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Cárdenas, I y Ortiz, D
Esc. de Terapia Familiar del Hospital Sant Pau de Barcelona
La pareja, como entidad viva, pasa por diferentes etapas, presentando cada
una de ellas nuevos retos: la consolidación, la llegada de los hijos, compaginar
el hecho de ser padres y seguir siendo pareja, el reencuentro cuando los hijos
se independizan y, por último la vejez. Cada pasaje de una etapa a la otra
implica un aumento de la tensión, ya que los integrantes tendrán que hacer
movimientos diferentes para adaptarse a las nuevas necesidades. Y eso sin
hablar de la necesidad de la pareja de ir actualizando el contrato de la relación
para pasar a un amor más maduro.
Dependencia emocional
La dependencia significa estar pendiente del otro esperando que sea éste
quien resuelva o solucione la vida. Cada persona piensa que su vida no es
posible sin la otra, necesitando su aprobación de forma constante. La
independencia y la dependencia son los extremos de un mismo eje.
Los seres humanos tenemos unas necesidades básicas, que han de ser
satisfechas para mantener un buen equilibrio mental. Entre ellas se encuentra
la necesidad de formar parte de un grupo, así como la de ser aceptados,
reconocidos, valorados y queridos.
otro para lograr el bienestar, y esto no es algo patológico, sino humano. Tanto
el hombre como la mujer dependen uno del otro y necesitan sentir apoyo
incondicional. Ya apuntábamos que, en los orígenes de toda pareja, hay un
inicio de fusión y, por lo tanto, de mayor dependencia, necesario para su
constitución.
Enrique y Marisa son dos personas con carácter, que han conseguido una
relación más o menos funcional, pero que, periódicamente, entran en crisis y
luchas por el poder que siempre acaban en tablas.
Marisa se siente muy herida cada vez que Enrique utiliza, como arma para
salirse con la suya, los gritos, los portazos y las desapariciones de casa sin
decir a dónde va. Él no toma en consideración los sentimientos de ella cuando
le dice lo mucho que le duele y, por el contrario, los juzga inadecuados. Piensa
que ella no debería sentirse así, que esas conductas suyas no deberían
afectarle y tiene dificultades para empatizar con ella, lo que contribuye a
aumentar el dolor y la rabia de Marisa.
Por fin, en el curso de una terapia, para Marisa resulta importante darse cuenta
del resentimiento que ha ido acumulando a lo largo de los años de convivencia
y que potencia todavía más sus tendencias críticas. En cuanto a Enrique,
también acaba comprendiendo que no se toma en serio los sentimientos de su
mujer y deja de juzgarlos para hacer el esfuerzo de ponerse en su lugar y
aceptar la opinión de ella, aunque no la comparta. La situación empieza a
cambiar.
Fue necesario que Marisa y Enrique se hicieran cargo cada uno de sí mismos
y de su actitud frente al otro para darle un giro a la situación.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
Si añadimos a este tipo de relación los factores que favorecen la aparición del
maltrato (culturales, familiares e individuales), las posibilidades de traspasar la
línea del respeto mutuo y de las agresiones psicológicas o físicas en uno o
ambos sentidos, son muchas. Bastará un aumento de la tensión para que
estalle la violencia.
Las personas que se ven involucradas en una relación con un alto grado de
dependencia se preguntan por qué se han metido en ésta, sobre todo la
persona que se somete, generalmente la mujer. En ocasiones se sorprenden
ellas mismas, dado que en otros ámbitos de la vida pueden ser muy fuertes y
sentirse muy seguras e incluso describirse a sí mismas como personas con
carácter. Llegan a obsesionarse y preguntarse qué falla en ellas para que
hayan tolerado determinadas situaciones.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
Esta dinámica también puede establecerse en otro tipo de parejas, donde las
diferencias se resuelven de manera más pacífica, o donde las peleas o
discusiones son más limpias. El status quo se mantiene sin necesidad de
recurrir a la violencia y pone en marcha otras estrategias.
La violencia sería una estrategia más de las que se usan para someter al otro,
pero cada persona se pone el límite de lo permitido en función, entre otras
cosas, de las normas interiorizadas y aprendidas en su familia y cultura
(capítulo 2). Sentir rabia, odio, ganas de agredir al otro o incluso que
desaparezca de nuestra vida son sentimientos normales, fáciles de encontrar
en la mayoría de las parejas en algún momento crítico del ciclo vital. Pero
también es verdad que la mayoría logra reconducirlos y neutralizarlos.
Toni “se pone de los nervios” cada vez que Lola queda a cenar con sus
compañeros de trabajo. Cuando ella le comunica que ha quedado para salir,
una oleada de malestar le recorre el cuerpo, pero, como él piensa que no
debería sentir lo que siente, no se hace caso e intenta funcionar como si no
pasase nada. El malestar va en aumento a medida que se acerca el día e,
inevitablemente, antes o después de este acontecimiento, Toni estalla y
descarga toda su rabia rompiendo lo que encuentra a su paso.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
más lo que les pasaba, y tal vez Toni no hubiera visto como una amenaza a los
compañeros de trabajo de Lola.
Aislamiento social
Cada persona posee unos códigos culturales propios del grupo al que
pertenece que ayudan a situarse en la realidad y en la comunidad con la que
se convive y que se ponen a prueba constantemente en las relaciones, tanto
con los otros como consigo mismos. Si se viaja a otro país y se observan
formas de funcionamiento diferentes, que parecen interesantes, se las
incorpora y, de esta manera, se influye en la comunidad. O si se conoce, por
ejemplo, a una pareja con un estilo diferente al propio, se hace una
comparación con ellos y, eventualmente, se modifica alguna cosa de la
relación. La apertura al mundo externo es una virtud que, llevada al exceso,
puede ser contraproducente, y lo mismo pasa con la rigidez o la cerrazón.
Porque si se es una persona demasiado abierta, es fácil perderse en el camino
y no saber quién se es o qué se quiere. En cambio, si se es muy cerrada y se
cree que sólo lo propio está bien, se produce un empobrecimiento y un
aumento del riesgo de perder los límites, dentro de la pareja o de la familia. La
clave es una posición intermedia y fluctuante. Es decir, habrá momentos en los
que sea necesario cerrarse en sí mismos, para formar una pareja, pero habrá
otros en los que abrirse para que entre aire fresco (amigos, familiares, otros
intereses) sea una cuestión de supervivencia.
Lourdes había intentado dejarle dos o tres veces, más de las que Julio era
capaz de recordar sin dolor. ¿Es que no veía que sin ella se moría? Cada vez
que intentaba dejarle, él se partía en dos, fulminado por ese dolor en el
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
Cada vez que uno de los dos intente satisfacer cualquier necesidad fuera de la
pareja, el otro se sentirá herido y abandonado. Entonces, el objeto de interés,
cualquiera que sea (relaciones con otros, aficiones, profesiones), será vivido
como “el amante” y podrá despertar las más oscuras sensaciones que
conforman los celos.
Otras características
Deficiencias en la comunicación
No es de extrañar que uno de los puntos más flacos y endebles de las parejas
en las que deambula el maltrato sea la comunicación. Si de por sí, para dos
personas, es difícil hablar cuando hay un conflicto, cuando hay un maltrato en
las relaciones íntimas, el sentido común parece obnubilarse, a causa de las
nubes emocionales que los inundan.
Es usual que sea más sencillo saber lo que se necesita que el otro haga para
uno encontrarse bien: “si me tratase con cuidado...”, “si me dijera las cosas de
tal manera...”. Pero mucho más complicada es la tarea de saber lo que cada
uno quiere de sí. Quizá la responsable de ello sea esa relación enmarañada o
de dependencia emocional, que dificulta dilucidar las necesidades propias.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
Esperan que sea el otro el que cambie, y así dejan a la deriva la oportunidad
de ser el actor principal de sus propias vidas.
La persona que ocupa el lugar de víctima se pone muy tensa ante las
discusiones. Se le despierta el miedo ante la posibilidad de ser dañada. Esta
inseguridad está en la base de su actitud de huida de los conflictos, que no
afronta. Pone las necesidades del otro por encima de las propias, tiene más
presente los derechos del otro.
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Características comunes en las parejas violentas Cárdenas, I y Ortiz, D.
Toxicomanías y alcoholismo
Psicopatología
Susana pensaba que Nacho tenía que estar mal de la cabeza por la forma en
que la trataba. Sin embargo, cuando consultaron con un especialista, éste
preguntó si Nacho se comportaba agresivamente en el trabajo, con su familia,
con los amigos. “No, sólo conmigo es así”, contestó Susana. “Entonces,
señores, no existe un trastorno de la personalidad”.
Cuando hablamos de personas que sienten placer por hacer sufrir a otros,
como los genocidas o torturadores tan habituales en las guerras, estamos
hablando de personalidades antisociales. El maltrato que desarrollamos en el
presente libro no tiene relación con este tipo de patología.
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