Está en la página 1de 1

Cuando miro la hora en mi celular aún son las seis de la mañana.

El pecho me quema
por haber caminado tanto hasta el terminal de buses. Vuelvo a mirar el celular y parece
que la hora se ha quedado congelada al igual que el clima de esta mañana. En el
terminal somos pocos los que esperamos, compartimos miradas incomodas por un
breve momento hasta que llega el primer bus desde Lima. Me acomodo en mi asiento y
mis manos se vuelven inquietas en los bolsillos de mi casaca.
Es mi imaginación o el bus es más lento de lo normal, se hace una eternidad para que
la puerta se abra y la gente comience a bajar. Figuras cansadas y soñolientas se
deslizan por la puerta del bus, algunas con dirección a la parte trasera a recoger su
equipaje y otros marchan pesadamente hasta la sala de espera del terminal.
Y lo veo, la figura por la que estoy aquí tan temprano, sacrificando mis horas de sueño,
de hecho de tan solo saber que vendría no pude dormir mucho. Baja al igual que las
demás personas, arrastrando sus pasos, lleva un maletín colgando del brazo sano. Me
apresuro y le doy el encuentro en la puerta de la sala de espera. Tomo el maletín y me
lo echo sobre el hombro

También podría gustarte