: éste con- sos, esté acompañado por la voluntad.
sistiría precisamente en el a. precipita- Por su parte, Guillermo de Ockham,
do que se otorga a una percepción to- seguido por Robert Holkot, retoma
davía confusa, y en asociarla ilegítima- la teoría agustiniana acerca de que la
mente al contenido de otra. Pero con percepción involucra de alguna mane-
ello dejaron pendiente la cuestión de ra un juicio. Distingue dos clases de a.
la ambivalencia del a. como momento así como había distinguido entre dos
teórico y a la vez práctico, es decir, co- tipos de apprehensio (véase): aquel por
mo una instancia en la que confluyen el cual el intelecto afirma que una cosa
entendimiento y voluntad y en la que existe o no y que es de tal o cual ma-
se ha de determinar cuál de ambas fa- nera; y aquel otro por el que el inte-
cultades tiene el papel decisivo. lecto adhiere a una proposición que en-
En la Edad Media se dieron diver- cuentra verdadera (cf. Quodl. V, q. 6;
sas respuestas al problema. Para To- III, q. 8; IV, q. 16). A diferencia del
más de Aquino, por ej., el asentimien- segundo, el primer asentimiento no es
to es esencialmente un acto del en- un juicio propiamente dicho, porque
tendimiento, a diferencia del consen- no tiene por objeto una proposición
timiento (véase consensus) que es ac- (cf. In I Sent. Pr., q. 1).
to de la voluntad. Pero especifica que Por esta dependencia respecto del
el entendimiento asiente de dos ma- binomio entendimiento-verdad, el
neras: una, cuando es movido por el tema del assensus es recurrente en la
objeto mismo; en este caso, o bien el polémica con el escepticismo. Más
objeto se conoce en sí mismo –es de- todavía, en textos filosóficos de la úl-
cir, resulta algo evidente de suyo, co- tima Edad Media y aun del Renaci-
mo “A no puede ser A y no A al mis- miento se leen afirmaciones opuestas
mo tiempo”– o bien cuando conoce a ciertas formas del escepticismo, co-
el objeto por mediaciones, como en mo la que sigue, del español Francis-
el caso de las conclusiones científi- co Vallés, médico de Felipe II: “Porro
cas, a las que el entendimiento asien- assertiones quaedam sunt per se notae,
te después de algún género de demos- quarum assensus natura nobis est insi-
tración. De una segunda manera, el tus” (De sacra philosophia, LXIV, 1).
entendimiento se inclina voluntaria-
assimilatio. Cf. species 2. in principio.
mente, y en virtud de una cierta elec-
ción, a uno u otro término de una al- assumere-assumptio. En líneas ge-
ternativa. En este último caso, si lo nerales, a. significa traer una cosa ha-
hace dubitativamente, se tiene una cia sí. Implica, pues, una relación: la
astra 90

que se da entre aquello desde lo cual distinguieron ambas disciplinas, con-


se trae y aquello hacia lo cual se trae; fundiéndose bajo el mismo nombre.
además, se ha de considerar lo recibi- La actividad de los astrólogos co-
do o asumido en sí mismo. La acep- bró cierto auge en algunas sectas con-
ción de este término, de relevancia en temporáneas a los autores del período
el campo metafísico y teológico du- patrístico y fue combatida por éstos.
rante la Edad Media, se ha delimita- Orígenes, por ej., menciona polémi-
do en comparación con los conceptos camente las creencias astrológicas de
de unión, equivalencia, acción-pa- la doctrina mitríaca y de ciertos siste-
sión. En relación con el primero, ca- mas gnósticos como el ofita (cf. Con-
be decir que mientras que la asunción tra Celsum VI, 22). Por su parte, el
implica un devenir, la unión expresa maniqueísmo, aunque sostenía el ca-
el resultado de tal devenir; respecto rácter demoníaco de los astros, afir-
del segundo, mientras que en los dos maba la intervención positiva del Sol
términos equivalentes se da la misma y la Luna en el proceso de liberación
referencia, en la assumptio dicha refe- de las partículas de luz –por tanto, de
rencia es distinta en el agente y en el bien– prisioneras en este mundo.
paciente; por último, en lo que hace Lo que hoy se denomina “astro-
a las nociones de acción y pasión, en nomía” es lo que formó parte del
la asunción hay acción por parte de quadrivium y va adquiriendo paulati-
quien asume y pasión por parte de la na sistematización científica. En este
realidad asumida. La noción que nos aspecto, se define como la ciencia que
ocupa tuvo particular importancia a estudia el movimiento de los astros
la hora de enunciar la cuestión teoló- y, a diferencia de la cosmología, tie-
gica de la unión hipostática. ne un carácter matemático. Es ciencia
experimental y cuantitativa que, por
astra. Se denominan así los cuer- medio de las combinaciones de mo-
pos celestes y, en particular, los pla- vimientos circulares simples, busca
netas. Los escolásticos los llamaron explicar el movimiento de los astros,
“a. errantia”, aclarando, como lo hace sin expedirse sobre la esencia de éstos.
Tomás de Aquino, que tal denomina- Ya Agustín había señalado la verdad
ción no obedece a que su movimien- contenida en los conocimientos as-
to sea irregular sino al hecho de que tronómicos (cf. Conf. V, 3, 4), así co-
no siempre conservan la misma posi- mo denunciado la falsedad de los ho-
ción (cf. In Met. XII, l. 9, n. 12). róscopos y, sobre todo, había negado
astrologia. Usualmente se define la la subordinación de la voluntad hu-
astrología como la indagación acer- mana a la posición de los astros (cf.
ca de las supuestas influencias que el De civ. Dei V, 6-7 y De doctr. christ.
movimiento de los astros tiene sobre II, 22, 33 y 29, 46). Un hito impor-
el mundo y, en particular, sobre la vi- tante en la valoración de la a. en el
da de los hombres; de ahí que resulte quadrivium, es decir en cuanto astro-
en la enunciación de presagios. Co- nomía, es el conformado por Boecio.
mo se ve, difiere de la astronomía en Para Boecio, la a. resulta nada menos
cuanto que ésta no tiene en conside- que de la consideración de las ideas
ración el último aspecto menciona- ejemplares en Dios vistas en su for-
do. Sin embargo, en su origen, no se malidad de magnitudines en movi-
miento (cf. De arith. II, 41-42).
91 astrologia

En la Edad Media, las traduccio- Dios, en la medida en que toda la na-


nes del árabe introdujeron profun- turaleza obedece a ella. Pero la pro-
dos cambios en la astronomía y acen- videncia divina no ha dispuesto las
tuaron el aspecto práctico del cálcu- mismas leyes para el movimiento de
lo de las posiciones de los cuerpos ce- los cuerpos celestes y para los even-
lestes. Las tablas astronómicas de Al- tos futuros contingentes: los prime-
Khuwarizmi y, después, las de Toledo ros están sujetos a la necesidad, de
permitieron prever las disposiciones donde puede preverlos una ciencia
recíprocas de astros y planetas; esta como la astronómica; los segundos a
anticipación preparó el terreno para la contingencia y, por tanto, son va-
una relación estrecha entre astrono- riables y es imposible preverlos a tra-
mía y astrología. Pero, en los ámbitos vés de los movimientos celestes. Só-
religiosos, sólo se sigue rechazando la lo en el primer sentido, esto es, co-
a. cuando no alude a la actividad as- mo lo que hoy se denomina astro-
tronómica sino que, bajo un nombre nomía, la a. es aceptada por autores
común, insiste sobre la influencia as- como Tomás (cf. S. Th. I, q. 115, a.
tral en la vida de los hombres. Si este 4), Roger Bacon y Pedro d’Ailly. Ha-
aspecto fue atacado es porque se en- cia el final de los siglos medievales, y
tendió que con él se pretendía anular después de toda esta larga discusión
o disminuir la libertad y responsabi- doctrinal, la distinción nominal en-
lidad humanas. En efecto, contra ese tre los dos sentidos mencionados, el
aspecto en particular apuntan las crí- científico y el de la superchería, que-
ticas no sólo de Agustín sino también dó salvada mediante una acotación:
de casi todos los Padres de la Igle- la a. a secas señaló el primero de am-
sia. Cabe señalar, no obstante, que ya bos, mientras que el añadido del ad-
Plotino había puesto en tela de juicio jetivo divinatrix o iudiciaria indicó el
que la disposición de los astros en el segundo. La elección del último tér-
momento del nacimiento de una per- mino latino obedece al hecho de que
sona determine toda su vida y condi- “iudicium” tenía también el significa-
cione su alma (cf. Enn. II, 3, passim). do de “decreto”; por ende, con la pa-
Los escolásticos advirtieron los pe- labra “iudiciaria” se aludía al deter-
ligros inherentes a la naturaleza equí- minismo de lo supuestamente decre-
voca de la a. en su condición de su- tado por los astros en relación con la
perstición disfrazada de ciencia. Ello vida humana (véase divinatio 8).
ocurrió, especialmente, después del Con todo, Buenaventura utiliza ya
siglo XII, cuando se difundieron las el término “astronomia”. En efecto,
compilaciones astrológicas de Albu- según su propia expresión, ésta ver-
masar que, por remontarse a fuen- sa de corporibus regulatis per motum,
tes helenísticas y orientales, ostenta- atribuyéndole, por tanto, un obje-
ban el prestigio de la tradición. Hay to más amplio que el común, pues-
que subrayar que, durante la Edad to que no especifica que se trate só-
Media, la a., en cuanto determinis- lo de los cuerpos celestes. En cuan-
mo astral, fue combatida por igual to a la a., dice que se ocupa de la
por cristianos, judíos y musulmanes, influentia de dichos movimientos; és-
aunque coincidieron también en in- ta es, en su perspectiva, en parte segu-
dicar que el movimiento mismo de ra, cuando atiende a la influencia en
los astros obedece a la voluntad de el mundo natural, y en parte peligro-
astronomia 92

sa, si pretende que tal influencia abar- a la ausencia de un abordaje sistemá-


que el ámbito del gobierno de las co- tico del concepto. Con anterioridad
sas humanas (cf. Coll. in Hexaem. IV, al reingreso de los libros naturales de
15). En este sentido, Buenaventura Aristóteles en el Occidente medieval,
es tan taxativo como la mayor parte el atomismo era una doctrina asocia-
de los autores medievales: “non ergo da fundamentalmente a los nombres
gubernatio est attribuenda astris”, es- de Epicuro y Lucrecio y, por lo tan-
cribe más adelante en IV, 25. to, cercana a algunas herejías. En au-
Como en toda época de profunda tores como Isidoro de Sevilla o Gui-
crisis, la a. floreció en el Renacimien- llermo de Conches se pueden leer ras-
to, pero bajo un aspecto nuevo o, me- tros de esta concepción “epicureísta”
jor dicho, recobrado desde la Anti- del atomismo.
güedad: se pretendió entonces que En el siglo XIII, con la asimilación
no sólo los acontecimientos de la vida de los libros naturales de Aristóteles y
personal de un hombre estaban de- diversos textos de las tradiciones mu-
terminados por los movimientos as- sulmana y judía, con sus respectivas
trales, sino también los eventos his- variantes de atomismo, cobra impor-
tóricos. Esta creencia sufrió el ataque tancia una nueva acepción de a., cer-
de autores que reivindican la absolu- cana al minimum naturale aristoté-
ta autonomía de cada hombre respec- lico, esto es, la mínima división a la
to de los astros; un ejemplo es Pico que se puede arribar en una determi-
della Mirandola quien, a instancias nada realidad sin que ella pierda su
de Savonarola, dedica al tema sus capacidad operativa (Alberto Magno,
Disputationes Adversus Astrologiam De gen. et corr. I, 12). Si bien duran-
Divinatricem. te el siglo XIII ésta es la acepción más
difundida, hacia el siglo XIV, con la
astronomia. Voz intercambiable con disputa entre divisibilistas e indivisi-
la de astrologia (véase), pero menos bilistas, cobra importancia una nue-
usada que ésta en la Edad Media, sal- va concepción del a., que no lo con-
vo excepciones como las de Agustín y sidera únicamente en su dimensión
Buenaventura. geométrica o puramente teórica, sino
atomus. La grafía de este vocablo en una dimensión física –como en el
puede cambiar en athomus o inclusi- caso de Enrique de Harclay– e incluso
ve atthomus. En la filosofía de la natu- metafísica –el caso de Nicolás de Au-
raleza, su acepción se acerca a la no- trecourt–, es decir, como un principio
ción aristotélica de minimum naturale constitutivo de la realidad, en franca
(véase minimum e indivisibile), si oposición a la doctrina aristotélica.
bien no se confunde con ella, en la attende. Término del ámbito paleo-
medida en que una de las principa- gráfico, ya que aparece marginalmen-
les fuentes a partir de las cuales se ela- te en un manuscrito para llamar la
boró el concepto medieval de a. es la atención sobre un pasaje o una sen-
exposición, seguidas de duras críticas, tencia del texto. También se utiliza
que hace el propio Aristóteles de las con el mismo propósito otro impera-
posiciones de Demócrito, fundamen- tivo: nota.
talmente en Phys. VIII. No es posi-
ble, entonces, hablar de una escuela attingere. Su significado general es
atomista en la Edad Media, debido el de llegar o alcanzar una naturale-
93 attributum

za inferior a una superior. Los esco- supuesto como término de un discur-


lásticos consideraron que esto se da so. Al ser el efecto de atribuir o pre-
de dos maneras: o bien por el impul- dicar (cathegorein) algo de un sujeto,
so propio de la naturaleza inferior o el a. se confunde, a veces, con la ca-
bien por un movimiento de atracción tegoría o predicamento; por eso, pa-
de la superior. En el primer caso, se ra distinguirlo del predicado lógico,
dice, por ej., que el fuego alcanza el suele emplearse en sentido metafísi-
aire; en el segundo, que el hombre al- co. Indica un carácter o cualidad de
canza por participación sobrenatural la sustancia, de significado muy cer-
la bondad divina. cano al de “propio” (véase proprium):
Se trata de un verbo que aparece se refiere, pues, a algo necesariamen-
con frecuencia en las obras de Bue- te inherente a la sustancia y distinto
naventura. Con él Buenaventura alu- –aunque no separable– de la misma
de a la acción de alcanzar las rationes (cf. Met. V, 1025a 30 y ss.). El a. es,
aeternas en el tipo de conocimien- así, un “accidente esencial” en la me-
to que él llama “certitudinal” (véase dida en que, sin pertenecer a la esen-
certitudinalis). Mediante dicho tipo cia de un sujeto, está fundado en ella;
de conocimiento, todo ser racional por ej., el hecho de que los ángulos de
attingit aeterna rationes; pero, dado el un triángulo equivalen a dos rectos,
carácter finito y mediato de la capa- es atributo de todo triángulo. Sin em-
cidad congnoscitiva del hombre, éste bargo, el término a. se prefiere cuan-
alcanza tales razones no en sí mismas, do es menester designar no solamente
sino sólo en cuanto ellas se manifies- algo que se deriva necesariamente de
tan con certeza y en sus efectos. la esencia del sujeto, como en el ca-
so mencionado, sino lo que pertene-
attractio. Vocablo que aparece con ce intrínsecamente a dicha esencia, o
cierta frecuencia en los escritos de ella misma sin más, en cuanto que se
Ockham, para el cual se puede ha- manifiesta mental o verbalmente.
blar realmente de atracción cuando lo De esta manera, dentro del orden
que atrae se mueve al mismo tiempo metafísico, el a. comienza a definirse,
que lo es atraído. De lo contrario, lo en general, como una propiedad ne-
que es atraído se dirige por sí mismo cesaria a la esencia de la cosa y, así, se
hacia lo que atrae con el fin de per- establece una cierta equiparación en-
feccionarse (cf. Exp. super Phys. Arist. tre la esencia y el conjunto de los atri-
202b). butos. Ahora bien, dicha equipara-
attributio. La atribución es la im- ción supone una cierta distinción en-
putatio lógica de una acción, condi- tre ambos, la cual no puede darse jus-
ción o carácter de algo, aunque, en ri- tamente en el caso de Dios, en virtud
gor, sólo corresponde a un aspecto de de su absoluta simplicidad. Por eso,
ese algo y no a su totalidad. Así, por en la Edad Media, la consideración
ej., la cognición se atribuye a todo el filosófica del a. se profundiza a pro-
hombre, aun cuando, estrictamente pósito del tratamiento de los nom-
hablando, sólo el alma conoce. bres divinos: cuando la mente huma-
na se esfuerza por emitir juicios sobre
attributum. Proveniente de attribuo Dios, le atribuye determinadas per-
(atribuir), el vocablo significa lo que fecciones como bondad, verdad, etc.
se atribuye a un sujeto real o posible, Pero de inmediato se advierte que és-
attritio 94

tas están realmente identificadas con Ockham, la pluralidad de los atribu-


su esencia. Así pues, no se ha de de- tos divinos no es más que una plura-
cir con propiedad que Dios es bueno, lidad de nombres utilizados para pen-
sino que es la Bondad, lo cual signi- sar a Dios y referirse a Él en la medida
fica que aquello que llamamos “bon- en que la razón natural puede hacerlo
dad” en las creaturas, preexiste en Él (cf. Quodl. III, q. 2).
(cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 13,
attritio. Término frecuente en la teo-
a. 2). Con el objeto de esclarecer las
logía tardomedieval, la a. alude al arre-
relaciones entre los atributos y la sus-
pentimiento de los pecados que deri-
tancia divina, los escolásticos elabo-
va del temor al castigo divino, es decir,
raron, pues, diferentes doctrinas ba-
del timor servilis. En este sentido, au-
sadas en la noción de “distinción”
tores nominalistas, como Gabriel Biel,
(véase distinctio). En general, los au-
suelen alejarse de posiciones tomistas
tores de la primera Escolástica, con-
y escotistas, precisamente por su ne-
sideraron que bastaba establecer una
gativa a considerar la a. una contri-
distinctio realis y una distinctio rationis,
ción imperfecta, y por el énfasis pues-
en orden a la solución del problema
to en la imposibilidad de que ella se
planteado. Así, entre la esencia y los
transforme en verdadera contritio (véa-
atributos divinos mediaría una dis-
se) (cf. In IV Sent., d. 16, q. 1, a. 3).
tinción de razón, pero no real, es de-
cir, se diferenciaría entre ellos sólo en auctio. Cf. accretio.
cuanto que el pensamiento humano
los toma como objeto de su conside- auctor. Voz proveniente de augeo,
ración, para abordarlos desde distin- acrecentar, en general, se designa con
tas perspectivas; pero no están sepa- ella a aquel que hace, promueve, pro-
rados en la realidad divina. La Esco- duce, impulsa o efectúa de mane-
lástica posterior retomó esa división, ra inmediata o mediata algo que no
pero agregando otra especie: la dis- existía antes, o bien que lleva a su cul-
tinción que la razón subjetiva hace minación algo que estaba en proce-
por cuenta propia, sin tener en con- so de desarrollo. Así, el a. es alguien
sideración el fundamento objetivo que de alguna manera confiere creci-
(distinctio rationis ratiocinantis) y la miento, vida, duración y valor a una
que respeta la realidad a la que se refie- cosa. En el marco de este sentido ge-
re (distinctio rationis cum fundamento neral, la acotación medieval del tér-
in re); para Tomás, por ej., la que se mino que nos ocupa se ciñe al cam-
establece entre la esencia y los atribu- po intelectual. En él, se llamó a. al
tos de Dios, pertenece al primer ti- promotor, propugnador o defensor
po de estos dos últimos. En cambio, de una idea, opinión o doctrina, en
Duns Scoto cree necesario plantear, cuyo representante se convierte pa-
entre la sustancia y los atributos divi- ra la posteridad. A partir de este ca-
nos, una distinctio formalis ex natura rácter representativo, el significado
rei, considerando que la diferencia ra- de a. derivó en el de modelo, maes-
dica en la realidad misma de Dios, tro o guía y, a partir de esta acepción,
independientemente del sujeto que la palabra fue cobrando matices más
la considera; más aún, sostiene que fuertes hasta adquirir la acepción de
también hay independencia de las quien confirma, ratifica y aun sancio-
formalidades o atributos entre sí. Para na alguna tesis. De estos últimos sig-
95 audire mentaliter

nificados deriva, a su vez, la palabra ya en Dios (cf. Sermo 76, 8). Durante
auctoritas (véase). la Escolástica, desde el punto de vista
ético, se prefirió reservar, con ese sig-
auctoritas. En sentido amplio, y en nificado, la palabra “temeritas”, teme-
cuanto derivado de auctor (véase), el ridad, basada sobre la precipitación.
término a. alude a la credibilidad de En cambio, la a. fue contada por los
una tesis o afirmación determinada, escolásticos entre las pasiones.
validez que emana precisamente del Propia del apetito irascible, la au-
prestigio de quien es o ha sido su au- dacia es una pasión que se asocia con
tor. En sentido estricto y técnico, pe- la esperanza, en cuanto que es una
ro correspondiente con el que se aca- aproximación a lo arduo, pero, a dife-
ba de señalar, indica la proposición, rencia de aquélla, tiene por objeto el
período, pasaje o lugar de una obra, mal arduo e inminente contra el cual
que se cita justamente como autori- justamente el hombre se lanza con
dad en una materia o tema. De ahí ánimo victorioso. Es, pues, contraria
que se registren, por ej., ediciones que al timor (véase) y sigue a la esperanza
recogen “auctoritates Aristotelis”, esto como su efecto, puesto que es provo-
es, los pasajes aristotélicos a los que se cada por todo aquello que nos hace
recurrió más frecuentemente duran- estimar como posible la consecución
te un determinado siglo medieval, y/o de la victoria. Una de sus principales
en tal escuela, por ej., en el ámbito de características consiste en que el mo-
la Física o en el de la Metafísica, etc. vimiento propio de la a. presenta un
En la Teología cristiana es particular- ímpetu más vigoroso al comienzo del
mente importante la a. de los Padres mismo. Esto sucede porque, por la
de la Iglesia. Pero cabe notar que, so- aprehensión sensible inmediata sobre
bre todo en terreno filosófico y espe- la que se basa la audacia, no se pue-
cialmente a partir de Pedro Abelardo, den conocer todas las dificultades que
se fue desestimando la validez argu- presenta una determinada situación;
mentativa del recurso a la a. Así, final- de ahí que, cuando éstas se experi-
mente, el uso de esta palabra quedó mentan en el transcurso del tiempo,
restringido en campo teológico a los no se pueda mantener el valor inicial.
pasajes de la Escritura. En este último Lo contrario sucede con quien con-
sentido, se habló de la a. Dei, como fía menos en la aprehensión inmedia-
ya lo había hecho Agustín de Hipona ta que en la razón, ya que ella hace
reiteradas veces, sobre todo, en los li- ver todas las dificultades a enfrentar;
bros XII y XIII de las Confesiones. por eso, suele mostrarse remiso al co-
audacia. Como la ira (véase), la a. se mienzo, pero se sostiene en el tiem-
puede considerar en dos sentidos: el po. Así pues, la a. implica, por una
moral y el psicológico. En el primero, parte, el menosprecio de la dificultad;
menos trabajado, se la ve como un vi- por otra, cierta sobrevaloración de las
cio que se opone, por exceso, a la vir- propias fuerzas (cf., por ej., Tomás de
tud de la fortaleza. Agustín de Hipo- Aquino, S. Th. I-II, q. 45, aa. 1-4).
na, entendiéndola como aquello que audire mentaliter. Término ockha-
vigoriza la voluntad (cf. De quant. an. mista que significa “entender”, es de-
22, 38), suele referirse a ella en este cir, ver el pensamiento de otro, así co-
plano, si bien con la salvedad de que mo audire vocaliter alude al percibir
sólo es santa la audacia que se apo-
auditus 96

las palabras que ese otro profiere (cf. por los alimentos que se ingieren. Res-
Quodl. I, q. 6). pecto de la 2. modalidad del aumen-
tar, se distinguió entre: 2.1. augeri
auditus. En materia de jerarquía cog- extensiva: es la que se da cuando una
noscitiva, por así decir, los autores cualidad se extiende a varias partes
medievales han colocado el sentido del subiectum en que se verifica, por
del oído en el mismo plano que el de ej., cuando al beber se aumenta la
la vista (visus), superior al de los otros cantidad de líquido que tiene el or-
tres sentidos externos. En el plano fí- ganismo; y 2.2. augeri intensiva: es el
sico, es, obviamente, el sentido por acrecentamiento de la intensidad de
el que se perciben los sonidos. Pero una cualidad en la misma parte o as-
la especificidad medieval en el trata- pecto del subiectum en el que tie-
miento del a. proviene de las mencio- ne lugar, por ej., el aumento que tie-
nes bíblicas. En ellas se confiere gran ne lugar cuando algo blanco se vuel-
relevancia a la escucha interior. Así, ve más blanco.
por ej., en el Ps. 84, 9, se dice: “Oiré
lo que habla dentro de mí el Señor”. augmentatio. Cf. accretio y augeri.
Más definitivo es aún el dicho de San
austeritas. Los escolásticos han con-
Pablo en Rm. 10, 17: “Fides est ex au-
siderado la a. como virtud secunda-
ditu”. Todo ello llevó a postular un
ria, parte potencial de la temperantia
oído interior, el que habría sido pro-
(véase), en cuanto que se refiere a la
pio del estado previo a la caída y el de
moderación, pero, en este caso espe-
los profetas. Lo mismo ocurre con la
cífico, la referida a los actos externos.
visión interior. Para el hombre en su
En efecto, la a. consiste en el decoro y
actual condición se hizo necesaria, en
recto orden en las conversaciones. Así
cambio, la mediación de la voz y de la
pues, el término tiene en la Edad Me-
audición exterior. Tomás de Aquino
dia un sentido más restringido que el
menciona esto, por ej., en De ver. 9, 4
de “austeridad” en español.
ad 12; S. Th. II-II, q. 5, a. 1).
auxilium. Se entiende por esta voz
augeri. Verbo que indica el aumen-
una ayuda dispuesta por la naturale-
tar como uno de los tipos de cambio
za o sobreañadida a ella en orden a al-
o movimiento mencionados por Aris-
canzar el fin propio de un ser. En el
tóteles. Los escolásticos establecieron
primer caso, los autores medievales
acerca de él, las siguientes distincio-
han visto las garras o el pelaje en cier-
nes: como se advierte en el artículo
tos animales precisamente como auxi-
accretio, respecto del 1. origen del au-
lia naturales, esto es, como ayuda para
mento, se tiene que 1.1. es el acrecen-
la consecución de sus fines específicos
tamiento que se da en algo por la adi-
y particulares. En cambio, la naturale-
ción de nuevas partes a otras ya exis-
za no proveyó al hombre de tales auxi-
tentes, por ej., el aumentar del agua
lios, dado que su intelecto tiene capa-
en una cierta cantidad de la misma
cidad para lo universal y para actos in-
por el añadido de un litro de ella; 1.2.
finitos, otorgándole las manos como
augeri per virtus susceptionem es el au-
organa organorum, al decir de Aristó-
mentar que resulta en algo, en virtud
teles (cf. De an. III, 8, 2 431b 28). Así
de otra cosa cuya naturaleza es dife-
se expresa, por ej., Tomás de Aquino
rente de la de ese algo; por ej., el acre-
(cf. S. Th. I, q. 76, a. 5 ad 4).
centamiento de la potencia vegetativa
97 avaritia

En el orden teológico, se ha habla- sa, no sólo dinero, sino también cien-


do algunas veces de a. Dei en referen- cia o gloria (cf. In Ev. I, 16). En cam-
cia al auxilio especial y circunstancial bio, Isidoro de Sevilla circunscribe es-
otorgado por Dios a un hombre en su te concepto al indicar que el avaro es
itinerario hacia Él. específicamente “avidus auri”, es de-
cir, ávido de dinero.
avaritia. Se trata de uno de los vi- La Escolástica retomó ambos pro-
cios capitales. Los autores medieva- blemas. Así, respecto del de la jerar-
les han debido resolver un problema quización, Pedro Lombardo propo-
que los textos escriturarios presentan ne considerar una doble raíz de todos
al respecto: de un lado, las bases bí- los pecados, dada a la vez por la sober-
blicas consagran la soberbia como rei- bia y la avaricia (cf. In II Sent. d. 42,
na de todos los males; de otro, la en- 8). En relación con el segundo, el de
vidia como origen de ellos. Pero, en la especificidad de este vicio, los esco-
Eclo. 10, 15 se afirma que la a. es ini- lásticos se atuvieron, en general, a la
cio de todos los pecados. En cambio, etimología isidoriana. Sobre esa base,
San Pablo, en I Tim. 6, 10, signa la Tomás de Aquino considera la a. co-
cupiditas (véase), más genérica, como mo un pecado especial, y señala que
“radix malorum”. Así, además de su en el ansia excesiva de dinero están
jerarquía en materia de gravedad, el representados todos los bienes mate-
segundo punto a discernir en el trata- riales exteriores al hombre. Estos me-
miento de la a. consistió en su especi- dios son útiles para conseguir un fin y,
ficidad como deseo inmoderado. Es- por ende, dicho deseo es legítimo en
to aparece ya en Agustín (cf. De div. la medida en que el hombre busque
quaest. 33) que la describe como una la riqueza necesaria para la propia vi-
disposición del alma que adhiere a da, de acuerdo con su condición. Pe-
las cosas temporales para gozarlas co- ro cuando el ansia de bienes exterio-
mo si fueran un fin en sí mismas, re- res sobrepasa tal medida, se llega a un
chazando la participación de los de- deseo inmoderado y, por consiguien-
más en tal goce por considerar que te, se cae en el pecado de a. Se trata
sólo existen para la satisfacción de la de un vicio capital porque es princi-
concupiscencia personal. Como pe- pio del que otros brotan. El motivo de
cado del espíritu, la avaricia, para el ello es que el dinero parecería garanti-
Hiponense, tiene su raíz en el orgu- zar las condiciones requeridas para ser
llo, puesto que el hombre, compro- feliz, fin último del hombre: las rique-
bando su poder sobre las cosas, expe- zas prometen, en efecto, una suficien-
rimenta un gusto tal en esta domina- cia plena. Ahora bien, el Aquinate dis-
ción que sólo las subordina a sí mis- tingue en este deseo inmoderado de
mo, con lo que rehusa remitirlas y re- poseer, dos manifestaciones, una ex-
mitirse a Dios, en cuanto fin supre- terna y otra interna. Según la primera,
mo y común. (cf. De Lib. Arb., III, la avaricia es una falta cometida con-
17, 18 y, sobre todo, De Gen. ad litt. tra los demás, en cuanto que el que
XI, 115). En la misma línea, Grego- goza excesivamente de bienes exterio-
rio Magno, por ej., no considera la a. res –que quedan comprendidos ba-
como un pecado especial, dado que jo el nombre de “dinero” y que, por
extiende su significado a todo apetito su finitud, no pueden ser poseídos a
inmoderado de poseer cualquier co- la vez por muchos– ocasiona la penu-
aversio 98

ria de otros hombres. En este sentido, (véase) Así, Agustín, por ej., habla de
la avaricia es contraria a la justicia. Se- un amor a Dios y de una a. a Deo, los
gún su manifestación interna, es tam- cuales constituyen, respectivamente,
bién una falta cometida contra sí mis- la esencia de la ciudad celeste y la de
mo, ya que en la ausencia de modera- la terrena. En este sentido, todo peca-
ción del apetito interior, el placer de do es, directa o indirectamente, una
considerarse dueño de muchas rique- a. a Deo. 2. En el segundo plano, la
zas supone un desorden de los pro- aversión, denominada a veces “fuga”,
pios afectos; y en este segundo senti- es el opuesto de la dilectio y, más es-
do, como pecado espiritual, es contra- pecíficamente, de la concupiscentia
ria a la liberalidad. Finalmente, es pe- (véanse). En efecto, durante la Esco-
cado contra Dios, desde el momen- lástica, la a. se suele oponer directa-
to en que el preferir los bienes tem- mente al deseo intenso. Con todo,
porales implica despreciar el bien eter- Tomás de Aquino no trata explícita-
no. Las “hijas” de la a. son: la dureza mente de la a., porque considera que,
de corazón, puesto que no se socorre en cierto modo, puede ser reducida
a los necesitados por retener dinero; la al odio y, en parte, al temor. Sin em-
inquietud, por el ansia excesiva de ad- bargo, difiere de ambos en la medida
quirirlo; la violencia y el engaño, que en que es más intensa que el temor y
se pueden dar en la apropiación de menos que el odio.
bienes ajenos; del último pueden de-
axioma. Como su misma etimolo-
rivar la mentira, el perjurio, el fraude
gía lo indica, el a. guarda relación con
y la traición (cf. S. Th. II-II, q. 118).
lo axiológico, esto es, con el valor. De
Como sucede con otros vicios, las
hecho, en este caso, se alude al valor
modalidades y matices de la a. cam-
cognoscitivo de la certeza. El axioma
bian según el contexto histórico. Así,
se define, en efecto, como una pro-
por ej., Dante, que presenta a los ava-
posición cierta, en cuanto evidente y
ros como el grupo más numeroso de
necesaria. De este modo, basta enun-
pecadores, trata este vicio particular-
ciarlo para que sea reconocida como
mente en relación con la simonía. No
verdadero. Un ejemplo es “El todo es
es el único en atacar a la curia roma-
mayor que la parte”. El axioma no re-
na por su venalidad; otros lo han he-
quiere, pues, prueba alguna para de-
cho, remitiéndose a San Pablo, con
mostrar su verdad; por el contrario,
este acróstico en el que las iniciales
puede servir para probar otras propo-
componen la palabra “Roma”: “Radix
siciones. Lo que antecede sintetiza la
Omnium Malorum Avaritia” (cf. W.
noción aristotélica de a., a la que los
Map, De nugis curialium II, 17).
escolásticos se remitieron. Según ese
aversio. Es un término que fue em- concepto, los axiomata son, como los
pleado, principalmente, en dos sen- postulados, principios inmediatos de
tidos: 1. el religioso, de tratamiento demostración, pero, a diferencia de
más frecuente en el período patrísti- estos últimos, son necesarios para em-
co; y 2. el antropológico y psicológi- prender el aprendizaje de cualquier
co, cuyos análisis se dan fundamental- tema; por tal razón, en la Edad Me-
mente en la Escolástica. 1. De acuer- dia fueron definidos como communes
do con el primer significado, la a. notiones.
se opone precisamente a la conversio
99

B
baccalaureus. En la organización de balivus. Es el bailío, es decir, el juez o
la Escuela, se designaba con este nom- autoridad de ciertos pueblos o peque-
bre, del que proviene “bachiller”, a lo ñas ciudades. La palabra aparece, aun-
que hoy denominaríamos “asisten- que raramente, en textos escolásticos
te de cátedra”. Alrededor del 1230, como ejemplo de la disquiparantia
las Sentencias de Pedro Lombardo se en el obrar por otro: se dice, en efec-
convirtieron en libro oficial de la en- to, que el b., que tiene el dominio de
señanza universitaria. Así, mientras sus actos, obra por el rey; en cambio,
que el magister (véase), titular de la no se puede decir que el martillo obra
cátedra, enseñaba la Escritura, su jo- por el carpintero (cf. S. Th. I, q. 36, a.
ven colaborador, es decir, el b., toma- 3 ad 4). Así pues, se utilizó para expli-
ba como base de la propia enseñan- car la diferencia entre el agente inter-
za los cuatro libros de las Sentencias, mediario y el instrumento: el prime-
con el objeto de preparar o introdu- ro actúa, ya que, si bien medium, es
cir a los estudiantes a la comprensión agens; el segundo es actuado o agi.
de los textos bíblicos; de ahí el adjeti-
banausia. Cf. consumptio.
vo que suele acompañar a este sustan-
tivo: sententiarius. A partir del 1254, barbara. Modo silogístico de la pri-
la figura de bachiller sentenciario se mera figura (véase syllogismus) en el
incorpora a todos los estatutos uni- que las tres proposiciones, dadas por
versitarios. Por eso, cada estudiante las dos premisas y la conclusión, son
recibía, junto con un ejemplar de la universales y afirmativas. De hecho,
Biblia y otro de la Historia sholastica el nombre es una regla mnemotéc-
de Pedro Comestor, uno de la citada nica para recordarlo, ya que la vocal
obra de Pedro Lombardo. A indica la universal afirmativa. Así,
Si bien esto rige para la universidad en “Todo animal es substancia”, “To-
de París en la Edad Media, a veces, en do hombre es animal”, “luego, to-
otras universidades, el b. era simple- do hombre es substancia”. El ejem-
mente el respondens, es decir, el estu- plo es de Pedro Hispano (cf. Summ.
diante de nivel avanzado que elabo- Log. 4, 7).
raba una primera respuesta a los pro-
blemas relevados por el maestro. A es- baroco. Palabra de uso mnemotécni-
ta función –y no al título universita- co que los lógicos medievales usan pa-
rio– alude Dante en Par. XXIV, 46- ra indicar un modo de silogismo (véa-
48, cuando responde a los cuestiona- se syllogismus). Convencionalmente,
mientos de Beatriz: “Sì come il baccia- la vocal A señala la proposición uni-
lier s’arma e non parla/ fin che ‘l mae- versal afirmativa; la O, la particular
stro la question propone,/per approvar- negativa. Así, b. es el silogismo cuya
la, non per terminarla”. primera premisa es una universal afir-
beatitudo 100

mativa, y la segunda, una particular tiene la fortuna de alcanzarlo (cf. En.


negativa, al igual que la conclusión. VII, 2).
Por ej. “todo hombre es animal”, “al- Con todo, y como sucede en muchos
guna piedra no es animal”, “luego, al- pensadores antiguos, la eudaimonia
guna piedra no es hombre”, como es- plotiniana presenta dos rasgos típi-
cribe Pedro Hispano en Summ. Log. cos: está reservada a poquísimos pri-
4, 11. vilegiados y es decididamente intelec-
tualista. Fijada casi exclusivamente en
beatitudo. Interpretada, a veces, en la actividad racional y contemplativa,
el sentido más amplio, como feli- esta concepción de la felicidad exige
cidad, la b. ha sido caracterizada de no sólo la liberación del cuerpo, sino
modo más específico. Entre los filóso- que además, ignora, por lo general, el
fos griegos fue preocupación constan- valor de la vida terrena.
te la determinación de la eudaimonia, Con el Cristianismo, tal perspec-
equivalente de felicitas (véase), más tiva se amplía considerablemente en
que de beatitudo, ya que los antiguos una visión que tiene en cuenta todas
la limitaron frecuentemente al goce facultades del alma ante la posibili-
temporal. El primero en otorgar a di- dad de la b., es decir, de la felicidad
cha noción un significado ético-reli- suprema constituida por la unión con
gioso fue Platón, quien, recogiendo la Dios. La primera elaboración con-
inspiración socrática, la considera un ceptual de este punto de vista fue lle-
estado de tensión hacia la idea supre- vada a cabo por los Padres Griegos.
ma del Bien, a cuya contemplación Así, por ej., en Gregorio de Nyssa se
intelectual se aspira (cf., por ej., Fedro encuentra un tratamiento de la b. que
115 d; Rep. 519 a; 354 a). También la concibe fundada en la intencionali-
para Aristóteles la felicidad humana dad del amor y de la vida virtuosa to-
consiste principalmente en la con- tal. Para Agustín de Hipona, la b., fin
templación, pero con él se desvanece de la sabiduría, consiste en la visión
esa exaltación del alma sugerida por amorosa de Dios, que es gaudium de
Platón, dado que el Estagirita tien- veritate (cf. Conf. X, 22), objeto úl-
de a identificar la felicidad con cier- timo y verdadero del anhelo de feli-
tas actividades de carácter a la vez in- cidad que alienta en el alma de cada
telectual y moderado, planteándo- hombre. Desde el momento en que
la por lo demás como algo puramen- la beatitud así entendida es el fin de
te terreno, ligado siempre a las ocu- toda alma y de toda el alma, no pue-
paciones más nobles (Eth. Nic. I, 8, de entenderse únicamente como con-
1078 b 24-9). templación, sino que involucra la to-
La posición platónica se retoma de talidad de los afectos humanos; así,
alguna manera con Filón, el judío, y éstos resultan sublimados en ese es-
con Plotino, antecedentes inmedia- tado de completa felicidad. De este
tos de los autores patrísticos en es- modo, la b. agustiniana es pasión de
te tema. Para el primero, la b. es la visión intelectual y de amor, sin que
unión con Dios en tanto bien supre- pueda atribuirse preeminencia a uno
mo; para el segundo, el alma –como solo de ambos términos.
toda otra realidad– tiende a lo Uno Boecio, por su parte, distingue
y, a través de lo inteligible, lo ama, entre varias clases de felicidad: una
inspirada y atraída por él hasta que
101 bellum

“bestial” o aparente; una felicidad fundándose en que a ella corresponde


eterna, propia de la vida contempla- el bien como objeto propio (cf. In IV
tiva; y una felicidad final, última o Sent. IV, d. 49, qq. 4 y 5).
perfecta, única merecedora del nom- En la Modernidad, y hasta nuestros
bre de b., y que constituye un bien días, la b. fue considerándose cada vez
cuya posesión no permite desear na- más competencia exclusiva de la teo-
da más, ya que es la suma y reunión logía y, así, tiende a desaparecer del
de todos los bienes (cf. De Cons. Phil. lenguaje filosófico.
III, prosa 2, 2-4).
beatus. A diferencia de lo que sucede
Buenaventura utiliza este término en
con la palabra beatitudo (véase), ésta
plural y con significado teológico. En
corresponde al plano exclusivamen-
efecto, en este autor, las beatitudines
te teológico. En tal contexto señala a
son las bienaventuranzas, a las que
aquel que ha completado el peregri-
considera dones de la gracia divina
naje terreno y se halla ya in patria, es-
que habilitan para la vida sobrenatu-
to es, gozando de la vida eterna. Los
ral. Por lo demás, la b. así entendida,
autores medievales han atribuido a
para Buenaventura, trasciende el en-
la condición del b. dos notas princi-
tendimiento (cf. Coll. in Hexaem. II,
pales: el hecho de estar libre del fo-
30: In IV Sent. d. 49, q. 4).
mes peccati y la capacidad de contem-
En cambio, el pensamiento esco-
plar a Dios directamente y no ya “in
lástico de orientación más claramen-
speculo et in enygmate”, o sea, el con-
te aristotélica discutirá, sobre todo, el
templar muchos de los que son aún
problema de la determinación de la
misterios de la fe para quien todavía
facultad humana preeminente en la
no ha completado el tránsito por este
obtención de la b., tema que Agus-
mundo. De esta manera, el b. se opo-
tín no había planteado formalmente.
ne al viator (véase).
La corriente tomista afirma la prio-
ridad y esencialidad del acto intelec- bellum. Tanto los autores pertene-
tivo: para Tomás de Aquino, lo que cientes al período patrístico como los
hace aprehender a Dios como obje- escolásticos se han ocupado funda-
to beatificante, es un acto de conoci- mentalmente de estudiar los aspectos
miento al que sigue la voluntad que éticos de la guerra y, en especial, de
goza de él con amor (cf. S. Th. I-II, determinar cuándo una guerra es jus-
q. 3, a. 4). El momento intelecti- ta y cuándo no lo es. Entre los prime-
vo no excluye el afectivo, sino que es ros, Agustín de Hipona es quien más
complementado por éste, ya que cul- se ha dedicado a este tema, particu-
mina en el amor y la posesión plena larmente, en el De civitate Dei. En es-
del Bien Sumo. Con todo, el Aqui- ta obra, el hiponense enfatiza el anhe-
nate insiste en el hecho de que la b., lo natural de los hombres por la paz,
que define como “bonum perfectum señalando que ésta es lo que se busca
intellectualis naturae” (cf. ibid. I, q. aun mediante la guerra, sin que haya
26, a. 1), consiste principalmente en nadie que busque la guerra con la paz
la vida contemplativa (cf. In. I Eth, (cf. De civ. Dei. XIX, 12). Así, subra-
lectio 10). En cambio, Duns Escoto ya que la guerra sólo es justa cuando
afirma que la voluntad es la facultad a es estrictamente defensiva (cf. ibid.
la que pertenece el poder beatificante, III, 10), y que no sólo es injusta, si-
beneficium 102

no en sumo grado vituperable cuan- beneficium. De benefacere, esta voz


do se entabla por la pasión de domi- indica el hecho de hacer el bien. Por
nio. En este último sentido, el devas- eso, sigue al amor. En general, y por
tar y someter a pueblos pacíficos para la finitud y precariedad de las accio-
conquistarlos con afán imperial es un nes humanas, los autores medievales
acto calificado por Agustín de gran consideraron imposible que un hom-
latrocinium (cf. ibid. IV in fine). bre beneficie a todos en particular.
En la Escolástica, Tomás de Aqui- Por eso, la charitas (véase) exige que,
no sigue, en líneas generales, la auto- aunque no se beneficie a alguna per-
ridad agustiniana en la materia. Con sona actualiter, se tenga la disposición
todo, su análisis es más detallado y de ánimo de hacerlo al presentarse la
establece algunos distingos. Así, por ocasión.
ej., señala que la guerra puede ser jus-
benevolentia. Se define como la vir-
ta en dos modalidades: una, general,
tud según la cual una persona está
como el librar un combate defensivo
dispuesta a amar, buscando el bien
en un campo de batalla; otra, parti-
del amado. Muy próxima a lo que
cular, como el enfrentar una persona,
los antiguos llamaban “liberalidad” y
por razón de justicia, a un enemigo
aun “filantropía”, la b. entre los auto-
armado. En efecto, añade el Aquina-
res medievales señala el tipo de amor
te que aun el caso de una lucha par-
más auténtico en cuanto más desinte-
ticular se puede designar con el nom-
resado: el amor de amistad. En éste,
bre de “guerra”: communi nomine be-
la búsqueda del bien del amado con-
llum dici potest (S. Th. II-II, q. 123,
fluye y se identifica con el mismo de-
a. 5c). También es más preciso que
leite procurado por el amor; en cam-
Agustín –aunque siempre guiándose
bio, en el de concupiscentia (véase), se
por los criterios de éste– en la deter-
persigue la utilidad de quien ama. Así
minación de las condiciones que ha-
se expresa, al menos, Tomás de Aqui-
cen “una guerra justa”. Para Tomás,
no (cf. S. Th. I-II, qq. 26 y 27). Otros
tales condiciones son: 1. que la in-
autores insisten en el aspecto que pre-
tención de los combatientes sea rec-
senta la b. de constituir un requisito
ta, es decir que la guerra sea declarada
indispensable de la amicitia (véase).
con la exclusiva intención de evitar el
mal; 2. que la causa sea justa, esto es, benignitas. Derivada de la benevolen-
que quienes son atacados merezcan tia (véase) y muchas veces considera-
tal impugnatio por alguna culpa que da no en sí misma sino como efecto
les sea imputable; y 3. que la guerra se de ésta y aun identificada con ella, la
haga por mandato del príncipe, dado b. tiene, sin embargo, un significado
que, habiéndosele confiado el cuida- estricto y muy preciso dado por la no-
do de la república, ciudad o reino, le ta distintiva del beneficium: subraya,
atañe defender el interés público; en pues, la actitud e intención de bene-
cambio, no corresponde a las perso- ficiar efectivamente a los demás, ma-
nas privadas declarar la guerra públi- terial y, sobre todo, espiritualmente.
ca, ya que ellos pueden reclamar su Así, por ej., se adscriben a la b. tan-
derecho por medio de un juicio (cf. to los gestos de ayuda a otros como
ibid. II-II, q. 40, a. 1 c). los de juzgarlos con indulgencia, en
particular, a alguien socialmente infe-
103 blasphemia

rior, o de quien se ha recibido algu- cir, no vinculada con otras faltas. Res-
na ofensa. pecto de su definición y caracteriza-
ciones puntuales, hay dos tradicio-
bilinguis. Al contrario de lo que ocu- nes medievales: la primera, formula-
rre con la actual palabra española “bi- da por Agustín de Hipona (cf Contra
lingüe”, este término señaló en con- mendacium 19, 39) y retomada por
texto medieval al murmurador (véase Pedro Lombardo (cf. Coll. in Epist.
murmur y susurratio), por su doblez PL 192-208), pone el acento en el ca-
moral en el hablar. Sobre la base de rácter de falsedad de la b.: ella con-
lo que se lee en Eclo. 28, 15, se aplicó, siste, sobre todo, en afirmar mentiras
en especial, al caso del murmurador sobre Dios, en atribuirle lo que no le
que se esfuerza en romper una amis- compete o en negarle lo que sólo es
tad, susurrando a cada uno de los propio de Él; de ahí que originaria-
amigos la detracción del otro. mente haya aparecido vinculada con
bilocatio. Es la determinación lo- la herejía o la apostasía. La segunda
cal, físicamente imposible, de una co- línea, de mayor fortuna histórica, es
sa que se hallare íntegra en dos sitios la que subraya el elemento de ofensa
simultáneamente, como la de quien verbal dirigida a Dios. Así lo afirman
pudiera existir al mismo tiempo en Aimón de Auxerre (cf. Comm. in Is.
Roma y en París. PL 116, 719) y Peraldo (cf. Summa.
De blasphemia contra dominum). Es-
binarius. En las obras nominalistas, te último autor acota la b. al hecho de
este término alude a: 1. cosas conta- nombrar, por ira, miembros del su-
das, por ej. dos piedras, dos caballos, puesto cuerpo divino.
etc.; 2. una dualidad real que permi- Los teólogos escolásticos del siglo
te conocer otra cosa o varias otras co- XIII han tratado de conciliar ambas
sas, así, una medida de dos pies per- líneas. Buenaventura la incluye en el
mite saber cuántas veces éstos están contexto del segundo mandamiento
contenidos en una tela; 3. el acto por y distingue tres especies de b.: maldi-
el cual el alma cuenta correctamente ción, mentira e insulto procaz (cf. De
dos cosas; 4. un predicable común a decem praeceptis 2). Tomás de Aqui-
todo número dos (cf., por ej., Gui- no, en cambio, considera la blasfemia
llermo de Ockham, Quaest. in libros en la categoría de infidelitas, o sea, co-
Phys. q. 110, 18-19). mo pecado directamente opuesto a
blasphemia. La blasfemia es el más la confessio fidei; así, es una derogatio
grave de los así llamados “peccata divinae bonitatis, es decir, una opera-
oris” o pecados de la lengua. Consis- ción intelectual que consiste en ne-
te en la acción de injuriar a Dios con gar lo que corresponde a Dios o afir-
palabras o gestos. Los autores del pe- mar de Él lo indebido, operación a la
ríodo patrístico la han presentado ya que se añade un elemento afectivo,
como hija de la soberbia, ya como hi- un movimiento de la voluntad que
ja de la ira en cuanto pecados capi- confirma plenamente el pecado (cf. S.
tales. Así lo hacen Casiano y Grego- Th. II-II, q. 13, a. 1).
rio, respectivamente. A partir del si- Por último, cabe señalar que mu-
glo XII reflorecen los análisis don- chos escolásticos han diferenciado
de se la examina por sí misma, es de- entre la b. cordis y la b. oris, es decir
bocardo 104

entre la blasfemia del corazón o pen- pertenecer al género bueno, con lo


sada, y la pronunciada. Entendieron, que se tiene una acción moral de b.
sin embargo, que la segunda sólo aña- materialis; en tercer lugar, hay que
de a la primera y más grave una sim- considerar la pluralidad de elementos
ple traducción lingüística. que concurren en la acción, por ej.,
las circunstancias, y especialmente, el
bocardo. Con esta palabra, en la ló- fin que debe ser finis recte intendatur;
gica de la Edad Media, se ha desig- en cuarto término, se habla de b. com-
nado un modo de silogismo (véase pleta en un agente cuando sus accio-
syllogismus). Se ha de tener presente nes guardan correspondencia con la
que la vocal A señala la proposición recta razón bajo cualquier circunstan-
universal afirmativa; la O, la particu- cia. Respecto de este punto, Tomás
lar negativa (véanse). Así pues, el mo- de Aquino insiste en subrayar que,
do silogístico b. es aquel cuya prime- para que un acto humano sea moral-
ra premisa está dada por una propo- mente bueno, es necesario que abso-
sición particular negativa; la segun- lutamente todos los elementos que lo
da, por una universal afirmativa; y la constituyen, objeto, circunstancias y
conclusión, por una particular nega- fin, se ajusten a la recta razón (véase
tiva. Por ej., “algún hombre no es pie- malitia). El Aquinate añade que la b.
dra”, “todo hombre es animal”, “lue- Dei es el último fin apetecido por to-
go, algún animal no es piedra”, como dos los seres (cf. S. Th. I, q. 6, a. 1, ad
escribe Pedro Hispano en Summ. Log. 2). Finalmente, y volviendo a Duns,
4. 15. la 3. b. gratuita en acto se da cuando
bonitas. Poco usada en general, la ex- la caridad inclina hacia un fin sobre-
presión bonitas entis alude a la perfec- natural (cf. Rep. II, d. 4, nn. 2-3; d. 7,
ción de un ente y, en especial, a su q. 3, n. 27; Op. ox. I, d. 17, q. 3, nn. 3
carácter de bonum (véase) en cuan- y 12). Autores como Gabriel Biel dis-
to trascendental. Con todo, el térmi- tinguen la b. moralis de la b. meritoria
no asume una particular importancia que implica la aceptación de la Gracia
en Duns Scoto, quien distingue en- (cf. In II Sent., d. 27, q. 1, a. 1).
tre 1. b. naturalis, 2. b. moralis y 3. b.
bonum. La ambivalencia semánti-
gratuita. La 1. bondad natural pro-
ca del término, que se puede tradu-
viene ex operante, así, el acto de co-
cir como “bueno” o como “bien”, in-
rrer de un caballo veloz, la calidad de
dica ya su complejidad. Además, en
su carrera, proviene de su condición
cualquiera de sus dos sentidos, la pa-
de buen caballo. La 2. bondad mo-
labra b. puede abordarse desde varios
ral es aquella cuyo grado, mínimo o
puntos de vista, especialmente, desde
máximo, convierte la acción huma-
el metafísico y desde el ético que, ca-
na en vituperable o loable respecti-
si siempre, aparecen articulados entre
vamente, puesto que, en primer lu-
sí. Durante la Antigüedad clásica, en
gar, la acción humana tiene una cau-
el orden metafísico, y en su acepción
sa eficiente libre. Pero, para que se
de “bien”, se encuentra la identifica-
pueda hablar, en sentido estricto, de
ción entre ser y b. en el eleatismo de
bondad moral en una acción, se han
la escuela megárica. Por su parte, Pla-
de dar otras condiciones. En efecto,
tón llega a colocar el bien –o mejor,
en segundo término, la acción ha de
la idea de Bien– más allá del ser, co-
105 bonum

mo su fuente originaria, y hasta más nico (cf., por ej., Dionisio, De div.
allá del pensamiento, al que comuni- nom. I, 6; M. Eckhart, Serm. IV, 1,
ca la facultad cognoscitiva, así como 28), por otra, se desarrolla la doctrina
la inteligibilidad a los objetos (cf. Rep. del b. como trascendental.
VI, 508e-509a). La doctrina ploti- En efecto, sobre esta última base,
niana continúa esta concepción, de- Tomás de Aquino aborda la noción
sarrollándola hasta sus últimas con- de b., en su acepción de “bueno”, co-
secuencias: en efecto, para Plotino, el mo uno de los trascendentales (véa-
Bien es idéntico a lo Uno y, como tal, se transcendentale), o sea, como una
superior al Ser y al Pensamiento; así, propiedad del ente en cuanto tal y,
en su absoluta unidad y simplicidad, por ende, intercambiable o converti-
trasciende toda predicabilidad lógica, ble con él: bonum et ens convertuntur.
al punto de que no se puede decir de Así, con respecto a Dios, en el que Ser
él ni siquiera que es (cf., por ej., En. perfecto y Bien perfecto coinciden, se
II, 9, 1; V, 1, 8; 6, 4; VI, 7, 38). De confirma la antigua intuición eleáti-
esta manera, el Bien actúa como libe- ca, pero se salva también la consisten-
rador, puesto que, quien lo alcanza, cia ontológica y la bondad de las co-
se desvincula de la multiplicidad ló- sas múltiples. De tal convertibilidad
gica y ontológica, conquistando una de b. con el ente, se sigue lo que ya
total y libre unidad consigo mismo. había señalado Agustín (cf. Conf. VII,
Esta perspectiva del Bien, que pue- 12; De nat. boni 19 y passim): que el
de dar lugar a una posición mística, mal se encuentra necesariamente –y a
alimentará, en gran parte, la corrien- manera de carencia o defecto– en al-
te de la teología negativa. En cam- gún bien, esto es, en algún subiectum
bio, muy distinta es la concepción de que, en la medida en que es, es bueno
Aristóteles quien, retomando, en cier- (cf. S. Th. I, q. 5, a. 2, ad 3).
to sentido, la posición eleática, se in- Sin embargo, se ha de notar que
clina al inmanentismo y busca el bien “bueno” difiere del verdadero tras-
en los particulares concretos, en espe- cendental en su sentido más propio,
cial, en la actividad misma del hom- es decir, en su relación con la volun-
bre. Aristotélicamente entendido, el tad. Ella está conformada para te-
b. se plantea, pues, fundamentalmen- ner el bien por objeto, lo cual signi-
te, como fin de las acciones humanas fica que no puede desear sino lo que
(cf. Et. Nic. I, 6, 1096a-b). se percibe como bueno. En este or-
Con la aparición del Cristianismo y den se inserta la cuestión del mal sub
su doctrina de la creación, se retoman specie boni, tan importante en la con-
temas fundamentales del pensamien- cepción ética medieval. Habida cuen-
to antiguo sobre el b. bajo una nueva ta de lo que se acaba de decir res-
luz. De un lado, se reivindica el valor pecto de voluntad y bien, y del he-
ontológico de la creatura, que es un cho de que es metafísicamente im-
bien en cuanto creada precisamente posible la existencia del mal absolu-
por Dios, Sumo Bien; de otro, se pro- to por la asimilación ser-bien, para
fundiza la concepción del bien fun- que el mal pueda ser objeto de la vo-
dada sobre la analogia entis. Aunque, luntad, se ha de presentar bajo la apa-
por una parte, se sigue la concepción riencia de un bien. Esto significa que
teológica negativa de cuño neoplató- la voluntad ha de percibir en el obje-
bonum commune 106

to algún aspecto positivo que la mue- Es en este sentido en que suele ha-
va, aun cuando dicho aspecto oculte blarse de “bona”, o sea, de bienes, de
un verdadero mal. Por eso, en los pla- cosas que son buenas, en la medida
nos psicológico, ético y espiritual, la en que son útiles (cf. S. Th. I-II, q. 8,
doctrina del mal sub specie boni cons- aa. 2 y 3). Cabe advertir, por último,
tituye la base metafísica de las tenta- que esta división no implica una opo-
ciones. sición entre los diversos bona, sino
Tomás afirma que el grado de bon- sólo diferentes perspectivas según las
dad depende del grado o perfección que pueden considerarse: por ej., el b.
del ser; con todo, se distinguen en honesto es siempre, en cierto sentido,
nuestro entendimiento: el bien es el útil y deleitable, aunque no siempre
ser en cuanto apetecible, por lo que lo deleitable o lo útil es honesto. La
incluye el concepto de perfección (cf. razón de esto estriba en que tal cla-
S. Th. I, q. 5, a. 1). Así, aunque ens sificación no es unívoca, sino análo-
y b. se identifican en la realidad, co- ga: el concepto de b. no se atribuye
mo sus conceptos son distintos, no igualmente, y en el mismo sentido, a
significa lo mismo decir “ens simpli- lo honesto, lo deleitable y lo útil, si-
citer” que “b. simpliciter”: esta últi- no principalmente a lo honesto y, de
ma expresión se aplica a un ser cuan- manera derivada, a lo deleitable y lo
do posee todo lo que debe tener se- útil.
gún su naturaleza, por eso, equivale Aun con diversos matices, las tesis
a perfectum. En este sentido, no basta de Guillermo de Ockham respecto de
ser un ente para ser bueno, de modo este tema no varían sustancialmente
que, de acuerdo con este significado, (cf. In III Sent. q. 13).
b. no es trascendental o convertible
bonum commune. El bien común es
con el ente. En cuanto agrega al ser
el bien de los miembros de la socie-
una formalidad propia, la de ser fin,
dad civil en cuanto tales, y está ínti-
objeto y término de tendencias, de-
mamente ligado con el fin mismo de
seos y amor, el b. se divide en hones-
la sociedad. Ya Aristóteles había ca-
to, deleitable y útil, distinción que,
racterizado dicho fin como el cuida-
por lo demás, había sido ya prepara-
do del interés público, para que cada
da por Aristóteles (cf. Et. Nic. VIII,
uno, según su condición, pueda vivir
2). Efectivamente, lo bueno, en tanto
con felicidad. (cf. Pol. III, 4, 1278b).
apetecible, 1. o lo es por sí mismo co-
Esta idea central se continúa en la
mo término último del apetito (véase
Edad Media, sobre todo en la Escolás-
appetitus), o 2. lo es en orden a otro
tica, y así, Tomás de Aquino, por ej.,
bien. En el primer caso, se puede 1.1.
frecuentemente alude a la perfectior
considerar el objeto como bueno se-
multitudinis societas, o a la perfecta
gún la recta razón, y así, se tiene lo
communitas, que define como aque-
honesto (véase honestum); 1.2. cuan-
lla en la que se encuentran todas las
do se lo considera en cuanto satisface
cosas necesarias para la vida, omnia
el apetito, se tiene lo deleitable. En el
necessaria vitae, insistiendo en la ne-
segundo caso, 2. el objeto no es que-
cesidad natural de la sociedad civil,
rido por sí mismo, es decir, como fin
que tiene por fin el b. c. (cf. S. Th. I-
en sí, sino como medio para alcanzar
II, q. 90, a. 2; q. 95, aa. 1 y 4; q. 96,
otro fin ulterior, con lo cual se tiene
aa. 2 y 3; q. 99, a. 3; De reg. pr. 1).
lo útil (véase utile).
107 bullitio

Por su parte, Suárez (cf. De leg. III, alocución concisa. En la Edad Media
7) enfatiza la conexión entre el carác- varias obras –en general, de carácter
ter y el fin de la sociedad que tiende, exclusivamente teológico– llevan por
no a la bienaventuranza, es decir, a la título este término, por ej. hay un B.
felicidad futura, ni tampoco a la pre- de Buenaventura, que compendia el
sente en toda su extensión posible, si- contenido de su Comentario a las Sen-
no a la felicidad natural que deriva de tencias. Otro, famoso por ser pieza
una sociedad perfecta, o sea, al bien clave en la querella de las investidu-
de los hombres singulares en cuanto ras, es el de Guillermo de Ockham,
son miembros de una comunidad. cuyo incipit (véase) es: “Comienza el
En la filosofía clásica de inspiración breviloquio acerca del gobierno tirá-
cristiana, dos son los aspectos que ge- nico sobre las cosas divinas y huma-
neralmente se han abordado al tratar nas, especialmente sobre el imperio y
esta noción: la relación entre b. c. y sus súbditos, usurpados por algunos
bien individual, y la que se da entre b. llamados ‘sumos pontífices’”.
c. y bien temporal. Con respecto a la
bullitio. Voz –en rigor, intraducible–
primera, las opiniones son coinciden-
propia de la mística alemana, la utili-
tes, en primer lugar, en que el bien
za principalmente M. Eckhart. Al ex-
común no equivale a la suma de los
poner el Ego sum qui sum del Éxodo,
bienes singulares, sino que es un bien
Eckhart lo relaciona con la creación
específico que está más allá de éstos,
y escribe que el proceder de las Per-
aunque basado sobre ellos; en segun-
sonas en la Trinidad es la razón de la
do término, también hay un cier-
creación y la precede. Describe, en-
to consenso en indicar que el estado
tonces, tres fases de la actividad di-
o reino en que radica dicho bien co-
vina: una es la del movimiento auto-
mún ha de respetar los fines indivi-
rreflexivo de lo divino. Esta identidad
duales de sus miembros.
dinámica consigo mismo es el funda-
En relación con el segundo punto,
mento de las otras dos etapas o fases:
también se ha subrayado el particular
la b. que es la actividad interior de
carácter de temporalidad propio del
Dios. Ésta produce en él una natura-
b. c. Por tener su fundamento en la
leza que le es igual, su Hijo. La terce-
condición natural –es decir, tempo-
ra fase es la ebullitio (véase), verdade-
ral– del hombre, el bien común no
ra causalidad divina que Eckhart en-
puede proveerle más que los medios
tiende como emanación pero que no
necesarios para el bienestar y la felici-
va fuera de Dios mismo. Por eso, esa
dad en este mundo (véase politicus, in
ebullitio no es todavía un hacer, un
fine).
producir; éste se da, en cambio, en la
breviloquium. Es, como la misma creación propiamente dicha (cf. Ser-
composición del vocablo indica, una mo XLIX, n. 511).
108

C
cabala. El término proviene del he- ra capaz de revelar verdades ocultas
breo qabbalah que significa “tradi- y aun pertenecientes al futuro. Con-
ción”. De hecho, señala tanto un co- templa tres momentos: 1. notarikon,
nocimiento de Dios y de lo divino que alude a las palabras nacidas de la
como una suerte de iluminación cog- yuxtaposición de las primeras, segun-
noscitiva sobre la realidad y aun una das, terceras y últimas letras de cada
revelación oral. Sea de ello lo que fue- palabra de una frase; 2. gematria, que
re, la c. tiene siempre el carácter de se refiere a las palabras que surgen de
esotérica. Mucho se ha discutido y se modificar, según ciertas reglas con-
discute todavía hoy sobre su condi- cernientes al valor numérico de las le-
ción: para algunos, se trata de la mís- tras del alfabeto hebreo, las letras de
tica hebrea por excelencia; para otros, otras palabras; y 3. temurah, palabras
de una forma de teosofía; para no po- que provienen de la combinación de
cos, es una gnosis. De todos modos, las otras dos técnicas.
abarca un conjunto de doctrinas muy Hasta el siglo XIII, se funda en una
variadas y que han acogido múlti- tradición oral que se pretende remon-
ples influencias externas, por ej., re- tar a Moisés; a partir de entonces, se
cibe del neoplatonismo la concep- va extendiendo sistemáticamente des-
ción de los seres intermediarios en- de el sur de Francia, desde donde pa-
tre Dios y el mundo o la misma te- sa a Alemania, España e Italia. Hacia
sis de la emanación, mientras que se el final de la Edad Media, la c. se in-
cree que adopta de los filósofos árabes trodujo en los círculos intelectuales
la doctrina del intelecto agente uni- cristianos, algunos de cuyos miem-
versal y quizá del maniqueísmo pro- bros asumieron desde otra perspecti-
viene su visión acerca de la positivi- va religiosa la metodología cabalísti-
dad del mal. Así, la misma historia de ca, por ej., Pico della Mirandola, Egi-
la c. está lejos de presentar un desa- dio de Viterbo y otros humanistas
rrollo lineal. florentinos. Esto permite hablar de
Pero lo que atrajo a filósofos tardo- una “cábala cristiana”, en particular,
medievales y renacentistas fue, espe- durante el Renacimiento. Sin embar-
cialmente, la metodología de la cá- go, la particular simbología implica-
bala que es el punto fundamental de da en la cábala hizo que se la vincula-
la tradición esotérica y oral. En esen- ra cada vez más a la magia. Con ello,
cia, con dicha metodología se preten- suscitó las sospechas de la Iglesia, que
de alcanzar un conocimiento supe- la combatió.
rior al racional, por lo menos, tradi-
cadere a suo significato. Expresión
cionalmente entendido. Consiste en
utilizada por Guillermo de Ockham
una técnica de combinación de letras
para aludir al hecho de que un térmi-
del alfabeto hebreo, que se conside-
109 caelum

no, palabra o concepto cesa de signi- de la circunferencia externa del mun-


ficar lo que significaba anteriormente do, esto es, de su periferia; 2. el cuer-
(cf. Quodl. V, q. 16). po más próximo a ella y en el que se
hallan el sol, la luna y otros astros;
caecitas. Significa ceguera. El caso de 3. el mundo en su totalidad, es de-
la ceguera ha sido usado en la Edad cir, el cuerpo íntegro incluido en la
Media muy frecuentemente como mencionada circunferencia externa
ejemplo de privatio (véase). Los es- (cf. De Cael. I, 9, 278 b10). En este
colásticos, en particular, han habla- último significado había usado ya el
do no sólo de la ceguera corporal sino término Platón (cf. Tim. 28c). Pero
también de la c. mentis como priva- el punto que Aristóteles subraya en
ción de la visión intelectual. Esta úl- su doctrina sobre el cielo es el de la
tima se puede dar por varios motivos: incorruptibilidad. Sostiene, en efec-
primero, por pérdida de la luz natu- to, que la sustancia propia del c. es el
ral de la razón debido a alguna enfer- éter, cuyo movimiento es sólo circu-
medad mental; segundo, por recha- lar y no es pasible de generación ni
zo del don gratuito de Dios; tercero, corrupción.
por no atender a los principios inteli- La doctrina de la incorruptibilidad
gibles por los cuales el hombre com- del c. pasa a toda la física antigua y
prende las cosas. Esto último puede a la de las épocas patrística y medie-
tener lugar, particularmente, como val, tanto entre los autores aristotéli-
consecuencia de algunos vicios como cos como en los que no siguen esa lí-
la accidia. nea. Con el neoplatonismo comien-
caeleste. En general, “celeste” o “ce- za a elaborarse la noción de Empí-
lestial”, palabras con la que se suele reo, con la que el pensamiento cristia-
traducir este adjetivo, designan fre- no llevará a su máximo grado de ela-
cuentemente lo referido al caelum boración el concepto de c.; en dicha
(véase), pero exclusivamente en su noción subyacen también elementos
dimensión espiritual. Más en par- mítico-poéticos de Homero, los ór-
ticular, se emplea c. para aludir al ficos, los pitagóricos y los gnósticos.
mundo angélico. Especial relieve ad- Para el neoplatonismo, el cielo es, a
quiere el término en Agustín, quien la vez, lugar y modelo, sin ser exclu-
se vale de él para calificar una de las sivamente espiritual ni corpóreo, si-
dos grandes sociedades –constituidas no una síntesis de ambos órdenes y
por ángeles y también por hombres– una encarnación del alma del mundo
que atraviesan la Historia: precisa- de la que hablaba Platón. Así, al me-
mente la conformada por aquellos nos, se expresa Plotino en En. V, 1,
que ponen su gozo último en Dios 6-7; IV, 3, 9 y 17). El cristianismo se
(véase civitas) y usan del mundo. Por apoya en la Escritura para su elabora-
eso, la ciudad c. es llamada también ción del tema. Por ello, alude al c. co-
por el Hiponense civitas Dei (véase mo trono divino, reino prometido a
terrenum). los elegidos y “lugar” al que Cristo as-
ciende, para habitar junto al Padre.
caelum. En la Antigüedad, Aristó- De este modo, en la Patrística, no
teles distinguió tres significados de se encuentran explicaciones físico-fi-
ouranós, equivalente griego de la pa- losóficas sobre este concepto, limi-
labra que nos ocupa: 1. La sustancia
caeteris paribus 110

tándose los textos al respecto a ilus- do como única diferencia entre am-
traciones teológicas. Basilio, por ej., bas el hecho de que la materia de los
concibe el c. como una suerte de lu- primeros no puede ser transformada
gar apto para recibir las naturale- por la acción de ningún agente crea-
zas angélicas (cf. Hom. in Hex. I, 5). do, como ocurre con la de los segun-
Marciano Capella se refiere a él como dos, sino sólo por una acción direc-
al paraíso traspasado de luz inteligible ta de Dios (cf. In II Sent., q. 22b).
(cf. De nuptiis Phil. et Merc. II, 50). Más tarde, Nicolás de Cusa retoma
En la Escolástica, con el reingre- ese planteo (cf. De docta ign. V, 12).
so de Aristóteles en Occidente, cam-
caeteris paribus. Es frase de senti-
bia la perspectiva, ya que se replan-
do en cierto modo restrictivo, puesto
tea el problema de la real consisten-
que se intercala en una proposición,
cia del c. en relación con su carácter
para advertir que lo mencionado sólo
teológico de “lugar” propio de Dios y
se pretende hacer valer como verda-
de los ángeles. Se tiende, entonces, a
dero bajo una determinada hipótesis.
considerarlo una esfera corpórea más
Ésta, por lo demás, es la más frecuen-
que espiritual, pero aún dentro de
te. Por ej., en “Los consejos de los an-
esta tendencia general, hay muchos
cianos son, c.p., más prudentes que
matices de diferencia. Alberto Mag-
los de los jóvenes”, la expresión aña-
no, por ej., señala que los cuerpos re-
dida indica que ello es así por lo co-
dondos y el movimiento circular son
mún, esto es, siempre que no se trate
propios de la naturaleza del cielo (cf.
de ancianos carentes de sensatez y sa-
Phys. I, 1, 1). Tomás de Aquino, por
biduría, o de jóvenes que los superen
su parte, entiende que los cielos tie-
excepcionalmente en el conocimien-
nen una materia diferente de la de
to del tema sobre el que se aconseja.
los cuatro elementos; con todo, esta
materia no tiene para el Aquinate po- calculus. A diferencia de sus deri-
tencia de corrupción. Los escolásticos vados, como calculatio o calculato-
de línea aristotélica acentúan el as- res (véase), este vocablo fue más usa-
pecto de cuerpo luminoso, mientras do durante el período patrístico y no
que los de tradición platónica lo re- indicó la actividad propia de una dis-
ducen a una pura luz, reflejo de la di- ciplina sino más bien el cálculo más
vina que se concentra en el Empíreo. elemental, aquel que era necesario
Una posición intermedia es la que para la vida cotidiana. Como seña-
sostiene Dante en su Commedia, ya la Isidoro de Sevilla, el término sig-
que allí el c. presenta una estructu- nifica “piedrecilla”, ya que con ellas
ra general de corte aristotélico, y una “los antiguos, teniéndolas en las ma-
esencia que sigue siendo neoplatóni- nos, componían los números” (Etim.
ca, dado que en ella se subraya el ca- X, 43).
rácter de incorruptibilidad. Precisa-
mente la doctrina sobre la incorrup- calculatio-calculatores. Se conoce
tibilidad de los cielos fue cuestiona- con este nombre el procedimiento de
da por primera vez por Guillermo de análisis lógico y matemático llevado
Ockham, quien niega la diversidad a cabo en la Edad Media, sobre to-
entre la materia de los cuerpos ce- do, por los mertonenses, es decir, por
lestes y de los sublunares, admitien- los maestros de Merton en Oxford,
llamados por eso mismo calculato-
111 canon

res. Florecieron a comienzos del siglo bona” (cf. Ars brevis, VI; Ars generalis
XIV y su movimiento estuvo encabe- ultima, VI).
zado por Tomás Bradwardine, autor
camestres. Voz de función mnemo-
del Tractatus de proportionibus. Un
técnica que se emplea en la lógica me-
ejemplo de c. en este tratado es el que
dieval para designar un modo de si-
analiza la velocidad de un movimien-
logismo (véase syllogismus). Como se
to vinculándola con la relación que se
ve, está conformada por las vocales
da entre sus causas, esto es, la fuer-
a, e, e, y se ha de recordar que la vo-
za que produce tal movimiento y la
cal A señala la proposición universal
resistencia que se le opone. Esto está
afirmativa, mientras que la E indica la
precedido de una teoría matemática
universal negativa. Así, c. alude al si-
de relaciones, o sea, de proportiones en
logismo cuya primera premisa es una
el sentido medieval más amplio de es-
proposición universal afirmativa; y la
ta última palabra (véase proportio).
segunda, una universal negativa, al
caligo. Es otro vocablo típico de la igual que la conclusión. Por ej., “todo
mística medieval. Señala la niebla hombre es animal”, “ninguna piedra
del alma en una de las últimas etapas es animal”, “luego, ninguna piedra es
de su contemplación de Dios (véase hombre”, como escribe Pedro Hispa-
tenebra, in fine). A ella llega cuando no en Summ. Log. 4, 11.
alcanza una visión de lo divino que
canon. Término que supuestamen-
está más allá de lo que permite la ac-
te deriva del griego kánon, cuyo sig-
tividad intelectual. Este uso del tér-
nificado es “caña”. Al ser usada ésta
mino llega inclusive al Renacimien-
como instrumento de medición e hi-
to. De hecho, en las primeras pági-
to de referencia, la voz pasó a signifi-
nas del De hominis dignitate, Pico de-
car una regla o conjunto de reglas pa-
lla Mirandola insta al hombre a ha-
ra medir o determinar la validez es-
bitar “in solitaria Patris caligine” des-
pecífica de una disciplina. Por eso, se
pués de haber dejado atrás aún una
aplica no sólo al campo filosófico si-
de sus más altas posibilidades: la op-
no también al artístico y literario. Así,
ción de construirse centrando la pro-
entre otros, se habló en la Antigüe-
pia vida en el intelecto.
dad del c. aristotélico de las tres uni-
camera. Es voz propia del complejo dades que ha de presentar la tragedia.
sistema del ars combinatoria de Rai- La Edad Media conservó ese sentido
mundo Lulio. En efecto, se denomi- general; de ahí que lleve el nombre de
na c. a cada uno de las 36 casillas o Canon, por ej., la obra de Avicena en
conjuntos de dos letras que apare- la que éste describe las normas del ar-
cen en el Ars Raymundi según su ver- te de la Medicina.
sión final. Cada casilla es distinta de En Teología, se usa esta palabra pa-
las otras y las letras en ellas indicadas ra indicar aquellos libros de la Sagrada
significan cada uno de los dieciocho Escritura admitidos oficialmente por
principios del Ars. Cada c. debe leer- la Iglesia como pertenecientes a ella
se en términos de sujeto y predicado, y que, por tanto, han de ser creídos
términos que son convertibles. Así, por los fieles. Por tal razón, los libros
la c. BC, por ej., se puede leer como canonici se oponen a los apocryphi,
“Bonitas est magna” o “Magnitudo est esto es, a los apócrifos que sólo se leen
capacitas 112

para edificación de las costumbres y te dicho sufrió varias modificaciones.


no ad probanda dogmata. En el mun- Textos fundacionales al respecto son
do cristiano, los libros pertenecientes las Institutiones y las Collationes en
al Antiguo Testamento se denominan las que Casiano consigna la heren-
vetus c. cia de la sabiduría monacal egipcia y
siria al respecto. Pero lo decisivo en
capacitas. Se suele traducir por “ca- materia de clasificación, ya que pasa-
pacidad” e indica la posibilidad de rá a toda la cultura medieval cristia-
contener algo, especialmente, una na, son los Moralia in Job de Gregorio
cualidad. En la Edad Media, se usó, Magno que, sobre la base de lo escrito
en particular, para el caso del hombre por Casiano, unifica la tristitia (véase)
en referencia a la operatividad de sus con la accidia, reemplaza la vanaglo-
potencias naturales. En el plano teo- ria (véase) por la superbia y añade la
lógico, c. alude a la posibilidad huma- invidia. También revisten gran impor-
na supuesta en la Gracia. tancia en este tema los escritos mo-
capitale. Voz que deriva de caput, násticos, tratados morales, opúscu-
cabeza, su significado tiene el carác- los ascéticos, etc. que, al profundizar
ter de principio y fuerza directriz. El en cada vicio, contribuyeron a su in-
adjetivo fue utilizado, especialmen- clusión, exclusión o fusión en los su-
te, para calificar algunos vicios (véase cesivos cuadros de clasificación. A es-
vitium). Se llama vitium c. aquel del tas obras deben añadirse las Summae
que proceden, como de su origen for- de Tomás de Chobham, Guillermo
mal y, a la vez, causa final, otros peca- Peraldo y Tomás de Aquino, entre
dos. Así, no solamente son capitales otros. Un criterio predominante res-
aquellos que constituyen raíz de los pecto de la división interna de los pe-
demás, como la avaritia, o el que es cados capitales es el que atiende a su
primer principio de otros, la superbia, fuente en el hombre; según él, se divi-
sino también los que son principios den en carnales, como la gula o la lu-
próximos de otros pecados, como la juria, y espirituales, como la envidia
luxuria o la accidia. Así, los vicios ca- y la soberbia. Con la Escolástica, y la
pitales operan a modo de troncos del consecuente estructuración metodo-
que derivan ramificaciones del mal lógica, proliferaron los argumentos
moral. Este carácter originario se de- a favor de la clasificación de los siete
termina atendiendo a la condición enumerados en el artículo vitium.
del hombre sometido a ellos: se ha- caritas. Cf. amor. A veces, se escri-
lla dispuesto de tal manera a adherir be también charitas por su derivación
exageradamente a un fin que éste se del griego, lengua en la que significa
convierte en fuente de otros vicios. “gracia”. La c. se corresponde con el
De este modo, un vicio nace de otro. amor pero, de por sí, éste no es ca-
El hecho de ser incontables las dis- ridad, ya que en el hombre el amor
posiciones particulares de los hom- es una pasión natural y la c. excede el
bres derivó en una serie de dificulta- plano de lo meramente natural.
des teóricas. Para los místicos especulativos del
De hecho, la clasificación de los vi- siglo XII, como Ricardo de San Víc-
cios capitales a lo largo de la Patrísti- tor, por ej., la c. tiene la nota del re-
ca y el período medieval propiamen- nunciamiento a un exagerado amor a
113 casus

sí mismo, por lo que implica de algún neral, c. asume los siguientes sentidos
modo un salir de sí mismo. De to- precisos: 1. la total naturaleza huma-
das maneras, prefiere, como muchos na, con particular referencia a su fra-
otros autores, usar dilectio o amor gilidad; 2. las dimensiones anímicas
proximi para el amor a los semejantes, de lo concupiscible y lo irascible en
y reservar el término c. para el amor cuanto opuestas a la capacidad inte-
de Dios hacia el hombre y de éste ha- lectual, a la racionalidad, es decir, al
cia Él (cf., por ej., De IV grad. viol. aspecto superior del alma; 3. los vi-
car. 2). cios y pecados.
De hecho, se ha empleado esta pa-
castigatus. Cf. emendatus.
labra, de vastísima difusión en el Cris-
tianismo, para denotar la virtud teo- casus. Voz que se aplicó en distintos
logal que consiste en la amistad en- órdenes. Así, 1. en gramática, designa
tre Dios y el hombre. En la caridad, la variación en las últimas sílabas pro-
éste ama a Dios sobre todo otro ser pia de la declinación, como el caso
a causa de su “amabilidad”, es decir, genitivo, acusativo, etc.; 2. en retóri-
en tanto que Él es el Bien Sumo. Se- ca, significa “ejemplo”. Pero, es 3. en
gún la doctrina de la c., el amor hu- física y metafísica, en donde este con-
mano por todos los demás seres, en cepto adquiere mayor relieve. Con es-
su correspondiente grado jerárqui- te término, los autores medievales se
co, deriva justamente de ese amor a refirieron al azar o la casualidad, cuya
Dios. Así, pues, se consideró esta no- existencia, en general, negaron, al me-
ción como la virtud soberana, fuen- nos, en el sentido que habitualmente
te de todo mérito sobrenatural. Por se confiere a estas dos palabras.
otra parte, las demás virtudes teologa- En la Antigüedad, aun admitiendo
les –o sea, fe y esperanza– tienen va- la causalidad y la finalidad en el com-
lor en el tiempo, es decir, durante el portamiento de los fenómenos na-
transcurso de la vida en este mundo, turales, Aristóteles afirma el c.: en el
mientras que la caridad dura sin tér- mundo natural, no todo sucede por
mino a parte post. En efecto, no sólo necesidad, puesto que no todo deriva
se prolonga en la vida bienaventura- de la naturaleza esencial de los entes;
da sino que aun está potenciada por a veces, ocurre algo que no se verifi-
la visión de Dios. ca ni siempre ni ordinariamente. Así,
por ej., si durante un par de días en
caro. Significa “carne”. Pero, a dife-
verano hace un frío casi invernal, ello
rencia de corpus, la voz que nos ocu-
sucede por accidente. Pero, para Aris-
pa, traducción latina del sustantivo
tóteles, el azar es tal sólo en relación
griego “sarx”, es usada también en
con determinadas causas particula-
un sentido no material: en este pla-
res, especialmente, con la causa final
no alude a todo aquello que se opone
del agente (cf. Phys. II, 4-6, 196-197;
al espíritu. Con este matiz despecti-
Met. V, 30, 1025 y ss.). Otros pensa-
vo aparece, por ej., en Séneca (cf. Ep.
dores, en cambio, negaron la realidad
65, 22). Pero es sobre todo San Pa-
del c. y lo imputaron a una laguna del
blo quien, denostando la sarx en sus
conocimiento humano. Así sucede,
epístolas transmite este último signi-
en general, entre los estoicos, quienes
ficado a la tradición patrístico-medie-
no podían admitirlo, dado que con-
val. En ella, y dentro de ese marco ge-
categorema 114

sideraban el universo perfectamente rara vez ocurre. Alberto Magno con-


organizado por la Razón cósmica. sidera la fortuna una especie del c. (cf.
Los autores cristianos se inclinan Phys. II, 2, 10).
por esta segunda perspectiva, porque
categorema. Los lógicos medievales
en un mundo ordenado por la volun-
designaron con este nombre al atri-
tad de Dios, omnipresente en él, no
buto o predicado, o sea, a lo que es
puede haber lugar para el azar. Éste
afirmado de un sujeto, sobre la ba-
existe sólo, como se diría hoy, subje-
se de lo que sostiene Aristóteles en
tivamente, en cuanto incapacidad del
De int. II, 2, 20 b 32. Por eso, des-
intelecto humano que, por su finitud,
de el punto de vista metafísico, c. su-
no puede abarcar en sí el plan divi-
premo del ser es la categoría (véase
no de la Providencia y el plexo de re-
praedicamentum). A veces, este vo-
laciones causales implicado en él. Así
cablo aparece como equivalente de
lo señala, por ej., Agustín (cf. De div.
categorematicum (véase categorematica).
quaest., 24).
Tomás de Aquino va más allá al ad- categorematica. En la gramática y
vertir que todos los seres sin excep- la lógica medievales, se denominan
ción, tanto los corruptibles como los así los términos o partes del discur-
incorruptibles, están sujetos a la pro- so que son significantes por sí mis-
videncia divina, no sólo en conjun- mos –o sea, que tienen per se un
to, sino también, en particular, esto significatum–, como “caballo” o “es-
es, no solamente en cuanto a las es- cribe”, a diferencia de los syncatego-
pecies, sino también en cuanto a sus rematica (véase), que sólo son plena-
principios individuales. Así, todo lo mente significativos cuando se agre-
que de algún modo participa del ser gan a los primeros, por ej., “no”, “y”,
ha de estar necesariamente ordenado etc. Esta distinción probablemen-
a un fin, y la ordenación al fin se ex- te deriva de los estoicos, quienes ha-
tiende hasta donde se extiende la cau- blaban del “discurso perfecto” como
salidad del primer agente, o sea, Dios aquel de sentido completo, por ej.,
(cf. S. Th. I, q. 22, a. 2). De tal mane- “Sócrates camina”; y del “dicurso im-
ra que, según la perspectiva tomista, perfecto”, uno de cuyos ejemplos se-
no existe la casualidad. Sobre huellas ría “con respecto a” (cf. Diog. Laercio
más aristotélicas, Guillermo de Oc- VII, 63). En la lógica escolástica, la
kham define el c. como el efecto que distinción explícita se encuentra por
una causa natural produce de mane- primera vez en el tratado anónimo
ra contingente por la intervención de del siglo XII De generibus et speciebus,
un agente libre; así, por ej., el colo- hasta que se convierte en un lugar co-
car una manta próxima al fuego –ges- mún durante los siglos XIII y XIV.
to que se lleva a cabo libremente, esto Entre los autores que más se han de-
es, no con necesidad, aunque no sea dicado a este tema en la Edad Media,
deliberadamente– puede provocar un se cuentan Guillermo Shyreswood,
c. de incendio (Quodl. I, q.17). Alberto de Sajonia y, especialmente,
La doctrina sobre el c. se comple- Guillermo de Ockham (cf. por ejem-
menta con la del fatum y la de la for- plo, Summa Log. I, 4). Casi todos co-
tuna (véanse). No todo lo que se hace inciden en considerar sólo el nomen y
sin intentarlo sucede por casualidad o el verbum como términos c.
por la fortuna, sino sólo aquello que
115 causa

categoria. Proviene del griego kathe- no mera sucesión. Tal relación de de-
gorein, cuyo significado es acusar o pendencia, esto es, la causalitas (véa-
afirmar. En la Edad Media, el sentido se) fue estudiada desde la Antigüe-
técnico de este término sigue al que dad, en la que Platón sostiene la ne-
tuvo en la Antigüedad clásica. Pero cesidad de que aquello que se genera
los autores medievales prefirieron ca- sea generado por una causa (cf. Timeo
si siempre usar el sinónimo praedica- 28a). Pero la sistematización orgáni-
mentum (véase). ca de la teoría de la c. obedece, co-
mo se sabe, a Aristóteles, quien esbo-
categoricum. En lógica, se llama “ca- za los conceptos y la clasificación en
tegórico” al juicio o proposición que los cuatro célebres tipos de causa que
expresa la relación de sustancia y de después fueron obra, sobre todo, de
inherencia. En oposición al juicio hi- la Escolástica.
potético y al disyuntivo, es una afir- Con todo, en el marco del pensa-
mación que excluye la condición y miento cristiano, ya desde la Patrísti-
la alternativa. En su forma más sim- ca y con Orígenes en particular, se da,
ple, afirma o niega la conveniencia de en ese contexto, una primera aproxi-
un atributo a un sujeto. “S es P”, “S mación al concepto que nos ocupa.
no es P” son proposiciones categóri- Éste fue estudiado en conexión con
cas, afirmativa y negativa, respectiva- la noción de Dios en cuanto crea-
mente. dor. De hecho, la concepción de una
En el orden lógico-metafísico, se creación eterna desvinculó la relación
denomina “categórico” al juicio cu- causa-efecto de lo temporal; a la vez,
ya afirmación no depende de otro se planteó la materia como efecto del
juicio. mal. Tales ideas neoplatónicas llegan
causa. Este término, traducción la- a Agustín de Hipona quien, sin em-
tina de la voz griega aitía, es de ori- bargo, las modifica sustancialmen-
gen jurídico y significó en dicho te- te, no sólo negando el carácter nega-
rreno “acusación”. De esta manera, la tivo de la materia, sino –y sobre to-
noción queda, en sus raíces, vincula- do– poniendo las causas formales y
da con la responsabilidad de una ac- ejemplares de lo real en las rationes
ción voluntaria que se imputa a al- aeternae (véase ratio 3.). En la pers-
guien. En general, se entiende por c. pectiva agustiniana, las cosas creadas
lo que después se restringió a la causa que pertenecen al orden temporal se
eficiente y aun a la final, es decir, una desarrollan causalmente en virtud de
cosa, acción o situación a la que otra, las rationes seminales (véase) que Dios
denominada “efecto” (véase effectus) ha puesto en ellas desde el principio y
responde de modo unívoco y necesa- como principio del ser de dichas co-
rio. Así, la existencia del efecto se da o sas. Cabe destacar también que la po-
no según se dé o no la de la causa. La sitividad adjudicada a la c. eficiente
mayoría de las veces, pero no necesa- por el hiponense, lo lleva a imputar
riamente, ésta antecede cronológica- a la mala voluntad la causa deficiente
mente a aquél, de modo que la prio- del mal moral (cf., por ej., De civ. Dei
ridad de la causa respecto del efecto XII, 7). Durante el período escolásti-
es metafísica y no cronológica. Entre co, Buenaventura atribuirá a las razo-
una y otro hay, pues, dependencia y nes seminales la causalidad eficiente,
contra el parecer del Aquinate.
causa 116

La Escolástica, en especial, la del da el ser y lo causado depende total-


siglo XIII, retoma con Alberto Mag- mente de la causa, como el sol res-
no y Tomás de Aquino la doctri- pecto de la luz natural. Este último
na aristotélica de los cuatro tipos de tipo de causalidad es la que se da en-
causalidad, otorgándoles, además, tre Dios y lo creado. Todos los otros
un nombre preciso en términos la- entes causan en la medida en que
tinos. Así, Tomás caracteriza, en ge- participan de la acción divina; por
neral, la c. como aquello de lo que eso, son causas segundas, pero Dios
se sigue el ser de otra cosa; más en es c. primera. En el orden de la causa-
particular, aquello de lo cual depen- lidad eficiente, las causas segundas se
de algo en su ser o en su hacerse. Si- vinculan con la instrumental: ésta es
guiendo a Aristóteles, reconoce la lo que actúa no sólo en virtud de su
división en cuatro y anota que to- forma sino porque es movida por el
da c. es o materia o forma o eficien- agente principal, como el cincel res-
te –es decir, agente– o final (cf. C.G. pecto del escultor.
III, 10). De esta manera, rechaza la Un tratamiento particular del tema
ejemplar en cuanto causa estricta- se encuentra en Guillermo de Oc-
mente hablando y, aristotélicamen- kham, por su posición nominalista;
te, de alguna manera concede cier- así, por ej., afirma que ningún uni-
ta preeminencia a la final. Con to- versal puede ser causa de algo gene-
do, Tomás subraya la mutua relación rable y corruptible externo al alma.
de las causas: causae ad invicem sunt Con esto, la causa formal queda in-
causae. También sobre las huellas del validada, al menos, en su sentido tra-
Estagirita, considera la c. formalis co- dicional. Ockham también impugna
mo aquello que otorga a la cosa su la causa final en cuanto que ésta mue-
esencia o su ser tal cosa, esto es, lo ve al agente, porque mover al agente
que le confiere sus propias determi- sólo significa que es amada por él, lo
naciones; la c. materialis es, en cam- cual constituye, para Ockham, só-
bio, su sustrato o soporte material; la lo un modo metafórico de expre-
c. efficiens, aquello de lo que provie- sión que no alude a nada real. Por
ne el movimiento o cambio en cual- otra parte, la causa final –añade Oc-
quiera de sus cuatro clases; por últi- kham con ironía– tiene de particu-
mo, opuesta a la eficiente, se cuenta lar el hecho de que puede ser causa...
la c. finalis que es aquello en vista de sin existir: “Hoc est speciale in causa
lo cual el ente actúa o se mueve; de finali quod potest causare quando non
ahí su importancia en la explicación est” (Quodl. IV, q. 1) (véase también
del devenir. En este orden, el Aqui- attractio).
nate distingue la acción de las cau- En lo que concierne a las distincio-
sas in fieri, esto es, en el hacerse de nes escolásticas que se llevaron a cabo
algo, de la de las causas in esse o cau- en relación con la noción de c., se ha
sa essendi. La primera es aquella que hablado de: 1. c. essendi, fiendi (véa-
hace que una cosa llegue a ser lo que se supra), cognoscendi, es decir, de la
es, pero sin producir el esse, de modo causa del ser, del hacer o del conocer;
que el efecto puede subsistir en au- 2. c. universalis que es aquella que no
sencia de su causa, como en el caso está determinada a un solo efecto, o
de un padre y su hijo. La c. essendi particularis, la determinada a un efec-
117 causalitas

to singular; 3. c. per se, que es la que causalitas. Cf. causa. Se entiende por
por su propio poder produce un efec- causalidad la relación de la causa al
to, o per accidens, la que concurre a la efecto; más específicamente, al efecto
producción de un efecto; 4. c. prima, formal y propio de la causa. Dos son
que es aquella que inicia la cadena los términos referidos al tema: el prin-
causal, o secunda que es la subordina- cipio de causalidad y la vía de causa-
da a la anterior, cualquiera sea el lu- lidad. Con respecto al primero, muy
gar que ocupe en la mencionada ca- discutido a lo largo de toda la historia
dena (véase más arriba); 5. c. proxima, de la filosofía, se puede decir en gene-
que es la que da lugar inmediata- ral que es la afirmación universal de
mente al efecto, o remota, la que con- la necesidad que vincula todo aquello
curre a la producción del efecto des- que tiene razón de efecto a una cau-
pués de la intervención de otras cau- sa determinada. La primera formula-
sas; 6. c. univoca, que es la que tiene ción de este principio se debe a Aris-
la misma esencia que su efecto, co- tóteles, quien, con todo, lo circuns-
mo un padre y su hijo, o aequivoca, cribe al devenir: es necesario que to-
la que es de distinta esencia que su do lo que es movido, si no tiene en sí
efecto, como un pintor y el cuadro el principio de su propio movimien-
de su autoría. to, sea movido por otra cosa (cf. Phys.
VIII, 1, 241b 4-37).
causa sui. El uso del término cau- La Edad Media, y particularmen-
sa sui requiere una aclaración. A di- te la Escolástica, recoge esta afirma-
ferencia de lo que ocurre en la Mo- ción aristotélica, pero la hace exten-
dernidad, en la Edad Media, y par- siva a todo el ámbito de lo causado y
ticularmente entre los escolásticos, es no sólo al devenir. Por otra parte, la
muy poco frecuente. En el plano me- explicita de diversas maneras y mues-
tafísico, en rigor, sólo podría aplicar- tra sus aplicaciones particulares. Así,
se a Dios, desde el momento en que se encuentran, por ej, en Tomás de
Él es el Ser absoluto, principio y cau- Aquino, las siguientes formulaciones:
sa de la propia existencia. Pero, pa- “Omne contingens habet causam” (S.
ra ello, se prefirió utilizar el término Th. I, q. 2, a. 3); “Omne quod incipit
a se (véase), ya que “causa”, aun con habet causam”; “Si aliquid invenitur
la acotación “de sí mismo”, presupo- in aliquo per participationem, necesse
ne un efecto y, por ende, sugiere una est quod causetur in ipso ab eo cui
suerte de desdoblamiento en el suje- essentialiter convenit” (ibid. I, q. 44,
to del que se predica que es causa sui. a. 1), fórmula esta última que parece
Así, para preservar la absoluta simpli- la más abarcante y que, por otra par-
cidad divina, los escolásticos evita- te, denota la preferencia tomista por
ron el empleo de esta expresión, con el enfoque y la terminología aristoté-
excepción de Alain de Lille. En ge- licos respecto de los platónicos. Así se
neral, durante el siglo XIII, se insis- ve, por ej., en la cuarta vía.
tió en que “nihil est causa sui”. Pue- En los últimos siglos medievales,
de aparecer, aunque muy raramente, con la declinación parcial de la pers-
en relación con el tema de la libertad pectiva aristotélica, comienza a acen-
humana, justamente para subrayar la tuarse cierto escepticismo sobre la va-
autodeterminación de la voluntad en lidez del principio de causalidad. En
el acto libre.
causaliter 118

Ockham, por ej., hay una reflexión nes que ellas mismas no poseen. De
crítica acerca del mismo, que se co- esta manera, Tomás de Aquino sos-
rresponde con su orientación empi- tiene que todo lo mudable y sensible
rista y nominalista. Por eso, recha- es efecto de Dios y puede llevarnos a
za el axioma escolástico que sostenía postular no solamente su existencia,
que la c. es tanto más eficiente cuan- sino también lo que necesariamente
to más universal. Dado que Ockham Él ha de tener en su calidad de cau-
no concibe el universal como real, pa- sa primera de todas las cosas, que so-
ra él, ningún universal puede ser cau- brepasa a cuanto produce (cf. S. Th. I,
sa de algo corruptible (cf. Summulae q. 12, a. 12).
in libros Phys. II, 10). Por otra par-
causaliter. Cf. occasionaliter.
te, además de negar explícitamente la
validez del principio causal en el or- causantia. Algunas veces aparece es-
den de la naturaleza, considera que te término para indicar las causales o
no puede ser establecido a priori sino factores que causan algo. Un ejemplo
que exige el conocimiento empírico, de ello se encuentra en Alberto Mag-
la notitia intuitiva. El conocimiento no, Phys. IV, 3, 14.
de uno de los dos términos de la rela-
ción causal, por sí mismo, no dice na- cautela. Llamada también cautio, la
da sobre el otro. Más lejos va Nicolás cautela es una parte de la prudentia
de Autrecourt, quien entiende que la (véase) en cuanto preceptiva. Puesto
relación causal se resuelve en la de su- que se ocupa de acciones contingen-
cesión, la cual, una vez que ha sido tes, en las que se presentan mezcla-
comprobada, vale para el futuro sólo dos lo bueno y lo malo, lo verdade-
con carácter de probable (cf. Epist. ad ro y lo falso, la prudencia debe valer-
Bernardum). se de una de sus partes, precisamen-
En cambio, la Escolástica posterior te la que discierne entre ambos pares
tiende a reivindicar la visión aristoté- de términos y evita los negativos: és-
lica sobre la c.; así, por ej., Suárez, si- ta es la c. que algunos entienden, es-
guiendo en este punto a Escoto, afir- pecíficamente, como la que elude los
ma: “Quod producitur, ab alio realiter peligros.
a se distincto producitur” (Disp. Met. cautio. Cf. cautela.
29, 1, 20).
La aceptación del principio de cau- cavillatoria. Cf. sophistica y collectio,
salidad constituye, al mismo tiem- in fine.
po, la base de la así denominada via celarent. Con esta palabra se indi-
causalitatis (véase via). En efecto, en- ca, mnemotécnicamente, un modo
tre los caminos de indagación de la silogístico de la primera figura (véa-
naturaleza divina, que se proponen a se syllogismus 2). En efecto, contiene
partir de la observación de las cosas, las vocales e, a, e, y se ha de recordar
llámase “vía de” o “vía por” la causa- que E señala la proposición univer-
lidad aquella que se apoya en la con- sal negativa; A, la universal afirmati-
vicción de que todo lo que acontece va. Así, c. es un modo de silogismo
obedece a una causa, y que las cau- en el que la primera premisa es uni-
sas de las cosas no pueden haber da- versal negativa; la segunda, universal
do a sus respectivos efectos perfeccio- afirmativa; y la conclusión, univer-
119 certitudo

sal negativa. Por ej., “ningún animal Pero, en la historia de la Filosofía


es piedra”, “todo hombre es animal”; medieval, el término que nos ocupa
“luego, ningún hombre es piedra”, se- ha quedado relacionado con la céle-
gún se lee en Pedro Hispano, Summ. bre caracterización de Dios como “es-
Log. 4, 7. El silogismo cesare (véase) fera inteligible cuyo centro está en to-
se puede reducir al c. por conversión das partes y la circunferencia en nin-
simple (véase s). guna”. La definición circuló ya du-
rante el siglo XI, en las Regulae de
cenodoxia. De etimología fácilmen- Alain de Lille. Posteriormente, apare-
te deducible, esta palabra forma par- ció también en otro texto, compues-
te del discurso ético en la Edad Me- to hacia la mitad del siglo siguiente
dia, particularmente, en contexto y atribuido al mítico Hermes Trime-
monacal. En efecto, se llama así el pe- gisto. Fue Eckhart quien le dio a ese
cado del monje que aspira, sobre to- texto el nombre con el que lo cono-
do, a conquistar la gloria a los ojos de ció la posteridad: El libro de los vein-
cuantos lo circundan, esto es, en su ticuatro filósofos. Al ser una colec-
comunidad. Es, pues, una especie de ción de antiguas y neoplatónicas de-
la vanagloria (véase). Tal especificidad finiciones de Dios, precisamente 24,
está dada por el contexto que agrava Eckhart lo constituyó en una de sus
la condición de esta falta. fuentes principales y le confirió par-
census. En las antiguas instituciones ticular atención a la caracterización
romanas, el censor era quien deter- transcripta. Para Eckhart, Dios es ex-
minaba con autoridad una verdad de tra omnia e intra omnia, porque es la
hecho. Por eso, especificaba la situa- esencia más propia de cada criatu-
ción de cada habitante de Roma y su ra (centro) y, a la vez, en su absoluta
rango en la sociedad, es decir, hacía el simplicidad, completamente trascen-
censo. De ahí el significado filosófi- dente, (circunferencia). Nicolás de
co derivado del término que nos ocu- Cusa también recogerá esta proposi-
pa, aunque rara vez aparece en este ción (véase circumferentia).
último contexto: estimación que je- certitudinalis. Voz propia de la lite-
rarquiza las condiciones de una cosa ratura bonaventuriana. Señala un tipo
o persona. Así, el sentido de este sus- de conocimiento: el que está determi-
tantivo y el de los verbos de los que nado por la inmutabilidad del objeto
deriva se aproximan a la estimación cognoscible y la infalibilidad del su-
(véase aestimatio). jeto cognoscente. Ambas propiedades
centrum. En la Edad Media, como se fundamentan en la doctrina de las
hoy, este vocablo propio de la Geo- rationes aeternae (véase motivae), que
metría se define según aquella figura son, precisamente, aquellas que se tie-
de la que sea c. Si se trata de un po- nen en el conocimiento c. como regu-
lígono, por ej., el centro será el pun- ladoras de todo otro conocimiento.
to interior que equidista de cada vér- certitudo. En general, se caracteri-
tice; si se trata de una esfera, el cen- za la certeza como el grado de asenti-
tro es el punto interior que equidis- miento (véase assensus) de la concien-
ta de cualquier punto de la superficie cia, en el que la verdad se presenta co-
de la esfera. mo segura posesión del pensamien-
cesare 120

to y, por ende, como guía de la ac- ciones se requieran para considerar


ción, sin necesidad de nuevas confir- su objeto. (cf. Alejandro de Halès, In
maciones, experiencias o pruebas. De I Met. VIII; Tomás de Aquino, In I
ahí que se considere la certeza como Met. l. 2, nn. 39-47).
superación de la duda, en especial, la Cabe insistir que el término c. es
que versa sobre el alcance del conoci- ambivalente en cuanto que señala
miento humano, cuya validez, obvia- tanto aquello que es cierto o deter-
mente, fue negada en la línea del es- minado en sí mismo como lo que es
cepticismo. cierto, en el sentido de seguro, para
Alberto Magno, por ej., no utiliza nosotros. Ambas cosas pueden no co-
este término en sentido estricto, y di- incidir, como sucede con artículos de
ce que la certidumbre sólo puede ba- fe. Por eso, Ockham distingue entre
sarse sobre aquellas cosas que se dan una c. de adhesión y una c. de eviden-
siempre o muy frecuentemente. cia; considera, entonces, que la teo-
Con todo, la c. fue objeto de va- logía posee la primera, pero no la se-
rias distinciones precisas durante la gunda (Summa Totius Log. III, 1, c. 1).
Escolástica; así, se puede hablar de: La ambivalencia mencionada se da
1. la certeza espontánea, que se da porque el latín no permite la distin-
en la aprehensión directa de la ver- ción entre el aspecto “subjetivo” o
dad, por ej., la c. sobre los primeros psicológico de la cuestión, para el que
principios; a ella se opone la reflexiva, el español prefiere el término “certi-
que se obtiene precisamente median- dumbre”, y el “objetivo”, al que alu-
te la reflexión crítica acerca de los da- de con el vocablo “certeza”. A propó-
tos aprehendidos en forma directa; 2. sito de un aspecto próximo a este úl-
la certeza natural, dominio de la me- timo, cabe destacar que, entre los au-
ra razón y opuesta a la sobrenatural, tores de la última Edad Media, se ha
que se alcanza únicamente por reve- dado una diferencia sobre este tema:
lación divina; 3. la certeza absoluta, Duns Escoto entiende la c. como al-
que es de orden metafísico porque se go propio del intelecto, reservando el
funda en la esencia de las cosas; a ésta vocablo securitas para la certidumbre
se oponen las de orden físico y moral, o seguridad de la voluntad (cf. In IV
las cuales son llamadas “probabiles” Sent., d. 49, q. 6). Sin embargo, no es
en tanto que se basan sobre un ti- seguido en esto por los autores nomi-
po de realidad contingente y relati- nalistas.
va, por ej., la certeza de que el agua Ya a comienzos de la Modernidad,
hierve a 100° o de que un padre ama y desde otra perspectiva, Descartes
a sus hijos. identifica lo cierto con lo evidente.
Es interesante notar que, en cuanto
cesare. Con esta palabra, de uso mne-
al correlato que hoy llamaríamos “ob-
motécnico, los lógicos medievales
jetivo” de la c., los escolásticos tendie-
quisieron recordar un modo silogísti-
ron a hacer coincidir lo cierto con lo
co (véase syllogismus). Cabe tener pre-
simple, marginando así lo empírico.
sente que las vocales que la compo-
De ahí que hayan visto la aritmética
nen son e, a, e y que A señala conven-
más cierta que la geometría, y que ha-
cionalmente la proposición universal
yan concebido, en general, tanto más
afirmativa, mientras que E indica la
cierta una ciencia cuanto menos no-
universal negativa. De esta manera, el
121 circulus

modo de silogismo c. es el conforma- 2. lógica. Desde el punto de vista 1.


do por una primera premisa universal geométrico, en la Edad Media se con-
negativa, una segunda premisa uni- tinuó la concepción antigua que con-
versal afirmativa, y la conclusión uni- sideraba la línea circular como perfec-
versal negativa. Así en “ninguna pie- ta, en cuanto acabada en sí misma.
dra es animal”, “todo hombre es ani- Así se lee, por ej., en Tomás de Aqui-
mal”, “luego, ningún hombre es pie- no (cf. In Met. V, l. 8, n. 6).
dra”, a lo que se puede aplicar la con- Desde el punto de vista 2. lógi-
versión pertinente (véase conversio co, entre los autores medievales, se
5), como escribe Pedro Hispano en denominó “círculo” a dos clases de
Summ. Log. 4, 11. operación lógica. Se trata de un 1. c.
materialis o regressus cuando se va de
cessare. En sentido lato, significa ce- la noción potencial del todo al cono-
sar, interrumpirse, y también estar cimiento actual de las partes, para lle-
ocioso. Pero, en sentido estricto y en gar finalmente al conocimiento ac-
contexto filosófico, suele querer decir tual de la totalidad, a través del en-
“terminar”, aunque no necesariamen- riquecimiento gnoseológico que im-
te por haber llegado algo a su per- plica haber aprehendido lo particular.
fección, como tampoco señala el co- Este procedimiento encuentra su an-
mienzo de un descanso completo. Se tecedente más remoto en Aristóteles,
puede aplicar tanto al ámbito mate- quien había afirmado que para un co-
rial como al espiritual; así, los esco- nocimiento total del efecto, es necesa-
lásticos han empleado este verbo pa- rio conocer la causa, pero, a la vez, se
ra aludir, por ej., a la finalización de parte del efecto para dar con la causa
una obra o a la satisfacción de un de- (cf. An. Post. I, 3; II, 10). En cambio,
seo. Esta noción cobra importancia se llamó 2. c. vitiosus in probando,
en los textos que conciernen a la exé- o específicamente logicus, a la argu-
gesis sobre la Creación: en efecto, se mentación que consiste en demos-
ha sostenido que, en el séptimo día, trar una primera afirmación por me-
Dios cesó de crear –es decir, de poner dio de una segunda; y ésta, median-
en existencia nuevas dimensiones del te la primera. Por ej., el alma humana
ser– pero no de propagar y conser- es intelectiva porque es inmaterial, y
var lo creado. Así se expresa Tomás de es inmaterial porque es intelectiva. Ya
Aquino en S. Th. I, q. 74, a. 2 ad 3. en la Antigüedad se había captado la
circuire. Verbo que, como sinónimo vacuidad demostrativa de esta argu-
de ampliari, se utilizó en la Edad Me- mentación. Algunos autores –aunque
dia, especialmente en el campo de la cabe notar que fueron principalmen-
lógica, para indicar la extensión signi- te modernos– han identificado el c.
ficativa de un concepto o de una voz, vitiosus con la petición de principios,
es decir, el abarcar una determinada en la medida en que tal procedimien-
realidad con el pensamiento o con la to considera obtenido desde el prin-
palabra. Así, por ej., para señalar que cipio lo que debería demostrar (véase
la justicia abarca todas las virtudes, se petitio principii). Sin embargo, subsis-
dice “Iustitia circuit omnes virtutes”. te una diferencia: mientras que en la
petición de principio se pretende de-
circulus. Este término tiene dos acep- mostrar una proposición con esa mis-
ciones fundamentales: 1. geométrica;
circumferentia 122

ma proposición expresada de diferen- circumobsistentia. Con este térmi-


te manera, en el c. vitiosus se inten- no, sinónimo de antiperistasis, la físi-
ta demostrar dos proposiciones diver- ca medieval alude a la resistencia que
sas deduciendo la segunda de la pri- oponen a un cuerpo otros que lo ro-
mera, y ésta, de aquélla, bajo el mis- dean.
mo aspecto.
circumscriptio. Se suele usar en su for-
circumferentia. En la Geometría clá- ma adverbial (véase circumscriptive).
sica que rigió en la Edad Media, la c. En su forma sustantiva, esta pala-
se define como la línea curva cerra- bra aparece en los escritos de Gui-
da cuyos puntos equidistan todos llermo de Ockham, en quien cobra
de uno fijo llamado “centro” (véase una acepción particular: de hecho, la
centrum). Pero el término se hace cé- usa en el sentido de dejar a un lado
lebre por el uso que, sobre todo, los una consideración, de no tener algo
místicos alemanes hicieron de la pro- en cuenta; así, por ej., en In I Sent.
posición II del Libro de los veinticua- d. 43, q. 1.
tro filósofos: “Deus est sphaera intelli-
circumscriptive. Adverbio que, en al-
gibilis cuius centrum ubique et c. nus-
gunos autores, equivale a commensu-
quam. En una expresión geométri-
rative y se refiere a la presencia local
ca de la metafísica –una de sus claves
(véase locus 2.1.).
preferidas– Nicolás de Cusa recoge
esta proposición y extrae de ella con- circumstantia. De acuerdo con la
secuencias para su sistema. Si el cen- etimología de este vocablo, su primer
tro está en todas partes y la circunfe- significado señala lo que está alrede-
rencia en ninguna (cf. De docta igno- dor, por ej., el aire o el agua, como
rantia II, 11), la tierra no puede cons- en Séneca (cf. Nat. quaest. II, 7). En-
tituir el centro absoluto del universo, tre los escritores cristianos, el pasaje
ni la esfera de las estrellas fijas pue- desde esta acepción espacial a otra in-
de ser su circunferencia. Y esto es pre- material se produce ya en Tertuliano
cisamente lo que sostenía el esque- quien, por ej., habla de “angelorum
ma ptolemaico. Desde luego, una po- c.” (cf. De or. III, 3), pero también
sición semejante hizo que Nicolás, confiere al término un sentido moral
quien niega así el geocentrismo, hu- (cf. De bapt. 17, 3). Esta última línea
biera de enfrentar actitudes dogmá- prosperó sobre la base de lo afirmado
ticas, muchas veces, rayanas en el fa- por Aristóteles cuando indica lo que
natismo. Así, si bien nunca tuvo que rodea a una acción: a través de qué
defenderse ante un tribunal inquisi- se cumple, de qué manera, etc. (cf.
torial, de hecho, sentó las bases teó- Et. Nic. III, 2, 1111 a 3-5). Al ana-
ricas de la tesis copernicana. Desde lizar estas observaciones, es Tomás de
otro punto de vista, y como para Ec- Aquino el autor que eleva la noción
khart, también para Nicolás, máximo de c. a la condición de término filosó-
y mínimo sí coinciden, en cambio, fico. Así, la define como el conjunto
en Dios, que es coincidentia opposito- de todo aquello que concierne exter-
rum (véase). Ese Dios es omnipresen- namente al acto humano sin alterar
te como centro y omniabarcador co- su esencia: “quaecumque conditiones
mo circunferencia que todo lo com- sunt extra substantiam actus et tamen
prende porque todo lo abraza. attingunt aliquo modo actum huma-
123 civitas

num” (S. Th. I-II, q. 7, a. 1). De este rica. En efecto, el hiponense divide
modo, de un lado, el Aquinate otorga la humanidad secular en dos grandes
cierto peso a las c. en la acción moral; grupos: uno, el de aquellos que viven
de otro, niega la absoluta dependen- según el hombre; otro, el de los que
cia de ésta respecto de aquéllas, con viven según Dios. El primero es la c.
lo que evita el relativismo moral que terrena, a la que denomina también
se seguiría si se la afirmara. Por otra Babylonia o c. diaboli; el segundo es
parte, y atendiendo al acto mismo, la c. Dei, a la que llama Ierusalem o c.
a su causa y a su efecto, indica, res- caelestis (cf. De civ. Dei XV, 1). Ambas
pectivamente, las circunstancias que sociedades, la de los justos y la de los
pueden rodearlo: tempus et locus, que injustos, subsisten desde la creación
per modum mensurae se refieren al ac- del hombre hasta el fin del mundo,
to humano; modus agendi, que cua- constituyéndose en dos grandes pro-
lifica al acto circunscribiéndolo ad tagonistas de la Historia. El principio
modum qualitatis; propter quid, que de distinción entre las dos ciudades se
señala su finalidad; circa quid, que establece de acuerdo con un criterio
concierne a lo que aristotélicamen- no sacramental o de pertenencia ins-
te se denominaría su causa mate- titucional sino exclusivamente de in-
rial; quis, o la causa eficiente princi- terioridad; mejor aún, de intenciona-
pal; quid, o el efecto; y quibus auxiliis, lidad moral y espiritual: consiste en el
que indican los medios o instrumen- fin último, en el objeto prioritario de
tos que el acto implica. amor de sus miembros. Así pues, si
bien los miembros de una y otra so-
civile. Cf. politicus. ciedad están corporal o externamente
civitas. Se suele traducir por “ciu- entremezclados, sus voluntades se ha-
dad”. Con todo, es importante des- llan separadas: todos los hombres de
pejar un posible equívoco: el término cualquier tiempo que se complacen
alude a una sociedad determinada; c. en el espíritu de dominio y buscan su
es, por tanto, una palabra del léxico gloria en la sujeción de otros hombres
político y no urbanístico. Por eso, no se agrupan en la c. terrena, mientras
se debe confundir con la urbe, es de- que todos los que buscan en primer
cir, con el aspecto edilicio de una ciu- lugar la gloria de Dios pertenecen,
dad (véase urbs). por ese solo hecho, a la c. Dei (cf. De
Originariamente civis poseía una cath. rud. 31). De esa manera, la ínti-
nota de reciprocidad que hacía pen- ma economía de la Historia universal
sar en esta noción más como “con- se juega, para el hiponense, en la re-
ciudadano” que como “ciudadano”. lación dialéctica que ambas ciudades
En efecto, comporta un elemento de establecen a lo largo de los siglos.
camaradería, de hábitat compartido Durante la Escolástica, y debido al
y de comunidad de derechos políti- reingreso del aristotelismo en Occi-
cos. Todo ello confluye en c. en cuan- dente, c. fue la traducción de la pólis
to concepto colectivo. de los griegos; así, señala la comuni-
La noción de c. es particularmen- dad política, por oposición a las co-
te importante en la obra de Agustín munidades primitivas –la casa (domus)
de Hipona, en cuyo pensamiento ad- y la aldea (vicus/vicinia)– de las cua-
quiere el carácter de categoría histó- les es fin. La c. existe por causa del
claritas 124

bene vivere, como recuerda Tomás las notas que constituyen la belleza
de Aquino (cf. De reg. princ. I, 2) si- de las cosas.
guiendo a Aristóteles (cf. Arist. Pol. I En este último sentido, la c., por la
2, 1252b 27-30). Lo mismo indican cual lo bello resplandece, es decir que
Juan de París, (cf. De pot. reg. et pap. I se muestra como tal, es el punto en
1), Dante, (cf. De Mon. I, 5) y Marsi- el que se introduce una línea de di-
lio de Padua, (cf. Def. pacis I, 4, 1. En vergencia en la estética medieval. Ya
este sentido, la c. puede ser tomada Plotino había advertido que la her-
a) específicamente en referencia a una mosura de las cosas no depende sólo
comunidad “menor” a un regnum, se- de la proporción (véase proportio 3):
gún Marsilio de Padua, Def. pac. I, 2, un hombre no demasiado bello pe-
2: “secundum quam accepcionem, non ro vivo es más hermoso que una es-
differt regnum a civitate in policie specie, tatua de proporciones irreprochables
sed magis secundum quantitatem”, se- (cf. En. VI, 7, 22). La armonía que
guido por Ockham (cf. III Dialogus I, brilla no nace de lo sensible sino de lo
2, 5); b) como análogamente consi- inteligible, de la idea que reconduce
derable y, por tanto, finalmente inter- a las cosas a su unidad, precisamen-
cambiable, con regnum, según seña- te ideal. Es esa unidad la que retor-
la Ockham en el texto recién cita- na en cada una de sus manifestacio-
do: “... multa que dicuntur de civitate, nes. En tal unidad residirá, en última
porportionaliter intelligenda sunt de instancia, el fundamento de la c. me-
regno et quacunque communitate, que dieval. Por otra parte, en De div. nom.
plures complectitur civitates”; o inclu- IV, 7, el Pseudo-Dionisio, acuña una
so Tomás de Aquino quien, en De fórmula concisa: la belleza consiste en
reg. princ. I, 2, anota “... qui perfectam proporción y splendor. Este concepto
communitatem regit, id est civitatem llega a Agustín, para quien lo bello es
vel provinciam...”. el splendor ordinis, y pasa al neoplato-
nismo que recibe la Escolástica. Ulri-
claritas. Voz que indica nitidez, es- co de Estrasburgo, por ej., afirma en
pecialmente, respecto de las sensa- el De summo bono II, 3, 5, que así co-
ciones visuales y auditivas. Así, se mo el sol, difundiendo la luz y los co-
puede encontrar aplicada en cuatro lores, es autor de toda la belleza física,
planos: el sensible, el intelectual, el así la verdadera Luz difunde desde sí
moral y el estético. En 1. términos misma toda la luz formal que es la be-
de lo sensible, puede referirse tanto lleza que tienen las cosas. Por eso, su-
a la claridad y luminosidad cuanto a braya que la luz, que es el principio
la limpidez y sonoridad. A partir de de la visibilidad y de la c., es la cau-
este significado primario, señaló, 2. sa de la belleza. Todo esto se sinteti-
en retórica, la claridad y magnificen- za en Tomás, para el cual la c., aun-
cia de un discurso o de una expre- que entendida de manera más sustan-
sión, la cual remite al alma del su- cial o física, junto con la proportio y la
jeto que la profiere; por eso, 3. en el integritas, costituye lo que es pulchrum
orden moral, c. alude a la dignidad y (cf. S. Th. I, q. 39, a. 8 c).
nobleza de alguien. De algún modo,
todos estos matices confluyen en el claudere. En lógica medieval se dice
último plano mencionado. En efec- c. aliud in suo intellectu para indicar
to, en 4. el orden estético, es una de el estar incluido un concepto en otro.
125 cogitatio

Así, por ej., la noción de padre no se bitable. El término se utiliza funda-


puede concebir sin la de hijo y, por mentalmente en la filosofía de la na-
tanto, incluye a esta última. Esto se turaleza, a partir de la traducción la-
suele dar en los términos de cierto ti- tina del De caelo et mundo aristotéli-
po de relación, como en los de la rela- co y su extensa tradición de comenta-
tio disquiparantiae (véase relatio). rios. La división en climata se realiza
de acuerdo con los ángulos de la lon-
clementia. Junto con la mansedum- gitud terrestre, y sus respectivas dis-
bre (mansuetudo), la clemencia guar- tancias respecto del círculo equinoc-
da relación de oposición con la ira cial. Así, el primer c. será el más cáli-
(véase iracundia), sobre todo, con la do, con una temperatura que progre-
así llamada ira bona, especialmente, sivamente desciende hasta alcanzar el
cuando ésta se aplica a los castigos. c. séptimo, más allá del cual se ingresa
En tal sentido, los escolásticos han en las zonas no habitables de la tierra.
considerado que la mansuetudo es la El c. cuarto, por su ubicación equi-
virtud que modera la ira despropor- distante de los dos extremos (primero
cionada; la c., la que modera el cas- y séptimo) es llamado temperatus (Al-
tigo exterior que puede provenir de berto Magno, De nat. loc. I, 9-11).
ella, aun cuando sea legítima.
climata. Cf. clima.
clericus. Durante el régimen eclesiás-
tico de la Edad Media se conoció con coaevum. En la Escolástica, se de-
este término al letrado, a la persona signa así el ser o la clase de seres que
que no solamente podía leer y escri- comparte con otro u otras la condi-
bir sino que era, además, instruida en ción temporal de aevum (véase). Se-
las letras, a diferencia del laicus (véa- gún la exégesis más frecuente, se su-
se). La correlación con el clero se ex- puso que cuatro cosas fueron creadas
plica por el hecho de que las escue- simultáneamente: el cielo, la materia
las estaban entonces exclusivamen- prima, el tiempo y la naturaleza an-
te en manos eclesiásticas. Por esta ra- gélica.
zón, para un estudioso de ese tiem-
coartatio. A partir del siglo XIII, se-
po perder la clericatura significaba
ñala una modificación en la suppositio
ver cerrado su camino al magisterio,
(véase) del sujeto y del predicado. Se
así como la conducta impropia de un
utiliza como equivalente de restrictio
c. podía escandalizar a la comunidad
(véase).
que lo veía como un futuro miembro
del clero. Esta circunstancia da cuen- cogitatio. Durante la Antigüedad
ta de algunos aspectos anecdóticos en clásica y la Patrística, c. significó, muy
la Edad Media, por ej., la insistencia en general, “pensamiento”. Sólo en-
de Heloísa para que Pedro Abelardo tre los autores escolásticos, el térmi-
no quebrantara su celibato, o el es- no fue adquiriendo matices cada vez
cándalo al que algunos –que, por su más rigurosos; así, Tomás de Aquino,
condición de estudiantes universita- por ej., habla de la vis cogitativa (véa-
rios, eran tenidos por clerici– daban se cogitativa) a la que responde la c.
lugar en las tabernas. en cuanto operación mental. Se de-
fine como la inquisitio veritatis per
clima. Cada una de las siete regio-
discursum ex multis. Obviamente, es-
nes en las que se divide el mundo ha-
cogitativa 126

to la ubica más próxima a la medita- quae nobis conciis, in nobis sunt, quatenus
ción que a la intuición. Algunos auto- eorum in nobis conscientia est; atque ita
res medievales distinguieron entre c. non modo intelligere, velle, imaginari, sed
emanans o recta que es la versa sobre etiam sentire idem est hoc quod cogitare”
la realidad extramental, y la c. reflexa (Princ. Phil. I, 1, 9). Esa jerarquiza-
que es aquella en la que el alma pien- ción de la c. alcanza su máxima expre-
sa en sí misma. sión en Spinoza, quien la considera
Pero el significado del término que uno de los atributos de la divinidad.
nos ocupa alcanza su mayor especi-
cogitativa. En la línea aristotélico-to-
ficidad quizás en Hugo de San Víc-
mista, la c. es uno de los sentidos in-
tor. Fiel a su filiación platónico-agus-
ternos (véase sensus), precisamente, el
tiniana, este autor distingue tres vi-
más elevado. Esta jerarquía obede-
siones diversas en el ejercicio de la ra-
ce al hecho de que se la considera, de
cionalidad. Ex parte obiecti, esas tres
las facultades sensibles, la más próxi-
perspectivas son: 1. la que otorga el
ma a la razón (analogum rationis),
oculus carnis; 2. la dada por el oculus
tanto que se ha dicho que la c. es ra-
rationis; y 3. la que confiere el oculus
cional por participación. En efec-
contemplationis. La primera es una
to, mientras que, mediante su instin-
mirada dirigida a la realidad sensi-
to –o mejor aún, su aestimativa (véa-
ble y, si bien es abarcadora de la mis-
se)–, el animal sólo percibe el indivi-
ma, se trata de la visión más super-
duo particular en cuanto le es bene-
ficial; en ella se parte necesariamen-
ficioso o nocivo, el hombre lo perci-
te de la sensación –de ahí la expresión
be en cuanto sujeto de cualquier con-
con que se la designa–, para elevarse
cepto universal, justamente en virtud
a la abstracción después. Dicha abs-
de la c. En otras palabras, ella es la
tracción a partir de lo sensible es pre-
que nos permite aprehender cognos-
cisamente lo que Hugo de san Víctor
citivamente esta piedra singular co-
llama c. En cambio, en la segunda vi-
mo ejemplar del universal “piedra”,
sión se reflexiona, mientras que en la
es decir, como existente bajo una na-
tercera se contempla, se intuye pro-
turaleza común. Por eso, su objeto
funda y comprensivamente (cf. De
es distinguir o discernir entre sí sen-
unione corporis et animae, PL CLXX-
siblemente los particulares de cada
VII, 288). De esta gradación resulta
una de las diversas especies en tanto
que la c. constituye, al menos en el
miembros de ellas; de ahí que Tomás
anhelo de elevación propio de la es-
de Aquino, por ej., llame a la c. “ratio
cuela franciscana, una suerte de esca-
particularis”. La importancia de la
lón inferior, como se ve también en
c. en esta corriente del pensamiento
Buenaventura (cf. mystica 1).
medieval está dada por la adhesión de
El giro de la época moderna tiende
esta última a la sentencia “Nihil est in
a conferir mayor dignidad a la c., in-
intellectu quod prius non fuerit in sensu”,
sistiendo en su carácter de autocons-
afirmación con la que se aseveraba
ciente y, a la vez, incluyendo en ella
que el hombre no puede conocer –en
toda forma de conocimiento tanto
el sentido fuerte del término– la uni-
sensible cuanto inteligible. Descar-
versalidad de las cosas sensibles sin te-
tes, por ej., va aún más allá y aclara:
ner contacto con los particulares a los
“cogitationis nomine intelligo illa omnia,
que poder atribuirla. De ahí que el
127 cognoscere

primer sujeto de cualquier juicio hu- (véase notio). Con todo, se prefiere es-
mano es el objeto sobre el que versa te término para indicar el acto parti-
la c., es decir, el individuo particular cular de conocimiento. Suelen distin-
y sensible. guirse diversas clases de c., con arre-
Al comentar a Aristóteles, diceTomás glo a los siguientes criterios: 1. las fa-
de Aquino: “Unde et Aristoteles dicit cultades que se ponen en juego en el
quod nequaquam sine phantasmata acto cognoscitivo; así, éste puede ser
intelligit anima et quod nihil intelligit 1.1. sensible o 1.2. intelectual, según
sine intellectu passivo, quem vocat se adquiera sólo mediante los sentidos
‘virtutem cogitativam’, quae est inco- externos e internos, o también con el
rruptibilis” (C.G. II, c. 80). Adviérta- uso del intelecto; 2. el modo de cono-
se, de paso, lo que hemos subrayado: cer; de esta manera, hay 2.1. c. intui-
la c. fue denominada también ‘virtus’ tiva directa o immediata, esto es, un
o ‘vis cogitativa’. De este modo, el tér- conocimiento intuitivo, considerado
mino, en cualquiera de sus variantes, más perfecto que la 2.2. c. abstractiva
se halla íntimamente ligado a la po- o mediata que es el conocimiento que
lémica sobre la unicidad del intelec- se adquiere por abstracción; 3. la fun-
to (véase intellectus). Al negar a cada ción o finalidad que el conocimien-
alma humana su propia facultad in- to persiga, criterio según el cual se ha-
telectiva y postular un único intelec- bla de 3.1. c. speculativa, que el hom-
to subsistente y separado de ella, Ave- bre adquiere por contemplación de la
rroes necesariamente desvaloriza la vis verdad –especialmente, de los princi-
c., o sea, la función propia del intelec- pios– y que tiene mayor certeza que
to pasivo. De esa posición provienen la 3.2. c. practica, ordenada al bien y
sus esfuerzos para hallar una continui- a la acción; 4. el grado de perfección
dad natural de la c. en el intelecto. El con la que represente las cosas; en este
Aquinate, en su De unitate intellectus sentido, hay c. clara, confusa, oscura,
contra Averroistas, considera imposi- etc. Al mismo tiempo, se distinguió
ble la conexión propuesta por éstos. también un conocimiento por reve-
En la perspectiva tomista, es precisa- lación y un conocimiento conjetural
mente en virtud de su unión con fa- (véase coniecturalis); cabe agregar una
cultades superiores como la vis cogita- distinción que aparece en las obras de
tiva llega a aprehender los individuos autores nominalistas tardomedievales
sensibles bajo formas más altas que y que, según 5. la clase de objeto de
las puramente sensibles. conocimiento, diferencia entre 5.1.
Sea de ello lo que fuere, la proble- c. materialis, referida al conocimien-
mática propia de esta noción obedece to de los entes materiales, compartido
a la zona fronteriza que ocupa entre por el hombre con el ángel y aun con
sensus e intellectus. Dios, y 5.2. c. supernaturalis, conoci-
miento que no puede ser adquirido
cognata. Mediante este nombre –por sino por medios sobrenaturales.
lo demás, poco usado– se designan los
términos tomados conjuntamente. cognoscere. Verbo que, especialmen-
te, en los nominalistas aparece acom-
cognitio. Designa tanto el acto co- pañado de diferentes adverbios que
mo el efecto de conocer y, por ende, señalan distintos grados de nitidez en
la cosa conocida, es decir, la noción el conocimiento. El 1. c. confuse o co-
cognoscibile 128

nocer confusamente tiene en ellos dos coincidentia oppositorum. En el


sentidos: 1.1. en sentido propio, sig- marco de la tradición neoplatónica,
nifica conocer algo sin conocer todo los antecedentes más significativos de
lo que le es intrínseco; 1.2. en senti- esta noción se encuentran en la obra
do amplio, significa conocer algo que de Proclo (cf. In Parm. VI, 1123) y
ese ente tiene en común con otros. El Dionisio Areopagita (cf. De div. nom.
2. c. distincte o conocer distintamente III, 7; XIII, 2), quienes afirman la
una cosa es conocer todo lo que le es anticipación de todos los opuestos
intrínseco, y el 3. c. perfecte es el co- en el Principio divino. La noción de
nocer perfectamente algo, lo cual sig- Dios como c.o. inspira la obra ca-
nifica no ignorar nada de lo que pue- pital de Nicolás de Cusa, De docta
de ser afirmado sobre eso (cf., por ej., ignorantia. A partir de la concepción
Guillermo de Ockham, In I Sent. d. medieval de Dios como “id quo nihil
3, q. 5; d. 22, q. 1; Quaest. in libros maius esse potest”, Nicolás concluye
Phys. q. 136, 23b). que si lo máximo absoluto es aque-
Cabe añadir que los autores que eli- llo mayor que lo cual nada puede ha-
gen el lenguaje metafórico, esto es, a ber, un ser tal debe estar desligado
través de involucra (véase involucrum), de toda relación o contracción (véa-
para referirse a lo divino se niegan a se contractio), es decir que tal máxi-
admitir que se pueda hablar estricta- mo absoluto debe coincidir necesa-
mente de un c. Deum; antes bien, se riamente con lo mínimo, entendido
trata de un suspicere Deum. también en sentido absoluto (De doc-
ta ign. I, II y passim). La facultad que
cognoscibile. Se denomina así al ob- tradicionalmente se ha denomina-
jeto de la notitia (véase) propiamen- do ratio resulta, pues, inadecuada pa-
te dicho. Por eso, en términos medie- ra alcanzar el conocimiento de la c.o.,
vales, esta palabra designa no sólo lo ya que ella opera precisamente con-
que puede ser conocido sino lo que forme al principio aristotélico de no-
de hecho lo es. contradicción. De esta manera, Nico-
cohaerentia. Voz que designa un ti- lás de Cusa rechaza la raíz misma de
po de unión, por lo que muchas ve- lo que se llama “theologia rationalis”
ces se emplea como sinónimo de en el sentido estricto de este último
connexio. Cabe notar que, a diferen- término. Propone, entonces, decla-
cia de lo que sucede actualmente con rarse ignorante respecto de lo divi-
la palabra española que deriva de es- no y sólo llegar a intuir la coinciden-
te término, la c. en sentido medieval cia de máximo y mínimo en lo infi-
no implica necesariamente armonía u nito a través del intellectus, al que no
homogeneidad entre los elementos de repugna concebir los opuestos en co-
algún modo conectados; en todo ca- incidencia. Así, la coincidencia apa-
so, señala sólo cohesión. Otro tanto rece como una posibilidad de pen-
sucede en los textos lógicos medieva- sar lo absoluto sin desvirtuarlo, sobre
les: en ellos, la voz que nos ocupa no todo sin “encasillarlo” en las limitati-
garantiza necesariamente una vincu- vas estructuras de la razón humana y
lación rigurosamente lógica entre an- su lenguaje. En el sentido en que lo
tecedentes y consecuentes sino sólo máximo se encuentra por encima de
conexión de argumentos. Por eso se toda oposición, está sobre toda afir-
ha podido hablar de c. vitiosa.
129 collectio

mación, pero también por sobre toda ral, aquella acción por la cual varias
negación; de ahí que el intento cusa- nociones se ordenan a una sola o se
no supere aún los caminos de la teo- aplican a ella; más particularmente,
logía negativa. Si la comprensión de cuando esto se hace según un crite-
la c.o. trasciende nuestra razón que no rio determinado, tal operación men-
puede combinar los contradictorios, tal recibe nombres específicos, como
es necesario alcanzar una “incompre- inductio, deductio, reductio (véanse),
hensible-comprensión” a través de la etc. Pero la excesiva generalidad de
cual vemos que si máximo y mínimo esta acepción hizo que c. se utilizara
–concebidos absolutamente, es de- poco en tal sentido, prefiriéndose los
cir, sin estar contraídos por la canti- términos específicos mencionados.
dad– coinciden, entonces, nada pue- Como 2. modo de adquisición de
de quedar fuera de esta coincidencia; conocimiento –que es quizá la acep-
ella abraza todas las cosas. Así, afir- ción más común de esta palabra en la
mar la coincidencia de máximo y mí- literatura filosófica y teológica medie-
nimo en lo infinito es afirmar, al mis- val– la c. tuvo origen en contexto mo-
mo tiempo, el hecho de que Dios es nástico y alude primariamente a una
complicatio absoluta y que es, en acto, conversación sobre temas espiritua-
todo posible ser (véase possest). les; de ahí su objetivo edificante y, a la
En el De coniecturis, Nicolás de Cu- vez, su carácter calmo y pacífico que
sa señala que la c. o. es sólo un cami- hace que, por ej., Isidoro de Sevilla la
no de acceso a lo absoluto, aquel que proponga como el exacto contrario
se transita intellectualiter; sin embar- de la contentio (véase). Por su parte,
go, él plantea que es posible pensar a Smaragdo desarrolla el tema en su
Dios divinaliter, más allá de la c.o. (De Diadema monachorum, PL 102, 636.
con. I, 6). De este modo, la c.o. –que Sobre la base de tales conversaciones,
se presenta para el intelecto como ne- se redactaron después las reflexiones
cesidad, ante la imposibilidad lógica sobre el Génesis u otros libros bíblicos,
de la vía racional– es al mismo tiem- meditaciones o comentarios que tu-
po el muro del Paraíso (murus paradi- vieron este origen, por ej., Collationes
si), atravesando el cual está Dios (De in Hexaemeron.
visione Dei IX). Como 3. término técnico, por así
decir, editorial, aparece en textos me-
collatio. Originaria y básicamente, la dievales y humanísticos, por ej., en
c. presupone la idea de algún tipo de Salutati (cf. De fato 2, 6).
encuentro o contacto. En sentido fí-
sico, Alberto Magno, por ej., indica collectio. En Lógica, se ha utilizado
que la causa siempre está en el efec- este término muchas veces, aunque
to, sin que sea necesaria en la percep- con cierta imprecisión, como sinó-
ción la c. entre ambos (cf. Phys. IV, 3, nimo de illatio. Tal acepción encuen-
5). Pero los usos más frecuentes de es- tra uno de sus antecedentes más sig-
ta voz no se dan en el plano físico. En nificativos en Agustín. En efecto, en
efecto, c. puede referir 1. a una opera- De ord. II, 13, 38, el hiponense defi-
ción mental; 2. a un modo de apren- ne la dialectica diciendo que es el ars
dizaje; 3. la entrega de un códice al que permite ordenar la verdad distin-
copista o al editor. En cuanto 1. ope- guéndola de la falsedad. Esto lo ha-
ración mental, la c. indica, en gene- ce, añade, definiendo, distribuendo,
collectivum 130

colligendo. Sobre esta base, Boecio humana. Por eso, se la ha comparado


propone su división de las funciones con la lógica formal.
de la Lógica en definitio, partitio y c.
commensuratio. Indica la propor-
Ésta es concebida por él como arti-
ción que se da entre las partes de un
culación argumentativa del discur-
todo, las cuales han de ser aptas entre
so, función que asume tres variantes:
sí, en el sentido de guardar una unión
demonstratio, que define como la ló-
armoniosa (cf. proportio 3).
gica apodíctica que parte de premi-
sas ciertas; dialectica, que estudia las commensurative. Cf. circunscriptive.
propiedades de la concatenación silo-
gística en cuanto tales; y sophistica o commentator. A diferencia del me-
cavillatoria, disciplina de la argumen- ro compilador y, ciertamente, del me-
tación falaz (cf. In Top. 1). ro copista (véanse compilator y scrip-
tor), el c. era en la Edad Media quien
collectivum. Se denomina así al sus- añadía a un texto acotaciones preci-
tantivo colectivo. En la Escolástica, se sas para hacerlo más inteligible. Con
consideró que el nombre c. incluye, ello, deslizaba ideas propias en lo que
primero, una pluralidad de supposita escribía y por eso los comentarios fue-
(véase supositum), y, segundo, cierta ron haciéndose siempre más libres; de
unidad que consiste en alguna clase ahí que se consideren un importante
de orden; así, por ej., civitas incluye género filosófico en la literatura me-
una multitud de hombres vinculados dieval, que llega a ser fundamental
por una cierta legalidad. en la Escolástica (véase commentum).
Son célebres, en este sentido, los di-
collocutio. Particularmente utiliza-
versos comentarios a las Sentencias de
do durante el período patrístico, es-
Pedro Lombardo o a las obras aris-
ta voz designa una conversación pri-
totélicas (véase in 7. y super) Preci-
vada, cuyo tema suele estar dado por
samente, así como Aristóteles fue el
una discusión filosófica o teológica.
Philosophus por antonomasia, se lla-
Agustín de Hipona la menciona en
mó Commentator sin otra acotación
De doctr. christ. IV, 18, 37 y 10, 25,
a Averroes, por lo decisivo de sus co-
así como en el Sermo 23, 8.
mentarios a la obra del Estagirita.
combinatoria. Los historiadores del
commentum. El comentario medie-
período medieval suelen denominar
val seguía, en general, el siguiente
así al método que propone Raimun-
procedimiento: 1. se dividía el texto
do Lulio en su Ars magna y que anti-
en partes, párrafos en cada uno de los
cipa el que después sostendrá Leibniz.
cuales el autor comentado había ex-
Después de descomponer los con-
puesto una tesis, una argumentación,
ceptos complejos en nociones sim-
etc.; 2. se procedía a explicar minu-
ples, consiste, básicamente, en em-
ciosamente ese párrafo. 3. a partir de
plear letras y símbolos para indicar
dicha explicación –ofrecida, desde
éstos y mecanizar por último las po-
luego, según la lectura, o sea, el crite-
sibles combinaciones entre ellos. To-
rio del comentarista– surgían las pre-
do esto tiende a la construcción de un
guntas que daban lugar a la búsque-
lenguaje artificial y perfecto cuya pre-
da de respuestas con su consiguien-
tensión es, en definitiva, la indepen-
te lógica demostrativa, donde se pro-
dización respecto de la subjetividad
131 commune

curaba dar cuenta de las razones que nes, al hombre, pero éste es no sólo
había tenido el autor para afirmar lo un ser racional sino también pasional
que sostenía en la parte comentada. y carnal. Por eso, la voluntad, orien-
También era frecuente que se citaran tada originariamente hacia el bien su-
en ella dos o más opiniones en con- mo, puede optar eventualmente por
flicto sobre un mismo tema, debien- seguir el c., es decir, ceder a la inclina-
do entonces analizar las razones que ción o tendencia hacia lo que la atrae.
cada cual aducía para su solución. En Sin embargo, la otra inclinación dada
este caso el Comentario podía seguir al hombre es la de la rectitud; en ella
u oponerse a la línea argumental de la consiste, para Anselmo, la plenitud
auctoritas comentada. de la voluntad libre. Por eso, cuando
El procedimiento de fragmentación ésta opta por el c. procede por defec-
del texto integral del que se partía to en su potestas, al no estar a la altura
dio lugar a dos tipos de comentarios de su objeto formal y más alto (cf. De
exegéticos: la sententia y la expositio. lib. arb. 7 y passim).
La primera propone una explicación
commune. Común es lo que corres-
menos en detalle del texto, más su-
ponde a muchos o se da en muchos.
maria (véase sententia 3); la expositio
Sobre la base de este significado gene-
ofrece una lectura más pormenoriza-
ral, han de hacerse algunas especifica-
da con fijación y hermenéutica o exé-
ciones. En primer lugar, c. es aquello
gesis textual. Ambas son comentarios
que se predica de varios objetos a la
críticos donde no se busca la recons-
vez, pero no colectiva, sino más bien
trucción histórica del pensamiento
distributivamente. Se opone, pues, a
del autor sino, sobre la base históri-
proprium que alude sólo a lo indivi-
ca, la reconstrucción racional de su
dual, aunque no en su acepción de
doctrina.
predicable. Así, todo ente tiene un
commodum. El significado general nombre c., el que designa su quidditas
de este adjetivo califica a algo de con- (véase), la cual posee precisamente en
veniente, ventajoso, agradable o pla- común con otros entes; pero no to-
centero. El término es particularmen- do ente tiene un nombre propio, ya
te importante en los escritos ansel- que éste señala la unidad singular del
mianos, donde aparece, junto con el objeto, es decir, la individualiza, des-
de beatitudo, señalando un conjun- tacándola del grupo de sus similares,
to de affectiones (véase affectio), es de- o sea, de la especie. Por ej., “hombre”
cir, de inclinaciones. De hecho, An- es un término c., en tanto se refiere a
selmo d’Aosta prefiere reservar es- la quididad –en este caso, la humani-
ta palabra como opuesto directo a dad– que poseen en común todos los
rectitudo (véase). Aunque algunas ve- hombres; pero “Pedro” es un nom-
ces utiliza beatitudo y c. indistinta- bre propio, porque señala, entre to-
mente, lo cierto es que en su literatura dos ellos, a un individuo particular.
filosófica y teológica, esta voz conser- Ahora bien, aparentemente, un nom-
va, a diferencia de beatitudo, el matiz bre propio puede hacerse común en
de placer y ventaja que tiene en gene- la medida en que lo tienen muchos
ral. Conlleva, pues, cierta nota de “fa- entes; de hecho, muchos hombres se
cilismo”. La voluntad pertenece siem- llaman “Pedro”, pero no por ello el
pre, en cualquiera de sus formas y fi- nombre propio pierde su intenciona-
communicabilitas 132

lidad individualizadora. En cambio, sofos medievales suelen referirse a la


“mesa” ejemplifica el caso de los entes comunicabilidad en dos planos: el
que carecen de nombre propio. de las esencias y el de la causalidad.
En segundo lugar, se distingue en- En 1. el orden esencial, se habla de c.
tre lo c. real y lo c. ideal, ya que hay quidditativa que consiste precisa-
dos formas de lo común, la ontoló- mente en el darse multiplicadamente
gica y la lógica. Según la primera, al- una esencia universal en determina-
go es c. per participationem: así, un das sustancias; así, por ej., se dice que
bien superior es más c. que un bien la naturaleza universal del hombre se
inferior; por ej., la razón es un bien comunica a María, Pedro, y Juan, por
más común que la habilidad pictó- lo cual de ellos se predica legítima-
rica y, efectivamente, más hombres mente que son hombres. En 2. el or-
participan de facultad de razonar que den causal, se menciona la expresión
de la habilidad de pintar. En senti- c. effectiva, que se puede aplicar indis-
do lógico, algo puede llamarse c. per tintamente a todos los entes particu-
predicationem; ejemplo de este caso lares, y alude a la transmisión de una
sería cualquier característica genérica, cierta potencia o virtud –o al menos
que siempre es c. con respecto a una de una parte de ella– que la causa ha-
específica: la animalidad es un predi- ce al efecto; de este modo, por ej., el
cado más común, un tanto más am- sol comunica luz y calor al aire. Algu-
plio, que la racionalidad. nos autores, al referirse a la comuni-
Cabe añadir que, para Guillermo de cabilidad de la virtud o potencia del
Ockham, c. no se puede aplicar a las agente al paciente o al efecto, por ej.,
cosas sino sólo a términos y concep- un escultor y la estatua que va produ-
tos. Desde su nominalismo, Ockahm ciendo, han hablado de c. ut quo.
escribe taxativamente: “Realiter extra
communicare-communicatio. Es el
animam non est aliquod commune, sed
transmitir las propias notas esenciales
tantum in anima” (In I Sent. d. 25, q. 1).
sin por ello perderlas. De esta mane-
De todo lo dicho, es posible infe-
ra, los géneros se comunican a las es-
rir la relación que guarda el vocablo
pecies y éstas a los individuos (véase
que nos ocupa con el tema de la ana-
communicabilitas 1). Se habla de un
logía: un término c. puede ser unívo-
c. perfectum o eminens, cuando una de
co, análogo o equívoco (véanse, res-
las instancias participa de la otra com-
pectivamente, univocum, analogum y
pletamente y sin ninguna diferen-
aequivocum).
cia; de ahí que los teólogos cristianos
En general, la Escolástica siguió
hablen de una comunicatio perfecta
a Aristóteles en la aplicación de este
de esencia divina del Padre respecto
concepto al campo epistemológico: el
del Hijo. Algunos autores, como Ga-
Estagirita llama ta koiná a los princi-
briel Biel, denominan el intercambio
pios comunes a todas las ciencias, y ta
de propiedades c. proprietatum o tam-
idia, a los principios de cada uno de
bién idiomatum (cf. In III Sent., d. 7,
ellos (cf. An. Post. I, 10, 76a 37-38).
q. 1, a. 1). Otros, como Ockham, en-
communicabilitas. Se define, en tér- tienden que hay c. de tres maneras
minos generales, como la aptitud que posibles: por identidad, por in-for-
tiene una cosa de dar o transmitir al- mación y por producción (cf. In I
go de lo suyo a otros entes. Los filó- Sent. d. 5, q. 3).
133 competere

comparatio. La comparación es la comparo. Del mismo significado ge-


operación intelectual mediante la que neral que en español, el verbo c. apa-
se determinan semejanzas o diferen- rece en textos tardomedievales y hu-
cias entre dos o más objetos conside- manísticos para señalar que se ha con-
rados en el mismo acto mental. Lo frontado en varias ocasiones el texto
dicho apunta al carácter sintético de del códice antiguo con el publicado
esta operación que, de un lado, reúne ya sea en prensa como a través de ma-
elementos, pero de otro, establece, nuscritos (véase también confero).
a la vez, relaciones entre ellos. Tales
compassio. La compasión es uno de
relaciones pueden determinarse en-
los momentos de los que se compo-
tre especies o, mucho más frecuente-
ne la misericordia (véase). En efec-
mente, entre miembros pertenecien-
to, consiste en un padecer (de donde
tes a la misma especie, como cuando
passio) con alguien, es decir, compartir
se dice, por ej., “La orquídea es más
su sufrimiento como propio. Es, pues
bella que la rosa”. Para Duns Escoto,
término psicológico y no cobra, co-
en toda c. se requieren tres elemen-
mo en el caso de la misericordia, un
tos: la c. misma, o sea, el hecho de
significado ético. En la Escolástica, se
comparar; los términos entre los cua-
consideró que la tristeza propia de la
les ésta se lleva a cabo, en este ejem-
c. puede tener lugar o bien según una
plo, la orquídea y la rosa; y, finalmen-
unión que sobreviene por afecto, de
te, aquello respecto de lo cual se lleva
tal manera que se sienten como pro-
a cabo la confrontación, en este caso,
pios los males ajenos, o bien según
la belleza. Al subrayar este tercer ele-
una unión real, lo que sucede cuan-
mento –en términos vulgares, la pie-
do el mal ajeno es tan próximo que
dra de toque en la comparación– Es-
nos involucra. De ahí que los más in-
coto sugiere que los términos “más”
clinados a la c. sean los más débiles o
y “menos” implicados en la c. se pue-
los más reflexivos, a diferencia de los
den invertir. Para retomar el ejemplo
más afortunados.
mencionado, si se cambiara la belle-
za por el aroma, se debería decir “La competere. Este verbo aparece en es-
orquídea es menos perfumada que la pecial aunque no exclusivamente en
rosa” (cf., por ej., Op. ox. I, d. 8, q. textos tardomedievales. En ellos, se
3. n. 12). Ciertamente, como ya ha- utiliza en dos casos: puede significar
bía señalado Aristóteles, interviene en 1. que una cosa se encuentra efecti-
este tema la cuestión de los términos vamente en otra, como una cualidad
tomados univoce y aequivoce (véanse). en una sustancia, la forma en la ma-
Por su parte, Tomás de Aquino in- teria, o la parte en el todo; 2. que una
siste en la imposibilidad de compa- cosa se puede afirmar de otra a título
rar cosas que no pertenecen al mis- de atributo, por ej., el género y la di-
mo género, admitiendo sin embargo ferencia “competen” –o convienen– a
la comparación de cualquier bien con la especie. Ockham en particular ha
el Bien Sumo, o sea, con Dios, dado utilizado la expresión c. per essentiam
que Él está más allá de todo género para indicar que dicho atributo o pre-
(cf. S. Th. I, q. 6, a. 2, ad 3). dicación le conviene a una cosa per se
o inmediatamente, como la ubicui-
comparative. Cf. absolute 2.
dad conviene a Dios (cf. In I Sent. d.
37, q. 1).
compilator 134

compilator. Nombre con que en la li- te, puesto que Dios se complace más
teratura filosófica medieval se desig- en crearla; 2.3. la complacencia que
na al compilador. A diferencia del tiene por objeto aquellas naturalezas
scriptor (véase), que se atenía a un que, en caso de que ellas mismas no
solo texto para copiarlo, el c. aña- opongan obstáculos, Dios lleva a su
día otros del mismo autor abordan- máximo grado de perfección (cf. In I
do diversos temas, o aun de diver- Sent. d. 17, q. 1). Por su parte, Gabriel
sos autores con temática idéntica o Biel suele denominar “specialissima”
similar. Pero el c. nunca agregaba esta última especie de c., es decir, la
ideas ni comentarios propios. Ejem- que indica el amor de Dios por y con
plos clásicos del primer caso, es de- el que Él guía a los elegidos a la vi-
cir, de reuniones que el c. hacía de da eterna.
un mismo autor son las innumera-
completive. Es sinónimo de absolute
bles colecciones de copias de escri-
(véase), en el sentido de perfecte. Se
tos aristotélicos. Ejemplo del segun-
trata, pues, de un adverbio que indi-
do caso es, en cambio, la Compilatio
ca la modalidad de la perfección es-
Assisiensis, colección de materiales de
pecífica, es decir, el modo o la con-
muy distinta procedencia pero todos
dición que tiene algo de estar plena-
relativos a la vida de San Francisco. Se
mente en acto y de haber llegado al
supone fueron recogidos de sus pri-
término o status que le es propio se-
meros compañeros y dieron lugar a la
gún su especie.
Legenda Perugina, como después se la
denominó. En cualquiera de ambos completum. Es lo que no está ordena-
casos, y como es obvio, muchas ve- do a una ulterior perfección. Por eso,
ces, el criterio que trasunta una com- denomínase así al ente real que alcan-
pilación es por sí mismo significativo, zó su actualidad; por ej., un adulto
por ej., la C. Assisiensis está hecha con con todas sus facultades en ejercicio
una intención claramente apologética es un ser c. Por la misma razón, tam-
de la figura de Francisco de Asís. bién se llama “completa” la sustancia
actual, formada por los principios del
complacentia. Término referido a
acto y potencia, la materia y la for-
Dios, la 1. c. generalis alude a la vo-
ma, la esencia y los accidentes (véase
luntad divina de querer que todas las
incompletum).
cosas alcancen la perfección que les es
propia; tiene, pues, por objeto toda complex. Desde antiguo esta voz
bondad y toda perfección real o aun conlleva el sentido de “plegar”; así,
posible en ellas. Se ha de distinguir de simplex, por ej., es lo que no hace más
la 2. c. specialis en la que, algunos au- que un pliegue; c. es lo plegado con,
tores, como Ockham, distinguen tres lo que se vincula estrechamente con
grados: 2.1. una complacencia divi- otra cosa. Esto es lo que, de un lado,
na que tiene por objeto todo lo que subsiste en términos como complexio
es y será, y que no es necesaria, dado o complexum (véanse); de otro, lo que
que Dios podría destruir lo que exis- determinó que en la Cristiandad, que
te y hubiera podido no crearlo; 2.2. la demonizó el concepto, significara “li-
que tiene por objeto lo que más im- gado a una acción mala”, por tanto,
porta en materia de perfección, por “cómplice”.
ej., la sustancia respecto del acciden-
135 complexum

complexe significabile. Se trata de con lo cual desaparecería la universa-


una expresión utilizada, en especial, lidad de la ciencia. En síntesis, el c.s.
por Gregorio de Rimini. Este autor es el significado total y adecuado de
se cuenta entre quienes han intenta- la propositio y tiene como signo natu-
do determinar el objeto de conoci- ral la proposición mental, y como sig-
miento como algo distinto, tanto de no convencional la proposición escri-
la cosa misma conocida, como de su ta u oral.
concepto correspondiente y de la ex- Lo notable es que, por una par-
presión que lo traduce. Gregorio de te, siendo tenido Gregorio de Rimi-
Rimini trata de establecer así el sta- ni por nominalista, a fines de la Edad
tus del objeto de conocimiento. En Media, esta tesis suya sobre lo que
su In I Sent., d. 2, q. 1, a. 1, sostie- después se llamó el “sentido objetivo”
ne que, cuando Aristóteles dice que es atacada por autores enrolados en
todo cuanto cae bajo una afirmación el nominalismo, por ej., Marsilio de
o una negación, no es una proposi- Inghen. Por otra, el término se exten-
ción, sino una cosa (pragma) (cf. Cat. dió en el siglo XIV, aun con un sen-
X, 125, 6-15), el Estagirita no aludía tido mucho más general, en autores
propiamente a una realidad externa, muy alejados y hasta opuestos al no-
sino a la totalidad de lo significado minalismo, como Hugolino de Or-
por la proposición. Ahora bien, co- vieto.
mo la proposición es un conjunto o
complexio. Además de significar
complejo lógico (véase complexum),
lo que hoy se entiende por “com-
todo lo que cae bajo ella es llamado
plexión” en sentido físico, esta pala-
por Gregorio c. s., es decir, lo signi-
bra tiene acepciones lógicas. En efec-
ficable mediante o en dicho conjun-
to, en algunos textos medievales lógi-
to –o complexum– de términos. Es-
cos o dialécticos, este vocablo seña-
to constituye, para él, el objeto pro-
la 1. la forma de un elemento lógi-
pio del conocimiento. En efecto, por
co, particularmente, del silogismo; 2.
una parte, es imposible que el objeto
el juicio como operación mental; 3. la
de conocimiento sea la demostración
conclusión de una discusión o de una
lógica, porque, si así fuera, se exigiría
larga argumentación. Cf. conclusio.
aprehender toda la demostración por
medio de un solo acto cognoscitivo, complexum. En general, llámase
lo cual es imposible. Tampoco pue- “complejo” a un conjunto de obje-
de ser la conclusión aislada de dicha tos determinados por caracteres co-
demostración, porque entonces el co- munes. En este sentido, un comple-
nocimiento adquirido precisamente jo equivale a una totalidad o una cla-
por la demostración implicaría un ac- se. Habitualmente, se atribuye la pa-
to por el que se aprehende la conclu- labra a un sistema de relaciones inter-
sión, pero no la fundamentación que nas que constituye dicho sistema co-
llevó a ella. Por otra parte, Gregorio mo un todo autónomo. En la Edad
considera inconcebible que el objeto Media, se habló de c. especialmente
del conocimiento pueda ser, sin más, desde el punto de vista lógico: se lla-
la cosa misma: en tal caso, lo conoci- mó “complejos” a términos constitui-
do sería únicamente una realidad par- dos por diversos elementos a los que
ticular y no una entidad universal, la expresión solamente alude; o que
complicatio 136

se mencionan explícitamente, pero a La unidad infinita de Dios es máxi-


título de explicación complementa- ma porque ella es ésa mayor que la
ria. Sin embargo, generalmente, que- cual nada puede darse. De esta mane-
dan implícitos en el término, de mo- ra, el Cusano justifica la coincidentia
do que basta la simple enunciación oppositorum (véase) en lo infinito;
de éste para que se sobreentiendan las por esta misma razón Dios resulta c.
circunstancias que concurren en él, absoluta de todas las cosas: en Él to-
en virtud de su propia estructura. do está implicado o co-implicado y,
También una proposición puede en este sentido, las cosas encuentran
ser compleja: lo es en sus términos, o su verdadero ser en su ser absoluto
sea, cuando el sujeto o el predicado, o en Dios. El ser de las cosas en la di-
bien ambos, están acompañados por vinidad es un ser indiferenciado opo-
determinaciones complementarias. niéndose así a su ser contractus (véa-
se contractio) en la pluralidad, es decir
complicatio. De antecedentes que se a su ser “esto” o “aquello” en acto. La
remontan a Proclo y Boecio, el bino- multiplicidad creada, por su parte, es
mio c.-explicatio se presenta en el si- considerada explicatio Dei, es decir, la
glo XII como clave en el pensamien- instancia en que Dios se despliega o
to de Thierry de Chartres. Para este explicita sin diversificarse Él mismo.
autor, la totalidad de lo real se divi- De la misma manera como en la serie
de en cuatro modos: de un lado, ne- numérica se encuentra el uno –pues-
cesidad absoluta y necesidad determi- to que ella es despliegue del uno–, en
nada o de conexión; de otro, posibi- todo lo que existe no se encuentra si-
lidad absoluta y posibilidad determi- no a Dios, lo máximo explicitado que
nada. La necesidad absoluta es Dios no pierde su infinita unidad. El hecho
que, en cuanto totalidad de lo real, es de que en lo máximo residan todas las
c. de todas las cosas en la simplicidad. cosas complicadas en cuanto posi-
En cambio, la necesidad determina- bles (véase possest) no significa, como
da o de conexión es la explicatio de es obvio, que efectivamente hayan de
las cosas en un cierto orden que los actualizarse. Más aún resulta impen-
físicos llaman fatum (cf. Lectiones in sable que la infinita posibilidad abso-
Boethii de Trin. II, 4). Así, una prime- luta pueda ser apresada por comple-
ra acepción del término que nos ocu- to en los límites de la determinada ac-
pa es implicación o estar subsumido. tualidad. Así, afirma Nicolás, que es-
Pero quien más ha desarrollado es- tablecida la c. no por esto ha de darse
ta noción es Nicolás de Cusa. En su la cosa explicada; sin embargo, dada
pensamiento, la c. tiene un papel im- la e. es necesaria su anterior complica-
portante en la relación que el Cusano ción en lo absoluto (cf. De docta ign.
plantea entre la simplísima unidad de II, III). Ahora bien, entre todos los
Dios y la multiplicidad creada. Fun- entes creados sólo uno no es explicatio
damentalmente, alude al “estar im- dei: la humana mens. En efecto, el al-
plícito”, en oposición al “estar explí- ma del hombre no es un mero des-
cito” o desplegado (explicatio). El bi- pliegue de la divinidad sino su viva
nomio c.-explicatio hace referencia, imago (cf. De mente, V). Esta fórmula
pues, a la peculiar relación que Nico- refiere tanto el hecho de que es ima-
lás establece entre la Unidad simplísi- gen de la c. absoluta –esto es que, a su
ma de Dios y la multiplicidad creada.
137 compositio et divisio

manera, contiene todas las cosas–, co- metafísica: es la que aúna un elemen-
mo que esta imagen es “viva” es de- to determinable y un elemento de-
cir, recrea el mundo realizando una terminante, como materia y forma o
explicatio en el modo que le es propio. esencia y existencia (véase materia).
Así mientras la c. absoluta de Dios al Párrafo aparte, desarrollado en los
desplegarse confiere el ser a los entes correspondientes artículos, merece la
que son su e.; la imago complicationis, tesis tomista de la composición essentia
al desplegarse, crea un mundo de no- y esse que se da en tales seres. Una
ciones que “decodifican” en tanto es mención especial debe hacerse de la
posible la unidad oculta de la alteri- teoría del hilemorfismo universal, es-
dad (véase coniectura). to es, de la que sostuvo, incluso hasta
los inicios de la Escolástica, que, sal-
componere. En la lógica medieval, vo Dios, todo ser es un c. de mate-
“componer” equivale a afirmar algo, ria y forma, aun el ángel cuyo tipo de
así como “dividir” es negar algo. La materia se consideraba sutil. Esto po-
razón de estas denominaciones estri- nía a salvo el carácter absoluta y cla-
ba en que, en el primer caso, se com- ramente único de la simplicidad di-
pone, o sea que se afirma o se plantea vina, lo cual garantizaba metafísica-
algo respecto de otra cosa, asociándo- mente incorruptibilidad, inmutabi-
lo con ésta. Así, cuando se dice, por lidad, eternidad (véase compositum).
ej., “Pedro es músico”, la idea de mú- Al incorporar la composición real de
sico está “puesta” o “planteada” “con” esencia y existencia, Tomás elimina la
la de Pedro. En cambio, al negar algo universalidad del hilemorfismo, pro-
de una cosa, se lo divide o separa de poniendo considerar a todos los se-
ella, como cuando se dice “Pedro no res creados –aun los puramente espi-
es músico”: se está disociando la idea rituales como las inteligencias angéli-
de músico de la de Pedro. Mucho cas– dotados de esa composición, a la
menos usados, con este sentido, son que, en el caso de los seres materiales,
los respectivos sustantivos compositio se añade la de materia y forma.
y divisio.
compositio et divisio. Véase también
compositio. El concepto de “com- sensus compositus et divisus. Con la ex-
posición” siempre implica una mul- presión c. et d. los lógicos medieva-
tiplicidad de elementos y, por ende, les indicaron un tipo de sofisma de
se opone al de simplicidad. Según la dictione (véase sophisma 1.4.): aquel
naturaleza de dichos elementos, la c. que se da cuando una expresión es-
puede ser de varios tipos: 1. lógica: es crita o hablada puede tener varios
la que consta de ideas o conceptos di- sentidos según se la puntúe, por ej.,
versos, como la que se da en la afir- “Quidquid vivit semper est” varía en su
mación (véase componere) o como la significación si se coloca, en forma es-
de un género y una diferencia especí- crita u oral, una coma antes o después
fica en la especie, o el procedimiento de “semper”: “Todo lo que vive, siem-
racional que va desde lo universal a lo pre existe” o bien “Todo lo que vive
particular; o el que rastrea la deriva- siempre, existe”. El sofisma de c. et
ción de las causas a los efectos; 2. físi- d. puede presentar dos formas: aque-
ca: es la que combina elementos cor- lla en la que, cualquiera sea el senti-
porales, como la carne y los huesos; 3. do que se le atribuya –ya sea en for-
compositum 138

ma compuesta o en forma dividida– 2.4. todo compuesto es, en su totali-


siempre resulta una proposición cate- dad, distinto de cada uno de los com-
górica, y aquella otra en la que, si se ponentes; 2.5. en lo creado, todo lo
toma la proposición como compues- compuesto es más perfecto que lo
ta, resulta una categórica; si se la to- simple por la conjunción de la bon-
ma como dividida, es hipotética. dad de sus elementos; no así en Dios,
cuya perfección consiste justamen-
compositum. “Compuesto” es lo que te en su simplicidad. De ella, en efec-
resulta de varias partes o elementos. to, derivan su incorruptibilidad, dado
De las respectivas resultantes de los que lo que no es compuesto no puede
tres tipos de compositio (véase), los des-componerse, permanece idéntico
autores medievales han trabajado es- a sí mismo y, por ende, es inmutable
pecialmente el lógico y el ontológico. y eterno; 2.6. todos los seres natura-
Desde el punto de vista 1. lógico, se les y materiales son doblemente com-
llama “juicio compuesto” al que ex- puestos: por materia y forma, y por
presa una relación de juicios, o sea, al acto y potencia.
que puede resolverse en varios juicios.
Podrá ser compuesto en su sujeto co- compossibilitas. Voz poco usada en
mo en “Juan y Luis trabajan” = “Juan la Edad Media, con ella se señala la
trabaja”; “Luis trabaja”; o en su pre- compatibilidad lógica y metafísica de
dicado “Juan trabaja y canta” = “Juan dos instancias posibles o reales. Así,
trabaja”; “Juan canta”. Puesto que ex- por ej., hay c. entre liberum arbitrium
presan una relación, los juicios com- humano y praescientia divina (véan-
puestos se clasifican según las formas se) en el hecho de que pueden coexis-
de esa relación, es decir, son categóri- tir sin contradicción y sin que el ve-
cos o hipotéticos. La forma disyunti- rificarse de uno de los términos anu-
va no da lugar al juicio compuesto, ya le al otro.
que sólo difiere de la categórica por la
comprehendere. Es el acto intelectual
naturaleza del predicado.
de captar la totalidad de las notas co-
En cambio, desde el punto de vista
munes que configuran una noción;
2. ontológico, se llama c. a lo que re-
de ahí que este verbo tenga el senti-
sulta de un elemento metafísicamen-
do de “abarcar conceptualmente”, es
te determinante y un elemento deter-
decir, de entender y expresar todo lo
minable, como forma y materia, res-
que una idea engloba. Por eso, en la
pectivamente. En la Escolástica, se
Edad Media se afirmó que “nullus
han hecho las siguientes considera-
intellectus creatus comprehendere potest
ciones principales con respecto a es-
essentiam Dei”. Pero c. no sólo alude
te tipo de c.: 2.1. todo lo compues-
al tener presente mentalmente el sig-
to es ontológicamente posterior a sus
nificado conceptual estricto de una
elementos componentes, ya que de-
realidad, sino también el reconocer la
pende de ellos; 2.2. todo lo compues-
posible inclusión lógica de alguna o
to tiene causa y es unificado por és-
algunas de sus notas en un concep-
ta; 2.3. en todo lo compuesto hay ac-
to más amplio. Implica, pues, un alto
to y potencia, o bien porque una par-
grado de elaboración intelectual. Pa-
te es acto respecto de la otra, o bien
ra Guillermo de Ockham, el signifi-
porque cada una de las partes está co-
cado de este verbo presenta cinco ma-
mo en potencia respecto del todo;
139 conceptio

tices: 1. tener una visión distinta y conatus. Se entiende por esta voz el
completa de una cosa; 2. tener la vi- principio del movimiento, por lo cual
sión distinta de un todo y, sin embar- el c. es a este último lo que el punto
go, poder discernir sus partes; 3. te- es a la línea. Por otra parte, compar-
ner el conocimiento más perfecto po- te con el punto geométrico otra con-
sible de algo determinado; 4. cono- dición: así como la extensión de éste
cer todos los predicados que convie- es indemostrable, es igualmente inde-
nen a una cosa; y 5. el c. se verifica mostrable la duración del conato que,
también cuando entre el conocimien- así, no tiene ratio tempore. A medida
to de algo y los demás conocimientos que se acerca el fin de la Edad Me-
que se tienen se da la misma propor- dia, y con las modificaciones de la Fí-
ción que hay entre esa cosa conocida sica que tienen lugar al aproximarse
y las otras también conocidas (cf. In I la Modernidad, se va otorgando a este
Sent. d. 3, q. 7). concepto siempre mayor atención: de
hecho, adquiere una gran importan-
comprehensio. En tanto término ló- cia en los sistemas de Leibniz y Spi-
gico, la c. señala dos direcciones: la noza.
del pensamiento y la de la realidad
pensada. En el primer sentido, es la concedere. Dos son los matices de es-
acción y el efecto del abarcar mental- ta palabra en el latín escolástico. El
mente algo (véase comprehendere) por primero, y el más obvio, es el signi-
parte del sujeto. Por eso, para Ave- ficado de “conceder” en cuanto a ad-
rroes, por ej., como para Ockham, mitir o finalmente reconocer algo. El
esta palabra es sinónimo de conoci- segundo, es el uso que le otorga parti-
miento, como se lee en diversos pasa- cular pero no exclusivamente Nicolás
jes del tercer libro del De anima. En de Autrecourt, por ej., en quien c. in-
el segundo, indica la suma total de las dica simplemente afirmar algo; en es-
notas del objeto, es decir, el conteni- te sentido, se opone a negare. Esto se
do del concepto y es, por tanto, co- inserta en el cuadro de la disputa es-
rrelativo de extensio (véase). colástica (véase respondens).
comprehensive. Es el modo del com- conceptio. Voz perteneciente al léxi-
prehendere (véase) lógico. co gnoseológico medieval, este térmi-
no significa “concepción” y alude, en
comprehensor. Vocablo que algunos general, a un contenido mental. Con
teólogos medievales han usado como todo, en la Edad Media, se usó en su
equivalente de beatus (véase). acepción más estricta. Según ésta, la
compunctio. Cf. contritio. c. es la noción o idea que se constitu-
ye como principio de la producción
computatio. Significa “cálculo” y es de un ente, por ej., la c. de una es-
un término cuyo sentido está entre el cultura en la mente del escultor. Es-
de la arithmetica (véase) como el arte ta acotación semántica la distingue de
de enumerar, y el calculus (véase), es la notio (véase). Tal distinción se ra-
decir, la cuenta primitiva que se hace, dicaliza en Nicolás de Cusa, al punto
por ej., valiéndose de guijarros. Sin de conformar, en su doctrina, una de
ser teórica o en cierto modo científi- las notas que dividen lo humano de
ca, la c. generalmente es mental pero lo divino. En efecto, para el Cusano,
aplicada a las cosas.
conceptus 140

la c. es privativa de Dios, ya que sólo “subjetivo”, se afirma también la uni-


de Él puede decirse estrictamente que versalidad del c. en la medida en que
pone el ser; en cambio, notio caracte- es una estructura esencial de la ra-
riza el saber humano que, a diferen- zón común de todos los seres pensan-
cia del divino, reproduce y no crea la tes. Uno de los principales problemas
realidad: “…conceptio divinae mentis que este término ha planteado desde
est rerum productio, conceptio nostrae la Antigüedad, concierne a su proceso
mentis est rerum notio” (Idiotae de formativo, es decir, al modo en que el
mente III, 3). conocimiento supera la mutabilidad
y el devenir, y toma posesión de no-
conceptus. Deriva de concipere; por ciones universales. Según el testimo-
eso, significa lo recibido, lo concebi- nio de Aristóteles, fue Sócrates el pri-
do, lo comprendido. La misma eti- mero en advertir la necesidad de ha-
mología del vocablo “concepto” per- llar el universal, si bien no fue mucho
mite, pues, introducirse en la consi- más allá de la etapa de búsqueda en
deración de su significado. Éste alu- el doble sentido de la inducción y la
de al resultado de concebir algo men- definición. Sobre el fundamento del
talmente, separándose de la inmedia- universal, Platón constituye su meta-
tez de las impresiones sensibles y, por física del eidos, o sea, de la forma eter-
tanto, de las representaciones parti- na, inmutable y separada de la reali-
culares. Se llega así a una significa- dad que deviene. La idea (véase idea)
ción universal que se formula me- es así, en la acepción platónica del
diante una palabra. Mucho se ha dis- término, el universal en sentido me-
cutido sobre dicha universalidad, pe- tafísico. Su correlato lógico es preci-
ro, en general, se puede decir que se samente el c., es decir, el pensamien-
la entiende fundamentalmente en to de dicho universal metafísico. Por
dos sentidos: 1. ex parte rei o desde lo su parte, Aristóteles, en su intento
que hoy llamaríamos el punto de vis- de superación del dualismo platóni-
ta “objetivo”, el c. es un universal en co, traslada a la realidad sensible co-
cuanto nunca se agota en el particular mo forma o acto, aquel eidos que Pla-
irrepetible, aunque se dé en él. Así, tón había colocado en el mundo inte-
por ej., el concepto “hombre” expresa ligible. El Estagirita llega al concepto,
lo que es esencial a todos los seres hu- partiendo de los particulares sensibles
manos, el conjunto de las notas que y por medio de la abstracción (véase
les son comunes y mediante el cual se abstractio). Así, el c. aristotélico es, a
puede pensar la especie de los hom- la vez, categoría, vale decir, forma de
bres. De ahí que los conceptos lleven la realidad, y predicado lógico corres-
no sólo a la filosofía, sino también pondiente a tal forma, ya que, según
a la ciencia, cuyo edificio –en tanto su punto de vista, el intelecto efecti-
obra del pensar– se construye preci- vamente se adecua a las formas reales
samente por medio de ellos. Desde el de las cosas.
momento en que el particular es cap- A partir del siglo III, se intenta ex-
tado mediante los sentidos –o repre- plicitar las operaciones lógicas me-
sentado con la imaginación, cuando diante las cuales se deduce tal adecua-
se halla ausente– el concepto se dis- ción. Porfirio y, sobre todo, Boecio,
tingue tanto de la sensación como de traductor de la Isagogé del primero,
la imagen; 2. desde el punto de vista
141 concomitantia

fueron los primeros en formular di- de conceptio (véase): el de c. como


chas operaciones. Pero, con ello, des- idea en el sentido de proyecto. Así
embocaron en la cuestión del status aparece, por ej., en Alain de Lille (cf.
del universal expresado por el c., cues- Anticl. I, 211).
tión que alcanza su explicitación más
conclusio. De concludere, que signi-
prolija sólo en la Escolástica, en el si-
fica “terminar” o “cerrar”, la conclu-
glo XII, con la así llamada “querella
sión es, en la típica formulación silo-
de los universales” (véase universale),
gística de la lógica, la proposición que
en la cual una de las posiciones plan-
señala la consecuencia. Ésta cierra el
teadas fue denominada justamente
proceso discursivo, pero no a manera
“conceptualismo”, si bien con poste-
de afirmación dogmática, sino como
rioridad al momento mismo de la
consecuencia razonada, ya que, deri-
discusión.
va de las premisas (véase praemissae)
De todos modos, y en general, la
y de la conexión establecida entre
doble referencia desde la que la Es-
ellas. En cuanto a la clasificación de
colástica planteó el acto cognoscitivo
las conclusiones, en la Escolástica se
–de un lado, al pensamiento; de otro,
ha hablado de 1. c. inquisitionis, que es
a la realidad– permitió establecer al-
precisamente el iudicium o sententia;
gunas distinciones en la noción de c.
y 2. c. voluntatis, que es la electio (véa-
Así, se puede hablar de 1. c. formalis,
se), puesto que en ella culmina el pro-
en cuanto el concepto es el medio,
ceso de constitución del acto libre.
el id quo, por el que el hombre pue-
Un uso particular de esta voz aparece
de pensar y conocer, dada su capaci-
en Nicolás de Autrecourt, para quien
dad de abstracción. Pero la lógica se
una c. equivale también a una tesis o
refiere también al 2. c. obietivus, al id
posición, sin que ello implique una
quid, o sea, al concepto de los objetos
necesaria relación con premisas de-
que la mente conoce como tales, des-
mostrativas.
de el momento en que el objeto es la
cosa, o mejor aún, la esencia de una concomitantia. Del latín concomitari,
determinada clase de cosas que en- “acompañar”, la concomitancia, en
tra representativamente en el domi- general, indica la relación de simul-
nio del intelecto. Así pues, el concep- taneidad o de inmediata sucesión en-
to es una sustitución de lo conocido y tre dos o más hechos cuando éstos se
tiene, en el intelecto, un ser intencio- manifiestan. La c. puede ser: 1. con-
nal; no es lo que se conoce inmedia- tingente, cuando la relación mencio-
tamente sino aquello en lo que se co- nada es finita, aunque real; y 2. nece-
noce la realidad a la que el c. se refiere saria, cuando dicha relación es de ca-
(véase verbum mentis 4. in fine). rácter universal y constante. En este
De todo esto derivan las caracteri- último caso, se habla de c. en senti-
zaciones que se han conferido en la do estricto, desde el momento en que
Edad Media a la palabra que nos ocu- la relación entre las cosas se basa so-
pa: intentio, passio animae, similitudo bre la esencia de éstas. Así, se puede
rei y aun praedicabile. A ellas cabe caracterizar la c. necesaria como una
añadir un uso muy particular que se relación real basada en la unión de
encuentra ocasionalmente y que aso- dos datos, indisoluble en tanto que
cia el término que nos ocupa con el fundada en el ser. Por eso, Tomás de
concordia 142

Aquino dice que sólo mediante una q. 8). En otras palabras, el planteo es-
operación mental los concomitantes cotista sostendría que, para establecer
se pueden distinguir realmente (cf. S. una c. en los fenómenos observados
Th. III, q. 76, a. 1; In V Metaph. VI). –por ej., varios cuerpos y su dirigirse
Avicena, en su Metafisica, había tra- hacia la tierra en la caída–, es necesa-
tado detenidamente el tema en rela- rio presuponer que en todos se verifi-
ción con los predicables (véase predi- ca una determinado comportamiento
cabilia): para este autor, concomitan- como propiedad inherente a la natu-
te es lo que cualifica necesariamente a raleza del cuerpo.
la cosa dada su esencia, en cuanto que Gran parte de las corrientes de pen-
sigue a su esencia y no en cuanto que samiento en la Edad Moderna parece-
es intrínseco a la esencia, como es el ría abonar la tesis de Escoto; no obs-
caso del proprium (véase). Por su par- tante el perfeccionamiento del méto-
te, Duns Escoto presenta un modo de do inductivo, la c. establecida sobre
plantear el problema de la c. que tiene la base de la experiencia, no alcanza
relación con el de la ciencia. En efec- nunca la certeza metafísica, ya que en
to, conociendo la naturaleza específi- su fundamento se encuentra el presu-
ca de una esencia universal mediante puesto –no el conocimiento directo–
las propiedades que la acotan, se pue- de una esencia con la que se hallan
de establecer, en el individuo que res- relacionados los fenómenos. De esta
ponde a esa esencia, la concomitan- manera, en la Modernidad, se va per-
cia de tales propiedades. Por tanto, de filando más nítidamente la diferencia
la esencia se llega a la c., pero tam- entre el método analítico-sintético de
bién de ésta podemos remontarnos la metafísica y el puramente analítico
a la esencia, ya sea metafísica o físi- e inductivo, propio de las ciencias ex-
ca. De esta manera, es posible estable- perimentales.
cer la c. por medio del doble cami-
concordia. En general, la con-cordia
no de la esencia: análisis y síntesis, in-
es el consenso de los corazones, o sea,
ducción y deducción. En el caso de la
de los afectos. Se da cuando las volun-
deducción, la naturaleza de una esen-
tades –o, dicho metafóricamente, los
cia funda la c. entre todas las propie-
corazones o cordia– de muchos se aú-
dades esenciales del fenómeno indi-
nan en lo que constituye algo único,
vidual: dada una naturaleza o esen-
un fin común a todos ellos. En la Pa-
cia en un particular, se encuentran en
trística, este concepto asume especial
él, por concomitancia, todas las ca-
relieve en el pensamiento político de
racterísticas de la naturaleza univer-
Agustín de Hipona, quien, sobre las
sal. En el caso de la inducción, la rela-
huellas de Cicerón, define al pueblo
ción constante entre ciertos fenóme-
diciendo que “es coetus multitudinis
nos observados, lleva a postular una c.
rationalis rerum quas diligit concordi
entre ellos. Sin embargo, aquí Duns
communione sociatus” (De civ. Dei
Escoto hace notar que la c. así esta-
XIX, 24). Tal definición, que consti-
blecida no será evidente y, por ende,
tuye una pieza clave en la caracteri-
no permitirá determinar la esencia
zación agustiniana de la civitas (véa-
correspondiente a tales fenómenos,
se), es reafirmada por el hiponense al
salvo que se la haya presupuesto an-
sostener que la c. es el verdadero vín-
teriormente (cf. Superlib. II Priorum,
culo del estado y el interés supremo
143 concupiscentia

de una nación (cf. Ep. 138, 10 y ss.), el que, sin embargo, inhiere. 1.3. c.
mientras que la discordia es la autén- logicum: es aquella composición en la
tica causa de su ruina. Pero, a la vez, que la forma no sólo se distingue del
advierte sobre la exigencia previa de subiectum sino que tampoco inhiere
la purificación espiritual para llegar a en él, como, por ej., cuando se dice
la concordia. o se piensa en una torre contempla-
Ya en la Escolástica, y en esta últi- da; en tal caso, la contemplación o vi-
ma línea de pensamiento, moral y no sión es distinta de la torre y no guar-
política, Tomás de Aquino considera da con ésta una relación de inheren-
la c. causada por la caridad, en cuan- cia. Así pues, se ha de tener presen-
to que ésta aúna los corazones de mu- te que la noción que nos ocupa guar-
chos en el bien divino y en el del pró- da poca relación con la acepción es-
jimo. Por consiguiente, entiende la tricta que hoy tiene el vocablo espa-
discordia como pecado, pero subra- ñol “concreto”: recuérdese que éste
yando que es la desunión de volunta- no significa “real” sino “corpóreo y de
des y no de opiniones (cf. S. Th. II-II, la mayor densidad”.
q. 37, a. 1). Desde el punto de vista 2. gramati-
Cabe añadir que en algunos autores cal, c. se opone a abstractum (véase in
de influencia neoplatónica, el térmi- fine) y señala el término que conno-
no se utilizó, a veces, en el plano me- ta el sujeto en el que se da lo signifi-
tafísico, en el que equivale a sympathia cado por el término abstracto, por ej.,
(véase). “iustus” es un c.en relación con “iustitia”
que es el abstracto. Así se expresa, al
concretio. Voz propia del vocabula- menos, Guillermo de Ockham en
rio de Alain de Lille que, en esa va- Exp. Aurea 46 c).
riante y no la de concretum, este autor
usa con el significado de unión entre concupiscentia. La concupiscencia es
el subiectum y la forma (véanse), en el una pasión propia del apetito sensi-
Anticl. I, 458. Así pues, el término no tivo (véase appetitus), contrapartida
se reduce necesariamente al caso de del apetito irascible o aversión. Mu-
los entes materiales. chos son los conceptos relaciona-
dos con el de c., pero todos ellos re-
concretum. Se llama así 1. cualquier visten esa misma significación funda-
composición de subiectum y forma mental. Al respecto, la Edad Media,
(véanse), cuya denominación provie- y particularmente la Escolástica, esta-
ne de esta última. En efecto, los au- bleció, en general, los siguientes ma-
tores escolásticos hablaron de: 1.1. tices: desiderium o deseo es la tenden-
c. metaphysicum: es aquel en el que cia a cualquier bien, ya sea espiritual
la forma no se distingue realmente o material, externo o interno, presen-
del subiectum, como en la expresión te o futuro, pero en el hombre se aco-
“Dios omnipotente”, ya que en ella la tó el significado de este último voca-
forma –que es la omnipotencia– no blo al deseo de los bienes exteriores
es realmente distinta de Dios. 1.2. c. y, particularmente, de las riquezas; en
physicum: es aquel en que la forma se cambio, libido se limita fundamental-
distingue del subiectum, pero inhiere mente al deseo sexual. Así, por últi-
en él; así, en una escultura, una cosa mo, se puede acotar el alcance signifi-
es la figura misma y otra el cuerpo, en cativo del término que nos ocupa: la
concupiscibile 144

c. equivale al deseo, pero indica una delectabilis secundum sensum”; 2. su


mayor intensidad y su objeto no está clasificación: la establece según que el
señalado con nitidez. Más aún, Agus- deseo esté acompañado por la razón
tín habla de una c. Dei, es decir, de o simplemente obedezca al instinto
un deseo de gozar de la presencia y la –concupiscencia no natural y natu-
amistad de Dios. Tardíamente, se cir- ral, respectivamente–, y según la ín-
cunscribió la c. a lo sensible y desor- dole del objeto al que se tiende; con
denado (véase sensualitas). arreglo a este último, la c. puede ca-
En Buenaventura, el término que racterizarse como deseo exagerado de
nos ocupa también registra cierta am- objetos por sí mismos lícitos, o como
bivalencia. En efecto, en su reflexión deseo de objetos ilícitos de suyo; 3. su
sobre el pecado original, este autor, carácter de finita o infinita, tanto por-
toma, de un lado, la última acepción que el objeto del deseo es finito, co-
señalada de esta palabra en Agustín; mo por el hecho de que su aprehen-
de otro, la opone a la noción ansel- sión también lo es; en cambio, en el
miana de rectitudo. Así, indica en la caso de la c. no natural o supranatu-
c. uno de los efectos del pecado adá- ral, como en el caso de la c. scientiae,
nico, en el que conjuga la ausencia de esto es, el deseo de conocimiento, hay
la rectitud debida y el deseo desorde- infinitud, ya que sigue a la razón a la
nado; de ahí que haya quedado co- cual compete proceder al infinito (cf.
mo actual inclinación al mal. Según S. Th. I-II, q. 30).
la visión bonaventuriana, en el hom-
concupiscibile. Cf. appetitus y con-
bre post-adánico, la c. presenta, fun-
cupiscentia. Es el poder receptivo del
damentalmente, dos direcciones: la
apetito sensible y, precisamente en
carnal y la que concierne a la codicia
cuanto receptivo, se opone al irasci-
(cf. Coll. in Hex. XXI, 9). Pero, ape-
bilis (véase). Ya desde la Antigüedad
la también, en otros textos, al sentido
clásica, se consideraba que la parte o
positivo agustiniano de c. como deseo
la potencia del alma afectada por el
de virtud y gracia propio del alma en
apetito concupiscible es inferior y es-
su itinerarium Dei.
tá llamada a ser dominada por la ra-
Entre los escolásticos más aristo-
cionalidad. Del apetito c. dependen
télicos, la c. significa tanto el acto
seis pasiones: amor, odium, deside-
de desear intensamente lo que delei-
rium, fuga, delectatio y dolor (véanse).
ta a los sentidos, como el hábito que
Según Tomás de Aquino, no se ha de
conduce a tales actos, sólo que en es-
llamar c. sólo a una dimensión del al-
te último caso se prefiere el vocablo
ma sino propiamente al bien sensible
concupiscibilitas. Tomás de Aquino
que, estando ausente, no puede sa-
resume el tratamiento de la c. bajo
ciar el deseo y, por ello, lo atrae ha-
tres aspectos: 1. su naturaleza: en es-
cia sí con particular fuerza. Pero se ha
te sentido, el Aquinate sigue a Aris-
de tener presente que en la línea aris-
tóteles (cf. Met. I, 11, 1370 a 17) al
totélico-tomista, el objeto c. siempre
sostener que la c. es el apetito de lo
es un bien que deleita a los sentidos.
deleitable, pero aclara que, al contra-
En cambio, en el lenguaje de los mís-
rio del deseo, en general, se refiere só-
ticos, lo c. es simplemente un objeto
lo al apetito sensitivo: “Concupiscere
que despierta el deseo de posesión, de
[est] appetive aliquid sub ratione boni
ahí que, en esta otra línea, se defina a
145 concursus

Dios como el bien c. por excelencia acto de la creatura, por sí mismo, es


(cf. cupiditas). indiferente; la maldad reside en que-
rer libremente el mal. En cuanto a la
concupiscibilitas. Cf. concupiscentia. segunda cuestión, ya desde la Patrís-
concursus. Voz que designa coope- tica se abordó el tema del c. divino en
ración o concurso, en cuanto a hacer orden a la salvación. Agustín de Hi-
actuar a otro ser y que, generalmente, pona subraya su necesidad contra los
se refiere al concurso divino. Alude a pelagianos. Éstos minimizaban el pa-
la acción con la cual Dios hace actuar pel de la Gracia y sostenían la doc-
a las creaturas, así como con la crea- trina del c. mediato, o sea, de la in-
ción las hizo existir y con la conserva- tervención de Dios sólo en la existen-
ción las mantiene en el ser. En otras cia y no en las acciones de la creatura.
palabras, señala el hecho de que Dios Establecer el grado de dicha coopera-
“concurre” junto con la creatura para ción divina en el actuar de la creatura,
que ésta produzca su efecto u obten- ha sido, ya en la Modernidad, uno de
ga su fin (véase praemotio). Por eso, los principales problemas de la Teolo-
debe advertirse que el c. divino cons- gía cristiana y, particularmente, cató-
tituye un tema específico del pensa- lica, puesto que la protestante ha ten-
miento cristiano derivado de la filo- dido a absolutizar, por así decir, el c.
sofía y teología medievales. En efec- divino, al poner todo el acento en la
to, la Antigüedad no pudo plantear el doctrina de la gracia; de ese modo, en
concurso ni la providencia de Dios, cuanto a la presente cuestión, las lí-
puesto que no lo ha concebido co- neas protestantes suelen encontrar-
mo Persona, ni como Creador; el Ac- se en el otro extremo de la posición
to puro de Aristóteles, por ej., no tie- pelagiana. Las principales dificultades
ne conocimiento más que de sí mis- surgen, pues, en el terreno teológico
mo y, por ende, no socorre a los de- del catolicismo, que apela, para resol-
más entes que tienden unilateralmen- verlas, tanto a los textos agustinianos
te hacia Él. de la polémica contra los maniqueos
En cambio, en el ámbito cristiano, y, sobre todo, contra los pelagianos,
la noción de c. es considerada nece- como a los del Aquinate, quien, con
saria, porque sin ella habría que ad- todo, trata el tema fragmentariamen-
mitir, en última instancia, que las ac- te a lo largo de sus obras (cf. In II
ciones de la creatura surgen de la na- Sent. d. 37, qq. 1-2 y 2-2; De pot., q.
da y, por consiguiente, que la creatura 3, a. 7; C. G. l III, cc. 66-70; S. Th. I,
es creadora en sentido estricto. Pero q. 105, aa. 3, 4 y 5; I-II, q. 10, a. 4),
ello plantea, principalmente, dos pro- (véase liberum arbitrium y libertas).
blemas: la autoría del mal, y el gra- Las distinciones escolásticas sobre
do –o bien la exclusividad– de la in- este punto señalan que el c. puede
tervención divina en aquellas accio- ser en acto primero, o concurso habi-
nes del hombre que lo conducen a tual, equivalente al decreto eterno de
su salvación. Con respecto al primer Dios por medio del cual presta auxi-
problema, la respuesta condicional de lio a la criatura; o bien en acto segun-
los teólogos indica que, aunque Dios do o concurso actual, que indica el
concurre a la acción de la creatura, no acto de llevar a cabo tal decreto en los
coopera con su eventual malicia. El casos puntuales. Se habla también de
condicio 146

c. mediatus o primario, que es el que generalis ultima, II). 2. designa mera-


otorga y conserva el poder de opera- mente relación (cf. Ars brevis, VII; Ars
ción en las creaturas, e immediatus o generalis ultima, VII).
secundario, que es el que les permi-
condicionatus. Cf. condicio.
te actuar en circunstancias determi-
nadas. A su vez, este último puede ser condilectus. Es término típicamente
concebido como anterior o como si- bonaventuriano y pertenece a la for-
multáneo al acto. Lo primero es afir- mulación del dogma trinitario desde
mado por la corriente tomista; lo se- la reflexión sobre la caritas. En efec-
gundo, por la molinista. to, para Buenaventura, la caridad su-
Finalmente, y con respecto a los in- ma implica un vínculo de amor mu-
tentos de demostración de la existen- tuo de amistad que exige que un ter-
cia del c. divino, puede decirse que cero quede asociado a la unión entre
se plantearon a priori y a posteriori. amante y amado: es, justamente, el c.
Las demostraciones a priori lo dedu- en cuanto tercera Persona de la Tri-
cen analíticamente de la definición de nidad.
Dios creador: en efecto, su naturale-
za es la razón o el principio en vir- conditio. En general, y desde el pun-
tud del cual Él es quien todo lo mue- to de vista lógico, la condición esta-
ve. La demostración a posteriori ra- blece una relación formal entre dos
dica en el proceso lógico que se ini- afirmaciones ligadas entre sí de tal
cia con el examen de la actividad de modo que, puesta la primera, se sigue
las criaturas, tal como se la encuen- la segunda. Desde el punto de vis-
tra en la experiencia. Desde allí, la ar- ta ontológico, es el principio del que
gumentación se remonta al c. divino depende extrínsecamente que se ve-
como condición indispensable de po- rifique o no un hecho determinado,
sibilidad y actualidad de tales opera- mientras que el principio generador o
ciones. En esta última dirección, to- la causa influyen intrínsecamente so-
da demostración del c. divino coinci- bre lo causado. Así, de algún modo,
de con la demostración de la existen- la c. limita la actividad originaria de la
cia de Dios. causa porque precisa o acota las mo-
dalidades de su producción. Por eso,
condicio. Es voz propia del vocabu- se ha señalado que la diferencia entre
lario de Raimundo Lulio. En la últi- causa y c. radica en que la primera tie-
ma versión del Ars Raymundi se indi- ne un sentido positivo, siendo aque-
ca con este término la debida preci- llo por lo cual algo es o sucede, mien-
sión del artista en la aplicación (véa- tras que la segunda presenta un senti-
se applicatio) de cada uno de los pro- do negativo, en cuanto que es aque-
cedimientos planteados por el Ars. llo sin lo cual algo no sería o no su-
Cuando se procede así, o sea, cuando cedería.
el intellectus ha adquirido precisión Se puede decir que, en la historia
en el manejo del sistema luliano, se de la filosofía, la aparición del con-
lo denomina condicionatus. Esta pre- cepto de c. es bastante tardío: en el si-
cisión consiste en que la aplicación se glo I a C., los escépticos confeccionan
realice respecto de aquello que parece por primera vez una lista de las con-
más viable para el logro de un fin de- diciones que establecen el carácter fe-
terminado. (cf. Ars brevis, II, III; Ars noménico del conocimiento, preci-
147 confessio

samente para mostrar la imposibili- rico (véase syllogismus); por ej., según
dad de la certeza (cf. Sexto Empírico, la primera figura, se tendría: “Si se da
Hyp. Pyrr. I. 98). A, se da B”; “pero si se da A, también
En la Patrística no se encuentra un se da C”; “luego, si se da A, se da C”.
tratamiento sistemático del tema. Só- Con todo, el modo más propio de es-
lo la lógica escolástica se ocupó dete- te silogismo es el hipotético y consis-
nidamente de él, formulando las si- te en establecer entre hipótesis y te-
guientes distinciones: 1. c. sufficiens: sis una relación de principio y conse-
es aquella cuyo primer término im- cuencia tal que, afirmando determi-
plica necesariamente al segundo. Esta nadas premisas, se siguen determina-
condición suficiente puede ser: 1.1. das consecuencias.
absoluta, cuando un término impli-
confero. Con este verbo, “entregar”,
ca por sí solo el otro, y 1.2. relativa,
que la mayor parte de las veces apare-
cuando el primer término implica al
ce en primera persona del plural, los
segundo una vez presupuestas otras
medievales y los humanistas anuncia-
condiciones. Ahora bien, si la depen-
ban o declaraban estar consignando
dencia entre dos términos es tal que
la copia de un texto transcrito con el
el primero es imprescindible para que
ejemplar del que éste derivaba. Tam-
se dé el consecuente, se tiene la con-
bién se usó –y éste es el sentido con el
dición necesaria o 2. c. sine qua non,
que pasó a la modernidad– para indi-
llamada también “negativa” y opues-
car que se entregaban ejemplares di-
ta a la condición suficiente. En efec-
versos con el fin de cotejarlos. Apare-
to, mientras esta última se expresa de
ce en cartas o en notas al pie o en fo-
modo positivo –B se verifica cada vez
lio adjunto. Por ej., se ve en Petrarca,
que se verifica A–, la c. sine qua non
Fam.XXII, 2, 8 para el primer caso, y
se formula más eficazmente en forma
en Salutati, Ep. I.
negativa –no se verifica B si no se ve-
rifica A–. Así, es sinónimo de condi- confessio. Esta palabra reviste parti-
ción indispensable. cular importancia en la doctrina de
Agustín de Hipona y, de hecho, co-
conditionale. Llámase “condicional”
mo se sabe, da título a una de sus
la proposición que expresa en el ante-
obras. Pero se ha de notar que las
cedente la condición (véase conditio)
Confessiones son, fundamentalmente,
que rige para el consecuente. Su sen-
cantos de alabanza a Dios y sólo por
tido es estrictamente lógico y no on-
eso pueden ser consideradas, a la vez,
tológico. Por eso, Tomás de Aqui-
pero de manera derivada, un recono-
no, por ej., afirma como verdadera
cimiento de las propias faltas y limi-
una proposición c. cuyos anteceden-
taciones (cf. Conf. X, 1 a 4). De ahí
te y consecuente son imposibles: “si
que, aunque los primeros libros de es-
el hombre es asno, tiene cuatro pa-
ta obra revistan un carácter autobio-
tas” (cf. S. Th. I, q. 25, a. 3). La pri-
gráfico, los últimos están dedicados
mera parte contiene lo que después se
a la consideración filosófica y teoló-
denominó “hipótesis”, la segunda, lo
gica de Dios, en comparación con lo
que posteriormente se llamó “tesis”.
mutable, es decir, con el mundo y el
También es c. el silogismo que tiene
hombre. El hiponense establece, ade-
una o más proposiciones de esta clase,
más, especialmente en los Sermones
de acuerdo con las figuras del categó-
conflictus 148

67, 176 y 183, la diferencia entre la su empeño dialéctico, justamente, el


c. interior, la verbal, y la que se ha- cogitationum c.: in ipso cogitationum
ce también ante otros. Todas ellas in- conflictu sic se obtulit quod desperave-
cluyen, en la admisión del propio pe- ram…, donde las primeras palabras
cado, la alabanza y la acción de gra- significan, pues, “en el mismo diálo-
cias a Dios. go de mis pensamientos…”, es decir,
La Escolástica distinguió tres acep- mientras éstos se desarrollaban en mi
ciones del término que nos ocupa: un interior.
acto exterior de fe, por ej., confesar a
conformitas. En general, señala la
Dios, en el sentido de manifestar la
conformidad de algo con otra co-
propia fe en Él; un acto de reconoci-
sa. Pero, en contexto medieval, suele
miento, como la acción de gracias; y
aparecer en referencia específica al ca-
un acto de penitencia, como la admi-
so de la voluntad humana. Así, la ex-
sión de los propios pecados.
presión c. voluntatis alude al acto de
conflictus. Del verbo confligo, “chocar, adecuar la propia voluntad a la divi-
estar en pugna, confrontar”, durante na. Ésta es una nota fundamental en
la Edad Media, este vocablo trascien- el ideal místico de los nominalistas, a
de el plano de lo bélico. De hecho, en diferencia de la idea eckhartiana de la
el ámbito filosófico, pasó a significar unión esencial con Dios. Más aún, se
confrontación de pensamientos. Con puede decir que la c. voluntatis cons-
todo, no se refiere a la discusión dia- tituye el criterio básico de la ética no-
léctica que se libra entre dos oponen- minalista.
tes, sino que asume más bien el matiz
confusio. Se puede entender este con-
de diálogo, sobre todo, el que se sos-
cepto en varios planos: 1. en el meta-
tiene en la intimidad consigo mismo.
físico, es perturbación del orden, no-
Teniendo la razón misma un modo
ción a la que se opone directamente;
de proceder dialéctico, al buscar algu-
así, por ej., hay confusión cuando se
na verdad, aun en la sede de la pro-
altera el orden según el que, ontoló-
pia interioridad, confronta cada idea
gicamente hablando, a lo anterior si-
con su antítesis, en un péndulo de sic
gue lo posterior o cuando una cosa,
et non (véase). De esta manera se da,
que de suyo es simultánea con otra,
en la mente de un mismo sujeto, el
la precede o la sucede. 2. en el plano
cogitationum c. Es lo que aparece, por
físico, se denomina c. a la unión, se-
excelencia, en la apertura del Proslo-
gún el modo de lo que es meramen-
gion, al principio del Proemio, cuan-
te contiguo (véase contiguum), espe-
do Anselmo d’Aosta menciona su al-
cialmente de líquidos, como la que se
borozado hallazgo del argumento
produce al mezclar el agua y el vino o
único y autosuficiente que demostra-
el aceite con el vinagre. 3. en el pla-
rá la existencia de Dios. De su redac-
no gnoseológico, se opone a la distin-
ción se podría concluir que dicho ha-
ción ya sea de los términos, ya sea de
llazgo le fue concedido casi por una
las ideas; de esta manera, se da una c.,
iluminación, esto es, se le “ocurrió”,
por ej., cuando se asume en sentido
le salió al encuentro. Sin embargo,
real lo que se expresa en el metafóri-
tuvo lugar por haber llevado a cabo
co, o cuando se tiene de una cosa una
una búsqueda progresiva de la razón,
noción equivocada.
que estuvo a punto de desesperar en
149 coniectura

Pero el plano en que más se traba- nis veri…” (De con. I, 2). Con todo,
jó la noción que nos ocupa es 4. el ló- si bien el conocimiento conjetural no
gico. En él, a partir del siglo XII, for- es, por definición, el conocimiento de
ma parte de la doctrina de la supo- la verdad absoluta, no es tampoco, en
sición (véase suppositio, in principio ningún caso, un conocimiento falso,
y 2.2.2.2.2) o suplencia. La c. lógica sino que se trata del modo posible pa-
se da en un término común que va- ra el hombre de acceder a la unidad de
le por muchos y, en consecuencia, su la verdad en la alteridad. “Cognoscitur
valor de suplencia de las cosas reales a igitur inattingibilis veritatis unitas
las que se refiere no está determinado. alteritate coniecturali atque ipsa
Por eso, la suppositio confusa de deno- alteritatis coniectura in simplicissima
mina también “indeterminata”. veritatis unitate…” (ib.). Así como el
mundo procede de Dios, la c. proce-
congratulatio. Es el movimiento aní- de a mente nostra (De con. I, 5).
mico de alegrarse con y por el bien El modo propio del conocimien-
ajeno. En esa medida, la c. constituye to conjetural es el de la proporción
la contrapartida de la invidia (véase) comparativa. El instrumento cog-
y así la han presentado algunos auto- noscitivo de la proporcionalidad nos
res medievales. ofrece una evidencia de la estructu-
coniectura. Muchas veces el térmi- ra del orden de lo real, pues el he-
no c. es equivalente a opinio (véa- cho de poder realizar una proporción
se); otras, hace referencia a cierta ra- supone que se den dos condiciones:
ma del saber que se considera un ars de un lado, la conveniencia en al-
por oposición a la scientia (véanse) go uno; de otro, la alteridad. Si fal-
Así, por ej., Marciano Capella afir- tara una de ellas, no podría realizar-
ma: “medicina est ars coniecturalis”. se comparación alguna. Esto signifi-
En la Escolástica, el término es utili- ca que lo real que afirmamos cono-
zado por Buenaventura como lo que cer, es decir, lo que es susceptible de
puede admitir error o duda (cf. In ser proporcionado, está constituido
Sent. IV, 50, 2, 1, 2c) y por Tomás por una trama que tiene un elemento
de Aquino, en quien el conocimiento que confiere unidad y otro que seña-
conjetural se opone a la certa cognitio, la la alteridad y explicita sus diferen-
por ej., es conjetural el conocimiento cias. Precisamente, porque en Dios
de la causa de los futuros contingen- no hay alteridad (véase non aliud),
tes (cf. S. Th. I, q. 14, a. 13 c). es decir que su ser es pura identi-
Las nociones de “c.” y “ars coniectu- dad, no es posible establecer una pro-
ralis” cobran un sentido singular a porción; luego, no hay conocimien-
partir de la obra de Nicolás de Cusa, to de Él. Por otra parte, como la uni-
De coniecturis. La c. cusana se define dad oculta de toda alteridad es, para
en correspondencia con su docta ig- el Cusano, el despliegue o explicatio
norantia, puesto que en vistas a la in- del mismo Dios (véase complicatio),
aprehensible verdad, toda aseveración ella es también incognoscible; sólo
humana es para el Cusano, una c.: es posible, pues, proporcionar o me-
“…omnem humanam veri positivam dir las diferentes modalidades en que
assertionem esse coniecturam, non enim la unidad o verdad inaprehensible se
inexhauribilis est adauctio apprehensio- presenta: éste es el ars coniecturalis.
coniecturaliter 150

Nicolás extiende este principio a la connexum. En los órdenes lógico y


diversidad de doctrinas filosóficas metafísico, se denomina con este vo-
consideradas todas como inquisido- cablo el término de una relación que
ras de una única verdad, y a la diver- no se puede dar si no existe o no se
sidad de religiones consideradas co- da el otro término. Así, por ej., son
mo distintas manifestaciones de una connexa los términos creatura y crea-
única fe. Así pues, cada una expre- dor, puesto que no puede haber crea-
sa un aspecto de la verdad por com- tura, en cuanto tal, sin que haya crea-
pleto inaccesible: ésta es la base de la dor. Pero tampoco puede existir un
concordantia philosophorum propues- creador sin algo creado que constitu-
ta en el De mente y del ecumenismo ya al primero como creador.
propuesto en el De pace fidei.
connotative. Cf. absolute y connota-
Una acepción peculiar adquiere es-
tivum.
te vocablo en el orden paleográfico,
donde alude a una suposición, una connotativum. Es el nombre conno-
hipótesis o una deducción lógica que tativo que los escolásticos diferencia-
permite suplir una lacuna (véase) o ron del absoluto. El término absoluto
enmendar una corruptio en un ma- designa exclusivamente una sola co-
nuscrito defectuoso o incompleto. sa; en cambio, el primero designa a la
cosa y, a la vez, cualquier relación que
coniecturaliter. En general, es el mo-
esa misma cosa tenga con otra dife-
do de conocer algo de manera media-
rente de ella. “Dios” es, pues, un tér-
ta, esto es, a través de mediaciones
mino absoluto; “Creador” es nombre
–las cuales suelen ser signos– que re-
connotativo, desde el momento en
miten a él. Así se expresa Tomás de
que no sólo alude a Dios, sino tam-
Aquino en S. Th. I-II, q. 112, a. 5 c.
bién indirectamente o connotative,
Para las modalidades del conocimien-
a la relación que guarda con respec-
to conjetural más utilizadas en el dis-
to a los entes creados por Él. Análo-
curso filosófico, véase coniectura.
gamente, es absoluto el término que
coniugata. Se denominan así los tér- denota una esencia en sí, por ej., “ca-
minos coordinados, o sea, los que es- ballo”; y es connotativo el que desig-
tán unidos a un término común, una na una esencia in alio (véase), es de-
de cuyas modalidades presentan; así, cir, unida a otro como a su sujeto, por
por ej., “acciones bellas” y “mujer be- ej., “blanco”. De ahí que los sustanti-
lla” son c. a través del término “belle- vos como tales sean absolutos; los ad-
za”. Los c. remiten, pues, tanto a tér- jetivos, connotativos.
minos concretos como abstractos. Con todo, Ockham introdujo una
presentación de este tema que ha si-
coniunctio. Significa tanto unión co- do muy discutida (cf. Summa logicae,
mo conjunción. En el primer senti- I, 10). Para él, los nombres absolutos
do, algunos autores medievales han son aquellos que no significan algo de
hablado de c. animae et corporis; en el un modo principal, y otra cosa de un
segundo, el término se refiere a lo que modo secundario, sino que lo signi-
los gramáticos denominan “conjun- fican todo del mismo modo; por ej.,
ción”, como si o vel. “animal” es nombre absoluto en cuan-
connexive. Cf. entitative. to que se refiere a hombres, caballos,
151 conscientia

bueyes, etc., sin aludir a unos prima- presupone también, por consiguien-
ria y a otros secundariamente. Los te, una cierta reflexividad cognosciti-
connotativos significan algo en forma va: saber que se sabe algo. Todas es-
principal y algo de manera secunda- tas notas son registradas por los au-
ria; por ej., “blanco”, pues este nom- tores del período patrístico y del me-
bre puede definirse in modo recto –co- dieval. Pero no siempre utilizan la pa-
mo en aliquid informatum albedine–, labra que nos ocupa. Ya Plotino, por
o in modo obliquo –como en aliquid ej., había preferido llamar “vida” y no
album–. Lo mismo ocurre con verum, “conciencia” a esa presencia del alma
bonum, etc. en sí misma, motivo que, junto con el
desarrollo platónico del tema, es re-
conscientia. En un contexto medie- cogido por Agustín de Hipona.
val, el vocablo “conciencia” suele pre- En la Patrística, es este último autor
sentar dos aspectos: uno de índo- quien ha trabajado más acabadamen-
le cognoscitiva, y el segundo de na- te el tema de la c. desde una perspec-
turaleza moral. Es mucho menos fre- tiva tanto metafísica como gnoseoló-
cuente, en cambio, que en este perío- gica, psicológica y moral. En efecto,
do aparezca con significado psicoló- Agustín elabora un aspecto particu-
gico, ya que la Edad Media no esta- lar de la c., el de la certeza con la que
bleció la diferencia entre procesos psí- ella se garantiza a sí misma su pro-
quicos conscientes e inconscientes, pia existencia; “vivere se et meminisse
puesto que no conoció estos últimos et intelligere et velle et cogitare et scire
en el sentido que hoy les conferimos, et iudicare, quis dubitet? quandoquidem
salvo intuiciones como la agustiniana etiam si dubitat, vivit”. (De Tr. X, 10,
de Conf. X, 8, 15. Desde el punto de 14) “Moveri te scis? Nescio. Cogitare
vista gnoseológico, el término seña- te scis? Scio” (Sol. II, 1, 1). Desde el
la, en general, el advertir o percatarse punto de vista psicológico y ético, el
de algo, ya sea exterior –como un ob- hiponense plantea varios ejemplos del
jeto, una cualidad o una situación–, reclamo de la propia conciencia a una
ya sea interior –como las modifica- admisión de culpabilidad y, sobre to-
ciones experimentadas por el propio do, a una reacción moral, por ej., en
yo. Más precisamente, es la presencia Conf. VIII, 7, 18, donde utiliza explí-
de la mente ante sí misma, en el acto citamente el término que nos ocupa.
de aprehender y de juzgar, y el conse- De hecho, a lo largo de la Edad
cuente reconocimiento de la unidad Media, el Cristianismo hizo tomar un
de lo aprehendido. De ahí que el uso giro al estudio de la c., adscribiéndola
de este vocablo presupone la capaci- a esta función de testimonio interior
dad de distinguir entre el contenido del bien y del mal. De esta manera, se
de lo que se conoce, y el acto median- arriba al segundo sentido fundamen-
te el cual el sujeto aprehende lo cono- tal del término, es decir, el moral. En
cido, de modo global. Así pues, la c. esta última significación, se suele ha-
no es un recipiente, sino un constan- blar precisamente de “conciencia mo-
te referirse a algo que, de un lado, ella ral”, o de “voz de la conciencia”. Al-
interioriza, pero que, de otro, siem- gunos autores de la Patrística, y aún
pre la trasciende. Esta permanente re- de la Escolástica, la entendieron co-
ferencia alude a lo que se ha dado en mo una sindéresis (véase synderesis),
llamar “intencionalidad”. El término
consecutio 152

y la estudiaron tanto bajo el aspec- lloviera tanto, ella saldría”. Otro tan-
to moral como bajo el psicológico. to ocurre en la gramática latina.
Así, la caracterizaron en los siguien- En una acepción más estricta, y en
tes términos: “spiritus corrector et el plano de la lógica, sobre el cual se
paedagogus animae societatis”. En To- funda el gramatical, la c. mienta la
más de Aquino el establecimiento de relación de necesariedad entre ante-
los principios de una teoría al respec- cedente y consecuente en una pro-
to deriva del análisis de la c. en el ám- posición hipotética. En este senti-
bito de las potencias intelectivas. Ha- do, la c. ha sido estudiada por mu-
biendo excluído que la c. pertenezca chos lógicos medievales y, en par-
a dichas potencias, y descartado que ticular, por Pedro Abelardo, pa-
sea un hábito, el Aquinate concluye ra quien constituye la garantía de
que se trata de un acto, y especifica esa clase de silogismos. Precisamen-
que se dice que tenemos conciencia te en virtud de la c. éstos son infe-
de un acto, en cuanto sabemos que rencias perfectas que, para su validez,
ese acto es perfecto o no lo es. De es- no requieren referirse a la habitudo
ta condición se pasa a la de imputabi- rerum, esto es, al orden real extralógi-
lidad moral (cf. De ver. q. 17, a. 1; S. co, a la condición en que se nos pre-
Th. I, q. 79, a. 13). Una forma extre- sentan las cosas.
ma, o deformación del término en es-
consecutive. Señala el hecho de que
te último plano aparece en Raimun-
una cosa se da de modo derivado, es
do Lulio, para quien c. señala la for-
decir, como consecuencia de otra co-
ma con la que el intelecto alude al al-
sa, pero sin indicar entre ambas un
ma a causa de las faltas cometidas (cf.
nexo estrictamente causal. Así, la sen-
Ars brevis, X.12.97; Ars generalis ulti-
tencia escolástica que afirma que la
ma, X.14.97).
corrupción de un ente es –o supo-
En la Modernidad, el aspecto gno-
ne– la generación de otro, no sindica
seológico de la conciencia, en su ca-
al segundo como efecto del primero;
rácter de inspectio, alcanzará el máxi-
sólo está implicando que, en el mun-
mo valor especulativo con Descartes,
do natural, la materia no puede exis-
pues en su pensamiento, la c. consti-
tir sin la forma: es necesario que, si,
tuye el punto de partida de todo fi-
por ej., se genera una hoguera, la ma-
losofar cierto. En el aspecto ético, los
dera sea consumida. La relación se da
autores modernos se irán inclinando
c. y no causaliter.
paulatinamente a interpretarla como
facultad que juzga la moralidad de las consensus. El c. puede interpretar-
acciones humanas. se en dos sentidos: como un acto in-
dividual que se verifica en el interior
consecutio. Alude, en general, a la su-
de una persona; o como acto huma-
cesión y, a la vez, al encadenamiento
no colectivo. Habitualmente, cuando
entre dos cosas. En este sentido am-
se usa en su primer significado, el tér-
plio, se habla en gramática de la c.
mino se traduce por “consentimien-
temporum, esto es, de la correlación
to”; en cambio, cuando se utiliza en
verbal que exige, por ej., que, en una
la segunda acepción, se traduce por
proposición condicional, el modo po-
“consenso”. En este último caso, sue-
tencial de la principal suceda al modo
le emplearse la acotación c. gentium:
subjuntivo de la subordinada: “Si no
153 consensus

“consenso universal”. En el sentido El aporte de Pedro Abelardo acer-


de “consentimiento”, el c. alude al ac- ca de este tema en la historia de la Fi-
to, propio de la voluntad, de acepta- losofía es crucial. En efecto, recorde-
ción o adhesión a un objeto o acto. mos que, para el Palatino, la inclina-
Se diferencia del assensus (véase) por- ción al mal sólo nos da ocasión pa-
que éste es propio del entendimiento ra luchar; lo que debemos impedir
y, como tal, pertenece al ámbito in- en tal lucha es dar nuestro consenti-
telectual. Se asiente a la verdad o al miento. La tentación es de hecho ana-
error; se consiente en el bien o en el lizada como un proceso tripartito de
mal. De ahí que el c. guarde una es- suggestio-delectatio-consensus, tenta-
trecha relación con la vida moral, en ción-deleite-consentimiento, donde el
tanto constituye una de las etapas del mal moral, o sea, el pecado hace su
acto libre. Pero, si bien se trata de un entrada sólo en esta última etapa. En
acto voluntario, la voluntad consien- este sentido, es famoso el ejemplo del
te en algo que, de alguna manera, es esclavo que mata al amo que lo mal-
propuesto o iluminado por la razón. trata. Para Agustín, en el ejemplo en
Por eso, los autores medievales hubie- discusión, el problema no se encuen-
ron de discutir el grado de interven- tra sólo en el consentimiento, sino en
ción que corresponde a cada una de una inclinación desordenada por la
estas facultades en el c. Según la posi- que se busca a toda costa mantener
ción de Tomás de Aquino, por ej., an- un bien inferior. Lo que hace Abelar-
te los resultados del consilium, (véa- do es adoptar el ejemplo: parte de la
se) que delibera sobre los medios a conclusión de Agustín, pero, en la va-
emplear para alcanzar el fin, la vo- riante abelardiana, el deseo en sí no es
luntad consiente en recurrir a algu- sancionado; para Abelardo, el deseo
no de ellos. Pero se trata de un con- de huir del amo perverso no es malo,
sentimiento todavía indeterminado sólo es malo consentir en matar.
con relación a los medios que se es- Recogiendo los sentidos anteriores,
tán comparando; dicho de otro mo- Tomás habla del c. en tres acepciones:
do, en el c. la voluntad simplemente 1. en su significado más general, c. es
acepta llegar al fin que se propone o todo acto de la voluntad: “applicatio
al bien que ambiciona, de una mane- appetitus ad rem cui inhaeret”; 2. el c.
ra mediatizada. En lo que se consien- perfecto, sin embargo, radica en un
te es, pues, en la mediación. acto interior de la voluntad que resul-
Para Agustín de Hipona, el c. in ta de una deliberación; 3. en su sen-
delectationem cogitationis pertenece a tido más estricto, es definido por el
la razón inferior, que es la parte racio- Aquinate como la “applicatio per mo-
nal que incluye también a la voluntad dum complacentiae ad ea quae consilio
(cf. De Trin. XII, 12). Por su parte, iudicantur”. Esto último implica la
Juan Damasceno distingue netamen- adhesión de la voluntad al fin y a los
te el c., al que llama también “senten- medios conjuntamente y en el senti-
tia”, de la electio (véase), y lo sitúa do ya indicado, mientras que la sim-
inmediatamente antes de ésta en su ple volición sólo atañe al fin. Esta po-
prolija descripción de la serie de actos sición es rechazada por Suárez, quien
parciales que llevan a la acción huma- niega que la voluntad ponga afecto al-
na efectiva (cf. De fide orth., II, 22). guno en los medios (cf. De voluntario,
consentanea 154

involuntario et de actibus humanis, d. madas “principios”, “premisas” o “hi-


8, s. 3; n. 2-5). pótesis”–, que es imposible admi-
En cuanto al c. gentium, es el juicio tir éstas y no aquélla, sin contradic-
concorde de los hombres, por el cual ción. La c. es inmediata, si se deriva
se sostiene la verdad de determinadas directamente de la hipótesis, en cu-
proposiciones. En especial, se aplicó yo caso tiene un término en común
a aquella que afirma la existencia de con ella, por ej., “si un triángulo tie-
Dios. Los antecedentes antiguos acer- ne los tres lados iguales, tiene los tres
ca del c. gentium sobre este punto se ángulos iguales”. Es mediata, si deri-
encuentran principalmente en Pla- va de hipótesis a través de una o va-
tón (cf. De leg. X, 885c-885d), Cice- rias instancias intermedias. Desde el
rón (cf. Tusc., I, 13-16) y Plutarco (cf. punto de vista formal, la c. será ver-
Moralia, 31). En la Patrística, Agus- dadera simplemente si la relación en-
tín advierte el valor del c. gentium en tre ella y la hipótesis se rige por las re-
la investigación de la verdad (cf. De glas lógicas. Desde el punto de vista
vera rel. XXV, 45). La Escolástica, en material, será verdadera si, además de
cambio, mostró una cierta tendencia la condición anterior, se cumple la de
a minimizar dicho valor. que las premisas sean verdaderas en sí
mismas. La c. formal fue la más estu-
consentanea. Son aquellas proposi- diada, ya que es la lógicamente válida
ciones o juicios o tesis que son con- por sí misma.
sideradas verdaderas por muchos o Ahora bien, la lógica medieval ela-
bien por los entendidos en la mate- boró una teoría llamada precisamente
ria a la que pertenecen tales afirma- “de las consecuencias”, cuyo probable
ciones, es decir, ab eruditis. En sen- origen es doble: por una parte, pue-
tido más general, y menos usado, c. de hallarse en el desarrollo de algunos
se llaman las cosas que guardan cierta pasajes aristotélicos, en los que el Es-
conveniencia entre sí, como las seme- tagirita establece las así denominadas
jantes y las comparables. “reglas tópicas” (An. Post. I y Top. II);
consequens. Como término, “conse- por otra, es posible también que es-
cuente” se opone a “antecedente” (cf. ta teoría se haya basado sobre las afir-
antecedens) y designa, en cualquier maciones de Boecio acerca de los silo-
sistema de dos elementos, a aquel que gismos hipotéticos y algunos elemen-
sigue a otro, tanto lógica como cro- tos de la lógica estoica. Varios fueron
nológicamente. En las proposiciones los autores medievales que se ocupa-
condicionales (véase conditionalis), ron de esta doctrina “de las conse-
indica aquella cuya verdad depende cuencias”; entre ellos, se puede men-
de la verdad del antecedente o hipó- cionar a Pedro Hispano (Summulae
tesis. En términos de argumentación, Logicales), Juan Buridán (De conse-
se llama c. a la conclusión a la que lle- quentiis), Alberto de Sajonia (Perutilis
ga el razonamiento. Así, en general, el Logica), Pablo de Venecia (Logica),
vocablo alude a la coherencia lógica Guillermo de Ockham (Summa Totius
(véase consequentia). Log.). Casi todos comparten la men-
cionada caracterización de c. y, sobre
consequentia. En general, se designa esa base, elaboraron un prolijo con-
con este nombre a la proposición li- junto de las reglas que gobiernan las
gada de tal modo a otra u otras –lla-
155 consignificatio

inferencias válidas, y de aquellas por nota la negación inmediatamente an-


medio de las cuales se pueden llevar terior al ser; conservar connota la ne-
a cabo tales inferencias. Un ejemplo gación de una interrupción del ser
de regla consecuencial es “de lo ver- (cf. In II Sent. qq. 4, 5, 10).
dadero nunca se sigue lo falso”. Al-
consideratio. La consideración es ac-
gunas veces, las reglas consecuencia-
to del intelecto. Alude, principalmen-
les equivalieron a tautologías de la ló-
te, a un punto de vista o enfoque in-
gica sentencial. Los escolásticos pres-
telectual que culmina en esa aprehen-
taron particular atención a la clasifi-
sión de lo verdadero. Así, por ej., la
cación de tipos de consecuencias y, en
metafísica escolástica tuvo en cuenta
especial, a la ya referida distinción en-
varias maneras de considerar un en-
tre c. formal y material. Pero el aspec-
te: en cuanto ente, en cuanto uno, en
to más importante de esta teoría radi-
cuanto a su potencia y en su relación
ca, tal vez, en las consecuencias “mo-
con otro u otros entes. En ese sentido
dales”, que derivan de los teoremas
principal, el término es muy usado,
aristotélicos de la lógica modal; por
entre otros, por Buenaventura (véase
ej.: ab esse ad posse valet consequentia.
mathematica).
En estos casos, la c. se conoce como
illatio. Varios ejemplos se ofrecen en consignificatio. Esta palabra, así co-
el apéndice de este Léxico dedicado a mo el verbo correspondiente, consig-
las Sentencias. nificare, aparecen en Pedro Abelardo
con el valor de “idem significare”, alu-
conservatio. El término “conserva-
diendo a la posibilidad de que sujeto
ción” suele aparecer en relación direc-
y predicado designen lo mismo. Pero
ta con la idea de creación en el pen-
se trata de una excepción, ya que no
samiento judeo-cristiano. En efecto,
es ése el sentido técnico de la voz que
se ha discutido si los seres contingen-
nos ocupa. En efecto, en su acepción
tes, una vez creados, requieren o no
más precisa, se denomina c. la signi-
de una acción divina adicional para
ficación secundaria, es decir, la que
mantenerse en el ser recibido. Quie-
añade un matiz a la impositio (véase)
nes afirman tal necesidad, lo hacen
originaria, por ej., en “Todo cisne es
porque radicalizan la contingencia de
blanco”, “blanco” restringe el sujeto
lo creado. Quienes la niegan, se apo-
respecto de su c., que señala el géne-
yan en la imposibilidad de concebir
ro masculino, y no respecto de la sig-
que algo pueda ser introducido en
nificación principal que alude a una
la existencia sin una cierta duración,
especie animal. Lo mismo ocurre en
comoquiera que ésta fuere entendi-
“El hombre será animal”, donde la c.
da. En su formulación más riguro-
está dada por el tiempo verbal. Los
sa, el pensamiento cristiano habla de
ejemplos son de Pedro Hispano (cf.
una creatio continuata (véase creatio)
Summ. Log. 11, 8 y 14). Como pro-
en lugar de una acción de c. distin-
piedad del verbo la cosignificación fue
ta de la creadora. En este contexto, es
puesta en relieve ya por Aristóteles (cf.
peculiar el enfoque que Guillermo de
De int. III, 16b 6) y comentada por
Ockham hace de la cuestión desde el
Boecio. Este autor señala que el ver-
punto de vista lógico: para este autor,
bo consignificat el tiempo, dado que
conservar y crear sólo difieren en las
lo significa secundariamente: si el ver-
negaciones que connotan: crear con-
consilium 156

bo significara el tiempo principaliter, sobre casos contingentes y, por ende,


sería un nombre y no un verbo. De inciertos, se hace necesario tal exa-
esta manera, “correré” o “ama” desig- men de la razón sobre los medios más
nan respectivamente un acto y una aptos para alcanzar el fin. Dicho exa-
pasión y cosignifican el tiempo por la men implica, por cierto, una compa-
inflexión verbal. Pero el verbo no co- ración de aquéllos entre sí. Cabe pun-
significa solamente el tiempo; lo hace tualizar, en primer lugar, que el c. es,
también con la persona y el modo. Así, esencialmente, un acto intelectivo; en
la c. resulta, en lógica, lo que el modus segundo término, que se refiere a los
significandi en gramática, como ob- medios. Se puede deliberar también
serva Simón de Faversham al comen- sobre cualquier fin particular, pero,
tar a Pedro Hispano. Cabe añadir, entonces, éste pasará a la categoría de
por último, que Guillermo de Con- medio apetecido en virtud del deseo
ches homologa las consignificationes de felicidad o fin último. Por último,
lógicas con los syncategoremata (véa- el c. viene después de la intentio finis
se), precisamente en virtud de su am- –por la que la voluntad se determi-
plia caracterización de este término y na eficazmente a conseguir un fin–,
de consignificare. culmina en el juicio (véase iudicium)
y precede a la elección (véase electio).
consilium. En general, es aquello que Tal es, en líneas generales, el proce-
la razón aconseja. Hay diferencias en so del acto libre que describen los es-
el tratamiento de esta noción duran- colásticos y, particularmente, Tomás
te los siglos centrales de la Edad Me- de Aquino (cf. In III Ethic. Nicom.,
dia. Así, para los místicos del XII, por l. VII-IX).
ej., el c. aparece como deliberación
acerca de lo que corresponde o no co- consistentia. En Física medieval, se
rresponde hacer en un caso determi- llama así a la condición de los cuer-
nado. En los autores de última raíz pos firmes y sólidos de subsistir sin
agustiniana, el c., en cuanto don de fluir, estado que se atribuye a la es-
prudencia y de sabiduría, que da vi- trecha conexión entre sus partículas.
da a las acciones humanas, está ligado Esto confiere también a los cuerpos
al cor, como se lee, por ej., en Ricar- consistentes una cierta resistencia.
do de San Víctor (cf., por ej., De statu
constantia. Este concepto está aso-
int. hom. I, 7). En términos similares
ciado al de perseverantia (véase), pues-
se expresa Bernardo de Clairvaux (cf.
to que ambos se refieren a la dispo-
De gratia et lib. arb. IV, 2).
sición moral de mantenerse firme en
En el análisis más puntual del acto
la virtud que tiene por objeto el bien
libre, que hacen los escolásticos del si-
de difícil consecución. Sin embargo,
glo XIII, el c. es la deliberación sobre
difieren en cuanto a la naturaleza del
los medios para obtener el fin. Con-
obstáculo que se ha de vencer: mien-
siste en una verdadera indagación o
tras que la perseverancia hace que el
inquisitio o bien deliberatio, nom-
hombre permanezca firme en el bien,
bres que también se le asignan. El c.
venciendo la dificultad que implica
está ordenado, pues, a emitir un jui-
la duración del acto virtuoso, la c., lo
cio cierto que dirija la elección sobre
hace venciendo la dificultad origina-
lo que se debe hacer. Como en el ám-
da por cualquier otro obstáculo exter-
bito de lo práctico las acciones versan
157 consumptio

no. Por eso, autores como Tomás de cerón, por ej., había empleado las ex-
Aquino, han considerado la constan- presiones “adducere aliquem in eam
cia como inferior a la perseverancia, consuetudinem”, “habituar a alguien a
entendiendo que la dificultad causa- tal uso”; y “c. vitae”, modo o regla de
da por la duración del acto es mayor vida. Siguiendo a Aristóteles, los esco-
que la originada por los impedimen- lásticos, como Tomás de Aquino, su-
tos externos (cf. S. Th. II-II, q. 137, brayaron que la c. termina por cobrar
a. 3 c). La Escolástica presenta la ma- la misma fuerza que la naturaleza en
yor elaboración acerca de este con- orden a los actos del hombre e inclu-
cepto, ya que los autores pertenecien- so asignaron importancia al hábito en
tes al período patrístico, como Agus- la búsqueda de la verdad (cf., por ej.,
tín de Hipona, se habían limitado a In Met. II, l.5, nn. 1-4). Ahora bien,
puntualizar la diferencia entre la no- ya Isidoro de Sevilla había atribuido a
ción de constantia y la de pertinacia, esta palabra el provenir de communi
indicando que si bien en ambas se da usu, puesto que es de práctica común
una disposición para la firmeza, la se- (cf. Etim. V, 3). Así, el término que
gunda consiste en la obstinación en el nos ocupa se fue reservando cada vez
mal (cf. De quant. an., 26, 51). más para la regulación de la vida pú-
blica, mientras que mos se prefirió pa-
constitutio. En la Edad Media, se co- ra la privada. De este modo, c. cobró
noce con este nombre el documento la acepción específica que tiene en la
que regula la disciplina eclesiástica, Edad Media justamente de “derecho
por lo que conforma una de las ba- consuetudinario” esto es, derecho ad-
ses del Derecho canónico. Los auto- quirido por el uso y la costumbre y
res medievales suelen referirse a él con no impugnado, por lo cual, a veces,
este único nombre y no con el títu- puede también alcanzar la condición
lo completo: constitutiones apostolicae de derecho escrito, es decir, integrarse
(véase didascalia). Hay una segun- al Derecho positivo.
da acepción referida a la constitución
ontológica de lo real, pero no se sue- consultatio. Requisito indispensable
le usar en esta forma sustantiva sino en el ejercicio de la prudencia, la c.
en su derivado como adjetivo (véase se define como la búsqueda y discu-
constitutivum). sión –a veces, entre varias personas,
y otras librada en el interior del al-
constitutivum. En la Edad Media, se ma, en cuyo caso se identifica con el
llamó c. 1. en sentido fundante, to- consilium– sobre los medios más úti-
do lo que es parte de la esencia de al- les, idóneos y eficaces para alcanzar el
go, de manera que, si faltara, ese al- fin que se propone el agente, indivi-
go no podría existir; 2. en sentido de- dual o colectivo. En primer lugar, no
rivado, es aquello que, precisamente guarda, pues, relación alguna con lo
por formar parte de la naturaleza de súbito o inmediato; en segundo tér-
una cosa, la distingue de todo lo que mino, exige la intervención de la ca-
no es ella. pacidad discursiva de la razón.
consuetudo. Se designa con esta pala- consumptio. Además de la referencia
bra el hábito, costumbre y, sobre to- al orden físico, en el que indica la ac-
do, uso o usanza. Esto rige tanto para ción y el efecto de consumir o agotar,
la vida privada como la pública. Ci-
contactus 158

este término ha sido usado en la Edad la fundamental en el campo filosófi-


Media en el plano ético. En él, seña- co. Pero aun la contemplación inte-
la el vicio propio de quien hace gastos lectual suele ir acompañada del estu-
innecesarios en cuanto que exceden por y la admiración, que puede des-
la proporción racional. El despilfa- pertar el carácter sublime y la grande-
rro se ha llamado también banausia, za de lo contemplado. Es éste un as-
transcripción latina de la palabra pecto que los místicos medievales, co-
griega que alude a este hábito y que, mo Ricardo de San Víctor, han subra-
a su vez, deriva de una voz que signi- yado (véase admiratio). De esta ma-
fica “horno”: la razón estriba en que nera, la contemplación en su más al-
en la c. todo se consume en el fue- to grado incluye siempre un elemen-
go. Se denomina con un tercer tér- to afectivo de amor hacia el objeto.
mino: ‘apyrocalia’, que significa “sin También son esenciales a la c. la pro-
un buen fuego”, porque consume sin fundidad y la tensión temporal.
provecho alguno. Así lo señala Tomás En cambio, en la Antigüedad, no
de Aquino en S. Th. II-II, q. 135, a. 2. se acentuaron estas notas, porque se
Su opuesto es la parvificentia (véase). ha enfatizado el intelectualismo de la
c. Así aparece en Aristóteles, que ha-
contactus. En sentido estricto, se de- bía hecho de ella el medio por el cual
signa con este nombre el vínculo en- el hombre alcanza su máxima per-
tre agente y paciente, el cual no im- fección. Con todo, las actitudes que
plica necesariamente contacto físi- acompañan la contemplación resur-
co. En efecto, los autores medievales gieron con gran fuerza en la concep-
distinguieron las siguientes clases de ción plotiniana. De hecho, para Plo-
c.: 1. c. virtutis es la relación que se tino, la c. tiene un riguroso carácter
da entre agente y paciente cuando el místico y metafísico, ya no sólo gno-
primero, mediante alguna de sus po- seológico y moral.
tencias o virtutes, alcanza al segundo; En general, tal rasgo se continúa en
así el sol llega al aire por medio de la el pensamiento cristiano medieval,
luz; 2. c. suppositi es, en cambio, la re- que distingue netamente entre la vida
lación que el agente establece inme- activa y la contemplativa y, dentro de
diatamente y por su entidad misma la última, entre la c. propia de la mís-
con el paciente; tal es el vínculo de tica, y la meditación. Mientras que,
Dios respecto de toda cosa creada, en en la vida contemplativa, la medita-
la que actúa. ción incluye el raciocinio, la c. pro-
contemplatio. La contemplación es piamente dicha lo excluye, ya que se
la visión de un objeto, con el fin de vio esencialmente como un acto de
gozar de él. El término puede aludir a visión intelectual, no argumentativo.
dicho acto de visión o bien a todo el Por otra parte, se ha de atender al he-
proceso gradual que lleva a él, siendo cho de que, en esta línea, la contem-
esta última acepción la más frecuente plación no margina el amor, puesto
en la Edad Media. En líneas genera- que procede de él y culmina en él. Al-
les, y según la facultad que interven- gunas características del pensamiento
ga primordialmente en ella, la c. pue- oriental otorgan un lugar preponde-
de ser sensible, imaginativa o intelec- rante a la teoría, práctica y técnica de
tual, siendo naturalmente esta última la c. Pero la diferencia básica entre su
159 contemptus

posición y la cristiana sobre este tema tima y más alta etapa del itinerarium
radica en que la mística cristiana con- mentis in Deum (véase mystica 3).
duce a la fruitio Dei (véase) conser- Tomás de Aquino, volviendo al en-
vando el yo individual de quien con- foque aristotélico, entiende que la c.
templa. pertenece esencialmente al orden in-
Uno de los primeros autores cris- telectual, pero el impulso de ejercer-
tianos en destacar este tema fue Orí- la es movido por la voluntad. Si bien
genes, quien lo hace a propósito de consiste en un único acto, el hom-
su comentario a Lucas X, 38, ss. Pe- bre lo alcanza progresivamente co-
ro es Agustín el lo elabora en la línea mo culminación de un ascenso inte-
del neoplatonismo, aunque con di- lectual. Primariamente, la c. tiene por
versa orientación. El doctor de Hi- objeto la suprema verdad de Dios; se-
pona afirma que la c. es la ocupación cundariamente, los efectos divinos,
más noble del alma, porque la condu- en cuanto que conocerlos impulsa
ce a lo eterno y a la sabiduría. Basa- al hombre al conocimiento de Dios.
do sobre la razón superior, es más al- Pero la captación de la esencia divi-
ta que la mera ciencia, y procura, a la na no puede darse, para el Aquinate,
vez, un gozo sin término, por lo cual en el estado de la vida presente, que
constituye el fin último de los traba- necesita de imágenes. De todos mo-
jos humanos (cf., especialmente, De dos, la contemplación produce el de-
Trin. XII y XIII, y De vera rel. XXXV leite del conocimiento de la verdad,
y LIII). Gregorio Magno subraya que que es una natural operación humana
en la c. se busca el principio que es (cf. S. Th., II-II, q. 180).
Dios (cf. Moral. VI, 37).
contemplativus. Obviamente, el tér-
Naturalmente, son los autores de
mino “contemplativo” es utilizado
tendencia mística quienes, en la Edad
por muchos autores en referencia a
Media, se han dedicado particular-
la contemplatio (véase) y, sobre todo,
mente al tema. Bernardo de Clair-
a la vita contemplativa (véase vita, in
vaux, por ej., especifica cuatro grados
fine). En Buenaventura es particular-
en la c.: el primero es la admiración
mente frecuente. Este autor sostiene
de la majestad divina; el segundo, la
que ningún hombre sabio descien-
de los juicios de Dios; el tercero, la
de a la acción si no es por cierta ne-
de sus beneficios; el cuarto, la de sus
cesidad (cf., por ej., Coll. in Hexaem.
promesas (cf. De consid. I, 9). Por su
XX, 18).
parte, Ricardo de San Víctor ubica la
c. en el grado más alto de la vida in- contemptus. Voz que, tanto en esta
telectual (véase cogitatio) y la caracte- forma como en la de contemptio, sig-
riza como una intuición profunda y nifica desprecio, desdén o indiferen-
comprensiva, diciendo que, en su es- cia; aparece frecuentemente en textos
pecificidad más propia, la contem- medievales en la expresión c. mundi,
plación está por encima de la razón y precisamente para señalar la escasa
hasta fuera de ella, pero bajo la ilumi- valoración que el mundo de lo huma-
nación divina (cf. De grat. cont. I, 6). no, finito y contingente puede des-
Asigna, además, tres grados en la c.: pertar en comparación con la dimen-
dilatatio, sublevatio, alienatio (véanse). sión de lo divino, infinito y trascen-
Para Buenaventura, constituye la úl- dente. Ejemplar es al respecto, duran-
contentio 160

te la Edad Media, la obra de Inocen- la aproximan a la ira por la tendencia


cio III, De contemptu mundi. Se ha de al litigio que implica y aun los actos
insistir en que el desdén no va dirigi- de blasfemia en que puede derivar (cf.
do a lo creado en sí mismo –lo cual, Sent. PL 83, 689). Por su parte, Pedro
desde el punto de vista judeocristia- Cantor, en su Verbum abbreviatum,
no no sería legítimo–, sino en con- nota en la c. un movimiento de invidia
frontación con el Creador. Al ser uno (véase).
de los tópoi del Cristianismo medie- Muchos han señalado su depen-
val, el c. mundi, reaparece en las más dencia respecto de la ebrietas. Pero ca-
variadas manifestaciones de su cultu- si todos coinciden en asignar su gra-
ra, subrayándose, especialmente, en vedad a los efectos más que a la esen-
algunas de sus dimensiones; así, por cia de este peccatum oris. Entre ellos se
ej., la arquitectura cistercense no só- cuentan: la derrota interior junto con
lo no añade ninguna decoración a la una efímera victoria exterior, la ob-
construcción románica ejemplificada nubilación intelectual, la perversión
en Cluny, sino que, además, la recor- de la razón, la corrupción de la cari-
ta y purifica. dad, la división de la unidad, la des-
Ahora bien, dentro de la misma trucción de la obra buena. Todo esto
acepción de c. como desprecio, Pe- se acompaña de múltiples exempla en
dro Abelardo le ha dado un alcance la literatura medieval. Dada la obsti-
diferente al llevarlo al plano estricta- nación necia mostrada por el sujeto
mente moral. Así, el término c. Dei de la c., se vuelve insoslayable su vin-
será equivalente a pecado, pues impli- culación con la herejía. De hecho, los
ca desdeñar la voluntad del Creador teólogos medievales insisten en que
no haciendo por Él lo que creemos el hereje es contencioso por excelen-
que debemos hacer, o bien no dejan- cia, ya que impugna con obstinación
do de hacer lo que debemos dejar de la verdad escrituraria y defiende con
hacer por Él (cf. Eth. Scito te ipsum, soberbia sus posiciones irreductibles.
c. III). A partir de este sentido neta- Así se expresa, por ej., Guillermo de
mente negativo de c. se puede enten- Auxerre (cf. Summa aurea II). Cier-
der la comisión del pecado ya no só- tamente, la acusación de tendencia a
lo como acción sino también como la c. ha sido dirigida en especial a los
omisión, puesto que despreciar será dialécticos. Rábano Mauro los con-
un no hacer o un no dejar de hacer. dena como los que hicieron de ella
un ars (cf. En. in Ep. Beati Pauli PL
contentio. Bajo este término se en- 112, 689). Con todo, las advertencias
tiende una guerra verbal, es decir, una sobre abstenerse de la c. se acentúan,
lucha sostenida con palabras, de don- naturalmente, cuando están dirigi-
de el vocablo “contencioso”. La carac- das al clero, particularmente, en su
teriza el hecho de que la discusión no actividad teológica. Cuando surge la
está encaminada a la búsqueda de la disputatio (véase) como instrumento
verdad sino a la derrota del interlo- cognoscitivo y doctrinal, comienza a
cutor al que se toma como adversa- considerarse la c. una modalidad per-
rio. Por eso, ya Casiano y el mismo versa de ella. Dice al respecto Rodol-
Gregorio adscriben la c., en cuan- fo Ardente (cf. Spec. univ. XIII, 166)
to pecado de la lengua, a la vanaglo- que se debe discutir ad veritatem y no
ria. Pero, hay quienes, como Isidoro,
161 contingens

in veritatem, donde la preposición de continere. Es un verbo que señala el


la primera expresión alude al fin per- estar metafísicamente una cosa con-
seguido, mientras que la preposición tenida en otra que tiene un ser, por
de la última es un quo de hostilidad: así decir, más general. En este senti-
se ha de disputar buscando la verdad do, por ej., Porfirio dice que el géne-
y no contra ella. ro contiene la especie. Los escolásti-
cos distinguieron tres formas de con-
contiguum. Del latín cum tangere, tención: 1. c. formaliter es el conte-
el contiguum es un tipo de extensión ner algo en sí, por sí y en acto; de es-
(véase continuum). Específicamente, te modo, el fuego contiene el calor.
alude a la relación entre dos cosas que En cambio, 2. c. eminenter significa
se tocan con sus extremos, sin confun- incluirlo en una forma más perfecta,
dirse, como señala Aristóteles en Phys. como la capacidad humana de abs-
V, 3, 226b 23. Tales cosas son deno- tracción cognoscitiva contiene la sen-
minadas precisamente contigua. Ad- sibilidad; de esa manera, por ej., el
viértase que el hecho de que los entes hombre contiene de modo eminen-
sean c. no implica unión entre ellos, cial las perfecciones del animal. Por
sino inmediatez espacial, de donde último, hay quienes han hablado de
la definición escolástica: “Contigua un 3. c. virtualiter que señala el con-
dicebantur illa, quorum extrema sunt tener una capacidad, esto es, el poder
simul, id est in locis immediatis”. causar un efecto determinado.
Sólo por analogía, dos conceptos
comprendidos en un sistema ordena- contingens. Desde el punto de vista
do, se llamaron c., cuando entre ellos metafísico, es frecuente definir lo c.
no se interponen otros. como algo que puede ser y que puede
no ser (véase contingentia). Con todo,
continentia. Es la virtud por la que la definición más común es la negati-
se resiste a la cupiditas (véase) en una va, que entiende por c. lo que no es ni
de sus formas, la de la concupiscencia imposible ni necesario. Ésta es la ca-
sensible. En sentido general, la conti- racterización que, atravesando toda la
nencia es la capacidad de lucha con- Edad Media, desde Aristóteles llega a
tra el vicio con el fin de que preva- Ockham (Exp. Aurea 127b).
lezca la recta ratio. En sentido estric- Desde el punto de vista gnoseoló-
to, se refiere específicamente a los pla- gico, los entes ontológicamente con-
ceres que acompañan la ingesta y la tingentes pueden alcanzarse por me-
actividad sexual. Se ha de tener pre- dio de la experiencia, mientras que lo
sente que, en particular, en los esco- necesario (véase necessarium), se co-
lásticos más aristotélicos, es decir, los noce mediante la razón. Esto obede-
que suscriben la ética de la virtud co- ce a que a lo contingente corresponde
mo punto equidistante entre un de- el hecho accidental y particular; a lo
fecto y el correspondiente exceso, in- necesario, en cambio, corresponde el
sisten en que la c. está llamada a con- Ser en su carácter de absoluto, o sea,
trarrestar esta última tendencia, pe- Dios, pero también aquello que, aún
ro de ningún modo a aniquilar el de- perteneciendo al mundo de lo sensi-
seo y gozo que acompañan las ope- ble, garantiza la estabilidad y raciona-
raciones naturales del hombre. Cf. lidad de su estructura, como, por ej.,
temperantia, in fine. el principio de la identidad. Más aún,
contingenter 162

en ese orden, hay una vinculación en- plica de no ser– propia de la criatura.
tre lo contingente y lo necesario. Así, Para aquellos escolásticos que defien-
que Juan corra, por ej., es contingen- den una separación completa entre
te, ya que puede no correr; pero no lo Dios y lo creado, la contingencia del
es la relación entre correr y el movi- último será radical. En cambio, pa-
miento, pues es necesario que Juan se ra el Aquinate, lo c. tiene algún tipo
mueva si corre. de realidad y no es enteramente de-
Todos los pensadores que aborda- pendiente en su ser de otro ente: así,
ron el tema, aun aquellos que fundan por ej., no puede atribuirse una con-
su especulación en el Ser necesario, tingencia absoluta al caso del alma,
han admitido una esfera de lo c. en que no es corruptible (cf. S. Th., I,
la realidad. Como es sabido, Aristó- q. 86, a. 3). Una elaboración notable
teles procuró construir un sistema en del tema aparece en Duns Scoto, para
el que cada hecho debe encontrar su quien el acto c. está en la misma vo-
propia razón de ser en las causas del luntad creadora de Dios, puesto que
devenir; de ahí que haya definido con Él no se ha visto constreñido por nin-
atención el concepto de c. y formula- guna razón de necesidad en la crea-
do una doctrina sobre él. Para el Esta- ción. La libertad misma del hombre
girita, lo contingente es no sólo aque- tiene por fundamento la esencial li-
llo que no es ni imposible ni necesa- bertad divina: la voluntad humana es
rio sino también aquello de lo que libre, en el sentido de que ella es com-
puede darse tanto la afirmación como pletamente indeterminada, y se reve-
la negación (cf. An. Pr. I, 32). Así, en- la en actos de elección absolutamente
contramos, respectivamente, un pri- contingentes, a tal punto que, si falta-
mer esbozo del enfoque ontológico ra esta contingencia, no se podría ha-
y lógico del tema. En la Metafísica, blar de responsabilidad moral.
y en la Física, agrega que no se pue-
contingenter. Adverbio que sue-
de hallar explicación racional de algu-
le aparecer acompañando los verbos
nos hechos que se dan por acciden-
fieri o producere. Cuando está acotan-
te. Otros, si bien exteriormente obe-
do al primero, indica que una cosa
decen a un fin, no poseen un princi-
puede o bien darse, o bien no darse
pio determinante; aquí, lo c. se debe
jamás; generalmente, se usa para de-
al azar o a la fortuna.
signar lo que un agente produce li-
Pero en la Edad Media es el punto
bremente. Sin embargo, en este últi-
de vista metafísico el que predomina.
mo sentido, se prefiere frecuentemen-
En él, se subraya lo c. como el rasgo
te el verbo producere. La expresión c.
más propio de los entes creados, en
producere señala que una causa pro-
tanto opuestos a Dios como Ser nece-
duce su efecto, pudiendo no produ-
sario. Así, aparece en Tomás de Aqui-
cirlo, ya que su naturaleza no la de-
no, quien insiste en el carácter de ser
termina ni a una cosa ni a la otra.
a partir de otro (véase ab alio) de to-
Éste es, precisamente, el caso de los
do ens c. Pero esta afirmación plantea
agentes libres.
una serie de problemas con respecto a
la relación entre el Creador y lo crea- contingentia. La contingencia es un
do; por ej., el de establecer el grado especificación de la posibilidad. El
de contingencia –en lo que ésta im- enfoque lógico de la cuestión dio lu-
163 continuum

gar a la concepción que los nominalis- continuatio. Se trata de un término


tas en particular tuvieron sobre el te- que asume acepciones muy distintas
ma: ellos entendieron la c. en este pla- según el autor en que se encuentre.
no como lo que connota que aquello Como propio del vocabulario bona-
que afirma una proposición puede no venturiano, la c. interviene en la ex-
ser; así se lee, por ej., en Guillermo plicación de los conocimientos cier-
de Ockham (cf. Quodl, VI, q. 30). En tos que puede poseer una inteligen-
el orden metafísico, el término indi- cia creada. En efecto, según Buena-
ca fundamentalmente la capacidad ventura, la obtención de tales cono-
de existir: cuando algo simplemente cimientos obedece al concurso de
puede existir, es “posible”, en el senti- dos factores: uno creado, constituido
do de “no contradictorio”; cuando al- por las formas, las especies, los hábi-
go dado puede no existir, es “posible” tos, etc.; y el otro increado, dado por
en el sentido de “contingente”. Por las razones eternas o motivae (véase),
eso, la c. se opone directamente a la la luz eterna y la verdad eterna. La c.
necesidad (véase necessitas). A la vez, consiste en la acción conjunta de am-
una especificación de la contingen- bos factores, desde la elaboración de
cia es la casualidad, es decir, la posi- los conocimientos ciertos hasta la ple-
bilidad de que algo suceda o no, más na reducción de la inteligencia crea-
allá de la finalidad de un agente. Por da a las ideas ejemplares divinas (véa-
otra parte, el concepto de c. está rela- se reductio).
cionado con el de libertad, en cuan- En cambio, para Ockham, la c. tie-
to capacidad de elección. Pero, en es- ne un significado completamente di-
te sentido, la contingencia no atañe a ferente, relativo a la categoría de can-
la libertad como tal, sino al acto y al tidad. En este orden, señala el carác-
objeto: el acto libre es contingente en ter de continuum (véase), opuesto a lo
la medida en que puede darse o no; discreto o discontinuo.
el objeto también es contingente, en
continuum. En general, se denomi-
cuanto que puede ser elegido o no.
na “continuo” a lo que carece de in-
En el pensamiento medieval, la
terrupción. Pero la noción de c. se re-
noción de c. está íntimamente liga-
laciona fundamentalmente con la de
da con la de creación ex nihilo (véa-
cantidad. En efecto, se suelen distin-
se creatio). En efecto, todo lo creado
guir dos aspectos en la noción de can-
ha sido puesto en el ser, a partir del
tidad; así, se habla de cantidad dis-
no ser, es decir, de la nada. Tal ori-
creta y cantidad continua. Lo que
gen le impone el sello de la contin-
las distingue es que, a diferencia de
gencia, dado que el paso inicial del no
la discreta, en la cantidad continua,
ser al ser determina la precariedad on-
las partes constituyen un todo úni-
tológica de las criaturas: éstas no son
co y per se. Pero lo específico en es-
de suyo, no poseen el ser necesaria-
ta noción es que la disposición de di-
mente, sino que les ha sido donado.
chas partes es tal que el término de
De ahí que tiendan al cambio, o sea,
una es, al mismo tiempo, el comien-
a la oscilación entre el ser y el no ser,
zo de la siguiente, es decir que no hay
y que el hombre pueda representárse-
entre ellas ninguna instancia inter-
las como existiendo o no, sin caer en
media; por lo demás, ambas perte-
contradicción.
necen a la misma especie, ya que for-
contra 164

man parte de un todo homogéneo. Cabe añadir que, para los nomina-
Los problemas filosóficos relativos al listas al menos, las partes del c. exis-
c. no nacen, como se ve, de una con- ten en acto, ya que lo que no existe
sideración matemática, sino metafísi- no puede constituir un ser real y, se-
ca, ya que se toma el continuo, prin- gún esta posición, lo c. lo es. Con to-
cipalmente, en tanto ente material ex- do, en el c., dichas partes no están ac-
tenso. tualmente separadas (cf., por ej., Gui-
Ahora bien, Aristóteles distinguió llermo de Ockham, Exp. Aurea, qq.
tres géneros de extensión: consecuti- 67-69).
va, contigua y continua. Las exten-
contra. La idea expresada en este ad-
siones consecutivas son aquellas en-
verbio es la de algo que está enfren-
tre las cuales no hay nada del mismo
te y opuesto a otra cosa, por eso, se
género; las contiguas son aquellas cu-
puede traducir por “contrariamente”.
yos extremos se tocan; las continuas
Con ese sentido general se une a otras
son aquellas cuyos extremos consti-
palabras para formar sustantivos co-
tuyen una cosa sola (cf. Phys. VI, 1,
mo contradictio.
231a 22). Por tanto, para que se pue-
Pero en los textos filosóficos patrís-
da hablar de c. se requiere, además de
ticos y medievales, aparece más fre-
la ausencia de interrupción, la unidad
cuentemente como preposición de
intrínseca que hace que nos hallemos
acusativo. Prolongando en el uso pre-
frente a una sola sustancia.
posicional la mencionada idea de opo-
Siguiendo a Aristóteles, la Escolás-
sición, lo hace, en especial, en los títu-
tica se refirió a un c. permanens y a un
los de obras polémicas, como el agus-
c. successivum. El primero es el conti-
tiniano C. Académicos, donde el hi-
nuo estático, llamado también simul-
ponense discute con el escepticismo,
táneo, porque sus partes están dadas a
el De unitate intellectu c. Averroistas
la vez (simul existunt), por ej., un le-
de Tomás de Aquino, en el que éste
ño, o una superficie geométrica. Una
polemiza con la idea averroista del in-
propiedad esencial del c. permanens
telecto único. De matiz algo diferente
es su divisibilidad en partes integran-
es el término adversus (véase).
tes, o sea, en partes que tienen la mis-
ma naturaleza que el todo: un cuer- contractio. Es el resultado de un
po sólido es un continuo, por ende, actus contrahendi uno de cuyos signifi-
es divisible en corpúsculos sólidos; cados es “volver pequeño a lo grande”.
una segmento es divisible en segmen- Agustín de Hipona utiliza el térmi-
tos más breves, etc. Pero cada una de no como opuesto a diffusio: “laetitia,
estas partes son también extensiones, animi diffusio est; tristitia autem, c.”.
son continua y, por consiguiente, di- En la Escolástica del siglo XIV, es-
visibles, de manera que la divisibili- tas nociones aparecen ligadas con el
dad del c. es indefinida. El continuo problema de los universales; así, pa-
sucesivo es aquel cuyas partes se dan ra los escotistas, la naturaleza común
una después de la otra, es decir, aque- se considera “contraída” en lo singu-
lla extensión cuya continuidad es- lar, siendo esta “differentia contrahens”
tá dada sólo por una sucesión no in- una de las tesis más fuertemente criti-
terrumpida. Tal es el caso del movi- cadas por Guillermo de Ockham (In
miento y el tiempo (véanse motus y Sent. I, dist. 2, q. VI).
tempus).
165 contradictoria

En la obra de Nicolás de Cusa, el tinción entre lo que después se llamó


término “contractus” aparece ligado a c. formalis o in terminis, c. materialis y
la multiplicidad: el universo es llama- c. in adiecto. La primera es la contra-
do “maximum contractum” por oposi- dicción en términos, la explícita afir-
ción al “maximum absolutum”, preci- mación y negación de un predicado
samente por ser la unidad de la plura- idéntico, ya sea en cuanto al sentido,
lidad. La contractio cusana tiene dos ya en cuanto a la expresión verbal. La
notas fundamentales: de un lado, im- segunda, o sea, la contradicción ma-
plica determinación: “Contractio dicit terial, es la que se da entre dos juicios
ad aliquid, ut ad essendum hoc vel con diversos predicados, de los cuales
illud” (De docta ign. II, 2); de otro, uno anula al otro. De estos dos tipos
implica presencia recíproca entre la de c., la segunda reviste mayor impor-
unidad de lo contracto, es decir el tancia, dado que mediante su forma,
universo, y cada una de las cosas exis- suelen plantearse diversos dilemas fi-
tentes. Así, el universo todo, unidad losóficos, mientras que la primera ni
de la determinación, reside en ca- siquiera puede admitirse como pen-
da cosa contracte y toda cosa en acto samiento efectivo, salvo por error. La
contrahit el universo todo. La doc- tercera, in adiecto, es la que se esta-
trina de la contracción permite, blece entre un sujeto gramatical y su
pues, a Nicolás de Cusa resignificar acotación; por ej., “ser viviente inani-
la antigua sentencia de Anaxágoras mado”. La c. de este último tipo pue-
“Quodlibet in quolibet” (De docta ign. de dejar de ser tal, si varía el conteni-
II, 5): “todo está en todo”. do del sujeto, o bien el de lo que se
Cabe aclarar que estas afirmacio- añade a él; así, la expresión “fenóme-
nes no tienen un carácter panteísta, nos psíquicos inconscientes” hubiera
pues aquello que aparece contraído constituido una c. in adiecto para los
en los singulares es la unidad de todo medievales, pero no la constituye hoy
lo plural, es decir, el universo. Dios, para la Psicología profunda.
en cambio, no se contrae sino que se
contradictoria. Se han diferencia-
encuentra en lo contracto como una
do dos sentidos de este vocablo: uno
unidad no contraible.
que concierne sólo a las proposicio-
contradictio. En términos genera- nes y otro que concierne a las cosas.
les, la contradicción es la simultánea Conviene aclarar, sin embargo, que,
afirmación y negación de lo mismo. en virtud de su posición doctrinal, los
Pertenece, pues, al orden lógico y no nominalistas entienden que c. es apli-
al natural, al estar vinculada con un cable sólo a términos y proposiciones.
momento del pensamiento humano: Así, por ej., Ockham define los térmi-
el juicio. Los autores escolásticos si- nos contradictorios diciendo que son
guen puntualmente en este tema a tales cuando uno significa afirmativa-
Aristóteles, quien establece algunas mente lo que el otro negativamente y
precisiones importantes sobre él: la c. sin determinación alguna, vg. los tér-
u oposición contradictoria es afirma- minos “hombre y no hombre”, y no
ción y negación de un mismo predi- “hombre y piedra” u “hombre y ár-
cado con respecto a un mismo suje- bol”. En cuanto a las proposiciones,
to, en el mismo sentido (cf. De int. se llaman c. dos proposiciones que
VI, 17a, 34-38). Pero añade una dis- tienen el mismo sujeto y el mismo
contrahere 166

predicado, que una afirma y la otra animal se determina o aplica al hom-


niega, siendo una universal y la otra bre, como la humanidad a Pedro.
particular o las dos singulares. Así,
contrapassum. Este término señala
se distingue entre la contradictorie-
lo padecido en reciprocidad o lo reci-
dad de dos juicios singulares, y la que
bido en compensación. Es, pues, una
puede presentar un juicio universal y
noción próxima a la de “la ley del ta-
uno particular. En el primer caso, dos
lión”. Aristóteles parece negar su legi-
proposiciones singulares son contra-
timidad en Et. Nic. V, 5, 1132b 23.
dictorias en cuanto que una de ellas
Sobre sus huellas, Tomás de Aquino
niega el mismo predicado que la otra
se pregunta si lo justo es esencialmen-
afirma: “S es P”; “S no es P”. Aquí,
te lo mismo que el c. Para responder-
la exclusión mutua es absoluta: si una
se, recuerda las dos clases aristotéli-
proposición es verdadera, la otra es
cas de justicia: la distributiva y la con-
falsa, y viceversa. En el segundo caso,
mutativa (véase iustitia 2.) y consi-
una proposición universal –positiva
dera justo el c. en el plano de la últi-
o negativa– y una particular –positi-
ma pero no de la primera, ya que en
va o negativa– se oponen tanto en la
la justicia distributiva no se determi-
cantidad como en la cualidad, no ad-
na la igualdad según la proporción de
mitiendo una tercera proposición in-
cosa a cosa, de lo hecho a lo padeci-
termedia: “Todo S es P”; “Algún S no
do, sino según la proporcionalidad de
es P”. Se trata, pues, de otra modali-
cosas a personas; por eso, el c. no se
dad de exclusión.
puede asimilar a lo justo en el plano
En sentido absoluto, metafísico,
de la justicia divina (cf. S. Th. II-II,
hay contradicción en aquellas cosas
q. 61, a. 4).
lógica y ontológicamente imposibles,
El concepto de c. es fundamen-
puesto que los elementos antitéticos
tal en Dante, quien conoce, al me-
en sus conceptos las hacen absurdas;
nos parcialmente, la historia de la no-
por ej., “círculo cuadrado” o “criatura
ción. De hecho, constituye una cla-
incausada”.
ve importante en la construcción de
contrahere. Es verbo que asume fun- la Divina Commedia en su dimen-
damentalmente dos sentidos: el lógi- sión alegórica. Él mismo hace men-
co y el metafísico, siendo en este úl- ción explícita del término en Inf. XX-
timo propio del pensamiento de Ni- VIII, 142. En este contexto, el c. es la
colás de Cusa (véase contractio). En forma y circunstancias en que el poe-
el plano lógico, en general, alude a ta presenta, alegóricamente, las almas
dividir el género en especies, o la es- humanas en su estado de dolor, puri-
pecie en sus miembros individuales, ficación o gozo que a cada una com-
atribuyendo después un género a al- pete después de la muerte.
guna especie o una especie a un indi- El carácter alegórico del contrapa-
viduo; así, cuando se dice “El hom- so dantesco puede revestir un sentido
bre es animal”, “el hombre” contrae directo o inverso. Así, por ej., según
el género de la animalidad. De modo el primero, imagina a los condenados
similar, al decir “Pedro es hombre”, por lujuria arrastrados eternamente
“Pedro” contrae la especie de la hu- por un vendaval incesante, así como
manidad. De esta manera, el género en vida se vieron arrastrados por su
pasión desordenada; con arreglo al se-
167 contritio

gundo tipo de c., en cambio, descri- Por otra parte, establecieron acerca de
be atrapados en sepulcros incandes- las cosas c. la siguiente distinción: c.
centes a aquellos herejes que en este inmediata son aquellas cosas entre las
mundo negaron la inmortalidad del que no puede darse nada intermedio;
alma y supusieron que todo termina- mientras que c. mediata son aquellas
ba en una fría tumba. que sí lo admiten, como la blancura y
Se ha de subrayar que, probable- la negrura.
mente teniendo en cuenta la mencio-
contrarietas. En lógica, es la relación
nada distinción tomista, a través del
de oposición que guardan las propo-
c. como trámite literario, Dante no
siciones o términos contrarios (véase
pretende presentar una imagen de la
contraria). De este modo, se entiende
justicia divina sino tipificar poética-
por c., en general, toda repugnancia
mente –en una alegoría filosófica y,
entre cosas o conceptos; en sentido
en particular, ética– cada uno de los
estricto, es la que se da entre términos
vicios.
que no se pueden afirmar al mismo
contraria. En lógica, se denominan tiempo de un mismo sujeto.
“contrarias” las proposiciones que En términos antropológicos, se re-
guardan una forma particular de opo- fiere a una modalidad que asume la li-
sición. Según Aristóteles, son c. dos bertad humana (véase libertas, in fine).
proposiciones que afirman y niegan
contritio. En general, señala, en la
universalmente el mismo predicado
teología cristiana medieval, el arre-
(cf. De int. VII, 17a, 38 y ss.); por ej.,
pentimiento de los pecados. La con-
“Todo hombre es racional”; “Ningún
trición es el dolor espiritual que de-
hombre es racional”. En virtud de esa
riva del odio al mal cometido y que
mutua oposición, no pueden ser am-
redunda en el propósito de no reite-
bas falsas, como en el caso siguiente:
rarlo. Tiene dos aspectos: uno exte-
“Todo hombre es negro”; “Ningún
rior, dado por la penitencia; otro in-
hombre es negro”. En este caso, la
terior, que es la aflicción misma, co-
proposición verdadera es particular,
mo señalan varios autores preescolás-
en tanto intermedia entre dos univer-
ticos, por ej., Ambrosio en Ep. 51 o
sales. En eso radica la diferencia entre
Gregorio Magno en Hom. 20, 7. Por
las proposiciones c. y las contradicto-
su parte, Isidoro de Sevilla define la
rias (véase contradictoria): las últimas
c. como compuctio et humilitas mentis
no admiten, entre ellas, dicha propo-
(Sent. 2, 12).
sición intermedia.
Una especial mención corresponde
Por analogía con las proposiciones,
en el tratamiento de este tema a Pedro
dos conceptos se consideran contra-
Abelardo para quien, en consonancia
rios cuando, refiriéndose al mismo
con su ética de la intención y, por tan-
contenido, género o sujeto, expre-
to, de la interioridad, insistió en esta
san sus grados extremos; por ej., óp-
última como sede de la c. En efecto,
timo-pésimo. Pero los conceptos re-
ella sola basta como causa propia de
miten a las cosas. Así, los autores es-
la remisión de los pecados, si efecti-
colásticos hablaron de cosas “contra-
vamente procede del amor a Dios. En
rias”, para referirse a formas tales que
este caso, la c. suprime el pecado jus-
pueden existir sucesiva pero no si-
tamente porque lo tritura. Si bien se
multáneamente en el mismo sujeto.
controversia 168

consideró ésta una tesis extrema, lo contumacia. Término relacionado


que los siglos medievales posteriores con la expresión a contemnendo, con
han recogido y prolongado del plan- lo que, en principio, refiere al despre-
teo abelardiano es que la c. ha de pro- cio que se muestra por algo. Tiene dos
ceder del amor de Dios, como lo rei- sentidos: 1. un significado activo, ju-
tera Pedro Lombardo en Sent. IV, d. rídico, por el que un legislador seña-
18, c. 4). Lo mismo ocurre con todos la la obstinación con la que un culpa-
los autores que provienen del campo ble se empeña en despreciar las pres-
nominalista a fines de la Edad Media: cripciones de una ley o en transgre-
existe la tendencia a considerar que la dir sus prohibiciones. 2. En su segun-
verdadera c. es la que deriva del timor do matiz indica una resistencia pasi-
filialis (véase timor) entendido como va por parte de quien se opone al jui-
amor a Dios, a diferencia de la attritio cio del legislador, persistiendo en ig-
(véase). Cf., por ej., Gabriel Biel, In norarlo. Se aplicó a los que finalmen-
IV Sent., d. 16, q. 1, a. 2. te fueron acusados de herejía. Así, la
Alain de Lille trata el tema en Iglesia señala el error y lo condena,
Regulae 85 y Tomás de Aquino en pero un hereje sólo se constituye co-
In IV Sent. d. 17, q. 2, a. 1. Se pue- mo tal cuando media precisamente su
de decir que cada autor puso énfa- c. Este concepto se trabajó particular-
sis en particular en una de las no- mente en la última Edad Media. Apa-
tas que conforman este concepto y rece, por ej., en Suárez, De censuris,
que fueron mencionadas al comien- disp III, sectio 10.
zo del presente artículo. De esta ma-
contumelia. Significa, en general, in-
nera, Buenaventura subraya el dolor,
juria o insulto verbal. Dada la varie-
pero más aún la repulsión que conlle-
dad de los objetos posibles de c., que
va una c. genuina (cf. In IV Sent., l.
originan diferentes especies de insul-
4, d. 16, a. 1). Es Tomás de Aquino
tos, hay muchos términos relaciona-
quien finalmente apunta a la unidad
dos con el que nos ocupa. Así, no
de todos estos elementos, subrayando
es posible encontrar una sola defini-
con todo que la c. es un acto virtuoso
ción unívoca de c. que abra caminos
que exige rectitud de la voluntad (cf.
de análisis. Claro está que constituye,
In IV Sent. l. 4, d. 17, q. 2, sol. 2; S.
por excelencia, un pecado de la len-
Th. III, q. 85, a. 2).
gua. Por sus características, acompa-
controversia. Cf. declamatio 2. ña los cambios culturales dados par-
ticularmente entre los siglos XI y
contuitio. Este nombre, así como el XIII, ya que el insulto se vincula con
verbo correspondiente contuire, es las diferentes valoraciones sociales.
usado frecuentemente por Buena- El contenido de la c. es siempre un
ventura para aludir a un tema típi- mal, un pecado, un delito, algo infa-
co de su pensamiento y central en mante o aun meramente indecoroso.
su doctrina. A diferencia de su par,
Con arreglo a este criterio, se enume-
intuitio (véase), la c. señala el conoci-
raron, aunque sin consenso entre los
miento indirecto que el alma obtiene
diferentes autores, las especies de la
de Dios, ya sea mediante la conside-
c. Para Rodolfo Ardente, se convier-
ración de los seres creados en cuanto
te en convicium cuando el conteni-
son signos de Él, ya sea mediante los
do del insulto implica una exprobatio
efectos de la Gracia.
169 convenientia

peccati (cf. Spec. univ. XIII, 173-174). nociones, relación que las hace en al-
En cambio, Alejandro de Halès consi- gún sentido semejantes. Ahora bien,
dera que el convicium tiene por obje- “convienen” precisamente por coinci-
to una “casi culpa” (cf. Summa Theol. dir en una tercera instancia, por ej.,
III). No lejos de él, Tomás de Aqui- la torre y el faro convienen en la altu-
no distingue la c. que tiene por obje- ra; de ahí la sentencia escolástica que
to una culpa, del convicium que alude reza: quae conveniunt in uno tertio,
a una pena, y del improperium que se- ea conveniunt inter se. En este plano,
ñala una situación de minoridad o in- los medievales distinguieron entre:
digencia (cf. S. Th. II-II, q. 72, a. 1). 1. c. realis que es la que se da entre
Así, el mal ajeno se convierte en c. las cosas cuando una existe realmen-
en la boca de alguien a través de una te en otra (véase inexistentia); 2. c. per
denuncia o manifestación abierta y attributionem que se da cuando algo
directa, a diferencia de la detractio puede servir de atributo a un concep-
(véase) que se profiere sin que la per- to, por ej., animal conviene a homo.
sona objeto de ella lo sepa. Por otra Algunos han hablado de 3. c. rationalis
parte, supone al menos un oyente, a que es aquella por la que varias coin-
diferencia también de la maledictio o ciden en un concepto, por ej., homo
de la blasphemia (véanse). Todos es- y equus coinciden en una tercera no-
tos tipos de insulto son, en definiti- ción que es la de animal. Con todo,
va, verba vituperationis. De este mo- aquellos autores inscritos en la línea
do, la vituperatio vincula el insulto del realismo extremo, como Guiller-
con la intención del sujeto injurian- mo de Champeaux, considerarían es-
te que los autores medievales siempre te último un ejemplo de la c. realis.
han adscrito a la ira. Se suele reservar La segunda acepción del término
el término opprobrium para la ofen- que nos ocupa suele aparecer, aun-
sa recibida, es decir, para la c. desde que no siempre, en la cuestión teo-
el punto de vista de la persona que es lógica relativa a la potentia Dei (véa-
objeto de ella. se), en cuanto que la noción de c. se
En general, la norma moral acon- opone, en este plano de análisis, a la
sejada es la de la no reacción; sin em- de necesidad. En efecto, hay escrito-
bargo, se han señalado excepciones. res medievales que, como Buenaven-
Alejandro de Halès, por ej., tiene en tura, han puesto el acento –antes que
cuenta la condición social del insul- en el necesario orden de lo real capta-
tante y del injuriado, y admite no só- ble por la razón– en la libérrima vo-
lo la legitimidad sino la obligación luntad divina, el orden de cuyos de-
de reaccionar cuando la c. se dirige a signios puede ser, en cambio, inac-
un igual o a un superior en cuanto al cesible a la razón humana. Así pues,
officium (cf. ibid.). insistieron, por ej., en que el mun-
do creado no es necesario pero sí
convenientia. Este término apare- conveniente, o que hay c. en la en-
ce en la literatura filosófica y teológi- carnación del Verbo, aunque ella no
ca de la Edad Media con dos acepcio-
era necesaria ni en sí misma ni en el
nes fundamentales, de las cuales, una
modo en que se dio. Según el punto
concierne al plano lógico-metafísico;
de vista de estos autores, en este últi-
la otra, al teológico. Según la primera,
mo sentido de c., San Pablo se refiere
c. es la vinculación entre dos cosas o
conversatio 170

al momento puntual de la encarna- que, aunque no es único, se conside-


ción mediante la expresión “la pleni- ra esencial.
tud de los tiempos” (Gal. 4, 4): con-
conversio. Se ha usado el térmi-
venía que entonces, y sólo entonces,
no “conversión” para aludir a 1. una
ella tuviera lugar.
transmutación física; 2. una equi-
conversatio. Su significado general es valencia en el orden metafísico; 3.
el de “tener trato con”, lo cual gene- un proceso espiritual y religioso; 4.
ra un estilo de vida y un comporta- un cambio ede vida; 5. un procedi-
miento determinado. Así, se acerca al miento lógico. En 1. el primer sen-
de la palabra griega politeuma. En la tido, el físico, se habla de c. como de
Edad Media, esta palabra se aplicó en una transición o cambio de una cosa
relación con tres ámbitos: 1. el mun- en otra: “unius rei in aliam transitio”,
do mismo: en este sentido, los estoi- por ej., la conversión de un árbol en
cos, verdaderos cosmopolitas, procu- leños. En 2. la segunda acepción, es
raban tener una c. compatible con decir, en el orden metafísico, la no-
cualquier pueblo; 2. el cielo: en este ción de c. se emplea para referirse
otro sentido, los cristianos, precisa- al 2.1. carácter de intercambiables
mente porque siguen a Cristo, cuyo que tienen los trascendentales (véase
reino no es de este mundo, y porque trascendentale), en tanto que cada uno
aspiran a formar parte de la sociedad de ellos es una manera de decir “ente”,
celeste, se identifican con San Pablo de referir a él: en este sentido, se dice,
cuando éste dice “c. autem nostra est in por ej., “ens et bonum convertuntur”.
coelis” (Phil. 3, 20); 3. el monasterio: También en el plano metafísico, pero
en este plano, en el cap. 58 de la Re- con un significado mucho más espe-
gula habla de la c. como una conversio cífico, la palabra aparece, usada técni-
morum, aludiendo con esto al cam- camente, en los textos neoplatónicos,
bio que implica entrar en el claustro aludiendo al 2.2. movimiento inver-
y seguir una conducta de fidelidad a so al de procesión, de que habla Ploti-
la vida monástica; 4. Ya en el Renaci- no y, con él, muchos autores de la co-
miento se utiliza la expresión, gene- rriente neoplatónica medieval. Según
ralmente, conversazione civile: se in- 3. la tercera significación, la c. indi-
dica con ella el comportamiento vir- ca, generalmente, un pasaje de la in-
tuoso que concierne al vínculo so- credulidad a la fe, lo que debe impli-
cial, en una concepción de raíz aris- car un cambio de dirección en la pro-
totélica. Sin embargo, en esta última pia vida, un giro completo del alma
acepción, que no es típicamente me- que culmina, las más de las veces, en
dieval, el término, como se ve, ya no su transformación completa. En es-
aparece en latín sino en vulgar. te orden, c. traduce la palabra griega
De esta acepción general de c. deri- metánoia. El ejemplo más frecuente
va el actual significado lato de “con- de este sentido es la conversión reli-
versación” en el que se acota su acep- giosa y, en especial, la cristiana, tal co-
ción originaria. En efecto, en un es- mo la describe San Pablo. En el senti-
tilo determinado, peculiar, de vi- do de 4. cambio de vida, se habla de
da –que, como se acaba de ver, es la c. morum, es decir, de modificación
noción más amplia de c.– el ejerci- de costumbres, que ha de acompa-
cio del habla constituye un elemento ñar la conversión religiosa, como ex-
171 copula

tirpación de vicios y establecimiento 5), según las reglas que la rigen y que
de virtudes. En tal contexto, la expre- la Edad Media tomó de Aristóteles
sión mencionada es particularmente (cf. An. Pr. I y II). Así, por ej., una
frecuente en los escritos de los Padres de ellos dice que los juicios particu-
y de los místicos especulativos. lares afirmativos son convertibles, se-
En 5. su acepción lógica, c. designa gún la conversio simple o pura (“Algu-
una operación mediante la cual de un nos músicos son hombres altos”; “Al-
juicio que se denomina “convertens”, se gunos hombres altos son músicos”);
obtiene otro llamado “conversum”. Di- en cambio, no lo son, según este ti-
cho procedimiento consiste en inver- po de conversión, los juicios univer-
tir el sujeto y el predicado de una pro- sales afirmativos (“Todos los elefantes
posición dada, sin alterar su verdad. son herbívoros”; “Todos los herbívo-
Por eso, en el plano lógico, suele em- ros son elefantes”).
plearse la expresión c. enuntiationum,
convicium. Cf. contumelia.
la cual se define como “commutatio
extremorum propositionis, servata essen- convictivus. Cf. improbativus.
tiali qualitate, et veritate”. Un ejem-
plo de c. enuntiationum sería: “Nin- coordinatio. Se denomina c. in causis,
gún hombre es un león”; “Ningún es decir, coordinación en la línea cau-
león es un hombre”. Los principales sal al orden de las causas entre sí por
modos de conversión lógica, admiti- el cual varias de la misma especie o
dos como válidos, son: 5.1. la c. pu- del mismo género confluyen en o
ra o simplex, en la que los dos térmi- concurren a un mismo efecto. Res-
nos o extremos conservan la misma pecto de las causas particulares o sin-
extensión o cantidad, como en el ca- gulares, cabe destacar que cada una
so mencionado; 5.2. la c. cuantitati- de éstas confiere al efecto sólo una
va o per accidens –expresión introdu- parte de su virtud o potencia, pero, el
cida por Boecio– que es aquella en la concurrir todas en la c., hace que mu-
que el conversum tiene una extensión chas veces se encuentre en lo causado
menor que el convertens; por ej., “To- más de lo que hay en ellas si se toma-
dos los leones son mamíferos”; “Algu- ran singularmente o aun considera-
nos mamíferos son leones”; y 5.3. la das en su conjunto pero sin coordina-
c. por contraposición, en la que varía ción. Plus posse esse in causato quam]
no sólo la cantidad, como en el caso in singulis causarum coordinatarum.
anterior, sino también la cualidad ló- Así, cuando se trata de una serie cau-
gica del juicio, es decir, su carácter de sal, la virtud eficiente radica en la
afirmativo o negativo; por ej.: “Todos concurrencia.
los hombres bondadosos son hom- copula. En general, se llama “cópula”
bres sinceros”; “Algunos hombres sin- al verbo que liga el sujeto y el atribu-
ceros no son hombres bondadosos”. to, o que une sujeto y predicado. De
conversum-convertens. Cf. conversio 5. ahí la frecuente afirmación escolásti-
ca “Verbum interpositum, praedicatum
convertentia. Cf. reciprocatio. subiecto copulat”. Pero, en su signifi-
cado estricto, se atribuye este nom-
convertibile. Denomínase “conver-
bre a las inflexiones del verbo ‘ser’.
tible” a aquella proposición pasible
Así, se ha considerado que, en prin-
de conversión lógica (véase conversio
copulatio 172

cipio, todo enunciado puede conver- Desde el punto de vista 2. lógico-


tirse en otro en el que la c. desempe- gramatical, c. indica el acto de unión
ñe el papel de medio unificador entre implicado por la partícula et, es decir,
el sujeto y el predicado; por ej., “Pe- la conjunción “y”, por la que se unen
dro razona”; “Pedro es racional”; o ya sea elementos en un enunciado co-
“yo existo”; “yo soy un ente existen- mo dos enunciados, según recuerdan,
te”. El caso de las primeras proposi- por ej., Guillermo de Shyreswood en
ciones de ambos pares de ejemplos es sus Syncategoremata y Pedro Hispano
el de enunciados que poseen un ver- en Summ. Log. 7, 29.
bo predicado: “razona”, “existo”. Di- Desde el punto de vista 3. exclu-
chos enunciados se llaman de secun- sivamente lógico, c. señala, en gene-
do adiacente. En cambio, las segun- ral, una forma de composición (véa-
das proposiciones de ambos pares, se complexio): la que está dada, pre-
respectivamente, presentan un verbo cisamente, por la función de la cópu-
llamado propiamente “cópula” (“es”; la, ya estudiada por Boecio (cf. In De
“soy”); esos enunciados se denominan Int. II). De hecho, no toda complexio
de tertio adiacente. En virtud de todo constituye una proposición, como en
esto, se declara al verbo ‘ser’, el verbo el caso de “Socrates in foro”; pero, si se
copulativo por excelencia: en “Pedro dice “Socrates in foro ambulat” se tie-
razona”, el verbo ‘ser’ indica su fun- ne efectivamente una proposición, es-
ción copulativa sólo indirectamente, to es, un enunciado al que se puede
mientras que en “Pedro es racional” atribuir verdad o falsedad. Esta fun-
manifiesta tal función directamente o ción de la c., la más estudiada en la
in actu signatu. En cuanto a la apari- Edad Media, es justamente la copu-
ción de esta palabra, cabe añadir que, la (véase).
si bien la fuente de la terminología
cor. En cuanto órgano, los antiguos
medieval concerniente a estos proble-
consideraron el corazón como se-
mas se encuentra en Boecio, el térmi-
de de las pasiones. El corazón es, an-
no c., sólo adquiere pleno derecho de
te todo, la víscera como tal, pero en-
ciudadanía a través de las Summulae
seguida se proyectó en él el “lugar”
en lengua latina, y en la literatura es-
de algunos afectos y emociones, co-
colástica bizantina.
mo el valor y la cólera, y así apare-
copulatio. Esta voz, que tiene el sen- ce en Homero. En sentido figurado,
tido primario de “unión”, presenta pasó después a significar, en térmi-
significados diversos según se encuen- nos muy generales, la dimensión aní-
tre en contexto 1. gramatical; 2. lógi- mica del hombre, su interioridad y,
co-gramatical; 3. exclusivamente ló- en particular, la voluntad y el amor.
gico. En sentido 1. gramatical, c. se En lo que concierne a los autores del
utiliza con el valor de impositio (véa- período patrístico, este vocablo, en
se); por eso, designa el acto por el que la última acepción mencionada, fue
el intelecto significa algo per vocem, o utilizado especialmente por Agus-
sea, el acto por el cual se une un sig- tín de Hipona: para él, el c. alude a
nificado a una voz, como, sobre las la interioridad consciente de todo el
huellas de Prisciano, señala Martín de hombre. Por ej., dice, en Confessiones
Dacia en Modi significandi I. X, 3, 4 “cor meum ubi ego sum qui-
cumque sum”, para expresar la “sede
173 corpus

interior”, siempre en sentido metafó- coram. Preposición de ablativo que


rico, de la propia identidad. En En. se suele traducir con la expresión “en
in Ps. 134, 11, advierte sobre las fun- presencia de”. Pero su valor más fre-
ciones que se realizan en esa interio- cuente en contexto medieval, y en
ridad consciente: “quaerit cor, inspi- sentido filosófico y teológico, es la de
cit, intus testis est, iudex, approbator, “ante”, “respecto de”; de ahí que el
adiutor, coronator”. Más específica- término c. Deo signifique “a los ojos
mente aún, un texto del Sermo 91, de Dios” y sea usado en oposición a
5, señala el corazón como la misma c. hominibus, es decir, “a los ojos de
conciencia moral: el c. es aquel “ám- los hombres”. Así, por ej., la humil-
bito del ser del hombre “ubi si plan- dad de la autoacusación puede ser pe-
taveris cupiditatem, spinae procedunt; ligrosa c. hominibus, pero es requerida
si plantaveris charitatem, fructus pro- y aun meritoria c. Deo.
cedunt”. Así pues, c. en Agustín, in-
cordetenus. Con esta palabra Rai-
dica: 1. la interioridad más profunda
mundo Lulio alude al tríptico agusti-
del hombre; 2. la dimensión afectiva
niano de las potencias del alma, con-
del alma; 3. la conciencia moral, en
formado por la memoria, el intelec-
cuanto es la sede en y desde la que
to y la voluntad. (cf. Ars brevis, I; Ars
se elige el fin último, esto es, el norte
generalis ultima, I).
por el que se guía toda vida humana.
En este último sentido, al relacionar- corporale. Voz que designa todo
se el concepto de corazón con los de lo referente a un cuerpo en cuanto
amor y voluntad, constituye también tal. Por ende, contiene todas las no-
la instancia en la que cada hombre se tas implicadas en esta última noción
convierte en miembro de la ciudad de (véase corpus). En acepción más res-
Dios o de la terrena (véase civitas). tringida, se utiliza en la expresión c.
En general, en los escolásticos hay per attributionem, término que equi-
una diferencia de matiz, ya que ellos vale también a corporea y que indica
identificaron el c. con el apetito de todo aquello que –aunque no es, de
la vida afectiva, que se podría deno- suyo, cuerpo– exige por su naturale-
minar “activo”, a diferencia del sen- za adherir intrínsecamente a un cuer-
timiento que denota un aspecto más po; por ej., aquellas cualidades cuyo
receptivo o pasivo. Así, por ej., To- único modo posible de existencia es
más de Aquino distingue la concor- el de inherir (inesse) en la materia, co-
dia de la pax (véanse), en cuanto que mo cúbico, denso, etc.
la primera alude al acuerdo de hecho
que se da entre las voluntades de dis- corpus. Pese a la multiplicidad de
tintos hombres; en cambio, puede puntos de vista desde los cuales se
acontecer que, en el c. de un hombre ha abordado el concepto de cuerpo,
en particular, haya contrariedad en- la nota prevalente es la que señala en
tre sus sentimientos e impulsos, con él un modo de la extensión. Se puede
lo que no se halla en paz. Por eso, és- hablar de c. 1. en el plano físico, 2. en
ta entraña no sólo la concordia, sino el plano antropológico, 3. en el plano
la unión de apetitos en el corazón de literario. En lo que concierne al pri-
un mismo apetente (cf. S. Th. II-II, mero, según Aristóteles, el c. es una
q. 29, a. 1 c). realidad limitada por una superficie,
es decir, una sustancia espacial (cf.
corpus aristotelicum 174

Phys. IV, 4, 204b; X, 1, 208b; VIII, ga buen uso de ella. En este contex-
2, 283a). Los escolásticos distinguie- to había aparecido ya en San Pablo la
ron, además, entre c. organicum y c. noción de “cuerpo glorioso”, es decir,
mathematicum. El primero, caracteri- de un c. no sometido a las leyes gene-
zado por el apetito sensitivo, es aquel rales de la materia. La Escolástica, en
cuyas partes obedecen instrumental- cambio, retoma líneas aristotélicas de
mente a la virtus sensitiva del alma. pensamiento al respecto y concibe el
Fue denominada “organismo”, en cuerpo como una materia formada de
tanto que la voz griega “organon” se suyo, es decir que el c. es por sí mis-
tradujo por “instrumentum”. El se- mo unión de materia y forma (véase
gundo, el matemático, se definió co- forma substantialis).
mo la cantidad o magnitud tridimen- En el 3. plano textual, el térmi-
sional. no indica 1. una serie de escritos;
Ahora bien, continuando en el pla- así 3.1.1. es el conjunto de los es-
no físico , mientras que para el Esta- critos que la tradición atribuye a
girita todo cuerpo está informado y una escuela o corriente, por ej., el c.
ninguno constituye una pura materia hermeticum; 3.1.2. el conjunto de es-
o potencialidad, algunos autores de critos atribuidos a un autor determi-
línea pitagórica y platónica, tienden nado, por ej., el c. galenicum; 3.1.3.
a negar al c. tal información y juz- el conjunto de las obras que se con-
gan que, en principio, no posee for- sideran auténticas de un autor y en
ma. Esto tiene repercusión en el or- las que, por exclusión de otras, se su-
den antropológico, ya que, en el ca- pone que éste ha expresado lo medu-
so del hombre, y sobre todo en el pe- lar de su pensamiento, por ej., el c.
ríodo del humanismo renacentista, se aristotelicum. Siempre en este orden,
lo ha considerado la prisión o aún el también puede referirse a 3.2. un
sepulcro del alma, dejando a un la- texto en particular, en el que indica
do la tesis de que ésta se encuentra en 3.2.1. el desarrollo de las tesis plan-
el cuerpo como elemento de in-for- teadas en él, desarrollo que sigue al
mación. En el neoplatonismo, el c. es proemium (véase); 3.2.2. en el caso
concebido, básicamente, como una de un artículo de summa (articulus),
de las series de la emanación, en fran- se llama c. a la respuesta propia del
ca oposición con algunas tendencias autor ante la alternativa planteada en
estoicas que consideran que todo lo ese artículo, en cuyo caso se lo suele
que es, es corpóreo. abreviar como c.
Con el advenimiento del Cristia-
corpus aristotelicum. Se denomi-
nismo, en la Edad Media y ya en el
na bajo este nombre al conjunto de
2. orden antropológico, se planteó la
los tratados esotéricos de Aristóte-
posibilidad de la espiritualización del
les, es decir, los que se destinaron a
cuerpo, sobre la base de la distinción
los iniciados en su filosofía, y que, a
patrística entre c. y materia. Para al-
la vez, expresan su tendencia cientí-
gunos Padres de la Iglesia, el cuerpo
fica. Constituyen, pues, el grueso de
puede elevar hacia sí la materia que lo
la obra que se atribuye al Filósofo.
constituye, de modo tal de posibilitar
Por oposición, se cree que los llama-
que esta última participe del orden y
dos escritos “exotéricos”, compuestos
la forma, en la medida en que se ha-
por los diálogos y el Protréptico, se di-
175 corpus mysticum

rigían al público en general. Todo pa- lénico recibió el nombre de Hermes


rece indicar que fueron estos últimos Trimegisto (“tres veces grande”). En
los que tuvieron mayor influencia en la etapa de retroceso de la tradición
los lectores de la Antigüedad, desde la racionalista griega, estos textos se
muerte de Aristóteles hasta la edición consideraron la suma del “verdadero
de Andrónico de Rodas; entre otras conocimiento”. Si bien contienen ob-
cosas, porque el aristotelismo al que servaciones de índole moral y religio-
se atienen, por ej., Cicerón y Epicu- sa, no presentan, por ej., indicaciones
ro, responde más a los escritos exoté- para prácticas de culto.
ricos. En cambio, los grandes escolás- Lo fundamental, desde el punto de
ticos aristotélicos del siglo XIII, ma- vista histórico, es que dieron origen a
nejaron el c. a. como fuente indiscu- las formas fundamentales del así lla-
tible del pensamiento del Estagirita. mado “hermetismo”: una, más filosó-
Sin embargo, las investigaciones lle- fica, aunque bajo el ropaje de una re-
vadas a cabo durante la primera mi- velación de Hermes, es de indudable
tad del siglo XX han señalado la po- predominio griego y se ejemplifica
sibilidad de que Aristóteles sea autor con los Tratados herméticos de Ascle-
sólo de un veinte o treinta por ciento pio; la otra, de tendencia más orien-
del c. a. debiéndose el resto a la redac- tal, es mágico-astrológica y ofrece ras-
ción de Teofrasto sobre los materiales gos primitivistas. Ambas líneas, la
dejados por su maestro. mística intelectual y la mágica natu-
ralista, se combinaron en la doctrina
corpus galenicum. Con este término de Julián, el Apóstata.
se designa al conjunto de escritos de
Galeno, que tuvieron un peso deci- corpus mysticum. A partir del siglo
sivo, sobre todo, en la Medicina me- VII, se utilizó este término en la Teo-
dieval. Pero es menester señalar que logía cristiana para nombrar a la Igle-
el c. g. no se refiere al campo médico sia de Cristo, siguiendo la supremacía
exclusivamente, porque si bien Gale- de diversos textos paulinos. En efecto,
no muestra una fuerte tendencia em- en sentido figurado, San Pablo llama
pirista, buscó siempre reglas que se a la Iglesia “cuerpo”, en tanto cons-
orientaran a la formulación de una tituye un organismo. De hecho, po-
metodología. Y para la constitución see una multiplicidad de miembros
de esta última, apeló a los filósofos. que, con variedad de funciones, con-
forman, con todo, una unidad espiri-
corpus hermeticum. En la Edad Me- tual. Sin embargo, no se trata de un
dia, recibió este nombre un conjunto cuerpo sólo moral, sino del cuerpo de
de escritos de muy variada naturaleza, Cristo, ya que Él es su fundador y su
que incluye temas de astrología, me- cabeza, en la medida en que la pro-
dicina, alquimia, filosofía, física, psi- vee de savia vital. Por ello, el dogma
cología, etc. Tales escritos habían si- sostiene que quienes componen a la
do atribuidos al dios egipcio Tot, cu- Iglesia viven, mediante la Gracia, la
yo equivalente griego es Hermes, dios vida misma de Cristo. La acotación
de la comunicación e inventor de la “mysticum” implica una distinción con
escritura y la aritmética. Como la dei- el cuerpo físico de Cristo, al par que
dad egipcia era llamada también “el pone en relieve el carácter que pre-
Gran Thoth”, su correspondiente he-
correlativum 176

senta la Iglesia de constituir un miste- cia o privación de ella. Por eso, Agus-
rio por la última razón apuntada. tín de Hipona, por ej., insiste en que
la c. implica una cierta bondad. En
correlativum. Se llama así cada uno efecto, lo que se corrompe ha de ser
de los términos vinculados por un ti- bueno, porque no podría perder cier-
po de relación denominada “mutua” ta perfección, es decir, corromperse,
(véase relatio 3.5.), es decir, la que si no tuviera ninguna, como tampo-
hay entre dos términos que se recla- co podría corromperse si fuera máxi-
man recíprocamente, como Creador mamente bueno, puesto que, en tal
y criatura, ya que no puede existir caso, se trataría de algo incorruptible
uno sin el otro. Siguiendo a Aristó- (cf. Conf. VII, 12, 18). Así, la noción
teles, se ha distinguido entre 1. c. per que nos ocupa remite a la idea de la
se, en la que se confrontan dos entes relativa bondad de lo mutable.
y para los que rige estrictamente lo En la Escolástica, se tendió a exa-
anterior, y 2. c. per accidens, relación minar la cuestión bajo otro pun-
en la que uno de ambos términos de- to de vista: el de la constitución del
riva del otro o lo implica como cua- subiectum que padece la c. Se conclu-
lidad esencial o como proprium, por yó que ésta es propia de la sustancia
ej., conocimiento y cognoscible. corpórea, dado que sólo puede des-
corrigo. Término paleográfico, me- componerse, o sea, corromperse, lo
diante él, como mediante su sinó- que está compuesto de materia y for-
nimo, emendo, se advierte en nota ma. Cabe advertir que lo que se co-
que se está corrigiendo un manuscri- rrompe no es ni la una ni la otra per
to. Entre los autores medievales y los se, sino la unidad que constituyen; en
humanistas, aparece en los siguien- todo caso, al darse la c., los principios
tes contextos: 1. indicando que la co- que la componen se corrompen per
rrección es del autor, como en Pog- accidens. (cf., por ej., Tomás de Aqui-
gio Bracciolini (cf. Ep. 3, 36); 2. se- no, In De gen. et corr. VII). De ahí
ñalando que es corrección de la copia que los escolásticos hayan estableci-
sobre el modelo, en cuyo caso apa- do una sentencia que dice que tan-
rece en la expresión c. ad exemplar, to la generación como la corrupción
como en Guarino (cf. Ep. 578, 56); no afectan directamente a la materia
3. aclarando que la corrección resulta ni a la forma sino al compuesto mis-
de la confrontación de códices, casos mo de ambas.
en los que se lee c. cum. Por su parte, Ockham escribe que,
en sentido lato, una cosa se corrom-
corruptio. En general, es la pérdida pe cuando cesa de existir; en sentido
de una forma o perfección que sufre estricto, hay c. cuando una parte de
un subiectum (véase), debida a la in- un compuesto está realmente separa-
suficiencia más o menos directa de da de la otra. Desde el punto de vis-
fuerzas extrínsecas. Esta noción es- ta lógico, se da cuando un atributo
tá ligada, pues, a la de mutatio (véa- deja de poder afirmarse rectamente
se) sustancial o accidental, pero ex- de algo, con la cual la proposición de
presa el aspecto exclusivamente nega- la que se partió deja de ser verdadera
tivo de la mutación, en cuanto que (cf. Quaest. in libros Phys. q.109).
alude al pasaje que va de la posesión
de una forma o perfección a la caren-
177 creatio

En el orden paleográfico, c. designa y, sobre todo, factio, para los de la


un deterioro parcial en el manuscrito producción humana.
que impide la lectura de las palabras En lo que concierne al modo de la
que abarca. producción, la c. es “productio rei ex
nihilo sui et subiecti”; en cuanto al efec-
creatio. En rigor, “creación” significa to, es “productio rei in esse secundum
producción del ser a partir de la na- totam suam substantiam”; en lo que
da. Indica así la acción productora respecta al término o fin, es “productio
por excelencia. Es, pues, un término entis in quantum est ens”.
que pertenece al vocabulario estricta- En síntesis, hasta aquí se tiene que
mente judeo-cristiano. En efecto, la la c. ex nihilo implica fundamental-
especificación de c. como producción mente tres afirmaciones: exclusiva de-
“ex nihilo” (véase), radicaliza del mo- pendencia del mundo con respecto a
do más terminante el origen de la rea- Dios, distinción real entre el ser del
lidad, haciéndola depender así, por mundo y el ser divino, y subsisten-
completo, del Ser Absoluto: en la c. cia ontológica del mundo sobre la na-
Dios pone lo real en lugar de la nada. da. Se comprende, entonces, que de
Hace surgir todo lo que existe como la idea de c. derive toda una metafí-
algo distinto de sí, sin extraerlo ni de sica, una interpretación de la realidad
su propia sustancia, ni de un elemen- que conlleva una serie de cuestiones
to preexistente. de gran importancia filosófica. Tales
De esta manera, si bien, por una cuestiones son principalmente, a parte
parte, la c. ex nihilo es, de suyo, un ante, la de la contingencia (véase con-
misterio en tanto niega un principio tingentia) de lo creado y, a parte post,
lógico, al menos uno de los corola- la de la relación entre la perfección
rios del principio de razón suficien- de Dios y la contingencia e imperfec-
te (ex nihilo, nihil), por otra, condi- ción de lo creado. Esta última cues-
ce por entero con la concepción de tión deriva, a su vez, en otras, como
un Dios absolutamente omnipoten- el problema del mal, la polémica de
te, típica del Judeo-cristianismo. Co- la eternidad o no del mundo, la dialé-
mo respuesta al problema del origen ctica de lo finito con lo infinito en el
del mundo, la c. se opone, entonces, a acto creador, etc. La noción que nos
otras tesis, como la de emanatio (véa- ocupa constituye así un gozne sobre
se), que es generación de una realidad el que giran opciones metafísicas de-
separada a partir de la propia sustan- finitorias en cada pensador patrístico-
cia del emanante; la de processio (véa- medieval que la ha abordado (cf. por
se), que consiste en la comunicación ej., Orígenes, De principiis, passim;
de una naturaleza inmutable a otra Agustín de Hipona, Conf. XII y XIII;
persona sin división de sustancia; o a Máximo, el Confesor, De carit. II, 6;
la de transformatio (véase), que es la Juan Damasceno, De fide orthod. I, 7;
producción de un cambio de estado Pedro Abelardo, Introd. ad Theol. III,
en el ser por obra de un agente exter- 5; Alberto Magno, S. Th. I, 13; Ave-
no. El carácter de ex nihilo hace que el rroes, D. destruct.; Tomás de Aquino,
término c. se haya reservado, en rigor, De aeternitate mundi; Buenaventura,
para este único caso del origen del In IV Sent. II, 1; Siger de Brabante,
universo, aplicando los de generatio De aeternitate mundi, etc).
creatio continuata 178

Por último, puede decirse, en lí- creatura. Es el ser creado en cuan-


neas muy generales, que el punto to tal (véase creatio). Ya desde la Pa-
crucial del planteo creacionista cris- trística, y en virtud de la doctrina del
tiano radica en la introducción de vestigium y la similitudo (véanse) en
la libertad propia de un Dios que es las cosas, se ha sostenido que todas las
Persona y, por ende, de una catego- criaturas contienen una cierta seme-
ría personal, completamente ausen- janza de Dios, aun cuando no puede
te de lo Absoluto griego. El pasaje haber proporción entre Él y lo crea-
conceptual que con ello se produce do. Así lo afirma, por ej., Agustín en
es de una enorme trascendencia, por- De Gen. ad litt.16, 59. Por otra par-
que así, la causa del ser está puesta en te, la literatura patrística y también la
Dios; mejor aún, en la misma liber- medieval propiamente dicha han in-
tad divina, mientras que el origen del sistido tanto en la radical mutabili-
mundo reposa en la nada. dad de la c. –en virtud de su doble
Autores nominalistas como Oc- procedencia, de un lado, el ser abso-
kham suelen distinguir entre la c. actio luto de Dios; de otro, la nada– como
que es el mismo acto creador, de la en el hecho de que su conservación
c. passio que es la criatura en cuanto es obra divina (cf., por ej., del mismo
producida inmediatamente por Dios Agustín De vera rel. 36, 66 y Sermo
y dependiente inmediatamente de Él 128, 2). También se ha subrayado, es-
(cf. In II Sent. qq. 4-5). pecialmente, durante la Escolástica,
que hasta en la ínfima c. se manifies-
creatio continuata. Término que se tan la infinita potencia, sabiduría y
refiere a la conservación de lo crea- bondad divinas. Pero, por otra parte,
do, es decir, a su permanencia en el se pone énfasis en que, por sí sola, la
ser. El pensamiento medieval, par- c. nada es. Esto obedece al hecho de
ticularmente, el escolástico, prefirió que la misma noción de criatura im-
usar esta expresión, en lugar de la de pide considerarla en términos absolu-
conservatio (véase), por haber enten- tos: tanto el concepto como el nom-
dido que la radicalidad de la relación bre que remite a él la vinculan con un
de la criatura respecto del Creador, Creador que la arrancó, precisamen-
compromete a la primera por ente- te, de la nada. Esta ambivalencia de-
ro. En efecto, dicha relación de de- riva en la co-presencia de ser y nada
pendencia es tal que no atañe sólo que hay en todo lo creado y, a la vez,
a un modo, un lugar, o un tiempo explica su esencial contingencia.
de la criatura, sino a todos los aspec- Con todo, en términos relativos,
tos de su existir. Así, la distinción en- ello no impide la consideración de
tre creación (véase creatio) y conser- lo creado. En este sentido, escolásti-
vación es solamente extrínseca, des- cos como Tomás de Aquino entien-
de el momento en que esta última es den que pueden estudiarse en toda c.
una creatio continuata o, desde la vi- cuatro aspectos en el siguiente orden:
sión temporal del hombre, la conti- en cuanto que es cierto ente, en cuan-
nuidad de la primera (cf., por ej., To- to que es una, en cuanto que causa
más de Aquino, De pot. q. 5, a. 1, ad. y obra, y en cuanto a la relación que
2; S. Th. I, q. 104, a. 1). tiene con los efectos causados (cf. S.
Th. I, q. 39, a. 8 c).
179 credo quia absurdum

credere. Etimológicamente hablan- litt. 31, 54; De mag.11, 37; Ep. 120,
do, en las más antiguas civilizacio- 3; De vera rel. VIII, 14).
nes, la raíz cred- hace alusión a cier- En la Escolástica, creer se define co-
to poder mágico en un ser del que se mo un pensar, es decir, un acto del
espera protección; por consiguien- entendimiento que indaga, acompa-
te, “creer” en él significaba proyectar ñado de asentimiento. Implica, por
en él dicho poder. En esto consistía la una parte, adhesión firme a aquello
creencia, que posteriormente fue re- en lo que se cree; por otra, conoci-
emplazada en latín por el sustantivo miento imperfecto. La imperfección
abstracto fides (véase). Con el Cristia- de este tipo de conocimiento radica
nismo se modifica la relación entre c. en que no entraña una investigación
y fides y el verbo que nos ocupa pasó a de la razón natural que culmine en
significar, más que creer en el sentido demostración, sino sólo cierta indaga-
señalado, confesar la propia fe religio- ción sobre aquello que induce a creer.
sa, con lo que el sujeto de esta confe- Los objetos del acto de fe se distin-
sión se encuadraba institucionalmen- guen en creer en Dios (c. Deum), es-
te en alguna posición en este campo. to es, en su existencia; y creer a Dios
La reflexión propia de la Patrísti- (c. Deo), es decir, confiar en que su
ca sobre el tema del creer culmina en palabra es verdadera y que, por tan-
Agustín, quien distingue, de un la- to, la Escritura también lo es. Sin em-
do, la credulidad; de otro, el c. pro- bargo, se trata de una distinción só-
pio de la fe religiosa, según la aten- lo formal, ya que lo que se propone
ción y diligencia con que se consi- como materia de fe es en virtud de la
deran los contenidos propuestos. En auctoritas Dei. El volverse a Él, como
efecto, para el hiponense, el c. señala discípulo suyo, es condición para al-
el asentimiento consciente, meditado canzar precisamente la bienaventu-
y profundo en aquello que no se pue- ranza última que es la visio Dei. Por
de demostrar. La fides (véase) se dis- último, cabe añadir que la Edad Me-
tingue del mero creer en el hecho de dia consideró que el acto propio del
que también puede tener la acepción c. puede ser meritorio en cuanto que
de fidelidad a aquello o a Aquel en implica el asentimiento, y éste es pro-
quien se cree. Agustín distingue tam- pio de la voluntad libre.
bién entre un creer natural, útil pa-
credibilia. Reciben este nombre las
ra muchas cosas de la vida humana
proposiciones o tesis que, no sien-
y cercano a lo que hoy se denomina-
do en sí mismas evidentes, ni cons-
ría “confiabilidad”, y un creer sobre-
tando a los sentidos, ni pudiendo ser
natural referido a las cosas que no se
comprobadas racionalmente, se pro-
ven. A diferencia de lo que ocurrirá
ponen sólo como objeto de creencia.
después entre los escolásticos, en la
No obstante, en general, se las tiene
perspectiva agustiniana se subraya la
por verdaderas, no por ser manifies-
certeza que deriva de un acto de fe.
tas sino por algún testimonio de ver-
Por otra parte, el creer precede al ac-
dad que suscita el asentimiento (véase
to de la razón y, de algún modo, es
assensus, in fine).
condición de la posibilidad que tie-
ne esta última de comprender pro- credo quia absurdum. Expresión
fundamente la realidad (cf. De spir. et que indica que una verdad de fe ha
credo ut intelligam 180

de ser creída tanto más firmemen- ta trascendente de la fe sobre el inte-


te, cuanto menos accesible resulta a lecto; en tal contexto, la fe constituye,
la razón. Algunos autores la han usa- desde su perspectiva, el ámbito apro-
do, pues, para subrayar la entrega del piado para la intelección de la más al-
asentimiento por parte del creyente, ta verdad. Aunque no se pueden con-
abandono que se torna tanto mayor siderar como halladas ciertas verda-
cuanto más se oponen los artículos de des –por ej., la existencia de Dios–,
fe a los dictados de la razón y de la ex- se cree en ellas sin conocerlas. Pero
periencia. “Creo porque es absurdo” tampoco se está en las mejores con-
se atribuye frecuentemente a Tertu- diciones para encontrarlas, si prime-
liano, pero, en su estricta literalidad, ro no se cree en lo que luego se ha
no se encuentra en los escritos de es- de intentar comprender (cf. De lib.
te autor. Con todo, hay en ellos ex- arb. II, 2, 6; De vera relig. V, 24; De
presiones más o menos equivalentes, ordine II, 9).
que dieron lugar a dicha atribución. Anselmo d’Aosta recoge este plan-
Por ej., “Et mortuus est Dei filius: teo agustiniano y lo eleva hasta con-
prorsus credibile, est quia ineptum est. Et vertirlo en el canon de su metodo-
sepultus resurrexit: certus est, quia logía teológica bajo la fórmula fides
impossibile est” (De carne Christi 5). quaerens intellectum (véase). Este he-
De este modo, se ve que, al menos, cho tiene una explicación en las cir-
el sentido de la sentencia está en el es- cunstancias de la época en que vi-
píritu de Tertuliano y, a la vez, es re- ve Anselmo. En efecto, hubo de en-
veladora de la índole de su pensa- frentarse a dos posiciones que, en su
miento (cf. fides quaeres intellectum). tiempo, se habían vuelto extremas: la
De hecho, durante el período patrís- de los dialécticos, que confiaban sólo
tico, Tertuliano encabezó y represen- a la razón la comprensión de los mis-
tó toda una corriente que hace la de- terios de la fe; y la de los teólogos an-
tracción de la filosofía, a diferencia de tidialécticos, que rechazaban taxati-
lo que sucede, por ej., con Justino y vamente toda injerencia de la espe-
otros apologistas. Éstos, en cambio, culación en ellos. Aunque contra los
van incorporando las distintas líneas primeros Anselmo sostuvo la priori-
tradicionales del pensamiento filosó- dad de la fe sobre la indagación ra-
fico que reciben a la fe recientemen- cional, el peso de su polémica se di-
te abrazada para construir una nueva rigió más bien contra los segundos, a
concepción del mundo y del hombre. quienes intentó mostrar el deber de la
razón de apelar al intelectus fidei, que
credo ut intelligam. Fórmula que in- constituye la confirmación de la cer-
dica el pasaje de la fe a la intelección teza de fe (cf. Proslogion I; Cur Deus
de la realidad. El “creo para entender” Homo I). Con ello, inauguró el espí-
es expresión acuñada por Agustín de ritu que alienta en la Escolástica: es
Hipona, si bien en él asume la forma mérito de Anselmo haber elaborado
exhortativa del “crede ut intelligas”, sobre este principio la base de un mé-
sobre la base, además del texto de todo válido para la Teología.
Isaías VII, 9 “Nisi credideretis, non En síntesis, podría decirse quizá,
intelligetis”. Ahora bien, en Agustín, pero a condición de no radicalizar la
esta sentencia está referida, sobre to- observación, que, mientras que Agus-
do, a la función iluminadora y has-
181 cultus

tín tiende a poner el acento en el pri- En este orden, ya desde Agustín se


mer verbo de esta fórmula, Anselmo insistió en atribuir al hombre exclusi-
subraya el segundo. No obstante, tan- vamente la c., o sea, el mal moral co-
to en Agustín como en Anselmo, la fe metido, y a Dios, directa o indirecta-
constituye el supuesto de la razón. mente, el castigo o la pena, entendida
como restitución del orden y correc-
culpa. Lo primero a señalar respecto ción del sujeto de la culpa. De hecho,
del concepto medieval de culpa es su el hiponense, autoridad a quien los
carácter esencialmente ético y no psi- escolásticos siguen en este tema, con-
cológico. Por c. no se entiende prima- sidera que es la misma voluntad hu-
riamente en la Edad Media el senti- mana la castigada con la pena (cf. De
miento de tal sino un mal moral, una lib. arb. III, 15, 44; Ep. 102, 27).
falta cometida con el asentimiento de Por su parte, Pedro Abelardo su-
la voluntad. Lo que suele denominar- braya la relación entre la c. y, por una
se “remordimiento” entra en la cate- parte, el alma misma; por otra, Dios.
goría de poena (véase) que puede ser En cuanto a la primera, sostiene que
consecuencia de la culpa. la culpa es lo que hace que el alma
En tal sentido, los autores medie- merezca la condena; respecto de la se-
vales han distinguido claramente en- gunda, afirma que es lo que confie-
tre ambas sobre la base común del re al alma el reatus ante Dios (cf. Eth.
mal en cuanto privación del bien co- II). De esta manera, la noción abelar-
mo perfección de un ser dado. En diana de c. pone un cierto énfasis en
efecto, en el caso del ser racional, do- la íntima conciencia del demérito por
tado de voluntad, el mal se encuen- parte del hombre.
tra de un modo eminente en ésta, ya
que el objeto de la voluntad es preci- cultus. En general, se entendió por
samente el bien. Así pues, el mal que este término el respeto y la venera-
consiste en la falta de perfección, o ción tributados a Dios –como ado-
sea, de la operación debida de la vo- ración interior– o a los dioses y, a la
luntad –esto es, el acto voluntario vez, el conjunto de ceremonias con
con arreglo a la razón– es justamen- que se exterioriza esa devoción (véase
te la c. De este modo, es constitutivo devotio). Esta última presenta un ma-
de la culpa el ser un acto desordena- tiz muy ligado al aspecto voluntario
do cuyo defecto está directamente en y de dedicación del c. De hecho, hay
poder del sujeto. En cambio, la pena un sentido positivo del culto (véa-
es la sustracción de la forma o de la se eusebia) y uno negativo, así como
integridad del ser –como la ceguera uno interior y otro exterior. Los au-
ya sea física, mental o espiritual– por tores del período patrístico y del es-
ej., la privación de la gracia divina. colástico consideraron positivo el cul-
En este sentido, los autores medieva- to que responde tanto a la verdad in-
les suelen seguir la tradición instau- terior cuanto a las prácticas institui-
rada por Dionisio cuando afirma que das por Cristo; así lo hace, por ej.,
el mal de la c. es superior al de la pe- Ambrosio de Milán en su comentario
na, puesto que el hacerse reo o pasi- a I Cor. 11, 27. En cambio, el culto
ble de castigo es peor que ser castiga- que no respeta esas prácticas se consi-
do (cf. De div. nom. IV, 22). dera pernicioso en la medida en que
no trasunta lo que la Cristiandad cree
cum hoc ergo propter hoc 182

verdadero. Por otra parte, el c. puede revisa, como lo hace Agustín, la vali-
convertirse aun en superfluo cuando, dez de sus actos y su eficacia en orden
dando más importancia a lo externo a la consecución de la felicidad. Pero
que a lo interior, no eleva el alma a precisamente al advertir que esos ac-
Dios ni le da gloria. Se cae así en lo tos no lo conducen a ella comienza el
superticioso, como señala Tomás de proceso de su conversión que culmi-
Aquino en S. Th. II-II, q. 93, a. 2 c. nará en un entregar la cura sui en las
(véase superstitio). manos divinas. Esto se da después de
haber descubierto la misericordia de
cum hoc ergo propter hoc. La traduc- Dios que “cuida de cada uno de no-
ción literal de esta locución es: “Con sotros como si a él solo lo cuidara, y
eso (o, junto con eso), luego, a causa de todos como cuida a cada uno”. Es
de eso”. Es un tipo de sofisma (véa- esa misericordia divina la que lo ha-
se sophisma) en el que se atribuye el ce vivir: “Ecce, Domine, iacto in te cu-
carácter de causa a algo que no lo es, ram meam, ut vivam”, dice citando el
pero que puede parecerlo por darse Psalmo 54, 23 (cf. Conf. III, 11, 19 y
siempre acompañando a su supuesto X, 43, 70).
efecto. Es, por tanto, una subclase del
sofisma llamado de la “falsa causa”. curiositas. Los autores cristianos,
tanto patrísticos como medievales,
cupiditas. Para algunos sinónimo de entienden la curiosidad como la pa-
deseo, la c. es una especie del amor sión negativa que intenta deleitarse
en el más amplio sentido de este últi- en un conocimiento vano de las co-
mo término. Se la define como aquel sas. Por eso, se le considera nociva, en
movimiento del alma humana por el cuanto dispersa y contraria a la bús-
que ella quiere apropiarse de algu- queda de la verdad. Agustín de Hi-
na cosa ausente o que aún no tiene, pona la caracteriza como la concupis-
pero que ha percibido y juzgado co- cencia de los ojos, razón por la que
mo buena y cuya imagen abraza co- la vana c. fue representada por el pez,
mo si ya la poseyera. En la Escolásti- que no puede cerrarlos. El hiponense
ca, algunos autores distinguieron la c. subraya que debe ser contenida por la
del desiderium, por la nota de futuro templanza (cf. Conf. X, 35, 54 y De
que su objeto implica; de la spes, por- mor. Eccl. I, 21, 38). En la Escolás-
que no se lo considera o percibe co- tica, Tomás de Aquino distingue en-
mo de difícil adquisición; del amor, tre la curiosidad intelectual y la sen-
por el pregustar la posesión de ese ob- sible, insistiendo en el carácter fútil
jeto. Por lo demás, así como el amor de ambas, y señalando que tienen ori-
es causa de delectación, la c. es causa gen en la accidia (véase) (cf. S. Th.II-
de la voluptas (véase cada uno de es- II, q. 35, a 4 ad 3 y q. 167, aa. 1 y
tos términos). 2). No se ha de confundir, pues, con
cura. Esta palabra, que se suele tradu- el “afán de conocimiento”, ya que lo
cir por “cuidado”, es particularmente que caracteriza la noción medieval de
importante en la literatura agustinia- c. es la vanidad de su objeto, por lo
na. En efecto, hay, sin duda, una pre- que se acerca a lo que se denomina,
sencia del tema del cuidado de sí que heideggerianamente, “afán de nove-
las Confesiones hacen evidente: nadie dades”. La posición más extrema y se-
que no pretenda cuidar de sí mismo vera sobre esta noción en la Edad Me-
183 cursorie

dia es quizá la de Bernardo de Clair- bardo; el tercero estaba dedicado a la


vaux. De hecho, en el De gradibus exégesis minuciosa de algún libro de
humilitatis, Bernardo le dedica la mis- la Escritura. Esta tercera etapa presu-
ma extensión que confiere a los de- ponía la formación adquirida en las
más grados de la soberbia, entre los anteriores, ya que la profundización y
que la cuenta. La razón de ello estri- discusión de cualquier pasaje requie-
ba en que es central en su pensamien- re estar en posesión del panorama ge-
to la idea de que todo aquello que no neral de la Biblia y, a la vez, de la tra-
concierne a la salvación es vano para dición exegética. El primer ciclo era,
el cristiano; de ahí el enfrentamien- pues, introductorio y, como tal, en él
to de Bernardo con los magistri de su se enseñaba la Sagrada Escritura “de
siglo. corrido”, en un modo llano y sin pro-
blematizarla aún. Esto significa pre-
cursorie. Término propio de la ense- cisamente c., de donde quien estaba
ñanza escolástica, indica un modo de a cargo de este curso era llamado no
abordar los textos bíblicos. En efec- sólo con el nombre de baccalaureus
to, cabe recordar que la enseñanza de (véase) biblicus sino también con el
la teología en la universidad medie- de cursor biblicus. Tomás de Aqui-
val contemplaba tres ciclos: en el pri- no define su papel en estos términos:
mero, se “leía” –lo cual quiere decir “Percurrere est expedite in finem
que se enseñaba– la Biblia; en el se- currendo devenire [...] sine impedimento
gundo, las Sentencias de Pedro Lom- dubitationis” (In Isaiam Exp., Pr.).
184

D
darapti. Palabra, de uso mnemotéc- datio. Aparece en textos medievales
nico, empleada por los lógicos medie- con el significado de entrega o dona-
vales para indicar un modo de silogis- ción, muchas veces referida a la de los
mo (véase syllogismus). Para compren- bienes que Dios confiere al hombre.
der por qué se la ha elegido, se de-
be recordar que, convencionalmen- dator formarum. En general, indi-
te, la vocal A designa la proposición ca aquello que introduce en un ser
universal afirmativa; la I, la particular una forma preexistente o lo que pro-
afirmativa (véanse). Así pues, según duce una forma en un ser sin el cual
la serie de vocales que componen es- de todos modos podría producirla.
te vocablo, con él se alude al modo de Ciertamente, este poder no pertene-
silogismo cuyas premisas son univer- ce a los agentes naturales, ya que és-
sales afirmativas, estando constitui- tos no pueden ni introducir una for-
da la conclusión por una proposición ma preexistente en la materia ni crear
particular afirmativa. El ejemplo pro- la forma sin la materia. Así lo seña-
puesto por Pedro Hispano es: “todo la, por ej. Ockham en Summulae in
hombre es substancia”, “todo hombre libros Phys. I, 24). Avicena ya había
es animal”, “luego, algún animal es señalado que, en una materia con la
substancia” (cf. Summ. Log. 4, 14). dispositio necesaria, Dios, d.f., intro-
duce la forma (cf. Natur. IV, 147v).
darii. Voz que se usa en lógica para Pero, además de esta acepción me-
recordar la composición de un mo- tafísica, el término que nos ocupa tie-
do del silogismo de la primera figura ne un aspecto gnoseológico. En efec-
(véase syllogismus). La regla mnemo- to, mediante esta expresión autores
técnica consiste en que la palabra se como el mismo Avicena han iden-
forma con las vocales a, i, i, y se debe tificado a Dios con la fuente de la
tener presente que la A indica la pro- que el alma recibe las formas inteli-
posición universal afirmativa, mien- gibles (véase intellectus). En esto sigue
tras que la I señala la particular afir- la concepción de Alfarabi, quien, en
mativa. De esta manera, el silogismo el De intellectu et intelligibile, sostie-
d. está conformado por una primera ne que el intelecto activo, único y se-
premisa universal afirmativa; una se- parado, del que había hablado Aristó-
gunda, particular afirmativa; y la con- teles según su lectura, es “creador” en
clusión, que ha de ser también parti- este sentido. De esa manera, para los
cular afirmativa. Así, en “todo hom- citados filósofos, Dios interviene en
bre es animal”, “alguien capaz de reír el proceso cognoscitivo humano. Más
es hombre”; “luego, alguien capaz de aún, es Él quien confiere al hombre
reír es animal”. El ejemplo es pro- los conceptos propiamente dichos.
puesto por Pedro Hispano en Summ. Así, d.f. es un término que cobra un
Log. 4, 7. lugar central en la polémica acerca de
185 de dicto-de re

la unicidad del intelecto y signa la po- compilación probablemente atri-


sición a la que se opone, por ej., To- buible a Alfarabi y traducida al latín
más de Aquino. por Gerardo de Cremona. 2. Liber de
causis primis et secundis et de fluxu qui
de. Preposición de ablativo, con el consequitur eas, falsamente atribuida a
sentido genérico de “procedencia”, Avicena (véase de intelligentiis 1.). 3.
que se despliega en las siguientes sig- De causis proprietatum elementorum,
nificaciones: 1. con sentido local, se atribuida también falsamente a Aris-
suele traducir por “desde”, o “de”, ya tóteles y de autor aún no identifica-
que implica alejamiento; 2. con sen- do; fue texto traducido por el mis-
tido temporal, significa “durante” o mo Gerardo y comentado por Alber-
“después de “; 3. como en muchos to Magno.
otros casos, puede aparecer en lugar
de ex, indicando la materia de la que de condigno-de congruo. Cf. meritum.
algo está hecho, aunque no es éste un
de dicto-de re. Se traducen por “so-
uso muy frecuente. Pero en contexto
bre lo dicho” o “sobre lo expresado”,
específicamente filosófico, sus acep-
y “sobre la cosa” o “sobre la realidad”,
ciones más importantes se relacionan
respectivamente. Son locuciones me-
con 4. el origen o procedencia de al-
diante las que se distingue si el dis-
go que puede ser también una ense-
curso se refiere a la expresión o a la
ñanza, por ej., de servo tuo, Domine,
cosa misma mentada por ella. Di-
audivi; 5. la causa o causas de un he-
cho de otra manera, mientras que de
cho, por lo que se dice de his causis;
r. alude a lo real, esto es, a lo signifi-
6. el proceso de transformación, co-
cado, de d. alude al signo, más aún,
mo en de corpore templum fieri; 7. el
en algunos casos, a la materialidad del
tema o materia de que se trata, em-
signo, sea éste escrito u oral. Para re-
pleo que, obviamente, es el más co-
tomar un caso literario famoso, si se
mún en la literatura filosófica medie-
dijera “tertius equus”, se estaría indi-
val, por ej. Liber de causis.
cando, por ejemplo, el tercer caballo
En composición, indica movimien-
en una fila de ellos; entonces, la ex-
to de separación u oposición, como
presión sería claramente de r. Pero,
en dedignatio; o bien dirección des-
si se dijera, en cambio, “tertius equi”,
cendente, como en decretio (véanse).
que debe traducirse por “el tercero
Finalmente, esta preposición se usa
de ‘caballo’”, la expresión es de d., ya
también para formar expresiones ad-
que se refiere al tercer carácter o ele-
verbiales, así en de integro, “de nuevo”.
mento de la palabra, o sea, del dictum
de causis. Con este título, la litera- “equus” (“caballo”), es decir a la letra
tura medieval se puede referir a tres u (véase también suppositio 1. y 2.).
obras: 1. Liber de causis (o Aristotelis) En un plano más complejo, de dicto
de expositione bonitatis purae; o bien y de re son expresiones propias de la
Liber bonitatis purae; o bien, como lógica modal, donde se distingue en-
lo llama Alain de Lille, De essentia tre proposiciones de posibilidad, rea-
summae bonitatis. Pero, como descu- lidad y necesariedad. Así, y sobre las
bre Tomás de Aquino, se trata de un huellas de Juan de Salisbury (Metalog.
compendio hecho sobre la Institutio (o II, in fine, PL CXCIX, 887), Tomás
elementatio) Theologica de Proclo, de Aquino propone el ejemplo de
de facto 186

“Es posible que lo blanco sea negro” cidental y contingente, como “enfer-
(Album possibile est esse nigrum). Al mo” en “hombre”, según el segundo
respecto, sostiene el Aquinate que ejemplo mencionado. En este último
esta proposición de re –o sea, en la caso, el predicado, de por sí, no es-
realidad, en los hechos– es verdade- tá contenido en el sujeto. Por ello, el
ra, pues una cosa que es blanca pue- axioma escolástico “Praedicatum inest
de tornarse negra; en cambio, de dicto subiecto” no significa que todo predi-
–esto es, según el término que cons- cado inhiera en el sujeto en razón de
tituye el sujeto por lo que éste signifi- la esencia de éste, puesto que tal co-
ca en sí– es una proposición falsa, ya sa no ocurre en el caso de los predica-
que no puede ser verdad que lo blan- dos que aluden a determinaciones ac-
co ut sic sea negro (cf. S. Th. I, q. 14, cidentales.
a. 13 ad 3). A diferencia de las proposiciones d.
i., las modales son aquellas en las que
de facto. Expresión del latín medie- no sólo se enuncia que un predicado
val que, genéricamente, se refiere a lo se encuentra en un sujeto o inhiere en
que es de hecho, es decir, en la rea- él, sino también según qué modo le
lidad efectiva. En su significado más conviene aquél a éste: si posible, con-
estricto, suele circunscribirse al cam- tingente o necesariamente.
po de la causalidad: de facto siempre
implica estar aludiendo a una cosa de intelligentiis. Con esta expresión,
o hecho en tanto efecto de una cau- los autores medievales y los humanis-
sa determinada. Así, por ej., la expre- tas citan cualquiera de estos dos tex-
sión facti species señala el complejo de tos de índole muy diferente entre sí:
elementos necesarios para la produc- el primero se atribuyó erróneamen-
ción de un efecto particular, puntual. te a Avicena, razón por la que figu-
ra muchas veces como obra del Pseu-
de inesse. Expresión lógica que califi- do-Avicena, y su título real y com-
ca determinadas proposiciones: aque- pleto es 1. Liber de causis primis et
llas que simplemente afirman o nie- secundis et de fluxu qui consequitur eas;
gan que el predicado está en el suje- el segundo, es el 2. Memoriale rerum
to; por ej., “El hombre es racional” o difficilium, de autoría incierta, pero que
“Este hombre está enfermo”. En otras muchos atribuyen a Adán Pulchrae
palabras, se trata de las proposiciones Mulieris.
atributivas.
Debe recordarse que el inesse lógi- de secundo adiacente. Cf. copula.
co se funda en un inesse real, es decir,
de tertio adiacente. Cf. copula.
en la inherencia de la cosa significada
por el predicado en la cosa significa- debitum. La Edad Media aplicó es-
da por el sujeto. Dicha inherencia se ta noción a tres órdenes, el 1. físi-
puede fundar en: a) la esencia misma co o natural, el 2. lingüístico, y el 3.
del sujeto, en cuyo caso el predicado moral. En 1. el plano físico o natu-
está contenido de antemano en la de- ral, se entienden los debita como to-
finición del sujeto; por ej., “racional” das aquellas notas ontológicas que le
en “hombre”, según el primer ejem- corresponden a un ente por su esen-
plo dado; o bien el sujeto está con- cia y sin las cuales no podría seguir
tenido de suyo en la definición del perteneciendo al género ni a la espe-
predicado; b) una determinación ac- cie de que forma parte. Así, por ej., la
187 declamatio

extensión es un d. physicum o naturale de las cosas –por ej., lo que hace que
del cuerpo, como el pensamiento lo una rosa sea una verdadera rosa– ra-
es del hombre. De esta manera, se di- dica en la adecuación entre éstas y sus
ce que este ente o aquel tiene las per- respectivas esencias contenidas en el
fecciones debitas por su naturale- Intelecto divino. En cambio, la ver-
za. Por eso, la noción que nos ocu- dad del conocimiento –del que el jui-
pa tuvo también aplicación en con- cio es parte esencial– se da en sentido
texto metafísico. Al respecto, Ansel- inverso, pues radica en la adecuación
mo d’Aosta trae a colación un ejem- del intelecto humano a la realidad
plo dramático: la penetración de los (véase adaequatio). Así pues, la ver-
clavos en la carne de Cristo crucifi- dad ontológica de las cosas no pue-
cado es un d. ontológico, ya que res- de ser causa de la d., desde el momen-
ponde a la naturaleza de los clavos y to en que está garantizada, en prin-
de la carne (cf. De ver. 8). cipio, por el Intelecto divino; en to-
En 2. el plano lingüístico, el térmi- do caso, la imperfección de un ente
no que nos ocupa adquiere una parti- en particular –en cuanto que partici-
cular significación también en la obra pa en mínimo grado de su ejemplar–
anselmiana. En efecto, en su análi- podrá ser ocasión de engaño para un
sis de la noción de verdad, Anselmo hombre que intente conocerlo, pero
se pregunta cuándo es verdadera una no causa. Ésta sólo puede radicar en
significación en el uso del lenguaje, la misma mente de quien juzga. Pero
por ej., cuando se dice “La rosa exis- en esto se ha de tener en cuenta que
te” o “El centauro existe”. Concluye no es el intelecto en sí mismo la causa
que hay rectitudo (véase) del lenguaje del error, puesto que está ordenado a
en el primer caso y no en el segundo, la verdad, predispuesto para ella; son
precisamente porque sólo en el pri- su finitud y contingencia las que po-
mero la significación cumple su fina- sibilitan la falibilidad de la inteligen-
lidad, satisfaciendo así su d. esencial: cia y, por ende, el engañarse.
en la perspectiva anselmiana, éste se
decisio. Voz que aparece más frecuen-
da cuando el enunciado dice lo que
temente hacia el final de la Edad Me-
debe decir (cf. De ver. 9-11).
dia, indica la acción de decidir en el
Desde 3. el punto de vista moral, d.
sentido de juzgar, interpretar, definir
significa obligación de dar o prestar
o determinar. Como se ve, d. perte-
otro, ya sea algo material, ya sea al-
nece más al vocabulario de la vida in-
go moral; por ej., el hombre tiene el
telectual que al de la vida voluntaria
d. morale de amar a Dios, de auxiliar
o libre. Algunos autores medievales
a sus semejantes, etc.
emplearon en este sentido la palabra
deceptio. Se puede traducir por la pa- que nos ocupa, con el objeto de re-
labra “error”, ya que alude al engaño servar la voz decretum para los desig-
en el que cae la mente cuando juzga nios o decisiones divinas. De hecho,
algo sobre lo real de manera equivo- d. equivale al decreto humano, ya que
cada. Ahora bien, aunque con impor- traduce la sententiae latio de los escri-
tantes matices de diferencia, la ma- tores antiguos.
yor parte de los autores tanto del pe-
declamatio. Se designa con este tér-
ríodo patrístico como del escolástico
mino un ejercicio o prueba de retóri-
asumieron que la verdad ontológica
ca a la que debía someterse quien as-
decretio 188

piraba a ser orador. Consistía en un las causas libres. Tal d. se llama: 1.


verdadero discurso cuyo tema era attemperativum, cuando la interven-
propuesto por el maestro, quien re- ción divina está ordenada a moderar
cordaba, además, principios genera- los efectos de un fenómeno natural o
les, dando ocasionalmente alguna su- de una acción voluntaria del hombre;
gerencia o consejo sobre su desarro- 2. relictivum, cuando se ordena a per-
llo, para después juzgar el resultado. mitir el libre curso de dichos efectos,
Se llevaba a cabo públicamente, con y 3. cummissivum, cuando coadyuva
la presencia de condiscípulos, a ve- con ellos.
ces, algunos curiosos, y familiares del
decus. Su significado originario es el
alumno. Ellos observaban con par-
de ornamento o lustre, y después, por
ticular atención los eventuales erro-
extensión, decoro, en sentido mo-
res cometidos por este último, aun-
ral. Así aparece tantas veces, por ej.,
que tampoco escatimaban aprobacio-
en Cicerón o Tácito. La Edad Me-
nes calurosas. La d. era de dos tipos:
dia asume preferentemente la última
1. la suasoria, en la que se debatía un
acepción que, por lo demás, se torna
caso de conciencia o una decisión ar-
aún más frecuente durante el período
dua bajo circunstancias estipuladas
humanístico del Renacimiento. Los
previamente; y 2. la controversia, en la
autores medievales entendieron por
que el tema era jurídico, ya que con-
d., esencialmente, lo honesto (véa-
sistía en la acusación o defensa de un
se honestas) y lo definieron principal-
proceso ficticio; se discutía, entonces,
mente como todo aquello que es dig-
la aplicación de una ley determinada
no de una persona en cuanto tal. Dos
a ese caso particular. Así, el primer ti-
propiedades fueron atribuidas a este
po preparaba para la elocuencia deli-
concepto: la congruitas, por la que se
berativa; el segundo, para el ejercicio
guarda la armonía en las acciones y la
de la abogacía. Agustín de Hipona da
reciprocidad entre la misma persona
testimonio de esta práctica, que cier-
y sus semejantes, y la excellentia, por
tamente se remonta a la Antigüedad,
la que se rechaza toda vulgaridad.
en Conf. I, 18, 29; De ord. I, 10, 30 y,
sobre todo, Retract. II, 6, 2. dedignatio. Cf. despectio.
decretio. Contrario a accretio (véa- deductio. En términos muy genera-
se), esta palabra designa un tipo les, designa todo proceso, sea 1. on-
de cambio, precisamente, el motus tológico o 2. lógico, por el cual se
decretionis, cuyo resultado es la dismi- desciende de lo general a lo particu-
nución de una determinada cantidad. lar. En el plano 1. ontológico, seña-
En efecto, consiste en restar de una la un movimiento ex parte rei, es de-
cosa una porción de la misma, como cir del ser, un cierto dinamismo de la
cuando se quita una porción de agua realidad por el que los seres particula-
de una cierta cantidad de ella. res se originan o derivan de los uni-
versales; por eso, la d. metafísica es el
decretum. Algunos autores medie-
punto de vista que adoptan muchos
vales han denominado así al desig-
autores ultrarrealistas en la Edad Me-
nio de Dios por el cual Él ‘decide’
dia. En el plano 2. lógico, y aun epis-
(decernit) intervenir en la causalidad
temológico, en el que la noción y la
natural del mundo, o concurrere con
palabra d. es más empleada, alude al
189 definitio

movimiento mental y cognoscitivo do d. es, principalmente, algo contra-


por el que se pasa de un principio ge- rio a la naturaleza (cf. De lib. arb. III,
neral a una consecuencia particular, o 13, 38). La mencionada nota de des-
también, de una ley a los hechos que orden alude a una imperfecta delimi-
ella rige, de una causa a sus efectos, tación de la entidad en el ser propio
etc. Así pues, constituye el opuesto de del subiectum que lo padece. Ahora
la inductio (véase). La deducción ló- bien, ya en la Escolástica, se insistió
gica tiene origen en el silogismo aris- en el concepto de defecto en cuanto
totélico, al menos, Aristóteles mismo privación. En tal sentido, se estable-
la identifica con el silogismo científi- cieron los siguientes distingos, en lo
co (cf., por ej., An. Post. I, 2, 71 b). que concierne al d. ontológicamente
Al mismo tiempo, el Estagirita indi- hablando. Éste se puede entender: 1.
ca que el proceso deductivo se funda privative, si alude a la carencia de algo
en el carácter indemostrable que tie- que, por su esencia y accidentes pro-
nen los principios. Este enfoque de pios, el subiectum debe tener, por ej.,
la cuestión se transmite a los escolás- la ceguera de un hombre; 2. negative,
ticos. Así, Tomás de Aquino, por ej., si se refiere a la falta de alguna perfec-
plantea en el proceso de la ratio una ción en general, aunque no se cuen-
doble dirección: la de la via inventio- te entre las perfecciones propias del
nis y la de la via iudiciis. En efecto, subiectum, por ej., la carencia de vida
afirma el Aquinate que la ratiocina- en los minerales. En este último sen-
tio humana, según el primer camino, tido, para los escolásticos, como To-
procede desde lo puramente inteligi- más de Aquino, todo ente es defec-
do, esto es, los primeros principios, tuoso en la medida en que ninguno
para encontrar lo particular regido tiene la excelencia que se encuentra
por ellos; en sentido inverso, exami- sólo en Dios (cf. S. Th. I, q. 12, a. 4
na y juzga lo encontrado median- ad 2).
te el procedimiento de remontarse a Sin embargo, cabe destacar que el
los primeros principios (cf. S. Th. I, primero de los mencionados es el sig-
q. 79, a. 8). De este modo, el proceso nificado propio y metafísico de d. To-
de búsqueda y de demostración tie- mado, pues, privative, se puede ha-
nen ambos en dichos principios sus blar de 1.1. d. physicus, cuando el de-
respectivos fundamentos. Cabe seña- fecto mienta alguna imperfección en
lar también que durante el Medioevo lo natural; 1.2. d. moralis, al que se
la d. está explícitamente vinculada al denomina vitium (véase).
principio de causalidad, precisamen-
definitio. En líneas muy genera-
te por el supuesto medieval acerca de
les, la definición es una delimitación
que el conocer sigue al ser. En cam-
(de-terminatio, de-fin-itio), o sea, una
bio, al llegar a la Modernidad, con la
indicación de los límites conceptua-
puesta en crisis de tal supuesto, la d.
les de un ente, mediante la cual se
tiende a resolverse en un proceso lógi-
lo distingue de los demás. Así, la d.
co-matemático.
expresa la esencia de una cosa. Por
defectus. En general, se entiende por eso, los autores medievales, por ej.,
defecto cierto desorden implicado en Tomás de Aquino, la han llamado
la carencia de alguna perfección. Por “oratio significans quod quid est”, aña-
eso, Agustín de Hipona dice que to- diendo que la definición de una cosa
definitio 190

es la ratio por la que el nombre la sig- tricto, y prefieren reservar para ellas
nifica (cf. In II Post. An., l. II; In Met. el nombre de descriptio. Menos discu-
IV, l. 16, n. 14). tible es el caso de aquella proposición
Durante la Escolástica, se han esta- que alude a notas propias de la cosa
blecido las siguientes distinciones al mentada, en cuyo caso, se llama 3.2.
respecto: 1. la d. nominalis o d. quid d. realis propriis; por ej., “el hombre es
nominis es aquella que da cuenta de la un ser capaz de reir”. Pero cuando la
significación del nombre, por el pro- definición real se refiere al modo de
cedimiento de explicarlo con otro vo- ser exclusivo de la cosa y señala los
cablo más conocido. En este sentido, principios quiditativos que la cons-
la d. nominalis muchas veces consiste tituyen, se trata de una 3.3. d. realis
en una mera simplificación; por ej., essentialis. Si los principios menciona-
“ ‘Caridad’ es amor”. Cuando la de- dos son de orden físico, o sea, partes
finición nominal consiste en la acla- entitativas realmente distintas, se es-
ración de las raíces etimológicas del tá ante una definición esencial 3.3.1.
nombre en cuestión, se denomina physica; por ej., “el hombre es una
2. d. verbalis; por ej., “ ‘Filosofía’ es sustancia que consta de cuerpo y al-
amor a la sabiduría”. Con todo, al- ma”. Por el contrario, si tales princi-
gunos autores modernos no recono- pios son partes que se distinguen só-
cerán distinción entre estos dos tipos lo por abstracción intelectiva, la d.
medievales de definición. En cambio, essentialis es 3.3.2. metaphysica; por ej.,
la 3. d. realis apunta ya no al nombre “el hombre es un animal racional”.
que remite a la cosa, sino a ésta mis- La definición real, esencial y meta-
ma, por lo cual se denomina también física es, pues, la definición filosófica
d. quid rei. Con propiedad y claridad, por excelencia y, por ende, la que ha
expresa sintéticamente la naturaleza o planteado mayores problemas teóri-
esencia de una cosa, traducida en su cos. El más importante es el que se
concepto. Si alude a principios exter- refiere al modo de delimitación con-
nos a ella –como su causa eficiente o ceptual. En este sentido, se ha consi-
final–, la definición real será extrínse- derado que, para circunscribir el ob-
ca; por ej., “ El hombre es un ser lla- jeto, es necesario tomar la clase de la
mado a la felicidad”. Si, en cambio, que es miembro y situar esa clase en
los principios aludidos intervienen de el “lugar ontológico” correspondien-
algún modo en la constitución de la te. Esta determinabilidad resulta, en-
cosa, esto es, si son inherentes al suje- tonces, de dos elementos de carácter
to de la d., la definición real será in- lógico: el género próximo y la dife-
trínseca. rencia específica; en el ejemplo prece-
Ahora bien, en este último caso, la dente, “animal” y “racional”, respec-
d. puede referirse no al modo de ser tivamente. Pero hay casos que esca-
de la cosa, sino, colateralmente, a los pan a esta sistematización científica
caracteres que derivan de él, y enton- de la definición esencial, ya sea por-
ces, se tiene la 3.1. definitio realis ex que se encuentran más allá o más acá
accidentibus; por ej., “el hombre es de tal catalogación. En otras palabras,
un mamífero bípedo”. Sin embargo, hay “géneros supremos” que por su
la mayoría de los autores medievales extrema simplicidad trascienden to-
no consideran que estas proposicio- das las especificaciones, y hay tam-
nes sean definiciones en sentido es- bién individuaciones que se encuen-
191 deificari-deificatio

tran por debajo de todos las especies, modus, in fine): aquel en el que el ora-
siendo más bien percibidas antes que dor o el filósofo apoyan su discur-
comprendidas; de ahí la expresión es- so en definiciones. Se ha de subrayar
colástica “individuum ineffabile”. En que, a diferencia de lo que sucede con
ambas situaciones, se abandona to- otro modo, el transumptivus (véase),
da pretensión técnica y se recurre a el término que nos ocupa no se uti-
aproximaciones prácticas: la indica- liza, con esta acepción, en forma ad-
ción, la descripción, la analogía, etc. verbial.
Pero, en rigor, no constituyen defini-
definitum. Voz frecuente particular-
ciones, ya que los escolásticos se atu-
mente en el léxico nominalista en la
vieron, en esto, a la exigencia estric-
Edad Media, tiene los siguientes sig-
ta de que una d. debía determinar lo
nificados: 1. en lo que toca a las rea-
que un nombre significa o lo que un
lidades individuales, es aquello cu-
concepto es. De ahí que también ha-
yas partes esenciales quedan expresa-
yan sostenido que “d. non sit negati-
das en la definición (véase definitio);
va”. En efecto, distinguieron también
2. un término convertible con la de-
la d. positiva de la d. negativa, carac-
finición, en cuyo caso lo definido es
terizando esta última como “qua rei
un concepto, esto es, la especie. Así
natura terminis negativis declaratur”,
lo expresa, por ej., Guillermo de Oc-
o sea, como la definición que dice lo
kham (cf. Quodl. V, q. 20).
que la cosa no es; por ej., “el espíri-
tu no es extensión”. Sin embargo, a deformitas. Cf. difformitas.
veces es necesario recurrir a ella, pre-
cisamente porque, como se ha seña- deificari-deificatio. Son voces tí-
lado, no de todos los seres podemos picas de la mística medieval. A par-
decir positivamente qué son, como tir del neoplatonismo post-plotinia-
ocurre con las realidades más simples: no se entiende por d. o théosis la per-
“Prima et simplicia per negationem fecta unión con Dios lograda por
notificantur, sicut dicimus punctum el hombre en cuanto criatura libre,
esse cuius pars non est” (S. Th. I, q. 33, unión por la cual alcanza, a través
a. 4). Por ello, la teología mística pre- de la virtud y la gracia, aquello que
fiere referirse a Dios por d. negativa, Dios posee por naturaleza. Este plan-
porque es infinitamente poco lo que teo de asimilación del alma huma-
de Él se puede decir positivamente; na a lo divino se encuentra especial-
de ahí que se la llame “teología ne- mente en Proclo, quien lo transmite
gativa”. También tienen definiciones a la Cristiandad por su influencia so-
negativas, los términos negativos de bre el pensamiento de Dionisio Pseu-
suyo como las privaciones, por ej., “la do Areopagita. A partir de este ante-
ceguera es el no tener visión”. cedente, se abren dos matices en la
concepción de la d. durante la Edad
definitive. Muchos autores medieva- Media: una de ellas, alcanza su ma-
les –que, por lo demás, suelen prefe- yor desarrollo durante el siglo XII; la
rir a veces la grafía diffinitive– utilizan otra, hacia finales del Medioevo.
este adverbio como equivalente de cir- Respecto de la primera, los místicos
cunscriptive (véase). Cf. también locus. especulativos del siglo XII entienden
la deificación como el estado, llama-
definitivus. Se llama de esta mane-
do por algunos “raptus” y por otros
ra uno de los modi tractandi (véase
deiformitas 192

“extasis” o “excessus”, que resulta del porque no hay en las Personas divinas
ser llevado, como San Pablo, al ter- d. como forma abstracta.
cer cielo (cf. II Cor. 12, 2), en don-
delectatio. Los escolásticos conside-
de el alma tomará parte de la felici-
raron el deleite o la delectación como
dad celestial. En estos autores la d. in-
una de las pasiones propias del ape-
dica, pues, algo súbito, aunque fruto
tito concupiscible (véase appetitus).
de un proceso anterior. Según éste, el
Sin embargo, se ha de tener en cuenta
alma se ha preparado a ser arrebatada
que no limitaron este concepto a las
por el amor de Dios mediante el des-
tendencias específicamente sensua-
precio por la miseria de este mundo.
les. Hay, en efecto, una d. espiritual o
Así, por ej., se expresan Ricardo de San
racional que se traduce generalmen-
Víctor (cf. Ep. ad Sev. 9) y Bernardo de
te en gaudium o fruitio (véanse). Ya
Clairvaux (cf. De dil. Deo X, 28).
en la Patrística, Agustín había habla-
La otra vertiente de este concepto,
do de una atracción hacia Dios por el
más fiel a sus orígenes, es la propia del
amor y por el deleite del espíritu (cf.
siglo XIV y, especialmente, del mis-
In Io. Ev. XXVI, 4), opuesta precisa-
ticismo especulativo de Meister Ec-
mente a la aversio a Deo.
khart. En ella, se traza el camino ha-
Los caracteres distintivos de la d.
cia la d. como un paulatino despoja-
son: 1. está dada por la obtención de
miento de toda imagen o representa-
un bien conveniente a la natural dis-
ción, logrando así el estado del alma
posición humana. Al tratarse de la
libre y, por lo mismo, idéntica a la na-
posesión de un bien y no de una mera
turaleza divina: “Dios me engendra en
tendencia a él, no constituye un trán-
tanto Él mismo y se engendra en tan-
sito, sino un movimiento perfecto, es
to que yo mismo [...] Se trata de una
decir, acabado. En este sentido, se di-
sola vida, un solo ser y una sola obra”.
ferencia del desiderium (véase); 2. al
deiformitas. Término propio, aun- mismo tiempo es, en rigor, un acto
que no exclusivo, de M. Eckhart, instantáneo, pues el movimiento se
la d. señala el núcleo mismo de la opone a la posesión y permanencia
deiformatio. Se trata del intelligere del objeto; así, la d. presupone quie-
(véase) que, a diferencia del ser, en tud, aunque, si el bien poseído está
el hombre es lo único increado, co- sujeto a algún cambio, la d. tendrá lu-
mo lo es en Dios: “ipsum intelligere gar accidentalmente en el tiempo; 3.
est quaedam d. vel deiformatio”, escri- siempre ha de ser acompañada por el
be el maestro dominico en la Solutio conocimiento –hoy diríamos “con-
rationum de praeeminentia intellectus ciencia”– de dicha posesión: un bien
respectu voluntatis. no es deleitable si no se aprehende co-
mo bien y como poseído, ya sea me-
deitas. La deidad es la condición de diante los sentidos –tal el caso de los
Dios y aun Dios mismo. Con todo, deleites corporales–, ya sea median-
los autores medievales cristianos sue- te el alma únicamente. Con todo, es-
len evitar este término por el equívo- to último no conforma, en rigor, el
co teológico a que puede dar lugar. gaudium, es decir, el deleite espiritual,
Como indica su forma, se trata de sino sólo el anímico o afectivo, por
un sustantivo abstracto. Pero no ca- ej., constituye una d. hacer el bien a
be aplicarlo en el caso de la Trinidad los amigos; 4. la causa de la d. radi-
193 demonstrabile

ca tanto en el objeto deleitable cuan- En la literatura nominalista, este


to en el sujeto mismo de esta pasión: término presenta dos acepciones muy
la primera se da por la semejanza o precisas: 1. la d. es una decisión que
connaturalidad que el objeto guarda se toma, ante una duda, después de
respecto del sujeto; la segunda, por la un examen detenido de las razones en
disposición orgánica del sujeto, en el pro y en contra de algo; de ahí que no
caso de los deleites corporales; y por pueda tener lugar instantáneamente.
la admiración o estima que le inspi- La nota peculiar al respecto, entre los
re el objeto, en el caso de los anímicos autores de esta línea, es que la d. no
(cf. Tomás de Aquino, In IV Sent., d. se requiere para que se pueda hablar
49, q. 3; S. Th. I-II, qq. 31-34). de mérito moral; 2. por d. se entiende
Respecto de la relación del concep- también el resultado de lo anterior,
to que nos ocupa con el de amor, se esto es, el conocimiento perfecto de
tiende a considerar que la d. indica la una conclusión práctica acompañada
pasión del amor cuando éste ha en- de asentimiento. Así lo dice Ockham
trado en posesión de su objeto. Con en Quodl. II, q. 6.
todo, se han dado dos posiciones di-
deliciae. Es un sustantivo utiliza-
ferentes respecto de este tema. Una,
do como plurale tantum porque hace
ejemplificada por Pedro Oriol, es
alusión a actos, hechos y objetos pro-
proclive a asimilar ambos conceptos;
pios de goces sensuales o aun espiri-
otra, encabezada por Guillermo de
tuales y no a la pasión misma que lle-
Ockham, insiste en su diferencia, sos-
va a ellos. Para este último caso, se re-
teniendo que d. y amor son realmen-
servan las palabras delectatio y voluptas
te distintos, puesto que pueden sepa-
(véanse), según el tipo de goce del
rarse. Ockham apela aquí a un ejem-
que se trate. De hecho, proviene de
plo teológico: el demonio ama el pe-
de- y lacio, cuyo significado es atraer
cado humano pero no extrae deleite
con halagos, seducir, y es frecuentati-
de él (cf. In IV Sent. d. 14b).
vo de lacto, amamantar.
deliberatio. La deliberación es el pri-
demeritum. Cf. meritum.
mer paso importante del acto libre,
precede a la elección o electio y cons- demonstrabile. La literatura filosófi-
tituye el requisito indispensable para ca de la Edad Media registra dos no-
que ésta se dé formalmente. Se define tas complementarias de esta voz, es-
como la reflexión en la que se ponde- pecialmente, en textos nominalis-
ran los medios conducentes a un fin tas: 1. es demostrable una proposi-
y, a la vez, la bondad o falta de ella ción que, no siendo per se nota, puede
de aquéllos y de éste. La d. concier- constituir objeto de duda. El conoci-
ne siempre a lo contingente, es de- miento de esta proposición se adquie-
cir, a medios y fines que pueden ac- re a partir del conocimiento de otras
tualizarse o no, aceptarse o rechazar- proposiciones necesarias y evidentes
se. Es acto del juicio. Con todo, se ha dispuestas en forma de silogismo; 2.
de indicar que, para aludir a lo que se la proposición d. es aquella objeto de
ha mencionado, los escolásticos más una demostración tanto propter quid
aristotélicos suelen preferir el término como quia (véase demonstratio 2.1. y
consilium (véase). 2.2.).
demonstratio 194

demonstratio. La demostración es, directos de la d. son sus fundamen-


básicamente, una argumentación. Pe- tos, es decir, los primeros principios y
ro, lo que la especifica respecto de la sus aplicaciones inmediatas, como las
argumentatio en general y más aún reglas del silogismo.
del argumentum (véanse), es que la Ahora bien, una de las reglas me-
demostración es una argumentación todológicas fundamentales del pe-
que deduce una conclusión cierta, a ríodo requiere respetar el orden en
partir de premisas ciertas y evidentes; las preguntas, primero, sobre la exis-
de ahí que, cuando ello se da a través tencia de algo (an sit); después, sobre
de un silogismo (véase), éste se deno- su esencia (quid est); y finalmente so-
mina demonstrativus. Boecio, quien, bre su causa (cur est). En consonancia
con su comentario a los Tópicos aris- con este principio metodológico, una
totélicos, es una de las principales de las distinciones primarias sobre la
auctoritas medievales en este punto, d. es la que diferencia entre quod sit y
llama la d. también “disciplina”, en cur ita sit: lo que es y por qué es así.
cuanto que constituye un verdadero En la Escolástica se establecieron,
aprendizaje riguroso. De hecho, sólo además, respecto de la d. una serie de
en la forma de la d. la conclusión que distinciones, según se tomaran como
deriva de la concatenación de propo- base: 1. la conclusión; 2. el término
siciones goza de los caracteres de infa- medio; 3. la cantidad de las premisas
libilidad y necesariedad. y conclusión. Así pues, tenemos que
Respecto de las premisas de to- según 1. su conclusión, la d. puede ser
da d., ellas son ciertas en tanto cau- 1.1. directa, llamada también ostensiva
sa de la conclusión. Y evidentes, en la o apodictica: es la que muestra que el
medida en que su verdad se aprehen- predicado de la conclusión correspon-
de por medio de una simplex mentis de –o no corresponde– al sujeto, en
inspectio. Ahora bien, tal evidencia virtud de determinadas notas que ne-
puede ser inmediata, pero también cesariamente poseen uno y otro; por
mediata. Se da este último caso, es ej., “La causa primera no depende de
decir, el de las premisas mediatamen- otro; Dios es causa primera; Dios no
te evidentes, cuando éstas son demos- depende de otro”. Aquí el hecho de
tradas por otras inmediatamente evi- ser causa primera es una nota necesa-
dentes. La d. es reductible, pues, al si- ria del concepto de Dios, sujeto de la
logismo simple. Sus principios son las conclusión. Pero, y siempre dentro de
verdades de las que deriva la fuerza este criterio de distinción, la d. puede
demostrativa, y se dividen en mate- ser también 1.2. indirecta o elenctica
riales y formales. Son materiales o di- o ad absurdum: es aquella demos-
rectos aquellos principios de los que tración en la que de la contradicto-
procede el conocimiento de la con- ria de la proposición a probar deduce
clusión, o sea, la premisa mayor –que una conclusión absurda. Con ello se
es la verdad universal y necesaria que muestra que la contradictoria es fal-
contiene virtualmente la conclusión–, sa, y por ende, la proposición a pro-
y la menor –que, por su conexión con bar, se revela verdadera; por ej., “Si la
la mayor, muestra que en esta últi- causa primera no es eterna, tuvo prin-
ma está contenida la conclusión–. En cipio; todo lo que tuvo principio es
cambio, los principios formales o in- causado por algo; lo causado por algo
195 demonstratio

no es causa primera; luego, la causa mino medio. Antes de abordarlas, es


primera no es causa primera si no es menester recordar que anterior en el
eterna”. Es necesario aclarar que la d. orden lógico o del conocimiento es
ad absurdum se diferencia de la hipó- aquello que, ya conocido, lleva a la
tesis absurda, que es la que se admite aprehensión intelectual de otra co-
como premisa verdadera de un con- sa. En cambio, en el orden ontológi-
secuente válido, pero es falsa porque co o de la realidad, llámase anterior a
supone algo contradictorio. De ahí aquello de lo que depende otra cosa
la sentencia que afirma “Ex absurdis en su ser o existir. Con arreglo a este
sequitur...” (véase). También debe di- criterio, se tienen 2.1. d. a priori (véa-
ferenciarse de la hipótesis de un ab- se) o propter quid: es aquella en que
surdo. Esta es la que toma una con- la verdad de lo que afirma la conclu-
tradicción no evidente para concluir sión depende, en el plano ontológico,
una contradicción evidente, y mos- de la verdad de aquello que afirman
trar así la falsedad de la primera. De las premisas; 2.2. a posteriori (véase) o
este modo, de la falsedad de una con- quia o quod: es aquella en que la ver-
clusión formalmente legítima se sigue dad de lo que se afirma en las premi-
la falsedad del antecedente. sas depende, siempre ontológicamen-
En último análisis, a la demostra- te hablando, de la verdad de lo que
ción indirecta se reduce:n 1. el “argu- afirma la conclusión; 2.3. d. regressiva
mento negativo”: muestra que no hay o “circular legítima”: es la que, par-
razones en favor de una afirmación, tiendo de algo válidamente demos-
pero no prueba con ello su falsedad. trado a posteriori, demuestra a priori
No es, pues, concluyente, y por eso, otras nociones relativas a ese algo; por
suele afirmarse “Quod gratis affirmatur, ej., se demuestra la sabiduría divina
gratis negatur” (véase); 2. la así llama- por el orden del mundo (a posteriori);
da “instancia contraria”, que mues- por la sabiduría así demostrada, se
tra la falsedad de un universal sólo en demuestran caracteres no evidentes
virtud de una excepción; 3. el argu- en el orden del mundo, el cual resulta
mento ad hominem (véase), toma una de un Creador sabio (a priori).
suposición admitida por el adversario Un último criterio es el que distin-
para probar la propia afirmación. Es- gue entre las demostraciones por 3.
ta denominación cabe estrictamente la cantidad de las premisas y conclu-
si la afirmación del oponente es falsa sión. Según esto, la d. puede ser 3.1.
o dudosa; en cambio, si fuera verda- deductiva: es aquella que, de premisas
dera y cierta, la d. recibe, en rigor, el más universales, saca un consecuen-
nombre ex consenso; 4. por inversión: te menos universal. Sólo accidental-
es la demostración que utiliza el tér- mente es posible que revistan el mis-
mino medio usado por el adversario, mo grado de universalidad. Este tipo
con el fin de probar lo contrario de lo de demostración puede ser a priori o a
que éste intenta mostrar; 5. por “tor- posteriori. A esta clase de d. se le opo-
sión” o retorsio: consiste en obligar al ne la 3.2. inductiva: es la que infie-
oponente a negar su propio razona- re, de premisas más particulares, un
miento, deduciendo de éste algo que consecuente más universal. Es siem-
aquél no acepta. pre a posteriori. Puede ser 3.2.1. por
Otra clasificación de los tipos de d. inducción completa, si enunciara to-
es la que se establece según 2. el tér-
denominans 196

dos los particulares. Sin embargo, en ción particular de este último (véase
este caso no se trata de raciocinio, si- materialiter 1.). Se dice que un térmi-
no de inferencia inmediata por abs- no se toma d. cuando no se lo asume
tracción. En cambio, es 3.2.2. por fundamentalmente en cuanto tal, si-
inducción incompleta, si infiere el uni- no en sus implicaciones; por ej., en la
versal a partir de un cierto número de proposición “El filósofo duerme” se
sus inferiores, siendo 3.2.2.1. perfecta, entiende el sujeto d., puesto que no
cuando da una conclusión universal es tomado en cuanto filósofo, sino en
cierta, 3.2.2.2. e imperfecta, cuando la medida en que ser filósofo implica
sólo procura una conclusión univer- ser hombre y le es natural al hombre
sal probable. dormir. En cambio, en la proposición
“El filósofo busca la sabiduría”, el tér-
denominans. Se califica así al nom- mino “filósofo” se entiende no d., si-
bre del que, tanto según su significa- no reduplicative o formaliter (véanse),
do como según su estructura mate- adverbios que son los opuestos corre-
rial, deriva otro, como iustitia es d. de lativos del que nos ocupa.
iustus. En cambio, esta última palabra
es denominativum respecto de la pri- denominativum. Cf. denominans.
mera. Así, d. es el nombre abstracto
densitas. Con esta voz se designa en
que corresponde a uno concreto.
la Física medieval la cualidad que tie-
denominatio. En sentido amplio, ne algo de poseer mucha materia con-
significa atribución. Para los autores centrada en poca dimensión. Cierta-
medievales, las dos fuentes de la pa- mente, es independiente del peso. Su
labra en cuanto denominación son la opuesto es la raritas (véase).
etimología y el uso. En lo que con-
dependens. Cf. dependentia.
cierne a la primera, el recurso a la au-
toridad de Isidoro de Sevilla es, sin dependentia. Indica, en general, la
duda, lo más utilizado en la Edad relación que subordina una realidad,
Media. En relación con el segundo, llamada dependens, de otra, de modo
cabe señalar que en este período se tal que la primera no puede existir o
distinguió entre el uso espontáneo de darse sin la subordinante. Esto puede
las palabras y la atención deliberada tener lugar tanto en el plano 1. lógi-
que sobre ellas requiere el discurso fi- co, como en el 2. ontológico, o el 3.
losófico. Así, por ej., no es infrecuen- ético. En el 1. orden lógico, cualquier
te encontrar en textos del Medioe- verdad racional guarda dependencia
vo expresiones tales como “nomen respecto de los primeros principios.
mentis a mensurando est sumptum”, en En el 2. orden ontológico, los escolás-
los que se trata de vincular la etimo- ticos, especialmente, han insistido en
logía con la significación que el uso que, por exigencia de racionalidad, la
confiere al término. De este modo, la comprobable contingencia de los se-
d., es decir, la asignación de una pala- res finitos requiere la postulación de
bra a una realidad, acota o precisa la un ser necesario del que precisamen-
propiedad de la primera, esto es, su te dependen. Por último, en el 3. or-
inteligibilidad verbal. den ético, la mencionada precarie-
dad ontológica hace que el hombre se
denominative. Este adverbio es sinó-
vuelva hacia ese ser necesario, es de-
nimo de materialiter según una acep-
197 derisio

cir a Dios, en busca de un referente lidad, y el objeto. Así, por ej., Agus-
absoluto del que depende para regir tín habla de una d. o irrisio Dei, en-
su conducta. Así pues, en cualquier tendiendo por ello el justo desprecio
plano se lo considere, lo dependens de Dios por sus enemigos: en virtud
denota siempre cierta precariedad en de su presciencia, Él conoce y deter-
cuanto falta de autonomía y, por eso, mina la historia humana, burlándose
es necesariamente posterior a aquello de los esfuerzos de los malvados (cf.
a lo que está subordinado. En. in Ps. 2, 3). En sentido negativo,
Los escolásticos han establecido Gregorio Magno se refiere a los sabios
distinciones respecto de este concep- del mundo que se burlan de la sim-
to, concernientes, en particular, a la plicidad de los justos, a propósito de
dependencia ontológica, esto es, en las vicisitudes de Job (cf. Mor. X, 28-
el plano del ser. Así, han hablado de: 29). Más grave es la definición de Isi-
d. causalis o effectiva para referirse a la doro de Sevilla ofrece del irrisor como
subordinación del efecto respecto de aquel que se burla de Dios y aun de
la causa, como en el caso del fuego y sí mismo en cuanto que sigue llevan-
lo caliente; d. subiectiva o accidentalis do a cabo aquello de lo que se arre-
o inhaesiva para señalar la subordina- piente (cf. Sent. PL 83, 619). Beda el
ción del accidente respecto de la sus- Venerable resume estos matices soste-
tancia en la que inhiere, como la de la niendo que el illusor, es decir, el suje-
cantidad en relación con el cuerpo; d. to de la d., es quien, aun conociendo
relativa o fundamentalis para aludir a la palabra divina, la desprecia al no
la subordinación que se da en las rela- ponerla en práctica, y la corrompe a
ciones por el mismo fundamento de través de interpretaciones y enseñan-
éstas, como la filiación depende de la zas perversas; así, subestima tanto la
generación. ira cuanto las promesas de Dios; por
último, también incurre en d. el mal-
dependeter. Cf. absolute. vado que desprecia la simplicidad y la
depositio. Se entiende por d. un tipo pobreza de los demás (cf. Super par.
de convención establecida en una dis- Sal. alleg. Exp. PL 91, 954).
puta escolástica (véase obligatio 1.4). Ahora bien, todo esto responde a
una actitud fundamentalmente des-
depravo. Verbo muy usado en Fi- pectiva que se traduce de diversos
lología y Paleografía: indica que un modos, también el gestual; de ahí que
determinado término ha degenera- una de las manifestaciones de la d. sea
do en otro, ya sea por deterioro del la subsannatio, por la que se entien-
manuscrito utilizado, ya sea por error de el gesto de arrugar la nariz, como
de copia. Así, por ej., Poliziano dice: recuerda Agustín en el lugar citado.
“…sed Maetiani nomen in Marcia- Con todo, paulatinamente la d. ad-
num depravatur a librariis” (Ep. 5, 9). quiere valor específico de pecado de
derisio. Su significado más general es la lengua. En este sentido, Casiodo-
el de “burla”. La exégesis patrística ha ro la define como “voz confusa de ale-
equiparado este término con los de gría que, con inmoderada hilaridad,
irrisio e illusio. Todos ellos denotan hace público un ultraje” (Exp. in Ps.
un conjunto de actitudes, buenas o 43, 14), caracterización retomada por
malas, según el sujeto, su intenciona- Pedro Lombardo (cf. Comm. in Ps.
descensus 198

43, 15). Al llegar a Sto. Tomás, está en cambio, la poética es aquella en la


ya consagrada la condición verbal de que se apela a imágenes y metáforas.
la d. Para el Aquinate, hay un elemen-
descriptivus. Se denomina así uno de
to esencial a la burla que guarda rela-
los modi tractandi literarios y retóri-
ción con la contumelia y la detractio
cos, aquel en que se recurre a descrip-
(véanse): el hecho de que quien se
ciones tanto epidícticas como poéti-
mofa busca avergonzar a la persona
cas (véase descriptio, in fine).
objeto de su burla, quitándole así ho-
nor y fama; si lo hace abiertamente, desiderium. En general, la palabra
la d. queda vinculada con la prime- “deseo” designa toda tendencia, sen-
ra, y si lo hace a espaldas de la vícti- sible o racional, a la consecución de
ma, con la segunda (cf. S. Th. II-II, un bien de algún modo conocido y
q. 75, a. 1). aún no alcanzado. Los estoicos, enca-
Respecto de las penas que han de bezados por Zenón, (cf. Diog. Laer.
sufrir los que cometen esta falta, la VII, 110), lo contaban entre las pa-
tradición y el imaginario medieval in- siones primarias de originaria irracio-
sisten en la de volverse objeto de la nalidad, junto con el temor, el do-
burla que infligieron, especialmente, lor y el placer. De inspiración estoi-
si se trata de una dirigida a Dios. ca, Cicerón renueva esta clasificación
y subraya la relación del d. con la di-
descensus. Cf. ascensus.
mensión temporal de futuro (cf. Tusc.
descriptio. Es la proposición o el IV, 6). Pero es en Plotino en quien es-
conjunto de proposiciones que signi- te concepto adquiere particular relie-
fica lo que las cosas son por o a través ve, asumiendo un sentido espiritual:
de sus accidentes (per accidentalia) después de haber afirmado inequívo-
o de sus propria (véase proprium). En camente la trascendencia y perfección
esto se distingue de la definición, en del fin, es decir, de Dios, el filósofo
especial, de la definición real esencial neoplatónico adjudica al d. la fun-
(véase definitio 3.3), en la medida en ción de generar el pensamiento, que
que en ésta se da cuenta precisamen- se dirige precisamente a tal fin como
te de la esencia. Un ejemplo de d. es a su meta última (cf. En. V, 6, 5).
“El hombre es bípedo”, proposición Este cambio de perspectiva prepa-
en la que “bípedo” es lo descriptivo ra la elaboración que, sobre el tema,
y “hombre” lo descrito. Todas aque- harán los autores cristianos. En efec-
llas sentencias que conciernen a la de- to, en tal contexto, aparece la especi-
finición en sentido estricto como de ficación del “deseo natural de Dios”
quocumque praedicatur definitio et como aspiración propia de la natura-
definitum se aplican también al caso leza intelectiva –particularmente, la
de la descripción. Así, todo lo que se humana y no sólo la angélica– a la vi-
predica de la descripción también se sión de la esencia divina. El proble-
predica de lo descrito: si se predica de ma, si bien parte de un hecho psico-
los bípedos que caminan, también se lógico, revelador de la estructura di-
ha de predicar del hombre que cami- námica de la naturaleza humana,
na. Lo dicho vale para el caso de la con todo, no se resuelve enteramen-
d. epidíctica, que es la propiamente te en ese orden, puesto que implica
tal y usada en el discurso filosófico; líneas fundamentales de una teología
199 desitio

y, por ende, de una metafísica medie- tual y cuya esperanza de satisfacción


val. En ese sentido, el d. se desarrolla es promesa de la fe.
entre dos términos: el del hombre co- Otros autores, como Ockham, no
mo terminus a quo, y el de Dios como enfatizan este aspecto del tema y han
terminus ad quem (véanse). En esta preferido subrayar que el deseo como
concepción se parte tanto del carácter tal ha de tener por objeto lo posible,
de creado propio del hombre como ya que si dicho objeto es imposible
de su absoluta dependencia respecto se torna desperatio (véase) (cf. In III
de Dios. Así se ve, por ej., en esa suer- Sent. q. 8).
te de “nostalgia de Dios” o memoria En la elaboración escolástica de la
Dei que plantea Agustín de Hipona cuestión, y en lo que toca a su aspec-
(cf. Conf. X, 20-27). to más puntual, el d. es una de las eta-
Por su parte, los místicos especu- pas del diálogo intelecto-voluntad en
lativos del siglo XII, asimilan clara- la constitución del acto libre. En efec-
mente el d. al mundo afectivo, opo- to, en el primer paso, el de la mera
niéndolo dialécticamente al racional, aprehensión, la inteligencia capta un
es decir, al iudicium. En Ricardo de objeto determinado que ella conside-
San Víctor, por ej., el concepto que ra un bien deseable y, por ende, dig-
nos ocupa está valorizado en cuanto no de ser examinado. En la segunda
motor que, constitutivamente, con- instancia, la voluntad, así alertada por
duce al hombre a querer siempre bie- el intelecto, manifiesta cierta inclina-
nes mayores; de ahí que, metafórica- ción al objeto en cuestión. En el ter-
mente, Ricardo llame al d. “hambre cer paso, ese inicial interés de la vo-
del alma”. Cuando tales bienes son luntad hace que ésta invite a la inte-
espirituales, se convierte en positi- ligencia a examinar atentamente el
va insaciabilidad y crecimiento espi- bien del que se trata y las posibilida-
ritual; cuando son contingentes, en des de alcanzarlo. Es en virtud de es-
exasperación y frustración (cf. De IV tas etapas previas que se constituye el
grad. viol. car. 14). d. en cuanto tal, ya que la voluntad
Los escolásticos de orientación aris- responde con un deseo real y eficaz de
totélica han insistido en otro aspec- llegar al fin previsto.
to del tema, elaborando el d. natu-
desitio. Proviene del verbo desino,
ral de Dios, desde el punto de vista
que se aplica 1. a las palabras mismas,
de la tendencia propia del hombre
con el significado de “terminar”, co-
a la consecución de la felicidad, co-
mo en quae similiter desinunt, para re-
mo posesión del fin último o sumo
ferirse a voces que tienen una termi-
Bien. Con todo, en Tomás de Aqui-
nación semejante, de donde el térmi-
no se deja sentir la influencia de esa
no “desinencia”; 2. a cosas o situacio-
aspiración infinita que matiza el con-
nes, por ej., con la acepción de “po-
cepto cristiano de d., al menos, como
ner fin voluntariamente a algo”, co-
tendencia de la dimensión superior
mo en desitum est disputari, “se puso
del alma: “Nihil finitum desiderium
fin a la discusión”. Sobre la base de
intellectus quietare potest” (C.G. III,
este último sentido, los escolásticos
50). Pero se trata –cabe reiterarlo–
traspusieron la acepción del térmi-
de una tendencia que corresponde a
no al plano metafísico y, en él, con-
la dimensión exclusivamente intelec-
firieron a la forma d. el significado de
despectio 200

la cesación de algo en su ser o en su (véanse) en sus respectivas acepciones


operación. Por tal razón, d. es una voz escolásticas. En general, y como con-
que suele aparecer en los textos don- traria a la esperanza (véase spes), la d.
de se abordan, además de cuestiones se caracteriza por la completa falta de
de Física, el problema de la tempora- confianza en la posibilidad de acceder
lidad y la contingencia. a un bien arduo; por tanto, así como
la esperanza pone en acción al suje-
despectio. En cuanto opuesto a la to para alcanzar dicho bien, en cuan-
existimatio o estimación, el des- to su contraria, la desesperanza lo pa-
precio ha sido definido como la raliza. Durante el período patrístico,
admiratio (véase), en el sentido de la el tema fue estudiado, sobre todo, en
reacción que suscita aquello que se le términos teológicos y en relación con
aparece al hombre como un ser vil o lo trascendente, es decir, consideran-
de mínimo valor. Esto puede deri- do objetos de la d. Dios –y, por en-
var en la ofensa y el vituperio. Cuan- de, la salvación– o la verdad. Agustín
do tiene por objeto a los demás, esto de Hipona, por ej., afirma que la cau-
es, a otros hombres, se utiliza el voca- sa del escepticismo es la desesperanza
blo que nos ocupa; en cambio, si el de alcanzar la verdad (cf. Contra Ac.
objeto es una cosa o el mundo mis- II, 3, 8). Y advierte que pone en pe-
mo, suele reemplazarse con el nom- ligro la salvación, precisamente por el
bre de contemptio o contemptus, con desentenderse de ella, y subraya la in-
la excepción mencionada más abajo. acción del sujeto humano en dicho
Dos notas adyacentes a la noción de proceso (cf. In Io. Evang. 33, 8). Por
d. se han de destacar. En primer lu- eso, insiste en remitirse al ejemplo
gar, en los textos medievales la d. no de los santos que pecaron gravemen-
se identifica con la dedignatio, es de- te antes de santificarse (cf. De nat. et
cir, el desdén, ya que en éste se juz- gr. 35, 40), pero, en especial, insta a
ga a los otros inferiores al punto de confiar en la misericordia divina (cf.
no hacer ostensible esa desestimación Sermo 142, 5) para neutralizar la fal-
con la injuria explícita; por lo demás, ta de confianza en la propia potencia
a veces, la dedignatio ni siquiera es de- que caracteriza la d.
liberada mientras que el d. siempre lo Durante la Escolástica, el trata-
es. En segundo lugar, cabe mencio- miento del tema se instala preferen-
nar que la expresión d. sui reemplaza temente en el plano antropológico
ocasionalmente a la variante más fre- y psicológico. En él, se lo desarro-
cuente contemptus sui. En ambos ca- lla en términos negativos, o sea, ne-
sos, se alude al desprecio de sí mismo, gando en la d. todas las notas positi-
pero no en sentido absoluto, es decir, vas que presenta la esperanza. Así, To-
como desconocimiento de la propia más de Aquino escribe que el objeto
dignidad, sino relativo respecto de la de la esperanza, que es el bien de ar-
grandeza divina (cf. contemptio). dua consecución, tiene algo de atrac-
desperatio. La traducción castella- tivo, en cuanto se considera posible
na más fiel de este término es “des- de alcanzar y, por eso, la esperanza se
esperanza”, ya que “desesperación” se aproxima a él. En cambio, la d. tie-
aproxima más al sentido que tienen ne lugar cuando dicho bien se consi-
las voces latinas anxietas y angustia dera imposible de conseguir; enton-
201 determinatio

ces, se torna repulsivo para el sujeto, go es verdadero, habiendo podido ser


quien retrocede o se desvía de ese fin. falso. Tal es el caso de las proposicio-
En cualquier modalidad, el mal de la nes contingentes (cf. In I Sent. d. 38,
d. consiste, pues, en un alejamiento q.u.).
del bien. Pero no por no considerarlo
determinatio. Voz que, aplicada a di-
tal, sino porque, frecuentemente, se
versos órdenes, tiene acepciones di-
exagera la distancia que separa al suje-
versas: 1. en el plano ontológico, la
to de él. De esta manera, se concluye
determinación alude al hecho de pre-
que la d. no implica la sola privación
cisar un ente mediante la predicación.
de la esperanza, sino el alejamiento de
Así, la Edad Media hace surgir la con-
la cosa deseada por considerarla im-
cepción, ya perfilada en la Antigüe-
posible. Así pues, aunque se trata de
dad, que atribuía a la ontología for-
una pasión del apetito irascible, pre-
mal la misión de ocuparse justamente
supone el deseo (cf. S. Th. I-II, q. 40,
de las determinaciones más generales
a. 4).
que convienen a los entes. Por medio
destinatio. A veces, esta palabra se de dichas determinaciones, los entes
usa en la acepción de envío real de al- son asignados a distintas regiones del
go a algún sitio físico; otras, se em- ser. En tal sentido, la d. es el estable-
plea para aludir a la remisión de al- cimiento de las notas esenciales del
go concebido por el entendimiento o concepto que denota el ente. La d.
por el querer, como cuando se resuel- implica, pues, una precisión, esto es,
ve dirigirse a algún lugar o bien ha- una delimitación; de ahí que Dios, en
cer una cosa. Así pues, en este último tanto Ipsum Esse, sea lo indetermina-
sentido, indica la intentio o direccio- do e indeterminable, ya que Él mis-
nalidad a un fin ya sea por parte del mo es ausencia de todo límite.
intelecto como, y más frecuentemen- Siempre en este plano, cabe aco-
te, de la voluntad. tar entre paréntesis que se ha llamado
1.1. d. distrahens a aquella que repug-
determinate. Adverbio que indica: na a la cosa en cuanto tal cosa, pero
1. la determinación específica de al- que se refiere a alguna de sus partes o
go; en este caso, se relaciona siem- aspectos; por ej., se determina que un
pre con la forma propia de ese algo, hombre está muerto, porque su cuer-
por ej., hoc est d. domus, “esto es, cier- po, que es en realidad parte de él, lo
tamente, una casa”, en el sentido de está. No se ha de confundir con la
que ella posee, en efecto, forma de ca- 1.2. d. diminuens que expresa direc-
sa; 2. la certeza del objeto de una ac- tamente la parte de un todo, por ej.,
ción; así, hacer algo d. significa aten- cuando se dice que un hombre negro
der, mediante ella, a una cosa dada y es blanco en cuanto a sus dientes.
no a otra, por ej., estudiar Medicina y Desde 2. el punto de vista lógico,
no Leyes. No se ha de confundir con se entiende: 2.1. como especificación
el adverbio determinative (véase) que de lo genérico. Bajo este aspecto, la
se refiere a un aspecto que hoy deno- determinación es un procedimiento
minaríamos “subjetivo”. inverso al de la abstracción: mientras
Un uso particular de este adverbio que en esta última, se asciende hacia
aparece en la expresión ockhamista d. un concepto de menor comprehen-
verum que indica que, de hecho, al- sión y mayor extensión, en la d. se
determinative 202

desciende hacia un concepto de ma- utiliza para atacar a alguien, ese mis-
yor comprehensión y menor exten- mo ente es d. un arma; 2. en relación
sión, mediante la acotación de no- con las acciones, se dice que una ac-
tas o caracteres ulteriores; 2.2. como ción se produce d. cuando se la deter-
causación lógica del predicado en el mina causalmente, por ej., quien pide
juicio, y de la conclusión en el razo- tal libro a alguien, formula su pedi-
namiento. En este último sentido, la do determinate, esto es, formalmente
d. se insertará como término clave pide ese libro; pero sólo llevará a ca-
del racionalismo, que intenta cons- bo la acción de pedirlo d. si logra mo-
truir sobre los conceptos del intelec- ver la voluntad del otro para que éste
to humano una explicación deducti- le dé tal libro.
va de la realidad. Así, el principium
detractio. Muy tempranamente en
rationis determinantis será el princi-
la Edad Media se subrayó el origen
pium cognoscendi et essendi de lo real.
de este término, “detracción”, prove-
Pero con ello se está ya en el horizon-
niente de “detrahere”: quitar. En efec-
te filosófico de la Modernidad: de he-
to, por d. se entendió, en principio, la
cho, el uso mismo de la palabra “de-
palabra o el discurso que niega, dis-
terminación” es más frecuente en los
minuye o calla el bien de alguien,
tres últimos siglos.
convirtiéndolo así en mal. De manera
Desde 3. un punto de vista que se
derivada, pero no menos importan-
podría llamar metodológico, la d. era
te, la sustracción de un bien se puede
el paso final en las disputas escolásti-
sustituir por la imposición de un mal,
cas que se llevaban a cabo en la uni-
o sea, decir un mal de alguien exage-
versidad medieval: el maestro exponía
rando sus alcances o aun inventándo-
el tema de la quaestio (véase in fine).
lo. Desde el momento en que se tra-
Los estudiantes avanzados elaboraban
ta de un pecado de la lengua, tal bien
los pro y contra, es decir, los argumen-
suele ser la fama de esa persona. En
tos que apoyaban la tesis y la antítesis
este aspecto, el exacto contrario de la
respectivamente, de modo de formu-
d. es la adulatio en cuanto que exage-
lar un primer esbozo de solución, ta-
ra el bien ajeno o le añade algo más
rea a cargo de un estudiante que, en
allá de la verdad.
tal función, se llamaba respondens y
La d. tiene, pues, como característi-
solía ser un baccalaureus (véase). Ge-
ca la intervención de tres sujetos hu-
neralmente en una sesión posterior,
manos: el que habla, el que escucha
reexaminaba dichos argumentos para
y el que es objeto de lo dicho, con la
llegar a la d., esto es, a la solución de-
condición de que este último ha de
finitiva y concluyente.
estar ausente. De esta situación de-
determinative. El infijo –iv– señala rivan las dos líneas de definición del
siempre una dirección “subjetiva”, en término que nos ocupa: la primera
el sentido contemporáneo de este úl- ubica en primer lugar la relación en-
timo término. Así pues, a diferencia tre el hablante y el objeto de su dis-
de determinate (véase), d. 1. indica de curso; la segunda enfatiza la relación
algún modo la intencionalidad final entre el hablante y el oyente. De este
proyectada sobre un ente, por ej., una modo, las definiciones del primer ti-
cosa puede ser determinate, es decir, po se concentran en el contenido de la
por su forma, un bastón, pero, si se lo d., esto es, en las palabras pronuncia-
203 deus

das. En las del segundo tipo, se con- que, por definición, no aparece en la
sidera la detracción como una acción primera. Esta nota también contribu-
verbal dirigida a suscitar en quien es- yó a la autonomía de la susurratio res-
cucha una actitud negativa respecto pecto de murmur (véase). Así aparece,
de la persona ausente: lo que impor- por ej., en Alberto Magno. En con-
ta es lo que el detractor intenta pro- cordancia con él, Tomás de Aquino
vocar, no tanto lo que se dice; ni si- señala la gravedad de la detracción,
quiera el tercer personaje en cuestión, ya que, en la mayor parte de los ca-
ya que de él sólo cuenta su ausencia. sos, obedece a una efectiva voluntad
Hasta el siglo XIII, la mayor parte de de perjudicar más que a la ligereza (cf.
los tratados intentaron individualizar S. Th. II-II, q. 73, a. 2).
ese objetivo. Así, Pedro Cantor sostie-
deus. Dado el carácter omniabarcan-
ne que éste radica en provocar odio
te de la idea de Dios a lo largo de to-
y desprecio, o bien disminuir la fama
da la historia del pensamiento patrís-
(cf. Verbum abbreviatum 205, 56).
tico-medieval, se intentará aquí una
Con la madurez de la Escolástica, el
división temática de aspectos muy ge-
objetivo se focaliza en esta última, de
nerales concernientes a esta noción,
manera que la definición tradicio-
remitiendo para puntos específicos
nal de la d. la signa como “denigratio
a otros artículos. Tales aspectos son:
alienae famae per occulta verba”. El
1. los enfoques filosóficos sobre Dios;
detractor quita, pues, a quien lo es-
2. la noción que deriva de la Escritu-
cucha la buena opinión que éste tie-
ra; 3. pruebas sobre la existencia de
ne del prójimo; a su vez, el oyente es
Dios; 4. esencia y existencia divinas;
pasivo de esa sustracción, aunque a
5. la relación entre Dios y el mundo.
menudo participa de ella, mientras
1. Respecto de los enfoques estricta-
que el tercer personaje es denigrado
mente filosóficos sobre Dios, se pue-
mediante palabras que él desconoce
de decir que durante la Edad Media
(occulta verba).
se han dado las tres perspectivas clá-
En el siglo XIII se consagra la pre-
sicas que también las edades sucesivas
eminencia de la definición “intencio-
registran sobre el tema. En este sen-
nal” que, no obstante, incorpora la
tido, los conceptos metafísicos acer-
del contenido. En este sentido, se sal-
ca de Dios en cuanto absoluto se pue-
va la peligrosa proximidad que existía
den dividir en: la idea de Dios como
entre la d. y la denuncia del pecado,
Todo, la idea de Dios como Nada, y
subrayando en la primera la intención
la idea de Dios como Sumo Ser. En
perversa de la difamación. Tomás de
relación con la primera, cabe señalar
Aquino insiste en que el detractor es
que, dado el supuesto teológico que
tal no porque disminuya la verdad si-
atraviesa toda la Edad Media, supues-
no porque intenta disminuir la fama
to cuya base escrituraria no da lugar
(cf. S. Th. II-II, q. 73, a. 1 ad 3). La
al panteísmo filosófico, no se verifican
otra distinción importante concer-
en su transcurso posiciones rigurosa-
niente a este tema es la que diferencia
mente panteístas. Sin embargo, doc-
entre d. y susurratio. Aunque algunos
trinas como la de Erígena plantean la
autores las identifican, otros subrayan
idea de un Dios que, para conocer-
que en la última hay como añadido
se, se despliega en el mundo que, por
una intención de seminatio discordiae
su parte, está en Él; de este modo to-
deus 204

das las cosas son, fundamentalmente, con los datos escriturarios elabora-
teofanías. De manera que, si bien se dos por la teología medieval, las no-
intenta salvar la trascendencia divina, tas bíblicas que ejercieron mayor in-
puesto que todo habrá de confluir en fluencia en los desarrollos filosóficos
la inefable unidad de Dios, se tiene son: la identificación de Dios con el
una suerte de pan-en-teísmo. Tam- ser en el versículo de “Yo soy el que
bién la idea de Dios como Nada apa- soy” o “el que es” (véase esse), su con-
rece en el período medieval. Por cier- dición de Padre universal –que, en
to, no se trata de una negación de su Agustín, por ej., permite concebir el
existencia sino que, al contrario, esta itinerario de la humanidad como un
vertiente subraya en Dios su absoluta todo y plantear así una teología de la
alteridad, al insistir en su carácter de historia– y, sobre todo, su carácter
no-ente, aun cuando éste se entendie- de Creador a partir de la nada (véase
ra como supremo. Por lo demás, es- creatio). En el caso de la teología reve-
te enfoque integra el no ser y el ser lada del Cristianismo, cabe subrayar
en la idea de Dios, y, aunque también que el principal tratamiento concier-
lo hace en cierta medida el primero ne al dogma trinitario, el cual, aun-
que se ha mencionado, la concepción que no está explicitado en el Nuevo
de Dios como Nada se caracteriza por Testamento, obviamente, tiene su ba-
enfatizar en Él la anulación de lo ón- se última en él.
tico y la cancelación de las contradic- 3. En lo que concierne a los pro-
ciones. Esta segunda perspectiva, que cedimientos demostrativos sobre la
podría estar representada por el plan- existencia de Dios, la reflexión filosó-
teo de Nicolás de Cusa, comparte con fica de la Edad Media tomó diversos
la primera el común origen neoplató- elementos necesarios como puntos
nico que se remonta al Pseudo-Dio- de partida para llevarlos a cabo. Tales
nisio, con la consecuente adhesión a puntos de partida dan lugar a pruebas
la teología negativa (véase theologia). –o, dependiendo de la fuerza demos-
Esto lleva a ambas a un rechazo, tam- trativa de los argumentos, vías de re-
bién común, por la tercera perspecti- flexión– acerca de la existencia divi-
va que, grosso modo, ve a Dios como na. Las pruebas son de muy variada
el vértice más alto en la pirámide del índole, variación que responde tam-
ser, es decir, en la constitución onto- bién, como es obvio, a las respectivas
lógica de la realidad. Se puede decir tradiciones filosóficas a las que res-
que el tercer punto de vista, que con- ponden sus autores. En este sentido,
cibe a Dios en cuanto Sumo Ser, Su- entre las principales, se pueden men-
mo Bien, Suma Verdad, etc., es el que cionar: 3.1. la vía que, partiendo de la
ha sido tratado en la vía eminencial, comprobación del deseo de felicidad
esto es, la perspectiva que, partien- natural en el hombre, postula a Dios
do de las notas ontológicamente po- como objeto último de dicha tenden-
sitivas de los seres dados, las potencia cia, según aparece, por ej., en Agus-
al infinito en Dios. Cabe indicar que tín de Hipona; 3.2. el procedimiento
es la más frecuente en los autores me- que parte de una definición, supues-
dievales. tamente unívoca, de Dios y, con su-
2. En cuanto a la confluencia de es- puestos tanto lingüísticos como on-
tos enfoques, en especial del último, tológicos, deduce de ella la necesi-
205 deus

dad lógica de postular su existencia: cia, la cual bien puede considerarse el


tal es el caso del célebre argumento gran supuesto del pensamiento en la
de Anselmo d’Aosta en Prologion II, Edad Media. De ahí que las demos-
que constituye una prueba a simulta- traciones mencionadas sean menos
neo (véase); 3.3. la vía que, partiendo importantes en sí mismas que a la ho-
de la constatación de la contingen- ra de inscribir a un autor medieval en
cia de los entes, muestra la exigencia una determinada corriente filosófica.
de afirmar la existencia de Dios co- 4. Respecto del problema de la
mo ser necesario, como se da, por ej., esencia de Dios, lo primero que se ha
en el Monologion anselmiano y en To- de advertir es que sólo se puede ha-
más de Aquino; 3.4. la reflexión que blar de ella por analogía, ya que, en ri-
se apoya como punto de partida en gor, es incognoscible por parte de una
la gradación de las cualidades positi- mente finita como la humana. Cabe
vas en los entes que son más o me- indicar que este tema se ha desarro-
nos buenos, verdaderos, bellos, etc. llado en dos grandes direcciones: la
y que conduce a postular la existen- que deriva en la cuestión de los nom-
cia de Dios en cuanto causa ejem- bres divinos (véase nomina divina),
plar, es decir, como Sumo Bien, Ver- que dan cuenta de las propiedades
dad, Belleza, de los que tales seres esenciales de la divinitas, y la de la
participan. Este procedimiento, que, identidad de essentia y esse en Dios.
naturalmente, es propio de la tradi- En relación con el primer punto, en
ción platónica, se encuentra también el que la salvedad hecha respecto del
en Agustín y Anselmo; 3.5. la vía que lenguaje analógico es particularmen-
parte de la comprobación de la finali- te importante, hay que decir que las
dad perseguida por los entes naturales propiedades más nobles que se en-
no racionales, según la especie de ca- cuentran en la criatura, como vida,
da uno, para postular la existencia de pensamiento, amor, etc., se proyectan
Dios en cuanto fin último y ordena- en Dios como perfectiones simpliciter
dor de la realidad. Por cierto, éste es simplices, es decir que se le atribuyen
el procedimiento que mejor respon- formaliter, ya que sólo contienen per-
de a la tradición aristotélica; 3.6. el ti- fección. Pero esto no significa de nin-
po de prueba que se apoya en el prin- guna manera que la esencia divina es-
cipio de causalidad y que sostiene la té constituida por una suma de pro-
existencia de Dios como último tér- piedades esenciales, puesto que, si así
mino necesario para explicar la de los fuera, quedaría cuestionada la absolu-
entes en cuanto causados, la cual qui- ta simplicidad de Dios que no se pue-
zá sea la más frecuente, al menos, en de poner en duda. De hecho, desde
la Escolástica. En su mayor parte, es- los inicios de la Patrística, especial-
tos argumentos tradicionales han si- mente con Orígenes, se subrayó el te-
do reformulados en la precisa sínte- ma de la simplicidad divina, ya que
sis que de ellos ofrece Tomás de Aqui- lo que no es simple es lo com-pues-
no en sus famosas cinco vías (véase to y lo compuesto se puede descom-
via). Con todo, la actitud más típi- poner, con lo cual se estaría atribu-
camente medieval acerca del tema de yendo a Dios corruptibilidad y mu-
Dios tiende más a preguntarse qué es tabilidad, lo cual es imposible. Así
Él que a interrogarse sobre su existen- pues, se consideró que tales propie-
devotio 206

dades no son el ser divino sino ape- buyó a consagrar la precisión en no-
nas –para y desde nosotros– expresio- ciones filosóficas tales como las de
nes muy parciales de su esencia. En origen y causa. Por otra parte, tenien-
ella, dichas propiedades confluyen en do el primero en la nada y la segun-
la actualidad infinita de Dios. Un es- da en Dios, la criatura –y el conjun-
quema argumentativo similar es el to de ellas que constituye el mun-
que aplica Tomás de Aquino respec- do– queda sellada por una copresen-
to del segundo punto de este acápi- cia de ser y no ser: existe en tanto que
te. En efecto, para el Aquinate todo Dios le ha conferido el ser, pero no
ente tiene la composición real essen- es lo que Él es; por eso, como indi-
tia-esse, además de la de materia-for- ca Agustín, de lo creado se puede de-
ma en el caso de los entes sensibles. cir en cierto modo que es, y en cier-
Sostener que también en Dios se da to modo que no es, subrayando de es-
la composición de esencia y existen- ta manera su carácter de contingen-
cia significaría, desde la perspecti- tes. Además, se ha considerar que el
va tomista, atentar de alguna manera pasaje del no ser al ser implicado en
contra su simplicidad. Así pues, afir- la creación a partir de la nada impli-
ma el Aquinate que sólo en términos ca el primer movimiento o cambio
analógicos se puede decir que la esen- que, a su vez, sella el carácter muta-
cia de Dios consiste en el Ser mismo ble del efecto. Así, la elaboración fi-
que subsiste. De ese modo interpreta losófica de la noción de un Dios crea-
el “Yo soy el que es” del libro del Éxo- dor ex nihilo da lugar a la profundiza-
do. Una consideración peculiar al res- ción de las categorías de contingencia
pecto es la ofrecida por Ockham. Pa- y de mutabilidad. Pero el punto cen-
ra este autor, bajo el nombre de Dios tral en esta doctrina es Dios en cuan-
se puede entender o bien un ser supe- to causa cuya eficiencia produce una
rior en nobleza y perfección a todo lo alteridad. Todo pensador medieval,
que no es Él, o bien un ser tal al que de manera más o menos explícita, ha
ningún otro supera en nobleza y per- sentido que una explicación racional
fección. De atenerse a la primera for- del mundo exige un término absolu-
mulación, se puede concluir que no tamente último en la cadena causal,
puede haber más que un solo Dios. Si es decir, una causa prima en sí misma
se parte de la segunda, se puede pro- que sea para el universo causa propia.
bar que Dios existe. Ciertamente, es- Ésta, o sea, Dios, explica el efecto por
to no significa que Ockham adhiera la sola fuerza de su ser, por su identi-
a la demostración de Proslogion II, ya dad consigo mismo y en cuanto que
que sus supuestos son muy diferentes es Acto Puro. En términos medieva-
de los anselmianos; por otra parte, no les, el reconocimiento de esta exigen-
utiliza “maius” sino “melius” y “per- cia es el núcleo y el primer momen-
fectius” (cf. Quodl. I, 1; In I Sent. d. to del conocimiento intelectual natu-
2, q. 10). ral que el hombre tiene de Dios; de
5. Acerca de la cuestión de la rela- ahí que se haya sostenido que Él es el
ción de Dios con el mundo, lo pri- principal objeto de la metafísica.
mero a señalar es la importancia que
devotio. Se define la devoción co-
cobra en este punto la doctrina de la
mo la disposición de prontitud de la
creatio ex nihilo. Esta doctrina contri-
voluntad que se ofrece al servicio de
207 dialectica

Dios. Si bien es, por definición, mo- bio, humana, y radica en la medita-
vimiento interior, también se tradu- ción, ya que de lo contemplado pro-
ce externamente. De hecho, provie- cede el acto de la voluntad (cf. S. Th.
ne del verbo latino voveo, con sus de- II-II, q. 82, aa. 1-3).
rivados votum y votivus, cuyo senti- Ciertamente, durante el Renaci-
do originario es el de dedicar o con- miento, los profundos cambios pro-
sagrar algo a un dios. Ya desde la An- ducidos en la religiosidad dieron paso
tigüedad este sentido primero cobró, a nuevas formas de devoción conoci-
por así decir, una doble dirección. De das precisamente como d. moderna.
un lado, la d. implica una promesa al
dextrum. En el caso de un hombre,
dios, precisamente la de cumplir un
este adjetivo lo califica de “hábil”;
voto cualquiera, por ej., consagrarle
en el de una situación, de “propicia”.
un tempo; de otro, la d. implica tam-
Como neutro, significa “derecha”, así
bién la expresión de un voto, esto es,
como “sinistrum” señala la izquierda.
de un deseo, y el obtener de la divini-
Los escolásticos subrayan el carácter
dad la realización del mismo. En De
de quoad nos (véase) de ambas nocio-
civ. Dei IV, 23, Agustín de Hipona da
nes en las cosas inanimadas, es decir
testimonio de esta segunda acepción
que izquierda y derecha no están en
entre los paganos que, por ej., hacen
las cosas sino en el modo como nos
votos a la diosa Felicidad. Con todo,
relacionamos con ellas; en cambio, en
en el marco de la nueva religiosidad
nosotros, se encuentran secundum se
propia del Cristianismo, se prefirió el
(cf. In Met. V, l. 17, n. 27).
término pietas (véase).
No obstante, durante la Patrísti- dialectica. En el período patrístico,
ca, también se usó d. y se privilegió el la palabra “dialéctica” significó, pri-
primer sentido del término, relacio- mordialmente, dos cosas: 1. la ciencia
nándolo con otros como sacrificium del método que aplica precisamente
(véase). En su comentario al Evange- el conocimiento científico; de ahí que
lio de Lucas, Ambrosio de Milán es- se la entienda aún como el estudio de
cribe que Dios inspira la devoción a las leyes que regulan el discurrir de
los indiferentes con el fin de que és- la razón, es decir, la lógica; 2. tam-
tos, voluntariamente, se dediquen a bién es, como en Aristóteles, la cien-
Él (cf. Super Lc. 9, 53). cia práctica de la discusión. Muy en
Pero fue en la Escolástica cuan- general se puede decir que la prime-
do esta noción se elaboró más des- ra acepción fue la prevalente duran-
de el punto de vista teológico. To- te la Edad Media. Por eso, la d. pasó a
más de Aquino considera la d. un ac- señalar la función lógica característi-
to especial de la religión. Más aún, ca de la mente, esto es, la actividad de
cita la Hist. Rom. de Tito Livio, pa- la razón en su momento discursivo.
ra señalar que ya los paganos llama- Como proceso de razonamiento me-
ban “devotos” a los que se entregaban diato, se opone pues al acto intelecti-
a la muerte para salvar a su ejército. vo que aprehende inmediata o intui-
Recordando lo dicho por Ambrosio, tivamente las relaciones entre los con-
el Aquinate pone la causa extrínseca ceptos. Con todo, y siempre bajo es-
de la devoción en la misma inspira- ta orientación general, se pueden es-
ción divina; la intrínseca es, en cam- tablecer las siguientes especificaciones
dialectica 208

en la acepción de d.: 2.1. instrumen- bre la necesidad de cuidarse del placer


to de argumentación sofística (véase de debatir y de la ostentación pueril
sophisma); 2.2. discurso interior del de engañar al adversario. Una acep-
alma, por el que se avanza, de la apre- ción mucho más rigurosa, probable-
hensión de la realidad sensible, a la mente por basarse sobre comentarios
de la realidad inteligible; 2.3. método a los Tópicos es la que asume la voz
lógico de definición y división; 2.4. en Boecio. En efecto, para este autor,
método de confrontación median- la d. es parte de la logica, junto con
te argumentaciones indirectas (véase la demonstratio y la sophistica (véan-
demonstratio); 2.5. proceso de desa- se). Sin ofrecer ni la infalibilidad de la
rrollo y pasaje de lo implícito a lo ex- primera ni el error de la segunda, la d.
plícito, ya sea en el orden metafísico, se limita, en la perspectiva boeciana, a
como en el lógico. estudiar las propiedades de la conca-
El nombre de d. fue transmitido tenación silogística, prescindiendo de
a los filósofos medievales por Mar- la verdad de las premisas. Así, su ob-
ciano Capella, quien tituló De arte jeto es el de asegurar la corrección del
dialectica el libro III de su De nuptiis procedimiento mental y su probabili-
Philologiae et Mercurii; y por Boecio, dad, pero no refleja necesariamente el
que llamó De dialectica al capítulo III modo de ser de las cosas.
de su obra De artibus ac disciplinis Para Erígena, la d. es la parte de la
liberalium litterarum. Y precisamente, filosofía que trata de la división de
en la Edad Media, la d. con la gramá- los géneros, del más amplio al menos
tica y la retórica conformó el trivium abarcativo. Hugo de San Víctor la
de las artes liberales (véase ars). Como presenta como un campo de la lógica,
tal, era una de las artes sermocinales, o aquel que se propone elaborar la de-
sea que no se refería directamente a la mostración probatoria. Por su parte,
realidad misma, sino al método por el Juan de Salisbury también hace hin-
que se la aborda desde el lenguaje y el capié sobre los peligros de una dialéc-
pensamiento. tica vacua.
Pero, a lo largo del período pa- A medida que se aproxima la ple-
trístico-medieval, el término presen- nitud de la Escolástica, la d. se per-
ta una enorme variedad de matices. fila, cada vez con mayor nitidez, co-
En Agustín de Hipona, por ej., apa- mo ejercicio racional, en las acepcio-
rece, según los respectivos contextos, nes 2.3 y 2.4. Para algunos escolásti-
en casi todas las acepciones mencio- cos, constituye el modo propio de ac-
nadas. Cabe anotar la defensa que el ceso intelectual a los credibilia (véa-
hiponense hace de la d. De hecho, en se); para otros, la manera de disernir
De ord. II, 13, 38, la llama “disciplina lo falso de lo verdadero; para no po-
de las disciplinas” y dice que ella en- cos, una pura logomaquia que acabó
seña a enseñar y a aprender. Más aún, suscitando la reacción violenta de los
sostiene que en la d. la razón se re- antidialécticos. Entre estos, y los dia-
vela, demostrando qué es ella misma, lécticos extremos, se situó Pedro Abe-
qué quiere y qué conoce ella sola. En lardo, quien la concibió, sobre todo,
De doctr. christiana II, 31, 42, la pre- como método crítico y, sobre las hue-
senta como totalmente necesaria pa- llas de Agustín, la consideró aplicable
ra la comprensión de la Sagrada Es- aun –y hasta principalmente– al estu-
critura, advirtiendo, sin embargo, so- dio de la Escritura.
209 dictatio

Bajo esa especificación predomi- 1. En el primer ámbito, aun eti-


nante la entienden los autores es- mológicamente interviene esta pala-
colásticos del siglo XIII. Tomás de bra en las correspondientes al lengua-
Aquino, por ej., si bien recoge las ob- je jurídico; de ahí expresiones como
jeciones de Aristóteles sobre el tema, iuris-dictio, iu-dicium, iu-dicare, iu-dex,
entendió al mismo tiempo la dialécti- además de “dicis causa” que significa
ca como una parte justificada de la ló- “según la enunciación formal”, esto
gica. De hecho, en los dos últimos si- es, “con arreglo a la forma”. Esto ocu-
glos de la Edad Media, se fue convir- rre porque se consideró que es cons-
tiendo en lógica simpliciter. titutivo del Derecho el ser promulga-
A comienzos ya del Renacimiento, do, enunciado, dicho. Con todo, se
por una parte, se tiende a concebir la ha de observar que, si bien el térmi-
d. prevalentemente en el sentido 2.5., no que nos ocupa implica la idea de
como en Nicolás de Cusa (véase com- autoridad, en las expresiones jurídicas
plicatio); por otra, se va acentuando verbales o conjugadas, se prefiere aio.
en algunos autores cierta tendencia a Así, no se dice “lex dicit” sino “lex ait”.
interpretarla como el contenido for- 2. Desde el punto de vista teológi-
mal de la lógica aristotélica, mientras co, d. fue abordado en relación con el
que otros suelen usar el término di- dogma trinitario. En este sentido, se
rectamente en sentido peyorativo. considera que es solamente el Padre
quien dicit, como quien habla –figu-
dialogismus. Poco usado en el Me- radamente, claro está– mediante la
dioevo, este término señala, a diferen- voz. Y esto es porque es precisamen-
cia de dialogus en sentido estricto, el te al Padre a quien compete producir
diálogo, más específicamente, la dis- el Verbo (cf., por ej., Tomás de Aqui-
cusión que el hombre sostiene con- no, S. Th. III, q. 39, a. 8 ad 2). Véase
sigo mismo como si se tratara de un también verbum.
interlocutor externo. El d., pues, una
especie de la sermocinatio (véase). dici de omni-dici de nullo. Cf. dictum
de omni-dictum de nullo.
dialogus. Bajo este nombre, y no
obstante la etimología del término, dictamen. Voz que, traducible por
la Edad Media entendió el coloquio “dictado”, suele aparecer en la expre-
–en general, pero no necesariamente, sión d. rationis. Esto alude a la regla
familiar– que se da entre dos o más de la voluntad y, a la vez, a la ley na-
interlocutores llamados soci. Uno de tural que no se desvía de la eterna, es-
los ejemplos más famosos al respecto to es, de la razón divina. Por esta últi-
es el D. inter Philosophum, Iudaeum et ma razón, los principios de la ley na-
Christianum de Pedro Abelardo. tural son inmutables (cf., por ej., Ga-
briel Biel, Lect. 69 a).
dicere. El concepto de decir tiene en
la Edad Media una importancia filo- dictatio. Término frecuente en la li-
sófica que lo vincula especialmente al teratura bonaventuriana, la d. o dic-
campo 1. del Derecho y 2. de la Teo- tamen es un acto jerárquico en el iti-
logía. Por otra parte, ha estado siem- nerarium mentis ad Deum. Consiste
pre relacionado de algún modo con la en la deliberación sobre el valor mo-
noción de autoridad. ral inherente al objeto aprehendido
mediante la sensibilidad.
dictio 210

dictio. Es la palabra, en tanto voz ar- decir que da cuenta del significado de
ticulada, que los hombres instituyen cualquier palabra. La gran mayoría de
para expresar su pensamiento. Sobre las veces, como hoy, el d. organizaba
las huellas de estas notas planteadas su contenido presentando los térmi-
por Aristóteles (cf., por ej., De an. II, nos en orden alfabético. Sin embargo,
8) los autores medievales elaboraron la primera vez que se usó en la Edad
la mencionada definición. Así, en pri- Media la voz que nos ocupa para ti-
mer lugar, se destaca la materialidad tular una obra de esta clase, las pa-
del flatus vocis (véase vox), o sea, de la labras se encontraban agrupadas por
pura emisión de un sonido. Pero, en materias, quizá por influencia de las
segundo término, se trata de un so- enciclopédicas Etimologiae de Isidoro
nido que, a diferencia del que emi- de Sevilla. Se trata del D. de Juan de
ten los irracionales, es articulado y es- Garlande, cuyas preocupaciones di-
to ya remite a la racionalidad que es- dácticas, que tuvieron preeminencia
tá detrás de la d. como signo. En efec- en su actuación universitaria en la Pa-
to, ella no se agota en su carácter de rís del siglo XIII, lo llevaban a inten-
tal sino que es transmisor de nocio- tar sistematizar la enseñanza en la Fa-
nes. Con todo, y en tercer lugar, lo cultad de Artes. De gran versación en
fundamental en la d. es que se insti- poesía y música, también escribió un
tuye por convención humana. Esto la D. metricus, léxico que tiene la pecu-
convierte en un signo no natural sino liar característica de estar escrito en
theticum y destinado al uso social. verso.
Importa subrayar esto último para ca-
dictum. En términos generales, alu-
librar la importancia de esta noción
de a lo dicho, en el sentido de lo afir-
en la constitución misma de la socie-
mado, lo propuesto como verdad. Pe-
dad: de hecho, el pacto social no po-
ro ello implica una propositio, o sea,
dría tener lugar sin la posibilidad de
una expresión significativa comple-
que los hombres conozcan los pensa-
ja, de estructura autónoma, en la que
mientos de los demás hombres. Asi-
se predica algo de algo. Como sostie-
mismo, el hecho de no ser un signo
ne, por ej., Pedro Abelardo, la propo-
natural sino instituido convencional-
sición significa “lo que propone y di-
mente hace que su valor de significa-
ce”, y esto último es, precisamente el
ción sea relativo, es decir, variable se-
d. En la proposición “Juan corre” se
gún el contexto. Particularmente im-
afirma como verdadero lo dicho, es-
portantes son en la Edad Media las
to es, que Juan corre. Así pues, el d.
consideraciones que, a lo largo de to-
es el único significado que asegura a
da su obra, hace Pedro Abelardo so-
la proposición su valor de propuesta
bre este tema. Por su parte, Guiller-
de verdad. Si decimos “No tengo nin-
mo de Ockham le asigna el significa-
gún abrigo” y “Carezco de abrigo” la
do de todo signo convencional, ha-
realidad nombrada en estas dos pro-
blado, escrito o –agrega– de cual-
posiciones es la misma, pero no su es-
quier otra naturaleza (cf. Summa
tructura lógica. Por eso, el d. formó
Totius Log. III, 4, c. 2).
parte después de los estudios lógicos
dictionarius.Casi sinónimo de lexicon en la Edad Media. En este orden, se
(véase), el diccionario medieval es, te- lo consideró una parte de la proposi-
máticamente hablando, general, es ción modal. Una proposición (véase
211 didascalicon

propositio 2.2) se llama “modal” cuan- señanza más primitiva del Cristianis-
do enuncia el modus o la manera en mo, la que se supone fue la de los doce
que la cópula liga el predicado con el apóstoles y los discípulos directos de
sujeto. Ahora bien, hay cuatro espe- Cristo. De hecho, es un documento
cies de modos: posibilidad, imposibi- eclesiástico del siglo III, cuyo original
lidad, contingencia y necesidad. Un griego se ha perdido, conservándose
ejemplo de proposición modal según sólo la primera parte de la obra, de-
la primera especie de modo sería: “Es dicada a las Constitutiones apostolicae
posible que Pedro sea un músico”. En (véase constitutio).
este ejemplo, “es posible” indica el
didascalicon. Como ocurre con di-
modo; “Pedro es músico” correspon-
dascalia (véase) este término indi-
de al d. Así pues, en toda proposición
ca la enseñanza, mejor aún, la ense-
modal hay dos aserciones: una que re-
ñanza de base originaria –razón por
cae sobre la cosa misma, vale decir so-
la que probablemente se optó por su
bre la atribución del predicado al su-
versión en griego– o, al menos, tra-
jeto. A ésta se denomina d., para dis-
dicional. Ahora bien, a diferencia de
tinguirla de la otra aserción que recae,
didascalia, que hace referencia a cues-
en cambio, sobre la manera en que se
tiones puramente eclesiásticas, el tér-
realiza esa atribución: el modus.
mino que nos ocupa suele aparecer en
dictum de omni-dictum de nullo. los textos filosóficos de la Edad Me-
Formulaciones, positiva y negativa, dia, especialmente, en los de la Facul-
respectivamente, de un principio fun- tad de Artes en las jóvenes universida-
damental del silogismo, según el cual des medievales. En efecto, D. es el tí-
lo que se afirma o se niega de una cla- tulo de una obra del siglo XII de Hu-
se entera de entes, debe ser afirma- go de San Víctor, donde, hablando
do o negado de cada ente particular siempre de la enseñanza, se aconseja
perteneciente a dicha clase. Las con- su mejor sistematización, particular-
diciones bajo las cuales este principio mente, la dirigida a los monjes. Con
es válido son: 1. que lo que se afirma ello, constituye una suerte de enciclo-
o se niega esté referido a la naturale- pedia de las artes liberales. Los siete
za propia de esa clase de entes, y 2. libros del D. encaran el estudio de és-
que la pertenencia del ente particular tas, además de su aspecto metodoló-
a tal clase sea inequívoca. Los ante- gico, y, estando orientados a la for-
cedentes del principio en cuestión se mación religiosa de los monjes, pro-
encuentran en textos aristotélicos (cf. curan mostrar el camino de la eleva-
Cat. III, 1b, 10; An. Pr. I, 1, 24b 28- ción de las cosas visibles a las invisi-
30). Los escolásticos lo explicitaron bles. Dado que Hugo es un agusti-
diciendo, como hace, por ej., el Aqui- niano y que una de las doctrinas cen-
nate: “Quidquid de omnibus valet, trales de Agustín de Hipona es la de
valet etiam de quibusdam et singu- los vestigios trinitarios en todo lo que
lis; quidquid de nullo valet nec de existe, la mencionada elevación des-
quibusdam et singulis valet” (cf. In de las cosas terrenas culmina en la
Post. An. I, IX). contemplación de la Trinidad. Pero,
más allá de este objetivo último, la
didascalia. De origen griego, este obra conforma uno de los principales
vocablo señala la tradición de la en- y más completos documentos que se
differens 212

poseen acerca de la cultura enciclopé- fieren sobre una base común; por ej.,
dica medieval y de la pedagogía usual entre un perro blanco y un perro ne-
en los siglos centrales de la Edad Me- gro hay una diferencia que está deter-
dia. Por eso, no sorprende que el otro minada, en este caso, por el color. La
título con el que se la conoce sea el d. no es, pues, incompatible con la
de Eruditionis Didascaliæ, libri septem alteridad: se pueden dar, por ej., un
(véase eruditio). caballo blanco y un perro negro (cf.
Met. X, 3, 1054b, 15 y ss.). El origen
differens. Diferente es lo determinado de las diferencias es, pues, el acciden-
por una diferencia (véase differentia) te cualidad.
respecto de otra cosa. Merece una es- Esta noción no sólo juega un papel
pecial mención el tratamiento que ha- importante en metafísica sino tam-
ce Guillermo de Ockham, puesto que bién en el campo de la lógica. Así, en
este autor aborda el problema desde el la Edad Media, desde el punto de vis-
pundo de vista de las cosas differentes. ta metafísico, el problema de la dife-
Éstas pueden ser tales en sentido nu- rencia ha sido tratado en estrecha re-
mérico o bien específico. Dos co- lación con el de la división real (véa-
sas difieren numéricamente cuando se divisio). La d. no puede entender-
son de la misma naturaleza, pero sin se sin la unidad numérica de los ca-
identificarse, por ej., en una sustancia sos distintos y sin la del género al que
extensa, las diversas partes de la mis- pertenecen y del que se diferencian.
ma son numéricamente distintas, co- En el ejemplo mencionado de los dos
mo lo son también dos cosas que, no perros de distinto pelaje, cada perro
conformando el mismo ser, constitu- es uno; a la vez, hay unidad en el gé-
yen totalidades. En cambio, dos entes nero animal al que pertenecen y del
difieren específicamente cuando per- que se distinguen en cuanto caninos.
tenecen a sendas especies diversas. Pe- Desde el punto de vista lógico, esta
ro lo central en lo dicho es que con- noción fue usada al formularse el mo-
forma una suerte de introducción pa- do más general de establecer una de-
ra la tercera acepción que Ockham finición: en efecto, a ésta se llega por
añade: la del differre ratione. Esto se género próximo y diferencia específi-
da cuando la diferencia se aplica sólo ca (véase definitio). Recortando el gé-
a los conceptos, en el sentido estric- nero “animal” con la d. “racional”, se
to que le confiere a esta última expre- tiene la definición de “hombre”. Des-
sión (cf. diversa). de ambas perspectivas a la vez, la on-
differentia. Genéricamente, la d. es tológica y la lógica, Porfirio conside-
lo que distingue una cosa de otra. Los ra la diferencia como uno de los pre-
escolásticos siguieron en este punto la dicables (véase praedicabilia).
doctrina de Aristóteles, quien opone El mencionado autor introdu-
a la identidad tanto la diferencia co- jo además una clasificación de tipos
mo la alteridad. Esta última no con- de d. que fue aceptada más tarde por
lleva determinación; por ej., un perro muchos escolásticos. Éstos hablaron
es, simplemente, otro ser respecto de de: 1. d. communis, que separa acci-
un caballo o un pino. En cambio, la dentalmente una cosa de otra, por
diferencia entre dos cosas implica la ej., un caballo parado se distingue de
determinación de aquello en que di- otro al galope; 2. d. propria, que tam-
213 difforme

bién separa accidentalmente, pero en gue de manera expedita a una poten-


virtud de una propiedad inherente a cia. Así, por una parte, lo d. se dife-
la cosa, por ej., un cuervo y una ga- rencia de lo impossibile porque res-
viota se distinguen por sus respecti- ponde a una potencia, mientras que
vos colores, pero éstos son, a la vez, lo imposible, por definición, no la si-
los propios de sus respectivas espe- gue; por otra, se opone a lo que es fá-
cies; 3. d. proprissima, que separa una cil por la acotación señalada, es de-
cosa de otra esencialmente, en tanto cir, en cuanto que lo facile responde
que la diferencia se funda en una pro- inmediatamente y sin obstáculo a la
piedad esencial, por ej., el hombre se virtud o potencia de la que depende
distingue de cualquier otro animal, la acción u operación.
en cuanto que es racional.
difficultas. La dificultad, esto es, la
Fiel a la línea aristotélica, Tomás de
condición de lo difficile (véase), pue-
Aquino sigue la distinción entre dife-
de obedecer a varias causas, entre las
rencia y alteridad –tema este último
que en la Edad Media se enumeraron,
que él elabora como “diversidad”–
en general: 1. la distancia despropor-
e indica (cf. C.G. I, 17) contra Da-
cionada entre la potencia y el acto en
vid de Dinant, que lo diferente se di-
una virtud ordenada a producir un
ce siempre en términos de relación,
determinado efecto; 2. la resisten-
pues todo lo que es diferente lo es en
cia externa o interna que obstaculiza
virtud de algo; para retomar nuestro
la acción; 3. la inclinación del agen-
ejemplo, ambos perros son diferentes
te hacia lo opuesto a lo que se persi-
en virtud de su color, pero, si lo que
gue en la operación. En lo que con-
hace a su diferencia es el color, lo que
cierne en particular a la dificultad en
los vuelve posibles en cuanto diferen-
el campo del conocimiento, se desta-
tes y no diversos es la relación de per-
có la que implica la adquisición de las
tenencia que ambos guardan respecto
nociones nuevas, en las que se presen-
de la especie “perro”. En cambio, lo
ta una nueva conexión entre los me-
diverso lo es por el mero hecho de no
dios y diversos extremos. En cuanto
ser lo mismo que otra cosa dada.
a la dificultad en el campo práctico
Un planteo peculiar de la cuestión
y particularmente moral, los escolás-
es el que hace Duns Escoto, quien
ticos en especial indicaron sus causas
pone énfasis en el aspecto metafísi-
más frecuentes tanto en el acto de ele-
co del tema: para él, hay differentiae
gir, cuanto en la ponderación de las
ultimae o diferencias del ser. Entre
circunstancias que rodean la acción a
ellas se cuentan, por ej., los trascen-
llevar a cabo y la perseverantia (véase)
dentales (véase trascendentale), a los
en la virtud.
que Duns llama passiones entis o pas-
siones convertibiles. Por su parte, Suá- difforme. Es lo de alguna manera in-
rez concibe la diferencia también co- completo o contrahecho. Se ha de te-
mo d. individualis, esto es, como una ner en cuenta que, para la cosmovi-
d. que, al contraer la especie, consti- sión de la Edad Media, es d. cualquier
tuye al individuo. cosa que no se inserte en una jerar-
quía de bienes que tiene por fin úl-
difficile. Los autores medievales han
timo a Dios y por centro al hombre.
definido como difícil aquello que en
Esto sucede precisamente cuando,
las operaciones no responde o no si-
difformitas 214

por alguna imperfección de estructu- siones. Así, su primera acepción di-


ra, lo d. se vuelve en cierto grado in- ce relación con lo físico, más precisa-
adecuado al fin que le es propio. mente, con lo corpóreo. Se puede dar
como la difusión de sólo una cuali-
difformitas. Término que, en gene- dad, por ej., la luz; o bien como la de
ral, mienta siempre cierta irregulari- un movimiento del cuerpo, por ej., la
dad, con lo que, en general, se opone voz. La primera, esto es, la d. qualitatis
a uniformitas. A diferencia de lo que se da aequaliter o inaequaliter, según
sucede con la voz “deformidad” en es- que una porción o grado igual –o
pañol, no alude sólo al plano físico, desigual, respectivamente– de la cua-
aunque también en éste indica la cua- lidad se distribuya en cada una de las
lidad de lo difforme. Principalmente, partes del medio en el que se extien-
se utiliza en dos órdenes: 1. el cognos- de. Cuando esta distancia es la mis-
citivo; 2. el ético. En 1. el ámbito del ma, la d. se lleva a cabo uniformiter;
conocimiento, la d. señala en los tex- en cambio, cuando los diversos gra-
tos medievales la falta de adaequatio dos de la cualidad se dispersan a dis-
(véase) o, precisamente, de con-for- tancia desigual, la d. tiene lugar
midad entre el intelecto y la realidad difformiter.
a conocer. En tal sentido, cuando la d. La Edad Media aplicó este concep-
consiste en una mera ausencia de tal to también a otros planos, siguiendo
adecuación, se la considera negativa la acepción más general señalada al
y se la denomina ignorantia (véase); comienzo: así se habló de la d. boni,
en cambio, cuando radica en un ade- es decir de la difusión del bien, aun-
cuación incompleta o no recta entre que la expresión más utilizada es la
el intelecto y su objeto, se la consi- que sostiene que el bien es difusivo de
dera positiva y se está ante la falsitas suyo, como reza la sentencia bonum
(véase). est diffusivum sui (véase).
En 2. el plano ético, suele aparecer
en las obras de los nominalistas y, en dignitas. Indica la nobleza y exce-
correspondencia con la acepción an- lencia –a veces, también la potencia–
terior, también en él alude a una falta que algo tiene de suyo, es decir, por
de rectitudo o adaequatio, es decir, al su mismo ser. Se ha empleado el tér-
pecado. Pero éste consiste, para auto- mino en diversos planos, en cada uno
res como Duns Escoto, en la falta de de los cuales presenta una acepción
rectitud de un acto; en cambio, para muy diferente. En el orden 1. metafí-
otros, como Ockham que prolongan sico, la excelencia puede ser o bien in-
la línea abelardiana, la d. moral radi- dividual o específica. En el primer ca-
ca en la ausencia de rectitudo que la so, 1.1. la d. deriva del hecho de que
voluntad debería tener. Esto significa el ente al que se le atribuye está per-
que la voluntad no quiere lo que de- fectamente en acto según su forma o,
be querer por un precepto divino (cf. dicho de otra manera, participa ple-
Quodl. III, q. 5). namente de la esencia que le es pro-
pia. En el segundo, 1.2. la d. se atri-
difformiter. Cf. uniformiter, in fine. buye a una especie por comparación
diffusio. Su sentido más lato es el de con otras cuyas notas ontológicas son
propagación. Estrictamente, indica la menores o menos ricas; por ej., el ca-
extensión de algo en las tres dimen- ballo es dignior, esto es, más noble,
215 dignitates

que la piedra, en virtud de que, a di- zón y, por ende, en la capacidad de


ferencia de la segunda especie, la pri- pensar. Los más, apelan a la libertad,
mera está dotada de vida. En tal sen- excepcional respecto de las demás es-
tido, la noción que nos ocupa se en- pecies, para fundamentar la d. del
cuentra con frecuencia en los tex- hombre: paradigmático en tal senti-
tos medievales, precisamente por- do es el Discurso De hominis dignitate
que da cuenta de la visión jerárquica- de Pico della Mirandola. A él se su-
mente ordenada de la realidad que es man, con el énfasis puesto sobre la
uno de los supuestos de la Edad Me- virtus del hombre, el De nobilitate de
dia. Siempre en el plano metafísico, Bracciolini; el De dignitate et excellentia
los escolásticos en particular estable- hominis de Manetti, el De nobilitate
cieron que hay la misma d. entre las animae de Cristoforo Landino y, sobre
cosas contrarias en sentido positivo todo, el De excellentia et praestantia
–o sea, no en los contrarios privati- hominis de Bartolomeo Facio.
vos, como vida y muerte– y en senti- Volviendo al Medioevo, hay que
do propio o de aequiparantia (véase); decir que todos los autores judeo-
así, por ej., entre un color y otro o en- cristianos se han apoyado respec-
tre un hermano y otro. to de este punto en la afirmación bí-
En el orden 2. lógico y lógico-me- blica del Génesis de haber sido crea-
tafísico, se suele utilizar en plural, y es do el hombre a imagen y semejanza
particularmente frecuente su uso en de Dios (véase imago dei). En cam-
la literatura de Raimundo Lulio (véa- bio, quienes han insistido en las con-
se dignitates). secuencias del pecado original, dieron
En el plano 3. astronómico, la voz lugar a la corriente opuesta, esto es, a
d. asume un sentido muy particular: una literatura que insiste en la expul-
indica la zona del cielo por la que un sión del Paraíso y en la consecuente
astro extiende su principal radio de miseria hominis.
acción.
dignitates. Este término, correspon-
En el plano 4. antropológico, se ha-
diente en primer lugar al campo de
bla de la d. hominis como base en di-
la lógica, se utiliza en sentido estric-
versas clases de fundamentación. Para
to y en sentido amplio. En el prime-
algunos autores, como Godofredo de
ro, tiene su antecedente histórico en
San Víctor, la d. del hombre obedece
Cicerón y Varrón, quienes denomi-
a su condición de microcosmus (véa-
naron dignitates effata a las proposi-
se), esto es, de compendio de las ri-
ciones indemostrables, como “El to-
quezas de todos los planos de ser y de
do es mayor que la parte”. Pero, aun-
vida que se dan en el mundo. Otros,
que la Edad Media conoció y usó es-
siguiendo más de cerca a Gregorio de
ta expresión, prefirió otras para refe-
Nyssa en su De hominis opificio, ponen
rirse a tales proposiciones (véase nota
el acento en el carácter de methórios,
per se-nota quoad nos). El orden lógi-
es decir, ser de frontera, ya que, de un
co remite al más fundante de la meta-
lado, el es hombre culminación del
física, donde el término que nos ocu-
mundo sublunar; del otro, por su es-
pa alude muchas veces a los primeros
píritu es límite inferior del trascen-
principios; así, Tomás de Aquino, por
dente. Otros autores, como los esco-
ej., dice que la metafísica versa so-
lásticos más aristotélicos, suelen hacer
bre el ser en cuanto ser y las d. (cf. In
radicar la dignidad humana en la ra-
dignum 216

Met. III, l.5, nn. 4 y 5). Para Raimun- diiudicare. Cf. iudicare.
do Lullio, en cuyo sistema este térmi-
dilatatio. Palabra propia del vocabu-
no es fundamental, d., es sinónimo
lario de Ricardo de San Víctor, reto-
de principia.
mada por otros místicos especulati-
En sentido más amplio, se entiende
vos. En el mencionado autor, d. ha-
por d. máximas o supuestos, es decir,
ce referencia a la acción de extender-
proposiciones que no son enunciadas
se y profundizarse la agudeza o pene-
en la demostración, pero en virtud de
tración del alma en su captación de
las cuales se conocen las premisas de
las realidades trascendentes. Con to-
ésta última, como escribe Ockham en
do, en la d. no se sobrepasan las ca-
Summa Totius Log. II, 4). Así, por ej.,
pacidades humanas, cosa que sí ocu-
constituye una d. la proposición “To-
rre en la alienatio (véase). Constituye
do lo luminoso es capaz de iluminar”,
el primer grado de la contemplatio en
cuyo contenido sólo se aprehende por
la perspectiva de Ricardo.
experiencia y, por tanto, no se puede
incluir formalmente en una demos- dilectio. En general, significa “dilec-
tración. Pero, es sobre la base de lo ción”. Al referirse exclusivamente al
afirmado por esa proposición que se amor humano, ya Agustín de Hipona
puede proceder a la siguiente demos- había notado que la Sagrada Escritura
tración: “Todo lo luminoso es capaz utiliza de manera equivalente las pa-
de iluminar”, “El sol es luminoso”, labras “amor” y “d.” y los términos de
luego, “El sol es capaz de iluminar”. ellas derivados, negando la identifica-
En Raimundo Lull equivale a “prin- ción de cualquiera de las dos con una
cipios”, sobre todo, en el peculiar uso dirección o bien recta o bien desvia-
lógico que este autor hace de este tér- da del verdadero bien; así –dice– no
mino (véase principia y mixtio). se utiliza “amor” para el “amor ma-
lo” y “d.” para el bueno, sino ambos
dignum. Como es de esperar, la ex-
para ambos objetos indistintamente
presión digna relatu es frecuente en-
(cf. De civ. Dei XIV, 7). Lo cierto es
tre los cronistas medievales para des-
que d. se constituyó en una voz par-
tacar la importancia de lo narrado.
ticularmente frecuente en los auto-
Muchas veces aparece para introducir
res de influencia agustiniana. Ricardo
añadidos o textos complementarios a
de San Víctor la reserva para aludir al
otros ya escritos; así, por ej., Salimbe-
amor exclusivamente espiritual; más
ne de Adam justifica la incorporación
aún, arriesgando una dudosa etimo-
de datos sobre Federico II que antes
logía, hace derivar el término de Dei
no había recogido “quia sunt digna
lectio o Dei electio (cf. In Cant. 19).
relatu, et mihi scribere incumbit” (ed.
En el siglo siguiente, Buenaventu-
Holder-Egger, 205).
ra habla de tres clases de d.: gratui-
digressivus. Es uno de los modi trac- ta, que es la que se profesa a aquél de
tandi, es decir, uno de los diversos quien no se ha recibido nada; debida,
modos de abordar un asunto en el que es la que corresponde a un don;
discurso retórico o filosófico: aquel y mixta, la que mutuamente se tienen
en el que se incluyen digresiones o quienes reciben y donan un amor
ex cursus para retomar después el hi- desinteresado. También distingue en-
lo conductor del tratamiento. tre d. reflexa, con la que el hombre se
217 disamis

ama a sí mismo; connexiva, por la que la expresión “todo argumento” está


ama a otro; caritativa, que es la que aquí “disminuido” en cuanto limita-
tiene dilectus y condilectus. Ésta últi- do a su condición de verdadero.
ma es la más perfecta y la que se da en Finalmente, en el plano jurídico,
Dios (cf. Coll. in Hexaem. XI, 12). alude a 3. la disminución o mengua
Los escolásticos más aristotélicos se de derechos.
han ocupado de distinguir el concep-
diminutum. Algunos autores me-
to que nos ocupa del de amor. Así, se-
dievales interpretaron las afirmacio-
ñalaron que d. proviene de duo, dos,
nes aristotélicas del De an. III, 8 en
porque implica una elección, esto
el sentido de que lo que está en el al-
es, una opción. La dilección indica,
ma no son las cosas sino una species
pues, un amor reflexivo, es decir, un
o similitudo de ellas. Sobre esa base,
amor que ha elegido conscientemen-
Duns Escoto, por ej., subraya que las
te su objeto, como señala Tomás de
species intelligibiles no son formas sus-
Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 26, a. 3 c);
tanciales de las cosas, tanto inmate-
de ahí que no se pueda hablar de d.
riales como materiales, sino que per-
sino de amor (véase) en el caso de los
tenecen a la categoría de cualidad y
animales, toda vez que el primer tér-
poseen un esse d. Contra Enrique de
mino presupone la intervención del
Gante, Duns sostiene que no se po-
entendimiento.
dría explicar el conocimiento del uni-
diminuens. Cf. determinatio 1.2. versal si tales especies no tuvieran
ningún ser, aunque ínfimo o, preci-
diminutio. Se designa con el nombre samente, d.
de “disminución” 1. a la merma co-
mo una de las variantes del tipo de directio. Condición ética que, según
cambio denominado, precisamen- los autores medievales, debe tener el
te, aumento y disminución. Como discurso o la palabra humana. Ésta
se trata de una misma clase de movi- tiene d. cuando se orienta hacia el fin
miento, tomada en cualquiera de sus debido y posee en sí misma una in-
direcciones, para este sentido de d. re- tención que la conduce hacia una fi-
mitimos los artículos decretio y, sobre nalidad justa. Rodolfo Ardente, espe-
todo, accretio. Cabe destacar, con to- cialista en la ética del lenguaje, escri-
do, que los nominalistas no conside- be que el ideal de la d. es hablar como
ran la d. una realidad distinta; la en- cuando se ora (cf. Speculum universale
tienden como la cantidad que men- XIII, 31).
gua gradualmente y de manera con-
directive. Cf. efficienter.
tinua, por supresión o compresión de
las partes en un todo. disamis. Término que, con función
El otro sentido medieval de esta voz mnemotécnica, los lógicos medieva-
es lógico y señala 2. la propiedad de les han utilizado para señalar un mo-
un término por la cual su valor de su- do de silogismo (véase syllogismus).
plencia (véase suppositio) es menor, o Por convención, las vocales I y A
menos extendido que el del término (véanse) indican la proposición par-
tomado por sí solo. Así es en “Todo ticular afirmativa y la universal afir-
argumento es bueno en la medida en mativa, respectivamente. De esta ma-
que es verdadero”; el valor propio de nera, el silogismo d. es aquel cuya pri-
disciplina 218

mera premisa es particular afirmativa, como ars y como sujeción a normas


así como su conclusión, siendo la se- de conducta. Pero sólo excepcional-
gunda premisa una proposición uni- mente los textos medievales registran
versal afirmativa. El ejemplo que pro- un uso más próximo al contemporá-
pone Pedro Hispano sobre este modo neo en las lenguas romances, es de-
silogístico es: “algún hombre es subs- cir, el que entiende la noción que nos
tancia”, “todo hombre es animal”, ocupa como un conjunto de nor-
“luego, algún animal es substancia” mas dirigidas a promover cierto or-
(cf. Summ. Log. 4, 14). den. No aparece en dichos textos, en
cambio, la acepción moderna, subje-
disciplina. En sentido medieval, y de tiva, de la obediencia interna a tales
acuerdo con su etimología, que lo ha- normas.
ce derivar de discipulus, este término
se define, en general, como la infor- disciplinalis. Cf. doctrinalis.
mación y formación intelectual que
disciplinaliter. Voz propia del vo-
se recibe de un maestro. Dado que la
cabulario boeciano en el que alu-
definición se funda sobre el conteni-
de al método propio de la matemá-
do del proceso de enseñanza-apren-
tica y sus demostraciones (véase dis-
dizaje, d. pasó a identificarse con ars
ciplina). En efecto, para Boecio, ca-
(véase), vocablo que, con todo, la
da ámbito del conocimiento implica
Edad Media prefirió para esta acep-
un tipo diferente de abordaje del úni-
ción general.
co objeto de conocimiento que es la
Un uso particular y mucho más
verdad del ser. Ahora bien, dicho ti-
acotado de esta palabra es el que
po de abordaje se realiza por medio
ofrece la obra de Boecio, quien uti-
de instrumentos propios y a partir de
liza el término que nos ocupa como
principios primeros específicos de ese
sinónimo de demonstratio (véase),
determinado campo de investigación.
aludiendo particularmente a la de-
Así, la física procede rationabiliter; la
mostración matemática, ya que, co-
teología, intellectualiter; la matemá-
mo la demostración parte de premi-
tica, d. Muy diferente es el sentido
sas absolutamente verdaderas y lle-
que cobra este adverbio, sobre todo,
ga a una conclusión necesaria, con-
después de Juan de Salisbury (véase
forma un aprendizaje que tiene el ca-
doctrinalis y doctrinaliter).
rácter indubitable de las matemáti-
cas (cf. In Top.1). Así, el vocablo que discontinuatio. Se denomina así la
nos ocupa es, en Boecio, equivalente interrupción temporal. Puesto que se
también a la lógica apodíctica (véase da en el tiempo, que es sucesión, pue-
disciplinaliter). de haber en ella una interrupción pa-
Otra acepción completamente dis- ra después retomar lo hecho, actua-
tinta de d., mucho más cercana a la do o vivido en ella, lo cual es, preci-
tradicional, es la que se lee en Buena- samente d. (véanse tempus y duratio).
ventura. En efecto, este autor divide De ningún modo, pues, se puede
entre d. escolástica y d. de costum- aplicar a la eternidad (véase aeternitas)
bres, en una distinción que esboza la que es asimilable a lo simultáneo. En
actual entre instrucción y educación virtud de la absoluta heterogeneidad
(cf. Coll. in Hexaem. II, 3). Así se va entre lo eterno y lo temporal, tampo-
estableciendo la vinculación entre d. co se puede hablar de d. entre ambas
219 discursus

dimensiones, como indica Tomás de a terminus a quo ad terminus ad quem


Aquino en In III Sent. d. 8, q. 1, a. (véase a quo-ad quem). Sin embargo,
4, qc. 2. la significación primordial –y, obvia-
mente, la más usada– de d. es la lógi-
discreta. Se denomina así una especie ca, sentido que se basa sobre el físico.
de la cantidad (véase quantitas 1.2): la En el orden lógico, se caracteriza, en
de la multitud numérica. Aplicada es- general, como aquel proceso cognos-
ta palabra a las cosas, se aplica a aque- citivo que el pensamiento efectúa, pa-
llas que coexisten y que se consideran sando de un concepto a otro, progre-
de alguna manera relacionadas. Pero sivamente. En tal sentido, d. traduce
debe subrayarse que las partes discre- la voz griega diánoia y se opone, por
tas no están unidas por ningún vín- tanto, al conocimiento inmediato de
culo real. la intuición intelectual o nóesis. Así,
discretio. Del verbo discerno, la d. se- designa fundamentalmente el razona-
ñala la acción y el efecto de separar, miento. Ahora bien, casi ninguno de
distinguir, discernir, reconocer; de ahí los principales pensadores antiguos y
sus múltiples usos en la literatura fi- medievales admitió la posibilidad de
losófica medieval que pueden remi- un conocimiento enteramente dis-
tir 1. al plano lógico; 2. al plano gno- cursivo; algunos escolásticos estima-
seológico; 3. al plano moral. 1. Pa- ron viable lo que llamaban cognitio
ra Ockham, por ej., la d. es un nom- sine discursu, expresión que un autor
bre y concepto que sólo indica que, moderno como Descartes denominó
en las partes discontinuas, una no también simplex mentis inspectio.
es la otra. 2. Ejemplos de la aplica- En todo caso, el d., escolásticamen-
ción de la d. en el orden gnoseológi- te entendido, alude al pasaje o cursus
co, se encuentran en Pedro Abelardo, de un término a otro, o de una propo-
quien caracteriza la dialectica (véase) sición a al otra, en el proceso del razo-
diciendo que es la ciencia que asegu- nar, de tal modo que se detiene cuan-
ra la verdad del discurso, precisamen- do llega a una proposición considera-
te porque posibilita la d. veritatis aut da evidente, sea en sí misma, sea pa-
falsitatis. Tal discernimiento, ate- ra nosotros. Con frecuencia, tal tipo
niéndose a las reglas que presiden su de razonamiento es entendido como
ejercicio, permite la posesión de las paso de la causa a lo causado: cursus
humanae et philosophicae rationes. 3. causae in causatum. Más ampliamen-
Pero la d. constituye también un ele- te, es decir, como razonamiento en
mento fundamental en la ética me- general, el d. presupone el partir de
dieval, ya que es la virtud que impo- un antecedente, que es instrumen-
ne a las cosas el modus (véase, in prin- to indispensable por el cual la razón
cipio), lo que implica justeza en el dar se mueve a establecer el consecuente.
y recibir y equilibrio entre las partes Tal consecuente así causado es el tér-
que intervienen en una relación hu- mino –antes desconocido y ahora co-
mana. nocido– en el que reposa el intelec-
to. Pero, cuando el consecuente viene
discursus. En su más lato sentido, en simplemente después del antecedente
la acepción física, d. se define como el –unum post aliud–, se tiene un pasaje
movimiento local que se dirige rápi- de una noción a otra, sin dependencia
damente de un punto a otro, es decir,
disparata 220

entre ellas, y por mera asociación de disparata. Esta voz designa las co-
ideas; en este caso se trata de un d. se- sas vinculadas por un tipo de dife-
cundum successionem, también llama- rencia: aquella en la que los términos
do successivus o inordinatus. En cam- difieren tanto entre sí como respec-
bio, lo que hace al raciocinio es que el to de un tercero; por eso, se denomi-
consecuente viene o deriva del ante- na a tal relación oppositio indetermi-
cedente –unum ex alio–, entonces, se nata, por ej., son cosas d. el león res-
tiene el discurso propiamente racio- pecto del buey pero también respecto
nal, o sea, el secundum causalitatem del caballo. En cambio, en la oppositio
o d. causalis u ordinatus. Este último determinata, dos términos se oponen
tipo es el discurso lógico, en sentido entre sí, pero no lo hacen de modo se-
estricto, que los medievales definie- mejante con un tercero, por ej., frío-
ron como progressus intellectus ex una calor (véase opposita). Cuando se trata
cognitione in aliam. de entes, éstos han de pertenecer a la
Históricamente, los momentos prin- misma especie; cuando la confronta-
cipales de la evolución de este concep- ción es entre especies diversas, es ne-
to, podrían enumerarse del siguiente cesario que éstas pertenezcan al mis-
modo: para los sofistas, el d. se refe- mo género. También se puede hablar
ría al arte de la disputa. La búsqueda de d. respecto de propiedades.
socrática del concepto, en cambio, lo
displicentia. En los textos medieva-
convirtió en germen del método in-
les suele tener la connotación no sólo
ductivo. En Platón es, fundamental-
de la indiferencia, como sucede con
mente, el diálogo del alma consigo
la palabra española “displicencia”, si-
misma que recorre, bajo el estímulo
no que presenta también la nota del
de eros, los cuatro modos de conoci-
desdén. Esta condición en principio
miento, desde las apariencias hasta las
despreciativa hace que el término d.
Ideas en sí. Para Aristóteles, el d. es,
intervenga como componente psico-
en particular, silogismo (cf. An. Pr. I,
lógico en el análisis de la vida mo-
1). Siguiendo el espíritu aristotélico,
ral. Así, por ej., Guillermo de Auxerre
escolásticos como Tomás de Aquino,
menciona la “d. visionis” al comien-
afirmaron al respecto que “intellectus
zo del proceso de la envidia en cuanto
attenditur secundum hoc quod unum
tristeza motivada por el bien de otro.
per aliud cognoscitur” (S. Th. I, q. 58,
Indica así que hay en ella, antes que
a. 3), aclarando que “ratiocinativa
un mirar con malos ojos el bien aje-
vel discursiva est nostra consideratio
no, un no querer verlo. Por eso, subra-
quando ab uno considerato in aliud
ya, es un acto voluntario y constitu-
transimus” (C. G. I, 57).
ye una falta (cf. Summa Aurea II, 2,
Con todo, los medievales, especial-
7, q. 1).
mente, los alineados en la lógica aris-
totélico-escolástica, también maneja- dispositio. Voz propia de la Escolás-
ron una noción de d. que lo entien- tica, la “disposición” asume, en este
de como traducción de lógos. En es- campo del pensamiento, varios sig-
ta última acepción, d. es sinónimo de nificados. Puede ser: 1. la cualidad
oratio, por tanto, se analiza en el ar- que inclina al sujeto, bien o mal, y
tículo correspondiente a esta última lo determina a un fin, que puede es-
palabra. tar constituido por una forma o una
221 disputatio

operación; 2. una deliberación de in- hace referencia a la disposición de al-


telecto y voluntad; 3. el orden de las go, a aquello a lo que ese algo tiende
partes en relación con el lugar, en cu- o produce, y no a lo que es esencial o
yo caso, traduce la categoría aristoté- formalmente. Así, por ej., el fuego se
lica situs (véase); 4. el modo como es- produce d. y no formaliter por la se-
tán ordenadas las partes en una tota- quedad de la madera.
lidad o conjunto; 5. la composición
disputans. Se denominaba así a
misma de un discurso y el arte que
quien, en una disputa escolástica (véase
ella implica. De todas estas acepcio-
disputatio) tenía la función de opo-
nes, la primera es la que reviste ma-
nente, es decir a aquel que atacaba la
yor importancia, puesto que ha sido
tesis o proposición defendida por el
la más elaborada.
respondens (véase). Se llamaba tam-
Como cualidad que ordena al suje-
bién “arguens”.
to, favorable o desfavorablemente, a
un fin, la d. supone en él una capaci- disputatio. Cabe discernir dos aspec-
dad pasible de diversas determinacio- tos en este término. El primero con-
nes. Recuérdese que tal fin puede ser cierne a la génesis histórica; el segun-
una forma o una operación. En el pri- do, a la estructura formal de su con-
mer caso, en cuanto ordena una po- tenido. Respecto del primero, y en
tencia pasiva a una forma, el tema de líneas muy generales, se podría de-
la d. remite al de la causa material; en cir que la disputa o disputación es la
el segundo, en cuanto ordena una po- última etapa de la constitución del
tencia activa a una operación, remite proceso de la enseñanza escolásti-
al de la causa eficiente. Por otra par- ca, que comienza con la lectio (véase
te, la d. puede ser permanente o ines- lectio 4.). Las dificultades de interpre-
table. Si es permanente, se denomina tación de los textos leídos dieron lugar
habitus (véase); si es inestable, se tie- a aclaraciones, y se formaron así, las
ne la d. proprie o en sentido estricto. expositiones. Ahora bien, como éstas
La diferencia entre ambos casos radi- podían versar sobre textos de autores
ca en la causa de la movilidad propia que sostenían posiciones diversas res-
de la d.: si tal movilidad deriva de la pecto de algunos puntos, se gestó so-
naturaleza misma de una determina- bre esa base la quaestio (véase) o cues-
ción que es, de suyo, inestable –por tión. Finalmente, las cuestiones die-
ej., un movimiento afectivo–, la d. no ron lugar un género independiente,
se transformará en hábito; si, en cam- precisamente el de la d., ya que eran
bio, deriva del hecho de que la deter- debatidas en público, pero después
minación no esté acabada o comple- cada uno de los polemistas redactaba
ta –por ej., una ciencia imperfecta o su propia posición sobre el tema que
conjunto de conocimientos incom- había sido discutido. Así pues, aquello
pleto–, la d. puede transformarse en sobre lo que se discutía, es decir, el te-
hábito. Para comprender este último ma o motivo de la disputa era la cues-
ejemplo en términos medievales, hay tión, por lo que fue llamada quaestio
que recordar que se consideraba hábi- disputatata, de tan gran proliferación
to también a toda ciencia. a partir del siglo XIII; en cambio, se
reservó el nombre de d. para el acto
dispositive. Correlativo de formaliter
mismo de la discusión, su forma y sus
(véase), este adverbio indica que se
características.
disquiparantia 222

En ciertos días, que por lo general solucionar los grandes dilemas filosó-
coincidían con festividades religio- ficos y teológicos, mediante una pre-
sas, se permitía a los asistentes elegir via exposición y análisis de, al me-
una o varias cuestiones de cualquier nos, las principales posiciones adop-
orden, para que fueran debatidas por tadas sobre la cuestión, antes de ma-
los maestros. Y así surgió muy pron- nifestar la vera sententia. De otro, to-
to una suerte de subgénero, que con- mó también, en algunos casos, la for-
siste en la disputatio quodlibet (sobre ma de disputaciones litigiosas o con-
“lo que se quiera”) o quodlibetal. Para tenciosas que, en la declinación del
tomar sólo un par de ejemplos, pue- Medioevo, degeneraron finalmente
den recordarse, respectivamente, las en un puro formalismo; de ahí que la
quaestiones disputatae de veritate y las reacción de los humanistas contra es-
doce quodlibeta de Tomás de Aquino. te último se haya referido con desdén
La d. se extendió también a los a la “theologia disputatrix”.
alumnos, a manera de ejercicio pro- Para la estructura formal interna de
puesto, y se cristalizó su procedi- la d. tal como ha quedado reflejada en
miento oral, que guardaba el siguien- los textos medievales, véase quaestio,
te esquema: la discusión se establecía in medio.
entre un defendens que afirmaba una
disquiparantia. Cf. aequiparantia.
tesis, y un arguens que la impugnaba.
Tal impugnación había de probarse disserere. Indica la operación inte-
en forma silogística. El defensor to- lectual por la cual se conoce una cosa
maba entonces el silogismo propues- mediante otra que nos es manifiesta,
to por el impugnador y, o bien conce- procediendo así de lo conocido a lo
día –diciendo “concedo” o “transeat”– desconocido. Se consideran tres mo-
las premisas que consideraba ver- dos del d.: la definición, la distinción
daderas, o bien negaba –advirtien- –esto es, la división o separación– y
do “nego”– las que reputaba falsas, o la argumentación (véanse definitio,
bien discernía –aclarando “distingo”– divisio, argumentatio).
aquellas que juzgaba ambiguas o sólo
parcialmente aceptables. En esta últi- dissimilitudo. Se alude con esta voz
ma situación, la distinción podía re- a la desemejanza en cualquier plano y
ferirse al término medio, al sujeto, o en cualquiera de sus manifestaciones.
al predicado. En el caso de distinguir Con todo, en la literatura patrística y
la premisa mayor, se contradistinguía escolástica, pero especialmente en la
(“contradistingo”) la menor, y se nega- primera de las mencionadas, el térmi-
ba la conclusión. Y aun se podía sub- no d. es éticamente negativo. En efec-
distinguir (“subdistingo”). En el cur- to, suele aludir a la conducta moral
so de la argumentación, solían inter- perversa del hombre que, por ser con-
calarse, por ambas partes, precisiones traria a Dios, ensombrece la seme-
semánticas, peticiones de ejemplos, janza con Él según la que fue creado
declaración y refutación de sofismas, (véase regio).
negación de supuestos, etc. distantia. La distancia es la dimen-
Al finalizar ya la Edad Media, de sión de lo lejano o lo cercano. Se to-
un lado, la d. pasó a designar, como ma en dos sentidos: el primero, que
en Suárez, un modo de presentar y es el originario, local; el segundo, de-
223 distinctio

rivado o por extensión, señala la se- tenido de su pensamiento. En reali-


mejanza o desproporción metafísi- dad, Plotino, en En. 3, 7, 11, utiliza
ca. En este último sentido, se habla, una expresión equivalente a d. vitae.
por ej., de la d. de la criatura respec- Pero lo distintivo de la d. agustinia-
to de Dios. na en este último sentido es que en
ella resuena el eco de Eccles. 8, 16: “et
distare. En sentido propio, indica apposui cor meum ut scirem sapientiam
que, de dos cosas, una no se encuen- et intellegerem distentionem quae
tra donde está la otra. Sólo en senti- versatur in terra...”. Esto la convier-
do impropio se puede hablar de lu- te en un concepto muy fuerte, ya que
gares distantes, al menos, según Oc- indica que la vida del hombre, inmer-
kham (cf. Quodl. I, q. 12). sa en la temporalidad, cobra la con-
distentio. Este término, particular- dición de ésta que, por el ser propio
mente importante en Agustín, pro- del tiempo, es radicalmente extraña a
viene del verbo distendo, cuyo signi- lo eterno.
ficado es el de extender o estirar, de distinctio. Primariamente la distin-
donde puede implicar tanto poner en ción se refiere a la negación de la
tensión como distraer. Como es ob- identidad. La noción de d. se opo-
vio, todos estos matices posibles ha- ne tanto a la de confusión, como a
cen que su traducción precisa depen- la de unidad. En el primer caso, el
da del contexto. Así, al referirse a la concepto de d. se aborda desde un
temporalidad –y no al tiempo mis- punto de vista psicológico y lógico;
mo, como a veces se supone– Agus- en el segundo, se entra en el plano
tín había caracterizado –no definido– ontológico. En efecto, psicológica-
la d. como d. animi en Conf. XI, 26, mente hablando, “distinguir” signifi-
33. En ese contexto, el término tie- ca especificar, o sea, conferir una dis-
ne un matiz positivo o, por lo menos, tinción, convirtiendo lo que nos re-
neutro; por eso, se puede traducir la sulta amorfo o confuso en algo cu-
expresión, por ej., como “extensión” ya forma es claramente precisa. En
o “distensión”. No sucede lo mismo este sentido, la Edad Media enten-
unas páginas más adelante, en Conf. dió el opus distintionis como una ac-
XI, 29, 39, donde se asume el térmi- ción intelectualmente creativa (véase
no que nos ocupa en un sentido cla- diversitas).
ramente negativo. En efecto, en cier- Desde un punto de vista más espe-
ta medida, señala un movimiento cífico, y ya en el orden lógico, “dis-
del animus hacia fuera y, por así de- tinguir” alude al conocer o recono-
cir, hacia abajo, axiológicamente ha- cer una distinción, es decir, discri-
blando. Por eso, dice de la disper- minar, formulando un juicio de dife-
sión de la atención profunda –o de rencia entre dos o más casos (cf. por
la energía– que el alma padece cuan- ej., Agustín de Hipona, Quaest. in
do se deja atrapar por la atracción de Heptat. III, 3). La función del jui-
múltiples y diferentes preocupacio- cio (véase iudicium) consiste en dis-
nes o deseos de lo que es transitorio. tinguir la presencia o ausencia de un
El carácter lábil de lo contingente se atributo dado respecto de un sujeto
trasmite a la misma alma, en cuanto determinado. En términos más am-
que constituye en esta etapa el con- plios, pero siempre en el campo lógi-
distinctio 224

co, la d. se relaciona con el concepto 15, 3). La distinción real es la que se


de divisio (véase), en cuanto que in- atribuye a las cosas mismas, con inde-
dica la actividad humana de clasifica- pendencia de las operaciones menta-
ción intelectual: es la operación por la les que disciernen acerca de ellas; por
que se divide, o sea, se parte la unidad ej., la que se da entre dos individuos.
de la extensión de un concepto en va- En cambio, la distinción de razón es-
rias clases que son, a la vez, extensio- tá establecida mediante la sola opera-
nes de otros conceptos. ción mental, entre contenidos lógi-
Sólo durante la Escolástica, el te- cos, como los conceptos, por ej., la d.
ma alcanzó su pleno desarrollo, dis- entre animalidad y racionalidad. Tal
cutiéndose formalmente y en deta- distinción puede coincidir o no con
lle la gran variedad de cuestiones que lo real; de todos modos, esta última
suscita. Uno de los primeros planteos clasificación es quizás la de mayor re-
fue el que estableció que toda d. im- levancia filosófica, desde el momento
plica una pluralidad de entes relacio- en que incide en cuestiones tales co-
nados de alguna manera. Precisamen- mo la de establecer qué clase de dis-
te, del modo de relación que se da en- tinción constituye la diferencia entre
tre ellos dependen los varios tipos de esencia y existencia. Fue, pues, una
distinción que la Escolástica fue dis- clasificación muy elaborada, lo cual
criminando, cada vez con mayor pro- dio lugar –especialmente durante el
lijidad. En lo que toca al tratamiento tercer período– a la formulación de
del tema que nos ocupa, pueden es- una serie de matices en uno y otro de
tablecerse, muy en general, tres gran- los términos que incluye.
des períodos: 1. el de la primera Esco- Por su parte, 1. la d. realis puede
lástica hasta Tomás de Aquino; 2. el ser: 1.1. modalis o 1.2. absoluta. Se
del Aquinate y los autores que inme- trata de una distinción modal cuan-
diatamente le sucedieron, y 3. desde do se discierne entre una realidad y
Duns Escoto en adelante. su modo o modos de ser; por ej., un
Ya durante el primero se sugirieron cuerpo y su forma o un hombre y su
dos tipos de distinción: la d. formalis o estado; por el contrario, la d. real ab-
specifica, y la d. materialis o numerica. soluta distingue sólo entre realidades
El fundamento de esta clasificación es en sí. Sin embargo, no todos los au-
la noción de especie; pues, la distin- tores admiten unánimemente la in-
ción formal es la que se da entre es- clusión de esta subclase en el género
pecies diversas, mientras que la ma- de la distinción real; algunos se incli-
terial o numérica se halla entre los nan a considerarla perteneciente a la
elementos –en última instancia, en- d. de razón, lo cual es una prueba más
tre los individuos– de la misma espe- de la dificultad que implica una divi-
cie. Durante el segundo de los perío- sión neta entre ambas y que, en últi-
dos mencionados, se hizo frecuente ma instancia, remite a la problemáti-
otra clasificación que posteriormen- ca de lo real y el pensamiento de lo
te alcanzó gran difusión: d. realis y d. real.
rationis, también llamada por algunos Inequívocamente reales, en cambio,
“lógica”, aunque con dudosa propie- son las distinciones 1.1.3. simpliciter
dad (cf., por ej., S. Th. I, q. 28, a. 3; o entitativa, y 1.1.4. virtualis: la pri-
q. 30, a. 2; De ver. q. 5, a. 2, ad 3; mera es la d. real pura y simple, en
In II De an. 4, 251-78; In I Phys. l. tanto opuesta a la de razón; la segun-
225 distinctio

da es la que se refiere a las virtudes, tre sinónimos. Por eso, se dice que es
fuerzas o potencias que tienen su sede una d. sine fundamento in re. De he-
en algunas realidades, por ej., en el al- cho, las diferencias del ejemplo men-
ma humana, la virtud intelectiva co- cionado de los sinónimos pueden te-
mo distinta de la sensitiva que el al- ner relieve en filología, pero no en el
ma del hombre comparte con la del campo filosófico. La segunda, la dis-
animal. tinción de razón raciocinada dio lu-
El mismo carácter real se atribuye gar, en cambio, a una gran cantidad
a la 1.1.5. d. adaequata y la 1.1.6. d. de matices, en tanto que conlleva una
inadaequata: la distinción real ade- serie de problemas filosóficos. El pri-
cuada es la que se establece entre dos mer punto a aclarar es el que concier-
enteros, o bien entre las diversas par- ne a la misma actividad pensante: és-
tes de un mismo entero; la inadecua- ta se extiende entre el polo de la razón
da es la que diferencia entre un todo y subjetiva, que efectúa la operación de
cada una de sus partes. pensar, y el de las razones objetivas,
En todos estos casos, por tratarse que son las ideas o nociones, efectos
de una distinción real, se está ante lo de dicha operación. Éstas últimas, lla-
que algunos llaman d. positiva, ya que madas rationes formales constituyen el
la negativa, el referirse a la dualidad objeto propio de la distinctio rationis
existente entre una realidad y su ne- ratiocinatae, entendida, pues, co-
gación, aludirá más bien a una distin- mo diversidad o diferencia de repre-
ción de razón. Sobre las clasificacio- sentaciones. También la d. rationis
nes precedentes, ya avanzada la Esco- ratiocinatae puede ser 2.2.1. inadae-
lástica, se hicieron aún nuevos distin- quate o 2.2.2. adaequate. Es inade-
gos. Así, la distinctio realis adaequata cuada cuando varias representaciones
fue subdividida por algunos en 1.1. se dan, por su semejanza, como defi-
5.1. physica y 1.1.5.2. meyaphysica. niciones o descripciones diversas de la
La distinción física se hace sobre par- misma realidad Pero si tales descrip-
ticularidades subsistentes, ya sean ciones o caracterizaciones diferentes
corpóreas o específicas; la metafísi- aluden a una misma realidad, tomán-
ca, sobre los principios constitutivos dola en su relación con otras realida-
de lo particular; por ej., acto y poten- des, dichas representaciones pueden
cia. Pero no todos aceptan esto; así, ser todas verdaderas, y se tiene enton-
la corriente suareciana considera la d. ces una distinctio rationis ratiocinatae
metaphysica propia de la clase de la adaequata; por ejemplo, padre e hi-
distinción de razón, y no de la real. jo pueden indicar a la misma perso-
Con respecto a la 2. d. rationis, la na, que es padre de su propio hijo, e
clasificación básica tradicional es la hijo de su propio padre. Otra diferen-
que discierne entre 2.1. d. rationis ciación es la que se hace entre 2.2.3.
rationcinantis y 2.2. d. rationis d. rationis ratiocinatae maior y 2.2.4.
ratiocinatae. La primera distinción, minor. Si las diferentes realidades atri-
de razón raciocinante, también lla- buidas al mismo sujeto son internas a
mada purae rationis o pure mentalis, él, la distinción entre ellos se llama
es, en general, la establecida por la distinctio rationis ratiocinatae maior o
mente sin que haya en la realidad perfecta; por ej., los caracteres “sensi-
fundamento para hacerla; por ej., es ble” y “pensante” referidos a un solo
la que se da cuando se distingue en- sujeto “hombre”. En cambio, se de-
distrahens 226

nomina minor o imperfecta cuando el cuentra en la realidad independiente-


mismo sujeto se describe respecto de mente de las operaciones lógicas. Y es
otras realidades que no forman par- según la naturaleza de la cosa, porque
te de su constitución ontológica, aun- una formalidad no incluye la otra. La
que esté relacionado con ellas; por ej., distinción escotista es, pues, interme-
en este último sentido, hay una cierta dia, ya que admite la posibilidad de
distinción entre “bueno” y “verdade- incluir, en la definición de un ente
ro”, aun cuando sean intercambiables completamente unitario, notas que,
(véase transcendentale). De algún mo- de un lado, parecen idénticas en él,
do, la d. rationis ratiocinatae maior es- pero que, de otro, no son compara-
tablece entre los términos que distin- bles entre sí. El surgimiento de este
gue una distancia mayor que la minor tipo de distinción obedece a su par-
y de ahí sus respectivos nombres: evi- ticular preocupación por el problema
dentemente, las razones o representa- de la relación entre atributos y esen-
ciones que dan cuenta de las diferen- cia en la realidad divina.
tes cualidades formales de una cosa Con el advenimiento de la época
implican entre sí una diferencia ma- moderna, con el consecuente cambio
yor que las razones que las describen de la noción de sustancia, el tema de
en sus diversas relaciones con lo exte- la d. fue retomado, fundamentalmen-
rior a ella. te, con el objeto de aplicarlo a dicha
La finura de matices en la teoría noción. En este sentido, los autores
medieval de la d. alcanzó su culmina- modernos, por ejemplo, Descartes y
ción en Duns Escoto, como no po- Spinoza, sólo discriminaron tres cla-
día ser de otra manera por tratarse ses de distinciones: la real, la modal y
del doctor subtilis. Pero estas elabora- la de razón.
ciones no se detuvieron en él, pues-
distrahens. Cf. determinatio 1.1.
to que continuaron hasta la Escolás-
tica del siglo XVI, especialmente, con distributio. Es la operación por la
Luis de Molina. En este tramo de la que se asignan a algo las partes de un
última etapa de las tres mencionadas todo. En ocasiones, cuando se asig-
al comienzo de este artículo, fue muy nan a algo diversas causas, discer-
frecuente hablar de la d. actualis for- niéndolas, el vocablo que nos ocupa
malis ex natura rei, o sea, la distinción se asume como traducción de la voz
actual formal por la naturaleza de la griega “análisis”.
cosa, denominada también sólo “for-
mal” o “escotista”, dado que se debe a diuturnitas. Se puede traducir por
Duns, aunque parece haber sido pro- “permanencia” o “larga duración”
puesta por Pedro Tomás, en el siglo mejor que por “duración”, habida
XIV. Al contrario de las distinciones cuenta de la acepción técnica del tér-
hasta ahora consignadas, ésta se refie- mino duratio (véase). En efecto, la d.
re a una diferencia que, en rigor, ni hace alusión al perseverar de las co-
se halla en la cosa, ni es tampoco re- sas creadas y contingentes en su ser,
sultado de una operación mental. Es ya sean aquéllas corpóreas o incorpó-
formal, en cuanto distingue, en una reas. En sentido lato, se ha empleado
realidad dada, elementos que para la también para señalar la presencia per-
d. rationis no son distintos. Es actual, manente o prolongada, por ej., de un
en el sentido de real, porque se en- amigo, en la vida de alguien.
227 divinatio

diversa. El tema de lo diverso ha si- mentis, la d. es siempre a parte rei.


do elaborado por los autores medie- Por eso, obedece a los variados atri-
vales, en quienes algunas veces puede butos esenciales de los entes. En vir-
llegar a confundirse con el de lo di- tud de haber subrayado esto último,
ferente (véanse differens y differentia). Tomás de Aquino entiende la d. co-
Sobre las cosas diversas, los mencio- mo alteridad.
nados autores establecieron las si-
dividere. Cf. componere.
guientes distinciones: Los nominalis-
tas llamaron 1. d. primo a: 1.1. dos divinaliter. Término típico del vo-
entes que no tienen nada de idéntico, cabulario cusano, d. indica el modo
es decir, los individuos; 1.2. dos en- más alto que le es concedido al hom-
tes tales que la proposición donde se bre de pensar a Dios, más allá inclu-
niega a uno respecto del otro es una sive de las posibilidades del intelecto
proposición inmediata, que es el ca- (véase intellectualiter), o sea, sin pala-
so no sólo de todos los individuos de bras, en el umbral de la tiniebla (véa-
una misma especie sino también el de se tenebra).
todas las especies de un mismo géne-
ro: “Sócrates no es Platón” o “El gato divinatio. El nombre de la “adivina-
no es el perro” son proposiciones in- ción” proviene de lo divino o de lo
mediatas. Pero “Sócrates no es un as- que se supone tal y se define como
no” no lo es, puesto que se deduce de el intento de indagar sobre aconteci-
“Ningún hombre es un asno”. En este mientos futuros –cuyo conocimiento
último caso, pues, no se trata de dos está reservado a Dios– a través de me-
seres solamente diversos; son también dios no naturales y aun demoníacos.
diferentes. En general, tanto durante el período
En la Escolástica se habló, en cam- patrístico como en el medieval pro-
bio, de 2. d. solo numero: son aquellas piamente dicho, se la consideró parte
cosas que constituyen entidades dis- de la superstición. Una de las mayo-
tintas, pero que se hallan bajo la mis- res auctoritates en este tema es Isidoro
ma especie; por ej., Juan y Pedro; 3. de Sevilla, particularmente, sus Etim.
d. specie: son los entes que tienen di- VIII, 9. Según Isidoro, quien señala
ferentes definiciones esenciales, pe- que los adivinos son llamados con es-
ro que pertenecen al mismo género; ta voz porque simulan estar llenos de
por ej., hombre y animal; 4. d. genere dioses, los géneros de la adivinación
se dice de las cosas que corresponden son el arte y el furor, por el que se lle-
a distintos géneros; por ej., piedra y ga a una visión de lo futuro, al estar
virtud (véase diversitas). fuera de sí. En cuanto a los procedi-
mientos o técnicas del arte adivinato-
diversitas. Los autores medievales ria, Isidoro menciona: 1. nigroman-
han preferido este nombre para refe- cia, por la que se invoca e interroga a
rirse a la variedad que se da entre las los muertos sobre sucesos futuros; 2.
cosas. Reservaron el de distinctio (véa- las formas de adivinación que se valen
se) para la diferencia establecida o aun de los cuatro elementos y que se supo-
registrada por la razón, ya que, aun nían introducidas por los persas: 2.1.
cuando ésta la atribuya a las cosas, es la hidromancia, que inspecciona en el
ella la que opera la distinción. Así, agua la sombra de fantasmas y demo-
mientras que la distinctio es a parte nios; 2.2. la geomancia; 2.3. la aero-
divinitas 228

mancia; 2.4. la piromancia. Añade 3. na un largo proceso para alejar toda


el de los áuspices, es decir, los que es- sospecha sobre su status científico y
tudian las entrañas de los animales; 4. su diferente propósito.
el de los augures, que se guían por el Escolásticos como Tomás de Aqui-
vuelo y el canto de las aves. Más ade- no, si bien insisten en que los cuerpos
lante, se añadieron otras formas de d., celestes no pueden producir directa-
como la que se da mediante 5. la in- mente los actos propios del libre al-
terpretación de los sueños; 6. la qui- bedrío, pueden incidir en ciertas ten-
romancia, es decir, la que tiene lugar dencias naturales –que hoy se deno-
por la lectura de las rayas de la mano; minarían “temperamentales”– en la
y 7. los sortilegios, cuya denomina- medida en que éstas están enraizadas
ción proviene de sors o suerte, y que en lo corpóreo, dimensión en la que
apelan a la interpretación de las figu- influye el movimiento astral. Sin em-
ras que forma azarosamente el plomo bargo, reitera que aun las inclinacio-
derretido cuando se echa en el agua, o nes naturales se hallan sometidas a la
al lance de los dados, etc. razón (cf. S. Th. II-II, q. 95, a. 5 c).
Durante la Edad Media se ha re-
divinitas. En general, esta palabra se-
servado un lugar especial a la d. pro-
ñala tanto la propiedad o condición
pia de 8. la astrologia, o sea, a la adi-
de lo divino como a Dios mismo, si
vinación por los astros. Varios mati-
bien esta última acepción es mucho
ces registran los términos vinculados
menos frecuente. En la literatura es-
con esta última forma de adivinación:
colástica cristiana tiene el significa-
así, el arte de los 8.1. genetlíacos es
do preciso de la absoluta unidad de
el que augura las inclinaciones y cos-
la sustancia divina, en especial, con-
tumbres de una persona según la ubi-
siderada en relación con la trinidad
cación de los doce signos del zodía-
de las Personas. El término es parti-
co en el día de su nacimiento; el de
cularmente importante en Gilbert de
los 8.2. horóscopos es el que atiende
la Porrée, quien se refiere a la d. co-
a la hora del natalicio; y, finalmente,
mo a la forma respecto del subiectum
el más frecuente, el de los 8.3. “mate-
inahesionis (véase). De hecho, este
máticos” es el que observa las conste-
planteo lleva a acentuar la diferencia-
laciones en el momento de nacer.
ción entre unidad y trinidad divinas.
Precisamente Agustín confiesa la
En efecto, se tendría, de un lado, la
frecuente consulta que hacía a los
forma de lo divino o d.; de otro, las
“matemáticos”, o sea a los astrólogos
tres Personas, lo que le valió a Gilbert
–llamados así porque debían apelar a
la acusación, levantada por Bernar-
las matemáticas en la elaboración de
do de Clairvaux, de afirmar una “cua-
las cartas natales– confiado entonces
ternidad”. Por su parte, Ekchart, im-
en el hecho de que éstos no invoca-
pulsado por la exigencia neoplatónica
ban a los espíritus (cf. Conf. IV, 3),
de absoluta unidad, considera que la
práctica que después reprueba. Tanto
d. es pura essentia, natura innaturata
el recurso a los cálculos matemáticos
en la que ninguna distinción es po-
cuanto el mismo objeto de estudio, la
sible. Dios es, en cambio, natura
disposición y movimiento de los as-
naturata y essentia cum relatione, por
tros, aproximaron la astrología a lo
lo que también puede ser paternidad
que hoy se denomina “astronomía”,
y fecundidad.
debiendo seguir esta última discipli-
229 docta ignorantia

divisio. Como tantos otros, el con- dente, por ej., entre cálido y frío res-
cepto escolástico de división puede pecto de sano.
abordarse desde diferentes perspec- Cabe añadir que todas las anterio-
tivas. Comenzaremos por el aspec- res divisiones lógicas constituyen las
to más externo o formal: el lingüísti- distinciones así llamadas “positivas”
co. En este sentido, se habla de 1. d. o “afirmativas”. Pero las hay también
nominis o vocis, que alude al discur- “negativas”: éstas son las que separan
so en el que se disciernen los diferen- per negationem, por ej., la d. que se
tes significados de algún nombre am- da entre “hombre y “no hombre”. El
biguo; por ej., “la palabra ‘osa’ pue- carácter de tópos que tiene este tema
de referirse a una constelación o a un en el pensamiento medieval queda
animal”. Desde el punto de vista me- probado en la prolija clasificación en
tafísico, se tiene también la 2. d. rei, ocho clases de divisiones que ya hace
referida a la proposición o discurso Juan Damasceno.
mediante el que se diferencian las di-
divisivus. Los autores medievales lla-
versas partes de un todo real; por ej.,
maron así uno de los modi tractandi
“En el hombre hay cuerpo y alma”.
(véase modus, in fine) de los temas fi-
En este último caso, no se trata de lo
losóficos: el que se da cuando se ape-
que hoy llamaríamos un “metalen-
la a distinciones –por ej., cuando se
guaje” –como ocurre en el inmedia-
diferencian especies dentro del mis-
to anterior– sino que ya se alude al ser
mo género– las que derivan en clasi-
de las cosas.
ficaciones.
En el 3. lógico, o lógico-metafísi-
co, la d., entendida como distinción docta ignorantia. Expresión que alu-
o separación, se practica 3.1. entre los de a la ignorancia sapiente, o mejor,
géneros y las especies, y entre las es- sabia, varias veces predicada en la his-
pecies y las subespecies, con el fin de toria de la filosofía. El primer ejem-
poder “situar” un ente en el campo plo de ello, y tal vez el más conoci-
total de la realidad. Así, se hace po- do, es el socrático, cuya más acabada
sible su definición (véase definitio), expresión se encuentra en la Apología
concepto con el que el de la d. está platónica. En efecto, con el célebre
vinculado. Esta última acepción, acu- “sólo sé que nada sé”, la ironía socrá-
ñada por Boecio, es la más utilizada tica formuló una concepción de la sa-
(véase partitio). Pero también se apli- biduría como d. i. que se prolongó en
ca 3.2. a los accidentes. En este senti- Occidente y que significó, ante todo,
do, se habla de 3.2.1. la división que un rechazo de los falsos saberes. Ello
se da entre los accidentes posibles o implica una suerte de “vaciamiento”
reales de un mismo subiectum, por previo del alma y su consecuente dis-
ej., entre los conceptos de sano y en- ponibilidad para la adquisición del
fermo respecto de un mismo animal; auténtico saber. Más que una pose-
3.2.2. la distinción que se hace entre sión, la d. i. conlleva, pues, un princi-
los posibles subiecta de un mismo ac- pio, una actitud de apertura frente al
cidente, por ej., entre hombre y ca- conocimiento. Este rasgo, muy pro-
ballo respecto del accidente “sano”; pio del neoplatonismo, se hará recu-
3.2.3. la separación que se opera en- rrente en los autores medievales cris-
tre los accidentes de un mismo acci- tianos alineados en dicha corrien-
doctor 230

te. De hecho, según Buenaventura la sibilidad de la constitución de la ig-


agnosía o no-conocimiento del que norancia en doctrina, es decir como
hablaba Dionisio Areopagita pue- scientia ignorationis. Propone, enton-
de ser llamada d.i.: “sicut Dionysius ces, un camino de acceso no racional
dicit in libro de Mystica Theologia, –y, en este sentido, “ignorante”–, pa-
et vocat istam cognitionem doctam ra procurar una comprensión de la
ignorantiam”, In sent., dist. 23, a. 2, maximidad unitrina de Dios del úni-
q. 3. Pero la expresión latina ya se en- co modo en que es posible, esto es, in-
contraba en Agustín, para quien la d. comprensiblemente. Tal camino debe
i. consiste en un estado del alma que permitir a la doctrina de la ignorancia
la vuelve apta para recibir el espíritu “progresar”, pero no en el sentido de
de Dios (cf. Epist. 130, 15, 28). Con sumar saberes sino en la búsqueda de
una significación parecida, Buena- los símbolos adecuados para prefigu-
ventura insiste en la docta ignorancia rar de alguna manera lo infinito. Jun-
como una disposición del espíritu ne- to con la constitución de un lengua-
cesaria para trascender sus propias li- je que supere las teologías afirmativa
mitaciones: en el ascenso del alma ha- y negativa (De docta ign. I, 24-26),
cia Dios, Rex sapientissimus, el espíri- encuentra la posibilidad de “figurar”
tu es movido por un desiderium pro- lo “no-figurable”, en las figuras de la
fundo y se halla envuelto en quadam Geometría, pues, precisamente están
ignorantia docta (cf. Brev., V, 6 y 7). sujetas a la imaginación, a la mane-
Con todo, esta expresión es conoci- ra de “símbolo visible” que puede re-
da principalmente a través de Nicolás flejar lo invisible, pero sin la corrup-
de Cusa, quien titula con ella una de tibilidad propia de los entes materia-
sus obras fundamentales. En la obra les. Así, realizando una transumptio
cusana, la argumentación parte de dos ad infinitum de la figura geométrica
axiomas: el deseo natural del hombre desvinculada de su aspecto cuantita-
por acceder a la verdad y el carácter tivo, estamos progresando en el sen-
infinito e inalcanzable de la misma. tido de la ignorancia y no pensando a
Respecto del primero, como el de- Dios “more geometrico”.
seo en el hombre no puede ser vano, El Renacimiento, en lo sucesivo,
lo que desea saber es que ignora; se- adopta esta expresión, pero la usa con
rá, en consecuencia, tanto más doc- el afán de subrayar la superioridad del
to cuanto más ignorante se sepa (De proceso de adquisición del saber so-
docta ign., I, 1). En relación con el se- bre su mera transmisión, y de mostrar
gundo, Nicolás define la expresión que la disposición al conocimiento es
que nos ocupa como una “visio sine más que el conocimiento mismo.
comprehesione”, advirtiendo que “su-
doctor. Por su etimología, esta pala-
pra nostram apprehesionem in quadam
bra señala al que es apto para enseñar
ignorantia nos doctos esse convenit” (De
(docere). En su significado más rigu-
docta ign., I, 26, y II, passim). Lo pe-
roso, pero derivado del anterior, in-
culiar de la propuesta cusana es, pues,
dica un grado académico y, por tan-
que la aceptación de la ignorancia no
to, su aparición e historia están estre-
resulta ni en un escepticismo ni en un
chamente relacionadas con la evolu-
misticismo como pura experiencia de
ción de la universidad medieval. Ha-
lo inefable, sino que formula la po-
biendo tenido este origen, el uso del
231 doctrinalis

término se amplió posteriormente y sentido amplio. 1. En sentido estric-


pasó a constituir un título honorífi- to, se usó para aludir a la enseñanza
co conferido no sólo a escolásticos, si- de la matemática en particular (véase
no también a algunos místicos. Ge- doctrinaliter). 2. En sentido amplio,
neralmente, se le añade un adjetivo o se empleó en relación con el conjun-
un especificativo, mediante el cual se to de tesis de un autor, ya sea en ge-
quiere expresar la más destacada ca- neral, ya referidas a alguna cuestión
racterística del d. de quien se trate, se- en particular. En este orden, los au-
gún las notas que sus mismas obras tores medievales, escolásticos en par-
presentan, o bien su trayectoria indi- ticular, consideraron el valor de una
vidual, o bien los juicios posteriores doctrina filosófica según su confor-
más frecuentes sobre él. Entre los ad- midad con la razón. Respecto del ca-
jetivos más famosos, se pueden recor- rácter manifiesto u oculto de una d.,
dar: d. admirabilis, Juan Ruysbroeck; justificaron este último por diver-
d. angelicus o communis, Tomás de sas razones, por ej., por la intención
Aquino; d. authenticus, Gregorio de de quien la enseña, que puede ser la
Rimini; d. christianus: Nicolás de Cu- de evitar mofa o envidia; por la pre-
sa; d. christianissimus, Juan Gerson; d. tensión de que no se difunda al vul-
eximius, Francisco Suárez; d. facundus, go debido a su excelencia, es decir,
Pedro Aureol; d. fundatissimus, Egidio con el objeto de aventar el peligro
Romano; d. illuminatus, Raimundo de mala interpretación; por el mo-
Lullio; d. irrefragabilis, Alejandro de do de expresión metafórica o alegó-
Halès; d. marianus, Anselmo de Can- rica, como ocurre frecuentemente en
terbury; d. melliflus, Bernardo de la Divina Comedia, por ej., “mirate
Clairvaux; d. mirabilis, Roger Bacon; la d. che s’asconde/ sotto il velame
d. seraphicus, Buenaventura; d. solem- de li versi oscuri” (Inf. IX, 62-63).
nis, Enrique de Gante; d. solidus, Ri-
doctrinalis. En su Tractatus super
cardo de Mediavilla; d. subtilis, ; d.
Boetii ‘De Trinitate’, Clarembaldo de
universalis, Pedro Abelardo, Alberto
Arrás llama la atención sobre la am-
Magno y Alain de Lille; d. venerandus,
bigüedad de este término y de su co-
Godofredo de Fointaines, etc.
rrelativo disciplinalis. El caso es que,
Ya avanzada la Escolástica, se con-
desde Boecio, este último adjetivo fue
cedió retrospectivamente este títu-
usado en referencia a la matemática
lo a algunos autores de la Patrística;
y su método propio, para referirse a
así, por ej., Agustín de Hipona es d.
la rigurosa formalidad con el que se
Gratiae.
maneja (véase disciplinaliter). De he-
doctrina. Proveniente de docere, en- cho, para Gilberto de la Porrée la pa-
señar, esta voz indica, en principio, la labra disciplinalis no señala otra cosa
acción de aquel que hace conocer al- que la matemática. A Hugo de San
go y, de manera derivada que se con- Víctor y Teodorico de Chartres se les
virtió en principal, el conjunto de las atribuye el fundamentar este califi-
enseñanzas, escritas u orales, de un cativo boeciano diciendo que, aun-
maestro. Así, por ej., se habla de la d. que a todos los hombres les es con-
Christi. cedida la capacidad de razonar, la es-
En la Edad Media, el término se pecífica facultad de la mathesis sola-
ha usado 1. en sentido estricto, 2. en mente se puede alcanzar a través de
doctrinaliter 232

un arduo aprendizaje. Pero Clarem- Trinidad o del de la Encarnación, etc.


baldo, en el capítulo 9 de la Introduc- Así, la palabra pasó a significar en se-
ción a la obra citada, propone que di- guida el conjunto de las proposicio-
cha facultad sea llamada efectivamen- nes teóricas que constituyen el objeto
te disciplinalis cuando está referida a de la fe. Por eso, la constitución del d.
quien aprende; y d., cuando se refie- cristiano –cuyas primeras determina-
re a quien la enseña. Sobre esta base, ciones tuvieron lugar durante la Pa-
Juan de Salisbury asigna a los adver- trística–, implica la intervención de
bios correspondientes un valor preci- dos factores: la revelación por parte
so (véase doctrinaliter). de Dios, y la definición por parte de
la Iglesia. La fuente de la primera son
doctrinaliter. A partir de Juan de Sa- los textos sagrados, es decir, los libros
lisbury, este adverbio fue usado de del Antiguo y Nuevo Testamento, y
manera ponderativa para indicar un la tradición de los apóstoles. Para po-
modo de estudio e investigación in- der hablar de d. en sentido estricto es
telectual que se atiene a la precisión necesario, pues, que las proposiciones
de los conceptos y de su concatena- doctrinales se encuentren también en
ción lógica. Así, señala un conoci- dichas fuentes, ya sea formal, ya sea
miento elevado y, justamente, doc- virtualmente.
to, en el que las estructuras de la ar- Como es obvio, el segundo caso es
gumentación silogística se apoyan so- el que ofrece mayores dificultades pa-
bre una verificación atenta de los me- ra la definición. Ésta no es una mera
canismos demostrativos y de la ver- aclaración, sino un expedirse, una de-
dad de las premisas. Por oposición, cisión de autoridad que la Iglesia asu-
disciplinaliter alude, en este autor y me, en virtud de un mandato divino
en quienes se remiten a él, a un co- que afirma haber recibido de Cristo
nocimiento y una técnica de argu- como su fundador. Tales definicio-
mentación sólo aproximativa y gene- nes pueden expresarse en forma so-
ral, fundada sobre evidencias empíri- lemne o bien en el ejercicio ordina-
cas (cf. Metal. IV, 20). De esta ma- rio de magisterio, propio de la auto-
nera, el sentido con que Boecio ha- ridad eclesiástica. Esta doble vertiente
bía usado este último adverbio acaba en la conformación del d. hace que,
por invertirse. de un lado, sea inconcebible un cam-
dogma. Voz de procedencia griega, bio esencial en él, en tanto que éste se
tiene variedad de significados: “certe- presenta como doctrina revelada por
za, opinión, doctrina, principio”. En- Dios; de otro, tal imposibilidad de
tre los autores antiguos, se entendió, cambio no se aplica a su formulación,
especialmente, como “doctrina”, en en la medida en que ésta está ligada
el sentido del conjunto de los princi- al pensamiento, al lenguaje y a las ca-
pios fundamentales de una determi- pacidades interpretativas del hombre,
nada escuela. que son cambiantes y susceptibles de
Con la aparición del Cristianismo, progreso. En este plano, se puede ha-
este término conservó la menciona- blar de “historia de los dogmas”, en
da acepción, pero aludiendo específi- el cual ha cumplido una función im-
camente a la doctrina que se elabora portantísima el desarrollo de la filo-
sobre la base de los datos revelados. sofía, especialmente durante la Edad
De este modo, se habla del d. de la Media. La filosofía brinda, en efecto,
233 dominium

las categorías de pensamiento en las cinco sentidos, es decir, la sensibili-


que se formulan los datos revelados. dad externa y, avanzando sobre lo di-
Éste es el sentido último de su ca- cho por Aristóteles al respecto, asig-
racterización medieval como ancilla na al tacto la mayor capacidad apre-
theologhiae, es decir, como sierva de la hensiva en relación con el dolor, fun-
teología, toda vez que en la Edad Me- damentalmente porque las cosas sen-
dia ésta última –en cuyos términos se sibles al tacto son las más despropor-
formulan los dogmas– imperaba por cionadas a la potencia aprehensiva:
sobre las demás disciplinas. por ej., el hierro de una espada es más
desproporcionado al tacto que el olor
dolor. Es una pasión, es decir, al- respecto del olfato (cf. S. Th. I-II, q.
go padecido por el sujeto. Los auto- 35, a. 2).
res escolásticos lo consideraron pa-
sión del apetito concupiscible (véase dominium. Tanto d. como dominus
concupiscibilis). Por influencia de la derivan de domus, casa. Pero hay que
tradición que transmitió las concep- subrayar que este último vocablo no
ciones antiguas, estoicas, sobre las señala tanto la construcción material
pasiones y habló principalmente de –para lo que se reserva la voz aedes–
amor, deseo, gozo y dolor, durante el como el ámbito social y moral de un
período patrístico no se distinguió es- grupo humano. Sobre él, el señor
te último de la tristeza, salvo en con- (dominus) ejerce precisamente su do-
tados autores. Pero uno de ellos es minio. Ahora bien, técnicamente ha-
Agustín de Hipona, quien, citando blando, durante la Edad Media, es-
precisamente a Virgilio, justifica su te término, de significado paralelo al
traducción y propone tristitia (véase) de potestas (véase), aparece en los si-
en lugar de d., por considerar que éste guientes ámbitos: 1. teológico; 2. an-
hace referencia a los sufrimientos cor- tropológico; 3. político.
porales (cf. De civ. Dei XIV, 7, 2). A 1. En sentido teológico, se habla de
partir de la autoridad del hiponense, d. para indicar la potestad que Dios,
los autores medievales registraron esta en cuanto Señor, tiene respecto de sus
diferencia y avanzaron en ella. Tomás criaturas; se refiere, pues, a una rela-
de Aquino, por ej., aun cuando con- ción y no a algo que pertenezca a la
sidera, en sentido lato, el d. como gé- misma esencia divina, dado que Dios
nero próximo de la tristeza, traza un es anterior a lo creado.
paralelo entre el gaudium como delei- 2. Antropológicamente hablando,
te espiritual y la delectatio como delei- d. remite a una cuestión fundamental
te básicamente corporal, por una par- en la caracterización del hombre en
te; y la tristitia y el d., por otra. Así, cuanto tal; en efecto, se sostiene que
diseña la diferencia entre este último únicamente al ser racional le compe-
par de pasiones. En efecto, sostiene te el dominio de sus actos, tema ob-
el Aquinate que ella radica en el ca- viamente relacionado con el de la li-
rácter de la aprehensión interna o ex- bertad. Por otra parte, desde el pun-
terna del sujeto. En el primer caso, se to de vista judeocristiano se entien-
habla de tristitia; en el segundo, pro- de que, antes de la caída, es decir, en
piamente de d. Precisamente en vir- estado de inocencia, el hombre tuvo
tud de ese carácter externo de la apre- perfecto dominio sobre toda la crea-
hensión que causa el dolor, analiza los ción, salvo sobre los ángeles.
donec 234

3. En términos de la filosofía políti- dor. Surge a la vez el fondo de esa fi-


ca medieval y, en consonancia con sus gura: la pequeñez humana. El frágil
orígenes, d. señala el derecho a gober- hombre, criatura, celebra gozosamen-
nar. Constituye, pues, uno de los ejes te a su Creador. Pero quiere ser re-
principales que articulan la querella creado en y por aquel que yace, como
de las investiduras, es decir, el deba- anhelo de felicidad plena, en el fondo
te sobre la preeminencia de los dere- de su alma. Esa felicidad, completa y
chos imperiales o bien de los ponti- suprema, no se logra, en la perspecti-
ficios en el gobierno universal. Así, va agustiniana, sino al alcanzar la me-
por ej., quienes defendían los de pa- ta última del reposo en Dios, esto es,
pa hacían derivar su d. de la gracia de al volver a su casa. Así, la tensión de
Dios y, a la vez, afirmaban que nin- la búsqueda es, de hecho, el “mien-
guna autoridad que no reconozca es- tras” trabajoso de la existencia huma-
ta dependencia puede ejercer un po- na. Pero lo fundamental, aquello que
der legítimo. El otro eje polémico en le confiere a la conjunción que nos
el que se encuentra este término es el ocupa su centralidad es el matiz del
de la querella sobre la pobreza (véase “hasta que” se dé tal encuentro, es de-
paupertas). cir, el descanso final de la entrega en
las manos divinas. Esto es lo que se
donec. Esta conjunción se puede tra- persigue y lo que las Confesiones re-
ducir por la expresión “hasta”, “has- latan en todo su transcurso. De ahí
ta el momento en que”, en cuyo caso la importancia del “donec” que sinte-
tiene carácter restrictivo y reclama un tiza la dramaticidad de esa suerte de
verbo en subjuntivo, modo verbal de nostalgia o deseo de reencuentro con
la posibilidad. También se puede ver- lo que se intuye como fuente de to-
ter como “mientras”, es decir, con el do bien.
matiz de la duración entre dos extre-
mos temporales y, entonces, rige in- donum. De la raíz do-, dar, de don-
dicativo, modo verbal de la realidad. de también proviene “dote”, esta pa-
Por eso, es término clave en las Confe- labra alude al don gratuito, esto es, al
siones agustinianas, ya que aparece al que no exige ni espera nada a cam-
comienzo (Conf. I, 1, 1), en lo que se bio, a diferencia del munus (véase).
puede considerar su leit-motiv: “Nos Esta salvedad importa por lo que si-
hiciste para Ti, Señor, y nuestro co- gue. En efecto, en la Edad Media, el
razón está inquieto hasta que descan- tema cobra importancia en la Teolo-
se en Ti (…fecisti nos ad te et inquie- gía cristiana, ya que d. es el nombre
tum est cor nostrum, donec requiescat relacionado con la tercera persona de
in te)”. El “nos hiciste” está señalando la Trinidad, el Espíritu Santo. Los sie-
el comienzo, la creación de una exis- te dones del Espíritu, que son princi-
tencia humana; la alusión al descanso pio de las virtudes intelectuales y mo-
indica el otro extremo temporal que rales, son: sabiduría, entendimiento,
no se identifica necesariamente con la consejo, fortaleza, conocimiento, pie-
muerte corporal. Así, ya desde el ini- dad, y temor de Dios.
cio del texto hace su aparición la figu-
donum superadditum. Este térmi-
ra, bien que aún extremadamente bo-
no, cuyo concepto se origina en la
rrosa de Dios, y el reconocimiento y
Edad Media, no aparece textualmen-
la alabanza de su grandeza de Crea-
235 dubitatio

te en ella sino en la Modernidad. Se de las cosas; por ello, se denominó a


relaciona con el tema de la gracia di- los escépticos “dubitativos” (cf. Diog.
vina (véase gratia) y alude al conjunto Laer., IX, 79).
de la integridad moral y de la inmor- En contexto cristiano, esta última
talidad entendida como exención de posición es refutada por Agustín de
la necesidad de morir, que fue conce- Hipona, quien se dirige fundamen-
dido por Dios a Adán, dones perdi- talmente contra los escépticos acadé-
dos con la falta original, es decir con micos, poniendo no obstante en re-
la caída. lieve los valores de verdad y de certe-
za que todo dudar implica, como es-
dubitatio. En sentido estricto, la d. tado de la mente. En esta línea, el hi-
alude, desde el punto de vista psico- ponense plantea una superación de la
lógico, a una operación intelectual, a d. en pasajes donde desarrolla su cé-
un momento del pensamiento carac- lebre anticipación de lo que será el
terizado por la indecisión entre una cogito cartesiano: “Si dubitat, dubitare
afirmación y su correspondiente ne- se intelligit; si dubitat, certus esse vult;
gación, o entre afirmaciones opues- si dubitat, cogitat…” (De Trin. X, 10,
tas. Así pues, la definición de la d. co- 14): el pensamiento que aparece co-
mo “suspensio iudicii inter utramque mo dubitativo es ya pensamiento que
contradictionis partem” se refiere a un se autoafirma en cuanto consciente de
aspecto puramente formal. Pero cons- sí. Por otra parte, Agustín admite la
tituye también una etapa de búsque- función saludable que la duda cum-
da y un camino real al descubrimien- ple en ciertos campos del saber hu-
to de la verdad; por ello, la d. es in- mano: “melius est dubitare de occultis
herente al pensar filosófico en cuan- quam litigare de incertis” (De Gen. ad
to crítico y atraviesa, por tanto, toda litt. VIII, 5, 9). Más aún, reconoce la
la historia de la Filosofía. validez de una duda metódica o fic-
Ya en los primeros diálogos plató- ticia: “Quamquam haec inconcussa
nicos (cf. por ej., Menón 13, 79 y ss.), fideteneam, tamen quia cognitione non-
aparece el significado constructivo de dum teneo, ita quaeramus quasi omnia
la duda socrática en cuanto etapa in- incertasint” (De lib arb. II, 2, 5).
eludible hacia un conocimiento ver- La Escolástica retoma y amplía la
dadero y no aparente. En la metodo- función de esta d. metódica, pues la
logía aristotélica, la d. se vuelve a es- extiende, en principio, a casi todas
timar como necesario principio de las verdades racionales que son mate-
búsqueda, y como planteo adecuado ria de discusión o de procedimiento
de los problemas, que pone en cami- dialéctico: el célebre utrum con el que
no hacia la verdad. Sólo los principios encabezan las cuestiones es índice de
lógicos están exentos de ser alcanza- ello. Por otra parte, de hecho, Tomás
dos por la duda (cf. Met. III, 1, 994 a de Aquino reelabora el método apo-
27 y ss; y An. Post. I, 10, 76 a 13). Pe- rético de Aristóteles; así, comentando
ro, entre los antiguos, la d. llegó a su el pasaje ya citado de la Metafísica, el
máxima afirmación sistemática en el Aquinate observa que la duda, en tan-
escepticismo que lo entendía negativa to impedimiento de un pensar positi-
y universalmente como la condición vo, debe discutirse hasta su solución
última del pensamiento humano, in- o disolución definitiva. Ya que existe
capaz de aprehender el verdadero ser una ciencia que se propone el proble-
dubium 236

ma de la verdad, también le compete a por Juan. No obstante, se prefiere el


ella la discusión sobre la d. general en término dubitatio (véase) para aludir
torno de la verdad: “ista scientia, sicut a la acción de dudar con todo lo que
habet universalem considerationem ella implica.
de veritate, ita etiam ad eam pertinet
ductio. En su sentido más lato, sig-
universalis dubitatio de veritate” (In III
nifica “conducción”. Pero se ha usa-
Met. l. I, n. 342). Pero la universalis
do técnicamente, en el sentido de re-
d. tomista, de ninguna manera debe
mitir y aun reducir (véase reductio),
entenderse al modo escéptico, como
en el campo de la lógica. En él se ha-
una suspensión real y universal del
bla de la d. per impossibile para alu-
assensus, ya que hay explícitas afir-
dir al argumento también llamado ad
maciones en contrario, concernien-
impossibilem (véase).
tes a la certeza absoluta sobre los pri-
En otro plano, completamente dis-
meros principios: “In primis principiis
tinto, aparece este término. En efecto,
naturaliter cognitis sive sint speculativa,
tiene un sentido particular en Bue-
sive sint operativa, nullus potest errare”
naventura que llama d. al tercer gra-
(Quodl., III, q. 12, a. 26).
do del alma en su ascensión a Dios.
La d. designa, además, un tipo de
Consiste en poner en acción o llevar
compromiso asumido por quienes
a cabo algo cuya necesidad o conve-
protagonizaban una disputa escolás-
niencia en dicho ascenso ya se ha de-
tica (véase obligatio 1.5). Cabe añadir
terminado.
que, dado que la incerteza y la inde-
cisión remiten a la etapa reflexiva del ductivus. Se trata de un adjetivo usa-
pensamiento, el verbo latino “dubitare” do, en particular, por Buenaventura.
se usó también algunas veces como En este autor, d. califica la acción de
sinónimo de “pensar” o “ponderar”. las razones eternas en la inteligencia
Cf. también dubium. humana. Mediante dicha acción, pre-
cisamente en cuanto que ella es mo-
dubium. En principio, la duda es la
triz o conductora, la inteligencia hu-
suspensión del asentimiento (véase
mana puede elaborar un conocimien-
assensus), o la indecisión del intelecto
to cierto.
entre la afirmación y la negación de
algo. Etimológicamente, proviene de ductus. Se designa con este nombre
duo que, en la medida en que signifi- técnico, propio de la paleografía, la
ca “doble”, quiere decir también “am- manera de trazar las letras que deno-
biguo” y hasta “contrario”. De ahí las ta la velocidad de escritura emplea-
acepciones derivadas de “incierto” y da por el copista o el autor. Así, el d.
“vacilante”, como referidos a un esta- puede ser: 1. pausado, sentado o “po-
do mental sea en relación con el in- sado”, si la grafía es derecha y las le-
telecto, sea respecto de la acción. En tras no están ligadas entre sí, lo cual
su sentido más estricto, el d. se refie- da la idea de haber sido trazadas con
re tanto al mencionado estado men- lentitud y esmero; 2. cursivo, el d. es
tal, consecuencia del dubitare, como cursivo si se advierte que la escritura
al objeto mismo de la duda, por ej., se ha hecho sin levantar el estilo o la
el d. puede versar sobre si Pablo lle- pluma del folio, por lo que suele unir
vó a cabo o no una acción, o sobre si las letras y, en general, es inclinada.
tal acción fue llevada a cabo por él o
237 duratio

dulia. La dulía es la reverencia y el “eternidad” (véanse tempus, aevum y


honor debidos a una criatura. Se aeternitas). Con todo, conviene ad-
distingue claramente de la latria o vertir que estas distinciones sólo ter-
adoratio (véase), ya que ésta indica los minan de cristalizarse durante la Es-
debidos a Dios como Creador. Me- colástica, que vinculó el concepto de
diante la d. se tributa obediencia y d. particularmente al de mutabilidad
servicio a quien tiene un poder legí- (cf. por ej., Tomás de Aquino, S. Th.
timo sobre los demás, como los reyes. I, q. X, a. 5).
De este modo, constituye una espe- Un concepto clave fue elaborán-
cie de la observantia, es decir, de la ac- dose históricamente hasta desembo-
titud por la que se honra a cualquier car en la noción de permanencia así
persona constituida en dignidad. El desglosada: el de continuidad. Agus-
fundamento común de ambas es el tín sigue la línea plotiniana al respec-
debitum y lo que diferencia la d. de la to, aunque de manera particularísi-
latria es la distinta razón de debitum ma. Lo que él intenta medir, más que
en uno y otro caso: la obediencia y el tiempo, es la d. en sí misma, pe-
servicio a Dios y al hombre son dife- ro plantea su medida como la de una
rentes por el dominio pleno de Dios tensión del alma. En esta tensión, en
sobre todas las cosas y el dominio li- ese continuo fluir del alma, encuen-
mitado y relativo del hombre sobre tra Agustín tres términos exactamen-
los demás o sobre otro ser creado. La te correspondientes a los tres momen-
Cristiandad medieval reservó el nom- tos de la d. –presente, futuro y pasa-
bre de hyperdulia o veneración (véa- do– que tradicionalmente se habían
se veneratio) –y no adoración– para la distinguido: la atención de las cosas
Virgen María. presentes, la expectación de cosas fu-
turas, y la memoria de las pasadas (cf.
duratio. En el mundo antiguo y me- Conf. XI, passim). Con todo, semejan-
dieval, y en el sentido más amplio, el te cambio de “sede” en el tratamiento
concepto de duración indica la exten- de la d., como medida del tiempo de-
sión, límite o medida de la perma- ja sin resolver el durar cósmico, como
nencia de un ente en su existir. La de- el mismo Agustín admite.
finición más usual de d. es “la persis- La Escolástica recoge el problema y,
tencia de una realidad en el tiempo”. mediante las distinciones menciona-
Sin embargo, tal caracterización das al comienzo, considera la d. des-
puede prestarse a equívocos, ya que de el punto de vista del ente en cuan-
la noción que nos ocupa fue conside- to perdura, o sea, en cuanto resis-
rada como género al que correspon- te a su desaparición. Habida cuenta
den tres especies, una de las cuales es de algunos usos de per, sobre todo en
precisamente el tiempo. En efecto, la composición (véase per 2.2. y 6.2.), la
d. de un ente subordinado a un ti- perduratio subraya, pues, ese elemen-
po de devenir sucesivo y continuo, to de resistencia. Por su parte, Oc-
se denomina “tiempo”; la de un ser kham añade que la d. es un concepto
subordinado a una forma de devenir que connota que la cosa coexiste con
sucesiva, pero no continua, se desig- una sucesión actual o aun posible.
na como “evo”; y la del ser que está
fuera del devenir y que existe siem-
pre en su plena totalidad, se llama
238

E
E. Al ser la primera vocal de la pala- gen etimológico; 4. material, orden
bra nego, esta letra fue empleada por en el que puede indicar 4.1. la mate-
los lógicos medievales para señalar la ria de la que algo está hecho; o 4.2. su
proposición universal negativa. Así estado originario; 5. referencial, pla-
aparece en Pedro Hispano (Summ. no en el cual se puede traducir por
Log., 1, 21 y 4, 18). Su utilización co- “según” o “de acuerdo con”, por ej.,
mo signo, en este sentido, parece re- ex Aristotelis sententia; 6. pasaje de un
montarse al siglo XII, como ocurre estado a otro, por ej., ex beato miser,
con A, I y O (véanse). mutar “de feliz en desdichado”.
Ciertamente, los últimos matices,
e-ex. Se utilizan ambas formas ante
en cualquiera de sus variantes, son
consonante, pero ex aparece siempre
los más utilizados en la literatura fi-
ante vocal. En composición, se con-
losófica. En ellos, la preposición que
vierte en e ante b, d, g, l, m, n, r; o
nos ocupa parece tener el mismo va-
en ec o ef ante f, matizando la signi-
lor que de (véase), pero se ha de hacer
ficación de la palabra simple, en los
una importante salvedad: ambas indi-
siguientes sentidos: 1. privación, co-
can principio, denotando relación de
mo en effrenare; 2. alejamiento de sí,
causa eficiente y material, pero mien-
como en emittere; 3. transición, como
tras ex se limita a señalar la proceden-
en enervare, 4. partida, como en exire;
cia como principio o punto de par-
5. elevación, como en erigere; y 6.
tida, de involucra consustancialidad
acabamiento, como en efficere.
entre dicho principio y lo que de él se
Es en realidad preposición de ablati-
deriva. Así pues, sólo quien suscribie-
vo que, muy en general, indica proce-
ra la teoría emanacionista podría de-
dencia, especialmente, desde el inte-
cir, por ej., que la realidad es de Deo
rior de algo. Así, puede tener un sen-
con el significado arriba mencionado;
tido 1. locativo, y referirse al 1.1. lu-
en cambio, los autores judeocristia-
gar de donde o punto de partida; o a
nos escriben que lo real es ex nihilo y
la 1.2. procedencia como extracción;
no de nihilo.
2. temporal, y aludir al 2.1. momen-
Para la expresión ex persona, véase
to inicial; o al 2.2. tiempo anterior
persona.
del que algo proviene; 3. causal, indi-
cando 3.1. la causa, generalmente in- ebullitio. Es un término de la meta-
trínseca, de algo, por ej., qua ex causa, física y la teología neoplatónicas y, en
o 3.2. la consecuencia que deriva de especial, de la escuela de los domini-
algo; en este sentido, da lugar a expre- cos alemanes. En general, se puede
siones muy fuertemente consecutivas caracterizar como el flujo de ser que
como e quo efficitur o ex quo fit ut, “de procede de la causa primera y que
ello –o de lo cual– resulta que”; tam- obedece a la relación que ésta guarda
bién se aplica para señalar 3.3. el ori- consigo misma. En Eckhart, se trata
239 eductio

de una fase que precede a la creación Según Aristóteles, no es la forma la


propiamente dicha. Teodorico de Fri- que propiamente se genera o se co-
berg habla de e. también de las sus- rrompe, sino el compuesto, o sea,
tancias separadas, atribuyendo el ori- el ente individual, cuya forma está
gen de esta noción a una tradición constituida por las determinaciones
cuyos hitos son Proclo y Avicena (cf. sustanciales o accidentales. En el ente
De intellectu et intelligibili I, 8). generado, las formas no son genera-
das, sino “producidas” –más propia-
editio. El concepto de edición o de mente se debería poder decir “educi-
editar, edere, se ha distinguido des- das”– o llevadas desde un estado po-
de la Antigüedad de la sola redacción tencial a uno actual (cf. Met. VI, 8,
de una obra. En términos medieva- 1033a 24; y VII, 3, 1043b 15).
les y renacentistas, para que se pue- Al desarrollar esta noción, la Esco-
da hablar de e., esto es, de divulga- lástica habló de e. formae de potentia
ción de ese escrito, es necesaria la in- materiae, esto es, del darse de la forma
tención del autor o del editor de pro- a partir de la potencia de la materia.
ceder a dicha divulgación. Una vez fi- El fuego, por ej., se genera a partir de
nalizada, la obra redactada o dictada una materia presupuesta v. g. la ma-
por el autor –se sabe que Traversari, dera: ignis de ligno educi. Por ello, en
por ej., solía dictar sus trabajos– era la “educción”, la materia es subiectum
entregada al editor o, si se trataba de sustentationis. Educi de potentia es,
lo que hoy llamaríamos una “edición pues, llevar al acto lo que estaba en
del autor”, al copista. Para el proceso potencia, lo cual, además de presu-
de edición, véase schedae. poner la materia, requiere la inter-
educatio. Poco frecuente, esta voz, vención de un agente natural; así, la
que suele aparecer en textos patrísti- forma del fuego, mediante un agen-
cos, carece de la riqueza de la palabra te v.g. una chispa, se dice que es “edu-
griega “paideia”. Señala fundamen- cida” a partir de la potencia de la ma-
talmente la crianza física y moral de dera. Como se ve, la noción de e. se
un niño en el seno de su familia. Pa- opone a la de creatio (véase), en cuan-
ra la instrucción se reserva el término to que en esta última la forma se hace
disciplina (véase). surgir por entero de la nada, lo cual
significa que no se presupone absolu-
eductio. En líneas generales, “educ- tamente ninguna realidad precedente.
ción” puede traducirse por “produc- Técnicamente formulada, la diferen-
ción”. Sin embargo, esta traducción cia sería “e. productio formae ex nihilo
no es propia, ya que no da cuenta sui sed non subiecti est”, mientras que
de la precisión filosófica de la pala- la creación “productio formae ex nihilo
bra que nos ocupa. Se trata de un tér- sui et subiecti est”, como expresa To-
mino técnico de la cosmología aristo- más de Aquino (S. Th. I, q. 90, a. 2).
télico-escolástica, que indica el modo El Aquinate llama también la aten-
con que llegan a la existencia las for- ción sobre un error cuyo origen atri-
mas materiales –es decir, todas las for- buye a Anaxágoras y que, en su pers-
mas sustanciales o accidentales, salvo pectiva, consiste en considerar las for-
la del alma humana– en las genera- mas como “latentes” en la materia o
ciones o mutaciones corpóreas. en la sustancia, según se trate de for-
effective 240

mas sustanciales o accidentales: en di- propio de la causa formal de un ente.


cho caso, la e. no sería un pasaje del El e. formalis, a la vez, puede ser 2.1.
existir en potencia al existir en acto, primarius o intrinsecus: es aquel cu-
sino una simple extracción de una ya inteligibilidad coincide con la de
realidad ya actual pero de algún mo- la mera forma, así, por ej., el efecto
do oculta. Pero, objeta Tomás, de esa formal primario del calor es algo ca-
manera, no se tendría la verdadera ge- liente, y el de la extensión actual es la
neración de un ser no existente antes, cantidad; 3. secundarius o extrinsecus:
que es precisamente lo que la e. seña- es el que resulta de la unión de una
la (cf. S. Th. I, q. 45, a. 8). forma y un subiectum (véase), o sea,
La perspectiva ockhamista al res- aquel que se concibe como conse-
pecto es diferente: según Ockham, la cuencia de la presencia de una forma
forma no está en potencia en la ma- en un sujeto dado, por ej., la divisibi-
teria porque ésta la contiene, por así lidad física con respecto a un cuerpo
decir, como en germen, sino porque extenso.
la materia puede recibirla sin ofrecer
efficiens. En general, y ateniéndonos
obstáculo alguno. De esta manera, es
particularmente a su etimología, la
contradictorio para él decir que una
palabra “eficiente” indica la idea del
forma es “educida” de la materia: se-
poder que tiene un ente en relación
ría como decir que la forma es extraí-
con el efecto que depende de él. Se-
da de la potencia de la materia cuan-
gún la tradición escolástica, se llama
do precisamente es introducida en
e. a la causa en acto que, precisamen-
ella (cf. In II Sent. qq. 4-5).
te por estar en acto, produce de he-
effective. Cf. efficienter. cho una acción y el eventual efecto
que puede depender de esta última.
effectus. “Efecto” es el término corre- La validez metafísica del concepto de
lativo de causa (véase) y señala el pro- e. se funda no sólo en la experiencia,
ducto de ésta. Es aquello que, en tan- sino también en el principio de fina-
to finito y limitado, no llega a existir lidad. Del poder del agente depende
por sí mismo, sino por otro ente di- el que éste comunique a un efecto la
ferente de él. Así, pues, el e. se ha de virtud del obrar. Ahora bien, en las
concebir como siendo formalmente cosas se encuentran potencias opera-
diferente de la causa. Las precisiones tivas que, si no obrasen, serían vanas.
que se atribuyen a esta palabra de- Pero sucede que todos los entes exis-
penderán, obviamente, de las diversas ten para llevar a cabo sus respectivas
concepciones que sobre la causalidad operaciones propias, de manera que,
se sostenían en los distintos sistemas si dichos entes no fueran efficientes,
filosóficos, como también de los di- en cierto modo, se autoanularían (cf.
ferentes tipos de causas a los que obe- Tomás, S. Th. I, q. 105; C. G. III, 69).
dezcan. Por esta razón, para un concepto co-
Sobre esta última base, se han es- mo el que nos ocupa, no hay lugar en
tablecido las siguientes distinciones: las corrientes filosóficas, ciertamente
1. e., sin otra especificación, alude a no medievales, que declaran ilusoria
lo que resulta de una causa eficiente, la noción de causa. (Para el término
en este único sentido lo utiliza Duns causa efficiens, véase causa).
Scoto; 2. e. formalis se llama al efecto
241 electio

efficienter. Adverbio sinónimo de aristotélica, la e. indica una tendencia


effective y elictive. Se dice que algo genérica que atenta contra la virtud
concurre e. a la producción o al darse alejándose de ésta hacia el extremo de
de algo cuando lo produce inmedia- la hybris, esto es, del exceso.
tamente. En cambio, lo hace directive
electio. Puede traducirse por “elec-
cuando presenta una regla conforme a
ción” o “decisión” y configura uno de
la cual se ha de llevar a cabo la acción;
los momentos del acto libre, tal co-
finaliter, cuando muestra los fines de
mo la Escolástica lo concibió: cuan-
dicha acción, e imperative cuando po-
do la voluntad se ha inclinado efi-
ne de manifiesto la obligatoriedad de
cazmente a conseguir un fin (intentio
su realización. Así, por ej., los juicios
finis), el intelecto delibera sobre lo que
teoréticos son producidos por el in-
se ha de hacer para alcanzarlo (véase
telecto e.; según la lógica, directive;
consilium) hasta llegar a una conclu-
con el objeto de adquirir una ciencia,
sión al respecto (véase iudicium). So-
finaliter; en cambio, los juicios mora-
bre la base de esta última, tiene lugar
les son puestos en práctica moraliter
la e. o decisión. La elección constitu-
por una voluntad libre, que aplica el
ye el paso decisivo, dado por la vo-
intelecto imperative.
luntad, en el proceso del diálogo en-
effictio. Significa representación, mo- tre ésta y el intelecto, diálogo que
delo, figura; en síntesis, ficción que conforma precisamente el acto libre.
puede ser no sólo visual sino también Consiste propiamente en la elección
narrada de manera oral o escrita. Pero del medio para alcanzar el fin apete-
se trata de un tipo de ficción cuyo fin cido. En ella, la voluntad se confor-
último es el moralizante propio del ma al iudicium practicum que le alle-
predicador, o la expresión de un pen- ga la inteligencia. Al respaldarse en el
samiento de carácter metafórico. Por juicio, la e. presenta las siguientes no-
eso, es término que se aplica muchas tas: 1. es propia de los seres raciona-
veces a la imago mundi (véase). les; 2. sólo versa sobre cosas posibles,
porque el juicio determina los medios
effusio. Es la acción por la cual algo adecuados para alcanzar el fin, y no
se transmite de un subiectum a otro puede hablarse de medio adecuado
sin mengua del primero. Así, se habla si éste es imposible (véase velleitas);
de virtus effusa para referirse a la po- 3. puesto que versa sobre cosas posi-
tencia del alma que se difunde por to- bles, es, por definición, libre en cuan-
do el cuerpo, o a la constituida por el to no necesaria; 4. el juicio es propio
conjunto de potencias operativas que del entendimiento que ilumina la vo-
Dios infunde en las criaturas. luntad; así, la e. pertenece, de mane-
elatio. En general, se utiliza con el es- ra determinada, a esta última facultad
pecificativo animi y señala en el alma (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I-II, q.
un defectus modestiae, es decir, una 13). De ahí, la definición más com-
desmesura. Ésta puede asumir cual- pleta de este término: la elección es
quier forma de la inmodestia: la am- el acto por el cual la voluntad se de-
bición desmedida, la arrogancia, la termina a adherir al medio que el in-
vanidad o la soberbia. Más allá de sus telecto juzga idóneo para la consecu-
especificaciones, y al menos en los ción del fin.
textos medievales que siguen la ética
electus 242

electus. Cf. praescitus. y forma; por otra, un mixtum de los


cuatro elementa.
elementum. El significado más anti- Uno de los problemas que los esco-
guo de “elemento”, tanto en latín co- lásticos abordaron con respecto a este
mo en su equivalente griego, es “letra tema es justamente el de la subsisten-
del alfabeto”. Por extensión, pasó a cia de los elementa en el cuerpo com-
señalar después 1. la parte más simple puesto. Para una presentación de esta
de algo y, en especial; 2. los rudimen- polémica, véase mixtum.
tos de una ciencia, como se ve, por
ej., en el título de la obra de Euclides: elenchus. Se denomina así un tipo de
“Elementos de Geometría”. silogismo que tiene por objeto probar
Pero esta palabra abarca también la proposición contradictoria de la te-
una serie de vocablos que usaron di- sis sostenida por el respondens (véase).
versos filósofos con el fin de designar Ésta es, al menos, la caracterización
3. las entidades últimas que constitu- del término que da Guillermo de Oc-
yen la realidad, en particular, la rea- kham (cf. In Elench. 97a). Pedro His-
lidad material. Ejemplo de e. en es- pano trata el tema en sus Summ. Log.
te último sentido es “átomo”. La con- VII, 49. Desde luego, la Edad Media
sideración del número y la cualidad se ha basado para este tema sobre los
de los elementos, considerados como Sophistici Elenchi aristotélicos.
partes constitutivas de las realidades
elevari. Con este verbo se alude a la
naturales, varía mucho, como se ve
acción que algo lleva a cabo en virtud
claramente ya en los presocráticos.
de un especial auxilio divino, y me-
Es Aristóteles quien más influye en
diante la cual asciende a un orden su-
la elaboración que el pensamiento
perior al que esencialmente le corres-
medieval y, en especial, la Escolástica,
ponde, o bien se vuelve capaz de pro-
hacen del tema. De hecho, el Estagi-
ducir un efecto extrínseco a su esfe-
rita caracteriza físicamente el e. como
ra natural; así sucede, por ej., cuando
lo que constituye, en primera instan-
el intelecto humano se eleva –o, me-
cia, una realidad material e intrínseca,
jor aún, es elevado– a la visión intui-
o sea, distinta de la arché, que es prin-
tiva de Dios.
cipio extrínseco de la cosa (cf. Met. V,
esp. cap. 3, 1013 b 34). En este sen- elicitus. Término usado a partir de
tido, los elementos o materias cons- la Escolástica del siglo XIII, se tra-
titutivas más simples son: agua, aire, duce por “elícito” y tiene un signifi-
tierra y fuego. Tales partes constitu- cado técnico general que alude al ac-
tivas últimas –o, por así decir, quími- to por el cual una potencia activa da
cas– de los cuerpos físicos son las ma- lugar a un efecto inmediato (véase
terias fundamentales que conforman potentia). Técnicamente, su definición
el mundo físico. Así, también los es- reza: aquello por lo que algo produce
colásticos entendieron los cuatro ele- formaliter otra cosa. En virtud de la
mentos como constituyentes últimos universalidad del principio de causa-
desde el punto de vista de la filosofía lidad, esto se aplica a los más diversos
de la naturaleza, pero no desde el de órdenes, por lo cual la noción que nos
la metafísica. En efecto, para estos au- ocupa cobra matices distintos en cada
tores, una sustancia material es, por uno. En el plano físico, por ej., se di-
una parte, un compositum de materia ce que el calor es producido inmedia-
243 emanatio

tamente –e.– no por el fuego sino por te del predicador; de hecho, la homi-
la calefacción que de éste resulta, ya lía ocupa un lugar central en la e., co-
que el fuego puede estar expuesto a mo ocurre en el cuatro libro del De
ventilación y no generar calor: lo elí- doctrina christiana agustiniano. Así,
cito no se ha de confundir, pues, ni se ha de tener permanentemente pre-
con la producción ni con el produc- sente que involucra tanto la expresión
to, sino con el carácter inmediato del escrita –desde una carta breve has-
acto de producir. En el orden teológi- ta un tratado– como la oral. La e. es
co, también se denomina e. al prin- el arte de expresarse con propiedad y
cipio de la generación del ser, princi- eficacia. La primera nota es exclusiva
pio que es Dios mismo considerado de la noción que nos ocupa; la segun-
en su esencia. da hace que se la incluya como parte
Pero es en el orden psicológico de la rhetorica (véase); de ahí algunas
y ético donde este adjetivo apare- observaciones patrísticas y medievales
ce más frecuentemente calificando sobre la elocuencia que, en realidad,
movimientos apetitivos y, sobre to- son atribuibles a la retórica misma:
do, actos de la voluntad. Así, se llama por ej., cuando Agustín de Hipona
appetitus e. aquel por el cual nos diri- denuncia los casos en que la e. se con-
gimos al bien previamente conocido, vierte en arma de la ambición perso-
en oposición al appetitus innatus que nal (cf. Conf. III, 4, 7) o en un me-
no requiere conocimiento y está de- ro juego vacuo de palabras (cf. ibid. I,
terminado por la naturaleza, como se 9, 15), se está refiriendo, más que a la
da en los irracionales. Se ha hablado e. en su aspecto de uso propio de los
también, y principalmente, de actio términos, a su condición de discurso
elicita voluntatis, es decir de la acción eficaz. En esta dimensión, esto es, en
voluntaria elícita que se opone a la cuanto parte de la rhetorica, la e. tiene
actio imperata. En efecto, la primera un signo moral neutro: su valor de-
deriva directa y formalmente de una pende de la intencionalidad ética de
voluntad libre; la segunda está deter- aquello que se intenta expresar.
minada por la naturaleza. Se ha de La concepción sobre la e. cambia en
notar que también en este orden se la Edad Media, sobre todo, con Juan
verifica lo señalado al comienzo en la de Salisbury, quien traza con nitidez
definición del concepto de e.: nótese su diferencia con la verbositas (véase).
que, en rigor, así como no se puede Para ello, apela fundamentalmente a
decir que el calor es producido por el la ratio y subraya que sólo ésta pue-
fuego sino por la calefacción, con el de volver eficaz y concreta la palabra
mismo rigor formal, tampoco se pue- como instrumento del progreso hu-
de decir que el acto elícito proviene mano. En este sentido, la lógica ha de
del sujeto humano sino, formaliter, respaldar la e. Sobre las huellas de Ci-
de su voluntad. cerón, Juan recuerda que la elocuen-
cia sin sabiduría es vacía; la sabiduría
elictive. Cf. efficienter. sin elocuencia, ciega.
eloquentia. El marco general en el emaculatus. Cf. emendatus.
que se inscribe el significado de este
término es el de la expresión litera- emanatio. Cf. creatio. La voz “ema-
ria. Por eso, está vinculada con el ar- nación” alude a una de las explica-
emendatio 244

ciones metafísicas de la relación en- tural, para que se produzca tal regre-
tre Dios, entendido como lo Uno, y so a lo Uno, es decir, a Dios. Todos
el mundo. En cierto sentido, la teo- los eventos en el universo están des-
ría de la producción del mundo por tinados, por su misma naturaleza y
e. trata de conciliar las exigencias de sin ninguna mediación excepcional,
la inmanencia y de la trascendencia. a volver a la fuente para reconstruir
Quiere salvar la continuidad de lo en ella la unidad absoluta. Incluso to-
real, pero manteniendo las distincio- das las almas, también las de los hom-
nes entre los dos ámbitos. En gene- bres, deben reintegrarse necesaria-
ral, es el proceso por el cual, en vir- mente a lo Uno; así, la individualidad
tud de su propia superabundancia, lo de la persona es trascendida y final-
superior produce lo inferior, sin que mente anulada en una instancia abso-
el primero pierda nada en tal proce- luta e impersonal. Con ello, se tiene
so, en el que, a la vez, se da una cier- otra diferencia –esta vez desde el pun-
ta degradación de lo perfecto a lo im- to de vista soteriológico– con la vi-
perfecto. No se trata, pues, de pro- sión cristiana, que postula la conser-
ducción a partir de la nada, sino de vación de la individualidad más allá
una suerte de autodespliegue sin pér- de la muerte.
dida del ser que en dicho desarrollo Sin embargo, a lo largo de todo
se manifiesta. Por otra parte, lo ema- el largo período patrístico-medieval,
nado tiende a identificarse con el ser hay pensadores cristianos en los que
del cual emana porque, si bien no es se torna visible la influencia neopla-
idéntico al Principio, está implícita- tónica respecto de la e., especialmente
mente contenido en él, aunque es in- a través de Proclo y Dionisio Areopa-
ferior a él. No surge a partir de una gita, junto con temas centrales de la
voluntad libre, sino como efecto ne- especulación plotiniana. Así, por ej.,
cesario de la naturaleza misma del Escoto Erígena tiende a minimizar la
Principio. Lo sigue no temporalmen- distancia entre generación y creación.
te –puesto que la e. es eterna, no se Y muchos siglos después hace lo mis-
cumple en el tiempo– sino ontoló- mo M. Eckhart, autor que, además,
gicamente. Por ello, lo emanado no afirma nuevamente la circularidad del
puede autosubsistir por sí mismo, de- proceso divino.
pende del Principio. Afirmando la in-
emendatio. Dos son los sentidos de
ferioridad de la realidad emanada, es-
este término, según se lo asuma en
ta doctrina intenta insistir en su in-
contexto 1. patrístico o 2. escolásti-
manencia, pero sin negar la trascen-
co. En 1. el primero, forma parte de
dencia del Principio: Dios no es el
la tradición escolar y señala dos ejer-
universo, es su fuente; de ahí que el
cicios: 1.1. la crítica textual, es de-
universo sólo pueda subsistir en él.
cir, la fijación y corrección del texto,
También el movimiento opuesto de
las discusiones sobre su autenticidad,
retorno de lo emanado a su Principio,
etc.; y 1.2. la crítica de estilo, esto es,
está concebido de un modo “natura-
el juicio sobre las cualidades de una
lista”: ese retorno no es menos “natu-
obra, el análisis de su plan, su origi-
ral” que la e. misma, en la medida en
nalidad, etc.
que no se requiere ningún don gra-
2. Tanto en el latín medieval como
tuito, ninguna intervención extrana-
en el humanístico, e. es sobre todo un
245 eminenter

término paleográfico. Puede indicar es la que tiene el sujeto cuando posee


la acción de corregir un texto o el re- esa perfección del modo más alto y
sultado de esa corrección, ya sea pro- acabado; por ej., la Sabiduría divina.
ducto de una conjetura o de la res- De ahí que la noción de e. sea aplica-
titución de una lectio manuscrita. En da sobre todo a Dios. Por eso, desde
este segundo sentido aparece en los tí- el punto de vista ontológico, lo emi-
tulos de las colecciones de enmiendas nente corresponde siempre a la Perso-
propuestas por humanistas, como las na divina, cuando es comparada con
Emendationes in T. Livium de Loren- las perfecciones que se manifiestan en
zo Valla. Los criterios de la e. entre los las criaturas.
filólogos son la ratio y la auctoritas. En cambio, desde el punto de vis-
Generalmente, la primera responde a ta lógico, se recurre a esta noción pa-
las analogías con otros pasajes, es de- ra poner en relieve que no hay una
cir, a los lugares paralelos; la segunda, adecuación del intelecto humano res-
a la tradición de los escritores. pecto de Dios, como sí se da respecto
de los demás entes. No la hay preci-
emendatus. Voz que aparece en los samente por la inconmensurabilidad
códices tardomedievales y, sobre to- que otorga a Dios como sumo Ser y
do, humanísticos para señalar que sumo Bien su carácter de e.
un códice se encuentra sin enmien- En la época moderna, el uso de es-
das; en sentido filológico, no co- ta vocablo presenta un matiz de dife-
rrupto y, por tanto, confiable. Cuan- rencia respecto de su significado me-
do tal condición es evidente, los hu- dieval. En efecto, fue reelaborado, es-
manistas suelen usar el superlativo. pecialmente por Descartes, quien ha-
Tal es el caso de Guarino al referir- bla de “existencia eminente” como la
se a un códice antiguo, hoy perdido, existencia de algo en el principio que
de Plinio el Joven, cuyos pergaminos le da origen y ser. Así, la existencia
“emendatissimae mihi visa sunt”. Equi- eminente es el fundamento de toda
valentes de este término son: emacu- existencia formal y objetiva (cf. Me-
latus, castigatus, integer, fidelis, verus y, ditaciones III).
menos usado, sincerus. Se ha de pres-
tar atención al hecho de que el sus- eminenter. En primer lugar, se utiliza
tantivo emendatio (véase) puede pre- 1. como sinónimo de formaliter. En
sentar el sentido contrario. este sentido, se suele emplear en cua-
tro casos: para señalar 1.1. la manera
eminens. Término que se relacio- en que algo está en su causa produc-
na con el concepto de perfección. tiva, así, el calor está e. en el fuego;
En efecto, los escolásticos distinguie- 1.2. la manera en que algo está con-
ron tres sentidos de perfección: 1. la tenido en una cosa superior a ese al-
perfectio formalis: es la que está en un go, dándose entre ambos semejanza,
sujeto, según su razón específica; por por ej., en algunos autores patrísti-
ej., la racionalidad en el hombre; 2. la co-medievales, las formas de los en-
perfectio virtualis: es la que está con- tes corpóreos están contenidas e. en
tenida o implicada en el sujeto, pe- el intelecto divino; 1.3. la manera en
ro sin que se haya manifestado; por que los efectos de una potencia están
ej., la posibilidad de alcanzar la sabi- contenidos en otra potencia superior,
duría en el hombre; 3. la perfectio e.: así los datos de la sensibilidad exter-
eminentia 246

na están contenidos e. en la interna a la cosa significada por el nombre, se


(véase sensus); 1.4. según la razón de atribuye a Dios antes que a las criatu-
bien y de apetecible, los medios están ras, porque la perfección que expresa
contenidos e. en el fin. Pero la acep- deriva de Él a éstas. Pero, en cuanto a
ción más frecuente del término que la aplicación del nombre, primero se
nos ocupa es la que lo entiende co- refiere a las criaturas, porque las co-
mo el modo en que algo está o existe nocemos antes (cf. S. Th. I, q. 13, q.
más allá de todo grado o medida. Se 6). Así, una vez más, se pone de ma-
ha usado, en particular, respecto de nifiesto, también en este tema, la con-
las propiedades positivas que se atri- cepción escolástica según la cual lo
buyen a Dios. De esta manera, se di- ontológicamente primero es lo gno-
ce que en Él se dan –o mejor aún, que seológicamente último, y a la inversa.
Él es– e. el bien, la belleza, etc. Dicho de otra manera, hay que dis-
tinguir aquí entre las perfecciones di-
eminentia. Cf. eminens. La vía por vinas en sí, y el modo de nuestra pre-
la eminencia o vía eminencial es uno dicación, que no alcanza a dar cuen-
de los métodos elaborados en la Edad ta cabalmente de aquéllas. Por la vía
Media para determinar los atributos de la e., la teología negativa, que pa-
de Dios, es decir, las perfecciones di- rece querer invalidar las afirmaciones
vinas. Consiste en atribuir a Dios las de la teología positiva, resulta integra-
perfecciones creadas, pero potencián- da en ésta; pero, a la vez, la vía emi-
dolas al infinito. nencial se distingue de la teología ne-
El fundamento de la vía de e. reside, gativa, característica de los neoplató-
pues, especialmente, en la relación de nicos, por la relación que suele esta-
analogía (véase analogia), aunque se blecer con lo creado.
apoya también en el principio de cau-
salidad. Sobre este último punto, To- eminentissimum. Es voz propia, so-
más de Aquino –quien, junto con el bre todo, del vocabulario ockhamis-
Pseudo Dionisio, es uno de los auto- ta. Ockham la usa en dos sentidos: en
res que más trabajaron el tema– plan- el primero, lato, para referirse a un ser
tea la cuestión en los siguientes térmi- más noble que cualquier otro; en el
nos: afirmar, por ej., “Dios es bueno” segundo, estricto, para aludir a Dios
equivaldría a decir que es causa de la como un ser tal que ningún otro es
bondad de las criaturas; por tanto, el superior. En esta segunda acepción el
término “bueno” incluiría en su con- término aparece en la refutación oc-
cepto la bondad de la criatura (véa- khamista a la prueba de la infinitud
se effectus proportionatur...), con lo divina por vía eminencial propues-
que se predicaría de ella antes que de ta por Duns Escoto. En efecto, para
Dios. Sin embargo, tales nombres no Guillermo de Ockham, siguiendo la
designan solamente la causalidad sino vía sugerida por Duns, Dios podría
también la esencia divina. Por eso, al ser e. en el segundo sentido y, sin em-
afirmarlos de Dios, no sólo se expresa bargo, ser finito (cf. Quodl. III, q. 1).
que Él es causa de la bondad o de la
empireum. Cf. orbis, in fine.
sabiduría, sino el hecho de que estas
cosas preexisten en Él del modo más enarratio. Elemento esencial del es-
elevado (eminentius). Lo que ocurre, tudio literario, la e. es la explicación
según el Aquinate, es que, en cuanto y comentario que se hacía de un libro
247 ens

o pasaje, particularmente, de la Es- cas no contienen en acto las diferen-


critura. Por esta razón, desde el cam- cias específicas, no van más allá del
po literario, pasó al exegético, donde género mismo; en cambio, sí lo ha-
equivale a tractatus de scripturis. Un ce el concepto de e. que trasciende to-
ejemplo famoso en el período patrís- das las nociones genéricas, específi-
tico son las Enarrationes in Psalmos de cas y aun individuales. Si bien contie-
Agustín de Hipona. ne todas las diferencias en acto, no las
El origen del vocablo es antiguo: expresa de manera explícita, sino im-
como testimonia Varrón, era usado plícita; no se trata, pues, de un con-
por los gramáticos al indicar su traba- cepto abstracto. En otros términos,
jo de interpretación de textos. El paso no se llega a él “ascendiendo” a par-
primero y fundamental en la e. era la tir de los entes individuales, sino que
explanatio (véase). está supuesto en ellos. Los atraviesa a
todos sin excepción, de manera, por
energia. Voz que Guillermo de Oc- así decir, “horizontal”. Por eso, e. es
kham utiliza como sinónimo de un trascendental.
praxis (véase). Este planteo medieval sobre la
ens. Suele traducir la voz griega on. “trascendentalidad” del ente supone
De hecho, para Aristóteles, la metafí- sostener la existencia real de la mul-
sica estudia el ente en cuanto simple- tiplicidad e individualidad de cosas
mente tal (cf. Met. IV, 1, 1003 a 21); sustancialmente diversas; es decir, im-
para Tomás de Aquino, el e. es quod plica un rechazo del monismo. Así,
primo intellectus concipit (De ver. q. 1, la filosofía escolástica afirmó, en lí-
a. 1). El ente es lo primero que el en- neas muy generales, que la unidad de
tendimiento aprehende como lo más los conceptos genéricos y específicos
conocido y aquello en lo que resuelve es una unidad unívoca, y la del ente,
todas sus concepciones, en la medi- una unidad análoga. El concepto de
da en que significa cualquier cosa en e. es pues análogo, tanto en el sentido
cuanto que es o existe. De ahí la tra- de la analogía de atribución, como en
dicional definición escolástica: ens est el de la analogía de proposicionalidad
id quod est, el ente es lo que tiene ser. (véase analogia).
Una de las doctrinas metafísicas Sobre esta base conceptual, la Es-
más importantes en la Edad Media colástica elaboró una serie de distin-
acerca de esta noción es la que la ca- gos. Así, consideró objeto propio de
racteriza como un “trascendental” la metafísica al e. communissimum,
(véase transcendentale) del que depen- que comprende tanto al ente real, que
den los demás trascendentales: unum, connota la existencia y tiene esen-
verum, bonum, pulchrum (véanse). cia, como al ente posible, que simple-
Esto significa principalmente que el mente es pero no existe y tiene defi-
e. no es un concepto genérico como, nición pero no esencia. Duns Escoto
por ej., “animal”, puesto que “ani- denominó a este último e. nominali-
mal” se puede distinguir en “racio- ter sumptum, para distinguirlo del e.
nal” o “irracional”, determinando así participialiter sumptum, que es el ac-
las especies dentro de él, que contie- tualmente existente. En esta última
ne en potencia, y no en acto, tales di- acepción, es decir, en el sentido fuerte
ferencias. Como las nociones genéri- de la palabra e., el ente se divide –ca-
entelechia 248

si se diría que “se declina”– según las les. Por cierto, el término e. simplex
formas de las categorías: el ente real no debe confundirse con la expresión
es blanco o negro, alto o bajo, etc., o e. simpliciter que se reserva para el en-
sea que tiene cualidad, cantidad, rela- te tomado en sentido absoluto, es de-
ción, etc. cir, como tal.
Ahora bien, se decía que el ente En cuanto a los términos e. quod
real es el que tiene esencia y existen- y e. quo, aparecen por primera vez
cia. De acuerdo con la distinción en- en Boecio, para quien el primero es
tre essentia y esse, también se diferen- id quod est y alude a la cosa, al en-
ció, teniendo en cuenta lo segundo, te real o res; el segundo es id quo est y
entre e. a se, que es el que no requie- se refiere primariamente a la esencia,
re de causa alguna para ser –y, por en- o sea, a aquello por lo que ese ens es
de, sólo corresponde en rigor a Dios ens. Esta distinción se mantiene hasta
(véase aseitas)– y e. ab alio, que es el el siglo XII, en que Gilbert de la Po-
ente causado. Considerando, en cam- rré sostiene que, por el contrario, el
bio, la esencia, los entes se dividen en e. quod mienta la esencia y el e. quo,
ens per se, que es el que no existe en el esse. Este último sentido de ambas
otro, sino en sí, y ens in alio, que es el expresiones es el que, en el siglo si-
que sólo puede existir en otro, como guiente, asumirá Tomás de Aquino.
la blancura; por eso, se lo llama tam-
entelechia. A través de Cicerón (cf.
bién per accidens (véanse a se, ab alio,
Tusc. I, 10, 22), los autores medievales
in se, in alio). Así, el hombre, por ej.,
asumieron esta palabra que constitu-
es per se animal, y per accidens, puede
ye la transliteración latina de su equi-
ser blanco.
valente griego empleado por Aristóte-
En cambio, es e. rationis aquel cu-
les. Éste utiliza el término en relación
yo ser existe solamente en el enten-
con la sustancia corpórea, para aludir,
dimiento, que lo conoce a modo de
respecto de la sustancia primera, a la
ente, por ej., las privaciones que, co-
forma sustancial, y a todo accidente
mo la ceguera, no tienen un ser en sí
de una sustancia. La del Estagirita es,
mismas, pero son entes respecto de la
pues, una consideración esencialis-
mente que las considera. De esta ma-
ta de la e., punto de vista que cambia
nera, el ente de razón se opone al e.
con el advenimiento del Cristianismo
reale o e. naturae que existe extramen-
y la profundización en la doctrina de
talmente ya sea en acto o en potencia.
la creación. En efecto, ésta lleva a po-
En relación con el concepto medie-
ner el acento en la existencia. Por eso,
val de creación, se habla de e. creatum
cuando los escolásticos aristotélicos
para contraponerlo al e. increatum,
como Tomás de Aquino reasumen es-
expresión que sólo corresponde a
te concepto, lo afirman como el ac-
Dios. También es predicable sólo de
to de existir en cuanto última perfec-
Él el término e. simplex, por oposi-
ción de la sustancia (cf., por ej., De
ción a e. compositum que alude, en la
pot. q. 7, a. 2; S. Th. I, q. 4, a. 1 ad 3
Escolástica, al carácter de compuesto
y q. 8, a. 1). A partir de esto, se consi-
de esencia y existencia propio de to-
do ser creado (véase essentia), además derará el ente tanto desde el punto de
de mentar la composición materia y vista de su esencia como desde el de
forma en el caso de los entes materia- su existencia o actus essendi. Pero és-
te no se entiende a la manera de Avi-
249 entitative

cena, es decir como un accidente que en rigor, demuestra. De este modo, el


se sobreañade a la esencia, sino co- e. es la más efectiva de las maneras de
mo aquello que la lleva a su acto. Así, “demostración” propias de un orador.
en sentido escolástico, la e. no es en- En síntesis, el e. constituye el “silogis-
te en sentido estricto sino co-princi- mo” retórico por excelencia.
pio del ente; para decirlo técnicamen- De hecho, los lógicos medievales
te es el ens quo, aquello que hace exis- subrayaron en el e. su carácter de si-
tir al compuesto, es decir a la forma logismo deductivo, una de cuyas pre-
y a la materia de manera inseparable misas no se afirma explícitamente.
(cf., espec., In VII Met. 7, nn. 1417- Así lo hace, por ej., Pedro Hispano en
23). Con todo, la complejidad meta- sus Summa Log. V, 4).
física de esta noción y las polémicas
entitas. La entidad alude al mero ca-
a las que ha dado lugar a lo largo de
rácter de “ente” que cada cosa tiene.
su desarrollo histórico hicieron que,
Así, pues, hablar de e. implica situarse
en algunas lenguas romances, el tér-
en el nivel más alto de la abstracción.
mino e. aludiera a una suerte de en-
Esto no significa que la entidad de al-
tidad fantasmal, esto es, todo lo con-
go sea irreal, sino solamente que no se
trario de lo que en la Escolástica sig-
da separada de ese ente; dicho de otro
nificó. Es fama que el origen de es-
modo, es real en el sujeto en el que se
te equívoco proviene de los comenta-
da. Es real, precisamente, porque los
rios a Aristóteles del humanista Her-
entes son reales. La e. no se debe con-
molao Barbaro, quien –por lo demás,
fundir, como algunas veces sucede,
sin suficiente familiaridad con las in-
con la quidditas (véase) que designa
terpretaciones tomistas– considera la
la esencia propia de un grupo de en-
e. el más oscuro de los conceptos aris-
tes, como la humanidad de los hom-
totélicos.
bres. Para retomar el mismo ej., la e.
enthymema. Lo esencial del e. es señala el mero carácter de entes que
consistir en un razonamiento cuyas todos comparten, no indica algo que
premisas son meramente probables los distingue de los demás.
o sólo constituyen ejemplos (véase El uso moderno, en cambio, ten-
exemplum). Aristóteles lo había defi- dió a acentuar la nota de abstracción
nido como un silogismo basado en propia de la e, por lo que en la Mo-
semejanzas o signos. Ahora bien, hay dernidad ella pasó a designar un obje-
varias maneras de interpretar un sig- to concebido como carente de deter-
no, especialmente, de considerarlo minaciones, hasta ver, finalmente, en
como remitiendo inequívocamente, esta noción un producto mental sin
o no, a una realidad determinada (cf. ninguna referencia a la realidad.
An. Pr. II, 27, passim). De explicitar
entitative. Adverbio que señala el
en qué sentido se asume dicho signo,
modo de considerar algo en su pura
se tendría una premisa. Si esa premi-
entidad desnuda. El término correla-
sa fuera formulada, se tendría un real
tivo es connexive, que indica, en cam-
silogismo y no un e. De ahí que el Es-
bio, el aludir a una cosa tomando en
tagirita diga que se trata de una figu-
cuenta la relación que ella guarda con
ra de la Retórica, disciplina que con-
otra u otras. Así, por ejemplo, el cuer-
sidera los medios persuasivos y lo que
po de un hombre considerado e. es
aparece digno de crédito, no lo que,
entitativum 250

inerte e incapaz de sentir; pero, si se ciaciones aequipollentes son aquellas


lo toma connexive, a saber, en razón que presentan identidad de sentido.
de su conexión con su alma en cuan-
error. El error se opone a la veritas y
to principio de movimiento, es capaz
se distingue de la falsitas (véanse). A la
de moverse, como de sentir.
verdad el e. se opone de manera con-
entitativum. Hacia finales de la Edad tradictoria y, en términos contempo-
Media, este vocablo se empleó mu- ráneos, “objetiva”; de la falsedad se
chas veces para acompañar el de actus distingue porque en esta última se da
y señalar el existir posible de la cosa, el añadido de un asentimiento o de
sea ésta real o no. una intención “subjetiva” que está au-
sentes en el e. Con todo, esta obser-
enuntiatio. La operación mental por vación requiere ciertas precisiones: en
excelencia es el juzgar. La enuncia- la falsedad, considerada desde el pun-
ción designa el término de dicha ope- to de vista ético, quien la profiere, es
ración; en cambio, se suele reservar el decir, el mentiroso, sabe que está afir-
vocablo propositio (véase) para aludir mando algo no verdadero. En cam-
a su forma. Como advierte Tomás de bio, el hereje afirma lo que, según su
Aquino, la e. equivale a la propositio convicción más profunda, es verdad,
sólo cuando es adelantada o pro-pues- aunque eso que cree verdadero cons-
ta como parte de un raciocinio (cf.In tituya, desde el punto de vista institu-
De Interpret. I, lectio 7; In An. Post. l. cional de la Iglesia que fija el dogma,
I, cap. 1, lectio 5). Sin embargo, hacia un error. Por eso, especialmente des-
la declinación de la Edad Media, es- de mediados del siglo XIII, prolife-
ta distinción permaneció en un pla- ran los dictámenes condenatorios que
no teórico, y prácticamente, ambos contienen la expresión “hunc errorem
términos se consideraron sinónimos reprobamus”, especificando así el con-
apud sapientes (cf. Juan de Santo To- tenido y la formulación de la afirma-
más, Logica I, q. 5, a. 1). De modo ción condenada como herética. Tam-
que, en lo que concierne al fin del bién son comunes aquellos en los que
período medieval, vale también para se limita la condena a cierta interpre-
este artículo gran parte de lo que se tación de lo que sostiene el sospecha-
consigna en el de propositio. do como hereje, por ej., “e. nisi inte-
Los escolásticos han examinado la lligetur...”.
e. desde diferentes puntos de vista: 1. Fuera de este marco particular, es-
según su materia, la enunciación apa- to es, en general, durante el período
rece compuesta de conceptos, uni- patrístico, se atribuyó la posibilidad
dos o separados, que son el sujeto y el del e. a una consecuencia del peca-
predicado; 2. por su cantidad, es de- do original que, habiendo quebranta-
cir, según la extensión del sujeto, será do la plenitud de la naturaleza huma-
universalis, particularis o singularis; 3. na, debilitó el poder y la facilidad que
por su sentido, la e. puede ser expo- se suponen originarios de la razón pa-
nibilis, cuando, a causa de la oscuri- ra alcanzar la verdad. Esta debilidad
dad conceptual de algún término que la induce a tomar lo falso por verda-
contiene, requiere de una o varias dero por la semejanza aparente que
enunciaciones explicativas que son los suele darse entre ambos. Tal es el pa-
exponentes; por último, 4. las enun- recer de Agustín de Hipona (cf., por
251 esse

ej., De vera rel. 36-39), quien subra- te del e. radica en unir los conceptos
ya que es el hombre el que se equivo- que se han de distinguir o separar y
ca; no son las cosas por sí mismas las separar los que se debe unir.
que engañan. De manera más o me-
eruditio. Del verbo erudire, cu-
nos explícita, esta distinción se reite-
yo significado es el de formar, plas-
ra en los autores medievales. No po-
mar, instruir, este término señala, en
día ser de otro modo, dada la relación
principio, 1. la enseñanza y, por eso,
directa –aunque de oposición– que se
se acerca a uno de los sentidos de
indicó arriba entre el e. y verum y da-
doctrina (véase). Pero, su acepción pa-
da también la ambivalencia de este
só también al 2. efecto de dicha ense-
último término. En efecto, se ha de
ñanza, indicando así, en general, cul-
recordar que éste mienta tanto el ser
tura, especialmente, la que se incor-
real de las cosas como el conocimien-
pora a través de la instrucción reci-
to recto que de ellas se tiene. Con la
bida. Con esto, se ciñó a lo que hoy
mencionada distinción acerca del ori-
se denominaría “cultura científica”, o
gen del error, la Edad Media no hace
sea, durante el período patrístico es-
sino exculpar a Dios, autor de la ver-
pecialmente, a la relativa a las artes
dad de las cosas, y atribuirlo al hom-
(véase ars).
bre, más aún a la culpa originaria de
la humanidad en Adán. De ahí en esse. Debido a su condición omnia-
más, la Escolástica, de acuerdo con su barcante, el ser o existir no es pasi-
concepción de la verdad gnoseológi- ble, estrictamente hablando, de de-
ca en cuanto adecuación del intelecto finición. Sólo como comienzo, baste
a la realidad, examinó las posibles fa- indicar los dos sentidos más genera-
lencias de aquél que pueden dar lugar les que presenta: uno, débil, lo signa
al e. Así, lo entendió fundamental- como el nexo y la cópula conceptual
mente como inadecuación a la verdad y predicamental entre dos conceptos;
de las cosas. Tomás de Aquino, por el otro, fuerte, y traducible en caste-
ej., considera que el error tiene lu- llano por el verbo “existir” es el que
gar cuando el intelecto emite un jui- lo entiende como verbo que afirma la
cio sobre aquello que ignora (cf. De realidad de algo, el hecho de que a ese
malo q. 3, a. 7). Pero niega la posibi- algo se le asigna la existencia.
lidad del error respecto de los prime- Durante todo el período patrísti-
ros principios, a menos que entre és- co hasta los comienzos de la Esco-
tos y nuestra comprensión interven- lástica inclusive, no se encuentra un
ga un discurso inútil (cf. S. Th. I, q. tratamiento sistemático del vastísi-
17, a. 3; q. 85, aa. 5-6). Con todo, el mo tema del ser. La razón radica en
Aquinate insiste siempre en el hecho que los autores que forman parte de
de que el error tiene lugar, en última dicho período están inscritos de al-
instancia, porque nuestra inteligen- guna manera en la tradición de últi-
cia es limitada, no porque se trate de ma raíz platónica y neoplatónica, en
nuestro intelecto ya que el obiectum cualquiera de sus variantes y deriva-
formale de este último es la verdad o, dos. Y es sabido el carácter esencialis-
dicho en términos vulgares, nuestro ta de esta tradición, en el sentido de
intelecto está “hecho para la verdad”. poner el acento en la esencia, es decir
No pocos autores han insistido en que, desde esta perspectiva, lo real se
que la causa inmediata más frecuen-
esse 252

vertebra en esencias o según ellas. Así, menos, nominalmente considerada–


en Agustín de Hipona se encuentra, a la existencia, es decir, al e. Con ello,
todo lo más, el e. como primer ele- se muestra que el Esse necesariamen-
mento de la estructura trinitaria que te est, pero no se dice en qué consis-
constituye todo ente: ser o existir, ser te esto último.
tal cosa, permanecer en la existencia. Distinto es el caso de los pensado-
Para el Hiponense, tal estructura ad- res árabes. Por su parte, Alfarabi ya
quiere en el alma humana la forma de había abordado la cuestión, que des-
e., nosse, velle; y, en cualquier caso, se pués retomará el Aquinate, de la dis-
trate del alma humana o de cualquier tinción entre essentia y e. Esta distin-
otro ente, el existir se asocia en Agus- ción pasa a Avicena, en quien se aña-
tín con la primera Persona de la Trini- de el tratamiento de la que media en-
dad, o sea, con el Creador en la medi- tre el possibile e. y el necesse e., central
da en que, a partir de la nada, Él “po- en su especulación metafísica. Avice-
ne” la existencia de lo creado. Desde na sostiene que el e. puede ser eterno
una perspectiva diversa, Boecio estu- o bien porque por esencia es incau-
dia no el e. en sí sino tal como se da sado, o bien porque su existencia no
en las cosas, y lo divide en el que apa- ha tenido comienzo. El primero es el
rece en los intellectibilia, es decir, los ser necesario, aquel que no puede no
entes separados de los cuerpos; los ser; en cambio, el ser posible es el que
intellegibilia, esto es, los que “descien- no tiene necesidad alguna ni de ser
den” en los cuerpos; y los naturalia, ni de no ser, es decir, lo contingente,
objeto de estudio físico. En cambio, cuya existencia no forma parte de su
en la línea del Pseudo-Dionisio –en esencia y se distingue de ésta (cf. Met.
quien no se halla un tratamiento del Comp. I, tr. 5, a. 3; II, 1; 1 y 10). Es-
e. en general, sino como E. inefable to ya establece lo que será central en
divino– está Escoto Erígena. Pero en el tratamiento del tema por parte de
Erígena tampoco se puede rastrear los escolásticos: la distinción entre
un desarrollo de esta cuestión, pre- essentia y e.
cisamente porque, aunque la natura Tomás desarrolla el tema que nos
de la que habla podría considerar- ocupa, al que no considera una no-
se incluido el ser en su totalidad, no ción genérica sino trascendental en
la tematiza: en los momentos en los cuanto que trasciende todos los géne-
que se despliega la natura, según Es- ros, todas las especies, todos los indi-
coto, tenemos que el primero dans e. viduos. Es, a la vez, una noción aná-
nec recipiens; el segundo, recipiens e. et loga (véase analogum), puesto que
dans; el tercero, recipiens e. nec dans; ningún ser es ser de la misma ma-
el cuarto, nec recipiens e. nec dans. nera que otro, pero, al mismo tiem-
Con todo, no hay en los textos eri- po, todos comparten el hecho de que
genianos una explicitación de aque- no son una pura nada. Así, se tra-
llo en lo que consiste propiamente e., ta de una analogía tanto de atribu-
sino más bien una sinfónica descrip- ción como de proporcionalidad: hay
ción de su movimiento. En el caso de un e. que lo es de modo principal y
Anselmo d’Aosta, en el argumento de otros que lo son de modo secunda-
Proslogion II, se establece la necesarie- rio en cuanto que existen por el prin-
dad del pasaje de la esencia divina –al cipal: tal el caso de la sustancia y los
253 esse in

accidentes y de las criaturas respec- go y la esencia actualmente existente


to del Creador. En todos los entes no conforman dos realidades distin-
Tomás, recogiendo la tesis avicenia- tas (Disp. Met. d. 31, s. 1, nn. 2-13).
na, afirma la composición de esencia El Renacimiento asiste, con los hu-
y e., pero en Dios (véase deus 4), en manistas, a otro intento de concilia-
cuanto ser necesario, se identifican, ción entre las tradiciones platónica y
de manera que el ser divino consis- aristotélica, generalmente, desde un
te en un puro e., en un puro existir neoplatonismo renovado, como se ve,
(cf., por ej., In I Sent. d. 19, q. 2, a. 2; por ej., en el De ente et uno de Pico
C.G. II, 52). Con todo, si en los entes della Mirandola.
contingentes la esencia es, por así de- Finalmente, a este sentido fuerte
cir, la estructura, el plano, su consis- de e. como existir, y al sentido débil de
tencia radica en cambio en el e. Pero e. como cópula proposicional –que
tal consistencia es común a todos, no algunos llaman e. suppositale– se ha
con una unidad ontológica sino lógi- de añadir una tercera acepción que el
ca. Para volver, desde otro ángulo, a la castellano permite traducir como “es-
composición y distinción essentia-esse, tar” y que se da en las expresiones e.
véase essentia, in fine. in loco, e. ubique, o el e. in omnibus
También Duns Escoto confiere una rebus creatis propio de Dios. En otros
particular atención al tema. Pero para términos, esta tercera acepción indica
Duns la noción de e. es unívoca (véa- una presencia.
se univocum) y genérica, aunque el Entre las tantas distinciones que
ser no constituye un género (cf. Op. la Escolástica hizo sobre este tema,
ox. I, 3, 2, 24, y 3, 3, 16). Se funda en merecen mencionarse: 1. e. reale, es
el hecho de que, en cuanto que nie- el de la existencia de la cosa actual;
gan ser una pura nada, tanto Dios co- 2. e. intentionale, también llamado
mo las criaturas, tanto las sustancias obiectivum es el de la imagen o espe-
como los accidentes lo niegan igual- cie que de las cosas existe en los sen-
mente. Escoto rechaza la distinción tidos y en el intelecto, por lo que al-
real de esencia y existencia en los en- gunos lo denominan e. intelligibile
tes creados, distinción que, para él, o cognitum (véase diminutum); 3. e.
puede ser pensada en los entes posi- volitum, en cambio, es el de la ima-
bles pero no en los reales; en éstos, in- gen existente en el alma de las co-
divisos y unos, todo es esencia exis- sas ausentes y futuras en cuanto de-
tente. Similares concepciones son en seadas. Para la relación esse-ens véase
este sentido las de Guillermo de Oc- analogia.
kham (In I Sent. 2, 9, 10). Por su par-
esse in. Expresión propia de Gui-
te, Suárez recoge tesis de unos y otros:
de las tomistas, admite el carácter del llermo de Ockham y que éste prefie-
e. como trascendental, aunque afir- re a la forma inesse, que no siempre
ma que tal carácter deriva en una per- es equivalente a la que nos ocupa. En
fecta unidad; de las escotistas, se in- Ockham significa: 1. el encontrar-
clina por la univocidad del concep- se una cosa en otra, como un cuer-
to que nos ocupa, a la vez que nie- po en un lugar, o el accidente en un
ga la distinción real entre essentia y e. subiectum; 2. el ser menos común, co-
Para Suárez, la existencia actual de al- mo la especie, que está en el género,
es menos común a los individuos que
essentia 254

el género y, por tanto, inferior a éste; Met. II, 1, 1), la Escolástica la iden-
3. el ser atribuido o predicarse; 4. el tificó también con la forma, en cuan-
ser conocido o producido; según Oc- to que con este término se denota la
kham, en este último sentido se dice “certeza”, o sea, aquello que hace cier-
que todas las cosas están en Dios (cf. to un ente en cuanto tal cosa, la de-
Exp. Aurea 46a, 18c). Véase también terminación por la que es lo que es:
inexistentia. “certitudinem quo est id quod est”. Se
la denominó también natura, reto-
essentia. Término que deriva de esse. mando el primero de los cuatro sig-
Respecto de esta noción, sostiene nificados que Boecio atribuye a esta
Agustín de Hipona: “ab eo quod est esse palabra (cf. De duabus naturis I): todo
dicta est essentia” (De Trin. V, 2, 3). aquello que de alguna manera puede
Por su parte, añade Tomás de Aqui- ser objeto del entendimiento, ya que
no: “essentia dicitur secundum quod la cosa sólo es inteligible por su esen-
per eam et in ea res habet esse” (De ente cia expresada en la definición. Pero
et ess. I). De este modo, la e. es una natura se identifica con la e. funda-
primera determinación de la idea ge- mentalmente en cuanto que ésta está
neralísima de esse. Pero, en rigor, es ordenada a la operación u operacio-
lo que constituye a un ente tal cual nes propias del ente del que se trate.
es, en su naturaleza, y lo distingue de La Escolástica estudió, entre otros,
otros que tienen naturalezas diferen- un problema fundamental en rela-
tes. Significa pues la unidad de los ca- ción con este tema: el de la distin-
racteres o notas fundamentales de un ción de esencia y existencia en los en-
ente, unidad que lo determina como tes finitos y en Dios. En los seres fini-
lo que es y no otra cosa. Por ej., los tos, temporales, se distinguió entre e.
caracteres esenciales del hombre son y acto de ser o existir (véase esse). En
“animal” y “racional”, ya que, quita- ellos, la esencia es, según se dijo, lo
das ambas notas o una de las dos, ya que constituye a un ser como lo que
no se tiene hombre, sino a otra cla- es por la unidad de sus notas funda-
se de ente. De esta manera la e. es- mentales, mientras que el esse es el ac-
tá ligada, desde el punto de vista ló- to por el cual una e. se realiza en el es-
gico, a las nociones de género y di- pacio y en el tiempo, o en cualquier
ferencia específica. En efecto, damos otra forma de duración. En cambio,
cuenta de la esencia en la definición y en Dios hay identidad entre e. y esse.
ésta se alcanza precisamente median- Más aún, la esencia de Dios –si de
te la referencia al género próximo y ella puede hablarse– consiste en su
la diferencia específica. Y, como aque- mismo acto de ser, por eso se lo defi-
llo por lo que una cosa se constitu- ne como el Ipsum esse. La tesis de tal
ye en su propio género o especie, es identidad o coincidencia se encuentra
lo que se significa mediante la defi- ya en el De hebdomadibus de Boecio,
nición que indica qué (quid) es la co- y de él la retoma y la desarrolla, es-
sa, suele tomarse como sinónimo de pecialmente, la Escuela de Chartres,
e. el término quidditas. Así se lle- Buenaventura (cf. Col in Hexaemeron,
ga a una caracterización más propia V, 31; In I Sent, d. 8, 1, 1, 2; Quaest
que las mencionadas en primer lu- disp de mysterio Trinitatis, q. 1, a. 1, n.
gar: la e. es “hoc per quod aliquid habit 29), Maimónides, en su comentario
esse quid”. Siguiendo a Avicena (cf.
255 etymologia

al Éxodo III, 14, pero, sobre todo, To- apetitos, tanto el irascible cuanto el
más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 3, aa. 4 concupiscible. Su objeto es el conjun-
y 6; C. G. I, cc. 10-11). to de las acciones humanas, es decir,
Ahora bien, el problema de la com- las voluntarias o libres; su fin próxi-
posición essentia-esse, y, por tanto, el mo es la formación del hombre en la
de la distinción real de ambos ele- recta voluntad; su fin último, la feli-
mentos que constituyen esa compo- cidad o beatitud como goce del Bien
sición, roza otro de gran envergadu- supremo.
ra en la Edad Media: el de la absoluta Hacia el final del Medioevo se dis-
simplicidad divina (véase simplicitas). tinguieron tres métodos principa-
les en la e. en cuanto disciplina: 1.
essentialiter. Término usado, espe- apodicticus, que versa sobre las defi-
cialmente, en lógica, para indicar la niciones, propiedades y causas de la
necesariedad con que un predicado virtud; 2. gnomologicum, que es el
conviene a su sujeto, de manera tal que se apoya en las sentencias, es-
que, sin el primero, el segundo no to es, los preceptos morales de los fi-
puede existir ni concebirse; así, por lósofos; 3. paradigmaticus, que es el
ej., la racionalidad conviene al hom- que recoge y comenta los ejemplos
bre. Por eso, se dice del hombre que de virtud a imitar.
es racional essentialiter o formaliter.
La noción correlativa es accidentaliter, etymologia. La etimología es la dis-
que por oposición, se dice del predi- ciplina que indaga la raíz de donde
cado sin el cual la cosa puede ser al proviene la significación de una pa-
menos concebida; así, por ej., la re- labra. Al respecto son fundamentales
dondez puede concebirse sin la blan- las Etymologiae de Isidoro de Sevilla.
cura. Aun si no siempre convalidadas por
las actuales investigaciones, de hecho,
ethica. En general, la Edad Me- estas etimologías constituyen una
dia prefirió la versión latina moralis suerte de enciclopedia que, redacta-
(véase). Esta voz tiene una etimolo- da en el período patrístico, ofrece un
gía próxima a la del término que nos panorama de lo que la Edad Media
ocupa, refiriéndose ambas al conjun- entendió haber recibido de la Anti-
to de las costumbres, que van más allá güedad. Pero los escolásticos distin-
de la vida animal, como ámbito pro- guieron claramente entre la etimolo-
pio de la humana. No obstante, se re- gía de un término y su real significa-
servó la palabra e. para aludir a los es- ción, atribuyendo a la primera un ca-
critos aristotélicos en particular. Más rácter eminentemente histórico. Así,
allá de eso, e. se suele tomar en senti- por ej., Tomás de Aquino escribe que,
do general y particular. En el prime- a diferencia de la e. que “attenditur
ro, se entiende como toda la filoso- secundum id a quo imponitur nomen
fía o scientia práctica; en el segundo, ad significandum”, la significación de-
mucho más frecuente en la Edad Me- signa la cosa misma a la que se alu-
dia, como aquella parte de la filoso- de, añadiendo que a veces las dos no
fía práctica que trata del sumo bien coinciden. Propone los ejemplos de
y de la virtud. Está orientada a la for- lapis, “piedra”, y ferrum, “hierro”: la
mación del intelecto práctico, las vir- primera proviene de laesio pedis, “le-
tudes intelectuales, la voluntad y los sión del pie”; sin embargo, no se re-
eubulia 256

fiere a una herida, ya que también el particularmente, de Andrónico. La e.,


hierro puede dañar el pie (cf. S. Th. requisito de la prudencia, es una suer-
II-II, q. 92, a. 1 ad 2). te de combinación de sagacidad y vi-
gilancia. Por ella, se conjetura bien
eubulia. Este término, de origen sobre toda clase de asuntos y se ha-
griego, es definido por Aristóteles co- lla rápidamente el medio eficaz para
mo la buena deliberación, es decir, el enfrentarlos y/o resolverlos. Así, con-
recto ejercicio acerca de la correspon- tribuye a que el sujeto moral se forme
dencia de los medios con el fin. Por por sí mismo una recta opinión sobre
ello, el Estagirita la caracteriza como aquello acerca de lo cual debe expe-
propia de los sabios (cf. Et. Nic. VI, 9 dirse. Véase también solertia.
1142 b5). En general, los escolásticos
subrayan su acuerdo con tal caracteri- eutrapelia. En la Antigüedad, Aristó-
zación. Pero, sobre el final de la Edad teles caracterizó la e. como la modera-
Media, esta palabra adquirió un ma- ción en el gozo que deriva del juego
tiz más ceñido, pasando a significar el (cf. Et. Nic. II, 7, 13, 1108 a 24). En
hábito, fundado en la facultad de rec- la misma línea, los autores medieva-
ta deliberación, que consiste en llegar les, como Tomás de Aquino, introdu-
a una decisión prudente respecto de jeron la e. entre las formas que asume
asuntos especialmente difíciles, ambi- la modestia. No se ha de olvidar que,
guos o desconcertantes. Es, pues, vir- aun etimológicamente, el significado
tud especial que aconseja respecto del de esta última palabra está relaciona-
bien, como señala Tomás de Aquino do con el modus, esto es, el límite. Sin
en S. Th. I, q. 22, a. 1 ad 1. embargo, el concepto de e. no impli-
ca sólo un aspecto negativo, en el sen-
eusebia. Se identifica con la religio tido de que no solamente limita el
(véase) en cuanto es el culto debido gozo derivado del juego, la diversión
(véase cultus). Tomás de Aquino, para y sus expresiones, sino que también
quien el término indicaba, entre los lo propicia conforme a la razón. Por
antiguos, justamente el “bonus cul- ello, es una virtud, y al hombre que la
tus”, más específicamente, el conoci- posee, o sea, al que tiene la gracia de
miento del recto servicio al dios. Ci- convertir en motivo de recreo las pa-
ta al respecto a Aristóteles en Eth. labras y las obras, se le llama eutrapelu
Nic. VI, 13, 5, 1144 b, cuando el Es- (cf. S. Th. II-II, q. 168, a. 2 c).
tagirita justifica allí el uso de la pa-
labra “ciencia” o “conocimiento” en evacuatio. Es término propio del
el sentido socrático, ya que para Só- vocabulario de Ramón Lull o Rai-
crates toda virtud reconduce al cono- mundo Lulio. De hecho, en el Ars
cimiento; Aristóteles conviene sola- Raymundi, según su versión final, de-
mente en que no hay virtud que no signa el procedimiento por el cual se
vaya acompañada de razón. Es ese despliega todo el contenido polisé-
sentido de prudente, es decir, sabio, mico de cada una de las casillas y se
que Tomás asigna al culto que con- combina con diversas figuras (véase
situye verdadera e. (cf. S. Th. II-II, q. camera) (cf. Ars brevis, VI).
80, a.1 ad 4).
evidens. En sentido clásico, esta pala-
eustochia. La ética medieval toma bra se usó, especialmente, como tér-
este término de la tradición antigua, mino retórico, para significar “clari-
257 ex hypothesi

dad” o “plena visibilidad” de lo indi- Con todo, en la Edad Media, el te-


cado en el discurso. En el latín esco- ma se elaboró, tradicionalmente, en
lástico, asume, en cambio, un signi- torno de la dialéctica entre razón y fe,
ficado más técnicamente gnoseológi- es decir, entre la certeza fundada en
co y aún metafísico. Designa, en efec- la e. racional, también llamada “in-
to, el conocimiento que puede ser en- trínseca”, y la que se apoya en la au-
gendrado directa o indirectamente toridad de la Revelación, a la que ca-
por el de los términos de la propo- be denominar “extrínseca”. Sobre es-
sición a él referida, o por el conoci- tas bases, se perfila toda una línea de
miento de los términos de una o va- pensamiento, para la cual la eviden-
rias proposiciones. Esto haría pen- cia racional constituye una suerte de
sar, en primera instancia en el cono- presupuesto de la fe: es menester te-
cimiento científico. Sin embargo, en ner motivos racionalmente evidentes
la concepción medieval, lo evidente de credibilidad, para ponerse en con-
se puede dar en otros campos, ya que diciones de creer lo que sobrepasa la
el conocimiento científico se maneja misma e. racional.
con verdades necesarias y lo eviden-
ex. Cf. e-ex.
te puede concernir también a verda-
des relativas a lo contingente. Los no- ex concessis. Tipo de argumentación
minalistas, en particular, insistieron que equivale a la llamada ad hominem
en que es menester no confundir lo e. (véase). El matiz de diferencia que
con nota per se (véase), cosa frecuen- ocasionalmente puede distinguirla de
te, desde el momento en que ambos esta última radica en que en la argu-
se basan sobre cognitis terminis. Pero, mentación ex c. suelen concederse los
mientras que en la proposición nota principios del adversario con la inten-
per se basta el conocimiento abstracto ción deliberada de reducirlo a contra-
de los términos, para la evidentia de dicción. Tal como su equivalente, esta
las proposiciones relativas a lo contin- argumentación es indirecta y, por en-
gente, se requiere el conocimiento in- de, en rigor, no demuestra, sino que
tuitivo de los términos. Así, cuando se sólo es válida para refutar.
ve actualmente a Sócrates y se perci-
be su color blanco, se sabe de manera ex debito iustitiae. Expresión que
evidente que Sócrates es blanco; pe- indica los fundamentos sobre la base
ro, si él está ausente, el conocimien- de los cuales se demanda o se espera
to abstracto que se tiene de él y de la justicia. En contexto medieval se usa
blancura no permite saber si Sócrates para mentar el carácter incondicional
es blanco o no. El ejemplo es de Gui- por el que Dios se atiene al orden que
llermo de Ockham (cf. In I Sent. Pr., Él mismo estableció en virtud de su
q.1 d-e). potentia ordinata. De acuerdo con di-
En síntesis, y más en general, e. se- cho orden, Dios actúa según el pac-
ñala la manifestación de lo que verda- to sellado con el hombre, pacto que
deramente es. Dicha manifestación es establece la dignitas de un acto, su
tal que, de un lado, excluye la posibi- meritum de condigno (véanse meritum
lidad de la duda y del error; de otro, y ex natura rei debita).
provee un criterio decisivo de verdad ex hypothesi. Cf. ex suppositione.
y de certeza objetivamente fundada.
ex natura rei debita 258

ex natura rei debita. Término opues- no existía; pero sí existía virtualmen-


to al de ex debito iustitiae, señala los te su materia vivificada por otra alma,
fundamentos del valor intrínseco de a saber: la de su padre. En cambio, la
un acto moralmente bueno. La teolo- creación es el pasaje de la nada abso-
gía medieval entiende que, aun cuan- luta de un ente a su ser total; así, es
do ese acto se llevara a cabo en estado una producción de ese ente ex nihilo
de pecado, es, de todos modos, por su sui et subiecti, o sea, en este caso, es
bonitas moralis, meritorio de congruo. producción tanto de Pedro en cuanto
Así se expresa, por ej., Gabriel Biel (cf. individuo, como de la materia consti-
In II Sent., d. 27, q. 1, a. 1). De esta tutiva de su cuerpo.
manera, se considera el acto humano
ex opere operantis. Expresión que
en cuestión de acuerdo con su subs-
señala, en la realización de algo, la efi-
tancia, es decir, quoad substantiam
cacia que deriva de la disposición de
actus. Con todo, al no contar para su
quien lleva a cabo la acción. En cam-
perfección con la Gracia, cuya recep-
bio, con el término ex opere operato se
ción por parte del hombre es precisa-
indica la que emana del acto mismo
mente querida por Dios, tal acto bue-
que se realiza. Ambas expresiones fue-
no no es realizado quoad intentionem
ron utilizadas por los teólogos medie-
legislatoris o praecipientis.
vales, especialmente, en lo que con-
ex nihilo. Cf. creatio. cierne a la celebración de los ritos re-
ligiosos. Así, por ej., mientras que la
ex nihilo sui et subiecti-ex nihilo primera refiere a la disposición inte-
sui sed non subiecti. Los escolásticos rior del celebrante, la segunda señala
han usado estas dos expresiones pa- que el rito tiene en sí mismo un po-
ra clarificar los conceptos de creación der que deriva de su institución. Am-
y generación, distinguiéndolos. Pa- bos aspectos de la eficacia sacramen-
ra comprenderlas es útil proceder al tal concurren en la Gracia. Con todo,
análisis de sus términos. A diferencia se ha de añadir que particularmen-
de ab, que se refiere a una causa agen- te los teólogos nominalistas insistie-
te extrínseca, la preposición ex sugie- ron en que los frutos de los sacramen-
re derivación de una causa intrínse- tos se deben, más que a la virtus de
ca y, por tanto, constitutiva del en- los signos sacramentales, a la acción
te. “Sui” alude al individuo determi- concomitante de Dios. Para mentar
nado por una forma especial, es de- esta última reservaron el término ex
cir, al individuo en cuanto tal: Pe- institutione divina o ex pacto divino.
dro en cuanto Pedro. “Subiecti” seña- Así lo hace, por ej., Gabriel Biel (cf.
la ese elemento común que se comu- In IV Sent., d. 1, q. 1, a. 1).
nica de un individuo a otro, en la su-
cesión de las formas: por ej., la mate- ex opere operato. Cf. ex opere ope-
ria que les corresponde. Así, la gene- rantis.
ración, en cuanto implica comunica-
ex puris naturalibus. Fórmula que
ción de una forma en una determina-
suele aparecer, en especial en textos
da materia preexistente, es una pro-
tardomedievales, para referirse a lo
ducción ex nihilo sui sed non subiecti:
que obedece a las capacidades pura-
cuando Pedro es generado, pasa a exis-
mente naturales del hombre, con lo
tir como Pedro, mientras que antes
que excluye lo que, en cambio, obe-
259 excessus

dece a la Gracia divina. De esta ma- –y así es necesario que el hombre sea
nera, corresponde a otra expresión, animal–. En cambio, se da una nece-
facere quod in se est, es decir, hacer lo sidad ex suppositione cuando la necesi-
que está en uno mismo, lo que se en- dad es hipotética y no absoluta, o sea,
cuentra dentro de los límites natura- cuando, suponiendo que algo se dé,
les del poder de cada uno. es necesario que sea así: por ej., su-
poniendo que Sócrates está caminan-
ex se. Locución que, de hecho, ha si- do, es necesario ex suppositione que,
do usada en textos medievales y tar- mientras lo haga, camine.
do-medievales para significar: 1. que
una nota ontológica deriva de la na- exactivum. Cf. exigitivum.
tural constitución de algo y aun de su
excellentia. La excelencia se consi-
definición, así, por ej., se dice que ex
dera la eminencia en una escala, esto
se la materia es informe; 2. que algo
es, en una serie gradual; en otras pa-
resulta del principio interno de una
labras, es la condición de lo que ocu-
sustancia, por ej., se puede decir que
pa el grado supremo en dicha escala.
un ser animado es móvil ex se, des-
Cabe notar que en los textos medie-
de el momento en que tiene el mo-
vales suele aparecer en el plano me-
vimiento como uno de sus princi-
tafísico, para señalar el carácter onto-
pios intrínsecos; 3. el equivalente de
lógico de aquello cuyo ser es nobilius
quatenus (véase), o qua tale, o ratione
comparado con el de otros. Esto llega
sui, es decir con carácter restrictivo,
al período renacentista, en el que, co-
razón por la que, con este sentido, la
mo es obvio, los humanistas aplican
expresión que nos ocupa se suele tra-
esta voz preferentemente a la condi-
ducir por “en cuanto tal”; 4. el he-
ción del hombre: ejemplo de ello es
cho de que una noción o concepto se
el De excellentia et praestantia hominis
considera abstracta, esto es, extraída
de Manetti.
de los particulares y predicable de és-
tos, así, por ej., la naturaleza humana excessus. Voz muy frecuente en el vo-
ex se se puede predicar de Pedro, Ma- cabulario místico. Con todo, si no el
ría, Pablo, etc. término, por lo menos el concepto de
e. aparece con cierta frecuencia ya en
ex suppositione. Su significado literal
Máximo el Confesor (cf. Ambigua 2).
es “bajo el supuesto” o “bajo la con-
En Ricardo de San Víctor, este térmi-
dición” y forma parte del discurso ló-
no es equivalente de alienatio (véase).
gico y filosófico sobre lo necesario.
Así, indica un estado del alma: aquel
Se aplica, generalmente, para distin-
en el que la belleza de lo que ella con-
guir la necesidad hipotética de la ab-
templa le suscita tal admiración que
soluta (véase necessitas). La necesidad
la lleva a “salir de sí misma”, por lo
absoluta de algo es, por así decir, in-
cual algunos traducen este vocablo
trínseca, puesto que se da en la rela-
por “éxtasis”. Esto último es, en Ri-
ción establecida entre sus términos: o
cardo de San Víctor, la nota esencial
porque el sujeto está implicado en el
del e. mentis. Este autor subraya, ade-
predicado –y así es necesario de mo-
más, que es Dios quien lleva a cabo
do absoluto que cualquier número
tal operación (cf. Benj. Min. 85-86;
sea par o impar–, o porque el predi-
Benj. Maj. V, 16). Con similar sig-
cado entra en la definición del sujeto
nificado usa el vocablo Bernardo de
exculpatio 260

Clairvaux (cf. De dil. Deo X, 28). En Por otra parte, los escolásticos en-
Buenaventura, en cambio, este tér- tendieron, en general, el e. como
mino tiene un matiz distinto: con principio de la similitudo (véase), es
él Buenaventura se refiere, en gene- decir, como aquello a cuya semejan-
ral, a la sobreabundancia de lo divino za algo es o procede.
que, precisamente, excede las capaci- En su sentido más acotado, y sobre
dades naturales del hombre, tanto las la base de esto último, los autores tar-
del entendimiento como las de la vo- do-medievales hablaron de e. como
luntad. Así sucede en la contemplatio de imagen, en la medida en que és-
caliginosa (véase tenebra), o en amor ta es una instancia intermedia entre
extaticus en el que culmina el ascenso el concepto y la cosa objeto de cono-
del alma a Dios (véase sursum actio). cimiento. En efecto, el e. no es con-
Cf. también mystica, in fine. cepto, salvo en la medida en que re-
presenta el objeto; pero tampoco es el
exculpatio. Término propio de la Re- ente mismo, ya que sólo hace las ve-
tórica y el Derecho, más que de la ces de tal.
Ética, en la Edad Media, la exculpa-
ción consiste en admitir haber lleva- exemplariter. Este adverbio es corre-
do a cabo un acto pecaminoso o aun lativo de formaliter (véase), y señala el
delictivo, pero negando culpabilidad modo de ser de algo en cuanto mode-
al respecto. Isidoro de Sevilla señala lo de otra cosa. Así, por ejemplo, en
que en la e. se puede invocar impru- una escultura concluida se encuentra
dencia, azar o necesidad (cf. Etym. formaliter la imagen de César, que
II, 5). preexistió exemplariter en la mente
del escultor.
exemplar. En sentido lato, significa
tanto “modelo” como “copia”. Pero, exemplum. El ejemplo se caracteriza,
filosóficamente, el término fue usa- en términos amplios, como un hecho
do en la Edad Media sólo con el pri- al que se remite para ilustrar una ley
mer significado y, en particular, para o norma general o para volverla intui-
referirse a la Idea platónica en cuan- ble. Los autores medievales han ana-
to e. de las realidades sensibles. Así, lizado este concepto desde diversas
con este vocablo los autores del perío- perspectivas: 1. desde el punto de vis-
do patrístico y del medieval nombran ta lógico, se basaron sobre la noción
la idea existente en Dios, en cuanto aristotélica de paradigma. Para el Es-
principio o ratio de las cosas creadas, tagirita, éste es una inducción aparen-
no siendo ella misma creada sino co- te o retórica, que parte de un enuncia-
eterna con Dios; por ende, incorrup- do particular y pasa a un enunciado
tible e inmutable. Con este significa- general, en el que se generaliza la pri-
do aparece, por ej., en la cuestión De mera premisa. Se trata, pues, de una
ideis del De diversis quaestionibus de especie de argumentación, probable
Agustín de Hipona, y en Buenaven- y no apodíctica (véase enthymema),
tura. A diferencia de otros autores, es- de carácter analógico, en la que lo
te último considera el e. sólo desde el que se afirma de un caso particular, se
punto de vista metafísico que se aca- afirma también de un caso semejante
ba de mencionar, pero no como prin- a él (cf. An. Pr. II, 24). Sobre esta ba-
cipio de conocimiento. se, los lógicos medievales definieron
261 exercitatio

el e. como una pluralización inducti- dicioso, esperando ver duplicada su


va que parte de lo particular y termi- parte, decide hablar en último lugar.
na en lo particular, omitiendo la pre- El envidioso pide que le sea arranca-
misa universal. do un ojo. De esta manera, podrá jac-
2. Desde el punto de vista gnoseo- tarse de su superioridad de tuerto an-
lógico y psicológico, los escolásticos te la ceguera del avaro. Obviamente,
relacionaron el e. con la facultad de la el e. es traído a colación para señalar
imaginación. Así, Tomás de Aquino, la esterilidad y el poder destructor de
por ej., sostiene la imposibilidad de la envidia.
que nuestro intelecto, en el presen- Ya entre los predicadores del perío-
te estado de vida y unido a un cuer- do escolástico, los exempla constitu-
po posible, entienda algo en acto sin yeron relatos de vicisitudes, acaecidas
recurrir a las imágenes de la fantasía. a monjes y frailes, sobre las acciones
Constituye una experiencia común el del demonio. Así aparece, por ej., en
hecho de que, cuando se quiere en- Salimbene de Adam (cf. Chron. Fr.,
tender algo, se forman ciertas imáge- ed. Holder-Egger, 570).
nes en las que poder contemplar lo
exercitatio. Con el sentido general
que se intenta comprender. Tales imá-
de “ejercitación”, esta voz tiene una
genes son, precisamente, los exempla.
acepción más estricta durante el pe-
Lo mismo ocurre cuando se quiere
ríodo patrístico y más amplia durante
explicar algo a otra persona: se le pro-
el escolástico. En efecto, en el prime-
ponen ejemplos que le permitan for-
ro, se aplicó, sobre todo, al esfuerzo
marse imágenes para entenderlo (cf.
de la exégesis. Más aún, autores co-
S. Th. I, q. 84, a. 7 y C. G. II, 73).
mo Agustín de Hipona señalan que
3. Es desde este último punto de
era menester que la elocuencia de la
vista que el concepto que nos ocupa
Escritura se presentara mezclada con
fue utilizado en la Patrística, en rela-
momentos oscuros, precisamente
ción con las Escrituras. Para autores
porque no es sólo el descubrimiento
como Agustín de Hipona, en todas
de la verdad lo que aprovecha al es-
las acciones de Cristo narradas en los
píritu y lo pule, sino también el ejer-
Evangelios, hay un e., es decir, un mo-
cicio a través del cual se llega a dicho
delo de conducta, para los cristianos.
descubrimiento (cf. De doctr. christ.
En el plano meramente humano de la
IV, 6, 9).
conducta ética, el Hiponense insiste
En la Escolástica, se llamó así toda
en la necesidad de confirmar la ense-
repetición de operaciones en orden
ñanza con el e. (cf. De ord. II, 9, 27).
a afirmar o conservar algún hábito.
En esta última línea, el e. fue de
Ciertamente, los maestros medieva-
gran importancia en la predicación.
les atendieron a la e. intelectual en el
Gregorio Magno, en Mor. V, 45, 79,
aprendizaje. En tal sentido, tuvieron
propone el siguiente sobre la invidia
en cuenta las siguientes consideracio-
(véase): un rey ofrece a dos hombres,
nes sobre el tema: 1. la ratio obiecti, es
uno avaro y el otro envidioso, conce-
decir, la razón y condición de aque-
derles lo que pidieren. Pero han de sa-
llo que la ejercitación pretende afir-
ber ambos que a quien lo haga en se-
mar o agilizar, en especial, cuando
gundo término se le concederá el do-
se trata de ejercitarse en la práctica
ble de lo dado al primero. Así, el co-
del bien; 2. la ratio modi, esto es, la
exerciter 262

consideración de la frecuencia y du- te que constituye una substancia fini-


ración en las operaciones que se rei- ta, puesto que su modo de ser se da
teran; 3. la ratio originis, el hecho de realmente en alguna forma de dura-
que, para ser eficaz, la ejercitación de- ción, en la que persevera por un prin-
be ser también deliberada; 4. la ratio cipio del que recibió su acto de ser.
continuationis, o sea, la necesidad de
existentia. Palabra que, durante la
no interrumpirla por largos períodos;
Edad Media, se utilizó tanto en senti-
5. la ratio directionis, en cuanto que
do plural, señalando el conjunto o to-
toda e. debe provenir de y confluir en
talidad de las cosas que existen (véa-
la libertad de la voluntad.
se existens), como en sentido singular,
exerciter. Cf. signate. indicando entonces el hecho mismo
de existir. En el primer caso, el tér-
exigitivum. Se denomina así lo que mino aparece sobre todo en el marco
supera o va más allá de las fuerzas ac- de la especulación acerca de la creatio
tivas de la naturaleza o de lo que de- ex nihilo (véase). En efecto, los entes
riva de ellas. Por eso, el término ha que “ex-sisten” son aquellos cuyo ac-
servido para caracterizar lo sobrena- to de ser obedece a otro, aun cuando
tural. pueden permanecer en el ser que les
existens. Indica que una cosa es o fue dado. Este Otro es Dios, en tan-
existe, o que se da de hecho en la rea- to Creador, cuya obra es exaltada en
lidad. En tal sentido, como primera la Edad Media como fruto de un ac-
nota, e. señala todo aquello que est, to libre de amor que, justamente, po-
tomando este último verbo no como ne en el ser lo existente. Así, pues, las
cópula sino en su sentido más fuer- e. finitas constituyen bienes, aun en
te, el que alude a lo real o efectivo. La su minus esse: en la raíz de lo que exis-
segunda nota que caracteriza lo men- te no hay, entonces, una degradación,
tado por este término es el modo de es decir, una caída a partir del mundo
ser especificado por el e.: el de aquel inteligible, sino un acto de donación
ente cuyo ser depende radicalmente y un verdadero incremento del ser.
de otro. Así, un hombre, por ej., es En cuanto a su sentido singular es-
un e. pero no Dios: de Él solo puede te concepto fue motivo de una larga
decirse que est. Precisamente, lo e. es polémica escolástica en la que se tra-
aquello que puede estar o permanecer tó su relación con el de esencia. Pero
(sistere) en el ser procediendo de al- se ha de señalar que, en el desarrollo
go (ex) que lo puso en el ser. El térmi- de la discusión, sus protagonistas su-
no, escolásticamente tomado, impli- brayan en la noción de existencia el
ca, pues, una fundamental dependen- actus essendi, esto es, el hecho de exis-
cia ontológica y, por ende, relatividad tir, en su carácter de dependencia on-
y finitud. Pero también una relativa tológica. Más aún, en ese contexto
actividad y autonomía en cuanto que polémico, se prefirió reemplazar la
lo e. tiene la capacidad de mantenerse palabra que nos ocupa por el término
en el ser recibido. Al respecto, es cé- esse en el sentido de actus essendi. Con
lebre la caracterización de Ricardo de esa significación, la discusión versó
San Victor: “ex aliquo sistere, hoc est sobre el modo como se relacionan la
substantialiter ex aliquo esse” (De Trin. esencia y el acto de ser (esse) en lo crea-
IV, 12). En síntesis, e. indica todo en- do. Por eso, la cuestión se funda en lo
263 existimatio

que se suele traducir como “la distin- que admitió una distinción real en-
ción entre esencia y existencia”. tre una esencia meramente posible,
Dos corrientes podrían delinear- y la misma esencia actualmente exis-
se en la discusión: una, cuyo máxi- tente, no todos aceptan –aunque sí la
mo exponente es Averroes, tiene co- mayoría– que haya concebido tam-
mo epígono a Siger de Brabante; la bién una distinción real entre esencia
otra, se anuncia con Avicena y es de- y e. en tanto que esta última impli-
sarrollada por Tomás de Aquino. La ca un ente creado existente en acto.
primera parece hacer de la e. una apa- Pero hay muchos pasajes en los que
riencia o emergencia de la única esen- evidentemente entiende la existencia
cia verdadera, o sea, un modo eterna- como acto inherente a una forma o
mente emanante del único y verda- esencia como a su potencia (cf. por
dero Ser. Averroes, que considera la ejemplo, De ver. q. 27, q. 1; De ent
doctrina de la creación revelada y pa- et ess. cc. 3 y 6; C.G. II, 54; De Pot. q.
ra uso del vulgo, aborda el tema de la 7, a. 2; S. Th. I, q. 4, q. 1). Así pues,
relación entre esencia y existencia, a en todos los entes creados hay com-
propósito de sus comentarios a Aris- posición: en las sustancias separadas,
tóteles. Polemizando con Avicena, la composición se da entre la esencia
que sostenía la distinción real entre o forma y existencia como acto de ser
ambas, afirma Averroes: “substantia (véase esse); en los materiales, además
cuiuslibet unius, per quam est unum, est de esta composición, está la de ma-
suum esse, per quod est ens” (In IV Met. teria y forma, vinculada también con
c. 3). Por su parte, Siger, en la Quaestio las nociones de potencia y acto; De
utrum ens vel esse in rebus causatis esta manera, sólo Dios, que consiste
pertineat ad essentiam causatorum en el mismo Esse, es absolutamente, y
vel sit aliquid additm essentia illorum”, en todo sentido, simple.
concibe la e. como la esencia misma En cambio, Duns Scoto comba-
en su suprema actualidad. tió la distinción real entre esencia y
A esta doctrina se opone la segun- e., sosteniendo que la existencia es
da de las mencionadas, que distingue la determinación última de la esen-
realmente entre e. y esencia, y hace de cia (cf. Op. Ox. IV, dist. 13, q. 1, n.
la primera el acto de la esencia, pero 38). Por su parte, Suárez definió tam-
se trata de un acto que se debe a la ac- bién la existencia como simple esta-
ción divina. Tal posición parte de lo do de actualidad de la esencia: des-
establecido por Avicena, quien definía pués de haber distinguido el ente po-
la existencia como accidens eveniens sible del real, sostuvo que, en el ente
quidditati (cf. Logica I, 2; Met. II, 1, realmente existente, sólo puede dar-
2 y V, 2, 87). Tomás la desarrolla va- se una distinción de razón entre am-
liéndose de las nociones aristotélicas bos, ya que “ens in actu idem est quod
de potencia y acto: la esencia, que es existens” (Met. disp. XXXI, 4, 6).
o tiene un acto en el orden de la sus- Un significado particular presenta
tancia o de los accidentes, es, a su vez, este vocablo en la terminología de Ec-
potencia con respecto al ulterior actus khart, donde se encuentra con la gra-
essendi, en el orden último del ser. fía exsistentia (véase abesse 2).
Con todo, si bien los intérpretes del
existimatio. En líneas generales, y si-
Aquinate coinciden en considerar
guiendo el significado originario que
expectatio 264

se encuentra en Cicerón y Suetonio, ocupa y el de spes (véase). Así, los au-


entre otros, la e. alude a 1. la opi- tores medievales suelen definir la e.
nión o juicio que algo inspira o me- como un movimiento de esperanza
rece, así, se dice, por ej., “communis que parte de un conocimiento previo
e. est” para indicar que cualquiera del eventual auxilio ajeno.
puede juzgar tal cosa; 2. la observa-
experientia. Entre los muchos senti-
ción, o mínima corrección, o crítica
dos que asume la palabra “experien-
que se formula sobre algo, pero tam-
cia” en la Edad Media, el fundamen-
bién a alguien, de donde deriva la ter-
tal es el que la concibe en cuanto a
cera acepción de esta voz; 3. estima,
sensu oritur, es decir, originada en la
fama, renombre, y en tal sentido sue-
sensibilidad. En efecto, siguiendo a
le estar acompañada de adjetivos po-
Aristóteles, los escolásticos la enten-
sitivos o negativos, señalando la bue-
dieron sobre todo como punto de
na reputación o el descrédito de una
partida del conocimiento del mundo
persona. De esta manera, en su sig-
exterior y concreto. En consecuencia,
nificado clásico, la e. fue acentuando
presenta dos notas: la de ser conoci-
el efecto de la acción de estimar. En
miento de lo singular, y la de ser co-
cambio, los autores medievales sue-
nocimiento de lo sensible. Así, dice,
len poner el énfasis en esta última y
por ej., Tomás de Aquino: “Est enim
considerar el proceso psicológico y de
in nobis e., dum singularia per sensum
valoración que implica; por otra par-
cogniscimus” (S. Th. I, q. 54, a. 5). Es-
te, entendieron que la estimación só-
ta primera acepción, la principal, fue
lo culmina en una valoración positi-
la que continuó predominando du-
va y volvieron a extenderla, además,
rante los primeros siglos modernos.
a las cosas. Así, consideraron que la
Un uso peculiar asume el término
e. es el proceso que deriva en admira-
en los escritos de Roger Bacon. En
ción por la grandeza, excelencia o aun
efecto, para él, hay dos medios de co-
–a veces– el carácter insólito que al-
nocimiento: la razón y la e., entendi-
go presenta.
da en la acepción ya indicada de raíz
expectatio. Alude a la expectación o, aristotélica, pero sólo el segundo ha-
mejor aún, a la expectativa. Por eso, ce descansar al espíritu en la certeza,
señala, en primer lugar, la referencia confirmación aplicable aun a las de-
al futuro; en segundo término, la di- mostraciones matemáticas. En este
mensión que hoy llamaríamos “subje- sentido, más que a un medio de co-
tiva” de la espera. De ahí que no pue- nocer, la e. se asimila en Bacon al mé-
da sorprender la importancia que esta todo experimental, segunda acep-
noción asume en la concepción agus- ción de esta voz. Por otra parte, Ba-
tiniana sobre el tiempo. En efecto, con también entiende bajo este tér-
para el Hiponense, la e. es el presente mino la experiencia vital, tercer sig-
de las cosas futuras (cf. Conf. XI, 20, nificado de él: habiendo concebido la
26). Con ello, subraya la condición, philosophia (véase) como resultado de
estado o aun disponibilidad de la in- la iluminación divina, conferida pri-
terioridad humana respecto del futu- mero a Adán, Set y Noé, sostiene que
ro desconocido. La Escolástica reto- Dios otorgó una larga vida a estos úl-
ma esta caracterización y elabora la timos “ut philosophiam per experientias
distinción entre el concepto que nos completarent”.
265 expers

La e. alude, en general, a un exten- no conceptualizada, de la sensibili-


so conocimiento de casos singulares, dad interna– es precisamente el e.; de
que da lugar a ciertas imágenes. En el ahí que Tomás de Aquino diga “... ex
orden de lo operable, no sólo es cau- memoria fit e...” (In An. Post. II,
sa de hábito que facilita las acciones, 100a3-6). Así pues, el e. se atribu-
sino también de scientia, como señala ye a la cogitativa (véase) en el carác-
Tomás (cf. S. Th. I-II, q. 40, a. 5). Por ter que tiene esta última de constituir
ello, se distinguió durante el Medioe- la forma más alta de la sensibilidad
vo entre una experiencia espontánea, humana, inmediatamente anterior
y una experiencia organizada a la que a la ratio propiamente dicha: “... e.
cabría con más propiedad el atributo indiget aliqua ratiocinatione circa
de “científica”. Ahora bien, sobre es- particularia, per quam confertur unum
ta base, y por analogía, se habló tam- ad aliud, quod est proprium rationis...”
bién de e. como aprehensión inme- (ibid.). Tales generalizaciones se van
diata de procesos psicológicos. En es- ordenando y clasificando para dar lu-
ta línea se insertan las experiencias so- gar a la experiencia en el sentido habi-
brenaturales, es decir, las captaciones tual y aun vulgar de esta palabra. Ca-
de ciertas evidencias de la vida de la fe be añadir que, cuando se acumulan
y, en última instancia, de la vida mís- varias experiencias en cuanto experi-
tica (cf. ibid. I-II, q. 112, a. 5), últi- menta en una determinada materia, se
ma acepción, y la menos usada en la llega a adquirir la cualidad de expertus
Edad Media, de e. en ella: “... cum aliquis recordatur
quod talis herba multotiens sanavit
experimentum. En virtud de la im- multos a febre, dicitur esse expertum
portancia que asume la perspectiva quod talis sit sanativa febris” (ibid.).
aristotélica sobre el conocimiento a
partir del siglo XIII, este término ad- expers. Significa todo lo contra-
quiere particular importancia en los rio de experto: expers no proviene de
escolásticos. Se ha de advertir ante to- experimentum (véase) sino de ex pars;
do, que hay cierto matiz de diferen- así, quiere decir que no tiene parte,
cia entre las voces latinas experientia que está por completo desprovisto o
(véase) y e. tal como ellas fueron usa- falto de algo, especialmente, de co-
das en la Edad Media, al contrario de nocimiento. En cambio, el término
lo que ocurre en castellano con la pa- insolens no señala, como e., la condi-
labra “experiencia”. En efecto, la pri- ción de ignorar completamente al-
mera indica la propiedad del cono- go, sino la de no estar acostumbrado
cimiento de ser contacto con la rea- o familiarizado con un ámbito –por
lidad corpórea; de hecho, la segun- lo demás, perfectamente delimita-
da aparece utilizada preferentemen- do– de conocimiento o de actividad.
te para aludir al resultado de tal tipo De este modo, y considerando que el
de conocimiento. La actividad sen- expertus, por definición, no puede
sorial externa que aprehende las rea- serlo sino de un determinado campo,
lidades físicas (véase sensus) está su- la palabra “inexperto” traduce más
jeta a una primera elaboración, en la adecuadamente insolens que expers.
que intervienen memoria y phantasia. En lo que se considera la carta-mani-
Esta primera elaboración –que im- fiesto del Renacimiento, el De genere
plica una generalización, si bien aún dicendi philosophorum de Pico della
expertus 266

Mirandola, se lee: “Non est humanus, explicite. Cf. implicite.


qui sit insolens politioris litteraturae.
exponens. Llámase “exponente” a la
Non est homo, qui sit e. philosophiae”.
proposición que se añade, a título de
expertus. Cf. experimentum, in fine. explicación, a otra que la requiere en
Conviene no confundir esta voz con virtud de alguna oscuridad conceptual
expers (véase). que contiene. Esta última se denomi-
na “exponible” (véase exponibilis).
explanatio. En la labor de exégesis,
esto es, de interpretación de la Escri- exponere. Verbo que señala una acti-
tura, la e. ocupa el primer lugar, co- vidad escolástica: la de explicar el sen-
mo indicaban los gramáticos del pe- tido de un texto. En la Edad Media,
ríodo patrístico. Consiste en el co- las opiniones de las auctoritates (véa-
mentario literal del texto. De hecho, se auctoritas), eran aceptadas, parti-
se encuentran en la Escritura expre- cularmente, en el campo de la argu-
siones difíciles o desconocidas. Se tra- mentación teológica. Con todo, mu-
ta de obscura signa que cabe distin- chas veces presentaban imprecisiones
guir de las ambigua signa: las prime- o bien divergencias entre sí. La exi-
ras conforman aquellos pasajes de los gencia, propia de la Teología, de una
que no surge ningún sentido satis- construcción homogénea, obligaba a
factorio para el lector; las segundas, interpretar esas opiniones, esto es, a e.
aquellos otros a los que se les puede La cautela que imponía precisamen-
atribuir más de un sentido. Para re- te su condición de auctoritates hacía
solver la primera dificultad, el exégeta que frecuentemente se añadiera el ad-
hace la e. apelando a sus conocimien- verbio reverenter al término que nos
tos de la Gramática, así como de la ocupa.
lengua y sus leyes, al examen del con-
exponibilis. Se llama así a la proposi-
texto, y al análisis del estilo. De es-
ción que, por contener alguna ambi-
ta manera, atrae la atención del lec-
güedad u oscuridad en su significado,
tor sobre los obscura signa e ilumina
reclama otra proposición aclaratoria:
esos puntos. Un ejemplo de la e., co-
la exponens. Los escolásticos consi-
mo parte de la enarratio (véase), es
deraron principalmente tres tipos de
decir, del comentario propiamente
proposiciones exponibles: 1. exclusiva,
dicho, se encuentra justamente en las
llamada así por contener alguna
Enarrationes in Psalmos, 118, 4, 3,
partícula exclusiva, como tantum,
donde Agustín de Hipona despeja
dumtaxat, solum, etc., que es preci-
un posible equívoco –todavía vigen-
samente la que requiere aclaración o
te hoy para muchos lectores de sus
confirmación; por ejemplo, “Petrus
Confessiones– acerca del significado
est tantum logicus”. La exclusiva se “ex-
del verbo confitebor, diciendo: “non
pone”, entonces, mediante una pro-
est peccatorum confessio ista, sed lau-
posición copulativa, por ej., “Petrus
dis” (véase confessio).
est logicus et nihil aliud”. En tales ca-
explicatio. No se ha de confundir sos, la primera parte de la copulati-
esta voz con explanatio, que signifi- va se denomina praeiacens; la segunda
ca “explicación”, ya que e. es término parte se llama secunda exponens. Otro
de valor fuertemente metafísico. Cf. tipo de proposición exponibilis es la 2.
complicatio. exceptiva, en cuyo caso la partícula a
267 expungo

exponer es praeter, nisi o similar. Una expressiore. En general, con este vo-
última clase de proposiciones exponi- cablo se alude al modo más perfecto
bles está dada por la 3. reduplicativa, de reproducir los rasgos de un mode-
en la que se han de explicar partícu- lo. En la Edad Media, y especialmen-
las como ut, prout, quatenus, etc., es- te entre los místicos especulativos,
to es, la que contiene expresiones co- se utilizó en el tema de la semejan-
mo ”en cuanto” (véase propositio). Las za del alma humana respecto de Dios.
proposiciones de esta clase son parti- Cuando, por elevación de la prime-
cularmente significativas y frecuen- ra, tal semejanza se profundiza, es de-
tes en los textos escolásticos, habida cir que se da e., entonces, más que
cuenta de los distingos y las acotacio- similitudo, hay una cierta unificación
nes conceptuales que en ellos se en- con Dios, con quien se constituye un
cuentran. solo espíritu. Esto sucede no sólo por
unidad en el querer sino por virtud;
expositio. Cf. commentum, in fine; ella hace que no se pueda querer otra
lectio 3; y lectura. cosa que el bien. Así se lee, por ej., en
expressa. Cf. species II. Guillermo de Saint-Thierry (cf. Ep.
Fr. D.M. 108).
expressio. Voz poco usada en la Edad
Media, la expresión indica, en gene- expressum. En su sentido derivado
ral, un acto del alma –para algunos, de expressio (véase), es un adjetivo que
específicamente, de la mens– por el califica lo que es claro y bien articu-
que ella muestra su capacidad de sig- lado. Por extensión, también desig-
nificarse a sí misma o a alguna otra na lo que está completamente forma-
realidad mediante signos. El concep- do, como en omnibus membris habere
to de e. presenta dos momentos im- expressi.
portantes en todo el período patrís- expulsio. Término frecuente en los
tico-medieval. El primero está dado comentarios medievales a la Física
por la teología agustiniana sobre la aristotélica, señala una forma de mo-
Trinidad, ya que el Hiponense conci- vimiento violento. En ella, lo que im-
be la revelación del Verbo justamente pulsa al proyectil no permanece uni-
como acto por el cual el spiritus se co- do a ese móvil durante todo el lapso
noce y se ama. El segundo momento, que dura el movimiento de este últi-
de características completamente di- mo. Un ejemplo de esta definición se
versas, corresponde a la reflexión de encuentra en Ockham, Summulae in
los gramáticos especulativos, quienes libros Phys. III, 9.
se plantearon examinar la posibilidad
de que la gramática, especialmente expungo. Verbo usado por los filó-
en el aspecto sintáctico, constituyera logos, particularmente en el perío-
la e. de una determinada sintaxis in- do tardomedieval y humanístico, en
telectual, en el sentido de reflejar es- la primera personal del singular, para
ta última. aclarar que han borrado o eliminado
Buenaventura utiliza este término una determinada lectura del texto pa-
con un sentido muy peculiar: en él e. ra sustituirla por otra. Lo hacían me-
designa el acto generador del cono- diante puntos ubicados sobre o bajo
cimiento, esto es, la concepción cog- las letras a eliminar.
noscitiva que culmina en el concepto.
extantia 268

extantia. Aparece también como de lo situado en el espacio. En este


exstantia, por ej., en Meister Eckhart. sentido, la Escolástica tendió a con-
En ese contexto, significa exsistentia siderar que la e. es una cierta propie-
(véanse existentia, in fine y abesse 2.). dad del cuerpo que le posibilita ocu-
par un determinado espacio. Este úl-
extasis. Voz propia de la mística me- timo es visto como una suerte de re-
dieval que designa un conocimien- ceptáculo en el que se hallan los cuer-
to experimental de Dios por parte pos naturales en cuanto extensos. Pe-
del hombre o, mejor aún, de su al- ro se ha de advertir que esta noción
ma. Presenta, en general, las siguien- de espacio no coincide exactamente
tes notas: 1. implica la suspensión de con la concepción teórica que sobre
todo acto natural humano; 2. tras- él se sustentó en la Escolástica, ni, por
ciende y supera el conocimiento es- ende, con su definición técnica (véa-
peculativo de la verdad divina; 3. exi- se spatium). Sólo se lo asume como
ge del alma un previo recogimiento y receptáculo en relación con el pro-
concentración en sí misma; 4. culmi- blema de la extensión de los cuerpos.
na en una unión afectiva con Dios re- Sobre esta base, se habló de e. 1.1.
gulada por su luz; 5. su consecución extrinseca, que alude a la posición de
no depende de la voluntad humana. las partes de un cuerpo en el espa-
Con estas características aparece des- cio, de la que resulta su volumen; 1.2.
crita, por ej., en Buenaventura (cf. In intrinseca, que señala la disposición
III Sent., d. 34, p. 1, a. 2, q. 2). Así de las partes de un cuerpo, o sea, la
pues, en el e. se suspende todo acto posición que cada uno asume en re-
propiamente humano, también el del lación con los demás e independien-
conocimiento intelectual o especula- temente del espacio en el que dicho
tivo; más aún, tal suspensión es ne- cuerpo este situado; y 1.3. virtualis,
cesaria para dar lugar al recogimiento referida al campo espacial compro-
del alma en lo más íntimo de sí, sien- metido por las fuerzas y movimientos
do, entonces, transfigurada en Dios. de un cuerpo dado.
Purificada por la ascesis y entrenada En muy diferente sentido, en el de
por una meditación apropiada, en el su significación técnicamente lógi-
e. el alma alcanza, con el concurso de ca, los escolásticos llamaron e. a 2. la
la Gracia, un conocimiento experi- amplitud de un concepto en relación
mental de lo divino en el que inter- con los individuos que agrupa en su
viene la dimensión afectiva. Sobre to- unidad. De este modo, el concep-
do en Buenaventura, el e. se distingue to o término “cuadrado” tiene me-
del raptus (véase) en cuanto que en el nos e. que el concepto “cuadriláte-
primero –mucho más frecuente que ro” y éste, a su vez, menos aún que
el segundo– se experimenta la presen- el término “polígono”. En cambio, la
cia divina por el gozo del amor, pero comprehensio es la amplitud de un
sin verla mediante el intelecto. concepto en relación con las notas
extensio. El concepto de “extensión” que lo caracterizan. Es, pues, una am-
se entiende, en el marco del pensa- plitud “intrínseca”. Por eso, la lógi-
miento patrístico-medieval, funda- ca escolástica vio entre extensión y
mentalmente de tres maneras: 1. co- comprehensión una relación inver-
mo cualidad de lo extenso, es decir, sa: cuanto mayor es la primera, me-
269 exterior

nor es la segunda, y a la inversa. Por que en él se da en sus modalidades de


ej., la comprehensión del concepto vegetativa, sensitiva e intelectiva. En
“animal” es menor que la del concep- cambio, intensive puede significar un
to “hombre”, ya que falta al primero grado más alto de perfección; así, en
la nota “racional”. De ahí que “ani- el fuego, el calor es pleno i.; o un ma-
mal” tiene una e. mayor, es decir que yor poder de operación en un ente.
puede convenir a una mayor cantidad Por último, cabe advertir que la
de objetos de pensamiento, en tanto oposición extensive-intensive apare-
que los “requisitos” para incluirlos en ce también algunas veces en 4. sen-
dicho género son menos que los que tido lógico, aludiendo a la extensión
se exigen para incluirlos en el térmi- y comprehensión (véanse extensio y
no “hombre”. comprehensio) de un concepto. Véase
Una acepción muy particular y res- también infinitum 2.1. y 2.2.
tringida asume la voz e. 3. en los es-
exterior. A lo largo de la Edad Me-
critos agustinianos. En efecto, en el
dia se utilizaron los términos interior
célebre pasaje de Conf. XI, 29, 39, el
y e., principalmente, en dos sentidos:
Hiponense describe tres momentos o
1. figuradamente, en el orden moral y
tensiones del alma: la distentio, por la
religioso, para aludir al ámbito del al-
que se dispersa en lo externo a ella, la
ma y su relación con lo eterno, y a lo
intentio, por la que se vuelve hacia lo
propio del cuerpo y su relación con
más íntimo de sí en donde radica la
lo temporal, respectivamente. Así, so-
imagen de Dios, y la e. En ésta, Agus-
bre bases paulinas, aparecen en Agus-
tín insta al alma –que se ha reconoci-
tín de Hipona las expresiones “homo
do a sí misma como sujeta al error y
e.” y “homo interior” (cf. De Trin. XII,
al cambio– a trascenderse. Es que, de
1 y 2).
no tener lugar este tercer movimien-
Pero asumieron también, en la Es-
to, el filosofar agustiniano correría,
colástica, una significación 2. metafí-
además, el riesgo del solipsismo. Es-
sica. En efecto, se llamó e. a lo otro o
te movimiento es precisamente el de
lo distinto de una sustancia, e interior
la e. Ella consiste en el impulso con
a lo perteneciente a ella. Así, es e. to-
que la mens humana tiende con todo
do lo que no es o no pertenece a ese
su ser hacia lo supremo y eterno.
acto por el que una cosa es en sí sub-
extensive. Adverbio correlacionado sistente. En este sentido, la causa es
por oposición con el de intensive. En exterior al efecto, como su principio
términos muy generales, ambos alu- extrínseco. Por ello, dice Tomás de
den, respectivamente, a la cantidad y Aquino: “Aliud est principium et aliud
a la cualidad. En efecto, e. puede in- id cuius est principium” (In I Phys. l.
dicar: 1. la amplitud del concepto en II, 4). Pero este modo de exterioridad
el que se da una cualidad, por ej., en no se opone o no excluye ese cierto
una superficie mayor, la blancura es modo de interioridad o presencia de
mayor e.; 2. una mayor duración, por la causa en su efecto y, por ende, de
ej., un movimiento llamado, aunque Dios en todas las cosas. De ahí que
impropiamente, “eterno”, es infinito también afirme el Aquinate: “Oportet
e.; 3. el conjunto de varias propieda- enim omne agens coniungi ei in quod
des existentes en un sujeto, por ej., en immediate agit et sua virtute illud
el hombre la vida es perfecta e., por- contingere” (S. Th. I, q. 8, a. 1).
extraneum 270

extraneum. Adjetivo que mienta no menor y el mayor, es decir, el sujeto


sólo lo que es totalmente ajeno a la y el predicado respectivamente de la
esencia de algo, sino también lo que conclusión, toda vez que se relacio-
es contrario a lo propio de ese algo. nan entre sí a través de término me-
De ahí que se oponga a proprium dio (véase terminus 2); 5. En el plano
(véase). Por eso, muchas veces este ético, aunque menos usada en tal sen-
término es sinónimo de “antinatu- tido, esta palabra indicó el defecto y
ral”; así, por ej., el volar por sus pro- la desmesura en cuanto puntos equi-
pios medios es e. al hombre. distantes ambos de la virtud, según la
concepción aristotélica (véase virtus).
extremum. Muy en general, alude a
lo que es término de algo. Este signi- extrinsecum. Señala lo que no en-
ficado lato asume sentidos específicos tra ni en la definición ni en la com-
según el orden en que se aplique el posición de algo, así como su opues-
término. 1. En el plano físico, indica to, intrinsecum, indica lo que sí lo ha-
el límite externo de un cuerpo; así, se ce. De acuerdo con esta caracteriza-
denominan “cuerpos contiguos” (véa- ción, se asume en dos acepciones fun-
se contiguum) a aquellos cuyos extre- damentales: 1. en sentido lógico, se
mos están juntos, como escribe Aris- llaman denominaciones intrinsecae a
tóteles, a quien siguen los escolásticos las que denotan atributos o predica-
en esto, en Phys. VI, 1, 231 a22); 2. dos que constituyen a un sujeto en lo
En el geométrico, señala el punto en que él es, por ej., “racional” es deno-
la línea; o la superficie en el volumen; minación intrínseca de “hombre”; en
3. En el aritmético, hace referencia a cambio, son extrinsecae las denomi-
una serie numérica, donde designa el naciones que le competen en relación
primero y el último de los números con otro, como “padre”; 2. en senti-
que la componen. Ahora bien, sobre do ontológico, la distinción entre e.
esto cabe hacer una importante salve- e intrinsecum responde a la diferencia
dad subrayada por los autores medie- asignada por Aristóteles a las cuatro
vales: los elementos de una serie de- causas. En efecto, para el Estagirita,
ben presentar cierta homogeneidad, la causa material y la formal forman
precisamente porque de lo contrario parte ambas del compuesto que es la
no podrían integrarla; por eso, Dios sustancia corpórea, no advienen –por
no puede ser considerado e. en la se- así decir– desde fuera, por lo cual los
rie causal, ya que ello supondría que escolásticos las llamaron “intrinsecae”;
la Causa absoluta y primera es del en cambio, la causa eficiente y la fi-
mismo nivel ontológico que las cau- nal refieren a un principio sustancial-
sas finitas, lo cual es imposible; 4. En mente distinto de lo causado, por lo
el orden lógico, se entiende por extre- que se las denominó “extrinsecae”.
ma los dos términos del silogismo, el
271

F
fabrica. En 1. líneas generales, este ción hace que la voz reaparezca en di-
término refiere a 1.1. cualquier arte versas expresiones, como aenigmata
manual o mecánica; así, se alude, por fabularum o fabulari similitudine.
ej., a la aeraria f., esto es, el arte u ofi- De hecho, en los textos medievales,
cio de trabajar el bronce; 1.2. de ahí, fabulariter equivale prácticamente a
pasó a significar cualquier artesanía, poetice. La f.se usó como integumentum
aunque no estuviera reconocida entre (véase) o involucrum, es decir como
las artes propiamente dichas; 1.3. el copertura que tenía, pedagógicamente,
lugar donde tales trabajos se llevaban una doble función: de un lado contie-
a cabo, acepción más acotada con la ne, vela y esconde verdades muy pro-
que la palabra pasó a lenguas roman- fundas y fundamentales, para poner-
ces como el castellano. las a salvo de una comprensión im-
En 2. sentido estricto, alude a la perfecta, inadecuada y vulgar, esto es,
architectura (véase), pero, específi- a vilitate.
camente, al saber práctico del cons- En este sentido, cabe recordar que,
tructor. tanto durante la Antigüedad como
en la Edad Media, el saber teórico y
fabula. Relacionada con la raíz fa, la discusión pública, eran patrimo-
que hace alusión al hablar, de don- nio de pocos. Así, Guillermo de Con-
de, por ej., facundus como elocuen- ches considera la f. no sólo un mo-
te, la f. se concibió antiguamente co- do narrativo que, más allá de lo li-
mo la puesta en palabras de una ac- teral, alcanza verdades ocultas, sino
ción o acciones y, por ende, significa un instrumento filosófico. En efec-
esencialmente, relato. Ahora bien, es- to, para él, por medio de la narratio
te último aspecto se fue subrayando fabulosa, los hombres dotados de una
paulatinamente en este vocablo, para visión intelectual más profunda pro-
designar finalmente lo que no es más tegen tales verdades de los peligros de
que palabras. De esta manera, se ne- tergiversación implicados en la divul-
gó en la f. la transmisión de algo real. gación. De otro lado, cierta ambigüe-
Por eso, tanto en la época patrís- dad hermenenéutica en los elemen-
tica como medieval propiamente di- tos de la fábula insta a desentrañar-
cha, la fábula se constituyó en térmi- los, llegando así, quienes están pro-
no técnico del pensamiento imagina- vistos de una preparación adecuada,
tivo. Agustín de Hipona, por ej., para esto es, los filósofos, a tales verdades.
quien, en general, esta palabra tradu- Más aún, a veces, los mismos filóso-
ce el mito griego, la utiliza también en fos expresan sus secretos por medio
el sentido de ficción compuesta con de la narratio fabulosa.
fines recreativos y, sobre todo, edu-
cativos (cf. Conf. I, 10, 16 y Sol. II, facere. En sentido amplio, f. seña-
11, 19). La importancia de esta no- la todo tipo de operación (véase ope-
facti species 272

ratio); por eso, aparece en sustanti- tidos derivados de “suceso” en gene-


vos compuestos, por ej., sacrum f., de ral, “fenómeno particular y contin-
donde sacrificium, es decir, hacer algo gente”, “accidente”, o también “afec-
sagrado, como una ofrenda. Pero, en ción”. Como es obvio, estas diversas
sentido estricto, se utiliza en el voca- acepciones adquieren mayor relieve
bulario escolástico para indicar sola- y precisión cuando se las confronta
mente la operación ad extra, es decir, respectivamente con sus opuestos, o
aquella que por su propia índole tras- cuando se las enmarca en sus corres-
ciende el sujeto de la misma, por ej., pondientes contextos. En su signifi-
escribir, a diferencia de pensar (véa- cación de suceso o hecho, f. implica
se factio). un cierto juicio sobre la realidad ex-
terior, fundado, en última instancia,
facti species. Se ha usado en dos sen- en la experiencia o, al menos, en la
tidos: uno se señala en el artículo de percepción inmediata o en la memo-
facto; otro, tardío en la Edad Media, ria. En cuanto fenómeno implica una
constituye este término en expresión generalización de los datos empíricos.
con la que se subraya que no se está Sin embargo, a veces, se opuso factum
hablando en términos genéricos, sino y fenómeno. En estos casos, se le da
que se está aludiendo al hecho parti- el primero el significado de una reali-
cular del que se trata. dad particular efectivamente existen-
factio. Es la acción transitiva de pro- te, mientras que se asigna al segundo
ducir algo a partir de una materia ex- la connotación de una mera aparien-
terior. Así, la acción del carpintero cia a la que no se encuentra razón de
que hace un banco de madera se de- ser y que carece de consistencia pro-
nomina propiamente f. De este mo- pia. F. y cosa coinciden en esto últi-
do, se puede traducir por “produc- mo, es decir en aludir a lo concreto,
ción” o, mejor aún, “fabricación”. Por particular y contingente, pero se dis-
una parte, se diferencia, pues, de la tinguen en cuanto que el primero in-
fabrica (véase), en cuanto que f. alude dica el aspecto dinámico de esa rea-
a una acción y no a un arte ni al lu- lidad contingente; la segunda, el as-
gar donde éste se practica. Por otra, se pecto estático. Por otra parte, el f. está
distingue de la generatio (véase), en la siempre circunscripto en el espacio y
medida en que en ésta no hay mate- el tiempo; por ello, si se acentúa la di-
ria exterior presupuesta, de donde la mensión temporal, su significación se
generación de un padre respecto de acercará a la de “suceso”.
su hijo no se puede llamar f., porque Ya hacia fines de la Edad Media, y
lo engendra de sí mismo; tampoco la retomando su sentido de “dato empí-
creación, dado que la creatio (véase) rico”, opuesto a la apariencia ilusoria,
es, por definición, a partir de la nada, Bacon y posteriormente, sobre todo,
como recuerda Tomás de Aquino (cf. Galileo, intentan determinarla con
S. Th. I, q. 41, a. 3 c). mayor precisión en su realidad objeti-
va. Así, para construir el f. ambos ha-
factum. En principio, traduce la voz cen intervenir el cálculo de la razón.
griega pragma. Su significado origi- Justamente sobre la valoración críti-
nario en latín es “lo que ha sido he- ca de los facta se constituye el “experi-
cho”, o sea, que alude a una obra de mentalismo” de los citados autores.
algún modo acabada. De ahí los sen-
273 factum

facultas. En la Escolástica, las fa- turaleza del alma; 2. constituyen algo


cultades se definieron en general co- realmente distinto del alma, aunque
mo los principios inmediatos de las son inseparables de ella; 3. algunas
operaciones vitales, considerándose, facultades, como las vegetativas y las
en cambio, como principio media- sensitivas, derivan del alma en cuan-
to y último o radical la naturaleza del to que ella está unida sustancialmen-
agente. Desde el punto de vista filo- te al cuerpo; otras –las intelectuales y
sófico, su estudio comenzó ya en la espirituales– solamente del alma en sí
Antigüedad, al tratarse de las distin- misma. Pero cabe destacar que la po-
tas “partes” del alma o “divisiones” sición tomista respecto de esta cues-
propuestas especialmente por Platón, tión resulta de la distinción real que
Aristóteles y los estoicos. En efecto, también se establece en ella entre la
recuérdese que el primero distinguía sustancia y los accidentes y entre el
en el alma lo racional, lo concupisci- acto y la potencia.
ble y lo irascible. El Estagirita, por su Contra estos autores, los de ten-
parte, hablaba de un aspecto vegetati- dencia nominalista afirman una dis-
vo y otro intelectivo –que compren- tinción sólo racional entre el alma y
día la potencia apetitiva y la contem- sus facultades, como la que estable-
plativa– en toda alma humana. Los ce, por ej., Enrique de Gante. Es dis-
estoicos diferenciaron entre el princi- cutible, en cambio, la posición que,
pio hegemónico de carácter racional, al respecto, sostuvieron Buenaventu-
los sentidos, el principio espermático ra y Alejandro de Halès. Finalmen-
y el lenguaje. te, para Duns Escoto, se trata de una
Durante la Edad Media, y como distinción formal ex natura rei (véase
se desprende ya de la primera carac- distinctio).
terización de este concepto, uno de Ahora bien, las facultades no se dis-
los principales problemas discuti- tinguen solamente de la esencia del
dos en torno de las facultades fue el alma sino también entre ellas mis-
de su distinción real respecto del al- mas, según las diversas operaciones
ma. Pero se ha de advertir que, cuan- que cumplen y sus diferentes objetos
do se afirma o se niega tal distinción, formales (véase obiectum). De acuer-
se habla de la esencia del alma y la de do con este criterio, los primeros au-
las facultades. En este sentido, la lí- tores escolásticos reconocieron cinco
nea aristotélico-tomista entiende que clases de facultades: 1. vegetativa; 2.
el alma es el principio o forma sus- sensitiva; 3. apetitiva; 4. motora; 5.
tancial que da al cuerpo viviente no intelectiva. Posteriormente, se esta-
sólo el ser sino también las capacida- blecieron las siguientes subdivisiones
des de operar vitalmente. Como ta- internas: según sus funciones, la 1. vi-
les capacidades son varias, según re- da vegetativa, tiene las facultades 1.1.
gistran la experiencia vulgar y la cien- nutritiva, mediante la cual el ser vi-
tífica, es menester admitir en un mis- vo convierte el alimento en la propia
mo ser animado diversos principios sustancia corporal; 1.2. aumentativa,
de tales operaciones, es decir, diversas con la que adquiere un mayor tama-
facultades. Para dicha corriente, éstas ño; y 1.3. generadora, con la que pro-
son 1. realidades accidentales o pro- duce otro ser vivo de su misma natu-
piedades que derivan de la misma na- raleza. En la 2. vida sensitiva, se di-
fallacia 274

ferenciaron las facultades 2.1. sensi- falsitas. El concepto de falsedad se


ble, con todas las operaciones concer- funda en el de inadaequatio en cual-
nientes tanto a los sentidos externos quiera de sus formas. En efecto, supo-
como a los internos (véase sensus), y ne el de verdad, dado que es su opues-
2.2. apetitiva, en la que dividieron las to directo (véase veritas), y la verdad
operaciones propias del apetito con- es, fundamentalmente, adaequatio.
cupiscible e irascible (véase appetitus Por consiguiente, como en el caso de
2.2.1 y 2.2.2). Por último, en la 3. vi- veritas, se puede hablar de f. en el or-
da intelectiva, distinguieron la facul- den del conocimiento, en el lógico,
tad 3.1. cognoscitiva, de la que pro- en el metafísico o en el moral, es de-
vienen todos los actos propios del in- cir que algo puede ser falsum (véase)
telecto, y 3.2. apetitiva, que concier- en cualquiera de dichos planos. Con
ne a las operaciones ya no de la sensi- todo, se ha de subrayar que la Edad
bilidad, sino de la voluntad, a la que Media aplicó la noción que nos ocu-
concibieron en relación con el inte- pa particularmente o eminenter a los
lecto. Cabe añadir que tanto la facul- dos primeros órdenes, en ninguno de
tad de reflexión como la memoria in- los cuales interviene la voluntad libre
telectual, no fueron distinguidas real- o la intención deliberada de inducir
mente del intelecto. a error a otra persona. Por eso, en los
Para la particular acepción de este textos medievales la falsedad coinci-
término en el plano del lenguaje se- de muchas veces simplemente con el
gún Anselmo d’Aosta, véase usus. error (véase). Sólo al llegar al final del
Medioevo, se comienza a reservar ca-
fallacia. Se denomina “falacias” a los da vez más la voz que nos ocupa para
principios del silogismo sofístico. La aludir principalmente al engaño, re-
f. es, pues, un argumento defectuo- tomando así su etimología que la ha-
so, también llamado “paralogismo”. ce derivar de fallo.
Al respecto, Pedro Hispano escribe: Los escolásticos sostuvieron las si-
“Fallacia est idoneitas faciendi credere guientes tesis principales acerca de
de non ente quod sit ens…; vel sic: esta noción: consideraron: 1. que la
fallacia est apparentia sine existentia” f. ontológica se opone a la veritas de
(Summ. Log. VII, 3). La f. designa, en manera contradictoria sólo cuando
rigor, la apariencia de verdad, formal se toma la verdad como trascenden-
y objetiva, de lo que deriva la fuer- tal (véase transcendentale); 2. que la f.
za ilativa del sofistikós élenkos, ya de- del conocimiento se origina, en últi-
nunciado por Aristóteles (cf. El. Soph. ma instancia, en el intelecto, ya que
4-6). Se distinguieron 1. las f. dictionis los sentidos por sí mismos no enga-
o in dictione, de raíz verbal, porque ñan; en cambio, el intelecto puede
obedecen a la multivocidad o ambi- equivocarse a la hora de estimar los
güedad de los términos del discurso; datos sensibles; 3. que la f. es de su-
y 2. las f. extra dictionem que surgen yo múltiple, dados los muchos mo-
de las cosas mismas significadas en las dos de errar y los innumerables obje-
palabras. Entre ellas se cuenta la petitio tos posibles del error; 4. que la f. lógi-
principii (véase). En el transcurso de ca puede darse en las definiciones, las
la Escolástica, se acabó por identificar argumentaciones, las sentencias y los
la f. con el sophisma (véase). silogismos.
275 fatum

falsum. Dado que la noción de fal- cial de la f. durante los siglos medie-
so se opone directamente a la de ver- vales se aprecia con mayor precisión
dadero (véase verum) y, por tanto, de- indirectamente, esto es, mediante la
pende de ella, al aplicarse esta últi- gravedad atribuida a la denigración,
ma a diversos planos, lo mismo ocu- que es la detractio (véase). Cabe no-
rre con f. Por eso, se ha hablado de: 1. tar que, a medida que se aproxima el
f. simpliciter para referirse al plano del final de los siglos medievales, la fama
conocimiento, en el que es falso un reemplaza al honor como materia de
concepto o una definición que no dé envidia.
cuenta de lo que la cosa es, o bien que
fas. Antiguamente designó lo que
la conciba como existente cuando no
Dios dice, o sea, el pronunciamien-
lo es o a la inversa. 2. f. logicum, que
to divino. Por eso, se relaciona con
califica al juicio que no corresponde
la justicia divina y no con el dere-
rectamente al contenido que debe-
cho humano, para lo cual el latín re-
ría expresar, aunque esto no significa
servó el sustantivo ius. De modo que,
que para que no haya falsedad la co-
así como el ius est indica lo permitido
rrespondencia deba ser completa, por
por la ley humana, la expresión f. est
ej., las afirmaciones sobre la naturale-
señala lo permitido por la divina.
za divina no expresan sino de modo
Mediante este término, general-
extremadamente imperfecto lo que
mente antepuesto, se señala aquello
Dios es, pero eso no basta para hacer-
que es lícito hacer, en cuanto que, de
las falsas; 3. f. metafisicum, que se da
hecho, no está prohibido. De modo
en un ente que no tiene todas las pro-
similar, nefas (véase) indica lo ilícito.
piedades esenciales que su naturaleza
En el plano religioso, f. alude a la ley
exige o que tiene algo contrario a su
sagrada. Cabe aclarar que, en este úl-
esencia o idea, en este sentido, lo f. se
timo, al pertenecer al plano de lo fác-
asocia a lo deforme; 4. f. morale, que
tico, ninguno de ambos términos, ni
es la falta moral, en cuanto libre, pro-
f. ni nefas, anuncia ni “promete” una
pia de un sujeto humano cuando és-
fundamentación de lo lícito o lo pro-
te se expresa u obra conscientemen-
hibido respectivamente y en cuanto
te de una manera que no condice con
tales.
sus juicios. A este género de falsedad
corresponde la falsitas formalis (véase fatum. El término, muy antiguo, por
falsitas), cuyo acto propio se denomi- cierto, proviene del participio del ver-
na mendacium (véase). bo for cuyo sentido es el de hablar y
aun vaticinar. Así, significa lo dicho,
falsum testimonium. Cf. mendacium.
lo vaticinado. Cuando esto se pone
fama. De la raíz fa, que alude al ha- en relación con el hombre, esto es,
blar, la fama es lo que de alguien se cuando lo dicho o vaticinado es sobre
dice. Así, en la Edad Media se enten- él, se tiene el destino o hado, traduc-
dió por esta palabra, en general, la ciones frecuentes de esta voz.
opinión ajena sobre una persona. En Entre los escritores de la Patrística y
sentido positivo, es el aspecto más ex- de la Edad Media, esta palabra revis-
terno del honor, es decir, este mismo te ambivalencia. En efecto, en primer
en cuanto divulgado y admitido por lugar, tiene el significado que le atri-
los demás. Por eso, la importancia so- buyeron los antiguos: se refiere a la
felapton 276

posición de los astros en el momen- do de que si es verdadero que Dios ha


to de la concepción o del nacimien- previsto tal cosa, ello sucederá (cf. S.
to de alguien, posición que supues- Th. I, q. 116, aa. 1 a 4).
tamente determina el destino indivi-
felapton. Voz que, escrita a veces sin
dual de ese alguien. Los autores cris-
la consonante final, en la lógica me-
tianos combatieron la noción de tal
dieval designa, con función mnemo-
determinismo astral, en la medida en
técnica, un modo de silogismo (véase
que contradecía, especialmente, la li-
syllogismus). En efecto, se ha de recor-
bre responsabilidad humana, además
dar que, por convención, las vocales
de cuestionar la omnipotencia divina.
que la componen, e, a, o (véanse), in-
Así, por ej., Agustín ataca esta acep-
dican la proposición universal negati-
ción de f. en De civ. Dei, V. 9, entre
va, la universal afirmativa, y la parti-
otros lugares de su obra.
cular negativa, respectivamente. Así,
Un segundo significado, es el que
el silogismo f. es aquel cuyas premisas
plantea Boecio al definir el término
y conclusión están dadas por dichos
que nos ocupa como la disposición
tipos de proposición, en el orden
inherente a las cosas contingentes o
mencionado. El ejemplo que propo-
variables, por la que la Providencia
ne Pedro Hispano sobre él es: “nin-
divina las coordina en determinado
gún hombre es piedra”, “todo hom-
orden. (cf. De cons. IV, 6). Esta acep-
bre es animal”, “luego, algún animal
ción fue retomada y elaborada en la
no es piedra”, con la conversión per-
Escolástica, particularmente, por To-
tinente (véase conversio 5). Ello se lee
más de Aquino, quien define el ha-
en Summ. Log. 4, 14.
do como la ordenación de las causas
segundas a los efectos previstos por felicitas. En general, se considera la
Dios. felicidad la posesión del bien como
Ahora bien, habida cuenta de que fin último del hombre. El hecho de
la historia misma de este concepto es estar vinculado este concepto con te-
polémica, en cuanto que, en su trans- mas filosóficos tan fundamentales co-
curso, se opuso la noción pagana de mo la consideración acerca del bien
hado a la omnipotencia y providencia y el destino humano justifica la di-
del Dios cristiano, el Aquinate pro- versidad de posiciones que se sostu-
pone una distinción entre f. y provi- vieron al respecto. Según una prime-
dencia divina, adoptando el criterio ra concepción, la felicidad se relacio-
de diferentes perspectivas. Según di- na tanto con la fortuna como con la
cha distinción, el f. es la ordenación satisfacción de los deseos. Esta no-
misma que, de hecho, se da en este ción es muy propia de la Antigüedad.
mundo entre las causas intermedias a Pero dos grandes corrientes de pen-
sus efectos. En cambio, se lo denomi- samiento se generaron al respecto: la
na “Providencia”, cuando se conside- de los estoicos, que intentaron preser-
ra dicha ordenación según está prede- varse de los avatares de la fortuna y
terminada en Dios y no dada en las cancelar el deseo, y la que se confir-
cosas. Por ello, en cuanto que se fun- ma en Aristóteles. En efecto, para el
da en causas contingentes, el f. es alte- Estagirita, la f. consiste en la posesión
rable; por el contrario, en cuanto Pro- de aquellos bienes que provienen de
videncia divina, no lo es, en el senti- la fortuna, como la riqueza, la salud,
277 fictio

la belleza, etc., posesión que redunda festino. Palabra de uso mnemotécni-


en gozo (cf. Ret. I, 5, 17). No obstan- co referida a un modo de silogismo
te, es típico del pensamiento aristoté- (véase syllogismus). Se ha de recordar
lico, poner la felicidad en la contem- que la serie de vocales que la com-
plación de la verdad. ponen e, i, o, señalan por conven-
Al llegar al período patrístico, ción la proposición universal negati-
Agustín de Hipona, que primero se va, la particular afirmativa, y la par-
aproxima a la posición de los estoi- ticular negativa, respectivamente. De
cos (cf. De beata vita, passim), termi- esta manera, el silogismo f. está cons-
na por juzgar que el rechazo de las in- tituido, en su primera premisa, en la
clinaciones y afecciones violenta la segunda y en la conclusión, por la se-
naturaleza humana (cf. De mor. Eccl. rie de proposiciones mencionadas, en
24; De doctr. christ. I, 4). Más aún, ese orden. Ejemplo de silogismo f. es:
la felicidad se convierte, en el pensa- “ninguna piedra es animal”, “algún
miento del Hiponense, en el eje mis- hombre es animal”, “luego, algún
mo de la actividad moral. Pero, pre- hombre no es piedra”, como el pro-
cisamente por eso, ella ha de encon- puesto por Pedro Hispano en Summ.
trar su justificación en el bien supre- Log. 4, 11.
mo; de ahí la definición agustiniana:
fictio. Originalmente, esta voz pre-
es gaudium de veritate (cf. Conf. XI,
senta varias acepciones: 1. creación
19-23), entendiendo por ella la suma
o composición, por ej., la de una voz
Verdad, es decir, Dios. A partir de es-
onomatopéyica; 2. en la misma lí-
ta distinción entre el goce de los bie-
nea de la acepción anterior, la f. pue-
nes transitorios y la tensión hacia el
de indicar también determinadas ar-
gozo de un Bien infinito y eterno, se
tes o disciplinas, que no sólo imitan
reservó el nombre de f. para el prime-
la naturaleza sino que además aña-
ro; con ello, la voz f. recuperó de al-
den a ella una creación a la que se de-
guna manera su sentido etimológico,
nomina precisamente con este térmi-
ya que proviene de la raíz fe- que ha-
no; 3. ficción, como cuando se simu-
ce alusión a la fecundidad y prospe-
la no querer lo que se quiere, 4. supo-
ridad. En cambio, los autores medie-
sición o hipótesis, ya que en ellas se
vales usaron el nombre de beatitudo
finge momentáneamente asumir co-
(véase) para el goce del segundo bien
mo verdadero aquello que no consta
mencionado, en el que centraron su
que lo sea; 5. fraude, mentira o hipo-
atención. Con todo, este último, jun-
cresía. Todas estas acepciones se con-
to con el término correspondiente,
tinuaron en la Edad Media, en la que
beatitudo, fue invadiendo el campo
se añadieron los siguientes matices: se
semántico de la voz que nos ocupa, de
reservó para la voz que nos ocupa el
manera que, a medida que avanza la
significado de la acción y no del efec-
Edad Media, es cada vez menos usada.
to, para el que se prefirió fictum (véa-
Por su parte, Tomás de Aquino, si-
se). Por último, se fue reemplazando
guiendo a Aristóteles, subraya el ca-
la quinta acepción de f. menciona-
rácter intelectual de la felicidad, de-
da al comienzo por mendacium (véa-
finiéndola como bonum perfectum
se). No se ha de confundir con effictio
intellectualis naturae (cf. S. Th. I, q.
(véase) que tiene un matiz diferente y
26, a. 1).
un uso más acotado.
fictivus 278

fictivus. Este adjetivo calificó en la en la terminología estrictamente filo-


Edad Media una disciplina o ars –la sófica, puede decirse que la f. consis-
poesía, por ej.–, un género y, a veces, te en una adhesión a lo que se consi-
un estilo, en el que se iba más allá de dera supremo o a lo absoluto sin más.
la imitación o descripción de la natu- En la tradición griega antigua encon-
raleza o de la indagación racional de tramos esta noción relacionada con la
la realidad, creando figuras imagina- experiencia ética de la gran poesía trá-
rias. Éstas, como sucede en la fabula gica; así, Esquilo exige fidelidad a la
(véase), eran propuestas para remitir justicia (cf. Agam. 450-60). También
a una verdad que se intentaba postu- en el Sócrates platónico hay un con-
lar en otra clave que la demostrativa. tinuo apelar al valor esencial de la ad-
Dante, en la Epístola a Can Grande hesión del alma a la verdad. Ésta es la
della Scala, que muchas veces se le ha vocación a la que Dios llama y a que
atribuido, al dar cuenta del carácter Sócrates intenta permanecer fiel has-
de la Divina Commedia, incluye es- ta su muerte, según el testimonio de
te término para indicar algunos as- Platón (cf. Apol. 17, 28e-29d).
pectos estilísticos del Poema. De he- Pero el concepto de f. adquiere ma-
cho, por ej., la inclusión del persona- yor relieve en el plano religioso. Y
je de Minós al comienzo del canto V aquí conviene recordar precisamen-
del Inferno forma parte de lo que ella te que es el abstracto de fidelis (fiel)
tiene de f. que, a su vez, deriva de fides (fe). Así,
lo que exige fidelidad es la fe que se
fictum. Se ha denominado así, en ge- ha profesado en el Dios revelado co-
neral, el efecto de la fictio (véase). En mo absoluto y verdadero. Por ello, en
particular, esta palabra asume un sen- el Antiguo Testamento, los Profetas
tido particular en la gnoseología de especialmente insisten en la necesi-
Ockham, al referirse éste a su concep- dad de mantener una adhesión per-
ción de obiectum (véase). De hecho, manente a la palabra divina, es decir,
Ockham llama f. la representación a la revelación, que constituye el fun-
mental de una cosa que existe o pue- damento vital y el principio de uni-
de existir, y reserva la voz figmentum dad del pueblo elegido.
(véase) para la representación mental Con el Cristianismo, este concepto
de una cosa imposible, como la qui- se precisa aún más, ya que se relacio-
mera (cf. In I Sent. d. 2, q. 8). na explícitamente con la idea central
fidelis. Además del obvio sentido de de la fides, al punto de representar, en
señalar como adjetivo a quien guar- cierto sentido, la práctica misma de
da fidelitas (véase), en términos filoló- la fe, o sea, su hacerse activa en un
gicos y paleográficos califica el códice comportamiento constante, continuo
no corrupto (véase emendatus). y veraz. Con todo, no se ha de olvidar
que, en este contexto, la f. queda ínti-
fidelitas. El sentido inmediato de la mamente ligada a la idea de vocación
noción de fidelidad reviste una signi- o de llamada por parte de Dios.
ficación típicamente ética, ligada a la Con la laicización de la época mo-
idea de fe y, sobre todo, a la coheren- derna, si bien permanece la nota fun-
cia o continuidad que se mantenga damental de adhesión a lo supremo
respecto de ella. Si bien este concep- desde el punto de vista ético, se es-
to no está determinado con precisión
279 fides

fuma gradualmente ese sentido de la teza en lo que respecta a la visión de


vocación sobrenatural que la noción la vida y del destino humano, y por
de f. reviste durante la Edad Media. esta razón, ningún pensador de la Pa-
trística, ni tampoco de la Escolástica,
fides. Esta voz, que se traduce como se refiere a este concepto como a una
“fe”, compromete tanto al sujeto co- forma gnoseológica imperfecta, senti-
mo al objeto de dicha fe. Vista des- do que sólo se retomará en plena mo-
de el primero, muy en general, la fe dernidad, especialmente con Locke.
se relaciona con el consentimiento, el Para Buenaventura, la firmeza de
asentimiento, y la adhesión, ya que la la fe, que consiste en creer lo arduo
palabra f. está ligada tanto a la creen- y difícil, descansa sobre cuatro pila-
cia como, aunque de manera deriva- res: la palabra de los profetas confir-
da, a la confianza (véase fiducia). De mada por los apóstoles, la autoridad
hecho, su primer sentido apunta al de la Iglesia, la tradición patrística, el
crédito o credibilidad que despierta el consejo de la razón. Además, entien-
objeto de la f., lo cual señala cierta de- de la f. no sólo como fundamento de
pendencia por parte de aquel que de- la virtud sino también de la sabiduría
posita o pone su fe, esto es, de aquel y aun de la ciencia; es, pues, en este
que f. habet alicui; de ahí que, en este sentido específico que, desde el pun-
orden, la noción que nos ocupa esté to de vista bonaventuriano, razón y
estrechamente vinculada con la con- fe no pueden contradecirse (cf. Coll.
fianza del credere (véase). in Hexaem. XIV, 9; IX, 21-26; I, 33).
Como se sabe, en Platón, el corres- Por su parte, Tomás de Aquino, si-
pondiente término griego, pístis, ya guiendo a San Pablo (cf. Hebr. 11, 1),
sea en su forma sustantiva como en la sostiene que la f., en tanto virtud teo-
verbal, se encuentra en el plano gno- logal, es un hábito intelectual por me-
seológico e indica el consentimien- dio del cual la vida eterna comienza
to dado a la aprehensión de la reali- en nosotros, en tanto que hace posible
dad cambiante propia de lo sensible. que el intelecto dé su asentimiento a
Es, pues, inferior al verdadero saber cosas que no son manifiestas para él.
que concierne a la certeza posterior; De este modo, aunque su fuente pri-
así, esta noción conserva su carácter mera no sea el intelecto sino la revela-
de conocimiento no justificado racio- ción, la fe es una forma de evidentia,
nalmente. y se distingue de la opinión o de la
Con el Cristianismo cambia el pe- sospecha, en las que falta precisamen-
so semántico de la f. sobre la base de te la adhesión firme del entendimien-
las fuentes bíblicas. En efecto, en ellas to. La voluntad es movida a este asen-
adquiere carácter absoluto, en primer timiento por el acto intelectual en-
lugar, por su objeto, es decir, en cuan- gendrado por la fe (cf. S. Th. II-II, q.
to implica adhesión a un valor supre- 4, aa.1 y 2). Pero, aun cuando sin tal
mo; en segundo término, porque ese adhesión o asentimiento la fe es im-
valor es, al mismo tiempo, un funda- posible, no se trata de algo meramen-
mento –o sea, Dios– que es tenido te “subjetivo”, en el sentido contem-
por superior a cualquier otro. Ahora poráneo de la palabra.
bien, especialmente, durante los pri- Sobre esta concepción se han he-
meros siglos cristianos, la f. es consi- cho dos distinciones principales: 1. la
derada como suprema forma de cer-
fides quaerens intellectum 280

que diferencia entre f. implicita y f. tos entre ambas, opta por dar priori-
explicita. La primera es la fe en una dad a la fe y cancelar la razón como
verdad que está contenida en otra uno de los términos de la oposición,
que sí es objeto de la fe explícita, de como se da, por ej., Tertuliano; 4.2.
tal manera que la creencia formal en el de la que, percibiendo igualmen-
la segunda verdad implica aceptar la te el conflicto, intenta diluir la fe en
primera. Se trata, pues, de una rela- beneficio de la razón, actitud que se
ción de implicación y no de menor podría ejemplificar en Berengario de
o mayor realidad. Esta última con- Tours; 4.3. el de quienes, como algu-
cierne más a la otra distinción que nos aristotélicos extremos de los úl-
es 2. la que discierne entre f. confu- timos siglos medievales, los denomi-
sa y f. distincta. La fe confusa es la nados “averroístas latinos”, se atienen
del simple creyente que vive los con- a la así llamada “doctrina de la do-
tenidos o datos de fe, sin que le sea ble verdad”, que consiste en consi-
necesario pasar a la formulación inte- derar los dos ámbitos como compar-
lectual y rigurosa de los mismos. En timientos estancos, de manera que
cambio, la fe distinta es la propia del lo que se asume como verdadero en
docto, que aspira a un conocimiento uno de ellos puede no considerarse
que contribuya a precisar aquello en tal en el otro; 4.4. el de los que con-
lo que cree. Otra distinción frecuen- sideran la fe como supuesto de la ra-
te es 3. la que media entre f. infusa y zón, posición que siguen –ciertamen-
f. acquista. La fe infusa es una dispo- te con diferencias de matiz– Agustín
sición natural que inclina a creer en de Hipona y Anselmo d’Aosta (véase
los artículos de fe sin que medien ni credo ut intelligam y fides quaerens
la experiencia ni la razón; la segunda, intellectum); 4.5. el de quienes dis-
en cambio, es múltiple y específica- tinguen prolijamente entre ambos
mente distinta porque corresponde a campos y determinan los alcances y
cada artículo de fe; así, se es cristiano economía propios de cada uno para
por fe infusa, y se cree, por ej., en la detectar su compatibilidad, criterio
transustanciación por fe acquista. ejemplificado en Tomás de Aquino.
Párrafo aparte merece, dentro de
fides quaerens intellectum. “La fe
este tema, un leitmotiv del pensa-
en busca de la intelección o com-
miento medieval. En efecto, uno de
prensión” es una expresión acuña-
los temas capitales de las especulacio-
da por Anselmo d’Aosta o de Can-
nes filosóficas en la Edad Media fue
terbury, quien la utiliza como sub-
el de 4. la relación entre la f. y la ra-
título de su Proslogion (cf. Proemio,
tio, que se traduce, en último térmi-
in fine). En ella, recoge el principio
no, en la relación entre theologia y
agustiniano del “creo para entender”
philosophia (véanse). Al respecto, se
(véase credo ut intelligam), percibien-
podría decir que cada autor de los
do en él fundamentalmente la rela-
períodos patrístico y medieval pre-
ción fe-razón. El interés de Ansel-
senta una posición propia. Con todo,
mo por dicha relación queda histó-
y en pro de la síntesis, dichas posicio-
ricamente justificado por el hecho de
nes podrían esquematizarse en cinco
que él representa el máximo esfuerzo
grandes grupos: 4.1. el de la posición
del siglo XI en pro de la conciliación
que, subrayando los posibles conflic-
de la fe con la dialéctica. De ahí que
281 fieri

la haya considerado el principio capi- fiducia. La confianza se define como


tal por el que debe regirse toda espe- el crédito otorgado a algo o a alguien
culación filosófica. De esta manera, que puede ser uno mismo u otra per-
en Anselmo, como en Agustín de Hi- sona, crédito que obedece ya sea a un
pona, la fe se constituye en supuesto comportamiento, ya a las palabras.
de la razón. Con todo, parecería que Se la ha concebido entre los escolás-
en el caso de Anselmo hubiera, a di- ticos en un lugar intermedio entre las
ferencia de lo que ocurre con el Hi- virtudes teologales de la fe y la espe-
ponense, una cierta insistencia en el ranza pero, a la vez, en un segundo
intellectum, es decir, en la formula- plano, ya que no constituye una vir-
ción y elaboración intelectual de los tud por sí misma como las mencio-
datos revelados. Tal énfasis probable- nadas, sino que, de algún modo, de-
mente obedezca a razones polémicas, riva de ellas o incide en ellas. En efec-
o sea, al enfrentamiento del mencio- to, por una parte, el nombre mismo
nado autor con la posición irreducti- de f. la vincula con la fe, de la que
ble o negadora de la razón de los an- es propio, precisamente, creer en al-
tidialécticos de su tiempo. Otra di- go y/o alguien. Por otra, también es
ferencia entre ambos, en lo que to- confianza la esperanza que se conci-
ca a sus respectivos principios, radi- be por la consideración de algo; más
ca en que el credo ut intelligam agus- aún, la f. implica cierta firmeza en la
tiniano es supuesto de una razón que esperanza, con lo que se opone al te-
busca comprender la realidad, tanto mor. Ahora bien, algunos escolásti-
la de las cosas, como la de Dios y la cos han considerado que, en cuan-
del alma; la f. q. i. anselmiana busca to que la confianza consiste en la es-
sobre todo comprender sus propios peranza robustecida con una opi-
contenidos; de esta manera, en los nión firme sobre grandes bienes, for-
dos autores, la fe siempre atraviesa el ma parte de la magnanimidad (véase
entendimiento, sólo que, en el caso magnanimitas) y, por eso, de la forta-
de Agustín, lo hace de modo transi- leza (cf. Tomás de Aquino, S. Th. II-II,
tivo; en el de Anselmo, de modo re- q. 129, a. 6). Véase también securitas.
flexivo, en la medida en que se vuel-
fieri. Verbo que se suele traducir por
ve sobre sí misma. La f. ha de buscar,
“darse” o “producirse”. En la literatu-
pues, constantemente su autocom-
ra filosófica de la Edad Media, es fre-
prensión. Pero, si bien Dios permi-
cuente encontrarlo en las siguientes
te a quien la posee la visión intelec-
expresiones: 1. f. contingenter, darse
tual que conduce de ella a su conoci-
de manera contingente, se aplica a lo
miento, no es menos cierto que para
que tuvo lugar pero podía no haber-
Anselmo sólo por la fe el saber puede
lo tenido; así, por ej., el fuego calien-
convertirse en plena evidencia y ver-
ta la madera, puesto que se puede im-
dad. Por eso, confiesa su convicción
pedir que lo haga; o bien el hombre
de que no comprendería si no creye-
puede producir una acción o puede
ra: “Neque enim quaero intelligere, ut
no producirla, aun cuando se den to-
credam, sed credo, ut intelligam. Nam
das las circunstancias para ello. 2. f. ex
et hoc credo, quia nisi credidero, non
aliquo, término que señala que algo
intelligam” (Proslogion I, in fine).
se produce a partir de otra cosa, por
ej., el compuesto que resulta de mate-
figmentum 282

ria y forma. 3. f. raro es expresión que ta acepción la emplea, por ej., Alain
se usa para indicar que algo se da rara de Lille en el Anticl. III, 226. Técni-
vez, pero no porque, de hecho, no se camente, se la ha definido como ipsa
produce con frecuencia, sino porque corporis circunscriptio. Aun cuando
es infrecuente que su causa lo pro- son innumerables los modos en que
duzca; así, por ej., no se puede decir puede terminar una extensión corpó-
que un eclipse f. raro, puesto que, da- rea –y, por ende, innumerables las fi-
da la causa, siempre tiene lugar. Por guras posibles–, se ha hecho la distin-
eso, esta última expresión se vincula ción básica en rotundam y angulatam.
con la noción de fortuna (véase). La f. se constituye, pues, en una cua-
lidad de la extensión. En cambio, y
figmentum. En general, se llamó así siempre en este orden, se entiende
al ente de razón, es decir, al que no por “forma” la imagen o species exter-
tiene ni existencia real ni fundamento na del cuerpo que resulta de la dis-
en la naturaleza, y, sin embargo, res- posición de sus partes. Justamente,
ponde a ésta en cierto modo, por así cuando tal disposición es armoniosa,
decir, proporcionado. Son figmenta, se tiene formositas (véase, in principio).
por ej., el centauro o la sirena. Gui- Para mostrar la polivalencia del tér-
llermo de Ockham da una caracteri- mino según los diversos órdenes en
zación más acotada de esta voz (véa- los que esté inserto, remitiremos a la
se fictum). mención que se hace de este término
figura. Escolásticamente, la palabra en el ya citado Anticlaudianus II, 85.
“figura” se ha usado, básicamente, en En 3. el plano de la retórica, indica,
tres órdenes: 1. el lógico, 2. el geomé- en general, un recurso expresivo que
trico y físico, y 3. el retórico, parti- puede ser, por ej., una comparación.
cularmente, en sentido alegórico. En En este plano, el valor más importan-
1. el plano lógico, f. es la ordenación te del vocablo que nos ocupa está da-
de los tres términos de un silogis- do en la Edad Media por la alegoría
mo, según se ubiquen en el sujeto o como figura literaria, especialmen-
en el predicado de las premisas (véase te aplicada a la Escritura. Esto revis-
syllogismus 1). te una gran importancia en la exége-
Por su parte, Guillermo de Ockham sis bíblica. En tal contexto, f. alude al
se refiere a la f. dictionis como una símbolo que, en cuanto signo remi-
falacia o paralogismo (véase falla- te a otro significado que se conside-
cia 1.) ocasionado no sólo por la di- ra el que realmente importa captar.
versidad de términos y la diversidad Lo mismo vale para el relato que, en
de las cosas que ellos significan, sino su literalidad, habla, no obstante, de
también por la diversidad de sus modi otra cosa. En este sentido, los escolás-
significandi (véase modisti, in fine) y ticos han subrayado la ambigüedad
aun de sus accidentes gramaticales de la f. que oculta y, a la vez, revela.
(cf. Summa Totius Log. III, 4, 10). Por eso, llamaron “figurans” a la pri-
En 2. el plano geométrico y físico, mera función, y figuratum al signifi-
f. alude a lo que hoy entendemos por cado al que la f. remite. Más aún, sos-
tal en ese orden, o sea, los límites de tuvieron, como lo hace Tomás, que la
la extensión de un cuerpo, que lo ha- primera constituye una occultatio útil
cen cuadrado, circular, etc. Con es- en la Escritura, mientras que de lo fi-
283 finis

guratum se aprehende la ratio de la fi- carácter de fin que se ha de alcanzar,


gura alegórica (cf., por ej., S. Th. I, mueve a una acción. Así, por ej., la
q. 1, a. 9, ad 2; I-II, q. 102, a. 3 c). bondad de Dios, en cuanto que el go-
Sobre bases agustinianas, Buenaven- ce de ella constituye la felicidad hu-
tura, por ej., al referirse a la exégesis, mana, es f. o razón que motiva la rea-
llama a la Escritura “tierra”, precisa- lización de acciones justas y buenas,
mente porque contiene figuras que las cuales se llevan a cabo para acce-
germinan en múltiples modos y pro- der a dicha felicidad. Su diferencia
ducen brotes en el alma, es decir que con el término finis (véase), radica en
dan lugar a diversas interpretaciones, que la palabra que nos ocupa suele re-
las cuales edifican espiritualmente (cf. servarse para aludir al fin que cons-
Coll. in Hexaem. XIV, 2). cientemente motiva al hombre en sus
acciones, es decir, a la finalidad que lo
figuraliter. Vinculado con uno de los guía en ellas. En cambio, la extensión
sentidos de figura (véase figura 3., in de finis es mucho más amplia, ya que,
fine), este adverbio suele traducir el en cuanto término metafísico, atra-
término griego typos. Así, se señala viesa a todo ente real.
con él un modo discursivo según el
cual algo se esboza previamente, esto finis. El fin es el objeto al que se dirige
es, se presenta a través de una figura una acción y, en consecuencia, el mo-
o ejemplo, para proceder luego a una tivo por el que se hace algo. De esta
explicación o descripción detallada. manera, se lo consideró, a la vez, el tér-
mino de la actividad del ente y su pri-
figuratio. Sobre la base común de mer principio, en tanto que es lo que
una de las acepciones de figura (véa- mueve a actuar. Por eso, el fin siem-
se figura 3.), significa, en general, “re- pre hace referencia al bien ontológi-
presentación”; más en particular, alu- camente considerado (véase bonum),
de al valor simbólico de un gesto cor- es decir, al bien propio de ese ente.
poral. Así, por ej., Hugo de San Víc- Correlativamente, bien es lo que to-
tor, escribe que el gesto es una f. que, dos apetecen como fin. El último fin
a través de los miembros del cuer- es, entonces, el primero de todos los
po, señala la modalidad de las accio- objetos deseables y aquello en lo que
nes y de las intenciones (cf. De inst. el que desea encuentra su reposo. En
nov. XII). Como es obvio, la f. pasó a sentido ya no metafísico, sino antro-
cobrar dimensión estética –que legi- pológico y moral, se llama f. a todo
tima los estudios sobre la gestualidad bien cuya adquisición determina la
medieval como índice de su cultura– voluntad a actuar, aunque muchas
y aún pedagógica. De hecho, el mis- veces, sobre todo, a fines de la Edad
mo Hugo continúa el texto recién ci- Media, se ha optado por la palabra
tado diciendo que la f. constituye un finalizatio para referirse a este caso.
espectáculo a los ojos de Dios y pue- La noción que nos ocupa, jun-
de suscitar en los demás admiración y to con la de intentio (véase), ha sido
placer, o bien escándalo. una de las más ricas y fundamentales
finaliter. Cf. efficienter. en el pensamiento medieval, especial-
mente el escolástico, a la vez que ex-
finalizatio. Los escolásticos deno- plica el dinamismo y la organicidad
minaron así aquella ratio que, por su que lo caracterizan; de ahí que haya
finis 284

sido muy prolija la elaboración de es- externo, es la habitación de las mis-


te tema, de lo que resulta una exhaus- mas. 3.2. f. operantis: es el que se pro-
tiva clasificación de los fines. pone deliberadamente el agente para
Con un propósito meramente di- sí en el ejercicio de la acción, como
dáctico, intentaremos sugerir algunos el que se da cuando alguien se dispo-
criterios desde los que la clasificación ne a aprender un oficio en virtud de
puede ser mejor asimilada, aunque la utilidad que le reportará el mismo;
tales criterios no hayan sido explícita- 4. con arreglo a la ordenación de los
mente mencionados por los mismos fines entre sí, éstos pueden clasificar-
autores medievales: 1. según la fuerza se en: 4.1. f. proximus: es el fin que
de atracción teleológica, los fines fue- se quiere para conseguir, mediante él,
ron divididos en 1.1. essentialis, o sea, otros fines; así, generalmente, cons-
esencial o primario: aquel fin al que el tituye el objetivo inmediato y pro-
agente tiende principalmente, y 1.2. pio de la acción que se está realizan-
accidentalis, esto es, accidental o se- do; si, por ejemplo, Pedro estudia Fi-
cundario: es el fin que meramente in- siología, lo hace para aprobar un exa-
vita a actuar, pero que no mueve a la men de Medicina: éste es su fin próxi-
acción por sí solo, sino en cuanto vin- mo; 4.2. f. remotus: es aquel al que es-
culado con el primario; 2. según los tá encaminada esa acción con su fin
factores que intervienen en la acción, propio, junto con otras, para obtener
los fines se clasifican en 2.1. f. qui: es algo más lejano; para proseguir con el
el bien que se quiere conseguir, co- ejemplo anterior, ejercer la Medici-
mo la salud deseada por el enfermo; na. Como los fines remotos también
también se lo denomina “externo” y están ordenados entre sí, al más leja-
“objetivo”; 2.2. f. cui: es el sujeto pa- no de ellos suele denominárselo 4.3.
ra el que se procura el bien, como, si- ultimus secundum quid, o sea, último
guiendo el ejemplo anterior, el enfer- relativamente a una serie de fines; por
mo en cuanto persona; 2.3. f. quo: es ej., el fin último relativo de Pedro se-
la misma consecución actual del bien; ría procurar la salud como bien pro-
en el caso mencionado, la curación pio del médico en cuanto tal. Pero es-
efectiva; por eso, se lo ha llamado “in- ta clase de fin debe distinguirse del
terno” o “formal”; 3. según el interés llamado 4.4. finis ultimus sin más, o
que reviste la acción o que tenga el acotando, simpliciter o absolute, que
agente; se ha distinguido entre 3.1. es absolutamente último, en cuanto
f. operis: es el inherente a la esencia constituye el fin propio de una natu-
misma del acto que se cumple, o sea, raleza; así, en el hombre, la obtención
aquel al que está ordenada la acción de la felicidad. Este tipo de fin no so-
o el hábito por su misma naturaleza; lamente no está subordinado a otros,
así, el fin de la lógica es la rectitud de sino que exige que los demás le es-
las operaciones mentales. Esta clase tén subordinados: todas las acciones
de fin se subdivide en 3.1.1. internus de Pedro, aún las llevadas a cabo para
o 3.1.2. externus, según constituya la convertirse en médico, las hace por-
perfección interna o externa de aque- que, en última instancia, lo hará fe-
llo a lo cual se dirige la acción por su liz ejercer la Medicina. Pero hay aún
naturaleza: el fin interno de la Arqui- otra instancia, en virtud de la cual se
tectura es la construcción de casas; el insinúa el último criterio de clasifica-
285 firmamentum

ción, que se relaciona con 5. las capa- f. es aquello que tiene el mínimo gra-
cidades operativas del agente. En este do de ser (cf. En. VI, 4, 14; V, 5, 11).
sentido de habla de: 5.1. f. naturalis: Posteriormente, esta desvalorización
es aquel que una naturaleza puede se tornó el punto de partida de un iti-
conseguir con sus solas fuerzas, como nerario de retorno a lo infinito y, por
en el ejemplo citado; y 5.2. f. super- ende, de un camino de salvación. Es-
naturalis, que se menciona en el cam- te camino, si bien metafísico, asumió
po teológico, porque es aquel que no una formulación religiosa con el ad-
puede alcanzar la criatura por sí mis- venimiento del Cristianismo.
ma, sino que exige la gracia, por ej., la En el marco del pensamiento cris-
visión intuitiva de Dios. tiano, se desarrolla el concepto de lo
f. como criatura de Dios, aun sin re-
finitum. En el plano lógico, esta voz currir específicamente al plano de la
se traduce por “definido”; en el me- fe. En esta línea, que va desde Agus-
tafísico, por “finito”. 1. En el primer tín a Tomás, y que se extiende has-
sentido, alude a los términos –sustan- ta mucho después de Pascal, la espe-
tivos, adjetivos sustantivados y ver- culación sobre el tema gira en torno
bos– tal como ellos aparecen normal- de la determinación de la estructura
mente, sin estar precedidos de “non”. y posición de lo creado, afirmándose
Así, se opone a lo dicho en infinitum constantemente su pobreza ontológi-
1 (véase). Al contrario de lo que ocu- ca pero, a la vez, su excelencia por ser
rre con los términos indefinidos, los obra del Ser mismo.
definidos en cuanto tales no ofrecen En esta última línea, el pensamien-
problemas lógicos. to medieval ha elaborado el tema de
2. Más se ha trabajado sobre el se- los bienes finitos. Así, por ej., para
gundo sentido de f. Por oposición a Ockham, un bien f. es un bien que la
lo infinito (véase infinitum 2), es de- voluntad puede amar perfectamente,
cir, a lo ilimitado, lo finito designa, pero sin encontrar en él su comple-
en general, lo que tiene algún tipo de to reposo. A la vez, la voluntad puede
límite. amar a Dios sin estar plenamente sa-
Conviene recordar que, en la Anti- tisfecha, dado que puede aún amar lo
güedad, fue muy vivo entre los filóso- creado. De esta manera, Ockham no
fos griegos el sentido de cuanto tie- considera posible probar, por este ca-
ne exactitud de medida, forma o lí- mino de causa final, que Dios es infi-
mite. Por eso, concebían lo f. como nito (cf. Quodl. VII, q. 14).
algo perfecto y, correlativamente, ad-
judicaban imperfección a lo infinito. firmamentum. La etimología que
Así, para Platón, las ideas son límite, tanto los autores del período patrís-
considerando cada una como “medi- tico como del escolástico atribuye-
da respecto de medida” (cf. Fil. 24- ron a la palabra “firmamento” la ha-
25a). Aristóteles, por su parte, enseña ce derivar de firmis y esto fue cru-
que el límite se predica de toda sus- cial en las consideraciones sobre el
tancia, porque es lo que la determi- tema. En efecto, algunos, como Ba-
na y la hace definible (cf. Met. IV, 17, silio, entienden este último término
1022a 4-13). en el sentido de denso y sólido (cf.
La concepción originaria se revier- In Hexaem. 3); así, conciben el f. co-
te en Plotino. En efecto, para éste, lo mo aquella parte del aire en que se
flatus vocis 286

condensan las nubes. Otros lo defi- en el Heptaplus de Pico della Miran-


nen como el cielo de las estrellas fijas dola.
–esto es, firmes– y, siguiendo los co-
flatus vocis. Significa emisión de la
mentarios del siglo XII al Timeo pla-
voz. El término alude, pues, a un me-
tónico, creyeron que éstas estaban
ro hecho sensible, fónico, a un soni-
constituidas por el elemento fuego.
do. En la Edad Media aparece en el
Esta segunda opinión fue la históri-
contexto de la polémica de los uni-
camente predominante.
versales (véase universale 3.2). En ge-
En la exégesis bíblica, el f. suele en-
neral, es una expresión que, precisa-
tenderse como figura de la visión de
mente por no hacer referencia a nin-
la fe. Así aparece, por ej., en Agustín
gún significado, subraya la vacuidad
de Hipona (Conf. XIII, 18, 22). Por
del puro sonido con independencia
su parte, Buenaventura anota que,
de aquél.
entendido literalmente, el firmamen-
to es sublime en cuanto al lugar, esta- florilegium. Equivalente latino de
ble en cuanto a la forma, y hermoso “antología”, que es voz de origen
en cuanto a la claridad. Y añade que, griego, el f. conlleva la idea de selec-
paralelamente, la fe hace sublime al ción, por ej., temática, pero, al tomar
alma, al hacerle trascender la razón; el nombre de las flores mismas (flos,
la hace estable, al alejar de ella la va- flor; legere, reunir o recoger), añade
cilación; la hace hermosa, al mostrar la idea de una elección que intenta
multiforme (véase) claridad (cf. Coll. recoger sólo lo mejor. De hecho, se
in Hexaem. VIII, 2). aplica el término a pasajes –que pue-
En cuanto a la ubicación o jerar- den estar constituidos por una sola
quía del f. en la concepción medie- proposición o por todo un párrafo–
val, se ha de tener en cuenta la distin- de un escrito mucho más extenso. En
ción de los cielos. En efecto, el pri- la Edad Media, fueron relativamen-
mero es el empireum (véase orbis), te frecuentes los florilegia de las obras
puramente luminoso; el segundo, el aristotélicas o de los Padres de la Igle-
cielo cristalino, totalmente diáfano; sia. Ejemplo paradigmático es el de
el tercero, el cielo sidereum o sidéreo Thomas Hibernicus o Tomás de Ir-
que se divide en ocho esferas: la de landa: el título de su principal escri-
las estrellas fijas, es decir, el f., y los to es, en efecto, el Manipulus florum,
siete cielos u órbitas de los planetas literalmente, “manojo de flores”. Se
(véase sidus). trata una compilación de unos 6000
Otro aspecto del tema que ha si- extractos de escritos patrísticos y de
do muy frecuentado en la Edad Me- autores clásicos.
dia es el de la creación del f. en el se-
gundo día según el Génesis, como se fluxus. Palabra que aparece con cier-
advierte en los innumerables comen- ta frecuencia en los textos nominalis-
tarios In Hexaemeron. Al respecto, se tas sobre la Física. No indica una rea-
ha discutido si fue obra del segundo lidad distinta de la cosa que pasa de
día según su sustancia o según su for- manera continua del ser al no ser o a
ma. En otros términos, mucho más la inversa. Significa solamente que la
alegóricos, estos comentarios se pro- cosa que fluye adquiere y pierde al-
longan en el Renacimiento, por ej., go de modo continuo. Así se expresa
287 forma

Guillermo de Ockham en Summulae mero en hebreo y traducida después


in libros Phys. III, c. 7). por Gundisalvo, pasa a la Cristiandad
medieval ejerciendo gran influencia
fomes. En textos escolásticos y, sobre sobre ella. Aun cuando se sospecha
todo, tardomedievales, este término que varios libros de esta obra se han
técnico –que no tiene una traducción perdido, se advierte la intención de
unívoca y precisa– indica la concupis- plantear un sistema filosófico-teoló-
cencia del apetito sensible, habitual- gico completo. Bajo la forma de diá-
mente desordenada. Al apartarse de logo entre maestro y discípulo, Avi-
Dios, el primer hombre –y con él la cebrón desarrolla allí temas metafísi-
humanidad– quedó bajo la influencia cos, pero su principal tesis es la de la
de sus impulsos, esto es, sujeto a la in- Voluntad divina precisamente como
clinación de la sensualidad, que es lo fuente de vida que atraviesa todo el
que se denomina con el término que universo.
nos ocupa. Por eso, los teólogos me-
dievales consideraron que sólo es co- fontanum. Voz propia de la teoría
rregible a través de un don sobrenatu- bonaventuriana del conocimiento. En
ral. Ockham, por ej., menciona dos efecto, el obiectum f. señala la luz di-
formas –o, mejor aún, grados– de f.: vina en cuanto medio para el conoci-
el estado mórbido de la carne que in- miento, sin ser ella misma conocida,
clina el apetito sensible del hombre a es decir, sin constituirse en objeto cog-
un acto inmoral, y el estado del cuer- noscitivo. Así, permaneciendo ocul-
po que inclina al apetito sensible a un to al intelecto humano, el obiectum
acto más intenso de lo que dicta la f. fecunda el pensamiento.
recta razón (cf. In III Sent. q. 2 b) co-
forma. Palabra que, durante el pe-
mo si lo estuviera de manera innata.
ríodo patrístico, se suele usar, por in-
fons. Tres son las acepciones funda- fluencia de Séneca y Cicerón, en el
mentales con que esta palabra, que sentido del eidos platónico; así apare-
significa “fuente”, aparece en la Edad ce, por ej., en Agustín de Hipona (cf.
Media: 1. como origen, por así decir, Quaestio de ideis, passim). Si bien los
material; en este sentido, se han con- escolásticos asumieron también es-
siderado fuentes los cuatro elementos te sentido agustiniano de “forma” co-
así como la constitución de los cuer- mo ratio, es decir como fundamento
pos celestes; 2. desde el punto de vis- de algo y, por ende, como su princi-
ta teológico cristiano, se ha llamado pio de inteligibilidad, privilegiaron la
f. al Verbo, por dos razones: 2.1. por- relación que establece Aristóteles en-
que es el Principio de todas las co- tre f. y sustancia y consideraron la
sas, y 2.2. alegóricamente, porque sa- primera el acto constitutivo de la se-
cia a quienes tienen sed, como seña- gunda. En efecto, el acto de ser llega
la Isidoro de Sevilla (cf. Etym. VII, 2); a la esencia precisamente a través de
3. principalmente, el término señala la f. De este modo, ella es uno de los
la obra, y en consecuencia, el pensa- principios que componen las sustan-
miento de Avicebrón. cias corpóreas, siendo el otro la mate-
En efecto, Avicebrón o ibn Gabirol, ria. Se ha de recordar que, en aqué-
autor judío del siglo XI, escribe la cé- llas, la materia no puede existir sin la
lebre Fons Vitae que, sintetizada pri- f. En cambio, la forma sí puede dar-
forma corporeitatis 288

se sin la materia, como ocurre en al- la cuestión biológica de los géneros y


gunos entes: las sustancias inteligi- su subdivisión.
bles o espirituales. Volviendo al ca- Así pues, el término que nos ocu-
so de los entes corpóreos, se llama f. pa recogió en la Edad Media las tres
substantialis (véase) al principio de acepciones aristotélicas: la de princi-
aquello a lo que informa; así, en el pio del ser de algo (morfé), la de prin-
hombre, el alma es la forma sustan- cipio de inteligibilidad (eídos) y la de
cial del cuerpo, es decir, es el mismo principio del movimiento (fysis).
principio sustancial en cuanto distin- Para la acepción vulgar de f. en el
guido de la materia. Dado el acto de plano exclusivamente físico, véase fi-
ser de una sustancia, se denomina f. gura 2.
accidentalis a aquella que le adviene
forma corporeitatis. Cf. forma subs-
al subiectum (véase), por ej., la blan-
tantialis, in medio.
cura, que supone ya una determinada
sustancia en la que darse. Algunos au- forma substantialis. Como se ha di-
tores llamaron f. corporeitatis a la me- cho en el artículo forma, la f. s. es el
ra organización de las partes consti- principio que informa a la substancia
tuyentes del cuerpo de un ser anima- corpórea, es decir, al ente compues-
do, la cual lo vuelve apto para recibir to de materia y forma. Un punto im-
el alma, o sea, el principio de anima- portante, compartido por la mayo-
ción. Concebían dicha organización ría de los escolásticos es el que sostie-
como algo distinto del cuerpo mis- ne que la f. s. en sí misma no posee
mo. Otros han usado la expresión f. directamente la capacidad de actuar,
metaphysica para referirse a la esencia sino que lo hace sólo a través de sus
de una realidad sustancial completa; formas accidentales, en la medida en
así, por ej., animal racional es la for- que éstas son activas.
ma metafísica del hombre. En todos Ahora bien, la expresión “for-
los casos, y no sólo en el último, la ma sustancial” es central en uno de
f. se vincula siempre con la determi- los tres grandes debates que caracte-
nación ontológica y la actualidad me- rizaron el siglo XIII, especialmente,
tafísica. Por eso, también se relacio- en su último tercio, siendo las otras
na con la natura (véase) que algo tie- dos polémicas las referidas a la unici-
ne, es decir, con el principio de sus dad del intelecto (véase intellectus) y a
operaciones, ya que, si ese algo tiene la eternidad del mundo (véase mun-
tal f., ello significa que está determi- dus). Las posiciones sobre la cuestión
nado como tal cosa, razón por la que que concierne a la unicidad o plurali-
llevará a cabo ciertas operaciones y no dad de formas sustanciales en el hom-
otras. bre consisten en adherir o responder
Ahora bien, una sustancia se co- afirmativamente a una u otra de estas
loca en una especie determinada en preguntas: ¿tiene cada hombre una
virtud de su forma. Por ello, mu- única alma (esto es, f. s.) que, a través
chas veces, f. se hizo equivaler a spe- del cuerpo, ejerce varias funciones, es
cies (véase), pero conviene evitar di- decir, la de animar, sentir, pensar?, ¿o
cha equivalencia, puesto que, en el cada una de estas operaciones depen-
uso, las connotaciones de este últi- de de un principio de animación di-
mo término se han complicado con ferente de los otros, o sea, hay más de
289 formale

un alma o forma substancial en cada por el hilemorfismo universal, o sea


ser humano? que consideran que en absolutamen-
Muy en general, la primera ha con- te todo lo que existe, salvo Dios, hay
vocado a dominicos; la segunda, a composición materia y forma. Por
franciscanos. tanto, ven en el alma humana una
La primera posición, ejemplificada suerte de materia espiritual, insepara-
por Tomás de Aquino y seguida por ble de su forma, que es la que subsis-
Egidio Romano precisamente en su te después de la muerte; y una mate-
Tractatus contra gradus et pluralitatem ria externa al alma que constituye el
formarum, entiende que el único esse cuerpo. Para estos autores –llamados,
de una sustancia proviene enteramen- en este contexto, “pluralistas”– co-
te de la forma que la actualiza (véase mo Mateo de Acquasparta, hay, pues,
la sentencia forma dat esse rei) y to- pluralidad de formas sustanciales en
do lo que es posterior a ella es acci- el hombre: la del cuerpo, principio de
dental para el ente. Esa forma subs- la vida vegetativa y sensitiva, y la del
tancial es una sola para que la unión alma intelectiva.
alma y cuerpo sea perfecta. El cuerpo Por su parte, Guillermo de Ockham,
es, pues, actualizado por el alma, for- oponiéndose en este tema particular-
ma substancial total que lo informa mente a Egidio Romano, también ad-
sin mediaciones. hiere a la tesis de la pluralidad, pero la
En cambio, según los “pluralistas”, considera muy difícil de probar, aun-
o sea, los que adhieren a la segunda que no de refutar la contraria.
de las posiciones perfiladas, hay una La opción por la unicidad o plura-
forma corporeitatis propia de esa subs- lidad de las formas sustanciales en el
tancia, que permanece después de la caso específico del hombre plantea, a
muerte, mientras que las demás for- su vez, otros problemas derivados de
mas se separan de ese cuerpo. Así, por las fundamentaciones con las que se
ej., el cadáver de Juan es el de él y no defiende una u otra.. Así, por ej., Pe-
el de Pedro. Como consecuencia teo- dro Olivi, que afirma la pluralidad de
lógica, esta posición avala el tema de las formas y el hilermorfismo univer-
la identidad del cuerpo de Cristo an- sal, objeta a sus adversarios que, si el
tes y después de su resurrección. alma intelectiva fuera la única forma
Una posición peculiar es la de M. sustancial en el hombre, resultaría in-
Eckhart quien considera que sólo por separable del cuerpo del que es, jus-
extensión o de manera equívoca se tamente, forma; por tanto, sería tam-
puede llamar “cuerpo” a un cadáver. bién ella mortal. Ante esto, y para sal-
La palabra “cuerpo” se dice de dos su- var la inmortalidad del alma, Tomás
jetos diversos: organismo viviente y insiste en que, cuando está unida al
cadáver. Así, para Eckhart, el cuerpo cuerpo, constituye la única f. s. de és-
es de algún modo “posterior” al alma, te; pero sugiere que, ya separada des-
porque no puede haber un cuerpo si- pués de la muerte, actúa a manera de
no mediante su propia forma subs- sustancia (cf. S. Th. I, q. 76, esp. a. 4).
tancial. La f. s. lo es de todo el com-
formale. En general, indica todo
puesto y es una sola en cada hombre.
aquello que se relaciona con la forma
Distinto es el caso de los francisca-
(véase), aristotélicamente entendida.
nos que, como Buenaventura, optan
En uno de sus usos más frecuentes, el
formalitas 290

término alude al sentido estrictamen- tes particulares. En efecto, aun cuan-


te propio de un concepto, o sea, al do subraya la unidad e identidad del
que tiene presente el elemento deter- ente individual, este autor distin-
minante que especifica la esencia de gue en él varios elementos metafísi-
algo. Así, la ratio f. de una cosa es lo cos, dividiendo así su forma en varias
que la coloca en su orden específico, formalitates. Éstas no constituyen reali-
distinguiéndola de las que pertene- dades distintas “res alia, sed formalitates
cen a otro: la razón formal de la sus- alia, idem tamen identice”. Cabe re-
tancia es la inseitas, es decir, el ser en cordar que, para Escoto, el hecho de
sí (véase in se). De la misma manera, que la unidad siga al ser significa que
obiectum f. (véase obiectum) señala las formalitates, es decir, los aspectos
el aspecto particular bajo el que una reales de la cosa, no están separados
ciencia considera un objeto dado; ni son separables –ya que, en ese caso,
veritas f. es la verdad propiamente di- no constituirían un solo individuo–
cha, en sentido escolástico, o sea, la aunque sí diferenciables.
adaequatio del intelecto a la realidad.
formaliter. En su sentido más am-
Siempre dentro del marco de la
plio, este adverbio escolástico signi-
Escolástica, el adjetivo que nos ocu-
fica “propiamente”. Para discernir la
pa implica la doctrina aristotélica de
amplia variedad de matices con que
la forma como perfección; debido
fue usado, conviene recurrir a la sino-
a ello, f. equivale a veces al comple-
nimia y antonimia que le correspon-
mento perfectivo de un cierto orden,
den. En cada caso, remitimos a esos
especialmente, en el más universal, en
sinónimos y antónimos. 1. Según la
el del actus essendi (véase). De ahí que
acepción originaria mencionada, se
Tomás de Aquino declare: “Esse autem
opone a methaforice: así, un hombre
est illud quod est magis intimum cuilibet
es f. hombre, y metafóricamente pue-
et quod profundius omnibus inest; cum
de ser un asno, un león, etc., según se
sit formale respectu omnium quae in re
quiera señalar su poca inteligencia, o
sunt” (S. Th. I, q. 8, a. 1 c).
su valor, etc. 2. Se opone también a
formalitas. En la terminología es- materialiter, ya que este último adver-
colástica se utiliza este abstracto de bio alude a un punto de vista global
formale (véase) para indicar el punto del ente en sí, en cambio, f., es el que
de vista desde el cual se puede consi- lo examina en su aspecto más especí-
derar una misma realidad, ya sea cor- fico: el hombre es materialiter objeto
pórea o espiritual, a la que se denomi- de estudio tanto de las ciencias físicas
na “objeto material”. Cada uno de di- como de las morales; pero f. es obje-
chos puntos de vista o aspectos cons- to de las primeras en cuanto cuerpo,
tituye así un diferente “objeto for- y de las segundas, en cuanto espíri-
mal” o f. tu. 3. Se asimila a per se o essentialiter
Párrafo aparte merece el sentido pe- (véanse), oponiéndose, en consecuen-
culiar que asume este término en la cia, a per accidens o accidentaliter:
metafísica de Duns Escoto, domina- el hombre es f., per se o essentialiter
da precisamente por las formalitates. un ser racional; sólo per accidens o
Cabe suponer que tal peculiaridad accidentaliter, puede no serlo, como
obedece a su interés por poner en re- ocurre en los casos de locura. 4. Se
lieve la riqueza ontológica de los en- opone a virtualiter, en la medida en
291 fortitudo

que un efecto está sólo virtualmente en el sentido de bien formado o bien


en la causa que tiene la capacidad de proporcionado. Este término se apli-
producirlo; en cambio, f., un efecto có originariamente a la belleza físi-
es en sí mismo lo que es. 5. Se dis- ca. Pero pronto se atribuyó a la be-
tingue de eminenter en el sentido de lleza luminosa y puramente espiritual
que f. indica que una perfección exis- de las formas inteligibles. Agustín de
te en un sujeto tal como la captamos Hipona apela en cierto modo a esa
en él, mientras que se da eminente- ambigüedad en el famoso pasaje de
mente, es decir, de una manera supe- Conf. X, 27, 38. En cambio inequí-
rior, aunque no totalmente diferente, vocamente con la última acepción
en otro sujeto: la libertad se encuen- aparece, por ej., en el Physica animae
tra f. en el hombre y eminenter en de Guillermo de Saint Thierry. En
Dios, como muchas otras perfeccio- efecto, dice allí el abad que el alma, al
nes. Así, lo que se concibe como f. se comprender las cosas con el intelecto,
dice unívocamente, y lo que se con- goza de ellas y se deleita con su belle-
sidera eminenter, se predica analógi- za, pero más aún con la f. de la For-
camente. 6. También guarda relación ma, esto es, del Principio. Es contem-
de oposición con obiective, ya que es- plando la belleza del Verbo como, el
te último adverbio alude a algo que se alma resplandece cada vez más.
toma como punto de referencia de la
fortitudo. Indica “fortaleza” y es una
conciencia, esto es, del ser intencio-
de las virtudes (véase virtus), ya enu-
nal; en cambio, f. indica que ese algo
meradas por Platón (cf. Rep. IV, 430
es tomado por lo que es en sí mismo,
b). Aristóteles la cuenta entre las vir-
por ej., aunque un hombre pueda ser
tudes éticas y la define como el justo
considerado obiective instrumento de
medio entre el temor y la temeridad
otro, que lo utiliza, no deja de ser f.
(cf. Et. Nic. III, 6, 1115 a 4). Des-
una persona.
de su estoicismo, Cicerón le atribuye
formalizantes. Término con el que dos notas principales: el desprecio de
Juan Gerson califica a quienes, desde la muerte y el desprecio del dolor (cf.
su perspectiva, se extralimitaban en la Tusc. II, 18, 43). Pero también la ca-
especulación sobre las formae, como racteriza diciendo que es la virtud por
el escotista Juan de Ripa o los auto- la cual se afrontan los peligros y se so-
res sajones que ahondaban en sutile- portan las pruebas (cf. Reth. II, 54).
zas sobre cuestiones de física y de ló- Con este último significado pasa a la
gica, las cuales tendían a expandirse Edad Media.
al ámbito teológico. Así pues, a fines Los autores medievales suelen con-
de la Edad Media, este calificativo se siderar la f. en un sentido general y en
inserta en la polémica contra el esco- un sentido especial. Según el prime-
lasticismo. ro, el término implica firmeza de áni-
mo; así, constituye una condición ne-
formatio. Aunque este término no es cesaria de toda virtud, puesto que pa-
extraño en la literatura escolástica en ra que ésta se dé en cuanto hábito es
particular, se suele preferir en ella el preciso obrar firme y constantemen-
de informatio (véase). te. Sin embargo, se ha reservado es-
formositas. Señala la condición de ta palabra para aludir, en rigor, a la es-
lo formosum, es decir de lo hermoso pecial firmeza con la que se resisten
fortuna 292

los peligros graves y se soportan los nium” a la que les es propicia para di-
más arduos trabajos. De este modo, ferenciarla claramente de la primera.
como señala Tomás de Aquino, cons- La f. fue tratada en relación dialéc-
tituye una virtud especial, en cuanto tica con el tema de la libertad huma-
que posee materia determinada (cf. S. na. En tal sentido, desde Boecio has-
Th. II-II, q. 123, a. 2 c). ta Maquiavelo, la cuestión filosófica
fundamental versó sobre los alcances
fortuna. Proviene del verbo fero, una y límites de aquélla en orden ya sea a
de cuyas acepciones es “comportar”. capitalizar la fortuna propicia, ya sea
Así, la fors, la suerte, es la acción de a neutralizar los efectos de la adver-
com-portar, o sea, lo que ella lleva sa. Por otra parte, dado que el nom-
consigo, aquello que el destino com- bre y el concepto mismo de f. tienen
porta. La expresión Fors F. indica, un matiz más “pagano”, las concep-
pues, la suerte divinizada. ciones medievales centraron su aten-
Esto constituyó, desde la Antigüe- ción en el casus más que en el término
dad, un desafío a la racionalidad. Por que nos ocupa. Con todo, éste apare-
eso, fue tema recurrente en el análi- ce en Ockham, quien define la f. co-
sis filosófico. En él, la f. se consideró mo una causa que actúa en vistas a
una especie del casus (véase), es decir, un fin, pero que, además de este úl-
del azar. En efecto, según Aristóteles, timo, obtiene un efecto que se da ra-
a quienes los autores medievales tam- ramente (véase fieri, in fine). Así, por
bién han seguido en este punto, la ej., un hombre va al mercado para lle-
fortuna se distingue del azar en cuan- var a cabo sus negocios y no para en-
to que la primera tiene lugar en las contrarse con su deudor, quien acude
acciones humanas y el segundo atañe allí raramente: si lo encuentra, se dirá
también a las cosas. Así, es por azar que es un efecto de la f. (cf. Quodl. I,
que en un templo algunas piedras q. 17).
formen parte del pavimento y otras El tema de la f. reaparece con mayor
del altar (cf. Phys. II, 6, 197b 1). De frecuencia a medida que se aproxima
este modo, la f. sólo toca a los hom- el Humanismo renacentista. El goz-
bres, o sea, a los seres que pueden ac- ne entre ambos tipos de tratamiento,
tuar libremente. Se da cuando una el medieval y el humanístico, está da-
causa accidental, no necesaria ni fre- do por Dante, quien, en Inf. VII, 73-
cuente, interviene en hechos que son 96, la considera una delegada de Dios
producidos con vistas a un fin. Al res- para la administración de los asun-
pecto, se puede ver el comentario de tos mundanos, lo que la f. lleva a ca-
Tomás de Aquino a la Metafísica aris- bo, además, según criterios que nada
totélica (cf. In Met. XI, l. 8, n. 17). tienen que ver con lo que los hom-
Secundariamente, se denomina tam- bres consideran justo. En cambio, en
bién con el mismo nombre al efecto la plenitud del Humanismo, la fortu-
de tal causa. Una derivación curiosa na es desafío a la laboriosidad y di-
de la incidencia de esta noción en el ligencia humanas –así, por ej., en
mundo humano es el empleo que Al- Petrarca (cf. De remediis utriusque
berto Magno hace de ella. En efecto, fortunae, passim) y en Leon Battista
Alberto no sólo denomina “infortu- Alberti (De familia II)– o a la virtud
nium” a la fortuna adversa a los hom- humana, como en Maquiavelo (cf. El
bres sino que también llama “eufortu-
293 frui

Príncipe c. 25). Particular relieve ad- sólo para los seres racionales. En efec-
quiere la dialéctica fortuna-virtù en to, en éstos se da la potencia intelec-
este último, para quien la segunda tiva que conduce racionalmente –hoy
–concebida sobre el fundamento del diríamos “conscientemente”– hacia el
coraje, la inteligencia y la percepción fin. Ahora bien, el conocimiento del
dei tempi– puede y debe explotar en fin puede ser perfecto, si se tiene la
beneficio del poder los vaivenes de la noción universal de finis y de bonum;
primera. pero será imperfecto, si únicamen-
te se conoce el bien inmediato, o sea,
fructus. Es un término que cobra lo que se siente como fin, tal como
particular importancia en Buenaven- ocurre en los animales por el instin-
tura. Sobre la base de su etimología, to. Por eso, Agustín de Hipona escri-
que lo vincula con el frui y la fruitio be que sólo los hombres gozan, aun-
(véanse), esto es, con el gozar y el que no es absurdo pensar que las bes-
deleite, este autor reserva el sustan- tias también se deleitan de algún mo-
tivo f. para la vida espiritual, en cu- do (cf. De doctr. christ. XX).
yo ámbito expresa el gozo espiritual Desde la época patrística se enten-
que acompaña el acto realizado por dió el gozar de algo como el adherir a
la virtud. una cosa por amor a ella misma. Con
frui. Verbo que significa “gozar”. Su esa acepción aparece en el Hiponen-
efecto es la fruitio, en cuanto espe- se (cf. ibid. I, 3). Pero se han de dis-
cie de la delectatio (véanse). Los auto- tinguir aquí dos planos: el de facto y
res medievales han insistido en la re- el de iure. Según el primero, es de-
lación etimológica de estos vocablos cir, de hecho, cualquier realidad pue-
con fructus: el fruto es lo que se espe- de ser amada; pero según el segundo,
ra del árbol en último lugar, precisa- sólo se ha de amar aquello que, por
mente para gustar de él. Por eso, refi- sí mismo, constituye el bien máxi-
rieron la fruitio al deleite que se expe- mo y, por ende, es de suyo el fin últi-
rimenta al obtener aquello a lo que en mo del hombre. De acuerdo con es-
última instancia se aspira, esto es, el te planteo, lo único que hace ética-
bien deseado. Su obtención es, pues, mente mala la vida de un hombre es
la raíz del deleite; por otra parte, en el mal uso y el mal gozo (cf. ibid. I,
cuanto bien es objeto de amor, de 4). Gozar mal es, pues, amar como
manera que la noción de gozar que- fin último aquello que, por su jerar-
da vinculada con la de amor y, por quía ontológica, no puede constituir
ende, con la de appetitus (véase). Co- tal fin. De ahí que Agustín distinga,
mo el fin o bien son objeto del ape- como lo hace en el De civ. Dei XV,
tito, el f. fue considerado acto pro- 7, 1, al miembro de la ciudad terrena
pio de la potencia apetitiva. Sin em- del miembro de la celeste, por los ob-
bargo, tanto en el período patrístico jetos de uso y de gozo que cada uno
como en el escolástico, se entendió de ellos elige (véase usus-uti). De he-
que la acción de disfrutar no perte- cho, el primero es aquel que pretende
nece sólo ni tampoco esencialmente a usar a Dios –por ej., mediante el rue-
la potencia apetitiva, ya que acotaron go– para gozar del mundo; el segun-
la acepción del término con el requi- do, el que usa del mundo como de
sito de la conciencia, reservándolo así una escala para gozar de la presencia
divina.
fruitio 294

Esta concepción pasa a la Escolás- dece al relieve que adquiere entre di-
tica, y así se encuentra, por ej., que chos autores la noción de f. Dei (véase
la distinción entre el f. de Dios y el contemplatio). Como la fruición per-
uti de las cosas es considerada por Pe- fecta corresponde únicamente al fin
dro Lombardo tan fundamental que ya poseído realmente, mientras que
la incluye en sus Sententiae como ba- la imperfecta es del fin poseído sólo
se de importantes distinciones éti- en la intención, se comprende que la
cas. Habida cuenta del carácter cru- perfecta f. Dei sólo haya de darse en
cial de esa obra para la evolución fi- la vida bienaventurada (cf. S. Th. I-
losófica y teológica posterior, la doc- II, q. 11, aa. 1-4). En cambio, la f.
trina del f.-uti fue asumida por la ma- imperfecta es aquella parcial, puntual,
yor parte de los escolásticos cristia- a la cual se llega como culminación
nos de los siglos XIII y XIV. Ejem- del acto libre, en la que la voluntad
plo de ello es el hecho de que Gui- descansa en el fin conseguido, es de-
llermo de Ockham considera el f., cir que consiste en el goce del bien
en sentido estricto, el acto beatífi- particular que se perseguía en ese ac-
co último, privilegio de los bien- to voluntario.
aventurados (cf. In I Sent. d. 1, q. 2). Por su parte, Guillermo de Ockham
atiende en especial a la f. perfecta y
fruitio. Como efecto de la acción de considera, contra Durando de San
gozar, la fruición es el delite o delectatio Porciano, que ella tiene por objeto a
(véase) en el fin o bien poseído. A lo Dios mismo y no la visión beatífica
señalado en el artículo frui respecto de Dios (cf. In I Sent. d. 1, q. 4).
de las nociones con las que ésta se re-
laciona, hay que añadir la distinción frustra. En sentido general, significa
escolástica entre el sentido estricto y “en vano”. En sentido estricto, se de-
lato de f., distinción que concierne al fine f. todo aquello que no sigue el fin
concepto de fin como elemento de su que le compete, como señala Tomás
definición. En efecto, los escolásticos de Aquino en In Met. II, l. 1, n. 14.
de orientación más aristotélica afir- Sobre la base conceptual de este tér-
maron que, si bien se llama con pro- mino se han acuñado sentencias como
piedad “objeto de fruición” a lo que es “Deus et natura nihil faciunt frustra”
último absolutamente (véase finis ul- (véase).
timus absolute), también puede serlo
fuga. Cf. aversio 2.
un fin relativamente último, cuya
posesión produce deleite. En esta lí- fundamentum. Originalmente, sig-
nea, Tomás de Aquino ha subrayado nificó la base de un edificio, aquello
que, con todo, estrictamente hablan- sobre lo que reposa una construcción.
do, la voluntad no reposa con pleni- A partir de ahí pasó a la terminolo-
tud más que en el último fin abso- gía filosófica con el sentido genéri-
luto, pues, mientras quede algo que co de aquello que constituye la razón
desear dicha facultad sigue en sus- de ser de algo, en cuanto que contie-
penso, aun cuando haya consegui- ne su justificación o explicación ra-
do una satisfacción momentánea o cional última. La misma noción de f.
parcial. Se distingue así entre f. per- se encuentra ya en Aristóteles, cuan-
fecta y f. imperfecta, respectivamen- do éste dice que creemos conocer ver-
te. La insistencia en esta idea obe- daderamente algo cuando hemos da-
295 futuribilia

do con la causa por la que ese algo de sus conceptos, en el sentido de que
es y no puede ser de otra manera (cf. aquélla es principio de esta última.
An. Post. I, 2, 71b 8). Ahora bien, el
futuribilia. Llámase “futuribles” a
pensamiento patrístico y medieval, al
los futuros (véase futurum) contin-
construirse sobre bases escriturarias,
gentes condicionados, es decir, a los
puso el f., es decir, la causa primera de
hechos futuros que se realizarían si
todo lo que es en Dios, y asumió esta
se diera una cierta condición. El te-
operación como supuesto, de mane-
ma dio lugar a una de las más pro-
ra que no utilizó este término con fre-
longadas discusiones de la última Es-
cuencia, prefiriendo, especialmente
colástica. Se trata de saber, específi-
para las cosas contingentes, el de cau-
camente, qué clase de conocimien-
sa (véase). Con todo, el término que
to tiene Dios de esta clase de sucesos.
nos ocupa aparece en dos expresiones
La polémica tuvo dos interlocutores
de extrema importancia en la Escolás-
principales: la corriente tomista, que
tica. Ellas son: 1. cum f. in re, por la
también incluía a algunos escotistas;
que se entiende que aquello de lo que
y la molinista. Los primeros acepta-
se trata, por ej., una elaboración con-
ban la distinción, mantenida duran-
ceptual no es un puro ens rationis, si-
te mucho tiempo, entre sólo dos mo-
no que encuentra en la realidad su úl-
dos de “scientia divina”: la ciencia o
tima base de sustentación o justifica-
conocimiento de simple inteligencia
ción; así, v.g., el espacio es un sistema
–que es aquel por el que Dios cono-
de relaciones como las designadas por
ce lo posible como posible y cuyo ob-
las palabras “ante”, “bajo”, “detrás”,
jeto son las esencias, las proposiciones
etc., cum fundamento in re. Esto sig-
necesarias y las verdades eternas–, y la
nifica que, aunque tal sistema de re-
ciencia de visión –que es aquella por
laciones sea tejido por la mente hu-
la que Dios conoce los entes y actos
mana, si no existieran realmente co-
actuales en cuanto tales, cuyo objeto
sas entre las que establecer dichas re-
es todo lo existente.
laciones, no se podría hablar de espa-
En este marco, los tomistas nega-
cio. 2. f. in relatione es aquel funda-
ron el conocimiento divino de los fu-
mento en virtud del cual una cosa, a
turos contingentes condicionados,
través de alguna de sus propiedades o
salvo cuando se trata de lo meramen-
potencias, se refiere a otra, como, por
te posible, esto es, de lo que está in-
ej., la paternidad de Pedro es el fun-
cluido en los decretos lógicamente
damento de su relación con Luis en
posibles. Para los molinistas no bas-
cuanto que éste es su hijo. Por eso, el
ta la citada división, ya que deja fuera
fundamento es lo primero en cuanto
el caso de los futuribles por no consi-
sustentación y conexión.
derar lo condicionado, que es precisa-
fundare. Tal como ocurre en castella- mente lo específico de ellos. Así, in-
no con el verbo “fundar”, también en trodujeron una tercera ciencia divina:
el latín escolástico, f. se usó para sig- precisamente la de los f., a la que lla-
nificar el hecho de ser fundamentum maron también “ciencia media”. Se-
(véase) de algo. Así, por ej., se pue- gún la misma, Dios conoce los futuri-
de decir que la diversidad de los efec- bles desde la eternidad, en sí mismos
tos de una cosa fundat la diversidad y antes de todo decreto determinan-
te o absoluto, si bien no antes de todo
futurum 296

decreto lógicamente posible, pues en libres”. Los primeros son los que con-
tal caso, los f. quedarían fuera de lo tienen en sí mismos su propia deter-
posible. Para Luis de Molina, tal co- minación real, aun antes de producir-
nocimiento divino se da por la com- se efectivamente; de los segundos, en
prensión absoluta que tiene Dios de cambio, se supone que no la poseen.
lo condicionado, o sea de todas las Así pues, toda posición determinista
circunstancias que pueden interve- –incluida la forma extrema de la pre-
nir en las acciones libres del hombre; destinación– adhiere a la tesis de los
Suárez, en cambio, se apoya en los re- futuros necesarios.
sultados de tal libertad, es decir que En su análisis del tema, la Escolás-
incluye el conocimiento divino de los tica se basó sobre el tratamiento que
futuribles en la omnisciencia divina: hace Aristóteles de él, en su aspecto
Dios conoce los f. en su verdad “ob- primordialmente lógico. En efecto, el
jetiva”, la cual, como toda otra reali- Estagirita trató el problema de la po-
dad, está eternamente presente para sibilidad de los futuros contingentes
Él. (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. y de la estructura y valor de verdad
14, aa. 5-7; Molina, L. de, Concord., de los enunciados sobre ellos. Las re-
disp L II, passim; Suárez, De gratia, ferencias más frecuentes a este respec-
Prol. 2, c. 9, n. 8). to son De int. IX, 18-27 y De div. per
somn. II, 463b 28-32). En estos pasa-
futurum. En tanto dimensión, el fu- jes, Aristóteles distingue entre “lo que
turo es un elemento constitutivo del será” y “lo por venir”, “lo indetermi-
tiempo (véase tempus), concebible só- nado”, haciendo notar que lo que es-
lo por oposición a otras dos dimen- taba por venir no siempre es lo que
siones: pasado y presente. Lo más im- ahora está sucediendo. En la prime-
portante a subrayar en este concep- ra de las obras mencionadas dice que
to es que su realidad y consistencia se todas las proposiciones son verdade-
basan exclusivamente sobre las de los ras o falsas, con excepción de las que
entes que transcurren en el tiempo, o afirman que algo sucederá o no suce-
sea, sobre las de los sucesos o aconte- derá en el futuro, es decir, de las refe-
cimientos. Así lo señalaba Agustín en ridas a los futuros contingentes. Ta-
su aporemática del tiempo tradicio- les proposiciones no son verdaderas
nalmente entendido. Tal serie de apo- –porque no ha ocurrido aquello de lo
rías lo conduce al célebre cambio de que se trata–, pero tampoco son falsas
sede o interiorización del problema, –porque no afirman que algo no es,
es decir, a medir los tiempos en el al- o no niegan que algo es–. Sin embar-
ma. Y ello, a su vez, lo lleva a pensar go, la disyunción de una de esas pro-
el f. como una expectatio actual del al- posiciones, con su negación, es nece-
ma. (cf. Conf. XI, 14-30 passim). sariamente verdadera. En efecto, pa-
En la Edad Media, la principal ra recoger el ejemplo del Estagirita,
cuestión planteada sobre este tema necesariamente se dará mañana una
concierne al análisis de ciertos enun- batalla naval, o no se dará: ninguna
ciados futuros o supuestamente futu- de ambas cosas es necesaria; lo nece-
ros. Los autores escolásticos los dis- sario es que haya o no haya mañana
tinguieron en futuros necesarios y fu- una batalla naval. El f. necesario está
turos contingentes, a los que llama- contenido en la determinación de la
ron también “libres” o “contingentes
297 futurum

causa como desarrollo implícito en la En cambio, Duns Escoto sostiene


misma y, en tanto tal, es actualmen- que, al igual que el pasado, el futuro
te cognoscible; el contingente no tie- lo es también desde el punto de vista
ne ninguna realidad determinada con de la eternidad divina, ya que, de lo
anterioridad a su actualización o pro- contrario, no había distinción posible
ducción, por ende, no es cognosci- entre pasado y futuro. Sin embargo,
ble sino como dato de hecho, o sea, una vez más, esto responde a la mi-
cuando se produce, pero, entonces, rada humana, adecuada a su realidad
deja de ser futuro. que es la sucesión, mientras que de la
Llevando a otro plano este plan- divina sólo se puede decir que no es
teo lógico, Tomás de Aquino consi- sucesiva. Por su parte, Ockham, en
dera que el futuro –o, mejor dicho, el tratado que dedica al tema, adhie-
lo futuro– como tal no es cognoscible re a algunas de las opiniones de Es-
en sí mismo: o bien es completamen- coto contra las de Tomás, pero difiere
te incognoscible, si se trata de un f. de ambos en varios aspectos. En el or-
contingente; o, en el caso de los futu- den teológico, por ej., para Ockham,
ros necesarios, sólo son deducibles en Dios conoce todos los futuros con-
cuanto se conoce su causa. Dios sa- tingentes; más aún, conoce qué parte
be lo que es futuro para nosotros, por- de la contradicción que conlleva to-
que para Él es presente y actual (cf. da proposición sobre estos futuros es
S. Th. I, q. 14, a. 13, ad 2; In I De verdadera y cuál no lo es. Pero, pa-
int. l. XIII, 2). Similar opinión había ra el voluntarismo ockhamista, Dios
sostenido Anselmo d’Aosta al escribir conoce la parte verdadera porque la
que “summa essentia non secundum quiere como verdadera, y la falsa, por-
praeteritum vel futurum fuit aut erit” que la quiere como no verdadera.
(Medit. I, 10, 13-24). Según el Aqui- Una de las principales cuestiones
nate, la proposición que afirma el co- teológicas que se debatieron al final
nocimiento divino de un futuro con- de la Edad Media relacionadas con
tingente es absolutamente necesa- este tema gira en torno de los “futu-
ria. En la proposición “Si Dios co- ros condicionados”. Su especificidad
noce algo, ese algo será”, son necesa- hace que la desarrollemos en el artí-
rios tanto el consecuente como el an- culo sobre ellos (véase futuribilia).
tecedente.
298

G
garrulitas. Cf. multiloquium. no también de las diferencias específi-
cas. Con todo, no se asimila a lo uni-
gaudium. En líneas generales, tan- versal. Se ha usado el término en dos
tos los autores de la Patrística como planos: 1. el lógico y 2. el ontológi-
los de la Escolástica, han ordenado el co. Desde el punto de vista 1. lógi-
g. en la vida estrictamente espiritual, co, a su vez, se emplea en dos senti-
reservando para lo que hoy se llama- dos: se habla de 1.1. un concepto ge-
ría “goce carnal”, o sea, los placeres neral cuando éste se aplica a todos los
sensibles, los términos voluptas y de- individuos de una clase dada; no de
liciae y, más frecuentemente, delecta- un grupo, pues en tal caso tendría-
tio (véanse). Han insistido en esta dis- mos un concepto colectivo. En este
tinción, entre otros, Avicena (cf. De terreno, “general” sí es lo universal en
an. IV, 5), Juan Damasceno (cf. De fi- tanto que abstracto, pero no en tanto
de orth. II, 13) y Nemesio (cf. De nat. que distributivo. Además, el concep-
hom. XVIII). La mayor parte de los to general puede oponerse a uno me-
pensadores cristianos consideraron el nos general, pero no a uno particular:
g. como uno de los principales efec- “hombre” es más general que “fran-
tos interiores del amor de Dios. Así, cés” o “italiano”. En segundo lugar,
el gozo es causado precisamente por se ha hablado también de 1.2. juicios
la presencia de ese Bien que se ama generales: un juicio es general cuando
y por el hecho de que es participado se refiere a un número indefinido de
por los hombres. En Agustín, Dios individuos.
como objeto de gozo suele aparecer Ahora bien, desde el punto de vista
en un marco de nostalgia por la tar- medieval, y escolástico en particular,
danza con que se produjo en su vi- el carácter abstractivo del pensamien-
da el encuentro con Él, “O tardum g. to humano está justificado y apoya-
meum!”, dice en Conf. II, 2, 2. Con do por la misma estructura de lo real.
todo, el gozo en esta vida es incom- Por eso, en el plano 2. ontológico, g.
pleto, aunque se goza ya con la espe- hace referencia a la modalidad del ser,
ranza del reposo en Dios en la vida pero también al actus essendi en que
bienaventurada, por lo que el hipo- radica toda gradación, ya sea del gé-
nense suele hablar de “g. spei fidelis” nero o de la especie. Así, lo más gene-
en Conf. VI, 6, 10. Por su parte, Tomás ral captado mediante la abstracción es
de Aquino añade que el g. no cons- el hecho de existir.
tituye en sí una virtud sino un efec-
to de ella (S. Th. II-II, q. 28, a. 4 c).” generalissimum. Se califica así al gé-
nero llamado también supremum
generale. Término de cierta ambi- (véase genus 2.1.), es decir, aque-
güedad, lo general indica aquello que llo que, siendo género, no constitu-
prescinde no sólo de lo particular, si- ye especie de otro género; también
299 generatio

se lo ha caracterizado como lo que tia et natura producere”, razón por la


no tiene otro género por encima de cual la generación no puede ser más
él. Ambas definiciones aparecen, por que una “productio similis de simili, si-
ej., en Ockham (cf. Exp. Aurea 15c y ve de se ipso” (In I Sent., d. 9, q. 1).
Summa Totius Log. I, 21). Tres son, entonces, las notas carac-
terísticas del proceso generador, en
generatio. En el orden metafísico, y sentido estricto: 1. que el ente gene-
en su sentido más genérico, Aristó- rado sea un ser vivo; 2. que sea de la
teles entendió por “generación” to- misma sustancia del que lo genera;
da forma de devenir sustancial o ac- y 3. que entre generador y generado
cidental. Según el Estagirita, se gene- haya identidad de naturaleza, según
ra la ciencia del docto, la calefacción el principio por el cual el que gene-
del agua, una planta, etc. (cf. Phys. V, ra lo hace precisamente porque pro-
1-2. 224b-225a). En sentido propio, duce un ser similar a él mismo según
en cambio, sólo aplica el término al la forma.
devenir de un ser vivo a partir de otro Una acepción muy amplia tiene este
de la misma especie (cf. De an. II, término en Buenaventura, quien dis-
415b). Las causas que concurren pa- tingue tres tipos de g.: per diffusionem,
ra que se dé una generación, amplia o como se genera el resplandor de la
estrictamente hablando, son, siempre luz o el calor del fuego; per modum
según Aristóteles, las cuatro causas. expressionis, como se genera la pala-
En efecto, la g. es la educción (véase bra del que habla o el concepto de
eductio) de una forma de –o desde– la mente; y per modum propagationis,
la materia, producida por un agente como se genera el germen de la semi-
que mira a un fin. lla (cf. Coll. in Hexaem. XI, 14-18).
De acuerdo con sus propios inte- Por su parte, Guillermo de Ockham
reses especulativos, la Escolástica in- distinguió entre una g. simpliciter
sistió en distinguir entre la g., aris- y una g. secundum quid. La primera
totélicamente concebida, y la crea- consiste en la producción de una rea-
tio (véase), ya que se imponía preci- lidad nueva que antes no existía, co-
sar ambos conceptos con el objeto de mo cuando se introduce en la mate-
exponer racionalmente el dogma de ria una nueva forma sustancial. La se-
la creación. Así, ésta se define como gunda indica cualquier cambio real
producción de un ente ex nihilo sui et que puede sobrevenir a un ente, de
subiecti (véase), es decir, como pro- tal modo que se imponga formular
ducción total, mientras que la g. es una nueva proposición sobre él (cf.
producción de un ente ex nihilo sui Exp. Aurea 107b).
sed non subiecti, puesto que antes de Párrafo aparte requiere el significa-
que exista tal ente, existía otro del que do de la noción que nos ocupa en el
este último deriva por transforma- campo de la teología dogmática cris-
ción. Por ello, Tomás de Aquino defi- tiana. En este contexto, se denomi-
ne la g. en el sentido específico ya se- na g. a la procesión del Verbo. Pero
ñalado, como “origo viventis a vivente se ha de advertir que el término se to-
principio coniuncto in similitudinem mó, por analogía con el significado
naturae” (S. Th. I, q. 22, a. 2 c, cf. de generación biológica, intentando
también q. 27, a. 2). Para Buenaven- rescatar de ésta sólo la nota de iden-
tura “generare est simile sibi in substan-
gentiles 300

tidad de naturaleza entre generador pensamiento, ello conforma una cla-


y generado. De ninguna manera de- se, por lo que el g. es estudiado por
be olvidarse, para no usar impropia- los lógicos.
mente la analogía, que la g. del Hijo Aristóteles, por ej., define el género
a partir del Padre es espiritual, sien- como lo que se predica esencialmen-
do ambos espirituales. Por otra parte, te de muchos que difieren específica-
al estar Padre e Hijo fuera del tiem- mente (cf. Top. I, 4, 108 a 31). Como
po, la generación del segundo a par- la lógica aristotélica se articula sobre
tir del primero no puede ser sino un su ontología, al menos según la lec-
eterno proceder. Así como en el pla- tura medieval, esa predicabilidad del
no humano el pensamiento procede g. encuentra su fundamentación en el
del alma pensante, hay en la Trinidad plano del ser (cf. Met. IV, 28, 1024b
un Dios pensante y un Dios pensado. 5). De ahí la significación, a la vez ló-
Pero la suprema perfección del pensa- gica y ontológica, del género que pro-
miento divino hace que ambos térmi- porciona Porfirio (cf. Isag. I), al refe-
nos sean Personas que viven una vida rirse a la ordenación de la categoría
idéntica y que comparten una idénti- de sustancia a los predicables esencia-
ca naturaleza. les (véase praedicabilia), entre los cua-
les se cuenta el género. En efecto, to-
gentiles. Aparece también bajo la for- da sustancia responde a una esencia,
ma gentes y alude, en cualquier au- cualquiera sea el status que a ésta se
tor, a quienes, considerados desde la le confiera. Ahora bien, la esencia es
fe de este último, son paganos; así, los la unidad de las notas fundamentales
miembros del Islam respecto de los de una cosa, y estas notas o elementos
cristianos. Por esta razón, hay escritos son precisamente el g. y la differentia
–como es obvio, de índole teológica– (véase). Así pues, el género no significa
redactados contra g., como la célebre toda la essentia (véase) sino sólo el as-
Summa contra gentiles de Tomás de pecto indeterminado y determinable
Aquino. En general, tales obras –en de ella. Por eso, el g. se ha caracteriza-
las que se polemiza con aquellos que do como pars determinabilis essentia,
sustentan una cosmovisión distinta llamada también pars materialis, en el
en tanto proveniente de presupues- sentido aristotélico, según el cual se
tos religiosos diferentes– son, más allá denomina “materia” a lo que es inde-
de su valor intrínseco, muy impor- terminado respecto respecto de la for-
tantes desde el punto de vista histó- ma determinada: “animal” está inde-
rico: muestran la situación de una co- terminado respecto de la forma, espe-
munidad religiosa frente a otra en un cie o esencia “hombre”, ya que hay
momento determinado. Tal es el caso varias especies animales. Para llegar
del ejemplo citado. a la especie, el g. debe determinarse
genus. “Género” es una voz prove- o especificarse mediante la differentia
niente de la raíz ge- que, por aludir (véase) que constituye la pars determi-
a la generación, da lugar a términos nans essentia, o la pars formalis; en el
del vocabulario de parentesco, como ejemplo dado, la differentia que aco-
gens. Así, se relaciona, como por lazos ta el género “animal” es “racional”,
de parentesco, todo aquello que for- puesto que, por medio de esta nota,
ma parte del mismo género. Para el el hombre se especifica diferencián-
301 geometria

dose de toda otra especie animal. De la cual es una especie de dicho géne-
esta manera, toda definición –que da ro. Pero, el género “animal” es una es-
cuenta de la esencia o especie– debe pecie del género “viviente”. Debido a
hacerse per g. proximum et differentiam esto, los escolásticos llamaron 3.1. g.
specificam. immediatum o proximum a aquel al
Durante la Edad Media, se afinó que pertenece directamente la especie
el tratamiento de este tema y, con- de la que se trata: “animal” es el género
secuentemente, la distinción entre el próximo de la especie “hombre”. En
plano metafísico y el lógico del g. Así, cambio, 3.2. g. mediatum o remotum
los escolásticos establecieron cuida- es aquel al que pertenece una especie
dosamente la distinción entre el 1. g. por mediación de otro género: “ani-
naturale o reale y el 2. g. logicum. Me- mado” es el género mediato o remo-
diante el primero se alude a un uni- to de “hombre”, ya que entre esta es-
versal cuya índole debe determinar- pecie y aquel género, se interpone el
se –lo que se intentó definir precisa- de “animal”.
mente en la querella de los universa- Por último, cabe aclarar que los au-
les (véase universale)–; con el segun- tores medievales usaron la expresión
do, se referían a una forma de pre- 4. g. physicum para aludir a la materia
dicación. Especialmente en este últi- prima, por analogía con el género lógi-
mo sentido, distinguieron entre 2.1. co, ya que ambos, aunque en diferen-
g. supremum, 2.2. g. intermedium, tes sentidos, se encuentran en todos
y 2.3. g. infimum. El género supre- los entes materiales compuestos. En
mo es aquel que no tiene otro sobre cuanto al término 5. g. subiectum, lo
sí, por lo cual abarca todas las espe- utilizaron para referirse al objeto for-
cies; se denomina también “generalí- mal (véase formale) de una ciencia, así,
simo”. Algunos autores postulan co- por ej., la cantidad es el g. subiectum
mo género supremo al ente, otros, la de la matemática.
sustancia. El intermedio es el género
geometria. En el período patrístico-
que tiene otros tantos sobre él así co-
medieval, la geometría es una de las
mo por debajo de él, por ej., el gé-
disciplinas o artes (véase ars) libera-
nero de lo “animado” tiene por enci-
les. Junto con la aritmética, la astro-
ma el de lo corpóreo y, por debajo, el
nomía y la música, forma parte del
de lo animal. El ínfimo es aquel ba-
quadrivium (véase) y consiste en el es-
jo el cual sólo se encuentran especies:
tudio de las figuras ideales, tanto las
ejemplo es el género “animal”, ya que
de la geometría plana como las de
bajo él únicamente se hallan las dis-
la geometría del espacio. Su objeto
tintas especies animales.
formal son las demostraciones con-
Siempre desde el punto de vista ló-
cernientes a ellas. Pero la definición
gico, es decir, en el plano de la pre-
más frecuente que se hace de la g. es
dicación, pero desde otro ángulo, se
la que dice ars bene metiendi omnem
consideró género a 3. una clase con
quantitatem mensurabilem, entendien-
mayor extensión y, por consiguiente,
do en el sentido de “extensa” la “can-
menor comprensión que otra (véase
tidad mensurable” mencionada en es-
extensio y comprehensio). De esta ma-
ta definición.
nera, la clase de los animales es un gé-
El principal antecedente filosófico
nero respecto de la de los hombres,
en la literatura medieval al respecto
gloria 302

es el constituido por Boecio. Para es- cos ciñeron su significado esencial al


te autor, la g. resulta de la considera- conocimiento formal de tales bienes
ción de las formas o ideas ejempla- –para utilizar un término contempo-
res en Dios, en una de sus formalida- ráneo, “valores”– de los que deriva
des: la de las magnitudines. En efec- honor (véase honor) y alabanza. Por
to, cuando éstas se abordan en cuan- otra parte, la Escolástica distinguió
to inmóviles en el espacio, de ello re- entre la 1. g. intrinseca, que es la que
sulta precisamente la geometría (cf. resulta de la conciencia que los seres
De arith. II, 7-9 y 10-13). inteligentes tienen sobre su propia ex-
En líneas generales, se puede decir celencia respecto de los irracionales, y
que, a partir del período que media que se vincula con la dignitas (véase);
entre los siglos XI y XII, la Edad Me- y la 2. g. extrinseca, que consiste en
dia adoptó el esquema y los axiomas la manifestación que se hace a los de-
de la geometría euclideana. Más aún, más de las propias perfecciones. Ca-
hacia el final del período menciona- be indicar que tal manifestación no
do, Nicolás de Amiens se inspira en es por esencia voluntaria, es decir que
esta geometría para construir, justa- no se confunde con la ostentación, si-
mente in modum artis geometricae, no que simplemente es manifestación
esto es, axiomáticamente, la defen- porque tales perfecciones resplande-
sa de los contenidos de la fe cris- cen por sí mismas. Así, cuando se re-
tiana contra los musulmanes. En la fiere al hombre, la g. es el conjunto de
geometría, Nicolás encontraba, pues, las dotes esenciales o accidentales que
humanae rationes. Más allá de este le pertenecen, por ej., el ser racional o
uso, lo cierto es que a la geometría el ser sumamente bello.
euclideana se añadieron las contribu- Con todo, los autores medievales,
ciones aportadas por los árabes, espe- que recogieron esta acepción de los
cialmente, las relativas a problemas clásicos, reservaron la atribución de
de trigonometría. gloria sólo a Dios. En tal sentido, g.
Durante el Renacimiento, además expresa su absoluta perfección y el co-
de volver a las fuentes mismas de la nocimiento que Dios mismo tiene de
Antigüedad, el desarrollo de las artes ella. Pero su manifestación, toda vez
plásticas hizo que se profundizara en que se abandona la concepción ema-
nuevos problemas geométricos, por nacionista (véase emanatio), no es ne-
ej., los de perspectiva. cesaria, sino que Dios la difunde. Y lo
hace mediante el mismo acto creati-
gloria. En la Patrística, Agustín de vo, por el que su gloria interna se ex-
Hipona había caracterizado la glo- pande en las criaturas. De ahí que se
ria como la noticia, conocimiento o, sostenga que la g. Dei es causa final
como se diría hoy, conciencia clara y de todo el universo creado. Los irra-
elogiosa del bien constante de alguien cionales cantan la gloria divina en y
(cf. In Io. Ev. 100, 1; 105, 3). Aun- por el solo hecho de que responden
que el Hiponense insiste en la nota de a las leyes de sus respectivas natura-
constancia del bien objeto de la glo- lezas, como sugiere el sentido último
ria, básicamente, sigue en esto a Am- del Cántico del Sol o de las criaturas de
brosio de Milán, quien define la g. di- Francisco de Asís. Los seres raciona-
ciendo que es clara notitia cum laude. les, en cambio, glorifican a Dios obe-
Con mayor precisión, los escolásti-
303 grammatica

deciendo libremente sus leyes y ad- Víctor, quien titula una de sus obras
mirando en lo creado la bondad del precisamente De IV gradibus violentae
Creador. Los teólogos medievales han caritatis. En el siglo siguiente, Buena-
hablado también de la g. de los bien- ventura también se sirve de este tér-
aventurados en la vida eterna, tema mino para aludir a la serie de actos o
en torno del cual se ha discutido ex- virtudes de que se reviste el alma en la
tensamente, puesto que remite a disi- ascensión de las criaturas a Dios, se-
dencias en materias como el mérito, rie que, en la perspectiva bonaven-
la predestinación, la Gracia, etc. Cf. turiana, está en correspondencia con
visio 3. las nueve órdenes de ángeles. Puesto
que, en su uso de hecho, implica la
glossa. A medida que la enseñanza noción de serie ascensional, se fue asi-
medieval va ampliando sus horizon- milando cada vez más al concepto de
tes y actividad, la lectio (véase) –en jerarquía.
principio, un acotado ejercicio de lec-
tura– se amplía con interpretacio- gradus. En líneas muy generales, es-
nes a textos clásicos y de los Padres, ta palabra alude a cada una de las dis-
con aclaraciones y comentarios que tintas instancias de lo que es varia-
reciben precisamente el nombre de ble, discontinuo y ordenable de mo-
glossae. Esos comentarios del maestro do creciente y decreciente. Los es-
se consignan sucintamente por escri- colásticos distinguieron entre: 1. g.
to de dos maneras: entre las líneas del mathematicus, que indica cada una de
texto, o en sus márgenes. El primer las 360 partes en las que se dividió el
tipo de glosa se llamó g. interlinearis; círculo; 2. g. physicus, que es la par-
el segundo, g. marginalis. Las glosas te de una cualidad que, repetida ocho
fueron la base de la que después se veces, iguala toda su intensidad (véa-
convirtió en un verdadero género de se intentio, in fine); 3. g. metaphysicus,
literatura filosófica y teológica esco- que señala cada uno de aquellos pre-
lástica: la expositio (véase lectio 3.). dicados mediante los que se ascien-
de desde la ínfima ratio del indivi-
gnome. Los autores medievales deno- duo hasta la suprema ratio del ente;
minaron así al hábito (véase habitus) por ej., en Pedro –como en cualquier
de juzgar en virtud de principios más otro miembro de la especie huma-
altos que los formalmente expresados na– se encuentran estos predicados
por la letra de la ley. Mediante este o “grados metafísicos”: hombre, ani-
hábito, intentaron obedecer a lo que, mal, cuerpo, sustancia.
sin estar explícitamente formulado en Para el significado especial de la ex-
ella, supuestamente respondía a la in- presión g. hierarchicus, véase gradatio.
tención del legislador o, mejor aún, a
la ley natural. grammatica. Voz que deriva de un
escrito del mismo título de Dioni-
gradatio. Es voz propia del vocabula- sio Traces, quien floreció en el siglo
rio místico en la Edad Media. En par- II a.C y publicó ese tratado sobre los
ticular, es usada para aludir a la serie elementos del discurso en griego clá-
de pasos o grados que el ama cumple sico. De hecho, en la Antigüedad, de
en su vía ascensional hacia Dios. Con un lado, la filosofía y, de otro, la fi-
este sentido la utilizan, por ej., Ber- lología se ocuparon del lenguaje hu-
nardo de Clairvaux y Ricardo de San
grammatica 304

mano. En tal sentido, muy temprana- Todo este movimiento culminó


mente se lo instaló en la reflexión fi- en lo que quizá se pueda considerar
losófica entre la realidad y el pensa- el aporte más importante de la Edad
miento. Por su parte, filólogos como Media a esta disciplina, especialmen-
el mencionado Dionisio o Aristarco te, en lo que concierne a la relación
de Samotracia dieron un gran impul- entre ella y la filosofía: el de los gra-
so a la normativa de esta disciplina, máticos especulativos. Sus principa-
pero sin desarrollar la sintaxis. Entre les nombres, tesis e hipótesis se de-
los latinos, el primer gran gramático sarrollan en el artículo modisti (véa-
fue Varrón, en cuya época aproxima- se), nombre con el que también se los
damente la g. comienza a integrar el conoció, en virtud de los ensayos De
trivium (véase) de las artes liberales. A modi significandi que proliferaron en-
Varrón suceden Donato y Prisciano, tre ellos.
quienes se dedicaron especialmente a Aun muy alejado de los gramáticos
la normativa y contribuyeron incluso especulativos, pero teniendo presen-
al progreso de la gramática griega. te el De magistro agustiniano, Buena-
Durante el período patrístico, la ventura subraya que la g. se origina y
enseñanza de la g. comprendía tanto funda en las cosas, esto es, en la rea-
el estudio teórico de la lengua y sus lidad. Ejemplifica esta afirmación ob-
leyes como la explicación de los gran- servando que, si es gramaticalmente
des escritores. De este modo, abarca- necesario que un verbo transitivo rija
ba también un aspecto de lo que hoy acusativo y no nominativo, ello obe-
se llama “Literatura”: la crítica litera- dece a que el acusativo señala el tér-
ria. Así se lee, por ej., en Agustín de mino del acto y no, como el nomina-
Hipona (cf. Sol. II, 11, 19). Para este tivo, su principio (cf. Coll. in Hexaem.
autor, la g. es el saber más elemental, IV, 19).
pero, no obstante ello, está en condi- Durante el Renacimiento, la gra-
ciones de revelar un primer indicio mática latina se aleja de la medieval,
del orden divino (cf. De ord. II, 1). vuelve a la de los modelos clásicos co-
Lo siguieron en esto Casiodoro, Beda mo Cicerón, César o Tácito, y atien-
y Alcuino en la alta Edad Media. Los de, con nombres como los de Loren-
gramáticos latinos pudieron después zo Valla, Guarino de Verona o Scali-
confrontar algunas de sus conclusio- gero, a los aspectos formales de una
nes con las de los árabes y las de los preceptiva más precisa. A la vez, es-
judíos. te proceso asiste al nacimiento de las
Ya en el siglo XII, Hugo de San Víc- gramáticas propias de lenguas nacio-
tor observa que aun antes de que exis- nales como la italiana y la francesa.
tiera la g. como ars, los hombres ha- Con una historia que dista de ser li-
blaban y escribían; sin embargo, esta neal, la g. no es pasible, pues, de una
disciplina es necesaria porque expone definición precisa. En términos muy
las normas del modo correcto de ha- generales, se la puede caracterizar co-
cer ambas cosas, más allá de la sim- mo la disciplina que regula la arti-
ple costumbre (cf. Didasc. III, 1). Por culación y racionalidad del lenguaje.
su parte, Pedro de Elía, al comentar a Con el correr de los siglos, se la dis-
Prisciano, hizo de la g. una introduc- tinguió de la orthografia, que se ocu-
ción a la lógica. pa de correcto modo de escribir las
305 gratia

palabras; de la ethimologia, que inda- ya naturaleza fue debilitada por el pe-


ga sobre su origen y evolución; de la cado original. En realidad, todo don
orthoepia, que prescribe la correc- que Dios hace a la criatura es inme-
ta pronunciación. Pero, como cen- recido por ella, pero hay una gratui-
tro de esta disciplina fue quedando la dad especial en los beneficios sobre-
syntaxis, que atiende a la articulación naturales; de ahí la expresión g. gratis
lógica entre las palabras. data. En este último término radica,
pues, la segunda nota a destacar en el
gratia. Deriva del adjetivo gratus que concepto que nos ocupa: su diferen-
es ambivalente: expresa tanto a aquel cia esencial respecto del plano de lo
que acoge o recibe algo con agrado meramente natural. Cirilo de Jeru-
como a aquel que es agradable y aco- salén, por ej., enseña que no es por
gido con favor. Así pues, originaria- naturaleza que se es hijo de Dios si-
mente, esta palabra significa: 1. la be- no por adopción, y a ésta Cirilo lla-
nevolencia que se tiene respecto de al- ma precisamente g. (cf. Cat. III). Por
guien o el favor que se le otorga; 2. la su parte, Jerónimo habla de la unidad
consecuencia o el efecto de ese don moral de la comunidad cristiana, que
en el beneficiario; 3. la cualidad de es resultado de su unión con Dios y,
una persona o cosa, que la hace ama- por ende, de la gracia, no de la natu-
ble a los demás; 4. el reconocimiento raleza (cf. Adv. Jov. II, 29). Es Agustín
por el bien recibido. Todas estas acep- –a quien se ha llamado precisamen-
ciones confluyen en el concepto teo- te doctor Gratiae– quien insiste, con-
lógico de g. Así, respecto del primer tra Pelagio, en la tercera nota, tal vez
sentido, se lee en Lc. 2, 40, gratia Dei la más discutida, en esta noción: la de
erat in illo; al segundo sentido se refie- la necesidad que el hombre tiene de
re el texto de II Cor. 6, 1, exhortamur la g. a partir de la caída que convirtió
non in vacuum gratia Dei recipiatis; la naturaleza humana en natura lapsa.
un ejemplo del tercero está dado por En el 529, el Concilio de Oranges ha
el versículo de Ef. 4, 20, ut det sermo incorporado esta doctrina agustinia-
gratiam audientibus; el cuarto está na a la enseñanza oficial de la Iglesia.
ejemplificado en I Cor. 1, 4, gratias En este sentido, Buenaventura
ago Deo meo semper pro vobis. No es –que menciona cuatro clases de g.: la
casual que todos los ejemplos adu- bautismal, la penitencial, la de perse-
cidos pertenezcan al Nuevo Testa- verancia y la sapiencial– insiste en el
mento, ya que, en este plano, desig- tema de la conservación de la gracia:
na la condición del justo después de se mantiene mediante la fe en Dios
la venida de Cristo y la característica como verdad suma, el amor a Él en
esencial de la obra cumplida por Je- cuanto suma bondad y la imitación
sús. Con todo, es el segundo sentido de la virtud o perfección divina (cf.
el que más incide en el 5. significa- De regno Dei, 19).
do estrictamente teológico de la no- En términos bíblicos, y, en parti-
ción de g. cular en los de San Pablo, estudiados
En efecto, este nombre, que desig- en primer lugar por Agustín, la g. es
na una de las nociones más impor- el nuevo orden providencial, la nue-
tantes en Teología, se vincula con lo va economía de la salvación dispues-
gratuito. La g. es el don gratuito de ta por Dios (cf., por ej., Rom. 5, 20;
auxilio que Dios hace al hombre, cu-
gratia 306

Gal. 1, 6). Los dos efectos fundamen- bitos en cuanto perfecciones de las
tales de este don son el volver al hom- cualidades operativas. Éstas tienden a
bre “justo” y el otorgarle el impulso cumplir operaciones dirigidas y pro-
eficiente para que obre en orden a su porcionadas a la vida eterna, pero, en
salvación sobrenatural. Se denomina la medida en que constituyen hábi-
a la primera “gracia santificante”; a la tos, modifican el modo de ser del al-
segunda, “gracia actual”. Cabe seña- ma en la que inhieren. Ciertamente,
lar que, de ordinario, el hombre no junto con esto, la gracia santificante
es consciente de la recepción de estos divina concede la potencia para lle-
dones, aunque perciba sus efectos. var a cabo esas operaciones, por ej.,
Respecto de la gracia santificante o y principalmente, las de creer, esperar
habitual, la Escritura habla de renaci- y amar, es decir, las concernientes a
miento, de nueva creación o de nueva las virtudes teologales (véase virtus 3).
vida, como se lee, por ej., en el Evan- En este sentido, la posición de Oc-
gelio de Juan 3, 5 o en las cartas de kham sostiene que, además de consti-
Pablo a los Gálatas 6, 15. Pero no se tuir la voluntad gratuita de Dios que
trata de que mediante ella el hombre decide acordar la bienaventuranza o
participe de la naturaleza divina en el beatitud al hombre, la g. es también
sentido de volverse consustancial con una cualidad absoluta que reside en
Dios sino que lo hace sólo en cuan- el alma y que se identifica con la cari-
to esta gracia le posibilita alcanzar el dad. Gracia y caridad son, pues, para
mismo objeto del conocimiento y de Ockham, dos términos connotativos
la voluntad divinos. Esta gracia alcan- que designan una misma realidad.
za el intelecto humano mediante la Con todo, y como corolario de su
fe (véase fides) en esta vida, y a tra- posición respecto de la volutad divi-
vés de la visión beatífica (véase visio na, también afirma, contra otros au-
3) en la vida después de la muerte; y tores medievales, que la g. no es con-
toca a la voluntad mediante la cari- dición ni necesaria ni suficiente de la
dad (véase caritas). Tal participación acceptatio (véase), en cuanto que Dios
es real como semejanza o unión con podría, de potentia absoluta, conce-
Dios –la mayor posible– que Él mis- der la beatitud a quien no la posee y
mo opera en el alma. Por eso, Tomás negársela a quien la posee (cf. In IV
de Aquino dice que la g. es “quaedam Sent. qq. 8-9).
similitudo divinitatis participata in La gracia actual es, en cambio, un
homine” (S. Th. III, q. 2, a. 10 ad 1). influjo sobrenatural y transitorio que
En virtud de esta gracia, que incide Dios da al alma para que ésta pue-
en la esencia del alma, tiene lugar, da obrar, siempre en orden a la sal-
pues, una transformación sugerida en vación. Tiene lugar mediante una ilu-
el locus que dice g. gratum faciens. minación directa e inmediata del in-
Durante la Edad Media, esta doc- telecto y una inspiración de la volun-
trina fue expresada en los siguientes tad. Con todo, la doctrina oficial de
términos escolásticos: la gracia san- la Iglesia no se ha expedido acerca de
tificante pertenece al accidente de la la naturaleza de la g. actualis. Sí, en
cualidad, añadido a la sustancia –el cambio, lo ha hecho respecto del ori-
alma– pero realmente distinto de ella; gen de la gracia. En este sentido, los
más precisamente, pertenece a los há- escolásticos en particular hablaron de
307 gubernatio

g. Dei y g. Christi: la primera es el con- homogénea, de la materia en el cuer-


junto de dones sobrenaturales conce- po del que se trate. En este orden, el
didos a los ángeles y a Adán y Eva an- opuesto de g. es levitas.
tes de la caída; la segunda es la con- Sólo al llegar a la puertas de la Mo-
quistada para los hombres por la Re- dernidad, durante el período huma-
dención de Cristo. Al respecto, con- nístico, se atribuyó a este término sig-
tra el parecer de Tomás, Duns Esco- nificados morales, ya sean pertene-
to sostiene que, aunque no se hubiese cientes a la ética individual, ya a la
producido el pecado original, de to- social. En el primer sentido, g. alude
das maneras la encarnación del Ver- a la trascedencia de una falta o peca-
bo hubiera tenido lugar, aun cuando do, la cual obliga a la severidad en el
no hubiera sido necesaria la Reden- castigo impuesto o esperado; en el se-
ción (cf. In IV Sent. l. 3, d. 8, q. 3). gundo, en cambio, se refiere a la ac-
Ahora bien, desde la polémica an- titud de dignidad y de decoro exter-
tipelagiana sostenida por Agustín no con la que una persona se condu-
(véanse liberum arbitrium, in medio; ce socialmente.
y concursus, in fine), quedó planteada
gubernatio. Suele traducirse como
para la teología cristiana la discusión
“gobierno”. Es un término que los
sobre la posibilidad de que la gracia
autores medievales han aplicado pre-
anulara o no el libre albedrío. Al res-
ferentemente al plano natural para
pecto, se dieron diversas posiciones
dar cuenta de una concepción de la
acerca del concurso, esto es, de la cau-
naturaleza que hoy llamaríamos “te-
salidad de la acción divina respecto
leológica”. Esta doctrina finalística
de la voluntad libre del hombre, en-
tiene su origen en la metafísica aris-
tre las que cabe mencionar las de To-
totélica. En efecto, Aristóteles afirma-
más de Aquino, y, ya en la Moderni-
ba, de un lado, que todo lo que es na-
dad, Erasmo, Molina, Lutero, Calvi-
tural existe por un fin e identifica éste
no, etc.
con la misma forma o razón de ser de
gravitas. En general, la Edad Media la cosa; subrayó también que lo que
entendió por “gravedad” la fuerza, ocurre en la naturaleza siempre o la
ímpetu o movimiento que lleva a un mayor parte de las veces no se puede
cuerpo hacia abajo y hacia el centro explicar por la casualidad sino que su-
de la tierra, definiéndola técnicamen- pone la acción ordenada a un fin. De
te como principium effectivum motus otro, sostenía que el universo entero
ad medium, es decir que es aquello está subordinado en su movimiento a
por lo cual un cuerpo deorsum nititur. un único fin, que es Dios mismo o lo
Así, se vinculó este concepto con el divino (cf. Met. VIII, 4, 1044 a 31 y
de lo pesado, especialmente, en aque- XII, 7, 1072 b).
llos autores que, siguiendo lo afirma- En la Escolástica se retoman estas
do por Aristóteles en el libro cuarto tesis para conferir un particular énfa-
del De caelo, hicieron depender la no- sis a la noción de g. Así, por una par-
ción de peso de la teoría de los lugares te, se la incorpora a la metafísica, uno
naturales. En cambio, según la tradi- de cuyos fundamentos es justamen-
ción que se remonta a Platón, lo gra- te el finalismo; por otra, g. se cons-
ve en el sentido de lo pesado depen- tituye en uno de los conceptos capi-
de de la constitución, más o menos tales de la teología. En tal sentido, ya
gula 308

Boecio había atribuido a Dios mismo Sin embargo, en la Escolástica tar-


el gobierno del mundo (cf. De cons. día, Guillermo de Ockham circuns-
III, 4). Por su parte, Tomás de Aqui- cribe la finalidad de la g. sólo al pla-
no hace notar que las cosas naturales no sobrenatural de la Revelación, sos-
se dirigen hacia su fin, que es su bien, teniendo que en el ámbito de la na-
lo cual no sucedería si no estuvieran turaleza no se puede hablar de fina-
providencialmente dirigidas a él; en lidad, desde el momento en que, se-
esta providencial ordenación consis- gún la doctrina ockhamista, la razón
te precisamente el ser gobernadas, ya no puede ir más allá de los meros da-
que gobernar es llevar conveniente- tos sensibles, limitándose a organizar-
mente una cosa al fin que le es debi- los. Así, en esta concepción, el mun-
do. Por lo demás, no es compatible do se manifiesta, si no desordenada-
con la bondad que se atribuye a Dios mente dispuesto, al menos, exento de
el dejar de conducir hacia la perfec- finalidad (véase providentia).
ción las cosas creadas por Él (cf. S.
gula. En cuanto vicio capital, la gula
Th. I, q. 103, a. 1 c). Pero cabe acla-
extrae sus bases escriturarias de varios
rar que esta g. divina del mundo no
pasajes, de los que se destacan dos: el
es, por así decir, “extrínseca” a él, sino
referido al tomar la manzana en el re-
que opera desde la misma esencia o
lato bíblico del pecado original (cf.
forma de las cosas. En otras palabras,
Gn. 3, 1-7), y el que concierne a las
en la concepción escolástica de esta lí-
tentaciones de Cristo en el desierto,
nea, la g. mundi, si bien se atribuye
la primera de las cuales consiste en
al Dios revelado, es concebida, en su
transformar las piedras en pan para
modalidad, aristotélicamente, o sea,
saciar el hambre (cf. Mt. 4, 1-11 y Lc.
como procediendo desde la misma le-
4, 1-13). La índole mítica del prime-
galidad interna del mundo natural.
ro y, sobre todo, el carácter origina-
Más aún, en sentido inverso, es de-
rio o inicial de ambos, hicieron que se
cir en el que va desde el conocer al ser
considerara la g. como puerta de los
de las cosas, es una constante del pen-
demás vicios, esto es, como ocasión.
samiento medieval –tanto del cris-
De hecho, el pensar en la estrategia
tiano como del hebreo y del musul-
diabólica de apoyarse en el deseo na-
mán– el tomar la g. mundi como vía
tural de alimento por parte del hom-
para probar la existencia de Dios. La
bre llevó a considerar la gula como
visión metafísica de un mundo orde-
vía de tentación por excelencia. Pero
nado lleva a plantear, desde el punto
su condición de medio del que se va-
de vista teológico, la existencia de una
le el mal para penetrar en el alma hu-
instancia absoluta que ordena o go-
mana está lejos de elevarla a catego-
bierna. Un ejemplo típico al respecto
ría de reina, madre o raíz de los de-
es el de la célebre quinta vía de Tomás
más pecados.
de Aquino (cf. ibid. I, q. 2, a. 3 c).
Con todo, la distinción señalada no
Con todo, esta concepción también
siempre aparece clara durante la Pa-
había aparecido ya, aunque de ma-
trística. Así, por ej., Ambrosio de Mi-
nera muy particular, en el platonismo
lán sostiene que la gula fue el primer
de la Escuela de Chartres, alcanzando
pecado, porque pone en la transgre-
después gran difusión en el resto de la
sión de comer el fruto prohibido la
Edad Media.
causa que expulsó a Adán del Paraí-
309 gustus

so en el que reinaba (cf. De Elia et las “hijas” de la g. en cuanto exceso


ieiunio 2). Es Agustín de Hipona inequívoco. Ellas son: la necia alegría
quien se encarga de profundizar en y la locuacidad, referidas especial-
las motivaciones de la acción adánica mente al beber vino en demasía; de
y determinar como soberbia ese peca- éstas derivan la bufonería y la sucie-
do (cf. De civ. Dei XIV, 12). Sin em- dad (cf. S. Th. II-II, q. 148).
bargo, toda la cultura medieval quedó En la historiografía medieval, es-
signada por una suerte de tabú al res- te vicio fue tratado especialmente
pecto, confirmado por los menciona- en contexto monástico, dado que, al
dos pasajes evangélicos, idea que sub- atentar contra el ascetismo que pro-
siste todavía en el período escolástico. ponían sus reglas, se destaca de ma-
Para Buenaventura, por ej., aun nera particular. En tal sentido, son fa-
cuando se ha de reconocer en el pe- mosas las páginas escandalizadas que
cado original un acto de soberbia, la escribe Bernardo de Clairvaux con-
gula representa una especie de pecado tra la gula de los monjes de Cluny
complementario, una culpa accesoria (cf. Apol. ad Guillelmum Abbatem
que vuelve más grave la desobedien- IX), la que suscitó irónicas reflexiones
cia (cf. In II Sent. d. 22, q. 1, a. 1). del mismo abad, Pedro el Venerable;
Son los escolásticos más claramente o las severas admoniciones que Hu-
aristotélicos, como Tomás de Aquino, go de San Víctor dirige a los novicios
quienes otorgan a la g. su especifici- (cf. De inst. novitiorum XIX). Respec-
dad en cuanto pecado. Como tal, es to de clérigos, estudiantes y goliar-
un apetito desordenado relativo a la dos en general, en cambio, hay una
comida y la bebida. Este desorden se exaltación de la g., especialmente en
puede entender en el plano de la re- lo que concierne al vino, que se vive
lación entre los medios y el fin; en es- como transgresión; así lo reflejan hoy
te caso, excederse en el comer y beber, los Carmina Burana.
medios en sí mismos necesarios, pue- Por el contrario, en el Humanismo
de conducir a absolutizar el deleite renacentista no se plantea esta exal-
que se deriva de ello y poner en él el tación con carácter transgresivo sino
fin último que sólo debe ser Dios. No que se valoriza la cultura gastronómi-
obstante, el Aquinate atenúa la grave- ca en cuanto aspecto de la civilización.
dad de la gula, cuando se la conside-
gustus. Para los escolásticos, el senti-
ra en sí misma y no en sus consecuen-
do exterior (véase sensus) del gusto se
cias, primero, porque los desórdenes
ordena al acto de la potencia o capa-
más graves son aquellos que se diri-
cidad nutritiva, pues es mediante el
gen directamente contra lo divino, lo
g. como el animal discierne lo que le
cual no es el caso de este vicio; segun-
es deleitable o no para su alimenta-
do, porque el objeto de la gula es una
ción y, por ende, para su superviven-
materia necesaria y es difícil distin-
cia. En el caso de este sentido, tal per-
guir entre satisfacción de la necesidad
cepción es inmediata, en cuanto se da
y deleite. En cambio, se torna grave si
asociada al tacto lingual, a diferencia
se tienen en cuenta, siguiendo a Gre-
del odoratus (véase).
gorio Magno (cf. Mor. XXXIII, 12),
310

H
habere. En la terminología escolás- primera de las posibilidades mencio-
tica, este verbo, que se suele traducir nadas del h. dio lugar al concepto de
como “tener”, aparece con dos signi- habitus, mientras que la última derivó
ficados fundamentales: en primer lu- en el de habitudo (véanse).
gar, indica 1. el estar algo o alguien Ockham es quizá quien más se re-
provisto de algo que, en general, re- mite a la presentación aristotélica es-
sulta del arte o la industria; por ej., bozada al comienzo de este artículo.
estar armado, vestido, etc. En tal sen- Con todo, añade el uso de este verbo
tido específico, el término correspon- en expresiones tales como que la es-
de a la décima categoría aristotélica, pecie habet un género, una diferencia,
según la lista más extensa de las que una definición; el género habet espe-
el Estagirita ofrece en Cat. 7, 1b 25 cies y diferencias; la causa, efectos,
(véase praedicamentum 3.3.1). En se- y viceversa; la ciencia, un subiectum
gundo lugar, y en sentido más am- y un obiectum (véanse), etc. (cf. Exp.
plio, el presente verbo puede corres- Aurea 86-7).
ponder también al 2. quinto postpre-
habilitas. Esta voz, cuyo significado
dicamento de los que Aristóteles ex-
genérico y originario no remite a ap-
pone en la misma obra, 15, 15b. Di-
titud sino a señal o signo, asume una
ce allí que el tener se toma en diver-
particular importancia en la doctrina
sas acepciones: 2.1. como estado o
de Agustín de Hipona. En efecto, pa-
disposición, en el sentido de poseer
ra el Hiponense, las cosas son seña-
una ciencia o una virtud; 2.2. como
les divinas, ya que en todas ellas ve el
cantidad, en cuanto se tiene tal o cual
reflejo o vestigio de Dios en cuanto
magnitud; 2.3. como lo que rodea un
Creador. Así, el hombre puede valerse
cuerpo; 2.4. como lo que está en una
de las h. para remontarse a Él. Se ha
parte del cuerpo, a la manera, por ej.,
de notar, con todo, que esta elevación
del anillo en la mano; 2.5. como una
a Dios, contemplado en la naturale-
parte misma del cuerpo; 2.6. como
za, pertenece a un momento del pen-
posesión en sentido lato.
samiento agustiniano, pero no cons-
Los escolásticos prestaron particu-
tituye una prueba propiamente di-
lar atención a la segunda acepción,
cha de la existencia divina. Habien-
y estudiaron el h. bajo la expresión
do ya encontrado a Dios, el alma lo
del modus habendi. Ella alude a la
contempla en las cosas que Él ha he-
razón determinada por medio de la
cho (cf., por ej., De lib. arb. II, 16,
cual una cosa está o inhiere en otra.
43). Esta doctrina es retomada por
Así pues, ese modus del tener se pue-
Buenaventura, en cuyo pensamiento,
de dar por inhesión, por continencia
presidido por el Itinerarium mentis ad
o manera de contener, por posesión,
Deum, adquiere un peso aun mayor.
por yuxtaposición y por relación. La
311 habitus

habitualiter. Cf. actualiter. habitus. En contexto escolástico, el


h. puede indicar tanto un modo de
habituatio. Es voz propia del léxico estar del ente como una cualidad. En
de Raimundo Lulio. En él, se desig- su primer sentido, este concepto re-
na con este término al acto específico mite a la categoría aristotélica del
por el cual el artista del Ars Raymundi habere (véase), es decir, a la condición
se inviste de sus principios y reglas. de poseer algo o de estar circundado
(cf. Ars generalis ultima, XII). por algo. En cambio, como cualidad
habitudo. Término latino relaciona- indica el modo en que una caracterís-
do con los de habere (véase) y aliquo tica inhiere en algo o alguien. En es-
modo se habere. En efecto, uno de te segundo sentido se origina el h. co-
los modus habendi se da por la rela- mo una de las cuatro especies de cua-
ción. En tal sentido, h. señala justa- lidad (véase qualitas) de las que ha-
mente una relación, un estar o ser res- bla Aristóteles (cf. Cat. VIII passim),
pecto de, una disposición, una apti- siendo las restantes la facultad, la re-
tud, o una capacidad para algo. So- ceptividad y la forma como configu-
bre esta base, la Escolástica distin- ración externa. La noción de hábito
guió entre dos sentidos al aludir a un como cualidad fue la más frecuente-
ente: quoad entitatem y quoad habi- mente tratada por los pensadores me-
tudinem. El primer punto de vista dievales, quienes distinguieron –co-
se asume cuando se concibe la esen- mo ya lo había hecho el Estagiri-
cia o quididad de algo in re. En cam- ta– entre el h. y la disposición (véase
bio, cuando se atiende a la relación dispositio). La diferencia señalada en-
que guarda ese algo con otra cosa, o tre ambos términos radica en que el
su potencia o capacidad, se lo consi- hábito es una posesión permanente
dera quoad habitudinem. Así, el hom- del sujeto; en cambio, la disposición
bre, que por su ser es animal racional, tiene un carácter accidental y transi-
quoad habitudinem piensa, calcula, ra- torio. Por eso, Tomás de Aquino, por
zona, etc. De esta manera, entre Dios ej., define el h. como una cualidad,
y la criatura no se da una proportio por sí misma estable y difícil de re-
entitatis sed habitudinis, ya que el ser mover, cuyo fin es facilitar la opera-
de Dios y el de la criatura distan infi- ción propia de una facultad (cf. S. Th.
nitamente. Pero la criatura puede ser I-II, q. 49, a. 2, ad 3). De manera que
referida a Dios por el conocimien- el hábito es tanto una forma perma-
to y el amor, dándose entonces una nente como una cualidad que infor-
proportio habitudinis. ma a una potencia y un principio del
Una acepción derivada, y menos que brota un acto. De este modo, el
técnica, de esta noción es la que la h., en su acepción más común, es una
concibe como un modo formal de cualidad adquirida –ya sea de modo
ser, tal como se manifiesta en una o deliberado, ya sea de modo natural–
varias costumbres. Respecto de este por medio de la repetida ejecución
último punto, cabe advertir que no se de ciertos actos. Según el Aquinate,
ha de confundir este significado vul- el hábito se diferencia de la potencia
gar del término con las acepciones en cuanto que, por ésta, simplemen-
técnicas de habitus (véase). te somos capaces de hacer algo, mien-
tras que por el h. nos volvemos hábi-
haecceitas 312

les para aquello que somos capaces de partida por ellos. Tampoco la mate-
hacer (cf. C.G. IV, 77). ria quantitate signata, como proponía
Por su parte, Guillermo de Oc- Tomás de Aquino. Para Duns Escoto
kham elaboró la mencionada distin- lo que individualiza es la “última rea-
ción en el sentido de la preceden- lidad de la cosa”: ultima realitas entis
cia de la potencia respecto del acto y (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 6, n. 15). A esa
de la de éste respecto del hábito (cf. última realidad irreductible del ente
Quodl. III, q. 21). También él subraya llama Escoto h. Así, la “haecidad” es
que el hábito no es una relación sino “illa forma qua totum compositum est
una cualidad absoluta. Como cuali- hoc ens” (ibid. IV, d. 2, q. 3, n. 46; cf.
dad, el h. es importante para el hom- también Rep. Par. II, d. 12, q. 5, nn.
bre que lo posee ya sea de manera de- 1, 8, 13 y 14). Pero cabe aclarar que,
liberadamente adquirida o natural. para el citado autor, entre la naturale-
En este último sentido, se distingue za de la entidad de la que se trata y la
entre el hábito intelectual o intellectus h. no hay una distinción real sino for-
principiorum, que es el de los princi- mal (véase distinctio); por eso, la h. no
pios teoréticos superiores, y h. moralis, añade una naturaleza a la propia de la
que es el hábito de los principios prác- entidad considerada; antes bien, es la
ticos superiores o synderesis (véase). ultima actualitas formae, caracteriza-
Además de estas clases de hábitos ción que es la más precisa para el tér-
adquiridos o naturales, los escolásti- mino que nos ocupa. Se trata, pues,
cos hablaron también en Teología del de una individuación de y no por la
h. infusus o sobrenatural: ejemplos de forma. Así, la individuación escotis-
este último tipo serían los hábitos de ta busca la determinación “completa”
la fe o de la caridad. de lo singular sin recurrir a la existen-
cia o al acto de ser; partiendo de las
haecceitas. Término que proviene de esencias, se erige como la más acaba-
haec, “esto” o “esta cosa”, de manera da actualidad de éstas y como la con-
que, para su versión española, habría dición exigida necesariamente para
que recurrir al neologismo “estidad”. toda existencia posible, que es –re-
Como vocablo técnico fue utilizado cuérdese– sólo de individuos.
especialmente por Duns Escoto para Entre los autores medievales que
referirse al principio de individuación anticiparon larvadamente esta doctri-
(véase individuatio). na, se puede mencionar a los francis-
Para la metafísica de corte aristo- canos de la escuela de Oxford, entre
télico, en la realidad, se dan sólo en- ellos, Tomás de York, y, por otra par-
tes individuales; entre ellos, los cor- te, a John Peckham.
póreos, que son compuestos de mate-
ria y forma. Ahora bien, el principio haeresis. Aunque actualmente se le
de individuación, es decir, lo que ha- atribuye otra etimología –la de “to-
ce que un ente dado sea ése y no otro mar”–, los autores medievales asig-
de la misma especie, no es ni la forma naron a este término el significado de
–porque ella es lo que hace que el en- “elección” que tiene la voz griega en la
te sea tal cosa–, ni el compuesto, da- que se origina, sólo que se aplica a las
do que la composición es compartida cosas de fe, según recuerda Jerónimo.
por todos los miembros de la especie, De hecho, se considera que, al consti-
ni la materia, que también es com- tuirse como tal, el hereje elige su pro-
313 hebdomas

pia opinión, desechando un dogma la Iglesia se considera depositaria, en-


en pro de una doctrina privata a la trando así en contradicción con ella.
que se atiene con obstinación. Ahora En la Edad Media, los herejes fue-
bien, la fe implica no sólo el adherir ron contados entre los falsificadores,
voluntariamente a la palabra del Dios desde el momento en que corrompen
revelado sino también, y secundaria- la fe, considerada vida del alma. Des-
mente, el adherir a los medios que de el punto de vista que hoy se deno-
llevan a ella, esto es, a las verdades de- minaría “subjetivo”, se imputa al he-
rivadas que el conjunto de los creyen- reje, para ser confirmado como tal, la
tes acepta como tales. El primer tipo pertinacia, fruto de la soberbia. Bue-
de infidelitas (véase) es el de los paga- naventura, por ej., insiste en la esteri-
nos o gentiles (gentes o gentiles), infi- lidad del h., precisamente por haberse
delidad negativa, por nescientia (véa- apartado de Dios, y observa que, aun-
se); el segundo, el del hereje y el cis- que los herejes pueden tener el méri-
mático, cuya infidelidad es positiva. to de morir por lo que creen verdade-
Cuando cualquiera de ellos reúne se- ro, nunca se han registrado milagros
guidores, se constituye, precisamente, hechos por ellos (cf. Coll. in Hexaem.
una secta, término que los medievales IX, 17).
hicieron derivar de sequendo, según la
hagiographia. Etimológicamente, es-
etimología propuesta por Isidoro de
te vocablo indica el escribir o el ha-
Sevilla (cf. Etim. VIII, 3). Por otra
blar sobre lo santo. A diferencia de
parte, la diferencia entre la herejía y
la prophetia (véase), la h. no se expre-
el cisma (schisma) radica en que el he-
sa en nombre de Dios y se refiere a
reje sostiene una creencia equivocada
cosas que, si bien son divinas, están
(perversum dogma); el cismático es el
al alcance de la razón humana. Con
que es separado de la Iglesia por opo-
todo, aunque el hagiógrafo habla en
sición y rebeldía sus autoridades, co-
nombre propio, los autores medieva-
mo se infiere de lo dicho por Agus-
les suelen considerar que lo hace asis-
tín (cf. De bapt. contra Donatistas
tido por la luz divina.
V, 7). Es fundamental en la compren-
sión de este concepto tener presente hebdomas. De origen griego, esta pa-
el mandato de Cristo a sus discípulos labra alude al número siete. Se usó en
sobre el mantenimiento de la unidad: particular para señalar los siete días
“Sean uno”. de la semana. Precisamente en la tra-
Tomás de Aquino enseña que, sien- dición judeo-cristiana indica los de
do una elección en la doctrina, la he- la Creación; de ahí que muchos co-
rejía se vincula no con el fin mismo mentarios a las primeras páginas del
de la fe, es decir, la autoridad divina Génesis, donde se la describe, presen-
de Cristo, sino con los medios. Éstos ten en su título la voz que nos ocupa.
son las verdades reveladas cuya acep- También se la ha usado para el sépti-
tación somete la inteligencia del cre- mo día de la semana. En la Medicina
yente a esa autoridad divina. (cf. S. medieval se la empleaba para aludir,
Th. II-II, qq. 10-11). Así pues, la he- en la evolución de ciertas enfermeda-
rejía es una tesis o doctrina que se des, al séptimo día, que se considera-
opone directa, inmediatamente a la ba crítico para su desenlace.
verdad revelada por Dios y de la que
hemeoptoton 314

hemeoptoton. Figura de la Gramáti- Se trata de un concepto típicamen-


ca y la Retórica medievales que con- te neoplatónico, como aparece, por
siste en emplear varias palabras en el ej., en Plotino (cf. En. III, 2, 17). Pe-
mismo caso, por ej., el acusativo. Isi- ro fue introducido en el pensamiento
doro de Sevilla da cuenta de ella en occidental con la mencionada acep-
Etym. I, 36, 15. ción por el Pseudo-Dionisio, es de-
cir, Dionisio Areopagita, especial-
heterogenea. Como el mismo nom- mente, a través de los títulos de sus
bre lo indica, alude en general a las obras principales, cuya influencia, si
cosas que son de género diverso; se bien irregularmente, se extiende a lo
opone, por tanto, a homogenea. Se largo de toda la Edad Media y alcanza
puede predicar 1. de una cosa respec- inclusive incluso a los humanistas del
to de otra u otras, como cuando se Renacimiento: De h. caelestis y De h.
dice que un felino es h. respecto de ecclesiastica. El primero presenta una
un canino, de hecho, Aristóteles uti- ordenación de los ángeles, esto es, de
lizó esta noción en sus escritos bioló- las inteligencias o espíritus angélicos;
gicos (cf., por ej., Hist. an. VIII, 18, el segundo hace corresponder con la
601a 25); o bien, 2. de las partes que primera jerarquía la eclesiástica. Ca-
constituyen una cosa, cuando ellas da una se divide en tres órdenes, cada
presentan entre sí propiedades diver- uno de los cuales, a su vez, se subdivi-
sas, como puede suceder con los ele- de en otros tres.
mentos que componen la materia de
un cuerpo. hierarchicus. Voz particularmen-
te frecuente en el vocabulario bona-
hexaemeron. Nombre transliterado venturiano. Designa el acto por el
del griego –lengua en la que signifi- que Dios restaura en el espíritu hu-
ca “seis días”– en la literatura medie- mano la posibilidad de ascensión has-
val latina este término hace alusión, ta Él, obstaculizada por el pecado ori-
precisamente por eso, a la Creación, ginal. Por eso, es un término que apa-
mejor dicho, a los comentarios al Gé- rece por doquier en el Itinerarium
nesis donde ella se relata. Así, por ej., mentis ad Deum. Buenaventura sue-
se tienen los textos al respecto de los le usar también el verbo hierarchizari
Padres Capadocios, entre ellos, San para aludir a los actos y hábitos por
Basilio, justamente con su H. Por su los que el alma humana se conforma
parte, Gregorio de Nyssa lo sigue con a Dios en cuanto exemplar.
las Homiliae in hexaemeron que po-
nen especial énfasis en desentrañar el historia. En la Antigüedad, h., cu-
sentido de los seis días de actividad ya acepción primordial es la de des-
creadora de Dios, ateniéndose lo más cripción, designó fundamentalmen-
posible a la letra de la Escritura. te el ordo temporum transactorum y
consistía en una cronología compara-
hic et nunc. Cf. absolute 5. da que tomaba como base las olim-
hierarchia. En líneas generales, este píadas, los consulados, etc. Los Pa-
término –cuya grafía puede asumir dres, como Agustín de Hipona, ins-
a veces la forma de hyerarchia– indi- cribieron en dicha cronología los da-
ca el orden de los bienes supremos y, tos de la historia religiosa de la huma-
por extensión, el de las cosas sagradas. nidad y los emplearon en las discusio-
315 homilia

nes apologéticas (cf., por ej., De doctr. ‘un accidente que se da en el ser’...”.
christ. II, 28, 42-44). Como historia A diferencia del ly, que suele introdu-
natural, apunta al conocimiento de cir una sola palabra, es habitual que
lugares y propiedades de animales, ár- las expresiones que nos ocupan intro-
boles, plantas y minerales menciona- duzcan, como en el ejemplo mencio-
dos en la Biblia (cf. ibid. II, 16, 24). nado, frases enteras o términos cons-
Pero el campo se extiende aún e in- tituidos por más de una palabra.
cluye hasta la mitología, para termi-
homificans. Es voz propia del voca-
nar constituyendo, durante el perío-
bulario luliano. La definición más
do patrístico, el contexto más general
característica de hombre que desa-
de los comentarios a la Escritura.
rrolla Llull en varias de sus obras es
En la Edad Media propiamente di-
la de “homo est animal homificans”:
cha, la acepción de h. se vuelve más es-
“el hombre es animal que humani-
tricta. En efecto, dos son los sentidos
za” (Ars generalis ultima, IX, 4, 29).
principales en los que deriva esta voz:
Con este tipo de definiciones, Llull
1. el de la narración histórica, del que
da cuenta de un principio capital de
se da noticia en el artículo narratio.
su filosofía: todo lo que existe actúa;
2. En la doctrina de los diversos sen-
nada puede permanecer ocioso en el
tidos en los que se lee la Escritura, la
universo luliano y la definición más
h. representa el primer tipo: es el ni-
natural de cada cosa, incluida la del
vel primario del texto, o sea, la inte-
hombre, es su acción propia.
ligencia de los hechos relatados. Esto
era requerido, como hacen notar los homilia. A diferencia del sermo (véa-
victorinos, por una exégesis rigurosa se), al menos, en la acepción general
del Libro Sagrado. de discurso que tiene este último vo-
cablo, la h. es el discurso específica-
hoc aliquid. Cf. significare 3 y 4.
mente religioso que el predicador di-
hoc quod est. Esta expresión y la de rige a los demás hombres; de ahí su
su equivalente, id quod dicitur, cum- nombre. Con todo, sermo y h. mu-
plen la misma función del ly (véa- chas veces pueden intercambiarse co-
se); más aún, autores como Nico- mo sinónimos. Así como los alegatos
lás de Autrecourt las prefieren a este de defensa de Cicerón –que después
último. Así pues, señalan que el tér- de pronunciados oralmente, éste po-
mino al cual introducen es asumi- nía por escrito, puliendo y ampliando
do en el plano del metalenguaje. Pa- su contenido– lo mismo ocurre con
ra expresarlo en términos contempo- las homiliae en la Edad Media. Han
ráneos, esto significa que ha de ser dado lugar a obras que, si bien son
mentalmente leído como entrecomi- teológicas, presentan en su contenido
llado. Por ej., “hoc quod est accidens in tesis filosóficas que después se fueron
esse positum...” no significa “esto, que desarrollando. Abundan especialmen-
es un accidente que se da en el ser...”, te en el período patrístico y casi siem-
sino “la expresión (misma) ‘un acci- pre sus títulos completos indican el
dente que se da en el ser...’”. De esta ámbito temático, es decir, el libro de
manera, el pronombre “hoc” no tiene la Escritura que abordan. Un ejem-
valor demostrativo sino el de un artí- plo son las Homiliae in Ezechielem
culo, como si se dijera “el (término) de Gregorio Magno.
homo 316

homo. En cuanto opuesta a la idea la voluntad; 3. el carácter social; 4. la


de la deidad, luminosa y celeste, la de condición de microcosmos.
ser humano, desde antiguo, hace alu- Respecto de 1. el estar dotado de
sión a lo terrestre. Con todo, el pen- razón, se puede decir que se conside-
samiento patrístico y medieval conci- ró la diferencia específica por excelen-
bió al hombre no sólo como el más cia del h. Por eso, su definición clásica
complejo de los seres creados, sino es la de animal rationale. Esta defini-
también como el más rico, ontológi- ción, que tiene su raíz en Aristóteles
camente hablando, de los entes cor- (cf. Top. V, 4, 133 a 20) y en los estoi-
póreos. En el habitual método de de- cos, atraviesa toda la Edad Media. Pa-
finición por género próximo y dife- ra poner un solo ejemplo, aparece en
rencia específica, la determinación Alberto Magno, en particular, en su
del género al que pertenece el h. no De nat. et orig. animal. I. Con todo, y
presenta dificultades, puesto que es- habida cuenta de que esta definición
tá ordenado en el género de los en- recorre siglos no sólo anteriores sino
tes dotados de vida animal, o sea, es aún posteriores a la Edad Media, es
animal. El problema surge cuando se útil hacer una contextualización tí-
debe establecer la diferencia específi- picamente escolástica de su uso, con
ca del hombre, ya que, entonces, se el objeto de apreciar su especifici-
han de examinar sus notas esenciales. dad medieval. En ella, hay que seña-
Para el establecimiento de éstas, tan- lar, en primer lugar, que el carácter de
to la Patrística como la Escolástica to- rationale, esto es, el estar dotado de
maron como punto de partida, de un razón, se ha de entender en el sentido
lado, las concepciones filosóficas de la gnoseológico amplio del término ra-
Antigüedad; de otro, el dato revelado tio (véase), sentido que alude a toda la
de Gn. 1, 26, que presenta al h. como estructura cognoscitiva humana. En
hecho a imagen y semejanza de Dios. segundo término, hay que recordar
La cuestión fue establecer, entonces, que los autores medievales solieron
en qué consiste la imagen y en qué acotar la mencionada definición con
radica la semejanza (véase similitudo). el atributo “mortal”, para subrayar
Se tomen ambas categorías como un la finitud del hombre. Guillermo de
todo o se discierna entre ellas, lo im- Ockham, por ej., llama “metaphysica”
portante es examinar cuál de las notas la definición “h. est animal rationale,
esenciales en el hombre lo acerca más mortale”; y “naturalis”, la que reza “h.
a Dios y lo aleja más de las bestias con est animal compositum ex corpore et
las que comparte la animalidad de anima intellectiva”. Hace la crítica de
su género. En otras palabras, se tra- ambas, y prefiere “substantia animata,
ta de determinar nada menos que el sensibilis, rationalis” (cf. Summa To-
núcleo de la diferencia específica en tius Log. I, 26). En general, los esco-
el hombre, lo cual es el “nombre” de lásticos tuvieron siempre presente la
su esencia. En tal sentido, de las si- advertencia aristotélica acerca de que
guientes cuatro notas, se destacaron tal racionalidad permite al hombre
las dos primeras (véase imago dei): 1. percibir lo justo y lo injusto, desde el
la racionalidad; 2. el libre albedrío co- momento en que es lo que le confiere
mo capacidad de elección, propia de la posibilidad de un lenguaje articula-
317 homo

do con referencia al bien y al mal (cf. yes físicas que rigen el mundo ma-
Pol. I, 2, 1253 a 9). terial, como la de la gravedad; en su
2. Dicha capacidad no sólo de per- condición de ser dotado de vida ve-
cibir el bien y el mal sino aún de ele- getativa, crece, se reproduce y mue-
gir adecuarse a lo uno o lo otro me- re; en su carácter de ser dotado de
diante la libre voluntad, también ha vida animal, cuenta con una sen-
sido subrayada como nota esencial del sibilidad compleja, por ej., con la
h. Aun con prescindencia del antece- aestimativa (véase); al mismo tiempo,
dente aristotélico, en algunos pensa- tiene, por su alma, una dimensión es-
dores, especialmente de la Patrísti- piritual, como la angélica. Con to-
ca, esta nota es elevada al primer ran- do, no se ha de confundir esta doc-
go. Así sucede, por ej., en Gregorio trina con la que entiende al h. como
de Nyssa, para quien la similitudo methórios, esto es, el ser que, por
del hombre con Dios –más determi- constituir la frontera entre el mun-
nante aun que la imago– radica en la do inteligible y el sensible participa,
inclinación de la libre voluntad hu- de algún modo, de ambos. En efecto,
mana hacia el bien (cf. Or. I). En esta esta doctrina parte de una perspecti-
línea se podría incluir también al ma- va jerárquica, en cuanto considera al
yor representante de la Patrística lati- humano como aquel ser que confor-
na, a Agustín de Hipona (cf. De lib. ma, por la condición de encarnada de
arb. I, y passim). su alma, el ínfimo y más remoto con-
3. En cuanto al carácter social del fín del mundo inteligible y, a la vez,
h., es decir, a su constitutiva necesi- el supremo del sensible. En cambio,
dad de actualizar su naturaleza en un la noción de microcosmos revaloriza
medio humano, hay que señalar que este último aspecto, desde el momen-
se circunscribe al pensamiento aris- to en que acentúa el carácter de sín-
totélico. El Estagirita indica, en efec- tesis de un ámbito de lo real, repre-
to, que quien no forma parte de una sentado por el hombre. En general,
comunidad o el que no tiene necesi- se ha considerado que, en dicha sín-
dad de nada, es o bien una bestia o tesis, cada uno de los planos supera
bien un dios (cf. Pol. I, 2, 1253 a 27). al anterior, incluyéndolo o integrán-
Como no podía ser de otra manera, dolo. En estos términos aparece, por
por tratarse de una tesis antropológi- ej., en Agustín (cf. De lib. arb. II). La
ca central en Aristóteles, esta noción doctrina del hombre como microcos-
reaparece en la Escolástica, por ej., en mos –que se encuentra ya en el pen-
Tomás de Aquino, quien subraya que samiento clásico– es rastreable en casi
el hombre es naturaliter politicus id est todos los autores de la Patrística, aun-
socialis (cf. S. Th. I, q. 96, a. 3 c; II-II, que también en Boecio y en Tomás
q. 9, a. 4 c y q. 109, a. 3, ad 1). de Aquino (cf. S. Th. I, q. 91, a. 1 c),
A estas notas esenciales se añade y resurgirá con gran fuerza en el Hu-
el 4. carácter de microcosmos del h. manismo, por ej., en Pico della Mi-
(véase microcosmus), o sea, su condi- randola (cf. De hom. dig., ed. Garin,
ción de reunir en sí mismo todos los 131 r).
planos de ser que se dan en la reali- Cabe señalar, por último que,
dad. Así, en su condición de corpó- mientras humanitas (véase) indica la
reo, el hombre está sometido a las le- esencia del hombre, prescindiendo de
homogenea 318

su individualidad, h. la connota, pe- texto copiado, que se conoce precisa-


ro en el sentido de que puede aludir a mente con el nombre de h. Como es
cualquier ser humano singular sin de- obvio, es este último sentido –negati-
terminarlo, que es lo que, en cambio, vo, por sus consecuencias a la hora de
se hace al decir, por ej., “Sócrates”. leer un manuscrito– el que tiene ma-
yor incidencia en el campo de los tex-
homogenea. Al contrario de las co- tos medievales.
sas heterogenea (véase), se dice 1. de
las que pertenecen a la misma especie honestas. Casi todos los autores me-
o género; o 2. de los elementos que dievales se remiten al sentido gene-
componen cada ente material, cuan- ral que atribuyó a este término Isi-
do son de la misma clase y propie- doro de Sevilla: h. señala un estado
dades; por eso, dichos elementos son de dignidad y decoro, esto es, de ho-
llamados “homogenes” o también “si- nor, honoris status, de donde parece
milares”. hacer provenir el término (cf. Etym.
X, 116). Cicerón ya había afirmado
homoioteleuton. Palabra translitera- que lo honesto es algo que “sua vi nos
da del griego, señala un esquema o fi- allicit, et sua dignitate habit” (Reth. II,
gura de la lengua que devino en tér- 52); así sucede con la verdad, el saber
mino técnico. Tiene tres matices vin- y la virtud. A partir de la Antigüedad,
culados entre sí: 1. desde el punto de se consideró que lo eminentemente
vista gramatical, especialmente de la honestum es la virtud en cuanto que
morfología, el h. consiste en emplear ella constituye la excelencia del hom-
varios verbos que terminan del mis- bre, pero, sobre todo, porque traduce
mo modo, por ej., abiit, abscessit, etc., belleza espiritual, que es la nota fun-
como señala Isidoro de Sevilla (cf. damental del concepto que nos ocu-
Etym. I, 36, 16). 2. Es también una pa. En efecto, dice Agustín de Hipo-
técnica retórica. En este plano, es una na: “Honestatem voco intelligibilem
figura de repetición dada por la igual- pulchritudinem, quam spiritualem nos
dad o semejanza de los sonidos fina- proprie dicimus”, aunque añade que
les de palabras con las que terminan “sunt multa pulchra visibilia, quae
proposiciones consecutivas; se tra- minus proprie honesta appellantur”
ta, pues, de una forma de asonancia. (De div. quaest. VII). En la Escolásti-
3. Esta última característica hizo que ca, se subrayó el hecho de que la be-
derivara en un tecnicismo propio de lleza espiritual implicada en la h. se
la paleografía, donde reviste un sen- funda en el esplendor inteligible de
tido negativo. En efecto, este recur- su orden racional. Dicho esplendor
so que tiene un autor de emplear, por hace de lo honestum algo amabile, pe-
ej., en un par de renglones sucesivos ro en el sentido de amandum, de lo
dos verbos que terminan de manera que debe ser amado, ya que honesto
semejante o igual, genera en el copis- es lo que por sí mismo es deseable pa-
ta el error de confundir ambos ren- ra el apetito guiado por una recta ra-
glones. De este modo, al copiar, re- zón y no simplemente para el apeti-
toma la palabra que sigue inmediata- to sensible. De ahí que necesariamen-
mente al segundo y no la que sigue te todo lo honesto sea deleitable, pero
al primero, salteando así una línea y no a la inversa.
generando una aparente laguna en el
319 humanitas

honestum. Cf. honestas. fama, en cambio, es el conocimiento


y reconocimiento sólo interior del va-
honor. Los autores medievales han lor de alguien; y el elogio, el que se
definido el honor con la sintética ex- hace únicamente a través de palabras
presión testimonium excellentiae. En (cf. S. Th., II-II, q. 103, a. 1). Por otra
general, es toda manifestación de parte, también el Aquinate lo jerar-
consideración y de estima que los quiza como bien social, al punto de
hombres tributan a alguien. Tiene, plantear el h. como primer objeto po-
pues, un origen claramente ético. Por sible de la ambición y de la envidia
extensión y como derivado, se am- (véanse ambitio e invidia).
plió hasta aludir también a la auto-
ridad o cargo del que una persona es- humanitas. Este término asume un
tá investida. Tanto la Antigüedad co- significado muy preciso en la Edad
mo la Edad Media consideraron el h. Media. Con esta voz los autores me-
uno de los bienes fundamentales de dievales designaron lo que es del
la vida social, en relación con la cual hombre en cuanto hombre, o sea, lo
Aristóteles asigna a la magnanimidad que constituye como tal su naturale-
(véase magnanimitas) el mayor valor. za o esencia específica. En otras pa-
Lo entiende, además, como una suer- labras, expresa lo que es propiamen-
te de premio al conducirse socialmen- te humanus, adjetivo del que direc-
te de un modo recto (cf. Et. Nic. II, 7 tamente deriva. Como toda esencia,
y VIII, 14) y a la virtud, como lo ha- la h. se resuelve en una nota genéri-
rá también Cicerón (cf. Brutus, 81). ca y otra diferencial que, en este caso,
Este último, además, señala una cir- ordenan al hombre en la jerarquía de
cunstancia que será recogida por los perfecciones ontológicas propias de
autores medievales: h. alit artes (Tusc. los seres creados y explicitadas lógica-
I, 2), el honor, o la búsqueda de él, mente en el árbol de Porfirio. La no-
promueve las distintas disciplinas, ya ta genérica es la animalidad, y la es-
que quien se dedica a alguna de ellas pecífica, la racionalidad, de acuerdo
ambiciona sobresalir en su ejercicio. con la definición tradicional del homo
La Edad Media, y especialmente la (véase). Se ha de insistir en que esta
Escolástica, concedieron cierta aten- palabra no indica en la Edad Media el
ción a este concepto por la importan- conjunto de los seres humanos –co-
cia que cobra en su contexto histórico mo se entiende hoy la palabra “hu-
la constitución jerárquica de la socie- manidad”– sino la esencia que pres-
dad. Así, Tomás de Aquino, por ej., cinde absolutamente de la indivi-
subraya el comportamiento de esta dualidad. Señala, pues, la estructura
última respecto de alguien en parti- esencial del hombre en su integridad
cular, a través de signos concretos que sin singularizarla. Como advierte To-
implican el reconocimiento del valor más de Aquino, alude a los principios
de dicha persona. Por eso, se encar- esenciales de la especie, tanto forma-
ga de discernir el h. de la fama y del les como materiales, dejando a un la-
elogio: el primero es más amplio, ya do los individuales (cf. C.G. IV, 87).
que los mencionados signos concre- Para Guillermo de Ockham, desde
tos –han de ser signos, esto es, exter- su posición nominalista, h. hace refe-
nos en cuanto manifestaciones– están rencia a la natura unam, esa natura-
dados por hechos, cosas y palabras; la leza única compuesta de cuerpo y al-
humilitas 320

ma intelectiva (cf. Summa Totius Log. tiva que apuntaba más a la interiori-
I, 7) en cada hombre. dad; de ahí, por ej., la insistencia en el
Superados los siglos medievales, es- pronto reconocimiento de las propias
te término adquiere una significación faltas.
diferente que constituye la clave del Los escolásticos, en general, la han
Humanismo: indica el ideal de la for- entendido como la virtud que impide
mación cultural del hombre que recu- tender inmoderadamente a lo que es-
pera el centro de la escena filosófica. tá más allá de las solas fuerzas huma-
En tal período, los studia humanitatis nas. De este modo, implica de suyo la
se cultivan porque perfeccionan al ser relación con Dios y el reconocimien-
humano, o sea, porque forman su h. to de la necesidad que de Él se tiene.
entendida no tanto como armonio- Al mismo tiempo, y de un lado, se
sa cultura literaria cuanto como boni- advirtió sobre el riesgo de no incurrir
tas et virtus. Así lo expresa, por lo me- en la humildad necia, que consiste en
nos, Leonardo Bruni en sus Dial. I; ignorar la propia dignidad, y en la hi-
de ahí que, en esta época, proliferen pócrita, que sólo atiende a las mani-
los escritos De dignitate hominis que festaciones externas, ya que la verda-
se oponen, según la nueva revaloriza- dera h. es, sobre todo, un movimien-
ción de lo humano, a tratados como to interno.
el De miseria hominis. Debido al reingreso de la ética aris-
totélica y, por consiguiente, a la im-
humilitas. En general, durante el pe- portancia conferida a la magnanimi-
ríodo patrístico, se ha considerado la dad como virtud, se tornó típica en
humildad como condición para cier- el tratamiento escolástico del tema la
tas cosas, y a la vez como consecuen- discusión acerca de la relación entre
cia de otras. En efecto, Agustín de h. y magnanimitas (véase). Esta últi-
Hipona, por ej., señala que la h., en ma, en contexto cristiano medieval, es
cuanto opuesto de la soberbia, no só- la virtud por la que el hombre se con-
lo es necesaria para entrar en el rei- sidera digno de grandes empresas por
no de los cielos, sino también para in- don de Dios. Así, se ha insistido en
ternarse en la verdadera filosofía. Pe- que el vicio opuesto a la humildad no
ro también observa que toda la hu- es la magnanimidad sino la superbia
mildad del hombre consiste en cono- (véase).
cerse a sí mismo (cf. De beata vita I,
13; De an. et eius or. III, 12, 18; In Io. hyliatis. Al desarrollar su teoría sobre
Ev. 25, 16). Por su parte, Isidoro de el principio de individuación, Alber-
Sevilla asocia la humildad, es decir, la to Magno habla de una cierta h. en
condición del humilde, con la expre- las sustancias corpóreas, que es trans-
sión humo acclinis, inclinado a la tie- cripción deformada de un término
rra (cf. Etym. X, 115). que aparece en el Liber de causis: sig-
En contexto monacal, se insistió, nifica universalidad. Así lo testimonia
sobre todo, en las manifestaciones ex- Tomás de Aquino (cf. In lib. de causis,
ternas de la h. Así, por ej., la Regla de l. 9).
San Benito establece doce grados en
hypallage. Es una figura de la Gra-
ella que van desde la parquedad en el
mática que consiste en cambiar la
hablar hasta el temor de Dios. Pau-
construcción de una proposición, lo
latinamente se impuso una perspec-
321 hypothesis

cual implica a veces modificar el ca- propia, cuyo contenido, en principio,


so en que en latín está construida una permaneció indeterminado, afirmán-
frase. dose simplemente el hecho. La espe-
culación escolástica, en cambio, pro-
hypostasis. Voz de origen griego que fundizó sobre lo constitutivo de la h.,
alude a una verdadera realidad, con- extendiendo su aplicación inclusive al
trapuesta a las meras apariencias. Ya orden natural (véase subsistentia).
los primeros neoplatónicos y cristia- En cuanto a 2., es decir, al pro-
nos operaron cambios importantes en blema teológico de la divinidad de
la significación de h. Plotino, por ej., Cristo, la cuestión de mayor grave-
llama así a las tres sustancias inteligi- dad se suscitó respecto de la existen-
bles e inmóviles: lo Uno, la Inteligen- cia de dos naturalezas en Él, o bien
cia y el Alma del Mundo (cf., por ej., –como sostenía el monofisismo– una
En. III, 4, 1). Por su parte, Filón con- sola. En este sentido, la distinción se
cibió el Logos como una h. engendra- efectuó principalmente entre h. y fysis
da por Dios que, en su concepción, es o natura. El concilio de Calcedonia
la sustancia originaria. se definió contra esa última posición,
Muchos de los primeros autores proclamando en Cristo dos naturale-
cristianos tomaron la idea de hipósta- zas unidas en una sola persona o hi-
sis en un sentido que, aparentemen- póstasis. De tal manera, la palabra h.
te, puede ser próximo al que le con- adquiere en Teología su significado
firieron los neoplatónicos y que seña- definitivo de existente particular se-
la “sustrato” o “fundamento”. El tér- gún una determinada naturaleza, la
mino terminó por adquirir particular cual se da como cualificación sustan-
relieve en el campo teológico, en es- cial de un individuo. Este último se
pecial, en las controversias trinitarias llama h. en cuanto ser completo en sí
y cristológicas. De hecho, uno de los mismo y existente en sí.
más graves problemas que debieron
enfrentar dichos autores fue dar con hypothesis. La etimología de esta pa-
una formulación filosófica de los da- labra sugiere lo que está puesto (thesis)
tos revelados sobre 1. la Trinidad en debajo o en la base (hypo) de una afir-
Dios, y 2. la divinidad de Cristo y su mación o construcción conceptual.
distinción respecto del Padre. En rela- De ahí que, muy en general, señale
ción con 1., la formulación se llevó a una explicación provisoria cuya con-
cabo mediante la diferenciación entre firmación –o no– se lleva a cabo me-
ousía, que se tradujo por “substantia” diante demostraciones. Ya Platón, en
y a la que se atribuyó la unidad de la Men. 86e-87b, usa el término en es-
naturaleza divina, e h. que se tradu- te último sentido, al referirse al mé-
jo por “persona” y a la que se atribu- todo de los geómetras. Pero su obser-
yó la Trinidad divina. Así, durante el vación fundamental al respecto se ha-
período de la Patrística, el concilio de lla en Rep. VI, 510b-511a, donde alu-
Alejandría, valiéndose en gran medi- de al conocimiento matemático –pri-
da de los aportes terminológicos de mer grado del conocimiento relativo
los Padres griegos, consagra la fórmu- al mundo inteligible– en el que, ad-
la “una ousía y tres h.”, en la cual h. mitidas determinadas h. como si fue-
reviste el significado genérico de una ran principios, se desciende a con-
realidad distinta con una subsistencia clusiones con la ayuda de imágenes.
hypothetica 322

En cambio, en el segundo grado, en dar que la verdad de este tipo de pro-


la dialéctica, las h. se toman en senti- posición está condicionada por la de
do estricto, esto es, como bases provi- las proposiciones categóricas que lo
sorias o puntos de apoyo, a partir de constituyen; de ahí su nombre de “hi-
los cuales se asciende hasta un princi- potéticas”. A lo dicho en tal artículo
pio no hipotético. Por su parte, Aris- al respecto debe añadirse el hecho de
tóteles subraya que, de atenerse sólo que se llamó propositio h. impropria
a las hipótesis, se tienen razonamien- a la causal, por ej., “quia ignis est
tos probables, cuya validez se limita a calidus, calefacit”, en la que el miem-
las ciencias particulares. Pero así no se bro encabezado por la preposición
pueden establecer los principios ver- quia o equivalente enuncia la causa
daderos de ellas (cf. Top. I, 2). del efecto explicitado en el segundo
Asumiendo estas afirmaciones aris- miembro. La verdad de esta clase de
totélicas, los escolásticos emplearon proposición depende de la verdad de
las h. como proyectos explicativos, la relación causal a la que alude.
sobre todo, de fenómenos físicos. Pe-
hypothetice. Cf. absolute 6.
ro, el sustraer el concepto que nos
ocupa del campo matemático y utili- hypotyposis. Voz que raramente apa-
zar la h. como suposición meramente rece en la literatura escolástica, sal-
provisoria y no digna de crédito, hizo vo como referencia histórica, la h. es,
que muchas veces se la redujera a la en cambio, frecuente en la patrística.
condición de conjetura. En cambio, En los primeros siglos, este término,
siempre en la Edad Media, se aplicó transliteración latina del griego, pre-
con rigor la noción central que impli- senta tres significados: 1. el de esbo-
ca la h. al campo de la lógica, donde zo, esquema, en cuanto opuesto a lo
se habla de proposición hypothetica detallado, acepción que se remonta a
(véase). Plotino (cf. En. VI, 3, 7) y que apare-
ce frecuentemente en los Padres con
hypothetica. Aunque se tiende a en-
mayor influencia neoplatónica, por
tender por este nombre toda afir-
ej., se cree que Clemente de Alejan-
mación o enunciado que no preten-
dría escribió un compendio de la Es-
de una validez absoluta, en cuanto
critura con este título. 2. el de mode-
que está siempre sujeto a confirma-
lo o ejemplar, sentido que se transmi-
ción, hay que advertir que no es és-
te a los teólogos medievales, ya que es
ta su acepción medieval. En efecto, la
usado por San Pablo (cf. I Tim. I, 16
Edad Media tomó el sentido más ge-
y II Tim. I, 13). 3. el de figura retóri-
neral de hypotesis (véase, in principio)
ca, orden en el que indica una repre-
para aplicarlo con un uso técnico al
sentación que da la idea visual de lo
campo de la lógica. En él, se denomi-
expresado verbalmente, según la defi-
nó así un tipo de proposición cuyas
nición propuesta por Quintiliano (cf.
modalidades y distinciones se desa-
Inst. IX, 2, 40). Este último sentido
rrollan en el artículo correspondiente
analógico, aunque transfigurado, es el
(véase propositio 1.2.). Se ha de recor-
que más pesó en la Modernidad.
323

I
I. Segunda vocal de la palabra affirmo, en una de las formas en que, aristoté-
esta letra señala, para los lógicos es- licamente, se concibió el apartarse de
colásticos, la proposición particular la virtud. Esto hace Tomás de Aquino
afirmativa, así como la O (véase), se- (cf. S. Th. II-II, q. 112 y q. 110, a. 2
gunda vocal de la palabra nego, indi- ad 3) siguiendo a Alberto Magno (cf.
ca la particular negativa. Por eso, han Super Ethica IV, 15).
acuñado la expresión “Asserit I, negat
id quod dicitur. Cf. hoc quod est.
O, sed particulariter ambo” (cf. Pedro
Hispano, Summ. Log. 4, 18). idea. La orientación preeminente-
mente teológica del pensamiento du-
iactantia. La jactancia se considera
rante los períodos patrístico y escolás-
una actitud general de soberbia, a ve-
tico hizo que los autores incluidos en
ces, una forma de ésta; de ahí que se
ellos dejaran en segundo plano el in-
la asocie frecuentemente con térmi-
terés gnoseológico que esta noción re-
nos próximos por su significado como
vestía para la Antigüedad y, especial-
ostentatio o arrogantia. Paulatinamen-
mente, para el platonismo. Así, du-
te, la i. va adquiriendo especificidad
rante la Patrística, autores como San
de pecado de la lengua pero siempre
Agustín siguieron a Filón en la ela-
como manifestación de la ya señalada
boración de la doctrina de las “ideas
soberbia. Así, San Agustín examina la
ejemplares” y su relación con el Lo-
relación de la jactancia con la laus (cf.
gos divino. Para el doctor de Hipo-
De civ. Dei XII, 8) e Isidoro de Sevi-
na, las ideas son “principales formae
lla la define como libido gloriandi (cf.
quaedam, vel rationes rerum stabiles
Differentiae PL 83, 44; Sent. 83, 697-
atque incommutabiles, quae ipsae
699). Casi todos los autores han enfa-
formatae non sunt, ac per hoc aeternae
tizado el elemento de indiscretio con
ac semper eodem modo se habentes, quae
el que la soberbia se traduce en i. y
in divina intelligentia continentur”
su condición de autoalabanza que, al
(De div quaest. 46, 1-2). De esta ma-
ser reflexiva, ensucia la boca de quien
nera, con el advenimiento del Cristia-
la pronuncia. Han encontrado en la
nismo, las Ideas del mundo inteligi-
figura bíblica de Nabucodonosor el
ble platónico, que siguen guardando
personaje escriturario que la represen-
sus principales notas, se concentran
ta. Por otra parte, su carácter de false-
–aun la Idea de materia– en la mente
dad aparece ya antes de la Escolásti-
de Dios, es decir, en el Logos o Ver-
ca adscribiendo también este pecado
bo. Pero el Verbo divino es una de las
al de la mentira.
Personas del Dios uno y trino. Esto
De este modo, el jactancioso es des-
hace que, desde el punto de vista cos-
crito como aquel que simula glorias
mológico, el Creador –ya no demiur-
inexistentes o mayores que las que
go– no contemple las Ideas ejempla-
posee, incurriendo en exceso, es decir,
ideatum 324

res fuera de Sí para producir el mun- tura. Así, se reitera el motivo aristo-
do, puesto que las contiene en Él mis- télico de la intellectio intellectionis de
mo: al menos, están contenidas en Dios. Por otra parte, la multiplicidad
una de sus Personas. Correlativamen- de las ideas ut intellectae no depende
te y desde el punto de vista gnoseoló- de las cosas, sino del intelecto divino
gico, con esta doctrina Agustín expli- que ve en cuántos modos puede re-
ca al Verbo –en cuanto instancia en la flejarse, por participación, Su propia
que se subsumen las ideas o esencias esencia en las cosas.
de todas las cosas– como lumen que Los nominalistas del siglo XIV tra-
guía a todo hombre hacia la primera tan la i. en sentido gnoseológico. Así,
verdad que es Dios mismo. consideran que ella no significa sola-
Ahora bien, esta elaboración del mente in recto una cosa, sino que tam-
dato revelado es de cuño claramen- bién significa o connota in obliquo
te platónico. Al llegar a la Escolásti- (véase rectum) otra: el objeto y el acto
ca cristiana, se presenta la dificultad de intelección. A partir de esta con-
de conciliar la antedicha formulación cepción, abordaron la cuestión de las
con un esquema aristotélico, y en ese ideas en Dios con otro enfoque: la
esquema importa salvar, ante todo, la idea –dice, al menos, Ockham– no
simplicidad absoluta de Dios como designa directamente la esencia di-
acto puro. En estos términos, el pro- vina, puesto que las ideas son múl-
blema suscitado fue explicar cómo tiples; la esencia de Dios, una. Tam-
puede darse una pluralidad de ideas poco nombra una relación real entre
en la esencia divina, toda vez que ella Dios y las criaturas, ya que en Dios
es absolutamente simple y única. To- no se da relación real que se distin-
más de Aquino identifica precisa- ga de Él. Por el contrario, las ideas
mente las ideas de Dios con Su esen- que Dios tiene de las criaturas son las
cia. Y sintetiza su propuesta de solu- criaturas mismas conocidas directa,
ción en S. Th. I, 15, 2 in fine, dicien- perfecta e individualmente por Él en
do que la unidad de las diversas ideas su infinita omnisciencia (cf. In I Sent.
es el mismo intelecto divino, a cuya d. 35, q. 5).
simplicidad no repugna esa multipli-
ideatum. En términos muy genera-
cidad, en tanto que en él las ideas no
les, este vocablo alude a lo concebi-
son sicut species qua intelligitur, sino
do mentalmente. Ahora bien, como
sicut quod intelligitur. Dios conoce
en el pensamiento medieval, la idea
perfectamente Su esencia y, por tan-
(véase) no se refiere tanto a la noción,
to, la conoce de cuantos modos es
cuanto a la esencia platónicamente
cognoscible. La conoce, pues, no sólo
entendida, i. significa, en rigor, la for-
en sí misma, sino también en cuanto
ma o esencia concebida mentalmen-
que es participada por las creaturas, o
te. En este contexto significativo y en
sea, en las semejanzas que las propias
términos más estrictos, se entiende
naturalezas específicas de éstas guar-
este vocablo en tres sentidos: 1. como
dan con las respectivas ideas conte-
aquello que está contenido en la idea;
nidas en esa esencia. En este último
2. como el término del proceso de
sentido, Dios conoce Su esencia co-
ideación. Pero, algunas veces, designa
mo imitable en determinados grados,
también 3. el obiectum mentalmente
y como ratio o i. propia de cada crea-
conformado según una idea precon-
325 idiota

cebida. Por eso, en el período escolás- terminaciones accidentales, es de-


tico se señaló, en especial, lo ideado cir, aquello que permanece él mismo,
por el artista. A esto último apunta el más allá de sus variaciones cuantitati-
enunciado “ideatum est vi ideae pro- vas y cualitativas. En otro aspecto del
ductum”. problema de la identidad, la concep-
ción que se sustenta sobre ella depen-
idem. Alude 1. a lo que no es distin- de también de la que se tenga sobre
to de otra cosa; 2. a aquello que tiene el ser: quienes optan por la solución
la misma definición que otra cosa, en realista en el problema de los univer-
este sentido se dice de dos términos sales (véase universale), sostienen que
sinónimos que son idénticos; 3. pero hay identidad real entre los indivi-
también significa el ser afirmado de duos de una misma especie; en cam-
algo. Así, cuando se dice que en una bio, los que sólo aceptan como única
proposición verdadera sujeto y atri- realidad la de los particulares, entien-
buto son idénticos no se quiere decir den que la unidad del género y la de
que ambos términos sean uno solo si- la especie debe concebirse únicamen-
no que uno se afirma de otro (cf., por te como identidad conceptual, fun-
ej., Ockham, In El. 103b). dada en una semejanza real.
identificari. Identificar varias co- En este último caso, es decir, el de
sas entre sí es afirmar que constitu- los nominalistas, dado que sostienen
yen una única y misma realidad, aun- que sólo son reales los individuos,
que se las considere desde diferentes el concepto de i. depende, pues, es-
puntos de vista; de esta manera, por pecialmente, de la categoría de rela-
ej., se identifican en Dios su sapientia ción (véase relatio). Guillermo de Oc-
y su omnipotentia. En tal sentido, la kham, por ej., considera la i. una re-
identificatio se opone a la distinctio lación real que se da entre dos cosas
realis (véase distinctio). (cf., por ej., In I Sent. d. 31, q. 1).
identitas. En sentido lato, la Edad idiomata. Con este término, de ori-
Media llamó i. a toda convenientia gen griego, se nombran los idiotis-
entre dos términos, ya sea de igual- mos, es decir, las locuciones pecu-
dad o de similitud. Así, por ej., se liares, las expresiones que por su so-
pueden llamar “idénticas”, esto es, la forma no tendrían sentido eviden-
afirmar la identidad de dos cantida- te, con lo que se impone una labor
des iguales, como se puede también de interpretación. Por eso, los i. son
denominar “idéntica” la naturaleza mencionados en los tratados de exé-
humana en todos los hombres. Este gesis bíblica. Por ej., “Deus patientia
último ejemplo muestra la importan- mea” no significa “Dios es mi pacien-
cia del tema de la i. en el campo me- cia” sino que Él constituye la fuente
tafísico, en el que la noción que nos de mi paciencia, como indica Agustín
ocupa se vincula con las de unidad, en De Trin. XV, 17, 27. Por lo demás,
ser y relación. el latín del texto escriturario contiene
En efecto, en sentido estricto, se muchos i., precisamente al hacerse eco
aplica la noción de i. a la unidad de de lenguas como el hebreo y el griego.
la sustancia: es idéntico aquello que idiota. Con el fin de evitar equívo-
es uno sustancialmente, aun en la cos, se ha de subrayar que sólo a par-
multiplicidad y sucesión de sus de-
idolatria 326

tir del siglo XIX esta voz designó a dirige a concebir paradojalmente lo
quien, por una inteligencia anormal- inconcebible racionalmente. Por eso,
mente insuficiente, carece de la capa- constituye una figura superadora (cf.
cidad de aprender. Tanto en el perío- Idiota. De sapientia, passim).
do patrístico como en el medieval se-
idolatria. Se conoce con este nom-
ñala, en cambio, al que, de hecho, es
bre la forma perversa de adoración
ignorante, lego o no iniciado, espe-
que tiene por objeto los falsos dioses
cialmente, en el mundo intelectual;
o, en general, la criatura en lugar del
de ahí que, muchas veces, el significa-
Creador (véase adoratio). San Agustín
do de este término coincida con el de
pone en la adulación el principio de
“analfabeto”. Así, por ej., hablando
toda i., subrayando que carece de vir-
de la función de la pintura en cuan-
tud santificadora (cf. De civ. Dei II,
to sustituto de la escritura justamen-
15; Ep. 102, 18). En toda la Edad
te para la edificación moral y religiosa
Media se la consigna como gravísimo
de los analfabetos, San Gregorio es-
pecado. Tomás de Aquino, por ej.,
cribe: “quod legentibus scriptura, hoc
justifica esto sobre la base de que se
ex idiotis praestat pictura” (Ep. IX, 9).
considera la idolatría una perversión
A partir de este significado prima-
de la religio y ésta es una virtud mo-
rio, el término que nos ocupa se aso-
ral que forma parte de la justicia en
ció después –y entonces con senti-
cuanto que por ella se rinde a Dios el
do positivo– a la simplicidad e inge-
honor que le es debido (cf. S. Th. II-
nuidad de quien se relaciona direc-
II, q. 43, a. 1 ad 2). Así pues, el mal
tamente con las cosas, sin mediacio-
de la i. radica en faltar al debitum. Por
nes intelectuales. Por eso, es frecuente
otra parte, los autores medievales sue-
que se utilice, con este último matiz,
len distinguir entre un aspecto inte-
en la literatura franciscana.
rior –adorar en el corazón a ídolos o
En una línea no demasiado diver-
falsos dioses que pueden ser aun la ri-
gente, una última evolución medieval
queza o la vana ciencia– y un aspec-
de este concepto es la que se registra
to exterior que consiste en manifes-
en Nicolás de Cusa. En contexto cusa-
tar públicamente una actitud idólatra
no, aparece en la confrontación entre
(véase también adoratio y veneratio).
la ciencia de este mundo y la verda-
dera sabiduría. En estos términos, el ignara ratio. Con muy poca frecuen-
i. es protagonista y sujeto de la docta cia aparece esta expresión en la litera-
ignorantia (véase) que pretende alcan- tura medieval, aun en la tardo-medie-
zar la sabiduría y acceder a lo absolu- val. Señala un sofisma que, en gene-
to trascendiendo no sólo los sentidos ral, se funda sobre premisas cuyo con-
sino, y especialmente, la razón, guía tenido intencionalmente se oscurece.
de la ciencia de este mundo y regida Se suele aplicar al hablar de lo infini-
por los principios lógicos, como el de to o absoluto, atribuyéndole implíci-
no contradicción. De este modo, el i. tamente –de donde la falta de clari-
en Nicolás de Cusa no es tanto quien dad– lo que se conoce de lo que es
invalida los alcances de una razón hu- finito y relativo. Por sus característi-
mana incapaz por sí misma de alcan- cas propias, el pensamiento medieval,
zar lo inalcanzable; es quien estable- y particularmente el escolástico, tuvo
ce un nuevo camino para hacerlo y se muy presente el principio de finito ad
327 ignoratio elenchi

infinitum nulla est proportio; de ahí conocimiento, o sea, a la scientia sino


que el nombre de este sofisma sólo a las virtudes intelectuales. Algunos
aparezca en referencia a los errores al autores han aplicado a este concepto
respecto cometidos por los antiguos, las siguientes distinciones: han llama-
sobre algunos de los cuales, no obs- do 1. i. simplex o negativa a aquella en
tante, Cicerón mismo ya había adver- la que sólo se desconoce lo verdadero
tido (cf., por ej., De fato 12, 28). sin adherir a lo falso, opuesta a la 2.
i. prava dispositione por la que se ad-
ignavia. Cf. pigritia. hiere a lo falso a través de sofismas; si-
ignificativus. El universo sensible, tal guieron en esto a Aristóteles (cf. An.
como lo concibe Llull, se desarrolla a Post. I, 16, 79b 23-29). También dife-
partir del Chaos corporalis, es decir, de renciaron en filosofía moral entre 3. i.
la totalidad de las cosas creadas tal co- vincibilis, que es aquella que se puede
mo aparecen en escena en la creatio ex superar, opuesta a la 4. i. invincibilis.
nihilo. El Caos es la materia y forma Más aún, en el mismo terreno, se ha
universales, las cuales están constitui- hablado de 5. i. antecedens, que alu-
das por la materia y la forma confu- de a un desconocimiento que precede
sa de los cuatro elementos. En los tér- a la voluntad y causa una acción no
minos del Arte luliana, la esencia del recta, y 6. i. concomitans, que es aque-
Chaos está formada por la unión de lla que no ejerce influjo efectivo so-
los –tivus de los cuatro elementos (i., bre la acción.
aerificativus, aqueificativus y terreifica- Durante la Edad Media y comien-
tivus). Es la unión de todos los –ibi- zos de la Modernidad, adquirió parti-
lia (ignificabile, aerificabile, aquei- cular importancia la expresión docta
ficabile y terreificabile), y la de los ignorantia (véase), cuyos antecedentes
infinitivos (ignificare, aerificare, aquifica- son rastreables tanto en Agustín co-
re, terrificare), es decir, la unión de sus mo en Buenaventura, pero que como
correlativa, lo que constituye la pri- noción alcanza su mayor desarrollo
mera conexión general de materia y en Nicolás de Cusa.
forma.
ignoratio elenchi. En sentido am-
ignorantia. En términos muy gene- plio, se denomina así –o con la expre-
rales, indica la ausencia de conoci- sión ignorantia elenchi– todo paralo-
miento en un sujeto que, por natura- gismo, razonamiento o sofisma (véase
leza, es capaz de conocer. En sentido sophisma 2.7) que llega a una conclu-
estricto, se refiere a la falta de un co- sión que no resulta de las premisas.
nocimiento obligatorio por las condi- En sentido estricto, hay quienes con-
ciones u officium de ese sujeto, como sideran que la i. e. es exclusivamente
la de algunas nociones de fisiología en el error que proviene de la ausencia de
un médico. En esto último se distin- cualquiera de estos términos: ad idem,
gue de la nescientia (véase); y se dife- secundum idem, similiter, in eodem
rencia del error (véase) en que éste es tempore. Por ej., A es el doble de B en
un tipo de conocimiento, o se supone longitud; A no es el doble de B en an-
tal, pero sólo aparente en cuanto que chura; luego, A es y no es el doble de
es falso, esto es, en la medida en que B. Aquí el error obedece a que la con-
considera verdadera una noción que clusión no resulta de premisas consi-
no lo es. Así pues, se opone no sólo al deradas secundum idem, ya que en la
illapsus 328

mayor se toma un predicado y, en la niscencia. En efecto, al planteo de la


menor, otro. división de la realidad en inteligible y
sensible se añade, en Platón, la corres-
illapsus. No demasiado frecuente, pondiente distinción entre dos tipos
este vocablo es utilizado en la litera- de conocimiento: la intuición de las
tura escolástica teológica para aludir, Ideas y la aprehensión de lo sensible.
en general, a lo que influye sobre una La segunda simplemente despierta en
operación por haber ingresado de al- el hombre el “recuerdo” de la intui-
gún modo en una substancia; de ahí ción pura de las Ideas por parte del al-
que se haya usado a propósito del te- ma, intuición que se dio previamen-
ma de la gracia actual (véase gratia). te a la encarnación de ésta (cf. por ej.,
illatio. Cf. illatum. Fedro, 74b-75c, y Menón, 81 y ss.).
Sin embargo, esto no deja de ser
illative. Tal como connexive, i. se un antecedente de la noción que nos
opone en cierto sentido a formaliter ocupa, ya que, específicamente, se co-
(véase), en la medida en que este úl- noce con el nombre de i. una teoría
timo vocablo alude, entre otras co- patrístico-medieval sobre una espe-
sas, a algo considerado en sí mismo cial acción divina. De hecho, ya en el
o en su propia entidad. En cambio, período patrístico, el mundo platóni-
si se lo relaciona con otros entes –co- co de las ideas se subsumió en el Lo-
nexos con ese algo– cuya existencia gos o Verbo divino. A su vez, el Lo-
se infiere precisamente de él, porque gos, principio de todas las cosas, ilu-
lo acompaña, se lo considerará i. o mina a todo hombre que viene a es-
connexive. Así, en el humo se conoce te mundo, según se lee en el Proemio
el fuego non formaliter, sed i. del Evangelio de Juan. Sobre la base
illatum. Expresión perteneciente al de estos textos, San Agustín elabora
orden lógico, este término no señala su propia doctrina de la i. Según el
un nexo causal estrictamente hablan- Hiponense y los autores que lo siguen
do, sino que se usa en el sentido de en este punto, la tesis de la ilumina-
consecuente, consecutivo o implica- ción es necesaria para explicar los ca-
do. A una relación de consecuencia o racteres del conocimiento intelectual
implicación se refiere también la pa- humano.
labra illatio. Como ejemplos del uso En efecto, si bien en sus primeras
de esta última en el sentido ya seña- obras Agustín parece admitir en su
lado, véanse las sentencias ab oportere terminología la doctrina platónica de
ad esse valet illatio, a posse ad esse non la reminiscencia (cf. por ej., Sol. II,
valet illatio, y similares. 20, 35, y De quant. an. 20, 34), co-
rrige después esta posición. Dice, en-
illuminatio. En los términos más tonces, que el conocimiento huma-
amplios, la teoría de la i. o ilumina- no de lo inteligible separado se expli-
ción es la que afirma en el hombre la ca admitiendo que la luz de la Razón
capacidad de intuir lo inteligible se- eterna –esto es, el Logos en cuanto
parado, y no solamente la de abstraer Idea de todas las ideas o Forma de to-
la inteligibilidad de lo sensible. En das las formas (véase idea)– en la que
realidad, esta concepción es típica del existen y se conocen las verdades in-
platonismo con su teoría de la remi- mutables y necesarias, está presente
329 illuminatio

en todos los hombres en cuanto ta- ra es la idea del ser, que está implíci-
les (cf. Retract. I, 14, 4). La i. inte- ta en cualquier otro concepto y que
lectual pertenece, pues, en primer lu- es no abstraída de la experiencia, si-
gar, al orden natural y, por eso, no se no un reflejo en nosotros del Ser in-
debe confundir con una intervención finito. Esta interpretación buenaven-
especial de la Gracia, que correspon- turiana es la clásica del agustinismo
de al plano sobrenatural. En su De medieval, y fue seguida, entre otros,
magistro, el doctor de Hipona recurre por Mateo de Acquasparta y por John
al lenguaje metafórico para dar cuen- Peckham. Éste último, por ej., insiste
ta de esta doctrina. Así, en ella, se en que los entes múltiples no bastan
compara la iluminación física con la para explicar la unidad de la verdad,
del conocimiento: el ojo, aquello con que debe estar presente en todos no-
lo que se ve, es la mens, aquello con lo sotros en virtud de una única luz que
que se comprende; la luz, en la que se es la divina.
ve, es la verdad, en la que se conoce Otra vertiente de esta doctrina se
realmente; el sol, fuente de luz, es el encuentra en Avicena, quien expo-
Maestro interior, es decir, el Logos o ne, si bien en términos aristotélicos,
Verbo divino, en cuanto fuente de la una teoría sobre el conocimiento in-
verdad; finalmente, la visión misma telectivo humano que guarda analo-
es el conocimiento. En segundo tér- gía con la de la i. agustiniana. Según
mino, se debe advertir que la i. con- el mencionado autor, la experiencia
cierne fundamentalmente al conoci- sensible sólo prepara al intelecto po-
miento de cierto tipo de juicios ne- sible para recibir la species (véase) in-
cesarios –como, por ej., el de que lo teligible; pero ésta, que es el elemen-
eterno es superior a lo temporal– más to determinante en la formación de
que a la formación de conceptos. conceptos, es irradiada en el intelec-
Con todo, al no haberse expedi- to posible por el agente, que Avice-
do sobre varios otros puntos de esta na concibe como una sustancia úni-
doctrina, Agustín dio lugar a que fue- ca y separada para todos los hombres.
ra discutida extensamente a lo largo Ahora bien, nótese, en primer térmi-
de la Edad Media. Así, Buenaventu- no, que, mientras que lo inteligible
ra señala (cf. Quaest. disp. de scientia separado es, para San Agustín, Dios
Christi 4) que pueden relevarse al me- mismo, para Avicena consiste en una
nos tres interpretaciones sobre esta Inteligencia intermedia entre Dios y
doctrina agustiniana: una es la que el mundo sensible. En segundo lugar,
hoy llamaríamos “ontologista”, otra mientras que la i. agustiniana explica
es la propuesta por Santo Tomás, y la el conocimiento de las verdades nece-
tercera es la que él mismo acepta. Se- sarias, la aviceniana, que consiste en
gún esta última, la perfección del co- la irradiación del intelecto agente, de-
nocimiento intelectivo y, sobre to- be explicar la formación de conceptos
do, su infalibilidad y la inmutabili- y no de juicios.
dad de su objeto, postulan en el espí- Por su parte, Tomás de Aquino,
ritu humano la presencia, aun cuan- guiado por su afán de unir la i. con
do parcial, de una luz eterna. En el la abstracción aristotélica, propone la
Itinerarium, San Buenaventura pre- siguiente explicación: el intelecto hu-
cisa que la ratio aeterna iluminado- mano finito, mutable, depende de un
illusio 330

intelecto infinito que es el divino. Pe- y, a medida que se avanza en la Edad


ro éste no opera inmediatamente en Media, fue sustituido por el término
nosotros, dado que, primero, la ac- derisio (véase).
tividad propia del hombre es cono-
imaginatio. Es un término que los
cer intelectivamente y, segundo, to-
escolásticos han utilizado como sinó-
do subiectum debe contener en sí el
nimo de phantasia (véase). Con to-
principio de la propia actividad. Así
do, esta última equivale a lo que hoy
pues, para el Aquinate, Dios ilumi-
denominaríamos “imaginación”; en
na la mente humana, en cuanto que
cambio, i. tiene una extensión y com-
le da la facultad de abstraer el univer-
prehensión mayores. Así, por ej., en
sal de lo sensible, volviendo a éste in-
el Avicena latino, el término i. alude
teligible, lo cual es prerrogativa del
a lo que en Averroes es formatio (véa-
intelecto agente: “…propium est Dei
se) o informatio en sentido gnoseoló-
illuminare homines imprimendo eis
gico, ya que indica la primera ope-
lumen naturale intellectus agentis”
ración del espíritu, esto es, la simple
(Quaest. disp de spirit creaturis. a. 10,
aprehensión.
ad. 1). De este modo, mientras que
Agustín admite una presencia inme- imago. En sentido lato es una seme-
diata de lo inteligible, impreso por janza o signo de las cosas, que se pue-
Dios en el intelecto humano, Tomás de conservar independientemente de
afirma que Dios participa al hombre ellas mismas. Según Aristóteles, las
la capacidad de abstraer lo inteligible imágenes son como las mismas cosas
de lo sensible. Con todo, el Aquina- sensibles, pero sin materia (cf. De an.
te niega (ibid. a. 8) que tal diferencia III, 8, 432a 9). Así, la i. es: 1. el pro-
tenga un gran relieve. ducto o efecto de las operaciones de
Ya en la Modernidad, la interpreta- la imaginación (véase imaginatio). Pe-
ción más famosa de la i. corresponde ro también se puede entender como
a la teoría ontologista de Malebran- 2. la sensación o percepción misma
che, según el cual vemos todas las co- considerada desde el punto de vista
sas en Dios, quien, conteniendo las de quien la recibe. Este último senti-
Ideas de todos los entes creados, está do prevaleció entre los antiguos, par-
presente en el alma humana. ticularmente, los estoicos, quienes lla-
maron phantasma a la i. en el primer
illusio. Tres son los planos en los que
significado y reservaron el nombre de
se puede encontrar este vocablo en
phantasia para el segundo significa-
contexto patrístico y medieval: el re-
do de este término, es decir, para la
tórico, el religioso y el moral. En 1.
impronta que la cosa deja en el alma,
sentido retórico, la i. equivale a la fi-
cambiándola en cierto modo. Por su
gura de ironia (véase). En 2. senti-
parte, Diógenes Laercio consigna que
do religioso, alude al engaño, parti-
los epicúreos admitían la verdad de
cularmente, a aquel mediante el cual
todas las imágenes en cuanto produ-
el demonio tienta a los hombres; de
cida por las cosas: lo que no es nada,
ahí derivó en 3. el significado moral
nada puede producir o a nada pue-
de burla, esta vez, del hombre diri-
de dar lugar.
gida hacia otros hombres o aun ha-
Estas nociones llegaron a la Edad
cia Dios. En este último orden, co-
Media y fueron reelaboradas en ella,
bró matices cada vez más específicos
331 imitatio

1. en general; 2. en el plano gnoseoló- neas llamadas “intelectualista” y “vo-


gico; 3. en el teológico. Como 1. no- luntarista”, respectivamente.
ción general, la i. –para cuyos ejem-
imago mundi. Con esta expresión de
plos siempre se apeló a la labor del ar-
“imagen del mundo” se alude en la
tesano– fue definida como todo lo
Edad Media a una suerte de cosmo-
que, en razón de su producción o ge-
logía simbólica, o sea, una interpre-
neración, se parece a lo que lo pro-
tación del mundo mediante imáge-
duce; así, vg., se dice que el hijo es
nes míticas, de manera que poco tie-
la imagen de su padre. Esto se lee,
ne que ver, por caso, con la cartogra-
por ej., en Ockham (cf. In I Sent. d.
fía. Así, un autor como Alain de Li-
3, q. 10). 2. En el orden del conoci-
lle, por ej., dice al comienzo del De
miento, se fue abandonando la pala-
planctu que la i.m. es el ropaje de la
bra que nos ocupa y se prefirió hablar
bellísima naturaleza, a la que com-
de phantasma y phantasia (véanse). 3.
para con la diosa Diana de los anti-
En teología, el término se utilizó pa-
guos; mediante ese ropaje se despliega
ra aclarar la relación entre el Creador
el perfecto orden cósmico. Los textos
y la naturaleza del hombre en cuanto
de esta temática, algunos de los cua-
creado. En tal sentido, Buenaventura
les llevan por título el mismo térmi-
subraya el doble aspecto de la imagen
no i.m., pertenecen a los dos últimos
en general: el de relación y, a la vez, el
siglos medievales y fueron consulta-
de dependencia (cf. Coll. in Hexaem.
dos aun ya entrado el Renacimiento.
X, 7). En efecto, para él, la i. es re-
La obra más célebre sobre cosmolo-
presentación de Dios en los seres es-
gía –y, en este caso, también de cos-
pirituales, dotados de conocimiento y
mografía– es justamente el Tractatus
amor; por eso, conduce a la Trinidad.
de imagine mundi de Pedro d’Ailly de
imago dei. Para la discusión sobre la comienzos del siglo XV que resiente
creación del hombre a imagen y se- una fuerte influencia, entre otras, del
mejanza de Dios, véase similitudo 2. y Opus Maius de Roger Bacon.
también vestigium. Además de lo di-
imitatio. Dos planos se han de dis-
cho en estos artículos en particular,
tinguir en la significación de este vo-
cabe señalar aquí en general dos no-
cablo: la imitación, analógicamen-
tas: la primera es que, tanto en el pe-
te hablando, en el sentido de la me-
ríodo patrístico como en el monásti-
tafísica platónica; y la imitación pro-
co y en el escolástico, el tema de la
piamente dicha, como acto humano
i.d. ha sido siempre la base de la con-
de creación artística. Básicamente, los
cepción antropológica en cada au-
medievales entendieron la i. como
tor medieval. La segunda concierne a
una acción por la que se reproducen
aquello en lo que se proyecte la fun-
algunas características formales de un
damentación de la i.d. en el hombre:
modelo, con elementos diferentes de
de acuerdo con la preeminencia que
los de este último, de modo que la
se otorgue a su condición de racional
imitación nunca equivale exactamen-
–mejor aún, de pensante–, o bien al
te a él. En virtud de lo anterior, en la
hecho de tener voluntad libre, la an-
i. se consideran: 1. de un lado, la cua-
tropología filosófica de la Edad Me-
lidad o forma imitada, es decir, lo que
dia se ha dividido en dos grandes lí-
se imita (id in quo est); 2. de otro, los
immanens 332

elementos mediante los que se realiza Un caso especial es, obviamente,


la imitación (imitantia), o sea, aque- el de las acciones divinas: al no es-
llo con lo que se imita. tar Dios sujeto al devenir, su actio i.
Teniendo siempre en cuenta es- no constituye una perfección que ad-
ta ambivalencia, se relacionan con el quiere sino que es idéntica a su esen-
punto 1. de los mencionados arriba, cia. Así, la acción creadora de Dios
los términos bonitas, exemplar, finis, –aun teniendo eficacia sobre la reali-
forma, idea; con el punto 2., analogia, dad externa a la que confiere el ser–
aequalitas, ars, imago, inductio, parti- es, en sí misma, idéntica a la esen-
cipatio, similitudo, vestigium. cia divina. De ahí que los escolásticos
sostengan que la creación en Dios es
immanens. En la terminología esco- formaliter i. y virtualiter transiens.
lástica, especialmente en la propia del De manera derivada, el vocablo se
siglo XIII, se habla de actio (véase) i. aplicó a la causa, pero esto se dio muy
y actio transiens: la acción inmanen- raramente en la Escolástica. En reali-
te es aquella que fundamental y pri- dad, la expresión causa i. se hace fre-
mariamente permanece en el agen- cuente en autores modernos como
te perfeccionándolo; por ej., enten- Spinoza.
der o querer, aunque sus consecuen-
cias pueden afectar a otro. La acción immanentia. Indica el estado de lo
transitiva es aquella cuyo efecto se di- que permanece dentro, es decir, de lo
rige a otro ente exterior al agente; por que es interior o inherente a una co-
ej., esculpir. sa. En los filósofos clásicos, el equiva-
Cabe notar que el vocablo no apa- lente griego señala tanto la pertenen-
rece en Tomás de Aquino; en cambio, cia del predicado a un sujeto, como la
es común en el Aquinate el uso del presencia de una acción propia en los
verbo correspondiente, en especial, seres vivientes. Así aparece en Aristó-
de su participio presente, manens, cu- teles (cf. Met. VIII, 8, 1050 a 34). Pe-
yo significado es “que permanece”. ro es sólo el segundo significado men-
Así, en C.G. l. II, a. 1, se lee: “Est rei cionado el que retoma la Escolástica,
operatio una quidem, quae in ipso ope- denominándolo i. (véase immanens),
rante manet et est ipsius perfectio, ut ya que el primero fue elaborado co-
sentire, intelligere et velle; alia vero, mo inesse (véase).
quae in exteriorem rem transit, quae
est perfectio facti quod per ipsam immateriale. Se denomina “inmate-
constituitur, ut calefacere, secare et rial” a la entidad desprovista de ma-
aedificare” (cf. también S. Th. I, q. 14, teria. Por contraposición, esta noción
a. 2; q. 18, a. 3, ad 1; q. 23, a. 2, ad tuvo origen en la aceptación de la po-
1). Tomás prefiere reservar la palabra sibilidad de existencia de realidades
actio para la operación inmanente, y no sensibles. Por eso, se considera,
factio para la transitiva; así pues, agere en general, que una entidad inmate-
y facere indicarían respectivamente la rial sólo es aprehensible mediante ac-
interioridad y la exterioridad del ope- tos cognoscitivos de índole racional o
rar. Añádase que la acción i. suele se- intelectual.
ñalar la operación propia de los seres En la Escolástica, durante la cual este
vivientes y, en especial, de los supe- concepto aparece con gran frecuen-
riores, que son espirituales. cia, se distinguió entre varias especies
333 immediatum

de inmaterialidad: 1. se denomina i. a La i. suppositis se refiere a la acción


lo abstraído mentalmente de una rea- del agente entre cuyo suppositum –o
lidad concreta: lo bello, por ej., es in- sea, su sustancia individual– y el efec-
material en cuanto abstraído de las to no media ninguna otra cosa. Aquí
cosas bellas; 2. algo puede ser i. y, a se alude, pues, a la acción debida a
la vez, depender de otra cosa mate- la capacidad existente en la sustan-
rial: tal es el caso, por ej., de la species cia individual del agente mismo: por
impressa (véase species), inmaterial co- ej., el fuego calienta con i. virtutis
mo imagen pero dependiente de los sólo el aire que tiene próximo, y es
sentidos orgánicos que son materia- este último el que, a su vez, transmite
les; 3. algo es i. completamente cuan- el calor al más alejado, es decir, que
do su independencia de la materia es el fuego agit per media, aunque ac-
intrínseca; así, el alma humana, que túe en virtud de su poder. Todo ello
no depende del cuerpo para ser tal, supone la imposibilidad de concebir
pero que sí depende de él en la opera- una actio in distans.
ción de conocer, ya que para ello de- Cabe advertir que, en lo que con-
be apelar a los sentidos corporales; 4. cierne al caso especial de Dios, aun-
finalmente, algo es i. simpliciter cuan- que la acción divina se extiende a to-
do es intrínseca y extrínsecamente in- do y es la primera causa y el primer
dependiente de la materia: por ej., agente, ella obra con ambos tipos
Dios y las inteligencias separadas. Só- de inmediatez, precisamente porque
lo en los dos últimos sentidos, puede “nihil est distans ab eo” (S. Th. I, q. 8,
entenderse lo i. como espiritual (véa- a. 1, ad 3, cf. también In I Sent. d. 37,
se spiritualis). Respecto del status on- q. 1, a.1). En el fondo, esto no hace
tológico de lo i., véase incorporea. sino justificar técnicamente el “Deus
teipso interior est” de Agustín de Hi-
immediatio. Escolásticamente, la in- pona (En. in Ps. 74, 9).
mediatez se refiere, en especial, al ca-
rácter de la acción sin intermediario. immediatum. Este vocablo no tiene
Dada la imposibilidad de una actio in una significación técnica precisa, pe-
distans, hay que suponer entre la cau- ro su sentido fundamental alude a la
sa y su efecto algún tipo de contac- ausencia de toda mediación o inter-
to. Al distinguir entre estos diversos mediario. Por eso, se lo emplea fre-
tipos, los autores medievales hablaron cuentemente sólo por oposición a
de i. virtutis y de i. suppositis. La pri- mediatum (véase), no a remotum, da-
mera señala la acción del agente cu- do que el opuesto exacto de este últi-
yo poder se une al efecto, sin que esta mo es proximum. La mencionada fal-
unión provenga o dependa de ningu- ta de precisión hace que el uso de este
na otra instancia. De ahí que, cuanto adjetivo sea muy amplio; en efecto, se
más noble, ontológicamente hablan- lo aplica a sustantivos tales como: ac-
do, sea el agente, más inmediatamen- tio, actus, agens, bonum, finis, forma,
te actúa immediatione virtutis, porque ordo, perceptio, processio, propositio,
está tanto más íntimamente presente visio, etc., siempre dentro del sentido
en los efectos que produce; así, se da genérico ya señalado. El hecho de que
como afirma Tomás de Aquino, en el muchas veces i. aluda a acciones, lle-
caso de Dios (cf. In I Sent. d. 37, q. vó a preferir la forma adverbial imme-
1, a. 1). diate. Entre las locuciones más técni-
immo 334

cas en las que aparece la palabra que Por eso, para completar el proceso de
nos ocupa, figura la de cognitio im- purificación, la reencarnación se con-
mediata o directa, que señala una for- sidera necesaria, pero, a diferencia de
ma específica de conocimiento (véase las afirmaciones pitagóricas, tiene un
cognitio 2.1). término: el que alcanza el alma cuan-
do reposa en su verdadero reino que
immo. En el latín clásico, esta partí- es el mundo de las Ideas, completa-
cula se usa para ratificar lo dicho, por mente desligada de todo vínculo con
ej., “vivit? i. etiam in senatum venit”: el cuerpo y de la necesidad de volver
“¿vive? Sí; más aún (mejor aún), ha a él. Obviamente, este planteamiento
venido al senado”. En el latín medie- del tema por parte de Platón, condice
val, en el que puede aparecer con la con su visión antropológica. Por otra
grafía ymo, no sólo tiene esta función parte, de ambos términos, el más in-
de perfeccionar lo anteriormente di- dependiente es el alma, ya que resulta
cho, sino también la de rechazarlo o, identificada con la vida: en efecto, pa-
por lo menos, corregirlo. En el enca- ra Platón, ella es vida.
bezamiento de una de las más famo- Como se sabe, la concepción aris-
sas cartas de Eloísa a Abelardo se uti- totélica sobre el particular –fundada
liza con este último matiz. en su teoría sobre materia y forma–
immobile. Es aquello que no se pue- es muy diferente: para el Estagirita la
de mover o no puede ser movido, en unidad sustancial de cuerpo y alma
el sentido del motus (véase), esto es, es inescindible (cf. De an. I, in fine);
del cambio aristotélico, a cuyo Mo- de ahí que sea dudoso que hay con-
tor Inmóvil como Absoluto, se aplicó cebido la inmortalidad del alma in-
eminenter este término. A su vez, lo i. dividual, ya que para esto se requería
puede mover otras cosas, como lo ha- aceptar la posibilidad de su subsisten-
ce el alma, o no. cia separada del cuerpo.
Ambas vertientes son retomadas y
immortale. Concepto próximo al de reelaboradas por el pensamiento me-
lo sempiterno (véase sempiternitas), el dieval cristiano, sobre la base del da-
carácter de inmortal y el fundamen- to revelado de la inmortalidad del al-
to mismo de la inmortalidad alude ma y de la resurrección de la carne.
especialmente a la cuestión del desti- Así, ya desde los comienzos de la Pa-
no del alma (véase anima) después de trística, se acepta, en líneas genera-
la muerte. les, la posición de Platón, pero con-
En la Antigüedad, el tema apare- tra ella, se sostiene que la inmortali-
ce en Platón, en especial, en el Fedón, dad del alma no es de suyo, sino re-
donde, particularmente, desde 69 a cibida por Dios, es decir que el alma
hasta el final, se aportan argumen- no es vida, sino que tiene vida, como
tos sobre la inmortalidad del alma. Si sostiene, por ej., Justino (cf. Diálogo
bien la concepción platónica presen- con Tifón, 6, 1). El mismo tema fun-
ta rasgos órfico-pitagóricos, en cuan- damentalmente se reiterará después,
to al tema de la reencarnación, lo más aunque con variantes, en todos los
importante en dicha concepción es pensadores medievales, especialmen-
que, según ella, hay otra vida después te en los de raíz platónico-agustinia-
de la muerte, cuando el alma se ha na. Por su parte, el Hiponense, en su
purificado durante el tránsito terreno.
335 impensae

célebre anticipación del cogito carte- do la forma que causa el cambio es


siano, considera una evidencia la del recibida en el ser inmutado –esto es,
propio pensamiento; pero pensar im- impresionado– según su carácter físi-
plica vivir, y vivir supone actuar co- co, como cuando una mano se vuel-
mo una substancia precisamente ani- ve cálida al contacto de algo cálido;
mada, es decir, dotada de alma. Ésta, 2. i. spiritualis que tiene lugar cuan-
a su vez, profundizando en sí misma, do la forma de lo que motiva el cam-
se descubre como vida indestructible bio es recibida en el objeto inmutado
(cf., por ej., De immort. an. XI, 18; según su ser espiritual, como la for-
XII, 19; y passim). ma del color es recibida en la pupila,
Pero a partir del siglo XIII, con el que no por ello queda coloreada. De
reingreso del aristotelismo en Occi- esto se desprende que, para la opera-
dente, se plantean los problemas ya ción de los sentidos, se requiere una
insinuados en la posición aristotéli- i. del segundo tipo, ya que sólo así se
ca: ateniéndose a ella, se hacía difícil establece en el órgano correspondien-
fundamentar filosóficamente el da- te una re-presentación intencional de
to revelado de la inmortalidad del al- la forma sensible (cf. S. Th. I, q. 79,
ma separada, desde la muerte hasta su a. 3 c).
reunión con el cuerpo en la resurrec-
immutabile. Es aquello que, por su
ción de la carne. Tomás de Aquino
misma naturaleza, no está sujeto al
lo intenta valiéndose de un detallado
cambio (véase mutabilitas). En sen-
análisis de la noción de alma, sus ope-
tido absoluto sólo se puede predi-
raciones y el modo de su unión con
car, pues, de Dios. En general, se pue-
el cuerpo (cf. S. Th. I, q. 75; y C.G. I,
de decir que los autores medievales
57). Su respuesta apuntará a que hay
han atribuido tres sentidos o matices
en el alma individual, creada para es-
significativos a este término: 1. i. es
tar unida a un cuerpo, un principio
aquello que no puede haber sido an-
intelectual que posee una operación
tes ni ser después; 2. es lo que no reci-
per se, aparte del cuerpo. Dicho prin-
be lo que antes no poseía y que no ce-
cipio, o sea, el intelecto, es inmaterial
sa de tener lo que poseía; 3. en senti-
y subsistente, por ende, también in-
do más estricto, es aquello cuya esen-
mortal. El Aquinate se apoya, pues,
cia subsiste sin adquirir ni perder nin-
en el principio intelectual para fun-
guna forma. Así pues, según la pri-
dar la inmortalidad del alma indivi-
mera acepción –y, de manera deriva-
dual; de ahí su interés en combatir
da, de acuerdo también con la segun-
toda propuesta, como la de Averroes,
da, Dios es inmutable en cuanto ser
que postulara un intelecto único para
necesario; según la tercera, en razón
todos los hombres.
de su infinitud, no puede recibir nada
immotatio. Término con que los es- que lo perfeccione.
colásticos aludieron a un tipo de cam-
impensae. La economía medieval ha
bio o alteración y, en especial, al mo-
llamado así a los gastos o erogaciones.
do de recepción de una cualidad por
Los ha dividido en necessaria, que son
parte de lo que es impresionado por
aquellos cuya omisión causa deterio-
ella. Así, distinguieron, como lo ha-
ro; utiles, que son los que se hacen pa-
ce Tomás de Aquino, dos tipos de i.:
ra la adquisición de lo que causa be-
1. i. naturalis o física que se da cuan-
imperative 336

neficio; y voluptuaria, aquellos que vero acceptione significat Imperium


no dan fruto alguno y de los que se Romanum universalem sive genera-
puede prescindir. De ahí que el tér- lem totius mundi vel plurium saltem
mino aparezca en los tratados de fi- provinciarum monarchiam, qualis fuit
losofía moral, en especial, en el tra- Romae urbis et principatus, in eius
tamiento de temas como la avaritia processu”. Por su parte, también en
(véase). Ockham aparece i. en esta última
acepción (cf. Brev. IV, 13); 2.2. puede
imperative. Cf. efficienter. aludir, además, en particular, al Sacro
imperfectum. Cf. incompletum. Imperio Romano-germánico como
continuación jurídica del Imperio ro-
imperium. En contexto medieval, es- mano; así en Marsilio de Padua, Def.
ta noción siempre remite, en última minor 12; De trans. imp. 10-12; Oc-
instancia, a alguna forma de manda- kham III Dialogus II, 1, 29-30;
to. Dentro de ese sentido general, ca- 3. En el plano estrictamente políti-
be destacar dos acepciones puntuales: co, en su acepción más usada, i. apa-
1. la que concierne a la fenomenolo- rece como concepto general, monar-
gía del acto libre, 2. la histórico-polí- quía o Estado supremo universal:
tica, 3. la estrictamente política. Res- “Est ergo temporalis Monarchia, quam
pecto de la primera, 1. se considera el dicunt ‘Imperium’, unicus principatus
i. uno de los pasos centrales en la dia- et super omnes in tempore vel in hiis et
léctica intelecto-voluntad que confor- super hiis que tempore mensurantur.”
ma el acto propio del libre albedrío, (Dante, De Mon., I, 2).
es decir, el acto voluntario. De hecho,
la voluntad, iluminada por el juicio impermixtum. Con este término,
práctico de la inteligencia, se confor- frecuente entre los autores neoplató-
ma a él y decide elegir un medio para nicos, se quiere subrayar la perfecta
alcanzar el fin; entonces, la inteligen- pureza divina, el carácter de “no mez-
cia confirma la decisión de la volun- clado”, por así decir, de su naturaleza
tad y, mediante una acción justamen- (véase mixtum). El énfasis está dado
te imperativa, ordena la acción. Este precisamente en la negación que im-
último acto del intelecto es precisa- plica el prefijo in-. Si bien el término
mente el i. que i. niega, es decir, mixtum, seña-
2. En el orden histórico-político, el la mezcla en sentido físico, la palabra
término que nos ocupa se refiere es- que nos ocupa ha sido utilizada pa-
pecialmente al Imperio romano anti- ra referirse a la absoluta simplicidad
guo, como se lee en Marsilio de Pa- de Dios desde el punto de vista tam-
dua: “...Romanum Imperium in una bién metafísico (véase simplicitas).
sui significatione quandoque significat Eckhart, por ej., alude al Ser divino
monarchiam seu regalem principatum hablando de la impermixta puritas
Romanae Urbis sive civitatis tantum- divinae naturae (cf. Super Eccl. 24).
modo, qualis fuit ab origine sua” (De De todos modos, en Eckhart la puritas
transl. imperii 1. De allí, sus signifi
signifi-- divina, si bien afirmada como se aca-
cados derivados, referidos 2.1. al Im- ba de señalar, va aún más allá del he-
perio romano en cuanto Imperio uni- cho de ser impermixta (véase puritas
versal. En este orden, el mismo Marsi- essendi).
lio, en el lugar citado, escribe: “in alia
337 impetus

impetus. Hasta el siglo XIV, esta no- aire, sino el mismo cuerpo proyecta-
ción careció de significado preciso, do, doctrina que, empero, no encon-
aludiendo, en general, a un impu- tró eco en sus contemporáneos.
so físico o anímico. Se usó también Otra línea de pensamiento en es-
como sinónimo de nisus (véase). Sólo te tema es la representada por Oc-
hacia el 1330 asume la acepción téc- kham, quien insiste en que el movi-
nica, que posteriormente mantuvo, miento es una relación, y ésta se redu-
de un tipo particular de vis motrix, ce a las sucesivas posiciones del móvil
la que corresponde a un proiectum en el espacio. Así, no es menester ad-
separatum, como una flecha lanza- mitir una causa especial para explicar
da, es decir ya separada del arco. El el movimiento, con lo cual Ockham
i. es pues, en principio, y escolástica- aplica también en esto su célebre “na-
mente considerado, la causa próxima vaja”. Pero la doctrina que más tras-
del movimiento de inercia, por la que cendió sobre este tema es de la Juan
ya se había preguntado Aristóteles. Buridán, el cual le confiere una for-
El correspondiente pasaje aristotélico mulación precisa en su comentario a
(cf. Fís. IV, 8, 215 a 17) fue aceptado la Física aristotélica. Algunos han lle-
en líneas generales por Simplicio y re- gado a atribuirle el descubrimiento
chazado por Juan Filopón, en sendos implícito del principio de la inercia
comentarios a los tratados físicos del en la mecánica clásica. A esta atribu-
Estagirita. El segundo de estos auto- ción dio pie el hecho de que Buridán
res planteó la hipótesis de una ener- deja entender, aunque no lo mencio-
gía cinética, impresa en el proyectil y na explícitamente, que acepta una
no en el medio en el que éste se mue- cierta invariabilidad en el i., de mane-
ve. Esa energía –a la que, por lo de- ra que el movimiento provocado por
más, Filopón denomina “incorpó- él podría, en principio, durar eterna-
rea”– hace que el proyectil siga mo- mente si no interfirieran oposiciones
viéndose hasta que la fuerza se agota externas. Sin embargo, la teoría de i.
por la resistencia que le opone el me- que Buridán postula lo propone sim-
dio. Una concepción semejante pare- plemente como una cierta cantidad
ce haber sustentado Avicena. Más tar- de energía que el proiciens comuni-
de, y ya entrado en el siglo XIV, el es- ca al cuerpo lanzado, y que se con-
cotista franciscano Francisco de la suma en cuanto causa el movimien-
Marca, trata la cuestión en su comen- to del proiectum separatum. Así pues,
tario a las Sentencias de Pedro Lom- el movimiento tiene la misma dura-
bardo. Allí menciona una vis o virtus ción del i., y finalizan cuando se aca-
derelicta y afirma que el proiciens deja ba la cantidad de energía transmitida.
en el proiectum una parte de su fuerza, El i. es entonces, fundamentalmente,
la cual causa después el movimiento fuerza impresa. La teoría de Buridán
sucesivo. Concede así parte de razón –confirmada por los pensadores de
al Estagirita, cuando éste sostenía una la “Escuela de París”, como Nicolás
transmisión de la vis motrix en el mo- de Autrecorut y Alberto de Sajonia–
vimiento de lanzamiento; pero, con- contiene importantes conocimien-
tra Aristóteles, Francisco de la Marca tos sobre energía cinética que fueron
sostiene que el subiectum de tal mo- aplicados más tarde al problema de la
vimiento no es el medio, es decir, el aceleración de la gravedad. Pero, más
implicantia 338

que constituir un antecedente de no- dos esta posición se apoyan en el mi-


ciones modernas al respecto, con ella lagro, en cuanto suspensión de la ra-
culmina la larga historia de las posi- cionalidad u orden del mundo natu-
bles interpretaciones aristotélicas so- ral, para defenderla. La segunda tesis
bre el particular. es la sostenida por Nicolás de Cusa,
quien prefiere el término complicatio
implicantia. Voz que asume en la (véase). Con todo, cabe subrayar que,
Edad Media una acepción muy dis- para afirmar la i. en Dios, los prime-
tinta de la que le confirieron los ló- ros se han fundado en la infinitud de
gicos modernos y contemporáneos. Su voluntad; el segundo, ha plantea-
En efecto, los autores medievales uti- do, en cambio, una visión diferente
lizaron este término –y lo prefirieron de la misma naturaleza divina.
al de implicatio (véase)– para aludir
a la contradicción, es decir, a la atri- implicare. Este verbo connota la idea
bución por parte de nuestro intelec- de “envolver”; de ahí que en una de
to del ser y no ser en algo o respecto sus acepciones originarias, haya aludi-
de algo al mismo tiempo: “coniunctio do justamente a la acción de envolver
per intellectum tò esse et tò non esse”. los rollos de pergamino en que se es-
Por tanto, ante ella, imposible de asu- cribía. Posteriormente asume una sig-
mir como verdadera en cuanto aten- nificación derivada, más general, indi-
ta contra uno de los primeros princi- cando el estar una cosa contenida en
pios, las cuestiones que surgen son: 1. otra. Más tarde, se restringió al plano
si la cosa o cuestión de la que se trata lógico y, hacia fines de la Edad Media,
implica –implicet, de donde el nom- se aplicó particularmente a las propo-
bre– uno de los miembros contradic- siciones que envuelven contradicción.
torios o bien el otro; 2. si acaso no se Así, la expresión “i. contradictionem”
trata de dos cosas o cuestiones dife- se refiere a algo que no puede darse,
rentes; 3. en dónde radica o en qué porque de ello seguiría que algo es y
punto ha surgido en nuestro intelecto no es al mismo tiempo; por ej., impli-
la contradicción, ya que ésta no pue- ca contradicción decir “El rectángulo
de estar implicada a parte rei (véase). es circular” (véase implicantia).
Precisamente este último punto ha
implicatio. Cf. implicare. Término
suscitado la discusión teológica don-
técnico perteneciente a la lógica es-
de el vocablo que nos ocupa fue utili-
colástica, referido a un tipo de res-
zado con mayor frecuencia y en don-
trictio (véase) que consiste en restrin-
de adquiere su mayor especificidad: si
gir el valor de suplencia de un térmi-
la omnipotencia divina contiene o no
no mediante un adjetivo, una propo-
i., es decir, si Dios está más allá de las
sición adjetiva, o una oposición. Así,
contradicciones, o si éstas se pueden
la restrictio se denominó, más técni-
resolver de algún modo en Él. La pri-
camente, “per implicationem”: por ej.,
mera posición está representada por
en “El hombre, que es blanco, corre”,
la posición de Pedro Damián, quien
la i. consiste en lo subrayado. Al res-
la sostiene precisamente en su De
pecto, dice Pedro Hispano: “De res-
divina omnipotentia, donde afirma,
trictione facta per implicationem, talis
por ej., que Dios puede hacer aun que
datur regula: omnis implicatio inme-
lo que ha sido no haya sido. Como es
diate adiuncta termino communi res-
obvio, los teólogos medievales alinea-
339 impossibile

tringit ipsum, sicut et suum adiecti- impossibile. En general, imposible es


vum; ut cum dicitur ‘ homo, qui est al- aquello cuyo ser o existencia no puede
bus, currit’ iste terminus ‘homo’ restrin- admitirse lógicamente, porque repug-
gitur ad albos per hanc implicationem na al entendimiento, al estar en con-
‘qui est albus’.” (Sum Log. XI, 9). tradicción justamente con los prin-
cipios lógicos; por ej., que un círculo
implicite. Es correlativo de explici- sea cuadrado debe declararse imposi-
te. Ambos vocablos están referidos a ble, ya que atenta contra el principio
los actos de intelecto y equivalen res- de no contradicción.
pectivamente a confuse y distincte. De En el vocabulario técnico de la lógi-
esta manera, las notas esenciales del ca medieval se denomina reductio per
hombre se conocen i. en el mismo i. a aquella donde se muestra que, si
nombre de “homo”; en cambio, se co- alguien niega la conclusión del silo-
nocen explicite en la definición “ani- gismo imperfecto considerado, con-
mal rationale”. En cambio, referidos cediendo al mismo tiempo las premi-
a los actos de la voluntad, equivalen a sas, se contradice a sí mismo; luego,
indirecte y directe, por ej., quien quie- ese silogismo es válido.
re beber vino en exceso, quiere la Hay autores que distinguieron en-
ebriedad i.; pero si bebe precisamente tre una imposibilidad en sí misma,
para embriagarse, la quiere explicite. como la del ejemplo aducido, y una
impositio. En su acepción más ge- imposibilidad de facto, como Guiller-
neral, mienta el sentido primero y mo de Ockham, quien distingue en
más propio de algo por oposición a la lo imposible aquello que no puede ser
transumptio que alude al sentido me- verdadero, y todo aquello que es falso
tafórico. En una acepción más res- (cf. In El. 118; Quod. III, q. 4).
tringida, para los escolásticos, espe- Desde el punto de vista ontológico
cialmente los del siglo XIV, la imposi- y teológico, durante la Edad Media,
ción es un modo de atribución de sig- el tema de lo imposible estuvo vin-
nos. De hecho, dividieron los signos culado con la cuestión de la omnipo-
convencionales en 1. signos de prime- tencia divina. En este campo, dos lí-
ra imposición, y 2. signos de segunda neas fueron sustentadas: una, fideís-
imposición. Los primeros se impo- ta, floreció en el siglo XI y es la que
nen a los entes, precisamente con el defiende, por ej., Pedro Damián, para
fin de servirles de signos, y se subdi- quien Dios no sólo no está limitado
viden en 1.1. términos de primera in- por un universo inteligible según cu-
tención y 1.2. de segunda intención yos principios ha sido creado el mun-
(véase intentio). Los primeros se apli- do, sino que su ilimitación, infinitud
can o imponen directamente a aque- y omnipotencia, pueden hacer inclu-
llo de lo que se trata, por ej., la pala- sive que lo que existió no haya exis-
bra “homo” al hombre; los segundos tido. Dios está, pues, más allá de to-
son indirectos en la medida en que se das las imposibilidades, aun la de que
imponen a una categoría mental, ló- una afirmación y su correspondiente
gica o cognoscitiva, por ej., el térmi- negación sean simultáneamente ver-
no “species homo” referida al hombre daderas (cf. De div. omnip. I). Con-
como especie. tra esto reacciona Tomás de Aquino,
diciendo que una posición tal, si bien
impossibilia 340

puede considerarse no herética, es sin del conocimiento, se utiliza la expre-


duda falsa (cf. De aet. mundi, 2 in fi- sión i. speciei para significar la unión
ne), porque no es contraria a la fe, pe- más profunda entre la imagen y el
ro sí a la razón. sentido (véase impressa).
impossibilia. Los así llamados “im- improbatio. Opuesta a la probatio, la
posibles” han sido objeto de obras es- i. indica la refutación fundamentada
colásticas, por ej., el De impossibilibus de una tesis. No se trata, pues, de una
de Siger de Brabante, que a veces se mera desaprobación, ya que ésta no
equiparon erróneamente a los insolu- implica necesariamente la discusión y
bilia (véase). Sin embargo, se debe ad- el aducir razones como sí lo hace la
vertir que, siendo ambos objetos de la i. El término es de antigua data en la
lógica, los i. difieren de los insolubles dialéctica medieval. De hecho, se en-
por cuanto se refieren a cuestiones que cuentra en textos patrísticos. Así, por
involucran contradicción intrínseca. ej., Agustín anota una función teoló-
gica de la i., atendiendo precisamente
impraescindibiliter. Adverbio que se a la explicitación de las razones en la
refiere a la imposibilidad de llevar a refutación. Éstas, dice el hiponense,
cabo una praecisio (véase) en un tér- ponen en relieve el sentir de la Iglesia
mino o en un concepto de la realidad (cf. Conf. VII, 19, 25).
a la que remite.
improbativus. Proviene de improbatio
impressa. (cf. species). Bajo la expre- (véase). Es, pues, uno de los modi
sión “species i.”, los escolásticos seña- tractandi en el discurso filosófico me-
lan la semejanza del objeto causada dieval: aquel en el que se objeta y se
por la afección del mismo en los sen- refuta una tesis, exponiendo las razo-
tidos. En general, corresponde, pues, nes de dicha refutación. Dado que se
a lo que hoy se llamaría “imagen sen- procura así convencer o aun vencer
sible”. Así, definen el término como al adversario, se denomina también
una similitudo seu forma vicaria obiec- convictivus. Por eso, se opone al modus
ti, es decir, una semejanza o forma vi- probativus, que de por sí atiende mu-
caria del objeto, en tanto que hace ac- cho más a la cosa misma, es decir, a
tuar la potencia correspondiente pa- las razones objetivas de algo, que a las
ra que se dé el conocimiento de di- aducidas dialécticamente por un oca-
cho objeto. sional adversario en la disputa.
impressio. Voz usada en varios senti- improperium. Cf. contumelia.
dos: 1. en general, indica la recepción
de una cosa en otra, siendo ambas impulsio. Movimiento violento en el
igualmente materiales, como la de la que el motor acompaña al móvil du-
configuración de una mano en la ce- rante todo el transcurso de este últi-
ra; 2. en el campo de la física medie- mo, de tal manera que, si lo abando-
val, señala el productio impetus, es de- na, el móvil se detiene. No se ha de
cir, la impresión que algo que se im- confundir, pues, ni con pulsio ni con
pulsa o lanza ejerce sobre el exterior impulsio.
de un ente móvil; 3. en el plano teo-
imputatio. Inicialmente pertenecien-
lógico, puede aludir a la infusión en
te al campo de la filosofía moral en la
el alma de los dones divinos; 4. en el
341 in actu exercito-in actu signato

Edad Media, este vocablo su empleó o estilo, por ej., in barbarum; 9. re-
para indicar la asignación de una cul- lación, caso en el que se suele tradu-
pa a un sujeto libre. Posteriormente, cir por la expresión “en cuanto a”, por
pasó a formar parte de la terminolo- ej., in longitudinem.
gía judicial, donde indica el significa- En los casos en los que rige ablati-
do actual de imputación. vo, aparece indicando: 10. lugar co-
mo situación, ya sea en sentido real
imputative. Término correlativo de o figurado, sin idea de movimien-
formaliter. Se considera formaliter a to, por ej., in templo, in angustiis; 11.
algo o alguien tomado en sí mismo; momento preciso del tiempo o lapso
en cambio, una cosa o persona, cu- determinado; 12. proceso, caso en el
ya existencia, acción o modalidad se que suele ir acompañado de gerun-
transfiere o atribuye a otra, se consi- dio, por ej., in quaerendis; 13. tema
dera i. Así, por ej., quien persuade a del que se trata, y entonces se suele
otro de cometer homicidio, no es un traducir por “a propósito de”.
homicida formaliter, pero sí i. En cuanto a los usos más filosófi-
in. Preposición que rige acusativo y cos de esta preposición, se puede de-
ablativo. En el primer caso, puede cir que, en general, señala la relación
aparecer con los siguientes sentidos: del contenido respecto de lo que con-
1. lugar, indicando 1.1. dirección, tiene. Sobre esta base, los escolásti-
“hacia”, o 1.2. penetración; 2. tiem- cos en particular, indicaron que una
po, con el significado de duración, cosa puede estar en otra como en su
por ej., in perpetuum; 3. pasaje de un subiectum, y así el instinto está en el
estado a otro, caso en el que esta pre- animal, o el accidente está en la sus-
posición indica el término en dicho tancia, es decir, in alio; o bien como
proceso de cambio, a diferencia de de en su causa, y así se dice, por ej., que
(véase) que señala el punto de partida Dios está en todas las cosas en cuanto
en la mutación; 4. división, por ej., in causa de las mismas, aun cuando, por
partes quattuor; 4. distribución, con la perfección de su naturaleza, Dios
el sentido de “a cada”; 5. resultado esté sobre todas ellas.
o finalidad, por ej., in beatitudinem; in actu exercito-in actu signato. La
6. objeto de un discurso, ya sea lau- distinción escolástica mentada por es-
datorio o adverso, por ej., in aliquem te par de locuciones equivale a 1. la
scribere; 7. un caso particular, deriva- que se significa en castellano median-
do del anterior, es aquel donde i. se te las expresiones “con hechos”-“con
traduce por “sobre” y antecede el tí- palabras”. Es el uso más difundido.
tulo de una obra para indicar que se Una enseñanza, por ej., la del cora-
trata de un comentario, caso frecuen- je como valor –o, para decirlo en tér-
tísimo en la Escolástica, por ej., In minos medievales, como bien moral
Metaphysica; cuando, como en el caso o virtud– puede impartirse a través de
de Avicena, hay dos obras con el mis- acciones valerosas que lo ejemplifican
mo título, una comentada y otra pro- o bien a través de la explicitación de
pia, al citar al autor, se señala esta úl- su concepto, fundamentos, etc. En el
tima con el añadido sua, como hace primer caso, se enseña en qué consis-
Tomás de Aquino (cf. De ente et ess. I) te un acto de coraje in actu exercito;
(véase lectura); 8. modo, manera, uso en el segundo, in actu signato; 2. En
in alio 342

un empleo más restringido, estas ex- Pedro, ya que el hecho de ser blanco
presiones aluden al conocimiento. En no inhiere en su esencia. Así, se utili-
este plano, se dice que se conoce actu zan adjetivos en esta forma de predi-
exercito o directe cuando el conocer se cación, también llamada pure in quale
dirige a una cosa en sí misma; y actu (véanse in quale quid e in quid).
signatu o reflexe, cuando tiene por ob-
in quale quid. Se dice que un térmi-
jeto a sí mismo, por ej., a alguna de
no se predica in q. q. cuando se afir-
las facultades cognoscitivas. Sin em-
ma de un sujeto una cualidad concer-
bargo, en este último orden, los esco-
niente a una de sus partes esenciales,
lásticos suelen preferir los respectivos
por ej., “rationalis” respecto del hom-
sinónimos.
bre. No se ha de confundir con in
in alio. Cf. in se. quale (véase).
in fieri esse-in facto esse. Con la pri- in quantum. Expresión que pue-
mera expresión los autores medieva- de aludir al hecho de que el sujeto y
les aludieron, en general, al pasaje de el atributo son convertibles o que el
la potencia al acto, subrayando así primero se infiere del segundo. Tam-
la condición de incompleto que tie- bién aparece en la explicitación de
ne ese algo durante dicho pasaje. En términos tomados reduplicative (véa-
cambio, in facto esse mienta su carác- se). Con todo, ya en la Escolástica,
ter de acabado: por ej., un cuadro es este término se escribió en una sola
in fieri mientras el artista lo dibuja y palabra, adquiriendo el empleo que
lo pinta, y es in facto cuando ya está se explicita en el artículo inquantum
terminado. La primera de estas locu- (véase).
ciones escolásticas indica, pues, una
in quantum huiusmodi. Expre-
cosa en fase de cambio hacia un tér-
sión hecha, frecuente sólo en los tex-
mino de su devenir, o sea, la señala
tos de los últimos siglos medievales,
en un estado potencial respecto de su
que se traduce por “en cuanto tal” y
determinación actual. Al alcanzar di-
que subraya la acepción y las impli-
cho término, reposa en la quies pro-
caciones del término al cual acompa-
pia del factum. Esto último conduce
ña. Con ello circunscribe las conse-
ya a la segunda expresión, por la que
cuencias de ese significado. Así, por
se entiende aquello que existe actual-
ej., M. Eckhart dice que el “intelligere
mente; más aún, se lo considera, abs-
in q. h. est subsistens” (Solutio rationum
tractamente, sólo en su actualidad. El
Equardi de praeeminentia intellectus
uso de ambas locuciones se hizo fre-
respectu voluntatis): el entender –en
cuente, en especial, en el siglo XIII,
el sentido de pensar– en cuanto tal es
debido a la adopción de esquemas
subsistente, o sea que es por su pro-
aristotélicos. Ejemplo de ello son los
siguientes pasajes tomistas: C.G. II, c. pia naturaleza, por lo que implica el
17, n. 4; S. Th. I, q. 45, a. 2, ad 3. pensar mismo que se puede afirmar
su autosubsistencia.
in quale. Algo se predica i.q. cuando
se afirma de un sujeto una cualidad in quid. Se dice que un término se
responde a una pregunta referida a la predica i.q. cuando se afirman rec-
cualidad que posee un ente y que le es tamente de un sujeto sus predica-
extrínseca, por ej., albus respecto de dos esenciales, pues por éstos se de-
343 inadaequate

fine qué [quid] es la cosa, sin signifi- primera respecto del segundo es por
car una parte determinada de su esen- naturaleza, es decir, ontológica y no
cia, por ej., cuando se dice que Sócra- cronológica. De este modo, por ej.,
tes es hombre; no cuando se dice, por luz, causa de la iluminación, es ante-
ej., que puede reír, porque en tal ca- rior –esto es, a priori– con prioridad
so se estaría predicando algo que no de naturaleza, a esta última, aunque
es su esencia; ni cuando se dice que tengan lugar simultáneamente. Aho-
es racional, puesto que, entonces, se ra bien, entre causa y efecto media
estaría predicando algo que constitu- una distinción como la que se da en-
ye una parte de su esencia (véase in tre una cosa y otra, aun cuando se tra-
quale quid). te, por ej., del intelecto y la voluntad
humanos: en el acto libre, el intelec-
in re. Cf. ante rem y universale. to es anterior a la voluntad que es a
in se. Es término correlativo de in posteriori respecto de aquél, por lo
alio. A diferencia de las expresiones a menos, según la posición tomista. Pe-
se y ab alio (véanse), que se refieren ro, en el caso de Dios, dada su abso-
al principio o causa de un ente, este luta simplicidad, entre el intelecto y
otro par de términos alude al modo la voluntad no hay tal tipo de distin-
de existir de algo. In se significa que ción: ella radica sólo en nuestro mo-
algo existe en sí mismo. Con ello se do de pensar uno y otra, lo que lleva
indica, pues, a un ser cuya realidad le a plantear una prioridad puramente
es propia, no formando parte de otra pensada. Así pues, según nuestro mo-
cosa ni existiendo en otro, dado que do de inteligir, el intelecto divino es
constituye un todo metafísicamen- anterior a la voluntad divina in signo
te autónomo en su existir. En cam- priori; y la voluntad de Dios es poste-
bio, todo lo que existe en otra cosa rior a su intelecto in signo posteriori.
es in alio. Así, el hombre existe in se, inadaequata. Se denominan así tan-
pero la blancura existe in alio. De es- to las acepciones de los términos co-
ta manera, el ser in se constituye una mo las causas asignadas a una cosa o
nota fundamental de la substantia, a un hecho cuando son incompletas,
mientras que el ser in alio es nota esto es, cuando no responden a la in-
propia del accidens (véanse). De he-
tegridad real de aquello sobre lo que
cho, muchas veces se ha asimilado la
versan (véase inadaequate). En el se-
expresión in se al término per se (véa-
gundo caso mencionado, se denomi-
se), pero hay un matiz de diferencia
na también i. a la concausa, en cuan-
entre ambas que se explicita en el ar-
to que ésta sólo da cuenta parcial-
tículo correspondiente a este último
mente del efecto.
y a perseitas.
inadaequate. Cf. adaequate. A di-
in signo priori-in signo posteriori.
ferencia del término castellano “in-
Mediante estas locuciones, la Edad
adecuadamente”, que no traduce con
Media, en particular la Escolástica,
precisión el latino que nos ocupa, i.
indicó el carácter anterior o poste-
no se refiere tanto al modo en que al-
rior, respectivamente, de algo en re-
go es considerado cuanto al hecho de
lación con otra cosa, especialmente,
que no lo es en su totalidad. Por eso,
de la causa y el efecto. Se pretendió
equivale a partialiter (véase).
subrayar así que la anterioridad de la
inane 344

inane. En el Medioevo, se denominó existir inmediatamente después de no


así el espacio que no sólo, de hecho, haber sido. En general, se usó, en sen-
carece de cuerpos, sino que tampoco es tido más amplio, para indicar que se
naturalmente apto para contenerlos. existe o se hace algo después de po-
co tiempo de no haber existido o de
inanimata. Son inanimados los se- no haber hecho ese algo (cf., por ej.,
res que actúan exclusivamente obede- Ockham, Summa Totius Log. II, 19).
ciendo a las leyes de la naturaleza y
que, por sí mismos, no tienden a nin- incipit. En la forma conjugada incipit,
gún fin: “... sunt mere agentia ex neces- que significa literalmente “comien-
sitate naturae, nihil praetendentia”, es- za”, suele encabezar los manuscritos
cribe Guillermo de Ockham en Sum- medievales, habitualmente, indican-
ma Totius Log. II, 6). Sin embargo, se do a continuación el tema que abor-
ha de añadir que siempre actúan co- dan. Por eso, es frecuente que indique
mo si tendieran a algún fin, como lo el manuscrito mismo: por ej., “este
hace Tomás de Aquino, por ej., en su incipit se encuentra en la Biblioteca
quinta vía (cf. S. Th. I, q. 2, a. 3). Es- Laurenciana”.
to permite postular que, dado que di-
inclinatio. Con esta voz, que aparece
cha tendencia no está en los seres in-
especialmente en obras nominalistas
animados, les ha de ser impuesta por
de fines de la Edad Media, se señala la
alguna instancia en la naturaleza que
condición de un ente que está en po-
se supone tiene un orden.
tencia respecto de otra cosa, sin que
inchoatio. En general, se refiere al haya en él ninguna tendencia contra-
comienzo o esbozo de algo. Técnica- ria. En este sentido se dice, por ej.,
mente, se utiliza, en particular, en el que la materia tiene i. por la forma.
contexto de la influencia neoplatóni-
inclusio. Término que alude a lo que
ca sobre esquemas aristotélicos típi-
se da en la distinctio realis inadaequata
ca de la escuela de Colonia. Así, por
(véase distinctio), es decir, la que dife-
ej., aparece en Alberto Magno la ex-
rencia entre un todo integral y cada
presión i. formae para indicar aliquid
una de sus partes. Por ello, esta clase
formae, en el sentido de una cierta ap-
de distinción se llama también inclu-
titud de la materia para recibir la for-
dentis et inclusa, según que se conside-
ma. De este modo, si bien el deve-
re, respectivamente, el todo o la parte.
nir se explica en términos aristotéli-
cos, de pasaje de potencialidad de la incogitabile. Término que, aunque
materia a la actualidad de la forma, raramente, aparece a veces en la lite-
no se concibe aquélla como completa ratura medieval para calificar lo indi-
privación. En la materia ya se oculta, cado por expresiones o enunciados
pues, la forma per essentiam confusa o que violan los principios lógicos, co-
in potentia. En el caso del hombre, en mo el principio de no contradicción;
su misma materia anida la vida vege- por ej., “rectángulo circular” alude a
tativa; y en ésta, la sensitiva. Pero, la i. algo i., esto es, a algo cuya existencia
rationalis requiere la intervención de es impensable por imposible.
Dios como Causa Primera.
incognitum. Quizá debido al equívo-
incipere. El verbo “comenzar” ha si- co que se puede dar con la palabra es-
do definido en la Edad Media como
345 incomplexum

pañola “incógnita”, y su matiz de sus- ma i. a un ser real cuando está en vías


citar curiosidad y perplejidad, suele de actualizarse: por ej., el niño es in-
creerse que este término alude a lo in- completo en cuanto hombre; o bien,
comprensible; sin embargo, se refiere cuando carece de alguna parte sustan-
a lo desconocido o no examinado to- cial o propia; por ej., es incompleto
davía (véase cognoscere). un hombre, cuando sólo existe su al-
ma separada del cuerpo, o es incom-
incommunicabile. De manera simé- pleto un hombre que carece de las ha-
trica con el tratamiento que los auto- bilidades que debería poseer. Por eso,
res medievales han conferido al tema en la terminología escolástica, el alma
de la communicabilitas (véase), por humana –en cuanto tal, es decir, lla-
oposición, consideraron dos casos en mada a animar un cuerpo– es sustan-
que se puede hablar de i., es decir, de cia incompleta, como lo son también
lo que no se puede compartir o trans- principios tales como el acto, la po-
mitir: el primero es el de lo i. desde el tencia, la esencia, la existencia, etc.,
punto de vista ontológico. En tal sen- tomados separadamente.
tido, el individuo es, por definición,
incomunicable, desde el momento en incomplexum. Cf. complexum. Si-
que no puede compartir su carácter nónimo de “simple” y contrario de
de tal; en cambio, sí lo hace con su “compuesto”, se denomina 1. térmi-
quidditas, con su determinación es- no i. a aquel cuyas partes, tomadas en
pecífica, o aun con sus propiedades y sí mismas, nada dicen sobre el signi-
cualidades, ya que las comparte con ficado de la expresión entera. Así, si
otros miembros de la misma especie. se profiere la sílaba do-, separadamen-
De ahí la sentencia escolástica que re- te de la sílaba -mus, ni la primera ni
za: “individuum est incommunicabile”. la segunda remite a la idea de domus
El segundo caso de lo i. se refiere a (casa). Por tanto, la palabra “domus”
lo accidental, ya que alude a aquellos es un término in-complejo, a diferen-
agentes que no pueden ejercitar una cia, por ej., del término individuum,
potencia que les es propia, entonces, que es complejo, ya que, tanto in co-
se tiene lo i. effectivum; por ej., el de mo divid- poseen un significado. Res-
un escultor al que se le hayan ampu- pecto, no ya de los términos, sino de
tado las manos, mientras que su arte las proposiciones, llámase 2. i. al sujeto
como virtud sigue en él. o al predicado, dado que el complexum
es, en ese caso, la proposición misma.
incompletum. Cf. completum. En ge- Pero, entre autores nominalistas, co-
neral, se dice de aquello a lo que le mo Guillermo de Ockham, la pala-
falta algo que, por su misma natura- bra que nos ocupa indica todo térmi-
leza, debería tener; por ende, es sinó- no simple en una proposición, sea o
nimo de “imperfectum”. En lógica, es no por sí mismo sujeto o predicado,
incompleta una noción sin determi- con la única condición de su autono-
nación específica: por ejemplo, la no- mía semántica, es decir que signifique
ción de “animal” sin la especificación algo en sí. Cabe recordar que se ha di-
de rationale o irrationale. En senti- cho “término”, voz que, en español,
do propio, es incompleta la defini- puede aludir no sólo a una palabra si-
ción en la que falta la diferencia espe- no a varias que tengan un sentido (cf.
cífica. En el plano metafísico, se lla- Exp. Aurea 40b).
incompossibilitas 346

incompossibilitas. Es la condición de Esto no significa que no se puede ani-


incompatibilidad entre dos cosas en quilar sino sólo que no se puede des-
lo que concierne a algo creado. Tal in- componer. En efecto, en su sentido
compatibilidad puede ser absoluta o originario y estricto, la corruptio ata-
relativa. En el primer caso, hay i. en- ñe sólo a los seres compuestos de ma-
tre dos formas sustanciales en el mis- teria y forma, no al ser inmaterial pe-
mo individuo: éste no puede ser, por ro compuesto sólo de esencia y exis-
ej., hombre y árbol a la vez. En el se- tencia: éste es mutable en cuanto que,
gundo, se ha de considerar que tam- por haber recibido el ser, puede per-
bién las accidentales pueden ser in- derlo (véase mutabilitas), pero es i.
compatibles entre sí, ya que, sólo por justamente en cuanto inmaterial.
el hecho de producir una forma acci-
indeficienter. Mediante el uso de la
dental en una determinada naturale-
preposición in con valor de negación,
za, todo agente natural excluye en ella
se enfatiza el carácter de completitud
su contraria. Por ej., ninguna causa
y perfección propio de lo i. En efecto,
creada puede hacer que dos cuerpos
al indicar lo deficiente una falta o pri-
se encuentren en el mismo lugar.
vación, se subraya con este adverbio
inconstantia. Según el pensamien- un modo de ser o de poseer que care-
to de Raimundo Lulio, la i., es decir, ce de toda carencia. Menos frecuen-
la falta de perseverancia en el bien, te es el uso de la forma sustantiva “in-
constituye un pecado independiente deficientia”.
de los otros; más aún, en la versión fi-
indeterminatio. Indica la condición
nal del Ars Raymundi, se le atribuye
de lo que no llega a su fin o térmi-
igual jerarquía que la de los siete pe-
no, es decir, lo que no completa su
cados capitales. (cf. Ars Brevis, I; Ars
acto propio. La i. puede ser 1. passiva
generalis ultima, I).
si se refiere a la materia, puesto que
incorporea. Con este nombre, se de- no depende de ella su determinación
signa al grupo de entes o entidades sino de la forma; o 2. activa, si alu-
incorpóreas. En líneas generales, se de al agente libre, caso que tiene lu-
puede decir que el valor que los auto- gar justamente cuando éste, perma-
res medievales confirieron a esta no- neciendo indeciso, no determina su
ción dependió de la concepción me- voluntad a un fin.
tafísica que cada uno sustentó. Así,
indifferens. En los términos más ge-
los de filiación platónica le adjudi-
nerales, i. indica tanto 1. lo neutral
caron el máximo valor metafísico,
como 2. lo indeterminado. 1. Des-
considerando lo incorpóreo como lo
de el primer punto de vista, la noción
único que realmente es. En cambio,
de i. tiene raíz estoica, tal como Ci-
quienes, como Tomás, siguieron los
cerón consigna en De fin. III, 53. En
planteos aristotélicos, tendieron a ad-
efecto, i. allí alude a lo moralmente
mitir sólo un cierto tipo de existencia
neutral como, por ej., la misma vida
para los i., a saber, la posibilidad de
humana. En cambio, no lo es el mo-
existir, a manera de principios, en los
do de dirigirla hacia la virtud o el vi-
entes corpóreos.
cio, según recuerda Diógenes Laercio
incorruptibile. Es lo que no está su- (D.L. VII, 103-4). Ambos textos fue-
jeto a corrupción (véase corruptio). ron comentados por autores medie-
347 indignatio

vales. 2. En el segundo sentido, el vo- senta la línea del realismo extremo,


cablo aparece, durante la Escolástica, había sostenido en sus Sententiae,
en el plano metafísico, indicando lo en primera instancia, la teoría de la
que, en su ser, aún está indetermina- identitas secundum essentiam o de la
do. En tal sentido, lo i. no puede dar communitas universalium, doctrina
lugar, de por sí, a ningún ser en ac- que, frente a los accidentes que dan
to, siendo necesario que reciba alguna lugar a lo individual, postularía el
determinación (véase la sentencia ab universal como realidad esencialmen-
indifferenti...). Por último, y en con- te idéntica en los diversos individuos.
sonancia con lo anterior, algunos es- Tal esencia idéntica sería pues el sus-
colásticos calificaron con esta palabra trato ontológico-físico de dichos in-
3. al ser individual, pero prescindien- dividuos. Pedro Abelardo ataca y ri-
do precisamente de las determinacio- diculiza esta posición de Guillermo,
nes que lo individualizan, y refirién- observando, por ej., que si así fuera,
dose sólo a las realidades específicas y un hombre individual estaría presen-
genéricas presentes en él: por ej., en te dondequiera esté presente la esen-
cuanto animales racionales, dos hom- cia o especie humana y, por tanto, es-
bres son indifferentes entre sí (véase taría simultáneamente en Roma, Pa-
indifferentia 2). rís, Atenas, etc., lo cual es absurdo.
Ante estas objeciones, Guillermo re-
indifferenter. Adverbio que significa visa su posición y la modifica, jus-
indistintamente y que fue utilizado, tamente, por la teoría de la identitas
en especial, por Guillermo de Cham- secundum indifferentiam, tal como el
peaux en su teoría de la identitas mismo Abelardo atestigua en su Hist.
secundum indifferentiam (véase indi- calam. 2. De acuerdo con esta últi-
fferentia). Por otra parte, y más en ge- ma tesis ultrarrealista de Guillermo
neral, ya sea desde el punto de vista de Champeaux, la misma realidad,
lógico u ontológico, indica que, po- es decir, el universal, está presente
tencialmente, algo puede tender ha- en los individuos singulares no esen-
cia una cosa u otra de modo indis- cialmente, sino indifferenter, o sea, de
tinto. En este sentido, es una voz que modo semejante en cuanto no dife-
aparece acompañada por el término rente. Así, la mencionada identidad o
utrumlibet (véase) o ad utrumlibet. semejanza entre los individuos esta-
indifferentia. En el vocabulario me- ría dada por el mero hecho, expresa-
dieval, esta palabra aparece en dos do por vía negativa, de que no difie-
sentidos fundamentales: 1. en senti- ren. De tal manera, las especies se de-
do psicológico-ético, y 2. en sentido finen como la indiferencia de los in-
lógico-ontológico. 1. El primero es dividuos.
tratado en los artículos aequilibrium indignatio. La indignación proviene
indifferentiae y liberum arbitrium de la ira en su dimensión ética (véase
(véanse). 2. El segundo concierne a iracundia, in fine). Por eso, así como
la querella de los universales, es de-
se puede dar una ira mala y una ira
cir, a la discusión sobre el valor o sta-
bona, la misma ambivalencia presenta
tus de los términos universales (véase
el término que nos ocupa. En efecto,
universale). Durante esta polémica,
se habla escolásticamente de la i. en
Guillermo de Champeaux, que repre-
cuanto enojo contra alguien de quien
indirectum 348

se ha recibido una ofensa que el inju- Durante la Edad Media, Tomás


riado cree, equivocadamente, no me- de Aquino sigue, en líneas genera-
recer, es decir que se considera indig- les, el pensamiento aristotélico sobre
nus de ella. En este caso se trata de la este punto. En cambio, Duns Scoto
i. en su aspecto negativo. Pero la pala- y Guillermo de Ockham se inclinan
bra –y las voces con ella relacionadas– por la posibilidad de un concepto i.
se usa también para aludir a la tristitia (véase individuum).
(véase) que no es envidia y que seña-
individualitas. A pesar de ser és-
la la reacción de alguien al contrariar-
ta una palabra más bien propia de
se por el bien, generalmente material,
la modernidad, en la Edad Media
recibido por alguien que no es digno
se registra en Avicena, como consta,
de él, como indica Tomás de Aquino
al menos, en la traducción venecia-
(cf. S. Th. II-II, q. 158, a. 7 c y q. 36,
na del 1508 de su Metafísica. Avice-
a. 2 c).
na usa el término i. para referirse 1.
indirectum. Se denomina así a lo a una cierta disposición que sobrevie-
que tiende a su término de mane- ne al alma en el mismo acto en el que
ra oblicua o a través de mediacio- ella se une al complejo corpóreo pro-
nes. En la Edad Media, este adjetivo pio de cada hombre, disposición en
se ha aplicado tanto al predicado co- virtud de la que esa alma resulta pre-
mo al silogismo. En efecto, se llama cisamente individual. La utiliza tam-
praedicatio indirecta a aquella en la bién para aludir a 2. lo que, junto con
que se predica de un sujeto algo que la existencia actual, hace que la sus-
es menor que él, como la especie del tancia primera se distinga de la se-
género; y syllogismus indirectus a aquel gunda. Por ello, y en general, se pue-
silogismo cuyo término menor se pre- de decir que, para Avicena, la i. resul-
dica del mayor. ta siempre del conjunto de aspectos
que, aun perteneciendo realmente a
individuale. En lógica, se califica una cosa, no están comprendidos en
de “individual” al concepto o térmi- su definición, ya que esta última con-
no que se refiere a un solo sujeto; por cierne a la cosa tomada universalmen-
tanto, se opone a “colectivo”. A veces, te. Así pues, la i. es aquello por lo cual
se utiliza como sinónimo de “singu- lo singular es tal, o sea, es único en su
lar”; pero, en rigor, éste es más bien realidad. Justamente, el problema del
el opuesto de “universal”. Específica- “principio de individuación” (véase
mente se llama “concepto individual” individuatio), muy discutido también
a la representación que es exclusiva en la escolástica árabe, consistió en
y propia de un único individuo. En indagar sobre el fundamento de la i.
consecuencia, la determinación de la
naturaleza y el status de tal represen- individuatio. Se entiende por indi-
tación concierne al problema de la viduum (véase) lo que es uno en sí y
cognoscibilidad del individuo, que el distinto de los otros. Por ello, se de-
pensamiento griego en general –y, en nomina principium individuationis a
particular, Aristóteles– negó, soste- aquello que constituye la i., es decir,
niendo que sobre el individuo no pue- la individuación desde el punto de
de haber ciencia y, por ende, no pue- vista metafísico. Cabe subrayar que se
de haber concepto en sentido propio. ha dicho “metafísico”, y no “gnoseo-
349 individuum

lógico”, es decir que, en el caso de la pio de multiplicación, sino también


i., se alude a lo que hace que un indi- de distinción numérica, debe conce-
viduo sea tal por sí mismo, no a aque- bírsela en relación con la cantidad o
llo que nos permite a nosotros indi- extensión: en una materia extensa es
vidualizarlo, esto es, distinguirlo de posible distinguir, indicar o sellar, va-
otros de la misma especie. le decir, signare diversas partes. De
Es, pues, lo que da razón de la uni- ahí que, según Tomás, el principium
dad y, a la vez, de la incomunicabi- individuationis sea la materia signata
lidad –o sea, del carácter de ininter- quantitate, la materia que, a causa de
cambiable– de cada ente respecto de su carácter cuantitativo, es extensa y
otros con los que comparte la espe- con partes en sí mismas extendidas,
cie. En lo que toca a la unidad o in- inconfundibles, determinables y de-
división, cabe observar que ésta pue- terminadas extrínsecamente (cf. In
de verificarse de dos modos: o por la De Trin. q. 4, a. 2 ad 4; S. Th. I, q.
simplicidad intrínseca del ente, o por 85, a. 1 ad 4). Con todo, esta posi-
el tipo de composición de los prin- ción tomista abre un margen de pre-
cipios que lo constituyen. Sólo en el guntas, lo que dio lugar a que se sus-
segundo caso, se puede plantear un citaran diversas interpretaciones, en-
principium de individuación, ya que, tre ellas, la de Cayetano.
en el primero, lo simple es individua- Enrique de Gante, quien trata el te-
do por sí mismo, al ser indiviso, por ma en Quodl. V, q. 8, tiende a ver el
definición. principio de individuación en térmi-
Surge, entonces, el problema de la nos negativos, es decir como nega-
individuación en el caso de los entes ción de identidad dentro de la misma
compuestos. Así, se ha planteado si la especie.
individuación de cada ente corpóreo Por su parte, Guillermo de Oc-
radica en su materia, o en su forma, kham no admitió en el ente otra rea-
o en ambos. En cualquier caso, la dis- lidad que la de su singularidad y con-
tinción habrá de ser de tipo “numé- sideró el individuo corpóreo como
rico”, puesto que se busca el princi- individuado por sí mismo (cf. In I
pio que permite individualizar cada Sent. d. 2, q. 6). Similar opinión sigue
miembro singular de una misma es- Suárez (cf. Disp. nat. d. 5, a. 6, n. 1).
pecie: se indaga, pues, por lo que ha- Un tratamiento especial asume el
ce que Pedro sea uno, distinto de Pa- tema en Duns Escoto, quien asig-
blo, y no por lo que hace que sea dis- na el principio de individuación a la
tinto de un cisne o de un árbol. haecceitas (véase), concebida en el in-
Para Tomás, el principium indivi- dividuo corpóreo como una forma
duationis radica fundamentalmen- que individualiza tanto la materia co-
te en la materia, puesto que ella hace mo la forma (cf. Quaest. in Met. Arist.
que la forma sea limitada y multipli- VII, q. 13, n. 9, 26; Ord. II, d. 3, q.
cable dentro de la especie. Aristóte- 6, n. 9).
les había señalado que son múltiples
según el número las cosas que tie- individuum. “In-diviso” –equivalen-
nen materia (cf. Met. XI, 8, passim). te literal del griego a-tomon– signifi-
Pero, el Aquinate añade que, pa- ca “no dividido” y, por tanto, “uno en
ra que la materia sea no sólo princi- sí mismo”.
individuum 350

En sus comentarios a Porfirio, y tamente por el intelecto “converten-


sintetizando gran parte de las líneas do se ad phantasmata”: Únicamente
de pensamiento griego sobre el tema, lo universal es objeto de una ciencia
Boecio define lo i. tanto desde pun- válida; lo singular se conoce sólo en
tos de vista físicos como lógicos. Así, la medida en que “realiza” el univer-
dice: “Individuum pluritas dicitur mo- sal y lo presenta al alma mediante los
dis. Dicitur individuum quod omni- phantasmata (cf. De ver., q. 10, a. 5).
no secari non potest, ut unitas vel mens; Por otra parte, esto se explica recor-
dicitur individuum quod ob solidita- dando que, en esta línea, la funda-
tem dividit nequit, ut adamas; dicitur mental ininteligibilidad del i. radica
individuum cuius praedicatio ni reli- precisamente en su materialidad (cf.
qua similia non convenit, ut Socrates”. S. Th. I, q. 86, a. 1, ad 3).
El pensamiento medieval recoge, en Otra posición sustentan casi todos
principio, estas caracterizaciones. Pe- los franciscanos y, en general, los me-
ro enfoca el problema desde una pers- dievales de raíz agustiniana: para és-
pectiva prevalentemente metafísi- tos, aún con diversos matices en ca-
ca, y no tan naturalista como la grie- da autor, el i. es captado directa o
ga. Así, para los escolásticos del siglo intuitivamente no sólo por los sen-
XIII, el i. es el ente indiviso en sí mis- tidos, sino también por el intelec-
mo pero, a la vez, dividido o separa- to. Por ej., para Duns Scoto, el i.
do de todo otro ente (cf. por ej., To- es un ser ontológicamente más rico
más de Aquino, In IV Sent. d. 12, q. que cualquier universal; consecuen-
1, a. 1). Al subrayar lo no-dividido en temente, por su naturaleza misma es
sí, se significa que la “mismidad” del aún más inteligible que el universal:
ente se destruiría al dividirlo, o sea, si el intelecto humano, al dar cuen-
se señala el carácter de indivisible del ta del quid de algo, recurre a predi-
i., al par que su incomunicabilidad e cados universales, es porque es inca-
irrepetibilidad. En cambio, con la se- paz de agotar con ellos toda la verdad
gunda parte de la definición, se po- del i. Esta limitación no depende de
ne de manifiesto otro aspecto consti- la cosa conocida, sino del cognoscen-
tutivo de la individualidad: su inde- te, de ahí que Duns sostenga que lo
pendencia en el ser y el obrar; se in- singular es inexpresable “sub ratione
dica que ese ente es un todo en sí y propria individualitatis”. Obviamen-
no la parte de otro, o de un vínculo te, este último planteo gnoseológico
natural o mixtum. Con esta otra ca- es inescindible de lo que para dicho
racterística, el ente revela que está en autor es, en el plano metafísico, el
condiciones de existir, y por tanto, de principio de la individuación (véase
obrar, sin inherir en otro. individuatio y hacceitas).
En cuanto a la cognoscibilidad del Para Ockham, independientemen-
i., la Escolástica árabe y la cristiana si- te del hecho de que filósofos y teó-
guen en general a Aristóteles, quien logos hayan usado esta voz en otros
lo había relegado al último lugar en sentidos, la palabra i. señala: 1. lo que
el orden de la inteligibilidad. De ahí es una cosa y no varias; 2. lo que exis-
que la escuela tomista sostenga que le te como una cosa y no varias fuera del
individuo es conocido directamen- alma y no constituye, además, signo
te por los sentidos, pero sólo indirec- de algo más; 3. un signo propio de un
351 inductio

solo ser, como los nombres propios y tración y contrapone pero, a la vez,
los pronombres demostrativos, por lo asimila a la inducción. El Estagi-
ej., “Sócrates” o “aquél”. Éste es el sen- rita concedió particular atención a la
tido que Ockham confiere la afirma- contraposición entre ambos, en cuan-
ción porfiriana “I. est quod praedicatur to que la i. procede de lo menos a los
de uno solo” (cf. Summa Totius Log. I, más universal, y el silogismo proce-
19; Exp. Aurea 66). de a la inversa. La Escolástica reto-
mó esta doble perspectiva aristoté-
indivisibile. En sentido lato, se de- lica. Así, 1. en cuanto asimilación al
nomina “indivisible” a lo que carece silogismo, la i. fue considerada a ve-
de partes en las que pueda ser divi- ces por los lógicos medievales como
dido y, por tanto, posee simplicidad un razonamiento enumerativo, aun-
cuantitativa. Se distingue así con- que la forma de éste y la del silogis-
ceptualmente de individuum, que es mo no siempre coinciden. La forma
lo no dividido de hecho, es decir, lo propia del razonamiento enumerati-
uno. vo varía: “si a tiene n, b tiene n, e tie-
Desde el punto de vista cuantitati- ne n; y a, b y c son x; entonces todo x
vo, o lógico-matemático, los escolás- tiene n”. La forma propia de un silo-
ticos, basándose en textos aristotéli- gismo propiamente dicho es “A es n,
cos (cf., por ej., De an. III, 6), esta- B es n, C es n; y A, B y C son x; en-
blecieron las siguientes distinciones: tonces, todo x es n”. Pero nótese que
1. i. secundum quid es lo que carece a, b y c son casos individuales; mien-
de cuerpo según una u otra dimen- tras que A, B y C son clases. Se podría
sión; por ej., la línea y la superficie; decir que el primero de los dos razo-
2. i. simpliciter es lo que carece de él namientos expuestos es una induc-
absolutamente o según toda dimen- ción imperfecta; el segundo, una in-
sión, como el punto; 3. i., sin acota- ducción perfecta. En tal caso, cabría
ción, es lo que no puede padecer adi- añadir que el razonamiento inductivo
ción o mengua, sin una esencial mu- perfecto es un caso límite y, en conse-
tación, como el número. cuencia, excepcional, pero no por ello
Desde el punto de vista de la filoso- resulta imposible o sofístico. En efec-
fía de la naturaleza, se entiende por i. to, la i. perfecta presupone una i. im-
el minimum naturale, o sea el átomo, perfecta: hay una inducción de los in-
el ente que no es divisible en partes dividuos a la especie, previa a la que
de la misma especie. va de la especie al género.
Desde el punto de vista metafísico, De todos modos, y a diferencia del
las únicas sustancias indivisibles en silogismo, la inducción no parte del
cuanto no compuestas son Dios, las aprehender una conexión racional en-
inteligencias separadas y el alma inte- tre los términos, sino de la conexión
lectiva. “psicológica” que implica la enumera-
inductio. La inducción representa el ción de los casos particulares.
modo típico de razonamiento opues- 2. En cuanto a la i. como opues-
to al silogismo. Sin embargo, es nece- ta al silogismo, hay que advertir que
sario matizar esta afirmación: Aristó- la Escolástica tomó dicha oposición
teles considera el silogismo como la no materialiter sino formaliter. Así
forma perfecta y suprema de demos- pues, no es el contenido del razona-
industria 352

miento lo que diferencia ambas for- se puede decir; se refiere pues, y en


mas de inferir, sino la manera de ha- general, a todo lo que resulta miste-
cerlo; de ahí que los escoláticos hayan rioso para el hombre. Ahora bien, en
afirmado que la i. procede a partir de su significado más restringido, alude
lo singular; el silogismo, a partir de al ser inexpresable en cuanto que nin-
lo universal. Además de esta distin- gún predicado puede atribuírsele con
ción fundamental, se pueden señalar propiedad. Por eso, se califica de i. al
en la i. las siguientes características: principio supremo que, precisamen-
en primer lugar, la inducción puede te por su absoluta trascendencia, está
ser también de un universal a sus par- más allá de la capacidad humana de
tes o a datos de experiencia, vale de- pensarlo en sentido positivo. De ahí
cir, cumplir un proceso descendente. que pertenezca en especial al vocabu-
Pero, en ese caso, en lugar de un con- lario teológico: si Dios no es la per-
cepto como término medio, se ten- fección de las cualidades pensables,
drá una enumeración de individuos entonces sólo queda que sea i. (véase
o partes. En segundo lugar, la co- Deus). Esta perspectiva en la conside-
nexión, entonces, no se da entre dos ración sobre lo divino es la que se dio
términos con un tercero, sino entre en llamar “teología negativa”.
individuos con un concepto. En ter- Entre los antecedentes antiguos
cer lugar, lo anterior no debe confun- del primer principio como inefa-
dir: la i. no consiste en la falacia de ble se puede contar a Platón, quien,
pasar de los individuos de una colec- en la primera hipótesis del Parméni-
ción a la colección entera, sino de los des plantea el hecho de que para lo
particulares a lo universal, en el sen- Uno ni siquiera hay nombre, como
tido de ir no de algunos a todos, si- tampoco hay definición ni ciencia
no de algunos al todo. En cuarto tér- (cf. 141e-142a). Cuando el judaís-
mino, si bien guarda cierta semejanza mo es pensado en términos platóni-
con la abstracción, no debe identifi- cos, la inefabilidad de Dios es afirma-
carse con ella: la i. llega a un universal da por Filón, declarándolo más exce-
objeto de juicio; la abstracción, a un lente que todo conocimiento y que el
universal objeto de aprehensión sim- mismo bien (cf., por ej., De op. mun-
ple. Corresponden, pues, a dos ope- di I, 2). Los gnósticos valentinianos
raciones mentales diferentes. concibieron un Eón perfecto al que
también indicaron como abismo in-
industria. Tiene el sentido general comprensible e innombrable, según
de actividad y aplicación. Atendien- el testimonio de Ireneo (cf. Adv. haer.
do a esta acepción, Buenaventura, en- I, 1, 1). Pero esta línea de pensamien-
tiende el término, fundamentalmen- to encuentra tal vez su más célebre
te, como ejercicio diligente. Así, por expresión en lo Uno de Plotino, que,
ej., habla de las “industrias de la es- carente de nombre, está más allá del
peculación” de las que cuenta cinco: Nous y de la verdad de las cosas (cf.
la ciencia, el arte, la prudencia, la sa- En. V, 3, 13 y passim).
biduría, la inteligencia (cf. Coll. in El pensamiento cristiano adop-
Hexaem. V, 12). ta sólo parcialmente estos concep-
ineffabile. Etimológicamente, lo in- tos, puesto que en él la teología nega-
efable sugiere aquello de lo que nada tiva suele combinarse con a una teo-
353 inexistentia

logía positiva que, en la mayor par- Con todo, los autores nominalistas
te de los casos, asume una vía emi- entendieron este verbo también en 2.
nencial (cf. eminentia): v.g. Dios es el sentido lógico de “ser afirmado”.
el Bien de manera no sólo eminente Así, cuando dicen, por ej., que en
sino inefable. Esto se comprueba en una proposición verdadera el atribu-
toda la obra agustiniana y aún mejor to está (incluido) en el sujeto –inest
en el Pseudo Dionisio (cf., por ej., De subiecto– se entiende por ello que es
div. nominibus. I, 5-7). afirmado de este último. Para el as-
Ya en la Escolástica el intento típi- pecto proposicional del tema, véase
co es el de Tomás de Aquino que tra- de inesse.
ta de resolver el problema del conoci-
inexistentia. Contrariamente al sig-
miento negativo mediante el recurso
nificado contemporáneo de la pala-
al concepto de analogia (véase).
bra “inexistencia”, este vocablo esco-
Posteriormente, la teología negati-
lástico señala, en general, el modo de
va y, por ende, la inefabilidad de Dios
ser en otro, ya que, en el caso del vo-
es reafirmada por un tipo de pensa-
cablo que nos ocupa, in- no tiene un
miento de índole mística, como el
sentido negativo sino locativo ya to-
de M. Eckhart, para quien Dios es
mando este último término literal o
la plenitud del ser que trasciende to-
figuradamente. Desde 1. el punto de
da categoría y, por ende, toda posibi-
vista metafísico, indica, por tanto, la
lidad de expresión conceptual; o co-
presencia o inherencia de una reali-
mo Nicolás de Cusa, para el cual,
dad en otra, en cualquiera a las mo-
respecto de un Dios “ineffabilis et
dalidades metafísicas de la inherencia
inexcogitabilis remanemus in doctissima
(véase inesse 1). Un tratamiento espe-
ignorantia” (De docta ign. I, 2-3).
cial del tema aparece en Guillermo de
inesse. Verbo compuesto (in-esse), cu- Ockham, quien plantea tres tipos de
yo equivalente griego se encuentra ya i.: 1.1. per continentiam: es la existen-
en Aristóteles. En la terminología es- cia de una cosa en otra como conte-
colástica indica la presencia o la inhe- nido, así, el cuerpo en el sitio o lu-
rencia de una realidad en otra. Aho- gar; 1.2. per praesentiam cum carentia
ra bien, se puede aplicar en 1. el pla- cuiuscumque distantiae, es decir, la
no metafísico; 2. el plano lógico. En presencia con ausencia de distancia,
1. sentido metafísico, hay tres modos como la del ángel; 1.3. per praesentiam
de ser en un sujeto: 1.1. i. naturaliter: intimam, o sea, la presencia íntima
algo puede estar en otra cosa como acompañada de sustancialidad, caso
principio constitutivo de ella, tal es que Ockham atribuye, en Teología, a
el caso de los elementos del mixtum cada una de las Personas divinas en las
(véase elementum); 1.2. i. per se, co- otras dos (cf. In I Sent. d. 19, q. 2b).
mo sucede con los principios de la Otro tipo especial de i., para el que
sustancia primera, de esta manera es- sólo se reserva este término, es el con-
tá o existe o es la forma en la mate- siderado 2. desde el punto de vista
ria; 1.3. i. per accidens: algo puede es- gnoseológico. En este plano, se habla
tar en otro, como elemento que so- de la i. o inherencia del objeto cono-
breviene a una sustancia ya constitui- cido que, en cuanto tal, inhiere en la
da; por ej., el accidente (véase in se-in mente de quien lo conoce: in-existit
alio). menti=existit in mente. En este último
infamia 354

caso, la noción medieval de i. ha sido infinitas. La mayor parte de los auto-


recogida y elaborada por autores mo- res medievales ha empleado esta pa-
dernos que hablaron de “inexistencia labra para aludir a la condición de
intencional”. lo infinitum (véase) en cualquiera de
los usos y acepciones de esta última.
infamia. Significa la pérdida en algún Otros, en cambio, la reservaron pa-
aspecto de la fama o del buen nombre ra señalar, en particular, el carácter in-
de alguien. Así, la hace las veces de finito de la serie numérica. Sin em-
acusador. Con todo, la acusación im- bargo, en cualquier caso se prefiere
plícita en la i. puede ser infundada o infinitum a esta forma abstracta.
no. En este último caso, en la denun-
cia no se persigue el castigo del objeto infinitum. Dos son las principales
de la i. sino su enmienda. acepciones y, por ende, traducciones
posibles de este término: 1. en el pla-
infidelitas. Fue entendida en la Edad no lógico y aun gramatical, alude a
Media como negación u oposición a cierta modalidad de lo indefinido; 2.
la fides (véase) religiosa. Así, se consi- en el metafísico, a lo infinito en cual-
dera en dos sentidos: en el primero, quiera de los matices semánticos de
negativo, es la propia del que es infiel esta última palabra.
en cuanto que no tiene fe por no ha- 1. En sentido gramatical y lógico,
berla conocido. Es la de los paganos o es i. el nombre –sustantivo, o adjeti-
gentiles (véase). Obviamente, no hay vo sustantivado– o el verbo al que se
culpa personal en esta clase de i. En antepone “non”, por ej. “non homo”,
el segundo sentido, se entiende como “non currit”. La razón por la cual los
oposición a la fe religiosa y, entonces, lógicos o dialécticos medievales con-
es infiel quien desprecia o directa- sideraron que estos términos son in-
mente rechaza las proposiciones de la definidos radica en que, al decir, por
fides, como el hereje (véase haeresis). ej., “no hombre”, se descarta la hu-
Para Tomás de Aquino, la i. radica en manidad en un sujeto dado, pero de-
el entendimiento más que en la vo- jando en la indeterminación o inde-
luntad (cf. S. Th. II-II, q. 10, aa. 1-5). finición qué es en realidad dicho su-
infinitanter. Adverbio cuyo correla- jeto. Esta acepción de lo i. aparece ya
tivo, en lógica medieval, es neganter. en la literatura postaristotélica refe-
Cada uno de ellos denota un cierto rida al De int. 16 a 29 y b 11. En-
uso de la partícula non atribuida y an- tre los autores que constituyen los hi-
tepuesta al sujeto de una proposición. tos principales de ese periplo se puede
Tómese, por ej., la proposición “Non mencionar a Alejandro de Afrodisia,
homo currit”; en este caso, si el non se Filopón y Boecio. Este último autor
entiende como negando toda la pro- utiliza repetidamente i. con el sentido
posición y, en especial, el verbo, es de- señalado, especialmente, en su segun-
cir, en el sentido de “Homo non currit”, do comentario al mencionado pasaje
se tiene el non usado neganter. En de Aristóteles, por ej., en In II De Int.
cambio, si se lo entiende como elimi- 22-24; 17-21; 5-14; 18-26; 9-14.
nando la circunscripción del sujeto, A través de estos autores la acepción
o sea, en el sentido de “Quod non est indicada de i. llega a lógicos como Pe-
homo currit”, se tiene el non usado dro Hispano (cf. Summ Log. 1.04 y
precisamente i. 1.05), ya que el tema de los térmi-
355 infinitum

nos indefinidos interviene en las dis- lo perfecto; más aún, la suma de to-
cusiones lógicas que tratan la validez das las perfecciones posibles; esta se-
de los silogismos. En efecto, hay que gunda significación se atribuye a lo
tener presente que no hay silogismo infinito que es fin último del devenir
válido si las dos premisas son negati- mencionado más arriba, por lo cual
vas, ya que una doble relación nega- está asociado con lo divino.
tiva no daría lugar a ninguna síntesis El origen de la elaboración medie-
necesaria y esto es lo que el silogismo val del problema metafísico de lo i.
se propone. Ahora bien, si la propo- se remonta a Proclo: éste había afir-
sición negativa “El sentido no apre- mado que todo verdadero existente
hende la esencia de la cosa”, se trans- consta de finito e de infinito. Los es-
forma, precisamente por la interven- colásticos objetaron –revirtiendo por
ción de un término indefinido o i., primera vez la desvalorización griega
en “El sentido es no aprehensivo de la de lo infinitum (véase finitum)– que
esencia de la cosa”, ya no se tiene for- este atributo compete sólo a Dios.
malmente una premisa negativa sino Pero, de hecho, la doctrina de Pro-
afirmativa. De esta manera, se puede clo pasó a las escuelas medievales, so-
construir, por ej., el siguiente silogis- bre todo, mediante su obra De causis,
mo: “El sentido es no aprehensivo de que Tomás de Aquino lee en traduc-
la esencia de la cosa”, “lo que es no ción de Guillermo de Moerbecke. En
aprehensivo de la esencia de la cosa es su interpretación, el Aquinate insiste
no aprehensivo de la verdad de la co- en la diferencia entre el esse subsistens
sa”, luego, “El sentido es no aprehen- y el esse participado. Así, entiende que
sivo de la verdad de la cosa”. el segundo, esto es, el esse participa-
2. En cambio, en términos meta- do, ha de ser necesariamente finito,
físicos, i. se traduce por “infinito”, y en cuanto que queda circunscripto en
mienta, en general, aquello que en sí los límites de una esencia; es decir, el
no tiene medida o límite, que carece esse es el acto de todas las formas que,
de fin o término, razón por la cual es por eso mismo, constituyen poten-
inagotable. Desde el punto de vista fi- cias respecto de él. De este modo, só-
losófico, se han dibujado dos grandes lo el Ipsum Esse subsistens, o sea, Dios,
direcciones opuestas en la considera- tiene lo i. como atributo constitutivo
ción de este tema: por una parte, la (cf. Comm. sup. De causis. prop. IV).
consideración de lo i. como privación Sobre la base de este segundo sig-
de forma y, en consecuencia, priva- nificado, la Escolástica reservó exclu-
ción de acto en un sujeto: aquí, i. tie- sivamente para Dios el nombre de i.,
ne el sentido negativo de no finito o aunque lo admitió de manera impro-
incompleto, por tanto, imperfecto o pia y no absoluta para realidades no
informe; a este significado se refiere la divinas. Distinguió, pues, entre la in-
posibilidad de un devenir, es decir, de finitud propiamente dicha o divina, y
algo que es precisamente perfectible. otros tipos de infinitud, como la nu-
Por otra, se tiene la concepción de lo mérica, para los que muchas veces se
i. como negación del límite: en este prefiere el nombre de infinitas. Así
plano, la noción tiene un sentido po- pues, los escolásticos estudiaron muy
sitivo, ya que, por el contrario, indica afinadamente los diversos modos de
lo totalmente cumplido y, por ende, hablar de i. y de infinitas. Al respec-
infinitum 356

to, las distinciones más importantes justamente, el que puede comprobar-


también se encuentran en Tomás (cf., se en la realidad de las cosas. Cabe de-
por ej., In Phys., III, l. 9 y VIII, l. 2; cir, no obstante, que el pensamiento
In De caelo, I, l. 9; In Met. XII, l. 10 de Tomás revela ciertas inseguridades
passim; Quod. III a. 31 y XII a. 17; S. sobre este tema.
Th. I, q. 42, a. 2, etc.). En la lección Con todo, no es la suya la única
décima del comentario al libro XII de presentación escolástica sobre la cues-
la Metafísica aristotélica, el Aquinate tión. Diferente es, por ej., el plan-
desarrolla, siguiendo al texto del Es- teo de Duns Scoto, quien demuestra
tagirita, la noción de infinito en los la infinitud de Dios desde un punto
siguientes términos: 2.1. i. intensive: de vista dinámico, apoyándose en la
es el infinito en perfección; 2.2. i. ex- consideración del modo de operación
tensive: es el propio de una potencia divina: Dios actúa infinitamente per
capaz de conocer una infinidad de viam efficientae, ex parte intellectus y
objetos; 2.3. i. privative: es el de una ex parte finis voluntatis actus (cf. Ord.
cantidad infinita; 2.4. i. negative: es el I, d. 2, p. I, q. 2),
infinito en el que se señala la caren- Los averroístas latinos, queriendo
cia de todo término; 2.5. i. secundum permanecer fieles a la línea aristoté-
quid: es el relativo, en el sentido de lica, concluyeron que ni el concepto
que se refiere a un determinado orden de finito ni el de infinito convenían a
de la perfección; 2.6. i. absolute: alude Dios como primer motor (cf. Juan de
a todos los órdenes de la perfección; Jandún, In IV Phys. q. 22).
2.7. i. actualis o secundum actum: es el Una discusión muy completa, y a
que no tiene término en acto; 2.8. i. la vez alejada de la posición tomis-
secundum potentiam: es el infinito ta, se encuentra en Gregorio de Ri-
en el sentido de indefinido; 2.9. i. mini, quien, en su De aet. mundi afir-
intrinsecum: es el de una cosa misma ma categóricamente: “Non est adhuc
tanto según su esencia como según su demonstratum quod Deus non possit
existencia; 2.10. i. extrinsecum: es el facere ut sint infinita actu”.
de algo a lo que, aunque le conven- Otro tipo de concepción medieval
ga una existencia finita, la mantiene en torno del infinito –entre la tomista
o conserva por una duración sin tér- y la dirección platonizante de Grego-
mino; 2.11. i. per appositionem: es el rio– es la que sustenta el nominalista
de la magnitud infinita; 2.12. i. per Nicolás de Autrecourt, quien recha-
divisionem: es el que se refiere a la di- za, por ej., que el continuo esté com-
visibilidad infinita de una magnitud puesto de infinitos indivisibles (cf.
dada; 2.13. i. in fieri: que es el que es- Tract. exigit ordo executionis).
tá en proceso. La tradición pitagórico-platónica
Por otra parte, fueron utilizadas sobre lo i. vuelve en la especulación de
también las expresiones i. “categore- Nicolás de Cusa acerca de la complicatio
mático” e i. “sincategoremático” para en la coincidentia oppositorum (véase),
aludir al infinito en acto o en poten- la cual, si bien no afirma la identidad
cia, respectivamente. El infinito en entre finito e infinito, sugiere la pre-
acto equivale al infinito simultáneo; sencia de uno en otro, en cuanto que
el infinito en potencia, al sucesivo; la realidad de lo finito consiste en ser
de ahí que el infinito en potencia sea, “imagen” de lo i.
357 influxus

infirmatio. Voz propia de la retórica, ese sentido, transmitir la propia efi-


campo en el que significa refutación. cacia. En general, es la acción como
En este sentido, que toma de Cice- presencia operativa –es decir, según la
rón, De inv. I, 18, emplea el término operación– de un ser sobre otro. Esta
Alain de Lille (cf. Anticl. III, 194). palabra es particularmente frecuente
en Buenaventura, quien la usa, en es-
infirmitas. Esta palabra indica, fun- pecial, en dos sentidos: para indicar
damentalmente, debilidad, es decir, la acción de los cuerpos celestes so-
el carácter de no firme que algo o al- bre los inferiores, y para señalar la de
guien tiene. Ahora bien, la debilidad Dios sobre el alma, por ej., a través
puede ser del cuerpo, del alma, o de de la gracia y la iluminación. Cuando
ambos. En este último caso, tanto en se refiere al conocimiento, Buenaven-
la Antigüedad como en la Edad Me- tura emplea el término i. para aludir
dia, se ha hablado de i. para aludir a también al efecto producido por di-
la niñez, por oposición o en compa- cha acción, esto es, al habitus del co-
ración con los robustiores, esto es, los nocimiento.
adultos, en cuanto que éstos son más En la Edad Media, este concepto
fuertes en virtud de haber alcanzado remite a veces a la elaboración ára-
un desarrollo pleno. be de temas neoplatónicos, ya que se
En el caso de la i. corporal, el tér- menciona con la doctrina de la causa-
mino se ha usado en el plano médico. ción, como emanación a través de los
En éste, es la palabra aegritudo la que diversos grados del ser.
mienta la enfermedad como tal, o sea, Pero su significado más ceñido es
una patología determinada, reserván- técnico-astrológico: en este orden se
dose la voz que nos ocupa para señalar refiere a la acción de los astros sobre el
tanto la debilidad corporal que pue- devenir mundano y humano. Así, Al-
de derivar de ella como la condición berto Magno (cf. De somno et vigilia.
o estado no ambulatorio de un enfer- III, tr. 1, c. 4) asigna la causa del sue-
mo que, por eso, es in-firmis, vale de- ño a la i. de una sustancia superior, ya
cir que no puede tenerse en pie. sea corpórea o incorpórea, aclarando
Es, obviamente, el caso de la i. aní- que tal influencia puede provenir de
mica la que aparece con mayor fre- los astros.
cuencia en los textos filosóficos, par- Ya en el desarrollo de las concep-
ticularmente, morales, de la Edad ciones renacentistas de la causalidad,
Media. Al respecto, suelen vincular este término asumió el significado
la flaqueza moral con los pecados que de acción de causas ocultas. Con tal
derivan de las pasiones, y casi todos acepción aparece, por ejemplo, en el
subrayan que la primera no exculpa De Subtilitate de Cardano, quien de-
los segundos. Éstos se dan cuando las fine la i. o el influxus como un “géne-
facultades del alma son afectadas por ro de acción” que procede en, pero no
una pasión ajena al orden racional, de un cuerpo, sino de una cierta ra-
pero la voluntad es libre de asentir o zón oculta.
no a lo que la inclinación de las pa-
siones. influxus. En términos muy generales,
se denominó con este sustantivo toda
influentia. Voz que proviene de in- acción ejercida por lo incorpóreo so-
fluere que significa “fluir dentro” y, en bre lo que es corpóreo. Sobre la base
influxus physicus 358

de este significado genérico, el voca- ción que vuelva superflua la acción


blo que nos ocupa tiene en el período de la causa segunda; en segundo lu-
medieval y renacentista, las siguien- gar, tampoco requiere la voluntad hu-
tes acepciones: 1. designa la acción mana para elegir esto y no lo otro; en
supuestamente determinante de los tercer término, no es asistencia divina
astros sobre el destino y las vicisitu- puramente extrínseca. Se trata de una
des de los hombres, por lo que apare- pre-moción en cuanto a su prioridad
ce frecuentemente en los tratados an- causal, y no cronológica, o sea, una
tiastrológicos de la época menciona- predeterminación causal y no formal.
da, por ej., en el Adversus Astrol. Div. Contra esto reacciona el molinis-
de Pico della Mirandola. 2. la acción mo, afirmando que la predetermina-
de gobierno de Dios sobre el mundo; ción intrínseca siempre mueve a la
en este sentido, Campanella habla de voluntad de modo irresistible, de ma-
tres grandes clases de i.: la necesidad, nera que el conflicto aludido no que-
el hado y la armonía (cf. Theol. I, 17). da resuelto en la propuesta tomista.
3. la acción del alma sobre el cuerpo, Por eso, la solución ofrecida por Luis
acepción de i. menos usada en el Me- de Molina sobre la coordinación de la
dioevo, pero que alcanza gran exten- causa primera y las segundas, consi-
sión en la Modernidad. deradas parcialmente, se orienta a la
Para el caso del influjo de la volun- teoría del concurso simultáneo (véase
tad divina sobre la humana, lo cual concursus).
constituye toda una larga polémica,
informatio. Es lo que la forma, ya sea
la Edad Media reservó la expresión i.
sustancial o accidental, produce en la
physicus (véase).
materia primera o segunda, cuando
influxus physicus. Esta expresión se une a la misma. Pero se ha de seña-
aparece en la Edad Media, sobre to- lar que tal unión no consiste en una
do, a propósito del problema acerca mera yuxtaposición, sino en una mo-
de cómo se conjugan omnipotencia dificación real de la materia; así ocu-
divina y libre albedrío humano. Una rre, por ej., en la i. del alma respec-
de las propuestas de solución es la que to de la materia a la que se une: hace
se conoce con el nombre de praemotio ser a ésta un cuerpo vivo. A su vez, lo
physica. Fue elaborada por el tomis- que la materia produce sobre la forma
mo sobre la base de su teoría causal en el acto es la individuación: en efec-
que distingue entre causa primera y to, es la materia la que hace que, por
causas segundas o intermedias (véa- ej., la belleza sea belleza de esta flor y
se causa). Según esta doctrina, Dios no de otra.
promueve intrínseca y “físicamente”
informitas. Es la condición de lo in-
las causas segundas en la acción, sin
forme, esto es, de lo que carece de
que por ello se suprima el libre albe-
forma. Ya desde la Patrística, se uti-
drío, puesto que ellas, en toda la ope-
lizó este término, en los comentarios
ración, dependen siempre de la efica-
al Génesis, para aludir a una suerte de
cia de su primera causa. En ese senti-
materia prima a partir de la cual Dios
do, el “previo” i. ph. de Dios se con-
habría creado las substancias. Pero,
sidera necesario: de ahí el nombre de
como lo que carece de forma no pue-
prae-motio. Pero cabe aclarar, en pri-
de existir, quienes plantean en su exé-
mer lugar, que el i. ph. no es una mo-
359 inquantum

gesis esta i. no suelen pensarla como en otra cosa. Designa, pues, el mo-
una cosa, sino como condición de do de ser propio del accidente, cuyo
posibilidad de la creación de las cosas. esse consiste en inesse (véase). De he-
Una segunda característica es que, en cho, existe también, aunque no es tan
dicho contexto, tal i. es, por defini- frecuente como este último, el ver-
ción, aquello capaz de recibir una for- bo inaherere que indica, ontológica-
ma. Con este sentido aparece el tér- mente hablando, una dependencia
mino, por ej., en Agustín (Conf. XII, inhaesiva.
4, 4).
innitentia. Voz propia del plano me-
ingenium. Señala la inteligencia, o tafísico, indica el hecho de apoyarse
más estrictamente, el talento nato pa- en otra cosa. Esto se puede dar ya sea
ra algún arte o disciplina en particu- como la parte en el todo, ya sea como
lar. Así, suele complementar al usus, la forma en el subiectum, ya sea co-
entendido como práctica o frecuen- mo la materia en el suppositum. Con
tación. No obstante, en algunos ca- todo, no se ha de confundir con la
sos el par i.-usus aparece a manera de inaherentia (véase), ya que esta última
contraposición. En este sentido em- señala el inesse propio de los acciden-
plea el término Pedro Abelardo cuan- tes y signa, por tanto, una dependen-
do se refiere a la lógica. Dice, en efec- cia ontológica que de ninguna mane-
to, que ella es la única disciplina en la ra se da en la i., como se puede cole-
que se progresa gracias al i., esto es, a gir de los casos mencionados.
la capacidad mental, siendo vanos sin
innominatum. Los lógicos y gramá-
ésta los esfuerzos de la práctica y el es-
ticos medievales traducían con es-
tudio (cf. Hist. cal., in medio).
ta voz el “tó anónymon” mencionado
ingenuus. Debido a los posibles equí- por Aristóteles en el De int. 19b 6, es
vocos que suscita la semejanza entre decir, el término que, como “no-ca-
el latín y las lenguas romances, hay sa” no es, estrictamente hablando, un
que tener presente que esta voz in- nombre. Sin embargo, y siguiendo en
dica, en primer lugar, una condición esto también al Estagirita, prefirieron
social: la del hombre que, en el seno considerarlo nombre indefinido y lla-
de una sociedad determinada, nace li- marlo así “infinitum”, lo cual tam-
bre. De modo derivado, señala la li- bién se aplicó a verbos como “no sa-
bertad interior y la consecuente no- na” (véase infinitum 1).
bleza de sentimientos, lealtad y since-
inopinabile. Se conoce con este
ridad. A su vez, fue este último ma-
nombre uno de los propósitos del si-
tiz el único que se conservó, al menos
logismo sofístico. Consiste en arribar
parcialmente, en el español “ingenuo”
a una conclusión contraria a la opi-
para designar a la persona sin mali-
nión de todos o de la inmensa mayo-
cia alguna; de ahí pasó a aludir oca-
ría, opinión confirmada por el inte-
sionalmente al inexperto, siendo que,
lecto, por ej. “nada crece” (cf. Pedro
en latín medieval, este último senti-
Hispano, Summ. Log. 7, 2).
do se acerca al del término insolens
(véase expers). inquantum. Partícula propia del léxi-
co escolástico, se suele traducir por “en
inhaerentia. Es la condición de lo
cuanto”. Indica, en primer lugar, una
que inest, es decir, de lo que inhiere
inscitia 360

relación con lo dicho inmediatamen- célebre del uso medieval de este tér-
te antes; en segundo término, y esto mino es su aparición en la cita lati-
es lo central en la voz que nos ocu- na del salmo 13 en el segundo capí-
pa, acota dicha relación, determinan- tulo del Proslogion anselmiano: “Dijo
do un aspecto de la misma que es lo el i. en su corazón: ‘Dios no existe’”.
que el consecuente toma en conside- Pero Anselmo introduce este perso-
ración, generalmente el aspecto de su naje imaginario en el texto de su ar-
razón formal; en tercer lugar, muchas gumentación para que cumpla la fun-
veces implica un matiz de nexo causal ción de antítesis; de hecho, atribuye
con el antecedente. Así pues, el senti- al insensato el entender una proposi-
do más frecuente de i. es el de indi- ción como “Deus est id quo nihil maius
car que algo se da o se afirma precisa- cogitari potest”. Así, comienza a per-
mente en virtud de tal aspecto deter- filarse un matiz –sutil pero de cier-
minado de lo sostenido anteriormen- ta importancia– que diferencia la pa-
te. Por ej., “in symbolo tanguntur ea labra que nos ocupa de “stultus”. En
de quibus est fides, i. ad ea terminatur efecto, al menos en la literatura filo-
actus credentis”: “en el símbolo se pro- sófica de la Edad Media, esta última
ponen aquellas cosas que conciernen parece estar referida más a lo racio-
a la fe en cuanto a ellas se refiere el ac- nal en sí, es decir, a las falencias in-
to del creyente” (Tomás de Aquino, telectuales que se vinculan con cierta
S. Th. II-II, q. 1, a. 2 ad 2). En este incapacidad de razonamiento, antes
ejemplo se habla del symbolum (véase) que con una falta de sabiduría. Por
como conteniendo las verdades de fe, ej., Tomás de Aquino indica que es
pero con el i. el autor enfatiza que se stultum opinar que dos proposiciones
refiere a él como objeto o término del contradictorias (véase contradictoria)
asentimiento del creyente, no como son verdaderas al mismo tiempo y
portador de dichas verdades ni como respecto de lo mismo (cf. In Met. XI,
revestido de la autoridad de un conci- l. 6, n. 5). Ello implica una falta de
lio, etc. De este modo, i. se aproxima racionalidad que consiste en desco-
a uno de los usos de quatenus (véase nocer un principio lógico.
quatenus 3), siendo, con todo, el sen-
tido de este último más fuerte, preci- insolens. Cf. expers.
so y técnico. insolubilia. Se designa tradicional-
inscitia. Tiene el mismo significado mente con este nombre ciertos pro-
de ignorantia (véase), pero con espe- blemas, en general, de índole lógica,
cial referencia a la ignorancia propia tratados por autores medievales co-
de la mens en cuanto razón superior. mo Gualterio Burleigh y Guillermo
Así aparece, por ej., en Agustín (cf. de Shyreswood, en escritos titulados
De quant. an. 27, 53). precisamente De insolubilia; o bien
dilucidados por otros como Guiller-
insipiens. Adjetivo denigratorio, que mo de Ockham y Alberto de Sajonia,
se suele traducir por “insensato” o pero no sistemática sino marginal-
“necio”. Etimológicamente, es proba- mente en sus tratados lógicos. Pese a
ble que aluda a quien no es capaz de lo que este mismo vocablo puede ha-
sentir las cosas, de “gustar” la realidad cer suponer, los i. no son problemas
o quien no se aplica a ello. Ejemplo que la Escolástica haya considera-
361 instans

do propiamente como insolubles, si- i. (véase inspectio, in principio) abar-


no cuestiones de muy difícil solución. ca la ph. divina, esto es, la metafísi-
Gran parte de ellos constituyen para- ca propiamente dicha y la teología; la
dojas semánticas de vieja data y, gene- doctrinalis, es decir, la matemática;
ralmente, de origen estoico, como la y la naturalis que abarcaba temas de
así llamada “paradoja del mentiroso” física y filosofía de la naturaleza. Es-
para la que Pablo de Venecia propuso ta división fue frecuente en la Edad
una lista de catorce soluciones. Cabe Media, especialmente, entre autores
señalar que los i. no constituyen cues- franciscanos.
tiones sofísticas sino semánticas; por
instans. En su sentido originario, la
ello, han dado lugar frecuentemente
palabra “instante” significa “inmi-
a especulaciones escolásticas soble el
nente”. Es lo que pasa “en un abrir y
metalenguaje.
cerrar de ojos”: raptim transiens. Esta
Una caracterización técnica, da-
noción se presenta, pues, como relati-
da por los lógicos del siglo XIV, dice
va al tiempo. En rigor, se concibe co-
que los sofismas i. se producen cuan-
mo lo indivisible temporal o, más co-
do de una proposición contingente se
múnmente, como lo indivisible pre-
deduce su opuesta en virtud de una
sente. De ahí que muchas veces sea si-
consecuencia que parece regida por
nónimo de nunc (véase). El i. no se
reglas necesarias.
plantea como un segmento de dura-
inspectio. En términos muy genera- ción, por breve que fuere, sino co-
les, la i. alude a un examen, al análisis mo el indivisible punto del tiempo, al
pormenorizado que se hace de algo, modo como el punto es lo indivisible
especialmente, en el nivel contempla- de la línea. Pero la diferencia entre el
tivo (véase inspectiva). Con todo, en punto geométrico y el i. radica en la
la Edad Media se restringió el uso de simultaneidad de las partes de la línea
este vocablo prácticamente a un so- que el punto divide, y la sucesión de
lo caso: el del examen de la propia al- pasado y futuro, es decir, de las partes
ma. Por eso, el término suele aparecer de tiempo que divide el i. Sin embar-
en la expresión i. sui. Ciertamente, go, dado que el tiempo y espacio son
los beneficios morales e intelectuales nociones primeras, no definibles ul-
de esta última se hicieron remontar al teriormente en función de otras más
nosce te ipsum socrático; de ahí que es- simples, la cuestión se reduce a una
ta noción aparezca frecuentemente, mera confrontación. Y en ella se des-
por ej., en la Ethica abelardiana. cubre que la simultaneidad atribuida
Entre los místicos medievales, en a las partes de la línea sólo significa
cambio, i. designa, en general, la per- que éstas no se distinguen por una ca-
cepción intelectiva y simple de la rea- tegoría temporal, ya que son precisa-
lidad divina. mente simul. Análogamente, los ins-
tantes son partes del tiempo distintas,
inspectiva. Es el adjetivo con el que pero simultáneas en el espacio. Esto
Casiodoro, en sus Institutiones II, 3, indica ya la imposibilidad de estable-
califica la philosophia de núcleo meta- cer cualquier prioridad lógica entre
físico y opuesta a la práctica o actualis. los conceptos de espacio y tiempo y,
En efecto, mientras esta última se por ende, de punto e i. Ahora bien,
ocupa de ética y política, la filosofía éste es, en cuanto indivisible, el con-
instantia 362

cepto límite del tiempo. Por ello, no dicción, por ej., “El oro no es trans-
se lo puede considerar, en rigor, co- lúcido” constituye la i. de “El oro es
mo una parte del tiempo conceptual- translúcido”. 2. Por extensión, tam-
mente unívoca respecto del todo. bién indica la impugnación de la res-
Por lo demás, el i. ha sido consi- puesta dada a un argumento, por lo
derado el presente temporal, en vir- que se puede traducir, en principio,
tud justamente de su indivisibilidad, por “objeción”. Así, por ej., en In An.
dado que, si fuera divisible, daría lu- Post. I, l. 9, 73a 32, Tomás de Aqui-
gar a dos partes de tiempo, una pasa- no escribe: “Non enim fertur i. con-
da y otra futura, debido a la esencial tra propositionem universalem nisi
sucesión de aquél. Pero ambas partes quia deficit aliquid eorum quae per
resultarían, a la vez, simultáneas por eam significantur”. Cf. obviatio.
ser del mismo i. Éste debe concebir-
instar. Término cuyo significado es
se, pues, dialécticamente, es decir, co-
“que vale por” o aun “que hace las ve-
mo perteneciente al tiempo, pero en
ces de” o “que está en lugar de”. En
oposición a su continuidad sucesiva.
textos tempranos de la Edad Media,
Sin embargo, y correlativamente, el i.
suele aparecer para señalar morfológi-
es lo indivisible en el que el tiempo
camente las clases de términos; así, por
existe. En efecto, el tiempo existe en
ej. el sustantivo (véase substantivum)
el instante, cuyo valor es el de actua-
supponit o suple, es decir, que “está en
lizar un pasado y anticipar un futuro
lugar de” lo que subsiste por sí: i. per
que, por distintas razones, no se iden-
se stantis.
tifican con él mismo. Así, constituye
un punto de intersección entre el ser institutio. Tiene el sentido general de
y el no ser. En este sentido, la noción imposición, establecimiento o deter-
que nos ocupa da razón a la intuición minación de algo; de ahí que muchas
platónica de la composición de ser y veces aluda también a 1. lo estableci-
no ser. Pero también se inserta en la do por convención. En este orden, y
concepción aristotélica del valor y di- especialmente en la literatura abelar-
namismo de la potencia hacia esa en- diana, equivale a inventio. Otro con-
telequia que es su razón de ser. texto en el que aparece la voz que nos
En cuanto a la expresión i. naturae ocupa, es 2. el pedagógico. En él, es-
es propia de Duns Escoto. Este au- te término es propio de la Antigüe-
tor la emplea para explicar el conoci- dad clásica, y pasó al período patrísti-
miento que Dios tiene de los futuros co, para designar la primera etapa de
contingentes. Dice, entonces, que pa- la educación, es decir, la puerilis i. que
ra imaginar una cosa anterior a otra i. comprendía el ciclo de las artes libe-
naturae, esto es, con una anterioridad rales (véase ars).
de naturaleza, es necesario imaginar Muy distinto es 3. el significado
que existe en un instante en el que la técnico del término en la metodolo-
segunda no existe. Ockham se opone gía de la disputa medieval; para ello,
a esta posición (cf. Exp. Aurea 85a). véase obligatio 1.1.
instantia. Tiene dos significados: 1. instrumentativa. Término que, en
lógico; 2. metodológico. 1. En lógi- las obras de Raimundo Lulio alude
ca medieval, se llamó así a la proposi- sin más a la condición que algo tie-
ción que se opone a otra por contra- ne de ser instrumento; puede aplicar-
363 integrum restituo

se en un sentido natural y otro mo- integritas. En general, la i. siempre


ral. En el primero, por ej., se habla de alude a cierta forma de completitud,
la i. al referirse a la capacidad de vi- según la naturaleza propia, esto es, es-
sión del ojo; en el segundo, se apli- pecífica, del ente del que se trate. Por
ca el término al libre albedrío al alu- eso, en la literatura medieval lo ínte-
dir a la potencia por la que el hombre gro se identifica muchas veces con lo
actúa en la dimensión moral (cf. Ars perfecto. Pero, de hecho, este térmi-
brevis, IX.9). no adquiere particular importancia en
De acuerdo con el Ars generalis el ámbito estético. En efecto, en este
ultima, Lull añade al campo de apli- orden, la i. es la presencia en el todo
cación de este término las artes me- orgánico de las partes que concurren
cánicas y las liberales (véase artes) (cf. a formarlo; de esta manera, se llama
Ars generalis ultima, X.14.80-99). “deforme”, por ej., un cuerpo huma-
En este autor, la voz que nos ocupa no que carece de alguno de sus miem-
aparece a veces como sinónimo de bros. Según la más conocida estética
artificium (cf. Ars generalis ultima, IX. de la Edad Media, que sigue las hue-
9). La i. consiste, pues, en la capaci- llas de Aristóteles, la belleza de las co-
dad de emplear instrumentos, de ope- sas particulares obedece a tres propie-
rare naturale, morale o artificialiter, dades que ellas deben presentar, la i.,
v.g., utilizando los ojos es posible ver, la claridad (véase claritas), y la armo-
utilizando la virtud es posible obrar nía o proporción (véase proportio). Es-
moralmente, utilizando un cincel es ta doctrina, tal como ella se lee, por
posible tallar el mármol. ej., en Tomás, S. Th., I, q. 39, a. 8,
pone, pues, en primer lugar, como re-
instrumentum. Escolásticamente, se
quisito de belleza la noción que nos
entiende por “instrumento” aquello
ocupa. Por ella, entiende el Aquinate
que se añade a la causa principal en
no sólo la condición de lo hecho aca-
orden a la producción de un efecto.
badamente sino también la de lo he-
Según la naturaleza de este último, el
cho según verdad. Esto último pres-
i. puede ser naturale o supranaturale
cribe que el ente natural debe ser con-
(véase). Se denomina propiamente
forme a la naturaleza asignada por
i. coniunctum a aquel que no puede
Dios a su especie; para expresarlo en
actuar sino unido en acto a la causa
términos antónimos, la i. se opone di-
principal, como el cincel respecto del
rectamente a la deformidad. Con ma-
escultor. En cambio, i. separatum es el
yor razón aún el artista, so pena de no
que posee cierta independencia que le
respetar su arte, ha de respetar la na-
permite actuar por su propia virtud,
turaleza en sus representaciones de la
aun cuando se dé junto con el agente
misma (cf. ibid., I-II, q. 21, a. 1 ad 3).
principal, como el calor.
Así pues, en términos medievales que
integer. En general, señala lo comple- se remontan a Cicerón, la i. se asocia
to en el sentido de no carecer de nin- con la corrección. Por eso, la i. en arte
guna de las partes que le son propias. remite a la perfección iconográfica.
En sentido técnico, indica un códice
integro. Cf. integrum restituo.
no corrupto (véase emendatus).
integrum restituo. Expresión pro-
integre. Cf. adaequate.
pia del mundo de la paleografía, indi-
integumentum 364

ca corregir un texto en un manuscri- mientras que la primera es una facul-


to de manera de sustituir alguna la- tad que puede existir realmente aún
cuna o corruptio. Así, por ej., Polizia- sin tener la acción en acto. En cam-
no escribe: “duos ita versiculos corrup- bio, en el Motor Inmóvil, no se da
tos integramus” (Ep. VI, 1): “así reem- distinción alguna entre ambos térmi-
plazamos los dos versículos perdidos nos, porque es Acto Puro y no acto de
[corrompidos]” En otras palabras, i.r. una potencia o, dicho de otra mane-
significa restituir o devolver a su esta- ra, es una acción que existe como sus-
do orginario un texto corrompido. Su tancia y no la acción de una sustan-
equivalente es redintegro y la acción cia. Por lo demás, al no poder depen-
que le es propia: redintegratio. der de ninguna otra cosa más que de
sí mismo, se tiene a sí mismo por ob-
integumentum. Típico pero no ex- jeto de su intelligere (cf. Met. XI, 9,
clusivo término de los maestros de 1074b 15 y ss.).
Chartres, i. alude, como involucrum Siguiendo esta tesis aristotélica, Avi-
(véase), al velo que esconde profun- cena afirma que, en Dios –que es, per se
das verdades bajo la superficie del necesse esse–, se identifican intelligentia,
lenguaje literal. Desde una perspecti- intelligens, intellectum (Comp. met. I,
va de tradición platónica, Guillermo pars II, tr. 3). Por su parte, Tomás de
de Conches, por ej., considera el dis- Aquino, desarrollando las doctrinas
curso filosófico como esencialmen- de Aristóteles y de Avicena sobre es-
te metafórico, es decir, caracterizado te punto, sostiene: “In Deo intellectus
por imágenes que suscitan ideas más intelligens, et id quod intelligitur, et
allá de las palabras; éstas ocultan sig- species intelligibilis, et ipsum intelligere
nificados pero, a la vez, incitan a des- sunt omnino unum et idem” (S. Th. I,
cubrirlos. Se ha utilizado también en q. 14, a. 4 c.).
el plano cosmológico-estético, por ej.,
considerar la naturaleza como madre intellectualiter. Durante el período
de todas las cosas es un i. que ocul- patrístico, i. es equivalente a discipli-
ta-remite al carácter que tiene aqué- naliter (véase). En sentido más general
lla de presidir y regir la armonía del y, en especial, durante la Escolástica
mundo. y los últimos siglos medievales, es un
adverbio que se suele encontrar junto
intellectio. Esta palabra puede tradu- con rationaliter. En efecto, mientras
cirse por el sustantivo “intelección”, que esta última palabra hace alusión al
en tanto que alude a la acción en ac- uso propio de la ratio y al respeto por
to del intelecto. Aristóteles había dis- los principios lógicos como el de no
tinguido claramente entre el enten- contradicción, i. señala una instancia
der (noein) que es, en general, la ac- de superación de este nivel (véase inte-
tividad de conocer intelectivamente; llectus). Para Nicolás de Cusa, por ej.,
la inteligencia (nous) como capacidad pensar a Dios como coincidentia oppo-
o perfección; y la intelección (noésis), sitorum es un modo de acceder a Él i.
que es la acción misma del intelecto y (cf. De visione Dei IX).
del entender. Según el Estagirita, en
el hombre, el entender implica una intellectus. Primariamente, se deno-
distinción entre inteligencia e inte- mina “intelecto” a la facultad de en-
lección: la segunda es acción en acto, tender. De etimología muy actual-
365 intellectus

mente muy discutida, se ha sosteni- en el tratamiento del tema durante la


do que intelligere proviene de legere, Edad Media, en la que los primeros
“recoger”, de manera que su signifi- en abordarlo fueron los árabes.
cado originario sería el de recoger se- Al-kindi, por ej., en su De intellectu,
leccionando, retener por la reflexión, explica que el alma, siendo potencial-
es decir, comprender. Sin embargo, mente inteligente, se transforma en
los autores medievales le atribuían la i. adeptus –que es el intelecto termi-
etimología de intus legere, o sea, leer nado, o sea, el pensar mismo– por la
dentro de las cosas, captando cuanto acción de un intelecto activo que le
ellas tienen de inteligible, de revela- provee las formas inteligibles: el ha-
ble por la capacidad cognoscitiva hu- cerse actual de la intelección consiste
mana. en la identificación del principio in-
De acuerdo con esta última acep- teligente con la forma inteligible. En
ción, consideraron el i. como la ca- el siglo siguiente, Alfarabi, en el De
pacidad de comprensión inmediata o intellectu et intelligibile, llama al inte-
intuitiva que, de un lado, está en la lecto activo de Aristóteles “creador” y
base de la comprensión mediata y dis- lo postula como existente en sí mismo,
cursiva de la razón, y, de otro, la resu- distinguiéndolo del intelecto en acto
me en sí misma. En este sentido, el i. (enérgeia), que se constituye en nosotros
corresponde al nous griego, así como en virtud del primero. Se ha de adver-
ratio (véase), corresponde a dianoia. tir que esta doctrina de Alfarabi res-
Para Aristóteles, quien también en ponde a la exigencia –propia del neo-
el análisis de la actividad intelectual platonismo al cual adhería– de con-
parte de su doctrina de acto y poten- servar la trascendencia de la fuente de
cia, ha de haber algo que ya esté en lo inteligible respecto de su receptá-
acto para que haga pasar el i. de la po- culo humano. El mecanismo de la ac-
tencia al acto. Pero, en este caso, ese tividad intelectual que traza Alfarabi,
algo es el mismo intelecto que actúa es aceptado también sustancialmen-
sobre sí, ya que ni las cosas materiales te por el neoplatónico Avicena (véa-
ni las inteligibles pueden actuar sobre se dator formarum), quien, empero, le
él. Así pues, el Estagirita distingue en- confiere una mayor precisión, como
tre un intelecto pasivo y un intelecto se advierte en su De anima, traducido
activo (cf. De an. III, 5, 429b). El pri- al latín por Gundisalvo.
mero es un intelecto que puede con- Distinto es el planteo de Averroes
vertirse en todas las cosas, en cuanto sobre el tema, el cual ha dado lugar a
que es capaz de asimilar sus respec- la así llamada “polémica sobre la uni-
tivas formas; el segundo las “realiza” cidad del intelecto”, una de las más
como conocidas, y es un hábito simi- importantes en la Escolástica. En
lar a la luz: también ésta hace que los efecto, intentando atenerse rigurosa-
colores en potencia sean colores en mente a la mencionada exposición de
acto. De hecho, Aristóteles expresa la Aristóteles, Averroes considera –con-
doble función intelectual de elaborar tra la interpretación de Alejandro de
las imágenes sensibles y producir los Afrodisia– que no se debe hacer del
conceptos, hablando de dos intelec- intelecto pasivo una simple disposi-
tos, lo cual dio lugar a confusiones y, ción, puesto que, al ser el receptácu-
por ende, a encarnizadas discusiones lo de las formas, se ha de concebir co-
intellectus 366

mo una sustancia no generada e inco- traído de la materia, mientras que


rruptible. Por otra parte, contra la in- para el agustinismo franciscano de
terpretación de Temistio, en el I. acti- influencia aviceniana la iluminación
vo ve algo sobrehumano, inmortal y divina comunica directamente lo in-
separado absolutamente de toda ma- teligible al alma.
teria. El primer intelecto es así, según En la segunda mitad del siglo XIII,
la posición averroísta, una suerte de las posiciones se definen y se acen-
materia inteligible, ya que se encuen- túa, por tanto, su diversidad. Los ave-
tra en potencia en las imágenes y de- rroístas encuentran un representan-
be ser actualizado por el segundo para te en la figura de Siger de Brabante,
suscitar la inteligibilidad captable por a quien se opone Tomás de Aquino.
el hombre, dando lugar al i. adquiri- Retomando el planteo aristotélico, el
do. De esa manera, este último es el Aquinate considera, en términos ge-
único intelecto generable y corrupti- nerales, que el origen de nuestro co-
ble. Resulta así que, en esta concep- nocimiento se halla en los sentidos
ción, el intelecto “material” no es in- y que explicarlo es definir la colabo-
dividual y, por ende, el pensamiento ración que se establece entre los en-
individual sólo tiene por función pro- tes materiales, los sentidos y el inte-
veer las imágenes sensibles en las cua- lecto. El hombre, compuesto de cuer-
les radica la potencial inteligibilidad, po y alma, se encuentra en un uni-
que tampoco es individual y que el I. verso de entes materiales, cada uno
agente o activo, único, hace pasar al de los cuales tiene una forma, que es
acto. su elemento universal. Conocer con-
Contra este último punto reac- sistirá, pues, en separar de esos entes
cionará la línea cristiana de Alberto lo universal contenido en ellos, es de-
Magno y Tomás de Aquino, en nom- cir que la operación fundamental del
bre del principio que dice que el conocimiento es la abstracción (véase
hombre singular como tal debe ser species impressa). Aunque ya despoja-
capaz de pensar lo universal. El pri- das de materia, dichas especies o imá-
mero de los autores mencionados genes conllevan aún ciertos vestigios
ataca no solamente a quienes afir- de la materialidad y particularidad de
maban, como Averroes, la unicidad los entes de que provienen; por ello,
del intelecto –vale decir, la existen- no se puede decir, en rigor, que sean
cia de un único intelecto que pien- inteligibles. Pero pueden hacerse ta-
sa en todos los hombres–, sino tam- les, si se las despoja de los últimos ras-
bién a aquellos que, como Avempa- tros de su origen sensible, o sea que
ce o Maimónides (cf. Guía de los des- son inteligibles en potencia; de ahí
carriados, I, cc. 70-74) sostenían que, que recibirlos con todas sus determi-
después de la muerte sólo queda de naciones particulares en una suerte
los hombres un único intelecto agen- de aptitud pasiva, sea la función del
te. Para Alberto Magno, el i. agente i. patiens. En cambio, la misión pro-
es parte del alma individual y tiene pia del i. agens es volverse hacia las es-
en ella una primordial función: abs- pecies sensibles, concebidas por el in-
traer lo inteligible pasivo. Esta con- telecto posible, y engendrar en ellas
cepción sigue siendo aristotélica, en el concepto, esto es, abstraer lo que
la medida en que lo inteligible es abs- conservan de universal, actualizando
367 intelligentia

su inteligibilidad. Si el i. agens pue- bo interior (verbum mentis) del con-


de cumplir esa función es porque él cepto. Así, el intelecto posible cons-
mismo participa de la naturaleza in- tituye a función más alta del proceso
teligible. Es una forma, y toda forma cognoscitivo humano y no ha de con-
es naturalmente activa. De este mo- fundirse, pues, con el intelecto pasi-
do, se revela que el fundamento de la vo. En otro orden, que ya no dice re-
concepción tomista del conocimiento lación con el proceso mismo del co-
es que el alma es forma del cuerpo y, nocer, llámase 5. i. speculativus a la
puesto que el intelecto agente es una facultad cognoscitiva dirigida a con-
virtud del alma, es necesario que no siderar la esencia de las cosas, por lo
sea uno en todos, sino que se multi- que se lo denomina también “facul-
plique como se multiplican las almas tad de los primeros principios y sus
(cf. C.G. II, 59). Uno de los princi- consecuencias”; en cambio, el 6. i.
pales documentos de esta polémica, practicus es aquel que aplica el co-
es el opúsculo de Tomás De unitate nocimiento de la acción, por lo cual
intellectus contra Averroistas que algu- su fin es doble: el fin proximus (véase
nos han querido interpretar como di- finis) es el conocimiento de la obra, y
rigido particularmente a los partida- el remotus la actualización de la mis-
rios de Siger. ma. Con todo, Tomás de Aquino ad-
Para Guillermo de Ockham intelec- vierte en, S. Th. I, q. 79, a. 11, c, que
to paciente e intelecto agente consti- no se trata de dos potencias distintas.
tuyen una sola y misma realidad. Es-
intelligentia. Varios son los signifi-
te último no ilumina los phantasmata
cados fundamentales que asume este
sino que produce la intelección mis-
vocablo en la terminología medieval.
ma (cf In II Sent. q. 24).
En primer lugar, “inteligencia” signi-
Las distinciones escolásticas que
fica propiamente 1. el acto del enten-
quedaron establecidas respecto de es-
dimiento (véase intellectus), que con-
te tema son, en síntesis, las siguien-
siste en entender. Una nota impor-
tes: 1. i. actualis: es el intelecto que
tante sobre la que se debe insistir en
actúa sobre sí mismo, o sea, un en-
relación con este concepto es que i. e
te en acto, la virtud de intelección co-
intellectus no constituyen dos poten-
mo existente en sí; 2. i. agens: es el
cias distintas, sino que la i. es el ac-
que abstrae, elevándolos al plano uni-
to de la potencia constituida por el
versal, los elementos inteligibles reci-
intellectus. En este plano, Buenaven-
bidos por el intelecto pasivo, y elabo-
tura, que distingue claramente entre
rados ya en el vértice de la sensibili-
ratio e i., considera que ésta ha sido
dad por la cogitativa (véase), en orden
hecha para aprehender a Dios como
a la producción del concepto; 3. i.
bien infinito (cf. De regno Dei, 9). De
patiens, llamado también passivus, es
esta primera significación deriva la se-
el que recibe la especie impresa sobre
gunda, que alude a 2. la substantia
la que el agente formará el conoci-
separata, o sea, al ángel. En esta últi-
miento, y se la procura para que éste
ma acepción aparece en las traduccio-
elabore las formas inteligibles en ac-
nes latinas de algunos textos árabes;
to; 4. i. possibilis: es el que recibe di-
por ej., el comentario de Averroes al
chas formas del intelecto agente y, fi-
libro II del tratado aristotélico De
nalmente conoce, expresando ese ver-
anima. Tomás de Aquino sugiere que
intelligentia principiorum 368

la homonimia se explica puesto que efecto, Eckhart defiende la superio-


un atributo esencial de dicha sustan- ridad del entender no sólo respecto
cia –la angélica– es el entender siem- del querer sino aun respecto del ser.
pre en acto (cf. S. Th. I, q. 79, a. 10): Y habla del i. in quantum huiusmodi,
de hecho, por su misma definición de o sea, in cuanto tal, con lo que ex-
sustancia incorpórea, el ángel no ne- tiende esa afirmación no solamente al
cesita de los sentidos corporales para caso de Dios sino también al huma-
conocer y no está sometido al proceso no. A partir de una posición metafísi-
de abstracción. ca previa, la de que el ser es creado y
Pero se debe añadir una tercera sig- determinado, Eckhart subraya la pre-
nificación de carácter lógico y lin- eminencia del i. fundándola en su ca-
güístico, según la cual i. señala 3. el rácter de increado y subsistente, tanto
sentido y la aplicación de una pro- en el pensar divino como en el huma-
posición; así, se dice, por ej., “ea est no. El maestro dominico considera el
intelligentia horum verborum”: “és- ser divino en términos de una identi-
te es el sentido de estas palabras”. Pa- dad dinámica, de una relación onto-
ra la acepción de i. como hábito, véa- lógica y fundante consigo mismo, ca-
se intelligentia principiorum. De ésta racterísticas que constituyen el pen-
deriva otra acepción, más general, se- sar. Así pues, el i. presenta en Eckhart
gún la cual se llama también i. al sen- un sentido prevalentemente ontológi-
tido que se ha de atribuir a la Escri- co y no psicológico. Por eso, para este
tura. Así, por ej., En sentido exegéti- autor, el elemento superior del hom-
co, el término i. ha sido utilizado pa- bre, aquel que comparte con Dios
ra aludir a la interpretación, sobre to- mismo, es precisamente el i. (cf. Opus
do, de la Escritura. Por eso, Buena- tripartitum, Pr.).
ventura habla de intelligentias diversas
intelligibile. Equivalente griego de
en ella, esto es, de las posibles dife-
rentes interpretaciones a las que su noetós, el vocablo “inteligible” señala
lectura puede dar lugar (cf. Coll. in lo que es cognoscible sólo mediante
Hexaem. XII, 17). el intelecto o por medio de una in-
tención intelectual, en contraposi-
intelligentia principiorum. Llama- ción a lo sensible (véase sensibile), es
da también escolásticamente habitus decir, a lo dado a la captación de los
o intellectus principiorum, esta expre- sentidos. Se distingue de “intelectual’
sión se define como la virtud o capa- en cuanto se refiere al objeto del ac-
cidad por la que el intelecto se incli- to de pensamiento, mientras que el
na a asentir natural y fácilmente a los intellectualis –menos usado– alude al
primeros principios, a causa de la ver- acto mismo. Así pues, se ha de evitar
dad evidente expresada en los mismos el equívoco, al que el uso del castella-
términos de éstos. no puede inducir, de considerar esta
palabra como sinónimo de “cognos-
intelligere. Como es obvio, alu-
cible”, en el sentido vulgar que asu-
de al acto propio del intellectus (véa-
me esta voz en español. De hecho, lo
se). Pero, en particular, por su carác-
i. es lo menos inmediatamente cog-
ter de algún modo absoluto, este ver-
noscible para el hombre, si bien es, en
bo cobra una especial importancia en
la perspectiva medieval, lo más digno
el pensamiento de M. Eckhart. En
de ser conocido.
369 intensive

En la concepción platónica, en la Pero, fundamentalmente, surge de


que esta noción adquiere particular una cuestión planteada por Pedro
relieve, lo i. son las mismas ideas que Lombardo: “utrum concedendum sit
constituyen el verdadero mundo real quod Spiritus Sanctus augeatur in ho-
frente al de los sentidos y la aparien- mine, vel magis vel minus habeatur vel
cia. La contraposición intelligibile- detur” (Sent. I, d. 17). Más en gene-
sensibile implica, pues, una contrapo- ral, se puso en discusión a propósi-
sición de grados de perfección en el to de la i. el fenómeno del pasaje de
ser. En los umbrales del período me- un grado más débil a uno más fuerte
dieval, dicha confrontación se acen- en una misma cualidad. Lo que ofre-
túa en la tradición neoplatónica. Fi- cía dificultades era el principio de in-
lón de Alejandría introduce la ex- variabilidad de la forma (véase for-
presión kosmos noetos, con referencia ma substantialis, in principio), al que
la mundo ejemplar de las ideas (cf. se contraponía el hecho de que cier-
De op. mundi, 4). Plotino postula el tas formas pueden aumentar perma-
mundo i. en la primera emanación neciendo en sí mismas, es decir que
de lo Uno, el Nous, que contiene en su especie permanece inalterada, sin
sí la multiplicidad (cf. En. V, 9, 9 y convertirse en otras formas. Con tal
III, 8, 9). En el período carolingio, salvedad, quedan excluidos de esta
la contraposición señalada es retoma- discusión los siguientes casos: prime-
da por Escoto Erígena en De div. nat. ro, el de las formas sustanciales mis-
V, 18 y 24. mas, de hecho, por ej., un hombre no
En cambio, entre los autores esco- es más “hombre” en un momento de
lásticos, con el predominio de la con- su vida que en otro; segundo, el de las
cepción aristotélica, este significado diferencias de grado o jerarquía entre
va desdibujándose, y el término ad- las especies de un mismo género, por
quiere una acepción prevalentemente ej., entre el alma intelectiva y la sen-
gnoseológica (véase intellectus). sitiva, ya que en este caso se trata de
jerarquía no de intensificación; terce-
intensio. Voz que hace referencia ex- ro, el de la especie que con la i. cam-
clusivamente a lo cualitativo, i. indica bia a otra aunque manteniéndose en
la adición de un grado en los de una el género, por ej., el de un verde que
cualidad que se encuentra en un su-
cambia en azul pero sigue en el gé-
jeto. Los verbos intendere y remittere,
nero del color. De lo que se trata es
son correlativos con este sustantivo,
de justificar metafísicamente, por ej.,
en cuanto que lo que no intenditur ni
que lo frío se vuelva más frío, puesto
remittitur es lo que no se intensifica
que, entonces, la especie permanece
ni disminuye, como es el caso de las
inalterada; sólo sufre una i. en senti-
privaciones. Un ejemplo es la ceguera
do propio. La orientación general de
en su sentido estricto, es decir, como
la solución ofrecida a este problema
falta total de visión.
en la Edad Media estriba en la noción
El término ocupó cierto lugar de
de latitudo (véase latitudo 2).
importancia en las polémicas medie-
Como es obvio, lo dicho en este artí-
vales relativas al problema del mixtum
culo vale para remissio en sentido con-
(véase), crucial no sólo en la filosofía
trario, o sea, en cuanto disminución.
de la naturaleza sino también en la
metafísica durante la Edad Media. intensive. Cf. extensive.
intentio 370

intentio. En sentido primario, este to mismo del objeto según el primer


término señala 1. toda dirección de modo de los mencionados inmedia-
un ser, dotado o no de conciencia; de tamente antes, y la 2.2.2. i. secunda
ahí que la expresión i. finis se pueda formalis es el conocimiento mismo
aplicar a un ente no racional, por ej., del objeto considerado del segun-
el fuego. El tema de la i. asume, pues, do modo, esto es, el acto de conocer
gran importancia en la Edad Media, el universal “hombre” en cuanto tal.
debido al carácter dinámico y esen- De ahí que se hable, respectivamen-
cialmente finalista del pensamien- te, de “términos de primera o de se-
to escolástico, por ser de raíz aristo- gunda intención” (véase impositio),
télica. tema particularmente importante en
Con todo, lo más frecuente es que el pensamiento de Guillermo de Oc-
indique la dirección de la voluntad kham (cf. Summa Totius Log. I, 12).
que se mueve a sí misma y que mue- Pero lo más corriente es utilizar esta
ve a todas las demás potencias, espe- voz en relación con los actos volunta-
cialmente las del conocimiento, hacia rios, es decir, con el 3. plano de la vo-
su objeto. De tal modo que esta no- luntad. En él, se suele distinguir en-
ción compromete tanto el plano de la tre la i. y la voluntas o, mejor aún, lo
voluntad cuanto el del conocimien- voluntarium (véase) propiamente di-
to, predominando en su significado a cho: en efecto, al contrario de este úl-
veces la primera y otras el segundo; timo, la intención supone no sólo la
al mismo tiempo, este vocablo pue- conciencia del fin que se quiere lo-
de estar referido tanto al acto como grar, sino también la de poder alcan-
al objeto de ambas facultades. Con- zar lo que se pretende. En este orden,
siderando la preeminencia del 2. pla- y sólo en él, ciertas distinciones esco-
no cognoscitivo, la i. puede ser: 2.1. lásticas hechas a propósito de la i. co-
materialis: es el contenido del pensa- inciden con las formuladas sobre lo
miento al cual se aplica la facultad, voluntario. Así, la i. puede ser: 3.1.
o sea, la cosa misma percibida. 2.2. actualis: es la que depende directa-
formalis: es el acto mismo de la cog- mente de un solo acto de la voluntad;
nición, es decir, la aplicación de la fa- 3.2. virtualis: es la que depende de la
cultad cognoscitiva a un objeto de voluntad, pero en virtud de un acto
conocimiento. A su vez, tanto la i. que se dio previamente y que con-
formal como la objetiva pueden ser tinúa influyendo en la acción; 3.3.
primera o segunda; así: 2.1.1. la i. habitualis: es la que, puesta una vez
prima materialis es la que representa por la voluntad, no ha sido modifica-
el objeto tal cual es sí mismo, por ej., da; 3.4. interpretativa: es la que no fue
el concepto de hombre como hom- planteada explícitamente, pero que se
bre; 2.1.2. la i. secunda materialis o supone que se da al reflexionar en la
intellecta es la que representa el objeto dirección presentada por la acción.
tal como éste es conocido por el in- También se ha utilizado, aunque
telecto, por ej., el concepto de hom- más raramente, en el plano de lo físi-
bre considerado como universal o co- co, para expresar la intensidad de una
mo especie. En cuanto a la i. cognos- cualidad, por ej., la de lo blanco.
citiva formal, se considera: 2.2.1. i. Para el valor específico que asume es-
prima formalis: es el conocimien- te término en Agustín, véase extensio 3.
371 interpretatio

intentionale. Se denomina así un interior. Cf. exterior.


modo de ser: el existir sólo como re-
interlinearis. Cf. glossa.
presentación mental (véase intentio
2). En efecto, el esse i. indica el ser co- interpolo. Verbo que en la actividad
nocido de la cosa, es decir, la “con- paleográfica indica que se ha inter-
sistencia” que ella tiene en el intelec- calado una palabra o algunas de ellas
to del cognoscente. Con mayor espe- por error en el lugar que no les corres-
cificidad aún, señala el ser de la co- ponde en un manuscrito que, así, re-
sa considerado abstractamente (véase sulta corruptum. En Poliziano, por ej.,
abstractio), lo que equivale al de la es- se lee, respecto de ejemplares de las
pecie impresa obiective, que represen- obras de Plinio, que hay “in vetustis
ta la realidad inteligida. Es expresión omnibus voluminibus interpolata voca-
utilizada particularmente por Pedro bula”. Después del Renacimiento se
Auriol, quien usa con el mismo sig- van acentuando las sospechas de in-
nificado el término esse apparens. Pa- terpolaciones intencionales.
ra este autor, el que los árboles a la
orilla de un río parezcan moverse des- interpretatio. Esta palabra traduce la
de una embarcación que navega no es griega hermeneia, que significa prima-
cosa que radique ni en los árboles, ni riamente la expresión de un pensa-
en la nave, ni en el aire, como tampo- miento y, de manera derivada, la ex-
co radica en la visión misma del ob- plicación o interpretación del mismo.
servador. Ese movimiento existe só- Con el sentido de explicación aparece
lo de modo i. no real. Así, el esse i. o en Platón en Teet. 209 a. Por su parte,
apparens se distingue tanto de la rea- Aristóteles afirma, precisamente en su
lidad extramental como del acto cog- De interpretatione, que ella se ocupa
noscitivo que, sin embargo, lo genera de los juicios y las proposiciones.
(cf. Scriptum I, d. 3, s. 14, a. 1). Ahora bien, en la Edad Media, pa-
recen delinearse dos corrientes se-
intentionalitas. Cf. species II, in fine. mánticas respecto de esta voz, basa-
intentionaliter. Adverbio de modo, das sobre distintos comentarios a los
derivado de intentio (véase). Desde el textos antiguos: una tendría su an-
punto de vista del conocimiento, es- tecedente en Porfirio, llegando a los
colásticamente se usaron las expre- nominalistas; la otra, se remitiría a
siones prima i. y secunda i. querien- Boecio y culminaría en los escolásti-
do aludir con ello al modo de cono- cos del siglo XIII. Respecto de la pri-
cimiento de las primeras y de las se- mera, y siguiendo el De interpretatione
gundas intentiones, respectivamente; porfiriano, Ockham, por ej., asigna
de ahí que prima i. sea sinónimo de dos acepciones al vocablo i.: la de ex-
realiter. presión de lo que es concebido por el
intelecto, y la de traducción, esto es,
intercisus. Indica la mutilación de versión de una lengua a otra (cf. Exp.
un códice, esto es, la falta de una de Aurea 88a).
sus partes. Esto puede darse tanto por Respecto de la segunda línea, más
razones naturales, por ej., el desgas- gramatical o “proposicional”, por así
te material, el desgarro por descuido decir, hay que recordar que Boecio,
o la pérdida, como intencionalmente, en su comentario a la obra aristoté-
con intención fraudulenta. lica mencionada, considera que la i.
interremptio 372

es una voz significativa que quiere de- minos y propiedades que convienen
cir algo por sí misma. Ya en plena Es- sólo a los miembros de cierto y deter-
colástica, Tomás de Aquino, también minado género o especie, como “ani-
en su propio comentario al De int. de mal”, “árbol”, “hombre”, etc.
Aristóteles (cf. I, 1, a), indica que el
intransitive. En principio, la raíz
nombre y el verbo de los que trata el
de esta palabra alude a lo que no se
Estagirita en los capítulos 2 y 3 de su
transfiere. En rigor, el adverbio que
obra son más bien principios de in-
nos ocupa califica un modo según
terpretación que interpretaciones. Pa-
el cual una cosa o propiedad es real-
ra el Aquinate, la i. se refiere a la pro-
mente distinta de otra. En efecto, al-
posición enunciativa, a la que puede
go se dice i. distinctum cuando alguna
atribuirse la verdad o la falsedad.
propiedad o nota esencial le conviene
interremptio. A partir de su acepción a ese algo en virtud de otra cosa. Así,
originaria, que alude a la ablación real por ej., el hombre, considerado en su
de una parte de una cosa existente condición de animal, no discurre; lo
fuera del alma, esta voz pasó a tener hace en su condición de racional, esto
un significado lógico: señala el hecho es, sub ratione rationale. Por eso, la di-
de negar alguna de las consecuencias ferencia constitutiva proviene de una
de un razonamiento (véase también distinción hecha i.
peremptio).
intrinsecum. Cf. extrinsecum.
interrogatio. De significado exclusi-
introductio. A diferencia de lo que
vamente referido al plano gramatical,
ocurre en español, lengua en la que
la i. es la oración en la que se pregun-
de hecho se da cierta ambigüedad
ta, real o ficticiamente, por algo. En
en las palabras “introducción”, “pró-
este último caso, se suele dar una in-
logo”, “proemio” y afines como par-
terrogación retórica. Así, por ej., en
te inicial de un texto, la terminolo-
una suerte de ascenso a Dios por la
gía medieval es muy precisa en esto:
belleza, Agustín dice haber pregunta-
proemium (véase) es, efectivamente,
do por Dios a la tierra, a los astros, a
la parte inicial del texto de una obra,
todos los seres que rodean las puertas
en la que se explica la intención del
de los sentidos, respondiéndole ellos
autor al escribirla, los libros o capítu-
“Dios es quien nos ha hecho”; aña-
los que la componen, etc. En cambio,
de el Hiponense que era mediante su
i. hace alusión al contenido temáti-
contemplación como él los interro-
co de una disciplina en la que preci-
gaba y su respuesta era su belleza (cf.
samente la obra quiere de algún mo-
Conf. X, 6, 9-10).
do, iniciar al lector. Son, pues, dos ni-
Cuando no se plantea retóricamen-
veles diferentes. Por eso, no hay nin-
te, es decir, cuando constituye un in-
guna obra medieval que se llame
terrogante genuino, puede derivar de
“Proemium…”, ya que éste será, en
lo que, en el orden del pensamiento,
todo caso, su prólogo interno y for-
es una quaestio, o bien una dubitatio
mal. En cambio, hay varias obras me-
(véanse).
dievales que llevan en su título mis-
intranscendentes. Por contraposi- mo el término que nos ocupa, en es-
ción al significado trascendentale (véa- pecial y como es obvio, aquellas que
se), esta palabra alude a aquellos tér- abordan materias poco conocidas.
373 intuitus

Un ejemplo de esto es la Introductio primera alude a la presencia objetiva


in contrapunctum pro rudibus, de Juan que se identifica con el percipi; hace
de Garlande, donde se introduce a un referencia, pues, a la coexistencia real
tema particular de la música, una de de lo conocido con el cognoscente.
las siete artes liberales. Esta noción tiene una larga histo-
ria cuyo origen podría remontarse a
intueri. En sentido amplio, significa la visión platónica de las Ideas por
adquirir un conocimiento cierto y, en parte del alma, tal como es explicita-
la mayor parte de los casos, eviden- da, por ej., en Fedro 247b-c. El aspec-
te; en sentido estricto, alude a alcan- to de unión con el objeto que con-
zar de una cosa un conocimiento que lleva este concepto fue puesto en re-
permite afirmar que ese algo existe o lieve por Plotino en En. VI, 9, 3, 17.
que no existe. Así aparece, por ej., en En Agustín, el tratamiento del tema
Ockham (cf. In I Sent. d. 35, q. 5o). aparece encuadrado en su doctrina de
intuitio. Tecnicismo propio de la fi- la iluminación (véase illuminatio). En
losofía de San Buenaventura, la i. se efecto, para el Doctor de Hipona, la
refiere en sus escritos a cierta apre- Verdad que es Dios mismo, habita “in
hensión directa de la realidad divi- interiore hominis” (cf. De vera rel. 39);
na, aprehensión que tiene a la mens su posesión inmediata, si bien imper-
por sujeto, de modo que no intervie- fecta, es justamente i., lo que permite
ne en ella ni la sensibilidad ni tampo- la búsqueda y la posesión de las ver-
co la razón. De esta manera, el con- dades particulares. Así, cuando se tra-
cepto que nos ocupa responde al sen- ta de lo inteligible, contemplado por
tido del verbo del que proviene (véa- la mens, Agustín habla de aquello que
se intuitus). vemos en esa luz interior de la ver-
dad, que ilumina al hombre interior
intuitus. Proveniente del verbo in- (cf. De mag. 12, 40). En Conf. XIII,
tuere (véase), este término hace alu- 39, 53, afirma que vemos tales cosas
sión a “lo visto” o “la visión”. De allí porque ellas son o existen; en cambio,
deriva su acepción más técnica de Dios las hace ser porque Él las ve. Se
“percepción inmediata”, en el campo constituye así una suerte de contra-
gnoseológico. Con todo, en la Edad posición entre un i. creativo, propio
Media, la palabra mantuvo el signifi- de la mente infinita, y un i. del dato,
cado metafórico y visual que coexis- propio de la mente finita.
tió con el filosófico o propio. En es- Por su parte, Tomás de Aquino,
te último sentido, y en general, sue- que define i. diciendo que es cierta
le referirse al conocimiento intuitivo, presencia de lo inteligible en el inte-
es decir, al conocimiento en su fun- lecto (cf. In I Sent. d. 3, q. 4, a. 5),
ción de percepción directa del conte- se sirve de este concepto para aludir
nido noético, ya sea éste una esencia, al modo como Dios conoce las cosas.
ya sea una determinada relación entre En efecto, todo lo que es en el tiempo
esencias o aún entre entes particula- le es presente a Dios desde la eterni-
res. En esto se opone a la función dis- dad, pero no solamente en el sentido
cursiva de la razón. de que Él tiene presente en sí las razo-
Técnicamente, la Escolástica enten- nes de las cosas, sino porque su i. mi-
dió por i. la “notitia rei praesentis”, en ra todas las cosas realmente presentes
oposición a la notitia rei absentis. La
inventio 374

ante Él desde toda la eternidad (cf. S. hombres, gozaran del favor divino,
Th. I, q. 14, a. 13, c). los indujo a pecar (cf. Sap. 2, 24). En
la Patrística proliferaron los comenta-
inventio. En general, se ha usado es- rios a este pasaje, pero la i. pasó a es-
ta voz para indicar la acción y el efec- tudiarse como enfermedad moral hu-
to de instituir algo. Es especialmen- mana. Juan Crisóstomo, por ej., la ve
te importante en el pensamiento abe- como una adhesión al mal gratuita y
lardiano. En Pedro Abelardo, la i. es así escribe que el disoluto puede adu-
la imposición de un nombre común cir la concupiscencia como pretexto;
a un conjunto de cosas individuales el ladrón, la pobreza; el homicida, la
que presentan características comu- ira, etc. Pero no hay excusa para el en-
nes. Ese estado con el que se nos ofre- vidioso que sólo se nutre de perversi-
cen es, pues, la causa común de i. Así, dad (cf. In Ep. ad Rom. Homiliae VII,
el esquema del proceso por el que se 6; In Io. Hom. XXXVI, 3). Por su par-
instituye un nombre, por ej., “la rosa” te, Agustín la signa como un mal di-
es: 1. la consideración de la naturale- fícilmente evitable, del que ni siquie-
za de la realidad que motiva la i. del ra los niños están exentos (cf. Conf. I,
nomen; 2. este último está llamado a 7, 1). Con todo, la i. no suele figurar
generar una noción. en las clasificaciones patrísticas de los
inversio. La inversión es una de las vicios, hasta Gregorio Magno y sus
reglas prácticas que la lógica medie- Moralia in Iob.
val ha fijado acerca de la formación En cambio, los escolásticos la con-
que se puede operar sobre los ele- sideraron un vicio capital y elabora-
mentos formales de la proposición, ron el concepto y las consecuencias
es decir, sujeto y predicado. Sólo es éticas de la envidia a partir de su mis-
posible aplicarla a las proposiciones ma etimología; in-videre alude efecti-
hipotéticas del tipo: si A es B, C es vamente a la acción de mirar con ma-
D. La operación de la y. consiste en los ojos, especialmente, si se conside-
introducir la negación entre el sujeto ra el prefijo “in” como un quo de hos-
y el predicado de la proposición da- tilidad. Casi todos han subrayado el
da. Se obtiene así una nueva propo- dolor que implica para el sujeto envi-
sición que tiene por hipótesis la ne- dioso. De hecho, Tomás de Aquino la
gación de la hipótesis de la primera, hace derivar de la tristeza, es decir del
y por consecuencia, la negación de la sufrimiento del alma. Así, la define
consecuencia de la primera: si A no como la tristeza causada por el bien
es B, C no es D. La i. es válida si la ajeno en cuanto que éste excede el
naturaleza de la proposición es uni- propio, sobre todo, la gloria o el ho-
versal, y si lo expresado en el sujeto nor. Esta última acotación tipifica la
y el predicado tiene la misma exten- envidia. No se trata, pues, de desear
sión (véase extensio). para sí, aun cuando fuere nostálgica
o melancólicamente, el bien poseído
invidia. La base escrituraria de la en- por los demás, sino del resentimiento
vidia en cuanto mal no puede ser más que provoca el que los otros lo disfru-
fuerte. En efecto, se atribuye, al co- ten. Como su opuesto, la caridad, la
mienzo de los tiempos, al diablo que, envidia tiene por objeto el bien ajeno,
precisamente envidioso del hecho de sólo que, mientras que aquélla lo bus-
que criaturas inferiores a él, como los
375 ira

ca, ésta lo combate. No se debe con- iocosa. Cf. iocosa.


fundir, entonces, ni con el celo (véase
iocularitas. Cf. scurrilitas.
zelus) ni con el ansia de justicia. Des-
de el momento en que su género es iocunditas. Cf. risus.
la tristeza, la alegría del mal ajeno no
se puede llamar propiamente “envi- ipse dixit. Hacia el final de la Edad
dia”, aunque derive de ella. Sus “hi- Media y, especialmente con el recur-
jas” son: la murmuración, justamen- so a los autores clásicos propio de los
te por el deseo de disminuir la gloria humanistas, se recupera esta expre-
ajena, que puede llegar a la difama- sión de cuño ciceroniano. En efec-
ción y al odio (cf. S. Th. II-II, q. 36). to, Cicerón había traducido así el
De lo anterior se desprende que la “autós éfa”, frase con la que los pita-
i. es un pecado social por excelencia. góricos solían responder a quienes so-
En este sentido, es interesante el he- licitaban aclaraciones o justificaciones
cho de que, por sus características, los sobre algunos puntos de su doctrina.
autores medievales la han tratado es- Significa: “lo dijo él”, o sea, Pitágo-
pecialmente en relación con los am- ras, el maestro. Cicerón convierte es-
bientes cortesanos e intelectuales. ta expresión en símbolo de la prepon-
Juan de Salisbury, por ej., asocia indi- derancia del criterio de autoridad por
solublemente la envidia con los mejo- sobre la razón (cf. De nat. deor. I, 5,
res cortesanos y escribe que “precisa- 10); de ahí que los humanistas –que
mente allí donde los méritos resplan- subrayaron la independencia de esta
decen con mayor fulgor la envidia co- última– de algún modo hayan estig-
rroe con su colmillo envenenado (cf. matizado la presente locución.
Policr. VII, 24). Ningún personaje ha ipseitas. También con esta voz Duns
representado esto mejor que el Pier Escoto indica una nota de las que
della Vigna que Dante diseña en la son típicas de su metafísica: la “mis-
Divina Commedia (cf. Inf. XIII, 64- midad”, en el sentido de la singula-
67). Respecto del poder de disolu- ridad intransferible de la cosa indivi-
ción de la i. en los ambientes filosó- dual. Con todo, suele preferir el vo-
ficos, basta remitir a las quejas que se cablo haecceitas (véase). Tal vez se po-
leen en la Historia calamitatum de Pe- dría señalar un mínimo matiz de di-
dro Abelardo. ferencia entre ambos términos: es-
involucrum. Este término es utiliza- te último responde a una perspecti-
do frecuentemente en su plural “in- va que claramente es ex parte rei; en
volucra”. Los autores medievales, pe- cambio, pareciera que Duns elige el
ro, en especial, Pedro Abelardo, sue- que nos ocupa cuando opta por el en-
len referirse con él a las imágenes, fi- foque ex parte mentis. De todos mo-
guras y metáforas bajo cuyo velo tan- dos, está claro que la i. es absoluta-
to los filósofos de la Antigüedad –so- mente real: le pertenece íntimamen-
bre todo, Platón– como las Escritu- te a la cosa.
ras ocultan su sentido más profundo. ira. El significado de este término se
De este modo, incitan a descubrir- encuentra en dos planos: 1. el antro-
lo, pero, a la vez, defienden el texto a pológico-psicológico, como pasión;
vilitate (véase). En sentido religioso, 2. el ético, donde se considera la ira
es el caso de las parábolas.
iracundia 376

pecado o vicio. Tanto como pasión causado por el amor al propio honor
como en cuanto vicio, ha recibido un y por la esperanza de recuperarlo; al
extenso tratamiento sea en la Patrísti- mismo tiempo, intervienen el placer
ca, sea en la Escolástica. Ello obede- de la recuperación esperada y la au-
ce a su complejidad. Más acá de ésta, dacia para repeler la ofensa recibida.
en ambos planos queda asociada con Para que la ira tenga lugar no basta
la vindicatio (véase) o venganza. San con que la injuria recibida –genuina
Agustín, por ej., caracteriza la natu- o sólo percibida como tal– sea míni-
raleza o esencia de la ira diciendo que ma, dado que, en ese caso, sólo sus-
es el vigor de la justicia vindicativa, al cita desdén. Su gravedad debe ser ca-
tiempo que advierte que sólo analó- paz de provocar el apetito de vengan-
gicamente se predica de Dios (cf. De za. Respecto de los efectos de la i., se
doctr. christ. II, 2, 3). Pero los análisis han enumerado los siguientes: delei-
que distinguen más prolijamente en- te, puesto que implica el regodeo en
tre los dos planos señalados se lleva- la venganza; fervor o efervescencia en
ron a cabo en la Escolástica. el corazón y todo lo que ello trae apa-
1. como pasión, la i. no se identi- rejado, como consecuencias físicas;
fica con la potencia irascible, aunque obstaculización del uso de la razón,
le dé su nombre, ya que es una pa- precisamente por la alteración corpo-
sión del apetito irascible. Ahora bien, ral recién señalada; y taciturnitas (véa-
el acto del apetito presenta dos tipos se), en parte, porque esta última difi-
de movimiento: el simple y el com- cultad impide la formulación de los
plejo, pudiendo ser ambos positivos o juicios (cf., por ej., Tomás de Aquino,
negativos. Así, la delectatio, en cuan- S. Th. I-II, qq. 46-48).
to aproximación a un bien es simple 2. desde el punto de vista moral, en
y positivo; la tristitia, en cuanto aver- cambio, algunos autores medievales,
sión a un mal es simple y negativo. precisamente para distinguir la ira co-
En cambio, el amor amicitiae es mo- mo pasión de la ira como vicio capi-
vimiento complejo y positivo, ya que, tal, prefirieron reservar para esta últi-
en el amor de amistad hay dos obje- ma el término “iracundia” (véase).
tos: el bien querido y la persona pa-
iracundia. Hábito que proviene de la
ra quien se lo quiere (véanse). Lo pro-
ira como acto o pasión. Así pues, se-
pio de la i. es que constituye un mo-
ñala la dispositio del sujeto a lo que se
vimiento complejo y, a la vez, mixto.
ha dicho respecto de la ira (véase). A
En efecto, por ella el sujeto desea la
diferencia de ésta, la i. constituye un
venganza o reparación de la persona
vicio –y, por ende, su estudio perte-
que lo ha injuriado. Así, con razón o
nece al plano ético– cuando se apar-
sin ella –se trata de una pasión– per-
ta de la recta razón. En tales casos, lo
cibe dicha reparación como algo bue-
no, y la persona de la que busca ven- hace por exceso o por defecto; así, un
garse como mala. Por eso, la ira re- sujeto moral puede encolerizarse más
sulta causalmente de la composición de lo conveniente o bien no reaccio-
de otras pasiones: la tristeza es causa- nar airadamente ante una injusticia,
da por el odio de la injuria y del inju- una ofensa a Dios o ante su propio
riante y por la actualidad de tal mal; pecado. Así pues, el hecho de encole-
el apetito de venganza o reparación es rizarse y aun de no reprimir este mo-
vimiento anímico no conforman por
377 ironia

sí mismos un mal moral, ya que se en cuanto tales– el apetito i. tiene por


puede dar una ira bona: aquella con objeto el bien difícil de obtener, aquel
la que se reacciona ante alguna for- cuya consecución requiere esfuerzo.
ma de mal. Se constituye en falta mo- Por eso, las pasiones que de él deri-
ral sólo cuando se desoye el orden ra- van son: la esperanza y su contraria,
cional ya sea en el objeto, por ej., cas- la desesperanza; el coraje y su contra-
tigando a alguien odiado, o por la in- rio, el temor; y la ira. Tomás de Aqui-
tensidad de la dirección, por ej., ex- no, por ej., desarrolla estos temas en
cediéndose en el celo con que se de- S. Th. I-II, qq. 40-48).
fiende lo justo. Siguiendo a Aristóte-
ironia. La voz “ironía” se ha enten-
les (cf. Et. Nic. IV, 5, 1126 a 18), los
dido en la Edad Media en dos planos
escolásticos entendieron que el des-
diferentes aunque vinculados: el retó-
orden se puede dar también respec-
rico y el ético. En 1. el orden retórico,
to del origen y de la duración de la i.
se hereda de la Antigüedad la concep-
En cuanto a su origen es desordena-
ción de la i. como la técnica mediante
da en los que se irritan por cualquier
la cual por una palabra o una frase se
motivo leve. En lo que hace a su du-
dice lo contrario de cuanto se preten-
ración, lo es cuando perdura exage-
de afirmar y de hecho se está afirman-
radamente, como en la memoria del
do: constituye, pues, a manera de pa-
rencoroso, o cuando se encarniza te-
radoja, una máscara transparente.
nazmente como en los implacables.
Esta caracterización pasa al 2. pla-
Tomás de Aquino acepta la enume-
no de la consideración ética, donde
ración que hace Gregorio de las “hi-
se la enumera entre los como pecados
jas” de la i. (cf. Moral, 31). Así, di-
de la lengua. Mediante la i. se profie-
ce que ellas son; la riña, la inflama-
re una falsa autodisminución. Vin-
ción del espíritu, la injuria, el clamor
culada originariamente con la irri-
o insulto, la indignación y la blasfe-
sio (véase), pronto adquiere autono-
mia. Como sucede con el resto de los
mía en los análisis patrísticos y me-
pecados capitales, cuando los actos de
dievales. Una de las definiciones de-
i. y sus derivados se consolidan en el
terminantes en el examen de la i. es la
hábito, se convierte en vicio capital.
de Isidoro de Sevilla, quien dice que
Respecto de los remedios ante el ase-
ella es “sententia per pronuntiationem
dio de este pecado, es interesante el
contrarium habens intellectum” (Etym.
énfasis puesto en la represión de sus
37, 23). Ya Agustín de Hipona había
manifestaciones más que en neutra-
notado el elemento de mentira que
lizarla interiormente. Pedro Damián,
aparece en la excesiva humillación
por ej., admite su tendencia a los es-
propia de la i. Por eso, afirmar de sí
tímulos de la i., relatando con cierto
mismo bajezas inexistentes o negar
orgullo que, no obstante, no le con-
méritos reales es una forma de la fal-
cede su lengua, sus manos ni sus ges-
sedad, aun cuando menos grave que
tos (cf. Epist. 80).
la de la iactantia (véase), ya que la raíz
irascibilis. Los escolásticos, en parti- de la que deriva la i. es el deseo de
cular, aplicaron este término a una de huir de la soberbia –mejor aún, de su
las especies del apetito (véase appetitus manifestación exterior– y esto es me-
2.2). A diferencia del concupiscible nos torpre que el apetito de honor o
–que se refiere a lo bueno o a lo malo de lucro del que nace la iactantia.
irradiatio 378

Con todo, el reingreso del aristo- reemplazar a mystica (véase) o mistica,


telismo en la Edad Media signa un término que, en cambio, es más fre-
cambio profundo en la consideración cuente durante la Patrística.
del concepto que nos ocupa y consa-
iudicare. Es el proceso por el que se
gra la i. en cuanto pecado de la len-
llega al iudicium (véase). Se ha de pres-
gua, aproximándola a la jactancia: en
tar atención al hecho de que en los
el fondo, no es más que la máscara de
autores medievales de tradición agus-
ésta. Por otra parte, fingirse menos de
tiniana, como Buenaventura, equi-
lo que se es constituye la contracara
vale a abstrahere (véase): “ad nostrum
del pronunciar palabras de alaban-
intelligere concurrit recipere et iudicare,
za cuando en realidad se quiere de-
sive abstrahere et suscipere” (In Sent. II,
cir lo contrario. Es Tomás de Aquino
d. 24, p. 1, a. 2, q. 4).
quien, desde una perspectiva aristoté-
lica, estudia la i. como forma de exce- iudicium. En general, significa “jui-
so, a la que además añade el aspecto cio”. Etimológicamente, proviene de
de hipocresía. La búsqueda de la glo- ius dicere, una de cuyas traducciones
ria a través de la ostentación de la hu- posibles es “pronunciar un veredicto”
mildad hace que la ironía, advierte el o, en el sentido más lato, “nunciar al-
Aquinate, entrañe una doble peligro- guna determinación”.
sidad para la salud del alma (cf. S. Th. En la Escolástica, este vocablo se-
II-II, q. 113, esp. a. 2 ad 2). ñaló, en primer lugar, 1. la recta de-
terminación del “justo” en sentido bí-
irradiatio. Cf. radius.
blico (véase iustitia). De manera de-
irrisio. Cf. derisio. rivada y más amplia, aludió a 2. to-
da recta determinación del alma hu-
item. El significado de este adverbio mana, ya sea de índole especulativa,
es “del mismo modo”, “asimismo”, o ya de índole práctica, dado que la se-
también “además”. Por eso, cuando gunda se funda en la primera. En su
aparece al comienzo de una proposi- acepción de 2.1. determinación espe-
ción, se suele traducir por esta última culativa, versa sobre las cosas repre-
palabra. Generalmente, en los tex- sentadas mentalmente, y establece la
tos filosóficos, se utiliza para introdu- verdad o falsedad de los conceptos
cir la continuación o ampliación de mismos y/o de la relación que se da
un argumento. Así pues, su sentido entre ellos. Así pues, el i. de la men-
es “continuando con la misma línea te humana se verifica secundum vim
de argumentación”, “otro argumento intellectualis luminis, y consiste en la
en apoyo del mismo punto de vista”, aprehensión racional de una reali-
“de manera semejante a la ya plantea- dad, tal como ésta es en sí, a partir
da”, etc. de la recta disposición de las poten-
itinerarium. Con esta voz o, me- cias cognoscitiva y apetitiva. Si la de-
jor aún, con la expresión completa i. terminación es de naturaleza prác-
mentis in Deum, la Escolástica, con tica, se tiene precisamente el 2.2 i.
Buenaventura que titula así su ma- practicum, el que constituye una de
yor obra, se refiere al ascenso del alma las etapas o pasos centrales en el pro-
humana hasta la unión con Dios. Así ceso del acto libre: de hecho, en el
pues, en el período escolástico, suele consensus (véase), la voluntad acepta
379 iuramentum

apelar a algún tipo de mediación pa- más de Aquino, S. Th. II-II, q. 60, aa.
ra alcanzar el bien que persigue, pero 2, 3 y 6).
es el intelecto el que determina cuál Finalmente, una quinta acepción,
medio en particular se ha de emplear, aunque poco usada, se refiere 5. al ni-
formulando así lo que se conoce co- vel astrológico. En efecto, en este pla-
mo “juicio práctico”. no, i. señala el supuesto juicio o de-
En cuanto al 3. plano estrictamente creto de los astros en las vidas huma-
lógico, cabe advertir que, en rigor, esta nas, por lo cual este tipo de astrologia
palabra no es frecuente en el vocabu- (véase) se denominó iudiciaria y fue
lario técnico de la Edad Media, pues- combatida en la Edad Media, ya que
to que la lógica medieval, como así la aceptación de tales supuestos de-
también la renacentista, tendieron a cretos astrales implicaba un determi-
asimilar la forma de aprehesión racio- nismo incompatible con la afirma-
nal que implica el i. a su expresión en ción del libre albedrío y, por ende, de
la propositio (véase), por lo cual el tér- la responsabilidad de los hombres.
mino “proposición” puede correspon-
iuramentum. Un problema exegéti-
der a lo que, lógicamente, hoy deno-
co surge de inmediato en los análi-
minamos “juicio”. Para el tratamien-
sis patrísticos del tema del juramen-
to que, en particular, hace Ockham
to: la prohibición evangélica lisa y lla-
de este punto, véase assensus, in fine.
na de jurar en cualquier forma, no só-
Desde el 4. punto de vista ético,
lo de hacerlo faltando a la verdad co-
el vocablo aparece en los textos tan-
mo límite extremo de su ilegitimidad
to patrísticos como medievales. Agus-
(cf. Mt. 5, 33; St. 5, 12). Con todo,
tín, por ej., considera que el y. es una
el i., y especialmente en lo que será
función propia del espíritu humano,
después la sociedad medieval, cum-
en la que la sensibilidad no tiene par-
te alguna; de ahí que a través del jui- ple una función social irrenunciable;
cio, el alma muestre su trascendencia de ahí que ya desde la exégesis de los
respecto de los demás seres vivientes. Padres se haya atenuado la severidad
El Hiponense diferencia entre cono- de la prohibición escrituraria, termi-
cimiento y juicio diciendo que cono- nando por confinarla al caso del per-
cer es percibir lo que una cosa es; juz- jurio (véase periurium). Así lo hacen,
gar es apreciar lo que debe ser. Para por ej., Ambrosio de Milán (cf. Exp.
ilustrar esto, Agustín apela al ejemplo Ps. 118, 14), Jerónimo (cf. In Mt. 1),
del artesano cuando éste estima el va- y hasta Agustín (cf. Sermo 180). No
lor de su obra (cf. De vera rel. XXXI, obstante sus apariciones reiteradas en
58). Los escolásticos han relacionado la Escritura –no sólo de Dios sino de
el i. más directamente con las deter- apóstoles como Pablo–, el i. no dejó
minaciones de índole práctica. En es- de ser visto bajo cierto velo de peli-
te sentido, tres son los requisitos que grosidad. Precisamente el Hiponense
señalaron para que se dé el rectum i.: explica que la prohibición evangélica
iustitia, auctoritas, y prudentia (véan- se ha de leer como un intento de neu-
se); si falta la primera, se dará un i. tralizar un peligro más que de repri-
perversum; si falta la segunda, un i. mir un abuso; se trata, pues, de la su-
usurpatum; si falta la tercera, tendrá gerencia de una precaución. Esto se
lugar un i. temerarium (cf. por ej., To- apoya sobre la infirmitas natural del
hombre y el carácter lábil del verbo
ius 380

humano que tiende a convertir el ac- dad o estado ha decretado para sí, so-
to de jurar en hábito; de ahí que la bre el fundamento de los decretos de
Regla de San Benito advierta: “Non Dios o de la naturaleza; 3. i. gentium
iurare, ne forte periuret”. Sin embar- o derecho de gentes es el que rige en
go, a veces, el juramento está im- todos los pueblos, de él forma parte,
puesto por las circunstancias. En es- por ej., la inviolabilidad de los emba-
tos casos, se insiste en que debe ob- jadores. A esto se añaden los derechos
servarse en el marco de una verdadera especiales, como el militar o el públi-
necessitas. Por eso, Alain de Lille, por co que se refiere a los magistrados y
ej., en su Contra haereticos, lo consi- sacerdotes.
dera moralmente indiferente y, si- A medida que transcurren los siglos
guiendo a Pedro Lombardo (cf. Sent. medievales se va acentuando el pasa-
III, d. 39, q. 4, n. 1), asigna al i. tres je que va desde la consideración de la
ámbitos de legitimidad: el procedi- justicia implicada en el derecho al ar-
miento judicial, cuando lo requiere la te del legislador y a la misma senten-
urgencia de defenderse de una acusa- cia dada por el juez. Al mismo tiem-
ción injusta; la necesidad social de es- po, se profundiza en la fuente del de-
tablecer pactos de paz; y la exigencia recho sobre la base de consideraciones
retórica de convencer a un auditorio como las de Agustín, por ej., que no
de algo que sea beneficioso para éste. se debe llamar i. la norma de los go-
Más rigurosas, ciertas corrientes heré- bernantes cuando ella es injusta (cf.
ticas, como los valdenses, cátaros, pa- De civ. Dei XIX, 21). Por otra parte,
tarinos y nestorianos rechazan radi- al llegar a la Escolástica, se consideró
calmente esa posibilidad, viendo en el que el derecho emanado de Dios tie-
i. un mal en sí mismo, impermeable a ne una doble manifestación: una, na-
cualquier consideración de oportuni- tural, coincidente con el i. naturale, y
dad o necesidad práctica. otra positiva, que se halla en las Escri-
turas. La primera de ellas está conte-
ius. Significa “derecho”. Isidoro de nida, primariamente, en la ley eterna,
Sevilla anota que el derecho se lla- y, secundariamente, en el juicio natu-
ma así porque es justo, es decir por- ral de la razón humana, puesto que es
que responde a la iustitia y añade que un conocimiento innato en el hom-
todo derecho es un conjunto de le- bre. Así, el derecho divino no cancela
yes, esto es, la ordenación escrita; o el humano; antes bien, lo fundamen-
costumbres, es decir, la práctica o ta. Diversa es la problemática propia
uso cuya antigüedad confiere fuerza del positivo. Respecto de él, los esco-
de ley no escrita aprobada por la ra- lásticos subrayan en cierto sentido su
zón (cf. Etim. V, 3-10). Sobre las hue- carácter relativo, puesto que varía se-
llas de la tradición de Isidoro, la Edad gún las distintas condiciones de los
Media distinguió entre los siguientes pueblos en las diferentes épocas. Así
derechos, siempre en su acepción de se lee, por ej., en Tomás de Aquino
conjunto de leyes: 1. i. naturale, lla- (cf. S. Th. I-II, q. 91, aa. 5-6 y q. 96,
mado así porque es el común a todos a. 2).
los pueblos, ya que deriva de lo indi-
cado por la naturaleza, como la unión iustitia. En su sentido más amplio,
de hombre y mujer o la crianza de los la palabra “justicia” señala cualquier
hijos; 2. i. civile es el que cada ciu- proporción. Así lo consigna Tomás
381 iustitia

de Aquino en S. Th. II-II, q. 57, a. 1, tar la infalible proporción y armonía


c. Desde una perspectiva teológica, el intrínseca de la voluntad divina. Se-
término suele aludir, sin más, a la vo- gún la misma concepción, pero aho-
luntad de Dios y, en general, al bien ra en lo que concierne a los hombres,
éticamente considerado. Así, por ej., la práctica de la i., elevada al rango
para Anselmo d’Aosta, i. significa, bá- de virtud, se hizo consistir, primera-
sicamente, el bien moral, la rectitud mente, en la observancia de la volun-
que se ha de observar por sí misma, tad de Dios, implicara ésta o no una
ya que constituye un valor absoluto relación con otros sujetos humanos,
(cf., por ej., De casu diab. 24). de modo tal que el “justo” bíblico es
En el sentido estrictamente filosó- aquel que cumple tanto con el deber
fico, esta voz alude al equilibrio y co- de adorar a Dios, como con el de res-
rrespondencia de las relaciones huma- petar a sus semejantes, mediante la
nas, es decir, hominis ad hominem, co- obediencia a mandamientos como no
mo aclara Dante en su De Mon. II, 5, robar, o no matar, etc.
1. La i. es, pues, clásicamente enten- Entre los griegos, la i. fue entendi-
dida, el principio de coordinación en- da, en primer término, como virtud
tre personas. Ahora bien, al ser las re- universal, como un principio de or-
laciones personales de diversas clases, den y armonía, que expresa solamen-
se establecieron las siguientes distin- te la exigencia de que suceda lo que
ciones: 1. En cuanto principio nor- debe suceder, o sea, que haya una
mativo de la persona en sus relaciones exacta correspondencia entre el he-
con la comunidad, se llama i. generalis cho y la norma concerniente a él. Es-
o legalis, término este último que obe- te carácter de universalidad de la jus-
dece al hecho de que la ley es la ex- ticia se conserva en Platón, pero co-
presión de dicho principio. 2. Como existe con otro concepto más restrin-
principio normativo de las relaciones gido del tema que lleva a entender la
entre personas tomadas singularmen- justicia como principio exclusivamen-
te, la i. puede ser 2.1. i. distributiva: te social. Esta duplicidad de dirección
es la que regula la relación del todo puede rastrearse también en la Ética
social respecto de los individuos par- a Nicómaco de Aristóteles, y es reto-
ticulares; y 2.2. i. commutativa: es la mada durante la Escolástica, parti-
que regula las relaciones interperso- cularmente en la obra de Tomás de
nales, o sea, las que se dan entre in- Aquino, quien sostiene que la i. “inter
dividuos en tanto partes contratantes. omnes virtutes morales praecellit” (S.
Adviértase que, en el primer caso, el Th. II-II, q. 58, a. 4, c). Tal preemi-
objeto de la i. es la comunidad hu- nencia de la i. por sobre las demás
mana, mientras que, en el segundo, virtudes se funda en dos motivos: en
se mira a los particulares. primer lugar, porque está más próxi-
El tema ha constituido siempre ma a la razón que, por ej., la fortaleza;
una preocupación dominante tanto en segundo término, porque su obje-
en el pensamiento medieval cristia- to es más vasto, ya que comprende no
no como en el hebreo. De hecho, en sólo las acciones que el hombre cum-
la concepción monoteísta judeo-cris- ple respecto de sí mismo, sino tam-
tiana, el predicado de justicia se atri- bién aquellas que cumple respecto de
buye sobre todo a Dios, para deno- los demás hombres.
iuvenis 382

Según Buenaventura, tres son las así lo quiere, o bien si Dios lo quiere
partes de la i.: una ordena la relación porque es justo.
con los superiores; otra, la que se da con
iuvenis. Término propio de Alain de
los inferiores; y otra, la que se da con los
Lille que llama así al protagonista de
iguales (cf. Coll. in Hexaem. VI, 18).
su Anticlaudianus. En esta obra, el i.
Un sentido particular cobra la ex-
equivalente al “hombre nuevo”, co-
presión i. originalis. En efecto, ella
mo muchas veces también se lo lla-
indica algo absoluto que, en el mar-
ma, es un prototipo de doble fun-
co del orden establecido por Dios, se
ción literaria. Representa al hombre
añade a la naturaleza del hombre –es
en cuanto tal, con las vicisitudes que
decir, que es un superadditum– y que
son propias de la formación intelec-
concierne a la vida moral, específica-
tual y espiritual. En su segunda signi-
mente, a lo que se entiende por bien
ficación dicho prototipo es el del mo-
o bueno. En este sentido, la polémica
narca perfecto que se inspira en el fi-
medieval giró en torno de la cuestión
lósofo-rey platónico.
acerca de si algo es justo porque Dios
383

L
lacuna. Se denomina así el hueco de el moderno “lego” que, con mayor
o el espacio que aparece en el escri- particularidad, señala hoy en español
to de un pergamino, interrumpien- al que es ignorante o profano en una
do de alguna manera el texto. La l., disciplina. Por eso, se utilizaban para
uno de los principales problemas pa- él, como vehículo de información y,
ra los paleógrafos, es, como se supon- sobre todo, de edificación moral, las
drá, muy frecuente en la Edad Media artes visuales, especialmente, la pin-
por los problemas de conservación de tura (véase pictura).
las copias. No es exactamente lo mis-
languor. Esta palabra, que general-
mo que la corruptio, esto es, una pala-
mente aparece en la expresión l. amoris,
bra o algunas palabras no faltantes si-
es propia del vocabulario de los mís-
no ilegibles por mal estado o deterio-
ticos especulativos y, en particular, de
ro del material.
Bernardo de Clairvaux (cf. In Cant.
laetitia. Se traduce por “alegría” y se LI, 3) y Ricardo de San Víctor. Éste
define como la affectio o commotio del remite al texto de Isaías 1, 5: “La ca-
alma por la que ésta se regocija con beza está enferma y el corazón langui-
el bien presente o representado. Con- dece”. Con dicha expresión alude al
siste en la posesión espiritual de ese tedio impaciente del deseo de Dios,
bien. Así pues, muchos la incluyen hastío que provoca disgusto por todo
entre las pasiones, aunque no lo es es- lo que no es Él. Se manifiesta, ade-
trictamente, ya que su correlato es la más, como debilidad duradera que
delectatio (véanse delectatio y passio). enerva al cuerpo (cf. Ep. Sev. II, 11;
Por otra parte, y aunque el bien ob- De statu int. hom. I, 11-12).
jeto de la l. es conocido por el inte-
latio. Esta voz es sinónimo de trans-
lecto, se considera ordenada en la vo-
latio; así, alude al motus (véase) latio-
luntad.
nis, es decir, a uno de los tipos de mo-
laevitas. Indica el carácter de lo ter- vimiento o cambio, el local, que se
so. Lo físicos medievales han defini- da precisamente cuando el subiectum
do esta propiedad como la del cuer- se transfiere o es transferido de un lu-
po cuyas partes convienen en su su- gar a otro.
perficie o acuden homogéneamente a
latitatio. Se podría traducir esta pa-
ella. No se ha de confundir con la le-
labra por “latencia”, ya que hace alu-
vitas (véase).
sión al estado latente de algo. Suele
laicus. Por oposición al clericus (véa- aparecer en el contexto del problema
se), el l. en la Edad Media era quien, de la procedencia de las formas corpo-
por no pertenecer al clero, no tenía rales. En efecto, algunos autores sos-
allanado el acceso al estudio. Así, el tuvieron que éstas proceden, en parte,
término designa al iletrado, de don- ab extrinseco, en cuanto que son lleva-
latitudo 384

das al acto por un agente; y, en par- cualidades (cf. Quodl. IV, q. 15). Es,
te, ab intrinseco, en cuanto que pre- pues, lo que hace posible la intensio
existen potencialmente en la materia. (véase). Siempre desde el punto de
En este último sentido, se afirma la 1. vista metafísico, esta palabra alcan-
l. formarum. También se ha hablado za un uso extremo en Juan de Ripa,
de una 2. l. scientiarum et virtutum, quien habla de la l. entium para refe-
queriendo significar con ello que toda rirse a la disposición de los entes has-
virtud y toda ciencia preexisten natu- ta la cima ocupada por la especie su-
ralmente en el alma, como creen los prema creada. Ésta contiene y subsu-
pensadores enrolados en la tradición me una multitud de individuos dis-
platónica. Quienes adhieren, en cam- tintos esencialmente.
bio a la posición aristotélica al respec-
latria. Cf. adoratio y dulia.
to, como Tomás de Aquino, entien-
den la l. de manera muy relativa: con- laudabile. Sobre la base de la aucto-
sideran que las ciencias y las virtudes ritas agustiniana, el pensamiento me-
están en nosotros únicamente en la dieval cristiano consideró loable, en
medida en que poseemos la capaci- primer lugar, toda naturaleza bue-
dad de adquirirlas, lo cual no impli- na, creada y, a fortiori, increada; en
ca preexistencia alguna de ellas como segundo término, aquello cuya bon-
tales en el alma humana (cf. S. Th. I- dad está ordenada a algún fin; en ter-
II, q. 63, a. 1 c). cer lugar, y en sentido estricto, l. es
todo acto recto que depende de la vo-
latitudo. En la literatura medieval,
luntad libre y que, por ello, engendra
este término presenta dos acepciones:
mérito y merece recompensa (cf., por
1. física; 2. metafísica. En 1. su acep-
ej., Ockham, Quodl. VI, q. 2).
ción relativa al mundo físico, alude
a la dimensión horizontal y se defi- laudatio. Cf. adulatio.
ne como la medida de esta dimensión
que se extiende en línea recta in latus. lectio. Hugo de San Víctor define la
También se ha denominado así la su- lectura en los siguientes términos: “l.
perficie que se divide en derecha e iz- est cum ex his quae scripta sunt, regulis
quierda. et praeceptis informamur” (cf. Didasc.
Pero, siendo originariamente un III, 8). Ahora bien, hay una l. privada
vocablo propio del orden físico, pre- (lego librum), una l. que hace el maes-
senta también una transposición al 2. tro (lego librum illi), y una l. que hace
metafísico, acepción que fue muy im- el discípulo (lego librum ab illo). Sea
portante en la Edad Media. En este de ello lo que fuere, lo cierto es que,
orden, l. tiene que ver con la perfec- en términos medievales, leer es ense-
ción ontológica. Con este sentido, la ñar y, por ende, aprender. Por eso, la
voz que nos ocupa fue retomada por l. es la base de toda la pedagogía me-
Enrique de Gante –del término grie- dieval. De hecho, cuando se prohibió
go plátos usado por Simplicio– para la enseñanza de las obras aristotélicas
significar una cierta indeterminación referidas al mundo natural, el texto
o ilimitación en la naturaleza de las vedaba “nec libri Aristotelis de naturali
cualidades. Este carácter de ilimitado philosophia nec commenta legantur
fundamenta la posibilidad de aumen- Parisius publice vel secreto” (cf. Chart.
to y disminución de muchas de esas Univ. Paris. I, 70): esto dejaba a un
385 lectura

lado también la lectura privada de ta- dose la quaestio (véase), ya sea por-
les obras y la condenaba a la clandes- que los pasajes más difíciles se presta-
tinidad. ban a diversas exposiciones interpre-
Desde un punto de vista técnico, tativas, ya sea porque los mismos tex-
constituye el primer momento del tos de diversos autores ofrecían sen-
proceso que culminará en la crista- tencias contrapuestas. Finalmente, las
lización del método escolástico. En cuestiones se convirtieron en un gé-
efecto, las etapas principales de dicho nero independiente sobre el que, por
proceso, que fueron añadiéndose su- último, se fue recortando otro: 5. el
cesivamente en la evolución histórica de la disputatio (véase).
de la enseñanza medieval, son las si- Con todo, cabe insistir en el carác-
guientes: 1. en primera instancia, los ter originaria y fundamentalmente
maestros medievales se ceñían a la l., oral de la l.
es decir, a la lectura de textos de las
lectura. Dos cuestiones rodean el fe-
auctoritates (véase auctoritas). Gene-
nómeno de la lectura En la Edad Me-
ralmente, se trataba de una obra de
dia: una se da durante el período pa-
Aristóteles para los estudiantes de Ar-
trístico y la otra durante el escolásti-
tes, y de la Biblia o las Sentencias de
co. Respecto de la primera, hay que
Pedro Lombardo para los de Teolo-
decir que prácticamente durante toda
gía. En principio, la lectura debía ser
la Patrística prevaleció la lectura fóni-
literal y pretendidamente “neutral”.
ca, esto es, la que le ponía voz a un
Pero no podía obviarse el que se des-
texto, generalmente redactado con
tacaran algunos aspectos y se margi-
scriptio continua (véase), con el fin de
naran otros; además, las dificultades
que su mensaje pudiera llegar a varios
de algunos pasajes impedían sosla-
receptores al mismo tiempo. En tal
yar aclaraciones laterales que sólo se
sentido, es célebre el descubrimiento
proponían hacer más accesible el tex-
que hace Agustín de la lectura silen-
to. 2. Sobre la base de esta necesidad
ciosa llevada a cabo por Ambrosio de
se impuso la meditatio (véase), como
Milán (sic eum legentem vidimus tacite
ampliación de la l. Así, el mismo Hu-
et aliter numquam…” Conf. VI, 3, 3).
go de San Victor, (cf. Didascalion, I.
Esto implica un notable cambio cul-
1) cita estas dos etapas como impres-
tural: el hecho de poder volver sobre
cindibles en la adquisición de la cien-
un párrafo, o acelerar la lectura o re-
cia. Sin embargo, tampoco ellas resul-
lectura de otros, detenerse sobre una
taron suficientes; en particular, al am-
palabra para examinar su sentido, me-
pliarse el número de los autores incor-
ditar sobre él, etc. (véase ruminatio),
porados a las lectiones. Pronto se vio la
permite y da lugar a una penetración
necesidad de explicar, aún por escri-
en el sentido del texto que la lectura
to. 3. Dicha explicación, consignada
fónica no consiente por la necesidad
por los maestros, se denominó glossa
de atender al oído y el tiempo ajeno.
(véase), y dio lugar a la expositio. Ésta
En lo que concierne al fenóme-
incluía la l., glosada o no, la explica-
no de la l. durante el segundo pe-
ción de frases y pasajes, y la sententia
ríodo de los mencionados, lo prime-
(véase), mediante la cual se intenta-
ro a subrayar es su inserción institu-
ba sintetizar la comprensión del tex-
to. 4. Sobre la exposición, fue gestán- cional como momento en el proceso
de enseñanza-aprendizaje. En efec-
levitas 386

to, muchos textos escolásticos pro- es propio. Por otra parte, dicho deber
vienen de los cursos que sus respec- ser suele implicar, además, una cier-
tivos autores ofrecían en las univer- ta necesidad y validez universal que,
sidades, por ej., sus interpretaciones precisamente, vuelven inteligible lo
de textos filosóficos o bíblicos. Fre- que la l. indica.
cuentemente, tales comentarios eran La diferencia entre la l. y la regula
después redactados por ellos mis- (véase) radica en que esta última se
mos y de esa redacción resultan las presenta frecuentemente como la es-
expositiones, las cuales se distinguen pecificación de una determinada nor-
porque su título comienza con la ma, es decir, de una ley que concierne
preposición in que se antepone al de sólo a la actividad humana; así, se ha-
la obra comentada. Así, por ej., In bla, por ej., de “reglas de Gramática”.
Metaphysicam suele aludir a un co- Según algunos autores, en la historia
mentario a la Metafísica aristotélica; del pensamiento se ha considerado
también puede que se encuentre un primero la l. en su aspecto ético-po-
plural, como In Ethicorum, referido a lítico, descubriéndose luego la posibi-
los libros éticos de Aristóteles. Ahora lidad de enunciar, por analogía, leyes
bien, a diferencia de la expositio, la l., físico-naturales. Así, muy lentamente
cuyo título suele estar compuesto de se llegó a dar relieve al concepto de l.
la misma manera, indica que, si bien como necesidad inmanente a ciertas
su autor ha dictado un curso sobre estructuras de las cosas, que se vieron
el tema con las opiniones que el tex- como efecto de una causa trascenden-
to le atribuye, éste no fue redactado te a la naturaleza misma. En la Anti-
directamente por él sino por algunos güedad, esta necesidad inmanente fue
de sus discípulos o colaboradores. expresada, en particular, por Aristóte-
Un ejemplo de l. es el comentario les, mediante su concepto de natura-
que, como magister (véase) in sacra leza, o primera determinación inte-
pagina, Tomás de Aquino hizo al rior, según la cual opera todo agen-
Evangelio de Juan. Esta l. se debe a te (cf. Phys. II, 1, 192 b 20-23). Por
Reinaldo de Piperno: “quam recollegit su parte, y con otro espíritu, los es-
idem frater Raynaldus, sed corregit tocios se refirieron a la ley universal
eum frater Thomas”. como cierta fuerza que mueve la ma-
teria de modo uniforme y constan-
levitas. La levedad se define por opo- te; así lo expresa, por ejemplo, Zenón
sición a la gravitas (véase), es de- en su De natura. A juzgar por testi-
cir que señala la condición de lo que monios, Sócrates había subrayado, en
tiende a alejarse del centro de la tie- cambio, el aspecto ético de la l., vien-
rra. En cuanto categoría contraria a do en la ley no escrita –cuyo valor es
la de gravedad o pesantez, le atañe la divino y trascendente–, el fundamen-
discusión que, sobre bases platónico- to de la escrita.
aristotélicas, se sostuvo al respecto en El pensamiento judeo-cristiano re-
la Edad Media. coge, en cierto modo, ese planteo
lex. Muy en general, la “ley” expre- atribuido a Sócrates, contraponien-
sa siempre un deber ser, por el cual do la ley literal al espíritu que la ani-
se exige que algo sea y opere según ma. Pero lo propio de la concepción
un orden que, de alguna manera, le judeo-cristiana en lo que toca a este
387 liber

punto es que considera el designio di- mente, con los demás hombres; 4. l.
vino como ley suprema y eterna, en humana, es una ordenación de la ra-
la que reside la razón de ser de todo zón al bien común de los hombres,
cuanto concierne no sólo al orden del como señala Tomás de Aquino en S.
universo físico, sino también al últi- Th. I-II, qq. 90 y ss.). Por su parte,
mo fundamento de la actividad mo- Buenaventura distingue varias acep-
ral. La obligación moral es, enton- ciones de este término. Así, se refie-
ces, absoluta porque liga la voluntad re a la ley religiosa, a la norma para
humana a una Voluntad que la tras- juzgar y a la regulación de la vida mo-
ciende en todo sentido y que, en tan- ralmente recta (cf. Coll. in Hexaem.
to ley eterna, manda conservar el or- XVI, 15).
den natural y prohibe turbarlo. Así se
lexicon. Se llamó así en la Edad Me-
expresa, por ej., Agustín de Hipona
dia la clase de libro que explica el sig-
(cf. Contra Faust. XXII, 27). La ley
nificado de las palabras, especialmen-
moral, en cuanto participa de esa ley
te, las técnicas, es decir, las correspon-
eterna en la naturaleza racional del
dientes a un determinado ámbito del
hombre, es una ley natural, funda-
saber. Debido a la mayor amplitud
mento a su vez de la ley escrita. Es-
que entonces tenía el término “gram-
ta última es promulgada por Dios o
matica” (véase), y que incluía aspec-
por los hombres mediante signos sen-
tos semánticos del lenguaje, muchos
sibles. De esta manera, se puede ex-
consideraron el l. una grammatica ex-
presar y difundir el valor absoluto del
tensa (véase dictionarius).
Bien, ya que en él está la causa y, a la
vez, el fin de la ley. Isidoro de Sevilla li. Cf. ly.
observa que l. viene “a legendo”, vale
decir de leer, porque está escrita. Te- liber. Voz que tiene dos acepcio-
niendo presente el derecho antiguo, nes: en primer lugar, señala la con-
señala que toda ley o permite algo, o dición de libre que tiene un sujeto;
lo prohibe, o castiga (cf. Etim. V, 3 y en segundo término, indica el libro.
19). Respecto de la primera, se ha de no-
Sobre este horizonte doctrinal, la tar que, históricamente hablando, la
Escolástica formuló algunas precisio- acepción originaria de l. alude a un
nes: 1. l. aeterna es la ratio de la sabi- status social: el de quien, a diferencia
duría divina, que rige el movimiento del esclavo, nace libre en el seno de
de toda la realidad; 2. l. naturalis es la una sociedad. La negación de un vín-
que rige en el mundo, participación culo de obediencia implicada en este
en sí misma de la ley eterna divina, término fue haciéndose cada vez más
e impresa en la criatura racional; con interior; así, se utilizó para expre-
todo, ésta accede a la ley natural me- sar situaciones tales como el estar li-
diante la luz de la mera razón, necesi- bre de enfermedad o de preocupacio-
tando en cambio de la revelación pa- nes. Posteriormente, con la reflexión
ra acceder a la eterna, según recuerda, filosófica a la que da lugar la apari-
por ej., Gabriel Biel en In III Sent., d. ción del Cristianismo y el tema de la
37, q. 1, a. 1; 3; 3. l. divina, es la ley responsabilidad humana en la salva-
de Dios que legisla sobre la relación ción, el sentido de l. pasó a indicar
del hombre con Él y, fundamental- a quien es moralmente libre, tema
liberalitas 388

que se analiza en el artículo liberum sición de los siglos XII y XIII. Se trata
arbitrium (véase). de un texto hermético que se cree ha
Respecto de la segunda acepción, la sido redactado por varios autores. El
de l. como “libro”, este vocablo –que número 24 obedece al hecho de que
originariamente aludió a la corteza de su breve contenido está conformado
un árbol– puede mentar en la Edad por 24 sentencias neoplatónicas, co-
Media tanto el libro en su aspecto menzando por la de Dios como mó-
material, esto es, en cuanto conjun- nada suprema. En el marco del neo-
to de pergaminos unidos por costu- platonismo, presenta una cosmovi-
ras, como el contenido de lo escrito sión que oscila entre monismo y pan-
en ellos, es decir, la obra literaria pro- teísmo, pero que, no obstante, inten-
piamente dicha en su unidad e iden- ta salvar la trascendencia de Dios y su
tidad. Ciertamente, este último senti- alteridad respecto de las cosas.
do es el más frecuente.
liberalitas. Noción opuesta directa-
Buenaventura, por ej., subraya el
mente a la avaricia, la l. indica una
carácter de mediación propio del li-
virtud que se distingue también de la
bro. Siguiendo la tradición agustinia-
prodigalidad, como ya señala Agus-
na, considera al mundo un l. scriptus
tín de Hipona (cf. Conf. II, 6, 13). Es
forinsecus, esto es, un libro escrito
propio de la virtud usar bien de aque-
por fuera, ya que está compuesto por
llo que podríamos utilizar mal (cf. De
criaturas que son sólo vestigios de la
lib. arb. II, 19). La liberalidad es vir-
sabiduría divina; el que está escrito
tud precisamente porque consiste en
por dentro es, en cambio, el confor-
el recto uso de las cosas materiales, de
mado por los seres espirituales, como
todo lo material que se posee y sobre
el alma. Pero el Libro por excelencia,
lo que se ejerce dominio, lo cual se
escrito por fuera y por dentro, obvia-
conoce genéricamente con el nom-
mente, es la Escritura a la que Buena-
bre de pecunia, o sea, “dinero” (cf. De
ventura llama calamus Dei. Desde es-
doctr. christ. 6).
ta perspectiva, el mundo se concibe
Estas ideas agustinianas pasan a la
como un libro oscuro que es ilumina-
Escolástica y confluyen con la base
do por la Escritura (cf., por ej., Brev.
aristotélica (cf. Pol. III, 9, 1256 b 30)
2, 11; Itin. mentis ad Deum 3, Coll.
que había ampliado la materia de la l.
in Hexaem. XII, 8-12). Esto constitu-
también a las riquezas naturales. Para
ye un tópos en la literatura medieval,
Tomás de Aquino, su objeto es el di-
ya que se reitera en Alain de Lille y en
nero y todo lo que se puede estimar
muchos otros autores.
en términos monetarios. Como vir-
Respecto de los títulos célebres que
tud, la liberalidad exige una racional
en las obras citadas en la Edad Me-
proporción en el dar o distribuir la ri-
dia incluyen explícitamente esta pala-
queza que es propia. Con todo, no es
bra, cabe mencionar dos: el Liber de
una especie de la justicia, porque ser
causis y el Liber XXIV philosophorum.
justo es dar a otro lo que es suyo; ser
El primero, atribuido erróneamente a
liberal es darle de lo propio. Así pues,
Aristóteles hasta que Tomás de Aqui-
no se funda en el debitum, como se-
no despeja el equívoco, es de Proclo.
ñala el Aquinate (cf. S. Th. II-II, q.
El segundo constituye una obra anó-
117, a. 5).
nima que se supone escrita en la tran-
389 liberum arbitrium

libertas. En 1. la dimensión jurídica, que, en este último caso, no se podría


l. alude a un privilegio o prerrogati- llamar “libre” a Dios. Así aparece, por
va sancionados por ley; en este orden, ej., Agustín de Hipona (cf. De corr. et
se habla, por ej., de las libertates per- gratia 13, 42). Con todo, la Escolásti-
tenecientes al fuero de la universidad ca, preocupada por otros aspectos en
medieval. En 2. el plano antropoló- el tema general de la libertad huma-
gico-ético, es un término que apare- na, tendió a perder esta distinción en-
ce empleado en los textos patrísticos tre l. y liberum arbitrium y a utilizar-
y escolásticos tanto en sentido estric- los cada vez más frecuentemente co-
to como en sentido lato. 2.1. En el mo equivalentes.
primero, este concepto está vinculado En 2.2. sentido amplio, el vocablo
con el de liberum arbitrium (véase) y l. se utiliza muchas veces ya sea como
se entiende a partir de este último. En sinónimo de voluntas (véase), ya sea
particular, se han de tener presentes –y más a menudo aún– como equi-
dos notas propias de la noción de li- valente de liberum arbitrium. Por eso,
bre albedrío: la central es la que lo ha- se habla de: 2.1. l. indifferentiae, pa-
ce derivar en capacidad de elección; ra aludir a la ausencia de necesidad
otra es la que lo relaciona con la op- interna, es decir, en los motivos del
ción entre bienes superiores, medios e querer, lo cual equivale al grado más
inferiores. Respecto de la primera no- alto del libre albedrío. Con todo, es-
ta, hay que considerar que en la elec- ta expresión se ha de entender como
ción siempre se margina un bien, aun- condición para el ejercicio perfecto
que sea ínfimo, en pro de otro; res- del liberum arbitrium y no en el sen-
pecto de la segunda, hay que tener en tido estricto de aequilibrium indiffe-
cuenta que una voluntad perfecta es rentiae (véase), ya que esta última lo-
la que se identifica con los bienes su- cución se usa para nombrar una polé-
premos. Así pues, tanto en el caso del mica que tiene lugar suponiendo una
bienaventurado como en el de Dios, radicalización de la l. indifferentiae.
no se puede hablar estrictamente de 2.2. l. contradictionis, que es la liber-
libre albedrío: en el del bienaventura- tad de llevar a cabo una acción o abs-
do, la opción no se presenta, desde el tenerse de ella; y de 2.3. l. contrarieta-
momento en que ya no hay atracción tis, que es la de hacer esto o aquello.
ejercida sobre su voluntad por los bie-
liberum arbitrium. El tema del libre
nes inferiores; en el de Dios, porque
albedrío es uno de los que tipifican
Él mismo es el Bien del que partici-
el pensamiento judeo-cristiano, tan-
pan o en el que se subsumen todos
to durante el período patrístico co-
los bienes relativos. Así pues, el tér-
mo en el medieval, precisamente por
mino se tradujo por “libertad de li-
estar vinculado de modo directo con
beración” para el primer caso; y “vo-
el de la parte de responsabilidad que
luntad libérrima”, para el segundo.
compete al hombre en la salvación.
En virtud de este desarrollo, se revi-
En líneas muy generales, y en térmi-
só ya en la Patrística el concepto de li-
nos negativos, se puede caracterizar el
bre albedrío, optándose entonces por
l. a. como ausencia, por una parte, de
considerar que su nota esencial es la
coacción; por otra, de necesidad. Pe-
del ser dueño del propio querer, y no
ro su nota esencial es positiva y seña-
la de la capacidad de elección, puesto
la la posibilidad de elección sobre la
liberum arbitrium 390

base de dichas ausencias: simplifican- bienes de distinta jerarquía. De esta


do los términos, las primeras indican manera, cuando se opta por un bien
la “libertad de”; la segunda, la “liber- mínimo, descartando uno superior,
tad para”. se actúa moralmente mal, en el sen-
En la Antigüedad, fueron los estoi- tido adverbial de esta última palabra
cos quienes más estudiaron este con- (cf., esp., De lib. arb. I y III, passim).
cepto. Para el estoicismo, la libertad Esto lleva a vincular directamente
humana es, fundamentalmente, au- el tema del libre albedrío con el de la
todeterminación, o sea, el tener en sí conducta moral y, por ende, con el de
mismo el principio de los propios ac- la salvación. En tal sentido, la cues-
tos. Tal concepción pasa a la Patrísti- tión crucial que aparece en Agustín
ca, de modo que Orígenes, por ej., va –y una de las más importantes que
aún más allá y sostiene que la libertad lo constituyen en auctoritas del pen-
consiste no sólo en tener en sí el prin- samiento cristiano– es la de determi-
cipio de los propios movimientos si- nar los alcances –o, mejor aún, los lí-
no en ser ese principio. De esta mane- mites– del libre albedrío en orden a
ra, el hombre elige, en cuanto motor, la salvación. Es aquí donde se inserta,
la causa de sus movimientos, como en cambio, su polémica con los pe-
árbitro de las circunstancias externas lagianos. En efecto, los seguidores de
(cf. De Princ. III, 5). Particular im- su contemporáneo Pelagio sostenían,
portancia cobra el tema en Agustín, aun en la actual condición de la na-
quien lo desarrolla, en primer lugar, turaleza humana, la suficiencia del
a propósito de su polémica contra el l. a. para actuar de un modo moral-
determinismo de los maniqueos. En- mente recto y alcanzar la bienaven-
frentado al dualismo de éstos, que só- turanza. Contra ellos, Agustín insiste
lo veían en el alma humana un es- en la necesidad del auxilio de la Gra-
cenario donde libran sus batallas los cia (véase gratia) para tal fin: según la
Principios del Bien y del Mal, el Hi- concepción agustiniana, que se incor-
ponense reivindica, en primer lugar, porará después al dogma, la natura
la conciencia que asiste al hombre so- lapsa del hombre, esto es, su natura-
bre la autodeterminación de su volun- leza quebrantada por el pecado origi-
tad (cf., por ej., De div. quaest. 83, 8); nal, lo vuelve incapaz de alcanzar la
en segundo término, define tal auto- salvación sólo mediante el uso de su
derminación en sede interna, esto es, libertad. Especialmente, la Gracia su-
como el ser dueño del propio querer, pera –en particular, la Gracia actual–
aunque ello no implica la capacidad el hiato que se da entre el querer una
de llevar a cabo aquello que realmen- acción recta y el efectivizarla realmen-
te se quiere; en tercer lugar, el l. a. –o, te, lo cual no cancela lo primero (cf.,
lo que en términos agustinianos es lo por ej., De nat. et gratia, y De gratia
mismo, la libre voluntad o la voluntad et lib. arb., passim). De esta manera,
en cuanto tal– tiene como manifesta- si se leen las obras antimaniqueas del
ción o efecto esencial el poder elegir. Hiponense, se tiene el acento puesto
Pero, dada la concepción de mal co- en la realidad del l. a.; si se atiende a
mo ausencia de bien, nunca se elige las antipelagianas, el énfasis se despla-
el mal, entendido de manera sustan- za cada vez más hacia la necesidad de
tiva, sino que se elige siempre entre la Gracia, lo que se agudiza al final de
391 liberum arbitrium

la producción agustiniana. Esto ten- querer; y arbitrium respecto del inte-


drá una gran relevancia en la discu- lecto, ya que discierne entre lo que es
sión entre Erasmo y Lutero a propó- recto y lo que no lo es.
sito de estos temas teológicos: remi- Respecto del papel de las faculta-
tiéndose Erasmo, sobre todo, al pri- des en el l. a., se delinearon dos po-
mer Agustín, y Lutero al segundo, siciones: la tendencia intelectualis-
ambos abren sobre la cuestión liber- ta y la voluntarista. Uno de los ma-
tad-Gracia dos direcciones doctrina- yores representantes de la primera es
les que serán las seguidas por las co- Tomás de Aquino, para quien el l.
rrientes católica y protestante, respec- a. es potencia apetitiva pero de un
tivamente. En efecto, subrayan, una, apetitto intelectivo, sólo que, en cuan-
la existencia de la libertad y, por ende, to capacidad de elección, se identifica
la responsabilidad humana; la otra, el con la voluntad que no puede sino es-
auxilio divino. tar iluminada por el juicio de la ra-
Otra de las polémicas desarrollas a zón. Por lo demás, en cuanto al pro-
lo largo tanto de la Patrística como en ceso que conforma el acto libre, el
algunos escolásticos es el de la com- Aquinate diseña un pormenorizado
patibilidad entre l. a. humano y pres- diálogo entre éste y la voluntad (cf. S.
ciencia divina (véase praescientia). Th. I, q. 83; I-II, qq. 13-17; De malo,
Siempre en materia teológica, se le ha q. 6). Por su parte, Duns Escoto se in-
dado atención también al caso de la serta en la línea voluntarista en cuan-
libertad divina, para la que se reservó, to que niega que el asentimiento de
no obstante, el término libertas (véase la voluntad dependa de los motivos
libertas 1). de la razón; así otorga mayor peso a
Durante la Escolástica, se atendió la primera. Lo hace acentuando la in-
especialmente a dos aspectos del tema diferencia de la voluntad en relación
que nos ocupa: la causalidad impli- con sus posibles factores determinan-
cada por el l. a. y la intervención de tes: la aptitud de determinarse respec-
intelecto y voluntad en la constitu- to de actos opuestos expresa la perfec-
ción del acto libre. En lo que concier- ta indiferencia interna de la voluntad
ne al primer punto, Alberto Magno acerca de toda motivación posible (cf.
llama “libre” al hombre que es cau- Op. ox. I, d. 39, q. 5, n. 16). Tal indi-
sa de sí en cuanto hombre y al que el ferencia es afirmada también por Oc-
poder ajeno no puede coaccionar (cf. kham, para quien no cabe plantear
S. Th. II, q. 16, a. 1). Pero Tomás de la posibilidad simultánea de actos
Aquino puntualiza que eso no signi- opuestos. Por l. a. entiende la capa-
fica que el hombre sea la primera cau- cidad por la que se puede asumir di-
sa de sí mismo, porque ella es Dios versas posibilidades, de tal modo que
en cuanto Creador, sino que señala la se puede causar o no el mismo efec-
autocausalidad del hombre en sus ac- to; esas posibilidades están sólo en di-
ciones, esto es, en el poder de autode- cho poder. Ockham considera inde-
terminarse en su actuar (cf. S. Th. I, mostrable la libertad de la voluntad,
q. 83, a. 1; C.G. II, 48). Buenaventu- que se conoce por experiencia, des-
ra anota que se dice liberum respecto de el momento en que, aun cuando la
de la voluntad, porque ésta es libre en razón le dicte algo, la voluntad pue-
el sentido de ser dueña de su propio de quererlo o no (cf. Quodl. I, q. 16).
licentia 392

El tratamiento medieval de este te- los manuscritos medievales; de ahí,


ma quizá llegue a cerrarse con el plan- por ej., que se haya hablado de glosa
teo de Buridán, quien niega que el l. interlinearis (véase glossa).
a. consista en poder no seguir el jui-
lingua. En la Edad Media, además de
cio del intelecto (véase aequilibrium
la referencia primaria al órgano bu-
indifferentiae).
cal, la palabra “lengua” designa: 1. la
licentia. De la misma raíz que expresión oral de un individuo; a es-
licitum (véase), esta palabra indica el te sentido alude el dicho l. labilis ad
permiso de llevar a cabo alguna acti- peccatum, que advierte justamente
vidad, por ej., la l. docendi señala que acerca de la facilidad con la que al-
se recibe de la sociedad, que delega guien puede incurrir en impruden-
en una institución el poder de otor- cias o faltas éticas al hablar, es decir,
garla, la autorización de enseñar: esto cometer un peccatum oris; 2. el mo-
implica que no se será castigado por do de expresión de un grupo, esta-
hacerlo. De similar tenor es la expre- do o prefesión; así, se dice, por ej., l.
sión l. rethorica: alude a aquellas figu- poetica o l. pauperum; 3. el sistema ex-
ras retóricas que, aunque no respon- presivo de un pueblo o nación, por
den exactamente a las normas de es- ejemplo, l. graeca o hebraica.
ta disciplina, los oradores están auto- Como se vio en la primera acep-
rizados a emplear. ción, el vocablo adquiere algún ma-
tiz técnico en teología moral, pero
licitum. En términos medievales, que parece no implicar ningún elemento
después pasaron a la Modernidad, se de ese carácter en filosofía. Con todo,
entiende por lícito todo aquello para es importante notar que, en las tra-
lo que no se prevé castigo. De ningún ducciones latinas de Alfarabi, el tér-
modo, pues, se identifica conceptual- mino que nos ocupa aparece en la
mente con lo ético, sino, en todo ca- Enumeración de las ciencias que este
so, con lo convencional: así, se pue- último autor escribe sobre la base del
de dar un acto que, aun siendo l., sea modelo alejandrino de la divisio phi-
moralmente injusto, esto es, carezca losophiae. En efecto, en el proemio de
intrínsecamente de justicia. este catálogo, Alfarabi menciona la l.,
linea. Aparece usada con dos acepcio- entre las disciplinas no filosóficas pe-
nes: 1. el sentido propio es el geomé- ro que preparan al estudio de la filo-
trico; en este contexto, l. se refiere a la sofía, y lo hace asignándole una acep-
cantidad, tomada sólo en la dimen- ción más próxima a lo que hoy cono-
sión de la longitud; está constituida cemos por “Lingüística” que a lo que
por una sucesión infinita de puntos; en la Edad Media se denominó “Gra-
con esta acepción emplea el término, mática”. Ciertamente, la razón de es-
por ej., Alain de Lille en Anticl. III, ta inclusión tiene que ver con la nece-
325, 503. Por su parte, comentando sidad de profundizar en el estudio de
a Aristóteles, Tomás de Aquino defi- la lengua árabe, estudio insoslayable
ne la l. diciendo que es lo divisible se- para la interpretación del Corán.
gún una sola dimensión (cf. In Met. linguositas. Cf. multiloquium.
V, l. 8, n. 9). En 2. sentido derivado,
hace alusión al segmento imaginario liquefactio. Palabra frecuente en la
sobre el que se escribe un renglón en literatura místico-especulativa, la li-
393 locus

quefacción, en contexto místico o, Particularmente en esa segunda


al menos, religioso, alude al pasaje acepción, l. se opone a sententia, que
de un estado del alma a otro. En tal implica una elaboración posterior de
transformación, se verifica la renun- lo literal, y a spiritus, que designa un
cia a la dureza del propio corazón, la sentido más profundo y más denso
apertura amorosa a los demás, aun del texto. Por eso, en la interpretación
hacia enemigos, en síntesis, la pro- de las Escrituras, se habla de un sensus
pia purificación. Esta transformación litteralis y de un sensus spiritalis.
permite conformar los propios deseos En la Edad Media, los comentarios
a los divinos. Los deseos de las cosas literales por excelencia están cons-
eternas –dice Ricardo de San Víctor– tituidos por la glossa de Anselmo de
son, entonces, como una masa de Naón, completada por la glossa magna
partículas ígneas que rodean al alma de Pedro Lombardo.
y le transmiten su calor, purificándola En sentido más amplio, el commen-
y haciéndola pasar a un estado de cla- tum ad litteram es la forma de comen-
ridad mayor. Finalmente, ella se fun- tario primera y fundamental que se
de, despojada de sí misma y absorbi- aplicará a los auctores (véase auctor y
da en el amor de Dios (cf., por ej., De lectio).
IV grad. viol. car., 39-40).
litteratae. Se denominan así las vo-
Por su parte, M. Eckhart, sólo atri-
ces, es decir, los sonidos (véase vox)
buye esta noción a lo divino. En su
que pueden tener una traducción es-
metafísica del Éxodo, y al comentar
crita, esto es, que pueden escribirse, a
el Ego sum qui sum, dice que el Ser
diferencia de las non litterata, como,
de Dios, Luz en la Luz, es también
por ej., un gruñido (cf. Pedro Hispa-
“liquescens” (Exp. Ex. 16).
no, Summ. Log. 1, 3).
litigiosus. Se denomina también
locare. De matiz diferente al del ver-
con este adjetivo el tipo de silogismo
bo ponere (véase), de mayor fortuna
sophisticus (véanse syllogismus, in medio
y sophisma). La razón de este califica- en la literatura filosófica de la Edad
tivo es la frecuencia con la que se lo Media, l. indica precisamente la ac-
emplea en las discusiones llevadas a ción de colocar o, mejor aún, estable-
cabo únicamente con ánimo de ven- cer, en el sentido de hacer que algo se
cer en la disputa (cf. Pedro Hispano, ubique en su lugar natural, esto es, en
Summ. Log. 7, 1). el emplazamiento que le corresponde
por su naturaleza.
littera. En su sentido originario, es-
te término se refiere al signo elemen- locata. Llámase así, en la termino-
tal del alfabeto. Esta acepción prima- logía medieval, a los entes corpóreos
ria derivó luego en otras dos: 1. la de que se encuentran en un lugar cir-
expresión en general, pero en su in- cunscrito (véase locus); de ahí que To-
mediatez, es decir, tal como ella sue- más de Aquino diga: “l. sunt in loco
na; 2. la de texto escrito, tomado en inquantum replent locum” (S. Th. I, q.
su “literalidad”. De allí, expresiones 8, a. 2 c).
tales como “apparet in l.”; en este últi- locus. El sentido primario de este tér-
mo sentido, alude especialmente a la mino indica el lugar natural de al-
Sagrada Escritura. go (véase locare). En la literatura me-
locus 394

dieval, filosófica y teológica, hay tres en la Edad Media sobre la base de las
usos fundamentales de l.: 1. en los reflexiones aristotélicas, especialmen-
planos lógico y retórico; 2. en los físi- te, tal como éstas aparecen en el li-
co y metafísico; 3. en el religioso. bro IV de la Física y en el XI de la
1. En el plano lógico y en senti- Metafísica. Algunas de las principa-
do muy técnico, el l. es definido por les tesis, tanto limitativas como po-
Boecio como instancia argumenta- sitivas, que el Estagirita presenta allí
tiva; también Alain de Lille, por ej., acerca de este tema son las siguientes:
emplea el término como “punto en primero, si bien el lugar no se iden-
una argumentación” (cf. Anticl. III, tifica con el cuerpo, tampoco es al-
42-45, 60-62). Partiendo de la defi- go enteramente ajeno a él, sino más
nición boeciana, Pedro Abelardo dis- bien una afección del cuerpo; segun-
tingue los loci de los silogismos, y di- do, se trata, con todo, de una propie-
ce que, mientras que los primeros son dad, porque no inhiere en los cuer-
argumentaciones que se fundan en pos, no pertenece a su sustancia; ter-
la propiedad de los términos y en la cero, tampoco es algo indetermina-
complexio de su construcción, los se- do, puesto que no es indiferente pa-
gundos extraen su fuerza argumen- ra un cuerpo estar o no en un l. dado,
tal de la naturaleza de la realidad. Pa- por ej., tender hacia abajo no es indi-
ra que la necesidad de antecedente- ferente para un cuerpo pesado, pues-
consecuente se mantenga, la imper- to que dicha tendencia es propia de
fección de construcción propia del él, en cuanto tal; cuarto, el lugar no
l. queda compensada en la constan- está determinado para cada ente, si-
cia del ámbito significativo de las pa- no para cada especie de entes; quinto,
labras, en la costumbre de los térmi- el lugar se caracteriza como un modo
nos que se apoya sobre la frecuencia de “estar en”; y, por último, es defini-
de las cosas, o bien en el hecho de do por Aristóteles, más técnicamente,
que los términos están vinculados en como el límite del cuerpo continente
una proposición universal, maxima (op. cit. 4, 212 a b).
propositio, esto es, una proposición Durante la Patrística una presenta-
evidente por sí misma. Éstos son los ción especial de este tema es la que
1.1. loci topici o dialectici, que cons- hace Agustín, quien se detiene, en es-
tituyen bases para la argumentación y pecial, en el cuarto punto de los arri-
se toman, pues, como puntos de par- ba mencionados. Ese punto, relacio-
tida para probar algo, por ej., ex no- nado con la doctrina de los “luga-
mine, ex causa, etc.; ejemplo de ellos res naturales” había sido tratado por
es “El todo es mayor que la parte”. En Aristóteles en el libro IV del De caelo,
cambio, en el campo retórico, se de- cuyas tesis llegan hasta Agustín por
nominan 1.2. loci communes aque- mediación estoica. Sea de ello lo que
llas afirmaciones que reflejan una fuere, cada clase de entes tiene, en
opinión o sentencia memorable, in- la concepción agustiniana, un l. (cf.
dependientemente de su carácter de Conf. XIII, 9. 10), al que lo condu-
verdadera o falsa; por ej. “La felicidad ce su pondus (véase), determinado és-
está en la virtud”. te justamente por la naturaleza o es-
2. En el segundo contexto señala- pecie a la que el ente pertenece. Es
do, la noción de lugar fue elaborada notable, pues, la importancia metafí-
395 locutio

sica que adquiere en Agustín esta no- clusivamente para el caso de Dios el
ción, ya que al alcanzar el lugar que “estar” ubique (véase), o sea, el encon-
le es propio, cada ser encuentra el él trarse en todos los lugares a la vez.
su pax, es decir, su unidad y armonía Al elaborar el tema del l., sobre to-
ontológicas. En efecto, el Hiponense do, en su aspecto físico, los escolás-
hace una trasposición de los signifi- ticos distinguieron esta noción cuan-
cados del binomio l.-pondus, utilizán- do se predica de locante, en cuyo ca-
dolos, analógicamente, como catego- so la definieron habitualmente como
rías metafísicas. quantitas positionem (cf. por ej., To-
La Escolástica, en cambio, vuelve más de Aquino, S. Th. I, q. 52, a. 1 c),
a la perspectiva aristotélica y la ela- y cuando se predica de locato, en cuyo
bora detalladamente, en especial, en caso se asimila a la categoría ubi.
lo que se refiere al l. como un “estar 3. En sentido religioso, se utilizó l.
en”. Sin embargo, tampoco prescin- para indicar estado o condición espiri-
dió completamente de la modifica- tual, hablándose así, por ej., del Paraí-
ción operada por Agustín. Conside- so como “l. beatorum”, y de este mun-
ró que la propiedad de “estar en” pue- do, como “l. mundanus o viatorum”
de entenderse de dos maneras: 2.1. (véase viator).
intentionaliter: así, es decir, inten- Por último, cabe añadir que una
cionalmente, está el objeto conoci- acepción muy restringida asume es-
do en la facultad cognoscitiva, no se- te término en las obras de Raimun-
gún su entidad física y real, sino por do Lulio: en la última versión del Ars
una representación; 2.2. realiter: así, Raymundi, se designa con esta pala-
o sea, realmente, se encuentra una co- bra cada una de las trece partes en las
sa en otra –que es su lugar– con su que se divide el Ars (cf. Ars Brevis, I;
propia sustancia real y física. Este se- Ars generalis ultima, I).
gundo modo, puede, a su vez, ser de
locutio. En la Edad Media se ha en-
tres clases: 2.2.1. circunscriptive: es el
tendido esta palabra como locución,
modo propio y exclusivo de los cuer-
o sea, el signo fónico que el hombre
pos. Algo se encuentra circunscriptive
usa para manifestar su pensamiento.
en otra cosa por la igualdad de me-
Es signo en cuanto refiere a una idea
dida y simetría entre las partes y di-
–o bien a una reacción o afección aní-
mensiones propias del cuerpo conte-
mica conceptualmente formuladas–
nido en el lugar y los del lugar mis-
del sujeto que lo emite. Dado que, de
mo; corresponde aquí el todo con-
un lado, se apoya en el aparato de fo-
tenido a todo el continente: el cuer-
nación y, de otro, remite a un movi-
po está, pues, en un lugar en calidad
miento del alma, la l. no es exclusi-
de circunscrito, porque sus dimensio-
va ni de ésta ni del cuerpo, sino que
nes se adaptan a las del lugar. 2.2.2.
compromete a ambos. Pero, precisa-
definitive: algo puede estar en otra co-
mente porque manifiesta el pensa-
sa también delimitativamente; en es-
miento, no es asignable a los animales
te sentido, está de tal modo en un lu-
sino sólo al hombre y, sólo por analo-
gar, que no se puede encontrar, a la
gía, en términos metafóricos, a Dios.
vez, en otro. Así, se dice que el alma
Incluso antes del reingreso de Aris-
humana está en el cuerpo que infor-
tóteles en la Cristiandad, los autores
ma. 2.2.3. Por último, se reserva ex-
medievales han considerado dos as-
logica 396

pectos en la l., como lo hace Anselmo Durante el renacimiento carolin-


d’Aosta en De ver. I: como tal, es pro- gio, el primer tratado medieval com-
pia del hombre, le es natural y, por pleto de lógica –obviamente, de
ende, es universal; en cambio, su uso, orientación boeciana– fue la Dialecti-
es decir, el sentido de sus signos o pa- ca de Alcuino, probablemente redac-
labras, es convencional y particular tada para su utilización en el trivium
de cada lengua. (véase), que él restableció como base
de la educación cuando fue puesto al
logica. En una primera aproxima- frente de la escuela palatina de Carlo-
ción, se puede caracterizar la Lógi- magno. Con todo, se supone que fue
ca como la ciencia del lógos, voz de Escoto Erígena el primer autor me-
la que deriva. De los múltiples mati- dieval que se sirvió de formas silogís-
ces que esta última palabra tiene en ticas de razonamiento; pero habría de
griego, en el concepto medieval de l. pasar mucho tiempo hasta que dicha
subsisten dos: el de ratio y el de sermo práctica se generalizara. Esto tiene lu-
u oratio, pero no en su aspecto exter- gar, especialmente, a fines del siglo XI
no sino como sermo mental. Se ha de- y comienzos del XII, cuando se da un
finido la Lógica como ars o discipli-
florecimiento de la Lógica tal que ella
na que regula los procedimientos del
se introduce aun en el campo de la
razonar humano. Tal es, al menos, la
Teología, hasta el punto de suscitar
definición ciceroniana en De off. I, 1:
un enfrentamiento entre dialécticos o
la l. es la disciplina “quae rationem seu
lógicos y teólogos. Ya en pleno siglo
intellectum humanum in suis operatio-
XII, el auge de las más sutiles discu-
nibus dirigit”; de ahí que se la haya
siones lógicas prepara el camino pa-
considerado modus sciendi. Ya Agus-
ra el planteo del problema de los uni-
tín de Hipona señala que la potencia
versales desde esta perspectiva (véa-
de la razón revela la diferencia entre el
se universale). Cabe mencionar aquí,
sonido y aquello de lo que éste es sig-
especialmente, la Dialectica de Pedro
no (cf. De ord. II, 14).
Abelardo, obra fundamental en el de-
Pero el maestro de la Edad Media
sarrollo de la lógica y aun de la filo-
en el campo de la lógica fue Boecio.
sofía escolásticas. En efecto, Abelar-
Junto con su comentario a la Isagoge
do ve la l. como búsqueda de la ver-
de Porfirio, sus obras lógicas suplie-
dad a través de la razón: es inquisitio
ron la falta de los Analíticos y de los
veritatis seu falsitatis, insistiendo so-
Tópicos de Aristóteles, que los me-
bre el carácter racional del método de
dievales desconocieron hasta el siglo
esta disciplina que es, para él, scien-
XIII. El tratamiento boeciano distin-
tia scientiarum. Por lo demás, contri-
gue en la l. tres partes, dadas por sus
buye a trazar más nítidamente los lí-
objetos específicos: la definitio, la par-
mites entre la l. y la grammatica (véa-
titio, y la collectio. Las funciones de
se): proposiciones gramaticalmen-
esta última son la demonstratio, la so-
te correctas pueden ser lógicamen-
phistica y la dialectica (véase cada uno
tes irrelevantes, en cuanto exentas de
de estos artículos). La dialectica –o,
orden lógico o racional y, por tanto,
como hoy se diría, la lógica formal–
ni verdaderas ni falsas. A su vez, Gil-
es así, en la concepción de Boecio, só-
bert de la Porrée elabora por prime-
lo un aspecto de la l., cuyo campo es
ra vez un tratamiento de la supposi-
mucho más amplio.
397 logice

tio (véase). Todos estos desarrollos se minará por ver en la matemática la


encuentran sintetizados, a mitad del expresión más perfecta de la lógica.
siglo siguiente, en las Summulae lo- Teniendo en cuenta esta evolución
gicales de Pedro Hispano, en las que histórica, se comprende que los últi-
se distingue, especialmente, el trata- mos siglos medievales hayan llamado
do sobre las propiedades de los térmi- “l. vetus o ars vetus” (véase ars), al Cor-
nos. Contemporáneo de Pedro His- pus lógico constituido por las Catego-
pano fue Guillermo de Shyreswood, riae y el De Interpretatione de Aris-
uno de los primeros en desarrollar la tóteles, la Isagoge de Porfirio, los co-
teoría de la suppositio formalis. En el mentarios de Boecio a estos tres escri-
apartado relativo a los silogismos de tos y las propias obras lógicas boecia-
las Introductiones in Logicam de Gui- nas. Hacia 1200 se añadió el De sex
llermo, aparecen también por prime- principiis atribuído a Gilbert de la Po-
ra vez los versos mnemotécnicos so- rrée. Se comenzó a hablar de l. nova,
bre la confección del syllogismus (véa- o ars nova, a partir del siglo XIII, pa-
se), tan famosos en la culminación de ra aludir al Corpus constituido por los
la Escolástica. Mucho menos técnico, dos Analíticos, los dos Tópicos y la Re-
el enfoque de Buenaventura, se limita futación de los sofistas de Aristóteles,
a señalar como esencial a la l. el asen- que se habían desconocido hasta en-
timiento de la mente, lo cual se hace tonces.
a través de sólida argumentación (cf. Lo anterior no debe confundirse con
Coll. in Hexaem. IV, 20). Por su par- los nombres de l. antiqua o antiquorum,
te, Tomás de Aquino, en su In Met. y l. moderna o modernorum: la prime-
VII, l. 11, n. 36 y l. 13, n. 11, subraya ra se refiere conjuntamente al ars vetus
que el lógico considera el modus prae- y al ars nova; la segunda designa los
dicandi et non existentiam rei. elementos innovadores de la lógica
A la sazón, se había descubierto el medieval, especialmente, los aporta-
resto de las obras del Estagirita, lo dos por autores nominalistas como
cual produjo una importante reno- Guillermo de Ockham.
vación en este campo. Con tal bagaje Por último, cabe añadir que se llamó
conceptual procede el siglo XIV, con l. maior a la que atendía al modo de
las figuras principales de Ockham, ser de lo pensado en cuanto pensado,
Buridán, Burleigh y Alberto de Sajo- mientras que la l. minor, es decir, la
nia, quienes introducen en la materia formal, estudiaba los diversos modos,
los siguientes nuevos elementos: las tipos o formas específicas del razonar.
tratados de syncategorematicis (véase Para la decadencia de esta discipli-
syncategorematica) sobre las constantes na en el período tardomedieval y re-
lógicas; de insolubilia (véase insolubi- nacentista, véase loyca.
lia) sobre las paradojas; de consequen-
logice. Adverbio que los escolásti-
tiis, sobre la lógica proposicional; y de
cos usaron para indicar el ser o el en-
obligatione o de arte exercitativa. Cabe
contrarse de algo in mente. Señalaban
acotar que en estas obras se encuen-
con ello el status meramente lógico y
tran ya anticipaciones de teorías mo-
no real. De ahí que el opuesto corre-
dernas de la lógica matemática. En el
lativo de l. sea realiter, que indica lo
Renacimiento, Petrus Ramus, quien
que es ex parte rei. Ahora bien, como
estudia especialmente los juicios, ter-
lo que existe realiter y no l. puede ser
longanimitas 398

tanto inmaterial como material, algu- vación de Aristóteles sobre la locua-


nos autores han reservado realiter pa- cidad de las personas ancianas: según
ra el primer caso, utilizando el adver- el Estagirita, ésta obedece al hecho de
bio physice –que, obviamente, alude a que, menos interesadas en el futuro
un modo de ser en el que interviene –que promete poco para ellas– que
la materia– para señalar el modo de en el pasado, se complacen en evocar
existir de los entes corpóreos. En su este último hablando en exceso.
acepción más restringida equivale a
loqui mentaliter. Para señalar la dife-
oratio o bien a enuntiatio (véanse, in
rencia con el hablar verbalmente, esto
principio).
es, con el proferir palabras de mane-
longanimitas. En español, actual- ra audible y comprensible, se ha utili-
mente se denomina “longanimidad” zado esta expresión para aludir al ha-
a la grandeza y constancia de áni- blar mentalmente, es decir, al pensar
mo en las adversidades. Esta acep- realmente actualiter. Así lo testimo-
ción contemporánea indica, en rea- nia, por ej., Guillermo de Ockham
lidad, sólo una consecuencia posible en Quodl. I, q. 6.
de lo que los medievales entendieron
loyca. Con esta grafía suele apare-
por l. En efecto, ésta designa la ten-
cer la palabra logica (véase) en tex-
dencia del alma hacia algo lejano, así
tos de la Escolástica tardía, por ej.,
como la magnanimitas (véase) señala
en el comentario de Simón de Fa-
la disposición a hacer cosas grandes.
versham a las Summulae Logicales de
La l. consiste, pues, esencialmente en
Pedro Hispano. De manera deriva-
soportar la dilación del bien espera-
da, “loycus” señala a quien se ocupa
do. Por eso, ambas, y especialmente
de esta disciplina. Cabe señalar que
la virtud que nos ocupa, tienen tanta
en el italiano del Humanismo, la gra-
relación con la esperanza como con la
fía varió en “loica” y “loico” respecti-
paciencia. Cf. Tomás de Aquino en S.
vamente, nombres que, a diferencia
Th. II-II, q. 136, a. 5, c.
de lo que sucede en la Edad Media,
longitudo. Voz que en la Edad Me- suelen tener cierto matiz despectivo,
dia se ha aplicado en varios órdenes: en el contexto de la sátira humanís-
el gramatical, el geométrico y el astro- tica contra el terminismo. Esto se ve,
nómico. Desde el punto de vista 1. por ej., en el cantar de Geta e Birria,
gramatical, se considera l. la prolon- donde se lee “Io so bene che loica non
gación del sonido de las sílabas que, vieta...” y aun “Sommo loico son”. Pe-
por consiguiente, son cortas o largas; ro tal sátira popular despierta la opo-
2. desde el punto de vista geométri- sición de los humanistas más versa-
co, se llama l. a la cantidad de puntos dos. Así, por ej., Landini escribe una
que conforman la línea; 3. en térmi- obra en hexámetros latinos en defen-
nos astronómicos (véase astrologia), la sa de la dialéctica ockamista: los Ver-
l. es la distancia de un cuerpo celeste sus in laudem loyce Ocham.
medida a partir de su constelación de
origen según la serie de los signos. ludrica. Cf. ludus.

loquacitas. Cf. multiloquium. Res- ludus. Su traducción es “juego”, en el


pecto de este término, los autores me- sentido de diversión. Por l. tanto los
dievales suelen remitirse a la obser- autores del período patrístico como
399 lumen

del medieval propiamente dicho en- lar, a la luz como conocimiento. Así,
tendieron el recreo que no tiene un puede versar sobre lo humano o lo di-
fin exterior sino interior al mismo su- vino, aludiendo en este último caso a
jeto del juego: procura deleite y/o re- la iluminación que Dios confiere al
porta descanso intelectual o espiritual alma en todos los aspectos de su vir-
del alma. Es, pues, remedio contra la tud cognoscitiva. Tomás de Aquino
fatiga anímica. En tal sentido, Casia- da la razón de este uso, diciendo: “Et
no atribuye a San Juan Evangelista similiter dicendum est de nomina ‘lu-
una anécdota en la que se le reprochó cis’. Nam primo quidem est institutam
a este último el estar jugando, a lo ad significandum id quod patet mani-
que él respondió que, así como no es festationem in sensu visus: postmodum
posible arrojar flechas continuamen- autem extensum est ad significandum
te porque se rompería el arco, tam- omne illud quod facit manifestationem
poco puede el alma permanecer siem- secundum quamcumque cognitionem”
pre en la misma tensión (cf. Coll. 24, (S. Th. I, q. 67, a.1 c). No ha de sor-
21). Ahora bien, se busca el placer del prender que Tomás utilice aquí el vo-
juego a través de distracciones pro- cablo lux (véase), ya que él emplea di-
pias de la palabra, esto es, en dichos, cho término y “lumen” indistintamen-
o bien en hechos, que se denominan te en sentido gnoseológico. En efec-
indistintamente “ludrica” o “iocosa”. to, a continuación dice el texto citado
Hay que advertir que los juegos de “si ergo accipiatur nomen luminis…”.
azar, llamados “alea” (véase) no per- Dentro de este sentido amplio, los
tenecen a estos últimos, ya que en la autores medievales formularon algu-
Edad Media se los vinculó más con nas distinciones. Así, se habló de: 1. l.
el afán de lucro que con la diversión. angelicum o luz del conocimiento es-
También a propósito del fenóme- pecial que poseen las inteligencias se-
no humano del juego, se generó una paradas, es decir, los ángeles; 2. l. fidei
reflexión ética. Según ésta, en el l. se o divinae revelationis, que se refiere a
ha de conservar la armonía del espí- la luz de la creencia sobrenatural, es-
ritu y evitar, sobre todo, la grosería; to es, a la dada en la revelación divi-
por otra parte, el juego se debe aco- na, llamada también l. infusum; 3. l.
modar a la dignidad de la persona y intelligibile o intellectuale, que es la luz
a las circunstancias. De esta manera, suprasensible que posee cualquier na-
una vez más, es la razón la que debe turaleza capaz de conocer, tanto hu-
imponer los límites a lo lúdico. Más mana como angélica, ya que hombres
aún, cuando esto tiene lugar, se gene- y ángeles participan del 4. l. increatum,
ra un buen hábito de juego, es decir, o luz increada, esto es, la divina, que
una virtud, la eutrapelia (véase), por contiene en sí las rationes aeternae; 5.
la que las palabras y las obras se con- l. naturale, naturae o naturalis rationis,
vierten en motivo de recreo. En el ca- es la luz natural de la razón específi-
so contrario, o sea, cuando se hace del camente humana; 6. plenum l. alude
l. el fin último de la vida, se la asume a la fuerza de la plena experiencia que
como juerga, cayendo entonces en la se impone como evidencia.
mollities (véase). Desde el punto de vista de la teo-
ría medieval del conocimiento, im-
lumen. En la Edad Media, se utiliza
portan particularmente las dos últi-
este vocablo para aludir, en particu-
lux 400

mas distinciones. En efecto, tanto au- naturalis rationis es la facultad o vir-


tores de la Patrística como de la Es- tud de abstraer, a partir de las impre-
colástica, han considerado, en gene- siones sensibles, los universales.
ral, que el l. naturale de la razón se Un tratamiento especial asume el
fundamenta en el –o deriva del– l. tema, desde el punto de vista gnoseo-
increatum divino, que tiene su fuen- lógico, en la línea agustiniana de Bue-
te en Dios como lux, es decir, como naventura quien, en su De reductio-
causa de toda inteligibilidad. Esto no ne artium ad theologiam, 1-6, afirma
puede sorprender, dado el planteo tí- “omnis illuminatio cognitionis interna
picamente realista que atraviesa casi est” y establece, a continuación, cua-
toda la gnoseología de la Edad Me- tro especies de l.: 1. l. exterius o ar-
dia: al ser concebido el conocimien- tis mechanicae, que ilumina la mente
to básicamente como adecuación del respecto de las figuras artificiales que
intelecto humano a la realidad, y al se han de producir; 2. l. inferius o cog-
ser postulado Dios como causa pri- nitionis sensitiva, que ilumina respec-
mera de toda la realidad, se compren- to de la aprehensión de formas natu-
de que, por ello mismo, Él hubiera rales; 3. l. interius o cognitionis philo-
de ser afirmado como causa prime- sophicae, que ilumina para la inves-
ra de toda inteligibilidad. Pero, den- tigación de las verdades inteligibles;
tro de esta concepción general del l. y 4. l. superius o Sacrae Scripturae,
increatum como fundamento del l. que ilumina especialmente el cono-
naturale, dos grandes líneas se han di- cimiento de la verdad salvadora. Pe-
bujado a la largo del período patrísti- ro se trata siempre del plano cognos-
co-medieval: la primera, iniciada por citivo, de manera que el último tipo
Agustín de Hipona, considera que de luz no debe confundirse con el l.
la luz natural de la razón humana es gratiae que está constituido por la li-
efecto directo de la divina que se da bre, gratuita y directa ayuda divina en
por iluminación (véase illuminatio) y orden a la salvación del alma.
que tiene lugar al producirse todo ti-
po de conocimiento, no sólo el que lux. Con un antiguo significado que
corresponde a las verdades reveladas. lo relaciona con el brillo –al igual que
La segunda, tipificada en la concep- illustrare– el término l., en su aplica-
ción tomista, si bien entiende la luz ción medieval, se presenta con una
natural de la razón como proceden- gran complejidad, ya que se superpo-
te en último término de Dios, le con- nen en su tratamiento diversos pla-
cede, por así decir, una mayor auto- nos: el orden teológico, el místico,
nomía, ya que considera el l. naturale el metafísico, el gnoseológico y el fí-
como lo esencial del mecanismo de sico. Además, casi siempre se distin-
la facultad cognoscitiva humana. De guió entre esta noción y la de lumen
ahí que, en la línea agustiniana, pre- (véase), cuya traducción al castellano
domine la noción de evidencia direc- también es “luz”. En líneas generales,
ta de las verdades eternas, evidencia se puede decir que hay una tenden-
en la que, de algún modo, Dios in- cia a considerar el término que nos
terviene también directamente. En ocupa como la fuente luminosa, y
cambio, según la concepción tomista, “lumen” como la luz producida por
lo que prevalece en el concepto de l. dicha fuente. Por otra parte, también
cabe advertir que se suele preferir este
401 lux

vocablo para emplearlo en los senti- hoc mundum”. Por eso, Orígenes es-
dos místico, metafísico y físico; mien- cribe que la luz es el poder espiritual
tras que “lumen” aparece con más fre- de Dios, y en este último sentido,
cuencia en sentido gnoseológico y, a fundamentalmente, se habló, duran-
veces, teológico, pero relacionando te la Edad Media, de l. gloriae. Liga-
el último con el primero. Sin embar- da íntimamente con esta concepción,
go, si bien ésta es la tendencia gene- aparece en Orígenes la noción de “luz
ral, no se verifica en todos los auto- del alma”, que, no obstante, puede
res. Buenaventura, por ej., llama a la cegarse con las tinieblas. En toda la
l. eterna exemplar (véase) de todas las Patrística, la l. es identificada, pues,
cosas, aun de las virtudes, remitiendo con la fuente del ser, o sea, con el acto
a Plotino. Esta l. ejemplar las impri- mismo de “irradiación ontológica”.
me en el alma y hace que desciendan De ahí que muchos Padres y Docto-
a su aspecto cognoscitivo, afectivo y res de la Iglesia hayan concebido al
operativo (cf. Coll. in Hexaem. VI, 6 Espíritu Santo, por analogía con los
y 10). En sentido amplio, Buenaven- rayos solares, como un foco luminoso
tura suele denominar l. a todo objeto e inagotable que, al modo de la Uni-
de conocimiento. dad neoplatónica, alcanza a todos los
Hecha la salvedad de que la aludi- seres y purifica a aquellos que se vuel-
da distinción en el uso no es, ni con ven hacia Él. Así, l. intelligibilis, o sea,
mucho, taxativa, el presente artículo espiritual, es analógicamente uno de
abordará la noción medieval de luz en los nombres de Dios, tal como apa-
los tres primeros planos menciona- rece ya en el Pseudo-Dionisio (cf. De
dos: 1. desde el punto de vista místi- div. nom. 701 a, b).
co, la idea de una luz identificada con 2. Llegado el siglo XI, es muy fre-
el principio del bien surge ya en algu- cuente entre los pensadores árabes
nas religiones y sectas orientales, por considerar la luz y su difusión co-
ej., en el maniqueísmo. Pero también mo modelos de producción de la rea-
aparece en autores de la Patrística co- lidad; así aparece, por ej., en la Fons
mo Basilio y Agustín de Hipona, con vitae de Avicebrón. Como se ve, el
el significado de algo situado más allá enfoque no es ya místico sino más
de los límites del mundo visible, hacia bien metafísico. Lo mismo ocurre a
donde las almas deben tender en pro- comienzos del siglo XIII, con las con-
cura de su eterno reposo. Por lo de- cepciones de Grosseteste, quien, en
más, esto se basa sobre innumerables su tratado sobre el tema de la luz, di-
pasajes de la Escritura, donde se com- ce que ésta fue creada por Dios des-
para a Dios o a su Verbo con una infi- pués de la materia prima y se difun-
nita e inextinguible fuente luminosa, dió produciendo el espacio y las cosas
es decir, con un foco de luz identifi- que se encuentran en él, por medio
cado con la Verdad y la Vida: por ej., de una multiplicación infinita de sí
en los primeros versículos del Proe- misma, que engendra cantidades fini-
mio del Evangelio de Juan, se dice tas. Esto conduce luego a Grosseteste
respecto del Verbo divino “In ipso vita a otra serie de consideraciones de ín-
erat et vita erat lux hominum et lux in dole ya decididamente física.
tenebris lucet”, y “Erat lux vera, quae 3. El estudio de la l. desde el pun-
illuminat omnem hominem veniens in to de vista físico se da, especialmen-
luxuria 402

te, durante la Escolástica, muchas ve- que atraen el apetito sensible, precisa-
ces, a propósito de las disquisiciones mente por su connaturalidad.
sobre la creación de la luz por parte Esta problemática fue tratada por
de Dios, como primera obra divina, los autores medievales ya desde la Pa-
según el relato del Génesis. Así, por trística. Así, por ej., Agustín de Hipo-
ej., Tomás de Aquino niega que la luz na escribe que el acto venéreo guar-
sea cuerpo ya que no se comporta co- da respecto de la especie humana la
mo tal ni en lo que respecta al lugar misma relación que el alimento guar-
ni en lo que concierne al movimien- da respecto de la salud del cuerpo in-
to. Para el Aquinate, la l. consiste en dividual (cf. De bono cong. 16). En re-
una cierta cualidad natural: así como lación con la especificidad de la luju-
el calor es una cualidad activa que se ria, añade que entre todos los comba-
deriva de la forma sustancial del fue- tes morales los más duros son los refe-
go, la l. es una cualidad activa que na- rentes a la castidad, en la que se tiene
ce de la forma sustancial del sol o de lucha cotidiana y rara victoria (cf. De
otro cuerpo a se lucens (cf. S. Th. I, q. agone christ. 293). Por su parte, Isido-
67, aa. 2 y 3). ro agrega que la especie humana está
Por último, se ha de observar que, más sometida al diablo por este vicio
en cualquiera de sus planos de signifi- que por cualquier otro (cf. De sum-
cación, ha habido quienes establecie- mo bono 2, 39). El pasaje escriturario
ron una diferencia ulterior entre lu- por excelencia sobre el que se apoyan
men, l. y radius, diciendo que la pri- las reflexiones medievales acerca de la
mera consiste in eo quod relucet, mien- l. es el que describe que Adán y Eva,
tras que la segunda in eo quod lucet, y inmediatamente después de haber co-
el tercero in eo quod translucet. mido el fruto prohibido, se percata-
ron de su desnudez y, avergonzán-
luxuria. Como todos los vicios capi- dose de sus órganos genitales, los cu-
tales, el de la lujuria consiste en un brieron (cf. Gn. 3, 7). Agustín lee es-
desorden grave que se aparta de la tos versículos en el sentido de la hu-
recta razón; su especificidad está da- millación o vergüenza que implica el
da por su objeto, que es el placer ve- que, después del pecado, esos órganos
néreo. La transgresión del orden ra- –que, con todo, formaban parte del
cional por exceso se torna tanto más plan divino originario– ya no respon-
viciosa cuanto más se aplica, como en dían al imperio de la razón: a la des-
este caso, a lo necesario para la vida obediencia de los hombres a Dios le
humana, ya que en este orden la ra- siguió la desobediencia de una parte
zón debe iluminar más. Y la sexuali- de su cuerpo a ellos mismos (cf. De
dad es sumamente necesaria al bien civ. Dei XIV, 15, 26). Nace así la pro-
común para la conservación de la es- pensión a la concupiscencia en este
pecie. Así pues, el caso de la l. se ase- sentido restringido que, como escri-
meja al de la gula (véase) en cuan- be siglos después Pedro Lombardo, es
to que ambas tienen una base natu- ley de los miembros corporales y tira-
ral. Dicha base implica, de un lado, na del cuerpo mismo (cf. Sent. II, d.
una suerte de gradación en el placer, 30, q. 8, n. 2).
en la que no es nítida la diferencia en- Sin embargo, a partir de él, es decir,
tre lo necesario y lo excesivo; de otro, del siglo XII, comienza un proceso
la fuerza de los respectivos placeres
403 ly

de desvinculación del pecado origi- conyugal, como se ve, por ej., en Ber-
nal respecto del desorden sexual que nardino de Siena (cf. De pudicitia co-
es estudiado principalmente fuera de niug. 18).
ese contexto bíblico y en sus fenóme-
ly. Los autores medievales anteponían
nos. En este plano, se discutió si la lu-
este vocablo a alguna palabra o expre-
juria es pecado exclusivo del cuerpo o
sión, para indicar que se la tomaba
del alma. Los autores medievales no
precisamente en cuanto palabra o ex-
dudan en comprometer también a es-
presión y no como aludiendo directa-
ta última, siguiendo el pasaje evan-
mente a la realidad mentada por ella.
gélico que antepone el adulterio co-
Así, por ej., en la proposición “Homo
metido en el corazón al corporal (cf.
animal rationale est”, ly est –vale de-
Mt. 5, 28). Así, Pedro Damián acon-
cir, el “es”– señala el verbo, la cópu-
seja a un joven monje en lucha con-
la desde el punto de vista gramatical.
tra las tentaciones de la carne cuidar-
De esta manera, se puede encontrar
se particularmente de los pensamien-
una proposición como la que sigue:
tos torpes y aconseja desviar su cur-
“Ly domus substantivum bisyllabum
so hacia imágenes aun macabras (cf.
est”, lo cual significa que se es-
Epist. 132).
tá haciendo referencia al sustantivo
Los escolásticos del XIII distin-
“domus” y no a la cosa que él indi-
guen las especies de la l. en fornica-
ca. Al carecer la lengua latina de ar-
ción, estupro, rapto, adulterio, inces-
tículos, se apeló, al parecer, al proce-
to, sacrilegio, y pecado contra natura.
dimiento de tomar la partícula ára-
Respecto de las consecuencias o “hi-
be Yl, pero leída en sentido inverso,
jas” de la lujuria, hay unanimidad en
como exige dicha lengua para el lec-
señalar en primer término –como ya
tor latino, con el objeto de indicar el
lo hacía Alain de Lille (cf. Summa de
cambio de registro del discurso des-
arte praed. V, 123)– la obnubilación
de el plano del lenguaje al del meta-
intelectual. A ella le siguen la inconsi-
lenguaje. Con el tiempo, la grafía se
deración, la precipitación y la incons-
latinizó aún más, adquiriendo la for-
tancia; en cambio, por parte de la vo-
ma li, como aparece, por ej., en Nico-
luntad, cuando ésta es afectada por la
lás de Cusa. También se latinizó el ar-
lujuria, se dan egoísmo, odio a Dios,
tículo neutro tó del griego, que, de es-
excesivo amor al presente y horror o
ta manera, es equivalente exacto de la
desesperanza respecto de la vida fu-
voz que nos ocupa. En otros térmi-
tura. Así, al menos, se expresa Tomás
nos, dado que no existían en la Edad
de Aquino (cf. S. Th. II-II, qq. 153-
Media las comillas –cuya función de
154). En cuanto a los peccata oris de-
advertir sobre el pasaje al orden me-
rivados de este vicio, véanse turpilo-
talingüístico es moderna– los autores
quium y stultiloquium.
de este período se valieron del ly –o,
La predicación durante el Huma-
indistintamente, del tó– para reem-
nismo renacentista atacó principal-
plazarlas. En relación con la partícu-
mente la fornicación, insistiendo, a
la equivalente tó, véase un ejemplo al
veces con una severidad más pronun-
comienzo del artículo implicantia.
ciada que la medieval, en la castidad
404

M
M. Indica en Lógica el término me- plejo proceso, la m. llegó a incluirse
dio. Se utiliza frecuentemente pa- en la especulación neoplatónica, que
ra señalar que, para reducir un silo- la insertó en su sistema de entidades
gismo al modo correspondiente de metafísicas. De ahí que sea mencio-
la primera figura, sus premisas deben nada por Jámblico, Proclo y Julián el
invertirse, es decir, la menor se ha de Apóstata, entre otros. En los primeros
convertir en mayor y viceversa. tres siglos de nuestra era cobra cierto
auge, como testimonian sus adversa-
macrocosmus. Este término, por el rios, Sexto Empírico y Luciano. En
que se entiende el universo, sólo co- esta época, comienza a asociarse con
bra sentido en referencia al de micro- la adivinación o mántica. Ambas de-
cosmus (véase), es decir en correspon- penden de las relaciones de sympathia
dencia con el hombre en cuanto que que se supone existen entre los dis-
éste compendia todas las perfecciones tintos reinos de la naturaleza y que le
de aquél. El concepto ya está presente permiten al mago provocar con cier-
en Aristóteles (cf. Phys. VIII, 2, 252b tos medios –uso de piedras, fórmulas,
25) y, aunque menos utilizado duran- imágenes, etc.– efectos extraordina-
te la Edad Media, su uso se recupe- rios. Así refieren, al menos, Jámblico
ró a partir del siglo XVII. Obviamen- (cf. De myst. II, 2) y Agustín de Hi-
te, por lo ya dicho, además de presu- pona (De civ. Dei XXI, 6). Tales re-
poner un mundo ordenado –y hasta laciones tienen lugar sobre la base de
jerárquicamente ordenado–, esta no- dos leyes: la que reza que lo semejan-
ción subraya la analogía entre el indi- te actúa sobre lo semejante, y la que
viduo humano, en cuanto sujeto sin- exige el contacto en orden al efecto.
gular y la realidad universal en su to- En esta práctica intervienen las en-
talidad orgánica. tidades que los griegos denomina-
magia. De remotos orígenes orienta- ban “dáimones”, mediadores entre los
les, la magia se puede definir, en ge- dioses y los hombres. Pero los demo-
neral, como el arte que pretende do- nios se dividen en diversas jerarquías;
minar las fuerzas naturales e inma- de ahí que la magia se haya diferen-
nentes con los mismos procedimien- ciado en blanca y negra. La primera,
tos con los que los seres animados es- también llamada “teurgia”, se sirve de
tán sujetos a ellas. Algunos conside- la mediación de los espíritus o demo-
ran que su supuesto fundamental es, nios racionales para cumplir acciones
pues, el animismo; para otros, es la útiles; la segunda, denominada “goe-
sympathia (véase) universal. Entre los tia”, recurre a demonios malvados pa-
persas, sus cultores, los magos, con- ra cometer acciones viles: lo sostienen
formaban una casta sacerdotal; entre Proclo (cf. In Remp. II, 337) y el mis-
los caldeos, eran los sabios de la reli- mo Agustín (cf. De civ. Dei X, 9).
gión babilónica. A través de un com-
405 magister

Durante la Edad Media, y aun con- magister. En la Patrística y en la Es-


siderando la distinción mencionada, colástica cristiana, la noción de maes-
la magia circuló clandestinamente, ya tro ocupa un lugar importante, debi-
que, respecto de la primera, la preten- do al magisterio de Cristo. En lo con-
sión de manipular la naturaleza se en- cerniente al primer período mencio-
tendió como una usurpación de las nado, se destacan el Pedagogus de Cle-
prerrogativas divinas; y, en relación mente de Alejandría y, sobre todo, el
con la segunda, los ritos demoníacos De magistro de Agustín, quien pone
fueron reprimidos y combatidos. el acento en la segunda Persona Trini-
Sólo en el Renacimiento, y espe- taria en cuanto Verbo iluminante. So-
cialmente entre los humanistas, con bre la base del Evangelio de San Ma-
el retorno a las fuentes antiguas –en teo, el Hiponense insiste en la figu-
particular, las neoplatónicas– se vuel- ra de Cristo como único maestro. En
ve a los aspectos más positivos y na- cambio, Tomás de Aquino, aunque
turalistas de la m. De este modo, se subraya el carácter eminente de la en-
la consideró el complemento de la fi- señanza divina, añade la eficacia hu-
losofía natural, o, por lo menos, de la mana en esta actividad. Precisamen-
parte de ella que le permite al hombre te la Escolástica, y como no podía ser
actuar sobre la naturaleza y dominar- de otro modo dadas sus caracterís-
la. Tal es la concepción de Pico della ticas, tiende a prestar atención a los
Mirandola (cf. De hom. dign. 136v). aspectos particularmente institucio-
Por su parte, Campanella distinguió, nales del magisterio. A partir del si-
además de la m. naturalis y de la dia- glo XII, se denominó m. a quien ha-
bolica, una m. divina. biendo recibido oficialmente una mi-
sión canónica a través de un título de
magis et minus. Son términos com- maestro o doctor, tenía licencia para
parativos. Lo afirmado respecto del enseñar. Ésta era precedida de un exa-
primero vale, en dirección inversa, es men que le confería tal derecho. En
decir, decreciente, para el segundo. dicho examen, el candidato debía re-
En los textos filosóficos, suelen em- solver la cuestión doctrinal que se le
plearse “más” o “menos” preferente- planteaba, solución conocida como
mente en los siguientes sentidos: 1. determinatio. Cuando estas determi-
cualitativo, para indicar un grado más naciones eran compartidas por varios
o menos alto, también forma parte de maestros, se convertían precisamente
expresiones como magis necessarius, en sententiae o definitiones magistrales,
cuando, como en este caso, la pala- también llamadas dicta magistrorum.
bra no consiente la terminación en Los textos escolásticos suelen regis-
comparativo; 2. en costrucciones ex- trar también la mención de magistri
plícitamente comparativas, acompa- antiqui o moderni. Los primeros pue-
ñado por quam por ej., praeterita ma-
den ser tanto los filósofos griegos de
gis reprehendi possunt quam corrigi; 3.
la Antigüedad, como los Padres de la
en formas combinadas de los dos tér-
Iglesia, pero lo más frecuente es que
minos para indicar una proporción
con esa palabra el autor aluda a otro
inversa, así en quo magis ... eo minus,
de dos o tres generaciones anterio-
que se traducen por “cuanto menos
res. Tomás de Aquino, por ej., llama
...tanto más”; 4. para señalar una pro-
“antiqui” a los maestros de los co-
gresión, como en eo magis ... et eo ma-
mienzos de la Universidad de París,
gis, “tanto más ... y tanto más”.
magnanimitas 406

que llevaron a cabo la síntesis prepa- Tanto durante el período patrístico


rada por la labor documentaria de Pe- como el medieval, se discutió el pro-
dro Lombardo y Abelardo. En todo blema de la m. en cuanto que pare-
caso, son antiqui quienes no estuvie- cía acercarse a la soberbia y oponer-
ron en contacto con la nueva filoso- se a la humildad. La solución se ba-
fía, o sea, con el aristotelismo. Estos sa sobre una distinción: la que media
últimos, como Roberto Grosseteste, entre la grandeza que el hombre po-
reciben, en cambio, el calificativo de see en cuanto don de Dios la imper-
moderni. El mismo Ockham cuenta fección que le es propia por su carác-
al Aquinate entre éstos. A su vez, al ter de criatura. La magnanimidad ha-
aproximarse el fin de la Edad Media, ce que el hombre se juzgue digno de
se tendió cada vez más a llamar con grandes cosas, en consideración a los
este nombre a quien seguían la via dones que ha recibido de Dios. Por
moderna, esto es, la escuela encabeza- el contrario, la humildad lo conduce
da por Guillermo de Ockham. a no imputarse todos los méritos de
esas grandes empresas.
magnanimitas. La traducción de es- En la misma línea de Aristóteles,
ta voz por “magnanimidad” puede Tomás de Aquino añade que, para el
dar pie a equívocos: de hecho, actual- ejercicio de la m. se requieren la fuer-
mente, se la relaciona más con la ge- te y consciente confianza en el éxito
nerosidad. Pero ésta es una acepción de lo que la misma magnanimidad
moderna, acuñada o consagrada por nos lleva a proponernos; la seguridad,
Descartes, quien caracterizaba la m. que aleja el temor, el desánimo y la
como generosidad espiritual, aque- desesperanza, por lo que el Aquina-
lla que nos lleva a formular un jui- te retoma el aspecto de fortaleza que
cio parco sobre nosotros mismos, se- Aristóteles había señalado en la m.; y
gún nuestros propios méritos, y juz- los bienes de la fortuna, que son me-
gar a los demás sin celos ni envidia. dios, como la riqueza, el poder y los
En cambio, los clásicos la habían con- amigos. (cf. S. Th. II-II, q. 129, a. 6).
cebido en el contexto de la ética aris- Como toda virtud, a la m. se oponen
tocrática arcaica. Aristóteles, conside- exceso y defecto. El primero puede
rando la m. parte de la fortaleza, dice asumir la forma de la vanagloria y la
que es la grandeza de ánimo que in- presunción; el segundo, la de la pusi-
clina al hombre a realizar, con la mo- lanimidad.
deración de la razón, cosas grandes y Más próximo todavía al Estagiri-
excelsas que reportan la más alta es- ta, Siger de Brabante, quien asigna la
pecie del honor (véase honor). El Es- m., por excelencia, al philosophus, lle-
tagirita confiere particular importan- ga a preguntarse si la humildad es una
cia a esta virtud, en cuanto que acom- virtud (cf. De quibusdam questionibus
paña y hace más grandes todas las de- moralibus, 1).
más. Así, advierte que quien se con- Otra perspectiva es la de Buenaven-
sidera digno de pequeñas cosas se- tura. En efecto, Buenaventura dirige
rá moderado pero no magnánimo: la explícitamente su crítica a Aristóteles,
m. es inseparable de la grandeza co- al que remite en términos poco pre-
mo la belleza lo es de un cuerpo gran- cisos, sosteniendo que la m. no es el
de; los pequeños son graciosos, pero apetito de los honores. Para este au-
no bellos (cf. Et. Nic. IV, 7-9, 1123a- tor, consiste en despreciar las cosas vi-
1125a).
407 maius

les –aunque sean grandes en aparien- do tanto para entes como para modos
cia– y apreciar las grandes, aun cuan- de ser. Así, y sobre todo en el discurso
do aparezcan como pequeñas. Así, no técnico de finales del período me-
el honor es de lo eterno (cf. Coll. in dieval, se habla, por ej., de la magna
Hexaem. V, 10). scientia del docto.
magnitudo. Término que aparece en maius. Comparativo de magnus, es-
los textos patrísticos y escolásticos con te vocablo, que se suele traducir por
acepciones más o menos amplias. En “mayor”, tiene, obviamente, la poliva-
1. el sentido más lato, se habla de m., lencia semántica del adjetivo del que
esto es, de grandeza en cuanto perfec- deriva. Así, se puede entender, prin-
ción, tal es el uso que le da, por ej., cipalmente, en los siguientes planos:
Agustín en De Trin. VI, 1, al referirse 1. el de la extensión, donde m. se ha
al hecho de que las virtudes contribu- de leer como “más vasto” en cualquier
yen a la m. del alma; más aún, la vuel- dimensión; 2. el de la cantidad, en el
ven más grande que ella misma. En que significa “más voluminoso”, “más
2. un sentido más restringido, se de- pesado”, etc.; 3. el económico, donde
fine la m. como aquello que contiene alude a “más caro” o “caro” tout court;
varios elementos de la misma natura- 4. el temporal, en el que indica ma-
leza y localmente distintos, los cuales yor duración o una gran duración, de
constituyen un todo; ésta es, por ej., donde los maiores son los que han vi-
la definición propuesta por Ockham vido por más tiempo; 5. el cualitati-
en In I Sent. d. 19, q. 1. Pero, en ge- vo, en el que m. se ha de tomar en
neral, los escolásticos, entendieron la relación con el grado de importan-
magnitud como la cantidad conti- cia. Finalmente, como no puede ser
nua (véase quantitas), es decir, aquel de otro modo, asume un gran relieve
quantum cuius extrema sunt unum. en el lenguaje filosófico un significa-
Las partes de un ente con m. están do de este término que deriva del an-
unidas, pues, de tal manera que for- terior y que se da en 6. el plano me-
man una unidad natural, una sustan- tafísico. En éste, “mayor” o “más alto”
cia extensa, que puede tener una, dos o aun “más noble”, como se acostum-
o tres dimensiones. En el primer ca- bra a traducir m., se ha de asumir co-
so, se trata de una línea; en el segun- mo indicando un género, una especie
do, de una superficie; y en el tercero, o un ente ontológicamente superior a
de un volumen. Cf., por ej., Tomás otro o a los demás.
de Aquino, In Met. V, l. 15, n. 2. Así, la voz que nos ocupa cobra una
gran importancia a la hora de deter-
magnum. Voz que significa “grande” minar el significado preciso en que se
o, mejor aún, “magno”. Proviene del ha de entender la célebre definición
verbo mactare, cuyo sentido es el de anselmiana de Dios en Proslogion II:
acrecentar, exaltar. Aunque teórica- “id quo nihil maius cogitari potest”.
mente lo grande es lo que está dota- Así lo hace notar, por ej., Ockham en
do de magnitud y, por consiguiente, Quodl. VII, q. 15. Por el sentido que
sólo debería aplicarse a los entes ma- Anselmo le confiere en su contexto,
teriales, lo cierto es que, en la Edad y por el procedimiento que sigue la
Media, este adjetivo califica tam- prueba de la existencia de Dios en ese
bién a la realidad inmaterial (véase capítulo, el m. no propone una com-
magnitudo 1). Más todavía, se ha usa-
maledictum 408

paración entre géneros de los cuales po, se han discutido los posibles ob-
Dios sería el mayor, sino que sugie- jetos que hacen del m. algo legítimo,
re una dirección infinita o indefini- por ej., por parte de profetas. Cierta-
damente ascendente más allá de todo mente, quedan excluidos tanto Dios
genero pensable. como cualquiera de sus creaturas co-
mo tales, admitiéndose sólo éstas en
maledictum. El tema de la maldición cuanto pecadoras.
ha ofrecido a los autores patrísticos
y escolásticos un nudo teórico: por malitia. Esta noción, tal como ella
una parte, el hecho de que Dios mis- fue elaborada en la Edad Media,
mo maldice, como se lee en el Génesis se puede entender en sentido am-
en la instancia inmediata anterior a la plio o estricto. En el primero, la m.
expulsión de Adán y Eva del Paraíso. es lo contrario de la bondad moral
Por lo demás, la Escritura presenta en (bonitas 2) y constituye, junto con és-
boca de profetas y sacerdotes, aun de ta, una de las categorías más impor-
Cristo, una serie de maldiciones. Por tantes de la moralidad. En efecto, to-
otra, se considera el m. humano co- do acto moral es bueno o malo, según
mo un pecado de la lengua. guarde o no conformidad con la rec-
La resolución de este aparente con- ta razón, en cuanto que ésta es una
flicto se encuentra ya en Orígenes participación de la ley eterna. Cier-
para quien las maldiciones divinas tamente, se puede hablar in abstracto
no tienen ningún valor de ejempla- de actos indiferentes. Pero, en cuanto
ridad respecto de las proferidas por se consideran provenientes de un in-
los hombres, en la medida en que Él dividuo particular, no lo son en sen-
juzga desde su infinita sabiduría (cf. tido absoluto, ya que son cumplidos
In Num., hom. 15). Sobre esta base, por una persona determinada, deli-
Gregorio Magno distingue entre la beradamente, bajo ciertas circuns-
maldición como iudicium iustitiae, tancias y con fines precisos. Pero, pa-
que corresponde al primer caso; y co- ra que el acto sea malo, es decir pa-
mo livor vindictae, propia del segun- ra que se pueda hablar de m., basta
do (cf. Mor. 4, 1). Esta última es ilíci- que lo sea uno solo de estos elemen-
ta en cuanto nace del afán de vengan- tos; de ahí la sentencia “bonum ex in-
za y expresa una voluntad de forzar la tegra causa, malum ex quocumque de-
acción divina, acompañada de la con- fectu” (véase). Así lo señala Tomás de
ciencia de la propia impotencia. Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 18, a. 9; qq.
No se trata del peccatum oris más 19-21; De malo, q. 3, aa.12-15).
estudiado en la Edad Media. Con to- En sentido más restringido, se lla-
do, cuando, durante los siglos XII y ma m. a la perversión de la voluntad
XIII, resurge el interés teórico por es- cuando ésta, conscientemente, obra
ta clase de faltas, se analiza la posi- mal, o sea, elige un bien ínfimo, pu-
ble filiación del m. Así, autores co- diendo optar por uno mayor. Mu-
mo Alain de Lille hacen derivar la chos autores medievales han conside-
maldición de la envidia (cf. De vir- rado que la malicia se torna tanto más
tutibus 3), mientras que otros, por grave cuando persiste en la ignorancia
ej., Tomás de Chobham, siguiendo para poder obrar mal con mayor li-
a Gregorio, la adscriben a la ira (cf. bertad, o cuando excita la pasión pa-
Summa conf. XVI). Al mismo tiem- ra poder hacerlo más intensamente, o
409 malum

cuando no combate un mal hábito ya yen males, porque implican, respecti-


instaurado. vamente, la ausencia de la visión o del
orden propio de la paz, que son sen-
malum. En general, la literatura me- das perfecciones ontológicas.
dieval ha distinguido entre el mal co- Consecuentemente, desde el pun-
mo aquello no deleitable, el mal como to de vista moral, el mal –en este ca-
aquello no querido y el mal como aque- so, el pecado o m. culpae–, obedece
llo vituperable. Más allá de las distin- a una defección o imperfección de la
ciones, el tratamiento del problema voluntad humana. Pero también es-
del mal en la Edad Media está indiso- ta última es, indirectamente, la cau-
lublemente ligado a la revelación ju- sa última del mal físico o m. poenae,
deo-cristiana, que subyace como su- en cuanto que éste constituye el casti-
puesto en el pensamiento de este pe- go divino de la falta original.
ríodo. Según el dato revelado, todo lo Si bien es Agustín quien elabora
que es –incluida la materia– es bue- más detalladamente y formula de ma-
no, ya que todo deriva, en última ins- nera más precisa esta doctrina sobre el
tancia, de un Dios bueno que lo ha mal, que pasa a la Edad Media, mu-
creado en un acto libre y volunta- chos de sus elementos se encuentran
rio de amor. Obviamente, este plan- ya planteados o retomados duran-
teo condiciona la concepción sobre el te todo el período patrístico. Véanse
mal, eliminando toda posibilidad de las siguientes afirmaciones: Tertulia-
una doctrina dualística al respecto, no dice que el hombre tiene la volun-
es decir, de una postulación del mal tad de elegir el bien o el mal (cf. De
como principio subsistente al par del anima I, 22); Lactancio añade que el
principio del bien. Pero, aunque es- mal deriva justamente del abuso que
to excluye una respuesta, no basta pa- el hombre hace de tal libertad (cf.
ra señalar, en cambio, la dirección de Divinae institutiones II, 9); Clemente
aquella que prevaleció. de Alejandría subraya que no puede
De manera muy rápida y general, derivar de Dios, sino sólo del hombre
se ha de decir que los pensadores me- (cf. Stromata IV, 13); Orígenes acla-
dievales, en última instancia, asigna- ra que, en cualquier caso, el mal es
ron la presencia del mal en el mundo simple privación de bien, to ouk on
a la voluntad humana; por otra parte, (cf. In Ioan. II, 7 y Contra Celsum VI,
formularon la doctrina sobre el mal 53); Gregorio de Nyssa lo caracteriza
basándose sobre otro dato de la reve- como mera negatividad y falta de luz
lación: el de la caída. En primer lugar, (cf. Oratio cat. 7); Boecio apuntará
distinguieron entre el mal metafísico, que, aun siendo absolutamente ajeno
el moral y el físico. al mal, Dios es capaz de extraer de él
Desde el punto de vista metafísico, el bien (cf De cons. phil. IV, 1, 2).
y por lo señalado antes sobre la equi- Cabe acotar que de esta admisión
paración ser y bien, el m. en cuanto de la negatividad del mal sólo están
tal es considerado una privación, ca- excluidos los gnósticos, quienes, en
rencia o defecto, o sea, la falta de una general, y por influencia helénica, li-
perfección en algo que, por sus carac- gan la materia y el mal a la obra del
teres esenciales, debería poseerla. Así, eón más bajo. Tardíamente, el gnos-
por ej., la ceguera en un hombre, o ticismo admitió la positividad del
la guerra en una sociedad, constitu-
maniculae 410

mal, con lo cual confluyó en el ma- líneas en él. Es frecuente que aparez-
niqueísmo. ca sólo con el dedo índice extendi-
Precisamente, a propósito de su po- do: en ese caso, señala una sententia.
lémica con los maniqueos, Agustín Cuando las m. están dispuestas de
elabora, en los términos apuntados, manera paralela y no perpendicular
las tres perspectivas sobre el tema, es- al texto, el índice asume una forma
pecialmente, en Conf. VII, Ench. 23, curva. Cuando la mano está diseñada
2; De civ. Dei XI, 22; De mal. II, 1, 2, con un tamaño que lo permite, tam-
De lib arb. II, 53 y III, 4, etc.). bién es común que el puño contenga
Posteriormente, pero siempre den- en su interior una postilla.
tro de este esquema básico, la discu-
mansuetudo. Cf. clementia.
sión se centró en la determinación de
la facultad humana responsable de la manuductio. Alude al plano meto-
elección de lo m. Para Escoto Eríge- dológico en la adquisición de un co-
na, esto deriva del mal uso de la razón nocimiento, puesto que etimológica-
(cf. De div. nat. IV, 16). Más tarde, mente implica el conducir o guiar de
Alejandro de Halès insiste en la cuali- la mano. Sin embargo, los textos me-
ficación del m. como privatio boni (cf. dievales prefieren el término methodus
S. Th. I, q. 18). Siguiendo a Agustín (véase). En Nicolás de Cusa m. asume
(cf. De nat. boni 4), Buenaventura lo el sentido general de “guía”, en parti-
entiende como privación de bien (cf. cular, aquella proporcionada –a ma-
De regno Dei 43). En el mismo senti- nera de “pista”– por los nombres enig-
do, Tomás de Aquino llega a una serie máticos (véase aenigma) y por las defi-
de formulaciones más precisas: nada niciones mismas en cuanto que, como
puede ser malo –escribe– por su mis- recordaba Boecio, éstas constituyen
ma esencia; el mal no existe sino en lo un verdadero camino epistemológico.
bueno como en su subiectum. Y, con-
tra todo rastro de maniqueísmo, aña- marginalia. Por la ubicación la ubi-
de que, quienes postularon dos prin- cación precisamente marginal en los
cipios, uno del bien y otro del mal, manuscritos, se denominan así algu-
consideraron solamente la causa par- nas glosas (véase glossa). Muchas veces,
ticular de efectos particulares, y no la estas anotaciones eran después am-
primera causa universal de todo el ser pliadas hasta convertirse en comen-
(cf. S. Th. I, q. 49, a. 3 c). El Ser, con tarios sistemáticos al texto glosado.
el que se identifica el Bien, en su ca- massa. Originariamente, esta voz la-
rácter de causa absolutamente prime- tina significa “montón” y contie-
ra, sólo puede constituir un principio ne cierto matiz de multitud, hacina-
único, ya que dos presupone uno. miento y confusión; de ahí que se ha-
maniculae. Se conoce con este nom- ya empleado, en teología, en la expre-
bre una clase de signo marginal en los sión m. perditionis. Con ella se alude
manuscritos medievales, especialmen- a todos los hombres quienes, después
te, los de los últimos siglos de la Edad de la caída, conforman una multitud
Media. Dicho signo consiste en el di- que está en deuda con la suprema jus-
bujo de una pequeña mano perpendi- ticia divina. Algunos serán justifica-
cular a lo escrito que llama la atención dos por Dios, pero no todos, con lo
del lector sobre una línea o un par de que este concepto se relaciona con el
411 materia

de praedestinatio (véase). Agustín, por señalarse aquí un aspecto muy im-


ej., lo trata en De dono pers. XIV, 35. portante que Agustín subraya y que
se prolonga en todo el así llamado
materia. Equivalente latino del grie- agustinismo medieval: el hilemorfis-
go hyle. Desde un punto de vista muy mo universal, es decir, la afirmación
general, puede decirse que la m. es el de la materia en todas las creaturas sin
sustrato de los entes corpóreos, por excepción, aun en las sustancias espi-
ende, constituye uno de los princi- rituales. A éstas se atribuía una suer-
pios de los entes que abarca el campo te de “materia espiritual”, en cuanto
de la experiencia sensible. Desde es- no captable por los sentidos. Las ra-
ta perspectiva, el concepto de m. fue zones implícitas en esta doctrina po-
elaborado particularmente por Aris- drían resumirse así: 1. la identifica-
tóteles. Para el Estagirita el principio ción aristotélica de los binomios ac-
indeterminado y el principio deter- to-potencia y forma-materia, lleva-
minado de la sustancia corpórea es- ba a considerar que sólo Dios, al ser
tán dados precisamente por el bino- Acto puro y carecer por completo de
mio materia-forma, sustrato del deve- potencia, fuera absolutamente inma-
nir. En efecto, al ser impensable para terial; 2. el agustinismo entendió que
la mentalidad griega un devenir origi- la definición –de la que son suscep-
nado en la nada, sólo resta admitir un tibles todos los entes– al exigir el gé-
sustrato inmutable en todos los cam- nero próximo y la diferencia especí-
bios de determinaciones como pasa- fica, exigía por ello mismo la postu-
jes de una forma a otra. En la doc- lación de materia y forma respectiva-
trina de las cuatro causas, la m. es ese mente; 3. al no tener en cuenta nin-
sustrato. Pero cabe advertir que Aris- gún otro tipo de composición metafí-
tóteles no la considera un elemento sica más que la de materia y forma, y
más, sino principio constitutivo de al reconocer solamente a Dios el atri-
la misma corporeidad, principio po- buto de la absoluta simplicidad no se
tencial en cuanto capaz de recibir de- hallaba otro medio para distinguirlo
terminaciones. La m. no es pues, un de las creaturas que esta concepción
ente, ni acto, sino pura potencia. De hilemórfica en ellas.
ahí las caracterizaciones negativas que Contra esta concepción agustiniana
Aristóteles ofrece al respecto en Met. del hilemorfismo universal reaccio-
VII, 3, 1029 a. Plotino acepta del na Tomás de Aquino, quien rechaza
aristotelismo el concepto de materia la existencia de la materia, por “espi-
como sustrato indeterminado y radi- ritualizada” que ella fuere, en las sus-
caliza de alguna manera su negativi- tancias espirituales. Para el Aquinate,
dad al afirmarla como no-ser que li- en todo lo creado, el binomio poten-
mita al ser. (cf. En. II, 4, 14-16; VI, 1, cia-acto se resuelve no solamente en
26; I, 8, 3; III, 7, 6). el de materia-forma, sino también en
Al llegar a la Patrística, no se en- otro, metafísicamente más elevado: el
cuentran ulteriores precisiones sobre de essentia-esse. Así, la exclusiva abso-
este tema en Agustín, cuya posición luta simplicidad de Dios queda salva-
acerca de este punto parece oscilar da. En efecto, el Aquinate atribuye la
entre la aristotélica y la estoica, que composición de esencia y acto a to-
concibe la materia fundamentalmen- da creatura, aun a las espirituales, las
te como cuerpo. Sin embargo, debe
materialiter 412

que, sin embargo, carecen de la com- materialiter. Desde 1. el punto de


posición materia-forma. La esencia es vista lógico, se dice que un predica-
potencia respecto del ser y, por ende, do conviene a su sujeto m., cuando le
la limita; sólo en Dios ambos térmi- corresponde en razón de la materia y
nos se identifican y por eso Él es el no de la forma de este último: así, por
Ipsum Esse subsistens. ej., una brasa es m. pesada; formaliter
En cuanto a la realidad natural, To- es cálida.
más acepta la doctrina aristotélica de En cambio, desde 2. el punto de
la m., pero rechazando, obviamen- vista metafísico, este adverbio es sinó-
te, la tesis de la eternidad de la mis- nimo de specificative en el sentido de
ma (cf. S. Th. I, q. 3, a. 8). La carac- aludir a una cosa material a parte rei
teriza por la potencialidad (cf. S. Th. in seipsa y no considerándola formal-
I, q. 48, a. 3), por lo cual tiene más mente en uno de esos aspectos. Así,
de no ser que de ser, aun cuando no pues, si se dice, con referencia a Só-
se la puede llamar “nada” (cf. C. G. crates: “Istud animal est rationale”, la
III, 20). En cuanto principio poten- proposición será verdadera m.; pero
cial no tiene un esse propio; origina- no formaliter (véase formaliter 2), ya
riamente existe en función de la crea- que es imposible sostener: “Istud ani-
ción, pero estructuralmente su ser de- mal, quatenus animal, est rationale”.
riva de la forma, por lo cual sin ésta la En efecto, la primera proposición es-
m. no se puede dar (cf. C.G. IV, 63). tá aludiendo a la realidad de Sócrates
Respecto de la m. en cuanto princi- considerada en sí misma y de acuerdo
pio de individuación, que Tomás tra- con su especie; no tiene en cuenta for-
ta, por ej., en In Met. VII, l. 11, nn. malmente sólo el aspecto del género.
21, 31 y 35, véase individuatio.
materializatio. Esta voz aparece al-
Contrario a la posición tomista,
gunas veces en textos de la Escolástica
Duns Escoto atribuye un esse pro-
tardía, en oposición a la de “informatio”
pio a la m.; por lo demás, se opone
(véase). Señala la función receptiva
también al Aquinate, en el sentido de
de la materia en cuanto que ésta re-
considerar que, en el hombre, la ma-
cibe la forma para constituir con ella
teria, es decir, el cuerpo, no es infor-
el cuerpo.
mada inmediatamente por el alma,
sino a través de la mediación de una mathematica. Desde el período pa-
forma corporeitatis. trístico, la m. hubo de luchar con
Por su parte, Ockham da preemi- un estigma de origen que en el siglo
nencia al significado de m. como uno XII recuerda Hugo de San Víctor. En
de los dos elementos o principios de efecto, en su Didascalicon (véase), es-
todo ente compuesto (cf., por ej., te autor repite la vieja distinción en-
Quodl. III, q. 18). tre el término que nos ocupa escrito
Hacia fines de la Edad Media, el con th, como se ha hecho aquí, y el
término aparece también con un uso mismo vocablo pero con la t sola. En
que la Modernidad retomó: el de ob- este último caso, indica la astrología
jeto de una disciplina (véase, sin em- divinatrixoiudiciaria (véase astrologia).
bargo, subiectum 1.3); así como, por En el primero, refiere a la “ciencia
ej., se dice también que las pasiones que considera la cantidad abstracta”
son la m. de las virtudes. (Didasc. II, 3).
413 maxima

Más adelante, en la Edad Media, mathesis. Voz de origen griego y que,


se conoció con este nombre la disci- con sus distintas grafías –como se la
plina que tiene por objeto las demos- acaba de consignar y sin la h– ha da-
traciones, principios y propiedades do pie a un equívoco en la Edad Me-
de las cantidades y de los números. dia. En el primer caso, es translitera-
Se la dividió en geometria y arithme- ción del griego, lengua en la que sig-
tica (véanse): en sentido lato, la pri- nifica acción y deseo de aprender y de
mera considera las cantidades unidas instruir, lo cual los autores tanto del
en las figuras; la segunda, por separa- período patrístico como del medieval
do, en los números. Tanto en el pe- han acotado en principio a la ciencia
ríodo patrístico como en el medieval, de los números. En el segundo, la re-
se prefirió atenerse a esta distinción, lacionaron con la necedad y vanidad
por lo que el término m. es menos que atribuyeron a las predicciones as-
usual que los últimos mencionados. trológicas y a quienes las practicaban,
Para Tomás de Aquino, el objeto de llamados también “matematici”. Pe-
las matemáticas es abstracto, según ro se trata de una asociación errónea,
nuestro modo de conocer. La razón porque, con ese sentido negativo, en
es la que separa los entes matemáti- griego, no aparece el término que nos
cos de los sensibles, como dice en In ocupa, sino “mataiótes” cuyo signifi-
Met. XI, l. 1, nn. 13-20. No pueden cado alude precisamente a la frivoli-
tener causa eficiente ni final porque dad. El caso es significativo en la me-
esto conviene sólo a un ser en cuan- dida en que ilustra el uso que en la
to que existe; por eso, en las matemá- Edad Media se hizo de la filología y
ticas nada se demuestra por la causa la etimología, una aplicación preocu-
agente ni por la final (cf. ibid. III, l. pada por lo moralmente edificante y
4, 375; S. Th. I, q. 44, a. 1 ad 3). más didáctica que precisa. Habrá que
Para Buenaventura, la m. no es esperar al Humanismo renacentista
tanto una disciplina cuanto un enfo- para asistir al surgimiento de una ac-
que que atiende a determinados as- titud más científica respecto de estas
pectos de la realidad, es decir, lo que disciplinas.
él llama consideratio. La considera-
ción matemática tiene por objeto las maxima. En sentido amplio, la m.
proporciones manifiestas de las can- indica una breve fórmula que expresa
tidades y se divide en 1. arithmetica, sintéticamente un aserto o una nor-
que atiende a los números en su pu- ma general comúnmente aceptada.
reza; 2. musica, que estudia los nú- En sentido estricto, es un término co-
meros y proporciones en los sonidos; rrespondiente a la lógica que se en-
3. geometria, cuyo objeto es la can- cuentra en muchos escolásticos. Así,
tidad continua y las dimensiones en según Alberto Magno, por ej., la m.
general; 4. perspectiva, que considera es una proposición admitida en gene-
la línea visualmente; 5. astronomia, ral, pero subraya su diferencia respec-
que estudia la regulación del movi- to de la dignitas del axioma, en cuan-
miento de los cuerpos; astrologia, que to que aquélla no posee la certeza in-
examina la influencia natural de los mediata de ésta. Para el mencionado
celestes (véanse) (cf. Coll. in Hexaem. autor, las maximae conforman la sép-
IV, 15). tima de las trece clases en que él divi-
de las proposiciones (cf. An. Post. I,
maxime 414

2). Por su parte, Pedro Hispano hace humano adulto, y esa cantidad será
de las máximas una de las subdivisio- el m. quod sic del hombre. Su opues-
nes de los “lugares comunes” (véase to es el minimum quod sic, es decir, la
locus, in fine) y aclara: “Locus maxima mínima cantidad que se puede tener,
idem est quos ipsa maxima. Maxima conservando con ello la propia esen-
autem est propositio, quae non est auc- cia; por ej., en el caso mencionado,
tora prior vel notior, ut ‘omne totum est y tomando la misma unidad de me-
maius sua parte’, ‘de quocumque prae- dida, 60 centímetros. En cambio, se
dicatur species et genus”. Inmediata- denomina maximum quod non a la
mente después especifica la función magnitud que excede inmediatamen-
dialéctica de la m.: ésta “…confest fir- te a la del maximum quod sic, por ej.,
mitatem argumento” (Sum. Log. V, 7). 3 metros con 10 centímetros. Y se lla-
ma minimum quod non a la magnitud
maxime. Adverbio que deriva del su- que antecede inmediatamente a la del
perlativo de magnus, señala lo que es minimum quod sic, por ej., 50 centí-
en sumo grado, en el más alto, es de- metros.
cir, máximamente. Por eso, muchas
veces, aunque no exclusivamente, mediatum. Voz que se refiere todo lo
aparece en el contexto de la vía emi- que está en relación con otra cosa a
nencial (véanse via y eminenter). Así, través de una instancia intermediaria.
se suele usar, en la literatura filosófica, Tal como también se indicó en el ar-
con los siguientes significados deriva- tículo de su correlativo immediatum
dos del ya mencionado que es el prin- (véase), este término no aparece en
cipal: 1. indica algo en especial o par- los textos medievales usado con una
ticularmente, así, por ej., Tomás de gran precisión, pero siempre lo hace
Aquino escribe que, aunque versa so- en el sentido general aludido. Con to-
bre el ente en cuanto tal, la metafísi- do, dentro de dicha significación am-
ca trata m. de los inmateriales (cf. In plia, puede intentarse la siguiente cla-
Met. VI, l. 1, 1162-65); 2. algo que sificación: 1. en lógica, se denomina
supera a todo lo demás en su especie; mediata toda conclusión a la que se
3. algo que se asume preferentemen- arriba a través de un término medio
te; 4. cuando forma parte de la ex- en el razonamiento; tal mediación da
presión in hunc maxime modum, se- lugar a una evidencia también llama-
ñala que algo se toma principalmen- da “mediata”, a la que se llega por evi-
te o la mayoría de las veces. En cam- dencias inmediatas; 2. en el campo
bio, en lenguaje coloquial, se traduce gnoseológico, y si bien fue más fre-
por “sobre todo”. cuente en la Modernidad, también
en la Edad Media se habló de conoci-
maximum. Los escolásticos usaron miento mediato; tal es el que se pue-
esta voz, o bien, la expresión “maxi- de tener naturalmente sobre Dios, en
mum quod sic” para aludir a la máxi- la medida en que sólo se alcanza di-
ma magnitud que puede alcanzar el cho conocimiento mediante las crea-
miembro de una especie, sin dejar de turas; 3. en metafísica, a veces se de-
pertenecer a ella. Así, por ej., si se to- nominó ‘mediato’ al efecto producido
ma como unidad de medida el me- por el efecto de una causa y no direc-
tro, se considera que 3 metros es la al- tamente por la causa misma.
tura máxima que puede tener un ser
415 medicina

medicina. Voz proveniente de la raíz ción. Así, durante casi toda la Edad
med- que designa nociones muy di- Media, la medicina fue una práctica
versas, como las de medir, ponderar, antes que una teoría, y hay un cier-
regir, cuidar. Hace alusión siempre a to consenso en señalar que la siste-
la moderación requerida para conser- matización científica del arte médico
var o reestablecer el orden de un cuer- en las universidades a partir del siglo
po enfermo, pero no sólo en él sino XIV no constituyó un progreso en su
también en asuntos humanos graves. eficacia.
Este matiz precisa el significado de Dicha práctica contaba con cier-
dicha raíz vinculándola estrechamen- ta sistematización heredada del crite-
te a la sabiduría de tomar las medidas rio hipocrático que divide la medici-
que las circunstancias imponen. na en diaetetica, pharmaceutica y chi-
Ya en el período patrístico, Tertu- rurgica. La primera es regula vitae; la
liano, en su De anima, había consi- segunda, regula medicaminum; la ter-
derado la m. “soror philosophiae”. Co- cera, manuum operatio. La diaeteti-
mo última derivación, esto contribu- ca se entendía como ordo vitalis; de
yó a incluir la medicina en el abani- ahí que se consideraran en ella, ade-
co científico de la Edad Media, preci- más del régimen y contenido de las
samente dentro de la philosophia na- comidas, varios factores esquemati-
turalis. Isidoro de Sevilla la define co- zados en el corpus hippocraticum: luz
mo lo que preserva o restablece la sa- u aire, alimentos y bebidas, trabajo y
lud del cuerpo, cuyo objeto son las descanso, sueño y vigilia, excreciones
enfermedades y heridas (cf. Etim. IV, y secreciones, y afectos del alma. To-
1). Por su parte, Alcuino, en sus Di- do esto apuntaba a mantener y hacer
dascalia, dice que la m. es la “scien- plena la armonía alma-cuerpo, por
tia curationum ad temperamentum et lo que Hugo de San Víctor entiende
salutem corporis inventa”, con lo que esta regulación de la dietética como
subraya una doble finalidad: la regu- musicalidad, esto es, como armónico
lación y la salud corporales. Durante equilibrio. Respecto de la farmaco-
el período medieval propiamente di- pea medieval, son notables los “códi-
cho, Guillermo de Conches comenta ces medicinales” escritos a manera de
que la distinción entre el filósofo de poemas, entre ellos, el Macer floridus
la naturaleza y el médico es parale- del siglo XI, y las obras de Hildegar-
la a la que media entre el teórico y el da de Bingen, como Causa et curae;
práctico: “physicus, qui est naturarum el Liber antidotarius magnus contie-
contemplator et medicus, secundum ne, además, innumerables recetas. En
physicam operator”. Con ello reto- relación con la cirugía, fundamenta-
ma, aunque no explícitamente, el ca- da en notables estudios anatómicos
rácter central que Nemesio de Éme- y fisiológicos, se ha de subrayar que
sa había atribuido en las ciencias físi- no fue en la Edad Media –como des-
cas al estudio del hombre en cuanto pués en el Renacimiento, cuando es-
microcosmus (véase). tuvo a cargo de barberos– un auxiliar
Las tres funciones que el Medioevo de rango menor. Más aún, se reco-
adscribió a la m. en cuanto ars prácti- nocen varias escuelas medievales qui-
ca respecto de la naturaleza son la re- rúrgicas, como la salernitana, herede-
gulación, la restauración y la preven- ra de la árabe. A ella pertenece, por
meditatio 416

ej., la Practica chirurgica de Rogerio rando las tres como diversas “visio-
de Salerno, pero también son céle- nes”. La m. es una visión en la que ni
bres obras como la Chirugia de Ro- se abstrae ni se contempla, sino que
lando de Parma o la Chirugia magna se reflexiona. Se trata, como se verá,
de Bruno de Longoburgo. de una reflexión que implica el em-
En la práctica tanto de la clíni- peño de un espíritu que indaga en
ca como de la cirugía medievales se profundidad y con perseverancia. En
distinguían tres aspectos: diagnósti- efecto, los autores de esta escuela sos-
co y pronóstico, terapéutica e higie- tienen: “ex imaginatione cogitatio, ex
ne, poniéndose un particular cuidado ratione meditatio, ex intelligentia con-
en el trato con el paciente, como tes- templatio”. Sin embargo, aún ponien-
timonian los consejos del De cautelis do la raíz formal de la m. en la razón,
medicorum de Arnaldo de Vilanova. dichos pensadores, bajo la influen-
El fundamento de la importancia cia agustiniana, no agotan la medita-
de la medicina en la Edad Media ra- ción en el puro raciocinio, sino que
dica en la concepción de la vida pre- involucran en ella el ejercicio ascéti-
sente del homo viator como oportu- co del espíritu que, superando la dis-
nidad única de realización personal y persión propia de la cogitatio, se reco-
en la creencia de que todo en la na- ge en sí mismo, preparándose así pa-
turaleza creada está ordenado al bien ra la contemplatio, como indica Ricar-
del hombre. En este contexto, la en- do de San Víctor (cf. De praeparatione
fermedad no es castigo de los peca- animi ad contemplationem, 87). Otro
dos individuales sino consecuencia tanto sucede con la doctrina de Bue-
de la falta original y se consideraba naventura al respecto (véase mystica
ocasión de purificarse así como la sa- 2). Así, la noción que nos ocupa im-
lud era entendida como don divino. plica, en cualquier caso, un ejercicio
El cuerpo debía atenderse, pues, cum espiritual. Por eso, en el Humanis-
mensura et ratione. mo renacentista, al volver a las fuen-
tes conceptuales, se rescata la signifi-
meditatio. Además de la significa- cación que le atribuye Isidoro en sus
ción general de “meditación”, esta pa- Etimologiae XV, 2, 30.
labra asume un sentido muy preci-
so entre los autores de la escuela de medium. En su acepción más gene-
San Víctor, particularmente Hugo de ral, “medio” señala siempre una ins-
San Víctor. Desde el punto de vista tancia a través de la que, o en virtud
meramente escolástico, Hugo declara de la cual algo es, adviene o se pro-
que hay dos cosas que hacen posible duce. Debido a la amplitud de es-
la adquisición de la ciencia: una es la ta primera significación, la Escolásti-
lectio (véase), y la otra la meditatio, ca restringió el significado de esta no-
concebida, en las escuelas y universi- ción según los diferentes planos en
dades medievales, como ampliación que aparece. 1. en el orden físico, y
de la primera (cf. Didascalion I, 1). Pe- sin otra acotación, m. puede signifi-
ro, la acepción más específica del tér- car simplemente “instrumento”. 2.
mino, concierne a la vida intelectual en el plano lógico, el medio, llama-
y espiritual. En este terreno, el cita- do también “m. rationale” es un con-
do autor ubica la m. entre la cogitatio cepto o proposición que está ordena-
y la contemplatio (véanse), conside- da a probar otra proposición; espe-
417 medium

cíficamente, en el silogismo, el “tér- tenecen al mismo género que los ex-


mino medio” es aquel que figura en tremos, como señala Tomás de Aqui-
las dos premisas pero no aparece en no (cf. In Met. X, l. 9, esp. n. 9), ya
la conclusión (véase syllogismus); 3. que son términos relativos. Al mismo
desde el punto de vista matemáti- tiempo, el m. puede serlo por parti-
co, el 3.1. m. arithmeticum es el nú- cipación o por negación de los extre-
mero que excede y es excedido res- mos (cf. ibid. IV, l. 16, 722).
pectivamente por otros dos, según Los últimos cuatro distingos que
la misma cantidad; así el 7 es el m. los escolásticos han efectuado desde
arithmeticum de 3 y de 11, ya que ex- el punto de vista ontológico tienen su
cede al primero y es excedido por el correlato gnoseológico. En efecto, 6.
segundo en 4; en cambio, se deno- en el orden de conocimiento, 6.1. m.
mina 3.2. m. geometricum al número quod es lo que hoy llamaríamos “ob-
que excede a otro en la misma pro- jeto de conocimiento intermedio”,
porción en que es excedido por un esto es, un objeto de conocimiento
tercero; así, 6, m. de 12 y de 3 guar- tomado respecto de otro objeto ulte-
da respecto de éstos una proporción rior; 6.2 m. quo es la facultad cognos-
doble; 4. en el orden ético se llama citiva en cuanto tal, concebida aristo-
m. morale a aquel que un agente asu- télicamente como “tábula rasa”, o sea,
me para conseguir un fin, por ej., la como pura potencialidad indetermi-
perseverancia en el cumplimiento de nada de conocer; 6.3. m. in quo es el
ciertos actos; 5. en el plano ontológi- conocimiento mismo, formado y en
co, el 5.1. m. quod o suppositi es aquel acto, es decir, el verbum mentis; 6.4.
que, al mediar entre el agente y el pa- m. sub quo alude al objeto formal, es-
ciente, recibe la acción del primero to es, a la condición y el carácter de
que llega al segundo, de esa manera referible que tiene un objeto o bien al
el aire es medio entre el fuego como intelecto en general, o bien a una for-
agente y la mano quemada como pa- ma específica de conocimiento, po-
ciente, por lo que se conoce también tencia o hábito, por ej., la piedra di-
con la expresión “m. transmitionis ce relación a la vista por el color: así,
causae”; 5.2. m. quo denomínase a la lo coloreado es el m. sub quo de la vis-
forma por la cual el agente produce ta. De ahí que Tomás de Aquino lo
su efecto, así el calor, que es la for- caracterice diciendo que es aquello
ma mediante la cual el fuego actúa “sub cuius ratione omnia referuntur ad
en la mano; 5.3. m. in quo es aquel potentiam vel habitum” (S. Th. I, q. 1,
mediante cuyo examen una potencia c. 7 c).
percibe la existencia de otra cosa, co- También se ha hablado de m. en 7.
mo en el espejo se discierne la cosa re- sentido teológico. En efecto, el tér-
flejada o en una imagen lo represen- mino es de gran importancia en el
tado; 5.4. m. sub quo es aquel que ha- pensamiento bonaventuriano: emi-
ce actuar a una potencia en general, nenter, Buenaventura considera m.
sin determinarla en orden a ningún al Verbo, desde varios puntos de vis-
ente o cualidad en particular, así la ta, entre los cuales los fundamentales
luz es el medio por el cual el ojo per- son: porque ocupa el medio en la Tri-
cibe cualquier color. Siempre ontoló- nidad; porque, en cuanto todo ha si-
gicamente hablando, los medios per- do hecho por Él, es medio en la crea-
meletema 418

ción; y porque, en la medida en que dos, sensaciones táctiles, olfativas, sa-


ilumina con certeza la inteligencia bores; la intelectual, en la que están
creada, es medio de todas las ciencias contenidas las nociones; y la afectiva,
y de las virtudes (cf., por ej., Coll. in por la que se evocan emociones que,
Hexaem. V, 9-11). con todo, no se reproducen en el mo-
mento de recordarlas. Después de pá-
meletema. Voz que aparece raramen- ginas donde desarrolla toda una suer-
te para indicar la meditatio en las doc- te de fenomenología de los procesos
trinas de las diferentes ciencias. de recuerdo y olvido –del que, por
memoria. Bajo este término se en- lo demás, también hay una memo-
tiende ya sea una facultad, ya sea el ria–, Agustín plantea dos temas re-
acto de la misma, ya sea el hábito de lacionados con ella. En primer lugar,
dichos actos. En líneas muy gene- el de la m. sui o memoria de sí mis-
rales, y como facultad, se puede de- mo, que es el hilo de continuidad y
cir que la memoria es la potencia o unidad que atraviesa los recuerdos de
posibilidad de disponer de afeccio- una persona y que le posibilita consti-
nes, sensaciones, ideas y conocimien- tuir a partir de ellos el principio de la
tos adquiridos en el pasado. Tal dis- propia identidad; en otros términos,
ponibilidad da lugar a dos actos o la m. sui es una conciencia de sí que
operaciones: cuando dichas imáge- le permite a cada uno de nosotros de-
nes, emociones o nociones, vuelven cir justamente “yo”. En segundo tér-
espontáneamente bajo el foco aten- mino, se ha de mencionar la m. dei,
cional del alma, se tiene el recuerdo tema que en Agustín aparece íntima-
o la m. propiamente dicha; cuando mente vinculado con el del anhelo de
se los busca sistemáticamente, se tie- felicidad en cuanto tendencia natural
ne la reminiscentia (véase), distinción y, por ende, universal de los hombres.
que ya Platón (cf. Fil. 34a-c) y Aris- Se entiende por m. dei el deseo de go-
tóteles (cf. De mem. 1, 450b 17) ha- zar de un Bien infinito y eterno, que
bían hecho. Por su parte, Plotino in- no se ha conocido como para recor-
sistió en la persistencia de la conser- darlo, pero que Dios mismo ha sella-
vación implicada en la memoria (cf. do en el fondo del alma humana, a la
En. IV, 3, 29). que este anhelo sirve de norte en su
En el período patrístico, es Agus- búsqueda de la felicidad.
tín el autor al que se deben los aná- La Escolástica, y con ella Tomás de
lisis más ricos sobre el tema en el cé- Aquino, considera la memoria sensi-
lebre libro X de sus Confessiones. Es- ble una de las facultades o potencias de
to obedece acaso al hecho de que el la sensibilidad interna (véase sensus).
Hiponense amplía los alcances de es- Así, vuelve a las bases aristotélicas que
ta potencia o facultad al punto de ha- subrayan en esta facultad el carác-
cer coincidir sus límites –o falta de ter de retención y conservación, so-
ellos– con los del alma: dice, en efec- bre todo, de datos sensibles (cf. S. Th.
to, que en la memoria está conteni- I, q. 29, a. 7). Con ello, la memoria
do hasta aquello que se ha olvidado. en cuanto tal pierde parte de su poder
Por otra parte, Agustín distingue en- activo de búsqueda y recreación. Pero
tre la memoria sensible, que nos per- los escolásticos, siguiendo también en
mite recordar imágenes visuales, soni- esto a Aristóteles, respecto de la dis-
419 mendacium

tinción mencionada al comienzo, pu- del De Trinitate sobre la relación ver-


sieron ese poder activo en la reminis- bum-veritas. A esto se une la impor-
cencia, por lo cual la obra de Tomás tancia que en el pensamiento agusti-
sobre este tema se titula De memoria niano cobra la distinción entre ver-
et reminiscentia. bo interior y verbo exterior (cf. In Io.
Evang. 1). Fundamentalmente, pa-
mendacium. Pecado de la lengua ra el Hiponense la mentira es conse-
(véase peccatum), la mentira es la pri- cuencia de la caída original y su pa-
mera de las faltas contra la verdad, ternidad ha de ser atribuida al demo-
seguida por el periurium y el falsum nio. Desde el punto de vista moral,
testimonium, con las que queda in- m. se define como culpa moral cuan-
disolublemente ligada. Como es ob- do hay conciencia de la incompatibi-
vio, están unificados por el elemento lidad entre el verbo interior y el ex-
de falsedad. Durante el período pa- terior, que tiene la función de tradu-
trístico, el falso testimonio fue el pri- cirlo. Pedro Lombardo y Rodolfo Ar-
mero que se estudió debido a la ex- dente seguirán esta línea. Pero el úl-
presa prohibición que pesa sobre él timo pondrá el acento sobre las re-
en el Decálogo. Así aparece, por ej., percusiones sociales de la mentira
en Tertuliano (cf. Adversus Marcio- que no sólo hace al hombre odioso a
nem IV, 9, 6). Con todo, el interés Dios sino que también lo vuelve des-
de los autores fue desplazándose ha- preciable e inútil para los otros hom-
cia los otros dos entre los que la línea bres. Y ello porque destruye la cre-
divisoria no siempre se muestra clara. dibilidad sobre la que se funda toda
Con raras excepciones, una constan- posible comunicación (cf. Spec. univ.
te prevalece en el análisis de esta tría- XIII, 162-163). Por su parte, Alejan-
da: el hecho de que se la hace derivar dro de Halès insiste –contra la auto-
de la avaricia: se consideró que es por ridad de Ambrosio que hablaba de
codicia de riqueza que se suele men- “obras mentirosas”– en vincular m.
tir, cometer perjurio o levantar falso con el lenguaje oral, toda vez que
testimonio. Sea de ello lo que fuere, parte de la relación sermo-veritas. Por
Pedro Lombardo se destaca en este detrás de todos estos análisis perma-
examen que lleva a cabo a partir del nece siempre como trasfondo la afir-
falsum testimonium, pero marginán- mación agustiniana de Enchiridion
dolo después a favor de m. y periu- VII, 22: “quien miente habla con-
rium (cf. Sent. III, dd. 38 y 39). Así, la tra aquello que siente en el alma con
tríada inicial se convierte en binomio. la intención de engañar”. También
Otra dificultad que este tema presen- ha pesado en la elaboración poste-
ta es el de la pluralidad de campos en rior del tema la clasificación de Agus-
el que interviene: el filosófico, el teo- tín sobre las especies de la mentira,
lógico, el de la espiritualidad, el exe- que él propone mediante el entre-
gético, el jurídico, etc. Nos atendre- cruzamiento de diferentes criterios:
mos en particular a los dos primeros. la materia o el objeto, la intención,
Respecto del problema de la men- etc. En escala de gravedad decrecien-
tira, una de las mayores autorida- te, ellas son: 1. la mentira que con-
des que lo han tratado es San Agus- cierne a la doctrina; 2. la que no sir-
tín en su Contra mendacium, al que ve a nadie y perjudica a alguien; 3. la
complementan algunas reflexiones
mens 420

que perjudica a uno para beneficiar a Durante el período patrístico, la fi-


otro; 4. la mentira pura que se pro- losofía de Agustín, y por ende, la del
nuncia por el solo placer de engañar; agustinismo, se mueve en ese marco
5. la motivada por el deseo de gus- platónico y neoplatónico. Retoman-
tar; 6. la que, no dañando a nadie, do la imagen platónica de Rep. VI,
beneficia a alguien ya sea porque sal- 508 a y ss, Agustín afirma que, así co-
va su vida o sus bienes. Pedro Lom- mo para la percepción visible son ne-
bardo agiliza esta clasificación propo- cesarios el ojo, el objeto a contemplar
niendo otra que distingue entre m. y la luz, algo similar ocurre en el co-
officiosum, iocosum y perniciosum (cf. nocimiento intelectual: para que éste
Sent. III, d. 38, q. 1). tenga lugar es menester que interven-
Raimundo Lulio considera que es- gan la m. humana, lo cognoscible y
te pecado tiene la misma gravedad cierta luz espiritual que proviene de la
que los capitales (cf. Ars Brevis, I; Ars M. o Veritas divina, es decir, del Ver-
generalis ultima, I). bo, que asiste a la mente del hombre
Cabe añadir que hay un sentido con una especial illuminatio (véase).
más “débil” de este término. Es el que Por ello, se tiene el conocimiento in-
usa, por ej., Agustín de Hipona cuan- tuitivo de las formas ideales conteni-
do se refiere a la vanidad de algunas das en el Verbo, formas que la m. evo-
ambiciones mundanas o la vacuidad ca en sí misma bajo el influjo de esa
de los juegos retóricos (cf. Conf. IV, iluminación divina (cf. De lib. arb.
2, 2 y IX, 2 4 y 4, 9). II, 12). En principio, puede sorpren-
der que, para San Agustín, la m. –ca-
mens. Suele tomarse como equivalen-
racterizada como la dimensión supe-
te de la palabra griega nous; en todo
rior del alma racional (véase animus),
caso, m. siempre alude a la facultad
puesto que es la que adhiere a los in-
intelectiva del alma humana. Se ha de
teligibles y a Dios– contenga natural-
evitar, pues, el equívoco de traducir-
mente, en cuanto se define también
la por “mente”, ya que esta palabra,
como pensamiento, tanto la razón co-
en su uso contemporáneo, tiende a
mo la inteligencia: “…mens, cui ratio
asociarse con la razón y no con aque-
et intelligentia naturaliter inest…”
llo que los autores medievales llama-
(De civ. Dei. XI, 2). Pero cabe adver-
ron intellectus. En Plotino, la perfec-
tir que el Hiponense establece, plató-
ción del conocimiento humano es-
nicamente, la siguiente diferencia: la
triba en el retorno de la m. del hom-
ratio es el movimiento por el que la
bre al Nous o Mens divina, superan-
m. pasa de uno de sus conocimien-
do los grados de la percepción sensi-
tos a otro, por asociación o disocia-
ble y de la aprehensión de las ideas,
ción (cf. De ord. II, 2, 30); en cam-
hasta la intuición de la verdad absolu-
bio, el intellectus o la intelligentia es
ta del Nous, proceso que culmina en
la que resulta directamente ilumina-
la identificación de la m. humana con
da por el Verbo, y por ende, es supe-
lo Uno. Se advierte, entoncess, que la
rior a la ratio, aun cuando ambas per-
m. corresponde al intellectus y consti-
tenezcan a la m. (cf. In Ioan Evang.
tuye un grado superior al de la ratio
XV, 4, 19). Así pues, en Agustín, ratio
o diánoia, tal como lo había sugeri-
e intellectus o intelligentia son funcio-
do ya Platón.
nes propias de la m. y constituyen as-
421 mensura

pectos de ésta. Con todo, cabe adver- te entiende la m. como facultad del
tir que no siempre es preciso e inequí- anima; en otro, la considera la esen-
voco en la utilización de este vocablo, cia misma del alma en cuanto inte-
dado que, a veces, lo emplea como si- lectiva, pero no otra cosa diferente
nónimo de animus y aun de spiritus del anima. Así, consigna la siguien-
(véanse). Sea de ello lo que fuere, en te aclaración: “Mens in anima nostra
el Hiponense, la m. conserva cierta dicit illud quod est altissimum in vir-
entidad de dimensión humana dis- tute ipsius; et sic mens nominat poten-
tinta y distinguible de las de corpus y tiam animae et non essentiam; vel, si
anima, ya que usa esta última palabra nominat essentiam, hoc non est nisi in
para aludir a lo que vivifica o anima quantum ab ea fluit talis potentia” (De
el cuerpo. De esta manera, mientras ver. 10, a. 1). Según que utilice este
que el anima vincula al hombre con vocablo en el primer o en el segun-
lo que le es inferior, la m. o spiritus lo do sentido, Tomás identifica o distin-
une a lo supremo. gue, respectivamente, m. e intellectus,
Particulares matices asume este tér- pero lo más frecuente es que emplee
mino en el vocabulario bonaventuria- “m.” para aludir a la potencia intelec-
no. En efecto, para Buenaventura la tiva del alma, con la que se conocen
m. no es una dimensión del hombre los cosas despojadas de toda materia-
sino una facultad o potestad del al- lidad, es decir, abstractas.
ma. Su función es la de mover el inte- En los autores pertenecientes a la
lecto y la voluntad en la constitución transición entre Edad Media y Rena-
de los actos libres, por lo que equiva- cimiento, el concepto de m., en gene-
le al libre albedrío; así, m., intellectus ral, es de manifiesta derivación neo-
y voluntas conforman una imagen tri- platónica. Nicolás de Cusa, por ej.,
nitaria. Por lo demás, subraya dos as- (cf. Idiota, III), la m. tiende a identi-
pectos en la m.: el carácter intrínse- ficarse con el alma y expresa el aspec-
co del que proviene el concepto, en to por el cual ésta es informada por la
confrontación con el extrínseco de verdad divina; pero, por otra parte, el
la palabra que lo traduce (cf. Coll. in alma es lo que informa al cuerpo. Por
Hexaem. XI, 9). eso, la m. es, para el Cusano, la fuer-
Más allá de las distinciones y aun za que “complica” (véase complicatio)
de las vacilaciones terminológicas, nocionalmente los ejemplares de to-
en la tradición agustiniana todavía es das las cosas. En cuanto complican-
rastreable una antropología triparti- te, la m. humana es imagen de la di-
ta. Ésta desaparece en los escritos del vina, pero se distingue de ésta en que
Aquinate, quien tiende a asimilar en la concepción de la m. divina es pro-
la realidad m. y anima; más aún, sub- ducción de las cosas; la de la humana
sume la primera en la segunda. es sólo noción de ellas. Nicolás distin-
En efecto, en Sto. Tomás, si bien gue, finalmente, como potencias pro-
es muy frecuente el uso de intellec- pias de la m., al intelecto, la razón y
tus como traducción de nous, el tér- aun el sentido.
mino que nos ocupa aparece con
dos acepciones semejantes e interre- mensura. En líneas generales, la me-
lacionadas, pero que no deben con- dida ha sido considerada en la Anti-
fundirse: en un sentido, el Aquina- güedad bajo dos aspectos: en cuanto
relación entre una extensión y la uni-
mentaliter 422

dad, y en cuanto criterio o canon de lación con los colores; 2. medida de


lo que es verdadero o bueno. Ya Pla- lo múltiple, como la unidad respec-
tón, refiriéndose al arte de la medida, to del número; 3. medida de la dura-
la había dividido en dos partes: la que ción, como el tiempo lo es del movi-
mide el largo, la altura, el ancho y la miento; 4. medida de extensión, co-
velocidad respecto de sus contrarios; mo la vara. Sobre las huellas de Aris-
y la que mide la relación con lo con- tóteles, Tomás de Aquino define es-
veniente, lo oportuno y lo debido (cf. te término en su acepción más co-
Pol. 284e). Por su parte, Aristóteles, mún, diciendo que es aquello por lo
aceptando esta división, subraya, en cual se conoce la cantidad de una co-
lo concerniente a la primera, la con- sa, de ahí que tiene razón de princi-
dición de homogeneidad entre lo que pio, y que la medida ha de ser homo-
se mide y aquello con lo que se mi- génea con lo medido (cf. In Met. V,
de (cf. Met. X, 1, 1053a 22). Respec- l. 8, n. 10 y X, l. 2, n. 4).
to de la segunda, es conocida la doc-
mentaliter. Adverbio que señala el
trina aristotélica de la medida o ca-
modo de asumir algo formaliter (véa-
non de la virtud en el medio equidis-
se): precisamente, aquel según el que
tante entre dos extremos, consideran-
se consideran y distinguen sólo men-
do además, al hombre virtuoso la me-
talmente las formalitates (véase forma-
dida de los actos humanos.
litas). También aparece en la expre-
Pero, aunque estos antecedentes si-
sión loqui m. (véase).
guen vigentes en el período patrísti-
co, es muy distinta la fuente en la que mentio. Término que se utiliza en el
sus autores abrevan en la elaboración sentido lato de “mención”, pero no
de este concepto. En efecto, el texto suele revestir ningún matiz técnico en
bíblico fundamental sobre el que se filosofía.
basan es el de Sapientia 11, 22, donde
se lee que Dios dispuso todas las co- meritum. En general, indica el dere-
sas en “medida, número y peso”. Esto cho moral a un reconocimiento que
dio pie a una interpretación metafísi- puede tener la forma de la aproba-
ca del vocablo que nos ocupa. En su ción, la recompensa o el premio. Por
lectura, Agustín asocia la m. –que en contraposición, el demeritum es el
el lenguaje cotidiano y vulgar seña- merecimiento de la desaprobación o
laba entonces, por ej., el jarro con el aun del castigo. De ahí que se haya
que se medían las porciones de trigo– definido como “proprietas actus mo-
con la circunscripción ontológica, raliter boni, dicens proportionem ad
con aquello por lo que cada ente es o praemium”. Así pues, el m. como el
existe, y existe como ente; en cambio, demeritum constituyen una propie-
vincula al número con la esencia que dad del acto moral, pero no son in-
determina la especie. Por esa razón, la trínsecos a la virtud o a vicio sino que
m. es llamada por el Hiponense tam- derivan de ellos.
bién modus, esto es, límite. Entre otros autores, Buenaventura
Todos estos antecedentes confluyen confiere particular atención a las cla-
en la Escolástica, en la que se ha ha- ses de m. que enumera como: 1. de
blado de m. como de 1. medida de congruo, que es el que corresponde a
perfección, por ej., el blanco en re- las obras preparatorias para la justifi-
cación; 2. de digno, que es el propio
423 metaphorice

del justo y se ordena ya sea al acre- tante tiende a negar este título y po-
centamiento de la gracia en sí mis- ner el acento en la Gracia divina.
mo, ya a la justificación ajena; y 3. de
metalogicus. Aunque este adjetivo
condigno que es el de las mismas obras
pertenece especialmente al vocabu-
del justo en relación con la vida eterna.
lario filosófico moderno, se encuen-
Para Gabriel Biel, el m. de congruo es
tra un antecedente medieval en el si-
aquel que pone al fiel en condiciones
glo XII en Juan de Salisbury, quien se
de recibir la generosidad o liberalitas
vale de él para titular una de sus obras
de Dios, mientras que el m. de condigno
más importantes: Metalogicon. Hace
es el que lo hace digno de ser premia-
referencia, en general, a la teoría de
do por la justicia divina; de ahí que
los principios y de los fundamentos
esta última clase de mérito se funde
de la lógica, considerados en cuanto
ex debito iustitiae (véase) (cf., por ej.,
condiciones del pensamiento mismo
In II Sent., d. 27, q. 1, a. 2, concl. 4).
y, particularmente en el mencionado
En su tratamiento teológico de la
autor, en su carácter puramente ins-
cuestión, Ockham llama meritorio
trumental.
el acto que puede tener la vida eterna
por recompensa. Menciona tres con- metaphorice. Es otro de los vocablos
diciones para que se pueda hablar de que los autores medievales utilizan co-
m.: la primera es que dicho acto se lle- mo correlativo y opuesto a formaliter.
ve a cabo con conocimiento de causa; En efecto, uno de los sentidos que
la segunda, que sea libre, es decir que asume este último es el de designar al-
esté en poder del sujeto llevarlo a ca- go vere et proprie, es decir, en lo que
bo o no; la tercera, que mediante ese tiene de específicamente propio; así,
acto se cumpla actual y positivamen- se puede decir, formaliter, por ej., “El
te con uno de los mandamientos sin hombre ríe”. En cambio, se utiliza un
trasgredir ninguno de los demás. En término m. cuando se lo transpone
este último sentido, la posición oc- del concepto al que se lo atribuye con
khamista se enfrenta con la de Pedro propiedad, a otro que guarda alguna
Auriol, para quien el acto meritorio aparente semejanza de carácter con el
es aquel por el cual se cumple toda la primero. De ahí que un sinónimo de
ley (cf. In I Sent. d. 17, q. 2). esta palabra sea apparenter. De este
Cabe añadir que también se ha es- modo, se dice m., “La pradera ríe”.
tablecido la doctrina teológica acer- Este uso medieval del concepto
ca de la acumulación de méritos so- que nos ocupa derivó de las reflexio-
bre una persona adquiridos por otras. nes que sobre el tema formula Aris-
Ya en la Patrística, Cipriano había tóteles en su Poética, I, 1457 b y ss.
escrito que los méritos son títulos Desde ese punto de vista, el Estagiri-
–meritorum tituli– que se computa- ta señala que la mencionada transpo-
rán en la asignación del premio ce- sición puede tener lugar 1. del géne-
lestial. ro a la especie; 2. de la especie al gé-
Transcurrida la Edad Media, este nero; 3. de especie a especie; 4. por
tema dividirá aguas en la Reforma, ya analogía. Ejemplo del primer caso se-
que la línea católica insistirá en que, ría “Aquí está detenida mi nave” por-
auxiliado por la Gracia, el hombre que el estar anclado es un modo es-
recto puede obtener mérito a título pecial del genérico “estar detenido”.
de justicia; en cambio, la línea protes-
metaphysica 424

El ejemplo propuesto para el segundo En la Edad Media, y particular-


caso es “Mil gloriosas empresas lle- mente desde Averroes, la expresión tá
vó a cabo Odiseo”, donde el término metá tá physiká es entendida en sin-
específico “mil” vale por el genérico gular, pasando a indicar una discipli-
“muchos”. En cuanto al tercer caso, na, llamada también transphysica.
Aristóteles lo ejemplifica con otra cita La filosofía primera de Aristóteles
poética: “Habiendo extinguido su vi- se presenta como una disciplina rigu-
da por medio de la espada…”, don- rosamente especulativa, en la que cul-
de “extinguir” significa “terminar” y mina todo un sistema filosófico y que
ambos son determinadas maneras de supone una teoría del conocimiento
quitar. Finalmente, llama “metáfo- íntimamente integrada a ella y basada
ra por analogía” a la que se da cuan- sobre la abstracción: sólo partiendo de
do un segundo término es al primero, un estudio de los entes finitos en sus
lo que el cuarto al tercero; así, existe particularidades concretas, se alcanza-
la misma relación entre la vejez y una rá la consideración del ente en cuanto
vida humana, que la que hay entre el ente y del ser supremo. Por eso, la m.
atardecer y todo un día, lo que justi- se resuelve aristotélicamente en cien-
fica que el poeta diga metafóricamen- cia ontológica y teológica, que estudia
te: “el atardecer de la vida”, para refe- tanto el ser en cuanto ser y sus pro-
rirse a la vejez. piedades esenciales, como el ser sepa-
rado e inmóvil (cf. Met. IV, 1. 1003 a
metaphysica. Proveniente, aunque y VI, 1, 1026 a), es decir, lo divino.
en segunda instancia, del griego metá, El advenimiento del cristianismo
más allá, y physis, naturaleza, esta pa- y su concepto de un Dios que crea y
labra tiene el significado genérico de ama, que es providente y libre y que
la investigación de lo que está más se menciona como Persona, conduce
allá de la experiencia. La m. intenta, a una visión diferente de la relación
por ende, aprehender el sentido más entre los entes y el Ser. Así, duran-
profundo de la realidad, buscando sus te toda la Edad Media, las categorías
razones supremas. Como es sabido, el de creación, persona y libertad, hacen
origen del término es casual y se en- reconsiderar la metafísica antigua en
cuentra en la ordenación que el editor una nueva dimensión.
Andrónico de Rodas hizo de las obras Para Agustín, enrolado en la tradi-
aristotélicas, colocando después de los ción neoplatónica, la m. equivale a
libros de filosofía natural (tá physiká), sapientia, y ésta es concebida funda-
aquellos que versaban sobre el ente en mentalmente como el conocimiento
cuanto tal y sobre el ser supremos, in- que toda el alma humana –y no só-
vestigación que Aristóteles llamó “fi- lo la razón– tiene de Dios como Ser
losofía primera”. Así, se denomina- Supremo, como Verdad absoluta y
ron metá tá fysiká los libros posterio- Bien Sumo, cuya posesión procura al
res a los concernientes a la naturale- hombre la felicidad plena (cf. por ej.,
za. En la Antigüedad tardía, el sen- Sol. I, 2 y 7). Por eso, es la intencio-
tido doctrinal de la filosofía primera nalidad moral la que rige la búsqueda
sustituyó el significado literal del títu- metafísica agustiniana.
lo, con lo cual metá indicó una tras- En la Escolástica, Alejandro de Ha-
cendencia especulativa y ya no una lès y Buenaventura mantienen esta
mera sucesión material de escritos.
425 methodus

orientación, pero renovándola y siste- cias especulativas, después de la filo-


matizándola al contacto de los princi- sofía natural y la matemática, ya que
pales escritos de Aristóteles ya descu- es el resultado de una abstracción for-
biertos a la sazón por el mundo cris- mal que considera los entes prescin-
tiano. Así, para Buenaventura, la m. diendo de su materialidad. Siguiendo
versa “circa cognitionem omnium en- este proceso, la metafísica indaga las
tium, quae reducit ad unum parimum primeras causas y los principios uni-
principium, a quo exierunt, secundum versales, mereciendo así ser conside-
rationes ideales, sive ad Deum, inquan- rada la disciplina supremamente in-
tum principium, finis et exemplar” (De telectual y, en cuanto tal, sabiduría.
red. artium, 4). Intervienen aquí no- Respecto del Acto puro como pleni-
ciones de la metafísica aristotélica, tud de ser, Tomás no sólo lo afirma
pero en el ámbito que no quiere per- como Bien Supremo que atrae hacia
der de vista el carácter inalienable del sí todas las cosas en tanto causa fi-
alma y de Dios, al que se dirigía la sa- nal, sino también como causa creado-
biduría agustiniana. Esta actitud lle- ra, imprimiendo con ello otra direc-
va a no admitir otra m. que no sea la ción a este aspecto de la m. aristoté-
sapientia christiana, en la que los prin- lica. En el pensamiento del Aquinate,
cipios de la razón están compenetra- se añaden a esta novedad, entre otras,
dos de las verdades de fe. De hecho, la del fuerte relieve que concede a la
muy particular es el uso que Buena- doctrina de la analogía del ente (véase
ventura da a este término, en el que analogia) y a la relación entre essentia
combina filosofía y mística. De he- y esse en el synolon.
cho, escribe al respecto: haec est tota
methodus. En general, y de acuer-
nostra m.: emanación, ejemplaridad,
do con su etimología griega, indica la
iluminación por los rayos espirituales
vía o camino por el que debe proce-
y reconversión a la suma luz (cf. Coll.
der el pensamiento en la búsqueda de
in Hexaem. I, 17).
la verdad. Sinónimo de este término
Obviamente, más consecuente con
es manuductio (véase) que no suele fi-
la posición del Estagirita es Tomás de
gurar en los textos filosóficos porque
Aquino, quien, en su comentario a la
se trata, en realidad, de un equivalen-
Metafísica aristotélica, habla de tres
te literario.
niveles en los que se puede aplicar el
El que habría de ser el método tí-
término que nos ocupa: de ente, de
pico del pensamiento escolástico tie-
Deo y de primis causis (cf. In Met., Pr.,
ne antecedentes en la Antigüedad.
in fine) . La inclusión de “de Deo” ha-
En efecto, luego del conocido méto-
ce que esta voz equivalga en él no só-
do socrático, ejemplificado en los diá-
lo a philosophia prima sino también a
logos platónicos, Aristóteles y su es-
theologia (véase), al menos en el sen-
cuela clasificaron las relaciones entre
tido no doctrinal o dogmático de es-
los fenómenos mediante “problemas”
te último vocablo. Por eso, el Aqui-
y soluciones correlativas. Por su parte,
nate define la m. como la ciencia que
Epicuro reordenó los criterios de la
trata “de ente in commune et de ente
ciencia empírica en la forma del “ca-
primo, quod est a materia separatum”
non”, o sea, de una serie de precep-
(In I De gen et corr., Pr.). De este mo-
tos metodológicos. Los estoicos y los
do, coloca la m. en el ápice de las cien-
neoplatónicos desarrollaban la inda-
methodus hibernica 426

gación filosófica con “diatribas” o dis- methodus hibernica. Esta expresión,


cusiones convencionales, constituidas junto con su equivalente sapientia hi-
por cuestiones y respuestas que iban bernica, se usó algunas veces, especial-
desde el planteo del problema hasta mente en la Alta Edad Media, para
su dilucidación, en todos los térmi- referirse al conjunto de las siete artes
nos del concepto, lo cual era sugeri- liberales (véase ars). El nombre obe-
do por la exposición. dece a que, en la época mencionada,
De algún modo, todos estos ele- se distinguieron en la difusión de las
mentos se reencuentran durante los mismas, particularmente, los monjes
períodos patrístico y medieval. Res- irlandeses, es decir, los procedentes
pecto del primero, en Agustín, por de la Hibernia, hoy tierra de Irlanda.
ej., convergen el método socrático
microcosmus. Del griego mikros kos-
de preguntas y respuestas –reelabora-
mos, esta palabra caracteriza al hom-
do en sus diálogos filosóficos, como
bre como un pequeño mundo, en
el de De Magistro– con el de la inte-
cuanto que en él se sintetizan todos
rrogación a sí mismo, propio de las
los niveles ontológicos que se dan en
Confessiones. Uno y otro continua-
el universo, el cual, por oposición, se
ron en Alcuino y Escoto Erígena, pe-
denomina “macrocosmus”, término
ro firmemente prevalece cierta orien-
menos usado. La expresión, ya antici-
tación del método socrático que, en
pada por la Antigüedad clásica –apa-
los siglos XII y siguientes, toma la tí-
rece, por ej., en Demócrito (cf. D. 68
pica forma de las quaestiones, naci-
b)–, pasa a la cultura medieval a tra-
das al margen de la lectio (véase). La
vés de los neoplatónicos y de Boecio;
quaestio (véase) se constituyó, por úl-
pero se halla, especialmente, en auto-
timo, como un género autónomo en
res de la Patrística, tanto griega como
la forma de la quaestio disputata.
latina. Así, se encuentra, entre otros,
La base lógica fundamental subya-
en San Ambrosio (cf. Hom. in Hexae-
cente en el método escolástico es la
meron VI, 9); en Clemente de Alejan-
división del concepto en sus elemen-
dría (cf. Protrept, I, 5, 3); en Metodio
tos fundamentales: el análisis dialé-
de Olimpia (cf. De resurrect. II, 10,
ctico de cada uno de ellos conduce
2). Un antecedente más inmediato de
a la postulación de una tesis, la eli-
estos textos es Filón (cf. Quis rerum
minación final de la antítesis prueba
divinarum haeres, 155). Por su parte,
dicho concepto y lo confirma como
Isidoro de Sevilla consigna en sus Eti-
verdad demostrada. Los argumentos
mologías: “Graece mundus cosmos ho-
a favor de la tesis o de la antítesis que
mo autem microcosmos, id est minor
se traían a discusión provenían tanto
mundus est appellatus”. Más adelante,
de nociones propias del bagaje cien-
autores como Pedro Damián y Hu-
tífico y filosófico de la época, como
go de San Víctor, siguiendo la línea
de las auctoritates, es decir, citas de la
neoplatónica, presentan sólo el alma
Biblia, o bien de autores antiguos, de
la Patrística o de la primera Escolásti- humana como un pequeño mundo.
ca. Una sentencia probada que halla- También lo mencionan grandes es-
ra consenso se reconocía a su vez co- colásticos como Buenaventura (cf. In
mo auctoritas en el desarrollo sucesivo Sent III, dist. 2). Con todo, Buena-
de las investigaciones. ventura suele preferir la expresión mi-
nor mundus al término que nos ocu-
427 minimum

pa. Lo fundamenta diciendo que el ratione temporum, passim); 3. el de las


hombre consta de los cuatro elemen- obras en las que se tienen en cuenta
tos y de tres fuerzas vitales perfectivas: alma y cuerpo para establecer la com-
la vegetativa, la sensible y la racional paración hombre-mundo. Entre es-
(cf. Brev. II, 3-4; Coll. in Hexaem. tos autores, se cuentan Clemente de
XVI, 7. En sentido similar, ya Hugo Alejandría, Ambrosio de Milán, Me-
de San Víctor había hecho notar que todio de Olimpia, Tomás de Aquino,
el número cuaternario corresponde al Godofredo de San Víctor, Inocencio
cuerpo y el ternario al alma (cf. Di- III. Es curioso notar que en su obra
dasc. II, 5). También Tomás de Aqui- Microcosmus, verdadera enciclopedia
no prefiere la expresión “minor mun- medieval, Godofredo de San Víctor
dus” a la transcripción latina del tér- se apoya en la noción que nos ocu-
mino griego que nos ocupa; así, dice: pa para desarrollar una concepción
“Homo dicitur minor mundus, quia de hombre muy optimista; 4. final-
omnes creaturae mundi quodammodo mente, un cuarto grupo estaría com-
invenimtur in eo” (S. Th. I, q. 91, a. 1, puesto por los textos donde se atribu-
c). Respecto de la relación entre esta ye a este tópos un cierto significado
doctrina y la del hombre como con- moral para usarlo en la predicación.
fín entre el mundo sensible y el inteli- Entre quienes usaron la noción de m.
gible, véase homo 4. con un sentido moralmente edifican-
A manera de síntesis, cabe distin- te están Isidoro de Sevilla, Pedro Co-
guir el tratamiento de este tema en mestor y Pedro Damián. Así, por ej.,
cuatro grandes grupos doctrinales: 1. el segundo de los nombrados inserta
el de aquellos textos donde sólo apa- el tema en el pasaje del Nuevo Testa-
rece una breve mención del proble- mento en el que Cristo invita a pre-
ma, con una referencia general a sus dicar el Evangelio a toda criatura y
orígenes griegos, aun sin especificar recuerda precisamente que todas las
la fuente con precisión, como Rá- criaturas están resumidas en el hom-
bano Mauro (cf. De universo, 14) o bre (cf. Hist. Schol. 192).
Boecio, quien propone hombre-mi- Con el objeto de iluminar retros-
crocosmos como ejemplo de la defi- pectivamente la perspectiva medie-
nición por analogía (cf. De diffinitione val, es interesante destacar que, con el
4); 2. el de los textos donde la apli- Humanismo, si bien se mantiene en
cación del concepto de m. al hombre muchos textos la doctrina del m., se
se justifica en términos físicos, por- invierte el punto de vista: al recuperar
que advierten que en él se da la com- el hombre el centro de la escena filo-
binación de los cuatro elementos que sófica, es su naturaleza la que se pro-
componen el cosmos: tierra, agua, ai- yecta sobre el mundo y no al revés,
re y fuego. Así aparece en Beda, Esco- por lo cual el mundo es visto como
to Erígena, Honorio Augustodense, “macrohombre”. Así se lee, por ej., en
Guillermo Abad. Beda, por ej., remi- Pico della Mirandola (cf. Heptaplus,
te a los fisiólogos griegos y recuerda in fine) quien con esta expresión recu-
que ellos comparaban el fuego con el pera, revalorizándola, una idea que ya
calor del cuerpo humano, el aire con había aparecido en Filón.
la respiración, el agua con los humo-
res, la tierra con los miembros (cf. De minimum. En general, se entiende
por esta voz lo menos compuesto, es
minimum naturale 428

decir, lo más simple. En sentido más La Escolástica estableció mayo-


estricto, y en referencia a lo múltiple, res precisiones sobre el tema. Tomás
es lo que es uno y no muchos, o bien, de Aquino subraya que la admiratio
el número más pequeño en compa- (véase) suscitada por el m. es aquella
ración con uno mayor. En referen- que surge ante la presencia de efectos
cia a la magnitud, alude a aquella tal cuya causa no sólo se desconoce sino
que no puede haber otra menor (véa- que no es posible conocer; de ahí que
se atomus). Ahora bien, como señala ese desconocimiento no sea imputa-
Guillermo de Ockham, tal magnitud ble a la ignorancia de algunos sino
no existe, puesto que, por definición, a la imposibilidad de comprensión
una magnitud es divisible al infinito de todos. De este modo, define co-
en partes cada vez más pequeñas. Así mo milagro aquello que es hecho por
pues, en su perspectiva, cuando Aris- Dios fuera del orden de las causas co-
tóteles habla de m. naturale, se ha de nocidas por el hombre. El milagro
entender la magnitud requerida para excede, pues, el poder de la naturale-
que un cuerpo pueda llevar a cabo las za. Para el Aquinate, esto puede suce-
operaciones que le son propias y pue- der de tres modos: primero, en cuan-
da resistir a los agentes naturales sin to a la substancia del hecho milagro-
desaparecer (cf. In II Sent. q. 8). Para so, por ej., que dos cuerpos coexistan
las expresiones m. quod sic y m. quod simultáneamente en el mismo lugar;
non, véase maximum. segundo, por el sujeto en el que se ve-
rifica el milagro, como que un ciego
minimum naturale. Cf. minimum e recobre la vista, ya que la naturaleza
indivisibile, ambos artículos in fine. puede dar la visión pero no a un cie-
miraculum. Voz propia de la vida re- go; tercero, por el modo y el orden,
ligiosa, el milagro está vinculado eti- por ej., el curarse repentinamente
mológicamente a lo ad-mira-ble. En una fiebre sin el uso de remedios na-
la Antigüedad, se asocia con otros co- turales (cf. S. Th. I, q. 105, aa. 7-8).
mo portentum o prodigium. Pero en miseria. En la literatura filosófica
contexto cristiano prevalece la voz medieval, éste es un vocablo que, al
que nos ocupa, cuyo análisis se ha- igual que dignitas se suele relacionar
ce sobre la base de los milagros men- con la condición del hombre en es-
cionados en las Escrituras, particular- te mundo. En el orden antropológi-
mente, los hechos por Cristo. co, ambos términos son, desde lue-
Durante el período patrístico, en go, exactamente antónimos y conti-
dicho análisis, se destacaron tres no- núan sendas perspectivas tradiciona-
tas: en primer lugar, el hecho de que les, puesto que algunos autores me-
el milagro parece contrario a la natu- dievales prefirieron acentuar los as-
raleza, siendo que no se le opone sino pectos positivos del hombre tal como
que la excede; en segundo término, la ha sido creado mientras que otros su-
invariable presentación del m. como brayaron su estado actual post-adáni-
manifestación del poder divino; por co. Cabe señalar que estas dos líneas
último, la insistencia en las limitacio- de valoración antropológica, tanto la
nes de la razón humana ante las cau- negativa, que pone el acento en la m.
sas del milagro, que la exceden. Así lo del hombre, como la positiva, que
señala, por ej., Agustín en De civ. Dei insiste en su dignitas tienen su ante-
XXI, 5 y esp. 8; y Ep. 187, 24.
429 mixtum

cedente en escritores antiguos paga- m. se aproxima a la liberalidad, aun-


nos. En relación con éstos, el de las que se distingue de ésta por la espe-
consideraciones medievales sobre la cificidad de actuar en orden a la eli-
m. hominis se suele señalar en el poe- minación de un mal. Por su perfec-
ta atomista Lucrecio, quien, en su De ción esencial, se le atribuye a Dios en
rerum natura, ve el hecho de que los cuanto Bondad infinita.
demás seres vivos preceden al hombre Desde el punto de vista 2. ético, los
sobre la tierra como un signo del es- escolásticos la han considerado una
caso valor natural de la especie huma- virtud. Para ello, como sentimiento
na y de su condición de desvalida. En debe regularse según la recta razón.
términos cristianos y medievales, es- Por eso, Tomás de Aquino, por ej.,
te pesimismo se fundamenta, además la incluye como parte potencial de la
y principalmente, en las consecuen- justicia en cuanto virtud que tiende
cias del pecado original que hacen a proporcionar el bien en la medida
del mundo humano un “valle de lá- del derecho o del mérito en sentido
grimas”. En este sentido, el texto por estricto. Con todo, no es infrecuente
excelencia es el De miseria hominis que la m. y la iustitia entren en con-
de Inocencio III, al que responderán flicto, siempre desde el punto de vista
los humanistas con obras de contra- ético, caso en el que el Aquinate sos-
partida (véase dignitas 4). tiene que ha de prevalecer la primera,
En cuanto a la miseria en el pla- dado que ella es el primer movimien-
no económico, social, ético, políti- to de todas las obras divinas (cf. S. Th.
co y aun teológico, en la Edad Media I, q. 21, aa. 3-4; II-II, q. 30, aa. 1-4).
se prefirió para nombrarla la palabra
misterium. Cf. mysterium.
paupertas (véase).
mistica-mistice. Cf. mystica-mystice.
misericordia. La misericordia se pue-
de considerar desde dos perspectivas: mixtio. Término propio del vocabu-
la psicológica y la ética. Desde el pun- lario luliano. En efecto, en la última
to de vista 1. psicológico, es una for- versión del Ars Raymundi, Lull desig-
ma que asume el amor. Se consideran na con esta palabra al procedimiento
en su caracterización dos momentos: por el cual cada uno de los principia
uno, pasivo, está dado por la compa- o dignitates (véase dignitas in fine), es
sión (véase compassio), es decir por la examinado por medio de los otros y,
tristeza que la miseria ajena suscita en a su vez, todos los pincipios son exa-
el corazón, de donde esta noción toma minados por medio de las regulae
su nombre; el segundo es activo y está (véase regula) (cf. Ars brevis, VIII; Ars
dado por el dirigirse intencionalmen- generalis ultima, VIII).
te a la remoción de la miseria o des-
dicha que se compadece, momento mixtum. Se llama así, en general, a
que se conoce como beneficentia. Por lo que resulta de una composición de
eso, en la Edad Media se ha repetido elementos diversos (véase elementum)
“tristitia est in sensu, m. in voluntate”. y, en rigor, al cuerpo compuesto, es-
Así pues, si bien el nombre de la m. to es, al que se puede resolver en otros
se toma de su primera fase, o sea, de de diferente especie o naturaleza. La
la compasión, lo esencial de este con- principal discusión sostenida en la
cepto radica en la segunda. En ella, la Escolástica respecto de este tema con-
mobile 430

cierne a la subsistencia o no de las do las implicancias de la teoría aris-


cualidades –cálido, frío, seco, húme- totélica de la materia y de la forma,
do– de los elementos en el m. que és- expresó su opinión definitiva: las for-
tos constituyen: utrum maneant in mas de los elementos permanecen en
mixto. Esto se debatió sobre la ba- el compuesto, non acto sed virtute, es
se del pasaje aristotélico del De gen. decir que subsisten –aunque atenua-
et corr. I, 10, 327ª 30 y ss. El tema, das– sus cualidades propias, y a tra-
además, se relaciona, de un lado, con vés de ellas permanecen virtualmente
el de la forma substantialis (véase); de también las formas de los elementos
otro, con el del cambio como inten- (cf. S. Th. I, q. 76, a. 4 in fine). Simi-
sificación o disminución de la presen- lar opinión sostiene Ockham (cf. In
cia de uno o varios elementos en el m. libros Phys. q. 83; Quodl. III, 5).
(véase intensio). Más aún, hay quie-
mobile. Se denomina así todo aquello
nes, como Tomás, sugieren que de m.
que está sujeto al movimiento o cam-
se ha de hablar respecto de la materia
bio. Al comentar a Aristóteles, Tomás
en su pasaje de la potencia al acto (cf.
de Aquino, por ej., distingue tres ór-
In Met. IX, l. 6, n. 8).
denes en la cadena del movimiento o
Al respecto, se perfilaron, más allá
cambio: el de la última instancia en
de los matices, tres posiciones di-
ella, que es el de lo que sólo es movi-
versas: las de 1. Avicena, 2. Ave-
do pero no mueve a su vez a ningún
rroes, 3. Tomás de Aquino. 1. Avice-
otro; el de la instancia intermedia,
na (cf. Suffic. I, 10) sugiere la posibi-
dada por todo aquello que mueve y
lidad de que los elementos permanez-
es movido; y el de la suprema instan-
can inmutables en el m. con sus for-
cia, constituida por lo que mueve pe-
mas sustanciales, y la modificación de
ro no es movido. Respecto del último
sus cualidades activas y pasivas de-
punto, añade que, si ese primer mo-
termina la complexio del m., doctri-
tor mueve en cuanto primum intellec-
na que ha tenido una gran inciden-
tum et desideratum, es necesario que
cia en la medicina medieval. 2. Ave-
el primum mobile se desee y se entien-
rroes (cf., comentario al pasaje aris-
da a sí mismo (cf. In Met. XII, l. 7,
totélico citado y al De caelo III, 8, 7,
comm. 67) rechaza la tesis de la per- nn. 1 y 2 y l. 8, n. 1). Véanse motus, in
manencia: la forma substantialis (véa- principio; movere).
se) no puede padecer ninguna inten- moderni. Cf. magister, in fine.
sificación ni disminución, por ej., no
se es más o menos hombre. Así, pa- modificatio. Conviene evitar la ten-
rece creer que la forma del m. resul- dencia a traducir esta voz por “mo-
ta de las de los elementa, que son in- dificación”. En efecto, al provenir de
termedias entre las formas sustancia- modus (véase), uno de cuyos sentidos
les y las accidentales. Por su parte, 3. fundamentales es el de límite, el tér-
Tomás de Aquino consideró probable mino m. no alude esencialmente al
primero la solución de Avicena (cf. In cambio, sino que significa la acción y
II Sent. d. 12, q. 1, a. 4 y De nat. ma- el efecto de poner límites (modificare);
teriae); después, se inclinó por la ex- de ahí que se diga, por ej., que la tem-
plicación de Averroes (cf. In Boethii planza modificat, como lo hace Bue-
De Trin., q. 4, a. 3, ad 6). Pero, fi- naventura (cf. Coll. in Hexaem. VI,
nalmente, luego de haber pondera- 13). Por eso, en contexto filosófico,
431 modus

modificatum suele querer decir “equi- El objetivo último de los m. era,


librado”. pues, llegar a la constitución de una
suerte de gramática universal, que
modisti. Se indica con este nombre, pusiera de manifiesto la estructura
o con el de “modistae”, a los gramáti- lógica común de todas las formas y
cos especulativos de los siglos XIII y reglas gramaticales de las diferentes
XIV, quienes, en el intento de justifi- lenguas. Pero cabe acotar que, en el
car la significatio –es decir, la relación esfuerzo por alcanzar dicho fin, mu-
entre palabra y pensamiento–, intro- chas veces cayeron en deducciones
dujeron en gramática nociones lógi- forzadas.
cas y metafísicas. Su propósito fue el Algunos han sostenido que tanto
de estudiar las formas del pensamien- el origen como el fundamento de la
to que corresponden a las cosas y sus expresión “modi significandi”, se en-
propiedades, deducir de estas formas cuentran ya en la obra de Boecio, si
las partes del discurso y justificar la bien se considera comúnmente a Pe-
particularidad de estas últimas en vir- dro Elías, profesor de gramática en
tud de su perfecta correspondencia París de la mitad del siglo XII, el ini-
con las formas lógicas. En otras pa- ciador de esta corriente. En efecto, en
labras, los m. propugnaron la corres- sus comentarios a los textos del gra-
pondencia entre tres órdenes de mo- mático dórico Prisciano, Elías fue el
dalidad: los modi essendi (véase modus) primero en considerar la gramáti-
objeto de la metafísica; los modi inte- ca como introducción no al estudio
lligendi o sciendi, objeto de la lógica; de obras literarias sino a la lógica. La
y los modi significandi, objeto especí- progresiva afirmación en el mundo
fico de la gramática. cristiano de las obras aristotélicas so-
Los modi intelligendi incluyen el es- bre el lenguaje contribuyó a confir-
tudio de la definición, la división, la mar dicho punto de vista, y a desarro-
argumentación y el método, cuyas re- llar así la gramática especulativa, cu-
glas indica la lógica. Así pues, también yos principales nombres, ya en el si-
se dice que ésta es el modus sciendi glo XIII, fueron los de Roger Bacon,
por excelencia, porque mediante su Martín, Juan y Boecio de Dacia, Si-
regulación se aclara lo que está confu- ger de Courtrai y, sobre todo, Tomás
so para el pensamiento, descubrién- de Ehrfurt. En la segunda mitad del
dose así lo que nos era desconocido siglo XIV comenzaron a decaer estos
en la realidad, dada la señalada co- estudios y, ante el auge de la lógica de
rrespondencia que los m. suponían Ockham, paulatinamente la gramáti-
entre ésta y aquél. ca retomó su status primitivo.
Respecto de los modi significandi,
los m. consideraron que el nombre y modus. Etimológicamente, procede
el pronombre indican lo que es esta- de la raíz med- con variante en mod-
ble y permanente; en cambio, el ver- que aluden a lo limitado –de donde
bo y el participio aluden al devenir, moderari y modestus– y también lo
mientras que las partes indeclinables circunscripto, lo justo y, de manera
no pertenecen a la verdadera esencia derivada, lo equilibrado.
del lenguaje, sino que sirven para ex- En la Patrística, el término reviste
presar el pensamiento de manera más particular importancia en Agustín, en
elegante: non sunt de esse oratonis, sed cuya ontología trinitaria se identifica
de bene esse.
modus ponens-modus tollens 432

con la mensura (véase). En la Escolás- El término se cristaliza entre la pri-


tica, el término aparece en varios pla- mera y la segunda Escolástica, en 3. el
nos u órdenes. En 1. el orden meta- plano teológico, a propósito de la dis-
físico, se tradujo con esta palabra el cusión acerca de la unión en la per-
tema aristotélico de las “especies” del sona de las dos naturalezas de Cristo.
ser en cuanto que éste “dicitur multis En relación con este último punto,
modis”. Así, pasó a entenderse como Egidio Romano había hablado ya de
“manera de ser”. De hecho, sobre la 3.1. “modos sustanciales” y 3.2. “mo-
base de la metafísica de Aristóteles, dos accidentales”; discusión que pro-
Tomás de Aquino distingue quattuor fundizarán después, en especial, Ca-
modos essendi (cf. In Met. IV, l. I, nn. yetano y Suárez.
12-15), que describe en gradación as- En 4. el campo de la retórica y su
cendente: 1.1. esse in ratione: el exis- relación con la filosofía, se entiende
tir sólo en la mente y no en la rea- por modi tractandi las diversas mane-
lidad, lo cual es propio de las ne- ras de abordar y desarrollar un mismo
gaciones y privaciones; 1.2. esse in asunto. Así, por ej., en su epístola a
debilitate: el ser en devenir, tal como Can Grande della Scala, Dante enun-
se da en las generaciones y corrup- cia los modos 4.1. literarios y 4.2. fi-
ciones; 1.3. esse in alio: el ser en otro, losóficos de los que se vale en su Com-
que se predica de las cualidades, can- media. Los primeros son 4.1.1. poeti-
tidades y propiedades de la sustancia; cus, 4.1.2. fictivus, 4.1.3. descriptivus,
1.4. esse in se et per se existens: el ser en 4.1.4. digressivus, 4.1.5. transumptivus;
sí que existe por sí, con lo cual se llega mientras que los considerados filosófi-
a la sustancia como aquello que existe cos son 4.2.1. definitivus, 4.2.2. divi-
de manera verdadera y propia, o sea, sivus, 4.2.3. probativus-improbativus,
el principio respecto del cual se jerar- 4.2.4. convictivus y 4.2.5. exemplorum
quizan los diversos modi essendi. positivus (véanse, respectivamente).
En 2. el plano lógico-metafísico, En los últimos siglos de la Escolás-
se entiende por m. lo que puede ser tica, los así llamados modisti (véase)
afirmado de una proposición tomada distinguieron de los modi essendi, los
en su totalidad, o sea, praedicabilis de modi intelligendi o sciendi y los modi
tota propositione. En tal sentido, se significandi, que se tratan en el citado
distinguió entre cuatro modos: 2.1. el artículo.
de lo necesario; 2.2. el de lo contin-
gente; 2.3. el de lo posible; 2.4. el de modus ponens-modus tollens. Se de-
lo imposible. Se analizó, además, las nomina así dos tipos de syllogismus
relaciones entre estos modos lógicos o (véase). El modus ponens es aquel en
proposicionales, por ej., la relación de el que la premisa menor afirma el an-
exclusión que se da entre la necesarie- tecedente de la mayor: si A es B, C es
dad y la imposibilidad, o la de combi- D; pero A es B; luego, C es D. Da lu-
nación entre lo afirmativo y lo nega- gar al silogismo hipotético construc-
tivo, como en la contingencia, inter- tivo. El modus tollens es aquel en el
media entre la afirmación de la posi- que la premisa menor niega, es de-
bilidad y la negación de la necesarie- cir, quita o elimina, el consecuente de
dad. Para lo que, en cambio, concier- la mayor: si A es B, C es D; pero C
ne particularmente a los modos del no es D; luego, A no es B. Este otro
silogismo, véase syllogismus 2. modo da lugar al silogismo hipotéti-
co disyuntivo.
433 moneta

mollities. Esta palabra proviene del Las especulaciones sobre política mo-
adjetivo mollis que indica lo blan- netaria, en cambio, surgen en plena
do, suave, flexible, agradable; en es- Escolástica a partir de las observacio-
te sentido, se relaciona con lo que nes que se leen en Aristóteles (cf. Pol.
produce placer, o sea, delectatio (véa- I, 9-11), las cuales se complementan
se). Pero también califica a la perso- con algunos pasajes extraídos de las
na tan dada a tales cosas que su mis- Varias de Casiodoro. De esta mane-
mo ánimo se ha tornado mollis, es ra, en un primer momento, se conde-
decir, muelle, flojo, sin energía, po- na el comercio monetario, la acumu-
co firme. En general, la voz mollitudo lación de monedas –por considerar-
–que a veces reemplaza a m.– se re- las, aristotélicamente, riquezas artifi-
servó para la condición de las cosas, ciales– y, naturalmente, la usura. Así
mientras que el término que nos ocu- se lee, por ej., en Tomás de Aquino
pa suele emplearse para la de las per- (cf. S. Th. II-II, q. 78).
sonas de dicha característica. Así, esta Hacia fines del siglo XIII, Pedro
noción formó parte del ámbito antro- Olivi, en su De usura, aborda el te-
pológico-ético en el vocabulario filo- ma del interés justo sobre el capital
sófico medieval. Los escolásticos con- prestado. A mediados del XIV, Nico-
sideraron la m. en cuanto flojedad de lás de Oresme, en el De moneta, habla
espíritu en relación con la pertinacia del cambio, la custodia y el préstamo
y la perseverantia (véanse) y, aristotéli- a interés como actividades tolerables
camente, la entendieron como un de- por la comunidad, siempre que haya
fecto respecto de esta última, siendo voluntad de partes.
la primera su exceso. En efecto, si la La mayor parte de los autores me-
perseverancia consiste esencialmen- dievales consideran que la comuni-
te en sostener la propia decisión en la dad es la propietaria de la moneda,
medida de lo justo y recto, la m. radi- y ésta, un instrumento que permite
ca en perseverar menos de lo necesa- una fácil permutación o comercio de
rio. Así, la molicie se aparta fácilmente riquezas naturales. Sus especulacio-
del bien por no sostener en el tiempo nes tratan tanto los aspectos materia-
las dificultades que impiden su alcan- les de la cuestión, por ej., la aleación,
ce: precisamente, lo propio de la floje- sello, denominación, tamaño y peso;
dad es ceder ante la más pequeña pre- de otro, el valor mismo.
sión, como recuerda Tomás de Aqui- En tal sentido, Nicolás de Oresme,
no en S. Th. II-II, q. 138, aa. 1-2). en la obra mencionada, describe el fe-
nómeno de la alteración de la mone-
mollitudo. Cf. mollities.
da: el príncipe altera las monedas de
moneta. La acuñación de moneda su reino cuando las acapara, cambia
durante la Edad Media, hecha en se- la aleación y las devuelve a circulación
cas habilitadas por los poderes rea- menospreciadas, pero con el mismo
les, sufrió altibajos. Pero se incremen- sello, provocando así un caos econó-
tó según el aumento del comercio a mico. Si lo hace por lucro personal es,
partir del siglo XI. Carlomagno había simplemente, un tirano. En algunos
realizado una importante reforma en casos excepcionales, cuando hay una
los valores monetarios que, si bien fue urgente necesidad de una gran ma-
abandonada en Europa continental, sa de dinero, puede alterar la mone-
perduró en Inglaterra durante siglos. da. En lo que hace al segundo aspec-
monologion 434

to mencionado, las reflexiones esco- miento de un buen número de razo-


lásticas parten del supuesto de que la namientos” para probar la existencia
m. guarda un valor en sí, más allá del de Dios. Desde luego, los contenidos
equivalente en el comercio. de un monólogo en cuanto tal pue-
A pesar de que ya desde el siglo XI den ser muy diversos. Pero la pecu-
los templarios operaban con letras de liaridad e importancia de este térmi-
cambio –recibidas por los cruzados no en la lista de textos fundamentales
en Europa y cambiadas por ellos en de la filosofía medieval hace que se lo
Tierra Santa– no se vio un uso de las identifique con la literatura anselmia-
mismas análogo al que se hará en la na. Es el mismo Anselmo quien di-
Modernidad con los billetes. Marco ce: “… titulé a este opúsculo ‘Mono-
Polo cuenta asombrado el uso del pa- logion’, es decir, conversación conmi-
pel moneda en el reino del Gran Kan. go mismo” (Monologion, id est solilo-
quium nominavi)” (Prosl. Proem.).
monologion. Es, prácticamente, si-
nónimo de soliloquium (véase); am- monstrum. La voz “monstruo” pro-
bas palabras significan, en general, viene etimológicamente de mons-
“monólogo”, esto es, discurso con- trare, mostrar; así, m. indicaría al-
sigo mismo, pero quizás la segun- go que se muestra. Sin embargo, pa-
da subraya el carácter de intimidad y ra este último significado el latín pre-
de silencio, enfatizando el hecho de fiere comúnmente otro verbo: osten-
que tal discurso se da en el interior dere. Se reservó, en cambio, monstra-
de sí, como diálogo en el que la pro- re para “mostrar una conducta a se-
pia alma se desdobla para preguntar- guir”, “prescribir una vía”, como apa-
se y, a la vez, responderse en un pro- rece, por ej., en Plauto, Baq. 133. De
ceso de reflexión e indagación. Se hecho, los latinos hacían derivar m.
puede decir que, de los dos térmi- y monstrare de moneo, uno de cuyos
nos equivalentes, Agustín de Hipo- sentidos es advertir.
na, y todos aquellos autores que acu- Esto vinculó el vocablo que nos
san haber recibido de él una mayor ocupa a la vida religiosa, en la que
y más clara influencia como el mis- mitológicamente se entendió el m.
mo Petrarca, prefieren soliloquium. como advertencia dada por los dioses.
En cambio, m. es vocablo preferido Ahora bien, ésta se expresa median-
por Anselmo d’Aosta, en quien no só- te prodigios que confunden el enten-
lo indica una forma de investigación dimiento humano, en la medida que
filosófica y teológica sino también la contradice al mundo natural, como
forma de expresión que de ella re- una serpiente con alas. Pero siempre
sulta. Así, él mismo dice que se trata había alegóricamente, tras lo mons-
de un “ejemplo de meditación sobre truoso, una enseñanza.
los misterios de la fe (velut exemplum Este último matiz se va perdien-
meditandi de ratione fidei) por parte do al ingresar en la etapa patrística,
un hombre que busca en silencio y con la invalidación religiosa del mun-
consigo mismo (tacite secum) descu- do mitológico en el Cristianismo. Por
brir lo que ignora”. En el caso ansel- eso, en la noción de m., sólo perdura
miano en particular, este término da el aspecto, por así decir, escandaloso,
título a una de sus obras, aquella en en cuanto contradictorio de lo que
la que se hace “necesario el encadena- debe ser y aun repugnante: se suele
hablar de m. horrendum.
435 morale

Con el reingreso del aristotelismo sidad de concebir la moral como la


y su énfasis en la perspectiva natural, disciplina rigurosamente sistemática
en la Escolástica se subrayó este últi- de las acciones, las costumbres y los
mo aspecto. En efecto, sobre la carac- fines. Por otra parte, la felicidad hu-
terización que Aristóteles hace de la mana más plena como fin último y
noción de monstruos como de seres autosuficiente, consiste en la actua-
engendrados fuera del orden natural lización de lo natural racional del
(cf., por ej., Phys. II, 8, 8, 199b 4), hombre, es decir, en el ejercicio de la
los escolásticos tendieron a trazar un vida intelectiva.
paralelo entre el m. y el pecado. Así, Esta perspectiva cambia funda-
Tomás de Aquino señala que en el mentalmente con el Cristianismo. En
monstruo se advierte que, si bien hay efecto, la moral cristiana se presenta
un producto de la naturaleza, ésta fal- sobre todo con el carácter de la inte-
ta a su fin último que es la perfección rioridad y constituye una exhortación
del ser producido por ella. De mane- a la rectitud de corazón, puesto que
ra similar, en el pecado, la voluntad su acto fundamental es la aceptación
humana, aunque alcanza la consecu- de la voluntad de Dios, concebido
ción de un fin próximo, falla en su- como Padre que ama gratuitamente a
bordinar éste al fin último que es la los hombres y quiere su felicidad. La
bienaventuranza (cf. S. Th. I-II, q. 21, ejecución de la ley moral se compen-
a. 1 ad 1-2). El asesino, por ej., logra día en el precepto de la caridad, que
matar a quien odia, pero no consigue prescribe amor a Dios, al prójimo y a
alinear su acto en orden a la beatitudo sí mismo. Los autores de la Edad Me-
(véase). dia intentaron conciliar este mensaje
revelado con elementos de la filosofía
morale. Vocablo derivado de mos, moral clásica. Así, San Agustín, por
“costumbre”, señala inicialmente el ej., caracteriza la ley moral como un
conjunto de actos humanos que se en- principio obligatorio que regula el ac-
cuentran bajo el dominio de la volun- to humano respecto de su fin y, por
tad; en sentido estricto, los actos vo- ende, manda conservar el orden na-
luntarios según el juicio natural de la tural y prohibe turbarlo (cf. Contra
recta razón. Es, por ende, una cualifi- Faust. XXII, 27), pero entiende siem-
cación de las acciones específicamen- pre como fin último del alma huma-
te humanas, es decir, intencionales y na la unión con Dios, que es, a su
libres. Se opone, pues, por una parte, vez, el legislador de dicho orden na-
a lo material o corpóreo; por otra, a tural y universal.
la actividad puramente especulativa. Justamente sobre este último pun-
En la Antigüedad prevalece una to los escolásticos llevaron a cabo uno
concepción eudemonista de la mo- de sus principales desarrollos del te-
ral: el hombre feliz es el sabio y, por ma. Precisaron que, para formular
ende, el moralmente recto, o sea, una ética, debía explicitarse primero
aquel que practica el bien y, para ello, la naturaleza del hombre; de lo que
le basta conocerlo. Prototipo de es- se debía deducir, en segundo lugar, el
ta concepción típicamente es Sócra- fin al que ha de dirigirse su conducta.
tes. En Aristóteles, en cambio, si bien Ateniéndose, en la mayor parte, a es-
subsiste al ideal moral helénico de ar- te esquema metodológico, los autores
monía y felicidad, se subraya la nece- del siglo XIII, como Tomás de Aqui-
moraliter 436

no (cf. S. Th. II-II, q. 1, a. 8), coin- mors. Desde tres perspectivas abordó
cidieron en que Dios es el fin último el tema de la muerte el pensamien-
del hombre, principio del que deri- to patrístico y medieval, debido a su
va la doctrina sobre la felicidad y so- fundamento escriturario: como final
bre la virtud. Ante esto, Duns Esco- de un proceso vital, como comien-
to (cf. Op. ox. III, d. 37, q. 1) y varios zo de otro ciclo de vida, y como li-
escolásticos del XIV como Ockham mitación, condena o resultado del pe-
(cf. In II Sent. q. 5), plantearon que cado original. Desde el primer punto
las normas morales se fundan sobre la de vista, la muerte consiste en la se-
simple orden divina, excepto precisa- paración del alma respecto del cuer-
mente aquella que impone obedecer po que ella anima; con ello llega a su
a Dios, que sería la única “natural”. término una existencia humana. Ésta
es la acepción más común de la pala-
moraliter. Se dice de aquello que ilu- bra que nos ocupa; por eso, cuando,
mina, invita o inclina al cumplimien- hacia el final de su Cántico de las crea-
to de una acción libre. En este senti- turas, Francisco de Asís menciona la
do, es término correlativo de efficienter “segunda muerte”, entiende por esto
que indica, en cambio, la inmediatez la separación del espíritu respecto del
con la que se ejecuta dicha acción. alma que aquél está llamado a animar,
morbus. A diferencia de la aegritu- es decir, la condenación. Pero ésta no
do (véase), con esta voz se indica la es el único fin posible para el alma
enfermedad considerada en sí mis- humana según la doctrina cristiana.
ma, en sus síntomas, en sus caracte- En efecto, según el segundo punto de
rísticas y en lo que hoy se denomi- vista, se examina el tema de la m. a la
na su patogénesis. Respecto de es- luz de la realidad sobrenatural. En tal
ta última, es interesante, por su vin- sentido, la vida del cristiano es parti-
culación con la concepción medie- cipación de la de Dios, y la muerte es
val de la salud como bien del cuer- fin de la prueba que debe atravesar en
po, la perspectiva de Hildegarda de este mundo; de ahí que, en este con-
Bingen. Siguiendo la tradicional asi- texto, se defina la m. como transitus,
milación entre ser y bien, ella entien- o sea, como comienzo de una eterni-
de que, en el caso del m., no se pue- dad personal cuyas puertas abrió la
de hablar de “génesis”, ya que este Redención de Cristo. Según la terce-
término indica el surgimiento de al- ra perspectiva, la muerte es pena im-
go que tiene ser, cuando en la enfer- puesta a Adán y Eva –y, en ellos, a to-
medad sucede exactamente lo con- da la humanidad– por su afán de ser
trario: de hecho, disminuye el bien como dioses (Gn. 2, 17; Rom. 5, 12).
corporal y, por tanto, mengua el or- En este orden, la m. se entiende como
den y la perfección del ser del cuerpo. castigo, esto es, en cuanto fin de una
vida perfecta como la adánica: ella es
morigeratus. En los textos medieva- la culminación de otras penas corpo-
les se aplica a una persona de bue- rales, lo que lleva a Tomás de Aqui-
nas costumbres, puesto que el térmi- no a decir que la enfermedad y los de-
no proviene del sustantivo mos (véa- fectos físicos, así como la muerte mis-
se). Cf., por ej., Tomás de Aquino, In ma responden a un defecto del some-
IV Sent. 33, 2, 2, 3 ad 2. timiento del cuerpo al alma: se asimi-
lan de este modo a la rebelión al espí-
437 motus

ritu propia del apetito carnal, tenden- ciones. Éstas suelen enumerarse con
cia ésta que fue, como las menciona- el verso latino: quis, quid, ubi, quibus,
das, la pena del pecado original (cf. S. auxiliis, cui, quomodo, quando. 3. el
Th. II-II, q. 164, a. 1). fin es la tercera fuente de la morali-
dad, en tanto que constituye a la vez
mos. En su sentido lato, alude a un causa del querer y, por eso, mueve
modo, manera o estilo; de ahí que de- a actuar. Dicho fin es el bien, real o
mostrar algo more geometrico, por ej., aparente, por el que se hace algo; pe-
indique que la demostración se hace ro nótese que se trata del fin del que
al modo de o según los principios de obra, no de la obra misma que coin-
la geometría. Pero lo más frecuente cide con el objeto formal menciona-
es que este vocablo señale la costum- do más arriba. Así, el fin se relacio-
bre, es decir, la frecuencia de lo que na íntimamente con la intentio (véa-
está en poder del hombre. Así, pasó se): es el bien al que se tiende, mien-
a significar el hábito al que se apli- tras que la intención es el acto volun-
ca eminenter la cualificación de bue- tario que busca alcanzarlo.
no o malo. Tal cualificación es refor- Se ha de advertir que, como obser-
zada por aprobaciones o sanciones so- va Tomás de Aquino citando al Pseu-
ciales, puesto que las costumbres se do-Dionisio (cf. S. Th. I-II, q. 18, a. 3
consideran condiciones indispensa- ad 3), el bien resulta de la integridad
bles en las relaciones humanas. de sus causas, de manera que el mí-
Durante la Escolástica, y sobre la nimo defecto puede generar un mal.
línea aristotélica, se afinó la elabo- En virtud de esta concepción funda-
ración conceptual de las costumbres mental, la filosofía moral escolásti-
como “materia prima” de la filosofía ca se opone al principio de que el fin
moral, y se examinaron sus elemen- justifica los medios, propuesto y dis-
tos constitutivos, de los que depende cutido en la Modernidad.
la bondad o malicia del acto humano,
y que se denominan “fuentes o causas motivae. En general, se denominan
de la moralidad”. Éstas son 1. el ob- así las causas que ponen inmediata-
jeto, o sea, aquello que, formalmente mente en movimiento algo, especial-
considerado, comunica al acto huma- mente, el alma. A veces, se aproximan
no una bondad específica y le confiere o se asimilan a la causa formal. Un uso
primariamente su moralidad: habien- particular cobra esta voz en Buena-
do establecido, por ej., que la justicia ventura, quien llama así a las rationes
es conforme a la naturaleza racional aeternae (véase), en cuanto actúan en
del hombre, el acto humano dirigido el entendimiento humano en orden a
a este objeto, se torna específicamen- la adquisición de cierto tipo de certe-
te justo. 2. las circunstancias, es decir, za. Dicho de otro modo, la ratio m.
las determinaciones que se añaden a hace que el hombre perciba las verda-
la esencia del acto y pueden modifi- des del más alto orden, lo que entraña
car la moralidad de este último: tal infaliblemente el consentimiento por
como sucede con los accidentes res- parte de aquél.
pecto de una sustancia natural, la ple-
motus. Significa, movimiento o cam-
nitud de la bondad del acto humano,
bio. La concepción escolástica del
no radica exclusivamente en su espe-
cambio o movimiento se basa en las
cie, sino también en tales determina-
movens 438

consideraciones aristotélicas sobre el Escolástica habló respectivamente de


tema. Aristóteles lo entendió funda- 1. m. generationis, 2. m. lationis., 3.
mentalmente como pasaje de la po- m. alterationis, 4. m. accretionis y 5.
tencia al acto y lo llamó “acto imper- m. decretionis. También distinguió
fecto de lo imperfecto”. Es acto im- un 6. m. aggenerationis que impli-
perfecto, puesto que, si bien es más ca la producción de una nueva par-
perfecto que la pura potencia, lo es te de la sustancia inanimada, como
menos que el estar en acto que es el el fuego que se acrecienta por la in-
término mismo del movimiento. Y es corporación de la madera; y un 7. m.
acto de lo imperfecto, porque es acto nutritionis, que señala el aumento de
del ente en potencia. De ahí que esta la sustancia de los seres vivientes por
caracterización aristotélica del m., re- el alimento. Asimismo, algunas veces
cogida por los autores medievales, sea se usó esta palabra sin acotación pa-
la que lo concibe como acto del móvil ra señalar cualquier clase de acción,
en cuanto que es móvil (cf. In III Phys. creación o educción. Sin embargo, es
II, 4). Para el sentido más lato de es- impropio el uso del término para re-
te concepto, los escolásticos prefirie- ferirse a la creación ex nihilo, ya que,
ron la fórmula “actus entis in potentia en ello, no hay tránsito de potencia a
prout in potentia”, en cuya concep- acto, que es lo esencial del movimien-
ción el elemento clave lo constituye to: la nada no implica ni siquiera po-
el prout: “en cuanto”. Efectivamente, tencialidad.
el movimiento es, en esencia, acto de
movens. Se suele traducir por “mo-
movilidad de lo que está en potencia,
tor”, es decir, lo que produce el mo-
pero sólo puede moverse precisamen-
vimiento o cambio (véase motus). Es,
te porque está en potencia; si estuvie-
pues, correlativo de motum, esto es,
ra en acto respecto de aquello hacia
lo movido, lo que recibe el efecto del
lo que se mueve, no se daría el movi-
cambio. Desde luego, son los escolás-
miento; simplemente ya sería.
ticos más fieles a Aristóteles, en quien
Tomás de Aquino confiere a esta
esta noción es clave, los que más han
noción una particular importancia, al
estudiado el tema. Tomás de Aquino,
sostener que, entre todos los actos, el
por ej., escribe que todo motor en al-
más evidente para nosotros es el mo-
gún género es no movido en ese mis-
vimiento. Y lo define precisamen-
mo género de movimiento o cambio,
te como el acto del móvil, acto que
agregando que aquello que se mue-
parte de lo que mueve; así, es acto de
ve a sí mismo tiene partes o aspectos,
lo que existe en potencia, siendo por
unos en potencia y otros en acto (cf.
ello imperfecto y de lo imperfecto.
In Met. V, l. 14, nn. 3-7).
El Aquinate atiende particularmen-
te, además, a la distinción entre el movens motum-movens non motum.
movimiento natural y el voluntario, Son expresiones ya cristalizadas en la
es decir, el que se da según el apeti- Escolástica que sigue más fielmente a
to (cf., por ej., In Met. IX, l. 3, n. 11; Aristóteles. La primera de ellas alude
XI, l. 9, passim y XII, l. 7, nn. 2 y 12). al agente que no mueve si no es movi-
Ahora bien, sobre los cuatro tipos do; tal ocurre, por ej., con los miem-
de m. indicados por Aristóteles, ge- bros corporales, que no mueven a
neración y corrupción, traslación, al- otro cuerpo si primero no son movi-
teración, aumento o disminución, la dos por el alma misma. La segunda,
439 multiloquium

suele referirse a la causa primera, en sarias (cf. Retract., Proem.). Teórica-


tanto indica el agente que mueve sin mente, esto hubiera debido bastar
ser movido a su vez por otro. Cierta- para diferenciar semánticamente el
mente, se ha de tener presente el sen- vocablo que nos ocupa del de vani-
tido medieval de motus (véase) como loquium (véase), pero, de hecho, no
movimiento en cuanto cambio. fue así: todo lo más, se consideró el
primero causa del segundo. La pri-
movere. En sentido propio, significa mera gran autoridad en la materia
cambiar, pero también puede apare- es Gregorio que atiende en particu-
cer en sentido metafórico, en el que lar a los efectos del m. Éste, escribe,
asume la acepción de ser amado o provoca la disipación de la interiori-
deseado, como cuando se dice que el dad: quien habla demasiado se pier-
fin mueve (véase mobile) Este verbo de en una múltiple comunicación
también suele aparece en la expresión con el mundo y pierde la posibilidad
m. organice. Ella significa que, de un de volver al verdadero conocimiento
cuerpo, primero se mueve una parte; que es sólo interior. Dos metáforas de
por ella, una segunda, y así sucesiva- origen bíblico han ilustrado esto: co-
mente. En cambio, mover un cuer- mo el agua, la mente humana cuan-
po non organice es mover cada una de do no está controlada se desliza por
sus partes y moverlo en su totalidad riachos, si, en cambio, se contiene, se
al mismo tiempo. dirige hacia lo alto; en el primer ca-
multiforme. Término poco usado en so, es también como una ciudad sin
el latín medieval con el significado muros, expuesta a los ataques enemi-
que tiene actualmente en español. En gos. Por otra parte, abandonarse a la
cambio, cobra un sentido muy preci- verbosidad implica el peligro de pa-
so en los escritos de Buenaventura, en sar de las palabras ociosas a las per-
los que indica una forma de sabiduría judiciales; así pues, el m. termina por
(véase sapientia, in medio). comprenderlas a ambas. Para Grego-
rio, sus causas más frecuentes se han
multiloquium. Se traduce habitual- de buscar en el vicio de la gula y de
mente como “verbosidad” y, en cuan- la soberbia (cf. Mor. VII, 37, 57-59;
to peccatum oris, es particularmente Pastoralis PL 77, 73-74 y 81). En
importante en el mundo monástico. cambio, Casiano hace derivar la ver-
El término está asociado con los de bosidad de la acedia y, más que en la
loquacitas, linguositas, garrulitas y, so- disolución de la interioridad, insis-
bre todo, verbositas (véase), los cuales te en la tontería que provoca. Reto-
muchas veces se utilizan como sus si- mando una tradición clásica, opone
nónimos. loquax a eloquens (cf. Conlatio V, 16).
Con todo, la especificidad del m. En general, durante el período pa-
radica en distinguir lo mucho de lo trístico, se acusó de m. a los filósofos
superfluo. Así, por ej., San Agustín, paganos. Ya en el siglo XII, Pedro Da-
sobre el final de su vida, recuerda, mián y Pedro Cantor dirigen este re-
con preocupación, la advertencia de proche a sus contemporáneos. El pri-
Proverbios 10, 19, acerca de que no mero hace girar en torno del m. o, co-
faltará el pecado en el m., pero ano- mo lo llama, de la loquacitas su ser-
ta, en su descargo, que no hay ver- món sobre el vitium linguae por ex-
bosidad donde se dicen cosas nece- celencia. El segundo usa las voces
multiplex 440

“loquacitas” y “garrulitas” como alter- bargo, con el tiempo fue adquirien-


nativas de m. y en oposición a bona do, entre los autores cristianos, dis-
taciturnitas. Por otra parte, contrapo- tintos matices que se pueden reducir
ne los valores de brevitas y multitudo a tres significados básicos: 1. m. como
para subrayar la palabra de Dios que el conjunto de todo lo corpóreo, o la
ha elegido revelarse en modo conci- totalidad de la naturaleza que deno-
so; de ahí precisamente el título de la minamos “universo”. En este sentido,
obra de Cantor Verbum abbreviatum Buenaventura asume el concepto de
(cf., esp. PL 205, 23). m. en relación con lo divino; así, con-
No obstante, la mayoría de los au- sidera que el mundo es, a la vez, som-
tores medievales cuentan la verbosi- bra y vestigio de Dios, camino ha-
dad entre los peccata minuta, y tie- cia Él y libro (véase liber) escrito por
nen en cuenta la connaturalidad de la la mano divina (cf. Coll. in Hexaem.
locutio en el hombre para concluir XII, 14). Obviamente, esta significa-
que la posibilidad de evitar la verbo- ción excluye a los ángeles y las almas
sidad es remota; sólo se alcanza en el humanas separadas. 2. m. como la su-
estado de perfección espiritual. ma de todas las cosas creadas, en es-
ta dirección, alude simplemente a la
multiplex. En el orden metafísico, creación considerada como un todo.
es múltiple todo aquello que impli- 3. m. como lo opuesto al plan salvífi-
ca esencialmente una pluralidad. En co divino; este sentido, traslaticio, es
el lógico, es aquello que, precisamen- eminentemente teológico y está to-
te por abarcar una pluralidad de sig- mado literal y directamente de expre-
nificados posibles, da lugar a error en siones evangélicas referidas al m. co-
un paralogismo (véase sophisma). mo conjunto de fuerzas y personajes
multitudo. Se define como lo poten- que, por su mismo carácter y moda-
cialmente divisible en partes no con- lidades propios, son opuestos, de he-
tinuas (véase quantitas), como seña- cho, a la obra de la salvación. En este
la Tomás de Aquino (cf. In Met. V, l. último sentido, equivale a saeculum,
11, n. 2 y l. 15, n. 2). En este senti- esto es, al “siglo” entendido funda-
do, se asimila a pluralitas y, por eso, mentalmente como “la vanidad de es-
m. se opone a lo que es único, aunque te mundo” pero también como polo
no a lo que se cuenta en pocas uni- de atracción y tentación para el hom-
dades: basta que sean dos. Pero hay bre que, por la inmortalidad de su al-
también una división formal, que se ma, no debe afincarla en él, según la
aplica a diversas formas o esencias; és- concepción cristiana y, en especial, la
ta da lugar a una multitud que no se paulina. Entre los significados 2 y 3
restringe a individuos de la misma es- se inserta el rechazo del m. correspon-
pecie, razón por la cual se denomina diente a la posición rigorista de Ino-
multitudo trascendentalis. Sólo este ti- cencio III en su De contemptu mundi,
po de multitud se puede dar en los opuesto en su espíritu a la reivindi-
entes inmateriales. cación del mundo natural del Cánti-
co del Sol o de las creaturas de Francis-
mundus. Equivalente latino del grie- co de Asís.
go kosmos, en la Edad Media, esta pa- En la Escolástica, se utilizó la ex-
labra designa primariamente la tota- presión m. creationis, para los dos pri-
lidad ordenada de las cosas. Sin em- meros significados; y m. perversitatis,
441 munus

para el último. Debido a estas distin- que afirma la aeternitas mundi, segui-
ciones, Tomás de Aquino señala que da por los averroístas; la que afirma
el esse in mundo se puede entender ut que el mundo tuvo un comienzo en
in loco, ut in toto, ut in affectu. Esta el tiempo, sostenida por los seguido-
polivalencia del término que nos ocu- res de Buenaventura, quien se opo-
pa está aclarada por el Aquinate en S. ne a la tesis de la eternidad del mun-
Th. II-II, q. 188, a. 2, ad 3. do, en cualquiera de sus sentidos, y
Dos observaciones principales se la considera un error de los filóso-
han de hacer respecto del concepto fos (cf. Coll. in Hexaem. I, 16), por
de m. en cuanto creado ex nihilo. La ej., John Peckham; y la que dice que,
primera concierne al énfasis puesto en aunque el mundo no haya tenido co-
la Edad Media sobre su dependencia mienzo en el tiempo –o sea, aunque
ontológica. Al respecto San Hipólito, haya existido desde siempre– esto no
por ej., escribe: “Deus [...] coaevum lo hace eterno, dado que, en tal caso,
habuit nihil, non chaos infinitum, [...] su infinitud seguiría siendo tempo-
erat unus, solus pro se, qui, dum voluit, ral, es decir, sucesiva y no simultánea.
fecit omnia quae sunt, quae non erant Tal es la posición de Tomás de Aqui-
antea, nisi quod voluit ea facere” no en su De aeternitate mundi contra
(Philosoph. IX, 32). Más allá de la uni- murmurantes, en donde, además de
dad armónica entre Dios y m., este úl- reivindicar la dependencia ontológi-
timo es, pues, sólo extra propria prin- ca del mundo respecto del libérrimo
cipia. Sobre esto, en general, los auto- acto creador de Dios, subraya que la
res medievales coinciden. La segunda expresión in principio con que se abre
tiene relación con la importancia que el Génesis no sólo se puede entender
la polémica acerca de la eternidad o en sentido temporal sino también en
no del mundo ha tenido, particular- el de principio como fundamento de
mente en la Escolástica. En tal sen- todas las cosas. Por eso, para el Aqui-
tido, después de la defensa de la no- nate, tanto una tesis como la otra no
ción de creación que Ireneo lleva a ca- atentan contra lo que se lee en la Es-
bo contra los agnósticos (cf. Adv.haer. critura; así, ésta no puede zanjar la
II, 1, 1), es Agustín quien plantea con cuestión que se le presenta a la filoso-
claridad los términos del problema fía, aunque tampoco puede hacerlo la
contra los maniqueos, a propósito de razón, librada a sus solas fuerzas.
su tratamiento del tema del tiempo
(cf. Conf. XI, 10, 13). El Hiponen- munus. En el latín clásico, esta pala-
se imbrica este último con la cuestión bra guarda relación con el orden so-
de la creación. Así, sostiene que el cial. Sus sentidos originarios son tan-
mundo no fue creado en el tiempo si- to los de “oficio”, “funciones”, “ser-
no con el tiempo; por tanto, no cabe vicio”, como los de “regalo” o “don”.
preguntarse, por ej., por lo que hacía Pero, de hecho, este segundo aspec-
Dios antes de crear el mundo, porque to se fue perdiendo, pues el m. es el
no hay “antes” donde no hay tiempo. “donum quod officii causa datur”. Así
En la Escolástica se retomó la dis- pues, se trata de un don que obliga
cusión debido a la tesis averroísta a un cambio, de donde, por ej., “re-
que sostenía la eternidad del mun- mun-eración”. Se reservó, entonces,
do. Se puede decir que quedaron per- para el término donum (véase) el don
filadas, al respecto, tres posiciones: la que no exige compensación alguna.
murmur 442

En la Edad Media, se diferenció cla- te social de este pecado. Casiano su-


ramente entre los dos aspectos en la braya el elemento de insubordinación
voz que nos ocupa, aspectos que, an- que implica, por lo que la adscribe a
tiguamente, se vincularon por su refe- la soberbia (cf. Conlatio V, 16). En
rencia a lo social e institucional. Du- cambio, Alcuino sostiene que nace de
rante el Medioevo, y en particular en la accidia (véase) (cf. De virtutibus et
el campo filosófico, el vocablo fue vitiis PL 101, 635). Sea de ello lo que
precisándose hasta adquirir un matiz fuere, el verbum murmuriosum ha de
metafísico que, con todo, guarda cier- ser excluido del claustro.
ta relación con sus significados primi- Obviamente, el ser examinada fue-
tivos. En efecto, en contexto escolásti- ra de él, la murmuración reveló notas
co, m. es un concepto que alude a la más universales. Éstas fueron analiza-
potencia o a la fuerza (vis) propia de das en especial por Rodolfo Ardente
un agente en cuanto tal. Así, se vincu- (cf. Speculum univ. XIII, 175) quien
la con la función de un agente o con subraya tres: 1. la murmuración es,
el poder operativo de la causa eficien- ante todo, una oblocutio, es decir, una
te, y señala la riqueza ontológica que palabra hostil, una reprobación o un
dicho poder implica. Por ej., Tomás denuesto dirigido contra alguien; 2.
de Aquino escribe en In IV Sent., dist. está dicha en un nivel intermedio,
25, q. 3, a. 3, ad 4: “…munus linguae en el sentido de que no se pronun-
duplex est: vel quod in ipso actu linguae cia abiertamente pero tampoco se ca-
consistit, sicut laus; vel quod ex lingua lla por completo; así, entre la palabra
initium sumit, sicut cum quis ex hoc clara y el silencio, se asemeja más a un
quod precibus alicuius satisfacit, pro- zumbido que a la voz plenamente hu-
prem expectat”. Sin embargo, el latín mana; 3. prevé siempre una dirección
filosófico y teológico medieval conser- vertical, una jerarquía que hace que la
vó también simultáneamente la segun- murmuración se torne pecado del in-
da acepción de “regalo” o “don”. Así, ferior contra el superior, sea éste un
para atenernos al mismo autor, dice el hombre o Dios mismo.
Aquinate en otro texto: “simonia com- Es históricamente interesante, en
mititur quod cumque munus accipia- orden a examinar los matices de la po-
tur sive a lingua, sive a manu, sive ab lémica acerca de la eternidad del mun-
obsequio” (De Malo, q. 18, a. 4, 13). do en el siglo XIII (véase mundus), la
acotación “contra murmurantes” con
murmur. La murmuración es uno
la que Tomás de Aquino completa el
de los pecados de la lengua. De base
título de su opúsculo De aeternitate
escrituraria, si se considera la m. del
mundi.
pueblo de Israel contra Moisés en el
desierto (cf. Ex. 15, 24 y 16, 12), fue musica. En general, la concepción
particularmente estudiada en contex- patrístico-medieval de la música la
to monástico. De hecho, el monje asocia tanto con la comprensión co-
la entendió como pecado de los ele- mo con la expresión, intelectual y a
gidos, es decir de aquellos que están la vez sensible del ordo universalis es-
en viaje hacia la perfección. Por otra tablecido por Dios; de ahí su vincu-
parte, la murmuratio –otra de sus gra- lación con la matemática. La doctri-
fías y quizá la más extendida– aten- na de la m. como armonía, y de ésta
ta contra la paz en la vida del claus- en cuanto orden divino cósmico na-
tro; de ahí la connotación típicamen- ció con los pitagóricos y pasó a Pla-
443 musica

tón quien, en consecuencia, la consi- mejor aún, habla de tres diferen-


dera disciplina propedeútica (cf. Fed. tes puntos de vista desde los cuales
61a y Rep. VII, 531a). Plotino subra- se puede abordarla en cuanto armo-
ya la posibilidad que ofrece la músi- nía: la música del mundo, que alude
ca de pasar de los ritmos sensibles a a la de los fenómenos celestes; la del
la armonía inteligible y, por tanto, se- hombre, que se refiere a la que se da o
ñala que constituye una de las vías de se ha de buscar entre el aspecto racio-
ascenso a Dios (cf. En. I, 3, 1). nal y el irracional del alma; y la sen-
Sobre la base de esta concepción, sible o melódica de los instrumentos.
en el período patrístico, se la inclu- Así, continúa Boecio, se llega a perci-
yó en el quadrivium (véase) de las ar- bir que tanto los hombres como to-
tes liberales, con lo que pasó a con- das las cosas naturales aparecen for-
formar uno de los pilares de la edu- mados según la razón de los números
cación medieval. Un importante tra- (cf. De arith. I, 2 y II, 10-13).
tamiento del tema es el que presen- Con el antecedente de Casiodoro,
ta San Agustín, al dedicarle toda una los escolásticos asumieron en general
obra, precisamente, el De musica. Pa- esta concepción, pero insistieron en
ra el Hiponense, es parte importan- el aspecto sensible y estético de la m.
te de la belleza, cuyo concepto re- La estética musical encuentra destaca-
mite fundamentalmente a la armo- dos representantes, especialmente, en
nía del orden, construida sobre nú- Remigio de Auxerres y en Adelardo
meros. Desde el punto de vista sensi- de Bath. En el siglo XIII, Grosseteste
ble, es “scientia bene modulandi”, por plantea una comparación entre la be-
la que se procede “servatis temporum lleza sonora y la plástica, mostrando
atque intervallorum dimensionibus”. cómo ambas están regidas por la pro-
Los números o ritmos allí estudiados porción numérica. En otra dirección,
van desde los sonantes a los iudiciales, Buenaventura refiere la música al mo-
ambos producen la delectatio. La uni- delo trascendente de la actividad crea-
dad y proporcionalidad en la percep- dora de Dios e inaugura, junto con
ción de la belleza musical dan por re- todo el agustinismo franciscano, una
sultado la “congruentia vel consonantia verdadera teología de la m. que la con-
quam graeci armoniam vocant” (De cibe como un medio de oración.
Tr. IV, 2, 4). Pero también Agustín Esto último nos lleva al campo,
acentúa el hecho de que la música les muy elaborado durante la época es-
fue concedida a los hombres para co- colástica, de la música que “se hace”.
nocer analógicamente la armonía del En tal sentido, la Edad Media distin-
gobierno divino (cf., por ej., Ep.166, guió la m. vocalis, esto es, el canto,
5, 13): por ella se llega a los núme- llamada también naturalis por opo-
ros inmutables contenidos en la Ver- sición a la artificialis, o sea a la mú-
dad inmutable. sica producida por los artefacta o los
Por su parte, Boecio la entendió co- instrumentos creados por el hom-
mo la consideración que la mente hu- bre. De hecho, Hugo de San Víctor
mana hace de la armonía que se da divide a los músicos en composito-
entre las ideas ejemplares divinas, es res, ejecutores y críticos musicales (cf.
decir, la de sus proporcionalidades o Didasc. II). A menudo, en los textos
multitudines ad aliquid. Boecio dis- de los filósofos cristianos, Dios es asi-
tingue, además, tres especies de m., milado a un constructor de instru-
mutabilitas 444

mentos musicales: Honorio de Au- del hilemorfismo (véase compositio y


tun dice que Él construyó el univer- compositum 2.5).
so como una cítara con diversas cuer-
mutatio. En 1. el orden metafísico,
das para producir variedad de soni-
se define como el movimiento (véase
dos. Es interesante notar que, para
motus) de lo que no permanece como
Guillermo de Auvergne es en las no-
es y llega a ser diferente de sí, ya sea
tas más altas donde se reconoce la ar-
accidental como sustancialmente. En
monía de las criaturas más sublimes,
este último sentido, la m. se extiende a
las más graves son, para él, el signo de
los conceptos de generatio y corruptio
las sensibles. Cabe añadir que Dante
y, por consiguiente, a los de creatio
subraya en la noción que nos ocupa el
y annihilatio (véanse). En efecto, en
concepto de relación, por el que en-
el primer caso, por ej., hay una m.
tiende “armonía” y, curiosamente, la
de la posibilidad a la realidad. Así,
compara con el planeta Marte: es el
los escolásticos hablaron de 1.1. m.
que guarda la más bella relación con
substantialis para referirse al caso
los demás por estar en el centro de los
mencionado, y de 1.2. m. accidentalis
demás (cf. Conv. II, 14).
para aludir a las restantes especies del
En cuanto a la actividad musical
cambio o movimiento de las que ha-
misma, hay que recordar que, des-
bla Aristóteles: aumento y disminu-
de Gregorio Magno, que hizo de la
ción, alteración y traslación o movi-
música la ancilla de la religión, has-
miento local (véanse accretio, decretio,
ta Guido de Arezzo, se asiste al surgi-
alteratio, translatio, respectivamente);
miento y desarrollo de la polifonía.
así lo hace, por ej., Tomás de Aquino
mutabilitas. Es la condición de lo (cf. In Met. XI, l. 11, nn. 7-10).
cambiante, o sea, de lo que está sujeto Los escolásticos reservaron, para el
a cambio o movimiento. Ahora bien, primer caso, la expresión m. in istanti;
como ya había hecho notar Agustín, para cualquier variante del segundo,
el cambio más radical es el del pasaje m. cum successione. También se ha ha-
del no ser al ser, es decir, el de la crea- blado, según el fin al que se dirija el
ción. Esto sella precisamente la m. cambio, de una m. perfectiva, como se
de la criatura: desde el momento en da en el aumento de conocimientos
que recibe el ser, no es el Ser sino que que implica un aprendizaje; o bien
lo tiene. Tal precariedad ontológica, corruptiva, como la que tiene lugar
propia de la generación, signa al mis- en las alteraciones sufridas por un pa-
mo tiempo su corruptibilidad, ya que ciente durante su enfermedad.
lo que se tiene se puede perder. Co- En 2. el plano de la física, se distin-
mo derivado de esta condición fun- guió entre 2.1. m. subita que es la ins-
damental, entre generación y corrup- tantánea, y la 2.2. m. successiva que se
ción o aun aniquilación, se dan todas da en el tiempo (cf., por ej., Guillermo
las demás clases de cambio de las que de Ockham, Summ. in Phys. III, 8).
hablaba Aristóteles y que fueron ela-
mysterium. Palabra que, en virtud
boradas por la Escolástica. Por lo de-
del prefijo my- (véase mystica), hace
más, esta noción está en la base de la
alusión a lo cerrado. Se refiere a una
teoría aristotélica del acto y la poten-
realidad oculta de por sí –es decir, no
cia (véanse motus, potentia, actus) y
artificialmente– al conocimiento na-
445 mystica

tural. Entre los griegos era una doctri- to, es misterio aquella realidad que
na religiosa o aun un rito, cuyo cono- resulta oscura para nosotros tanto en
cimiento estaba reservado a iniciados. su existencia como en su esencia. Me-
Famosos son, en este sentido, los mis- diante la Revelación (véase revelatio),
terios de Eleusis en Atenas. En la Es- se puede tener de ella cierta noción
critura, m. tiene el sentido simple de por analogía con las cosas de es-
cosa secreta, sin más; así aparece, por te mundo. Así, se reivindica para los
ej., en Judith 2, 2; en sentido religio- contenidos de los misterios cristianos
so, se habla de los “misterios divinos”, el carácter de estar por encima de la
en Dan. 2, 19, 27 o en Sap. 2, 22. En razón pero no contra ella, esto es, son
el Nuevo Testamento, Cristo se refie- suprarracionales pero no irracionales.
re a los “misterios del Reino” en Mt.
mystica. Aunque muchas veces apare-
13, 11; Lc. 8, 10, mientras que en las
ce con la grafía mistica, esta voz con-
cartas paulinas se alude frecuente-
serva en el período patrístico y en el
mente a los “misterios que hace co-
medieval, la forma que evoca su ori-
nocer el Espíritu”, como en I Cor. 14,
gen griego: proviene de my- que alude
2. En la escuela de Alejandría, tanto
a lo cerrado, más específicamente, po-
por parte de Clemente (cf. Protrept.
ner el dedo sobre la boca para cerrarla
II, 13, 1-2) como de Orígenes (cf. In
en señal de silencio, de donde mýein
Ioh. I), se insiste en el hecho de que,
que significa cerrar ojos y boca, y de
a diferencia de los misterios paganos,
allí myeîn, iniciar en los misterios, o
en los cristianos no hay esoterismo si-
sea, en algo secreto, arcano. De ahí
no que alcanza a todos los hombres
que el término haya pasado a señalar,
pero requiere de ellos un acto de fe.
primero, ceremonias y aun doctrinas
Durante la Edad Media, y particu-
de carácter religioso y oculto; después,
larmente entre los autores de la Es-
una particular experiencia interior de
cuela de Chartres, este concepto ocu-
lo divino o de lo Absoluto y la disci-
pa un lugar central, ya que conside-
plina para llegar a ella. Esta discipli-
ran que tanto el velo de la alegoría
na es, con todo, diversa de la racional
propia del discurso escriturario como
e implica, a la vez, una cierta fruición
el integumentum (véase) de las verda-
o goce en tal experiencia. Así pues, la
des racionales de la Física y la Filosofía
m. alude, fundamentalmente, a una
ocultan misterios que se han de des-
vía suprarracional y de percepción in-
cubrir, aunque para Alain de Lille ello
terior. Ésta es una modalidad cognos-
sólo se da en el caso de la Metafísica.
citiva, pero, a diferencia de la racio-
Pero, por su misma índole, es obvio
nal, no se lleva a cabo a través de imá-
que, en términos medievales, la pala-
genes recibidas del exterior y que des-
bra que nos ocupa aparece con ma-
pués son conceptualizadas, sino por
yor frecuencia en contexto teológi-
una percepción interior que, en todo
co. En él, se usa en sentido amplio y
caso, redunda en la inteligencia. Por
en sentido estricto. En 1. sentido la-
eso, el conocimiento místico no im-
to, m. es aquello cuya existencia no
plica nuevas ideas diferentes y precisas
puede ser demostrada por un intelec-
sino un nuevo modo, a veces, oscu-
to finito como el humano, por ej., los
ro, de acceder a la realidad suprasen-
designios divinos respecto del futuro,
sible. Responde, ciertamente, al deseo
o la identidad entre bueno y justo en
de comunión con Dios, propio de to-
Dios. En 2. sentido propio o estric-
mystice 446

das las religiones; por esta razón cada de ellas hace el alma humana. 2. la
una ha elaborado una modalidad de meditatio, que es el recogerse en sí del
mística que la caracteriza. alma para buscar la imagen de Dios
En el caso del Cristianismo, la m. si- mismo; se subdivide en: 2.1. la me-
guió las huellas del Pseudo-Dionisio, ditación sobre la imagen de Dios en
justamente de su Theologia mistica, los poderes anímicos naturales, me-
cuyo esquema se remonta a los es- moria, intelecto y voluntad; y 2.2. la
critos neoplatónicos, sobre todo, los que versa sobre los poderes que el al-
de Plotino y Proclo, con muchos ras- ma adquiere por las virtudes teologa-
tros de creencias orientales. La pala- les. 3. la contemplatio, que contempla
bra que nos ocupa comenzó a ser usa- a Dios en 3.1. su ser, 3.2. en su po-
da en el sentido de la comunicación tencia que es el bien. Más allá de es-
directa entre hombre y Dios precisa- tos seis grados, se alcanza el éxtasis
mente por Dionisio Areopagita. Este o excessus mentis, que se define mu-
autor añade una nota que se incorpo- chas veces como la deificación huma-
rará al concepto que de la m. tuvo la na y que a veces confluye con la docta
Edad Media: la mencionada comu- ignorantia (véase).
nicación ha de culminar en un retor- Otra vertiente de la mística medieval
no del hombre a Dios que le permi- está dada por la gran corriente especu-
te unirse a Él en un acto supremo. Tal lativa alemana del siglo XIV: Meister
acto es el éxtasis que Dionisio consi- Eckhart, Tauler, etc. y del XV, como
dera la deificatio (véase) humana. Nicolás de Cusa, quienes retoman la
Este esquema se mantuvo aún du- posición polémica respecto del uso de
rante la época de la primera Escolás- la razón –por lo menos, considerada
tica. Más todavía, autores como Ber- particularmente desde el aristotelis-
nardo de Clairvaux plantean la vía mo escolástico– en el campo religioso.
mística como una alternativa exclu-
mystice. La etimología de este adver-
yente de la de la búsqueda racional;
bio presenta la raíz my- que hace alu-
de ahí que Bernardo, en su defensa de
sión a lo que está cerrado y, por ex-
la primera, haya polemizado contra la
tensión, de algún modo, envuelto.
filosofía. Sin embargo, en otros, hay
Así, se suele traducir por “simbólica-
un reconocimiento de la validez de
mente”, ya que el símbolo encierra en
la especulación, además de la m., co-
una imagen, palabra o signo un sig-
mo se da en los maestros Victorinos.
nificado diverso de los que éstos tie-
Lo mismo ocurre con Buenaventura
nen de ordinario. Un uso muy cono-
quien define los grados del ascenso
cido de m. es el que hace San Agus-
del hombre a Dios e ilustra con metá-
tín: al dividir a toda la humanidad,
foras el estado de éxtasis.
desde Abel y Caín hasta el fin de los
En efecto, para Buenaventura tales
tiempos en dos grandes grupos, mez-
grados son: 1. la cogitatio o el pensa-
clados corporalmente, pero separados
miento, que tiene por objeto las imá-
por sus respectivos fines últimos (véa-
genes que provienen del exterior y
se civitas), el Hiponense dice que m.
que considera la huella de Dios en las
los denomina “civitates”, esto es, so-
cosas; se subdivide en: 1.1. la consi-
ciedades humanas.
deración de éstas en su orden obje-
tivo, y 1.2. en la aprehensión que
447

N
narratio. En la Edad Media la na- ente, según la especie a la que él per-
rración o el relato presenta principal- tenezca. En una acepción derivada, se
mente dos formas: la n. fabulosa (véa- aplica al conjunto de todos los entes,
se fabula) que corresponde a lo que en cuanto que se comportan precisa-
hoy es el campo de la literatura fan- mente según su “naturaleza”.
tástica; la n. historica, sobre cuyas im- Dentro de esta significación gene-
precisiones ya había advertido Agus- ral, se puede poner el acento en 3. el
tín de Hipona, al proclamarla esca- venir al ser de la cosa, o en 4. el prin-
sa de verdades (cf. De ord. II, 12, 37) cipio por el cual ella llega a ser. Se-
y al exigir cautela sobre su confiabi- gún el primer significado, n. mienta
lidad (cf. In Io. Ev. 90, 2). Esto dio las cosas naturales, como los anima-
lugar a que la mirada medieval sobre les, las plantas, los astros, etc. Si se su-
la historiografía o –mejor aún– sobre braya el segundo sentido, n. alude a
la crónica histórica la aproximara a la la naturaleza propia de un ente y en-
primera forma de n., entendida co- tonces no se lo identifica con las cosas
mo relato de cosas que no sucedieron mismas sino que, de éstas, se remite al
realmente. principio por el cual son lo que son.
En términos más técnicos, tendría-
natura. Voz que proviene de nascor, mos, respectivamente, n. materialiter
“nacer”, en el sentido de “venir al ser spectata y n. formaliter spectata, es de-
en cuanto generado”. El vocablo deri- cir, la naturaleza de algo considera-
va, en realidad, del participio futuro da desde el punto de vista material y
del verbo mencionado, y eso confiere formal, respectivamente. Esta noción
a su noción un cierto matiz de vida y implica, pues, una relación de signi-
movimiento, que impide pensarla co- ficados, por la que el conjunto de las
mo algo estático: la n. es el conjunto cosas y el principio inmanente a ellas
de aquellas cosas que han de nacer. se reclaman mutuamente.
Desde el punto de vista filosófico, En Aristóteles, la definición de n.
se debe distinguir, según el contexto, deriva del examen del actuar y el pa-
entre 1. el uso general, que alude a la decer. Así, para el Estagirita, la natura-
Naturaleza, y 2. el particular, referido leza es el principio intrínseco del mo-
a la naturaleza de una cosa. Este úl- vimiento, que puede tomarse en dos
timo sentido es más frecuente en los sentidos: según la materia y según la
textos medievales. En efecto, en ellos, forma. De un lado, se llama “natura-
se entiende por n. el primer principio leza” a la materia que compone el sus-
inmanente del modo de obrar pro- trato de algo y constituye el principio
pio de algo; así, puede ser sinónimo de su movimiento y cambio; de otro,
de esencia en la medida en que ésta es significa la forma y la especie, según
el principio de las operaciones de un la razón. Es en cuanto forma unida a
natura 448

la materia que se la puede considerar sione naturae. En este caso, la “divi-


también, según se ha dicho, como la sión de la naturaleza” recorre todo el
totalidad de los entes corpóreos, es de- cielo neoplatónico en cuatro instan-
cir, físicos (cf. Phys. II, 1 a 8; De caelo cias que constituyen otras tantas eta-
I, 1). Finalmente, en su Metafísica V, pas de la historia de lo real: n. quae
4, Aristóteles ofrece otras caracteriza- non creatur et creat, que es Dios mis-
ciones de esta noción: la señala como mo en su eterna perfección; n. quae
la génesis de las cosas que tienen su creatur et creat, que es mundo de las
propio crecimiento, y también como Ideas ejemplares, asumidas en el Lo-
lo que es primario en algo, a partir de gos divino, pero en cierto modo dis-
lo cual ese algo se desarrolla. tintas de Él; n. quae creatur et non
Cabe notar que, en la escuela aris- creat, que constituye nuestro univer-
totélica, y después en la estoica, la so real, verdadera teofanía para Esco-
consideración de la naturaleza se va to; y, finalmente, la n. quae nec crea-
deslizando hacia el inmanentismo. tur nec creat, en la que este autor ve a
Este proceso es interrumpido al lle- Dios como fin último.
gar a la Patrística, que pensó la n. en El uso del palabra que nos ocu-
relación con su Creador, entendién- pa para indicar toda realidad creado-
dola, además, por ello, como esen- ra o creada, visible o invisible, sensi-
cialmente buena. Así la considera, ble o inteligible, se conserva a lo largo
por ej., Agustín de Hipona, quien, de todo la Edad Media; así, por ej.,
por lo que se ha indicado en el pun- Anselmo d’Aosta llama a Dios “sum-
to 2., identifica el término con los de ma n.”. Posteriormente, los escolás-
essentia y substantia (cf. De mor. man. ticos establecieron el distingo entre
II, 2). Desde el momento en que es, n. naturans, a la que llaman también
toda naturaleza o sustancia no pue- “creatrix” o “universalis”, para referir-
de ser sino buena y obra de un Dios se a Dios; y n. naturata, para aludir al
bueno (cf. De Gen. ad litt. VIII, 23, conjunto de todo lo creado. Sin em-
44). En cuanto a la n. según el sig- bargo, Tomás de Aquino es poco pro-
nificado 1, esto es, como el conjun- clive a emplear, en relación con la di-
to de los seres precisamente natura- vinidad, la expresión natura naturans,
les, Agustín subraya la nota del Ordo que es –según declara– “usada por al-
universalis (véase ordo). Insiste, pues, gunos”. Es probable que se refiera al
en que la Naturaleza no obra al azar comentario de Averroes al De cae-
(cf. De ord. I, 3, 11) y que Dios ha de lo I, 1. El Aquinate, en cambio, pre-
ser alabado por ella, aun cuando nos fiere insistir en la distinción entre las
disgusten muchos seres y fenómenos causas naturales o segundas, y la cau-
naturales, ya que no debemos juzgar sa primera. Las causas segundas cons-
con la vara de nuestra propia utili- tituyen una naturaleza, en cuanto
dad, sino con la de la armonía uni- que tienen una actividad propia, aun
versal (cf. De civ. Dei XII, 4). cuando dependiente de Dios que las
Un significado vastísimo confie- mueve a la manera de instrumentos
re al término Escoto Erígena, pues- (cf. S. Th. I-II, q. 6, a.1, ad 3). Así
to que en él incluye este autor no só- concebida, la n. está ordenada de mo-
lo la realidad de las cosas del mundo, do finalista; la diferencia entre las na-
sino también la misma realidad divi- turalezas racionales y las irracionales
na, como se advierte en su De divi- radica en que las primeras se dirigen a
449 nec

un fin, mientras que las segundas son no de acuerdo con la advertencia o


atraídas por él. Secuaz de la más ní- bajo el imperio de su voluntad; por
tida tradición aristotélica, Tomás re- ej., respirar; 3. si se opone a lo fortui-
acciona contra la actitud de consi- to y casual, n. se emplea en el plano
derar negativamente la natura como de la causalidad e indica la acción de-
opuesta a la dimensión espiritual; por bida a causas naturales, como la caída
el contrario, le asigna a lo natural una de una piedra; 4. en sentido similar al
independencia y dignidad propias, si anterior, suele oponerse también a lo
bien relativas, al punto de salvaguar- violento, en cuanto que n. es lo que
dar la inviolabilidad de la naturale- obedece al principio intrínseco de la
za en relación con los milagros. Por actividad de un ente, mientras que
otra parte, considera que lo sobrena- lo violento siempre hace referencia a
tural corona la perfección misma pro- una acción padecida por esa sustan-
pia de lo natural. Así, sintetizando las cia y que proviene de un principio ex-
acepciones tomistas de este vocablo, trínseco a ella.
tendríamos que n. significa: la gene- Cabe señalar que, algunas veces, se
ración de los seres vivientes; el princi- utiliza este adjetivo para aludir espe-
pio de la generación; el principio in- cialmente al ente físico o corpóreo de
trínseco de cualquier movimiento; la materia y forma.
materia, y la esencia en cuanto gene-
naturaliter. Además de las acepcio-
radora de operaciones (cf. In Met. V,
nes derivadas del adjetivo naturale
5, nn. 1-3).
(véase), como adverbio, n. se prefie-
La novedad aportada por el Rena-
re para indicar un modo de ser im-
cimiento respecto de este tema es el
puesto por la naturaleza misma, sin
modo cualitativamente distinto de
mediación humana. En tal sentido, se
abordarlo, mucho más directo y me-
opone tanto a lo que es artificial, es-
nos mediatizado por consideraciones
to es, a lo que deriva de los arte-facta,
de orden conceptual. En efecto, en
como a lo que es ad placitum (véase).
general, el naturalismo renacentista es
Así, por ej., una carcajada es un so-
de carácter animista y suele concebir
nido significativo, porque para todos
la n. como un gran organismo dotado
representa una explosión de alegría,
de un alma cósmica y de instrumen-
pero no está instituido por conven-
tos corpóreos que actúan, en cierto
ción sino que es significativo n.
modo, por analogía con los nuestros.
Todo ello implica, de alguna manera, nec. Partícula de negación que pue-
un retorno a concepciones estoicas. de anteceder tanto a una forma verbal
como sólo a una palabra. En el pri-
naturale. Asume diversos significa-
mer caso, se tienen expresiones como
dos según aquello a lo que se oponga
“si adgnatus nec escit”, fórmula jurídi-
o con lo que se correlaciona. En efec-
ca que indica el caso en que no hay
to, 1. en cuanto correlato de sobrena-
un sucesor natural, un heredero, don-
tural, lo n. es aquello que no está más
de n. equivale directamente a non.
allá de la propia naturaleza de algo;
En el segundo, es decir, como nega-
así, al hombre le es natural el enten-
ción de palabra, suele perder la c, al
der; 2. en tanto opuesto a lo volunta-
formar sustantivos como negotium o
rio libre, n. es lo que algo hace según
negligens, o bien adjetivos como nullus
la espontaneidad propia de su ser, y
(nec ullus). Un caso particular es el de
necessarium 450

negare (véase negatio, in principio), ya Dei). En efecto, en los términos de


que implica el nec aio. Pero la apari- la primera, la necesidad absoluta no
ción más frecuente de esta partícula cabe a Dios; en cambio, de potentia
en los textos filosóficos es aquella en ordinata sí le es atribuible la necesi-
la que se usa con el significado de “ni”. dad ex suppositione, ya que, dado el
orden por Él creado, Dios ha de res-
necessarium. Denomínase “necesa- petarlo necesariamente.
rio” a todo lo que presenta algún ti- Desde el punto de vista histórico,
po de necesidad (véase necessitas, es- interesa, en especial, la elaboración
pecialmente, in fine). Así, según di- que la Edad Media hizo de las tesis
chas clases, se habla escolásticamente aristotélicas sobre el tema. El signi-
de n. absolute, n. ex suppositione o ex ficado más genérico y formal que el
hipothesi, n. metaphysice, n. physicum, Estagirita atribuye a la noción de n.
n. moraliter, n. logicum, etc. Para To- es el de no poder ser de otro modo.
más de Aquino, por ej., lo necesario En sentido derivado, la necesidad, se-
en sentido metafísico está siempre en gún Aristóteles, puede predicarse de:
acto, precisamente porque no puede 1. aquello sin lo cual no se puede vi-
no ser (cf. In Met. IX, l. 9, n. 7). vir, como condición, por ej., respirar;
necessitas. Es un término que, en 2. aquello con lo cual puede darse o
general, caracteriza lo que no puede producirse un bien y evitarse un mal,
no ser, o no puede ser de otro mo- por ej., tomar una medicina; 3. aque-
do que como es. Desde el punto de llo que, de algún modo, es efecto de
vista teórico, la noción de necesidad la violencia, es decir, de lo que impi-
asume diversos significados, según de o va contra la inclinación y el pro-
que se atienda 1. a la entidad de la pósito; 4. la demostración, en cuanto
que se la predica o 2. al fundamen- que si algo es demostrado absoluta-
to sobre la base del cual se la predica. mente, no puede ser de otra manera.
El primer criterio permite distinguir Durante el período escolástico, la
1.1. una necesidad real, que concier- clasificación del tema es vasta y deta-
ne a la existencia actual; y 1.2. una llada. Anselmo d’Aosta ya había dis-
necesidad ideal que atañe al modo tinguido entre una necesidad prece-
de configurarse de ciertos entes, por dente, que es causa de la cosa, y una
ej., los matemáticos. El segundo cri- necesidad consecuente, de la que la
terio da lugar, fundamentalmente, a cosa es causa (cf. Cur Deus homo II,
la distinción entre 2.1. necesidad ab- 18). Pero es en la obra de Tomás de
soluta (n. absoluta), que se da fue- Aquino donde la clasificación alcan-
ra de toda condición, como la de la za una gran prolijidad. Según los cri-
existencia de un ente supremo y 2.2. terios aplicados por el Aquinate, las
necesidad relativa o hipotética (n. ex formas de n. son correlativas a las de
suppositione), que rige sólo si se veri- posibilidad y, así, distingue primaria-
fican ciertas condiciones; de ahí que mente entre 1. necesidad absoluta y
Tomás la llame también conditiona- 2. necesidad hipotética. La n. absolu-
ta o ex suppositione. Esta última dis- ta se da 1.1. cuando el predicado es-
tinción fue aplicada por autores no- tá contenido en la definición del suje-
minalistas en la dialéctica entre las to, por ej., es necesario que el hombre
nociones de potentia Dei absoluta y sea animal; o bien, 1.2. porque el su-
potentia Dei ordinata (véase de potentia jeto es de ratione (véase) respecto del
451 necessitas

predicado, por ej., es necesario que cial o intrínseca, que funda juicios
un número sea par o impar. En cam- cuya negación implica contradicción.
bio, llama también ex suppositione En cambio, la n. física no se relacio-
a la necesidad hipotética, porque re- na con la esencia de los entes corpó-
quiere una condición, por ej., supo- reos, sino con el efectuarse de las leyes
niendo que alguien se siente, es nece- que regulan las relaciones de los fenó-
sario que mientras permanezca en tal menos entre ellos. Es, pues, una nece-
posición, esté sentado y no de pie (cf. sidad de orden relativo o hipotético,
S. Th. I, q. 19, a. 3). La necesidad hi- ya que es extrínseca y tiene su funda-
potética se divide, a su vez, en 2.1. n. mento no sólo en la racionalidad mis-
ex agente, que es la del efecto, supues- ma de lo real, sino también en la li-
ta la causa; y 2.2. n. ex fine, que alu- bre voluntad de Dios. Sobre este tipo
de a lo imprescindible de usar un me- de necesidad se funda el valor de las
dio para alcanzar un fin y que es mu- ciencias experimentales y la certeza de
cho más elástica, dado que depende los juicios correspondientes, cuya ne-
del grado de relación del medio con gación no siempre implica contradic-
el fin (cf. ibid. II-II, q. 32, a. 6). ción. También la n. moral, que con-
La distinción elemental entre nece- cierne a los actos humanos, en cuanto
sidad absoluta e hipotética se corres- propios de un ser libre y finito, es re-
ponde, por una parte, con la distin- lativa o hipotética. En efecto, hay ne-
ción entre el orden divino y el crea- cesidad, porque, aún siendo libres, ta-
do, la de ente necesario y ente con- les actos, en su conjunto, siguen de-
tingente. Por otra, se correlaciona con terminados comportamientos; así, se
la diferenciación entre el orden de las llama “necesidad moral” a aquella con
esencias y el de los entes existentes de la que, en el plano intencional, la ley
hecho. moral intima a la voluntad libre. En
Desde el punto de vista que atien- cuanto a la n. natural, fue tratada en
de a los diversos planos de la realidad, especial en los textos de los místicos
otra gran clasificación escolástica de especulativos –de hecho es frecuente
este concepto es la que divide entre 1. en Bernardo de Clairvaux– para refe-
n. metafísica, 2. n. física, 3. n. moral, rirse a las necesidades del cuerpo co-
y 4. n. natural. La primera es la nece- mo la comida, el vestido, la habita-
sidad de orden absoluto, que alude a ción, etc., y, de modo derivado, a las
la íntima esencia de lo real. En este or- artes a que dan lugar.
den, un uso peculiar de la noción de Desde el punto de vista ya no real
n. es el que aparece en Teodorico de sino lógico, se habla también de una
Chartres (cf. complicatio, in principio). n. lógica que concierne a los juicios y
En rigor, esta clase de n. sólo es pro- razonamientos. 1. en el juicio, se tie-
pia de Dios, pero pertenece también ne 1.1. una necesidad absoluta, si el
a las esencias creadas, en cuanto que predicado se desprende analíticamen-
éstas participan de la divina. Sin em- te del sujeto; y 1.2. una necesidad hi-
bargo, mientras que en Dios concier- potética, si el predicado se une al su-
ne a todo su ser, por la identidad en jeto en virtud de una experiencia. 2.
Él de essentia y esse, en los entes finitos en el razonamiento, se tiene 2.1. una
atañe sólo a la esencia, siendo la exis- necesidad categórica si se llega a la
tencia contingente (véase contingens). conclusión mediante juicios absolu-
Se trata, pues, de una necesidad esen- tamente necesarios; y 2.2. una necesi-
nefas 452

dad de consecuencia si la conclusión negativos” (véase negativum), que son


se deriva de juicios hipotéticos. los conceptos que conllevan, aún en
Cuando se inicia el pasaje de la la expresión verbal, el signo de la ne-
Edad Media a la Modernidad y, en gatividad, como irrationale.
especial, con Guillermo de Ockham, Hay conceptos negativos: 1. por
se buscó cada vez más intensamen- oposición contraria a los correspon-
te la posibilidad de establecer las le- dientes términos positivos: son los
yes de una necesidad real que, de un que indican la máxima diversidad
fenómeno singular o de un grupo de dentro del mismo género; así, “negro’
ellos, permitiera inferir la producción es negativo de “blanco”; 2. por opo-
de otros. sición de contradicción: son aquellos
que implican la simple negación del
nefas. Voz indeclinable, expresa lo ilí- positivo, como “no-hombre”; 3. por
cito. Proviene de la expresión ne fas privación: son los que expresan la ne-
est, por lo cual, en el vocablo que nos gación de una propiedad en algo que
ocupa, ne es negación de esta frase y debería poseerla, por ej., “ciego”.
no prefijo. En su sentido más especí- En Lógica también se conciben
fico, y más usado en la Antigüedad, las pruebas indirectas como procedi-
significa un pecado contra la religión, mientos por negación. Éstas son: 1.
contra el fas (véase) como pronuncia- la reducción al absurdo, donde la n.
miento del dios que ha hablado. En la de una tesis conduce a lo imposible
Edad Media, en cierto sentido, se am- y, por ende, a la afirmación de la tesis
plía su ámbito de significado y refiere opuesta (cf. An. Post. I, 23, 41 a); 2. la
claramente al plano ético. En efecto, división, en la que, para definir un en-
señala lo ilícito en cuanto injusto. Y te se divide su género en todas las es-
esto, en la medida en que se opone a pecies, las cuales se niegan luego una
la voluntad de Dios, es decir a la Pala- por una, hasta que queda la única es-
bra divina; de ahí que los autores me- pecie buscada; es particularmente efi-
dievales hayan entendido que lo n. es caz cuando la división es dicotómica.
aquello que va contra la ley natural y En Teología, la n. se emplea en or-
contra el sentido moral, desde el mo- den al conocimiento de Dios, 1. con
mento en que la primera expresa de valor relativo, especialmente en la via
modo originario la lex aeterna divina. remotionis de Tomás de Aquino (cf. S.
neganter. Cf. infinitanter. Th. I, q. 13, aa. 1 y 5; C.G. I, 14): da-
da la posibilidad de referir analógica-
negatio. Así como aio significa de- mente las perfecciones de las criaturas
cir sí, negare significa decir no (véa- a Dios, la n. atañe al carácter finito
se nec). Su abstracto n. indica en fi- de las mismas, extendiendo su signi-
losofía, y particularmente, en lógica, ficado a lo infinito; 2. con valor abso-
el acto del pensamiento contrapues- luto, en particular, en la teología ne-
to a la afirmación (véase affirmatio), gativa de línea neoplatónica: aquí, la
que vincula dos términos en una rela- n. apunta a suspender todo término
ción de exclusión. Así se expresa Aris- conceptual, para obtener una visión
tóteles en De int. I, 5, 17 a). En rigor, directa de Dios, como en el Pseudo-
la n. se da en el juicio; pero en lógi- Dionisio (cf. De div. nom. V, 2 y VII,
ca se considera que incluyen también 3) o en Nicolás de Cusa (cf. De doc-
negación los así llamados “términos ta ign. I, 26).
453 nihil

En Metafísica, esta noción se usó pación”, pudiendo aludir también 2.


tanto durante el período patrístico a un asunto molesto. En los textos
como en el escolástico, a propósito medievales, cobra el sentido de ocu-
de los caracteres del ser finito respecto pación intelectual y, por ende, de 3.
del infinito: en tal confrontación, co- cuestión o problema. Así, por ej., los
mo sucede en su aplicación teológica, escolásticos solían justificar la expre-
se niegan en el primero, en virtud de sión detrás de la que se escuda Porfi-
su imperfección, las realidades onto- rio para no expedirse sobre el carác-
lógicas positivas: en el ser finito, éstas ter real o nocional de los géneros y las
constituyen negaciones, en el sentido especies (“dicere recusabo”), diciendo
de ausencias de la perfección infini- que se trata de un profundísimo pro-
ta. Tal concepción puede encontrarse blema, altissimum n., como escribe
teorizada en Agustín de Hipona (cf. Boecio (cf. In Isag. I). Pero también
Conf. VII, 12), como Tomás de Aqui- se suele usar la expresión 4. negotio-
no (cf. S. Th. I, q. 48, a. 1). Este últi- sum para señalar el género de vida
mo autor subraya la distinción entre la más fundado en el cultivo de las vir-
negación absoluta (véase, por ej., non tudes morales que en la contempla-
ens) y la que corresponde a determi- ción intelectual (véase vita, in fine).
nado género (cf. In Met. IV, l. 3, n. 2).
nescientia. Aunque muchas veces
negative. Cf. positive. es reemplazado por el de ignorantia
(véase), este término guarda, respec-
negativum. Se trata de un adjetivo to de esta última palabra, un matiz
aplicado a un juicio o a un concep- semántico diferente: en rigor, consis-
to. En este último caso, califica a un te en la falta de conocimiento de al-
término que expresa no una cosa, si- go que el sujeto, por su condición,
no la ausencia de ella, su opuesto o su no está obligado a saber; por ej., la n.
contrario. En general, se lo enuncia de las leyes de la pintura en un médi-
haciéndolo proceder de la partícula co. Así, a diferencia de la ignorantia,
non o de algún otro equivalente, por la n. indica algo neutro o fáctico, ya
ejemplo, “in”, como en impotentia. que no es despectivo, no tiene matiz de
Los escolásticos hablaron del término valoración. Por eso, es preferible tra-
1. n. secundum modum significandi, ducir esta voz por “desconocimiento”
que es negativo en su forma, pero po- y reservar “ignorancia” para aquella
sitivo secundum rem significatam; así con la que se la suele asimilar (cf. To-
ocurre con innocens o immortalis. Por más de Aquino, S. Th. I-II, q. 76, a. 2).
cierto, puede darse también la rela-
ción inversa; así, se tiene el término neutrum. Esta voz significa “ningu-
2. n. secundum rem significatam, y po- no de los dos”. Los lógicos medievales
sitivo, secundum modum significandi como Pedro Hispano la consideran,
(véase negatio). Para el tema de la pro- al igual que omnis o nullus, uno de los
posición negativa, véanse propositio signa universalia, en cuanto designan
1.1.2., y syllogismus 3. 6. y 7. universalmente (véase universaliter)
un término común como “hombre”
negotium. Su etimología hace referen-
(cf. Summ. Log. 1, 8).
cia a la negación del ocio (nec-otium)
y su significado varía según el con- nihil. Voz que se opone a la de ens y
texto. Significa, 1. en general, “ocu- que, en general, indica la ausencia de
nisi 454

éste. La noción de nada aparece por no de valor syncategorematicum o bien


primera vez explícitamente con Par- categorematicum (véanse). En el pri-
ménides, para quien la nada no es y mer caso, se define como un signo
no se puede pensar ni expresar; la se- universal negativo que incluye to-
ñala como lo absolutamente otro del do aquello a lo que él puede asignar-
ente. Pero, así como Parménides en- se, por ej., cuando se dice “n. manet”.
tendió unívocamente el ser, tam- En el caso de asumir este término con
bién entendió unívocamente la nada valor categoremático, se ha de enten-
o el no ser. Por eso negó la multipli- der por n., en sentido amplio, aque-
cidad y el devenir, ya que éstos im- llo que no tiene ningún ser real; en
plican una nada relativa, o sea, una sentido estricto, aquello que no sólo
cierta negatividad. Es Platón quien, no es real sino que tampoco podría
con su examen del no ser, determi- serlo, como la quimera. Así se expre-
na el modo típicamente occidental de sa, al menos, Ockham en In I Sent.
plantear el tema de la nada. En efec- d. 36, q. 1.
to, para el Ateniense hay, además del Una aporemática excepcional en la
no ser absoluto, un no ser relativo del Edad Media del concepto de n., es la
que participa toda realidad limitada, que presenta Fredegiso de Tours, ya
en cuanto que es limitada: cada par- que él parece resolverla con la afir-
te de ella, en la medida en que se con- mación de la realidad de la nada:
trapone al ser, implica el no ser. Por lo “Quaestio autem huiusmodi est, nihilne
demás, esto es, según Platón, lo que aliquid sit, an non. Si quis responderit
posibilita la diversidad (cf. Sof. 256 e, –videtur mihi nihil esse– ipsa eius
258 d-e). Esta distinción platónica se quam privat negatio compellit eum
torna una conquista definitiva para el fateri aliquid esse nihil, dum dicit
saber filosófico. A tal punto que sólo –videtur mihi nihil esse–. Quod tale est
sobre esta base, se hacen posibles los quasi dicat –videtur mihi nihil quiddam
análisis aristotélicos de lo negativo, o esse–”. (Epist de nihilo. PL CV, 751).
sea, la determinación de los concep- Como se ve, intervienen aquí los usos
tos de negación, privación, poten- del verbo esse tanto como cópula co-
cia, oposición, contrariedad, contra- mo en su sentido fuerte.
dicción.
nisi. Partícula que se suele traducir
En líneas generales, se puede decir
que, desde el punto de vista metafí- por “si”, “a menos que”, “salvo”. Ello
sico, el pensamiento medieval reco- obedece al hecho de que sus princi-
gió la noción de n. como de no ser pales sentidos en filosofía confieren a
absoluto, es decir, la ausencia de to- la proposición o término que ella in-
do ens. Sin embargo, desde la especu- troduce un matiz ya condicional, ya
lación teológica, transformó las bases limitativo, ya indicativo de excepción
de la especulación filosófica sobre este “n. noluit perire”, “si no quiere morir”.
tema, en cuanto que hizo prevalecer nisus. Equivale prácticamente a im-
el principio ex nihilo fit ens creatum petus (véase). Pero se prefiere esta úl-
(véase creatio) al de ex nihilo nihil fit. tima palabra para aplicarla a las co-
Desde el punto de vista lógico, y sas, mientras que n. se suele reservar
en especial entre los nominalistas, se para el ímpetu, sobre todo, físico del
ha hablado de n. como de un térmi- hombre.
455 noluntas

nitor. Esta voz significa, en general, ontológica de un ente, de una espe-


“brillo” o “resplandor”. Proviene del cie o de un género. Tomás de Aqui-
ámbito de la física, pero los autores no, por ej., al diferenciar la sustancia
medievales, como Tomás de Aquino, simple de la compuesta por materia y
la han empleado metafóricamente pa- forma, y declarar que en ambas se en-
ra aludir al orden espiritual. Así, afir- cuentra la esencia, dice que la prime-
maron que el alma humana posee un ra es nobilior respecto de la última (cf.
doble n.: uno es el resplandor de la De ente et ess. II). En efecto, la mayor
propia luz natural de la razón, por la “nobleza” de las sustancias simples, en
que el hombre dirige sus actos; otro, el sentido ya apuntado de superior je-
el resplandor divino de la gracia y la rarquía ontológica, está dada por su
sabiduría, que perfeccionan la natu- incorruptibilidad y, por ende, su ma-
raleza humana. Ahora bien, así como yor permanencia en el ser. El sentido
en las cosas corporales existe un do- contemporáneo que suele conferir-
ble brillo –uno que procede de la in- se en castellano comúnmente al vo-
trínseca disposición armoniosa de sus cablo “noble” y que, en general, alu-
partes y de su color, y otro, de la clari- de o bien a la calidad de algo o bien a
dad exterior de la iluminación–, en el una cierta cualidad psicológica y éti-
alma existe un doble n.: uno habitual, ca de alguien, acota, pues, su signifi-
que es intrínseco; y otro actual, que cación latina medieval, de la que, ob-
es como una suerte de claridad exter- viamente, deriva.
na. De este modo, por ej., si el hom-
nolentia. Cf. noluntas.
bre que persigue el hábito de la justi-
cia, comete algún acto injusto, pier- nolitio. Cf. noluntas.
de el segundo tipo de resplandor, pe-
ro no el primero (cf. S. Th. I-II, q. 86, noluntas. Proviene del verbo lati-
a. 1 c. y q. 89 a., 1 c.). no nolo, el cual, a su vez, deriva de ne
volo, no querer; así pues, es la volun-
nobile. Primariamente, indica una tad de no querer algo. En contexto
condición social. De hecho, muchas teológico, puede tener a Dios por su-
sociedades en la Antigüedad se divi- jeto y significar improbare o “desapro-
dían en las clases de nobiles, ingenuii, bar”, e inhibere o “impedir”, con am-
liberti y servi. Los primeros eran los bos sentidos a la vez, o bien con uno
miembros de la nobleza; los segun- solo de ellos. Por ej., atribuido a Dios,
dos, los nacidos libres, aun cuando puede querer decir que Él desaprueba
no formaran parte de ella; los terce- los males morales cometidos por el
ros, aquellos que, habiendo sido sier- hombre pero no que los impide.
vos, habían alcanzado la libertad; los Referido al hombre, este vocablo
últimos eran los esclavos. Así, pues, se encuentra ya en Tertuliano bajo la
nobilis indica al hombre que integra forma de nolentia, si bien dicho au-
la clase social más alta. tor no desarrolla su significado. És-
A partir de este significado, n. se te alude primariamente a una direc-
aplicó, en contexto filosófico, a las ción tanto negativa como positiva de
cosas mismas. Por eso, es un adjetivo la voluntad, que puede asumir la mo-
que los autores tanto del período pa- dalidad del rechazo o la renuncia. Así,
trístico como medieval utilizaron pa- hay una n. o nolitio o aun nolentia
ra aludir positivamente a la jerarquía fundamentalmente y materialiter po-
nomen 456

sitiva en no querer una acción mala, mencionado –en particular, con Pe-
en cuanto que se la rechaza o se re- dro Abelardo– hay ya un notable an-
nuncia a ella. El término no se halla tecedente de la misma en Agustín de
frecuentemente en Agustín de Hipo- Hipona (cf. De mag. 7, 19 y ss.). Pa-
na; sí, en cambio, en Tomás de Aqui- ra Tomás de Aquino el hombre im-
no. Para el Aquinate significa la de- pone los nombres a las cosas, según
terminación voluntaria de rehuir el lo que entiende de ellas, ya que nomi-
mal; así, éste se convierte en objeto na sunt intellectuum signa (cf. In Met.
de la n.: “…fuga autem malis dicitur V, l. 5, n. 17). Otro hito importan-
noluntas: unde sicut voluntas est boni, te en el tratamiento medieval de es-
ita noluntas est mali.” (S. Th. I-II, q. 8, te tema está constituido por el pen-
a. 1, ad 1). Sólo dos cuestiones antes, samiento de Ockham. En sentido es-
había aclarado Tomás: “… nolo […] tricto, éste consagra la definición abe-
non est contradictorium de volo sed lardiana de n.: “est vox significativa, ad
ipsius contrarium” (véanse contradictio, placitum instituta, sine tempore, cuius
contrarietas y velleitas). nulla pars est significativa separata”
Este último matiz se refuerza en la (Exp. Aurea 92c). Así, en primer tér-
Modernidad, cuyos autores prefirie- mino, se trata de un sonido articula-
ron la forma nolentia y, más frecuen- do, de modo que sólo en su totalidad
temente, nolitio. puede significar; en segundo térmi-
no, constituye un signo no natural si-
nomen. En la acepción común, “nom-
no convencionalmente instituido; en
bre” es sinónimo de “sustantivo” y
tercer lugar, su nota fundamental es
suele distinguirse inmediatamente del
la finalidad de transmitir un signifi-
verbo: éste indica el tiempo, mientras
cado; en cuarto término, no tiene el
que el n. prescinde de él, como ya ha-
tiempo en cuenta. Así, Ockham con-
bía observado Aristóteles (cf. De int.
sidera nombre sólo lo que puede ser
2). Posteriormente, su significado se
atributo o sujeto en una proposición;
extendió, por derivación, al adjetivo.
excluyendo no solamente el término
Durante la Edad Media, y especial-
syncategorematicum sino también el
mente a propósito de la querella so-
verbo.
bre los nombres universales tal co-
Los escolásticos establecieron una
mo ella se da en el siglo XII (véase
serie de distinciones sobre este tér-
universale), se circunscribió mejor el
mino. De acuerdo con ellas, 1. n.
sentido de esta palabra, cuya signifi-
positivum es el que significa algo real-
cación es siempre intermedia entre la
mente existente o que puede existir
res y la vox (véanse). En efecto, el n.
en la naturaleza de las cosas, como
se refiere a la res significada y la ha-
“piedra” o “virtud”; 2. n. negativum
ce presente al espíritu. Éste se la apro-
es, en cambio, el que indica algu-
pia formando el concepto o verbum
na privación, como “muerte”; 3. n.
mentis correspondiente, y lo expresa
trascendens es el que puede decirse de
o comunica mediante signos sensibles
todas las cosas que realmente son, co-
que constituyen la vox o verbum oris.
mo “algo”, “verdadero”, “uno”, “bue-
Cabe señalar que la precedente ca-
no”, etc. (véase trascendentales); 4. n.
racterización es la más frecuente, pe-
supertrascendens es el que se dice no
ro no la única (véase nominale): aun
sólo de lo real, sino aún de lo ima-
cuando se desarrolla durante el siglo
ginario, como “fingido”; 5. n. primae
457 nomina divina

intentionis es el que se impone a la cosa siciones se tendía a elevar la unidad


significada, en cuanto que ésta es apre- divina por encima de toda predicabi-
hendida por un acto directo, como lidad, concebida como deformación
“hombre”; 6. n. secundae intentionis de tal unidad. En el extremo opuesto,
es el que se aplica a lo captado me- está el hecho de proyectar cierta an-
diante un acto reflejo del intelecto, tropomorfización en los predicados
como “género” o “sujeto”; mediante atribuidos a Dios, hecho que obede-
esta última clase de n., no se alude di- ce a la necesidad de una referencia a
rectamente a lo real, sino que el in- la divinidad en términos positivos. El
telecto se vuelve intentionaliter sobre pensamiento cristiano se propuso su-
sí para nombrar una categoría mental brayar, de un lado, la trascendencia y
de las que él mismo emplea en refe- unicidad de Dios; de otro, la posibili-
rencia a la realidad extramental. dad de referirse a Él, mediante múlti-
ples predicados analógicos que hacen
nomina divina. La cuestión de los accesible su noción, al menos indirec-
nombres o atributos divinos se en- tamente. Así, durante el siglo III, los
cuadra en el problema más amplio Padres Capadocios, siguiendo a Cle-
del conocimiento que se tiene de mente y Orígenes, polemizaron con
Dios, y en particular, de la determi- Eunomio, quien sólo consideraba vá-
nación y formulación de su esencia. lido un único nombre-atributo: “in-
Importa destacar, en primer término, generado”. En el siglo siguiente, Juan
que no se trata de un problema sólo Crisóstomo dedica al tema toda una
lógico-gramatical o gnoseológico, si- obra titulada precisamente “De la in-
no fundamentalmente, de una cues- comprensibilidad de Dios”. Entre los
tión metafísica y teológica. En efecto, autores de la Patrística latina, Agustín
en su acepción medieval más común, de Hipona aborda esta cuestión, aun-
el n. (véase), en general, se refiere a que de modo no sistemático, a lo lar-
la realidad significada, realidad que go de todos sus escritos.
presenta al espíritu, el cual, a su vez, Párrafo aparte merece sobre este
se la presenta a sí mismo, formando punto, la doctrina del Pseudo-Dioni-
así el concepto o verbum mentis que sio, expuesta precisamente en su De
se desarrolla y se expresa en el verbus divinis nominibus. Allí se insiste, so-
oris. Ahora bien, en virtud del primer bre todo, en la negación de la cognos-
punto señalado, –el de su directa re- cibilidad de Dios, tal como Él es en
ferencia a la realidad– los nomina im- sí, por parte de toda mente creada.
plican valor ontológico. De ello deriva la importancia de los
El problema de los n. d. es uno de nombres negativos atribuidos a Dios,
aquellos en los que se percibe más sig- los cuales llevan el prefijo “a-”, exclu-
nificativamente lo característico de la yendo así toda imperfección y limi-
visión que el Cristianismo formula tación. Pero éstos se asocian siempre
sobre la base de anteriores concepcio- con los nombres positivamente glo-
nes filosóficas acerca de Dios, al me- rificadores, que llevan el prefijo “hi-
nos, de algunos de los aspectos de és- per-”, y que reafirman en Dios la per-
tas. El primero de ellos es el cariz mís- fección –conocida en lo humano– de
tico que presenta el pensamiento de un modo que se postula como infi-
Filón de Alejandría y algunas varian- nitamente más elevado, aunque natu-
tes del neoplatonismo. En ambas po- ralmente ignoto.
nominale 458

Tal posición alcanzó gran reper- a las criaturas. El Aquinate concluye


cusión en la Edad Media, especial- que sólo “El que es” constituye el tér-
mente a partir del siglo IX, en virtud mino que conviene máximamente a
de la famosa traducción del Corpus Dios como nombre propio.
Aeropagiticum o Dionysiacum, por
nominale. Es todo aquello que con-
parte de Escoto Erígena. Aún en su
cierne al n. (véase). Ahora bien, éste
propia doctrina, vigorosamente per-
es una instancia intermedia: por una
sonal, este autor defiende la posición
parte, entre la realidad a la que remi-
del Pseudo-Dionisio, sin dejar de su-
te y su conocimiento conceptual; por
brayar, no obstante, la positividad de
otra, entre el concepto y su expresión
la vía eminencial (véase via). Ambos
verbal o vox. Este carácter doblemen-
aspectos aparecen, por ej., en De Prae-
te intermedio hizo que muchas veces
destinatione y en De divisione naturae.
se asimilara n. a vox, o que las acep-
En el momento más floreciente de
ciones de ambos términos se acerca-
la Escolástica, la cuestión de los n. d.
ran mucho. En todo caso, n. siempre
fue desarrollada, en especial, por To-
se opone a reale (véase). En sentido
más de Aquino, en oposición a Mai-
positivo, se atribuyó a lo n. un valor
mónides. Este último sostenía, en
semántico, en cuanto que se funda en
términos absolutos, que de Dios só-
el nomen, entendido como expresión
lo se puede decir lo que no es, no lo
o signo convencional. En la historia
que es. En cambio, en S. Th. II, q. 13
del pensamiento, los teóricos del no-
passim, Tomás afirma que conoce-
minalismo confirieron este valor n. a
mos a Dios mediante las criaturas y,
los mismos conceptos.
por eso, podemos nombrarlo a tra-
En lógica, las nociones de n. y reale,
vés de éstas, pero no en el sentido
se utilizaron, sobre todo, para carac-
de que nuestros nombres expresan la
terizar las dos principales especies de
esencia divina tal como ella es en sí
definición (véase definitio): la defi-
misma. Según el Aquinate, nombra-
mos a Dios mediante 1. n. relativa, nición nominal es la que determina
2. n. negativa, 3. n. positiva. Pero in- simplemente lo que se debe enten-
siste en que ni los nombres relativos, der por una expresión dada; la real,
como “creador”, ni los negativos, co- en cambio, se refiere a la esencia de lo
mo “infinito” significan la sustancia definido. El ejemplo más problemá-
divina: los primeros expresan única- tico de definición nominal es la que
mente una relación de las creaturas Anselmo propone, justamente, para
con Dios; los segundos excluyen cual- el nombre de “Dios” en el célebre ca-
quier defecto o delimitación en Él. En pítulo segundo del Proslogion.
cambio, los nombres positivos, como nominaliter. Correlativo de partici-
“bueno”, aluden la sustancia divina paliter, indica un modo de compren-
tal como imperfectamente las creatu- der el significado de un participio pre-
ras la representan. Añade Tomás que, sente. En efecto, el sentido de un par-
en cuanto a su significado, estos últi- ticipio se toma participaliter cuando
mos nombres conciernen a Dios con se entiende en su acepción puramen-
mayor propiedad que a las criaturas, te verbal y n. cuando se entiende co-
pero en cuanto al modo de significa- mo sustantivo. Así, por ej., adolescens,
ción se aplican a Él impropiamente, tomado participaliter indica, en gene-
ya que, en ese orden, corresponden ral, lo que está creciendo, desarrollán-
459 non-aliud

dose o yendo en aumento; en cam- mático por su fuerza significativa se


bio, entendido n. señala a un ser hu- vuelve una guía o manuductio (véase)
mano en la primera edad que sigue para el que especula y, para poner de
inmediatamente a su infancia. manifiesto tal fuerza significativa, el
Cusano recurre al tema de la defini-
nominatio. En sentido general, signi- ción considerada como camino hacia
fica “denominación”. Pedro Abelardo el conocimiento. La argumentación
usa esta palabra –o, indistintamen- se orienta a mostrar que “no-otro” es
te, appelatio (véase in principio)– pa- el elemento permanente en toda defi-
ra señalar la función connotativa por nición, en tanto que cada cosa es no-
la cual el nombre indica una realidad otro que sí misma. Ahora bien, si se
natural. En el caso de los particulares busca la definición de la definición, es
–por ej., “Sócrates”– hay, pues, co- decir la definición de lo no-otro mis-
incidencia entre la n. o appelatio y la mo, se arribará a la siguiente fórmu-
significatio, no así en el caso de los la: “no-otro es no-otro que no-otro”
universales –por ej. “la rosa”– pues- (non aliud non aliud quam non aliud)
to que significar es más que nombrar. que resulta la definición que se define
non. Es partícula de negación. Res- a sí misma y a la vez define todo. Es-
pecto de su uso, los escolásticos esta- ta definición absoluta revela un carác-
blecieron la siguiente distinción: 1. ter trino, en tanto expresa la absoluta
el n. neganter acceptum es el que im- relación entre la unidad (non aliud),
plica una negación tomada en toda su igualdad o Verbo (non aliud) y el
la extensión de una proposición da- nexo indisoluble entre ambas (non
da, de manera que se niega también aliud quam). La definición absoluta
todo lo que se deriva de ella; 2. el n. es, pues, el principio creador unitrino
infinitanter acceptum es el que sólo que, al definirse a sí mismo, se vuel-
concierne a un término simple en la ve medida de todas las cosas (mensura
proposición, término cuya única sig- omnium) en tanto es la identidad de
nificación niega, como cuando se di- cada una de ellas y su principio de di-
ce: “No hay hombre que no sea cor- ferenciación: es el principio indistin-
póreo”; en este último caso, el térmi- to que realiza la distinción en todos
no negado es “hombre”: “n. homo” los seres. Non-aliud significa, enton-
(véase infinitanter). ces, lo absoluto “por sobre” y “en” lo
otro, lo aliud: en cuanto trascenden-
non-aliud. Es una expresión acuñada te a todo, excluye de sí toda alteridad
por Nicolás de Cusa, que titula una y es anterioridad respecto de todo lo
de sus últimas obras. Tal título De que es otro; pero, al mismo tiempo,
ly non aliud seu directio especulantis está presente como no-otro en todo
encierra la clave de su desarrollo: el lo que es otro. “Non aliud” se presen-
ly (véase) está indicando que “non- ta no sólo como principio del ser, si-
aliud” es tomado en cuanto término. no también del conocer. Esto se da
Se trata de una de las muchas pro- tanto respecto de sí mismo, puesto
puestas cusanas para denominar lo que se constituye en la autodefinición
absoluto con un nombre enigmático o conocimiento de sí, como respecto
(véase “aenigma”), es decir, un voca- del mundo que tiene en él su princi-
blo que nombra lo que por sí mismo pio ontológico y el de su cognoscibi-
es innombrable. Este nombre enig- lidad, sin identificarse con él.
non causa pro causa 460

non causa pro causa. Véase post hoc te”, aunque tal evidencia no sea ne-
ergo propter hoc. cesariamente captable de modo in-
mediato. En efecto, una proposición
non ens. La negación del ser, en el se llama n. per se cuando el predica-
sentido de ente, tiene cualquiera de do está incluido en la noción del su-
estos tres sentidos: puede significar jeto, ya sea como su elemento esen-
1. la nada cuando se habla en térmi- cial, ya como algo que deriva de su
nos absolutos; 2. la privación, por ej., esencia; por ej., “Todo cuerpo es ex-
la ceguera implica la negación de la tenso”. En este caso, la extensión es-
existencia de algo que es la visión; 3. tá incluida en la corporeidad. Ahora
la materia, en la medida en que, sin bien, una proposición puede ser nota
ninguna forma, ella no puede existir. per se secundum se, sed non quoad nos,
Así lo señala, por ej., Tomás de Aqui- es decir, evidente de suyo pero no pa-
no, al comentar a Aristóteles (cf. In ra nosotros. Esto ocurre cuando la
Met. XII, l. 2, n. 14). mencionada inclusión no se nos apa-
non ita. Esta expresión introduce, rece inmediatamente, o bien a cau-
en una comparación, la negación de sa de nuestro desconocimiento del
uno de sus términos, negación que mismo significado de los términos, o
puede tener sentido absoluto o sen- bien por un conocimiento imperfec-
tido relativo. Por ej., “non ita diu” to de la naturaleza o esencia del suje-
que significa “no tan largo tiempo”, o to: la proposición “Dios existe” pue-
“Non ita generis masculini est musa, ut de ser de este último tipo, si ignora-
poeta”: aquí se comparan dos voces, mos que la esencia divina se identifi-
ambas terminadas en la vocal a, pero ca con su existencia. Entonces, se re-
se advierte que la palabra latina “musa” quiere una demostración, aunque la
no es, por cierto, de género masculi- proposición sea evidente por sí mis-
no como, en cambio, sí lo es la pala- ma. En cambio, una proposición n.
bra “poeta”. per se et secundum se et quoad nos es
aquella evidente por sí también para
non omnis quidam non. Axioma de nosotros, con sólo conocer el signifi-
la lógica medieval que podría tradu- cado de los términos que la compo-
cirse por “no todo, [luego] alguno nen. Tal es el caso de “El todo es ma-
no”. Su sentido es: “Si no todo indi- yor que su parte”, mencionado por
viduo de una especie tiene cierto atri- Tomás de Aquino, en quien esta dis-
buto, es necesario que haya en esa es- tinción es de uso muy frecuente (cf.,
pecie algún individuo que carece de por ej., S. Th. I, q. 2, a. 1, c). Un po-
dicho atributo”. Así, por ej., si es ver- sible antecedente de ella se encuentra
dad que no todo (non omnis) hom- en Aristóteles (cf. Phys. I, 1, 189 a-b).
bre es sabio, será verdad también que, Véase también evidens.
al menos, algún hombre determinado
no (quidam non) es sabio. notio. En sentido amplio, “noción”
señala el contenido de la cognitio (véa-
nota. Cf. attende. se). En una acepción un poco más es-
nota per se-nota quoad nos. El pri- tricta, indica el contenido de todo co-
mer miembro de este binomio es una nocimiento abstracto, diferente de la
expresión escolástica con la que se ca- percepción sensible. Así pues, llegar a
lifica una proposición como “eviden- la n. presupone una operación que el
461 notitia

espíritu ejerce sobre la acción que, a cos generales del estoicismo. Para es-
su vez, un ente ha ejercido sobre los tos autores, fueron principios del co-
sentidos. nocimiento; para algunos, innatos.
La Edad Media recoge la distinción De hecho, consideraron que los pri-
entre “pensamiento” e “idea en el espí- meros principios de la demostración
ritu” que Cicerón atribuye a los estoi- son nociones o concepciones comu-
cos (cf. Top. VII, 31). Así, en los au- nes del alma percibidas por el intelec-
tores medievales, la n. se distingue de to o contenidas en él. Justamente por
la idea propiamente dicha, en cuanto haberlos aplicado a la demostración
que esta última puede aludir –al me- cobraron carácter de necesarios y, por
nos, entre los de filiación platónica– ende, se aproximaron a los axiomata.
al principio de una realidad, lo cual Este concepto se retoma en la Mo-
no sucede con la “noción” que es un dernidad, a propósito de la discusión
vocablo exclusivamente gnoseológico. acerca de si el alma es o no tabula ra-
Se diferencia asimismo de la concep- sa. Leibniz, por ej., entiende las n. c.
tio en el sentido de la concepción, en como algunos principios de conoci-
la medida en que esta última puede miento, que los objetos externos sólo
constituir el principio de producción despertarían, y atribuye la expresión
de una realidad, por ej. la concepción como tal a los matemáticos (cf. Nouv.
de una casa en la mente del arquitec- Ess. I, 1).
to; la n., en cambio, es simplemen-
notitia. Voz empleada –sobre todo,
te la recepción y el reconocimiento
pero no exclusivamente– por auto-
de una idea acerca de una realidad.
res escolásticos, con los sentidos de
Cabe recordar que, cuando las no-
“idea”, “noción”, “ciencia” y “cono-
ciones consideradas son fundamenta-
cimiento”, siendo este último el más
les o básicas para el ulterior desarro-
frecuente. Por otra parte, y en su sig-
llo del conocimiento, equivalen a los
nificación más específica, n. mien-
principios que se supone son, o de-
ta un modo de conocimiento que
ben ser, admitidos por todo sujeto
depende fundamentalmente del ca-
racional. Se denominan, entonces,
rácter del objeto conocido. Por eso,
notiones communes (véase).
Tomás de Aquino aclara que “non
notiones communes. Los estoicos lla- accipitur notitia pro actu intellectus
maron “nociones comunes” a las de- cognoscentis, nec pro aliquo eius habitu;
rivadas de las percepciones sensibles, sed pro eo quod intellectus concipit
por una concepción natural de la cognoscendi” (S. Th. I, q. 34, a. 1, ad
mente, debida a la repetición de sen- 2). De ahí que pueda hablarse de
saciones iguales. Se referían a una se- varios tipos de n.: realis, sensibilis,
rie de ideas básicas que la mente reco- experimentalis, principiativa o conoci-
noce como adecuadas y fundamenta- miento de los principios, etc. Sin em-
les para cualquier desarrollo ulterior bargo, el Aquinate admite también
del conocimiento (cf. Placita, IV). otra clasificación que parece obedecer
Algunos escolásticos adoptaron es- a un criterio diferente: es la que dis-
ta tesis –que, con todo, no alcanzó tingue los diversos tipos de n. según
gran repercusión en la Edad Media– 1. la naturaleza; 2. la potencia; 3. el
pero transformándola y, sobre todo, hábito; y 4. el acto de conocimiento
sin adherir a los supuestos ontológi- (cf. Quaest. Disp. VII, 1, 4).
notius 462

En cambio, Guillermo de Ockham cablo es el sentido que vulgarmente se


habla de 1. n. complexa, que versa so- suele atribuir en español a la palabra
bre enunciados o demostraciones; y “inteligible”: cabe recordar que inte-
2. n. incomplexa, que es la que se tie- lligibile (véase) hace referencia tanto a
ne de los términos o de las cosas sig- la condición metafísica de aquello que
nificadas por ellos. Es importante en sólo es captable por el intelecto, co-
este autor, así como en otros que re- mo a eso mismo pero en cuanto obje-
ciben su influencia, el concepto de n. to de dicha aprehensión. Teniendo en
intuitiva. Dicho concepto alude al cuenta esta diferencia de matiz, se ad-
conocimiento evidente de que algo vierte que n., en su primer significa-
existe o no, cuando efectivamente se do, se refiere a lo más inteligible des-
da en la realidad o no (cf. In II Sent. de el punto de vista ontológico, mien-
q. 15 e). Este tipo de n. se diferencia tras que, en el segundo sentido, alu-
de la n. abstractiva, la cual no permite de a lo más inteligible desde el punto
conocer con evidencia si algo contin- de vista gnoseológico, tal como ya lo
gente existe o no existe. sugieren sus respectivas acotaciones.
Cabe aclarar que precisamente la
notula. Término paleográfico, la n.
principal discusión escolástica rela-
es un tipo de escritura característico
cionada con este término giró en tor-
del género literario de las glosas (véa-
no de si hay o no n. directa posible de
se glossa). El hecho de disponer de un
cosas existentes. Cuando se sostiene,
espacio reducido dentro del cuerpo
como lo hace Ockham, la tesis afir-
del texto o en sus márgenes, hizo que
mativa, se defiende la posibilidad del
la grafía debiera adecuarse a esta cir-
conocimiento directo de lo indivi-
cunstancia. En consecuencia, la letra
dual. En la posición contraria, por ej.,
en la cual eran escritas las glosas debía
la de Tomás, se afirma que el conoci-
tener un módulo pequeño, lo que lle-
miento de lo particular no es directo,
vó muchas veces a un tipo particular
sino indirecto, en cuyo caso, para ex-
de trazo y de ductus (véase), generan-
plicarlo, se opta generalmente por la
do de este modo un tipo de escritura
teoría gnoseológica de la abstracción.
particular: la scriptura notularis. Na-
notius. Cf. nota per se-nota quoad nos. ce en época carolingia, y se caracteriza
Se denomina n. natura, o sea, lo más por un trazo uniforme y delgado, con
inteligible por naturaleza, a lo más letras estrechas, astas elevadas, y cier-
simple ontológicamente hablando, tos elementos cursivos. Estos elemen-
es decir, lo que contiene más actuali- tos comienzan a aparecer en el siglo
dad y menos –o ninguna– potenciali- IX, se desarrollan en el siglo siguien-
dad, como Dios y las sustancias espiri- te y, ya hacia los siglos XI y XII, con-
tuales. En cambio, n. nobis, esto es, lo forman una verdadera tipificación de
más inmediatamente inteligible para la escritura. En el siglo XIII, la n. se
nosotros, es lo sensible, compuesto de agotó como tipo autónomo de grafía,
materia y forma. En efecto, ese árbol o precisamente porque entonces tie-
aquel caballo, nos es más cognoscible, ne lugar un quiebre en el género de
a causa de la condición del intelecto la glosa, ya que entonces la mera aco-
humano que requiere la mediación tación o comentario marginal al tex-
de los sentidos. Así pues, el problema to se independiza y se desarrolla en la
que presenta la traducción de este vo- expositio.
463 nugae

notum. Este término que signifi- noxium. Más aplicado al plano físico
ca primariamente “sabido” o “cono- y aun al jurídico que al moral, en el
cido”, es usado por los escolásticos que aparece raramente, n. es sinóni-
con distintas acotaciones, de las cua- mo de perniciosum. De este modo, en
les la más frecuente es nota per se (véa- el primero, califica todo aquello que
se). Pero también se registran las ex- perjudica con mayor o menor grave-
presiones: 1. n. in se o notum naturae, dad, por ej., el veneno; en este senti-
que alude a lo evidente en sí mismo do, los textos medievales no lo opo-
o en su propia naturaleza; 2. n. per nen a lo beneficioso sino, específica-
accidens, que es lo que se conoce a tra- mente, a lo utile (véase). En contexto
vés de sus accidentes; 3. n. per aliud, jurídico, y generalmente bajo el plural
que mienta lo conocido a través de noxa, señala toda culpa, dolo, negli-
otra cosa, así como por el humo sa- gencia, etc. que daña a otra persona.
bemos que hay fuego; 4. n. ratione o
nugae. Sustantivo plurale tantum,
secundum rationem, que se refiere a
alude a cosas superficiales, bagatelas,
lo sabido en virtud de la sola razón,
pamplinas; a veces, también signifi-
subrayando la exclusión de la expe-
ca también chistes. Su sentido general
riencia; su opuesto es 5. n. secundum
señala, pues, la frivolidad y con este
sensum, es decir, lo conocido por los
último matiz emplea el término, por
sentidos, como, por ej., el color.
ej., Agustín de Hipona al describir las
novitas. Designa el carácter de lo cosas a las que se dedicaba en su ju-
novum, esto es, de lo nuevo en el sen- ventud (cf. Conf. IV, 1, 1). Puede es-
tido de lo que antes no ha sido o de tar referida a lo que se dice, en cu-
lo que empezó a ser o existir. Se apli- yo caso forma parte del vaniloquium
ca a cosas, leyes, tablas, etc. Cuando (véase, in fine). Por eso, las n. son par-
novum se refiere al hombre nuevo, ticularmente vituperadas en contex-
adquiere un sentido religioso, especí- to monástico, por ej., en Bernardo de
ficamente paulino, que alude a la re- Clairvaux quien las menciona citan-
novación espiritual de quien nace en do a Jerónimo (cf. De consid. II, 13).
Cristo, es decir, de quien se convier- Fueron menos severamente juzgadas
te a la vida de la Gracia y asoma a una en el período escolástico, ya que en-
distinta visión de la vida y de sí mis- tonces se sobreentendieron como par-
mo. Pero en la forma n., y especial- te de la urbanidad en la vida cotidia-
mente aplicada al mundo, o sea, la na. Pero, en contexto universitario, la
expresión n. mundi, señala la tesis que nota de gratuidad o futilidad implíci-
postula que éste tuvo un comienzo en ta en esta noción, da lugar al tecnicis-
el tiempo. Así, el término se suele en- mo escolástico nugatio (véase).
contrar en los textos concernientes En el Renacimiento el término
a la polémica sobre la eternidad del vuelve a aparecer con signo negati-
mundo (véase mundus, in fine). vo, en referencia a la frivolidad de te-
En Raimundo Lulio adquiere un mas en los que algunos humanistas
matiz especial: designa, en la última se complacían. Así, por ej., Pico de-
versión del Ars Raymundi, la forma lla Mirandola en De genere dicendi
por la que un subiectum adquiere nue- philosophorum los acusa de demo-
vos habitus (cf. Ars brevis, X.12.38; rarse en “de matre Andromaches [...]
Ars generalis ultima, X.14.38). de Niobis filiis, atque id genus levibus
nugatio 464

nugis”, en lugar de empeñar sus es- Entre los griegos, Tales de Mile-
fuerzos en la búsqueda de la verdad. to, al menos según Jámblico (cf. In
Nic. Arith. Intr. I), había definido
nugatio. Se denomina así la repeti- el número como un sistema de uni-
ción inútil de una misma cosa en una dad. Los pitagóricos, de acuerdo con
proposición. Ahora bien, se conside- el testimonio de Aristóteles (cf. Met.
ra que no hay n., cuando la repetición I, 5), entendieron los números co-
está justificada, por ej., cuando se ex- mo principios de todas las cosas: ha-
clama “Deus, Deus meus”, como escri- biendo advertido que las propiedades
be Pedro Hispano en Summ. Log. 7, y las relaciones de las armonías mu-
2. Tampoco cuando, de los dos tér- sicales corresponden a relaciones nu-
minos que designan la misma rea- méricas, buscaron estas últimas tam-
lidad, uno es concreto y el otro abs- bién en los fenómenos naturales. Así,
tracto, o bien uno designa una parte concluyeron que todo el cielo es pro-
y el otro el todo, etc. Así lo testimo- porción y armonía y que los números
nia, por ej., Guillermo de Ockham son los elementos de todas las cosas
en In III Sent. q. 9 a). existentes. Algunos intérpretes consi-
nulliforme. Palabra que señala la deran que los pitagóricos entendían
condición de la sabiduría en el voca- el número como un agregado de mó-
bulario místico de Buenaventura (cf. nadas, y éstas, como corpúsculos do-
sapientia, in medio). tados aún de dimensiones; de tal mo-
do, los números constituían a la vez
nullubi. Poco usado, esta voz signifi- los elementos de las figuras geomé-
ca “en ningún lugar” o “de ningún lu- tricas y de los cuerpos físicos. Siem-
gar”. Aparece en los textos medieva- pre según el testimonio del Estagiri-
les aludiendo a los trashumantes en la ta, Platón, por su parte, habría con-
expresión n. gentium. siderado las ideas como números y la
nullus. Palabra de valor universal Unidad como el principio de éstos,
y negativo que se traduce “ningún” durante la última fase de su pensa-
o “ninguno”. Así pues, equivale a miento. En armonía con el punto de
“omnis” a la que se le deba añadir vista platónico del estudio de los nú-
“non”. En una proposición, el valor meros como elevación del alma, está
negativo universal de n. no sólo rige la posición de Euclides. Por lo demás,
para el sujeto sino que aún se puede en el libro VII de sus Elementos, éste
extender al predicado. Así, si se dice define el número como la pluralidad
“Nullus homo est asinus”, se concluye compuesta por unidades.
que Sócrates no es asno, Platón no lo Durante el período patrístico, la
es, etc.; pero también que ninguno de concepción filosófica del n. adquie-
ellos es, por ej., Rocinante (cf. Pedro re notable importancia en Agustín,
Hispano, Summ. Log. 12, 26). en cuya ontología trinitaria se iden-
tifica con la species. En efecto, el Hi-
numerus. Debido a la diversidad de ponense llama pitagóricamente n. a
significados que este término presen- la segunda nota constitutiva del ente,
ta en la historia de la filosofía, se hace aquella por la cual éste es algo deter-
necesario seguir las principales etapas minado, es decir que tiene una esen-
de su desarrollo, en lugar de dar una cia que lo inscribe en una especie (cf.
caracterización general. De lib. arb. II, 20, 54). Por otra par-
465 nunc

te, para Agustín la razón se complace numerans, que es aquel del cual el in-
en la belleza; en ésta encuentra las fi- telecto se vale para numerar, es de-
guras; en las figuras, las dimensiones; cir, el que se considera abstractamen-
en ellas, los números (cf. De ord. II, te, prescindiendo de lo que mide, y
15, 42). Agustinianamente entendi- que concierne a la enumeración en sí,
do, el número constituye, pues, una por ej., diez. Por otra parte, el 3. n.
clave del ordo universalis (véase ordo). motus es el de las partes de una can-
Así pues, ya en los orígenes de esta tidad continua, como el de la medi-
noción y en los antecedentes que de da del tiempo.
ella llegan al Medioevo, se advierten Sea de ello lo que fuere, es la anti-
dos maneras de concebir el n.: una es gua caracterización de Euclides la que
la metafísica que, desde los pitagóri- sigue imponiéndose y aplicándose a la
cos llega a Agustín pasando por Pla- función, propia del número, de con-
tón; la otra es la aritmética propia- tar o medir. Ahora bien, Pedro His-
mente dicha, que relaciona el número pano define el n. como multitudo ex
fundamentalmente con la medida. unitatibus aggregata (Summ. Log. 3,
Esta última prevalece en la Edad 15), o sea como señalando una mul-
Media. En efecto, la definición eucli- tiplicidad conformada por la acumu-
deana de n. continúa a través de lación de unidades. Desde luego, pa-
Boecio, y se reencuentra, por ej., en ra que dicha multiplicidad sea tal, las
el Liber abbaci de Leonardo de Pi- unidades deben ser del mismo géne-
ta. Boecio transmite también la céle- ro. En este sentido se ha de enten-
bre caracterización aristotélica según der el término “ponere in numero”, o
la cual el número es la multiplicidad “ponere numerum” (véase ponere).
medida y la multiplicidad de las me- Por su parte, Duns Scoto propu-
didas (cf. Met. XIV, 1, 1008 a 7). Así, so una clasificación diferente de las
tras las huellas de Boecio, Alain de Li- precedentes: distinguió entre el 1. n.
lle, como lo hará después Ockham, essentialis, obtenido por división de la
distingue el número contado y el nú- primera unidad divina, el 2. naturalis
mero por el cual se cuenta (cf. por ej., o formalis, y el 3. accidentalis.
Exp. in Phys. 164b). Esta concepción Durante el Renacimiento, se pro-
es compartida por Tomás de Aqui- duce un regreso a la simbología nu-
no, para quien cada n. es multitudo mérica de carácter pitagórico y se ten-
mensurata per unum, añadiendo que dió a volver a la idea de una represen-
el número no es una serie de unida- tación matemática de la realidad.
des, sino algo compuesto por unidades
que no están en el número en acto si- nunc. En su sentido más lato y vul-
no en potencia (S. Th. I, q. 7, a. 4 c e gar este vocablo significa “ahora”. Pe-
In Met. VII, l. 13, n. 24). ro, en la literatura escolástica, está re-
Atentos, pues, a la función de con- lacionado con la consideración filosó-
tar o medir, propia de la noción aris- fica del tiempo (véase tempus), espe-
totélica, los escolásticos distinguie- cialmente con la de raíz aristotélica, y,
ron el 1. n. numeratus, que alude a de manera derivada, con el problema
la cantidad o multiplicidad de entes del no tiempo. Presenta así dos acep-
enumerada por el intelecto, y con- ciones fundamentales: 1. la de “ins-
siderada como una cierta unidad tante” o instans (véase), es decir, la de
–por ejemplo, diez árboles–, del 2. n. presente puntual; en este sentido, el
nuntiatio 466

término se vincula con el problema proceso cognoscitivo. La n. –que de


de la mensurabilidad y continuidad manera poco precisa se suele tradu-
del tiempo. Aristóteles lo expone en cir por “anunciación”– es la aprehen-
Phys. IV, 4, 218 a 5 y ss, donde afir- sión de la cosa sensible por los senti-
ma la indivisibilidad del n. y, a la vez, dos. Pero, por lo arriba mencionado
lo propone como medio por el cual sobre el protagonismo excluyente del
el tiempo se divide y se hace conti- alma en el proceso de conocimiento,
nuo. Sobre esta base, los pensadores es ella quien se trasmite a sí misma
medievales se preocuparon, especial- el contenido de tal aprehensión. En
mente, por la naturaleza del n. y dis- el itinerarium (véase) del alma hacia
cutieron, en particular, el problema Dios, la n., justamente por su rela-
de si es o no parte del tiempo. Tomás ción con lo sensible, esto es, con lo
de Aquino negó que lo fuese. Para el que metafísicamente es ínfimo, ocu-
Aquinate el n. es una suerte de tiem- pa el grado jerárquicamente más bajo.
po indeterminado, opuesto al “en-
nutritio. Se designa con este nombre
tonces” o tunc (véase) que es un tiem-
la facultad propia del alma en su as-
po determinado, es decir, un instans
pecto vegetativo –o, como se expresa
signatum. Así se habló del 1. n.
algunas veces, la misma anima vegeta-
temporis sive fluctus. Pero también
tiva– por la cual ella asume el alimento
se ha utilizado el n. en una segunda
y lo procesa en orden a la conservación
acepción: la del instante como pre-
y crecimiento corporal del individuo.
sente ya no puntual sino como eterno
presente. En este caso, se emplea la nutus. Su acepción originaria alude a
expresión 2. n. aeternitatis sive stans: una señal de asentimiento divino en
el “ahora” de la eternidad no fluye y, el contexto antropomórfico de la mi-
por eso, es como un presente eterno tología: es, por ej., el gesto de la ca-
(cf. S. Th. I, q. 10, passim). beza de Zeus que confirma su deseo.
Una posición interesante ante las di- Por eso, en su significado más vul-
versas dificultades que plantea el pro- gar, también puede referirse al gesto,
blema del tiempo es la de Guillermo especialmente de la cabeza o de los
de Ockham, quien, en su Exp. Super ojos, por el que el hombre muestra su
Phys Arist. IV, subraya que el n. es, en voluntad.
el fondo, un adverbio y no un sustan- Técnicamente, en cambio, en la li-
tivo. De ahí que no designe, para Oc- teratura medieval aparece con dos
kham, ninguna realidad definida, por sentidos. En sentido 1. propio, n. es
lo cual todas las cuestiones que pue- término de la Física medieval. En este
den plantearse respecto de este térmi- contexto, se ha llamado así al movi-
no, carecen de sentido. En todo caso, miento por el que, expulsada una co-
n. tiene la misma función que los tér- sa de su lugar natural, tiende a vol-
minos syncategorematica (véase). ver a él por la vía recta, es decir, más
breve. Se lo ha aplicado aun al vien-
nuntiatio. Es voz frecuente en Bue-
to. En sentido 2. metafórico o deriva-
naventura, en quien cobra una signi-
do, se habló de n. como movimiento
ficación peculiar. En efecto, siguien-
voluntario o como voluntad sin más;
do a Agustín, cuya influencia en este
así; aparece en expresiones como “Dei
autor es decisiva, Buenaventura otor-
nutu omnia gubernari”.
ga al alma el papel determinante en el
467

O
O. Los lógicos escolásticos emplearon obiective. Escolásticamente se en-
esta letra –segunda vocal de la palabra tiende el esse o. como un modo de ser
nego– para señalar la proposición par- relative, es decir, un modo de ser “en
ticular negativa. De la misma manera, relación con”. En este caso, o. indi-
la I señala la afirmativa. Pedro Hispa- ca el ser intencional, en cuanto refe-
no se vale del siguiente verso para re- rido al alma humana y, en especial, a
cordar el carácter de estos signos: “I una de sus potencias o hábitos (véase
firmat, negat O, sed particulariter am- obiectum). Así pues, cuando se habla
bae” (Summ. Log., 1, 21 y 4, 18). Tal de esse o. se alude a un esse rei vicario.
regla nemotécnica ha recibido tam- Por eso, el término que nos ocupa
bién otra formulación (véase I). podría traducirse por “en cuanto ob-
jeto de tal dimensión de la concien-
ob- Como prefijo indica lo que está cia”. Así, se opone correlativamente al
tendido, plantado, arrojado o, de al- esse formaliter (véase), que alude al ser
gún modo, puesto delante, esto es, de una cosa tomada en sí misma; Por
ante otra cosa que generalmente es ej., se dice de Dios que es la esperan-
el sujeto; así se advierte en varios tér- za del hombre justo non formaliter sed
minos filosóficos medievales, por ej., o., ya que Dios no es en sí la esperan-
en obiectio, en o(b)stendere, o aun en za humana, sino el fin de dicha espe-
officium, donde la b de esta partícula ranza en el alma humana.
se asimila a la f siguiente propia de la
raíz fi- que alude al hacer (véanse). obiectivum. En cuanto adjetivo,
o. se usa de diversos modos, según
obiectio. Acción y efecto de obiicere, el caso al que se aplique. Así, se ha-
objetar, la o. no tiene, de suyo, en la bla de 1. obiectiva essentia, que alude
Edad Media, y, sobre todo, en el pe- no a aquella que, perteneciendo a la
ríodo escolástico, los matices signi- cosa, se da en ella en su mismo ac-
ficativos que presenta para nosotros to de existir, sino a la que está pre-
hoy el término “objeción”. Antes que sente como idea en la mente a ma-
aludir al hecho de oponer una te- nera de exemplar; 2. obiectiva poten-
sis a otra contraria, previamente es- tia, para mentar la cosa en cuanto
tablecida, o a un punto en particu- posible y referida al agente que pue-
lar de la misma, la o. en su estricto de llevarla al acto; así, respecto de la
sentido escolástico señala el hecho de Creación, todas las cosas tenían ser
inducere rationes, es decir, plantear ra- in potentia Dei obiectiva; 3. obiecti-
zones en favor de una u otra opinión vus conceptus, que es la cosa en cuan-
y no necesariamente en contra de al- to inteligida, diverso del conceptus
guna afirmación o supuesto. Si esto formalis, que es la noción abstracta
último tiene lugar, ello sucede, pues, misma (véase obiectum).
como derivado de la acepción origi-
nal de este vocablo.
obiectum 468

obiectum. El líneas generales, la An- (véase). Para proseguir con el ejemplo


tigüedad concibió el objeto como mencionado, el subiectum de la Geo-
aquello que está presente al pensa- metría son las relaciones espaciales.
miento, o a lo que hoy llamaríamos Con todo, subsiste el sentido gene-
“conciencia”. En cambio, en términos ral que tiene este término en la Edad
modernos, se entiende al objeto co- Media, y que mienta, como se di-
mo la cosa en sí misma. Entre ambos jo, no lo actualmente presente al al-
extremos, se ubica la concepción me- ma, sino lo que se le puede presen-
dieval que refiere el o. específicamente tar. Sobre esta base y en el último tra-
a la potencia. En efecto, este tema fue mo de la Escolástica, se pasó a la no-
tratado por los escolásticos en el pla- ción de un objeto “en sí mismo”, que
no gnoseológico. En su acepción más no se presenta como tal, sino a través
lata, el o. es el término de referencia de sus especies (véase species). Así apa-
de una potencia congnoscitiva; así, lo rece en Duns Scoto, para quien el o.
coloreado es el o. propio de la vista, no puede estar presente tal como él
según el ejemplo que propone Tomás es en nuestra alma, por lo que requie-
de Aquino (cf. S. Th. I, q. 1, a. 1 c). re de la especie –o, en líneas muy ge-
De hecho, la definición de Oc- nerales, la imagen– la cual en el inte-
kham dice que es o. de una potencia lecto hace las veces de lo que hoy lla-
o facultad aquello que constituye el mamos “objeto” (cf. Rep. Par. I, d. 36,
término de su acto (cf. In I Sent. Pr. q. 2, 34). Contra esta suerte de dupli-
q. 9 n). Esto ya sugiere que, en sen- cación –la cosa en sí y la cosa conoci-
tido más estricto, el o. no es en sí lo da o a conocer– reacciona Guillermo
que está presente a la mente de mo- de Ockham, quien subraya que el in-
do actual, sino que por sus notas pro- telecto forma un esse fictum (véase), es
pias, puede presentarse a ella, o me- decir, que produce un concepto, pero
jor, a una de sus potencias cognosciti- éste es “objetivo”. De este modo, aun
vas. Ahora bien, el o. de cualquier há- en Ockham no queda completamen-
bito cognoscitivo presenta dos aspec- te eliminado el realismo gnoseológico
tos: aquello por lo cual se conoce, que medieval, en el sentido de que toda-
es la razón formal del objeto; y aque- vía hay en él un rastro de la convicción
llo que efectivamente se conoce. Así, acerca de que los contenidos de la con-
por ej., los medios de demostración ciencia reproducen fielmente –aun-
son el o. formale de la Geometría, que ya no universalmente– lo real.
mientras que las conclusiones cono- No obstante, la concepción escolás-
cidas constituyen el o. materiale de di- tica tradicional del o. lo entiende co-
cha ciencia (cf. op. cit. II-II, q. 1, a. 1, mo aquello “quod operatio versatur,
c). De este modo, todo lo que se ela- vel in quod fertur potentia quocumque
bora cognoscitivamente a partir del o. modo” (véase obiective).
formale formará parte del o. materia-
obligatio. Término que en la Edad
le de una disciplina. Pero esto último
Media presenta dos planos de signifi-
no debe confundirse con el “tema”
cación: 1. metodológico; 2. ético.
que dicha ciencia aborda. De hecho,
el conjunto de conocimientos abar- 1. En el plano metodológico, se de-
cados por ella, –es decir, su obiectum nomina o. a un acuerdo o convención
materiale– se refiere a algo que los es- entre el respondans (véase), vale decir,
colásticos denominaron subiectum el que sostiene una tesis en una discu-
469 observatio

sión, y el arguens, o sea, quien la nie- –que puede calificarse de “tradicio-


ga o ataca. Según ella, el primero, a nal” en el marco de la ética escolásti-
solicitud del segundo, se comprome- ca– sostiene que la o. moral del hom-
te a admitir, en el curso de la discu- bre se funda en la voluntad de Dios
sión, algo en lo que antes no se convi- sólo en cuanto que ésta, por su mis-
no. Hay diversas especies de o. en es- ma naturaleza, no puede querer sino
te sentido. Ockham, por ej., mencio- lo bueno y lo justo en sí. En cambio,
na seis: 1.1. institutio, que es la adop- la posición de Guillermo de Ockham
ción de un término nuevo en la dis- –basada sobre su doctrina acerca de la
cusión solamente por todo el tiem- omnipotencia de Dios– ubica el fun-
po que ésta dure; 1.2. petitio, que es damento de la o. en un decreto divino
el pedido que formula el oponente arbitrario, de tal modo que, si Dios lo
al respondens de admitir algo, por ej., hubiera querido, las acciones morales
conceder la primera proposición for- rectas podrían haber sido otras. Da-
mulada por aquél; 1.3. positio, que es do el orden instituido por Dios, se si-
la obligación de sostener una propo- gue lógicamente que ciertos actos son
sición como verdadera; 1.4. depositio, buenos y otros son malos; pero el or-
que es la de sostener una proposición den mismo depende de la libérrima
como falsa 1.5. dubitatio, que es la de e impenetrable decisión divina. Más
considerar una proposición como du- aún, la misma o. que compele a seguir
dosa; y 1.6. sit verum, que es el com- el dictamen de la conciencia o la recta
promiso de responder a una proposi- razón, para Ockham, tiene su razón
ción como lo haría si la tuviera ya por última y suficiente en el hecho de que
verdadera, ya por falsa, ya por dudosa Dios quiere que se proceda así (cf. III
(cf. Summa Totius Log. III, 3, 42-44). Sent. 13, c).
2. En el plano ético, la o. es un
obliquum. Cf. rectum.
vínculo de carácter moral, que se im-
pone a la libre voluntad humana. oblocutio. Cf. murmur 1.
Así, la obligación jurídica, por ej., no
constituye sino una determinación obreptio. Tanto en términos filosó-
particular de la o. moral, en la que se ficos, particularmente en Lógica, co-
funde. La o. es además la forma del mo –y más frecuentemente– retóri-
deber, en cuanto que éste se define cos, se denomina así a la argumenta-
precisamente como la obligación mo- ción que, del modo más explícito, se
ral absoluta de llevar a cabo o de omi- plantea ante un oponente, por oposi-
tir alguna acción. ción a la subreptio (véase): de hecho,
En lo que respecta a su naturaleza, la raíz ob- hace alusión a lo que está
los autores medievales has sostenido, puesto delante.
en general, que es racional. El funda- observatio. Los escolásticos han uti-
mento de la obligación moral se halla lizado el término “observación” tanto
en un principio universal y necesario; en el sentido general que este sustanti-
es independiente, por tanto, de las in- vo tiene hoy en español como con un
clinaciones personales. Pero, además, significado más preciso: el que con-
se funda, para ellos, en un principio cierne a la observación supersticiosa.
trascendente: el de la voluntad divi- Ésta fue analizada en cuatro formas:
na. Sobre este último punto, se han 1. la o. de ciertas prácticas para adqui-
perfilado dos posiciones: la tomista rir conocimiento que son incapaces
obversio 470

de producirlo, por ej., consultar a los ce la producción o el darse de un he-


muertos o interpretar, supuestamen- cho determinado. Lo más frecuente
te, ciertas figuras o símbolos; 2. la o. es tomar este término como correla-
de prácticas que se ordenan al cambio tivo de causa y conditio (véanse). En
de los cuerpos, por ej., la utilización efecto, los autores medievales insisten
de gemas para la curación de alguna en la relación que estos tres conceptos
enfermedad, piedras cuya causalidad guardan entre sí, pero, sobre todo, en
no es eficiente; 3. la o. de prácticas su distinción. En este sentido, se en-
adivinatorias de la fortuna; 4. la o. de tiende por causa de algo que adviene
fórmulas sagradas que el hombre por- en todo aquello que, de alguna ma-
ta al cuello como amuletos, sin consi- nera, produce efectivamente ese al-
derar que el provecho que se saca de go; por ej., la voluntaria determina-
la Escritura es la meditación del sen- ción de pescar es causa de que alguien
tido de esas palabras en el corazón y practique ese deporte. Por conditio se
el cumplimiento de ellas, como escri- entiende la circunstancia externa ne-
be Juan Crisóstomo en su comenta- cesaria para la producción de un efec-
rio al Evangelio de San Mateo 23, 5. to dado, o sea, un fenómeno tal que,
si no tuviera lugar, no podría darse el
obversio. La o. es un tipo de inferen- efecto; por ej., para pescar, es necesa-
cia lógica inmediata que consiste en rio disponer de algún aparejo de pes-
sustituir el predicado por su contra- ca o de un instrumento que lo reem-
dictorio, pero cambiando la cualidad place. Como se ve, la condición tie-
de la proposición, con lo que su sen- ne un matiz negativo o limitativo. En
tido permanece inalterado. Por ej., cambio, la o. es pensada como una
“Todo hombre es libre”=“Ningún circunstancia externa pero positiva,
hombre no es libre”. Se obtiene así esto es, como algo que contribuye a
una aequipollentia (véase) cuyas re- la producción del efecto. Para seguir
glas dieron los lógicos medievales en con el ejemplo mencionado, se po-
estos términos: Prae contradict. Post dría decir que el encontrarse ya a ori-
contrariat. Prae postque subalter, es de- llas de un río y no tener que dirigir-
cir, la negación se antepone al sujeto se hasta él, es ocasión del acto de pes-
para obtener el equivalente de la con- car. Con todo, la o. es susceptible de
traria; si se antepone y se pospone se ser sustituida por una circunstancia
llega al equivalente de la subalterna. diversa. La cuestión que se plantea es
obviatio. Término que forma parte de si se puede tener seguridad acerca de
la metodología de la discusión esco- que un hecho igualmente se hubiera
lástica, equivale a lo que hoy se deno- producido de haber intervenido otra
mina “objeción”. De hecho, está cons- ocasión que la que medió en su pro-
tituido por el prefijo ob- que siempre ducción. No obstante, se trata de una
alude a lo que está delante, y via, es cuestión más propia de los pensado-
decir, camino. Así, alude al oponer un res contemporáneos, especialmente,
obstáculo en el camino seguido por los dedicados al problema del condi-
una argumentación, mostrando resis- cional histórico, o sea, al sentido del
tencia a admitir alguno de sus pasos. si en la Historia. Los medievales, en
particular, los escolásticos, tendieron
occasio. En general, se entiende por a minimizar la intervención de la o.,
“ocasión” la circunstancia que favore- siempre en beneficio de la causa. Así,
471 officians

sobre todo, en el análisis del acto li- Agustín está incluido– que conside-
bre, enfatizaron la eficacia causal de ra imposible para el hombre odiarse a
la voluntad humana, con una cierta sí mismo, al menos, de manera cons-
desvalorización de la o., o sea, de lo ciente y deliberada. En cambio, juzga
que hoy se consideraría el conjunto posible odiar a la verdad, no absolute
de las circunstancias que lo rodean. sino en particular. De hecho, se pue-
de odiar una verdad que no quisiéra-
occasionaliter. Se predica de las cir- mos que lo fuera (cf. S. Th. I-II, q.
cunstancias en que un agente actúa 29). Por su parte, Duns Escoto con-
e indica con ello la ocasión de su ac- cede menos atención al tema y defi-
tuar (véase occasio). Es correlativo de ne el o. como un modo de no que-
causaliter, ya que este último adver- rer: quoddam nolle (cf. Rep. IV, d. 10,
bio se refiere a la causa, propiamen- q. 3, n. 20).
te dicha, de la acción. Así, por ej., un Entre los autores nominalistas, es-
homicidio se produce causaliter, por pecialmente, en las discusiones teo-
el odio del homicida hacia su víctima; lógicas tardomedievales, se planteó la
puede producirse o. por una discu- cuestión de odio Dei, en la que se pre-
sión violenta sostenida con ella. guntaban si Dios puede ordenar a al-
odium. El odio es una pasión deriva- guien que lo odie. El propósito de tal
da del apetito concupiscible y opues- planteo era examinar la relación entre
ta directamente al amor (véase). San la voluntad divina y la ley natural. Así
Agustín, a pesar de diferenciar esen- aparece, por ej., en Gabriel Biel (cf.
cialmente el odio de la ira, lo conside- In I Sent., d. 42, q. 1, a. 3).
ra una suerte de ira acumulada, “en- odoratus. Es el olfato. Según la pers-
vejecida en el corazón”; de ahí que pectiva medieval, en cuanto senti-
advierta que se ha de evitar que ésta do externo (véase sensus), está asocia-
degenere en aquél (cf. De ser. Dom. do sobre todo con la nutrición, pues-
in monte II, 19, 63 y I, 10, 26). To- to que el o. tiene por función percibir
más de Aquino considera que así co- a la distancia el alimento convenien-
mo cada ser tiene conformidad con lo te para la especie. Por eso, también se
que le es propio –lo cual constituye asocia con el gusto (véase gustatus).
el amor natural– de la misma manera Así, o. es el sentido externo más im-
siente repugnancia para todo lo que prescindible para los animales para su
le es contrario y nocivo, movimiento supervivencia y el que menos importa
en el que consiste el odio natural. Só- en términos de conocimiento, por lo
lo en la medida en que lo nocivo, en que el olfato está en el hombre menos
cuanto tal, es malo se puede decir que desarrollado que en las demás espe-
el objeto del o. es el mal. Añade que cies animales. Así lo señala Tomás de
en cierto modo, el odio es efecto del Aquino en su comentario a Aristóte-
amor, ya que se percibe como contra- les (cf. In De sensu, tr. 1, l. 13, n. 8).
rio o nocivo aquello que precisamente
impide lo que es conveniente para el officians. Se denomina con este
sujeto. Pero, por eso mismo, no pue- nombre aquella proposición en la que
de ser más fuerte que el amor, pues- se resuelve la modal (véase propositio),
to que es imposible que el efecto sea de tal manera que el modo propio
más fuerte que su causa. El Aquinate de esta última queda afirmado en la
coincide con la tradición –en la cual propositio o. Así, por ej., la proposición
officium 472

modal necesaria “Deum existire necesse duos pero asumidos a la vez o simul-
est” puede resolverse en la o.: “Proposi- táneamente. Véase quidquid.
tio ista, Deus existit, est necessaria”.
omniforme. Voz propia del vocabu-
officium. Los significados esenciales lario bonaventuriano, señala en ese
de esta palabra, que etimológicamen- contexto una forma de la sabiduría
te alude a lo que se pone delante de (véase sapientia, in medio).
alguien para que ese alguien responda
omnipotentia. El tema de la omni-
con su acción, se refieren al servicio,
potencia divina fue tratado tempra-
al deber. Sólo en forma derivada se-
namente y ya en la Patrística sobre la
ñala el cargo que una persona ocupa
base de textos escriturarios como Gn.
en el cumplimiento de tal obligación.
18, 14; Lc. 18, 27 y 1, 37, Mc. 10, 27.
De ahí que los autores medievales ha-
Agustín alude al tema en Ep. 92,5;
yan analizado esta noción en relación
137, 6; Sermo 109; Contra Faustum
con la especificidad de las funciones
26, 5. Por su parte, Juan Damasceno
públicas –incluso la del rey– pero, es-
lo hace en De fide orth. II, 29. La im-
pecialmente, en lo que concierne a la
portancia de la cuestión de la omni-
división entre comerciantes, hombres
potencia divina no sólo desde el pun-
de armas y sacerdotes. Así aparece,
to de vista teológico sino también
por ej., en Tomás de Aquino (cf. S.
desde el de la espiritualidad, hace que
Th. II-II, q. 40, a. 2 c). Ya hacia el Re-
su aparición sea constante en los tex-
nacimiento, crece la estimación, por
tos medievales; baste citar, al respec-
ej., por el o. poetae (véase poesia).
to, a Gilbert de la Porré (cf. De Trin.
omne. Este término, “todo”, se em- 4, 91) y a Pedro Abelardo (cf. Log.
plea para indicar la totalidad de un Ingr. III, 4). Pero lo más característico
conjunto, esto es, de los miembros de del tratamiento medieval de este con-
una pluralidad. Así, se ha de distin- cepto aparece en la Escolástica.
guir de totum que señala la integridad En ella, hay que tener en cuenta
de una cosa tomada singularmente. que, en la metafísica clásica, el térmi-
Ahora bien, o. implica universalidad no potentia (véase) asume, en gene-
tanto collective como distributive. Es- ral, un significado pasivo, de capaci-
to significa que o. se aplica para aludir dad receptiva; pero puede presentar,
a todos y a cada uno, por ej., de los además, un doble significado activo:
hombres: en el primer caso, la palabra el de la capacidad de actuar y el de la
que nos ocupa se usa colectivamen- capacidad de producir, en el sentido
te; en el segundo, distributivamen- de comunicar o participar un ser dis-
te. Así lo señala, por ej., Pedro Hispa- tinto del ser propio. Esta doble sig-
no en Sum. Log. 12, 4. Por su parte, nificación activa no tiene gran relie-
Guillermo de Ockham se ocupará de ve en el caso del hombre, en quien to-
precisar que la diferencia entre ambos do actuar es un producir, precisamen-
usos de o. radica en que, cuando se te por la misma novedad contingen-
asume distributivamente, esta palabra te del acto. Pero sí lo tiene en el ca-
indica que el atributo que la acompa- so de Dios, cuyo ser es pura actividad
ña conviene a cada uno de los indi- subsistente, con lo cual el atributo de
viduos de los que se afirma el sujeto; la potencia adquiere importancia só-
cuando se toma colectivamente, seña- lo positivamente, como potencia pro-
la que conviene a todos esos indivi- ductiva. Justamente, la presencia en
473 omnipraesentia

Dios de tal potencia es el fundamen- ra que la o. divina no puede ser pro-


to del existir de lo finito. Pero el he- bada filosóficamente (cf. In Sent. I, d.
cho de que Dios participe el ser per- 17 passim; d. 45, a. 1; d. 42, a. 1).
manece en el ámbito de lo inaccesible
omnipraesentia. Atributo de la na-
para la razón humana, ya que Su ab-
turaleza divina formulada por la tra-
soluta perfección excluye toda nece-
dición judeo-cristiana, cuyo con-
sidad de participar. Ahora bien, la o.
cepto es afín al de ubicuidad (véase
expresa específicamente el carácter de
ubiquitas). Puede caracterizarse, en
infinita de esa potencia de Dios, ca-
general, como la presencia de Dios en
rácter que encuentra su justificación
todos los seres que tienen un ubi, es
en lo absoluto del ser divino: del po-
decir que están situados en el espacio.
der de Dios depende todo lo que en
Precisamente, las dificultades de en-
alguna medida y de algún modo es o
tender el modo de la o. divina pro-
puede ser (véase potentia dei).
vienen de la tendencia a concebirla
Respecto de este último punto, se
de manera semejante a la propia de
suscitaron, durante la Edad Media,
los entes materiales –que tienen pre-
dos posiciones diferentes: de un la-
sencia cuantitativa, dimensional o lo-
do, la de quienes sostenían, como Pe-
cal–, aunque se la conciba en grado
dro Damián en el siglo XI, que dicho
eminente, o sea, como compenetran-
poder incluye hasta lo contradictorio,
te de todo lo que es. Para despejarlas,
es decir que Dios podría hacer que la
se ha de tener en cuenta que la pre-
fundación de Roma, por ej., no ha-
sencia local es sólo un modo incoac-
ya existido, si quisiera hacerlo (cf. De
tivo de presencia, porque consiste en
div. omnipot. passim); de otro, la po-
un ser o estar en las propias dimen-
sición ejemplificada por Sto. Tomás,
siones y un conmensurarse respecto
quien afirma que el único límite de la
de las dimensiones de otro. En cam-
omnipotencia divina estaría dado so-
bio, la presencia de Dios radica úni-
lamente por aquello que intrínseca-
camente en su operación, en el parti-
mente no puede ser, o sea, por el ab-
cipar de sí mismo en otro, por lo que
surdo (cf., por ej., De aet. mundi 2; S.
Dios viene a estar en todas las creatu-
Th. I, q. 2, a. 3; q. 25, a. 1; C.G. II,
ras como lo activo en lo pasivo. Ca-
5-10 y 22-27). Buenaventura se incli-
si todos los autores medievales han
na por una posición más próxima a la
abordado este tema: por ej., Agustín
de Pedro Damián (cf. In I Sent. dd.
(cf. Conf. I, 2; III, 2; In Io. Ev. 31, 9;
42-44). Un abordaje peculiar del te-
De civ. Dei XI, 5), Buenaventura (cf.
ma aparece en Guillermo de Ockham
In I Sent. d. 37), Tomás de Aquino
quien atribuye al poder de Dios la
causa inmediata de todas las cosas: sin (cf. C.G. I, 26; III, 68; De ver. q. 8, a.
la causalidad divina nada se produ- 16, ad. 12; S. Th. I, q. 8, a. 3). De un
ciría, aun cuando se dieran todas las modo u otro, todos ellos han subra-
condiciones para ello. Dicho poder es yado la diferencia mencionada entre
ilimitado, en el sentido de que Dios el modo de presencia de los seres cor-
puede hacer todo lo que es posible, póreos y la o. divina. Tal diferencia,
aun sin que esté presente la causa se- pero, a la vez, la relación que se es-
cundaria; hablar de lo que es intrínse- tablece entre ambos términos, hacen
camente imposible, para Ockham, no que omnipraesens pueda considerar-
tiene sentido. Por otra parte, conside- se uno de los nombres de Dios, más
omniscientia 474

precisamente, uno de los nomina di- operaciones de Dios y del hombre, en


vina (véase) relativa. la de la o. y, específicamente, en la de
la praescientia que es uno de sus po-
omniscientia. Es uno de los atribu- sibles derivados, lo fundamental es
tos de Dios, elaborado y discutido es- la diferencia entre la eternidad divi-
pecialmente por el pensamiento cris- na y el tiempo como dimensión de lo
tiano, sobre la base escrituraria, espe- humano; de ahí que se haya subraya-
cialmente de Sap. 7, 27. La o. expresa, do el carácter de futuro del acto libre
en general, la perfección propia del del hombre que quedaría cuestiona-
pensamiento o conocimiento divino do como tal por la o. de Dios (véase
como exhaustivamente comprehensi- praescientia).
vo de todo el ámbito del ser, es decir Así, en general, los intentos de sal-
de todo lo que es o puede ser en cual- var tanto la libertad humana como
quier grado. El ser absoluto de Dios la o. divina, se apoyaron en la distin-
implica, entre otras cosas, un pensa- ción entre la temporalidad propia de
miento subsistente, una visión om- lo humano y la atemporalidad propia
niabarcante. Tal como ocurre en el de lo divino. Justamente esta última
caso de la omnipraesentia (véase) di- es negación del tiempo y no un tiem-
vina, en el de la o. también presenta po infinito. Por eso, la o. ve y conoce
el problema de la determinación del desde la simultaneidad y no desde al-
modo como Dios es omnisciente. Pe- guna clase de sucesión por abarcan-
ro, a diferencia de lo que sucede con te que ella fuera. Textos importantes
la omnipresencia divina, el caso de la al respecto son los de Agustín de Hi-
o. ofrece un costado de particular di- pona (cf. De div. quaest. II, 2, 2; De
ficultad, muy discutida a lo largo del Trin. XV, 13, 22; De civ. Dei. XI, 21;
período patrístico y del medieval. De lib. arb. II, 6), Buenaventura (cf.
En dichos contextos, la discusión In I Sent. d. 36) y Sto. Tomás (cf. S.
sobre este tema gira en torno del co- Th. I, q. 14 passim; C.G. I, 44-71; In
nocimiento que Dios tiene acerca Sent. I, d. 39-41).
del acto libre de una voluntad creada
(véase concursus). En principio, y da- ope ingenii. Con esta expresión los
da la infalibilidad propia de la o. di- autores tardomedievales y, particular-
vina, se ve cuestionada la libertad mente, los humanistas indicaban que
del acto futuro que un hombre pue- habían hecho una corrección al tex-
de realizar, ya que dicha omniscien- to, es decir, al códice manejado por
cia conocería tal acto y su resultado; su propia cuenta y sin la ayuda o apo-
por tanto, lo predeterminaría. De es- yo de fuentes manuscritas. En gene-
ta manera, mientras que en la doc- ral, se utilizaba esta clase de correc-
trina del concursus, se intenta, por ción para facilitar el trabajo del co-
así decir, negar la responsabilidad de pista, a quien, con todo, frecuente-
Dios en un acto humano éticamen- mente se le confiaba también el có-
te condenable, en la de la o. y, sobre dice antiguo sin la enmienda o.i. pa-
todo, en la de la praescientia, se trata ra su control.
de reafirmar la libertad –y, por ende,
opera. En general, es el efecto de la
la responsabilidad– del hombre. Por
operatio (véase), en cuanto que la ope-
otra parte, así como en la cuestión del
ración implica una acción –al menos,
concursus es esencial la cuestión de las
virtualmente– transitiva.
475 opinio

operatio. Si bien aparece ya en la Pa- opificium. Significa “creación” pe-


trística latina, este vocablo fue usado, ro, a diferencia de creatio (véase), o.
en especial, por los escolásticos me- es palabra mucho más vinculada con
dievales, con el sentido general de ac- lo artesanal, puesto que opifix quie-
ción, pero particularmente, con el de re decir “artífice”. Ésta es la razón por
acción inmanente (véase actio, in fine). la que, en comentarios al Génesis y
El significado de o. se precisa mejor en textos basados sobre la creación, el
en relación con “opera”, es decir con término o., más vívido pero menos fi-
el efecto de una actividad inteligen- losófico, es más frecuente en aquellas
te y, más específicamente, con la ac- obras de menor precisión terminoló-
ción formaliter immanens virtualiter gica en Teología por ser pioneras; de
transiens. En ésta, el aspecto inma- ahí que pueda aparecer más durante
nente de la actio es el autoteleológico el período patrístico. El ejemplo por
o autoperfectivo. En efecto, esta ac- excelencia es el De hominis opificio de
ción se genera desde su mismo suje- Gregorio de Nyssa, considerado por
to y tiene en él su término inmediato: muchos el primer tratado de antro-
de esta índole son las acciones vitales pología cristiana. Allí Gregorio Nis-
y espirituales, como querer o pensar, seno plantea la generación del alma
en las cuales, sin embargo, la acción desde lo alto, previa a la del cuerpo.
generada por el sujeto en sí mismo El haber presentado la figura de un
tiene una virtualidad referente fuera Dios opifix “modelando” el alma con-
de él, informando a otras cosas y ha- fiere a su texto una vivacidad que no
ciendo de ellas precisamente una ope- tienen otros sobre el tema.
ra. De ahí que, por ej., sea común en
opinari. Por lo dicho en el artícu-
latín expresiones tales como forentis
lo opinio (véase), este verbo se sue-
opera o actividad del foro. Con to-
le traducir por “creer”, “suponer” o
do, en el pensamiento medieval se su-
“dar por cierto”. En cualquier caso, su
brayó el aspecto inmanente de la o.,
insistiendo, como lo hace Tomás de matiz semántico excluye un examen
Aquino, en que toda cosa tiene una atento de la cuestión de la que se trata.
inclinación natural a su o. propia (cf. opinio. En general, es el estado de la
S. Th. I, q. 14, a. 2; C.G. I, 100, nn. mente que acepta o asiente a una pro-
3 y 4; In Met. I, l. 1, n. 3). Por ello, posición, aún admitiendo la posibili-
cuando se habla analógicamente de dad de que su contradictoria sea ver-
las “acciones” divinas se prefiere el dadera. De este modo la o. implica
término “operaciones”. admitir la posibilidad de encontrarse
Precisamente, atendiendo al carác- materialmente en un error y, por ello,
ter de interioridad propio del térmi- se opone a la certeza (véase certitudo).
no que nos ocupa, y sobre las huellas Es conocida la visión negativa que
del De Trinitate agustiniano, los esco- los filósofos griegos sustentaron sobre
lásticos estudiaron en el hombre la o. la opinión. Baste, a modo de ejemplo
intellectus y la o. voluntatis, con el ob- remitir al Teet. 187 a-201 c, de Platón
jeto de esclarecer aspectos de la vida y a la Met. IV, 4, 35, 1008 b, de Aris-
divina. En este sentido, interesa par- tóteles. Una sola excepción notable se
ticularmente la distinción entre o. ad ha de subrayar en el período antiguo:
intra y o. ad extra (cf. op. cit. I, q. 27, como no podía ser de otra manera,
a. 1 y q. 45, aa. 6-7).
oppidum 476

los escépticos académicos revaloriza- parecer individual o subjetivo, pue-


ron la o. como la forma en que se nos de constituir una posición fundada
aparece el devenir de las cosas: “rerum y, por eso, tiene carácter de verosímil.
pars opinabilis”. Así lo testimonia Ci-
oppidum. Cf. urbs.
cerón en Acad. I, 8, 31.
La Patrística siguió, en cambio, la opponens. En las disputas escolásticas
línea tradicional, considerando la es o. quien defiende la antítesis, es de-
o. como la forma y el peligro de un cir, aquel que ataca la tesis sustentada
error, en oposición ya sea a la cien- por el respondens.
cia como a la fe. Tal es, por ej., la po-
sición de Agustín (cf. De ut. cred. 2 opposita. Esta palabra mienta los tér-
y Contra acad. I). El tratamiento es minos opuestos. Ahora bien, la Esco-
mucho más sistemático entre los es- lástica distinguió varios modos de re-
colásticos, quienes lo encuadraron en lación de oposición. De esta mane-
el tema del assensus (véase). En efec- ra, 1. o. contrarie son dos entes posi-
to, desde el punto de vista escolástico, tivos que, distantes en máximo grado
el intelecto asiente de dos maneras. dentro del mismo género, se rechazan
Según la primera, el entendimien- mutuamente al ser atribuidos al mis-
to es movido por lo que conoce, esto mo sujeto, por ej., “frío-calor”. 2. o.
es, por el objeto. En este caso, o bien contradictorie se denominan aquellos
es movido por el objeto en sí mismo, términos que se oponen entre sí me-
como sucede con los primeros princi- diante la negación simpliciter de uno
pios, o bien es movido mediatamen- de ellos, como sucede en “hombre-
te, como ocurre con las conclusiones no hombre”. 3. o. privative se dice de
sobre las que versa la ciencia. En cam- una forma y su correspondiente pri-
bio, de la segunda manera, el intelec- vación, como “visión-ceguera”. 4. o.
to asiente no porque sea movido por relative o ad aliquid se llaman dos tér-
el objeto, sino porque se inclina vo- minos correlativos como “padre-hi-
luntariamente a una proposición más jo”. Cf., por ej., Tomás de Aquino, In
que a su contradictoria. Ahora bien, Met. V, l. 12, n. 10).
si tal inclinación del asentimiento in- oppositio. Señala la relación de opo-
telectual se hace con certeza y sin te- sición como postpraedicamentum, en
mor, se está ante la fe. En cambio, si cualquiera de sus cuatro especies (véa-
tal asentimiento se da con duda y te- se opposita).
mor se está ante una o. (cf. S. Th. II-
II, q. 1, a. 4, c). Así pues, la o., aun opprobrium. Cf. contumelia.
por oposición, es correlativa con la fe; opus. A diferencia de opera (véase),
en todo caso, y en virtud de la común esta voz subraya no sólo el carácter
referencia al assensus, está más próxi- actualiter transitivo de una acción, si-
ma a ésta que al conocimiento. no, particularmente, el efecto directo
Una acepción particular asume el y visible de la misma. Por eso, se apli-
vocablo en Pedro Abelardo. Este autor ca a obras de fortificación, a labores
opone o. a sententia (véase), en cuan- de campo, a trabajos serviles, de don-
to que ésta es indudablemente verda- de la expresión “o. servile”, etc. No
dera por resultar de la confrontación obstante, en la Edad Media, también
de posiciones diversas; en cambio, la se ha empleado para señalar obras de
o., aunque remite casi siempre a un
477 orbis

arte y literarias, de manera que no só- Él. En su estado perfecto, se concibe


lo indica el efecto de la actividad pro- como un ascensus mentis in Deum (cf.
pia de las artes manuales sino aun de por ej., Tomás de Aquino, S. Th. II-
las artes liberales (véase ars). II, q. 83, a. 3 ad 1). Cabe añadir que,
más allá de su etimología, y precisa-
oratio. Tres son los significados fun- mente en virtud de que el sujeto espe-
damentales de este vocablo: 1. en sen- cífico de la o. en esta segunda acepción
tido retórico, o. mienta, en términos es la mens, es decir, la dimensión espi-
generales, la facultad de hablar; pe- ritual del hombre, la plegaria no debe
ro especialmente alude a toda exposi- ser necesariamente oral; puede darse,
ción oral, en particular, la alocución. en efecto, una o. cordis, esto es, una
Así, o. habere significa pronunciar un oración “pronunciada” interiormente.
discurso. Isidoro de Sevilla afirma
que “orare idem est quod dicere” (Etim orbis. Originalmente, esta palabra
X, ad litt. o) y Casiodoro aclara que hace alusión al círculo y, de mane-
o. tiene su etimología en ore ratio, es ra derivada, a la órbita, movimiento
decir, la razón expresada en palabras y superficie circular. Por eso, y habi-
(Exp. in Psalt. 38, 13). da cuenta de la concepción ptolemai-
2. en el plano lógico-gramatical, los ca vigente en la Edad Media, se utili-
autores medievales, siguiendo a Aris- zó para designar las órbitas del sol, de
tóteles, han considerado la o. una ex- la luna, de la tierra, y aun ésta mis-
presión significativa compleja. Ate- ma. Así, se habló de o. terrae, hasta
niéndose a esta posición, Pedro Abe- que el término que nos ocupa se res-
lardo desarrolla, en particular, dos as- tringió preferentemente a la tierra.
pectos: el carácter convencional de la Sobre bases aristotélicas, los escolás-
oración y su construcción en cuanto ticos hablaron de los orbes caelorum
estructura autónoma. En este último como de las partes regionis aethereae
sentido, para Abelardo, la o. se distin- per se mobiles quibus stellae infixae
gue de una simple colección de pala- moveantur. De hecho, compararon ca-
bras –que no alcanza a constituir una da cuerpo celeste con el clavo o piñón
propuesta de verdad– y en esto, la o. fijo de una rueda que es movido por
se acerca a la propositio (véase). Siem- el movimiento de ésta. Partiendo des-
pre dentro de este orden, y en la mis- de la tierra, fija, el orden o sucesión de
ma línea que Abelardo, Ockham dis- los orbes caelorum, llamados también
tingue varios tipos de oraciones, se- “cielos” es: luna, que es la órbita de los
gún el modo verbal: indicativas, im- ángeles; mercurio, la de los arcánge-
perativas, optativas e interrogativas. les; venus, la de los principados; sol,
El lógico –dice Ockham– sólo se ocu- la de las potestades; marte, la de las
pa de las primeras, porque son las virtudes; júpiter, la de las dominacio-
únicas susceptibles de verdad o false- nes; y saturno, la de los tronos. Más
dad (cf. Exp. Aurea, 99 y ss.). allá de ellos, ubicaban el cielo estrella-
3. en su tercera acepción, más espe- do, el de las constelaciones del zodía-
cífica, la o. se refiere a la plegaria re- co, que es el orbe de los querubines;
ligiosa. Más aún, es uno de los prin- las aguas sobre cielo de estrellas fijas,
cipales actos de la vida religiosa, por a las que aluden muchos textos me-
el cual el creyente se somete a Dios dievales, son los espíritus de éstos. So-
y confiesa la necesidad que tiene de bre el cielo estrellado está el cristalino,
ordinare 478

el de los serafines. Por último, situa- la realidad creada tiene un orden que
ban en la cima de esta visión del uni- obedece a la lex aeterna divina es uno
verso, el empireum, ámbito resplande- de sus supuestos fundamentales. En
ciente y en rigor no representable en su acepción más general y común, el
cuanto que no es físico y está conce- o. expresa la disposición apropiada de
bido como morada de Dios y de los las cosas. Cabe advertir que, al men-
bienaventurados. Sobre este esquema, cionar la “disposición apropiada”, se
Dante diseña el itinerario recorrido hace referencia a la que emana de la
en el Paraíso de su Divina Comedia. misma naturaleza de las cosas y no a
lo impuesto externamente a ellas. Así
ordinare. Técnicamente hablando, pues, el o., sin acotación, debe enten-
“ordenar” es, en la Escolástica, la ac- derse siempre como o. naturalis. La
ción por la que se refiere una cosa a noción patrístico-medieval de orden
otra, o se relaciona con ella, en el pla- incluye, como elemento material,
no lógico u ontológico. De ahí que la una pluralidad; como elemento for-
expresión escolástica “in ordine ad” mal, un aspecto unificado que confie-
equivalga a “respectu” o “relative”. Asi- re a dicha pluralidad una determina-
mismo, se denominan “ordinatae res” da conformación singular.
cosas de diverso grado que se dispo- En la Antigüedad, Aristóteles pres-
nen en una jerarquía, según la digni- tó particular atención a este concep-
dad que se atribuya a cada una. La ex- to. Para él, el orden constituye una de
presión se torna particularmente im- las primeras características de los fe-
portante en el caso de la ordenación nómenos naturales, cuya causa es la
causal (véase regressus). naturaleza misma (cf., por ej., Phys.
Cabe distinguir entre las cosas VIII, 1, 252 a 11; De caelo, III, 2,
ordinatae según la jerarquía estableci- 301 a 4). Por otra parte, el Estagirita
da por el mismo orden natural (véase juzga que entre orden y finalidad hay
ordo) y las que son ordenadas según una relación recíproca tan evidente
un determinado orden que el hom- que no necesita demostración explí-
bre proyecta sobre ellas. En la Edad cita (cf. Met. XIII, 3, 1078 a 31-32).
Media, este verbo puede aludir a am- Respecto de la tradición latina, es
bos hechos, si bien es más frecuente bien conocida la definición ciceronia-
la referencia al primero, es decir, al na de o.: “Ordinem sic definiunt: com-
de las cosas naturalmente ordenadas. positionem rerum aptis et accommoda-
Así pues, en cada caso, se ha de pres- tis locis” (De off. I, 40). Como se ve, la
tar atención al contexto para discer- perspectiva de Cicerón sobre el tema
nir con cuál de los dos matices es em- parecería apuntar más al plano físico
pleada esta palabra. Muy significativa y, de otro lado, hace hincapié en la re-
es al respecto la sentencia “Sapientis lación entre o. y locus.
est ordinare” (véase), de gran relevan- En el pensamiento cristiano, en
cia en la Escolástica del siglo XIII y, en
cambio, adquiere relieve la concep-
particular, en el pensamiento tomista.
ción de un o. universal, fundamenta-
ordinata. Cf. potentia 6. da en la profundización de la realidad
inteligible. Agustín desarrolla este te-
ordo. El tema del orden es de capital ma en uno de sus más importantes
importancia en el pensamiento me- diálogos filosóficos: el De ordine. En
dieval, ya que la convicción de que una visión posterior, menos amplia
479 ordo

pero más ceñida, ofrece esta defini- en sus elecciones, opta por cosas que
ción: “Ordo est parium dispariumque constituyen, por sí mismas, bienes
rerum sua ciuque loca distribuens superiores (cf., por ej., De lib. arb. I,
dispositio” (De civ. Dei. XIX, 13). 6, 15 y De doctr. christ. I, 27, 28). Es-
Ahora bien, esta disposición apro- to hace que, en la perspectiva del Hi-
piada de las cosas, en la que consiste ponense, la virtud sea justamente el
esencialmente el orden, no sólo ata- o. amoris, doctrina de extraordinaria
ñe al o. universalis, esto es, al conjun- influencia posterior. Pero lo que reve-
to de lo creado; supone también que la el carácter central de su tesis sobre
cada cosa individual tenga su propio el o. es la intervención que le confie-
orden interno. Para comprenderlo, es re a esta noción en la definición de
necesario recordar que la perspectiva otros conceptos claves: así, por ej., la
agustiniana está regida por un pensa- paz es la tranquillitas ordinis; la belle-
miento triádico, en cuanto que en to- za, el splendor ordinis, etc.
da creatura hay un triple aspecto, ves- Un amplio comentario dedica To-
tigio del Dios trinitario al que obede- más de Aquino a esta concepción,
ce su creación. Este triple aspecto es- cuando se pregunta “utrum ratio boni
tá dado, en primer lugar, por la cir- consistat in modo, specie et ordine” (S.
cunscripción ontológica que hace que Th. I, q. 5, a. 5) y, al fundamentar su
la cosa exista como una, y que el Hi- respuesta afirmativa, dice: “Ad for-
ponense llama mensura o modus; en mam autem consequitur inclinatio ad
segundo término, por la esencia que finem, aut ad actionem, aut ad aliquid
le corresponde, denominada species o uniusmodi: quia unumquodque, in-
numerus (véanse); y, finalmente, por quantum est actu, agit, et tendit in
el o., esto es, por la cohesión intrín- id quod sibi convenit secundum suam
seca de las partes que constituyen ese formam. Et hoc pertinet ad ‘pondus’ et
ente. Dicha cohesión asegura su orga- ‘ordinem’”. Como se puede advertir, la
nización interna y, con ello, confirma perspectiva tomista sobre el tema re-
al ente en su permanencia en el ser se- cupera el planteo agustiniano, pero lo
gún la especie a la que pertenece (cf., reformula en términos aristotélicos,
por ej., De nat. boni, 3). Más aún, en mediante la trasposición de catego-
virtud de esto último, Agustín rela- rías, por ej., la de pondus a la de finis,
ciona el o. individual con el pondus ya que Aristóteles ligaba el concepto
(véase). Por otra parte, también se ha de o. al de finalidad. En esto insiste
de tener presente que los seres crea- el Aquinate en De ver. q. 21, a. 6 y
dos constituyen una jerarquía de per- en sus comentarios a la Física de Aris-
fecciones, ya que cada uno es un bien tóteles. En los mencionados pasajes,
(véase bonum) en virtud de esos tres muestra el orden en su aspecto está-
caracteres ontológicamente constitu- tico y dinámico: el primero lo consti-
tivos que son, además, tres perfeccio- tuye la forma, por la cual cada cosa es
nes ontológicas; pero no todos lo son colocada en su propia especie según
en igual grado (cf. De civ. Dei, XII, un determinado modo, y con arreglo
2). Esta jerarquía implica la subor- a la perfección del ser; el aspecto di-
dinación de lo inferior a lo superior, námico consiste en el lado extrínseco
doctrina que tiene, obviamente, una de la perfección formal de cada ente,
amplia aplicación en el campo mo- es decir, en esa acción que el es con-
ral: el hombre virtuoso es aquel que, natural y que está dirigida a la con-
organizatio substantialis 480

secución de su fin propio. Por cier- Al llegar a la Modernidad, la noción


to, ambos aspectos son inescindibles. de o. pierde gradualmente su nota de
Con esto el Aquinate sigue, en lo fun- trascendencia, para ligarse al meca-
damental, el pensamiento de Agustín nismo de los procesos naturales, y a a
respecto del o. de cada ente. Dos no- la función organizadora de la razón.
tas se requieren en la noción de o. en
organizatio substantialis. Algunos
la concepción tomista: la distinción
autores antiguos admitían en los
de los elementos que lo componen
cuerpos de los animales, y aun de to-
y la relación entre ellos (cf. In Met.
dos los seres vivientes, una determi-
XII, l. 12, n. 1). En lo que atañe al o.
nada forma corporeitas (véase forma),
universalis, señala Tomás que el orden
por la cual entendían cierta disposi-
recíproco que liga las partes entre sí
ción de las partes del cuerpo, en vir-
–en el plano inmanente–, alcanza un
tud de la que éste se vuelve apto pa-
fin parcial, subordinado al fin del to-
ra recibir el alma. En la Edad Media,
do. Es por virtud de éste, que las par-
dicha disposición, que concebían co-
tes trascienden su disposición recí-
mo algo distinto del cuerpo, fue de-
proca hacia un principio exterior (cf.
nominada o. s.
por ej., In I Phys. l. 4; In I Met. l. II,
aa. 41-42). Como se advierte, la con- organum. Voz que proviene del grie-
cepción tomista del orden universal go órganon, cuya acepción originaria
concede, a diferencia de la agustinia- es “instrumento”. De gran importan-
na, un espacio mucho mayor al plano cia en Aristóteles, este término tiene
inmanente de la naturaleza conside- dos significados fundamentales que
rada como una totalidad orgánica. se originaron en la misma obra aristo-
Toda esta doctrina confluye en la télica: el biológico y el lógico.
lección primera del comentario de Desde 1. el punto de vista biológi-
Tomás a la Ética Nicomaquea donde co, el o. se puede definir como la par-
se refiere al orden en los planos natu- te del ser viviente corpóreo que po-
ral, lógico, ético y físico. see una estructura unitaria, propia
Pero los escolásticos establecieron, y diferenciada. Esa estructura lo ha-
además, un distingo respecto de la or- ce apto para el cumplimiento de una
denación especial que se establece en- función específica en orden a la vi-
tre los medios y el fin, o entre un fin da del todo. Así, pues, se concibe co-
próximo y otro remoto o último (véa- mo unidad fisiológica más que ana-
se finis). Dicha ordenación constitu- tómica. El o. representa, en lo múlti-
ye el diseño unitario, o sea, la estruc- ple, que es propio de la corporeidad,
tura básica de una actividad intencio- un núcleo ordenado a una unidad
nal compleja. Así, el o. intentionis co- más alta, ya que la multiplicidad de
mienza con la elección o el estableci- los órganos recoge en sí la compleji-
miento de un fin y del medio adecua- dad de la acción vital que se desarro-
do a él; el o. executionis, en cambio, lla en la facultad (véase facultas). De
comienza con el empleo de los me- esta manera, el concepto de o. como
dios. De esta manera, lo primero en instrumento, se refiere en este plano,
el orden de la intención, es lo último algunas veces, al organismo, es decir,
en el de la ejecución y viceversa (cf. S. al todo viviente al que el órgano está
Th. I-II, q. 1, a. 4). subordinado; otras, a la facultad es-
481 origo

pecífica por la que es informado y de e ideal de la sociedad celeste” (cf. Ep


la que es sede (cf., por ej., Sto. To- Fr. M.D. 7).
más, S. Th. I, q. 18, a. 3, c). Por ello,
originalia. Se conocen con este nom-
la facultad es entendida, en sentido
bre los textos originales de un autor, o
amplio, como un todo que consta de
los que se suponía eran tales. Natu-
una virtud operativa y del o. infor-
ralmente, esto alude a la literalidad
mado por ella: de ese todo se genera
de dichos textos y no a la materiali-
la operación propia de esa facultad.
dad de los ejemplares: los originales
Desde 2. el punto de vista lógico, el
no son, pues, los manuscritos sino los
término fue introducido por los co-
textos, no tergiversados ni resumidos,
mentaristas del Estagirita como título
aunque hayan llegado a las manos de
para el conjunto de sus obras lógicas.
quien los considera o. a través de ge-
Aristóteles mismo llama “organiká”, o
neraciones de copistas. En este senti-
sea, “instrumentales”, a estos escritos,
do, y pese a las advertencias que acer-
en cuanto que tratan de la forma del
ca de su importancia había hecho Pe-
recto razonar en la adquisición de la
dro Abelardo, se ha de decir que la
verdad y son, por ende, instrumentos
Escolástica en particular terminó por
del pensar y de la investigación (cf.
tener respecto del original, o sea, de
Top. VIII, 14. 163 b 11; Met. IV, 3,
la versión genuina de una obra, una
1005 b 4). De ahí, el sentido prope-
estima menor que la que hoy se le
déutico de la lógica, que tiende a dis-
confiere. De hecho, los comentarios,
cernir la forma recta del pensamiento
las compilaciones y el trabajo de los
para emplearla luego en la actividad
bachilleres y maestros sentenciarios
del pensar y asegurar la validez pre-
(véanse magister y baccalaureus), os-
dominantemente formal de ésta. Afín
curecieron la lectura de los o. cuyo
a este concepto es el de la lógica co-
producto, sin embargo, fueron.
mo “ars” tal. Esta idea instrumental
de la lógica alcanza una de sus más origo. Del verbo orior, “surgir”, es-
altas manifestaciones en Raimundo ta palabra indica, según su significa-
Lullio, precisamente, en el Organon y, do etimológico, el origen como na-
especialmente, en su Ars Magna, que cimiento de algo. Pero es muy fre-
es el intento de crear el instrumento cuente encontrarla usada con cierta
apto para construir todo el edificio de vaguedad, ya sea como sinónimo de
la ciencia, a través de la combinación principium (véase), en cuanto que es
de pocos términos simples. aquello de lo que una cosa de algún
modo procede, ya como sinónimo de
orientale. Adjetivo con el que algu-
causa (véase). Sin embargo, los auto-
nos autores ensalzan la vida espiritual
res escolásticos subrayan que lo espe-
y la esencia misma de la espirituali-
cífico de la noción de o., desde el pun-
dad benedictina, haciendo remon-
to de vista filosófico, es que no alude
tar sus orígenes a los Padres del de-
a algo intrínseco a la cosa, sino a la vía
sierto, particularmente, a los eremi-
de su procedencia. Así pues, se limi-
tas de Egipto. Guillermo de Saint-
ta a indicar un unde o un ex y no un
Thierry, por ej., en su Carta a los her-
a. La formulación de la doctrina de
manos de Mont-Dieu, califica con es-
la creación ex nihilo ha contribuido a
ta palabra al antiguo fervor religioso
trazar el límite conceptual entre cau-
egipcio, “modelo de la vida solitaria
ornatus 482

sa y origen: en efecto, todo lo que es delante. Así, indica que algo se tiende
tiene a Dios como causa y la nada co- frente a otra cosa o frente a alguien,
mo origen. Señala, en síntesis, una di- de donde el significado de ostendere
rección: la de la procedencia de algo. como “mostrar”.
De ahí que escriba Tomás de Aquino En sentido filosófico, la o. es la ac-
respecto de este término: “... ut via ción y el efecto de mostrar simple-
quaedam a re vel ad rem: sicut generatio mente algo en forma conceptual, lo
significatur ut via quaedam ad rem que se distingue de la demonstratio
genitam, et ut progrediens a generante”. (véase), en cuanto que ésta requie-
(S. Th. I, q. 40, a. 2, c). re en alguna medida una argumen-
tación más compleja y, sobre todo,
ornatus. Voz que suele aparecer en probatoria. Por eso, los lógicos me-
los textos morales de la Edad Media, dievales han sostenido que la reductio
significa genéricamente el conjun- syllogismi per ostentionem se opone,
to de los vestidos, joyas, afeites y to- por ej., a la reducción al absurdo. De
do lo concerniente al cuidado y ador- esta manera, definieron la o. como
no del cuerpo. En tal sentido, apare- demonstratio legitimae argumentatio-
ce muchas veces vinculado con la va- nis per manifestum syllogismum. Lla-
nagloria (véase, in fine). En la transi- maron o. circularis al silogismo afir-
ción Edad Media-Renacimiento, pa- mativo de primera figura que tiene
rece representar la forma específica de tres términos convertibles (véase os-
la vanidad femenina, tema en el que tensiva).
abundan las páginas de Savonarola y
de Bernardino de Siena. ostensiva. Se denomina con este
nombre la reductio (véase) que, en el
os. En la literatura filosófica medie- proceso demostrativo, señala la rela-
val, o., boca, está estrechamente rela- ción de consecuencia entre cuanto se
cionada con la exteriorización de los ha demostrado y los principios o las
contenidos anímicos e intelectuales, premisas de las que partió la demos-
identificados éstos con la riqueza del tración. Establecida ya por Aristóteles
cor (véase), sede de la interioridad. En en los An. Post. II, 8 y ss., este proce-
esa medida, o. es canal de la palabra dimiento fue desarrollado por la lógi-
en cuanto expresión. Por contrapo- ca escolástica. Los silogismos imper-
sición, muchas veces aparece relacio- fectos –es decir, los que concluyen de
nada con el silencio (véase silentium). manera legítima pero no evidente–
Como éste, la boca, más aún que la deben poner de manifiesto su vali-
lengua, se consideró en la Edad Me- dez mediante alguna forma de reduc-
dia instrumento ético, ya que con ella ción. La reductio o. o directa que nos
podían cometerse los pecados más ocupa ahora se lleva a cabo a través
deletéreos para el alma propia y aje- de la conversión de una o varias pro-
na –por ej., la blasfemia o la calumnia posiciones (véase conversio) y, a veces,
(véase peccatum oris)– o bien los actos también mediante la mutación o tras-
más encomiables como la alabanza a posición de la mayor en la menor. De
Dios o la defensa de un inocente. esta manera, se extrae de un silogismo
ostensio. Proviene del verbo tendere, perfecto la misma conclusión del si-
tender, y el preverbio obs, que después logismo imperfecto considerado. No
pierde la b y que alude a lo que está es admitida en sólo dos modos de si-
483 otium

logismo (véase): los llamados Baroco da contemplativa en cuanto opuesta a


y Bocardo, que únicamente pueden la activa (véase vita, in fine).
ser demostrados por la reducción ad
otium. En general, y a diferencia de
impossibilem.
otiositas (véase), este término indica
otiositas. Al contrario de cuanto ocu- un matiz semántico neutro y hasta
rre con el otium (véase), la ociosidad positivo en el ocio. En efecto, los es-
tiene en la Edad Media una conno- colásticos en particular lo han vincu-
tación claramente negativa. Tanto lado con lo deleitable y aun con la ar-
los autores del período patrístico co- monía de la vida humana. De hecho,
mo los del escolástico ponen su últi- entendieron que las operaciones y los
ma raíz en un vicio, la accidia (véase). trabajos son deleitables sólo en cuan-
Así lo hace, por ej., Isidoro de Sevilla to que son proporcionados y conna-
en Quaest. in Vet. Test., In Dt. 16, ya turales al hombre. Pero, siendo fini-
que define aquélla diciendo que es un ta la potencia de éste, el trabajo le es
apartarse de lo laborioso para entre- proporcionado en determinada me-
garse a una indebida desazón. Así, la dida. Cuando la excede, ya no es de-
ociosidad es hija de la acedia, porque leitable sino gravoso. Por eso, refirie-
no implica el reposo que restituye la ron al reposo el juego (véase ludus) y
armonía sino una inútil y desgastan- el o. y consideraron éste deleitable en
te divagación, fruto de la inquietud e cuanto que ahuyenta la tristeza que
insatisfacción del alma. Por su parte, resulta del peso del trabajo. Así se ex-
Tomás de Aquino, siguiendo a Grego- presa, por ej., Tomás de Aquino en S.
rio (cf. Moral. 33, 1, 9) advierte que Th. I-II, q. 32, a. 2 ad 3.
la o. deriva en indolencia en lo tocan- En otro orden, se llamó o. liberale
te a los mandamientos (cf. S. Th. II- al que se dedicaba precisamente a las
II, q. 35, a. 4 ad 3) y propone com- artes liberales (véase ars), esto es, a las
batirla a partir de la meditación de la que cultivaban los hombres que, li-
Escritura (cf. C.G. III, 135). La no- bres del trabajo manual, se daban a
ta de inutilidad perniciosa que con- su estudio.
lleva este concepto se traduce tam- Por último, cabe mencionar la ex-
bién en el discurso: el verbum otiosum presión pingue o., esto es, ocio fruc-
es una de las formas que asume el tífero, que algunos autores medieva-
vaniloquium (véase). les, especialmente los místicos del si-
En los escritos de los místicos espe- glo XII, toman de Séneca (cf. Ep. ad
culativos, particularmente, el término Luc. 73, 10). En este contexto, la
se reitera en referencia a la admoni- usan para caracterizar los beneficios
ción de San Benito sobre la vida mo- de la contemplación en la vida reli-
nástica: o. inimica animae. En tal sen- giosa (cf., por ej., Guillermo de Saint
tido, Guillermo de Saint-Thierry, por Thierry, Ep. Fr. M.D. 10).
ej., advierte a los monjes que la o. es
la sentina de todas las tentaciones (cf.
Ep. Fr. M.D. 40).
Muy distinto es el matiz de acep-
ción que presenta el término otiosum
cuando aparece en la expresión genus
vitae otiosum, ya que allí alude a la vi-
484

P
P. Los lógicos medievales utilizaron do para castigar a los malvados y de-
esta letra para indicar el predicado fender a los justos, se vuelve él mis-
en el juicio o proposición, particular- mo malvado –escribe Manegoldo de
mente, la de un silogismo. También Lautenbach– debe resignar su cargo:
se usa para reducir uno de los modos el populus, que precisamente por el p.
de las otras figuras a uno de los nue- le debe lealtad, tiene, entonces, el de-
ve modos de la primera (véase figura). recho de liberarse de su dominio (cf.
Pedro Hispano lo expone en Sum. Liber ad Gebehardum, 1).
Log. 4, 6.
paradoxa. De origen griego, esta pa-
pactum. En general, alude al modo labra significa lo contrario a la opi-
o manera; de ahí que alio pacto signi- nión común. De hecho, Cicerón es-
fique “de otra manera”, y nullo pacto, cribe que la p. suele maravillar, ya que
de ningún modo. En sentido estric- propone algo que es increíble que sea
to, se refiere a un orden existente y, como se dice que es (cf. De fin. IV,
en sentido derivado, a la costumbre 74). Los lógicos medievales recogie-
y/o a la ley. Por eso, en el vocabulario ron de la Antigüedad ejemplos céle-
de la filosofía política en la Edad Me- bres de paradojas, como la del men-
dia, p. es un término que alude a algo tiroso o el cretense. Según ella, Epi-
de hecho más que a una convención ménides, el cretense, afirma que to-
contractual. Así, por ej., en Conf. III, dos los cretenses mienten. Así, mien-
8, 15, Agustín advierte que se deben te si solamente dice la verdad, y di-
evitar los delitos contra las costum- ce la verdad sólo si miente. Pese a la
bres humanas, “con el fin de que el transmisión ciceroniana de esta pala-
concierto mutuo entre ciudadanos, bra, la Edad Media prefirió el térmi-
establecido por costumbre del pue- no insolubilia (véase).
blo o por ley, no se quebrante por el
paralogismus. Los paralogismos per-
capricho de ningún ciudadano o ex-
tenecen al gran capítulo de las fala-
tranjero”, añadiendo después que “es
cias y derivan aequivocatio (véase). Se
p. general de la sociedad humana el
tiene un p. cuando se da un equívo-
obedecer a sus gobernantes”. Sobre
co ex transumptione, como en “To-
bases agustinianas, especial impor-
do lo que corre tiene pies”, “El Tíber
tancia reviste, pues, en la Edad Me-
corre”, “Ergo, el Tíber tiene pies”; o
dia el p. que se da entre el pueblo y el
bien cuando se da un equívoco pro-
príncipe, es decir, el gobernante, con-
veniente de un compuesto, como en
cretamente, el rey. Ha de ser honra-
“Todo lo inmortal es perpetuo”, “To-
do por ambos; por eso, cabe su anu-
do lo que puede no morir es inmor-
lación, si una de las partes lo que-
tal”, “Ergo, todo lo que puede no
branta, por ej., si el rey se convierte
morir es perpetuo”. Son ejemplos
en tirano: cuando quien ha sido elegi-
485 pars

de Pedro Hispano (cf. Sum. Log. 7, opone en cuanto que el todo se ca-
14-15). El p. es, pues, un argumen- racteriza precisamente como una
to falso en la forma, a diferencia del unidad divisible en partes. Ambos
sophisma (véase), que es un argumen- términos presuponen la noción de
to aparente. unidad, mientras que la relación que
se establece entre ellos está dada por
paranomasia. Figura de la gramática el concepto de división o descompo-
y la retórica medievales que consiste sición: se da una p. si hay división
en emplear palabras de sonido seme- de una unidad primitiva. Pero se ha
jante y diferente significado. La pre- de aclarar que tal división puede in-
gunta “abire an obire te convenit?”, es dicar tanto una relación física como
decir, “¿te conviene marchar al destie- una relación metafísica entre el todo
rro o morir?” es el ejemplo de p. pro- y las partes.
puesto por Isidoro de Sevilla en Etym. Este último punto fue tratado en
I, 36, 12. especial por Aristóteles en Met. V, 25,
parificatio. En general, se traduce 1023 b. Allí expone el Estagirita va-
por “asimilación”. Ahora bien, la p. rios significados de “parte”, los cuales
se define, en sentido amplio, como la se podrían sintetizar como sigue: 1.
existencia de algo que conviene a dos en un sentido, se llama p. a aquello en
seres por igual; en sentido estricto, lo que se puede dividir una extensión;
como la existencia en su ser de una 2. en otro sentido, se dicen “partes”
realidad semejante o pareja a la que sólo a aquellas que miden el entero, o
existe en otro ser, con el cual el pri- sea, los submúltiplos; 3. desde el pun-
mero se asimila. En el primer sentido, to de vista del synolon se denomina
pueden asimilarse (parificari) criatu- “partes” a aquellas en se divide la for-
ra y Dios, aunque aquello en lo que ma, prescindiendo de la cantidad: así,
se asimilan no les es intrínseco, por por ej., el bronce y la redondez son
ej., pueden parificari en cuanto que a partes de una esfera de bronce; 4. son
ambos les es atribuible el ser. En el se- partes los contenidos en el concepto
gundo sentido, no puede haber p. en- que define una cosa; por ej., la especie
tre Dios y criatura, porque nada de lo es parte del género. Como se ve, es-
que constituye a ésta guarda paridad tán insinuados aquí los aspectos físi-
con lo que Dios es. Así se expresa, al co, matemático, metafísico y lógico.
menos, Guillermo de Ockham en In Siguiendo este enfoque, la Escolás-
I Sent. d. 2, q. 9. tica estableció unas siguientes distin-
ciones: 1. p. homogenea o similaris es
paromeon. Se denomina así en la retó- aquella que comparte con el todo la
rica medieval al empleo de un conjun- misma naturaleza, por ej., cualquier
to de palabras seguidas que comien- parte del agua; en contraposición a
zan con la misma letra, por ej., “saeva la p. heterogenea o dissimilaris, uno
sedens super arma”, esto es, “sentándo- de cuyos ejemplos sería un pétalo res-
se sobre las crueles armas” como es- pecto de la flor; 2. partes integrales son
cribe Virgilio en En. I, 295, según re- las que se consideran en cuanto per-
cuerda Isidoro en sus Etym. I, 36, 14. tenecientes a la integridad de un to-
pars. El concepto de parte es corre- do, como los miembros de un cuerpo
lativo al de totum (véase) al cual se humano; 3. partes subietivae o inferio-
partialiter 486

res se llaman a las diversas especies o pan; al efecto, el ser participans, es-
subiecta de un todo universal; por ej., to es, el que toma parte de otro. Pe-
el hombre y los animales irraciona- ro es un tomar parte que no mengua
les son partes subiectivae del animal; la condición del participatum. En es-
o, en otro ámbito, la prudencia per- te sentido se afirma que los entes no
sonal con la que alguien rige su pro- son el Ser en sí sino sólo participacio-
pia vida y la prudencia política con la nes de él. El par de términos que nos
que el gobernante rige a una comuni- ocupa se aplicó así, especialmente, a
dad son partes subiectivae de la pru- la relación entre Dios y la creatura co-
dencia en sí, como universal. 4. partes mo relación de participación causal.
potentiales son las que no tienen toda En este orden, se considera a Dios co-
la potencia de la virtus principalis; por mo Ser participatum y a la creatura
ej., el intelecto y la voluntad son par- como ser participans. En cuanto per-
tes potentialis del alma. fección de todas las perfecciones y ac-
tualidad de todos los actos, el prime-
partialiter. Adverbio que denota la ro es infinito de iure, mientras que la
consideración parcial de una realidad, segunda es siempre finita y se halla en
en cuanto sólo se tienen en cuenta al- condiciones de potencialidad y recep-
guno o algunos de sus aspectos esen- tividad respecto del participatum. Por
ciales. De ahí que este término sea si- lo demás, esto coincide con el carác-
nónimo de inadaequate (véase): cuan- ter de causa primera que se confiere
do, por ej., se dice “Homo est animal”, al participatum: como afirma el Aqui-
se lo concibe p. y, en esa medida, se nate en In De Hebd. l. 2, n. 24, el
lo entiende inadecuadamente, puesto Ser puede ser participatum por otras
que no está incluida en tal considera- cosas, pero no puede ser él mismo
ción la racionalidad, que es diferen- participans. En cambio, id quod est, es
cia específica –y, por ende, esencial– decir, el ente participa del Esse, como
del hombre. lo concreto participa de lo abstracto.
participaliter. Cf. nominaliter.
participare. Dos son las acepciones
participans-participatum. La no- medievales de este verbo: 1. metafísi-
ción de participación, es decir, el he- ca; 2. lógica. La primera aparece con
cho de tener parte en o de tomar par- mayor frecuencia entre autores rea-
te de (véase participatio), alude ge- listas; la segunda, entre nominalis-
néricamente a una relación; por en- tas (véase universale). 1. En el primer
de, implica dos términos. En la Edad sentido, participar es, básicamente,
Media, y, sobre todo, en el período tomar parte (partem capere). En rigor,
escolástico, se intentó despejar la am- se dice que algo participa de una cosa
bigüedad originaria de esta noción cuando ese algo recoge en su particu-
insistiendo en la distinción entre am- laridad aquello que pertenece univer-
bos. Así, en primer lugar, se acercó salmente a otro; así, Sócrates partici-
–y, a veces, hasta se asimiló– el con- pa del ser hombre, y todo hombre del
cepto de participación al de causali- animal. Se dice también que el efecto
dad, aristotélicamente entendida. En participa de su causa, en la medida en
segundo término, y sobre esta base, se que aquél no posee toda la virtus de
equiparó a la causa el ser participatum, ésta: según el ejemplo propuesto por
es decir, aquel del que otros partici- Tomás, el aire participa de la luz solar,
487 participatio

pero no la recibe con la misma clari- puede ser pensada a la luz de aquélla
dad con que dicha luz se encuentra (cf. por ej., Fedro 100 c). Aristóteles
en el sol (cf. In Boethii De Hebdom, critica la noción platónica de partici-
2). En principio, subraya el Aquinate, pación por su imprecisión, diciendo
lo que es participado no se predica per que, a lo sumo, se trata de una metá-
se del que participa (cf. In Met. VII, l. fora que no da cuenta racionalmen-
3, nn. 22-23). Para los diversos ma- te del ser de las cosas (cf. Met. I, 9,
tices del participar, véase participatio. 991 a 21 y ss.). Para el Estagirita, sólo
2. En sentido lógico, y tal como re- se puede decir que el particular parti-
cuerda Guillermo de Ockham, p. sig- cipa de lo universal en sentido lógi-
nifica funcionar como sujeto, mien- co, pero no metafísico, puesto que lo
tras que la forma pasiva del verbo universal no tiene subsistencia onto-
que nos ocupa, participari, significa lógica, como sí la tiene la Idea en la
tener la función de atributo o predi- perspectiva platónica.
cado. Así, para la posición nomina- El pensamiento medieval retoma el
lista, decir que el individuo participa concepto de p. guiado por el afán de
de la especie es decir sólo que la espe- fundamentar filosóficamente la nue-
cie se puede afirmar del individuo a va cosmovisión aportada por el ju-
título de atributo (cf. Summa Totius deo-cristianismo. Según dicha cos-
Log. I, 32). movisión, todo lo que es, es en cuan-
to que un Dios trascendente y crea-
participatio. Etimológicamente, sig- dor lo hace participar del ser. Ahora
nifica el hecho de tomar parte o ser bien, en general, se puede decir que
parte de un todo. En sentido deriva- durante la Patrística, la noción plató-
do y más preciso, mienta el tener al- nica tradicional de p. fue incorpora-
go similar a lo que posee un princi- da acríticamente. Algo similar ocurre
pio causante. A este segundo signi- en la Escolástica, entre los pensado-
ficado se remiten las concepciones res que siguen la corriente agustinia-
metafísicamente trascendentales, co- na de raíz platónica: San Buenaven-
menzando por la platónica. En Pla- tura, por ej., ve en el mundo el vesti-
tón, pero, sobre todo, en el platonis- gio del Dios Trinitario. Tal vestigio se
mo, la p. designa la relación de las revela como p. cuando la mens redit in
cosas sensibles con las Ideas o esen- semetipsam, y la luz de la fe se añade a
cias. Aristóteles acerca la noción pla- la de la inteligencia.
tónica de participación a la tesis pita- En cambio, escolásticos más aristo-
górica sobre la existencia de las cosas télicos aceptaron y utilizaron el con-
que son por imitación de los núme- cepto de participación, con ciertas li-
ros, (cf. Met. I, 6, 987 b 10 y ss.). En mitaciones. Esto obedece al hecho de
realidad, tanto el concepto de imita- que esta línea está fuertemente in-
ción como el de participación se en-
fluenciada por el rechazo aristotéli-
cuentran en el pensamiento platóni-
co de la p. en cuanto principio me-
co, si bien con un matiz de diferen-
tafísico. Sin embargo, aun estos auto-
cia: la imitación acentúa la trascen-
res hubieron de valerse de la noción
dencia de la Idea ejemplar de la que
que nos ocupa por la razón apunta-
la cosa es sólo una imagen o copia;
da. Por lo demás, la idea de p. revela
la p., en cambio, pone el énfasis en la
su valor funcional en el problema de
presencia de la Idea en la cosa, que así
particulare 488

la relación entre lo infinito y lo finito. es absoluto e indivisible– sino preci-


Combinada con el principio aristo- samente diversos grados de participa-
télico de causalidad, como sucede en ción en el ser. En Tomás de Aquino el
gran parte de la literatura escolástica, caso es distinto, ya que pareciera con-
la p. pone en relieve la semejanza en- siderar argumentativamente insufi-
tre causa y efecto, en cuanto que éste ciente la p. esencial, desde el momen-
posee la misma cualidad de aquélla. to en que la vincula o refuerza con la
A la vez, sugiere también la diferen- causa ejemplar. Así se ve, por ej., en
cia entre ambos, desde el momento su cuarta vía (cf. S. Th. I, q. 2, a. 3).
en que el efecto sólo puede tener una
particulare. Se entiende por “parti-
parte de la realidad de la causa. Es en
cular” lo que pertenece a algunos in-
este sentido que la doctrina escolás-
dividuos. Se opone, pues, a “univer-
tica de la participación queda alinea-
sal” (véase universalis), en cuanto que
da en la de la analogia (véase): tam-
este último término se refiere a una
bién ésta subraya simultáneamente la
totalidad plural de individuos. Aun-
semejanza y desemejanza.
que en la época moderna se tendió a
Cabe señalar que, en general, los es-
identificar, al menos en uso corrien-
colásticos emplearon la noción de p.
te, “particular” y “singular”, no ocu-
para explicar la existencia de lo crea-
rrió así durante la Edad Media: p. se
do, más que su esencia. Así, por ej.,
distingue de singularis o individualis
Tomás de Aquino, afirma que todas
(véanse), que aluden a un solo indivi-
las cosas reciben de Dios la essentia
duo determinado.
y el esse, pero subraya la participación
En lógica, un concepto p. –por ej.,
de ellas en el esse. Al concebirse a Dios
“algún hombre”– es concepto univer-
como esse absoluto, el ser se puede
sal cuya extensión se ha reducido a un
predicar de las creaturas sólo por ana-
sujeto individual indeterminado. Esto
logía. Con esta acotación, p. es, pues,
lleva a la consideración de la propositio
fundamentalmente, la participación
p., que Pedro Hispano define dicien-
en el ser. En la perspectiva del Aqui-
do que es aquello ‘in qua subiectur
nate, lo que limita el grado que tiene
terminus communis determinatus signo
un ente de participación en el ser es
particulari, ut ‘aliquis homo currit’”,
su esencia, doctrina continuada y de-
y aclara “signa particularis sunt haec:
sarrollada por sus seguidores. Las co-
‘aliquis’, ‘quidem’, ‘aliquus’ et ‘similia’”
sas no se distinguen unas de otras en
(Summ. Log. 10, 9). De hecho, la
razón del ser porque éste es común a
contraposición tradicional entre par-
todas, desde el momento en que todas
ticular y universal tiene su punto de
participan de él; si difieren entre ellas
partida en la doctrina aristotélica del
es en virtud de sus respectivas natura-
juicio (cf. An. Post. I, l. 38, n. 7).
lezas o esencias, por las cuales parti-
El procedimiento intelectual de la
cipan del ser de maneras diversas (cf.
argumentatio conocido como inductio
C.G. I, 26). Así, por ej., una piedra,
(véase) consiste precisamente en re-
un pino y un hombre son o existen
montarse desde varios particulares al
de diferente modo, aunque en todos
universal, como Pedro Hispano tam-
se da el esse. Sin embargo, es menester
bién registra (cf. op. cit. 5, 3).
aclarar que, en rigor, no poseen diver-
sos “grados de ser” –puesto que éste partitio. Este término es importan-
te en el campo de la Lógica, en el que
489 passionatus

se define como la división del todo en telección (cf. por ej., De an. II, 3, 427
partes. En este sentido, es correlativo b. De hecho, en el proceso cognos-
de divisio proprie (véase divisio) que citivo humano, ambas implican re-
alude a la división del género en es- cibir una determinación. Pero tam-
pecies. Desde Boecio (cf. In Isag. IX, bién llama “páthos” 2. a la determi-
18), los lógicos medievales considera- nación en cuanto tal, en especial, a la
ron que la p. comienza donde termi- característica de una especie, por ej.,
na la divisio, o sea, con la aparición entre algunos animales, el ser hem-
del individuo. Así, la definición se ha- bra (cf. Hist. an. VII, 17, 600 b 29).
ce sobre la base de esta última, ya que En tercer término, esta noción seña-
no la hay de individuos; en todo caso, la en Aristóteles 3. el accidente real
la p. puede dar lugar a una descriptio correlativo a la acción (véase actio),
(véase). en la actio que posteriormente se de-
nominó “formaliter transiens”, es de-
parvificentia. Significa mezquindad cir, aquella que se resuelve en pura
en lo concerniente al dinero, especial- transmisión, como el impulso físico
mente, en los gastos menudos, como que un cuerpo da a otro (cf. por ej.,
señala la partícula parv-. En la consi- Phys. III, 3, 202 a 13 y ss.).
deración de este vicio, se ha de tener Estas acepciones fundamentales se
en cuenta que lo grande y lo pequeño reencuentran, con mayor precisión,
constituyen términos relativos. En es- en el pensamiento medieval. Du-
te caso, la relación se da entre la ero- rante la Escolástica, p. significó 1. en
gación y la magnitud de la obra a rea- sentido lato, cualquier tipo de recep-
lizar con ella. Así pues, el parvificus o ción, así, por ej., que el hecho de ser
mezquino es quien atenta contra la macho o hembra son passiones pro-
proporción racional que se debe dar pias del animal, como dice Tomás de
entre la obra y los dispendios que ella Aquino (cf. In Met. X, l.11, n. 5); 2.
exige. No se ha de confundir, pues, en sentido estricto, la recepción de
con la avaritia (véase) en cuanto pe- una cualidad destructiva, como el ex-
cado capital. En la consideración de ceso de calor; 3. en cuanto praedica-
este tema, los escolásticos siguieron mentum (véase), es el acto del pacien-
a Aristóteles (cf. Eth. Nic. IV, 2, 10, te en virtud del cual éste se consti-
1122b 13). Su opuesto es la consump- tuye precisamente en patiens por la
tio (véase). recepción del efecto producido por
passio. El concepto de “pasión” ha si- el agente; 4. p. appetitus es el movi-
do muy usado, especialmente, en la miento del apetito sensible como el
Escolástica, sobre todo, como catego- amor y el odio; 5. finalmente, indica
ría metafísica (véase praedicamentum la cualidad que causa una alteración
3.3.2). Durante la Antigüedad fue pasajera, como el miedo que provoca
elaborado por Aristóteles, para quien palidez. Estos dos últimos significa-
la p. alude, en primer lugar, 1. a la re- dos fueron tratados, en especial, por
cepción del acto por parte de la po- Tomás de Aquino en S. Th. I-II, q.
tencia. En este sentido, el Estagirita 21, a. 1 y q. 22, a. 1.
aplica el término equivalente griego, passionatus. Se aplica, en general, al
páthos, particularmente, en sus des-
hombre en cuanto sujeto de pasiones.
cripciones de la sensación y de la in-
Con todo, es un término que, en su
passum 490

acepción más amplia, alude a aquel Aristóteles, indica dos modos de uti-
que tiene cualesquiera pasiones y, en lizar este verbo: en sentido impropio,
este caso, es traducible por “apasiona- se utiliza p. para señalar que algo reci-
do”; en sentido estricto, es aquel cu- be una perfección; en sentido propio,
yas pasiones lo inclinan a actos con- p. significa que una cosa recibe algo
trarios a la recta razón. En este últi- que la transforma respecto de aque-
mo caso, se justifica traducir la voz llo que le es natural (cf. In Met. V, l.
que nos ocupa por “pasional”, por ej. 14, n. 10). En términos muy genera-
Interesa notar la acotación que sobre les, alude también a ser creado, como
este concepto, más frecuente hacia el testimonia, por ej., Guillermo de Oc-
final de la Edad Media, hace Guiller- kham en Summa Totius Log. I, 58).
mo de Ockham. En efecto, advierte
patientia. En general, los autores
Ockham que no se ha de confundir la
cristianos consideraron la paciencia
ausencia de pasión, esto es, la insen-
no sólo como virtud, sino como raíz
sibilidad, con la virtud; por el con-
y custodia de las demás virtudes. Así,
trario, cuanto más p. sea un hombre,
por ej., la caracteriza San Gregorio en
mayores posibilidades tiene de ser
In Evang. II, 35. Tal concepción de-
virtuoso si gobierna o in-forma tales
riva de considerar que las virtudes se
pasiones según la recta razón; si no lo
ordenan al bien; manteniendo el or-
hace, mayores posibilidades tendrá de
den de la razón contra las pasiones: la
ser un pecador (cf. Quod. II, q. 15; In
p. es precisamente la que conserva di-
III Sent. q. 11 r).
cho bien contra la tristeza o el desáni-
passum. Se llama así 1. a la materia mo. Durante la Patrística, se mantie-
en cuanto subiectum sustentationis en ne este concepto, pero sin entrar en
la educción (véase eductio), es decir, mayores precisiones, insistiendo en
la materia presupuesta en la genera- que al paciente toca sufrir males pa-
ción o mutación corpórea de algo. En ra no obrar el mal.
otro sentido, se denomina p. o reagens En la Escolástica, la p. es parte po-
2. a aquel cuerpo que resiste la acción tencial secundaria de la fortaleza (véa-
de otro más potente, actuando sobre se fortitudo), y la asocia a la longa-
este último: por ej., el cuerpo A ac- nimitas, o sea, a la tendencia del al-
túa sobre el B y éste reacciona contra ma hacia lo lejano. Sto. Tomás, por
el primero; el cuerpo B recibe, enton- su parte, funda dicha asociación en el
ces, el calificativo de p. En cambio, el hecho de que la paciencia ayuda a so-
cuerpo A se llama agens o repassum. portar males presentes en pro de un
bien más lejano que éstos; por lo de-
pati. Este verbo, que literalmente sig- más, la sola dilación del Bien espera-
nifica “padecer”, tiene en filosofía el do causa tristeza y, por ende, da oca-
significado de “recibir”, con dos acep- sión al ejercicio de la p. (cf. S. Th. II-
ciones similares aunque de matices II, q. 136, aa. 1 a 5).
diferentes: 1. recibir algo sin más, co-
mo cuando la materia recibe la for- patres. Se designa así a los Santos Pa-
ma; 2. sufrir un cambio sin recibir dres quienes, junto con otros escri-
nada en compensación, así se “pade- tores eclesiásticos, desde los prime-
ce”, por ej., el ser movido localmen- ros siglos de nuestra era hasta el octa-
te. Tomás de Aquino, al comentar a vo, conforman un período en la his-
491 paupertas

toria del pensamiento denominado vista material, ya que el término la-


precisamente “Patrística”. Se divide tino miseria (véase) reviste otras con-
en Patrística griega y latina, según la notaciones. En su significado estric-
lengua en la que hayan escrito. Des- to, la cuestión de la p. ha sido tema de
de el punto de vista teológico, los Pa- consideraciones éticas y políticas du-
dres han de probar cuatro condicio- rante los siglos medievales, ya sea por
nes ya fijadas en el siglo V: ortodoxia, su 1. sentido ético, ya sea por su 2.
santidad de vida, antigüedad y apro- sentido político. En el 1. plano ético,
bación de la Iglesia. De acuerdo con Buenaventura, por ej., escribe que la
esto, se consideran Padres: Cipriano, pobreza, aun la pobreza absoluta, es
Basilio, Gregorio de Nacianzo, Gre- término medio, pero no relativo a las
gorio de Nyssa, Atanasio, Juan Cri- cosas sino al apetito del alma (cf. Coll.
sóstomo, Cirilo de Alejandría, Am- in Hexaem. V, 4). En el 2. plano po-
brosio de Milán, Agustín de Hipona, lítico, de paupertate señala una de las
Jerónimo, Isidoro de Sevilla, en quien más famosas polémicas que se sostu-
culmina la Patrística latina; Juan Da- vieron hacia el final de la Edad Me-
masceno, con el que finaliza la grie- dia. Sus principales protagonistas son
ga, etc. En cambio, Tertuliano y Orí- el papa Juan XXII, Miguel de Cese-
genes, aunque pertenecen al período na y Guillermo de Ockham. El pri-
patrístico, no se conocen como p. si- mero había condenado al segundo en
no como escritores eclesiásticos pre- la disputa que sostenía con los fran-
cisamente por no reunir todos los re- ciscanos sobre la pobreza evangélica.
quisitos mencionados. Por el contra- Ockham, entonces, sale en su defensa
rio, la voz doctor (véase) nombra a los con el Opus nonginta dierum. La tesis
autores medievales, esto es, a los del de Juan XXII desconocía la distinción
período escolástico. sobre el simple uso fáctico de las cosas
Con todo, cabe advertir que, a par- temporales y el derecho a tal uso.
tir del siglo XIII, el término designa Ockham sostiene, en primer lugar,
también a los miembros de un con- que el derecho es un poder legítimo
cilio. Y aun se extiende a los de una (potestas licita) y conforme a la rec-
asamblea: prueba de ello es el primer ta razón. En segundo término, dis-
vocativo con el que Pico della Miran- tingue entre derechos anteriores a la
dola abre su Oratio de hominis dig- convención humana y los derechos o
nitate, redactada hacia finales del si- poderes legítimos que dependen de
glo XV, como alocución introducto- ella y cuenta el derecho a la propie-
ria a la asamblea, finalmente frustra- dad entre los primeros, es decir, en-
da, de doctos y autoridades de diver- tre los derechos naturales. En tercer
sas confesiones religiosas en la que se lugar, lo incluye entre los que se fun-
habrían de discutir tesis filosóficas y dan en la inmutabilidad de los pre-
teológicas. ceptos morales. Pero, en cuarto lugar,
enumera el derecho de propiedad en-
paupertas. Esta palabra, que significa tre aquellos a los que se puede renun-
pobreza, tiene en la Edad Media una ciar, –a diferencia de otros, irrenun-
acepción amplia y otra estrictamen- ciables, como el derecho a preservar
te filosófica. En su significación más la propia vida– bajo la condición de
amplia, hace alusión a la pobreza, in- que tal renuncia ha de ser plenamente
clusive a la extrema desde el punto de voluntaria por una causa justa.
pax 492

Éste es, desde su perspectiva, el ca- tre los antiguos. En éstos, el concep-
so franciscano de renuncia a la pro- to de p. se había tratado o bien como
piedad. Pero ello no implica que no opuesto a la guerra, como en Platón,
se puedan usar legítimamente aque- o bien como consecuencia de la sere-
llas cosas a cuya propiedad se ha re- nidad del ánimo, como en los estoi-
nunciado. Ockham distingue, enton- cos. De hecho, la caracterización pa-
ces, entre, de un lado, el usus iuris, trístico-escolástica más frecuente de
que es el derecho de usar las cosas p. es tranquillitas ordinis. Así reza la
temporales y que no implica derecho definición de Agustín, quien insiste
sobre la substantia de las mismas; de en la indefectibilidad de la paz uni-
otro, el usus facti o uso de hecho que versal como ley de la naturaleza. El
es el autorizado, esto es, el que ema- hecho de que la p. sea la suprema as-
na de un permiso siempre revocable: piración de todos los seres obedece a
los franciscanos –sostiene contra Juan que cada uno de ellos busca la pro-
XXII– son usuarii semplices, no tienen pia perfección según su especie, es de-
el primero sino sólo el segundo, o sea, cir que tiende a su plenitud ontoló-
el usus nudus de las cosas temporales, gica, con lo que se instala en el lugar
uso autorizado por la Santa Sede. Ella que le corresponde en el contexto del
es la que posee, en última instancia, el Ordo universalis y así alcanza su paz
usus iuris o dominium utile además de que es su quies (véase) (cf. De civ. Dei
poseer el dominium perfectum. XIX, 12-13).
Así, la p. evangélica de los francis- Desde el punto de vista antropoló-
canos, para Ockham, admite la legi- gico, en la paz está la perfección del
timidad del uso, pero –también con- hombre, ya que consiste en la tran-
tra la tesis pontificia– consiste en ha- quilidad que deriva de la armonía
ber renunciado a todo derecho de que la razón impone a las pasiones.
propiedad tanto individual como co- Moralmente hablando, la paz propia
lectiva. de la virtus resulta del hecho de que
ésta es el ordo amoris (cf. De Ser. Dom.
pax. Tanto durante el período patrís- in Monte I, 9). Por cierto, esto se tra-
tico cuanto en el medieval, el con- duce en términos colectivos, esto es,
cepto de paz es de gran importan- en lo que concierne a toda comuni-
cia, ya que se vincula con uno de sus dad humana: tanto sea en lo que hace
más fundamentales supuestos: el del a la paz doméstica como en lo que to-
orden con que la Creación fue esta- ca a la cívica o política, la p. está en el
blecida en su constitución ontológi- orden y éste en someter lo que es je-
ca (véase ordo). Por eso, es, sobre to-
rárquicamente inferior a lo que es su-
do, una noción metafísica, y, al serlo,
perior (cf. Sermo XI, 12). Con todo,
reaparece en otros planos. Así, consti-
según la perspectiva agustiniana que
tuye uno de los principios y, a la vez,
se convierte en auctoritas, se trata en
manifestaciones de la lex aeterna di-
estos casos de una paz temporal, cuyo
vina. La relación que el pensamien-
carácter incierto responde a la contin-
to cristiano patrístico-medieval esta-
gencia de lo humano. Pero hay tam-
blece entre la noción que nos ocupa
bién una p. aeterna que es la de la glo-
y la de Creación instala la categoría
ria y supera todo entendimiento, ya
de paz en un plano mucho más fun-
que entra en el ámbito del misterio
dante que aquel en el que aparece en-
de la bienaventuranza.
493 peccatum

Sobre estas bases, escolásticos co- tafísico, el pecado conforma un acto


mo Tomás de Aquino elaboraron el contrario a la misma naturaleza del
concepto de p. no en cuanto fin úl- hombre en cuanto ser creado, pues-
timo del hombre, puesto que dicho to que es, en sí mismo, contradictorio
fin es la beatitudo, sino como antece- con su tendencia a la perfección que
dente y, a la vez, consecuente de es- ontológicamente le es propia, es de-
ta última (cf. S. Th. I-II, q. 3, a. 4 ad cir, la felicidad.
1). En lo que concierne al plano so- Desde una perspectiva psicológi-
cial, el Aquinate sostiene que la paz ca, la tradición cristiana ha seguido
sólo puede derivar de la justicia (cf. la impronta de Agustín, quien enfa-
ib. II-II, q. 180, a. 2 ad 2). Y, respec- tiza la voluntad de oposición a la ley
to del plano eclesial, subraya que, en eterna (cf., por ej., Contra Faust. XXI,
el cuerpo de la Iglesia, sólo se conser- 27) y el carácter de acto de aversio
va la paz entre sus diversos miembros a Deo y conversión a las criaturas (cf.
por virtud del Espíritu Santo (cf. ib. De lib. arb. II, 19, 53). Con ello, se
II-II, q. 183, a. 2 ad 3). desea una naturaleza inferior y se
abandona una superior (cf. De nat.
peccatum. En términos muy genera- boni 34). Pero, en un corolario de su
les, el pecado es el acto humano por oposición al maniqueísmo, el Hipo-
el que el hombre, en cuanto creatura nense insiste en que el p. no es una
racional, se separa del bien o fin. En sustancia sino el defecto de una sus-
sentido algo más específico, consiste tancia, la humana, puesto que impli-
en la violación de una ley que se ha ca la dispersión y corrupción del al-
comprometido a observar. En sentido ma. Su causa material es, pues, la li-
cristiano, y particularmente paulino, bre voluntad del hombre (cf., por ej.,
la primera caracterización responde a
Ep. 166, 5) y sus causas formales, la
Rom. 5,12; Rom. 7,7 y Rom. 8,3; la
ignorancia y la debilidad (cf. De mer.
segunda, a Rom. 4,15, texto que coin-
II, 17, 26). Por tanto, descarta como
cide con II Pedro 2,16 y I Juan 3,4).
causas esenciales el determinismo na-
En las elaboraciones patrístico-me-
tural, el hado, la fortuna o la necesi-
dievales del tema, se ha insistido en
dad. Describe sus etapas o momentos
la distinción entre p. como acto y vi-
psicológicos, sugestión, delectación y
tium (véase) como hábito. Desde un
consentimiento, en De Tr. XII, 12, 17
enfoque más jurídico de la cuestión,
y De Sermo Dom. in Monte I, 12, 34.
se ha visto el pecado fundamental-
Tomás de Aquino comenta y sus-
mente como transgresión o violación
cribe esta posición agustiniana, sobre
de la ley eterna. Ésta define la relación
todo, en S. Th. II-II, q. 20, subraya
esencial y constitutiva de las criaturas
especialmente el aspecto de la aversio
entre sí y entre la criatura y el Crea-
a Deo que implica el pecado: hay una
dor que ha determinado tal conjun-
directa oposición entre el acto peca-
to de relaciones. De ahí que la trans-
minoso y Dios en cuanto fin último
gresión implicada por el p. constitu-
del hombre, ya que el primero expre-
ya un acto no sólo de desobediencia
sa amor por un bien finito pese a su
sino aun un real intento de ofensa a
incompatibilidad con el bien infini-
Dios, cuya majestad no puede ser, sin
to. Así, conforma de hecho un acto
embargo, mermada por dicho inten-
de repudio a Dios. Por su parte, Bue-
to. Desde un punto de vista más me-
peccatum oris 494

naventura insiste en la nota de delei- aquel al que se ha hecho alusión en el


tación voluntaria que involucra todo párrafo anterior y que, por lo dicho,
pecado (cf. De regno Dei 23). se distingue del 1.2. p. personale, es-
Párrafo aparte se debe dedicar a la to es, el cometido por alguien en par-
doctrina teológica del pecado ori- ticular en el actual estado postadáni-
ginal, elaborada sobre el relato bí- co; 2. en relación con el mismo ac-
blico del cometido por Adán y Eva to humano, se diferencia entre 2.1. p.
(cf. Gn. 2,17 y 3,1-24) y considera- actuale, o sea, la acción o hecho mis-
do esencialmente como desobedien- mo, interno o externo, contrario a la
cia a Dios, que resulta de la soberbia. ley de Dios, y 2.2. p. habituale que no
Dado que en Adán y Eva se subsumía es el vicio, ya que no consiste en un
toda la humanidad, la falta originada habitus generado por la repetición del
en ellos pasa a esta última. Así, aun mismo tipo de pecado, sino en una
cuando los descendientes de Adán no condición permanente iniciada por
hayan querido cometer su misma fal- él; 3. respecto de su constitución, se
ta, el pecado original es p. naturae, distingue entre 3.1. p. formale, que es
según fundamenta la perspectiva ul- el que se quiere libremente con con-
trarrealista de autores como Escoto ciencia de su naturaleza de tal y 3.2.
Erígena y Anselmo de Canterbury. p. materiale, que es el acto objetiva-
Aun autores como Sto. Tomás reco- mente contrario a la ley divina, pres-
gen esta tesis, incorporada al dogma cindiendo del hecho de estar acom-
del Cristianismo. El Aquinate escribe pañado o no por esa conciencia; 4.
que, después de Adán, cada hombre respecto de su gravedad, los pecados
peca “in quantum pertinet ad naturam se clasifican en 4.1. p. grave o mortale,
ipsius, quae per p. corrupta est” (C.G. que conforma una violación sustan-
IV, 52). Esto ha apartado al hombre cial de la ley de Dios y aparta de mo-
de la Gracia divina que, desde el pun- do radical al hombre de Él en cuan-
to de vista cristiano, sólo la Reden- to fin último, y 4.2. p. veniale, que
ción de Cristo devuelve. Las conse- es una trasgresión incompleta de esa
cuencias que los teólogos medievales ley; 5. en cuanto a la manifestación
han atribuido al pecado original en la de los pecados, se suele distinguir en-
naturaleza humana en su actual esta- tre el 5.1. p. interior que radica en los
do son el debilitamiento de su volun- malos deseos o pensamientos que no
tad libre, que queda viciada en su ca- se traducen externamente pero que
pacidad de actuar y requiere el auxilio también manchan el alma, y 5.2. p.
divino, y la necesidad de la ascesis gra- exterior que es el de la acción propia-
dual tanto para el intelecto como pa- mente dicha, y aun el de la palabra
ra la voluntad. De esta manera, con el que también se denomina p. oris. Cf.
pecado original se perdió la beatitudo también difformitas 2.
naturalis de que gozaba Adán antes
de la caída. peccatum oris. Para el pecado de la
Desde el punto de vista teológico, lengua –en términos medievales, li-
las principales distinciones estableci- teralmente es “de la boca”– rige todo
das sobre el tema son las siguientes: lo dicho en general acerca del pecado
1. en relación con su causa, el p. pue- (véase peccatum). Si bien es una cues-
de ser 1.1. originale o naturae que es tión que transita a lo largo de todo el
Medioevo, se tematiza más sistemáti-
495 per

camente entre los siglos XII y primera rizarán en risa, en llanto, etc., o aun
mitad del XIII. Aunque, en realidad, en palabras a través de la boca (véa-
la atención al tema había sido susci- se os). Así aparece, por ej., en Agus-
tada antes, con el De vitio linguae de tín de Hipona, cuando éste confiesa
Pedro Damián, finos observadores de que, en sus meditaciones sobre el jui-
la situación social y espiritual de la cio divino, el miedo a la muerte y a
época, por ej., Jacques de Vitry, pu- ese futuro juicio nunca se apartó de
sieron su atención en los males, es- su pecho (… numquam tamen reces-
pecialmente sociales, que pueden re- sit de pectore meo), o cuando, en el re-
sultar del habla misma, o sea, el da- lato de su crisis de conversión que se
ño que se puede hacer con ella. Es- desarrolla en el huerto de Milán, an-
to fue recogido casi inmediatamente tes de estallar en lágrimas, dice: “Allí
por moralistas y teólogos como Pedro me llevó la tempestad desatada en mi
Cantor y Alain de Lille (cf. Verbum pecho (“Illuc me abstulerat tumultus
abbreviatum y Summa de arte prae- pectoris…), para que nadie estorbara
dicatoria, respectivamente). En vir- el ardiente combate que yo había en-
tud de la sistematización que el pri- tablado conmigo mismo, hasta que se
mero hace sobre este capítulo de la vi- dirimiera como Tú sabías y yo igno-
da moral, se plantea también virtud y raba” (Conf. VI, 16, 26 y VIII, 8, 19,
culpabilidad en la apelación al silen- respectivamente).
cio (véase silentium). Hay cierto con-
pecunia. En general, alude a la ri-
senso en el elenco de los peccata oris.
queza material, pues, más que se-
Ellos son: blasphemia, murmur, men-
ñalar el dinero, esta voz indica todo
dacium, periurium, contentio, maledic-
aquello que puede ser estimado a pre-
tum, contumelia, convicium, detractio,
cio de dinero, es decir, intercambia-
adulatio, iactantia, ironia, derisio, tur-
ble por moneda. Así, es un concep-
piloquium, scurrilitas, stultiloquium,
to más amplio que el de moneta (véa-
multiloquium, verbum otiosum, vani-
se) que es, además, instrumental res-
loquium, taciturnitas (véanse).
pecto de p. Antonino de Florencia y
pectus. Señala el pecho en cuan- Nicolás de Oresme se cuentan entre
to sede de las emociones, ya sea que los autores que más se han dedicado
se la asuma en sentido físico o figu- al examen económico y ético de es-
rado. Cabe insistir en que se trata de ta noción.
las emociones en su dimensión más
per. Preposición de acusativo, tiene el
temporal o, si se quiere, superficial.
sentido genérico de “mediación”, que
De hecho, los textos patrísticos y me-
se despliega en las siguientes especifi-
dievales suelen reservar para el cora-
caciones: 1. en el orden local, signifi-
zón (véase cor), el ámbito –más que
ca “a través de”; 2. en el orden tem-
de los sentimientos– de los pensa-
poral, significa 2.1. “durante”, o bien
mientos íntimos y de la interioridad
2.2. expresa la sucesión propiamen-
más profunda, en el que se juega la
te dicha; 3. en el plano instrumental,
propia identidad. El p. es, en cambio,
puede aludir a 3.1. un medio o ins-
una suerte de instancia intermedia,
trumento, 3.2. un intermediario, 3.3
porque constituye aquel plano o área
un motivo accidental, 3.4. una oca-
corporal donde se gesta la expresión
sión o circunstancia. Otro de sus usos
de emociones que después se exterio-
per accidens 496

es 4. en las súplicas, donde asume el su suficiencia ontológica, en el senti-


sentido de “en nombre de”. do de que ella no necesita inherir en
Pero el empleo más frecuente de esta otra cosa para ser y ser lo que es; el ac-
preposición en textos filosóficos me- cidente, en cambio, al ser justamente
dievales es aquel mediante el cual in- per accidens, ha de inherir necesaria-
dica 5. causa, en general, como en per mente en una sustancia. 2. se predi-
accidens (véase). Cabe notar que, en ca también de lo que conviene a una
este orden, se prefiere su uso cuando cosa formaliter (véase), o sea, en vir-
dicha causa es de algún modo inma- tud de su naturaleza propia o de sus
nente al sujeto o cuando se aproxima principios intrínsecos; así, al hom-
a algo circunstancial u ocasional, es bre le pertenece per se el ser racional,
decir, cuando no se trata de una causa en cuanto que la racionalidad nece-
en el sentido más fuerte del término. sariamente forma parte de su natura-
Finalmente, cabe destacar que es- leza; en este orden, la expresión que
ta preposición suele emplearse 6. con nos ocupa señala la ratio formalis de la
valor intensivo, ya sea 6.1. unida a la sustancia. 3. en sentido derivado, se
conjunción quam, para subrayar la denomina causa per se a aquella causa
significación de la palabra a que se re- que, por virtud propia, está ordena-
fiere, ya sea 6.2. en composición con da a un efecto determinado, como el
adjetivos, confiriéndoles entonces el fuego es causa per se del calor. En to-
grado superlativo, por ej., pergratum. dos los casos, se opone directamente
a per accidens (véase).
per accidens. Se dice de lo que per-
tenece a una cosa no necesaria sino per se ipsum. El esse per se se afirma,
accidentalmente, o sea, por casuali- en general, de todo ente que por su
dad; así, por ej., un hombre puede ser perfección posee autonomía onto-
blanco o alto per a. También se de- lógica durante su permanencia en el
signa con esta expresión la causa que ser (véase perseitas). Con ello se seña-
produce un efecto en virtud de otra la que, una vez puesto en la existen-
causa, o bien aquello que produce un cia, no necesita de otra cosa para se-
efecto praeter intentionem, es decir, guir existiendo y para seguir siendo lo
no directamente querido. que es. Por eso, el ser per se consti-
tuye nota central de la sustancia y se
per impossibilem. Algunas veces, se opone al ser per accidens que necesi-
usa como sinónimo de ad impossibilem. ta inherir en otra cosa. En virtud es-
Para el significado preciso de este tér- pecialmente de esta última contrapo-
mino, véanse absurdum y reductio. sición, el esse per se indica consisten-
per se. Esta expresión se podría tra- cia metafísica. A fortiori, se lo aplica a
ducir como “por sí”. Es frecuente en- Dios. Pero, el ser divino, a diferencia
contrar su transcripción latina aun en del de la sustancia, posee dicha con-
textos modernos, lo que intenta refle- sistencia en términos absolutos. Por
jar la especificidad medieval del tér- eso, únicamente de Él se puede pre-
mino. En la literatura escolástica, y dicar que no sólo es por sí, sino tam-
según el contexto, tal especificidad se bién por sí mismo, en la medida en
desglosa en las siguientes acepciones: que, porque es precisamente el Sumo
1. per se es una nota esencial en la no- Ser, Dios no sólo no necesita de otra
ción de sustancia, puesto que indica cosa para subsistir, sino que Él mis-
497 peremptio

mo es su propia subsistencia. De ahí ron de perceptiones animi refirién-


que sólo Él sea, necesariamente, per se dose con ello a las nociones (véase
ipsum. Esta caracterización fue elabo- notio). En cambio, los pensadores
rada durante la Escolástica, especial- medievales, habiendo utilizado el tér-
mente por San Anselmo (cf. Mon. I, mino “notiones” para los contenidos
6) y Sto. Tomás (cf. C.G. I, 13). de la cognición, reservaron la p. pa-
ra aludir exclusivamente a la notitia
per se nota. Término que, como los que el alma forma a partir de la ex-
de in se, quantum in se y quoad se, periencia sensible, y sobre ella. Pero
equivale a nota per se secundum se, y hay que tener presente que, al refe-
nota per se et secundum se et quoad nos rirse a la experiencia sensible, aludían
(véase nota per se). tanto a la de los sentidos externos co-
per se subsistens. Término escolás- mo a la de los internos (véase sensus).
tico que se aplica exclusivamente a Por eso, escolásticos como Tomás ca-
Dios, significando con ello su absolu- racterizan el concepto de p. diciendo
ta autonomía, en el sentido de que Él que se trata de una “experimentalem
no es en otra cosa sino en Sí mismo y quandam notitiam” (cf. S. Th. I, q.
así subsiste. Ahora bien, el carácter de 43, a. 5, ad 2).
per se es propio también de la sustan- Debido a su originario carácter sen-
cia. Pero ésta, además de existir en sí sible, la percepción nada afirma o
misma y no en otra cosa, es, al mismo niega sobre el objeto percibido: ésta
tiempo, soporte de accidentes. Esto será una operación ulterior en el pro-
último no se puede predicar, en cam- ceso cognoscitivo. Así, la p. no puede
bio, de Dios, ya que los accidentes revestir el carácter de verdadera o fal-
implican contingencia y mutabilidad, sa; la verdad o falsedad le corresponde
a las que Él es absolutamente ajeno. al juicio. La p. en cambio, no es pa-
Por eso, subsiste en sí, pero no a la sible de falsedad sino, en todo caso,
manera de una substancia sino como de obscuritas y confusio. En el primer
pura subsistentia (véase). El término caso, se estaría ante una percepción,
que nos ocupa es particularmente re- por así decir, incompleta del objeto;
currente en Tomás de Aquino (cf. S. en el segundo, ante una p. deficien-
Th. I, q. 4, a. 2, c; I, q. 29, a. 3 ad 4; te en lo que toca a la articulación in-
In Div. Nom. I, l. 1 y c. 5, l. 1). terna del mismo. Por otra parte, ca-
be aclarar que dicho objeto puede ser
perceptio. Este vocablo alude prima- tanto una sustancia como una ima-
riamente a una aprehensión global de gen de ella. Finalmente, se ha de aña-
cualquier tipo de realidad presente. dir que, en la Escolástica tardía, se fue
Implica, fundamentalmente, “reco- desdibujando la línea divisoria seña-
ger”. El hecho de que la p. constitu- lada entre p. y notio, con lo cual se ha-
ya una aprehensión global la distin- bló de “percepciones sensibles”, con-
gue de la sensación, ya que ésta, en su cepto que, por lo dicho, no es típico
parcialidad, es más puntual. del período medieval.
Los autores antiguos, por ej., Ci-
cerón, admitieron que la percep- perduratio. Cf. duratio, in fine.
ción también podía versar sobre no-
peremptio. Tiene dos significados:
tas intelectuales, es decir, que su ob-
1. en física, se refiere a la destrucción
jeto podía ser inmaterial. Así, habla-
perfectio 498

de una cosa real; 2. en lógica, campo simpliciter simplices y las perfectiones


en el que este vocablo es más usado, simplices secundum quid. Las prime-
alude a la operación que consiste en ras son aquellas que en su concepto
concluir una proposición negativa de no implican límites, como pensar o
otra negativa, como cuando de la ne- amar; en cambio, las segundas sí los
gación del género se concluye la de la implican, por ej., razonar, puesto que
especie (cf. interemptio). la racionalidad conlleva un devenir, y
por ende, una cierta limitación de la
perfectio. Indica la cualidad o con- potencia. En este orden, es interesan-
dición de lo perfectum (véase), es de- te la posición de los seguidores de Avi-
cir, de lo que ha alcanzado su propia cena que insertaron doctrinas aristo-
plenitud. Entre los autores medieva- télicas en un contexto neoplatónico.
les, se habla de p., sobre todo, des- A fines del siglo XII, Juan Blund, por
de el punto de vista metafísico y des- ej., escribe en su Tractatus de anima
de el punto de vista ético. En sentido que el alma no es forma del cuerpo
metafísico, la p. concierne a un en- sino p. de él, en cuanto principio vi-
te en lo que éste es o en lo que ha- vificador.
ce. En cambio, en sentido ético, ata- Ahora bien, se suele decir que to-
ñe a la rectitud de la conducta de vi- das las perfecciones se encuentran en
da de una persona. Obviamente, el Dios eminenter, es decir, en máximo
primer sentido es el que reviste ma- grado. Pero las perfectiones simplici-
yor importancia filosófica. En ese or- ter simplices se hallan en Él formaliter,
den, y siguiendo los significados for- mientras que las perfectiones simplices
males que había establecido para es- secundum quid se dan en Dios virtua-
te vocablo Aristóteles en el libro V de liter, en cuanto que Él puede ponerlas
la Metafísica, los escolásticos distin- en la existencia en las creaturas. Así,
guieron tres tipos de perfección: 1. la por ej., la ratiocinatio (véase) no se da
p. de la estructura esencial de un en- en Dios formalmente, pero sí en Su
te; así, por ej., la perfección del fuego capacidad de producir un ens rationale
consiste precisamente en su determi- capaz de llevar a cabo dicha opera-
nación ontológica, o sea, en ser fuego ción, como el hombre.
y no otra cosa. 2. la p. que consiste en En cuanto a la perfección moral,
la adición de ciertos accidentes o cua- la literatura medieval suele conside-
lidades indispensables para el cumpli- rarla un grado eminente de la vir-
miento de las operaciones propias; en tud, por la que el hombre se ennoble-
este sentido, son perfecciones del fue- ce y alcanza la beatitudo (véase). Só-
go el ser cálido, ligero, seco, etc. 3. la lo el hombre es pasible de esta clase
p. última de un ente estriba en la con- de p., ya que Dios no es perfectible,
secución de su fin propio, el que le por definición; por otra parte, tam-
corresponde según su especie; en el poco los animales son perfectibles en
ejemplo presente, el elevarse hasta de- este sentido, toda vez que la virtud es
tenerse en su lugar propio es la per- ordo amoris y la proyección de ese or-
fección última del fuego. den a la propia conducta implica una
Desde otra perspectiva y respec- racionalidad de la que carecen.
to de las operaciones en cuanto per-
fecciones del ente, la Escolástica dis- perfectum. Etimológicamente signi-
tinguió también entre las perfectiones fica “hecho completamente”, o sea,
499 permanens

acabado, lo cual contiene un matiz de judica la administración de la justicia


completitud o plenitud, una alusión y pone en crisis el orden social. Así,
a algo a lo que nada falta. En su ori- su gravedad queda fuera de discu-
gen, este vocablo perteneció al ámbi- sión desde los comienzos de la Patrís-
to del arte y de la producción artesa- tica. La cuestión va más allá al haber-
nal en general y, por analogía, se apli- se discutido, con criterios exegéticos,
có después a lo producido o engen- la legitimidad del iuramentum (véase)
drado también por un artífice tras- mismo. Establecidas las condiciones
cendente como el Demiurgo plató- en las que éste se torna lícito, se dis-
nico o el Dios creador del judeo-cris- cutió el caso del p. como pecado de la
tianismo. lengua y, sobre todo, social.
Especialmente, desde el punto de Una primera definición aparece en
vista de la perfección metafísica (véa- Jerónimo, quien analiza el caso del
se perfectio), un ser puede ser p. en perjurio en relación con los tres ele-
sentido relativo o bien en sentido ab- mentos que deben formar parte del
soluto. Un ente es perfecto en senti- juramento para que éste sea legítimo:
do relativo si nada le falta de cuan- veritas, iudicium, iustitia (cf. In Hiere-
to es exigido por su correspondiente miam I, 69), cuya ausencia transfor-
esencia. En tal caso, p. indica la ple- ma el segundo en el primero. La tra-
nitud ontológica que un ente posee, dición retomó esta auctoritas, exten-
precisamente, en relación con su pro- diendo la caracterización no solo al ju-
pia naturaleza. Tomás de Aquino, ramento falso sino también al ilícito y
por ej., recuerda que lo perfecto es lo al indiscreto. Con todo, prevaleció la
terminatum et absolutum; así, no de- acotación de Graciano al primer ca-
pende de otro y no presenta ninguna so, signando el p. como una mentira
privación sino que tiene todo aque- confirmada por el juramento (cf. De-
llo que le compete según su especie cretum II, 22, 2, 2). A través de Hu-
(cf. In Met. V, l. 19, n. 1). Por esto go de San Víctor (cf. De sacramentis
último, ningún ente puede poseer la PL 176, 358) y Pedro Lombardo
perfección absoluta, ya que la esen- (cf. Sent. III, d. 39, q. 1) esta defini-
cia limita la riqueza del ser: una ro- ción sanciona la vinculación entre p.
sa perfecta, por ej., nunca podrá tener y mendacium para los siglos posterio-
la perfección de un diamante perfec- res. No obstante, se añade al primero
to. El ser absolutamente p. sólo com- una nota que acentúa su gravedad: el
pete a Dios, ya que, por definición, poner a Dios por testigo. La mentira
posee la plenitud total del ser y no de lo ofende en la medida en que todo
una esencia determinada. También se pecado lo hace; el perjurio lo involu-
lo denomina ens perfectissimum, en cra al utilizarlo, al invocarlo a confir-
cuanto que se le atribuye la totalidad mar lo ilícito o lo falso. Así lo subra-
de las perfecciones, entendidas ahora ya Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II,
como propiedades o atributos. q. 89, a. 1).
periurium. Cf. mendacium. Ligado a permanens. Lo permanente es lo que
la mentira como a su género, el perju- se mantiene en la existencia duran-
rio, esto es, el jurar en falso, es un pe- te un lapso. Esto hace que, de un la-
cado que contamina a quien lo come- do, que la noción de p. quede vincu-
te, ofende a Dios y al prójimo, per- lada con la de tiempo; de otro, lle-
permutatio 500

va a establecer sus límites conceptua- el tiempo– sino aun de lo que es tem-


les en confrontación con otras nocio- poralmente infinito, ya que esto últi-
nes como las de aeternum y sucessi- mo no consiste sólo en la permanen-
vum (véanse). Por otra parte, el seg- cia sino en lo que ha existido o pu-
mento temporal en el que discurre do haber existido desde siempre. Por
lo permanente indujo a colocar la re- otra, se diferencia también de lo inco-
flexión al respecto en el contexto de rruptible, puesto que esto es lo que,
términos como incipit, es decir, “co- por naturaleza o derecho ontológico
mienza”, y desinit, esto es, “termi- propio, puede no corromperse, mien-
na”. Considerado primero un proble- tras que lo p. es lo que de hecho sub-
ma esencialmente lógico, entre los si- siste y aun con alguna modificación,
glos XIII y XIV, lo p. se impostó en como ejemplifica Pedro Hispano en
el terreno de la física aristotélica y se Sum Log. 7, 15.
lo relacionó con el examen de diver-
perseitas. Los escolásticos emplearon
sos tipos de realidad: las res perma-
esta noción, sobre todo, para acla-
nentes, por ej., un hombre; y las suc-
rar el concepto de sustancia, a la que
cessivae, por ej., el movimiento. La
conviene no sólo el carácter de ser en
mayor dificultad, encarada en textos
sí (véase in se) sino también por sí. El
como el De primo et ultimo instanti
primero indica que la sustancia po-
de Burley, ha sido, entonces, la de
see cierta autonomía ontológica, en
asignar o no los instantes límites en
cuanto que no forma parte de una to-
los que las cosas permanentes comien-
talidad sino que es ella misma un to-
zan y terminan de existir. Para una úl-
do completo. En cambio, la p., es de-
tima distinción, véase perpetuum.
cir, la condición que tiene la sustancia
permutatio. Casi nunca aparece en de ser per se, señala que, por su con-
los textos filosóficos en el sentido de sistencia y perfección, no tiene nece-
mutatio, puesto que se usó en el ám- sidad de inherir en otra cosa, como es
bito del comercio, en el que indica el el caso del accidente. La posible asi-
intercambio de mercancías y, en sen- milación del carácter de in se propio
tido muy amplio, la compra y venta de la sustancia y de su p., es decir, del
de ellas. hecho de ser per se, proviene no só-
lo de la proximidad de ambos signi-
perpetuum. Se denomina así todo lo
ficados, sino también de que los dos
que se perpetúa en cuanto que per-
términos tienen como único antóni-
manece, lo cual puede ocurrir ma-
mo in alio. La p. es, pues, neologismo
terialiter o formaliter. Así, por ej., el
que se funda en la primera acepción
vínculo que el mutuo consentimien-
del término per se (véase). Conviene
to establece en el sacramento del ma-
eminenter a Dios, ya que Su ser es per
trimonio es p. en el segundo senti-
se ipsum subsistens (véase).
do, pero no en el primero. Técnica-
Vale advertir que, en la Moderni-
mente, se llama p. lo que siempre se-
dad, este último carácter se fue asi-
rá, aun cuando no siempre haya si-
milando a la aseitas (véase) divina, la
do, como señala, por ej., Tomás de
cual, sin embargo, en la Escolástica,
Aquino en C.G. II, 84. De este mo-
es un término que alude a la causali-
do, por una parte, lo p. se distingue
dad: sólo Dios es a se, en la medida en
no ya de lo eterno –que no se da en
que tiene en sí la razón de su existen-
501 persona

cia y ella no obedece a otro más que sidere la p. una virtud especial, cuya
a sí mismo. función es soportar cuanto sea nece-
sario la duración de los actos virtuo-
perseverantia. En la Antigüedad, Ci- sos cuando éstos han de prolongarse
cerón caracteriza la perseverancia di- en el tiempo (cf. S. Th. II-II q. 137, a.
ciendo que es la permanencia estable 1 c) (véase constantia).
y perpetua en aquello que la razón ha
decidido (cf. Ret. II, 54). La segunda persona. El origen del término es
parte de esta definición consagratoria griego y su significado primario seña-
del término, al incluir la deliberación la la “máscara teatral”; por tanto, alu-
de lo racional, hace que este concep- de al papel que ha de desempeñar un
to se distinga y hasta se oponga al de actor quien, valiéndose justamente
la mera obstinación. Esto se reafir- de ella como de una caja de resonan-
ma entre los autores cristianos, quie- cia en donde per-sonat, recita su per-
nes asocian la p. a las virtudes, tan- son-aje. Así lo testimonia Boecio que,
to a las teologales como a las cardina- con todo, se remite al suppositum, es
les, justamente porque ellas mantie- decir, al sujeto humano que está de-
nen el orden de la razón contra las pa- trás de la máscara. De esta mane-
siones. En la Patrística, Agustín insis- ra, acaba formulando una definición
te, especialmente, en la relación de la de p. que se tornó clásica para toda
p. con la fe; así, subraya su carácter de la Edad Media: “P. es la sustancia in-
don gratuito de Dios que Él concede dividual de naturaleza racional” (De
a quienes lo piden, bajo la sola condi- duabus nat. 3). En cierto modo, am-
ción de la humildad. De tal manera, bas acepciones, aunque con prevalen-
dedica toda una obra a este tema: el cia de la primera, se sintetizan en la
De dono perseverantiae. Así pues, en el expresión ex persona que se suele tra-
Hiponense se trata fundamentalmen- ducir por “en boca de”. Así, por ej.,
te de una gracia (véase gratia). el mismo Agustín señala en sus Conf.
Distinta es la perspectiva de la Es- IX, 6, 14 que son efectivamente de
colástica sobre la p. Con el reingreso su joven hijo Adeodato todas las opi-
de Aristóteles, se puso énfasis en las niones que puso en su boca al escri-
concepciones del Filósofo acerca de bir el De magistro: “... illius esse sensa
la virtud moral, recordando, por ej., omnia quae inseruntur ibi ex persona
su observación acerca de que ella tie- collocutoris mei...”.
ne por objeto no solamente lo bueno, En la Edad Media, desde Ricardo
sino también lo difícil (cf. Et. Nic. de San Víctor a Guillermo de Oc-
II, 5, 10, 1105 a 9). Así, autores co- kham prevalece la impronta boeciana
mo Tomás de Aquino, señalaron que en la definición del término que nos
dondequiera que se dé una dificul- ocupa. Ockham, por ej., añade algu-
tad para el bien, debe darse también nas precisiones: p. es una naturaleza
una virtud. Pero dicha dificultad pue- intelectual completa que no está sus-
de obedecer a dos motivos: a la na- tentada por ninguna otra ni llamada
turaleza misma del acto virtuoso y/o a constituir parte de ninguna otra (cf.
a su duración temporal. Ahora bien, In III Sent. q. 1 b). Así pues, ni el al-
el aplicarse a una obra difícil y persis- ma intelectiva considerada en sí mis-
tir en ella presenta una especial difi- ma –puesto que está destinada a for-
cultad. De ahí que el Aquinate con- mar parte de un ser sustancial–, ni el
perspectiva 502

animal –dado que no es una natura- te sostiene que, a diferencia del indi-
leza intelectual– constituyen una p. A viduo, que de por sí es indistinto, la p.
propósito de esta definición, es nece- en una naturaleza cualquiera, signifi-
sario no confundir esta noción con la ca lo que es distinto en tal naturaleza.
de suppositum (véase) que constituye Al llegar a la Modernidad, y a par-
el género del cual p. es especie. tir de Descartes, se debilita el carácter
En el transcurso del pensamien- sustancial de la p., acentuándose el de
to medieval cristiano, la noción de p. relación. Pero, particularmente, se en-
fue muy elaborada teológicamente, a fatiza la autorelación, esto es, la rela-
propósito de las relaciones que se dan ción del hombre consigo mismo. En
precisamente entre las personas de la este último sentido, la noción que nos
Trinidad. Ello dio lugar a largas po- ocupa se identifica con la del yo co-
lémicas, que culminan en el conci- mo conciencia e identidad personal.
lio de Nicea, puesto que la acepción
perspectiva. La óptica, también lla-
originaria griega del término que nos
mada p., es una de las cuatro ciencias
ocupa sugería algo accidentalmente
fundamentales subalternatae (véase
añadido a la sustancia, con ello, pa-
subalternatio 2) de la Geometría. En
recía implicar el carácter aparente o
su enciclopedia, Roger Bacon la ubi-
no sustancial de las personas divinas.
ca, significativamente, junto a la Ma-
Así, para evitar la referencia a la idea
temática. Estudia el modo en que se
de máscara teatral, los Padres griegos
aprecia la posición de una cosa y de
adoptaron el vocablo hypóstasis (véa-
sus partes en el espacio. La p. medie-
se), que insiste en la sustancialidad y
val se funda en la tradición de los es-
niega la relación. Lo mismo hace, en-
tudios griegos y árabes sobre la ópti-
tre los Padres latinos, Agustín cuan-
ca geométrica, por ej., los de Alhazen.
do afirma que p. significa simplemen-
Los tratados medievales sobre el te-
te sustancia y que, por ello, el Padre
ma son de gran importancia para la
es p. respecto de sí (ad se) y no res-
historia del arte, ya que se utilizará la
pecto del Hijo (cf. De Trin. VII, 6).
perspectiva lineal en el trabajo artís-
Sobre esta base, Boecio terminará por
tico, especialmente en la representa-
acuñar su célebre definición.
ción pictórica del siglo XV, hasta el
Sin embargo, ya en la Escolástica,
De prospettiva pingendi de Piero della
Tomás de Aquino reivindica el signi-
Francesca.
ficado del concepto de p. como rela-
ción, aun afirmando, al mismo tiem- persuasio. Tiene dos acepciones: 1. la
po, su sustancialidad in divinis: la re- de prueba; 2. la del resultado de un
lación en Dios no es como un acci- proceso del alma. En 1. el primer sen-
dente que inhiere al subiectum sino la tido, se considera la p. una prueba no
misma esencia divina. Así como la di- demostrativa que, por lo demás, no
vinidad es Dios, la paternidad divina implica necesariamente la convic-
es Dios Padre, que es Persona. De es- ción sobre la verdad de lo probado.
te modo, la Persona divina señala una Con todo, en especial los autores tar-
relación subsistente, o sea, la relación domedievales no desdeñaron esta cla-
en la forma de la sustancia (cf. S. Th. se de prueba, aunque no pueda sus-
I, q. 29, a. 4). En lo que concierne a citar una adhesión tan firme y esta-
la noción de p. en general, el Aquina- ble como las que culminan en la evi-
503 petitio principii

dencia. Así lo recuerda, por ej., Gui- pertinere. Indica, en general, el he-
llermo de Ockham (cf. Summa Totius cho de ser pertinente a algo. Así pues,
Log. III, 1,1). señala una relación. Pero ésta puede
En 2. la segunda acepción, indica ser de varias clases; de ahí que en la
en general el estado de la mens que es Edad Media se haya hablado de 1. p.
inducida a aceptar algo. Su significado antecedenter o praesuppositive, como
se relaciona, pues, con todos los gra- de un ser pertinente en cuanto ante-
dos del assensus (véase). Pero, la acep- cedente de algo, en este sentido, por
ción más rigurosa de p. se muestra ej., los actos virtuosos son pertinen-
por comparación con la de certitudo tes a la felicidad; 2. p. concomitative o
(véase). En efecto, en esta última, el consecutive, como de un ser pertinen-
acento está puesto en el objeto, ya que te a la manera del consecuente, por
la certeza se obtiene por la evidencia ej., así lo es el deleite respecto de la fe-
de los motivos que la hacen conforme licidad; 3. p. essentialiter como de un
con la verdad. En cambio, la p. subra- ser pertinente esencialmente, de este
ya las condiciones de la mens o, me- modo, por ej., la contemplación de
jor aún, de la interioridad humana en Dios ad beatitudinem pertinet.
su aceptación de algo como verdade-
petitio. Cf. obligatio 1.2.
ro. Ello no implica que el contenido
de la persuasión sea siempre un error, petitio principii. Denominación me-
sino que sólo señala el estado del al- dieval de un tipo de sofisma (véase
ma ante una proposición dada. Ahora sophisma 2) muy frecuente que, en
bien, tal estado puede implicar tanto general, consiste en dar por válido lo
un impulso irracional como la sereni- que debe probarse. Esto no siempre
dad que emana del haber examinado es lo que está en cuestión, puesto que,
claramente la cuestión de que se tra- entonces, no habría ninguna aparien-
ta. Con todo, se ha de añadir que la p. cia de prueba; muchas veces es algo
sólo se torna reflexiva cuando el inte- tan poco conocido como aquello que
lecto trata de dar con los fundamen- debe ser probado. En sentido más es-
tos que la sustentan. tricto, la p.p. es la pretensión de pro-
bar una proposición sobre la base de
pertinacia. Se denomina así a la obs-
premisas que deberían ser probadas
tinación necia, esto es, a la condición
mediante esa misma proposición.
de aquel que, como escribe Isidoro
En los Tópicos VIII, 13, 162 b 31 y
de Sevilla, mantiene desvergonzada-
ss, Aristóteles estudia desde el punto
mente (impudenter tenens) su juicio
de vista dialéctico los cinco casos si-
o decisión, como tenaz en todo, in-
guientes de petición de principio, que
discriminadamente (omnia tenax) (cf.
fueron elaborados posteriormente
Etim. X). Los escolásticos oponen la
por los lógicos escolásticos: 1. el pos-
p. a la perseverantia (véase), en cuan-
tular lo mismo que se quiere demos-
to que la primera es un exceso respec-
trar; 2. el postular universalmente
to de la segunda: si la perseverancia es
lo que se debe demostrar particular-
elogiada por permanecer en el justo
mente; 3. el postular particularmen-
medio, la obstinación es vituperada
te lo que se quiere demostrar univer-
por sobrepasarlo. Así se expresa, por
salmente; 4. el postular un proble-
ej., Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II,
ma luego de haber postulado su con-
q. 138, a. 2).
phaenomenum 504

clusión por partes; por ej., suponien- go deseado, es porque ese algo ha sido
do que se hubiera de demostrar que previamente representado en ellos co-
la Medicina es el arte que concierne mo apetecible (cf. De an. III, 2, 433
tanto a la salud como a la enferme- b 29).
dad, quien argumenta caería en una Algunos autores del período patrís-
p. p. si exigiera la admisión primero tico tendieron a acercar la imaginatio
de lo uno y luego de lo otro; 5. el pos- (véase) a la actividad intelectual, re-
tular una de dos proposiciones que se servando para el término que nos
implican mutuamente; por ej., se cae- ocupa el sentido de una vis animae
ría también en una petición de prin- más vinculada con la sensibilidad y,
cipios si, para demostrar que Sócra- por ende, de carácter inferior: tal es
tes es padre de Platón, se afirmara que el caso de Agustín (cf. De gen ad litt.
Platón es hijo de Sócrates. Este últi- IX, 1 y ss.).
mo ejemplo es el que propone Pedro Los escolásticos, en cambio, usaron
Hispano en su Summ. Log. 7,54. los términos ph. e imaginatio, prácti-
camente, como sinónimos. Tomás de
phaenomenum. Voz que aparece muy Aquino, por ej., señala que la ph. es
raramente en textos de la escolástica una facultas sensitiva que, en lugar de
tardía con el sentido general de aque- ordenarse a la recepción de las formas
llo percibido por los sentidos corpora- sensibles, como la sensación, se orde-
les (véase species 2. in principio). na a su retención y conservación: “Est
phantasia. Este vocablo es direc- enim phantasia sive imaginatio quasi
ta transcripción latina de la voz grie- thesaurus quidam formarum per sensum
ga fantasía, algunas de cuyas traduc- receptarum” (S. Th. I, q. 78, a. 4, c).
ciones son “aparición”, “espectácu- Las imágenes producidas para conser-
lo”, “representación”. Alude, en gene- var las formas sensibles se denominan
ral, a una actividad de la mente me- precisamente “phantasmata”. Respec-
diante la cual se producen imágenes, to de la relación entre la fantasía y la
llamadas phantasmata (véase phantas- potencia apetitiva, señalada por Aris-
ma), por lo cual, a veces, se la iden- tóteles, el Aquinate desarrolla esa
tifica con la imaginación. Entre los cuestión a propósito del tema de la
pensadores antiguos, Aristóteles con- aestimativa (véase).
cedió especial atención al tema. Para Una cuestión muy discutida en la
él, la ph. radica en el poder de susci- Escolástica ha sido la de si la ph. es
tar imágenes, aun cuando no se ha- meramente receptiva y reproductiva,
llen inmediatamente presentes los o bien, si es de algún modo produc-
objetos o fuentes de las sensaciones. tiva. Avicena, por ej., considera que,
A diferencia de la opinión, esta activi- entre la aestimativa y la ph., existe
dad no está acompañada por la creen- otra potencia, cuya función específica
cia o la convicción. Y, a diferencia de sería la de aunar y disociar las imáge-
la sensación, que es meramente susti- nes recibidas, produciendo así otras,
tutiva del objeto percibido, la ph. es como cuando a la imagen de oro se
anticipadora o más libre que aquélla. le asocia la de monte, formando así
Así, los animales tienen potencia ape- la imagen, nunca vista, de un monte
titiva porque poseen fantasía: si pue- de oro. En cambio, Averroes entiende
den dirigir sus movimientos hacia al- que esta operación –por lo demás, es-
505 philosophia

pecíficamente humana– es justamen- te de su imbricación en un contex-


te la propia de la ph. (cf. De sensu et to religioso. Se hubo de determinar,
sensib. 8). pues, el valor y la utilidad –o la fal-
En el vocabulario luliano, esta voz ta de ellos– de la ph. para ese hom-
cobra un sentido especial: señala la se- bre cuya fe le procuraba una deter-
mejanza entre las cosas abstraídas por minada visión sobre la realidad, sobre
la imaginatio (cf. Ars brevis, X.12.31; su propio destino y sobre la muerte.
Ars generalis ultima, X.14.31). En tal sentido, se afrontó, de manera
explícita o implícita en los textos, el
phantasma. Es la species (véase) o problema de la relación fe-razón que
imagen que la phantasia (véase) pro- conduce a la que se da entre teología
duce y retiene sobre el objeto perci- y filosofía. Esto último, a su vez, obli-
bido mediante los sentidos externos. gó a dar cuenta de una determinada
Los autores escolásticos han insisti- perspectiva general sobre la ph., enfo-
do sobre tres notas vinculadas con es- que condicionado por la problemáti-
te concepto: 1. el ph. concierne siem- ca indicada (véase fides, in fine).
pre a la realidad particular: es simili- En tal contexto, se pueden mencio-
tudo rei particularis; 2. existe en órga- nar tres grandes momentos: el prime-
nos corporales; 3. sólo sobre los ph. ro está dado por una modificación de
actúa el entendimiento agente. De es- la perspectiva sobre la filosofía, desde
te modo, son el objeto directo al que o a partir de una determinada conver-
se dirige, en su operatividad, el inte- sión religiosa. Como es natural, éste
lecto (véase intellectus). es el problema afrontado por los pri-
philosophantes. Los escolásticos sue- meros autores cristianos. Entre ellos,
len reservar esta palabra para indicar a se perfilan dos posiciones con nitidez:
los filósofos antiguos, especialmente, una negativa, de desvalorización o re-
los presocráticos. Así, por ej., comen- chazo de la ph. en cuanto saber racio-
tando a Aristóteles, Tomás de Aquino nal, como se da, por ej., en Taciano;
señala que aquéllos comenzar a bus- otra, de valoración positiva, represen-
car, a manera de niños balbucientes, tada por Justino, quien buscaba en la
las causas primeras (cf. In Met. I, l. filosofía un saber natural que conduz-
17, n. 14). ca a Dios y una a Él. Cabe añadir que
esta actitud positiva respecto de la ac-
philosophia. Cabe anteponer a cual- tividad filosófica no excluye una va-
quier consideración sobre este con- loración crítica sobre las particulares
cepto en la Edad Media el hecho escuelas filosóficas antiguas, como se
de que siempre se ha tenido presen- ve, por ej., en el mismo Justino al fus-
te la etimología del término ph. co- tigar a estoicos y epicúreos y ponde-
mo “amor a la sabiduría”; más aún, rar a los platónicos.
muchas veces se ha dado cuenta de Asumida ya la filosofía en el mun-
ella mediante la expresión “studium do religioso, se dibujaron dos gran-
sapientiae”. Ahora bien, en lo que ha- des direcciones: una, que la concibe
ce a la consideración y valoración de esencialmente como escuela de vida y
la filosofía, a partir del advenimien- aun preparación para la muerte; otra,
to del Cristianismo hasta el final del que la entiende como un saber rigu-
Medioevo, lo primero a señalar es rosamente racional que se atiene a las
que ambas dependen precisamen-
philosophia 506

reglas que presiden su ejercicio. Sólo tos revelados, y el de la razón, que só-
en términos excesivamente generales lo se atiene a sus propios principios,
podría decirse que los Padres sostu- con un creciente respeto por la eco-
vieron la primera concepción de ph., nomía propia de cada ámbito. Más
mientras que los escolásticos, y espe- aún, la ph. cobra valor autónomo y
cialmente aquellos más próximos a la propio fuera y por encima de las artes
tradición aristotélica, asumieron la liberales (véase ars). La reacción con-
segunda. tra el predominio eclesiástico que pa-
En este plano, en la evolución his- rece surgir en ese siglo contribuye a
tórica de la cuestión, la literatura pa- comenzar el proceso de independen-
trística presenta un segundo momen- cia de la filosofía respecto de la teo-
to de síntesis. Sus autores, mayorita- logía. De hecho, Pedro Abelardo se
riamente enrolados en la primera po- queja de haber sido perseguido por
sición, pudieron, precisamente por Guillermo de Champeaux a causa
ello, aunar ambas vertientes, la filo- de la filosofía –que se identifica en él
sófica y la religiosa, al formular, con con la dialéctica– como otrora lo ha-
categorías filosóficas, generalmente bía sido por Anselmo de Laón a cau-
de raíz platónica, una concepción de sa de la teología (cf. Hist. Cal.). Por
vida fundada en los datos revelados. su parte, Gilbert de la Porré, al co-
Hablaron, pues, de una ph. christiana mentar a Boecio, subraya los diferen-
y aun de una ph. naturaliter christiana. tes puntos de vista desde los que se
Así lo hace, por ej., Agustín en De civ. abordan filosofía y teología, diciendo
Dei VIII, 10; De ord. II, 5, 16; De ve- que esta última se encara intellectuali-
ra rel. VII, 12. ter, mientras que la primera se estudia
La siguiente instancia clave en la rationabiliter (cf. In De Trin. I).
evolución patrístico-medieval de es- Durante el siguiente momento, el
te concepto está dada por Boecio. Pa- de la Escolástica del siglo XIII, el re-
ra este autor, ph. es el saber superior y ingreso de Aristóteles permitió deter-
unitario que deriva de la confluencia minar con mayor precisión los límites
de los principios de las scientiae. En de lo estrictamente filosófico. Tam-
la concepción boeciana, preocupada bién respecto de la consideración o
por la organización intrínseca del sa- valoración del tema que nos ocupa, y
ber, la filosofía tiene una función uni- no sólo de su articulación interna y
ficadora y superadora. Ella traduce en distinciones, el siglo XIII presenta un
un conocimiento riguroso las poten- panorama particular por el reingreso
cialidades indagadoras de la racionali- del aristotelismo, ya que, muy en ge-
dad humana, que se orientan hacia la neral, se tendió a identificar el pen-
sapientia. La ph. recorre las vías a tra- samiento aristotélico con la filosofía
vés de las cuales el principio divino ha misma. Así, tres grandes posiciones se
ordenado la realidad ab aeterno y con han diseñado en su transcurso: la pri-
vínculos inteligibles. mera, representada por Siger de Bra-
En el siglo XII, con el desarro- bante, quien subraya dicha identifi-
llo metodológico al que se asiste en cación y es indiferente respecto de la
él, se va trazando con mayor niti- concordancia o no de las tesis filosó-
dez la frontera que distingue el cam- ficas con los dogmas de fe. La segun-
po de la fe, que se basa sobre los da- da está encabezada por Buenaventu-
507 philosophia prima-philosophia secunda

ra, quien traza una línea de continui- Algo diferente es el criterio de la


dad entre la ph. y la sabiduría cristia- tradición agustiniana seguida por
na. En cuanto deseo natural de cono- Buenaventura que considera en la
cimiento la primera es, con todo, un ph. tres partes: física, lógica y éti-
aspecto de la sapientia misma que el ca (cf. De civ. Dei XI, 25). Sobre es-
hombre persigue en su itinerario ha- ta base, Buenaventura escribe que el
cia Dios: la luz del conocimiento fi- objeto de la filosofía es una triple ver-
losófico es interior y busca las causas dad: la de las cosas, que consiste en la
íntimas de las cosas (cf. Red. artium indivisio entis et esse; la de la adecua-
ad theol. 4). Mención aparte mere- ción de la palabra al intelecto, y la de
ce la noción de ph. en Roger Bacon, rectitud de vida, que es la verdad de
por la peculiaridad de la misma, ha- las costumbres. Hace suya, además,
bida cuenta de la condición de esco- la afirmación de Agustín acerca de
lástico de Bacon. En efecto, para él, que estas partes de la ph. no son crea-
la ph. no sólo forma parte de la teolo- ción de los filósofos sino que están
gía sino que se subordina a ella, pues- ya en el alma y ellos las advirtieron
to que concibe la primera como deri- (cf. Coll. in Hexaem. IV, 2). La terce-
vando de una iluminación divina, es- ra posición, cuyos representantes son
pecíficamente, del Maestro interior. Alberto Magno y, sobre todo, Tomás
Él es quien vierte en las almas no sólo de Aquino, distingue prolijamente el
la scientia sino también la virtus. Pe- ámbito de la teología dogmática –en
ro esta iluminación no consiste sola- cuanto sus principios son los de la re-
mente en los principios de una y otra, velación– del de la ph., aunque el es-
sino que constituye una verdadera re- tudio completo de ésta encamine a
velación que hace alcanzar la sabidu- un conocimiento natural de Dios (cf.
ría. Históricamente hablando, ésta se C.G. I, 4). Subraya su legitimidad y
olvidó a causa de los pecados de los valor en S. Th. II-II, q. 167, a. 1.
hombres, con lo que se ha de expli- Para otras subdivisiones internas de
car conceptualmente la sapientia divi- la filosofía, utilizadas en la Escolásti-
na con las categorías de los filósofos ca, véanse inspectiva y ph. prima-ph.
antiguos que han construido una ph. secunda.
conforme a la ley sagrada.
Otro problema relacionado con philosophia prima-philosophia se-
el término que nos ocupa es el de la cunda. Sobre las huellas aristotélicas,
divisio philosophiae, entendiendo por la Escolástica distinguió entre 1. ph.
esta expresión la clasificación de las prima y 2. ph. secunda. 1. La expre-
disciplinas que conducen a la sabidu- sión 2 “ph. prima” señala, en el Es-
ría. En este sentido, el esquema ale- tagirita, la ciencia que estudia el ser
jandrino, de base aristotélica, distin- en cuanto ser y lo que le correspon-
gue entre ph. contemplativa vel spe- de como tal; investiga, pues, los pri-
culativa y ph. practica vel activa. En meros principios y las causas prime-
la primera se suele incluir los cam- ras, razón por la cual merece el nom-
pos metafísico, teológico, gnoseoló- bre de “filosofía primera” (cf. Met. II,
gico y de la filosofía de la naturale- 1, 1003 20 y ss.; y III, 2, 1004 a 1
za; en la segunda, la ética y la políti- y ss.). Así, tradicionalmente, la ph.
ca. Tal es, por ej., el esquema plantea- prima se ocupa de lo supremo en el
do por Boecio. orden del ser. Pero la indagación ra-
philosophus 508

cional de esta instancia suprema se ha secunda, porque estudia una especial


entendido históricamente de dos ma- forma particular del ser, y no lo que
neras: 1.1. como estudio sistemático es en cuanto es, tema que correspon-
del ser en general y sus determinacio- de, en cambio, a la anterior.
nes y principios, lo que identifica a la
philosophus. La caracterización origi-
ph. prima con la ontología; 1.2. como
nal del ph. por la que se rigió en prin-
estudio sistemático del ser separado e
cipio la Edad Media fue la de Cice-
inmóvil, es decir, el primer motor o
rón quien, en su De officiis II, 2, 5, lo
Dios, lo cual asimila la filosofía pri-
define como aquel que tiende con to-
mera a la teología o a lo que Aristóte-
das sus fuerzas al studium sapientiae.
les llama filosofía “theologiké” (cf. op.
Esto es acompañado por la afirma-
cit. VI, 1, 1026 a 19). Por esta razón,
ción de Séneca: el filósofo es el mo-
consideraciones medievales acerca de
vido por sapientiae amor et affectatio
Dios reciben el nombre de “theologia”
(Ep. ad Luc. 89, 2).
(véase), aun cuando su índole sea es-
Durante el período escolástico, en
trictamente filosófica.
general, y con excepciones como las
En ambos casos, el objeto de la ph.
de Roger Bacon, en la literatura me-
prima va más allá de lo físico y de lo
dieval se utiliza este nombre para re-
natural, por lo cual la filosofía prime-
ferirse a aquellos pensadores no cris-
ra forma parte de la Metafísica. Los
tianos entre los que se encuentran
escolásticos, probablemente siguien-
maestros dignos de ser escuchados,
do a Avicena, caracterizan la discipli-
aun cuando, debido a que su saber no
na en cuestión diciendo que es “post
se apoyaba en la palabra divina, los
physicam, quia id est de eo, quod est
teólogos de la Edad Media no con-
post naturam” (De div. phil. I). En es-
sideren que los philosophi aportan la
to coinciden casi todos los autores
opinión definitiva, sobre todo, acerca
medievales. Tomás de Aquino retoma
del hombre y su destino (véase philo-
más literalmente las precisiones aris-
sophia). Buenventura, por ej., escribe
totélicas, recordando que se llama a
que, si bien algunos filósofos llegaron
esta disciplina ph. prima “in quantum
a conocer a Dios en cuanto principio
primas rerum causas considerat” (S. Th.
y fin de todas las cosas, y arribaron a
I, q. 1, a. 6 c). No se limita, pues, a
cierto conocimiento de la naturaleza,
tratar del ens realissimum, sino que se
fueron incapaces, en cambio, de al-
ocupa del ente in communi et de ente
canzar la sabiduría perfecta e ignora-
primo. Cabe advertir que en la Mo-
ron la causa y el remedio de las enfer-
dernidad el significado del término se
medades del alma. Por eso, no se han
vuelve menos preciso.
de estimar demasiado sus opiniones.
2. La ph. secunda es, en cambio, un
Con todo, aprecia, especialmente, a
término medieval equivalente al aris-
los platónicos por haber afirmado las
totélico, que señala un ámbito de la
ideas ejemplares, así como combate a
filosofía dedicado a un modo especial
los que se apartaron del realismo en
del ser. Según Aristóteles, la filosofía
el tema de los universales (cf. Coll. in
tenía tantas partes como clases de sus-
Hexaem. IX, 14; VII, 3, IV, 9).
tancias hay; así, por ej., la parte que
Pero la situación cambia a medida
trata de la sustancia natural es la Físi-
ca. Ésta es considerada, pues, una ph. que se aproxima el fin del siglo XIII,
especialmente, con los autores más
509 physica

fielmente aristotélicos, como Siger de physica. Voz de origen griego, este


Brabante y Boecio de Dacia. Cabe re- término tiene, en la Edad Media, va-
cordar que, en la Escolástica y a par- rios significados conexos: 1. indica la
tir sobre todo de la influencia de Ave- scientia rerum naturalium, esto es, la
rroes, se reserva el nombre de Ph., por disciplina que trata de los entes na-
antonomasia, para Aristóteles. Pe- turales; 2. en una acepción más res-
ro también los maestros de Artes co- tringida, señala la que estudia, especí-
menzaron a llamarse a sí mismos “fi- ficamente, los cuerpos, por eso, se la
lósofos”. A la vez, se autodefinieron a ha definido también como la scientia
la luz de la filosofía aristotélica, según de corpori naturale quatenus naturale;
la cual la realización del hombre se da 3. se califica con este término la esen-
mediante lo que le es más propio: el cia de los entes materiales inani-
pensamiento. mados. Tales esencias se dividen en
Al mismo tiempo, se enfatiza el he- naturalia y artificialia, es decir, los
cho de que el hombre grande es aquel hominis arte facta, y constan siempre
capaz de ejercer las más altas virtudes de materia y forma.
–de ahí que le sea esencial al filósofo Pero en la Edad Media el término
la magnanimidad– y éstas son las que tuvo también una acepción más ge-
competen a la vida contemplativa: neral cuando se lo utilizó como adje-
“Nam intellectus a quo est intelligere tivo y se lo confrontó con otras disci-
suprema est virtus in homine et propria plinas, por ej., la lógica. En este con-
homini”, subraya Siger (De quibusdam texto, suele designar una intentio, es-
questionibus moralibus, 1). Esto expli- to es, una perspectiva o punto de vis-
ca la progresiva estima por la figura ta: la de la ciencia que indaga la natu-
del filósofo, ya que vivere sine litteris raleza de las cosas en cuanto diversa
mors sit et vilis hominis sepultura (De de la scientia sermocinalis. Tal es el uso
an., IX, 24). En la misma línea se de- que a veces le impone a la voz que nos
sarrolla el De summo bono sive de vita ocupa Pedro Abelardo, en cuyos es-
philosophi de Boecio de Dacia. En es- critos, por ej., la Logica Ingredientibus,
ta idealización del ph. se insiste tam- la intentio ph. y la logica se presentan
bién, por consiguiente, en el despojo como muy diferentes: en la impositio
de todo lo mundano. del nombre no se atiende, en reali-
En el siglo XIV, pasado el primer dad, a la naturaleza de las cosas sino
deslumbramiento del reingreso del al status (véase status 3) con el que és-
aristotelismo, y especialmente entre tas se nos ofrecen.
agustinianos como Hugolino de Or- En esta línea, para Buenaventura,
vieto, se vuelve a una desvalorización por ej., la física considera la natura-
muy enérgica de la filosofía y de la leza y en ella los cambios, la genera-
misma figura del filósofo en pro de la ción, los elementos y su ordenación,
contemplación religiosa y de la dis- los niveles de vida vegetativa, sen-
quisición teológica. sible y racional. En este último gra-
Esta actitud se revierte en el Huma- do, el físico estudia al hombre como
nismo del siglo XV, con autores co- minor mundus (véase microcosmus)
mo Pico della Mirandola, para quien (cf. Coll. in Hexaem. I, 18-19). Tomás
el filósofo es el más humano de los de Aquino, comentando a Aristóte-
hombres. les, indica que la ph. trata solamente
physice 510

de lo que existe en la dimensión de la rándolas, el fiel era inducido a descui-


materia y del movimiento; así su ob- dar la meditación.
jeto es el ens mobile, de manera que, si
pietas. Dos son las principales líneas
sólo existieran los entes sensibles, es-
de significado que se diseñan respecto
ta disciplina sería la filosofía prime-
de esta palabra: la clásica, que entien-
ra (cf., por ej., In Met. VI, l. 1, n. 27;
de la p. fundamentalmente como el
III, 6, n. 6).
cumplimiento de las obligaciones y el
physice. Cf. logice. respeto debidos a los ancestros, a los
dioses tutelares y a la patria; y la re-
physiologia. Se define como la dis- ligiosa, particularmente cristiana, que
ciplina teórica que estudia el mun- concibe la piedad como el culto since-
do corpóreo en general y no sólo el ro debido a Dios. Esta última defini-
animado (véase physica 3): “quae cir- ción prevalece en Agustín, quien insis-
ca corporea atque eorum scientiam cog- te en la progresiva interioridad que va
nitionemque versatur”, escribe Boecio cobrando la p. desde las formas exter-
en In Isag. II, 42. Su objeto es descri- nas y rituales a la adoración celebrada
bir y poner de manifiesto al conoci- en el corazón. Es a partir de ésta que
miento las propiedades naturales y las las primeras adquieren sentido (cf.
afecciones recíprocas de los cuerpos, De Tr. XIV, 1,1; De civ. Dei X, 1, 3;
de donde deriva su nombre. Así pues, Sermo 85, 6 y 91, 3). Por eso, el Hi-
no se ha de limitar el significado de ponense la caracteriza como el verda-
este término a lo que hoy se entiende dero servicio al Dios verdadero (cf.
por “fisiología”. Ep. 155, 17) y sostiene que se perfec-
pictura. Tiene el significado de re- ciona por la caridad (cf. De vera rel.
presentación pictórica y visual en ge- 17, 33), añadiendo que la gran fuer-
neral. Su principal relevancia en lo za de la p. es la unidad y la paz (cf. De
que hace al pensamiento medieval ag. christ. 30, 32).
consiste en la función pedagógica y Durante la Escolástica se prolon-
de predicación que la pintura adqui- ga el punto de vista agustiniano. Sin
rió en una sociedad en la que la cul- embargo, éste convive con el sentido
tura no era fundamentalmente escri- clásico de piedad que reaparece, por
ta; de ahí la expresión “p. est laicorum ej., en Tomás de Aquino. En efecto,
scriptura”. En efecto, en las Epistolae él define el concepto que nos ocupa
IX, 9 de San Gregorio, se lee: “quia en el marco de la noción de justicia,
in ipsa [p.] ignorantes vident quid entendida como la virtud de dar a ca-
sequi debeant, in ipsa legunt qui litteras da uno lo suyo, es decir, lo que se le
nesciunt”. Con todo, y si bien se reco- debe. Así, escribe que por la piedad
noce a la pintura la función de ilus- rendimos tributo a nuestros padres
trar a los legos, también ha sido obje- y a nuestra patria, mientras que por
to de censura durante la Edad Media, la religio (véase) lo rendimos a Dios
en particular, en ámbito religioso y en (cf. C.G. III, 119; S. Th. I-II, q. 60,
ciertas formas severas de espirituali- a. 3 c). Con todo, el rendir a Dios de-
dad, por ej., la de Bernardo de Clair- bido tributo de obediencia compro-
vaux. De hecho, durante el siglo XII, mete también a observar la relación
la estética pictórica fue limitada en las de caridad y misericordia con los de-
iglesias y monasterios, porque, admi- más, que Él ha ordenado. Por esto, el
511 pluralitas

Aquinate plantea que el hambre de rece en los textos medievales perte-


hacer lo que Dios requiere y la misma necen: 1. al plano teológico; 2. al or-
misericordia pertenecen a la p., don den político. En 1. el plano teológi-
que perfecciona al hombre en sus re- co, es la traducción latina patrístico-
laciones con los otros (cf. S. Th. I-II, medieval del pléroma griego, voz que
q. 69, a. 3 ad 3). fue utilizada en el siglo II por el gnós-
tico Valentín para significar la totali-
pigritia. Se suele traducir por “pe- dad de la vida divina en cuanto plena
reza” y así se confunde este término o perfecta. Así lo atestigua Ireneo en
con uno de los pecados capitales, la Adv. Haer. I, 11, 1. Con este sentido
accidia (véase). Por eso, es menester esencial, el término pasó a los autores
aclarar que se trata de dos cosas dife- cristianos posteriores, siendo muchas
rentes: la acedia señala una forma de veces empleado en relación con la se-
tristitia, la más grave, en cuanto que gunda venida de Cristo, justamen-
proviene de la incapacidad para en- te en la p. temporum; otras, esta ex-
contrar satisfacción en los dones es- presión indicó el momento de la En-
pirituales recibidos. Una de las po- carnación. 2. En el orden político, se
sibles, aunque no necesarias, mani- usó en la expresión p. potestatis, con
festaciones externas de tal insatisfac- la que, en la querella de las investi-
ción es la indolencia que cobra la apa- duras, se alude al fundamento al que
riencia de pereza. Sin embargo, en la recurrían quienes, como Egidio Ro-
perspectiva tanto patrística como me- mano en su De ecclesiastica potestate,
dieval, la p. tiene otra raíz: no deriva por ej., sostenían la supremacía papal
de la tristeza sino del temor. En efec- y no imperial en el gobierno univer-
to, el timor (véase) es la respuesta ante sal: en este sentido p. potestatis indica
un mal futuro que supera el poder del la completitud que aúna la autoridad
que teme; así, la pereza proviene del sacerdotal y la real. El dominium (véa-
temor ante un trabajo que se percibe se) absoluto le corresponde, pues, se-
como excesivo para la naturaleza del gún esta posición al papa, en virtud
perezoso; de ahí que la p. constituya de que deriva de la gracia divina.
una clase de t. que retrae a la volun- En sentido físico, p. se opone a la
tad de la operación, impidiendo és- noción de vacío, es decir que es la for-
ta. En tal sentido, la pereza es contra- ma más alejada de la vacuitas, como
ria a otras especies de temor que ins- señala Raimundo Lulio (cf. Ars brevis,
tan a obrar, como la congoja, que im- X.12.32).
pulsa a llevar a cabo acciones dirigi-
das a precaverse en lo posible de in- plura aeque primo. Cf. significare 2.
fortunios futuros.
pluralitas. La pluralidad se puede
Entre los autores que trataron el te-
entender desde un punto de vista ló-
ma se encuentran Juan Damasceno,
gico y desde una perspectiva metafí-
quien se refiere a la p. como segnities
sica. En el primer sentido, 1. se da p.
o indolencia (cf. De fide orth. II, 15) y
en la clase de proposición denomina-
Tomás de Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 41,
da plures (véase). En el segundo senti-
a. 4 y, especialmente, q. 44, a. 4 ad 3).
do, 2. la p. se opone a la unidad y se-
plenitudo. Las dos principales acep- ñala la presencia de la multiplicidad
ciones con las que este término apa- en un determinado orden del ser. Ca-
plures 512

be añadir que, dentro del último or- se considera que es el orden mismo,
den, 2.1. en el plano cuantitativo, la a través de quien lo rige –ya sea Dios
p. es sinónimo de “número”; en cam- o el príncipe en cuanto gobernante–
bio, 2.2. en el cualitativo, se asimila a el que, al restituirse, inflige el castigo
la “variedad”. merecido, abatiendo el desorden.
Los teólogos cristianos han distin-
plures. En lógica escolástica se llama guido con Agustín y a partir de él (cf.
así a la proposición en la que varios Retr. I, 9; De lib. arb. III, 18) entre
predicados son atribuidos a un solo la p. colectiva y la personal. La pri-
sujeto, como “Juan corre y salta”; o a mera es común a todo hombre como
aquella en la que el predicado es atri- consecuencia del pecado original; la
buido a varios sujetos, como “Juan y segunda deriva de una culpa indivi-
Pedro son hombres”; o a aquella en dual. Se distingue, además, en penas
la cual varios predicados se atribuyen del cuerpo, como la enfermedad o la
indistintamente a varios sujetos, co- amputación de un miembro; del al-
mo “Juan y Pedro juegan y hablan”. ma, como el dolor del arrepentimien-
Se opone, pues, a la propositio una, en to o un duelo; del espíritu, como la
la que se predica una sola cosa de un privación de la gracia divina.
solo sujeto, ya sea éste uno numérica- Una cuestión debatida en la Edad
mente hablando, como “Sócrates”, o Media y el Renacimiento sobre el
bien genéricamente hablando, como particular ha sido la concerniente a la
“el hombre”. Así lo enseña Pedro His- eternidad del castigo. En este sentido,
pano en sus Summ. Log. VII, 62. son paradigmáticas las posiciones en-
El término aparece también en la contradas de Buenaventura y de Pi-
expresión p. interrogationes ut unam co della Mirandola. El primero sos-
para indicar un sofisma que consiste tiene que la eternidad del castigo se
en tomar como única una pregunta funda, entre otras razones, en la dig-
que equivale a varias, según consigna nidad del ofendido, en el hecho de
Guillermo de Ockham (cf. Summa que el pecado ofende a un Dios in-
Totius Log. III, 4, 17). finito; por tanto, infinita debe ser la
poena. Su origen etimológico mues- p. correspondiente (cf. De regno Dei
tra este vocablo emparentado con el 47. En cambio, con otro criterio, Pi-
griego poiné –cuyo significado es la co afirma que no se corresponde un
deuda que se debe pagar para reparar castigo sin fin con una falta cometida
un crimen– y relacionado con punire, en la dimensión de lo finito: “peccato
castigar. mortali finiti temporis non debetur p.
En términos medievales se concibe infinita secundum tempus, sed finita
siempre la pena o castigo como efec- tantum”. Es la segunda de las trece
to de un desorden voluntario. Aho- tesis suyas que fueron condenadas y
ra bien, la voluntad ha de estar some- que él discute en su Apologia.
tida, en primer lugar, al orden de la poesia. En general, tanto en la épo-
razón; cuando, libremente, no con- ca patrística como la medieval pro-
siente en hacerlo, se vuelve culpable piamente dicha la estimación de la
de haber quebrantado ese orden, en poesía ofrece cierta ambivalencia. En
lo que consiste esencialmente el peca- ambos períodos se la ha considera-
do, y se hace, pues, digna de p. Pero do en un ámbito diferente –y poste-
513 politicus

rior– al de las artes del trivium (véa- a la soberanía en cuanto que es capaz
se). Y esto en virtud de no haberla de creación.
entendido como teniendo una fun-
poeticus. Es uno de los modi tractandi
ción filosófica. Pero, en el siglo XII,
en retórica y literatura: aquel que se
Hugo de San Víctor, por ej., escribe
sirve de medios como los versos y las li-
que algunas disciplinas, aun tratan-
cencias de dicción, según señala Dan-
do temas ajenos a la filosofía, abor-
te en su Vita Nova 25. Para el adver-
dan incidentalmente y de manera va-
bio poetice, véanse allegorice y fabula.
ga asuntos próximos a las artes libera-
les. De este modo –continúa– prepa- polisemis. Algunos textos medieva-
ran el camino a la filosofía. Entre es- les utilizaron ocasionalmente esta pa-
tas disciplinas propedéuticas, por así labra para aludir a lo “polisémico”, es
decir, cuenta la poesía y la narración decir, lo que ofrece varios sentidos o
histórica (cf. Didasc. III, 4). Con to- significados. Con esta grafía apare-
do, este carácter corresponde exclu- ce, por ej., en Guillermo de Conches.
sivamente ya a la poesía en latín de En cambio, hay una cierta tendencia
los antiqui, como Virgilio u Horacio, a volver a la forma transliterada “poly-
ya a la religiosa, didascálica y litúrgi- semos” hacia fines de la Edad Media,
ca. Y aun así, se consideraba esta cla- como se comprueba en la carta a Can
se de p. como infima doctrina, desde Grande della Scala, atribuida a Dan-
el momento en que no se refiere a co- te Alighieri. Sea o no ésta de su au-
sas reales, sobre todo, si se la compa- toría, lo cierto es que quien la ha re-
ra con las palabras de la Escritura, co- dactado escribe allí, a propósito de la
mo advierte, en S. Th. I, q. 1, a. 9 ad Divina Comedia, que el significado
1, Tomás de Aquino, para quien la p., de esta obra puede decirse polysemos,
a través de imágenes y representacio- en cuanto se abre a los sentidos literal
nes, busca el deleite antes que la ver- y alegórico, ya sea éste moral o ana-
dad. Tanto menos se estimaba la poe- gógico: “istius operis non est simplex
sía goliárdica. sensus, immo dici potest polysemos,
Esta posición variará sólo con el ad- hoc est plurium sensuum” (Ep. X, 7).
venimiento de los humanistas, entre
los cuales la “cuestión” de la p. dio lu- politica. En la Edad Media se enten-
gar a una serie de valoraciones diver- dió, fundamentalmente, como scien-
sas. Más allá de tal variedad, lo cier- tia civilis (cf., por ej., Tomás de Aqui-
to es que la poesía va adquiriendo un no, In Pol., Pr.). Así pues, la p. es un
peso protagónico, hasta considerarla saber práctico subsumido bajo el mo-
el medio más eficaz para transmitir, ral y trata de la civitas (véase), su prin-
con la armonía y la musicalidad del cipio y sus partes, es decir del orde-
verso, los contenidos más varios de la namiento de los hombres en cuanto
indagación humana. De este modo, animales precisamente políticos (véa-
los poetas se convierten en guías es- se politicus, in fine). Como es obvio,
pirituales y morales. El primer aspec- el término aludió también a la obra
to de los mencionados es reivindica- homónima de Aristóteles, objeto de
do por Mussato; el segundo, por Pe- varios comentarios por parte de los
trarca, cuya coronación ilustra la idea escolásticos.
de que el officium poetae se homologa politicus. En contexto medieval, este
adjetivo suele aparecer en la versión
polyptoton 514

latina de la fórmula aristotélica que Séneca y Macrobio coinciden, pues,


caracteriza al hombre como politi- en fundar determinadas capacidades
cón zóon: homo animal politicum. Pe- de conducción y vínculo en la socia-
ro también se encuentran homo ani- bilidad natural del hombre. Pero pa-
mal civile y homo animal sociale. La ra el primero la instancia política pro-
primera ya aparece en la versión lati- piamente dicha atenta contra la feli-
na de la Ética, realizada por Roberto cidad del sabio tal como él la concibe
Grosseteste hacia 1246. Esta versión de acuerdo con la filosofía estoica. Es-
es la que utiliza Alberto Magno cuyas to último no será lo más frecuente en
lecciones sobre el texto aristotélico la Edad Media.
mencionado siguió Tomás de Aqui- Además, en la Escolástica se han
no; así, el Aquinate repite el término combinado la primera y la tercera
politicum (cf. In Eth. IX, 1, X, 1891). de las fórmulas mencionadas: homo
La segunda fórmula, homo animal ci- animal politicum et (vel) sociale (cf.,
vile, está como variante de la prime- por ej., Tomás de Aquino, cf. C.G.
ra en el texto mencionado, pero, ade- III, 85; De reg. I, 1). La razón de ello
más, en la primera versión latina de la es que los escolásticos reúnen dos no-
Política que sólo constaba de los dos ciones: en primer lugar, la del hom-
primeros libros, ya sea en la traduc- bre como ser naturalmente social,
ción de Moerbecke ya en el comenta- ya que aislado no puede llegar a ob-
rio de Tomás a ambas obras aristoté- tener lo necesario para la vida. Pe-
licas. Con todo, en este grupo de tex- ro, y en segundo término, como ca-
tos, se halla el término politia, trans- da uno busca su bien propio, es ne-
cripción del griego politeia, equipara- cesaria una instancia superior a la na-
do a civitas. La tercera fórmula, ho- tural de la sociabilidad: justamente, la
mo animal sociale, aparece también en política que implica un componente
Tomás (cf. C.G. III, 65; 117; 128-9, de dirección de la sociedad, al cual el
y S. Th. I, q. 96, a. 4). hombre se ha de subordinar para ser
Las tres variantes provienen de la llevado al fin propio de la ciudad: el
tradición clásica. El adjetivo p. apa- bien común.
rece, por ej., en Cicerón (cf. De or.
III, 109); civile es la traducción que polyptoton. Se llama con este nom-
Agustín propone para “político”, al bre una figura de la gramática y retó-
referirse a la religión estatal (cf. De rica medievales que tiene lugar cuan-
civ. Dei VI, 12); por su parte, Séne- do una idea se expresa con las mis-
ca (cf. De ben. VII, 1, 7) prefiere la mas palabras en diversos casos. Así se
versión sociale, al igual que Macrobio. lee en las Etym. I, 36, 17, de Isidoro
Por lo demás, este último autor, en de Sevilla, quien propone el siguien-
un pasaje que se convertirá en lugar te ejemplo: “ex nihilo nihilum, ad
común durante el Medioevo, habla nihilum nil posse reverti”, o sea, “de
de las virtudes específicamente polí- la nada, nada resulta; a la nada, nada
ticas: 1. gobernar la república; 2. ve- puede volver”.
nerar a los antepasados; 3. amar a los pondus. En términos patrístico-me-
hijos; 4. estimar a los parientes y alle- dievales, se ha entendido el peso en
gados. Todo ello responde al hecho dos planos, el físico y el metafísico.
de que es hombre es sociale animal. En el primero, se relaciona con la gra-
515 ponere

vitas (véase) y la levitas. En la Anti- so todas las cosas en medida, número


güedad se perfilaron dos grandes ten- y peso– para construir una ontología
dencias respecto de este tema: una, de trinitaria, según la cual cada ente está
tradición platónica, es la que asocia el dotado de estas tres notas o perfeccio-
peso con la materia del cuerpo pesa- nes. Respecto de la última, Agustín
do; de esto deriva el considerar el p. entiende que la tendencia al locus de
como rei tantitas. La otra tradición es la propia especie, dirección implicada
la aristotélica y relaciona el peso con en el p., es el télos específico, alcanza-
la teoría de los lugares naturales. En do el cual el ente llega a la quies de su
efecto, en De caelo IV, 1-4, Aristóteles plenitud. Así, por ej., por su propio
relaciona lo pesado y lo liviano con peso el árbol se dirige al florecimien-
el movimiento espontáneo de los sus- to y la fructificación, como en el ani-
tancia materiales e inanimadas, sien- mal el p. está dado por el instinto. Es-
do la tendencia de lo primero descen- to se da en todas las especies y en to-
dente y la de lo segundo ascendente. dos los entes, por lo que la noción de
El peso es, pues, una suerte de motor peso opera, en el pensamiento agusti-
que está implícito en la forma misma niano, a modo de trascendental. Por
de la especie. Ahora bien, cada espe- tanto, también el alma humana tie-
cie tiene, para el Estagirita, un lugar ne un p. propio. Éste es el amor; de
propio que le es natural. Así, el peso ahí que el Hiponense escriba la céle-
es la tendencia hacia dicho lugar res- bre afirmación “P. meum amor meus;
pecto del cual está en potencia. A tra- eo feror quocumque feror” (Conf. XIII,
vés de la mediación de las enseñanzas 10): “Mi peso es mi amor, por él soy
estoicas, los Padres recogen esta teo- llevado –ya que la capacidad y nece-
ría y la hacen propia en el plano fí- sidad de amar es propia del hombre
sico, entre ellos, Agustín de Hipona. y constituye su motor– adondequie-
Para el Hiponense, siempre en el pla- ra yo me dirija –puesto que, al ser li-
no físico, el peso es “impetus quidam bre, el hombre elige qué amar por en-
cuiusque rei, velut conantis ad locum cima de otras cosas–. Así pues, una de
suum” (En. in Ps. 29, 2, 10). Y tam- las notas que fundamentan el carác-
bién él menciona las dos direcciones ter excepcional del alma humana ra-
que puede asumir el p. de un ente fí- dica en que la dirección de su p. no
sico, la ascendente de lo liviano y la está determinada como en el resto de
descendente de lo pesado, poniendo las especies creadas.
como respectivos ejemplos el fuego y Duns Escoto enuncia esta afirma-
la piedra que, siguiendo sus tenden- ción agustiniana bajo la fórmula ani-
cias naturales, “ponderibus suis agun- ma amore fertur quocumque fertur (cf.
tur, loca sua petunt” (Conf. XIII, 9, Op. ox. I, d. 1, q. 5, n. 3).
10). Pero, valiéndose de su doctrina
del Ordo universalis (véase ordo), que ponere. Verbo que, a diferencia de
contempla un “lugar” asignado por la locare (véase), alude a dejar algo en
ley eterna divina para cada especie, el un lugar. En la literatura medieval se
Hiponense hace una trasposición de utilizó en sentido figurado con el sig-
esta doctrina al plano metafísico. nificado de plantear o expresar. Con
Apela, entonces, al texto de Sap. tal sentido, los principales usos de es-
11, 23 –donde se lee que Dios dispu- te verbo se dan en el plano lógico.
En este contexto, 1. señala el acto de
pons asinorum 516

enunciar las premisas de un discurso dad de naturaleza (S. Th. I, q. 31, a.


o las bases de una demostración. Por 1, ad 4).
ello, el p. es principio de deducción y, La expresión, más precisa, “p. plu-
como tal, no puede ser, a su vez, de- ralem numerum pro singulari” suele
ducido. En términos más amplios, 2. aparecer para despejar problemas de
indica también la acción de formular exégesis escrituraria, para significar
una oposición o de plantear una hi- que se usa el plural en vez del singu-
pótesis propia que se ofrece a la dis- lar, como tanto Agustín como Tomás
cusión. De ahí que sea frecuente la advierten que suele hacer la Biblia (cf.
expresión escolástica “contra hanc po- S. Th. I-II, q. 82, a. 2 ad 1; III, q. 46,
sitionem dicendum est”, donde “posi- a. 11, ad 3).
tio” (véase), como derivado del verbo
pons asinorum. Expresión propia de
que nos ocupa, está referida a este úl-
la lógica tardomedieval, señala el pro-
timo sentido.
cedimiento seguido para hallar el tér-
Un caso especial de los significados
mino medio del silogismo, esto es,
“plantear”, “proponer”, “determinar”
la inventio medii. Algunos asignan el
del término que nos ocupa lo cons-
hallazgo de tal procedimiento a Pedro
tituye la expresión p. in numero, de
Tartareto; otros, a Buridán y otros a
cierta frecuencia en textos teológicos
que advierten sobre las dificultades o discípulos de éste. Sea de ello lo que
aun directamente el carácter impro- fuere, la importancia de las reglas del
pio de expresarse numéricamente so- p.a. radica en el hecho de que el tér-
bre lo divino. Así, por ej., Buenaven- mino medio es el que tiene valor pro-
tura indica que no se puede “p. in nu- bativo en la argumentación, es decir,
mero”, esto es, no se puede estricta- el que muestra la verdad de la con-
mente plantear como múltiple –al clusión. Supongamos que se quisiera
menos, doble– la generación de Cris- demostrar la proposición “El hombre
to, considerando su generación en el es ser racional”; habría que buscar el
Padre y de María, porque ambas ge- término medio, es decir, un atributo
neraciones no pertenecen al mismo comprendido tanto en el sujeto como
orden (cf., por ej., In III Sent. d. 8, en el predicado, por ej., el actuar pro-
a. 2, c). Esto ocurre porque p. in nu- poniéndose fines: en efecto, tal mo-
mero suele aludir a determinar nu- do de actuar está comprendido tanto
méricamente o establecer en térmi- en el concepto de hombre como en el
nos numéricos, en el sentido de divi- de ser racional; de ahí que, mediante
dir o discriminar algo en varias clases. el trámite de individualizar tal térmi-
La expresión que nos ocupa no pue- no medio, se pueda formalizar el si-
de sino interesar especialmente en la logismo: “Todo ser que actúa por fi-
cuestión del dogma trinitario; de ahí nes es racional”, “Todo hombre actúa
que el Aquinate, por ej., diga que, al por fines”, luego, “Todo hombre es
afirmar en Dios la trinidad en la uni- racional”. Los lógicos medievales for-
dad, “non ponimus numerum in uni- mularon una tabla o esquema espe-
tate essentiae”, no planteamos numé- cial del p.a. para hallar sistemática-
ricamente la unidad de esencia, como mente el término medio en cada ti-
si ésta fuese tres veces una, sino que po de silogismo.
postulamos a las tres personas en uni- populus. Durante el período patrísti-
co, y en su acepción restringida, se lla-
517 posse

mó “pueblo” a la asamblea represen- proposiciones contrarias y las relacio-


tativa de una muchedumbre, reuni- nes que pueden guardar entre sí, para
da en conformidad con el derecho y que se torne perfectamente inteligible
con miras al bien común. Es ésta una el sentido del citado axioma.
fórmula ciceroniana (cf. De rep. I, 1, 2. En lo que respecta a la acepción
c. 25) que el Medioevo lee a través de metodológica de p., se refiere a un ti-
Agustín (cf. De civ. Dei II), y que dan po de compromiso establecido entre
por válida muchos escolásticos, por los que llevaban a cabo una disputa
ej., Tomás de Aquino: “populus est co- escolástica (véase obligatio 1.3).
etus multitudiis iuris consensu et uti- 3. Esta voz también se ha toma-
litatis communione sociatus” (S. Th. do como categoría o praedicamentum
I-II, q. 105, a. 2 c). En su acepción (véase dispositio 3). En este sentido,
más amplia, se definió p. a la multi- Duns Escoto distinguió dos clases
tud de hombres reunidos bajo algún de p.: una, que es una especie de la
orden. El mismo Aquinate escribe “p. cantidad y que consiste en el orden
est multitudo hominum sub aliquo or- de las partes en el todo; la otra es la
dine comprehensorum” (S. Th. I, q. 31, verdadera categoría y señala el orden
a.1 ad 2). Este orden está dado por la de las las partes en el todo y en el lu-
comunicación entre los hombres, de gar. Guillermo de Ockham rechaza
manera doble: 1. por la autoridad de esta distinción escotista y considera
los príncipes y 2. por la voluntad de que ambas clases de p. conforman en
las personas privadas. Pero se ha de te- verdad una sola a la que define como
ner en cuenta que, en ambos casos, es- “partes rei absolutae sic situatas” (Quo-
ta comunicación está regida por los dl. VII, q. 7).
preceptos de la ley.
En muchos textos medievales, el positive. Adverbio que indica el ver-
término aparece acotado como “p. dadero darse una forma en algo que
christianus” o “p. Dei”, aludiendo, en- toma de dicha forma su denomina-
tonces, al conjunto de los creyentes. ción. Se opone a negative, que seña-
la el mero carecer de la forma contra-
positio. Voz que presenta tres acep- ria. Así, por ej., un hombre es genero-
ciones: 1. lógica; 2. metodológica; 3. so p. sólo si posee realmente la virtud
metafísica. de la generosidad; en cambio, se dice
1. Se denomina así a la proposición generoso negative, cuando se limita a
que, aunque es evidente una vez en- no ser egoísta.
tendidos los términos que la confor-
man, para ser comprendida cabal- posse. Verbo que significa “poder”.
mente exige, no obstante, algún tipo Su misma etimología da cuenta del
de explicación. Estas proposiciones sentido profundo en que se concibe
son propias de algunas disciplinas, este poder. En efecto, p. proviene de
como la Lógica. Un ejemplo sería: potis y esse, ser o existir. El primer vo-
“Las proposiciones contrarias pueden cablo presenta, a su vez, dos acepcio-
ser ambas falsas, pero no ambas ver- nes: en primer lugar, alude al amo; en
daderas”. En este caso, después de ex- contexto conyugal, al esposo; en el de
plicitar el significado de “contrarias”, cualquier conjunto social, al jefe. En
“falsas”, “verdaderas”, se requiere aún segundo término, en las lenguas in-
comprender las implicaciones de las doeuropeas significa “sí mismo”. Así
possessio 518

pues, la conjunción de ambas ideas acto, resulta, pues, el mismo poder-


confluye en la de un dominio y, por ser en acto. Precisamente, para el Cu-
tanto, disponibilidad de sí, por par- sano en esto consiste la omnipoten-
te tanto de una persona como de una cia divina: ser en acto toda posibili-
cosa. dad de ser; de este modo, se conside-
Nicolás de Cusa propone “posse” ra a Dios anterior a la disyunción en-
como nombre enigmático (véase “ae- tre potencia y acto y, al mismo tiem-
nigma”) en su última obra, De apice po, como el fundamento de tal oposi-
theoria. Denominando a Dios como ción. Si no existiera tal “poder ser que
“poder” pone en evidencia un axioma es” nada existiría, en él las cosas son
metafísico según el cual la posibilidad lo que son y fuera de él no existirían
de ser precede y perfecciona el ser en (“Nam si non est posse esse: nihil est, et
acto. si est: omnia id sunt quod sunt in ipso,
et extra ipsum nihil” – “Pues si no es el
possessio. Voz que indica la condi- poder ser, nada es; y si es todas las co-
ción de ser dueño de una cosa, de sas son lo que son en él y fuera de él
manera tal de disponer de ella en no son nada” (De possest, 16). De esta
cualquier forma (veáse possidere). En manera, se da en la divinidad no só-
general, los autores medievales siguen lo la coincidencia de máximo y míni-
a Aristóteles cuando éste afirma que mo (cf. coincidentia oppositotum) sino
la posesión de las cosas exteriores le también la perfecta coincidencia de
es natural al hombre (cf. Pol. I, 5, 6, potencia y acto. Véase también posse.
1256 b 7). Pero también establecie-
ron –y entre ellos, Tomás de Aqui- possibile. Los escolásticos distinguie-
no– que las cosas exteriores se pue- ron entre lo que es posible lógica-
den considerar de dos maneras: 1. en mente y lo que es posible realmente
cuanto a su naturaleza misma; en es- (véase possibilitas). Así, hablaron de
te sentido, las cosas exteriores al hom- 1. lo p. secundum se, llamado también
bre no están sometidas a la potestad intrinsecum absolutum, para referirse
humana sino a la divina; 2. en cuan- a la posibilidad lógica, o sea, a aque-
to al uso que de ellas se puede hacer; lla que se establece según la relación
en este otro sentido, el hombre tiene que guardan entre sí sus términos (ex
el dominio natural sobre dichas co- habitudine terminorum), mientras
sas, en la medida en que es más per- que con la expresión 2. p. in ordine
fecto que ellas, al estar dotado de in- ad potentiam activam se referían a la
teligencia y voluntad (cf. S. Th. II-II posibilidad relativa o extrínseca. Es-
q. 66, a. 1 c). ta distinción tuvo gran importancia
en la cuestión del modo de estar las
possest. Este neologismo, acuñado esencias en la mente divina. En efec-
por Nicolás de Cusa, y que da nom- to, una esencia se considera intrínse-
bre a una de sus últimas obras, De camente posible en la medida en que
possest, resulta de la intención del au- sus notas internas no son contradic-
tor de encontrar un nombre enigmá- torias, y extrínsecamente posible en
tico (véase aenigma) para Dios, en sí cuanto que necesita una causa que la
mismo inefable. En este caso, Dios ponga en la existencia. El problema
es entendido como el mismo “poder de la relación de las esencias posibles
que es” y, como lo que es debe ser en con Dios dio lugar a dos respuestas
519 possibilitas

de diversa índole: la ofrecida por To- ción aristotélica fue aceptada y elabo-
más de Aquino sostiene que las esen- rada por la mayor parte de los esco-
cias, en tanto intrínsecamente posi- lásticos.
bles, dependen formalmente del inte- Para dichos autores, 1. la p. lógica
lecto divino. En cambio, la posición señala, en general, lo que no implica
de Duns Scoto, seguida en la Moder- contradicción en sus términos. Más
nidad por Descartes, las hace depen- específicamente, pero siempre en este
der de la voluntad divina. De esa ma- orden, la posibilidad y la imposibili-
nera, su ser les es conferido por Dios dad son dos modos de las proposicio-
“desde fuera” de su intelecto y, por nes llamadas justamente “modales”
eso, son entendidas como extrínseca- (véase propositio): por ej., un predica-
mente posibles. do tal como “enfermo” conviene po-
Retomando la posición del Aqui- siblemente a Pedro, mientras que no
nate, se puede decir que, para él, las puede convenirle un predicado como
esencias en cuanto possibilia están “inmaterial”. En cambio, 2. la p. real
formaliter en el entendimiento divino apunta al plano fáctico y equivale a
de un modo primario y, en los enten- la potencia, de manera tal que, cuan-
dimientos creados, de un modo se- do se enuncia, por ej., que hoy pue-
cundario; desde otro punto de vista, de llover, la afirmación va más allá de
se hallan eminenter en la esencia de una mera ausencia de contradicción
Dios, y virtualiter en la potencia di- entre el concepto de lluvia y el del día
vina capaz de conferirles el esse (véase de hoy. Las condiciones respecto de
cada uno de estos adverbios). las cuales se afirma tal posibilidad no
En otros órdenes, los autores me- son postulados que se exige conside-
dievales utilizaron también las ex- rar como verdaderos, sino condicio-
presiones 3. p. physicum para indicar nes de hecho, de las que depende el
aquello cuya producción no excede verificarse de la circunstancia en cues-
las fuerzas, facultades o potencias de tión, según el nexo causa-efecto. De
algún ente físico, y 4. p. morale para este modo, la p. real, a diferencia de
aludir a lo que sólo se fundamenta en la lógica, sólo se puede afirmar en re-
las costumbres y leyes humanas. lación con determinadas condiciones.
De ahí su vinculación con lo con-
possibilitas. Su origen se remonta a la tingente y también con lo potencial
expresión potis esse: “ser capaz de”, de (véanse contingentia y potentia).
donde deriva el verbo posse: “poder”. En el primer sentido, es decir, en el
En términos muy generales, la posibi- de 2.1. la p. como contingencia, los
lidad alude a lo que se puede hacer u autores medievales frecuentemen-
obtener o, más ampliamente, a lo que te definieron lo posible como aque-
puede ocurrir. Así, este concepto ha llo quod potest esse et non esse. En el
sido examinado en filosofía en estre- segundo, o sea, en el de 2.2. la p. co-
cha relación con el de realidad. mo potencia, hablaron de lo posible
Aristóteles abordó el tema en Met. en cuanto aquello quod non est et esse
IX, 3, 1046 b 28 y ss., donde relacio- potest. Este poder es llamado en oca-
na la noción de p. con las de potencia siones “aptitudo” (véase).
y contingencia. Pero allí trata de una Un uso peculiar del término apa-
posibilidad real, de la que cabe distin- rece en Thierry de Chartres (véanse
guir la posibilidad lógica. Esta distin- complicatio, in principio).
possidere 520

possidere. A diferencia de lo que su- ta examina algunas propiedades de


cede ocasionalmente en el uso co- las mismas, que son: la oposición, la
mún, en la literatura escolástica, este prioridad o posterioridad, la simulta-
verbo se distingue de otros similares neidad, el cambio o movimiento, y el
como teneo, sostener, o habeo, tener tener. Las distinciones internas –seña-
temporalmente. En efecto, significa ladas ya por el mismo Aristóteles en
“poseer” en el sentido no sólo de tener el capítulo 12 de las Categorías– son
una cosa a voluntad sino también de las siguientes: 1. la oposición (véase
utilizarla y disponer de ella libremen- oppositio) se distingue en: 1.1. relati-
te, en la medida en que se es su dueño va, 1.2. contraria, 1.3. privativa, 1.4.
natural y legítimo. De hecho, p. pro- contradictoria; 2. la prioridad o pos-
viene de pot-sedere que describe al po- terioridad presenta cinco modos: 2.1.
seedor como aquel que está estableci- de tiempo, 2.2. de consecuencia, 2.3.
do sobre la cosa poseída. Por eso, To- de naturaleza, 2.4. de orden, 2.5. de
más de Aquino señala que la ciencia jerarquía; 3. la simultaneidad ofrece
divina no puede constituir una posses- las mismas distinciones que las de la
sio humana (cf. In Met. I, l. 3, n. 9). prioridad; 4. el cambio o movimien-
to se especifica en: 4.1. generación y
post. Adverbio que indica posteriori- corrupción, 4.2. aumento y disminu-
dad ya sea 1. espacial, 2. cronológi- ción, 4.3. alteración, 4.4. traslación;
ca, o 3. lógico-metafísica; rigen para 5. el tener comprende: 5.1. inhesión,
el caso de p. los mismos matices que 5.2. contención, 5.3. posesión, 5.4.
presenta cada uno de los sentidos an- yuxtaposición. Todos ellos son de sig-
te (véase) que señala, en cambio, an- nificado evidente.
terioridad en los tres. Los autores medievales que se ocu-
post hoc ergo propter hoc. Tipo de paron del tema discutieron particu-
sofisma (véase sophisma) en el que se larmente las dificultades que presen-
toma erróneamente como causa lo ta la interpretación de estas propieda-
que es mero antecedente. El hecho de des. Así, por ej., señalaron que las tres
que B siga a A, no significa necesaria- primeras que hemos mencionado per-
mente que A sea causa de B. La fa- tenecen a todas las categorías o pre-
lacia tiene lugar porque entre A y B dicamentos; en cambio, el cambio o
hay efectivamente una sucesión, pe- movimiento corresponde a la sustan-
ro es posible que ésta no sea causal, cia, la cantidad, la cualidad y el lugar;
sino cronológica. Por eso, esta expre- y el tener está ordenado a la sustan-
sión indica una clase de sofisma de- cia en cuanto que ésta tiene acciden-
nominada de “falsa causa”, es decir, tes. En cambio, el tener como cate-
non causa pro causa. goría y no como postpraedicamentum
se limita a los ornamentos.
post rem. Cf. ante rem y universale.
potentia. En su sentido más amplio,
postpraedicamentum. Con este tér- significa un poder o capacidad, en
mino, con el que pasa a la Edad Me- contraposición a la realidad efectiva
dia, traduce Boecio la expresión aris- del acto (véase actus), en relación con
totélica tò metá tas kategorías. Des- el cual se define. Término muy usa-
pués de haber tratado las diez cate- do en la filosofía escolástica, su acep-
gorías o preaedicamenta, el Estagiri- ción originaria se remonta a Aristó-
521 potentia Dei

teles (cf. por ej., Met. IX, 1, 1045 b diferencia de otras, no tiene absoluta-
32; 6, 1048 a 30; 8, 1049 b 12; Cat. mente ningún acto; por ello, se la de-
8, 9 a 14). nomina p. negativa. Si, en cambio, es-
En la perspectiva escolástica, y 1. tá ordenada a una forma accidental,
en el ámbito teórico del ser como ac- se trata de la materia segunda y se la
to primero, se puede abordar el con- denomina p. receptiva.
cepto que nos ocupa según dos pers- En 4. el plano de la acción o ac-
pectivas: si se considera el estado de to segundo, se distingue entre: 4.1.
un ente, éste es o actual o posible; en p. activa, que señala en un ente la fa-
el segundo caso, se tiene, precisamen- cultad de actuar. Si tal acción (véase
te, un ser en potencia llamada con actio) modifica algo extrínseco al su-
propiedad p. obiectiva o metaphysica; jeto –o sea, si es transitiva–, se tie-
también se la denomina logica, aun- ne una 4.1.1. p. simpliciter activa; si
que por implicación, en cuanto que, es inmanente al sujeto, se tiene una
si es realmente posible, su mera posi- 4.1.2. p. operativa. Por el contrario, 4.
bilidad intrínseca no presenta contra- 2. p. passiva es la que indica la capaci-
dicción; 2. en cambio, si se conside- dad de recibir la acción de otro ente.
ra el ser según su consistencia ontoló- En 5. el orden de lo creado en cuanto
gica, se distingue en increado o crea- tal, se diferencia en: 5.1. p. naturalis,
do; en el primer caso se tiene un acto que se da cuando el acto perfecciona-
puro; en el segundo, el ser está cons- dor es una exigencia de la naturaleza
tituido intrínsecamente por una per- propia del ente, y 5.2. p. oboedientialis,
fección que realiza una capacidad de- cuando se alude a una aptitud de
nominada p. subiectiva. Así, la poten- obediencia a toda intervención del
cia objetiva indica una aptitud ideal Creador.
y una posibilidad intrínseca de exis- En 6. el plano de relación entre el
tencia, mientras que la potencia sub- Creador y lo creado, la noción que
jetiva muestra otro aspecto: el del nos ocupa interviene en una discu-
subiectum en cuanto capaz de una sión teológica que atraviesa los últi-
perfección. En metafísica se trata con mos siglos medievales y que concierne
mayor frecuencia la potencia subjeti- a la p. Dei ordinata y p. Dei absoluta.
va, ya que ella explica la limitación, Debido a su complejidad, se le dedica
multiplicidad, mutabilidad y perfec- un artículo (véase p. Dei).
tibilidad de los entes, a la vez que su
dependencia respecto de la causa efi- potentia Dei. La cuestión del poder
ciente necesaria. La potencia se carac- de Dios se relaciona con el tema de la
teriza, pues, por su relación con el ac- omnipotentia (véase) divina, aunque
to que la ordena al ser. no coincide exactamente con él. De
También se la ha considerado en 3. hecho, en el siglo XIII se profundi-
el ámbito de la distinción entre esen- zó la distinción conceptual entre la p.
cia y existencia. Justamente, si la or- Dei absoluta y la p. Dei ordinata. To-
denación de la potencia es a la exis- más de Aquino entiende por la pri-
tencia, la p. es la essentia misma; si es a mera el poder divino concebido de
una forma o entidad corpórea sustan- manera abstracta como la serie infini-
cial, la p. es la materia prima aristoté- ta de posibilidades, la capacidad infi-
lica, es decir, la potencia pura que, a nita e inicial de Dios; la segunda, co-
mo el orden efectivamente elegido
potentia Dei 522

por Él en lo creado, tal como lo cono- mán la p. Dei ordinata deriva o, me-
cemos, aun admitiendo que la legali- jor aún, está incluida en la p. Dei
dad impuesta por Dios al mundo hu- absoluta. Puesto que ser y obrar en
biera podido expresarse de otro modo Dios coinciden, Dios no puede obrar
que el actual. Es de destacar que no se sino lo que está incluido en su mis-
trata de dos tipos de poder en Dios si- mo ser: su “no poder” –por ej. hacer
no de dos modos que tiene el hom- el mal o crear un círculo cuadrado–
bre de considerar la p. Dei. (véase, no se ha de entender como una limi-
además, la sentencia Deus potest facere tación a su poder sino como una ex-
quod non inducet in contradictionem). plicitación de su ser. Eckhart propo-
A esta posición del Aquinate es con- ne como ejemplo el de un construc-
trario Buenaventura, para quien la tor que puede hacer un número infi-
distinción misma es ilegítima, bási- nito de casas sobre la base de un úni-
camente por rozar la absoluta simpli- co modelo ideal, eterno e inmutable,
cidad divina. En la misma línea que que tiene en la mente. Pero, según es-
Buenaventura se encuentra, sobre es- te mismo modelo, no puede, por ej.,
te punto, Enrique de Gante. construir una nave. Así, no puede ha-
La cuestión se torna más compleja cer el mal ni lo que implica contra-
con la intervención de Duns Escoto, dicción simplemente por ninguna de
porque la plantea en términos de iure: las dos cosas “es” (cf. Exp. Ex. 24).
en efecto, si bien Duns mantiene la Distinto es el punto de vista de uno
expresión p. Dei ordinata para indicar de los autores que más se han ocupa-
el presente orden de cosas que Dios do del tema: Guillermo de Ockham.
conserva desde el momento en que lo Para él, la p. Dei absoluta es, sobre to-
ha elegido, utiliza la de p. Dei absoluta do, una categoría lógica: señala, en
para aludir al ámbito lógico de la no efecto, el prius lógico antes que real
contradictoriedad. Para él, la p. Dei respecto de la creación. El orden de
absoluta es una forma de acción di- ésta, incluyendo los acontecimientos
vina extraordinaria que, no estando milagrosos, es de potentia ordinata y
contra la ley de lo creado, se halla, con de facto. Precisamente, en los textos
todo, supra et extra legem. Así, los ad- medievales este último término apa-
jetivos que califican la p. Dei señalan rece vinculado con la p. Dei ordinata,
en Duns dos formas de acción divina así como las expresiones stante lege y
más que dos tipos de poder, siendo secundum leges institutas a Deo. A di-
la absoluta completamente incondi- ferencia de Duns y más cerca en esto
cionada: cualquier otra ley que Dios de Tomás, para Ockham la distinción
estableciera más allá de las conocidas entre ambas clases de potencia divi-
sería una recta lex por el solo hecho de na es únicamente humana. Tal dis-
ser querida por Él. tinción sólo pone en relieve el hecho
Para Eckhart, ser y obrar en Dios de que de todos los mundos –es de-
coinciden porque el esse en Dios es cir, órdenes– posibles que de potentia
principio de acción. Dios, que es el absoluta Dios hubiera podido crear,
Ser mismo, puede todas las cosas que ha elegido éste. De un lado, ello su-
son o podrían ser, porque su ser, en braya la contingencia de lo creado,
cuanto absoluto es el principio del dado que, visto desde el último ti-
que todo deriva, de modo que se po de potencia, el mundo podría ha-
puede decir que para el místico ale- ber sido completamente diferente; de
523 potestas

otro, y de hecho, la elección divina es ne el libre albedrío diciendo que es la


garantía de las leyes naturales y mo- p. de conservar la rectitudo (véase) por
rales. Por lo demás, la legitimidad de ella misma: p. servandi rectitudinem
ellas proviene de la misma voluntad voluntatis propter ipsam rectitudinem
de Dios: para Ockham algo es legí- (De lib. arb. 3). Desde el punto de
timo y bueno porque Él lo ha queri- vista anselmiano, la p. es una realidad
do y no al revés. En la misma línea de positiva y, como tal, no disminuye en
Ockham, Gabriel Biel insiste en que el caso de la mala voluntad.
entre los dos tipos de potentia divina En 2. su acepción política, qui-
sólo hay una distinctio rationis. zá la más usada, p. es la capacidad
de un funcionario de ejecutar lo es-
potentialitas. En los textos tardome- tablecido por la autoridad, especial-
dievales se usa esta palabra para seña- mente normas vinculantes o legislati-
lar la potencialidad o aptitud que tie- vas. Desde el siglo VI, bajo el pontí-
ne la materia para recibir la forma. fice Gelasio I, se introdujo la identi-
Tal aptitud no es ni algo absoluto ni ficación, de un lado, de la autoridad
una relación real o de razón; significa con la Iglesia; de otro, de la potestad
solamente que la materia puede tener con el poder imperial. A partir de es-
una forma que de hecho no tiene. ta distinción, el pensamiento teológi-
potentialiter. Cf. actualiter. Se dice co-político medieval funda una teo-
que algo está p. en otra cosa cuando la ría hierocrática o jerárquica del po-
naturaleza misma de ese algo está con- der, según la cual el sucesor de Pedro
tenida de algún modo en dicha cosa. hereda la potestad absoluta de atar y
Pero ese modo puede ser activo o pa- desatar (p. ligandi et solvendi), simbo-
sivo. Así, en el sol está p., y de manera lizada también con las dos espadas, la
activa, el principio del calor. En cam- espiritual y la temporal. Esta última
bio, en un leño antes de ser encendi- es la que cede, reservándose para si el
do, el calor se encuentra p., pero de poder revocatorio.
manera pasiva. Un adverbio análogo, En el Concilio de Lyon de 1245, el
aunque no exactamente equivalente a papa Inocencio IV reivindica para sí
éste, es virtualiter (véase). el carácter de rey y sacerdote (rex et
sacerdos), poseyendo de esta manera
potestas. Dos son las acepciones fun- la totalidad del poder (véase plenitudo
damentales de esta palabra: 1. antro- 2.), es decir, la supremacía en ambos
pológico-ética y 2. política. En 1. el dominios, pudiendo, por tanto, exco-
plano de las facultades del hombre, y mulgar y deponer llegado el caso al
en particular, de la voluntad libre, en emperador. Con la vigencia del De-
su relación dialéctica con el intelecto, recho Romano y, especialmente, con
se suele usar p. para indicar el domi- el redescubrimiento de la Ética y la
nio que el hombre tiene sobre algu- Política aristotélicas, los antihierocrá-
nos de sus actos, precisamente, los li- ticos pudieron oponer argumentos
bres. En este sentido, es especialmen- sobre el origen natural de la potestad
te relevante el uso que de esta voz ha- temporal y su independencia respec-
ce Anselmo d’Aosta. Este autor consi- to de la espiritual. De esta manera, el
dera que la verdadera libertad consis- término p. se revela como uno de los
te en el poder de actuar según la justi- centrales en la así llamada “querella
cia, esto es, rectamente; por eso, defi-
prae- 524

de las investiduras” que atraviesa toda yen para quien ya es creyente, una
la filosofía política medieval. justificación racional de la fe que, así,
ya no es un “motus animi caecus” sino
prae-. Es un prefijo y preverbio de un “obsequium rationi consentaneum”
varios matices. Muy en general, su (cf. C.G. I, 6-7 y S. Th. II-II, q. 1, a.
equivalente en español es “pre-”. Pe- 4 ad 2).
ro se ha de recordar que, tanto en la
versión latina como en la de las len- praeceptum. Tres son los niveles en
guas romances, la anterioridad implí- que suele aparecer esta palabra, de los
cita en esta partícula apunta a dife- cuales el primero es el más importan-
rentes sentidos: se puede tratar de un te en lo que concierne al pensamien-
“antes” temporal, como en el equí- to medieval: el epistemológico, por
voco término praescientia; o bien de así decir; el pedagógico; y el religio-
un “ante” espacio-temporal, como en so. En un contexto propio del primer
praesens y en praescribo, cuyo signifi- plano, p. se traduce por “norma”; así,
cado originario es el de titular, esto por ej., son praecepta las normas a las
es, escribir antes y delante del cuerpo que todo exégeta se ha de ajustar en
de un texto; o de un “ante” sólo es- su interpretación de la Escritura, co-
pacial, generalmente, en sentido figu- mo señala Agustín de Hipona al co-
rado, como en praesideo que significa mienzo del De doctr. christ. El esta-
“presidir”, estar ante otros y, de mo- blecimiento de normas exegéticas se
do derivado y eventual, “gobernar”; o impone debido, en especial, a las di-
bien puede indicar un “ante” figura- ficultades que presenta la lectrura ale-
do, como en praestantia que alude a górica del texto sagrado. En el segun-
una preeminencia. También en senti- do nivel, p. alude a la directiva de un
do figurado, p. puede referir no sólo maestro o tutor que, justamente por
a un estar ante los ojos sino también ello, es denominado praeceptor. En el
a la mano, como se advierte en el se- tercer ámbito, y con particular refe-
gundo sentido de praestare (véase). rencia al cristiano, el p. es una orden
dada por una autoridad religiosa por
praeambula fidei. Expresión de ori- un período determinado a individuos
gen tomista, los “preámbulos de la fe” que, eventualmente, pueden consti-
aluden al conocimiento de algunas tuir una comunidad, o a una comu-
verdades que conciernen a Dios –en nidad en cuanto tal. Tiene por objeto
cuanto causa y fin de todas las co- el bien privado de esas personas, pero
sas–, al alma y a la ética. Tales verda- no el público o social.
des son accesibles a la sola fuerza de la
razón humana, antes de que el hom- praecise. Adverbio que suele apare-
bre adhiera a las verdades reveladas cer con el sentido de simpliciter o aun
y las afirme por fe, es decir, “propter absolute, generalmente, en expresio-
auctoritatem Dei rivelantis”. nes negativas “Hoc p. nego”: “Niego
Así como lo sobrenatural supone esto absolutamente, sin más”. No se
la naturaleza, la fe está precedida por ha de confundir, pues, con praecisive
esta teología, psicología y ética natu- (véase).
rales. Tales certezas disponen la men-
praecisio. La primera acepción de
te y la voluntad a una adhesión a la
este vocablo alude a “corte” o “se-
revelación. Por otra parte, constitu-
paración”. En general, indica, pues,
525 praecognitio

la propiedad de lo que se manifies- minada a amar la ciencia. 3.2. p. non


ta perfectamente determinado en sus inclusionis es la que indica que una
notas esenciales y como “recortado” cosa no incluye en sí a otra y es dis-
de cuanto le es extraño, que es justa- tinta de esa otra, aunque no se pue-
mente aquello de lo que se prescin- da concebir sin ésta; por ej., se tiene
de. De ahí que, en la filosofía escolás- esa forma de p. en el concepto de hi-
tica, el término equivalga muchas ve- jo, al que es imposible concebir sin el
ces a abstractio (véase). La p. es, efec- de padre, del que sin embargo es real-
tivamente, la abstracción por la cual mente distinto.
el intelecto concibe respecto de una
praecisive. Adverbio que alude al he-
cosa algunas notas prescindiendo de
cho de asumir algo bajo alguna for-
otras. Pero no se puede hablar en ri-
ma de praecisio (véase), es decir, “re-
gor de una sinonimia entre los dos
cortando” uno o más de sus aspec-
términos, puesto que existe la ten-
tos. De ahí que este modo adverbial
dencia –que no siempre se verifica– a
se traduzca frecuentemente por la ex-
usar “abstractio” para aludir al proce-
presión “prescindiendo de”.
so mismo mediante el que el intelecto
lleva a cabo la p. praecognitio. Se denomina también
Sobre ésta los escolásticos formula- praenotio y designa un tipo de cono-
ron las siguientes distinciones: 1. la p. cimiento que ha de preceder, a mane-
excludentis ab excluso es la que ofre- ra de antecedente, a aquel al que se
ce el concepto genérico, en el que no arriba en la conclusión. Los escolásti-
se incluyen las especies que él contie- cos hablaron de varias clases de prae-
ne con esta clase de p.; así, por ej., el cognitiones o praenotiones: 1. p. quid
concepto general de ente que prescin- nominis, es a través de la cual se en-
de de los entes particulares; 2. la p. tiende lo significado por la palabra,
mentis obiectiva o formalis es aquella como comprender que philosophia
en la que de una cosa se recorta un quiere decir “amor a la sabiduría”; 2.
solo predicado o atributo, omitiendo p. an sit, es la que permite entender
otras que están identificadas con él a el carácter real o al menos posible de
parte rei; por ej., tiene lugar este ti- una cosa; 3. p. quid sit, es aquella por
po de p. cuando se dice que Dios es la que se comprende la quididad de
inmaterial callando el hecho de que la cosa en cuestión, esencia de la que
también –y por lo mismo– es inco- se dará cuenta en la definición explí-
rruptible; 3. la p. realis, en cambio, cita de la misma; 4. p. quid sit princi-
conviene a la realidad misma sobre piorum, es aquella por la que se cono-
la que versa y se distingue en 3.1. p. ce cuáles son las verdaderas premisas
realis inconnexionis, llamada así por- o principios de la demostración; 5. en
que mediante ella el intelecto sepa- algunos textos se cuenta también en-
ra lo que en la cosa misma no es- tre las praecognitiones la referida a la
tá necesariamente unido o implica- passio; por ej., en “Toda virtud per-
do, puesto que no se encuentra con- fecciona al hombre”, “la fortaleza es
tenido en su concepto; por ej., al tra- una virtud”, luego, “la fortaleza per-
tar la voluntad humana, se prescinde fecciona al hombre”, el tener la no-
del amor a la ciencia, ya que la volun- ción de en qué consiste perfeccionar
tad no se halla necesariamente deter- al hombre es la p. passionis.
praedestinatio 526

praedestinatio. Ligada, como es ob- pectos del problema: el de la concilia-


vio, tanto al problema religioso de la ción en Dios de una voluntad salvífi-
salvación o condenación eterna como ca universal y el misterio mismo de la
al antropológico de la libertad huma- p. a la gloria sólo para algunos hom-
na, ambos centrales en el pensamien- bres. Como Agustín, el Aquinate se
to patrístico y medieval, la p. se en- basa también en esto sobre la autori-
tendió con matices muy diferentes en dad de San Pablo, especialmente, so-
cada uno de estos períodos. Así, se to- bre las epístolas a los Efesios y a los
marán centralmente las posiciones de Romanos. Trata el tema, en particu-
Agustín de Hipona y Tomás de Aqui- lar, en In I Sent. d. 40-41; C.G. III,
no como referentes de ambos, respec- 164; De ver. VI; S. Th. I, qq. 19 y 23.
tivamente, por su autoridad. La voluntad divina, en cuanto todo-
En el caso de Agustín, la concep- poderosa e infalible, produce todo el
ción sobre la p. es inescindible de bien que quiere y hace posible la salva-
aquella que el Hiponense ha elabora- ción de todos, ya que el cumplimien-
do sobre la Gracia. Así, la define co- to de sus mandamientos a todos le
mo la preparación eterna de la Gracia es posible. Con todo, la razón por la
que determina a los elegidos. Agus- que, en virtud de una causa superior
tín insiste, sobre todo, en sus últimas sólo a Dios mismo conocida, algunos
obras, sobre el carácter gratuito de la hombres no los cumplan y se pier-
predestinación a la gloria. Pero, sin dan, pertenece, para Tomás, al plano
duda, afronta el problema esencial re- del misterio. El tema de la p. devie-
lativo a esta noción: su relación con la ne, en el Aquinate, la cuestión de la
praescientia (véase). En esta relación, predilección: ningún ser creado sería
Agustín entiende por este último tér- mejor que otro si Dios no lo amara
mino no la pre-visión –que sería una más. Así, hay en él una clara distin-
pre-determinación– de los méritos ción entre la voluntad divina antece-
de cada hombre, sino el conocimien- dente, principio de la Gracia suficien-
to eterno –es decir, sin tiempo– que te; y la voluntad consecuente, princi-
Dios tiene de ellos, así como de los pio de la Gracia eficaz. La definición
dones que concede a cada uno en or- tomista de p. es: “ratio transmissio-
den a su salvación (cf. De dono pers. nis creaturae rationalis in finem vitae
XX, 53). Habla, pues, de praescientia, aeternae” (S. Th. q. 23, a. 1).
en el sentido indicado de esta voz, de Por su parte, Guillermo de Oc-
los méritos, o sea, del fruto subjeti- kham considera en la noción de p.
vo de actos libres y rectos. De acuer- tres elementos: Dios, la vida eterna,
do con ello, introducirá a cada uno y aquél a quien esta última le será
en el grado de gloria que le compe- concedida, sin expedirse sobre la re-
te, excluyendo de ella a quienes han lación entre estos elementos. Distin-
sido llamados pero no elegidos, des- gue, además, entre p. activa y passiva:
de el momento en que desoyeron con la primera es la considerada en Dios;
sus pecados ese llamado (cf De corr. la segunda, en la criatura (cf., por ej.,
et Gratia VII, 14). De esta manera, In I Sent. d. 41, q. 1).
la p. divina es una consecuencia de la En la Modernidad, en cambio, se
praescientia. tiende, en las corrientes protestantes,
En el caso de Tomás, se advierte un a radicalizar la tensión entre la p. y la
interés primordial por uno de los as- voluntad salvífica universal.
527 praedicamentum

praedicabilia. El concepto de pre- sobre sus huellas, los escolásticos atri-


dicable es de origen aristotélico (cf. buyeron status ontológico y no sola-
Top. I, 4, 101b 17-25). Esta voz in- mente lógico a los predicables, aun-
dica, en el campo de la Lógica, el que, como es obvio, esto no rige para
modus praedicandi. Éste alude al ca- los autores enrolados en el nominalis-
rácter de la relación establecida, a tra- mo (véase quinque voces).
vés de la cópula, entre los términos
praedicabilitas. Es el carácter de lo
del juicio o proposición, es decir, su-
predicable que, en general, se define
jeto y predicado; de ahí su importan-
como la aptitud que tiene un térmi-
cia tanto en el campo filosófico co-
no o una cosa de ser predicada de otra
mo en el científico, puesto que hace a
u otras; en particular, como lo que es
la determinación que se afirma de las
apto para ser afirmado de muchos.
cosas y a la precisión de dichas afir-
Los lógicos medievales han distingui-
maciones. Dos son las claves aristoté-
do la p. remotissima, remota y proxima
licas en los predicables: la noción de
según el grado de abstracción que im-
convertibilidad y la de esencialidad.
plique lo predicado. Así, por ej., “cor-
De este modo, por ej., la relación su-
póreo”, “animal” y “hombre” tienen
jeto-predicado esencial y no converti-
p. de Sócrates, es decir que son predi-
ble está dada por el género y la dife-
cables de él.
rencia; la no esencial y no convertible
es el accidente. Sobre las huellas de praedicabiliter. Se dice del modo se-
Aristóteles, Porfirio distinguió cinco gún el cual una cosa conviene a otra.
p.: genus, species, differentia, proprium, Así, por ej., se afirma que la materia
accidens, los cuales se tratan en los está unida a la forma, p., por acciden-
respectivos artículos. Para Porfirio, lo te. De este modo, p. explicita el nexo
común en todos los predicables es el lógico-metafísico mediante el cual se
ser atribuibles a una pluralidad de su- está predicando. Por eso, se opone a
jetos, precisamente, en virtud de sus praedicamentaliter (véase).
caracteres comunes. De lo que se tra-
ta es, pues, de establecer los caracteres praedicamentaliter. Se refiere a cual-
comunes entre individuos, clases de quier atributo tomado según una de
individuos y notas que presentan. Por las diez categorías, es decir, a lo que
ej., género, diferencia y accidentes, se se predica según ellas (véase praedica-
afirman tanto de individuos como de mentum). Se opone a praedicabiliter
especies, por ej., “animal”, “mamífe- (véase), porque este último está refe-
ro”, “marrón” se predican tanto de ca- rido a los modos y no, como p., a los
ballos como de asnos; proprium, de la atributos que se predican. También
especie y de los individuos contenidos se opone a trascendentaliter (véase),
por ella, “capaz de relinchar” se predi- en cuanto que, en este último modo
ca de los caballos; especie, de los indi- de predicación, no se tiene en cuenta
viduos que contiene, como “hombre” la cosa o sujeto que se categoriza sino
de Sócrates y Platón. su carácter generalísimo de ente. Por
Avicena distinguió entre p. con ca- ej., se puede decir que el veneno es,
racteres constitutivos, que son los tres p., malo; transcendentaliter, bueno en
que hemos mencionado en primer lu- cuanto que existe.
gar, y p. con caracteres derivativos: el praedicamentum. Es el término que
accidente y lo propio. Muchas veces los escolásticos prefirieron para refe-
praedicamentum 528

rirse a la categoría. Dado que hemos evo, presenta variantes al respecto: en


tratado cada categoría en particular, Cat. IV, 1b 25 menciona diez, aun-
nos referiremos aquí a las principa- que en An. Post. I, 22, 83a 21 alude
les cuestiones que ellas presentan en a ocho. Al conocer solamente los tra-
general, o sea, consideradas en con- tados lógicos del Estagirita, los auto-
junto. El p. o categoría se define co- res del período patrístico se atuvieron
mo la determinación universal, la for- a la lista de las diez mencionadas en
ma o modalidad según la cual un en- Categoriae. Sin embargo, cuando,
te existe o es objeto de atribución. Es- desde fines del siglo XII, los escolás-
ta última disyuntiva indica que uno ticos accedieron al resto de las obras
de los primeros problemas respec- aristotélicas especialmente, a Met. V,
to de la noción de categoría que la 7, 1017ª y a Phys. V, 1, 225b 6, don-
Edad Media hereda de la Antigüedad de Aristóteles sólo menciona ocho,
es 1. el status del p.: ontológico o ló- los escolásticos siguieron asumien-
gico. En otras palabras, ¿cómo enten- do las diez. Las enumeraron de la si-
der el ser de tal o cual manera o el es- guiente manera: substantia, quan-
tar allí, etc.?, ¿como algo que “le pa- titas, qualitas, relatio, actio, passio,
sa” a la sustancia, o bien como algo ubi, quando, situs, habitus o habere
que sólo se predica – de donde la voz (véanse los respectivos artículos). Es-
p.- de ella? Cabe recordar que, de he- ta nomenclatura aparece, por ej., en
cho, la palabra griega categoría signifi- Boecio –autor clave en el tema para la
có inicialmente “acusación” y, de ma- Edad Media–, Alcuino y Anselmo de
nera derivada, el punto de vista se- Canterbury. Todos ellos, así como Es-
gún el cual se juzga. Muy en general coto Eriúgena y Pedro Abelardo des-
se puede decir que, sobre la base ini- pués, insistieron en que las categorías
cial de los tratados lógicos de Aristó- no se pueden predicar de Dios, preci-
teles, la Edad Media tendió a enten- samente porque Él no es sustancia, ya
der la categoría en el segundo sen- que ésta implica accidentes los cuales
tido, esto es, en el lógico. Así pues, no pueden predicarse de Dios y, me-
los autores medievales se mostraron tafísicamente hablando, las categorías
preocupados especialmente por los señalan accidentes. La sustancia es, en
praedicamenta en cuanto puntos de efecto, la primera de los diez praedi-
vista desde y con los cuales es posi- camenta; más aún, si, tomando como
ble organizar el conocimiento, ya que referencia una imagen de la gramática
procuran distintas perspectivas de latina, se dijera, por ej., que el ente se
abordaje del ente real. En tal sentido, declina en diez categorías, la sustan-
recogieron la afirmación aristotélica cia sería precisamente el caso nomi-
acerca de que ordenar –que es acción nativo. En torno de ella giran las de-
propia del sabio– implica distinguir más. Por eso, las categorías no se han
según diversas determinaciones. de confundir con los trascendentales
El segundo problema que presen- (véase transcendentale), ya que éstos
ta este enfoque es establecer 2. la lis- son implicaciones reales del ser; en
ta de dichas determinaciones, sobre cambio, los praedicamenta constitu-
todo, considerando que la obra de yen determinaciones internas del en-
Aristóteles, en cuanto la mayor au- te, como enseña Tomás de Aquino en
toridad en este tema para el Medio- el De ver. I, 1.
529 praedicatio

Esto conduce a un tercer problema, ción de alabar, celebrar o conmemo-


quizás el más elaborado en la Esco- rar que presenta este verbo en su uso
lástica: el de 3. la ordenación u orga- clásico. Así, en términos generales, se
nización interna del elenco categorial. homologa con los verbos “enunciar”
Quienes lo han tratado más extensa- y aun “anunciar”, también en senti-
mente son Alberto Magno y Tomás do religioso.
de Aquino. El primero hace derivar el Los escolásticos lo usaron predomi-
resto de las categorías de las que con- nantemente en sentido lógico y for-
sidera fundamentales: sustancia, cua- mularon sobre él las siguientes distin-
lidad y cantidad. El segundo ofrece ciones: 1. p. per se et in quid es afirmar
una clasificación precisa planteando algo de un sujeto que conviene a és-
tres modalidades de relación del pre- te necesariamente, como la extensión
dicado respecto del sujeto: 3.1. cuan- respecto del cuerpo; 2. p. in quid es
do se predica del subiectum lo que éste afirmar que una cosa conviene a otra
es, por ej., “Sócrates es hombre”, rela- esencialmente y per modum subsisten-
ción en la que el predicado alude a la tis, como la virtud respecto de la jus-
sustancia primera o singular de la que ticia; 3. p. in quale quid es enunciar
todo lo demás se predica; 3.2. cuan- que una cosa conviene a otra esencial-
do el predicado señala lo que inhiere mente pero per modum adiacentis; de
en el sujeto, ya sea de manera absolu- esta manera, “racional” se predica de
ta como en su materia y su forma –de “hombre”; 4. p. in quale simpliciter es
donde se tienen la cantidad y la cua- enunciar la conveniencia sólo acci-
lidad–, ya sea de manera no absoluta, dental de una cosa a otra; así, “blan-
de donde se tiene la categoría de rela- co” se puede predicar de “hombre”.
ción; 3.3. cuando el predicado indi- Se ha de tener en cuenta que pro-
ca algo extra subiectum, en el sentido piamente hablando, p. es afirmar o
de que no inhiere en él, ni en térmi- negar algo de algo, como cuando se
nos absolutos ni en términos relati- dice “Todo cuerpo es sustancia” o “El
vos. Según esta última modalidad, el hombre no es una piedra”. Sin em-
Aquinate considera el caso del predi- bargo, en los textos concernientes a
cado que señala 3.3.1. algo completa- la doctrina de los universales (véase
mente extrínseco al subiectum, en el se universale), se sobreentiende que p. es
tienen el habitus, como “Sócrates está sólo afirmativo, es decir, que significa
armado”, el ubi, el situs y el quando; vere, directe et in recto enuntiari (véan-
y 3.3.2. el caso del predicado que se- se también in quid, in quale quid, in
ñala lo que, sin inherir en el sujeto, quale).
proviene de él o culmina en él como
principio o como término respectiva- praedicatio. La predicación es el ac-
mente, es decir, la actio y la passio (cf. to del intelecto por el cual éste atri-
In Met. V, l. IX, n. 8). buye una cosa a otra. Estrictamen-
te hablando, se trata de la atribución
praedicari. Predicar es, esencialmen- del predicado al sujeto, en la propo-
te, atribuir una cosa llamada “predica- sición. Tal atribución se entiende co-
do” (véanse praedicatum y praedicatio) mo una afirmación o negación de
a otra que se denomina “sujeto” (véa- un predicado respecto del sujeto, de
se subiectum). En este sentido gene- modo que cuando se quiere enfati-
ral de atribución, se incluye la acep- zar el hecho de que la proposición es
praedicatum 530

un juicio, se utiliza la expresión indi- aquella en la que el predicado no in-


cium praedicativum. Tomás de Aqui- hiere realmente en el sujeto, sino que
no define la p. del siguiente modo: sólo conviene a éste por una denomi-
“Quoddam, quod completur per actio- nación extrínseca, como en “‘Animal’
nem intellectus componentis et dividen- es un género”.
tis, habens tamen fundamentum in re, Párrafo aparte requiere la vincu-
scilicet ipsam unitatem eorum, quorum lación de este tema con la polémica
utrum de altero dicitur” (De ente et ess. de los universales (véase universale).
4). Por otra parte, si dicho acto del Abelardo caracteriza esta polémica
intelecto se formula oralmente, se tie- como una discusión precisamente
ne una enuntiatio. sobre el problema de la predicación
Respecto de la p. se han estableci- que, más allá de la estructura sintác-
do varios distingos: 1. p. naturalis es tica, exige una significación verdade-
aquella predicación en la cual el in- ra o falsa y, en ella, la verificación está
telecto atribuye a una cosa lo que a dada por la realidad. Así, como, pa-
ésta conviene por su misma natura- ra él, el universal radica, fundamen-
leza, por ej., “El animal es sensible”. talmente, en un significado, niega de
2. p. directa u ordinata es aquella en plano que una cosa se predique de
que una realidad inferior o de con- otra, opinión que después admitirá,
notación material se predica de otra en cambio, Duns Escoto. En la mis-
superior, por ej., “El hombre es ani- ma línea que Abelardo está Ockham,
mal”, a diferencia de la 3. p. indirec- quien también rechaza la p. rei de re, y
ta o inordinata –no siempre lógica- declara taxativamente que la proposi-
mente correcta– uno de cuyos ejem- ción no se compone de cosas sino de
plos sería “El animal es hombre”. La conceptos (cf. Quodl. III, q. 12).
4. p. identica constituye una tautolo-
praedicatum. En general, predica-
gía, ya que en ella se predica de una
cosa lo mismo que ésta dice y de la do es lo que se dice de otra cosa. Más
misma manera, por ej., “Pedro es Pe- específicamente, es lo que se puede
dro”. 5. p. essentialis es aquella en la afirmar de un sujeto en una propo-
que todo el predicado mienta la esen- sición verdadera. En el plano lógico,
cia del sujeto, por ej., “El hombre es el p. constituye un término cuyo va-
animal racional”. En cambio, en la 6. lor radica en el uso que de él se hace
p. accidentalis el predicado sólo se re- en el razonamiento. En efecto, sujeto
fiere a un aspecto de la esencia del su- y predicado interesan principalmen-
jeto, por ej., “El fuego es elemento te al silogismo y se consideran par-
cálido”. 7. p. comitativa se designa a te de la argumentación. Ambos con-
aquella en la que el predicado acom- forman la materia de la proposición,
paña siempre y necesariamente al su- mientras que la cópula –que los une
jeto, por ej., “La generación de una (véase copula)– es su forma (cf. Juan
cosa es la corrupción de otra”. 8. en la de Sto. Tomás, Log. I, Illustr. q. 5, a.
p. intrinseca el predicado inhiere en el 1). Toda proposición encierra, pues,
sujeto real, ya sea esencial ya acciden- estos tres elementos: sujeto, predica-
talmente, por ej., “El hombre es ani- do y cópula; así en “Homo (S) est (C)
mal”, “El hombre es filósofo”. Con- philosophus (P)”. La cópula puede no
trariamente, se llama 9. p. extrinseca a aparecer de manera evidente, por ej.,
en “Homo (S) currit (P)”, pero es par-
531 praemotio

te de la proposición en la medida en tor, que equivalía a cierta forma de


que al ejemplo mencionado se resuel- enseñanza– (véase lectio, in principio),
ve en “Homo (S) est (C) currens (P)”, Juan de Salisbury propuso llamar es-
tal como lo señala Pedro Hispano en ta última con el nombre de p., reser-
sus Sum. Log. I, 1, donde define así el vando el de lectio para la personal (cf.
término que nos ocupa: “Subiectum Metalog. I, 24). Toma el término de
est de quo aliquid dicitur; praedicatum Quintiliano. De todas formas, como
est quod de altero dicitur”. Cf. tam- se sabe, la propuesta no prosperó y,
bién Guillermo de Ockham, Summa de hecho, lectio quedó asociada con la
Totius Log. I, 31. enseñanza, mientras que lectura (véa-
se) está más vinculada con el apren-
praeiacens. Voz que presenta dos dizaje o, por lo menos, con la lectu-
acepciones: 1. metafísica; 2. lógico- ra privada.
gramatical. 1. En el primer sentido,
aparece en los textos filosóficos y teo- praemissae. Se entiende por “premi-
lógicos medievales referidos al tema sa” aquella proposición que está ad-
de la creatio ex nihilo (véase creatio). mitida en el discurso argumentativo
Alude a la materia, negando que en y demostrativo del syllogismus (véa-
la creación ella haya de alguna mane- se). En el silogismo, las premisas han
ra preexistido, ya que, de ser así, en de ser dos, justamente las propositio-
primer lugar, no se podría hablar de nes praemissae o “pre-puestas”, dadas
creación a partir de la nada; en segun- las cuales, es lógicamente necesario
do término, metafísicamente la reali- que otra cosa se siga de ellas: la con-
dad creada respondería a dos princi- clusio. La primera es la p. maior; la se-
pios, Dios y la materia, y no a uno so- gunda, la p. minor (cf. Pedro Hispa-
lo. Así pues, p. se suele traducir por no, Summ. Log. 4.2).
“preexistente”.
2. En sentido lógico-gramatical, los praemotio. Noción que a veces se
autores nominalistas, como Gabriel identifica con la de concursus (véase).
Biel, llamaron p. en una proposición En la literatura medieval aparece con
hipotética al miembro simplex e inde- mayor frecuencia este último térmi-
terminado que antecede al determi- no. Pero el tema teológico del con-
nado. Por ej., la verdad de la propo- curso divino, tal como fue planteado
sición “Si Sócrates es hombre, es ani- en la Edad Media, es decir, como un
mal”, se funda en “El hombre es ani- delicado equilibrio entre la interven-
mal”, llamada precisamente p. ción de Dios y la del hombre en los
actos humanos, legó a la Modernidad
praeiudicium. Se denomina así la el problema filosófico de determinar
opinión que, establecida por autori- la medida de una y otra. En líneas ge-
dad, constituye un exemplum segui- nerales, se consideró que la voluntad
do por varios acríticamente. Da lugar siempre conserva el poder de autode-
a la expresión argumentum a praeiu- terminarse en tal o cual dirección, pe-
dicio. ro la moción divina mueve la volun-
tad aplicándola al acto. En otros tér-
praelectio. Ante los diferentes niveles
minos, esa influencia de Dios se limi-
y circunstancias de lectura –es decir,
ta a hacer pasar la voluntad humana
la privada, la propia del estudiante o
de la potencia al acto acerca de una
del aprendizaje, y la del maestro o lec-
acción cuya orientación sigue sien-
praenotio 532

do elegida por el hombre. La palabra cho conocimiento es un datum pa-


suele estar acompañada del atributo ra la teología judeo-cristiana, pues-
physica, para indicar que tal influen- to que la Revelación acepta un Dios
cia se ejerce entitativamente sobre el providente y de infalible omniscien-
acto humano en cuestión. cia (véase omniscientia). Ahora bien,
el problema surge cuando se afirma,
praenotio. Es sinónimo de praecogni- por otra parte, el libre albedrío de la
tio (véase). voluntad en las acciones humanas.
praeparatio. Término que se utiliza Puestas así las cosas, la cuestión es si
en el plano metafísico. En este orden, determina Dios, con al infalibilidad
los autores escolásticos han hablado de su p. una acción humana futura
de dos clases de preparación: 1. des- que, no obstante se define en sí mis-
de el punto de vista del paciente o re- ma como no determinada en cuan-
ceptor, según el cual se dice, por ej., to libre. Los autores cristianos medie-
que la materia está preparada para la vales tienden a resolver el problema
forma; 2. desde el punto de vista del mostrando la falsedad de su planteo.
agente, en cuyo caso se dice, por ej., En efecto, la misma formulación im-
que alguien se prepara para hacer al- plica ya un error, dado que en la com-
go, en el sentido de disponerse a lle- posición de la palabra prae-scientia es-
var algo a cabo (cf. Tomás de Aquino, tá indicando, en la primera parte, que
De ver. VI, 1 ad 8). se atribuye a Dios la dimensión de la
anticipación o del futuro, cuando tal
praerequisita. En la Escolástica, se dimensión temporal es propia de lo
conoce bajo este nombre, general- humano. Siendo Dios eterno, su mo-
mente seguido del término ad operan- do de conocer está más allá del tiem-
dum, la serie de condiciones que se po que Él contiene –junto con los
han de dar, por parte de la causa, pa- mismos acontecimientos temporales–
ra que algo tenga lugar o para que la como en una única mirada onmia-
causa misma sea operativa. Las requi- barcante y perenne. Por eso, Agustín,
sita ad operandum son aquellas condi- por ej., consciente de la dificultad pa-
ciones que no obedecen a la causa, pe- ra el hombre de prescindir de catego-
ro sin las cuales el efecto no se da. Así, rías temporales, propone la compa-
por ej., el conocimiento propio de la ración de la p. divina con la memo-
visio Dei: dada la omnisciencia divi- ria humana: también esta última “ve”
na, no contiene p., pero sí es requi- en el recuerdo los propios actos libres,
situm para dicha visión la existencia sin determinarlos, esto es, sin que tal
misma de las cosas que son su objeto. mirada mengüe la libertad con la que
praescientia. Se conoce con la deno- se llevaron a cabo.
minación “ p. divina” uno de los pro- Con mayor precisión, Tomás anota
blemas más debatidos en la Teología que tales sucesos son vistos por Dios
medieval, aunque, en realidad, se ha in sua aeternitate y in omnipraesen-
prolongado más allá de la Edad Me- tialitate (S. Th. I, q. 14, a. 13 c). Así,
dia. Brevemente, concierne al cono- el Aquinate sigue en esto las huellas
cimiento que Dios tiene de los seres del Hiponense, quien, en su polémi-
y de los sucesos que aún no existen ca contra los maniqueos, ya había se-
pero que se darán en el futuro. Di- ñalado que no se puede hablar en ri-
533 praesentia

gor de prescientia sino de scientia divi- lar atención al tema en su análisis so-
na (cf. Ad Simpl. II, 2, 2). Más aún, el bre el tiempo. En una primera instan-
libre albedrío humano no sólo no es cia, dicho análisis del tiempo como
eliminado por la así llamada p. divina, algo objetivo culmina en una aporía.
sino que ésta lo confirma, puesto que En efecto, el instante estrictamente
Dios prevé el acto humano precisa- presente termina por disolverse en un
mente en cuanto libre (cf. De lib. arb. pasado, que ya no es, y un futuro, que
III, 4, 9 y ss.). En última instancia, es todavía no es, perdiendo de este mo-
legítimo y menos equívoco decir que do toda consistencia ontológica. Pe-
Dios prevé lo que sucederá y no que ro Agustín cambia la sede de impos-
aquello que sucederá habrá de suce- tación del problema y lo examina en-
der porque Dios lo ha previsto. tonces como distensión del alma. Así,
Transcurrida la Edad Media, la el pasado y el futuro son reales sólo
cuestión derivó en el problema del en virtud de su presencia en la con-
concurso de la voluntad divina y de ciencia como recuerdo o expectación,
la humana en la producción de las ac- respectivamente. En cuanto a la con-
ciones libres (véase concursus). sistencia del p. mismo, el Hiponense
lo entiende como atención (cf. Conf.
praescitus. En algunos teólogos, es- XI, 20). Esto le permite plantear un
pecialmente los nominalistas de la úl- presente del pasado como recuerdo,
tima Edad Media, se denomina así un presente del futuro como expecta-
al réprobo, es decir, a aquel de quien ción y un presente del presente como
Dios sabe que no se ha de salvar por atención. De este modo, la identidad
negarse deliberadamente a su Gra- del presente, así como la del pasado y
cia (véase praescientia). El término se el futuro, es una identidad intencio-
opone, pues, a electus, el elegido, es nal y no ontológica.
decir, quien ha aceptado el auxilio di- En la Escolástica, en cambio, se
vino para conducir una vida recta y vuelve a la consideración aristotélica
alcanzar la salvación. de la sucesión temporal, por lo que,
praescriptio. Tiene el sentido gene- para aludir a este concepto, ha prefe-
ral de circunscripción, limitación o rido la voz nunc (véase).
restricción. En algunos autores, equi- praesentia. Abstracto de praesens
vale a definitio; en otros, a descriptio (véase), la presencia indica un estar
(véanse), en cuyo caso alude a las di- delante, un prae ens. Señala, por tan-
ferencias accidentales. Pero la mayo- to, una relación, que es un cierto con-
ría de las veces alude, precisamente a tacto, mediato o inmediato, real o
la prescripción, es decir, al dictamen metafórico, entre dos entes. Así, por
de la recta razón o de la ley natural. ej., se puede dar 1. una p. mediata en
En términos jurídicos, indica excep- el caso de la presencia intencional o
ción forense, justamente, consideran- secundum similitudinem, en la que el
do los límites trazados por la ley. objeto está presente en el intelecto
praesens. A diferencia del vocablo mediante la species. En cambio, se tie-
praesentia (véase), éste alude a lo cro- ne 2. una p. immediata cuando hay
nológico y se suele traducir por “pre- una conjunción real –ya sea potencial
sente”. En la Patrística, Agustín de o actual– entre dos cosas, a la mane-
Hipona le ha dedicado una particu- ra como la parte está presente en el
praestare 534

todo, la forma en la materia, la causa la presunción en cuanto conjetura.


inmediata en el efecto, etc. Cabe subrayar que es, pues, un tér-
Un caso particular es el de 3. la lla- mino predominantemente psicológi-
mada p. circumscriptiva en un cuerpo: co y que sólo tiene que ver con el co-
es un modo tal de existir localmente nocimiento en cuanto que éste forma
que las partes del cuerpo en cuestión parte de los procesos del alma. No se
se corresponden con las del espacio, trata, entonces, de lo que hoy se de-
no estando ninguna de dichas partes nominaría una “categoría epistemo-
en otro lugar ni penetrada por otras. lógica”. En la medida en que la p. no
La Escolástica también ha atendido implica el proceder prolijamente me-
al modo de estar presentes de los seres diante hipótesis, es frecuente que se
incorpóreos. En este sentido, se habló subraye su futilidad mediante el aña-
de 4. la p. definitiva que es la que se dido del adjetivo vana. Así, por ej.,
da por contacto virtual u operativo, cae en una vana p. el fiel que, sin nin-
sin que la realidad de cuya presencia gún mérito moral propio, confía en
se trata ocupe un lugar. Este modo su propia salvación (cf. fiducia).
de p. es la del espíritu finito. En cam-
praesuppositive. Adverbio que indi-
bio, el espíritu infinito, es decir, Dios,
ca la circunstancia de dar por supues-
tiene una 5. p. repletiva, llamada así
ta, en el discurso, una cosa anterior
por que Él no está de ninguna ma-
a la que se está afirmando; así, quien
nera circunscripto en el espacio, pero
dice, por ej., que el hombre es pasible
lo “ocupa” por completo, de tal mo-
de mérito o demérito lo está afirman-
do que es omnipresente. Así lo indica
do p. como libre.
Tomás de Aquino en S. Th. I, q. 52,
a. 2 y ss. praeter. En líneas muy generales, in-
dica formas de exclusión. Así, como
praestare. Debido a la frecuencia con
adverbio, se suele traducir por “ex-
que aparece este verbo en los textos
cepto”; como preposición, por “más
filosóficos medievales, conviene in-
allá” o “fuera de”, por ej., p. modum,
dicar aquí su sentido general. Obvia
fuera de medida; o “más que” o “ade-
composición de prae, uno de cuyos
más de”. Sus principales usos en la li-
significados es “ante”, y stare, estar o
teratura medieval son 1. el exceptivus
permanecer, p. indica el hacer que al-
o contractivus, en cuyo caso, se pue-
go, especialmente, una cualidad, sea
de traducir por “salvo”, por ej., “om-
ofrecida a la vista; por lo que se pue-
nis sacramenta, p. eucharistiae...”; 2.
de traducir por “manifestar o ma-
extensivus, en cuyo caso, se traduce por
nifestarse”, “dar prueba”, “sobresa-
“más allá” como en “persona supponitus
lir”. O bien indica que algo es pues-
pro natura intellectuali, et p. illam
to a disposición de alguien, caso en
que significa “prestar dinero”, “pro- nihil aliud importat...”, o “sobre” como
porcionar”, pero también “garanti- en la misma palabra praeternaturale
zar” “cumplir”. Como impersonal, y (véase). Así lo consigna, al menos,
siguiendo la primera línea semántica Gabriel Biel en In IV Sent., d. 3, q. 5).
mencionada, la traducción habitual Al llegar a período humanístico, co-
de p. “es preferible”. bró también la acepción de extra.

praesumptio. En los textos medieva- praeteritum. La definición más fre-


les con este vocablo se suele mentar cuente de pretérito es: la especie de lo
535 primum

anterior en la sucesión temporal. Res- brenatural (véase supernaturale). Si


pecto de este tema, hay dos caracte- bien no hay uniformidad en la acep-
rizaciones sobresalientes en los textos ción que le asignan los teólogos, la
patrístico-medievales: la agustinia- mayor parte de ellos considera que
na y la escolástica. El Hiponense tra- lo sobrenatural se distingue en lo
ta la cuestión en el marco de la con- supernaturale quoad substantiam, que
cepción sobre la medición del tempus es tal por una deificación formal in-
(véase) que le es propia y que concibe trínseca –por ej., la gracia–, y lo
el tiempo como tensión –y atención– supernaturale quoad modum, que no
del alma. En ese marco, el p. es vis- encuentra en la naturaleza una cau-
to como presente en ella de las cosas sa proporcionada en su fieri, por ej.,
pasadas, esto es, como memoria (cf. el milagro. A este segundo tipo de
Conf. XI, 20, 26-27). lo sobrenatural, llaman precisamen-
En cambio, en su mayor parte, los te p. Otros le confieren un significado
escolásticos vuelven a la visión aristo- más estricto y consideran la p. como
télica del problema. Así, habiendo in- supernaturale secundum quid, enten-
sistido también ellos en la distinción diendo por ello todo lo que está más
entre tiempo y eternidad, sobre la ba- allá de una naturaleza determinada,
se de categorías como lo sucesivo y lo como el razonar para los animales o
simultáneo respectivamente, en pri- la perfección angélica para el hombre.
mer lugar, niegan que haya p. o fu- En su uso más común y frecuente, el
turo en la eternidad. En segundo tér- término indica exclusivamente dones
mino, al analizar el p. en la sucesión superiores a la naturaleza humana en
temporal, distinguen en esta noción, su actual estado, perdidos por el pe-
como lo hace Tomás de Aquino, en- cado original y no restituidos por la
tre el pasado como objeto conocido y redención.
el acto mismo de conocerlo. Después
praxis. En términos generales, esta
de subrayar que el pretérito en cuan-
voz y sus derivadas, como practicum,
to tal sólo puede tener la condición
aluden a la vida activa y su fin pro-
de lo particular, el Aquinate señala
pio, por confrontación con la con-
que, a diferencia de lo que ocurre con
templativa y con el fin que compete
los animales, que la nota de pretérito
a esta última. Así, por ej., se habla de
le es accidental al objeto del entendi-
scientiae practicae como la ética (cf.
miento: al concepto de hombre –o, se
Tomás de Aquino, In Met. II, l. 2, n. 1).
podría añadir, de dinosaurio– que el
intelecto entiende en cuanto hombre, primum. Se denomina así a lo prime-
le es efectivamente accidental el exis- ro en cuanto que carece absolutamen-
tir en el presente o el haber existido. te de todo término anterior. En cam-
En cambio, el acto mismo de enten- bio, se reserva prius (véase) para in-
der se da en la sucesión temporal y, dicar lo que es primero en compara-
por eso, se puede hablar de haber en- ción con algo posterior. Los escolásti-
tendido en el pretérito, ya que el inte- cos utilizaron esta palabra fundamen-
lecto entiende su propio entender (cf. talmente en dos planos: el lógico y el
S. Th. I, q. 79, a. 6 ad 2). cosmológico. En el primero de ellos,
praeternaturale. Término teológi- hablaron de: 1. p. logicum, expresión
co que señala una especie de lo so- con la que se indica lo que es primero
princeps 536

en el aspecto formal del pensamien- princeps. En general, se traduce por


to, es decir, aquello que confiere ga- “gobernante”, cualquiera sea el siste-
rantía de validez a su planteo y arti- ma de gobierno del estado del que se
culación. La formulación medieval trate. En los textos medievales, el tér-
es: “non est simul affirmare et negare”; mino aparece en el marco de consi-
no se puede afirmar y negar a la vez deraciones no sólo políticas sino tam-
una misma cosa. El p. logicum se di- bién morales, es decir, que se trata
ferencia, pues, de lo que es prime- de trazar el perfil del gobernante éti-
ro ontológicamente hablando. Para co, ya que esto es lo que lo hace legí-
Aristóteles constituye el principio de timo. En tal sentido, es frecuente la
no contradicción indemostrable en sí remisión a Aristóteles, por ej., a Eth.
mismo pero supuesto en toda demos- Nic. VIII, 10, y reiterada, sobre todo,
tración (cf. Met. IV, 3, 1005 a-b). Es- la distinción aristotélica entre el p. y
ta concepción rige para todo el pen- el tyrannus. El primero busca la uti-
samiento escolástico, hasta Descartes lidad común; el segundo, la propia.
(cf. Disc. II, 4). En el plano cosmoló- Las exigencias morales e intelectua-
gico, en cambio, se empleó este voca- les que aparecen en los textos de la
blo en referencia al primer cielo. En Edad Media al respecto suelen ser, en
tal sentido se habló de: 2. p. alterans, relación con las primeras, en primer
término que designa efectivamente el término, el respeto por la ley: que el
primer cielo, pero en cuanto que el príncipe está sobre ella, porque la en-
movimiento propio de éste se consi- carna, y que, sin embargo, debe obe-
dera, aristotélicamente, como princi- decerla, porque la ley no proviene de
pio de la alteración y corrupción de él son ideas centrales en el Policraticus
los entes en el mundo sublunar. 3. p. de Juan de Salisbury; en segundo lu-
mobile, también alude al primer cielo, gar, la discretio (véase), en tercer tér-
pero en tanto su movimiento es co- mino, la austeridad y, sobre todo, la
municado directamente por el Motor ausencia de codicia (cf. Pol. VIII, 4);
Inmóvil y resulta, por consiguiente, en cuarto lugar, humildad y la pru-
tan simple, ingenerado e incorrupti- dencia. Respecto de las segundas, se
ble como el de éste (cf. De cael. II, 6, exige el dominio del arte de gobernar,
288 a 14 y ss.). Añádase que, así co- precisamente para estar a la altura de
mo el Estagirita había comparado el la dignidad de la corona, ante la cual
primer motor con el bien, compara el la continuidad de la dinastía era se-
p. mobile con la facultad apetitiva del cundaria. Por ello, hay textos medie-
alma, tal como se lee en el De an. III, vales en los que el gobierno por suce-
10, 433 b 14. sión, donde prima la herencia sobre
Este tercer uso del vocablo que nos el conocimiento, queda descalificado,
ocupa se prolonga a lo largo de toda como aparece, por ej., en Buenaven-
la Edad Media. De hecho, en la sín- tura (cf. Coll. in Hexaem. V, 19).
tesis plástica que de la cosmovisión El viraje desde las líneas centrales
medieval hace en su Divina Comme- de la ética medieval hacia ciertas co-
dia, Dante llama al p. mobile “cielo rrientes utilitaristas propias del Rena-
cristalino”, es decir, diáfano y trans- cimiento abona el terreno en el que
parente, más allá del cual presenta el después florecerá, precisamente, El
Empíreo. (Par. 30, 107, cf. también Príncipe de Maquiavelo.
Conv. II, 4).
537 principium

principale-principiale. Ambos tér- En cambio, los principios relativos


minos difieren. El primero alude al son principios que se predican no ya
príncipe (véase princeps), a su cargo de Dios, sino de algunos de sus atri-
o investidura y al arte de su gobier- butos y de todo lo creado. Estos últi-
no. El segundo, de mayor relevancia mos designan todas las relaciones po-
filosófica, está referido al principium sibles que se puedan dar entre unos
(véase) y, así, es lo que concierne a los entes y otros. (cf. Ars brevis, II; Ars
principios, ya sean lógicos como –y, generalis ultima, II).
sobre todo– metafísicos.
principium. Término que traduce la
principiare-principiatum. Así como voz griega “arché”, significa aquello
de causa proviene el verbo causare, de de lo que una cosa procede, en cual-
manera similar, y especialmente en la quiera de los sentidos de este último
Escolástica tardía, se hizo derivar de verbo, salvo el material, para el que
principium (véase) el verbo principia- se reserva la palabra “origen” (véa-
re y su participio. Este último alu- se origo). Así, se entiende el p. como
de, pues, a todo lo que proviene de el punto de partida y el fundamen-
un principio y es término que, en ge- to de un proceso cualquiera. De es-
neral, aparece en dos órdenes diver- ta manera, las nociones de p. y las de
sos: 1. el metafísico; 2. el estrictamen- fundamento o causa se ligan estrecha-
te teológico. En 1. contexto metafísi- mente en este concepto que, según
co, alude a la causa primera de algo, Simplicio (cf. Phys. 24, 13) introdu-
por lo que incluye todo lo contingen- jo Anaximandro. Pero fue Aristóte-
te y excluye sólo lo que es a se respec- les el primero en enumerar los signi-
to de lo contingente; 2. en el campo ficados precisos que se le atribuían en
de la teología trinitaria del Cristianis- la Antigüedad (cf. Met. V, 1, 1012 b
mo, se llama principiatus a la Segun- 32 y ss.), anotando por último lo que
da Persona, es decir, al Hijo en cuan- todos ellos tienen en común: p. es el
to que proviene del Padre. punto de partida ya del ser, ya del de-
venir, ya del conocer.
principia. La peculiaridad del signi- La tradición filosófica posterior de-
ficado que tiene esta palabra, en plu- sarrolló el tema, según la menciona-
ral, en los textos de Raimundo Lu- da división aristotélica en los tres pla-
lio merece que se le dedique un pá- nos. El pensamiento escolástico se re-
rrafo aparte de principium. En la úl- firió fundamentalmente a tres cla-
tima versión del Ars Raymundi, Lull ses de p.: los principios lógicos, los
designa con ese término a los atribu- metafísicos y los del movimiento.
tos de Dios –a los que llama también Respecto de los primeros, llamó: 1.
dignitates o rationes– y a los princi- principia cognoscendi, a aquellos con-
pios relativos. Los atributos son pre- ceptos o nociones a partir de los cua-
dicables del Dios de la teología cris- les se procede para conocer otros. És-
tiana, judía y musulmana, y constitu- tos se subdividen en dos tipos: el de
yen, por tanto, uno de los elementos 1.1. principia communes, expresión
imprescindibles para la conversión con la que se alude a los primeros
de los hebreos y árabes al cristianis- principios o maximae propositiones,
mo. De acuerdo con Llull, estos prin- que nos son evidentes sin necesidad
cipios poseen un carácter axiomático. de demostración, y que conciernen a
prior-prioritas 538

todas las ciencias; por ej., el princi- Por las polémicas que suscitó du-
pio de no contradicción. En cambio, rante la Edad Media, merece un tra-
el 1.2. principium proprium o formale tamiento especial el llamado p. indi-
es el propio de una ciencia determi- viduationis, es decir, el principio me-
nada, como la geometría y, si bien no diante el cual se individualiza un solo
se demuestra en el ámbito de dicha miembro de una especie, distinguién-
ciencia, puede ser demostrado fue- dolo así de los demás. Por ello, se lo
ra de él. ha abordado en el artículo individua-
En sentido ontológico, los 2. prin- tio (véase).
cipia metaphysica pueden pertenecer Una última acepción de este térmi-
o bien a un plano extrínseco al obje- no se registra en la Escolástica: es la
to que se considera, con lo que se de- que denomina “p.” la lección inaugu-
nomina 2.1. p. extrinsecum, como la ral de un maestro en la Universidad;
causa eficiente o final; o bien, a un así, por ej., la de Pedro d‘Ailly en la
plano intrínseco y entonces se llama de París sobre las Sentencias de Pedro
2.2. p. intrisecum. Los principios me- Lombardo.
tafísicos intrínsecos por excelencia
prior-prioritas. Significa prioridad y
son los elementos que componen el
proviene de prius; por consiguiente,
ente, tales como la causa material y
los escolásticos hablaron de: 1. la p.
la forma sustancial, el acto y la po-
temporis es aquella por la que una cosa
tencia.
precede a otra en la sucesión tempo-
En lo que respecta al 3. principia
ral. Pero, el sentido más usado en filo-
motus o principios del movimiento,
sofía es el de 2. preeminencia o prio-
en el sentido aristotélico del término,
los escolásticos han distinguido los ridad. En este orden, se ha hablado
3.1. principia generationis: son aque- de 2. la p. naturae o prioridad de na-
llos principios a partir de los cua- turaleza, que se puede entender 2.1.
les se producen todas las cosas tal co- en sentido estricto y causal, en cuyo
mo ellas son, como la materia, la for- caso se alude a una prioridad en vir-
ma y la privación (véase privatio). En tud de la cual una cosa es de tal índo-
cambio, en lo que toca a las opera- le que otra depende de ella en cuan-
ciones del ente, se ha hablado de los to a su existencia, aunque se den am-
3.2. principia operationis o principios bas simultáneamente; así considera-
del actuar, entre los que se cuentan el ron los medievales que el sol precede
3.2.1. p. operationis quod, que seña- a la luz solar; 2.2. en sentido amplio
la el agente al que se atribuyen las ac- y metafísico, hay prioridad de natura-
ciones, por ej., Pedro; y el 3.2.2. p. leza cuando, dada una cosa, se sigue
operationis quo, que indica aquello necesariamente otra, pero no vicever-
mediante lo cual el agente actúa; si sa; así, dado un hombre, se supone y
se trata de la facultad de la que ema- se supera un animal, pero no a la in-
na inmediatamente la acción –por ej., versa. 3. p. cognitionis es la propia de
el intelecto de Pedro–, se denomi- una cosa desde cuyo conocimiento se
na 3.2.2.1. p. operationis quo proxi- procede al conocimiento de otra que
mum, mientras que si se alude a la na- antes se ignoraba; ésta es una forma
turaleza del agente –por ej., la condi- de la p. ordinis. 4. p. generationis in-
ción humana de Pedro– se lo llama dica la condición de lo que es prime-
3.2.2.2. p. operationis quo remotum. ro por haber sido generado antes, ca-
539 privatum

so más frecuente de la p. causalitatis. les del término que nos ocupa, Aris-
5. p. perfectionis alude a lo que es más tóteles anota otros como 1. la violen-
noble en cuanto a su ser, así lo anima- ta sustracción de algo; 2. lo indica-
do tiene p. respecto de lo inanimado. do por las palabras negativas que co-
6. p. intentionis se refiere a la priori- mienzan en griego con alfa privativo,
dad de la intención respecto de la eje- es decir, con los prefijos “des-” o “in-”
cución; en este sentido, primero es el en castellano, como “desigual” o “in-
fin, ya que es a éste al que atiende en visible”; 3. la pequeñez de dimensio-
primer lugar un agente inteligente. nes; 4. el no ser fácilmente operable,
como lo inseparable (cf Met. V, 1022
prius. Adverbio que, en general, sig- b 22 y ss.).
nifica “antes”. Aunque también se lo Siguiendo las posiciones aristotéli-
suele traducir por “primero”, no equi- cas, el pensamiento escolástico subra-
vale a primum (véase), ya que no im- yó el significado de la p. como oposi-
plica un punto inicial en términos ab- ción excluyente de dos cosas que per-
solutos. Se debe notar que sus mati- tenecen al mismo orden, como la ce-
ces adquieren cierta importancia en la guera y la vida humana; y el sentido
literatura filosófica, ya que ese “antes” de cualificación de las cosas a las que,
puede tener tanto sentido 1. temporal considerando su naturaleza y desarro-
como el de 2. preeminencia. En efec- llo, les falta algo. Así lo señala, por ej.,
to, 1. en el orden cronológico, signi- Pedro Hispano en sus Summ. Log. 5-
fica 1.1. “antes de”, por ej., prius orto 35, o Alberto Magno, quien utiliza
sole; 1.2. “hasta que”, cuando acom- en este caso el término abnegatio (cf.
paña a quam, por ej., prius quam de Phys. I, 3, 13). Afinando esta última
ceteris rebus respondeo; 1.3. “antigua- noción, escolásticos como Tomás de
mente”, por ej., otium prius reges per- Aquino observaron que la p. forma
didit. Para el sentido 2. de prioridad o parte de la remotio (véase) boni.
preeminencia, véase prior-prioritas. En la transición al Renacimiento,
privatio. En general, por “privación” Nicolás de Cusa se interesa por la p.
se entiende la falta o ausencia de al- desde el punto de vista lógico, conci-
go en una cosa. Esta noción aparece biéndola como ausencia de determi-
en Aristóteles, quien la define como naciones. Pero, precisamente, por eso
la ausencia de un atributo en un suje- la privación deviene en autores como
to, y como la negación referida a algo el Cusano el principio que da lugar a
que una cosa debiera ser y de hecho la coincidencia de los contrarios (véa-
no es. La negatividad de la p. se refie- se coincidentia oppositorum). Al pasar
re, pues, para el Estagirita, a un modo al plano metafísico, se advierte enton-
particular de ser y precisamente por ces que la p. no es sólo incompatibi-
eso implica la subsistencia de una na- lidad –o sea, un principio meramen-
turaleza respecto de la cual se advier- te negativo– sino un tercer principio
te la falta de una forma. Ahora bien, que, por la falta de determinaciones
puesto que para adquirir una nueva específicas opuestas entre sí, las im-
determinación se debe carecer de ella, plica y concilia todas.
la p. es condición insoslayable de to-
privatum. Cf. publicum. En contexto
do devenir (cf. Met. XII, 2, 1069 b).
político-institucional, alude al simple
Además de estos sentidos principa-
ciudadano.
pro 540

pro. Preposición de ablativo cuyo la que, habiendo conocido algo, el su-


sentido más general es “delante”, “a jeto se propone alcanzarlo o no, con
la vista de”. Tal sentido general asu- lo cual excluye las acciones llevadas a
me los siguientes significados especí- cabo por imprudencia; en segundo
ficos: 1. en el orden local, se puede lugar, implica el liberum arbitrium, lo
traducir por 1.1. “ante”, por ej., pro que excluye las acciones llevadas a ca-
muro; 1.2. “sobre”, por ej., pro tectis. bo por coacción.
2. en la acepción de beneficio, signi-
probabile. En general, los escolás-
fica “en favor de”, por ej., pro paren-
ticos siguieron la noción aristotélica
te. 3. en sentido de sustitución, se usa
de p., entendiéndolo como lo que es
3.1. con el significado de “en lugar
tenido por cierto por todos, o por la
de”, por ej., pro salutaribus mortifera
mayoría o por los más sabios. En es-
conscripscrint; 3.2. como equivalente
te sentido, su significado se aproxima
a “en calidad de”, por ej., pro consule.
a lo verosímil. En una acepción más
4. en sentido de compensación o pre-
específica, en el plano lógico, es una
cio significa “por”, así en tres minas
clase de silogismo, el topicum, aquel
pro istis deobus dedi. 5. señalando una
que prueba una cuestión. Se distin-
relación, se traduce por “proporcio-
gue tanto del sofístico o falso, cuan-
nalmente”, por ej., agere pro viribus.
to del necesario o apodíctico.
6. con sentido causal, indica “en vir-
tud de”, por ej., pro tua prudentia. probatio. En términos dialécticos, se
En contexto filosófico, puede apa- define así la demostración, mediante
recer en expresiones adverbiales que argumentos, de una proposición que
señalan 7. un modo, como en pro ex- no es evidente de suyo. En términos
plicito [o implicito] con el valor de ex- retóricos, cuando una sententia (véa-
plicite [o implicite], es decir, secundum se), generalmente referida al plano
rationem expliciti [o impliciti]; 8. un antropológico, expone simplemen-
orden de consideración, en cuyo caso te una idea general, también recibe el
acompaña adjetivos como “material”, nombre de p.
“formal”, etc., por ej., pro formali.
En composición, denota: 1. ante- probativus. Es uno de los modi trac-
rioridad, por ej., proavus, 2. acción de tandi (véase modus, in fine), es decir,
poner de manifiesto, por ej., profero, de las maneras de tratar una cuestión
3. acción de defender, por ej., propug- filosófica: aquella que se apoya en los
no, 4. inclinación, por ej., propensus, procedimientos probatorios, esto es,
5. descendencia, por ej., progenies, 6. aquella en la que se prefieren las argu-
aplazamiento, como en prorogo. mentaciones cerradas a otros procedi-
mientos como descripciones, digre-
proaeresis. Trasliteración latina de la siones, etc., para demostrar una tesis.
misma voz griega, p. es término pro- No se emplea, en cambio, en los pro-
pio de la ética aristotélica. Los esco- cedimientos de refutación ni en las
lásticos la entendieron como el apeti- objeciones (véase improbativus).
to o deseo que delibera sobre las cosas
que están en nuestra potestad, preci- problema. Cf. quaestio, in principio.
samente para constituir el propositum, processio. En términos muy genera-
y que conducen a un fin. La p. presu- les, significa “derivación”. La tradi-
pone, en primer lugar, la notitia, por ción neoplatónica empleó este voca-
541 processus

blo para referirse a la derivación de las dida, proveniente de su poder intelec-


cosas de Dios. Para los autores enro- tual (cf. S. Th. I, q. 27, a. 1, c). En es-
lados en dicha línea, tal derivación o te tipo de p. lo procedente no es for-
“procesión” da lugar a realidades de zosamente inferior a aquello de lo que
rango inferior que, con todo, se ase- procede. Más aún, cuanto mejor se
mejan a aquellas de las que provie- entiende una cosa, tanto más perfec-
nen. Así lo indica, por ej., Proclo en ta es la unión de tal intelección con el
Ist. Theol. XXIX (cf. también, Ploti- que entiende. De esta manera, y aun-
no, Enn. IV, 2, 1, 44; y, especialmen- que la aplicación de lo dicho a la teo-
te, Escoto Erígena, De div. nat. III, logía trinitaria sólo valga en sentido
17, 19, 25). analógico, se obvia la dificultad sus-
Por otra parte, en lo que concierne citada, quedando la expresión p. di-
a la teología cristiana, el dato de la re- vina como uno de los modos de alu-
velación trinitaria afirma que el Hijo dir a la oppositio relativa (véase) en la
procede del Padre y el Espíritu San- que radica la distinción entre las Per-
to procede del Padre y el Hijo. Así, se sonas divinas. Se dice pues, que el Hi-
ha hablado de las processiones divinae. jo procede del Padre y el Espíritu del
Pero tal término, tomado en el men- Padre y del Hijo, casi como en tér-
cionado sentido neoplatónico y apli- minos de operaciones, excluyendo la
cado a este campo, implicó un pro- pasividad de lo principiatum respecto
blema, puesto que si lo que procede de su principium. A la vez, se quiere
de algo es inferior a aquello de que afirmar que las tres Personas se distin-
procede, no se podía salvar la igual- guen entre sí realiter, pero que subsis-
dad de dignidad en las Personas divi- ten sin esa diferencia en el ser absolu-
nas, también afirmada por el Cristia- to que implicaría una mera “deriva-
nismo. Esta dificultad, implicada por ción”.
uno de los aspectos de la significación
processus. Esta palabra indica, en ge-
de p., dio lugar a la herejía de Arrio
neral, un modo de obrar o de actuar.
quien, según el testimonio de Agus-
En el léxico medieval el término es-
tín (cf. De haeres., 49), afirmaba que
tá relacionado especialmente con las
el Hijo es creatura del Padre, proce-
operaciones intelectuales. Así, señala
diendo de Él como el efecto procede
el método que consiste en 1. descen-
de su causa.
der de las causas al efecto o 2. remon-
La solución acaba de clarificarse en
tarse de una causa a otra, tal como
la Escolástica del siglo XIII con Sto.
anota, por ej., Tomás de Aquino (cf.
Tomás, al distinguir éste entre una p.
S. Th. III, q. 14, a. 5). El primer pro-
ad extra y una p. ad intra. Toda p. su-
cedimiento se suele denominar pro-
pone una acción, pero en la primera
gressus (véase); y el segundo, regressus
la acción tiende hacia algo exterior y
(véase). En ambos casos, se rechaza la
termina en una materia exterior. En
validez de que dicho procedimiento
cambio, en la segunda, la acción co-
pueda ser indefinido.
rrespondiente permanece en el mis-
En el plano más específico de la
mo agente, como se da en el entendi-
metodología científica, los escolásti-
miento, cuyo entender permanece en
cos también han hablado de 3. p. vel
quien entiende: por el solo hecho de
ordo in determinando; y 4. p. vel ordo
entender, “procedit” algo dentro de él,
in demonstrando. Con la primera ex-
que es la concepción de la cosa enten-
productio 542

presión se referían al orden en que se te y no en el objeto producido (cf. Et.


toman los temas de una ciencia pa- Nic. VI, 4, 1140 a 10). En la Escolás-
ra obtener el conocimiento de ella, es tica, se retoma el punto de vista aris-
decir, al orden general en el que se in- totélico; de esta manera, se tendió a
vestiga o se determinan los tópicos a concebir la p. como acción que sólo
indagar, por ej., una de las reglas del concierne a aquellas artes (véase ars)
p. in determinando indica que se debe cuyo carácter propio y fin radica en
ir siempre de lo que resulta más fácil los objetos producidos. Se trata, por
a lo más difícil. La segunda expresión tanto, de un tipo de actio transiens o
alude al orden especial que se ha de transitiva (véase actio). Esta transitivi-
guardar cuando, de hecho, se proce- dad, que distingue la p., de un lado,
de en una ciencia determinada; en tal la opone a la operatio que tiene en sí
sentido, las normas escolásticas del p. misma su propio fin; de otro, queda
in demostrando indicaban la siguien- subrayada en la misma composición
te dirección: a) ir del subiectum (véase de la palabra: pro, uno de cuyos sen-
subiectum 1.3) de la ciencia en cues- tidos es “delante”, y duco, uno de cu-
tión a la definición del mismo, b) de yos significados es “llevar hacia”, “sa-
la definición del subiectum a sus pro- car” (cf. factio).
piedades, c) de sus propiedades a sus
causas extrínsecas. De este modo, el proemium. La grafía de esta palabra
p. in demonstrando se manejaba siem- puede aparecer también con una do-
pre dentro del mismo tópico, garan- ble o. Los autores medievales llama-
tizando que la definición, propieda- ron así al prólogo de una obra. Los
des y causas lo fueran de ese objeto y contenidos más frecuentes del p. son:
manteniendo siempre el mismo gra- 1. la determinación precisa del obje-
do de universalidad. to de un saber y la importancia del
Otro tipo de distinción respec- conocimiento del tema en una dis-
to de este término es 4. el que dife- ciplina dada, por ej., el del opúsculo
rencia entre el p. compositionis y el p. De ente et essentia de Tomás de Aqui-
resolutionis (véanse compositio 1 y no; 2. el método o procedimiento se-
resolutio 1), como indica Tomás de guido en ésa y aun en otras obras del
Aquino en In Met. II, l. 1, nn. 5-7. mismo autor, como es el caso del p.
en el Proslogion anselmiano; 3. la es-
productio. Es la más frecuente tra- tructura de la disciplina o ámbito te-
ducción latina del griego póiesis. Sig- mático del que se trata, conforma-
nifica el acto de poner en la existencia da por la serie de enunciados que lo
algo que podría no existir. De hecho, constituirán, como ocurre en muchos
Platón define la p. como toda posible comentarios escolásticos a las obras
causa de generación de cosas que an- aristotélicas. Terminada esta parte in-
tes no existían (cf. Sof. 265 b). Aristó- troductoria, se accede al cuerpo (véa-
teles se ocupa de distinguir la acción se corpus 2.1) del texto.
y el saber de la p., que él ve como la Cabe advertir que los proemia que
función propia de la téchne. Dice así presentan prólogos temáticos –aque-
que todo arte concierne a la genera- llos en los que se prepara al lector pa-
ción y busca los instrumentos técni- ra la comprensión de lo que sigue
cos y teóricos para hacer existir al- mediante elementos conceptuales
go, cuyo principio reside en el agen- previos– pueden aparecer o no con
543 proindeque

ese título: muchas veces, éste no fi- te en la literatura filosófica medieval,


gura formalmente y el p., en realidad, aunque es más usado que progressio
está constituido por los capítulos ini- (véase). Con todo, sus diferencias res-
ciales de la obra; como también pue- pecto del concepto de mera permutatio
den encontrarse introducciones espe- o cambio, fueron fijados por Vicente
ciales a partes determinadas del texto. de Lévins en su Commentarium, P L.
Así, por ej., en su comentario a la Éti- L, 667-68). La conciencia de lo que
ca aristotélica, Tomás de Aquino re- actualmente se llama “avance” o “pro-
mite al p., refiriéndose a lo dicho al greso” es particularmente viva en la
comienzo del libro primero, por lo Escuela de Oxford. Si bien sus auto-
menos, hasta la lectio 4. Más adelan- res no siempre utilizan la palabra que
te también aparece en la obra algún p. nos ocupa –o bien profectus– para re-
particular, referido sólo a la parte de- ferirse a dicho concepto, se encuen-
terminada que se estudia en ese mo- tran referencias del mismo en Duns
mento, como sucede, por ej. en VI, l. Scoto (cf. Op. ox. IV, d. I, 9, 3, n. 8)
1, n. 796; VIII, l. 1, n. 1080; X, l. 1, y en Roger Bacon (cf. Op. maius I, b).
n. 1410 (véase también introductio). En astrología alude a la traslación de
los astros de un signo zodiacal a otro.
profanum. Para comprender el senti-
do de este vocablo es necesario recor- progressio. Tres son los planos en los
dar que la antigua idea de lo sagrado que aparece esta palabra: 1. físico, en
(véase sacrum) implica un dominio el que alude al movimiento de los
separado de lo humano y diferencia- cuerpos animados; 2. astronómico,
do precisamente por la unión con lo en el que significa la traslación de los
divino. Espacialmente, este dominio cuerpos celestes; 3. matemático, en el
recibe el nombre de fanum, “templo”. que alude ya sea a la progresión arit-
Por eso, lo profano es lo que queda o mética como a la geométrica. Con to-
se pone al margen del templo, es de- do, para este último caso, se suele em-
cir, del recinto consagrado. En tér- plear también el término “progressus”.
minos humanos, el hombre profanus
progressus. Expresión escolástica que
es aquel a quien una comunidad re-
alude a la operación intelectual de pro-
ligiosa deja fuera de dicho ámbito.
Por eso, Isidoro de Sevilla vincula es- ceder (véase processus 1) indefinida-
ta palabra con “porro a fano”, lejos del mente en una cierta línea o serie (véa-
templo, “pues –señala– no le es líci- se progressio 3). Aunque no siempre
to asistir a los ritos sagrados” (Etym. se respeta en los textos la distinción
X, 224). estricta, en el p. se avanza o descien-
de del fundamento a lo fundado, de
profectio. Voz que indica, la mayor las causas a los efectos. En cambio, si
parte de las veces, metafóricamen- en la serie de causas se retrocede, yen-
te, un movimiento o progresión de do desde los efectos a ellas, el término
lo imperfecto a lo perfecto; por eso, adecuado es, en rigor, regressus (véase).
involucra los conceptos de terminus a En cuanto al significado de lo que
quo y ad quem. Implica avance, pro- hoy se entiende por “progreso” véase
greso o desarrollo. Es particularmen- profectio.
te usado en el campo de la física. Pero
se trata de un término poco frecuen- proindeque. Es partícula ilativa, muy
común en textos filosóficos escolás-
prolatio 544

ticos. Se usa para 1. introducir algo se clasifican en 1. personales, como


que resulta –lo que está implícito en ego, tu, ipse, nos, vos, ipsi; 2. posesi-
el “pro”– de lo anteriormente dicho, vos, como meus, noster, vester, etc.; 3.
expresado en el “inde”, “de ahí”. En demostrativos, como hoc, id, iste, ille,
este caso, se suele traducir como “así idem, ipse; 4. interrogativos, como
pues”, o aun “por consiguiente”, y se quid, quis, utrum, etc., 5. relativos,
diferencia de propterea en que no tie- como qui, quod; 6. indefinidos, como
ne la fuerza causal o final de este úl- nemo; 7. numerales, como unum. Pe-
timo término. Puede revestir también dro Hispano señala que pronombres
un matiz comparativo, empleándose como ille o idem pertenecen a los tér-
en este caso para 2. indicar una igual- minos relativorum identitatis, mien-
dad o proporción, con lo que se tra- tras que los demostrativos como iste
duce por “igualmente”, “en la misma reemplazan al término singular en la
proporción”, etc. A veces, con o sin la propositio singularis: “Iste homo currit”
última sílaba, aparece en correlación están en lugar de “Socrates currit” (cf.
con quam, situación en la que signifi- Summ. Log. 8, 3; 1, 9).
ca “tanto como”.
propassio. Cf. subreptio, in fine.
prolatio. Esta expresión, que se com-
prophetia. La profecía fue entendi-
pleta en la forma de p. verborum, in-
dica el hecho de proferir o repetir pa- da en la Edad Media, en primer lu-
labras. Por eso, 1. en general, se uti- gar, como un conocimiento que ex-
liza en contraposición a la compren- cede el natural. En segundo térmi-
sión de un texto y, por ende, como no, se asocia con la visión intelectual.
antónimo de intelligentia. Así, cuan- Por eso, Isidoro de Sevilla, en Etim.
do ni siquiera se comprende lo di- VII, 8, anota que los profetas se lla-
cho, se cae en flatus vocis, esto es, en maban “videntes” porque veían cosas
una pura emisión de la voz. El térmi- envueltas en el misterio. En tercer lu-
no es recurrente en Pedro Abelardo gar, en la p. tales cosas se refieren tan-
quien lo empela con frecuencia, por to a los acontecimientos presentes co-
ej., en el Dialogus). 2. en particular, mo –y sobre todo– a los futuros. En
se aplica a la vida religiosa para seña- cuarto término, es propio de la ver-
lar la oración meramente pronuncia- dadera profecía, aunque infalible, el
da opuesta a la que brota de la adora- no poder ser confirmada por argu-
ción del corazón; en este último sen- mentos de la razón humana sino, en
tido la p. verborum se contrapone a la todo caso, por la operación de mila-
oratio cordis. gros. En quinto lugar, su finalidad es
siempre la edificación moral y religio-
proloquia. Cf. axioma y dignitas. sa, por lo que suele involucrar una in-
Otro de los términos semánticamen- terpretación o traducción humana de
te cercanos a p. es effata. Con todo, lo visto por el profeta. No es un há-
este último vocablo no presenta la bito, por tanto no puede ser scientia,
nota de necesariedad lógica que ofre- ya que, como indica Gregorio Mag-
cen los mencionados sinónimos. no, no se halla en la mente del profe-
ta a manera de forma permanente (cf.
pronomen. Los pronombres, es decir,
In Ez. I, 1), sino que consiste en un
las palabras que designan una cosa sin
don divino ocasional y gratuito, esto
emplear su nombre, común o propio,
es, no merecido.
545 proportio

prophetizare. La acción implicada en to de la forma, el de la potencia res-


este verbo no coincide con todas las pecto del acto, el del objeto respecto
operaciones indicadas en la prophetia de su potencia, etc. Más aún, afirma
(véase), sino sólo con una de ellas, de Tomás de Aquino que, en este segun-
algún modo posterior al acto mismo do sentido amplio de relación cual-
de la profecía: la de interpretar la voz quiera entre dos realidades, cabe ha-
divina. De hecho, la acepción preci- blar de p. entre la creatura y Dios,
sa de “profetizar” en este sentido fue puesto que aquélla se relaciona con
consagrada por Agustín al sostener Él como el efecto con la causa (cf. S.
que profeta no es aquel que recibe Th. I, q. 12, a. 2, ad 4). Sin embargo,
las visiones sino quien sabe desentra- en otro orden, no se puede hablar de
ñar su sentido para los hombres (cf., proporción entre ambos: precisamen-
por ej., De Trin. II, 6, 11). Para Pedro te, en el plano ya no extrínseco –que
Abelardo, al menos en el Dialogus, considera un ser como causa o como
este verbo indica, esencialmente, in- efecto de otro– sino intrínseco, donde
terpretar. Por eso, Abelardo aproxi- se asume a cada uno como lo que es
ma el p. al philosophari. El fundamen- en sí mismo, no puede haber propor-
to de esta asimilación radica en que ción o, en términos vulgares, punto
ambos son una revelación de la mis- de comparación entre Dios y la crea-
ma ratio divina. tura (véase “infiniti ad finitum non est
proportio”).
proportio. En 1. la primera acepción Particular importancia asume es-
medieval del término, proporción es te término en el 3. plano estético, en
una relación de valor que se registra el que se registra su tercera acepción.
o se asigna secundum determinatam En este orden, la p., que se puede tra-
adaequationem entre dos cantidades. ducir como “aritmética armonía” , es
Como se ve, se trata de un concep- una de las notas esenciales de la be-
to originariamente matemático. Así, lleza (véase pulchrum). De hecho, la
los escolásticos han hablado de 1. p.
realización del universo en cuanto or-
arithmetica, que consiste en la igual-
den es la expresión cósmica y gene-
dad de números secundum excessum
ral de la presencia estructurante de
et defectum, por ej., seis está separado
la proporción. Agustín la define co-
de tres y de nueve en la misma p. En
mo aequalitas numerosa y aun como
cambio, la 2. p. geometrica radica en
numerositas (cf. De nat. boni 3). Por
la igualdad de las proporciones mis-
su parte, Boecio hace suya esta carac-
mas como la que se da entre ocho y
terización y se extiende sobre lo be-
cuatro y doce y seis. Para este último
llo en cuanto proporcionalidad entre
tipo de p. algunos autores han reser-
las partes (cf. Top. Arist. Int. III, 1),
vado el término proportionalitas.
si bien no utiliza la voz que nos ocu-
Esta primera acepción matemáti-
pa sino la de commensuratio partium).
ca del vocablo, se extendió después
Toda esta tradición medieval sobre la
–por así decir, cualitativamente– a
p. como principio estético encuentra
otros planos y, sin perder su esen-
su culminación en Roberto de Gro-
cial significado de relación y adecua-
seteste, según el cual cualquier forma
ción, se utilizó en el 2. plano meta-
de belleza consiste en la identidad de
físico, aplicándose a órdenes cuales-
proporciones, de manera que “pul-
quiera como el de la materia respec-
proportionalitas 546

chritudo est apta partium coniunctio” dia, se han establecido las siguien-
(Comm. ad De div. nom. 1). Esta últi- tes clases, según que la cópula “es”
ma definición hace que la noción de componga o divida. Conforme a es-
p. desde el punto de vista estético re- te criterio se tiene una composición
mita no sólo a la aequalitas numero- 1.1.1. affirmativa, o bien 1.1.2. ne-
sa sino también a la aptitud o conve- gativa. La p. será afirmativa si la có-
nientia que las partes que constituyen pula une o compone sujeto y predi-
el todo que es bello guardan entre sí. cado, y negativa si los descompone o
En este plano, la p. está vinculada con separa. Como se ve, esta división se
otros de los principios de lo bello: la hace en virtud de la significación de
integritas (véase). una cópula determinada, o sea, por
la cualidad esencial de la proposi-
proportionalitas. Término usado es- ción. En cambio, la p. es 1.2. hipo-
pecialmente por los calculatores (véase tética o compuesta cuando no tiene
calculatio) de Merton durante el siglo por partes dos conceptos, sino pro-
XIV. Si la proporción (véase proportio posiciones simples, conjugadas por
2) es, básicamente, una relación, la p. una cópula que no es verbo; por ej.,
está concebida por los calculatores co- “y” . La verdad de este tipo de p. de-
mo la relación entre relaciones. pende de las verdades de las propo-
propositio. Cf. enuntiatio. Es la for- siciones categóricas que lo constitu-
ma de operación mental que compo- yen; de ahí su nombre. Hay dos clases
ne o divide conceptos que son sujeto de composición en estas proposicio-
y predicado. Constituye un discurso nes: 1.2.1. abierta o formal, y 1.2.2.
acabado que significa algo verdadero oculta o implícita, según que la es-
o falso. Así, la p. presenta un objeto tructura misma de la p. manifieste o
al cual pertenece ser verdadero o falso no que tiene por partes dos proposi-
y al que el espíritu puede dar o negar ciones. En el primer caso, encontra-
su asentimiento, según el caso. Las mos las proposiciones 1.2.1.1. copu-
diversas clases de proposiciones pue- lativa; 1.2.1.2. disiunctiva; 1.2.1.3.
den determinarse según una división conditionalis. La p. copulativa es
esencial o de acuerdo con una divi- aquella cuyas dos partes están unidas
sión accidental. Sólo nos ocuparemos por la cópula “y”; en la p. disyunti-
del primer caso, en que se clasifica la va la cópula que conjuga ambos tér-
p. en razón de lo que la constituye co- minos es “o”; en la condicional, “si”.
mo tal, es decir, la forma o cópula. En el caso de composición oculta o
Así, 1. según las diversas clases de implícita, la p. hipotética puede ser
cópula, una proposición puede ser 1.2.2.1. exclusiva,1.2.2.2. exceptiva,
1.1. simple o categórica, o bien 1.2. y 1.2.2.3. reduplicativa. Es exclusiva
compuesta o hipotética: es 1.1. cate- la proposición cuyos términos están
górica, atributiva, predicativa o sim- conjugados por la cópula “sólo” o al-
ple aquella p. cuyos sujeto y predica- gún equivalente a ella; por ej., “Sólo
do están unidos o separados median- un hombre es racional”; la exceptiva
te la cópula verbal “es”; por ej., “Juan es la que presenta la cópula “salvo” o
es alto”. equivalente; por ej., “Todos los cuer-
Respecto de las proposiciones ca- pos menos el éter se pueden pesar”; la
tegóricas o simples, en la Edad Me- reduplicativa se distingue por la có-
547 proprietas

pula “en cuanto” (quatenus); por ej., En cuanto a la clasificación acci-


“El hombre, en cuanto animal, sien- dental, los criterios que se utilizan pa-
te”. Son ocultamente compuestos o ra establecerlo difieren, como es ob-
hipotéticos porque su composición vio, en los diversos autores. Con to-
está indicada solamente por una pa- do, entre las más frecuentes se cuen-
labra que implica un o varias propo- tan la división de la p. por su canti-
siciones; así, en el ejemplo menciona- dad, es decir, por la extensión del su-
do de p. exceptiva, la cópula “menos” jeto; y la que se hace tomando como
equivale a “El éter no es ponderable”. base su significación intrínseca. Co-
También algunos han llamado, aun- mo estas notas conciernen, más que a
que sin rigor, p. hypothetica impropria la operación que conduce a la propo-
a la causal (véase hypothetica). sición y a su estructura interna, a su
Otro criterio de clasificación de las resultado formal, o sea, a la enuncia-
proposiciones, pero sólo de las cate- ción, proponemos ejemplos de tales
góricas, las examina 2. según el modo divisiones en el artículo enuntiatio.
en que la cópula “es” componga o di- Para las proposiciones per se nota, etc.
vida. De esta manera, se tiene un cri- véanse los artículos correspondientes.
terio que sigue ya no las clases de có-
propositum. En términos generales,
pula, como en el caso anterior, sino
p. equivale a institutum. El propósi-
su significación. De acuerdo con él, la
to es 1. la intención de la mens que
p. atributiva será 2.1. de inesse (véase)
se instituye en ella y tiene razón de
o atributiva, o bien 2.2. modalis. La
fin en la proaeresis (véase). En senti-
proposición atributiva es aquella en
do amplio también se ha usado para
la que la cópula “es” compone o di-
aludir a 2. la finalidad de una discipli-
vide simple, directamente, afirman-
na; así, por ej., se dice que el p. de la
do o negando que el predicado esté
Medicina es la salud. En su uso más
en el sujeto; por ej., “Juan es médi-
lato, pero poco frecuente, p. indica
co” o “María no está triste”. En cam-
también 3. el tema de un discurso de
bio, la p. es modal si enuncia la ma-
cualquier tipo. En la misma línea, el
nera o modo en que la cópula enlaza
uso más técnico y preciso que registra
sujeto y predicado; es decir, con qué
esta palabra es el que revela el latín es-
determinación uno afecta al otro; di-
colástico. En efecto, en ese contexto,
chos modos son: 2.2.1. possibilis,
señala 4. el punto que está en debate;
2.2.1. impossibilis, 2.2.3. contingens,
de ahí que una expresión como “in
y 2.2.4. necessarius. Ejemplos son:
proposito” se pueda traducir por “en
para el caso de la proposición posi-
la presente discusión”, y un término
ble, “Juan puede estar enfermo”; pa-
como “habetur propositum” signifique
ra el de la p. imposible, “Yo no pue-
“he demostrado lo que quería demos-
do ser un ángel”; para el de la contin-
trar” (cf. también thesis).
gente, “María está delgada, pudiendo
no estarlo”; y para la necesaria, “Pe- proprietas. La Edad Media utilizó es-
dro no puede no ser hombre”. Nó- te término en varios campos 1. lógi-
tese que, en última instancia, lo im- co, 2. teológico, 3. antropológico, y
posible puede reducirse a lo necesa- 4. en el de filosofía del lenguaje. 1.
rio, mientras que lo posible es reduc- Desde el punto de vista lógico, la p.
tible a lo contingente, que se refiere a se refiere a una nota o un conjunto de
la posibilidad de que algo no sea.
proprium 548

notas que pertenece a todos los entes nificado, Pedro Abelardo, siguiendo a
de una clase, caracterizándolos, pero Cicerón y Prisciano y aun a Anselmo
sin formar parte de su definición. Es, d’Aosta, anota que, en la interpreta-
pues, el abstracto de proprium (véa- ción de una sententia, es mejor ate-
se), de modo que todo lo que con- nerse a lo que es de hecho, es decir, al
cierne a este último concepto se pue- usus más que a la p.
de aplicar al de p.
proprium. En 1. sentido lato, se en-
2. En el ámbito teológico, el autor
tiende por p. el atributo no compar-
en quien aparece con más frecuencia
tido, es decir, perteneciente a un so-
este abstracto es Sto. Tomás, ya que él
lo ente o a una sola especie. Por eso,
aplica la doctrina de la p. a la teolo-
se opone a commune: cuando se afir-
gía trinitaria. En efecto, Tomás señala
ma, por ej., que, entre los miembros
que las Personas divinas singulares es-
de una familia dada, el ser obstina-
tán caracterizadas por propiedades re-
do es propio de Juan, se intenta in-
lativas, no absolutas, que convienen a
dicar precisamente que es una carac-
una sola de ellas, como la paternidad
terística suya, que él no tiene en co-
y la filiación.
mún con sus familiares. En su 2.
Pero, sobre todo, la p. encuentra su
acepción vulgar, se opone también a
campo de aplicación 3. en el orden
extraneum, alienum o praeter natu-
antropológico, particularmente, en la
ram: así, se dice, por ej., que es propio
doctrina tomista de las potencias del
del hombre moverse localmente, que-
alma. Estas proprietates, pertenecen al
riendo significar con ello que dicha
ordo perfectionis; son, pues, posterio-
propiedad no le es ajena sino conna-
res a la esencia del alma, y constitu-
tural, aunque la comparta con otras
yen cualidades inherentes a la sustan-
especies animales.
cia. Ello les confiere el carácter de ac-
En cambio, en 3. sentido estric-
cidentes, ontológicamente hablan-
tamente filosófico, p. es uno de los
do y en sentido estricto (cf. C.G. I,
praedicabilia (véase). Este concep-
cap. 32). Pero, desde el momento en
to fue tratado, en especial, por Aris-
que constituyen perfecciones que de-
tóteles en sus Tópicos I, 5, 102 a 18,
rivan de lo que el alma esencialmen-
quien le atribuye el siguiente signifi-
te es, tienen una jerarquía media. En
cado fundamental: p. per se es lo que
efecto, Tomás ubica las facultades en
pertenece siempre a toda una clase de
cuanto proprietates en un grado inter-
entes y sólo a ella, aun cuando no for-
medio entre la sustancia y el acciden-
me parte de su definición ni, por tan-
te, toda vez que las potencias son pro-
to, de la esencia correspondiente a di-
piedades naturales del alma (cf. S. Th.
cha clase. Esto no impide, sin embar-
I, q. 77, aa. 1 y 8).
go, que el p. esté estrechamente co-
4. Desde la perspectiva de las re-
nectado con ella (véase proprietas).
flexiones acerca del lenguaje, la p.
terminorum es la propiedad de los De esta manera, por ej., la capacidad
términos, esto es, la acepción preci- de reír es un p. del hombre. De todos
sa que se les debe atribuir y con arre- modos, el antecedente más directo de
glo de la cual han de ser utilizados. las consideraciones medievales sobre
En este sentido, teniendo en cuenta el tema está dado por Porfirio quien
que los vocablos pueden variar de sig- lo trata sobre la base de las afirmacio-
nes aristotélicas al respecto. Distin-
549 proslogion

gue cuatro tipos de p.; los tres prime- cias a su conocimiento de las causas
ros se encuadran en los “propios res- primeras, puede ofrecer una demos-
pecto de otro” y son: 1. lo que, perte- tración p.q., es decir, indicar la cau-
neciendo a una sola especie, no se da sa efectiva de lo que el físico se limi-
en todos sus individuos, en este sen- ta a describir, como señala Tomás de
tido, ser filósofo es propio del hom- Aquino (cf. Super Boetium De Trin. 5,
bre; 2. lo que pertenece a todos los 1). Por otra parte, advierte que esto
individuos de una especie, pero no a se extiende a todas las clases de cau-
ella sola, así, el ser bípedo es propio sa. Así, el p.q. puede señalar la cau-
del hombre; 3. lo que pertenece po- sa final última o remota de algo, por
tencialmente a todos los individuos ej., cuando algo se desea por sí mis-
de una especie pero no siempre se ac- mo, propter se, y no por otra cosa (cf.
tualiza en ellos, por ej., el encanecer S. Th. I-II, q. 2, a. 6 ad 1; cf. también
es propio de los hombres. Finalmen- demonstratio 2.1 y 2.2).
te, Porfirio consigna como cuarto ti-
propterea. Cf. proindeque.
po lo que para Aristóteles es el p. per
se (cf. Isag. 12, 12 y ss.). prorsus. Este adverbio significa, en
Los cuatro significados de Porfirio principio, directa, derecha o entera-
fueron asumidos casi sin modifica- mente. En contexto filosófico, se lo
ciones por la lógica escolástica, como ha empleado más bien con este últi-
se ve, por ej., en Pedro Hispano (cf. mo matiz. Por eso, da la idea de lo
Summ. Log. 2, 13). El tema adquirió completo o, mejor aún, lo adecua-
un particular desarrollo en Tomás de do y preciso. Así, por ej., p. de ratione
Aquino, ya que, sobre esta noción de alicuius esse indica la razón entera-
p., el Aquinate elabora una doctrina mente adecuada al ser de una cosa.
de la proprietas (véase).
proslogion. Significa, en general,
propter quid. A diferencia del quia “alocución”, esto es, discurso pronun-
(véase), este término, que se pue- ciado ante alguien o escrito para al-
de traducir por “a causa de”, indica guien. En esa medida, es antónimo
precisamente la causa de algo. Puede –por ende, complementario, en el
aparecer en contexto 1. metafísico; 2. sentido de completar su significado–
lógico. 1. En contexto metafísico, esa de monologion o soliloquium (véanse).
causa es primera, porque en tal mar- Pero la palabra que nos ocupa, en
co se consideran las cosas en sí mis- términos medievales, adquiere una
mas; pero, 2. en contexto lógico, es significación más precisa y célebre,
causa última, dado que se atiende al porque titula uno de los textos fun-
punto de vista del conocimiento hu- damentales de la Edad Media, aquel
mano: no se ha de olvidar que lo pri- en el que, bajo la pluma de Anselmo
mero en el orden del ser es lo último d’Aosta o de Canterbury, se inaugu-
en el orden del conocer y viceversa. ra el modus operandi intelectual de la
En el plano de las demostraciones, la Escolástica. En su Proemio, él mismo
que recibe el nombre de p.q. se basa tipifica la obra, por contraposición a
en la causa y procede partiendo de lo su Monologion. En efecto, al concluir
que es por sí mismo anterior o prime- la elaboración de este último, advirtió
ro hacia lo que es posterior. Por eso, que tenía por base el encadenamien-
se ha señalado que el metafísico, gra- to de muchos razonamientos. Se pro-
prosyllogismus 550

puso, entonces, encontrar “una so- sible”, en la que esta conclusión re-
la prueba que no necesitase para ser aparece en el segundo silogismo:
completa más que de sí misma y que “todo ser sensible es mortal”, “todo
demostrase que Dios existe verdade- hombre es ser sensible”, luego, “todo
ramente…” Así, el argumento único hombre es mortal”.
y autosuficiente, (mal)llamado des- Algunos autores consideran que en
pués “argumento ontológico”, consti- la construcción del p. se puede y aun
tuye la piedra basilar del P. Sea de es- se debe omitir o sobreentender la ma-
to lo que fuere, lo que importa para yor del segundo silogismo en pro de
confirmar la acepción señalada en el la rapidez y comodidad de las opera-
término que nos ocupa es lo que de- ciones mentales que implica.
clara el mismo Anselmo sobre ese tex-
protestativum. Se denominó así a un
to que ya había circulado informal-
signo que no sólo significa sino que
mente. Finalmente se decide a titu-
muestra o vuelve evidente algo; así,
larlo y firmarlo, a instancias de algu-
por ej., una pierna amputada en una
nos hermanos y de sus mismos supe-
persona es signum p. de su imposibili-
riores, junto con el anterior: “… in-
dad de caminar.
titulé –dice– a uno Monologium, es
decir, conversación conmigo mismo, prototypo. Es la principalis figura
y al otro P., es decir, alocución (illud (véanse typo y figuraliter).
quidem Monologion, id est soliloquium,
istud vero Proslogion, id est alloquium, prout. Es una conjunción, muy usa-
nominavi)” (Prosl. in princ. et in fine, da en los textos medievales, sobre to-
respectivamente). do, escolásticos, que se suele tradu-
cir por “en cuanto”, “en la medida
prosyllogismus. Se denomina así el que” o “según que”. Su significado es
razonamiento o la argumentación próximo al de ut y, más aún, al de ex
por la cual se demuestra alguna de ratione. Así, por ej., se dice que las
las proposiciones del silogismo prin- pasiones son del compuesto, porque
cipal. Más específicamente, algunos no se originan en la materia sino en
lógicos medievales señalan que dicha cuanto [prout] ella es actuada por la
argumentatio consta de dos silogis- forma; ni se originan en la forma sino
mos dispuestos de manera tal que la en razón [prout, ex ratione] de que és-
conclusión del primero es la mayor o ta está unida a la materia.
la menor del segundo. Por ej., “Todo
ser racional es capaz de reír”, “todo providentia. En líneas generales, es-
hombre es ser racional”, luego, “todo te concepto teológico está referido
hombre es capaz de reír”; primer silo- al gobierno del mundo y a la direc-
gismo cuya conclusión constituye la ción de la humanidad. Toda la Sa-
mayor del siguiente: “todo hombre es grada Escritura habla de ello. Aho-
capaz de reír”, “ningún asno es capaz ra bien, sobre este tema hay un equí-
de reír”, luego, “ningún asno es hom- voco que se debe despejar de inme-
bre”. Ejemplo del caso en que la con- diato: en realidad, lo que común-
clusión del primero es la menor del mente se denomina “providencia”
segundo es el siguiente: “todo animal en la Edad Media se llamó “guber-
es ser sensible”, “todo hombre es ani- natio” (véase); p. designa el plan di-
mal” luego, “todo hombre es ser sen- vino y eterno cuya ejecución histó-
551 proximum

rica es, precisamente, la gubernatio, contra los pelagianos. Agustín la fun-


en especial, en lo que toca a la vida da en la causalidad divina que se ex-
de los hombres. De esta manera, y tiende tanto al orden del ser como al
aun cuando los términos no sean pro- del bien y al de la operación (cf., por
pios, respecto de Dios, la noción que ej., De civ. Dei XII, 5; V, 9, 10).
nos ocupa sería una consideración ad Así pues, en síntesis, la p. sería a la
intra, mientras el gobierno sería ad gubernatio lo que la prudencia es a la
extra de Él, aunque no del mun- acción virtuosa.
do. Con todo, esto no significa que
proximum. Esta voz ha sido usada en
la acción providencial forme par-
la literatura filosófica y teológica me-
te de la vida íntima de Dios ni, mu-
dieval como adjetivo o como sustan-
cho menos, de las procesiones di-
tivo, asumiendo muy diversos signifi-
vinas, sino sólo que en Dios está la
cados según los diferentes planos en
ratio del gobierno. Por eso, la de-
los que se la considera. Lo común a
finición clásica de p. es la de To-
todos ellos señala siempre una cierta
más de Aquino: “ratio ordinandorum
inmediatez.
in finem”. Tal razón al fin es inten-
En cuanto 1. adjetivo, en el 1.1. or-
cional, por tanto, es necesario postu-
den lógico, se habla de género proxi-
lar que preexiste en Dios, en cuanto
mum para señalar la clasificación in-
causa de las cosas según su entendi-
mediatamente superior a la especie,
miento (S. Th. I, q. 22, a. 1 c). En es-
según el árbol de Porfirio (véanse ar-
ta posición, el Aquinate sigue el plan-
bor porphiriana y genus); en el 1.2. or-
teo esencial de Boecio, quien define
den metafísico, se considera una cau-
la p. diciendo que es “ipsa divina ratio
sa como proxima cuando entre ésta y
in summo omnium principe constituta,
quae cuncta disponit” (De cons. phil. su efecto no se encuentran elementos
IV, 6). También Tomás rescata, en el intermedios (véase causa); correlativa-
artículo siguiente, la nota de visión de mente el efecto proximus es aquel que
conjunto que aparece en la caracteri- sigue de manera inmediata a una cau-
zación boeciana: aunque de distinta sa dada; así, el efecto próximo de una
manera, todos los seres están sujetos a melodía no es el placer estético sino
la p. divina, tanto en particular como la percusión de la membrana auricu-
en conjunto, ya que la causalidad de lar. De modo similar, el fin proximus
Dios como primer agente se extien- de una acción es el fin particular en
de a todos, también en cuanto a sus cuanto subordinado a un fin ulterior
principios individuales. Por otra par- (véase finis).
te, el Aquinate sostiene que la p. no Usado como 2. sustantivo, el tér-
excluye de las cosas ni la contingen- mino asume un significado especí-
cia, ni el casus, ni la fortuna, ni el li- ficamente moral proveniente de los
bre albedrío (cf. In Met. VI, l. 3, nn. textos bíblicos y designa a los seres
28-32). que nos son próximos con arreglo a
Cabe subrayar que la afirmación dos criterios, uno natural y otro so-
sobre la universalidad de la providen- brenatural. Según el primero, todos
cia es de raíz agustiniana, así como los hombres son próximos entre ellos
la de la infalibilidad y unidad, en la en cuanto semejantes, es decir porque
polémica que el Hiponense sostiene participan de la misma naturaleza, es-
tando ligados entre sí con concien-
prudentia 552

cia de tal vínculo. De acuerdo con su afirmación acerca de que, en cuan-


el segundo, y en el marco del Cris- to discernimiento entre bienes y ma-
tianismo, a ese vínculo se sobreañade les, la p. concierne tanto a lo presente
el determinado por la caridad (véase como a lo pasado y a lo futuro.
caritas), fundada en una fraternidad En la Patrística, y en particular con
entre los seres humanos no sólo natu- Agustín, se revaloriza este concep-
ral sino también sobrenatural. Dicho to. La p. es, para el Hiponense, la vir-
carácter fraterno obedece a la concep- tud cardinal primera, en cuanto que
ción de Dios como Padre común de es llamada a discernir entre el bien y
todos los hombres. el mal (cf. De civ. Dei XIX, 4). La de-
fine, pues, como el conocimiento de
prudentia. Término que suele tra- las cosas que debemos apetecer y de
ducir la frónesis griega. En la Anti- las que debemos evitar (cf. De lib. arb.
güedad, Aristóteles fue el primero en I, 13, 27). Como se ve en esta defini-
distinguir este concepto del de sofía, ción, la prudencia toca, por una parte,
es decir, sapientia (véase). En efecto, al aspecto racional del hombre, pues-
aclara el Estagirita que la p. no tiene to que es un conocimiento; por otra,
por objeto las cosas superiores y divi- su objeto es lo appetendum y concier-
nas, sino que atañe a lo meramente ne, por tanto, al aspecto apetitivo.
humano: es el hábito práctico racio- Por su parte, Buenaventura insiste
nal que concierne a lo que es bueno en la capacidad de rectificación, esen-
o malo para el hombre. Ahora bien, cial en la prudencia, a la que le com-
como éste es un ser mutable, también pete la claridad como atributo fun-
es cambiante lo determinado por la damental. Se ha de tener en cuen-
p. misma, cosa que no ocurre con la ta la especificidad del verbo rectifica-
sapientia, ya que ella versa sobre lo re (véase) en dicho autor (cf. Coll. in
que es supremo y, por lo mismo, ne- Hexaem. VI, 13).
cesario (cf. Et. Nic. VI, 5, 1140 b 4 y La percepción de este doble matiz
ss.). En la filosofía post-aristotélica se en el concepto que nos ocupa reapa-
revalorizó esta noción; así, para Epi- rece en la Escolástica, especialmen-
curo, la p. es madre de todas las vir- te con Tomás de Aquino. El Aqui-
tudes y más preciosa que la filosofía nate caracteriza la p. como recta ratio
misma. Los estoicos la identificaron agibilium, es decir, la recta norma de
con la vida virtuosa en sí. Pero cabe las acciones humanas. Pero la virtud
recordar que estas doctrinas florecen es un hábito que perfecciona al hom-
en un momento histórico de crisis en bre para obrar bien, en cuanto a uno
el que se exigía a la filosofía ser maes- de los dos principios de sus acciones:
tra de vida antes que disciplina pura- el intelecto y el apetito. Por su esen-
mente especulativa (cf. por ej., Diog, cia, la p. es virtud intelectual; en cam-
L. VII, 125-26). bio, por su materia y objeto, es virtud
Pero tanto los autores del período moral (cf. S. Th. I-II, q. 58, a. 3 ad 1),
patrístico como los medievales sue- que perfecciona todas las demás vir-
len seguir a Cicerón en su caracteriza-
tudes morales, en la medida en que el
ción de la prudencia, especialmente,
conocimiento que procura se extien-
en el énfasis que el Arpinate pone, de
de a todas ellas (cf. Ibid. II-II, q. 166,
un lado, en la nota de discernimien-
a. 2 ad 1). De este modo, y al repro-
to propia de esta virtud; de otro, en
ducir la mencionada distinción aris-
553 pulchritudo

totélica, Tomás describe la pruden- do, el enfoque agustiniano, que de-


cia como la consejera de las cosas que fine la p. como splendor ordinis, con-
conciernen a la vida íntegra del hom- sidera en ella dos aspectos o niveles
bre y a su fin último (cf. Ibid. I-II, q. (cf., por ej., Ep. 3, 4): el de la pro-
57, a. 4, ad 3). porción o elemento matemático y
En el mundo moderno se subrayará el de la cualidad sensible que iden-
el ideal práctico más que intelectual tifica con la dulzura y suavidad de
de la p. la percepción. Pero Agustín enfatiza
el primero, o sea, la nota de propor-
publicum. Es lo que pertenece, co- ción en la belleza; así, dice que ésta
rresponde o compete a a una socie- no es otra cosa que aequalitas nume-
dad en cuanto tal. Por eso, puede alu- rosa (De mus. VI, 13). Más aún, pa-
dir tanto a todo el mundo como al ra el Hiponense, hasta aquello que,
Estado del que se trate. Se contrapo- individualmente considerado, apa-
ne a lo privatum que es lo que per- rece como feo, contribuye a la be-
tenece, corresponde o compete a una lleza del conjunto, como el juego no
persona individual. sólo de luces sino también de som-
pudicitia. Cf. verecundia, in fine. bras hace a la hermosura de un cua-
dro, idea que Juan de Salisbury se en-
pulchritudo. La reflexión filosófi- cargará de ampliar. Sobre sus huellas,
ca sobre la belleza comienza en el pe- Buenaventura sostiene que Dios mis-
ríodo patrístico con una obra hoy mo, al obrar por sí, da la medida; al
perdida de Agustín, el De pulchro et obrar para sí, esto es, al ordenar todas
apto, cuyas ideas se han de rastrear las cosas a su fin último, da el orden;
en el resto de sus escritos. En el Hi- y, al obrar según Él es, da la belleza.
ponense hay una cierta contradicto- De modo consecuente, añade que,
riedad entre el “hombre interior” y por ej., el mal moral no es sólo priva-
el amor por el mundo sensible, uno ción de medida y orden sino también
de cuyos principales atractivos es jus- de p., en la que, en general, subra-
tamente la belleza: la de los cuerpos, ya la nota de claritas (cf., por ej., De
la gracia de la juventud, el esplendor regno Dei 43; Coll. in Hexaem. VI, 7).
de la luz, los dulces sonidos, el aro- Por su parte, Hildegarda de Bingen
ma de las flores. Con todo, Agustín subraya la proporcionalidad de los
advierte no sólo oposición entre es- miembros en el cuerpo humano, pe-
tos dos polos de atracción sino tam- ro insiste particularmente en dos ele-
bién una línea de continuidad, un pa- mentos de su noción de p.: la lumino-
saje, ya que, cuando se ama a Dios, se sidad y la “moralidad”. En efecto, un
aman todas las cosas del mundo por carácter del que deriva la belleza del
Él creado. Se establece así, a través de mundo es, desde la perspectiva antro-
la p., un parentesco entre lo Uno y el pomórfica de Hildegarda, su bondad
cosmos, rastreable en los neoplatóni- que concibe no sólo como virtud hu-
cos. Tal parentesco permite al Hipo- mana sino cósmica (cf. Scivias I, 2).
nense construir intelectualmente, por Sobre huellas claramente agusti-
la belleza, una vía de reflexión sobre nianas (véase pulchrum), Hugo de
la existencia de Dios. San Víctor compone el primer trata-
Sea de ello lo que fuere, en lo que do medieval de estética, a manera de
concierne a la belleza de este mun-
pulchrum 554

una cosmología teológico-estética: el por serlo, permite la definición de las


mundo revela las perfecciones de la cosas bellas y las consagra como ta-
Trinidad. En un abordaje más par- les. De modo semejante, para Esco-
ticularizado, Hugo analiza la p. del to Erígena, las formas visibles no son
mundo según cuatro criterios o cate- atractivas por sí mismas sino sólo en
gorías aplicables también a la belleza la medida en que constituyen mani-
artística: in situ, in motu, in specie, in festaciones de lo que es p. de mane-
qualitate. La primera define la colo- ra invisible, esto es, la Verdad. Só-
cación en el espacio de las varias rea- lo que, al afirmar lo inadecuado de
lidades naturales o artificiales, como la teología positiva –ya que la ima-
primera manifestación del orden; la gen de la que se sirve para hablar de
segunda atiende a la armonía del mo- Dios es siempre falsamente semejante
vimiento, como segunda expresión a Él– Erígena no sólo subraya la supe-
del ordo; la tercera, el esplendor de las rioridad de la teología negativa (véa-
imágenes; la cuarta, la valoración po- se theologia) sino que enfatiza la nece-
sitiva de todas las formas creadas. Pe- sidad de usar figuras completamente
ro siempre se concluye que la fugaz p. desemejantes. De este modo, el sím-
de éstas ha de remitir a la Belleza divi- bolo monstruoso, que presenta lo de-
na, primera y absoluta. forme, es poderosamente anagógico
(véase anagogicum). Esta perspectiva
pulchrum. En principio, el voca- es retomada en el siglo XII por Hilde-
blo griego kalón fue traducido como garda de Bingen.
bonum: así aparece en la versión que Un siglo más tarde, Alberto Mag-
en el siglo IX Ilduino hace del De no establece entre bonum y p. una
divinis nominibus de Dionisio Areo- distinción sólo de razón, resumien-
pagita. Sólo más tarde se tradujo co- do los caracteres de lo bello en el es-
mo p. No es de sorprender porque, plendor de la forma y las proporcio-
para muchos autores, “bello”, voz por nes de las partes. Tomás señala (cf. S.
la que se traduce la que nos ocupa, Th. I, q. 5, a. 4) que en un sujeto de-
es uno de los trascendentales (véa- terminado p. y bonum son términos
se transcendentale). Así pues, la con- intercambiables, en cuanto se fun-
sideración de lo bello va cobrando en dan en una misma realidad: la forma.
la Edad Media una paulatina autono- Sin embargo, difieren en sus concep-
mía. Con todo, la reflexión que ha- tos, ya que el bien alude al apetito, y
cen al respecto Escoto Erígena, Bue- por ello, está ordenado a la voluntad,
naventura, Alberto Magno, Tomás de mientras que lo bello se refiere al po-
Aquino, etc., suele llevar esa impron- der cognoscitivo.
ta originaria sobre el status ontológi- Durante el período patrístico, en
co de lo p. y su asimilación a la Luz cambio, una de las más elaboradas
y al Bien. El mismo Dionisio había nociones de p. es la de San Agustín.
afirmado que el nombre de bonum El Hiponense la funda en su concep-
también es celebrado como p., refi- ción trinitaria, según la cual todo lo
riéndose a Dios, completamente be- que existe presenta medida (mensura
llo, siempre bello en el mismo gra- o modus), especie (species o numerus)
do y modo, en todo lugar y para to- y orden (ordo o pondus). También lo
dos. Se trata, pues, de un p. indefini- bello ofrece esas tres notas (cf. De
ble, incondicionado que, justamente
555 puritas essendi

mus. VI, 12, 38), pero de ellas se des- 8, n. 9). La visión escolástica se sepa-
taca la tercera o, si se prefiere, la rela- ra así tanto de la antigua interpreta-
ción entre ésta y la segunda. En efec- ción atomista del p. material, como
to, para Agustín, lo bello es lo orde- de lo que fue después la visión meta-
nado y armonioso, armonía que res- física de Leibniz. Sin embargo, algu-
plandece numéricamente, como nu- nos autores han hablado de los puncta
merositas (cf. De nat. boni 3). copulantia o continuantia que, siendo
De alguna manera, un eco de esta ellos mismos indivisibles, unen entre
tríada resuena en las concepciones tí- sí a las partes de un todo material, de
picamente escolásticas sobre lo que modo que constituyen el nexo natu-
es p. basadas sobre las consideracio- ral de las mismas cosas.
nes aristotélicas al respecto. Para To-
puritas essendi. Una indicación
más de Aquino, por ej., la belleza de
aparte requiere el sustantivo puritas,
las cosas obedece, en primer lugar, a
porque es algo más que el abstracto
la integridad o perfección; de hecho,
de purum (véase) cuando está acom-
sostiene el Aquinate, cuanto menos
pañado de essendi. En efecto, desde
éstas están presentes, tanto más feas
el punto de vista metafísico, la Edad
son las cosas. En segundo término,
Media ha hablado, en general, de la
cuenta la justa proporción o armo-
p. e. de Dios para subrayar, especial-
nía y, por último, la luminosidad, por
mente en el contexto del discurso so-
la que las cosas que resplandecen son
bre la analogia (véase), la absoluta di-
llamadas “bellas” (cf. S. Th. I, q. 39,
ferencia entre Él y las criaturas, es de-
a. 8 c). Para el desarrollo de cada una
cir, para aludir al status ontológico
de estas notas, véanse los artículos
propio de lo divino. Con todo, una
integritas, proportio 3. y claritas.
acepción particular asume la expre-
Respecto de lo bello artístico, cabe
sión p. e. en Eckhart, que la prefiere a
anotar que Tomás de Aquino recono-
esse a secas –utilizada por muchos au-
ce una cierta autonomía a la obra de
tores en sentido unívoco para aludir
arte al afirmar que no es loable para el
a Dios– por considerar dicho verbo
artista la intención moral con la que
ambiguo. La p. e. divina en Eckhart
la lleva a cabo sino sólo la calidad del
se debe interpretar como una pure-
trabajo en sí.
za que, si bien es, no existe según un
pulsus. Es todo movimiento violen- modo de ser determinado sino como
to. Sus especies son la impulsio y la un modo de entender, de intelligere,
expulsio (véanse). o sea, como principio-sustancia inde-
terminada que se refleja en sí misma
punctum. También respecto de es- y que es idéntica a sí. Así pues, lo que
te concepto, el pensamiento medie- el místico alemán pretende con la ex-
val sigue la doctrina aristotélica pa- presión p. e. es poner a Dios más allá
ra la que el p. es un valor matemá- de las categorías de esse, de essentia o
tico y físico, definido como la míni- aun de lo que resulte de una forma
ma cantidad matemática o física con- de identidad entre ambos, como en
cebible. Tomás de Aquino, por ej., lo el caso de Tomás (véase esse); más to-
define diciendo que es “omnino indi- davía, con la expresión p. e. Eckhart
visibile secundum quantitatem et ta- plantea en Dios la condición de posi-
men habet positionem” (In Met. V, l. bilidad de dichas categorías.
purum 556

purum. Varios son los planos en que puta. Se puede traducir por la expre-
aparece esta voz en los textos medie- sión “por ejemplo”. Proviene del ver-
vales. En 1. el retórico, alude a la pu- bo putare que tiene dos variantes se-
reza lingüística de un vocablo, grie- mánticas: según una de ellas, signifi-
go pero especialmente latino, no con- ca “podar”, de donde amputare, “po-
taminado por influencias bárbaras. dar alrededor”; según la otra, frecuen-
2. En el orden lógico, se suele lla- te en los textos filosóficos medieva-
mar “pura” la proposición opuesta a les, quiere decir “calcular” –de don-
la modal (véase propositio 1), como de computo– “juzgar”, “creer” y, so-
“Homo animal rationale est”. 3. No es bre todo, “considerar”. Con este últi-
infrecuente, sobre todo entre autores mo sentido suele aparecer en su pre-
de tradición nominalista, que este vo- sente de imperativo. De esta manera,
cablo aparezca no con un matiz ético p. significa literalmente “considera (el
o espiritual sino para indicar el carác- caso de)”.
ter de “mero”. Así, los teólogos tardo- La forma subsiste en el italiano ac-
medievales suelen referirse a la con- tual en el que, a veces, se añade “ca-
dición de homo purus, es decir, de ser so” o “il caso”, pero con un matiz al-
puramente humano, propia de la Vir- go diferente del que implica la expre-
gen María, por contraposición al ca- sión latina que nos ocupa, ya que lo
rácter de deus homo de Cristo (cf., por que se insta a considerar en el italia-
ej., Gabriel Biel, S. III, 25 a; Lect. 32 no “puta il caso” es una eventualidad
b). También se utiliza 4. en su forma más que un ejemplo. Guillermo de
adverbial, como en la expresión pure Ockham en su Summa Log. 51, escri-
credibilia (véase), referida a aque- be: “et propterea tales termini ‘caput’,
llos artículos de fe que ni siquiera los ‘ala’, ‘manus’ et huiusmodi non sunt ad
bienaventurados pueden compren- aliquid; quocumque enim horum viso
der, entre ellos, el misterio de la Tri- potest sciri quia tale sit, puta ‘caput’,
nidad. De este modo, el adverbio su- ‘ala’, ‘manus’ quamvis ignoretur cuius
braya sólo aceptable por fe y, por en- sit”. Es, pues, equivalente a verbi
de, el carácter máximamente inacce- gratia.
sible para la razón o aun para el inte-
lecto de tales misterios.
557

Q
qua. Cf. quatenus. tronomia. Más acá de esta fundamen-
tación, la mencionada agrupación en
quadrivium. Bajo este nombre la las cuatro artes había quedado consa-
Edad Media conoció un grupo de grada en la obra de Marciano Capella
cuatro disciplinas que junto con el De nuptiis Philologiae et Mercerii et de
trivium (véase) componía las siete septem artibus liberalibus libri novem,
artes liberales (véase ars). Las disci- donde las artes del q. están tratadas
plinas que componen el quadrivium en los libros seis a nueve.
son: la arithmetica, la geometria, la as- A medida que avanza la Edad Me-
trologia y la musica, a cuyos respecti- dia, la dificultad de introducir cohe-
vos artículos se remite. Constituían, rentemente en este esquema los nue-
por así decir, la base de la forma- vos descubrimientos, puso en crisis la
ción que hoy llamaríamos científica mencionada división y se proponen
del hombre medieval. Pero lo funda- otras, como hace Hugo de San Víc-
mental en este concepto es el hecho tor en su Didascalion, puesto que tal
de que, a diferencia de lo que acon- esquema ya no era adecuado al desa-
tece con el trivium (véase), el conjun- rrollo de los conocimientos.
to de disciplinas que abarca el q. con-
ciernen a lo real; más aún, al orden quaestio. En sentido no técnico, es
en que la realidad está dispuesta por el sustantivo del verbo quaerere, cuyo
Dios. En tal sentido, es decisivo pa- sentido es el de buscar, intentar obte-
ra la concepción medieval al respec- ner, de donde el frecuentativo quaeso,
to el antecedente de la obra boeciana. “pedir con insistencia”. Cuando esa
En efecto, para Boecio, la veracidad búsqueda es conceptual, quaerere sig-
de lo real radica en el intelecto divi- nifica preguntar y cuestionarse, por lo
no, dado que éste contiene todas las que el término que nos ocupa se tra-
formas con arreglo a las cuales se or- duce por “cuestión”.
ganiza el mundo. La mente humana Filosóficamente hablando, en la
se representa el orden de estas formas Edad Media, una cuestión es una pro-
puras como simples entidades cuanti- posición presentada de tal modo que
tativas: las cantidades discretas o mul- se pueda demostrar en un sentido o
titudines y las continuas o magnitu- en otro. En ella están implícitos, pues,
des. Ambos tipos a su vez son perci- distintos modos posibles de resolver-
bidos por la mente humana según la la. Difiere del problema en cuanto que
perspectivas desde la que se los con- éste implica un argumento en torno
sidere. Las multitudines consideradas del cual se puede desarrollar un largo
per se dan lugar a la arithmetica; con- y complejo tratamiento, con la posi-
sideradas ad aliquid, a la musica. Las bilidad de no arribar a una solución.
magnitudes consideradas en su inmo- Por consiguiente, la naturaleza de la
vilidad dan lugar a la geometria; si se q. es más restringida que la del pro-
las enfoca desde su movilidad, a la as- blema.
quale 558

Siguiendo a Aristóteles, la tradición midades de Navidad y de Pascua. Las


medieval clasificó las cuestiones po- quaestiones disputatae, en cambio,
sibles en cuatro tipos: 1. la q. an sit, eran el resultado de las disputationes
que versa sobre la existencia o inexis- ordinariae que los profesores de Teo-
tencia de la cosa de la que se trata; 2. logía sostenían durante sus cursos.
la q. quid sit, que aborda la esencia de Este procedimiento era objeto de
la cosa; 3. la q. qualis sit, que gira en entrenamiento con los estudiantes
torno de sus propiedades; y 4. la q. universitarios (véase determinatio 3).
cur sit, que trata sobre el fin de la rea-
quale. Sea interrogativo o relativo,
lidad discutida. Obviamente, las dos
q. sugiere siempre la idea del cómo
primeras clases son, por su misma ín-
es algo. Por eso, es voz que se suele
dole, anteriores a las dos últimas. To-
emplear en la Edad Media para seña-
más de Aquino enumera cuatro, aña-
lar las cosas que tienen cualidad. Así,
diendo a las dos primeras menciona-
por ej., se dice que la materia prima
das quia est y propter quid (cf. In Met.
no es ni quanta, porque carece de di-
VII, l. 17, n. 19).
mensión, ni qualis, puesto que no se
En su acepción más estricta, el tér-
puede predicar de ella ninguna cuali-
mino señala el método de tratamiento
dad. La palabra aparece también en
filosófico y teológico propio de la Es-
la expresión praedicari plure in quale,
colástica a partir del siglo XII, puesto
que el primer ejemplo de dicho mé- que alude a afirmar de algún sujeto
todo aparece en el Sic et non de Pe- predicados no esenciales, que seña-
dro Abelardo. Esta obra se compo- lan sólo sus cualidades accidentales,
ne de una colección de sententiae de por ej., “El oro es reluciente”. Entre
los Padres de la Iglesia, presentadas en los autores nominalistas, es frecuen-
forma de respuestas afirmativas o ne- te la expresión q. quid opuesta a hoc
gativas a correspondientes problemas. aliquid (véase significare 3 y 4). Véase
A partir de esto, la q. va cristalizando también in quale.
su estructura hasta alcanzar su forma qualitas. Dos son los principales pla-
madura, cuya estructura fundamental nos en los que esta palabra se utilizó
es la que reproduce el articulus (véase) durante el período escolástico: el lógi-
de las Sumas. co y el metafísico. En el 1. orden ló-
Generalmente los temas que da- gico, la consideración de la q. adquie-
ban lugar a las quaestiones provenían re relevancia en la doctrina del juicio
de los textos sagrados, de las obras de y la proposición. La cualidad de una
Boecio o de Aristóteles, pero, más fre- proposición es la propiedad formal
cuentemente de las Sententiae de Pe- expresada por la cópula; de ahí que la
dro Lombardo. Por otra parte, se re- q. dé lugar a una de las más extensas
dactaban las así llamadas quaestiones y particularizadas clasificaciones de la
quodlibetales o quodlibeta o de quodli- propositio (véase).
bet (véase). Éstas se basaban sobre los En el 2. orden metafísico, q. en su sen-
debates sostenidos oralmente acer- tido más lato es cualquier determina-
ca de una cuestión a elección; de ahí ción intrínseca del ente; de ahí la condi-
su nombre “sobre lo que se quiera”. ción de la q. de constituir una categoría
Generalmente, los maestros y doctores (véase praedicamentum 3.2); más aún,
universitarios celebraban estas discu- es, como se verá, junto con la de sus-
siones dos veces al año: en las proxi- tancia, la categoría fundante de otras.
559 quando

Ahora bien, al ser una determina- El concepto de q. está vinculado


ción de cualquier tipo, se distingue tanto con el de cantidad como con el
del proprium (véase) y es más amplia de sustancia. Se opone y es correlati-
que él, ya que éste indica la cualidad vo con el concepto de quantitas (véa-
que caracteriza al ente mismo y que, se), en la medida en que la cualidad
por ende, es exclusiva de dicho ente o es una determinación y una especifi-
de la clase a la que pertenece. Tan ex- cación, mientras que la cantidad no
tensa es la noción que nos ocupa que determina al subiectum sino que hace
comprende a una familia de concep- repetible la sustancia con esa determi-
tos cuyo único denominador común nación. En cuanto a la relación de la
es que se pueden emplear como res- q. con el subiectum sustancial, hay que
puestas a la pregunta “quale?”. De es- señalar que la cualidad participa de la
ta familia, Aristóteles distinguió cua- existencia del sujeto: no le confiere el
tro grandes miembros, en una clasifi- esse simpliciter, pero lo determina a un
cación vigente durante toda la Edad esse secundum quid, es decir, no lo de-
Media (cf. Cat. VIII, 8 b y ss. y Met. termina a ser, sino a ser tal. Éste es el
V, 14, 1020 a 8 y ss.). El Estagirita, sentido de la expresión escolástica q.
y con él los escolásticos, entendieron substantialis, por el que se entiende la
por qualitates: 1. los hábitos y las dis- forma que determina a la materia o al
posiciones, los que a su vez se distin- género, por ej., la racionalidad. Ello
guen entre sí en cuanto que el habitus hace que no se pueda identificar sin
es más estable que la dispositio (véan- más las cualidades con los accidentes
se). A la primera categoría los autores o propiedades. Finalmente, cabe des-
medievales adscribieron las virtudes tacar que la presencia de cualidades
en general; a la segunda pertenecen esenciales no implica una transforma-
la salud, el calor, etc. Además, frío, ción o enriquecimiento ulterior, sino
calor, humedad y sequedad se lla- que obedece al desplegarse de la na-
maron en la Edad Media “qualitates tural determinación de la sustancia,
primae”, en tanto que determinacio- como explica Tomás de Aquino en S.
nes tales como la dureza o el peso fue- Th. I, q. 77, a. 6, ad 3).
ron denominadas “secundae”; 2. las
capacidades o incapacidades natura- qualiter. Derivado de quale, también
les; en este sentido se habla, por ej., de q. señala cierta cualidad, más específi-
la cualidad de ser atleta. Los escolásti- camente, el modo como es algo o en
cos llamaron a esta clase de cualidad, qué sentido se da o se produce. Así,
“q. activa”, porque, mediante ella, ac- en la literatura filosófica medieval,
túan los cuerpos; 3. el tercer género suele encabezar explicaciones en las
de cualidades está constituido por las que se desarrolla ese aspecto de una
afecciones y sus consecuencias. Ellas cuestión, por lo que aparece en los tí-
son las cualidades sensibles propia- tulos o subtítulos de capítulos. Ejem-
mente dichas, por ej., el ser combus- plo de ello es Phys. II, 2, 16 de Alber-
tible; en la Edad Media se conoció es- to Magno: “Qualiter tempus est causa
ta clase como “q. passiva”, ya que por corruptio”.
ella se recibe algo; 4. la cuarta especie quando. Adverbio que los escolásti-
de cualidad está dada por las determi- cos suelen utilizar con el sentido de
naciones geométricas como la forma y un sustantivo. En ese orden, seña-
la figura (véase figura 1). la una de las diez categorías (véase
quantitas 560

praedicamentum 3.3.1). En sus análi- una línea, una extensión finita es un


sis de la misma, los autores medieva- plano y una profundidad finita es un
les subrayaron el hecho de que el q. cuerpo (cf. Met. V, 13, 1027 a 7).
indica una determinación extrínseca La Escolástica siguió la concepción
de la sustancia: su duración, es decir, aristotélica de la q., pero fue más allá
aquello por lo cual una cosa se deter- en sus elaboraciones. Así, Tomás de
mina en relación con el tiempo (véa- Aquino, por ej., afirma que nos for-
se duratio). Tomás de Aquino subra- mamos el concepto de cantidad me-
ya en el concepto que nos ocupa esta diante un proceso de abstracción que
relación (cf. In Met. V, l. 9, n. 8; XI, prescinde no sólo de todas las cua-
l. 12, n. 2). Para Guillermo de Oc- lidades, sino también de la materia
kham, por ej., este término simple- sensible, para retener exclusivamen-
mente indica que una cosa coexiste, te la materia inteligible común (cf. S.
ha coexistido o coexistirá con otra. Y Th. I, q. 85, a. 1, ad 2). El Aquinate
subraya que ello no significa en abso- la considera un accidente que afecta
luto añadir algo real a la cosa tempo- a la substancia absolutamente, es de-
ral (cf. Quodl. VII, q. 5). cir, no en relación con otra cosa, e in-
trínsecamente, o sea, no referida a al-
quantitas. En líneas muy generales, la go exterior a la substancia misma, y
cantidad significa la posibilidad de la que ordena las partes en el todo (ordo
medida. En la Edad Media, se ha tra- partium in toto). Así, como todo acci-
tado el tema desde diversas perspecti- dente, la q. sólo se da en la substan-
vas. Desde 1. el punto de vista lógico, cia, aunque se distingue realmente de
es uno de los criterios con los que se ella. Gracias a la cantidad, la substan-
establece la clasificación de las propo- cia corpórea se constituye en una plu-
siciones, precisamente el de la exten- ralidad de partes internas que permi-
sión de un sujeto (véase propositio). te su potencial división, esto es, que
Pero los principales tratamientos del la hace divisible. Los efectos de la q.
tema conciernen al 2. punto de vista son la mensurabilidad, la extensión y
ontológico; en este sentido y sobre la la impenetrabilidad. Ocupa el primer
base de la noción de conmensurabili- lugar entre los accidentes, por lo que
dad que este concepto implica, Pla- se puede considerar a manera de suje-
tón afirma que la cantidad se encuen- to de otros accidentes, por ej., el co-
tra entre lo ilimitado y la unidad (cf. lor. Por su parte, Ockham define la q.
Fil. 17 a y ss.). Por su parte, Aristóte- diciendo que es todo lo que se divide
les la caracteriza como una categoría en varios individuos de la misma na-
(véase praedicamentum 3.2.) relacio- turaleza, cada uno de los cuales tiene
nada estrechamente con la de calidad, su posición (cf. In III Sent., q. 6).
pero muy distinta de ella (cf. Cat. 4). Las distinciones escolásticas estable-
El Estagirita define la q. como lo que cidas respecto de este concepto, con-
es divisible en partes determinadas o siderado in abstracto, son: 1. q. exten-
determinables; así, una cantidad nu- siva o dimensiva, que es la cantidad
merable es una pluralidad divisible en propiamente dicha; ella puede ser
partes discretas; y una cantidad men- 1.1. continua o 1.2. discreta. La q. con-
surable es una extensión divisible en tinua es, precisamente, la magnitudo.
partes continuas, de una, dos o tres Para el tratamiento medieval de la
dimensiones: una longitud finita es
561 quatenus

cantidad continua, véanse, pues, con- materia, y lo que se divide cuantita-


tinuum y magnitudo. tivamente. En este último sentido, el
En cuanto a la 1.2. q. discreta, se de- q. per accidens puede ser 2.1. perma-
fine como multitudo (véase) y resulta nens, si todas sus partes pueden sub-
de la división del continuo en partes sistir al mismo tiempo, como el cita-
de la misma índole; de esta manera, do ejemplo de la materia; o bien 2.2.
constituye la pluralidad que se pue- successivum, si sus partes no coexisten
de medir con la unidad, o sea, con el simultáneamente, sino que se suceden
numerus numerans, número abstracto o fluyen, como el tiempo.
cuyas especies son el 2, el 3, etc. (véase Hacia el final de la Edad Media, y
numerus, in medio). Tal número –que especialmente entre los autores nomi-
surge de la división del continuo– nalistas, se empleó este término para
existe sólo en las cosas materiales y señalar aquello que existe en sí y no
se llama numerus praedicamentalis, en otra cosa a título de parte o de ac-
en tanto que pertenece a la categoría cidente. En este sentido, sólo las sus-
o praedicamentum de la cantidad. Así, tancias compuestas son quanta.
la razón de la mensura (véase) se en-
quasi. Adverbio que se suele tradu-
cuentra, en primer lugar, en la q. dis-
cir por “como si”. Su importancia en
creta, y de manera derivada en otras
la literatura escolástica es, en cierto
especies de la cantidad, como las di-
modo, paradójica. En efecto, es har-
mensiones y los pesos: lo señala To-
to conocida la extrema precisión téc-
más de Aquino (cf., por ej., In Met.
nica que caracteriza sus modos expre-
X, l. 2, n. 3).
sivos; de ahí que éstos no sean dados
Los escolásticos hablaron también,
a las imágenes o las metáforas. Con
en sentido muy amplio, de 2. q. in-
la acepción señalada, q. contribuye a
tensiva o virtualis para indicar el gra-
ampliar y a volver más elásticos lími-
do de perfección de las sustancias. Sin
tes tan rígidos, permitiendo la ventaja
embargo, y en rigor, con esto ya se es-
de una aproximación a lo que se pre-
tá fuera de la categoría de cantidad.
tende decir, aun cuando, en términos
(Véase, además, quantum).
teóricos o abstractos, dicha aproxima-
quantum. Sin acotación, indica aque- ción sea inexacta. Así, por ej., Tomás
llo que tiene el atributo de la canti- de Aquino subraya la cohesión que ha
dad. Por eso, en la terminología me- de existir en una comunidad humana,
dieval, esta palabra fue usada a ve- sugiriendo, mediante el q., que, cuan-
ces, en sentido lato, como sinónimo do aquélla se da, la comunidad actúa
de quantitas. En cambio, en sentido como un solo hombre: “communitas,
estricto, se habló de 1. q. per se pa- q. unus homo” (cf. S. Th. I-II, q. 31,
ra referirse a aquello en cuya defini- a. 1). Por cierto, ello no significa que,
ción entra la cantidad, por ej., la línea metafísicamente, la comunidad hu-
es un q., puesto que, al ser una can- mana constituya un solo hombre.
tidad continua, tiene una dimensión.
quatenus. Al igual que sus equivalen-
Con dicho término también se alu-
tes “secundum”, “qua” y “ut” –al me-
de a lo que expresa una afección pro-
nos en una de las acepciones posibles
pia del q., por ej., largo. En cambio,
de estas últimas partículas– la que
2. q. per accidens es lo que afecta ac-
cidentalmente a la cantidad, como la nos ocupa se suele traducir por “en
cuanto”. Es, pues, el término que por
quaternio terminorum 562

antonomasia indica una proposición do según uno solo de ellos, mientras


reduplicativa (véase). Los usos de q. que el medio está contenido en el ma-
se pueden clasificar en cuatro: 1. for- yor según el otro, el menor ya no re-
mal, caso en que q. denota que el pre- sulta contenido en el mayor. Por eso,
dicado está incluido en el sujeto, es dicha fuerza probatoria desaparece en
decir que en la proposición se asu- el siguiente caso, que propone Séneca
me éste essentialiter (véase), como en (cf. Ep. 48) y que fue muy citado en
“Homo q. homo est animal”; 2. abs- la Edad Media: “Mus (el ratón) es una
tractivo o praecisivus, caso en que q. sílaba: el ratón roe el queso; luego, la
advierte que el sujeto está tomado en sílaba roe el queso”. Cabe añadir que
sentido abstracto, esto es, sin conside- el equívoco implícito en este sofisma
rarlo unido a ningún particular, por q.t. se puede despejar mediante el uso
ej., “Homo q. homo est species”; 3. cau- de la partícula ly o tò (véase). Así, en
sal, caso en el que q. introduce la cau- el ejemplo mencionado, esa partícula,
sa por la cual el predicado le convie- antepuesta a mus, indicaría que se es-
ne al sujeto, por el “Homo q. animal tá tomando este término no en la rea-
sensitivus est”, ya que la causa del ser lidad que señala sino en cuanto pala-
sensitivo del hombre es la animalidad; bra, es decir, como signo y no en su
4. condicional, caso en el que q. indi- significado.
ca la condición bajo la cual se cumple
quia. Conjunción que, en primer lu-
para el sujeto lo afirmado en el predi-
gar, enuncia un hecho que se cree, se
cado, por ej., “Ignis q. approximatus
dice, se sabe o se indaga; de ahí que
comburit”: la proximidad es condición
muchas veces, se pueda traducir por
para que el fuego queme.
el relativo “que”, o aun, y sobre todo,
quaternio terminorum. En lógica, en la enunciación de alguna cuestión,
se llama así a un tipo muy común de por “si” o por los dos puntos que sue-
falacia, que consiste en la duplicidad len anteceder dicho enunciado for-
de significado de uno de los términos mal. En un uso más específico, abre
usados en el razonamiento. La deno- las interrogaciones en las que se inda-
minación obedece a que se trata de ga el por qué de algo. Por este último
un sophisma (véase) de cuatro térmi- motivo, en forma sustantivada, indi-
nos, lo cual contraviene la regla fun- ca la razón de una cosa. Con todo,
damental del silogismo, enseñada por hay que tener presente que el q. no
Aristóteles: todo silogismo sólo puede da cuenta de la causa propiamente di-
tener tres términos, llamados mayor, cha, como sí lo hace el propter quid.
menor y medio (cf. An. Pr. I, 25). Se A diferencia de la demostración
viola dicha regla toda vez que se ha- propter quid (véase), la demostración
ce uso ambiguo de las palabras, como q. parte del efecto y se apoya en lo
en la aequivocatio (véase). El término que es anterior no en sí mismo sino
menor –predicado de la conclusión– sólo para nosotros. Cuando el hom-
puede pertenecer al mayor –sujeto de bre ve con más claridad un efecto que
la misma–, sólo en cuanto está conte- su causa, por el conocimiento del pri-
nido en el medio y éste en el mayor. mero puede llegar al de la segunda:
Aquí radica toda la fuerza probatoria como el efecto depende de la causa,
del silogismo. Pero si el medio tiene si el efecto existe, es necesario que su
dos sentidos y el menor está conteni- causa lo preceda. Así pues, el q. apun-
563 quidditas

ta a la ratio consequentiae. Pero ésta se in quid significa afirmar de algún su-


puede inferir de un efecto, de una ar- jeto sus predicados esenciales, con lo
gumentación y aun de la experiencia, cual se define precisamente qué es la
por ej., se dice que la noche llega q. el cosa: quid sit res. 2. praedicare in eo
sol se va. Éste es el motivo por el que, quod quid es afirmar predicados esen-
como se decía y precisamente para ciales, pero sólo en términos sustanti-
no confundir con la fuerza causal del vos, como cuando se dice “El oro es
propter quid, muchas veces conviene un metal”. En cambio, 3. praedicare
no traducir el q. o, mejor aún, reem- in quale quid alude al afirmar notas
plazarlo por dos puntos, como en “la esenciales mediante adjetivos, por ej.,
noche llega: el sol se va”. Este recur- “El hombre es racional”. Todas las
so se impone cuando se trata de ver- anteriores se oponen a la predicación
ter al castellano expresiones escolásti- plure in quale (véase quale).
cas frecuentes, del tipo “hoc probatur
quidditas. Término usado durante la
quia”, cuya versión en español po-
Escolástica, a partir de las traduccio-
dría ser: “esto se prueba como sigue:”
nes latinas de obras árabes. La qui-
(véase demonstratio 2.1 y 2.2).
didad es uno de los sinónimos de la
Esta partícula tiene valor conclusi-
esencia, ya que expresa respecto de
vo. En tal sentido, es célebre un pasa-
la cosa qué es ella, quid est. Sin em-
je de la Divina Comedia donde Dan-
bargo, todos los equivalentes de la
te pone en boca de Virgilio, símbolo
voz “essentia” (véase) no fueron usa-
de la razón en el Poema, los siguien-
dos por los autores escolásticos indis-
tes versos: “Loco es quien espera que la
tintamente: así, la esencia en cuan-
razón pueda/ recorrer la infinita vía/ de
to principio de determinación onto-
una sustancia en tres personas./ Con-
lógica es la forma. En cuanto que es
tentaos, humanos, con el quia” (Purg.
principio de inteligibilidad del ente
III, 34-37). Aquí se marcan los lími-
y, en especial, principio de sus ope-
tes de la razón filosófica respecto de
raciones, se denomina natura. En
los misterios enunciados por la teolo-
cambio, se reserva el término q. pa-
gía: el q. abre las proposiciones en las
ra aludir a la esencia en cuanto expre-
que se da cuenta de las consecuencias
sada o expresable en la definición de
fácticas de algo, en todo caso, de su
la cosa, puesto que dicha definición
causa próxima, ya que no está en po-
da cuenta de la esencia al responder
testad del hombre desentrañar las re-
a la pregunta quid est (véanse quid y
motas, esto es, las causas divinas.
annitas). Así, por ej., la q. del hombre
quid. Pronombre que, en la termino- es su humanitas, es decir, su condi-
logía medieval, se suele encontrar sus- ción de ser animal racional. Por eso,
tantivado para indicar el qué de una se afirma, por ej., que la q. de los en-
cosa, es decir, su esencia. Tal sustanti- tes corpóreos involucra materia y for-
vización se perfecciona en el término ma. De hecho, en el ejemplo men-
derivado quidditas (véase). Debido a cionado, es inconcebible el ser ani-
su carácter fundamental en la termi- mal inmaterial. Cabe añadir que al-
nología filosófica, la palabra que nos gunos autores han utilizado esta pa-
ocupa está incorporada en muchas labra para referirse específicamente a
expresiones, entre ellas, son muy fre- la sustancia segunda aristotélica.
cuentes las que siguen: 1. praedicare
quidditativus 564

quidditativus. Se llama así el con- se define como la privación o cesación


cepto que expresa exclusivamente la del movimiento. Aristóteles subraya
quididad de algo. En este sentido, la que solamente se puede decir que está
Escolástica ha sido rica en neologis- en reposo aquello que se puede mover
mos, al referirse, por ej., a la lapiditas y que no lo hace en el momento, for-
de la piedra. ma y lugar en que podría moverse (cf.
Phys. VI, 3, 324a 31-32).
quidquid. Es ésta una voz que presen- Muy diferente es el tratamiento del
ta un matiz importante en el discur- tema en la Patrística y, especialmente,
so filosófico medieval. Si bien signifi- en Agustín. En efecto, el Hiponen-
ca “cualquiera”, o, mejor aún, “todo lo se transpone el sentido de este térmi-
que” –y, por tanto, hace alusión a to- no al plano metafísico y, de él, al del
dos los miembros de una especie, sin alma humana. Así, define la q. como
distinción– no equivale exactamente el reposo, quietud o estabilidad a la
a omne (véase), aunque sus respectivos que llega todo ser que alcanza el locus
significados se aproximen mucho. En (véase) que le compete en el orden
efecto, omne tiene carácter genérico y universal y la plenitud propia de su
aun distributivo, pero, en tal universa- especie. Dicha plenitud se alcanza
lidad, q. enfatiza dos cosas: primero, la mediante el “peso” (véase pondus 4.),
atención puesta en cada miembro de que le es propio a cada ser: “pondus
ella; segundo el hecho de que ningún omnem rem ad quietem ac stabilitatem
miembro de dicha universalidad pre- trahit” (De Gen. ad litt. IV, 3, 7). Da-
senta excepción alguna a lo afirmado do este planteo, Dios mismo se cons-
en la proposición en la que q. aparece. tituye en lugar de la q. para toda cria-
Así, su sentido preciso, más que “todo tura, a fortiori, para el corazón hu-
lo que”, es “sea lo que sea que”. Debi- mano que es, metafóricamente, nú-
do a la mencionada universalidad, tan- cleo del alma: “...et inquietum erit cor
to omne como q. intervienen con mu- nostrum donec requiescat in Te” (Conf.
chísima frecuencia en las sentencias. I, 1,1). En la concepción agustiniana,
Por ej., se dice indiferentemente tanto q., equivale, pues, a pax ontológica.
“omne quod movetur ab alio movetur” De este modo, no se ha de confun-
como “q. movetur ab alio movetur” dir la noción que nos ocupa con la de
(véanse), dado que el ser movido por tranquillitas que concierne a la sereni-
otra cosa es universal: sucede causal- dad del ánimo en esta vida.
mente a todos los entes. En cambio, y Diferentes son las posiciones esco-
en razón del matiz señalado, la senten- lásticas al respecto, puesto que en ellas
cia “q. recipitur ad modum recipientis se vuelve al planteo aristotélico. Así,
recipitur” está encabezada por el térmi- Tomás de Aquino, por ej., ofrece so-
no que nos ocupa, precisamente por- bre este concepto una caracterización
que en ella es esencial la atención a la similar a la de Aristóteles, añadiendo
particularidad de cada cosa que recibe que una y la misma es la potencia que
algo, a sus limitaciones y modalidades conduce al reposo y al movimiento.
particulares, aunque a todas les ocurra Respecto del reposo de la voluntad,
que reciben según las propias limita- sostiene el Aquinate que dos son los
ciones y modalidades.
obstáculos que se le pueden oponer: el
quies. En general, esta voz, cuyo sig- que proviene de no haber alcanzado su
nificado alude a la quietud y al reposo, último fin y el que deriva de la imper-
565 quod

fección del sujeto, es decir, de su mo- cual entre éstos y los terrestres se da-
do de poseer (cf. S. Th. I, q. 10, a. 4 ad ba una diversidad de esencia, tradu-
3; q. 79, a. 8 c; I-II, q. 11, a. 4 ad 2). cida en la diferencia de sus respecti-
vos movimientos naturales. El segun-
quiescere. Verbo que indica el per- do significado del término, más fre-
manecer en el mismo estado, sin ad- cuente en la Edad Media, concierne a
quirir ni perder nada. Sólo cuando se la alquimia y alude al 2. extracto cor-
trata del movimiento local, significa póreo de una cosa, obtenido por me-
encontrarse en un lugar y no abando- dio de una suerte de análisis químico.
narlo, como señala, por ej., Guiller- Mediante éste, se separa el elemento
mo de Ockham en Quodl. IV, 15. dominante de los demás, que están
quietans. Es una palabra muy fre- mezclados en dicha cosa. Tal concep-
cuente en Buenaventura, en cuyas ción pasa al Renacimiento y así, Para-
obras designa el término del cono- celso, por ej., considera que en la q. e.
cimiento sapiencial. Éste pone al in- subyacen los arcani, es decir, las fuer-
telecto en contacto con las rationes zas operantes de un mineral, una pie-
aeternae en la contuitio (véase). Así, dra preciosa, una planta, etc., de las
cada una de estas rationes constituye que se sirve la medicina para llevar a
el fin q., porque su plenitud calma la cabo las curaciones (cf. De mysteriis
sed intelectual del hombre. naturalibus I, 4). De esto deriva un
tercer sentido analógico de la expre-
quinque voces. Se ha llamado así a sión, el cual, desde la Edad Media lle-
los predicables, puesto que son cin- ga a la Modernidad a través del Rena-
co (véase praedicabilia). Sin embar- cimiento, y mienta el 3. principio ac-
go, no es excepcional el uso de la ex- tivo de una cosa o su parte más pura.
presión quinque res para referirse a la
caracterización de los mismos según quoad intentionem legislatoris-
Porfirio. La razón consiste en que, en quoad substantiam actus. Cf. ex na-
lo que toca al problema de los uni- tura rei debita.
versales, desde una perspectiva plató- quoad nos-quoad se. Cf. nota.
nica o neoplatónica, géneros y espe-
cies son reales en la medida en que quod. Cuando es 1. adverbio, pue-
las voces que los nombran aluden a de 1.1. tener matiz causal y, en con-
ideas o arquetipos efectivamente sub- secuencia, se traduce con expresiones
sistentes. En cambio, desde la pers- como “por lo cual”; 1.2. al comien-
pectiva nominalista, género, especie, zo de una proposición en contexto,
diferencia específica, accidente, pro- acota el alcance del discurso y, en es-
pio, no son reales sino predicables de te caso, se lo suele traducir “en cuan-
lo real; son, precisamente, voces. to a esto”. Cuando es 2. conjunción,
2.1. introduce una causal, como en
quinta essentia. En la Antigüedad
idcirco quod, “precisamente porque”
designaba 1. la sustancia que seguía
o “por lo mismo que”; 2.2. al princi-
inmediatamente a los cuatro elemen-
pio de oración, significa “el hecho de
tos terrestres: agua, aire, tierra y fue-
que”; 2.3. como apositivo, especial-
go. En este sentido, la q. e. es el éter,
mente, después de un sustantivo, se
mejor aún, una suerte de aire lumino-
traduce por “a saber” o por dos pun-
so. Se consideraba que la q. e. consti-
tos, ya que tiene carácter explicativo;
tuía los cuerpos celestes, razón por la
quod quid erat esse 566

2.4. después de una locución adver- quodlibet. Literalmente, significa “so-


bial, se traduce por “que”, como en bre lo que se quiera”. En rigor, con es-
iamdiu quod: “hace tiempo que”; lo te término se alude a las cuestiones
mismo sucede cuando introduce una debatidas públicamente, durante la
sustantiva: “dico quod”. Edad Media, dos veces al año, en las
En filosofía, esta partícula suele se- que se permitía a los asistentes elegir
ñalar la función sustantiva de algo y uno o varios temas de cualquier na-
está particularmente vinculada a la turaleza. Muchas veces, los maestros
noción de subiectum (véase); así, por escolásticos consignaban después por
ej., se denomina subiectum quod al escrito, con calma y prolijidad, sus in-
subiectum denominationis, mientras tervenciones en tales debates, lo que se
que el subiectum receptionis se llama conoce como determinatio magistralis.
subiectum quo. Surge así el q. como género en la li-
teratura filosófica y teológica medie-
quod quid erat esse. Esta expresión val. Son célebres en este sentido las
es la traducción literal, debida a Gui- de Tomás de Aquino, Godofredo de
llermo de Moerbecke, del problemá- Fontaines y Alejandro de Halès, entre
tico tò tí én eínai aristotélico. En sus otros. Con todo, las dificultades que
comentarios a la Metafísica de Aris- se debían afrontar al resolver oralmen-
tóteles, los escolásticos –y, en parti- te una cuestión cuyo tema era impre-
cular, Tomás de Aquino– se atuvie- visto, la presencia de ánimo para ha-
ron al contexto en que ella aparece, cerlo y la solvencia y agilidad dia-
con el objeto de desentrañar su sen- lécticas requeridas hicieron que las
tido. El Aquinate, al menos, da una quaestiones de q. o quodlibetales no
taxativa caraterización de este concep- fueran tan frecuentes en la Edad Me-
to: para él, es aquello significado por
dia, con excepción del siglo XIII.
la definición; por eso, se dice prime-
Las quodlibeta o quaestiones de quo-
ro y simpliciter de las sustancias, y sólo
dlibet servían también para examinar
después de los accidentes; añade, ade-
la solidez del que aspiraba a graduarse
más, que la expresión se aplica, en pri-
en Teología, quien debía desarrollar-
mer lugar y simpliciter a las sustancias,
las y responderlas, ciñéndose siempre
y sólo después a los accidentes (cf. In
a las líneas generales de un determi-
Met. VII, l. 4, l. 3, n. 3, y l. IV. n. 6).
nado esquema (véase quaestio).
La grafía que une las cuatro palabras
que componen esta expresión tam- quotitas. Abstracto de la palabra quot,
bién aparece en la Edad Media, así co- esa voz indica un conjunto de unida-
mo las variantes quod quid erat y quod des de la misma especie. Se diferencia
quid est. Con todo, algunos asignaron de la quantitas (véase) en el siguien-
un matiz significativo diferente a cada te sentido: a la pregunta “quot sunt”
uno de estos términos, considerando se responde con un número; a la pre-
que el primero designa en Aristóteles gunta “quanti sunt” se responde con
la quidditas y el segundo alude a la de- una medida. El segundo ejemplo con-
finición esencial (véase deffinitio 3.3) cierne, pues, a la cantidad de lo men-
como obiectum intellectus. surable, mientras que el primero res-
pecta a la cantidad de lo enumerable.
quod quid est. Cf. quod quid erat esse.
Ambas expresiones pueden encon-
trarse escritas en una sola palabra.
567

R
radicale. Esse r. señala, escolástica- ej., la utiliza para referirse a los cuatro
mente, el principio que exige una co- elementos originarios.
sa –llamada radicatum– a otra de la En términos escolásticos, este con-
que ontológicamente procede como cepto no tiene necesariamente una
de su raíz o radix. Por ej., respecto del connotación de materialidad: indi-
hombre, se dice que la capacidad de ca la realidad primera y profunda, la
reír radica o está radicada en su racio- sustancia o la causa en la que otra rea-
nalidad; recíprocamente, ésta es el esse lidad está precisamente “radicada”.
r. de tal capacidad. Se emplea también Así, todo efecto es o existe radicaliter
la forma adverbial; en tal caso, para en su causa, y es o existe formaliter si
retomar el ejemplo mencionado, se se lo considera en sí mismo.
diría que la capacidad humana de reír
procede radicaliter de la racionalidad. raptus. Término de la mística medie-
val, el rapto alude al más alto grado
radicaliter. Cf. radix. en la vía de ascenso a Dios y corres-
ponde a la última etapa en el itinera-
radius. Término particularmente im-
rio del viator (véase). Por el estado de
portante en algunos autores místicos
r. se goza de la visión beatífica a mo-
o de tendencia mística. Así, por ej.,
do de anticipo. Se trata, pues, de un
Buenaventura llama “rayo” a todo co-
estado extraordinario del que la tradi-
nocimiento verdadero, más específi-
ción afirma han gozado Moisés y San
camente, a la ilustración que le llega
Pablo. En el r., el alma, momentánea-
al alma del objeto contemplado; de
mente separada del cuerpo, es eleva-
ahí que sea común en él la expresión
da hasta la sede de los bienaventura-
r. veritatis que deriva en la irradiatio
dos, donde contempla a Dios y desde
intelligentiae. En tal sentido, se refie-
donde regresa al mundo sin poder ex-
re a tres direcciones del rayo de la ver-
presar lo que ha visto. Difiere del éx-
dad, que iluminan los campos hoy
tasis en que durante él no se suspen-
correspondientes a la metafísica, la
den los actos naturales humanos. En-
lógica y la ética (cf. Coll. in Hexaem.
tre los autores medievales, la palabra
IV, 17-18). Por su parte, Juan de San
que nos ocupa es particularmente fre-
Geminiano anota que al triple rayo
cuente en Buenaventura (cf., por ej.,
corresponde un triple amor: divinus,
Coll. in Hexaem. III, 30).
utilis, socialis (cf. Summa de exemplis
I, 4). Véase lux, in fine. rarefactio. Movimiento que confie-
re a un cuerpo el acrecentamiento de
radix. En la Antigüedad, se usaba en
su volumen. Sin embargo, los esco-
contexto filosófico esta palabra pa-
lásticos insisten en que no supone la
ra señalar justamente la raíz, o sea, el
producción de una realidad nueva ni
principio, la causa material de la que
tampoco la adquisición de más ma-
derivan las cosas. Empédocles, por
raritas 568

teria: para que se dé r. en un cuerpo plia y general, como capacidad cog-


sólo es necesario y suficiente que las noscitiva; 2. una significación espe-
partes de las que está compuesto es- cífica que alude a la particularidades
tén menos próximas unas de otras (cf. de la r. como una facultad de cono-
raritas). cimiento distinta de otras; 3. una sig-
nificación ontológica, de algún modo
raritas. Término que en la Edad Me- correlativa a las anteriores, referida a
dia tiene un significado muy preciso la forma inteligible de los entes, obje-
y diferente al de sus derivados en las to de la r. humana.
lenguas romances. Mienta la cualidad 1. El primer significado de r. es,
de una cosa que tiene poca materia, pues, de carácter predominantemen-
poseyendo, en cambio, una gran di- te antropológico y la indica como ca-
mensión. De ahí que rarefactio, como pacidad de aprehensión mediata de
movimiento hacia la r., implique un la realidad, aprehensión que exce-
extenderse desproporcionado con res- de la mera sensibilidad; de ahí que
pecto a la materia que se adquiere en sea esencial al hombre, más aún, que
dicho movimiento de expansión. En constituya su misma esencia. En efec-
este sentido, se habla, por ej., de la r. to, por una parte, el hombre es crea-
que cobra el agua cuando se calienta. do animal racional y libre y, en la pri-
ratio. Originariamente, este vocablo mera de las notas de su diferencia es-
tiene que ver con el acto de contar tal pecífica –esto es, en el estar dotado de
como se lo practicaba materialmente ratio (véase rationale)– muchos auto-
y por escrito: rationem ducere signifi- res medievales han querido ver pre-
ca “hacer una cuenta”. Así, el término cisamente la imagen de Dios en el
está desde los comienzos de su uso es- hombre, a diferencia de otros que la
trechamente relacionado con el orden vieron en su condición de libre.
de la realidad y con el intento huma- 2. En relación con la acepción es-
no de captarlo. pecífica del término, el problema más
De alguna manera, esto subyace en importante debatido durante la Edad
el pensamiento filosófico, donde, en Media fue el de la relación y distinción
general, se entiende por “razón” la fa- de r. e intellectus y aun intelligentia
cultad del pensamiento discursivo; (véanse). Durante la Patrística, y en ge-
correlativamente y ex parte rei, se en- neral, la r. fue considerada la facultad
tiende también bajo este nombre el discursiva de entender el universale,
fundamento objetivo e inteligible de mientras que el intellectus se concebía
una cosa, al cual precisamente se lle- como la actuación de tal facultad; así
ga a partir de la mencionada facultad. aparece, por ej., en Agustín (cf. Sermo
Con el advenimiento del Cristianis- X L III, 3 y De ord. II, 17, 48). Para
mo, se vinculó con la doctrina de la Escoto Erígena –quien retoma en este
Creación tanto el concepto de r. en tema la tradición platónica de diánoia
cuanto capacidad humana de captar y nous– la r. es el pensamiento dis-
el ser de las cosas, como en cuanto cursivo; el intelecto, el acto de captar
aludiendo a la racionalidad de éstas. inmediatamente lo suprasensible, si
En este marco, se pueden señalar tres bien la primera supone al segundo
sentidos fundamentales de la voz que como dos momentos de un único
nos ocupa: 1. una significación am- proceso ideal.
569 ratio

En la Escolástica, Guillermo de la base de esta distinción, el Aquina-


Conches se basa sobre otro criterio de te niega que la r. sea propia de Dios.
distinción: para él, la r. es un poder En otros términos, Dios es irracional
del alma con el que el hombre juz- justamente por hallarse infinitamen-
ga las propiedades de los cuerpos y te por encima de la finitud y el carác-
sus diferencias; el intelecto, la facul- ter progresivo de la r. entendida gno-
tad por la cual percibe lo incorpóreo seológicamente en su sentido especí-
(cf. Comm. ad Timaeum, 56). Ricar- fico. Pero si, siempre en el mismo pla-
do de San Víctor propone el intelec- no, se asume el término en su senti-
to como algo independiente de otras do más amplio, se le puede atribuir
facultades y habla de una simple in- naturaleza “racional” como sinónimo
teligencia que subsiste sin el socorro de “intelectiva” en general. Por lo de-
de la razón (cf. De Gratia cont. III, más, retoma la diferencia entre r. su-
9). Por su parte, Buenaventura la dis- perior y r. inferior, que ya Agustín ha-
tingue de la intelligentia sobre la ba- bía establecido en el De Trin., XII, 7:
se de la diferente capacidad de apre- la primera está dirigida a contemplar
hensión de ambas. Así, dice que la r. las verdades eternas, de las que extrae
aprehende de lo particular, que existe normas de acción; la segunda versa
en un determinado tiempo y lugar, y sobre las cosas temporales; con todo,
abstrae lo universal que existe en to- no son dos potencias distintas, como
do tiempo y lugar. En cambio, la i. tampoco lo son el intelecto especula-
tiene por objeto lo infinito y, por en- tivo y el práctico.
de, a Dios (cf. De regno Dei 9). Pa- En el umbral del Renacimiento, se
ra Alberto Magno, la r. es una virtus conserva el significado de la r. como
collectiva mediante la cual la luz di- discursiva; en este sentido, Pico della
vina guía e instruye al hombre res- Mirandola, por ej., la define como fa-
pecto de su vida práctica, o sea, de cultad del pensamiento abstracto. De
lo que debe hacer o crear (cf. Sum. otro lado, Nicolás de Cusa, precisa-
Theol. II, 93, 1). Con Tomás de Aqui- mente por acentuar la mediatez dis-
no –quien insiste en que la r. atiende cursiva de la r., la considera incapaz
a lo universal mientras que el sensus de transire contradictoria, como sí ha-
a lo singular– se fija la distinción es- ce, en cambio, el intelecto (cf. De
colástica clásica entre razón e inte- coniect. I, 11).
lecto. En efecto, según el Aquina- Sobre el significado de r. como 3.
te, aunque no son potencias diferen- fundamento inteligible de algo, ca-
tes, se distinguen por la mediatez de be decir que ya desde la Patrística se
la razón y la inmediatez del intelec- consideró que cada especie de entes
to, de tal modo que entender es apre- es creada según la forma, ejemplar o
hender sin más una verdad inteligi- modelo de ella contenida en el Logos
ble; razonar es proceder de una inte- o Verbo divino que, así, se denomi-
lección a otra con el fin de conocer na, agustinianamente, “Forma de to-
la verdad inteligible (cf. In Met. V, l. das las formas”. A tal ejemplar o mo-
13, n. 12; S. Th. I, q. 72, a. 8 c). To- delo es, justamente, la r. del ente, es
más aplica la r., en especial, a la de- decir, la r. ontológica que habrá de ser
ducción de conclusiones a partir de captada por la r. gnoseológica huma-
principios (cf. In Pr. An. 44). Sobre na. Al respecto, el pensamiento esco-
ratiocinatio 570

lástico estableció las siguientes distin- es válido el razonamiento que conclu-


ciones: llamó 3.1. r. rei a la esencia y ye algo falso, pero que tampoco lo es
propiedades de una cosa; 3.2. r. for- el que concluye algo verdadero a par-
malis rei a la que confiere a un ente su tir de juicios falsos (cf. S. Th. II-II,
forma en cuanto tal cosa, así la cog- q. 51, a. 1 ad 1). Se ha de subrayar,
nición es la razón formal del cognos- con todo, que hay una cierta tenden-
cente en cuanto tal; 3.3. r. proxima cia errada a identificar la r. con la ra-
y r. remota designan no la causa sino zón (véase ratio 1) sin más, pero en
la ocasión próxima y remota, respec- la Edad Media esta última es, aun ci-
tivamente. ñéndonos al campo del conocimien-
Se ha de añadir que r. ha sido usada to, mucho más amplia, especialmente
también, aunque poco frecuentemen- en la acepción que da origen al adjeti-
te como 4. sinónimo de propositio vo rationale (véase).
(véase), en el sentido amplio de esta En el plano de las artes, especial-
última palabra. mente en el de la arquitectura, se lla-
Sobre el problema de la relación mó r. a la perspectiva teórica y mate-
fe-razón en la Edad Media, véase fi- mática, muy bien diferenciada y supe-
des. Sobre la expresión recta r., véase rior a la fabrica (véase), es decir, al sa-
rectum 3. ber práctico del constructor. Así apa-
rece, por ej., en el canon de Vitrubio.
ratiocinatio. En líneas muy gene-
rales, se puede traducir por “razona- rationabiliter. Cf. disciplinaliter.
miento”. Así, se define este término
rationale. Adjetivo que alude a la ra-
como una forma de la cogitatio mentis:
tio (véase) en cuanto facultad o po-
aquella por la cual se prueba o se re-
futa la verdad de un juicio a partir de tencia. Pero se puede tomar en sen-
otros juicios. Por eso, el silogismo es tido amplio y, entonces, señala todo
la estructura formal lógica en la que se ser capaz de conocer. En contexto pa-
sistematiza la r. Ahora bien, así como trístico-medieval, esta forma adjeti-
las ideas o nociones son materia del va se suele usar para señalar la dife-
juicio y éste se conforma por la unión rencia específica del hombre respecto
o separación de aquéllas, de mane- del animal. De esta manera, respon-
ra similar, el juicio constituye la ma- de a ratio en el primero de los sen-
teria del razonamiento: la r. se lleva tidos indicados en el artículo corres-
a cabo uniendo o separando los jui- pondiente. Agustín, por ej., insiste
cios, es decir, a través de la compositio en el concepto de r. por oposición a
et divisio, como escribe, por ej., To- irrationale, y subraya en el hombre
más de Aquino en S. Th. I, q. 85, a. precisamente la superioridad de tal
5. Pero se ha de notar que la defini- potencia respecto de otras inferiores
ción consigna como propio de la r. el de orden sensible.
pasaje de un juicio no a otro sino a Los escolásticos distinguieron r.
otros. En efecto, no es posible infe- materialiter, que es lo que tiene en sí
rir de un solo juicio otro, salvo que se el principio del raciocinio, como el
conjugue con un antecedente que es ser humano; y r. formaliter, que es el
precisamente lo que ocurre en el silo- principio mismo el raciocinio y la di-
gismo. Los escolásticos han insistido, ferencia constitutiva del hombre, o
como lo hace el Aquinate, en que no sea, la rationalitas.
571 rationes seminales

rationalitas. Cf. rationale, in fine. no surgen de la experiencia sensible,


sino que reflejan en los pensamientos
rationaliter. Indica el modo de to- humanos la verdad eterna de Dios.
da operación cognoscitiva o de juicio De este modo, constituyen principios
que se funde en la razón. En general, a priori de la razón. Aunque el signifi-
se utiliza para distinguirlo, en el sen- cado del término que nos ocupa guar-
tido indicado, del modo de aquellas da cierta relación con el de rationes
otras que se fundan esencialmente en seminales (véase), no se ha de confun-
el intelecto o que, por su índole, de- dirlos, ya que éste último es funcional
ben culminar en él. En cambio, sobre a la creación y no, como las razones
la misma base semántica del término eternas, al ámbito de la verdad, con-
que nos ocupa, rationabiliter (véase) cebida tanto en lo que concierne al
tiene una acepción mucho más espe- ser de las cosas como al conocimien-
cífica. to de ellas.
rationes aeternae. Término parti- rationes seminales. Expresión que
cularmente importante en el pensa- tiene su origen en los estoicos, quie-
miento de Agustín, a través de cuya nes hablaron de lógoi spermatikoi, pa-
autoridad pasa a toda la Edad Me- ra referirse a los principios vitales de
dia, reencontrándose, como es ob- las cosas y gérmenes originarios del
vio, con mayor frecuencia en auto- universo entendido como totalidad
res de raíz agustiniana, por ej., Bue- orgánica. Las r. s. constituían, entre
naventura. Las razones eternas son los mencionados filósofos, las con-
las ideas inmutables y necesarias de diciones primeras e inmanentes de la
Dios, es decir que constituyen el con- variedad de los individuos. Todas es-
tenido del Logos o Verbo divino (cf. tas “rationes” se concebían como con-
De div. quaest. 46). Conforman así, tenidas en Dios –fuego primordial y
metafísicamente, los hitos en el plan origen de todas las cosas– que las pro-
eterno de Dios y a ellas, que son uni- ducía, para que animaran el mundo,
versales y comunes a todos los hom- conforme a un orden racional y a un
bres, deben volverse éstos, ahora gno- riguroso determinismo.
seológica y éticamente, como al mun- Esta teoría estoica es recogida por
do eidético que en realidad confor- Filón de Alejandría, quien la incor-
man. Precisamente, la sabiduría con- pora a su concepción de las potencias
siste, para el Hiponense, en juzgar las divinas: de hecho, llama al Logos –en
cosas a la luz de las r. ae., esto es, en su función mediadora entre el Bien
función de ellas (véase regulans). Así, trascendente y la realidad sensible–
al alcanzarlas, se alcanza a Dios mis- “sustancia espermática de los seres”
mo en el sentido de que el hombre se (cf. por ej., De sacrif. II, 261; Quaest.
ordena a Él. Por eso, la sabiduría, en in Ex. II, 28). Esto es recurrente en el
la perspectiva agustiniana, no es otra pensamiento neoplatónico, línea fi-
cosa que contemplación, común a to- losófica en que esta doctrina cobrará
dos, y dirigida hacia lo eterno (cf. De mayor relieve en el medieval. A tra-
lib. arb. II, 16, 43). De manera, pues, vés de la mediación neoplatónica, lle-
que las r. ae. están en el espíritu del ga a San Agustín, en quien la teoría
hombre, pero ni son producidas por de las r.s. cobra una gran importan-
él ni provienen de él, ya que, por ej., cia, especialmente, en la teología de
reagens 572

la creación. Con todo, el pensamien- do más estricto, en cambio, fue usa-


to agustiniano al respecto ha dado lu- da por Duns Scoto y los miembros
gar a diversas interpretaciones: según de su escuela. En este contexto, seña-
algunos autores, las r. s. serían, para el la 2. la individualidad: en efecto, ésta
Hiponense, las fuerzas vitales de ge- consiste en la última r. del ente, que
neración de las que Dios habría dota- determina la naturaleza común a ser
do a los primeros seres vivientes, para hanc rem (cf. Op. ox. II, d. 3, q. 5, n.
que a través de éstos estuvieran de al- 1). Por eso, r. equivale, en sentido es-
gún modo presentes todos los ulterio- colástico y, en particular, escotista, a
res. Según otros, Agustín considera- haecceitas (véase).
ba que, mientras algunas especies ani-
reatus. En el plano jurídico, el rea-
males fueron definitivamente consti-
to es la acusación o imputación de un
tuidas desde el principio por el acto
delito. Pero en el plano ético y teo-
creador de Dios, otras fueron provis-
lógico este término también tiene re-
tas de r. s. o gérmenes latentes, desti-
levancia. En él significa, básicamente,
nadas a desarrollarse en el tiempo, con
el merecimiento moral de un pecado
ocasión de condiciones ambientales
cometido. Ha de ser proporcional a la
favorables (cf. por ejemplo, De div.
gravedad de éste, por lo cual se sostie-
quaest. 46, De Gen. ad litt. VI, 12-22).
ne que puede darse el mismo r. para
Durante la Escolástica, se prefirió
todos los pecados.
esta segunda interpretación del pen-
samiento agustiniano, en el intento recapitulatio. Aparece en textos me-
de conciliar cierta forma de evolucio- dievales con el sentido de resumen o
nismo con el dogma de la creación, compendio. El término es frecuente,
tal como se ve en Tomás de Aquino sobre todo, en los comentarios esco-
(cf. In II Sent. d. 12, q. 1, a. 2). lásticos a obras de Aristóteles, donde
el Estagirita sintetiza las opiniones de
reagens. Cf. passum.
los filósofos presocráticos.
reale. Adjetivo que indica 1. lo que se
recenseo. Los autores medievales y
refiere a la cosa, en cuanto tal (véase
aun los de la época patrística han uti-
res in principio); así, por ej., una defi-
lizado este verbo en la primera perso-
nición r. es la definición de la cosa y
na del singular para advertir que es-
no de su nombre; 2. en segundo lu-
taban sometiendo un texto a un exa-
gar, señala lo que existe subrayando la
men crítico. En este sentido aparece,
circunstancia de que existe de hecho;
por ej., en San Jerónimo. En cambio,
3. de manera complementaria con el
entre los humanistas tiene el mero sig-
punto anterior, se suele usar en oposi-
nificado de enumerar, hacer una lista,
ción al ser posible y al ente de razón.
como Guarino (cf. Ep. 861, 38).
realitas. En sentido general, se deno-
receptio. Su sentido lato es el de re-
mina “realitates” a 1. atributos iden-
tificados entre sí, como los de Dios; cepción. El significado de este voca-
por ej., los de ser incorruptible y eter- blo, de importancia en la teología tri-
no. Cabe subrayar que, tomada aisla- nitaria, es próximo al de acceptio (véa-
damente, una r. no alude a una res, si- se acceptio 1). Pero ésta alude a la ob-
no a algo de la misma, y se la llama tención de algo, mientras que la r. se
también “aliquitas”. En su significa- refiere al recibir ese algo. Así, por ej.,
573 reciprocatio

Tomás de Aquino recuerda que no to- a natura del agua, en cuanto que, en
do lo obtenido de otro es recibido. Es la medida en que se mezcla en un
fundamental para el sentido de es- mixto, pierde alguna o algunas de sus
ta palabra la nota de que el objeto de cualidades naturales.
la r. procede de algo en cierto modo
recipere. Indica el recibir un subiectum
distinto o diferenciable de su sujeto.
(véase) una forma determinada y, por
Desde el punto de vista filosófico, el
ende, el llegar a ser esto o aquello; de
concepto que nos ocupa suele apare-
ahí que no sea parangonable al he-
cer en el contexto de la metafísica de
cho de recibir una cosa en otra. Así,
la creación En tal contexto, da lugar
por ej., una figura es un triángulo no
a sentencias como “quidquid recipitur
porque reciba algo, sino porque sus
ad modum recipientis recipitur”, que
partes se disponen de cierta manera,
señala que aquello en lo que algo se
ejemplo que propone Ockham co-
recibe, una forma, por ej., no puede
mentando a Averroes (cf. Exp. Aurea
exceder cualitativamente las determi-
204; cf., también, receptio).
naciones de lo recipiente. Corolario
de esto es que aquello que una na- reciprocae. Con este adjetivo se cali-
turaleza inferior recibe de una supe- fican, en lógica, dos nociones cuando
rior lo tiene según un modo inferior, una siempre se puede convertir en la
por ej., el calor no se encuentra en el otra, como educabilis y rationalis. Así
agua con la misma virtud y perfec- pues, las notiones r. no son meramen-
ción que en el fuego. El mismo Aqui- te relativae (véase relativa), porque no
nate recuerda que la recepción de una es suficiente que se dé entre las pri-
forma inteligible en el entendimien- meras un orden intercambiable y ne-
to no es la misma clase de recepción cesario –como entre “padre” e “hi-
de la materia: ésta recibe la forma pa- jo”–, sino que se requiere que ambas
ra ser constituida por ella en un ser de nociones r. se encuentren en la mis-
determinada especie, por ej., en una ma condición respecto de alguna no-
piedra. En cambio, el intelecto reci- ta que ambas contienen idénticamen-
be la forma según la razón misma de te. En efecto, es este último elemento
ésta, por ej., la lapiditas. Así pues, la lo que hace legítimo el pasaje de una
r. es siempre una passio, pero no des- a otra. Así, en el ej. citado, “educable”
tructiva sino perfectiva (cf. S. Th. I, q. y “racional” son nociones r., porque
27, a. 2 ad 3; III, q. 1, a. 2 ad 2; I, q. cada una de ellas contiene de la mis-
50, a. 2 c). Entre los nominalistas, la ma manera y en la misma medida el
acepción de esta palabra y del verbo concepto de humanidad.
correspondiente cobra un matiz dife-
rente (véase recipere). reciprocatio. Denomínase así a un
tipo de relación particular entre dos
recessus. En general, este vocablo, términos dados, A y B, en la que el
poco usado en la literatura escolásti- sentido de A respecto de B subsiste
ca, significa separatio a natura. Equi- al mismo tiempo junto con el senti-
vale, pues, a la amissio, es decir, a una do de B respecto de A. Tal relación
pérdida que se puede referir a la de la se puede dar entre entes reales y en-
forma substancial o a un grado de al- tre acciones. Pero el uso más restrin-
go en el sujeto del r. En este último gido del vocablo pertenece al ámbi-
sentido se habla, por ej., del recedere to lógico y designa una relación en-
recognosco 574

tre proposiciones o juicios como en- Cicerón en el De leg. I, 2 y 7, la ex-


tre términos: hay r. entre dos propo- presión adquiere el matiz de ley ética
siciones cuando el predicado de una interior que hace a los hombres seme-
puede convertirse (véase convertibile) jantes a los dioses.
en el sujeto de la otra. Pero entre los escolásticos el térmi-
En cuanto a los términos, tienen ca- no no conserva ese aspecto prevalen-
rácter de r. los que constituyen una de- temente ético, sino que se aplica a los
finición, cuya perfección exige –según campos epistemológico y teológico.
los cánones de la lógica clásica– preci- En el primero, r.r. se refiere en par-
samente ser una proposición recíproca; ticular 1. a la normal actividad de la
así, por ej., “El hombre es animal ra- razón que intuye los primeros prin-
cional” se puede convertir en “El ani- cipios y que, desde ellos, llega a con-
mal racional es hombre”. Los escolás- clusiones verdaderas. En 2. el cam-
ticos designaron, pues, con este nom- po teológico, en cambio, se alude a
bre a una conversión lógica (véase con- la r. r. en los documentos eclesiásti-
versio 4.1) simpliciter, practicada so- cos a propósito de los preambula fidei
bre una universal afirmativa de la que (véase), donde indica que el uso de la
se obtiene otra universal afirmativa. razón humana, correctamente aplica-
da, muestra la legitimidad de los fun-
recognosco. Mediante este verbo, ca- damentos de la fe: “recta ratio fidei
si siempre en primera persona del sin- fundamenta demostrat”.
gular, los autores y copistas medieva-
les solían señalar al pie del folio co- rectificare. Voz propia del vocabu-
piado que éste había sido revisado lario bonaventuriano, que tiene dos
por ellos. Durante la Edad Media, só- acepciones: una, estricta, alude a la
lo en pocos casos llega a ser sinónimo acción de corregir las facultades cu-
de corrigo o emendo, como sí ocurre ya función ha sido mermada o des-
entre los humanistas. viada por el pecado; otra, más amplia,
es la que designa, sin más, la activi-
recordatio. Voz más frecuente en la dad propia de las virtudes (cf., por ej.,
última Edad Media, indica el acto Coll. in Hexaem. VI, 13).
mismo de recordar, en sentido estric-
to, el propio pasado; en sentido am- rectitudo. Término que, en la literatu-
plio e impropio, lo acontecido a otros. ra medieval, aparece en distintos con-
Así, al menos, la define Guillermo de textos: 1. geométrico; 2. metafísico; 3.
Ockham en In IV Sent. q. 12. gnoseológico, y 4. ético (ver difformi-
tas). En el orden 1. de la geometría, r.
recta ratio. Expresión que tradu- es la condición o carácter de recta que
ce el orthós logos de los filósofos grie- tiene una línea. Los autores nomina-
gos. Ahora bien, entre éstos el térmi- listas, en especial, han insistido en que
no aparece ya con la significación de la r. no constituye una realidad distin-
recta razón, en el sentido de pruden- ta de la línea sino en ésta misma, cu-
cia, como en Aristóteles (cf. Et. Nic. yas partes presentan cierto orden de-
VI, 13, 1144 b 23), ya con el signi- terminado (cf., por ej., Guillermo de
ficado de criterio de verdad y valo- Ockham Exp. Aurea 74).
ración ética, ya con el de ley univer- Finalmente, en 4. el orden ético, la
sal del mundo o logos divino, como rectitud se define como el actuar mo-
en los estoicos. Traducida al latín por ral según los dictados de la razón. En
575 reditio

este sentido, tanto en los escritos an- 4. Menos frecuentemente, en los


selmianos como en los de los místicos textos escolásticos que siguen más
especulativos recuerdan que el hom- puntualmente la ética aristotélica,
bre ha sido creado indefectiblemente aparece el adjetivo recta aplicado al
a imagen de Dios; su alma no puede, sustantivo actio. En tales casos, califi-
pues, dejar de mostrar esa imagen. ca la acción moral virtuosa, es decir, la
Pero puede dejar de ser recta, es decir que se lleva a cabo en el término equi-
que puede perder la semejanza (véase distante entre los extremos del defec-
similitudo). Al perder su r. moral, el al- to y el exceso. Por el contrario, la ac-
ma “se curva”, dice, por ej., Bernardo ción moral que se da en cualquiera de
de Claivaux, por quien usa a menudo los extremos, se denomina “obliqua”.
la expresión exordinata rectitudine sua.
recurvus. Voz propia de la mística bo-
rectum. En el mundo de los augures se naventuriana, con ella se expresa el es-
llamaba regio al espacio comprendido tado defectuoso de la mens que, aban-
entre líneas rectas trazadas en diferen- donando su itinerarium ad Deum,
tes sentidos, de modo que se denomi- se inclina hacia el amor a las reali-
naba r. lo que es recto como esa línea dades mundanas, es decir, inferiores.
trazada, cosa que después se traspu-
redargutio. En la lógica medieval
so al plano moral. Así pues, r. indica
se conoce con este nombre uno de
lo que de algún modo es recto y aún,
directo. Tres son los usos medieva- los propósitos del silogismo sofísti-
les más importantes de este término: co. Consiste en la negación de lo que
1. La mayoría de las veces esta voz ya se ha concedido previamente en la
está incluida en el término in recto, misma discusión en virtud de la fuer-
correlativo de in obliquo. La expre- za argumentativa de ella (cf. Pedro
sión in recto aliquid importari signi- Hispano, Summ. Log. 7, 2). El adver-
fica aludir directamente a un subiec- bio redargutive (véase) tiene un ma-
tum capaz de recibir predicados y de- tiz diferente.
nominaciones. En cambio, in obliquo redargutive. Indica un procedimien-
aliquid importari señala el no aludir to de demostración por el que se lle-
directamente a dicho sujeto sino a al- va al oponente a replantear una fal-
go que le pertenece a él o al predica- sa proposición. También se denomi-
do. Ejemplo del primer caso es albus, na elenchice (véase elenchus), “nam
que significa in recto una cosa que es elenchus est syllogismus ad contradicen-
blanca; ejemplo del segundo es albe- dum”, como recuerda Tomás de Aqui-
do, que mienta in obliquo la blancura no al comentar a Aristóteles (In Met.
que se da en ella o que le pertenece. IV, l. 6, n. 13).
2. En el campo específico de la Gra-
mática, se llama in recto importari lo redintegratio. Cf. integrum restituo.
que está en caso nominativo; e in obli- redire. Cf. reflexio.
quo lo declinado en cualquiera de los
demás casos. reditio. Traducción del griego epistrofé,
3. Se denomina recta ratio la razón esta voz llega a la Escolástica desde el
que, en cualquier plano, intelectual, neoplatonismo. Indica el retorno del
moral, artístico, etc., se ordena en ca- alma a sí misma, en la reflexión (véa-
da caso al fin debido. se reflexio).
reductio 576

reductio. En sentido amplio, la r. in- es el procedimiento mediante el que


dica el procedimiento de reconducir se muestra cómo una falacia destru-
a otra cosa; si se trata de varias, con ye cualquier parte dada en la defini-
el significado de hacerlas confluir en ción del elenchus (véase), ya sea en el
algo más. Así, se ha hablado, por ej., silogismo, ya en la contradicción que
de la r. artium ad philosophiam en el deriva de su carácter sofístico. Así lo
caso de Agustín, en quien se encuen- señala Pedro Hispano en Summ. Log.
tra una reiterada exhortación al estu- VII, 65.
dio de las disciplinas, con el objeto de Un significado peculiar asume es-
que ellas constituyan una propedéu- ta voz en Buenaventura. Al igual que
tica a la filosofía (cf., por ej., De ord. resolutio, en este autor alude al proce-
2,5). En cambio, en plena controver- so de remitir o reconducir, paso a pa-
sia escolástica sobre la relación fe-ra- so, una verdad contenida en un juicio
zón que confluye en la de filosofía- hasta las rationes aeternae o primeros
teología, Buenaventura titula una de principios que la fundan.
sus obras precisamente Reductio ar-
reductive. En la Escolástica, se deno-
tium ad theologiam.
minó así un modo de predicación por
En sentido técnico, y, sobre todo en
el cual se atribuye a sólo una parte o
la Escolástica, r. es término que per-
aspecto del sujeto lo que conviene a
tenece a la Lógica y que designa, 1.
éste en su totalidad, en tal sentido,
en general, la transformación o con-
r. se opone a directe: así, “hombre”
versión (véase conversio) de un enun-
se predica de Pedro directe, y r. de su
ciado en otro equipolente (véase
cuerpo. En una acepción mucho más
aequipollentia); y 2. en especial, la
amplia, pero menos usada, equivale a
transformación de un enunciado en
analogice, que es el modo de predica-
otro que revela la verdad o falsedad
ción por analogía (véase analogia).
del originario. En este último senti-
do, tres son las operaciones típicas de reduplicatio. Vocablo cuyo equiva-
la reductio: 2.1. la que reduce las fi- lente griego Aristóteles usa, por ejem-
guras del silogismo (véase syllogismus) plo, en An. Pr. I, 38, 49 a 26. Signifi-
a la primera figura, única que Aristó- ca predicación repetida. Es, como se-
teles consideraba como bien fundada; ñala Ockham en Quodl. VI, q. 7, la
2.2. la ostensiva (véase); 2.3. la llama- determinación que hace conocer la
da reducción al absurdo o a lo impo- causa o la condición de la pertenencia
sible. Este tercer tipo es el caso más de un atributo a un sujeto. Por eso,
frecuente de r. Los escolásticos carac- la r. tiene lugar mediante algunos tér-
terizaban la r. per absurdum, llamada minos que relacionan el predicado al
también ad absurdum (véase), como sujeto, como ut, prout, inquantum y,
un procedimiento en el que se infie- sobre todo, quatenus. La traducción
re de un modo perfecto que la con- de todos ellos es “en cuanto”; así, por
clusión es incompatible con una de ej., hay r. en “El hombre, en cuanto
las premisas aceptadas. En otras pa- hombre, es educable”. Estas expresio-
labras, se suponen como admitidas nes restringen el sentido del término,
las premisas y como negada la con- subrayando su aspecto formal o esen-
clusión del silogismo del que se tra- cial. Entre otros, Duns Escoto ha tra-
te. 2.4. la r. ad ignorantiam elenchi tado el tema en In An. Pr. I, 35.
577 reflexio

reduplicativa. Denomínase así un ti- Este concepto ha sido desarrolla-


po de proposición ocultamente com- do originariamente por el neoplato-
puesta o exponible (véase exponibilis). nismo, siendo su único posible ante-
Al exponerse, alguno de sus términos cedente la concepción aristotélica de
es repetido –de donde el nombre de la nóesis noéseos, como acto más al-
esta clase de proposición– con las fór- to de la facultad reflexiva en los se-
mulas “en cuanto” (quatenus), “según” res finitos. Para los autores neopla-
(secundum) “por sí” o “por sí mismo” tónicos –de acuerdo con el clima de
(qua), etc. (Véase reduplicatio). Las mayor atención a la interioridad que
proposiciones reduplicativas se divi- predomina en ellos y que se continúa
den en especificativas y reduplicati- en San Agustín– el punto de vista es
vas propiamente dichas. Las primeras el análisis de la actividad del espíri-
aluden, precisamente, a una especifi- tu en oposición al concepto negativo
cación que se hace respecto del térmi- de materia. En dichos autores, la epis-
no reduplicado, señalando una con- trojé se concibe como carácter propio
dición, un modo o una parte de él; del intelecto, pero especialmente, co-
un ejemplo muy reiterado en la Edad mo signo de su inmaterialidad. Así, se
Media es “El etíope, según sus dien- lee, por ej., en Proclo (cf. Elem. Theol,
tes, se dice blanco”; en cambio, en pp. 15 y 43). Más aún, para esta po-
la r. propiamente dicha, la expresión sición sólo en cuanto tiene la facul-
reduplicante señala la causa o ratio tad de la r., es un ser en sí. En la con-
formalis por la cual el predicado le cepción neoplatónica de este concep-
conviene al sujeto: “El hombre, en to, se advierten los rastros de la doc-
cuanto hombre, es racional”. trina del ser como pensamiento, en la
medida en que el valor del ser se ex-
reduplicative. Se dice que un térmi- presa en la realidad del pensamiento y
no se emplea r. cuando se lo utiliza en se halla negado en la materia.
su aspecto formal o esencial. Así, por En esta última línea, la Escolástica
ej., en la proposición “El artista crea estableció la implicación de la inmate-
belleza”, el sujeto se entiende r., pues- rialidad en el intelecto. Tomás de Aqui-
to que en dicha proposición el artis- no dice, por ej., “immaterialitas alicuius
ta es tomado en cuanto tal (véase in rei est ratio quod sit cognoscitiva” (S.
quantum, in fine), cosa que no ocurre Th. I, q. 14, a. 1, c). El intelecto con-
en esta otra: “El artista camina”. Só- lleva una reditio sobre su propia esen-
lo cuando se expone o se explicita el cia, que le es imposible al cuerpo lle-
aspecto formal incluido en el uso del var a cabo, ya que éste es una “res
término r., se tiene una proposición extensa habens unam partem ab aliam
reduplicativa (véase). distantem” (In liber de causis, 191).
reflexio. Se trata de una palabra que, Ahora bien, como continúa dicien-
inicialmente, fue usada como varian- do el primer texto citado, en el ar-
te de reditio. Las acepciones de este tículo siguiente,”redire ad essentiam
vocablo latino son, en términos muy suam nihil aliud est quam rem subsis-
generales, el estar un ser activamente tere in se ipsa”. Así, de algún modo, se
presente a sí mismo; y, en sentido más continúa escolásticamente el concep-
específico y frecuente, el simultáneo to de r. como caracterización del sub-
conocimiento del propio conocer. sistir en sí.
reformatio 578

En sentido exclusivamente gno- predicado. Así, por ej., hay r. cuando


seológico, los escolásticos distinguie- la proposición “Non est ex terris mollis
ron entre: 1. r. incompleta, que forma ad astra via” se modifica formalmente
parte de la sensibilidad y está cons- en “Via ex terris ad astra non est mollis”.
tituida por el sensus communis (véase
refundere. Verbo que, en sentido es-
sensus), mediante el cual el sujeto sien-
trictamente filosófico, los autores me-
te que siente y distingue entre las sen-
dievales usan en la expresión r. per-
saciones. Sin embargo, esta clase de
fectionem in actum, que concierne al
r. no es completa, porque dicho ac-
plano ético. Señala la acción de remi-
to no llega a ser conocimiento, aun-
tir los actos morales a sus causas, pe-
que pertenezca al campo de los ele-
ro particularmente a la final, ya que a
mentos por los que se llega a él; por
partir de ella en especial es que el acto
tanto, si bien es “reflexum”, en cuan-
resulta bueno o malo.
to acto no se conoce a sí mismo. En
cambio, en la 2. r. completa –que só- refutatio. Tiene el significado de re-
lo se puede dar en el espíritu–, el in- futación; con todo, los autores me-
telecto no sólo conoce su capacidad dievales suelen preferir el sustantivo
de aprehender la cosa en sí y su pro- confutatio.
pio acto de aprehenderla, sino que
además conoce la naturaleza de tal ac- regeneratio. El de regeneración es un
to, y por consiguiente, la del princi- concepto que frecuentemente apa-
pio activo de éste. Con ello, se cono- rece en contexto religioso y teológi-
ce a sí mismo (cf. De ver. q. 1, a. 9). co en particular propio del Cristia-
El conocimiento del objeto en cuanto nismo. En dicho contexto, está refe-
tal implica, pues, el conocimiento de rido a la nueva vida espiritual que, a
sí mismo como sujeto. Esto se da ne- través de la gracia, Dios concede al
cesariamente en todo acto cognosciti- hombre que se vuelve a Él. Por esta
vo. En este sentido, y respecto de la r. razón, el verbo correspondiente sue-
completa, la Escolástica llamó 2.1. r. le estar en voz pasiva: librado a sus
in actu exercito, a la reflexión implíci- solas fuerzas el hombre no puede re-
ta en todo ejercicio de cognición au- generarse, es decir, generarse nueva-
toconsciente. En cambio, la 2.2. r. in mente a sí mismo, pero sí puede no
actu signato es aquella en que el suje- ofrecer obstáculos para que dicha ac-
to realmente se “tematiza”, es decir, se ción sea llevada a cabo por la gracia
pone a sí mismo o a su propio acto divina en él. Así se advierte en tex-
como objeto. tos medievales específicamente teo-
lógicos, por ej., en los concernien-
reformatio. Con esta voz, los lógicos tes a los sacramentos, como en To-
y gramáticos medievales señalaron la más de Aquino (cf. S. Th. III, q. 73,
modalidad más simple de la reductio a. 3 ad 3). Pero también en los que
(véase reductio 1). Alude a la restitu- no lo son, ya que la idea de la rege-
ción del orden formal más llano en neración queda instalada en la cultu-
un enunciado que no lo presenta, sin ra posterior de base cristiana. Así, por
alterar sustancialmente su significa- ej., en la alocución que, en las pági-
do. Dicho orden requiere que en pri- nas iniciales del De dignitate hominis,
mer lugar se dé el sujeto; en segun- Pico della Mirandola pone en boca
do lugar, la cópula y, por último, el de Dios creador al dirigirse a Adán,
579 regio

se lee esta advertencia: “poteris in infe- Pol. 273 d) y se reencuentra en Ata-


riora quae sunt bruta degenerare; pote- nasio, Eusebio de Cesárea, Proclo y
ris in superiora quae sunt divina ex tui Simplicio. Con todo, la gran diferen-
animi sententia regenerari”. El ejerci- cia entre la concepción agustiniana de
cio de la libertad humana basta pa- la r. dissimilitudinis y la de otros neo-
ra que el hombre degenere, embrute- platónicos consiste en que para éstos,
ciéndose por sus elecciones no rectas; por ej., para Plotino, el alma cae en
pero, para ser regenerado después de la región de la desemejanza cuando se
ellas, es necesario un auxilio adicio- encarna y queda prisionera de las rea-
nal en el que, no obstante, el mismo lidades sensibles que son inferiores a
hombre deberá consentir. Ello explica ella. En cambio, el hiponense usa esta
la expresión ex tui animi sententia que expresión para señalar un movimien-
rige para ambos casos. to, si se quiere, inverso: cuando el al-
ma se vuelve a Dios y comienza a en-
regimen. Su acepción más gene- trever el Ser divino, percibe el abismo
ral está referida al hecho de regir al- de diferencia, ontológicamente radi-
go, por ej., una nave, de donde alude cal, que la separa de él. Es ese abismo
a la dirección o conducción de algo. lo que llama “r. dissimilitudinis”. So-
En contexto más específico, pertene- bre la base de esta desemejanza onto-
ce al vocabulario de la filosofía políti- lógica se instaura la otra, la causada
ca medieval, en la que indica, en ge- por el pecado. (cf. Conf. VII, 9, 16;
neral, gobierno. Por eso, son frecuen- Sermo 7, 7).
tes en la Edad Media los tratados De En este último sentido, la región de
regimine principuum, esto es, sobre el la desemejanza señala la dirección que
gobierno de los príncipes, en el senti- asume el cor, esto es, la intencionali-
do de gobernantes, por ej., la obra ho- dad moral no recta de algunos hom-
mónima de Egidio Romano. Tomás bres. Con ella, éstos se vuelven más y
de Aquino recuerda que hay varias más desemejantes a Dios, aun cuan-
clases de régimen gubernativo, desca- do no pierdan su semejanza, estable-
lificando sólo la del gobierno tiránico cida en la Creación. Así, se constitu-
y sosteniendo que es tanto más per- yen en miembros de la “ciudad terre-
fecto cuanto más universal (cf. S. Th. na” (véase civitas), ámbito por exce-
II-II, q. 42, a. 2 ad 3; q. 50, a. 1 c). lencia de la desemejanza en el sentido
regio. Esta voz indica, primariamen- mencionado. El hiponense también
te, dirección o línea. De manera de- utiliza la palabra que nos ocupa para
rivada, señala un límite y, por tanto, referirse a la misma condición mortal
una frontera, de donde puede men- del hombre en este mundo, en don-
tar finalmente una región. Todos es- de nace y muere: “nasci et mori [...]
tos matices se recuperan en alguna plena est his duobus r. mortalium”, es-
medida en la acepción que el término cribe en el Sermo 279, 8, añadiendo
r. tiene en la literatura patrístico-me- que esto es precisamente lo que tiene
dieval. Es usado particularmente por en común con el animal.
Agustín, quien se refiere con frecuen- El concepto y la expresión r. dissi-
cia a la r. dissimilitudinis. En realidad, militudinis serán largamente utiliza-
esta última fórmula, que Agustín atri- dos, especialmente, durante el siglo
buye a Plotino (cf. En. I, 7, 13, 16- XII, por Guillermo de Saint-Thierry
17), tiene su última raíz en Platón (cf. y Bernardo de Clairvaux, siendo, ade-
regnum 580

más, muy propia de la literatura ascé- mente en esa línea o serie, de tal mo-
tica posterior. do que un efecto dependa de una se-
rie de causas, a su vez causadas, sin
regnum. Con el significado gene- que haya una primera incausada? Para
ral de “reino”, este sustantivo asume resolver la cuestión hay que distinguir
en la Edad Media la acepción esen- entre causas ordenadas per accidens y
cial de una sociedad constituida po- causas ordenadas per se. Se tiene una
líticamente en un estado. El sentido serie de causas ordenadas per accidens
originario de este vocablo es, pues, cuando una no depende de la otra en
1. político. En este plano, puede alu- el ejercicio de su causalidad, sino que
dir 1.1. al conjunto de sus miembros; hay entre ellas una simple sucesión,
1.2. menos frecuentemente, al espa- como la que se da entre los diversos
cio geográfico habitado por ellos; 1.3. pinceles que utiliza un pintor en su
a la autoridad ejercida por su gober- cuadro, a medida que los primeros se
nante; y, sobre todo, 1.4. al estado vayan desechando. En cambio, en el
mismo que conforma. En cualquie- segundo caso, una causa depende de
ra de estos sentidos, siempre hace re- las otras precisamente en cuanto cau-
ferencia al poder de quien lo rige y a sa, es decir, cada una de ellas puede
su modo de gobierno. Por eso, se pro- producir un efecto si, y sólo si, reci-
yectó el empleo de r. al plano 2. reli- be la influencia de la causa preceden-
gioso y se habló del r. Dei. Más aún, te. Por eso, dicha influencia se extien-
sobre bases agustinianas, se usó la pa- de a través de las causas intermedias,
labra, en este último nivel, con todos hasta el último efecto.
los matices señalados. Así, la expre- Así sucede entre la voluntad de un
sión r. Dei se refiere 2.1. al conjunto caminante, su mano, su bastón y el
de los fieles, tanto durante el tránsito efecto último: el cambio de lugar de
terreno, en el que equivale a la Iglesia, una piedra. Es el ejemplo que propo-
como en la vida eterna (cf., por ej. De ne Tomás de Aquino (cf. De ver. q. 2,
civ. Dei XX, 9; In Io. Ev. 25, 2); 2.2. a. 10). Ahora bien, cuando se trata
a la habitación del reino de Dios en de este último caso, o sea, de causas
el interior de cada fiel (cf. Sermo 109, ordinatae per se, es imposible proce-
1), cosa en la que insistirá Tomás de der indefinidamente sin llegar a una
Aquino (cf. S. Th. I-II, q. 108, a. 1, primera causa incausada, si se quiere
ad 1); 2.3. a la construcción, en es- explicar el efecto último de la serie.
ta vida, del r. Dei que Cristo, como su En una serie tal, cada causa ejerce su
príncipe, entregará al Padre (cf. In Io. causalidad en virtud de la preceden-
Ev. 68, 2); 2.4. a su identificación con te, pero si esto ocurriera en todas no
el reino de los cielos (cf. De an. et eius habría razón suficiente de su causali-
or. III, 11, 16). dad, con lo que ninguna podría ejer-
regressus. En Lógica, se entiende por cerla de hecho, y el efecto no tendría
esta palabra un proceso (véase proces- lugar. Toda vez que se da el efecto, es
sus 1) por el cual se va de las conse- necesario admitir, pues, que la serie
cuencias a los principios o premi- de causas subordinadas comienza en
sas, pero, sobre todo, de los efectos una que no está a su vez subordina-
a las causas. En el caso de un r. ad da a ninguna otra. En el caso contra-
infinitum, surge el siguiente proble- rio, esto es, si se aceptara un regreso
ma: ¿es posible proceder indefinida- al infinito, no sólo quedaría el efec-
581 regula

to sin explicación sino que tampoco 3. En el plano gnoseológico, y gno-


se daría cuenta de toda la serie. Todo seológico-moral, la palabra que nos
lo anterior no rige para el orden cau- ocupa es muy frecuente, por ej., en
sal per accidens, donde no hay ningu- Buenaventura. Para este autor, las re-
na razón que impida proceder indefi- glas son los modos por los cuales la
nidamente. mente conoce y juzga lo necesario, es-
to es, lo que no puede ser de otra ma-
regula. Voz que se vincula etimológi- nera, v.g., que el sumo bien ha de ser
camente a regio en su sentido origina- sumamente amado. De esta mane-
rio, es decir, como el punto alcanza- ra, el juicio se hace por ellas y no so-
do en línea recta o aquel ámbito del bre o de ellas. Son inmutables e infa-
cielo o la tierra comprendido entre lí- libles e irradian sobre el alma (véase
neas rectas trazadas por los augures. irradiatio); radican en la luz eterna y,
Éstos las trazaban precisamente con a la vez, conducen a ella (cf. Coll. in
la r. que, así, es el instrumento de lo Hexaem. II, 10).
recto en todos los sentidos de esta úl- 4. En el orden moral, esto es, en el
tima palabra. de las acciones voluntarias, se llamó
En los textos filosóficos medievales 4.1. r. proxima a la misma razón hu-
y en general, se llama así a algo cier- mana, mientras que se consideró 4.2.
to, conocido y fijo a lo que se debe r. suprema a la ley eterna divina.
conformar una realidad o acción para 5. En el plano teológico, se habla de
que se pueda calificar de recta o bue- r. fidei, expresión que tiene dos acep-
na. Por eso, puede darse en los planos ciones: 5.1. objeto de la fe, es decir, el
natural, lógico, gnoseológico, moral y contenido auténtico de la revelación.
teológico. En el primero de ellos, es En el pensamiento patrístico y esco-
decir, 1. en el orden natural, los au- lástico, se asumió como tal regla el
tores medievales afirmaban, por ej., Symbolum Apostolorum que compren-
que el movimiento del cielo es r. de de los textos bíblicos y el conjunto de
los movimientos sublunares. la tradición eclesiástica. En la Moder-
2. En el orden lógico, se denomina nidad, con la Reforma, el Protestan-
r. de quocumque, una ley por la cual tismo lo restringió al primer elemen-
lo que se afirma del predicado se afir- to. 5.2. La r. fidei también alude al
ma también, necesariamente, del su- principio que hace de la fe la regla de
jeto. Esto sólo rige para las predica- la verdad, pero no en sentido positivo
ciones de subiecto, es decir, aquellas en sino limitativo: lo que se afirma con-
las que el predicado se dice del sujeto tra una proposición de fe es en prin-
como de algo subordinado a él; por cipio refutable, al estar ésta asentada
ej., “hombre” dicho de “Sócrates”: si en la verdad. En particular, Tomás de
se afirma que el hombre es mortal, Aquino ha elaborado este tema en S.
en virtud de la r. de quocumque, se lo Th. I, q. 1, a. 8 c).
afirma también de Sócrates (cf. Pedro Particular significado asume es-
Hispano, Summ. Log. 3, 1). Citan- te término en Raimundo Lulio, pa-
do a Avicena, Alberto Magno dice: ra quien la r. es la explicación acerca
“Quocumque de eo, quod praedicatur, de la manera en que las preguntas del
dicuntur recto ordine et substantiali, alphabetum, o sea, del Ars Raymundi
omnia etiam dici de subiecto necesse en su versión final, deben ser llevadas
est” (De praedic. I, 6, 102 a).
regulans 582

a cabo. (cf. Ars brevis, IV; Ars generalis bras como “doble”, “mitad”, etc.; la
ultima, IV). potencial, que consiste en una poten-
cia activa o pasiva, como causa y cau-
regulans. Voz muy empleada por sado; y la real, que tiene su término
Buenaventura para indicar la condi- en un ente precisamente real, como la
ción que poseen las rationes aeternae medida respecto de lo mensurado o el
(véase) de regir el conocimiento hu- conocer respecto de lo conocido (cf.
mano en cuanto principios de estabi- Met. V, 15, 1020 b 25). Estas tres cla-
lidad y certeza del mismo. ses de relationes fueron llamadas ra-
relatio. Como mera aclaración no- tionalis, potentialis y realis respectiva-
minal del término, se puede decir mente. La Escolástica cristiana se in-
que “relación” indica el modo de ser teresa en el tema por motivos teológi-
o de comportarse de los entes entre cos, puesto que debía utilizar el con-
sí. Pero la complejidad de este con- cepto de r. para formular el dogma
cepto hace imposible definirlo en ge- trinitario; en este ámbito, admitió la
neral, o sea, fuera de las interpretacio- realidad de las relaciones. Así, Tomás
nes específicas que los autores medie- de Aquino, por ej., combate a quie-
vales de distintas épocas y corrientes nes afirman que la r. es sólo un en-
le han conferido. Al mismo tiempo, te de razón y no de naturaleza; decla-
dicha complejidad obliga a esquema- ra falsa esta tesis porque las cosas mis-
tizar las interpretaciones menciona- mas guardan, una respecto de la otra,
das, así como las distinciones y clasi- un orden o una disposición natural
ficaciones que se establecieron a pro- (cf. S. Th. I, q. 13, a. 7). Tomás acepta
pósito de esta noción. Tal compleji- las distinciones aristotélicas, pero en
dad reproduce, en parte, la más gene- el tratamiento de esta noción privile-
ral concerniente al problema del sta- gia el tercer tipo de r., por las razones
tus de las categorías, ya que la rela- señaladas. Por su parte, Duns Escoto
ción forma parte de ellas (véase prae- subraya el carácter de respectus o dis-
dicamentum). Así, el 1. principal pro- positio que tiene la relación. Uno de
blema filosófico que concierne a la r. sus argumentos es que, si no se admi-
es si ella constituye una entidad real te tal dispositio como algo real, no se
o una mera categoría lógica. En lí- puede dar cuenta de la composición
neas muy generales, se puede clasifi- de los entes. En efecto, si la unión
car las respuestas que ha recibido esa de a y b se reduce a los mismos a y
pregunta en la Antigüedad y la Edad b absolutos, el compuesto que ambos
Media de la siguiente manera: 1.1. la constituyen no difiere en nada de a y
que admite tanto la objetividad como b separados y, por consiguiente, no se
la realidad de las relaciones; 1.2. la trataría de un compuesto (cf. Op. ox.
que niega ambas; 1.3. la que sostiene II, d. 1, q. 4, n. 5).
su objetividad, pero no su realidad. 1.2. La segunda doctrina funda-
1.1. Aunque se trata de interpreta- mental de la r., que niega su objetivi-
ciones muy discutidas, se podría de- dad así como su realidad, fue antici-
cir, en general, que Aristóteles ten- pada en la Edad Media por Avicena,
dió a suscribir la primera posición. para quien la relación es sólo un acci-
Sea de ello lo que fuere, el Estagirita dente que no se puede entender nunca
distinguió tres especies de relaciones: por sí sino como algo respecto de algo
las cuantitativas expresadas por pala- (cf. Met. III, 10). Cabe añadir que, en
583 relatio

el pensamiento aviceniano, afirmar cación de las relaciones. Los autores


el carácter accidental de la relación escolásticos propusieron la siguiente:
equivale a negar su realidad en el sen- 3.1. r. aequiparantiae: es aquella por
tido fuerte de esta última palabra. En la cual se establece una cierta sime-
el siglo XV, algunos filósofos nomina- tría o similitud entre dos términos,
listas retomaron esta doctrina, redu- como la relación de igualdad; al con-
ciendo la r. a un puro ente de razón, trario de lo que sucede en la 3.2. r.
carente de realidad y de fundamen- disquiparantiae, que es la relación asi-
to, fuera del alma humana, como sos- métrica que se da, por ej., entre pa-
tiene, por ejemplo, Enrique de Gan- dre e hijo, mayor y menor, etc. 3.3. la
te (cf. Quodl. IX, q. 3; V, q. 6), doc- r. in: es la que se considera en un solo
trina que, en la Modernidad, reapa- ente, sin referencia a otro, por ej., la
recerá con el pensamiento cartesiano. altura de Pedro; en cambio, 3.4. la r.
1.3. La tercera concepción de las ad es la que se establece entre un ente
relaciones, no las considera reales pe- y otro, por ej., la altura de Pedro res-
ro sí objetivas. Es la posición asumi- pecto de la de Juan. 3.5. r. mutua es
da por Guillermo de Ockham, pa- la que hay entre dos extremos que se
ra quien no es el intelecto el que ha- reclaman recíprocamente, como crea-
ce, por ej., que Sócrates sea similar dor y creatura, ya que no puede exis-
a otro, como tampoco hace que sea tir un término sin el otro; cabe adver-
blanco. La r. es una intentio (véase), tir que esta clase de relación no se da
o sea, un concepto cuyo fundamento entre los términos Dios y creatura,
está, con todo, en varios entes aisla- puesto que puede existir el primero
dos, a la manera en que, v.g., un pue- sin la segunda. 3.6. r. transcendantalis
blo –que no consiste en un ente real– indica la relación esencial que una co-
es varios hombres, pero ningún hom- sa mantiene con otra, de tal modo
bre en especial (cf. In Sent. I, d. 30, q. que no se puede definir una sin refe-
1). Ockham insiste, pues, en la refe- rirse a la otra; así sucede entre el co-
rencia a lo real para afirmar la objeti- nocimiento y su objeto, desde el mo-
vidad, ya que no la realidad de la r. mento en que le es esencial al conoci-
2. Independientemente de la inter- miento tener un objeto; en cambio,
pretación básica que se atribuya a es- la 3.7. r. praedicamentalis señala una
te concepto, la Escolástica estableció, relación accidental entre dos entes,
en general, cerca de él la siguiente dis- a cuya esencia es extrínseca; por ej.,
tinción, además de la ya mencionada la relación de paternidad, dado que
de raíz aristotélica (cf. supra): llama- ella no es esencialmente necesaria pa-
ron 2.1. terminus relationis a aquello ra definir al subiectum de dicha rela-
a lo que se refiere la relación cuyo su- ción. Esta última clase de r. se sub-
jeto es otra cosa; así, “hijo” es termi- dividió en: 3.7.1. la que se funda en
nus relationis de la paternidad; y 2.2 la unidad y el número, como la des-
fundamentum relationis a la causa, igualdad; 3.7.2. la que se funda en la
existente en un subiectum, de su re- acción y la pasión, como la r. que hay
ferencia a otro, por ej., la blancura entre maestro y discípulo; 3.7.3. la
es fundamentum relationis de la nieve que se funda en la medida y lo men-
respecto de la cera. surable, como la relación del intelecto
3. El otro gran problema concer- respecto de lo inteligible. Siguiendo a
niente a este tema, es el de la clasifi- Aristóteles, los escolásticos entendían
relative 584

por mensurable las potencias y los há- Algunos autores, como Plauto, aso-
bitos; y por medida, los objetos de di- cian el término no sólo con el de “di-
chas potencias y hábitos. ligencia” sino también con el de “es-
crúpulo”. Otros, con Lactancio y Ter-
relative. En metafísica, r., precisa- tuliano, atribuyen su origen al ver-
mente en cuanto adverbio opuesto a bo ligare, “vincular” (cf. Div. inst. IV,
“absolutamente”, puede significar: ac- 28). En este sentido, la r. sería lo que
comodative, comparative, connotative, enlaza al hombre con la divinidad.
dependenter, hic et nunc, hypothetice Sin refutar explícitamente la opinión
(véase absolute). ciceroniana, Agustín, en el De civ.
relativum. En general, “relativo” Dei X, 3, adhiere a la de Lactancio,
mienta lo que se refiere a otra co- razón por la cual dicha etimología
sa implicada en su definición (véa- –aunque está lejos de haber sido pro-
se relatio). Justamente porque alu- bada– pasó a la tradición cristiana co-
de a la relación, que puede ser con- mo la más repetida. Esto se compren-
cebida tanto realmente como a la ma- de porque lo que caracteriza la acti-
nera de un ente de razón, este adje- tud cristiana de la propia de los cultos
tivo se ha empleado, sobre todo, en paganos, en los que prevalece lo sub-
los ámbitos metafísico y lógico. 1. En jetivo, es la dependencia del fiel res-
términos metafísicos, ens relativum pecto de Dios.
es aquel que, en cuanto tal cosa, no En cuanto a su significado general,
se puede concebir independiente- este concepto se refiere a la consciente
mente de otro, como un amo, un relación de dependencia del hombre
siervo, un hermano, etc., por oposi- respecto de uno o varios seres supe-
ción al ens absolutum, uno de cuyos riores, a los que presta un cierto cul-
ejemplos es “hombre”. Se denominan to. Dicha relación de dependencia se
también ens ad aliud y ens ad se, res- fundamenta en la fe (véase fides), que
pectivamente. implica un consentimiento o adhe-
2. En lógica, se llama “relativa” una sión prestada a los designios divinos.
proposición que expresa una propor- Cuando tales designios se expresan
ción o comparación, como “La virtud en textos sagrados, se tiene una reli-
es tanto más preciada cuanto más ar- gión “positiva” o “del libro”, como en
dua es su adquisición”. La verdad de el caso del Judaísmo, el Cristianismo
estas proposiciones está condicionada y el Islamismo.
a la consistencia de la relación que li- En la Edad Media, y con la apari-
ga sus dos elementos. ción de la fe cristiana, uno de los pro-
blemas más tratados en torno de la r.
relatum. Indica uno de los elemen- fue el de determinar los motivos de
tos o instancias vinculadas en una re- credibilidad de su enseñanza reve-
lación (véase relatio), de cualquier ti- lada, lo que llevó a la confrontación
po que ella sea. con otras religiones. Así, para Justi-
religio. Este vocablo es de etimología no, por ej., las analogías entre el Cris-
incierta y muy discutida: algunos, si- tianismo y las demás religiones se ex-
guiendo a Cicerón, hacen derivar el plican por una participación de todos
término de relegere, que significa “re- los hombres en el Verbo, de tal mo-
unir” (cf. De nat. deorum II, 2, 28). do que aquellos que vivieron según
585 remissio

el Logos, como Sócrates y Heráclito, por ej., en Tomás de Aquino (cf. S.


han sido en cierto modo precristianos Th. I, q. 78, a. 4, c). Esta última acti-
(cf. Apol. II). En cambio, otros pen- vidad voluntaria recibe, precisamen-
sadores de la Patrística, como Tertu- te, el nombre de r. A tal punto es ne-
liano tienden a afirmar la autonomía ta en Tomás la distinción aristotélica
absoluta de la revelación cristiana (cf. entre ambas operaciones que la obra
De praescript. VII). Como se ve, du- que dedica a estos temas se denomi-
rante la Patrística se subrayaron los na precisamente en De memoria et
aspectos apologéticos de la r., lo cual reminiscentia. La especificidad de esta
se explica al recordar las circunstan- última es, pues, el despertar los cono-
cias históricas que rodearon el men- cimientos momentáneamente olvi-
cionado período, especialmente, en dados, a través de una suerte de pro-
su primera etapa. ceso de raciocinio (quasi syllogistice
Durante la Escolástica, el examen inquirendo). En efecto, en su comen-
de este concepto se hizo más sistemá- tario al tratado aristotélico sobre la
tico y ceñido. Los escolásticos con- memoria, el Aquinate traza la seme-
sideraron la r. como una virtud mo- janza entre la r. y el silogismo dicien-
ral (véase virtus) que forma parte de do que, así como en éste se llega a una
la justicia en cuanto que por ella se conclusión a partir de determinados
rinde a Dios el honor que le es de- principios, también en aquélla a par-
bido. Esto se ejercita principalmen- tir de un cierto principio se llega a la
te con actos interiores, como la devo- conclusión de haber visto u oído cier-
ción y la oración; y, secundariamente, ta cosa del pasado que se quería re-
con actos exteriores, como los ritos. cordar (cf. In De mem., l. 8, n. 399).
Sto. Tomás, por ej., trata el tema en S. Así, como la cogitativa (véase) actúa
Th. II-II, q. 81, aa. 1 y a. 8). a manera de puente entre el conoci-
miento sensible y el intelectual.
reminiscentia. Esta palabra fue utili-
zada por autores medievales para re- remissio. Voz que, en el vocabula-
ferirse a la conocida doctrina platóni- rio medieval, tiene tres acepciones: 1.
ca de la reminiscencia. Además de es- alude a un decrecimiento o disminu-
te uso histórico, el término tiene una ción, se puede dar tanto en entes fí-
acepción técnica perteneciente a la sicos, por ej., la disminución de ca-
gnoseología escolástica. Siguiendo a lor en un cuerpo (véase mixtum), co-
Aristóteles –quien había diferencia- mo en entes inmateriales, v.g., la r. de
do entre memoria espontánea y pro- ideas en el alma, que se refiere al he-
vocada (véase memoria), los escolás- cho de concebir una idea menos clara
ticos suelen referir este concepto a la o adecuada a la realidad que otra. 2.
memoria sensitiva. Para ellos, esta fa- En sentido religioso, la r. poenae alu-
cultad tiene una actividad ordinaria y de a la remisión del pecado. 3. Seña-
espontánea, que el hombre compar- la también, en un texto, la invitación
te con los animales, y que denominan que se hace al lector para que recurra
“memoria” propiamente dicha. Pe- a otro pasaje del mismo, en el cual,
ro, además, despliega otra actividad generalmente, se aborda de manera
por la cual se busca sistemáticamen- más extensa y detallada el tema que
te el recuerdo de lo pasado, según una se está tratando.
determinada intención. Así aparece,
remotio 586

remotio. En general, significa tanto dos: 2.3.1. negative, según el cual no


1. “eliminación” como 2. “negación”. señala un mal, así, por ej., hay r. bo-
En el sentido de 1.1. eliminación, ni negative en las cosas que no existen
se llama, por ej., removens prohibens o en aquellas que no tienen los bie-
a lo que elimina un impedimento: nes que poseen las demás; 2.3.2. pri-
quien quita los grillos que aprisionan vative, sentido según el cual la r. boni
los pies de alguien, concurre en cuan- constituye un mal, puesto que con-
to removens prohibens a la capacidad siste en la falta de un bien en aque-
ambulatoria de ese alguien. llo que, precisamente por su esencia o
En el sentido de 2. negación, este forma, debería poseerlo.
término se ha usado en tres planos. En
remotum. La noción de lo remoto,
el orden 2.1. filosófico-teológico, se
aplicada en los planos físico, metafísi-
denomina via remotionis o negationis
co y aun gnoseológico, concierne a la
a un método para determinar los atri-
cuestión de las causas, los efectos, los
butos de Dios. Consiste en excluir de
fines, etc. Es complementaria y co-
Él todo lo que es incompatible con
rrelativa de la de lo próximo. Véase,
las consecuencias que se derivan de su
pues, proximum 1.
definición, en el intento de subrayar
la infinita perfección divina. Por eso, repassum. Cf. passum 2.
la via remotionis no concierne sólo a
lo que es esencialmente imperfecto, repletive. Adverbio con el que se alu-
como la mutación. También excluye de al modo de presencia de Dios en el
de los atributos divinos todas las per- universo (véase ubi 3).
fecciones creadas que conllevan cierta replicatio. Indica, en general, la ac-
imperfección, como el raciocinio; pe- ción de replegar, pero también la de
ro no por lo que ellas significan, sino desplegar; por eso, se usó en la Anti-
por los límites que tienen en todo lo güedad para significar tanto el hecho
creado, es decir, tal como las conoce- de arrollar un manuscrito como el de
mos (véase via). recorrer su contenido leyéndolo. En
En lo que respecta al significado de la Edad Media, y sobre todo en con-
“negación” en el plano 2.2. lógico, se texto escolástico, se utilizó para expli-
da r., precisamente, en la proposición citar o aun enfatizar el sentido preciso
remotiva. Los juicios “remotivos” son de una parte de la proposición.
copulativos de forma negativa: unen
varios sujetos o predicados median- repono. Poco usado en la Edad Me-
te la conjunción negativa “ni”. En di- dia, este verbo es frecuente en los hu-
chos juicios, la r. puede concernir al manistas, quienes lo utilizaron pa-
sujeto, como cuando se dice “Ni A, ra advertir que estaban reconstruyen-
ni B, ni C, son D”; o bien al predica- do lo que suponían era la versión ori-
do, como en este otro caso: “A no es ginal de un códice, ya sea por con-
B, ni C, ni D”. jetura debidamente fundada, ya sea
Pero también aparece la voz que mediante la comparación con otras
nos ocupa en el plano 2.3. metafísico, fuentes. Su equivalente es restituo.
en el que significa carencia o falta. En reportata. Se conoce con este nom-
este orden, se habla de r. boni como bre la obra escolástica en la que un
ausencia o falta de bien en dos senti- autor sintetiza y da cuenta de cursos
587 republica

por él dictados. Tal es el caso de las aquello con lo cual se conoce algo; 2.
R. parisiensia de Duns Escoto que re- la r. es un conocimiento mediante el
sume sus lecciones en la Universidad cual se adquiere otro; 3. la r. es tam-
de París. bién la causa del conocimiento, como
lo es el objeto (cf. Quodl. IV, q. 3).
repraesentatio. Indica, muy en ge- En la Modernidad este término fue
neral, la reproducción de una cosa, retomado por Descartes, en su no-
que guarda similitud con ella. Entre ción de la idea como cuadro o ima-
los escolásticos, el uso de este térmi- gen de la cosa (cf. Med. III).
no –que es de origen medieval– se
circunscribió, fundamentalmente, 1. repraesentativum. Es lo que, siendo
al campo gnoseológico. Así, significa conocido, puede evocar, como causa
“imagen” o “idea”, en cuanto que, se- parcial, el recuerdo de una cosa, por
gún el concepto escolástico de cono- ej., la imagen o el vestigio. Por esto,
cimiento, éste implica esencialmen- los autores nominalistas han tratado
te una similitud con la cosa conoci- este concepto en el campo gnoseoló-
da. De hecho, la teoría tomista de la gico (cf., por ej., Ockham, In I Sent.
r. la concibe como una similitudo del d. 3, q. 9).
objeto, dada, en primer lugar, por la
reprobatio. Concepto pertenecien-
species intelligibilis; y, en segundo tér-
te al campo teológico. Se suele tradu-
mino, por la species expressa (véase
cir por “condenación” y está referido
species). Pero la r. propiamente di-
al castigo eterno, es decir a la ausencia
cha está conformada, en realidad,
definitiva de Dios en la vida trascen-
por esta última. No obstante, una y
dente. Especialmente, los teólogos de
otra son representaciones, en la me-
la última Edad Media subrayaron el
dida en que ambas constituyen la si-
hecho de que la r. no es un acto que
militudo rei intellectae. Cabe subrayar,
se sobrañada a la esencia divina, sino
que la r. no es la cosa que el intelec-
que es Dios mismo que asigna a una
to aprehende, sino el medio del que
criatura tal castigo.
se vale para entender los entes reales,
ya sea los presentes ya los ausentes (cf. republica. Esta voz aparece con ma-
C.G. I, 53). yor frecuencia en las épocas que in-
Con todo, otro empleo del térmi- mediatamente anteceden y suceden a
no aparece 2. en el campo teológico, la medieval propiamente dicha. Ello
particularmente, en la Patrística grie- se explica por la impronta ciceronia-
ga, en la evolución que culmina con na en esta noción y por el hecho de
el dogma cristiano de la transubstan- que algunos aspectos del pensamien-
ciación. En efecto, los Padres griegos to de Cicerón fueron particularmen-
han hablado de la r. del cuerpo y san- te frecuentados durante el período
gre de Cristo en el pan y el vino, a los patrístico y retomados en el Huma-
que llamaron “antitypa” de aquéllos. nismo. De hecho, se ha de recordar
La corriente nominalista tendió a que, precisamente en su De republica,
enfatizar el significado de este térmi- el Arpinate la caracteriza como cosa
no como signo y nota simbólica del del pueblo, la empresa del pueblo, es
objeto real conocido. Ockham, por decir, de una asociación de personas
ej., distinguía en este concepto tres unidas por intereses comunes y por el
acepciones fundamentales: 1. la r. es consenso en un derecho también co-
repugnantia 588

mún: iuris consensu. Por eso, cuando requisita. Cf. praerequisita.


este último es ignorado, desaparece la
res. Entre las varias acepciones y usos
r. como tal; de esta manera, la justicia
fundamentales de esta palabra, se des-
como virtud cívica es esencial en la
tacan dos, íntimamente ligadas entre
noción que nos ocupa. Y, a su vez, la
sí: el significado más general es aquel
justicia se entiende, ciceronianamen-
según el cual r. se podría traducir por
te, como un determinado tipo de re-
“realidad”. En este sentido, alude a lo
lación entre los hombres.
ideal o nocional en cuanto contra-
En cambio, polemizando con el
puesto a lo real. 2. La acepción espe-
Arpinate, Agustín concibe la iustitia,
cífica de r. es la que la entiende co-
fundamentalmente como la recta re-
mo “cosa” y, en este orden, constitu-
lación entre el hombre y Dios y la
ye un transcendentale (véase), es decir,
define, sobre todo, como el hacer lo
un atributo o propiedad del ente en
que Dios requiere (cf., por ej., De
cuanto tal. Para señalar la especifici-
mor. Eccl. I, 15, 25). Con todo, acep-
dad del ens como r. se remite a Avice-
tando la primera caracterización ci-
na. El Aquinate indica que, dentro de
ceroniana, el Hiponense también re-
la equivalencia connotativa entre am-
mite en su análisis de r. al concepto
bas nociones, la primera subraya el
de pueblo. Pero entiende que éste es
esse que se da en el ente; la segunda,
un conjunto de seres racionales aso-
acentúa su quidditas (véase), ya que
ciados por la concorde comunidad
no hay ente sin esta última. Prefie-
de objetos amados. Estas dos modifi-
re vincular r. con quidditas y no con
caciones que Agustín lleva a cabo res-
essentia, precisamente porque la esen-
pecto de la definición ciceroniana no
cia dice relación más directa con el ser
sólo le posibilitan preguntarse si aca-
(cf. De ente et ess. 1). Insiste, además,
so Roma ha sido alguna vez una au-
en que, aunque se reclaman mutua-
téntica república, sino que también
mente, ens y r. son nocional y no real-
le permiten aplicar este prestigioso
mente distintos: “idem sunt, sed ratione
nombre de r. a la civitas Dei (cf. De
civ. Dei. XIX, 21). distinguuntur” (De ver., q. 1., a. 1).
Durante el período medieval se ha- Una nota curiosa de r. en cuanto tras-
bló, en cambio, de regnum (véase). cendental es la aportada por Buena-
Sólo en el humanístico se vuelve a la ventura, que hace derivar el término
noción propuesta por Cicerón y se de ratum, es decir, lo fijo e invariable,
enfatiza el compromiso cívico que los para marcar la estabilidad y la deter-
miembros de una r. han de tener con minación que su condición de cosa
ella. Esto tiene lugar, en especial, en confiere al ente.
el contexto de la polémica sobre la vi- resistentia. Los escolásticos enten-
da activa y la contemplativa, por ej., dieron por “resistencia”, en sentido
en Cristoforo Landino. propio, la acción que opone un ente a
repugnantia. En Lógica, se dice que otra acción que padece, por ej., la que
hay r. entre dos términos cuando no la tierra opone a una piedra que cho-
pueden ser afirmados al mismo tiem- ca contra ella. En la Edad Media, se
po respecto de una cosa singular, por delinearon al respecto dos teorías di-
ej., “circular” y “cuadrado”. ferentes: una es la de Aristóteles, sus-
cripta por Averroes y seguida por Egi-
589 restrictio

dio Romano; la otra es la de Avem- sico. En él, esta voz asume un sig-
pace, adoptada por Tomás de Aqui- nificado especial en Escoto Erígena,
no, junto con algunos autores de la para quien señala la procedencia de
escuela franciscana. Según la prime- los seres particulares de Dios. En es-
ra, que subraya el carácter temporal te sentido, la r. se opone a la reversio
de la r., ésta es la acción que el móvil (véase).
encuentra en el medio que atraviesa
respectus. Señala siempre una rela-
o que opone a la fuerza que lo mue-
ción y, en algunos contextos, es equi-
ve. De acuerdo con la segunda, la r. se
valente a relatio (véase); de hecho,
explica por una falta de potencia en
Guillermo de Ockham, por ej., sue-
el agente que produce el movimien-
le denominar así la categoría de rela-
to de alteración. La posición de Oc-
ción. Se distingue en: 1. r. ab que in-
kham sintetiza las dos anteriores (cf.
dica la relación de una cosa con un
In Phys. 86-90) y, a través de Brad-
principio del que proviene, como la
wardine y Buridan, abrirá el camino a
de la creatura con su Creador; 2. r. in
nociones de la dinámica moderna.
es la relación de algo con un subiectum
resolutio. Noción que, 1. en lógica se en el que existe, como la de la cuali-
denomina r. secundum rationem e in- dad con la sustancia; 3. r. ad señala
dica la descomposición de un todo la relación de algo con un término al
en sus elementos, por lo que muchas que ese algo está ordenado, como la
veces equivale a “análisis”. Su opues- acción al efecto; 4. r. ex alude a la re-
to es la idea de composición (véase lación de una cosa con un sustrato a
compositio 1.). Lo fundamental en este partir del cual ésta es producida, co-
vocablo, como término técnico de la mo el mármol y la estatua.
Escolástica, es la discursividad; mejor
respondens. En las disputas escolás-
aún, la razón discursiva. Ahora bien,
ticas, especialmente las quodlibetales,
ésta puede proceder de varias formas
se designaba con este nombre a quien
o en varios sentidos. Así, es r. 1.1. el
debía sostener una proposición, esto
proceder de lo complejo a sus elemen-
es, al defensor de la tesis. Véase tam-
tos, esto es, una forma de la divisio
bién determinatio 3.
(véase); 1.2. el movimiento opues-
to en el razonamiento, es decir, el ir responsio. En los textos escolásticos,
desde los efectos a las causas, o des- se denomina así la exposición de ar-
de la conclusión a las premisas; 1.3. gumentos que hace el defensor de
en el orden práctico, indica el movi- una determinada tesis, con los cua-
miento por el que se va a una acción les precisamente responde a los pro-
a partir del fin que la inspira o al cual blemas, dificultades y eventuales ob-
ella se ordena. Escolásticos como To- jeciones que ella puede presentar.
más de Aquino han privilegiado el se-
gundo sentido del término, por ej., en restituo. Cf. repono.
Super Boetium De Trin. VI, 1, donde restrictio. Llámese “restricción” a una
el Aquinate describe un movimiento propiedad lógica que limita el va-
hacia lo alto, vale decir, hacia lo que es lor de suplencia (véase suppositio) de
en sí mismo más simple. un término. Obviamente, es la pro-
En cambio, 2. la r. secundum rem piedad opuesta a la ampliatio (véa-
se da en el plano teológico-metafí- se). Tómese como ejemplo el térmi-
resumptio 590

no “animal” y adviértase su uso en este artículo, alude a la fe en la r. de


las siguientes proposiciones: “Todo Cristo. Ésta dice que, al tercer día de
animal cuadrúpedo es vertebrado” y su muerte, Él retomó, en una nueva
“Todo animal es viviente”. En el pri- condición, la vida que libremente ha-
mer caso, el término en cuestión tie- bía entregado (Jn. 10, 17). Tiene el
ne un valor de suplencia más restrin- valor de signo de la divinidad de Jesús
gido, es decir, con mayor r., que en el y, a la vez, es causa ejemplar de la r. de
segundo. En su Logica Ingredientibus, la carne, ya no en condición corrupti-
Pedro Abelardo se refiere a la r. como ble, que espera a los elegidos. Este úl-
determinación de un término “per timo punto en el significado general
adiectivum accidentis”. del dogma, como marco religioso, es
Cuando se trata de proposiciones lo que impulsó a la filosofía patrística
afirmativas, para llevar a cabo una r. y medieval a avanzar en el desarrollo
lógica (a non restrictio ad restrictum), de diversas cuestiones antropológicas:
han de tenerse en cuenta las condi- principalmente, la del cuerpo, la de la
ciones: 1. que el término más am- relación entre éste y el alma, y la de la
plio sea universal, y 2. que sea esta- inmortalidad.
blecida la existencia del término res- En lo que hace a la elaboración del
tricto. Así, respecto del segundo caso, symbolum (véase) de la r. hitos im-
no se puede decir “Todo hombre es portantes son los siguientes: Tertulia-
mortal”, luego “Hamlet es mortal”; no en De resurrectione carnis refuta a
en primer lugar, porque Hamlet no los herejes que insisten en la inmor-
es un hombre real y, en segundo lu- talidad del alma, pero niegan la de la
gar, porque, de tratarse de un hombre carne (De res. IV). Orígenes advierte
real, se debiera decir “Luego Hamlet las dificultades que presenta la cues-
era mortal”. tión en Contra Celsum 7, 32. Pero es
Agustín el que consagra el dogma,
resumptio. Se conoce bajo este nom- que, de acuerdo con sus escritos, que-
bre una forma de la reductio o con- da constituido en los siguientes pun-
versión de la proposición. Median- tos: 1. la resurrección universal de la
te la r., se reemplaza un término de carne se dará al fin de los tiempos (cf.
la proposición por otro más usado o Ench. 84); 2. los cuerpos resucitados
conocido. Así, la r. oponit communem serán idénticos a los que se tuvieron
sermonem. Se utiliza de manera fre- en este mundo (cf. Sermo 264, 6);
cuente, pero no exclusiva, cuando en 3. la restitución del cuerpo se debe-
la proposición originaria hay algún rá exclusivamente al poder divino (cf.
término empleado metafóricamente. Ench. 89); 4. los cuerpos de los elegi-
Por ej., hay r. si se convierte la pro- dos serán transformados y se conver-
posición “Prata rident” en esta otra: tirán en gloriosos, es decir, espiritua-
“Prata sunt amena”. De este modo, les (cf. De civ. Dei, 13, 20); 5. en los
la r. implica una interpretación o una cuerpos gloriosos habrá una integri-
explicitación. dad perfecta, exenta de toda imper-
resurrectio. La resurrección es un fección (cf. De civ. Dei, 22, 19); 6. la
dogma central en las grandes religio- resurrección de Cristo no sólo es mo-
nes del Libro. En el caso del Cristia- delo, en cuanto causa ejemplar, sino
nismo, del que nos ocuparemos en también garantía de la de los hom-
bres (cf. Ep.102, 1).
591 retractatio

Los medievales se remitieron a la Esto no obstante, hay que decir que


auctoritas agustiniana desde el pun- el alma, mediatizada por el cuerpo,
to de vista teológico. Desde el filosó- es su forma, mientras que, en cuan-
fico, antes de entrar en el análisis del to que supera la condición corporal
tema en cualquier autor en particular, [o sea, después de la muerte], es lla-
conviene tener presente, con los ries- mada ‘sustancia espiritual’” (De spirt.
gos de toda generalización, dos acti- creaturis a. 2 ad 4).
tudes previas, las cuales están implíci- Si, al comienzo de este artículo, se
tas cuando se encara esta cuestión: to- ha señalado el impulso que la for-
dos aquellos autores en alguna medi- mulación de este dogma imprimió a
da enrolados en la tradición neopla- cuestiones de la antropología filosó-
tónica, han encontrado cierta dificul- fica en la Edad Media, cabe indicar
tad en asumir este dogma como ob- ahora la perspectiva inversa: éste es
jeto de esperanza gozosa –aun cuan- también un caso típico de las conse-
do se hable de un cuerpo resucitado cuencias, problemas y también posi-
espiritual y ya incorruptible– precisa- bilidades que el asumir una determi-
mente por el protagonismo excluyen- nada posición filosófica le genera a la
te que han atribuido al alma y el ca- Teología dogmática.
rácter subsidiario y a veces hasta ne-
retractatio. Al traducirse por “retrac-
gativo que asignaron al cuerpo. Quie-
tación”, r. puede dar pie a un equívo-
nes suscribieron con adhesión firme
co. En efecto, cabe aclarar en princi-
al punto de vista aristotélico, encuen-
pio que este término latino no impli-
tran cierta “razonabilidad” en el dog-
ca, salvo eventual y secundariamen-
ma de la r. carnis, constituyendo, en
te, un desdecirse de lo afirmado, co-
cambio, para ellos un misterio más
mo reza la acepción de su habitual
insondable la muerte misma y, sobre
traducción española. La voz que nos
todo, la supervivencia del alma has-
ocupa proviene de retracto, frecuen-
ta reencontrarse con su cuerpo resuci-
tativo de retraho, verbo que significa
tado al final de los tiempos. Ejemplo
originariamente volverse a ocupar de
de la primera actitud es Buenaventu-
algo, insistir en un punto del discur-
ra (cf., por ej., In I Sent. d. 17, p. 2);
so, tratar de nuevo. En otras palabras,
de la segunda, Tomás de Aquino (cf.,
lo fundamental de la r. consiste en
por ej., C.G. IV, c. 81) quien, aun-
una revisión. De resultas de ella, la r.
que sostiene que cada hombre, com-
ofrece aclaraciones –aun sobre temas
posición misma de alma y cuerpo (cf.
de datación de obras escritas–, ajus-
De ente et ess. I), es en sí una sustan-
tes, enmiendas, adiciones, retoques,
cia primera, debe apelar a una ambi-
pero también confirmaciones de te-
güedad que, por otra parte, recoge de
sis sostenidas a lo largo de toda la vi-
Avicena, y sostener a la vez que, sepa-
da. De esta manera, cuando, al tratar-
rada del cuerpo después de la muer-
se de un escritor patrístico o medie-
te, puede subsistir hasta la r. carnis,
val, se cuenta con retractationes, és-
justamente porque, cuando está sola,
tas se revelan de extraordinaria utili-
funciona como sustancia. Escribe, en
dad a la hora de determinar el pensa-
efecto, que “el ser forma del cuerpo
miento definitivo del autor en cues-
es algo que conviene al alma según su
tión. Así pues, la traducción más ra-
esencia y no como algo sobreañadido.
zonable de este término es “revisión”.
revelatio 592

Ejemplo de ello, además del de Beda ras para disipar la ignorancia o la du-
el Venerable, es el de las Retractationes da humanas: la doctrina transmitida
de Agustín, cuyo prólogo el Hipo- exteriormente y confirmada con mi-
nense abre con la intención declarada lagros [la Escritura], y la iluminación
de revisar la totalidad de su obra: “ut interior (véase illuminatio)” (De Sa-
opuscula mea sive in libris sive in epis- cramentis I, 3, 3).
tolis sive in tractatibus cum quadam Por su parte, Tomás de Aquino, al
iudiciaria severitate recenseam...”. aludir a la paulatina y creciente r. –en
la acepción 2– que Dios hace a los
revelatio. Así como su equivalente hombres sobre su plan salvífico, dice
griego “apocalipsis”, r. etimológica- que a los apóstoles les fueron revela-
mente significa el corrimiento de un das ciertas particularidades de él que
velo, material o espiritual, lo que da los profetas desconocieron (cf. S. Th.
lugar a la visión o a la inteligencia de I, q. 57, a. 5, ad 3). Véase también
algo. Indica, pues, la manifestación de mysterium.
una verdad que permanecía oculta o,
al menos, oscura. Los autores medie- reversio. En líneas muy generales, el
vales han atribuido a Dios la r. Ahora uso medieval de este vocablo refiere a
bien, ésta puede ser 1. natural o 2. so- todo proceso que, llegado a un cier-
brenatural. 1. la r. natural se inscribe to término, asume una dirección in-
en el orden de lo creado, puesto que versa a la que la condujo hasta él. Un
señala el don que Dios hizo al hom- sentido preciso toma esta palabra en
bre de facultades cognoscitivas por las Escoto Erígena, pues en este autor
cuales el ser humano puede pasar por indica el retorno de los seres a Dios
demostración o por mera reflexión –de quien proceden– para reingresar
del conocimiento de lo visible al de en Él y perderse en la universal esen-
lo invisible y así, por ej., compren- cia divina (cf. De div. nat. PL CXXII,
der la grandeza divina, en la medida 633, 644, 866).
en que eso le es posible a un intelec-
revideo. Al igual que reviso, indica
to finito. (cf. Rom. 1, 20). Sin embar-
que se examina atentamente una obra
go, se ha considerado que, según es-
con el objeto de corregirla antes de
ta acepción, sólo se puede hablar de r.
entregarla al copista para su edición.
por analogía. 2. En efecto, en su sen-
La revisión puede consistir en con-
tido estricto, la r. es la sobrenatural,
trolar la ortografía (cf. Salutati, Ep.
es decir, la hecha por Dios, que está
IV) o en controlar la copia tenien-
por fuera del orden de la naturaleza.
do a la vista el ejemplar (cf. Petrar-
San Pablo, por ej., subraya la revela-
ca, Fam. 22, 2, 8). Entre los huma-
ción que Dios hace de las cosas ocul-
nistas aparece frecuentemente acom-
tas a través de su Espíritu (cf., por ej.,
pañado de corrigo y aun repurgo. Gua-
I Cor. 2, 9-10). Hugo de San Víctor
rino, en cambio, prefiere recurro (cf.
sintetiza esto diciendo. “Hay dos mo-
Ep. 880, 4).
dos y dos vías mediante las que Dios,
que permanece primeramente escon- rex. Designa la cabeza política de un
dido en el corazón del hombre, pue- regnum, por debajo del emperador
de ser conocido: la razón humana y la y por encima del populus con el que
revelación divina […] La revelación mantiene un pactum (véase). Su po-
de Dios obra también de dos mane- der es, pues, el más elevado de todos
593 risus

los poderes mundanos. En virtud de tivaciones y el estudio de lo que hoy


éste, está obligado a proteger el reino, se denominaría “subjetividad”, sino
procurar el bien común y defender y que también se profundizó el análi-
administrar la justicia dentro de sus sis de las categorías de una audiencia
confines. En general, el pensamien- conformada por clases sociales y tipos
to político medieval ha considerado humanos diferentes. Todo ello culmi-
que el rey ha de ejercer el poder que na, ya en el Renacimiento, en el uso
no siempre el pueblo delega en él por que de la r. hacen predicadores como
sus méritos personales. Pero, más allá Bernardino de Siena.
del meritus, una vez elegido, el r. está Respecto de la formación en la r.,
obligado a asumir la dignitas de su in- véase declamatio.
vestidura (véase officium). Por su par-
risus. La risa está vinculada con el
te, el pueblo le debe respeto y lealtad.
proprium del hombre, es decir, con
rhetorica. En la Edad Media, for- lo que inhiere en él por su esencia.
mó parte del trivium (véase) de las En efecto, él es capaz de reír porque,
artes liberales. Así como en la Anti- al decir de Pedro Hispano, “homo
güedad la retórica se concibió, fun- dicitur risibile [...] quod aptus natus sit
damentalmente, como el arte de per- ad ridendum” (Summ. Log. 2.13). Es-
suadir con la palabra. De este modo, to lo distingue del resto de los anima-
respecto del destinatario de la misma, les, esto es, del género al que pertene-
se propone involucrar al hombre to- ce, porque deriva de su diferencia es-
do con su discurso: no sólo convencer pecífica, es decir, de su racionalidad.
su razón sino mover sus emociones Así pues, porque ha sido creado ra-
y afectos. Por eso, entre los fines de cional puede reír. Por eso, ya Agus-
esta disciplina, se cuenta también la tín de Hipona, quien dedica un pe-
delectatio. Pero, por otra parte, y pre- netrante análisis psicológico a la ri-
cisamente en virtud de esto último, sa cuando se está a solas, afirma que
no apunta –como la lógica– sólo a la es natural y propia del hombre (cf.
verdad, por lo que la r. renuncia a la Conf. II, 9, 17; De lib. arb. I, 8, 18).
pureza de la razón. En principio, este planteo contradice
Éste es, en síntesis, el punto de vista teóricamente el carácter moralmente
crítico con el que la Patrística recibe negativo que el r. muestra en la litera-
la concepción y la práctica de la r. de tura medieval, la que suele relacionar-
la Antigüedad, como se ve, por ej., en lo con el pecado. En este sentido, Pe-
Agustín (cf. Conf. IV, 2, 2). Sin em- raldo, por ej., presenta una verdadera
bargo, el mismo Agustín (cf. De ord. tipología del concepto que nos ocu-
II, 13, 38) –y con él la Edad Media pa. En efecto, distingue entre: 1. r.
posterior– rescata de la r. la función naturalis, entendiendo por éste lo que
moral de atraer al pueblo a la prác- se acaba de decir; 2. r. vituperabilis;
tica del bien. Este contexto de predi- y 3. r. commendabilis, esto es, el mo-
cación religiosa, y la importancia que ralmente aconsejable. Con mucho,
ella asumió en la cultura medieval, el segundo es objeto de los análisis
confieren a la retórica su principal más detallados. Se lo subdivide pro-
valor y la enriquecen como discipli- lijamente en: 2.1. r. invidiae que es el
na. Al ampliarse su horizonte no sólo motivado por la envidia, en el inten-
se multiplicaron las técnicas, las mo- to de desvalorizar o disminuir a aquel
rixa 594

cuya excelencia parece amenazar a ta siempre de una exteriorización hu-


la del envidioso; 2.2. r. perfidiae que mana, con lo cual se excluye toda re-
alude a la risa socarrona de quien pla- ferencia a los combates interiores pro-
nea o lleva a cabo una acción malva- pios de la vida espiritual; 2. es una pe-
da, como la de engañar a alguien; 2.3. lea privada, es decir que únicamen-
r. insaniae que es la de la locura; 2.4. te tiene lugar entre personas, no en-
r. vanitatis purae que, habitualmente, tre naciones, así como tampoco inter-
se vincula con la necedad, razón por vienen en ella autoridades públicas en
la que se lo incluye en la definición de cuanto tales; y 3. se la considera hija
scurrilitas (véase). Con todo, y dentro de un pecado capital: la ira (véase) en
del tercer tipo, Peraldo elogia particu- su aspecto más negativo, puesto que
larmente el 3.1. r. affabilis, la sonri- proviene de una voluntad desordena-
sa de amabilidad con que el sujeto se da. Tomás de Aquino desarrolla el te-
relaciona socialmente con los demás; ma esp. en S. Th. II-II, q. 37, a. 2 ad
r. prudentiae, propio de quien advier- 1 y 41, a. 1 c.
te la solución de un problema, o có-
ruminatio. Señala una etapa en el
mo evitar un peligro o llevar a cabo
contacto del monje con la Escritura.
cualquier acto recto e inteligente (cf.
Consiste en el repetir cada uno inte-
De lingua 224). De este modo, rela-
riormente y de manera silenciosa, en
ciona el aspecto positivo del r. con el
la memoria, las palabras del texto sa-
naturalis, esto es, con el que emana
grado, considerando sus diversos sen-
de la racionalidad. Por su parte, Ro-
tidos posibles. Muy paulatinamen-
dolfo Ardente habla peyorativamente
te se pasó de las voces paginarum, va-
de un sermo risorius que contrapone
le decir, de la literalidad o lectura en
al lícito sermo iocundus (cf. Spec. univ.
voz alta del texto sagrado, a la r. que
XIII, 163). Sin embargo, la raíz lin-
es la base de la meditatio (véase), ejer-
güística del primero sigue condenan-
cicio más prolongado sobre el sentido
do la risa, ya que se prefiere el térmi-
de un pasaje bíblico, y también más
no iocunditas en la valoración positi-
personal, puesto que implica el com-
va de la misma. Por esta razón, una
promiso de un espíritu que profundi-
traducción plausible de este vocablo,
za en la indagación y la sostiene con
cuando aparece en contexto condena-
perserverancia para llegar así a la con-
torio, es “risa” o, mejor aún, “carcaja-
templación. Entre ambos pasos se in-
da”; en cambio, cuando interviene en
sertó la lectura silenciosa (véase lec-
un contexto positivo, es preferible la
tura, primera parte) que es simultá-
versión “sonrisa”.
nea con la r., dado que el poder vol-
rixa. Con el significado general de ver con la vista a las expresiones escri-
“pelea”, este vocablo suele aparecer en turarias, examinar en ellas otros signi-
textos medievales relativos a la ética ficados posibles, buscar otros contex-
y a la moral, por eso, es frecuente en tos, etc., implica un tiempo de con-
las Penitenciales. Frecuentemente se centración y una disponibilidad del
subrayan tres notas en la r.: 1. se tra- texto que la lectura fónica no habilita.
595

S
S. Convencionalmente, con esta letra señala un aspecto operativo, ejecuti-
se señala la reducción de un silogismo vo, en el sacrificio en cuanto instan-
imperfecto a uno perfecto, es decir, a cia en la relación entre el hombre y
un modo directo de la primera figura la divinidad. Por otra parte, el sacri-
(véase syllogismus 1), donde lo que es ficio implica también la mediación,
sujeto en la primera premisa es predi- justamente con su hacer ritual, del
cado en la segunda. Para ello, se recurre sacerdos, es decir, del sacerdote, que es
a la conversio simplex (véase conversio su agente, aquel que con-sagra, el que
5) de la proposición simbolizada por hace que algo sea sagrado.
la vocal que inmediatamente prece- En la literatura patrística se enfatiza
de a la letra s contenida en la palabra el hecho de que los aspectos externos
que indica el tipo de silogismo a con- y rituales se unen a la plegaria y, so-
vertir. Tomemos, por ej., un silogis- bre todo, se cargan de carácter simbó-
mo cesare (véase) que pertenece a la lico, como anota Agustín de Hipona
segunda figura, como “ninguna pie- en De Mag. I, 2 y, especialmente, en
dra es animal”, “todo hombre es ani- la Ep. 102, 17. Para el Hiponense, en
mal”, “luego, ningún hombre es pie- quien esta palabra cobra fundamen-
dra”. Mediante la reducción indica- talmente el significado de “ofrenda”,
da con la letra que nos ocupa, queda es s. toda obra hecha para unirse con
convertido en un silogismo celarent Dios; más aún, confiar en Él es el ma-
(véase), de la primera figura: “nin- yor s. del espíritu humano, según se
gún animal es piedra”, “todo hombre lee en el Sermo 33, 2.
es animal”, “luego, ningún hombre es Por su parte, Tomás de Aquino su-
piedra”, como se lee en Pedro Hispa- braya el sacrificio u ofrenda exterior
no (cf. Summ. Log. 4, 7 y 11). como signo del interior que el alma
brinda a Dios (cf., por ej., S. Th. II-II,
sacra pagina. Expresión con la que
q. 85, a. 2 c).
en muchos textos medievales se alu-
de a la Biblia, único libro al que se sacrum. Neutro de sacer, de don-
le adjudicaba valor en sí y que, por de sacerdos, lo sagrado es, originaria-
ende, no podía no ser estudiado. Los mente, lo separado para ser dedica-
demás libros, que encerraban toda la do a los dioses. Pero, en la Antigüe-
cultura profana, heredada de la Anti- dad, esto implicaba una gran ambi-
güedad y enriquecida por los enciclo- valencia, en el sentido de que lo s. era
pedistas del período patrístico y por tanto lo digno de veneración como
los escolásticos, se consideraban una lo que suscitaba horror. En cambio,
etapa propedéutica para la compren- en contexto judeocristiano, sólo con-
sión de la s.p. serva la primera nota que vincula, si
bien no identifica, lo sagrado con lo
sacrificium. El término proviene de
santo (véase sanctitas).
sacrum y facere. Este último verbo ya
saeculum 596

saeculum. Cf. mundus 3. dad santa”, como en Mt. 25, 15; Mc.
13, 14; Lc. 21, 20.
sanctitas. Antiguamente se consideró Los autores del período patrístico
sanctum todo lo que se había puesto a insisten en la genuina renovación in-
salvo del alcance de los hombres –ya terior, requerida en la s., por acción
fueran cosas sagradas o profanas, con- del Espíritu Santo. Por lo demás, en
sagradas o no a los dioses– precisa- una concepción dinámica de la santi-
mente mediante una sanctio, es decir, dad, subrayan los actos mismos pro-
mediante una sanción, por ej., lo que pios de ella y la práctica heroica de
se prohibía por un castigo y se prote- las virtudes; así, por ej., en Ireneo (cf.
gía así de cualquier agresión. Por eso, Contra haer. III, 17, 1), en Cipria-
se calificaba de sanctae algunas leyes. no (cf. Ad Donatum 4) o en Grego-
Otra es la noción sobre la que se rio de Nacianzo (cf. Orat. 40, 7). Pero
funda en el Cristianismo el concep- es especialmente Agustín quien enfa-
to de santidad. En efecto, éste alude, tiza en la noción que nos ocupa la no-
en general, a la pureza moral, a la au- ta de transformación interior del al-
sencia de faltas o pecados. De hecho, ma en su justificación (cf. Ench. 52,
el término griego “agios” significa “sin 64; Contra Iul. opus imp. 2, 164; En.
tierra”. Por eso, Dios es el santo por in Ps. 7, 5). Otro tanto se lee en Gre-
excelencia, como aparece ya en el An- gorio Magno (cf. Moral. 28, 22).
tiguo Testamento, por ej., en Job 6, En la Escolástica, se ha distinguido,
10 o en Is. 40, 25. Desde luego, esta como lo hace Tomás de Aquino, en-
noción es retomada en Nuevo Testa- tre la s., en cuanto habitus de la Gra-
mento, según se lee, por ej., en Ap. 4, cia santificante, y la perfección de la
8. Así pues, el rechazo por lo impu- vida espiritual propiamente dicha.
ro y contrario al orden moral es el as- Esta última requiere el deseo y el gus-
pecto negativo de la s., mientras que to de practicar de una manera perfec-
el positivo alude a la perfección abso- ta las virtudes más arduas, plano en
luta. el que la s. se vincula con la caridad.
Respecto de las personas, éstas son Por otra parte, Tomás subraya en es-
santas por analogía, es decir, en cuan- ta noción la unión del alma con Dios,
to pertenecen a Dios o están consa- prescindiendo de las realidades infe-
gradas a Él, como reza, por ej., el tex- riores, aspecto en el que la santidad se
to de Lev. 11, 44-45. Con todo, a la relaciona con el concepto de religión
pureza exterior implicada en la con- (cf. S. Th. II-II, q. 81, a. 8).
sagración a Dios y a su culto le ha de
corresponder una disposición inte- sanctus. En la literatura medieval es-
rior, moral, que de ordinario se ma- te término puede aparecer tanto en 1.
nifiesta en la obediencia a los precep- sentido estricto, como en 2. un senti-
tos divinos. Pero, sobre todo, son san- do más amplio. 1. En el primero, se-
tos los que han muerto en la práctica ñala a quien ha sido canonizado en
de esta obediencia. virtud de su sanctitas (véase). 2. En el
También se habla de la santidad de segundo, en los textos medievales, se
las cosas, en una analogía aún menos denomina con este nombre también
fuerte, ya que es su consagración al a cada uno de los Padres, cuyo testi-
culto divino lo que las santifica; así, monio tiene valor en materia religio-
por ej., se califica a Jerusalén de “ciu- sa. Algunas veces, el término theologus
597 sapientia

sustituye al de s. en el caso de que el de “habilidad para practicar una ope-


santo del que se trata se haya dedica- ración determinada”; así aparece, por
do a la formulación y desarrollo de ej., en Homero (cf. Il., XV, 412). Sin
verdades de fe mediante categorías fi- embargo, fue predominando en es-
losóficas. te término un sentido técnico: Pla-
tón ya se refiere a él como la “inves-
sapiens. En términos medievales, y tigación de las cosas naturales” (cf.
en general, se denomina así el “sabio” Phaedon, 96 a). Pero es Aristóteles
quien, precisamente, es quien tiene quien acuña el significado con que la
sabor –del verbo sapio–, esto es, el que noción que nos ocupa pasa a la tra-
puede gustar o apreciar. Sin embargo, dición medieval. En efecto, él consi-
la ambigüedad de esta palabra caste- dera la s. como la “ciencia de los pri-
llana impide considerarla una traduc- meros principios”, y la identifica con
ción exacta de sapiens y exige algunas la filosofía primera (cf. Met. I, 1059
precisiones: en primer lugar, no equi- a 18). Así, para el Estagirita, la sabi-
vale exactamente al “savant” francés duría es la unión del intelecto con el
ni al “savio” italiano, ya que estos vo- conocimiento riguroso de las prime-
cablos se prefieren para aludir a quien ras causas y principios (cf. Et. Nic.
domina una determinada disciplina VI, 7, 1141 a 19). De ahí que se re-
o ciencia (véase scientia). En segun- fiera a la vida contemplativa, a dife-
do lugar, tampoco señala al “sage” o rencia de la frónesis (véase prudentia),
“saggio” en esas respectivas lenguas que alude a la práctica o activa. Tal
(véase prudentia). S. es quien tiene la reducción a lo contemplativo se mati-
sapientia (véase), es decir, quien dirige zó durante el período helenístico. No
su búsqueda intelectual a las verdades obstante, entre los estoicos resurge la
supremas. Así, el s. por antonomasia concepción teórica de la s., en cuanto
se identifica con el filósofo. Por ende, que ellos llaman al comportamiento
sus características propias dependen del universo “Sabiduría cósmica”, ya
de lo que cada época medieval haya que ésta es razón del cosmos, es decir,
entendido por “filosofía”. Sin embar- Logos, al que la conducta humana de-
go, algunas notas son invariables: por be adecuarse.
ej., el s. es en alguna medida virtuoso, Con el advenimiento del Cristianis-
al ser la sapientia una virtud; es auste- mo, el concepto se apoya en los sen-
ro, porque el dedicarse a la contem-
tidos que presenta la Escritura y que
plación de la más alta dimensión de
se pueden distinguir en: conocimien-
la realidad exige abandonar o descui-
to de las leyes divinas; observancia de
dar en cierto sentido la inmediatez de
las mismas, y elemento en la creación
lo material; es hombre “ordenado”, ya
del mundo dado por el Espíritu de
que elige como su bien sumo lo que
Dios. Sobre esta base conceptual, los
ontológicamente es óptimo. Por últi-
autores medievales, suelen considerar
mo, dado que la Edad Media conci-
la s. como una suerte de luz superior,
bió las verdades supremas como divi-
reelaborando el concepto griego de
nas, el s. que pretende adecuar su vi-
sofia en relación con el orden sobrena-
da a ellas, fue identificado muchas ve-
tural. Para Agustín, por ej., la s. es un
ces con el santo.
saber superior –ya que tiene por obje-
sapientia. Voz que traduce la sofia to las cosas supremas y divinas– que
griega, cuyo primer significado fue el se hace posible por la Gracia y al cual
sarcasmus 598

están subordinados todos los demás za, del anagógico; la caridad, del mo-
conocimientos. La verdadera sabidu- ral (véase allegoricum y anagogicum)
ría versa, pues, sobre el conocimiento (cf. Brevil., Pr., 4,1,2). La sabiduría
de lo eterno (cf. De doctr. christ. II, 2, se revela omniforme en las obras divi-
3). En cuanto a la Sabiduría de Dios, nas, conteniendo todos los aspectos
Agustín la identifica con el Verbo (cf. correspondientes a la diversidad de
De beata vita, IV, 34). lo creado, con lo cual en Buenaven-
El siguiente hito principal en el tra- tura el mundo asume, una vez más,
tamiento del tema es el ofrecido por la condición de libro a descifrar (cf.
Boecio. Este autor hace hincapié en el Coll. in Hex. 2, 20). Por último, el
hecho de que la S. veterotestamenta- punto culminante del itinerario hacia
ria ha sido identificada por los Padres la sabiduría es la s. nulliforme, la pro-
con el Verbum Dei, principio y causa pia del éxtasis inefable, ya que en éste
de la organicidad racional del universo se trasciende todo intelecto (cf. ibid.
y, por tanto, objeto último de la s. hu- 2, 29).
mana (cf. De cons. I, 3, 6-7). Los me- Por su parte, también Tomás de
dios para llegar a ella son las scientiae, Aquino hace suya la afirmación del
en la medida en que éstas, como par- Verbo en cuanto Sabiduría de Dios.
tes de la filosofía, han de recorrer los Pero su atención gira sobre la s. en
caminos por los cuales se refleja la le- cuanto virtud humana. Sobre ésta ha-
gislación que dicho principio divino ce una elaboración filosófica diferen-
impuso a lo real. te que, obviamente, vuelve a las fuen-
Un tratamiento particular del tér- tes aristotélicas. El Aquinate la con-
mino es el que ofrece el pensamiento sidera una virtud puramente intelec-
de Buenaventura, para quien es ne- tual, cuyo objeto son las causas supre-
cesario poseer conocimiento (oportet mas. Mediante la investigación de la
scire) para alcanzar la sabiduría; es me- razón, se ocupa de los primeros prin-
nester, pues, ejercitar el entendimien- cipios, que son los más cognoscibles
to, además de frecuentar la Escritu- en sí mismos, aunque no para noso-
ra (cf. Coll. in Hexaem. XIX, 5). Por tros (cf. In Met. I, l. 1, n. 34; S. Th. I-
otra parte, este autor distingue entre II, q. 57, a. 2 c).
s. uniforme, multiforme, omniforme
sarcasmus. En los tratados medieva-
y nulliforme. El contenido de la pri-
les de moral el sarcasmo es vitupera-
mera es inmutable y radica en las le-
do en cuanto falta de caridad, ya que
yes divinas que resplandecen en las al-
se define como hostilis irrisio, es decir,
mas racionales; hasta las mismas re-
como agresión que se dirige contra al-
glas del conocimiento humano que
guien a manera de burla y que inten-
aspira a la inmutabilidad, aun siendo
ta roer su alma. Derivado del griego,
esencialmente mutable, implican sa-
el término significó originariamen-
biduría uniforme que lo trasciende (cf.
te la acción de los perros al roer los
ibid. II, 9 y 10). Llama s. multiforme
huesos.
a la que aparece en la Escritura, cu-
yos diversos sentidos más allá del lite- satietas. Con origen en satis, sufi-
ral, se relacionan, para Buenaventura, ciente, se utiliza en contexto moral y
con las virtudes teologales: la fe se nu- en el místico. En el primer sentido, es
tre del sentido alegórico; la esperan- fructus iustitiae. Sólo lo que es justo
599 schola

puede procurar por sí mismo satisfac- almas. Y añade: “Se produce el cisma
ción moral, es decir, puede ser sufi- cuando dicen los hombres ‘Los jus-
ciente tanto para el sujeto como para tos somos nosotros’, ‘nosotros somos
el objeto del acto justo. En el segun- los que santificamos las almas’, y co-
do sentido, es término muy común, sas semejantes”. Así pues, el s. se dife-
particularmente, entre los místicos rencia de la herejía (véase haeresis) en
especulativos y en la escuela francis- cuanto que el cisma no concierne, co-
cana. Señala un estado espiritual que mo ésta, a los dogmas de fe sino a la
se nombra como “saciedad” por ana- potestad espiritual de la Iglesia, tan-
logía con algunas sensaciones corpo- to sacramental como de jurisdicción.
rales. Se define como aquel estado Por eso, el cismático no puede, por
que excluye el deseo de cualquier otro ej., absolver o excomulgar.
objeto que no sea aquel que satisfa-
schola. En la Edad Media, se entien-
ce. Por eso, la s. excluye toda tristeza
de por “Escuela” la Escolástica, desde
y toda ansiedad; en este sentido, sólo
el momento en que ésta es un tipo de
Dios puede darla.
pensamiento cuyas características de-
scala praedicamentalis. Con esta penden del hecho de haberse desarro-
expresión, cuyo significado, es el de llado en un marco institucional. En
“jerarquía de las categorías”, la Edad efecto, para la Escolástica, pensar es
Media se refirió al famoso árbol de un oficio con técnicas profesionales y
Porfirio (véase arbor porphiriana). leyes minuciosamente fijadas. Ello da
lugar a una suerte de régimen men-
schedae. En los siglos tardomedieva- tal, una estructura mental y literaria,
les y durante el Renacimiento, se lla- que determina los procesos de ense-
mó con este nombre a las hojas o fas- ñanza y aprendizaje, de investigación
cículos sueltos –generalmente de pa- y discusión, de transmisión y redac-
pel por tratarse del material menos ción. Como es obvio, esto da lugar
caro– que contenían la redacción de- a un estilo tanto interior como exte-
finitiva de una obra. Se transcribían rior, originado en la preocupación de
después a fascículos de pergamino la mayor precisión en el pensamien-
que se ataban para formar el códice to y la argumentación; de ahí la es-
o volumen. Precisamente a este pa- tructura del razonamiento, las distin-
saje de las schedae al códice se aludía ciones, las divisiones y subdivisiones,
con la expresión “in volumen redigo o los procedimientos de demostración,
edo”. Con todo, generalmente, estaba etc. Todo eso procura un carácter im-
a cargo de un copista, limitándose el personal en el estilo, que obedece a
autor a la revisión final de este origi- la búsqueda y puesta en práctica de
nal llamado archetypum. una técnica universal, tomado este úl-
schisma. Se entiende por cisma la se- timo término en dos sentidos: en el
paración, espontánea y consciente, de que dicha técnica es aplicable a cual-
la unidad de la Iglesia, desechando así quier contenido, y en el de que es res-
el sometimiento a sus autoridades y la petada por todos los miembros de la
comunión con sus miembros. Isidoro Escuela. Eso explica la gran variedad
de Sevilla escribe, en sus Etim. VIII, 3, de autores y de generaciones que for-
que esta palabra proviene de scissura, man parte de ella. La calidad científi-
esto es, división, aludiendo a la de las ca y el rigor de las formas exteriores
scholar 600

hicieron que la Escuela prestara parti- los maestros, conformaban esa cor-
cular atención a dos artes: la gramáti- poración o gremio en la que consis-
ca y la dialéctica. Con todo, se ha de tía la Universidad (véase universitas).
tener presente que, más allá del uni- Al sch. lo alcanzaban, por tanto, los
versal respeto que nutrió por esta últi- derechos y deberes propios del fuero
ma disciplina (véase dialectica), com- universitario medieval. Hay, además,
batió sus peligros, especialmente, el una serie de obras breves que se pro-
del vaciamiento de su contenido que ponían orientar al sch. en la marcha
culminaría en un puro formulismo, de sus estudios y aun aconsejarlo res-
en una vana loquacitas. En general, la pecto de sus costumbres cotidianas y
dialéctica fue aplicada por la Escuela a no sólo académicas. Esos textos cons-
cuestiones teológicas. En este sentido, tituyen documentos ilustrativos no
no puede sorprender que haya con- sólo de la vida diaria de la Universi-
ferido importancia a las auctoritates, dad medieval sino también de la or-
especial pero no exclusivamente, a las ganización de los estudios en los pri-
escriturarias y patrísticas. Todo ello meros tramos de la Facultad de Ar-
redundó en un gran sistema especu- tes. Ejemplo paradigmático al respec-
lativo, uno de cuyos objetivos princi- to es el Morale scholarium de Juan de
pales era el de hallar el acuerdo entre Garlande.
la filosofía y un dogma religioso. Pe-
scholasticus. En términos medievales,
ro éste no sólo fue el cristiano; de he-
escolástico es el miembro de la Escue-
cho, hay una Escolástica musulmana.
la (véase schola), por tanto, aquel au-
Esto implica, en primer lugar y salvo
tor que, habiendo enseñado efectiva-
casos puntuales, el supuesto de que la
mente o no en una escuela o universi-
verdad puede ofrecer diversos cami-
dad, de hecho muestra en su produc-
nos para llegar a ella, pero que tiene
ción las notas formales, las técnicas y
unidad interna; en segundo término,
los procedimientos que caracterizan
una confianza en la razón tal que ha-
la schola y que dan lugar a una de-
ce muchas veces que se fuercen sus lí-
terminada forma mentis. Sin embar-
mites; en tercer lugar, todo lo anterior
go, ésta presenta un origen, una evo-
culmina en una gran capacidad de
lución y una declinación que tornan
construcción y sistematización filosó-
extremadamente difícil proponer una
fica y teológica, una de cuyas mues-
periodización de la Escolástica y, por
tras más significativas son precisa-
ende, la ubicación de un s. determi-
mente las Summae, escritas con con-
nado en una de esas etapas.
ciencia no de mera compilación sino
de renovatio temporis. En síntesis, la scholion. Con esta palabra se alude a
capacidad de creatividad de la Escue- un texto breve que, a modo de no-
la la constituye en un momento deci- ta, se añadía como glosa o apéndice
sivo no sólo para la historia de la teo- a un texto y que contenía una inter-
logía; también, y por eso mismo, de pretación o explicación breve que lo
la filosofía. Para la periodización de la aclaraba.
Escolástica, véase scholasticus.
scibile. Voz que alude tanto al obiectum
scholar. Se llamó así en la Edad Me- (véase) de una ciencia, como, en ge-
dia al alumno universitario, es decir, neral, a lo que puede ser conocido
a aquellos estudiantes que, junto con (véase scire). Para los escolásticos que,
601 scientia

como Tomás de Aquino, no están ali- la causa por la que es una cosa, cuan-
neados en el nominalismo, los géne- do se sabe que es causa precisamen-
ros de las cosas que se pueden saber, te de esa cosa y no otra, y cuando se
es decir, scibilium genera, se distin- tiene la certeza de que no puede ser
guen según el diverso modo de cono- de otro modo (cf. An. Post. I, 2, 71,
cer que es el diverso modo de definir. b 12). Por eso, el Estagirita reconoce
De hecho, el Aquinate subraya que, carácter científico a la física, la mate-
en cuanto término relativo, lo sc. no mática y la filosofía, que constituyen
refiere a la ciencia, sino que ésta re- la triple división del saber teórico (cf.
mite a él (cf. In Met. X, l. 8, nn. 15 Met. 1, 1025, b 3-1026 a 32).
y 23). En la Patrística, no predominó el
Otros llaman así al objeto de una interés por la ciencia en cuanto tal, si-
proposición susceptible de ponerse no por la sabiduría (véase sapientia),
en duda y apta para volverse eviden- pero se trabajó con preferencia el pro-
te por medio de proposiciones nece- blema de la distinción entre ambas.
sarias, dispuestas en forma de silogis- Agustín, por ej., lo aborda en el De
mo. Ockham, por ej., añade a esto las beata vita IV, 27.
siguientes notas: primero, lo sc. exclu- En la Escolástica resurge el interés
ye tanto la proposición contingen- por el tema. Buenaventura, que insis-
te como la nota per se; segundo, que te en que la sc. es inferior a la sapientia
es posible que una proposición que (véase), sostiene en cuanto teólogo
se puede poner en duda, como que el que en Cristo se encuentran todos
calor engendra calor, se confirme o se los tesoros de una ciencia que ve co-
invalide por medio de la experiencia mo septiforme. En efecto, sus obje-
(cf. Summa Totius Log. III, 2, 24). tos son la esencia, consideración de
la metafísica; la naturaleza, de la físi-
scientia. En líneas muy generales, ca; la distancia y el número, de la ma-
el concepto tradicional de ciencia la temática; la doctrina, de la lógica; la
concibe como el saber con universali- virtud moral, de la ética; la justicia,
dad y garantía de validez y, por ende, de la política; la concordia, de la teo-
en cuanto conocimiento, un grado logía. Esto último puede sorprender,
máximo de certeza. En este sentido, pero se ha de recordar que Buenaven-
se opone a la opinio (véase). La defini- tura entiende al teólogo, fundamen-
ción clásica de este concepto dice que talmente, como exégeta. En tal sen-
sc. es el conocimiento de las cosas por tido, señala que toda la Escritura es
sus causas, tanto las extrínsecas cuan- como una cítara, cuya cuerda inferior
to las intrínsecas. De ahí que, en su no produce armonía por sí sola sino
sentido más estricto, la sc. sea la cien-
con las demás; de la misma mane-
cia demostrativa o propter quid, que
ra, un lugar escriturario depende de
deduce de principios, axiomas, defi-
otro, más aún, a ese pasaje se refieren
niciones y postulados las conclusio-
muchos otros (cf. Coll. in Hexaem. I,
nes lógicas, explicando así las causas
11 y XIX, 7).
y esencias de los fenómenos. Así pues,
Obviamente –en virtud de la dife-
en principio, la sc. tiene por objeto la
rencia de tradiciones filosóficas en las
realidad fenoménica. Tal caracteriza-
que se apoya uno y otro– muy distin-
ción tiene su raíz en Aristóteles, para
to es el enfoque de Tomás de Aquino,
quien hay ciencia cuando se conoce
scientia 602

quien define la sc. como una virtud Desde 3. el punto de vista de la or-
intelectual –es decir, una virtud que denación de las ciencias, se usa la ex-
perfecciona el entendimiento– por la presión 3.1. sc. subalternata para se-
cual se conocen las verdades que son ñalar una ciencia que, en sus princi-
últimas no absolutamente sino en un pios, depende de otra, denominada
determinado género de lo cognosci- 3.2. sc. subalternans, de tal modo que
ble. Procede por demostración, con- los objetos de ambas sólo se diferen-
siderando al mismo tiempo los prin- cian accidentalmente, así la música
cipios de dicho género y las conclu- depende de la aritmética, puesto que
siones, en las que se explicitan esos las cantidades sonoras deben regirse
principios (véase processus, in fine). La por las relaciones numéricas (véase
sc. depende, pues, de la sapientia co- subalternatio).
mo de algo supremo, ya que ésta juz- En la última Edad Media, se ha ha-
ga de las conclusiones de las ciencias blado también de 3.3. sc. demonstrati-
y de los principios sobre los que ellas va, para referirse a todo conocimien-
se basan (cf. S. Th. I-II, q. 57, a. 3). to de conclusiones deducidas, silogís-
En textos nominalistas, en cam- ticamente, de principios conocidos
bio, suele separase más nítidamente el per se o por experiencia; 3.4. sc. ratio-
habitus intelectual de la sc. de aquel nalis, para aludir a la lógica, opues-
de la sapientia y aun de la prudentia, ta a la 3.4. realis que trata de lo que
insistiendo en que se trata de dos mo- existe fuera del alma, aunque los au-
dos muy diferentes de conocimiento tores nominalistas insisten en que es-
(cf., por ej., Guillermo de Ockham, ta última no es de rebus sino de inten-
In I Sent. Pr., q. 2). tionibus supponentibus pro rebus; 3.5.
En los autores escolásticos, la no- sc. naturalis es la que aborda específi-
ción que nos ocupa aparece en los si- camente las sustancias compuestas de
guientes términos: desde 1. el punto materia y forma; 3.6. sc. moralis es la
de vista del rigor expresivo, se habla que versa sobre los actos que depen-
de 1.1. sc. lata, para aludir a cualquier den de la voluntad.
conocimiento verdadero que parte de Una última clasificación atañe a un
principios ciertos, aunque no proce- importante problema teológico: el de
da por demostración; en este senti- 4. la ciencia o conocimiento de Dios y
do, también las llamadas artes (véa- de todo lo que no es Él mismo. En es-
se ars) son ciencias; y 1.2. sc. stricta, te sentido, se habla de 4.1. sc. visionis
que es un conocimiento cierto, que para mentar el conocimiento divino
parte de principios y procede por de- de lo real, ya sea de lo que realmente
mostración hacia conclusiones. Des- existe, como de lo que existió o exis-
de 2. el punto de vista del término o tirá, dado que, estos últimos dos ca-
fin de las ciencias, éstas se dividen en sos caen bajo la mirada omniabarcan-
2.1. sc. speculativa, que es aquella que te y simultánea de un Dios eterno. La
se ocupa solamente de la contempla- realidad de lo pasado y de lo futuro
ción de su objeto y de la verdad del se vuelve presente en el conocimien-
conocimiento, como la matemáti- to divino. Pero en Dios hay también
ca o la metafísica; y 2.2. sc. practica, una 4.2. sc. simplicis intelligentiae re-
que es la que refiere su conocimien- ferida no a lo actual, sino a lo poten-
to a una obra o acción, como la ética. cial que siempre permanecerá como
603 scintilla

tal: se trata del conocimiento divino scire. En general, alude a un conocer


de aquello que, pudiendo ser, no exis- genérico que se alcanza mediante di-
te, ni existió, ni existirá. En la Esco- versos modos y que resulta ya en la sc.
lástica ya figura esta división, como se (véase) que tiene por objeto el mun-
ve, por ej., en Tomás de Aquino (cf. do de lo inmanente, ya en la sapientia
S. Th. I, q. 14, a. 9, c). Pero un tercer (véase) que se dirige a las realidades
término se añade en la doctrina mo- trascendentes. Aristóteles examinó
linista. En efecto, en ella se encuentra dos aspectos fundamentales del saber:
la expresión 4.3. sc. media para alu- posibilidad de un saber “objetivo”, re-
dir al conocimiento que Dios tiene flexivo o racional, y el hecho mismo
del “futurible” o actus liber hypothetice del deseo de saber en cuanto tenden-
futurus, o sea, la determinación me- cia natural del hombre (cf. Met. I, 1,
ramente posible que, en caso de ac- II, 2, 9 y 10).
tualizarse, obedece siempre a la libre Esto pasa a los autores medievales,
elección humana (véase praescientia; y quienes han acentuado uno u otro as-
concursus, in fine). pecto, además de retomar los princi-
pios socráticos del autoconocimiento
scintilla. Bajo esta voz –que a veces apa- y de la exigencia crítica en el saber co-
rece en las expresiones sc. conscientiae mo tal. Estos últimos factores apare-
o scintilla animae–, la literatura filo- cen, por ej., en el Scito et ipsum, es
sófica y mística medieval aludió no a decir, la máxima socrática del cono-
una facultad especial del alma, sino al
cerse a sí mismo, con que Pedro Abe-
fondo mismo de ésta que, como Dios,
lardo subtitula su Ethica. Por su par-
es una e inefable. En virtud de esa ín-
te, Nicolás de Cusa, en el De docta
tima afinidad, en tal dimensión, tiene
ignorantia, afirma literalmente que
lugar de improviso la suprema unión
“scire est ignorare”, precisamente por
del alma con la divinidad. El autor
su noción de sabiduría (véanse docta
que más se ha dedicado a este tema es
ignorantia e idiota). En cambio, du-
M. Eckhart, quien alude a él también
rante la transición entre el período
con el término “abditum animae”.
patrístico y el medieval, se concibió
Mucho antes que él otros pensado-
el saber, primordialmente, como la
res habían usado expresiones equiva-
construcción de un sistema enciclo-
lentes para indicar lo mentado por la
pédico, uno de cuyos ejemplos son
sc.; así, Agustín habla de la “acies cor-
las Etimologiae de Isidoro de Sevilla.
dis” (cf. In Io. Ev. 38); Ricardo de San
Sin embargo, lo típico de la actitud
Victor utiliza “simplex intelligentia” (cf.
medieval ante el tema es poner en tela
De praep. animi ad cont. 87); Buena-
de juicio la validez de un saber huma-
ventura se refiere a la “syderesis scintilla”
no separado del fin último de la vida,
y a la “apex mentis” (cf. It. ment. in
y subrayar la necesidad de la contem-
Deum I).
plación del sc. divino, infinito y om-
Un matiz distinto asume esta pala-
niabarcante. Esta posición se muestra
bra en Tomás de Aquino, para quien
en casi todos los grandes autores me-
la sc. rationis es la facultad intelectiva
dievales que transitan sobre las hue-
en cuanto inteligencia inmediata de
llas; por ej., del De doctr. christ. de
los primeros principios (cf. In II Sent.
Agustín, o del De scientia Christi de
d. 39, q. 9, a. 1).
Buenaventura.
scolar 604

Los escolásticos más aristotélicos, to para indicar interrogación, son ele-


como Tomás de Aquino, se han ocu- mentos que fueron introducidos en
pado del sc. en cuanto proceso. Así, los scriptoria de los monasterios irlan-
por ej., insisten en que, quien desea deses durante los siglos de la cultura
saber algo, ha de dudar primero de lo hibérnica. La nueva forma de escribir
que sabe e investigar después lo que comenzó a expandirse lentamente a
busca (cf. In Met. III, l. 4, n. 13). partir del siglo IX. En otras palabras,
No obstante, es diferente la posi- la s.c. va desapareciendo a medida en
ción de los nominalistas de la última que se desarrolla el Renacimiento ca-
Edad Media. Así, aunque admiten rolingio: ante la necesidad de alfabe-
que, en sentido amplio, saber pue- tizar e introducir en el mundo de los
de significar obtener un conocimien- textos a mayor cantidad de personas,
to por el testimonio ajeno; en senti- siendo los pergaminos de ardua fac-
do estricto, definen sc. como poseer el tura y de precio elevado, se procuró
conocimiento evidente de una verdad alivianar el trabajo del lector para po-
necesaria mediante el conocimiento der transmitir su contenido más fácil-
de otras verdades necesarias que, ofi- mente. Lo que, en cambio, tardó más
ciando de premisas, lo hacen precisa- en imponerse fue la lectura silencio-
mente evidente (cf. In Phys. III, 21; sa, precisamente por ser individual y
Summa Totius Log. III, 2, 1). en virtud de las razones que se acaba
de mencionar.
scolar. Grafía con la que a veces apa-
rece la voz scholar (véase), a diferencia scriptor. Esta voz señala al ama-
de otros términos derivados de schola nuense, escribiente o, mejor aún, co-
que suelen conservar la h. pista, es decir, a aquel que sólo co-
piaba las obras de otros, sin inten-
scriptio continua. La s.c. no es un es- tar cambiar absolutamente nada de
tilo sino una manera de escribir que sus textos. En esto se diferencia del
consiste en no separar las palabras. commentator y, más todavía, del auctor
Además de omitir los espacios, no in- (véanse). Con todo, y como es de su-
corpora, como se hará más adelante, poner, al más entrenado copista po-
signos de puntuación. Por otra par- dían escapársele errores de copiado,
te, sólo se utilizan las mayúsculas. En por ej., un homoioteleuton (véase), fa-
realidad, el pergamino que contenía lencias todas ellas que los paleógrafos
este tipo de escritura era más bien un están llamados a salvar.
apoyo mnemotécnico que un texto
tal como se lo concibe hoy. Por eso, scriptura. Como es obvio, significa,
se supone que el lector, es decir, quien en principio, la acción y el efecto de
les “devolvía” el sonido a esas pala- escribir (véase pictura). Pero la acep-
bras, debía conocerlo y haberlo inter- ción principal que tiene este término
pretado con anterioridad a la lectura en la Edad Media es el de Sagrada Es-
sonora, puesto que no contaba con la critura, es decir, la Biblia en cuanto
puntuación ni la división en párrafos conjunto de libros que contiene la re-
para las inflexiones necesarias a la ho- velación divina. En el Cristianismo se
ra de transmitir el sentido oralmente. considera que el autor principal de la
La separación entre palabras y algu- S. es el Espíritu Santo que la ha dicta-
nos otros signos, como el punto en al- do a autores humanos como los pro-
fetas o los apóstoles.
605 secretum

Dado su lenguaje, uno de los prin- logía de la risa en sentido moralmen-


cipales problemas relacionados con la te negativo (véase risus) que conforma
Escritura es el de sus diversos senti- un sermo risorius, se elaboró una doc-
dos, esto es, las claves en las que debe trina del sermo iocundus. De este mo-
ser leída (véanse sensus y sententia 1). do aparece, por ej., en Rodolfo Ar-
Buenaventura, por ej., distingue en la dente (cf. Spec. univ. XIII, 163).
s. –a la que llama corazón, boca, len- Se ha de tener en cuenta que la se-
gua y pluma de Dios– un aspecto ex- veridad de los textos medievales sobre
terno y otro interno: el primero ense- el tema obedece a que, fundamental-
ña historias y propiedades de las co- mente, están dirigidos a monjes, es
sas; el segundo, escrito por dentro, decir, a quienes han optado por una
encierra misterios y diversas interpre- renuncia y una ruptura total con el
taciones posibles (cf. Coll. in Hexaem. mundo. Tal severidad se atenúa cuan-
XII, 17). do el destinatario es quien permane-
Desde el punto de vista paleográ- ce en él, por ej., el rhetor. En efecto,
fico, se denominó “scriptura” a cada puede ser útil al orador apelar a la s.
uno de los diversos tipos de grafía, para suscitar una sonrisa divertida en
por ej., la de las glosas (véase notula). un auditorio distraído o cansado y re-
cobrar su atención.
scurrilitas. Se suele traducir genéri-
camente por “chocarrería” o “bufo- secretum. Es el participio perfecto
nada”, dado que su objetivo es el de del verbo secerno, cuyo significado es
provocar risa. Su significación queda el de “apartar”, “separar”, de modo
signada a partir de la imagen negati- que, literalmente, indica algo aparta-
va que la Iglesia tenía de los juglares, do y, por ende, un lugar alejado o re-
es decir de los profesionales de la s., tirado, o algo que eventualmente de-
denominados también scurrae, mimi, be ser buscado por no ser accesible a
ystriones o aun ioculatores. Precisa- primera vista. Es en este sentido co-
mente de esta última voz la iocularitas mo aparece referido a la Escritura y
adquiere su carácter de sinónimo del en relación con la lectura alegórica, ya
término que nos ocupa. Este origen, que los símbolos y alegorías que ella
que sella el matiz propio de la s., ha- presenta constituyen un indicio pero,
ce que su elemento distintivo sea la a la vez, un velo. Así, dice Agustín de
intencionalidad deliberada de susci- Hipona en Conf. VI, 5, 8, que la lec-
tar la carcajada, intención a la que se tura bíblica es accesible a todos, pero,
llega a través de una atenta reflexión, al mismo tiempo, reserva la dignidad
como escribe Jerónimo (cf. In Epist. de su secreto para una penetración
ad Eph. PL 26, 552) y aun median- más profunda (et secreti sui dignitatem
te mucho esfuerzo, según señala Pe- in intellectu profundiore servaret).
dro Lombardo (cf. Collect. in Epist. Como es obvio, desde el punto de
PL 192, 209). vista filosófico y especialmente an-
El carácter pecaminoso de la s. se tropológico, este vocablo es funda-
basa sobre la imagen negativa que la mental, sobre todo, en los pensado-
risa, mejor aún, la carcajada, tuvo en res de la interioridad, como el mismo
general durante la Edad Media. Con Agustín y todos los autores medieva-
todo, esto se matizó en su transcurso les que recibieron mayor influencia
y, así, junto con una verdadera tipo- de él. Así, el término adquiere espe-
secta 606

cial relevancia en relación con la obra chas por autores antiguos de las s. en
de Francisco Petrarca, comúnmente cuanto escuelas filosóficas son las que
conocida precisamente como S. En las agrupan en dogmáticas y escépti-
el códice Laurenziano di S. Croce 26 cas, y las que las dividen en jónicas
sin. 9 aparecen dos versiones del tí- e itálicas, como se lee en Diógenes
tulo, una en el encabezamiento y otra Laercio (cf. I, 16).
en el final del Proemio. En el enca- Entre los apologistas, por ej., Justi-
bezamiento se lee De secreto conflictu no (cf. Dial. con Trifón), se habló de
curarum mearum, donde s. está utili- las “sectas” de los platónicos, aristo-
zado en su valor adjetivo como califi- télicos, estoicos, epicúreos y escépti-
cativo de conflictus (véase) o diálogo. cos. Pero, al mismo tiempo, por la in-
En el colofón la titula como Secretum fluencia de la aparición del Cristianis-
meum, utilizando s. en su valor sus- mo y las cuestiones internas del Ju-
tantivo: en este sentido, el libro es un daísmo, este término se aplicó pre-
secreto, “una cosa celosamente guar- ferentemente para designar diversas
dada”, y a la vez, “un retiro o lugar facciones que se disputaban el pri-
apartado de los hombres”. De este mado de su propia posición teológi-
modo, el s. es la sede de la propia inti- ca, como los fariseos entre los judíos,
midad del sujeto, donde se desarrolla o los arrianos entre los cristianos (véa-
el diálogo que sólo tiene por testigo se haeresis). Con este último sentido
a la Verdad. El S. está escrito en for- predominante pasa a la Modernidad.
ma dialógica, y aunque las fuentes de
secundum. Sus dos significados origi-
inspiración que explicita el autor sean
narios son: 1. detrás de; 2. a lo largo
Cicerón y Platón, la crítica concuerda
de. De ellos derivan los usos filosófi-
en que los modelos más cercanos son,
cos más frecuentes de esta palabra. 1.
por una parte, los Soliloquia de Agus-
del significado de “detrás de” provie-
tín, y por la otra, el De consolatione
ne el adverbio “segundo”, que señala
philosophiae de Boecio. En ambos tex-
“en segundo lugar” en una enumera-
tos, el protagonista entabla un diálo-
ción, por ej., de argumentos, objecio-
go con la ratio, si bien en la Consolatio
nes, etc. 2. Del sentido de “a lo largo
la razón está enmascarada tras el per-
de” deriva el significado de “según”,
sonaje de la Filosofía. Por otra parte,
“de acuerdo con”, “de conformidad
tal como en el texto de Boecio, en el
con”, es decir, “siguiendo tal orden”
S. petrarquesco, el interlocutor hace
(cf. quatenus).
las veces de médico.
secundum quid. Contracción de se-
secta. Voz que proviene del verbo la-
cundum aliquid; con este término se
tino sequor, “seguir”. La secta está
indica que aquello de que se trata ha
constituida, pues, por un grupo de
de ser tomado restrictivamente, es-
seguidores y secuaces de una deter-
minada doctrina filosófica, religiosa o to es, que tiene que ser entendido en
política. En el primer sentido, es de- cierto aspecto o con relación a algo, y
cir, como escuela o dirección filosófi- no absolutamente o simpliciter (véase).
ca la palabra ha sido usada ya por los secundum quid et simpliciter. Se co-
escritores latinos de la Antigüedad; noce con esta expresión un tipo de fa-
por ej., aparece en Cicerón (cf. Brut. lacia o sofisma (véase sophisma), iden-
31, 120). Algunas clasificaciones he- tificado ya por Aristóteles (cf. Soph.
607 segnitia

El. V, 167 a). Consiste en pasar de una ducen el esquema de una discusión
premisa, en la que cierto término se y aun el de una reflexión del autor.
toma en sentido relativo o secundum Ahora bien, dado que la misma ex-
quid (véase), a una conclusión, en la presión s.c. puede dar pie a un equí-
que ese mismo término se toma en voco, conviene recordar que el esco-
sentido absoluto o simpliciter (véase). lástico procede habitualmente argu-
En la lógica medieval, el ejemplo mentando a favor de la opción entre
que propone Pedro Hispano de es- los dos términos de una alternativa.
te sofisma es: “Si el no-ser es objeto Ésta es la que se abre con el utrum,
de opinión, el no-ser se toma, en la partícula que la implica por sí misma.
primera oración como mera cópula Se presentan primero los términos de
gramatical; en la segunda, en sentido una de las opciones, de manera que el
fuerte o absoluto”. s.c. abre la presentación de la otra par-
te de la alternativa. Así pues, contra
securitas. En la consideración medie- lo que se suele decir, la expresión que
val la seguridad se opone directamen- nos ocupa no introduce por sí mis-
te al temor, por lo cual se define como ma, estrictamente hablando, ni la po-
un descanso en la perturbación cau- sición del escolástico del cual se tra-
sada por éste. Ya Isidoro de Sevilla ha- ta ni un mero recurso a una auctoritas
cía derivar el término de “sine cura”, del que el autor se serviría para sos-
esto es, “sin cuidado” (cf. Etym. X, S). tener la propia posición. Si lo hace,
Por eso, Tomás de Aquino adscribe la es indirectamente, ya que el momen-
s. a la fortaleza, como condición de to en que el escolástico defiende su
la misma, aunque añade que formal- posición es el de la respuesta. Así, el
mente es parte de la magnanimidad s.c. anuncia las “rationes quae sunt ad
en la medida en que aleja la desespe- oppositum” de la primera serie de las
ración (cf. S. Th. II-II, q. 129, a. 7; aducidas, pero no necesaria y directa-
cf., también, certitudo). mente contra ellas sino a favor del se-
secus si secus. Expresión que se uti- gundo término de la opción.
liza para señalar que una proposi- segnitia. Voz que también apare-
ción siempre se admite como verda- ce en la forma de segnities, en algu-
dera en un solo sentido, prescindien- nos autores equivale a pigritia (véase).
do de otro y otros posibles. Por ej., Con todo, este último término reviste
“Un cuerpo terrestre siempre se diri- un matiz casi moral, mientras el que
ge al centro de la tierra”. Esto se en- nos ocupa se emplea más en el senti-
tiende secus si secus, en cuanto que só- do psicológico de apatía, indolencia o
lo es verdadero cuando dicho cuerpo calma excesiva, es decir, aquella que
queda librado a sí mismo, no cuando se da cuando debería haber acción;
es impulsado por alguna fuerza exter- de ahí que, metafóricamente, se pue-
na, ya que, en ese caso, puede asumir da hablar de la “s. maris”, esto es, de
otra dirección. la calma anormal o inusitada –y por
sed contra. Término que aparece en ello amenazadora– del mar, y no de
las argumentaciones escolásticas y la “pigritia maris”. Tanto autores de la
que, por ende, suele formar parte de Patrística como de la Escolástica han
los artículos en las Summae (véase considerado la s. una de las especies
articulus 3), en tanto que éstos repro- del timor (véase).
sempiternitas 608

sempiternitas. Así como la aeternitas (véase species y sensibile). Sólo hacia


alude a lo simultáneo, a un presente el final de la Edad Media comienza a
perpetuo, y la aeviternitas (véanse) re- darse el uso del vocablo s.
fiere a la duración permanente de los
sensibile. Esta voz, cuya noción co-
entes incorruptibles, la s. es la dura-
rresponde a la gnoseología medieval,
ción sucesiva sin principio ni fin que
indica, en primera instancia, lo que
se da en el tiempo. El empleo medie-
puede ser aprehendido mediante los
val de este vocablo con la acepción se-
sentidos o la sensibilidad en general.
ñalada encuentra una de sus princi-
En otras palabras, señala el objeto de
pales fuentes en Boecio, quien escri-
la percepción sensorial.
be “Nostrum nunc quasi currens, tem-
Sobre la base de las distinciones es-
pus facit, et sempiternitatem: divinum
tablecidas por Aristóteles en el De An.
vero nunc permanens, neque movens
II, 6, 418 a 13, los escolásticos habla-
sese, sed constans, aeternitatem facit.”
ron de lo s. 1. per se, o sea, lo sensible
(De Trin., 9). Con todo, hay antece-
en cuanto tal, que se distingue en 1.1.
dentes en la literatura antigua, como
s. proprium: lo que puede ser apre-
indica en sus Distinctiones dictionum
hendido exclusivamente por un sen-
theologalium, Alain de Lille citando a
tido en particular; por ej., el color, ya
Horacio. De este modo, las expresio-
que éste sólo es captable por la vis-
nes perpetuum y ad saecula saeculorum
ta; 1.2. s. commune: es lo que puede
se han usado muchas veces en sen-
aprehenderse por más de un sentido,
tido no técnico, para aludir a la no-
como la extensión que es aprehendi-
ción que nos ocupa. Por su parte, To-
más de Aquino subraya el carácter de da a la vez por la vista y el tacto. Es-
duración infinita en el tiempo que es to ya aparece en la Patrística: Agustín,
propio de lo sempiternum, aclarando por ej., se refiere a la mencionada dis-
que la immortalitas se refiere a la per- tinción en De lib. arb. II, 7, 15 y ss.
petuidad de la vida; en cambio, la s. a En cambio, 2. s. per accidens se llama
la perpetuidad en la existencia como a lo que atañe a los sentidos sólo ac-
tal. (In De caelo et mundo II, 1, 2). cidentalmente, tal es el caso de la sus-
Es, por tanto, técnicamente impreci- tancia material, en cuya definición no
so hablar de la “eternidad” del mun- entra la referencia a la sensibilidad,
do, toda vez que éste existe en la su- aunque de hecho es captada por ésta.
cesión temporal; habría que hablar de Estos distingos muestran el ámbito
la posible s. del mundo. Si tal sempi- de significado de lo s., que va desde la
ternidad se hubiera dado, sostiene el modalidad propia de la aprehensión
Aquinate, sería necesario admitir que por un sentido singular, a la realidad
generatio moventium seipsa quae sunt misma a la que pertenece esa modali-
generabilia et corruptibilia, sit perpetua dad, es decir, la cosa o el mundo sen-
(C.G. I, 13, 25). sible. En la Escolástica, la aprehen-
sión de lo sensible está caracterizada,
sensatio. Significa “sensación”. Con por una species s. (véase species) con-
todo, los textos medievales y, particu- trapuesta a la intelligibilis. Tomás de
larmente, los escolásticos, suelen pre- Aquino, por ej., caracteriza la primera
ferir para referirse a ella los términos diciendo: “sensus non est cognoscitivus
“sensus” (véase sensus 2), mejor toda- nisi singularium, cognoscit eum omnis
vía, “species sensibilis” o aun notitia sensitiva potentia per species individua-
609 sensus

lis, cum recipiat species rerum in orga- voz concupiscentia (véase) y reservan s.
nis corporalibus” (C.G. II, 66, 2). cuando se proponen aludir a la referi-
Respecto del problema de la reali- da vinculación del deseo con el cono-
dad “objetiva” de lo s., se puede decir, cimiento sensible.
muy en general, que ella es afirmada
sensus. Dos son las principales acep-
en toda la Edad Media. En cambio,
ciones de esta palabra que se suele
los autores modernos tratan de supe-
traducir por “sentido” y también por
rar este aspecto del realismo gnoseo-
“sensibilidad”, según el contexto: la
lógico medieval haciendo depender el
1. hermenéutica, y la 2. antropo-gno-
ser de lo sensible del acto perceptivo.
seológica. 1. En el primer orden men-
sensitivum. En la Edad Media, se cionado, s. alude, 1.1. en general, al
suele designar con este adjetivo la fa- sentido en cuanto significado de un
cultad y la vida propias de la sensibili- término o proposición; 1.2. en parti-
dad, particularmente, la animal (véa- cular, al plano de interpretación o lec-
se sensus 2). También se ha hablado de tura, especialmente, de la Escritura.
anima sensitiva en relación con la po- Así, ya desde la Patrística hasta el fi-
lémica de la pluralidad o unicidad de nal de la Edad Media, se ha hablado
las formas sustanciales en el hombre. de un sentido 1.2.1. literal o históri-
Para este tema, véase anima, in fine. co y 1.2.2. un sentido alegórico (véa-
se allegoricum) que, a su vez, se divide
sensorium. Término que se reserva en 1.2.2.1. moral y 1.2.2.2. anagógi-
para los órganos de cada una de las co. Por ej., la salida del pueblo de Is-
facultades propias de la sensibilidad rael de Egipto, desde el primer punto
(véase sensus). de vista, se refiere a un hecho histó-
sensualitas. Voz que en los textos me- rico acaecido en tiempos de Moisés;
dievales puede aludir 1. a la sensibili- desde el punto de vista alegórico-mo-
dad en cuanto tal, aunque raramen- ral, se interpreta como la conversión
te (véase sensus 2); lo más frecuente es del alma del pecado a la Gracia; desde
encontrarla referida 2. a la sensuali- el alegórico-anagógico, se lee remite a
dad propiamente dicha. La razón, co- su ascensión espiritual desde el actual
mo señala Tomás de Aquino en S. Th. estado terreno hacia la libertad de la
I, q. 81, a. 1, radica en que una co- gloria eterna.
sa pertenece a la s. en un doble sen- En cambio, en el plano 2. antropo-
tido: en cuanto preparación, ya que, gnoseológico, s. alude, en general, a la
para que tenga lugar el movimiento sensibilidad como conjunto de órga-
sensual, es necesario que se dé el co- nos, facultades y sensaciones propias
nocimiento sensible o sensitivo; y en de ese aspecto del conocimiento, es-
cuanto apetito que este último pue- to es, de la comunicación del hombre
de engendrar. El segundo sentido es con la realidad circundante y consigo
el esencial en la voz que nos ocupa. mismo; en particular, se refiere a cada
Por ej., la s. propia del deseo carnal de una de las facultades sensibles.
un cuerpo hermoso requiere el ver- Para Agustín, la sensibilidad es la
lo o tocarlo. Así, y en general, cuan- forma menos elevada de la actividad
do los autores patrísticos y medievales del alma. Para él, todo conocimiento
tratan el deseo como tal o el deseo de de una cosa material es engendrado
lo que no es sensible, tienden a usar la simultáneamente por nuestro conoci-
sensus communis 610

miento y por la cosa misma conocida; saje del Sero te amavi, “Tarde te amé”,
no hay ocasionalismo ni innatismo de Conf. X, 27, 38.
en el Hiponense. En la concepción
sensus communis. Además de la
agustiniana, la sensación es un ca-
acepción vulgar de opinión general o
so particular del uso que el alma ha-
compartida por muchos, esta expre-
ce del cuerpo. De hecho, llama s. en
sión tiene un significado preciso en la
cuanto sensación a toda passio recibi-
gnoseología patrística y medieval. En
da por el cuerpo, cuando ella no esca-
efecto, señala una facultad de la sen-
pa al alma (cf. De quant. an. 23, 41).
sibilidad interna, cuya función es la
Durante la Escolástica y después
de coordinar los datos de la externa.
del reingreso de Aristóteles se podría
Ya Aristóteles, quien trata el tema en
hablar de una suerte de revalorización
De an. III, 2, 425b 8-427a 12, había
de la sensibilidad como estructura de
indicado que la sensibilidad externa,
conocimiento. Al advertir, sobre las
es decir, la de los cincos sentidos, só-
huellas aristotélicas, que en esta vida
lo puede percibir diferencias entre da-
el alma nada conoce sin imágenes, se
tos correspondientes al mismo senti-
registró al mismo tiempo que ella ne-
do, por ej., la vista percibe las que se
cesita, para ejercer su acto, de una fa-
dan entre el rojo y el azul, pero no las
cultad, o de una serie de facultades,
diferencias entre lo rojo y lo dulce. Se
cuyo ejercicio está ligado a los órga-
ha de postular, pues, un sentido que
nos corporales. La inteligencia huma-
distinga y aúne las sensaciones y éste
na, unida al cuerpo, tiene por obje-
es precisamente lo que la Edad Media
to primero la naturaleza de los entes
llamó el s.c. La Escolástica –y en par-
materiales. En virtud de las funcio-
ticular Tomás de Aquino, en su inter-
nes disímiles de los diversos órganos,
pretación de los pasajes citados– in-
se profundizó en los diversos aspectos
tentó resolver una dificultad que de-
de la sensibilidad en cuanto estructu-
jaba abierta la lectura literal de la po-
ra cognoscitiva. Así, se distinguió el
sición aristotélica sobre la cuestión:
2.1. s. exterior o la sensibilidad exter-
la de explicar cómo es posible que
na, dada por los cinco sentidos, 2.1.1.
un único sentido reciba dos formas
visus, 2.1.2. auditus, 2.1.3. odoratus,
sensibles heterogéneas. Más allá de
2.1.4. gustus, 2.1.5. tactus; y el 2.2. s.
los intentos de justificación del mis-
interior o sensibilidad interior. Éste,
mo Aristóteles, Tomás propone una
más complejo, está dado por 2.2.1.
solución que consiste en entender el
sensus communis, 2.2.2. memoria sen-
s.c. no sólo como la facultad que re-
sibilis, 2.2.3. phantasia, 2.2.4. aesti-
gistra las modificaciones de los diver-
mativa (véanse los respectivos artícu-
sos sentidos externos, sino también
los). Las facultades del sensus interior
como aquella que percibe las mismas
no se deben confundir con la traspo-
operaciones de éstos. De esa manera,
sición del significado espiritual de las
lo concibe como el fundamento de la
sensaciones propias de la sensibilidad
unidad de la conciencia sensible. Así,
exterior. Así, por ej., el grito divino
el sentido común es aquel por el que
convocando al hombre abre el oído
percibimos que estamos vivos. Con la
interior de éste. Se trata, como es ob-
expresión sensorium commune se alu-
vio, de una imagen de las que pue-
de al órgano físico por el que opera
blan, entre otros textos, el célebre pa-
el s.c. y que algunos autores, siguien-
611 sententiae

do siempre a Aristóteles, ubican en el na cuestión de teología, moral, etc.;


corazón. 3. a veces, se usa para designar las te-
sis sostenidas por autores que se con-
sensus compositus et divisus. La dis- sideraban auctoritates ya en Teología
tinción entre ambos tipos de sentido como en Filosofía; de ahí que se utili-
aparece en las proposiciones modales zaran en la enseñanza (véase lectio); 4.
que afirman o niegan la unión de dos desde el punto de vista lógico, se de-
formas en un mismo sujeto. Cuan- nomina s. a la expresión, en cuanto
do dicha unión se entiende como si- tal, de una proposición. El Apéndi-
multánea, se trata del s.c., por ej., el ce del presente Léxico recoge precisa-
que se da en “Es imposible que quien mente las principales sententiae con-
bebe cante”; cuando tal unión se en- cernientes a la Filosofía y a la Lógi-
tiende en tiempos diferentes, se tiene ca, es decir, en los dos últimos signifi-
el s.d., por ej., “Es posible que quien cados de la palabra que nos ocupa; 5.
bebe cante”. La cuestión ha dado lu- para el significado y la relevancia me-
gar a un sofisma: el de la compositio et dieval de esta voz como título de una
divisio (véase) y fue abordada en par- obra, véase sententiae.
ticular por Heytesbury, quien le dedi-
ca precisamente el Tractatus de sensu sententiae. Por su importancia his-
composito et diviso. tórica, se trata aparte en esta entra-
da el uso plural de la palabra porque
sententia. Llámase así a un juicio, con ese plural se titulan los cuatro li-
opinión o una máxima. El término bros escritos por Pedro Lombardo en
aparece ya en la Antigüedad; así, por el siglo XII, los cuales, junto con la
ej., encontramos que Cicerón alude Biblia, fueron lo más leído, estudia-
a las “sententiae” de Epicuro (cf. De do, comentado y recordado en el pe-
nat. deor. I, 30, 85). ríodo escolástico. Es obra que de al-
En la Edad Media, tiene el senti- gún modo ilustra todas las acepcio-
do general de “concepción definida y nes del término que hemos registrado
cierta”. En Pedro Abelardo, por ej., en la voz sententia (véase). Se cons-
significa el juicio que resulta del exa- tituyó, pues, en una imprescindible
men y discusión de posiciones diver- obra de base, porque contiene pasa-
sas, y tiene carácter de verdad. En es- jes claves de la Escritura, junto con
te sentido, se opone a opinio (véase) las páginas más relevantes de los Pa-
que alude, en general, a un parecer dres de la Iglesia y de la mayor parte
personal. de los pensadores medievales anterio-
Pero, en rigor, se utilizó esta pa- res y contemporáneos de Pedro Lom-
labra con cinco significados técni- bardo. En efecto, esos cuatro libros
cos, estando principalmente los cua- consisten en un compendio funda-
tro primeros relacionados entre sí: 1. mentalmente teológico, con los ele-
s. mienta una definición auténtica so- mentos filosóficos implicados en to-
bre un pasaje de la Sagrada Escritura, do texto de Teología: la temática cen-
tomado no en su sentido literal (véa- tral del primer libro es Dios, unidad
se littera), sino en el más profundo y y Trinidad; la del segundo, la Crea-
complejo; 2. por ende, alude también ción; la del tercero, la Revelación en
a la opinión de un Padre de la Igle- Cristo y su redención; la del cuarto,
sia o escritos eclesiásticos, sobre algu- la Gracia y los sacramentos. Estadís-
sentire 612

ticamente hablando, la mayor parte Las primeras son aquellas que, por
de los comentarios filosóficos a las S. su misma naturaleza, jamás pue-
se hicieron sobre los libros I y II, ya den existir unidas a la materia, como
que los dos últimos ya abordan cues- Dios y las substancias inteligibles; las
tiones de Teología dogmática. Como segundas son las nociones que resul-
fueron manual por excelencia en las tan del proceso abstractivo (véase abs-
universidades que se habrían de crear tractio). Así se expresa, por ej., Tomás
en el siglo siguiente y punto de parti- de Aquino (cf. In Met. Pr., in medio).
da ineludible de su enseñanza, proli-
separatio. En primera instancia, la
feraron los comentarios escolásticos a
separación, filosóficamente consi-
ellas; así, por ej., la sigla In II Sent…
derada, alude a la resolución de un
remite al segundo libro de esta obra
compuesto en sus partes o elementos.
de Pedro Lombardo, sin necesidad
El término griego equivalente aparece
de mencionar al autor. A título ilus-
en Anaxágoras (Diels F. 10) y en Em-
trativo, cabe recordar que se dice que
pédocles (Id. F.58). En la Antigüe-
Tomás de Aquino conocía de memo-
dad clásica, este concepto intervino
ria su contenido. Entre los comenta-
en cuestiones ontológicas y gnoseoló-
rios más destacados a esta obra figu-
gicas; en el primer sentido, Aristóte-
ran los del mismo Tomás, Alejandro
les lo usa, especialmente, en la crítica
de Hales, Buenaventura, Ockham,
a las Ideas platónicas, ya que éstas son
Gabriel Biel, etc.
separables o están separadas de las co-
sentire. Dos acepciones registra es- sas particulares, y a la vez, yuxtapues-
te verbo en la literatura medieval. En tas a ellas. Se trata, al menos, de una
sentido amplio, utilizado por Ave- posible interpretación, a la que da lu-
rroes, significa aprehender algo ya gar la vaguedad del concepto platóni-
sea por medio de los sentidos, ya sea co de participación. Pero, por su par-
mediante el intelecto. En sentido es- te, el mismo Aristóteles usa la noción
tricto, en el que se lo usó la mayo- de s. aplicándola a la de sustancia, a
ría de las veces, implica captar algo la que el Estagirita considera “separa-
sólo a través de uno de los sentidos da” en cuanto que es algo en sí. Por el
corporales (cf., por ej., Ockham, De contrario, el accidente es inseparable
succ. 104). Con todo, una posición de la sustancia por su necesidad onto-
intermedia es la adoptada por Agus- lógica de inherir en ella (cf. Met. VII,
tín de Hipona: en efecto, escribe el 13, 1038 b, 23-24). El concepto con-
Hiponense que s. non est corporis sed cierne también al problema gnoseo-
animae per corpus (De Gen. ad litt. lógico del carácter de separado o no
liber imp. 5, 24). Naturalmente, esto del intelecto agente, tal como Aristó-
obedece a la concepción agustiniana teles lo plantea en De an. III, 5, 430
sobre la relación alma-cuerpo (véase a, 10-25.
sensus 2). En el período patrístico, varios au-
tores neoplatónicos se ocuparon del
separata. Esta voz nombra a todo lo problema de la s., en primer lugar,
que está separado de la materia (véa- en cuanto separación de las Ideas res-
se separatio). Los escolásticos sue- pecto de las cosas; en este sentido, la
len distinguir las cosas separadas 1. tendencia neoplatónica propuso una
secundum esse, y 2. secundum rationem. serie de instancias intermedias; en se-
613 si

gundo término, y ya en el terreno palabra o expresión escrita; en segun-


antropológico, afirmaron especial- do lugar, tiene una vis significativa
mente la separación de alma y cuer- que lo remite a un contenido men-
po, tal como hacen, por ej., Plotino tal. En su posición definitiva respec-
(cf. Enn. I, 4, 14) y Proclo (cf. Inst. to del problema de los universales,
Theol. pp. 16 y 17). Pedro Abelardo considera sólo pro-
En la Escolástica, en cambio, es- pia del s. la aptitud de ser predica-
te concepto se debatió a propósito do, fundamental en el universal, re-
del de abstracción (véase abstractio). servando para el término vox la defi-
También intervino, fundamental- nición de “materia del nombre”. Por
mente, en la polémica –de raíz aris- tanto, el s. es vox significativa, siendo
totélica en su planteo– acerca de la esto último, la significación, lo prin-
unicidad y separación del Intelecto cipal en él.
(véase intellectus). Esta tesis es afir- En una segunda acepción, más am-
mada por la corriente averroísta y ne- plia y muy usada en la Edad Media,
gada por Tomás de Aquino, quien la palabra que nos ocupa puede alu-
dedica a ella un opúsculo, precisa- dir también al discurso.
mente el De unitate intellectus contra
sermocinale. Cf. ars-artes, in medio.
averroistas. Por último, la noción de
s. importa en el problema escolásti- sermocinatio. Se ha llamado así en
ca de la condición de la metafísica en la Edad Media al discurso expresa-
cuanto disciplina: como “ciencia del do oralmente, pero también al razo-
ser en cuanto ser”. En efecto, se con- namiento formulado interiormente
sidera que ésta se halla “separada” de en palabras, como si se lo dirigiera a
las demás ciencias, la cual la convier- otras personas, dialogando con ellas.
te en única y primera respecto de las
demás. si. Es conjunción que rige el antece-
Entre los nominalistas se utilizó es- dente de una proposición condicio-
ta voz para aludir tanto a la separa- nal. En ese caso, se traduce por “si”
ción real cuanto a la lógica o nega- o “siempre que”, como sucede en el si
ción, sentido que también registra su fallor sum agustiniano. Es importan-
antecedente en Aristóteles. Ockham, te notar que, en el caso de ciertas pro-
por ej., prefiere esta última acepción posiciones objetivas, frecuentes en el
(cf. In El. 104). discurso escolástico, no se utiliza es-
ta partícula sino utrum (véase) por las
sermo. En general, el s. es una voz ar- razones que se explican en el artícu-
ticulada dotada de sentido. Así, su sig- lo correspondiente. Si también puede
nificado es muy próximo al de nomen introducir una explicativa, en cuyo
y vox (véanse), siendo algo interme- caso se traduce por “a saber”; una con-
dio entre ambos a manera de síntesis cesiva y, entonces, se traduce por “aun
de los dos. En efecto, el nomen se ha- cuando”; o tener sentido restrictivo,
lla entre la realidad y la significación; caso en el que la traducción frecuen-
la vox, entre ésta y el signo, pero con te es “si al menos” o “si acaso”. Ca-
mayor proximidad a la materialidad be añadir que a menudo la condición
de este último. De acepción más am- que expresa esta voz se enfatiza con
plia, el s. es, en primer lugar, prolatio, el sufijo quidem, formando siquidem:
mención, y sólo de manera derivada “si es que efectivamente, etc.”.
si fallor sum 614

si fallor sum. “Si me engaño soy”, Como se ve, el “si fallor sum” de
porque lo que no existe no pue- Agustín es tanto o más rico interna-
de engañarse: la expresión pertene- mente que el cogito cartesiano. Sin
ce a San Agustín y se encuentra, en embargo –como el mismo Descar-
esa formulación, en el De civ. Dei XI, tes sugiere al responder a la objeción
26. Constituye el así llamado “cogito de Merseune y Arnauld respecto de
agustiniano”, ya que el Hiponense la autoría de su hallazgo–, el si fallor
lo utiliza para afirmar la convicción sum no es más que un momento en la
intelectual de la propia existencia, y doctrina agustiniana, mientras que el
probar de esa manera que la razón cogito constituye la piedra fundamen-
puede alcanzar, al menos, una certeza. tal de todo el sistema cartesiano (cf.
En este punto, está presente en Agus- Cartas del 2 de noviembre de 1640 y
tín la implícita polémica que sostie- del 25 de mayo de 1637).
ne con el escepticismo académico,
sic. En los textos de la Edad Media,
que él conocía bien por su breve pa-
esta partícula ofrece dos matices se-
saje por esta escuela, previo a su con-
mánticos: 1. el modal, plano en el
versión filosófica definitiva al neopla-
que se refiere a la manera o modo en
tonismo. Mucho antes de la redac-
que algo se hace o se dice, por lo que
ción del De civ. Dei II, 7, en Sol. II,
se suele traducir por “así”, “de tal ma-
1, 1, y en el diálogo De lib. arb. II, 3,
nera”, “del siguiente modo”, “he aquí
7, al que pertenece esta observación:
como”, etc. Cuando está en corre-
“An tu forasse metuis, ne si hoc inte-
lación con ut, expresa cierta idea de
rrogatione fallaris, cum utique si non
comparación: “de tal manera que” o
esses, falli omnino non posses?”. Pero
“del mismo modo que”. 2. el pura-
el texto en el que se encuentra una
mente afirmativo, o sea, con el sig-
elaboración más extensa de la expre-
nificado de “sí”. Véase también sic et
sión que nos ocupa es De Trin. X, 10,
non.
14, donde la intuición agustiniana
aparece como más próxima al cogito sic et non. Literalmente “sí y no”, es el
de Descartes. En efecto, dice allí título de una obra didáctico-teológica
Agustín que si un hombre duda, vi- de Pedro Abelardo, en la que presen-
ve y recuerda las razones de ese du- ta 158 cuestiones sobre las cuales las
dar, sabe que duda, aspira a la cer- auctoritates (véase auctoritas) se mues-
teza, piensa, es consciente de que no tran discordantes entre sí. En cada
sabe, y juzga que no debe otorgar a la una de ellas, Abelardo contrapone las
ventura su consentimiento. razones que los Padres han dado tan-
Cabe añadir que en el texto seña- to a favor (sic) como en contra (non)
lado del De civ. Dei, el Hiponen- de una determinada afirmación, con
se se pregunta cómo podrá engañar- el fin de decidir posteriormente en-
se en creer que existe, cuando precisa- tre ellas de manera dialéctica. Así, es-
mente, si se engaña, existe. Así, cono- ta fórmula alude al método de con-
ce verdaderamente su propia existen- traste de sentencias explicitado en el
cia; pero, además, al amar ese ser pro- Proemio. La importancia de este tex-
pio y ese conocimiento, se añade, co- to en la historia de la Filosofía estriba
mo tercer elemento, el amor, con lo en que con dicho método se inaugu-
que Agustín esboza una de sus típi- ra un nuevo modo de lectura –prin-
cas tríadas.
615 significabile

cipalmente de la Sacra Pagina– y de tancial a la materia dada en un en-


transmisión del conocimiento. Así, la te y apta para recibir dicha forma,
palabra de la auctoritas ya no será su- unión que sella su individualidad, su
ficiente para la adhesión a una inter- ser éste. Así, por ej., se habla de la s.
pretación; de ahí en más, ésta deberá substantialis anima ad hoc corpus. Es,
estar fundada no sólo en la demostra- pues, importante en esta noción re-
ción lógica de los argumentos a favor mitir a la de aptitudo (véase). La for-
de la thesis (véase), sino también en la ma de este león, por ej., ha de ser pro-
refutación de aquellos que se mues- porcionada –en sentido metafísico–
tran contrarios. Años después, con el a ese cuerpo leonino y no, por ej., a
reingreso de los Segundos Analíticos al aquel otro que es equino.
Occidente latino, el método se volve-
signate. 1. En su sentido lato y cuan-
rá más riguroso y decididamente si-
do no está en correlación con otro ad-
logístico. Con todo, la quaestio (véa-
verbio, alude a un tipo de determina-
se) escolástica es, sin duda alguna, fiel
ción: la de presentarse algo con una
heredera de la propuesta metodológi-
marca o sello; así, por ej., se habla de
ca del Sic et non.
la materia signata quantitate (véase in-
sidus. Significa, a la vez, astro, estre- dividuatio). 2. significa “expresamen-
lla y aun planeta. En relación con este te” como correlativo de exerciter –o
tema, la tradición medieval suele se- sea, “prácticamente”– en los siguien-
guir a Isidoro de Sevilla, quien esta- tes casos: 1. s. se refiere a la intención
blece las siguientes diferencias: las es- del agente, mientras que exerciter alu-
trellas son singulares, las constelacio- de al afecto de su obrar; por ej., quien
nes están formadas por muchas estre- estudia matemáticas, s. adquiere co-
llas y los astros se distinguen de és- nocimientos verdaderos acerca de la
tas por su magnitud. Las estrellas son cantidad; en cambio, exerciter, es de-
fijas, mientras que los cuerpos celes- cir, en el mismo ejercicio del estudio,
tes que se mueven son los planetas hace su mente más apta para el rec-
que giran regularmente en diversas to razonamiento. 2. s. también indica
órbitas, cada una a diferente veloci- lo que se alcanza mediante palabras,
dad. Son las estrellas fijas las que re- y exerciter lo que se obtiene por me-
ciben con mayor propiedad el nom- dio de actitudes; así, quien predica la
bre de sidera, esto es, constelaciones virtud, la enseña a otros s.; quien vive
y, precisamente, con-siderándolas, es virtuosamente, lo hace exerciter.
decir, ea considerando, los navegantes
significabile. La cuestión de lo s. –o,
se orientan hacia el destino que pre-
con mayor precisión, del “complejo
tenden alcanzar (cf. Etym. III, 59-
70). Para las distinciones medievales significable”–, atañe al objeto inme-
al respecto, véase firmamentum. diato del conocimiento humano, y se
puede considerar tanto en el plano ló-
sigillatio. Este sustantivo, así como gico-gnoseológico, como en el meta-
el verbo sigillare, tiene un significado físico y en el gramatical. La discusión
técnico en los textos filosóficos de la sobre lo s. se prolonga hasta el siglo
Escolástica. Proviene de sigillum, cu- XVI y tiene su origen en el nomina-
yo sentido es el de sello o impresión. lismo de Ockham. Este autor distin-
Alude a la unión de una forma subs- guió el conocimiento intuitivo, con el
significare 616

que se capta lo particular, del abstrac- sea que esto ocurra por casualidad o
to, constituido por conceptos univer- a consilio, o bien en el caso de los tér-
sales a los que nada corresponde en minos unívocos. 3. s. hoc aliquid es
la realidad pero que conforman los un término utilizado en la literatura
juicios y razonamientos científicos. nominalista en oposición a 4. s. quale
En este último caso, Ockham pro- quid. En efecto, para los nominalis-
pone tres tipos de objetos cognosciti- tas, sólo existen los entes individua-
vos: 1. el inmediato o próximo, dado les, radicando la universalidad –por
por una proposición o complexum; 2. lo menos, a partir de Abelardo– en la
el remoto, constituido por términos significación. De esta manera, sostie-
no complejos; y 3. el más remoto y nen que los términos universales, al
último, que es la cosa significada por significar una pluralidad de indivi-
los términos. Para Guillermo de Oc- duos, significan q. quid, es decir, a la
kham, el conocimiento propiamente manera de un qué único. En cambio,
dicho tiene por objeto inmediato una los términos particulares, como “es-
proposición, es decir, un c. s. con la ta rosa”, significan hoc aliquid, o sea,
que se cierra el razonamiento. El nú- ese algo determinado. Así lo dice, por
cleo de todo problema gnoseológico ej., Guillermo de Ockham en Exp.
es, pues, tratar de definir claramente Aurea 51).
lo s., lo cual llega a cuestionar el va-
significatio. En líneas muy generales,
lor de los conceptos universales y, so-
es la referencia de un signo a su obje-
bre todo, la significatio y suppositio de
to. La s. implica, pues, tanto el signum
los términos.
cuanto el significatum (véase). Entre
Con todo, quien ofreció una res-
los autores antiguos, los estoicos fue-
puesta completa aunque diversa de la
ron los primeros en elaborar una doc-
de Ockham sobre estos problemas, fue
trina acabada sobre este tema. Pero
Gregorio de Rimini, a través de su doc-
ellos tomaron en cuenta un tercer ele-
trina de complexe significabile (véase).
mento: el real. En efecto, distinguie-
significare. Tanto para el sentido ron entre el signo, lo significado en
general de este verbo como para las cuanto concepto o noción, y la cosa
acepciones específicas que asume en misma a la que, en última instancia,
algunos autores, se remite al artículo remite la significación; así aparece,
significatio. Aquí se mencionarán al- por ej., en Sexto Empírico (cf. Adv.
gunas expresiones técnicas que inclu- Math. VIII, 12). De esta manera, la s.
yen esta palabra. 1. s. distincte: se en- es, para ellos, una representación ra-
tiende por esto significar una cosa sin cional, en la medida en que expone
connotar otra, por ej., la voz deitas discursivamente lo representado.
alude sólo a Dios en cuanto tal, sin En la Patrística Agustín de Hipo-
que ello implique que se tenga de él na recoge y elabora esa doctrina es-
un conocimiento nítido y cabal. 2. toica. Llama al signo verbum; al con-
s. plura aeque primo: alude al hecho cepto contenido en él, nomen; y a la
de que una palabra significa por igual realidad a la que ambos refieren, res.
varias cosas. Esto se puede dar o bien Más aún, Agustín arriesga una etimo-
porque la designa en virtud de varias logía, según la cual verbum deriva de
imposiciones, como cuando se lla- verberare (herir); y nomen, de noscere
ma “Juan” a diferentes hombres, ya (conocer), ya que el primero repercu-
617 signum

te en el oído y el segundo se dirige a ocupa, puesto que él concibe la rea-


la facultad intelectual del alma (cf. De lidad precisamente como conjun-
mag. 5, 12 in fine). Así pues, la s., en to de signos dotados de significados
la concepción agustiniana, se apoya ocultos, cuyo desvelamiento produce
en el verbum para transmitir un no- la ciencia y el conocimiento (cf. Ars
men (véase). brevis, X.12.36; Ars generalis ultima,
En la Escolástica, se trabajó espe- X.14.36).
cialmente sobre la distinción entre
significative. Técnicamente, se di-
significación o s. y suppositio (véase).
ce que un término se toma s. cuando
La primera se da por la imposición
se asume en el sentido de la suppositio
de una voz que, mediante el concep-
personalis (véase suppositio, in princi-
to implícito en ella, remite a una rea-
pio), es decir cuando representa o su-
lidad; la segunda indica el valor y al-
pponit una cosa distinta del término
cance de esa referencia objetiva: la voz
mismo, por ej., “Sócrates”, o del pro-
“centauro”, por ej., tiene una signifi-
nombre demostrativo por el que se la
cación dada, pero carece del valor de
designa, por ej., “aquél”. Este adver-
suplencia real en cuanto que no remi-
bio es frecuente entre nominalistas.
te a un ente real.
Una especial importancia asume la significatum. En general, s. mien-
s. en Pedro Abelardo. Debido a su pe- ta la cosa significada por un término.
cualiaridad, se ha tratado este tema Así, constituye el punto final de re-
en artículo aparte, en relación con la ferencia de la significatio (véase), que
appellatio (véase). En general, duran- es lo que algo significa. Sin embargo,
te la Edad Media se consideró que el hay una excepción: la mencionada di-
significar es propio de la voz; la su- ferencia se diluye cuando se subraya
ppositio, propia del nomen, según en- la adherencia de la significación al s.,
seña Pedro Hispano en sus Summ. considerando aquélla como una suer-
Log. VI, 3. Con arreglo a criterios dis- te de propiedad de la cosa significa-
tintos, otros autores, como Guiller- da, como ocurre, por ej., en el caso de
mo de Ockham (cf. Summa Log, I, “hombre” o “justicia”. El interés por
63), Buridán (cf. Sophism. 2) y Alber- los significata se acentúa en la Esco-
to de Sajonia (cf. Log. II, 1), conside- lástica a propósito de los términos ca-
raron que la s. es propia de las pala- tegorematica y syncategorematica (véa-
bras singulares, mientras que se pue- se), ya que dicha diferencia radica en
de hablar de suppositio sólo en las pro- el tener o no el término s.
posiciones, puesto que si se dice “El
centauro no existe” el valor de su- signum. En principio, el signo com-
plencia de “centauro” en esta propo- prende toda posibilidad de referencia
sición es verdadero. Por su parte, To- de una cosa a otra. Ahora bien, dentro
más de Aquino sostiene que la s. y la de esta acepción, que es la más am-
suppositio coinciden en los términos plia, cabe distinguir, como hicieron
singulares, pero no en los universales, los autores antiguos y medievales, en-
para los cuales la s. es la esencia (cf. S. tre el 1. s. naturale y el 2. s. artificiale
Th. I, q. 39, a. 4 c). (véase impositio). El primero es algo
También para Raimundo Lulio es que conduce al conocimiento de otra
muy importante el término que nos cosa, en virtud de alguna similitud o
asociación con ella; así, el humo es
silentium 618

signo del fuego, como cualquier efec- este tema es Guillermo de Ockham,
to puede ser signo de su causa. En el quien estudia el s. especialmente en
segundo caso, se trata de una conven- cuanto término universal y sujeto de
ción que se elige arbitrariamente pa- las proposiciones científicas. Siendo
ra referir a otra cosa; por ej., el sig- universales, términos tales como “el
no “+” que, con todo, se comenzó a hombre” o “la rosa” no se refieren di-
usar terminada la Edad Media, indica rectamente a las cosas –que son, pa-
adición. Este distingo se encuentra ya ra él, siempre particulares– sino a los
implícitamente en los estoicos, quie- conceptos que, por ello, constitu-
nes veían en la capacidad del hom- yen simples signos inmediatos de di-
bre de usar signos artificiales, su dife- chas cosas. Las palabras “supponunt
rencia fundamental respecto del ani- pro ipsis rebus significatis” (In I Sent.
mal, tal como aparece, por ejemplo, 2, 4), vale decir que sustituyen más
en Sexto Empírico (cf. Adv. Math. mediatamente a las cosas, hallándose
VIII, 276). tan fuera de ellas como lo están los
En la Patrística, se consideró la pa- conceptos mismos que implican una
labra o verbum como s. por antono- construcción mental.
masia. Se extendió también al discur-
silentium. Así como moralistas y teó-
so mismo o, mejor aún, a pasajes de
logos en la Edad Media han examina-
éste; por eso, ante problemas exegéti-
do la dimensión ética del uso de la pa-
cos, se habló, por ej., de obscura o am-
labra como propio del hombre (véan-
bigua signa (véase explanatio); tam-
se os, locutio, peccatum oris), hicie-
bién se signa propria y signa translata
ron otro tanto con su opuesto com-
para referirse a lo que hoy se denomi-
plementario, el s., el silencio o, mejor
naría el sentido literal y espiritual de
aún, el uso del silencio. Consideraron
la Escritura.
que ejercerlo o no obedece a un acto
En la Escolástica, el problema se
voluntario, por ende, libre y, en esa
vuelve más complejo, al retomar las
medida, pasible de cualificación mo-
consideraciones de Aristóteles al res-
ral. Uno de los autores que más han
pecto, en especial, las formuladas en
trabajado este aspecto ético del s. es
De int. I, 1-3. Allí, el Estagirita pro-
Rodolfo Ardente enumerando lo que
pone no a la palabra sino al concepto
se podría llamar “especies” del silen-
somo s. por excelencia, en cuanto que
cio. Menciona el silencio óptimo de
la intencionalidad de este último lo
quien calla porque espera el momen-
constituye como pura manifestación
to oportuno para hablar; el pruden-
de la cosa. Dicha intencionalidad es
te del que calla porque no encuen-
expresada en el lenguaje escolástico
tra nada útil que decir; y el silencio
como s. quo cognoscitur, a diferencia
malvado de quien calla culpablemen-
del s. quod cognoscitur. Tal identifica-
te porque esconde su saber o su infor-
ción del signo con el concepto, hace
mación (véanse multiloquium, vanilo-
que los desarrollos teóricos relativos
quium, taciturnitas). A la vez, plantea
al primero queden involucrados en
un s. cordis, expresión por la que Ar-
el problema de los universales (véase
dente entiende el silencio interior, el
universale).
más difícil de practicar. Se comportan
Uno de los autores medievales que
bien aquellos que se abstienen con la
se han dedicado preferentemente a
boca de las palabras y con el corazón
619 similitudo

de pensamientos perversos o simple- Log. III, 29). Por su parte, Tomás de


mente vanos; se conducen mal quie- Aquino (cf. S. Th. I, q. 4, a. 3 c) insis-
nes los callan con la boca pero no con te en considerar el carácter de s. como
el corazón; y pésimamente los que fundado en la forma común. Dice,
hablan malvada o imprudentemente pues, que hay muchas maneras de ser
porque así piensan y sienten (Specu- semejante, debido a los múltiples mo-
lum universale 181). dos de convenir en una misma forma:
1. secundum eadem rationem et secun-
simile. Similar o semejante es aquello dum eundem modum, según el mismo
que tiene cualquier determinación en concepto y del mismo modo; en este
común con otra u otras cosas. El pen- caso, las cosas no sólo son semejantes
samiento medieval elaboró las distin- sino iguales, por lo que se está ante
tas acepciones de este término sobre una perfectissima similitudo; 2. secun-
la base de lo que Aristóteles expone dum eadem rationem et non secundum
en Met. V, 9, 1021 a 11 y X, 3, 1054 eundem modum, o sea, bajo el mismo
b 3). En el primer texto, el Estagi- concepto aunque no del mismo mo-
rita aclara la distinción entre las co- do o en el mismo grado; así, son simi-
sas idénticas, similares e iguales: co- lares lo más blanco y lo menos blan-
sas idénticas son aquellas cuya sustan- co, y se tiene entonces una similitu-
cia es la misma; cosas similares, aque- do imperfecta; 3. non secundum eadem
llas cuya cualidad es la misma; y co- rationem: dos cosas pueden ser seme-
sas iguales, aquellas cuya cantidad es jantes por participar en la misma for-
la misma. Sin embargo, en el segun- ma, pero no bajo el mismo concepto.
do texto citado, Aristóteles propor- Este caso de lo semejante se subdivi-
ciona una noción más amplia de lo de en: 3.1. la comunidad de especie,
similar: dice que 1. son similares las por ello, por ej., son semejantes padre
cosas que tienen la misma forma, por el hijo; y 3.2. la comunidad de géne-
ej., un cuadrado de tres centímetros ro pero no de especie, en virtud de la
de lado y otro de tres metros de la- primera cualquier animal tiene simi-
do; 2. son similares también las cosas litud con el hombre, pero no una se-
que, teniendo la misma forma, están mejanza específica con la forma de és-
sujetas a posibles variaciones cuanti- te, sino sólo el convenir en un géne-
tativas; 3. son similares las cosas que ro remoto. Finalmente, 4. cabe hablar
tienen en común la misma afección; de lo s. per analogiam, que es la forma
por ej., el ser blancas; 4. por último, más imperfecta o lejana de semejan-
también se llaman similares las cosas za. Tal es la que se da entre el hombre
que tienen más afecciones en común, y Dios (véase similitudo).
que afecciones diferentes. Como se
ve, la similitud es tomada por Aris- similitudo. En general, indica la re-
tóteles sobre la base ya de la cantidad, lación entre dos cosas semejantes.
ya de la cualidad. En particular, señala la conveniencia
En la Edad Media prevaleció es- entre ellas según una forma dada o,
te último criterio. Así, Pedro Hispa- más estrictamente, según una cuali-
no dice: “Item proprium est qualitatis dad. Puesto que dicha conveniencia
secundum eam simile vel dissimile di- se puede dar en varios sentidos, hay
ci, ut albo albus similis et iustus iusto distintos tipos de s., desde la implica-
similis et albus nigro dissimilis” (Summ. da en la identidad específica a la que
simplex 620

se tiene en la participación analógica bien (cf. Oratio I, PG. XLIV, 273).


(véase simile). Precisamente, el con- Por ende, la imagen concierne al co-
cepto de s. está implícito en la noción nocimiento racional y la semejanza
platónica de participación. Un signi- al plano moral de la acción. Así, la
ficado activo adquiere la noción de imago se conserva aún en el hombre
semejanza en Plotino, para quien el caído por el pecado, mientras que la
alma, en su ascenso purificador debe s. ha de ser restaurada por la Gracia
realizar en sí misma la s. no con una divina que viene en auxilio de la li-
imagen de lo divino, sino con lo divi- bertad humana.
no mismo (cf. Enn. I, 2, 13 y 35). En la Escolástica, en general, cam-
En el pensamiento cristiano medie- bia la perspectiva desde la que se exa-
val se examinó el concepto de s. fun- mina la cuestión y ya no se tiende a
damentalmente desde dos puntos de buscar en las facultades humanas la
vista: el gnoseológico y el teológico: diferencia entre “imagen” y “seme-
1. en cuanto al aspecto gnoseológico janza”. Para Tomás de Aquino, entre
de la noción, la mayoría de los esco- el hombre y su Creador sólo hay una
lásticos han insistido en que conoce- s. secundum analogiam, por la cual el
mos las cosas por medio de las species hombre es semejante a Dios pero no
(véase) de éstas. La especie o imagen a la inversa. Desde ese punto de vis-
es una s. rei y no cognoscentis. En otras ta, afirma que la semejanza en cuanto
palabras, la semejanza que se da en- principium es el exemplar, y en cuan-
tre el cognoscente y lo conocido no to principiatum es imago; así, se tiene
es s. entre la naturaleza de uno y de el modelo y la copia, respectivamente
otro, sino, fundamentalmente, la que (cf. S. Th. I, q. 35, a. 1, ad 1). La crea-
hay entre el objeto conocido y lo que tura se asemeja a Dios, que actúa per
el acto cognoscitivo aprehende de él, suum intellectum et voluntatem, como
es decir, en principio, su imagen. Res- la copia a su modelo. Pero, mientras
pecto del tratamiento abelardiano del que la s. entre la creatura y la idea di-
tema, véase status. vina objetivamente considerada, es
2. Pero el tratamiento medieval de perfecta, la que se da entre la creatura
esta noción alcanza relieve en el in- y la esencia divina es imperfectísima
tento de determinar un aspecto de la y sólo analógica (cf. Ibid, I, q. 7, a.
relación del hombre con Dios, preci- 7, ad 6). Sin embargo, existe la posi-
samente el que sugiere el texto de Gn. bilidad de una tercera semejanza que
1, 26: “Faciamus hominem ad imagi- el hombre no puede alcanzar con sus
nem et similitudem nostram”. En tal solas fuerzas: la s. sobrenatural, hacia
sentido, se ha tratado de discernir la que es elevado por Dios median-
entre el significado de “imagen” y el te la Gracia (cf. ibid. II-II, q. 163, a.
de “semejanza” en este contexto, to- 2 c). Precisamente, el pecado adáni-
da vez que el versículo emplea ambos co consistió en un desear desordena-
sustantivos. Según una tradición pa- damente esta última semejanza con el
trística, cuyo máximo representante conocer y el obrar divinos.
es Gregorio de Nyssa, la imagen di-
simplex. Etimológicamente, -plex, de
vina se encontraría en la razón hu-
la misma raíz de (im-)plicare, conlle-
mana, mientras que la s. se asocia con
la libre voluntad del hombre hacia el va la idea de plegar; así, lo s. es lo que
no hace más que un pliegue, lo duplex
621 simplicitas

es lo que hace dos, etc. Ahora bien, ria en relación con la forma, o el al-
en contexto filosófico, y a diferen- ma que anima al cuerpo.
cia de lo que se entiende vulgarmen- En 2. el plano lógico, se denomina
te por “simple”, este término no só- 2.1. iudicium s. (véase enuntiatio) al
lo señala lo que no tiene composición que está formado por una sola propo-
sino también lo que no tiene ni va- sición, por ej., “El hombre es racio-
riedad de modos. Así, es únicamente nal”. 2.2. Se llama suppositio s. (véase
en el primer significado que se opone suppositio) a aquella en la que el tér-
a compositum (véase). El término que mino suple a una cierta naturaleza sin
nos ocupa se puede encontrar aplica- pasar a los sujetos individuales que la
do a temas metafísicos o lógicos. poseen, por ej., “hombre”, a diferen-
Desde 1. el punto de vista metafí- cia de “Juan”. Así, Pedro Hispano la
sico, y en 1.1. su primera acepción, s. caracteriza, diciendo: “acceptio termini
perfecte es lo que existe de un único communis pro re universali figurate per
modo. Ya Aristóteles había señalado ipsum” (Summ. Log. 5). 2.3. Un signi-
que lo que es simple es también ne- ficado especial asume el adjetivo en la
cesario, puesto que no es posible que expresión terminus s., usada por Gui-
exista ya de un modo, ya de otro (cf. llermo de Ockham (cf. Exp. aurea, 40
Met. V, 5, 1015 b 12). En este sen- b) en quien equivale a incomplexum
tido, es s. la Idea platónica y el Ac- (véase). 2.4. Por su parte, Roger Ba-
to Puro aristotélico, o lo Uno de Plo- con habla de la enumeratio s., a la que
tino, en relación con todas las demás llama “res puerilis”, distinguiéndola
cosas. También lo es el Ens subsis- de la inductio (véase), que mienta, en
tens de Avicena o el Ipsum Esse de To- este autor, un complicado proceso de
más de Aquino, en comparación con abstracción.
los entes compuestos de acto y po-
simplicissimus. La metafísica esco-
tencia. De hecho, el Aquinate inten-
lástica prefirió este superlativo para
tó probar la absoluta simplicidad de
calificar 1. a Dios, en cuanto el ente
Dios, demostrando que: a. Él no es
supremamente perfecto; y 2. el pun-
compuesto de materia y forma, sino
to matemático, que no tiene ninguna
un acto puro, que no posee género
extensión (véase simplex 1.1. y 1.2.).
ni diferencia ni accidentes; b. que lo
compuesto es posterior a los elemen- simplicitas. Durante siglos, la meta-
tos simples, y Dios es el ser absoluta- física occidental así como algunos de-
mente primero y por ende, anterior a sarrollos de la teología cristiana sos-
todos los otros; c. que todo lo com- tuvieron el hilemorfismo universal.
puesto tiene una causa, en tanto que Con esta última expresión se entien-
Dios es incausado; d. que lo com- de la tesis de que todo lo que existe,
puesto tiene algo que no es su ser, salvo Dios, está compuesto de alguna
mientras que Dios no puede conte- manera de materia y forma. De este
ner nada extraño a Su propia natura- modo, durante ese largo período, no
leza (cf. S. Th. I, q. 3, a. 7 c). En 1.2. se concibió la posibilidad de sustan-
la segunda acepción, se llama s. im- cias absolutamente incorpóreas, da-
perfecte al elemento de un ente com- do que no sólo al ángel sino aun al
puesto, por ej., el punto inextenso alma humana, por ej., se la suponía
que inicia la línea extensa, o la mate- formada por una materia luminosa
simpliciter 622

y extremadamente sutil, a tal punto genes se intentó subrayar la simplici-


de ser imperceptible a los sentidos. Al dad absoluta en lo divino porque ella
ser todas las cosas compuestas, el úni- implica otros atributos: lo que no tie-
co caso de completa y perfecta sim- ne ningún tipo de composición no
plicidad, en el sentido justamente de puede des-componerse, por tanto, es
no composición, era el de Dios. Así incorruptible; tampoco es concebi-
pues, más que demostrar que todo lo ble que haya entrado en composición
que es posee forma y algún grado de de esencia y existencia, esto es, que
materialidad, o más que demostrar haya comenzado alguna vez a exis-
que no puede haber sustancia crea- tir, por lo que es eterno, etc. Sólo a
da completamente inmaterial, el hi- Dios competen estas características,
lemorfismo se sostuvo mucho tiempo con lo que hay que afirmar, para rei-
como posición filosófica porque era vindicar su s. que en Él no hay esen-
el único modo que se había encontra- cia o, si se quiere hablar por analogía
do de salvar la s. divina. con lo creado, que su esencia consiste
Aunque hay antecedentes, esta en un puro existir: el Ipsum Esse. És-
concepción del hilemorfismo univer- ta es la lectura que Tomás hace del fa-
sal se prolonga hasta la consagra- moso pasaje del Éxodo en el que Dios
ción, por parte de Tomás de Aquino, dice de sí mismo: “Yo soy el que soy”
de otro tipo de composición: la da- (cf. CG I, 22, 10).
da por essentia + esse (véanse). A dife-
simpliciter. En general, equivale a
rencia de la constituida por materia +
absolute (véase). Su correlativo es
forma, aquélla es absolutamente uni-
secundum quid (véase). Ambas expre-
versal. En efecto, hay entes que per-
siones, muy usadas en la Escolástica,
tenecen a especies producto de una
se pueden entender de diversas mane-
doble composición, por ej., los as-
ras, según los siguientes casos: 1. una
nos: en ellos se da la materia –esos
cosa se dice s. tal, si es tal cosa absolu-
huesos, esta carne, estas pezuñas,
tamente y bajo todo punto de vista, en
etc.– y la forma de la “asinidad” que
cuyo caso es sinónimo de formaliter,
constituye la esencia. Ahora bien, se-
totaliter o absolute; en cambio, se di-
gún la tesis de Tomás, esa esencia, a
ce secundum quid, si se sobreentien-
su vez, entra en composición con la
de una precisión restrictiva, o sea, si
existencia, es decir, con el esse, para
se toma la cosa en cuestión modaliter,
que se pueda dar este asno y aquel
accidentaliter o hic et nunc, por ej.,
otro. Lo mismo sucede con las pie-
Dios es s. perfecto, mientras que el
dras, los pinos, los cisnes, los hom-
bres… En cambio, en los ángeles, al hombre lo es secundum quid.
ser concebidos como seres absoluta- 2. Se usa s., para indicar que algo es
mente inmateriales no se da la pri- tal cosa esencialmente o ab intrinseco;
mera composición, pero sí la segun- y secundum quid, para señalar su ca-
da, la de essentia + esse, porque, de lo rácter accidental o ab extriseco; por
contrario, ninguno de ellos existiría. ej., toda cosa es s. ente en cuanto se
De esta manera, no hay en toda la trata de una sustancia, pero es ente
creación nada que posea una perfecta secundum quid en razón de alguna de-
s., es decir, que no tenga alguna com- terminación secundaria.
posición. El punto es que, desde Orí- 3. También se emplea s. como equi-
valente de proprie o metaphysice, y
623 singulare

secundum quid como sinónimo de indica la simultaneidad de conoci-


comparative; por ej., los seres crea- miento, que se da cuando varias cosas
dos son s. algo, pero secundum quid, no son cognoscibles sino a la vez, és-
es decir, comparados con Dios como te es el caso del conocimiento de dos
Sumo Ser, no son nada. términos relativos en cuanto tales, co-
4. Frecuentemente, se dice s. aque- mo “padre” e “hijo”.
llo cuyo predicado inhiere según to-
simulatio. Término que designa el
da su entidad en el sujeto, y secundum
acto de mostrar externamente, con la
quid aquello que inhiere parcialmen-
propia conducta o actitud, que se es-
te o según uno de sus aspectos en el
tá viviendo un estado interno deter-
sujeto; por ej., el alma humana es s.
minado, cuando lo cierto es que, al
inmortal; el hombre lo es secundum
mismo tiempo (simul), dicho estado
quid, o sea, relativamente a su alma
es inexistente o diverso del manifesta-
espiritual.
do. Con ello, el sujeto provoca nece-
simplificatio. Término técnico con sariamente en los demás un falso jui-
el que la Edad Media se refirió a un cio acerca de sí mismo. Esta es la s.
concepto neoplatónico y especial- considerada materialiter. Sólo cuando
mente plotiniano. En esta corriente, se añade a ella la intención delibera-
la s. mienta la condición del alma que da de engañar, se tiene la s. formaliter
ha alcanzado su total identificación que, por ende, es un concepto perte-
con Dios, en cuanto que Él es la sim- neciente a la ética medieval.
plicidad absoluta. En efecto, para ele-
sincerus. Adjetivo que hace alusión
varse a lo Uno, el alma debe despojar-
a lo inalterado, puro, incorrupto. En
se de todo lo que es múltiple y ma-
Retórica indica un estilo llano, sin
terial, volviéndose entonces una pura
afectaciones. En términos psicológi-
luz. Así aparece esta noción en Ploti-
cos y morales, señala una actitud fran-
no (cf. Enn. VI, 9, 10 y 11) y en Pro-
ca, de buena fe. En contexto filológi-
clo (cf. Theol. Plat. I, 24 y ss.).
co, alude al códice emendatus (véase).
simul. Adverbio que indica, en gene-
sine hoc ergo propter hoc. Se co-
ral, simultaneidad. Aparece en las si-
noce con esta expresión un sofisma
guientes expresiones específicas, que
de falsa causa, o sea, de la non causa
los escolásticos usaron para distinguir
sicut causa. Se da cuando la causali-
diferentes maneras de ser simultáneo:
dad es atribuida no a un factor mera-
1. s. tempore alude a la simultaneidad
mente ausente, sino al hecho mismo
en el tiempo, que es la contempora-
de la ausencia de un elemento consi-
neidad; 2. s. consequentia señala la si-
derado indispensable para que tenga
multaneidad de consecuencia, que es
lugar el efecto. Así, por ej., para algu-
la inclusión e inferencia recíproca de
nas actitudes religiosas, ciertos suce-
dos o más cosas, como la que se da
sos nefastos se atribuyen a la falta de
entre lo corpóreo y lo extenso; 3. s.
observancia de algún precepto ritual.
natura mienta la simultaneidad de
naturaleza, o sea, el condicionamien- singulare. En general, y en cuan-
to recíproco entre dos o más cosas, sin to opuesto al plural indica, numéri-
que, sin embargo, haya entre ellas re- camente, un solo ente considerado
lación de causalidad; 4. s. cognoscendi de manera separada. Asume distin-
sinistrum 624

tos significados según se lo considere 2. En lógica, al considerar una pro-


en el plano metafísico o en el lógico. posición, en razón de su cantidad –es
1. En metafísica, se asocia frecuen- decir, de la extensión del sujeto–, se la
temente a los adjetivos individualis denomina s. cuando ese sujeto es uno
y particularis (véase) y, a veces, se em- solo; por ej., “Este hombre es músi-
plea como sinónimo de éstos. Sin em- co”, y “Sócrates es sabio”. Terminus s.
bargo, el vocabulario escolástico esta- es precisamente el sujeto de tal clase
blece matices de diferencia: mientras de proposiciones.
que individualis connota una unidad,
sinistrum. Cf. dextrum.
en cuanto indivisión interna, s. alu-
de sobre todo a la distinción externa, sit verum. Cf. obligatio 1.6.
sobre todo, respecto de otros miem-
bros de la misma especie. Tampoco situalitas. Así como situs (véase) es
se identifica sin más con particularis el término adoptado como traduc-
porque este término se refiere a la ción latina de la categoría aristotéli-
parte de un todo contrapuesta a ese ca de “posición”, situalitas es el neo-
todo; en cambio, s. mienta un ente logismo utilizado por algunos autores
contrapuesto a varios otros, especial- de los siglos XIII y XIV (como Ricar-
mente de su misma especie. De to- do Rufus, Enrique de Harclay, Pedro
do esto resulta que los entes singula- Aureolo y Nicolás de Autrecourt, en-
res son distintos entre sí solo en nú- tre otros) para aludir a la dimensión
mero, siendo lo común en ellos el gé- espacial de aquello que, por defini-
nero y la especie; de ahí que escolásti- ción, carece de ella. El ejemplo más
cos como Tomás de Aquino subrayen claro, para la mayoría de estos auto-
que las cosas singulares en cuanto ta- res, es el del átomo (véase atomus e
les no tienen definición: a ésta se llega indivisibile). Según algunos, el con-
por género próximo y diferencia es- cepto de s. permitía resolver la apa-
pecífica que es, precisamente, lo que rente paradoja de cuerpos tridimen-
las homologa, no lo que las distingue sionales compuestos a partir de ele-
(cf. In Met. VII, l. 10, nn. 9-16). mentos desprovistos de dimensiones.
El de lo singular es un concepto Así, si para los cuerpos compuestos se
que ha tenido un papel importan- podía hablar de situs, para sus átomos
te en la polémica de los universales constitutivos se debe hablar de s. De
(véase universale). En efecto, desde el esta manera, se busca eludir la prin-
punto de vista metafísico, los ultra- cipal crítica aristotélica al indivisibi-
rrealistas consideran que es el univer- lismo: dos átomos contiguos deben
sal, es decir, la esencia, lo verdadera- entrar en contacto o en una parte, o
mente singular, mientras que los no- en su totalidad. En el primer caso, el
minalistas consideran que lo singular átomo tendría partes, y ya no sería un
está dado por el ente particular. En indivisible. En el segundo, dos áto-
cambio, desde el punto de vista lógi- mos ocuparían un mismo espacio, lo
co y gnoseológico, pueden considerar cual es imposible. Otros, en cambio,
s. el universal en cuanto significado afirmaban que dos átomos entran en
ya que éste es un contenido único del contacto en su totalidad, pero difie-
alma (cf., por ej., Ockham, Exp. Au- ren en su s., lo cual impide que ocu-
rea 102-103). pen un mismo espacio. En el siglo
XIV, la acepción de este término se
625 solertia

extendió hasta abarcar la dimensión obstante describir las dificultades que


espacial de toda realidad inmaterial. le son propias; discierne, además, en-
tre las sociedades constituidas por
situs. En el Medioevo, se denominó domus, urbs y orbis (cf. De civ. Dei
así la categoría (véase praedicamentum XIX, 5 y ss.). Hacia finales de la Edad
3.3.1) de situación o posición, co- Media, los escolásticos, seguidos des-
mo Aristóteles la presenta en Cat. I, pués por los humanistas, hicieron
6 b 3-19. Los escolásticos definieron hincapié en la caracterización aristo-
aristotélicamente el s. como el acci- télica del hombre como ser eminen-
dente de una sustancia corpórea, en temente social, subrayando la afir-
cuanto que las partes de ésta se ha- mación del Estagirita en la Et. Eud.
llan dispuestas de cierta manera (véa- I acerca de que quien vive fuera de
se dispositio). Es un accidente jus- la s. humana es una bestia o un dios.
tamente porque el modo en que es- Los autores medievales trabajaron es-
tá o yace una cosa no modifica su ín- pecialmente la distinción entre la s.
tima esencia, por ej., el estar de pie domestica, o civilis aut publica. Por
o el yacer supino no modifica el ser otra parte, casi todos han insistido,
hombre. No se debe confundir, pues, primero, en el carácter natural de la
el s. con el locus (véase): el primero se condición social del hombre; segun-
refiere al segundo como el conteni- do, en la necesidad de la vida en so-
do al continente. Por otra parte, ca- ciedad, precisamente, para satisfacer
da uno de ellos puede variar sin que los requerimientos de la naturaleza;
el otro varíe: por ej., se puede estar de tercero, en el hecho de que la s. hu-
pie en diferentes habitaciones, con lo mana implica un gobierno dirigido
que varía el locus pero no el s. Un ca- al bien común que aúne y establez-
so inverso sería el yacer supino y po- ca concordia entre los intereses indi-
nerse de pie en la misma habitación. viduales; cuarto, en que un indivi-
Por eso, Tomás de Aquino define es- duo, viviendo en sociedad, se consti-
te praedicamentum diciendo que es tuye en una parte o miembro de ella,
“ordo partium in loco” (S. Th. I-II, q.
por lo que sus acciones respecto de
49, a. 1, ad 3), e insiste en que el s.
otro miembro del cuerpo social re-
añade al ubi (véase) sólo este orden
dunda en beneficio o perjuicio de és-
determinado de las partes que es la
te; quinto, en que, para que haya so-
relación que ellas guardan entre sí (cf.
ciedad humana, es necesario que se
In Met. V, l. 9, n. 8; l. 20, nn. 1 y 3).
dé cierto grado de amistad entre mu-
sociale. Cf. politicus. chos. Así se expresa, al menos, Tomás
de Aquino (cf. C.G. III, 125; S. Th. I,
societas. Es el conjunto de seres ani- q. 96, a. 4 c; I-II, q. 21, a. 3).
mados, y particularmente humanos,
en cuanto tal y la relación de convi- solertia. Se escribe algunas veces
vencia que guardan entre sí. Así, el “sollertia”. Se ha entendido que la
tipo de vida en sociedad se opone a eustochia (véase) en general es vigi-
la solitaria. Ya desde la Patrística, se lancia y estado de alerta ante la ac-
pondera la dimensión social del hom- ción libre, por lo que es parte y, a la
bre; así, Agustín, por ej., da su más vez, condición de la prudencia. Pero
amplia acogida a la afirmación de que si bien la vigilancia ayuda a conjetu-
la vida social es propia del sabio, no rar acertadamente sobre toda clase de
soloecismus 626

asuntos, es la sagacidad, a la que pre- Cuando no se pone el acento en la in-


cisamente se denomina s., la que ha- terioridad, se prefiere la voz, transli-
bilita para la fácil y rápida invención terada del griego monologion (véase).
de los medios para resolverlos. En tal Sin embargo, en el Medioevo s. es
sentido, Tomás de Aquino se muestra más frecuente.
sobre este concepto más preciso que
solus. Palabra que la literatura medie-
Aristóteles, de quien lo recibe (cf. S.
val ha usado tanto en sentido catego-
Th. II-II, q. 49, a. 4 c).
remático, en el que se usa como adje-
soloecismus. En gramática, se cono- tivo, por ej., “Este hombre está solo”,
ce con este nombre el vicio que va como en sentido sincategoremático,
contra sus reglas en el contexto de las en el que ha sido más estudiado en-
partes de la oración, como en “homi- tre los lógicos (véanse categorematica
nes currit”, donde no hay concordan- y sincategorematica). En cuanto tér-
cia entre el verbo en singular y el suje- mino syncategorematicum, s. se usa en
to en plural; o en “vir alba”, donde la dos sentidos: exclusive y praecise. En
falta de concordancia radica en el gé- el primero, se asume como señalando
nero de las palabras. Los ejemplos son una exclusión, o sea, significando que
de Pedro Hispano (cf. Summ. Log. el atributo corresponde real y única-
7,2), quien incluye el s. en los silogis- mente al sujeto y que debe ser negado
mos sofísticos. de todo lo que no es él; por ej., cuan-
do se dice “Homo s. rationalis”, se está
soliloquium. Término consagrado afirmando que la racionalidad corres-
por Agustín de Hipona, proviene de ponde únicamente al hombre y a nin-
sermo solius secum, “discurso consigo gún otro ser. Según el modo praecise,
mismo”. Precisamente en Soliloquia s. indica que el atributo le conviene
II 7,14, Agustín explica el doble mo- a una cosa separada de toda otra; por
tivo por el que da este nombre a su ej., cuando se dice “S. Socrates potest
obra: en primer lugar, porque no hay currere”, se está afirmando solamen-
mejor vía para arribar al conocimien- te que Sócrates tiene la capacidad de
to de la verdad que a través del diálo- correr, sin añadir ninguna otra, como
go y, en segundo lugar, porque el ver- la de pilotear una nave. Ockham nota
dadero conocimiento es interior. De que esta distinción importa en el pla-
este modo, el s. consiste en un des- no teológico, refiriéndose, claro es-
doblamiento deliberado y gnoseoló- tá, a la cristiana: si se dice que sólo
gicamente funcional. La búsqueda el Padre es Dios, se utiliza s. exclusive,
de la verdad “la he llevado adelante con lo que la proposición resulta fal-
–dice– dirigiéndome preguntas y res- sa, puesto que también el Hijo es
pondiéndome a mí mismo, como si yo Dios y el Espíritu lo es (cf. Summa
y mi razón fuéramos dos realidades Totius Log. II, 17).
distintas, mientras que sólo yo estaba
presente [a mí mismo]. De ahí el títu- solutio. En general, se entiende por
lo de Soliloquios que le he asignado a resolución de un problema o cuestión
esta obra” (Retract. I, 4, 1). Entre am- la refutatio obiectionis. Con todo, se
bos planos de este desdoblamiento, ha de atender al matiz específico que
el único mediador es Dios, por habi- este último término tuvo en la Esco-
tar Él en lo más íntimo de lo íntimo. lástica (véase obiectio).
627 sophisma

sonus. Término importante de la es- en la famosa cita de los versos de Lo-


tética medieval, el sonido se conside- pe: “Amor fue el hijo primero/ que
ró el elemento sensible básico de la tuvo naturaleza”, puede suponer-
musica (véase). Se divide en notas, las se que Amor fue el primer hijo de la
cuales, a su vez, se clasificaron según naturaleza, o bien, que fue el prime-
su duración en breves y largas. Pero, ro que tuvo una naturaleza determi-
hacia el final de la Edad Media, con- nada. 1.3. El s. compositionis o de la
cretamente durante el primer tercio composición es llamado también “de
del siglo XIV, se produjeron impor- la falsa conjunción” por consistir en
tantes modificaciones en la música la errónea reunión de términos, por
que se constituyó así en ars nova. La ej., “Un hombre puede hablar cuan-
métrica se tornó más refinada: por ej., do está callado”; la proposición ver-
la nota breve se subdividió en semi- dadera sería “Un hombre puede ha-
breve y mínima; tres mínimas com- blar, cuando está callado”: aquí la co-
ponen una semibreve; tres semibre- ma rompe justamente la falsa conjun-
ves, una breve; tres breves, una lar- ción, indicando la capacidad de habla
ga. Por otra parte, en la composición como potencia y no una simultanei-
polifónica, también varía el motivo dad contradictoria. Un caso opuesto
principal, denominado s. ordinatus: al anterior es el del 1.4. s. divisionis o
se lo repite con voz diferente, dando de la separación, ya que éste radica en
lugar a formas complejas en los que una disyunción falaz, es decir en en-
sonidos y pausas se superponen par- tender la proposición en sentido di-
cialmente. En el plano teórico, este vidido, cuando ha de ser tomada en
nuevo lenguaje musical fue presenta- sentido compuesto; por ej., sostener
do en los tratados de Juan de Muris. que “Siete es cuatro y es tres”, cuan-
do en realidad se ha de entender “Sie-
sophisma. Llámase “sofisma” a una te es cuatro y tres”. El 1.5. s. accentus
argumentación capciosa o falacia (véase) radica en la errónea acentua-
(véase fallacia). El silogismo sofísti- ción de términos que, según la cons-
co suele partir de premisas correctas titución de las distintas lenguas, pue-
en apariencia pero no en realidad. La de tener mayor o menor gravedad, ya
conclusión es, entonces, ilusoria o fa- que no se debe olvidar que estamos
laz. Según el tipo de falacia que im- aquí en los sofismas lingüísticos; por
plican, se dividen en dos grandes cla- ej., “Me caso con Luis” y “Me casó
ses: 1. s. in dictione o lingüísticos, y con Luis” implican distintos sujetos.
2. s. extra dictionem o extralingüís- Finalmente, el 1.6. s. figurae dictionis
ticos. Los primeros, que dependen o por la figura de la dicción, es aquel
del lenguaje, son de seis tipos: 1.1 s. que se basa en una falsa forma de ex-
aequivocationis, basado en la equivo- presión o uso; así, sucede, por ej., en
cidad (véase aequivocatio) o ambigüe- “cortante” cuando se pretende usar
dad de un término. 1.2. s. amphiboliae esta palabra como sustantivo, por
o de la anfibolía, también denomina- analogía con “amante” que sí puede
da amphibologia (véase), que consis- ser usado como sustantivo.
te en la ambigüedad no de un térmi- Los sofismas 2. extralingüísticos, o
no en sí, sino resultante de una pro- sea, los que derivan de la falacia ex-
posición, especialmente por la orde- tra dictionem, no dependen del len-
nación sintáctica de ésta; así, por ej.,
sophista 628

guaje empleado sino de la relación unión de varias cuestiones en una so-


del plano significativo con la realidad: la, consiste en dar una única respues-
son sofismas ex parte rerum per verba ta a lo que requiere más de una por-
significatum. Éstos se subdividen en que exige distingos; así, este tipo de
varias clases, de las que las más fre- sofisma subyace en la pregunta “Son
cuentes son: 2.1. s. accidentis o del ac- todas las cosas buenas o malas?”,
cidente: es un sofisma que consiste en puesto que las hay buenas y las hay
una falsa ecuación entre el sujeto y malas. El 2.7. s. ignorantia o ignoratio
el accidente, en cuanto que errónea- elenchis obedece al hecho de no saber
mente infiere algo como convenien- o no entender de modo preciso la te-
te a un sujeto, porque le conviene a sis que está en cuestión y, más preci-
su accidente. El 2.2. s. secundum quid samente, las premisas que se mane-
es el que obedece al empleo de una jan. Siguiendo a Aristóteles (cf. El.
expresión en sentido absoluto a par- soph. VI, in fine), los autores medieva-
tir de un sentido relativo; por ej., si la les le han atribuido la mayor impor-
ceguera es un mal, entonces la cegue- tancia, al punto de remitir a este tipo
ra es, cuando en realidad no tiene ser de sofisma todos los demás, conside-
sino que consiste en una privación. El rándolo prácticamente la única causa
2.3. s. petitionis principii (véase) o de de los mismos.
la petición de principio, tiene varias De hecho, se agrupan en esta últi-
formas de las cuales la más frecuen- ma clase varios otros sofismas, de los
te es la conocida como “círculo vicio- que el más frecuente es el s. quaternio
so”, si bien entre esta argumentación terminorum o del cuarto término, que
y la llamada “petición de principio” consiste en usar el término medio en
hay cierta diferencia (véase circulus); la premisa mayor de un silogismo con
otra modalidad corriente de este tipo una significación distinta de la que el
de sofisma consiste en la postulación mismo término reviste en la menor
de lo mismo que se quiere demostrar. (véase quaternio terminorum).
El 2.4. s. consequentis es el que pre-
sophista. En la literatura medieval es-
tende inferir de la verdad o falsedad
te término señala, en general, a quien
del consecuente, la verdad o falsedad
quiere parecer sabio más que serlo
del antecedente (véase consequens). El
realmente; en particular, al que, con
2.5. s. non causa pro causa o de fal-
dicho objetivo, apela a falacias en las
sa causa, es el que, como su nombre
discusiones. Así, al menos, lo caracte-
lo indica, aduce como demostración
riza Ockham en cf. In El. 97.
una causa que no es tal. Dentro de es-
te tipo, las formas más comunes son sophistica. Término que, durante el
las que toman como causa lo que só- período patrístico latino, ha traducido
lo es un antecedente; se denominan el griego eristiké. Se denominó tam-
específicamente cum hoc ergo proter bién, al menos en Boecio, cavillatoria.
hoc; y post hoc propter hoc (véanse); en Es la disciplina o aprendizaje de las ar-
ellos la simple simultaneidad o suce- gumentaciones intencionalmente in-
sión de dos hechos se asume errónea- correctas. Su objeto es engañar al in-
mente como dependencia causal del terlocutor, haciendo pasar por verda-
segundo respecto del primero. El 2.6. dero lo que es falso. Lo hace median-
s. plurium interrogationem o de la re- te aparentes pero en realidad erró-
629 spatium

neas aplicaciones de las normas de la remoto de la 1.2. segunda teoría so-


dialectica (véase). bre la naturaleza del espacio: según
ésta, el espacio sería el recipiente que
spatium. Para caracterizar la noción contiene los entes materiales; en efec-
de espacio en la Edad Media –sobre to, Leucipo y Demócrito lo conside-
todo, en la Escolástica, cuando fue raron el vacío en el que se mueven los
más tratado– es conveniente exami- átomos que, combinándose de varias
nar los problemas principales que se maneras, dan lugar a los fenómenos
han tratado en relación con ella: 1. el naturales. Al menos, así lo asegura el
de la naturaleza del espacio; 2. el de la testimonio de Aristóteles (cf. Met. I,
fundamentación de su realidad. 4, 985 b). De modo que en tal teoría
La primera cuestión, es decir, 1. la se afirma la existencia e infinitud del
índole del espacio, atañe a su verda- vacío. El Medioevo tardío confirió,
dero concepto, y se relaciona con el pues, especial atención a la relación
problema de la exterioridad, esto es, entre las nociones de s. y vacío (véase
de lo que constituye la relación ex- vacuum, in fine). La doctrina mencio-
trínseca de los entes materiales. En nada en último término vuelve a aso-
ese sentido, se han propuesto dos teo- marse sólo a fines de la Edad Media y
rías: 1.1. la de considerar el s. como comienzos del Renacimiento, reafir-
cualidad y relación, atendiendo fun- mando en la Modernidad una fortu-
damentalmente a la posición de los na de la que careció durante el Me-
entes materiales en el mundo; 1.2. la dioevo: Telesio, por ej., sostiene que
de entenderlo como receptáculo. Se el espacio es un receptáculo infinito
puede decir que la primera fue la teo- e incorpóreo que permanece idéntico
ría prevalente en el pensamiento me- más allá de las cosas que se suceden
dieval, que sigue la huella de Aristó- en él. Más aún, la existencia del vacío
teles. En efecto, el Estagirita define el es, para este autor, un hecho de expe-
espacio como el límite inmóvil que riencia (cf. De res nat. I, 25). Nótese
abraza un cuerpo (cf. Phys. IV, 4, 212 que la infinitud del s. también es de-
a 20). Desde esta perspectiva que “re- fendida por Giordano Bruno (cf. De
lativiza” el espacio, se considera, pues, infinito, univ. et mund., I).
que éste no existiría si no existieran En cuanto a 2. la realidad del s.,
los entes materiales. De ahí que, en también son dos las tesis fundamen-
la línea aristotélica, se haya negado la tales que se sustentaron: 2.1. la que
existencia del vacío en sí, como lo ha- afirma dicha realidad; y 2.2. la que la
ce el mismo Aristóteles (cf. ibid, IV, niega. De manera coherente con su
8, 214 b 11). Sobre esta base concep- concepto acerca de la naturaleza del
tual, los autores medievales tendieron s., los escolásticos adhirieron, en ge-
a ver en el espacio un sistema de rela- neral, a la 2.1. primera tesis: conside-
ciones, que se constituye sobre las tres rar el espacio como un sistema de re-
dimensiones de anchura, longitud y laciones entre las cosas –sistema que
profundidad; aún en Guillermo de no existiría si éstas no existieran–, no
Ockham puede encontrarse esta pers- implica negar su realidad, sino negar
pectiva (cf. Summ. physic. IV, 20). su subtancialidad, ya que se afirma
En cambio, ocurre lo contrario en que dicho sistema tiene fundamento
la línea que comienza con Demócri- in re. Así pues, según la doctrina es-
to, quien constituye el antecedente
speciale 630

colástica, el espacio no es algo en sí el plano cuantitativo, singularis señala


mismo, sino algo que les pertenece un solo ente, y particularis hace alu-
realmente a los entes materiales, dada sión a la parte de un todo, el concep-
la relación que, de hecho, ellos guar- to que nos ocupa concierne, en cam-
dan entre sí. Cabe añadir que, fuera bio, al orden cualitativo. Así, indica,
del pensamiento escolástico, la reali- en primer término, 1. una cualidad
dad del s. también fue afirmada en el en el sentido de modalidad o trata-
Medioevo por la filosofía judaico-ale- miento. En segundo lugar, y en una
jandrina. Pero esta corriente afirma la acepción más precisa, se llama s. a
realidad teológica del espacio, pues- 2. lo que dice relación con la species
to que lo considera un atributo de (véase). En tal sentido, cabe señalar
Dios: Él es el “lugar” de todas las co- que este adjetivo aparece en el árbol de
sas. En la Modernidad, tal teoría fue Porfirio (véase arbor porhiriana), co-
aceptada, en cierta medida, por Spi- mo tal y aun con una forma superlati-
noza, quien concibió la extensión co- va. En efecto, allí se denomina species
mo atributo divino (cf. Et. I, 15). s. a la especie subalterna, es decir, a la
La 2.2. tesis sobre la subjetividad que precede a la species specialissima,
del espacio es, en cambio, típicamen- la cual indica de esta manera la úl-
te moderna: la anticipa Hobbes al de- tima instancia en el sentido descen-
finirla como la imagen de la cosa exis- dente. Ejemplo de especie singular
tente, en cuanto no se considera de o subalterna sería “animal”, en tanto
ella otro accidente más que su apare- que precede a la especie especialísima
cer fuera del sujeto que imagina (cf. “hombre”.
De corp. VII, 2).
specialissima. Cf. speciale.
En consecuencia, se puede señalar,
en la concepción escolástica del s. físi- species. Dos son los planos funda-
co, dos únicas notas generales: su ca- mentales en los que cabe examinar
rácter de relación y su carácter real y la noción antigua y, particularmente,
no sustancial. Por eso, los autores me- medieval de especie: 1. el ontológico,
dievales llamaron al espacio físico, s. relacionado con el lógico, y 2. el gno-
reale, al que caracterizaban diciendo seológico.
que es “intercapedo positiva quae inter 1. Ontológicamente hablando, el
plura corpora vel eiusdem corporis latera concepto clásico de species mienta la
aut extrema referitur”. Lo distinguie- esencia en una multiplicidad de in-
ron del s. imaginarium, que es el “ám- dividuos. Según la etimología de su
bito” supraceleste, no representable, equivalente griego eidos, indica una
en rigor, de manera sensible. Con to- forma o modelo. Las Ideas platónicas,
do, este último tipo de “espacio” se ha por ej., en cuanto formas o modelos,
imaginado poéticamente en la Edad señalan especies separadas de los entes
Media como “Empíreo”; así lo hace, singulares que participan de ellas. En
por ej., Dante en el “Paraíso” de la cambio, en Aristóteles, la s. en cuan-
Divina Comedia. to forma está ontológicamente en los
speciale. Los autores medievales sue- entes individuales, de tal modo que
len establecer una correlación entre la sólo el pensamiento puede separarla
noción de especial y las de lo singu- de éstos. De esta manera, para el Es-
lar y lo particular: mientras que, en tagirita, la s. tiene el valor ontológico
631 species

de forma, pero también el valor lógico da por Porfirio, acerca del valor lógi-
de un predicable (véase praedicabilia). co y ontológico de las especies deri-
En efecto, constituye un concepto va la famosa querella medieval de los
que se puede predicar de una plurali- universales (véase universale). Tal co-
dad de individuos; pero, a diferencia mo fue elaborada por el pensamien-
del predicamento o categoría –que to antiguo y medieval, la s. presenta,
es lo que se predica– la s. implica un pues, una nota fundamental: la de ser
modo particular según el cual se pre- el concepto universal que traduce la
dica la categoría. El término “animal esencia de un conjunto de entes in-
racional”, por ej., es el praedicabile s. dividuales y el modo de ser propio de
en cuanto indica la esencia del hom- dicho conjunto. Por consiguiente, de-
bre, cuyos aspectos indeterminado y signa también a la misma comunidad
determinante, respectivamente, se- que participa de esa esencia; de ahí el
ñala. Así, y ahora desde el punto de pasaje que se produce en la moderni-
vista estrictamente lógico, Aristóteles dad, del significado lógico-ontológi-
presenta la s. como resultante del gé- co al biológico. Sin embargo, se ha de
nero y de la diferencia (cf. Met. X, 7, notar que el lenguaje moderno utiliza
1057 b 7 y ss.). la palabra “especie” restringiéndola a
Las líneas generales de esta doctri- los conjuntos de entes vivientes.
na pasan a la Edad Media, especial- 2. Desde el punto de vista gnoseo-
mente a través de Profirio, quien de- lógico, el pensamiento clásico siguió
fine, en general, la s. en cuanto tal o otro aspecto etimológico del término
s. specialis (véase) como lo que está que nos ocupa: además de significar
ordenado o situado inmediatamente “forma” o “modelo”, también alude a
bajo el género. En cambio, la species “similitud” o “imagen” o “espectro”.
specialissima es el atributo esencial En este sentido, Aristóteles conside-
que se predica de una multiplicidad ra que el conocer mismo es de algún
de términos, y que procede inmedia- modo un páthos, pero no como abso-
tamente al individuo, por ejemplo, luta pasividad del sujeto cognoscen-
la especie “hombre” (cf. Isag. IV, 10 te, sino como cierta exigencia de ac-
y ss.). La primera definición porfiria- ción por parte del objeto, a la que le
na indicada se aplicaba, pues, a cual- corresponde una reacción del sujeto.
quier especie en la medida en que és- Ese “padecer” del cognoscente, se da
ta resulta del elemento indetermina- como una assimilatio, que tiene lugar
do –que es el género–, y el determi- justamente gracias a la similitudo o
nante –que es la diferencia específi- imagen o s. del objeto en el sujeto. El
ca–. Sin embargo, y según tal defini- conocimiento implica, pues, la asimi-
ción, una s. puede constituir un géne- lación que es también una informatio,
ro bajo ulteriores diferencias, como se es decir, el adquirir congnoscitiva-
puede ver en el célebre árbol. De esto mente la forma propia del objeto.
se deduce que toda s., cualquiera sea En efecto, en el plano gnoseológico,
el lugar que en dicho esquema ocupe, la forma que entitativamente se en-
es un término universal. Y aquí po- cuentra en el objeto, se halla repre-
demos volver al aspecto ontológico sentativamente en el sujeto, de tal
del concepto de especie, puesto que, manera que la s. funciona como me-
precisamente de la cuestión plantea- diadora entre ambos (cf. De an. II,
12, 424 a 16).
species 632

La gnoseología escolástica sigue las Es evidente, pues, que los autores


huellas de Aristóteles. Así, Tomás de medievales concibieron la s. como un
Aquino comenta el pasaje en el que medium entre res y anima. Por eso, ha-
el Estagirita dice que “el alma es, en blaron de las s. intentionales, precisa-
cierto modo, todas las cosas” (cf. ibid. mente porque a través de ellas el pen-
III, 8, 431 b 21), a propósito del cual samiento se dirige en una in-tentio a
observa que esto no significa que en la realidad estramental. Esto llevó a
el alma esté la piedra sino la s. de la discutir, en la Edad Media, la validez
piedra, es decir, la imagen o forma de objetiva del conocimiento. Respecto
ésta. Por consiguiente, el intelecto es de este punto, se puede decir que la
la potencia receptiva de todas las for- doctina de la s. en cuanto assimilatio
mas inteligibles y la sensibilidad es la congnoscitivamente válida del obje-
potencia receptiva de todas las formas to, domina el período clásico de las
de los entes sensibles (cf. S. Th. I, q. Escolástica. De hecho, la aceptan no
84, a. 2). sólo Tomás de Aquino, sino también,
Hay que recordar que los escolás- entre otros, Duns Escoto (cf. Op. Ox,
ticos admitían dos órdenes de s. se- I, d. 3, q. 7, n. 2, 3, 20). Pero entra
gún el doble plano del conocer: la s. en crisis en el siglo XIV, especialmen-
sensibilis y la s. intelligibilis. Cada una te, con Guillermo de Ockham. És-
de ellas, además, presenta dos grados: te, en nombre del principio de eco-
ser impressa o expressa: la primera está nomía que rige su pensamiento, nie-
constituida por la similitud como pre- ga sin más la existencia de la s. y afir-
sencia activa y determinante del obje- ma que el objeto de conocimiento es
to sobre la facultad de que se trate; la la cosa misma, para reforzar su tesis
segunda es el producto mismo de la del conocimiento intuitivo de los sin-
realidad en la potencia cognoscitiva. gulares (cf. In Sent. I, d. 9, a. 1 y II,
La sp. impressa es, pues, principium 18). Sobre el final de la Edad Media
cognitionis; mientras que la species e. es se reemplaza, pues, la noción de s. co-
terminus cognitionis. Así, la s. sensibilis mo clave gnoseológica, por la de la
impressa consiste sólo en la “impre- intentionalitas del conocer. En virtud
sión” que padecen los sentidos ante el de la intencionalidad, el acto cognos-
objeto sensible, mediante la cual es- citivo es una relación con el objeto
te último se hace presente al sujeto; la mismo y no con su imagen. Sin em-
s. sensibilis expressa es el phantasma o bargo, y ya en la Modernidad, la doc-
imago (véanse), en cuanto reproduc- trina cartesiana de la idea como ob-
ción representativa del objeto. Por su jeto inmediato de conocimiento se
parte, la s. intelligibilis impressa es la puede considerar una suerte de regre-
similitudo inteligible del objeto, debi- so a la noción escolástica de sp.
da a la acción del intelecto agente que 3. En un último sentido, poco usa-
elabora y eleva al plano de la inteligi- do, y en el plano físico, sp. alude no
bilidad todos los datos que contiene sólo a la forma sino a la belleza de al-
la imagen de ente real extra animam. go. Sobre la base de lo afirmado por
Sobre esta última sp., el intelecto po- Agustín que identifica la sp., segundo
sible lleva a cabo su función, que con- elemento de la tríada constitutiva de
siste en elaborar el concepto, es de- cada ente, con la forma y el núme-
cir, la s. intelligibilis expressa o verbum ro, Buenaventura la denomina tam-
mentis.
633 speculatio

bién “belleza” (véase pulchritudo) (cf. to, indique un examen o considera-


De regno Dei 43). Esta acepción se ción intelectual, pero, especialmente,
prolonga más allá de los límites de la la perspectiva o punto de vista desde
Edad Media: se reencuentra, en efec- el que algo se considera.
to, en Giordano Bruno (cf. Summa
speculatio. En general, y dentro del
Term. Metaph. 39) y pasa al español.
ámbito de la filosofía medieval, la es-
specificative. Algunas veces, se usa peculación indica el acto del espíri-
con el sentido de materialiter (véase). tu en cuanto pensamiento que se di-
Otras, señala el punto de vista según rige a la visión o contemplación de
el cual se aborda en una cosa el prin- la verdad. La raíz latina spec- impli-
cipio interno por el que ella se cons- ca siempre la noción de ver o, mejor
tituye en una especie determinada aún, contemplar; por ello, el concep-
(véase specificativum 2). to griego de theoría es el más próximo
al de sp., y ambos se oponen tanto a
specificativum. Señala 1. el atributo la acción práctica como a la produc-
por el cual algo es el objeto de una po- ción técnica.
tencia dada, o sea, un obiectum formale Los antiguos entendieron por s. la
(véase obiectum); así, el color es sp. actividad cognoscitiva que no está
de la vista en cuanto potencia. En se- llamada a servir a un fin determina-
gundo término, se llama también sp. do exterior a ella, sino que es fin en
de algo al 2. atributo o conjunto de sí misma. Por eso, Aristóteles la con-
atributos que distingue una cosa de sidera una virtud que asegura la feli-
las demás, ordenándola a una especie, cidad humana mejor que las demás,
por ej., la racionalidad es s. hominis. puesto que hace al hombre libre y au-
En este sentido, los escolásticos dis- tárquico (cf. Et. Nic. X, 7, 1177 a 12).
tinguieron entre 2.1. sp. intrinsecum El objeto de las ciencias especulativas
y 2.2. sp. extrinsecum. El primero es –matemática, física y filosofía prime-
un principio interno a la cosa mis- ra– es lo necesario que, en la medida
ma, por el cual ella se constituye en en que no puede ser sino como es, li-
una determinada especie. El s. extrín- bera con su contemplación al hom-
seco es la causa del intrínseco, en tan- bre. Al mismo tiempo, la sp. es, para
to que le confiere a una cosa el carác- el Estagirita, el acto de la inteligencia
ter en virtud del cual ella pertenece a divina que, a diferencia de la huma-
una especie. na, se tiene por eterno objeto a sí mis-
spectaculum. En sentido filosófi- ma (cf. Met. XII, 7, 1172 b 24).
co, es término propio del vocabula- En la Edad Media, sp. mantiene esa
rio bonaventuriano. Significa el con- jerarquía que la eleva al rango de mo-
junto de verdades contempladas por do fundamental de la filosofía. Pero,
el alma en su camino a la sabiduría entre los místicos medievales, la sp. se
(véase sapientia). identifica con la contemplación (véa-
se contemplatio), en el sentido del gra-
spectatio. En su primera acepción do más alto de la ascensión mística,
vulgar esta palabra alude a la acción justamente aquel que precede al éxta-
de mirar, de donde deriva su segun- sis; así aparece, por ej., en Ricardo de
do significado que indica examen. De San Víctor (cf. De cont. I, 3). Por su
ahí que, en sentido filosófico estric- parte, Buenaventura subraya la dis-
speculum 634

tinción entre la sp. que permanece en decisiones que éste ha de tomar desde
sí, esto es, la que se agota en sí misma, el punto de vista ético.
que es la propia del lógico; y la que Por otra parte, es un término muy
pasa ya sea al afecto, ya al efecto. Es- típico de la obra bonaventuriana.
ta segunda clase de sp., se vuelve sabi- Buenaventura usa la voz “espejo” en
duría, cuando pasa al afecto, y se tor- dos sentidos, exterior e interior. En el
na ars cuando pasa al efecto extrínse- primero, sp. significa el mundo crea-
co (cf. Coll. in Hexaem. V, 12-13). do en cuanto que en él se reflejan las
En cambio, autores enrolados en perfecciones divinas; de ahí que en-
la corriente más aristotélica, como tienda al mundo como un espejo lle-
Tomás de Aquino, identifican la s. no de luces y, a la vez, que el verbo
con la meditación (véase meditatio). speculare signifique en Buenaventu-
El Aquinate recuerda la etimología ra contemplar a Dios en las criaturas.
asignada a este término por Agustín, En el segundo, sp. alude al alma co-
quien afirma que proviene de speculum mo espejo de virtudes; así, en la me-
(“espejo”) y no de specula (“atalaya”) dida en que el alma sea moralmente
(cf. De Trin. V, 8). Tomás trae a co- pura, podrá llamarse “tersa” (cf., por
lación este antecedente para indicar ej., Coll. in Hexaem. II, 27).
que ver algo a través de un espejo sig-
spes. Para el pensamiento clásico, la
nifica ver la causa a través del efecto,
esperanza se cuenta entre las pasiones
en el que resplandece la imagen de
(véase passio 4). Es un movimiento
aquélla. La s. humana es, para esta lí-
propio del apetito, que encuentra un
nea, conocimiento discursivo (cf. S.
correlato en la voluntad. Habitual-
Th. II-II, q. 180, a. 2, ad 2).
mente, se la contrapone al temor; Ci-
El matiz común de significación de
cerón, por ej., la define como expecta-
la s. en el pensamiento antiguo y me-
tio boni, mientras que el temor es ex-
dieval es, por consiguiente, el de con-
pectatio mali (cf. Tusc. IV, 37).
templación desinteresada. En cam-
En la Edad Media y, particular-
bio, en la Modernidad, se introduce
mente, en la Escolástica, subsiste este
una nueva acepción del término, se-
concepto básico, al que, con todo, se
gún la cual s. señala el conocimiento
añaden otras consideraciones de ín-
que va más allá de lo empírico.
dole teológica. Así, también Tomás
speculum. Tiene un sentido general y de Aquino la considera, en primer lu-
varios específicos. El general se rela- gar, una pasión y, recordando que las
ciona con lo que se ha llamado el rea- pasiones se diferencian por sus obje-
lismo ingenuo de la gnoseología me- tos, establece que el objeto propio de
dieval: ésta no pone en tela de juicio la s. presenta cuatro aspectos esencia-
que la estructura cognoscitiva huma- les: 1. ha de ser un bien, y en esto di-
na opera precisamente a manera de fiere del temor; 2. debe ser arduo, en
espejo, es decir, reflejando, especulan- el sentido de difícil de obtener, y en
do fielmente la realidad. En sentido esto se diferencia del deseo; 3. futu-
específico, alude a un género filosófi- ro, en cuanto no poseído aún, ya que
co-político: es el compuesto por tex- el bien poseído es el objeto del gozo;
tos en los que moralistas, teólogos y 4. posible de obtener, puesto que, de
maestros espirituales dan directrices lo contrario, se tiene la desesperan-
al príncipe acerca del carácter de las za (cf. S. Th. I-II, q. 40, a. 1 c). Así
635 spirituale

pues, este concepto, que se relacio- larmente, un campo de actividad. Así,


na con el ámbito de los fines natura- se habló de 1. s. extrinseca causae, pa-
les del hombre, asume una acepción ra señalar el espacio dentro de cuyos
teológica cuando se pasa al de sus fi- límites se desarrolla, en términos na-
nes sobrenaturales. Desde este último turales, la actividad de una causa. 2. s.
punto de vista, la s. es una virtus (véa- intrinseca causae es, en cambio, la po-
se) que se cuenta –junto a la fe y a la tencia o virtud que posee en sí la mis-
caridad– entre las virtudes teologales, ma causa y que se extiende a sus efec-
es decir, las ordenadas a la bienaven- tos, los cuales dan prueba de dicha fa-
turanza. En este sentido, la esperan- cultad. 3. s. activitatis se denomina al
za es el movimiento de intención que término circular que los agentes na-
radica en la voluntad y que tiende al turales no pueden trascender por su
fin sobrenatural de la bienaventuran- capacidad limitada de actuar; por ej.,
za como a un bien futuro, cuya ob- el radio de iluminación de una llama.
tención se cree posible (cf. ibid. I-II, 4. s. activorum et passivorum es aque-
q. 62, a. 3 c). Se trata, pues, de una lla que circunda el mundo sublunar
noción claramente espiritual. Véase en el que, según los aristotélicos, es-
también fiducia. taban comprendidos los cuerpos pa-
sibles de generación y corrupción. 5.
sphera. En la cosmología antigua, no s. obiectiva alude al ámbito propio del
sólo se atribuía a este concepto un obiectum (véase) de una potencia.
significado cuantitativo y geométrico, Una aplicación especial de este tér-
sino también cualitativo. En efecto, mino se encuentra en la famosa carac-
los autores antiguos tienden a consi- terización de Dios como esfera inteli-
derar la figura esférica como la más gible cuyo centro está en todas partes
perfecta y aún como imagen misma y la circunferencia en ninguna (véase
de la homogeneidad y perfección. Así centrum).
sucede, por ej., entre los pitagóricos, En el umbral de la Modernidad,
que se valían de ella para representar Nicolás de Cusa vuelve a las especula-
la estructura del cosmos, alrededor de ciones antiguas sobre la perfección de
cuyo centro rotaban velozmente los la forma circular, que atribuye al alma
cuerpos celestes, produciendo tonos misma (cf. De lud globi, I).
musicales de armonía sublime e im-
posible de captar por el oído huma- spiratio. Los teólogos medievales han
no. Por su parte, Aristóteles, siguien- insistido en que este término significa
do la teoría geocéntrica, concibió el producción del espíritu en el hombre
universo como un sistema de esferas por parte de Dios. La razón de este
homocéntricas, que se transmiten el énfasis obedece a la preocupación por
movimiento por contacto (cf. por ej., descartar que se trate de una comuni-
Met. XII, 8). cación o emanación, es decir que se
En toda la Edad Media, se retomó, entienda que la sp. implica que el espí-
especialmente, la nota de perfección ritu humano es de la misma sustancia
que sustenta esta noción en la Anti- divina, tesis excluida tempranamen-
güedad, pero extendiéndola más allá te en el Cristianismo. Cf., por ej., To-
de lo puramente geométrico y cos- más de Aquino, S. Th. I, q. 90, a. 2.
mológico. Por eso, s. significó, para
spirituale. El sentido más general
los escolásticos, un ámbito, particu-
de este adjetivo es el de “inmaterial”.
spiritus 636

Por eso, en la Edad Media, se entien- verse a sí mismo. El pneuma o espíri-


de lo s. como opuesto a lo material tu humano –al que se unían la psyché
en cuanto tal. Sin embargo, hay rea- o alma y el soma o cuerpo– era preci-
lidades inmateriales de muy diver- samente una partícula de este espíritu
sas clases, por ej., los números, a los universal.
que no se puede calificar de “espiri- Con el advenimiento del Cristia-
tuales”. Así, el término se circunscri- nismo, este concepto reclamó nueva
bió hasta designar las sustancias sim- atención. El Antiguo Testamento –en
ples, completas e intelectivas. Por en- particular, el libro de la Sapientia– se
de, se lo utilizó como sinónimo de refiere al s. llamándolo “sabiduría de
simplex y de intelligibilis. En este sen- Dios”, la cual penetra el universo en-
tido, los escolásticos, y en especial los tero a la manera de un soplo vivifi-
de la línea tomista, consideran que cante. En este contexto, aparece la ex-
sólo se puede hablar, en rigor, de res presión agíon pneuma, es decir, “espí-
s. cuando ésta no guarda ninguna de- ritu santo”. En el Nuevo Testamento,
pendencia intrínseca con lo material. dicha expresión designa a la Tercera
En cambio, se emplea este adjetivo de Persona de la sustancia divina, proce-
manera relativa, cuando la dependen- dente de las otras dos y unida a ellas
cia de la realidad de que se trata es ex- por una relación de amor. La elabora-
trínseca respecto de la materia. Por ción de este dogma se hizo especial-
eso, para la mayoría de los escolásti- mente sobre la base de lo anuncia-
cos, la espiritualidad del alma huma- do en el Evangelio de Juan, XV, 26. A
na no es una espiritualidad pura. partir de esto, s. pasó a señalar tam-
Un significado técnico adquiere la bién el alma humana, en cuanto vivi-
expresión s. per attributionem: desig- ficada por el Espíritu Santo.
na los accidentes y modos de ser y Ahora bien, en muchos de los pri-
operar que, aunque no constituyen meros autores cristianos, el s. consti-
por sí mismos realidades espirituales, tuye una instancia del hombre que
deben adherir naturalmente a éstas, tiene entidad y que es realmente dis-
como los actos del alma o, en el terre- tinta de los demás, o sea, del alma y
no teológico, la gracia divina. del cuerpo. Esto dio lugar a la formu-
lación de una antropología triparti-
spiritus. Traducción de pneuma, esta ta –o, mejor aún, tridimensional–
palabra significa originariamente, al de origen estoico, constituida funda-
igual que su equivalente griego, “so- mentalmente por el pneuma, la psyché
plo” o “aliento” y, en tal sentido, se
y el soma. Así, por ej., en una de sus
aproxima a anima. Hasta llegar a alu-
cartas, San Pablo se despide de los
dir al principio inmaterial del pensa-
destinatarios, deseando que “Dios
miento y de la voluntad, el término
santifique sus espíritus, sus almas y
que nos ocupa ha recorrido una lar-
sus cuerpos (cf. I Tes. 5, 23). Tal con-
ga historia.
cepción antropológica queda consa-
En la Antigüedad, los estoicos ha-
grada quizás en Orígenes, quien di-
blaron del pneuma como del alma del
vide a los hombres en “pneumáticos”,
mundo que, según su doctrina fun-
“psíquicos” y “somáticos”, de acuer-
damentalmente materialista, conce-
do con el principio según el cual ri-
bían como un fuego sutil, aunque de
ja cada uno de ellos su vida (cf. De
algún modo material, capaz de mo-
637 spontaneum

princ.). También Ireneo de Lyon dis- blo significa originalmente, “impul-


tingue el s. de las demás dimensiones so” o “moción” y lo propio del amor
humanas, designándolo precisamen- es mover la voluntad del amante ha-
te como la sede de la inmortalidad. cia lo amado, en lo que consiste pre-
Más aún, se tendió a considerar que, cisamente la relación recíproca –e hi-
así como el alma da vida al cuerpo, postasiada– entre el Padre y el Hijo
el espíritu vivifica al alma, de mane- (cf. S. Th. I, q. 36, a. 1 c). En cambio,
ra que la “segunda muerte” –mentada en sentido general, el s. creado no
entre otros por Francisco de Asís en constituye, para el Aquinate, un as-
su Cántico del Sol– alude no a la sepa- pecto del hombre, sino que atribuye
ración de alma y cuerpo, sino a la de a esta noción cuatro significados his-
espíritu y alma, aludiendo así a la con- tóricamente empleados: aire, alien-
denación de ésta. to humano, alma, y, en general, toda
El proceso mediante el que el tér- sustancia invisible (cf. ibid. I, q. 41, a.
mino se perfila hasta indicar lo que 3 ad 4). De esta última acepción de-
activa la funciones superiores del al- riva el sentido escolástico del adjetivo
ma, es muy lento. En Agustín se en- spiritualis-e (véase).
cuentra una gran ambigüedad en su
splendor. Término que se encuentra
uso, ya que el Hiponense llama s., a
en dos contextos: 1. físico, 2. meta-
veces, a cierta potencia del alma en la
físico. Desde el primer punto de vis-
que se imprimen las imágenes de las
ta, el sp. se ha definido como el efec-
cosas, inferior a la mens (cf. De gen.
to de la luz por la reverberación de
ad litt. XII, 9); otras, a lo que coinci-
los rayos sobre un cuerpo luminoso.
de con el alma misma (cf. De an. IV,
2. desde el punto de vista metafísico,
22, 36); y otras, lo identifica con el
el vocablo es particularmente impor-
animus (véase). Lo cierto es que pau-
latinamente se va diluyendo la antro- tante en la estética medieval. En este
pología tripartita y, así, prácticamente orden, forma parte esencial de la defi-
desaparece en la Escolástica, en parte nición de belleza (véase pulchritudo),
debido al intento de los autores de es- dado que el fenómeno descrito en el
te período de elaborar una antropolo- primer contexto sufre una transpo-
gía ya no de raíz estoica sino aristoté- lación: en efecto, en este nivel, la ar-
lica. Y como la metafísica aristotéli- monía de cada ser y de los seres en
ca se apoya en las nociones de forma su conjunto se irradia, aparece o se
y materia, la antropología correspon- muestra hasta ser percibida por el es-
diente sólo podía concebir dos instan- píritu humano. Se ha de reparar en el
cias en el hombre: su forma, que es el hecho de que tanto este vocablo co-
alma, y su materia, que es el cuerpo. mo su sinónimo fulgor aluden no sólo
De este modo, el s. queda, por así de- al orden, proporción, equilibrio o ar-
cir, subsumido en la primera. monía corporales sino también a los
Esto ocurre, por ej., en Tomás, espirituales, como Agustín señala al
quien distingue dos usos fundamen- comentar el texto de Mt.13, 43 sobre
tales para este vocablo: dice que en los justos que resplandecerán como el
sentido estrictamente teológico, se sol en el reino de su Padre (cf. De civ.
denomina “Spiritus” a la Tercera Per- Dei XXII, 19, 2).
sona de la Trinidad, porque el voca- spontaneum. En principio, lo espon-
táneo es aquello que un sujeto reali-
stabilitas 638

za sin intervención de causa exterior a tender por el sujeto de esta proposi-


él; más específicamente, aquello cuyo ción un hecho en el que se cree: és-
principio está en el agente. Así, la ex- te es el s. del término “el pecado de
presión propter s. alude a una volun- Adán”. En cambio, si se dice “El pe-
tad sin coacción externa alguna. Con cado de Adán existe”, se debe enten-
todo, suele excluir también la delibe- der en tal sujeto las consecuencias
ración; de ahí que se atribuya a los que dicho pecado tuvo para la hu-
animales con el sentido de su modo manidad toda, en cuanto que ellas
de actuar movidos por la sensibilidad, siguen rigiendo para los hombres, o
y en particular, por la fantasía propia sea, los hijos de Adán. De este modo,
de su especie. el s. termini se opone a la denomi-
nada ampliatio (véase), que señala la
stabilitas. Término 1. de la física me- acepción del término en todo senti-
dieval, es sinónimo de firmitas, es de- do, independientemente del carácter
cir, solidez, La st. se define como la temporal indicado por el verbo.
firmeza y quietud que resulta de las En cambio, desde 2. el punto de
partes que lo componen y que están vista escatológico, el 2.1. st. termini
vinculadas entre sí. De acuerdo con la indica la situación final de la vida hu-
mayor o menor rigidez del nexo que mana en el más allá, lo cual no im-
las une, puede haber mayor o menor plica una detención sino la instan-
s., como en el caso de la piedra o de cia donde ha de concentrarse el mo-
la madera, respectivamente. En sen- vimiento hacia la fuente del ser, es de-
tido figurado, aparece 2. en la litera- cir, Dios. Por ello, el st. termini es el
tura de la Edad Media aludiendo a la fin del 2.2. st. viae, expresión por la
firmeza o solidez de una doctrina u que se entiende la situación de todos
opinión, así, por ej., se habla de una y cada uno de los seres humanos vi-
stabilis sententia. vientes, condición que, desde la pers-
stare. Su sentido general es el de es- pectiva del Cristianismo, se considera
tar, permanecer y aun resistir. Su em- un pasaje o transición.
pleo más específico en los textos ló- En 3. el plano óntico, por así de-
gicos y filosóficos medievales es el de cir, señala el estado en el que se nos
accipi y, especialmente, supponi, es presentan las cosas. En tal sentido, es-
decir, suple, en el sentido de “estar en te vocablo cobra una particular signi-
lugar de”, aunque es menos usado que ficación en la doctrina de Pedro Abe-
éste último verbo (véase suppositio, lardo sobre la cuestión de los univer-
in principio). sales (véase universale 3.3.). En efec-
to, Abelardo considera que el térmi-
status. En sentido general, esta voz no universal en cuanto tal –por ej.,
indica situación o condición. Pero, “la torre”– es una vox significativa, de-
en su significación medieval estricta trás de la cual hay un concepto. Así, se
y técnica, fue usada en tres sentidos: ha de mostrar cómo éste, por común
1. en el plano lógico-gramatical, se- y confuso que sea, se construye. Para
ñala un aspecto de la acepción de un ello, se apoya sobre dos pilares: uno es
término, precisamente, el determina- precisamente la estructura cognosciti-
do por el tiempo verbal en una pro- va humana; el otro es el que provie-
posición. Así, si se dice, por ej., “El ne de la realidad. Pero en ella no hay
pecado de Adán existió”, se ha de en- esencias sino sólo entes individuales,
639 stultiloquium

cosas. Ahora bien, las cosas se nos pre- neral, esto es, en cuanto tal, “a studio
sentan conectadas por cierto conjun- cognitionis”: la ineptitud, el exceso de
to de semejanzas, por ej., en las torres ocupaciones y la pereza (cf. In Met. I,
hay similitud en cuanto a su carácter l. 1, n. 4).
vertical. Este conjunto de semejan-
studium. El originario sentido latino
zas constituye precisamente su s. co-
de esta palabra alude al empeño o de-
mún. Por eso, la definición abelardia-
dicación con la que una cosa es abor-
na de s. lo signa como causa communis
dada por un interés que finalmente
in rebus. Así pues, l s. en Abelardo to-
se identificó con el afán de aprender
ma el lugar de la esencia entre los ul-
(véase studere).
trarrealistas, otorgando cierta validez
En términos institucionales, en la
objetiva a la noción que se obtiene
Edad Media, señala el germen de la uni-
por abstracción. Con todo, esta abs-
versidad medieval (véase universitas),
tracción no refleja completa y nítida-
en la medida en que constituye una
mente la condición de las cosas, de
escuela o centro de estudios en el que
manera que, si de un lado, legitima el
pueden ser admitidos estudiantes de
concepto, de otro, como no consiste
procedencias distintas. Por lo general,
en una mera reproducción de lo real,
tales escuelas eran abiertas por las ór-
desvincula el significado con la reali-
denes religiosas en lugares estratégi-
dad: el modus intelligendi, justamente
cos para su expansión, o sea, en ciu-
por el proceso señalado, ya no se iden-
dades que podían ser importantes co-
tifica con el modus subsistendi. Ya no
mo puntos neurálgicos de circulación
se habla en Abelardo de modos de ser
de diferentes nacionalidades. Muchas
y subsistir de las cosas sino de la ma-
veces persistieron en urbes que no po-
nera o estado en que ellas se nos pre-
seían universidad, es decir que la apa-
sentan.
rición de ésta no terminó con el st. Es
studere. La acepción originaria de es- importante tener en cuenta que no se
te verbo indica el dedicarse con afán trataba de un lugar físico sino de una
a algo. Pero esta acepción fue res- reunión de personas de comunes in-
tringiéndose a la aplicación a los tex- tereses intelectuales y de cierta cele-
tos, de donde el actual significado bridad en alguna disciplina. Se distin-
de “estudiar” en castellano; así, Isi- guían en 1. st. particulare que acogía
doro de Sevilla identifica al estudio- a los estudiantes de una misma pro-
so como quasi studiis curiosus (Etym. vincia, en términos de orden religio-
241). Particularmente, en la Edad sa; 2. st. generale que reunía a los de
Media, se aplicó al examen de la Es- todas las provincias de esa orden; 3.
critura. En tal sentido, Buenaventu- st. solemne era aquel famoso y concu-
ra, por ej., menciona las cuatro con- rrido aunque no fuera necesariamen-
diciones que debe reunir su estudio: te general.
orden, asiduidad, gusto y medida (cf.
stultiloquium. Una traducción apro-
Coll. in Hexaem. XIX, 6). Por su par-
ximada de este vocablo puede ser “con-
te, Tomás de Aquino, sobre las hue-
versación estúpida” o “parloteo”. Cons-
llas de Aristóteles, advierte sobre las
tituye un peccatum oris, es decir, un
tres razones más frecuentes que pue-
pecado de la lengua de contornos va-
den separar al hombre de la dedica-
gos y fácilmente asimilable a otros co-
ción al conocimiento tomado en ge-
stultus 640

mo vaniloquium y multiloquium. Lo relieve en el plano del conocimiento


que distingue el concepto que nos y, en especial, en el orden estético. Se
ocupa de los dos últimos es que tie- define como una energía que actúa
ne el poder de hacer reír. En cambio, sobre los sentidos, obrando de mo-
lo que diferencia el st. de la scurrilitas do proporcionado a las capacidades
(véase) es que no lo hace, como ésta, receptivas de éstos. Desde una pers-
de manera intencional y con empeño. pectiva sugerida por Aristóteles, los
Más que de una voluntad de pecar o escolásticos entendieron que los sen-
de inducir al pecado, el st. es, como tidos sufren con sensaciones demasia-
precisa Jerónimo al comentar la car- do violentas y en cambio gozan con el
ta de Pablo a los Efesios 5, 3-4, pro- justo medio.
ducto de la ligereza, la falta de racio-
sub. Preposición que rige acusati-
cinio que deriva en desconsideración;
vo, cuando está implicada una idea
sobre todo, proviene de una tonta au-
de movimiento; o ablativo, cuando
toexhibición (cf. In Ep. ad Eph. PL
no lo está. Presenta los siguientes sig-
26, 552). Es, pues, manifestación de
nificados: 1. local, sentido en el que
levitas animi, una indiscreción de la
se traduce por “bajo”, por ej., sub te-
razón. Así pues, no desconoce lo de-
rras ire o sub iugo; por “al pie”, por ej.,
cente, la honestas, como lo hace el tur-
sub monte; o por “al alcance de”, por
piloquium (véase), ni atenta contra la
ej., sub oculis; 2. temporal, en el que
utilitas como la scurrilitas; el s. va
circunscribe una época, por ej., sub
contra la discretio. Así se expresa Ro-
Cicerone, “en tiempos de Cicerón” o
dolfo Ardente (cf. Spec. univ. XIII,
un momento preciso; 3. cuando está
164-165).
en composición, uso particularmen-
Tomás de Aquino se encargará de
te importante en el léxico filosófico,
sistematizar estos tres desórdenes mo-
puede aludir a 3.1. lo que está debajo,
rales de la palabra; lo hace en torno
en cuanto fundamento, por ej., subicio
de la lujuria (véase luxuria). Para él,
(véase subiectum); 3.2. lo que vie-
retomando a Isidoro de Sevilla (cf. In
ne después de algo, por ej., subcedo
Deut. 7, 1, PL 83, 366) la fuerza de
que hace succedo, de donde successivum
este pecado es lo que, en el plano del
(véase); 3.3. lo que es en escasa medi-
discurso, determina, en cuanto a la
materia del mismo, el turpiloquium, da, por ej., subabsurdus que indica al-
ya que el lujurioso habla de las torpe- go extraño; lo que está debajo y, por
zas que anidan en su interior; como eso, oculto, como subreptio (véase).
busca el placer, ordena sus palabras a subalterna-subalternans-subalternata.
ese fin, prorrumpiendo en expresio- Cf. subalternatio.
nes propias de la scurrilitas; y, como
la lujuria produce ceguera de mente, subalternatio. Voz que se ha utiliza-
cae en el st. (cf. S. Th. II-II, q. 153, a. do en la Edad Media en dos sentidos:
5 ad 4). 1. en su significado estrictamente ló-
gico, s. es la relación de dependen-
stultus. Cf. insipiens. cia que guarda una proposición par-
suasoria. Cf. declamatio 1. ticular, llamada subalternata, respec-
to de una proposición universal –que
suavitas. Término particularmente im- se denomina subalternans. Para que la
portante en Buenaventura, la s. cobra s. tenga lugar, ambas proposiciones
641 subiacere

subalternae deben tener el mismo su- lo acota de manera más restringida


jeto, el mismo predicado y la mis- o la considera desde una perspectiva
ma cualidad, pero han de diferir particular: durante la Edad Media, tal
en la cantidad: por ej., la propositio fue el caso de la Música respecto de la
subalternata “Algunos hombres son Aritmética (véase scientia 3).
animales” depende de la propositio
subcontraria. En la lógica medieval,
subalternans correspondiente que es
se denominan así la proposición par-
“Todos los hombres son animales”.
ticular afirmativa y la particular nega-
Como se ve, dicha relación de depen-
tiva que, teniendo en común sujeto y
dencia se capta por inferencia inme-
predicado, se oponen entre sí. La di-
diata. Ahora bien, la s. permite inferir
ferencia que guardan con las proposi-
la verdad de la subalternata de la ver-
ciones contrariae (véase contraria) radi-
dad de la subalternans, pero no vice-
ca en que éstas son universales, mien-
versa; así como se puede inferir la fal-
tras que las subcontrariae son particu-
sedad de la subalternans de la falsedad
lares. Un ejemplo de proposiciones s.
de la subalternata, pero no vicever-
sería: “Algunos hombres son sabios”,
sa. Cuando se lleva a cabo la primera
“Algunos hombres no son sabios”.
inferencia, es necesario cuidar de no
Ahora bien, al revés de lo que ocu-
atribuir a la subalternata valor de exis-
rre con las contrarias, estas proposi-
tencia, a menos que tal valor esté con-
ciones pueden ser ambas verdaderas
tenido en la subalternans; así la pro-
pero no ambas falsas. Sin embargo,
posición subalternada “Algunos cen-
tal afirmación requiere algunas salve-
tauros cabalgan” no tiene valor exis-
dades, porque no se puede aplicar a
tencial porque tampoco lo posee la
todos los casos de subcontrarias. En
subalternans correspondiente: “To-
efecto, se ha de tener presente el ca-
dos los centauros cabalgan”. Respec-
rácter de necesariedad o contingencia
to de las proposiciones subalternas Pe-
de las mismas. Respecto de este pun-
dro Hispano señala: “Subalternae sunt
to, Pedro Hispano propone, en las
universalis affirmativa et particularis
Summ. Log. I, 87 los siguientes ejem-
affirmativa, et universalis negativa et
plos de propositiones s.:
particularis negativa” (cf. Summ. Log.
I, 13). Impropiamente, la s. se consi- “Socratem currere est possibile-
dera un modo de la oposición; de he- Socratem non currere est possibile
cho, algunos autores medievales han Socratem currere est contingens-
usado la expresión oppositio subalterna. Socratem non currere est contingens
En un segundo sentido, y en 2. el Socratem currere est impossibile-
plano que hoy llamaríamos epistemo- Socratem non currere non est impossibile
lógico, se habla también de s. para se-
ñalar la relación jerárquica en la que Socratem non currere non est necesse-
se pueden encontrar dos ciencias: se Socratem currere non est necesse”.
denomina scientia subalternata a la subcontrarietas. Relación de opo-
ciencia que acepta como principios sición lógica que guardan las pro-
propios las conclusiones de otra, que posiciones subcontrarias (véase sub-
es la subalternans. En tal situación, contraria).
ambas tienen el mismo objeto de es-
tudio, aunque la ciencia subalternata subiacere. Verbo que presenta dos
acepciones en la literatura medieval:
subiectari 642

una amplia, según la que quiere decir 3. como correlativo de terminative,


subyacer o encontrarse realmente en señala el subiectum de una acción y
algo; otra estricta, técnica, y, en cier- no su fin; la creación, por ej., es al-
to modo, derivada de la anterior, se- go infinito s., o sea, ex parte Dei, pero
gún la cual significa hacer la función terminative, es decir, ex parte creaturae,
de subiectum (véase) en sentido lógi- es finita.
co-gramatical (cf., por ej., Guillermo
subiectivum. Como adjetivo deriva-
de Ockham, Exp. Aurea 48).
do de subiectum (véase), este término
subiectari. Verbo que se utiliza, aun- mantiene los dos significados funda-
que no muy frecuentemente, en la li- mentales de aquél. Así, un esse s. pue-
teratura escolástica para indicar el he- de señalar: 1. desde el punto de vis-
cho de ser recibido en un subiectum ta lógico-gramatical, el ser del sujeto
(véase). Así, por ej., las potencias no en una proposición, por ej., el ser de
subiectantur sino en el compuesto. S en la proposición “S es P”. 2. onto-
lógicamente hablando, y a partir de la
subiectio. Como su misma compo- Escolástica del siglo XIII, indica el ser
sición lo indica, este nombre seña- de una sustancia, por lo que se enten-
la la acción de poner debajo o delan- dió como sinónimo de substantialis
te. Derivada del primer matiz, es la (véase). Ahora bien, 3. lo más fre-
noción de sujeción u obediencia que cuente ha sido usar la expresión esse s.
aparece en los textos políticos medie- para mentar el ser real, en el sentido
vales referida a los gobernados respec- fuerte de la palabra, en contraposi-
to de la potestad de la autoridad ci- ción con el ser simplemente represen-
vil. En cambio, derivado del segun- tado, al que se llamó esse obiectivum.
do matiz, esto es, en el sentido de po- Así, Guillermo de Ockham, por ej.,
ner delante, es vocablo propio de la define su posición en la polémica de
retórica, contexto en el que significa los universales (véase universale), di-
la respuesta a una interrogación. ciendo que el universal no es algo real
subiective. Adverbio derivado de que tenga existencia sustancial –es
subiectum (véase). Asume distintos decir que no existe in esse s.– en el al-
significados según el término al que ma o fuera del alma, sino que existe
se oponga: 1. como correlativo de en ella con un modo de ser represen-
connotative, s. alude a lo que algo es tativo, esto es, in esse obiectivo, modo
en sí y no a lo que implica; por ejem- que corresponde a lo que la cosa ex-
plo, el arrepentimiento puede ser s. terna es en su existencia sustancial (cf.
bueno, pero es malo connotative, ya In Sent. I, d. 2, q. 8). Un uso similar
que supone una mala acción cometi- de ambas expresiones se encuentra en
da. 2. en cuanto opuesto a obiective, Duns Scoto (cf. De an. 17, 14).
mienta la consideración de algo desde Así pues, no se ha de confundir el
el subiectum que la hace y no tenien- sentido medieval del término que nos
do en cuenta su contenido, por ej., la ocupa con la acepción moderna de la
idea que el hombre tiene de Dios es palabra “subjetivo” que califica el ser
s. imperfecta, dada la limitación de del sujeto psíquico. En la Edad Me-
conocimiento humano; en cambio, dia, esto era señalado con la expre-
obiective es perfectísima, puesto que sión quoad nos, como aparece, por ej.,
no puede existir idea de algo superior. en Escoto Erígena. El mismo Descar-
643 subiectum

tes, donde hoy se emplearía la palabra 2. En cambio, se tiene el signifi-


“subjetivo”, utiliza expresiones escolás- cado ontológico o metafísico de s.
ticas equivalentes como “in sola men- cuando las cualidades de las que és-
te”, o “in nostra tantum cogitatione” te es portador no se conciben como
(cf. Princ. I, 57, 67). meros predicados sino como cualida-
des reales. En este orden, el s. se con-
subiectum. De sub-icere, “arrojar de- sidera como sustancia en la que in-
bajo”, este término indica, muy en hieren los accidentes, es decir, como
general, aquello que subyace a deter- s. inahesionis. Ahora bien, el s. por-
minadas cualidades o aquello a lo que tador de cualidades conscientes es el
éstas se atribuyen; de ahí la frecuen- sujeto psíquico, o sea, el yo. Precisa-
cia con la que se emplea la expresión mente con la preeminencia otorgada
s. attributionis. Más específicamente, a esta clase de s., comienza a efectuar-
la noción de s. se puede considerar se el paso a la metafísica idealista en
desde el punto de vista lógico o des- la Modernidad.
de una perspectiva ontológica, pues- Históricamente hablando, esos dos
to que traduce el hypokeimenon grie- sentidos fundamentales de s. apare-
go, soporte tanto de predicados cuan- cen ya en Aristóteles, coincidiendo
to de accidentes o determinaciones en el texto de Met. VII, 3, 1028 b 36,
ontológicas. donde dice que s. es aquello de lo que
1. Desde el punto de vista lógico, s. se predica todo lo demás, sin que él
es 1.1. el sustrato de cualidades conce- sea predicado de nada. Y añade que es
bidas como predicados que el discur- la sustancia; en consecuencia, se debe
so atribuye a algo; se trata, entonces, comenzar por su tratamiento, puesto
del sujeto lógico o s. praedicationis, es que la sustancia parece ser, en primer
decir, de la cosa de la que se habla, o lugar, el sujeto de todo lo demás. En
mejor, de aquella noción a la que efec- la Edad Media, la acepción de s. co-
tivamente se quiere atribuir el pre- mo portador de determinaciones ló-
dicado. Pero, hay también un 1.2. s. gicas o reales comienza con Boecio
grammaticum, que, en virtud de las (cf. Intr. ad cat syllog. VI) aunque se
distintas formas posibles de expresión, podrían señalar algunos anteceden-
puede no coincidir con el anterior, o tes. La Escolástica concede particu-
sea, con el sujeto lógico. Finalmen- lar atención al tema: Alberto Mag-
te, se habla de 1.3. s. scientiae o scibile no, por ej., distingue tres sentidos de
que es el tema que aborda una cien- s.: a) “quod principaliter intenditur”;
cia particular y que hoy, en español, b) “de quo probantur passiones”;
se denomina “objeto”. Esto suele dar c) “quod ad haec adminiculatus” (Sum.
pie a un equívoco que no tiene lugar Theol. I, 3, 1). Tomás de Aquino se
en lenguas como el francés o el inglés, ciñe a los textos aristotélicos con ma-
puesto que en ellas los respectivos de- yor precisión, y privilegia el senti-
rivados de s., sujet y subject, han con- do de s. como la sustancia en cuan-
servado esta última acepción. De he- to que en ella inhieren las cualidades
cho, en este sentido, el s. es el pun- y otras determinaciones. Llama a es-
to de referencia del obiectum materiale to s. inhaesionis, afirmando, por ej.,
de una ciencia. Por extensión, tam- que el s. de las potencias del alma es
bién puede aludir al tema de un dis- o bien ésta sola o bien el compues-
curso, ya sea éste científico o no.
subiicibile 644

to alma-cuerpo, dado que el cuerpo Dios ilumina la inteligencia humana


es en acto en virtud del alma (cf. S. y la lleva al límite de sus posibilida-
Th. I, q. 77, a. 6). Pero, el Aquina- des, pero sin transfigurarla ni hacerle
te habla también del s. scibile, en el olvidar su condición, como, en cam-
sentido especificado más arriba en bio, sucede con la alienatio (véase).
1.3. Por su parte, Duns Scoto se re-
submissae. Vocablo que, en Lógica,
fiere al s. inhaesionis en Op. ox. II, d.
designa las proposiciones o partes en
3, q. 6, n. 8, y alude al s. scibile, en su
una serie de consecuencias, así como,
significado de tema de una ciencia,
en una serie de antecedentes, de lla-
diciendo por ej., que el ens rationis
man “praemissae” (véase). Por ej., en
es s. de la lógica, mientras que el en-
esta argumentación “Ninguno de los
te en cuanto móvil lo es de la ciencia
que están de pie, habla”, luego, “o no
natural, y el ser en cuanto ser es el s.
estoy de pie”, “o no hablo”, las pro-
de la metafísica (cf. Quaest. supra An.
posiciones s. son “no estoy de pie” y
Post. I, 47).
“no hablo”.
El giro hacia la concepción moderna
de s. no se da tanto con Descartes, co- subreptio. Aunque el término no es
mo se suele creer (véase subiectivum), frecuente en la Edad Media, se uti-
sino con Guillermo de Ockham. En lizó en lógica para señalar cierto ti-
efecto, dice ya este autor que las sen- po de sofisma o razonamiento erró-
saciones se encuentran subiective en el neo. Consiste en el desviarse del pen-
alma (cf. Quodl. 2, q. 10). Así, paula- samiento –y, por ende, del discurso–
tinamente, se va considerando s. sólo hacia una conclusión intrínsecamente
el sujeto psíquico, que en plena Edad errada. La nota esencial de la s. es que
Media, constituía sólo un caso parti- tal desvío pasa inadvertido para quien
cular de s., ontológicamente hablan- cae en él, en el curso de su propio ra-
do (véase subiectivum, in fine). zonamiento, o bien, para el interlo-
cutor en una disputa. Se puede deber
subiicibile. Es lo que puede conver-
tanto a la omisión de un elemento de
tirse en sujeto de una proposición,
juicio, como a la inclusión de un fac-
pero sólo en cuanto pasible de recibir
tor no pertinente. En ambos casos, se
cierto predicado determinado, por
decía que el error subrepit, es decir, se
ej., el agua es s. del predicado “cáli-
desliza sorpresivamente “velut reptilia
da” o “fría”, o “Pedro” es s. del predi-
solent”. En castellano, hay aún un de-
cado “hombre”.
rivado del término en el adjetivo “su-
subinferre. Significa, primariamen- brepticio”. Su opuesto, mucho me-
te, “añadir”, con este sentido, se em- nos usado, es la obreptio (véase).
plea en aritmética. En textos lógicos Con el objeto de despejar posibles
de la Edad Media, aparece para seña- equívocos, cabe advertir sobre el uso
lar que la differentia se añade al géne- ockhamista de un derivado de este tér-
ro próximo. mino: Ockham denomina subrepticius
al acto que se lleva a cabo sin un co-
sublevatio. Voz del léxico de los mís-
nocimiento perfecto del objeto.
ticos especulativos, a partir de Ricar-
Por último, cabe señalar que tam-
do de San Víctor. Este autor llama s.
bién se ha hablado de s. en el campo
al segundo grado o segunda etapa de
psicológico. En efecto, en él, los es-
la contemplatio (véase). En esta etapa,
645 subsistere

colásticos calificaron de subreptitius el subsistens quod est proprium hypostasis”


movimiento que, en el acto libre, pre- (ibid, III, q. 2, a. 3 c). Indica así un
cede a la voluntad y previene el con- valor concreto de la s.
senso. En este último caso, también Pero desde el siglo XIII, la palabra
se ha hablado de propassio. va perdiendo ese matiz que alude a lo
efectivamente existente, para ir afi-
subsannatio. Cf. derisio. nándose hasta adquirir un sentido fi-
subscriptio. Cf. figuraliter. losófico muy técnico: el de la forma-
lidad que constituye el principio de
subsistens. Cf. per se subsistens. la existencia en sí, propia y distinta.
subsistentia. Este término debe su Esto también se encuentra ya en To-
elaboración medieval a la especulación más (cf. ibid, q. 6, a. 3 c), y será la
teológica de los escolásticos. Desde acepción comúnmente admitida en
el punto de vista histórico, s. significó los dos últimos siglos del pensamien-
sucesivamente substancia, persona, to medieval. En otras palabras, en la
res subsistens, principio de existencia madurez de la Escolástica la s. se en-
en sí. En diversos pasajes de la Sagra- tendió como el constitutivo ontológi-
da Escritura –por ej., En Sap. XVI, co del suppositum (véase). De tal mo-
21– y en algunos autores de la Pa- do, esta noción es más amplia que la
trística lo que se consideró el equiva- de sustancia; de hecho, el Aquinate
lente griego de s., es decir, hypóstasis, señala que, si se diera alguna realidad
se había utilizado con el significado que existiera por sí misma y no fue-
de realidad objetiva, ser concreto o, se sujeto de ningún accidente, se lla-
simplemente, substancia. Así, su pri- mará con toda propiedad s., pero no
mera acepción histórica es la de reali- substantia: es el caso de Dios, es de-
dad sustancial individual. Debido a la cir, del Ser mismo subsistens. Aún en
preocupación por formular el dogma la substancia, la s. es, para la línea to-
trinitario, se apeló luego a este térmi- mista, una perfección positiva, distin-
no confiriéndole la significación, más ta de la individuación, y que se aña-
restringida, de “persona’, o sea, de de a la naturaleza individual. En cam-
sustancia completa, existente en sí y bio, para Duns Escoto, aunque la
subiectum racional. considera como constitutivo ontoló-
En Tomás de Aquino se encuentra gico del suppositum, es un elemento
una clarificación de las nociones re- negativo, en cuanto señala la impo-
lacionadas con ésta. Explica el Aqui- sibilidad de ser asumido por otro (cf.
nate que el concepto de substancia se Op. Ox. III, d. 1, n. 17 y d. 5, n. 4).
emplea, en general, en dos sentidos: subsistere. Como primera caracteri-
como esencia, y como subiectum o zación, se puede decir que el subsis-
suppositum. Sólo en este segundo sig- tir implica siempre un persistir, esto
nificado, la substancia se asocia a la es, un durar en el ser. Es Boecio quien
s., en cuanto que la substancia exis- llama la atención sobre esta voz, que
te por sí “et non in alio” (S. Th. I, q. será muy discutida en la Escolásti-
29, a. 2 c). De esta manera, usa la pa- ca: dice que los géneros y las especies
labra que nos ocupa como equivalen- subsistunt únicamente, mientras que
te a lo que subsiste (véase subsistere): los individuos no sólo subsisten sino
“Subsistentia autem idem est quod res que también substant (cf. De duabus
substantia 646

nat. 3). La distinción obedece a que tes. Respecto de la primera nota, se


este último verbo indica, además del puede decir que s. significa lo que es
perdurar, yacer bajo los accidentes primariamente constitutivo de algo y,
(véase substare). Por ello, Gilberto de por tanto, lo que señala su ser propio,
Poirée sostendrá que el s. es la carac- a diferencia de lo que le es accesorio;
terística de toda entidad que no nece- en este sentido, el término se asocia
sita accidentes para ser lo que es (cf. al de essentia (véase). Por la segunda
In Boethi De Trin. I, 1). Por su parte, nota consignada, cabe indicar que la
Tomás de Aquino señala que lo que independencia ontológica de la subs-
constituye el s. es el existir en sí: “Ille tancia es lo que se explicita diciendo
enim subsistere dicimus, quae non in que ella es in se y perdura per se en
alio, sed in se existunt” (S. Th. I, q. 29, el ser, esto es, subsiste; en este otro
a. 2 c). Pero subraya que, aunque lo sentido, se asocia, pues, a subsistentia
único que subsiste es la substancia in- (véase). Pero se ha de advertir desde
dividual –o sea, la hypóstasis aristoté- ahora que esta suficiencia ontológica
lica–, no es lo mismo s. que substare; no implica que la substancia se deba
e insiste: cuando se aplica el verbo s. a sí misma su existencia –ya que eso
a una cosa, se quiere decir que ella no la convertiría en un ente a se (véase),
es en otro; cuando, por el contrario, lo cual no es el caso–, sino el hecho
se le atribuye el verbo substare, se sig- de que, una vez puesta en la existen-
nifica que otras cosas inhieren en ella cia y habida cuenta de su carácter fi-
(cf. De Pot. q. IX, a. 1). Así pues, el nito, no necesita de nada para mante-
s. excluye el ser en otro, pero tam- nerse en ella. Finalmente –y esto con-
bién excluye el ser con otro y, debi- cierne a la tercera nota– lo que per-
do a ello, implica la incomunicabili- dura en el ser lo hace por debajo de
dad. Como se ve, el subsistir consti- los cambios que le sobrevienen y de
tuye, entonces, una nota propia de la los que es soporte. Este substare (véa-
substantia (véase), pero sin agotar to- se) es un consistir. Tal consistencia es
da definición de ésta. En cambio, los el constitutivo mismo del ente. Pero,
nominalistas entienden, como Oc- además, el hecho de estar y permane-
kham, la afirmación de Porfirio acer- cer por debajo de la mutabilidad de
ca de que el accidente est semper in los accidentes, liga la noción de s. a la
subiecto subsistens en el sentido de que problemática del devenir, típicamen-
el accidente es afirmado del sujeto (cf. te aristotélica.
Exp. Aurea 29). En efecto, en la Antigüedad, Aristó-
teles erige la s. en el concepto central
substantia. Considerada desde el
de su metafísica. Para él es, en primer
punto de vista lógico-metafísico, la
lugar, lo que no es afirmado de un su-
sustancia es la primera de las diez cate-
jeto ni se halla en un sujeto, sustancia
gorías (véase praedicamentum). Desde
a la que llamó ousía prote. No podía
el punto de vista estrictamente me-
ser de otra manera, puesto que para
tafísico, tres son las notas que se re-
el Estagirita lo primero es el ser úni-
gistran en el concepto medieval de s.:
co que existe o puede existir de he-
su carácter de estructura necesaria del
cho, mientras que todo lo demás es lo
ente, el sentido de subsistencia e in-
que en él está y lo que de él se puede
dependencia ontológica que implica,
decir; así, de Pedro se puede afirmar
y el hecho de ser soporte de acciden-
647 substantia

que es hombre –lo cual constituye la go, o que se reduce al subiectum (cf.
sustancia segunda–, que está sentado, S. Th. I, q. 29, a. 2 c), o aun decir que
que es sabio, etc. En este ejemplo, Pe- es un ens per se (cf. ibid, q. 3, a. 5 c y
dro, en cuanto substancia primera, es C.G. I, 25). Se ha de señalar cuál es
siempre el substratum de todo lo de- su ratio y esta razón es justamente el
más y, por ende, una substancia por constituir una cosa a la cual compete
excelencia. Tal excelencia se expli- el ser sin estar en un sujeto, el consti-
ca porque el subsistir independiente- tuir una esencia a la cual compete el
mente de cualesquiera calificaciones subsistir y el no ser recibida por otro
es algo que le compete a la substan- ser. Para el Aquinate, esto acota de-
cia propiamente dicha y lo que la ha- finitivamente la noción de s., puesto
ce algo individual, irreductible, úni- que –y ahora entramos en el terreno
co, algo que se determina y se bas- de las diferencias–, de un lado, la dis-
ta a sí mismo, en el sentido de poder tingue de la de essentia, en cuanto que
existir aunque no existiera otra cosa. la substantia es una esencia que posee
Ahora bien, Aristóteles asigna des- la característica de la independentia in
pués cuatro significados a lo que lue- essendo. De otro, la diferencia de la
go se llamó “substancia”: la esencia de noción de subsistentia, ya que la subs-
la cosa, expresada en su definición, el tancia subsiste como soporte de acci-
universal en cuanto tal, el género su- dentes, lo que no hace aquélla.
premo, y el sujeto como individuo Los escolásticos establecieron, ade-
existente (cf. Met. VII, 3, 1028 b 33- más, las siguientes distinciones acerca
36; 13, 1038 b, 2-3 y V, 8). Con to- de la s.: la primera gran división con-
do, de estos cuatro significados, só- cierne a la línea divisoria 1. entre lo
lo el último es substantia en sentido trascendente y lo inmanente. Así, se
eminente. Entre los autores latinos, diferencia entre 1.1. s. trascendentalis:
parece haber sido Séneca el primero es la que se puede predicar de Dios
en utilizar la palabra que nos ocupa en cuanto que se prescinde, en este
(cf. Ep. LVIII, 15 y Nat. Quaest. I, 6, caso, de la distinción entre essentia y
5 y 15, 5). El significado originario esse, distinción que no se da en Él;
que se le atribuyó es el de “ente real”, 1.2. s. praedicamentalis: la compues-
a diferencia del “imaginario”, o tam- ta de esencia y existencia, necesaria-
bién el de “ser presente”, a diferencia mente finita y multiplicable según
del “ausente”. géneros y especies diversas, de tal mo-
En la Edad Media, se insistió, en do que constituye un predicamento
primer lugar, en el carácter propio de o género supremo del ente. La subs-
la s. de estructura necesaria del en- tancia predicamental, a su vez, se dis-
te. Así aparece, por ej., en Avicena, tingue en 1.2.1. s. prima: es la indivi-
quien afirma que todo lo que es tie- dual, es decir, la substancia en sentido
ne una s. por la cual es lo que es nece- propio y más estricto, por ej., Sócra-
sariamente (cf. Log. I). Sin embargo, tes; 1.2.2. s. secunda: es la substancia
sólo en la Escolástica del siglo XIII se universal, o sea, la naturaleza genérica
llega a precisiones afinadas. Tomás de o específica que se predica de la s. pri-
Aquino indica que no alcanza a defi- mera, por ej., “hombre”.
nirla sostener que ella es la quidditas Desde el punto de vista de 2. la
(véase) o la esencia necesaria de al- composición sustancial, también se
substantiale 648

ha distinguido entre 2.1. s. simplex: “s. universalis in essendo, qua omnia


es aquella cuya esencia es acto puro sunt” (Praxis desc. I).
y, por ende, sólo es atribuible en sen-
substantiale. En general, se denomi-
tido riguroso a Dios, aunque también
nó a sí a todo aquello que constituye
se calificó así al ángel o ente espiri-
a la substantia (véase), o que pertene-
tual; 2.2. s. composita: es la compues-
ce o concierne a ella. En este sentido,
ta de acto y potencia, de forma y ma-
se contrapone, de un lado, a lo acci-
teria, por ejemplo, un cuerpo.
dental; de otro, a lo supersubstantiale
Considerando 3. la perfección sus-
o superessentiale (véase). Así, se habla,
tancial, se habla de 3.1. s. completa:
por ej., de un motus substantialis o de
es la que conforma el compuesto mis-
una generatio substantialis. Si, en sen-
mo, como el caso del hombre, 3.2. s.
tido muy amplio, se toma la noción
incompleta: ésta es parte de la anterior,
de substancia como equivalente de la
o sea, es una forma que puede o no
de esencia, se tienen expresiones tales
subsistir por sí sin la otra parte, por
como perfectio substantialis. Este últi-
ej., el alma humana puede subsistir
mo sentido del término ha sido muy
sin el cuerpo, mientras que no puede
poco empleado en la Edad Media. En
hacerlo el anima de una planta. Con
cambio, la expresión más frecuen-
todo cabe advertir que lo contradic-
te con que aparece este adjetivo es la
torio de esta última expresión obede-
de forma substantialis que, por tanto,
ce a que en ella se emplea el término
merece un tratamiento particular.
que nos ocupa de una manera impro-
Es un concepto propio de la Esco-
pia. En efecto, resulta así que lo in-
lástica de línea aristotélica, que sur-
completo es, en este sentido, superior
ge por la necesidad de explicar ade-
a lo completo. En un intento de jus-
cuadamente la naturaleza y los fenó-
tificar tal expresión, Tomás de Aqui-
menos del ente corpóreo. La f. s. es,
no señala que, si bien forma y mate-
fundamentalmente un correlato de la
ria no se incluyen en la categoría de
materia prima: ésta es un substratum
s. como especie, quedan incluidas en
(véase) indiferenciado, que sólo exige
ella como principio (cf. In II Sent. d.
de por sí la determinación de la can-
3, q. 1, a. 1, ad. 1). De este modo, el
tidad y que constituye el elemento de
alma humana es sustancia incomple-
materialidad de los entes corpóreos.
ta en lo que concierne al hombre, pe-
En éstos, la forma debe asumir la de-
ro, como principio constitutivo de és-
terminación estructural propia de la
te es más perfecta que el alma de una
esencia de cada uno. Pero ambos ele-
planta, que no puede subsistir sin la
mentos, materia informada y forma,
materia correspondiente. De ahí que,
integran la esencia completa del en-
por sí misma, el alma humana, sepa-
te corpóreo al que compete ser in se
rada ya de su cuerpo, actúe a la mane-
y per se. La determinación constituti-
ra de una sustancia (véase substantiale,
va propia de tales entes se denomina
in fine).
precisamente f. s., como sostiene To-
Al aproximarse la Edad Moderna,
más de Aquino (cf. C.G. I, 58).
se va desdibujando la diferencia seña-
Se pueden señalar, por una par-
lada entre s. y subsistentia, lo que per-
te, los caracteres principales de toda
mite a autores como G. Bruno carac-
f. s. en cuanto tal; por otra, las clases
terizar filosóficamente a Dios como
fundamentales de formas substancia-
649 substantivum

les. Respecto del primer punto, cabe su falta de referencia a la materia. Pre-
indicar que 1. las notas del concep- cisamente, los principales proble-
to que nos ocupa son: 1.1. su orde- mas que implica el concepto de for-
nación intrínseca a la materia, deno- ma substancial conciernen a la uni-
minada ordinatio trascendentalis; 1.2. dad del compuesto.
su determinación respecto de la de-
substantialiter. Se utiliza con el mis-
terminabilidad de la materia, es decir,
mo valor que essentialiter (véase) y se
su naturaleza de acto en relación con
opone a accidentaliter. Así, por ej., se
la potencialidad de la materia; 1.3. su
dice que Dios es uno s.
naturaleza estructural; 1.4. su subs-
tancialidad, en el sentido de que per- substantive. La forma adverbial s. se
tenece a la esencia; y 1.5. el hecho de emplea para indicar el modo de en-
que confiere a un ente unidad ines- tender la propiedad de una cosa,
cindible. Por ello, el pensamiento es- cuando dicha propiedad se toma real-
colástico definió la f. s. como el actus mente en cuanto identificada con és-
primus corporis physici, definición que ta; por ej., la racionalidad del hombre
deriva de la que Aristóteles da del al- es entendida s. como el hombre mis-
ma (cf. De an. II, 1, 412 b). Y, en efec- mo. En cambio, adiective se usa para
to, el alma es la f. s. en cuanto princi- señalar que esa propiedad se entien-
pio de vida de un ser corpóreo. de como perfección de la cosa; así, la
En cuanto a 2. las clases de for- racionalidad, concebida adiective, de-
mas substanciales, éstas son: 2.1. la nota la perfección del hombre.
f. s. materialis, y la 2.2. f. s. spiritua-
lis. La primera es la mera determina- substantivum. En cuanto nombre,
ción de la materia y su única función el s. se denomina así porque señala
consiste en informarla. Por ello, la f. s. la forma substancial de algo, significa
materialis no existe ni puede existir en una cosa “per modum substantiae”; en
sí y por sí, separada de la materia: con otras palabras, indica lo que subsiste
ésta se origina y con ella desaparece, por sí. Difiere, pues, del adiectivus, en
como también señala el Aquinate (cf. tanto que éste es un nombre que de-
ibid. II, 43 y De pot. q. 3, a. 8). La signa los accidentes de la substancia,
f. s. spiritualis es una entidad de per- es decir, significa la cosa “per modum
fección superior, justamente la propia accidentis quod inhaeret subiecto”, co-
de los entes espirituales o inmateria- mo indica Tomás de Aquino (S. Th.
les. Por ende, es subsistente en sí mis- I, q. 39, a. 3 c). Sólo por extensión,
ma y de suyo, no reclama la materia, los sustantivos pueden denotar tam-
pero puede estar ordenada a unirse a bién cualidades, pasiones, relacio-
ella y a asumirla determinándola. Es nes, etc. como existentes en sí y posi-
el caso del alma humana. En cambio, bles de funcionar como sujeto de ul-
se habla de f. s. spiritualis separata pa- teriores determinaciones, como cuan-
ra aludir a esencias puramente espiri- do se dice, por ej., “la blancura inma-
tuales como las inteligencias motrices culada”. Por verbum substantivum, la
de Aristóteles o los ángeles en la Es- terminología escolástica entiende ex-
colástica cristiana. Con todo, en este clusivamente el verbo esse cuando és-
último caso, el adjetivo substantialis te expresa la existencia misma, a di-
es usado en sentido muy amplio, por ferencia de cuando actúa como me-
ra cópula.
substare 650

substare. Verbo que señala ciertos successivum. Opuesto a lo simultá-


modos de subyacer, pero, especial- neo, lo sucesivo caracteriza una for-
mente, tres: 1. el la substancia respec- ma del movimiento y, en especial, el
to de los accidentes; 2. el del género tiempo (véase tempus). Fue definido
respecto de las especies en él conteni- en la Edad Media como aquello cuyas
das; 3. en términos gnoseológicos, s. partes no se dan al mismo tiempo si-
alude al hecho de ser fundamento ob- no una después de la otra, sin interva-
jetivo de algún acto de conocimiento: lo. Así se lee, por ej., en Ockham, In
por ej., cuando se percibe el sol, és- Phys. III, 6).
te subyace –substat– en dicho cono-
sui generis. Expresión que, a dife-
cimiento.
rencia de lo que ocurre hoy, los es-
substratum. Traducción literal del colásticos utilizaban sólo para indicar
hypokeimenon griego, esta voz indi- que cada cosa es medida por algo que
ca “lo que está debajo” y, por tanto, pertenece a su mismo género, es de-
lo que constituye el soporte de algo. cir, por algo que es justamente pro-
Así, el término puede abarcar tanto pio de su género y no extraño a él.
el concepto de subiectum como el de Así, lo que es largo es medido por la
substantia y el de suppositum (véan- longitud; el número, por el número,
se). Pero, particularmente, denota etc. Sin embargo, tal principio plan-
las siguientes nociones: la de subs- teó el siguiente problema: dado que
tancia en cuanto soporte de acciden- Dios es la medida de todas las sus-
tes; la de substancia en cuanto suje- tancias, ¿pertenece Él al género de
to de los cambios; la de causa mate- las sustancias? La cuestión se resol-
rial o potencia subiectiva pasiva; la de vió por la negativa y la doctrina es-
la materia respecto de la forma. Muy colástica tradicional sobre este pun-
en especial, se aludió a la materia pri- to es que Dios no pertenece a nin-
ma como s. Con todo, se ha de ad- gún género, aun cuando es principio
vertir que la aparición formal de es- del de las sustancias y de todos gé-
ta palabra en la Edad Media es tardía: neros. Así, lo demuestra, por ej., To-
la introduce Pedro Aureolus en la Es- más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 3, a. 5
colástica del siglo XIV, empleándola y C.G. I, 25).
para designar sólo el individuo real;
summa. A partir del siglo XII, esta
de hecho, usa la expresión s. singulare
palabra comienza a significar un bre-
(cf. In I Sent., d. 35, q. 4, a. 1). Por su
ve tratado sistemático de cierto con-
parte, Gabriel Biel prefiere el término
junto de conocimientos. En su In-
substante en lugar del que nos ocupa.
troducción a la Teología, Pedro Abe-
Por eso, en adelante, y hasta Leibniz,
lardo anuncia haber escrito precisa-
s. señaló siempre el soporte de algo
mente una s. de sacra erudición pa-
singular. Sin embargo, esta acotación
ra introducir a las Escrituras. Desde
no limita el amplio carácter genérico
entonces, el término se prefirió al de
del concepto de substratum: no se in-
Sententiae en la titulación de las expo-
dica con ella de qué clase de soporte
siciones teológicas sistemáticas: hacia
de trata; de ahí que se haya preferido
el 1200, la obra de Pedro de Capena
decir, por ej., “substantia rationalis”
muestra ya en los manuscritos el títu-
y no “s. rationalis”.
lo de Summa.
651 super

El criterio básico en la redacción de no excedió el ámbito de los tratados


las sumas sigue siendo el del procedi- teológicos y se redactaron sumas gra-
miento triádico ofrecido por el pro, maticales y logicales, como la de Pe-
contra y solución, ofrecido por las dro Hispano. Esta obra toma el títu-
obras de Pedro Lombardo. Pero los lo de Summulae Logicales porque está
escolásticos van alejándose muy pau- conformada por tratados lógicos ex-
latinamente de ese modelo origina- puestos muy sintéticamente.
rio. En este sentido, la Summa quo-
summum. En los textos medievales,
niam homines, compuesta por Alan
esta palabra suele acompañar a las que
de Lille en 1160, se considera una
se refieren a Dios, por ej., s. bonum.
anticipación, a la que sigue la Sum-
Se ha definido de dos maneras, se-
ma de Sacramentis de Pedro Cantor.
gún diversos puntos de vista: 1. como
En el siglo XIII, el nuevo ambien-
aquello que es más noble que todo lo
te cultural motivado por el reingre-
que no es él; 2. como aquello más no-
so de Aristóteles a Occidente, produ-
ble que lo cual nada hay. De éstas, la
ce otro grupo de sumas diferentes en
segunda es la que, de hecho, se aplicó
su organización a las del siglo ante-
a Dios con mayor frecuencia. Al res-
rior y representadas, entre otras, por
pecto, cabe notar la expresión utiliza-
la atribuida a Esteban de Canterbury
da por Ockham, s. cogitabile, lo máxi-
y la de Roberto de Courcon, pero,
mo pensable, para aludir, explícita o
sobre todo, por la Summa Aurea de
implícitamente, a la definición an-
Guillermo de Auxerre, que presen-
selmiana de Dios en Prosl. II: “id quo
ta una nueva ordenación, en cuan-
nihil maius cogitari potest”. En tal sen-
to que está dividida en cuatro libros.
tido, Ockham señala que s. cogitabile
Una mayor libertad aún, respecto de
se puede entender de dos mane-
la estructura de Pedro Lombardo,
ras: según la primera, s. cogitabile es
muestra la Summa de bono de Feli-
lo máximo pensable por un pensa-
pe el Canciller, hasta llegar, en las dé-
miento verdadero, positivo, es decir,
cadas siguientes a las de los grandes
que nada de lo que se pueda pensar es
maestros escolásticos, como Alejan-
mayor que eso, de hecho. De acuerdo
dro de Halès, Alberto Magno o To-
con una segunda manera, s. cogitabile
más de Aquino. En estos últimos au-
es lo máximo pensable sin contradic-
tores, generalmente, la redacción de
ción, o sea, un ser tal que no se puede
cada artículo de una s. reproduce el
concebir otro que, si existiera, lo su-
esquema general de la quaestio (véa-
peraría (cf. Quodl. VII, 14-15).
se), los artículos integran cuestiones
–abordando cada uno de ellas un as- super. Esta voz puede encontrarse co-
pecto particular de la cuestión–, y és- mo adverbio de lugar y como prepo-
tas se agrupan en libros o partes. sición tanto de ablativo como de acu-
Como se ve, frecuentemente, las sativo. En cualquier caso, siempre su-
Sumas tomaban su título de la ma- giere la idea de lo que está además de
teria tratada; así, las hay de vitiis et o más allá de otra cosa, pero en cuan-
virtutibus, de articulis fidei; sermono- to encima de ella o sobre ella. Todos
rum, etc., ya que constituían la en- estos matices confluyen en el uso más
ciclopedia sistemática de una disci- frecuente de s. en la literatura medie-
plina o tema. Finalmente, el térmi- val, donde se encuentra como prepo-
superaddita 652

sición de acusativo. En efecto, tal co- ye mayor bien del que posee, incurre
mo sucede con un uso particular de en la s. Pero, al hacerlo, se jacta de po-
la preposición in (véase in 7), s. suele seer lo que no tiene y, en este aspec-
aparecer en los títulos de las obras fi- to, la soberbia es, de algún modo, fa-
losóficas y teológicas que constituyen laz. Por lo demás, la exaltación de la
comentarios a un texto: de algún mo- propia excelencia se agrava cuando se
do, el comentario se da sobre o más cree poseer esos bienes por derecho
allá del contenido estricto de una propio o por haberlos merecido; en-
obra, por ej., aristotélica o, más fre- tonces, se juzgan superiores. Al mis-
cuentemente aún, a un libro de la Es- mo tiempo, la autoexaltación condu-
critura. Este último es, por ej., el caso ce al desprecio de los demás (cf., por
del S. Isaiam de Alberto Magno. ej., Sto. Tomás, S. Th. II-II, q. 162,
a. 4). De esta manera, en la ética me-
superaddita. Los escolásticos de la lí- dieval, la soberbia presenta tres aspec-
nea escotista calificaron con el nom- tos a considerar: 1. por parte del su-
bre de forma s. el alma sobrenatu- jeto, pero, además, hay en ella intrín-
ral e incorruptible infusa en el hom- secamente una referencia directa a 2.
bre por Dios. Indica, además, y por la relación con Dios y a 3. la relación
lo mismo, la instancia en la que se da con la sociedad.
la aspiración humana hacia lo divino 1. En lo que toca al sujeto, los auto-
y trascendente. En la Modernidad es res medievales han subrayado el poder
Telesio quien se hace eco de esta doc- autodestructivo de la soberbia, siguien-
trina (cf. De rerum nat. V, 3) y distin- do el pasaje bíblico de Ecclesiástico
gue una forma s., como sujeto de la 10, 15 que dice que es el inicio de to-
vida religiosa, junto con el alma na- dos los pecados; de ahí su primado en
tural, es decir, la que es principio de la genealogía del mal. El fundamen-
animación. to de esta apreciación está en que to-
superbia. Se ha considerado la so- do pecado implica despreciar a Dios
berbia el primero de los pecados ca- y todo forma de desprecio de Dios es
pitales. Como señala Isidoro de Sevi- soberbia. Por eso, escribe Agustín que
lla, su caracterización esencial radica ella –y no la carne– es el comienzo de
en su mismo nombre: por la s. se as- todos los males (cf. De civ. Dei XIV,
pira voluntariamente a algo que está 3, 2). Ésta es, pues, la razón de su gra-
“sobre” (supra) las propias posibilida- vedad y, a la vez, aquello que la dife-
des; de ahí que se llame “soberbio” a rencia de la mera vanagloria (véase).
quien desea sobrepasar lo que en rea- 2. En lo que concierne a la s. del
lidad es (cf. Etim. X). Su condición hombre en relación con Dios, los es-
de pecado obedece, pues, a la des- colásticos, siguiendo la tradición pa-
viación que implica, ya que el peca- trística, coinciden en señalar que si
do es desorden y la recta razón orde- bien todos los vicios nos alejan de
na que la voluntad se dirija a objetos Dios, sólo la soberbia se opone a Él.
que le son proporcionados. Su especi- Así, no es sólo desvío o alejamiento
ficidad consiste en ser apetito desor- sino, formalmente, aversión y despre-
denado de la propia excelencia. Ésta, cio. En esa medida, se opone a la hu-
a su vez, procede de algún bien po- mildad, ya que ésta se define como
seído; así, cuando alguien se atribu- sujeción del hombre a Dios en cuan-
653 superioritas

to infinitamente superior a él. Tam- 509 b). Algo similar sostiene Plotino
bién desde este ángulo de considera- cuando afirma que lo Uno está más
ción, la s. es el primero de los peca- allá del ser (cf. Enn. V, 5, 6).
dos, dado que la aversio a Deo propia A través de Dionisio Aereopagita,
de ellos se cumple de modo eminente quien incluye este concepto en su De
en la soberbia. div. nom. II, la noción de s. pasa a Es-
3. En cuanto a la soberbia en la di- coto Erígena (cf. De div. nat. I, 14)
mensión social, los autores medieva- y alcanza la tradición mística tardo-
les la examinaron basándose sobre la medieval con M. Eckhart. Éste carac-
mencionada nota de desprecio por teriza a Dios precisamente como una
los demás que implica este pecado esencia s. y una nada s. Todos estos
y mediante la distinción entre acti- autores intentan, pues, señalar con el
tud interior y manifestación de dicho término que nos ocupa, la absoluta e
desdén. En este plano, las manifes- inefable alteridad y trascendencia di-
taciones suelen vincularse –y de he- vinas.
cho, a veces, confundirse– con la va-
superficies. Según la clásica concep-
nidad; en cambio, respecto de lo pri-
ción escolástica, la superficie es una
mero, son interesantes los ejemplos
noción que alude a la continuidad de
de soberbia intelectual cuya denun-
las partes de un cuerpo, determinan-
cia jalona la historia de la filosofía en
do su comienzo o su fin. De hecho,
la Edad Media. Paradigmáticas son
Tomás de Aquino dice que es terminus
en este sentido las descripciones que
corporis (cf. In Met. V, l. 10, n. 3). En
hace Bernardo de Clairvaux de la so-
cambio, Ockham, para quien la s. no
berbia atribuida Pedro Abelardo. Pero
es ni una realidad distinta del cuerpo,
quizá más significativas aun sean las
ni un accidente, la define en térmi-
afirmaciones contenidas en la conde-
nos negativos: como lo que determi-
nación de París del 1277, como “en
na que un cuerpo no se extienda más
este mundo sólo los filósofos son sa-
allá de un cierto límite (cf. Quaest. in
bios” o “no hay condición más exce-
libros Phys. 64; Exp. Aurea 56).
lente que la de aquel que se ocupa de
filosofía”. superioritas. Voz que se encuentra
Particular atención al tema presta en 1. contexto lógico y en 2. contex-
Bernardo, quien, precisamente en De to metafísico. 1. En lógica, se deno-
grad. humilit. et superbia, 10, distin- mina s. terminorum a la mayor exten-
gue doce grados en la s.: curiosidad, sión de un término respecto de otro:
ligereza de mente, alegría necia, jac- por ej., “ens” es lógicamente superior
tancia, singularidad, arrogancia, pre- a “animal”, en cuanto que el primero
sunción, defensa de los propios pe- se puede afirmar de más sujetos par-
cados, confesión fingida, rebelión, li- ticulares que el segundo. 2. En el pla-
bertinaje, costumbre de pecar. no metafísico, se entiende por s. o
superessentiale. Voz que proviene del bien prioridad en el orden de la per-
griego hyperousios, usado por Proclo fección, o bien prioridad en el orden
(cf. Inst. Theol. 115), siguiendo una de lo ilimitado. Duns Escoto asigna
línea sugerida por Platón, al afirmar s. a la causa más perfecta. Siempre en
éste que la Idea de Bien se encuen- términos metafísicos, Ockham obje-
tra más allá de la esencia (cf. Rep. VI, ta que, si se entiende la superioridad
superius 654

en el primer sentido, se cae en una cer un culto a lo divino, pero de un


petición de principio; si se la asume modo ilícito, o directamente a lo que
en el segundo sentido, el argumen- no es divino. Ya en la Patrística se lla-
to carece de valor, puesto que la cau- mó la atención sobre la s. en cuanto
sa más perfecta sería la más ilimitada, deformación de la religio rectamente
y ésta, capaz de producir un gran nú- entendida. Agustín de Hipona, por
mero de efectos, es muchas veces la ej., en el De doctr. christ. II, 20, señala
menos perfecta (cf. Quaest. in libros varias formas de superstición: la que
Phys. 128). consiste en fabricar y honrar ídolos,
la que consulta y pacta con demo-
superius. Desde el punto de vista me- nios, la que se maneja con amuletos.
tafísico, la nota fundamental de lo su- Por su parte, Isidoro de Sevilla recuer-
perior es la semejanza que lo inferior da que Cicerón en De nat. deor. II,
guarda con él, como el fuego guarda 72 llamaba “superticiosos” a los que
semejanza con el sol. Aun en Dios, en ofrecían sacrificios a los dioses para
cuanto supremo, se halla la semejanza que sus hijos los sobrevivieran. Y atri-
de todas las cosas, ya que en Dios pre- buye al término que nos ocupa posi-
existe como en su causa todo lo que bles etimologías: la de provenir de su-
en ellas se encuentra. Así se expresa, perflua aut superinstituta, ya que es
al menos, Tomás de Aquino (cf. S. la observancia de cosas superfluas; la
Th. I, q. 57, a. 2 ad 2). de obedecer a multis annis superstites,
supernaturale. En primer lugar, se porque la muy avanzada edad condu-
llama “sobrenatural” a aquello que ce a los ancianos a errar en la forma
excede la natural capacidad de una antigua y tradicional de dar culto. Isi-
ser, de manera que éste se perfecciona doro se inclina por la primera que pa-
más allá de lo que permite su consti- rece prevalecer en los siglos posterio-
tución; así, por ej., el conocimiento res (cf. Etym. X, S y VIII, 3).
claro de Dios por parte del hombre El tema ha sido muy tratado; así,
es s. En segundo término, y en con- aparece, por ej., en Rabano Mau-
texto religioso, s. es lo que tiene lugar, ro De magicis artibus o Hugo de San
de manera extraordinaria, con el con- Víctor Didasc. VI, 15. Tomás de
curso de la causa primera, comoquie- Aquino dedica al tema toda una cues-
ra que sea, por ej., la devolución de la tión en S. Th. II-II, q. 92. El Aqui-
vista a un ciego. nate considera la religio una virtud
moral y, de acuerdo con su concep-
superstitio. De discutidísima etimo- ción aristotélica de virtud como jus-
logía, tal como su opuesto y comple- to medio, entiende la superstición co-
mento, religio, la s. tiene como una de mo lo que excede ese justo medio, ya
sus acepciones el don de videncia que sea por el objeto o por las circunstan-
permite conocer el pasado como si se cias. Así, señala que la s. propiamente
hubiera estado presente: superstes. En dicha es el culto a Dios de una mane-
el paganismo antiguo su práctica no ra inadecuada. Tal inadecuación pue-
se hallaba, pues, demasiado alejada de de tener lugar cuando se reverencia a
la religiosa. una criatura como si fuera Dios, lo
Sea de ello lo que fuere, la supers- que adquiere el nombre de idolatria;
tición fue definida en la Edad Me- o cuando se consulta a los demonios
dia como el acto y el hábito de ofre- acerca del provenir, lo que se llama
655 suppositio

divinatio; o cuando se llevan a cabo sibilidad para el hombre de traer a la


ciertas prácticas que conforman la s. discusión las cosas mismas de las que
observationum (cf. también De malo, se trata y la consecuente necesidad de
q. 16, a. 9). usar los nombres en lugar de ellas, a
modo de signos de las mismas.
supersubstantiale. Se ha denomina- Terminus supponit pro re afirma-
do así a lo que trasciende el univer- ban, por tanto, los lógicos antiguos, o
so de las sustancias primeras en cuan- sea, el término suple a la cosa. De ahí
to tales (cf. substantialis, in principio). que una traducción aproximada de s.
Por eso, y en particular, el uso de es- sea “suplencia”, entendiendo por ella
te adjetivo es común en el contexto la manera en que un término ocupa
de la polémica sobre el Intelecto úni- en el espíritu y en el discurso que de
co (véase intellectus), separado, justa- él proviene el locus de un ente. Así,
mente de los intelectos que corres- la s. es la aceptación de un término
ponden a las formas sustanciales hu- en lugar de una cosa, por la cual esta
manas. También se aplicó el término substitución es legítima con respecto
s. a la Idea de todas las cosas o Forma a la cópula. Esto no significa que di-
de todas las formas, es decir, al con- cha substitución dé lugar a una pro-
tenido del Verbo. De este modo, se posición verdadera. Si se dice, por ej.,
calificó con una categoría escolástica, “Platón fue un médico”, el término
una noción anterior, correspondiente “Platón” supponit, es decir, tiene co-
al neoplatonismo patrístico. mo término un valor de suplencia,
suppositale. En algunos textos esco- porque existió alguien a quien con-
lásticos, se denomina así al ser subs- viene este término con respecto al
tancial, hipostático, de un individuo. tiempo pasado significado por la có-
pula “fue”; sin embargo, la proposi-
suppositio. Es la principal propie- ción no es verdadera. Además, la s.
dad del término tomado como par- debe distinguirse de la significatio: es-
te de la proposición (véase propositio). ta distinción se hace sobre la base de
En una proposición, los términos es- otra que diferencia entre naturalezas
tán en lugar de las cosas: esto significa y sujetos en los que aquéllas se rea-
supponunt pro. Así pues, la s. consti- lizan. En efecto, la significación es s.
tuye una determinación lógica y, en personalis o substitutio repraesentativa
consecuencia, atañe tanto al térmi- pro re y se refiere a las naturalezas que
no en su expresión material como al son el objeto propio de la primera
concepto representado en él. No se ha operación del espíritu, la de concep-
de olvidar que un concepto presenta tualizar; en cambio la s. es substitutio
una naturaleza o esencia a la men- applicativa y, en tanto referida a los
te –presentación que se denomina sujetos que actualizan una naturaleza,
significatio–, pero además, tomado atañe a la segunda operación del es-
como parte de la proposición, que píritu, o sea, al juzgar, al determinar
afirma o niega la existencia de la co- que esos sujetos existen o no con ta-
sa con tal predicado, suple, pone o re- les o cuales predicados. Por otra par-
produce en el espíritu el lugar de los te, es necesario determinar la relación
sujetos en los cuales se realiza dicha que tiene la suplencia con los modos
naturaleza o esencia. En El. Soph., de existencia real o ideal; para no caer
Aristóteles ya había señalado la impo-
suppositio 656

en falacias. Si se dice, por ej., “Lo que tiene una 2.2.2. s. realis o personalis,
es animal existe”; “El centauro es ani- cuando el término suple los sujetos
mal”, puede llegarse a la conclusión individuales en que se encuentra rea-
falsa de que el centauro existe, preci- lizada la naturaleza universal. Pero,
samente, por no ser considerada la di- en este caso, se dan múltiples posibi-
ferencia de s. que, en el primer caso lidades de suplencia.
está relacionada con un tipo de exis- En efecto, la s. real o personal pue-
tencia real, y en el segundo no. de ser 2.2.2.1. singularis, si está referi-
Teniendo en cuenta lo anterior, se do a un sujeto individual, por ej., “Pe-
puede pasar a determinar el valor de dro es obrero”; o 2.2.2.2. communis,
la suplencia. Para ello, tomaremos el si suple por varios o todos los suje-
término sujeto de una proposición. tos de una misma naturaleza, como
El valor de la s. está dado, entonces, en “Estos hombres son obreros”. La s.
por la significación del predicado. común es la más compleja. Puede ser
En ese caso, se puede tener una 1. s. 2.2.2.2.1. determinada, o 2.2.2.2.2.
materialis, en la que el término suple confusa. Cuando es determinada, se
por sí mismo, en cuanto signo real trata de la acepción del término co-
o escrito, por ej., “Hombre es una mún tomado indefinidamente “Los
voz de dos sílabas”. También pue- hombres suelen odiar”, o con un sig-
de darse una 2. s. formalis, pero 2.1. no particular. En tales casos, puede
impropria, en cuanto el término su- ser determinada 2.2.2.2.1.1. iuncta,
ple una cosa cuyo significado es me- cuando el término supone algunas
tafórico; por ej., “El sol es fuente de cosas determinadas entre aquellas
la verdad”. Distinto es el caso de la a las que conviene su significación;
2.2. s. formalis propria, en tanto que por ej., “Algunos hombres son ne-
en ella el término suple la cosa en su gros”; 2.2.2.2.1.2. disiuncta, si suple
significado propio y no derivado; por algunas de las cosas que significa, pe-
ej., “El sol es el centro de nuestro sis- ro las deja sin distinción: “Algún ins-
tema planetario”. trumento es necesario para escribir”;
La s. propria es, obviamente, la que 2.2.2.2.1.3. copulata, que es la que se
más importa desde el punto de vis- da cuando el término supone las co-
ta lógico y gnoseológico. Por ello, es sas que significa tomadas colectiva-
la clase de suplencia que recibe más mente, como en “Los romanos eran
especificaciones. Dentro de ella, te- un pueblo laborioso”.
nemos dos tipos fundamentales: la La s. confusa propiamente confusa
2.2.1. s. simplex, que es aquella en la –lo cual significa “indeterminada”–,
que el término suple una cierta natu- se denomina también “distributa”, en
raleza, sin pasar con ello a sustituir a la medida en que se refiere a un tér-
los sujetos individuales que la susten- mino común que, mediante un uni-
tan, como sucede con el término “ el versal, vale por muchos. Este último
hombre” en la proposición “El hom- tipo se da en las siguientes modalida-
bre es un animal racional”. Entonces, des: 2.2.2.2.2.1. distributa completa,
se dice que el término suple lo que es- en la que el término suple todas y ca-
tá en primer lugar e inmediatamen- da una de las cosas que significa (pro
te (primo et immediate seu formaliter) omnibus et singulis significatis), por ej.,
significado por él. Por el contrario, se “El hombre es mortal”, en cuyo caso,
657 suppositum

la extensión del término referido a la Hay una íntima conexión de es-


naturaleza universal “hombre” no su- te concepto con otras nociones me-
fre ninguna restricción. 2.2.2.2.2.2. tafísicas igualmente fundamentales.
distributa incompleta, llamada así por- En tal sentido, se puede decir que el
que el término se extiende sólo a to- s. tiene subsistentia y, a la vez, consti-
dos los géneros de sujetos a los que tuye un subiectum, dado que no cons-
alcanza su significación, por ej., “To- tituye una pura subsistencia sino que
do animal es sensible” alude a todas es también soporte de accidentes. Por
las especies animales pero sólo a ellas. otra parte, en las sustancias compues-
2.2.2.2.2.3. exceptiva, es la que suple tas de materia y forma, se diferencia
un término posible de ser exceptuado de la natura o essentia en cuanto que
en algún caso, de lo que afirma el su- el s. mienta la sustancia individual,
jeto, por ej., “Todos los cuerpos son mientras que la esencia o naturaleza
ponderables”, ya que el éter no lo es. comprende lo que entra en la defini-
Si bien la s. es la propiedad lógica ción de la especie y no los accidentes
fundamental del término, hay otras individuantes (véase individuatio); en
como la ampliatio, la restrictio, la cambio, en el caso de la sustancia in-
alienatio, la diminutio y la appellatio, material, individual por sí misma, el
las cuales se examinan en los respecti- s. es sólo la forma, y la forma es si-
vos artículos. nónimo de natura y essentia. De esta
Para la acepción de s. como “condi- manera, así como hay sinonimia fun-
ción” o “supuesto”, véase ex suppositione. damental entre los términos essentia,
forma, quidditas y natura, cuando se
suppositum. A diferencia de la suppo- considera una esencia desde diferen-
sitio (véase), que es un término exclu- tes puntos de vista, lo mismo sucede
sivamente lógico, la noción de s. con- con los de substantia, hypóstasis y res
cierne a la metafísica. Su anteceden- naturae: equivalen a s., cuando éste es
te antiguo se podría encontrar en la examinado desde diferentes perspec-
hypóstasis aristotélica. Pero el pensa- tivas.
miento medieval y, particularmen- Para los nominalistas, s. significa,
te, la Escolástica cristiana, ha elabora- en lógica, fundamentalmente, indi-
do muy afinadamente este concepto. viduo, ya sea que se trate de una co-
Boecio es quien fija para toda la Edad sa particular, ya sea que se trate de un
Media su significado principal, según
signo singular como un nombre pro-
el cual el s. señala la substancia inco-
pio. En cambio, en el campo teológi-
municable y, de suyo, perfectamente
co y metafísico, también estos auto-
subsistente; en términos boecianos,
res entienden el s. como un ser com-
s. indica, pues, la substancia indivi-
pleto, no comunicable, que no puede
dual de naturaleza completa (cf. De
inherir en otro ni ser sustentado por
duabus naturis I). Es esta última no-
otro. Así se lee, por ej., en Ockham
ta lo que fundamenta la sentencia
(cf. Quodl. IV, q. 7).
actiones sunt suppositorum: en la pers-
Finalmente, cabe distinguir la no-
pectiva escolástica, lo que lleva a ca-
ción que nos ocupa de la de persona
bo operaciones no es la esencia sino
(véase). Ésta constituye, por así decir,
el s. como sustancia en sentido pleno
un caso particular de s.: la persona
y perfecto, dotada de una determina-
es el s. de naturaleza inteligente; en
da naturaleza.
sursum actio 658

el hombre se trata de un s. rationalis pecífica e importante de esta voz en la


naturae, o sea, cada hombre es una Edad Media es la que le asignan algu-
sustancia individual de naturaleza ra- nos místicos. En este contexto, la sus-
cional. pensión indica el estado del entendi-
Como se advertirá, sobre todo, a miento en la contemplación cuando
partir de este último punto, el interés ésta lleva al sobrecogimiento y la ad-
filosófico que ha suscitado en la Edad miratio (véase). En los textos de Bue-
Media este concepto obedece a pre- naventura, por ej., se habla de grados
ocupaciones teológicas, precisamen- de iluminación que implican otras
te, a la de la distinción entre las Per- tantas suspensiones.
sonas del dogma cristiano de la Tri-
suspicere magis. Expresión propia
nidad.
del vocabulario ockhamista, en el que
sursum actio. Es expresión de la presenta dos acepciones muy diferen-
mística bonaventuriana que se po- tes entre sí: 1. aumentar por adición
dría traducir por “sobre-elevación” de partes; 2. poder ser afectado de al-
Su composición señala una acción u guna manera por el adverbio “más”
operación hacia lo alto y alude a la (cf., por ej., Exp. Aurea 65).
elevación pasiva del alma que llega a
susurratio. Cf. detractio.
su unión suprema con Dios. Es pa-
siva porque el itinerario de la s.a. no syllogismus. El silogismo consiste en
depende de la ascesis sino exclusiva- un razonamiento mediato; más aún,
mente de la acción divina. Sus pasos es la forma típica de éste. Aristóte-
principales implican el trascender las les lo define diciendo que es un dis-
cosas visibles y a sí misma, y superar currir en el que, establecidas ciertas
aun la recepción de las iluminaciones premisas, necesariamente resulta al-
divinas. El proceso de la s.a. se lleva a go distinto de las mismas, justamen-
cabo por lo que Buenaventura llama te por ser éstas lo que son (cf. An. Pr.
el “amor extático” (véase extasis). Es, I, 1, 24b). Esto excluye que se requie-
pues, uno de los temas principales del ra un concepto extrínseco para que se
Itinerarium mentis ad Deum. dé tal consecuencia. Así, en este es-
quema, el s. consta de dos proposi-
suspensio. Cuando la suspensión se
ciones, las premisas, de las que deri-
refiere 1. a las acciones, significa una
va una tercera que es la conclusión.
dilación de las misma; si alude 2. al
Ambas premisas deben tener un tér-
discurso, mienta una abstención, así,
mino común, llamado “término me-
una suspensa sententia es una proposi-
dio”; éste es el que las relaciona, pe-
ción que nada define o que pone en-
ro sin aparecer en la conclusión. Ella
tre paréntesis aquello sobre lo que de-
reúne, en una síntesis necesaria, los
bería expedirse. En el orden antropo-
otros dos términos que se denomi-
lógico, se llama s. voluntatis al acto ilí-
nan “extremos”. El ejemplo clásico
cito de la voluntad, intermedio entre
es “Todos los hombres son mortales”,
el querer y el no querer, aunque al-
“Sócrates es hombre”, luego, “Sócra-
gunos niegan la validez de este con-
tes es mortal”. Aquí el término me-
cepto, diciendo que, en cuanto tal y
dio –que se suele indicar con la letra
simpliciter, la voluntad siempre quiere
M– es “hombre”, mientras que “Só-
o no quiere. Pero la acepción más es-
crates” y “mortal” –que habitualmen-
659 syllogismus

te se señalan con las letras S o P, se- mal es sustancia”, “Todo hombre es


gún se trate del sujeto o del predicado animal”, “luego, todo hombre es sus-
de la conclusión– constituyen los ex- tancia”; en la segunda figura, el mis-
tremos. Las premisas se clasifican en mo término es predicado en am-
mayor y menor según se trate de la bas, como en “Todo hombre es ani-
premisa en la que el término medio se mal”, “Ninguna piedra es animal”; en
vincula con el extremo de mayor ex- la tercera, el mismo término es suje-
tensión o con el de menor extensión, to en ambas, como en “Todo hom-
respectivamente. De esta caracteriza- bre es animal”, “Todo hombre es ca-
ción resulta, en primer lugar, que no paz de reír”. Los ejemplos son pro-
puede haber silogismo sin tres con- puestos por Pedro Hispano (cf. Sum.
ceptos, o sea, términos, cosa requeri- Log. 4, 4). Cabe añadir que, mediante
da por la mediación que causa la ne- la conversión de una de las premisas
cesariedad consecuencial. En segun- (véase conversio 5), la segunda y terce-
do lugar, tampoco hay silogismo si ra figuras se pueden reducir a la pri-
las dos premisas son negativas, ya que mera, cambiando la cualidad o can-
una doble relación negativa no da- tidad de la conclusión. Se considera
ría lugar a ninguna síntesis necesaria. perfecta la primera figura (véase s).
Por último, no pueden ser particula- 2. los modos del silogismo derivan,
res ambas premisas, porque el térmi- precisamente, de la forma en que es-
no medio sólo es lógicamente eficaz tán dispuestas las proposiciones en
como mediación si se toma al menos razón de la cantidad (universal o par-
una vez en sentido universal. ticular) y cualidad (afirmativa o ne-
Los lógicos medievales como Pedro gativa) (véanse A, E, I, O). Así, por
Hispano dividen los silogismos en ej., un silogismo cuyas proposiciones
demonstrativus, dialecticus, y sophisticus sean todas universales afirmativas, es
o litigiosus. Los primeros son válidos de tipo AAA; un silogismo en el que
y apodícticos; los segundos son aque- la premisa mayor sea universal nega-
llos cuyas premisas parten de lo me- tiva; la menor universal afirmativa; y
ramente probable; los terceros son la conclusión universal negativa, es de
los que parecen silogismos pero no tipo EAE, etc. En la Edad Media, se
lo son por algún vicio argumentativo establecieron fórmulas mnemotécni-
(cf. Summ. Log.7, 2). cas para los modos silogísticos válidos,
Ahora bien, al referirse a los silo- según las vocales de las palabras. Así,
gismos apodícticos, Aristóteles había la primera figura contiene modos co-
mencionado 1. la figura, y 2. el mo- mo barbara, celarent, darii; la segun-
do, lo que se transmite a la lógica me- da, cesare, camestres, festino, baroco;
dieval. la tercera, darapti, felapton, disamis,
1. la figura del silogismo es la ma- bocardo (véanse los respectivos artícu-
nera como están dispuestos los térmi- los) como se lee en los versos de las
nos en las premisas, es decir, según se mismas Summ Log. 4, 16 y, especial-
ubiquen en el sujeto o en el predica- mente, 17. Otros mencionan ferion,
do. De tal ordenación derivan tres fi- datisi, ferison, etc. Según algunos au-
guras: en la primera, lo que es suje- tores, a estos modos se agregan otros
to en la primera premisa es predica- que derivan de la conversio mencio-
do en la otra, como en “Todo ani- nada.
symbolum 660

Cabe añadir que esta doctrina so- tiene que agregarse el principio dictum
bre el s. se aplica fundamentalmen- de omni, dictum de nullo (véase).
te al silogismo categórico, pero no
symbolum. A diferencia de lo que
se ha de olvidar que Aristóteles ini-
ocurre con el sentido vulgar que hoy
cia el análisis sobre el silogismo hipo-
reviste en español la palabra “sím-
tético, es decir, aquel en el que una
bolo”, una de cuyas principales no-
de las premisas es condicional; y el
tas es la de remitir a una representa-
disyuntivo, o sea, aquel cuya premi-
ción generalmente visual, en la Edad
sa mayor es una disyunción. A través
Media, el vocablo s. tiene otro signi-
de Boecio, estos desarrollos pasaron a
ficado. En primer lugar, forma par-
la Edad Media. Así, todo este bagaje
te del vocabulario técnico teológico;
formó el fundamento de la logica ve-
en segundo término, consiste en un
tus medieval (véase logica, in fine).
enunciado de fe; en tercer lugar, es un
3. En la Escolástica, se continuó en
institutum, es decir, algo establecido
esta línea de investigación, pero, es-
o decretado; en cuarto término, im-
pecialmente, se perfeccionó con fi-
plica el consenso tanto de quienes re-
nes didácticos lo que se podría deno-
dactan tal enunciado –por ej., por
minar una normativa sobre el s. Es-
concilios– como de los que lo acep-
tá conformada por ocho reglas, de las
tan como verdadero, esto es, los cre-
cuales las más importantes son las tres
yentes: todos con-vienen en admitir
primeras. Ellas rezan como sigue: 3.1.
la verdad del mismo. En quinto lugar,
terminus esto triplex: maior medius-
cabe subrayar que el s. se refiere tanto
que minorque (los términos han de
a un enunciado en particular, o sea, a
ser tres, mayor, medio y menor); 3.2.
un determinado artículo de fe, como
nequaquam medium capiat conclusio
al conjunto de los que constituyen el
oportet (la conclusión no debe conte-
cuerpo doctrinal; de ahí que una de
ner nunca el término medio); 3.3. nihil
las acepciones de s. o símbolo de los
sequitur geminis ex particularibus
apóstoles sea la del Credo. Así, en ge-
unquam (nada se sigue de dos premi-
neral, su significado se aproxima a lo
sas particulares); 3.4. latius hos quam
que, más comúnmente y no en senti-
praemissae conclusio non vult (ningún
do técnico, se suele denominar “dog-
término debe poseer mayor extensión
ma”. Algunos teólogos, por ej., To-
en la conclusión que en las premi-
más de Aquino, subrayan que en el
sas); 3.5. aut semel aut iterum medius
s. se proponen las verdades de fe co-
generaliter esto (al menos una vez el tér-
mo objeto y fin del acto del creyen-
mino medio ha de ser tomado en for-
te en cuanto tal. Pero dicho acto no
ma general); 3.6. utraque si praemissa
tiene por objeto la mera proposición
neget, nihil inde sequitur (de dos pre-
formal sino la realidad a la que ella re-
misas negativas nada se sigue); 3.7.
mite (cf. S. Th. II-II, q. 1, a. 3 ad 2; I,
ambae affirmantes nequeunt genera-
q. 36, a. 2 ad 2).
re negantem (de ambas premisas ne-
gativas no se puede seguir una con- sympathia. Este término proviene
clusión negativa); 3.8. peiorem semper del griego syn, o sea, “con”, y pathos,
sequitur conclusio partem (la conclu- que, entre otras cosas, significa “afec-
sión siempre sigue la parte más débil, ción”. Muy en general, alude a la ac-
es decir, la premisa inferior). A esto ción recíproca de cosas o personas, y a
661 syncategorematica

su misma capacidad de influirse mu- pensamiento de Pico della Mirando-


tuamente. Desde la Antigüedad, es- la, quien designa con el término s. el
ta palabra se ha usado en dos planos: “universum consensum” (cf. De hominis
1. el psicológico, y 2. el cosmológi- dignitate, 137, r).
co. En el primer sentido, ya Aristóte-
symptoma. Algunos místicos medie-
les señaló la s. como un estado afecti-
vales, como Buenaventura, han lla-
vo consciente de afinidad con otro u
mado así la secuela que los vicios de-
otros seres humanos (cf. Et. Nic. VIII,
jan en el alma.
1, 1155 b). En el segundo, los estoi-
cos, en particular, emplearon esta no- syncategorematica. Los gramáticos y
ción para indicar una cierta afinidad lógicos medievales denominaron así
objetiva existente entre todas las co- a aquellas partes del discurso –como
sas. Desde esta perspectiva, la s. uni- las conjunciones, las preposiciones,
versal es la ratio más profunda que ciertos pronombres y adverbios– que
domina el orden del mundo. carecen de significatum y sólo lo ad-
En la Edad Media, si bien este con- quieren en unión con otras, llamadas
cepto no se encuentra con mucha fre- categorematica (véase). Así, son s. tér-
cuencia, reaparece con ambos signifi- minos como “todos” o “no”, que úni-
cados. En el psicológico, se hace pre- camente asumen una referencia defi-
sente, particularmente, en el neopla- nida cuando están en relación con tér-
tonismo que considera las almas li- minos categoremáticos, como “hom-
gadas por la s. En su significado cos- bre” o “sabio”, por ej., en la proposi-
mológico, en cambio, esta noción ad- ción “No todos los hombres son sa-
quiere en muchos autores medievales bios”. Así pues, el añadido de térmi-
matices peyorativos, en la medida en nos syncategorematica a una oración la
que se la asocia con la magia. En efec- modifica lógicamente, al igual que la
to, ya Plotino había puesto en la s. sustitución de unos términos s. por
cósmica el fundamento mismo de la otros.
magia, al considerar que, por ella, se De antigua raíz estotica, esta dis-
da un acuerdo natural entre las cosas tinción medieval se encuentra formu-
semejantes y, de este modo, un gran lada en Pedro Hispano, quien expli-
número de potencias diversas colabo- ca, además, el motivo de la denomi-
ran en la unidad de ese gran ser ani- nación de esta palabra: “Et sciendum
mado que es el universo. Famosa es, quod dialecticum solum ponit duas
al respecto, su imagen de la s. como partes orationis, scilicet nomen et ver-
cuerda extendida que, cuando se pul- bum, alias autem appellat ‘syncatego-
sa en un extremo, transmite la vibra- remata’ et consignificantia; et dicitur a
ción al otro (cf. Enn. IV, 4, 40 y ss.). ‘syn’ quod est ‘con’ et categorema, quod
Esta concepción refloreció, sobre to- est ‘significans’, quasi ‘consignificativa’.”
do, al fin del Medioevo y comienzos (Summ. Log. I, 5).
del Renacimiento: se encuenra no só- Tomás de Aquino trata la cuestión
lo en Marsilio Ficino, sino también en su In De Int. I, y Duns Escoto lo
en Campanella, especialmente re- hace en In Praedicamenta, 12.
lacionada con la magia (cf. De sensu Pero el autor que se ha extendi-
rerum IV, 1 y III, 14) y en los aspec- do más sobre este tema es Guiller-
tos “naturalistas” y neoplatónicos del mo de Ockham, quien compara el
synderesis 662

término s. con el cero en aritméti- manera, la entiende como una suer-


ca, puesto que por sí mismo no sig- te de inclinación espiritual a la recti-
nifica nada, pero añadido a otra cifra tud del querer. Así, para Buenaventu-
asume significado (cf. Summa Totius ra, la s. radica en la voluntad y consis-
Log. I, 4). Ockham aplicó también te en la inclinación de ésta al bien por
la distinción entre categorematicum y un pondus naturale. En cuanto tal, la
syncategorematicum al tema del infini- s. es infalible, puesto que los eventua-
to. El primero designa la cantidad del les yerros sólo se dan en su ejercicio
sujeto al que se atribuye el predicado concreto al estar obstaculizada por las
de infinito; el segundo, indica sólo de pasiones y/o por la obstinación.
qué manera el sujeto se comporta res- Los representantes de la línea in-
pecto del predicado. En este último telectualista son, en cambio, Alber-
sentido, infinito syncategorematicum to Magno y Tomás de Aquino. Fue el
es lo que puede acrecentarse indefini- primero quien separó la s. de la vo-
damente pero que, no obstante, con- luntad, llevándola al terreno de la ra-
tinúa siempre siendo finito de por sí. zón práctica sobre la base de las en-
Así pues, el infinito sincategoremáti- señanzas de Aristóteles. Pero las ma-
co es el potencial, y se subdivide en yores elaboraciones sobre el tema co-
infinito additivum o substractivum rresponden a la especulación tomista.
que es el numérico; successivum, que En su S. Th. I-II, q. 94, a. 1, ad 2, To-
es el temporal; y divisivum, que es el más precisa que “synderesis dicitur lex
continuo (cf. In Sent. I, d. 17, q. 8). intellectus nostri, inquantum est habitus
continens praecepta legis naturalis quae
synderesis. Se define como el hábito sunt prima principia operum humano-
racional de los principios prácticos, rum”. Nótese, en primer lugar, la de-
es decir que es una propiedad natural cidida inserción de la s. en el terreno
del alma humana de conocer inme- del intelecto y no de la voluntad. En
diatamente y de manera evidente los segundo término, la s. ya no es, para
primeros principios del orden mo- Tomás, ni una potencia ni un acto, si-
ral. Equivale, pues, en el campo prác- no un habitus, que inclina a conocer
tico, a la intelligentia principiorum los principios morales. En cambio, la
del orden teorético. Un ejemplo de los conscientia (véase) es el acto mismo
principios de la s. es el de que es nece- de conocer la ley natural, es decir, el
sario hacer el bien y evitar el mal. principio moral. Así, hay imputabi-
El término ha sido introducido en lidad moral, porque hay conciencia
la especulación cristiana ya duran- natural humana. Si la voluntad yerra,
te el período patrístico por Jerónimo no yerra la conciencia, pero aun si és-
(cf. Comm. in Ezech. I, 1), pero fue ta errase, la s. es infalible, como toda
estudiado particularmente por los es- tendencia natural (cf. De ver. q. 16,
colásticos. Sin embargo, entre ellos, a. 2). Sobre la base de esta doctrina,
hay dos doctrinas distintas sobre la la corriente tomista se opone implíci-
synderesis: una se prodría llamar “vo- tamente a todo relativismo moral, ya
luntarista”, y la otra, “intelectualista”. que la s. está siempre ligada a la con-
La primera está representada por Bue- cepción de la naturaleza humana, caí-
naventura, quien la considera un don da, pero no quebrantada por el peca-
natural, cuya función es guiar a la vo- do original.
luntad, dirigiéndola al bien; de esta
663 synonima

synesis. Habitualmente traducida por synonima. Los sinónimos fueron de-


“sinexis”, esta palabra, propia de la finidos en la Edad Media como tér-
ética medieval, alude al buen senti- minos que significan simpliciter o ab-
do. No es deliberativa sino iudicativa. solutamente lo mismo y lo significan
En efecto, la prudencia manda lo que de la misma manera. Ockham añade
la eubulia (véase) aconseja y lo que la que, en rigor, para que se pueda ha-
s. juzga acertado. Se define, pues, co- blar de s., es necesario que quienes los
mo la virtud de juzgar rectamente so- emplean sean conscientes de tal pari-
bre las cosas que se han de hacer, se- dad (cf. Quodl. V, 10; Summa Totius
gún la ley común. Por esto último, se Log. I, 6).
diferencia del gnome (véase) (cf., por
ej. Tomás de Aquino. S. Th. II-II, q.
48, a. 1).
664

T
tabula. Sin acotación, este término te griego en su De an. III, 4, 430 a
indica, en general, una ordenación 1. De hecho, Egidio Romano la em-
sintética y sistemática de conceptos plea en sus propios comentarios. Por
dispuestos jerárquicamente según su su parte, Alberto Magno concibe el
mayor o menor generalidad. Así, en intelecto pasivo (véase intellectus) co-
cierto sentido, el árbol de Porfirio mo una “tabula rasa planata et polita”,
(véase arbor porphiriana), por ej., se dispuesta a recibir los caracteres sin
puede considerar una t. lógica; pero la intervención del movimiento, a di-
también es una t. moral el conjunto ferencia de lo que ocurre con la ta-
de las leyes de Moisés. blilla material que da origen a la ex-
En cambio, la expresión tabula ra- presión (De an. III). Tomás de Aqui-
sa alude a la tablilla encerada sobre la no comenta que el intelecto huma-
que escribían los antiguos. Se utilizó no es “sicut tabula rasa in qua nihil est
después esta imagen para señalar las scriptum”, para señalar que está en
posibilidades receptivas de los senti- potencia respecto de los inteligibles
dos y, sobre todo, del intelecto, antes (S. Th. I, q. 89, a. 2 c). Sin embar-
de cualquier experiencia. En la Anti- go, cabe advertir que aun los escolás-
güedad, esta noción no es exclusiva ticos menos rigurosamente aristotéli-
de los pensadores que se ordenan en cos usan el término, o alguna expre-
una línea gnoseológica, por así decir, sión análoga, por ej., Buenaventura
“empirista”, ya que Platón, por ej., (cf. In II Sent. d. 1, 2, ad. 2, 3).
compara el alma a un bloque de ce- Ya en la Modernidad, F. Bacon re-
ra sobre el que se imprimen las sen- tomó este término para designar los
saciones y pensamientos que luego se esquemas representativos que guían
“recuerdan” (cf. Teet. 191 d; Fil. 390). la búsqueda de las causas de los fenó-
Una comparación similar se encuen- menos (cf. Nov. Org. II). Pero es Loc-
tra en el Filón (Leg. Alleg. I, 32) y en ke quien lo consagra en su sentido de
Boecio (cf. De cons. Phil. V, 4). pura receptividad intelectual, cuan-
Pero paulatinamente la imagen pa- do, para insistir en la experiencia co-
só a ser exclusiva de quienes rechazan mo única fuente de conocimiento, di-
cualquier forma de innatismo Los es- funde la noción de la mente o el en-
colásticos usan frecuentemente es- tendimiento como una tabula rasa.
ta expresión que adquiere distintos
taciturnitas. El silencio taciturno se
matices, según la concepción que ca-
ha considerado un peccatum oris, un
da uno de ellos haya sustentado so-
pecado de la lengua. No podía ser de
bre la relación entre el intelecto y la
otro modo, dada la neutralidad moral
sensibilidad. Aparece ya en las prime-
de la palabra y el silencio en sí mis-
ras versiones latinas y comentarios de
mos: éstos adquieren valor en dicho
Aristóteles, quien usa el equivalen-
plano cuando se ordenan al bien o al
665 talis

mal, según el caso. Así, la t. confor- subrayando la mencionada vincula-


ma la contrapartida del multiloquium ción esencial de este concepto con el
(véase): aquélla sobrecarga y compri- modo y la oportunidad, aproxima a
me la propia interioridad; éste, la di- la t. el hablar brevius, o sea, demasia-
suelve; por eso, Tomás de Aquino do concisamente, y el hacerlo tardius,
considerará la t. como efecto psicoló- esto es, demasiado tarde: en el pri-
gico posible de la ira (véase). mer caso, lo dicho resulta ininteli-
En principio, San Agustín –quien gible; en el segundo, lo dicho pue-
había se había referido a un gaudium de ser poco afable o desconsiderado.
taciturnitatis, un gozo del silencio, En ambos casos, no se utiliza bien el
oponiéndolo al officium locutionis, es- don de la palabra y en ello consiste,
to es, a la necesidad u obligación de esencialmente, el mal de la t. (cf. Spec.
hablar– abre con esta última expre- univ. XIII, 166). Alberto Magno en-
sión el camino que consagra la mala fatiza lo que subyace en casi todos los
taciturnitas como falta moral (cf. En. tratamientos medievales sobre el te-
in Ps. 139, 15). En efecto, constituye ma: el pecado de callar sobre Dios (cf.
un pecado el callar cuando se debe ha- S. Th. XXXIII).
blar. Así lo percibe Gregorio Magno
tactus. Los escolásticos confirieron
al establecer, además, una dimensión
al tacto como uno de los cinco senti-
individual y otra social de la t. en sen-
dos externos (véase sensus) una parti-
tido negativo. En el primer nivel, psi-
cular atención. En efecto, considera-
cológicamente hablando, el silencio
ron que, en los seres dotados de vida
empecinado ocasiona un sufrimien-
sensitiva, como el hombre, las opera-
to mayor en los momentos de dolor,
ciones propias de ese nivel de vida se
al impedir al sujeto salir de sí mismo;
fundan en el tacto que aprehende las
moralmente hablando, puede obede-
cualidades de los elementos. Y esto
cer al ocultamiento culpable de las
al punto de considerar que no puede
propias faltas con el fin de no hacer-
haber sensibilidad externa si no hay
se pasible de reproche o condena. En
tacto. Sobre las huellas de Aristóteles,
el segundo nivel, el social, constitu-
consideraron que, siendo el t. genéri-
ye una grave desobediencia al manda-
camente un solo sentido, tiene múlti-
miento de la corrección fraterna el ca-
ples especies, por lo que puede perci-
llar ante la falta ajena, y abstenerse de
bir cosas contrarias como lo húmedo
predicar el evangelio, especialmente,
y lo seco, lo terso y lo áspero, lo frío
en el caso de miembros del clero. Para
y lo caliente. El gusto, por ej., se une
éstos, la t. es sustracción del bien po-
al tacto en la lengua pero no en el res-
seído (cf. Mor. VII, 37, 60; Pastoralis
to del cuerpo. Así pues, hay sensibili-
PL 77, 71-72; 30 y 96).
dad externa porque hay t. como seña-
De todos modos, el tema fue más
la Tomás de Aquino en C.G. III, 105;
tratado a partir del siglo XII. Pedro
más aún, al estar extendido por todo
Cantor, por ej., se detiene en el aná-
el cuerpo, el tacto es el sentido por el
lisis de las causas de la mala t. y desa-
que se siente el dolor físico.
rrolla cinco: 1. el miedo; 2. la avidez;
3. la pereza; 4. la simplicidad; 5. la talis. Adjetivo que se utiliza en ló-
ignorancia (cf. Verbum abbreviatum gica, a veces como pronombre, para
LXII). Por su parte, Rodolfo Ardente, señalar un ente o una cualidad. Para
talitas 666

los lógicos medievales, puede ser 1. árbol, en cuanto que el segundo con-
demonstrativum, 2. redditivum, o 3. tiene el elemento húmedo en mayor
relativum. 1. Es demonstrativum cuan- grado que el primero; 3. t. simplex es
do indica algo presente; por ej., cuan- el del ente corpóreo en el que domi-
do, frente al mar, se dice “T. est mare”. na sólo uno de los cuatro elementos;
2. Es redditivum cuando remite a un mientras que en el 4. t. compositum
ente o cualidad no presentes mediante predominan dos.
la demostración de algo presente; por Este término, así entendido, se apli-
ej., cuando ante la pregunta: “Qualis có también al campo de la medicina
est Socrates?”, se responde “Talis”. 3. donde, siguiendo la tradición antigua,
Es relativum cuando señala igualdad se habló, por ej., del t. sanguineum,
en una comparación; por ej., “Qualis en el que tienen primacía el calor y la
est Socrates, talis est Plato”, o “Aethiops humedad. En este sentido, la noción
est niger et talis est corvus”. Estos ejem- que nos ocupa se encuentra con fre-
plos son propuestos por Pedro Hispa- cuencia entre los pensadores árabes,
no en sus Summ. Log. VIII, 20. como Avicena y Averroes, y con ma-
yor frecuencia aún en los renacentis-
talitas. Sustantivación del adjetivo tas como Paracelso.
talis (véase), este término se empleó
en la expresión talitas rei para designar temperantia. Concepto que con-
en una cosa tal cualidad determinada. cierne a la ética medieval, puesto que
es una virtud (véase virtus). Traduce
tantitas. Aunque poco frecuente, es- lo que, en la Antigüedad, es uno de
te vocablo, generalmente en la expre- los aspectos de la sofrosyne. Platón la
sión t. rei, es equivalente de pondus había caracterizado diciendo que es
(véase), es decir, peso, en su sentido la amistad entre las partes del alma,
físico. Pero lo específico de esta no- acuerdo que tiene lugar cuando aque-
ción es lo cuantitativo. En efecto, se llas que han de obedecer a la razón
define como la mole del cuerpo en re- no se le rebelan. Por lo demás, el Ate-
lación con la medida. niense considera que esta caracteriza-
temeritas. Cf. audacia. ción incluye tanto la templanza del
individuo como la del estado (cf. Rep.
temperamentum. Voz que deriva IV, 442 b). Para Aristóteles, es una de
de “temperies” –o sea, “equilibrio”– y las virtudes éticas, que consiste en el
que es empleada especialmente en el justo uso de los placeres corpóreos
ámbito de la filosofía de la naturale- derivados del comer, del beber y del
za para indicar la proporción de los instinto sexual (cf. Et. Nic. III, q. 12,
elementos primarios que correspon- 1107a 33-b 23). En cambio, los es-
de a un cuerpo dado. Los escolásticos toicos definieron la t. como la ciencia
distinguieron el 1. t. uniforme o ad de lo que hay que desear y de lo que
pondus, que es el del cuerpo que con- se debe rehuir, tal como aparece, por
tiene agua, aire, tierra y fuego, o sus ej., en Estobeo.
respectivos derivados en el mismo Los autores medievales, y particu-
grado; y el 2. t. difforme, que es el del larmente los escolásticos, insistieron
cuerpo que los contiene en el grado en el elemento de moderación o equi-
determinado a su especie; así, por ej., librio que conlleva el término mis-
el t. de una piedra difiere del de un mo. Así, contaron la t. como última
667 tempus

virtud cardinal, en cuanto concierne eso, se entendió por t. todo aquello


a un bien sólo individual, a diferen- que, al no pertenecer directamente a
cia de la justicia, que tiene por obje- la vida del hombre en Dios, posee, de
to el bien común; o de la prudencia, suyo, un carácter provisorio, en cuan-
que advierte acerca del bien de todas to finito y corruptible. Cabe señalar
las virtudes. Por otra parte, subraya- que en la Patrística y en la Edad Me-
ron el hecho de que la t. no tiende a dia, si bien la ascesis y la mística tien-
anular los placeres sino a moderar su den a desvalorizar lo temporal en re-
uso de acuerdo con la recta razón que lación con lo sobrenatural, la ética
señala la finalidad de los mismos. Así cristiana patrístico-medieval, en ge-
lo indica, por ej., Tomás de Aquino neral, subraya la importancia de lo t.
(cf. S. Th. II-II, q. 141, aa. 1-8). Por como único ámbito posbile en el que
su parte, Guillermo de Ockham asig- se ha de dar el desarrollo y progreso
na a esta palabra un matiz diferente. de la vida espiritual humana. En es-
En efecto, para él, la t. es el estado de te sentido, es típico del pensamiento
quien vive según la recta razón y que agustiniano, por ej., insistir en la asig-
no conoce las agitaciones violentas de nación del justo valor de todo lo tem-
la concupiscencia. Así, entre la t. y la poral, lo cual queda enfatizado en el
continentia (véase), hay algo más que caso de Tomás de Aquino.
una diferencia de grado, puesto que Ligándolo menos al mundo huma-
la segunda incluye un combate de la no, los nominalistas definieron es-
voluntad que la primera, en su pers- te concepto ya como, simplemente,
pectiva, no registra (cf. In III Sent. qq. aquello que comienza a existir en el
15b y 11t). tiempo, ya como aquello que, en ra-
zón del tiempo, se puede afirmar de
temperatus. Cf. clima. un sujeto. Tal es la caracterización
temporale. En líneas generales, este ofrecida, por ej., por Guillermo de
término hace alusión a lo que se de- Ockham en In I Sent. q.15b).
sarrolla en el tiempo (véase tempus) y, tempus. En la Antigüedad se susten-
por ende, queda de algún modo sig- tó una concepción cíclica del tiempo,
nado por la mutabilidad. Así, se opo- desarrollada principalmente en la teo-
ne a spirituale (véase) que, en cambio, ría estoica del eterno retorno de los
se asocia a lo inmutable. La distinción ciclos cósmicos. Con el advenimien-
y oposición entre lo temporal y lo es- to del Cristianismo, tal concepción
piritual tiene origen en el Nuevo Tes- se modifica, ya que, en principio, el
tamento, especialmente, en las car- dogma afirma por una parte, un pun-
tas paulinas (cf., por ej., II Cor. 4,18; to inicial absoluto, dado en la Crea-
Hbr. 12,25; Jn. 6,27). Lo temporal es ción y, por la otra, se asigna el pun-
aquello cuyo valor se limita al tiem- to final a la segunda venida de Cristo.
po, con particular referencia al pe- De esta manera, el pensamiento pa-
ríodo terreno de la existencia huma- trístico y medieval se basó sobre una
na, ligado a la materia. Lo espiritual, visión del t. como algo lineal, conci-
en cambio, tiene también la acepción biéndolo a la manera de un segmento
de lo sobrenatural, o sea, de la vida y no de círculos en espiral.
del espíritu que, por don de Dios, es Para la elaboración filosófica del
elevado a participar de lo eterno. Por tema, tomó como referencia funda-
tempus 668

mental las consideraciones de Aristó- en cuanto a aquello por lo que me-


teles al respecto. Según éstas, el tiem- dimos, sino más bien en cuanto a lo
po es el número del movimiento se- que resulta medido. Es sobre la base
gún el antes y el después (cf. Phys. de esta concepción general que Aris-
IV, 41, 219 b 1). Por ello, el Estagi- tóteles elabora su noción de tiempo
rita debe elaborar su concepción del cósmico, valiéndose del movimien-
tiempo sobre uno de los sentidos po- to de los astros. Pero también en el
sibles en las nociones del “anterior” y marco de dicha concepción incluye,
“posterior”. En efecto, señala que al- entre las diez categorías, la de tiem-
gunas cosas se denominan “anterio- po. En efecto, metafísicamente con-
res” y “posteriores” según su relación sideradas, las categorías son modos de
con un determinado principio, ab- ser; existir temporalmente es una de
soluto o relativo. De este modo, al- ellas: cuando se dice que Sócrates tie-
go puede ser anterior por el orden ne treinta años, se afirma que su exis-
como la penúltima cuerda de la lira tencia –que es un devenir, un movi-
respecto de la última; o por el movi- miento sucesivo– tuvo principio en
miento o cambio, como el niño res- cierto giro de la tierra alrededor del
pecto del hombre; o por la potencia, Sol y que ha durado tantos otros giros
como la voluntad de pintar del artis- consecutivos. Así, la categoría tempo-
ta es anterior al cuadro, etc. Y añade ral o pote –que no es el tiempo pro-
que otras cosas se dicen, en cambio, piamente dicho, sino el quando (véa-
anteriores por el tiempo; unas, por- se)– indica el encontrarse una subs-
que están más lejos del “ahora” –co- tancia corpórea contenida en el mo-
mo la guerra de Troya respecto de las vimiento de otra, que determina y
guerras Médicas–; otras, porque es- mide su comienzo y duración (véase
tán más próximas al “ahora’. De todas duratio).
maneras, de ese “ahora” (véase nunc, En la Patrística, esta concepción del
pero, sobre todo, instans) nos servi- tiempo como algo “objetivo” es cues-
mos como punto de partida origina- tionada por Agustín. En el célebre li-
rio (cf Met. V, 11, 1018 b 15-19). El bro XI de las Confessiones, el hipo-
nunc se postula, entonces, como re- nense rechaza –desde su visión cris-
ferencia temporal absoluta, es de- tiana de la realidad– la noción cíclica
cir, como principio según el cual se del tiempo, pero no lo concibe como
establece un antes y un después. Se medida del movimiento de las cosas,
puede hablar de tiempo, en el senti- sino como tensión del alma, con cu-
do de transcurso, sólo cuando perci- ya vida el tiempo mismo se identifi-
bimos un lapso, esto es, cuando dis- ca: el alma pro-tiende hacia las cosas
tinguimos en el movimiento o cam- pasadas o hacia el porvenir, de ma-
bio dos “ahora” o instantes que, en es- nera que no hay pasado ni presente
ta concepción “geométrica” del tiem- ni futuro, sino tres modalidades del
po serían los puntos extremos que li- presente anímico: el presente del pa-
mitan dicho lapso o segmento tem- sado, que es la memoria; el presente
poral. Así pues, el tiempo –fuera del del presente, que es la atención; y el
cual Aristóteles admite sólo las ver- del futuro, que es la expectación (cf.
dades necesarias y, por ente, eternas– ibid. XI, 10, 1). De este modo, Agus-
es medida del movimiento, pero no tín cambia la sede de impostación en
669 tenebra

el examen del problema, abriendo así aeternitate mundi de Tomás de Aqui-


una perspectiva que será retomada en no, Buenaventura y John Peckham.
la Modernidad. En los últimos siglos de la Edad
La Escolástica, en cambio, sigue Media, con la declinación de la me-
puntualmente en esto las huellas de tafísica aristotélica, y el retorno a cier-
Aristóteles a través de la transmisión tas líneas de raíz platónica, algunos
de Boecio, quien define el t. diciendo autores intentaron conciliar la visión
que es numerus motus secundum prius agustiniana y la aristotélica. Duns Es-
et posterius, nota esta última que vin- coto, por ej., consideró que el aspec-
cula el tiempo, particularmente, con to externo o “material” del tiempo se
la sucesión (véase successivum). Esta halla en el movimiento mismo, o sea,
definición es aceptada por la mayor fuera del alma; pero la formal, es de-
parte de los autores escolásticos, que cir, la medida de dicho movimiento,
entendieron aristotélicamente el t. viene del alma.
como el aspecto mensurable de la rea-
tenebra. La palabra “tiniebla” es muy
lidad móvil o del cambio de las cosas.
frecuente en la mística medieval, como
Tal es el caso de Alberto Magno (cf.
también la expresión, aparentemen-
S. Th. I, q. 21, a. 1), Tomás de Aqui-
te contradictoria, radius tenebrarum.
no (cf. S. Th. I, q. 10, a. 1) y Gui-
Se refiere a un estadio de la vida del
llermo de Ockham (cf. In II Sent. q.
espíritu en el que, suspendida la acti-
12). Dicha mensurabilidad está dada
vidad racional y aun intelectual (véa-
por su concepción del tiempo –para-
se suspensio), éste es iluminado por el
lela a la del espacio– como un sistema
resplandor divino. En virtud de su
de relaciones que, si bien es constitui-
sobreabundancia, dicho resplandor
da, organizada y representada por el
enceguece la debilidad de los ojos del
hombre, tiene su fundamento último
alma. Así, ésta no puede dar cuenta
en el carácter cambiante de las cosas.
conceptualmente de él. Cabe subra-
De manera pues, que, si no existieran
yar, pues, que el estado o condición
las cosas mutables, o si hubiera una
de t. no alude a una forma de pen-
sola, o si los entes fueran inmóviles y
samiento. No obstante, sí hay visión
eternos, como Dios, no habría abso-
en la t. puesto que, al menos en Ni-
lutamente tiempo.
colás de Cusa, sigue vigente la distan-
A partir de esta perspectiva, los
cia entre hombre y Dios, por tanto,
autores medievales se preocuparon,
entre el que ve y lo visto. No es el ca-
pues, por estudiar dicha mensurabili-
so de M. Eckhart en quien tal distan-
dad, es decir que examinaron el siste-
cia no existe.
ma de relaciones temporales en cuan-
Pero no es necesario acudir a los
to tal, indagando, especialmente, las
místicos ni llegar al final del Medioe-
connotaciones del antes y del des-
vo para encontrar esta noción. Citan-
pués, del ahora y del entonces (véanse
do a Dionisio Areopagita, Buenaven-
nunc y tunc). Asimismo, se ocuparon
tura, por ej., escribe: “dicitur t., quia
muy extensamente de la relación en-
intellectus non capit; et tamen anima
tre el tiempo y la eternidad; en parti-
summe illustratur” (Coll. in Hexaem.
cular, a propósito de la polémica teo-
II, 32). También se la denomina
lógica acerca de la eternidad del mun-
contemplatio caliginosa.
do. Tal es el caso de los opúsculos De
terminari 670

terminari. Significa extenderse, en movimiento: en este sentido se habla


todo sentido, hasta un límite deter- de t. a quo y t. ad quem (véanse) res-
minado sin ir más allá. Los autores pectivamente; en la generación hu-
nominalistas han restringido la apli- mana, el padre sería ejemplo del pri-
cación de este verbo a los cuerpos; así, mer término, y la forma humana ge-
en Ockham, Exp. Aurea 148). nerada en el hijo, ejemplo del segun-
do. 1.3. la forma misma del compues-
terminative. Adverbio que indica la to en la unión materia-forma; con es-
referencia al terminus que puede con- te significado, se usó la expresión t.
llevar un concepto dado. Así, por ej., intrinsecus unionis. 1.4. los extremos
la noción de creación implica finitud de una relación, que constituyen el
t., es decir, considerada en su térmi- fundamento de la misma, o sea, los
no, que es lo creado. termini relationis (véase relatio), por
terminus. Originariamente, este vo- ej., padre e hijo. 1.5. la subsistencia,
cablo aludió al límite de un terreno que es t. rei en cuanto se considera el
o extensión, y al signo concreto que acabamiento del ente, puesto que lo
lo señalaba. Pasó después a significar, hace adecuado a todas sus funciones
en general, el límite de algo y el fin de y lo constituye en el principio mismo
cualquier movimiento, hecho, acción de sus operaciones y propiedades.
o enunciado. De ahí sus dos acepcio- 2. En el orden lógico, el significa-
nes fundamentales en el pensamien- do de esta noción es instrumental; en
to medieval: desde el punto de vis- efecto, t. no es la palabra como soni-
ta metafísico, se refiere a una instan- do, ni el vocablo en cuanto tal, sino
cia extrema en la que una acción, un un elemento de la expresión concep-
movimiento o una relación se origi- tual del discurso; de ahí que un tér-
na o bien termina, completándose y mino pueda estar constituido por
perfeccionándose; por eso, Tomás de más de una palabra. En este plano,
Aquino escribe que t. es todo aquello se habla de t. para referirse a: 2.1. los
en lo que algo culmina (cf. In Met. V, extremos de la proposición –es decir,
l. 19, nn. 2-6). Esta significación bá- sujeto y predicado– cada uno de los
sica se halla en cierto modo relacio- cuales se denomina t. enuntiationis;
nada con la que el vocablo asume en en tal sentido, afirma Pedro Hispano
el plano lógico; en ese orden t. indica que “Terminus est id in quem resolvitur
un elemento en el que el juicio o dis- propositio” (Summ. Log. IV, 1, 2). 2.2.
curso de alguna manera “termina”, tal el sujeto y el predicado, en cuanto
como anota Aristóteles (cf. An. Pr. I, elementos últimos de una premisa en
24 b 16). el silogismo, se llaman t. syllogistici.
En la Edad Media y 1. en el or- 2.3. todos los elementos simples
den metafísico, se empleó esta voz pa- que intervienen en las proposicio-
ra aludir a: 1.1. el resultado de una nes, sea que formen parte del suje-
operación; así, el t. actionis formalis es to o del predicado o de la cópula, y
lo efectuado propia e inmediatamen- sean ellos categorematica o syncatego-
te por la acción u operación, por ej., rematica (véanse). 1.4. una proposi-
la estatua respecto del escultor, el mo- ción misma, en cuanto forma parte
vimiento respecto del motor. 1.2. el de otra, por ej., cuando se dice “‘Só-
punto de partida o de arribo de un crates es hombre’, es una proposición
671 theologia

afirmativa”, las tres primeras palabras munica su condición al sujeto aman-


constituyen en su conjunto un térmi- te, al amar lo terreno como priorita-
no. Así lo indica, al menos, Guiller- rio, el hombre se pierde en eso, que
mo de Ockham en su Summa Totius le confiere su condición de perecede-
Log. I, 2 y 3. ro; de ahí que el Hiponense escriba:
“Terram diligis? Terra eris” (In Io. Ep.
terrenum. En los textos medievales, ad Parthos 2, 14). Por esta misma ra-
ya desde la Patrística, lo terreno só- zón, el concepto de lo terreno incide
lo puede comprenderse en contrapo- en la constitución de las dos ciudades
sición con lo celeste (véase caeleste). agustinianas (véase caeleste y civitas,
Tal contraposición deriva de la de cie- in principio).
lo y tierra, entendida, fundamental-
mente, en sentido espiritual, además tetragonismus. Voz que indica el
de su obvio sentido natural. Uno de problema de la cuadratura del círcu-
los principales autores en la consagra- lo, es decir, el de hallar un cuadrado
ción del valor semántico ético-espiri- con una superficie que sea igual a la
tual de este vocablo ha sido, sin duda, de un círculo dado. Fue estudiado ya
Agustín de Hipona. En efecto, para por los antiguos e interesó también a
Agustín, como para toda la literatura los escolásticos. De hecho, Tomás de
posterior redactada bajo su influen- Aquino se refiere al tema, empleando
cia, lo terreno hace alusión a lo inma- la voz t. en In Post. An. I, l. 17, n. 1.
nente, mutable, perecedero y axioló-
theologia. Al derivar de theós, “Dios”;
gicamente relativo; lo celeste está re-
y lógos, “discurso racional”, esta pala-
ferido, en cambio, a lo trascendente,
bra asume el significado general de
inmutable, eterno y axiológicamente
lo referido a Dios y a lo divino. Aho-
absoluto. Para comprender la relevan-
ra bien, en la Antigüedad, los filóso-
cia de este tema, es necesario recordar
fos, como Platón y Aristóteles en sus
que, especial aunque no exclusiva-
respectivos sistemas metafísicos, ha-
mente, en la concepción agustiniana
bían llamado tó theión, “lo divino”,
se da una oposición radical entre los
a las instancias supremas del ser. Así,
dos posibles fines supremos de la vo-
la teología constituyó un aspecto de
luntad, tensión en la que consiste la
la filosofía; más aún, su ámbito te-
dramaticidad de la vida humana: en
máticamente supremo. En este sen-
última instancia y de hecho ella só-
tido amplio entiende la palabra que
lo puede encaminarse o hacia el va-
nos ocupa Varrón, al que sigue Agus-
lor más alto –Dios en cuanto Sumo
tín, quien dice que la t. es la razón o
Bien–, o hacia los relativos, cuyo con-
discurso acerca de la divinidad (cf. De
junto es precisamente lo que nombra
civ. Dei VIII, 1). Tal punto de vista
la voz que nos ocupa. En este caso,
es coincidente con el enfoque agusti-
el error consiste en absolutizar, con-
niano de la realidad: en el Hiponen-
siderando digno de constituir fin úl-
se –como en la mayoría de los autores
timo, lo que en sí mismo es relativo.
de la Patrística– está ausente la idea de
Lo t. que se identifica así con lo mun-
la t. como la disciplina independiente
dano, es, pues, una de las dos direc-
y sistemática, es decir que la doctrina
ciones posibles que puede asumir el
sobre el Sumo Ser es inescindible de
amor humano. Pero, justamente por-
la doctrina sobre los demás seres. Esto
que el objeto prioritario del amor co-
theologia 672

obedece a su visión unitaria del saber, Tomás de Aquino es uno de los pri-
que, además, tampoco se puede sepa- meros autores en mostrar una distin-
rar del actuar en el ascenso del hom- ción entre la teología sin acotación,
bre hacia Dios. Por ello, la influencia llamada también scientia divina y
agustiniana en la Edad Media no fa- equivalente a la filosofía primera –es
voreció la constitución de la t. como decir, la ciencia que considera la cau-
ciencia autónoma, proceso que tiene sa primera de las cosas (cf. In Met., Pr.
lugar muy paulatinamente. y XII, l. 12, n. 29)–, y la t. revelada o
En dicho itinerario, uno de los pri- sagrada doctrina, que toma sus prin-
meros hitos es el esbozado por Juan cipios de la revelación. El Aquinate
Damasceno, cuya obra teológica pre- afirma además que la sagrada doctri-
senta una primera parte, de índole fi- na es también scientia, porque proce-
losófica, llamada Dialectica, a la que de de principios conocidos a través de
sigue una ordenada exposición del una luz superior o lumen infusum (cf.
dogma en los cuatro libros del De S. Th. I, q. 1, a. 2 c), es decir, de los
fide orthodoxa. Cabría encontrar aquí datos de la Revelación. Así, desde el
una raíz del uso de la filosofía como punto de vista del Aquinate, nuestra
propedéutica al examen sistemático teología es una suerte de subalternatio
de los datos revelados. Pero tal uti- (véase) respecto de estos últimos. Pa-
lización de la filosofía supone siem- ra Duns Escoto, el primer tipo de
pre, y exige, una concepción del filo- conocimiento, el teológico, consti-
sofar como algo autónomo, en cuan- tuye una ciencia teórica, mientras
to tratamiento puramente racional de que el segundo, el revelado, es cien-
la realidad. En el comienzo mismo de cia práctica, en cuanto tiene por fin,
la Escolástica, esa concepción se reve- fundamentalmente, mostrar al hom-
la en la racionalización propia de la bre el camino de su propia salvación
actitud de Anselmo de Canterbury, (cf. Op. ox. Pr. q. 4, n. 42); por tan-
especialmente, en el Proemio de su to, la t. revelada no tendría un pu-
Proslogion. Un siglo más tarde y en ro valor cognoscitivo; más aún, si el
oposición a místicos como San Ber- teólogo se lanzara a aparentes demos-
nardo, los llamados “dialécticos” co- traciones, cambiaría su condición en
mo Pedro Abelardo, Gilberto de la la de filósofo, como señala Duns en
Porrée y Alan de Lille, se ocupan de In Sent., Proem. Tampoco Durando
exponer el dogma religioso sistemáti- de San Porciano considera la t. cien-
camente, utilizando en forma metó- cia, en primer lugar, porque no par-
dica y deliberada las categorías filo- te de principios racionalmente evi-
sóficas. Dentro de estos límites y en dentes; en segundo término, por-
función de tales intereses, se ha de que no se puede suponer en todos la
comprender la caracterización –mu- luz sobrenatural que, por lo demás,
chas veces malentendida– de la filo- no es comunicable; así, como no se
sofía como “ancilla theologiae” (véa- tiene de Dios ni cognitio abstractiva
se). Pero, a pesar de que el siglo XII ni intuitiva no se pueden fundamen-
asiste a la fundación de la teología oc- tar los principios de las demostracio-
cidental como disciplina epistemo- nes. En cierto modo, Guillermo de
lógicamente acotada, la delimitación Ockham adhiere a este perspectiva,
precisa y expresa entre filosofía y t. es en la medida en que no considera la t.
tardía. revelada como ciencia sino como un
673 timor

conjunto de conocimientos teóricos theoria. En la literatura medieval, es-


y prácticos, que se apoyan exclusiva- te término –al igual que sus deriva-
mente sobre la auctoritas. De hecho, dos, tales como theoricum– alude a la
Ockham llama th. in se aquella que vida contemplativa cuyo fin es la con-
extrae evidencia de su propio objeto sideración de la verdad. Así, se habla
(cf. In Sent. Pr. q. 12, 1). de las scientiae theoricae o speculativae
Sólo en la Modernidad se cumple que, como señala, por ej., Tomás de
cabalmente la diferenciación mencio- Aquino, son la mathematica, la physica
nada más arriba; así, se llamó “teología y la theologia (véanse), lo cual incluye
natural” al conocimiento que se pue- de manera eminente a la metaphysica
de obtener de Dios mediante la luz de (cf. In Met. II, l. 2, l. 1, n. 2). Esta
la pura razón, de la naturaleza y de noción es complementaria con la de
la contemplación de las cosas creadas. praxis (véase).
En cambio, se denominó “teología sa-
thesis. Según su significado técnico
grada” a la que se funda en principios
antiguo, una tesis indica, en general,
directamente inspirados por Dios.
un enunciado o una proposición que
Esto aparece, por ej., en F. Bacon.
se plantea. En este sentido, Aristóte-
No obstante, todo lo anterior es
les emplea esta palabra en An. Post. I,
aplicable exclusivamente a aquellos
2, 72 a 15, donde establece que ella
autores patrísticos y medievales que
designa una proposición asumida co-
no se pueden calificar de “místicos”.
mo principio propio. La distingue
Entre estos últimos, en cambio, sólo
también del concepto de axioma, que
cabe hablar de una “th. negativa”. És-
es una regla general y formal del pro-
ta únicamente admite una via (véa-
cedimiento demostrativo. El térmi-
se via) para el tratamiento de lo divi-
no deriva del verbo griego correspon-
no: la que, procediendo desde lo fini-
diente, cuyo significado es “poner”.
to, considera a Dios más allá de todos
Por eso los escritores latinos, como
los predicados o nombres con los que
Cicerón, tradujeron t. por propositum,
se lo puede designar. Su anteceden-
entendiendo por éste una cuestión a
te se encuentra, especialmente, en los
debatir. En cambio, entre los autores
escritos neoplatónicos que postulan a
retóricos como Quintiliano, t. alude
Dios más allá no sólo de todas las de-
a un tema sobre el que se ha de per-
terminaciones finitas, sino también
suadir al auditorio (véase propositum
del Ser mismo. Los tres momentos
3 y 4).
principales de la teología negativa se
En los textos filosóficos de la Edad
pueden ver representados en las obras
Media, suele reencontrarse el sentido
del Pseudo Dionisio (cf. por ej., De
aristotélico del vocablo. Así, en el pe-
myst. Theol. 1; De div. nom. I, 4 y IV,
ríodo escolástico, designa una propo-
2), en las de Escoto Erígena (cf. De
sición que alguien enuncia y se pro-
div. nat. II, 30) y en las de los místi-
pone demostrar.
cos especulativos alemanes, como M.
Eckhart, y particularmente, Nicolás timor. Dos son los sentidos funda-
de Cusa (cf. De docta ign. I, 24, y 26). mentales en los que se ha entendido
el temor en la Edad Media: 1. el reli-
theologus. Cf. sanctus. Para las razo-
gioso y 2. el psicológico. A su vez, en
nes de la asimilación entre estos dos
el primero, se diferencia entre 1.1. t.
términos, véase theologia, in fine.
servilis, temor servil, que es aquel que
tò 674

impulsa al sujeto a abstenerse de una etc., o 2.1.1.2. morales, como el te-


acción vil, o a manifestar arrepenti- mor a la culpa. Sin embargo, se habla
miento por ella, movido sólo por el también de un 2.1.2. temor “reflejo”,
miedo al castigo divino. 1.2. t. castus, ya que puede haber miedo al miedo.
temor casto, es, en cambio, reveren- Acerca de 2.2. las especies del t.,
cia a Dios, la delicada escrupulosi- los escolásticos suelen aceptar la cla-
dad de quien obedece la palabra di- sificación del Damasceno, si bien
vina y gusta de su dulzura: así se ex- justificándola cada uno en sus pro-
presa Agustín en De civ.Dei XXI, 24, pios términos. Para Tomás de Aqui-
5. Esta consideración religiosa del te- no, por ej., los criterios a emplear en
mor prevaleció durante toda la Edad ella han de ser 2.2.1. las operacio-
Media y, hacia su final, autores como nes y las cosas 2.2.2. exteriores. Así,
Gabriel Biel añadieron a estas dos cla- se tiene: 2.2.1.1. la pereza (véanse seg-
ses de temor el t. initialis, intermedio nitia y pigritia), por la que el sujeto
entre ambas porque se basa en parte rehuye el obrar en virtud del temor
sobre el interés egoísta y en parte so- a un trabajo que lo exceda; 2.2.1.2.
bre el amor a Dios (cf. In III Sent., d. la deshonra (véase turpitudo), por la
35, q. 1, a. 1, n. 2). que se teme el mancillarse del pro-
En lo que concierne al 2. segundo pio honor; 2.2.1.3. el rubor, por el
aspecto del tema, desde el período pa- que se teme el llevar a cabo una cier-
trístico tuvo gran influencia el enfo- ta acción; 2.2.1.4. la vergüenza (véase
que de Juan Damasceno, quien enu- verecundia), por la que se teme la opi-
mera seis especies del t.: rubor, ver- nión ajena debido a un acto torpe co-
güenza, indolencia, admiración, estu- metido. En cambio, con arreglo al
por y congoja (cf. De fide ort. II, 15). 2.2.2. criterio que emana de las co-
Durante el período escolástico, y sas exteriores, se tiene: 2.2.2.1. la ad-
siempre bajo el aspecto psicológi- miración (véase admiratio), cuando se
co, se analizó el t. en cuanto pasión contempla algún gran mal cuyo tér-
del irascible. Como la audacia (véa- mino no se alcanza a conocer; 2.2.2.2.
se), el temor se refiere al mal, pero se el estupor, cuando se ofrece a esa ad-
diferencia de ella en que constituye miración un mal insólito que, por lo
movimiento de alejamiento y no de mismo, parece inmenso; 2.2.2.3. la
aproximación. Se define como pasión congoja, que es el temor de los infor-
del apetito irascible que se aleja del tunios futuros porque no se pueden
mal sensible y futuro al que es arduo prevenir (cf. S. Th. I-II, qq. 41-44).
resistir. Por eso, respecto de la causa
tò. Cf. ly.
del temor, se ha dicho que la princi-
pal es el amor al bien opuesto al mal tò tì én eínai. En la literatura filosó-
que se teme y la impotencia frente a fica escolástica, algunas veces aparece
éste. En cuanto al 2.1. objeto del te- esta expresión griega así transliterada.
mor, aunque éste es genéricamente el Sin embargo, lo más frecuente es en-
mal, se dan también objetos específi- contrarla en su traducción literal lati-
cos, los que se dividen en 2.1.1. di- na: quod quid erat esse (véase).
rectos y 2.1.2 reflejo. A su vez, los ob-
jetos específicos directos del t. pueden topica. Se entiende por esta palabra,
ser 2.1.1.1. naturales o físicos, como transliterada del griego, el conjunto
terremotos, enfermedades, muerte, de elementos aptos para encontrar las
675 totum

fuentes lógicas –o, loci, es decir, preci- cepto de t. fue elaborado a partir de
samente tópoi– entendiendo por éstas las consideraciones que hace Aristó-
los lugares en los que recabar razones teles en su Met. V, 26, 1023 b 25, y
probables para una argumentación. se entendió en correlación con el de
Así pues, la t. es una suerte de arte de pars (véase): un todo es, fundamen-
la disputa, pero no sofística. El nom- talmente, “quod constat partibus”, se-
bre ha sido tomado del organon aris- gún señala Tomás de Aquino en S.
totélico, justamente de los libros lógi- Th. I, q. 10, a. 1, ad. 3. Con todo, en-
cos en los que se expone la clase de ar- tre los autores medievales, no se en-
gumento sólo probable, esto es, los si- tendió el t. de un modo puramente
logismos hipotéticos. A través de Ci- cuantitativo, desde el momento en
cerón y de Boecio llegan al mundo que es inescindible del concepto de
medieval. forma. De hecho, no se lo consideró
como mera suma de partes, sino en
totalitas. Se puede considerar equi- su propia ratio. Obviamente, es una
valente a totum (véase), pero lo pro- noción que fue aplicada, sobre todo,
pio de este sustantivo es que acentúa a los entes corpóreos, es decir, divisi-
el carácter de un todo como unidad bles. Sin embargo, no es la que se aca-
simple a la que nada es posible añadir ba de mencionar una opinión unáni-
sin modificar la naturaleza de la cosa. me que se extienda hasta el final de
Así, en lugar de implicar una relación la Edad Media: Ockham, por ej., nie-
intrínseca de las partes con el todo, la ga, contra Burley, que haya una for-
t. subraya la ratio del todo en cuanto ma del todo: “non est aliud a partibus
tal y la forma que le compete. simul sumptis, id est junctis et unitis”,
totaliter. Adverbio que indica la con- dice en In Phys. I, 25.
sideración de algo en su integridad, Sobre la base conceptual que se aca-
teniendo en cuenta el conjunto de to- ba de sintetizar, los escolásticos elabo-
dos sus aspectos esenciales. Por ello, raron varias distinciones acerca de es-
es sinónimo de adaequate. Así, por te concepto: en el 1. plano metafísi-
ej., el hombre es considerado t. cuan- co, se examinó, en especial, los tipos
do se lo concibe como animal rationa- de relación entre el todo y sus par-
le; en este caso, lo enunciado se ade- tes. En tal sentido, se habló de 1.1. t.
cua a la totalidad del ser del hombre. universale o essentiale: es aquel que
constituye una estructura esencial es-
totum. Es curiosa la etimología que pecífica o genérica, expresada en un
algunos especialistas han atribuido a concepto universal, como “homo”
este término: lo suponen derivado de o “animal” ; 1.2. t. potentiale: se tie-
tomentum, que alude al material de re- ne cuando la forma del todo se en-
lleno de algo, como paja, plumas, etc. cuentra en las partes en cuanto esen-
En cuanto término técnico, como cia, pero no quoad virtute, como el al-
caracterización general, se puede de- ma respecto de sus facultades o po-
cir que esta voz denota cualquier con- tencias operativas; 1.3. t. integrale: es
junto de partes, independientemen- el que conforma la estructura com-
te del orden o disposición de las mis- pleta de un ente respecto de sus par-
mas. En este sentido, presenta un ma- tes, constituidas en la materia y la for-
tiz de diferencia respecto de la totalitas ma, como “Sócrates” en cuanto subs-
(véase). En la Edad Media, el con- tancia primera.
totum in toto 676

En cambio, en el 2. plano físico, las expresiones; 4.1. t. continuum pa-


se alude precisamente al t. physicum, ra referirse a una sustancia corpórea
que es el compuesto por la materia y singular; y 2. t. discretum para alu-
la forma substancial ordenadas y uni- dir a un conjunto de cosas singula-
das naturalmente. Un todo físico im- res dispuestas en un solo grupo o una
plica, pues, la materia, y en virtud de sola unidad.
la constitución de ésta, puede ser un
totum in toto. Esta expresión tiene
2.1. t. homogeneum o similare, si cada
su remoto antecedente en Anaxágo-
una de todas sus partes tiene la mis-
ras. En la Antigüedad fue usada por
ma ratio y denominación que la tota-
algunos autores para mentar la uni-
lidad; así, por ej., el agua es un todo
dad del todo universal, según la cual
homogéneo. Su contrario es el 2.2.
en cada cosa están contenidos los ele-
t. heterogeneum o dissimilare, uno de
mentos originarios. En la Edad Me-
cuyos ejemplos es el cuerpo humano,
dia resurge en autores como Nicolás
ya que está constituido por corazón,
de Cusa, para quien cada ente de la
hígado, etc. y cada uno de estos órga-
naturaleza –y no sólo el hombre– es
nos no posee la misma razón ni deno-
t. in t., en la medida en que constitu-
minación que el cuerpo. Siempre en
ye un microcosmos que compendia el
el plano físico, también se puede ha-
macrocosmos.
blar, aunque de algún modo impro-
piamente, del 2.3. t. accidentale o per totus. Se prefiere esta forma a la de
accidens, que es el que consta de par- totum (véase) para indicar que algo es
tes unidas no natural ni ordenada- perfecto en el sentido de compuesto
mente sino por accidente, cada una integralmente por todas sus partes.
de las cuales es, además, un ente en
acto; por ej., un cúmulo de piedras. tractio. Se denomina así el movi-
Desde el 3. punto de vista lógi- miento violento por el cual un motor
co, se reiteran algunas denominacio- atrae a lo movido hacia sí o hacia otra
nes del t. metafísico, si bien con otros cosa (cf., por ej., Ockham, In Phys.
matices de significación: en este or- III, 9); por eso, no se puede traducir
den, se llama 3.1. t. universale a los por “atracción” en todos los casos.
géneros y las especies; 3.2. t. integrale traditio. Derivado del verbo trado
a aquel cuyas partes son cuantificables, –que significa “entregar”, “ceder” o
y que no se debe confundir con el 3.3. “pasar a otro u otros” y, por ende,
t. in quantitate, que es lo tomado uni- también “narrar”– este nombre mien-
versalmente, como “todo hombre” o ta, en general, la transmisión de un
“ningún hombre”; 3.4. t. in qualita- elemento de la historia humana, es-
te, se denominó a lo que se toma sin pecialmente a través de la palabra o
determinaciones como “el hombre”; las costumbres. De hecho, tal trans-
3.5. t. in loco, es una determinación misión puede ser implícita o explí-
que comprende adverbialmente el lu- cita, consciente o no. Pero, en senti-
gar, como “dondequiera”; 3.6. t. in do estrictamente filosófico suele con-
tempore, es una determinación que llevar el reconocimiento de la verdad
abarca adverbialmente la totalidad del de lo trasmitido. Ya en el pensamien-
tiempo, como “siempre” o “nunca”. to antiguo hay antecedentes de lo que
Finalmente, desde el 4. punto de esta noción implica, por ej., en Aris-
vista físico-matemático, se utilizan tóteles, quien suele remitirse a la tra-
677 tranquillitas

dición, aunque tomándola con senti- cual el alma de los hijos deriva de la
do crítico (cf. Met. XII, 8, 1074 b); de los padres como una rama brota
o en Plotino, para quien constituye, del árbol; así aparece, por ej., en Te-
en cambio, una suerte de garantía (cf. mistio (cf. De an. II, 5).
Enn. III, 7, 1). Cabe advertir que el De tal modo, el alma humana es
prestigio que fue adquiriendo la t. hi- transmitida del padre al hijo, junto
zo posible fraguar, en apoyo de una con el cuerpo, y proviene ex traduce
presunta tradición, documentos ficti- o per traducem seminis. A ella se opo-
cios a falta de los auténticos, u otros ne el “creacionismo” que afirma, en
de falsa atribución como los de Her- cambio, la creación inmediata del
mes Trimegisto. Esto se explica por la alma por parte de Dios. Si bien es-
exigencia –propia de la concepción ta discusión excede los límites de la
antigua y, especialmente, medieval– Edad Media –de hecho es retomada
de interpretar la Historia como maes- por autores de la Reforma, como Lu-
tra, o como sistema, en el que impor- tero y Calvino, y de la Modernidad,
ta más la coherencia interna que la como Leibniz– dentro de los perío-
exactitud del dato, exigencia esta úl- dos patrístico y escolástico, se pueden
tima típica de la Modernidad. señalar tres momentos fundamenta-
En el campo específico de la teolo- les en su desarrollo, representados por
gía dogmática cristiana, este término las posiciones de Tertuliano, Agustín
adquiere relieve y precisión significa- y Tomás de Aquino.
tiva. Está estrechamente ligado al he- Tertuliano fue un abierto defen-
cho de la Revelación que culmina en sor del traducionismo: el alma hu-
Cristo y los Apóstoles, cuya enseñan- mana derivaría del semen, o sea, de
za oral es transmitida, fundamental- algo material (cf. De an. 27). Agus-
mente, por la t. Tal transmisión de la tín no se expide taxativamente al res-
verdad revelada se confía así a la Igle- pecto, pero plantea las posibles con-
sia, que, en cuanto cuerpo investido secuencias de esta tesis y de su opues-
de autoridad del magisterio, la custo- ta, en el ámbito de la teología dogmá-
dia como patrimonio de fe, común a tica: una posición traducionista con-
todos los creyentes. tribuiría a explicar la transmisión del
pecado original, aunque cuestionaría
tradux. Voz que, en general, mien- la espiritualidad del alma, esto es, su
ta el tránsito de un orden a otro. So- carácter inmaterial; por el contrario,
bre esta base conceptual, 1. en retóri- tal carácter queda confirmado en la
ca, alude a la metonimia; 2. en gra- tesis opuesta del creacionismo (cf. De
mática, significa una hipérbaton. Pe- lib. arb. III, 20-21; De gen. X, 11-26,
ro, 3. en el plano filosófico y teológi- Ep. 116 y 190). Por su parte, Tomás
co cobra una acepción muy particu- de Aquino rechaza decididamente el
lar, que remite al significado origina- traducionismo, para salvar la inma-
rio de t. Éste alude a la “rama de un terialidad del alma humana, posición
árbol”, en especial, el mugión de una que finalmente obtuvo primacía en la
vid. En el ámbito filosófico, señala la Escolástica (cf. S. Th. I, q. 90, a. 2 c).
noción central de una doctrina cono-
cida hoy con el nombre de “traducio- tranquillitas. El de tranquilidad o
nismo” –cuyo antecedente remoto se serenidad es un concepto particular-
encuentra en los estoicos– según la mente importante en Agustín, a tra-
transcendens 678

vés del cual pasa a toda la literatu- Media no concierne al plano espiri-
ra agustiniana en la Edad Media. Se tual ni al gnoseológico sino al onto-
vincula con el de pax (véase); de he- lógico: lo que trasciende ciertas rea-
cho, la definición más general de paz lidades es lo común a todas ellas y se
que ofrece el Hiponense es la siguien- identifica con la esencia de las mis-
te: la paz de todas las cosas es la t. del mas. Sólo en este sentido, es decir, en
orden (cf. De civ. Dei XIX, 13). Pero, el de la superación de lo particular, t.
más allá de esta acepción amplia, en se aproxima a transcendentale (véase).
su sentido estricto, y a diferencia de
transcendentale. En la filosofía esco-
lo que ocurre con pax, el término que
lástica, se llaman “trascendentales” a
nos ocupa no se relaciona con el plano
los modos más generales que asume
metafísico sino con el antropológico.
el mismo concepto de ente, modos
En éste ocupa un lugar importante en
que lo caracterizan en cuanto ente.
los grados de ascensión a la sabiduría
Ellos son: ens, unum, aliquid, verum,
que plantea Agustín en De quant. an.
bonum y a veces se incluye también
XXXIII, 70-76. En efecto, para llegar
pulchrum (véanse). Aunque el térmi-
a la sabiduría, el alma debe ejercitar-
no t. aparece en las sistematizaciones
se en la virtud, dada por el timor Dei,
lógicas de la escolástica tardía, el con-
la pietas y la scientia. Al hacerlo, alcan-
cepto se encuentra ya en Aristóteles
za precisamente la t., o sea, la tranqui-
cuando, al combatir el eleatismo pla-
lidad de ánimo, que le procura forti-
tónico, niega que las propiedades pe-
tudo. Consolidada ésta, el alma de-
culiares del ente en cuanto ente cons-
berá concentrarse en el consilium y la
tituyan categorías o géneros, por am-
purgatio cordis para acceder a la con-
plios que éstos sean (cf. Met. III, 3,
templatio propia de la sabiduría (cf.,
998b 22 y ss.). Según el Estagirita,
también, De doctr. christ.II, 7, 9-11).
son más bien atributos propios del
En cambio, durante la Escolástica,
ente cuanto tal, así como hay pro-
esta voz es utilizada para aludir a la se-
piedades del número en cuanto nú-
renidad de lo material, hablándose así,
mero, como, por ej., la de ser mensu-
por ej., de la t. de los elementos o del
rable (cf. ibid. IV, 2, 1004b, 10-15).
mar, como hace Tomás de Aquino en
Los trascendentales pueden conside-
In Met. V, l. 8, n. 14. De esta manera,
rarse, pues, aristotélicamente, diver-
se reservó la palabra quies (véase) pa-
sos modos de decir “ente” y no de-
ra referirse a la tranquilidad del alma.
terminaciones intrínsecas de éste, co-
transcendens. Participio del verbo sa que constituyen los praedicamenta
transcendo, que significa “ascender” desde el punto de vista metafísico
o “sobrepasar”, este término implica (véase praedicamentum).
el matiz de lo que supera algo o es- Sobre esta base, el pensamiento
tá más allá de ese algo. Así, por ej., medieval elaboró una doctrina sobre
Agustín, al exhortar al alma humana los trascendentales a la que denominó
a continuar su camino de indagación también “de los modos comunes del
para llegar a contemplar a Dios co- ente”. Su enumeración se encuentra,
mo plenitud del ser, dice: “transcende por ejemplo, en la Summa Theologica
te ipsum” (De vera rel. 39, 72). Sin de Rolando de Cremona. El nom-
embargo, el sentido técnico que final- bre de “trascendental” asignado a ta-
mente asumió la palabra en la Edad les modos obedece a que el signifi-
679 transelementatio

cado del ente como tal no sólo tras- ser. Con todo, cabe advertir que, así
ciende las notas individuales del en- como hay grados de nobleza en el ser
te particular del que se trate, o sujeto de los entes según sus respectivas de-
del que se predique, sino que va más terminaciones ontológicas y las es-
allá de los sectores especiales de entes pecies a las que correspondan, de la
y aun de todos ellos en conjunto. En misma manera, y dada justamente la
otras palabras, “ente” trasciende todo equivalencia mencionada, hay diver-
lo que es de una manera particular y sos grados de bondad óntica.
específica y, así, indica el modo de ser En tanto constituyen diferentes
de cualquier realidad. De hecho, se- modos de decir “ente” –o sea, distin-
gún Tomás de Aquino, lo que el in- tos puntos de vista desde los que se
telecto aprehende ante todo es el ente puede considerar el ente– los trascen-
en cuanto tal (cf. De ver. I, 1). Ahora dentales se entienden, en principio,
bien, Tomás hace suya la afirmación convertibles o intercambiables en-
aristotélica sobre los atributos comu- tre sí; de ahí sentencias como “Ens et
nes a todo ens, y presenta tales pro- unum (o aliquid, o verum, o bonum,
piedades o modos del ente, es decir, o pulchrum) convertuntur”. (Véanse
los trascendentales, siguiendo de al- los artículos correspondientes a cada
guna manera, el proceso psicológico trascendental).
del conocimiento humano. En la Modernidad, quienes conti-
En efecto, observa el Aquinate que, núan el pensamiento escolástico, co-
si se lo toma en su aspecto absoluto mo Wolff, suelen insistir en la preva-
y positivo, ens equivale a ser. Pero tal lencia del bonum y del verum sobre
aspecto positivo incluye también la los demás trascendentales. En cam-
negación de la división: ens indivisum bio, quienes se oponen a la metafísi-
especifica que el ente no está dividi- ca escolástica, como Kant, asignan al
do porque, de lo contrario, se tendría término que nos ocupa una acepción
dos, de cada uno de los cuales pue- completamente distinta.
de decirse que es uno; de modo tal
transcendentaliter. Adverbio que
que se llega a la segunda equivalencia:
indica el modo de entender un atri-
la que se da entre ens y unum, Más
buto o una sustancia, en cuanto que
aún, si se atiende a que este unum no
trasciende la serie de categorías y
puede sino ser un ente determinado,
conviene a toda realidad, como bo-
nos acercamos a la noción de aliquid.
num, verum, unum, etc. (véase trans-
Cuando, por último, se pasa a la re-
cendentale). En cambio, entender al-
lación del ente en cuanto tal con el
go praedicamentaliter significa conce-
alma y sus facultades, surgen los dos
birlo como ordenado en una de di-
trascendentales restantes: en orden al
chas categorías o praedicamenta (véa-
intelecto, todo ens es verum, en tan-
se). Así, por ej., un hombre perver-
to que el pensamiento se ha de con-
so es praedicamentaliter malo, puesto
formar con él, o sea, con su realidad
que es cualitativamente malo, pero t.
cierta o su determinación ontológica.
es bonum, en tanto que es.
Finalmente, en orden a la voluntad,
todo ens equivale a bonum, en la me- transelementatio. Voz poco usada, se
dida en que es apetecible y en que el conoce bajo ella la mutación o cam-
mal es concebido –ya desde la Patrís- bio de un elemento en otro.
tica– como ausencia o privación del
transformatio 680

transformatio. Término acuñado en que lo fundamental en esta clase de


la Escolástica que posee dos acep- acción es quedarse en el agente pa-
ciones fundamentales: la que corres- ra perfeccionarlo, como ocurre en la
ponde al plano metafísico y la con- operación de querer.
cerniente al plano lógico. 1. desde el
translatio. Tiene tres acepciones: 1.
punto de vista metafísico, se entiende
como sinónimo de latio (véase) señala
por t. el pasaje o la conversión de una
el traslado como movimiento o cam-
forma a otra en el mismo subiectum
bio local; 2. bastante tardíamente en
que permanece. De esto deriva direc-
la Edad Media, y de manera deriva-
tamente la conformación de la pala-
da, tomó la acepción de “traducción”,
bra, composición que señala precisa-
desde el momento en que ésta impli-
mente el pasaje trans- de una forma.
ca, en sentido figurado, el trasladar
En este caso, esto es, en sentido meta-
un texto de una lengua a otra; 3. la
físico, equivale, pues, a mutatio (véa-
t. studiorum, tema de extrema impor-
se). 2. en el plano lógico, alude a la
tancia en la historia de la filosofía me-
conversión de las proposiciones (véa-
dieval, alude a lo que hoy se denomi-
se conversio 4 y convertibile).
naría la “recepción de estudios”, es-
transiens. Alude, en general, a lo que to es, a la circulación de textos, ideas,
transita, por lo cual, a veces, asume el doctrinas de un universo cultural a
sentido de lo transitivo. Suele aparecer, otro y de una época a otra.
además, en la expresión raptim t., cu-
transmutari. Dos son los usos me-
yo significado es el de instans (véase).
dievales más frecuentes de este verbo.
transitivum. Se llama así a todo lo El primero alude a recibir en sí una
que es transiens, o sea, a todo lo que realidad, como el agua recibe el calor,
de algun modo “transita”, pasa a otro volviéndose de este modo caliente. El
o repercute en otro. Por eso, el uso segundo indica el ser transferido sin
más frecuente de este adjetivo es su adición de ninguna realidad nueva,
aplicación al sustantivo actio. En efec- como un cuerpo al que se cambia de
to, hay dos tipos de actio (véase): una lugar. Los ejemplos son de Guillermo
que procede del agente hacia una co- de Ockham (cf. In Phys. II, 1).
sa exterior, a la que de alguna mane-
transpositio. Además de su acepción
ra modifica, por ej., el iluminar; otra
común de trasposición como cambio
que no se proyecta hacia una cosa ex-
de lugar, técnicamente, esta voz ha si-
terior, sino que descansa en el mismo
do usada por los lógicos medievales
agente, como perfección suya, por ej.,
para referirse a la conversión en las
el lucir. La primera es la acción t., y es
figuras silogísticas (véanse syllogismus
la actio propiamente dicha; para la se-
1 y conversio 5). Según este procedi-
gunda –o sea, la actio inmanens (véa-
miento, se invierten sujeto y predica-
se)– se reserva, en cambio, el nom-
do en una proposición dada; así, se
bre de operatio. Así, se expresa, por
habla de proceder per transpositionem
ej., Tomás de Aquino en De ver. q. 8,
premissarum, como hace Pedro His-
a. 6. Sin embargo, cabe señalar que
pano en Summ. Log. 4,9.
la operatio, es decir, la acción inma-
nens o “inmanente” puede tener con- transumptio. Es la asunción de sig-
secuencias que pasen a otro, pero ac- nificado de un término en sentido
cidental y no necesariamente, puesto metafórico y no propio, lo cual de-
681 tristitia

riva en una forma de paralogismus trínseca y, por tanto, parte de éstas,


(véase). En efecto, la aequivocatio ex como también lo es la materia. Am-
transumptione tiene lugar cuando, en bas causas, material y formal, impli-
un mismo silogismo, un vocablo apa- can imperfección y Dios es acto puro
rece una vez en sentido propio y otra y perfectísimo.
en sentido metafórico. Así en “Todo
tristitia. Pasión contraria al gaudium
lo que ríe tiene boca, los prados ríen;
(véase), la tristeza ha sido muy tem-
luego, los prados tienen boca”, donde
pranamente centro del debate so-
el término transumptum en la segun-
bre su identificación o no con el do-
da aparición es el verbo “reír”. Obvia-
lor (véase). Los escolásticos establecie-
mente, se origina en la similitud da-
ron la diferencia entre ambos dicien-
da por la alegría que denotan tan-
do, en general, que la t. es una especie
to la risa como un prado floreciente.
del dolor, en cuanto causada por una
El ejemplo es de Pedro Hispano (cf.
aprehensión interna, tanto de la sen-
Sum.Log. 7, 14).
sibilidad interior –por ej., la memo-
transumptivus. En lógica medieval, ria o la imaginación– como del en-
se procede según el modo t. cuando tendimiento. Por ser la aprehensión
se opera por metalepsia, o sea, cuando interna más profunda y más amplia
se traslada un elemento de un plano a que la externa, la t. es superior al d.
otro que no le corresponde, por ej., Así, la tristeza, como pasión, o sea co-
cuando se dice que la parte de la espe- mo movimiento del apetito, es la per-
cie es parte de la definición, sólo por- cepción interior de un mal presente,
que en ésta se da cuenta de aquélla. es decir, de la ausencia o privación
A diferencia de lo que sucede en el de un bien añorado. Contraria a la
plano lógico (véase transumptio), en el delectatio en virtud de sus respectivos
literario el modo t. no sólo es perfec- objetos –bien y mal–, no siempre ca-
tamente legítimo sino que constituye da instancia de la tristeza es contra-
uno de los modi tractandi, esto es, de ria a cada modo de deleite, ya que
las maneras de abordar literariamen- hay diversas clases de bienes y de ma-
te un discurso: aquella en que el autor les. En este orden, el deseo de delei-
se sirve de la alegoría y la metáfora; de te es, en términos absolutos, más in-
ahí que el adverbio transumptive mu- tenso que la aversión a la t., porque el
chas veces equivalga a metaphorice. carácter ontológicamente positivo del
bien es superior a su defecto o ausen-
tricausale. Algunos escolásticos del cia. Sin embargo, accidentalmente, se
período tardomedieval utilizan es- puede dar el caso inverso: se ama más
te término para referirse a la relación la conservación del cuerpo que el pla-
Dios-mundo y atribuirle al primero cer de la comida y así, por temor al
una triple causalidad respecto del se- dolor del cuerpo, se renuncia a algu-
gundo. En efecto, Él es la última cau- nos placeres de la mesa. Esto obede-
sa final de las cosas y su primera cau- ce a que la raíz última tanto del delei-
sa eficiente. En relación con el ter- te como de la tristeza es el amor en su
cer aspecto, se trata de la causa ejem- sentido más amplio.
plar, que algunos autores reducen a la En cuanto a 1. las especies de la t.,
eficiente. Cabe advertir que Dios no se distinguen con arreglo a la proce-
puede ser causa formal de las cosas dencia del mal percibido que la pro-
creadas, puesto que ella es causa in- voca. De este modo, se diferencia en-
trivium 682

tre: 1.1. la tristeza que obedece a un tivos artículos). Estas tres disciplinas
mal propio; 1.2. la que responde a eran llamadas artes sermocinales (véase
un mal ajeno estimado como pro- ars), o artes del decir, esto es, relativas
pio, en cuyo caso se tiene la compa- a la forma del discurso mental u oral,
sión o misericordia; 1.3. la que deriva por oposición a las artes de lo dicho o
de un bien ajeno que se percibe como reales, que componían el quadrivium
mal propio, y es la tristeza provocada (véase). Recién al llegar al siglo XIII la
por la envidia. En relación con 2. sus organización del t. entra en crisis con
efectos, el más propio de ellos es 2.1. los nuevos descubrimientos o redes-
la fuga appetitus o huida por parte del cubrimientos; así, se advirtió, por ej.,
apetito; 2.2. la anxietas o ansiedad, en que era muy difícil insertar en la lla-
los casos en que tal huida sea impe- mada dialéctica, toda la logica nova de
dida por algo extraño; 2.3. la angus- Aristóteles.
tia que tiene lugar cuando el alma se
tunc. Adverbio que, originalmente,
ve tan apesadumbrada, es decir, pre-
significa “entonces”, ya sea en la acep-
sa de la aggravatio animi, que no vis-
ción lógica, ya en el matiz temporal
lumbra consuelo o salida a su situa-
de esta palabra española. En su acep-
ción. Revisten interés 3. los remedios
ción lógica, alude a una relación de
propuestos para la t., entre ellos: 3.1.
consecuencia y se puede traducir por
el deleite anímico presente, sobre to-
“entonces”, o “en ese caso”. También
do, ante la tristeza de un recuerdo do-
se utiliza después de invalidar una hi-
loroso; 3.2. el llanto, en cuanto des-
pótesis como falsa, caso en el que ad-
ahogo y acción connatural a quien
mite la traducción “no obstante”. En
está triste; 3.3. la compasión de los
su acepción temporal, señala un mo-
amigos, porque la alivian la carga del
mento alejado del presente, especial-
ánimo implícita en la tristeza; 3.4. la
mente, por comparación con éste.
contemplación de la verdad, ya que
Ahora bien, el discurso filosófico
en ella consiste el mayor deleite, o
medieval ha tematizado este adver-
sea, lo contrario a esta pasión; 3.5. el
bio, es decir que lo sustantivó, ha-
sueño y los baños, porque contribu-
ciendo de él, como del nunc (véa-
yen a reestablecer el equilibrio cor-
se), un tratamiento metalingüístico.
poral que la t. daña más que el res-
En este sentido, los escolásticos con-
to de las pasiones. Finalmente, y des-
sideraron que el t. implica una cier-
de el punto de vista moral, los autores
ta determinación temporal y, por en-
medievales, en general, han refutado
de, es un instans signatum. Es corre-
a los estoicos en cuanto que no toda
lativo con nunc, que indica un tiem-
tristeza es mala; no lo es, por ej., la
po indeterminado en cuanto consti-
implícita en el arrepentimiento por el
tuye una instancia mediante la cual
mal cometido. Así se expresa Tomás
precisamente se mide el tiempo. Pe-
de Aquino (cf. S. Th. I-II, qq. 35-39).
ro, a la vez, se opone al nunc, por-
trivium. Voz que designa el primer que la determinación temporal e in-
grupo de las siete artes liberales, las divisible propia del t. alude siempre a
cuales constituyeron la base de la un pretérito, tanto cercano como re-
educación medieval. El t. está com- moto respecto del presente. En cam-
puesto por la Gramática, la Retóri- bio, nunc hace referencia a un instan-
ca y la Dialéctica (véanse los respec- te muy próximo, ya sea pasado o fu-
683 tyrunculus

turo, como señala Tomás de Aquino femismo es recomendable, no lo es en


en In IV Phys. l. XXI, 4, 615 y ss. la confesión ni en el proceso judicial,
dado que ambos requieren de com-
turpiloquium. De difícil traducción, pleta claridad en lo concierne a la tor-
dada su proximidad con otros térmi- peza que se ha de reconocer (cf. Spec.
nos conceptualmente conexos como univ. XIII, 164).
scurrilitas o stultiloquium (véanse), es- Más amplia es la literatura patrís-
ta palabra señala, en general, la gro- tica y escolástica sobre los efectos del
sería. Pero, en especial, indica la ver- t., que, en general y siguiendo a Sé-
bal; así, se describe como la desorde- neca, subraya su peligrosidad basán-
nada y sucia acumulación de palabras dose sobre la incitación que produ-
vulgares, obscenas, indecorosas, sór- ce a cometer actos ilícitos. Isidoro
didas e impuras. Esto dice ya de los de Sevilla, por ej., insiste en la con-
diferentes grados o matices de grave- sonancia entre libenter audire-facile
dad que puede revestir. Está conde- agire (cf. Synonima, PL 83, 855),
nada ya desde la carta de Pablo a los Santiago de Vitry llama la atención
Efesios (cf. Eph. 5, 3-4), como for- sobre la velocidad del proceso me-
mando parte de la turpitudo que, más diante el cual desde las groserías pro-
amplia, incluye gestos y acciones. En nunciadas o escuchadas se arriba a
consonancia con la indicación pauli- las acciones torpes (cf. Sermones in
na, también es execrada por los Pa- Epist.1), mientras que Egidio Roma-
dres. Sin embargo, durante la Patrís- no reconoce en el t. la fuerza psicoló-
tica no se encuentran muchas elabo- gica de activar el recuerdo de placeres
raciones ni, menos aún, ejemplifica- ilícitos y el deseo de repetirlos (cf. De
ciones sobre el t. reg. principium II, 2, 9).
La descripción más explícita al res-
pecto es la de Rodolfo Ardente quien, turpitudo. Cf. turpiloquium y timor
en primer lugar, descarta en el t. toda 2.2.1.2.
responsabilidad de la voz, puesto que typo. Cf. figuraliter.
ella en sí misma es neutra. El carácter typus. Es, en líneas generales, el dis-
moralmente perverso de la grosería curso de lenguaje figurado o meta-
verbal radica, entonces, por completo fórico, aquel que se emite median-
en los contenidos. Según éstos, Ro- te imágenes. Por esta razón, especial-
dolfo le asigna dos grados de grave- mente en la exégesis cristiana y, en
dad: el t. referido a los actos naturales particular, en la del siglo XII, significa
o previstos por la naturaleza, como la imagen y aun prophetia (véase).
defecación, el coito heterosexual, los
tyrunculus. Término empleado en
períodos femeninos, etc.; y los que se
la Antigüedad por Plinio y Séneca, y
refieren a actos contra natura, como
que alude al soldado más joven, algu-
el coito entre hombres y animales, el
nos autores del siglo XII lo retoman
incesto o la sodomía. La palabra –de
en obras concernientes a la vida es-
suyo, moralmente indiferente– tie-
piritual. En ellas significa aquel que
ne la posibilidad de correr un velo de
combate consigo mismo con el obje-
pudor y delicadeza a través del eufe-
to de alcanzar el Reino de los Cielos.
mismo y, para probarlo, Rodolfo Ar-
Se suele aplicar a los novicios, como
dente rastrea un elenco de ellos en la
lo hace Guillermo de Saint-Thierry
Escritura. Pero, si, socialmente, el eu-
en Ep.Fr.M.D. 72.
684

U
ubi. Primariamente, significa “allí”. bles de tal presencia. Por eso, se pue-
En primer lugar, es un adverbio que de hablar de u. como de un concep-
abre algunas proposiciones interroga- to trascendental, en cuanto que pue-
tivas directas o relativas, casos en los de referirse a todo ente. En efec-
que se traduce por “dónde” o “don- to, es posible hablar –como lo hicie-
de”, respectivamente. Como conjun- ron los escolásticos– de un u. de los
ción significa “cuando”. Ahora bien, cuerpos, de las almas, de las subs-
siguiendo a Aristóteles, entre los es- tancias materiales y de Dios, aun-
colásticos este último uso fue tema- que teniendo en cuenta la diversi-
tizado en la reflexión filosófica; así, u. dad de sus respectivos modos de pre-
pasó a designar metalingüísticamente sencia. En el caso del de los cuer-
una categoría. pos, se llamó: 1. u. circunscriptivum
En efecto, traduce el adverbio grie- a un modo de presencia en el lugar,
go pou, utilizado por Aristóteles para por el cual las partes de la superficie
denominar una de los predicamentos que circunscribe el lugar correspon-
(véase praedicamentum 3.3.1): la ca- den con las partes de la superficie cir-
tegoría que indica la presencia de al- cunscripta del cuerpo, en otras pala-
go en un lugar. Pero no se ha de con- bras; se trata, entonces, del esse in loco
fundir con éste, ya que el locus (véa- o localiter, vale decir, de la presencia
se) es el límite o término continente local. En el caso de los entes incorpó-
del cuerpo; así pues, el u. es la presen- reos o espirituales, obviamente no se
cia del cuerpo en tal término o cen- da una presencia en el lugar circuns-
tro de dicho límite. Tomás de Aqui- cripta, sino que ella puede ser 2. u.
no, por ej., dice que el u. consiste en definitivum en cuanto limitante, por-
la relación de la cosa con el lugar, más que concierne a un lugar determina-
específicamente en la proportio loca- do y consiste en estar todo el ente en
ti ad locum (cf. In Met. V, l. 20, n. todo ese espacio y en cualquier parte
27). Menos aún se debe confundir el de él. Su nota fundamental está dada
u. con el situs (véase), que indica la por el hecho de ser una presencia ope-
posición o postura, o sea, el modo de rativa. Tanto el alma humana como el
yacer o estar situado un cuerpo en un ángel o sustancia separada tienen este
lugar. En todo caso, el u. y el situs se tipo de u., pero, mientras que en án-
refieren ambos al locus, aunque cada gel está únicamente definitive, el alma
uno en diferente sentido. El u. desig- está definitive et informative, ya que
na la categoría o predicamento local, su esencia no sólo tiene una presen-
en general, como accidente del ente. cia total en todo el cuerpo y en cada
Ahora bien, al entenderse como una de sus partes, sino que también
presencia en el lugar, habrá tantas “es- la informa. En cambio, Dios tiene un
pecies” de u. cuantos modos posi- 3. u. repletivum. En efecto, Él no está
685 usus-uti

definitive en su obrar, porque no que- meramente el ubi no circunscriptivum.


da limitado por el lugar; por el con- En sentido estricto, es un término
trario, se halla ubicumque, o sea, por muy próximo al de omnipraesentia
doquier, en el sentido de que emerge (véase) y ambos aluden al modo de
de los límites del espacio y, más que presencia divina. La diferencia en-
estar contenido, en su infinitud, re- tre esta última palabra y la que nos
plet omnia. Por ello se le atribuye el ocupa radica en que la omnipresencia
predicado ubicum, esto es, se le atri- significa un estar actual en todo ser;
buye ubiquitas (véase). Finalmente, y mientras que la u. tiene una connota-
ya en el terreno de la teología revela- ción más local, en cuanto que se refie-
da, se habló de 4. u. praeternaturale re justamente al estar actual y operan-
para aludir al misterio de la presen- te de Dios ubicumque, o sea, en to-
cia real del cuerpo de Cristo en la Eu- do punto localizable y localizado del
caristía. universo de los cuerpos.
Acerca de las diversas clases de u.,
ultimari-ultimate. En general, sig-
cabe mencionar, en especial, las ela-
nifica tanto llevar algo a su extremo,
boraciones de Guillermo de Oc-
no necesariamente de perfección, co-
kham, para quien el u. no es una rea-
mo alcanzar el extremo de una cosa.
lidad distinta, sino una categoría que
También puede aludir a algo termi-
comprende todos los adverbios de lu-
nado; por ej., Nicolás de Autrecourt,
gar (cf. In IV Sent. q. 4; Quodl. VII, q.
en su examen del criterio de eviden-
19; De corp. Christi, 6).
cia, considera probable que exista to-
Pero también es interesante notar,
do lo que se nos muestra proprie et
por su peculiaridad, la posición de
ultimate.
Duns Escoto, ya que se aleja de la tra-
dicional doctrina escolástica sobre es- ultimum. Último es lo que se en-
te tema. Duns Escoto considera que cuentra al cabo de un proceso, o
u. es la determinación cualitativa que cualquier término final, en cuanto
un cuerpo móvil adquiere a cada ins- que no admite otro ulterior. Los es-
tante de su movimiento. Así, para colásticos distinguieron u. simpliciter,
comprender el movimiento local, ha- que es lo último absolutamente ha-
ría falta postular la existencia de un u. blando, porque alude a una instan-
distinto del móvil y del lugar. Para es- cia que no se refiere a ninguna otra
te autor, la ubicación sería semejante ulterior; y u. secundum quid, que es
al calor que es recibido por el cuerpo lo último entre muchas cosas, es de-
que se calienta (cf. Quodl. q. 11, a. 1). cir, u. aliorum. Así se expresa, al me-
Esta concepción fue criticada, entre nos, Tomás de Aquino (cf. S. Th. I-II,
otros, por Pedro Aureol (cf. In I Sent. q. 11, a. 3). Ejemplo de algo último
d. 17, a. 4) y por Gregorio de Rímini en el primer sentido es la causa in-
(cf. In II Sent. d. 6, q. 1, a. 2). causada como ratio ultima; ejemplo
ubicumque. Cf. ubi, 3. del segundo es el límite que alcanza
una potencia, como el poder divisar
ubiquitas. Esta voz señala un modo alguien un pájaro a cien metros, pero
de presencia, es decir, un ubi (véase); no más: precisamente ese límite es u.
precisamente, un modo de estar en según el metraje.
todo lugar. En sentido amplio, indica
uniforme 686

Por otra parte, este vocablo adquie- turas, sólo en la medida en que Él es
re diversos matices según el plano en causa de éstas. Así, se diferencia de la
que se habla de algo u. De tal mo- imago que, en cambio, es próxima y
do, en el 1. orden lógico, puede in- distinta, porque implica un rastro tri-
dicar: cuando se remonta una con- nitario en los seres.
catenación de deducciones, el postu- Una vinculación sólo aparente con
lado del que éstas derivan. También lo anterior reviste la acepción de esta
se llaman “últimas” a las especies ín- palabra en todos aquellos autores que
fimas, en la clasificación de los con- de algún modo están bajo la influen-
ceptos por géneros y especies. En el 2. cia del pensamiento averroísta como,
orden gnoseológico, se habla, por ej., por ej., Giordano Bruno. En efecto,
de ratio ultima, para señalar el funda- para el Nolano, la unión con la inteli-
mento metafísico que la razón alcan- gencia divina ínsita en el universo no
za en último término; precisamente, es copulatio con ella misma sino con
la filosofía es, en cuanto conocimien- la divinidad en cuanto expresada en
to, la búsqueda de las razones últimas la naturaleza infinita: a esto llama u.
de todas las cosas. Pero, desde el 3. Tal unión con la sombra de Dios es
punto de vista metafísico, dichas ra- la perfección a que puede aspirar el
zones últimas son lo primero: lo que hombre (cf., De umbris, passim).
es ratio ultima para nosotros consti-
unalitas. Con este neologismo los
tuye, por sí, la causa prima, puesto
autores medievales se refirieron a la
que lo posterior en el orden del co-
propiedad de lo que es uno numéri-
nocimiento es lo primero y máxima-
camente hablando (véase unum 2).
mente cognoscible e inteligible (véase
intelligibilis) en sí mismo (cf. ibid. I- unibilitas. Este vocablo es muy poco
II, q. 57, a. 2, c). En el 4. orden físi- frecuente, pues se usa en los textos es-
co, u. se denomina tanto la parte del colásticos a partir del siglo XIII y só-
cuerpo continente que toca inmedia- lo en un caso muy específico. Seña-
tamente el contenido cuanto la parte la un aspecto del alma humana: el de
que toca el cuerpo contenido y que es estar, por naturaleza, hecha para unir-
posterior a toda otra; tal es la caracte- se al cuerpo. Esta condición la man-
rización que da Ockham en In Phys. I, tiene aun cuando esté separada de él,
q.4. Finalmente, en el 5. sentido tem- como inidca Tomás de Aquino en S.
poral, u. es lo que se encuentra al final Th. I, q. 29, a. 1 ad 5.
de una sucesión cronológica. De esta
manera, las “últimas cosas” –que los unicum. En la Edad Media, se ha to-
medievales denominaron novissima– mado el concepto de único en senti-
son aquellas en o con las que culmina do relativo, y en sentido absoluto. En
una existencia temporal, ya sea la de 1. sentido relativo, 1.1. es u. lo nu-
una persona individual o la de toda la méricamente uno; 1.2. también se
historia humana. llama u. a un ser, cuando no existe
otro exactamente igual en su especie;
umbra. Término propio de algunos así, todo hombre es único; 1.3. por
místicos, aparece, por ej., en la obra otra parte, se ha denominado u. al so-
bonaventuriana. En ella, la expresión lo miembro real o posible de una es-
“sombra” indica la representación, le- pecie; en este último caso, cada án-
jana y confusa, de Dios en las cria- gel o sustancia espiritual es única, en
687 usus-uti

cuanto que ella sola agota en sí mis- para denotar los entes ordenados en
ma su especie, puesto que el princi- la misma especie, es decir, los que po-
pio de individuación entre miembros seen una naturaleza común (cf. In II
de una especie se funda en la mate- Sent. d. 48, q. 1, a. 1). En Buenaven-
ria que, en este caso, no existe (véa- tura, u. califica una especie de la sabi-
se angelus). duría (véase sapientia, in medio).
En cambio, en 2. sentido absoluto,
uniformitas. En cuanto sustantivo
algo es u. cuando no está en ningún
abstracto de uniformis-e (véase), la u.
género, y cuando no sólo no existe
señala, en general, la propiedad que
ningún otro igual, sino que no pue-
tienen varios entes de poseer una mis-
de haberlo por principio. En virtud de
ma forma. En realidad, términos de
esto último, se dice que Dios es único.
significación aproximada, como iden-
En efecto, por una parte, Él no pue-
titas, aequalitas, etc., fueron más usa-
de estar contenido en ningún género,
dos en la Edad Media. No obstante,
razón por la que además es indefini-
algunos autores han atribuido a este
ble, ya que toda definición se hace por
vocablo un significado especial y muy
género próximo y diferencia específi-
preciso. De hecho, Tomás de Aquino
ca. No puede estarlo puesto que es ca-
define la u. como “convenientia in for-
racterizado, al menos, por Tomás de
ma una, et sic idem est quod similitu-
Aquino, como Ipsum Esse, y Aristóte-
do quam causat unitas qualitatis” (In
les había demostrado que el Ser no es
II Sent. d. 48, q. 1, a. 1). Pero, al refe-
un género ni está contenido en nin-
rirse a un mismo ente, distingue en-
gún género. Por otra parte, y desde
tre la u. quantum ad ipsam essentiam,
otro punto de vista, se afirma que es
de la u. ex parte effectum (cf. De ver.
único por su absoluta perfección. Es-
q. 5, a. 2 ad. 2). La primera, es de-
te postulado no es exclusivo del pen-
cir, la uniformidad en la esencia, im-
samiento medieval sino que ya apare-
plica perfección porque conlleva sim-
ce también en la filosofía aristotélica:
plicidad e inmutabilidad; en cambio,
el Estagirita considera a Dios como lo
la segunda, la uniformidad en el efec-
perfeccionante absolutamente imper-
to, significa determinación a un so-
fectible (cf. Met. XI, 8 y 10). A par-
lo efecto y, por tanto, indica limita-
tir de aquí, y expresando una idea co-
ción e imperfección, en la medida en
mún a los pensadores medievales, To-
que tanto más perfecto es algo cuanto
más de Aquino afirma la unicidad de
mayor cantidad de efectos sea capaz
Dios, diciendo que si hubiera muchos
de producir. Este último sentido es-
dioses, deberían ser todos absoluta-
tá relacionado con la palabra unifor-
mente perfectos; y si a ninguno le fal-
miter (véase).
tara perfección, no habría nada capaz
de diferenciarlos (cf. C.G. I, 42). uniformiter. Adverbio empleado es-
pecialmente en la Escolástica para se-
uniforme. Término con que se tra-
ñalar el modo de operar de una causa:
duce el griego omoeithes; alude a lo
se dice que una causa obra u. cuando
que pertenece a la misma esencia o
el efecto se da eiusdem rationis, es de-
sustancia. Aristóteles lo utiliza en su
cir, de la misma manera y en el mismo
Met. V, 2, 1013 b 31; VII, 7, 1032 a
grado en toda su esfera (véase sphera);
24, etc. En la misma dirección, To-
así, en su efecto, el sol produce luz y
más de Aquino emplea este adjetivo
uniforme 688

calor u. El opuesto y correlativo de es- Más allá del campo estrictamente


te adverbio es difformiter, que indica, filosófico, en la Patrística y en la Edad
en cambio, la causación de un efec- Media, se ha usado este vocablo para
to desigual; por ej., la luz solar ope- aludir a la unión mística del hombre
ra difformiter porque decrece en razón con Dios en el éxtasis, tal como apa-
de la distancia y, a la vez, ilumina me- rece, por ej., en los autores insertos en
jor los cuerpos lisos que los ásperos. la tradición neoplatónica.
Por otra parte, el término fue em-
unio. Sustantivo que, en la Edad pleado particularmente en el campo
Media, señala tanto la relación mis- teológico cristiano. En ese terreno, se
ma que reúne a dos o más elementos habló de u. hypostatica para formu-
o términos –de cualquier naturaleza lar el misterio de la Encarnación. De
que sean– para constituir una uni- hecho, la expresión se refiere al mo-
dad, como el estado de lo que resul- do propio de ser de Cristo en cuan-
ta de dicha unión. Para los nomina- to hombre-Dios. El adjetivo obede-
listas, por ej., la u. no constituye algo ce a que hypóstasis se entendió como
distinto de lo que está unido sino las “persona’; así pues, u. hypostatica se-
misma partes ligadas entre sí o el tér- ñala el dogma según el cual en Cris-
mino que se emplea para designarlas to la naturaleza humana es asumida
cuando están unidas. en la unidad de la única persona del
Para indicar el proceso por el que se Verbo.
conforma la unidad, los autores me-
dievales y, en especial, los escolásti- unitas. Como caracterización gene-
cos, han preferido el término unitio ral, se puede decir que u. significa la
(véase). indivisión e indivisibilidad de una co-
En cuanto 1. relación, la u. pue- sa, y a la vez, su separación de otras.
de ser 1.1. accidentalis, que es aquella Así se opone a divisibilidad y multi-
mediante la cual el accidente se liga plicidad y es palabra análoga a sim-
a la substancia; o 1.2. essentialis, que plicidad y singularidad. Sin embargo,
es la que une los elementos o factores no hay en el primer caso una oposi-
constitutivos de la esencia de algo. Es- ción contradictoria, ni en el segundo
ta distinción es mentada, por ej., por una equivalencia exacta. Los matices
Tomás de Aquino (cf. C.G. I, 13). significativos de este término se van
Desde el punto de vista del tipo de 2. precisando de acuerdo con la clase o
realidad resultante de la unión, es de- el tipo de unidad del que se hable. En
cir, atendiendo a lo que está unido; efecto, respecto del término que nos
los escolásticos llamaron 2.1. u. con- ocupa, los autores medievales estable-
firmativa a aquella en la que las partes cieron, los siguientes distingos: 1. u.
materiales de una substancia corpórea logica es la unidad que mienta la espe-
están ligadas de tal manera que per- cie o el género en cuanto predicables;
manecen unidas por un nexo natural, se denomina también universalis, ya
tal es la unión de las partes de un le- que cada género y cada especie consti-
ño; y 2.2. u. informativa, a aquella en tuye un universale (véase) o u. rationis
la que están ligadas la forma y la ma- y praecissionis, acotaciones que se ex-
teria, como la que se da entre el alma plican por el hecho de que es la razón
y el cuerpo en el hombre. la que, mediante el proceso de abs-
tracción, reúne conceptualmente va-
689 usus-uti

rios entes individuales en una especie, sino que se valieron de unitas, para
o varias especies en un género. indicar tanto la unidad cuanto la uni-
En cambio, 2. u. indivisionis alu- cidad, es decir, el carácter de unicum
de al plano real y es la unidad pro- (véase). Así, por ej., cuando Tomás de
piamente dicha: se subdivide en 2.1. Aquino ataca la tesis averroísta sobre
u. per accidens, que es la que resulta la existencia de un solo y único inte-
de la relación de diferentes modos de lecto para todos los hombres, escribe
ser, como la que se da entre una subs- un opúsculo que se titula justamen-
tancia primera y sus cualidades; y 2.2. te “De unitate intellectus contra Ave-
u. per se, que es la unidad en sentido rroistas”. En rigor, metafísicamente
eminente: señala la propiedad tras- hablando, la unicidad o u. solitudinis
cendental del ente como unum (véa- corresponde exclusivamente a Dios.
se) y, a diferencia de la anterior, se da En el plano metafísico, en general, los
intrínsecamente en una misma esen- autores que más se han dedicado a es-
cia o naturaleza. Ahora bien, si esta te tema son Proclo (cf. Inst. Theol. 21
clase de unidad se da en una naturale- y ss.), el Pseudo Dionisio (cf. De div.
za simple, como la divina, se tiene la nom. 13, c-d) y Nicolás de Cusa (cf.
2.2.1. u. simplicitatis; en cambio, se De docta ign. I, 5 y De la causa, princ.
habla de 2.2.2. u. compositionis, para et uno V).
referirse a la que se da en una esen-
unitio. Voz que los escolásticos reser-
cia o naturaleza compuesta por ele-
varon para mentar la acción propia
mentos inescindibles, como en el ca-
de la unión (véase unio) en las par-
so del hombre, que consta de alma y
tes unidas, considerando dicha unión
cuerpo. Se ha de advertir, pues, que
como algo distinto de las partes (véa-
no hay contradicción entre unidad y
se totalitas y aun relatio).
composición, ya que siempre que se
trate de una u. per se, los componen- universale. Muy en general esta pala-
tes constituyen un todo indivisible. bra expresa el carácter de algo común
Por eso, este tipo de unidad está com- a una totalidad que comprende ya sea
prendido en la clase de la unidad de todo ámbito, como el vocablo y con-
indivisión. cepto “ente”, ya sea un ámbito par-
Pero se puede hablar también de 3. ticular, como el vocablo y concepto
u. individualis o numerica que se re- “hombre”. Así, en la Edad Media se
fiere a lo singular. Su nombre obede- concibió el u. en términos de unum
ce a que la noción de número se ba- versus plura, y consideraron que sus
sa en la unidad y ésta en el considerar, factores constitutivos son la unidad,
entre varias cosas, cualquiera de ellas, la multiplicidad y la comunidad. En
una e indivisa. Con todo, en ese ca- efecto, si se toma el segundo ejemplo
so, varias unidades de algo –por ej., mencionado, se verá que, en cuanto
varios árboles individuales– pueden vocablo, esencia o concepto, “hom-
constituir una multiplicidad, ya que bre” es algo único, pero, a su vez, se
ninguno de ellos es único. Lo con- refiere a una pluralidad de entes reales
trario ocurre en el caso de la 4. u. que tienen comunes notas esenciales.
solitudinis: ésta indica la unicidad, pe- Pero ésta es sólo una primera aproxi-
ro los escolásticos no han utilizado un mación a este tema tan complejo que,
sustantivo equivalente a “unicidad”, si bien atraviesa toda la historia de la
uniforme 690

filosofía, fue especialmente tratado na considerada en sí misma. Como se


por los autores medievales, quienes, ve, la complejidad del término uni-
con independencia de la polémica versal ha dado lugar a una gran canti-
mencionada más abajo, establecieron dad de distingos. Éstos implican una
los siguientes 1. distingos generales: diferencia muy profunda de enfo-
1.1. u. in obligando es aquello que, ques, según se atribuya al u. un status
siendo único, obliga a muchos, co- lingüístico, lógico u ontológico.
mo una ley; 1.2. u. in causando se lla- La así llamada 3. “polémica de los
ma a aquello que es uno pero da lugar universales” en la Edad Media, con-
a muchos efectos, como la causa pri- siste precisamente en la discusión de
mera; 1.3. u. in repraesentando es una dicho status. Lo que se debate, pues,
palabra que designa muchos entes, es a qué remite el término universal,
como “perro”; 1.4. u. in significando en cuanto universal. Se trata de deter-
es el concepto que abarca varios en- minar si términos como “el hombre”
tes, como “perro”, pero ahora ya no o “la rosa” se agotan en su pura ma-
en cuanto mero sonido o grafía, sino terialidad de sonidos que señalan co-
en cuanto verbum mentis. sas individuales realmente existentes,
Ahora bien, desde el punto de vista o si remiten a esencias que implican
de los 2. diversos niveles de conside- un grado de realidad mayor que éstas,
ración, el universal se puede entender o si aluden a conceptos o nociones.
2.1. en un plano puramente lógico o Esta querella se introduce en la Edad
2.2. en un plano metafísico. El 2.1. Media a través de la versión y de los
u. logicum o u. in praedicando se pue- comentarios que Boecio hace de la
de tomar aisladamente, como cuando Isagoge porfiriana. Allí, dice Porfirio
decimos “árbol”; entonces, se trata de que, por tratarse de un problema que
un 2.1.1. u. incomplexum. Si forma exige una profunda investigación, re-
parte de una proposición como suje- husará expedirse acerca de si los géne-
to –en cuyo caso se tiene un iudicium ros y las especies –es decir, términos
u.– se habla de 2.1.2. u. complexum, universales, como “animal” y “hom-
nombre que también se aplica a un bre”– subsisten realmente (subsistant),
principio universal. En cambio, 2.2. o si sólo están en nuestro intelecto (in
cuando se entiende el término uni- nudis intellectibus); y, en el primer ca-
versal como indicando no algo me- so, si son corpóreos o incorpóreos, se-
ramente lógico, sino una realidad, se parados de las cosas sensibles, o exis-
lo llama 2.2.1. u. in essendo, y se lo tentes en ellas (cf. Isag. I, 1, 1-16). La
concibe como algo que está verda- discusión medieval de este problema
deramente en muchos entes en los del status lógico y ontológico de los
que inhiere. Se denomina 2.2.1.1. u. términos universales, alcanza su ma-
physicum, cuando se lo toma como yor desarrollo –al menos, en cuanto a
una naturaleza real que existe en los su planteo explícito– en el siglo XII.
entes singulares, por ej., la natura- Tres son las posiciones arquetípicas
leza humana de Pedro; y 2.2.1.2. u. que se sustentaron al respecto: 3.1. la
metaphysicum, cuando se lo entien- primera, de raíz platónica, es el “rea-
de in statu solitudinis, o sea sin tener lismo extremo”, representado en di-
en cuenta las condiciones de indivi- cho siglo por Guillermo de Cham-
duación; por ej., la naturaleza huma- peaux. Esta doctrina afirma que
691 usus-uti

universalia sunt realia, pero con ello damento en los caracteres comunes
no se significa que “el hombre” o de las cosas individuales y reales, pero
“la naturaleza o esencia humana” en que, en cuanto universal, sólo posee
cuanto tal sea real al modo de los en- status lógico y gnoseológico. Así, pa-
tes corpóreos, sino que sostiene la ra la posición abelardiana el universal
existencia real de los universales con- es u. in re. Se trata de un nomen, pe-
siderados como esencias. De ahí que ro en cuanto mera voz sino como vox
la fórmula que caracteriza esta posi- significativa. Como se ve, esta doc-
ción es u. ante rem, entendiendo por trina presenta resonancias aristotéli-
res el ente individual. Su mayor pro- cas; de hecho, al verse impelido a ex-
blema consistió en esclarecer el mo- plicar el proceso de constitución del
do de participación de los entes en nomen Abelardo sigue las huellas de
esa esencia o especie real, metafísica- la gnoseología de Aristóteles, aun sin
mente anterior a los particulares, que haber tenido acceso al De anima. En
el término universal designa según es- el siglo siguiente prevalece esta última
ta teoría. 3.2. La posición opuesta a posición, si bien con matices que la
la anterior es la denominada “nomi- acercan más al realismo o al nomina-
nalismo extremo”, cuyo mayor ex- lismo, según las orientaciones de los
ponente según el testimonio de Pe- distintos autores. Así, para Tomás de
dro Abelardo fue Roscelino de Com- Aquino, quien representa una suer-
piègne. Caracterizada por la fórmu- te de “realismo moderado”, el uni-
la u. post rem, esta doctrina supone versal es un u. in re, en el sentido de
que los términos universales no sólo que es un término que expresa la for-
no se refieren a ninguna esencia real ma o sustancia que sólo puede subsis-
común a todos los entes individuales tir en las cosas y no de manera sepa-
–que constituyen lo único que verda- rada de ellas; en cuanto concepto del
deramente existe–, sino que ni siquie- intelecto es, en cambio, algo post rem,
ra representan un concepto: son, sim- puesto que dicho concepto se forma
plemente, una pura emisión de voz, por abstracción de las notas esencia-
flatus vocis. Convencionalmente, se les, que los distintos conjuntos de en-
asigna a un grupo de entes una deter- tes presentan; finalmente, el univer-
minado sonido para nombrarlos; así sal mienta algo ante rem, cuando se
el universal, que se agota en la voz, es lo considera como idea que existe ab
u. post rem. Por eso, en su forma ex- aeterno en la mente divina y que cons-
trema, esta posición debería tomar el tituye el modelo de un grupo de cosas
nombre de “vocismo” y no “nomina- creadas (cf. In II Sent. d. 3, q. 2, a. 2;
lismo”, ya que el nomen implica un S. Th. I, q. 85, a. 1). También se pue-
concepto. En cambio, sobre la ba- de calificar de “realismo moderado” la
se semántica se apoya, para elaborar solución propuesta después por Duns
su propia doctrina al respecto, Pedro Escoto, según el cual el u. en sentido
Abelardo, quien encarna al máximo estricto, está en el intelecto, pero co-
representante del 3.3. “nominalismo mo representación de una naturale-
moderado”. En efecto, al oponerse a za común que existe verdaderamente
las doctrinas precedentes, Abelardo en las cosas, y que es distinta no nu-
elabora la propia, según la cual el u. es mérica sino formalmente de la indi-
un sermo praedicabilis que tiene fun- vidualidad de las mismas (cf. Op. ox.
uniforme 692

II, d. 3, q. 6, n. 15). Esto es afirma- los intereses de maestros y estudian-


do por Escoto sobre la base del prin- tes, reglamentar la enseñanza, contro-
cipio de la distinción formal que es lar su calidad y el número de nuevos
clave en su metafísica (véase distinctio maestros. En los estatutos oficiales de
in fine). En el siglo XIV, Guillermo la Universidad de París, por ej., esta
de Ockham representa otra forma de institución se refiere a sí misma co-
nominalismo, en la medida en que mo “nos, u. magistrorum et scholarium
reduce el u. exclusivamente a la fun- Parisiensium”. Con todo, había uni-
ción lógica de la predicabilidad. Oc- versidades, como la de Boloña, que
kham permanece indiferente ante la sólo contemplaba la asociación de es-
cuestión de si el universal se identifi- tudiantes. Como toda otra corpora-
ca o no con el acto mismo de intelec- ción, la u. medieval se caracterizó por
to que lo constituye como tal, es de- dos elementos esenciales: de un lado,
cir que no examina si el u. tiene o no la voluntad común y autonomía in-
realidad en el alma. Lo que subraya es terna de sus miembros; de otro, el re-
el carácter fundamental de suppositio conocimiento de su autonomía por
(véase), o sea, la función de signo que parte de los poderes públicos. Con
el término universal reviste desde su ello, tenía el derecho de establecer es-
perspectiva (cf. In I Sent. d. 2, q. 8 e). tatutos, tener representantes oficiales,
Así pues, desde el punto de vista oc- mantener la disciplina interna y aun
khamista, el término universal es un empleaba a un cierto número de de-
concepto apto para ser predicado de pendientes, como libreros, copistas,
muchas cosas, en una proposición en bedeles. La mayor parte de las univer-
la que figura como suppositio personalis sidades medievales presenta una es-
(véase suppositio, in principio) (cf. tructura análoga: la facultad de artes,
Summa Totius Log. I, 14). la de teología, la de derecho y, final-
mente, la de medicina. No todas ellas
universaliter. Los escolásticos llama- abarcaban las cuatro facultades, pero,
ron “universa” a cosas a las que con- aun en tal caso, cada universidad so-
vienen los mismos predicados en el bresalía en alguna. Por cierto, dado el
mismo sentido; por ej., el león y el hecho de que la actividad de enseñar,
cordero son universa respecto del pre- aprender e investigar estaba en manos
dicado animal. El adverbio u. se apli- eclesiásticas, esta corporación intelec-
ca, pues, a este modo de predicar. tual urbana era también un cuerpo de
universitas. La universidad, sus ini- la Iglesia.
cios, su organización y su papel cons- universum. Término que alude siem-
tituyen un elemento clave para la pre a algo por entero, o sea, a un to-
comprensión del pensamiento del si- do. Así, universa vita significa “toda
glo XIII en adelante. Fundada sobre la vida”; in universum, “en general” o
la base del studium (véase), y promo- mejor, “completamente”; universi, sin
vida por la consolidación social y eco- acotación, quiere decir “todos”, en el
nómica de los centros urbanos, el as- sentido de “todo el mundo”. Es ne-
pecto más característico de la univer- cesario advertir que u. no se usó en
sidad medieval es, sin duda, su es- la Edad Media como sinónimo de
tructura asociativa espontánea: es una “mundo”, ya que dicha acepción es
corporación, formada para defender propia de los autores modernos. Sí,
693 usus-uti

en cambio, significó el todo de la na- vocidad lógica, no ontológica, pues-


turaleza física, comoquiera se la en- to que, si dicha univocidad fuera on-
tienda. En esto, el pensamiento me- tológica, se cancelaría la distancia en-
dieval siguió a Aristóteles (cf. Met. V, tre la infinitud del ser divino y la fini-
26, 1024 a 1) y a los estoicos. Así, por tud del ser creado. Tal es, al menos, la
ej., Tomás de Aquino habla de la per- argumentación de Ockham (cf. In III
fectio universi, para referirse a la per- Sent. q. 9 r).
fección de todo el ámbito de lo na- La cuestión del u. aparece en rela-
tural, es decir de la naturaleza en su ción con los términos aequivocum y
conjunto, en su organicidad (cf. S. analogum (véanse). Cf. también ana-
Th. I, q. 103, a. 3 c). Para el sentido logia, in medio.
actual de universo, véase orbis.
unum. El significado primario de
univocum. Sobre las huellas de Aris- uno es el que lo opone a muchos. Pe-
tóteles, lo autores medievales deno- ro esto se puede tomar en dos senti-
minaron así a un mismo término dos: 1. el metafísico; 2. el matemá-
que, con igual significado, se predi- tico. 1. En el orden metafísico, u. es
ca de cosas distintas, por ej., el tér- un trascendental (véase trascendenta-
mino “alto” aplicado a un hombre y le), es decir, un atributo del ente en
a un edificio. Los nominalistas, espe- cuanto tal. En este sentido, el pri-
cialmente, insistieron en que se llama mer significado de u. es el que atañe
u. no sólo el término sino también, al carácter de lo indiviso. Por eso, To-
aunque de manera impropia, el con- más de Aquino señala que, en cuanto
cepto que éste traduce, como lo ha- trascendental, u. sólo añade a la no-
ce Ockham. Ahora bien, un concepto ción de ente la de indivisión (cf. In
o término se puede llamar u. cuando Met. III, l. 12, passim; IV l. 2, nn.
es común a seres que no son ni com- 7-8). Es, pues, u. el ente no dividi-
pletamente semejantes ni completa- do, ya que, por definición, las sustan-
mente distintos, como el concepto y cias simples son indivisas; y las com-
término “animal” aplicado al hombre puestas no pueden llegar a la existen-
y al asno. Pero también puede haber cia a menos que se verifique la unidad
términos y conceptos unívocos que se entre la materia y la forma correspon-
aplican a varias cosas que no ofrecen dientes a la especie de ese ente. Así
semejanza ni en su sustancia ni en sus pues, uno y ente son convertibles, en
accidentes. En este último sentido se el sentido de que u. implica ens y ens
plantea la cuestión de la univocidad implica u. En este sentido, Ockham,
del ser, aplicado a Dios y a la criatura. por ej., advierte que, no obstante es-
En efecto, el concepto de ser se puede ta convertibilidad, en u. hay una no-
–y se debe– afirmar unívocamente de ta de negatividad de la que carece ens:
ambos. Desde el momento en que es en efecto, u. es un ente y no múlti-
imposible conocer a Dios en sí mis- ples entes; por eso, significa affirmati-
mo, o en su esencia, o mediante un ve pero también remotive (cf. Summa
concepto que le sea propio, si no lo Totius Log. I, 39).
conociéramos en algún concepto co- El segundo significado del térmi-
mún a Él y a las criaturas que nos son no que nos ocupa es 2. el matemáti-
cognoscibles, caeríamos en el agnosti- co. En este plano, u. es principio del
cismo. Pero se trata aquí de una uni- número y guarda respecto de lo múl-
uniforme 694

tiple la misma relación que la medida ciudad fortificada, se aplica frecuen-


guarda con lo medido, ya que el nú- temente, aunque no siempre, a las de-
mero es una multitud medida por la más ciudades.
unidad.
usura. Proviene de usus (véase), así
Advierte Tomás de Aquino (cf. S.
como “luxuria” de “luxus”. De he-
Th. I, q. 11, a. 1) que no se han de
cho, alude básicamente al incremen-
confundir ambos sentidos. A diferen-
to del propio dinero que tiene lugar
cia del primero, el matemático añade
por prestarlo a otra persona para su
al ente algo que corresponde al géne-
uso. Esto redunda para quien pres-
ro de la cantidad. Así, aclara el Aqui-
ta en una superabundancia. Por eso,
nate a continuación que un mismo
en una segunda acepción, metafórica,
ente puede ser uno en un aspecto, y
puede referirse también al aumento
muchos en otro; esto sucede si se to-
de los dones espirituales que se per-
ma, por ej., un árbol o cualquier ente
cibe cuando éstos usan en beneficio
sustancial: es uno simpliciter, en razón
de los demás.
de su sustancia, y múltiple, por sus
En la Edad Media se ha tratado el
accidentes. Este doble sentido tam-
tema, sobre todo, en el plano ético,
bién se encuentra en el caso inverso:
discutiéndose en tal sentido la legiti-
el de un ente que, de suyo, es múl-
midad o no de la u., es decir, si es peca-
tiple por su esencia, y uno bajo otro
do o no recibir intereses por un prés-
aspecto; por ej., el ente “hombre” es
tamo monetario. Buena parte de los
numéricamente múltiple en la reali-
escolásticos lo acepta, aunque con res-
dad, pero uno en virtud de la unidad
tricciones, sobre la base de Lc. 19, 23.
de la especie.
Sobre la base de las precedentes dis- usus-uti. Agustín es el autor que, du-
tinciones se ha establecido una dife- rante la época patrística, más ha tra-
rencia entre el 1. u. per se y el 2. u. per bajado el tema del uso. En las obras
accidens. El primero denota la unidad del Hiponense, la elaboración del
necesariamente concreta del ente en mismo está ligada a la dialéctica de
cuanto indivisible; por ej., la unidad medios y fines, y, por ello, a la di-
de materia y forma. El segundo, alu- mensión ética. En efecto, para él, se
de o bien a la unión fortuita de varios usa siempre de algo con vistas a un
entes, o bien a la que constituyen la fin. Así, dice en De doctr. christ. I, 3
sustancia y los accidentes en cada ser. que los objetos de uso son aquellas
cosas que nos ayudan a alcanzar el
urbs. De etimología incierta, se ha
bien que nos hace felices, y ve, en-
conjeturado que este término es de
tonces, el usar en los siguientes tér-
origen etrusco. Aunque se traduce co-
minos: usar es referir la cosa utiliza-
mo “ciudad”, en los textos medieva-
da a otra que se ama por sí misma, si
les no hace alusión a la civitas (véa-
esta última es digna de amarse. Rei-
se), es decir, al conjunto de los ciuda-
tera, además, en De civ. Dei. XI, 25
danos, sino a la urbe, esto es, a la ciu-
que gozamos de una cosa cuando és-
dad en su dimensión geográfica y edi-
ta nos deleita por sí misma sin refe-
licia. Cuando aparece sin especifica-
rirla a otra; en cambio, usamos de
ción, refiere a Roma, como sucede en
ella si la solicitamos en vistas a otra.
el Sermo de urbis excidio de Agustín
Usar es, pues, disponer de una cosa
de Hipona. Oppidum, que señala la
695 usus-uti

según el arbitrio de la voluntad ilu- como la visión respecto de la vista


minada por la razón (cf. De Trin. X, (cf. In Met. IX, l. 8, n. 7). Este u. tie-
2 y 6), escribe Agustín en una defini- ne, como motor, la voluntad huma-
ción que Ockham seguirá diez siglos na; y, como facultad rectora, la razón.
después (cf. In I Sent. d.1, q.1). En este orden, la expresión u. activus
Un empleo peculiar de este térmi- aparece en la Escolástica para de-
no es el que hace Anselmo d’Aosta. signar la etapa en la que culmina la
En efecto, en el plano del lengua- constitución del acto libre: de acuer-
je, distingue, en su De veritate, en- do con el mandato de la inteligencia
tre facultas y u.: una cosa es la capaci- o imperium (véase), la voluntad pone
dad misma de significar; otra, la uti- en ejecución el medio elegido para al-
lización particular que de esa capaci- canzar el fin que se desea; esta ejecu-
dad se hace. Y subraya que sólo la pri- ción es lo que se conoce precisamen-
mera es natural y, por ende, univer- te como u. activus. Por eso, el Aqui-
sal. En el plano antropológico-mo- nate sostiene que el uso que hacemos
ral, Anselmo vuele a apelar a la no- de las cosas es un acto de la voluntad,
ción que nos ocupa, fundamental en que ejerce su dominio sobre lo utili-
su pensamiento, para rescatar la dig- zado. De ahí que el uti no sea propio
nidad del libre albedrío, negando que del animal: sólo el hombre usa: des-
constituya una fuerza para el mal. En pués de haber elegido mediante el in-
tal sentido, en la concepción ansel- telecto los medios para conseguir el
miana, los elementos que se dan en fin, hace uso de tales medios (cf. S.
la estructura del acto libre humano Th. I-II, q. 16, aa. 1 a 4).
son: el instrumentum que es la volun- Por último, sobre el fin de la Edad
tad en cuanto facultad, el u. que es la Media y en un campo más específico,
volición misma, y las affectiones. Así el término que nos ocupa fue objeto
pues, el u. es el acto propio de la vo- de discusión en la célebre disputa so-
luntad que, en cuanto es, es siempre bre la pobreza. En ese contexto, para
bueno, ya que en el más perverso ac- la distinción entre u. iuris y u. facti,
to moral hay siempre un bien: la li- véase paupertas.
bertad con que se lo comete. Pero la
ut sic. Dada la equivalencia de ut
fuerza de ese bien, de esa voluntad li-
–al menos según uno de sus usos– y
bre, se usa (utitur) algunas veces más,
quatenus (véase), esta expresión sig-
otras menos (cf. De lib. arb. 7). En es-
nifica “en cuanto tal”; por eso, es
te último caso, se está ante la acción
equivalente a los términos “ut tale” o
moralmente mala.
“quatenus tale”, pero en la Edad Me-
Ya en la plenitud de la Escolástica,
dia fue más usada que éstos. Señala
Tomás vuelve a la concepción agus-
la necesidad de asumir el significa-
tiniana, pero estableciendo algunas
do de un concepto formaliter (véa-
precisiones: afirma que el uso de una
se), es decir, según la formalidad pre-
cosa implica la aplicación de la mis-
cisa representada en ese concepto. Por
ma a una acción –por ej., cabalgar es
ej., “hombre” ut sic mienta al hom-
usar del caballo–, por eso, la acción
bre en cuanto hombre, y no en cuan-
misma se denomina “uso”. De ahí
to animal, o en cuanto corpóreo, o en
que el Aquinate sostenga que el u. es
cuanto libre, etc. Es condición propia
ultimum quarumdam potentiarum,
de la inteligencia humana conocer
uniforme 696

un ente mediante una pluralidad de interrogación que puede ser directa


nociones referidas a sus distintos as- o indirecta. Por eso, en los títulos o
pectos reales, pero también discernir subtítulos que introducen a una cues-
entre ellas las que dan cuenta de su tión en los textos escolásticos, aparece
esencia. Así, cuando se asume el en- precisamente como interrogativa in-
te en cuestión de manera completa y directa y se suele traducir por “si”. En
esencial, se vuelve necesario subrayar efecto, en la Escolástica, es frecuente
ese hecho, cosa que hace precisamen- que una cuestión se plantee a mane-
te la expresión que nos ocupa. ra de disyuntiva entre proposiciones
contradictorias, en la que la segun-
utile. En la Patrística y en la Edad da está implícita: u. Deus sit, “si Dios
Media se denominó u., en general, a existe (o no)”. Esto sucede porque se
todo aquello que es medio o instru- aborda una cuestión contraponiendo,
mento para un fin determinado. Así, de un lado, la tesis, es decir, el térmi-
lo define, por ej., Alberto Magno. En no afirmativo; de otro, la antítesis, o
especial, se llamó u. a lo que parece sea, el término negativo, siendo am-
apto para satisfacer las necesidades y bas proposiciones mutuamente ex-
exigencias vitales del hombre. En es- cluyentes. Por esta razón, esto es, en
te sentido, útiles no son sólo las co- virtud de la opción entre dos implí-
sas, es decir, los utensilios, sino tam- cita en el u. se lo utiliza en estos ca-
bién las acciones mismas que condu- sos en lugar del si. En Raimundo Lu-
cen a dicha satisfacción. Con todo, lio, u. indica la primera pregunta del
en el marco de la cosmovisión me- alphabetum (véase) (cf. Ars Brevis, I).
dieval cristiana, lo meramente útil se
contrapuso muchas veces a lo ético, y utrumlibet. Proviene de utrum (véa-
particularmente, al ideal ascético. Pe- se) y significa cualquiera de ambos
ro, en cuanto puede servir a la vida términos de un par. Se ha de atender
espiritual –o, al menos, no perturbar- al hecho de que, por lo dicho en el ar-
la–, no se lo consideró como algo pu- tículo utrum, cuando esta voz aparece
ramente negativo. La oposición men- en la expresión ad u., remite indistin-
cionada vuelve a surgir con gran fuer- tamente a cualquiera de dichos térmi-
za en el Renacimiento, y se desarrolla nos, pero con la implícita exclusión
en la Modernidad a través de la polé- del otro. Así aparece, por ej., en To-
mica entre el rigorismo y el utilitaris- más de Aquino, S.G. I, 82. En efecto,
mo éticos. dice allí el Aquinate que lo que es in-
diferente –es decir, lo que potencial-
utpote. Adverbio muy usado en tex- mente se puede inclinar hacia un tér-
tos filosóficos medievales, en el que mino de una opción o hacia el otro,
pote subraya la identidad. Signifi- indistintamente– manteniéndose en
ca “en tanto que, precisamente”. Así, esta indiferencia, no tiende más a una
enfatiza la identificación del predica- cosa que a otra, si no es determina-
do con el sujeto, la acción con su au- do por otro: “quod est ad u. indifferen-
tor, el atributo con el nombre. ter se habens non magis in unum quam
utrum. Es el neutro de uter, partícula in aliud tendit nisi ab alio determine-
que significa “cuál de los dos” en una tur...”.
697

V
vacuitas. Cf. plenitudo, in fine. tema es considerar el v. como un ens
rationis cum fundamento in re, en el
vacuum. Este término significa “va- sentido de que no se puede concebir
cío”, noción que Aristóteles definió sin el supuesto de la existencia real de
como un lugar privado de cuerpo (cf. los entes espaciales y corpóreos. Ello
Phys. IV, 7, 214 a 16-17). Así pues, el obedece al hecho de que, como se di-
v. implica la posibilidad de la presen- jo, el vacío se comprende básicamente
cia de un cuerpo pero, a la vez, la ne- como una privación o una negación.
gación de su presencia actual. En ge- Por su parte, Guillermo de Ockham
neral, los autores medievales siguie- define este concepto como un conti-
ron la caracterización aristotélica de nuum (véase) de dimensiones positi-
este concepto que emplearon ya en vas, que tiene partes realmente distin-
sentido estricto, ya en sentido am- tas pero separadas de toda sustancia y
plio. En sentido estricto, los escolás- de toda cualidad. Sobre la base del v.
ticos distinguieron: el v. coacervatum, así entendido, Ockham estudia par-
que es fácilmente captable a través de ticularmente la posibilidad del movi-
los sentidos, como el que se percibe miento en el vacío (In Phys. 87; Exp.
en una habitación vacía; y el vacuum super Phys. 143d).
desseminatum, compuesto por nume- Particular importancia reviste el
rosas partículas huecas e imperceptibles concepto de Bradwardine sobre el es-
diseminadas en un cuerpo, como el pacio vacío imaginario e infinito, ex-
que se da en una materia esponjosa. terno al mundo. Este autor hace de-
En cambio, en sentido amplio –que rivar los siguientes corolarios del he-
es la significación filosófica más im- cho de no estar sujeto Dios a cambio
portante del concepto que nos ocu- alguno: a. Dios está necesariamente,
pa– el vacío se concibió como una essentialiter et praesentialiter, no sólo
negación de cuerpos externa y ante- en el mundo y por doquier sino tam-
rior al universo corpóreo que, en la bién más allá de él, en el v.; b. es por
Edad Media, se suponía espacialmen- esta razón que se puede predicar real-
te finito; se trata en este caso del vacío mente de Dios que es inmenso y no
cronológicamente entendido. Tam- circunscripto; c. se puede dar un v.
bién sobre este punto, los autores es- sin cuerpo, pero de ningún modo un
colásticos siguieron las huellas de v. sin Dios (cf. De causa Dei I, 5). Por
Aristóteles, que negó existencia real su parte, Raimundo Lulio insiste en
al v. (véase spatium). No obstante, au- la antinomia entre plenitudo (véase) y
tores como Tomás de Aquino seña- vacuitas.
laron la fragilidad de algunos argu-
mentos aristotélicos al respecto (cf. In vague. Cf. vagum. En forma adver-
IV Phys. l. IX-XII). La más difundi- bial, emplear un término vague signi-
da posición escolástica acerca de este fica usarlo sin haber precisado previa-
vagum 698

mente la acepción que se le atribuye. siano dedica a esta última un exten-


En los casos de posible polivalencia so tratado, en el que señala como ba-
semántica en la palabra misma, los es- se de la vanagloria en el sujeto una es-
colásticos, justamente para no caer en tima de sí mismo tan alta cuanto in-
la vaguedad, solían recurrir al adver- justificada, y advierte sobre el peligro
bio quatenus, “en cuanto”. que entraña, sobre todo, para el mon-
je que ha emprendido un camino de
vagum. El adjetivo “vago” indica siem- perfección (cf. Inst. XI). En cambio,
pre indeterminación. Así, por ej., indi- Juan Clímaco no acierta a distinguir-
viduum v. es una expresión que señala la de la soberbia –que sería una vana-
indeterminadamente uno solo, como gloria adulta en cuanto robustecida–
cuando se dice “alguno” o “alguien”. y como “el caballo” de la primera (cf.
valere ad opposita. Expresión pro- Scala coeli XXII). Siglos después, du-
pia del vocabulario ockhamista, ha- rante el período escolástico, se la con-
ce alusión a la posibilidad de actuar. sidera una de las hijas de la superbia,
En efecto, significa poder actuar y po- por ej., en Pedro Lombardo. Pero, en
der no hacerlo, con explícita afirma- el contexto de la sociedad laica, cam-
ción de que ninguno de ambos ca- bian, como es obvio, los motivos de
sos es imposible. Cabe subrayar la im- la v.: no consistirá ya en jactarse de la
portancia que, por confrontación, es- propia perfección espiritual, sino del
te concepto tiene en la concepción so- propio conocimiento, de la condición
bre el libre albedrío humano sustenta- social, particularmente, de la ascen-
da por Ockham. Éste subraya que el dencia noble, o, en especial, en el ca-
liberum arbitrium (véase) sólo es pro- so de las mujeres, de la belleza. Ya en
pio del hombre e implica lo que hoy las puertas del Renacimiento, Bernar-
llamaríamos conciencia del acto libre, dino de Siena fustigará con mucha se-
lo cual exige la racionalidad. Por eso, veridad este último caso (cf., por ej.,
la libertad humana no se limita al v. Quadragesimale, Sermo XLVI). Su ri-
ad o., es decir, al poder actuar o no, gor no tiene en cuenta lo que no esca-
ya que también los animales poseen la pa a Antonino de Florencia: la condi-
posibilidad de actuar o no actuar, por ción femenina en la Edad Media ex-
ej., de correr o no correr, comer o no cluía a las mujeres de la posibilidad de
comer (cf. Exp. Aurea 125). sobresalir en grandes empresas: pues-
to que le estaba vedado el acceso al
vanagloria. Basilio de Cesárea, en poder, a las formas más altas del co-
sus Regulae brevius tractatae, es uno de nocimiento y de la enseñanza, y de las
los primeros autores en distinguir la grandes fortunas, buscaban la gloria
vanagloria de la soberbia, con la cual –vana en cuanto pasajera– con la os-
no es inusual confundirla: la v. es el tentación de su belleza (cf. S. Th. IV,
pecado de quien habla o actúa con 5). La v. constituye, en síntesis, la ac-
el solo fin de adquirir gloria respec- titud en que resulta la vanitas (véase),
to de aquel que lo escucha o lo mira; en la medida en que es la especifica-
en cambio, la superbia (véase) presen- ción subjetiva de esta última.
ta como uno de sus aspectos el que-
rer prevalecer en todo. Así pues, en vaniloquium. Se denomina así el dis-
la soberbia importa menos la opi- curso vano, por lo que se conoce tam-
nión ajena que es esencial a la v. Ca- bién con el nombre de verbum otiosum.
699 vaniloquium

De significado muy próximo a los de Así pues, el verbum otiosum es in-


multiloquium y verbositas, el matiz de utile, inane, vacuum, pero, sobre to-
diferencia entre el v. y los anteriores do, es verbum vanum, de donde pro-
radica en que éstos sólo indican un viene el término que nos ocupa. Si-
exceso de palabras, que puede con- glos más tarde, Rodolfo Ardente, en
ducir a la dispersión, pero que no ga- su tratamiento del v. propone pa-
rantiza de suyo la vacuidad de las mis- ra éste un género, el del sermo inuti-
mas. Ésta es precisamente lo que se lis, que contiene cuatro especies: ser-
subraya en el v. o palabra ociosa. Está mo otiosus, iocosus, irrisorius y nocivus
signado por una condena evangélica (cf. Spec. univ. XIII, 163). Algunos
que a primera vista parecería despro- autores han circunscrito el mal del v.
porcionada a la culpa que implica co- al grupo de los predicadores, subra-
mo peccatum oris: la que se lee en Mt. yando que radica en el imperdonable
12, 36 acerca de que, en el día del Jui- desperdicio de la posibilidad de trans-
cio, los hombres habrán de dar cuen- mitir la palabra divina en todo su es-
ta de toda palabra ociosa que hayan cueto vigor.
pronunciado. Con el reingreso del aristotelis-
Tal aparente desproporción ocupó mo, la Escolástica madura hará girar
a muchos autores, especialmente, du- el análisis del v. en torno de la cues-
rante el período patrístico, con la no- tión de la finalidad y sobre la base de
table excepción de Orígenes que con- dos supuestos: 1. la palabra está natu-
sidera el verbum otiosum moralmen- ral e institucionalmente investida de
te neutro. Dos fueron las definicio- una finalidad específica; 2. se define
nes o caracterizaciones que prevale- como “vano” no algo en general sino
cieron en la tradición: la de Jeróni- lo que no responde a su fin específico.
mo, para el que la culpabilidad del Con este fundamento, Buenaventu-
verbum otiosum radica en su inutili- ra, por ej., distingue las palabras real-
dad respecto de quien habla y respec- mente vanas –que, inequívocamente
to de quien escucha (cf. In Mt. 12, culpables, se hacen pasibles de la con-
36); y la de Gregorio que caracteri- denación evangélica– de aquellas que,
za la palabra ociosa como exenta de moralmente indiferentes, se justifi-
la ratio de una justa necesidad, o de can por estar dirigidas a objetivos más
la intención de una piadosa utilidad. mundanos, como los de la recreación
Según este autor, el v. no responde a del espíritu y las costumbres cotidia-
las exigencias del cuerpo ni a las del nas propias de la urbanidad. Por lo
alma y, si bien no perjudica al prime- demás, estas últimas contribuyen a
ro, puede ser nociva para la segunda, apartar la acedia (cf. In II Sent. d. 41,
porque disipa sus frutos espirituales. q. 3, a. 1). Tomás de Aquino va más
De este modo, el recorrido que el al- allá, al reconocerles no sólo una legi-
ma debe evitar es multiloquium- ver- timidad sino una moralidad específi-
ba otiosa- verba noxia (cf. Mor. VII, ca, en cuanto palabras propias de la
37, 58). Confirma así lo sostenido convivencia civilizada. De esta mane-
por Ambrosio de Milán, cuando éste ra, las virtudes aristotélicas de la polí-
escribe que, al ser fuente de peligro, tica las sustraen del rigor monástico
lo que no da fruto ha de ser elimina- –que las había condenado como nu-
do (cf. Expl. Ps. 38, 5). gae– y las convierten en virtuosas (cf.
In II Sent. d. XL, q. 1, a. 5, 8).
vanitas 700

vanitas. En general, mienta la condi- tario, del mal. En cambio, la imper-


ción de lo superficial, de lo que es pa- fección propia de la v. consiste en un
sajero y aun vacuo, en el sentido de querer el objeto, si éste fuera posible;
que no tiene solidez ontológica. En el por eso, no puede culminar en una
plano que hoy denominaríamos “ob- elección, toda vez que la electio desig-
jetivo”, esta voz alude a la mera apa- na una voluntad determinada respec-
riencia de algo. Justamente por es- to de lo que no sólo se debe y se quie-
te aspecto objetivo, se distingue de la re hacer sino que también se puede
vanagloria (véase). Por extensión, in- hacer. Tomás de Aquino lo advierte
dica lo engañoso, como aparece, por en S. Th. I-II, q. 13, a. 5 ad 1). De es-
ej., en la expresión v. opinionum que ta manera, habría cierta imprecisión
refiere al carácter engañoso de lo que en traducir la voz que nos ocupa por
son simplemente opiniones, es decir, “veleidad”, dado que esta palabra es-
juicios no bastante fundados. En el pañola alude a la inconstancia, la vo-
plano “subjetivo”, y específicamente lubilidad, la cualidad de la persona
moral, señala la actitud de quien ha- que cambia con facilidad de orienta-
ce radicar su fin en algo superficial, ción; en todo caso, la v. indica la cau-
cayendo así en la frivolidad. Moralis- sa de tal inconstancia: plantearse ob-
tas y predicadores, como Lotario dei jetos inalcanzables.
Segni ejemplifican las costumbres del
veneratio. Es una forma de la piedad
vanidoso, como la del excesivo or-
y consiste en el acto de reverenciar
namento de su vivienda (cf. De mis.
y mostrar devoción por un hombre
hum. cond. II, 40).
o por algo que le pertenece o lo re-
vectio. Movimiento violento de un cuerda. Por eso, en la medida en que
cuerpo que adhiere a otro que se se reverencia un ser creado, la vene-
mueve. Tal es la definición de este tér- ración no se ha de confundir con la
mino propuesta por Ockham en (cf. adoratio que tiene por exclusivo obje-
Summulae in Phys. III, 9). to a Dios. En la Cristiandad medieval
se consideraron objeto de v. los san-
velleitas. Al derivar del verbo velle tos y aun las reliquias que les corres-
(querer), este término se relaciona ponden. Una de las principales au-
con los actos voluntarios. La volun- toridades en este punto es Agustín,
tad es siempre instancia intermedia quien señala la legitimidad de ofrecer
entre el entendimiento y la acción, ya un tratamiento respetuoso y devoto a
que el primero propone el objeto y la los restos de los seres queridos, tan-
voluntad lleva a cabo la acción (véa- to más de los santos (cf. De civ. Dei
se electio). La perfección o comple- I, 13). Por su parte, Tomás de Aqui-
titud de este acto de la voluntad re- no señala que los santos son miem-
quiere que su objeto sea un bien po- bros del cuerpo de Cristo, razón por
sible de alcanzar. Sólo una voluntad la que se ha de venerar dignamente
imperfecta tiende a lo imposible: en todo aquello que han dejado, subra-
esto consiste precisamente la v., a di- yando que el mismo Dios honra estas
ferencia de la voluntas. Pero se distin- reliquias obrando milagros por ellas
gue también de la noluntas (véase), en (cf. S. Th. III, q. 25, a. 6) (véase tam-
cuanto que ésta es un fuerte –y po- bién dulia).
sible– rechazo, positivamente volun-
701 verbum

verbi gratia. Expresión más frecuen- se ha hablado de verbum otiosum


te que su equivalente, más clásica, como peccatum oris o pecado de la
verbi causa, significa “por ejemplo”. lengua como otra forma de indicar
Con todo, en la Edad Media se pre- el vaniloquium y aun el multiloquium
fiere puta (véase). (véanse).
2. En el plano gramatical, los auto-
verbositas. Considerada muchas ve- res medievales siguieron a Aristóteles
ces sinónimo de multiloquium (véa- al considerarlo exclusivamente como
se), en su acepción más precisa, esta un término que, según dice Tomás de
voz indica una locuacidad que ya se Aquino, consignificat tempus: en efec-
ha convertido en hábito, esto es, en to, el verbo, gramaticalmente enten-
costumbre de hablar de manera vaga dido, señala una acción, indicando,
y desordenada con muchas palabras además, el tiempo en el que ésta se de-
innecesarias. En tal sentido, se opone sarrolla; así, por ej., cursus es nomen y
a la eloquentia (véase). Algunos auto- no v. porque designa una acción en sí;
res, como Alejandro de Halès, han se- en cambio, currit es verdadero verbo,
ñalado en este hábito una manifesta- ya que alude a una acción considera-
ción de la jactancia (véase iactantia), da en el tiempo en que se verifica (cf.
por la exhibición de sí mismo y la in- In De int. I, l. 5, n. 7). Pedro Hispano
capacidad de aceptar críticas (cf. S. formula observaciones aún más pre-
Th. III, 429). cisas, señalando que “Verbum est vox
verbum. Traducción del griego lógos, significativa ad placitum, cum tempore,
v. presenta, como aquél, una plura- cuius nulla pars extra significat, finita,
lidad de acepciones posibles: discur- recta”, y aclara que el “finita” distingue
so, palabra, razón, razonamiento, ley, el verbo propiamente dicho de los así
etc. En sentido genérico, v. es toda llamados verba infinita o indefinidos
palabra. Por eso, cuando se lo toma, –que son los precedidos de una ne-
en general, como “término” o “voca- gación, como “non currit”– mientras
blo”, se lo suele acompañar de adje- que el “recta” lo diferencia de los de-
tivos como essentiale, relativum, etc. nominados verba obliqua –que son to-
En su especificidad, adquiere distin- dos los no conjugados en presente del
tos sentidos según se lo examine en indicativo (cf. Summ. Log. I, 5). Des-
los planos moral, gramatical, lógico, de este ángulo, el tema fue tratado es-
gnoseológico, ontológico o teológi- pecialmente por los gramáticos espe-
co. Se procederá así desde la acepción culativos, por ej., Tomás de Erfuhrt
y el uso más externos hasta los más (cf. Gram., 25).
profundos y decisivos desde el punto 3. En el orden lógico, estrechamen-
de vista doctrinal en el vocablo que te relacionado con el anterior, el v. es
nos ocupa, fundamental en la Edad lo que confiere unidad al discurso. En
Media. efecto, su esencia no consiste en sig-
1. Como instancia de la locutio nificar el concepto que predica, sino
(véase), el término aparece en el or- en significar la predicación en sí mis-
den ético, en cuanto que el hablar es ma; por ende, ninguna predicación
una facultad de cuyo uso, como su- puede tener lugar sin el v., porque só-
cede con todas las potencias, el hom- lo éste indica la composición de suje-
bre es responsable. En este sentido, to y predicado. En las proposiciones
verbum 702

de tertio adiacente (véase copula), co- más de Aquino insiste en esta distin-
mo “Sócrates es filósofo” el concepto ción, al elaborar el tema de la species
que se predica está representado por (véase) en su teoría del conocimien-
el nombre y adjetivo “filósofo”, mien- to. Allí opone el v. mentis, al que tam-
tras que la composición entre éste y bién llama cordis, intellectus, mentale,
“Sócrates” está representada por la có- intelligibile e interius, en cuanto con-
pula, que es la vis propia del v. En las cepto, al v. vocis, al que denomina
proposiciones de secundo adiacente, vocale, vocabile y exterius, en cuanto
es decir, en las de predicado verbal, signo exterior y audible del primero.
como “Sócrates filosofa”, el v. seña- La expresión v. mentale es particular-
la, además del concepto mismo que mente importante entre los nomina-
se predica, la composición entre am- listas, quienes lo entienden, en senti-
bos términos, o sea que también tiene do amplio, como acto de intelección
el poder de unir sujeto y predicado. y pensamiento actual (ipsa cogitatio);
En cualquier caso, el v. es el signo de en sentido estricto, como conoci-
la predicación efectiva, como sostiene miento complejo que culmina en
Aristóteles en su De int. 23. un juicio verdadero (cf., por ej., Oc-
4. Desde el punto de vista gnoseoló- kham, Quodl. I, 6).
gico, el vocablo que nos ocupa se asu- 5. Metafísicamente hablando, el v.
me en su sentido originario de “pala- fue considerado logos, en el sentido de
bra” en general. Pero, sobre todo, se causa, principio o ley del mundo. Así
lo acompaña de la acotación “mentis” aparece ya en la Antigüedad, especial-
o “mentale” para mentar el concep- mente en la tradición heraclítea con-
to, en cuanto que éste es palabra inte- tinuada por los estoicos, quienes vie-
rior de la mente, distinta de la palabra ron en el v. el principio rector del cos-
en sentido estricto o verbo oral (véa- mos, que anima y ordena a su princi-
se vox). Tal distinción típicamente es- pio pasivo: la materia. Para Plotino,
toica, fue muy elaborada en el pen- es el mismo Intelecto divino en cuan-
samiento patrístico y medieval. Para to ordenador del mundo (cf. Enn. II,
Agustín el v. mentis alude al concep- 3, 17 y III, 2, 2). Sobre el fin de la
to como palabra interior de la inteli- Edad Antigua, Filón prepara el terre-
gencia y lo distingue de la palabra ex- no donde habrá de florecer el pensa-
terior, a la que precede. “Verbum est, miento patrístico sobre esta noción,
quod in corde dicimus, quod nec grae- planteando una doctrina del Logos
cum est, nec latinum” (De Trin. IX, como hypóstasis o persona divina.
7, 12; cf. también XV, 10, 16-19). En este autor, constituye una instan-
Por su parte, Anselmo considera el v. cia intermedia entre la trascendencia
mentis como la custodia que se tiene de Dios mismo, y el mundo, que no
en la mente de las cosas, pasadas o fu- puede relacionarse con Él, en virtud
turas, significadas por las voces. So- de su absoluta alteridad. De este mo-
bre las huellas de Agustín –quien, co- do, el Logos es la sombra de Dios, de
mo se ve en la cita, plantea el v. mentis la que Él se sirve instrumentalmen-
como anterior a las diferentes lenguas– te, como de un modelo, para crear el
Anselmo añade que el contenido de mundo (cf. Leg. All. III, 31).
esa custodia es el mismo en todos los 6. Sobre esta base, el Cristianis-
hombres (cf. Mon. 10). También To- mo elaboró, especialmente durante la
703 verisimile

época patrística, el dogma teológico zan, se han señalado los de virtud po-
sobre el v. en cuanto Palabra o Ley di- co arraigada, ya que quienes carecen
vina universal, al que identificó con la absolutamente de ella no temen al vi-
Segunda Persona de la Trinidad. Así tuperio y los rectos son los que menos
entendido, el Verbum es, por una par- pasibles se hacen de él. Por último,
te, la platónica Idea de las Ideas; por cabe advertir que una derivación de la
otra, la doctrina cristiana sostiene su vergüenza es la pudicitia o pudor. Pe-
encarnación, es decir, el hecho de que ro se trata de una derivación externa,
se hizo hombre en Cristo. En la ela- desde el momento en que se refiere a
boración de este punto central de su lo corpóreo, particularmente, a lo re-
teología, los Padres de la Iglesia insis- lativo a la genitalidad.
tieron en dos aspectos: uno, la parti-
verificare. Este verbo, típico de la li-
cipación de la especie humana en el
teratura nominalista en la Edad Me-
Verbo mismo en cuanto ratio, tema
dia, y de Ockham en particular, pue-
frecuente en Justino (cf., por ej., Apol.
de suscitar cierto equívoco, cuando
I, 46); y 2); y otro, la perfecta pari-
se traduce por “verificar”. Al respec-
dad del Verbo-Hijo con Dios-Padre.
to, cabe aclarar que v. no señala pri-
Este último punto fue objeto de nu-
mariamente una operación de con-
merosas controversias, zanjadas en el
trol por parte del cognoscente; por el
concilio de Nicea que define tal pa-
contrario, tiene un sentido que hoy
ridad contra posiciones como la de
llamaríamos “objetivo” y que alude al
Orígenes (cf. De Princ. VI, 64), quien
carácter real de lo verificatum. Por ej.,
sostenía una cierta subordinación del
“Sócrates está sentado” es una propo-
Verbo respecto de Dios-Padre.
sición que “se verifica” por el mismo
verecundia. Sobre las huellas de Aris- hecho de que Sócrates efectivamen-
tóteles (cf., por ej., Et. Nic. II, 12, te lo está, ya sea que quien enuncia
1101 b 15), los autores medievales dicha proposición la constate o no y
no incluyeron a la vergüenza entre las con independencia de que pueda ha-
virtudes. Siguiendo a Juan Damasce- cerlo o no.
no (cf. De fide orth. II, 15), la enten-
verificativum. Se designa con este
dieron, en general, como el temor an-
término al objeto del acto intelectual
te un acto torpe o ante un oprobio
del juicio, en cuanto que, solamen-
o vituperio. Pero esto es evitable me-
te dado dicho objeto, el juicio que lo
diante la razón; así, la v. puede ejer-
afirma es verdadero. Por ej., lo v. del
cer sobre el mal una doble acción: re-
juicio “lux est” es la existencia misma
nunciar a hacer lo ilícito por miedo al
de la luz. El término que nos ocupa
oprobio y abstenerse de acciones tor-
califica, pues, la relación entre la pro-
pes por temor a que sean vistas por
posición en sí misma y la realidad, no
ojos extraños. En cuanto a este últi-
la que se da entre ésta y quien cons-
mo punto, es decir, el de la mirada
truye el juicio (véase verificare). Así
ajena, connatural a la v., se ha con-
pues, importa no en cuanto a la cer-
siderado, en general, que la provocan
tidumbre del conocimiento, sino a su
más fácilmente los más próximos al
fundamento in re.
sujeto, en la medida en que mejor lo
conocen. En cambio, con respecto a verisimile. Significa “verosímil”. Pe-
quiénes son los que más se avergüen- ro los autores medievales no enten-
veritas 704

dieron por v. lo creíble, sino funda- al mismo tiempo la proposición y la


mentalmente lo que se presenta co- realidad a la que ella nos remite. Así
mo semejante a lo verdadero, sin te- pues, la verdad de una proposición es-
ner la pretensión de serlo. Así, siguie- triba en que las cosas que ella signifi-
ron a Aristóteles quien, en su Poet. 9, ca son efectivamente lo que ella dice
1451 a 36, aborda el tema de lo ve- (véase verificare) (cf. Exp. Aurea 84d).
rosímil como aquello que no ha su- Desde el segundo punto de vista,
cedido ni sucede pero podría suceder en cambio, y retomando la perspec-
y, por tanto, puede aspirar a la consi- tiva realista, se habla de verdad on-
deración de quien lo contempla. En tológica cuando se quiere indicar la
la Edad Media, se insiste en la necesi- correspondencia de la cosa particu-
dad de que lo v. no contradiga las re- lar con su arquetipo o esencia, por
glas de la posibilidad lógica ni las de ej., cuando se dice “verdadero oro”,
las posibilidades reales. aludiendo a su carácter de genuino.
Ahora bien, desde el momento en
veritas. Siguiendo la tradición aristo- que los arquetipos o esencias de to-
télica sobre esta noción (cf. Met. VI, das las cosas se relacionan con el inte-
4, 2), la Escolástica la define como lecto divino, las cosas serán tanto más
“adaequatio rei et intellectus”, es de- verdaderas cuanto mejor se confor-
cir, como la adecuación entre la cosa men a sus respectivas esencias deter-
y el intelecto. Varias son las distincio- minadas en dicho Intelecto. Este as-
nes que establecieron los autores me- pecto del tema fue particularmente
dievales con respecto al problema de tratado por Agustín (cf. De vera relig.,
la verdad. La fundamental es la que 36). También en el sentido ontológi-
discierne entre lo que podría llamarse co, la verdad es, pues, adecuación, pe-
verdad lógica y verdad ontológica. ro entendida como adaequatio rei ad
Al menos entre los autores realistas Intellectum. Sin embargo, lo ante-
(véase universale), la primera tiene lu- rior tiene validez para todo intelec-
gar cuando, en el proceso cognosci- to –también el humano– en cuanto
tivo, la representación intelectual co- que la ratio inmanente de la cosa ha-
rresponde al ser de la cosa misma de ce que el intelecto del hombre pue-
modo esencial, aunque no total, por- da adecuarse a ella (véase verum). En
que esto último implicaría una com- suma, ambos términos de esta dis-
prensión exhaustiva. El proceso de tinción traducen los dos componen-
adecuación se cumple como explíci- tes imprescindibles de ser y verdad en
to y plenamente consciente sólo en lo real.
el juicio, que es el que enuncia la v. Finalmente, en relación con el len-
formalis; en cambio, en la aprehensión guaje, se puede hablar de verdad mo-
(véase apprehensio), únicamente se po- ral como adecuación o corresponden-
see la v. materialis u objetiva de la co- cia entre el pensamiento individual y
sa. Los nominalistas, en cambio, con- su expresión; en este último sentido,
sideran la v. en relación con las propo- la verdad ha de entenderse como ve-
siciones. Consideran que v. y falsitas racidad.
no son realidades incluidas en la pro-
posición, como la parte en un todo o versio. Suele utilizarse como sinóni-
la cualidad en un subiectum, sino tér- mo de mutatio (véase) en cuanto pa-
minos connotativos que significan saje del no ser al ser o a la inversa. Es-
705 vestigium

te uso del término en esta acepción es el hombre, como sello de su obra. Tal
particularmente frecuente en Ansel- es el sentido acuñado por Agustín pa-
mo d’Aosta y en Ockham. También ra este término. El Hiponense insiste
se refiere a la traducción, es decir, al en que el vestigio divino, al ser hue-
verter un texto de una lengua a otra. lla de un Dios trinitario, muestra que
la constitución ontológica del uni-
vertigo. En la Edad Media, se ha defi- verso presenta siempre tríadas, por
nido este vocablo como el movimien- ej., mensura, numerus y ordo (véanse)
to violento de un cuerpo que se vuel- en cada ente. En el caso del hombre,
ve sobre sí mismo y que es, al mis- por ej., se tiene memoria, intellectus y
mo tiempo, impulsado y retraído. Así voluntas. De ahí que Agustín desarro-
se lee, por ej., en Ockham, Summ. in lle el tema de los vestigia Dei, sobre
Phys. III, 9. todo, en su De Trinitate (cf. De Trin.
verum. (cf. veritas) En su significado VI, in fine; IX, 4 y ss; XIV in fine). Es-
más amplio, se denomina “verdadero” ta noción se cuenta también entre las
al carácter propio del acto cognosciti- fundamentales en el pensamiento de
vo, en cuanto que, en cada uno de sus Buenaventura, cuya doctrina se pre-
momentos, la cosa se le manifiesta o senta explícitamente como un itine-
revela. Pero, en virtud de la originaria rario del alma hacia Dios. Así, la fi-
inteligibilidad del ser, es también un losofía bonaventuriana –que roza la
carácter intrínseco del ente mismo, en mística– muestra un universo en el
la medida en que éste es, de suyo, una que cada ente habla de Dios, lo re-
forma o determinación ontológica. presenta a su manera e invita al hom-
En este segundo sentido, fundamen- bre a elevarse a Él. Tres son las etapas
to del primero, se habla de v. como principales de esta ascensión: la pri-
trascendental (véase trascendentale), mera consiste, precisamente, en en-
es decir, como atributo de todo en- contrar los vestigia divinos en el mun-
te en cuanto ente. Tal significación de do sensible; la segunda, en hallar la
v. tiene su raíz en Aristóteles, quien imago divina en la propia alma; la ter-
afirma que cada cosa tiene verdad en cera, en llegar al conocimiento, goce
la misma proporción en que tiene ser y adoración de Dios. De esta manera,
(cf. Met. II, 1, 993 b 30). V. como el v. es considerado por Buenaventura
trascendental es, entonces, todo ente en relación con lo material y externo
en cuanto determinado y, por ende, al hombre. Por ello, comienzan con la
en principio, inteligible. De este mo- noción que nos ocupa todas sus prue-
do, las cosas constituyen medidas pa- bas de la existencia de Dios. Al tratar
ra el entendimiento humano, así co- el tema de la imago, se pasa ya del or-
mo el intelecto divino es, a su vez, la den externo y sensible al orden inter-
medida de las cosas, como sugiere To- no y espiritual del hombre (cf., por
más de Aquino en C.G. I, c. 60. ej., Itin. Ment. I y II; Brevil. II, 12).
Otra es la doctrina tomista al res-
vestigium. Es este un concepto carac- pecto: sobre una misma base concep-
terístico del agustinismo; por eso, re- tual, el Aquinate caracteriza el v. co-
aparece en toda la Edad Media. En mo la representación del paso de al-
general, indica la huella que Dios en go, evocación que no permite deter-
cuanto creador ha dejado en todas las minar, sin embargo, al sujeto de di-
creaturas –y, más profundamente– en
via 706

cho pasaje: “v. enim demonstrat motum principales (véase deus 3). En éste,
alicuius transeuntis, sed non qualis sit”. más específico, nos dedicaremos con
La imago es, para Tomás, una forma más detalle a las célebres cinco vías
más perfecta de representación por- descritas por Tomás de Aquino (cf. S.
que se asimila a la forma del mode- Th. I, q. 2, a. 3), aunque, ciertamen-
lo, o de lo que ha producido; así, por te, no son las únicas. La razón de ha-
ej., la estatua de Mercurio representa berlas elegido radica en la condición
a éste, y un fuego es la imagen de otro de síntesis que presentan: son, en
(cf. S. Th. I, q. 47, a. 7 c). efecto, una revisión histórica que To-
Por su parte, Guillermo de Ockham más ofrece de las principales demos-
define el concepto que nos ocupa di- traciones filosóficas sobre la existen-
ciendo que es la impronta que deja al- cia de Dios. Y la ofrece precisamente
go y que, subsistiendo en ausencia de con el objeto de probar el carácter de
ese algo, nos permite evocarlo; de ahí demostrable de dicha existencia. Esta
que se pueda hablar, por ej., de v. de condición de las vías tomistas se ad-
la belleza divina en las cosas bellas del vierte, entre otras cosas, hacia el fi-
mundo. Además, Ockham encuentra, nal de cada una, cuando el Aquina-
entre imago y v., la siguiente diferen- te señala que lo que se ha demostra-
cia fundamental: el v. siempre es cau- do –por ej., la existencia de un motor
sado por aquello de lo que es vestigio, inmóvil o de una causa primera, etc.–
mientras que la imagen no siempre es es “lo que todos llaman ‘Dios’”. No se
causada por lo que ella representa (cf. trata, pues, como se ha creído tantas
In I Sent. d. 3, q. 9). veces, de argumentos típicamente to-
La noción de v. recupera su for- mistas sino de la formulación –tomis-
mulación agustiniana en el Renaci- ta, en todo caso– de las vías argumen-
miento con Marsilio Ficino. Pero, en tativas tradicionales. Tal formulación
la Modernidad, si bien Leibniz utili- sigue en las cinco el mismo esquema:
za este término para sostener que los la existencia y la modalidad de exis-
vestigia Dei conforman el camino pa- tencia de las cosas consta a la expe-
ra alcanzar la noción de naturaleza, riencia sensible e intelectual del hom-
también lo emplea para designar el bre, el ser y el obrar de las cosas no se
lugar que algo móvil ocupa en algún pueden justificar a sí mismos, esta in-
momento (cf. De ipsa nat. 6). suficiencia obliga a postular otro ser
más allá de nuestra experiencia.
via. Su sentido general es el de cami- La primera vía parte de la constata-
no. En contexto espiritual, alude al ción sensible del movimiento o cam-
curso de la vida presente, de donde el bio (véase motus), aristotélicamente
término viator (véase). Pero su acep- entendido, es decir, las cosas se con-
ción más importante en la Edad Me- vierten en lo que no eran. Y todo lo
dia ha sido la que indica un modo de que cambia, es movido por otra co-
argumentar. sa. Ahora bien, no es posible que una
Por eso, se suele denominar “vías”, cosa se convierta en aquello que ya
en especial, a las diversas clases de es: si está en movimiento, esto signi-
procedimiento o direcciones en la re- fica que está en potencia respecto de
flexión o demostración acerca de la aquello hacia lo que se dirige, no que
existencia de Dios. En el artículo deus está en acto. Pero nada puede darse el
hemos tipificado a grandes rasgos las
707 via

acto de ser que no tiene. Por tanto, sas contingentes no poseen en sí mis-
es necesario que lo reciba de otro que mas la suficiencia y razón del propio
tenga el acto al que induce a conver- ser. Por tanto, tienen que recibirla de
tirse a aquello que está moviéndose o otro. Pero ese otro ser, ha de ser nece-
cambiando. A su vez, en esta segun- sario y no contingente, ya que, de lo
da instancia de la serie del movimien- contrario, se caería una vez más en el
to, se repite la misma consideración. regreso al infinito con similares con-
Y así sucesivamente. Mas, si se siguie- secuencias a las mencionadas en las
ra así al infinito (véase regressus), no pruebas anteriores: ningún ente ten-
sólo no quedaría justificado el movi- dría la suficiencia del existir ni para
miento del primer ente cuyo cambio sí ni para los otros, con lo que nada
se intentó explicar; es toda la serie del existiría, lo cual nos consta que es fal-
movimiento lo que quedaría sin ex- so. Así pues, hay que afirmar un ser
plicación. Más aún, es el movimiento necesario que sea razón de la exis-
mismo, cuya existencia nos consta, lo tencia de los otros seres. Y esto es
que se negaría. De ahí que sea necesa- “Dios”.
rio afirmar la existencia de un primer La cuarta vía –con mucho, la más
motor, es decir de un motor que no peculiar– considera los grados del ser
sea movido por otro: lo que filosófi- (véase gradus). La variedad de los en-
camente se denomina “Dios”. tes y de las especies que se ofrecen a
La segunda vía se funda en el con- nuestra experiencia nos muestra que
cepto de causa eficiente condiciona- hay en ellos más o menos bondad,
da (véase causa). En el mundo vemos más o menos ser, es decir, que tienen
que existen efectos de causas que, a su diferentes grados de perfección. Pero
vez, son efectos de otras. Porque no “más” y “menos” remiten a un lími-
es posible que algo sea causa eficiente te, a un punto de referencia: de éste
de sí mismo: para ello, debería ser an- extraen su sentido proporcional res-
terior a sí mismo, o sea, debería exis- pecto de lo que es máximo. Debe de
tir antes que sí mismo. Tampoco es existir, pues, un maximum del ser y
posible proceder al infinito en la se- de la perfección, de la que dichos gra-
rie causal, puesto que ello implicaría dos –que son reales y no meras distin-
negar que los efectos, y consta a nues- ciones o valoraciones proyectadas por
tra experiencia que lo son, son causa- los hombres– participan. Ahora bien,
dos. Así, se debe postular la existen- la cuarta vía, la que más claramen-
cia de una causa primera, esto es, de te responde a una orientación plató-
una causa incausada. Y ésta es la que nica, podría concluir en este punto.
se llama “Dios”. Sin embargo, aunque Tomás esté ha-
La tercera vía se apoya en la noción ciendo una revisión histórica, lo cier-
de lo contingente (véanse contingens). to es que la formula desde sí mismo
Sabemos que existen seres contingen- y en sus propios términos. Esos tér-
tes, vale decir, que podrían no exis- minos, o sea, sus categorías aristoté-
tir. No son, pues, necesarios, o sea, licas lo llevan a percibir la necesidad
no es lógica y metafísicamente nece- de completar a esta vía con un paso
sario que existan, desde el momento argumentativo que recurre explícita-
en que su no existencia no es contra- mente a la causalidad. En efecto, co-
dictoria (véase necessarium). Tales co- mo si juzgara que la noción de parti-
vialiter 708

cipación es insuficiente, acota que ese llo que conduce a los efectos de algo;
maximum es causa de los grados de por ej., los fármacos son la salud del
perfección que se encuentran en las hombre v., es decir, en cuanto colabo-
cosas. Y esa causa es llamada “Dios”. ran como medios para el reestableci-
La quinta y última vía, quizás aque- miento de su salud.
lla de la que el mismo Aquinate se en-
viator. La condición de v., es de-
cuentra más próximo, parte de la no-
cir, de viajero o peregrino, señala al
ción de finalidad. Consta a la expe-
que está in via; alude, pues, a la vi-
riencia humana que aun los seres no
da presente del cristiano que se halla
dotados de vida inteligente obran por
en camino hacia la vida futura y tras-
un fin (véase finis). El hecho de que
cendente. Por eso, se vincula siem-
todos obran en una dirección de-
pre con el estado natural de la exis-
terminada, según la especie de cada
tencia humana. Para Buenaventu-
uno, constituye, por lo demás, el or-
ra, por ej., al v., es decir, al hombre
den de lo real (véase ordo); de ahí que
que se halla en tránsito por esta vi-
esta vía se llame “por el gobierno del
da, le es imposible alcanzar la infali-
mundo”. Pero, lo que carece de inteli-
bilidad de sus juicios. En lo concer-
gencia no puede tender a un fin sino
niente a los deseos que apartan de
en cuanto que está dirigido por otro
la rectitud, enfrenta cuatro comba-
ser inteligente. Ha de existir, enton-
tes que corresponden al desordenado
ces, un ser inteligente que encamina
y excesivo deseo de dominar, de sa-
las cosas naturales hacia sus respec-
ber, de deleitarse y de poseer (cf. De
tivos fines. Ahora bien, la tendencia
regno Dei 6-8). En cambio, Guillermo
determinada al fin se identifica con la
de Ockham subraya el aspecto inte-
naturaleza de las cosas (véase natura);
lectual en el peregrinaje del v. Así, di-
por eso, no se plantea en esta quinta
ce que el “intellectus viatoris” es aquel
vía una suerte de demiurgo que go-
que no tiene una “notitia intuitiva”
bierna el mundo, sino una inteligen-
de la deidad como, en cambio, sí la
cia cuyos contenidos son las mismas
posee el bienaventurado; para el v. di-
naturalezas de las especies. Tal inteli-
cho conocimiento sólo es posible de
gencia es lo que se denomina “Dios”.
potentia dei ordinata (véase) (cf. In I
De este modo, las viae no hacen si-
Sent. Pr. q. 1). Por su parte, Gabriel
no mostrar, desde distintos ángulos,
Biel insiste en las dificultades que en-
la exigencia racional que deriva en
frenta el peregrino, especialmente, la
la postulación de la existencia de un
de carecer de un conocimiento direc-
Absoluto.
to de Dios y tener que depender del
En otro sentido, completamente dis-
conocimiento sensible y de la fe (cf.
tinto, en la Edad Media se ha hablado
Prol., q. 1).
de v. antiqua y v. moderna en un sen-
tido más amplio que el de escuela; vindicatio. Usualmente traducido por
en el de tendencia o dirección. Así, “venganza”, este término en la Edad
por ej., la v. modernorum o v. nomina- Media significa, en realidad, repara-
lium indica, en general, la nominalista, ción del honor. Así pues, la v. es a la
opuesta a la del realismo tradicional. injuria o daño recibido lo que la gra-
titud al beneficio. Por eso, los autores
vialiter. Análogo, aunque no equi-
medievales la entendieron como par-
valente, a efficienter, v. indica aque-
709 virtualiter

te de la justicia, siguiendo a Cicerón tiva de un ser, y, en consecuencia, se


(cf. Rhet. II, 53) y la estudiaron en sus halla ordenado a un efecto. Dentro
aplicaciones penales. Desde el punto de este sentido general, v. adquiere
de vista ético, sólo es lícita cuando se distintos matices significativos, según
ordena a la represión del mal, cuan- el término al que se oponga. Así, 1.
do busca la enmienda del culpable y en cuanto opuesto a formale (véase),
la paz de la sociedad; de ahí que no se que señala la forma propia o estructu-
pueda ejercer sobre quienes han co- ra esencial de algo, v. alude no ya a la
metido un mal moral involuntaria- forma sino al modo de ser de la virtus
mente. En lo individual, responde a o potencia activa de ese algo, capaz
la inclinación natural a rechazar to- de producir un efecto dado. Como se
do lo que es nocivo, propia del ape- ve, en este caso, v. concierne estricta-
tito irascible. Así se expresa, por ej., mente al orden de la causalidad. 2. Se
Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II, q. opone también a actuale (véase): una
108, aa. 1-4). potencia actual es una presencia en el
ser en sí de algo; en cambio, presencia
violentum. La primera acepción me- v. indica el estar de una cosa en el ser
dieval de lo v. alude a aquello que se de otra, pero sin perder la primera sus
opone a lo natural, sobre todo, al mo- virtutes et proprietates; tal es, por ej., la
vimiento opuesto al determinado por permanencia de los elementos quími-
el dinamismo de la naturaleza. Así, cos en un ente corpóreo. Finalmen-
si bien lo violento puede imponerse te, 3. se denomina v. la distinción
transitoriamente a lo natural, tal im- entre los atributos divinos, en cuan-
posición no puede durar; de ahí la to que determina la presencia real en
sentencia “nihil v. durabile”. Con to- Dios de aquellas perfecciones que, en
do, la noción de v. no sólo aparece en el ámbito de lo finito, están diferen-
la Edad Media en el plano ontológi- ciadas formalmente. De este adjetivo
co sino aún ético, es decir que lo vio- deriva virtualiter (véase).
lento no sólo se opone a lo natural si-
no también a lo recto. El supuesto co- virtualiter. Adverbio que se refiere
mún de esta coincidencia radica en la a un modo de ser o estar: el virtuale
convicción medieval de la ley divina, (véase). Se dice que el efecto está
inmutable y eterna por definición, contenido v. en la causa, cuando és-
como fundamento de ambos. ta puede producirlo, pero sin que la
Sin embargo, y de hecho, se ha ha- naturaleza del efecto se halle en dicha
blado también de la violencia necesa- causa; por ej., el vino contiene v. el
ria para alcanzar el reino de los cielos, calor que produce en el hombre al in-
combatiendo, por ej., la propia codi- gerirlo; la escultura está contenida v.
cia. Así se expresa al respecto Buena- en el artífice, etc. Un uso frecuente de
ventura: “est necessaria v. in refrenatione este término es el que designa un tipo
mundialis avaritiae” (De regno Dei 25). de operación: la formaliter immanens
v. trasiens. Esta expresión califica la
violo. Verbo equivalente a depravo operación que, de por sí, se cumple
(véase), que se utiliza en el trabajo pa- en el principio que la genera, pasan-
leográfico. do, sin embargo, su eficacia operativa
virtuale. Indica lo que pertenece a o a otro subiectum.
está en la virtus (véase) o potencia ac-
virtus 710

virtus. En líneas muy generales, es- –por ej., aparece en Dante– sino aun
te vocablo latino alude a una fuerza transcurrido éste.
o capacidad peculiar de algún ente, 2. El sentido de v. como capacidad
lo que implica una perfección y exce- propia del hombre se remonta a Ci-
lencia cualitativa en él. Por eso, en es- cerón, quien hace derivar esta pala-
te sentido básico, v. equivale a la areté bra de vir, “varón”, término que a su
griega. De ahí que haya asumido en vez viene de vis, “fuerza”, observando
la filosofía clásica tanto antigua co- que, en su acepción primitiva, la vir-
mo medieval tres significados estre- tud era esencialmente la fortaleza de
chamente relacionados entre sí: 1. ca- ánimo (cf. Tusc. II, 18). En la Patrís-
pacidad o potencia en general; en tal tica y en la Edad Media, este segun-
sentido se habla, por ejemplo, de la v. do sentido se relaciona especialmen-
animans en una planta, 2. capacidad te con los textos bíblicos. En la Escri-
o potencia propia del hombre, por tura esta voz designa, a veces, la fuer-
ej., virtus intellectiva; 3. capacidad o za y el poder de los hombres (cf. por
potencia humana, de naturaleza es- ej., Ps. 65, 7; 48, 6; Jdt. 4, 13; 5, 19);
pecíficamente moral. Como se ve, ac- aunque otras alude al poder divino
tualmente en las lenguas romances se (cf. Ps. 52, 6); y otras, se refiere par-
ha restringido a este última acepción ticularmente a los milagros, en cuan-
el significado de “virtud” que, origi- to manifestaciones del poder de Dios
nalmente, era mucho más amplio y (cf. I Cor. 12, 10. 28; Mc. 6, 5 etc.).
fundante. Pero el período en que fue más cele-
1. En los términos más generales, brada la v. humana es el Renacimien-
es decir, como capacidad o potencia, to, porque en él se plantea al hombre
ya Aristóteles había señalado que to- como centro de los valores y se exal-
da v. perfecciona el recto conducirse tan sus capacidades. Aún hoy, en cas-
del ente al que pertenece, y hace pre- tellano se utiliza el adjetivo “virtuo-
ciosa su operación. Por eso, la v. est so” para designar a una persona que
ultimum –en el sentido de perfección sobresale en una habilidad, especial-
final– potentiae; por ej., la virtud del mente, en la técnica de ejecución de
ojo confiere valor a éste y a la visión, instrumentos musicales. Sin embar-
justamente porque por dicha “virtud” go, este significado no es el más rigu-
vemos bien (cf. Et. Nic. II, 6, 1107a roso de v., ni tampoco el más frecuen-
25). El matiz “dinámico” implica- te entre autores medievales. Es más
do en el concepto que nos ocupa se común entre dichos pensadores refe-
continúa a lo largo de toda la Edad rirse a la v. en su tercera acepción.
Media. Sus autores, como Tomás de 3. Según esa última significación,
Aquino, subrayan el matiz “teleológi- v. mienta una capacidad humana de
co” que conlleva la noción de v. en es- naturaleza moral. Aristóteles había
te sentido amplio, en cuanto que la señalado que, si la v. es una capaci-
perfección de una potencia se con- dad perfeccionante en cualquier en-
sidera principalmente en orden a su te, la virtud del hombre será un há-
fin, que es el acto propio de ella (cf. bito por el cual éste y la obra que le
S. Th. I-II, q. 55, a. 1 c). Tal acepción es propia se hacen buenos. En el pe-
antigua y clásica sigue vigente no só- ríodo escolástico, encontramos dos
lo hacia el final del período medieval orientaciones diferentes sobre el te-
711 virtus

ma; una es la de quienes se atienen intellectuales son hábitos especulati-


a las tradicionales definiciones filosó- vos que perfeccionan el entendimien-
ficas de v., formuladas sobre la base to en la consideración de la verdad, ya
mencionada. Entre ellos, se cuentan que tal consideración es el objeto pro-
Pedro Abelardo (cf. Dial. in fine), y pio del intelecto; tales virtudes son:
Anselmo de Laón (cf. Sent. 32). En 1.1. la sabiduría o sapientia, que tiene
cambio, Hugo de San Víctor y Pedro por objeto las causas supremas; 1.2.
Lombardo (cf. Sent. II, d. 27, a. 5) la ciencia o scientia, que perfecciona
dan una definición teológica de ori- el entendimiento, juzgando las verda-
gen augustiniano: para esta línea, la des últimas en un determinado ám-
virtud es una buena cualidad del al- bito cognoscitivo; y 1.3. el intellectus
ma, por la que se vive con rectitud, o simple inteligencia que es el hábi-
de la que nadie hace mal uso, y que to de captación de los primeros prin-
Dios obra en nosotros sin nosotros. cipios.
En Tomás de Aquino, hay un inten- Las 2. virtutes morales son aquellos
to de conciliación entre ambas tradi- hábitos de la facultad apetitiva adqui-
ciones. Así, para el Aquinate, la vir- ridos por un largo y prolongado ejer-
tud es un habitus (véase) del hombre, cicio en el obrar; especialmente, el
que imprime a la potencia una orien- hábito de elegir una línea de acción
tación firme y fija hacia el acto bue- que parta del justo medio de la ra-
no. Por ello, constituye una cualidad zón (véase medium). Estas virtudes se
que, en sí misma, perfecciona al su- agrupan en torno de cada una de las
jeto (cf. S. Th. I-II, q. 55, aa. 1-4). cuatro virtutes cardinales. Al respecto,
Duns Escoto se aleja de esta concep- Buenaventura recuerda que se dicen
ción, negando que la virtud esté or- “cardinales” porque son el quicio o in-
denada en el género de los hábitos. greso para adquirir las otras (cf. Coll.
Sostiene que el hábito, substratum in Hexaem. VI, 11). Ellas son: 2.1.
material de la v. no tiene relación prudentia, que determina la rectitud
con la voluntad sino que se constitu- del acto moral; 2.2. iustitia, que es la
ye por su conformidad a la regla mo- respuesta de la voluntad a la exigen-
ral que es rationis (cf. In I Sent. d. 17, cia del deber moral; 2.3. temperantia,
q. 2). Sin embargo, la doctrina que se que es la justa medida en el cumpli-
ha consagrado como propia de la Es- miento de dicho deber; y 2.4. fortitudo,
colástica sobre la virtud en este tercer que es el hábito de superar las dificul-
sentido, es la aristotélico-tomista. tades y obstáculos que separan de tal
Respecto de la clasificación medie- cumplimiento. Como se ve, la dis-
val de las virtudes –en el segundo y tinción entre virtudes intelectuales y
tercer sentido señalados– la más com- morales obedece a la consideración
pleta es la que procede de lo general de que hay sólo dos principios que ri-
a lo más específico y perfecto, y de lo gen las acciones humanas: la inteli-
natural a lo sobrenatural. Así, dicha gencia y el apetito.
clasificación distingue las virtudes in- Muy diferente es el principio de las
telectuales de las morales en el senti- 3. virtutes theologicae o teologales. En
do amplio del término; estas últimas, efecto, éstas son “virtudes infusas”,
a su vez, se diferencian en cardinales en el sentido de que su origen no
y teologales (cf. infra). Las 1. virtutes está de suyo, de acuerdo con la no-
vis 712

ción aristotélica del acto que genera mentalmente en el hecho de que es,
hábito, en el sujeto que las posee, si- como señala el Estagirita, el sentido
no que le son participadas por Dios. exterior que procura datos más com-
El nombre de “teologales” obedece a pletos y, a la vez, diferenciados. Por
que estas virtudes ordenan al hom- lo demás, aunque sólo el color haya
bre a la bienaventuranza sobrenatu- sido considerado su objeto propio, la
ral, que constituye un dato de la re- visión se adecua mejor que cualquier
velación cristiana. Por ende, pertene- otra sensación al ámbito de la imagi-
ce al campo teológico. Se subdividen nación y, con ello, al conocimiento
en: 3.1. fides; 3.2. spes; 3.3. caritas intelectual, al que sirve y prepara más
(véanse los artículos correspondien- que todos los otros sentidos. De ahí
tes a cada virtud). que tanto los autores de la Patrística
como los de la Escolástica le hayan
vis. El sentido originario de esta pa- otorgado un cierto privilegio: así lo
labra alude a la fuerza, el vigor, la ca- hace, por ej., Agustín (cf. Sermo 112,
pacidad de obrar y, por ende, la natu- 7). Por su parte, Tomás de Aquino
raleza de algo, en cuanto que ésta es anota que la v. es “inter ceteros sensus
principio de operaciones de ese algo. nobilior…” (C.G. III, 53).
De ahí que, en la Edad Media, se ha- Precisamente, por esta última ra-
ya utilizado este vocablo para referirse zón, v. ha pasado a significar, 2. ana-
al poder propio de alguna facultad o lógicamente, el acto y la función in-
potencia. Así se habló, por ej., de la v. telectual. Más aún, en ese ámbito, al-
cogitativa (véase) pero, especialmente, gunas de las palabras claves se refie-
de la v. imaginativa. Esta noción asu- ren originariamente, al hecho de la
me un particular relieve en la doctri- visión o la implican, por ej., intuitus y
na de Avicena, que atribuye a la vis speculatio (véanse). Sin embargo, gno-
imaginativa una fuerza capaz de mo- seológicamente hablando v. es un tér-
ver la voluntad, con consecuencias no mino más esencial que éstos. En efec-
solamente para el cuerpo del agente, to, las voces que expresan la función
sino también sobre los cuerpos exter- intelectual se remiten generalmente a
nos a él y hasta sobre los mismos fe- la naturaleza discursiva de la misma,
nómenos naturales. Tomás objeta es- mientras que v. mienta su aspecto fi-
ta atribución de poder en su De ver. nal, la aprehensión inmediata del ser
q. 14, a. 1. Sin embargo, ha quedado de una cosa, al “verla” con los ojos del
como expresión ya hecha en la litera- alma. Así, por ej., Agustín se refiere a
tura filosófica posterior. la unión del intelecto y el objeto co-
visio. En sentido lato, significa 1. vi- nocido, llamándola interna v. (cf. Sol.
sión, es decir, se refiere al acto pecu- I, 6, 13). Tomás habla de la negación
liar del sentido de la vista. En térmi- o privación de la visión intelectual,
nos cognoscitivos, el sentido externo llamándola “caecitas mentis” (cf. S. Th.
de la visión es el más apreciado en la II-II, q. 15, a. 1; y III, q. 30, a. 3).
filosofía clásica, como ya aparece en Además, el mismo conocer divino se
el comienzo mismo de la Metafísi- concibe como una pura visión inte-
ca aristotélica. La razón de esta pre- lectual subsistente.
eminencia estriba no sólo en la inme- Un párrafo aparte merece el tema
diatez perceptiva de la v., sino funda- de la 3. v. beatifica, en tanto que no
713 vita

expresa un concepto filosófico sino ca” como la “vida propiamente hu-


un determinado dato de la revelación mana” o “espiritual”. Ello obedece
cristiana: la condición final de beati- a que con este único término se tra-
tud en el cumplimiento sobrenatural dujeron los vocablos griegos zoé, que
del fin último del hombre. Tal beati- alude al principio vital, a la anima-
tud se concibe en la Edad Media co- ción y al movimiento; y bíos, que de-
mo la posesión de un bonum perfectum signa la vida humana tanto en sus as-
intellectualis naturae. La posesión de pectos práctico y moral, como en los
ese bien consiste, justamente, en la que culminan en la actividad teórica
contemplación de la luz, esto es, de o especulativa. Pero aun en aquellos
la gloria divina, en un conocer a Dios autores que parecen atenerse al pri-
de modo inmediato y exhaustivo pa- mer concepto de vida y reducirla a lo
ra la capacidad humana. El aspecto orgánico y lo viviente (véase vivens),
del amor que acompaña la v. beatifica el vivir no excluye en absoluto el pen-
ha sido elaborado especialmente por sar, en la medida en que implica tam-
Buenaventura (cf. In III Sent. d. 31, bién todos los actos en los que el su-
a. 3, q. 1 in fine) y Duns Escoto (cf. jeto hace por sí mismo algo que re-
In IV Sent. d. 49, q. 5). vierte sobre él y su propia perfección.
Esto ocurre en Aristóteles, quien defi-
visus. Se utilizó para designar el sen- ne primariamente la vida como aque-
tido exterior de la vista (véase sensus). llo por lo cual un ser se nutre y crece
Si bien la Edad Media dedicó particu- por sí mismo (cf. De an. II, 1, 412 a
lar atención al tacto (véase tactus), je- 10-20). Tal caracterización ha queda-
rarquizó los sentidos de la vista y del do como la más clásica de la noción
oído. En efecto, los ubicó en un pla- que nos ocupa.
no superior o más noble que los otros Hacia el final de la Antigüedad y
tres porque 1. ambos son los que comienzos del pensamiento patrísti-
aprehenden la belleza, y ésta, en una co, el concepto de v. en cuanto zoé se
concepción clásica, se asimila al bien jerarquiza haciéndose más interior y
y a la verdad. Por tanto, el v. es el que espiritual, especialmente entre los au-
procura mayores elementos al cono- tores de tendencia neoplatónica. Así
cimiento. A esto se debe añadir 2. el se da, por ej., en Proclo, quien, sobre
hecho de que, de la vista y el oído, fue las huellas de Plotino, califica de “vi-
la primera la que quedó muy tempra- vientes” todas las cosas que partici-
namente más asociada a la verdad. Es, pan de la Vida, la cual, a su vez, pre-
por otra parte, 2. el sentido más cog- cede a la Inteligencia (cf. Inst. Theol.
noscitivo por ser el más “inmaterial”. pp. 101-103). Porfirio y Jámblico si-
Por último, también es razón de peso guen en esto a Proclo. En Agustín la
para la jerarquización del v. entre los tríada esse-vivere-intelligere se da en el
escolásticos la palabra del Aristóteles hombre como uno de los vestigios del
quien, en el recordado comienzo de Dios trinitario en él (cf. De lib. arb.
su Metafísica, lo señala como 3. aquel II, 3, 10). El Hiponense reitera esa
sentido que nos hace percibir más di- suerte de jerarquización que ya apare-
ferencias en las cosas. cía en Proclo, según la cual cada una
vita. Este vocablo mienta tanto lo de esas tres instancias implica a la an-
que hoy llamaríamos “vida biológi- terior y la supera, aunque no al revés.
vitale 714

Cabe señalar que Agustín consagra ta del Renacimiento, por ej., en al-
definitivamente la noción de v. co- gunas páginas del Heptaplus de Pico
mo perfección, en cuanto movimien- della Mirandola, y en doctrinas como
to que se mueve a sí mismo; por ello, la de Paracelso.
puede invocar a Dios no sólo como el En cuanto a la noción de v. como
sumo ser sino también como la suma bíos toda la tradición patrística y me-
vida (cf. Conf. I, 6, 10). dieval retomó la distinción clásica en-
En la Edad Media se mantiene es- tre bíos theoretikós y bíos praktikós, in-
ta valorización en el concepto de v., terpretando los personajes neotesta-
con la única salvedad de que se aban- mentarios de María y Marta (Lucas
dona tanto su sentido hipostático co- X, 38-42) como representantes de la
mo el acento que la época patrística vida contemplativa y activa, respecti-
había puesto en la interioridad de la vamente, con una clara opción por la
vida anímica. Así, Tomás de Aqui- primera. Sobre esta base, Agustín de
no señala que v. se refiere, en primer Hipona, por ej., se refiere a tres gé-
lugar, al esse viventium, y, en segun- neros de vida: negotiosum, otiosum y
do término, a la operación vital (cf. compositum (cf. De civ. Dei VIII, 4 y
In Met. I, l. 1, n. 14), de manera que XIX, 2), vinculando la investigación
tiene vida aquello que posee en sí el de la verdad con la vida contemplati-
principio de sus operaciones, es decir, va y las virtudes morales con la activa.
aquello que actúa por sí mismo. En Entre los humanistas fue frecuente la
cuanto término abstracto de vivere, v. polémica acerca del género de vida
mienta, pues, la substancia a la que superior, pero asociando el contem-
por naturaleza le corresponde mo- plativo con las actividades intelec-
verse espontáneamente o impulsar- tuales y el activo con la praxis políti-
se a la operación: “substantia sui con- ca. Así aparece, paradigmáticamente,
venit secundum suam naturam move- en el De vita contemplativa et activa
re seipsam, vel agere se quocumque mo- de Cristoforo Landino.
do ad operationem” (S. Th. I, q. 18, a.
vitale. Se denomina con este adjetivo
2 c). Si la vida se atribuye a los seres
el acto inmanente e intrínseco del ser
que obran por sí mismos y no movi-
viviente, o sea, aquellos actos que, co-
dos por otros, cuanto más perfecta-
mo el ser, el oír, el entender, el querer,
mente lleve a cabo esto un ser, tan-
etc., resultan de sus propias potencias
to más perfecta será la v. que hay en
(véase virtus). Pero se ha de insistir en
él. De ahí que la vida humana sea su-
que el acto v. debe ser no sólo inma-
perior a la animal y que en Dios se
nente al ser vivo sino también provenir
dé en el sentido más riguroso (cf. Ibid
de él, esto es, debe ser in intrinsecum
I, q. 18, a. 3 c). Así, recuperando el
et ab intrinseco. Así, por ej., el caer no
primer sentido metafísico del térmi-
es, en cuanto movimiento, un acto
no, el Aquinate restablece un equili-
vital. Por otra parte, los autores me-
brio entre el matiz de lo biológico y el
dievales han insistido en que los ac-
de lo espiritual en este concepto.
tos vitales en el ser creado provienen
Dicho equilibrio también se pone
essentialiter de la virtus creada por
de manifiesto, aunque sobre la ba-
Dios y no directamente de Él.
se del reflorecimiento de las tradicio-
nes clásicas, en la tendencia animis-
715 vivens

vitium. En la Edad Media, la con- dencia del hombre respecto de Dios,


cepción y definición de “vicio” está que es propia de ambos períodos. Jus-
indisolublemente ligada a la de virtus tamente, lo fundamental de la sober-
(véase virtus 2). Así pues, dado que se bia consiste en ignorar tal dependen-
caracteriza la virtud humana como el cia (para el tratamiento de cada vicio
hábito operativo moralmente bueno, en particular, véanse los respectivos
el v. es, fundamentalmente, un há- artículos: superbia, invidia, ira, acci-
bito de la potencia apetitiva hacia el dia, avaritia, gula, luxuria).
mal. En esa medida, el vicio impli-
vituperabile. Se califica de “vitupe-
ca una tendencia en pugna con la ra-
rable” el acto que depende de la vo-
zón o, lo que es lo mismo, con la na-
luntad y es digno de condena y cas-
turaleza racional propia del hombre,
tigo. Así se lee, por ej., en Guillermo
que lo inclina al bien y a la verdad.
de Ockham (Quodl. VI, q. 2).
Este concepto se distingue del de
peccatum (véase) porque éste designa vituperium. Cf. contumelia.
el acto moralmente malo. Pero una
acción es transitoria; en cambio, el vi- vivens. Viviente es, en términos ge-
cio, al ser hábito, permanece e incli- nerales, todo ser que se mueve a sí
na a una pluralidad de faltas mora- mismo, o sea, movens seipsum, con-
les. Ahora bien, así como hay virtu- siderando el movimiento en sentido
des cardinales, cada una de las cuales amplio. La noción de vivens fue par-
nuclea a otras virtudes afines a ella o ticularmente estudiada en la Edad
fundadas en ella, también se ha habla- Media desde la noción aristotélica de
do de vitia capitalia (véase capitale), motus (véase). Tomás de Aquino, por
es decir de vicios que constituyen la ej., parte para su estudio del princi-
estructura clave de todo hábito vicio- pio escolástico de que la naturaleza
so. Después de un debate secular so- de cualquier ente –y, por ende, la es-
bre la clasificación de los vitia, que se pecie en la que está ordenado– se co-
remonta a la Patrística, los autores es- noce por sus operaciones (cf. C.G. II,
colásticos han considerado siete vi- 73). Así, afirma el Aquinate “Primum
cios o pecados capitales: el orgullo, la autem operationum genus commune est
ira, la envidia, la acedia, la gula, la lu- viventibus et non viventibus, sed secun-
juria y la avaricia. Pero cabe señalar dum operationum genus est proprium
que, siguiendo la tradición instaura- viventis” (De pot. q. 10, a. 1). Aho-
da por Gregorio Magno, no han enu- ra bien, hay dos tipos fundamentales
merado entre ellos la soberbia, preci- de operaciones o, mejor aún, de ac-
samente por considerarla el principio ciones: transiens e inmanens (véanse).
de las mismas. Gregorio compara los Siguiendo a Aristóteles, Tomás opta,
vitia capitalia con los jefes de un ejér- pues, por definir el v. como el ser cu-
cito, que están todos a las órdenes de yas operaciones propias –aunque no
una reina. Esta reina es la soberbia, exclusivas– son las inmanentes, esto
mencionada también como jefe de las es, las que perfeccionan al mismo su-
huestes de Satanás (cf. Mor. XXXI, jeto, puesto que tienen origen y tér-
45). Tal concepción patrística y me- mino en él. De ahí que se diga que
dieval se comprende mejor si se re- el viviente se mueve a sí mismo. De
cuerda la noción de absoluta depen- hecho, las operaciones vitales funda-
mentales son la asimilación, el desa-
vocatio 716

rrollo y la generación; todas ellas per- términos equívocos, en el sentido no


feccionan al sujeto, ya que, median- sólo de significación sino también en
te las dos primeras, éste va adquirien- el de suppositio (véase).
do funciones que previamente só-
volitio. Estrictamente hablando, la v.
lo tenía en potencia pero no en acto;
es el acto de protender a la realidad
mediante la tercera, asegura la super-
ya poseída representativamente por
vivencia de su especie. Precisamente,
la razón. De este modo, el término se
tales operaciones quedan incluidas en
reserva para indicar el acto mismo de
el concepto clásico de vita (véase) co-
la voluntas (véase). Debido a esta pre-
mo zoé.
cisión, se distingue de conceptos co-
vocatio. En su sentido latino, la vo- mo, por ej., passio (véase).
cación es el efecto de un vocare, es Un caso particular en el uso de este
decir, de un llamar, y el resultado de vocablo es el de la v. divina. En pri-
una vox. Por tanto, la v. es un llama- mer lugar, el querer de Dios se con-
do. En la literatura cristiana patrís- sidera un acto idéntico a Su esen-
tico-medieval se utilizó esta palabra cia. En segundo término, se entien-
con el sentido fundamental que tie- de por esta expresión el acto por el
ne, especialmente, en los textos de cual Dios quiere que la criatura exis-
San Pablo. En ellos, se advierte so- ta, y quiere recompensarla. Así, la v.
bre la necesidad de perseverar en la divina no incluye sólo la voluntad
respuesta a la v. de Dios, en cuanto de Dios; también connota la criatu-
condición a la que se ha sido llama- ra en su ser real, por lo cual, en algu-
do por Él (cf., por ej., Cor. I, 7, 22). nos contextos, equivale a los concep-
Por v. se entiende, entonces, algo que tos de creación y conservación. Co-
va más allá de la actitud, que es sólo mo nota Guillermo de Ockham, en
una atracción hacia determinada for- In I Sent. d. 35, q. 6, tal equivalencia
ma de actividad. La v. es, pues, el lla- obedece al hecho de que siempre está
mado de Dios al hombre para que és- en la potestad divina crear lo contin-
te vaya a su encuentro a través de de- gente y conservarlo.
terminadas vías. Utilizada en especial
voluntabile. Es lo voluntario, pero, a
para la cuestión de la vocación por la
diferencia de voluntarium, que pone
vida religiosa, como aparece en Agus-
el acento en el acto de la voluntad, el
tín (cf. De praed. 428) o en Tomás de
término que nos ocupa dirige la aten-
Aquino (cf. In Sent. IV, d. 17, q. 1,
ción a las cosas buenas en cuanto ob-
a. 1), esta palabra se usó también pa-
jetos de ese acto. De ahí que sea usa-
ra designar el llamado divino a ocu-
do en los comentarios a la Ética Ni-
par un determinado lugar y función
comaquea que analizan la cuestión de
en la sociedad, por ej., la de maestro,
lo voluntario desde ambas perspecti-
la de padre, etc. Así suele figurar en
vas, por ej., Tomás de Aquino, In III
los manuales de confesores de la últi-
Eth., l. 10 passim.
ma Edad Media.
Cabe notar otro uso de la palabra voluntarium. La clásica caracteriza-
–esta vez, excepcional– que aparece ción escolástica del acto v. es la que
en los escritos de Ockham. Este autor dice que es el acto humano proceden-
la emplea, en su Summa Totius Log. te de un principio intrínseco, con co-
III, 4, 2, a propósito del tema de los nocimiento del fin. Dicho principio
717 voluntas

intrínseco es la facultad apetitiva, y 4.2. virtuale, si se lleva a cabo en vir-


el conocimiento del fin constituye la tud de otro acto voluntario preceden-
fuente misma del acto voluntario, de te, que continúa ejerciendo influen-
manera que tal conocimiento guarda cia real sobre la acción; 4.3. habitua-
con éste una relación de causalidad. le, si tiene lugar por otro acto prece-
Los autores medievales establecieron dente que en realidad no influye di-
algunas delimitaciones relativas a este rectamente sobre el actuar posterior,
concepto. Por ej., lo v. no es lo mismo pero que no ha sido corregido; 4.4.
que lo querido –que consiste en el interpretativum, si se hace por otro ac-
objeto hacia el que la voluntad tien- to que se supone podría haber existi-
de–; tampoco se identifica con lo es- do si el agente hubiera pensado en él.
pontáneo –que es lo que meramente
voluntas. Muy en general, la volun-
procede de un principio interno pe-
tad se caracteriza como una de las
ro no implica conocimiento del fin–;
actividades fundamentales del al-
ni con el acto libre, que procede de
ma; más aún, constituye el princi-
la voluntad, pero en cuanto que és-
pio mismo de sus operaciones, ya que
ta se autodetermina; ni siquiera con
es la facultad mediante la cual el al-
la intentio (véase), porque ésta impli-
ma tiende a la realidad para posesio-
ca formalmente la conciencia.
narse de lo que el intelecto o la razón
Los escolásticos han formulado
le muestra como verdadero y bue-
los siguientes distingos sobre la no-
no. Se define, pues, como el appetitus
ción que nos ocupa, de acuerdo con
rationalis (véase) o conforme a la ra-
el punto de vista desde el que se la
zón, con lo cual se distingue del mero
considere: 1. según el origen del ac-
apetito sensible, que es el deseo. Esta
to voluntario, éste puede ser 1.1. eli-
distinción aparece ya en los pensado-
citum, si procede inmediatamente de
res antiguos. En efecto, está insinua-
la voluntad; 1.2. imperatum, si proce-
da en Platón (cf. Gorg. 466 a y ss.),
de de otra facultad subordinada a la
explícita en Aristóteles (cf. De an. III,
voluntad. Considerando 2. su obje-
10, 433 a 23), y reiterada en Cicerón
to, el acto voluntario se divide en 2.1.
(cf. Tusc. IV, 6, 12).
positivum, que indica el llevar a cabo
La insistencia en esta iluminación
efectivamente un acto determinado;
de la voluntad por parte del intelec-
y 2.2. negativum, que señala la omi-
to ha llevado a algunos autores a lla-
sión deliberada de tal acto, por adver-
mar “intelectualista” a la doctrina an-
tencia de la razón. Desde el punto de
tigua sobre el hombre y, por oposi-
vista del 3. conocimiento del fin y de
ción, “voluntarista”, a la concepción
los medios o circunstancias que ro-
medieval. Sin embargo, tal caracteri-
dean al acto v., éste se denomina 3.1.
zación es errada. Lo cierto es que la
perfectum; o 3.2. imperfectum, según
elaboración filosófico-teológica de la
el grado alcanzado por dicho cono-
revelación judeo-cristiana hizo que
cimiento. Finalmente, teniendo en
se pusiera el acento en la relación del
cuenta en lo v. 4. su dependencia di-
hombre con Dios, un Dios que crea
recta o no de la voluntad como po-
voluntariamente y por amor, y con-
tencia que le es propia, el acto pue-
tra quien el hombre peca, también
de ser 4.1. actuale, si se efectúa bajo el
voluntariamente. Por lo demás, y en
influjo actual y directo de la voluntad;
lo que respecta especialmente al Cris-
voluntas 718

tianismo, el asentimiento otorgado Sin embargo, en sentido absoluto –o


por el creyente a la verdad evangéli- sea, independientemente del objeto
ca conlleva un decisivo factor volun- al que cada facultad se puede referir–,
tario, como también lo involucra el el intelecto es más alto y más noble
adecuar la propia vida a la voluntad que la voluntad, en cuanto que el ob-
divina. Esto explica que durante los jeto propio de ésta es concretamente
períodos patrístico y medieval, el te- el bien, mientras que el propio del in-
ma de la v. haya adquirido un par- telecto es “ipsa ratio boni” y “quanto
ticular relieve. Así, Agustín, ve en la aliquid est simplicius et abstractus, tan-
v. un elemento del vestigio de la Tri- to secundum se est nobilius et altius” (S.
nidad en el alma humana, precisa- Th. I, q. 82, a. 3 c). La v. se mueve ha-
mente, el que corresponde a la terce- cia el bien, sólo en virtud de la ilumi-
ra Persona. nación que recibe por parte de la ra-
En sí misma, la v. es el principio zón. Ante la objeción de que para co-
de la cualificación moral del hombre nocer lo verdadero, es imprescindible
(cf. De Trin. VIII, 3, 4), ya que ser li- querer conocerlo, Tomás responde
bre –y, por ende, responsable– con- que, para querer entender, también se
siste en ser dueño de la propia volun- hace necesario entender en qué con-
tad (véase liberum arbitrum) (cf. De siste ese querer. Y, aunque reconoce
lib. arb. I, 14, 30 y III, 3, 8). Con que los actos de ambas facultades hu-
estas afirmaciones, Agustín se opo- manas ejercen una influencia recípro-
ne al determinismo moral de los ca, no deja de afirmar que primum est
maniqueos, afirmando el origen del intellectus.
mal precisamente en la debilidad de En líneas generales, y de un modo
la voluntad del hombre respecto de fundante de su propio pensamiento,
la efectiva realización de lo querido. también un místico como Eckhart de-
Pero también se enfrenta a los pela- fiende la preeminencia del intellectus,
gianos, sosteniendo la necesidad que pero lo peculiar de su posición al res-
tiene la naturaleza humana caída de pecto requiere párrafo aparte (véase
la Gracia divina para obrar bien, da- intelligere).
da dicha debilidad. En cambio, Duns Escoto asume la
Sin dejar de aceptar estas tesis agus- posición opuesta defendiendo el pri-
tinianas, la Escolástica aborda otro as- mado de la v. Con ello, adhiere a la
pecto del tema: se interesa particular- línea inaugurada por Agustín y se-
mente por la relación entre intelecto y guida por Anselmo, quien subrayaba
voluntad. Las posiciones arquetípicas el privilegio de la voluntad en cuan-
que se sustentaron al respecto son las to que ésta sola imperat sibi (De conc.
de Tomás de Aquino, quien afirma el virg. V). Sobre esta base, Duns niega,
primado del intelecto (véase intellec- en primer lugar, que la recíproca im-
tus) sobre la voluntad; y la de Duns plicación entre las dos facultades lleve
Escoto, que sostiene lo contrario. Por a sostener una igualdad de jerarquía,
otra parte, el Aquinate concede que la puesto que, mientras que el intelecto
v. puede tener una relativa superiori- es movido de modo natural y necesa-
dad cuando su objeto es el más alto, rio por su objeto, es decir, la verdad
como en el caso del amor a Dios, ya –a la que no puede dejar de prestar
que vale más amarlo que conocerlo. asentimiento–, la voluntad se mueve
719 voluptas

libremente a sí misma, porque ella es ta, porque la v. divina quiere que el


la que pone su propio objeto (cf. Rep. hombre siga su razón cuando esa ra-
Par. III, d. 17, q. 2, n. 3; Op. Ox. III, zón no es culpable, aunque esté erra-
d. 33, q. 1, n. 9). En segundo lugar, da (cf. In III Sent. qq. 12 y 13; IV, q.
la voluntas supera al intelecto, porque 14; IV, q. 14g).
el acto de la v. se une a su objeto tal En cuanto a la concepción medie-
como él es en sí, mientras que el de val de la v. divina, también se pueden
la razón se une a su objeto ut est in marcar dos líneas, cuya oposición co-
cognoscente. Por último, Duns Esco- incide con la que se plantea en el aná-
to recoge otro tema agustiniano: co- lisis de la humana. Si bien todos los
nocer el mal no constituye un peca- autores escolásticos subrayan la om-
do; el pecado es quererlo. Entre él y nipotencia de la voluntad de Dios y,
Agustín, hay que considerar la inter- a la vez, ponen en Él el fundamen-
vención de Abelardo, en cuya ética to del bien, unos, como Tomás, sos-
la v. cobra, como facultad, un papel tienen que Dios quiere sólo lo bue-
preponderante. En efecto, lo que de- no; otros, como Duns Escoto y Gui-
termina el carácter moral de un acto llermo de Ockham, afirman, en cam-
no es el desiderium mismo, ni la ac- bio, que lo bueno es bueno porque
ción, externa, que se lleva a cabo, si- Dios lo quiere. Por otra parte, auto-
no el consentimiento, interno, puesto res nominalistas como Gabriel Biel
que se da en la v. han utilizado la expresión v. Dei bene-
Pero la posición medieval más cla- placiti para referirse a dos aspectos de
ramente “voluntarista” parece haber la voluntad divina respecto del hom-
sido la de Guillermo de Ockham. En bre, aspectos entre los cuales no inter-
efecto, para este autor, la voluntad no viene más que una distinción de ra-
es una potencia del alma distinta de zón y no real: el antecedens y el con-
su esencia; es el alma misma en tan- sequens. La voluntad divina del bene-
to que ella es capaz de querer, y defi- plácito es antecedente cuando capaci-
ne la v. en cuanto “potentia rationalis ta al fiel para llevar a cabo algo moral-
quae valet ad opposita” (véase valere ad mente bueno o para cumplir con los
opposita). Desde el punto de vista filo- mismos preceptos de Dios. En cam-
sófico y no teológico, Ockham sostie- bio, se llama “consecuente” a la di-
ne que ningún acto es perfectamente recta voluntad divina que siempre se
virtuoso a menos que en dicho acto la cumple (cf. Lect. 68 c-d).
v. quiera lo que está prescrito por la
voluptas. Derivado del adverbio vo-
recta ratio (véase). De modo que lle-
lupte, que significa “agradablemente”
var a cabo un acto conforme a la rec-
y “a gusto”, este término mienta, en
ta razón es querer lo que está prescri-
general, la complacencia, el gozo o el
to por ella, pero no porque lo prescri-
deleite, pero, particularmente, la sa-
to por ella sea bueno –o apetecible o
tisfacción de los sentidos. En el mun-
útil– sino exclusivamente porque así
do griego, el concepto comienza a te-
está prescrito. Más aún, una volun-
ner relieve en algunos representantes
tad creada que sigue una conciencia
de la escuela hedonista, quienes con-
errónea –la que deriva, por ej., de una
sideran el placer sensual como crite-
equivocada apreciación de las normas
rio y fin último de la acción. Pero,
de la recta ratio– es una voluntad rec-
lo propio de los períodos tanto pa-
vox 720

trístico como medieval es subrayar el se enfatiza la convencionalidad de las


carácter negativo de la v., en la me- voces. Esta distinción en tres planos
dida en que sus autores insisten en se convirtió en clásica. Fue particu-
el fin último espiritual del hombre, larmente estudiada por los estoicos,
para cuya consecución la voluptuo- a través de los cuales pasa a Agustín
sidad constituye, por lo menos, un que estudia el tema, particularmente,
obstáculo. en el De Magistro.
En cambio, la valorización del pla- Con todo, se ha de advertir que el
cer sensible resurge en el Humanismo, uso inequívoco del término v., para
especialmente, en la interpretación señalar la tercera instancia de las men-
renacentista de la doctrina epicúrea. cionadas, es algo tardío en la Edad
Media. El hecho de haber traducido
vox. Término que se traduce como el “ónoma” aristotélico por “nomen”
“voz”, “palabra”, o “vocablo”. Así, alu- dio lugar a algunos equívocos (véase
de al signo de un concepto –que, a su universale 3.2.), como también pro-
vez, es signo de lo real–, especialmen- vocó cierta ambigüedad el haber usa-
te en su aspecto oral y auditivo, o sea, do el término “verbum” como sinóni-
en cuanto palabra pronunciada. Por mo del que nos ocupa: Agustín, por
eso, tiene la misma raíz que vocare, ej., alude a la palabra oral llamándo-
“llamar”. Aristóteles la denomina la “verbum”, ya que afirma que en
“ónoma”, y la caracteriza como un so- cuanto tal, hiere el oído, razón por
nido vocal que posee una significa- la que hace derivar este último voca-
ción convencional, que no se refiere blo de verberare, mientras que asocia
al tiempo y que carece de partes se- nomen, como concepto conocido, a
parables significativas; así ocurre, por noscere (cf. De mag. 7, 19). Sin em-
ej., en la palabra “hombre”, ninguna bargo, el haber optado por la expre-
de cuyas sílabas, tomadas por separa- sión verbum mentis para designar el
do, tiene significado alguno. Por es- concepto (véase verbum 1 y 3), hizo
ta última condición, el nombre co- que debieran agregarse a verbum las
mo palabra se diferencia del discur- acotaciones vocis, vocale y vocabile,
so. El Estagirita insiste en la voz co- para aludir a la palabra hablada, con lo
mo elemento semántico por conven- que, finalmente, se prefirió el término
ción. Pero las voces refieren a afec- v. para denominar a esta última.
ciones del alma –es decir, a concep- Pedro Hispano distingue entre las
tos– que sí son iguales para todos y voces litterata, como “homo”, y non
constituyen imágenes de realidades, litterata, como el gemido de un enfer-
que también son las mismas para to- mo, independientemente de que ésta
dos (cf. De int. I, 1-19). De tal modo, sea tan significativa como la primera
se tienen, en primer lugar, realidades (cf. Summ. Log. 1, 3).
comunes a todos los hombres (véa- Por su parte, Pedro Abelardo pre-
se res); en segundo término, afeccio- senta algunas vacilaciones terminoló-
nes del alma, o imágenes de tales rea- gicas en sus primeras obras sobre es-
lidades, o conceptos (véase nomen), te tema, ya que, en el comentario a la
comunes a todos; y, en tercer lugar, Isagogé porfiriana, utiliza de manera
voces, o sea, palabras escritas o ha- indistinta v., nomen y sermo. Pero su
bladas, que mientan conceptos y va- posición final es clara: es por su fun-
rían de pueblo en pueblo. Así pues,
721 vox

ción apelativa y no por su esencia que autor retoma en profundidad la tesis


la v. se predica de muchos. Esta ap- aristotélica de la convencionalidad de
titud, clave en el universal, es propia la v., es decir, del hecho de que se tra-
del sermo que implica significación ta de un signo artificial ad placitum.
instituida. Es un error, sostiene Ockham, supo-
En la Edad Media, fueron los gra- ner que a cada palabra corresponde
máticos especulativos quienes se de- una realidad distinta: dicho error, ad-
dicaron en especial a este tema. Si- vierte, es el origen de no pocos pseu-
guiendo la línea inaugurada por los do-problemas. Sea de ello lo que fue-
estoicos, se interesaron por los mo- re, Ockham define la v. diciendo que
dos de combinación de las voces –que es un signo instituido arbitrariamente
consideraron, en general, naturales y para significar una clase de cosas, y la
necesarias– y, particularmente, por la distingue del concepto (cf. Summ. in
correspondencia entre dichos modos Phys. III, 7; Summ. Totius Log. I, 14).
con los modos de articulación de los Con todo, hay que tener en cuen-
conceptos que, a su vez, correspon- ta que la diferenciación en la v. en-
den, para estos pensadores, a los de la tre la mera emisión fónica y el sonido
estructura de la realidad misma. significativo fue paulatina, llegándose
Por su parte, Guillermo de Oc- finalmente a reservar para la primera
kham prestó particular atención a la la expresión flatus vocis (véase).
v. como elemento del lenguaje. Este
722

Z
zelus. El valor positivo asignado al mo rechazo a aquello que es contrario
celo tiene origen escriturario. A pro- al bien del amigo: de él, pues, se dice
pósito de la expulsión de los merca- tener celo. De esta manera se expresa,
deres del templo por parte de Cristo, por ej., Tomás de Aquino (cf. S. Th. I-
el evangelio de Juan relata que los dis- II, q. 28, a. 4). Otra cuestión vincu-
cípulos, al verlo, recordaron que esta- lada con el término que nos ocupa es
ba escrito “El celo de tu Casa me de- la referida a su distinción respecto de
vorará” (Ps. 69, 9). Por otra parte, el la envidia (véase invidia). Al respecto,
Pseudo Dionisio escribe que Dios es el mismo Tomás señala que el z. se es-
llamado “celoso” (zelotes) a causa del fuerza en la emulación para obtener
mucho amor que tiene a lo existente. un bien; en cambio, la invidia se em-
Retomando esta línea, pero ya en sus peña en que los demás no lo obten-
consideraciones antropológicas y filo- gan (cf. De malo q. 10, a. 1).
sóficas, los autores medievales conci-
zeugma. Entre los gramáticos medie-
bieron el celo como proveniente de la
vales, se denomina así una forma de
intensidad del amor. Ahora bien, se-
enlace. Es una figura de construcción
gún una de las caracterizaciones agus-
gramatical que consiste en la elipsis
tinianas, el amor es, fundamental-
en una oración de un término enun-
mente, un movimiento que se diri-
ciado en otra contigua.
ge hacia determinado objeto (cf. De
div. quaest. 35). Así pues, los escolás- zodiacus. En la perspectiva medie-
ticos entendieron que cuanto más in- val, se designó z. al último de los or-
tensa es la dirección de esa potencia, bes concéntricos (véase orbis). Por es-
más fuertemente repele todo lo que ta razón, se lo conoció también como
es contrario a ella; de ahí que el amor circulus maximus. Se divide en do-
intenso trate de excluir o rechazar lo ce partes llamadas dodecatemoria, de
que se le opone. En tal movimien- aproximadamente 15° cada una. Co-
to reactivo consiste precisamente el rresponden a las constelaciones que se
z. En el amor concupiscente (véase toman como punto de referencia pa-
amor), esto se da como repulsa de to- ra fijar la situación del sol en su curso
do lo que impide la consecución o el anual aparente. Son: Acuario, Piscis,
gozo pacífico del objeto amado, co- Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo,
mo el amante respecto de la amada, o Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Ca-
como el que ama la gloria se opone a pricornio. El z. es, pues, la zona celes-
quien parece aventajarlo, que es el ce- te en que está contenida la Ecliptica u
lo propio de la envidia. En cambio, orbita solis.
en el amor de amistad, el z. se da co-
723

SENTENCIAS

Nota preliminar

manera de complemento del Léxico, se añade aquí

A
una selección de sentencias escolásticas. La decisión
de este agregado obedece a varias razones: en primer
lugar, a un fin didáctico. De hecho, en ellas se ejem-
plifica de modo muy sintético lo que se ha indica-
do en el cuerpo de este volumen como acepción o acepciones de algu-
nos términos; el verlos incorporados en un contexto mínimo, contribu-
ye a esclarecer sus respectivos significados y usos. La segunda razón es
de carácter, por así decir, arquitectónico: como se señaló en la presen-
tación de este volumen, los términos constituyen elementos esenciales,
pero son las sentencias las que, por sí mismas, considerando su conte-
nido, diseñan las columnas centrales de la estructura conceptual con la
que la Edad Media vio la realidad. El tercer motivo es de naturaleza for-
mal, pero no por ello se ha de tener por accesorio o prescindible: es sa-
bido que, en las diversas etapas de la historia de la Filosofía, el modo
de expresar un pensamiento dice mucho sobre su contenido y, por tan-
to, es inescindible de él, precisamente porque revela en gran medida el
modus operandi intelectual sobre el que dicho pensamiento se apoya.
Respecto de las cuestiones formales del latín escolástico, es insosla-
yable una famosa referencia histórica. Un lugar tan común cuanto in-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 724

fundado es el que repite que la luminosidad del Humanismo renacen-


tista vino a despejar la supuesta oscuridad de la Edad Media. Corría el
año 1485 y, en un clima de nostalgia platónica, el humanista Ermolao
Barbaro dedicaba sus esfuerzos a traducir las obras aristotélicas en “ele-
gante” forma latina, convencido de que sólo el brillo del estilo confiere
a un autor fama inmortal. En este período dirige a Pico della Mirandola
una carta en la que, tangencialmente, ataca a los escolásticos, calificán-
dolos de rudi, inculti et barbari. La respuesta piquiana no se hace espe-
rar, suscitándose así entre ambos una célebre polémica que, según algu-
nos intérpretes, versa sobre Retórica y Filosofía.
Sea de ello lo que fuere, la epístola de Pico del 3 de junio de dicho
año constituye una suerte de manifiesto que se conoce como de genere
dicendi philosophorum. El mismo Ermolao le proporcionó involuntaria-
mente ese título al referirse, al comienzo de su réplica posterior, a la “litem
et controversiam veterem inter nos et illos de genere dicendi philosophorum”.
En la respuesta, Pico recoge las acusaciones de su corresponsal a los fi-
lósofos “bárbaros” y, con abierta ironía, se lamenta de haber desperdi-
ciado seis de sus mejores años: descuidando el estudio de las bellas le-
tras, se ha dedicado, en cambio, a frecuentar la lectura de Alberto Mag-
no, Tomás de Aquino, Duns Escoto, Averroes; en fin, todos esos “bár-
baros” que “tenían a Mercurio en su corazón, si no en los labios”. Con
todo –continúa– si alguno de ellos volviera a la vida, siendo como eran
expertos en argumentar, podría defender su caso. De esta manera, Pi-
co apela al recurso literario de no enfrentarse directamente con Ermo-
lao: pone en boca de un imaginario acusado la defensa de la filosofía es-
colástica y del latín en que ésta se expresa. No obstante, más allá de esta
cortesía, se revela el verdadero pensamiento piquiano al respecto, que se
podría sintetizar como sigue:
En primer lugar, el valor de la Filosofía, de la Escolástica en particu-
lar, no radica tanto en la forma en que se presenta cuanto en su objeti-
vo mismo que es dilucidar las razones de lo humano y lo divino. Así, la
gloria de los filósofos se adquiere “ubi non de matre Andromaches, non de
Niobis filiis, atque id genus levibus nugis, sed de humanarum divinarumque
rerum rationibus agitur et disputatur...”.
En segundo término, en la investigación de dichas razones, la filo-
sofía “bárbara”, lejos de merecer la acusación de ruda u oscura, ha sido
tan aguda que hasta se la tilda de excesivamente escrupulosa, si es que se
725 Sentencias

puede serlo demasiado en esta clase de búsqueda; pero los caminos que
conducen a la majestad de lo verdadero son estrechos y carecen del en-
canto de la mollitudo. El encantamiento de esta última constituye el ar-
ma peligrosa con que el rhetor seduce a la multitud, la que experimenta,
en cambio, horror ante la casta exigencia de la filosofía. La misión de la
filosofía consiste en conocer la verdad y demostrarla, sin trampas artifi-
ciosas, a los pocos capaces de mirar algo en profundidad.
En tercer lugar, si se admite que el latín filosófico de los escolásticos
no debe ser elegante, pero que, sin embargo, debe ser latín, la cuestión
radica, entonces, en decidir qué es buen latín y si éste se reduce exclusi-
vamente o no al estilo romano. Así, por ejemplo, en lugar de decir “a sole
hominem produci”, los filósofos “bárbaros” utilizan la expresión “a sole
hominem causari”, que es recusada por los retóricos en nombre del la-
tín clásico. Sin embargo, esta segunda es correcta en la medida en que se
ajusta mejor a lo que pretenden enunciar: aunque Pico no lo mencione
explícitamente en su respuesta, los escolásticos tendieron a concebir la
productio como acción que sólo concierne a aquellas artes cuyo carácter
propio y fin radica en los objetos producidos, como mencionamos en
el artículo correspondiente. El sol no es agente de un ars que tenga por
objeto “producir” al hombre; sí es causa per accidens y remota en la ge-
neración de éste. Una vez más, añadimos, basta leer lo señalado por To-
más en S. Th. I, q. 115, a. 3.
En cuarto lugar, Pico anota que, en una lengua, la propiedad de los
términos es determinada o bien convencionalmente por arbitrium, o
bien por la índole misma de las cosas. En el primer caso, no se puede
negar a los escolásticos su derecho de usar las voces latinas con un signi-
ficado preciso en el que todos ellos concuerden. En el segundo, no es el
rhetor sino el philosophus quien ha de erigirse en juez, puesto que es este
último quien contempla y explora la naturaleza de la realidad. De este
modo, contra la perspectiva y el criterio de Ermolao, Pico opta por asu-
mir los que conciernen a la rectitudo y, en ella, la precisión semántica es
más decisiva que los criterios de vuelo y brillo formales.
En quinto término, de iure, el Mirandolano concede que nada im-
pide que se aúnen ambas cosas en el discurso filosófico. Pero aquí im-
pone a su respuesta un sutil y tal vez subrepticio cambio de registro. En
efecto, a partir de este momento, ya no habla de retórica y filosofía, si-
no de eloquentia y filosofía, lo que, como también se ha anotado en los
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 726

artículos correspondientes en este Léxico, no es exactamente lo mismo.


Siempre por boca del hipotético filósofo “bárbaro” que se defiende an-
te el rhetor, Pico apela ahora a un argumento ad hominem: el mismo
Cicerón prefiere en el discurso una sagacidad balbuciente a una locua-
cidad vana, esto es, a la verbositas. Añade que Duns Escoto, por ejem-
plo, ha escrito sobre Dios y la naturaleza sin elegancia; en cambio, al
abordar los mismos temas, el poeta Lucrecio se ha expresado insensata
aunque elegantemente: uno demuestra tener os insipidum; el otro, mens
insipiens. Concluye con una imagen: no se busca en una moneda la ele-
gancia del relieve, sino la materia de la que está hecha; no hay nadie que
no prefiera el oro puro acuñado por teutones al oro falso acuñado por
romanos.
Pico lanza así una verdadera declaración de guerra al sectarismo de
algunos humanistas. Creemos que lo hace precisamente porque es un
humanista más cabal que ellos, lo hace en nombre del Humanismo, en
el que presiente un momento histórico de apertura a horizontes más al-
tos y vastos que los del preciosismo literario. Es esta amplitud de mi-
ras y no sólo su erudición lo que lo llevó a ver en la filosofía escolásti-
ca un pensamiento más sólido y raigal que el que comenzaba a ostentar
por entonces su etapa de decadencia, el escolasticismo. La polémica re-
vela, pues, dos actitudes opuestas: la de quien posee conciencia histórica
y la de quien carece de ella. Es esa conciencia lo que induce a Pico a de-
fender a los filósofos “bárbaros” y su latín sentenciario, aunque también
por ella evita erigirlos en únicos portadores de la verdad. Sea de ello lo
que fuere, su manifiesto puede aventar hoy, entre medievalistas y lati-
nistas, los restos de un mutuo e injustificado desdén.

Con la guía de este principio, volvamos a la selección aquí ofrecida.


Las razones apuntadas al comienzo justifican ciertos criterios en la pre-
sentación de la siguiente antología. Se ha hecho una selección, ya que
hubiera sido inabarcable una lista exhaustiva de las sentencias. Justa-
mente porque se pretende ofrecer un panorama de los principios que
rigieron la cosmo-antropovisión medieval, de un lado, se procuró, co-
mo criterio de inclusión, incorporar sentencias pertenecientes a diver-
sos campos: el lógico, el metafísico, el antropológico, el gnoseológico,
el ético, el de la filosofía de la naturaleza y aun algunas que forman par-
te de la preceptiva metodológica. De otro, y como criterio de exclusión,
727 Sentencias

no se tuvieron en cuenta, salvo en contados casos, los effata o dichos de


un autor en particular, dado que éstos expresan un enfoque propio y no
siempre compartido. Sólo se incluyeron, pues, aquellas sentencias que
suscriben casi todos los autores escolásticos de primera línea, es decir,
los más representativos de esta etapa de la Filosofía, cualquiera sea su
orientación doctrinal. Pero es inevitable que un consenso universal –o,
por lo menos, el mayor consenso– se alcance en lo que es más eviden-
te; por eso, es igualmente inevitable que los enunciados que siguen, en
su gran mayoría, parezcan tan obvios que ni siquiera requieran explica-
ción. Sin embargo, y aun soslayando el hecho de que una de las caracte-
rizaciones de la Filosofía la signa como explicitación de lo obvio, exami-
nar la fundamentación puntual que se confirió a esos enunciados mues-
tra la precisión, la economía y el mecanismo interno del pensamiento
filosófico que tipifica la Edad Media.

A su vez, la universalidad mencionada da razón de ciertas notas es-


tilísticas. Las dividiremos en rítmicas o de estructura fónica, y sintác-
ticas.
Un lector contemporáneo –más aún en la época de la informática–
tiende a desdeñar la importancia de las primeras, porque su hábito lo
lleva a incorporar conocimientos a través de medios visuales. No suce-
día lo mismo en la Edad Media, cuando la transmisión del conocimien-
to era frecuentemente oral y, por ende, auditiva, en parte, por la dificul-
tad de acceder a los materiales de escritura. La enseñanza debía atender
a esta circunstancia. Así, y considerando la importancia de principios
fundamentales de las distintas ramas del saber que tienen las sentencias,
los escolásticos procuraron –de manera consciente o no– facilitar su fi-
jación en la memoria. Para eso, se hacía aconsejable, como siempre ha
pasado, apoyarse en el ritmo. Y la Retórica venía en ayuda de los maes-
tros, con ciertas técnicas. Entre ellas, las siguientes, que se verán ejem-
plificadas en la presente selección, pero que han sido rastreadas tenien-
do en cuenta también enunciados no incluidos en ella.

t &TRVFNBTTJNÏUSJDPTCJQBSUJUPTTFEBOFOBRVFMMBTTFOUFODJBTDVZB
enunciación oral supone un par de miembros con una misma can-
tidad de sílabas, por ej., “causa cessante-cessat effectus”, donde hay
cinco sílabas en cada uno. Este esquema suele aparecer en senten-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 728

cias breves en las que, sintácticamente, se encuentra, como aquí, un


ablativo absoluto. También es frecuente que cada miembro del par
termine con el mismo verbo, por ej., “omne quod movetur-ab alio
movetur”, donde hay seis sílabas en cada uno. Por cierto, esta suerte
de rima también tiene carácter mnemotécnico.
t &TRVFNBTTJNÏUSJDPTUSJQBSUJUPTTFEBOFOBRVFMMPTDBTPTEPOEFFM
enunciado es pronunciable en tres tramos, de los cuales el primero y
el último son simétricos por su cantidad de sílabas, siendo el inter-
medio más largo; por ej., en “natura-determinatur-ad unum”, se tie-
ne un esquema en el que el primer miembro tiene tres sílabas; el se-
gundo, cinco; y el tercero vuelve a presentar tres.
t &TRVFNBT BTJNÏUSJDPT DSFDJFOUFT OP FT JOGSFDVFOUF RVF ÏTUPT QSF-
senten una estructura silábica gradual, donde cada palabra tiene una
sola sílaba más que la anterior. Un ejemplo de este caso es “nihil-
violentum-durabile”, donde la primera palabra es bisílaba, la segun-
da trisílaba y la tercera tiene cuatro sílabas.
t &TRVFNBT BTJNÏUSJDPT EFDSFDJFOUFT QSFTFOUBO MB FTUSVDUVSB EF EJ-
rección contraria, como en “operari-sequitur-esse”, en que la secuen-
cia es exactamente la inversa: a una palabra de cuatro sílabas le sigue
una de tres, y a ésta, una de dos.

Aunque, como es obvio, carecemos de registros sensibles, todo esto


debe de haber contribuido al tono categórico, taxativo que podemos su-
poner en la emisión oral de las sentencias durante el acto de enseñar.
Pero, sea de ello lo que fuere, en materia estilística, es en la sintaxis
donde el latín sentenciario ofrece notas más nítidas. Todas ellas obede-
cen, directa o indirectamente, a la función que cumplían las senten-
cias, de un lado, universalizante y, de otro, asertiva. En este campo, y
sin el propósito de agotar la lista, mencionaremos como notas salientes
las que siguen.

t 1SFTFOUBO HFOFSBMNFOUFBMDPNJFO[PEFMFOVODJBEP QSPOPNCSFTZ


adjetivos universalizantes que responden justamente a la extensión
pretendida en la sentencia, como omne, por ej., “omne quod fit habet
causam”. Por cierto, como los lógicos subrayan, también pueden ser
negativos con igual universalidad; es el caso de nihil, nemo, etc., por
ej., “nemo dat quod non habet”. En orden a una comprensión más
penetrante de las sentencias, conviene reparar en las que están re-
729 Sentencias

dactadas con otros términos universalizantes que, como quidquid,


focalizan la atención en cada uno de los miembros de dicha uni-
versalidad: no es exactamente lo mismo decir “cualquier cosa que”
y decir “todo lo que”, aunque tengan la misma extensión. Tal es
el caso de “quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur”: cual-
quier cosa que sea recibida, se recibe según el recipiente, o sea, con
arreglo a la capacidad y naturaleza del recipiente, traducción don-
de la amplitud del “según” castellano puede contener tanto el as-
pecto cualitativo como el limitativo implícito en el “ad modum” la-
tino. El “quidquid” no deja de indicar universalidad, pero advierte
que eso, que se da en todos los casos, debe ser ponderado en cada
uno de acuerdo con la modalidad que presente. De paso, y a pro-
pósito del último ejemplo, se debe prestar cierta atención a los ver-
bos latinos en voz pasiva, ya que, según el sentido de cada sentencia
en la que intervienen, convendrá traducirlos al castellano por una
voz media o pasiva.
t &TGSFDVFOUFRVFTFFMJEBFMWFSCP FTQFDJBMNFOUFiesse”, lo que esti-
lísticamente refuerza la afirmación o la negación, es decir, hace más
enfática la sentencia, por ej., “ignoti nulla cupido”.
t 5BNCJÏOFTVTVBM FOVOTPMPFOVODJBEP MBSFJUFSBDJØOEFUÏSNJOPT
con la misma raíz, por ej., “intellectus intelligendo fit omnia”, lo cual
obedece, en muchos casos, como éste, al hecho de que se habla de
una potencia y la operación que le es propia, las que suelen derivar
del mismo verbo. Por lo demás, constituye un apoyo mnemotécnico.
t &ONVDIBTPDBTJPOFTBQBSFDFVOBQFSJGSÈTUJDB ZBRVF QPSMBNJTNB
índole de su uso, esta clase de construcción sintáctica está llamada
a determinar un juicio o a regir una conducta, y recuérdese que la
sentencia, en su condición de principio, oficia también de directriz,
por ej., “contra principia negantem non est disputandum”.
t 4POGSFDVFOUFT BEFNÈT MPTBCMBUJWPTBCTPMVUPT&OHFOFSBM FODVBM-
quier traducción del latín a una lengua romance, cuando se presenta
un ablativo absoluto, se ha de decidir, por el contexto, el matiz con
el que traducirlo. Creemos que en la mayoría de los casos en la lite-
ratura sentenciaria, conviene optar por el condicional. Esto obedece
también a que la universalidad de las sentencias está vinculada con
la necesariedad a la que aluden; de esta manera, suelen indicar que,
si se da tal condición, sucede (necesariamente) tal cosa. Así ocu-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 730

rre en el ejemplo ya mencionado “causa cessante cessat effectus” o en


“posito uno relativorum ponitur alterum”.
t 1SPMJGFSBOMPTFOVODJBEPTRVFTFBCSFODPOMBQSFQPTJDJØOide” ri-
giendo un complemento de tema. De esta manera, por una parte, y
ya desde el comienzo, la sentencia anuncia precisamente sobre qué
ha de versar; por otra, y con ello mismo, acota la extensión de su va-
lidez específica, por ej., “de proportionibus simile est iudicium”.
t 4FUJFOEFBMBTJNFUSÓBUBNCJÏOTJOUÈDUJDBNFOUFIBCMBOEP NVDIBT
veces mediante el uso de coordinadas, cada una de las cuales pre-
senta igual estructura, por ej., “bonum ex integra causa, malum ex
quocumque defectu”, donde ambas tienen sujeto, verbo elidido y un
locus unde de idéntica composición. Habitualmente, se usan, co-
mo en esta sentencia, en el caso de las oposiciones, justamente para
mostrar que lo que se da en uno de los miembros opuestos, mutatis
mutandis, sucede también en el otro.

Cabe aclarar, por último, que se ha optado por el término genérico


de “enunciado”, teniendo en cuenta su sentido más amplio, para aludir
tanto a sentencias como a axiomas. Por lo ya dicho, la voz “sentencia” se
emplea aquí, más que en su significado de opinión de una auctoritas en
particular, en su acepción de “juicio definido y cierto” y, por ende, com-
partible y compartido. Se reserva la palabra “axioma” para indicar aque-
llas proposiciones cuyo carácter de evidentes las eximen de demostra-
ción en sentido estricto. Si también éstas están acompañadas de una mí-
nima explicación, es porque, para tornarlas comprensibles, se ha de co-
nocer el significado de los términos que componen esas proposiciones y
el sentido de su articulación. En cuanto a las reglas silogísticas, se enun-
cian en el artículo syllogismus; no figuran en la presente selección, por-
que son precisamente reglas y no sentencias ni axiomas.
Respecto de la tarea de traducción puntual, hay que advertir que no
se apuntó a la exactitud literal sino a una indicación preliminar de lo
sostenido en el enunciado, para desarrollar brevemente después un es-
clarecimiento de su sentido último. Con todo, hemos de aceptar, pri-
mero, que toda traducción es ineluctablemente provisoria; y segundo,
que, como se ha dicho alguna vez, “a los escolásticos hay que leerlos en
su neto, aritmético latín”.
731

SENTENCIAS

a necessario esse ad esse valet illatio. Cf. ab oportere ad esse...


a particulari ad universalem non valet illatio. Esta sentencia recuer-
da la no-legitimidad lógica del razonamiento por el que se inten-
ta pasar de una proposición particular a una universal: de “Algunos
S son P” no puede inferirse “Todo S es P”. Ahora bien, téngase en
cuenta que la ilación inversa sí es válida (véase ab universali...).
a posse ad esse non valet illatio. Véase ab esse ad posse...
a quocumque removetur definitio et definitum. Cf. quidquid
praedicatur de definitione...
ab absurdis sequitur quodlibet. Sentencia que recuerda que al iniciar
el proceso deductivo, si el antecedente es absurdo, la consecuencia
derivada del mismo será cualquier cosa. Lo mismo vale para la sen-
tencia que expresa “ab impossibili sequitur quodlibet”. Hay una va-
riante de ambas que está literalmente más próxima a la primera:
“dato uno absurdo caetera accidunt”: dado un absurdo, otros se dan.
ab esse ad oportere non valet illatio. Véase ab oportere...
ab esse ad posse valet illatio. Partiendo del ser puede concluirse el po-
der ser, dado que si algo existe es posible. Ahora bien, no hay legiti-
midad en sostener lo contrario: el mero poder ser no garantiza que
se trate de algo que efectivamente es; excepto que pudiera pasar de
la potencia al acto. Así, “a posse ad esse non valet illatio”.
ab indifferenti ut indifferenti nihil determinatum oriri potest. Equi-
vale a la afirmación tomasiana “Nihil quod est ad utrumlibet exit in
actum, nisi per aliquid determinetur ad unum”. Las dos sentencias se-
ñalan que lo indiferente en cuanto tal no puede originar algo deter-
minado. Pero la segunda expresión indica que para que algo deter-
minado provenga, o sea, para que de lo indiferente resulte algo en
acto, es menester que la indiferencia ya no sea tal, es decir que de-
be intervenir una determinación de ésta, ya sea por parte de algo ex-
trínseco, sea por algo intrínseco.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 732

ab obiecto et potentia paritur notitia. Gnoseológicamente hablando,


una noción se produce a partir del objeto conocido o a conocer y de
la potencia cognoscitiva. Esta sentencia destaca el carácter de rela-
ción entre los términos cognoscente y conocido, que de suyo consti-
tuyen el conocimiento. La palabra “potentia” usada aquí indica que
se trata de una relación dinámica, que siempre se refiere a la posibi-
lidad del acto, en este caso, el acto de conocer.
ab oportere ad esse valet illatio. Indica la legitimidad lógica de con-
cluir la realidad de la necesidad: si algo es necesario, en sentido me-
tafísico, entonces, se da o existe. Pero no a la inversa: que algo exis-
ta de hecho no significa que deba existir ineluctablemente, éste es el
caso de los seres contingentes. Varias demostraciones de la existen-
cia de Dios conllevan este principio, por ej., la tercera vía propuesta
por Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 2, a. 3). Otra formulación de
esta sentencia es “a necessario esse ad esse valet illatio”.
ab universali ad particularem valet illatio. Señala la validez lógica
del razonamiento por la que de la proposición universal puede con-
cluirse la particular: de “Todo S es P” puede concluirse legítima-
mente que “Algunos S son P”.
ab uno disce omnes. Usada originariamente para referirse a agrupacio-
nes personales, esta locución se suele emplear en forma más amplia
para indicar que a partir de uno pueden conocerse todos los otros
que pertenecen a la misma clase.
absoluta distinguuntur per intrinseca. Se sostiene que las cosas ab-
solutas se diferencian por algo intrínseco, entendiendo el término
“absoluto” como opuesto a “relativo”. Por ejemplo, en el caso de
maestro-alumno hay dos términos relativos, en los que uno remi-
te al otro, de modo que, en la definición de cada uno en cuanto
tal, entra el otro. Es decir que el “maestro” es tal por algo extrínse-
co a su sustancia de hombre. En el caso de “hombre” no ocurre lo
mismo, puesto que “hombre” es término absoluto y se ha de defi-
nir por principios intrínsecos, como la animalidad y la racionalidad.
El tema ha sido desarrollado particularmente por Duns Scoto (cf.
Quodlib. q. 13, n. 31).
733 Sentencias

abstrahentium non est mendacium. Enunciado de raíz aristotélica que


excluye la falsedad de la abstracción, en cuanto ésta, como tal, no es
un juicio. Ello vale no sólo para la abstracción cuyo resultado es el
concepto, sino también para la que versa sobre un aspecto del ob-
jeto a tratar, y prescinde de los restantes. En este caso se ha de tener
en cuenta que prescindir u omitir no es negar (cf. Tomás de Aqui-
no, In I Sent., d. 30, q. 1, a. 3). Duns Scoto, por su parte, destaca
que la abstracción nada quita a la realidad misma, aun cuando ex-
traiga de ella sus notas para recibirlas en el intelecto. La no falsedad
de la abstracción está, pues, fundada en el hecho de que no es una
determinación real, sino sólo secundum considerationem (cf. Rep. I,
d. 15, q. 1, n. 3).
accidentis esse est inesse. Sostiene, desde una perspectiva aristotélica,
que el ser o modo propio de existir del accidente es inherir. Su exis-
tencia consiste en estar en otro, en la sustancia. Decimos “La mesa
es blanca” o “El hombre es blanco”: lo blanco está en la mesa e in-
hiere como accidente de la misma.
actio agentis non est in potestate patientis. Aunque la acción del agen-
te es recibida en el paciente, sin embargo, no depende del paciente
ni de su potestad depende recibir la acción. El paciente sólo padece
porque el agente actúa y no determina la modalidad de esa acción,
la cual depende de la naturaleza del agente. Duns Escoto elabora es-
te tema, en particular, por ej., en Op. Ox. II, d. 25, n. 2. Ahora bien,
para que quede claro que la acción está en el paciente, se dice que la
acción está precisamente en aquello en lo cual se da el efecto produ-
cido por el agente. Por eso, también suele enunciarse de este modo:
actio non est in agente sed in patiente. Esta sentencia subraya, pues,
que, aunque la acción esté en el paciente, no depende de él.
actio non est in agente sed in patiente. Cf. actio agentis...
actiones sunt suppositorum. Sentencia que establece que las accio-
nes son del suppositum y no de la naturaleza. La naturaleza de algo
–que es la esencia en cuanto principio de operaciones– constituye a la
substancia individual subsistente e incomunicable como suppositum.
Pero es el suppositum el que es y, por tanto, es el que actúa. Así, una
naturaleza no puede actuar en cuanto tal, sino sólo en la medida en
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 734

que pertenece a una substancia individual completa que es, precisa-


mente, el verdadero subiectum de las acciones.
actus est prior potentia. Sentencia que sienta la prioridad del acto so-
bre la potencia en distintos órdenes: en el orden del ser y en el orden
del conocer. Tal prioridad –de carácter estrictamente metafísico– se
fundamenta en que lo perfecto tiene prioridad sobre lo imperfec-
to, lo verdadero sobre lo falso; en definitiva, el ser sobre la nada. De
hecho, la nada se piensa en relación con el ser; lo falso como des-
viación de lo verdadero, etc. Este enunciado expresa que lo perfec-
to precede ónticamente a lo imperfecto. En el mundo natural, pue-
de darse la sucesión inversa, pero, para que la potencia pase al acto,
es necesario que haya algo en acto: así, debe postularse precisamen-
te lo que esta sentencia establece: la primacía del acto, que es por sí
y que actualiza a la potencia.
actus et potentia sunt eiusdem generis. Señala que, en su composi-
ción, acto y potencia constituyen una unidad, y ambos pertene-
cen al mismo género, no a géneros diversos. Porque la potencia está
esencialmente ordenada al acto: es el árbol, y no el cisne ni el ángel,
lo que está en potencia en la semilla.
aeternum est necessarium. Es decir, lo eterno es necesario, existe nece-
sariamente. Para acercarnos a su comprensión recordemos que, así
como lo temporal se asocia con lo sucesivo, por analogía, lo eterno
se asocia con lo simultáneo. Lo eterno se concibe, pues, como tota-
lidad simple y simultánea en acto, carece de posibilidad de cambio,
esto es, de pasar de la potencia al acto simpliciter; y aún más, care-
ce de la potencia de no ser. De esta manera se expresa, por ej., Duns
Escoto (cf. Op. ox. IV, d. 49, q. 6, n. 16).
affirmatio est prior negatione. Así como el acto es anterior a la poten-
cia y ésta se ordena esencialmente al acto, así la afirmación es ante-
rior a la negación, toda vez que la negación se funda en la afirma-
ción del ser determinado: esto es lo que la negación niega.
amans exit extra se. Propio del amante es “salir de sí mismo”, metafó-
ricamente dicho, como ya sugiere Aristóteles en Pol. II, 3 y VII, 5.
Los escolásticos la interpretaron en el sentido de que el amante se
735 Sentencias

vuelca hacia el amado, apreciándolo más que a sí mismo y descan-


sando en él. Con este mismo sentido leyeron la célebre expresión
con que Agustín caracteriza la ciudad de Dios: compuesta por todos
los que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos. Duns Escoto
comenta que, en comparación con el ser del amado, el propio ser se
siente disminuido de tal modo que se prefiere destruirlo antes que
ver destruido el del amado (cf. Op. ox. IV, d. 49, q. 2, n. 7).
anima est quodammodo omnia. Cf. intellectus intelligendo...
anima est tamquam tabula rasa. La sentencia asienta al alma como
tabla rasa, y supone su continuación: sobre dicha tabla la experien-
cia sensible escribe sus caracteres. Basada en expresiones aristotéli-
cos del De an. III, 14, esta formulación se limita a negar que el al-
ma traiga innatamente consigo, por su misma naturaleza, algún co-
nocimiento natural, puesto que todo conocimiento tiene punto de
partida en los sentidos.
appetitus naturalis non est frustra. El apetito natural no es en vano. Se
halla en todos los seres: el sol apetece naturalmente la luz, el enten-
dimiento apetece conocer. Es una aspiración natural de todo ser; en
los seres cognoscentes, previa a cualquier conocimiento, sea éste inte-
lectivo o sensitivo. Cabe señalar, en primer lugar, que el enunciado se
refiere a los apetitos naturales propios de una especie; las posibles im-
perfecciones de los individuos que la componen no hacen a la cosa.
En segundo término, esto se apoya en uno de los principales supues-
tos medievales: que el universo creado tiene un orden, es decir, es un
cosmos, i. e. un orden cósmico. Por eso, ésta es una especificación de
la otra sentencia que reza Deus et natura nihil faciunt frustra (véase).
approbare vera pro falsis est naturae lapsae non institutae. Advier-
te que tomar lo falso por verdadero se debe a la naturaleza humana
en cuanto caída, no en cuanto instituida, es decir, tal como ha sido
creada. Así, la sentencia apunta a una de las consecuencias del pe-
cado original. Desde el momento en que la inteligencia se ordena a
la verdad (véase obiectum), el error adánico consistió en creer bueno
aquello que no lo era o bien creer que se seguiría algo bueno, como
ya había sostenido Agustín en De lib. arb. III, 19, 53, según el co-
mentario de Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d. 22, n. 2).
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 736

ars imitatur naturam. Enunciado de origen aristotélico, fue asumido


por los escolásticos con la convicción de que, si, por ej., la natura-
leza proveyera casas o naves, éstas serían como las que hace el arte.
Con ello, una vez más, se advierte el supuesto medieval del orden
que preside el mundo natural, orden que el arte debía respetar, por
lo cual definían el arte como recta ratio factibilium. Desde el punto
de vista metafísico, la principal diferencia percibida entre la natura-
leza y el arte consiste en que la primera es un agente que procede in-
trínsecamente, mientras que el arte lo hace extrínsecamente.
assimilatur effectus causae agenti. La afirmación de que el efecto se
asemeja a la causa se funda en dos notas: la primera obedece al hecho
de pertenecer ambos a la misma especie, como el hombre engendra
al hombre y el fuego al fuego. La segunda proviene del hecho de que,
en cuanto resultado de la acción de la causa –que sólo puede produ-
cir lo que posee– el efecto conserva siempre algo de ella. Ha de no-
tarse que esta expresión se aplica desde a aquellos casos en que la si-
militud entre causa y efecto es perfecta o casi perfecta, hasta a aque-
llos otros en que entre ambos se da una conformidad puramente
analógica, como la que existe entre una planta y el poder del sol que
la engendra (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 105, a. 1 ad 1).
bonum commune praeponendum particulari. Cuando el bien común
(véase bonum commune) se opone al particular, se ha de considerar
mayor o más alto el primero y, por tanto, más digno de ser amado.
Lo enunciado por esta sentencia se ha estimado como verdad evidente.
Así lo hace, por ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. IV, d. 43, q. 2, n. 22).
bonum est diffusivum sui. Este enunciado expresa dos sentidos funda-
mentales. Los autores que adscriben de algún modo a una perspec-
tiva de impronta neoplatónica entienden este bonum como el Bien
que, de suyo, se comunica, siguiendo al Pseudo-Dionisio (cf. De
div. nom. 4). En cambio, entre los escolásticos prima un enfoque di-
ferente, basado sobre el ente y la causalidad. El ens en cuanto bonum
se presenta –aparece o se despliega– como apetecible y, en esa medi-
da, la cosa buena es difusiva de sí a la vez que atrae hacia sí. Por eso,
el carácter autodifusivo del bonum se relaciona más con la causa fi-
nal que con la eficiente, como señala Tomás (cf., por ej., De ver. q.
737 Sentencias

21, a. 1 ad 4; S. Th. I, q. 5, a. 4 ad 2). Por su parte, y en el plano de


una teología cristiana, Duns Escoto sostiene que el bien infinito no
se puede comunicar, salvo en la medida en que la voluntad divina lo
confiera (cf. Op. ox. III, d. 26, n. 10).
bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu. Esta senten-
cia significa y sostiene que, mientras el mal procede de algún defec-
to o carencia, cualquiera sea, el bien resulta de la integridad de to-
das las causas intervinientes. En Dionisio Areopagita se encuentra
su antecedente medieval (cf. De div. nom., 4). Si bien el sentido de
este enunciado es fundamentalmente metafísico, tiene también un
significado importante en el orden moral. En este plano, una ac-
ción será buena sólo cuando su objeto, su fin y los medios también
lo sean; en cambio, basta la deficiencia de una sola de las causas para
volver mala una acción (cf. S. Th. I-II, q. 18, a. 4 ad 3).
causa causae est etiam causa causati. La causa de la causa es también
causa de lo causado. Esta sentencia señala que una causa, cuyo efec-
to propio da carácter de eficiente a un agente, es, por eso mismo,
con-causa de los efectos que el agente produce. La afirmación se
usó, con carácter positivo, en referencia al caso de Dios como cau-
sa primera, puesto que, al determinar la operatividad de todas las
cosas, indirectamente está como causa en los efectos de todas ellas.
Con todo, hay que advertir que esta suerte de transitividad causal
no involucra todos los aparentes efectos de las causas subordinadas.
De hecho, el mal, en cuanto ausencia de bien, es el resultado de una
deficiencia, de un defecto, de un no ser del agente próximo o causa
subordinada, y no se puede atribuir a la causa primera.
causa cessante cessat effectus. Si cesa la causa, cesa el efecto. Esta sen-
tencia confirma la dependencia del efecto con respecto a su causa.
Sin embargo, hay algunos casos en los que algo permanece después
de que su causa ha dejado de existir. Por eso, los escolásticos, entre
ellos, Tomás de Aquino, establecieron la distinción entre causa essendi
y causa fiendi (cf. S. Th. I, q. 104, a. 1). La primera es causa del ser
de algo, como la luz del sol es causa de la iluminación del espacio;
la segunda es causa de algo hecho o producido, como el padre res-
pecto del hijo. En el primer caso se verifica esta sentencia, dado que,
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 738

desaparecida la luz del sol, el espacio deja de estar iluminado. En el


segundo caso, en cambio, no se verifica, ya que el hijo, como efec-
to de su padre, puede continuar viviendo después de que su padre
ha muerto. El Aquinate sugiere que la diferencia depende de que el
efecto pueda recibir naturalmente o no la forma de la causa, tal como
dicha forma está en ella: tanto el padre como el hijo participan de la
forma hombre, y el hijo la recibe tal como está en su padre; en cam-
bio, el aire no recibe la forma luz tal como ésta está en el sol.
causa est potior (perfectior) (nobilior) causato. Señala la superiori-
dad de la causa con respecto a lo causado. La causa es más noble
que el efecto en cuanto es activa y comunica al efecto sus perfeccio-
nes. Ahora bien, en el caso de la causa meramente instrumental se
podría objetar la validez de este principio, como de hecho lo hace
Tomás de Aquino (cf. S. Th. II-II, q. 165, a. 2 ad 1). Por su parte,
Duns Escoto niega la universalidad de esta aserción diciendo, por
ej., que no es válida para la causa material (Theor. XIX, concl. 7, n.
3). Con todo, la sentencia siguió rigiendo, aunque ciñéndola implí-
citamente a la causa eficiente.
causa est prior suo effecto. También esta sentencia enuncia la priori-
dad de la causa sobre el efecto. Obviamente, ha de ser entendida en
el orden metafísico y no cronológico. La causa es anterior a su efecto
en la medida en que éste depende entitativamente de aquélla, aun-
que ambos sean simultáneos. Esta sentencia no habla del orden del
tiempo sino del orden del ser. En este plano, como señala Tomás de
Aquino (De Pot. III, a. 13 ad 5), nada es incausado, de manera que,
como condición necesaria, la causa debe existir para que exista el
efecto (véase también nihil est causa sui ipsius).
causa in actu est simul cum effectu in actu. Hay relación de simulta-
neidad entre la causa que ejerce su eficacia en acto y el efecto corres-
pondiente, como son simultáneos el sol y la iluminación solar. Con
todo, esto sólo es aplicable en el mundo natural. En lo que respecta
a la causa primera, así como a cualquier causa de naturaleza incor-
pórea, esta sentencia no rige, porque el adverbio simul sólo se refie-
re a la dimensión temporal.
causa naturalis est determinata ad unum. Cf. natura determinatur...
739 Sentencias

causa universalior perfectior. Cuanto más universal es una causa tanto


más perfecta es. En el orden causal, cuando hay dos causas subordi-
nadas, ambas tienen efectos; pero la virtud o poder de la superior es
más eficiente, puesto que está menos limitada a uno o a pocos efec-
tos y, por ende, su virtud se extiende a más. Así se expresa, por ej.,
Duns Escoto (cf. Op. ox. I, d. 36, n. 15 y d. 3, q. 8, n. 2).
cognitio dependet a potentia et ab obiecto. Cf. ab obiecto et potentia...
comparatio omnis est secundum (aliquod) univocum. Esta sentencia
sostiene que toda comparación se ha de establecer con relación a un
término unívoco. Para su comprensión debe recordarse que en ella
se establecen no sólo los términos comparados, sino también un ter-
cero, respecto del cual los términos son comparados. Por ej., en “Es-
ta tiza es más gruesa que aquel lápiz”, los términos comparados son
tiza y lápiz, mientras que el grosor es el tercer término respecto del
cual se hace la comparación. Esta sentencia, típicamente aristotéli-
ca, establece que ese tercer término debe ser unívoco, o sea que ha
de tener el mismo significado aplicado a cosas diferentes. Según este
enunciado, no sería recta una comparación que rezara, por ej., “Esta
tiza es más gruesa que mi voz”, dado que, en este caso, “gruesa” no
es término univocum, sino aequivocum (véanse).
conservatio est continua creatio. Los autores escolásticos, especial-
mente, los de línea agustiniana como Buenaventura, acuñaron es-
ta sentencia sobre la base de lo expuesto por Agustín en De Gen. ad
litt. VIII, 19. Se funda en la dependencia metafísica de lo creado
respecto de Dios, dependencia que, precisamente por ser esencial,
se da de modo permanente y en la misma medida, a la manera de
continua causación. De este modo, la realidad creada resulta cau-
sada como en la creación originaria; de ahí que algunos autores no
distingan entre creación y conservación. Tomás de Aquino, en cam-
bio, sólo admite este enunciado con la distinción previa entre cau-
salidad directa e indirecta. Según el Aquinate, Dios creó inmediata-
mente todas las cosas, pero en la creación misma estableció un or-
den entre todas ellas, de manera que unas dependieran de otras. Así,
las segundas se conservan en la existencia gracias a las primeras. Con
todo, Tomás reconoce que se necesita siempre la conservación pri-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 740

mera y principal que proviene de Dios mismo (cf. S. Th. I, q.104,


a. 2 ad 1).
consuetudo est quaedam (secunda) natura. Según lo enseñado por
Aristóteles en Eth. Nic. II, 1, la costumbre –a diferencia de la mera
disposición– genera hábito y éste se afinca en la naturaleza operan-
do a manera de segunda naturaleza. Así, algunas acciones huma-
nas que parecen naturales, en realidad, provienen de algún hábito.
Es interesante el ejemplo que trae Duns Escoto respecto de la efica-
cia del hábito: las leyes y las instituciones han sido creadas por los
hombres; según la diversidad de pueblos, algunas de ellas son inúti-
les e infundadas pero, al haberse educado los ciudadanos con arre-
glo a ellas, esto es, al haberse habituado a tales leyes o instituciones,
las dan por inobjetables (cf. Exp. in Met. Arist. II, c. 3, n. 22).
contra principia negantem non est disputandum. Advierte que no
debe discutirse contra quien niega los principios, y postula la nece-
sidad de asentir aceptando los primeros principios, ya sean lógicos
o metafísicos, precisamente para hacer posible cualquier discusión.
Por ej., si se entablara una polémica contra quien niega el princi-
pio de identidad, no se podría avanzar, ya que negándolo es imposi-
ble afirmar o negar nada. En efecto, no es posible afirmar o negar lo
idéntico, si previamente no se lo ha reconocido como tal, en virtud
justamente, del principio de identidad.
contradictorium non est medium. Nada intermedio puede haber entre
términos contradictorios. Esto obedece al tipo de oposición entre la
contradictio (véase opposita 2) y la contrarietas. En efecto, la prime-
ra se obtiene negando absolutamente uno de los términos opuestos:
por ej., “animal-no animal”. En este par no puede haber nada inter-
medio: pretenderlo implicaría desconocer, justamente, el principio
de no contradicción (véase posito uno dividentium...).
contraria contrariis curantur. Este axioma, cuya base es que los con-
trarios en un mismo sujeto se excluyen o rechazan mutuamente, en-
cuentra aplicación en Física, Psicología y, particularmente, en Me-
dicina. Establece que los contrarios se curan –o resultan compensa-
dos– por los contrarios; así, por ej., debe procurarse líquido a un or-
ganismo deshidratado, la fiebre se alivia aplicando paños fríos, etc.
741 Sentencias

contraria maxime inter se distant. Cf. contraria sunt...


contraria sunt in eodem genere. Esta sentencia confronta implícita-
mente los términos contrarios (véase opposita 1) con los diversos
(véase diversa). En efecto, los términos diversos no pertenecen ni a
la misma especie ni al mismo género, como “piedra” y “hormiga”.
Como en nada convienen, no puede haber entre ambos relación de
oposición contraria, dado que ésta debe darse en un mismo orden
o plano: por ej., blanco-negro se oponen, pero en un mismo plano,
en relación con el color. Es en dicho orden, es decir, en el género,
donde los contrarios extreman su oposición; de ahí surge otro enun-
ciado relativo a este tema: contraria maxime inter se distant.
conveniens delectat, disconveniens tristat. Esta sentencia alude a la
relación del hombre con las cosas creadas; específicamente, a cier-
tas modalidades de la passio, esto es, a maneras como recibe en sí ta-
les cosas. Así, lo que en las cosas le resulta al hombre conveniente,
como adecuado a su propio ser, lo deleita; lo que le resulta incon-
veniente o inadecuado, lo entristece o le provoca dolor. Con todo,
lo anterior se ha de entender en sentido relativo y no absoluto, en
cuanto el deleite o el disgusto no están causados por las cosas mis-
mas, sino por aspectos de éstas que se abstraen; por ej., el aroma de
la rosa deleita, las espinas disgustan.
correlativorum unum sine altero sciri non potest. Los términos corre-
lativos per se (véase correlativa) se reclaman mutuamente, es decir,
no pueden concebirse uno sin el otro. Así, por ej., padre-hijo: no
puede haber padre, en cuanto tal, sin que haya hijo. Como el cono-
cer sigue al ser, en la medida en que el primer término implica el se-
gundo, no se puede saber acerca de uno de los correlativos sin saber
acerca del otro, que es lo sostenido por esta sentencia; de ahí que en
la definición de uno, de algún modo, entre el otro.
creatura nihil est respectu Dei. El más importante antecedente de la
afirmación de que la creatura nada es respecto de Dios o en compa-
ración con él se encuentra en Agustín, al sostener que las cosas ni son
en absoluto ni son absolutamente (cf. Conf. VII, 11, 17). Se subraya
así la contingencia de lo creado que, si bien tiene ser, no es el Ser. En
la misma línea pero más próximo a la formulación de esta sentencia,
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 742

está lo dicho al respecto por Anselmo (cf. Mon. c. 21). Por su parte,
Duns Escoto niega la legitimidad misma de la comparación y sostie-
ne que toda criatura es aliquid (cf. Rep. II, d. 1, q. 6, n. 9).
creatura semper a Deo dependens. Este enunciado se fundamenta en
la causalidad metafísicamente considerada: todo lo que es depende
de Dios, en cuanto ninguna criatura puede no depender de alguna
manera de la causa primera. Cf. conservatio est...
cuicumque convenit totum in loco et quaelibet eius pars. Esta senten-
cia no se ha de entender desde el sujeto que ocupa un determinado
lugar sino desde el lugar mismo. Así, dice que lo que conviene a la
totalidad del lugar, según lo señalan los adverbios ubique y nusquam,
conviene a cualquier sitio. Pedro Hispano propone el siguiente ejem-
plo: “Dios está en todas partes (ubique); luego, Dios está aquí”. Sien-
do asimétrica la relación entre parte y todo, no se da a la inversa, es
decir, que alguien esté aquí no implica que esté por doquier. A es-
to hay que añadir la correspondiente negativa: quicquid removetur a
toto in loco et a qualibet eius parte: o sea, lo que se niega de la tota-
lidad del lugar, se niega de cualquiera de sus partes; así, si César no
está en ninguna parte, tampoco está aquí. Esta última afirmación,
en cambio, es reversible según el enunciado: cuicumque non convenit
pars in loco nec eius totum. Para retomar el último ejemplo, “César no
está aquí; luego, César no está en todas partes” (cf. Sum Log., 5. 22).
cuicumque non convenit pars in loco nec eius totum. Cf. cuicumque
convenit...
cuius causa efficiens est bona, ipsum est bonum. Cf. cuius effectus est
bonus...
cuius corruptio est bona ipsum est malum. Para la comprensión de es-
ta sentencia, se ha de recordar en primer lugar la identificación en-
tre ser y bien, tan propia del pensamiento medieval; en segundo lu-
gar, la caracterización de la corrupción que es, básicamente, el pro-
ceso del ser al no ser. De esta manera, y cruzando los términos, se
tiene lo afirmado: aquello cuya corrupción es buena, eso mismo
es malo. Pedro Hispano propone el ejemplo del Anticristo: su des-
aparición es buena porque él mismo es malo (cf. Sum. Log., 5, 29).
743 Sentencias

Ciertamente, también rige el caso inverso, es decir, cuius corruptio


est mala ipsum est bonum: es malo que desaparezca un hombre o un
delfín, porque es bueno que existan, mejor dicho, porque metafísi-
camente son buenos. Véase también cuius generatio est bona...
cuius corruptio est mala ipsum est bonum. Cf. cuius corruptio est
bona...
cuius effectus est bonus ipsum est bonum. Desde el punto de vista me-
tafísico esta sentencia sostiene que es bueno todo aquello cuyo efec-
to lo es. Su fundamento está en el “effecus assimilatur…” y, especial-
mente, en el “effectus proportionatur…” (véanse). Precisamente por
eso, rige también en sentido inverso, o sea, “cuius causa efficiens est
bona, ipsum est bonum”: aquello cuya causa eficiente es buena, eso
mismo es bueno”.
cuius finis bonus est ipsum quoque bonum est. Sostiene esta sentencia
que, de alguna manera, aquello cuyo fin es bueno eso mismo tam-
bién es bueno, en cuanto la causa final es constitutiva del ente del
que se trate. Así, según el ejemplo propuesto por Pedro Hispano (cf.
Sum. Log. 5. 27), la bondad intrínseca de la beatitudo (véase), que
es fin de la virtud, indica que ésta es buena. Por cierto, esto se aplica
también al caso opuesto: cuius finis malus ipsum quoque est malum,
sentencia que recuerda que la perversidad del fin tiñe de malicia to-
do lo que tiende a él: “Aquello cuyo fin es malo eso mismo tam-
bién lo es’’. Se destaca que estas máximas rigen como tales –i. e. con
carácter universal– en el plano metafísico. En el orden moral, véase
bona ex integra causa...
cuius finis malus ipsum quoque est malum. Cf. cuius finis bonus...
cuius generatio est bona ipsum est bonum. La afirmación supone que
la generación es entendida como pasaje o progressio del no ser al ser
de una sustancia. Por eso, si la generación de una cosa, o sea, su ad-
venimiento en la realidad, es considerada algo bueno, la cosa mis-
ma, es decir, lo que llega a ser, constituye algo bueno. Así se expre-
sa Pedro Hispano (Sum. Log. V, 28). En la perspectiva opuesta, esto
es, desde lo generado, conviene tener presente, además, el supuesto
medieval de la convertibilidad entre ens y bonum: todo ente es bue-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 744

no; de ahí que si lo generado es bueno, la generación es también al-


go bueno; por eso, si generatum est bonum et generatio est bona.
cuius usus bonus est ipsum est bonum. Esta sentencia sostiene que
aquello cuyo uso es bueno eso mismo es bueno. Por ej., un bistu-
rí se utiliza para curar, lo cual es bueno; entonces el bisturí mismo
es también bueno. Se ha de considerar aquí, en primer lugar, que
se habla en términos esenciales; en segundo lugar, que la causa fi-
nal también constituye al ente: por esencia y por definición, el bis-
turí ha sido hecho para operar, por ende, curar, lo cual es bueno. Si,
eventualmente, es usado para asesinar a alguien en una disputa, ello
ocurrirá accidentaliter. Por el contrario, cuius usus malus est ipsum
quoque malum est: aquello cuyo uso es malo, eso mismo también es
malo. Éste es el caso de un instrumento de tortura que, de suyo, es
malo porque ha sido hecho para un mal uso.
cuius usus malus est ipsum quoque malum est. Cf. cuius usus bonus
est...
dato uno absurdo caetera accidunt. Véase ab absurdis...
de proportionibus simile est iudicium. Indica que entre relaciones
proporcionales hay cierta simetría y que el juicio sobre éstas es simi-
lar. Pedro Hispano propone el siguiente ejemplo de proportionibus:
lo que el piloto es a la nave es el director de la escuela a los estudian-
tes; pero el piloto es elegido por su arte y no arbitrariamente, por
ende, también el director se ha de elegir por su capacidad y no ar-
bitrariamente. En este ejemplo se comparan dos relaciones propor-
cionales, no dos sustancias. Por eso, Pedro Hispano mismo advier-
te que la semejanza entre estas relaciones proporcionales no equiva-
le a la que hay entre las cosas que se comparan por lo que son en sí
mismas y por las propiedades que en ellas inhieren, por ej., la nave y
la escuela (cf. Sum Log., 5. 39). Debido a esta distinción, la senten-
cia que nos ocupa no equivale a la que propone de similibus simile
est iudicium (véase).
de quocumque praedicatur pars subiectiva et suum totum. Cf. de
quocumque praedicatur species...
745 Sentencias

de quocumque praedicatur definitio et definitum. Cf. quidquid


praedicatur de definitione...
de quocumque praedicatur species et genus. Esta sentencia recuerda
la que dice quidquid praedicatur de specie et de genere. La que ahora
se plantea suele aplicarse a sujetos individuales. Así, afirma que de
cualquiera (de los individuos) que se predique la especie, se está pre-
dicando el género correspondiente; por ej., si de Sócrates se predica
que es hombre, se está predicando a la vez que es animal.
de similibus simile est iudicium. Sobre cosas similares el juicio es si-
milar. Generalmente, la aplicación de esta sentencia presenta los co-
rrelativos sicut-ita, ya que se están comparando realidades de algún
modo semejantes; por ej., “Sicut risibile inest homine ita hinnibile
equo”: “Así como la capacidad de reír está en el hombre, así la capa-
cidad de relinchar está en el caballo”. Naturalmente, el enunciado
es válido aun en los casos negativos. Retomando el ejemplo mencio-
nado, éste podría seguir aclarando “sed risibile non est genus hominis,
ergo hinnibile non est genus equi”: “Pero la capacidad de reír no per-
tenece al género de hombre, por tanto, tampoco la de relinchar per-
tenece al género de caballo” (véase proprium).
definitio omnis indicat essentiam definiti. Cf. definitiones multas...
definitiones multas eiusdem non sunt. Esta sentencia sólo se refiere a
la definición real, esencial, metafísica (véase definitio 3.3.2). Ésta es
la definición que expresa la esencia de lo definido. Y, como de cual-
quier realidad que es hay una sola esencia, de ella sólo puede haber
una definición. De esta manera, no hay muchas definiciones de lo
mismo, sino una sola, que es lo sostenido por esta formulación.
demonstrationis principii non est demonstratio. Se refiere a la de-
mostración propiamente dicha (véase demonstratio), esto es, el razo-
namiento que infiere la conclusión a partir de premisas ciertas y evi-
dentes. Las premisas de la demostración se fundan en principios de
conocimiento (véase principium 1) que, precisamente, por ser evi-
dentes son indemostrables. Porque si los principios, a su vez, hubie-
ran de demostrarse, se daría un proceso al infinito, con lo cual nada
podría demostrarse, porque nunca podría llegarse a conclusión al-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 746

guna, dado que cada una dependería de otra y ésta a su vez de otra
y así al infinito. Por eso, no puede haber demostración de los prin-
cipios.
destructa causa destruitur effectus. Cf. causa cessante...
destructa parte integrali destruitur et quodlibet eius partis totum.
Cf. posito toto integrali...
destructo uno relativorum destruitur alterum. Véase ponitur uno
relativorum...
Deus distat in infinitum a creatura. La afirmación de que Dios y la
criatura distan infinitamente se funda en el carácter de infinito pro-
pio de Dios. Así lo establece, por ej., Duns Escoto (cf. Op. ox. 1, d.
17, q. 3, n. 31). Por cierto, la distancia infinita a la que se alude no
es cuantitativa sino cualitativa, referida a la nobleza del ser; de ahí
que con la presente sentencia sea complementaria esta otra “Deus
est magnus sine quantitate”: la grandeza divina no tiene que ver con
la cantidad.
Deus est sine quantitate magnus. En esta formulación, la sentencia
que dice “Dios es grande sin cantidad” se encuentra ya en Agustín
(cf. De Trin. V, 10). Por su parte, Tomás de Aquino escribe que la
magnitudo de Dios no es sino la perfección de su naturaleza (cf. S.
Th. I, q. 42, a. 4 c). Duns Escoto subraya que no se trata, en efecto,
de la magnitudo molis sed perfectionis (cf. Quodlib. q. 6, n. 34). No
puede ser de otro modo porque la cantidad de alguna manera supo-
ne divisibilidad, y ésta de ningún modo puede atribuirse a Dios. En
efecto, divisibilitas est passio quantitatis (véase quantitas).
Deus non est definibilis. En términos escolásticos, Dios no es defini-
ble, dadas las condiciones de la definición real, esencial, metafísica.
En efecto, la definición real se hace por género próximo y diferencia
específica. Dios en cuanto Dios no es un género sino que está más
allá de todo género.
Deus et natura nihil faciunt frustra. Dios y la naturaleza nada hacen
en vano. Con esta sentencia se expresa que las cosas aparentemente
superfluas y hasta perniciosas para alguno, determinadas por crea-
ción divina, o bien por la naturaleza misma, tienen sentido intrínse-
747 Sentencias

co. Esto significa que cumplen sus fines y conducen a cada realidad
a la plenitud de su especie propia, aun cuando dichos fines sean des-
conocidos y hasta incomprensibles para el hombre. Implícitamente
constituye, pues, una reafirmación de la creencia en el ordo universalis
típica del hombre medieval.
Deus potest facere quod non inducit in contradictione. Dios puede
hacer lo que no implica contradicción. Esta convicción, comparti-
da por la mayoría de los autores medievales, difiere de lo sostenido
por Pedro Damián. En efecto, para este autor, ni las leyes de la dia-
léctica ni los principios lógicos de los que ella parte, entre los que
se encuentra el principio de no contradicción, pueden aplicarse a
Dios. Así pues, Él puede hacer aun lo que implica contradicción.
Los principios mencionados no rigen para Dios porque está fuera
de las condiciones del mundo en el que se plantean. Al rechazar las
leyes del pensamiento lógico –y aun las leyes de la naturaleza– Pe-
dro Damián sentó las bases de lo que habría de ser más tarde la po-
sición de Ockham. Sin embargo, la mayor parte de los escolásticos
sostiene que Dios puede hacer todo aquello que no implique con-
tradicción intrínseca. Esto se debe a que no la percibían en cuanto
limitativa del poder divino, como lo hacía Pedro Damián. Su enfo-
que era distinto: los escolásticos consideraron que los principios ló-
gicos se aplican al ser mismo como tal y no son meramente funcio-
nales a nuestro conocimiento. Así, Tomás de Aquino, por ej., distin-
gue, siguiendo a Aristóteles, entre lo posible con relación a algo, “lo
posible para” y lo posible absolute. Expresa que lo posible, absoluta-
mente hablando, es lo que tiene razón de ser, y es esto y no lo absur-
do lo que está en la potencia divina. Es, pues, con respecto a lo posi-
ble absoluto que se dice que Dios es omnipotente. Ahora bien, nada
se opone a la razón de ser más que el no ser. Lo único que repugna
a lo absolutamente posible –y, por tanto, a aquello que constituye el
poder de Dios– es aquello que entraña ser y no ser en sí mismo y si-
multáneamente, es decir, lo contradictorio en sí mismo. Es, enton-
ces, intrínsecamente imposible que tal cosa exista. Añade el Aquina-
te que, si algo es imposible en este último sentido, es más exacto de-
cir “no puede ser hecho” que decir “Dios no puede hacerlo” (cf. S.
Th. I, q. 25, a. 3, c).
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 748

differentiae formales mutant speciem. Esta sentencia sostiene que las


diferencias formales cambian la especie. Las primeras se han de en-
tender, en rigor, como las diferencias quiditativas o de forma, según
puntualiza Duns Escoto en (Op. ox. II, d. 3, q. 7, n. 7). El que las di-
ferencias formales sean lo que varía la especie obedece al hecho de
que la forma esencial de algo es su quidditas y, por ende, no sólo el
principio de su determinación entitativa sino también –y por lo mis-
mo– aquello que lo inscribe en una especie dada. Así, por ej., cuando
el árbol se convierte en leña, abandona la forma árbol para adquirir
otra y, en consecuencia, deja de pertenecer a la especie árbol.
divisibilitas est passio quantitatis. Cf. Deus est sine...
effectus assimilatur causae agenti. Se sostiene aquí que el efecto se ase-
meja a la causa indicando que en cuanto resultado de la acción de
la causa –que sólo puede producir lo que de hecho posee– el efecto
siempre conserva algo de ella. Se aplica no sólo a aquellos casos en
que la similitud entre causa y efecto es como la que puede haber en-
tre padre e hijo, sino también a aquellos casos en que entre ambos
términos sólo hay una conformidad puramente analógica, como la
que existe entre una planta y la virtud del agua que la hace crecer.
effectus proportionatur suae causae efficienti. El efecto es proporcio-
nado a la causa que lo produce en tanto que siempre retiene algo
de ella. La proporcionalidad –que no debe entenderse en sentido
estrictamente cuantitativo– se funda en el hecho de que la virtud
del agente se extiende en el efecto, por ej. la “virtus” o poder de una
chispa es capaz de encender un leño que, así, retiene el fuego que es-
tá en ella. Por eso, cuanto más perfecta sea intrínsecamente una cau-
sa, más perfecto será el efecto por ella producido. Al mismo tiem-
po, también se ha de entender esta locución en el sentido de que un
efecto particular deriva de una causa particular, efectos ordenados
derivan de causas ordenadas, y el efecto universalísimo y fundamen-
tal, es decir, la existencia, tiene que derivar de una causa universalí-
sima y primera, el Ser.
ens et bonum convertuntur. Es ésta la primera sentencia escolásti-
ca que afirma una convertibilidad entre “ente” y otro término,
al que también se considera una propiedad trascendental (véase
749 Sentencias

transcendentale). Como sucede en todas aquellas sentencias don-


de aparece el convertuntur, se señala con ello, en primer lugar, que
quien dice ens está implicando también esa otra propiedad trascen-
dental; en segundo término, y como derivado de lo anterior, tam-
bién se indica una proporcionalidad: cuanto mayor sea la entidad o
jerarquía ontológica de una cosa, mayor será el grado de la propie-
dad aludida en este tipo de sentencia. Así pues, en el presente caso,
se sostiene que todo ente, o sea, todo lo que es, es “bueno”, en cuan-
to se entiende el ser como perfección. Subyace en ello la intrínseca
proporción entre la bondad y, por ende, el carácter de apetecible de
una cosa, y el grado de entidad o de ser de la cosa misma. Esto últi-
mo significa que cuanto mayor sea la plenitud de ser de algo tanto
mejor será ese algo, es decir, tanto mayor será su bondad y, por eso,
será más digno de ser apetecido por la voluntad.
ens et pulchrum convertuntur. Es ésta una sentencia de uso muy aco-
tado por ser aceptada por pocos autores. Así pues, para ellos, que es-
tablecen una distinción nocional entre ens y pulchrum, «bello» es un
trascendental y, por tanto, expresa una propiedad del ente en cuan-
to tal. Con ello se está implicando el esplendor del hecho de ser
(véase ens et bonum...).
ens et unum convertuntur. En cuanto trascendental, es decir como
atributo del ente que trasciende toda especificación ulterior, el
unum señala la propiedad que tiene el ente de ser indiviso (véase ens
et bonum...). Así pues, nada añade al significado de ens sino la nega-
ción de su división. Ahora bien, todo ente es simple o es compues-
to. Si se trata de un ente simple, por ej., el alma humana, es indivi-
so de hecho e indivisible por definición; si es compuesto, no llega a
la existencia mientras sus componentes estén separados, por ej., ma-
teria y forma en una piedra. Sólo cuando esos componentes se unen
se tiene en este caso el compuesto que constituye el ente, término
que, por ende, es intercambiable con el de uno, como recuerda es-
ta sentencia. Cabe advertir que no se ha de confundir este significa-
do de unum (véase) con el uno matemático. A diferencia del unum
como trascendental, que confiere sentido a la presente sentencia, el
uno matemático añade al ente una nota que corresponde a la canti-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 750

dad. Así, un mismo ente puede ser uno en un aspecto y muchos en


otro. Una sustancia primera, por ej., Sócrates, es uno en razón de su
sustancia, y múltiple por sus accidentes, como sabio, padre, etc. Si,
en lugar de tomar el caso de las sustancias primeras, se toma el de la
especie, por ej., hombre, estamos ante algo numéricamente múlti-
ple en la realidad, pero uno en virtud de la unidad de la especie. Así
pues, “ente” y “uno” son términos intercambiables sólo si este últi-
mo se entiende entitativamente como indiviso.
ens et verum convertuntur. El hecho de que “ente” y “verdadero” sean
términos intercambiables no implica, como tampoco sucede en el
caso de ens y bonum, que sean sinónimos (véase ens et bonum...). Lo
que afirma esta sentencia es que todo ente tiene, entre otras, la si-
guiente connotación: es verdadero en el sentido de real, como de
lo que es realmente un árbol decimos que es un «verdadero árbol».
Ahora bien, en su relación con el intelecto, es verdadero para éste,
que se con-forma con el ente.
ens necessarium est actualissimum. Esta sentencia identifica el ser ne-
cesario con el acto puro al sostener esto: que es menester que el ser
de lo que por sí es necesario –es decir, de lo que no puede no exis-
tir– sea un ser actualísimo, sin nada potencial. El ser necesario se
opone al ser contingente precisamente porque no recibe el ser de
otro sino que él mismo es el ser. Ahora bien, recibir el ser de otro y
así actualizarse o pasar al acto exige en cualquier ente contingente
estar en potencia, lo cual lo hace apto para tal recepción. En el ser
necesario sucede lo contrario. En esto se funda el presente enuncia-
do. La cuestión es tratada en particular por Duns Escoto (cf. Op. ox.
I, d. 2, q. 7, n. 53).
essentiae rerum consistunt in indivisibili. Las esencias de las cosas
consisten en lo inseparable. Esto significa que ningún predicado se
puede quitar de la definición de algo, sin que por ello mismo quede
desvirtuada la esencia que esta definición precisamente expresa. Así,
del hombre –cuya esencia es la de animal racional, es decir que se
define como tal– no puede ser separada ni la animalidad ni la racio-
nalidad. No sucede lo mismo con la descriptio (véase).
751 Sentencias

ex duobus entibus actu nequit fieri unum per se. Sentencia escolástica
que se funda en la intercambiabilidad de ens y unum como trascen-
dentales (véase ens et unum convertuntur). Ahora bien, con el térmi-
no “entes actu” se significan sustancias completas que permanecen
íntegras y perfectas en su realidad; y por “unum per se” se entiende
aquel ente cuya unidad se debe a su misma naturaleza o esencia. Si
es un ente compuesto, sus componentes necesariamente deben ser
incompletos y guardar entre sí la relación que se da entre potencia
y acto. Advertido lo cual, se hace manifiesto lo que afirma la expre-
sión, i. e., la imposibilidad de que de dos entes en acto, uniéndose
y permaneciendo como tales, resulte algún ente que en acto y sustan-
cialmente sea uno por sí. Por ej., un leño, al unirse a la forma mesa,
deja de ser leño en acto.
ex falso non potest per se sequi verum. Este axioma sostiene que, en
rigor, de premisa falsa no puede seguirse conclusión verdadera, en
cuanto la falsedad no puede ser causa de verdad. Sin embargo, pue-
de suceder que a lo falso siga lo verdadero, en la medida en que lo
falso contenga alguna parte de verdad, ya que nunca, en una propo-
sición con sentido, puede darse la falsedad completa, es decir, el ca-
so en que tanto el sujeto como la cópula y el predicado sean falsos.
A esto se refiere el “per se” acotado que subraya: lo falso por sí mis-
mo o en cuanto falso.
ex mere negativis et particularibus nihil sequitur. De dos premisas
negativas o bien de dos premisas particulares, no se sigue conclu-
sión alguna. Ejemplo del primer caso: de las premisas “El hombre no
es animal” y “El animal no es corpóreo”, no se sigue ninguna con-
clusión. En el caso en que ambas premisas sean particulares ocurre
lo mismo; por ej., de “Algunos hombres son rubios” y de “Algunos
hombres son morenos” no se sigue ninguna conclusión. Se compen-
dian así dos principios fundamentales de la argumentación silogís-
tica: 1. utraque si praemissa neget, nihil inde sequitur; 2. nihil sequitur
geminis ex particularibus umquam: el primero dice que de dos premisas
negativas no puede extraerse ninguna conclusión; el otro principio sos-
tiene que nada se sigue de dos premisas si ambas son particulares.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 752

ex necessario nonnisi necessarium et ex vero nonnisi verum sequitur.


Axioma de carácter lógico que, presuponiendo un procedimiento
formalmente recto, sostiene que de lo necesario no se sigue sino lo
necesario; y de lo real o verdadero, lo verdadero. Si es verdadero que
“Todos los hombres son mortales” y que “Sócrates es hombre”, se si-
gue que la proposición “Sócrates es mortal” es también verdadera.
De modo similar, si todo triángulo tiene tres ángulos, siendo el esca-
leno un triángulo, es necesario que el escaleno tenga tres ángulos.
ex nihilo fit ens creatum. Este enunciado deriva de interpretar filosó-
ficamente la noción de creación. En efecto, ésta parece oponerse al
ex nihilo nihil fit. Como muchos escolásticos, Tomás de Aquino, si-
guiendo a Aristóteles, acepta el principio que sostiene que de la na-
da, nada se hace. Aristóteles lo había admitido en términos abso-
lutos, pero no si se entiende el ser como privación. En este último
caso, el Estagirita recurre a las nociones de potencia y acto y expli-
ca el devenir del no ser al ser como el pasaje de lo potencial a lo ac-
tual en el ente particular. Sobre esta base, Tomás examina el proble-
ma de la creación ex nihilo, problema que los antiguos no se plan-
tearon. Ellos sólo consideraron la producción de efectos particula-
res por obra de causas particulares, las cuales presuponen necesaria-
mente algo anterior a su acción. Pero esto no es válido en el caso de
la creación, o sea, de la primera producción por obra del principio
universal de todas las cosas (cf. S. Th. I, q. 45, aa. 1 y 2). El Aquina-
te señala que de la nada absoluta nada puede resultar, cuando se tra-
ta de la causa agente creada, pero diferente es el caso precisamente
de la causa del ser total, es decir, del Creador.
Es interesante una observación que Martin Heidegger hizo sobre
este problema, al señalar que, mientras que el principio ex nihilo nihil
fit es propio de la metafísica griega, el principio de ex nihilo fit ens
creatum caracteriza la cristiana.
ex nihilo nihil fit. “De la nada, nada se hace”. Modernamente enten-
dida, ésta es una formulación del principio de razón suficiente o, al
menos, de uno de sus corolarios. Pero sus antecedentes históricos
son muy lejanos y se remontan a una tesis de la escuela eleática que
la utilizó para demostrar el carácter contradictorio del devenir y pa-
753 Sentencias

ra probar el carácter de inmovilidad y eternidad del ser. En efecto,


si el ser se generase, sería necesario que antes de generarse fuera na-
da; pero “nada se genera de la nada”. Recuérdese que la preposición
ex señala, entre otras cosas, la materia de la que se produce algo. En
primera instancia, Aristóteles acepta este principio, pero inmediata-
mente acota que vale sólo cuando se lo refiere al no ser simpliciter
y no a esa modalidad especial de no ser que es la privación (véase
privatio). Por tanto, el Estagirita no considera contradictorio el de-
venir como pasaje, provocado por una causa agente (ab aliquo), de
(ex) un ser en potencia a un ser en acto (cf. Fís. I, 8). Dicho de otro
modo, de un no ser en acto a un ser en acto.
Con el advenimiento del Cristianismo, las dos opiniones que an-
teceden fueron retomadas a propósito de la comprensión intelectual
del problema de la creación, que gira en torno de la oposición entre
este principio y el que establece, por el contrario, que ex nihilo fit ens
creatum. Las posiciones respecto de la mencionada oposición se divi-
den fundamentalmente en dos direcciones: 1. la de aquellos que afir-
man la imposibilidad de un tratamiento conceptual de la cuestión,
ateniéndose al principio que nos ocupa, sin matizarlo. Consecuen-
temente, frente al problema de la creación, estos autores han opta-
do por: 1.1. relegarla a un artículo de fe, escindiendo fe y razón; 1.2.
negarla formalmente por incompatibilidad con el saber racional y
empírico, eliminando la fe en pro de la razón; 1.3. considerarla co-
mo una cuestión metafísica racionalmente insoluble, pero de la que
el pensamiento no puede desprenderse. Frente a ellos, se ubican los
del segundo grupo, quienes han encarado la resolución del problema
mediante distinciones hechas sobre este principio, que conjugan con
el mencionado “De la nada resulta el ente creado”. En esta línea se
insertan gran parte de los escolásticos, que se basaron sobre la ya seña-
lada posición aristotélica. La solución que ofrecieron a este problema
se esboza precisamente en el artículo “ex nihilo fit ens creatum” (véase).
ex vero numquam sequitur falsum. Locución escolástica que sostiene
que de lo verdadero no puede seguirse lo falso. De hecho, simple-
mente ateniéndose a los principios lógicos, lo verdadero como tal
no puede conducir sino a lo verdadero, y sólo desviándose de tales
principios se incurriría en lo falso. Por tanto, si en un silogismo for-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 754

malmente válido, las dos premisas son verdaderas, se seguirá lógica-


mente una conclusión también verdadera (véase ex necessario...).
experientia artem generat. Para comprender que la experiencia gene-
ra el arte, se ha de recordar el tratamiento aristotélico de la cuestión
al comienzo de la Metafísica. Sobre esas bases, los escolásticos tuvie-
ron en cuenta que, así como de la memoria proviene la experiencia,
de ésta, a su vez, proviene el arte. De hecho, el arte o técnica (véa-
se ars), en cuanto conocimiento más universal que la experiencia, se
genera cuando de muchas nociones adquiridas experimentalmente
se conforma una noción que, en la medida en que es más universa-
lizable, resulta aplicable a casos similares.
falsum non est scibile. Lo falso en cuanto falso no es objeto de conoci-
miento. Y no lo es por dos razones: la primera es que la facultad de
conocimiento humano por excelencia, que es el intelecto, tiene por
objeto formal propio (véase obiectum) lo verdadero. La segunda es
que el contenido de lo que es en sí mismo falso no se puede demos-
trar, por ej., es imposible demostrar que un triángulo tiene cuatro
ángulos; por eso, esta última proposición no es, estrictamente ha-
blando, algo scibile, es decir, objeto de ciencia. Otra cosa es recono-
cer que puede probarse que tal proposición o juicio es falso, por una
aseveración verdadera.
finis est causa causarum. Si bien esta sentencia concierne específica-
mente al plano de las causalidad libre, es decir al plano del obrar hu-
mano, se aplica también al metafísico debido a la tendencia escolás-
tica a destacar la primacía de la causa final. Por ello el pensamien-
to escolástico tiene precisamente un rasgo fuertemente teleológico.
Metafísicamente, la sentencia destaca que el fin es lo que mueve a
las demás causas operativas a ordenarse a su prosecución. Por eso
decían que el fin, que es lo primero en la intención, es lo último en
la ejecución. Así, por ej., la intención de ir a Roma mueve como fin
para ejecutar las acciones que como medios llevarán a la realización
de lo propuesto: viajar a esa ciudad.
finis nobilior iis quae sunt ad finem. El fin es más noble que lo que
está ordenado a él porque todo lo demás se quiere como medio pa-
ra el fin. La afirmación, de validez metafísica, no sólo ética, se funda
755 Sentencias

en que el fin moviliza todo lo que conduce a él (véase finis est causa


causarum). Ahora bien, lo más universal, que abarca lo menos uni-
versal, es superior a él. Con todo, hay autores, como Duns Escoto,
que sostienen que, al menos en el plano ético, esto sólo rige para el
caso del fin último (cf. Op. ox. II, d. 2, q. 2, nn. 3 y 18).
finis omnium quedammodum sumus. En cierto sentido, somos el fin
de todas las cosas. Este enunciado se ha de acotar a todo lo que se
genera y corrompe, es decir, al mundo natural que es el orden del
ens mobile. En este orden, al que el hombre mismo pertenece, él es
el ser más noble al que toda la naturaleza parece ordenarse y en el
que ella alcanza su máxima perfección. Así lo expresa, por ej., Duns
Escoto (cf. De rer. princ. q. 12, n. 3). Otra formulación de esta sen-
tencia reza: homo sensibilium omnium finis, es decir que el hombre
es el fin de todas las cosas sensibles.
finis ultimus unicus est. Para sostener que el fin último es único, hay
que partir de la visión que considera la realidad como un cosmos,
i. e. un universo ordenado, tal como lo hacían los medievales. En
virtud de ese orden esencial, sólo puede haber un único fin. Si hu-
biera más de uno, habría varias ordenaciones de los entes a ellos, lo
que significaría ausencia de verdadero orden porque lo que se diri-
ge a algo como meta última, no puede dirigirse a otra cosa. En otros
términos, de suponer más de un fin último, no habría, precisamen-
te, uni-verso.
finiti ad infinitum nulla proportio. No hay proporción alguna de lo
finito respecto de lo infinito, ni en el plano del ser ni en el del cono-
cer. La proporción alude a la comparación entre dos relaciones y, a
su vez, cada una se basa sobre la distinción entre dos términos, gra-
dos o partes: A es a B como C es a D. Así, la pro-porción implica
cierta mensurabilidad, y ésta requiere la distinción de partes que, en
el caso de lo infinito, es imposible por definición. (cf., por ej., To-
más de Aquino, S. Th. I, q. 7, aa. 2 y 3; q. 2, a. 3).
forma dat esse rei. Sentencia que sostiene que la forma es lo que con-
fiere a la cosa su acto de ser, dado que la constituye en una especie
determinada (véase forma), siendo la materia, de suyo, indiferente.
En efecto, la forma y no la madera es la que otorga su ser al lápiz, a
la estatua, al leño.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 756

forma prior materia et composito. Esta sentencia se refiere a las sus-


tancias compuestas de materia y forma, en las que, metafísicamente,
la forma precede tanto a la materia como al compuesto, de acuerdo
con lo enseñado por Aristóteles en Met. II, 2. Estas sustancias tie-
nen dos principios constitutivos: materia y forma. De ellos, la for-
ma es acto y la materia potencia en cuanto receptiva. Por ende, la
forma precede a la materia; así, las formas mesa o lápiz son priorita-
rias respecto de la madera. Ahora bien, para decirlo en los términos
de Duns Escoto, la materia es “principium principiato”. Pero, como
lo que es anterior a lo anterior es anterior a lo posterior, la forma
precede –siempre en sentido metafísico– tanto a la materia como al
compuesto (cf. Exp. in Met. Arist. l. VII, s. 2, c. 1, n. 13).
forma substantialis non suscipit magis et minus. Literalmente, esta
sentencia afirma que la forma sustancial no admite el “más” ni el
“menos”. Para su comprensión, se debe advertir que se habla aquí de
las formas llamadas a informar algo, no de lo informado que queda
vinculado con la potencia. Se ha de recordar también que la forma,
sujeto de este enunciado, se asocia con el acto. No se trata, pues, de
algo in fieri, sino de lo que lo hace ser tal cosa. Así, por ej., las formas
sustanciales “pino” o “cisne”, en cuanto tales, no admiten grados.
frustra fit per plura quod potest fieri per pauciora. Lo que se puede
hacer por medio de poco en vano se hace a través de mucho. De raíz
aristotélica (VII Topica c. 4; Phys. c. 6) este enunciado de economía
concierne especialmente al plano del conocimiento. En el orden cog-
noscitivo se considera como exigencia metodológica la reducción a
un principio o a pocos principios, si ellos son suficientes para expli-
car la cosa de la que se trate. Por eso, la apelación a varios siempre ha
de estar acompañado de la justificación pertinente. De esta manera
comenta, por ej., Duns Escoto el planteo aristotélico de la cuestión.
Y lo usa Buenaventura (cf. Comentario de las sentencias, III, dist. 13,
q. 1 sed contra).
generatio et corruptio non afficiunt directe materiam nec formam
sed compositum. Esta sentencia escolástica está fundada en la con-
cepción hylemórfica del mundo, según la cual los entes corrupti-
bles están compuestos necesariamente de dos principios: la forma
sustancial y la materia. Estos componentes no se pueden concebir,
757 Sentencias

a su vez, como entes compuestos sino como co-principios del ente,


los cuales, por su unión, constituyen la sustancia. Si, para generar la
sustancia, la materia y la forma debieran ser a su vez generadas, de-
berían estar necesariamente compuestas de materia y forma, y así ad
infinitum. Ahora bien, es imposible proceder al infinito, pues en-
tonces nunca se llegaría al comienzo de las generaciones y no habría,
por tanto, una determinada generación, que es el hecho del que se
partió. Así, es necesario admitir que materia y forma no se corrom-
pen ni se generan propiamente, sino que lo que se corrompe o se ge-
nera es la sustancia, es decir, el compuesto. Cuando esto ocurre, ma-
teria y forma se generan o se corrompen, sólo en cuanto sus compo-
nentes, o sea, en sentido impropio.
generatio fit in instanti. Para comprender el carácter instantáneo de la
generación, es menester recordar que, en la Escolástica, se la conce-
bía aristotélicamente como uno de los sentidos del cambio o movi-
miento (véase motus). Pero la generatio se distingue del movimien-
to continuo y sucesivo, propio de los cambios en la cualidad, can-
tidad y lugar, en cuanto la generación se diferencia de la alteración,
del aumento o disminución y de la traslación, porque implica el pa-
saje del no ser al ser de una sustancia. Así, la generación de la sustan-
cia, esto es, del ente que primariamente es, no puede darse por gra-
dos, ya que nada media entre no ser y ser, ni hay continuidad algu-
na entre ambos.
generatio non est violenta. La generación no es violenta, puesto que,
en sentido premoderno, lo violento no es aquello que excede en
fuerza, sino un ímpetu de procedencia extrínseca y contrario al mo-
vimiento natural (véase nihil violentum durabile). Sobre esta base,
no sólo no pueden llamarse “violentas” por definición las operacio-
nes propias de un ente natural, sino que tampoco puede ser violen-
to su ingreso en la existencia, su generación, es decir, su comenzar a
ser. En términos más analíticos, Duns Escoto señala que en la gene-
ración, en la que confluyen materia y forma, la materia se inclina in-
trínseca y naturalmente –y, en consecuencia, no con violencia– a la
forma que recibe (cf. Op. ox. II, d. 18, n. 6).
generatio unius est corruptio alterius et corruptio unius est genera-
tio alterius. En la escolástica este enunciado no tiene carácter cau-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 758

sal, en el sentido de que la generación de uno produzca la corrup-


ción de otro o a la inversa, sino que significa la coincidencia de dos
sucesos: por ej., la corrupción o muerte de un ser vivo constituye, a
la vez, la generación de elementos de los que se compone su cadáver.
Los medievales vieron la necesidad de esta coincidencia en la impo-
sibilidad de la materia de existir ni siquiera por un instante sin una
forma determinada.
generationes et operationes sunt circa singularia. De base aristotéli-
ca, esta sentencia afirma que las generaciones y las operaciones, en
cuanto tales, son de los entes individuales. En efecto, en la genera-
ción de las sustancias compuestas, intervienen, como co-principios
universales, la forma y la materia. Y la sustancia que de esta mane-
ra se genera es ella misma individual. En cuanto a las operaciones, la
naturaleza es el principio de las mismas en esa substancia o ente de-
terminado. Dicho principio sólo determina las operaciones propias
de una substancia que tiene tales características determinadas y que
pertenece a tal especie. Así, tanto la generación como la operación
sólo pueden tener como sujeto el ente individual.
habitus augentur ab actibus. Se debe recordar que el hábito, en el sen-
tido en que aparece en esta máxima, es una cualidad, por sí misma
estable y difícil de remover, que los medievales consideraban como
una segunda naturaleza. Así entendido, facilita la operación propia
de la facultad que tiene ese hábito. Es un hecho, además, que los há-
bitos pueden aumentar, i. e. admiten un “más” y un “menos”. La
presente sentencia observa que los hábitos aumentan por los actos,
mejor aún, por la reiteración de los actos propios de esa facultad de-
terminada. Así pues, esos actos no pueden ser cualesquiera, sino só-
lo aquellos ordenados a facilitar las operaciones de la potencia que,
al estar revestida del hábito, perfecciona su operar. En virtud de esta
acotación se explica otra máxima conexa: habitus potentiam perficit.
habitus potentiam perficit. Cf. habitus augentur...
hic imaginatio deficit. Aunque no es, estrictamente hablando, una
sentencia, se incluye en este Apéndice la presente afirmación debi-
do a la frecuencia con que aparece, en general, bajo la forma de aco-
tación. Tales apariciones suelen darse cuando un autor alcanza gra-
759 Sentencias

dos supremos de abstracción metafísica. “Aquí –o sea, en ese nivel–


la imaginación falla”, en el sentido de que, teniendo, aun mediante
imágenes, rastros de lo sensible, no es apta como facultad para ma-
nejarse, por ej., en el plano del ipsum esse.
homo sensibilium omnium finis. Cf. finis omnium quodammodo...
ignoti nulla cupido. Sentencia escolástica que niega la posibilidad de
que haya algún deseo de lo que se desconoce, precisamente porque
se supone que el intelecto ha de informar a la voluntad presentán-
dole a ésta su objeto, es decir, mostrándole un ente como bonum.
En español, tiene más fuerza la traducción literal: “De lo descono-
cido, ningún deseo’’, elidiendo el verbo, como hace la sentencia la-
tina. Hay una sentencia complementaria de ésta. Su formulación es
“Nihil volitum, quin praecognitum”: “Nada es querido, a menos que
sea previamente conocido”.
imaginationi fatuum est credere. Esta locución advierte sobre la in-
consistencia de dar crédito a la imaginación cuando se pretende un
conocimiento verdadero. En este sentido, los autores medievales se-
ñalan que es raro que el vulgo conciba algo común o universal, a
menos que sea a través de una imagen. Por eso, al ser incapaz de abs-
traer todas las notas individuantes sensibles para formar la noción
universal, suele engañarse siguiendo la imaginación y concibiendo
lo inteligible como si se tratara de algo sensible.
individuum est incomunicabile. Con esta sentencia la Escolástica su-
brayó la incomunicabilidad de la sustancia individual, es decir, se-
ñaló que ésta no es común a ninguna otra cosa: su ser es, pues, in-
transferible. A la vez, la opuso a sus cualificaciones, que son esencial-
mente universales y, por ello, comunes –al menos, potencialmente–
a varios existentes particulares: por ej., este vestido blanco –y no otro–
tiene individualidad e identidad intransferibles; su blancura, en cam-
bio, puede ser compartida por otros vestidos y aun por otros entes
cualesquiera del mismo color. Cabe recordar, no obstante, que, en su
actualidad, los accidentes son de la sustancia primera, que es el sujeto
en el que inhieren. En cambio, ésta, como ya sostenía Aristóteles, no
es en ningún sujeto, ni se predica de ningún sujeto (cf. Cat. 2).
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 760

infiniti ad finitum non est proportio. Los escolásticos tienden a pre-


ferir una sentencia que es paralela y complementaria con ésta:
finiti ad infinitum nulla proportio. Esta formulación constituye un
axioma en el que insistieron los autores medievales de influencia
neoplatónica. Establece que, cuando el discurso versa sobre lo infi-
nito, no son válidas las razones o las proporciones tomadas del ám-
bito de lo finito, ya que en tal discurso, el concepto se ha de formar
y utilizar en términos absolutos.
infinitum est ignotum. Lo infinito es desconocido. En efecto, en cual-
quiera de sus acepciones (véase infinitum), lo infinito no puede ser
conocido actualiter por una mente finita como la humana. El in-
finito potencial es incognoscible porque algo sólo se puede cono-
cer en la medida en que está en acto. El infinito actual, quoad nos,
también es incognoscible, porque nuestro conocimiento, por defi-
nición, es limitado, parcial. Ciertamente, la presente sentencia só-
lo se aplica al conocer humano y no al divino. Para éste, es perfecta-
mente posible aprehender simultáneamente y sin limitación alguna.
Ahora bien, el hecho de que la mente humana no puede conocer el
infinito, porque es inabarcable para ella, no significa que no pueda
postular su existencia actual. Véanse quidquid recipitur ad modum...,
y finiti ad infinitum...
ingenita facere quae facta sunt non potest Deus. Dios no puede hacer
que lo hecho o lo dado no se haya generado o no haya sucedido. Es-
ta afirmación, compartida por muchos escolásticos, apunta directa-
mente contra una de las principales tesis sostenidas por Pedro Da-
mián justamente en el De divina omnipotentia. Allí, Pedro Damián
sostiene, por ej., que Dios puede hacer que la fundación de Roma no
haya existido, puesto que, para este autor, Dios está más allá del prin-
cipio de no contradicción. Así, lo enunciado en esta máxima cons-
tituye una acotación, en términos negativos, de la que afirma Deus
potest facere quod... Duns Escoto añade una importante aclaración,
precisando que no se trata del poder respecto del pretérito –es de-
cir, del poder de haber hecho algo–, sino del poder de hacer que
lo que ha sido no haya sido (cf. Rep. IV, d. 43, q. 3, n. 11). Por
eso, enfatiza que Dios está privado de tal posibilidad: “Deus hoc solo
761 Sentencias

privatur: ingenita facere quae facta sunt”. Y ello en virtud de que só-
lo se puede aniquilar lo que es, pero el pasado ya no es (cf. Op. ox.
IV, d. 1, q. 6, n. 5).
intellectui obiectum praesens sit oportet. Es preciso que el objeto
–i. e. el objeto de conocimiento– esté presente en el intelecto. El sen-
tido interno opera teniendo presente su objeto propio: la memoria
sensible, por ej., recuerda una imagen que está presente en ella. De
manera análoga, el objeto del intelecto opera teniendo presente en
él la imagen que él mismo convertirá en concepto.
intellectus causas cognoscere desiderat. Esta sentencia presupone dos
principios aristotélicos: que todo hombre por naturaleza desea co-
nocer, y que decimos conocer algo cuando conocemos su causa. Pa-
ra los escolásticos, la participación natural del deseo en el proceso
de conocimiento impulsa al cognoscente a descubrir la causa de un
efecto dado, pero, a la vez, el conocer la causa universal impulsa a
descubrirla en los particulares. Así se expresa, por ej., Duns Escoto
(cf. Op. ox. I, d. 3, q. 3, n. 3).
intellectus est omnia intelligibilia. Cf. intellectus intelligendo...
intellectus est tamquam tabula rasa. Cf. nihil est in intellecto...
intellectus est universalium, sensus particularium. Que el intelecto
tiene por objeto los universales, es decir, que conoce lo universal, y
el sentido, lo particular, es considerado en la Escolástica una verdad
evidente por experiencia. En efecto, los sentidos perciben el color,
el olor, etc. no en cuanto tales, sino este matiz de rojo que se da en
esta rosa o el perfume de estas violetas. Sólo al final del proceso de
conocimiento, y justamente por abstracción de las particularidades
sensibles, el intelecto es capaz de aprehender la forma “rosa” que, en
cuanto forma, es universal.
intellectus in actu est intellectum in actu. Cf. sensibile in actu est
sensus in actu. Enunciado escolástico de raíz aristotélica que descri-
be la naturaleza del conocimiento en virtud del concepto de unidad
de la forma inteligible. En efecto, según las afirmaciones de Aristó-
teles en De An. III, 4, 429 a, 11, el intelecto es tabula rasa, es decir,
no tiene ningún contenido innato de conocimiento, sino que con-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 762

siste en potencia o capacidad de conocer. Por ello, sus operaciones


cognoscitivas tienen como determinación específica –es decir, co-
mo forma o acto de la intelección– el contenido del conocimien-
to, o sea, lo inteligido o la forma inteligible, en cuanto ésta se vuel-
ve un término inmanente al intelecto. Análogamente, las cosas en sí
mismas no son cognoscibles sino a través de sus formas inteligidas.
Ahora bien, la forma es una e idéntica en el intelecto y en lo inteli-
gido; la cosa como conocida y el intelecto en acto de conocimien-
to son ambos necesarios para constituirlo, siendo su actualidad for-
malmente idéntica. De ahí que el acto de conocimiento sea no sola-
mente unión, sino, en rigor, identidad formal entre el intelecto y lo
inteligido en acto. Véase también intellectus (intelligendo) fit omnia.
intellectus (intelligendo) fit omnia. Sentencia escolástica que es con-
secuencia de la que reza intellectus in actu… (véase). Significa que el
intelecto en acto de alguna manera se hace todas las cosas, según la
conocida aserción aristotélica en De an. III, 5, 430 a 12 y ss. En este
pasaje, Aristóteles distingue entre intelecto pasivo e intelecto agen-
te. El primero se puede convertir en todas las cosas en la medida en
que las recibe; el segundo puede asimilar todas las formas al elabo-
rar las nociones. Compara este último caso con la luz que, en cier-
to sentido, hace que los colores en potencia se vuelvan colores en ac-
to. Para Duns Escoto, quien reformula este principio en los térmi-
nos “anima est quodammodo omnia”, añade que lo es “non realiter
sed per quamdam similitudinem”. Por eso, con mayor precisión, uti-
liza la versión “intellectus est omnia intelligibilia” (Op. ox. I, d. 3,
q. 6, n. 13 y 15).
intelligere sequitur esse. Cada cosa es percibida por el intelecto en la
medida en que es; de ahí que también se sostenga “primo in intellectu
cadit ens” (véase). Así pues, la cosa, en la medida en que es ente, es,
en principio, inteligible y cognoscible, puesto que el ente contiene
en sí su razón de ser, que es lo que el intelecto está llamado a captar.
Por eso, el non ens no puede conocerse, ni de él hay ciencia.
intentio determinat agens ad agendum. Textualmente quiere decir:
“La intención determina al agente a actuar”. A través de esta senten-
cia también se advierte la preeminencia que en el período escolásti-
763 Sentencias

co tuvo el fin como término de las operaciones de un ente. En el ca-


so de las acciones humanas, se trata de la intentio finis que es, preci-
samente, el principio determinante del actuar. La intentio finis cons-
tituye su dirección por el cruce tejido entre las operaciones del inte-
lecto y la voluntad. Ciertamente, el diseño de este tejido es presen-
tado de modo diverso por cada autor, pero todos coinciden en lo se-
ñalado por esta sentencia.
intentio naturae est ad speciem. Significa que la finalidad de la natu-
raleza, en la generación de nuevos individuos, se dirige principal-
mente a la conservación de la especie. Implica además que no termi-
na en la generación de la especie, ya que atiende a otras superiores,
ni concierne directamente al individuo. Siendo los individuos co-
rruptibles, las energías generadoras no están destinadas a mantener-
los como individuos sino a perpetuar la especie. El individuo parti-
cular se genera en cuanto sólo así puede conservarse la especie. Más
aún, cuanto inferior es la perfección de la especie –y, por ende, más
necesaria la existencia de los individuos– tanto mayor es el número
de los que se generan, justamente para asegurar aquélla. El hecho de
que la multiplicación misma de los individuos dentro de una espe-
cie tenga en vista su conservación se funda en lo siguiente: en los se-
res corruptibles, tan sólo la especie perdura siempre y continuamen-
te. Así pues, es el bien de la especie –a cuya conservación se ordena
la generación– aquello a lo que tiende principalmente la naturaleza,
como señala Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 98, a. 1 c).
inter ens et non ens non datur medium. Formulación metafísica del
principio de no contradicción en uno de sus corolarios. Pero esta
sentencia, de raíz aristotélica, supone que se está hablando en tér-
minos absolutos. En efecto, como el ser se dice de varias maneras,
se puede hablar también de ser en potencia. Ser en potencia es in-
termedio entre ser en acto y el mero no ser, pero no algo intermedio
entre ser y no ser simpliciter, dado que ser y no ser son contradicto-
riamente opuestos. Así, comentando a Aristóteles, escribe Tomás de
Aquino: “Ens enim in potentia est quasi medium inter purum non ens
et ens in actu” (In I Phys. l. IX).
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 764

inter substantiam et accidens non datur medium. El medio lo es res-


pecto de los extremos, y puede ser medio o por participación o por
negación de los extremos. Ahora bien, sucede que la substancia y el
accidente, propiamente hablando, no guardan entre sí relación de
extremos, por lo que no puede haber medio entre ambos, como se-
ñala Tomás (cf. In Met. XI, l. 6, n. 20).
intus existens prohibet extraneum. Enunciado escolástico que, en sen-
tido genérico, afirma que un acto, ya existente en una potencia, ex-
cluye otro acto similar de la potencia. Si una potencia está ya actua-
lizada, no puede ser actualizada por otro acto de la misma especie:
quien ya tiene algo no puede padecer necesidad de ello, porque, de
lo contrario, tendría y no tendría lo mismo al mismo tiempo. Lo im-
portante en esta sentencia es la aplicación que de ella hizo Tomás de
Aquino para demostrar la espiritualidad del alma. Aristóteles había
afirmado (cf. De an. III, 4, 429 a 18-22) que, si el intelecto tuviera
en sí mismo naturaleza corpórea, la tendría siempre presente inteli-
giblemente y, así, no sería ya una potencia ordenada a poseer las for-
mas de todas las otras naturalezas corpóreas. Pero, de hecho, el inte-
lecto conoce muchas y, potencialmente, puede conocerlas todas (cf.
Intellectus fit omnia). Por tanto, no tiene en sí naturaleza corpórea:
es inmaterial o espiritual. El Aquinate lo expresa diciendo: “Quod
potest cognoscere aliqua oportet ut nihil eorum habeat in sua natura,
quia illud quod inesset ei naturaliter, impediret cognitionem aliorum”
(S. Th. I, q. 75, a. 2). Ahora bien, la inteligencia humana puede co-
nocer las naturalezas de los distintos cuerpos; por ende, no tiene en sí
naturaleza corpórea, aunque se sirve de un órgano corpóreo; puesto
que opera independientemente del cuerpo, existe también indepen-
dientemente de él. Así, pues, el alma humana, que tiene inteligencia
incorpórea y espiritual, debe ser incorpórea y espiritual.
magis et minus non variant speciem. Sostiene que los términos “más”
y “menos” no se pueden asignar a la esencia y, por ende, tampoco
a la especie a la que pertenecen. En efecto, con ellos se alude a lo
cuantitativo –es decir, a lo mayor y lo menor– en los entes particu-
lares que pertenecen a dicha esencia o especie, es decir, que tienen
la misma forma. De este modo, el hombre adulto es mayor que el
765 Sentencias

niño, pero no por ello más humano, puesto que ambos pertenecen
por igual a la especie homo y, por consiguiente, tanto uno como otro
se definen como animal rationale. En este contexto, y prosiguiendo
con el ejemplo dado, se suele decir que una persona más justa o más
sabia que otra es “más humana” que la otra, pero en cuanto a la per-
fección que se ha comparado y no simpliciter (véase).
malum non habet finem. El sentido al que alude este enunciado es que
el mal no tiene causa final. No puede tenerla essentialiter porque, en
principio, el mal no es: consiste en la ausencia de bien. Así, lo que
no es no puede tener causa final. En cambio, el mal puede tener
causa final per accidens, pues nada impide que las negaciones se or-
denen a un bien aparente.
medicus curat deus sanat. Para comprender esta expresión, se ha de te-
ner en cuenta el significado originario de los dos verbos: el prime-
ro alude a cuidar; el segundo, a la restitución de la salud. En la con-
cepción medieval, el medicus es quien, por el dominio de su ars, es-
tá llamado a procurar los cuidados que cada dolencia requiere para
ayudar al paciente a superarla del mejor modo posible; pero, así co-
mo la enfermedad se consideraba una prueba a la que Dios sometía,
por lo mismo, Él era visto como quien daba la dolencia por supera-
da, otorgando la sanación del enfermo.
medio in omni est negatio utriusque extremi. En todo medio está la
negación de uno y otro extremo. Se trata, pues, de los opuestos por
contrariedad (véase contraria) que, sean proposiciones, sean térmi-
nos, admiten lo medium. Esta clase de oposición requiere que los
extremos tengan el mismo tipo de determinación: por ej., “mayor”
y “menor”, en cuanto extremos, tienen ambos la determinación de
la cantidad. El medio, en este caso, lo “igual” resulta de la negación
de aquellos dos: lo igual es ni mayor ni menor.
medium est eiusdem generis cum extremis. El medio pertenece al mis-
mo género de los extremos. Esto se funda en algo que está implíci-
to en la sentencia anterior: el medio y los extremos han de tener la
misma determinación. Por ej., esencialmente lo blanco no se torna
dulce; en todo caso, lo hace por accidente. Por este ejemplo se seña-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 766

la que el medio debe ser del género del color, y estar, por ende, en-
tre lo blanco y lo negro como está lo gris.
medium nobilius est extremis. Sentencia válida principalmente en
el ámbito moral. En efecto, la ética escolástica de línea aristotéli-
ca considera la virtud como el medio –en el sentido de equidistan-
te– entre los extremos que son el exceso y el defecto. El medio es lo
más noble respecto de tales extremos: así, la valentía es lo más no-
ble en relación con la temeridad y la cobardía. No siempre se tie-
ne en cuenta que, en una representación mental de tipo geométrico,
si bien dicho punto medio se encuentra a igual distancia de ambos
extremos, no se halla empero en el mismo plano, sino en uno su-
perior. Lo dicho desmiente un malentendido frecuente que tiende
a ver esta orientación ética como una moral de mediocridad (véase
virtus consistit in medio). La sentencia rige también en el orden físi-
co. En este nivel, se ha de entender en el sentido de que lo compues-
to es más perfecto con respecto a los elementos que lo componen,
ya que precisamente su complejidad le confiere mayor riqueza enti-
tativa que la de los componentes.
modus operandi et cognoscendi sequitur modus essendi. Sentencia que
enuncia que el modo de obrar y de conocer del cognoscente siguen
a su modo de ser y, por tanto, se conforman a él. La esencia, como
modus essendi, limita las clases de operaciones y modalidades de co-
nocimiento propias del ente que posee dicha esencia, pero no el ob-
jeto de conocimiento. Así, el hombre, que es ser corpóreo, obra y co-
noce mediante acciones y especies inteligibles cuyo punto de partida
es el mundo sensible y material. Sin embargo, el conocimiento hu-
mano puede trascender la cognición de objetos sensibles y materia-
les y elevarse hacia la cognición de realidades despojadas de materia,
i. e. inmateriales. En cambio, las sustancias incorpóreas, es decir, pu-
ramente espirituales, obran por medio de operaciones puramente in-
materiales. Así, conocen sin necesidad de la intervención de la sensi-
bilidad, intuyendo directamente el mundo espiritual, aunque su co-
nocimiento también puede versar sobre algo material.
natura agit propter finem. Sentencia fundamental en la concepción
medieval del mundo natural, que, por otra parte, responde a su vi-
sión de la realidad como universo ordenado. Afirma que la natura-
767 Sentencias

leza actúa en razón de algún fin. Los autores medievales consideran


verdad evidente el hecho de que la esencia –o, justamente, la natu-
ra de cada especie– se dirija siempre a su fin propio: por ej., el no-
gal siempre fructifica en nueces. Es interesante el uso que se ha he-
cho de este principio incorporándolo a una de las vías acerca de la
existencia de Dios. En efecto, los seres que carecen de conocimiento
–por ej., las plantas– no pueden tender a un fin con conocimiento
de éste. Dado que es evidente que efectivamente lo hacen, se ha de
postular que los dirige un ser cognoscente, así como el arquero diri-
ge la flecha. Dicho ser inteligente, que dirige todas las cosas natura-
les a su fin, es lo que se denomina “Dios”. Así lo formula al menos
Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 2, a. 3 c).
natura determinatur ad unum. Para la comprensión de esta senten-
cia se ha de tener presente, en primer lugar, que para los escolásti-
cos, natura es la esencia en cuanto principio de operaciones. En se-
gundo término, hay que señalar que, en este contexto, lo puramen-
te natural se opone aquí a lo libre. La naturaleza ordenada a algo de-
terminado se circunscribe a agentes necesarios, no libres, es decir,
a agentes naturales. Éstos están determinados solamente a aquellas
operaciones que les son exclusivas según su especie. Así, el fuego só-
lo está ordenado a quemar, calentar y alumbrar. El hombre en cam-
bio, en cuanto agente libre, puede ordenarse o dirigirse a operacio-
nes aun opuestas entre sí. De este modo, la presente sentencia señala
la determinación que se da en lo puramente natural. También se en-
cuentra, básicamente con el mismo significado, en la formulación:
“Causa naturalis est determinata ad unum (efectum)”.
natura non deficit in necessariis. Que la naturaleza no deja de pro-
veer lo necesario, así como tampoco abunda en lo superfluo, es otra
afirmación aristotélica que ha sido suscripta por los escolásticos. Por
su parte, en el comentario a esta sentencia, Duns Escoto focaliza su
análisis en la unidad e integridad del ente natural en relación con la
operatividad que le es propia. Así, por ej., los miembros inferiores
en el hombre son necesarios y suficientes para su modo natural de
desplazamiento, esto es, para la actio debita (cf. De Rer. Princ. q. 14,
n. 28). Otra versión, aunque menos específica de la presente máxi-
ma es natura semper agit quod melius est.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 768

natura non facit saltus. Advierte que la naturaleza no presenta discon-


tinuidad en sus ordenaciones, ni en sus desarrollos. Se considera
que esta afirmación se remonta, por lo menos, a M. Eckhart. De he-
cho, Leibniz se apoya en su autoridad cuando escribe que todo pro-
cede por grados en el mundo natural (cf. Nouveaux essais, IV, 16),
lo cual constituye, para él, la ley metafísica de la continuidad (cf.
Monadología 9, 10).
natura semper agit quod melius est. Cf. natura non deficit...
necessarium ex se non potest non esse. Cf. ab oportere ad esse...
nemo dat quod non habet. Esta sentencia expresa un aspecto de la natu-
raleza propia de la causación que implica participar el ser o un modo
de ser: “Nadie da lo que no tiene”. Por eso, si se hallan efectos apa-
rentemente superiores a la que parecería ser su causa, hay que supo-
ner que intervino una causalidad más amplia. Esto se aplicó frecuen-
temente a la causa essendi. Para los teólogos medievales, ningún ente
finito tiene en sí el ser de modo originario, porque no es el Ser en sí
sino sólo un ente que tiene el ser recibido. Y lo tiene precisamente en
virtud de una participación actual del Ser mismo, que es Dios.
nihil agit in distans. Esta breve formulación significa que ningún agen-
te opera a la distancia. Vale decir que ninguna causa produce inme-
diata o directamente su efecto en lugar distante de sí, sino que debe
hacerlo a través de una instancia intermedia; así, por ejemplo, el sol
ilumina a través del aire. Ello obedece a que la virtud o potencia de
los agentes creados, en cuanto creados, es limitada.
nihil agit in seipsum. Este principio, “Nada puede actuar sobre sí mis-
mo”, debe entenderse siempre con la acotación “respecto de lo mis-
mo”. De lo contrario, un mismo ente sería a la vez agente y pacien-
te en el mismo sentido, lo cual es imposible. Sin embargo, una parte
de él puede actuar sobre otra parte u otro aspecto suyo.
nihil cognoscitur nisi secundum quod est in actu. Enunciado de la fi-
losofía escolástica según el cual sólo puede conocerse aquello que es-
tá en acto. Para la comprensión cabal de esta afirmación, se han de
tener en cuenta dos aspectos: a) el conocimiento actual se da cuan-
do el cognoscente asimila intencionalmente la forma de lo conoci-
769 Sentencias

do, lo cual supone que lo conocido ya tiene determinada forma, es


decir, actualidad. Tener forma significa ser en acto según dicha for-
ma; aquello que no posee forma no puede, entonces, ser conocido.
b) El conocimiento implica algún objeto, es decir, algún ente que
sea su término. Ahora bien, el ente puede estar en acto o en poten-
cia; pero la potencia no es cognoscible en sí misma, sino que sólo
se la conoce en relación con el acto al que está ordenada; por ej., no
pueden conocerse las capacidades de un ser, si no se percibe en acto
lo que dicho ser hace o recibe. Por consiguiente, la cognoscibilidad
supone siempre actualidad.
nihil est causa sui ipsum. Nada es causa de sí mismo. Efectivamente,
causa es lo que produce un ser que, sin su intervención, no existiría;
por eso, para ser causa es necesario, primero, ser. Así, una hipotética
causa de sí mismo, por una parte, para poder actuar como causa pri-
mero debería ser; por la otra, no debería ser, para poder ser causada.
Evidentemente, esto es absurdo, si ser y no ser se tocan en relación
con el mismo ente y bajo el mismo aspecto. Si, en cambio, se con-
sideran diferentes perspectivas, la cuestión varía; por ej., el mismo
hombre existente que opera libremente, puede ser causa de sí, pero
no de su existencia ni de su operatividad en cuanto tal, sino sólo des-
de el punto de vista de las perfecciones que adquiere o adquirió con
su actividad. De este modo, un hombre puede ser causa de sí mismo
como médico o como matemático, pero no en cuanto hombre.
nihil est in intellecto quod prius non fuerit in sensu. Principio escolás-
tico que responde a la gnoseología de orientación aristotélica, según
la cual el conocimiento parte de la experiencia sensible. No obstante,
de hecho, se atribuyeron distintas interpretaciones a esta sentencia,
según que el acento se pusiera en la sensibilidad como causa única de
las ideas, o que se la considerara meramente como una causa que co-
opera con el intelecto. La interpretación propia de la Escolástica me-
dieval es la segunda. Ésta fue formulada por la tradición aristotélica
que entendía que, a partir de la presencia en el alma de la imagen de
un ente particular, captada por la sensibilidad, se forma el concepto,
gracias a la abstracción universalizadora del intelecto (cf. por ej., De
an. III, 3; y An. Post. II, 19). Tomás de Aquino confiere a esta doc-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 770

trina una exposición más precisa, definiendo especialmente el carác-


ter individual del intelecto agente como virtus activa, por la que ca-
da uno de nosotros abstrae la especie inteligible del phantasma (cf.
por ej., C.G. II, 66-67 y 73-78; S. Th. I, qq. 84 y ss.). En definitiva,
se afirma la experiencia sensible como punto de partida ineludible
del conocimiento, ya que el intelecto por sí mismo carece de “mate-
rial” sobre el que concebir o diseñar la forma inteligible: es como una
tabula rasa o un bastidor en blanco hasta que no reciba dicho “ma-
terial” de la sensibilidad. Esta concepción del conocimiento, la más
frecuente en la Escolástica, niega, pues, la existencia de ideas innatas,
aunque no de principios de operatividad propios del intelecto.
nihil nihilo abit. Cf. ex nihilo nihil fit.
nihil operantur frustra. Cf. Deus et natura nihil faciunt frustra.
nihil potest reduci de potencia in actu, nisi per aliquod ens actu. Na-
da puede pasar de la potencia al acto, sino por medio de un ser en
acto. Cf. Omne quod movetur ab alio movetur.
nihil quod est ad utrumlibet exit in actum. Cf. Ab indiferenti ut
indifferenti nihil determinatum oriri potest.
nihil violentum durabile. Este enunciado, de base aristotélica, con-
cierne especialmente, aunque no de manera exclusiva, a la filoso-
fía de la naturaleza. En dicha línea de pensamiento, la natura de un
ente es concebida como el principio intrínseco de su actividad. Se
comprende, pues, que la acción natural sea durable por definición,
ya que responde a principios ónticos, siendo la esencia misma de
una sustancia la que determina su obrar. En cambio, lo “violentum”
alude a la acción padecida por una sustancia proveniente de un
principio extrínseco a ella, oponiéndose así, de algún modo, a su
naturaleza y a su movimiento natural (cf. Arist. Et. Eud. III, 1; To-
más de Aquino, S. Th. I-II, q. 6, a. 6 ad 1, y De ver. q. 24, a. 1, c).
Por consiguiente, la determinación violenta es por sí misma episódi-
ca, en cuanto aislada de la naturaleza, su orden y su curso. Este últi-
mo se desarrolla siempre a través de un actuar complejo que elimina
paulatinamente los obstáculos, o bien, en los seres animados, posi-
bilitando el desarrollo del poder de adaptación y redimensión.
771 Sentencias

nihil volitum quin praecognitum. Cf. ignoti nulla cupido.


non entis non est definitio. La presente sentencia, que afirma que no
hay definición del non ens no ha sido universalmente aceptada en la
Escolástica. Esto se da porque hay dos posiciones acerca del térmi-
no “ens” (véase): la de quienes consideran que sólo es ens aquello en
lo que se da el ser –es decir, aquello que efectivamente existe– y la de
quienes aceptan llamar “ens” también a todo aquello que sea o pue-
da ser sujeto de proposiciones con el verbo ser, como los términos ló-
gicos, como la afirmación; las privaciones, como la ceguera; o las co-
sas imaginarias, como el centauro. Los primeros niegan que estos tres
últimos sujetos sean entes; los segundos lo afirman. Por eso, los pri-
meros sólo admiten definición para el primer caso, sosteniendo que
no puede haber definición para el segundo, ya que entienden que en
el segundo caso se trata, en realidad, de no entes. Pero la posición
más extendida en la Escolástica es la que distingue entre definitio
realis (véase definitio), que corresponde al ente en el primer sentido,
el sentido fuerte de ens y la definitio nominalis, que compete al segun-
do caso, el de los entes que no tienen esencia real. Esta posición sos-
tiene que de ambos tipos de “ente” hay definición, aunque sólo sea
nominal, si bien sólo los primeros tienen definición real porque só-
lo ellos tienen esencia. Es la línea en la que se inscribe, por ej., To-
más de Aquino (cf. De ente et ess. 1). En cambio, Duns Escoto op-
ta por atenerse sólo a la “definitio proprie dicta”, entendiendo por és-
ta la definición real referida al ente real. En consecuencia, suscribe es-
te enunciado, negando que los non entes, por ej., las privaciones, ten-
gan definición: “Quia non ens non habet quid est” (cf. Op. ox. IV, d. 1,
q. 2, n. 2).
non sunt multiplicanda entia sine necessitate. “No deben multipli-
carse los entes sin necesidad”. Con esta expresión se indica la así lla-
mada “ley de economía o parsimonia”, que concierne tanto al ser
como a los principios que lo explican. Dicha ley siempre consti-
tuyó un criterio, más o menos explícito, del pensamiento filosófi-
co, pero esta formulación, ya clásica, se atribuye –por lo menos, en
su acepción más radical– a Guillermo de Ockham. Para él, la apre-
hensión intuitivo-intelectiva de lo singular concreto es el único ele-
mento positivo; el resto puede calificarse de crítica negativa o nega-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 772

ción. Tal negación está regida por dos principios: “Deus potest facere
omne quod non inducit contradictionem” y “Frustra fit per plura quod
potest fieri per pauciora” (véanse), siendo este último principio asimi-
lable al enunciado que nos ocupa. En efecto, la primera sentencia,
aun cuando muy discutida, se limita a establecer la condición de
posibilidad de todo ente; la segunda, indica la convicción sobre la
inutilidad de apelar a varios para hacer lo que puede hacerse por
menos. De este modo, se declara inútil toda complejidad óntica que
la inteligencia sostenga para explicar los diversos principios de la
realidad empírica. Ockham prescinde así de “entidades” entre Dios
y lo creado, como prescinde también, congruentemente, de toda
entidad entre el terminus conceptus y la realidad a la que éste se refie-
re. De la misma manera, para explicar el hecho del conocimiento, se
niega a recurrir a diversas facultades cognoscitivas internas y exter-
nas, intelecto agente e intelecto posible, etc., considerando que bas-
ta que se dé un cognoscente frente a un objeto. Puesto que el segun-
do principio fue utilizado por dicho autor para zanjar las más in-
trincadas cuestiones, esta sentencia, que lo formula, se conoce his-
tóricamente con el nombre de la “navaja de Ockham”. En la Mo-
dernidad, Galileo expresa lo mismo diciendo: “La natura non opera
con molte cose quello che può operare con poche”, y lo aplica particular-
mente al principio de inercia.
omne agens agit in quantum est actu. Todo agente actúa en cuanto
está en acto. Para que algo actúe, antes tiene que ser o existir. Más
aún, el mismo existir de la cosa es por sí principio de acción: toda
cosa o sustancia que efectivamente existe, no puede existir sin tener
una naturaleza dada. Ésta es justamente su esencia en cuanto princi-
pio de las operaciones que le son propias según su especie. La poten-
cia no dice ser sino posibilidad de ser y, por ende, sólo posibilidad de
actuar en una dirección determinada.
omne agens agit propter finem. El enunciado de que todo agente ac-
túa por un fin constituye un modo de formular el principio de fi-
nalidad. Toda operación o acción es siempre de algo –el agente–
sobre algo y dirigido u ordenado a algo. Por eso, la intrínseca direc-
ción al fin propia del agente es un principio formal, cualitativo de
todo actuar.
773 Sentencias

omne quod est, ex suppositione quod sit, necesse est esse. Axioma que
expresa el tipo de necesidad hipotética ex suppositione (véase) o ex
hypothesi, es decir, aquella que requiere una condición para que se
dé. Así, por ej., con la condición de estar sentado, o suponiendo que
alguien lo está, es necesario que, mientras permanezca en tal posi-
ción, esté sentado (cf. Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 19, a. 3 c).
omne quod est per participationem causatur ab eo quod est per essen-
tiam. Todo lo que es por participación es causado por aquello que
es por esencia. Este principio está basado sobre la noción escolásti-
ca del esse per participationem. Esta última expresión se refiere siem-
pre a un ser que posee determinada perfección de manera limitada
o parcial, ya se trate de una perfección de carácter trascendental, co-
mo verdad, bondad o belleza, ya sea de carácter predicamental, co-
mo la cantidad. Tal participación está en el ser derivado o participa-
do. Dicho ser o dicha perfección no es subsistente en sí y por sí –lo
que indica omnímoda plenitud–, sino que deriva necesariamente de
lo autosubsistente. Así, también este principio expresa un desarro-
llo de la noción de causalidad: el aspecto de efecto está indicado en
la limitación señalada, y el de causa se remonta a la así llamada causa
adaequata o causa essendi, es decir, aquella que no interviene sólo co-
mo factor de mutación, sino que participa o comunica su propio ser.
Esta causa es el Ipsum Esse subsistens al que se refiere repetidas veces
Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 44, a. 1; q. 84, a. 4, ad 1; q. 49, a.
3, ad 4; q. 65, a. 4, ad 2). Véase también primum in unoquoque...
omne quod fit habet causam. He aquí una de las formulaciones esco-
lásticas del principio de causalidad: “quod fit”, lo que existe, lo que
se hace, es algo nuevo, contingente, o bien es efecto. Pero, en sen-
tido amplio, alude siempre a lo que adviene. Y nada adviene, suce-
de o se hace sin causa, como explicita Tomás de Aquino, por ej., en
C. G. I, 28.
omne quod movetur ab alio movetur. Sentencia escolástica, tratada,
por ej., por Tomás de Aquino en C. G. I, 13 y S. Th. I, q. 2, a. 3 y q.
75, a. 1, que expresa el célebre principio aristotélico que el Estagi-
rita desarrolla en los libros séptimo y octavo de su Física. En lo que
respecta al significado y al valor de esta sentencia, es menester no-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 774

tar que su formulación no es tautológica, dado que el verbo del pri-


mer miembro está en voz media, mientras que el del segundo se en-
cuentra en voz pasiva. De ahí que su traducción precisa sea: “To-
do lo que se mueve es movido por otro”. Así, el primer verbo expre-
sa un modo de existir que comienza a ser y que antes no era –el del
móvil– y que, por eso, no es por sí ni desde sí, es decir, no tiene en
sí la razón de ser. El segundo verbo señala, precisamente, la exigen-
cia entitativa del primero, introduciendo otro factor: el del agen-
te. Cabe subrayar que este principio en su significado y aplicación
más fuerte concierne al cambio o la mutación en el significado me-
tafísico de “movimiento”; dicho en términos aristotélicos, el pasaje
de la potencia al acto. En este último sentido, el enunciado asumi-
ría otra formulación: “Siempre se pasa de lo que es en potencia a lo
que es en acto, por otro que ya existe en acto” (Met. VIII, 9, 1049 b
24-25). En estos últimos términos, la sentencia que nos ocupa con-
cierne al principio de causalidad. Ese “otro” del que se habla, debe
entenderse como otro aspecto del nuevo modo de ser: así, por ej.,
la facultad cognoscitiva es otra, i. e. distinta y distinguible tanto del
cognoscente como del acto de conocimiento en cuanto tal. Véase
quidquid movetur...
omnes homines natura scire desiderant. Esta formulación tiene punto
de partida en el célebre comienzo de la Metafísica aristotélica: todos
los hombres, por naturaleza, desean saber. Al asumirlo, los autores
medievales subrayaron lo afirmado a continuación por el Estagiri-
ta: el amor que los hombres muestran por los sentidos, especialmen-
te la vista, en la medida en que éstos no sólo contribuyen a la pre-
servación de la vida sino que también son medios de conocimiento.
Según la lectura medieval, la visión, por su inmaterialidad, nos pro-
cura mayor certidumbre que el resto de los sentidos y es, a la vez, la
que nos aporta más datos sobre la realidad sensible. Los medievales
interpretaron que si naturalmente amamos más el sentido que me-
jor nos permite conocer, ello es prueba de que, por naturaleza, ama-
mos el conocimiento. Así se lee en la mayor parte de los comenta-
rios escolásticos el texto aristotélico.
omnis actio est iuxta proportionem maioris inaequalitatis. Esta sen-
tencia señala que toda acción (véase actio) guarda proporción con la
775 Sentencias

mayor o la menor desigualdad que mantenga con su término, puesto


que lo igual no actúa sobre su igual (véase simile non agit in simile).
omnis virtus perficit hominem. En general, la virtus en sí misma es
una perfección, pero también es una fuerza o una potencia que lle-
va a obrar rectamente o a hacer rectamente algo; de ahí que se ha-
ble, por ej., de “virtud curativa”. Así pues, puede predicarse de per-
sonas o de cosas. Paulatinamente, el término “virtus” se fue reser-
vando para el hombre y sus operaciones. Ahora bien, en su acepción
más acotada, la virtus es la disposición propia de una potencia pa-
ra llevar a cabo un acto bueno en sí mismo. Como el obrar sigue al
ser, el modo de acción deriva de la disposición del agente, o sea, del
hombre. La virtud es principio de actividad, del obrar; por tanto, es
necesario que preexista en el agente la correspondiente disposición a
obrar. Cuando esa disposición se traduce en repetidos actos hechos
en orden al bien, se convierte en habitus. La virtud propiamente di-
cha es, pues, aquel hábito operativo que perfecciona el obrar huma-
no y, por eso, al hombre mismo, como reza este enunciado.
operari sequitur (ab) esse. El obrar sigue al ser, en cuanto el ente actúa
según su naturaleza, vale decir, según lo que es, porque, antes que
nada y de modo fundante, el ente es. En términos técnicos, se di-
ce que la operación es del sujeto subsistente (principio quod del ac-
tuar), por medio de su naturaleza (principio quo del obrar). Por eso,
escolásticamente se llama acto primero a la naturaleza del sujeto, y
acto segundo, a su operación: el ente obra porque es, no a la inver-
sa. Por lo demás, el acto de ser se da en una naturaleza determina-
da, más aún, individuada; de ahí que el modo de obrar refleje el mo-
do de ser. De esta manera, un ente puede obrar según el máximo
de posibilidades de su naturaleza específica y también por debajo
de ella, pero no por encima: un pájaro y un hombre pueden actuar
ambos por instinto pero, a diferencia del hombre, el ave no puede
obrar racionalmente porque no es animal rationale.
operationes sunt singularium. En términos escolásticos, todo ente es-
tá constituido de essentia y esse. La naturaleza es la esencia de un ente
en cuanto principio de operación. Así, no es la esencia del ave la
que vuela sino el ave individual, que posee esencia o naturaleza. De
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 776

ahí lo afirmado por esta sentencia: las operaciones son de los indivi-
duos. Cf. actiones sunt...
opinari et existimare non est in nobis. Opinar y estimar no depende
arbitrariamente de nosotros, en cuanto no podemos asentir o disen-
tir a voluntad respecto de aquello que se nos aparece como verda-
dero o falso con plena evidencia o con un motivo plausible: nuestro
juicio está determinado, pues, por la realidad del objeto mismo que
se nos impone. En cambio, sí podemos imaginar algo a voluntad.
opposita simul stare nequeunt. Los términos opuestos, contrarios o
contradictorios, no pueden encontrarse simultáneamente en lo mis-
mo. Se basa sobre lo explicitado en posito uno contrariorum...
ordine intentionis quae sunt priora posteriora sunt ordine executionis.
Lo primero en el orden de la intención es posterior en el orden de
la ejecución. Esta sentencia se refiere a la causa final: primero quere-
mos el fin y luego los medios cuya ejecución nos llevará a alcanzar-
lo. Sin embargo, en sentido cronológico, es a la inversa: primero eje-
cutamos los medios para obtener así el fin propuesto. Por ej. un en-
fermo antes de recobrar su salud –a la que tiende como fin último
en cuanto enfermo– se ha de procurar las medicinas que repararán
su salud deteriorada.
pars alicuius totius non habet esse nisi esse totius. La parte de un to-
do no tiene ser sino el ser del todo. El enunciado sólo se refiere al ca-
so del todo integral, es decir de aquella totalidad en la que no sola-
mente las partes constituyen el todo sino que éste es lo único que les
puede conferir razón de ser; de ahí que sea aplicable fundamental-
mente a los organismos. Diferente es el caso de un todo no integral:
en éste la parte tiene cierta independencia óntica; por ej., la pared
de una casa, ya que no repugna al muro permanecer en su ser sepa-
rado de la casa. No obstante, se ha de tener en cuenta que pars extra
totum est imperfecta. Así se expresa Duns Escoto (cf. Op. ox. II, d.
17, q. 1, n. 5). La contrapartida complementaria de esta sentencia es
la que reza posito toto integrali...
parvus error in principio magnus est in finis. Un pequeño error al
principio se hace grande al final. Es éste un precepto metodológi-
co que advierte sobre la importancia del manejo preciso de las no-
777 Sentencias

ciones fundamentales, para evitar que los equívocos y las impreci-


siones generen distorsiones graves en el edificio racional que se yer-
gue a partir de ellas. Por eso, Tomás de Aquino elige citar este prin-
cipio para abrir su opúsculo De ente et essentia: estas nociones figu-
ran entre las primeras que ha de incorporar con corrección y exacti-
tud quien se inicie en Metafísica. Además, como señala Avicena (cf.
Met. I, 6), son las cosas que primero concibe el entendimiento. La
fuente común es aristotélica y se encuentra en el libro primero del
De caelo et mundo.
peiorem sequitur semper conclusio partem. Con la afirmación de que
la conclusión sigue siempre la “peor parte”, los autores medievales
subrayaron un aspecto de la consecuencia necesaria con que la ín-
dole de la conclusión deriva de las premisas. En efecto, considerada
“peor” la negación respecto de la afirmación y la particularidad res-
pecto de la universalidad, señalaban con esta sentencia el hecho de
que una premisa negativa o bien una particular conducirán siempre
a una conclusión del mismo carácter.
posita causa formali ponitur eius effectus. Indica que si se da la cau-
sa formal se da su correspondiente efecto, así como, desaparecida
la primera, desaparece también el segundo: remota causa formali,
removetur eius effectus. Esto se funda, obviamente, en el hecho de que
la forma es lo que confiere a la cosa su ser determinado y la conserva
en él. Por ej., “La blancura existe en algo; luego, existe lo blanco”. A
la vez, es válido el sentido inverso partiendo del efecto. Si se ha da-
do de hecho tal efecto es porque se ha dado primero –obviamente,
en una prioridad metafísica– su causa formal: lo blanco existe por-
que existe la blancura. La correspondiente negación tiene el mismo
fundamento: remoto effectu causa formalis removetur et ipsa. En este
último caso, se ha de recordar que la forma mantiene a la cosa en su
ser determinado, de modo que, desaparecida dicha determinación
–que hace “ser lo que es” a ese ente– desaparece su causa formal.
posito effectu ponitur eius causa formalis. Cf. posita causa formali...
posita causa materiali possibile est ipsius actum esse. La materia (véa-
se) es aquello de lo cual algo se hace con el concurso de otro u otros
factores; por ej., el mármol respecto de la estatua que supone la in-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 778

tervención del escultor para que aquello que está en el mármol en


potencia, llegue al acto, i.e. la estatua. La materia está, pues, asocia-
da con la potencia y, por ende, con la posibilidad. Ello explica que,
en la dirección que va de la causa al efecto, se hable en términos de
lo posible. Con todo, la causa material debe suponer la disposición
hacia el efecto: por ej., en el hierro –y no en el papel– está en poten-
cia la espada. De esta manera, se manifiesta lo sostenido por la sen-
tencia: dada la causa material, es posible que su acto mismo sea. Pa-
ra retomar el ejemplo, si hay hierro, es posible que haya espada de
hierro. En cambio, en la dirección inversa, es decir, desde el efec-
to a la causa, y teniendo en cuenta las notas de la relación causal, se
habla en términos de lo necesario. Así, se afirma que posito effectu
materia permanens necessse est eius materia esse: dado el efecto, perma-
neciendo la materia, es necesario que esta materia sea. Si hay espa-
da de hierro, necesariamente hay hierro. En su literalidad, con ver-
bos en presente, ambas rigen para los casos de materia permanens.
En cambio, en aquellos de materia transiens, como esta última pala-
bra indica, interviene el factor temporal, con lo que el tiempo verbal
–o aun el mismo verbo– queda modificado cuando se va desde
el efecto a la causa: posito effectu materia transeuntis necesse est eius
materia praefuisse (véase). Pero en sentido negativo o destructive, y
desde la causa al efecto, la sentencia es única y se expresa en térmi-
nos absolutos: remota causa materiali removetur eius effectus. Cance-
lada la causa material, se cancela su efecto; poco importa si dicha
causa es materia permanens o transiens: si no hay hierro, no puede
haber espada de hierro; si no hay harina, no puede haber pan, como
explica Pedro Hispano (cf. Sum. Log., 5. 25).

posito effectu materia permanens necesse est eius materia esse. Cf.
posita causa materiali...
posito effectu materia transeuntis necesse est eius materia praefuisse.
Cf. posito effecto ponitur eius… Locución referida al caso de los en-
tes materiales, cuya materia es transiens, por ej., el pan hecho de ha-
rina. Se debe decir que, dado el efecto de algo hecho de materia
transiens, alguna vez tuvo que haberse dado previa y necesariamente
779 Sentencias

dicha materia. Retomando el ejemplo propuesto, esta sentencia se


aplicaría así: “Existe pan; luego, tuvo que existir harina”; de ahí que
se emplee el verbo en pasado. Si se tratara de materia permanens, ha-
bría que decir que, dado el efecto, se da la materia correspondien-
te a su causa material.
posito effectu ponitur eius materia permanens. Debe recordarse que se
habla de materia (véase) en muchos sentidos. Entre ellos, la materia
puede ser permanens, como la madera en el leño, o también transiens,
como la hierba en la oveja. Ahora bien, la presente sentencia se refie-
re a los entes materiales y, respecto de ellos, afirma que, dado el efec-
to, como dicho efecto implica también causa material permanente,
ha de darse necesariamente la materia que le corresponde. La locu-
ción se aplica, pues, sólo al primer ejemplo mencionado porque allí se
trata de materia permanente: “Dado un leño, se da la madera”.
posito uno contrariorum ab eodem removetur reliquum. A diferencia
de términos meramente diversos, como “superficie” y “blanco”, se
consideran términos contrarios aquellos que, refiriéndose a un mis-
mo sujeto, expresan sus grados extremos, por ej., blanco-negro (véa-
se opposita 1). En tal caso, como indica esta sentencia, dándose uno
de los contrarios está implicada necesariamente la remoción, es de-
cir, la inexistencia o la desaparición del otro en el mismo sujeto y el
mismo orden (véase remoto uno contrariorum...).
posito uno dividentium removetur reliquum. Dado uno de los tér-
minos de la división se cancela o remueve el restante. Para la com-
prensión de esta sentencia conviene aclarar qué se entendía en ló-
gica medieval por “divisio”. En sentido general, significa separa-
ción o distinción. Ahora bien, la divisio (véase) puede ser de carác-
ter afirmativo, por ej., la separación de una mano respecto del cuer-
po en el caso de una amputación, o bien negativo. La división nega-
tiva es de carácter eminentemente lógico y consiste en distinguir per
negationem, por ej., separar hombre de no hombre. Así, Sócrates es
o bien hombre o bien no hombre. Si se da lo primero, queda exclui-
do lo segundo. Aplicada al presente ejemplo, la sentencia sostiene
que, dado uno de los términos distinguidos o separados en este úl-
timo sentido, como Sócrates es hombre, se remueve o descarta que
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 780

no lo sea. Esta sentencia implica los principios lógicos de no contra-


dicción y de tercero excluido, como su complementaria: remoto uno
dividentium ponitur alterum. Entre otros, Pedro Hispano trata el ca-
so (cf. Sum. Log., 5. 46).
posito toto integrali ponitur quaelibet eius pars. Este axioma establece
que, dado un todo integral, se da cualquiera de sus partes. Hay que
tener en cuenta que la noción de integridad proviene del término
integer, que en primera acepción significa “intacto”. Así, la completa,
intacta unión de partes compone el todo. El darse de ese totum supo-
ne, pues, la existencia de cualquiera de sus partes; por ej., existiendo
un hombre existe su corazón. Obviamente, la sentencia solo es válida
para el caso de las sustancias compuestas, ya que las simples por defi-
nición son indivisas e indivisibles. Cf. pars alicuius totius...
posito uno privative oppositorum ab eodem removetur reliquum.
Puesto que se denomina opposita privative a una forma y su corres-
pondiente privación, como visión-ceguera, se sigue que el darse de
uno de dichos opuestos implica la no existencia del otro. Por eso, la
sentencia sostiene literalmente que, dado uno de los opuestos priva-
tivos, por eso mismo, el otro desaparece.
posito uno relativorum ponitur alternum. Sentencia que se refiere al
tipo de relación cuyos términos son correlativos (véase relatio) y se
implican mutuamente, como padre e hijo. Dada dicha implicancia
mutua, la sola existencia de uno de dichos términos supone necesa-
riamente la del otro. En sentido negativo, la sentencia reza: destructo
uno relativorum destruitur alterum o, más frecuentemente, remoto uno
relativorum removetur alterum. Siempre en esta clase de relación, si
desaparece uno de los términos relativos, desaparece el otro; así, si
no hay hijo no puede haber padre, y a la inversa.
potentiae specificantur per actus et obiecta. Sentencia escolástica que
indica que la diversidad de potencias o facultades está dada por la
diversidad de objetos a los que ellas están ordenadas por naturale-
za y por el acto propio de cada una de ellas. Un examen atento de
la cuestión es el que presenta Tomás de Aquino, quien aclara que
no cualquier diversidad de objetos diversifica las facultades, sino só-
lo la especificidad de aquello a lo que la potencia está ordenada co-
781 Sentencias

mo a su objeto propio. De esta manera, a los colores y a los sonidos


corresponden diferentes potencias de la sensibilidad como la poten-
cia de ver y la potencia de oír, mientras a cosas coloreadas, como ro-
sas o edificios, no corresponden diferentes potencias o facultades, si-
no una sola: la potencia sensitiva del color, i. e. la vista (cf. S. Th. I,
q. 77, a. 3). Dicho técnicamente: lo que especifica y distingue cada
potencia no es el objeto material sino el objeto formal propio (véa-
se obiectum).
primum in intentione est ultimum in executione. Cf. Ordine intentionis...
primum in unoquoque genere est causa caeterorum. Este enuncia-
do, aunque de formulación aristotélica, presenta resonancias pla-
tónicas; de ahí que remita también al que reza omne quod est per
participationem.... En efecto, se entiende aquí por primum aquello
que, en el ámbito de determinado género, no tiene ni puede tener
ningún precedente. Tal primum se concibe, pues, como lo que po-
see por identidad la perfección de ese genus. Ahora bien, puesto que
tal perfección por identidad sólo puede corresponder a un solo en-
te, si existen otros en el género de esa perfección, serán derivados, es
decir, participaciones del primero que es causa de los restantes. Así,
el calor del leño o del hierro incandescente es causado por el fuego
al cual conviene el calor esencialmente. La formulación de este prin-
cipio se encuentra también en Aristóteles (cf. Met. I, 193 b 24) y es
frecuente en la Escolástica, especialmente, en Tomás de Aquino (cf.,
por ej., S. Th. I, q. 44, a. 1; C.G. II, 15; De pot. q. 3, a. 5).
principia prima sunt omnibus nota. Los primeros principios son co-
nocidos por todos. Este enunciado se refiere precisamente a los
principia communes, también llamados “maximae propositiones”. És-
tos son evidentes para nosotros sin necesidad de demostración, aun-
que constituyen el punto de partida de cualquier demostración; de
ahí que conciernan a todas las ciencias; por ej., el principio de no
contradicción. Por lo demás, si los principios de la demostración
no fuesen evidentes universalmente, las demostraciones deberían re-
montarse al infinito y, entonces, nada podría probarse.
primum in intellectu cadit ens. Esta sentencia escolástica, que sigue la
doctrina aristotélica de la abstracción, asume el ens en su significado
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 782

primario, es decir, como aquello que efectivamente es. Por eso, di-
ce Tomás de Aquino que lo primero que aprehende el entendimien-
to es el ens. De hecho, cualquiera sea la cosa que aprehendemos, al
instante concebimos que existe; así, le atribuimos el ser y por consi-
guiente unidad y bondad, en razón de la convertibilidad entre ens,
unum y bonum (cf., por ej., S. Th. I-II, q. 55, a. 4 ad 1).
prius est esse quam operari. Cf. operari sequitur esse.
propter quod unumquodque tale et illud magis. Sentencia escolástica,
fundamentada en el pasaje de la Metafísica aristotélica (cf. I, 1, 993
b 24), que dice que aquel ser del cual depende que muchos tengan
una determinación particular, contiene esa misma determinación y
de modo eminente. Así, este principio se identifica con el que reza
“Primum in unoquoque genere…” (véase); por ej., si un leño encen-
dido es cálido a causa del fuego, el fuego mismo debe ser necesaria-
mente cálido y serlo aún más que el leño encendido.
quae conveniunt in uno tertio, ea conveniunt inter se. La convenientia
es aquella condición de los entes o de las nociones por la cual dichos
entes o nociones pueden unirse o vincularse entre sí. Ahora bien,
para algunos autores –en general, aunque no necesariamente, realis-
tas– ello implica la postulación de una tercera instancia, la de aque-
llo en lo que convienen o gracias a lo cual lo hacen; de allí esta sen-
tencia escolástica: “Las cosas que convienen con una tercera –o co-
inciden o concuerdan con ella–, convienen a la vez entre sí”. Por ej.,
una rosa blanca y la nieve convienen en la blancura.
quantum omne divisibile est. El axioma que establece que todo quantum
(véase) es divisible alude a la noción misma de cantidad, cuyo atri-
buto esencial es justamente la divisibilidad. Por lo demás, propio
de la cantidad es ser mensurable, o sea, de algún modo divisible en
partes.
qui dat formam dat consequentiam ad formam. Lo que da la forma
da también lo que se sigue de ella porque, al ser la forma aquello que
constituye a algo como tal, conlleva las consecuentes propiedades de
ese algo. Por ej., aquello que confiere la forma “fuego”, por eso mis-
mo, comunica la propiedad de quemar. Así, el presente axioma equi-
783 Sentencias

vale al que reza: “causa causae est etiam causa causati” (véase), si se en-
tiende la primera de estas palabras en el sentido de causa formal.
quicquid praedicatur de partibus in quantitate simul sumptis
praedicatur de suo toto. Se trata aquí de los miembros de una espe-
cie como partes cuantitativas de una totalidad. Así, dice que lo pre-
dicado de cada una de ellas, simultáneamente asumidas, esto es, su-
madas, se predica de la totalidad. Por ej., Sócrates corre, Platón co-
rre y el resto de los hombres corre; luego, el hombre corre. La co-
rrespondiente proposición destructiva sostiene: quicquid removetur
de partibus in quantitate simul sumptis removetur a suo toto, es decir,
lo que se niega de cada parte o miembro, sumados, se niega de la to-
talidad. Por ej., Sócrates no vuela, Platón no vuela y los demás hom-
bres no vuelan; luego, el hombre no vuela.
quicquid praedicatur de toto in quantitate et de qualibet eius parte.
Sentencia que se refiere a proposiciones lógicas: lo que se predica
del todo cuantitativamente hablando se predica de cualquiera de sus
partes, entendiéndose por lo primero las proposiciones universales y
por lo segundo, las singulares. Por ej., “Todo hombre corre; luego,
Sócrates corre”. Por eso, se asimila al enunciado si universalis vera
quaelibet eius singularis vera: si la proposición universal es verda-
dera, cualquiera de las singulares que ella comprende es verdadera.
Por cierto, también es válida la correspondiente negativa: quicquid
removetur a toto in quantitate et a qualibet eius parte. Ejemplo de la
última es: “Ningún hombre corre; luego, Sócrates no corre”.
quicquid removetur a toto in loco et a qualibet eius parte. Cf.
cuicumque convenit...
quicquid removetur de partibus in quantitate simul sumptis
removetur a suo toto. Cf. quicquid praedicatur de partibus...
quidquid movetur ab alio movetur. Cf. omne quod movetur ab alio
movetur. Todo lo que que mueve es movido por otro. Al fundar-
se en el concepto de movimiento o cambio, esta sentencia implica
las nociones de acto y potencia: el motor, i. e., aquello que mueve o
que produce el cambio de otra cosa, para poder hacerlo, ha de estar
en acto; lo que es movido debe estar en potencia respecto de aque-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 784

llo hacia lo que va a cambiar. Por ej., el fuego, que tiene calor en ac-
to, calienta el leño, y éste está caliente sólo en potencia. Es impo-
sible, pues, que una cosa sea respecto de lo mismo y de la misma ma-
nera motor y móvil, ya que, en ese caso, se incurriría en contradic-
ción. Ahora bien, en virtud de la variedad de órdenes en los que,
aristotélicamente, la Escolástica aplicó el concepto motus (véase), es-
ta sentencia se puede entender en los siguientes sentidos principales:
1. desde el punto de vista metafísico –y más fuerte– hay que consi-
derar que nada, salvo Dios, es a se (véase); por eso, todo lo que “se
mueve” o pasa del no ser al ser, es decir, todo lo que empieza a exis-
tir, lo hace en virtud de otra cosa anterior ya existente; 2. en lo que
hace a la categoría de cualidad, lo mismo rige en el caso del movi-
miento de la alteración; 3. causalmente, todo efecto propiamente
dicho tiene lugar en razón de una causa eficiente.
quidquid praedicatur de definitione et de definito. La definición es
la proposición que significa el ser de la cosa o realidad a la que se
alude, la cual es el sujeto gramatical de dicha proposición, por ej.,
Homo animal rationale est. En rigor, la definición aquí es el predica-
do gramatical y lo definido es homo. La presente sentencia dice que
lo que se predica o afirma de la definición se predica o afirma de lo
definido. Así, por ej., si el animal racional –que es la definición– es
capaz de pensar, el hombre –que es lo definido– es capaz de pen-
sar. En sentido negativo, tenemos la sentencia quidquid removetur a
definitione et a definito, esto es, lo que se rechaza, se remueve o se
niega de la definición también se niega de lo definido. Para retomar
el ejemplo mencionado, el animal racional no vuela, por tanto, el
hombre no vuela. Hay aún otra formulación de esta sentencia: “de
quocumque pradicatur definitio et definitum” y su correspondiente
negativa “a quocumque removetur definitio et definitum”. Pedro His-
pano utiliza ambas expresiones (cf. Sum. Log., 5. 10 y 5. 11).
quidquid praedicatur de definito et de definitione. Lo que se predica
de lo definido se predica también de la definición. A diferencia de
la inmediata anterior, esta sentencia acentúa la relación de habitudo
(véase) que lo definido guarda con la definición. Así, “hombre”, se
define como “animal racional” y “Sócrates” se define como “hom-
bre”. En este caso, “hombre” y “Sócrates” son lo definido y “animal
785 Sentencias

racional” es la definición. Ejemplo de esta máxima es “El hombre


piensa; luego, el animal racional piensa”; en los casos particulares,
“Sócrates es hombre; luego, Sócrates es animal racional”. Lo mismo
sucede en sentido negativo, ya que quidquid removetur a definito et a
definitione, o sea, lo que se niega o remueve de lo definido también
se niega de la definición: “La piedra no es hombre; por tanto, la pie-
dra no es animal racional”.
quidquid praedicatur de descriptione et de descripto. Lo dicho a pro-
pósito de la sentencia inmediata anterior rige también para el caso
de la descriptio (véase), tanto en sentido afirmativo como negativo.
quidquid praedicatur de specie et de genere. Lo más universal es supe-
rior respecto de lo menos universal que queda subsumido en lo pri-
mero, como animal respecto de hombre y hombre respecto de Sócra-
tes. Esta sentencia sostiene que cualquier nota esencial que se predi-
que de la especie se predica también del género. Así, si se afirma que
el hombre (especie) es animal (género), se afirma también su cor-
poreidad, ya que ésta le es esencial al ser animal. Desde el momen-
to en que esta máxima alude a predicados esenciales, se vincula con
la que reza: quidquid praedicatur de definito et de definitione (véase),
toda vez que se llega a la definición por género próximo y diferencia
específica. La sentencia que nos ocupa no se ha de confundir con la
máxima que dice de quoqumque praedicatur species et genus (véase), ya
que, si bien ambas se fundan en un procedimiento lógico similar, és-
ta tiene mayor extensión que la referida en último lugar.
quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur. Cualquier cosa
que se recibe, se recibe según la capacidad y la naturaleza del reci-
piente. De dos maneras puede entenderse “ad modum” en esta sen-
tencia: una limitativa y otra cualitativa. Según la primera, una per-
fección o un acto es recibido por una potencia receptiva o un suje-
to, con arreglo a su capacidad, a la que no puede exceder. Sin em-
bargo, ello no implica que el acto deba agotar siempre la capacidad
receptiva de la potencia, ya que ésta recibe solamente cuanto le con-
fiere la causa agente. De acuerdo con el segundo aspecto, la senten-
cia significa que, si los modos de ser de lo recibido y del recipiente
son diferentes, lo recibido es acogido por el recipiente según el mo-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 786

do de ser propio de éste; así, por ej., cuando el intelecto, que es in-
material, conoce las cosas materiales, las recibe en sí no material si-
no espiritualmente, para lo cual las despoja de sus condiciones ma-
teriales mediante la abstracción. Nótese que aquí no se ha usado el
término “omne” sino “quidquid”, ya que la sentencia subraya que el
hecho de recibir algo según la propia limitación y modalidad es al-
go que le ocurre a todos, pero exactamente en la medida en que su-
cede a cada uno en particular.
quidquid removetur a definito et a definitione. Cf. quidquid
praedicatur de definito...
quidquid removetur a genere removetur et a specie. Cf. quidquid
praedicatur de specie...
quod convenit alicui sub nomine magis noto et sub nomine minus
noto. Máxima que sostiene que, si lo que conviene o corresponde a
algo se expresa con palabras muy conocidas, eso mismo también es
válido si se lo expresa con términos menos conocidos. Así, se pre-
tende, por ej., que la proposición “Propio de la Filosofía es elucidar
las causas de las cosas” valga por “Propio de la Filosofía es explicar
las causas de las cosas”. No se trata, pues, de una mera explicitación
de la palabra, como señala Pedro Hispano (cf. Sum Log. 5. 41), sino
de validez de lo sostenido.
quod gratis affirmatur gratis negatur. Lo que se afirma gratuitamen-
te, es decir, sin fundamento, se niega también de esa manera. El he-
cho de que no haya o no se ofrezcan razones suficientes para soste-
ner una afirmación no prueba su falsedad. Se señala, pues, la inefi-
cacia demostrativa en esta clase de casos, a diferencia de lo que ocu-
rre en las demostraciones ad absurdum (véase demonstratio).
quod nimis probat nihil probat. “Lo que prueba demasiado no prue-
ba nada” no significa que toda prueba cuyo valor demostrativo va-
ya más allá del objetivo de la demostración sea necesariamente inefi-
caz. En efecto, se podría tratar de una prueba a fortiori (véase). Sim-
plemente advierte sobre aquellas demostraciones que, para anular la
antítesis, intentan forzar los límites de la tesis y envilecen con ello la
prueba. Un ejemplo sería argumentar que la sabiduría proviene de
la racionalidad; la racionalidad es común a todos los hombres; lue-
787 Sentencias

go, todos los hombres son sabios. En esta aserción se exagera el va-
lor de la racionalidad porque se la identifica sin más e ilegítimamen-
te con la sabiduría, cuando, en realidad, sólo es una de sus condicio-
nes. De esta manera, el argumento pierde toda su fuerza. Algo simi-
lar ocurre con el procedimiento seguido en las vulgarmente llama-
das “generalizaciones”.
quod potest cognoscere aliqua oportet ut nihil eorum habeat in sua
natura. Aplicada a las facultades de conocimiento y, especialmen-
te al intelecto, esta sentencia señala que es menester que lo que pue-
de conocer algunas cosas no tenga ninguna de ellas en su naturale-
za. En efecto, las que estuvieran naturalmente en ella impedirían el
conocimiento de las demás, así como una lengua impregnada de sa-
bor amargo no puede gustar el sabor de lo dulce. Por eso, es impo-
sible que el principio de la intelección, que capta las formas corpó-
reas, sea a su vez cuerpo. Se fundamenta en los términos en que se
ha explicitado “intus existens prohibet extraneum”.
quod uni casui convenit et reliquo. Cf. quod uni coniugatorum...
quod uni coniugatorum inest et reliquo. Lo que inhiere en uno de los
términos coordinados inhiere también en el otro. Se denominan
términos coordinados aquellos que están vinculados por un térmi-
no común; así, por ej., “hechos justos” y “hombre justo” son coordi-
nados de “justicia”. Así, si los hechos justos son buenos, también lo
será el hombre justo, ya que la misma justicia es buena. Un tipo de
término coordinado o coniugatum es el casus, el adverbio correspon-
diente. Para retomar el ejemplo mencionado, “justamente” es casus
derivado de “justicia”; de ahí que lo que se hace justamente o de
manera justa se hace bien. Esto se especifica en otra sentencia que
complementa la presente: quod uni casui convenit et reliquo.
regula est prior regulato. Sentencia escolástica que indica que la re-
gla es anterior a lo regulado por ella; por eso, ella se ha de conocer y
comprender antes. Así, por ej., las normas pictóricas deben ser pre-
viamente conocidas y comprendidas para poder pintar. Con todo,
la afirmación también se puede entender en sentido metafísico: los
principios que rigen algo son metafísicamente anteriores a ese algo
en la medida en que lo constituyen.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 788

relata sunt simul natura et cognitione. Los términos vinculados por


una relación de implicación mutua se han de dar a la vez, tanto en
el plano del ser como en el cognoscitivo. Así, este principio afirma
la simultaneidad óntica y lógica de dos términos relativos conside-
rados formalmente como tales. Por ej., en cuanto hombre, el padre
puede existir sin el hijo, pero, en cuanto padre, no puede existir sin
el hijo. De manera similar, en lo que respecta al conocimiento de los
términos relativos, el padre, en cuanto hombre, se puede conocer y
definir sin relación con el hijo, pero formalmente como padre no se
puede conocer ni definir sino en relación con el hijo. La razón de es-
ta conexión entre términos relata estriba en que cada uno de ellos es
condición del otro.
remota causa formali removetur eius effectus. Cf. posita causa
formali...
remota causa materiali removetur eius effectu. Cf. posita causa
materiali...
remoto effectu causae formalis removetur et ipsa. Cf. posita causa
formali...
remoto genere removetur et species. Esta sentencia recuerda que, des-
aparecido el género, desaparece la especie. Así, por ej., si desapare-
ce el género animal, desaparece la especie dinosaurio. En virtud de
la relación asimétrica de subsumisión de la especie respecto del gé-
nero, no tiene un correlato positivo: la mera afirmación del género
animal no supone afirmar ninguna especie en particular.
remoto uno contrariorum immediatorum ponitur reliquum manen-
te subiecto. A diferencia de lo que ocurre con los contrarios media-
tos –que son aquellos entre los que se puede dar algo intermedio,
como el gris respecto del blanco y del negro–, los inmediatos no ad-
miten medio. Por eso, la inexistencia en un mismo sujeto de un con-
trario inmediato supone la presencia de su correlativo en dicho suje-
to, que es lo afirmado en esta sentencia. Así, por ej., para un mismo
sujeto, no estar enfermo implica estar sano, al menos durante un
lapso determinado, lo que explica la acotacion “manente”.
remoto uno dividentium ponitur reliquum. Cf. posito uno dividentium...
789 Sentencias

remoto uno relativorum removetur alterum. Véase posito uno relativorum...


res de re non praedicatur. No se predica algo real, i. e, una cosa, de
otra. Se trata de una máxima de Pedro Abelardo tal como la regis-
tra Juan de Salisbury en su Metalog. II, 17. Hay que tener en cuenta
que, según la concepción abelardiana, el universal (véase universale)
no es ni una cosa ni una emisión de voz, sino un sermo, una vox
significativa. Sólo ésta se puede predicar de varias cosas. En la llama-
da “polémica de los universales”, el nominalismo moderado de Pe-
dro Abelardo se opone, sobre todo, al realismo extremo de Guiller-
mo de Champeaux. Éste sostenía que la esencia real es lo que se pre-
dica de la cosa particular: contra tal posición se plantea esta senten-
cia que fue adoptada por los autores medievales enrolados en el no-
minalismo para indicar su posición respecto de la cuestión de los
términos universales.
res nulla propria forma privatur. Al decir que ningún ente real está
privado de la forma propia, esta sentencia comprende tanto las sus-
tancias corpóreas o compuestas como las incorpóreas o simples. Así,
por ej., ni el caballo ni el ángel pueden carecer de forma, ya que, si
estuviesen privados de ella, no podrían existir porque no serían se-
res determinados. Duns Escoto lo formula diciendo que, en tal ca-
so, serían y no serían eso, lo cual es imposible (cf. Exp. in Metaph.
Arist. I, s. 1, c. 1, n. 6).
sapientis est ordinare. Propio del sabio es ordenar. Sentencia que, to-
mada del comienzo de la Metafísica de Aristóteles, apunta al cen-
tro mismo del modus operandi intelectual escolástico. En efecto, pa-
ra ordenar, es decir, para ubicar cada categoría en el plano que le co-
rresponde, primero se ha de distinguir entre los varios planos y dis-
cernir la naturaleza propia de cada uno. Del respeto a este princi-
pio provienen, en el fondo, las famosas distinciones escolásticas; de
ahí que sea citado tan frecuentemente. Tomás de Aquino, por ej., lo
reitera, entre otros lugares, en In III Sent. d. 4, q. 1, aa. 1, 2 y 34;
C. G. I, 1, 2.
sensibile in actu est sensus in actu. Literalmente, esta sentencia dice: lo
sensible en acto es el sentido en acto. En efecto, lo sensible, en cuan-
to lo que puede ser sentido, es por sí mismo, algo potencial. Sólo de-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 790

ja de serlo y se actualiza cuando lo sentido impresiona al sentido. De


manera similar, el sentido constituye por sí mismo una potencia que
llega al acto cuando es impresionada por lo sensible. Por la percep-
ción, lo sensible se actualiza en cuanto tal, esto es, se hace presente al
sentido, y el sentido capta lo sensible. Este tema fue elaborado, entre
otros, por Tomás de Aquino (cf. S. Th. I, q. 13, a. 2; q. 17, a. 2 y q.
55, a. 1). Siempre en el plano cognoscitivo, esta fórmula es paralela a
la que afirma: “Intellectus in actu est intellectum in actu” (véase).
sensus sunt singularium. Sentencia escolástica que indica, en general,
que los sentidos tienen por objeto las cosas individuales: sólo ellas
pueden ser percibidas de manera actual. Lo que se ve, se oye, se
siente, es este ente. Cabe señalar, en primer término, que esto es da-
to de experiencia; en segundo lugar, que vale tanto para las poten-
cias cognoscitivas como para las apetitivas. En cuanto a las prime-
ras, la máxima se fundamenta en que los objetos sensibles, o sea,
materiales, están determinados de tal manera que no pueden existir
y predicarse de muchas cosas, como sí ocurre con el universal que
resulta, precisamente, de la abstracción operada por el intelecto a
partir de las notas individuantes. Los sentidos, en cambio, no pue-
den prescindir de éstas. La sentencia también comprende el apeti-
to sensible, en la medida en que se dirige a objetos conocidos por
los sentidos, según el modo como éste los aprehende. Con todo, se
debe advertir que, si bien los sentidos sólo pueden conocer objetos
singulares, ello no impide que estén ordenados a algún objeto uni-
versalmente; así, el objeto de la vista es el color, pero no porque co-
noce el color en cuanto tal y en su noción universal, sino porque la
vista está determinada a conocer lo coloreado. En otras palabras,
únicamente puede ser universal y no singular el objeto formal (véase
obiectum) de cada sentido. Cf. sensus est universalis, sentire...
sensus est universalis, sentire singularis. El sentido es universal; el
sentir, singular. Este enunciado completa el anterior o lo formula de
modo más explícito. En efecto, señala que no es exactamente el mis-
mo el objeto de la potencia, es decir, el sentido, y el del acto de sen-
tir. Para retomar el ejemplo dado de la visión, el sentido de la vis-
ta tiene como objeto formal, universal (véase obiectum) el color; es-
791 Sentencias

tá ordenado a percibir el color. Pero, de hecho, la operación propia,


que es el ver, únicamente percibe el color en una superficie colorea-
da, i. e., cuando se da en la cantidad, es decir, en un ente individual,
en una sustancia quantitate signata.
si communiter accidentium posterius inest et prius inerit. De los ac-
cidentes comunes (véase communis), algunos se acompañan (véase
concomitantia), o sea, de algún modo se implican porque uno sigue
al anterior; otros, no. Esta sentencia se refiere a los primeros. Con
esta acotación, si uno de esos accidentes inhiere en un sujeto, tam-
bién lo hace el primero. Así, por ej., “arrepentido” sólo puede inhe-
rir en un sujeto en el que inhiera “pecador”. No es el caso de acci-
dentes como blanco y alto: en cualquier sujeto, se puede dar el uno
sin el otro. En sentido negativo, la sentencia reza: “Si communiter
accidentium prius non inest, nec posterius inerit”.
si generatum est bonum generatio est bona. Cf. cuius generatio est
bona...
si generatum est malum generatio est mala. Cf. cuius generatio est
bona...
si universalis vera quaelibet eius singularis vera. Si una proposición
universal es verdadera, también lo es cualquiera de las proposicio-
nes singulares que ella contiene. La proposición universal afirmati-
va comienza con omne; la universal negativa, con nullus. Así, por ej.,
al ser verdadera la proposición Omnis homo rationalis est, también
es verdad que Sócrates, por ser hombre, es racional; o bien, para to-
mar un caso negativo, puesto que es verdadera la proposición Nullus
homo volat, también es verdadero que Sócrates no vuela.
si unum contradictorie oppositorum est verum reliquum est falsum.
Para aclarar el sentido de esta sentencia, conviene recordar la diferen-
cia entre términos contradictorios y contrarios. En la oposición con-
tradictoria interviene la negación, como entre hombre y no hombre;
en la contraria, el tipo de oposición es diferente, como entre blanco
y negro. Así, los términos contradictorios y las proposiciones en las
que ellos intervienen como predicados admiten que sólo uno de ellos
es verdadero y, por eso mismo, el otro necesariamente es falso.
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 792

si simpliciter sequitur ad simpliciter est magis ad magis. Mediante


este principio se expresa que cuando una cosa proviene de otra en
sentido absoluto, al aumentar ésta, también lo hará la primera. Así,
por ej., si la felicidad proviene absolutamente de la virtud, cuanto
mayor sea la virtud, mayor será la felicidad.
simile cognoscitur per suum simile. Cf. simile simili...
simile non agit in simile. Sentencia que indica que lo igual no actúa so-
bre lo igual. En efecto, el agente tiende siempre a asimilar al pacien-
te. No obstante, si ambos términos fueran perfectamente iguales, no
se produciría acción alguna porque no habría un fin por parte del
agente. De la misma manera, lo que tiene 46º no actúa en un sujeto
de la misma temperatura, sino sobre otro que tiene, por ej., 10º.
simile simili cognoscitur. Fórmula escolástica que señala la asimilación
que hay en todo conocimiento. En efecto, la cosa conocida, por ej.,
una rosa, es asumida por el cognoscente, quien la asimila a sí. Pe-
ro este enfoque gnoseológico toca un difícil problema que es el de
la compatibilidad entre el mundo material de los entes sensibles co-
nocidos y el inmaterial del alma que conoce. Sobre bases aristotéli-
cas, los escolásticos propusieron una solución fundada en la natura-
leza de lo inmaterial: el sujeto de conocimiento es, en última instan-
cia, siempre un alma; es decir, un ente espiritual que, precisamente
por serlo, puede trascender la determinación o la individualidad de
lo material. Así se fundamenta la capacidad del alma humana de asi-
milar toda forma; por eso decían: “Anima fit quodammodo omnia”.
En otras palabras, siendo espiritual, el alma es forma que puede asi-
milar en sí otras formas; más aún, potencialmente, todas. De hecho,
lo hace en el modo que le es propio, o sea, el cognoscitivo: tal asimi-
lación no es física sino intencional, puesto que el cognoscente, al re-
cibir en sí la forma o el acto de lo conocido, se identifica intencio-
nalmente con él. De ahí que esta sentencia se complemente con la
que reza: “Intellectus in actu est intellectum in actu” (véase). Hay aun
otra formulación del enunciado que nos ocupa: simile cognoscitur
per suum simile.
singulare solum intelligitur in universali. Lo individual sólo se en-
tiende –y, por tanto, se conoce– en lo universal. Esto responde al
793 Sentencias

hecho de que la aprehensión cognoscitiva de un ente, que impli-


ca su comprensión, requiere entenderlo como tal cosa. Y eso signifi-
ca aprehender su forma, por la que se ordena en su especie, es decir,
aprehenderlo intelectivamente como miembro de la especie que es,
precisamente, universal. La sentencia se complementa con la que si-
gue inmediatamente. Cf. singularium non est...
singularium non est scientia. No hay ciencia de las cosas indivi-
duales. El conocimiento es de lo universal (véase singulare solum
intelligitur in universali). Así, en esta sentencia, quedan opuestas,
aristotélicamente, de un lado, ciencia o conocimiento; de otro, ex-
periencia, aun cuando puedan ser, de hecho, complementarias. El
presente enunciado constituye, pues, una reformulación de lo ex-
puesto por Aristóteles en el libro primero de la Metafísica.
species sunt sicut numeri. Sentencia que expresa la analogía entre las
especies y los números. Ahora bien, en sentido aristotélico, (cf. Met.
VIII, 3, 1043 b 35 y ss.) tal analogía tiene sólo valor indicativo, es-
pecialmente, para dar cuenta de la inmutabilidad propia de las es-
pecies, en cuanto éstas traducen esencias. En efecto, todas las no-
tas estructurales de la especie y sólo ellas son esenciales, de tal modo
que si una nota se añade o se sustrae, se tiene otra estructura, es de-
cir, otra especie. De la misma manera, si a un número se suma o se
sustrae una unidad, se tiene simplemente otro número. El número,
que se compone de unidades indivisibles, es único por sí mismo, no
es suceptible de aumento o disminución internos, ni de pasaje por
continuidad a otro número. Análogamente, la especie, que se re-
suelve en el factor diferencial y en el genérico último, es una por sí
misma y no admite ni más ni menos. Sobre la base de tales conside-
raciones la Escolástica del siglo XIII justificó este principio, de últi-
ma raíz pitagórico-platónica. Fueron desarrolladas, por ej., por To-
más de Aquino (cf. S. Th. I, q. 50, a. 2, ad 1; C. G. II, 44 y 95; In
VIII Met. l. 3, nn. 1722-27).
substantia est propter se. Esta sentencia se limita exclusivamente al ca-
so de las sustancias completas (véase substantia 3.1.). Señala que,
en virtud de su característica esencial de independencia ontológica,
ninguna sustancia completa debe su subsistencia a otro suppositum
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 794

dado, sino que se mantiene en el ser, por así decir, en razón de sí


misma. Con todo, se ha de subrayar que ello rige para el caso de
la subsistencia o permanencia en el ser, no para el caso de la proce-
dencia, o sea, esto se da una vez que la sustancia ha sido puesta en
la existencia; por eso, no se debe confundir el propter se propio de la
sustancia con el a se que compete a Dios solo. En otros términos, to-
da sustancia es propter se pero ab alio.
substantiae repugnat inhaerere. Repugna a la sustancia el inherir, es
decir, el estar en otro. El ser hombre, por ej., no está en otra cosa,
como sí lo está el ser negro. Esto responde a una de las notas esen-
ciales incluidas en la noción de sustancia; más aún, su ratio misma
es justamente constituir una cosa a la que compete ser sin estar en
un sujeto. En efecto, no inherir en otro es esencial a su concepto.
Por el contrario, inherir en otro es lo propio de los accidentes de los
que la sustancia misma es soporte. Así, decir “la sustancia inhiere”
constituye una verdadera contradictio in terminis; de ahí que en esta
sentencia el verbo usado sea “repugnat”.
supremum infimi attingit infimum supremi. Axioma que indica que,
en dos series ascendentes y sucesivas –i. e., aquellas en las que una es
inmediatamente superior a la otra– el grado supremo de la inferior
es el más próximo al ínfimo de la serie superior. Así, por ejemplo, el
grado más alto de probabilidad alcanza o es el más próximo al pri-
mer grado de certeza.
terminus idem supponit quod significat. El término su-pone o su-
ple lo mismo que significa. Aplicado al caso de la suppositio (véa-
se) simple, este enunciado recuerda que el término funciona como
representación del concepto, es decir que lo “suple”. Éste, a su vez,
re-presenta una naturaleza o esencia a la mente, presentación que
se denomina justamente significatio. De este modo, la sentencia es
analítica, en el sentido de que explicita los pasos por los cuales se ve-
rifica lo afirmado ya en la Antigüedad: terminus supponit pro re. En
efecto, el término suple al concepto como significación, y el con-
cepto suple a la cosa como significado; por tanto, el término supo-
ne o suple no directamente a la cosa misma, sino al contenido sig-
nificativo del concepto.
795 Sentencias

tertium non datur. Axioma lógico en el que se señala que entre dos
proposiciones opuestas contradictoriamente no puede haber una
tercera o intermedia que sea verdadera. El principio de contradic-
ción determina que sólo dos juicios pueden ser contradictorios, ya
que uno de ellos niega exactamente lo afirmado por el otro, como
“Sócrates es hombre” y “Sócrates no es hombre”. Ahora bien, al afir-
mar y negar de un mismo sujeto en el mismo sentido esencial, no
pueden ser ambos verdaderos; esta sentencia añade que sólo uno ha
de ser verdadero y el otro falso. Sin indicar, pues, a cuál corresponde
la verdad, se niega la validez de una tercera posibilidad.
totum est maius sua parte. Como todo axioma, el que establece que el
todo es mayor que su parte es verdad evidente, es decir, aquella que
se aprehende con sólo conocer el significado de los términos de la
proposición. Sin embargo, cabe aclarar, como lo hace Duns Escoto,
que no se ha de entender aquí por totum el todo dado en la materia
prima, por ej., en la piedra o en la madera, sino el todo que se abs-
trae de las sustancias (cf. Op. ox. I, d. 3, q. 4, n. 22). Esta acotación
se impone por el solo hecho de que la materia prima no es divisible
en partes (véase materia).
ubi non est totum et pars, aut totum sumitur aut nihil. Sentencia que
sostiene que, donde no se halla un todo integral, o sea, constituido
por partes, o se acepta el todo, o nada. Se refiere así a las naturalezas
simples, especialmente, a la de Dios. La existencia de éstas se debe
aceptar o rechazar en su totalidad, pero no parcialmente, por care-
cer de partes. Se ha de subrayar que este principio rige considerando
las naturalezas simples en sí mismas. El hombre puede distinguir en-
tre diferentes aspectos de una realidad simple; por ej., entre el inte-
lecto y la voluntad divinos, aun cuando Dios es absolutamente sim-
ple. En realidad, esta sentencia suele aparecer en la discusión acerca
de la naturaleza del alma humana, cuando se debate, por ej., si sus
aspectos intelectual y volitivo son “partes” de ella o no.
unicuique experto in sua scientia credendum. Esta afirmación recla-
ma credibilidad para quien es experto en su propio campo de co-
nocimiento. Así, se relaciona entre los escolásticos con la cuestión y
el sentido de la auctoritas. Recuérdese que una de las acepciones de
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 796

este término es precisamente iudicium sapientis in sua scientia. Con


todo, se debe reparar en el “credendum”, es decir, en un término cu-
ya raíz verbal sólo señala el crédito que se le ha de conferir a alguien
en virtud de su saber. No es, pues, una afirmación taxativa, ya que
el conocimiento del experto es conocimiento humano y, por ende,
falible. Por eso, un enunciado como éste nunca podría construir-
se en axioma.
unumquodque est propter suam operationem. Se indica así que la
operación propia de un ente se ordena y es proporcionada a la natu-
raleza o la esencia de ese ente, ya que ésta constituye el principio ac-
tivo de esas operaciones.
unumquodque necessario est quando est. Cf. omne quod est, ex
suppositione quod sit, necesse est esse.
unumquodque sicut se habet ad esse, ita se habet ad agere. Cf.
unumquodque est propter…
unumquodque tantum habet de bono quantum habet de ente.
Enunciado que constituye un corolario del que sostiene la conver-
tibilidad o la equivalencia entre ens y bonum (véase ens et bonum
convertuntur). Así, señala la proporción intrínseca entre la bondad
de una cosa –por ende, el grado de su carácter de apetecible–, y su
mayor o menor jerarquía ontológica.
verum non est vero contrarium. Se señala con esto la imposibilidad de
que dos verdades se encuentren en contradicción; o sea, una con-
clusión verdadera, alcanzada a través de determinada vía, no pue-
de hallarse en contradicción con otra, también verdadera, alcanzada
por otras vías. Así, por ej., ninguna verdad teológica puede desmen-
tir una verdad filosófica, y a la inversa. Cabe destacar que muy fre-
cuentemente apelaron a esta sentencia autores opuestos al denomi-
nado “averroísmo latino”, al que se atribuyó la así llamada “doctrina
de la doble verdad”, concepción que desconoce este principio. Así,
por ej., Tomás de Aquino emplea este axioma para sostener que es
imposible que una verdad de fe contradiga los principios que la ra-
zón conoce naturalmente (cf. C.G. I, 7).
797 Sentencias

virtus consistit in medio. Sosteniendo que la virtud estriba en lo in-


termedio entre dos extremos, los escolásticos formulan un princi-
pio fundamental de la ética aristotélica. En efecto, la mesura es, para
Aristóteles, criterio interno del valor moral de la acción que llama-
mos virtuosa. Se trata de la mesotes, es decir, lo que está alejado de
ambos extremos. Esto es la medianía, aunque en el Renacimiento se
fijó la traducción de este concepto con el término “mediocritas”, cu-
ya traducción suele engendrar equívocos. Pero el Estagirita advierte
claramente que no se trata de medianía de los vicios o en ellos, sino
de que la virtud, en cuanto punto máximo de perfección, es un ex-
tremo (cf. Et. Nic. II, 6, 1007 a y ss.); la liberalidad, por ej., es una
posición equidistante entre el defecto de la avaricia y el exceso de la
prodigalidad, pero no se halla en el mismo plano que éstos; por el
contrario, será tanto más alta –o profunda– cuanto más se aleje de
dichos extremos. De este modo, como virtud, es “extrema” o máxi-
ma en sentido, por así decir, vertical y no horizontal. Sea de ello lo
que fuere, esta imagen del medio no se ha de entender con la preci-
sión de lo geométrico, ya que hay virtudes que, por su misma índo-
le, se acercan más a un extremo que a otro, por ej., la valentía está
más cerca de la temeridad y más alejada de la cobardía. Desde otro
punto de vista, más medieval, y siempre en el terreno de las virtu-
des morales, se puede decir que las virtudes “están en lo medio”, en
cuanto han de conformar su objeto propio –que son las acciones y
las pasiones– a la regla de la razón; y, puesto que lo que se separa de
razón es o excesivo o escaso, lo que es conforme a la regla se encuen-
tra justo en lo medio, o sea, el medium rationis. Por otra parte, las
virtudes intelectuales están también “en lo medio”, en cuanto por
ellas el intelecto conoce la realidad tal cual es, no captándola ni con
exceso ni con defecto. Muchas han sido las elaboraciones medieva-
les de este principio ético; entre ellas, cabe recordar la de Tomás de
Aquino (cf., por ej., In II Ethic. l. VI-VIII; S. Th. I-II, q. 64; Quaest.
disp. de virt. a. 13; In III Sent. d. 33, q. 1, a. 3).
voluntas in beatitudinem tendit. La voluntad tiende a la felicidad.
Ello es así porque el objeto formal de la voluntad humana es el bien
(véase voluntas solum movetur bonitate), y la felicidad se define co-
mo el máximo bien para el hombre. Esto no significa que el hom-
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 798

bre no pueda errar en las vías que conducen a la felicidad; significa


solamente que tiende a ella formaliter, o sea, que la quiere en cuan-
to tal. Precisamente su carácter de natural determina la universali-
dad de esta tendencia. De ahí que, como ya había sostenido Agustín
en fórmula recogida por los escolásticos, tanto quiere la voluntad la
felicidad que “non potest velle miseriam” (cf. Conf. X, 21, 31; Ench.
16, 5; Tomás de Aquino, S. Th. I, q. 26, a. 1).
voluntas solum movetur bonitate. La voluntad sólo se mueve por la
bondad. Nadie que lleve a cabo una acción mala se propone obrar
en orden al mal, es decir, en cuanto dicha acción es mala; lo hace en
la creencia de alcanzar mediante ella lo que supone un bien. En el
plano de la causalidad libre, esto es, en el obrar humano y, especial-
mente, en el obrar moral, ello significa que, así como el objeto for-
mal de la inteligencia es la verdad (véase obiectum), el objeto formal
de la voluntad es el bien. No importa que se trate de un bien real o
aparente, el hombre lo apetece en cuanto le parece bueno. Incumbe
a la inteligencia descubrir si es efectivamente bueno o no.
799

BIBLIOGRAFÍA

S ólo se consigna a continuación una serie de


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801

ÍNDICE DE TÉRMINOS

A abesse ...........................26
abnegatio......................26
absolute........................26
actio .............................36
actualiter ......................37
actuare .........................37
A .................................21 absolutum ....................27 actus.............................37
a-ab ..............................21 abstractio......................28 ad.................................40
a contrario....................21 abstractum ...................29 ad absurdum ................40
a digniori......................21 abstrahere.....................29 ad aliquid .....................41
a fortiori.......................21 absurdum.....................30 ad aliquid ratione
a pari............................22 abundare ......................30 alterius ..................... 41
a parte ante-a parte post.. 22 abyssus .........................30 ad aliquid secundum
a parte rei-a parte mentis..22 accentus .......................31 rationem tantum.......41
a perfectiori..................22 acceptatio.....................31 ad aliquid secundum
a posteriori ...................22 acceptio........................32 rem ...........................41
a potiori .......................22 accessio.........................32 ad aliquid secundum se.41
a priori-a posteriori ......22 accessus ........................32 ad aliud ........................41
a quo-ad quem .............23 accidens........................32 ad convertentiam .........41
a se ...............................23 accidentale ...................33 ad extra ........................41
a simultaneo.................24 accidentaliter................34 ad hoc ..........................41
a vilitate .......................24 accidere ........................34 ad hominem.................41
ab alio ..........................24 accidia..........................34 ad humanitatem...........41
ab exterioribus ad accipere ........................35 ad ignorantiam.............42
interiora ....................25 accomodative ...............35 ad impossibilem ...........42
ab inferioribus ad accretio.........................35 ad infinitum.................42
superiora ...................25 accumulatio..................35 ad intra.........................42
abalietas........................25 acies .............................35 ad iudicium..................42
abditum mentis............25 acroamaticum ..............36 ad personam.................42
abductio.......................25 acroasis.........................36 ad placitum ..................42
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 802

ad quem .......................42 affirmatio .....................55 ante..............................74


ad valorem ...................42 agens ............................55 ante rem-in re-post rem.. 74
ad verecundiam............42 agere.............................56 antecedens....................75
adaequate .....................43 aggeneratio...................56 antepraedicamenta .......75
adaequatio....................43 aggravatio.....................56 antepraedicamentale.....75
addere ..........................44 aggregata ......................57 antequam .....................75
addiscere ......................44 alchimia .......................57 antiperistasis.................76
adeptio .........................44 alea...............................57 antiphrasis....................76
adesse ...........................44 algoritmus ....................58 antiqui .........................76
adiacens........................44 alicubi ..........................58 antitypa........................76
adiective .......................44 alicubietas ....................58 antonomastice..............76
adiectivum ...................44 alienatio .......................58 anxietas ........................76
adiunctum....................44 alienum........................58 aphorismus...................76
admiratio .....................45 alietas ...........................58 apirocalia......................76
admissio .......................45 aliquid..........................59 apocatastasis .................76
admonitio ....................46 aliud.............................59 apologia........................77
adoratio........................46 allegoria........................59 apparenter ....................77
adseitas.........................46 allegoricum ..................60 appellatio .....................77
adulatio........................46 alphabetum ..................60 appetitio.......................78
adversa .........................47 alteratio........................60 appetitus ......................78
adversus........................47 altitudo ........................61 applicatio .....................79
aedificatio.....................47 ambidexter ...................61 appositio ......................79
aegritudo......................48 ambiguum....................61 apprehensio..................79
aemulatio .....................48 ambitio ........................61 appropinquatio ............80
aenigma........................48 amicitia ........................61 appropriatio .................80
aequabilitas ..................48 amitti ...........................62 approximatio................81
aequale .........................48 amor ............................62 aptitudo .......................81
aequalitas .....................49 amphibologia ...............63 apud.............................81
aequilibrium amplexus ......................64 arbitrium......................81
indifferentiae ............ 49 ampliatio......................64 arbor porphiriana .........81
aequiparantia................50 an sit ............................64 architectura ..................82
aequipollentia...............50 anagoge ........................64 argumentatio................82
aequitas ........................50 anagogicum..................64 argumentum ................83
aequivalens...................50 analogia........................65 arithmetica...................83
aequivocatio .................50 analogum .....................68 artes .............................84
aequivocum..................51 ancilla theologiae..........68 articulus .......................86
aestimatio.....................51 angelus .........................68 artifex...........................87
aestimativa ...................51 angustia........................69 artificialia .....................87
aetas .............................52 anima...........................69 artificium .....................88
aeternitas......................52 anima mundi ...............71 artista ...........................88
aeviternitas ...................53 animabile .....................72 ascensus........................88
aevum ..........................53 animal..........................72 asinus ...........................88
affabilitas......................53 animatum ....................72 aspectus........................88
affectio .........................54 animus .........................73 assensus........................88
affectus.........................55 annihilatio....................73 assimilatio ....................89
affici .............................55 annitas .........................74 assumere-assumptio......89
803 Índice de términos

astra .............................90 breviloquium..............107 circumferentia ............122


astrologia......................90 bullitio .......................107 circumobsistentia .......122
astronomia ...................92 circumscriptio ............122

C
atomus .........................92 circumscriptive...........122
attende .........................92 circumstantia..............122
attingere .......................92 civile...........................123
attractio........................93 civitas .........................123
attributio......................93 cabala .........................108 claritas........................124
attributum....................93 cadere a suo significato..108 claudere......................124
attritio..........................94 caecitas.......................109 clementia....................125
auctio ...........................94 caeleste .......................109 clericus .......................125
auctor...........................94 caelum .......................109 clima ..........................125
auctoritas......................95 caeteris paribus...........110 climata .......................125
audacia.........................95 calculus ......................110 coaevum.....................125
audire mentaliter..........95 calculatio-calculatores.. 110 coartatio.....................125
auditus .........................96 caligo..........................111 cogitatio .....................125
augeri ...........................96 camera........................111 cogitativa....................126
augmentatio .................96 camestres....................111 cognata.......................127
austeritas ......................96 canon .........................111 cognitio......................127
auxilium.......................96 capacitas.....................112 cognoscere..................127
avaritia .........................97 capitale.......................112 cognoscibile................128
aversio ..........................98 caritas.........................112 cohaerentia.................128
axioma .........................98 caro ............................113 coincidentia
castigatus....................113 oppositorum ...........128

B
casus...........................113 collatio .......................129
categorema .................114 collectio......................129
categorematica............114 collectivum.................130
categoria.....................115 collocutio ...................130
baccalaureus .................99 categoricum ...............115 combinatoria..............130
balivus..........................99 causa ..........................115 commensuratio ..........130
banausia .......................99 causa sui.....................117 commensurative.........130
barbara.........................99 causalitas ....................117 commentator .............130
baroco ..........................99 causaliter ....................118 commentum ..............130
beatitudo....................100 causantia ....................118 commodum ...............131
beatus.........................101 cautela........................118 commune...................131
bellum........................101 cautio .........................118 communicabilitas.......132
beneficium .................102 cavillatoria..................118 communicare-
benevolentia...............102 celarent ......................118 communicatio.........132
benignitas...................102 cenodoxia...................119 comparatio.................133
bilinguis .....................103 census.........................119 comparative................133
bilocatio .....................103 centrum .....................119 comparo.....................133
binarius ......................103 certitudinalis ..............119 compassio...................133
blasphemia .................103 certitudo ....................119 competere ..................133
bocardo ......................104 cesare..........................120 compilator..................134
bonitas .......................104 cessare ........................121 complacentia..............134
bonum .......................104 circuire ......................121 completive..................134
bonum commune ......106 circulus.......................121 completum.................134
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 804

complex .....................134 connotative ................150 convenientia...............169


complexe significabile.. 135 connotativum.............150 conversatio .................169
complexio ..................135 conscientia .................151 conversio....................170
complexum ................135 consecutio ..................152 conversum-convertens..171
complicatio ................136 consecutive.................152 convertentia ...............171
componere .................137 consensus ...................152 convertibile ................171
compositio .................137 consentanea................154 convicium ..................171
compositio et divisio...137 consequens.................154 convictivus .................171
compositum...............138 consequentia ..............154 coordinatio.................171
compossibilitas...........138 conservatio .................155 copula ........................171
comprehendere...........138 consideratio................155 copulatio ....................172
comprehensio.............139 consignificatio ............155 cor..............................172
comprehensive ...........139 consilium ...................156 coram.........................173
comprehensor ............139 consistentia ................156 cordetenus..................173
compunctio................139 constantia...................156 corporale ....................173
computatio.................139 constitutio..................157 corpus ........................173
conatus.......................139 constitutivum.............157 corpus aristotelicum ...174
concedere ...................139 consuetudo.................157 corpus galenicum .......175
conceptio ...................139 consultatio .................157 corpus hermeticum ....175
conceptus ...................140 consumptio ................157 corpus mysticum........175
conclusio....................141 contactus....................158 correlativum...............176
concomitantia ............141 contemplatio..............158 corrigo........................176
concordia ...................142 contemplativus...........159 corruptio....................176
concretio ....................143 contemptus ................159 creatio ........................176
concretum..................143 contentio....................160 creatio continuata.......178
concupiscentia............143 contiguum .................161 creatura ......................178
concupiscibile.............144 continentia.................161 credere........................179
concupiscibilitas.........145 continere ....................161 credibilia ....................179
concursus ...................145 contingens..................161 credo quia absurdum..179
condicio .....................146 contingenter...............162 credo ut intelligam .....180
condicionatus.............146 contingentia ...............162 culpa ..........................181
condilectus.................146 continuatio.................163 cultus .........................181
conditio......................146 continuum .................163 cum hoc ergo
conditionale ...............147 contra.........................164 propter hoc .............182
confero.......................147 contractio...................164 cupiditas.....................182
confessio.....................147 contradictio................165 cura............................182
conflictus....................148 contradictoria.............165 curiositas ....................182
conformitas ................148 contrahere ..................166 cursorie ......................183
confusio .....................148 contrapassum .............166

D
congratulatio..............149 contraria.....................167
coniectura ..................149 contrarietas.................167
coniecturaliter ............150 contritio .....................167
coniugata ...................150 controversia................168
coniunctio..................150 contuitio ....................168 darapti........................184
connexive ...................150 contumacia ................168 darii ...........................184
connexum ..................150 contumelia .................168 datio...........................184
805 Índice de términos

dator formarum .........184 descensus....................198 diminutio...................217


de...............................185 descriptio ...................198 diminutum.................217
de causis.....................185 descriptivus ................198 directio.......................217
de condigno- desiderium .................198 directive .....................217
de congruo ............. 185 desitio ........................199 disamis .......................217
de dictu-de re .............185 despectio ....................200 disciplina....................218
de facto ......................186 desperatio...................200 disciplinalis ................218
de inesse.....................186 destinatio ...................201 disciplinaliter..............218
de intelligentiis...........186 determinate................201 discontinuatio ............218
de secundo adiacente..186 determinatio...............201 discreta.......................219
de tertio adiacente......186 determinative .............202 discretio .....................219
debitum .....................186 detractio.....................202 discursus ....................219
deceptio .....................187 deus............................203 disparata.....................220
decisio........................187 devotio .......................206 displicentia.................220
declamatio..................187 dextrum .....................207 dispositio....................220
decretio ......................188 dialectica ....................207 dispositive ..................221
decretum....................188 dialogismus ................209 disputans....................221
decus..........................188 dialogus......................209 disputatio...................221
dedignatio ..................188 dicere .........................209 disquiparantia ............222
deductio.....................188 dici de omni-dici de disserere .....................222
defectus......................189 nullo .......................209 dissimilitudo ..............222
definitio .....................189 dictamen ....................209 distantia .....................222
definitive ................... 191 dictatio.......................209 distare ........................223
definitivus ..................191 dictio..........................210 distentio .....................223
definitum ...................191 dictionarius ................210 distinctio....................223
deformitas ..................191 dictum .......................210 distrahens...................226
deificari-deificatio.......191 dictum de omni- distributio ..................226
deiformitas .................192 dictum de nullo.......211 diuturnitas .................226
deitas..........................192 didascalia....................211 diversa........................227
delectatio....................192 didascalicon................211 diversitas ....................227
deliberatio ..................193 differens .....................212 dividere ......................227
deliciae .......................193 differentia...................212 divinaliter...................227
demeritum .................193 difficile .......................213 divinatio.....................227
demonstrabile ............193 difficultas ...................213 divinitas .....................228
demonstratio..............194 difforme .....................213 divisio ........................229
denominans ...............196 difformitas..................214 divisivus .....................229
denominatio...............196 difformiter..................214 docta ignorantia .........229
denominative .............196 diffusio.......................214 doctor ........................230
denominativum..........196 dignitas ......................214 doctrina......................231
densitas ......................196 dignitates....................215 doctrinalis ..................231
dependens ..................196 dignum ......................216 doctrinaliter ...............232
dependentia ...............196 digressivus ..................216 dogma .......................232
dependeter .................197 diiudicare ...................216 dolor ..........................233
depositio ....................197 dilatatio......................216 dominium..................233
depravo ......................197 dilectio .......................216 donec .........................234
derisio ........................197 diminuens ..................217 donum .......................234
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 806

donum superadditum .. 234 enthymema ................249 experientia..................264


dubitatio ....................235 entitas ........................249 experimentum............265
dubium ......................236 entitative ....................249 expers.........................265
ductio ........................236 entitativum ................250 expertus......................266
ductivus .....................236 enuntiatio...................250 explanatio...................266
ductus ........................236 error ...........................250 explicatio....................266
dulia...........................237 eruditio ......................251 explicite......................266
duratio .......................237 esse.............................251 exponens ....................266
esse in.........................253 exponere.....................266

E
essentia.......................254 exponibilis..................266
essentialiter.................255 expositio.....................267
ethica .........................255 expressa ......................267
etymologia .................255 expressio.....................267
E ...............................238 eubulia .......................256 expressiore..................267
e-ex ............................238 eusebia .......................256 expressum ..................267
ebullitio......................238 eustochia ....................256 expulsio......................267
editio..........................239 eutrapelia ...................256 expungo .....................267
educatio .....................239 evacuatio ....................256 extantia ......................268
eductio .......................239 evidens .......................256 extasis.........................268
effective......................240 ex ...............................257 extensio......................268
effectus.......................240 ex concessis ................257 extensive.....................269
efficiens ......................240 ex debito iustitiae .......257 exterior.......................269
efficienter ...................241 ex hypothesi ...............257 extraneum ..................270
effictio .......................241 ex natura rei debita.....258 extremum...................270
effusio ........................241 ex nihilo .....................258 extrinsecum................270
elatio ..........................241 ex nihilo sui et subiecti-

F
electio.........................241 ex nihilo sui sed non
electus ........................242 subiecti ....................258
elementum.................242 ex opere operantis ......258
elenchus .....................242 ex opere operato.........258
elevari.........................242 ex puris naturalibus ....258 fabrica ........................271
elicitus........................242 ex se ...........................259 fabula .........................271
elictive........................243 ex suppositione...........259 facere..........................271
eloquentia ..................243 exactivum...................259 facti species ................272
emaculatus .................243 excellentia ..................259 factio..........................272
emanatio ....................243 excessus ......................259 factum........................272
emendatio ..................244 exculpatio...................260 facultas.......................273
emendatus..................245 exemplar ....................260 fallacia........................274
eminens......................245 exemplariter ...............260 falsitas ........................274
eminenter...................245 exemplum ..................260 falsum ........................275
eminentia ...................246 exercitatio...................261 falsum testimonium ...275
eminentissimum.........246 exerciter......................262 fama...........................275
empireum...................246 exigitivum ..................262 fas ..............................275
enarratio.....................246 existens.......................262 fatum .........................275
energia .......................247 existentia ....................262 felapton......................276
ens..............................247 existimatio..................263 felicitas.......................276
entelechia ...................248 expectatio...................264 festino ........................277
807 Índice de términos

fictio...........................277
fictivus .......................278
fictum ........................278
G homilia.......................315
homo .........................316
homogenea ................318
fidelis .........................278 garrulitas ....................298 homoioteleuton..........318
fidelitas.......................278 gaudium.....................298 honestas .....................318
fides ...........................279 generale......................298 honestum ...................319
fides quaerens generalissimum ..........298 honor .........................319
intellectum..............280 generatio ....................299 humanitas ..................319
fiducia ........................281 gentiles.......................300 humilitas ....................320
fieri ............................281 genus..........................300 hyliatis .......................320
figmentum .................282 geometria ...................301 hypallage ....................320
figura..........................282 gloria..........................302 hypostasis...................321
figuraliter ...................283 glossa..........................303 hypothesis ..................321
figuratio .....................283 gnome........................303 hypothetica ................322
finaliter.......................283 gradatio......................303 hypothetice ................322
finalizatio ...................283 gradus ........................303 hypotyposis ................322
finis ............................283 grammatica ................303

I
finitum.......................285 gratia..........................305
firmamentum.............285 gravitas.......................307
flatus vocis..................286 gubernatio..................307
florilegium .................286 gula ............................308
fluxus .........................286 gustus.........................309 I ...............................323
fomes .........................287 iactantia .....................323

H
fons ............................287 id quod dicitur ...........323
fontanum ...................287 idea ............................323
forma .........................287 ideatum......................324
forma corporeitatis .....288 idem...........................325
forma substantialis .....288 habere ........................310 identificari..................325
formale.......................289 habilitas......................310 identitas .....................325
formalitas ...................290 habitualiter.................311 idiomata.....................325
formaliter ...................290 habituatio...................311 idiota..........................325
formalizantes..............291 habitudo ....................311 idolatria......................326
formatio .....................291 habitus .......................311 ignara ratio.................326
formositas ..................291 haecceitas ...................312 ignavia........................327
fortitudo ....................291 haeresis.......................312 ignificativus................327
fortuna ......................292 hagiographia ..............313 ignorantia...................327
fructus........................293 hebdomas...................313 ignoratio elenchi ........327
frui.............................293 hemeoptoton..............314 illapsus .......................328
fruitio.........................294 heterogenea ................314 illatio..........................328
frustra ........................294 hexaemeron................314 illative ........................328
fuga............................294 hic et nunc .................314 illatum .......................328
fundamentum ............294 hierarchia ...................314 illuminatio .................328
fundare.......................295 hierarchicus................314 illusio .........................330
futuribilia...................295 historia.......................314 imaginatio..................330
futurum .....................296 hoc aliquid .................315 imago.........................330
hoc quod est...............315 imago dei ...................331
homificans..................315 imago mundi .............331
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 808

imitatio ......................331 in signo priori- informatio..................358


immanens ..................332 in signo posteriori ...343 informitas...................358
immanentia................332 inadaequata................343 ingenium....................359
immateriale ................332 inadaequate................343 ingenuus ....................359
immediatio.................333 inane ..........................344 inhaerentia .................359
immediatum ..............333 inanimata...................344 innitentia ...................359
immo .........................334 inchoatio....................344 innominatum.............359
immobile....................334 incipere ......................344 inopinabile.................359
immortale ..................334 incipit ........................344 inquantum .................359
immotatio ..................335 inclinatio....................344 inscitia........................360
immutabile.................335 inclusio ......................344 insipiens.....................360
impensae ....................335 incogitabile.................344 insolens ......................360
imperative ..................336 incognitum ................344 insolubilia ..................360
imperfectum ..............336 incommunicabile .......345 inspectio.....................361
imperium ...................336 incompletum..............345 inspectiva ...................361
impermixtum.............336 incomplexum .............345 instans........................361
impetus ......................337 incompossibilitas........346 instantia .....................362
implicantia .................338 inconstantia................346 instar..........................362
implicare ....................338 incorporea..................346 institutio ....................362
implicatio ..................338 incorruptibile .............346 instrumentativa ..........362
implicite.....................339 indeficienter ...............346 instrumentum ............363
impositio....................339 indeterminatio ...........346 integer........................363
impossibile .................339 indifferens ..................346 integre........................363
impossibilia ................340 indifferenter ...............347 integritas ....................363
impraescindibiliter .....340 indifferentia................347 integro .......................363
impressa .....................340 indignatio...................347 integrum restituo .......363
impressio....................340 indirectum .................348 integumentum ...........364
improbatio .................340 individuale .................348 intellectio ...................364
improbativus ..............340 individualitas..............348 intellectualiter ............364
improperium..............340 individuatio................348 intellectus...................364
impulsio.....................340 individuum ................349 intelligentia ................367
imputatio ...................340 indivisibile..................351 intelligentia
imputative..................341 inductio .....................351 principiorum...........368
in ...............................341 industria.....................352 intelligere ...................368
in actu exercito- ineffabile ....................352 intelligibile .................368
in actu signato.........341 inesse..........................353 intensio ......................369
in alio.........................342 inexistentia.................353 intensive.....................369
in fieri esse- infamia.......................354 intentio ......................370
in facto esse.............342 infidelitas ...................354 intentionale................371
in quale ......................342 infinitanter .................354 intentionalitas ............371
in quale quid..............342 infinitas ......................354 intentionaliter ............371
in quantum ................342 infinitum....................354 intercisus....................371
in quantum infirmatio...................357 interior.......................371
huiusmodi.............. 342 infirmitas....................357 interlinearis ................371
in quid .......................342 influentia....................357 interpolo ....................371
in re............................343 influxus ......................357 interpretatio ...............371
in se............................343 influxus physicus........358 interremptio...............372
809 Índice de términos

interrogatio ................372 lectio ..........................384 magnitudo .................407


intranscendentes.........372 lectura ........................385 magnum.....................407
intransitive .................372 levitas .........................386 maius .........................407
intrinsecum................372 lex ..............................386 maledictum................408
introductio.................372 lexicon .......................387 malitia........................408
intueri ........................373 li ...............................387 malum .......................409
intuitio.......................373 liber............................387 maniculae...................410
intuitus ......................373 liberalitas....................388 mansuetudo ...............410
inventio......................374 libertas .......................389 manuductio................410
inversio ......................374 liberum arbitrium ......389 marginalia ..................410
invidia........................374 licentia .......................392 massa..........................410
involucrum ................375 licitum .......................392 materia.......................411
iocosa .........................375 linea ...........................392 materialiter.................412
iocularitas...................375 lingua.........................392 materializatio .............412
iocunditas...................375 linguositas ..................392 mathematica ..............412
ipse dixit ....................375 liquefactio ..................392 mathesis .....................413
ipseitas .......................375 litigiosus.....................393 maxima ......................413
ira...............................375 littera..........................393 maxime ......................414
iracundia ....................376 litteratae .....................393 maximum...................414
irascibilis ....................377 locare .........................393 mediatum...................414
ironia .........................377 locata .........................393 medicina ....................415
irradiatio ....................378 locus...........................393 meditatio....................416
irrisio..........................378 locutio........................395 medium .....................416
item............................378 logica .........................396 meletema....................418
itinerarium.................378 logice..........................397 memoria.....................418
iudicare ......................378 longanimitas...............398 mendacium ................419
iudicium ....................378 longitudo ...................398 mens ..........................420
iuramentum ...............379 loquacitas ...................398 mensura .....................421
ius ..............................380 loqui mentaliter..........398 mentaliter...................422
iustitia ........................380 loyca...........................398 mentio .......................422
iuvenis........................382 ludrica........................398 meritum.....................422
ludus ..........................398 metalogicus ................423

L
lumen.........................399 metaphorice ...............423
lux..............................400 metaphysica ...............424
luxuria........................402 methodus ...................425
ly ...............................403 methodus hibernica....426
lacuna ........................383 microcosmus ..............426

M
laetitia ........................383 minimum...................427
laevitas .......................383 minimum naturale .....428
laicus..........................383 miraculum .................428
languor.......................383 miseria .......................428
latio............................383 M...............................404 misericordia................429
latitatio.......................383 macrocosmus .............404 misterium...................429
latitudo ......................384 magia .........................404 mistica-mistice ...........429
latria...........................384 magis et minus ...........405 mixtio ........................429
laudabile.....................384 magister .....................405 mixtum ......................429
laudatio......................384 magnanimitas.............406 mobile........................430
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 810

moderni .....................430 necessarium................450 nunc...........................465


modificatio.................430 necessitas....................450 nuntiatio ....................466
modisti.......................431 nefas...........................452 nutritio.......................466
modus........................431 neganter .....................452 nutus..........................466
modus ponens- negatio .......................452

O
modus tollens..........432 negative......................453
mollities .....................433 negativum ..................453
mollitudo ...................433 negotium....................453
moneta.......................433 nescientia ...................453
monologion ...............434 neutrum.....................453 O ...............................467
monstrum .................434 nihil ...........................453 ob- .............................467
morale........................435 nisi .............................454 obiectio ......................467
moraliter ....................436 nisus...........................454 obiective.....................467
morbus.......................436 nitor...........................455 obiectivum .................467
morigeratus ................436 nobile.........................455 obiectum....................468
mors...........................436 nolentia......................455 obligatio.....................468
mos ............................437 nolitio ........................455 obliquum ...................469
motivae ......................437 noluntas .....................455 oblocutio....................469
motus.........................437 nomen........................456 obreptio .....................469
movens.......................438 nomina divina............457 observatio...................469
movens motum- nominale....................458 obversio......................470
movens non motum...438 nominaliter ................458 obviatio......................470
movere .......................439 nominatio ..................459 occasio .......................470
multiforme.................439 non ............................459 occasionaliter..............471
multiloquium.............439 non-aliud ...................459 odium ........................471
multiplex....................440 non causa pro causa....460 odoratus ....................471
multitudo...................440 non ens ......................460 officians .....................471
mundus......................440 non ita .......................460 officium .....................472
munus........................441 non omnis quidam non460 omne..........................472
murmur .....................442 nota............................460 omniforme .................472
musica........................442 nota per se- omnipotentia .............472
mutabilitas .................444 nota quoad nos .......460 omnipraesentia...........473
mutatio ......................444 notio ..........................460 omniscientia...............474
mysterium..................444 notiones communes ...461 ope ingenii .................474
mystica.......................445 notitia ........................461 opera..........................474
mystice.......................446 notius.........................462 operatio......................475
notula.........................462 opificium ...................475

N
notum........................463 opinari .......................475
novitas........................463 opinio ........................475
noxium ......................463 oppidum ....................476
nugae .........................463 opponens ...................476
narratio ......................447 nugatio.......................464 opposita .....................476
natura.........................447 nulliforme ..................464 oppositio....................476
naturale......................449 nullubi .......................464 opprobrium................476
naturaliter ..................449 nullus .........................464 opus ...........................476
nec .............................449 numerus.....................464 oratio .........................477
811 Índice de términos

orbis...........................477 peccatum oris.............494 poena .........................512


ordinare......................478 pectus.........................495 poesia .........................512
ordinata......................478 pecunia ......................495 poeticus......................513
ordo ...........................478 per..............................495 polisemis ....................513
organizatio substantialis. 480 per accidens................496 politica .......................513
organum ....................480 per impossibilem........496 politicus .....................513
orientale .....................481 per se..........................496 polyptoton .................514
originalia ....................481 per se ipsum ...............496 pondus .......................514
origo ..........................481 per se nota..................497 ponere........................515
ornatus.......................482 per se subsistens .........497 pons asinorum ...........516
os ...............................482 perceptio ....................497 populus ......................516
ostensio ......................482 perduratio ..................497 positio ........................517
ostensiva.....................482 peremptio...................497 positive.......................517
otiositas......................483 perfectio.....................498 posse ..........................517
otium .........................483 perfectum...................498 possessio.....................518
periurium...................499 possest........................518

P
permanens..................499 possibile .....................518
permutatio .................500 possibilitas..................519
perpetuum .................500 possidere ....................520
perseitas .....................500 post ............................520
P ...............................484 perseverantia ..............501 post hoc ergo
pactum.......................484 persona.......................501 propter hoc .............520
paradoxa.....................484 perspectiva .................502 post rem.....................520
paralogismus ..............484 persuasio ....................502 postpraedicamentum..520
paranomasia ...............485 pertinacia ...................503 potentia......................520
parificatio...................485 pertinere.....................503 potentia Dei...............521
paromeon ..................485 petitio ........................503 potentialitas................523
pars ............................485 petitio principii ..........503 potentialiter................523
partialiter ...................486 phaenomenum...........504 potestas ......................523
participaliter...............486 phantasia....................504 prae-...........................524
participans- phantasma..................505 praeambula fidei.........524
participatum ...........486 philosophantes ...........505 praeceptum ................524
participare ..................486 philosophia ................505 praecise ......................524
participatio.................487 philosophia prima- praecisio .....................524
particulare ..................488 philosophia secunda. 507 praecisive....................525
partitio .......................488 philosophus................508 praecognitio ...............525
parvificentia ...............489 physica .......................509 praedestinatio.............526
passio .........................489 physice .......................510 praedicabilia...............527
passionatus.................489 physiologia.................510 praedicabilitas ............527
passum .......................490 pictura........................510 praedicabiliter ............527
pati.............................490 pietas..........................510 praedicamentaliter......527
patientia .....................490 pigritia .......................511 praedicamentum ........527
patres .........................490 plenitudo ...................511 praedicari ...................529
paupertas....................491 plura aeque primo ......511 praedicatio .................529
pax .............................492 pluralitas ....................511 praedicatum ...............530
peccatum....................493 plures .........................512 praeiacens...................531
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 812

praeiudicium..............531 proloquia....................544 quatenus.....................561


praelectio....................531 pronomen ..................544 quaternio terminorum..562
praemissae..................531 propassio....................544 quia............................562
praemotio...................531 prophetia ...................544 quid ...........................563
praenotio....................532 prophetizare ...............545 quidditas ....................563
praeparatio .................532 proportio....................545 quidditativus ..............564
praerequisita...............532 proportionalitas .........546 quidquid ....................564
praescientia ................532 propositio...................546 quies...........................564
praescitus ...................533 propositum ................547 quiescere ....................565
praescriptio ................533 proprietas ...................547 quietans......................565
praesens......................533 proprium....................548 quinque voces ............565
praesentia ...................533 propter quid...............549 quinta essentia............565
praestare.....................534 propterea....................549 quoad intentionem
praesumptio ...............534 prorsus .......................549 legislatoris-quoad
praesuppositive...........534 proslogion ..................549 substantiam actus....565
praeter........................534 prosyllogismus............550 quoad nos-quoad se....565
praeteritum ................534 protestativum.............550 quod ..........................565
praeternaturale ...........535 prototypo ...................550 quod quid erat esse.....566
praxis .........................535 prout..........................550 quod quid est .............566
primum......................535 providentia.................550 quodlibet....................566
princeps .....................536 proximum ..................551 quotitas ......................566
principale-principiale ..537 prudentia ...................552

R
principiare- publicum ...................553
principiatum ...........537 pudicitia.....................553
principia.....................537 pulchritudo ................553
principium .................537 pulchrum ...................554
prior-prioritas.............538 pulsus.........................555 radicale.......................567
prius...........................539 punctum ....................555 radicaliter ...................567
privatio.......................539 puritas essendi............555 radius .........................567
privatum ....................539 purum........................556 radix...........................567
pro .............................540 puta............................556 raptus.........................567
proaeresis ...................540 rarefactio ....................567

Q
probabile....................540 raritas .........................568
probatio .....................540 ratio ...........................568
probativus ..................540 ratiocinatio.................570
problema....................540 rationabiliter ..............570
processio ....................540 qua.............................557 rationale .....................570
processus ....................541 quadrivium ................557 rationalitas .................571
productio ...................542 quaestio......................557 rationaliter .................571
proemium ..................542 quale ..........................558 rationes aeternae.........571
profanum ...................543 qualitas.......................558 rationes seminales.......571
profectio.....................543 qualiter.......................559 reagens .......................572
progressio...................543 quando.......................559 reale ...........................572
progressus...................543 quantitas ....................560 realitas........................572
proindeque.................543 quantum ....................561 reatus .........................572
prolatio ......................544 quasi...........................561 recapitulatio ...............572
813 Índice de términos

recenseo .....................572 repono........................586 schola........................ 599


receptio ......................572 reportata.....................586 scholar........................600
recessus ......................573 repraesentatio.............587 scholasticus ................600
recipere ......................573 repraesentativum........587 scholion .....................600
reciprocae...................573 reprobatio ..................587 scibile.........................600
reciprocatio ................573 republica ....................587 scientia .......................601
recognosco .................574 repugnantia ................588 scintilla.......................603
recordatio...................574 requisita .....................588 scire............................603
recta ratio ...................574 res ..............................588 scolar..........................604
rectificare....................574 resistentia ...................588 scriptio continua ........604
rectitudo ....................574 resolutio .....................589 scriptor.......................604
rectum........................575 respectus.....................589 scriptura.....................604
recurvus .....................575 respondens .................589 scurrilitas....................605
redargutio...................575 responsio....................589 secretum.....................605
redargutive .................575 restituo.......................589 secta ...........................606
redintegratio...............575 restrictio.....................589 secundum...................606
redire..........................575 resumptio...................590 secundum quid ..........606
reditio ........................575 resurrectio ..................590 secundum quid et
reductio......................576 retractatio...................591 simpliciter ...............606
reductive ....................576 revelatio......................592 securitas .....................607
reduplicatio ................576 reversio.......................592 secus si secus ..............607
reduplicativa...............577 revideo .......................592 sed contra...................607
reduplicative...............577 rex..............................592 segnitia.......................607
reflexio .......................577 rhetorica.....................593 sempiternitas..............608
reformatio ..................578 risus............................593 sensatio ......................608
refundere....................578 rixa.............................594 sensibile......................608
refutatio .....................578 ruminatio...................594 sensitivum..................609
regeneratio .................578 sensorium...................609

S
regimen......................579 sensualitas ..................609
regio...........................579 sensus.........................609
regnum ......................580 sensus communis .......610
regressus .....................580 sensus compositus
regula .........................581 S ...............................595 et divisus .................611
regulans......................582 sacra pagina................595 sententia.....................611
relatio.........................582 sacrificium..................595 sententiae ...................611
relative .......................584 sacrum .......................595 sentire ........................612
relativum....................584 saeculum ....................596 separata ......................612
relatum.......................584 sanctitas .....................596 separatio.....................612
religio.........................584 sanctus .......................596 sermo .........................613
reminiscentia..............585 sapiens........................596 sermocinale ................613
remissio......................585 sapientia.....................596 sermocinatio...............613
remotio ......................586 sarcasmus ...................598 si ...............................613
remotum ....................586 satietas........................598 si fallor sum................614
repassum ....................586 scala praedicamentalis.. 599 sic...............................614
repletive .....................586 schedae.......................599 sic et non....................614
replicatio ....................586 schisma ......................599 sidus...........................615
Léxico Técnico de Filosofía Medieval 814

sigillatio......................615 speculum....................634 successivum................650


signate........................615 spes ............................634 sui generis ..................650
significabile ................615 sphera.........................635 summa .......................650
significare ...................616 spiratio .......................635 summum....................651
significatio..................616 spirituale ....................635 super ..........................651
significative ................617 spiritus .......................636 superaddita.................652
significatum ...............617 splendor .....................637 superbia......................652
signum .......................617 spontaneum ...............637 superessentiale............653
silentium ....................618 stabilitas .....................638 superficies...................653
simile .........................619 stare............................638 superioritas.................653
similitudo...................619 status..........................638 superius......................654
simplex.......................620 studere .......................639 supernaturale..............654
simplicissimus ............621 studium......................639 superstitio ..................654
simplicitas ..................621 stultiloquium .............639 supersubstantiale ........655
simpliciter ..................622 stultus ........................640 suppositale .................655
simplificatio ...............623 suasoria ......................640 suppositio...................655
simul..........................623 suavitas.......................640 suppositum ................657
simulatio ....................623 sub .............................640 sursum actio...............658
sincerus ......................623 subalterna-subalternans- suspensio....................658
sine hoc ergo propter subalternata..............640 suspicere magis...........658
hoc..........................623 subalternatio ..............640 susurratio ...................658
singulare.....................623 subcontraria ...............641 syllogismus.................658
sinistrum....................624 subcontrarietas ...........641 symbolum ..................660
sit verum ....................624 subiacere ....................641 sympathia...................660
situalitas .....................624 subiectari....................642 symptoma ..................661
situs............................625 subiectio.....................642 syncategorematica ......661
sociale ........................625 subiective ...................642 synderesis ...................662
societas.......................625 subiectivum................642 synesis ........................663
solertia .......................625 subiectum ..................643 synonima ...................663
soloecismus ................626 subiicibile...................644

T
soliloquium................626 subinferre ...................644
solus...........................626 sublevatio ...................644
solutio ........................626 submissae .................. 644
sonus..........................627 subreptio ....................644
sophisma ....................627 subsannatio ................645 tabula .........................664
sophista......................628 subscriptio..................645 taciturnitas .................664
sophistica ...................628 subsistens ...................645 tactus .........................665
spatium ......................629 subsistentia.................645 talis ............................665
speciale.......................630 subsistere....................645 talitas..........................666
specialissima...............630 substantia ...................646 tantitas .......................666
species ........................630 substantiale ................648 temeritas ....................666
specificative ................633 substantialiter.............649 temperamentum.........666
specificativum ............633 substantive .................649 temperantia................666
spectaculum ...............633 substantivum..............649 temperatus .................667
spectatio.....................633 substare ......................650 temporale...................667
speculatio ...................633 substratum .................650 tempus .......................667
815 Índice de términos

tenebra .......................669
terminari ....................670
terminative.................670
U velleitas ......................700
veneratio ....................700
verbi gratia .................701
terminus.....................670 ubi .............................684 verbositas ...................701
terrenum ....................671 ubicumque.................685 verbum.......................701
tetragonismus.............671 ubiquitas ....................685 verecundia..................703
theologia ....................671 ultimari-ultimate........685 verificare.....................703
theologus....................673 ultimum.....................685 verificativum ..............703
theoria........................673 umbra ........................686 verisimile....................703
thesis ..........................673 unalitas.......................686 veritas.........................704
timor..........................673 unabilitas....................686 versio..........................704
tò ...............................674 unicum ......................686 vertigo........................705
tò tì én eínai...............674 uniforme ....................687 verum.........................705
topica .........................674 uniformitas ................687 vestigium....................705
totalitas ......................675 uniformiter ................687 via ..............................706
totaliter ......................675 unio ...........................688 vialiter........................708
totum.........................675 unitas .........................688 viator..........................708
totum in toto .............676 unitio .........................689 vindicatio ...................708
totus...........................676 universale ...................689 violentum...................709
tractio.........................676 universaliter................692 violo...........................709
traditio .......................676 universitas ..................692 virtuale.......................709
tradux ........................677 universum ..................692 virtualiter....................709
tranquillitas................677 univocum...................693 virtus..........................710
transcendens...............678 unum .........................693 vis ..............................712
transcendentale ..........678 urbs............................694 visio ...........................712
transcendentaliter.......679 usura ..........................694 visus ...........................713
transelementatio.........679 usus-uti ......................694 vita.............................713
transformatio .............680 ut sic ..........................695 vitale ..........................714
transiens.....................680 utile............................696 vitium ........................715
transitivum.................680 utpote ........................696 vituperabile ................715
translatio ....................680 utrum.........................696 vituperium .................715
transmutari ................680 utrumlibet..................696 vivens .........................715
transpositio ................680 vocatio .......................716

V
transumptio ...............680 volitio.........................716
transumptivus ............681 voluntabile .................716
tricausale ....................681 voluntarium ...............716
tristitia........................681 voluntas......................717
trivium.......................682 vacuitas ......................697 voluptas......................719
tunc............................682 vacuum ......................697 vox .............................720
turpiloquium..............683 vague..........................698

Z
turpitudo....................683 vagum ........................698
typo............................683 valere ad opposita.......698
typus ..........................683 vanagloria...................698
tyrunculus..................683 vaniloquium...............698
vanitas........................700 zelus ...........................722
vectio .........................700 zeugma.......................722
zodiacus .....................722
E
ste libro se acabó de imprimir en
-
febrero de 2014 en los talleres de

G ráfica

L AF s.r.l., ubicados en
Monteagudo 741, San Martín,
Pcia. de Buenos Aires, Argentina.

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