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para poner a prueba vuestras capacidades internas

y vuestra fuerza.
La casualidad tampoco existe. Dios no es al-
guien que castiga y condena. Después de haber de-
jado definitivamente vuestro cuerpo físico, llega-
réis al lugar que se designa como cielo o infierno,
lo que no tiene nada que ver con el Juicio Final. Lo
que hemos aprendido por nuestros amigos que se
fueron, lo que aprendimos de los que volvieron, es
la certeza de que cada ser, después de su pasaje,
debe mirar algo que recuerda a una pantalla de te-
levisión, en la que se reflejan todos nuestros actos,
palabras y pensamientos terrestres. Esto sucede
después de haber experimentado un sentimiento
de paz, equilibrio y plenitud, habiendo encontra-
do a una persona querida para ayudarnos a dar este
paso. De esta manera, tenemos la ocasión de juz-
garnos a nosotros mismos en lugar de ser juzgados
por un Dios severo. A través de vuestra vida aquí-
abajo vosotros creáis desde entonces vuestro in-
fierno o vuestro cielo en el más-allá.

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