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REGISTRO N° 449/18
sus argumentaciones.
Así, como fundamento de la afectación del
principio que prohíbe la múltiple persecución penal por el
mismo hecho en orden al delito de privación ilegítima de la
libertad enrostrado a sus pupilos, destacó que “[…] los
hechos imputados en [este] juicio a sus asistidos pudieron
-y debieron- haber sido objeto de los debates que se
llevaron adelante en la jurisdicción de San Martín
[respecto de] Santiago Omar RIVEROS; en la causa ‘Jefes de
Área’, en el caso de ALESPEITI; en el juicio llevado a cabo
en Posadas, provincia de Misiones, en relación a CAGGIANO
TEDESCO; y en la jurisdicción de Formosa, respecto de
GUAÑABENS PERELLÓ”. Agregó que, la extranjería de las
víctimas no resultaba un argumento válido para que los
hechos ventilados fueran juzgados en la causa formada con
motivo del denominado “Plan Cóndor” y, consecuentemente,
excluirlos de su juzgamiento en las susodichas
jurisdicciones judiciales.
Por su parte, en lo que concierne a la supuesta
evaluación arbitraria del factum, la asistencia técnica
oficial, a modo de introducción, reeditó los argumentos
defensistas de tinte general y común a todos los imputados
delineados por sus colegas doctores ATIENZA y MÉSTOLA.
Acto seguido, trató la situación particular de
sus defendidos de modo individual.
Comenzó con la de Eugenio GUAÑABENS PERELLÓ, jefe
de la Sub-Zona 23 (Formosa), señalando que la atribución de
responsabilidad por la privación ilegítima de la libertad
que afectó a Juan Alberto Filártiga Martínez resultó
arbitraria. Ello así, porque el plexo probatorio -a su
Argentina”.
En síntesis, arguyó que “[…] la prueba producida
solamente permite afirmar con certeza que Gustavo
Insaurralde fue secuestrado en Paraguay por personas que no
dependían de [VAÑEK], ni guardaban con él alguna relación;
[y] que fue ilegalmente trasladado a la Argentina en un
avión de la Armada que era utilizado exclusivamente por el
Comandante en Jefe de la Fuerza[…]".
De otro costal, la Defensa planteó la
inconstitucionalidad del artículo 210 del Código Penal
-según redacción de la ley 20.642 vigente al momento de los
hechos pesquisados y aplicado en definitiva en el
pronunciamiento condenatorio por resultar menos gravoso que
el actual art. 210 bis, ley 23.077-, en la medida en que
entiende que dicha figura legal vulnera los principios de
legalidad, lesividad, culpabilidad, reserva,
proporcionalidad y, además, la garantía contra la múltiple
persecución penal (ne bis in idem) -arts. 18, 19, 28 y 75,
inc. 22, de la Ley Fundamental y cctes. de la C.A.DD.HH. y
P.I.DD.CC y PP-.
Por lo demás, aseveró que el delito de asociación
ilícita no integra la categoría de “lesa humanidad” y, por
lo tanto, es prescriptible. A la luz de ese criterio,
propició que se declare la prescripción de la acción penal
en orden a la imputación que en tal sentido se puso en
cabeza de sus asistidos BIGNONE y VAÑEK.
En subsidio, esto es para los casos de que esta
Sala considerase que la figura examinada no se contrapone a
las disposiciones constitucionales y convencionales que
detalló, y que la acción penal no se encontrara extinguida
operativo “rastrillo”.
El recurrente dio dos razones para arribar a
dicha conclusión; la primera, el hecho de que el legajo
Nro. 5915 da cuenta de que se había proyectado la ejecución
de un operativo denominado de “interceptación”, lo que
muestra a las claras la existencia de dos procedimientos y
dos fuerzas de seguridad diversos para dar con la víctima;
la segunda, la circunstancia de que los testimonios
brindados durante el debate por Sinesio Benítez López y
Sonia María Benítez no permitieron adquirir certeza acerca
de la identidad de quienes detuvieron a Benítez Gómez, es
decir, si ello fue obra del Batallón de Arsenales 602 o de
una unidad específica con asiento en Campo de Mayo.
Asimismo, recalcó la falta de concurrencia del dolo del
típico propio de los artículos 142 y 144 bis del C.P. Así
las cosas, concluyó que tanto el aspecto objetivo como el
subjetivo de los tipos penales en juego fueron presumidos
y, por añadidura, el pronunciamiento de condena es
arbitrario.
Continuó con sus agravios, tratando la situación
particular del imputado José Román LOBAIZA. Como primera
cuestión, atacó la conclusión vertida por el tribunal en
orden a la participación, en la lucha antisubversiva, de la
totalidad del Regimiento de Infantería I de Patricios al
mando del nombrado, pues entendió que de la prueba allegada
a la causa, concretamente la Directiva CGE Nro. 404/75,
puso en claro que sólo un equipo de combate de ese
Regimiento fue afectado al Comando de la Zona Nro. 1 a ese
fin. En conexión con ello, explicó que ni el Regimiento de
Infantería I de Patricios, ni su jefe, quedaron afectados a
oral a quo.
El recurrente también se agravió de que el
tribunal de la instancia anterior fundara la
responsabilidad de LOBAIZA en el ejercicio de la
superioridad administrativa, ya que de ello -según su
parecer- no puede necesariamente extraerse que aquél
conociese las misiones específicas que llevaron adelante
los elementos segregados del Regimiento de Infantería I. En
ese sentido, recalcó que el alcance secreto de las órdenes
impartidas a LOBAIZA le impedía a éste conocer la actividad
ilícita que llevaría adelante el equipo de combate agregado
a los fines de “la lucha contra la subversión”.
Del mismo modo, señaló que resultaba erróneo
afirmar que la “Doctrina Francesa” y la de la “Seguridad
Nacional”, en cuanto preveían a “[…] la tortura y [a] la
desaparición forzada como métodos de lucha contra fuerzas
insurgentes o irregulares” formaran parte de la enseñanza
castrense o, al menos, se transmitieran con el alcance
antedicho. De tal suerte, mal pudo concluirse que LOBAIZA
haya sido instruido a la luz de los lineamientos
establecidos en las mencionadas doctrinas.
También cuestionó que la atribución de
responsabilidad penal de su ahijado procesal se sustentara
en un informe elaborado por el “Grupo de Trabajo sobre
Archivos de las Fuerzas Armadas de la Subzona Capital
Federal” que revelaba que LOBAIZA, allá por el año 1980,
había sido calificado por la “Junta Superior de
Calificación de Oficiales” en forma positiva por haber
combatido de manera exitosa a la “subversión”. Ello así, en
virtud de que el imputado sólo había recibido
aplicación.”.
“La prohibición de regreso es comúnmente aplicada
a la participación. El equivalente de ese instituto en el
ámbito de la autoría es la ‘adecuación social de la
conducta’. Como Lobaiza y Saá han sido imputados como
autores –y no como partícipes– me referiré al instituto de
la ‘adecuación social de la conducta’.”.
“Existe una teoría en el derecho penal que basa
la ilicitud de las conductas en su inadecuación social.
Esta teoría puede llevarnos a concluir que la mera
agregación de un equipo de combate a la “lucha contra la
subversión” no debería ser considerada ilícita, por ser
ésta una conducta socialmente adecuada. La estructura del
argumento es la siguiente: Premisa 1: Los tipos penales
prevén conductas que violan normas. Premisa 2: Las
conductas socialmente adecuadas no violan normas. Premisa
3: Si una acción es socialmente adecuada, no puede decirse
que viole una norma. Conclusión: Una acción socialmente
adecuada no puede estar prevista en un tipo penal.”.
“Esta teoría, comúnmente conocida como la que
establece el instituto de la ‘adecuación social de la
conducta’ –mediante la cual las acciones ejecutadas con el
cuidado debido, y situadas por completo en el marco del
orden de la vida en comunidad conformado históricamente,
no pueden incluirse en ningún tipo delictivo (cf.
Jescheck, Hans-Heinrich, Tratado de Derecho Penal. Parte
General, Comares: Granada, 1993, p. 227)– también ha sido
ampliamente reconocida por los tribunales argentinos.”.
“La Corte Suprema de Justicia de la Nación,
reconoció la existencia del instituto de la adecuación
(énfasis agregado).
Debemos también mencionar el documento
identificado como “Mesa ‘DS, Carpeta Varios, Legajo
16.079”, labrado como consecuencia de la “Circulación de
material perteneciente a la Comisión de Familiares y
Detenidos, en la localidad de Loma Hermosa”. Dicho
documento da cuenta de un operativo llevado a cabo por la
Policía de la Provincia de Buenos Aires y por el “Área
Militar 430” (sic) el 19 de junio de 1980 en la localidad
mencionada. El operativo se efectuó como consecuencia de la
presunta existencia de “panfletos de carácter ideológico
referente a los derechos humanos” en poder de ciudadanos
chilenos. El documento señala que los detenidos no
registraban antecedentes, “no obstante lo cual continúan
detenidos y alojados en la subcomisaría de José León
Suárez, a disposición del Área Militar 430, por expresa
disposición del Comando de dicho organismo” (el énfasis
aquí agregado).
Finalmente, el documento “Mesa ‘DS’, Carpeta
Varios, Legajo 16.412”, relativo a la detención de
ciudadanos extranjeros, exhibe la importancia que tenía el
Área 430 en aquella época. En efecto, obra allí un “Volante
PMD 2411 a”, del 5 de septiembre de 1980, mediante el cual
el Director General de Seguridad informa al Director de
Inteligencia que, en horas de la mañana de ese mismo día,
los ciudadanos extranjeros detenidos fueron puestos en
libertad por disposición del “comando del Área Militar 430”
–énfasis agregado-.
Por otra parte, si bien con antelación se hizo
referencia a que la existencia y funcionamiento del Centro
Bosco.
También corresponden mencionar que fue
incorporado el informe producido a pedido del Presidente de
la República Oriental del Uruguay, Dr. Tabaré Vázquez, por
el Comando General de la Armada de la República Oriental
del Uruguay, identificado como “Of COMAR N° 277/26/09/05”
de fecha 26 de septiembre de 2005, sobre ciudadanos
uruguayos desaparecidos en la República Argentina. Allí,
obra una sección denominada “Operativo Antisubversivo
G.A.U.”, donde constan interrogatorios practicados a los
detenidos y las conclusiones a las que arribaron las
Fuerzas represivas; el mismo sirve para corroborar que los
nombrados fueron interrogados y que la información obtenida
en dichos interrogatorios, fue enviada a la fuerza naval
del país vecino –Uruguay-.
Aunado a ello, es dable mencionar lo resuelto en
el marco de la causa n° 2-20415/2007 del registro del
Juzgado Letrado de Primera Instancia en lo Penal 19° Turno
de la República Oriental del Uruguay, caratulada “Alvarez
Armellino, Gregorio Conrado por treinta y siete delitos de
homicidio muy especialmente agravados en reiteración real y
Larcebeau Aguirregaray, Juan Carlos por veintinueve delitos
de homicidio muy especialmente agravados en reiteración
real”. En dicho expediente se tuvieron por probadas las
circunstancias relativas al secuestro del matrimonio
Michelena Basterrica y Gouveia Gallo y, la existencia de
participación y coordinación represiva entre las fuerzas
uruguayas y argentinas. Siendo condenados por dichos
hechos: Gregorio Conrado Álvarez Armellino y Juan Carlos
Larcebeau Aguirregaray. Los 41 cuerpos de ese expediente y
del inmueble.
En ese escenario, la negativa por parte de Falcón y
su defensa referida a no haber tenido responsabilidad
territorial a los fines de la “lucha antisubversiva”, ha
quedado desvirtuada en función de los que surge de la
prueba detallada precedentemente.
A ello, debemos sumar las comunicaciones a diversas
dependencias de las fuerzas armadas que surgen del Sumario,
demostrando así la responsabilidad de Falcón sobre ese
ámbito espacial y el innegable conocimiento de las
actividades que allí se realizaban.
En una de ellas se informó la herida y posterior
fallecimiento de uno de los militares que intervino en el
procedimiento –Dragoneante Luis Barbusano-. Sobre ello, se
consignó que había sido herido “en operativo por
delincuentes subversivos”.
El Sumario culmina con otro informe del aquí
imputado Falcón, mediante el cual se elevaron las
actuaciones. En esa oportunidad, el encartado manifestó
estar de acuerdo con el informe de cierre, en el cual el
Capitán Badías había asegurado que la muerte de Barbusano
había sucedido “en y por actos de servicio” (sic).
Vale recordar, en idéntico sentido, que en el Libro
Histórico del Batallón, correspondiente al año 1977,
también se consignó la muerte de Barbusano y se lo vinculó
a un “operativo antisubversivo”.
Además, como ya dijimos, dentro de las funciones
del Jefe del Batallón y Jefe de la Sub-Área se encontraban
las operaciones de control e identificación de población; y
es que en el marco de ese tipo de operación se produjo el
Operacional 111.
Ello demuestra que, en pos de cumplir las funciones
específicas asignadas al Batallón, otorgadas en el marco
del plan represivo Estatal de la denominada “lucha
antisubversiva”, la actividad que se desarrollaba en el
Área 111 no era desconocida por su Jefe; descartando así la
versión que brindara el encartado, quien aseguraba no tener
conocimiento de las prácticas desarrolladas en el
territorio que tenía a su cargo.
Todo lo expuesto deja en claro la actividad
represiva de grupos especiales dependientes del Batallón
601 y, en consecuencia, bajo la dependencia del Jefe del
Área 111.
Por otra parte, también resulta importante destacar
que las actividades represivas se ejercían por parte de los
grupos especiales y el personal del Batallón en
coordinación y con estricto control de las fuerzas
policiales que actuaban en el territorio de mención. Ellas
no sólo debían brindar información a la Jefatura del Área,
sino que además se le asignaban tareas represivas.
El vínculo entre las fuerzas de seguridad y el
Batallón se plasmó en el documento ya citado, Mesa “DS”
Varios n° 16.438, donde se ordenó a las fuerzas de
seguridad “informar inmediatamente a esta Jefatura de Área”
sobre actividades vinculadas a actividades subversivas.
Asimismo, el vínculo operacional, se advierte del
contenido del documento Mesa “DS” Carpeta Varios, Legajo n°
11.509 –también citado precedentemente-, el que refleja la
participación de las fuerzas de seguridad en el ámbito
territorial del Área 111, donde intervino directamente el
II.
No resulta descabellado postular, desde una
perspectiva valorativa respetuosa de la sana crítica
racional, que en lo atinente a las cuestiones protocolares
y/o administrativas inherentes al RI 1 Patricios se
respetara la cadena de comando establecida orgánicamente,
es decir, que respondía a la Jefatura III (Operaciones) del
Comando en Jefe del Ejército.
En cambio, para las tareas operacionales, esto
es, las clandestinas y represivas la estructura estaba
conformada por la Zona de Defensa n° 1 (Primer Cuerpo de
Ejército), el Comando de la Sub-zona Capital Federal y las
Jefaturas de Área, en el caso el Área II cuyo jefe era el
imputado Alespeiti. Esto último es conteste, en lo
sustancial, con lo que surge del informe citado por la
defensa de fecha 12 de febrero de 1987, que fuera
transcripto con antelación, aunque como se vio esa pieza
detalla otras cuestiones que la defensa eludió.
Es decir, para las tareas administrativas y/o
protocolares se respondía a una superioridad y para las
actividades operacionales a otra distinta que se hallaba
estructurada a los fines de la “Lucha contra la
Subversión”. La “doble cadena de comando” no fue descartada
por los testigos que depusieron en el debate, por lo que
podemos afirmar que se trataban de cadenas de comando
autónomas para tareas y/o actividades diferenciadas.
En suma, el encausado Lobaiza montó una
estructura en la unidad militar que comandaba, como por
ejemplo, un Centro de Operaciones Tácticas (C.O.T.),
conforme ya fuera tratado, lo que permitió que el personal
Misiones.
A riesgo de ser reiterativos, vale tener presente
el documento titulado “Informe telefónico del delegado de
Gobierno de la ciudad de Encarnación” –ya detallado-, del
que se desprende la detención de varias personas vinculadas
al Partido Comunista Paraguayo, ocurridas a partir del 18
de enero de 1977. Dichas detenciones, según ese documento,
se produjeron mediante procedimientos llevados a cabo en la
ciudad de Iguazú, Provincia de Misiones, siendo las
personas detenidas Sotero Franco Benegas, Esteban Cabrera
Maíz y Lidia Esther Cabrera, entre otros, y puestos a
disposición de la Jefatura de la Guarnición Militar a cargo
del Coronel Carlos Humberto Caggiano Tedesco.
Además, los documentos provenientes del “Archivo
del Terror”, obrantes en el rollo n° 143 identificados como
00143F0703, fechado el 20 de enero de 1977 y el
identificado como 00143F0704, fechado el 21 de enero de
1977, ambos producidos por el Sr. Cónsul de la República de
Paraguay en Posadas y dirigido al Ministro del Interior de
ese país, resultan demostrativos de lo aseverado en lo
atinente a la responsabilidad de Caggiano Tedesco en los
hechos investigados.
En efecto, en el primero de ellos se informa las
detenciones de varios ciudadanos paraguayos residentes en
nuestro país quienes “serán puestos a disposición de la
Jefatura de Área Militar a cargo del Cnel. CARLOS HUMBERTO
CAGGIANO TEDESCO, con asiento en Posadas, quien
presumiblemente dispondrá que los mismos, por ser
subversivos, sean puestos a disposición del Poder
Ejecutivo de la Nación”.
lugar.
Como se dijo, el Departamento III era el
operativo; el Jefe era el Teniente Coronel Juan Antonio
Rodríguez Buratti; el Segundo Jefe era José Nino Gavazzo; y
el tercero en jerarquía era Cordero Piacentini.
Expresó el testigo Barboza Pla que los nombrados
eran identificados con las nomenclaturas “301”, “302” y
“303”, respectivamente. El primer número era el
departamento al que pertenecían y el último determinaba la
jerarquía.
Para el año 1976, las fuerzas represivas
uruguayas comenzaron a mirar hacia Buenos Aires y lo
fijaron como nuevo objetivo. Conformaron un grupo especial
de trabajo para que se traslade a Buenos Aires y actúe en
suelo argentino, de manera coordinada con las fuerzas
represivas de este país.
Su principal objetivo era la persecución del
“P.V.P.” y todos los exilados políticos que se habían
radicado en Buenos Aires.
El grupo fue formado con personal del sector
operativo del Departamento III de S.I.D., entre ellos,
Gavazzo y Cordero.
Así, cabe destacar que Cordero fue elegido por su
particular experiencia en la “lucha contra la subversión”,
ya había sumado experiencia en los otros organismos en los
que se había desempeñado.
Sabía cómo manejar estrategias vinculadas a la
“lucha contra la subversión”, había participado de
secuestros, sesiones de interrogatorios y también torturas.
Corresponde destacar que Cordero estuvo en Buenos
represivas argentinas.
Lo cierto es que la actividad de Cordero en este
país fue fundamental, no sólo por la información que tenía
de las organizaciones políticas que habían conformado el
“P.V.P.”, de sus integrantes y dirigentes, pues resultaba
fundamental su participación en los operativos y en el CCD
mencionado; sino también, porque tenía vinculación directa
y ello permitía un contacto fluido con el resto del grupo
del Departamento III del S.I.D., y particularmente con su
Jefe.
Aquel intercambio de información era primordial
para procesar nueva información que podría surgir de Buenos
Aires o incluso desde Uruguay, para su entrecruzamiento y
para encarar nuevos procedimientos o detenciones.
Por ello, el grupo liderado por el militar
uruguayo Gavazzo, donde Cordero Piacentini cumplía un rol
estratégico, permaneció en Buenos Aires de forma casi
permanente durante el primer semestre del año 1976.
En ese aspecto, el testigo Barboza Pla declaró
que si bien no recordaba con exactitud si Cordero estaba
tanto tiempo en Buenos Aires como lo hacía Arab, sí tenía
recuerdos de que por largos períodos no veía a Cordero en
el Departamento III del S.I.D.; y cuando se lo volvía a
ver, los comentarios sobre cosas sucedidas en Argentina
comenzaban a circular.
La actuación de Cordero en Argentina, como parte
del Servicio de Información de Defensa (S.I.D.) y del
Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas
(O.C.O.A.) de Uruguay, no sólo fue corroborada por Barboza
Pla, sino que también fue detallada por Orestes Vaello, en
la subversión”.
Desde el año 1965 hasta el año 1968, las
comunicaciones reservadas vinculadas a la calificación
sintética anual de Cordero cambiaron y se resumían en “muy
buenas”.
Ya en el año 1968, cumpliendo funciones en el
Grupo de Artillería n° 5, conforme surge del informe de
calificaciones anual, comenzó a resultar un elemento
primordial.
Surge de las anotaciones personales de su legajo,
en el año 1970, que realizó un ejercicio práctico de “…
Guerra Sub-versiva, participando este señor oficial como
Jefe de Grupo de una Sección de Rastrillaje en su
ejecución e integrante del E.M. del Cdo. Anti-guerrillero
en su planificación. Tanto en la etapa de planificación
como de ejecución este Sr. Ofl. demuestra claro concepto
en el desempeño de sus obligaciones, iniciativa, previsión
y sentido práctico, como asimismo resistencia y agilidad
en los trabajos. Es de destacar que ante situaciones
presentadas de allanamiento, etc., este Sr. Ofl. toma
decisiones muy acertadas demostrando resolución y
tenacidad, dominio de sí mismo y tacto…”.
El concepto sobre Cordero había cambiado, al
igual que sus calificaciones, y principalmente era
destinado a realizar tareas vinculadas a la “lucha
antisubversiva”.
Corresponde recordar que para esos años, la
República Oriental del Uruguay se veía sumergida en una
represión feroz contra asociaciones y agrupaciones
políticas de izquierda, en concreto contra el movimiento
expediente de mención).
A su vez, deviene necesario resaltar que la
S.I.D.E. intervino en el operativo de privación ilegal de
la libertad del matrimonio uruguayo Jorge Roberto Zaffaroni
Castilla y María Emilia Islas Gatti de Zaffaroni y que la
hija menor de ambos, Mariana Zaffaroni, fue apropiada por
Furci que pertenecía a la Secretaría de Informaciones del
Estado.
Tal como se enfatizó al momento de acreditar la
materialidad de los hechos que damnificaron a los
mencionados ciudadanos uruguayos, cuadra detenerse en el
análisis de las constancias del legajo CO.NA.DEP. de Oreste
Vaello, vinculadas a Jorge Roberto Zaffaroni Castilla y
María Emilia Islas Gatti de Zaffaroni, donde se detalla lo
siguiente: “…[Vaello] manifiesta que es una orden que
provenía de Secretaría de Inteligencia de Estado, por vía
del Comando del Primer Cuerpo de Ejército. Revistaba
origen exterior, que significa un pedido de servicios de
inteligencia posiblemente de Uruguay. Que dicha persona se
llamaba Jorge Zaffaroni. Que en la orden antes mencionada
figura con estos datos filiatorios, casado, 23 años,
Cédula Uruguaya 1.264.853, estudiante de ciencias
económicas, con domicilio en calle Venezuela 3328 del
barrio de Florida, Pcia. de Buenos Aires. Y como objetivo
secundario, MARÍA EMILIA ISLAS DE ZAFFARONI, casada, 23
años, Cédula Uruguaya 1.270.201, estudiante de magisterio,
mismo domicilio. En dicho domicilio se detiene a ambas
personas y es secuestrado armamento. Estas personas fueron
entregadas en la “CUEVA DE LA VIA”, a gente de SIDE
identificada anteriormente. Por comentarios hechos con las
no Marcelo Fillol.
Asimismo, en su declaración prestada el 19 de
octubre del año 2005, recientemente citada de fs.
1.383/386, López Burgos, mencionó a Furci y a “pajarovich”
como las personas que ejecutaron las órdenes que daba
Gordon durante el episodio que damnificó a Carlos Santucho
–el que fue presenciado también por Manuela Santucho y
Cristina Navajas-, y luego agregó que: “después ya no los
volvió a ver en otra oportunidad”. Si bien la defensa del
imputado, como parte de su estrategia, intentó convencer al
Tribunal de que la aseveración recién citada hacía mención
a “pajarovich” (Honorio Carlos Martínez Ruíz) y –
fundamentalmente- al imputado Furci, ello resulta una
interpretación errónea efectuada por la parte, ya que el
testigo aludía a la hermana y cuñada de Carlos Santucho y
no a los enjuiciados.
A partir de lo reseñado hasta aquí, y a pesar del
intento defensista de pretender explicar que López Burgos
pudo haber incurrido en errores cuando prestó declaración
testifical en todas esas oportunidades, lo cierto es que el
Tribunal tiene por acreditado que el nombrado siempre fue
conteste en sus manifestaciones respecto de la presencia de
Miguel Ángel Furci en el CCD y las tareas que allí cumplía.
En función de la prueba colectada cabe concluir
que el encartado Miguel Ángel Furci fungía como custodio de
Otto Paladino, pero también cumplió tareas como personal
operativo de la S.I.D.E.
También, cuadra tener en consideración que de la
“Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos”, de
la República Oriental del Uruguay varias veces citada en
diferenciadas.
En suma, el encausado Lobaiza montó una
estructura en la unidad militar que comandaba, como por
ejemplo, un Centro de Operaciones Tácticas (C.O.T.) […],
lo que permitió que el personal mejor capacitado que
integraba su Plana Mayor fuera puesto al servicio del
funcionamiento de la Jefatura del Área II.
En este estado del análisis, cuadra señalar que
de acuerdo a la Orden Parcial n° 405/76 el equipo agregado
a los fines de la ‘L.C.S.’ podía ser fijo o rotativo. El
Jefe del Regimiento optó por la “rotación” de los
elementos, lo cual importaba un mayor control del comando
orgánico, siendo el único elemento fijo el Jefe del Área
II. Esto surge de los dichos del imputado Lobaiza, en
oportunidad de prestar declaración indagatoria en el
presente debate.
Asimismo, viene al caso señalar que el RI 1
Patricios como el Comando de la Sub-zona Capital Federal
se hallaban emplazados en los cuarteles de Palermo, es
decir, en un mismo y reducido ámbito espacial.
De todo lo dicho, fácil es concluir que los
enjuiciados Lobaiza y Alespeiti controlaron el territorio
asignado, siendo una de las funciones inherentes de las
Jefaturas de Área” (ver fs. 28.729 vta./28.730 vta., de la
causa Nro. 1.504).
Ahora bien, la asistencia técnica del mencionado
ALESPEITI cuestionó la atribución de responsabilidad puesta
en cabeza de su pupilo. Para ello esgrimió múltiples
razones. Así por ejemplo, que no quedó demostrada la
utilización de numerarios destinados al Área II a su cargo
mencionado.
Entretanto, el tribunal oral, a la luz de las
constancias del Legajo de Servicios del imputado, tuvo por
comprobadas las funciones que éste cumplía en la Secretaría
de Inteligencia del Estado (S.I.D.E.) -ver fs.
28.833/28.834, del Expte. Nro. 1.504-. En el mismo orden de
ideas, el tribunal colegiado de la instancia anterior
también tuvo por debidamente acreditadas las repugnantes
prácticas desplegadas por el acusado en el CCD “Automotores
Orletti”.
En efecto, en ese sentido el órgano sentenciante
destacó que “[…] la testigo Falero Ferrari ubica al
imputado Furci al momento de su detención ilegal, el 9 de
junio de 1976. Por su parte, los testigos Altuna Facal y
López Burgos sindican a Furci en el interior de ‘Orletti’,
en el episodio que afectó a Carlos Híber Santucho el 19 de
julio de 1976. A su vez, López Burgos lo ubica al nombrado
imputado en otras oportunidades en el mentado CCD, con
variadas funciones.
A su turno, Mariana Zaffaroni, en su deposición
introducida al presente plenario, también sindicó a Furci
en el CCD ‘Automotores Orletti’, ello en base a la versión
esgrimida por el propio encartado.
Esta reseña testimonial despeja cualquier duda
sobre la presencia de Miguel Ángel Furci en el CCD
‘Automotores Orletti’ […] como custodio de Otto Paladino
[y, a la vez, ejecutando] tareas como personal operativo
de la S.I.D.E.” (ver fs. 28.847 vta./28.848, de la causa
Nro. 1.504).
En esa línea de pensamiento, el tribunal de
Ante mí: