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Los tres cerditos es una fábula de la literatura infantil cuyo origen se remonta

a inicios del siglo XIX. Es una de esas lecturas amenas y divertidas que
prácticamente se bebe de un sorbo hasta el final. El cuento narra las
peripecias de un listo cerdito y sus dos hermanos que intentan deshacerse de
la persecución de un lobo feroz. Sin duda, el cuento es una oda a la previsión,
la astucia y la inteligencia, así como un enaltecimiento al sentido de la
responsabilidad y la perseverancia.
Los tres cerditos y el lobo feroz
En pleno corazón del bosque vivían tres cerditos, que eran hermanos. Su vida
en el bosque era muy tranquila y divertida, paseaban a menudo, cantaba y
jugaban sin parar. Sin embargo, siempre les acechaba un peligro: el feroz
lobo.
Un día, el cerdito mayor les hizo una propuesta a sus hermanos. ¿Y si
construimos una casa donde podamos sentirnos seguros de las amenazas de
ese lobo? Los hermanos estuvieron de acuerdos y, ni cortos ni perezosos, se
pusieron manos a la obra.
Cada uno construyó su propia casita. El más pequeño decidió hacerla de paja
ya que esta era muy blanda y se podía sujetar con facilidad. De esa manera,
no necesitaría esforzarse mucho, podría terminar pronto e irse a jugar. El
hermano mediano hizo su casa de madera pues había muchos troncos por los
alrededores. Así terminaría en un santiamén y podría jugar.
A diferencia de sus hermanos, el cerdito mayor decidió construir su casa con
ladrillos. Era consciente de que necesitaría mucho esfuerzo y que tendría que
invertir más tiempo que sus hermanos pero, como recompensa, tendría una
casa más fuerte y resistente. De esa manera, estaría a salvo del lobo e incluso
podría ponerle una chimenea donde asar las bellotas y hacer caldo de
zanahorias.
Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaron y
bailaron felices pues ya no tendrían que preocuparse nunca más por las
amenazas del lobo feroz. Sin embargo, al poco rato, apareció el lobo y se
dirigió directamente hacia los cerditos. Estos salieron corriendo hacia sus
casas, pensando que allí estarían a salvo. Grande era el miedo, pero mayor
fue el orgullo cuando los tres se sintieron seguros dentro de sus casas.
Aunque esa alegría duró poco.
El lobo se dirigió a la casa del cerdito más pequeño. Después de mucho gritar
y batallar con la puerta para poder entrar, sin conseguirlo, se apartó y
comenzó a soplar sobre la casa. Sopló con todas sus fuerzas hasta que la
casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño tuvo que salir corriendo para
protegerse en la casa de su hermano mediano.
El lobo lo persiguió hasta la otra casita, donde los cerditos cantaban felices
por haber escapado. Una vez más, el lobo arremetió contra la puerta para
intentar entrar. Al ver que no podía, se alejó furioso y comenzó a soplar con
todas sus fuerzas. La madera crujió y las paredes, que parecían tan fuertes,
cayeron como si fueran palillos. Los cerditos salieron disparados hacia la casa
de su hermano mayor.
Con un hambre atroz, el lobo persiguió a los cerditos hasta la casa de
ladrillos. Los cerditos cantaban y bailaban de alegría hasta que escucharon al
lobo intentando abrir la puerta, como había hecho antes. En cierto punto, el
lobo se alejó y comenzó a soplar sobre la casa. Sopló, una y otra vez, pero a
diferencia de las casitas anteriores, la casa de ladrillos era muy resistente y
no consiguió derribarla. Entonces vio la chimenea y se le ocurrió entrar por
allí.
El lobo trepó por la chimenea y comenzó a descender pero el cerdito mayor
se percató y echó leña al caldero donde estaba haciendo una sopa de nabos.
El lobo fue a parar al caldero de agua caliente, salió disparado de un solo
brinco y no paró hasta llegar al lago. Los cerditos nunca más lo volvieron a
ver

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