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de su época estudiantil, cuando era joven, Antonio Muñoz Molina recuerda sus clases de literatura

en bachillerato. Recuerda sobre todo a su peculiar profesor desganado, dictando fechas, títulos y
autores importantes que todos debían de saber si querían aprobar la asignatura

En este fragmento de la obra “La disciplina de la imaginación” de Antonio Muñoz Molina, el autor
comenta la influencia que llegan o pueden ejercer los profesores en los estudios de muchos
alumnos.

Muñoz Molina empieza a contar los sufrimientos que tuvo durante sus estudios de bachillerato con
la clase de literatura. Explica con detalle el aburrimiento que producían esas clases en los alumnos
por culpa del método de enseñanza que utilizaba el profesor. Tenía una forma de explicar y de
transmitir a las ideas de forma que nadie lo disfrutaba. Y, a partir de esto, añade un dato personal
muy destacable: él era un apasionado de la literatura y, a pesar de la desmotivación y
aborrecimiento que provocaban las clases del profesor, nunca llegó a perder su interés y aprecio por
la literatura; pero el resto de compañeros sí porque ellos no tenían ese gusto por la materia tanto
como el. Por lo que el resto de los alumnos se alejaban de esa asignatura y la acababan tratando con
desgana al igual que lo transmitía el profesor. Es decir, los profesores y la materia en sí son ambos
factores muy importantes a la hora de aprender una materia e influyen considerablemente en la
persona, por lo que deberían de intentar dar lo mejor de sí para facilitarle el estudio a sus slumnos y
sentirse también ellos a gusto dando la clase y a gusto con sus alumnos.

Desde mi punto de vista, este autor tiene razón al decir que los profesores ejercen una influencia en
los jóvenes, no sólo en el estudio. Todos los que hemos sido o somos alumnos nos encontrado en
algunas asignaturas con profesores que nos resultaban aburridos, desagradables o muy distantes que
hacían que, si desde un inicio no nos gustaba el estudio de esa asignatura, ellos conseguían que nos
gutaran todavía menos y que le mostráramos cada vez menos interés.

Si bien es verdad que un profesor tiene en sus manos el poder de motivar a alumnos y hacer que el
estudio más simple, también es verdad que el haber vivido estas experiencias como estudiantes nos
ayudan a saber cómo no queremos ser y a esforzarnos más ante algunas dificultades. Así que, en
definitiva, pienso que los profesores deberían de entregarse más y hacer que todo sea más llevadero
para conseguir su bienestar y el de sus alumnos y para conseguir un mejor resultado por parte de
ellos. Darles un voto de confianza y conseguir que halla una cercanía y una capacidad de respuesta
con la que se pueda convivir en tranquilidad.

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