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El comienzo de la Revolución Francesa

Ante la situación de crisis nacional que vive el país, el rey convoca a los Estados
Generales, vieja institución del reino que desde 1614 no se reunía, y en la que
participan representantes de los tres estamentos: clero, nobleza y tercer estado
o estado llano. Los Estados Generales se inauguran solemnemente el 5 de
mayo de 1789. Dos son las primeras conquistas del tercer estado o estado
llano. La primera es el derecho a hablar, a expresarse que consigue el pueblo
francés durante la campaña electoral para elegir a los representantes que
integrarían los Estados Generales. Los sectores populares hacen uso de ese
derecho en sus asambleas, de las que los “cuadernos de quejas” 1, desde las
más ingenuas hasta las más elaboradas, constituyen una fuente histórica de
gran valor para conocer la situación social de Francia en los momentos previos
a la revolución, pero también un testimonio colectivo de las esperanzas de
cambio. La segunda conquista es el voto nominal o voto “por cabeza” en lugar
del tradicional voto “por orden” o “estamento”. La burguesía (representante
exclusiva del tercer estado, ya que no había ningún campesino ni trabajador
urbano) conseguía por primera vez hacer uso de la mayoría que tenía en los
Estados Generales.2 El 17 de junio la burguesía decide convertirse en Asamblea
Nacional, y proclama el principio de soberanía popular. Se inicia el primer
conflicto entre la asamblea y el rey, quien cierra la sala donde venía
reuniéndose. Ante esta situación, los diputados del tercer estado se reúnen en
el frontón y allí celebran el 20 de junio el célebre Juramento del Juego de
Pelota, con el que se inicia la revolución. Se juramentan no escindirse hasta
darle a Francia una constitución. La sesión del 23 de junio confirma la
determinación del tercer estado, que por boca de uno de sus dirigentes,

1
En dichos cuadernos se pide la abolición del complejo feudal, del diezmo y de la gabela. Se habla de
elaborar una constitución al estilo inglés, respetando al rey.
2
Se estima que el número de diputados era de 1139.

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responde que la “nación reunida no puede recibir órdenes”. Se cuestiona la
teoría del origen divino del poder del monarca. Al reivindicar su autoridad para
rehacer el gobierno en nombre del pueblo, la Asamblea Nacional no sólo se
opone al régimen arbitrario de Luis XVI, sino que afirma su derecho a actuar
como el poder soberano de la nación. El 27 de junio el rey otorga virtualmente
ese derecho al decidir que los delegados del clero y la nobleza se unan al tercer
estado como miembros de la Asamblea Nacional.

Las etapas de la Revolución Ver archivo periodización de la RF

Primera etapa. La revolución burguesa (1789-1792)

La Asamblea está dirigida por la burguesía moderada. Se registran pocos actos


de violencia, comparada con la etapa posterior. Se produce la jornada decisiva
del 14 de julio, en la que el pueblo de París se apodera de la Bastilla, prisión
real. El alcance de este episodio trasciende la mera operación, para convertirse
en el símbolo del Antiguo Régimen que se hunde. Se produce la muerte de
algunos soldados de la guardia real y del intendente de la ciudad de París. En
los distritos rurales se viven mayores turbulencias. Ante rumores infundados de
que Francia sería invadida, los campesinos atacan castillos, monasterios y
residencias episcopales, queman títulos de nobleza y asesinan a los señores que
se les resisten. Con esta ola antinobiliaria de rebeliones localizadas en aldeas
rurales, la segunda quincena de julio asiste al nacimiento del Gran Miedo, que
afecta a más de la mitad del territorio francés.

Informes alarmantes de la anarquía reinante en el campo hacen que miembros


de la Asamblea reconozcan la necesidad urgente de hacer concesiones.

Hechos destacados de la primera etapa

1. Destrucción de los resabios del feudalismo

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La noche del 4 de agosto de 1789, los nobles, miembros del clero y burgueses
rivalizan por proponer reformas. Los primeros con un discurso elocuente
sugieren que deben renunciar a los privilegios feudales. Este entusiasmo puede
pensarse en función del temor que embarga a los señores, dada la situación de
violencia que se vivía en los distritos rurales o bien, contagiados por el fervor
revolucionario. Se resuelve entonces la derogación oficial del diezmo, de los
privilegios de caza, tributos feudales y servidumbre. Se anulan los monopolios,
la exención de impuestos como contrarios a la igualdad natural. No se renuncia
a todos los derechos nobiliarios pero los “días de agosto” con sus reformas
eliminan nominalmente las diferencias de categoría y clase y ponen a todos los
ciudadanos franceses en un mismo plano de igualdad ante la ley.

2. Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano Ver archivo

Aprobada el 26 de agosto de 1789. Es un documento típicamente burgués,


compuesto de 17 artículos, contra la sociedad jerárquica, pero no en favor de
una sociedad democrática e igualitaria. Se inspira en la Declaración inglesa y en
la doctrina de los filósofos liberales (Locke, Montesquieu, Rousseau). Se
proclaman los valores nuevos de libertad, igualdad, seguridad y propiedad. Más
adelante se hablará del valor de la fraternidad, que constituirá un
descubrimiento de la Revolución. Se garantizan los derechos personales, como
libertad de opinión, de prensa, de culto; y la igualdad de trato frente a los
tribunales, a través de procedimientos legales. Se instituye el principio de
presunción de inocencia del ciudadano hasta que la justicia determine lo
contrario. Se declara que la soberanía reside en el pueblo, quien delega el
poder en las autoridades, en los funcionarios que pueden ser destituidos en
caso de abuso de las facultades conferidas.
En esta Declaración nada se dice con respecto al derecho del hombre común a
una justa participación en la riqueza que él mismo produce, así como tampoco

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de la protección o ayuda que el Estado debería concederle en caso de
incapacidad para ganarse la vida. En cambio se establece que la propiedad es
un derecho inviolable y sagrado al igual que la libertad, la seguridad y la
resistencia a la opresión. Sólo en caso de necesidad pública, legalmente
constatada, y mediante una indemnización justa y previa, puede privarse a un
ciudadano de ella.
Queda claro que los autores de este documento no son socialistas, ni les
interesa en especial el bienestar económico de los sectores populares, y cabe
preguntarse ¿es la propiedad privada para el hombre tan importante como la
libertad?

3. Secularización de los bienes del clero


Ver el artículo de Pablo Luna “El ´mayor acontecimiento de la
Revolución´: la venta de los Biens nationaux en Francia, a finales del
siglo XVIII en Mundo Agrario, N° 5, 2002.
http://www.mundoagrario.unlp.edu.ar/article/view/v03n05a04/1487

Durante el Antiguo Régimen el alto clero recompensa favores reales,


sosteniendo con firmeza el absolutismo monárquico. Iglesia y monarquía
constituyen dos instituciones que han funcionado como instrumentos de codicia
y opresión.
El clero además de poder simbólico poseía poder político y material por las
grandes propiedades que había acumulado, entre el 6 y 10 % de las tierras de
Francia estaban en manos de este estamento. Iniciada la revolución, muchos
integrantes del alto clero conjuntamente con la nobleza huyen y se refugian en
países vecinos, donde constituirán el grupo de los emigrados, comprometidos
rápidamente con la contrarrevolución.
En noviembre de 1789 se decide la confiscación de las tierras del clero, su
nacionalización, subdivisión y puesta en venta. Con esta operación inmobiliaria

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se verán favorecidos los burgueses, quienes acceden a la compra de muchas de
estas tierras. La recaudación obtenida por la venta se destinará como garantía
para la emisión del papel moneda denominado asignados, que pretenderá ser
una de las soluciones para los graves problemas económicos que enfrenta
Francia. Se hace necesario otorgarles a los clérigos un nuevo estatus y en julio
de 1790 se aprueba entonces la Constitución civil del clero que convierte a los
curas y a los obispos en funcionarios públicos a sueldo, elegidos en el marco de
las nuevas circunscripciones administrativas. También se les impone un
juramento de fidelidad a la Constitución del reino (ver punto 4). Cuando el Papa
Pío VI condena el sistema, en 1791 se produce un cisma que opone a
sacerdotes y clero constitucional, por un lado, y por otro, a los llamados
refractarios. Sólo prestan juramento 7 de los 130 obispos, mientras que los
curas párrocos (miembros del bajo clero) se reparten en parte
aproximadamente iguales, aunque con diferencias, según las regiones: el
sudeste, los Alpes y las llanuras que rodean a París prestan juramento de forma
masiva, mientras que el oeste y el norte se niegan a hacerlo.
A partir de esta separación parcial de la autoridad papal, la iglesia católica
francesa se convierte en una verdadera institución nacional.

4. Constitución de 1791

Desde finales de 1789 hasta 1791 la Asamblea Nacional “Constituyente”


prepara el texto constitucional destinado a regir los destinos de Francia. La
elaboración de la nueva Constitución no se realiza en un clima de serenidad,
sino al calor de la pasión de la acción, generándose un nuevo estilo de vida
política. Se estructura una clase política dividida en tendencias que de acuerdo
a ellas se ubican en el recinto: los aristócratas a la derecha, los monárquicos en
el centro, los patriotas a la izquierda. He aquí uno de los legados de la

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Revolución Francesa: hoy hablamos, siguiendo esta denominación, de los
partidos de derecha, como los más conservadores, los de centro con una
posición intermedia y los de izquierda como los más radicalizados y los que
proponen más cambios.
La discusión de la Constitución, promulgada el 13 de septiembre de 1791,
ocupa una gran parte de las sesiones de la Asamblea, en cuyo transcurso las
oposiciones se cristalizan en torno a un cierto número de cuestiones cruciales,
como el problema del derecho de paz y de guerra, o el del derecho de “veto”
que deja en manos del rey la posibilidad de bloquear una ley aprobada por la
Asamblea. De igual manera que en nuestro país el Presidente tiene también ese
derecho. Este primer texto constitucional como los dos que le siguen consagra
la división tripartita de poderes propuesta por Montesquieu en su obra el
Espíritu de las Leyes. De esta forma, el Poder Ejecutivo queda en manos del
monarca, que designa a sus ministros, pero que ya no fiscaliza ni el ejército, ni
la iglesia, ni los gobiernos locales, aunque, como se dijo, se reserva el derecho
al veto suspensivo. El Poder Legislativo es desempeñado por una Asamblea
elegida indirectamente a través de un proceso semejante al empleado en los
Estados Unidos para elegir al Presidente. Por último, el Poder Judicial con
jueces también elegidos por el Estado.
El voto o sufragio es de carácter censitario, es decir que pueden votar (elegir)
aquellos ciudadanos que pagan un impuesto directo, equivalente al jornal de 3
días y sólo pueden ser electos, aquellos otros ciudadanos de mayor riqueza.
Queda claro que esta Constitución constituye una clara evidencia de la posición
dominante de la burguesía. Consagra una monarquía limitada en la que el
poder supremo es virtualmente un monopolio de los ricos. No debe llamarnos la
atención, ya que el burgués liberal no es un demócrata, sino un creyente en el
constitucionalismo. Promueve un Estado laico con libertades civiles y garantías
para la iniciativa privada, gobernado por contribuyentes y propietarios. No

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obstante, este régimen no expresaría sólo los intereses de clase, sino la
voluntad del pueblo al que se identifica con la nación francesa. Esta asimilación
entre pueblo y nación constituye un concepto revolucionario.

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