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JULIO A. RAMOS
Tal vez sin conocer a Bentham ni a los Mill muchos políticos, sindicalistas,
periodistas e intelectuales argentinos se han encaminado, en mayor o menor
grado, hacia este utilitarismo: oponerse a Néstor Kirchner cuando domina todas
las «cajas», a raíz de un momento externo absolutamente excepcional para el
país, es aislarse sin beneficio, autocondenarse a perder. Si adhiero gano, dijeron
primero los gobernadores y ahora hasta los intendentes, inclusive el tan veterano
como rebelde titular de la comuna de Lanús, Manuel Quindimil. Si le adhiero y no
me concede nada, porque le provoco rechazo, no gano pero quedo igual que
antes. Lo deben de haber pensado Carlos Ruckauf, Carlos Corach, Alfredo
Atanasof y otros recientes «borocoteados» o «boros», por lo menos.
Hay adversarios frontales con oposiciones grabadas a fuego a los que ni les cabe
pensar -se supone-en el axioma, como Macri, Sobisch, López Murphy, Roberto
Iglesias, Carlos Menem, Elisa Carrió. La propia Iglesia Católica nunca aceptó tal
perverso pensamiento decimonónico de los filósofos. En la política argentina es
distinto.
Los legisladores -sobre todo los que no vuelven a requerir votos por cuatro años-
bajo el paraguas agujereado del Partido Justicialista lo pueden hacer con la
excusa de la «afinidad». Lossindicalistas burócratas, «gordos» y «flacos»,
fueron utilitarios siempre e, históricamente, asistieron a la asunción de gobiernos
militares antidemocráticos y democráticos.
Los medios y los periodistas en más de 85% se acoplaron a este pragmatismo que
planteó la actualidad, sobre todo después de los comicios del 23 de octubre
último. El periodismo argentino, sin embargo, a diferencia de los políticos -aunque
nada es excusa- son endebles, económicamente, o dependen de medios que
también lo son.
Sobre todo si eso fue práctica de los gobiernos anteriores en el país. Claro, es
muy distinto el monto de aquellos escuálidos ATN (Adelantos del Tesoro Nacional)
que distribuía el ex ministro del Interior Carlos Corach durante el menemismo que
la formidable masa de dinero que hoy dispone Néstor Kirchner a partir de
impuestos del momento que antes no existían y que son tan aberrantes como el
vigente «al cheque», que complica y sobre todo negrea la economía nacional. U
obligar a las empresas a considerar « ganancias» también 11% anual de lo que
obtienen cuando es simple recuperación de la inflación en el período en ese
número y no renta pura. Lo mismo imponerles casi el doble de indemnización por
despido para forzar la baja de la desocupación cuando la descapitalización
empresaria y el riesgo que significa contratar personal agrava esa misma falta de
empleo. Una política así retrae la inversión externa. Todo en una ronda por
momentos alocada que sólo se explica en que el gobierno no cree poder conducir
el país en base a carismas, ideas o planes sino a « cajas» voluminosas para
compensar aquello de lo que carece.
Tras los comicios recientes de octubre -aun antes y aunque lo perdiera-no había
duda de que por lo menos los dos años siguientes hasta 2007 Kirchner manejaría
los desbordantes fondos públicos. Para 2007 y lo que siga pueden surgir dudas
que alejen a muchos adherentes interesados de hoy con escasa vocación de
fidelidad. Todo dentro de la tradición política argentina con un presidente que les
hace tragar saliva y sedantes antes de sumársele.