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Scilicet.

glosario para el grupo de investigación para una práctica entre varios

analizantes civilizados

Por Erick González

Es constante que el psicoanálisis tenga efectos sobre toda práctica del sujeto que se compromete en él. Cuando
esta práctica procede, por poco que sea, de efectos psicoanalíticos, resulta que el sujeto los engendra en el
lugar en el que los ha de reconocer. (J. Lacan. Acto de fundación, 21 de junio de 1964).

Preludio.

En este desarrollo nos hubiese gustado abordar la función de los intervinientes en las
diferentes experiencias institucionales de “práctica entre varios”. Sin embargo, el formato del
Scilicet nos remite directamente al asunto. De todas maneras antes de empezar haremos
un pequeño rodeo al señalar que se trata de una localización para el funcionamiento de la
institución de la modalidad de vínculo entre el sujeto (autista o psicótico y el Otro), algo que
Antonio Di Ciaccia llama el partnershipi, y que procura conseguirse a través del intento de
constitución de una atmósfera de deseo, en la que la producción de un sujeto es el
horizonte, y su posibilidad, la de la invención de una institución para cada sujeto. Otra
cuestión a tener en cuenta en este preludio, es la de una subversión inaugural de Lacan al
referirse al sujeto que acude al psicoanalista como psicoanalizante y no como
psicoanalizado.

La formulación del sintagma: analizantes civilizados.

“Analizantes civilizados” surge específicamente de una supervisión de un profesional de Le


Courtil con Eric Laurent, que Stevens localiza para ubicar la incidencia del análisis y la
formación en la posición de los intervinientesii: “las personas que trabajan e intervienen en
este tipo de instituciones por lo menos no son psicoanalistas, ninguno, incluso si hay
algunos, sino analizantes civilizados. Analizante es estar en análisis o en todo caso tener
una transferencia con el psicoanálisis como sujeto supuesto saber, y civilizado quiere decir
reglamentado por esta transferencia”. Stevens vincula esta fórmula con la cita de Jacques
Lacan que abre este artículo, extrayendo la cuestión de la incidencia del análisis personal
en la práctica.

“Una proporción elevada de trabajadores de Courtil son, en efecto, analizantes. Por


supuesto, no es obligatorio y no ha habido otra presión en ese sentido que la presión de la
clínica que empuja a cada uno a plantearse preguntas”iii.

En otro lugar Stevensiv plantea esta cuestión desde la perspectiva de la destitución y la


especialidad: “Pero entonces, ¿Cuándo decimos que no hay especialistas en la intervención
clínica, quiere decir que no habría más que psicoanalistas que trabajan en el terreno?
Ciertamente no. Podemos incluso decir, en sentido estricto, que no hay psicoanalista
instituido como tal en la institución, desde el momento en que no organizamos a priori curas
analíticas allí. Es más: los que intervienen no tienen que sostener la posición del analista en
sentido estricto en el discurso psicoanalítico (a/S2), con lo que esto implica de presencia de
deseo del analista (a) y de interpretación en posición de verdad (S2). Esto por dos razones:
la mayor parte de los que intervienen no son psicoanalistas sino analizantes –están en
análisis o lo han estado-, y la gran mayoría de los residentes son psicóticos, lo que implica
de todas maneras otro punto de mira para el trabajo. Más bien, digamos que esperamos de
los que intervienen que se sitúen como “analizantes civilizados” (…), es decir cada uno en el
trabajo del análisis y esclarecido en sus orientaciones por la doctrina analítica”

Lo salvaje, lo civilizado.

La transferencia civiliza. La del interviniente como analizante en su trabajo personal fuera de


la institución, la del interviniente en relación al psicoanálisis.

Tenemos la hipótesis de que esta partícula del sintagma, lo "civilizado" se puede poner en
relación con la ética. Civilizado como analizante se opone a la interpretación generalizada, a
confundir la lógica del inconsciente con un “todo es interpretable”, se opone a la
interpretación a la intemperie, la cual es la tendencia que se puede leer en algunas
experiencias previas de instituciones orientadas por el psicoanálisis, pero ordenadas desde
una lógica fálica (la de develar el sentido oculto en los actos y dichos de un sujeto).

Introducir la civilización del goce -la lógica del Uno- en la práctica clínica por la vía del
análisis personal, implica un hacerse en la lógica del uno por uno, es decir la de la
singularidad en un sentido radical. ¿Y qué es el análisis sino la seriedad de poner en serie,
es decir de inscribir la repetición y poner en serie los unos?

Esta radicalidad del uno por uno implica plantear un problema para la institución: si no hay
un significante de la verdad, un Uno que organice el Todos, cómo responder al sufrimiento
que implican los síntomas, incluso si sabemos por ejemplo que los significantes “niños
autistas”, o “adolescentes psicóticos” no son efectivos en crear una consistencia que trate el
malestar. Si sabemos que eso fracasa cómo ubicarnos con respecto a trabajar en una
institución que vehicula esos significantes. Se trata de una cuestión que entra en el terreno
de la problemática y el quehacer con los semblantes.

Civilizados apunta a crear una atmósfera de deseo, una posibilidad para la producción de
un sujeto. Posiblemente signifique hacer un tratamiento del goce, pero en el caso que nos
compete, del goce del Otro, del Otro mortífero, del Otro vociferante, del Otro que no deja
espacio, del Otro caprichoso, un tratamiento del Otro que se constituye como campo de
concentración. Y todo esto se juega en la manera en que los operadores hacen un
tratamiento de la propia institución, de desinserción de ese Otrov.

Y si nos atenemos a la fórmula de analizantes civilizados, civilizar el goce implica asimismo


hacer un tratamiento de la propia docilidad en el lugar de operador, frente a los imperativos
de normalización, integración, curación. Es decir, se trataría de “hacer campo”vi, de
defender un vacío para poder acoger, sin hacerles callar, lo que los chicos en una institución
tienen para decir, así no hablen.

i
Di Ciaccia, A. El Sujeto y su Otro. Cuadernos de Psicoanálisis nº28. Año 2003. Págs. 83-86.
ii
Stevens, A. La institución: Práctica del Acto. Carretel 6. Revista de la Diagonales Hispanohablante y Americana de la
N.R.C.Julio 2004. Pág. 84.
iii
Ídem.
iv
Stevens, A.: El Courtil: una elección; Temas Cruciales, Las Psicosis en la Infancia; Ed. Atuel. Pág. 174.
v
Valinas, J.: Insertion dans la psychose; Les feuillets du Courtil nº 28; Abril 2008.
vi
Peckel, B., De Halleux, B. Hacer inexistir a la violencia. Cuadernos de Psicoanálisis nº 28. Año 2003. Págs. 105-110.

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