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# Laabuela Peter Harling Ha publicado bros de poemes, cents ensayos, yes muy conocido om novela 01973 emper6 fy escribir bros para nits {que se caracterizan por Ia atalidad de su problemitcay su autentdad. Karli piesde a sus padres y es educado por su abuela Tanto Kast como Frabuela tepen que cambiar para adaptarsey convivr sin tensiones. Pero vencen las dficultades y acaban siendo muy buenos amigos. Est Nbro texibige! Deutscher lungedbuchpreis en 19%. oe = INDICE De cémo Katli fue a para a case de la abuela .... La abucla es diferente Con la abuels en el Negociado -- Cuando Ia abuela te pone a contar cosas. La abuela’ hace justicia y Karli se avergiienza de ella . Con la abuela de vacaciones Ta asistente social va a ver 2 la abuela yaKarli ... as miedos de la abuela. 2... A la abuela le gusta el fitbol De por qué Karli y la abuela riften de vez en cuando . Ta abuela gana un viaje gratis en avin Ta abuela y Karli visitan a una anciana en el Asilo a abuela discute con el televisor « Ta abuela cae enferma Karli cumple los diez... a De como Karli 5, fue a parar a casa de la abuela De sigestnien intents afios ya se es viejo. La abuela, no. La abuela ha dicho siempre —y lo suelen deci muchos viejos— que uno es tan joven como se siente. Y Ia abuela se sentia bastante joven. Decia también la abuela que por fuera era vieja y por dentro una muchacha. Los que la conocfan bien, se lo crefan. La abuela no tenta mucho dinczo. A veces s¢ quejaba de su escasa pension y de su difumto marido que no habia sido precisamente una lumbreta, pero preferfa reft que quejarse. Y sabia arreglarselas. Su piso de Munich era pequetio y casi tan viejo como ella El soft se venia abajo con frecuencia cuando e€l peso de las visias era excesivo. Solo la estufa de fucl-oil era nueva y la abuela no acababa de apaaarselas con ella, Tenia miedo de que salicran las dos volando por los aires cualquier diz, Cuando la estufa empezaba a borbotear y ‘a hacer glu-glé, la abuela le hablaba como si fuera.un burro testarudo. A la abuela le gustaba hablar consigo misma y con las cosas que le rodeaban. Los que no la conocian bien xenfan que acostumbrarse, Incluso en medio 10 de una conversacién empezaba a veces a hablar consigo misma y, cuando el otto la miraba sorprendido, la abuela meneaba simplemente la cabeza como diciéndole que no se referia aél A la abuela todos Ia lamaban abuela Jos vecinos, el panadero de la esquina, los chicos del ‘patio que de vez en cuando se burlaban de ella pero que, en realidad, Ja querian y hasta le subfan a veces la bolsa de Ta compra al quinto piso, porque en Ia casa cen que vivia la abuela, no habia ascensor. —No somos principes —solfa decir 1a abuela cuando se le acababa el. resuello en el tercer piso y tenfa. que tomarse un pequetio descanso. Frau Ema Bictel> ponta en lecras de adorno en la puerta del piso. Su hijo le Pregunt6 una vez por lo de «Frau» delante de su nombre, —Tii es que cies tonto —le habia respondido la abuela—. Asi es como quiero gue me lamen. Después de la muerte dc Otto la gente podria creer que soy una vieja solte- rona. ¥ eso es lo que no soy. EI hijo de la abucla tenia otro. hijo. De él y de la abuela trata esta historia, Se Mama Katl-Emst o se llamaba —mejor dicho— porque desde un principio le llamaron Karl. Karli crecié en una pequefia ciudad cerea de Dasseldorf, Su padre crabajaba en las oficinas de una fabrica. u —Era el que caleulaba to que iban a cobrar los otros —ast explicaba Karli la pro- fesi6n de su padre, A veces el padre de Karli, los viernes por la tarde casi siempre, se iba a la taberna, Yolvia borracho a casa y le entraba la Morera, ‘La madre de Katli se quejaba: —i¥a vudve a estar esta calamidad con as dichosas lamentaciones del fin de Karli no lo comprendia. Su padre era tuna persona mis bien alegre y Karli se entendia bien con él. Mejor que con su madre que siempre protestaba de lo mucho que ensucia- ban los dos y de lo mucho que tenia que limpia, Y se pasaba el dia limpiando. —Pues esto no es normal—decia el padte de Karli os padres de Karli murieron en un accidente de automévil cuando Karli tenfa cinco afios. Habian silido con unos conocidos —ellos no tenfan coche— y a Karli le habjan dejado en casa de la vecina. Alli acudi6 tam- bien el policta que le dijo a la mujer: —Han muccwo los dos, Al principio Karli no lo comprendis. Karli tardé mucho tiempo en poder imaginarse que no ibaa volver a ver a sus padres. Que se habfan ido para siempre. —No ¢s posible —solia decir. a vecina lo meti6 en cama y un médico 2 Je puso un supositorio. A Karli le ente6 la risa ise ahora vas a poder dormic. Primero tienes que dormir, hombrecito —le dijo cl médico, ‘A Karli lo de hombtecito le pareci6 idiota y cl médico medio tonto. Aquellos dias todo el mundo le parecfa medio tonto porque no paraban de acariciarle la cabeza 0 de abrazarlo, porque se portaban todos de forma muy distinca. Ta abuela, no. Llegé la abuela —tam- ign debfa haber Horado— y empezd en seguida a mandar —jHay que seguir, de alguna forma hay que seguir! Y ante un montén de tias y_tios desconocidos, en presencia de Karli, dec —A Karli me Io Hevo yo. Karli se queda conmigo. Uso de ios tios le dijo: —iA tu edad, Ema! La abuela, al oitlo, se eché a reit y te erité: 28s que lo quieres ti? {Déjate de tonterias entonces! Karli habia visto pocas veces a Ja abucla pero siempre le habia gustado. La abuela hablaba un poco mas alto de lo acostumbrado, decia palabras que no siempre eran decentes y trataba 2 su hijo como si fuera de la edad de Karli. A la madre de Karli la lamaba Morona y al padre, a veces, flojeras. A Kasli 3 lo Hamaba Karli y nunca hombrecito, joven- zuelo y monada, Le tomaba en serio. ‘A Kari le sorprendi6 lo deprisa que se liquidaba ‘un piso y lo deprisa que el piso liquidado se vacaba. La abuela tepari los —Todo eso no lo necesito —dijo. Al final a Karli le quedé una maleta con sus cosas y nada més. Y con la maleta ‘que arrastrabs la abuela salié de la ciudad en Ja que habia vivido con sus padres. A casa de Ja abuela, a Munich Abora soy yo la que tengo al chico. Fstoy loca, wna sicja y un nino que hasta dentro de doce 0 trece atios como mizimo tno prodra vilerse por si mismo. :He de cumplir fos cien por culpa de Karli? ;Si no lo hago yo, quién da tos pavientes fo bubiera recogidda? Ai final lo bubieran metido en un orfanato. iY eso no puede ser! ;Eso no! Seguro que va {2 echar de menos a sus padres durante mucho Fiempo, Sobre todo a tm padre. Pero 80 som tambien habladurias. Hay niios que tienen padres 5 mi se enteran de que los tienen. Voy 4 procierar olviderme de que soy vieja. Karli 19 90 ya nos las arreglaremes. a La abuela es diferente 4, Kani se acostumbra répidamente a la abuela, aunque el piso le siga parcciendo aro. Pero al fin y al cabo la abuela hace ya muchos affos que tiene todos esos muebles ¥ no va a comprar otros auevos s6lo por él Karli tiene un cuarto casi para él solo. Durante cl dia la abuela lo utiliza para coser y Karli, por la noche, tiene que ir recogiendo agujas pata no pincharse les pies En muchas cosas la abucla es diferente. Una de las primeras noches Karli, que no podta dormir, catré cn el cuarto de bafio que esté junto a su habitacién y encontré un vaso de agua con los dientes de la abucla,. Kai Se pego un susto terrible y no se atrevi6 a tocatlos pot miedo a que se le cerraran. Por Ia mafiana le pregunté: —{Desde cuando se sacan los dicntes de la boca? Yo no puedo. La abuela se lo explicé: _-Bs que éstos no son mis dientes, Karli, Los mios se han ido cayendo todos, los he perdido. Igual que té tus dientes de 16 leche. Lo que pasa ¢s que ls tercera vez ya no erecen. Se los hacen a una, Tienes que lavértelos también? —pregunts Karli Ta abuela no quiso seguir hablando de la dentadura postiza. —Todo eso no ¢s tan importante, Karli. En casa de la abuela el dia transcurtia de una forma distinta. La abuela se levantaba todavia mas temprano que ¢l padre de Karli, aunque no tuviera que ira la oficina, Le explic6 el por qué: —Me duele todo el cuerpo, Karli. Es la gota, gsabes? ‘Karli era incapaz de imaginérselo. —2Una gota de qué? —Ia gota es una enfermedad que se de viejo —Aijo la abuela. <8 Aas scis dela. mafana Ia abuela andaba ya metiendo ruido por el cuarto de al lado y despertaba a Karli, Pero Karli no tenfa ganas de levantarse tan temprano, se tapaba la cabeza con la manta y se ponta a pensar en sus padres. Lo hizo durante mucho tiempo, tres meses casi, hasta que fue a la escuela y tuvo amigos. EI desayuno era a las siete. La abuela tenia una taza tres veces mayor que las de casa de Karli, Era el ta26n del café. Lo lenaba hasta el borde y sorbia. A Karli su madre se lo habia prohibido. 7 —No sorbas, abuela —decta Kael La absela lo miraba asustada, dejaba cl tazén en la mesa y le preguntaba: —jOye! Son esas formas de hablar ReMi madre deci siempre que no sotbiera, Y té sotbes. ‘A partir de’ entonees la abucla se esfore6 por no sorber. Tan dificil le resultaba que, al desayunar, se bebia sélo la mitad del taz6n y lego, cuando Karli jugaba en el otro cuatto, sorbic el resto, Ta abuela habia decidido no. volver a Hlevatio al parvulario antes de que fuera a la escuela. —stos seis meses es mejor que nos acostumbrerros el uno al otro, Karli A Karli, al principio, le pareci6 una tonteria, Luego se alegr6. Los dias con la abuela eran mas movides y siempre pasaban cosas Por la mafiana repartian volantes que le lle- gaban a la abuela de cualquier fibrica. Decfan que en el cAstorias exponian lavadoras y que hhacian regales, o que para el café lo mejor era el filtro «Passa-Passas. —No es que me paguen muy bien —deefa la abuela— pero asf me muevo. Por nada del mundo me compraria yo esos chis- ‘mes que venden. Té no tienes idea de lo tonta que es la gente, Karli. Fucra donde fuera, siempre habia gente que la conocia. ¥ ella, entonces, «echaba la 18 parrafadae, A Katli le tesultaba abuttido pero, como solfan darle caramelos, aguantaba y le decia a la abuela: —Me parece estupendo que repartas Después iban de compras. A la abuela cen Jas tiendas del bartio la temian. No habia guica le diem puro por libre, La abuela lecia, —Si yo me lo tengo que pensar tres veces antes ‘de gastarme una perra, tendré derecho también 2 darle otras tres vueltas como minimo a lo que me voy a comprar con ella. eNo? Karli la ayudaba y los tenderos se enfa- daban. Uno le dijo a Karli que dejara de una ver de tocar los pepinos con las manos sucias y Ia abuela le grité: —ibo que faltaba! gEs que los lava usted tana menudo como Karli las manos? La abuela tenia mucha gracia y eso Je encantaba a Karli. Era una mujer que no admitia réplicas ni le tenia miedo 2 nadie. Era mis bien la gente la que le tenia miedo a ella. Cuando Ja abuela fruncia el cefo el ten- dero se ponia siempre la mar de amable. Ta abuela no paraba de inventarse cosas. Al panadero, por ejemplo, le decia cada dos por tres: —Oiga usted, es que envia los pane- cillos a que adelgacen? Cada vez los encuentro mis pequeitos y mas caros, La gente no sabfa qué contestarle, Karli 19 se fue dando cuenta de que la abucla era mfs pobre que sus padres. —Cuando me paguen tu pensién de orfandad lo pasaremos un poco mejor, Karli Pero los sefiores funcionarios van despacio y no piensan ex nosotros —le decia la abuela, Karli le pregunt6 que quienes eran los sefiores funcionasios. —Gerte sentada detrés de enormes cscritorios, pasando eternamente papeles y mis papeles de un lado a otro, De ellos depende que le den dinero a uno o no le den. Karli se admiraba de que hubiera gente tan poderosa. Karli, 2 veces, deseaba set igual de poderoso para regalarle a la abuela un montén de dinero. La abuela cocinaba més deprisa que la madre de Kati En la cocina lo tinico que se hace es perder tiempo —decia Después de la comida la abuela se sentaba 2 coser a maquina y dejaba a Karli bajar al patio. Alli, al principio, Karli no conocia 2 nadie. Los nifos se burlaban de él; decian que heblaba como un extranjero, como tun turco casi —Yo no soy ningtin. curco —decia Karli Los primetos dias los oxros nifios no se lo creian. Cuando se lo cont6 a la abuela, la abuela dijo: —@Por qué no les has contado que eres 20 un turco de la Cuenca del Ruhr? ;Dios mio! jLes nifios son ya tan imbéciles' como los padres! Creen que un turco ha de ser mala persona por el mero hecho de ser turco. ‘Al cabo de algiin tiempo a Karli le dejaron jugar con ellos. ¥ poco después se pegé por primera vez con Ralph que tenia siete afios y era el Gnico que mandaba. No le gan6 pero se peg tan bien que Ralph no Je guard6 el menor rencor. Ralph tena un pequefto defecto fisico: hablaba mal, como entre dientes, y en vex de decir esabes> decia echabech». ‘Al principio a Karli le dabe risa y se Jo cont6 a fa abuela —No esté bien que te rias de Ralph Ja abuela—. Casi todos tenemos algin defecto. —Yo no —dijo Kali. —Té si —dijo la abvela—. Ta tam- bién porque te crees que no tienes ninguno. Bso también es un defecto. —2¥ 1? —pregunté Karli —Yo tengo incluso uno terrible —dijo misteriosamente la abucla—. AlgGn dia te lo ensefiaré Unos dias después la abuela sali6 des- calza del cuarto de batio y le sefialé el pie derecho, =-Mira, Karli, EI meniique se me ba pegado al de al lade. Es uno de mis defectos, sabes ai —éTienes todavia mis? —pregunté Karli ile erees ti que los vas a ver todos de una vez? —le dijo la abuela Con In abuela, por las noches, era todo también muy distinto. En casa de Karli su madre lo bafiaba y, a veces, cuando se retrasaban, llegaba el padre, se duchaban juntos y la bafiera era una fiesta La primera noche la abuela le dio la toalla y le dijo: —jAnda, lavate! 'Y Karli, que estaba todavia hecho un lio, se ech6 2 llorar. Y la abuela también Karli, al verla asi, dej6 de lorar y se lav6 él solo. A. partir de entonces lo hicieron siempre igual. La abuela se sentaba al borde de la bafiera y miraba cmo Karli se lavaba, —Se te puede ver erecer —le decia. La abacla lo secaba. Le gustaba hacerlo, La abuela frotaba tertiblemente a Karli, hasta dejarle el cuerpo colorado como un cangrcjo, y le deca siempre: = Werdad que sienta bien, Karli? Habia otra cosa todavia muy distinta fa las de casa. La abuela, cuando se lavaba, se encerraba en el cuarto de bafio. Le tenia miedo por lo visto. Al cabo de algin tiempo Karli se lo pregunts. —Tonterias, Karli! —dijo ta abuela— Lo que pasa es que no cs nada agradable ver viejos. 2 —Ta lo que tienes es vergienza de que te vea —dijo Karl. —Tienes razén, Karli —dijo la abuela. ‘A Karli no le’ parecia bien pero no consiguié convencerla de que dejara abierta la puerta del cuarto de batio. —Ti eres Karli y yo la abuela, TG eres pequeiio y yo soy vieja. Esa es la nica diferencia. Karli se ha dado cuenta en seguida de que aqui no es como en su casa. {Eso te Uv educacion modernal jCiols! ¢Tondes gue salir yo abora desnuda del bano sélo porque sus padres le tuvieran acostumbrado 2 50? Karli no sabe el aspecto que tienen los viefos. Y, ademas, me da vergienza. Abi sf que no paio. Yo soy de otra época. En- tonces no se era —zcémo dirla yo?— tan dessergonzado. No, desvergonzado no es tampoco la palabra exacta. Hoy en dia lo que ‘pasa es que no les toca ya sentir vergitenza; y esta bien que asi sea. Pero yo no puedo cambiar a estas alturas. Karli tiene que comprenderlo a Con la abuela en +. el Negociado A. tos cuatro meses largos de estar Karli con la abuela y una vez que lo cuvo ins- ito ca la escuela, [a abuela agatré un bertin- che. Todas las mafianas miraba en el buz6n, esperando que le legaran, por fin, noticias dei Negocio, Peto el Negociado no le enviaba nada y la abuela se ponta cada vez més furiosa, —iNo dan golpe! —grit6 un buen dia—. ;Venga a comer papeles y 2 burgarse Jas narices con el lépiz! Funcionarios tenfan que ser! Karli_no consegufa imaginarse a la abuela de oficinista pero sabia muy bien de qué se trataba. Su tutor, el jefe de su padre, habia solicitado que se hiciera a la abuela cuidadora, es decir una especie de madre adoptiva de Karli, cosa —claro— que Ia abuela ‘no podia ser en'absoluto; alo sumo abuela adoptiva. Y abuela de Karli lo habia sido toda la vida, de modo que resultaba también una tonterfa. Para el Negociado, no. Ast que la solicitud segufa su curso legal, como suele de- cirse. Mas que seguir su curso legal lo que hacfa, en realidad, ea arrastrarse por los des- 24 pachos. La abuela necesitaba el permiso pare que le concedieran el subsidio de orfandad de Karli. Y eso, para ella, era importante, porque fe abucla al fin y al cabo cra pobre y Karli —scgin decia ella— se la estaba comiendo Ia abuela entonces decidi6 sintervenir cerca del Negociador. Cuando hablaba del Negociado la abuela se expresaba siempre con mucha prosopopeya —Tienes que acompaftarme, Karli —le dijo la abuela—. Han de verte, TG eres la prueba, Karli. El cuerpo det delito La abuela se puso su mejor vestido y ‘a Karli no paraba de acicalarlo. Karli se enfado. ‘Antes de salir de casa se comi6 unos copos de avena para fastidia’ y volvi6 a ensuciarse —jSiempre me tienes que evar la contraria! La abuela estaba de mal humor. Fucron en tranvia, La abuela guardaba silencio. Més que guardar silencio lo que hacia era ir hablando bajito, consigo misma, reci- tando frases que se habla aprendido de memoria para soltarlas en cl Negociado. A Karli no te hacia ni caso. En el Negociado el portero les envi6 al despacho nfimero diecisiete. Esperaron media hora sentados en un banco de madera y sin hablar tampoco. Cuando por fin les toc el tutno, un sefior ya mayor y de aspecto muy 25 serio, acomodado tras un enorme escritorio, les dij —No. Compete al veintidés. Volvicron a esperar delante del vein- tid6s, Karli se dio enenta de que Ia abuela se cstaba hartando y de que apenas iba a haber forma de contenerla. De un momento 4 otro empezaria a dar gritos. El hombre que los recibio en el veintidés era bastante joven codavia, aunque ya pense algunas canis. Tal ver fuera culpa de la mucha gente por la que le tocaba preocuparse. El hombre mir a Katli y le dijo, como si fuera el parroco, —iVaya, vaya! Asi que aqui tenemos al pobrecito. ‘A Katli le encraron ganas de sacarle Ja lengua. Luego penss que, para ayudar a la abucla, quizas fuera mejor hacerse de verdad el pobrecito y puso la cara triste Ta abuela se'sent6 de golpe y porrazo cn la Gnica silla que habfa delante del escritorio y dijo: —iVenga, hombre! jNo se deshaga usted en lamentaciones! ;Muévase! ‘A Karli le dio la impresion de que el hombre iba a iniciar la huida de un momento 2 otto, Pero se quedé. Le toeaba quedarse: fera su oficio. Le pregunté el nombre a la abuela, bused en un armacio y sac6 un expe- diente bastante gordo, de tantas cosas como se habfan eserito ya sobre Karli y la abuela. 26 En el Negociado eran famosos. Tampoco parecia que les sirviera de nada El hombre se senté muy digno detras del esctitorio, humedeci6 el dedo y se puso 2 hojear papeles, meneando a veces Ia cabeza y,asiniendo de cuando en cuando. Al final io —Es un asunto complejo. Karli no sabia lo que significaba. — Qué es complejo? En lugar del hombre le respondié la abuela, Yo es que no lo se tampoco, Su caso no tiene nada de sencillo —explicé el funcionario—. No se trata de una simple cuidadora sino que usted ademas fs patiente det muchacho: su abuela para ser mas exactos. —iNo me diga! —exclam6 le abuela conmigo déjese usted de irontas! jo el hombre. —Pata mi son cosas bastante serias —le dijo la abuela—. Cuando van a dale ‘emonces la pensién al nifio? —ZNo se puede usted pasar sin ella? —le pregunté el hombre La abuela se levanté, eché a un lado la silla de un golpe y dijo: —jHaga el favor, hombre! Sabe usted perfectamente lo que cobro de pensi6n, Esta ahi, en los papeles. Y sabe usted también lo que se traga al dia un chaval as, los calcetines n y pantalones que rompe y todo lo que hace falta. (Se cree usted que soy millonaria? Gengo yo cara de Fabrica? ‘A Karli, enttetanto, el Negociado le parecfa estupendo. Yo como muchisimo, de verdad —dijo—. La abuela tiene raz6n! ¥ lo de los pantalones es verdad también. —{Ahf lo tiene! —dijo la abuela, El hombre se eché 2 reir. —Trataré de acelerar los trimites de caraa la resolucion del expediente —dijo. El funcionario se expresaba, realmente, con mucho empaque. celere, hombre, acelere! —le dijo la abuela—. De lo concrario vuelve a tenerme usted aqui la semana que viene. ;Se lo juro! El hombre volvi6 a reftse. —Serta un placer —dijo—. Aunque voy a hacer todo lo posible para que la cosa se arregle. El funcionario se despidi6 de los dos con un apret6n de manos. Tan pronto como estuvieron en el pasillo la abuela peg un saltito, un brinco tan sélo porque no era ya capaz de saltar de verdad y dijo: —Lo hacemos estupendamente, Katli Tenemos que seguir asi. Somos capaces de ablandarle el corazén a cualquier funcionario. Karli estaba de acuerdo. 28 No puedo imaginarme tener que volver « vivir sin Karli. El chtco me camsa, qué duda cabe, me agota y por la noche acabo reventada. Tal vex sea cuestion de costumbre. Y al fin 1 al cabo también se va haciendo mayor A menudo me recuerda a su padre y entonces pienso que vuelvo a tener un hijo mio. Soy demasiado viesa. Su madre serta mucho mejor para él. Es raro que me inguiete todavia penser en ella, En realidad no estaba mal. Y era una buena madre. Lo tnico que pasa es que to hacia todo de forma diferente a la mia, No se preocupaba tanto del nino. Decis Stempre que tenian que aprender temprano a arreglérselas solos. Eso si, pera bay que ayudarles. Asi decis que lo hacia ella también. ‘A mi me parecia que no. No nos entendismos, ar cierto. Me evispebe los ners. ¥ 90 ella seguro que también. Ahora, a veces, pienso que fue una lastima baberme peleado tanto con ella ws” Cuando laabuelase pone a contar cosas Karti no comprende que la abuela ha- ble siempre de otros tiempos, A Ia abucla na Te interes gan cosa lo auc Ie ats yet mismo. Pero de las cosas que le acutrieron hace treinta o cuatenta afios sigue acordandose perfectamente. Todavia se acuerda de la primera vez. que fue en tren, de cuando se fas6 con el abuiclo, del traje que Hevaba en la boda y de lo que comicron: A Karli le da lo misino. Ta abvela dice siempre: —Todo ayuda, Karli. Cualquier tiempo pasado fue mejor Tisa es la diferencia entre Karli y la abucla. A Karli le interesa s6lo lo que pasa tse mismo dia, lo que acaba de decidir con sus amigos, lo que ha hecho y lo que. pro- yecta."A'la abuela no le parece importante todo eso. ¥ menos todavia cuando le toca en- fadarse por culpa de ello. La abuela prefiere cafe por aquelas cous de las que se acucrda todavia +a mat de bien». “Te acuerdas, Karli, de cuando ef abuelo fue a patit debajo del tranvia y falt6 30 bien poco para que se nos quedara sin pierna. Yo es que no consigo olvidarme de cémo lo trajeron al pobre Hleno de sangre a casa, y él todavia dijo: —No es nada —Y yo pensaba que el hombre se me desangraba entre las manos, Son cosas que se quedan grabadas Y Ia abuela, no obstante, hace tiempo ya que las ha superado. Lo que pasa es que sus recuerdos Je siguen pateciendo excepcio- rales. Cuando ve en la television una pelicula interesante, dice: —Todo eso ¢s inventado. A mi que no me engafien. Te acuerdas, Karli, de cuando nos bombardearon le casa. Luego sigue una historia que Karli ha_ofdo contar ya mulsitud de veces con infinidad de variantes. —Tu padre acababa de entrar de aprendiz cuando empezé lo de los bombardeos. Puede inclaso que fuera todavia a la escuela Poco antes de terminar la Guerra Mundial €308 locos lo Tlamaron a filas, a los servicios auxiliares de aviacién, y le tocé desribar bombarderos, ;A los nifios como esos los me- ‘fan en las baterfas antiaéreas! —iMe parece fenémeno! - srumpi6 Karli —éFenémeno? A tite parece fend- meno porque vosotros os pastis el dia corriendo con las pistolas y jugado a guerras, Yo te Ja inte- 31 aseguro, Karli, que una guerra de verdad tam- ‘poco les gusta a los nifios. Lo pasan muy mal. Piensa en esos pobres vietnamitas, Bueno, edonde estaba? —En lo de papa —dijo Karli. Fso... Pues tu padre estaba todavia en casa y, cuando empez6 ese terrible bombar- deo, nos’ refugiamos todos en el sétana. Las bombas se ofan cada vez mis cerca, Yo me quedé tiesa de miedo y lo cogi en brazos, Poco después sc puso a temblar la tierra. El techo del sétano se cafa a pedazos. Alguien dijo que tenia que haber sido en nuestra casa y alli fue. La casa se mantenia atin en pic. © casi, porque las bombas habfan atrancado un troz0 del tejado. En nuestro piso no qued6 nada sano, ni un cfistal en las ventanas. Dormimos en casa de unos patientes y, al dia siguiente, empezamos a arteglar la casa. En. Jas ventanas pusimos cartones en vez de cristales. Karli no la escuchaba demasiado aten- taente porque ya conocia la historia. Kati pensaba en cosas muy distintas. En’ cémo ‘explicarle por ejemplo a la abucla que no tenia nada de “ular que fuera a jugar al patio de al indo-poraue con fa itor de alll we entendia mucho mejor. Ta abuela no le dejaba. —He de verte por la ventana, Katli —le decia—. Ya esti bien de independencias. 33 Yo quiero que te las sepas arreglar sin mi, Karli, pero — :Qué quiere decir esin mis? —Quiere decir que no siempre he de llevarte pegado a las faldas pero que tengo que cuidar de ti. Y la abuela se ponia a contar en seguida otra historia de las de hace mucho tiempo, toandy tp saeasban, ear! autos fal todavia aviones de cuatro alas, los biplanos aquellos que tanto entusiasmaban a la abuela, —No podian caense, Karli, no habia forma. Se les rompia un ala y les quedaban las otras tres. Cuando Karli se lo cont a un amigo, mayor que él, el amigo se echo a reir y dijo que daba lo mismo las alas que tuviera un avi6n, y que un cohete eta mucho més répido y no tenfa ninguna. Karli informé a Ia abuela y la abuela se qued6 horrotizada, —Los cohetes s6lo sirven para matar gente —dijo. Total que Karli y la abuela nunca acababan de entenderse. La abuela preferia hablar de una época que Karli no conocfa y que debia haber sido también bastante rara Fite chico tiene que saber c6mo eran fas cosas antes, cuando yo era joven, por ejemplo, y no me Mamabe todavia Ema Bittel 34 sino Ema Mauermeister, mi nombre de soltera. @Por qué le resultarim aburridas estas historias? Sélo atiende cuando le hablo de la guerra y entonces quiere saber con todo detalle si be visto disparar y si bubo muertos. Eso de la guerra tiene que estar metido muy adentro ‘en los nifios. Y es atroz, Hoy, cuando me acordé de como conoci a Otto y del bipo que me entré del susto —me durd enteras—, 4 Karli sélo se Je ocurre decirme: «Ya me lo bas contados. Y yo sé muy bien que no se lo be contado todavia. Tal vex haya pasado, entre tanto, demasiado tiempo. a La abuela hace justicia %e y Karli se avergiienza de ella Kearii ro un tio con Ralph. Se pega- ron, Ralph tit a Karli de los. pantalones hasta que le hizo un seffor siete y se los dej6 por las rodillas. La abucla oy6 jalco cn. cl patio. Ese dia la abuela habia bajado y subido dos veces las escaleras —hasta el quinto piso— y ya estaba bien, La pelea del patio, sin embargo, la intranquiliz6. Baj6, vio cl des- garr6n, los pantalones rotos y pregunts: = 2Quién ha sido? 2Quién le ha roto a Karli los mejores pantalones que tiene? "A Kati le dij: {Te tengo dicho y repetido que cuando bajes @ jugar te pongas los pantalones viejos! Luego volvié a preguntar. —2Quién ha sido? ‘Algunos nifios babtan exapado cotien- do y los que quedaban —incluido Ralph— no decian ni pio. Karli tampoco. —aBs que he de tiraros de las orejas, de uno en uno? —dijo la abuela. Uno de los nitos dijo: 36 —No tiene usted derecho a hacerlo, La castigarin, —Antes sf que se podia y yo hago lo que me da la gana —dijo la abucla, —Eso no esti bien, abuela —dijo Karli—, Ti no puedes hacet lo que te de la gana. No puedes pegarle a un nifio ajeno. La abucla, furiosa, avanz6 paso a paso hacia los nifios que se quedaron inméviles, mitndola, —Sois unos cobardes —es dijo la abuela. Karli defendio a sus amigos, —No son ningunos cobardes —dijo— Los pantalones se han roto jugando. —jEncima, miente! —dijo la abuela~. Primero cobarde y después mentitoso. ;Qué vergienza! Karli se dio cuenta de que era ahora cuando la abuela empezaba a ponerse de verdad fariosa, Trat6 de calmatla. —Tampoco es tan grave fo de los pan- talones. Me los coses y quedan nuevos —dijo—. Para jugar me pondré siempre los tos, Seguro, —iDéjate de tonterfas! —dijo la abuela—. Aqui lo que hay que hacer es justicia, Karli no comprendia lo que queria decir la abuela con eso de chacer justiciay Los ottos nitfios tampoco lo entendieron I | | | ' | 7 —2Qué quieres, entonces? —pregunts Kali —Quieto saber quién fue. —2¥ luego? —pregunté Karli, —Luego le diré que hizo mal. Y a su madre que te compre ottos pantalones. —No puede ser —dijo Karli —Es la justicia —dijo la abuela. —2¥ ‘silos pantalones son caros? —pregunté Ralph. —iEntonces es que has sido ti el que Jos ha roto! —dijo la abuela, A Karli le entré. mucho miedo y le aseguré a Ia abuela que Ralph no habia sido. Ta abuela volvié a ponerse furiosa, ‘Tomé del brazo a Ralph, que querfa largatse, y empez6 a sacudirlo. Karli le grité: —iNo le hagas nada, abuela! jPor la justia! —jOs daria a todos de palos...! —grité Ia abuela. Karli se sinti6 triste y avergonzado, Por Ia tarde se lo dijo a la abucla: —Lo del patio no estuvo bien, abuela —jEntonces c6sete ti mismo los pan: talones! Karli se daba perfecta cuenta de que a a abuela no le importaban tan sélo los pantalones. Por otra parte, gc6mo habia que hhacer para ayudarla? 38 Yo de xeducaciin modernar y esas modas no entiendo. Tampoco quiero hacer nada mal. {Qué se rayan al diablo todos! No me gusta que Karli se junte con los chicos ‘mis sicios, los més alborotadores y los. rads malos. Lo peorcito del barrio. No es que a nosotros nos sobre of dinero, Jo que pasa es que a mi me daria vergienza ir ast de devas trado. Karli piensa de otra forma. Dice que es que no tienen abuela y que tener abuela es Lo mas importante. Y exo tampoco se les puede cechar en cara a esos chicos. Oududs tenga razon Karli, jBI sabihondo! = Con la abuela 1. de vacaciones Kant teva ya wes aftos con la abuela y dos de escuela. Tiene ahora un montén de amigos y no ¢S capaz de imaginarse que las cosas cn otros tiempos fueran muy distintas. ‘A veces le preguntan si le va bien siempre con la abuela. Karli no entiende c6mo podrta jrle de otra forma, De vez en cuando, se arma algGn cisco pero, por regla general, Ia encuentra estupenda. Tampoco se queja tanto como las demts vejs que vienen os stbados a tomar café y a charlar un rato, Las otras ‘empiezan ya a gemir apenas llegan a la puerta del piso. La una que si siente pinchazos cn la picrna, la segunda que le da el hipo después de las comidas y la terceta que si el marido... Cada vez que se asoman las viejas Karli se larga y a la abuela le parece lo més natural. La abuela se ha acostumbrado también a que Karli escoja él mismo sus amistades Y ya no trata de coavencerlo como al principio ‘Cuando Karli cumplié los ocho afios Ja abucla Je regalé unos pantalones nuevos y —esa fue In sorpresi— unas vacaciones juntos. La abuela, segtin decia, no habia ido 40 de vacaciones desde hacfa treinta aftos largos. Y en_las Giltimas de las que se acordaba —en Tegernsee, a orillas del lago— no habia parado de lover, Tegernsee no esté lejos de Munich pero pare ba hue, que no sen men- talidad de automovilista, resulta ya muy lejos. Karli, al que la abuela le habfa hablado unas ‘cuantas veces de sus Giltimas vacaciones, temia que le tocara volver a Tegernsee y a Tegernsee Habla ido ya de excursion con la escacla. A Karli le parecia ademas que no estaba lo sufi- cientemente lejos para set unas vacaciones de verdad, Otros chicos de la éscuela le hablaban de Espaita, Italia, Holanda o el mar Baltico. Fl entonces —por consejo de Ia abue- la— les decta: —Nosotros hemos veraneado en el Dalen Como no estaba acostumbrado a las vacaciones tampoco le hacian falta. —Esa gente va a Espafia 2 seguir pe- Teéndose —le dijo la abuela— y regresan mucho peor de lo que se fucron, Karli no estaba muy de acuerdo pero en todo lo que decia la abuela habia siempre algo de cierto. Y en eso, también. Ya se lo habia contado su amigo Ebethard —Veraneamos en Espafia, en la costa. Al principio estavo bien pero luego se armé la gorda y mi madre no hablé més con mi padre hasta que tegresaron. No le volvi6 a 41 atitar hasta que a la vuelta, en Ia autopista, por poco se estrella contra un cami6n. ‘As{ no se imaginaba Karli unas vaca- ciones. Ta abuela habia escrito en un papel: «Bono para Karli (y la abuela). Veraneo para dos personas del 14 al 28 del Vil en Furth im Wald>. Autorizado y con el visto bueno de la abuela. Karli lo ley6 y le pareci6 rato. La abuela, micnteas él leia, no cesaba de preguntarle: —aBh, ch? ¢Qu€ te parece, Karli? Eh? —eDénde esta eso de Furth im Wald, en pleno bosque? —pregunt6 Karli al cabo de un rato. : —En el bosque de Baviera —respondié la abuela—. Y pasa el tren, que es lo impor- ante, Asi no tendremos que coger el autobis Yo todo ¢s0 no lo conozco. Friulein Bloch, la que viene siempre a tomar café, eseavo alli de vacaciones y nos ha reservide saluja miento. No esti mal de precio, todavia podemos permitimnoslo. Fraulein Bloch dice ‘que son granjeros de verdad, gente amable, ‘Una semana antes de la partida no habia forma ya de frenar a la abucla. No paraba de hacer y deshacer maletas. A Katli, que le decia que no fuera tan tonta de empezat a hacer ya las maletas, lo eché del cuarvo 42 —Tii no lo comprendes —le di Yo es que he perdido la costumbre de viajar. —Con una maleta, sobra —dijo Kar- Ji. Yo no tengo que llevarme tantas coss El ten salfa a las seis de la mafiana. La abuela se levanté en plena noche ya las tues desperté a Karl. La abuela habia acabado de vestirse para el viaje. Karli no.la habia visto nunca de aquella forma. La abuela Ievaba un traje con una falda que le llegaba casi hasta los tobillos. —éNo puedes acortarte un kk falda? —Ie dijo Karli ieee a —Listima de tela —dijo la abuela—, Y, ademis, esté de moda. La abuela Mevaba también sombrero nuevo. O viejo. Uno, de todos modos, que nunea se ponia, La abuela solia usar pafuclos de cabeza. El sombrero inclufa una aguja ‘enorme, con una petla —Vas a pinchar a la gente —dijo Karli, Es un alfiler de sombrero —aijo la abuela—. Se Mevan asi. Y ya esté bien de ponerme pegas de Karli_se visti6. El café se lo tomaron pie. Comieron pan con mantequilla y, antes de las cuatro, la abuela ‘dijon ne —Ahora tenemos que ios Karli pregunts si habia cranvias, —Hhay que ir a pie hasta la Estacion —respondié la abuela. 43 —Ia maleta pesa mucho —exclamé. Karli, —Tengo un arma secreta —dijo la abuela La abuela arrastr} escaleras abajo el maletén —con un paraguas atado y el bastén del abuelo— y cuando llegé abajo lo puso a sa lado, en la acera, y salié andando con él. EI malerén flevaba’ unas ruedecillas por la parte de abajo. —Era del abuelo —dijo. A Karli —de pronto— le parecié todo fenomenal. Llegaron 2 Ia Estacién demasiado temprano y la abuela tuvo tiempo de examinar detenidamente cada uno de los andenes y de leer todos los letreros. Al final todavia no estaba segura de si su tren salfa efectivamente del andén seis. La abuela pregunté a cinco ferroviarios, uno ttas otro, y todos le respon- dieron lo mismo. Karli termin6 por enfadarse: —Como preguntes 2 uno mas, me marcho. El viaje en tren result6 divertido. La abuela Hlevaba abundantes provisiones que compartia con todo el compartimento. Al cambiar de tren ya no tenfa tanto miedo. En Furth im Wald pregumtd cn la taquilla de In Estaci6n la decrion del granjero y st estaba lejos. —A pie, dos horas y pico —dijo el taquillero. Karli se sinti6 enfermo. Estaba seguro 44 de que la abuela pondria el shaletén sobre cl asfalto y andaria con él kilémetros y més Kil6metros. Pero la abuela tenia ya cierta préctica en lo de los viajes. —¢Hay alguna forma de ir? —pre- gunts. —Tiene usted un autobis desde la misma Estacion. Si se da prisa lo cogeré todavia —dijo el taquillero. —2Qué linea? —pregunt6 la abuela —Es el vinico autobiis que hay delante de la Estacién —le explies el hombre. Y asi llegaron sin mAs problemas a la granja, No eta una granja de verdad. Tenian unas cuantas vacas pero més habitaciones que vvacas. Y en las habitaciones mucha gente que ppasaba alli las vacaciones Estos campesinos con sus vaquitas... —explicaba luego la abuela, al contarles Tas vacaciones a sus amigas—. Y a nosotros nos ordefiaron bien. Su cuarto —tenfan s6lo uno— no era muy grande y estaba debajo mismo del tejado. El cuarto de bafio se encontraba un piso més abajo y la abuela se quejé de que no podia andar todas las noches dando vueltas como un fantasma por la casa. —Entonces le hard falta a usted un dompedro —dijo la granjera de mal humor. Karli, que no tenfa ganas de preguntar, se imaginaba que un dompedro debia ser una especie de acompaftante que la protegiera. 45 La abuela se tio cuando Karli se lo dijo. Lo que ha querido decir ésa es que necesito un orinal. ‘A Karli le parecié una mala jugada de la patrona. La abuela, efectivamente, se pascaba todas las noches por la casa, metia tuido, gemfa y despertaba a casi todo el mundo. Karli estaba seguro de que lo hacia s6lo para que se enfadara la patrona. Hasta entonces la abuela habia procu- rado siempre mantener a Katli alejado de su cuarto. Ahora vivian juntos y tenfan que dormir por primera vez en la misma habi- tacién, A Karli le daba miedo. La abucla, sin embargo, lo arregl6 de forma que Karli durmiera ya cuando ella subfa por Iz noche al cuanto. En la sala de estar de la granja babfa un televisor ante el que se sentaban todas las noches los huéspedes. Y la abucla también, Karli tenia que subir a acostarse dos horas antes como minimo de que terminara el programa Allgunas veces estaba todavia despierto y ofa eémo se desnudaba Ia abuela. No acababa nunca, Karli se imaginaba que la abuela debia ilevar cuatro o cinco vestidos uno encima del octo, © enaguas, puesto que ninguna pessona ‘normal tardaba tanto. tiempo en desnusdarse, Tan pronto como se meria en ‘cama, la abuela se dormia en seguida y ron- caba." No roncaba de verdad, ert como una 46 especie de jadeo. Karli lo escuchaba y no conseguta volver a dormirse. ‘A la mafiana siguiente, sin embargo, la abucla insistia en que habia dormido pésimamente y cn que habia oido a Karli dar todo el tiempo vueltas en la cama, Cuando Karli, entonces, le decia: |. Yo estaba reposando y muy tan- quilo. La abuela replicaba: —1Qué sabris tG, si has dormido como un lirén! ‘Los huéspedes cran casi todos gente mayor, Habia solo dos nifios. Uno era de ‘Wuppertal, se llamaba Bernd y tenia un afo menos que Karli. El otro era de Beclin, tenia ya catorce afios y se aburria, Karli iba con Bemd a los establos y al granero y se inven- taban los dos muchos juegos imposibles de jugar en la ciudad. A Karli, Bernd le parecié simpatico. A la abuela también —Peto su madre es una cursi —decia. Karli no entendia muy bien lo de ‘cursi pero no se attevia a preguntar. Cuando la abuela se expresaba asf no solia anunciar nada bueno. La abucla se enfad6 con la granjera por culpa del café de recuelo que les servian por las mafianas. La abuela decia que no se podia beber, que era agua sucia y que se sentia mal todo el dia por culpa del brebaje. La patrona cogié un enfado terrible y dijo que 4 ‘era la primera vex que lo ofa, que habia te- rnido un montéa de huéspedes, pero ninguno hhasta ahora tan descarado. Luego aseguro que el café era bueno y fuerte. La abuela sonrié ‘maliciosamente y profuncié la frase que acabo de sacar de quicio a la granjera: —Lo més probable es que moje usted tun rabo de vaca en el agua hitviendo. A eso sabe La patrona invité a la abuela a que abandonara inmediatamente la casa. La abucla dijo que ni pensarlo, que ella y su nieto eran huéspedes de pago. Por eso se quedaron, A la abuela le parecié que el café se volvia todavia peor. —Ahora la mujer esa se venga de mi —dijo. En Ia Gnica excursién larga que hizo con Karli la abuela se cay6 a un profundo silo de nabos forrajeros que no se veta apenas porque estaba cubierto con pacas de. paja. Ta abuela tampoco lo hubiera visto porque iba cottiendo deris de una mariposa, De pronto, desapareci6, Karli la oy6 gritar desde Jas entrafias de la tierra. No, no gritaba, gemia, Karli se qued6 confundido y sin saber qué hacer. Mientras la abuela vociferase era Sefial de que las cosas iban bien. Cuando se cechaba a gemir es que le ocustia algo serio, —~Dénde te has metido, abuela? —exclamé Katli 48 -=iEs que no lo oyes, imbécil! —con- test la abuela. Karli se dio cuenta entonces de que no Ie habia pasado nada, Se asomé al borde del foso, vio un agujero entre el heno y oy6 resollar a la abuela mientras iba ascendiendo a duras penas. No puedes it a buscar una rama? —le dijo la abuela. {Para qué? —jNo me hagas preguntas tontas, Karli! Para sacarme, eS —Ahora voy —dijo Karli, Karli encontr6 una rama larga, medio podrida, y la metié en el foso. Sintié al otto lado el enorme peso de la abuela, ira de una vez! —le grit6 Ia abucla. Kalli tit, se rompi6 la rama y Ia abuela empez6 de nuevo a lamentarse: — {Contigo no hay manera! Al cabo de un rato, tras un largo silencio que asusté a Karli, se la oy6 apilar nabos, —¢Qué haces? —pregunt6 Karli —Una escalera —dijo la abucla. Por ella fue subiendo entre suspiros. Al poco rato la abucla asomaba de la tierra hasta media batriga, le mir6 indignada y pregunt6: =a ahora, qué? ‘Vuelo? —iYo qué sé! —dijo Karl. La abucla traté de volar. Salt6, se aga- 176 al borde del fos0, estiré la picrna como 49 una rana y fue saliendo poco a poco. A Katli le entré la risa. La abuela se qued6 primero de rodillas, se levant6 luego, se limpié Ia falda y le sole una torva a Karli. —jEncima que te tlas! —le grité—. Ya std bien de vacaciones, jLas (iltimas! Por la noche, en la sala de estar, le abuela cont6 la historia de una forma muy distinta a como habia sucedido, Mucho més interesante y con més «suspense». Sobre todo Jo de como volvié a salit de entre los nabos. De un solo salto, segiin ella Asi es como brinco yo todavia —dijo—. |Con lo vieja que soy! ‘A Karli le molest6 que la abucla contara mentiras. Por la noche Karli se desper y ta abucla le pregunt6 que por qué no dormia, Karli bubiera podido responder que tenia la nariz tapada. —Porque hoy has contado una mentira —dijo. ‘La abuela se io. —Mira, Karli, cuando a una le pasan tan pocas cosas como a mi hay que fantascar tun poco, {No te parece? Karli no estaba de acuerdo. Fueron, en efecto, las Gnicas vacaciones ue pasaron juntos. Con el tiempo la abuela 1¢ inventdndose nuevas historias de ese verano —despampanantes aventuras— y Karli se acos- tumbr6 a haber vivido todo el montén de 50 cosas que se le ocurrian a Ia abuela. Tampoco le ech6 més en cara sus mentiras. Ya que no viajaba, que se desahogara por Io menos. e¥o es que soy Frau Erna Bittel 0 es que soy una cualquiera? ;Se me puede sermonear a mi cuando a la gente le dé la gana? No, ast ‘no vigjo més, por mucho que se obstine Karli Yo ya no estoy para esos trotes. Yo en esta vida he tenido que trabajar y me las be arre- glado siempre con la genie pero ver caras extrahas me irrita, ‘Claro que el chico ha de ver mundo; ya encontraré una soluciin. Yo prefiero muestra calle de Munich que esas sacaciones de rico en el Bosque de Baviera. Aunque tenga que ir siempre detrés de Karli y con la lengua fuera. {Vieja de mi! Karli es mejor que vaya a ‘un campamento. Lo importante es que él camine, que coma sus aventuras y que le dé el aire fresco. a Laasistente social va 4s a ver a la abuela y a Karli Koa estaba en tercero pero las cosas cn Ja escuela no iban bien del todo. La abue- la le ayudaba a hacer los deberes. A veces no podia mas y decfa: —Me dan dolor de cabeza estas ton- terfas, :Por qué tendréis que aprender tanto, pobrecitos? Karli en eso estaba de acuerdo. Ast que decidié darle menos deberes a la abuela y descuidarlos él también. La mitad como mi rnimo no los hacia. Frau Riemer, la maestra, se lo consinti6 a regafiadientes durante algén tiempo. A las tres semanas sin embargo le dio uuna carta para la abucla, Karli la cchd a una alcantatilla. Peto por la tarde Ie entraron los remordimientos y le dijo a la abuela: —Oye, abuela, he tirado una carte para ti La abuela quiso saber de quién era. —De Frau Riemer —dijo Karli —

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