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CONFESIÓN DE FE 
1977 
 

Iglesia Presbiteriana­Reformada en Cuba 
Introducción
Prefacio
Sección I: La centralidad del ser humano dada en Jesucristo
A) Jesucristo: centro de nuestro interés
B) El ser humano: centro del interés de Dios
C) El ser humano: centro del interés de la Iglesia por Jesucristo
Sección II: El ser humano: un ecónomo
A) El trabajo: principio de la espiritualidad humana
B) El ser comunitario: especificidad de lo humano
C) La libertad: responsabilidad humana
D) El ser humano ecónomo: centro del interés de la Iglesia
Sección III: La historia: reconstrucción integradora del ser humano
A) El ser humano: un ser desintegrado por el pecado
B) La salvación: historia de la reconstrucción espiritual del ser humano
C) La salvación: historia de la reconstrucción socio-económica del ser humano
D) La salvación: historia de la reconstrucción ecológica del ser humano
E) El ser humano integral: centro del interés de la Iglesia por la historia
Sección IV: El reino de Dios y la plenitud de la historia
A) La fuerza dinámica de la historia
B) El Reino que avanza
C) El Reino: centro del interés de la Iglesia por Dios
Conclusión
PREFACIO

La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba confiesa su fe al ofrecer este testimonio del 0.01


significado que tiene hoy para la Iglesia en Cuba el Evangelio de Jesucristo.

El mero hecho de hacerlo en esta hora y lugar es ya parte esencial de la proclamación de su 0.02
fe en el Dios Padre Creador, de la razón de su esperanza en el Hijo Encarnado Reconciliador
y de la acción de su amor en el Espíritu Santo Redentor.

Este testimonio constituye la afirmación del gozo que, en el Evangelio, la Iglesia de 0.03
Jesucristo experimenta al vivir este momento histórico de la humanidad y, especialmente, al
proclamar el sentido que tiene para ella la fe en medio del proceso revolucionario cubano.

La encarnación de Dios en Jesús de Nazaret y la vocación liberadora que este hecho implica 0.04
constituyen el fundamento espiritual del compromiso histórico a la que se siente llamada.

Se hace necesario que la Iglesia clarifique el sentido de ese compromiso. Al hacerlo, da 0.05
razón de su esperanza y vive su amor confesando así su fe.

Obligada a cumplimentar ese compromiso, la Iglesia se nutre, por el Espíritu y a través de su 0.06
propia acción, del conocimiento que requiere tener sobre el propósito redentor de Dios en
Jesucristo, tal como se revela en las Escrituras, norma de su fe y paradigma para su acción.

La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba, con un sentido profundo de su apostolicidad y 0.07


catolicidad, llama a todos los seres humanos a que se incorporen a la tarea de realizar
plenamente sobre la tierra la nueva humanidad que significaría la instauración de una
comunidad fraternal y solidaria que, abarcando a todos por igual, logre como su ley suprema
el amor. Este hecho constituye la única manera evangélica de poder conocer a Dios y así
proclamarlo a todos los seres humanos.

Los feligreses de esta Iglesia nos unimos a todos los creyentes en Jesucristo —orando por el 0.08
advenimiento del reino de Dios— en la esperanza de su realización, y, fortalecidos en el
amor fraternal, confesamos nuestra fe como Iglesia de Jesucristo en Cuba.

SECCIÓN I: LA CENTRALIDAD DEL SER HUMANO DADA EN JESUCRISTO

La Iglesia cree en Dios porque cree en el ser humano, y cree en el ser humano porque cree 1.01
en Jesucristo, el Hijo de Dios", nuestro "Hermano Mayor".

Esta centralidad del ser humano, en la fe de la Iglesia se enmarca dentro de esas dos 1.02
referencias bien explícitas y claras: una, Dios, el Padre, Creador de todo ser humano, y, la
otra, Jesucristo, el Hermano Mayor, Reconciliador de todo ser humano. Al hacerlo así, no
negamos, sino, por el contrario, reafirmamos ambas referencias como esenciales a la fe.

La fe en Jesucristo obliga a la Iglesia a, poner en el centro de su interés y preocupación al 1.03


ser humano y a considerar su integridad como parámetro para juzgar todas las cosas,
especialmente para valorar su propia enseñanza doctrinal, sus mismas estructuras
eclesiásticas y su particular misión como Iglesia.
La Iglesia considera que Dios en Jesucristo nos revela que el centro de su interés, 1.04
preocupación y valoración de todas las cosas, está en su "criatura" humana, hasta el punto
de "despojarse" a sí mismo y hacerse "carne de pecado" por su redención.

A) Jesucristo: centro de nuestro interés

La Iglesia afirma que el centro de su interés es Jesucristo. 1.A.01

La Iglesia cree en Jesucristo. En Jesucristo, en el evento humano de Jesucristo, Dios nos 1.A.02
revela su propósito redentor.

En la realización histórica de la Revelación en Jesucristo, Dios no roza de manera tangencial 1.A.03


la realidad concreta del ser humano sino que, por el contrario, se inserta en la historia
asumiéndola como suya. De esa manera nos llama a todos a realizarnos como seres humanos
a través de proyectos históricos concretos de redención.

La inserción de Dios en la historia requiere que "se despoje a sí mismo" y tome la forma de 1.A.04
oprimido, "de siervo". Esto habla, por un lado, de la magnitud sacrificial del Amor, y, por
otro lado, de su magnitud solidaria.

Cuando la Iglesia proclama que cree en Jesucristo, está afirmando que conocer a Dios es 1.A.05
conocer a Jesucristo, y que conocer a Dios en Jesucristo es conocer realmente al ser humano;
porque dentro de la realidad histórica y concreta de la vida del oprimido, se realiza lo divino
en su mayor magnitud humana posible, mostrando, a la vez, el sentido humano de la vida
que se vive incondicionalmente en los demás seres humanos, por ellos y para ellos.

Cuando la Iglesia enseña que Jesucristo es el Hijo de Dios, nuestro Hermano Mayor, 1.A.06
Encarnado y Resucitado, "primogénito entre muchos hermanos", está dando razón de su
esperanza en la posibilidad de realizar históricamente la justicia y la paz en el mundo, ya que
en su muerte, vence al pecado de injusticias y de odios y a la muerte de frustraciones
radicales e incontrovertibles.

Cuando la Iglesia vive su amor por "Jesucristo y éste crucificado", asume con toda 1.A.07
responsabilidad la solución planteada por Dios al problema humano a través del amor
sacrificial y solidario que obra la justicia y establece la paz.

B) El ser humano: centro del interés de Dios

Las Escrituras dan testimonio de que el ser humano es el centro de todo el interés de Dios. A 1.B.01
lo largo de sus páginas, el amor de Dios por la criatura no sólo se hace evidente, sino que se
presenta como una necesidad divina. El interés amoroso de Dios por la criatura humana se
identifica en las Escrituras con la propia esencia de Dios.

La Iglesia encuentra en este Amor, y únicamente en Él, todo el material teológico con el cual 1.B.02
formular sus verdades doctrinales. El desarrollo doctrinal de la Iglesia y todas las doctrinas
que ha elaborado a través de los siglos son válidas, en tanto nos expliciten mejor el propósito
amoroso de Dios hacia el ser humano.

Cuando la Iglesia enfatiza las doctrinas de la Encarnación y la Expiación, está dando 1.B.03
testimonio del amor de Dios por la criatura humana, ya que proclama la magnitud de su
carácter sacrificial y solidario.

De esta manera, la Iglesia eleva el interés y la preocupación de Dios y su valoración de todas 1.B.04
las cosas centradas en el ser humano, al nivel de necesidad divina, interpretando
correctamente lo que las Escrituras nos enseñan acerca de su "Naturaleza" y "Atributos".

C) El ser humano: centro del interés de la Iglesia por Jesucristo

Al interesarse por Jesucristo, y sólo por Jesucristo, y éste crucificado y resucitado, la Iglesia 1.C.01
está centrando su interés en el ser humano.

La fidelidad de la Iglesia a Jesucristo la ata al compromiso histórico de su Señor, un 1.C.02


compromiso de redención humana a través del amor sacrificial, solidario e incondicional por
el ser humano.

Cuando la Iglesia proclama que Jesucristo es el "Hijo Encarnado de Dios" y nuestro 1.C.03
"Hermano Mayor Resucitado", está dando testimonio de que el amor sacrificial y solidario
no sólo es necesidad divina, sino también humana, "señales" del "misterio de Dios" y del
"misterio del hombre".

Cuando la Iglesia enseña que las Escrituras dan testimonio del valor supremo que Dios 1.C.04
otorga a la criatura humana constituyéndose en su Creador, Reconciliador y Redentor,
reconoce que el amor sacrificial y solidario e incondicional por el ser humano constituye su
propia y única necesidad.

La Iglesia reconoce como necesidad para ser Iglesia de Jesucristo el amor sacrificial, 1.C.05
solidario e incondicional; y haciendo suya como única razón de su existir la causa de la
dignidad y el decoro humanos en todo momento y en cualquier lugar, no poniendo condición
alguna a su compromiso ni importándole las circunstancias que viva o los riesgos que corra,
participa plenamente en la redención humana.

Cuando la Iglesia vive así, está viviendo en Dios, por Dios y para Dios. Servir y amar a Dios 1.C.06
en Jesucristo es para la Iglesia centrar su interés, su preocupación y su valoración de todas
las cosas en el ser humano, asumiendo que la forma cristológica de ser es la única forma de
hacerse Dios asequible a la criatura y la rúnica forma de hacerse la Iglesia aceptable a Dios y
a los demás seres humanos.

Si la Iglesia dejara de ser para el ser humano, por el ser humano y en el ser humano, dejaría 1.C.07
de ser la Iglesia de Jesucristo, Hijo de Dios y Hermano Mayor nuestro.

Cuando la Iglesia vive su realidad histórica poniendo al ser humano en el centro mismo de su 1.C.08
interés por Jesucristo, no pierde su identidad como "cuerpo de Jesucristo" o como "esposa de
Cristo", sino todo lo contrario; aun en su mayor grado de secularización la Iglesia alcanza a
realizar su compromiso irrenunciable de servir y amar a Jesucristo, puesto que en Él, a costa
de Sí mismo, Dios se seculariza radical e incondicionalmente en su tarea redentora de buscar
la plenitud del decoro y la dignidad de todos los seres humanos.

SECCIÓN II: EL SER HUMANO: UN ECÓNCOMO


Las Escrituras nos enseñan que el ser humano se caracteriza por ser "ecónomo" de todas 2.01
las cosas, el "mayordomo" de Dios. Todos los bienes, tanto materiales como espirituales que
alcanzamos como personas y como pueblos, no se pueden considerar, en último término,
como propiedad "individual" o "nacional" de manera exclusivista, bien sea individualista,
clasista, elitista o nacionalista. Mucho menos pueden tener el valor trascendente que, por
razón de la "ley natural" o de la "ley divina", se le ha dado como "propiedad privada de los
medios de producción".

Hacer depender la esencialidad espiritual humana del ejercicio del llamado "derecho a la 2.02
propiedad privada", constituye una de las aberraciones más trágicas —por sus
consecuencias— que ha sufrido la espiritualidad humana hasta hoy.

Las Escrituras nos enseñan que el ser humano será lo que logre alcanzar como "ecónomo". 2.03
La palabra. "ecónomo" (oikónomos) es la que más se usa en el Nuevo Testamento cuando se
trata de enjuiciar los logros de la vida humana. En el Antiguo Testamento al término
"ecónomo" (menshala) se le da igual importancia.

Cuando los marxistas insisten en lo "económico" como el elemento básico, fundamental 2.04
para interpretar el significado de la vida humana desglosada en su historia, obligan a la
Iglesia —por ironías de la propia historia— a reconsiderar el criterio bíblico sobre el ser
humano como "ecónomo".

La Iglesia proclama que la vocación humana es la de ser un "buen ecónomo". La "casa" que 2.05
administra la criatura humana es el mundo todo de la Creación y cada quien es responsable
de ello ante sus semejantes y ante Dios.

La responsabilidad de crear bienes y administrarlos es el primer derecho de todo ser 2.06


humano, el principio esencial de su espiritualidad. La Iglesia enseña que todos y cada uno
de los seres humanos ha de compartir responsablemente el ejercicio mutuo de ese derecho.
Violar ese derecho es el primer atentado contra la dignidad y el decoro humanos.

El sistema social más perfecto será aquél que garantice la participación responsable de 2.07
todos los ciudadanos en las cuestiones de "administración pública". El respeto efectivo a ese
derecho es necesario para que la sociedad esté integrada por personas, y no por individuos
infrahumanos. Tal es el principio real de la verdadera "democracia".

La Iglesia enseña que la participación comprometida de sus feligreses en la vida pública, en 2.08
la administración de su economía, no es algo que se pueda o no agregar a su condición de
creyentes; por el contrario, el ejercicio responsable de este derecho es parte integral e
inseparable de la práctica amorosa de la je cristiana.

Por eso la Iglesia enseña que es parte integral de la vida del creyente cristiano ejercer sus 2.09
derechos y cumplir sus deberes ciudadanos, especialmente en nuestro caso, donde la
democracia se hace efectiva a través de la constitución del Poder Popular y la participación
obrero-sindical en los centros de trabajo.

Las aberraciones de una "fe" que se autotitule "apolítica" son de tales consecuencias para el 2.10
falseamiento de la espiritualidad humana y del significado del carácter social de la vida,
que la Iglesia indignada las rechaza, y las combate por "heréticas". Sólo una distorsión
interesada de la fe —contra toda argumentación fundamentada en la verdad escritural—
puede hacer renunciar al sencillo creyente cristiano a la lucha y el esfuerzo por encontrar,
junto con sus conciudadanos, las soluciones más adecuadas a los problemas patentes en el
vecindario, en la ciudad o en la nación, e impedir que, a través de una mejor "economía" de
su tiempo, de sus habilidades, de sus conocimientos y de los bienes que produzca, se enri-
quezca la vida de todos y se haga más decorosamente humana.

A) El trabajo: principio de la espiritualidad humana

Las Escrituras nos enseñan que el trabajo es el medio a través del cual ejercemos nuestra 2.A.01
vocación como "ecónomos", tanto en la creación de bienes materiales y espirituales como en
su buena administración.

Las Escrituras nos enseñan también que cuando afirmamos que el ser humano es 2.A.02
primariamente un trabajador, estamos proclamando que es creado "a imagen y semejanza de
Dios". En el Antiguo Testamento se le ordena que "a imagen y semejanza de Dios" ha de
"trabajar seis días" para que "descanse el séptimo". En el Nuevo Testamento se nos reclama
que seamos trabajadores "a imagen y semejanza de Cristo". Dios y Cristo son "una misma
cosa", cuyo contenido el propio Jesucristo definió: "Mi Padre trabaja y yo trabajo". En el
Nuevo Testamento se llega a negar el derecho a comer —que es como negar el derecho a
vivir— al "que no trabaje". La ociosidad es el vicio sacrílego del "hombre viejo".

En el Antiguo Testamento se nos ordena también ejercer dominio y control sobre todas las 2.A.03
cosas para que seamos "imagen y semejanza de Dios". En el Nuevo Testamento se nos
reclama que no seamos más "esclavos" que cumplen la "orden" de trabajar, sino que seamos
"amigos" de Jesucristo obrando libremente la voluntad de Dios.

La Iglesia es fiel a las Escrituras y al Evangelio cuando invita a todos los seres humanos, y 2.A.04
especialmente a los creyentes, a entrar de lleno en el proyecto histórico de "dominar" la
naturaleza a través del trabajo creador y la administración de los bienes producidos Estas
actividades humanas han de ejercerse de tal manera, que la justicia y la paz se establezcan en
el mundo como manifestación única del amor redentor, sacrificial y solidario de Dios para
con todos los seres humanos.

B) El ser comunitario: especificidad de lo humano

El ser humano es un ser social. Las Escrituras enseñan que el carácter social del ser humano 2.B.01
es parte esencial de su existencia "a semejanza e imagen de Dios".

El ser humano es un ser "político". Las Escrituras enseñan que ser humano es vivir en 2.B.02
comunidad y en comunidad estructurada de alguna manera. El hecho de la vida y la muerte
de Jesucristo ejemplifica para la Iglesia cómo es decisivo para Dios el carácter socio-político
específico del ser humano.

El "secreto" de la vida socio-política plena —que hace posible el cumplimiento de la 2.B.03


vocación del ser humano "ecónomo"—, queda revelado en Jesucristo, quien "vino, no para
ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate del pueblo".
Por eso la Iglesia proclama que donde quiera que se rinda un servicio genuino y eficaz de 2.B.04
recuperación humana viviéndose el amor sacrificial y solidario, incondicionado e irrestricto
por los demás, allí está Jesucristo. La presencia de Jesucristo sólo tiene una identificación:
“Yo estoy entre vosotros como quien sirve”.

La Iglesia enseña que el trabajo creador y la tarea administrativa concomitante al mismo han 2.B.05
de estar presididos por el espíritu fraternal comunitario, que hermana a todos los seres
humanos en la actividad política que hace de todos "mejores ecónomos" cada día.

La Iglesia, en sus propios feligreses, vive la acción comunitaria (koinonia) del Espíritu Santo 2.B.06
que nos. hace "compañeros" (koinonos) de nuestros semejantes y "coadjutores" de Dios en la
Redención humana, cuando tales feligreses se realizan como ecónomos "fieles" ante Dios y
sus prójimos.

C) La libertad: responsabilidad humana

Las Escrituras enseñan que el ser humano, a diferencia de cualquier otra criatura, es un "ser 2.C.01
libre". Según las Escrituras, la libertad humana no es hacer lo que uno desee, "por capricho o
por vanagloria". Tampoco es el "libre albedrío" de los filósofos. La Biblia enseña que la
libertad humana es la obediencia responsable, voluntaria y consciente a la Voluntad Divina.

La voluntad de Dios —tal como se describe en la Biblia— es una voluntad de gracia amorosa 2.C.02
hacia la criatura. La gracia amorosa de Dios hacia el ser humano se revela concretamente en
la realización de la justicia y la paz en el mundo, en el establecimiento de su Reino de
libertad y amor.

Por eso la Iglesia proclama que el ser humano está "predestinado a ser libre". 2.C.03

La Iglesia enseña que seremos libres en tanto obedezcamos la voluntad amorosa de Dios 2.C.04
sirviendo eficazmente a la causa de la justicia y la paz entre todos los seres humanos.

La Iglesia vive en la práctica real y concreta de la libertad humana que sus feligreses 2.C.05
alcanzan al participar comprometidamente en el crecimiento cuantitativo y el desarrollo
cualitativo del "amor-justicia" en las propias estructuras socio-político-económicas de la
sociedad humana, incluyendo las estructuras mismas de la Iglesia corno institución socio-
jurídica.

D) El ser humano ecónomo: centro del interés de la Iglesia

El ser humano, de acuerdo con las Escrituras, es el "ecónomo" que sirve a Dios en el servicio 2.D.01
a sus prójimos en toda tarea de redención humana. Todas las parábolas que Jesús usa para
juzgar nuestra situación y condición humanas toman como norma evolutiva la fidelidad del
ser humano a su vocación de "ecónomo".

Por eso la Iglesia no apoya ni sirve a los intereses de las clases opresoras que roban al ser 2.D.02
humano su vocación de ecónomos responsablemente libres, explotando el trabajo de los
muchos para aumentar las riquezas de los pocos a costa del crecimiento generalizado de la
miseria humana, "señal" de la frustración del amor de Dios.
La Iglesia proclama que los seres humanos, como personas y como pueblos, "han de trabajar 2.D.03
con sus propias manos para tener con qué suplir las necesidades de sus prójimos",
cumplimentando así su vocación de "ecónomos".

La Iglesia enseña la seriedad de lo que se está jugando en el proceso histórico humano, lo 2.D.04
mismo en lo que se refiere a la particularidad personal como en su universalidad general.
Para la Iglesia lo que está en juego es precisamente la realización plena del propósito
redentor de Dios en la naturaleza, la historia y la conciencia humana, es decir, el
advenimiento del reino de Dios.

La Iglesia vive su amor centrado en el ser humano en la medida en que sus feligreses se 2.D.05
constituyen en "comunidad de ecónomos" que se sienten responsables ante Dios de
esforzarse en vivir genuinamente su condición de seres humanos, en el pleno cumplimiento
de sus responsabilidades por la redención de la naturaleza, la historia y la conciencia
humana.

SECCIÓN III: LA HISTORIA: RECONSTRUCCIÓN INTEGRADORA DEL SER HUMANO

Las Escrituras nos enseñan que el ser humano se ha convertido en un contestario explícito 3.01
del propósito redentor de Dios. El "pecado", pues, desdibuja la imagen y semejanza de
Dios" en la criatura. La Biblia también nos dice que en Jesucristo Dios reconcilia al ser
humano con su propósito redentor.

Toda la historia humana queda iluminada de esa manera como un proceso de 3.02
reconstrucción integradora del ser humano. Este proceso, para las Escrituras, no marcha en
forma lineal y derechamente, sino que presenta sus grandes altibajos. La historia bíblica
continuamente nos muestra el sentido ascendente y descendente que asume ese proceso.

En las Escrituras se le llama "pecado" a la forma histórica y concreta que adoptan esos 3.03
"momentos inferiores" dentro del proceso redentor humano. El "pecado" impone sobre el
ser humano "dolor" y "sudor" en el proceso de su historia, bajo el signo de la muerte".

La Iglesia proclama la fidelidad de Dios a la criatura, fidelidad que se manifiesta en el 3.04


continuo llamado de Dios a todos los seres humanos para la superación de su
"desintegración" por el pecado y la muerte Dios ata "con cuerdas de amor" en su trabajo
creador, reconciliador y redentor a todos aquellos que escuchan su llamado y le siguen.

La Iglesia enseña que en la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo, Dios 3.05
mismo pone punto final al poder desintegrador del pecado y de la muerte, y obra la
posibilidad de salvación para todo el género humano.

La Iglesia vive en la participación militante y comprometida de cada uno de sus feligreses 3.06
en la tarea de la reconstrucción integradora del ser humano. Esta reconstrucción alcanza al
hombre en su totalidad espiritual, socio-económica y ecológica.

A) El ser humano: un ser desintegrado por el pecado

La Biblia nos enseña que en el "pecado" hay una tergiversación desintegradora que opera 3.A.01
sobre la vida humana frustrándola trágicamente, tanto en su aspecto universal como
personal.

El "pecado" es la aberrante tergiversación desintegradora que transforma el trabajo humano 3.A.02


—principio mismo de la espiritualidad humana— en tarea "maldita" que se nos impone para
poder subsistir en medio de sociedades caracterizadas por la competencia y la
discriminación.

El "pecado" es la aberrante tergiversación desintegradora que transforma la vida socio- 3.A.03


política —especificidad misma del ser humano comunitario— en el campo de batalla donde
los odios y los celos, la envidia y el egoísmo producen lucha fratricida, crimen y
"explotación del hombre por el hombre".

El "pecado" es la aberrante tergiversación desintegradora que transforma la libertad 3.A.04


—responsabilidad de obedecer las demandas absolutas de amor-justicia— en la esclavitud
que afirma exclusivamente los intereses particularizados de nuestra "individualidad", "raza"
o "nacionalidad", en detrimento de la dignidad y el decoro de los demás, y, por lo tanto, de
nosotros mismos como personas, razas o pueblos.

El "pecado" es la aberrante tergiversación desintegradora que transforma bienes materiales y 3.A.05


espirituales, dones de Dios y logros humanos —para el usufructo de todos por igual— en
factores de contradicciones y discriminaciones entre los seres humanos, a través de
estructuras sociales escindidas en clases. Estos factores alcanzan hasta el mismo altar de la
Iglesia, altar del Padre de todos.

Por eso la Iglesia sabe que por el "pecado", el trabajo se ha convertido en una actividad 3.A.06
frustrada y frustrante que nos "separa" fundamentalmente de nuestra propia vocación de
"ecónomos" y, por tanto, nos enemista con Dios, Padre Creador; la vida comunitaria se ha
convertido en una selva deshumanizada y deshumanizante que nos "separa" fundamental-
mente de nuestros semejantes, nuestros "hermanos" y, por tanto, nos enemista con Jesucristo
Reconciliador; y la libertad se ha convertido en una anarquía que procurando saquear la
naturaleza y explotar al prójimo, nos "separa" fundamentalmente de la obra de nuestras
manos y, por tanto, nos enemista con el Espíritu Santo, presencia redentora de Dios Creador
y de Jesucristo Reconciliador.

La Iglesia proclama la posibilidad humana de reconstrucción más allá del "pecado", debido a 3.A.07
la fidelidad de Dios que, en su amor sacrificial y solidario, incondicional e irrestricto, nos
ofrece "perdón" en Jesucristo.

La Iglesia enseña que, así como la Palabra escrita nos revela que la liberación socio-política- 3.A.08
económica del pueblo hebreo, explotado y oprimido bajo la dominación de Egipto, resultó
ser la expresión explícita, concreta y válida de su salvación, que lo constituyó en "pueblo de
Dios", de esa misma manera la "Palabra Viva y Eficaz" nos revela que la lucha victoriosa por
la liberación socio-político-económica de la explotación con que los intereses capitalistas,
monopolistas o imperialistas oprimen a los pueblos subdesarrollados de hoy, es la expresión
explícita, concreta y válida de su salvación que los constituirá en la nueva humanidad de
Dios. Esta enseñanza de la Iglesia no contradice, sino que, por el contrario, reafirma y da
sentido al Evangelio proclamado por Jesucristo tal como se nos revela en las Escrituras.

La Iglesia vive en sus feligreses cuando estos contribuyen realmente con acciones concretas 3.A.09
históricas a la desaparición del "hombre viejo", desintegrado por el "pecado" y la "muerte".
La Iglesia realiza así —y no de otra manera— su verdadera Catolicidad y Apostolicidad
como "cuerpo de Cristo", "esposa del Cordero", "pueblo de Dios", de acuerdo con la
enseñanza evangélica.

B) La salvación: historia de la reconstrucción espiritual del ser humano

La salvación, como historia de la reconstrucción espiritual del ser humano, es tema obligado 3.B.01
de la predicación cristiana, expresión específica de la fe, la esperanza y el amor cristianos.

Jesucristo describía esta reconstrucción espiritual como "nacimiento de un hombre nuevo". 3.B.02
La posibilidad asegurada de que "muera" el "hombre viejo" desintegrado por el "pecado"
para dar lugar a un "hombre nuevo" que tenga vida eterna, se afirma en el Nuevo Testamento
en términos de "nueva creación", "nueva criatura" al constatarse que "todas las cosas viejas
pasaron y todo es hecho nuevo".

El "nuevo hombre" no deja de ser "humano", sino todo lo contrario. Es el ser humano que, 3.B.03
habiendo "nacido otra vez", puede entonces realizar su plena humanidad liberado de las
cadenas que lo ataban irremisiblemente al pasado pecaminoso antihumano. Su condición de
"ecónomo" no cambia, sólo se le abre el "camino estrecho" para serlo plenamente, "puerta
abierta que nadie puede cerrar".

El trabajo creador hace posible que el ser humano se asemeje a Dios, principio de su 3.B.04
espiritualidad genuina, lo transforma en el verdadero y fiel "lugarteniente de Dios" a la
manera de su Hermano Mayor. El carácter pedagógico del trabajo, tema tan apreciado por
nuestros padres reformadores, se afirma al dársele al trabajo, en la reconstrucción del ser hu-
mano, su fundamental valor espiritual.

La Iglesia proclama la urgencia de que todos los seres humanos, especialmente los creyentes, 3.B.05
"conozcan el tiempo" que viven, "hora de levantarnos del sueño" y despertar a la realidad de
que "ahora está más cerca de nosotros el día de nuestra salvación que cuando creímos".

La Iglesia enseña que el "tiempo" presente es la hora del juicio de la "muerte" sobre los 3.B.06
pecados de un orden estructural injusto y cruel que ha explotado, en beneficio de unos
cuantos, los "vicios" del "hombre viejo" sobre los cuales se ha sustentado. La clase
trabajadora, por ser precisamente la clase "trabajadora", se ha constituido en este "tiempo,
hora de levantarnos del sueño", en la abanderada legítima de la construcción de un orden
nuevo más humano y justo para todos. Si Jesús de Nazaret, Hijo de Dios y Hermano Mayor
nuestro, fue un trabajador manual, y si la ética del "hombre nuevo" en la enseñanza del
Nuevo Testamento plantea que el trabajo es elemento esencial de "la santidad y la justicia
según Dios", entonces la Iglesia puede proclamar con toda seguridad y aplomo, si quiere ser
fiel al Evangelio, que "estamos más cerca hoy del día de nuestra salvación que cuando
creímos".

La Iglesia enseña —para ser fiel al Evangelio— que Jesucristo optó por la clase oprimida y 3.B.07
explotada de su tiempo, y que esa "opción socio-política" lo llevó, objetivamente hablando, a
la cruz.

La Iglesia vive en sus feligreses cuando éstos, siendo fieles al Evangelio y a su Señor, y 3.B.08
sabiendo que "no se puede servir a dos señores", repudian servir al Dios-Dinero. La Iglesia
se libera así del poder opresivo con que las ideologías de dominación y explotación hasta
hoy la han mantenido cautiva, sobre todo, cuando bajo el poder político-cultural imperialista,
es consciente de cómo los más grandes enemigos del ser humano hoy, y, por tanto, los más
grandes enemigos de Dios, pretenden utilizarla para defender sus anticristianos intereses.

C) La salvación: historia de la reconstrucción socio-económica del ser humano

Salvación significa para las Escrituras la reconstrucción del ser humano como "coheredero 3.C.01
de todas las cosas", es decir, de aquellos bienes que él, siendo fiel a su vocación de
"ecónomo", con su trabajo ha co-creado o recreado. La salvación es también, pues, historia
de la reconstrucción de su ser comunitario.

La "creación" de un "hombre nuevo" significa el establecimiento de una nueva vida 3.C.02


comunitaria en la nueva sociedad, donde no se da cabida a la explotación del trabajo ajeno;
ni a la discriminación racial; ni a la sumisión de la mujer como objeto de consumo mercantil,
comercial o sexual; ni se tolera el uso interesado de los legítimos valores de la vida familiar
en beneficio de los falsos intereses de la sociedad clasista v discriminadora.

Las Escrituras nos enseñan que la salvación incluye necesariamente la emergencia de una 3.C.03
nueva solidaridad fraternal que se concretice en "una comunidad de bienes" donde quede
abolida la "propiedad privada" a fin de que todos podamos disfrutar de los bienes
producidos.

La Biblia nos enseña, en el Antiguo Testamento, que un proceso liberador implica "como 3.C.04
está escrito, que el que recogió mucho no tenga más y el que poco no tenga menos". En el
Nuevo Testamento se nos muestra fehacientemente que el hecho liberador del Evangelio,
cuando se acepta plenamente, trae como consecuencia ineludible que "uniéndonos todos"
ideológicamente, tengamos "todas las cosas en común", recibiendo "cada cual como ha
menester".

La Iglesia proclama, siguiendo la línea profético-bíblica llevada a su expresión final por 3.C.05
Jesucristo, que a los "ricos" les está vedada la entrada al Reino, en tanto sus riquezas son
producto de violencias e injusticias; y, en una forma específica, llama la atención,
especialmente a los creyentes, al hecho que el sistema capitalista de organización social, para
perdurar, tiene que mantener una educación manipulada y esclavizante, productora de
individuos egoístas que trastornan el sentido de la vida humana y ven en el consumo
incesante, la satisfacción insaciable de lucro, el fetichismo materialista y el afán de lujo y
ostentación, los ideales supremos de la vida humana. Esto trae como resultado una sociedad
deshumanizada donde tiene la preeminencia la competencia más feroz y en la que se les
inculca a sus víctimas la evasión social por medio de las drogas, los excesos sexuales, los
juegos de azar, y la religiosidad alienante.

La Iglesia enseña, de acuerdo con su mejor tradición reformada, que "Dios desea que haya 3.C.06
tal analogía e igualdad entre nosotros, que cada uno ayude… según sus capacidades, a fin de
que unos no tengan de sobra mientras otros estén en necesidad… que las posesiones y los
otros bienes sean distribuidos según la necesidad de cada uno".

La Iglesia enseña que en la estabilidad del Estado —a pesar de sus necesarias 3.C.07
ambigüedades— podemos encontrar una garantía para la administración de la justicia y el
mantenimiento de la paz cuando se trata de sociedades "no clasistas", donde el poder estatal
no está en manos de las clases explotadoras y opresoras, sino en las manos de los
trabajadores.

La Iglesia vive en la misma medida en que cada uno de sus feligreses labora por la 3.C.08
reconstrucción socioeconómica del ser humano dentro del Estado Socialista, ya que, de todas
las formas históricas del Estado conocidas y experimentadas hasta hoy, es la sociedad
organizada con tales estructuras, la que ofrece más posibilidades concretas de hacer factible
una justicia cada vez más equitativamente distributiva que alcance progresivamente con
mayor eficacia a todos los ciudadanos.

D) La salvación: historia de la reconstrucción ecológica del ser humano

El "pecado", de acuerdo con la Biblia, tergiversa la relación del ser humano con la 3.D.01
naturaleza. El ser humano, que se ha convertido en el saqueador inescrupuloso de los
recursos naturales, no sólo ha abusado de ellos, sino que ha hecho un uso diabólico de los
mismos, asociándolos a la explotación, opresión y dominación de sus semejantes.

El ser humano ha alterado patológicamente el desarrollo de la naturaleza y se ha convertido 3.D.02


no en su guardián, sino en su pervertidor, y, con ello, ha trastornado y dañado la propia
naturaleza humana desde el punto de vista biológico. Corno unidad sico-socio-somática,
dada la complejidad de su naturaleza, el ser humano se ha visto así afectado tanto en su de-
sarrollo biológico como en su salud síquica y en su promoción social.

Sin embargo, la Iglesia afirma que el quehacer técnico-científico del ser humano, en su afán 3.D.03
por dominar y controlar la naturaleza no se contrapone al propósito redentor de Dios que
postula —según las Escrituras— "poner todas las cosas bajo sus pies". El "camino" de la
salvación que Dios obra en Jesucristo incluye la realización plena de ese dominio y control.
La Biblia usa la misma palabra para "salud", para "salvación" y para "liberación". No se nos
puede escapar el hecho de que para el logro de una mejor "salud" humana, tanto en lo
biológico como en lo síquico y social, se necesita un control más perfecto de la naturaleza y
un dominio más completo de sus "misterios".

La Iglesia proclama que, aunque se tratase de una sociedad en extremo secularizada y 3.D.04
secularizante, esto significa que Dios no estaría ausente de ella; más bien sería todo lo
contrario. Creer en la doctrina de la Encarnación significa que creemos en un Dios se-
cularizado radicalmente en Jesús de Nazaret como única vía posible de redención humana.

La Iglesia enseña que la empresa tecnológica humana ha de ayudar a la creación de una 3.D.05
nueva humanidad en tanto se haga factible una profundización mayor de la espiritualidad
humana con la desaparición del trabajo como "explotación".

La Iglesia enseña que la tecnología moderna, al estar al servicio de los intereses de las clases 3.D.06
explotadoras, ha producido una serie de falsos ídolos, tales como la lógica utilitarista, la
"cosificación" del ser humano y el nihilismo tecnocrático. Todo creyente debe luchar
comprometidamente —junto a aquellos que se proponen erradicar tales ídolos— en la
desaparición de sus "creadores".
La Iglesia enseña que, al escoger nuestro pueblo la vía marxista-leninista de desarrollo a 3.D.07
través de una revolución socio-política, se ha producido una relación más humana con la
naturaleza y una preocupación primaria en la salud del pueblo. La Revolución marxista-
leninista ha probado ser el único camino que posibilite el desarrollo tecnológico y ecológico
y que pone fin exitosamente, al subdesarrollo. Este fenómeno del subdesarrollo ha producido
seres infrahumanos, víctimas de explotación y opresión dentro del sistema mundial
capitalista e imperialista.

La Iglesia vive gozosamente en medio de la Revolución socialista, ya que ésta ha inaugurado 3.D.08
concreta e históricamente una serie de valores en las relaciones humanas que posibilita poner
todo el desarrollo técnico-científico moderno al servicio de la plena dignidad del ser
humano.

E) El ser humano integral: centro del interés de la Iglesia por la historia

La Iglesia se interesa específicamente por la historia humana puesto que, desde casi 2 000 3.E.01
años, no sólo es ella parte importante en su desarrollo, sino, principalmente, porque es dentro
del proceso histórico humano donde precisamente Dios en Jesucristo se ha propuesto
reconstruir integralmente al ser humano. Seccionar esa reconstrucción por partes ha sido la
tentación en que la. Iglesia ha caído como consecuencia de la cautividad ideológica en que
ha estado sumida por siglos, poniéndose al servicio de las clases explotadoras, especialmente
en la época del capitalismo monopolista.

La Iglesia proclama que no existe más que una sola historia, por lo cual no se preocupa tanto 3.E.02
por asegurar sus propios intereses en el orden institucional-eclesiástico que ha heredado del
pasado, como por asegurar la disponibilidad de sus feligreses para responder libremente,
"con la libertad gloriosa de los hijos de Dios", a las demandas históricas que Dios les hace en
la conquista de un tipo de sociedad en la que pueda ir surgiendo el ser humano integralmente
reconstruido, propósito del Evangelio.

La Iglesia enseña que el "ateísmo" de la ideología que sustenta la Revolución socialista 3.E.03
evidencia, con mayor claridad, el ateísmo de los "creyentes" que no son capaces de
"discernir los signos de los tiempos" en medio de la nueva sociedad que se construye, en la
cual las transformaciones radicales de las estructuras injustas propician la creación de un ser
humano más integralmente reconstruido. Lo más importante, en este caso, es que los
comunistas-ateístas nos sirven de inspiración por su disponibilidad para el amor sacrificial,
solidario y eficaz.

La Iglesia debe estar jurídicamente separada del Estado, lo que no significa que demite su 3.E.04
responsabilidad histórico-política, ni que los creyentes se sustraigan de ofrecer su aporte más
decidido a la construcción de la nueva sociedad socialista.

La Iglesia vive sin temores esta nueva situación, proclamando la verdad del Evangelio, sólo 3.E.05
confiada en su Señor y cautiva de Jesucristo. De esa manera encuentra su lugar en el proceso
histórico-humano de recuperación integral. Para ella la Iglesia no regatea los sacrificios que
sean necesarios para cumplir su misión, cuya peculiaridad varía de acuerdo con el momento
y con el lugar que ha tenido que vivir.

La Iglesia vive por el amor concreto que sus feligreses practiquen al servir sin hostilidad a la 3.E.06
sociedad socialista, confiando en el sentido divino-humano de la historia y en el futuro que
se avizora de una paz más efectiva entre los pueblos y de una justicia más real entre los seres
humanos.

SECCIÓN IV: EL REINO DE DIOS Y LA PLENITUD DE LA HISTORIA

Las Escrituras enseñan que el reino de Dios queda inaugurado en la historia en Jesucristo 4.01
de manera indefectible e inescapable. Su nacimiento como pobre del Reino, su opción de
clase como trabajador por el Reino, su predicación evangelizadora como profeta del Reino,
su vida como prójimo del Reino, su muerte como reconciliador por el Reino, su resurrección
como Hermano Mayor en el Reino y su ascensión como Heredero del Reino, lo constituyen
en el Reino mismo. Hoy el Reino se hace presente entre los seres humanos por la acción de
su Espíritu, el Espíritu Santo.

Estas realidades de la fe constituyen el fundamento de la esperanza de la Iglesia y la razón 4.02


de su compromiso de amor irrestricto e incondicional, al cual se ata en la búsqueda de
justicia y paz, en el mundo.

La Iglesia —que ha elaborado doctrinas como las de la Encarnación, la Expiación y la 4.03


Resurrección— rechaza todo dualismo que conduzca a entender la historia humana
escindida en dos secciones, una profana y, la otra, religiosa.

La Iglesia proclama su fe en el advenimiento final del Reino fundamental en el "misterio de 4.04


la voluntad" de Dios, quien "conforme a su beneplácito se propuso en Jesucristo, al
cumplirse los tiempos, recapitular todas las cosas en Cristo".

A) La fuerza dinámica de la historia

Las Escrituras enseñan, tipificándolo en la historia del "pueblo de Dios", la manera cómo la 4.A.01
historia humana se constituye en "historia de salvación", a través de una serie de
experiencias en las que el pueblo crece en su conciencia de carácter universal y totalizador a
la redención humana.

Las historias bíblicas de salvación —desde Noé hasta Jesucristo, pasando por Abraham, 4.A.02
Moisés, David y todos los profetas y líderes del pueblo hebreo antes y después del exilio
babilónico— demuestran que la Iglesia puede enseñar, sin temor a errar, que la
conflictividad característica del proceso económico-socio-político de la liberación dinamiza
la historia humana.

La lucha de clases que se manifiesta en la Biblia en la contradicción evidenciada entre 4.A.03


opresores y oprimidos, entre "justos" e "injustos" entre ricos que explotan y pobres
explotados, junto a la proclamación de Dios, "Hacedor de justicia" obliga a la Iglesia a
aceptar la relación estrecha entre el reino de Dios por el cual oramos y la realización de la
justicia, y por ende, de la paz en el mundo.

La Iglesia proclama que Dios, "Hacedor de justicia", "permanece en nosotros en el amor", en 4.A.04
el "amor eficaz" que contribuye a que el propósito redentor de Dios para el ser humano se
haga realidad compartida por todos a partir de este "ahora" y de este "aquí".
B) El Reino que avanza

Las Escrituras ilustran el reino de Dios de variadas formas. A veces, a manera de una 4.B.01
pequeña semilla que una vez sembrada da lugar al crecimiento de un frondoso árbol. En
otras ocasiones, a manera de un campo de trigo que un enemigo siembra de cizaña. Estas
imágenes evangélicas nos enseñan que, tras el proceso incesante y constante de luchas y
contradicciones que dinamiza la Historia, se realiza un desarrollo de valor permanente
irrecusable.

La Iglesia proclama que el reino de Dios crece constantemente y que los logros de justicia y 4.B.02
paz en el mundo son logros que van incidiendo en el Reino como plenitud de la historia. La
Iglesia es el lugar donde la esperanza de una realización plena de la vida humana se cultiva
en toda su creatividad y solidaridad, como expresión de "la libertad gloriosa de los hijos de
Dios", que "se cargan de frutos de justicia".

La Iglesia enseña gozosamente que la nueva Constitución Socialista de nuestra Patria plasma 4.B.03
el establecimiento de una sociedad más justa al afirmar que "la ley primera de nuestra
República es el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".

La Iglesia enseña que el nuevo sentido que han adquirido las relaciones familiares —tal 4.B.04
como quedó expresado en el Nuevo Código de la Familia— refleja un paso de avance en la
reconstrucción de la vida familiar tan necesaria en el mundo de hoy.

La Iglesia vive en la participación responsable de sus feligreses en la construcción de una 4.B.05


nueva sociedad a través de todas sus actividades: en los Comités de Defensa de la
Revolución, en los Sindicatos, en la Federación de Mujeres Cubanas, en las Organizaciones
de Pioneros, de Estudiantes, de Campesinos; en todo esfuerzo y trabajo que se realiza por
crear una nueva sociedad de productores y no sólo de consumidores, donde se dé cabida, por
ende, a la creación de un nuevo tipo de ser humano, para quien el amor no sea ya el
mandamiento dominical sino la ley que rija todas las acciones cotidianas.

La Iglesia proclama que la paz es posible en el mundo. Las Escrituras nos enseñan que la paz 4.B.06
(shalom) no es, en su esencia, la ausencia de la guerra, sino la presencia de la justicia. La
Iglesia ora por la paz y, al hacerlo, cumple su misión como Iglesia de Jesucristo, "el Príncipe
de Paz".

La Iglesia gozosamente enseña que la consolidación y desarrollo del "campo socialista" en el 4.B.07
mundo de hoy y que la política de paz que sus pueblos y gobiernos propugnan como parte
esencial del Socialismo, así como la extensión y profundidad que han adquirido las luchas
liberadoras antimperialistas en los pueblos explotados del llamado "Tercer Mundo", cons-
tituyen "señales de los tiempos" que apuntan hacia la posibilidad real de lograr un mundo de
mayor justicia en las relaciones entre las naciones.

La Iglesia vive en la responsable y comprometida labor de sus feligreses que se unen a la 4.B.08
lucha por detener la actual carrera armamentista, por lograr la total desaparición de toda
experimentación con armas de destrucción masiva y por el establecimiento de un desarme
completo en el mundo. En un mundo donde existen una Organización de Naciones Unidas y
un acuerdo de Relaciones Pacíficas y de Cooperación entre Naciones como el de Helsinki, se
hace necesario un esfuerzo especial de todas las organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales para asegurar que todos los pueblos logren su plena y responsable
participación en la creación de un mundo más justo y más noblemente humano. La Iglesia
está llamada a este esfuerzo por razón de su propia naturaleza y misión.

La Iglesia vive concretamente en la íntima relación que existe entre el advenimiento de 4.B.09
Jesucristo Salvador y el logro definitivo de "paz en la tierra entre hombres de buena
voluntad", anuncio de su advenimiento.

Así la Iglesia se compromete en la lucha ecuménica por la unidad y la paz de toda la Iglesia 4.B.10
católica, entendiendo que tales esfuerzos para ser genuinos han de realizarse como "señales"
de nuestro compromiso con la lucha por la unidad y la paz de toda la humanidad. En ese
sentido, vivimos nuestra tarea ecuménica dentro de las diferentes organizaciones y
movimientos a los que pertenecemos hasta ahora (Consejo Ecuménico de Cuba, Alianza
Mundial de Iglesias Reformadas, Conferencia Cristiana por la Paz, Consejo Mundial de
Iglesias) y apoyarnos todo esfuerzo por lograr tal unidad y paz en el "Cuerpo de Cristo".

C) El Reino: centro del interés de la Iglesia por Dios

Las Escrituras instan que oremos por el Reino, que prediquemos su inminencia, que 4.C.01
enseñemos su esperanza, que vivamos sus normas. La Iglesia habla de Dios proclamando su
realidad, enseñando su verdad, viviendo su voluntad.

El interés último de la Iglesia por Dios no es el interés en mantener un culto determinado, en 4.C.02
propagar una "idea" precisa, en defender una "religión" específica. El interés último de la
Iglesia por Dios es el interés por su Reino.

La Iglesia que se identifica como Iglesia de Jesucristo, se constituye en la avanzada del 4.C.03
Reino, porque en Él, por Él, y para Él, "el Reino está entre nosotros" y no sólo "vendrá".

Las Escrituras nos enseñan que el "Reino es paz, justicia y felicidad en el Espíritu Santo", el 4.C.04
"convencedor de todo pecado, de toda justicia y de todo juicio".

Las Escrituras nos enseñan que "hablar por el Espíritu" es "profetizar". El "profetismo" es 4.C.05
esencial a la vida de la Iglesia. La Iglesia "profetiza" cuando proclama que la construcción
de la sociedad socialista —que nos acerca a la reconstrucción del ser humano como
trabajador, y ecónomo y como ser comunitario y libre— es parte esencialísima de la marcha
del proceso histórico humano, marcha en la cual los logros del espíritu humano permanecen
como señales concretas de la acción histórica del Espíritu en la consecución del Reino.

La Iglesia "profetiza" cuando denuncia que dentro y fuera de la nueva sociedad que 4.C.06
construimos, existen corrientes ideológicas que quieren destruirla; reductos, en el primer
caso, de la interiorización de los vicios de un pasado en que se cultivaba el egoísmo, el odio
y la competencia como "valores" del espíritu humano; enemigos, en el segundo caso, que,
propugnando tales antivalores humanos, se hacen pasar falsamente por abanderados de la
verdad cristiana, proclamadores de la verdadera fe evangélica.

La Iglesia "profetiza" cuando vive en cada uno de sus fieles el triunfo del amor sobre el 4.C.07
desamor, la justicia sobre la explotación, la verdad sobre la injusticia, la paz sobre la
competencia, el decoro sobre la indignidad humana. La Iglesia vive "proféticamente" en sus
feligreses cuando éstos se hacen participantes comprometidos de la muerte de la sociedad
capitalista y los valores caducos deshumanizantes que ésta representa. De otra manera, nos
convertimos en "escándalo" para Dios y "escarnio" para los hombres, "cuyo fin no tarda"
corno el de todo "falso profeta".

La Iglesia "profetiza" cuando viven sus feligreses gozosamente el sentimiento y las acciones 4.C.08
de solidaridad creciente de nuestro pueblo socialista con todos los pueblos del mundo. La
Iglesia "profetiza" cuando expresa su gozo por el hecho fehaciente de que este sentimiento
profundo de solidaridad se va constituyendo en una característica generalizada del ciudadano
común.

CONCLUSIÓN

Al terminar esta Confesión de fe, la Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba reconoce que 5.01
sólo podrá ser cierta su fe declarada, cuando viva confiadamente las verdades implícitas en
ella:

a) que este mundo es el "mundo de Dios"; 5.01a

b) que la naturaleza es el "teatro" donde el ser humano —criatura a "imagen y semejanza de 5.01b
Dios"— es situado para ser trabajador y ecónomo;

c) que la sociedad es el "escenario" donde Dios y la criatura se encuentran para realizarse 5.01c
mutuamente en una alianza eterna y concreta a través de la implementación de la paz, el
establecimiento de estructuras de amor-justicia que normalicen las relaciones humanas.

d) que la historia es la "trama" del desarrollo y fortalecimiento de esa alianza o "Pacto"; 5.01d

e) que el Reino es el "desenlace" —paulatino a veces y repentino otras— de realizaciones y 5.01e


logros que la "trama" va tejiendo, ya que en el Reino, ambos, Dios y la criatura, se
identifican, puesto que el Reino, Jesucristo mismo, es el Hijo de Dios y nuestro Hermano
Mayor.

La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba es consciente de que, al vivir estas verdades, se 5.02


acerca peligrosamente a la secularización radical asumida por Dios en Jesucristo, y corre los
mismos riesgos que Él afrontó de incomprensión, sufrimiento y crucifixión.

Sin embargo, la Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba espera confiada y gozosamente 5.03


que, al obrar así, se haga partícipe más plenamente de la libertad gloriosa propia del
Resucitado; libertad que la salve de las ideologizaciones alienantes que en el pasado, y aun
en el presente, han mantenido a la Iglesia de Jesucristo en muchos aspectos y lugares, cautiva
de estructuras injustas y opresoras, de "principados y potestades". Estas estructuras y
"potestades" han hecho del ser humano un explotador de su prójimo. La Iglesia cuando no se
avergüenza de ello trastorna el Evangelio de Jesucristo.

La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba espera confiada y humildemente que esta 5.04


liberación la capacite para responder con mayor eficacia a la pregunta primaria ineludible
con que Dios sin excepción interpela a todos los seres humanos: "¿Dónde está tu hermano?"
La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba, con la confianza y seguridad que dimanan del 5.05
Evangelio, y sólo de él, busca la respuesta concreta al cuestionamiento divino en el "amor
que opera la fe", sabiendo, en "esperanza contra esperanza", que ése es el único camino dado
al ser humano por Dios en Jesucristo para encontrar la respuesta divina a sus preguntas
crucialmente finales como criatura: "¡Dinos tu Nombre!" "¡Dime quién soy!"

La Iglesia Presbiteriana-Reformada en Cuba, con toda humildad delante de su Señor y de 5.06


todo el pueblo, se cuestiona finalmente a sí misma: ¿Llegaremos a saber "quién es Él" y
"quiénes somos" para poder comunicarlo con eficacia redentora, señal de nuestra misión
evangelizadora, identificación de la Iglesia? Sólo en la medida en que cumplamos las
demandas amorosas concretas de justicia y paz que la interpelación divina nos impone,
satisfaremos la esperanza de ser realmente Iglesia de Jesucristo en este mundo, porque
entonces "seremos semejantes a Él", pues "cómo Él es, así somos nosotros en este mundo"
en la plenitud del amor.

Aprobada en la XI Asamblea Nacional, celebrada en Matanzas, Cuba,


los días 28 al 20 de enero de 1977

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