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PRÁCTICA DE PUNTUACIÓN.

USO DE LA COMA Escribe coma donde convenga

1. Camarero tráigame un café por favor. 9. Unos subían otros bajaba nadie paraba.
2. No sabes Juan cuánto lo siento. 10.Juan estudia mi primo lee yo juego.
3. Luisa haga el favor de venir. 11.El convoy aunque tarde salió ayer.
4. No me has entendido tío. 12.Este caballo según dicen es el mejor.
5. La tarde estaba gris fría y triste. 13.Sin embargo triunfó el otro.
6. Hay trajes verdes rojos azules y grises. 14.Dime por último la capital de Francia.
7. María Juan Luis e Inés van de paseo. 15.El accidente según la policía fue provocado
8. Se produjo mucho trigo arroz y maíz.

Escribe punto y coma donde convenga.

1. No podemos seguir así vamos derechos a la ruina. :


2. Un gran ruido me despertó salté de la cama y fui a ver qué era.
3. Los árboles nos ofrecen leña los frutales, fruta las viñas, uva.
4. Espero que puedas mandarme los ejemplares que te pedí en caso contrario, avísame.
5. Fue reprendido por su mala conducta sin embargo, todo fue inútil.
6. Las hojas eran grandes, las flores mayores, los árboles se elevaban a las alturas, y María no cesaba de contemplarlos,
admirada de tanta belleza Julián los observaba con curiosidad.
7. Recibimos los siguientes productos: judías, 4 kgs. Arroz, 10 kgs. Aceite, 5 kgs.
8. De toda ocupación se saca provecho pero del mucho hablar, sólo miseria.
9. Si saco buenas notas, podré ir de vacaciones en caso contrario, tendré que quedarme en casa.

Escribe dos puntos donde convenga

1. Alfanhuí fue picando cosa por cosa tomates, pan, 6. En resumen siempre hace lo que estima lo más
melón, pimientos rojos, pimientos verdes, pepinos, conveniente.
cebollas... 7. Si no viene sólo nos queda un recurso buscarlo.
2. Llegué a mi casa gritando "¡Padre, padre!. 8. Siento decírselo su solicitud no consta.
3. Al llegar vi que era un mendigo y me decía "Dame de 9. Sólo deseo preguntar una cosa la verdad de lo
tu merienda". ocurrido.
4. Estimado señor "Lamentamos comunicarle..." 10.Tesón y trabajo esas son las armas del triunfo.
5. Señoras y señores "Al comenzar mi charla..."

1. Trate de leer, en voz alta, el siguiente fragmento de un trabajo de Gabriel García Márquez. En él se han omitido todos
los signos de puntación.
Tenía cinco años cuando mi abuelo el coronel me llevó a conocer los animales de un circo que estaba de paso en
Aracateca el que más me llamó la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión
de madre espantosa es un camello me dijo el abuelo alguien que estaba cerca le salió al paso perdón coronel le dijo es
un dromedario puedo imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo de que alguien lo hubiera corregido en
presencia del nieto pero lo superó con una pregunta digna Cuál es la diferencia No la sé le dijo el otro pero éste es un
dromedario El abuelo no era un hombre culto ni pretendía serlo pues a los catorce años se había escapado de la clase
para irse a tirar tiros en una de las incontables guerras civiles del Caribe y nunca volvió a la escuela pero toda su vida fue
consciente de sus vacíos y tenía una avidez de conocimientos inmediatos que compensaban de sobra sus defectos
Aquella tarde del circo volvió abatido a la casa y me llevó a su sobria oficina con un escritorio de cortina un ventilador y
un librero con un solo libro enorme lo consultó con una atención infantil, asimiló las informaciones y comparó los
dibujos y entonces supo él y supe yo para siempre la diferencia entre un dromedario y un camello al final me puso el
mamotreto en el regazo y me dijo Este libro no solo sabe todo sino que es el único que nunca se equivoca Era el
diccionario de la lengua
Léalo ahora en voz alta; ya se han incluido todos los signos de puntuación.
Tenía cinco años cuando mi abuelo el coronel me llevó a conocer los
animales de un circo que estaba de paso en Aracateca. El que más me llamó
la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión
de madre, espantosa. “Es un camello”, me dijo el abuelo. Alguien que estaba
cerca le salió al paso. “Perdón, coronel”, le dijo. “Es un dromedario”. Puedo
imaginarme ahora cómo debió sentirse el abuelo de que alguien lo hubiera
corregido en presencia del nieto, pero lo superó con una pregunta digna:
― ¿Cuál es la diferencia?
― No la sé ― le dijo el otro―, pero éste es un dromedario.
El abuelo no era un hombre culto, ni pretendía serlo, pues a los catorce años
se había escapado de la clase para irse a tirar tiros en una de las incontables
guerras civiles del Caribe, y nunca volvió a la escuela. Pero toda su vida fue
consciente de sus vacíos, y tenía una avidez de conocimientos inmediatos que
compensaban de sobra sus defectos.
Aquella tarde del circo volvió abatido a la casa y me llevó a su sobria oficina
con un escritorio de cortina, un ventilador y un librero con un solo libro enorme.
Lo consultó con una atención infantil, asimiló las informaciones y comparó los
dibujos, y entonces supo él y supe yo para siempre la diferencia entre un
dromedario y un camello. Al final me puso el mamotreto en el regazo y me dijo:
Este libro no solo sabe todo, sino que es el único que nunca se equivoca.
Era el diccionario de la lengua (...)

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