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MIL EL DESORDEN © LAS DIVERSIONES CALLEJERAS Sa eas eel Seed ig conees are Ey LNT ag Sobre ta cludad fmm de tiove cue DES La crumay de México, a fines del periode colonial, contaba ¢ 137000 hubitantes. De éstos’ se calculaba, en aqucl cotonces, Jas cuatro quintas partes —unas 110000 personas— perteneci la “plebe", es decir a Jas clases populares. Estas se compon una cantidad més o menos similar de indios, castas (incluy a los mestizos) y criollos. Sélo la tervera parte de la pob tenfa un empleo mis o menos fijo. Unas 6700 personas eran an sanos, 7500 trabajaban en los talleres reales —principalment la fabrica de puros y cigarros—, 3000 eran trahajadores domic ios, 14000 eran sitvientes y 5000 militares, Los demas, 0 tenian algtin puesto pequefio de venta en el mercado 0 bien cargadores, aguadores, horticultores 0 jornaleros, Finalmente, t 15009 personas vivian de la mendicidad 0 realizaban algunas tividades més 0 menos ilicitas. Muchos de los intezrantes d clases populares complementaban sus ingresos teniendo en sas animales de corral, y algunos afortunados, pequefios huesto milpas. Toda esta gente vivia amenazada por el hambre y las tadoras epidemias que asolaron la ciudad a lo'largo del siglo la élite de la ciudad estaba formada por mineros, comerci hacendados, funcionarios, burdcratas y sacerdotes. Casi tados etan criollos salvo un diez por ciento que eran espanales —y a menudo eran los poseedores de los mejores carges 0 de mayores fortunas—, y uno que otro mestiza enriquecide: 5 Las cifras al etor forma ta: anos cups SS ance lod Sind ata Yeiotes 10m Humboldt evalia = Jon mailares en eae en ee Sot ‘itor det Discurso sobre ta policia de Mésico... [1962 a Gude alguna, el ster dea plcbe consttuls las ciake yibiae panes ae 4 fa poblacion de Ia capital’ ovahispana, Ee ; J. Gonzales Angulo LHS, ps i, afirma que en 1794 ta poblacion de fa 12 EL DeSORDEN O LAS DIVERSIONES CALLEJERAS 13s Toda esta gente, ricos y pobres, blancos e indios, circulaban por Jas calles de la ciudad entre grandiosos conventos ¢ iglesias, impo- nentes edificios gubernamentales, suntuosos palacios y modestas cuando no miserables— vecindades. Pero estas calles no sélo servian para la circulacién de personas y de mercancias, eran el centro mismo de la vida social, su espacio privilegiado. En ellas, los habitantes de la ciudad twabajaban, compraban, comian, reali- zaban ceremonias civiles y religiosas, se pascaban, se divertian y se ombriagaban, Abf también se manifestaban cotidianamente Ta sexualidad y la muertes La calle, ademas, se infiltraba en todos los espacios sociales: en las tiendas, en las vinaterfas, en los talleres de artesamos, en los edificios de gobierno y aun en las casas, La privacidad, tal como a concebimos hoy en dia, no existia, La mayor parte de Ia pobla- cién vivia en vecindades en las cuales no sélo la privacidad era casi jnexistente sino que ademas sus moradores pasaban més’ tiempo en el patio comiin que en el interior de las habitaciones, a menudo pequefias, oscuras ¢ insalubres. Es cierto que en las afueras de la ‘raza, en donde predominaban los indigenas y las ‘castas, se vivia en pequefias casas de adobe, pero aqui también la promiscuidad y la interpenetracién de las casas con la vida de barrio, ya fuera a través de la calle 0 a través de los patios y solares, era Ja regla. Replegarse al interior de las habitaciones era algo toialmente’in- concebible. Entrar a Ia calle, pasar de un espacio semipiblico a uno entera- mente piiblico, era ingresar a un mundo abigatrado y bullicioso. En éste Ia “plebe” predominaba. Cahortes de léperos, limosneros, mutilados y ciegos, deambulaban permanentemente ‘por la ciudad. Las calles, antes de las reformas’ que Ilev6'a cabo el virrey Re- villagigedo entre 1789 y 1794, eran en extremo sucias, lodosas, mal empedradas y durante Ia temporada de Uuvias se inundaban a me- do Mesjeo ara de 120000 hsbitantes, de los cuales 40000 tenfan una ocxpscién, 5211 {abajaban em falleres, a los que hay que sumar los. 133) dichos de sichos talle ‘es, to que da tm total de 6731 artesanos: ademas 7500 personas trabejaban ef fa. Heres reales y 5000 personas manulacturaban productos en su propia casa. F. Sa- Jevar (1878), p. 124, calcula que en 81, el-JOM%. de Jos habitantes ‘do. 1a” cludad ‘staban geupados. en el setvicio Comestigo, Finalmente Poinsctt, ehtadg oT ‘Anna U81), pu 42. caleulo que en 1823 ag tos 180000 habitantes” que tenga la cha: ‘dad 20 cafesion de alejamiento ¥ medios para eafarse el sustento. ‘Menige redueido un poco la «ifra en vista de que fines dol siglo Xm Ta’ po- blacion’eapitalina era un poco menor y'de ¢sc, sin dada alguna, el ngmiero “de mendigos auumentd a consacaencla ‘de Jas quatras de Independene! "Pama 1a Geseripelon Ge Ia vide Ge Tas calles de Ta ciudad de Méxies, nos he. ‘mos parade en el Diseurso sobve fa pola de Mésico? 168 [1982], en H. Villaroel (19371"9"en ‘varias obras’ de Ristorlauores modernes, como L. Gonzélez Qbregéa 11976: 8903, T Romero Flores [1978] y'S- Lombardo se Rule C1978) 14 EL DESORDEN O LAS DIVERSIONES CALLEJERAS nudo. Para colmo, la plebe no tenia reparos en hacer sus neck dades naturales en ellas a la vista de los paseantes. El esa pudor que tenfa acababa de desaparecer con unos vasos de pulg © de alguna otra bebida embriagante. Durante el dia las calles conocian una gran animacién. A lan chedumbre plebeya de peatones, se sumaban la élite a caballo @ finos catruajes y los numerosos carros que transportaban tos y materiales de construccién, Las calles se cruzaban con uy reducida, pero atin activa, red de canales 0 acequias a través la cual legeban de Ios pueblos chinamperas cercanos frutas, duras y otros alimentos que demandaba Ja ciudad. El espacio urbano estaba poco diferenciado en su interior, actividades més diversas coexistian las unas mezcladas con las ot Auin Ia misma diferencia entre el campo y la ciudad distaba de ser clara y tajante. Pequefios solares dedicados a la agricul penetraban los espacios habitacionales. Muchas casas de los dedores criaban, en sus patios, aves de corral y cerdos. Int algunos capitalinos tenian vacas que soltaban en [as calles por noches para que ahf pastaran. En las calles tenian lugar multiples y variadas actividades rales: los aguadores levaban el agua de las fuentes piblicas a casas, los cargadores con sus pesados bultos transitaban con apresurado; los artesanos, carpinteros, pintores y guarniceros, gados por la estrechez de sus locales, solism trabajar tamb éllas. En las calles se vendian y compraban todo tipo de y servicios. Cientos de vendedores ambulantes anunciaban a Sus yariados. productos, Gran parie de los puestos de los m dos estaban a la inteniperie 0 cubiertos tan sélo de un pet de alguna tela burda. Los puestos més prosperos o bien no ban de ser unos “cajones” de madera o bien, instalados en permanentes bajo las arcadas, desbordaban sobre la calle y se ™ tenian siempre en estrecho contacto con ella. La Plaza Mayor se hallaba siempre abarrotada de puestos, nos totalmente descubiertos, otros bajo los portales, que ven dulces, juguetes, sarapes, xebozos, sombreros, flores naturales papel, ropa, limas, navajas, martilles, machetes y todo tipo d Jetos viejos, a menudo robados. No faltaban tampoco los Tables puestos de comida, de atole y tamales, de bufuel chocolate y de alimentos, ya fueran fritos o guisados, secos curtidos. Las pulquetias, simples tendajones arrimados a alguna p EL DESORDEN 0 LAS DIVERSIONES CALLEJERAS 135 protegidos del sol por un techo de tejamanil, se hallaban también en Ja via publica. En ellas una multitud de indios, castas y criollos pobres se emborrackaban en medio de los trantedntes que iban venian, * fn Ia plaza se hallaban también Jos escribanos pablicos redac- tando cartas y peticiones de licencias. Eran raros los lugares pitblicos 0 de trabajo que estuvieran ais- lados de Ja vida de Ja calle. Las accesorias, en que trabajaban y sudian sus productos los artesanos, las almuercerfas y Jas vina- terias tenfan siempre sus puertas abiertas @ la via publica y se mantenian en constante comunicacién con ella. El mismo palacio virreinal toleré durante largo tiempo Ia intrusién de la calle. En su interior habia vendimias y fondas, y el trajin de la gente era peemanente. Escapaban en alguna medida a est2 omnipresencia de Ia calle tan s6lo ciertos lugares de diversién como las plazas de toros, el teatro y el juego de pelota, pero el ambiente que reinaba en’ su interior no diferia en mucho del callejero. Los lugares mds selec- tos y aislados eran én agnel entonces los pocos y caros mesones, asi como los cafés, que sélo hicieron su aparicidn muy a finales del siglo xv, La calle era ademas para las clases populares el lugar ideal para que hombres y mujeres solteras pudieran encontrarse, intercam- biar las primeras miradas, sonrisas y saludos. Los siguientes pasos | del cortejo segufan efectiiindose ahf mismo. La sexualidad hacia gu apariciéa en fas puertas o esquinas inmediatas a las vinaterias, bajo la forma de “mujerzuelas de mala vida” o de aguelias, “que ‘no prostituyéndose enteramente buscaban Ja oportunidad de que o las convidaran 0 se incorporaran con ellas, los que pasaban 0 en- traban a beber”.? De noche, las calles cuyas manzanas se hallaban ccupadas por conventos y en las cuales Ja soledad y la oscuridad teinaban, se volvian lugares propicios para realizar “torpezas”, €s decir, actos. sexuales. La muerte era otro transetinte Hiabitual de las calles de Ja ciu- dad, A veces se manifestaba en los entierros que pasaban camino ‘ci cementerio 0 en las pequeflas pero solemnes procesiones que, Tevando velas encendidas y entonando cantos y rezos fiinebres, accmpafiaban a los frailes que se dirigian a dar a los moribundos Ih extrema uncién, Era también usual ver a algin miserable que, bajo la cruz de cachaza, entre la Plaza Mayor y la del Volador, junto al cadaver de algiin familiar, pedia limosna para ¢l entierro. * Disourso sobre ta policia... {1921, p. 7.

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