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ae p a + Sem : Geero iy. Soules: ESN 2002" INVENTARIO Mabel Burin Irene Meler 'GENERO Y FAMILIA Poder, amor y sexualidad en la construcci6n de la subjetividad 3; 463 p - PAIDOS Buenos Aires Barcelona México Motive de tapa tomade de Eros a Pompei (fotografias de A. Mulas; textos de M. Grant), A. Mondadori Editori, Milan, 1974. Cubierta de Gustavo Macri Ja. edicion, 1998 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda hecho el deposito que previene la Ley 11.723 © Copyright de todas las ediciones Editorial Paidés SAICF Defensa $99, Buenos Aires Ediciones Paidés Thériea SA. ‘Mariano Cubi 92, Barcelona Editorial Paidés Mexicana SA Rubén Dario 118, Mexico La reproduccion total © parcial de este libro, en cualquier forma que sea, Méotica/o modificada, escrita a maquina, por el sistema “multigraph", ‘mume6grafo, impreso por fotocopia, fotoduplicacion, ete., no autorizada por los SSieres, viola derechos reservados. Cualquier utilizacién debe ser previamente ISBN 950.12-4215-3 Las autoras Prefacio Prélogo.. INDICE Parte I Género, familia, subjetividad Estudios de género. Resefia historica, Mabel Burin 19 La familia. Antecedentes histéricos y perspectivas futuras, Irene Meler..... : 31 Ambito familiar y construcci6n del género, Mabel Burin : eee nm La familia: sexualidades permitidas y prohibidas, Mabel Burin = 87 Parentalidad, Irene Meler 99 Parte II La vida familiar: vicisitudes evolutivas y accidentales Amor y convivencia entre los géneros a fines del siglo XX, Irene Meler .. . 129 El pasaje de la pareja a la familia. Aspectos culturales, interpersonales y subjetivos, Irene Meler 163 La relacion entre padres e hijos adolescentes, Mabe! Burin 193 1. ESTUDIOS DE GENERO. RESENA HISTORICA Mabel Burin El término “género” circula en las ciencias sociales y en los discursos con una acepcién especifica y una intencionalidad ex- plicativa. Dicha acepcién data de la década del '50, cuando el in- vestigador John Money (1955) propuso el término “papel de género” [gender role] para describir el conjunto de conductas atri- buidas a los varones y las mujeres. Pero ha sido Robert Stoller (1968) quien establecié mas nitidamente la diferencia conceptual entre sexo y género, baséndose en sus investigaciones sobre ni- fios y nifias que, debido a problemas anatémicos congénitos, ha- bfan sido educados de acuerdo con un sexo que no se correspondia con el suyo. La idea general mediante la que se diferencia “sexo” de “género” es que el sexo queda determinado por la diferencia sexual inscrita en el cuerpo, mientras que el género se relaciona con los significados que cada sociedad le atribuye. Seguin lo plan- tea Gomariz (1992), de manera amplia podria aceptarse que son reflexiones sobre género todas aquellas que se han hecho a lo lar- g0 de la historia del pensamiento humano acerca de los sentidos y las consecuencias sociales y subjetivas que tiene pertenecer a Uno u otro sexo, por cuanto esas consecuencias, muchas veces entendidas como “naturales”, no son sino formulaciones de géne- ro. Asi, se puede hablar de forma amplia de los Estudios de Gé- nero para referirse al segmento de la produccién de conocimientos que se han ocupado de este ambito de la experiencia humana: las significaciones atribuidas al hecho de ser varén o ser mujer en cada cultura y en cada sujeto. 19 Una de las ideas centrales, desde un punto de vista descrip. tivo, es que los modos de pensar, sentir y comportarse de ambos géneros, mas que tener una base natural e invariable, se deben a construcciones sociales y familiares asignadas de manera di- ferenciada a mujeres y a hombres. Por medio de tal asignacién, a partir de estadios muy tempranos en la vida de cada infante humano, unas y otros incorporan ciertas pautas de configura cién psiquica y social que dan origen a la feminidad y la mascu- linidad. Desde este criterio descriptivo, el género se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y a hombres, Tal diferenciacion es producto de un largo proceso histérico de construccién social, que no sélo produce diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que, a la vez, estas diferen- cias implican desigualdades y jerarquias entre ambos. Los es- tudios de género utilizan una perspectiva de anilisis de las diferencias en general, que denuncia la légica binaria con que se perciben, en este caso la diferencia sexual. Mediante esta légica binaria la diferencia es conceptualizada en términos “o el uno 0 el otro”. El que se encuentra en el lugar de Uno ocupa una posicién jerarquica superior, en tanto el Otro queda desvalorizado. Mediante esta operacién légica, en la que sélo habria lugar para Uno, el Otro ocuparia una posicién desjerarquizada. Asi Uno estard en la posicién de sujeto, mien- tras que el Otro quedara en posicidn de objeto. Esta légica de la diferencia es desconstruida en los Estudios de Género, donde se hace visible que esas oposiciones y jerarquias no son naturales sino que han sido construidas mediante un largo proceso histé- Tico-social. En este texto analizaré las marcas que deja el orde- namiento de la desigualdad entre los géneros, en la construccién de la subjetividad, femenina y masculina. El “género” como categoria de andlisis tiene varios rasgos caracteristicos: 1. Es siempre relacional, nunca aparece de forma aislada sino marcando su conexién. Por ello, cuando me refiero a los Estu- dios de Género siempre aludo a los que remiten a las relaciones entre el género femenino y el género masculino. Hasta ahora, en los Estudios de Género se ha puesto énfasis en que tales rela- ciones son de poder (para Jane Flax [1990] se trata de relacio- 20 nes de dominacién). La mayoria de los estudios se han centrado en la predominancia del ejercicio del poder de los afectos en el género femenino y el poder racional y econémico en el género masculino. Para estos fines, interesa analizar cémo se estable- cen estas relaciones de poder dentro del ambito familiar y las huellas que dejan en la construccién de la subjetividad femeni- na y masculina, 2. Otro rasgo de la categoria género para tener en cuenta es que se trata de una construccién histérico-social, 0 sea que se fue Produciendo a lo largo del tiempo de distintas maneras. Algu- nas historiadoras, como R. Pastor (1994) sefialan que el discur- so histérico ha implicado relaciones de subordinacién en las significaciones del género, con un peso muy importante otorga- do a instituciones tales como religién, criterios médicos y cien- tificos, y aparatos juridicos. 3. Otro rasgo es que la nocion de género suele ofrecer difi- cultades cuando se lo considera un concepto totalizador, que vuelve invisible la variedad de determinaciones con que nos construimos como sujetos: raza, religion, clase social, etestera. ‘Todos éstos son factores que se entrecruzan durante la consti. tucin de nuestra subjetividad; por lo tanto, el género jamds aparece en forma pura sino entrecruzado con estos otros aspec- tos determinantes de la subjetividad humana. Algunas criticas que, desde la perspectiva del género, se hacen a las disciplinas que enfocan conflictos familiares y de la construccién de la subjetividad se refieren a los prin- cipios esencialistas, biologistas, ahistéricos e individualistas. Esencialistas son las respuestas a la pregunta “Zquién soy?” y “2qué soy?”, suponiendo que existiera algo sustancial e inmuta- ble que responderia a tales inquietudes. Esta pregunta podria formularse mejor para lograr respuestas mas enriquecedoras, por ejemplo “:quién voy siendo?”, con un sentido constructivista, Los criterios biologistas responden a estos interrogantes basdn- dose en el cuerpo, y asi asocian fundamentalmente la sujeto mujer a la capacidad reproductora. Este criterio biologista su- pone que ser mujer es tener cuerpo de mujer, del cual se deriva- rian supuestos instintos tales como el maternal, el de brindar 21 cuidados, el de nutrir, y otros. Los principios ahistéricos niegan que a lo largo de la historia los géneros hayan padecido notables cambios, especialmente el femenino, en su posicién social, poli- tica, econémica, e implicado profundas transformaciones en su subjetividad; por el contrario, suponen la existencia de un “eter- no femenino” inmutable a través del tiempo. Los criterios indi- vidualistas aislan a las mujeres del contexto social, y suponen que cada mujer, por separado y segtin su propia historia indivi- dual, puede responder acerca de la construccién de su subjeti- vidad Si bien me centraré sobre cémo incide la perspectiva del gé- nero en las diversas configuraciones familiares y vinculares, y sobre la construccién de la subjetividad sexuada, femenina 0 masculina, no deberia dejar de mencionar que la perspectiva del género esté ligada a otros campos de aplicacién, por ejemplo, la educacin, la legislacién, las practicas médicas, lo cual permiti- ré ampliar la perspectiva de donde y cémo poner a operar los conocimientos de género en las diversas disciplinas. ANTECEDENTES DE LOS ESTUDIOS DE GENERO Diversos autores han hecho criteriosos relevamientos que permiten sefalar ciertas periodizaciones. Entre ellos, Gomariz (1992) afirma que los primeros antecedentes de estos estudios se refieren a la condicién social de las mujeres. Ya habfa enun- ciados de Platén y de Aristételes acerca de la “inferioridad” fe- menina en contraposicin a la “superioridad” masculina, pero fue a partir de la Revolucion Francesa y la Ilustracion (siglos XVII y XVII cuando surgieron con énfasis en Europa, y mas adelante en Estados Unidos, los valores de la modernidad, explicitados en los términos “igualdad, libertad, fraternidad”. A partir de esos principios, las mujeres comenzaron a reclamar sus derechos como ciudadanas, con variada suerte, ya que alre- dedor del siglo XX tales principios se les revelan esquivos, es- pecialmente a partir del imperio de la rigida moral victoriana, predominante en Europa a partir de mediados del siglo pasado, con implicaciones politicas, religiosas y cientificas. La inciden- cia de los valores victorianos en su época fue de tal aleance, que 22 Mevaron a representaciones sociales de las mujeres como ma- dres, esposas, virgenes (a partir de la conception marianints imperante desde mediados del siglo pasado) o fragiles y proli, ves a la enfermedad (por ejemplo, en los estudios sobre la hint, ria iniciados en el siglo XIX). Como modo de resistencia a semejante posicién social y familiar de las mujeres surgen alee nas figuras femeninas que, integradas a los movimientes ola. ros, reclaman participacion social y econémica igualitaria y sostienen el derecho a la educacién igualitaria para ambos sexc. (como Flora Tristan en Latinoamérica). También surgen muje, res que tienen peso y visibilidad en el mundo cultural, en la li. teratura y las ciencias, pero a menudo deben esconderse detrs de nombres masculinos para dar a conocer su praduccién, como en el caso de George Sand, cuyo nombre era Aurora Dupin, Hacia comienzos de este siglo, el clima intelectual fue hacién- dose més permeable a la idea de la igualdad de derechos de les mujeres, y fue adquiriendo peso el movimiento sufragista, que se habia iniciado a fines del siglo anterior y que reclamaba el derecho al voto para las mujeres. Junto con ese movimiento sur ge otro contrario, que insiste en confirmar ala mujer en el cons texto familiar, y asociarla a la maternidad y al rol de esposa 7 de ama de casa. Esta posicién fue refrendada por algunas de las ciencias sociales que comenzaron en esa época a analizar la di- ferencia sexual (Sociologia, Pedagogia, Antropologia). La Seguns da Guerra Mundial impulsa los movimientos de las mujeres, y crea coyunturas favorables contra la discriminacién por razones de raza, religién 0 sexo. Con este impulso se extionde el derecho femenino al voto a los paises occidentales que ain no lo habian conseguido, incluidos los paises del hemisferio sur, entre ellos la Argentina. También hacia los aftos ’60 surge en los paises anglosajones la lamada “segunda ola del movimiento feminis- ta” (la primera habia sido la de las sufragistas), con algunos antecedentes importantes como las reflexiones de Simone de Beauvoir (1957) en El segundo sexo. Las primeras criticas de aquellas feministas se orientaban, en buena parte, a lo que con- sideraban rasgos de la opresién patriarcal, en particular la sexualidad femenina enclaustrada en la esfera familiar y en la funcién reproductora, y consideraban a las mujeres factores de estabilidad 0 inestabilidad social a través de su insercién en la 23 familia. Por esta época, observaciones antropoldgicas de Lévi- Strauss (1949) sugieren que la divisin sexual del trabajo es un producto cultural para provocar la dependencia entre los sexos. Hacia mediados de los afios ’60 surgen nuevos movimientos sociales, especialmente en Estados Unidos, que tienden a la cri- tica antiautoritarista, al incremento de oportunidades educati- vas con mayores posibilidades de prosperidad econémica. Dentro de estos movimientos sociales se destacan el de los hip. pies (pacifista), el de lucha contra la discriminacién racial (ne- gros) y religiosa Gudios), y el de las femninistas. Este ultimo logra avanzar en sus luchas contra la desigualdad social, beneficiado por el progreso de las técnicas anticonceptivas, que lograron separar sexualidad de maternidad en el imaginario social y en las practicas de las parejas. Hacia los afios "70 algunos sectores feministas radicalizados sostienen que las mujeres son un grupo social que padece con- diciones significativas de opresién en la sociedad patriarcal Una autora de esa década, Kate Millett (1970), en su libro Poli- tica sexual, establece que el patriarcado es un sistema politico que tiene como fin la subordinacién de las mujeres. La familia seria la encargada de esta tarea, cuando la politica estatal no es suficiente. También en esta década surge el llamado “femi- nismo de la diferencia” (Luce Irigaray, Annie Leclerc, H. Cixous, Julia Kristeva), que sostiene que ser diferente es lo que enaltece a las mujeres: su irracionalidad, su sensibilidad y su sensuali- dad se ubicarfan por encima de los valores masculinos. También defiende la maternidad y la ética diferente de las mujeres (“éti- ca de los cuidados”). Es durante esta década que comienzan a instalarse en la estructura académica de diversos paises del he- misferio norte los primeros seminarios y departamentos de Es- tudios de la Mujer, que institucionalizan la produccién tedrica y las investigaciones relativas a las mujeres. En sus comienzos, los Estudios de la Mujer se proponian responder a los siguien- tes interrogantes: a) ,cémo entender la diferencia entre los sexos, sus origenes, sus implicaciones sociales?; b) {las teorias vigentes permiten comprender esas diferencias, 0 meramente reproducen los prejuicios y los estereotipos culturales?; c) en una cultura donde la produccién de conocimientos ha estado predo- minantemente a cargo de los hombres, gllevaria esta situacién. 24 9 weet a una visiGn parcial y sesgada acerca de las mujeres?; d) si las mujeres hubieran participado en la construceign del conociinien: to, ceudles serian sus supuestos basicos, sus eriterios de neon ficidad, sus logicas, sus metodologias? En Buenos Ainen ta ereacién del Centro de Estudios de la Mujer, en 1979, hizo delus preguntas anteriores sus principios fundantes: Para quienes fuimos sus protagonistas, los Estudios de la Mujer sianiicneas uuna revolucién del conocimiento, y hemos asistide «ia piece cia numerosa y activa de una cantidad cada vez mayer de wen, démicas preocupadas por estas problematicas, Su impactens Produjo en nuestro medio basicamente en el campo honanerinn ¥ de las ciencias sociales, focalizindose mas en disciplines seer como Psicologia, Sociologia, Antropologia, Derecho, Letras. he losofia y otras. Desde sus comienzos se definié como ane ecciens te interdisciplinaria que utilizaba de modo heterogénea divernes marcos te6ricos y metodolégicos. Hacia la década del'80, ciertas corrientes de los Estudios de la Mujer, en sociedades industrializadas, demostraron teres ae mitaciones inherentes a la perspectiva unidireccional con que encaraban su objeto de estudio. Una de estas limitaciones Gan sistia en que enfocar exclusivamente el problema de las muje, res leva a no tener una visién de conjunto, ya que el Otro nese pensado, significado ni desconstruido. Sin embargo, a poses de que esta situacién produjo movimientos criticos, igualmente se Teconocen entre sus logros: haber hecho visible lo que no se veia enla sociedad, poniendo en descubierto la marginacién social de las mujeres; desmontar la pretendida naturalizacién de la divi. sién sexual del trabajo, revisando la exclusidn de las mujeres del Ambito puiblico y su sujecién en lo privado, eteétera, En los afios '80 comienza a perfilarse una corriente més abarcadora e incluyente que busca nuevas formas de construc. ciones de sentido, tratando de avanzar en las relaciones entre ‘mujeres y varones, con lo cual surgen los Estudios de Genero, De forma paralela un ntimero atin reducido de hombres comenz6 a cuestionarse sobre la “condicién masculina”, esto es como la cultura patriarcal deja sus mareas en la construccién de Ia mas- culinidad, afectando sus modos de pensar, de sentir y de actuar. Algunos de estos estudios dan lugar a la llamada “nueva mas- culinidad”. 25 __ Los Estudios de Género aspiran a ofrecer nuevas construc- ciones de sentido para que hombres y mujeres perciban su mas- culinidad y su feminidad, y reconstruyan los vinculos entre ambos en términos que no sean los tradicionales opresivos ¥ discriminatorios, todo ello basado en que el andlisis de los con- flictos de los nuevos vinculos entre los géneros contribuird a establecer condiciones de vida mas justas y equitativas para ambos. Estos proyectos, si bien loables, se encuentran dentro de contextos culturales a veces muy tensionados por sus conflic- tos, que en cl momento actual se describen de modo muy ge- neral como “conflicts de la posmodernidad”. A menudo se relacionan los Estudios de Género con la llamada “cultura posmoderna”, en tanto que los Estudios de la Mujer, y muy particularmente el feminismo, se asocian al ingreso de las mujeres en la modernidad. Esta aparece en el siglo XVII a partir de la Revolucién Francesa, con los ideales de “libertad, Ygualdad y fraternidad”, y la propuesta de incorporar a todos les sujetos sociales a la construccion de una sociedad orienta- da hacia un futuro de progreso. Sus valores incluian el culto a Ja razén, la dominacion de la naturaleza por parte del hombre, cl desarrollo industrial y teenoldgico, etcétera. En este proyec- fo no participaron las mujeres; no fueron sujetos disehiadores Reece valores sino sus auxiliares, mediante la configuracién $6 Sha sociedad que delimitaba claramente, a partir de la Re” de ane fadustrial, el espacio puiblico (para los hombres) y el espacio privado (para las mujeres). De esta manera s° diferen- seeien perfectamente dos 4reas de poder: para los hombres, el poder racional y econémico; para las mujeres, ¢! poder de los po aeog en el Ambito de la vida doméstica y de la familia ni aeeeeotesta division de dreas de poder entre hombres y Mult slat wo efectos de largo alcance en la constitucién de su Jubjetividad, que iremos analizando a lo largo de este texto. En sublelo de las mujeres, su subjetividad se hizo frégit, vulnera- ble, hasta llegar a caracterizarse como el “sexo débil”, para dar cuenta de la representacién social acerca de la feminidad, como cyonta te aquella politica de exclusiones. Dentro de este Sor onto de la modernidad, surgen los grupos de mujeres descri- tos anteriormente, que denunciaron su exclusion social y se 26 propusieron incorporarse de forma igu: extrafamiliares (por comple NER SSET neers extrafamitiar las sufragistas). En ese proyecto ja modernidad, las primeras luchas de im pineal rujeres apuntaban a narrativa acerea de la emancipacion y la liberacion d sus condiciones de opresién. Esto se producia dentro del con texto de las grandes narrativas de la modernidad, que supo- nan que la humanidad marchaba hacia Ia emancipacion universal, y que valores tales como el progreso y la igualda Gran comunes a todos, También era propio te este discarao se. cial la nocién de un sujeto universal, unitario, que se dirige ha- cia un fin unico. En el caso de las mujeres, algunos sectores del movimiento feminista consideran que semejante proyecto de la modernidad quedé ineancluso, mal logrado, pleno de fallas y en situacion de crisis. Los actuales Estudios de Género hacen al gunas eriticas a aquella concepeién moderna acerca de la cons- truceién del género femenino, y abandonan el proyecto de una gran teorfa explicativa sobre las condiciones femenina y mas- Gulina, Se centran cada vez mas en investigaciones concretas, y especificas, con metas mds limitadas. A partir de los afios 80 os Estudios de Género han criticado las suposiciones de la de- pendencia femenina universal y au confinamiento a la esfera Goméstica, que constituirian extrapolaciones no siempre cier- tas a partir de la experiencia con mujeres blancas, de sectores, medios, de medios urbanos. Las teéricas del género actualmen- te tienen un interés menor en las teorias sociales abarcadoras, y los estudios se han vuelto mas localizados y orientados temé- ticamente. Estos principios serian acordes con Ia idea pos- moderna acerca del fin de las grandes narrativas explicativas de problemdticas universales. Sin embargo, los Estudios de Género conservan para si la poderosa base de critica social con que se iniciaron los primeros estudios acerca de la condicion fe- menina, especialmente la denuncia de las condiciones de des- dgualdad y de marginacién de mujeres y/o de hombres en determinadas dreas de poder donde podrian desplegar su sub- jetividad. También los Estudios de Género han coincidido con Ta idea posmoderna de la pluralidad, la diversidad y le frag- mentacidn de los sujetos que analiza. En esta linea, sugieren tomar como punto de partida el anélisis de las practicas de la vida cotidiana, de lo personal, de las subjetividades. A la vez, 27 en la actualidad, los Estudios de Género critican los discursos de la modernidad: a) por ser dualistas (dividen el universo que estudian en sistemas “o...0”); b) por tener criterios hegemoni- cos acerca de un sujeto mujer (“estudiar a /a mujer”); c) por ser universalistas y totalizadores (al considerar que lo uno repre- senta al todo). Dentro de este contexto, también los Estudios de Género admiten la crisis de las representaciones sociales al cuestionar la noci6n de que existiria un unico modo domi- nante de representacién social para cada género. Un fenéme- no que destacan los Estudios de Género es establecer redes y alianzas entre las diversas corrientes del género y.con varia- dos movimientos sociales, tales como los ecologistas, los pre- ocupados por la calidad de vida, los interesados en la defensa de los derechos humanos, etcétera. También debe sefialarse las tendencias a la interdisciplina, a las “conversaciones” entre las distintas disciplinas respecto de un objeto de estudio. Las “conversaciones” no tienden a concluir sino a continuar mediante acuerdos y desacuerdos: no se proponen conclusiones ni sintesis sino puntos de legada abiertos con nuevos interro- gantes. Algunas autoras catalogan de posfeministas a quienes intentan positivizar la diferencia como expresién de un sujeto social minoritario, enfatizando la discusién entre quienes afir- man 0 niegan las esencialidades como forma de entender la oposicién masculino-femenina (Tubert, 1995). El feminismo de la diferencia propone una mayor participacién de las mujeres como consecuencia de estratos mas evolucionados del progre- s0 de la sociedad tecnolégica, en sus modos de construccién de bienes simbélicos y de subjetividades, desde otra subjetividad y con otro posicionamiento de la realidad. Se busca legitimar subjetividades construidas sobre la base de la indagacién en la “otra” corporeidad, en la palabra de mujer, en su imaginario, con el objeto de resignificar los viejos significados patriarcales. Nuestra insercién en América latina da pie a que nos pre- guntemos: ,podemos las mujeres latinoamericanas hablar de posmodernismo desde nuestra realidad multicultural, mul- tiétnica, de paises periféricos? Sin embargo, pareceria que la polémica modernidad-posmodernidad no ha convocado central- mente el discurso feminista latinoamericano. Nuestra ambigua 28 incorporacién latinoamericana a los procesos cultur: paises centrales nos leva a interrogarmos sobre nucstae coeepia ja realidad: zvivimos en una modernidad perifériea, en tee onc fusa posmodernidad, 0 todos estos procesos coexisten de forma trunca e inconelusa? La complejidad de nuestra realidad latinoamericana nos re- vela que en nuestra sociedad coexistirian tres tipos de rasgos: premodernos (francamente visibles en zonas del interior de nuestro pais, especialmente en regiones donde es mas evidente la feminizacién de la pobreza), modernos (como el avance masi- vo de las mujeres por incorporarse a la educacién y al trabajo remunerado) y posmodernos (como, por ejemplo, las problesns, ticas que padecen las mujeres que se someten a técnicas sofisti- cadas de fertilizacién asistida). Esta coexistencia de rasgos de distintos momentos histéricos hace que debamos agudizar nues- tros criterios de andlisis para proponernos mayor refinamiento al analizar estos fenémenos. 29

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