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22/4/2018 Arsgravis – Arte y simbolismo – Universidad de Barcelona"Cuestiones simbólicas. Las formas básicas" de R.

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El círculo, el triángulo y el cuadrado

Una de las imágenes que mejor muestra la relación entre símbolo y las formas geométricas es una
conocida caligrafía del maestro Sengai. Sengai Gibon fue un venerable maestro zen de la escuela Rinzai,
que nació en 1750 y murió a los ochenta y siete años de edad. Los últimos años de su vida los dedicó a la
escritura, lo que le llevó a la realización de unas caligrafías excepcionales que en la actualidad se admiran
en los grandes museos de Tokio, Zúrich y otras ciudades. Sin embargo, en su retiro en el templo de
Shōfukuji, lo que menos pretendía este monje era que su obra estuviera entre las más valoradas de la
historia y que a él se le considerara un artista; todo lo contrario: su única preocupación fue la de enseñar
qué era el zen –y por consiguiente la esencia del budismo–, cosa que hizo por medio de imágenes o
ideogramas, algo normal pues en la cultura japonesa es complejo diferenciar los conceptos de las
imágenes. Daisetz T. Suzuki acostumbraba a decir que si alguien quería saber qué era el zen contemplara la
obra de Sengai, pues todo en ella respiraba el espíritu del zen.

En la caligrafía de Sengai se representa un círculo, un triángulo y un rectángulo, que vale por un cuadrado.
Las tres figuras que aparecen son las básicas de la geometría plana pero también, y ello es muy
interesante, tres principios que fundamentan el lenguaje de los símbolos. Para Sengai estas figuras
representan el universo –así se titula la obra–, o lo que es lo mismo: cierta completitud que incluye la vida
y la muerte, origen y fin, lleno y vacío. La caligrafía comienza con el círculo que es símbolo de lo perpetuo y
que, según el Tao, es el origen de todas las criaturas; sin embargo, el círculo necesita del triángulo para
que este principio se complete. Del triángulo surge el cuadrado –la unión de dos figuras triangulares–, a
partir del cual se engendrarán los “los diez mil seres” que aparecen en siguiente fragmento del Tao te King,
un capítulo conocido como “Mutación perfecta”: “El dao engendra al uno, / el uno engendra al dos, / el dos
engendra al tres, / el tres engendra a los diez mil seres. / Los diez mil seres contienen en su seno
el yin el yang”.

El origen de todo se manifiesta a partir del Uno, que equivale al círculo primero de la caligrafía. Del uno se
llega al dos –el primer desdoblamiento–, y seguidamente al tres que, a su vez, engendra los diez mil seres,
lo que entendemos por la Creación. El origen no manifestado se relaciona con la imagen más
representativa de la caligrafía japonesa, utilizada en el budismo zen, y que se conoce como ensó, que
significa “círculo”.

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A partir de esta imagen y su significado se da a entender también lo siguiente: círculo infinito, vacuidad
primera, simplicidad del origen, no acción, etcétera; hay que insistir, sin embargo, en que no se trata solo
de un carácter caligráfico sino de un símbolo en sí mismo. La caligrafía de Sengai sería como una gota de
agua, un nuevo símbolo, en el sentido que describió el maestro Dogen y comentó Taisen Deshimaru: “La
luz de la luna es muy poderosa, pero puede ser reflejada por una minúscula gota de agua o de rocío sobre
la hierba. Si alcanzamos el satori, no estamos en un estado de espíritu especial. Al contrario de lo que
piensan muchos occidentales, el satori significa la vuelta a las condiciones normales del espíritu”.

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Así, el estudio de las formas geométricas en tanto que imágenes simbólicas equivale en cierto modo a lo
que renacentistas buscaban en los jeroglíficos, es decir, el acercamiento a los misterios de la creación
divina a partir de las formas de la materia. Marsilio Ficino escribió que cuando los sacerdotes egipcios
querían traducir los misterios de la creación utilizaban figuras como árboles, círculos, animales, etcétera, y
después añadió un ejemplo que nos parece significativo. Según Ficino los egipcios podían resumir la idea
del tiempo así: “es múltiple y móvil y… es rápido y que por una suerte de revolución une el fin con el
comienzo, que enseña la prudencia, que produce y anula las cosas” mediante una figura única y estable,
con tan solo “pintar una serpiente alada que introduce la cola en su boca. Y lo mismo puede decirse de las
demás figuras que describe el Horapolon”. Es imposible no relacionar este símbolo con la caligrafía ensó de
Sengai, una forma que el arte del siglo XX supo recoger maravillosamente.

Ordenar los símbolos a partir de las tres formas básicas de la geometría hace que estas sean los puntos de
partida de un desarrollo que transcurre inevitablemente hacia las formas complementarias (por ejemplo,
del cuadrado a la cruz, o del círculo a la espiral, etc.) y que en cada caso se establezca un nivel de
significación determinado para poder abordar el conjunto del pensamiento simbólico que, en definitiva, es
el retorno a la unidad primera. Así pues, las imágenes que hemos seleccionado y que van conformando
nuestro discurso nos sirven como vehículos o soportes para acercarnos al contenido original
o ensó. También el pensamiento occidental se refiere a este núcleo de significado y un ejemplo serían las
siguientes palabras de Louis Cattiaux: “La verdad de Dios bien puede revestirse con todos los rostros y
todos los plumajes, su santa desnudez permanece siempre igual a sí misma”. La santa desnudez, o el
cuerpo puro, sería aquello original del universo simbólico al que pretendemos acercarnos.

Dado que la simbología es una disciplina en relación, es decir, que su significado no es estático ni cerrado
sino que, al contrario, surge de la relación entre por lo menos dos elementos, hemos querido construir este
trabajo a partir de un discurso, quizá poco frecuente, pero que entendemos que es el más apropiado para
penetrar en significado de los símbolos: el hilo discurre a través de las relaciones visuales que vamos
proponiendo al lector, por lo que el texto escrito servirá de apoyo al discurso originado por las imágenes,
siempre más sugestivo que el construido por medio de palabras.

El hecho de utilizar la geometría básica como vehículo del símbolo tiene sentido porque, según se explica
en algunas leyendas, la geometría es el único arte directamente ligado al retorno del hombre al Paraíso. Se
cuenta que Euclides habría heredado este arte de Noé, quien a su vez lo habría recibido de Adán, que lo
recibió directamente de Dios cuando fue expulsado del Jardín del Edén como un precioso útil para su
retorno al lugar original.

En uno de los manuscritos más antiguos que se conocen sobre la masonería, el llamado “Grand Lodge
No.1” datado en 1583 pero cuyo contenido podría haberse redactado durante la construcción de la catedral
de York, en 1220, se definen las siete artes liberales: gramática, lógica, dialéctica, aritmética, geometría,
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música y astronomía, aunque, según dicho manuscrito: “estas siete se basan todas en un arte que es la

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