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ON BOSLO TST HEE aS / Allos DE BIO IX> DON BOSCO Y¥.SU TIEMPO SEcUNDA panTE Los ANOS DE pio 1x OBRAS DE HUGO WAST Etcion ConmiENTs, RUSTICA Alberta Don Bosca y su tlompo. Los afos de Car ‘Don Bosco su temp, es 0 [HCamine de Tas Lema. 0 miler $ 260 Lacie Miranda. 3 “Tarra de Jagares. 20 fa Consprador a > fae Farge ect oo Las Eppas de Ruth, (Dizionsastoliegndcs) st {Pate de Zara ea eS Lt que o Pen aS {kts es Vendacos 1 oie Negra (Deemiads ore Ren (asa de fs Guervos 2s. Carta One. {Novia de Vacaciones aleare Stare‘ el Unirst: Gaeatas 1 lne Stcrctanitsas) *Confesones de un Novela, EDIOION BIBLIOTECA, ENCUADERHADA Ua Estrela en In Ventana. (Retrato de nator) Fucote daladn eer Deslerto de Piedra: (Gren Bromo de Lit 'S 30.000) El Vengace. ee ludad Turieta, Clad Alegre: Flor do Durazna a3 nas ‘ie = VARIAS raga (Tinducién dal masse Feline Cos 3-200 Fa. (Drasna al ike ‘me Quiere Mucho: (Pieza ‘cémica). EN PREPARACION Moder Literatura Latigamerlcana, Des obras marcas con un areiso exist tambien ana Edin Blow ‘wz, encuederanda, a § 3.00, Brecos ex moacle angen, ‘Don Bosco y su tiempo i } | HUGO WAST C. be LA Acapenta Espanora SEGUNDA PARTE, Los afios de Pio 10 MILLARES BUENOS AIRES EDITORES DE HUGO WAST 1932 Conpebt by Editor de Hage Wast, Gort, #199. TRADUCCIONES 2B EI si nu | dt AH re Desierto de Piedra. Flor de Durazao, rm pane teed Cte, crear dene Hee Rt on Fiatoae nes blondes en pe- | Tie ed Gr ene cone ee | Fase ise AL PORTUGUES Una Estrella en Ta Ventana, ae me panne wea 1 eee cia tans | Het astride Peseta Feet ta oct ta | Fata Ste, ‘Trad. Henry Gross (Editions Bourrelier- | Los Ojos Vendados, Se ccna Aisa _ HEitincomnee Fir ur ei Fea ene manic El amino de as Lames. Hi Camino de ast Provinclano en Vaacones, thelist Sas Vali igre, = EE AL INGLES: iains Green ond Oo Vale nope Tig LAE mb y Jesse Le Cry bates itr, Fe es cpt tan bate i fo cueres Te Sr ll Tovar Wt] 12 Gaede os Greve, Trot Tedeae aon Le que no Perdend Forde Durnzn, | Fee tae | i ts ‘Un Provinciano en Vacacicnes, | PEE. mame, | iri ae oe 1 Toten 5.00 1 | ait Vitae Desierto de i EDICIONES LAsicas esi Sars sm ge a Heese rises Hepa! Qaemion ing (eve | Desir a. veins Cte and aioe | j SEGUNDA. PARTE LOS ANOS DE PIO-IX ce DON BOSCO Y SU TIEMPO W Los ANos DE pio Ix I PROFETIZA: {LUTO EN LA CORTE! En este aite inflamado por la guerra, iba Don Bosco Jevantando su obra de paz. Claro esté, sufria ios contragolpes de todos los suce- 08. Mermaban las dédivas de que vivia su oratorio, pre- cisamente cuando crecian sus necesidades. La politica dejaba en todos los espiritus un sedimen- to de pasién que al menor choque enturbiaba el juicio, envenenaba las relaciones sociales, separaba los amigos, desunia las familias, aventaba hasta las vocaciones s3- gradas. El arzobispo de Turin, monsefior Fransoni, habia expulsado del seminario a gran parte de los clérigos, los cuales se agolpaban a la puerta del palacio, con una tarba de facinerosos, cantando el himno popular genovés: Uti Tela schism Ball, tivlada Dox Bosco ¥ su meror (2) Vines In obra, dl om Loe s80$ DE Cantos ALSEETD. 8 HUGO WAST Insultado en Tas calles, expuesto al asesinato, el arzo- bispo tuvo que refugiarse en Suiza, Sélo después de la abdicacién de Carlos Alberto volvié a Turin Era grande amigo de Don Bosca y protegia su obra, ¥.repetidas veces le habl6 asi: —-Usted no se cree inmortal, gno es cierto? Segura- mente-un dia u otro desaparecerd. {Qué va a ser enton. ces'del oratorio? Piense y forme sucesores para que, aun muerto el fundador, Ia obra se perpettie, ad majorem Dei glociam. Don Bosco sonzeia. Su oratorio de casa Pinaidi, que habia contado has- ta setecientos alumaos, lleg6 a quedarse con diez 0 doce. Pero la perseverancia pudo més que la intriga de los pro. festantes, el celo falso de ciertos catdlicos y el veneno.de la politica. El oratorio renacié con tanto vigor que, a pe- Sar_de lo calamitoso de la época, cuando en el centro de ‘Turin se insultaba al arzobispo, en los humildes convul. gatorios de Don Bosco, dos mil biricchini de vatias eda. es cumplian con la Pascua, recibiendo fa sagrada com. nién. Como estaba dispuesto siempre a prestar un servicio, acudian por centenares a pedirle trabajo o dinero. Habla, ba a todos con jovialidad y los alentaba a refericle toda suerte de penas materiales y espicituales, y exa taro el vi. sitante que una u otra, vez no terminase de rodillas en sl ‘modesto reclinatorio de tablas de su aposento, confecdn- dose con él. YY el que esto hacia gue To buscaba siempre. En visperas de fiestas, quedaba de tal manera cautivado cuando eran muchos Ios que DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 9 sltaba heroics. So- | dispontan 2 comolgar, su tarea res & dpe otros saterdotes para que lo ayadasen Cats Mtr situa en un confsonario y aguadabs ls cls Je pec a estaba alli Don Bosco, ya podian aguardar Fodos acadian a aquel amigo sel ama, que con 888 Feels removia los secretos del corazén. = brs Pabemos que entre «ot bier abi vedas forss de muladar, manchlos con toda suerte de visios, fore groweog, fails para jactarse de 98 ha fenofeda de compateros, pero timidos a los pies del sa- en rueda de ee esor moticé mil. veces No todos sabian que el con! det il ets fe qa cont ni nin os enya sat nfeton: 7 que, por un milagro providencl, no se bs tearm ef tazo de que ai los aportata violaran su fo idable compromiso. “mw. ra cy ona ea verdad cx aque amas f a5 veees tuvieron trator con la Policia. ‘Etter al bintehino se quedaba con los labios pesados, No habia modo de hacerlo comenzar. Una fuerza dia- alia lo amordazaba, mezcla de orgullo y de vergienza. ‘Don Bosco ponia la mano sobre Ja cabeza del mu- ‘nacho. Has almorzado hoy? =isit | —2Tenfas apetito? 10h, sit =\Calintos hermanos tienes en tu casa? : alee bist reftaba fal penetrar con sagacidad nla materia propia dé la confesin 11 asbadan Don Bosco confeabo durante diz 0 doe 10 ‘HUGO WAST hhoras seguidas. Y muchas veces, en los dias de gran con- curtencia, le dieron las doce de 1a noche en el sillén don- de permanecia clavado. La fatiga le rendfa, y en mitad de una confesién qued4base dormido. El penitente, sobreco- gido por aquel indicio de sobrehumana fatiga, respetaba el suetio de Don Bosco, y sentindose en el reclinatorio esperaba-que despertase. Igual hacian los otros mucha- chos que aguardaban su turno. Pasaba una hora, pasa- ‘ban dos... La campana de fa Consolata tocaba las tres de la mafiana, Don Bosco sacudfa el sopor, y al indeciso fulgor de la mariposilla de aceite veia sus chicos tendidos en el suelo 0 dormidos de rodillas. —iSefior, Sefior!—decia sontiendo—. El espiritu es pronto, pero la carne es débil... Vamos a ver... ;Dénde estébamos? ;Ta, Albera! Albera se despertaba y proseguia ta confes Bosco Io. absolvia. —Ya no vale la pena de ir a la cama mos. Despedia a uno y lamaba a otro, hasta que venia la hora de celebrar la misa. Sucedié una vez que Don Bosco se durmié. con la cabeza apoyada en el respaldo del sillén, contra el brazo que tenia puesto alli el muchacho que'se confesaba. Este permanecié quieto, Dieron las cinco de la mafiana, y Don Bosco se despabilé y prosiguié confesando. En el recreo, ese dia vié que el chico tenfa el brazo en cabestrillo. —iQué te pasa? —No es nada. —jMuéstrame eso! Don Continue- DON BOSCO ¥ SU TIEMPO in El brazo estaba livido, negro, por haber permaneci- do tantas horas apretado contra ef silléa, sin que el jo- vencito osara moverse por no turbar el frégil reposo de aquel santo. Ciertamente, muchos de los biricchini sentian fuerte repugnancia por l2 confesién. Participaban de las diver- siones, de las meriendas, de los trabajos. Asistian 2 las funciones religiosas, pero no consentfan en confesarse Algunos, por temor que Don Bosco les perdiera estima- cin cuando conociera sus pecados. A éstos, justamente, era a los que con més empeiio bbuscaba. Uno de ellos nos ha dejado la historia de su pri- ‘mera confesién. ‘Tenia diecisiete afios y hacia varios meses que iba al oratorio y seguia todas las distribuciones con entusiasmo. Pero no se resolvia a confesarse. Siempre hallaba un pre- texto para aplazarlo, ‘Un dia estaba jugando entusiasticamente a la barra, cuando ve a Don Bosco. —,Quieres ayndarme a hacer una cosa urgente? —Con mucho gusto. —Te prevengo que te va a dar_trabajo. —No importa; soy bastante fuerte. —Ven conmigo a la iglesia Entran en la.sacristia y Don Bosco le sefala un re- clinatorio. El iricchino se lo echa al hombro, cteyendo que debe transportarlo. —iNo, no! Déjalo alli: arrodillate. Yo me siento sPara qué? —Para confesarte, 12 “HUGO WAST DON BOSCO ‘Y SU TIEMPO B —iAb, no! No estoy preparado. —Ya sé; pero puedes prepararte. Yo xezaré mi bre- viatio, y ti hards el examen. Te doy-todo el tiempo que quieras, y también te ayudaré. El muchacho, conmovido, se entrega. —iHa hecho bien en sorprenderme asi! {Nunca me habrfa atrevido a confesarme! Tnnumerables testimonios de contemporéneos prue~ ban que Don Bosco tenia, por milagro de Dios, el pri legio de leer en las conciencias. Un dia llega un muchacho de aspecto arisco y orgu- tHoso. Se advierte que Iucha entre el deseo de pertenecer al Oratorio, donde otros de su edad estudian, juegan, tra- bajan, y su repugnancia a las cosas de 1a iglesia. —2Agqui se hacen frailes?—pregunta con insolencia. Han pasado algunos afios, 7 ya en el modesto orato- rio de casa Pinardi hay un seminario en que se preparan los futuros salesianos. —Si—responde Don Bosco jovialmente—; aqui se ° hhacen frailes y también otras cosas. —Yo quiero entrar, pero no quiero. que me, hagan fraile. Bs obligatorio hacerse? —No. Se concede como wna gracia especial al que muestra tener vocacién y las demas disposiciones. Pero al que no las tiene, no se le permite vestir sotana. —Bueno, estoy conforme: yo entraré, pero a con- dicién de que no me hagan fraile. Puedes estar tranquilo: nadie te hard, si no tienes vocacién. —Aunque tuviera vocacién; yo pido ahora que no the hagan fraile Don Bosco se echa a ieir y lo admits, con la tet- minante condicién de no hacerlo fraile aunque quie- a, Pasado un tiempo lega un dia de confesiones. Yo quiero confesarme, pero no con usted, ni aqui. Quiero confesarme en la Consolata. : ‘Don Bésco lo mira con temnura y tristeza, y le dice bajando la voz: "—Si, anda a confesarte; pero no olvides de decir esto, ¥ esto, ¥ esto. Y Ie declara tres pecados que atormentaban Ia con- ciencia del pobre muchacho, y que sunca se atrevia a confesar. —Desde que usted sabe mis pecados—responde con un sollozo—, no necesito ir a otra parte. El mismo protagonista ha contado afios después la escena. Cierta vez un joven clérigo esperaba su turno cerca del confesonario de Don Bosco. Angustidbanlo mil penas interiores. Sentfase oprimido de culpas, que no acertaba a distinguir en qué consistiesen. —iOb, si Don Bosco leyese en mi alma y adivinase Jo que no sé expresar! ‘Apenas ha hecho este soliloquio, siente una mano que {e toca el hombro: —Vete a comulgar; no necesitas confesarte. Tran- quilizate. . Es Don Bosco mismo que le habla. El joven, conmo- vido hasta las lagrimas, besa la’ mano que io acaticia y se levanta confortado. ‘oda 1a vida de este hombre es un tefido de maravi- 14 HuGo WAST Ilas semejantes. Muchos de los que 10 conocieron y ¢#a- taron por largos afios han escrito piginas precioses, epi- sodios en que fueron protagonistas 0 testigos. “Muchas veces vi que al acercérsele un joven para confesarse, él le decia antes de oftle: “Ve y comulga’ Después, hallindole en el recreo, le explicaba al ofdo: ‘Beas cosas de que te querias actsar no son pecados” Corria entre los alumnos Ia versién de que Don Bos. co “Ieia en las frentes". Los nuevos resistianse a creer tal especie hasta que comprobaban la verdad. ‘Un dia estaba Don Bosco en el comedor, después de ta cena, Uno de los que no querian creer, porque no ha- Dian visto, se abre paso entre los otros alumnos y le dice en vor alta: —1Y bien, Iéame los pecados! Don Bosco to mira, le hace agachar la cabeza y le habla al ofdo, El muchacho no dijo mas, y alejése con- movido y humillado. "En ofa ocasién, en vispera de festa, sale al patio des- pués de haber confesado largas horas. Varios otros sacer- Gotes han confesado también, de modo que él, bumana- mente, no puede saber eudles de sus alumnos se han pre- parado 0 no para la comunién del dia siguiente. Sin embargo, Ie basta mirarlos. Llama a uno y le dice tocndole 1a frente: —=iNo te has lavado la cara! —Si, Don Bosco. —iTe digo que no! Y le habla al ofdo; el muchacho se aleja abochorna- do y esa misma noche se confiesa, ‘Otra vez a uno de sus muchachos lo detiene al pasar: DON BOSCO ¥ SU TIEMPO 15 Y i esta noche murieras, squé seria de ti? Su estilo de confesor era petsonalisimo. No tenfa el mismo discurso para todos. Dos o tres palabras, que iban rectas al corazén, bastaban para obtener transformacio- snes maravillosas. 'Y usaba de tal caridad, que s6lo no conociéndolo po- dia alguien vacilar en abrirle el tesoto del alma, Sus ojos, que penetraban las conciencias, adivinaban también el porvenir. Generalmente sus ptedicciones se re- ferian cosas y personas de sus oratorios. Sin embargo, algunas veces Dios concedidle el terrible privilegio de es- crutar el futuro politico, Entonces, como los profetas de 1a Biblia, no temid afrontar la célera de los grandes, comunicindoles sus visiones. Era rey Victor Manuel Il, y el Parlamento de Tu- rin, que ya habia sancionado muchas leyes anticatdlicas, se disponia a votar la célebre ley Ratazzi, que, so pretex- to de favorecer al pequefio clero, suprimia conventos y se apoderaba de sus bienes. ‘Una de las instituciones amenazadas era la abadia de Altacomba, ricemente dotada por los antiguos condes de Saboya, que en la carta de fundacién fulminaba mal- diciones contra aquel de sus descendientes que osara apo- derarse de los bienes abaciales. Don Bosco habla de la injusticia que se est prepa- rando, y teme que las maldiciones caigan sobre la casa eal. Uno de sus estudiantes se procura una copia de aque- lla carta de fundacién y se la envia al rey, firmando la esquela con su propio nombre. El rey lee el extrafio documento y logra saber que a 16 HUGO: WAST €l firmante es un alumno de Don Bosco. Pero no piensa jimpedir Ia sancién del proyecto Ratazzi. "Y esa noche Don Bosco tiene un suefio. Le parece ha- arse en el patio de casa Pinardi, a la hora del recreo. ¥ ve entrar un paje de librea encarnads, como los de la casa real. “—iUna gran noticia! —iCuil —Anuncia: gran funeral en Ia corte. Repitiendo este grito, sale y desaparece. Don Bosco pasa la maiiana escribiendo, y cuando va al refectorio, ‘habla con sus alumnos: —He escrito tres cartas delicadas: una al Papa, otra al rey y otra al verdugo. ‘Todos quieren saber qué ha escrito al rey, y él les refiere to que ha sofiado. Gran funeral en Ia corte! ‘Transcurren cinco dias. Y nuevamente ve al paje. de librea encarnada, que lega a caballo, cual si tuviera prisa: —jAnuncia ahora no gran’ funeral en la corte, sino grandes funerales en Ia corte! Don Bosco se despierta leno de angustia y escribe a Victor Manuel otra carta, Pero el rey no piensa atajar ‘un proyecto que dari al tesoro muchos millones. El 9 de enero del 55 comienza Ia discusién de la ley, y con ella Jas maldiciones a cumplirse. El ra de enero muere Ia reina Maria Teresa, madze del rey. El 20 de enero muere fa reina Maria Adelaida de Austria, su esposa, El r1 de febrero le toca el turno a Fernando de Saboya, duque de Génova, su hermano. 'Y el 17 de mayo el hijo menor del rey, que lleva su nom- bre: Victor Manuel, A’ cada muerte se suspenden las se- DON Bosco ¥ SU TIEMPO 7 siones de la Cémara en sefial de dielo, y con llas la dis- casién de la ley Ratazzi. Don Bosco, entre tanto; prosigue su valiente campa- fia. Ha reimpreso las maldiciones de los condes de Sabo- ya, ¥ publica en dos opisculos de las Lecturas Catélicas, que él mismo edita, una obra de Nilisen con este titulo, ‘que causa un vivo escindalo: “Cémo se roban los bienes de la Iglesia. En la tapa del fibrito hay esta sentencia terrible: “La familia del que robs a Dios no Wega a ln cuarta genera ign. La discusi6n se termina el 22 de may ina el 22 de mayo, y la ley apro- bada por el Parlamento queda a la firma del rey. ‘Tercera letra de Don Bosco, en latin, y en el vigoro- s0 estilo de los profetas: “Dicit Dominus: ecunt mala su- pee mala in domo tua". Dice él Sefior: caezin males so- bre males en tu casa. _EI rey, que no podia quitar del pensamiento las an- teriores:cartas de Don Bosco, lee y queda inquieto., Se jacta de ser catélico; todos los principes de su raza Io ban side es ademés muy superscioso, Para aqustar su conciencia, antes de promulgar Ia ley convosa una Co- isin de teblogos. i aS 1Qué dificil es fallar contra los deseos de un’ rey! Los doctores en ciencias eclesidsticas se reunen y resuelven que l-rey puede en concincia firmar la ley. ‘Treinta y cinco Ordenes religiosas cayeron bajo sus sanciones, y fueron despojadas de sus derechos y sus bie- 2 334 ce 5.400 perms 2Quién piensa en la cuarta generacién cuando puede usurpar los millones del Seior? Victor Manuel estaba en

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