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LÓGICA ELEMENT

POR

D. ]ÍUNUKL POLO Y PEYROLÓN


Catedrático numerario, por oposición,
del Instituto de segunda enseñanza de Valencia, D o c t o r \.
en Filosofía y Letras, S
Licenciado en Derecho civil y canónico, Correspondiente de la R e a l
A c a d e m i a de la Historia, Individuo de la A c a d e m i a
Romana Filosórico-médica de Santo T o m á s de Aquino,
Socio de mérito de la E c o n ó m i c a de A m i g o s del País de Alicante,
Vicepresidente de la Comisión de monumentos
históricos y artísticos de la provincia de Valencia,]
Comendador de Isabel la Católica,
condecorado por la Santidad de L e ó n X I I I con
Ja cruz Pro Ecclesia ct Pontífice ¡ ex Diputado á Cortes, etc., etc., e t c .

O B IR. . A .
favorablemente informada por el Consejo de Instrucción
Pública y premiada con medalla de plata en la Exposición regional
valenciana de iSSj, con medalla de /. clasea

en la aragonesa de 1SS6 y con medalla de oro en la Universal


de Barcelona de iSSS,

5. a
EDICIÓN

VALENCIA—1902
TIPOGRAFÍA MODERNA, Á CARGO DE M. GIMENO
Avellanas, 11
Es propiedad de su autor, el cual
se reserva todos los derechos que
le conceden las leyes y tratados
de propiedad intelectual.
DOCUMENTOS OFICIALES

DICTAMEN

La sección primera del Consejo de Instrucción


pública, en sesión de i.° de Marzo de 1 8 8 6 , se ha
servido emitir el siguiente dictamen:
«La obra titulada Elementos y Programa de
Psicología, Lógica y Etica, que ha publicado el
Catedrático de esta asignatura en el Instituto de
Valencia, D. Manuel Polo y Peyrolón, consta de tres
volúmenes en 4 . , está escrita con la mayor claridad
0

y excelente método, y contiene la doctrina filosó-


fica del angélico Doctor y maestro Santo Tomás
de Aquino, profesada por eminentes sabios en los
pasados siglos y en el actual, mereciendo señalarse
expresamente Sanseverino, Prisco, Liberatore y
Taparelli entre los extranjeros, y Balmes, Cuevas
y el Cardenal P. Ceferino González entre los espa-
ñoles.
»Para la mejor inteligencia de los alumnos, el
autor ha traducido al lenguaje moderno el tecni-
cismo antiguo de la Escuela, y ha hecho además
preceder á cada parte de la Filosofía unos prolegó-
menos ó lecciones preliminares, que facilitan y
hacen más sencillo su estudio.
» Trata el Sr. Polo en esta obra todas las cues-
tiones psicológicas, examinando con lamas sana crí-
tica las opiniones de los defensores de los distintos
sistemas que se disputan el campo de la Filosofía;
en la Lógica, al tratar de los signos, dedica varias
lecciones al origen del lenguaje, de. la palabra
hablada y escrita, y su análisis; por último, en la
Etica, después de ocuparse de la naturaleza moral
del hombre, de los principios constitutivos de la
moralidad y del criterio y origen de la moralidad,
explica los deberes del hombre para con Dios, para
consigo mismo y para con los demás, concluyendo
con útiles nociones acerca de la sociedad en general
y de las sociedades particulares, dando la fórmula
para determinar las relaciones entre la Iglesia y el
Estado.
»E1 Programa de Psicología, Lógica y Etica, es
un índice completo de los textos de las asignaturas,
muy oportuno para que los alumnos recuerden con
facilidad las cien lecciones en que está distribuido
el mismo programa.
¡¡-Recomendables son los opúsculos y discursos
filosóficos del Doctor Polo, en especial el titulado
Stipnesto parentesco entre el hombre y el mono, en el
que refuta el transformismo ó sistema de Darwin,
trabajo que ha merecido elogios de la prensa
extranjera, que ha sido traducido al portugués y
5
al francés, y del que, en poco tiempo, se han hecho
dos ediciones.
sEl Sr. Polo, que viene consagrándose durante
muchos años á trabajos filosóficos y á la propaga-
ción de los conocimientos científicos con una labo-
riosidad infatigable, ha publicado también obras
literarias, entre las que merecen especial mención
sus Costumbres populares de la sierra de Albarra-
cin, y la novela original Los Mayos, precedida
de un prólogo escrito por un ilustre profesor y
académico, individuo de este respetable Consejo,
que hace el más cumplido elogio del pensamiento,
plan y estilo del autor, y nos excusa de hacer su
crítica, dada la indiscutible competencia del distin-
guido consejero á quien aludimos.
»En consideración á lo expuesto, procede
declarar que la obra elemental de Filosofía del
Sr. Polo y Peyrolón y las demás publicadas, le
sirvan para los ascensos en su carrera, con arreglo
al artículo 2 6 2 de la Ley de Instrucción pública y
demás disposiciones vigentes."
»E1 presidente, Emilio Arrieta.—El secretario,
Mariano Romero Abascal.—Ks copia para el intere-
sado.—El Director general de Instrucción pública,
Calleja.*
6

REAL ORDEN

«Instrucción pública.-—Institutos.—Al Director


general de Instrucción pública digo hoy lo que
sigue:
slllmo Sr.: De conformidad con el dictamen
del Consejó de Instrucción pública, S. M. la Reina
(q. D. g.) se ha servido declarar que la obra
Elementos y Programa de Psicología, Lógica y
Filosofía moral del catedrático del Instituto de
Valencia, D. Manuel Polo y Peyrolón, sirva de
mérito al interesado para los ascensos en su
carrera.
»De Real orden lo traslado á V. para su cono-
cimiento. Dios guarde á V. muchos años. Madrid 4
de Mayo de 1886.—Montero Ríos.—Sr. D. Manuel
Polo y Peyrolón, Catedrático del Instituto de
Valencia.»
7

EXPOSICIÓN UNIVERSAL DE BARCELONA


DE 1 8 8 8

Copia literal de la hoja matriz intitulada Infor-


me de los Jurados.—«Producto: Obras didácticas
y de amena literatura.—Nombre y residencia del
expositor: D. Manuel Polo y Peyrolón, Catedrático
del Instituto provincial de Valencia.—Los abajo
firmados, previo detenido examen, y cumpliendo
lo mandado en su Reglamento, recomiendan á la
Comisión Ejecutiva de la Exposición los productos
expresados para que se premien con MEDALLA DE
ORO ( i . clase), por las razones siguientes: Por
a

contribuir en todas ellas á la cultura y mejora de


nuestros semejantes, por la sencillez con que están
escritas, y por los profundos conocimientos psico-
lógicos que en alguna de ellas se revelan, todo lo
cual las hace muy dignas de la más alta recompensa.
—Barcelona 5 de Octubre de 1888.—El Jurado
ponente: Francisco de Paula Gatell, Clemente Cor-
tejón, Estanislao Almonacid.»
COMPENDIO DE LÓGICA

LECCIÓN XXXI

CONCEPTO DE LA LÓGICA

3 0 1 . Definición d e l a liógica.—La
palabra Lógica se deriva del griego lógos, que
además de tratado significa palabra y razón. He
aquí por qué la definen muchos: ciencia racio-
nal, ciencia del raciocinio y arte de su aplica-
ción, ciencia para raciocinar fácil, ordenada y
rectamente, arte de disputar 6 de discutir,
ciencia práctica de las operaciones mentales
para la investigación de la verdad, arte de bien
pensar ó ciencia de las formas del pensamiento,
ciencia de lo verdadero, ciencia del orden á
1

que debe ajustarse el entendimiento humano


para la adquisición de la verdad, etc. Todas
estas definiciones coinciden en el fondo, por
10

una parte, y demuestran, por otra, que la


Lógica tiene el doble carácter de ciencia y arte
á la vez. En efecto, Lógica es aquella parte
de la Filosofía subjetiva que nos enseña
á raciocinar rectamente, dirigiendo nues-
tro entendimiento hacia la verdad y
apartándole del error. En vano disputan los
autores acerca de si la Lógica es ciencia ó arte.
Consta la Lógica, como iremos viendo, de ver-
dades íntimamente relacionadas y deducidas ó
inducidas rigurosamente de varios principios
intrínsecos ó constitutivos de su objeto propio,
verdades que componen un conjunto sistemá-
tico de doctrinas; luego la Lógica es ciencia
( 3 8 3 ) . De los principios lógicos se infieren
preceptos ó reglas importantes para adquirir y
exponer la verdad; luego la Lógica es arte ( 3 8 4 ) .
3 0 2 . C a r á c t e r d e l a Lógica.—Dos
son en el hombre las fuentes del conocimiento:
la experiencia y la razón. Conocemos por medio
de aquélla lo empírico ó práctico, esto es, el
mundo tanto interno como externo, lo que es,
en una palabra; y por medio de ésta lo especu-
lativo ó teórico, esto es, las causas 6 razones de
los hechos y seres, lo que debe ser. En armonía
con estos dos distintos órdenes, la Lógica es
especulativa mientras expone los principios
racionales, y práctica cuando da reglas para
11

aplicarlos. De aquí nace el doble carácter cien-


tífico-artístico de la Lógica. Como dice nuestro
insigne Balmes: «en cuanto prescribe las reglas
es arte; en cuanto señala la razón de las reglas
es ciencia .» Por consiguiente, la. Lógica
1

como ciencia tiene carácter especulati-


vo, teórico; como arte, por el contrario,
lo tiene empírico, práctico.
3 0 3 . O b j e t o d e l a Lógica.—Conside-
rada superficialmente la definición apuntada de
la Lógica, parece que sus objetos propios sean
el raciocinio, el entendimiento y la verdad; pero
no es así. El entendimiento y el raciocinio en sí
mismos, esto es, absolutamente considerados,
se estudian en Psicología, y el tratado de la
verdad pertenece á la Metafísica. La Lógica,
sirviéndose al efecto preferentemente del racio-
cinio, se propone la acertada dirección del
entendimiento humano hacia la verdad, esto es,
aspira á que los actos de nuestro entendimiento
se realicen con el artificio necesario para que
en vez de conducirnos al error nos lleven recta-
mente á la verdad lógica, conformando nues-
tros pensamientos con la realidad de las cosas
pensadas. Luego objeto material (6) de la

1
Curso de Filosofía Elemental, Lógica, pág. 2 .
Madrid, 1847.
12

Lógica es el hombre inteligente ó el enten-


dimiento humano, si se quiere; objeto for-
mal, las conexiones ó relaciones existentes
entre el entendimiento y la verdad, cuyo
conocimiento es indispensable para re-
chazar el error; y objeto final, la verdad
que más adelante llamaremos lógica >

única cuya adquisición persigue el enten-


dimiento.
304. Divisiones de la Lógica.—
Son muchas; pero la más importante
consiste en admitir una Lógica natural
ó espontánea, y otra científica ó adqui-
rida. Lógica natural es cierta ingénita disposi-
ción anímica que, al conocer, nos hace ejercitar
recta y espontáneamente nuestras facultades
intelectuales. La Lógica científica ó adquirida la
hemos definido en el número 301. Naturalmente
tiende el entendimiento hacia la verdad, que es
su aspiración constante y objeto final, como
tiende todo grave hacia el centro de la tierra,
como busca el ojo la luz, de donde parece infe-
rirse que los estudios y reglas para lograr la
verdad son inútiles. Así sería indudablemente
si el entendimiento humano, dentro de su limi-
tación natural, conservase su perfección primi-
tiva; pero, en castigo de la prevaricación de
nuestros primeros padres, el hombre quedó
13
sujeto al error en el orden intelectual, al pecado
en el orden moral, y á la muerte en el orden
fisiológico. Por otra parte, la verdad trascen-
dental ó metafísica, que es la realidad, existe en
las cosas, independientemente del entendimien-
to, y no siempre se pone al alcance del que la
busca. Dada, pues, nuestra actual condición,
el hombre necesita dirigir acertadamente su
entendimiento para adquirir la verdad y no
incurrir en error, y de aquí la verdadera Lógica,
llamada científica ó adquirida; pero como á la
vez el entendimiento tiene cierta disposición
ingénita para discurrir rectamente, cierta ten-
dencia natural en orden á la verdad, que no
está sujeta á reglas ni puede aprenderse, aquella
disposición ha recibido el nombre de Lógica
natural. Muchas son las subdivisiones que
hacen los autores de la Lógica científica
ó propiamente dicha. Las principales
son éstas: menor y mayor; general y
especial; utente y docente; inductiva y
deductiva; formal y material; crítica,
orgánica y constructiva. Nosotros, recono-
ciendo el fundamento de algunas de estas divi-
siones, consagradas por los siglos, por sencilla
y clara preferimos la que expondremos más
adelante.
305. F i u g e n e r a l de la Lógica.—
14
No es ni puede ser otro mas que la
adquisición de la verdad. La Lógica cientí-
fica ó adquirida, única que estudiamos en este
opúsculo, es una, y como tal tiene también un
solo fin general, que consiste en la acertada
dirección de las facultades intelectuales para la
adquisición de la verdad lógica. Pero, para
adquirirla, se necesita buscarla por medio de
investigaciones detenidas, y apreciarla después
convenientemente. Sin embargo, esto no es
suficiente para que el hombre se crea en pose-
sión plena de la verdad. Una necesidad impe-
riosa le obliga ó compartirla con sus semejantes,
á cuyo efecto le basta, unas veces, enunciarla y
se ve precisado, otras, á demostrarla para que
la acepten los incrédulos.
3 0 6 . S u s fines p a r t i c u l a r e s . — R e -
sulta de lo anteriormente dicho, que el fin
general de la adquisición de la verdad, que la
Lógica se propone, contiene implícitamente los
cuatro fines particulares siguientes:

i.°, investigación j
2.°, apreciación f , , , .
3 .r,,
u • • - 1>de la verdad.
enunciación
4.°, demostración )
La investigación, para poder encontrarla y
adquirirla; la apreciación, para medirla y pesarla
de manera que produzca en nosotros seguridad
y certeza; la enunciación, para que salga de
nuestra mente, compartiendo don tan precioso
con nuestros semejantes; y la demostración,
para que no pueda rechazarla entendimiento
alguno, por obcecado que esté.
307. Medios de q u e la Lógica se
sirve para la consecución de s u s
fines.—Estos importantísimos fines no pueden
lograrse sin poner en juego los medios adecua-
dos, que son: un conocimiento exacto de
los procedimientos racionales, ó sea de
las leyes del raciocinio, y una aplicación
acertada de dichos procedimientos á
todos los casos que en la práctica se
presenten. Cierto es, según hemos dicho, que
el entendimiento busca naturalmente la verdad,
como el ojo la luz; pero también es exacto que
las causas del error son otros tantos obstáculos
que el hombre tiene que vencer en el curso de
sus investigaciones, si quiere realizar su destino
y conservarse digno de su elevado origen.
308. Partes en que dividimos la
Liógica.—Dichos cuatro fines particulares nos
autorizan para dividir la Lógica en cuatro par-
tes, referentes las dos primeras á la materia y
las dos últimas á la forma ó expresión de la
verdad, que pueden llamarse:
i6

investigativa ó Metodología,
apreciativa ó Crítica,
Lógica enunciativa ó Gramática general,
demostrativa ó Dialéctica.
3 0 9 . Diferencias entre la Lógica
y l a P s i c o l o g í a . — N o puede confundirse la
Lógica con las demás ciencias, aunque tenga
íntimas relaciones con algunas, porque tanto
sus objetos como sus fines respectivos son
diferentes. Las investigaciones lógicas buscan
la vendad en general, al paso que todas las demás
ciencias tratan de verdades particulares, refe-
rentes á su materia propia. Difiere de la Psi-
cología, en que ésta estudia la naturaleza
del alma, y. por ende las operaciones
racionales en sí mismas; mientras que la
Lógica las considera sólo en sus relacio-
nes con la verdad.
310. Utilidad e importancia de la
Lógica.-—Fundándose algunos en la existencia
de la Lógica natural, niegan toda utilidad é
importancia á la Lógica científica ó propiamente
dicha; pero fácilmente se refuta sú error consi-
derando lo útil é importantísimo que es para el
hombre saber investigar la verdad, oculta mu-
chas veces á la simple mirada del espíritu,
apreciarla convenientemente por medio de una
crítica racional y sólida, enunciarla después con
17
claridad y exactitud, y demostrarla, por último,
en caso necesario. La verdad es el bien del
entendimiento, su alimento natural y propio, y
privarle de este alimento sería el mayor mal
que puede acaecerle. La Lógica es además
auxiliar poderosísimo, casi indispensable, de las
demás ciencias. Ninguna reclama su cooperación
inmediata y directa; pero todas ponen en prác-
tica sus preceptos y utilizan sus leyes. Es, pues,
la Lógica, respecto á las otras ciencias, como
una especie de faro que ilumina las obscurida-
des de sus respectivos rumbos, como un instru-
mento poderoso que facilita sus investigaciones.
Por último, la Lógica nos enseña á concebir con
claridad, á juzgar con rectitud, á raciocinar
Consecuentemente, y á relacionar entre sí las
ideas, los juicios y los raciocinios por manera
demostrativa y metódica, influyendo también
poderosamente en la pública moralidad, pues
sabido es que las buenas obras son siempre
producto de los rectos juicios. Nada de particu-
lar tiene, por lo tanto, que se haya llamado á
la Lógica medicina y maestra de la mente;
órgano, instrumento, llave y ciencia de las
ciencias; don de los dioses, como decía Só-
crates; canónica ó colección de reglas ó cáno-
nes; arte de las artes; arte crítica; propedéu-
tica ó disciplina preliminar que prepara otras
i8

superiores; arte de pensar, de discurrir, etc.


Es, pues, importante y útil la Lógica,
porque nada hay tan provechoso para
el hombre como adquirir la verdad,
evitar el error y pensar rectamente; y
porque, con su auxilio, se conocen mejor
y con más facilidad las demás ciencias.
19

LECCIÓN XXXII

D E LA V E R D A D

311. Concepto de lo verdadero y


d e l o f a l s o . — N o puede comprenderse bien
una relación cualquiera sin haber estudiado
antes los términos relacionados. Como sabemos,
la Lógica trata de las conexiones ó relaciones
existentes entre el entendimiento y la verdad.
Conocemos el primero de estos dos términos
por la Psicología, y aunque él estudio del
segundo pertenece á la Metafísica, para caminar
con pie seguro conviene que, antes de empezar
la Lógica, apuntemos algunas ideas acerca de
la verdad. En la acepción vulgar, verdadero es
todo cuanto ha sucedido 6 existe. En este
sentido define la verdad San Agustín: verum
est in quod est , verdadero es todo lo que existe,
1

verdad es la realidad. La existencia y la verdad


se confunden en absoluto; pero como para el
hombre todo es relativo, cuando llamamos las
cosas verdaderas no queremos decir únicamente
que existen, esto es, que tienen verdad metafl-

1
Lib. 2, Solil., cap. s.
20

sica, sino que existen tales cuales nosotros las


concebimos, ó sea que tienen verdad lógica.
Cuando decimos, por ejemplo, que el sol es el
centro del sistema planetario, no afirmamos
sólo la existencia real del sol y de los planetas,
sino que aseguramos también que todos ellos
se mueven alrededor del sol, que permanece
fijo, y que de esta manera lo comprende la
inteligencia, de acuerdo con la realidad. Como,
por otra parte, la existencia no depende del
conocimiento, sino el conocimiento de la exis-
tencia, esto es, no aseguramos que las cosas
existen por cuanto las conocemos, sino que las
conocemos por cuanto existen y las podemos
conocer como realmente son, de aquí que,
cuando el conocimiento es conforme á
la realidad, lo llamamos verdadero, y
cuando no, falso.
312. División de la verdad en
clases.—Pero la verdad puede conside-
rarse bajo tres aspectos ó de tres mane-
ras, á saber: en las cosas donde está,
en el entendimiento que la concibe, ó
en los labios que la pronuncian. Los
filósofos llaman á la primera verdad
metafísica, objetiva ó real; á la segunda
verdad lógica, subjetiva ó formal, y verdad
moral á la tercera.
21

3 1 3 . V e r d a d metafísica.—Refiérese
esta verdad á la realidad 6 esencia de los objetos
ó cosas, por lo cual se llama también real y
objetiva. A esta especie de verdad puede apli-
carse perfectamente la definición ya citada de
San Agustín. Metafísicamente verdadero es
todo cuanto existe, porque las cosas todas son
como deben ser. Pero como las esencias de las
cosas creadas, necesariamente tienen que estar
conformes con las ideas ejemplares ó típicas
que les sirvieron de modelo, ideas existentes
ab ademo en la mente del Criador, podemos
definir también la verdad metafísica diciendo,
que es la conformidad ó congruencia
existente entre la esencia de las cosas y
la inteligencia divina.
3 1 4 . F a l s e d a d m e t a f í s i c a . — L a ver-
dad metafísica es necesaria; contra ella no cabe
falsedad posible; su contrario es la nada. Por
eso hemos dicho en el número anterior que
todas las cosas existentes son metafísicamente
verdaderas. Corrobora esto mismo la conside-
ración de que en el entendimiento divino,
infinitamente perfecto, no cabe error, el cual es
una imperfección.
3 1 5 . V e r d a d l ó g i c a . — E s t a verdad no
se refiere á la existencia de las cosas, sino más
bien á la conformidad del entendimiento huma-
22

no, que las conoce con la esencia de las cosas


existentes. Pero como esta verdad es producto
de la acción del sujeto inteligente sobre el objeto
entendido, al cual informa convenientemente
para poderlo aprehender, de aquí que la verdad
lógica se llame también subjetiva y formal.
Lógicamente verdaderas serán, pues, todas
aquellas proposiciones que signifiquen la confor-
midad dicha, como que la verdad lógica resulta
de concebir las cosas, no sólo como existentes,
sino tales cuales son. Santo Tomás la define
admirablemente diciendo que es: Adaequatio
intellectus et reí 'secundum quod intellccttis dicit
esse quod est, etnon esse quod non est. Confor-
midad entre el entendimiento y las co-
sas, según la cual el entendimiento dice
que es lo que es, y que no es lo que
no es.
3 1 6 . F a l s e d a d l ó g i c a . — P a r a que haya
verdad lógica se necesita que el entendimiento
en cierto sentido se identifique con las cosas
entendidas y que las conozca tales cuales son,
sin ilusiones ni alteraciones de ningún género.
Esto no siempre se verifica, porque el entendi-
miento humano, tanto por su nativa limitación,
cuanto por la viciosa tendencia que contrajo en
virtud del pecado de origen, es susceptible de
equivocarse; luego la falsedad lógica, que
23
con propiedad se llama error, no solamente
es posible, sino, por desgracia, frecuente. Para
evitarla debemos poner fuerte empeño en diri-
gir acertadamente nuestras facultades intelec-
tuales.
31T. V e r d a d m o r a l . — L a conformi-
dad entre el pensamiento y su expresión
ó sea la palabra, entre lo que se piensa
ó siente y lo que se dice, se llama ver-
dad moral.
318. F a l s e d a d moral.—Cuando no
hay conformidad entre lo que se piensa
y lo que se dice, entre el pensamiento y
la palabra, se incurre en falsedad moral,
y esta falsedad se llama mentira.
319. Definición genérica de l a
v e r d a d . — E n conclusión, ¿podemos dar una
definición genérica que convenga á las tres
especies de verdad explicadas? Indudablemente.
Santo Tomás definió la verdad en gene-
ral: adaequatio intellectus et reí, conformi-
dad entre el entendimiento y las cosas,
definición que conviene perfectamente á la
verdad metafísica, que, como sabemos, consiste
en la conformidad de la esencia de las cosas
con la inteligencia divina; á la verdad lógica,
porque, según se dijo, estriba también en la
conformidad de las concepciones del humano
2 4

entendimiento con la realidad de las cosas, y,


por último, á la verdad moral, porque, conside-
rado el signo 6 la palabra como cosa, para que
haya verdad moral, necesario es que la cosa, ó
signo, esté conforme con el entendimiento
humano que en ella piense. El mismo Santo
Tomás dice: Per conformitatem intellectus et rei
veritas definitur . La verdad puede definirse
1

por conformidad entre el entendimiento y la


cosa.
3 3 0 . Definición genérica de la
f a l s e d a d . — A la inversa podemos definir
la falsedad, con el mismo Doctor Angé-
lico: inaequalitas rei et intellectus, incon-
gruencia, disconformidad entre el enten-
dimiento y la cosa . 2

1
Sum. Tlieol., I. p., q. XVI, art. 2 .
2
I. q. XVI, a. 1 c.
PRIMERA PARTE DE LA LÓGICA

mETODOlíOOÍfl

LECCIÓN XXXIII

ESPECIES DE MÉTODOS

331. Definición de la Metodología


y del m é t o d o . — La palabra metodología
significa etimológicamente tratado del método,
y por lo tanto podemos definir laJMetodo-
logía/diciendo, que es aquella primera
parte de la Lógica que trata del método
en general y de los diferentes métodos
especiales, como procedimientos los más
adecuados para la investigación de la
verdad científica:; A su vez la palabra méto-
do etimológicamente significa en camino, como
1

1
Del griego meta, en, entre, con, sobre, etc., y
odós, camino.
26

si dijéramos la marcha que el entendimiento


sigue en busca de la verdad ó el camino qué
recorre para encontrarla. De aquí que en gene-
ral se entienda por método el orden con que
disponemos nuestras operaciones para conse-
guir el fin que nos proponemos; pero como
el método de que aquí tratamos se refiere
principalmente á las operaciones intelectuales,
podemos definir el método diciendo, que
es aquel procedimiento racional que
practicamos para la adquisición y for-
mación de la ciencia, esto es, para des-
cubrir la verdad que ignoramos, y expo-
ner y probar la que poseemos. Claro está
que la verdad metafísica no es ni puede ser
objeto de las investigaciones metódicas, porque
la realidad de las cosas es absolutamente inde-
pendiente del entendimiento humano. Existen
ó no, según lo quiso el Supremo Hacedor, y
existen de la manera que tuvo á bien crearlas,
en todo conformes con las ideas divinas ejem-
plares. Tampoco la verdad moral, pues consis-
tiendo en la conformidad entre el pensamiento
y la palabra, para no mentir basta dejarse
llevar de la sinceridad natural y honrada. La
verdad lógica es la única que el entendimiento
persigue, porque su adquisición es muchas
veces trabajosa, y para lograrla, evitando el
27

error, necesario es dirigir acertadamente nues-


tras facultades por el camino del verdadero
método.
3 2 3 . División del método y de los
m é t o d o s i n i c i a l e s e n g e n e r a l . — D e la
misma manera que para emprender un viaje se
necesita conocer el punto de partida, el camino
y manera de recorrerlo, y el término ó punto
de llegada, así también, para que una investiga-
ción metódica sea eficaz, conviene conocer el
principio ó punto inicial donde empieza la
marcha; el medio., evolución 6 carrera que ha de
recorrerse, y el fin ó término del procedimiento
y sus resultados. De donde se sigue, que tres
son los momentos diferentes que conviene
distinguir en toda investigación metódica del
entendimiento: primer momento, inicial, cuando
toma algún hecho ó verdad como punto de
apoyo y principio del movimiento científico;
segundo momento, evolutivo, cuando ejecuta la
marcha ó evolución, poniendo en práctica los
medios adecuados para la adquisición de aque-
llas verdades ó el conocimiento de aquellos
hechos que están directa ó indirectamente rela-
cionados con el hecho ó verdad que sirvieron
de punto de partida; y tercer momento final, 6
término del procedimiento donde se encuentra
ya la ciencia, dispuesta según su especial índole.
28

Lo primero da origen al método que podemos


llamar inicial, fundado siempre en algún siste-
ma ideológico; lo segundo al método propia-
mente dicho ó evolutivo, que tiene por base los
diferentes procedimientos racionales; y lo terce-
ro al método final ó métodos especiales, que la
índole de cada ciencia pide. De lo anteriormente
expuesto se deduce que tres son las princi-
pales especies de métodos que merecen
particular estudio y que podemos llamar:
i . , métodos iniciales; 2. , métodos evo-
a A

lutivos, y 3 . , métodos finales.


a

Consisten los métodos iniciales en


los diferentes sistemas que han seguido
los filósofos, según el principio ó princi-
pios de que cada uno parte en sus
investigaciones para constituir la cien-
cia. Los principales son: el método
ontológico, el psicológico, tanto empíri-
co como idealista, el ecléctico, eí de
autoridad y el dogmático.
Omitimos la explicación de los apuntados
métodos iniciales, porque ni lo consiente un
curso elemental, ni los comprenderían la mayor
parte de los alumnos.
3 2 3 . Definición y división del
m é t o d o e v o l u t i v o . — S o n métodos evo-
lutivos los diferentes procedimientos de
29
que puede servirse la razón humana
para la invención y exposición de la
ciencia. Como sabemos, método inicial es lo
mismo que sistema filosófico; pero en su acep-
ción vulgar y corriente, la palabra método
se aplica con preferencia á los evolutivos. A
dos pueden reducirse, en el fondo, las opera-
ciones racionales que practica el hombre de
ciencia al aplicar dichos métodos, que son la
análisis y la síntesis. De aquí la subdivisión
del método evolutivo en analítico y sinté-
tico. Algunos llaman también al primero,
método inductivo, porque se sirve prin-
cipalmente de la inducción, ó de inven-
ción, porque es el más á propósito para
descubrir verdades nuevas; y al segundo,
método deductivo, porque emplea prefe-
rentemente la deducción, y de enseñan-
za, porque es el más ventajoso para la
exposición de las ciencias ya formadas.
Para la debida inteligencia de estos métodos,
conviene explicar ante todo las diferentes acep-
ciones con que se emplean las palabras griegas
análisis y síntesis, que etimológicamente consi-
deradas significan, la primera descomposición y
recomposición la segunda. • En la acepción más
usual, analizar es, por lo tanto, descomponer
un todo cualquiera en las partes ó miembros

que le constituyen; y sintetizar, coordinar las
partes dichas _ para recomponer el todo á que
naturalmente pertenecen. En este sentido, ana-
lizar, p. ej., un aparato de relojería será descom-
poner la máquina en las diferentes piezas que
la constituyen para estudiarlas de una en una,
y sintetizar el aparato dicho será montar la
máquina, colocando cada pieza en su lugar
respectivo y estudiando el engranaje y movi-
miento de las partes todas, hasta comprender
claramente las funciones del aparato. En acep-
ción igual el químico analiza el agua cuando
valiéndose de la pila eléctrica la descompone
en el oxígeno é hidrógeno de que consta; y la
sintetiza cuando por medio del eudiómetro
combina volúmenes determinados de dichos
gases y resulta agua. Estas maneras de descom-
posición y recomposición pueden aplicarse lo
mismo á los todos físicos que á los metafísicos
y lógicos; pero en realidad no constituyen la
operación esencial de los métodos analítico y
sintético. Dicha operación se practica de mane-
ra análoga, aunque diferente, en las ciencias
experimentales y en las ciencias racionales. Los
físicos y naturalistas analizan cuando de los
hechos se'elevan á sus leyes y de los efectos á
sus causas, porque, en efecto, descomponen la
ley ó la causa en los diferentes elementos que
3i
virtualmente entrañan, que son los hechos y los
efectos; y sintetizan, por el contrario, cuando
conociendo la ley ó la causa aplican esta clave
á la determinación de hechos y efectos desco-
nocidos. Con razón dice Newton: «Por la análi-
sis se puede ir de los compuestos á los compo-
nentes, de los movimientos á las fuerzas que los
producen, y en general, de los efectos á las
causas y de las causas particulares á las gene-
rales, y de éstas á otras superiores, hasta que se
llega á la más general de todas. Tal es el método
analítico. La síntesis consiste en tomar por
principios las causas descubiertas y comproba-
das, y en explicar por ellas los fenómenos que
producen y que prueban la verdad de la expli-
cación.» Observa Galileo, p. ej., las oscilaciones
de una lámpara y determina el isocronismo de 1

dichas oscilaciones y la relación existente entre


su duración y la longitud de la cuerda de que
pende la lámpara. He aquí un caso práctico de
método experimental analítico. De la ley de
Newton sobre la gravitación universal, con sólo
variar sus términos sin modificar la relación
esencial, pueden deducirse las leyes de Képler
y de Galileo; y este sería un caso de método
experimental sintético. Por último, «en las

1
Del griego ¿sos, igual, y chrónos., tiempo.
32

ciencias racionales, la análisis se practica resol-


viendo el sujeto de una proposición en varios
conceptos cada vez más universales, hasta llegar
á uno del cual conste con certeza que se halla
contenido bajo el predicado. Por el contrario, la
síntesis se ejecuta siguiendo un camino inverso,
esto es, componiendo el predicado con nuevas
notas que lo van concretando y haciendo menos
universal, hasta que por fin se llega á un con-
cepto, del cual consta con certeza que contiene
dentro de sí al sujeto ó lo excluye de su
esfera .» Combinando, pues, todo lo dicho,
1

claramente se advierte, que puesto que la


Filosofía no sólo se propone la resolución de
problemas referentes al orden real, sino también
al orden ideal, en el fondo la análisis filosófica
se identifica con la inducción y la síntesis con
la deducción; de manera que al poner en prác-
tica dichas operaciones, podemos comparar á la
razón humana con el viajero que se viese preci-
sado á subir y bajar desde el valle A la monta-
ña, ó viceversa, por camino único: el que ana-
liza ó induce sube desde el valle á la montaña,
esto es, desde lo particular á lo general; y el
que sintetiza ó deduce, baja desde la montaña

1
Llemenias de Lógica, por Mendive, pág. 377.
Valladolid, 1883.
33
al valle, 6 sea, desciende desde.lo general á lo
particular.
321. Principales casos en q u e se
practica el método analítico ó i n -
ductivo.—Se hace uso del procedimien-
to analítico ó inductivo siempre que la
razón pasa ó asciende de lo compuesto
á lo simple, de lo particular á lo general,
de lo múltiple á lo uno, de los efectos á
las causas, dé las modificaciones á las
substancias, de las propiedades á las
esencias, de los hechos á las leyes, de lo
práctico á lo especulativo, de lo relativo
á lo absoluto, de lo que es á lo que debe
ser, de lo contingente á lo necesario, de
lo material á lo formal, y, en una palabra,
de lo finito á lo infinito.
325. Inducción de los m a t e m á t i -
cos.—Se da el nombre de inducción de
los matemáticos á la inducción completa,
que consiste en enumerar todas las
partesde un todo aplicando á cada una
de ellas el mismo predicado, para con-
cluir que conviene al todo, porque se
valen frecuentemente de este razona-
miento en sus teoremas los matemáticos.
Ejemplo: dos líneas paralelas no cierran espacio
alguno, dos rectas secantes entre sí tampoco
34
cierran ningún espacio, dos rectas inclinadas en
ángulo igualmente no cierran espacio; luego
con dos rectas nunca se puede cerrar espacio
alguno. Se llama también socrática esta induc-
ción, porque la empleaba Sócrates para reducir
suavemente á sus adversarios de concesión en
concesión, y la usan á veces los oradores.
3 2 6 . Inducción de los físicos.—
Por el contrario, se da el nombre de
inducción de los físicos á la incompleta,
esto es, á la que de cierto número de
casos particulares, aunque no de todos,
por no ser posible hacer con todos ellos
las experiencias necesarias, se infiere
una conclusión general. Ejemplo: con mu-
chos cuerpos de cualquier naturaleza, densidad
y volumen, se ha hecho la prueba y se ve que
caen en el vacío con la misma velocidad; de
donde se saca la ley física de que todos los
cuerpos caen en el vacío con velocidad idéntica.
3 2 ? . Principios en q u e se funda
l a i n d u c c i ó n d e l o s f í s i c o s . — En la
inducción de los físicos el tránsito ó paso de lo
particular á lo universal no es arbitrario, ni se
debe á un ciego instinto, como suponía Reíd,
ni á una especie de inspiración divina, como
decía el P. Gratry, sino que se apoya en los
dos principios que siguen:
35

i.° Cuando un fenómeno se verifica


siempre y por manera uniforme en mu-
chos individuos de la misma especie, no
puede ser accidental á los individuos en
cuestión, sino una propiedad derivada de
su naturaleza.
2 . ° Lo que en muchos seres de la misma
especie proviene de su naturaleza, se encontrará
ahora y siempre (salvo un milagro) en todos
los seres de aquella especie; porque las leyes
de la naturaleza son universales y constantes, ó
en otros términos, porque causas físicas de
la misma naturaleza, en igualdad, de cir-
cunstancias, producen siempre los mis-
mos efectos. Decía Santo Tomás: Natura uno
et eodem modo operahir, nisi impediatur . 1

328. P r i n c i p a l e s casos e n q u e se
practica e l método sintético 6 induc-
t i v o . — L o contrario que ocurre con el induc-
tivo, se practica el método sintético ó
deductivo, siempre que se procede ó se
pasa de lo simple á lo compuesto, de lo
general á lo particular, de lo uno á lo
múltiple, de las causas á los efectos, de
las substancias á las modificaciones, de
las esencias á las propiedades, de las le-
1
i, q. 19, a. 1.
3&

yes á los hechos, de lo especulativo á lo


práctico, de lo absoluto á lo relativo, de
lo que debe ser á lo que es, de lo nece-
sario á lo contingente, de lo formal á lo
material; en una palabra, de lo infinito á
lo finito. Si suponemos que lo particular está
abajo y lo general arriba, esto es, aquello en el
valle y esto en la montaña, inducir será subir
desde el valle á la montaña, y deducir, bajar
desde la montana al valle, todo como se ve en
el siguiente paralelo:

Particular General
Múltiple Uno

Modificaciones. . . Substancias
Propiedades. . . Esencias

Es

Material Formal

3 2 9 . Operaciones integrantes de
los métodos analítico y sintético.—
Aunque la análisis inductiva es la operación
37

esencial del primero y la síntesis deductiva la


operación esencial del segundo, imposible es
abarcarlos en su conjunto y aplicarlos á los
múltiples- y variados casos que pueden ofrecer-
se en las distintas ciencias, sin poner en prácti-
ca, según las circunstancias, las operaciones
siguientes:
Observación Definición '
Experimentación División Jg
Abstracción Clasificación f l
= 'Inducción Deducción.
§ J Analogía Demostración
§ [ Generalización Teoría
3
; Hipótesis Sistema
3 3 0 . Definición de los métodos
a n a l í t i c o y s i n t é t i c o . — D e todo lo ante-
riormente dicho se infiere, que en pocas pala-
bras puede definirse el método analítico
diciendo que es el que procede de lo
compuesto á lo simple, elevándose por
medio de raciocinios inductivos de los
efectos á las causas y de lo particular á
lo general; y método sintético, el que
procede de lo simple á lo compuesto,
descendiendo por medio de raciocinios
deductivos, de las causas á los efectos y
de lo general á lo particular. Aunque pa-
38

rezca lo contrario, al deducir se sintetiza, por-


que cada razonamiento mira la cosa bajo distin-
to aspecto, que añade circunstancias particula-
res diferentes al principio general que sirvió de
punto de partida. Por eso se llama también la
síntesis método de composición, así como la
análisis recibe el nombre de método de resolu-
ción.
39

LECCIÓN XXXIV

OPERACIONES - DEL MÉTODO ANALÍTICO

331. O b s e r v a c i ó n . — Observar es
aplicar la atención á los fenómenos exte-
riores para determinar sus circunstan-
cias y descubrir sus elementos, á fin de
conocerlos científicamente. Es, pues, la ob-
servación un caso particular de la atención.
También los hechos interiores pueden ser obje-
to de observación cuando se trata de nosotros
mismos, sólo que entonces suele denominarse
reflexión ú observación interna. Dos son los
medios únicos de que podemos servirnos para
efectuar las observaciones, á saber: los sentidos
y los instrumentos. La integridad y buen esta-
do de los sentidos'del observador son condi-
ciones necesarias para observar con fruto. La
buena vista, p. ej., es indispensable al astróno-
mo y al físico; sin buen oído sería imposible la
Acústica; el químico necesita buen gusto y ex-
celente olfato, etc. Dada la limitación de los
sentidos, los instrumentos, que los completan y
perfeccionan á veces, son también indispensa-
bles. Los ojos, p. ej., extienden el campo de la
40

vjsión para largas distancias por medio del teles-


copio, para las cosas pequeñas por medio del
microscopio, para aumentar el volumen por me-
dio de lentes. El oído ha encontrado reciente-
mente auxiliares poderosos en el teléfono y mi-
crófono, y así los demás sentidos. Para observar
con fruto se necesitan cualidades y condiciones
que no reúnen todos los hombres de ciencia.
Estará dotado de un espíritu de observación
excelente aquel que, en sus observaciones, sea
diestro, paciente, atento, penetrante, exacto é im-
parcial; y la observación dará resultados cuan-
do reúna las condiciones siguientes: que sea
atenta, con el fin de que el espíritu investiga-
dor se concentre en la cosa observada; distin-
ta, para no confundir lo observado con las de-
más cosas próximas ó semejantes; sostenida,
durante todo el tiempo que sea necesario; ana-
lítica, para el exacto conocimiento de las par-
tes, y sintética, para formar idea completa del
todo.
3 3 2 . E x p e r i m e n t a c i ó n . — M i e n t r a s el
observador se concreta á aplicar su atención á
los hechos tal cual la naturaleza los presenta, el
experimentador modifica estos hechos, varía
sus circunstancias y cambia sus condiciones
para descubrir cuanto se oculta á la simple ins-
pección. Podemos, por lo tanto, definir la
41

experimentación diciendo, que es la ob-


servación activa que opera sobre la cosa
ó hecho que se estudia. También es activa
la observación en el sentido de que el observa-
dor hace, pero no interviene personalmente en
el hecho observado, del cual es mero especta-
dor; al paso que el experimentador toma parte
en la producción del fenómeno y pone en tor-
tura á la naturaleza para arrancarle sus secre-
tos. Como dice Zimmermann, el que observa
lee y el que experimenta pregunta. Los experi-
mentos no son, por consiguiente, otra cosa
mas que movimientos ó cambios que imprimi-
mos á los cuerpos para que nos manifiesten sus
propiedades desconocidas. Notar, p. ej., que
ciertas especies animales, cuyo pelo es rojo en
los climas templados, lo tienen blanco en los
climas fríos del Norte, es observar; pero colocar
á ciertos individuos de estas especies, nacidos
en determinadas condiciones, en otras opuestas
para que modifiquen el color de su pelo, es
experimentar. Las ciencias naturales todas se
sirven preferentemente del método analítico, y
á la observación y experimentación deben sus
recientes progresos. Bacón de Verulamio es el
primero que lia dado solución práctica al pro-
blema de la experimentación. Según él, los
experimentos pueden hacerse de muchos mo-
42
dos ó maneras; pero principalmente variándo-
los, prolongándolos, trasladándolos de un lu-
gar ó tiempo á otros, invirtiéndolos, compro-
bándolos, aplicándolos á cosas prácticas, unién-
dolos unos á otros y entregándose al azar ó
suerte; y para explicar los hechos, preciso es
notar: todas las circunstancias en que los
hechos se producen (tablas de presencia);
2°, todas las circunstancias en las cuales no se
producen (tablas de ausencia), y 3. , todas las
0

circunstancias en que los hechos varían (tablas


graduales ó de variación). Recientemente el
filósofo inglés Stuart Mili, para la resolución
del mismo problema-se ha servido de métodos
muy complejos y variados que pueden reducir-
se á los cuatro siguientes: método de concor-
dancia, método de diferencia, método de los
residuos, y método de las variaciones concomi-
tantes.
3 3 3 . A b s t r a c c i ó n . — R e c u é r d e s e lo di-
cho en Psicología acerca de esta función intelec-
tual, y se verá que abstraer es separar men-
talmente la esencia de los accidentes ó
una parte del todo, para convertir lo
separado en materia científica. Como la
inducción y la generalización son operaciones,
más que integrantes, esenciales del método ex-
perimental ó analítico, y para inducir y genera-
43
lizar necesario es abstraer antes, la abstracción
es también verdadera operación del método
analítico. Ahora bien; puesto que la abstracción
hace con los todos lógicos (349) lo que el análisis
con los todos físicos (346), conviene abstraer
con preferencia aquellas partes ó propiedades
que, generalizadas en seguida, se convierten en
verdadera materia científica.
3 3 1 . I n d u c c i ó n . —No hay para qué re-
petir lo extensamente dicho acerca de esta ope-
ración racional en la lección xv de la Psicolo-
gía; pero inducir es elevarse por medio
de raciocinios inductivos del conoci-
miento de los efectos al de sus causas, y
de la observación, activa ó pasiva, de los
hechos á la determinación de sus leyes.
Comprobados los fenómenos, ya por medio de
observaciones, ya por medio de experimentos,
y hechas las abstracciones necesarias, el hom-
bre de ciencia induce, esto es, pasa de los he-
chos á la determinación de sus leyes por me-
dio de verdaderos raciocinios inductivos. No
se confunda esta inducción experimental, ope-
ración integrante del método analítico, con la
inducción formal, exclusivamente sometida á
las leyes del pensamiento, y de la cual tratare-
mos en Dialéctica. La inducción experimental ó
científica procede en sentido ascendente de
44
ciertos casos observados ó experimentados á la
especie que los comprende y á la ley general
que los regula. Observamos, por ejemplo, que
los gatos, los leones, los leopardos y las pante-
ras tienen uñas retráctiles; de donde inferimos
que los individuos todos pertenecientes á la
misma familia se distinguen por este carácter,
aunque no hemos podido observarlo en todos y
cada uno de dichos individuos. Experimenta-
mos, v. gr., cierto número de veces que al con-
tacto del óxido de carbono se paralizan los
glóbulos sanguíneos, é inferimos de aquí que,
dadas las mismas condiciones, el óxido de car-
bono paralizará siempre los glóbulos dichos.
Tanto en el uno como en el otro caso, pasamos
del tiempo presente al futuro y hasta al preté-
rito, de los casos observados ó experimentados
á los no observados ni experimentados, y aun á
aquellos cuya observación y experimentación
es imposible; y en este tránsito ó paso consiste
la inducción científica ó experimental. Claro
está que las conclusiones inferidas de tales pre-
misas no son absolutamente necesarias, sino
meramente probables, aunque esta probabili-
dad sea tanta, que se aproxime á la certidum-
bre que en nuestro entendimiento produce la
inducción formal.
Analizando ahora la inducción experimen-
45
tal, encontramos en ella tres clases de verdades:
1. , verdades particulares, que nos proporciona
A

inmediatamente el estudio de los hechos, ver-


dades que son por naturaleza concretas y con-
tingentes; 2 . verdades generales, á las cuales
a

nos elevamos por medio del raciocinio, abs-


tractas é hipotéticamente necesarias, esto es, con
necesidad que depende de la generalidad y
constancia de las leyes naturales; y 3. , aquelA

principio ó verdad intuitiva, base y fundamen-


to de la inducción, que dice así: en el orden
físico y en igualdad de circunstancias, las mis-
mas causas producen efectos idénticos.
3 3 5 . Cánones de la inducción y
r e g l a s p a r a i n d u c i r con acierto.—•
Los principales cánones de la inducción
son tres y se formulan de la siguiente
manera:
1.° Posita causa, ponitur effectus, que
podemos traducir: dada la causa, dado
el efecto.
2. 0
Sublata causa, tollititr effectits:
quitada la causa, quitado el efecto.
3, 0
Variante causa, variatur effectus:
variada la causa, varía el efecto.
Aplicando discretamente estos tres cáno-
nes, distinguiremos la inducción verdadera-
mente científica de los métodos hipotéticos ó
46

a priori. Aquélla y éstos proceden de lo parti-


cular á lo general, de los efectos á sus causas,
de los hechos á sus leyes; pero mientras la ver-
dadera inducción se contiene dentro de los
límites marcados por la experiencia, sin exage-
rar-la interpretación de los hechos, la inducción
arbitraria, constructiva, conjetural, inventa las
causas y comprende en ideas preconcebidas, no
solamente los hechos „ conocidos, sino también
todos los hechos posibles. Las leyes de Képler
sobre las revoluciones de los planetas, las de
Galileo sobre la caída de los cuerpos, y las de
Newton sobre la gravitación universal, fueron
producto de inducciones científicas; y por el
contrario, la teoría de los torbellinos de Des-
cartes, el sistema de Ptolomeo, el flogístico de
Stahl, etc., son ejemplps claros de inducciones
arbitrarias. De donde se sigue que, para indu-
cir con acierto, es indispensable obser-
var, experimentar y comparar mucho y
bien, prescindir de las propiedades con-
trarias, y no comprender en una causa ó
ley más que hechos de igual naturaleza.
3 3 6 . Analogía, su fundamento y
en qué se diferencia de la i n d u c -
ción.—Analogía es aquella operación
analítica que, apoyándose en semejanzas
esenciales y comprobadas, infiere un
47
caso de otro caso. La tierra, p. ej., es un
planeta habitado, y si la Astronomía descubrie-
se condiciones de habilidad en otro planeta,
idénticas ó semejantes á las de la tierra, por
analogía sostendríamos con fundamento la posi-
bilidad de que el planeta en cuestión estuviese
tambjén habitado. Esta operación del método
analítico se ha utilizado con fruto en Anatomía
comparada, descubriendo, p. ej., la semejanza
esencial existente entre la pata de un caballo,
el ala de un pájaro y las aletas de un pez. Al-
gunos dan á la analogía el nombre de inducción
incompleta ó analógica, y, de la misma manera
que la inducción, se funda también en la
estabilidad de las leyes naturales. Difie-
ren, sin embargo, entre sí, en que la induc-
ción procede de las partes á todo el géne-
ro, y la analogía de una parte á otra, con-
tenidas ambas en el mismo género; y en
que la inducción produce certeza y la
analogía mera probabilidad. Como proce-
dimiento científico supletorio, la analogía da
excelentes resultados, y á ella se deben muchos
famosos descubrimientos contemporáneos.
337. Generalización, idea gene-
ral, genero, especie y diferencia.—
Como sabemos, generalizar es agrupar los
individuos en especies, y las especies en
48 .

géneros. El precedente necesario de esta ope-


ración analítica es la abstracción, y su funda-
mento la inducción. Producto de la generaliza-
ción son las ideas generales. Idea general es
aquella representación intelectual apli-
cable á muchos individuos que compo-
nen una clase: . ej., hombre, árbol. La clase
p

puede ser más ó menos general, según el ma-


yor ó menor número de individuos en ella
comprendidos. Una clase cualquiera consi-
derada como conteniendo á otras clases
inferiores, se llama género: . j . , animal es
p e

género respecto á racional. Por el contrario,


una clase cualquiera considerada como
contenida en otra superior, se llama espe-
cie: p. ej., mineral es especie respecto á cuerpo.
Se infiere de lo dicho, que una misma clase
puede ser género ó especie, según se la consi-
dere contenida en otra superior ó conteniendo
á otras inferiores: p. ej., vegetal es género de
árbol y especie de cuerpo. Aquel carácter ó
suma de caracteres en que nos funda-
mos para dividir un género en sus espe-
cies naturales, se llama diferencia: p. ej., la
racionalidad es la diferencia característica del
género animal. Tanto el género, como la espe-
cie, como la diferencia, pueden ser supremos,
medios é ínfimos, según el punto que ocupen en
49
la escala de los seres. Por último, se da el nom-
bre de diferencia específica ó última á la que,
añadida al género, determina la esencia comple-
ta de la especie: esto sucede con la diferencia
racional, que, añadida al género animal, deter-
mina la esencia completa de la especie hombre.
33$. Comprensión y extensión de
l a s i d e a s g e n e r a l e s . — P a r a poder apre-
ciar con exactitud el valor de las ideas genera-
les, hay que atender á su comprensión y exten-
sión. Comprensión de las ideas ó términos
es el mayor ó menor número de atributos
ó caracteres de que se componen: p. ej., la
comprensión de hombre está determinada pol-
la animalidad y la racionalidad. Extensión es
el mayor ó menor número de individuos
á quienes la idea ó término es aplicable:
p. ej., la extensión de hombre está determinada
por los millones de animales racionales que
existen. Entre la comprensión y la extensión
hay cierto antagonismo que nos autoriza para
decir que están en razón inversa. Por eso la
idea substancia, que es la más extensa, por
cuanto es aplicable á todo cuanto existe, es" á la
vez la menos comprensiva, porque consta del
carácter único, existir en sí misma, sin adherir-
se á otra cosa como á su propio sujeto! De la
misma manera la idea de un individuo cualquie-
LÓGICA 4
• 5°
ra, Pedro Fernández, p. ej., es la menos extensa,.
puesto que se refiere á un solo individuo, y á la
vez la más comprensiva, porque son innumera-
bles los caracteres que determinan la indivi-
dualidad de Pedro. Para la debida inteligencia
de la doctrina precedente, sírvanos de ejemplo
el llamado árbol de Porfirio, porque hace uso
de él este filósofo en su tratado de los predica-
bles, y que dice así:

r SUBSTANCIA

Corpórea Incorpórea
|- CUERPO -j

Orgánico Inorgánico
-VIVIENTE N

r :
Animal Vegetal
• |- ANIMAL -|
Racional Irracional
[• j HOMBRE j 1

Pedro Juan Andrés Etc. 1

Nótese que el término ser sólo es género


supremo en sentido análogo, pero nunca en sen-
tido univoco, sentidos que explicaremos en Dia-
léctica.

1
Elementos de Lógica, por Eleizalde, pág. 32.
5 1

339. Reglas c importancia cien-


t í f i c a d e l a g e n e r a l i z a c i ó n . — P a r a ge-
neralizar con acierto conviene antes ob-
servar atenta, detenida é imparcialmente
los hechos, experimentarlos variada y am-
pliamente, y comparar con exactitud sus
cualidades y circunstancias. Las ideas ge-
nerales se traducen por nombres apelativos, y
la importancia de la generalización se conoce
notando, que por su medio la esterilidad de los
hechos individuales y concretos se convierte
en fecundo manantial científico, de manera que
á la generalización debe el hombre las
ciencias, tanto experimentales como
racionales, y las innumerables ventajas
que le proporcionan; resultad.0 de la gene-
ralización son las clasificaciones, auxiliares los
más poderosos del progreso científico, y, por
último, necesaria la generalización para el des-
arrollo intelectual, es también indispensable al
pensamiento y al lenguaje. Tanto más grande
es un talento, cuanto más desarrollada tiene la
facultad generalizadora.
340. Hipótesis, su división y re-
quisitos.—Hipótesis es un juicio pro-
1

1
Del griego hypo, debajo, y tliesis, posición, esto
es, suposición.
52
bable, una suposición, que provisional-
mente admitimos como cierta, para la
explicación de ciertos hechos observa-
dos, inexplicables por todo otro proce-
dimiento. Conviene distinguir dos clases
de hipótesis, á saber: hipótesis especiales
é hipótesis generales. Por medio de aquéllas
se pretende explicar é interpretar un hecho
dado; y por medio de éstas se coordinan y
enlazan en cierta explicación común hechos
diferentes que componen agrupación más ó
menos numerosa. Puede servirnos de ejemplo
de hipótesis especial, la ley de la gravitación
universal imaginada por Newton en 1666; y de
hipótesis general, la teoría de la unidad de las
fuerzas físicas, aceptada modernamente por mu-
chos sabios. Aunque procedimiento supletorio,
la hipótesis, tanto general como especial, es
operación útilísima para la constitución de las
ciencias. En realidad, la inducción también es
una hipótesis, pero comprobada, mientras que
la hipótesis es una inducción sin verificar toda-
vía. Esta misma idea expresa Bacón cuando
llama á la inducción método de interpretación,
y á la hipótesis método de anticipación. La
mera probabilidad que produce la hipótesis, se
convierte en certeza con el tiempo, y la verdad
supuesta ó provisional en verdad definitiva y
53
comprobada. Para ello se necesita que el
juicio hipotético no sea absurdo y gra-
tuito, sino probable y fundado en he-
chos; que no esté en contradicción con
ninguna verdad evidente ni con ningún
hecho cierto; que sea fecundo en sus
aplicaciones, necesario para comprender
ciertos hechos y sus explicaciones satis-
factorias; y por último, que sea sencillo
y no complicado é incomprensible.
54

LECCIÓN XXXV

OPERACIONES DEL MÉTODO SINTÉTICO. DEFINICIÓN


V DIVISIÓN

3 1 1 . Definición y división de la
d e f i n i c i ó n . — E l verbo definir , etimológica-
1

mente significa marcar bien los fines, límites ó


términos, y por lo tanto, definir es deslindar
las cosas, explicando verbalmente su
naturaleza y elementos, para que no se
confundan unas con otras. Se llama defini-
do la cosa ó asunto que se deslinda, y cuya natu-
raleza se explica; y se da el nombre de defini-
ción á las frases ó palabras con que dicha expli-
cación se hace. Al tratar de la definición, los
antiguos lógicos se fijaban preferentemente en
los objetos ó cosas y en los nombres; los mo-
dernos, por el contrario, atienden más bien á la
idea que al objeto. Es indudable, sin embargo,
que la definición puede referirse ó á la
cosa, ó á la palabra, ó á la idea; y por
consiguiente, podemos dividir la defini-

1
Del latín finiré, terminar, limitar.
55
ción en real ó de cosa, nominal ó de
palabra, y lógica ó de idea.
:M2. D C las definiciones real,
analítica, descriptiva y causal.—De-
finición real es la explicación por medio
de palabras de la misma cosa que se ex-
plica. Ejemplo: Historia es la narración verídi-
ca y razonada de los hechos humanos. La defi-
nición real puede ser analítica, descripti-
va y causal. Definición real analítica es
aquella que enumera los elementos in-
trínsecos componentes de la cosa de que
se trata. Ejemplo: el hombre es un compuesto
de alma y cuerpo. Definición real descripti-
va es aquella que dibuja ó pinta la cosa
de que se trata por sus accidentes, for-
mas y circunstancias extrínsecas. Ejem-
plo: balanza es un aparato destinado á medir los
pesos relativos de los cuerpos, compuesto de
una palanca de primer género, de brazos igua-
les, llamada cruz, que gira sobre un punto al-
rededor de un eje horizontal, y lleva en sus
extremos dos platillos pendientes de alambres
ó cadenas. Los retóricos le dan el nombre de
descripción. Definición real causal es la
que explica de qué manera ha sido pro-
ducida la cosa de que se trata. Ejemplo:
eclipse es la temporal privación de luz que
56

experimenta un astro por la interposición de


un cuerpo opaco entre aquél y el astro del cual
recibe !a luz.
3 4 3 . Definición nominal y mane-
r a d e hacerse.—Definición nominal es
la explicación de una palabra por otras.
Se puede hacer de tres maneras:
1. A
Traduciendo por medio de palabras na-
cionales el significado de una palabra extranje-
ra. Ejemplo: Antropología es el tratado del
hombre.
2. a
Describiendo por medio de palabras co-
nocidas lo significado por algún término .téc-
nico desconocido. Ejemplo: parábola es la curva
descrita por los cuerpos graves, arrojados obli-
cuamente.
3. Explicando la significación etimológica
a

ó derivada de la palabra que se define. Ejem-


plo: bergamota es una pera oriunda de la ciudad
italiana llamada Bérgamo.
3 4 4 . Definición lógica y reglas
para h a c e r buenas definiciones.—
Definición lógica es el desarrollo verbal
de la comprensión de una idea, ó tam-
bién: la explicación por su género próxi-
mo y diferencia última de la esencia ó
naturaleza íntima de la cosa que se defi-
ne. Esta es la definición por excelencia, la defi-
57
nición modelo, la única que explica esencial y
profundamente las cosas definidas; por eso se le
da también el nombre de definición esencial.
Ejemplo: el hombre es un animal racional.
Las reglas más importantes para definir
bien son las siguientes:
1. a
La definición debe convenir á todo y á
solo el definido. Sin lo primero, la definición
peca por defecto, como cuando definimos al
hombre diciendo que es un animal racional elo-
cuente; sin lo segundo peca por exceso, como si
dijésemos: el hombre es un ser inteligente.
2. a
La definición ha de ser más clara que
el definido. Se falta á esta regla, p. ej., cuando
se define el recuerdo diciendo que es conoci-
miento del conocimiento en el conocimiento.
3.
A
El definido no debe entrar en la defini-
ción, como cuando decimos: razón es la facul-
tad de razonar. '
4.
A
Siempre que sea posible, la definición
debe constar de género próximo y diferencia
última. Esto sucede en las tantas veces repetida
definición del hombre.
5.
A
Conviene que la definición sea breve;
pero no se debe sacrificar nunca la claridad á
la brevedad.
6.
A
La definición debe ser recíproca, de
manera que pueda colocarse la definición en
58
lugar del definido y éste en lugar de aquélla sin
que se altere el significado de la frase. En otros
términos, entre el definido y la definición ha
de haber ecuación verdadera, cuyos miembros
puedan trasponerse sin que se altere la igual-
dad. Esto sucede, p. ej., en la definición del
hombre, pues tan cierto es que el hombre es un
animal racional, como que un animal racional es
hombre.
7. En las definiciones prescíndase todo lo
a

posible de palabras nuevas, poco usadas, equí-


vocas, vagas, indeterminadas, sinónimas, meta-
fóricas, obscuras, técnicas y redundantes.
8. A
Son completamente inútiles aquellas de-
finiciones que, apoyándose en otras anteriores,
definen la segunda por la primera y la primera
por la segunda, incurriendo en los llamados
circuios viciosos, como si dijésemos: hora es la
vigésima cuarta parte del día, y luego definiése-
mos el dia diciendo'que es un tiempo compues-
to de veinticuatro horas . 1

9. A
Las definiciones negativas no son bue-
nas, porque explican lo que no es, y no lo que
es el definido.
10. Las cosas evidentes no deben definir-
a

1
Caietani Sanseverino.—Philosophia Christiaiía
in compcndiiim redacta, editio vol. I, pág. 20.
S9
se, porque siempre la definición sería más obs-
cura que el definido, é infringiríamos la regla 2 .a

En menos palabras: para que la defini-


ción sea buena ha de ser clara, breve,
recíproca y afirmativa; debe convenir á
todo y á solo el definido, el cual no ha
de entrar nunca en la definición; y ha
de constar de género próximo y dife-
rencia última.
315. Definición de la división y
s u s especies.—División es la distribu-
ción de un todo en sus partes, ó también:
el desarrollo verbal de la extensión de
una idea. Se llama todo divisible lo que es uno
y en varios puede descomponerse. Estas cosas
diferentes en que los todos se descomponen se
llaman partes del todo, miembros divididos, ó
miembros de la división. Los antiguos dialécti-
cos admitían multitud de todos, difíciles de
comprender y de escasa utilidad práctica. Sin
perder nosotros de vista estos dos grandes
fines que desde el principio perseguimos, ad-
mitiremos cuatro especies de todos y de
divisiones, referentes unos y otras á los
órdenes físico, metafísico, lógico y moral.
31G. Todo físico y división físi-
«a.—Todo físico es aquel que se compo-
ne de partes reales, distintas y material-
6o

mente separables, y la distribución de


este todo en sus partes se llama división
física. Si dividimos el cuerpo humano en ca-
beza, tronco y extremidades, tendremos una
división física del todo cuerpo, físico también.
Subdivídese el todo físico en esencial é integral.
Si las partes son reales, distintas y separables,
y necesarias además hasta el punto de que
suprimida una cualquiera de ellas el compuesto
perece, el todo físico se llama esencial: tal suce-
de en el bruto, considerado como un compuesto
de alma y cuerpo. Si las partes componen la
cantidad total del compuesto, de tal manera que
sin alguna de ellas no le podríamos llamar com-
pleto ó íntegro, pero sin que formen parte de
su esencia, el todo se llama integral: así aconte-
ce en el hombre mirado como un conjunto de
órganos llamados pies, manos, músculos, etc.
Inútil es advertir que la distribución de un todo,
esencial ó integral, en sus partes respectivas, se
llama también división esencial 6 integral.
347. Todo metafísico y división
m e t a f í s i c a . — T o d o metafísico es aquel
que se compone de partes reales y dis-
tintas, pero no físicamente separables,
esto es, de propiedades que radican en el mis-
mo sujeto y que, aunque diferentes, sólo men-
talmente pueden separarse. La distribución
6i

de un todo de esta índole en sus partes,


se llama división metafísica. Si dividimos
al hombre en animal y racional, del todo meta-
físico hombre, hacemos una división metafísica
también.
3 4 8 / T o d o m o r a l y división, m o -
ral.—Todo moral es aquel que se com-
pone de entes racionales, ligados entre
sí por una relación cualquiera: p. ej., la
nación, la ciudad, la familia, el ejército, etc.
La distribución de un todo de esta es-
pecie en sus partes respectivas, como
la distribución de un municipio en vecinos,
se llama división moral.
31-9. Todo lógico y división lógi-
ca.—Todo lógico es aquel cuyas partes
existen sólo en nuestro entendimiento,
aunque con fundamento en la cosa; y la
distribución de un todo de esta especie
en las partes que le componen, se llama
división lógica. Al dividir la Psicología en
experimental y racional, hacemos una división
lógica y consideramos aquella ciencia como un
verdadero todo lógico, pues las dos partes di-
chas sólo existen en * nuestro entendimiento,
aunque se fundan en las verdades psicológicas.
Esta especie de división es, en rigor, la única
que constituye la importante operación del
62

método sintético que estamos estudiando.


Toda nueva división de un miembro ó
parte de una división anterior, se llama
subdivisión. La • distribución de los seres en
orgánicos é inorgánicos es una división; y la
distribución del miembro orgánico en vegeta-
les, animales y racionales, es una subdivisión.
Damos el nombre de codivisiones á las
divisiones distintas, pero paralelas y co-
laterales, que resultan de los diferentes
aspectos bajo los cuales puede ser con-
siderado un todo al distribuirlo en par-
tes. Las provincias, obispados, capitanías gene-
rales, etc., en que distribuímos el territorio
español, son otras tantas codivisiones. Tanto las
divisiones como las subdivisiones y codivisio-
nes, pueden ser bimembres, trimembres, cua-
trimembres, etc., según sean dos, tres, cuatro,
etcétera, las partes ó miembros en que el todo
se divide. Reciben también el nombre de dico-
tómicas las que constan de dos miembros nada
1

más, y el depolitómicas^ las que constan de tres


ó más. Las mejores suelen ser las dicotómicas.

1
D e las palabras griegas díca, en dos, y tomé, sec-
ción.
2
D e las palabras griegas polys, muchas, y tomé,
sección.
63

3 5 0 . R e g l a s «le l a d i v i s i ó n . — L a s
más importantes reglas de la división son las
siguientes:
I . La división ha de ser íntegra ó adecua-
a

da, de manera que la suma de todos los miem-


bros de la división sea igual al todo dividido.
Contra esta regla se puede pecar por exceso y
por defecto. Si dividimos los vivientes en mine-
rales, vegetales, animales y racionales, peca la
división por exceso, puesto que los minerales
no son vivientes, y si los dividimos nada más
en animales y racionales, peca por defecto,
puesto que también son vivientes los vegetales.
2.
a
Los miembros de la división deben ser
recíprocamente opuestos, de manera que unos
no estén contenidos en otros, y de la misma
especie. Faltaríamos á lo primero si, p. ej., di-
vidiésemos el mundo en Europa, Asia, África,
América, Oceanía y España, porque el último
miembro está contenido en el primero; y á lo
segundo, si dividiésemos las razas humanas en
blanca, negra, aceitunada, roja y atlética, pues
este último miembro, basado en la estatura, no
es de la misma especie que los otros cuatro,
basados en el color.
3. a
Conviene que las partes se enumeren
siguiendo el orden natural que tengan en el
todo. Se infringiría esta regla, al dividir á Eu-
64
ropa en naciones, si de España saltásemos á
Rusia y de ésta á Portugal, etc.
4. A
Dichas divisiones y subdivisiones deben
hacerse por grados ó miembros próximos,
inmediatamente subordinados los unos á los
otros.
5'. A
No se hagan demasiadas codivisiones y
subdivisiones, de manera que quede pulveri-
zado el todo dividido, sino únicamente aquellas
que contribuyan á la distinción de las partes y
á la más rápida y mejor inteligencia de los
asuntos.
En menos palabras: la división ha de ser
íntegra ó adecuada; sus miembros de la
misma especie y recíprocamente opues-
tos, enumerándolos por su orden natu-
ral; y no debe abusarse, por último, de
las subdivisiones y codivisiones.
65

LECCIÓN XXXVI

OPERACIONES DEL MÉTODO SINTÉTICO. CLASIFICA-


CIÓN Y DEDUCCIÓN

3 5 1 . I m p o r t a n c i a de la definición
y d e l a d i v i s i ó n . — D e todas las operacio-
nes integrantes del método sintético, ninguna
tan útil é importante como la definición, puesto
que por su medio condensamos en po-
cas palabras la naturaleza de las cosas,
y ninguna más á propósito para la con-
cisa, profunda y clara exposición de las
ciencias. También la división es opera-
ción importante y útil del método sinté-
tico, porque sin ella no adquiriríamos
ideas distintas, ni sería, posible diferen-
ciar unas de otras las palabras equívo-
cas y las oraciones ambiguas. Facilita la
inteligencia de los asuntos complicados
y de los objetos complejos, ayuda á la
memoria, evita la confusión y desorden
y sirve admirablemente para la clara y
metódica exposición de la ciencia.
352. Definición de la clasifica-
"LÓOICA 5
66

ción.—Clasificar es distribuir los objetos


ó sus ideas y términos en grupos distin-'
tos y subordinados de una misma natu-
raleza, llamados lógicamente géneros y
especies; 6 también: distribuir las ideas gene-
rales según el orden de su extensión, agrupan-
do los individuos que las ideas representan por
sus caracteres comunes y separándolos por sus
caracteres diferentes. Ejemplos:

VERTEBRADOS

| Mamíferos | Ares | Reptiles | Peces | Batracios |

LÍNEA CURVA

| Circunferencia; | Elipso | Parábola [ Hipérbole | Espiral | Etc. |

Distribuir los vertebrados, v. gr., en los


grupos inferiores mamíferos, aves, etc., ó la
línea curva en circunferencia, elipse, etc., es
clasificar.
Aunque en sentido inverso, lo que hace la
generalización en el método analítico, lo realiza
la clasificación en el sintético. La diferencia
consiste en que aquélla se eleva de los indivi-
duos á la especie y de la especie al género; y
ésta, por el contrario, divide el todo que estu-
dia en géneros, los géneros en especies, y las
especies en individuos.
6 7

353. División d e l a s clasificacio-


nes.—Las clasificaciones pueden divi-
dirse en naturales y artificiales, porque la
división de una idea general ó de un grupo de
individuos en clases, puede hacerse de dos ma-
neras: tomando por base los caracteres esencia-
les y permanentes de los géneros y especies, ó
partiendo de un carácter diferencial cualquiera,
superficial, sujeto á cambios, escogido, entre
otros análogos, por el que clasifica y no im-
puesto por la misma naturaleza de las cosas cla-
sificadas.
3 5 4 . S u b d i v i s i ó n d e l a s clasifi-
c a c i o n e s a r t i f i c i a l e s . — E s t a s se subdi-
viden en arbitrarias, prácticas y cientí-
ficas.
3 5 5 . Clasificaciones naturales.—
Clasificaciones naturales son aquellas
que forman sus grupos ó clases teniendo
en cuenta todas las semejanzas, diferen-
cias y relaciones esenciales y permanen-
tes, visibles é invisibles, simultáneas ó
sucesivas, establecidas por el Criador
mismo entre los seres clasificados. Estas
clasificaciones >son tanto más perfectas cuanto
mejor interpretan, por haberlo sorprendido, el
orden natural, pues como decía el gran natura-
lista Agassiz, «nuestros sistemas no son más
68

que la traducción, en lenguaje humano, de los


pensamientos del Criador .» La división, por
1

ejemplo, de los seres en inorgánicos y orgáni-


cos, y la subdivisión de estos últimos en vege-
tales, animales y racionales, es una clasificación
natural. Las clasificaciones naturales son peno-
sas, porque requieren minucioso y detenido
estudio de las cosas clasificadas.
3 5 6 . Clasificaciones artificiales,
arbitrarias, prácticas y científicas.
Clasificaciones artificiales son las que ca-
prichosamente hace el hombre, prescin-
diendo de los caracteres naturales de
los objetos clasificados. Arbitrarias las
que, menospreciando en absoluto la na-
turaleza de las cosas clasificadas, toman
por base un carácter convencional cual-
quiera: p. ej., la distribución de las plantas,,
para formar un catálogo por orden alfabético; la
colocación de los libros en una biblioteca por
sus tamaños respectivos, etc. Prácticas son las
subordinadas al empleo ó uso que ha de
hacerse de las cosas que se clasifican;
á- este número pertenecen las medicinales, far-
macéuticas, económicas, industriales, geográficas,
etcétera. Por último, clasificaciones artificiales

1
De VEspece, cap. I.
69
científicas, son las que se emplean prin-
cipalmente en Botánica y Mineralogía , 1

para reconocer fácilmente un objeto por


cualquiera de sus caracteres naturales
distintivos y visibles, que sirvió de fun-
damentó para la clasificación.
357. R e g l a s para liaccr b u e n a s
c l a s i f i c a c i o n e s . — L a s más importantes son
las siguientes:
1. a
Para hacer buenas clasificaciones natu-
rales es necesario estudiar detenidamente las
cosas que han de clasificarse, si es posible hasta
llegar á conocer su esencia.
2. a
En las clasificaciones artificiales dése la
preferencia á los caracteres más importantes y
más fáciles de percibir.
3. Una vez escogida la idea más general ó
a

carácter importante, el mérito de la clasifica-


ción consiste en dividir, codividir y subdividir
los individuos clasificados lógica y ordenada-
mente, sin perder nunca de vista el fundamento
de la clasificación.
4.A
La clasificación artificial será tanto más
exacta y científica cuanto más se acerque á la
natural.
En pocas palabras: para hacer buenas

1
Del latín mineralia, minerales, y lagos, tratado.
70
clasificaciones hay que estudiar deteni-
damente los objetos, dar la preferencia
-á sus caracteres más importantes, y di-
vidir, codividir y sübdividir lógica y
ordenadamente.
358. Utilidad c importancia de
l a s c l a s i f i c a c i o n e s . — L a importancia cien-
tífica de las clasificaciones es innegable. Son
útilísimas para asociar las ideas con cla-
ridad; facilitan el estudio y el examen
comparativo de los objetos; son auxiliar
poderosísimo de la memoria; arrancan
sus secretos á la Naturaleza, determi-
nando con exactitud el orden y relacio-
nes entre los seres, y sin ellas no habría,
por último, en las ciencias, ni claridad
ni orden. Sin las clasificaciones, ¿quién sería
capaz de retener, p. ej., los nombres de las
ciento veinte mil especies vegetales que exis-
ten? ¿Cómo recordar sus propiedades?
3 5 0 . Deducción.—-Recuérdese lo dicho
en Psicología (143) acerca del raciocinio de-
ductivo, y téngase en cuenta que hablaremos
extensamente de este procedimiento racional
en Dialéctica. Conste, sin embargo, que la de-
ducción consiste en el tránsito ó paso de
lo general á lo particular, y que es la ope-
ración más importante del método sin-
7i
tetlCO, por esta razón, sin duda, llamado tam-
bién deductivo. A semejanza de lo que sucede
con la inducción, conviene distinguir en toda
deducción tres clases de verdades: 1 . , verda-
a

des generales, con las cuales empieza el proce-


dimiento y son como su punto de partida;
2 . , verdades particulares, que son las conse-
a

cuencias que de las verdades generales inferi-


mos y el término de la operación; y 3. , verda-
a

des 6 principios intuitivos, que son el fundamen-


to del raciocinio. Éstas son siempre las mismas;
aquéllas varían según los casos.
3 6 0 . Reglas de la deducción.—
Puesto que el silogismo es la forma de la
deducción, las reglas relativas á la forma de
esta operación racional las estudiaremos en
la Dialéctica. Las relativas á la materia son
éstas:
i. a
Los principios generales, de los
cuales inferimos los casos particulares,
han de ser verdaderos, pues si fuesen fal-
sos lo serán también las conclusiones, aunque
las consecuencias sean legítimas.
2. A
El caso particular ha de estar
implícitamente contenido en el principio
general, y el razonador no debe hacer otra
cosa más que exponer clara y explícitamente
la relación dicha.
72

3. Toda deducción que no se funda en el


a

principio de contradicción ó cualquiera de sus


derivados, está mal hecha.
73

LECCIÓN XXXVII

OPERACIONES D E L MÉTODO SINTÉTICO. DEMOS-

TRACIÓN

361. Definición d e l a demostra-


ción.—Demostración es aquella opera-
1

ción del método sintético por cuyo me-


dio la evidencia mediata ó inmediata de
una verdad general recae sobre verda-
des particulares con la primera relacio-
nadas ó de ella legítimamente inferidas.
La evidencia y necesidad del principio hace
evidentes y necesarias las consecuencias. De-
mostrar es, por lo tanto, convertir en evidente
una proposición que no lo es. La verdad ó pro-
posición que se trata de demostrar se llama
cuestión ó tesis. En la demostración, como en el
raciocinio, hay que distinguir el principio ó
punto de partida, elfinó término del procedi-
miento, y el fundamento racional de la opera-
ción. Componen el principio de la demostra-

Del latín demonstrare, probar, evidenciar.


74
ción aquellas verdades evidentes por sí mismas
(inmediate et per se notae), ó evidentes (exaliis),
por haber sido á su vez previamente demostra-
das, enlazándolas con otras inmediatamente evi-
dentes que sirven de punto de partida, ó por las
cuales la demostración comienza. De donde se
sigue que mediata ó inmediatamente toda de-
mostración empieza siempre por una verdad
indemostrable, pues de lo contrario era preciso
proceder al infinito, y la demostración resultaba
imposible. Profundamente dijeron Clemente
Alejandrino, que toda ciencia empieza afirman-
do, no probando, y Santo Tomás, que la certe-
za de la ciencia procede de los primeros princi-
pios, como la solidez de un edificio procede de
la solidez de sus fundamentos. El fin ó término
del procedimiento demostrativo es la tesis, pro-
posición acerca de cuyo sujeto y predicado son
indispensables algunas nociones, aunque sean
imperfectas, llamadas por los escolásticos prae-
cognita 6 praenotiones de la demostración. Por
último, en el principio de contradicción debe
buscarse el verdadero fundamento de la de-
mostración, lo mismo que el del raciocinio, del
cual aquélla es expresión variada.
3 6 2 . División de la demostra-
ción.—Muchas son las especies de demostra-
ciones admitidas y usadas por los lógicos; pero
75
las principales se llaman: simples y compues-
tas; directas é indirectas; inmediatas y me-
diatas; a priori, a posteriori y a simultáneo;
absolutas, relativas y regresivas.
3 6 3 . Demostración simple y com-
puesta!—Demostración simple es la que
consta de un solo raciocinio, que á su
vez no necesita apoyarse en otro. Ejem-
plo: naturalmente debemos amar lo bueno; es
así que Dios es la bondad por esencia é infinita;
luego naturalmente debemos amar á Dios. De-
mostración compuesta es la que consta
de dos ó más raciocinios, que mutua-
mente se completan y dan fuerza. Si
para demostrar que Pedro perderá el curso, de-
cimos: el que no estudia no sabe, es así que los
que no saben pierden el curso; luego el que no
estudia pierde el curso; Pedro no estudia, luego
perderá el curso. Esta demostración es com-
puesta, porque consta de dos raciocinios.
3 6 4 . Demostración directa e i n -
directa.—Demostración directa es aque-
lla que, arrancando de un principio cier-
to, contiene en sí misma la causa ó ra-
zón suficiente de lo que se intenta de-
mostrar. Por ejemplo: el que piensa existe; es
así, que mi alma piensa; luego mi alma existe.
Esta demostración se llama también ostensiva
7 6

6 apodíctica . Demostración indirecta es


1

aquella que prueba lo que se propone,


no por sus razones propias, sino hacien-
do resaltar el absurdo que se seguiría de
negarlo. Por ejemplo: si el alma no fuese in-
mortal, la misma recompensa tendrían en defi-
nitiva el bueno y el malo, y el mismo castigo
el vicioso que el virtuoso, lo cual es absurdo;
luego el alma es inmortal. Esta demostración
se llama también ab imposibiti, ad, absurdum y
apagógica . Ambas demostraciones son útilísi-
2

mas; pero la primera tiene más valor y fuerza


demostrativa que la segunda.
365. Demostración inmediata y
mediata.—Demostración inmediata es
aquella que parte de un principio, evi-
dente por sí mismo é indemostrable.
Por ejemplo: la causa primera no puede depen-
der de otra cosa alguna; Dios es la causa prime-
ra; luego Dios es independiente. Esta demostra-
ción se llama también próxima. Demostra-
ción ?nediata es aquella que parte de una
verdad que, á su vez, ha sido anterior-
mente demostrada por otra. Ejemplo: el

1
Del griego ápo, d e , y deicnumai, enseñar, in-
dicar.
2
Del griego apago, separo, me alejo.
77
alma es incorruptible; lo incorruptible es inmor-
tal; luego el alma es inmortal. La primera pro-
posición, á saber: el alma es incorruptible, se
ha demostrado anteriormente por medio de
otros razonamientos, y por eso esta demostra-
ción se llama mediata 6 remota.
3 6 6 . D e m o s t r a c i ó n a p r i o r i Y «a
posteriori».—-Demostración a priori es
aquella que procede de las causas á los
efectos, de lo anterior á lo posterior, de
manera que la verdad demostrada de-
pende, en el orden ontológico, de los
principios ó verdades que sirven de
punto de partida. Ejemplo: Dios es infinita-
mente sabio: el universo está regido por Dios;
luego sapientísimamente está regido el univer-
so. Demostración a posteriori es aquella
que procede de los efectos á las causas,
de lo posterior á lo anterior, de manera
que, en el orden ontológico, la verdad
contenida en el principio depende de la
afirmada en la consecuencia. Ejemplo: en
los eclipses, la tierra proyecta sobre el disco
del sol una sombra circular; luego la tierra es
redonda. Tanto en la una corno en la otra se
cumple siempre aquella regla metódica de que
procedamos siempre de lo más á lo menos
conocido, pues en el primer caso conocemos
7 8

claramente la causa y de ella partimos para


demostrar el hecho, y en el segundo del conoci-
miento del hecho nos elevamos al de su razón
ó causa.
367. D e m o s t r a c i ó n «a s i m u l t á -
n e o » . — D e m o s t r a c i ó n a simultáneo es
aquella que, fundándose en la misma na-
turaleza ó idea que tenemos de la cosa,
prueba sus propiedades. Ejemplo de esta
especie de demostración tenemos en la Psicolo-
gía (195), donde se prueba la existenciadel libre
albedrío por la misma naturaleza de la voluntad.
3 6 9 . Demostración absoluta y re-
lativa.—Demostración absoluta es aque-
lla que parte de un principio cierto, por
todos admitido. Ejemplo: el que no aprecia
debidamente los favores recibidos es un ingra-
to; luego el hombre que se olvida de Dios, á
quien debe la vida y cuanto tiene, es un ingra-
to. Esta demostración se llama también ad zieri-
tatem. Demostración relativa, llamada por
muchos ad hominem, es aquella que parte
de una proposición cualquiera, verda-
dera ó falsa, pero admitida como ver-
dadera por el adversario con el cual se
discute. Ejemplo: ¿afirmas que nada sabes?;
luego algo sabes, puesto que sabes que no sa-
bes, y tu afirmación es falsa.
79
369. Demostración regresiva.—
Por último, demostración regresiva ó circu-
lar es aquella en la cual pasamos de lo
mismo á lo mismo, aunque mirado bajo
otro aspecto y más claramente conoci-
do. Para "que se comprenda la índole de esta
demostración útilísima, no hay que confundirla
con el círculo vicioso, en el cual dos cosas se
explican la una por la otra de manera que las
dos quedan incomprensibles. La demostración
regresiva, fundándose en el sintetismo de la na-
turaleza y en los enlaces naturales de las cosas,
parte siempre de una cosa confusamente cono-
cida, la relaciona con otra cosa que se conoce
bien y vuelve al punto de partida, el cual, si es
efecto, queda aclarado por su causa, y si causa,
por su respectivo efecto. De donde se sigue que
hay demostraciones regresivas a priori y a
posteriori. La prueba de la existencia de Dios,
llamada física por los teólogos, es una demos-
tración regresiva. Se parte de la confusa noción
de causa primera, se pasa al universo-mundo,
que es el efecto naturalmente enlazado con la
causa primera, y las condiciones y circunstan-
cias del efecto, conocidas por medio de la ob-
servación y el estudio, aclaran la noción de
causa primera y lentamente nos dan á conocer
la naturaleza divina, la cual vemos cada vez
8o

bajo aspectos diferentes, perfeccionando así su


conocimiento. Esta demostración se llama re-
gresiva, porque vuelve al punto de donde partió,
y circular, porque cierra el procedimiento, ter-
minando en el punto de partida.
37©. R e g l a s d e l a d e m o s t r a c i ó n .
Para sacar todo el fruto posible de las demos-
traciones, conviene poner en práctica las si-
guientes reglas:
1. a
La cosa que se intenta demostrar no ha
de ser superior á la razón humana ni á nuestros
conocimientos. Faltaríamos á la primera parte
de esta regla si pretendiésemos demostrar un
misterio, y á la segunda si quisiéramos resolver
problemas astronómicos sin la menor noción
matemática.
2. a
La cuestión ó tesis debe plantearse con
claridad, sencillez y concisión.
3. Toda buena demostración parte siem-
a

pre de principios evidentes ó verdades anterior-


mente demostradas.
4. A
Únicamente en las demostraciones rela-
tivas ó ad hominem es lícito partir de princi-
- píos falsos, cuando el adversario los tenga por
verdaderos.
5. A
Las proposiciones de toda demostra-
ción deben estar tan rigurosamente encadena-
das, que la verdad de todas y de cada una sea
Si

claro reflejo de la evidencia de los primeros


principios en que la demostración se apoya.
En pocas palabras: es preciso que la te-
sis no sea superior á la razón humana y
que se plantee con claridad, sencillez y
concisión; que se parta de principios evi-
dentes, verdades anteriormente demos-
tradas ó admitidas por el contrario; y
que el encadenamiento sea riguroso.
82

LECCIÓN XXXVIII

OPERACIONES DEL MÉTODO SINTÉTICO: TEORÍA Y

SISTEMA. VERDADERO MÉTODO CIENTÍFICO Y

MÉTODOS ESPECIALES.

3 7 1 . T e o r í a . — N o tomamos aquí la pa-


labra teoría en su significado opuesto al de la
palabra práctica, sino como operación integran-
te del método sintético. En este sentido, teoría
es una serie de conocimientos, más ó
menos generales, enlazados entre sí, y á
propósito para la satisfactoria explica-
ción de un hecho ó de un grupo de he-
chos análogos. Generalmente las teorías cien-
tíficas constan de ciertas leyes y de las conse-
cuencias que lógicamente de ellas se deducen,
con cuyas verdades, absolutas ó hipotéticas, se
logra la explicación de cierto orden de fenóme-
nos. Así decimos, en Física, teoría de las ondu-
laciones al conjunto de las leyes y aplicaciones
que explican los fenómenos luminosos; teoría
de la gravitación á la serie de afirmaciones y
de hechos con los cuales nos damos cuenta de
las atracciones moleculares, etc.; y en Psicolo-
83
gía, teoría de la sensibilidad, teoría del entendi-
miento, á la serie de verdades que nos dan á co-
nocer la naturaleza de aquellas dos potencias.
372. Sistema.—Sistema es un con-
junto de razonamientos, perfectamente
enlazados entre sí, que no pueden com-
prenderse claramente los unos sin los
otros, y que todos ellos tienen por fun-
damento un principio general, verdade-
ro ó supuesto, pero á propósito siempre
para armonizar teorías enteras y para
explicar gran número de hechos natu-
rales, del mimo orden, pero diferentes.
En este sentido decimos: sistema copernicano,
sistema ptolemaico, sistema empírico, etc. Los
dos primeros intentaron explicar los hechos as-
tronómicos partiendo, el de Copérnico del prin-
cipio de que el sol es el centro planetario, y el
de Ptolomeo del principio de que la tierra es el
centro del universo. De la misma manera el
empirismo pretende explicar los conocimientos
todos partiendo del principio de la experiencia.
313. D i f e r e n c i a s e n t r e l a t e o r í a
y e l s i s t e m a . — A m b a s son operaciones in-
tegrantes del método sintético, y frecuentemen-
te se emplean estas dos palabras como sinóni-
mas; pero á poco que se medite, se notará:
que la teoría es siempre menos general
84
que el sistema, por lo cual, dentro de ciertos
sistemas, caben holgadamente varias teorías;
2 . ° , la teoría se funda generalmente en
hechos reales, al paso que el sistema ex-
plica los hechos por causas meramente
posibles; y 3. , la teoría es una especie de
0

todo homogéneo y compacto, de manera


que es ó totalmente verdadera ó total-
mente falsa; mientras que los sistemas,
especialmente en sus aplicaciones y detalles,
contienen á veces verdades mezcladas
con errores. El filósofo concienzudo debe
vivir muy precavido contra las exageraciones
sistemáticas que fácilmente cautivan é inducen
á error.
374. Verdadero método científi-
co.—El verdadero método científico ni
es exclusivamente analítico, ni exclusi-
vamente sintético. Todo análisis supone sín-
tesis previa, más ó menos confusa, pues nece-
sariamente, para descomponer un todo cual-
quiera en las partes que lo constituyen, preciso
es conocer de alguna manera, aunque sea im-
perfecta, el todo que ha de analizarse. Por el
contrario, toda síntesis entraña algún conoci-
miento analítico, aunque sea confuso, pues mal
podemos mirar la cosa que estudiamos bajo el
aspecto de todo si no la suponemos compuesta
85
de ciertas partes. Las ideas de todo y partes son
correlativas, mutuamente se completan, y no es
posible comprender la una sin la otra. Pues de
la misma manera, en rigor no hay método
exclusivamente analítico y método exclusiva-
mente sintético; pero los denominamos así,
según que en ellos predominan los procedi-
mientos de descomposición 6 de recomposición.
No se olvide, sin embargo, que el verdadero
método científico se sirve de unos y
otros, según los casos, y lo que el hom-
bre de ciencia se propone.
375. Reglas del método científi-
co.—Las principales reglas del método cientí-
fico, aplicables, por consiguiente, tanto al ana-
lítico como al sintético, son:
i. Procédase siempre de lo más á lo
a

menos conocido; y no se confunda esta re-


gla con la cartesiana, que aconseja el paso de lo
fácil á lo difícil . 1

2. a
Pásese de lo conocido á lo desco-
nocido por grados, esto es, de manera que
cada una de las conclusiones se siga inmediata-
mente de sus principios próximos.
1
Necesse est in addiscendo non incipere ab e o
quod est facilius, sed ab eo a cujus cognitione s e -
quentium p e n d e t . — Santo T o m á s , super Boet., de
Trhi., q. V I , a. i ad 3 .
86
3. a
Por último, debe haber
conexión
entre todos los grados de la serie pro-
gresiva de verdades, de suerte que no se
interpole en ella ninguna proposición que no
esté enlazada con la que le precede . 1

376. Principales métodos fina-


les.—Conocidos ya los nombres de los princi-
pales métodos iniciales que se refieren al punto
de partida de la ciencia, y los métodos evolu-
tivos que dicen relación á los procedimientos
ó marchas que, para la invención y exposición
de la ciencia, pueden adoptarse, estamos en el
caso de tratar, para concluir este asunto, de los
métodos finales, que consisten en aquellas re-
glas ó procedimientos prácticos que con deter-
minado fin científico se aplican á estudios espe-
ciales y á la exposición de alguna ciencia, carac-
terizada por su peculiar índole. Son muchos,
tales como el empírico, el experimental,
el histórico, el socrático ó dialogado, el
de lectura, el matemático, el escolástico,
etcétera. Nosotros sólo diremos algo respec-
to á estos cuatro últimos.
3 7 7 . M é t o d o s o c r á t i c o . — S e da este
nombre al dialogado, porque Sócrates,
1
Caietani Sanseverino.—Philosophia Cristiana in
compendium redacta, editio 5 . , vol. 1, págs. 73 y 7 4 .
a
87
en sus diálogos con sus adversarios, se
valía de él para hacerles conceder casi
sin que lo notasen y de pregunta en pre-
gunta, cada una de las partes de un todo;
estrechaba luego el nudo, y por necesidad ló-
gica les" obligaba á confesar- aquella verdad
general, donde estaban contenidas las concesio-
nes particulares, y que presentada al desnudo
y desde el primer momento no hubieran otor-
gado.
378. Método de lectura: sus re-
glas.—Universalmente seguido por todos los
que estudian, el método de lectura consis-
te en el empleo de los libros para la
adquisición de la ciencia. Como el actual
es un siglo lector por antonomasia, conviene dar
algunas reglas para sacar todo el fruto posible
de la lectura. Las más importantes son éstas:
1. a
No se lean más que libros buenos, mo-
ral y científicamente hablando. Las lecturas
inmorales é irreligiosas corrompen el corazón
y no conducen á la ciencia, siendo, por el con-
trario, fuente de frivola superficialidad. Con-
viene leer también las mejores obras de cada
ciencia ó arte, porque esto ahorra tiempo y
evita muchos errores.
2.
a
El estudio de las obras elementales ha
de preceder siempre al de las magistrales, por-
88

que aquéllas facilitan la inteligencia de éstas, y


porque lo contrario sería lo mismo que cons-
truir un edificio sin cimientos.
3. Los diccionarios y enciclopedias sirven,
a

en un momento dado, para consultas, pero no


para aprender una.ciencia ó arte.
4. A
Non multa sed multum, esto es, ha de
leerse mucho, cuantas veces sean necesarias,
para comprender y recordar lo que se lee, pero
no muchos libros. El provecho (dice ingeniosa-
mente nuestro insigne Balmes, de quien con
ligeras modificaciones tomamos estas reglas) no
está en proporción de lo que se come, sino de
lo que se digiere.
5. A
La lectura se ha de hacer atenta, pausa-
da y reflexivamente, meditando mucho acerca
de lo leído y tomando notas, aunque, según el
gran filósofo antes nombrado, el mejor libro de
apuntes es la cabeza.
En menos palabras: no importa tanto
leer mucho como leer bien, y únicamen-
te deben leerse libros moral y científica-
mente buenos.
379. Método matemático: sus ele-
m e n t o s . — E l método matemático con-
siste en exponer la ciencia encadenan-
do rigurosamente verdades con verda-
des, demostraciones con demostraciones
89
y deduciendo la doctrina toda de corto
número de principios generales y evi-
dentes. Sus elementos constitutivos son
definiciones claras de nombres y de
cosas, principios formales ó axiomáticos,
principios fundamentales, postulados,
teoremas, problemas y demostraciones
de toda clase, de tal manera encadenado
todo, que no es posible comprender una ver-
dad sin haber entendido antes las que lógica-
mente la preceden. Este método, aunque muy
científico, no puede aplicarse en rigor más que
á las Matemáticas, porque en las demás cien-
cias se rompe á cada paso el encadenamiento
de sus verdades.
Como al poner en práctica este método se
hace frecuente uso de las palabras técnicas pro-
posición, proposición teórica, proposición prác-
tica, axioma, postulado, teorema, problema,
lema, escolio y corolario, conviene explicar su
significado. En lógica se da el nombre de
proposición á toda afirmación ó negación,
ó, como diremos más adelante, á la expresión
oral de un juicio cualquiera: por ejemplo, inge-
niosos son los estudiantes. La proposición es
teórica cuando significa lo que es ó debe ser:
p. ej., paralelogramo es una figura geométrica,
y práctica cuando significa lo que puede 6
go
debe hacerse; v. gr., Dios debe ser adorado.
Axioma} es toda proposición teórica ó
verdad necesaria, evidente por sí misma
é indemostrable: p. ej., el todo es mayor
que la parte. La verdad axiomática se eviden-
cia con sólo definir sus términos: Postulado'
es una proposición práctica ó verdad
también necesaria como los axiomas,
comprensible con la sola explicación de
S U S términos, que significa posibilidad de
hacer alguna cosa, pero que de ninguna mane-
ra puede demostrarse: p. ej., por un punto
tomado en un plano no se puede hacer pasar
más que una paralela á una recta dada en el
mismo plano. Este es el famoso postulado de
Euclides. Teorema? es una proposición
teórica demostrable: p. ej., la suma de los
ángulos de un triángulo equivale á dos rectos.
Problema' es una proposición práctica
1

demostrable, siguiendo un procedimien-


to dado: p. ej., conocidos dos lados y un
ángulo de un' triángulo, determínese el tercer

1
Del griego axioma, dignidad, autoridad, princi-
pio, cosa juzgada.
2
D e l latínpostulattim, petición, demanda.
5
Del griego thtoros, contemplador, especulativo,
teórico: por eso teorema significa proposición teórica.
4
Del griegoprobállein, arrojar hacia adelante.
9i
lado y los dos ángulos restantes. Lema 1
es
una proposición referente á otro asunto
distinto del que se trata, que sirve de
preparación á un teorema: . j . , si un p e

triángulo ó un rectángulo que tienen la misma


base é igual altura giran sobre aquélla, el volu-
men engendrado por el triángulo es un tercio
del engendrado por el rectángulo. Este lema
sirve de preparación á este teorema: el volu-
men de una esfera es igual á su superficie mul-
tiplicada por el tercio de su radio. RscolÍO~ es
toda observación que sirve para aclarar,
ilustrar ó confirmar una proposición ya
demostrada. Si después de haber demostra-
do la falsedad del generacionismo (286), añadié-
semos en qué sentido y por qué puede decirse,
no obstante, que el alma es engendrada, esto
sería un escolio. Por último, corolario^ es toda
proposición, cuya verdad, se infiere inmediata-
mente de una definición, axioma ó proposición
ya demostrada. Que el alma es forma substan-
cial del cuerpo, es, p. ej., un corolario de la
unidad del principio vital humano.

1
Del griego lemma, remanente, residuo, que se
deriva del verbo lambánein, coger anticipadamente.
a
D e l griego schólion, breve explicación, nota, c o -
mentario.
3
D e l latín corollarium, gratificación, añadidura.
92

3 8 0 . Método escolástico: su apli-


cación á la enseñanza de la Filoso-
fía.—Este método, como dice con exactitud
grande el ilustre Cardenal González, testigo de
mayor excepción acerca del asunto, consiste
en: presentar nociones generales, tanto
doctrinales como históricas, acerca de la mate-
ria que se trata de dilucidar; 2 . ° , exponer y fijar
el sentido de los términos obscuros ó de múl-
tiple significación; 3. , presentar, y en caso
0

necesario exponer los principios, nociones ó


verdades establecidas previamente que tienen
relación más ó menos inmediata y directa con
la cuestión que se trata de resolver; 4. , enun- 0

ciar con claridad la proposición y probarla,


bien sea con verdaderas demostraciones, bien
sea con argumentos probables, según lo permi-
ta su naturaleza; 5. , proponer y resolver las
0

dificultades y objeciones contra la proposición


y sus pruebas; 6°, servirse al efecto ordinaria-
mente de la forma silogística .» 1

En menos palabras: los escolásticos co-


mienzan por las prenociones, explican
los términos, sientan la proposición, la

1
Filosofía Elemental, 2. a
edición, t. I, pág. 215.
Madrid, 1876-
93
prueban silogísticamente y refutan las
objeciones.
Si bien este método es útilísimo en las obras
elementales, dadas la organización de la ense-
ñanza en nuestra España y la necesidad oficial
de explicar primero la Psicología que la Lógi-
ca, no produciría resultados en esta asignatura.
94

LECCIÓN X X X I X

DE LA CIENCIA COMO FIN D E L MÉTODO

3 8 1 . F i n d e l m é t o d o . — ¿ Q u é fin se
propone todo el que practica un procedimiento
metódico cualquiera? Imprimir á las facultades
intelectuales una dirección determinada, prac-
ticando preferentemente ciertas operaciones,
sin objeto final, es inconcebible. Todo procedi-
miento metódico se propone, por consiguiente,
algo. Y en efecto, por medio del método inten-
tamos unas veces constituir las ciencias, y nos
proponemos otras exponerlas. La ciencia
es, pues, el único fin del método.
3 8 2 . Acepciones diversas de l a
p a l a b r a c i e n c i a . — L a palabra ~ ciencia
(del latín scire, saber) se emplea unas
veces para significar un conocimiento
cualquiera, otras se restringe su signifi-
cado á los conocimientos resultado de
la demostración, más frecuentemente se
aplica á todo conjunto sistemático de
verdades referentes á un solo orden, y no fal-
ta, por último, quien se sirve de esta palabra
95
para denotar el hábito ó virtud intelectual de
adquirir conocimientos. Algunos modernos dan
el nombre de ciencias exclusivamente á las
positivas, y reservan el calificativo de científicos
para los que las profesan. Tales pretensiones
son tan infundadas como ridiculas.
383. Definiciones subjetiva y ob-
j e t i v a d e l a c i e n c i a . — E s indudable que
un conocimiento cualquiera, más ó menos cier-
to, probado ó evidente y no relacionado con
otros, no constituye ciencia. Para comprender
bien la naturaleza de la ciencia, conviene consi-
derarla subjetiva y objetivamente. Bajo el pri-
mer aspecto, esto es, considerada como existen-
te en el sujeto que la posee, podemos definirla
con Aristóteles y Santo Tomás: conocimien-
to cierto y evidente de las cosas por sus
leyes, razones ó causas, ó también: conoci-
miento por medio de la demostración adquiri-
d o , porque todo lo que no sea subir hasta las
1

últimas causas y razones de las cosas, adqui-

1
Ule scit, dice Aristóteles, proprie ac simpliciter,
qui causam cognoscit, cur res sit, etillius causatn esse,
et aliter se habere non posse firmiter tenet.—Anal.
Post., Iib. I, c. 7.
Demostratio, añade Santo T o m á s , quae facit sciea-
tiam de re, sumitur e x causis proximis rei. In lib. 1
Sent., Dist. X L V , q. I, a. 3 ad. 5.
9 6

riendo conocimientos ciertos y evidentes, no


es verdaderamente científico. Objetivamente
se definió ya la ciencia como un conjun-
to sistemático de verdades de un mismo
orden, derivadas de uno ó más princi-
pios generales indemostrables. Cuanto di-
gamos en lo sucesivo se refiere á la ciencia
objetivamente considerada.
384. Diferencias entre la cien-
c i a y e l a r t e . — S i por arte entendemos con-
junto de reglas para hacer bien una cosa, no es
difícil determinar las diferencias que lo distin-
guen de la ciencia. Son las siguientes:
i. Predomina en las ciencias el ca-
a

rácter teórico, y en las artes el carácter


práctico.
2 . Constan las ciencias de verdades,
a

y de reglas las artes.


3. Las verdades científicas forman
a

un conjunto ordenado y sistemático; las


reglas artísticas no.
4. La razón es la fuente principal de
a

las ciencias, y la experiencia de las


artes. .
385. Elementos componentes de
t o d a c i e n c i a . — D e lo dicho se infiere que los
elementos componentes de las ciencias son de
tres clases: I . ° , principios, esto es, aquellas
97 •
verdades generales y abstractas que sirven de
punto de partida á la cadena científica, ó aque-
llos hechos y leyes, que oportunamente deter-
minados por medio de observaciones y experi-
mentos, sirven también de apoyo y prin-
cipio á los raciocinios científicos inductivos;
2 . ° , consecuencias, que son las verdades dedu-'
cidas ó inducidas de los principios;y 3-°) víncu-
los 6 relaciones que enlacen naturalmente las
verdades derivadas ó consecuencias con los
principios de que proceden. Los primeros
reciben generalmente el nombre de pri-
meros principios, en cuya denominación
hay algo de pleonasmo, cuando de las
verdades generales y abstractas se trata,
y el de datos, si se trata de los hechos;
los segundos son razonamientos de toda
clase, y los terceros se refieren más
bien á la forma ó trabazón que á la ma-
teria de la ciencia.
3S6. D i v i s i ó n ele l o s p r i m e r o s
p r i n c i p i o s . — P a r a entender fácilmente este
punto, recuérdese lo dicho (138) acerca de los jui-
cios apriori y a posteriori, y apliqúese á los pri-
meros principios, los cuales pueden ser inmedia-
tos y mediatos, analíticos y sintéticos, fun-
damentales y formales. Primeros principios
inmediatos son aquellas proposiciones per
I/ÓGICA 7
9 8

se notae, evidentes por sí mismas, y que


por lo tanto no necesitan demostrarse:
vi gr., el todo es mayor que su parte. En rigor
estos son los únicos que merecen el nombre de
primeros principios. Mediatos son aquellas
proposiciones evidentes, no por sí mis-
mas, sino por otras anteriormente de-
mostradas y en las cuales se apoyan.
Todos los ángulos rectos son iguales, es un pri-
mer principio geométrico mediato, porque esta
verdad se prueba por la misma definición de
ángulo recto. Primeros principios analíti-
cos son aquellas proposiciones cuyo pre-
dicado se halla implícitamente conteni-
do en la esencia del sujeto ó de ella se
deriva: V. gr., todos los radios de una circun-
ferencia son iguales. Se llaman analíticos, por-
que para formarlos no hay más que descompo-
ner ó analizar los elementos constitutivos del
sujeto. Principios sintéticos son aquellas
proposiciones debidas á la experiencia
y resultado de la operación llamada re-
composición Ó síntesis: v. gr., todos los
cuerpos son pesados. Por último, principios
fundamentales son aquellos que sirven de
punto de partida á una serie de verda-
des científicas: v. gr., los líquidos transmiten
con igualdad en todos sentidos la presión ejer-
99
cida en un punto cualquiera de su masa, princi-
pio debido á Pascal, que es el fundamento de
la Hidrostática. Principios formales son-
aquellas verdades axiomáticas, eviden-
tes por sí mismas, y de las cuales nada
puede inferirse, aunque sirven perfecta-
mente para iluminar toda investigación
científica: v. gr., dos cosas iguales á una ter-
cera son iguales entre sí. Estos principios se
llaman también axiomas.
387. Caracteres propios de los
principios fundamentales y de los
f o r m a l e s ó a x i o m a s . — F á c i l es distinguir
los axiomas de los principios fundamentales por
los caracteres siguientes: I . ° Los principios
formales ó axiomas, á fuerza de ser abstrac-
tos, son estériles; aplicables á muchos casos
que con su claridad iluminan, de ellos nada se
infiere ó se deduce; por el contrario, los prin-
cipios fundamentales son fecundos, y de
ellos se saca y en ellos estriba toda la serie de
las verdades científicas. 2 . ° Los axiomas se
refieren á la forma, y los principios fun-
damentales á la materia de la ciencia.
3 . Suelen ser intuitivos los axiomas, y
0

discursivos los principios fundamentales.


4 . Por último, los axiomas son comunes
0

á todas las ciencias y los principios fun-


100
¿laméntales son especiales para cada una
de ellas.
388. División de las ciencias.—
Muchas son las clasificaciones y divisiones que
se han hecho de las ciencias; pero aquí varaos
á limitarnos á dividirlas por razón de S U
objeto, de su fin y de sus mutuas relacio-
nes. Formalmente considerados los objetos de
las ciencias y prescindiendo de las diferencias
secundarias, pueden reducirse dichos objetos á
tres grupos principales: objetos matemáti-
cos, números y figuras; 2.°,objetos físicos, fenó-
menos de la naturaleza, tanto inerte como viva;
y 3. , objetos morales, el hombre y los aconte-
0

cimientos humanos. De aquí la división de las


ciencias, por S U objeto, en otros tres grupos:
ciencias matemáticas; 2.°, ciencias
físicas, y 3. , ciencias morales, tomados
0

estos dos últimos calificativos en su acepción


más lata. Por su fin, divídense las cien-
cias en espeadativas y prácticas. Ciencias
especulativas son aquellas que se dedican á la
contemplación y exposición de la verdad por
la verdad misma, sin salir nunca de la esfera de
lo teórico, como la Metafísica, las Matemáticas,
etcétera. Ciencias prácticas, por el contrario,
son aquellas que tienen por fin último una ope-
ración y que hacen inmediata aplicación al
101

orden de los hechos, de las verdades ó precep-


tos de que constan: p. ej., la Etica, la Agricul-
tura, etc. Una misma ciencia puede ser á la vez
especulativa y • práctica, como la Moral: espe-
culativa, en cuanto sienta principios y afirma
verdades, y práctica, en cuanto aplica aquellas
normas á las costumbres del hombre. Por S U S
relaciones mutuas se dividen las ciencias
en primarias y secundarias. Primarias son
aquellas que no toman sus principios y verda-
des de otras ciencias: p. ej., la Metafísica y las
Matemáticas; y secundarias las que toman sus
principios fundamentales de las primarias: por
ejemplo, la Física y la Astronomía, que no
serían verdaderas ciencias sin el fundamento y
procedimientos que les prestan la Metafísica
y las Matemáticas. * v

3S9. Método q u e pide cada cien-


c i a . — Y a hemos dicho que el verdadero método
científico es el analitico-sintético, porque la cien-
cia no puede servirse exclusivamente del aná-
lisis, ni exclusivamente de la síntesis. Estas
operaciones se completan mutuamente y ambas
son útilísimas, según los casos, para la adquisi-
ción de la verdad científica. Todo esto se refie-
re, sin embargo, á la ciencia en general. Tratan-
do ahora de las diferentes clases de ciencias
particulares existentes, podemos afirmar que el
102

método no puede ser el mismo para todas ellas,


por la sencilla razón de que cada una parte de
principios fundamentales distintos. La unidad y
mancomunidad de principios científicos supon-
dría unidad de método, porque el punto de
partida indica ya el camino que ha de recorrer-
se; pero siendo diferentes los principios, distin-
tos tienen que ser también los métodos. ¿Es
conveniente proceder del mismo modo en Físi-
ca que en Matemáticas? De ninguna manera:
aquélla observa hechos, hace experimentos, y
de estos hechos observados y experimentados
induce las leyes naturales, las formula y las
aplica después á la comprobación de aquellos
mismos fenómenos que le sirvieron de datos
y punto de partida. En Matemáticas, por el con-
trario, se sienta el principio, encerrado á veces
en una definición, y se sacan consecuencias y
más consecuencias, las cuales se van sucesiva-
mente demostrando por medio del procedi-
miento deductivo. De donde resulta que, en
cada ciencia y en cada caso, debe apli-
carse aquel método que sea más ade-
cuado á la naturaleza del objeto cientí-
fico y al propósito del hombre de cien-
cia que lo aplica, y con el cual pueda
uno prometerse mejores resultados prác-
ticos. Las ciencias especulativas ó racionales,
103
como la Metafísica y las Matemáticas, se sirven
preferentemente y con ventaja del método sin-
tético, y por el contrario, las ciencias prácticas
ó experimentales, como la Física, la Química,
etcétera, utilizan preferentemente el método
analítico. Conviene, sin embargo, advertir que
para la exposición ó enseñanza de una ciencia
ya formada, se emplea casi siempre el método
deductivo ó sintético, porque ahorra tiempo y
evita trabajo.
104

390. Cuadro general de la Metodología.

(Onlológico,
j • . , Vpsitológifo.
MlClCU, <oclíeti«i.
Ale autoridad, y
^dogmático.
Obsonac iúii,
'experimentación
i (abstracción,
f Anal ítico.-/inducción,
janalogia,
generalización c
, hipótesis.
¡analítica,
re a l . descriptora, y
u » • .. ) (causal,"
§ jevolu- | '¡nominal, y
M w t l o n

lógica.
| \ tivo, I física,
^metafísica,
división.
" /moral, y
Ilógica,
¡natural,
| clasificación \ (arbitraria,
Isintético. .\
¡y artificial práctica, y
Reducción, (científica.
'simplo y compuesta,
directa ó indirecta,

Í
inmediata y mediata,
« a priori», «posteriori* y
i ( De lectora simultáneo, y
\y final, jmatomático .absoluta, relativa y regresiva,
(Escolástico. teoría, y
¡sistema. ,
io5

Segunda parte de la Lógica

CRÍTICA

LECCIÓN X L

DE L A CRÍTICA Y D E L JUICIO EN GENERAL

391. D e f i n i c i ó n , fin, o b j e t o , m e -
dios y carácter d e l a Crítica.—Crí-
tica es aquella parte de la Lógica que
nos enseña á juzgar rectamente, ó tam-
bién: que trata de los criterios como los
medios más adecuados para la apre-
ciación de la verdad. Por consiguiente, la
Crítica se propone aquilatar c o n v e n i e n -
temente nuestros conocimientos, razo-
narlos cuanto sea necesario para que no nos
quede la menor duda acerca de su valor objeti-
vo y para que podamos juzgar rectamente,
prestando asentimiento firmísimo á nuestros
io6

juicios: este es el fin de la Crítica. Su objeto


lo componen las materias que estu-
dia, á saber: el juicio y los criterios; y los
medios de que se sirve para la consecu-
ción de su fin, se reducen al estudio
detenido de su objeto y á la opor-
tuna aplicación de las reglas, que de
dicho estudio naturalmente se despren-
den. Como para conocer con certeza ó juz-
gar rectamente, haciendo aplicación á cada
caso del respectivo criterio de verdad, es indis-
pensable asentir ó disentir, afirmar ó negar lo
que el criterio nos dice, y en esto precisamente
consiste el juicio, necesario es hacer un estudio
minucioso y detenido, no solamente de los cri-
terios especiales, sino también del juicio en sus
conexiones con la verdad para descubrir todo
cuanto haya en uno y otros de perfectible, y
por lo tanto regulable. Por eso decimos que la
Crítica tiene un carácter eminentemente
analítico, si bien esto no obsta para que en un
caso dado utilice la síntesis, como hace toda
ciencia.
393. División de l a Crítica.—La
mayor parte de los autores dividen la
Crítica en general, que trata del juicio consi-
derado en sí mismo y prescindiendo de la fun-
ción intelectual en que entra como elemento;
107
y especial, que trata del juicio descubierto, en
cada una de las funciones intelectuales en par-
ticular, señalándole reglas especiales. Esta divi-
sión tiene el inconveniente de que obliga á
repetir, aunque bajo distinto aspecto, el estudio
ya hecho en Psicología de las facultades inte-
lectuales. Nosotros preferimos no dividir
la Crítica en partes y dar cabida en ella
únicamente á aquellas materias de indu-
dable utilidad práctica para la rectitud
del juicio y oportuna apreciación de la
verdad, á saber: análisis del juicio, esta-
dos del entendimiento al juzgar, crite-
rios especiales, cuestiones generales, y
causas y remedios del error.
3 9 3 . Importancia de la Crítica.—
Apreciar convenientemente la verdad para no
confundirla con el error, evitando que éste,
disfrazado con el ropaje de aquélla, penetre en
el entendimiento; conocer los diferentes esta-
dos del entendimiento en sus conexiones con
la verdad para lograr la certeza siempre que sea
posible; y aprender, por último, las reglas que
conviene poner en práctica para la consecu-
ción de fines tan útiles, son materias importan-
tísimas para el hombre, y que demuestran á la
vez la importancia suma de la Crítica que las
enseña. Puede abusarse de la Crítica exa-
io8

gerándola y convirtiéndola en instrumento


demoledor y en fuente de suspicacias, vacila-
ciones y escepticismo; pero prescindiendo
de que del abuso no se puede nunca
sacar una razón contra el uso legítimo,
la Crítica racional es el defensor más
entusiasta de la verdad y el ariete más
poderoso contra el error.
3 9 4 . E s e n c i a d e l j u i c i o . — P a r a que
el hombre pueda apreciar en todo su valor la
verdad, es indispensable que sepa juzgar recta-
mente, y para saber juzgar, nada tan útil como
conocer el juicio á fondo. El juicio en sí mismo,
como facultad de la potencia intelectiva, se
estudió en Psicología (130), y algo se dijo tam-
bién del juicio como acto ú operación de la
facultad dicha. Sin embargo, es tan importante
este hecho intelectual para determinar exacta-
mente las conexiones entre el entendimiento y
la verdad, que, antes de pasar adelante, convie-
ne hacer de él un estudio analítico escrupuloso.
Como acto ú operación intelectual, el juicio es
una especie de fallo ó sentencia que el hombre
pronuncia, siempre que dos cosas ó elementos
aparecen en su inteligencia tan claramente rela-
cionados, que no puede menos de afirmar ó
negar la conveniencia ó disconveniencia entre
ellos existente. Con verdad se define el juicio:
109
aquel acto intelectual por el que'afirmamos la
conveniencia ó disconveniencia entre dos tér-
minos. Un ejemplo aclarará el asunto. Si cono-
cedor yo de los términos Pedro y bondad, rela-
ciono éste con aquél de tal manera, que com-
prendo que la bondad conviene á Pedro, y digo
mentalmente: sí, Pedro es bueno, formo un ver-
dadero juicio. Lo mismo sucede cuando niego
dicha conveniencia por medio de la frase: Pe-
dro no es bueno. En los dos casos mi entendi-
miento percibe y afirma una relación entre los
términos bondad y Pedro. Digo afirma, porque
en el fondo de todo juicio se encuentra siempre
una verdadera afirmación, aunque algunos pa-
rezcan negativos. Dicha afirmación existe en
los dos ejemplos anteriores, pues en el primero
afirmamos la conveniencia y en el segundo
afirmamos la disconveniencia entre la bondad
y Pedro. De manera que, en realidad, la
esencia del juicio consiste únicamente
en la afirmación racional, que supone
cierto asentimiento y adhesión de la in-
teligencia á la relación que entre los
términos se percibe con claridad.
395. A s p e c t o s najo l o s c u a l e s
p u e d e a n a l i z a r s e . - - T o d o juicio puede
ser considerado y analizado, por ende,
bajo triple aspecto: como hecho de conciencia,
I 10
esto es, bajo su aspecto psicológico; como
pensamiento, ó sea bajo S U aspecto lógico,
y como expresión oral del pensamiento, es
decir, bajo su aspecto gramatical.
396. Análisis psicológico y ejem-
plos.—Psicológicamente considerado el
juicio y analizado el hecho de concien-
cia que lo constituye, encontramos en
él: un elemento subjetivo, que está en el
sujeto que juzga, y Otro objetivo, que está en
el objeto juzgado, y sin los cuales el juicio es
imposible, pues hasta cuando la inteligencia se
toma á sí misma como materia de estudio, hay
que convenir en que es sujeto y objeto á la vez
de los juicios que formula. En el juicio Pedro
es bueno, p. ej., encontramos analizándolo psi-
cológicamente dos elementos, referentes el uno
al sujeto que juzga, por lo cual se le llama sub-
jetivo y es el hecho de conciencia de percibir
la relación existente entre la bondad y Pedro;
y referente el otro al objeto juzgado, por cuya
razón se llama objetivo, y consiste en la per-
cepción del ser Pedro y de sus condiciones
de bondad como cosas reales é independientes
del que las percibe.
39T. Análisis lógico y ejemplos.
Lógicamente considerado el juicio, en-
contramos en el pensamiento que entra-
111
ña tres elementos, á saber: sujeto, que
es aquel del cual se afirma ó niega algo;
predicado, que es lo afirmado ó negado
del sujeto, y cópula, que es la expresión
del enlace existente entre el sujeto y el
predicado. En el caso que nos sirve de ejem-
plo, hallamos un sujeto (Pedro) del cual se afir-
ma la bondad; un predicado (bueno), que es lo
afirmado del sujeto Pedro, y una cópula deter-
minada por la palabra es, que sirve para expre-
sar la relación existente entre el sujeto y el
predicado. Prototipo de juicio lógico será aquel
que clara y explícitamente contenga los tres
elementos consabidos, como sucede, p. ej., en
el juicio Pedro es bueno; pero no siempre están
expresos estos tres elementos. Unas veces se
calla el sujeto, como en soy rico, que equivale
áyo soy rico; se omite otras el verbo ser con el
cual se expresa la cópula, como en Martínez se
distingue por su desaplicación, que equivale á
Martínez es muy desaplicado; se sobrentiende
otras el predicado, como en Andrés ama, que
equivale á Andrés es amante; y casos hay en
los cuales se omiten el sujeto y el predicado á
la vez, como en existo, que equivale á yo soy
existente. Dedúcese de lo dicho, que sea la que
quiera la expresión del juicio, en el fondo de
todos ellos se descubren siempre sujeto, predi-
112

cado y cópula, que son los elementos lógicos del


juicio.
3 9 8 . Análisis gramatical y ejem-
p l o s . — Gramaticalmente considerado,
todo juicio reclama, por último, dos cla-
ses de palabras, unas para significar el
ser al cual se atribuye algo (Pedro), y se
llaman nombres; y otras para significar
la cosa atribuida, oficio que desempeña
el verbo, ya sólo como en el juicio Pedro
pasea, ya con el auxilio de algún adjetivo, como
en el ejemplo Pedro es bueno.
3 9 9 . Preferencia de la Crítica
p o r e l j u i c i o . — E n efecto, la verdad
lógica reside plena y explícitamente en
el juicio, pues por su medio percibimos
y afirmamos las relaciones de convenien-
cia ó disconveniencia existentes entre
las ideas Ó las cosas. Aunque se ha debati-
do mucho acerca de si las simples percepciones
pueden ser afirmativas ó negativas, es indu-
dable que, al percibir, generalmente nada afir-
mamos ni negamos respecto á la cosa percibi-
da. Por consiguiente, en la simple aprehensión
ó percepción no debemos buscar verdad, ni
error, pues, como sabemos, la verdad depende
de la conformidad existente entre la represen-
tación intelectual y la esencia de la cosa repre-
'13
sentada, y el error de la repugnancia; y mien-
tras el entendimiento no afirme dicha confor-
midad ó repugnancia, en cuyo caso tenemos
un verdadero' juicio, no podemos decir con
exactitud que poseemos la verdad ó hemos
incurrido en error. No obstante, puesto que á
la simple aprehensión debe el juicio sus datos
materiales, parcial é implícitamente reside tam-
bién en ésta la verdad lógica. Por último, como
el raciocinio se limita á descubrir y patentizar
que un juicio está contenido en otro, sigúese
de aquí que la Crítica, para apreciar convenien-
temente la verdad, debe dedicarse al estudio
del juicio con preferencia al de las otras dos
facultades intelectuales.
4 0 0 . R e g l a s d e l j u i c i o . — L a s re-
glas más importantes para juzgar rectamente
son éstas:
1. Percibir bien, tanto cada uno de los tér-
A

minos como'la relación que los une. Los jui-


cios falsos provienen con frecuencia de malas
percepciones.
2.a
No aceptar como axiomáticas más que
las proposiciones evidentes por sí mismas. No
siempre se explican los hechos por verdaderos
axiomas, sino que aveces se inventan supues-
tos axiomas para la explicación de los hechos.
3 . Prescindir hasta donde sea posible de
a

LÓGICA. 8
114
proposiciones muy generales, sujetas siempre á
numerosas excepciones, de definiciones inexac-
tas y de palabras mal comprendidas, porque
suelen ser fuente abundante de juicios falsos.
4. No hacer nunca suposiciones infunda-
a

das y gratuitas, pues de ellas provienen gene-


ralmente los juicios temerarios.
5. Sobreponerse á las preocupaciones ó
a

prejuicios, despojándose de ellos antes de juzgar


para pronunciar imparcialmente la sentencia.
En menos palabras: para juzgar recta-
mente, preciso es percibir bien, no acep-
tar por axiomáticas más proposiciones
que las inmediatamente evidentes, tener
en cuenta que las proposiciones muy
generales están sujetas á numerosas ex-
cepciones, no hacer suposiciones infun-
dadas y gratuitas, y evitar las preocu-
paciones y prejuicios.
" 5

LECCIÓN XLI

ESTADOS DEL ENTENDIMIENTO AL JUZGAR

101, Definición de dichos esta-


dos.—No siempre el entendimiento se encuen-
tra en la misma situación y condiciones, al
conocer y juzgar. Posee unas veces los datos
necesarios al efecto; otras no. Cuando los posee,
tampoco afirma <5 niega siempre con igual ente-
reza y seguridad, y esto depende del mayor 6
menor número de razones ó motivos que tiene
para juzgar. Pues bien, esas posiciones ó si-
tuaciones particulares que adopta el
entendimiento en sus relaciones con el
conocer y el juzgar, se llaman estados,
no del juicio, como dicen algunos, sino
de la potencia intelectiva en general.
103. Su división y subdivisión e n
clases.—-Dos son los estados principales que
podemos concebir en el entendimiento cuando
conoce ó juzga. Tiene lugar el primero
siempre que el entendimiento carece en
absoluto de los datos ó elementos nece-
sarios para conocer ó juzgar, por cuya
n6

razón le llamamos negativo, y acontece


el segundo cuando el entendimiento
funciona con mayor ó menor acierto,
por lo cual le damos el nombre de posi-
tivo. Aquél se reduce á la ignorancia y éste
recibe los siguientes nombres. Poseedor el en-
tendimiento de un número mayor ó menor de
datos ó conocimientos para juzgar, esto es, si
del estado negativo ó ignorancia pasamos al
estado positivo, notaremos que los datos que
tiene para emitir juicio, unas veces son insufi-
cientes, y entonces el entendimiento duda;
otras, aunque mayores en número, no son toda-
vía de bastante peso para tener seguridad com-
pleta de lo que se dice, y entonces el entendi-
miento opina; y otras, por último, todas las
razones convergen en un punto, determinando
plena adhesión intelectual, y entonces decimos
que estamos ciertos. Con los diferentes estados
intelectuales negativos y positivos podemos,
pues, formar la siguiente escala gradual en
orden á su perfección: ignorancia, duda, opi-
nión y certeza, quedando, por lo tanto, subdi-
vidido en las tres especies últimas el estado
positivo.
4©:J. I g n o r a n c i a , s u s c a u s a s y
r e m e d i o s . —Ignorancia es aquel estado
intelectual negativo determinado por la
ii7
carencia absoluta de toda noción y co-
nocimiento. El que ignora, ni afirma, ni nie-
ga, ni duda, ni opina, ni sostiene, ni se equivo-
ca; en una palabra, nada dice. El entendimiento
del que ignora está tamquam tabula rasa in qua
uihil est'scriptum, como una tabla lisa en la que
no hay nada escrito. No se confunda, sin em-
bargo, la ignorancia total con la parcial, ni la
ignorancia con el error. La ignorancia será total
cuando se desconozca por completo el objeto
en cuestión; y parcial cuando se conoce el obje-
to, pero hay en él algo no conocido. El error
supone juicios falsos, contrarios á la verdad,
adquiridos algunas veces á fuerza de trabajo, y
que determinan un estado intelectual positivo;
y ya hemos dicho que la ignorancia es comple-
tamente negativa. Complejas son las causas
de la ignorancia, que tiene su origen
unas veces en la nativa limitación del
humano entendimiento, y otras en la
inacción intelectual; pero en la mayor
parte de los casos, tratándose sobre
todo de aquellas cosas que cada cual,
según su estado y profesión, tiene obli-
gación de saber, la más común causa de
la ignorancia es la desaplicación, y el
remedio más eficaz contra tan humillan-
te estado, el estudio.
n8

401. Duda, su carácter y su cau-


sa.—Duda es aquel estado positivo del
entendimiento que entre dos juicios
opuestos, permanece como en suspenso
ó en equilibrio sin decidirse por ningu-
no de los dos. De donde resulta que el ca-
rácter de la duda es la completa indife-
rencia entre el sí y el no. Su causa se
encuentra unas veces en la imposibilidad
de conocer lo que se intenta, y otras en
no haber profundizado suficientemente
el asunto.
405. Duda positiva y negativa,
m e t ó d i c a y e s c e p t i c a . — S e divide la
duda en positiva y negativa, metódica y
esceptica. Si la suspensión del entendi-
miento proviene de que las razones en
pro y en contra son de igual peso ó
fuerza y por lo tanto se equilibran ó des-
truyen, la duda se llama positiva: si la
suspensión proviene de falta de razones
en uno y otro sentido, la duda se llama
negativa. Vengo de un paseo en donde había
gran concurrencia y echo de menos el porta-
monedas que llevaba en el bolsillo. ¿Me lo han
robado, ó lo he perdido? Lo dudo, y mi duda es
negativa, porque no tengo razón alguna para
afirmar lo primero ó lo segundo. Dos viajeros,
ii9

desconocidos ambos y procedentes los dos de


Rusia, nos dicen el uno que el termómetro ha
llegado á marcar —20 y el otro —30. Como
ambos testimonios merecen el mismo crédito,
se destruyen mutuamente, y nuestra duda acerca
del particular es positiva. La duda negativa se
parece mucho á la ignorancia; pero no hay que
confundirlas, porque al dudar negativamente,
conocemos cuando menos los hechos y la pro-
posición dudosa, y el que ignora nada conoce.
La duda metódica, que consiste en some-
ter á detenido examen aquellas proposi-
ciones cuya certeza investigamos ó nos
proponemos demostrar, es conveniente
y casi necesaria para las ciencias; pero
la duda escéptica, que consiste en negar
la posibilidad de la certeza, es absurda.
La primera es hipotética, temporal y parcial; y
la segunda absoluta, definitiva y universal. De
la duda metódica puede abusarse también, incu-
rriendo en las exageraciones del psicologismo
cartesiano.
4 0 6 . Opinión, su carácter y su
c a u s a . — Opinión es aquel estado intelec-
tual que nos induce á sostener un juicio
por tener graves razones para ello, aun-
que sin seguridad completa de que no
nos equivocamos. Cuando afirmamos con
120
Santo Tomás, que el alma racional es creada á
la vez que el embrión se convierte en feto,
nuestro entendimiento opina. El carácter de
la opinión es la variedad, puesto que nue-
vos razonamientos ó datos modifican frecuente-
mente nuestros juicios. La causa de la opi-
nión es la probabilidad, y á medida que las
probabilidades aumentan, la opinión se consoli-
da, se va haciendo cada vez menos variable, y
se aproxima á la certeza.
-407. C e r t e z a , s u d i v i s i ó n , s u c a -
r á c t e r y s u c a u s a . — Certeza es aquel
estado intelectual que consiste en adhe-
rirnos firmemente y sin el menor recelo
de que podamos equivocarnos, á la ver-
dad contenida en un juicio. Hay certeza
de cuatro especies: metafísica, física, mo-
ral y de sentido común.
-tOS. C e r t e z a m e t a f í s i c a , f í s i c a ,
m o r a l y d e s e n t i d o c o m ú n . — L a cer-
teza metafísica se funda en la esencia
misma de las cosas, y es de tal índole,
que el entendimiento concibe como ab-
solutamente necesario aquello de que
está metalísicamente cierto: dos y dos son
cuatro, es imposible que una cosa sea y no sea
á la vez, Dios es perfectísimo, son verdades
acerca de las cuales hay en nuestro entendí-
121
miento certeza metafísica. La certeza física se
funda en la generalidad y constancia de
las leyes naturales, y es de tal índole,
que el entendimiento concibe como hi-
potéticamente necesario (mientras las leyes
naturales sean mantenidas por Dios en todo su
vigor) aquello de que está físicamente
Cierto. Tal acontece, p. ej., en las verdades:
todo cuerpo es pesado, el calor dilata los cuer-
pos, mañana saldrá el sol, etc. La certeza mo-
ral se funda en el orden regular de las
cosas, y es de tal índole, que mientras
dicho orden regular no se altere, esta-
mos completamente seguros de la ver-
dad contenida en aquellos juicios de que
estamos moralmente ciertos. Certeza mo-
ral tienen los estudiantes de que la persona que
les explica, aunque no la conozcan, es un cate-
drático y no un impostor que se ha disfrazado
con birrete y toga. Por último, con Balmes 1

llamamos certeza de sentido co?nún á la que


no se funda ni en la esencia de las cosas,
ni en las leyes de la naturaleza, ni en la
marcha regular de los acontecimientos
humanos; pero que produce asentimien-

1
Curso de Filosofía Elemental, Lógica, pág. 8o.
Madrid, 1 8 4 7 .
122
to universal y tan firme como el de la
misma certeza física. Certeza de sentido
común es la que tenemos, p. ej., de que arro-
jando al acaso caracteres de imprenta, nunca
resultaría compuesta la Eneida de Virgilio.
La invariabilidad es el carácter distinti-
vo de la certeza y su causa generalmen-
te es la evidencia.
409. Definición y división de la
fe.—No siempre la evidencia inmediata, perso-
nal y propia es la causa de la certeza. Ciertos
estamos á veces de algunas proposiciones y
verdades que no han sido conocidas directa-
mente por nosotros. El asentimiento firmí-
simo que prestamos á las verdades no
evidentes, se llama fe. La fe es de tres
especies: teológica, histórica y filosófica.
Fe teológica es el crédito ó asentimiento
que damos á las verdades reveladas por
Dios. Fe histórica es el crédito que nos
merecen las afirmaciones de nuestros
semejantes. Fe filosófica es la confianza
instintiva que nos merecen nuestros me-
dios de conocer. Al admitir la fe filosófica,
lisa y llanamente queremos decir que, sin evi-
dencia personal alguna, sin que estemos segu-
ros de que nuestras facultades cognoscitivas no
nos engañan, les damos crédito instintivamen-
123

te. De ninguna manera admitimos con el racio-


nalista Jouffroy que «el principio de toda certe-
za y de toda creencia es sin duda un acto de fe
ciega en la veracidad de nuestras facultades;»
antes al contrario, creemos con el autor humil-
dísimo "de la Imitación de Cristo que se engaña
el que cree en sí mismo con exageración (Falli-
tur qui sibi ipsi nimium credii). La certidumbre
sobrenatural que inspira la fe teológica, excede
á la que naturalmente producen tanto la fe his-
tórica como la filosófica, pues pueden engañar-
nos nuestros semejantes, y sin quererlo tal vez
nos engañamos nosotros mismos; pero Dios ni
puede engañarse, ni quiere engañarnos. Su tes-
timonio es absolutamente infalible.
110. Ligera refutación del escep-
t i c i s m o . — E l escepticismo, sistema filosó-
fico que rechaza toda fe y certidumbre,
es absurdo:
a) porque niega por un lado la posibilidad
de la certeza y afirma por otro la certeza de su
propia incertidumbre; en otros términos: duda
de todo, menos de su propia duda;
b) porque pone en práctica lo mismo que
rechaza en teoría, pues se sirve de la razón, á la
vez que reniega de ella y considera legítimas y
concluyentes sus demostraciones, después de
haber negado la certeza de los primeros princi-
124
píos, en los cuales empieza y se apoya toda
demostración;
c) y porque ninguna persona de recta ra-
zón, incluso los mismos escépticos cuando se
dejan llevar de sus tendencias instintivas y
naturales, pone en tela de juicio lo evidente, ni
duda de lo que por sí mismo aprehende y
conoce.
En menos palabras: fácilmente se refuta
el escepticismo notando que el escéptico
duda de todo, menos de su propia duda;
que pone en práctica lo mismo que re-
chaza en teoría, y que, allá en el fondo
de su conciencia, afirma lo evidente, lo
mismo que los demás hombres.
125

LECCIÓN X L I I

EVIDENCIA Y CONCIENCIA PSICOLÓGICA

411. Definición nominal del cri-


terio.—Derívasela palabra castellana criterio
de la griega criterion, tribunal, y ésta, á su vez,
de crinein, juzgar; de manera que nominal-
mente podemos definir el criterio di-
ciendo que es toda facultad ó toda
razón de que nos valemos para juzgar
con verdad de las cosas.
4 1 2 . D e f i n i c i ó n s u b j e t i v a y obje-
t i v a d e l c r i t e r i o . — P u e d e definirse el cri-
terio subjetiva y objetivamente. Subjetivamente
hablando, criterio es la facultad de que
nos servimos para juzgar con acierto
de las cosas. Objetivamente hablando, en-
tendemos por criterio aquellas razones,
motivos ó notas características que nos
sirven de norma y fundamento para dis-
tinguir lo verdadero de lo falso. Por eso
la palabra criterio tiene en castellano dos acep-
ciones diferentes. Significa, unas veces, el medio
ó instrumento de que nos servimos para juzgar,
126

y en este sentido no hay más criterio que el en-


tendimiento; y equivale, otras, á motivo ó razón
especial que nos induce á asentir ó disentir, á
afirmar ó negar, y en este sentido los criterios
son tantos como las fuentes de nuestros cono-
cimientos. Cuando decimos: «¡qué buen crite-
rio tiene Pedro!», se toma en la primera acep-
ción y equivale á entendimiento claro, talento
perspicuo, buen golpe de vista, etc.; y cuando
afirmamos: «el criterio de la evidencia nos
dice...», se toma en la acepción segunda y se
refiere á uno de tantos criterios particulares
como existen. En esta acepción usaremos siem-
pre en Lógica la palabra criterio.
413. División de los criterios.—
Ahora bien; si criterio no es otra cosa mas que
la fuerza que nos impele á dar crédito á nues-
tras afirmaciones ó negaciones, el motivo ó
razón de la certeza que nos inspiran nuestros
juicios, y estos motivos ó razones proceden del
legítimo y natural empleo que hacemos de
nuestras facultades cognoscitivas, en orden á
las diferentes especies de verdades que cada
una de aquéllas está llamada á apreciar y cono-
cer, infiérese de aquí que habrá tantos criterios
especiales cuantas sean las fuentes productoras
de conocimientos efectivos y distintos. Dichos
conocimientos ó los adquirimos por nosotros
127

mismos, haciendo legítimo uso de nuestras


potencias cognoscitivas, ó por medio de nues-
tros semejantes, en cuyo testimonio cree-
mos y á cuya autoridad asentimos. Los cono-
cimientos propios son unas veces empíricos, y
los debemos entonces á los sentidos, si los
hechos de que se trata son físicos, ó á la con-
ciencia, si los hechos son psíquicos; otras son
conocimientos racionales, hijos de la evidencia,
inmediata ó mediata; y otras, por último, son
verdades de sentido común. Podemos, pues,
reducir los criterios á los cinco siguientes:

[ evidencia,
l conciencia,
Criterio de ' sentidos,
1 sentido común,
' y autoridad.

111. D e l a evidencia e n general.


Los autores suelen .explicar la evidencia por
medio de definiciones metafóricas y objetivas,
y esto no aclara del todo la naturaleza de tan
importante criterio de verdad. Un juicio ó pro-
posición es evidente cuando, analizados sus
términos, vemos al predicado contenido en el
sujeto. Dios es perfectísimo: esto es evidente,
porque la perfección en su grado máximo es
128

una idea implícitamente contenida en la ¡dea de


Dios. Un Dios que no fuese perfectísimo no
sería Dios. También es evidente que todos los
radios del círculo son iguales, porque el con-
cepto de la igualdad de los radios se encuentra
implícitamente contenido en el concepto de
círculo, desde el momento que lo definimos y
consideramos engendrado por una línea inva-
riable (el radio) que en el mismo plano se mue-
ve alrededor de un punto. Percibimos otras
veces las cosas con tal lucidez, que sin vacila-
ción alguna atribuímos un predicado á su suje-
to, al cual conviene claramente. Podemos,
pues, definir la evidencia, diciendo que
consiste en la clara percepción de la
identidad ó repugnancia entre dos ideas,
dos juicios ó dos raciocinios.
4 1 5 . Invidencia subjetiva, objeti-
v a , i n m e d i a t a y mediata.—Evidencia
subjetiva es aquella interna distinción y
claridad con que el entendimiento cono-
ce ó se representa las cosas. Como decían
los antiguos: quídam fulgor mentís asseu-
sum rapiens, cierto resplandor de la mente que
arrebata nuestro asentimiento. Evidencia ob-
jetiva es la misma verdad de la cosa pre-
sentándose con tan viva luz al entendi-
miento, que éste no puede menos de
129
prestarle asentimiento firmísimo . Cuan- 1

do percibimos incontinenti la identidad


ó repugnancia entre dos ideas, dos jui-
cios ó dos raciocinios, sin esfuerzo algu-
no, y con sólo entender el significado
de las palabras que se emplean, la evi-
dencia se llama inmediata. Tal acontece
en los siguientes casos: el todo es mayor que
la parte; puesto que todo hijo debe amor
y obediencia á su padre, los hombres todos,
incluso los ateos, deben amor y obediencia
á Dios; etc. Si la percepción de la identi-
dad ó repugnancia dichas es producto
de la reflexión y comparación, la evi-
dencia se llama mediata. Esta especie de
evidencia adquiere el estudiante de geometría
cuando se le dice que la suma de los ángu-
los de un triángulo equivale á dos rectos
y se le demuestra gráficamente. De estas dos
evidencias no puede llamarse criterio de ver-
dad la subjetiva, porque es simplemente una
condición del conocimiento, el cual puede ser
más ó menos claro; sino la objetiva, brillante
manifestación de la realidad misma de las co-

1
L u m e n , secundum quod pertinet ad intcllectum,
nihil aliud est, quam quaedam manifestatio veritatis.
Santo T o m á s , Sum. Theol., I. p., q. 82, art. 1.
LÓGICA 9
130

sas, á la que necesariamente tenemos que asen-


tir con necesidad absoluta ó hipotética, según
sea la clase del conocimiento. Y no cabe error
en las aplicaciones de este criterio, porque nada
pone de su cosecha el entendimiento al admitir
las proposiciones, tanto inmediata como media-
tamente evidentes. Todo queda reducido, en
tales casos, á ver implícitamente comprendida
en el concepto del sujeto la nota ó cualidad
que hace de predicado.
416. Fundamento de la eviden-
cia.—Toda evidencia, tanto la inmedia-
ta como la mediata, se funda ó apoya
en el principio de contradicción. A este
propósito, dice Balmes, con su claridad acos-
tumbrada: «El entendimiento no tiene eviden-
cia sino cuando descubre un conflicto entre la
afirmación y la negación; afirma con evidencia,
porque no puede negar sin faltar á su afirma-
ción propia; niega con evidencia, cuando no
puede afirmar sin faltar á su propia negación .» 1

Si la evidencia es inmediata, difícil es no verla


y equivocarse; pero no sucede lo mismo cuan-
do la evidencia es mediata. Entonces, para los

1
Curso de Filosofía Elemental, Lo'g¿ca,pig. no.
Madrid, 1847.
i3i
poco habituados á discurrir, el peligro es inmi-
nente.
117. R e g l a s p a r a h a c e r b u e n u s o
del criterio de l a evidencia.—Para
hacer buen uso de este criterio conviene cono-
cer las reglas siguientes:
i . Las verdades inmediatamente evi-
a

dentes son pocas.


2. Hay evidencia inmediata en una
A

proposición cuando á la simple vista se


enlaza con el principio de contradicción,
de tal manera que si es afirmativa no pueda
negarse, y si negativa afirmarse, sin faltar á
dicho principio.
3. Para que la evidencia mediata
A

produzca verdadera certeza, es indispen-


sable seguir paso á paso el razonamien-
to, comprobando las verdades y enlazando las
proposiciones de tal manera que no se introduz-
ca en el discurso ninguna falsa, ni siquiera pro-
bable.
1 1 8 . l^a c o n c i e n c i a p s i c o l ó g i c a e s
un verdadero criterio.—Recuérdese
todo lo dicho en Psicología (123) de la con-
ciencia considerada como operación intelectiva.
Aquí la estudiamos como criterio, fuente y
razón á la vez de los conocimientos subjetivos,
ó sea de la experiencia interna. Sin la con-
132
ciencia psicológica no tendríamos noti-
cia de los actos anímicos, ni de la mis-
ma existencia del alma como sujeto de
dichos actos. Todo esto compone cierto or-
den de verdades que interesa conocer, y cuya
existencia se demuestra únicamente por medio
de la conciencia; luego la conciencia psico-
lógica es un verdadero criterio.
i l í ) . Jurisdicción de la concien-
cia.-—Peligroso es exagerar el alcance de este
criterio, considerándole con el psicologismo
cartesiano, fuente única de verdad, y con el
krausismo (123), origen del conocimiento ínti-
mo, pleno y total del Yo absoluto, esto es, de
la esencia del alma racional. Falsas son entram-
bas aserciones. La conciencia es, induda-
blemente, criterio firme y fuente de ver-
dad, cuando de las modificaciones ó
actos anímicos se trata. Respecto á estos
últimos hay que advertir, sin embargo, que no
todos ellos son conscientes. Recuérdese lo di-
cho (252) al probar la unidad del principio vital
humano, y no habrá dificultad en admitir que,
aunque no tenemos conciencia de las funciones
vegetativas, su principio y causa no pueden ser
otros mas que la misma alma racional. Es indu-
dable también que, durante el sueño, trabaja la
actividad anímica, y tampoco tenemos concien-
i 133
cia de muchos de los actos que en dicho estado
se ejecutan. Tampoco es exacto, según preten-
den los krausistas, que por medio de la con-
ciencia conozcamos los atributos esenciales y
naturaleza íntima del alma. Este conocimiento
es eminentemente discursivo, sin que la con-
ciencia sirva aquí para otra cosa mas que para
atestiguar la existencia del alma como sujeto de
las modificaciones y actos interiores.
130. Reglas para hacer buen uso
«leí c r i t e r i o «le l a c o n c i e n c i a . —Las
principales son las siguientes:
i. La conciencia es infalible dentro
a

de su jurisdicción propia.
2. La conciencia es falible cuando
a

se extralimita y, usurpando atribuciones


propias de los sentidos ó de la razón,
por lo interior quiere conocer lo exte-
nor. Si, soñando ó despierto, pienso que me
he encontrado un tesoro y afirmo la existencia
de mi pensamiento, no me equivoco, mi con-
ciencia es infalible, porque refiérese á un hecho
interno; pero si afirmo la existencia en mi
poder del tesoro soñado, incurro en un error
por querer conocer con la conciencia lo que es
propio de los sentidos.
3. De lo dicho se infiere, que estaremos
a

tanto más seguros del dictamen de nuestra con-


134
ciencia, cuanto más nos hayamos aislado en
nuestro interior para lograr que la reflexión ú
observación interna sea atenta, distinta, soste-
nida, analítica, sintética y libre de preocupacio-
nes y prejuicios, como hemos dicho que ha de
ser también la observación externa (331)-
135

LECCIÓN X L I I I

SENTIDOS

121. líos sentidos son verdadero


c r i t e r i o . — L o s sentidos, tanto externos como
internos, son fuente indudable de los conoci-
mientos sensitivos; ellos proporcionan al enten-
dimiento los datos indispensables para que juz-
gue con acierto de las cosas sensibles; su testi-
monio, siempre que se ejercitan según su natu-
raleza y condiciones propias, es la última razón
que aducimos para probar las verdades referen-
tes al orden de los hechos; y, por último, tal
claridad y certeza acompañan á la percepción
sensitiva, que para negar su valor objetivo,
necesario es ponerse en contradicción con la
misma naturaleza racional. Lo mismo sucede
con los sentidos internos, pues las percepcio-
nes sensitivas interiores son verdaderos cono-
cimientos que sólo pueden ser adquiridos y
apreciados por estos sentidos. La experien-
cia interna individual es de tanto peso
como la externa, y una y otra la más
convincente razón que puede alegarse
136
en orden á la existencia de las cosas
materiales ó sensibles. Componen, por
lo tanto, los sentidos verdadero criterio,
y á la Crítica corresponde estudiarlos
para dictar sus reglas.
4 2 2 . I n f a l i b i l i d a d de los s e n t i -
dos.—El vulgo atribuye á los sentidos el error
ó engaño que procede de no haberlos empleado
convenientemente, ó de no haber tenido en
cuenta sus condiciones naturales en el momen-
to de funcionar; y sin embargo, es una verdad
filosófica inconcusa que los sentidos, tanto
internos como externos, son infalibles
en sus percepciones respectivas si no
hay impedimento alguno en el órgano
ni en el medio que utilizan para percibir.
En cada caso, el sentido nos dice lo que debe
según su naturaleza y condiciones del momen-
to, tanto intrínsecas como extrínsecas. Toda la
habilidad consiste, pues, en saber leer en tales
libros, interpretando fielmente sus signos.
423. Diferencia esencial entre
el testimonio de los sentidos exter-
n o s y l o s i n t e r n o s . — E n virtud de esta
infalibilidad, los sentidos externos testifican la
existencia de los objetos presentes al sentido y
nos dan á conocer sus apariencias externas;
pero, el sentido interno, por medio de aquella
• 137
facultad suya llamada imaginación ó fantasía,
testifica también dichas apariencias de los cuer-
pos, cuando no están presentes. Por ejemplo:
quien vio una vez un elefante con los ojos,
estando dicho animal presente, puede volverlo
á ver con la imaginación cuantas veces quiera
estando ausente. Pero la imaginación entonces
bor sí sola tiende á engañarnos frecuentemente,
concediendo realidad objetiva á lo que no la
tiene, hasta que esta ilusión es corregida por
los sentidos externos y por la razón. Tan cier-
to es esto, que durante el sueño, la alucinación,
el hipnotismo, la embriaguez, la locura, etc., no
funcionando la razón sin los sentidos externos,
la imaginación nos engaña. Resulta de lo dicho
que los sentidos externos, dentro de sus
condiciones naturales, por sí solos son in-
falibles; y el testimonio del sentido in-
terno, por lo que á las cosas exteriores
respecta, por sí solo es falible.
121. Verdadero valor objetivo de
l a s s e n s a c i o n e s . — C o m o los idealistas nie-
gan el valor objetivo de las sensaciones, supo-
niendo que son simples modificaciones de nues-
tra alma, que por sí solas no prueban la reali-
dad objetiva de las cosas, apuntaremos á conti-
nuación las razones en que nos apoyamos para
tener á los sentidos, tanto internos como exter-
138 •

nos, por criterio infalible de verdad y de certe-


za, siempre que funcionan dentro de sus condi-
ciones naturales y de cosas sensibles se trata.
El valor objetivo de nuestras sensaciones
se prueba notando:
a) Que todo hombre siente inclinación na-
tural incontrastable á suponer que existe co-
rrespondencia exacta entre las representaciones
subjetivas interiores y las realidades objetivas
exteriores.
b) Que dichas representaciones internas
dicen siempre relación á cosas externas, com-
puestas y divisibles, lo cual indica que no son
ni pueden ser meros fenómenos espirituales,
caracterizados constantemente por ser inexten-
sos, simples é indivisibles.
c) Quelas variaciones y mudanzas continuas
de las sensaciones realizadas independientemen-
te del alma que permanece en el mismo estado,
prueban su natural correspondencia con los ob-
jetos exteriores sujetos á cambios numerosos.
d) Que nuestras representaciones internas
dependen, frecuentemente de las condiciones
externas del mundo real, se prueba también
fijándose en que muchas veces son involunta-
rias, pues no conseguimos producir las que
anhelamos, y nos mortifican, por el contrario,
las que quisiéramos evitar.
139
e) Y por último, que la ilusión ó error per-
manentes de nuestros sentidos es incompatible
con la veracidad y bondad divinas.
En menos palabras: instintivamente da-
mos crédito á lo exterior por lo inte-
rior, si aquél cambia también éste, con
frecuencia son involuntarias las sensa-
ciones, y el engaño continuo repugna á
la bondad y veracidad del Criador.
4 2 5 . Reglas para el buen uso de
l o s s e n t i d o s e x t e r n o s . — S o n muchas;
pero podemos reducir las principales á las
siguientes:
i. El órgano del sentido ha de estar
a

sano, convenientemente dispuesto para perci-


bir, y se ha de utilizar al efecto el medio más
idóneo para la comunicación entre el objeto y
el sentido.
2. a
Cíñase cada sentido á su objeto
propio, sin perder de vista las relaciones natu-
rales existentes entre el órgano y el objeto, no
extendiéndose á la íntima naturaleza de las
cosas y auxiliándose unos sentidos á otros.
3. No tiene ningún valor el testimo-
a

nio contradictorio de dos sentidos entre


SÍ, y es sospechoso cuando está en contradic-
ción con el de los demás hombres, con las leyes
naturales ó con el curso regular de las cosas.
140
4- Mucho y bien dirigido ejercicio,
a

sin precipitación ni prevenciones, per-


fecciona los sentidos.
1*3(i. R e g l a s r e f e r e n t e s a l s e n s o -
r i o común.—Recuérdese lo dicho en Psico-
logía (82) acerca de la conciencia sensitiva, ó
sensorio común, y se comprenderá que no es
susceptible de muchas reglas. Quizá convenga
aprender las siguientes:
i. No debemos dar crédito al senso-
a

rio común cuando se trata del valor


objetivo externo de las cosas materiales:
esto es propio de los sentidos externos.
2.A
En cambio el sensorio común es el úni-
co que puede apreciar exactamente las conexio-
nes existentes entre las diferentes afecciones y
percepciones sensitivas.
3.A
Para que el testimonio del sensorio co-
mún merezca completo crédito, es preciso
que sus órganos, el sistema nervioso en
general, y particularmente su centro, el
cerebro, estén sanos y en estado normal.
1 3 7 . R e g l a s p a r a e l l>ucn u s o d e
l a i m a g i n a c i ó n . — R e c o r d a n d o lo dicho en
Psicología (83) acerca de la imaginación, se
notará que unas veces se limita á reproducir
mentalmente las formas ó imágenes de las cosas
sensibles, y entonces es una especie de memoria
141

imaginativa; y otras las combina, dándoles nue-


vas formas, lo cual puede llamarse inventiva de
la imaginación. Para evitar, pues, las ilusiones y
errores de la imaginación, considerada tanto de
la una como de la otra manera, nos parecen
útiles las siguientes reglas, tomadas de Balmes
la mayor parte:
i. El testimonio de la imaginación
a

es poco seguro en un enfermo.


2.a
Para que sea fidedigno ha de ser claro y
constante.
3. No merece fe cuando se opone al
a

de los demás hombres, á las leyes de la


naturaleza, ó al curso regular délas cosas.
4. La imaginación ha de estar supe-
a

ditada siempre á la razón, para que sus


extravíos no la conviertan en la verdadera loca
de la casa, como la llamó Malebranche.
5. Las combinaciones que la imaginación
a

haga deben subordinarse siempre al fin á que se


destina el producto, sin sacrificar nunca lo ver-
dadero á lo bello.
R e g l a s de l a memoria.—Difí-
cil es hablar de la memoria sensitiva sin referir-
se también á la intelectiva, puesto que una y
otra consisten, como sabemos (86), en conser-
var y reproducir el conocimiento, tanto sensi-
tivo como intelectual, reconociéndolo como ad-
142

quirido en otro tiempo. Por consiguiente, las


reglas que enumeramos á continuación tienden
al perfeccionamiento de la memoria en gene-
ral. Las más importantes dicen así:
1. a
La buena memoria ha de ser extensa
para recordar muchas cosas; tenaz, para recor-
dar durante mucho tiempo; fiel, para recordar
con exactitud, y fácil, para recordar pronto y
sin esfuerzos. Todo nuestro empeño ha de
cifrarse, por lo tanto, en adquirir y aumentar
estas dotes.
2. a
En general, la memoria se aumenta con
un ejercicio continuado y bien dirigido.
3.
a
Cuanto con más intensidad se atiende
con más facilidad se recuerda. Conviene, pues,
que las percepciones que queremos recordar
sean enérgicas y repetidas.
4. a
El mejor auxiliar de la memoria es el
orden, de donde se infiere que es muy útil para
recordar bien, clasificar y ordenar las cosas en
la cabeza como en un libro de registro.
5. Siempre que se pueda conviene dar
a

forma ó figura á los recuerdos, porque se retie-


ne mejor lo sensible que lo inteligible.
6. Relaciónense los conocimientos que se
A

retienen mal con los que se retienen bien, dan-


do la preferencia á las relaciones naturales, pero
sin despreciar las artificiales.
143
7. Como facultad orgánica que es la me-
a

moria sensitiva, conviene no olvidar que cier-


tas enfermedades y los años la debilitan, y
ciertos remedios físicos la fortalecen.
En menos palabras: para que la memo-
ria sea buena, esto es, extensa, tenaz,
fiel y fácil, se necesita ejercitarla cons-
tantemente, atendiendo mucho y orde-
nando, sensibilizando y relacionando-
cuanto se intenta recordar.
i'iU. Importancia y utilidad de
l a M n e m o t e c n i a . — E l estudio de las rela-
ciones, tanto naturales como artificiales, entre
las cosas que se recuerdan fácilmente y las que
se recuerdan con dificultad, compone el arte lla-
mado Mnemónica ó Mnemotecnia , de impor-
1 2

tancia y utilidad grandes para todos, y especial-


mente para los hombres de ciencia. Sin datos
no hay ciencia posible, y los datos todos
los suministra la memoria. Un gran ta-
lento sin memoria, ni aun para recordar
sus propias concepciones, se parecería
mucho á un imbécil. Imposible la construc-
ción de edificio alguno sin materiales. Importa,
pues, á todos el perfeccionamiento y desarrollo

1
Del griego mnemotiikd, arte de la memoria.
- Del griego mncmc, memoria, y techné, arte.
'1¡ <¡£ Elviage entretenido
vna mitra que dexó vn Arcobifpo,q
vale mas de ochenta mil dúcados.Ef-
to fin Lis machas caíulta» que tiene de
ledas y brocados,y dizen quedelpri-
merooroque vino de.las ladtas, fe
hizo pacte de la cuftodia dellalgle-
fia.la qual t-eae, fin orras muchas co-
fas que no digo, fececienras y cincue-
ta vidnerasjde varias colores. Ramir.
Pues (i queremos tratarde la ciudad,
cofamilagrofa los edificios, recrea-
ciones,y anoguedadesque tiene,pucs
vemos que íe manda por quatropuer
tas principales, y la mas frequencada
dellas,cs la que fale a la puente de Al-
ocan cara,laqu al es la mas rara y artifi-
ciofa dequantas ay en Efpaña, y aun
en gran parre del mundo.Porq es co-
mo fabeys de Tolo vn ojo, muy alta y
de grafunre-za^porq eftá fabricada to-
da de cal y cáVo.Ro.Ralis efcritor,Co-
roniíta délos Árabes,celebra mucho
ella pucnte,ydize el.miftnOjq fue he*
cha en tie.j--.po de Mahomat Heíimé¿
que
de Aguflin de Rojas. J$$
que fue hijo dei Rey Habdarratiman,
en la délos Árabes, de dociencos y
quarentav quatro.Sola.Tábien tiene
ocra puente fobre el rio T a j o de dos
}

ojos,que Hatean defan Martin^ labra-


da con canta excelencia, que es cení- 4

daporvnade las buenas de Efpaña.


Deíta dizen algunos , que la hicieron
de nueuo les Reyes Godos, teniendo
fuCorte enToledo,el qual cerca Tajo
mas de las dos tercias parces del j y lo
que no cerca,eíta muy fortalezido^de
dos fuerces murallas,en q ay ciento y
cinquenia torres.Ytienevn capo 11a-
no,que fe llama la vegada qual es muy
apazlble,y donde falen a recrearte las
ninfas deíte lugar en todos tiempos:,
porqen jnuierno tieneSo!,y envera-
no frefcura.Si.n efto aquel Alcacar tan
fuerte y funtuefo, q caíi cepí te con el
cielo Ra,Yaquél.artificio que fubeeí
agua defde T a j o a l o m a s alto de
la ciudad , no es cofa increyble y
que cauta notable admiración que
Z 4 fuba
146

al mundo real objetivo y son las mismas en


todo tiempo y para todos los hombres.
4 3 3 . E l s e n t i d o c o m ú n n o sola-
m e n t e existe, sino q u e es u n ver-
d a d e r o c r i t e r i o . — A u n q u e muchos auto-
res no incluyen el sentido común entre los cri-
terios, ni lo consideran, por lo tanto, como
fuente de verdad y de certeza, el sentido co-
mún existe indudablemente, y sin admi-
tirle no pueden explicarse ciertas ver-
dades que ni atestigua la experiencia
externa ó interna, ni puede demostrar
la razón. Pertenecen estas verdades á diferen-
tes órdenes, y no es fácil enumerarlas todas. Es
de sentido común, p. ej., creer en la fuerza de
los razonamientos, en el valor subjetivo y obje-
tivo de las ideas, en la certeza de los principios
morales, en la correspondencia de nuestras sen-
saciones con el mundo exterior, en la autoridad
de nuestros semejantes, en ciertas proposicio-
nes prácticas que no es posible demostrar por
de pronto, en los argumentos analógicos, etc.
«Nadie creerá, dice el ilustre Filósofo de Vich,
que quien hace todas sus acciones al acaso,
haya de conseguir todo lo que quiera; que dis-
parando sin apuntar haya de matar siempre el
ave que desea; que andando sin mirar adonde
va, haya de llegar siempre al punto que le con-
147
viene; que metiendo la mano en una urna don-
de hay millares de bolas, haya de sacar siempre
la suerte que él codicia; que moviendo la plu-
ma al acaso, haya de resultar escrito todo
cuanto desea. La certeza de que no sucederán
esas extravagancias, no se apoya en el testimo-
nio de la conciencia, porque es claro que no se
trata de fenómenos internos, ni tampoco en el
de la evidencia, porque semejantes extrañezas
podrían verificarse sin faltar al principio de.
contradicción .» Podemos añadir que tampoco
1

se apoya dicha certeza en el testimonio de la


experiencia, porque muchas veces es anterior
á la práctica, y tan firmemente creemos en
dichas afirmaciones antes como después de
ponerlas á prueba. Es, pues, indudable que el
sentido común existe. Más aun, el sentido
común es verdadero criterio, porque nos
proporciona el conocimiento de ciertas
verdades que ni son evidentes, ni se ad-
quieren por la experiencia, ni se prue-
ban por la razón, y porque el impulso
que nos arrastra á darles crédito es irre-
sistible y el asentimiento que les presta-
mos tan resuelto y firme, que no deja
lugar á la menor duda. Quizá no sepamos

1
Lógica citada, pág. 1 1 3 .
148

qué contestar al que nos arguya en contrario;


pero para nosotros y para todo el mundo, la
objeción será siempre, no errónea ni absurda,
sino un despropósito y una falta de sentido
común, dicho que entraña la mayor ofensa que
puede hacerse á un entendimiento.
4 3 3 . Caracteres distintivos de las
verdades de sentido c o m ú n é infa-
l i b i l i d a d d e e s t e c r i t e r i o . — Cuando
funciona dentro de sus condiciones naturales y
jurisdicción propia, el sentido común es tan
infalible como el criterio de la conciencia, el de
los sentidos y otro cualquiera. Frecuente es,
sin embargo, en virtud de la debilidad é imper-
fección humanas, sentirnos arrastrados al asenso
por motivos extraños á los propios de este cri-
terio, y no es difícil tampoco confundir con
otras, que no lo son, las verdades de sentido
común. Es, pues, muy útil conocer sus carac-
teres distintivos, que son á la vez las condicio-
nes que reúne el verdadero sentido común, que,
como hemos dicho, es infalible. Son los siguien-
tes:
i. La inclinación al asenso de una
a

verdad de sentido común es tan irresis-


tible, que ni podemos contrariarla ni
despojarnos de ella.
2. Toda verdad de sentido común
A
149

es absolutamente cierta para todo el


linaje humano.
3. a
Toda verdad de sentido común
puede sufrir el examen de la razón.
4. a
Toda verdad de sentido común
tiene por objeto la satisfacción de algu-
na gran necesidad de la vida sensitiva,
intelectual ó moral . 1

Siempre que estas condiciones se cumplen,


el criterio del sentido común es tan infalible
como otro cualquiera.
134:. Criterio de autoridad.—Las
razones ó motivos que tenemos para dar
crédito al testimonio ajeno, referente á
cosas que nosotros no hemos podido
conocer personalmente, componen el
criterio llamado de autoridad. Frecuente-
mente la distancia de lugar ó tiempo nos im-
pide conocer por nosotros mismos verdades ó
hechos que dependen, unas veces de la libre
voluntad humana, otras de leyes físicas necesa-
rias, pero cuya existencia no es posible deter-
minar a priori, y en algún caso de resoluciones
providenciales del Supremo Hacedor, que ni
están ni pueden estar sujetas á humano cálculo.

1
Filosofía fundamental por Balmes, t. I, páginas
303 y 3 0 4 . Barcelona, 1846.
No obstante, en ninguno de estos casos renun-
ciamos al conocimiento, pues una tendencia
natural nos impulsa entonces á dar crédito al
testimonio ajeno.
435. Testimonio, s u división y
s u s f o r m a s . — L a misma expresión ó
manifestación del conocimiento que otro
posee y que comparte con nosotros se
llama testimonio. Respecto á la persona
que atestigua, el testimonio se divide en
divino, que es el que procede de Dios, y
humano, que es el que procede de los
hombres; y por razón de la materia ates-
tiguada, el testimonio puede ser dogmá-
tico cuando se trata de verdades sobre-
naturales, histórico cuando se refiere á
los hechos ejecutados por el hombre, y
filosófico cuando se trata de verdades
científicas. El testimonio de un testigo, que
para referir el hecho se sirve de la palabra, se
llama narración; el de muchos testigos que
hablan de oídas, siendo desconocido el testigo
presencial, suele denominarse rumor ó fama.
Lo mismo la narración que la fama pueden
transmitirse á los venideros por medio de la
tradición oral, los documentos y los monumen-
tos. Tradición oral es la transmisión verbal de
un hecho por medio de una serie de testigos,
i5i
de generación en generación hasta nosotros.
Documento es el escrito en el cual se ha con-
signado la narración total ó parcial, directa ó
indirecta del hecho. Por último, monumento es
toda obra de arte, más ó menos permanente,
por medio de la cual puede venirse en conoci-
miento del hecho de que se trata.
136. Testigo y sus especies.—
Testigo es la persona que comparte con
nosotros sus conocimientos, los cuales
narra ó atestigua. El testigo que ha pre-
senciado el hecho que cuenta, se liama
inmediato ú ocidar, y el que habla por
referencia, apoyándose en el testimonio
de otro, mediato ó de oídas.
137. R e g l a s referentes á los tes-
t i g o s p a r a e l 1>uen u s o d e l c r i t e r i o
d e a u t o r i d a d . — P a r a que el criterio de au-
toridad sea fuente infalible de verdad y racio-
nal motivo de certeza, conviene conocer y
practicar ciertas reglas, referentes unas á los
testigos y otras á los testimonios. Las más im-
portantes, referentes á los testigos, son éstas:
i. a
El testigo ha de ser capas, esto
es, han de concurrir en él las condiciones nece-
sarias para que no se equivoque al apreciar los
hechos que presencia, engañándose á sí mismo
de buena fe, por ligereza ó ignorancia.
152
2. A
El testigo ha de ser veraz, porque
no basta que no se haya engañado á sí mismo,
necesario es también que no quiera engañar á
los demás.
3. a
El testigo ha de ser imparcial y
exacto, por lo que debemos preferir al que no
tomó parte en el hecho atestiguado, ni perdió
ni ganó con él, y entre el ocular y el de oídas
al primero.
438. Reglas referentes á los tes-
t i m o n i o s . — L a s principales son éstas:
1. Para que la tradición oral me-
a

rezca crédito ha de ser constante, muy


divulgada y el hecho tradicional público
é insigne.
2. A
Los documentos han de ser au-
ténticos, íntegros y no interpolados.
3. Por último, los monumentos han
a

de ser también, como los documentos,


auténticos ó legítimos, veraces, y sin
oponerse en manera alguna á los hechos
coetáneos, á la tradición legítima, ni á
documentos incontestables.
439. O p i n i o n e s d e l o s filósofos
sol»re e l c r i t e r i o ú n i c o y f u n d a m e n -
tal.—Aisladamente considerados, no es fácil
rechazar en absoluto todos y cada uno de los
criterios enumerados; pero como la Filosofía
'53
intenta siempre que le es posible la reducción
de la multiplicidad á la unidad, y el fundamen-
to ó por qué de todas las cosas, grandes esfuer-
zos de ingenio han hecho los filósofos para en-
contrar el criterio único, fundamental y por
todos aceptado. Este criterio fué para Des-
cartes la idea clara y distinta; para Vico
la acción del entendimiento causando la
verdad; para Lamennais el consenti-
miento común; para Beautain la revolu-
ción; para Huet la fe divina, y así suce-
sivamente. No estamos en el caso de refutar
tan opuestas opiniones; pero su misma varie-
dad es indicio de falsedad, porque la verdad
no puede ser más que una.
U O . Reducción de los criterios
a l d e l a e v i d e n c i a . — E l más importante
de los criterios es el de la evidencia, y en cierto
sentido á la evidencia, -tanto subjetiva como
objetiva, pueden reducirse los demás. Hemos
admitido cinco criterios principales como otras
tantas fuentes distintas de nuestros conocimien-
tos y como razones ó motivos diferentes que,
según los casos, tenemos para juzgar con certe-
za; pero dicha clasificación es producto de un
escrupuloso análisis. Rara vez un criterio fun-
ciona aisladamente: siempre son dos ó más los
que concurren á la adquisición y certeza del
154
conocimiento. Veámoslo. El criterio de los sen-
tidos, bien analizado, se compone de la con-
ciencia, por la cual nos cercioramos de que
existen en nosotros las percepciones sensitivas
como fenómenos internos, puramente subjeti-
vos, y del sentido común, por el cual atribuí-
mos realidad indudable á los objetos de nues-
tras percepciones. El criterio de la evidencia se
funda también, por una parte, en el testimonio
de la conciencia, que nos dice de qué manera
se presentan las cosas ó aparecen ante el espí-
ritu, y, por otra, en el instinto intelectual ó sen-
tido común, que atestigua que son tales como
nos parecen. Por último, en el criterio de auto-
ridad intervienen los sentidos, para por su me-
dio oir 6 ver lo que se nos refiere; la evidencia
inmediata ó mediata, para saber que el testigo
ni se engaña ni nos engaña, y á veces también
el sentido común para creer todas aquellas afir-
maciones del narrador que no son inmediatas,
ni mediatamente evidentes. En vista de estas
relaciones recíprocas de los criterios, nada de
particular tiene, por lo tanto, que los filósofos
hayan intentado reducirlos todos á uno solo
que llevase en sí la última razón de los demás,
y que fuese aplicable á verdades y conocimien-
tos de toda especie; pero sí debemos sostener
que, entre los criterios, si hay alguno que
'55
se refiere á verdades de todo género que
pueda aplicarse á todos los casos, y del
cual, más ó menos directamente, depen-
dan todos los demás criterios, es el de la
evidencia. En efecto, creemos en los hechos
internos, porque los vemos evidentemente allá
en el fondo de nuestra conciencia; creemos en
las cosas externas ó materiales, porque nuestros
sentidos las perciben con claridad y evidencia.
suma; doy fe al testimonio de mis semejantes,
porque su autoridad y competencia en aquello
que refieren es evidente para mí; asiento á las
verdades de sentido común, porque, sometidas
al cálculo, las encuentro evidentes: en una pala-
bra, la suprema razón de la certeza la encontra-
mos en que el conocimiento se presente al en-
tendimiento que conoce con lucidez y claridad
sumas, esto es, como verdad objetiva evidente,
inmediata ó mediata. Esto es evidente, decimos,
como la razón suprema y última que puede adu-
cirse en pro de una cosa cualquiera. La eviden-
cia, pues, de toda clase, tanto subjetiva
como objetiva, lo mismo inmediata que
mediata, es la única fuente de conocimien-
to que puede aspirar al título de criterio
primario y universal; pero singularmente
la evidencia objetiva, que, como sabemos(415),
es principio y fundamento de toda certeza.
156

LECCIÓN X L V

CUESTIONES GENERALES

4:11. Clasificación d e las cuestio-


nas e n q u e puede ejercitarse e l
e n t e n d i m i e n t o . — L a más útil nos parece la
siguiente:
i.° Cuestiones de posibilidad.
2. Cuestiones de existencia.
0

3. Cuestiones acerca de la natura-


0

leza de las cosas.


Para dirigir con acierto las facultades inte-
lectuales, no basta saber juzgar y aplicar á cada
caso el oportuno criterio. Necesario es también
conocer y clasificar las diferentes cuestiones
generales que se pueden ofrecer al entendi-
miento, para tratarlas ordenada y concienzuda-
mente. No creemos, con los antiguos sofistas,
que los tópicos 6 lugares comunes sean fuente
1

1
«Aristóteles enseña que sobre las cosas en g e n e -
ra) se pueden proponer cuatro cuestiones: porque
podemos tratar d e indagar la existencia del objeto d e
que s e trata (an sü), su esencia (quid sit), la cualidad
inherente á él, pero que no es principio constitutivo
157
verdadera de materiales científicos y literarios
á propósito para dilucidar toda clase de asun-
tos; pero sabemos, por experiencia propia, que
una buena clasificación general de dichas cues-
tiones y el conocimiento de las reglas que pue-
den aplicarse á cada una, son cosas útilísimas
al hombre de ciencia, é indispensable comple-
mento de la Crítica. Ahora bien, siempre que
el entendimiento se propone la resolución de
una cuestión, procede que averigüe lo primero
si la cosa es ó no posible, lo segundo si existe ó
no, y lo tercero si existe como él la concibe,
esto es, cuál es su verdadera naturaleza ó esen-
cia. Por eso hemos adoptado la clasificación de
Balmes arriba apuntada.
4 4 2 . División de la imposibili-
dad.—-Tratemos, ante todo, de las cuestiones
de posibilidad, que son aquellas en que se ven-
tila si el asunto ó cosa es ó no posible. La
imposibilidad y la posibilidad, lo mismo
que la certeza (407), pueden ser metafísi-
cas, físicas, morales y de sentido común.
4 4 3 . Imposibilidad metafísica y
s u s r e g l a s . — L a imposibilidad metafísica se
refiere al orden absolutamente necesario, y por
de su esencia (qualis sil), y por último, el fin para
q u e existe y la causa de que procede (cur et unde
sit).7>—Elementos de Lógica, por Eleizalde, pág. 1 5 5 .
i5§

eso se le da también el nombre de absoluta. Es


metafísicamente imposible todo lo absurdo y
contradictorio; como que un espíritu sea mate-
rial, un círculo cuadrado, un vicio bueno, y
Dios pecador. Imposibilidad metafísica es,
por consiguiente, aquella que implica con-
tradicción ó que entraña el absurdo de
que una cosa sea y no sea á la vez. Para
apreciar esta imposibilidad ha de tenerse
en cuenta que si á primera vista no se
descubre la contradicción entre dos
ideas, es necesario compararlas con
otras que nos puedan ilustrar; porque sólo
puede afirmarse la imposibilidad absoluta" cuan-
do se tienen ideas muy claras y distintas de los
extremos que se comparan. Si se excluyen el
uno al otro, la contradicción existe; pero si no,
la cosa es absolutamente posible. Cuando ocurre
lo primero, la cosa es metafísicamente imposible
bajo todos los aspectos y en todos los casos, sin
que haya poder alguno capaz dé realizarla, ni
más seguro criterio para negar la realidad de lo
contrarié.
4:11. Imposibilidad física y sus
reglas.—Imposibilidad física es aquella
que implica oposición á las leyes natura-
les, ó que dejará de serlo únicamente en
el caso de que se efectúe un milagro. La
159
imposibilidad física se refiere, pues, al orden
naturalmente necesario; por eso se le da tam-
bién el nombre de imposibilidad natural. Son
físicamente imposibles todos los hechos que se
oponen á las leyes naturales, como que un
pedazo de plomo, abandonado á su propio peso,
suba por los aires; que sumergido un sólido
cualquiera en el agua, no pierda de su peso
tanto como pesa el volumen de agua que des-
aloja, etc. La imposibilidad metafísica es abso-
lutamente necesaria: la física sólo es hipotética-
mente necesaria, esto es, se' cumplirá siempre
que no ocurra el supuesto de que se altera ó
suspende la ley natural. En materias de esta
índole es sumamente expuesto el juzgar
con ligereza y prontitud, porque no t o -
dos los hechos que, á primera vista,
parecen contrarios á las leyes naturales,
lo son en realidad. Para descubrir la imposi-
bilidad física ó natural, necesario es estudiar
profundamente los hechos y apreciar debida-
mente sus causas y demás circunstancias que
los rodean.
115. Imposibilidad moral y sus
r e g l a s . — L a imposibilidad moral se re-
fiere al orden regular ú ordinario de los
sucesos; por eso se le da también el
nombre de ordinaria. Moralmente imposi-
i6o

bles son todos aquellos hechos que se oponen


al curso regular ú ordinario de las cosas, á la
marcha normal de las sociedades, á las leyes
que regulan los actos libres, etc. Es moralmen-
te imposible, p. ej., que un impostor tome el
nombre de un alto personaje muy conocido y
usurpe su estado civil y político, que se pague
un beneficio inmenso con una calumnia horri-
ble, que el hijo asesine á su padre, que la ma-
dre degüelle á su hijo; pero ninguna contradic-
ción absoluta ni natural impide que se cometan
tales crímenes. Definámosla, pues, diciendo:
imposibilidad moral es aquella que impli-
ca oposición al curso normal y ordinario
de los sucesos y á las naturales tenden-
cias del hombre. Cuando no existe nin-
gún indicio en contra, la imposibilidad
moral es una verdadera garantía para el
individuo y la sociedad, aunque siempre es
útil estudiar los motivos que pudieran hacer
posible el hecho contrario. Sin fundamento
grave no debemos suponer nunca, p. ej., que
una madre há degollado á su hijo, que el prote-
gido ha asesinado á su protector, que el que
ocupa el trono es un farsante impostor y no el
legítimo monarca, etc., porque si bien todas
estas cosas son metafísica y físicamente posi-
bles, no lo son moralmente.
161

t l O . Imposibilidad de sentido
c o m ú n y s u s reglas.—Imposibilidad
de sentido común es aquella que implica
oposición, no á la esencia de las cosas,
ni á las leyes naturales, ni tampoco al
curso regular de los acontecimientos;
pero produce en nuestro entendimiento
la seguridad de que el suceso en cues-
tión no ha de acontecer, aunque ningún
motivo, ni experimental ni racional, se
opone á ello. Esta imposibilidad pertenece
al mismo orden que la certeza de sentido común
ya explicada (408). Aunque en el fondo la
razón de dicha imposibilidad pudiera encon-
trarse tal vez en la teoría de las probabilidades,
es lo cierto que todos los hombres, incluso los
que no conocen la teoría dicha, sin experiencia
previa ni la menor reflexión, instantáneamente
consideran imposibles ciertas extravagancias y
casualidades, como pasar por los orificios de
un cribero un centenar de hilos á la vez, conve-
nientemente dispuestos en la mano, pero con
los ojos vendados; encontrar una cascara de
nuez pérdida en el Océano, una aguja en los
arenales del desierto, etc. A estos hechos y
otros análogos ni se opone la esencia de las
cosas, ni las leyes naturales, ni el curso regular
de los acontecimientos; es decir, en ellos no
LÓGICA
II
IÓ2

vemos imposibilidad metafísica, ni física, ni


moral, y sin embargo, todos los tenemos por
imposibles, y á esta imposibilidad, en la cual
creemos con más fuerza que en la imposibilidad
moral, damos el nombre de imposibilidad de
sentido ^«¿««..Cuando la convicción sobre
la imposibilidad de sentido común es
general é instantánea, podemos estar se-
guros de que la cosa no se ha verificado
ni se verificará; pero si falta ó flaquea alguna
de aquellas condiciones, el hecho será más ó
menos probable, probabilidad que puede apre-
ciarse formando un quebrado cuyo numerador
sea el número de los casos favorables y el deno-
minador el de los casos posibles.
117. Cálculo de las probabilida-
des aplicado á los h e c h o s contin-
gentes.—Recibe el nombre de teoría ó
cálculo de las probabilidades la aplica-
ción de las Matemáticas á la determina-
ción de la mayor ó menor probabilidad
que existe de que se realice ó no un
hecho contingente, ó de que una opi-
nión tenga más ó menos razones en su
apoyo, y sea, por lo tanto, más ó menos
probable. Dicho cálculo se aplica descompo-
niendo el número total de casos posibles en
casos favorables y casos adversos, y formando
i6 3

un quebrado cuyo numerador sea, como hemos


dicho más arriba, el número de los casos favo-
rables y cuyo denominador sea el número de
los casos posibles: tal quebrado representará la
probabilidad del suceso en cuestión. Suponga-
mos, p. ej., que un alumno sabe veinte de las
cien lecciones del programa: la probabilidad de
contestar bien en los exámenes estará repre-
so
sentada por la fracción - ~ y la de contestar mal
por la fracción ~ . La certeza puede represen-
tarse por la unidad, porque hay seguridad de
que acaecerá el hecho contingente cuando el
número de casos favorables sea igual al de
casos posibles; y la probabilidad irá disminu-
yendo ó aumentando, según aumenten ó dismi-
nuyan los numeradores de los quebrados que
forman serie. La importancia de este cálcu-
lo se ha exagerado aplicándole á razo-
nes y hechos que no son susceptibles-
de medición matemática. Para que dé re-
sultados concluyentes y legítimos, preciso es
que las contingencias favorables ó contrarias á
la realización de un hecho y las razones en pro
ó en contra de una opinión, que los números
representan, sean de la misma naturaleza, pues
sabido es que no pueden sumarse cantidades
heterogéneas.
164

1-48. C u e s t i o n e s d e e x i s t e n c i a . —
Casi siempre adquirimos los conocimientos pa-
sando de lo conocido á lo desconocido, tránsito
imposible si no existiera algún vínculo entre
aquello y esto. El estudio de estos vínculos es,
por consiguiente, necesario para apreciar con
exactitud las realidades existentes. Inmedia-
ta ó mediatamente, conocemos las cosas
por la experiencia; pero este conocimiento
no llega muchas veces á la naturaleza íntima ó
esencia de las cosas conocidas; de aquí que con
frecuencia las consideremos dependientes entre
sí 6 porque coexisten ó porque se suceden.
449. Coexistencia y sucesión.—
La coexistencia y sucesión suelen ser, en
ciencias experimentales sobre todo, in-
dicios de dependencia; pero para que
haya dependencia entre los hechos que
coexisten, necesario es que una expe-
riencia constante y dilatada acredite
que siempre se presentan juntos. Lo
mismo sucede con la dependencia indi-
cada por la sucesión, aunque puede tam-
bién acontecer que la coexistencia y la
sucesión indiquen dependencia, no de
los hechos simultáneos ó sucesivos entre
sí, sino de ambos con un tercero.
El fundamento de lo anteriormente dicho
'65
está en el siguiente principio: donde hay orden
hay causa ordenadora, pues la casualidad es
una palabra sin sentido.
Más difícil es determinar la existencia indu-
bitable de los actos que dependen de la libre
voluntad humana, interpretándolos rectamente.
Para ello no se debe fiar demasiado en la virtud
sometida á pruebas muy duras, ni pensar mal
para acertar, ni prescindir de la índole, carácter,
moralidad é intereses, etc., de la persona cuya
conducta se aprecia.
150. D e l a naturaleza de las co-
sas.—No basta conocer la posibilidad ó impo-
sibilidad de un hecho ó cosa; ni tampoco la
existencia y enlaces ó vínculos de dependencia
de las cosas entre sí: siempre que podamos
debemos aspirar á conocer su esencia ó
naturaleza íntima, que es el más útil, im-
portante y científico de los conocimien-
tos. Para el logro de este intento, no se
olvide, sin embargo, que la esencia de
las cosas es frecuentemente desconocida;
que según sea su naturaleza, así serán también
los métodos que deben aplicarse á su estudio;
y que todas las reglas críticas son inútiles,
cuando el investigador no se encuentra impul-
sado por el amor á la verdad y la imparciali-
dad más absoluta.
i66

LECCIÓN XLVI

DEL ERROR, SUS CAUSAS V REMEDIOS

-151. N a t u r a l e z a d e l e r r o r . — P r o -
poniéndose la Crítica la apreciación de la ver-
dad, con el fin de que el entendimiento la haga
suya y no dé cabida al error, para completar
esta parte de la Lógica preciso es que, en con-
clusión, digamos algo acerca del error, sus cau-
sas y remedios. Es el error aquel estado
positivo del entendimiento que consiste
en representarse las cosas, no tales como
son, sino formando de ellas juicios fal-
sos. Sabemos (316) que la falsedad lógica
se llama error, de donde podemos inferir
que el error, como la verdad lógica, reside
principalmente en el juicio, y se diferencia de la
ignorancia en que ésta es estado negativo y
aquél estado positivo del entendimiento, lis,
por lo tanto, más perjudicial al hombre la acción
del error que pervierte su entendimiento, que
la ignorancia que no le ilustra. Y en efecto, así
como la verdad es alimento natural y propio
167

del entendimiento, el error es para esta nobilí-


sima potencia una especie de ponzoña, el ma-
yor mal que puede propinársele. De aquí lo
importante y útilísimo que es evitar que pene-
tre en el entendimiento, para lo cual necesario
es conocerle y desenmascararle.
4 5 3 . Clasificación de los errores
s e g ú n l t a c ó n . — M u c h o s son los lógicos que
tratan de los errores al hablar de los sofismas,
teniendo en cuenta que el que se equivoca
comete un verdadero paralogismo, aunque sea
mental, é intenta engañarse á sí propio; pero
nótese que el error radica en el juicio, por lo
que su estudio pertenece á la Lógica material
en su parte llamada Crítica, y el sofisma radica,
por el contrario, en la expresión del juicio, y
su estudio corresponde, por consiguiente, á la
Lógica formal, ó sea Dialéctica. Numerosas son
las clasificaciones que de los errores han hecho
los filósofos, fundándose, sobre todo, en su
causa ú origen; pero las más célebres é inge-
niosas son la de Bacón y la de Malebranche,
que se refieren principalmente á materias cien-
tíficas y que apuntamos á continuación. Bacón
divide y subdivide los errores, que llama ído-
los ó fantasmas (ido/a), de la siguiente maner a:
i.° Idola tribus. Los ídolos de la tribu ó
de la especie proceden, para Bacón, de la esen-
i68

cia de la naturaleza humana, que se toma á sí


misma por modelo y medida de las demás
cosas; y entre los principales errores de esta
clase, enumera los que siguen:
a) Idola ex aequalitate, que consisten en
atribuir á las cosas una igualdad ú orden que
no tienen. Ejemplos: el movimiento circular de
los cuerpos celestes; el fuego agregado á los
otros tres elementos para completar el cuater-
no; la suposición de que la tierra pesaba diez ve-
ces más que el agua, el agua diez veces más que
el aire y el aire diez veces más que el fuego, etc.
b) Idola ex praeocupatione, que consisten
en no ver en los hechos más que aquello que
preocupa á nuestro espíritu, despreciando todo
lo demás. Tal error cometen, p. ej., los monis-
tas modernos cuando ven en el Bathybius la
aurora de la vida, ó el tránsito de lo inorgánico
á lo orgánico.
c) Idola ab angustiis, que proceden de la
limitación é imperfecciones de nuestro entendi-
miento, error en que, p. ej., incurre el médico
que ha descubierto una enfermedad nueva y
cree reconocerla en todos sus enfermos.
d) Idola ab inquieto motu, que emanan de
curiosidad insaciable, y en cuyos errores se
incurre, p. ej., cuando se intenta conocer lo
incognoscible.
169

e) Idola, ab infusione affectuum, errores


que se originan en las pasiones, pues sabido es
que fácilmente creemos lo que queremos, quod
volumus facilé credimus.
f) Idola ab incompetentia sensuum, errores
que proceden de los sentidos cuando se ejerci-
tan contra su respectiva naturaleza.
2.
a
Idola specus, errores que llama de la
gruta ó caverna, porque proceden del fondo
individual de cada uno y de sus defectos perso-
nales, entre cuyos errores podemos citar:
a) Idola ex praedominantia, errores debi-
dos á predilecciones exageradas por ciertas
ciencias, como los que cometen los matemáti-
cos cuando se empeñan en medirlo y calcularlo
todo con exactitud numérica.
b) Idola ex evcessu compositionis et divisio-
nis, errores en que se incurre generalizando,
unas veces, demasiado y viendo entre las cosas
semejanzas que no existen; y dividiendo y sub-
dividiendo, otras veces, los asuntos hasta pul-
verizarlos por afán de ver entre las cosas dife-
rencias.
c) Idola ev studiis erga témpora, errores
que dimanan en unos de prejuicios sistemáticos
á favor de lo antiguo y de desmedida afición á
lo moderno en otros.
3. 0
Idola fori, errores que proceden del
170

lenguaje vulgar ó aprendido en la plaza públi-


ca, tales como:
a) los nombres de cosas que no existen,
por ejemplo, fortuna, destino, suerte, etc.
b) y los nombres mal definidos, p. ej., hu-
medad, sequedad, gravedad, etc.
4 ° Idola thcatri, errores difundidos por las
sectas filosóficas, pues Bacón considera á los
filósofos de su tiempo como verdaderos cómi-
cos ó farsantes, y cita entre las sectas principa-
les la sofística, la empírica y la supersticiosa.
En resumen: Bacón divide los errores
en cuatro grupos, que son: ídolos ó erro-
res que llama de la tribu ó de la espe-
cie, porque se originan en la naturaleza
humana; ídolos ó errores que llama de la
gruta ó caverna, porque proceden de
los defectos y fondo individual de cada
uno; ídolos ó errores que llama del foro
ó de la plaza pública, porque son hijos
del lenguaje vulgar; é ídolos que deno-
mina del teatro, porqué nacen de las
sectas filosóficas, puesto que para Bacón
los filósofos eran verdaderos cómicos.
4 5 3 . Clasificación de los errores
s e g ú n M a l e b r a n c h e . — - T o d o un libro ti-
tulado Investigación de la verdad dedica este
filósofo al estudio de nuestros errores, los cua-
171

les divide y subdivide de la siguiente manera:


i.° Errores de los sentidos y princi-
palmente de la vista, que se refieren:
a) á la extensión, cuyas verdaderas dimen-
siones no podemos conocer;
b) á la figura, que varía según el medio y
la distancia;
c) al movimiento, que es siempre relativo;
d) y á las cualidades sensibles, que atribuí-
mos á las cosas cuando sólo están en nosotros
mismos.
2.° Errores de la imaginación, debi-
dos: •
a) á la influencia de la imaginación mater-
na en la conformación del hijo;
b) á la influencia sobre los niños de la ma-
dre, de la nodriza, de los maestros, y en gene-
ral de todas aquellas personas que con ellos
tienen trato frecuente;
c) á la imaginación de las mujeres;
d) á la de los hombres;
e) á la de los viejos;
f) al hábito;
g) á las ilusiones que se forjan los eruditos
y muy estudiosos;
h) á los, falsos sistemas, á la excesiva auto-
ridad científica y al abuso de las experiencias;
i) á los abusos de imaginaciones exaltadas;
172

j) y á los hechiceros y supersticiosos popu-


lares.
3. 0
Errores del entendimiento, proce-
dentes:
a) de la desproporción entre el espíritu fini-
to y el infinito;
b) de la falta de aplicación;
c) de preferir los objetos sensibles á los
inteligibles;
d) de la ignorancia;
e) y del abuso de la generalización y de la
analogía.
4. 0
Errores de las inclinaciones, que
se originan:
a) en la inquietud de la voluntad, causa de
desaplicación y de ignorancia;
b) en el exceso ó defecto de curiosidad,
como el amor ó repugnancia por lo nuevo;
c) en el excesivo amor propio, que engen-
dra orgullo, superstición, hipocresía, etc.;
d) en el amor á las riquezas;
e) en el amor al placer;
f) y enla afición excesiva á los demás hombres.
5. 0
Errores de las pasiones, hijos:
a) de la influencia que el cuerpo ejerce
sobre el alma por el intermedio de las pasiones;
b) de la admiración tanto por sí mismo
como por los otros;
. 73
J

c) y del amor, la aversión, el deseo, la ale-


gría ó la tristeza . 1

151. Causa general de nuestros


e r r o r e s . — P o r poco que se comparen y me-
diten las dos clasificaciones precedentes, que
son las más exactas é ingeniosas ideadas por los
filósofos, se advertirá que una es la causa gene-
ral de nuestros errores y muchas y variadas
las especiales, procedentes unas de nosotros
mismos, por lo cual se llaman intrínsecas, y de-
bidas otras á las personas ó cosas que nos
rodean, razón por la que reciben el nombre de
extrínsecas. Prescindiendo, no obstante, de su
clasificación, digamos cuál es y en qué consiste
la causa general de nuestros errores, y enume-
remos las principales causas especiales con sus
respectivos remedios.
Sabemos que los criterios absolutamente
considerados, esto es, funcionando dentro de
sus condiciones naturales y propias, son infali-
bles.^ hombre incurre, pues, en error
por no haber hecho uso legítimo de los
criterios y no haber aplicado convenien-
temente sus facultades cognoscitivas.
Estudíese el asunto y se verá que ésta es la

1
Traite élémentaire de Philosophie, par Paul Janet,
páginas 5 4 6 - 5 5 0 .
174

causa general y remota de todos los errores en


que incurrimos.
4 5 5 . Causas especiales del error.
Son muchas, pero podemos reducir las princi-
pales á las siguientes:
a) la ignorancia de las leyes del en-
tendimiento,
b) el no aplicar oportunamente las
reglas críticas,
c) la pereza intelectual,
d) el menosprecio de las ciencias filosóficas,
e) el enciclopedismo científico y literario,
f) la ligereza y precipitación al juzgar,
g) la curiosidad imprudente,
h) los prejuicios y preocupaciones,
i) la mala educación,
j) la obscuridad en el lenguaje,
k) la excesiva deferencia á la autoridad
científica,
1) el amor propio desmedido,
m) la afición desordenada á las antigüeda-
des, á las colecciones, á las bellas artes, á las
modas, á lo nacional, unas veces, y á lo extran-
jero, otras,
n) el espíritu de contradicción,
o) y las pasiones y deseos dominan-
tes.
456. Remedio general contra los
175
errores.—Conocida la causa general de nues-
tros errores, está averiguado el remedio, el cual
consiste en la acertada dirección de las
potencias y facultades cognoscitivas y
conveniente aplicación de los criterios.
157. D e lo q u e se requiere e n l a
voluntad para q u e no induzca á
e r r o r á l a i n t e l i g e n c i a . — P a r a evitar
el error es preciso que nuestra voluntad
se informe en ardiente amor á la verdad,
á fin de que el entendimiento juzgue de
las cosas y personas sine ira ct studio,
esto es, objetivamente, y evitando en
nuestros juicios el influjo extraño de las
pasiones, sobre todo del amor propio y
de la ligereza. Las tres manifestaciones de la
ligereza, que conviene evitar, son: la exagera-
ción, la credulidad, y la precipitación.
158. F ó r m u l a g e n e r a l para evi-
t a r l o s e r r o r e s . — N o hagamos nunca
prejuicios, ni juzguemos nunca gratuita,
apasionada ni precipitadamente.
459. Principales remedios espe-
c i a l e s c o n t r a e l error.—Implícitamente
quedan indicados al enumerar las causas espe-
ciales. Son los siguientes:
a) el conocimiento de las leyes del
entendimiento,
176

b) la oportuna aplicación de las re-


glas críticas,
c) el trabajo constante,
(d) el estudio de las ciencias filosóficas den-
tro cada cual de su profesión y condiciones,
e) no abarcar mucho para aprender algo á
fondo,
f) los juicios detenidos y meditados,
g) la curiosidad prudente,
h) la imparcialidad,
i) la buena educación,
j) el conocimiento de la lengua,
k) racional deferencia á la autoridad cien-
tífica,
1) la modestia y conocimiento de nuestra
propia limitación é ignorancia,
m) ninguna afición, afección, ni deseo des-
ordenados,
n) y el dominio de sí mismo, por últi-
mo, sujetando las pasiones á la voluntad
y la voluntad á la razón y á la Moral.
El conocimiento de aquellas causas y la opor-
tuna aplicación de estos remedios es lo único
que puede librarnos del error y hacer que re-
portemos algún fruto práctico del estudio de la
Crítica.
177

460. Cuadro sinóptico de la Crítica.


• i- • \ snliictiro, y
*
° ° i objolivo.
i m U m

j sujoto,
Análisis del juicio.^ lógico predicado, y
( cúpula.
I .. , \ nombro, r
I gramatical j _ • (or|)0

Í
nogatifo: ignorancia,
I duda,
.,. 1 opinión,
posit.ros^ i ^

o I l objeto»,
« l [ I inmediata, y
^ I \ ( mediata.
Criteriosl Conrionriu,
Sentidos,
Sentid» común, y
Autoridad.
[ metafísira,
física,
moral, y
Cuestiones generales del \ de sentido común.
eiistoneia,
y naturaleza ó esencia.
Causas generales del error.

LÓGICA. 12
TERCERA PARTE DE LA LÓGICA

LECCIÓN X L V I I

DE L A GRAMÁTICA Y D E L SIGNO EN GENERAL

4 6 1 . Definición de l a Gramática
G e n e r a l . — P r o c e d e la palabra gramática del
griego gramma, que significa letra, escritura,
pintura; y el calificativo general nos dice que
no tratamos aquí de una gramática particular
cualquiera, la castellana ó latina, p . ej., sino de
los principios filosóficos comunes á las gramáti-
cas y lenguas todas, razón por la cual se deno-
mina también esta parte de la Lógica, Gramáti-
ca Filosófica, Gramática Razonada, Filosofía
del Lenguaje, etc. Gramática General es,
por lo tanto, aquella parte de la Lógica
que estudia filosóficamente el lenguaje
como el medio más adecuado para la
179
enunciación de la verdad. De donde se in-
fiere que no se trata aquí de arte gramatical
alguno, sino de la ciencia del lenguaje en sus
relaciones íntimas con el pensamiento; y aun
dentro de este campo, dada la imposibilidad de
exponer extensamente el asunto, apuntaremos
sólo aquellas cuestiones más importantes y que
tengan carácter eminentemente filosófico.
162. Fundamento de la Gramá-
t i c a G e n e r a l . — L a s leyes del pensa-
miento son invariables y las mismas para
todos los hombres: de aquí que su ex-
presión se amolde también á ciertos
principios filosóficos comunes á todas las
lenguas, base y fundamento de la Gramá-
tica General. Si las lenguas fuesen producto
exclusivo de la arbitrariedad y artificio huma-
nos, no sería posible, ni existiría, por consi-
guiente, la Gramática General. Pero no es así:
dos elementos diferentes conviene distinguir en
las lenguas, esencial, idéntico y permanente el
uno, y accidental, vario y mudable el otro. Tie-
ne su asiento el primero en la misma naturaleza
racional y en las íntimas relaciones existentes
entre el pensamiento y la palabra; y es pro-
ducto el segundo de las condiciones externas
de familia, patria, clima, emigraciones, comer-
cio, etc. Representan, aquél el elemento que
iSo

podemos llamar divino del lenguaje, y éste el


elemento humano, y por lo tanto, el primero
es el mismo para todas las lenguas y todos los
hombres, y puede ser objeto del estudio filosó-
fico que la Gramática General se propone.
4 6 3 . Relaciones entre la Gramá-
tica G e n e r a l y l a Psicología.—Infié-
rese de lo dicho que la Gramática General,
cuyo fin es el estudio filosófico del len-
guaje, no puede menos de estar íntima-
mente relacionada con la Psicología,
como íntima es también la relación exis-
tente entre el pensamiento y la palabra.
En efecto, los principios filosóficos del lengua-
je, comunes y los mismos para todos los idio-
mas, se fundan en las leyes invariables del
entendimiento humano, cuyo conocimiento,
debido á la Psicología, es indispensable para el
estudio de la Gramática General.
41-64. U t i l i d a d é i m p o r t a n c i a d e
l a G r a m á t i c a G e n e r a l . — L a utilidad
é importancia de la Gramática General
se comprende notando que, en cierto
sentido, estudiar el lenguaje es estudiar
el pensamiento, pues muchas veces los ma-
tices delicados de la idea no llegarían á com-
prenderse sin el auxilio de la palabra; que el
estudio filosófico del lenguaje es una
I8I

excelente preparación para aprender


rápida y profundamente las gramáticas
particulares; y que la Gramática General,
sola unas veces, y con el auxilio, otras, de la
Filología, puede dilucidar importantes cuestio-
nes históricas de grande interés para el género
humano.
1 6 5 . D e l a significación.—Término
y complemento natural de las potencias, tanto
cognoscitivas como apetitivas, es la expresión
ó manifestación externa de lo que se conoce ó
apetece. Dicha expresión sería imposible si el
hombre, por una parte, no estuviese adornado
de la facultad necesaria al efecto, y no dispu-
siese, por otra, de los medios indispensables y
adecuados, generalmente llamados signos: he
aquí por qué damos el nombre de signifi-
cación á la acción de expresar el pensa-
miento por un medio cualquiera.
166. Definición del si g n o . - En
general, signo es toda cosa que excita
en nosotros el conocimiento de otra
cualquiera con la cual está relacionada.
La palabra es signo de la idea, el humo del fue-
go, tres galones y tres estrellas en la manga,
del empleo de capitán, etc. De donde se infiere
que no todos los signos componen lenguaje,
aunque sí todo lenguaje se compone de signos.
182

Por eso Bonald distingue con razón las expre-


siones de los signos, aplicando aquella palabra
únicamente á los signos del pensamiento y ésta
á toda cosa significativa.
M>7. E l e m e n t o s d e t o d o a c t o s i g -
n i f i c a t i v o . — E n toda significación conviene
distinguir tres elementos: COSa significa-
da; 2.°, cosa significante, y 3 . , relación
0

entre aquélla y ésta. La cosa significante es


el signo, y como éste no puede significarse á sí
mismo, se sigue de aquí que ha de haber ver-
dadera distinción entre el signo y la cosa signi-
ficada. Esta distinción no basta. Necesaria es,
además, una relación cualquiera entre el signo
y la cosa que por su medio se significa; é
indispensable es, por último, que haya quien
comprenda dicha relación, la cual, como inma-
terial que es, sólo está al alcance del entendi-
miento.

¡
468. División de los signos.—
Puede
natural,
artificial,
formal,
instrumental,
necesario, y
equívoco.
i8 3

Cuando la relación existente entre el signo


y la cosa significada ha sido establecida por
el Criador mismo, el signo se llama natural:
p. ej., el llanto es signo natural del dolor ó pena.
Si la relación dicha es convencional, esto
es, la ha establecido la costumbre ó el hombre,
el signo se llama artificial: p. ej., el color negro
es signo artificial del luto.
Si la relación es de semejanza, el signo se
llama formal: p. ej., el retrato es signo formal
del original.
Si la relación es de dependencia, el signo se
llama instrumental: p. ej., la dilatación de los
cuerpos es signo instrumental del calor.
Si la relación es esencial, el signo se llama
necesario: p. ej., la respiración es signo necesario
de la vida.
Por último, si la relación es accidental, el
signo se llama equívoco: el color encendido del
rostro es signo equívoco del pudor, porqué
muy bien pudiera significar ira, enfermedad
ú otra cosa.
La más importante de estas divisiones es la
primera; pero no hay que olvidar que todas las
cosas pueden desempeñar el oficio de signo de
una ú otra especie. Entre los objetos materia-
les unos sirven de signo á otros, el efecto á la
causa, la modificación á la substancia. Entre los
184

inmateriales, las ideas pueden" ser signos de los


objetos por ellas representados, unas ideas de
otras, el gesto y los movimientos del cuerpo de
las afecciones anímicas, la palabra del pensa-
miento, etc. Todo sirve para signo, con tal de
que se comprenda la relación que le une á la
cosa significada.
4 6 9 . Definición de los signos del
p e n s a m i e n t o . — L a palabra pensamiento tie-
ne dos acepciones, una vulgar, lata y genérica,
y en este sentido es aplicable á todos los he-
chos subjetivos ó modificaciones anímicas, tan-
to sensitivos como intelectivos y apetitivos; y
otra científica, estricta y específica, en cuyo
caso se refiere únicamente á los hechos intelec-
tivos y volitivos. En la primera acepción, sen-
tir, gozar, padecer, conocer las cosas materia-
les, imaginárselas, recordarlas, apetecerlas,
entender, querer; en una palabra, todo acto
•interno subjetivo forma parte integrante del
pensamiento: en la segunda, pensar es sólo
entender y querer. En cualquiera de las dos
acepciones dichas se usa indistintamente el ver-
bo pensar, y de aquí confusiones y disputas sin
cuento. Los animales piensan, dice uno. Distin-
gamos, se le puede contestar: si por pensar se
entiende sentir," percibir, imaginar, recordar,
etcétera., las cosas materiales, es indudable que
i8s
•los brutos piensan; pero si pensar significa
exclusivamente entender y querer, los brutos
no piensan, y el sostener lo contrario es falso.
Tomemos, pues, la palabra pensamiento en su
primera acepción y ciaremos el nombre de
signo del pensamiento á todo acto objeti-
vo exterior que sirva para expresar
otro acto subjetivo interior cualquiera.
170. Enumeración de los signos
d e l p e n s a m i e n t o . — P u e d e n ser los sig-
nos del pensamiento naturales y con-
vencionales, subdividiéndose estos úl-
timos en fonéticos y gráficos. Son natu-
rales lospatogiióvúcos\ esto es, aquellos de los
cuales nos servimos espontáneamente para ex-
presar nuestras pasiones y los movimientos
todos afectivos del ánimo, como los movimien-
tos y expresiones todas de la cara y especial-
mente de los ojos, el llanto, la risa, los gestos
naturales, los gritos inarticulados, las exclama-
ciones y las interjecciones. .Por estos signos el
hombre no se diferencia esencialmente del bru-
to, el cual, sin quererlo ni saberlo, manifiesta
también al exterior por manera parecida su
estado psicológico interior. Pero el hombre,

1
D e l griego patitos, pasión, y gnoome, conoci-
mien to.
i86

además de sus pasiones, puede manifestar tam-


bién sus pensamientos á otro, con intención
expresa de hacerlo así, y en esto se diferencia
esencialmente de los brutos. Al efecto se sirve
no solamente de signos naturales, sino también
de gestos convencionales, que componen el
lenguaje mímico , de signos fonéticos'* repre-
1

sentativos de letras ó de sílabas, y de signos


gráficos^ para pintar esos sonidos articulados
de una manera permanente en ciertas substan-
cias. Todo puede utilizarse para signo del pen-
samiento; pero el más importante de todos los
signos dichos es la palabra, tanto fonética como
gráfica, vocablo articulado que el hombre pro-
nuncia á impulsos de su voluntad, siempre con
la mira de expresar una idea, cosa que ni aun
en germen ó sea en potencia existe en los ani-
males irracionales, de quienes decía Aristóteles
que tienen voz, pero no palabra, á lo que agre-
ga el célebre filólogo Maximiliano Müller: «el
lenguaje oral es nuestro Rubicón y ningún bru-
to osará pasarlo .» 4

1
Del griego mimoymai, imitar.
a
Del griego phone, canto, sonido.
3
Del griego graphein, pintar, dibujar, escribir.
4
Letture sopra la scienza del li?iguaggio.— M'úa.-
no, 1864.
i8 7

LECCIÓN XLVIII

DEL LENGUAJE Y DEL ORIGEN D E LA PALABRA

171. Definición y división del


l e n g u a j e . — P o r su significación etimológica
(pues, según los autores, viene de linguam age-
re, mover ó agitar la lengua), la palabra lengua-
je debía aplicarse únicamente al vocal ó habla-
do; pero el uso, arbitro y legislador supremo
en estas materias le ha dado también, como á
la palabra pensamiento, dos acepciones: lata y
genérica la una, y estricta y específica la otra.
En su acepción lata, lenguaje es toda
colección de signos á propósito para
expresar el pensamiento; y en su acep-
ción estricta, lenguaje es únicamente el
hablado, ó sea la palabra fonética.
Ahora, tomadas las palabras lenguaje y
pensamiento en sentido lato, habrá tantas espe-
cies de lenguaje cuantas sean las especies de
pensamientos y de signos para expresarlos. Los
pensamientos se refieren, ó al orden material y
orgánico, ó al inmaterial é inorgánico, ó se fijan
i88

permanentemente en una substancia cualquie-


ra. Para su expresión tenemos signos adecua-
dos y distintos, independientes en su mayor
parte los primeros del aparato vocal, produci-
dos por este aparato los segundos, y por la
mano del hombre los terceros.
He aquí por qué dividimos el len-
guaje en miuio, oral y escrito. Consta el
primero de los signos inarticulados lla-
mados gritos y de los gestos, denomina-
ción en la cual comprendemos todos los
movimientos, actitudes y expresiones
del cuerpo y especialmente del rostro,
inclusos el llanto y la risa; el segundo,
de los signos articulados llamados voca-
blos ó palabras; y el tercero, de signos
gráficos. Este último se suele denomi-
nar escritura.
El lenguaje oral recibe también los nombres
de articulado, hablado ó fonético, y lenguaje
del entendimiento ó de la razón; y el lenguaje
mudo se llama igualmente inarticulado, de
acción y lenguaje de la sensibilidad ó patognó-
mico.
Adviértese, no obstante, que ei hombre,
para comunicar con sus semejantes expresando
su pensamiento, puede valerse de objetos mate-
ríales y fenómenos físicos, tomados del mundo
I8Q

que nos rodea, como sucede con los faros, las


banderas, los telégrafos aéreos, las flores, etc.,
y entonces el lenguaje se llama real; ó se sirve
de sus propios órganos, ejecutando fenómenos
expresivos, elocuentes y numerosos, y enton-
ces se llama mímico. Los más importantes de
estos ' fenómenos significativos se refieren al
sentido de la vista, como sucede con los colo-
res y los movimientos, pudiendo subdividir
estos últimos en expresiones ñsionómicas y ges-
tos; ó al sentido del oído, tales son los sonidos
inarticulados ó gritos y los articulados ó pala-
bras. Los que al tacto se refieren, como los
relieves para los ciegos, los apretones de ma-
nos, etc., no tienen importancia bastante para
constituir lenguaje especial. De lo anteriormen-
te expuesto resulta, que todos aquellos lengua-
jes reales arriba nombrados pueden llamarse
artificiales, y todos estos últimos, compuestos
de signos humanos, naturales; y que si el len-
guaje se compone de expresiones ñsionómicas,
le cuadra el nombre de mudo; si de gestos, de
acción; si de gritos, inarticulado, y si de pala-
bras, articulado.
•1-72. V e n t a j a s d e c a d a u n o y d i -
ferencias e x i s t e n t e s entre los l e n -
g u a j e s o r a l y m u d o . — C o m o entre los
signos del lenguaje mudo y las cosas significa-
190

das hay una relación esencial, necesaria, esta-


tuida por el Criador, y por el contrario, en el
lenguaje oral, dicha relación es accidental, vo-
luntaria, establecida por el mismo hombre,
según sus hábitos ó caprichos; sigúese de aquí
que el lenguaje mudo es espontáneo,
uniforme, universal, invariable, se dirige
al sentido de la vista y no está sujeto á
aprendizaje ni observación; mientras
que, por el contrario, el lenguaje oral
es voluntario, multiforme, especial de
cada pueblo, variable, se dirige al senti-
do del oído, y se aprende á fuerza de
práctica, observación y estudio. El len-
guaje mudo es la única lengua verdaderamente
universal, se habla en todo el mundo y lo en-
tienden todos los hombres; obra con mayor
fuerza sobre la parte sensible del hombre, en
particular sobre la fantasía, y es el más á pro-
pósito para la viva expresión de los afectos y
de las pasiones. El lenguaje oral, incomparable-
mente más perfecto que el mudo, es más rápi-
do y completo en sus expresiones; analiza escru-
pulosamente todos los hechos internos, y desde
el más grosero movimiento sensitivo hasta la
idea ó pensamiento más abstrusos y delicados,
todo lo expresa y traduce admirablemente; la
palabra es el complemento del gesto, y lo que
igi
éste no puede expresar lo dice aquélla; contri-
buye poderosamente al desarrollo y perfeccio-
namiento de las facultades anímicas, siendo
auxiliar especialísimo de la memoria; y, por
último, no sólo es el más importante lazo de
inteligencia entre los hombres, sino que lleva
también el convencimiento, la conmoción y
persuasión, según el uso que de ella se hace, al
ánimo de los que la escuchan.
473. Intimidad entre el pensa-
m i e n t o y l a p a l a b r a . — T a n íntima es
la relación existente entre el pensamien-
to y la palabra, que, por muy acostumbrados
que estemos á las abstracciones, es difícil sepa-
rarlos mentalmente. Aunque el lenguaje figura-
do se opone muchas veces á la exactitud y cla-
ridad filosóficas, para comprender la intimidad
que hay entre el pensamiento y la palabra,
nótese que, por lo común, cuando pensa-
mos, hablamos mentalmente, y cuando
hablamos, pensamos en alta voz; ó, como
decía Bonald: «pensar es hablar consigo mismo
por medio de una palabra interior; y hablar, es
pensar en alta voz y delante de los demás.»
Obsérvese también que al hablar, con raras
excepciones, y entonces en virtud de un acto
reflejo, nunca nos fijamos en las palabras ó
signos, sino en las cosas significadas, de donde
192

se sigue tan grande intimidad entre el signo y


lo significado, que habitualmente los considere-
mos como si fuesen una sola cosa. No se debe
exagerar, sin embargo, la unidad ó identidad
casi entre el pensamiento y la palabra, como
hace la escuela-tradicionalista, cuando por boca
de Bonald nos dice, que para expresar el pensa-
miento, necesario es tener ya la expresión del
pensamiento mismo; ó en otros términos, que
«el hombre piensa su palabra antes de hablar
su pensamiento.» El mismo Bonald atenúa el
principio anterior en los siguientes términos:
«El pensamiento como tal es distinto de su
expresión, á la cual precede, como la concep-
ción precede al nacimiento... El pensamiento
es natural y la palabra adquirida; pero el pen-
samiento no es visible sin una expresión que lo
realice, y la expresión no es inteligible sin un
pensamiento que la anime. Una expresión sin
pensamiento es un sonido; pero un pensamien-
to sin expresión no es nada .» No obstante, 1

aunque se admita lazo indisoluble entre el pen-


samiento y el lenguaje, no se olvide que la
palabra es mera expresión ó signo, y todo sig-
no supone necesariamente la previa existencia

1
Legislation primitive, I, X X I I I .
•93
de la cosa significada. Por lo tanto, aunque con-
fesamos que el ejercicio rápido y perfecto del
pensamiento sería casi imposible sin el auxilio
de la palabra, preciso es reconocer, al menos
por abstracción, que lógicamente el pensa-
miento es anterior y superior á la pala-
bra, y por consiguiente, que no depende
el pensamiento de la palabra, sino la
palabra del pensamiento. Entendemos ade-
más que esta doctrina puede profesarse inde-
pendientemente de la solución que se dé al
problema del origen del lenguaje hablado; y
que el pensamiento no sólo está íntimamente
unido á la palabra ó lenguaje oral, sino también
á cualquiera otra expresión ó lenguaje.
t T J r . «»rigen d e l l e n g u a j e e n g e -
n e r a l . — E n absoluto y en tesis general
es indudable que la criatura debe el len-
guaje al Criador, como todo cuanto es y
tiene; pero concretándonos á cada espe-
cie de lenguaje, podemos sintetizar nues-
tras opiniones diciendo: el lenguaje mudo
es natural al hombre; el lenguaje oral,
esto es, la primera lengua que hablaron
los hombres, no pudo ser inventada por
éstos y, en nuestra opinión humilde, es
de origen divino; y por último, el len-
guaje escrito pudo perfectamente ser in-
I.ÓGJCA 13
194
ventado por el hombre y es probable que
sea de origen humano.
Todos convienen en que, como natural que
es, el lenguaje mudo ó patognómico es instinti-
vo, universal y necesario, sin que el hombre
haya tenido la más remota intervención en el
origen y desarrollo de este lenguaje. ¿Sucede lo
mismo con el lenguaje oral? Podemos decir de
este lenguaje que es natural al hombre en el
sentido de que ha recibido de la naturaleza un
aparato fonético perfectísimo y el instinto de
servirse de este aparato para expresar su pen-
samiento; teniendo en cuenta que aun está por
descubrir tribu alguna, por salvaje que sea, que
no hable una lengua dada, y que sin la ayuda
de determinados signos la inteligencia no pue-
de desarrollarse. Por el contrario, podemos
decir del lenguaje hablado que es artificial, con-
vencional y arbitrario en el sentido de que la
naturaleza no ha establecido una determina-
da palabra fija para que tenga que significarse
con ella una determinada idea, pues de lo con-
trario no habría más que una sola é inmutable
lengua en el mundo.
Para resolver, pues, con acierto problema
tan importante, notemos ante todo, que no nos
referimos á la cuestión histórico-filológica del
origen y desarrollo de las lenguas, sino al ori-
i9S
gen del lenguaje hablado en general, esto es,
al origen de la palabra; y distingamos después
la cuestión que podemos llamar filosófica, refe-
rente á la posibilidad, de la histórica, referente
al hecho. En otros términos: separemos la
cuestión relativa á si el hombre tildo inventar
la palabra, de la referente á si realmente la
inventó.
175. Opiniones acerca de la posi-
bilidad de q u e el h o m b r e i n v e n t a -
s e l a p a l a b r a . — L a mayor parte délos
filósofos racionalistas y todos los mate-
rialistas, positivistas y darwinistas, .satu-
rados de las hipótesis del hombre salva-
je y del progreso gradual é indefinido,
que para ellos son verdades probadas é
inconcusas, sostienen, no sólo que el
%

hombre pudo inventar la palabra, sino


que realmente la inventó. Los darwinistas
que, con Haeckel á la cabeza, admiten el hom-
bre sin inteligencia ni palabra (homo álalns) en
tiempos remotísimos, para que adquiriese ésta
por sí mismo y poco á poco, recurren á las dos
hipótesis de las interjecciones y de la onomato-
peya, según las cuales el hombre comenzó por
manifestar instintivamente el estado de su áni-
mo por medio de sonidos patognómicos, imitó
después (y en esto consiste la onomatopeya)
196

los sonidos circunstantes, como hacen los niños


en presencia de ciertos objetos sonoros ó ani-
males, diciendo bee delante de la oveja, pió ante
un pájaro, tilín mirando á una campanilla, etc.;
pasó más tarde de los sonidos inarticulados á
los articulados,- hasta pronunciar palabras que
aplicó primero á la significación de cosas mate-
riales, designando luego por analogía las inma-
teriales, y perfeccionando, por último, el len-
guaje hablado por medio de la selección natu-
ral y merced al transcurso de los siglos. Por
1

el contrario, opinan otros, entre ellos la


mayor parte de los filósofos católicos,
que, aunque supongamos al hombre do-
tado de inteligencia racional, de liber-
tad, de aparato vocal á propósito para
hablar y de lenguaje mudo, todo esto no
era suficiente para que los primeros
hombres, sin el auxilio de la revelación
divina, es decir, por su propio natural y

1
Por selección natural entiende Darwin, según él
mismo dice, la ley que conserva en los vivientes, tanto
vegetales como animales, las variaciones útiles y eli-
mina las desviaciones perjudiciales. L o s darwinistas
atribuyen á la naturaleza oficio análogo al que desem-
peña el hombre cuando, por medio de elecciones arti-
ficiales y mezclando convenientemente las sangres,
perfecciona las razas.
197
exclusivo esfuerzo, inventasen la pala-
bra, esto es, la lengua primitiva, de la cual
proceden todas las demás. Cuestión es ésta de
las que Dios ha entregado á las disputas de los
hombres y que cada cual puede resolver según
su leal saber y entender. Nosotros creemos
más segura y verosímil la segunda opinión.
476. P r u e b a s de que el h o m b r e
no pudo i n v e n t a r l a palabra.—Co-
mencemos el estudio de tan importante punto
por la cuestiónfilosófica.,que se refiere sólo á
la posibilidad ó imposibilidad de que el hombre
inventase por sí y ante sí la lengua primitiva,
madre de todas las demás. Cierto que el género
humano ha ido formando lentamente las len-
guas; indudable que, dentro de cada lengua, el
hombre inventa palabras nuevas y determina-
das, según las exigencias ideológicas; pero en
nuestra opinión humilde, es indudable también
que el hombre no inventó ni pudo inventar el
lenguaje hablado, esto es, aquella lengua primi-
tiva, de donde proceden todas las demás, que
sirvió para que los primeros hombres comuni-
casen y se entendiesen mutuamente, y que, en
sentir de sabios filósofos y filólogos, es de ori-
gen divino. Nos fundamos para creerlo así
en. las siguientes consideraciones, que
se apoyan unas en la razón, otras en l a
198

experiencia, otras en el testimonio humano,.


y otras, por último, en el testimonio divino.
4:77. P r u e b a s d e razón.—Aunque se
rechace la opinión de los tradicionalistas , que
1

identifican el pensamiento con la palabra, esta-


bleciendo entre ambos, no solamente intimi-
dad, sino verdadera unidad, preciso es reco-
nocer, y así lo atestigua la razón, lo siguiente:
a) Sin el verbo mental casi no se concibe el
pensamiento hasta el punto de que para juzgar,
comparar, discurrir y hasta para retener sim-
ples percepciones es indispensable la posesión
de algún vocabulario, que únicamente ha podi-
do aprenderse de viva voz. Los sordomudos,
no obstante, adquieren algunas ideas viendo y
tocando, ideas que luego forman parte de sus
pensamientos.
b) El lenguaje articulado es, como si dijé-
ramos, el sostén y vehículo de la humana so-
ciedad, y ésta no se comprende ni podría exis-
tir sin la palabra. Pero como la sociedad es
natural al hombre, sigúese de aquí que también
tiene que serlo su condición necesaria, el len-
guaje hablado. Lo natural á un ser podrá des-
arrollarse y perfeccionarse más ó menos, pero
en ningún caso puede convertirse en artificial

1
Lamennais, de Bonald y otros.
199
producto de la invención; luego el hombre no
ha podido inventar el lenguaje, como no ha
podido constituirse voluntariamente en socie-
dad. Tan absurdo es, por lo tanto, suponer al
hombre insociable, como afirmar que fué mudo
en los tiempos primitivos. Esto prescindiendo
de que es absurdo suponer al hombre salvaje ó
mono, esto es, á un semibruto ignorante y
grosero, inventor de la palabra, artificio tan
admirable é ingenioso, que sólo una inteligen-
cia superior pudo idearlo y practicarlo.
c) No se concibe tampoco que el hombre
haya hecho nunca la vida social que hoy hacen
los brutos (único caso en que podríamos supo-
ner al hombre sin lenguaje articulado y sirvién-
dose únicamente del patognómicó), porque se-
mejante estado es por completo insuficiente
para satisfacer las necesidades intelectuales y
morales del hombre, tan naturales, permanen-
tes y no adquiridas como la sociabilidad y el
lenguaje.
d) Para la invención del lenguaje articula-
do, siquiera se hiciese lentamente y por medio
de ensayos, fué indispensable una estipulación
y convenio previos entre los inventores, con-
venio y estipulación imposibles si les negamos
la facultad de entenderse. La invención del len-
guaje articulado supone, pues, la existencia an-
200

terior de otro lenguaje, ó como decía Rousseau:


«la palabra tuvo que ser necesaria para la in-
vención de la palabra.» Y, como decía el autor
del Cosmos, Humboldt: «el hombre es hombre
por razón de la lengua; pero, aunque no lo fue-
se, para inventar un idioma, tenía ya que ser
hombre.» El lenguaje propio de la sensibilidad,
al cual hemos llamado mudo, es completamen-
te inútil para convenir en la manera de exte-
riorizar las ideas intelectuales y morales; luego
la invención de la palabra supone la previa
existencia de Wpalabra misma, lo que equivale
á decir que el hombre no ha podido inventar el
lenguaje articulado.
En resumen, la razón nos dice que la
palabra, sobre todo mental, es casi de
necesidad absoluta para el ejercicio y
desarrollo del pensamiento; que la pala-
bra hablada es el sostén y vehículo de la
humana sociedad, natural al hombre, y
que ésta no se comprende ni podría
existir sin aquélla; y que, como decía
Rousseau, la palabra tuvo que ser nece-
saria para la invención de la palabra.
478. Pruebas de experiencia.—
La experiencia, por su parte, demuestra
también que el lenguaje articulado no
es espontáneo ó innato; antes bien, se
201
produce sólo mediante el magisterio
externo y en virtud de aprendizaje más
Ó menos largo. El niño comienza por imi-
tar los gritos inarticulados y sonidos articula-
dos que oye á sus padres, nodrizas y demás
personas que le rodean desde la cuna; pronun-
cia después palabras cuyo significado ignora, y
concluye por relacionarlas con sus ideas y pen-
samientos más tarde. Cuando no se domina un
idioma extranjero, pensamos primero valiéndo-
nos de la lengua patria y traducimos después
las palabras nacionales al idioma extranjero en
que queremos expresarnos; y por el contrario,
el que pasa muchos años lejos de su país, habla •,
con dificultad su propio idioma. Los experi- ;

mentos hechos por Psammético, rey de Egipto,


y por el gran Mogol, Malabedim Echebas, rey
del Indostán, con niños educados en el más
perfecto aislamiento, lejos de todo comercio
social, sabido es que dieron por resultado hom-
bres mudos. En 1660 se encontró á dos niños
gemelos, de unos nueve años de edad, en los
bosques de Lituania, que por no haber oído
hablar nunca no sabían producir el sonido arti-
culado más sencillo, como sucede también con
los sordo-mudos, aunque su aparato fonétjco se
encuentre en estado normal y perfecto. De
todo lo cual resulta que el hombre, no ha-
202
biendo oído hablar antes y abandonado
á su propio instinto, es impotente para
inventar la palabra.
4:79. Pruebas tomadas del testi-
m o n i o h u m a n o y d i v i n o . — E l testimo-
nio humano, es decir, las opiniones de
eminentes filósofos y filólogos, la Lin-
güística y la Etnografía, corroboran tam-
bién nuestra creencia. El ya citado
Rousseau, testigo de mayor excepción
en el asunto, sostiene la imposibilidad casi
absoluta de que hayan podido nacer y
formarse las lenguas por medios pura-
mente humanos . Humboldt dice: «Antes de
1

prescindir en la explicación del origen de las


lenguas, del influjo de esta causa poderosa y
primera (el Criador) y de señalar á todas ellas
una marcha uniforme y mecánica que las arras-
traría paso á paso desde su principio hasta su
perfección, me adhiero al parecer de los que
atribuyen el origen de las lenguas á una reve-
lación inmediata de la divinidad' .-» Por otra2

parte, los grandes trabajos etnográficos y filo-


lógicos modernos han demostrado:

1
Cartas á Mr. A b e l Remusat sobre la Naturaleza
de las lenguas, pág. 1 3 . París, 1 8 2 7 .
3
Ensayo sobre el origen de las lenguas, cap. I V .
203
a) la unidad de la especie humana;
b) que todas las lenguas pueden conside-
rarse como dialectos de una lengua primitiva,
perfecta en su género, hoy extinguida;
c) y que las diferencias profundas existen-
tes entre las ochocientas lenguas, vivas ó muer-
tas, y los cinco mil dialectos, poco más ó me-
nos, que se conocen, en medio de los elemen-
tos que todas ellas entrañan de la lengua primi-
tiva, no se explican más que reconociendo el
prodigio de la confusión de lenguas y la sepa-
ración violenta de los hombres.
Por último, las razones precedentes
encuentran su confirmación más perfec-
ta en el testimonio divino, que por medio
del Sagrado Texto nos dice: «Era en-
tonces toda la tierra un solo labio y unos
mismos vocablos .—-He aquí un solo
1

pueblo y un mismo lenguaje en todo éT\


—Creó Dios en ellos (Adán y Eva) la
ciencia del espíritu, llenóles el corazón
de discernimiento; dio á entrambos ra-
zón y lengua .» La existencia, pues, de una
3

lengua primitiva, perfecta en su género, que

1
Génesis, cap. X , v. 5 . 0

2
Génesis, cap. X I , v. 6.°
3
Eclesiástico, cap. X V I I I , v . 5 . y 6.
0
204
los primeros hombres aprendieron inmediata-
mente del mismo Dios, el Cual se dignaba con-
versar con sus criaturas, como refiere el capítu-
lo III del Génesis, está en contradicción palma-
ria con la teoría evolucionista del lenguaje, que
supone mudo al hombre primitivo y perfeccio-
nando lenta, pero progresivamente, su lenguaje;
y el origen divino de la palabra concuerda per-
fectamente, por el contrario, con todas las
razones y datos expuestos.
180. E l hombre no inventó la
primera lengua que se habló en el
m u n d o . — P a s a n d o ahora de la cuestión filo-
sófica ó de posibilidad, á la histórica ó de hecho,
la contestación que se nos pide se infiere lógi-
camente de lo expuesto en el anterior número.
Si el hombre no pudo inventar la pala-
bra, por faltarle los medios necesarios
al efecto, evidentemente no la inventó.
Pero supongamos, como sostienen muchos, que
el entendimiento, el aparato vocal y el lengua-
je mudo,-son medios suficientes para que el
hombre inventase y perfeccionase la palabra
durante centenares de siglos: ¿la inventó? No
hay el menor dato histórico ni el más
grosero indicio que prueben la existen-
cia de invento tan portentoso. Se atribu-
ye la invención del lenguaje escrito á diferen-
205
tes pueblos y aun á individuos determinados;
pero respecto á la invención de la palabra nada
se ha escrito, ni siquiera existen tradiciones
nebulosas. Antes al contrario, la Sagrada Escri-
tura, que es el monumento histórico más anti-
guo que posee la humanidad, presenta al hom-
bre primitivo saliendo perfecto de las manos
del Soberano Artífice, viviendo desde luego en
sociedad con su compañera, y dotados ambos
de consejo, lengua y entendimiento . De donde 1

se infiere que el hombre no inventó la palabra,


la cual, indudablemente, es de origen divino.
No queremos decir con esto que, para que el
hombre aprendiese á hablar, tuvo Dios necesi-
dad de enseñarle, pronunciando en su presencia
sonidos articulados, como hace el padre con
su hijo infante. Este es un procedimiento huma-
no é imperfecto, por lo tanto. A Dios le basta
querer una cosa para que en el acto se realice.
Quiso, pues, Dios que hablase el primer hom-
bre, y se soltó la lengua de Adán, naciendo así

1
Creavitex ipso adjutorium simüe si'bi: consilium,
el linguam, et ocíelos, et afires, et cor dcdit illis exco-
gitando, et disciplina intellectus replevit illas. Creó de
él mismo una ayuda semejante á él: les dio consejo y
lengua y ojos y orejas, y espíritu para pensar: é hin-
chólos de la luz de la inteligencia.—Eclesiástico, capí-
tulo X V I I , v. s°
20Ó

el idioma primitivo, del cual proceden todos


los demás.
En conclusión: el lenguaje oral y la primera
lengua que hablaron los hombres son de origen
divino; todas las demás lenguas derivadas son
de formación humana.
207

LECCIÓN XL1X

ANÁLISIS D E L LRNGUAJE ORAL

-IS1. Análisis de la palabra.—


La palabra, que es siempre la expresión foné-
tica ó gráfica, según sea oral ó escrita, de la
idea, se compone de elementos sonoros
ó gráficos irreducibles, que se llaman
letras. Las letras se dividen en- vocales,
consonantes y mixtas, según que el aire
espirado por los pulmones produzca al pasar
por la epiglotis y el tubo bucal, con sus apara-
tos de resonancia, simples sonidos, sonidos mo-
dificados que suelen llamarse articulaciones, ó
ruidos intermedios.
4 S 3 . Vocales y s u clasificación
s e g ú n D . F r a n c i s c o O r c h c l . — S o n vo-
cales (de vov vocis) aquellas que pueden
pronunciarse por sí solas, aisladamente.
Cinco por lo menos son las vocales en
todas las lenguas: a, e, i, o, u. Para pro-
nunciar cada una de estas cinco voca-
les, el aire en vibración es modificado
en diversa parte de la boca, y de aquí
208

los diferentes nombres que toman. El


aire en vibración es modificado al pronunciar
la a en la garganta, al pronunciar la i en el pala-
dar, al pronunciar la u en los labios, al pronun-
ciar la e entre la garganta y el paladar, y al
pronunciar la-o entre la garganta y los labios;
por lo cual se llaman vocal gutural la a,
vocal paladial la i, vocal labial la vo-
cal gutur-paladial la e, y vocal gntur-
labial la u. Esta es la más filosófica clasi-
ficación que se ha hecho de las vocales,
ideada por el filólogo español D. Fran-
cisco Orchel, inventor del triángulo lla-
mado orcheliano.
483. Consonantes y sonidos m i x -
tos.—Consonantes (de sonar con) son las
que, para su pronunciación necesitan el
auxilio de las vocales. Y letras mixtas
son, por último, las que constan de dos ó
más sonidos, tanto vocales como conso-
nantes, que se pronuncian de un golpe
con solo una emisión de voz. No es tan
fácil clasificar las consonantes, que en todas las
lenguas oscilan entre dieciocho y veintitrés,
pues si por su carácter fisiológico pueden divi-
dirse, como las vocales, en guturales, paladiales,
dentales, labiales, etc., por su carácter fonético
pueden ser igualmente fuertes, débiles, ásperas,
209
suaves, explosivas, aspiradas, etc. Las letras
mixtas suelen denominarse diptongos y trip-
tongos, combinaciones que pueden hacerse lo
mismo con vocales, p. ej., en las palabras cas-
tellanas vario y limpiáis, que con consonantes,
como sucede en vLato y lacRe. Combinando
unas letras con otras, resultan las síla-
bas. Se entiende por silaba la letra ó reunión
de letras que se pronuncian en una sola emi-
sión de la voz. De donde se infiere, que una
vocal que se pronuncia aislada y forma parte
de una palabra, es una sílaba. Generalmente,
sin embargo, las sílabas constan de una vocal
y una ó más consonantes. Combinando unas
sílabas con otras resultan las palabras,
las cuales pueden ser. monosílabas, bisílabas,
trisílabas, etc. Combinando unas palabras
con otras resulta la oración gramatical,
que se compone á veces de una sola palabra.
481. Definición de l a palabra.—
De lo dicho resulta que la palabra es el
signo de la idea; ó también la sílaba ó
sílabas, fonéticas ó gráficas, de que nos
valemos para la expresión de una idea.
Las palabras vulgarmente se llaman voca-
blos y lógicamente términos.
485. O r a c i ó n g r a m a t i c a l . — L a re-
unión de palabras que expresan un pen-
LÓG1CA 14
210 -
Sarniento recibe el nombre de oración
gramatical. Como sabemos, la Gramática Ge-
neral no estudia ninguna lengua determinada,
pero sí lo que todas ellas tienen-de común y
permanente. Ahora bien, por más que las pala-
bras sean distintas y varíen, en la oración gra-
matical se condensa el lenguaje y por su medio
expresamos oralmente el juicio, que es la más
importante función intelectual en orden á la
adquisición de la verdad. Para que el cono-
cimiento de la oración gramatical sea
exacto y completo, hay necesidad de
estudiarla analítica y sintéticamente, esto
es, en sus partes y en su conjunto. De
aquí la tan conocida división de la Gra-
mática General, en Analogía y Sin- 1

taxis . Estudia la primera las palabras aisla-


2

das, separadamente unas de otras, y las consi-


dera la segunda en sus relaciones mutuas, esto
es, coordinadas convenientemente para formar
oración gramatical. La índole de las palabras y
sus conexiones recíprocas son las mismas en
todas las lenguas, de aquí que su estudio en la

1
Del griego ana, por medio, entre, y lagos, dis-
curso.
s
Del griego syn, con, y taxis, coordinación, cons-
trucción.
211

Analogía y la Sintaxis sea propio de la Gramá-


tica General. No sucede lo mismo con las otras
dos partes, Prosodia y Ortografía , de las gra-
1 2

máticas particulares, porque la primera trata


de la manera de pronunciar las palabras y la
segunda del modo de escribirlas, lo cual es
peculiar de cada lengua, y no obedece por lo
tanto á ningún principio general y filosófico.
Esta es la razón de que todas las gramáticas
particulares consten de las cuatro partes dichas
y únicamente de las dos primeras la Gramática
General.
4 S 6 . P a r t e s d e l a oración.—Par-
tes de la oración gramatical son las dife-
rentes palabras ó elementos que la com-
ponen y de las cuales se sirven todas las
lenguas, aisladamente para la expresión
de las ideas, y coordinándolas para la
expresión del pensamiento. Ni todas las
lenguas tienen el mismo número de par-
tes de la oración, ni los gramáticos están
conformes acerca del particular tratán-
dose de una lengua misma. No obstante,

1
Del griego pros, según, y ode, canto, manera de
pronunciar los vocablos y de acentuar las sílabas.
1
Del griego orillos, recto, y gr'aphein, escribir, pin-
tar; esto es, escribir ó pintar correctamente.
212

en todas las lenguas existen las palabras ó par-


tes de la oración necesarias para la expresión,
más ó menos exacta, del pensamiento. Los que
no admiten más que tres clases de ideas funda-
mentales, á saber: de substancia total ó parcial,
de cualidad 6 atribución, y de relación, no re-
conocen tampoco en las lenguas más que tres
especies de palabras diferentes: nombres para
expresar las ideas de substancia total ó parcial,
á cuyo género pertenecen el adjetivo, el artícu-
lo y el pronombre; verbos para expresar las
ideas atributivas todas, cuanto puede afirmarse
ó negarse de los nombres, en cuyo género
incluyen el adverbio y el participio; y preposi-
ciones para expresar las relaciones de toda índo-
le que existen ó pueden existir entre las partes
anteriores, á cuyo número pertenecen las con-
junciones. Entienden muchos que las interjec-
ciones, más bien que partes de la oración, son
oraciones completas, aunque elípticas. Fijando-
ge otros en que los elementos del juicio son las
ideas, como las palabras son elementos de la
oración gramatical, admiten tantas palabras
fundamentales como ideas componen el juicio;
y reconocen, por ende, el nombre para designar
el sujeto del juicio, el verbo para significar la
cópula-atributo y las palabras ilativas (prepo-
sición y conjunción) para expresar las relacio-
213

nes. En torno del nombre y del verbo agrupan


todas las demás palabras ó partes que los califi-
can ó determinan, como el adjetivo, el adver-
bio, etc. De acuerdo, en el fondo, con
estas clasificaciones filosóficas, dividi-
mos nosotros las palabras ó partes de la
oración gramatical, por su esencia en ab-
solutamente necesarias para la expresión
del pensamiento, y éstas son el nombre y
el verbo; y en liipotéticamentc necesarias;
es decir, necesarias en el supuesto de
que se quiera hablar con precisión y
exactitud, tales como el pronombre, adver-
bio, etc.; y por su estructura en variables
ó dotadas de accidentes gramaticales,
como el nombre, pronombre, etc., é in-
variables, que son aquellas que ni se con-
jugan, ni se declinan, tales como el ad-
verbio, preposición, conjunción, etc.
Puesto que las palabras fundamentales y de
todo punto necesarias para hablar son el nom-
bre y ei verbo, sólo á éstas dedicaremos punto
especial.
•187. N a t u r a l e z a d e l n o m b r e . —
Decimos nombre á la palabra de que se sirven
todas las lenguas para llamar ó denominar las
cosas y personas, y podemos definirle dicien-
do: nombre es aquella parte de la oración
214
por cuyo medio se expresa el elemento
objetivo del juicio, esto es, se significan
las cosas total ó parcialmente conside-
radas. Las ideas ó términos del juicio que al
sujeto lógico se refieren, se expresan siempre
por medio de nombres, y es tan importante
esta palabra, que con ella sola, aunque sobren-
tendiéndose algún verbo, se puede hablar. Así
acontece, p. ej., cuando decimos en un café:
Mozo: chocolate con tostada, periódicos, papel,
pluma y tintero.
4:88. División del nombre.—La
más filosófica división del nombre es en
sustantivo y adjetivo; y sus accidentes
gramaticales, en casi todos los idiomas,
son: género, número y caso.
4 S 9 . Naturaleza del verbo.—Se
deriva este vocablo del latín verbum, palabra;
de manera que su mismo significado está dicien-
do que el verbo es la palabra por excelencia, la
más importante entre las partes de la oración,
y la única que ha merecido por nombre propio
el apelativo que conviene á todas. Tantos son
los verbos existentes en todas las lenguas y en
cada una de ellas, tan distintos sus significados
y tan diferentes los oficios que desempeñan
en las oraciones gramaticales, que es dificilísima
encontrar un carácter esencial, común á todos
215
ellos, y expresión fiel de la naturaleza del
verbo.
Según unos, esta palabra, expresión de la
cópula, significa siempre la afirmación racional
del juicio, de tal manera que todos los verbos
pueden reducirse á la palabra invariable es, por
lo cual se conoce esta opinión con el nombre de
teoría del verbo único.
Sostienen otros que la esencia del verbo
consiste en significar acción y movimiento, sig-
nificado que al principio se aplicaba únicamen-
te á los movimientos y acciones del cuerpo;
pero que metafóricamente se extendió más tar-
de á los del espíritu.
Opinan algunos que el verbo expresa siempre
tina idea bajo la forma variable de tiempo.
Los preceptistas admiten pluralidad de ver-
bos y lo definen diciendo que es aquella pala-
bra que significa existencia, esencia, acción, mo-
vimiento, estado, tiempo, designio, pasión, etc.
Por último, muchos filósofos ven en el ver-
bo la palabra destinada á significar el elemento
subjetivo y atributivo del juicio.
Compleja es la cuestión y de solución difí-
cil. Sin embargo, no admitimos la teoría del
verbo tínico, porque las formas intelectuales no
pueden reducirse todas al juicio, porque la ver-
dadera significación de todos los verbos tam-
2l6

poco puede resolverse en el verbo único es y


el atributo, y porque muchas veces la afirma-
ción racional no necesita expresarse, bastando
para comprenderla la simple unión ó enlace
implícito de los términos del juicio. No admiti-
mos tampoco que todos los verbos signifiquen
acción y movimiento, porque esto no es exacto,
pues verbos hay en todas las lenguas que sig-
nifican precisamente lo contrario, como dor-
mir, yacer, etc., y porque aquella significación
conviene también á palabras que no son ver-
bos, como lectura, visión, razonamiento, e t c
Que el verbo signifique siempre una idea bajo
la forma variable de tiempo, está también des-
mentido por ciertas lenguas orientales que ex-
presan el tiempo á que se refiere el significado
del verbo, por medio de otras partes de la ora-
ción. Por último, tampoco es admisible la defi-
nición de los preceptistas, porque es más bien
una enumeración de los diferentes significados
que pueden tener los verbos, que una definición
basada en la esencia común á todos ellos. Pre-
ciso es, pues, convenir en que el carác-
ter distintivo y más general del verbo
radica en que, por medio de esta parte
de la oración, se significa siempre en
todos los idiomas el elemento subjetivo-
atributivo del juicio. Podemos definirle,
217
por lo tanto, diciendo que es aquella
palabra que representa en la oración
gramatical el elemento subjetivo y tra-
duce la atribución, enunciativa ó real,
del juicio.
4 9 0 . D i v i s i ó n d e l verl>o.—Muchas
son las clasificaciones que se han hecho de los
verbos; pero lo más filosófico nos parece divi-
dirlo en

¡ sustantivo,

copulativo,l activos
l transitivo é

y adjetivo.< pasivo,/intransitivo.
[ y neutro.
Como palabras variables, los verbos
se conjugan y en muchas lenguas tienen
cinco accidentes gramaticales, que son:
personas, números, tiempos, modos y voces.
2l8

LECCIÓN L

SÍNTESIS D E L LENGUAJE ORAL

491. Estudio sintético de la ora-


c i ó n g r a m a t i c a l l>ajo t r i p l e a s p e c t o .
Hemos estudiado analíticamente la oración gra-
matical, esto es, en sus diferentes partes ó ele-
mentos componentes, y procede estudiarla
ahora en su totalidad ó conjunto, deter-
minando las conexiones que entre las
partes existen. Esto es lo que se llama sínte-
sis ó estudio sintético de la oración.
Tres son las principales conexiones
existentes entre las palabras ó partes de
la oración gramatical, conexiones que
por tener fundamento filosófico son
constantes y comunes á todas las len-
guas, y se llaman concordancia, régimen y
construcción. Las tres se fundan en las íntimas
relaciones existentes entre el pensamiento y la
palabra, y en el deseo natural al hombre de
que ésta sea expresión fiel y exacta de aquél.
493. De la c o n c o r d a n c i a . — La
identidad de accidentes gramaticales de
219
dos ó más palabras, por cuyo medio se
expresan las íntimas conexiones de las
ideas componentes de un pensamiento,
se llama concordancia.
493. Su fundamento filosófico.—
Las concordancias de toda clase se fun-
dan en el principio filosófico de substan-
cialidad , que determina la necesidad de que
1

las cualidades ó modos estén adheridos á sus res-


pectivas substancias, y en aquel otro de
Gramática General que dice: las pala-
bras deben concertar en la oración como
las ideas en el pensamiento.
4 9 4 . Clases de concordancias.—
Tres clases de concordancias estudia la Sin-
taxis: i . , de sustantivo y adjetivo; 2. , de
a A

nombre y verbo, y 3 . , de relativo y antece-


a

dente. Por medio de la conformidad de los ac-


cidentes gramaticales de estas palabras, expre-
san las tres la unión íntima que hay entre las
ideas significadas.
4 9 5 . Concordancia de sustantivo
y adjetivo.—Esta concordancia es ex-
presión fiel de la unión existente entre
la cualidad significada por el adjetivo y

1
T o d a modificación supone una substancia modi-
ficada.
220
la substancia á que se refiere el sustanti-
vo. Como dicha unión no puede ser más ínti-
ma, el sustantivo y el adjetivo conciertan
en todos sus accidentes gramaticales, á
saber: en género, número y caso. Ejemplo:
hombre blanco. Esta es concordancia de sustan-
tivo y adjetivo, porque lo son respectivamente
las palabras dichas, y porque tienen el mismo
género (masculino), están en el mismo número
(singular) y en el mismo caso (nominativo).
496. Concordancia de nombre y
verbo.—Esta concordancia expresa fiel-
mente la unión que existe entre la ac-
ción significada por el verbo y el agen-
te significado por el nombre. Como entre
el nombre y el verbo no hay más accidente
común que el número, y los nombres pueden
referirse á la 1 . , 2 . ó 3 . persona, el nombre
a a
a

y el verbo conciertan únicamente en


número y persona. Ejemplo: Pedro anda, pa-
labras que están en singular y en 3 . persona
a

las dos.
4 9 7 . Concordancia de relativo y
a n t e c e d e n t e . — E s t a concordancia ex-
presa la unión entre una idea y la modi-
ficación de su extensión ó comprensión.
La oración entera en que figura el relativo hace
el papel de adjetivo respectó al antecedente,
221
que representa al sustantivo; y el relativo
debe concertar con su antecedente en
género y número. Ejemplo: amonesté á Pedro,
el cual cambió de conducta desde entonces. El
antecedente Pedro y el relativo el cual, como se
ve, son masculinos ambos y están los dos en
singular.
498. R é g i m e n . — L a recíproca de-
pendencia existente entre las palabras,
como expresión fiel de la que entre sí
tienen las ideas, se llama régimen. La
palabra expresiva de la idea principal recibe el
nombre de regente; las palabras con las cuales
se traducen las ideas secundarias, que sirven
como de complemento á la principal, se llaman
regidas. Las lenguas se sirven generalmente de
los casos y preposiciones para los efectos del
régimen.
4 9 9 . Construcción, sus especies
y l e g i t i m i d a d d e c a d a u n a . — L a ma-
terial colocación de las palabras en la
oración, siguiendo cierto orden prefijado
por las ideas, recibe el nombre de cons-
trucción. Dicho orden puede ser directo ó
inverso, y de aquí que la construcción
se divida en lógica y oratoria. La primera
tiene lugar siempre que se colocan las palabras
en orden gramatical ó directo, esto es, según
222
la importancia de las ideas que expresan. La
segunda se verifica siempre que se colocan las
palabras en orden inverso, según se van pre-
sentando en la mente las ideas á impulsos de la
imaginación y de las pasiones. La construcción
lógica, por lo común, coloca en primer lugar el
sustantivo; vienen después el adjetivo ó adjeti-
vos que lo modifican; luego el verbo, adverbio
si lo hay, y las demás palabras, por último,
que completan la oración. La construcción ora-
toria invierte este orden, sirviéndose al efecto
del hipérbaton, y da la preferencia, para su colo-
ción, á las palabras que han de impresionar
más fuertemente, á cuyo fin utiliza todas las
galas del lenguaje. Aquélla se propone única-
mente la claridad y la convicción; ésta, por el
contrario, busca preferentemente el agrado, la
conmoción y la persuasión. Ambas son na-
turales y completamente eficaces y legí-
timas, según los casos y el propósito de
quien las emplea.
500. Cuadro sinóptico de la oración gramatical.

t sustantivo, y
nombren
( adjetivo.
necesarias.<j
(sustantivo, (transitivo é
verbo.. copulativo,} activo, .
por su esencia. y adjetivo.* pasivo,
i n t r a n s i t i v 0

partes ó) f • [y neutro,
palabras) \ hipotéticas: p. ej., adverbio, pronombre, conjunc^n, etc.
( variables: p. ej., nombre, pronombre, verbo, etc.
por su esr.ructuraj adverbio, preposición, etc.
i n v a r i a b l e s : p < e j

I de sustantivo y adjetivo: en género, número y caso,


concordancia,/ de nombre y verbo: en número y persona.
/ de relativo y antecedente: en género y número,
conexiones^
régimen, y , ,. .... ,
construcción. , lógica, é
d i r e c t a ó

inversa u oratoria.
224

LECCIÓN L l

DEL LENGJJAJE ESCRITO

501. Definición d e l lenguaje e s -


c r i t o . —Toda colección de signos á pro-
pósito para fijar permanentemente, en
una substancia cualquiera, la expresión
del pensamiento, se llama Lenguaje escrito
ó escritora.
502. Clasificación del lenguaje
e s c r i t o . — L a más exacta es la siguiente:

• ,r \ fotográfico, y
. I ideográfico . , . ' & J

Lenguaje es-i
T
\ simbólico.
& M

crito.. . .) , ( silábico, y
I fonográfico , , , '
c r J
1
j alfabético.
fa r

5 0 3 . E s c r i t u r a ideográfica j fo-
nográfica.—-Ante todo, el lenguaje escrito se
divide en ideográfico y fonográfico. Lenguaje
escrito ideográfico (llamado también ki-
1

1
Del griego idea, tipo, ejemplar, idea, y graphein,
escribir, dibujar, pintar.
225

riológico ) es toda colección de signos á


1

propósito para fijar permanentemente en


una substancia cualquiera la expresión
de las ideas mismas ó de sus objetos. Len-
guaje escrito fonográfico (llamado tam- 2

bién grajífónico' ' ó fonético*) es toda co-


1

lección de signos á propósito para fijar


permanentemente en una substancia
cualquiera los diferentes sonidos de que
se compone el lenguaje hablado.
5 0 1 . Subdivisión de la escritura
ideográfica e n fotográfica y s i m b ó -
lica.—-Las ideas y sus objetos pueden repre-
sentarse unas veces por sus mismas imágenes ó
figuras, para lo cual basta dibujarlas ó retratar-
las, y esto sucede con todas las cosas visibles,
y otras, para representarlas, es preciso recu-
rrir al simbolismo, y esto acontece con todas las
cosas invisibles, aunque sean materiales y pue-
dan percibirse por otros sentidos, excepto la
vista. De aquí la subdivisión del lenguaje ideo-

1
D e l griego kyrios, señor, y lagos, palabra, tér-
mino.
- Del griego fouc, sonido, canto, y graphcin, es-
cribir.
r
' D e l griego graphein, escribir, y foné, sonido.
4
Del griego fono, sonido.
LÓGICA 15
226

gráfico en fotográfico y simbólico. Fotográ-


1

fico, figurativo ó idcográmico es el que


pinta el pensamiento retratando las imá-
genes de las mismas cosas pensadas.
Si para decir que al romper el día canta el
gallo, pintamos, un gallo en actitud de cantar y
al sol asomando por el horizonte, nos habremos
servido del lenguaje fotográfico. Lenguaje
simbólico es el que representa las cosas
invisibles por medio de las imágenes de
las visibles: p. ej., la Providencia por un ojo,
la fidelidad por un perro, la justicia por una
balanza, la feracidad por una espiga, la inocen-
cia por una paloma, la eternidad por una cule-
bra enroscada mordiéndose la cola, etc.
505. Subdivisión de la escritura
fonográfica e n alfabética y silábica.
Subdiyídese el lenguaje fonográfico en
silábico y alfabético. Para comprender la na-
turaleza de estas dos especies de lenguajes
fonográficos, recuérdese lo referente á las síla-
bas y letras. Toda colección de signos á
propósito para fijar permanentemente
1
Del griego fotos,•íuz, y graphein, escribir. A u n -
que la fotografía es invento moderno, me ha parecido
más propio llamarle lenguaje escrito fotográfico al que
retrata los mismos objetos pensados, que pintura, es-
critura figurativa ó ideográmica, como hacen otros.
227

en una substancia cualquiera las voces ó


sonidos mixtos, completos, á los cuales
hemos dado el nombre de sílabas, se
llama lenguaje escrito silábico; y toda
colección de signos que representan
únicamente los sonidos simples ó ele-
mentos de que aquellos sonidos comple-
tos se componen, se llama lenguaje es-
crito alfabético^.
506. Paralelo entre el lenguaje
o r a l y e l e s c r i t o . — L a palabra se la
lleva el viento y puede decirse que pe-
rece en los mismos labios que la pror
nuncian. El auditorio del que habla ne-
cesariamente tiene que ser limitado. Por
el contrario, los escritos, con su perma-
nencia y fácil reproducción, salvan el
tiempo y el espacio; se dejan oir de las
generaciones todas y en todos los pun-
tos de la tierra. En cambio, la palabra,
amoldándose á las mil gradaciones de la
entonación y con el auxilio del ademán
y del gesto, es más expresiva, persuasi-
va y conmovedora que los escritos, per-
sonajes mudos que ni aclaran las dudas

1
T o m a este nombre de las dos primeras letras del
abecedario griego que se llaman alfa y beta.
228

del lector, ni por lo común impresio-


nan fuertemente su sensibilidad, prefi-
riendo hablar á su entendimiento.
S07. Ventajas é inconvenientes
d e l a s e s c r i t u r a s d i c h a s . — E l lengua-
je ideográfico fué indudablemente un
paso en el camino de la expresión del
pensamiento, pero adolece de los siguientes
gravísimos defectos:
a) su alcance no pasa de representar
objetos visibles, como los únicos aptos para
poder ser dibujados;
b) es insuficiente para expresar con
exactitud las variadas relaciones que pue-
den existir ni aun entre los objetos visibles;
c) requiere extraordinario número de
caracteres ó signos para la expresión del pen-
samiento;
d) se necesitaría muchísimo tiempo
y no escasa habilidad para dibujarlos;
e) ofrece dificultades insuperables para la
fiel expresión de las ideas;
f) y es, por último, de interpretación difi-
cilísima, como lo prueban los jeroglíficos . Ven-
1

1
Del griego teros, sagrado, y glyphein, esculpir,
grabar en piedra: por eso se da este nombre á las ins-
cripciones encontradas en los templos egipcios, a u n -
229

ciéronse todos estos inconvenientes por


medio del lenguaje fonográfico, descubri-
miento tan prodigioso, que muchos dudan lo
pudiera realizar el hombre con el solo auxilio
de su razón. Este lenguaje es hijo de un tan
acabado análisis de la palabra, que tiene to-
das las ventajas del lenguaje hablado,
más la virtud de haber sabido triunfar
del tiempo y la distancia. El lenguaje alfa-
bético requiere menor número de signos; se
aprende y practica con más facilidad, y es por
lo tanto superior al lenguaje silábico.
50$. Origen de la escritura.—
Para tratar con acierto este punto hay que dis-
tinguir también entre la cuestión filosófica ó de
mera posibilidad y la histórica ó de hecho, que
pueden formularse así: El hombre por sí solo
¿pudo inventar el lenguaje escrito? ¿Lo inventó
realmente? Dotado el hombre de razón y
de lenguaje hablado, es indudable que
por medio de aquélla pudo analizar éste,
perfeccionar poco á poco dicho análisis,
é inventar, por último, los signos gráfi-
cos necesarios para representar las voces
Ó sonidos. Verdaderamente asombroso es el

•que los jeroglíficos son resultado de la escritura fono-


gráfica unida á la ideográfica.
230

invento; pero no lo creemos superior á las fuer-


zas naturales de la razón humana. Ahora bien,
si el hombre por sí solo pudo inventar el len-
guaje escrito, ¿lo inventó realmente? No lo
sabemos: carecemos de los datos necesarios
para resolver esta cuestión histórica. Platón
atribuye á los egipcios la invención de
las letras, de los cuales las aprendieron
los fenicios. Uno de éstos, contemporáneo de
Josué, llamado Cadmo, las introdujo en Grecia
en número de diez y seis, las cuales completó
más adelante, hasta el número actual, el griega
Palamedes.
5 0 9 . ProlbaMe desarrollo de l a
e s c r i t u r a . — E l lenguaje fotográfico ó
simple pintura es el primero que debió
ocurrírsele al hombre, pues así acontece en
nuestros días con los rústicos que no saben
escribir y quieren consignar su pensamiento en
alguna pared ó corteza. El lenguaje simbólico
supone ya bastante cultura intelectual
para encontrar analogías entre las cosas
materiales visibles, y las invisibles y es-
pirituales: vino, pues, éste á completar
aquél, y por lo tanto debió inventarse á
continuación. Brusco es el tránsito del
lenguaje ideográfico al fonográfico, pues
se fundan en principios enteramente
231

distintos. Es probable, sin embargo, que


el fonográfico se inventara y perfeccio-
nara gradualmente, empezando por el
silábico y pasando luego al alfabético, sin
que el ideográfico cayera completamen-
te en desuso. En los tiempos más remotos
de que hay noticia se escribía de derecha á
izquierda, y aun se escriben así el hebreo y el
árabe; luego, para facilitar la operación, se in-
trodujo la costumbre de escribir la primera
línea de derecha á izquierda, la segunda de
izquierda á derecha, la tercera otra vez de dere-
cha á izquierda, y así sucesivamente, á la mane-
ra como aran los bueyes, por lo cual se dio á
esta escritura el nombre de boustrofredon \ y
x

por último, pareció más cómodo escribir siem-


pre de izquierda á derecha, manera que ha pre-
valecido y se ha generalizado. Las substancias
sobre las cuales se ha escrito desde la más
remota antigüedad son las siguientes: cortezas
y hojas de árboles, piedras, planchas de plomo y
láminas metálicas de toda clase, papiros, tablas
y lienzos encerados, pergaminos y papeles de
todo género. Modernamente las maravillas de
la imprenta pueden considerarse como dig-
no coronamiento del lenguaje escrito.

1
Del griego bous, buey, y estrephehí, girar.
232

510. Guadro sinóptico de los lenguajes.


gritos inarticulados,
¡mudo.
expresiones fisionómicas,
gestos, y
actitudes del cuerpo.
letras,
LENGUAJE. . .{oral.
sílabas,
palabras, y
oraciones.
fotográfico y
ideográfico simbólico.
\escrito.)
( alfabético y
fonográfico ..,, .
&
silábico
CUARTA PARTE DE LA LÓGICA

DlñLtÉCTICñ

LECCIÓN L l l

NOCIONES PRELIMINARES

511. Definición nominal de la


D i a l é c t i c a . — L a palabra dialéctica se de-
riva del verbo griego dialcgomai, que
equivale á los latinos dissero, colloguor, y
puede traducirse por los castellanos dis-
putar, conversar ó discutir. Por eso los
antiguos definían la Dialéctica: arts disse-
rendi, el arte de disputar ó de discutir.
513. Definición real de la Dialéc-
tica.—Para nosotros es aquella parte dé
la Lógica que estudia las formas espe-
ciales del lenguaje que más directamen-
te conducen á la demostración científica
de la verdad.
234

513. E l e m e n t o s de toda demos-


tración.-—En toda demostración con-
viene distinguir dos elementos esencia-
les, á saber: materia y forma. La primera
dice referencia al pensamiento y se
compone de ideas, juicios -y raciocinios,
mientras que la segunda se refiere á la
simple expresión oral del pensamiento,
y se compone, gramaticalmente hablan-
do, de palabras, oraciones y discursos, y
dialécticamente, de términos, proposiciones
y argumentaciones. Por eso éstas reciben el
nombre de formas dialécticas y aquéllas el de
formas gramaticales del lenguaje.
514. Relaciones entre la Dialéc-
tica, la Gramática y la Retórica.—
De lo anteriormente dicho se desprende
que hay relaciones íntimas entre estas
tres artes, puesto que las tres tienen por
objeto la expresión oral del pensamien-
to, aunque con formas y fines diferentes.
La Dialéctica se propone la convicción, y al efec-
to se sirve de las que hemos llamado formas
dialécticas; la Gramática la simple enunciación,
para lo cual utiliza las formas gramaticales; y
la Retórica la persuasión, á cuyo fin se vale
de todos los adornos, figuras y galas del len-
guaje.
235
515. O b j e t o f o r m a l <le l a D i a l é c -
tica.—Los objetos que la Dialéctica es-
tudia son: el termino como expresión
oral de la idea, la proposición como ex-
presión oral del juicio, y la argumenta-
ción como expresión oral del raciocinio.
En menos palabras: las formas dialécti-
cas del lenguaje componen el objeto for-
mal de esta parte de la Lógica.
516. Fin de la D i a l é c t i c a . — La
Dialéctica se propone únicamente la
demostración científica de la verdad, y
tal es su fin, que no debe confundirse
nunca con su objeto.
517. Ulcdios de q u e la D i a l é c t i c a
s e sirve.—Los medios de que la Dia-
léctica se sirve para la consecución de
su fin, se reducen al atento estudio de
su objeto y á la oportuna aplicación de
las reglas que de este estudio natural-
mente se desprenden.
518. División de la Dialéctica.—
La división de la Dialéctica en secciones se
infiere de los objetos que estudia. Tres son
éstos, según hemos dicho en el número ante-
rior; luego podemos dividir la Dialéctica
en las tres secciones siguientes, que
tratan: i . , de los términos; 2 . , de las
a a
236

proposiciones, y 3 . , de las argumenta-


a

ciones.
5 1 9 . Carácter de la Dialéctica.
Puesto que la Dialéctica, prescindiendo del
valor lógico de las ¡deas, juicios y raciocinios,
se concreta al- estudio de su expresión oral,
proponiéndose únicamente la demostración
científica de la verdad y la convicción de nues-
tros semejantes, es indudable que esta parte de
la Lógica tiene un carácter puramente
formal y agresivo en alto grado: formal,
porque se limita al estudio de las formas
del lenguaje, y agresivo, porque trata de
imponerse á la inteligencia del adver-
sario, obligándole á reconocer la ver-
dad.
5 3 0 . I m p o r t a n c i a de la D i a l é c -
tica.—Mucho se ha declamado contra la utili-
dad de la Dialéctica, sobre todo desde que el
arte silogístico ha caído en desuso; y en verdad,
para no practicar ni en su fondo ni en su forma
dicho arte importantísimo, no se necesitan es-
tudios dialécticos. No obstante, considérese con
imparcialidad el asunto, y no podrá menos
de reconocerse:
I.° Que, aunque la Dialéctica no enseña ni
puede enseñar á discurrir al imbécil, perfeccio-
na el discurso natural del cuerdo, ordenando,
237

clasificando y eslabonando sus conceptos de


manera que produzcan raciocinios regulares;
2° Que sin su ayuda es casi imposible dis-
tinguir el argumento falso del legítimo, cono-
cer el flaco de aquéllos y saber hacer éstos, y
desenmascarar, por último, el error para.no
confundirle en ningún caso, por sofísticamente
que se presente, con la verdad;
3.
0
Que muchas veces no se logra la de-
mostración de la verdad, ni se sabe producir la
convicción en nuestros semejantes por falta de
conocimientos dialécticos; y
4.
0
Que es un auxiliar poderoso de las de-
más ciencias, aguza el entendimiento y le adies-
tra y vigoriza para las lides científicas.
En menos palabras: la Dialéctica es im-
portante, porque perfecciona el natural
discurso del hombre; enseña á no con-
fundir el argumento legítimo con el fal-
so; aguza y vigoriza el entendimiento, y
es un auxiliar poderoso de las demás
ciencias.
238

PRIMERA SECCIÓN DE LA DIALÉCTICA


DE LOS TÉRMINOS

LECCIÓN Lili

CLASIFICACIÓN D E LOS TÉRMINOS

531. Definición del término ó vo-


cablo.—Dadas las íntimas relaciones existen-
tes entre el pensamiento y la palabra, cuanto
se diga de los términos, proposiciones y argu-
mentaciones es, en cierto sentido, aplicable á
las ideas, juicios y raciocinios; y á la inversa.
El término puede ser considerado absoluta y
relativamente. En absoluto, término ó voca-
blo es toda palabra que expresa' una
cosa percibida por el entendimiento y
representada en él por medio de la idea,
ó también: el signo de la cosa pensada
con el verbo mental incomplejo. En sen-
tido relativo, Aristóteles define el término:
aquello en que se resuelve toda proposición,
sujeto ó predicado. En esta acepción, única-
mente son términos el nombre y el verbo y se
239
llaman así, a terminando, porque en ellos se
termina y resuelve lógicamente la proposición.
Para entender la segunda definición que
hemos dado del término absolutamente consi-
derado, conviene recordar que verbo mental es
la idea expresa, y advertir que si la cosa se re-
presenta totalmente en el entendimiento, sin
afirmar ni negar nada de ella, el verbo mental
representante se llama incomplejo: v. gr., león.
Pero si de la cosa se predica algo, y á la vez que
la cosa misma se representa también en el en-
tendimiento lo afirmado ó negado de la cosa,
el verbo mental representante se llama comple-
jo: p. ej., león valiente. He aquí por qué hemos
dado el nombre de término al signo de la cosa
pensada con el verbo mental incomplejo, y lla-
maremos proposición al signo de la cosa pensa-
da con el verbo mental complejo.
240
522. División de los términos.
Positivos, negativos é infinitos,
complejos é incomplejos,
absolutos y relativos,
abstractos y concretos, y
Dhnsio-
I singulares, particulares, trascendentales,
l nes,
0 ( metafísicos, y
(lógicos.
^ unívocos,
°< equívocos, y
y universales.^ ( a n. á l o s o s

específicos,
genéricos,
diferenciales,
propios, y
accidentales.
Material, y
Categore-) [ propia y metafórica,
l máticosJ \ real y lógica,
A
"tíl I formal..^ común y particular, y
iies.
distributiva y colec-
tiva.
y sincategoremáticos.

523. T é r m i n o s positivos, negati-


v o s é infinitos.—Término positivo es el
que significa una entidad ó realidad
cualquiera: p. ej., alma, estudiante, mesa.
Negativo es el que expresa privación ó
falta de realidad: p. ej., nada, sordera, muer-
te. Infinito es el que resulta anteponien-
241
do la negación al positivo: p. ej., no alma,
no estudiante, no mesa. Términos hay que por
su estructura son negativos y por su significa-
ción positivos: p. ej., infinito, inmenso, inmate-
rial. A la inversa, otros, que por su estructura
son positivos y por su significación negativos,
como los citados al hablar del término negativo.
5 3 1 . Términos complejos é in-
complejos.—Término complejo es el que
significa dos ó más ideas implícitamente
contenidas en una sola palabra: r ejem-
p 0

plo, santo, bueno, ignorante. Incomplejo es el


que, por medio de una sola palabra, sig-
nifica también una sola idea completa:
p. ej., alma, ángel, hombre.
535. Términos absolutos y rela-
tivos.—Término absoluto es el que ex-
presa la cosa en sí misma considerada,
sin que su significación necesite referir-
se á otra: p. ej., mujer, árbol, niño. Relativo
es el que considera la cosa expresada
con referencia á otra cualquiera: por
ejemplo, padre, hijo, amo.
536. T é r m i n o s abstractos y con-
cretos.—Término abstracto es el que sig-
nifica una cualidad sustantivada: r ejem-
p 0

plo, sabiduría, animalidad, vicio. Concreto es


el que significa el ser con su propia de-
L Ó G I C A 16
242

terminación: p. ej., sabio, animal, vicioso.


537. Términos singulares, par-
ticulares, universales, y trascen-
d e n t a l e s . — T é r m i n o singulares, el que
1

expresa un solo individuo: . ej., Demos-


p

tenes, esta mesa, aquel hombre. Particular es


el aplicable á una porción ó parte de
los individuos componentes de una cla-
se: p. ej., algunos estudiantes, ciertos filósofos,
muchos hombres. Universal es el aplicable á
todos los individuos componentes de
una especie ó género, . ej., todos los hom-
p

bres, ningún bruto, los minerales. Trascenden-

1
Dividen también el término los autores en ex-
presivo y vacío, vago y preciso, contradictorio y con-
trario, etc. Expresivo es el que significa entidad real
y existente, como agua, mesa; vacio el que nada sig-
nifica, por ser caprichosa combinación de sonidos arti-
culados, p. ej., tiquis, ó también, el que expresa cosa
imposible, como cuadrado triangular; vago el suscep-
tible de interpretaciones variadas, como gracia, liber-
tad; preciso el que siempre significa la misma cosa,
como ángel, hombre; contradictorios son aquellos tér-
minos, uno de los cuales niega lo que afirma el otro,
de manera que no pueden ser simultáneamente apli-
cados ambos á la misma cosa, p. ej., existente-y no
existente; y por último, contrarios son los que con
formas igualmente positivas expresan cualidades in-
compatibles, como luz y tinieblas.
243
tal es el aplicable, aunque no siempre
en acepción idéntica, á todo lo posible
y existente: p. ej., ser, cosa, objeto. Término
rigurosamente trascendental no hay más que
uno, aplicable siempre en la misma acepción á
todo cuanto existe y puede existir, y es el tér-
mino ente; pero los autores, con el carácter de
atributos trascendentales del ente, enumeran
otros tres, á saber: tmidad, verdad y bondad,
pues todo ser es uno respecto á sí mismo, ver-
dadero respecto al entendimiento que lo apre-
hende, y bueno respecto á la voluntad que lo
apetece. En la bondad incluyen la belleza.
538. Subdivisión del termino uni-
v e r s a l ó común.—Subdivídese el tér-
mino universal en unívoco, equívoco y
análogo. Unívoco es el aplicable á muchas
cosas con significado idéntico: p. ej., mu-
jer, ave, corpóreo. Equívoco es el que expre-
sa cosas diferentes con una misma pala-
bra: p. ej., león, toro, escorpión, que lo mismo
pueden significar animales que signos celestes.
Análogo es el que puede aplicarse á co-
sas diferentes en acepciones parecidas:
p. ej., sano, piadoso, amo, aplicables, el prime-
ro, al color^ clima, país, etc.; el segundo, al
hombre, libro, hijo, etc.; y el tercero, al rey, y
á los que tienen criados ó esclavos. El término
244

universal puede ser también especifico, cuando


indica toda la esencia de aquellos individuos á
los cuales se atribuye, como hombre; genérico
cuando indica aquella parte de la esencia co-
mún á varias especies, como animal; diferen-
cial cuando indica aquella parte de la esencia
que determina al género, como racional; propio
cuando indica aquello que es inseparable de la
esencia y sólo puede aplicarse á individuos de
la misma especie, como discurrir, que es exclu-
sivo del hombre; accidental cuando indica lo
que puede estar y faltar en la cosa, sin que
sufra detrimento su naturaleza, como blanco.
Estos son los cinco términos por antonomasia
llamados predicables, porque pueden predicar-
se, esto es, afirmarse ó negarse de sus infe-
riores,
1 ) ó como total constitutivo de la esencia,
tal es la especie;
2) 6 como parte determinable de la misma,
tal es él género;
3) ó como parte determinante, la diferencia;
4) ó como resultado necesario de la esencia,
el propio;
5) ó como contingente, el accidente. t
529. Acepciones en que se p u e -
d e n u s a r l o s t é r m i n o s . — L o s términos
son unas veces significativos por sí mis-
245
mos, como mujer, negro, y entonces se
llaman categoremáticos ; y otras sólo tie-
{

nen sentido yendo con otros términos,


como rápidame?ite, más bien, pero, y en-
tonces se llaman sincategoremáticos. Apar-
te de esto, los términos pueden tener
dos acepciones: una material, cuando se los
considera como meras palabras: por ejemplo,
Antonio es nombre propio y espárrago palabra
esdrújula: y otra formal, cuando nos referi-
mos á lo significado por la palabra misma: por
ejemplo, el ángel es un espíritu puro.
530. D e cuántas maneras puede
ser la acepción formal, y ejemplos.
La acepción formal de un término pue-
de ser:
a) propia y metafórica,
b) real y lógica,
c) común y particular,
d) y distributiva y colectiva.
Ejemplos: Santa Elena fué madre de Cons-
tantino; la Filosofía es la madre de las ciencias.
La acepción formal del término madre es aquí
propia en el primer caso, y metafórica en el
segundo. Pedro es orador; el orador sagrado ha

' Del griego katá, tendencia, y agorein, hablar,


enseñar.
246

de ser ejemplar. La acepción formal del térmi-


no orador es en el primer caso real, y en el
segundo lógica. Todos los hombres son racio-
nales; algunos hombres son sabios. La acepción
formal del término hombres es en el primer
caso c.omún, y - en el segundo particular. Mis
discípulos son atentos; mis discípulos son 130,
La acepción formal del término discípulo es en
el primer caso distributiva y en el segundo
colectiva.
247

LECCIÓN LIV

DE LOS PREDICAMENTOS Ó CATEGORÍAS

531. Definición de los predica-


m e n t o s ó c a t e g o r í a s . — E x i s t e n términos"
universales y genéricos, que no pueden incluir-
se en géneros superiores, y á los cuales se
reducen las nociones inferiores de las cosas.
Estos términos, que significan géneros
supremos ó nociones universalísimas de
los objetos que se pueden atribuir ó
predicar de algún sujeto, fueron llama-
dos por Aristóteles categorías y por 1

Boecio predicamentos*'. Toda categoría ex-


presa una cosa que á su vez ha sido retratada
en una idea. Por consiguiente, la categoría su-
pone por un lado la existencia en la mente de
un concepto universal, que contiene otras no-
ciones inferiores al primero subordinadas; y
por otro una esencia existente en las cosas,
1
Del griego kategoria, atribución, dignidad, predi-
camento, aquello de que se ha hablado mucho.
2
Del latín praedicare, publicar, pregonar, ponde-
rar una cosa.
248

conocida por el entendimiento y representada


en la idea. En lo primero está el fundamento
lógico y en lo segundo el fundamento ontológico
de las categorías, debiendo por lo tanto estu-
diarse bajo este doble aspecto como clases que
el entendimiento forma para ordenar sus con-
ceptos ó como principios representativos de la
diversidad de los seres: desde el primer punto
de vis'ta el estudio de las categorías es propio
de la Lógica y desde el segundo de la Metafísi-
ca. Sigúese de lo expuesto que las categorías se
refieren á entidades reales, cuya suma compo-
ne todo lo criado, y que habrá tantas categorías
como géneros supremos de las cosas.
5 3 2 . División de las categorías,
s e g ú n A r i s t ó t e l e s . — S i n embargo, estos
términos universales que significan nociones
genéricas, expresivas de las distintas clases de
esencias reales, son para unos muchos y muy
pocos para otros. En una Dialéctica tan ele-
mental como la presente, basta con que apun-
temos sólo las dos más célebres clasificaciones
de las categorías hechas por Aristóteles en la
antigüedad y por Kant en los tiempos moder-
nos. No falta quien sostiene cierta semejanza y
aun filiación entre las categorías de Aristóteles
y las del filósofo indio Kanada, que las clasifica
de la manera siguiente: substancia, cualidad,
249
acción, lo común, lo propio y la relación. Para
el Stagirita y sus discípulos los escolásticos,
las categorías son las diez siguientes:

Substancia Substancia
Quantitas Cantidad
Relatio Relación
Qualitas Cualidad
Actio Acción
Passio Pasión
Ubi Dónde ó lugar
Quando Cuando ó tiempo
Situs Sitio
Habitus. Hábito.

Ejemplos de las diez categorías dichas con-


tiene el siguiente dístico:
Arbor sex servos ardore refrigerat ustos:
Substancia. Cantidad. Relación. Cualidad. Acción. Pasión.

Cras ruri stabo, sed tunicatus ero.


Tiempo. Lugar. Sitio. Hábito.

533. División de las categorías,


s e g ú n K a n t . — L a clasificación que de las
categorías hace Kant, depende de la que hizo
de los juicios el padre de la filosofía moderna.
Kant divide los juicios y de ellos saca las cate-
gorías, como expresa el siguiente cuadro:
2SO
l singulares.. unidad.
cantidad. .< particulares. pluralidad.
universales, totalidnd.
afirmativos. afirmación.
o
negación. >
limitación. w
o
substancia y accidento, o
causa y efecto, >
acción y reacción, 01

posibilidad é imposibilidad,
realidad y no ciistencia.
necesidad y contingencia.

Las precedentes categorías kantianas son


meramente subjetivas, al paso que las catego-
rías aristotélicas son subjetivas y objetivas á la
vez, y como hemos dicho, tienen fundamento
lógico y ontológico simultáneamente. Concre-
temos, por lo tanto, nuestro estudio á estas
últimas.
• 5 3 4 . S u b s t a n c i a . — N o hay necesidad
de repetir lo dicho (241) acerca de la s#bs-
tancia. La substancia existe en sí misma
como en su propio sujeto, posee su
propia existencia, y el accidente no.
Esta es la nota característica de una y otro.
La subsistencia de las substancias no excluye
su dependencia respecto al Criador. Aristóte-
les divide la substancia en prima y secun-
da, entendiendo por substancia primera
251
el individuo, la substancia en concreto,
como Diego, Andrés, etc., y por subs-
tancias segundas los géneros y especies,
la substancia en abstracto, como hom-
bre, humanidad, animal, animalidad, por-
que éstos no tienen el ser en sí mismos, sino
en los individuos de que el género ó especie se
compone. Una substancia, como tal, no es ni
más ni menos substancia que otra, ni capaz de
mayor 6 menor intensidad, como sucede con
ciertos accidentes.
5 3 5 . C a n t i d a d . — Cantidad es la ex-
tensión misma que hace á las cosas divisibles;
ó también: aquella especial disposición de
las partes de las substancias corpóreas,
en cuya virtud pueden sujetarse á nú-
mero, peso ó medida. La cantidad se
divide en continua y discreta. Continua
es aquella cuyas partes están circunscritas por
límites comunes, p. ej., la extensión, que si es
de longitud se llama linea, si de longitud y
latitud superficie, y si de longitud, latitud y
profundidad á la vez, cuerpo. La cantidad con-
tinua puede ser permanente cuando las partes
existen todas á la vez, como sucede en el peso,
volumen, etc., y sucesiva cuando las partes flu-
yen ó existen una después de otra, como pasa
con el tiempo, movimiento, etc. Cantidad discre-
252

ta es aquella cuyas partes se encuentran des-


unidas ó segregadas, por no haber entre ellas
términos comunes que las unan, como el nú-
mero.
5 3 6 . Relación.—Relación es aque-
lla categoría que significa la especial po-
sición de una cosa respecto á otra: la
referencia que hacemos de una cosa á
otra en virtud del nexo que entre ellas
percibe la mente, . ej., igualdad, paterni-
p

dad, etc. Toda relación supone, cuando menos,


dos cosas relacionadas: aquella cuya posición
se determina en orden á otra cualquiera se
llama sujeto, y la relacionada con la primera
término. Aunque necesarias ambas, la relación
no consiste propiamente en ninguna de las dos,
sino en el lazo que las une, y sólo á esta unión
se refiere la categoría que estudiamos. Dicha
unión puede ser real, ó lógica. La primera es
anterior á su percepción y existe entre las
cosas, independientemente del entendimiento
que la percibe; la segunda, aunque con funda-
mento en las cosas, depende de la comparación,
y por consiguiente es resultado de la percep-
ción intelectual.
5 3 7 . Cualidad.—Cualidad es todo
accidente ó modificación que se atribu-
ye á uña substancia ó á otro accidente
253
sustantivado: p. ej., hombre vicioso, hermosa
blancura, etc. Las cualidades pueden ser sensi-
bles, como frialdad, sonoridad, etc.; inteligibles,
como bondad, verdad, etc.; hábitos, como vir-
tud, vicio, etc.; potencias naturales, como sen-
sibilidad, entendimiento, etc.; figuras, como
circular, angular, etc.; y formas, como majes-
tuoso, arbóreo, etc.
538. Acción y pasión.—Acciones
toda mutación procedente de una po-
tencia ó causa cualquiera puesta en ejer-
cicio, como querer, andar, etc. Recuérdese lo
dicho ( 2 2 ) acerca de los actos y de las acciones.
Pasión es toda mutación causada por
otro y sufrida por el sujeto que la reci-
be, como ser movido, irritarse, alegrarse, etc.
539. L u g a r y t i e m p o . —Lugar ó
dónde es la determinación del objeto
en orden al espacio, como estar arriba,
abajo, etc. Tiempo ó cuándo es la deter-
minación del objeto en orden á la du-
ración, como cosa pasada, presente ó veni-
dera.
540. Sitio y h á M t o . - S i t i o es la
determinación del objeto en orden á su
particular disposición ó manera de estar,
como tenderse, sentarse, etc. Por último,
hábito es la determinación de la cosa ó
254
persona en orden á sus trajes, adornos,
armas, pinturas, etc.
Estas seis últimas categorías no tienen im-
portancia lógica, y las denominadas sitio y hábi-
to, mejor que categorías, son circunstancias
extrínsecas de las cosas, que apuntamos única-
mente por respeto á la tradición escolástica.
255

SEGUNDA SECCIÓN DE LA DIALÉCTICA


DE LAS PROPOSICIONES

LECCIÓN LV

DE LAS PROPOSICIONES SIMPLES

541. Naturaleza de la proposi-


c i ó n l ó g i c a . — S e da en Lógica el nom-
bre de proposición á la enunciación ó
expresión oral del juicio, y más profun-
damente puede definirse también, di-
ciendo que es el signo del verbo mental
complejo (521). Ejemplos: el pudor es el más
bello adorno de los jóvenes; el, alma es inmor-
tal; Pedro estudia; los hijos, la ciencia y la pru-
dencia son la triple corona de la ancianidad. La
misma intimidad existe entre la idea y la pala-
bra ó término, que entre el juicio y la oración
gramatical ó la proposición. Por consiguiente,
todo lo que dijimos (130) de los juicios puede
aplicarse á las proposiciones, y á la inversa.
Conviene, por lo tanto, distinguir en las propo-
siciones los mismos elementos (sujeto, cópula y
256

predicado) que en los juicios, los cuales pueden


estar tanto en éstos como en aquéllas, explícitos
ó implícitos. No se olvide, sin embargo, que el
juicio radica en el pensamiento y la proposición
en la enunciación ó expresión oral del pensa-
miento. Nótese además que los verbos todos
que desempeñan en la proposición el oficio de
cópula, no son otra cosa en el fondo más que la
síntesis del verbo ser y un atributo; por ejem-
plo, brillar significa ser brillante, y amar, ser
amante, aunque el verbo ser puede tomarse en
dos acepciones diferentes, según que se refiera
al valor objetivo ó al valor lógico de la propo-
sición. Cuando decimos, p.. ej., el calor dilata
los cuerpos, queremos significar por una parte
que existe fuera de nosotros un agente natural
llamado calor, entre cuyas propiedades figura
la de dilatar los cuerpos, y por otra parte, que
en nuestro pensamiento se encuentran unidos
el predicado dilatación con el sujeto calor.
Ahora bien; la Dialéctica ó Lógica pura pres-
cinde del valor objetivo de las proposiciones, es
decir, de si hay conformidad entre lo significa-
do por éstas y la realidad de las cosas, y estudia
solamente su valor subjetivo ó lógico, conside-
rándolas en el pensamiento y no fuera de él, y
atribuyendo al verbo únicamente el oficio de
enlazar ó unir al sujeto con el predicado.
257
5 4 3 . División de las proposicio-
nes.—Para proceder con claridad estudiare-
mos primero las proposiciones en sí mismas,
absolutamente consideradas, y después en sus
relaciones recíprocas, esto es, comparando unas
proposiciones con otras; y distinguiremos en
las primeras la materia de la forma. Componen
la materia de las proposiciones los elementos
de que constan, esto es, el sujeto, la'cópula y
el predicado, y por forma se entiende la ma-
nera como están combinados dichos elementos.
Por razón de la materia pueden di-
vidirse las proposiciones desde dos puntos
de vista diferentes, que son: atendiendo al
significado de las proposiciones, que pueden
expresar una ó varias afirmaciones racionales,
esto es, uno ó varios juicios, bajo cuyo aspec-
to las proposiciones se dividen en simples y
compuestas, y 2 . ° , atendiendo á la mayor ó
menor extensión del sujeto de la proposición,
bajo cuyo aspecto se dividen en singulares,
particulares, universales é indefinidas. De
análoga manera, por razón de la forma, se
dividen también las proposiciones: i. , 0

atendiendo á la conveniencia ó disconveniencia,


expresadas por la proposición entre su sujeto y
su predicado, bajo cuyo aspecto se dividen las
proposiciones en afirmativas, negativas y
LÓGICA

17
258
limitativas, y 2°, atendiendo á la mayor ó
menor necesidad ó fuerza con que el predicado
se afirma ó niega del sujeto, bajo cuyo aspecto
se dividen las proposiciones en necesarias,
contingentes, posibles é imposibles.
5 l'.l. Proposiciones simples y
c o m p u e s t a s . — A b s o l u t a m e n t e consideradas,
por razón de su materia y bajo el primer
aspecto, podemos definir las proposiciones sim-
ples y compuestas, diciendo:
Simples son las expresivas de una
sola afirmación racional, referente á un
solo sujeto, ó también: aquellas que no con-
tienen virtualmente otras, expresando sólo la
relación entre un solo sujeto y un solo predi-
cado: p. ej., Pedro pasea, la virtud es lauda-
ble, .etc.
Cojnpuestas son las expresivas de dos
Ó más juicios, ó también: aquellas que cons-
tan de dos ó más sujetos, ó de dos ó más pre-
dicados, por lo cual contienen virtualmente
otras proposiciones: p. ej., el hombre y el bru-
to son animales, racional aquél é irracional
éste; si te aplicas obtendrás sobresaliente, etc.
Se ha dicho que esta división más pertene-
ce á la Gramática que á la Lógica, la cual debe
fijarse principalmente en si la proposición es
una ó múltiple, según que exprese con muchas
259

ó pocas voces una sola enunciación ó varias;


pero no es así, porque no son las palabras las
que dan carácter de simple ó compuesta á la
proposición, sino los juicios significados por las
palabras. Un solo juicio, expresado por medio
de zma sola proposición, hace que ésta sea sim-
ple. Varios juicios expresados por medio de
una sola proposición, hacen que ésta sea com-
puesta, porque virtualmente contiene tantas
cuantos son los juicios por ella expresados.
544. Proposiciones singulares y
p a r t i c u l a r e s . — L o s dialécticos llaman can-
tidad de la proposición á la mayor ó menor
extensión de su sujeto. Recuérdese lo di-
cho (338) acerca de la extensión y compren-
sión de las ideas generales, aplicable también
á los términos (sujeto y predicado) de la pro-
posición; y definamos las proposiciones, por
razón de su cantidad, de la manera siguiente:
Si el sujeto se toma en su extensión
mínima, de tal manera que no puede
aplicarse más que á un solo individuo,
la proposición es singular: p. ej., Santo To-
más es el mayor filósofo que han conocido los
siglos.
Si el sujeto se toma en su extensión
media, de tal manera que sólo puede
aplicarse á parte de los individuos com-
2Ó0

ponentes de una especie ó género, la


proposición es particular: p. ej., algunos
estudiantes merecen castigos severisimos.
545. Proposiciones universales é
indefinidas.—Si el sujeto se toma en su
extensión máxima, de tal manera que
puede aplicarse á todos los individuos
de la especie ó género, la proposición es
universal: p. ej., todo hombre será juzgado.
Si la extensión del sujeto no se de-
termina por medio de los signos propios
al efecto, de tal manera que lo mismo
puede tomarse universal que particular-
mente, la proposición es indefinida: por
ejemplo, los alemanes son rubios, los hombres
son racionales.
Fácil es determinar, por su cantidad res-
pectiva, la verdadera extensión del sujeto en
las proposiciones singulares, particulares y
universales, pues en las singulares se habla de
uno ó muchos determinadamente; en las parti-
culares, de alguno ó algunos indeterminadamen-
te; y en las universales, de todos sin excepción.
No sucede lo mismo con las proposiciones in-
definidas, respecto á las cuales conviene apren-
der las siguientes reglas:
1.
a
Si el predicado es accidental al sujeto,
la proposición indefinida equivale á la particu-
2ÓI

lar, aunque entrañando siempre cierta univer-


salidad moral, como se verifica en el primer
ejemplo.
2.a
Si el predicado es esencial al sujeto, la
indefinida equivale á la universal, como acon-
tece en el segundo ejemplo.
516. Proposiciones afirmativas y
n e g a t i v a s . — L o s dialécticos llaman cualidad
de una proposición á la conveniencia ó discon-
veniencia existente entre su sujeto y su predi-
cado. Por razón de la cualidad podemos definir-
las así:
Proposiciones afirmativas son las que
expresan conveniencia, de tal manera
que el sujeto está contenido en la exten-
sión del predicado, como el alma es in-
mortal.
Negativas las que expresan discon-
veniencia, estando el sujeto excluido de
la extensión del predicado, como los bru-
tos no son racionales.
517. Proposiciones limitativas.—
Son limitativas aquellas que anteponen
una negación al predicado, excluyendo
al sujeto de su esfera, pero afirmando á
la vez que está contenido en otra que no
se nombra, como Andrés es no bueno. Estas
proposiciones se resuelven en las anteriores.
2Ó2

54$. Reglas dialécticas para de-


terminar la extensión y compren-
sión del predicado e n las proposi-
ciones afirmativas y negativas.—
Todas pueden reducirse á la siguiente: En las
proposiciones afirmativas el predicado
se toma (supone, decían los escolásticos)
en toda su comprensión y en parte de
su extensión; y á la inversa, en las ne-
gativas se toma en toda su extensión y
en parte de su comprensión.
Si decimos, p. ej., todo mineral es cuerpo,
del sujeto mineral afirmamos el predicado cuer-
po en toda su comprensión, pues atribuímos al
mineral todas las notas componentes de la
comprensión de cuerpo, á saber, la existencia
como cosa material, dotada de longitud, latitud,
profundidad, etc.; pero no en toda su extensión,
porque no afirmamos del mineral todo cuerpo,
sino únicamente que es parte de los cuerpos
existentes. A la inversa, si decimos los minera-
les no son vivientes, negamos del sujeto mineral
todos los vivientes, ó lo que es igual, tomamos
el predicado viviente en toda su extensión; pero
no en toda su comprensión, porque algunas
notas de la comprensión del viviente, como ser
cuerpo, etc., convienen al mineral.
549. Proposiciones necesarias;
263

contingentes, posibles c imposibles.


Por razón de su forma, las proposiciones son
también:
Necesarias, si expresan lo que no
puede menos de ser, pues el predicado
está tomado de la esencia misma del
sujeto, como Dios es infinito;
Contingentes, si expresan lo que es,
pero pudiera no ser, pues el predicado
no se toma de la esencia del sujeto,
como César pasó el Rubicán;
Posibles, si expresan lo que puede
acontecer, como tal vez pierda el curso; é
Imposibles, si expresan lo que ni es
ni puede ser, como la materia piensa.
550. IVuevas divisiones.—Además
de las dichas, los dialécticos admiten otras pro-
posiciones menos importantes, que toman su
nombre muchas Veces de los juicios que entra-
ñan, á saber: proposiciones evidentes, cla-
ras, obscuras, verdaderas, falsas, etc. No
necesitamos definirlas para saber á qué propo-
siciones se refieren las denominaciones citadas.
264

LECCIÓN LVI

DE LAS PROPOSICIONES COMPUESTAS

551. División de las proposicio-


n e s c o m p u e s t a s . — S e g ú n hemos dicho en
la lección precedente, proposición compuesta.
es la que, por tener más de un sujeto,
más de un predicado, ó ambas cosas á
la vez, contiene explícita ó implícita-
mente más de una proposición simple.
Podemos dividir, ante todo, estas pro-
posiciones en explícita é implícitamente
compuestas, y subdividir
[ copulativas,
l adversativas,
las explícitas en' relativas,

¡
J causales, é
[ hipotéticas;
exclusivas,
exceptivas,
comparativas,
restrictivas; y
reduplicativas.
2ÓS
553. Proposiciones copulativas.—
Proposición copulativa es aquella que
por medio de las partículas y, ni, ú otras
que hagan sus veces, expresa el enlace
de varias afirmaciones ó negaciones.
Dicho enlace puede tener lugar entre un solo
sujeto y varios predicados: p. ej., Santo Tomás
fué sabio y santo; entre un solo predicado y va-
rios sujetos: p. ej., San Agustín y Santa Teresa
de Jesrís son los héroes del amor divino; ó entre
varios sujetos y varios predicados, como Santo
Tomás y San Agustín fiwon filósofos, teólogos
y santos. En los ejemplos anteriores se nota, en
el que la proposición copulativa puede des-
componerse en tantas simples cuantos son sus
predicados; en el 2 . ° , en tantas cuantos son sus
sujetos, y en el 3. , en las que resultan de mul-
0

tiplicar los sujetos por los predicados.


Regla. La proposición copulativa será ver-
dadera cuando lo sean todas las simples en que
pueda descomponerse, bastando que una de
éstas sea falsa para que haya que negar toda la
copulativa.
553. Proposiciones adversativas.
Proposición adversativa es aquella que,
por medio de las partículas pero, no obs-
tante, ú otras equivalentes, une varios
sujetos ó varios predicados: p. ej., Cicerón
266

no fué muy honrado, pero si gran orador; los


estudiantes, no obstante su mocedad, discurren
como viejos.
Regla. Por lo menos ha de haber alguna
oposición entre las partes de estas proposicio-
nes, acerca de cuya veracidad repetimos lo
dicho de las copulativas.
554. Proposiciones relativas.—
Proposición relativa es aquella que enla-
za sus partes por medio de las partícu-
las donde, allí, cual, que, tal, etc.: p. ej., la
virtud es la mejor norma de conducta que puede
imponerse el hombre.
Regla. La verdad de estas proposiciones
compuestas no depende de la verdad de cada
una de las simples que contienen, sino de la
verdad de la relación expresada.
555. Proposiciones cánsales. —
Proposición causal es aquella que enla-
za sus partes por medio de las partículas
porque, pitesto que, por, etc.: p. ej., bienaven-
turados los limpios de corazón, porque ellos verán
á Dios.
Reglas. Para que estas proposiciones sean
verdaderas, se requiere: I.°, que lo sean las par-
tes ó simples que contienen; y 2 . ° , que la causa
aducida sea verdadera.
556. Proposiciones hipotéticas y
267

condicionales.—Proposición hipotética
es aquella que nada afirma ó niega en
absoluto, expresando sólo la dependen-
cia mutua de las partes entre sí. Se divi-
de la proposición hipotética en condicional,
disyuntiva y conjuntiva.
Proposición hipotética condicional es
aquella que consta de dos partes, dis-
puestas de modo que, cumplida la condi-
ción, se cumple también lo condicionado:
p. ej., si Fernández se aplica, obtendrá buena
nota. La primera parte, que contiene la condi-
ción ó supuesto, se llama antecedente,y la segun-
da, que contiene lo condicionado, consecuente.
Regla. La verdad de estas proposiciones no
depende de la del antecedente ni de la del con-
secuente, sino de la verdad del nexo 6 coinci-
dencia entre el antecedente y consecuente; esto
es, de que dado el primero, se siga naturalmen-
te el segundo.
557. Proposiciones disyuntivas y
c o n j u n t i v a s . —• Proposición disyuntiva
es aquella que enlaza varias enunciacio-
nes ó términos por medio de las partí-
culas ó, ya, ora, etc.: p. ej., el hombre se sal-
va ó se condena. '
Reglas. Para que estas proposiciones sean
verdaderas, se necesita: que sus partes sean
268

opuestas, de manera que si una es verdadera,


las demás sean falsas; y 2 . ° , que la disyunción
sea completa, de modo que dos ó más miem-
bros no puedan ser verdaderos á la vez.
Proposición conjuntiva es aquella que
niega que dos enunciaciones sean ver-
daderas simultáneamente: p. ej., el hombre
no puede ser racional é irracional.
Regla. Ha de haber verdadera incompati-
bilidad entre los miembros de la conjunción.
558. Proposiciones exclusivas y
e x c e p t i v a s . — E x p l i q u e m o s ahora las propo-
siciones implícitamente compuestas y ya enume-
radas (551). Proposición exclusiva es aque-
lla que afirma ó niega cosa determinada,
y á la vez excluye todo lo no afirmado ó
negado. La exclusión, tanto puede referirse
al sujeto: p. ej., sólo los que quisieran que Dios
no existiese son ateos, como al predicado: por
ejemplo, Voltaire fué únicamente literato. En
rigor las proposiciones exclusivas equivalen á
las copulativas, pues contienen dos simples,
una afirmativa y otra negativa.
Proposición exceptiva es aquella que
afirma ó niega algo con limitaciones de-
terminadas, que pueden afectar igual-
mente al sujeto que al predicado. Ejem-
plos: todos los hijos de Adán, excepto María
269

Santísima, son concebidos en pecado; Pedro tiene


todas las virtudes, excepto la modestia. Las pro-
posiciones exceptivas contienen virtualmente,
como las exclusivas, dos proposiciones simples,
afirmativa la una y negativa la otra, por lo cual
equivalen también á las copulativas.
559. Proposiciones comparativas,
restrictivas y reduplicativas.—Pro-
posición comparativa es aquella en la cual
se ponen en parangón dos ó más enun-
ciaciones: p. ej., la virtud es más preciosa que
eloro. Contiene los tres simples siguientes:
a) la virtud es preciosa,
b) el oro es precioso,
c) el precio de la virtud excede al del oro.
Regla. Para que la proposición compuesta
comparativa sea verdadera, preciso es que lo
sean también todas las enunciaciones simples
que contiene.
Proposición restrictiva es aquella que
afirma ó niega algo, refiriéndose á otra
propiedad del sujeto: . j . , Gómez, como
p e

estudiante, está sujeto á la jurisdicción académi-


ca. Reduplicativa es aquella que afirma ó
niega algo, limitándose á la propiedad
expresada por el mismo nombre del su-
jeto: p. ej., el estudiante, como estudiante, está
á las órdenes del Rector. Unas y otras contie-
270

nen virtualmente dos proposiciones simples,


en las cuales pueden descomponerse, y que han
de ser verdaderas para que lo sea también la
compuesta.
5 G 0 . O t r a s d i v i s i o n e s . — D e otras es-
pecies de proposiciones compuestas, tales como
las complejas, incomplejas, incidentales, prin-
cipales, de falso sujeto, de falso predicado,
etcétera, hablan los autores; pero las más im-
portantes son las ya definidas.
271

LECCIÓN LVII

OPOSICIÓN, C O N V E R S I Ó N Y EQUIVALENCIA D E L A S

PROPOSICIONES

561. Signos para nombrar las cua-


tro m á s importantes especies de pro-
posiciones y aspectos que h a y que
distinguir en su estudio comparati-
v o . — D e todas las proposiciones dichas, las
más importantes desde el punto de vista dia-
léctico son cuatro, á saber: universal afir-
mativa, que los antiguos designaban con
la letra A; universal negativa, cuyo signo
es E; particular afirmativa, cuyo signo
es I, y particular negativa, cuyo signo
es O.
Para recordar con facilidad estas significa-
ciones, nótese que las letras A é I son las dos
primeras vocales de la palabra latina affirmo y
que las letras E y O entran en la palabra negó,
y apréndanse de memoria los siguientes versos
inventados por los dialécticos antiguos:
Asserit A, negat E , verum generaliter ambo:
Asserit /, negat 0, sed particulariter ambo.
272

Que significan: afirma la A, niega la E, aun-


que generalmente las dos; y afirma la I, niega
la O, pero particularmente las dos.
Comparando ahora las proposiciones unas
con otras, conviene estudiar en ellas tres as-
pectos distintos, que se llaman oposición,
conversión y equivalencia.
5 6 2 . Proposiciones opuestas y sus
e s p e c i e s . — Proposiciones opuestas son
aquellas que, teniendo el mismo sujeto
y el mismo predicado, difieren, no obs-
tante, en cantidad, en cualidad, ó en
ambas cosas á la vez. Si difieren sólo en
cantidad, se llaman subalternas. Si en
cualidad, cuando ambas son universales,
contrarias, y cuando particulares, subcoii-
trarias. Si en cantidad y cualidad á la
vez, contradictorias. A I y E O son subalter-
nas; A E contrarias; I 0 subcontrarias, y A O
y EI contradictorias. Esto se recordará fácil-
mente aprendiendo el siguiente cuadro:
273

1
T o d o hom- Ningún j
bre es hombre es ;
virtuoso. virtuoso.
A C O V r i t A l U A S E

te
./ >

*•
Sí l \
>
\ x i
1 SI liCOMIÍARIAS 0
Algún hom- Algún
bre es hombre no
virtuoso. es virtuoso.

563. Reglas para apreciar la ve-


racidad ó falsedad de las proposicio-
n e s c o n t r a d i c t o r i a s . — N o todas las pro-
posiciones dichas son opuestas en el mismo
grado. Las contradictorias son verdadera y
rigurosamente opuestas; las contrarias y sub-
contrarias sólo pueden llamarse opuestas en
sentido lato, y en las subalternas, más bien que
oposición, hay subordinación. Lo importante
es saber apreciar su veracidad y falsedad, á
cuyo efecto conviene aprender las siguientes
reglas, haciendo la distinción debida entre la
materia contingente y la necesaria, según que
LÓOICA 18
274
las proposiciones se refieran á cosas accidenta-
les ó esenciales:
i. Las contradictorias (A O y E I)
a

no pueden ser simultáneamente las dos


verdaderas ni las dos falsas, tanto en ma-
teria necesaria como contingente, pues
afirmando la una en absoluto lo que la otra
niega de la misma manera, si ambas fuesen
verdaderas ó falsas, vendría á tierra el principio
de contradicción, realizándose el absurdo de
que una misma cosa sería y no sería á la vez.
Por lo tanto, de la verdad de una con-
tradictoria se infiere la falsedad de la
Otra, y viceversa. Ejemplos: si es verdad que
todos los hombres son bimanos ( A ) , necesaria-
mente tiene que ser falso que algunos hombres
no son bimanos (O). En efecto, la universal
afirmativa excluye toda negación particular del
mismo atributo bimanos con relación al mismo
sujeto hombres. Recíprocamente, si es verdad
que algunos hombres no son sinceros (O), falso
es indudablemente que todos los hombres son
sinceros ( A ) , porque la exclusión del atributo
sinceros de una parte del sujeto hombres, impide
la inclusión de este mismo atributo en la totali-
dad del mismo sujeto. Lo mismo pudiéramos
comprobar refiriéndonos á las contradicto-
rias E. I.
275
564. R e g l a s de las proposiciones
contrarias.—2. a
Las contrarias (A E)
no pueden ser ambas verdaderas ni en
materia necesaria ni en materia contin-
gente, .pues si es verdad que un predicado
conviene (\ todos los individuos significados
por el sujeto, no puede ser verdad á la vez que
no convenga á ninguno; pero SÍ pueden ser
las dos falsas en materia contingente,
pues no es difícil que un predicado no se pueda
afirmar ni negar de todo el sujeto, á parte del
cual convenga únicamente. Por 1o tanto, de la
verdad de la una se infiere la falsedad de la
otra; pero no á la inversa. Ejemplos: todos los
metales son buenos conductores de la electrici-
dad (A), y ningún metal es buen conductor de
la electricidad (E); no pueden ser proposiciones
verdaderas las dos, porque ambas toman el
sujeto metales en toda su extensión, y la una
afirma el mismo predicado buen conductor de la
electricidad, al paso que la otra lo niega del
mismo sujeto; luego no pueden ser las dos ver-
daderas, y si la primera es verdadera, la segun-
da tiene que ser falsa. En materia contingente
pueden ser, sin embargo, falsas las dos propo-
siciones contrarias. Ejemplo: todo hombre es
sabio (A), y ningún hombre es sabio (E); evi-
dentemente son falsas las dos.
276

565. R e g l a s de las proposiciones


subcontrarias.—3 a
Las subcontrarias
no pueden ser ambas falsas ni en mate-
ria necesaria ni en materia contingente,,
pues por la regla 1 . , la falsedad de la particu-
a

lar afirmativa (I),' haría verdadera á su contra-


dictoria la universal negativa (E), y la falsedad
de la particular negativa (O), haría verdadera
á su contradictoria la universal afirmativa (A);
y tendríamos dos contrarias verdaderas, lo
cual es imposible por la regla 2 . Fácilmente
a

puede comprobarse esto escogiendo una sub-


contraria cualquiera falsa; p. ej., algunos mine-
rales son vivientes (I), y notando que la sub-
contraria (O) correspondiente algunos minerales
no son vivientes, resulta verdadera. Pero en
materia contingente sí pueden ser am-
bas subcontrarias verdaderas, pues un
mismo predicado puede afirmarse con verdad
de parte del sujeto y negarse de otra parte dis-
tinta, como sucede en las proposiciones algu-
nas plantas son medicinales (I) y algunas plan-
tas no son medicinales (O), que son verdaderas
las dos.
566. R e g l a s de las subalternas.—•
4. A tres pueden reducirse las reglas de las
a

subalternas (AI y EO), á saber:


a) Como la particular está incluida en la
277
universal y en cierto sentido participa de su na-
turaleza, las subalternas pueden ser á la vez
verdaderas y falsas las dos. Ejemplo de AI
verdaderas: todos los hombres son racionales,
algunos, hombres son racionales. Ejemplo de EO
falsas: ningún mineral es cuerpo, algún mineral
no es cuerpo.
b) En las subalternas, de la verdad de la
subalterna universal se infiere la verdad de
la particular; pero no á la inversa, pues lo
que se dice de algunos, á veces no puede
decirse de todos. Ejemplo: de la verdad de la
universal, todos los hombres son racionales (A),
se infiere la verdad de la particular, algún
hombre es racional; pero no a l a inversa, pues
•de que algunos hombres sean sabios (I), no pue-
de lógicamente inferirse que todos los hombres
son sabios (A).
c) Por razón idéntica, de la falsedad de la
subalterna universal no se infiere la false-
dad de la subalterna particular, pues lo que
no conviene á todos puede convenir á algunos;
pero si á la inversa, pues si un predicado no
conviene á parte de los individuos de una espe-
cie ó género, a fortiori tampoco puede conve-
nir á todos. Ejemplos: de que sea falsa la uni-
versal ningún hombre es sabio (E), no puede
inferirse la falsedad de la particular, algunos
278

hombres no son sabios (O); pero sí á la inversa,


porque si es falso que algunos metales no son
cuerpos (O), con mayor motivo será falso igual-
mente que ningún metal es cuerpo (E).
567. Conversión de las proposi-
ciones.-—Se entiende por conversión de
las proposiciones la transposición ó in-
versión de sus términos, de manera que
el sujeto pase á ser predicado y el pre-
dicado sujeto, continuando verdadera la
proposición invertida.
5 6 8 . Especies de conversiones y
m a n e r a d e h a c e r l a s . — L a conversión
puede ser simple, accidental y contrapues-
ta, 6, como decían los antiguos dialécticos, la
conversión puede hacerse simpliciter, per acci-
dens y per contrapositionem. La conversión
simple consiste en invertir los términos >

sin alterar su cantidad; la accidental, en


invertir los términos, alterando su can-
tidad; y la contrapuesta, en invertir los
términos, haciéndolos á la vez infinitos,
esto es, tomándolos en sentido negativo con-
trapuesto al que antes tenían. Esta conversión
es violenta y poco usada. No todas las propo-
siciones pueden convertirse de las tres maneras
dichas. Conversiones legítimas son únicamente
las expresadas por los siguientes versos:
279
E I simpliciter convertitur; E A per accid
O A per contra; s!c fit conversio tota.
Que quieren decir, que la universal negati-
va (E) y la particular afirmativa (I), se convier-
ten simplemente; por accidente, la universal
negativa (E) y la universal afirmativa (A); y
por contraposición, la particular negativa (O)
y la universal afirmativa (A). Así se hacen las
conversiones todas.

Ejemplos:
„ . . , . ., ( Ningún hombro es irracional.
E simpliciter.... \
| niiiirún ¡rracionaal os hombro.
Algunos niélales son sólidos.
/ simpliciter.. .
.Algunos sólidos son metales.
Sinsiin metal es « s e t a l .
E per accid...
' Algún regotal no os mota!.

A per acc
. j Todos los metales son cuerpos simple:
Algunos cuerpos simples son metales.
Algún hombro no es virtuoso.
O per contra •. .
Algún no virtuoso no es no hombro.
\ Todos los metales son cuerpos simples. -
A per contra...
( Todos los cuerpos no simples son no metales.

569. E q u i v a l e n c i a de las propo-


s i c i o n e s . — L a propiedad que tienen dos ó
más proposiciones de significar lo mismo con
palabras algún tanto diferentes, se llama equi-
valencia ó equipolencia. De manera, que Son
equivalentes las proposiciones opuestas
que, merced á la partícula negativa,
28o

vienen á significar lo mismo. Las reglas


para convertir en equivalentes las proposicio-
nes opuestas, están contenidas en el siguiente
verso:
P r a e contradic: post contra: praepostque subalter.

El cual significa quese convierten en


equivalentes las contradictorias, colocan-
do la negación ante (prae) del sujeto de
cualquiera de ellas. Ejemplo: las contradic-
torias todo hombre es virtuoso (A) y algún hom-
bre 110 es virtuoso (O), se convierten en equiva-
lentes anteponiendo la negación al sujeto de la
primera y diciendo: no todo hombre es virtuo-
so, pues esto' equivale á decir que alguno no
lo es.
Las contrarias, colocando la negación
después (post) del sujeto de cualquiera
de ellas. Ejemplo: sean las contrarias todo
hombre es virtuoso (A) y ningún hombre es vir-
tuoso (E). Quedan convertidas en equivalentes
colocando la negación después del sujeto de la
primera, pues lo mismo da decir que todo hom-
bre no es virtuoso, que sostener que ninguno
lo es.
Las subalternas, colocando la nega-
ción antes y después (praepostque) del
sujeto de cualquiera de ellas. Ejemplo:
convertiremos en equivalentes las subalternas
28l
todo hombre es virtuoso (A) y algún hombre es
virttioso (I), anteponiendo y posponiendo á la
vez la negación al sujeto de la primera, pues
decir que no todo hombre no es virtuoso, equi-
vale á afirmar que algunos lo son.
Las subcontrarias no pueden conver-
tirse en equivalentes, porque resultan
idénticas en significado. Tal sucede, p. ej.,
tanto anteponiendo como posponiendo la nega-
ción á la subalterna I, pues en el primer caso
diría no algún hombre es virtuoso y en el segun-
do algún hombre 110 es virtuoso, resultando en
ambos idéntica á su subalterna O.
5 7 0 . Cuadro sinóptico de las pro-
posiciones todas.
(afirmativas,
• "negativas, y
forma... J (limitadas.
(necesarias,
absolutameii-] icontingentcs,
te conside- /posibles, é
radas. .. (imposibles.
/singulares,
o_ ^particulares, copulativas,
"^universales, é adversativas,
materia.. (indefinidas. implícitamente . relativas,
causales, é (condicionales
o (simples, y
S
hipotéticas /disyuntivas, y
"(compuestas....
/conjuntivas,
(contradictorias, exclusivas,
¡contrarias, exceptivas,
oposición.
Jsubcontrarias, y! explícitamente, comparativas,
comparativa- (subalternas. restrictivas, y
mente con- reduplicativas.
Isiinple,
sideradas ,'(conversión...«accidental, y
J (contrapuesta.
I (contradictorias,,
• equivalencia., contrarias, y
(subalternas.
28 3

TERCERA SECCIÓN DE LA DIALÉCTICA


" D E L A S ARGUMENTACIONES

LECCIÓN LVIII

DE LA ARGUMENTACIÓN SILOGÍSTICA

5 7 1 . D e f i n i c i ó n «le l a a r g u m e n -
t a c i ó n y s u s e s p e c i e s . — La misma rela-
ción de intimidad existe entre el raciocinio y la
argumentación1, que entre la idea y el término,
y el juicio y la proposición. Puede conside-
rarse, por lo tanto, la argumentación
como expresión oral del raciocinio y defi-
nirse: aquella oración en la cual se infie-
re una enunciación de otras, mediante
cierta conexión que entre ellas existe.
Según dijimos en Psicología (143), el raciocinio
puede ser inductivo y deductivo, y, por lo tan-
to, habrá también argumentaciones inductivas,
que son la expresión oral de los raciocinios

* D e l latín argumentari, alegar, aducir pruebas.


284

inductivos; y deductivas, que son la expresión


oral de los raciocinios deductivos. Como aqué-
llas no son medios verdaderos de enseñanza y
de disputa, sino más bien de invención analíti-
ca, la Dialéctica limita su estudio á las deducti-
vas. Las argumentaciones deductivas se subdi-
viden én silogísticas y no silogísticas, según
que, en la exposición de la prueba, se valgan
de la rigurosa forma del silogismo, ó la alteren
algún tanto y se separen de ella.
573. Elementos de toda argu-
mentación y condiciones para a r -
güir.—Toda argumentación consta de
dos elementos: antecedente, formado por
aquellas enunciaciones de las cuales se
infiere otra, y consiguiente, que es la pro-
posición inferida del antecedente. La ila-
ción que debe existir entre el anteceden-
te y el consiguiente se llama consecuencia,
la cual suele expresarse por medio de la
palabra luego. No hay que confundir nunca
la consecuencia con el consiguiente, pues muy
bien puede ser éste verdadero y aquélla falsa
6 ilegítima, y viceversa. Ejemplos: Nerón era,
emperador romano, luego fué cruel: las ciencias
son perjudiciales, luego la Lógica es perjtidicial.
En el primer ejemplo el consiguiente es verda-
dero, pues nos consta la crueldad de Nerón;
28 5

pero la ilación ó consecuencia es falsa, pues de


que Nerón era emperador no se sigue legítima-
mente que fuese cruel. Por el contrario, en el
segundo la consecuencia es legítima, pues indu-
dablemente, si todas las ciencias son perjudi-
ciales, tiene que serlo también la Lógica, que
es una de las ciencias, pero el consiguiente (ó
proposición que afirma que la Lógica es perju-
dicial) es falso.
Para argüir con fruto se necesitan dos cosas:
1. , conocer los principios generales á
A

los cuales puede referirse la cuestión


que se intenta probar, y 2 . , saber hallar
a

el término medio, que sirve de punto de


comparación entre los extremos, que la
conclusión contiene. Al efecto, de nada sir-
ven los lugares comunes ó tópicos de Aristóte-
les: los mejores tópicos son la ilustración y la
ciencia.
573. Definición, proposiciones y
t é r m i n o s d e l silogismo.—Silogismo es
una argumentación que consta de tres
términos, dos extremos y un medio, con
el cual aquéllos se comparan; y de otras
tantas proposiciones, combinadas de tal
modo, que de las dos primeras, llama-
das premisas, necesariamente se deduz-
ca la tercera, denominada conclusión.
286

El más extenso de los extremos, que por lo


común es predicado de la conclusión, se llama
término mayor, y el mismo nombre toma la
premisa que lo contiene. El menos extenso,
sujeto de la conclusión, se llama término menor,
y el mismo nombre damos á la premisa de
que forma parte. Nunca el término medio entra
en la conclusión, pero sí en las dos premisas.
Generalmente la premisa mayor es la primera
del silogismo, y la menor la segunda; pero no
cambia su naturaleza por que se coloquen á la
inversa. El silogismo es la argumentación mo-
delo por lo sencilla y completa. Ejemplo:

Todo animal es sensitivo;


el infusorio es animal;
luego el infusorio es sensitivo.

El término mayor es sensitivo, el menor


infusorio, y el medio animal. Como puede no-
tarse, la comparación de los extremos con el
medio se verifica en las premisas.
5 7 4 . M a t e r i a y forma del silo-
g i s m o . — P a r a conocer á fondo el silogismo
hay que distinguir en él la materia de la forma.
Son materia del silogismo los elementos
dialécticos que lo componen, á saber:
las proposiciones y los términos, llamán-
dose aquéllas materia próxima y éstos
287
materia remota. Entendemos por forma
del silogismo la disposición especial de
su materia, esto es, de sus proposiciones
y términos, de manera que resulte ila-
ción ó consecuencia. Puede, por lo tanto, el
silogismo, lo mismo que la argumentación(57 )> 2

constar de materia verdadera y de forma ilegi-


tima, y viceversa. Ejemplos:

Todo animal es sensitivo;


el infusorio es animal;
luego el animal es sensitivo.

Todo conocimiento es honroso;


la ciencia del mal es conocimiento;
luego la ciencia del mal es honrosa.

El primero de estos silogismos es verdadero


por su materia, pues verdaderas son las tres
proposiciones de que consta; é ilegitimo por su
forma, porque la deducción no está bien hecha.
Por el contrario, el segundo es legitimo, porque
la conclusión está bien inferida de las premisas;
pero falso, porque lo es la primera proposición.
575. D i v i s i ó n d e l s i l o g i s m o . —El
silogismo puede ser verdadero ó falso,
legítimo ó ilegítimo, afirmativo ó negativo,
y simple ó compuesto. El silogismo será ver-
dadero ó falso, según sean lo uno ó lo otro los
288

juicios ó proposiciones de que consta. Será le-


gítimo ó ilegítimo, según que la consecuencia
esté ó no lógicamente deducida de las premisas.
La cualidad la. toma el silogismo de la conclu-
sión; de manera que es afirmativo ó negativo,
según que concluye afirmando ó negando. Por
último, silogismo simple es el que consta de
tres proposiciones simples, p. ej., los citados en
el número anterior; y silogismo compuesto es
el que consta de una ó más proposiciones com-
puestas. De éstos hablaremos más adelante.
Algunos llaman categóricos á los simples é hipo-
téticos á los compuestos.
576. Fundamento racional y me-
c a n i s m o d e l s i l o g i s m o . — E l silogismo
se funda en los mismos principios que
el raciocinio deductivo (148), á saber:
dos cosas iguales á una tercera son iguales
entre sí, es el principio fundamental de
los silogismos afirmativos; y dos cosas,
igual la una y desigual la otra á una terce-
ra no son iguales entre sí, es el principio
fundamental de los silogismos negativos.
Para comprender ahora el mecanismo del silo-
gismo, nótese que toda proposición expresa la
inclusión ó exclusión del predicado en el sujeto;
ó en otros términos, afirma que un predicado
forma ó no forma parte de la comprensión de
289
un sujeto, ó lo que es igual, á causa de la corre-
lación constante que hay entre la extensión y
la comprensión, que un sujeto entra ó no en la
extensión del predicado. Sean, p. ej., A y C los
dos términos de una cuestión, en la cual se pre-
gunta si el predicado C conviene al sujeto A.
Sea B el término medio, el cual comparamos
sucesivamente con A y C, de cuya compara-
ción resulta:
i.° Que C está incluido en B, esto es, que
todas las cualidades significadas por C son del
número de las dignificadas por B;
2 . ° Que B está incluido en A, esto es, que
todas las cualidades significadas por B son del
número de las significadas por A.
De donde resulta que C está incluido en A,
es decir, que todas las cualidades significadas
por C son del número de las significadas por
A. De manera que la forma más simple, casi
matemática, del silogismo afirmativo es ésta:

C= B
B= A
C= A

Cosa análoga ocurre con el mecanismo de


los silogismos negativos. Si de la comparación
de los tres términos resultase, p. ej., que C está
incluido en B, pero B no está incluido en A,
L Ó G I C A

'9
290

lógicamente habría que concluir que A no esta-


ba incluido en C. De manera que la fórmula
más sencilla de estos silogismos es ésta:
C = B;
es así que B no = A;
luego A no = C.
577. R e g l a s d e l s i l o g i s m o . — E l si-
logismo estará bien hecho siempre que
una de las premisas contenga á la con-
clusión y la otra premisa declare que la
conclusión está contenida en la primera.
Esto se logra haciendo que la compara-
ción sea de los mismos extremos con un
mismo término medio, regla á la cual pue-
den reducirse todas las enumeradas por los
dialécticos. Según éstos, las reglas del silogis-
mo son ocho, las cuatro primeras referentes á
los términos y las cuatro últimas á las proposi-
ciones. Dicen así:
I. Terminas esto triplex: medius, ma-
a

jorque, minorque: Tres únicamente han de


ser los términos del silogismo: medio,
mayor y menor , para que así la compara-
1

4
Mayor, y menor, y medio,
T r e s términos han de ser
Del silogismo; sin esto
Ilación no puede haber.
291

ción tenga lugar entre dos de ellos y el tercero.


Se falta á esta regla, no solamente cuando los
términos son cuatro ó más, sino también siem-
pre que uno de ellos se toma en diverso senti-
do en las diferentes proposiciones. Ejemplos:

Todo hombre es animal racional;


es así que el mono es animal;
luego todo hombre es mono.

Aplicado es un estudiante;
es así que un estudiante es desaplicado;
luego un aplicado es desaplicado.
*

En ambos se infringe la regla, pues en el


primer ejemplo tenemos cuatro términos, que
son: hombre, animal racional, mono y .animal,
pues no es lo mismo ser animal racional que
ser solamente animal, y en el segundo ejemplo,
aunque á primera vista se advierten sólo tres
términos, que son: desaplicado, término mayor;
aplicado, término menor, y estudiante, término
medio, en realidad resultan cuatro, porque el
estudiante aplicado no es el mismo estudiante
desaplicado, y el término estudiante, aunque no
cambie su estructura gráfica, se toma en dife-
rente sentido en cada premisa.
2.a
Latms hos, quam praemissae, con-
clusio non vult. Estos términos no se han
292

de tomar con mayor extensión en la


conclusión que en las premisas , pues 1

desde el momento en que se altera el sentido


de uno de ellos al pasar de las premisas á la
conclusión, resultan ya cuatro términos y se
infringe la regla 1 . Ejemplo:
a

Las Matemáticas desarrollan el raciocinio;


es así que la Lógica no es ciencia matemática;
luego la Lógica no desarrolla el raciocinio.
El término raciocinio, por tratarse de una
proposición afirmativa (548) se toma particu-
larmente en la premisa mayor, y umversalmen-
te en la conclusión, que es proposición negati-
va. Resulta, por lo tanto, con más extensión
en ésta que en aquélla, y el silogismo en rigor
consta de cuatro términos.
3. a
Aut semel, aut iterum, medius ge-
neraliter esto. El término medio debe to-
marse universal ó distributivamente, por
lo menos en una premisa , pues si se toma
2

1
D e l silogismo los términos
Q u e entran en la conclusión,
Más lejos que en las premisas
N o han de llevar la extensión.
s
S i se quiere por dos veces;
Pero siquiera una v e z ,
E n las premisas el medio
Universal ha de ser.
293
particular ó colectivamente podrá referirse á
diferentes sujetos en las diversas premisas, é
infringiríamos la regla 1 . , constando el silogis-
a

mo de cuatro términos. No obstante, el silogis-


mo será concluyente cuando el término medio
sea singular. Ejemplos:

Algún hombre es virtuoso;


es así que algún hombre es vicioso;
luego algún virtuoso es vicioso.

El manco de Lepanto escribió el Quijote;


Cervantes es el manco de Lepanto;
luego Cervantes escribió el Quijote.

El término medio hombre se toma particu-


larmente en las dos premisas del primer ejem-
plo, y se refiere, por lo tanto, á hombres dife-
rentes, de manera que la conclusión no puede
ser legítima. El segundo concluye legítimamen-
te, porque el término medio manco de Lepanto
es singular.
4. a
Nequam médium capiat conclusio
fas est. El término medio no debe entrar
nunca en la conclusión , porque únicamen-
1

' De ningún modo conviene


Que se halle en la conclusión
El término que se elige
Para la comparación.
294

te sirve para la comparación, y ésta se hace en


las premisas. Ejemplo:

Toda virtud es laudable;


es así que la prudencia es virtud;
luego la virtud es laudable.

Este silogismo es redundante y está mal


hecho, porque el término medio virtud, que
sirve para comparar con él los extremos lau-
dable y prudencia, no debe entrar en la con-
clusión.
5. Ambae affirmantes nequeunt gene-
a

rare negantem. De dos premisas afirmati-


vas no se puede deducir una conclusión.
negativa , porque de que dos términos con-
1

vengan á un tercero no se sigue que no con-


vienen entre sí. Ejemplo:
Todo mineral es cuerpo;
es así que el oro es mineral;
luego el oro no es cuerpo.
De que oro y cuerpo convienen á mineraly
nunca podrá lógicamente inferirse que no con-
vienen entre sí.
1
Si en las premisas se hallare
U n a y otra afirmativa,
N o hay razón para que sea
L a conclusión negativa.
295

6. a
Pejorem scmper sequitur conclusio
partan. La conclusión sigue siempre la
parte peor, á saber, lo particular ó lo
negativo . Si una de las premisas es particu-
lar, la- conclusión debe serlo también por lo
dicho en la regla 2 . Si una de las premisas es
a

negativa, la conclusión no puede ser afirmati-


va, pues de que una cosa convenga á una ter-
cera y otra no, no puede seguirse que las pri-
meras convengan entre sí. Efectivamente, si
A es B
pero B no es C, mal puede concluirse
de aquí que A es C. Ejemplos:

Todos los sabios son instruidos;


es así que algunos hombres son sabios;
luego todos los hombres son instruidos.

Todo hombre es racional;


es así que el bruto no es hombre;
luego el bruto es racional.

En ambos ejemplos se infringe la regla, for-


mulando conclusiones ilegítimas, ilegitimidad
que desaparece desde el momento en que se
1
L a conclusión generosa
A lo más débil se inclina;
Q u e así la verdad fué siempre,
' C o n quien la apoya muy fina.
296

convierten la primera conclusión en particular


y la segunda en negativa.
7. Utraque si praemissa negat, nihil
a

inde sequetur. De dos premisas negativas


nada se deduce , pues de que dos cosas no
1

convengan á una tercera, no puede seguirse


que convienen, ni que no convienen entre sí.
Ejemplos:

El hombre no es piedra;
es así que el mármol no es hombre;
luego el mármol no es piedra.

El Miguelete de la catedral de Valencia no es torre


tan alta como la Giralda de Sevilla;
es así que la Giralda de Sevilla no'es tan alta como
la torre Eiffel;
luego el Miguelete no es tan alto como la torre
Eiffel.

Nada puede concluirse legítimamente en el


primer ejemplo, porque falso es que el mármol
no sea piedra, y porque si concluímos que lo
es, esto no puede inferirse lógicamente de que
piedra y mármol, que son los términos extre-
4
D e dos premisas cualquiera,
Si ambas negativas son,
Claro está que nada puedo
Deducir en conclusión.
297

mos, no convienen al término medio hombre.


Ni afirmativa ni negativamente concluye, por
lo tanto, legítimamente dicho silogismo. Sólo
escapan á esta regla ciertos silogismos referen-
tes á nociones de cantidad que pertenecen á la
misma serie, como el segundo ejemplo.
8 . Nihil scquitur geminis ex particu-
a

laribus unquam. De dos particulares no


se puede sacar conclusión alguna, ó
nada se sigue . Tres casos pueden ocurrir:
l.°, que ambas particulares sean negativas; 2 . ° ,
que las dos sean afirmativas; y 3. , que una sea 0

afirmativa y negativa la otra. En el de dos


particulares negativas nada puede deducirse
por la regla 7 . En el 2 . ° , el término medio no
a

puede tomarse umversalmente como sujeto de


ninguna de ellas, pues las dos son particulares,
ni como predicado, pues en las afirmativas el
predicado es particular (548), lo cual es contra-
rio á la regla 3. , y por lo tanto, de dos premi-
a

* Premisas particulares
S i enlazó el antecedente,
Jamás ilación alguna
Deducir puede la mente.
Para facilitar su recordación á los alumnos, tomo
estas reglas en verso d e la excelente Obra Curso de
Filosofía Escolástica, por el R. P. Manuel J o s é Proa-
ño, tomo I , págs. 1 1 1 - 1 2 1 . Madrid, 1 8 9 2 .
298
sas, en ninguna de las cuales el término medio
es universal, tampoco puede seguirse nada. En
el 3. , esto es, cuando una es afirmativa, y
0

negativa la otra, el término medio necesaria-


mente ha de ser predicado de la premisa nega-
tiva, porque, según la regla 3. , tiene que ser
a

universal, cuando menos, en una de las dos


premisas, y no puede ser sujeto de ninguna de
ellas, porque ambas son particulares, ni predi-
cado de la afirmativa, porque en las afirmativas
el predicado se toma particularmente. Ahora
bien: habiendo una premisa negativa, la con-
clusión no puede ser afirmativa por la regla 6. ,
a

ni tampoco puede ser negativa por la regla 2 . ,a

puesto que si fuese negativa, su predicado


tendría más extensión en la conclusión que en
las premisas, según sabemos (548). Luego en
ninguno de los tres casos posibles puede dedu-
cirse nada de dos premisas particulares. Ejem-
plos:

Algún mineral no es viviente;


es así que alguna planta no es mineral;
luego alguna planta no es viviente.

Algún animal es Pedro,


es así que el lobo es algún animal;
luego Pedro es lobo.
299
Algún filósofo no fué impío;
es así que algún filósofo fué ateo;
luego algún ateo no fué impío.
En los tres ejemplos anteriores se peca con-
tra la regla, refiriéndose cada uno al correspon-
diente caso de los tres posibles; de manera que
claramente se ve que no concluyen bien.
5 7 8 . F i g u r a s d e l s i l o g i s m o . -Fi-
guras del silogismo son las diferentes
combinaciones que con el término me-
dio pueden hacerse en las premisas, de
manera que el silogismo concluya legíti-
mamente. Dichas combinaciones son
cuatro, pues el término medio puede
ser sujeto en la mayor y predicado en
la menor; predicado en las dos; sujeto
en las dos, y predicado en la mayor y
sujeto en la menor. De consiguiente, cuatro
son también las figuras del silogismo, aunque
algunos no admiten la 4. , porque sencillamente
a

puede reducirse á la 1 . con sólo invertir la co-


a

locación de las premisas. Fácil es recordar la


posición del término medio en cada figura
aprendiendo el siguiente verso, en el cual las
abreviaturas sub y prae significan sujeto y pre-
dicado, refiriéndose la primera abreviatura que
se emplea á la premisa mayor y la segunda á
la menor:
300

1. a
3. a
3. a
4. a

Snl) prae; timi prae prao; tmii sub sub; denique prae sal).
Se pueden reducir á la 1 . figura las tres res-
a

tantes por medio de la conversión y cambiando


los términos de manera que el medio resulte
sujeto en la mayor y predicado en la menor.
Además, cada figura tiene sus reglas peculiares,
derivadas de las reglas generales del silogismo,
si se quiere que concluya legítimamente. Son
las siguientes:
a) En la 1 . figura, la premisa mayor debe
a

ser universal y la menor afirmativa.


b) En la 2 . figura, la mayor debe ser uni-
a

versal y negativa una de las premisas.


c) En la 3 . figura, la menor debe ser afir-
a

mativa y la conclusión particular.


d) Por último, en la 4 . figura, cuando la
a

mayor es afirmativa, la menor es universal;


cuando la menor es afirmativa, la conclusión es
particular, y en los modos negativos, la mayor
es universal. Ejemplos:
I Toda virtud es laudable;
De la 1 . figura) la templanza es virtud;
a

¡
( luego la templanza es laudable.
Estudiante es todo el que estudia;
García no estudia;
luego García no es estudiante.
3°i

La Lógica es ciencia;
la Lógica es arte;
! luego algún arte es ciencia.
La caridad es santa,

Í todo lo santo debe practicarse;


luego la caridad debe practicarse.

5 7 9 . Modos d e l silogismo.—Todo
silogismo no solamente pertenece' á una figura,
sino qué tiene además su modo ó manera co-
rrespondiente. Los dialécticos dan el nom-
bre de modos del silogismo á las diversas
combinaciones trinarias que, por razón
de su cantidad y cualidad, pueden ha-
cerse con las proposiciones A E I O, de
manera que concluyan legítimamente.
Una cosa son, por lo tanto, los modos posibles
y otra los modos legítimos. Los posibles son
64, y únicamente 19 los legítimos, para cuya
fácil recordación inventaron los antiguos dia-
lécticos estos versos ingeniosos:

Barbara, Ceíarent, Darii, Ferio: Baralipton,


Celantes, Dabitis, Fapesmo, Frisesomorum:
Cesare, Camestres, Festino, Baroco: Darapti,
Felapton, Disamis, Datisi, Bocardo, Ferison.
Para entender el ingenioso artificio de estas
19 palabras, que, por otra parte, carecen de
significación ideológica, conviene advertir:
302

que las tres primeras vocales de cada una, sig-


nifican por su orden la cantidad y cualidad de
las tres proposiciones del silogismo; p. ej., un
silogismo en Barbara tiene que constar de tres
universales afirmativas; 2 . , que las vocales y
e

consonantes que después de las tres primeras


sílabas se encuentran en Baralipfow y Friseso-
morum, no tienen más que objeto métrico, y
nada, por lo tanto, significan; 3. , que las cuatro
0

primeras palabras designan modos directos de


la 1 . figura, las cinco siguientes modos de la
a

4. inventada por Galeno, las cuatro que vienen


a

á continuación modos de la 2 . figura, y las seis


a

últimas modos de la 3. ; y 4. , que los quince


a 0

modos propios de las figuras 2 . , 3. y 4. , pue-


a a a

den reducirse á modos de la 1 . , practicando a

las siguientes reglas:


a) Todos los que empiezan por B ¿Barbara,
por C á Celarent, por D á Darii y por F á Ferio.
b) La consonante que sigue á cada vocal
característica indica, si es s, que la operación
necesaria al efecto es la conversión simpliciter
de una ó de las dos premisas; si es p, indica con-
versión per accidens; si es m, mera transposición
en los lugares respectivos ocupados por las
premisas, y por último, si es c, que la reduc-
ción es imposible, como así lo expresan los
siguientes versos:
303
í vult simpliciter verti; p vero per acci.;
vi vult transponi; c per imposibile duci.

Supongamos, por vía de único ejemplo, que


un silogismo en Camestres, perteneciente por lo
tanto á la 3. figura, se quiere reducir á la 1 .
a a

Como empieza por c, sabemos desde luego que


hemos de convertirlo en el modo Celarenl; la
vi nos indica que hay que transponer las pre-
misas; la primera s, que es preciso convertir
simplemente la menor; y la segunda j , que hay
que convertir también simplemente la conclu-
sión. Ejemplo de Camestres:

A.—Todas las estrellas tienen luz propia;


E.—Ningún planeta tiene luz propia;
E.—Luego ningún planeta es estrella.
Conversión á Celarent:
E.—Ningún cuerpo con luz propia es planeta;
A.—Todas las estrellas tienen luz propia;
E.—Luego ninguna estrella es planeta.

5 8 0 . División de los silogismos


c o m p u e s t o s . — S a b e m o s (575) que el silo-
gismo es compuesto cuando consta de una
ó más proposiciones compuestas. Gene-
ralmente toma el nombre de la proposición
compuesta que le imprime carácter; y las
3°4
principales especies de silogismos com-
puestos ó hipotéticos son tres: i . , con-
a

dicionales; 2. , disyuntivos, y 3 . , conjun-


A a

tivos.
3°5

LECCIÓN LIX

SILOGISMOS COMPUESTOS Y ARGUMENTACIONES NO

SILOGÍSTICAS

581. Silogismo condicional y sus


r e g l a s . — E s condicional el que consta
de una premisa condicional y otra sim-
ple, en la cual se afirma ó se niega una
de las partes de la condicional, y de la
conclusión consiguiente. Este silogismo
concluye legítimamente de dos maneras:
i.a
Afirmada la condición ó ante-
cedente en la menor, hay que afirmar
también lo condicionado ó el conse-
cuente en la conclusión.
2.
a
Negado lo condicionado ó con-
secuente en la menor, hay que negar la
condición ó antecedente en la conclu-
sión.
< Si estudias obtendrás buena nota;
l es así que estudias;
Ejemplo..< luego obtendrás buena nota;
/ es así que no has obtenido buena nota;
\ luego no has estudiado.
583. Silogismo disyuntivo y sus
LÓGICA
2o
3°6
r e g l a s . — S e llama disyuntivo el silogis-
mo que consta de una premisa (general-
mente la mayor) disyuntiva; de otra
premisa (generalmente la menor) simple,
que afirma ó niega uno ó varios miem-
bros de la disyunción, y de la conclu-
sión consiguiente. Las reglas de estos
silogismos dicen así:
i. a
La disyunción debe de ser ver-
dadera, esto es, no ha de haber medio entre
sus términos.
2. a
Negado un miembro en la me-
nor, hay que afirmar disyuntivamente los
demás en la conclusión.
3. a
Afirmado un miembro en la me-
nor, hay que negar copulativamente los
demás en la conclusión.
4. a
Negados todos menos uno en la
menor, hay que afirmar éste en la con-

I
clusión.
E1 alma es principio vegetativo, sensiti-
vo ó racional;
no es principio vegetativo;
luego es ó sensitivo ó racional:
es principio racional;
luego ni es vegetativo, ni sensitivo:
no es ni vegetativo, ni sensitivo;
luego es racional.
307
583. Silogismo conjuntivo y s u s
r e g l a s . — S e llama conjuntivo el silogismo
que consta de una premisa (generalmen-
te la mayor) conjuntiva; de otra premi-
sa (generalmente la menor) simple, en
la cual se afirma uno de los miembros
de la mayor y de la conclusión consi-
guiente. Las reglas de este silogismo son:
i.
a
Ha de haber verdadera incom-
patibilidad entre los miembros de la con-
junción.
2.A
De la afirmación de uno de ellos
se infiere legítimamente la negación de
otro.
3.a
De la negación de uno de ellos
no puede inferirse la afirmación del otro,
á no ser que los miembros opuestos en
la mayor sean verdaderamente contra-
dictorios. Ejemplo: El hombre no puede ser á
la vez santo y criminal; es así que es santo; luego
no es criminal. Pero no puede decirse: es así que
no es santo; luego es criminal.
581. Principales argumcntaaio-
n e s n o s i l o g í s t i c a s . — L a s principales
argumentaciones no silogísticas, llamadas
así porque se separan, poco ó mucho, de la
forma del silogismo, aunque lo contengan en el
fondo, son las siguientes: Entimema, epi-
3 o8

querema, dilema, sorites, inducción, y


ejemplo.
585. Entimema.—El entimema} es
un silogismo mutilado ó abreviado, una
argumentación en la que se calla una
de las premisas por demasiado clara.
Ejemplo:
Todo hombre es pecador;
luego Pedro es pecador.

Callamos aquí, porque se sobrentiende, la


premisa menor Pedro es hombre; pero lo mismo
puede callarse la mayor. Por. consiguiente, todo
entimema es un verdadero silogismo abreviado
en su expresión, pero completo en la mente del
que lo formula y del que lo oye. Con facilidad
puede convertirse el entimema en silogismo y
á la inversa, expresando ó callando una de las
premisas. Si en el antecedente del entimema
figura el término mayor, la premisa sobren-
tendida es la menor, y si figura el término me-
nor, la premisa callada es la mayor. Como el-
entimema es un verdadero silogismo, las reglas
del segundo son aplicables al primero.
586. ¿Qué es epiquerema?—Epi-
1
D e l griego enthymema, forma sustantiva de enthy-
meisthai, tener en la mente.
309
querema} ó probanza es una argumenta-
ción que consta de tres proposiciones, y
una de cuyas premisas ó las dos van
seguidas de su razón ó prueba. Estas pre-
misas son proposiciones compuestas que á ve-
ces entrañan verdaderos silogismos simples, y
en esto se diferencia el epiquerema del silogis-
mo; pero se le parece en que, como él, consta
únicamente de tres proposiciones. Así como el
entimema es un silogismo abreviado, el epique-
rema es un silogismo ampliado, y por consi-
guiente le son también aplicables las reglas del
silogismo. En la oración de Cicerón pro Sexto
Roscio tenemos el siguiente ejemplo de epi-
querema:
Para que uno pueda ser acusado de parricidio,
preciso es que sea perversísimo, porque el parrici-
dio es crimen horrendo;
Es así que Sexto Roscio no es perversísimo,
pues ni es osado, ni lujurioso, ni avaro, etc.;
Luego no puede ser acusado de parricidio.
58Y. Dilema.—Dilema es una argu-2

mentación que se compone de una pre-


misa mayor disyuntiva y de dos condi-
cionales, que hacen de menores, condu-
1
Del griego epi, sobre, y jeir, mano, como si di-
jera: mano sobre mano.
2
Del griego dis, dos, y lemnia, argumento.
31°
centes ambas á la misma conclusión
contra el adversario. Ejemplo contra los
escépticos, que afirman la imposibilidad de que
el hombre encuentre la verdad:
Esta vuestra proposición es verdadera ó es
falsa;
. Si es verdadera, ya es falso que el hombre no
puede encontrar la verdad, porque vosotros habéis
descubierto esta verdad;
Si es falsa, también es falso que la verdad no
pueda ser encontrada por el hombre, porque la
proposición donde tal imposibilidad se afirma es
falsa por confesión vuestra;
Luego digáis lo que digá¡3, falso es que la ver-
dad no pueda ser encontrada nunca por el hombre.

Como se ve, el dilema es una argumenta-


ción compuesta, á la cual se aplica propiamente
aquel nombre cuando los miembros de la dis-
yunción son dos; si fueran tres, se llama trilema;
si cuatro, cuadrilema, etc. Para que el dilema
no sea vicioso se necesita:
l.° Que la disyunción sea completa, esto
es, que no baya medio entre los miembros de
la disyunción, pues si lo hubiese, por allí podría
escaparse el adversario.
2° Que las condicionales sean verdaderas,
esto es, que dado el antecedente se siga el con-
siguiente.
3ii
3.° Que no quepa la retorsión dilemática,
lo cual es frecuente y consiste en aceptar la
disyuntiva é inferir de cada uno de sus miem-
bros una conclusión opuesta á la deducida por
el que empleó el dilema.
5 8 8 . Sorltes.—Sorik's es una argu^
1

mentación que consta de más de tres


proposiciones, dispuestas de tal modo
que el predicado de la primera es sujeto
de la segunda, el predicado de la segun-
da sujeto de la tercera, y así sucesiva-
mente hasta llegar á la última, que es la
conclusión, la cual tiene por sujeto al
de la primera y por predicado al de la
penúltima. Ejemplo:
El alma es simple,
lo simple carece de partes,
lo que carece de partes no puede corromperse,
lo que no puede corromperse no puede morir,
lo que no puede morir es inmortal;
luego el alma es inmortal.
Contiene esta argumentación una serie de
o

silogismos abreviados y puede descomponerse


en tantos silogismos como premisas hay en

1
Del griego soros, montón, cúmulo, porque en
efecto el sorites es un amontonamiento de proposi-
ciones.
312
ella menos una, ó en tantos silogismos como
proposiciones tiene menos dos. De manera que
el ejemplo anterior puede descomponerse en
cuatro silogismos. Para que el sorites concluya
legítimamente se necesita:—a) que todas sus
proposiciones sean verdaderas;—b) que no con-
tenga ninguna proposición negativa,—c) y
que ninguna premisa sea particular, excepto la
primera.
5 S O . I n d u c c i ó n . — N o hay que confun-
dirla con el raciocinio inductivo (143), aunque
en él se apoya.' Inducción es aquella argu-
mentación en la que, enumeradas las
partes y viendo que á cada una de ellas
conviene cierto predicado, inferimos que
conviene al todo, y de esta manera pa-
samos de las partes al todo, de los indi-
viduos á la especie, y de las especies al
genero. La inducción puede ser completa é
incompleta. Es completa cuando se enumeran
todas las partes y se ve que lo predicado de
ellas puede predicarse igualmente del todo; es
incompleta cuando todas las partes ó verdades
particulares, por ser muchísimas, no pueden
enumerarse, pero sí las suficientes para que, en
virtud de la generalidad y constancia de las
leyes naturales, estemos seguros de que en
todos los casos de la misma especie acontecerá
3'3
siempre lo mismo. Ejemplo de inducción com-
pleta:
En todos los vivientes, tanto vegetales como
animales, como racionales, existe un principio in-
trínseco- de acción, de donde proceden sus movi-
mientos propios; luego podemos definir al viviente
diciendo que es el ser que se ¡nueve d si misino.
Ejemplo de inducción incompleta:
El hierro es pesado, el agua es pesada, el aire es
pesado, etc.; luego todo cuerpo es pesado.
Tanto la inducción completa como la in-
completa pueden reducirse al silogismo, y para
que estén bien hechas se necesita:
I.°, que se enumeren todas las partes ó las
suficientes para que la verdad general quede
probada, y 2 . ° , que no se predique del todo más
de lo atribuido á cada una de las partes.
5 9 0 . Ejemplo.—Ejemplo es aquella
argumentación que se funda en las ana-
logías existentes entre las cosas. Estas
analogías pueden ser de semejanza, y
entonces el ejemplo se llama a parí, v. gr.:
Si la Magdalena y el Buen Ladrón fueron per-
donados por la contrición y la penitencia, a pari
serán igualmente perdonados todos los pecadores
que utilicen estos remedios.
Pueden ser de contrariedad ó diferen-
3M
cia, y entonces el ejemplo se llama a con-
trario, v. gr.:
Si el que observa los preceptos de la Moral y
de la Higiene vive sano y feliz, a contrario el que
los conculque vivirá enfermo y desgraciado.
Pueden fundarse, por último, en que
el hecho afirmado está más fuertemente
ligado con la ley que los rige, que aquel
otro con el cual se compara, y entonces
el ejemplo toma el nombre de a fortiori.
Tal sucede cuando decimos:
Si un alumno pierde curso por haber cometido
15 faltas de asistencia, a fortiori deberá perderlo
el que haga 30.
3iS

LECCIÓN LX

DE LOS SOFISMAS

5 9 1 . Definición d e l sofisma, de
la falacia y del paralogismo, y divi-
sión y e n u m e r a c i ó n de los sofismas.
Definamos nominalmente las tres palabras di-
chas. La primera viene de los antiguos sofistas,
los cuales disputaban, no para llegar á la ver-
dad, sino por motivos de vanidad ó de utilidad
propia, como dice Cicerón . Sofisma, en grie-
1

go, significa argumento capcioso, aparente,


falaz. Falacia trae su origen del latín,
falaz, engañoso, lleno de malicia y fraude. Y
paralogismo se deriva, por último, del griego
paralogismos, razonamiento falso, simulado,
aparente. Algunos usan estos tres nombres
como sinónimos; pero no lo son, y realmente
podemos definirlos así: Sofisma es toda ar-
gumentación viciosa con apariencias de
verdadera. Falacia toda argumentación

1
Acad., lib. II, c. 32.
3i6
viciosa, cuando el vicio es intencionado
y se incurre en él de mala fe, con el pro-
pósito de engañar ó seducir. Y para-
logismo es toda argumentación viciosa,
hija de la ignorancia, pero empleada de
buena fe.
Se dividen los sofismas en sofismas
de pensamiento de cosa ó dialécticos; y en
sofismas de dicción, de palabra ó grama-
ticales. Siete son los dialécticos, á saber:
de accidente, tránsito de lo absoluto á lo
relativo y viceversa, ignorancia de la
cuestión, de consecuente, petición de
principio, y de pregunta compleja como
simple. Y otros siete los gramaticales,
que se llaman: equivocación, anfibolo-
gía, composición, división, acento, y
figura de dicción.
592. Sofisma de accidente, y trán-
sito de lo relativo á lo absoluto y
v i c e v e r s a . — E l sofisma de accidente
(jallacia accidentis, como le llamaban los anti-
guos) consiste en inferir una conclusión
esencial de lo que es puramente acci-
dental ó variable: p. ej., ciertos filósofos son
malos, luego la Filosofía es perjudicial. Este
sofisma se comete con frecuencia condenando
las cosas más santas y las instituciones más
317
respetables por el abuso que en ellas ó con
ellas se comete.
El sofisma llamado tránsito de lo
absoluto á lo relativo y viceversa (tránsi-
tos a dicto simpliciter ad dictnm secundum quid)
consiste en inferir de una verdad abso-
luta otra relativa, que lo es únicamente
bajo cierto aspecto y viceversa. Ejemplos:'
al católico le está permitido el uso de las car-
nes; luego el católico que come carne en Jue-
ves Santo no peca: la Iglesia prohibe la lectura
de la Biblia en lengua vulgar sin notas; luego
los católicos no pueden leer la Biblia. En el
primer ejemplo se pasa indebidamente de lo
absoluto á lo relativo, y á la inversa, en el
segundo, de lo relativo á lo absoluto, y tan
viciosa es la argumentación en el uno como
en el otro caso. En otros términos, se comete
este sofisma cuando, én la conclusión, .se atri-
buye simpliciter, esto es absolutamente, un pre-
dicado á un sujeto, cuando aquel mismo predi-
cado se ha atribuido al mismo sujeto sectmdum
quid, esto relativamente, en las premisas. Por
ejemplo, los hombres de gran ingenio son dig-
nos de aprecio; es así que Voltaire fué hombre
de gran ingenio; luego Voltaire es digno, de
aprecio. Se refutaría este sofisma concediendo
aprecio á Voltaire únicamente por su gran
3i8
ingenio, y negándoselo en absoluto por todas
sus demás condiciones, pues abusó horrible-
mente de su ingenio.
5 9 3 . Ignorancia de la cuestión,
y s o f i s m a d e c o n s e c u e n t e . — S e come-
te este sofisma (tgnoratio elenchi, seu redar-
gutió) cuando se sostiene la existencia de
la contradicción donde no la hay, cuan-
do se ignora el verdadero estado de la
cuestión, y cuando se intenta probar lo
que el adversario no niega ni es perti-
nente. Incurren en este sofisma los protestan-
tes cuando acusan á los católicos de idolatría,
porque adoran las imágenes; el que dijera que
Cristo no es eterno, porque nació en Belén; y
aquellos que disputaban considerando opuestas
estas dos proposiciones: la Duquesa de Berry
tiene un ojo más pequeño que el otro, á lo que
oponía.su contrincante: no, señor, la Duquesa
de Berry tiene un ojo más grande que el otro.
Este sofisma se comete la mayor parte de las
veces por emplear términos mal definidos, por
precipitación ú orgullo, y en algún caso con
intención dañada.
Se comete el sofisma de consecuen-
te (fallada consequentis) cuando de un con-
secuente se infiere su antecedente, por-
que á la inversa es cierto; ó cuando por
319
haber negado un antecedente se niega
también su consecuente. Ejemplo de lo
primero: es animal, luego es hombre. A la in-
versa es cierto, pues de que un ser sea hombre
se puede inferir lógicamente que es animal,
pero de que es animal no se puede inferir que
es hombre. Ejemplo de lo segundo: no es hom-
bre, luego no es animal. La conclusión tampoco
es lógica, porque de que no sea hombre no se
puede inferir que no es animal. Este sofisma,
en sus dos formas dichas, cabe principalmente
en los silogismos condicionales.
5 9 4 . P e t i c i ó n de principio, y so-
fisma d e f a l s a c a u s a . — S e comete este
sofisma (petitio principa) siempre que se
supone lo mismo que se ha de probar ó
se propone con palabras diferentes: v. gr.,
el alma humana sobrevive al cuerpo porque es
inmortal, ó también: todos los cuerpos son gra-
ves, porque son pesados. En el primer caso se
supone la inmortalidad del alma, que es lo que
se va á probar, al decir que sobrevive al cuerpo,
y en el segundo con las palabras graves y pesa-
dos expresamos la misma idea. A este sofisma
pertenece el llamado circulo vicioso, que se
comete probando A por B y B por A, ó inci-
diendo en lo mismo que se procura explicar,
como si definiésemos el día diciendo que és un
220

período de tiempo que se compone de 24 horas,


y la hora diciendo que es la vigésima cuarta
parte del día.
Incurriría en este mismo sofisma quien,
para probar que la Iglesia es de institución divi-
na, discurriese así: «Que la Iglesia es de institu-
ción divina nos lo dice la Sagrada Escritura,
que es libro inspirado; y es certísimo que la
Sagrada Escritura es libro inspirado, porque lo
dice la Iglesia, que es de institución divina.»
El sofisma de falsa causa {fallada non
causa pro causa) se comete cuando se adu-
ce como causa de un hecho otro que le
precede ó acompaña, pero que no es su
verdadera; causa. Si el hecho que se
aduce es sólo precedente, el sofisma se
llama: post hoc, ergo propter hoc: si es conco-
mitante toma el nombre de cuín hoc, ergo
propter hoc. Ejemplo de lo primero: <;E1 hom-
bre apareció sobre la tierra después del mono;
luego el hombre se deriva del mono.» Ejemplo
de lo segundo: «Inglaterra es una gran nación
comercial, porque es protestante.» También se
comete este sofisma siempre que un efecto se
atribuye á una causa que por sí misma no está
ordenada á producir aquel efecto, sino que lo
produce por casualidad ó per accidens, como si
dijéramos: «El estudio de la Lógica hace los
321
sofistas, luego la Lógica no debe estudiarse.»
5 9 5 . S o f i s m a <lc p r e g u n t a c o m -
p l e j a c o m o s i m p l e . — E s t e sofisma (fa-
llada plurium iuterregatiomnn) consiste en la
reunión, formando una sola, de muchas
preguntas, á las cuales no se puede con-
testar con verdad ni afirmativa ni nega-
tivamente. Tal sucedería si dijésemos: ¿Espa-
ña, Suiza, Rusia y los Estados-Unidos son
monarquías? Si se contesta que sí, puede redar-
güirse: luego los gobiernos de Suiza y de los
Estados-Unidos son monárquicos; y si se con-
testa que no, se puede concluir: luego España
y Rusia no son naciones monárquicas . 1

1
L o s filósofos modernos añaden á los y a definidos
otros sofismas, como la inducción viciosa, el falso
supuesto, y los sofismas ad verecundiam, ad ignoran-
tiam y ad hominem. L a inducción viciosa se comete
cuando de cierto número de hechos particulares é in-
suficientes se infiere una conclusión general, v. gr.:
«Ciertos sacerdotes son ignorantes; luego el clero es
ignorante.» S e comete el falso supuesto cuando se da
por evidente una premisa ño verdadera, como se
cuenta de aquellos doctos del siglo x v i que disputaron
largo y tendido sobre la causa de que una niña nacie-
ra con un diente de oro, lo cual resultó después falso.
E l sofisma ad verecundiam se comete cuando delante
del adversario se pone un texto de autor tan eminen-
te que no admitirlo supondría soberbia inaudita. C o n -
LÓGICA ai
3 22

596. Equivocación y anfibología.


Consiste la equivocación en tomar un vo-
cablo, sin alterar su estructura material,
en dos ó más acepciones, de manera que
si el'sofisma se comete en un silogismo,
resulta éste con' más de tres términos:
p. ej., todo león es un anima!; esta estatua es
un león; luego esta estatua es un animal. La
palabra león se emplea aquí en dos sentidos
diferentes.
La anfibología es como una equivo-
cación referente á dos ó más oraciones
que se emplean en sentido ambiguo:
v. gr., es una locura exponerse á la furia del
mar en el cascarón de un buque; luego los que
se embarcan debían de ser encerrados en un
manicomio.

siste el sofisma ad ignorantiam en decir al contrincan-


te: «Usted no sabe presentar razones más poderosas
que las mías ó demostrar que mis argumentos son fal-
sos; luego y o tengo razón.» Por último, el sofisma ad
hominem, que no debe confundirse con la demostra-
ción así también llamada, consiste en obligar al adver-
sario á admitir una proposición falsa, por el solo mo-
tivo d e derivarla lógicamente d e principios también
falsos, pero admitidos por nuestro contrincante. L a
demostración ad hominem consiste en defender una
conclusión verdadera, aunque apoyándose para ello
en premisas falsas, que el contrario no niega.
323
597. Composición y división.—Se
incurre en este sofisma siempre que se
afirman reunidas cosas que sólo son ver-
daderas separadas: p. cf., Jos ciegos ven, los
sordos oyen, listo es verdad en sentido dividi-
do, cuando se quiere dar A entender que los
ciegos recobraron la vista y vieron, los sordos
el oído y oyeron; pero es sofístico en sentido
compuesto, porque es imposible ser ciego y ver
á la vez, ser sordo y á la vez oir.
La división consiste en afirmar sepa-
radas cosas que sólo son verdaderas
reunidas: v. gr., el pecador no puede salvarse.
Esto es verdad en sentido compuesto, porque el
pecador, como pecador, no puede salvarse,
pero es sofístico en sentido dividido, porque el
pecador puede rehabilitarse, por la contrición
y la penitencia, y salvarse.
5 9 8 . Acento y figura de dicción.
El sofisma llamado acento s><t comete siem-
pre que, cambiando el lugar de este sig-
no, se altera el significado de las pala-
bras, como si habiendo dicho amo (dueño) se
supone que se dijo amó (del verbo amar). Esta
argucia es infantil.
Por último, se comete el sofisma lla-
mado figura de dicción cuando se toman
en sentido idéntico dos dicciones seme-
324
jantes, empleadas en acepciones diferen-
tes. En este sofisma incurrían los antiguos
romanos jugando con los nombres Tiberium y
Biberium por mofarse de aquel emperador, y
los modernos cuando en vez de decir ministero
del interno (ministerio del interior) dicen viinis-
tero del inferno (ministerio del infierno). Tam-
bién es una argucia infantil, como la anterior.
5 9 9 . M a n e r a de e v i t a r los sofis-
mas.—Los paralogismos, esto es, las ar-
gumentaciones viciosas empleadas de
buena fe, se evitan practicando escru-
pulosamente las reglas (577) del silo-
gismo; y las falacias, ó sea las argumen-
taciones viciosas usadas con intención
de engañar, precisando la significación
de las palabras todas y no consintiendo
que dicho significado se altere en lo más
mínimo durante la discusión.
325
COO. C u a d r o s i n ó p t i c o d e l a s a r -
gumentaciones.
/Simple (sujeto á 8 reglas,
l 4 figuras y 19 modos le-
\silogis tic as ó silogismo.i gítimos) y
' 1' condicional,
^compuesto 5 disyuntivo, y
( conjuntivo.
Entimema,
epiquerema,
dilema,
z no sorites,
o silos-isticas.,
u \ completa é
«: ion ! .
jinduección ( incompleta.

I
w y ejemplo.
oo
< De accidente,
tránsito de lo absoluto á lo
relativo y viceversa,
dialécticos.. ignorancia de la cuestión,
de consecuente,
petición de principio,
de falsa causa, y
sofismas) de pregunta compleja como
simple.

I
Equivocación,
anfibología,
composición,
\ división,
/acento, y
¡figurade dicción.
ÍNDICE DE L A L Ó G I C A
P.igs.

Documentos oficiales 3
L e c c i ó n X X X I . — C o n c e p t o de la L ó g i c a 9
Lección X X X 1 1 . — D e la verdad 19

PRIMERA PARTE DE LA LÓGICA


3 I E T O D O L . O O Í A

L e c c i ó n X X X I I I . — E s p e c i e s de métodos 25
L e c c i ó n X X X I V . — Operaciones del método
analítico 39
L e c c i ó n X X X V . — O p e r a c i o n e s del método sin-
tético.—Definición y división 54
Lección X X X V I . — Operaciones del método
sintético.—Clasificación y deducción 65
L e c c i ó n X X X V I I . — Operaciones del método
sintético.—Demostración 73
Lección X X X V I I I . — O p e r a c i o n e s del método
sintético: teoría y s i s t e m a . - — V e r d a d e r o mé-
todo científico.—Métodos especiales 82
L e c c i ó n X X X I X . — D e la ciencia como fin del
método 94

SEGUNDA PARTE DE LA LÓGICA


C I t Í T I C A

Lección X L . — D e la crítica y del juicio en g e -


neral ¡05
Págs.
Lección X L I . — E s t a d o s del entendimiento al
juzgar 115
Lección XLII.—Evidencia y conciencia psico-
lógica 125
Lección XLIII.—Sentidos 135
Lección X L I V . — S e n t i d o común y a u t o r i d a d . . 145
Lección X L V . — C u e s t i o n e s generales 156
L e c c i ó n X L V I — D e l error: sus causas y reme-
dios 166

TERCERA PARTE DE LA LÓGICA


GRAMÁTICA «KXEIUL

L e c c i ó n X L V 1 I . — D e la gramática y del signo


en general 178
L e c c i ó n X L V I I I . — D e l lenguaje y del origen
de la palabra. 187
L e c c i ó n X L I X . — A n á l i s i s del lenguaje o r a l . . . 207
L e c c i ó n L . — S í n t e s i s del lenguaje oral 21S
L e c c i ó n L I . — D e l lenguaje escrito 224

CUARTA PARTE DE LA LÓGICA


DIALÉCTICA

L e c c i ó n L I I . — N o c i o n e s preliminares 233

P R I M E R A SECCIÓN D E L A DIALÉCTICA

D E L O S T É R M I N O S

L e c c i ó n LUÍ.—Clasificación de los t é r m i n o s . . 238


Lección L I V . — D e los predicamentos ó cate-
gorías 247

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