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if La Vida Religiosa cincuenta anos después de Vaticano IP’ Un poco de memoria Las relaciones entre Vida Religiosa e Iglesia fueron siempre complejas. Por una parte, a lo largo de la Historia, los religio. 505 y religiosas han manifestado siempre un amor apasionado hacia la iglesia y esta una admiracion carifiosa, temerosa, y a veces reticente, hacia ello y elas. Pero, por otra parte, nuestra vocacién de ecansagrad@s» ‘nos hace, desde nuestios origenes, el aguijén en la propia came de la Iglesia. ;Acaso no hemos nacido en el desierto egipcio (los primeros monjes), de una critica implicita de la Clericaizacion de ta iglesia y de una reivindicacin de retorno a nuestros origenes “martiriales” y carisméticos? La propia Iglesia, ademas, no deja de reenviarnos a nuestras intuciones fundadoras cada ver que nos alejamos de ellas cerficéndo: nos o mundanizandonos. En esta larga historia de amores tumultuosos y apasiona- os, el Concilio Vaticano II constituye una luna de miel bas tante excepcional, una magnifica tregua. Todo parecia con: firmar el regreso de la Iglesia a sus Intuiciones carisméticas originarias. En el gran movimiento de reconciliacién universal puesta en marcha por el Conclio, la Vida Religiosa parecia tener que desempefiar un papel privilegiado de avanzada, Indudablemente, todos hemos crefdo en esta primavera y, con valentia e inteligencia, as érdenes y congregaciones em prendievon su aggiornamiento formal en vista a estar més ap: tas para el encuentro con el mundo moderno, tan largo tiem- po mantenido a distancia, Hemos repensado completamente nuestra identidad y nuestro rol historico, nuestros estilos de vida. Sobre todo, renunciamos a las formas simbélicas y cané nicas que nos identficaban demasiado con un pasado caduco de la Iglesia y del mundo, sacando una nueva inspiracién a la vee de los manantiales mas preciosos de nuestra Tradicién y de la creatividad siempre nueva del Espiritu. Como muchas veces en la Historia, estuvimas entre los primeros y los mas radicales en tomar en serio las invitaciones conciliares y a ponerlas en practica. Pero, en dicha dindmica generosa, hemos perdido de vista dos cosas importantes. la primera tenfa que ver con la civil- zacién moderna occidental. En el preciso momento de nuestra teconciliacin con ella, esta entraba en una crisis sin etorno de la que experimentamos hoy las consecuencias dramaticas, La segunda es mas interna, En esta mutacién rapida, no ros dimos cuenta que todo nuestro mundo, nuestras referen: cas espirituales, nuestro lenguale Itirgico, aGn reformado y tne Gem traducido en lenguas modemas, estaba enteramente anclado fen lo pre-modemo y que, tarde 0 temprana, fbamos a entrar fen una zona de sequedad mistica radical dela que sentimos hoy os efectos devastadores. También tenemos que reconocer que no estébamos pre- parados para enfrentar la intemperie que nos esperaba. Hu manamente, el armazén canénico impuesto por el Concilio de Trento (el cual, por otra parte, representa un formidable sobresalto espiritual de la Iglesia) nos habia mantenido en un infantilism factcio que nos exponia a todos los desastres afectivos ¢ ideol6gicos mantenidos tan largo tlempo detras de la supuesta proteccién de los “usos y costumbres”. Esta gran esperanza de la que habiamos participado de todo corazén se convini6 muy répidamente, entonces, en de- bacle det propio sistema que se habia vuelto incapaz de en frentar las riesgos de sus nuevas opciones. Una nueva santidad Sin embargo, esta bella aventura espiritual, de la cual al- {gunos se preguntan hoy dia con tristeza si queda algo, no ‘desemboca solo en frustraciones. €1 sorpresivo surgimiento del papa Francisco es el magnifico retofio del arbo! conciliar aparentemente seco. Estoy convencido de que, desde enton: ces, se han dado conversiones esentciales en la Vida Religios2, como en la iglesia entera, que son irreversibles a pesar de las. apariencias. Por ejemplo, creo que hemos aprendido a volvernos mas hhumanos y més humildes, Definitivamente, nos hemos vuel to gente més “normal”. El esfuerzo de formacién intelectual, teolégica y espiritual, sobre tado entre las mujeres, transfor 1mé radicalmente nuestto rostro. Ya no somos estos grupos Infantles por ignorancia 0 santos por ausencia de riesgos y de exposicin ala realidad. De golpe, nos hemos vuelto “adul ts", con todo lo que esto conlleva de desnudez afectiva, de vulnerabilidad y de incertidumbre, de contradiccién y de in coherencia, pero también de verdad y de licida honestidad. Impotentes para crear Tradicién Pero esta “conversién” fue la obra de una generacién hoy dia “abuela” y de gobiernos valientes que no lograron en gendar una mistica conciliar a largo plazo. Un clerto ntimero entre nasotras, como en el desierto de la liberacién de Egipto, se han quedado afuera 0, peor, han regresado discretamente alas cebollas de Egipto, dentro o fuera de la estructuras ins titucionales Por el contrario, una generacién militante y radical, a ve ces mértiry santa a pesar de sus contradicciones, parié una sgeneraci6n escasa, muchas veces friolenta, asustada por sus ‘mayores y, en ciertos casos, hambrienta de segutidades mun danas clericales y de promaci6n individual. Los mayores son Vistas como idealstas neficaces y superados. Algunos buscan la alternativa en las formas mas superficales de un estilo de vida preconcliar ala vez que exigen conservar los privilegios adquiridos del confor, del individualismo mundano y de la ‘seudo-Independencia, En dicha crisis de transmisi6n de Tradici6n, que compar timos, ademas, con la familia, la escuela, la poltica y las Ielesias, dos llagas, mucho tiempo escondidas, supuran hoy ene Gu de todas partes: la enfermedad de nuestras retaciones comu: nitaias la profunda esterlidad de nuestra vida mistica. Ante estas dos patologias, la pregunta que se hacen un nimero reciente de religiosos y religiosas, pero también de laicos respecto a nosotros y nosotrs, es la de nuestra “diferencia profética”. obsesivamente preocupados por nuestra identidad como grupo (formas exteriores), hemos perdido el flo proféti- co-que, precisamente, podria marcar la “diferencia” evangéli ca, razén de ser de nuestra vocacién. Una larga serie de propuestas abortadas ‘Sin embargo no hemos ahorrado esfuerz0s para inyectar eenergias espirituales en nuestra Vida Consagrada. Ya habla mos de la inversién considerable en la formactén. En vez de fomentar una nueva cultura comunitaria, esta pista, al conta fio, ha propiciado la aparici6n de una mentalidad competitiva y teivindicativa que diluyé lo comunitario en los Impasses de las exigencias individuals. CCudnta plata y energia paciente invertidas en el acompatia rmiento psicolégico de jévenes religiosos y religiosas llegados 4 nuestras comunidades infinitamente mas heridos que en el pasado, Estas terapias intensivas han dado bellos resultados hhumanos pero, muchas veces también, han desembocado en la toma de conciencia, sana por cierto, de una incompatbili- dad con la vida comunitaria Se hablé de inculturacién, de refundacién, de opcién por los pabres, etc. Pero no nos hemos percatado que nuestros hermanos y hermanas j6venes, impregnados de los valores postmadernos, buscaban otra cosa. En los pafses seculariza- dos del Norte, la propuesta de la Vida Religiosa perdi6 hace tiempo su pertinencia, ¥ en (os paises de Cristiandad del Sur, las vocaciones, viniendo todas de la extrema pobreza, tienen bastante dificultad en hacerse de los caminos del evangelio. Conclusién: como decta hace poco el aforado cardenal Marti- fi, “hablamas un lenguaje obsoleto, incomprensible y no mo tivador", Si esta falta de pertinencia fuera el signo de nuestro profetismo inconfortable y contra cultural, se trataria de una Dendicion. Pero, casi siempre, se trata de todo lo contraria, {Qué futuro? Hay que reconacerlo: estamos al pie de la muralta, Ningu ha receta humana puede salvarnos ya. Nos encontramos ante tun desaffo radicalmente pascual, practicamente apocaliptico: morir para resucitar. Estoy convencido de que un estilo de ‘Vida Religiosa histricamente marcado por los valores burgue- ses occidentales esté agonizando. No es reorganizando, rees- tructurando y agrupando que volveremos a encontrar nuestra alma perdida. Ain si estos esfuerzos son necesarios (para prever los gastos del entierro!), no podran salvarnos de nin guna manera, Hay que volver a la l6gica pascual de minora, ‘marginalidad e ineficacia aparente (perder para ganar, como dice el evangelio) Para este fin, es necesario renunciar a las, \gicas del pasado, que sean pre o postconciliares. EI desafio principal es el retomno a “Jestis solo”, como lo afirma San Marcos en conclusion de la transfiguracion. Sin el “acontecimiento Jess", su surgimiento escandaloso y per turbador en nuestras vidas comunitarias y personales, todos ruestros esfuerz0s serén vanos. atin Hay que volver a la experiencia fundadora del discjpulo Y de la discipula. Nos toca privilegiar la creacién de espacios ‘que hagan posible y atractivo la experiencia mistica, tanto para nosotros mismos como para los que se nos acercan. Todo fo que no lleva al encuentro con jest, en nuestra vida comunitaria, nuestra formacién, nuestras terapias, nues: tra pastoral, nuestra misi6n o nuestra oracién, no desembo: cata en nada. ¥ sigo creyendo firmemente que este encuentro es todavia actual, no importan los contextos donde se realiza Por supuesto, en el marco profético de una Vida Religiosa digna de este nombre, tal propuesta no atraerd las masas y no sera fuente de prestgio. Todo lo contrario: en la perspectiva pascual, desembocaré forzosamente en la cruz. Pero tal es et {nico camino de futuro para nosotros. Todo el resto ya esté condenado de antemano por la evolucién fulgurante de las, ‘mentalidades Solo el contraste evangétic tiene alguna posibi lidad de atraes, aunque se trate de infimas minorias, Una nueva praxis pascual Nos toca reconacetto: nuestra laudable preocupactén con- Ciliar de hundimiento en el mundo nos ha llevado, impercept- blemente, a una forma de mimetismo respecto alos “valores” y formas de vida burguesas occidentales. Aun cuando nues tra misién y nuestro carisma nos envian hacia los margenes, huestras mentalidades se han enraizado sélidamente en el corazin de la burguesia, Si no tenemos el coraje de volver a cuestionar este dogma, corremos el riesgo de diluirnos en la ‘masa anénima, punto de vista carismatico y profético, tanto como en el plano Fn por si mismas, sin seducci6n barata, Para atraer hay que ser atrayente. Si Dios nos necesita (lo que me atrevo a pensar) El sabré cémo dar vida nueva a nuestrasinstituciones. ¥ si he ‘mos dejado de serle iil bajo la forma ala que nos aferramos, «para que sobrevivr indefinidamente en la fata de sentido? Por otra parte, aprovecharfa esta dieta de abstinencia vo- «acional para ios al encuentro de un mundo que se nos ha ‘elt enigmético y por el cual nos hemos welto enigmaticos Como to sugiere el documento final de la conferencia de Apa Fecida, es urgente tomar el bast6n del peregrino para escu: char los nuevos lenguajes, las nuevas inquietudes. Nos toca desaprender el lenguaje incomprensible que habla- mos y las respuestas prefabrcadas a preguntas que ya nadie se hace. Es tiempo de renunciar a nuestras expicaciones y de lisponernos a acompafiar en la escucha, la compasién y la so aridad, a los “hijos e hijas de Dios” dispersos de este tiempo. Finalmente, en estos tiempos pascuales, la priridad de las prioridades se ubica del lado de la contemplaci6n, del retorno al silencio interior y a la escucha espiritual. Reanudar con la experiencia fundadora de Jesucristo, plantando nuestra tienda ten medio de los pobres, las victimas del egoisma humano. Este es un tiempo favorable ‘Todo lo anterior puede parecer pesimista. Nolo creo. Este el tiempo de la fe desnuda, un tiempo verdaderamente favorable para quien sabe acogerto En esta perspectiva, me parece que la situaci6n limite por la que pasa la Vida Religiosa europea y norteamericana es Providencial. En dichos patses, la descrstianizacion es galo pante, lo cual nos marginaliza cada vez mas de la corriente ‘mayoritaria de la cultura. Reencontramos asi forzosamente nuestra personalidad de frontera contracultural Paradéjicamente, mis encuentros con comunidades de Eu- topa y Norteamérica me confortan en la esperanza. Esos her- manos y hermanas se ven conffontados a una muerte cercana ¥ rapida. Refiriéndonos solo al promedio de edades, las esta disticas son de una fra crueldad. Dicha coyuntura podria ser rmativo de desesperacién, de escepticismo 0 de simple nos: talgia La realidad es muy diferente. En su humilde conciencia de un fin cercano de sus estructuras, esos grupos se atreven todavia a sofiar no con nostalgia del pasado sino con el opt ‘mismo liberador de os humildes comienzos. Con el testimonio, fentraiable de una compasion atenta y llena de temnura hacia ‘sus numerosos miembros en final de vida, esas comunidades se atreven, sin embargo, a imaginar una Vida Religiosa radical mente diferente de lo que esta desapareciendo, ‘Acaso algunas congregaciones estén tentadas de imaginar ‘su sobrevivencia de manera ilusoria,invirtiendo sus esperan: 2as en supuestas vocaciones venidas del Sur (Africa, Asia 0 ‘América Latina). Esta l6gica me parece demasiado humana para ser de Dios. (ios sectores de la Iglesia, impregnados por una ideolo- fa triunfalista y clerical, piensan que la Vida Religiosa ya no fs necesaria y que pronto se vera favorablemente remplaza: {da por el florecimiento de nuevos movimientos comunitaros, muchas veces francamente ultraconservadores. No niego que pueda existir en este florecimiento signos auténticos del Es- piritu y verdaderas propuestas comunitarias alternativas que ros interpelan. Pero, generalmente, se trata de vocaciones muy diferentes del carisma propio de la Vida Religiosa. eta um Enel pasado reciente, Roma dio la impresion de privlegiar esta opcién y de insistir para que las congregaciones religio- a8 vuelvan al “buen tiempo” de antes del Vaticano Il Esta era, clertamente, la intencin de la intervencién apostélica en Estados Unidos. Felizmente, los nuevos aires inspirados por Francisco han logrado cambiar totalmente el sentido de esta visita, En cambio, desde “el continente de la esperanza”, como ingenuamente se llama a América Latina, sospecho que la Vida Religiosa latinoamericana debe todavia atravesar por las, crisis que su hermana del Norte superé desde mucho tiempo. Enel Sur, en efecto, persist lailusién que el deterioro es todavia reversible. Et prestigio y el poder de las congregacio nes nos prometerfan todavia una larga bonanza, Esta iusién se fia, erréneamente, de la solide a largo plazo de las estruc: tras de Cristiandad en la sociedad latinoamericana. on toda evidencia se trata de un proyecto perverso sin futuro. Dentro de menos de veinte afios, probablemente, los palses del Sur alcanzaran y quizés superarin a sus mayores ddl Norte en los procesos de secularizacion y de indiferencia religiosa. E| movimiento es ya muy visible, con el fanatismo anticerical tipico de los paises sometidos largo tiempo a la hegemonia eclesiastica (veamos Espafa, tala, anda etc) Pero yacaso la fe no empieza a cobrar sentido precisamente cuando se derrumban las creencias ingenuas? En este camino de conversién, sospecho que nuestros mayores del Norte, especialmente las mujeres, nos llevan la delantera y seran pronto nuestros maestras en conwersin cevangélica, fermento en la masa del mundo contemporéneo, II é€xiste un futuro para la Vida Consagrada?> Durante muchos aos, desde el Concitio Vaticano ila Vida Cconsagrada, dentro de todo el movimiento de aggiornamien- to eclesial, dedicé inmensos esfuerzos a su tenovacién, muy particularmente en América Latina. Sin embargo, esta valiente conversién na produjo los frutos esperados. Hoy en dia, nues- tras comunidades envejecidas, con escaso relevo y atravesan ddo por una crisis de conflanza interna profunda, se plantean tuna serie de graves preguntas. la primera es un enorme “jPor que?”. La segunda podria ser: “;Qué nos espera. No preten do dar recetas-milagro para responder a estos interrogantes, sino proponer algunas claves hermenéuticas para interpretar {a coyuntura que vivimos, y, sobre todo, abrir algunas pistas prometedoras de esperanza alternativa Antes de emprender un itinerario més detenido al interior de la densa problemética que enfrentamos, quiero, primero, Fetomar las dos preguntas de manera general y ampliarias con ‘otras que, ojala, permitan proyectar alguna luz nueva sobre ruestras preocupaciones. ama us 22 ‘Ala cuesti6n del ";Por qué? aportaria aqui algunos ele- Imentos mas. Por cierto, existen conacidos motives internos ‘que explican nuestro progresivo declive. Las he sefalado ‘muchas veces en el pasado. Estos conciemnen a nuestra in consciente clericalizacién, nuestra asuncién implicita de los valores burgueses, nuestra inconsistencia maral y el empo brecimiento de nuestra vida espiritual y de fe. No conviene Fepetir estas quejas, con el riesgo de desanimarnos. En cambio, me parece hoy que existe un reto global, mas alld de las diversas explicaciones. Creo que hemos emprendi: do todas estas reformas sin percatarnos que el planeta religio so en el cual nos moviamos habia cambiado y estaba, incluso, desapareciendo, Todo se dio como si se tratara simplemente de cambiar de acttudes y de formas, con la conviccién que el piso social, cultural, religioso hist6rico en el cual nos movia ‘mos segufa constante El despertar actual es doloroso. Nos han cambiado el pla- neta y su mapa y, en ellos, hacemos las veces de marcianos recién aterrizados, sin saber cma movernos adecuadamente €en el contexto postmoderno, postreligional. | mundo se ma neja, ya no a partir de nuestras 6gicas, sino desde los Nuevos Paradigmas, Este despertar no concierne solo nuestra buena voluntad moral y espiritual. Implica una transformacién men tal radical, una muerte y resurreccién mucho mas costosas, {ue las anteriores reformas, ‘la luz de esta constatacién, la segunda pregunta sobre ruestro futuro cobra una dimensién muchisimo mas interpe- ladora. La cuestién es doble: Podremos vivir el proceso de cri- {ein et neg ee, ag sme abt silidareligiosa y cultural exigido por los nuevos tiempos? La respuesta depende de una segunda pregunta: jLa vida Consa: agrada tiene sentido en este nuevo contexto y a qué condicién? No soy profeta y no tengo las respuestas en mi bolsillo. Pero, como consagrados y consagradas, se supone que somos fexpertos en apostar por lo imposible. Tal es el sentido de ruestros votes. Por lo tanto, opto, en estas paginas, por la puesta de la fe y desde esta apuesta abordo mi propuesta en las paginas que siguen. lo Gnico que sé es que la politica del avestruz es un sul cidlo, Dedicarnos a los remanentes de Cristiandad que subsis ten en nuestro continente, aunque por poco tiempo, es una ingenuidad culpable. Dios esta siempre delante, es decir en lo real, y no atrds, en la ilusion y las nostalgias. Es el tiempo del coraje y dela fe. las diferentes dimensiones de una crisis global Conforme a mi invitacién, propongo interrogar este mo- ‘mento crtico como un “Kalrés*, es decir una oportunidad pro- fética de reencontrarnas con nosotros mismos. Una crisis sociol6gica ‘Aunque sea el aspecto més superficial, un simple sin toma externo de nuestras verdaderas dificultades actuales, nos detenemos a menudo en el nivel sociolégico de nuestra Crisis, En efecto, ain si nuestras instituciones parecen poder reflorecer en ciertas partes del mundo, como Africa o ciertos paises religiosamente emergentes de Asia (como Corea 0 Te Gem 25 Vietnam) no podemos negar un inexorable movimiento de envejecimiento de nuestras comunidades y una “falta” de ‘eclutamiento que parecen poner en riesgo el mantenimien. to de nuestras obras. Tal angustia “sociolgica”refleja, a mi parecer, una doble falta de vision, La mas grave concierne nuestra fe. Enel fondo, Feducimos la accién del Espiritu alas cifras. Si estas son hu: Manamente desfavorables, nos invade el sentimiento de una ‘muerte cercana, absurda, sin abrinos al llamado a escuchar, desde all, fa novedad del evangelio en nuestro hoy. Dicha falta de fe nos leva también a cultivar una nostalgia del pasado. Solo nos justficaria, de cierta manera, el statu ‘quo y todo lo que to conforta, Asi, el auge de vocaciones en las Iglesia j6venes se expresa, en no pocas oportunidades, dde manera muy clésica y hasta conservadora. j£5 tan cierto ue Aftica 0 Corea salvaran la Vida Consagrada? La respuesta No es evidente de cara a la transformaci6n répida y universal del mundo y de las mentalidades. Sin despreciar estas alter nativas, jacaso no contribuirian también a postergar nuestra lurgente y fundamental transformacién? Definitivamente, la ‘medida sociolégica, mirada exclusivamente desde dentro y on perspectivas continuistas y conservadoras, no es un buen riterio de aiscernimiento. Solo nos puede servir si las cifras os abren a una lectura nueva de nuestras presencias en el ‘mundo y la Iglesia y a sus nuevas interpelaciones. Una crisis carismética EL papa Francisco denuncia muchas veces el clericalismo ‘como un pecado de la Iglesia. Esta afirmacién es doblemente cierta para la Vida Consagrada, propiamente laica por carisma, y llamada a render la poi del Pueblo de Oios en a tvangezactn. sin embargo, desde demasiado tempo, y es peclamente en améa Latina, esta autoimageny esta Strocompresion se an wea cals, tat en nuesto propio nconscente como ene imaginario del pueblo cistia " En esta linea, nuestra vida carismatica se reduce al que- acer de estas congegatnesyfamiaselgosas. af Geldad al carsma se mide pot la efaciainsituconl de estas aba, Ta desviacin lvl de nuestro carsma, a su vez, nos leva ura paca compa, Sel arma se cofundecon tl qucacerespectc de veto po, Ns Uge més con: Senter alos eandatos, ono alos beneidaras, de que les Somos indispenables, en vez de pillar la cimenstn tes Sori de muestra, Perdemon devi, de eta manera tl verdadero fundamen protic del carisma comén de la Mia Consagrada, por el cul estos uehacers especies, Slemore segundos, cabran sentido na crisis de sentido y de fe Los desplazamientos sefialados en los parrafos anteriores, explican porque, finalmente, sentimos tantos sinsabores y ‘como una pérdida creciente de ilusion y de sentido, AI privile- iar lo mas exterior de nuestra misién y de nuestra vocacién, huestra vida espiitual y nuestra fe se han vuelto, muchas veces, rutinarias y poco creativas. La vivencia de los votes, en particular, no puede alimen: tase y sustentarse con el prestigio y la seguridad de las cifras ni del quetiacer competitivo y clerical. Reavivar la dimensién ath Gem -27 profética y escatolégica de nuestra vocacién implica necesa riamente un volver a la centralidad de la oracién y de la vida mista. El fundamento de los votos es esencialmente mistico, antes que propiamente carismético, al menos en el sentido “utiltarista® denunciado mas arriba Sobre esta falta de sentido se articulan las diferentes crisis morales que atravesamos en el plano de la sexualidad, del oder o del manejo de la propiedad y de las bienes materia- les, Nuestras fallas morales se enrafzan en nuestra confusién mistca La crisis como revelacién El andlisis que realizamos aqut no es un lamento. Todos los profetas de Israel y de la Iglesia surgieron en momentos. ‘como los nuestros, cuando las antiguas recetas se habian ago {ado y que el statu quo ya se habla vuelto inviable. Estamos en una coyuntura profética que nos invita a le vantar la mirada, para realizar una lectura escatolégica del ‘momento. Como lo sefialaba més arriba, el planeta y su mapa han cambiado. El agotamiento de nuestros antiguos recursos es la gran oportunidad para acoger las nuevas consciencias ue surgen en este cambio de época, Todas nuestras fun- daciones encontraron su terrufio en la intima conviccién de tener que dar testimonio para un tiempo nuevo. Por lo contrario, nuestras decadenclas y extinciones, a lo largo de la Historia, se han dado siempre en momentos de grandes transformaciones que ponian en tela de juicio nues. tras précticas y privilegios adquiridos. Momentos que no su pimos acoger como un llamado de parte de Dias, De nuestra respuesta, de nuestra acogida 0 no, en este momento tan huevo, depende nuestra muerte o nuestro renacer, la teologia de la Vida Consagrada, desde hace unos atios, ros invita a la audacia de nuevas exploraciones, tanto desde ‘América Latina como desde el Norte. Mucho se habla de los Nuevos Paradigmas’ como de una urgente invtacién a recrear ruestros lenguafes y estilos. En el mismo movimiento, algunos nos empujan a invest {gar fo que implica el mundo “postrrligional” de hoy para la Vida Consagradat. Otros, y sobre todo otras, exploran los retos de la concencia evolutiva en conexién con las grandes teorias del Universo y de la Vida. : ‘Algunos sectores han empezado a trabajar una teologia specifica de la sexualidad con todos los desafios de esta importante dimensién de fo humano? en el contexto postmo derno, i ‘besde América del Norte, mujeres religiosas tedlogas, como Ela Delioo Elizabeth Johnson, indagan mas en los espacios de las conciencias evolutivas y de una nueva eco-teolog Todas estas pistas, por lo provisional que puedan parecer fen este momento, no deben ser descartadas en nombre de tna fideidad conservadora a concepclones, cosmovisiones y hasta teovisiones obsoletas. Es la hora de la escucha. Como e! ‘eseriba evangélico, la Vida Consagrada esta llamada a explo rat, en Su tesoro, lo viejo y lo nuevo. 5 ps Mr ky Bape enes = Cir nun pomtona perro. Ropu de WOT Con elgia Pere oe Tat cum 29 La Vida Consagrada, bisagra entre Cristianismo y Cristiandad £1 Cristianismo no es una religbn, ests nunca quiso salir el Judafsmo para inaugurar otro sistema de referencia reli- siosa. En este sentido, sin ser ni antl, ni arceligios, la Iglesia. Drimitiva tiene otras prioridades, mas ala del culto 0 del dis curso doctrinal y normativo. Nos atrevemos a decir que, en su fundamento, el Cristianismo es “suprareligioso”. E| anuncio el Reino no es propiamente religioso y sus desenvolvimien- tos postpascuales haran de la iglesia un espacio propiamente Intereligioso. Un humanismo cristiano No es por casualidad que el Gnico titulo mesiénico que, al parecer, Jess escogi6 para si mismo, es Hijo del Hombre Detrds de esta expresin misteriosa, a la vez historica y esca tol6gica’, el Reino se nos presenta como una gran utopia de ‘nueva humanidad. E Cristianismo es, ante todo, un Humanis. mo a la manera de Dios. Esta propuesta de ser divinamente humanos se expresa de miltiples maneras en el Nuevo Testamento. Solo en la hu: ‘manidad de jestis podemos conocer al Padre, como se le ad vierte a Felipe. solo en la precariedad de los pobres se puede setvir a Dios nos dice Mateo 25. La Samaritana de luan 4, por Su parte, experimenta la nueva trascendencla del Sinai en un hombre sediento y cansado, sentado al borde del pozo. Las nuevas relaciones humanas son la gran tarea de la Iglesia, Este es su razén de ser y su carisma por excelencia, Iglesia, escuela de humanidad Nueva: tal es la intuicién de Jesis al reunir entorna a El hombres y mujeres sencillos y de hhorizantes diversos. La comunidad: prototipo revolucionario La Iglesia instaurada por Jests no es un objetivo en si. Es el prototipo y el taller de estas nuevas relaciones, la inaugu: racién revolucionaria de un mundo diferente. En esta comu nidad det Reino, las jerarquias y sus ideologias legitimadoras se voltean, El maestro se hace servidor, en vista a instaurar una repd blica de amigos donde no haya mas esclavos ni maestros. El nfo y la mujer pasan del margen infrahumano donde los co: locaba la sociedad patrarcal, al centro de la nueva sociedad. EL pecador, el extranjero y todos los excluidos cohabitan en tun nuevo espacio plural donde los absolutos religiosos, como ‘el sfbado y las notmas de pureza, pasan a un segundo plano, totalmente dependiente del crterio de humanidad del Reino. De la tentacién a (a traicién religiosa del Cristianismo: {a Cristiandad La tentacién de hacer de la iglesia una nueva religion esta en germen desde los origenes. Santiago y Juan ya se preocu paban de las fronteras entre miembros y no miembros del grupo. E afn de jerarqufa es omnipresente hasta en la ditima cena, La dificultad de acoger la libertad evangélica se mani- fiesta en tematicas muy precisas como los ricos, el divorcio, Teen cum 91 los nifos, las mujeres etc. €l debate religioso entre discipulos ¢ casi permanente. Esta tentacién de recuperacién encontrard su punto de tension mas algido en el concilio de Jerusalén, donde Pablo y Bernabé se enfrentan con el ala judaizante de la comunidad de Jerusalén sobre asuntos legates y rituals tipicamentereli- ‘losos. En esta oportunidad la profecia y la libertad cristanas ‘ganaran la batalla, Sin embargo, ya en la segunda generaci6n, con las cartas ppastorales a Timoteo y Tito, la tentacin religiosa cobrara su Fevancha. Las prioridades de la comunidad se desplazan suti ‘mente hacia categorias netamente religiosas la persecucién de la iglesia primitiva, tanto de parte del ‘templo como de la religién imperial romana, fue, en un primer tiempo, a oportunidad de asentar en el testimonio del mario el cardcter suprareligoso del Cristianismo. Pero, muy pronto, cesta amenaza inspité una nueva actitud de los crstianos, Se trataba de conseguir espacio rligioso en el mundo helenistico Todo estaba maduro para el surgimiento de la Cristiandad con la oficiaizacién de la Iglesia como religion del Imperio, bajo Constantino. La traicion de la intuiclén humanista prim: tiva estaba consumada. El Crstianismo se habla vuelto Cris tiandad, es decir sistema religioso especiico. 1a Vida Consagrada como protesta del Reino En este contexto, surge la Vida Consagrada, con el inmen: 50 movimiento de ruptura mondstica. Desde la conviccién de que el Cristianismo es algo distinto de una simple religién etre otras, un grupo de laicos y laicas reivindican el caréc ter martvial y profético, suprarreligioso, de Cristianismo. De sn alguna manera, somos, desde entonces, el aguilén plantado en la came de la Iglesia cada vez que cae en la tentacién de olvidar el Reino y de privilegiar la institucin religiosa, ‘Alo largo de la Historia de la Iglesia, ls religiosos y las re ligiosas recuerdan dolorosamente a la iglesia su fundamento de origen. Las formas que toma su protesta varfan en funci6n de las expresiones que asumen los desvios religisos del sis tema de Crstiandad a lo largo del tiempo. Esta constatacién nos permite afirmar que la iglesia ne- cesitaré siempre de este aguijon hasta que la Crstiandad se ‘ransfigure definitivamente en el Reino, al fin de los tiempos. Pero Jesiss ya se preocupaba de ver la sal perder su sabor y la luz escondida. Sila propia Vida Consagrada se clericaliza y se vuelve la aristocracia del sistema religioso de Crstiandad, traicionamas nuestra lamado propio. El futuro pascual de la Vida Consagrada la oportuna crisis de clericalismo que atraviesa nuestra Iglesia es una poderosa invitacién a volver a nuestros orige nes suprarreligionales, al humanismo cristiano fundadot. En este proceso de retoino, la Vida Consagrada puede y debe jugar-un papel esencial. Pera solo lo podra hacer si acepta ddespojarse de sus propias cadenas clercales. Recrear los votos la Intuicén que se plasmé, poco a poco en la teologia de los votos, tenia que ver con el espiitu de ruptura. Pero, con el tiempo, la mutacién de la Cristiandad y la cericalizacion de la Vida Consagrada, llegaron a expresar prdcticamente lo contraro othe cum 39| Es indispensable volver a darles a las votos su sabor pi imitivo de brecha y de protesta, En el caso nuestio, se trata "4, primero, de una ruptura con nosotros mismos y nuestras derivas institucionales. La protesta concierne nuestra propia traicién del humanismo de Dios, del Reino, del genio protético y supra-eligional del evangelio Tal “Fecreacin” de los votos serd un acto heroico y volunta Fio de conversion histérica, Tene que ver con la coyuntura pos- trreligional en la cual nos encontramos en esta nueva cultura Reformular los votos en categorias no clericales, nos va a costar. Exige silencio, una desapropiacién de a prior! in- conscientes, para debatimos, como los primeros monies, en la incertidumbre de una intuicién fundante sin formulacién satisfactoria. El desierto canénico es, probablemente, el teri= torio que deberemos atravesar para llegar al oasis del Reino ‘ue pueda expresarnos adecuadamente, Volver a la experiencia del discipulado la gran novedad, la gran sorpresa del evangelio, se expre- sa en a experiencia del discioulado. Desde la total ignorancia, tuna especie de no creencia de partida, os primeros auditores de Jestis se dejaron sorprender, seducity, para algunos, levar Por esta palabra diferent, estos gestos liberadores, esta uto- pia de una nueva humanidad. la Vida Consagrada participa de este acontecimiento, de este éxtasis, conversién y caminata espirtual que llamamos discipulado. Nuestro renacimiento pasa por los pies de os, Aiscipulos, caminando de sorpresa en sorpresa en el segui- mmiento de este inédito nazareno. Despojindonos de toda la carga ideol6gica acumulada por los siglos sobre nuestro modo de vida, es la hora de volver ‘a nuestra intemperie nativa en los caminos aventurados de Calilea y del mundo. Nuestra fe es, ante todo, un encuentro concreto y afectivo a la vez, una seduccién por una persona ‘mas que una adhesién a un mensaje. Es en el reencuentro on un discipulado némada que podremos también reanudar ‘nuestra misién de bisagra entre Iglesia y mundo. Lo que, en otras oportunidades, llamé una eclesiologia en tensién, a propésito de la Vida Religiosa®, se puede entender con las categorias del discipulado en los caminos del mundo. Desde ahi, se interpela a la Iglesia entera (por lo tanto, nosotros y nosotras mismos) sobre su fidelidad de discipula, asi como sabre su misién de formar discfoulos, como nos lo recuerda el documento de la Conferencia de Aparecida, Reconeiliar la experiencia carismatica con la mistica Aliniciar esta reflexin, denuncié una comprensién perver: sa de la dimensién carismatica de nuestra vocacion, centrada exclusivamente en la competitividad de nuestras quehaceres. El carisma se reduce, en este sentido, a una excelencia profe- sional mas o menos exclusiva Esta especializacin carismatica nos ha privado del carisma comin y fundador de la Vida Religiosa: la profecia, Nuestros quehaceres especializados, no son més que consecuencias, ‘expresiones, hasta dia pretextos y “pasatiempos” que, si no estan intimamente relacionados con la profecia, nos distraen de nosotros mismos. Al separar carisma y mistica, nuestra 16 Yer Simon Peto tage van in 0, ue Ge 36 oracién se vuelve rutinaria y chatamente cumplidora y nues: tra vida carismatica pierde su filo alternativo, El fundamento del carisma es, defintivamente, la expe- Fiencia mistica surgida del seguimiento apasionado de Jess. “ama y haz lo que quieras”, decia San Agustin, €1 amor mis tico es, a la vez, la fuente de la fecundidad carismatica y la egarantia del enraizamiento de nuestra vocacin en el terrufio de la fe de discipulos y discipulas. Mas urgente es reencontrarnos con nuestra carisma co- main que precisar lo que nos diferencia. La contemplacion es el espacio comin privilegiado donde nas reencontramos {todos y todas coma hermanos y hermanas, Somos todos y pr: mero contemplativos y contemplativas,testigos del encuentro fundante de Jesuctsto. Misién, escuela de di lo afirmado més ariba, a propésito del carisma, nos con: vence de la urgencia de replantear nuestra misién a la luz de! testimonio de discipulos y discfpulas. Mas alla det servicio a la humanidad y a ta Iglesia, cualquiera sea su calidad, su eficaca y su urgencia, la clave de toda misién es el “vengan y vean del cuarto evangelio y el concomitante “vean como se aman” de Tertuliano La cercanta del Reino Nuestro ministero es, ante todo, de presencia del Reino. Se trata de revelar la cercania det Reino, escondido misterio: samente en la Historia humana y en las relaciones, y hecho mas visible por la presencia de nuestras comunidades y su testimonio, ‘i este ministerio de presencia falta a nuestra mision, “puedo entregar mi cuerpo a las llamas", dice san Pablo, pero “esto na sirve para nada”, a la medida del Reino. Esta prio ‘dad implica privilegiar la pastoral del intercambio y de la comensalidad, la mesa donde se hace carne la paz compar- tida’’, No es que traigamos el Reino con nosotros y nosotras para entregarselo. Esta por descubri y revelar en medio de los hombres y mujeres de paz, cualquiera sea su situacion cultural, socal o relgiosa En el contexto actual, dos coyunturas nos urgen a despla- zar radicalmente nuestra mirada misionera, Primera, muchas de las tareas que asumimas en el pasado, como religiosos ¥ religiosas, son hoy responsabilidad de la sociedad civil y de los Estados. Educaci6n, Salud, etc. tlenen sus apéstoles, eficientes y convencidos en otros espacios, y no necesitan dde nosotros y nosotras. No quita que tengamos que estar Dresentes en estos espacios de otra manera, como testigas especificos de la profecia evangélica. Ministerio de la presen ia, una vez mas. Pero, la segunda dimensién de esta coyuntura es atin mas interpelante. Nuestra implicancia en la excelencia y la compe thividad profesional, supuestamente en nombre de nuestro carisma congregacional, no esta lejos de habernos rabado el alma, Muchos se preguntan zpara qué ser religiosos o religo sas para realizar lo que un laico podria asumir con tanta 0 mas competencia y conviccién cristiana que nosotros? Tene Gu -37 Un espacio de diélogo Urge releer nuestra misién no tanto como “servicio” sino como “oportunidad” para el mundo y la iglesia. No se trata ya de responder a necesidades, sino de abrir espacios de en: ‘uentro, escucha, oracién y didlogo sobre los grandes y nue: vos desaffos de esta sociedad, Desde el Cancilio, hemos intentado, con valenta, dialogar on nuestra realidad. Pero la propuesta va mas alla. Antes que dlialogar con el mundo, se trata de abrivleespacios de didlogo, de basqueda y construccién mancomunada de sentido con ottos y otras, Nadie, Noy, tiene las respuestas ni las recetas Pero podemos proponer y ofrecer nuestra tradicién y nuestro carisma como espacios abiertos de acogida de preguntas, a gustias, como laboratorios para ensayar una nueva humani- dad a la luz det evangetio, En este ministerio de hospitalidad simbélica, nuestra mar: ginalidad religiosa es una ventaja. No proponemos un discur- 0 prefabricado al que habria que adherir forzosamente. Se os devuelve asi a nuestra vocaci6n primitiva de buscadares yy buscadoras de Dios. Rehacer Ia experiencia del discipulado Si la Vida Religiosa es protesta del Reino en medio del ‘mundo y de la iglesia, nuestra misin primera, cualquiera sea ‘uestra sensibilidad carismatica particular, es proponer y pro- piciar una escuela de discipulos y discipulas Sie discipulado es la razén de ser de nuestros votos y de ruestra vida en comunidad, se vuelve, a su vez, razén de ser e hilo conductor de nuestra mision. En medio de la crisis dela sociedad y de la Iglesia, proponemos el reto de reemprender, con otros y otras, la caminata desde Cafarnatim hasta Jeru: salén y de Jerusalén hacia los confines culturales del mundo de hoy. so mismo es lo que las primeras generaciones cristianas llamaban el Kerigma, Se invitaba a compartir la asombrosa ‘experiencia de Jesucrsto, No se trataba de comunicar un dis ‘curso, un contenido al que adhert. El kerigma es contagio, ro propaganda. Si Jesucristo nos sedujo, nos convintié y nos convenci6, irradiaré, casi a pesar nuestro, en el entusiasmo comunicativo de nuestra propia resurreccién, Reanudar con esta misién original nos llevaré, por segu- fo, a una muerte y a una recreacién desde cero de nuestro lenguaje, de nuestros estilos y, ;porque no decirlo? de todo ruestro ser de religiosos y eligisas. Hay que morir para po der vivir, dice Juan. Esta es nuestra hora. ‘Existe, entonces, un futuro para la Vida Consagrada? A esta pregunta quiero afladirle otra: existe una Vida Consagra- da abierta, disponible a este futuro? ‘i somos el agulén en la carne de la Iglesia, esta siempre necesitara de nosotros y nosotras. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, zencontrard fe en el mundo? Si nos agarramos de nuestros reflejos y seguridades clericales, si no estamos dispuestos a soltar para arriesgar un retorno verdadero a lo ‘nuestro, otros y otras tomarsn nuestro lugar, como lo advierte Jestis en las pardbolas del Reino. El aguién de la Vida religiosa zacaso esta lo suficientemen: te aflado, 0 perdié su filo en la larga sucesion de nuesttos acomodamientos hist6ricos? Es el tiempo de aflar la punta para que pueda, de nuevo y a lo nuevo, atravesar la carne de {a Iglesia y nuestra propia care. auth Qu 39 Entre un futuro incierto y una memoria inacabada Abrir nuevas perspectivas hacia delante implica tambi releer,evaluar y hacer memoria, a la manera del escriba sabio del que habla Jesés, sacando de su tesoro lo nuevo y lo viejo. Perder la memoria es hipotecar el futuro y la novedad que os exige. Del dilema al debate: la etapa colonial En general, cuando se habla de teologia de la Vida Re ligiosa en América Latina, se suele empezar con el Conclio Vaticano Wi, la teologia de la Liberacién y la conferencia de Medellin (1968) De alguna manera, es cierto que, antes de estos hitos histéricos, no existe una verdadera y especifica teologia de la Vida Consagrada. Menos atin una teologia propiamente la tinoamericana. Hasta estas fechas, la Iglesia y los religiosos ¥ celgiosas de nuestro continente tenfan la mirada y el ofdo ‘exclusivamente dirgidos hacia Europa. Sin embargo, no me parece realista cultivar este complejo de Adin, olvidindonos de lo siglos coloniales en los que la Vida Religiosa desempelé un rol esencial en la construccién de la sociedad latinoamericana, Tampaco seria honesto oli dar la extraordinaria fecundidad misionera y fundacional de los siglos XIX y xx. No se trata solo de un indispensable recanacimiento hist Fico. Nos toca, sobre todo, mirar con sinceridad la sobreviven- cia de muchos rasgos nuestros heredados, para bien y para mal, de estas etapas de nuestras historias. En tantos aspec tos, somos todavia una iglesia y una Vida Religiosa colonial y “protorrepublicana”. Visitemas primero la época colonial. ta primera consta tacién conciesne la clara separaci6n entre ls religiosos y las religiosas. A los varones les cortesponde, desde los barcos de Colén, acompatiar muy de cerca el proceso colonizador. Las mujeres, por el contraria, como en Europa entonces, se ven.

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