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SU PROVIDENCIA… MI ORACION
El movimiento de este Salmo desde la tierra (1) hasta mí (20) vía nos (10) no puede ser
explicado con certeza. ¿Fue que un individuo prologó su ofrenda de acción de gracias (13–
15) y testimonio (16–20) con un himno sobre la relación de Dios con el mundo (1–7) y con
su pueblo (8–12)? ¿O fue el pueblo que llegó expresando su gratitud por haber sido
liberado (12) y un individuo (¿el rey?) expresó lo que ellos tenían en su corazón (13–20)?
Los antecedentes sólo pueden ser conjeturas pero el mensaje es claro.
Lo que el Señor hizo, históricamente, para su pueblo es la base de una invitación a todo el
mundo (1–7). El mundo es convocado como si fuera a observar al Señor junto al mar Rojo,
y luego sumarse a su pueblo en su regocijo en un Dios así y en no rebelarse contra él (5–7).
La salvación que dio a algunos (Israel) es una invitación para todos (cf.cf. Confer (lat.),
compare 2 Cor. 5:18, 19) (“nosotros … el mundo”).
Los tratos del Señor con su pueblo en el presente han de ser entendidos a la luz de lo que
hizo en el pasado (8–12). Sea cual fuere la prueba (10) que habían pasado ésta era como
volver a repetir lo del mar Rojo: cuando cruzaron por el agua lo hicieron para salir a la
libertad (12).
Tenemos que pasar por nuestros sufrimientos de manera que se conviertan en oportunidad
para testificar: los pueblos son convocados a bendecir a nuestro Dios por la preservación,
la prueba, el profundo dolor y la liberación final y definitiva de su pueblo (8–12).
No existe una iglesia aparte de quienes la componen, el individuo respondiendo
espiritualmente con su dedicación (13–15), testimonio (16–19) y alabanza (20).
Los tratos providenciales de Dios con su pueblo brotan de su propia voluntad y hechos
(10–12, seis verbos en segunda persona singular), pero la bendición que se manifiesta no
llega sin oración (17) y santidad (18). No cabe duda que el Señor realiza sus más grandes y
predeterminadas maravillas a través de las oraciones de su pueblo (Mal. 3:1; Luc. 1:13).
1–12 Alabanza mundial. La experiencia, pasada (1–7) y presente (8–12) del pueblo del
Señor lleva a una invitación a todos a sumarse a la adoración, reconociendo primeramente
que ha revelado quién es él (2, 4, nombre), y sus hechos y poder conquistador (3). 5–7 La
experiencia del mar Rojo (6) data de siglos. El llamado, entonces, venid y ved, es
deliberadamente imaginativo. Pero habiéndonos transportado al pasado, a aquel gran
evento, podemos decir lit.lit. Literalmente “regocijémonos allí” (6c), como si estuviéramos
de pie a la otra orilla, con el victorioso poder del Señor y sus temibles consecuencias (7;
cf.cf. Confer (lat.), compare Exo. 14:30, 31) de rebelión ante nuestros ojos. Pero Dios
todavía está sobre su trono (8–12) y su pueblo tiene una experiencia actual para compartir:
Dios está decidido a hacerle bien a su pueblo (9, lit.lit. Literalmente “Nos ha designado a la
vida”); impone sufrimientos con propósito (10) en el sentido de que es probado para
comprobar su calidad y purificado para comprobar su pureza; él determina todas nuestras
experiencias, por más temibles que sean (11, 12). Cuando la vida nos aprisiona (red),
cuando las presiones aumentan (apretura), cuando la gente es atrozmente cruel
(cabalgarán encima), cuando una circunstancia amenazante se sucede a otra (fuego …
agua); es todo la obra personal de él: nunca estamos fuera de la mano de nuestro Padre
(Juan 10:29; 1 Cor. 10:13), el Dios de la abundancia definitiva (12; 2 Cor. 4:16–5:1; Apoc.
7:9–17).
13–20 Alabanza individual. La experiencia individual de dedicación (13–15), oración (17),
santidad (18) y oración contestada (19) provee un testimonio para la iglesia (16). El
momento de dificultad (14, cf.cf. Confer (lat.), compare 10–12) era encarado haciendo
votos al Señor, votos que ahora eran cumplidos simbólicamente con los holocaustos (13): la
ofrenda que nada se reserva (Gén. 22:2, 12). Pero un voto así no es que se quiera negociar
con Dios y cuando sucedió la liberación, no era que Dios estuviera cumpliendo su parte del
trato sino una respuesta a la oración. La verdadera oración expresa nuestra oración
verbalmente (17, con mi boca), está siempre lista para alabar (17, con mi lengua, “en la
punta de la lengua”), y requiere el contexto de un corazón puro (18): la determinación de
no “dar lugar en mi corazón al pecado”. A su vez, la oración contestada fluye hacia el
exterior en alabanza (20) porque es viva prueba de que su misericordia no se ha lit.lit.
Literalmente “apartado” de mí.
SALMO 66
Tiene que haber sido un hombre de gran destreza el que cantó este Salmo: la mejor
música del mundo se sentiría honrada de poderse unir a expresiones semejantes.
No sabemos quién fue su autor, pero no vemos razón alguna para dudar que fuera
David el que lo escribió. C. H. S .
Vers. 1. Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Necesitamos sonidos
alegres. Dios ha dé ser loado con la voz, y el corazón debe acompañar en santa
exultación. Todas las naciones deben rendir alabanzas al Señor. Feliz el día en que
no habrá gritos discordantes, sino que toda la tierra adorará a su Creador. C. H. S.
Vers. 2. Cantad la gloria de su nombre. El dar gloria a Dios no es sino
restaurarle lo que es suyo. Es una gloria para nosotros el poder dar gloria a Dios; y
toda nuestra verdadera gloria debería ser adscrita a Él, porque es su gloria. C. H.
S.
Vers. 3. Decid a Dios. La devoción, a menos que sea decididamente dirigida al
Señor, no es más que silbar al viento.
Por la grandeza de tu poder se someterán a Ti tus enemigos. El poder
pone al hombre de rodillas, pero sólo el amor gana su corazón. Faraón dijo que
dejaría partir a Israel, pero mentía ante Dios; se sometía de palabra, pero no de
hecho. Decenas de millares, tanto en la tierra como en el infierno, están rindiendo
un homenaje forzado al Todopoderoso; sólo se someten porque no pueden por
menos que hacerlo; esto no es lealtad, sino que el poder de Dios los mantiene
sometidos bajo su dominio sin límites. C. H. S.
Aquellos por los que Dios había hecho más, los ángeles, se transformaron primero
en sus enemigos; no te aflijas si aquellos por quienes has hecho más son tus peores
enemigos; Dios mismo tiene enemigos. Nuestro Salvador, Cristo, nunca se
defendió, nunca dijo: «¿Por qué me azotáis? ¿Por qué me escupís? ¿Por qué me
crucificáis?» Aunque ellos proyectaban su ira sobre su persona, El no abrió su boca;
cuando Saulo azotaba a la iglesia con violencia, o sea, a sus siervos, entonces sí que
Cristo vino y dijo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Condensado de John
Donne
Los terremotos en New England dieron lugar a una especie de pánico religioso. Un
escritor, que era uno de los ministros de Boston, nos informa que inmediatamente
después del gran terremoto,
según lo llamaron, gran número de personas de su congregación acudieron y
expresaron su deseo de reunirse en la iglesia. Pero, al conversar con ellos, el pastor
no pudo notar la menor evidencia de mejoría en sus ideas o sentimientos religiosos,
ninguna convicción de su propia pecaminosidad; nada, en resumen, sino una
especie de temor supersticioso ocasionado por la creencia de que el fin del mundo
estaba cercano. Todas sus respuestas mostraron que no habían hallado a Dios,
aunque habían visto la grandeza de su poder en el terremoto. Edward Payson
Vers. 4. Toda la tierra te adorará, y cantará a Ti. ¡Qué cambio tendrá
lugar cuando el canto desplazará a los suspiros y sollozos, y la música expulsará
nuestra miseria! Selah. No hay meditación más gozosa que la que procede de la
perspectiva de un mundo reconciliado a su Creador. C. H. S.
Vers. 6. Alegrémonos, pues, en ÉL Un milagro extraordinario es que los
hombres pasen por el amargo mar de esta vida, y crucen el río de la mortalidad que
nunca cesa de fluir y que anega a tantos otros y que, a pesar de ello, puedan llegar
sanos y salvos a la tierra de la eterna promesa, para regocijarse en Dios mismo y
contemplarle cara a cara; y, con todo, éste el mayor de los milagros es realizado por
Dios para que muchos pasen este mar como si fuera tierra seca y crucen este río
con los pies secos. Robert Bellarmine
Vers. 7. Sus ojos atalayan sobre las naciones. Esto debería poner freno a
tanta iniquidad. ¿Puede la conciencia de un hombre tragar tan fácil y
deleitosamente lo que él sabe perfectamente es conocido por Dios y aborrecible a la
vista de su santidad y que, por tanto, Él detesta su acción? Stephen Charnock