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Economía Crítica y Crítica de la Economía

http://w w w .economiacritica.net/?p=876 June 19, 2012

¿POR QUÉ?

Nos encontramos en una situación que de manera generalizada nos presentan como un momento de
inflexión. Por fin el ajuste se hace tan visible y palpable en el primer mundo, lo sentimos tan cerca, que
no podemos mirar hacia otro lado. Se está extendiendo el cuestionamiento de la validez del sistema
que nos gobierna. Se abren las grietas en las que cabe preguntarse si ya no son válidas las
categorías que utilizamos para el análisis.

Este momento es una oportunidad única que no podemos dejar pasar.

La propuesta de este artículo es reconsiderar la validez del ordenamiento social en base a la


economía y de ésta entendida en función del empleo y la inflación o, como veremos más adelante, en
función de la plusvalía y la acumulación privada de capital.

Queremos que el sistema político, social y económico que nos gobierna tenga en el centro el cuidado
y estímulo de la vida. Podemos “remirar” el mundo. Plantearlo desde la abundancia y no desde la
escasez. Desde lo social y no desde lo individual. O como nos enuncia Luis Racionero en su libro Del
paro al ocio, lo que queremos decir es que no lo necesitamos, que “El mundo de la escasez a nivel
material es el mundo del miedo a nivel psicológico y el mundo de la autoridad a nivel social”.

Aquí vamos a tratar de acercarnos a lugares comunes en los que el intercambio sea un lugar de
encuentro con el otro y con el mundo. Vamos a buscar herramientas que nos permitan reconquistar el
presente y un futuro sostenible.

Para repensar el marco de la acción vamos a preguntarnos por qué estamos tan ocupados en
necesitar dinero.

¿QUÉ?

Vivimos en una sociedad de mercado en crisis porque “el homo economicus es individualista,
egoísta, agresivo y competitivo, en vez de ser desinteresado, apacible y cooperativo” La grave crisis
que sufrimos es producto de la insostenibilidad de los valores que nos gobiernan. Estos valores son la
guía de nuestro sistema productivo, de consumo y distribución de bienes y servicios.

Nos gustaría poder pararnos a hablar de estos objetivos que mantienen este sistema, sobretodo del
conjunto de las relaciones que genera, empezando por la consideración social de trabajo. La solución
al paro no es aumentar la producción, ni mantenerla a toda costa. Tampoco es dejar las cosas como
estaban. Fundamentalmente porque el problema no es el paro. El paro es un problema en el momento
en que nuestro sustento depende de la venta de: mi trabajo, lo que produzco o los bienes que poseo.

El problema es que en la sociedad capitalista la actividad económica reduce todo objeto y acción a
mercancía. La mercancía es aquél elemento que no se produce para el propio consumo sino que está
destinada a la venta o el cambio en el mercado. Pero sólo se convierte en mercancía cuando ese
cambio se hace efectivo a través de la venta, es decir a través de la obtención de dinero. El dinero es
el paso necesario que hace que exista y cumpla con su objetivo que es crear valor de cambio, de
manera que se produzca la circulación y los productores puedan satisfacer sus necesidades (o
deseos) a través del intercambio.

(Pero) Un sistema económico es aquél que rige las relaciones de producción, determina el acceso a
los recursos y el control de los medios de producción, organiza el trabajo de los miembros de la
sociedad y la forma de la circulación y distribución de los productos de este trabajo individual y
colectivo, de acuerdo a la consecución de unos fines colectivos determinados.

El sistema económico competitivo ordena la sociedad desde la ganancia material, antepone la esfera
económica a las relaciones sociales y asigna los recursos a través del mercado.

Nuestro sistema económico articula el conjunto a partir del empleo y la inflación mediante tres
instituciones: el dinero, el estado, el mercado.

Las instituciones que organizan una sociedad habilitan el ámbito de acción de los individuos de
acuerdo a unos principios de comportamiento. En nuestro caso estas instituciones refuerzan la
integración de la sociedad en torno al objetivo económico a través del intercambio monetario.

Toda sociedad necesita crear formas de integración que organicen y distribuyan las obligaciones,
derechos y recompensas de sus miembros, pero el intercambio guiado por el móvil de la ganancia en
base a la competencia entre individuos es sólo una entre las posibles formas de interacción de las
personas en una comunidad.

Si queremos participar en la superación de esta crisis tratando de desplazar lo económico del centro
del orden social, abandonar la búsqueda del interés individual como paradigma de comportamiento
universal, tendremos que entender que otro orden es necesario y que una sociedad mercantilizada (y
por lo tanto, monetizada) y las instituciones que ésta necesita para existir, no son las únicas posibles.

¿CÓMO?

Como hemos enunciado, para poder encontrar algunas respuestas, aquí vamos a preguntarnos por
qué estamos tan ocupados en necesitar dinero. Por ello, primero vamos a empezar por entender
las funciones que tiene el dinero para después hablar de su necesidad .

La teoría económica formal explica el dinero como objeto único que reúne las funciones de: unidad de
cuenta, medida de valores, medio de cambio y reserva de valor. A continuación vamos a describir
brevemente estas funciones en 3 bloques.

Unidad de cuenta y medida de valores. La actividad económica entendida desde el intercambio


necesita algún tipo de criterio de valoración para poder comparar distintas asignaciones finales. El
valor del dinero, como valor de cambio, determina la relación cuantitativa del intercambio
generalizado de mercancías. El dinero tiene la función de medir un valor que ha de ser comparado, un
valor de uso que además ha de ser cambiado. Pero de manera que se produzca un intercambio justo,
es decir, entre valores equivalentes. Digamos que el dinero pone de acuerdo los valores de los
artículos intercambiados. Es una unidad de cuenta de valores equivalentes.

Sin embargo, si lo vemos desde una perspectiva marxiana, la moneda es la forma particular bajo la
que el trabajo adquiere su carácter social en la sociedad mercantil. Es decir, el dinero tiene la función
de expresar en un lugar común el valor de las distintas mercancías, así el trabajo particular o privado
se valida socialmente a través de su venta, de su conversión en dinero. El dinero se introduce en la
economía como valor y hace posible la distinción (espejismo social) de valores de uso y de cambio.

Medio de cambio. El dinero tiene la función de facilitar el intercambio del excedente de lo producido
o plusvalía para que podamos proveernos de aquello que no podemos producir. Pero además, el
dinero, convertido en equivalente general de todas las mercancías, tiene que circular, y para ello, tiene
que ser generalmente aceptado.

Aunque a lo largo de la historia no se ha creído así, ahora mismo está claro que el dinero no es
convertible, no implica la presencia física de una moneda metálica, ni la existencia de un patrón
metálico de valor para ser generalmente aceptado, porque la esencia monetaria del objeto utilizado
descansa en el poder de uso, no en su valor intrínseco. La forma que toma el dinero como medio de
cambio es independiente del material que contiene. Para que las mercancías circulen un simple
símbolo de valor es suficiente.

Reserva de valor. Dado que intercambio con lo que poseo, el dinero, dentro de un sistema de
propiedad privada, va a cumplir también la función de mantener la riqueza en el tiempo. La moneda se
va a convertir en la forma universal de riqueza, de manera que, mediante su posesión vamos a poder
conseguir aquello que queramos en el futuro.

Visto de otra manera, esta función hace que el dinero, como equivalente general, se convierta en el
instrumento que articula y concreta las acciones con un propósito común a lo largo del tiempo. Es a
través de la reserva de valor como se hace posible la conversión del dinero en capital, lo que la
convierte en la función determinante de las políticas monetarias, ya que su indicador es la inflación.

Estas funciones que acabamos de describir sirven o son necesarias dependiendo del ordenamiento
social en el que se insertan. Por eso, ahora vamos a relacionar estas funciones que se le atribuyen al
dinero con las necesidades que se le presupone que ayuda a resolver.

La base teórica asumida por las corrientes de pensamiento económico dominante explica que el
dinero tenga al mismo tiempo la función de unidad de cuenta y medida de valores ha permitido
superar el trueque, ha posibilitado la división del trabajo y ha facilitado el intercambio (competitivo). El
sistema monetario es el sistema de medida y comparación de las cosas, de dar valor a lo que
intercambiamos y de medir ese valor. La necesidad de comparar e intercambiar entre sí todas las
cosas encuentra en el dinero una forma de expresión común para dar valor a las distintas mercancías.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que los primeros objetos que toman la forma de lo que
podríamos llamar dinero aparecen previamente al intercambio de mercado como unidad de cuenta
para medir y regular la reciprocidad de las obligaciones y la redistribución de los bienes. Como medio
de pago individual con el que poder liquidar las formas de deuda individual o comunitaria que integran
a los individuos de una comunidad. Hay autores (enfoque cartalista) que incluso han definido a estos
objetos como una forma de memoria. Estas obligaciones que existían dentro de una comunidad no
eran pagadas mediante un único objeto, no eran reducidas a la moneda como única unidad de
cuenta.

La segunda función hace referencia a la magnitud del valor (precio), necesaria para que circule. La
historia de la moneda como medio de cambio ha generado las discusiones en torno a su forma y uso.
Los debates surgidos han ido configurado su homogeneidad, fiabilidad, los derechos y obligaciones
que se han repartido para hacer posible la aceptación generalizada (señoreaje, bancos, etc.). Y
aunque el primer objetivo es asegurar la circulación, podemos decir incluso, repartir y asignar los
esfuerzos productivos, existe tendencia a su acumulación.

Ordenar la sociedad en torno al objetivo económico hace que la ilusión de necesitar una autoridad
que favorezca su general aceptación cobre fuerza. El poder soberano ha tenido un papel fundamental
en los orígenes y valor del dinero. Un medio de cambio único se fue haciendo posible, y real, por
medio de una autoridad que garantiza su valor (y el mantenimiento del orden social). En último término
el dinero es un acto de soberanía política que determina por ley o convención social qué objetos se
pueden utilizar para responder a las relaciones de deuda y crédito. No es más que un acuerdo social
por el que se decide obediencia. Y el mantenimiento de ésta, se debe al convencimiento de que un
sistema determinado redunda en beneficio propio. A través de la creación monetaria los gobernados
han generado una relación de deuda con su gobierno.

Como hemos dicho, la tercera función es la que hace posible la conversión del dinero en capital. La
reserva de valor consigue que el dinero también se convierta en mercancía y pueda intercambiarse
por él mismo, no únicamente como medio de cambio para obtener otros bienes o servicios. Esto se
sustenta en los derechos de propiedad privada, que es a través del cual generamos el excedente o
valor de cambio privado.

El modelo explicativo fisiocrático (S.XVIII) asume que la propiedad está dentro del derecho natural,
por lo que sitúa el mantenimiento de la propiedad de la tierra en el centro de su análisis económico.
Adam Smith (1723-1790) no recoge esta afirmación, ya que considera que la propiedad no forma
parte del derecho natural, y afirma que ésta es un derecho que ha sido voluntariamente decidido. Sin
embargo sí entiende que esta elección es un pilar fundamental sobre el que construir el resto del
edificio ya que considera que la propiedad es una de las leyes fundamentales de la justicia. Desde
entonces, la propiedad privada se defiende porque se da por supuesto que reporta importantes
beneficios a la sociedad. Se convierte en el fundamento del orden económico al asumir que estimula
del trabajo y un mejor uso de lo poseído. La propiedad es entendida como un incentivo competitivo,
porque el reclamo último que conlleva es el logro de la individualidad.

La explicación del dinero a partir de las funciones descritas se enmarca en un orden social en el que
la economía ocupa el lugar central. Se fija así el discurso en el que los individuos pasan a ser sujetos
económicos propietarios de bienes que necesitan intercambiar, organizados por un estado que tiene
como objetivo mantener un pacto entre propietarios que ceden una aportación para el mantenimiento
del orden social de mercado. O lo que es lo mismo, dado que tenemos que intercambiar
individualmente, necesitamos las funciones descritas, que se van a apoyar en las instituciones:
moneda, estado, mercado.

¿PODEMOS DEJAR DE OCUPARNOS EN NECESITAR DINERO?

Reflexionando sobre lo explicado, creemos que es posible explorar los caminos en los que podemos
buscar soluciones desde otra perspectiva.

Entendemos que un sistema económico permite el intercambio y la actividad productiva sobre unas
bases de (des)igualdad y de justicia. Al hablar de dinero estamos hablando del instrumento que va a
facilitar el intercambio, y por ello, la distribución de la renta y la riqueza. Siguiendo a Marx,
consideramos las funciones del dinero como la expresión o reflejo de las relaciones sociales
particulares que se establecen a partir de la búsqueda de una equivalencia general que haga posible
el intercambio individual.

La propuesta es trabajar para: 1) que se separen la primera y segunda funciones del dinero, de
manera que no todo tenga que reducirse a unidades monetarias para que cuente, 2) reconsiderar el
medio de cambio a través de la conversión en mercancía del trabajo y el dinero, 3) hacer que la
reserva de valor individual vaya dejando de ser necesaria porque la acumulación de capital deje de
ser individual y pase a ser social.

Separar el medio de intercambio de la unidad de cuenta y medida de valores supone no reducir (o no


sólo) a unidades monetarias la actividad realizada (trabajo y/o capital remunerado). Siguiendo la
explicación hecha al referirnos a las funciones del dinero concluimos que, si la base no fuese la
equivalencia entre valores de cambio, la unidad de cuenta no tiene por qué ser medida de valor, la
unidad de cuenta no tiene por qué ser también el medio de cambio. En última instancia, supondría
llegar a que el valor no tenga que ser valorado.

Este camino puede pasar, lo primero, porque efectivamente la unidad de cuenta informe de los límites
naturales y productivos existentes, y esto no es reducible a una unidad única monetaria. Y puede
seguir con buscar la manera de dejar de expresar nuestro “voto” como consumidores y hacer que
conste nuestra decisión de qué queremos que sea producido. Pero no porque haya una planificación
centralizada, sino porque nuestro “voto” se exprese no al consumir, sino antes. O por dejar de
recompensar las actividades en función del número de consumidores (por apropiación de un bien
masivamente necesario/deseado o simplemente porque se ha tenido una buena idea), y hacer que lo
importante sea permitir que esa actividad sea realizada y su producto repartido.

En cuanto a cuestionar la necesidad de la tercera función, la reserva de valor, tiene que ver con dejar
de empeñarnos en rodearnos de una sensación de seguridad, permanencia e independencia y saber
que nuestras vidas forman parte de un entramado de flujos continuos y cambiantes que se entretejen .
En este sentido la propuesta de que el dinero tenga fecha de caducidad o que pierda valor con el
tiempo, ha sido expresada por múltiples pensadores y se ha puesto en práctica con monedas
complementarias en economías locales.

Pero esto no implica deshacernos de todo lo anterior, sino que es importante reconocer lo que nos
sigue siendo útil. La propuesta es encontrar los lugares comunes a través de los que reconducir las
funciones sociales que cumple el dinero: 1) incluir en la contabilidad parámetros no monetarios de
forma que en la toma de decisiones conste y se incluyan otro tipo de valoraciones, 2) redefinir el
medio de cambio como la circulación de la actividad a través de redes, y 3) replantear la tarea de las
instituciones de redistribución de la acumulación del capital. Es decir, reconducir la actividad
bancaria, no como intermediación monetaria privada, sino como mecanismos de compensación
colectivos que aseguren el aprovisionamiento.

CONCLUSIONES

El interés individual como paradigma de comportamiento no está funcionando y “el dinero” como
baluarte organizador es un objetivo que olvida muchos aspectos de la vida.

Libertad es poder elegir las representaciones que utilizamos para ver el mundo, no asumir los límites
de una cosmovisión determinada como propios, y menos como naturales; y cambiar es replantear la
acción que realiza el ser humano consigo mismo, con los otros y con su entorno.

La creación de sistemas económicos nos puede liberar del miedo a la necesidad, ayudarnos a
superar la conquista material. Superarla en el sentido de que nuestra propia creación no nos domine,
sabiendo que seguimos sin estar por encima de la naturaleza ni fuera de nosotros mismos.

Este momento de reflexión global es la ocasión para la acción, para romper la actitud pasiva por la
que asumimos condicionantes que se nos imponen a lo largo del tiempo. Para ello, tenemos que
defender sin miedo lo que queremos que tenga validez y creernos capaces de desterrar lo que haya
perdido legitimidad. Decidir si los valores, mecanismos, estructuras e instituciones actuales nos
sirven para lo próximo.

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Alba Delgado es investigadora en el Departamento de Historia e Instituciones Económicas I de la


Universidad Complutense de Madrid. Dirección de correo electrónico: delgado.alba@ymail.com

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