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niños y niñas
La infancia es una etapa clave, y por eso en ella es necesario
satisfacer las necesidades afectivas.
por Grecia Guzmán Martínez
Así pues, el afecto que recibe el niño o niña de parte de sus cuidadores
primarios, es parte importante de lo que le ayudará a identificarse y relacionarse
de una forma o de otra más allá de su primer entorno.
Así, cuatro de las señales que pueden indicar que un niño o niña se encuentra en
una situación de carencia afectiva son el poco control emocional, las relaciones
conflictivas, la inseguridad personal, y el autoconcepto negativo.
1. Poco control de sus emociones
Quizá esta es la señal más clara de que hay carencia de afecto. Si el niño o niña
ha tenido la oportunidad de desarrollarse en un entorno afectivo equilibrado, lo
más probable es que reconocerá las distintas emociones y las normas sociales que
las acompañan.
Relacionado con lo anterior, la carencia afectiva puede hacer que el niño o niña
desarrolle poca empatía, con lo cual, sus vínculos interpersonales, así como el
reconocimiento o el respeto por las emociones ajenas, también se pueden
complicar.
3. Tendencia a la inseguridad
Una buena parte de la comunidad científica coincide en que la dimensión afectiva
es una de las formas por medio de las cuales las niñas y los niños adquieran
seguridad y construyen un concepto de sí mismos. Así, la carencia de afecto
puede provocar una personalidad insegura.
Por la misma razón, una carencia importante de afecto puede provocar sumisión
excesiva a las normas y una personalidad rígida y ansiosa; o lo contrario,
conductas desafiantes constantes y un nulo respeto por los límites ajenos, ya que
estas serían las formas más accesibles del niño o niña para compensar la
inseguridad sentida y mantener así una sensación de certidumbre que le alivie.
Es decir que, puede generar que los juicios de valor sobre sí mismos sean más
negativos que positivos, o que insistan en culparse sobre todo lo negativo que
ocurre alrededor.
Por ejemplo, las grandes carencias en las prácticas de cuidado que han emergido
luego de las transformaciones socioeconómicas recientes; que han obligado a
reacomodar los roles familiares y productivos y han transformado las
responsabilidades de quienes han sido los cuidadores o cuidadoras tradicionales.
Por otro lado, una de las prácticas compensatorias más comunes es que los
cuidadores y cuidadoras traten de compensar las carencias afectivas mediante
recompensas materiales, como juguetes o dispositivos electrónicos, en exceso.
Referencias bibliográficas:
TÓPI COS
INFANCIA
EMOCI ÓN