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Pulgarcita… la niña que no quería ser “ALUMNA”

El vidrio dejaba entrar linda luz, aunque la llovizna, hacia estragos en el techo, siempre a
esta hora me dan ganas de dormir, pensó pulgarcita mientras cambiaba su estado de
Whatsapp a aburrida, ya falta menos, le dijo mientras sonreía a la fuerza a su compañera de
banco, ese banco duro que, los mantenía en una postura incómoda para cualquier tarea…
Bien… todos al costado del pupitre, apaguen el celular y guárdenlo en donde no lo vea.
Saludamos al ingreso del profesor, dice el preceptor, un joven de 24 años, que hace poco
ingresa a la escuela a hacer una suplencia. Todos en el aula conocían de sus viajes de
mochilero por sus publicaciones en Facebook e Instagram, poco conocían sobre su vida.
Silencio… el profesor ingresa... “Buenos días profesor” (en voz fuerte y cantando)…
mientras que este, deja su viejo portafolios sobre un destruido escritorio, se seca la
transpiración, la primavera húmeda y los pedidos administrativos lo traen mal, chequea su
celular, que luego dejará en su bolsillo, y se dirige a ellos con un simple… “Buenos días
alumnos”…
Hoy había estado pensando mientras viajaba en auto e intentaba desayunar… que m.. me
pasa, ya no tengo las pilas de antes, esto de trasladarse de escuela a escuela me esta
cansando, voy a ver si me surge algún otro laburo.
Antes de comenzar a ahondar sobre pulgarcita y su resistencia a ser “alumna”, cabe
preguntarnos ¿de dónde proviene o se deriva, el sustantivo latino ​alumnus​? Este viene de
“​alére​” que significa alimentar y es el infinitivo latino de ​alo – alui – alére – alitum que,
entre otras cosas, significa: alimentar, nutrir, cultivar, educar. Será el que se alimenta, el que
se nutre, como biológicamente, lo hace también el niño, cuando busca el pecho de su
madre. Cuanto peso en una sola palabra.
La clase transcurrió con la misma velocidad que lo hace un caracol para evadir un
obstáculo, mucho silencio, el ruido de las tizas, alguna caída de lapiceras que generaban
risa, pero que eran acalladas por el chistido del docente, algunas veces, algunos mensajes
entraban al teléfono del profesor, este, los releía de reojo mientras escribía y susurraba,
casi inmóvil, de espaldas escribiendo en la pizarra. ¿Cómo hace? Pensó pulgarcita,
mientras escribía en un papelito para pasarle a su amiga, aquella que la habían ubicado
unos pupitres más adelante para que no charlen, se potencian había dicho en su momento
el antiguo preceptor, son un peligro juntas.
Pulgarcita cerró el papel en una suerte de bollo sin forma, y lo empezó a pasar, la meta era
llegar al banco de su amiga, pamela. Si bien las cosas que el profe transcribía en la pizarra
parecía importantes, no generaban absolutamente nada en los estudiantes, algunos, ya
dormidos, solo se quejaban cuando un codazo inoportuno les llamaba la atención. Otros,
seguían intentando entrar a alguna red social sin ser vistos, para ver qué pasaba en el
barrio, mientras el mundo “se detenía” en la escuela.
Mil veces pulgarcita intentó hablar con sus padres… este mediodía, de acuerdo a lo
planeado, sería una oportunidad única, quizás la última. Su abuela va a comer a su casa, y
ella siempre la apoya en sus decisiones. Siempre el mismo planteo, afirmaba con tono
autoritario su madre, mientras su padre mantenía una postura casi neutral… y si, pensó
ella… la escuela me aburre, quiero hacer algo que me guste. Pero, que abandonara, no
estaba en los planes de sus padres, que como muchos otros padres, veían asegurados un
futuro ahí… en la escuela.
Cuando pulgarcita volvió a la realidad, suspiró hondo y pensó… cómo se nota que ellos no
se bancan este bodrio, ellos seguramente la pasan bien en su laburo. Sacó su carpeta a los
tirones, mientras rompía el estuche sin quererlo, tomó la lapicera y vio a su laptop que
descansaba en su mochila. Sin pensarlo, la posó suavemente sobre el banco, el sonido de
encendido, hizo que todos automáticamente abrieran sus ojos y giraran sus cabezas hacia
ella. El “Profe”, sin darse vuelta, susurró un par de insultos sin ser escuchado y gritó… “ya
mismo Guarden esa porquería en donde va!”. Pulgarcita, sin faltarle el respeto, miró su
espalda y le dijo – Profe, yo también quiero enseñar.
Mientras sus compañeros se reían a unísono, el breve gesto de autoridad explicaba todo, a
la dirección… hoy pulgarcita no podría hablar con sus padres, debería justificar su acción de
otra manera, ya tendría otra oportunidad.
El papelito, aprovechando el desorden, llegó a su destino. Pamela, su amiga, lo abrió con
cuidado para no ser descubierta, en él se leía… ¿Cuantos siglos tiene el profe? Es mi tío,
suspiró en voz baja Pame casi con vergüenza, tiene 34 años… El sistema lo había
amoldado y él se había mantenido indiferente a esto, simplemente, había perdido el toque.

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