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El acuerdo de La Habana de la reforma rural integral contiene propuestas sensatas para sacar las
áreas rurales del atraso histórico. Décadas de indolencia estatal, baja inversión y violencia han
mantenido las áreas rurales rezagadas, con índices de pobreza de 44 por ciento frente a 15 por
ciento en las áreas urbanas. La productividad agrícola es además baja, debido en parte a la limitada
provisión de bienes públicos productivos. El Censo Nacional Agropecuario encontró que solo un 18
por ciento de los productores agropecuarios tienen acceso a sistemas de riego; 10 por ciento, a
asistencia técnica, y 9 por ciento, a créditos formales. Invertir en las áreas rurales, promover el
desarrollo rural y dinamizar la producción agropecuaria es un imperativo.
Sin duda, será una tarea monumental. Ojalá el Estado logre llevarla a cabo. Pero esta labor no
desconoce la propiedad privada. Solo plantea hacer cumplir la Constitución y las leyes derivadas de
esta: hacer valer derechos de propiedad legítimos (formalización), expropiar las tierras de quienes
delinquieron, con el robo de tierras a la población desplazada (restitución) y el narcotráfico
(extinción de dominio) y recuperar tierras del Estado indebidamente apropiadas. ¿Es esto en
realidad una amenaza a la propiedad privada? En lo absoluto.
Independientemente de lo que se logre alcanzar como acuerdos de paz después de lo ocurrido con
el plebiscito, el Gobierno Nacional está comprometido con las propuestas de la Misión para la
Transformación del Campo Colombiano, elaboradas por el Departamento Nacional de Planeación
bajo dirección del experto economista y exministro del ramo José Antonio Ocampo y apoyadas en
el Censo Nacional Agropecuario, en el 2014 y en el 2015, las cuales, de acuerdo con voces
autorizadas, demuestran que “falta todo por hacer en el campo”.
Dentro de esos compromisos, ocupa un lugar relevante la dotación de tierras a campesinos que no
las tienen. En algunos documentos sobre el tema aparece, no de una manera muy explícita pero sí
sugerida, la posibilidad de que las tierras que ha de entregar el Estado puedan ser transferidas en
concesión o arrendamiento y no necesariamente en propiedad.
Como lo indico arriba, esa forma de hacerlo es un tema crucial y el momento para decidirlo es el
adecuado. Reitero, explico y amplío aquí los argumentos que esgrimí en un artículo publicado en
este mismo diario en noviembre del 2015 bajo el título de ‘No más tierras del Estado en propiedad’.
Es que son contundentes las razones para que ni baldíos ni tierras recuperadas por extinción de
dominio, ni adquiridas para repartir, se entreguen en propiedad. Y quienes las han de recibir tendrán
que entender y aceptar hechos y aspectos indiscutibles, como que cuando se entrega en propiedad
es muy difícil, si no imposible, controlar la destinación y la forma de uso que se le da a la tierra.
El propietario se siente siempre más dueño y señor que el concesionario o el inquilino y con el
derecho, por ejemplo, a parcelar o a construir lo que debería ser tierra de cultivo, a tener ganadería
extensiva donde debería ser agricultura, a destruir morichales, humedales o llanuras de inundación
y zonas protectoras para expandir la capacidad del predio a su conveniencia o parecer de corto
plazo, a cultivar con prácticas que no conducen a la preservación de los suelos. En cambio, al
concesionario el Estado le puede imponer sus reglas, condiciones y limitaciones en el contrato, cuya
violación le puede acarrear sanciones hasta la pérdida del derecho a continuarlo y a renovarlo.
Y para lo que nos interesa de manera más inmediata, para entregar tierras a campesinos que no la
tienen, su efectividad parece resultar robustecida al ser entregada a pequeños productores, porque
estos “utilizan la tierra en forma más eficiente que los grandes”, según se desprende de estudios
realizados por gente muy conocedora del sector. Y reforzado con la afirmación de que, “por alguna
razón, la productividad del productor campesino es mayor en tierra arrendada”, lo que para efectos
prácticos es lo mismo, más un pago que no hay en la concesión.
Aprovechemos tan especial coyuntura para optimizar el uso de ese escaso, irreproducible e
irrecuperable recurso.
REVISTA SEMANA
Restitución de tierras como prerrequisito para una paz y desarrollo
sostenible
Tras el acuerdo preliminar sobre asuntos agrarios entre el Gobierno y las FARC, y pasados cinco años
desde la aprobación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, aún existen múltiples vacíos y
claridades en el tema.
Restitución de tierras como prerrequisito para una paz y desarrollo sostenible Restitución de tierras
como prerrequisito para una paz y desarrollo sostenible
La Ley 1448 de 2011 reconoció de manera específica el derecho a la restitución de tierras a gran
escala y será implementado en diez años, junto con otras medidas para combatir la pobreza,
independientemente del resultado de los diálogos de paz.
Sin embargo, ni el acuerdo agrario preliminar entre Estado y FARC ni la política de restitución han
sido claramente definidos, y ambos tienen múltiples vacíos y problemas que requieren de mayor
clarificación.
No es sorpresa que en los últimos años haya una creciente preocupación con relación tanto a la
desigualdad extrema de manera general, como a la problemática de la tierra en particular,
incluyendo sus posibles vínculos con el conflicto armado.
Colombia no solo sufre de niveles extremos de desigualdad, sino que también ha padecido una de
las guerras civiles más prolongadas del hemisferio. La concentración de la tierra en Colombia ha
marcado la historia del país y constituye uno de los elementos críticos generadores de violencia ante
la ausencia del Estado.
Como en las batallas épicas de conquistas, la tierra ha sido considerada como el botín de guerra y
elemento de control. En las últimas décadas del conflicto armado, los actores ilegales o grandes
terratenientes han ocupado extensos territorios del país, desplazando a millones de campesinos
que han tenido que abandonar forzosamente sus predios.
http://www.urosario.edu.co/Universidad-Ciencia-y-Desarrollo/Restitucion-como-prerrequisito-
para-una-paz-y-desa/