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En esta ocasión, en pleno mes de mayo, cuando los mexicanos, a iniciativa del dia-

rio Excélsior, festejan el día de la madre, El Búho le ha pedido al poeta Dionicio


Morales una selección de grandes poemas dedicados a la maternidad. Pocos poetas
han resistido la tentación de escribirle a su madre, los hay de distintas escalas, pero
todos tienen algo en común, en el centro de sus vidas, está la mujer que, según
la expresión popular, los trajo al mundo. Octavio Paz, Jaime Torres Bodet, Abi-
gael Bohórquez, Homero Aridjis, Carlos Illescas, Efraín Huerta, son algunos de los
muchos escritores edípicos que han cantado a la vida, obra y muerte de sus madres.
Esta hermosa tradición la iniciamos hace ya muchos años y fue publicada varias
veces en El Búho, entonces suplemento cultural del diario Excélsior. De entonces a
la fecha, Dionicio Morales la ha enriquecido, buscando entre una multitud de auto-
res, del siglo XX. Por razones de espacio, sólo presentamos una pequeña pero repre-
sentativa muestra de un total de alrededor de trescientas páginas.
El Búho ha decidido publicar el trabajo minucioso de Dionicio Morales
y ponerlo ante los ojos atentos de nuestros lectores dada la importancia del tema. (Archivo coleccionable)
Es posible que muchos poemas sirvan para recordar a la madre, otros para aceptar
que no hubo un gran entendimiento y unos más para despertar la nostalgia por
la mamá fallecida o para mostrar sus diferencias. La poesía mexicana pareciera que
de muchas formas ha tenido presente la relación compleja y a veces difícil entre
madre e hijo. Resulta curioso notar que la mayoría de quienes le han cantado a
sus madres, son varones.
Esperamos que este rescate poético de Dionicio Morales sirva para mejor
D IONICIO M ORALES
comprender el papel de una madre en una sociedad como la nuestra.

El Búho I

10 de mayo ¡Buenos días, mamá!


(Antología poética)

Refugio Mi madre espera, en estos días que son tan sin sabor,
tan sin sorpresa.
I
Come menos que un pájaro

Mi madre busca dónde refugiar su vejez de pronto reclina hacia su propio pecho la cabeza
Vino de una ciudad en donde el viento canta y duerme. Todavía cuando duerme sueña
En donde el frío es sólo un obstáculo digno de enfrentar con su madre, con sus hijos,
y vencer. y su casa entera,
con sus cosas que brillan como nuevas en su memoria.
Ahora tiene frío hasta los huesos, en esta capital
[en donde el frío Mi madre sueña también mientras está despierta,
es lo de menos y al alargar las manos hacia el jardín
entre todo lo que se tiene que temer. ya sólo guarda un puño de aire

Permanece mi madre largas horas contemplando el jardín, que aún apresa.

desde su silla donde se acuna a veces,


II
desde la línea leve que divide el principio del fin.

Al contemplar un árbol el ramaje de su infancia reverdece, A plomo cae


y recuerda que de niña escaló el árbol, y al levantar los ojos el sol,
casi cae ante el temor del cielo bajo los pies el polvo
profundo. que con cada pisada se alborota.
A campo abierto va Mi madre hilaba
aventurándose entre los matorrales
Mi madre, en silencio,
para encontrar los nidos.
hilaba la eternidad con las hebras del tiempo.
Adivina Era el poder de los bienes ancestrales;
en el volar de los futuros pájaros vaciaba en cada uno de nosotros
su vida. los jugos que devienen
de las vértebras secretas de la tierra.
Sus seis años son una
Ella vetó, sin tregua, nuestro sueño,
partícula de polvo
acrecentó la hacienda
suspendida
y horneó el pan cotidiano,
en rayo de sol.
Los pájaros y las matas florecidas
En el silencio no conocieron otra mano
irrumpe para crecer en exuberancia y en belleza,
II la voz del padre que la suya.
relámpago, luz, temor,
Sus noches largas,
y el deseo más ardiente de ocultarse
reclinadas sobre una almohada
III constelada de interrogaciones,
ella curó nuestras fiebres infantiles,
Ocultarse en el centro,
sanó las heridas adolescentes;
en el centro más vivo de la llama.
y supo de un mar y otro mar amargo
No regresar el tiempo que tragar.
detenerlo consigo. Cada año y cada hijo
dejaron secos y desnudos sus ojos,
y mi madre sonríe, mira sonriente hacia el jardín
como si con el llanto se le hubieran descosido los párpados.
cómo se oculta el sol.

Un día, se agrietaron sus muros


IV
y descendió a la noche.
La cresta más oscura se avecina, Ahora sé que su silencio en el quehacer sumiso
un aletear de alas contra la escasa luz. fue flor de sabiduría,

y no encontrar sino la cuesta que ya no es posible el nervio vivo con que se mueve

ascender, y ver tan sólo abismo el dedo del Amor.

en el inicio. ENRIQUETA OCHOA


Sombra bombea el corazón,
noche,
Atrás de la memoria
y sólo noche en derredor. De hinojos en el vientre de mi madre
DOLORES CASTRO Yo no hacía otra cosa que rezar,
Por la grieta de su boca perfumada mamá,
Alguna vez el resplandor externo sorprendí; mi fórmula secreta,
No estaba yo al corriente de la realidad, mi era espacial,
Pero cuando ella sonreía niñita bajo las arrugas,

Un mediterráneo fuego se posaba me parió frente a todos, a palos.

En el quebradizo travesaño de mis huesos. Mi abuelo hizo un ademán, pero mi madre


trazó una raya en el suelo.
Era el impredecible amanecer de mí mismo
Sofía Bojórquez García
Y en aquellas vísperas de gala y de miseria
supo entonces su burla,
Pude oír el eco del granizo
le taparon la boca
Tras la nerviosa ventana carnal;
y fui mi huérfano, mi bastardo, el hijo de limosna
Arrodillado estuve muchos meses
en un pueblo lleno de saliva.
Velando mis armas,
Ahora
Contando los instantes, los rítmicos suspiros
que he vuelto a las maternas calzaduras,
que me separaban de la noche polar. III
a la roída veste genetriz, al cardo,
Pronto empuñé la vida al terrenal salobre y la sandía,
y con manos tan pequeñas se me ruedan las lágrimas,
Que apenas rodeaban un huevo de paloma y como antaño
Jugué a torcer en mil sentidos, soy el joven señero
Como un alambre de oro, de la pasión desapacible.
El rayo absorto que a otra existencia me lanzaba. ¡Madre!

Cabellos y piernas con delicado estrépito ¡Ternura de mi madre!

Saludaron al semáforo canicular. ¡Patria mía pequeña!

Entonces halé hasta mis labios (Y en la solana, tan irremediable,

La cobija de vapor que yo mismo despedía tan dulcemente humana,

Y me dormí en la profunda felicidad tan mortal y tan luz sobre la tierra

Que uno siente cuando conoce al aire. abierta a luz, en luz desengañada,
la levísima sombra de Sofía, mi madre,
MARCO A NTONIO MONTES DE O CA
ha ocupado su sitio.)

Anécdota ABIGAEL BOHÓRQUEZ

Mi madre, Sofía Bojórquez García, Carta a mi madre Josefina


múltiple y dulcísima, sobre la muerte de mi padre
aguantadora de todas las llaves
La muerte le salió de adentro, del pasado remoto,
para abrir las compuertas de perdonarlo todo,
de la raíz humilde,
sonrisa de pan,
mientras yo estaba lejos.
ojos de hermanita huérfana,
lloradora sin freno, Siempre estamos lejos
cuando llega la muerte a los seres que amamos, Destinée
no importa si estamos enfrente de ellos.
Mi madre me decía, escupiéndome:
La muerte se alza sobre sus pies,
“te atormentas demasiado,
les habla desde la punta de su lengua,
cuando tienes todo para ser feliz”.
les sube a la cabeza y los derrama.
Sí, pero ella no percibió en el parto,
La muerte nos deja afuera de nosotros.
negligente,

Siempre estamos lejos de los seres que la muerte arrebata, que el hijo tenía una rata en vez de ombligo,

no importa si los tocamos y les decimos en vez de lengua puercos y lombrices,


que el amor borra las distancias y los olvidos, y sin darse cuenta
que el amor junta los cuerpos y las edades. -¡qué descuido!
me puso un parásito en el caos,
Siempre estamos lejos de los seres que amamos,
un diccionario un poco enfermo bajo el brazo,
lejos de nosotros mismos
un obispo aún más enfermo,
cuando la muerte arrebata,
también la rabia bajo el gabán del débil,
IV
no importa si los miramos y les hablamos.
y una pluma atroz, maleducada,
HOMERO ARIDJIS para escribir en los huesos de su muerte.
(1971)
Dedicatoria
MARCO ANTONIO CAMPOS
María de la Luz Betancourt

Si llega mi madre con su tranquilo amor Pienso en mi madre


de campesina que corre por la orilla del río Pienso en mi madre. Tuvo
como buscando el orden de donde emanan los reflejos; un error: yo.
si llega mi madre con su amor de semillas La estoy viendo: calentando
que el sol abre despacio para que guarden a mi padre, mostrándole su culo
mejor el calor; si llega mi madre con la débil y su sexo: jugoso,
sonrisa de lo que está pasando y pasará; travieso, como un changuito.
si ella alcanza a venir desde otro tiempo Seguramente había tomado ron
y abre su corazón y saca los papeles y mi padre se embriagaría de su
para que yo aprenda a escribir aliento.
y a decir que la quiero; si ella retorna y toma La estoy viendo: conduciendo
mi mano que me escurre, mi mano que no sabe la verga de mi padre a su sexo,
qué hacer para que nunca vuelva a abandonarme. enterrándole las uñas en la espalda,
Si mi madre regresa con un clavel, digo, ya lacio metiendo su lengua en la boca de
en su cabello... ¡Cómo voy a quitarme la camisa mi padre, y diciéndole: vente, Higinio,
y respirar, ansiosamente, como si pretendiera papito, vente. De esa noche nací yo.
sellar con mis pulmones su paso por la tierra! Pienso en mi madre.
EVODIO ESCALANTE EUSEBIO RUVALCABA
III. La estrella de la infancia ¡Ah!, se me estaba olvidando: ayer Rosa me dijo que te

(Fragmento) [había visto


comiendo otra vez las costras de las paredes de su
–¿Quién huele así como tú?
[casa... ¿No te
Mamá me ha dicho después de bañarme:
da asco? Recuérdalo: es la misma tierra, el mismo lodo
–¿Quién huele así como tú?
[donde se
Huelo a albahaca, a hierba-del-negro, a mohuite, a pétalos
entierran los sapos, el agua puerca. Si lo sigues
de tulipanes rojos machacados; huelo al agua de todas esas
[haciendo ni
[yerbas
creas que voy a comprarte el velocípedo que te prometí.
juntas, puestas a serenar la noche entera.
El domingo tengo que ir a la plaza por una tela, la del
Es verdad; así como yo, no huele nadie. Espero oler así toda
vestido de tu hermana para la fiesta de las Madres; pero
la vida: ¡a esta agua intensamente roja como sangre
óyeme bien, si para entonces no has hecho más que
[fragante!
portarte mal, vete despidiendo
….
de todas tus ilusiones... ¿Me estás oyendo, niño? V
La torcacita
JOSÉ LUIS RIVAS
salta
de las ramas del níspero
Bitácora
hasta el borde de la pileta.
Tres nacieron antes de mí
Bravucones por el útero de mi madre.
los gansos
Quien me haya negado no importa.
saltan de su baño
Me alimenté del verde de los helechos
¡y no dejan que beba un solo sorbo!
y de los escarabajos de las rosas.

Me gusta bañarme, luego revolcarme... para así poder Intuí el sinfín de la bóveda celeste

[bañarme y en mi cuerpo de niña

otra vez. no adiviné dónde guardar el torrente

Me gusta que mamá me bañe y el polvo en el que me de amor y preguntas:

revuelco; arcilla, leyendas y códices.

y el sabor seco de la tierra y el sabor de las begonias. Me Qué fortaleza me cedió el oyamel.

gusta el olor de mis orines cuando lleno con ellos Qué inquietud los mármoles de Buanorotti.

la pistola de Dónde están la hermana-hormiga,

agua que María me regaló ayer... el hermano-camello, la hermana-jirafa.

… De qué hierbas amargas se alimentan en sus comarcas.

No sé qué voy a hacer contígo... Miora: ya pareces un Aquí recolectando cada pedazo de vida,

[polvorón. he concluido mi primer escultura.

Nomás te baña uno y en seguida te largas a revolcarte en Ni bronca, ni madera:

[el cerro. sólo palabras.


Quien no sepa reconocer la pátina Dime, madre, ¿acaso fue mi padre marino?
no conoce a los duendes Ningún sol le brilló fuera del mar.
ni el lenguaje profético de las plantas. Sabiduría profunda era la suya
Los rosales me murmuraron uno a uno al buscar en un rostro ciego su destino.
todos sus secretos. Yo, en cambio, aprendí a estar sola,
Supe dilatarme bajo el sol, a gritar su partida contra el lecho.
reconocer mi sombra de cangrejo, Es triste reconocer que alguien nos es indispensable.
esquivar mi sombra de cangrejo, Él era de esa estirpe que vive continuamente
esquivar de raíz las plagas en el exilio. Abrazado al cristal de aquel misterio.
y amar, amar el fuego Me veo hasta el último momento esperándolo
que me mantiene incendiada. en una tarde opaca.
KYRA GALVÁN ¡Viejas imágenes es sólo ahora!
Madre, ¿es malo que no me reconozca en él?...
Día de las madres LEONEL ROBLES
VI
La trajo aquí a que cenara ella,
pero él no pidió alimentos. Carta a María Lara
Él no come, Todo está igual, lo mismo que dejaste,
él sólo bebe. las mismas rosas y los mismos hombres.
Hace mucho rato que ella terminó; Todo ha permanecido silencioso
algún cansancio turba en sus ojos la alegría y ésta es ya la segunda primavera.
mientras, del lado de él, ¿Qué mundos tuyos andarás buscando
los vodkas miden los cuartos de hora. en otro mundo diferente a éste?
Parece contento, orgulloso La vida sigue en pie pero los hombres huyen,
de poder celebrar con esta cena se van de entre los hombres y juegan a perderse.
la confirmada posesión de su mujer. La vida es ya muy vieja y se siente cansada
Así seguirá unas horas más de vivir tantos años esperando su día.
hasta que ella le recuerde que los hijos están solos. El aire se nos va de entre las manos
Entonces, pero no en seguida, Y los adolescentes siguen soñando vírgenes.
pedirá su trago para llevar. Cada día tu muerte sigue siendo vivida
Sólo más tarde, en la cama, por los ojos que lloran con sangre de tus venas.
cuando él rubrique la fiesta con su flema tibia, Todo ha quedado igual, nada cambia, se pierde
habrá concluido el Diez de Mayo. y la luz es la misma de tu mañana última.
AGUSTÍN CADENA La piel nos pertenece pero queda el vacío
y los hombres se sienten huecos de no encontrarse.
Homenaje a Tristán Corbiére El tiempo se desliza como una serpiente
Mozo: ¿conque marino era tu padre? y se buscan las manos de los hombres
TC. huyendo, temerosos, la soledad del cuerpo.
A Alejandro González Todo está igual que siempre y al llegar el otoño
madurarán los frutos y las hojas se harán amarillentas. es tu palabra aún la que consiente
Y seguimos aquí, en este mundo antiguo y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
de más de seis mil años y de mirada triste.
Me toco... Y eres tú, tú quien me toca.
El hombre está cansado, fatigado de serlo
Es tu memoria en mí la que te siente:
y quisiera ser pájaro o piedra simplemente.
ella quien, con mis lágrimas, te evoca;
El amor es la soledad ambigua
tú la que sobrevive; yo, el ausente.
y la infancia es un círculo vicioso.
Las rosas se deshojan día a día Me toco... Y eres tú. Es tu esqueleto
y los hombres se miran cuando llega el invierno. que yergue todavía el tiempo vano
Todo está igual, no vuelvas, huye de tu pasado de una presencia que parece mía.
y vive nada más, que por eso te has ido.
y nada queda en mí sino el secreto
Vive tu muerte íntegra y deja que tus hombres
de este inmóvil crepúsculo inhumano
lloremos todos juntos nuestro valle de lágrimas.
que al par augura y desintegra el día.
NEFTALÍ BELTRÁN
JAIME TORRES BODET VII

Continuidad Pasado en claro


I (Fragmento)

No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra Giran los años en la plaza,

–donde una parte de tu ser reposa– rueda de Santa Catalina;

sepultaron los hombres, no te encierra; y no se mueven. Mis palabras,

porque yo soy tu verdadera fosa. al hablar de la casa, se agrietan.


Muchos cuartos vacíos, habitados
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa sólo por sus fantasmas,
que me diste al nacer, sigues en guerra sólo por el rencor de los mayores
contra la insaciedad que nos acosa habitados. Familias,
y que, desde la cuna, nos destierra. criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
Vives en lo que pienso, en lo que digo,
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y con vida tan honda que no hay centro,
y la ambición dudosa de ser alguien.
hora y lugar en que no estés conmigo;
También me dieron pan, me dieron tiempo,
pues te clavó la muerte tan adentro claros en los recodos de los días,
del corazón filial con que te abrigo remansos para estar solo conmigo.
que, mientras más me busco, más te encuentro. Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
II
niño por los pasillos de altas puertas,
Me toco... Y eres tú. Palpo en mi frente habitaciones con retratos;
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca, crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente la lengua que arrancaste con tus besos,
de los espejos sin memoria y así poder a Cristo preguntarle,
y su pueblo de viento: dónde queda el infierno?
el tiempo y sus encarnaciones CARLOS ILLESCAS
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos Nocturno a mi madre
mi madre, niña de mil años; Hace un momento
madre del mundo, huérfana de mí, mi madre y yo dejamos de rezar.
abnegada, feroz, obtusa, providente,
Entré en mi alcoba y abrí la ventana.
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
La noche se movió profundamente llena de soledad.
carta de amor con faltas de lenguaje
El cielo cae sobre el jardín oscuro
mi madre: pan que yo cortaba
y el viento busca entre los árboles
con su propio cuchillo cada día.
la estrella escondida de la oscuridad.
Los fresnos me enseñaron
bajo la lluvia, la paciencia, Huele la noche a ventanas abiertas,
VIII
a cantar cara al viento vehemente. y todo cerca de mí tiene ganas de hablar.

OCTAVIO PAZ Nunca he estado más cerca de mí que esta noche:


Las islas de mis ausencias me ha sacado del fondo del mar.
Edipazo
Hace un momento
Primero
mi madre y yo dejamos de rezar.
Se sacó los ojos
Rezar con mi madre ha sido siempre
Y se los comió
mi más perfecta felicidad.
Después
(Un diez de mayo) Cuando ella dice la oración Magnífica,

Mató a su madre verdaderamente glorifica mi alma el Señor y mi espíritu


Por último [se llena de gozo para siempre jamás.
Contrajo nupcias Mi madre se llama Deifilia,
Con su padre que quiere decir hija de Dios, flor de toda verdad.
(Sófocles fue testigo) Estoy pensando en ella con tal fuerza
Mientras tanto
que siento el oleaje de su sangre en mi sangre
El oráculo
y en mis ojos su luminosidad.
y Antígona
Mi madre es alegre y adora el campo y la lluvia,
Se derrisan
y el complicado orden de la ciudad.
De rite.
Tiene el cabello blanco, y la gracia
EFRAÍN HUERTA
con que camina
Respóndeme mamá dice de su salud y de su agilidad.
Respóndeme mamá, Pero nada, nada es para mí tan hermoso
¿habrás de devolverme cuando muera como acompañarla a rezar.
Todos los días, al responderle las letanías de la Virgen cómo mi corazón disminuirá su toque
–Torre de Marfil, Estrella Matinal–, cuando tu sueño sea menos tuyo y más mío.
siento en mí que la suprema poesía
Mi voz se queda sola entre la noche
es la voz de mi madre delante del altar.
para escucharme lleno de alegría,
Hace un momento la oí que abrió su ropero,
callar para que ella no despierte,
hace un momento la oí caminar.
vivir sólo por ella y para ella,
Cuando me enseñó a leer me enseñó también a decir
detenerme en la puerta de su alcoba
[versos
sintiendo cómo salen de su sueño
y por ese tiempo me llevó por primera vez al mar.
las tristezas ocultas,
Cuando la pobreza se ha quedado a vivir en nuestra casa, lo que imagino que por mí entristece
mi madre le ha hecho honores de princesa real. su corazón y el sueño de su sueño.
Doña Deifilia Cámara de Pellicer
El Ángel alto de la media noche,
es tan ingeniosa y enérgica y alegre como la tierra tropical.
llega.
Oigo que mi madre ha salido de su alcoba. IX
Va repartiendo párpados caídos
El silencio es tan claro que parece retoñar.
y entrando ventanas
Es un gajo de sombra a cielo abierto,
y reuniendo las cosas más lejanas,
es una ventana acabada de cerrar.
y olvidando el olvido.
Bajo la noche la vida crece invisiblemente.
Poniendo el pan y el agua en la invisible mesa
Crece mi corazón como un pez en el mar.
del olvidado sueño.
Crece en la oscuridad y fosforece Disponiendo el encanto

y sube en el día entre los arrecifes de coral. del tiempo sin el tiempo que es el sueño,

Corazón entre náufrago y pirata la lenta espuma esfera

que se salva y devuelve lo robado a su lugar. del vasto color sueño;

La noche ahonda su ondulación serena la cantidad del canto adormecido

como la mano que en el agua va la esperanza a colocar. en un eco.

Hermosa noche. Hermosa noche


El Ángel de la noche también sueña.
en que dichosamente he olvidado callar.
¡Sólo yo, madre, mía, no duermo sin tu sueño!
Sobre la superficie de la noche
CARLOS P ELLICER
rayé con el diamante de mi voz inicial.

Mi voz se queda sola entre la noche


La ronda amorosa
ahora que mi madre ha apagado su alcoba.
carta a mi madre muerta
Yo vigilo su sueño y acomodo sus nubes (Yo era niño: en mi frente se posaba
y escondo entre mi angustia lo que en mi pecho llora. una paloma blanca por las noches.
Mi voz se queda sola entre la noche Llegaba del jazmín o de la rosa,
para decirte, oh madre, sin decirlo, línea azul de fulgores,
tenue caricia de estelar dulzura, de altas venas, la madre que los frutos
apenas un acorde de su carne perdiera en los fragores
nacido para el tacto...Era mi sueño fratricidas, la madre que ahora teme
tan sosegado entonces... perder también los suyos...Corazones
como brasas heridas, azucenas
Yo era niño: en mi frente se posaba
blancas, negras, cobrizas: los colores
una paloma blanca por las noches.)
de la piel de la tierra:
Madre, madre que duermes en la sombra,
todo el orbe
arrebatada a mi ternura, ¿esconde
entrañable. Aquí está, míralo, madre,
la tierra aquel plumaje silencioso
impidiendo que el crimen siegue el bosque
todavía? ¿Hacia dónde
de la aurora, que el brazo enloquecido
tu fragancia emigró? ¿Ves los vencejos
vuelva a sonar sus desolados bronces.
volar, girando en torno de la torre,
el patio lleno de tu luz morena, Nacerá una paloma tan radiante
X
florecido el granado, el agua insomne, al borde

nuestra casa llorando por tu ausencia de esta amorosa ronda, que sus alas
con un largo lamento de balcones? irán de monte a monte,
La guerra te apagó: cortó la guerra de mundo a mundo, levantando fértiles
tu pavor a los hombres resplandores.
de pólvora y de hiel, mientras yo, hundido Paz, reclaman las madres. Paz, exigen
en la noche de fuego, iba en el joven las madres.
viento de la esperanza hacia la muerte Son millones
con las hojas de abril y las canciones. de voluntades puras, son hogueras
¡Cuánta luz degollada al pie del alba! de amor, entre sus voces
¡Ay, espigas de España, ay, ruiseñores! palpita un niño, huye la muerte,
corre
Y soy yo ahora el que te llama, en medio
un temblor de esperanza como el cielo
de esta nube encendida de clamores
en las tardes de estío.
maternales que cubre los confines
Madre, oye
del planeta.
esta inmensa canción de cuna. Bajo
Ven, llega: entre estos nombres
que dieron a la vida hijos fragantes la tierra que te da sombra, recoge

está el tuyo también. No me abandones. su cadencia infinita, olvida, aleja

Mira la madre joven y la hermosa tus temores

madre ya encanecida, los dolores y duerme en paz, que habrá paz en el mundo:

coronaron sus sienes, y la madre una paloma humana cubre al hombre.

del héroe, del obrero, torreones JUAN REJANO


Notas para un árbol genealógico donde ya no había nada,

(Fragmento) ni una hierba prendida,


ni una gota de agua.
.....
Y yo supe que allí estabas ya muerta,
Madre, pegado al cuerpo tengo el brazo al lado de aquel niño que tenía tu cara,
en que soltaste las amarras tu cara que los dedos de la muerte
una noche, de un solo sobresalto, lentamente desdibujaban.

cuando tus ojos me miraron


Él tuvo, como tú, las manos fuertes,
desde el fondo del tiempo
manos dulces y santas,
y como dos señales en la niebla
manos labriegas, manos éuscaras,
se apagaron.
manos para las más humildes tareas de este mundo
Pegado al cuerpo. Que no olvide,
–la semilla y el fruto, la sed de los terrones,
siempre próximo al mío, la siega fatigosa y perfumada–,
tu último calor. Y que recuerde manos a las que se les daban las flores XI
la suavidad de tu corteza, y se les cerraban las llagas.
el peso de tu nuca Tu hijo y tú sembraron tantas cosas
y el golpe final de tus venas. en la tierra buena y en la mala...

Tierna huérfana mía Los dos tuvieron tanta piedad


hasta de la misma cizaña...
que a tantos despediste
A los dos les daba santamente igual
desde tu blanda orilla
ver que crecía su fresno verde
y que aceptaste con los ojos secos
o que alguien les volvía la espalda.
el sino de enterrarte miembro a miembro,
Animales y tierra lo sabían.
de ir cortándose, encima de las lágrimas,
De mi madre mi hermano
las ramas y renuevos.
nunca temieron nada.
¿Cuántas veces te fuiste antes de aquella noche?
Y mansos, iban al encuentro
Yo te vi en otra, aciaga,
de los que tenían la paz por almohada,
junto a un rayo vencido.
de los dos tranquilos labradores
Recuerdo que esa noche yo gritaba, gritaba.
a los que Dios miraba.
Las casas se caían
sobre mi pobre espalda, Aquí los tengo, de la mano,
mundos desmoronados, a la madre de fragante falda
ceniza dispersada. y al hermano de los ojos negros
Y te miré a los ojos. que ya me miran sin distancia,
Eran dos cuevas devastadas. que me ven lo mismo que la luna
Eran como malezas ardientes. se sumerge en el agua
Eran dos pozos opacos y hace fulgor la sombra
de la acequia estancada. al cavar el sepulcro de un ave
He tenido que hablarte con tu hijo. y vio pasar con él las vacas por el campo
No quiero que lo dejes. Tómalo en mis palabras. como oscilantes catedrales.
Ya fue mucho dejarlo aquella noche
Como a uno solo nos hiciste.
y vivir, ya sin él, con tanta muerte,
A mí de olivo oscuro
y llevar aquel luto que fue como una pátina
y a él de rosas blancas.
que se sombreó los cabellos solares
A mí me abriste en la noche
y te secó la mejilla clara,
y a él en medio del alba.
hasta que te me hiciste una pavesa,
Y ahora aquí nos tienes,
tú, que eres mi lámpara,
uno solo otra vez, ya sin la muerte,
tú, que en la noche y la tiniebla,
en la gruta sagrada.
como ventana me brillabas.

Pero también te traigo a tu otra niña.


Aquella vez en que dieciocho años
XII Hada en diminutivo, salta de mi memoria
dormían en su caja
y se abre la voz con una llave mágica.
como una música rota,
Era morena y breve, y de pronto salta,
como una absurda maquinaria,
rayo tibio y osado,
escribiste la fecha verdadera
de detrás de un baúl como de un árbol encantado.
de tu largo morir. No te detuvo nada.
Y llenaba de pasión el aire
Allí elegiste el desgraciado rumbo de tu marcha.
como una mariposa lo llena de colores.
Allí te cerraste a la queja,
Tenía los ojos de bruma, de niebla brillante,
allí te metiste en tu llanto,
allí te hiciste una dulzura amarga. y una oscura melena judaica.

Pero hoy, te vuelvo a la alegría, Era suave como un durazno

hoy te torno a tu casa, y así era de pequeña, y así era de dorada.

hoy te entrego a tu hijo Siento que en la mano me cabe

como antes de que se derrumbara. ahora como una almendra.

Aquí le restituyo su fuerza pura. Se fue súbitamente, de puntillas,

Aquí le recobro a la hermana, de lejos, sin ruido,

la que con él leyó bajo los árboles como se apagan las estrellas.

mientras la tarde les caía en la frente Se fue con sus pasitos de hada

como una gran piedad dorada. pisando sobre la muerte

La que con él cuidó palomas, igual que sobre grama.

la que con él vio verde y agua, No perdió su silencio de ángel.

la que con él segó los prados No lloró nunca sobre el mundo.

y olió con él la yerba desgarrada, No vio la vida. No la tocó nadie.


la que con él rezó tantas veces Pero yo te recuerdo, Matilde,
borrosa entre mis lágrimas. Algo me lo dijo. Quizá el color de las paredes,
Eres una llama que tiembla quizá las vigas de los techos, altas;
tras un vidrio distante. alguna duela no muy firme, el constante
Te miro las manecitas de cera gotear del agua en las llaves.
y el leve cuerpo arruinado. Tal vez. Quizá por eso pude darme cuenta:
Y oigo cómo tu perro gruñe hace más de quince años que vivimos en ella
porque nadie se acerque al abril clausurado, y después de todo era natural haber creído
al manojito triste que jamás cambiaría.
que dio flor cinco años Nunca fue una bella casa, ni siquiera bonita,
y es ya sólo tiniebla, olor de muerte y su frialdad ha provenido siempre de los sótanos.

por todo el mundo derramado.


Mi casa mira al poniente, y, en consecuencia,

Aquí la tienes, madre. está mal orientada. Tiene demasiadas puertas

Aquí la tienes otra vez, florida, que casi nunca ajustan bien.
XIII
lustre y vestido de manzana. II
También te la devuelvo
Cuando mi madre la alquiló, recién muerto mi
cuando hoy me devuelven las palabras,
padre,
para que la mezcas y la duermas
la casa no era más que un cascarón polvoriento,
como si por las puertas de tu casa
lleno de oscuridad y de oscuros presagios.
la muerte no hubiera pasado,
Como si la muerte hubiera llegado con nosotros
como si el cielo no se hubiera abierto
en la catástrofe en que floto y hubiese sido la primera en cruzar el umbral.

entre restos mojados,


entre huesos a la deriva, III
cuando estoy en el tiempo de los otros (Me pregunto, aunque tal vez conozca la respuesta,
y no en el antro mágico. cómo es posible que existan gentes hechas, no más
MARGARITA MICHELENA para albergar en ellas la ternura,
la protección; ese terrible y profundo sentido
La sangre solitaria -sólo don dE LOS SERES SUPERIORES- DEL AMOR;
Y tal es nuestra vida y la virtud tranquila. Y la lealtad por vida
a un único afecto nacido y guardado desde siempre.
I
Puso mi madre, pues, manos a la tarea,
Mi casa es una casa antigua, aunque grande
y edificó el hogar sobre sus propias manos.
como todas las casas en que hemos vivido.
Pero en esta dorada tarde de domingo -lenta- Y en señal de amistad, junto al portón de entrada,
la he visto más vieja y acabada. como señal de amor, y como dádiva y escudo
contra la mezquindad y el odio y la amargura, VI
como señal de paz, dejó su corazón.
¿Qué quedará mañana de ese viejo y amoroso

Ay, blando escudo.) cascarón polvoriento? ¿Correrá la suerte


de todas las otras casas en que hemos vivido
IV
y que guardan, sepultadas en sus escombros,
A nosotros también nos engañó el verano: entrañables, recordados fragmentos de mi vida?
ya, desde edad temprana, vimos cómo
VII
seres profundamente amados por nosotros,
y en horas aun risueñas, se marcharon. De nuevo en ésta moriré,

Y supimos también, sin advertencia, que no es casa porque una casa es nuestra propia carne,
para un día la soledad, y comenzamos juntos la piel que nos envuelve y nos defiende
a tratar de vivir más acá de nuestros recuerdos. y abandonarlas es asesinarnos.

XIV VIII
Lentamente, como el corazón que empieza a latir
de nuevo, desnudo, rojo en la palma de la mano, Me pregunto ¿qué habrá sido del pino corpulento
poco a poco, mi casa cobró vida. entre cuyas ramas construí, con tablones viejos,
un cuarto irregular y solitario?
Y crecimos en ella y nos hicimos gente grande ¿O de los restos de la hermosa perra policía
a cuyos ojos, sin embargo, a veces asoma que murió envenenada y que enterramos
un viejo terror infantil. Y que cierran los ojos sollozando
como si el dolor, así, fuera a pasar sin tocarlos. y a quien, por su ternura y discreción, mi padre,

V que también fue poeta, llamó Gretchen?

Sus paredes vieron muchas fiestas alegres ¿Y el árbol de los chabacanos que infaliblemente

como aquélla del día en que mi hermano recibió me mandaba a la cama

-el menor- su título de doctor en medicina; el mismo mes del año y con la misma fiebre?

y muchas fiestas tristes, como aquélla otra


Sobre todo ello no hay ahora sino asfalto:
cuando mi última hermana soltera se casó
anchas, hospitalarias avenidas apagando,
(creo que llorábamos todos, y nos consolábamos
acallando, ensordeciendo los recuerdos.
como si hubiera sucedido algo extraño y terrible.)
Destruyendo
la voz, la sombra, la persistencia de los recuerdos.
En ella escribí mi primer libro, y a ella
volví por la primera vez, una noche, borracho, ¿Qué pensarán los que viajan en esos camiones
cantando de dolor ante el primer engaño. y en esos tranvías cuando sepan que pasan,

Ay, y qué lento pasaba el tiempo entonces. cada vez, sobre alguno de mis cadáveres viejos?
IX Es otra la dimensión

Un miedo apenas frío –fino–, un pequeño miedo allí donde no cae la gravedad

me roza la piel cuando intento adivinar ni flota el vacío del deshábito.


qué tanto de mí mismo se quedará en esta casa;
La herencia no llamó a mi puerta:
de mis amigos, de mi madre, de mis hermanos,
ni una miga de pan regalado
¿qué habrá sido?
ni un escalón para subir a la casa
¿y qué de todos aquellos que pusieron un pie
ni el acecho de una sombra mayor.
alguna vez en ella, y que nos hicieron compañía
para bien o para mal? Las cosas se escapan y huyen sin peso
...... Al vuelo se desprenden los muros:
(No envidio a quienes tienen por costumbre repasar, todo lo recio se desmorona
como yo, lo que han hecho pensando en la vida: y va quedando el entorno sin apoyo, sin consuelo.
cuáles fueron las buenas acciones, las malas,
Lo que toco se desvanece
el tiempo perdido y el tiempo aprovechado,
lo que veo se borra,
porque las más de las veces encuentran verdades XV
ni oigo ni siento
amargas.)
ni presiento ni resiento.
X Este desasimiento
Y tal es nuestra vida: una vieja casa Este alejamiento
solitaria entre todas, que se yergue de manera que me lleva, muerte a muerte, sin remedio
distinta a las demás. Que va guardando a la luz del camino del eterno responso.
sus mínimos tesoros, ANGELINA MUÑIZ-HUBERMAN
y que envejece –más– un dia, y que se arruina.
Y que otro día se derrumba y calla. Una noche de septiembre
MIGUEL GUARDIA
I
Desasimiento Mamá es el oráculo de Delfos:
A la memoria de Carmen Sacristán sentada en su lugar lee los horóscopos
con sobriedad de amantísima sibila.
Este desasimiento que me acompaña
Preocupada o alegre va diciendo el porvenir.
Este alejamiento.
A veces calla

Este ya no rodar de aguas y con soltura de mariposa

ni encender de fuegos pasa a otros temas con alas de golondrina

Estos aires quebrados y, risueña,

y estas tierras horadadas. dobla el periódico y sirve la cena.

He roto los vínculos:


II
tiempo, espacio, amor: Mamá está cansada, pero si le preguntas
amigo, amado, amante. aviva la mirada y sus manos tejen nidos
y, solícita, en su silencio quisiera que la imitara. y no se queja nunca.
Hoy hace nubes el cielo y son pocas las estrellas. Su corazón juega a la eternidad
Ella suele decir y nunca llora
que no siempre es primavera –al menos delante de nosotros.
mientras arregla las flores del centro de la mesa. Quizá esconde sus lágrimas
y en el sueño las encuentra.
III –Siempre la sonrisa es el vivir presente.
Ella es la que comienza la huella Cuando viene a la memoria el mal recuerdo
si Dios está en la tierra. –dice–, hay que hacer del día una obra de arte.
En el desaliento me dice la palabra exacta,
VII
aunque sus caricias sean únicamente
para el imperceptible quehacer de cada día. Mamá ahora duerme.
Hace la comida, la ropa, Descansa el cuerpo que se le escapa
zurce y limpia los olvidos, y su alma, cantando su canción azul
me toca apenas en el hombro en esta noche de septiembre,
XVI
cuando el pesar recuerda sus viejas vestiduras. vive en mí.
(inédito)
IV GONZALO U TRILLA

Odia el alcohol y tiene sus razones:


la borrachera la avergüenza.
Pero ¡qué ebria alegría la suya
cuando la encuentro
y, cuidadosa, limpia, siembra, riega;
ama el sol y la lluvia y hace todas las cosas!
Le crecen arcoiris en su ligera siesta.

V
Mamá dice que todo es tiempo y lo lleva
a cuestas como alas,
y que nada es trabajo y nada cuesta darse
a quien se ama.
Aunque inventa colores, soluciones,
desate nudos y restañe heridas
y aunque arrastre las piernas y le duelan
y le pesen los párpados, nos ama.

VI
Mamá no es vieja. Es milenaria.
Tiene el alma de una niña sabia
Lourdes Domínguez

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