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Trabajo Final: El patrimonio Aborigen, construcción desde el imaginario colonial y

patrimonialización actual. Análisis de las Misiones Jesuítico Guaraníes

Cátedra: Intercambios entre Historia y Patrimonio. Claves para abordar la construcción de la


identidad latinoamericana

Docentes: Amaya, Yesica


Palavecino, Valeria

Alumno: Cucó, Maximiliano

Carrera: Licenciatura en Historia. Ciclo de complementación curricular

Año: 2017

Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires- UNICEN- Tandil


INTRODUCCION

El presente ensayo temático se propone un análisis exhaustivo de las conceptualizaciones actuales


sobre patrimonio, memoria e identidad, tomando como eje los patrimonios de los pueblos indígenas
del noreste de nuestro país, más específicamente el caso de las Misiones Jesuíticas- Guaraníes.
Analizaremos aquí el rol central en la construcción de los imaginarios y representaciones identitarias
de estos pueblos a través de las misiones; ¿Cómo se construye la mirada actual sobre las misiones y
los pueblos guaraníes?, la situación indígena coaccionada dentro del escenario local de la reducción
misionera, y la actual activación patrimonial y mercantilizadora de estos espacios, a partir de los
últimos años.
En un contexto de fuerte revisión de nuestras nociones de patrimonio, de cuestionamiento a la
construcción de la mirada identitaria europea, a través de la conquista, de las reivindicaciones de los
derechos indígenas sobre la tierra, sus patrimonios culturales usurpados, mercantilizados, expuestos a
la mirada moderna aun de los museos o en el peor de los casos anclados en colecciones privadas
inaccesibles; es que consideramos indispensable reactivar la memoria colectiva de nuestros
pueblos, como base para replantearnos nuestra historia y nuestra propia identidad como
Latinoamericanos, para analizar una realidad olvidada en el trascurso de los debates sociales del
último siglo.
Plantear una mirada nueva en relación al patrimonio, la memoria y la identidad, que se entrelazan y
sintetizan en el espacio Misional Jesuítico Guaraní en la actualidad, permitirá pensar estrategias que
ayudan a un abordaje total de la problemática de activación patrimonial, pensando en una
revaloración histórica, simbólica, sociocultural, artística y científica de estas áreas, centrándonos en
las tareas de preservación integral, de concientización social y de participación total de los
principales actores sociales: Estado Nacional, Gobiernos provinciales y municipales, Universidades
y centros de investigación, Organismos Internacionales competentes, comunidades aborígenes aun
presentes, la comunidad en general entre otros.
El Patrimonio y la memoria: el legado de la aboriginalidad Guaraní

Si entendemos al patrimonio como “…los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y


técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son
inherentes– que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como
parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de
generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de
su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad
y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad
humana…”(UNESCO, 2003, Art. 1)., observamos su relación estricta con las comunidades y las
etnias que lo construyen y lo recrean permanentemente, constituye algo más que los vestigios
materiales de estas comunidades, hay una base intangible muy importante, que no está en los museos
o en las colecciones y que es la matriz para pensar su producción y reproducción como patrimonio
cultural. Esto ha permitió superar las definiciones modernas de patrimonio, teniendo hoy una
noción de patrimonio más fragmentada, heterogénea y flexible, incorporando una visión pluralista y
dinámica del pasado que se extiende hasta décadas recientes, convirtiendo el patrimonio en un
magnífico recurso para fomentar y difundir el conocimiento histórico (Machuca, 1998: 27- 29). Todo
patrimonio cultural se compone en un sentido intangible en un conjunto de memorias, propias de los
pueblos que le dan sentido y razón de ser a dichos patrimonios, son ese legado cultural que los
pueblos ven como propios y que constituyen in situ como su legado a la posteridad. Así la memoria
colectiva refleja el complejo proceso de selección e interpretación en una fórmula simple y pone de
relieve el paralelismo entre las formas en que el pasado se registra y se recuerda (Burker, 2006: 68),
que cosas son importantes recordar y que cosas se prefieren olvidar, dentro de la selección de esas
situaciones. Toda memoria es de alguien, pertenece a un individuo, a una comunidad. La memoria es
colectiva en referencia a lo que queda del pasado en relación con lo vivido por los grupos o bien a lo
que los grupos hacen del pasado. En este sentido va indisolublemente ligada la constitución de una
identidad, cada elemento de la cultura de los grupos, debe visibilizarse permanente a través de estos
actos de memoria para poder así reforzar la identidad de los grupos sociales. A partir de estas
selecciones de la memoria, se puede entre muchas cosas, definir lo patrimoniable de dicha cultura,
que elementos pasaran a constituir recuerdos materiales e inmateriales, legitimados y reconocidos
como tales por la memoria colectiva de las comunidades. Entonces decimos que la identidad debería
ser considerada, como un proceso, una construcción de la sociedad que analizamos, y a la que es
posible acceder a través de sus símbolos, representaciones, conductas e imágenes que los propios
grupos sociales construyen a través del tiempo, “reinventando” sus límites de pertenecía.
A partir de entender que patrimonio, identidad y memoria van de la mano como resultado de la
interacción de las comunidades y pueblos que las producen y reproducen, pensamos en una
reconceptualización sobre la mirada que se tiene en cuanto a la aboriginalidad, vital a partir del
enfoque sobre el tema jesuítico a abordar aquí, y central en las discusiones en cuanto a que se
entiende por pueblos originarios y como se ha dada el proceso de construcción de su identidad a
través del tiempo, hoy recientemente vuelta a poner en el centro de las tensiones y los debates
sociales. Pensamos que la aboriginalidad ha sido un elemento de la identidad latinoamericana,
olvidado en la construcción de los Estados y en el planteamiento mismo de los enfoques de
patrimonialización, entendiendo que olvidar no implica ausencia, sino presencia silenciada, negada
y su naturaleza no sólo es individual, sino también una construcción social compartida, producto de
pactos de silencio grupales. (…) la memoria nos da raíces, una sociedad que pierde voluntaria o
involuntariamente su memoria colectiva, se convierte en una sociedad “enferma” con perturbaciones
en su identidad colectiva1

Briones al analizar los proceso de construcción de la aboriginalidad en nuestro país, nos plantea la
necesidad de ver los aspectos problemáticos de dicha elaboración no solo en términos de
construcción de otros internos, de disparidades y aculturaciones de poblaciones, sino también en los
últimos procesos que han ido resignificando en las relaciones y los contextos cambiantes de las
últimas décadas, en ese sentido sostiene que la aboriginalidad emerge como producción cultural, que
depende menos de los componentes de un producto, que de las condiciones de una praxis consistente
de marcación y automarcación, que ha resultado tanto en que la alteridad de las poblaciones
indígenas asocie efectos específicos respecto de la de otros grupos étnicos y/o raciales, como en que
hoy existan dilemas compartidos por pueblos originarios en distintos países y continentes2.

La alteridad de los indígenas, en cambio, requiere de una reconversión más profunda – de esencia,
más que de grado – para acceder a ese «nosotros». Tan profunda que se piensa irreversible. Por eso,
mientras a los Inmigrantes nunca se les niega por completo su derecho a adscribirse como
«descendientes de» – trazando y conservando incluso más de una línea de filiación – se espera que
quienes se presentan como «descendientes de indígenas» expliciten en un punto de qué lado
preponderantemente están – si del «indígena » o del «no indígena» – pues no se puede ser ambas
cosas a la vez. Además, si optan por el lado indígena pero presentan un aspecto sospechosamente
«modernizado» es factible que se pongan en duda los móviles o licitud de semejante adscripción.

1
Revel, J. Entrevista en Diario La Nación, 14 de noviembre de 2004
2
Briones, Claudia, (2004), “Construcciones de aboriginalidad en Argentina.” En Société suisse des
Américanistes. p.1
Las misiones Jesuíticas- Guaraníes

En el caso de las Misiones, se ha elabora un amplio debate, que aquí hemos enfatizar en el sentido de
como se ha construido a partir de los mismos, una representación del pasado de los pueblos
indígenas Guaraníes y como la identidad y aboriginalidad, ha sido reactivada a través del patrimonio
del espacio reduccional. Las Misiones, vinieron a construir una identidad desde la misma alteridad
en que se produce el contacto con los indígenas, apropiándose de un patrimonio cultural que les era
ajenos y forzando de esta manera no solo a los indígenas a ser ajenos y extranjeros en su propio
territorio, sino coaccionando también con esto el surgimiento de una nueva identidad fruto de este
contacto y apropiación del capital cultural propio de los pueblos nativos Guaraníes.
En este marco y operativamente a este proceso hubo una re significación de la tradición cultural
guaraní producto de este fenómeno. Bozzano entiende y plantea a las reducciones como espacio-
soporte en donde es posible a sus integrantes hallar una comunidad de intereses. Se construyen lazos
afectivos que afianzan las comunicaciones desplazando a la violencia destructiva y autodestructiva.3
Esto ha permitido el desarrollo de una nueva cultura en donde el compromiso con el cambio
constituye uno de sus desafíos. A la vez que se insta al aborigen a domesticarse en el espacio de la
reducción, se le insta al control de su cuerpo, sumando a la vigilancia religiosa y administrativa,
también la psicofísica. Entonces la reducción da sentido e identidad a sus miembros, esta cohesión
conforma el universo reduccional, una protección y una pertenencia que aleja a cualquier extranjero.
Este espacio construido entre indígenas y jesuitas, nos dirá Bozzano, dará lugar a un espacio
sacralizado: el templo; a un espacio jerarquizado: los claustros; un espacio demarcado: las viviendas
de los guaraníes. Todos espacios opuestos y complementarios que se interrelacionan para dar lugar a
la vida comunitaria y a formas más complejas de organización social. Finalmente tras la expulsión
de la Compañía de Jesús (1768) se procedió al inventariado de todos los bienes de las misiones, las
cuales quedaron a cargo de nuevos administradores estatales y curas de otras órdenes religiosas
(franciscanos, dominicos y mercedarios). Entonces sobreviene una transformación de la vida en
general que modifica la percepción del tiempo, el espacio y el modo de ocupación territorial, un
rasgo significativo de esta etapa, denominada post-jesuítica, será el nuevo rumbo impreso en las
misiones de la provincia (Maeder 2013). A partir de esto las Misiones entraron en un proceso de
crisis determinada por los cambios en la transición de una organización a otra; inmiscuida en los
conflictos por la posesión territorial y afectada por los constantes saqueos e incendios producidos por

3
Bozzano, Jorge N. (2007) “Reducción Jesuítico-Guaraní. Reflexiones en torno al espacio.” En Patrimonio
Jesuítico. La Compañía de Jesús en América. La construcción de un espacio, III Encuentro Patrimonio
Jesuítico. Buenos Aires, CICOP. p.277
las tropas contendientes (Chagas en 1817 y otros) hasta el momento de definición como jurisdicción
del nuevo Estado Argentino. En tanto, “diversos modelos de ocupación, superpuestos y combinados
entre sí, pusieron de manifiesto la presencia de sectores económicos y organizaciones políticas en
emergencia, expediciones militares de Artigas y Andresito (1810-1820), reedificación de pueblos
jesuíticos por algunos caudillos de guaraníes como Aripi y Tepai (1820-1830), conformación de
poblados de hacendados correntinos como Félix Aguirre- (1820-1830) etc., mediante “ocupaciones
de derecho y de hecho”, concretizadas en poblados y/o campamentos provisorios como los que
establecieron los paraguayos (1820-1865) manteniendo el control comercial y la protección sobre los
habitantes que transitaban en los viejos poblados jesuíticos hasta el rio Uruguay (Oviedo 2013).
Más allá de este proceso de ocupación del espacio misional, su resignificación a partir del contacto
entre ambas culturas es un hecho. Aun así en la actualidad, en las ruinas de las Misiones Jesuíticas
Guaraníes se ido desarrollando un proceso de activación patrimonial, que ha supuesto su
mercantilización, es decir, resignificado para y por el turismo. Del total de los 33 pueblos
misionales jesuíticos, distribuidos entre Argentina, Brasil, Paraguay, parte de Bolivia y Chile. Se han
firmado numerosos acuerdos turísticos sobre la zona que la han transformado notoriamente en un
destino nacional e internacional relevante. El plan de acciones suscripto por el Ministerio de
Turismo de la Nación, las provincias de Misiones, Corrientes y Córdoba y representantes de Brasil,
Bolivia, Paraguay y Uruguay, en el marco de la inauguración de la primera etapa del Centro de
Interpretación Jesuítico-Guaraní de San Ignacio Miní; ha permitido amplias intervenciones en
infraestructura y servicios, dado la ubicación geográfica estratégica de la zona, las cuantiosas
ganancias posibles y los recursos naturales y culturales disponibles. Se prevé que la Ruta
Internacional de los Jesuita sea bendecida por el papa Francisco, miembro destacado de la orden
jesuítica. Este hecho marca un antes y un después en el reconocimiento y valoración de las misiones
como destino turístico internacional, a partir de la llegada al papado de Jorge Bergoglio, primer papa
jesuita, lo que ha aumentado notoriamente la cantidad de turistas en la zona.
Actualmente, en la provincia de Misiones, cuatro de ellas han sido declaradas Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO en 1994, tres de ellas localizadas sobre el Río Paraná: Santa Ana,
Loreto y San Ignacio y solamente una sobre el Río Uruguay: Santa María La Mayor. Del conjunto
mencionado, la Misión que recibe mayor cantidad de visitas turísticas es San Ignacio (233.785
visitantes, 2007) quedando relegada en el conjunto la Misión de Santa María La Mayor4.
Las ruinas de San Ignacio, a 59 km de Posadas, son las más turísticas y las de mayor valor
histórico-cultural del circuito. De aquella gran obra permanentemente amenazada por la selva -y que

4
Rivero, Beatriz y otros: Planificación interpretativa de las Misiones Jesuíticas, en Realidad, Tenencias y desafíos del
Turismo, Año XI. Volumen 9, octubre de 2011. P.112
fue reconstruida entre 1940 y 19505- quedan hoy paredes, cimientos y, sobre todo, la fachada del
templo, como testimonio de lo que fue la misión de San Ignacio Miní en sus tiempos de esplendor.
Muchos de los pueblos jesuíticos han sufrido un fuerte proceso de deterioro en cuanto a los restos
monumentales, otros fueron erigidos sobre las ruinas jesuíticas, o han reutilizado los vestigios
pétreos en pilares, muros ó paredes de las actuales viviendas, evidenciando de algún modo, diverso
grado de apropiación y/o destrucción del legado jesuítico en un proceso continuo cuyo resultado es el
palimpsesto: entrever lo viejo en lo nuevo6.
A partir de estas intervenciones, vemos que “el patrimonio cultural de una nación no es un hecho
dado, una realidad que exista por sí misma, sino que es una construcción histórica, una concepción
y una representación que se crea a través de un proceso en el que intervienen tanto los distintos
intereses de las clases y grupos sociales que integran la nación, como las diferencias históricas y
políticas que oponen a los países” (Mantecon, 2005: 6). Sin ir más lejos, en el año 2013, cita el
artículo de La Nación, El ingreso a las cuatro Misiones Jesuíticas misioneras, cuesta $ 30 para
argentinos. El espectáculo de luz y sonido, 40 pesos7, bastaría preguntarse hasta donde este
patrimonio es accesible a los habitantes de los respectivas provincias que ocupan y así mismo a las
comunidades originarias Guaraníes que aun habitan dichos territorios.
Pensemos aquí, siguiendo la tesis de Prats, en los términos en que se da la activación patrimonial en
el caso de las Misiones Jesuíticas, desde un sentido estrictamente turístico y a través de su
declaración como Patrimonio Mundial de la Humanidad, las misiones adquieren una categoría y
reconocimiento internacional nunca antes obtenidos, sumado a nuevas políticas de conservación y
protección, que lo imprimen como destino internacional de los países donde se sitúan. En este

5
En 1938 el arquitecto de la Dirección General de Arquitectura de la Nación Mario J. Buschiazzo solicita a la Comisión
Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos “…la necesidad de intervenir con urgencia para evitar
inminentes derrumbes” en San Ignacio. La obra estuvo a cargo del arquitecto Cordes hasta fines de 1940 y desde 1941
a 1948 del arquitecto Carlos Luis Onetto.
Trabajos de mantenimiento y obras puntuales de restauración se continuaron realizando a lo largo del tiempo,
efectuados por la Dirección de Arquitectura de la Nación o por el Programa Misiones Jesuíticas de la Provincia de
Misiones, con la supervisión de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.
En los últimos años, a través de la colaboración de World Monuments Fund y otros organismos, el Programa Misiones
Jesuíticas de la Provincia de Misiones, procedió a la restauración de la fachada y del portal lateral del Templo.
Santa Ana en cambio, llega a las últimas décadas del siglo XX con escasos trabajos de puesta en valor que consistieron
fundamentalmente en tareas de liberación de la selva que impedía el reconocimiento de las ruinas y el apuntalamiento
y mantenimiento de las estructuras fundamentales de la Iglesia y el Colegio. A mediados de los 90 se construye el
Centro de Interpretación por parte de la Dirección de Arquitectura de la Nación. Convenios firmados por la Provincia de
Misiones con la Nación y con la Universidad Federico II de Nápoles posibilitaron efectuar relevamientos arquitectónicos
y arqueológicos y recuperar el huerto y su sistema hídrico.(Pernaut, 2010)

6
Rivero, Beatriz y otros, loc. Cit.p.112

7
Andrea (2013) Estancias, iglesias y reducciones, el legado jesuita. Buenos Aires: La Nación.
http://www.lanacion.com.ar/1565690-estancias-iglesias-y-reducciones-el-legado-jesuita
proceso de activación se escogen determinados referentes culturales o naturales, se los expone y
sacraliza; se propone entonces una versión de la identidad y se recaban adhesiones para la misma.
Son los Estados y el poder político de que él, emanan los que determinan estos proceso de
patrimonialización, es decir, en el mismo no se tienen en cuenta ni cuestiones de orden cultural
local, como tampoco los sujetos sociales relacionados con ese patrimonio, tal es el caso que ha
operado en las misiones jesuíticas guaraníes. Más aun pensemos en un patrimonio distribuido en
varios países y que no puede autoafirmarse como propio de un colectivo nacional, más bien
pensarlos como trasnacionales y más explotables como zonas turísticas internacionales de primer
nivel. Un caso emblemático de activación patrimonial, es la Casa de la cultura, en Concepción de la
Sierra (Misiones) parte de una antigua reducción jesuítica- guaraní. La misma tiene un espacio social
del mismo nombre, el cual no solo cuenta con piezas arqueológicas provenientes del antiguo sitio de
la reducción, sino que además propone un uso activo del lugar, favoreciendo la articulación entre
investigadores de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), los cuales presentan actividades de
investigación desarrollados, dejando a disposición las mismas a los habitantes locales8.
En base a esto, reconocemos que la patrimonialización implica la construcción de una mercancía
para consumir, por el cual los derechos y la propiedad de los indígenas sobre ese patrimonio no es
contemplado en ninguna instancia de la legislación internacional, sobre protección de la propiedad
cultural indígena. Esta reconoce que el patrimonio, se centra sólo en la preservación de los elementos
que lo componen. Es decir, mantener las prácticas y conocimientos que incorporan los modos de
vida tradicional. En este sentido, el significado de la protección se aleja bastante de los derechos, y se
constituye no sólo en un componente clave de la continua existencia de las comunidades indígenas y
tradicionales, sino es un elemento central del patrimonio de la humanidad (Correa, op.cit). Por lo
tanto sometido a decisiones externas a los pueblos indígenas. La protección, en este sentido puede
facilitar el acceso indebido a los elementos intelectuales de los pueblos indígenas (Huenchuan
Navarro 2004:89). Partiendo de esto el patrimonio reconocido a los indígenas en la medida que está
siendo revalorizado a través de esta legislación nueva, está siendo seleccionado o parcializado, como
a la vez mercantilizado, sostiene esta autora, en el sentido que la titularidad de los derechos de estos
pueblos es colectiva, siendo de este modo complejo tanto en su distribución como en la efectividad
que alcanza el empleo de la misma para todos los miembros de la comunidad.
Pensemos aquí en la posibilidad que el patrimonio de las Misiones Jesuítico Guaraníes sea accesibles
a todo el conjunto social como parte integrante de nuestra identidad nacional y latinoamericana, esto

8 Ocampo, Amanda, E: La “Casa de La Cultura” como elemento de activación patrimonial. El caso de estudio del pueblo
histórico de Concepción de La Sierra. Misiones, Argentina. Misiones, CONICET- Universidad Nacional de Misiones, 2016.
pp.98-99
supondría que “…el Estado, como las Instituciones, que actúan como legitimadores por su posición
en el campo cultural e intercultural, y que en general se encargaron históricamente de transmitir
valores simbólicos canónicos, deberían no solo conservar los elementos culturales, sino también
fomentar el pluralismo, su conocimiento y valores inherentes y hacerlos extensivos a toda la
sociedad en un proceso que acompañe al individuo, como parte de un cuerpo social, a lo largo de
toda su vida.” (Enecoiz (y otros), 2005:74). Esto implica una participación total de la población,
eliminar la preservación elitista del patrimonio, que nos habla Mantecon, y reforzar una apropiación
democrática y colectiva, o sea, crear condiciones materiales y simbólicas para que todas las clases
puedan compartirlo y encontrarlo significativo. Pero no se trata solamente de que los sectores
populares tengan acceso efectivo al patrimonio cultural nacional. La jerarquía de los capitales
culturales establece diversos límites para que el patrimonio de las clases populares se generalice y
sea ampliamente reconocido. (García Canclini, 1999)
Conclusiones

Considerando entonces a las Misiones Jesuíticas con un patrimonio histórico hoy universalmente
aceptado, es que partimos de reconocer que su mercantilización supone serias dificultades al acceso
y uso social por parte de todos. Desde la constitución misma de ese espacio soporte que fueron las
Misiones, hasta su síntesis cultural que permitió no solo ver un caso paradigmático de sincretismo
cultural, sino también de resignificación de la cultura autóctona y aboriginalidad, las misma han
sufrido un proceso de patrimonialización que ha ido de la mano con el avance en las tareas de
restauración y puesta a punto de dichos espacios, con fines estrictamente comerciales y más
concretamente turísticos. Entendemos con esto, que las Misiones Jesuíticas, como patrimonio han
perdido no solo su valor simbólico, sino también histórico, al transformarse en paseos y espacios de
ocio para el turismo tanto regional, como internacional, que poco se interioriza y se interesa en los
pasados, las memorias y las identidades de los pueblos guaraníes, que han sido protagonistas
centrales y primordiales, junto con los Jesuitas, de estos espacios históricos.
Otro tema alarmante, es tanto las políticas de preservación y restauración, apuntadas solo a los
lugares de mayor intereses turístico, como hemos visto, las misiones se extienden por varios países, y
son un patrimonio cultural internacional, pese a esto gran parte de los restos que no se enmarcan
dentro de estas “áreas rentables”, no son activados patrimonialmente, ni muchos menos reciben
fondos para su conservación. Es decir, con esto que las políticas preservacionistas, están orientadas a
los circuitos transnacionales e internacionales que perciben amplias ganancias por su explotación
económica en las temporadas turísticas. Esto potenciado como hemos visto, tras la declaración de las
misiones como Patrimonio histórico de la Humanidad, la asunción del Papa Francisco (jesuita) y la
posterior declaración de las Cataratas del Iguazú, como una de las Siete Maravillas del Mundo.
Pese a estas marcadas tendencias comerciales del patrimonio, han habido excelentes propuestas de
conservación y activación patrimonial, con enfoques plurales y comunitarios, principalmente en la
Ciudad de Concepción de la Sierra, en donde la Universidad Nacional de Misiones ha llevado
adelante un excelente proyecto de puesta en valor de la Misión, la socialización de las
investigaciones y restos arqueológicos del lugar, en conjunto con actividades que favorecen la
preservación de las mismas y la participación social de toda la comunidad. Este caso paradigmático,
es un modelo al que se debería apostar, desde la base de la investigación histórica y arqueológica,
relativizando los impactos de la actividad económica principalmente ligada al turismo, apostando por
un turismo de circuitos locales, en esta región donde lo visitantes puedan hacer una aprehensión real
y profunda del patrimonio local completo e integrado, donde pueda estimularse la memoria y la
identidad jesuítica guaraní como una unidad cultural, sin perder de vistas los rasgos propios de cada
cultura y del sincretismo, de la síntesis que da origen a la resignificación actual que han tenido la
Misiones Jesuíticas para el aprendizaje de la cultura guaraní.
Reviendo este aspectos e integrando nuevos ofertas de circuitos turísticos locales, no solo se
fomentara la actividad económica, sino que se favorecerá la investigación y profundización de los
trabajos arqueológicos de la zona, manteniendo entonces una mirada preservaciones, dado esto en el
carácter local y regional de los circuitos, con un control exhaustivo de los contingentes y medios que
se adentran en estas regiones patrimoniales, y a su vez mejorando los ingresos económicos propios
de dichas actividades, para la comunidad, las instituciones universitarias y superiores, los
comerciantes y demás sectores vinculados con la región. Una nueva activación patrimonial de
enfoque integral, preservacionista y social, consideramos debe ser la aplicable a las Misiones,
imponiendo un sentido innovador de los espacios, que abarque un uso total de los mismo, una
globalidad que permita un abordaje múltiple y concreto de todas las áreas tanto de investigación, de
arqueología, de turismo, de preservación, de restauración y de comunidad. Esta nueva activación
debe tener en cuenta los intereses de las comunidades donde se asientan los espacios, es necesario
que tanto las comunidades originarias, como las que no lo son puedan tener una participación
garantizada en esta nueva activación, una activación que favorezca la inclusión y el respeto a las
culturas y tradiciones, elementos, monumentos y dialectos, entre otras de las comunidades
autóctonas. Esto dará acceso total del patrimonio, no solo a los sectores populares, sino también a
comunidades marginados, a esa aboriginalidad que en este caso en Latinoamérica la hemos
construidos sobre la base de la aculturación de lo autóctono, para repensar entonces las
resignificaciones que ha tenido las Misiones para desarrollar ese espacio soporte, para favorecer el
desarrollo y control de la naturaleza y sus recursos, como para organizar y pensar la vida comunitaria
en sintonía con un medio determinado y con una nueva cultura que se iba imponiendo a través de la
coacción de los misioneros. Esta activación patrimonial entonces debe tener como eje una
revalorización de las misiones, con inclusión no solo de todos los actores sociales, sino incluso de
esa aboriginalidad que se piensa ajena, como así también de los espacios geográficos que las
integran, sumando una lógica proteccionista y preservacionista, pero no estática, sino dinámica con
la socialización, los usos y las practicas, donde la lógica ya no sea comercial y explotadora, sino
comunitaria y significativa.
Bibliografía

Bozzano, Jorge N. (2007) “Reducción Jesuítico-Guaraní. Reflexiones en torno al espacio.” En


Patrimonio Jesuítico. La Compañía de Jesús en América. La construcción de un espacio, III
Encuentro Patrimonio Jesuítico. Buenos Aires, CICOP.

Briones, Claudia, (2004), “Construcciones de aboriginalidad en Argentina.” En Société suisse des


Américanistes.

Garcia Canclini, N. (1999), “Los usos sociales del Patrimonio”, en Aguilar Criado, Encarnación.
Patrimonio Etnológico. Nuevas perspectivas de estudio. Consejería de Cultura. Junta de Andalucía,
España.

Ocampo, Amanda, E: La “Casa de La Cultura” como elemento de activación patrimonial. El caso de


estudio del pueblo histórico de Concepción de La Sierra. Misiones, Argentina. Misiones, CONICET-
Universidad Nacional de Misiones, 2016.

Revel, J. Entrevista en Diario La Nación, 14 de noviembre de 2004

Rivero, Beatriz y otros: Planificación interpretativa de las Misiones Jesuíticas, en Realidad,


Tenencias y desafíos del Turismo, Año XI. Volumen 9, octubre de 2011

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