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Alguna vez vi con mis propios ojos aquellos colores brillantes, sentí el tenue calor del sol

de invierno. Cerro Alegre solía ser uno de mis lugares favoritos para pasar los días y
noches. Los colores vivos de aquellas casas de latón encandilaban mis ojos, los brillantes
días sábados de primavera eran el escenario ideal para un encuentro marcado por la
variedad de culturas y esencias propias de los turistas y sus países, perfecto para
intercambiar saberes propios de nuestros países de origen. Aunque no solo vi cosas que
me llenaran de felicidad. Sentada en una banca frente a la calle de adoquines, pude ver
como una vida se escapaba de las inútiles manos de un hombre. Su amigo, compañero, su
perro, comenzó a desvanecerse y en una cuestión de minutos ya no se encontraba más
con él .Su compañero humano no tuvo más que levantar y acurrucar el lánguido cuerpo de
su amigo con sus brazos tristes .Cerro Alegre fue el escenario de cosas bellas y otras no
tanto ,las recuerdo con un poco de nostalgia .La nostalgia de no poder ver más con mis
propios ojos los paisajes bellos ,llenos de mar azul y de jazmines ,paltos ,nísperos .Al
menos no perdí todo, ahora puedo sentir con más fuerza el calor del sol, el frío de alguna
camanchaca de invierno ,las gotas dulces de las nubes, el olor de la pintura fresca de los
grafitis ,los olores de la comida ,la esencia de los turistas ,los ruidos cotidianos que
seguramente con mi vista, no hubiera podido apreciar .

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