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AFRICA

ME HACES FALTA
Aventura de un Voluntario
AFRICA
ME HACES FALTA
Aventura de un Voluntario

Hernán Cordero

Ediciones U.P.S.
Quito, 1998
AFRICA: Me haces falta
Aventura de un Voluntario
Hernán Cordero

1a. Edición Ediciones Universidad Politecnica Salesiana


Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson
Casilla 17-12-719
Telf: 562-633 / 506-217 / 506-251
Fax: (593 2) 506-255
Quito-Ecuador

Autoedición: Abya-Yala Editing


Quito-Euador

ISBN: 9978-04-418-3

Impresión: Sistema digital DocuTech U.P.S/XEROX

Quito, 1998
INDICE

Presentación … … … … … … … … … … … … … … … … … 5

Introducción … … … … … … … … … … … … … … … … … 7

¡Comenzó el voluntariado … … … … … … … … … … … … … 10

La despedida … … … … … … … … … … … … … … … … … 14

Un pasaje obligado … … … … … … … … … … … … … … … 16

Llega el día de pisar tierras africanas ……………………… 18

Kankan … … … … … … … … … … … … … … … … … … … 20

Mi primer trabajo ……………………………………… 23

Entrando en ambiente … … … … … … … … … … … … … … 25

Un desconocido … … … … … … … … … … … … … … … … 31

Mi primera novatada …………………………………… 34

Asuntos de trabajo … … … … … … … … … … … … … … … 36

Algunos diálogos interesantes … … … … … … … … … … … … 43

Un nombre propio … … … … … … … … … … … … … … … 57

Algunos viajes … … … … … … … … … … … … … … … … … 58

Escapadas … … … … … … … … … … … … … … … … … … 69

Con la moral baja ……………………………………… 78


4 / Hernán Cordero

Tercer años … … … … … … … … … … … … … … … … … … 87

Agosto del 93 … … … … … … … … … … … … … … … … … 88

Más personal a bordo …………………………………… 92

Problemas en la escuela … … … … … … … … … … … … … … 94

Viajes a la Africana … … … … … … … … … … … … … … … 101

Una marcha muy especial … … … … … … … … … … … … … 105

La comunidad … … … … … … … … … … … … … … … … … 110

Ideas, Pensamientos, oraciones ... … … … … … … … … … … 116

Llega la crisis … … … … … … … … … … … … … … … … … 121

El verdadero amor … … … … … … … … … … … … … … … 123

Muerte al elitismo … … … … … … … … … … … … … … … 133

¿Y después de la crisis? … … … … … … … … … … … … … … 135

No se puede crecer sin algunos fracasos … … … … … … … … 142

El hombre de calidad … … … … … … … … … … … … … … 160

Nos comemos el pastel … … … … … … … … … … … … … … 163

Propuesta … … … … … … … … … … … … … … … … … … 167
PRESENTACION

Antes de retomar el camino, rumbo a Guinea, Hernán me pasó la


copia de un diario que había venido escribiendo desde años, con apuntes,
impresiones, comentarios. Quería saber si valía la pena darle alguna
difusión.
Lo leí y me pareció que sí, valía la pena. Tanto el período “ecuatori-
ano” como el “africano” del recorrido de Hernán son estimulantes para
quienes están cansados de declamar sobre los problemas del mundo e
intentan dar un paso en la dirección de las soluciones.
Cuando, hace diez años, empezamos en Quito la Escuela de
Antropología, que después se incorporó a la Universidad Politécnica
Salesiana, la preocupación primordial fue la de ofrecer herramientas a las
personas que quieren trabajar con grupos de cultura diferente, sin conver-
tirse en colonizadores. Quien se encuentra en posición de poder y de pres-
tigio, casi inevitablemente quiere cambiar a los demás según sus esquemas
y fácilmente juzga e interviene sin antes escuchar, observar y aprender.
Todo esto Hernán lo intuyó sin haber hecho ningún curso de
antropología, sino en la libre escuela de los chicos de la calle, en Quito. Sus
apuntes revelan que el aprendizaje tuvo un precio muy alto y exactamente
por esto merecen ser conocidos, porque no hay otro camino para constru-
ir un mundo pluralista y democrático.
Hoy se habla hasta la saciedad de inculturación pero, si los lati-
noamericanos que van a acompañar a los pueblos de otros continentes en
su doloroso caminar, reproducen los esquemas de otros países y otras
épocas, no darán un aporte apreciable.
Espero que este diario se conozca y le pido a Hernán que, en los
momentos de receso que le permitirá su trabajo en Guinea, siga tomando
apuntes para enriquecernos con sus experiencias.

Juan Bottasso
Quito, Julio 1998
INTRODUCCION

...Esto que empiezo a escribir hoy, 10 de Marzo de 1991, lo hago moti-


vado por un impulso, algo me dice en mi interior que estas experiencias
que comienzo a vivir ahora, lo que pienso, lo que siento, etc, podrá servir-
me en el futuro para auto-evaluarme y darme cuenta de mi proceso de
adaptación aquí en Guinea - Africa. Estas líneas van a servirme también
para reir un poco ya que voy a escribir muchas anécdotas; también pensé
que alguien podría leerlas y animarse a trabajar como voluntario, eso sería
lo máximo!

¿Quién soy yo? ¡Vaya que pregunta! Yo soy el que soy. Pero para aquellos
que quieren tener una noción de mi persona: soy Hernán, para mis ami-
gos soy el flaco, tengo 24 años y soy mecánico industrial. Me encanta el es-
fuerzo físico, el deporte, el montañismo. Me gusta la música.

Tengo bastantes amigos por todas partes, la mayoría de ellos dicen


que soy un aventurero y que estoy loco. No sé si tienen razón, lo cierto es
que a veces si me he sentido un poco “rayado”.

En mi vida hasta ahora han sucedido un montón de cosas -como


que es un poquito acelerada- yo supongo que me pasan las cosas que le pa-
san a todos. Mi vida era bastante rutinaria y creo que también bastante
mediocre, con ciertas experiencias que han ido marcando mi personali-
dad, así por ejemplo, la muerte de mi madre cuando solo tenía 13 años. Es-
te hecho me obligó a defenderme solo en mis estudios ya que ella se preo-
cupaba de eso.

De la primaria me acuerdo muy pocas cosas, entre las cuales está


una caída desde el segundo piso de mi casa que me provocó la rotura del
brazo derecho. Como tenía 6 años, aprendí a escribir con la mano izquier-
da. Pero dos años más tarde tuve una pelea en la escuela y, en plena acción,
rodé las gradas de cemento con mi contrincante. Pedro, mi amigo, se rom-
8 / Hernán Cordero

pió la cabeza, y yo, el brazo izquierdo, así, en los seis meses que permane-
cí enyesado, aprendí a escribir nuevamente con la mano derecha.

También me acuerdo que yo quería ser médico desde muy pequeño,


me encantaba destripar las ranas y ratones para operarlos, claro está que
siempre morían después de mis intervenciones!

De todas formas yo era un buen estudiante y tuve pocos problemas


en la escuela. Cuando terminé sexto grado fui el mejor alumno de mi pro-
moción, esto me hizo merecedor de una beca para estudiar en el colegio
Técnico Salesiano de Cuenca.

Desde que entré en el colegio me metí a fondo en el deporte. Mis


mejores amigos eran siempre mis compañeros de equipo. Ya en segundo
curso ocurrió la muerte de mi mamá, aquel hecho dió un gran giro a mi
vida y a la de toda la familia. Un buen tiempo mi padre estuvo deprimido
y a nosotros los más pequeños (soy el séptimo de 8 hermanos) nos man-
tenían separados. La vida en casa cambió, se volvió más dura, teníamos
que cocinar, lavar los platos por turnos, ir al mercado, limpiar la casa y
arreglarnos solos en los estudios. En poco tiempo, todas estas tareas pasa-
ron a ser parte del paisaje cotidiano.

En tercer curso yo no quería continuar los estudios en el colegio téc-


nico, yo quería ser cirujano, me gustaba la medicina. Todos mis hermanos
me aconsejaban quedarme en el Técnico, me decían que un bachiller téc-
nico no tiene problemas para encontrar un buen trabajo; así lo hice, me
quedé en este colegio y ciertamente no me he arrepentido para nada de ser
mecánico industrial. Porsupuesto que más tarde he aprendido a poner in-
yecciones y a hacer pequeñas curaciones.

En el colegio siempre fui un buen estudiante tanto en calificaciones


como en relaciones con mis compañeros y fui 5 años presidente de curso;
jugué en la selección de báquet del colegio de primero a quinto curso.
Siempre llegaba tarde a casa porque me quedaba a jugar en el colegio.
Africa: me haces falta / 9

A los 16 años conocí el oriente ecuatoriano y una parte de la costa.


Recuerdo una caminata entre Sigsig y Gualaquiza en cuarto curso y del
trabajo de vacaciones realizado en zona shuar en quinto curso.

Las palabras como vocación o compromiso no significaban nada


para mí, simplemente me sentía bien de trabajar y compartir mi vida con
esa gente (los shuar), me gustaban los desafíos, la selva, aprender algo nue-
vo. Nunca estuve ligado a ningún movimiento de voluntarios de mi cole-
gio, solo supe que existía y quien lo dirigía pero no me sentí atraído.

En una de mis andanzas fui a dar a Quito. Estuve en San Patricio


con los chicos de la calle, ahí nos dieron posada una noche. Son imágenes
que no puedo olvidar: ver a los chicos jugar, bailar, trabajar...y yo que no
sabía que existían chicos de la calle. Fue después de conocer esta casa sale-
siana que sentí la inquietud de hacer algo por los demás, por esos jóvenes
que acababa de conocer. Algo más duradero que ir quince días de aventu-
ra al oriente.

Faltaban unos pocos meses para graduarme de mecánico, y alguien


me puso en la cabeza la idea de ser voluntario. Trabajé estas ideas por unas
semanas e intenté discutirlo con mi papá y mis hermanos, todos en casa
estuvieron en contra. Más quería yo hablar del asunto y era peor, por unos
días el ambiente se volvió insoportable, bastaba que me siente a la mesa y
los achaques comenzaban:... ¿pero que estás loco?

No pierdas tiempo, déjate de tonteras y anda a la Universidad. Qué


vas a estar ayudando a esos curas que tienen tanta plata”.

Con el título de bachiller en la mano fui a decirle a mi papá que yo


había decidido hacer un año de voluntariado. Papá no quizo saber nada de
“tonterías”, así que una tarde tomé mi mochila, la llené de ropa y salí de ca-
sa. Le dejé una nota a mi padre diciéndole que eso era lo que yo quería, que
no se preocupase por mi y que yo le escribiría.
10 / Hernán Cordero

Camino a Quito me sentía un traidor, lloré mucho, pero en el fon-


do estaba decidido a hacer esta experiencia.

Llegué muy temprano a la casa inspectorial de los salesianos, me


presenté con mi mochila y dije que estaba listo para ir de voluntario. El vi-
cario me respondió que debía esperar unos días, pero ello no era posible.
Le dije que yo no podía regresar a casa, no podía esperar, él tenía que ubi-
carme en algún lado.

***

¡Comenzó el voluntariado!

Fui a dar a San Patricio, era temporada de vacaciones. Luego de vol-


ver de un campamento en el Rucu Pichincha con unos quince chicos, atra-
vezamos a pié la ciudad con todos los implementos: grandes ollas, sogas,
machetes, etc, y, porsupuesto, estábamos sucios.

Era Domingo tarde, nos acercábamos de la parada de buses en el


partidero a Tumbaco. Los chicos me decían que tenían hambre y sed. Yo
cargaba únicamente el dinero para los pasajes y así se los hice saber. Bajo
la insistencia de muchos miembros del grupo, sometimos el asunto a vo-
tación democrática. Las opciones eran tomarnos unas gaseosas con pan y
pedir luego que nos lleven los carros particulares, o, partir en bus. Decidi-
mos lo primero, compar comida y arriesgarnos a “ir a dedo” hasta Cum-
bayá.

Ya en el partidero a Tumbaco pedíamos que nos llevaran, pero éra-


mos un grupo grande y nadie se detuvo. Creo que la pinta que teníamos
tampoco nos ayudaba mucho! Nadie nos llevó. Los chicos me dijeron que
estaban demasiado cansados para caminar las dos o tres horas que nos fal-
taban. ¿Qué hacer?
Africa: me haces falta / 11

Para los chicos fue muy fácil, ellos me dijeron la solución: “no nos
queda más que irnos de pavos en algún bus”. Yo nunca había viajado de pa-
vo.

Unos 6 chicos fueron los primeros en colgarse de un bus, con ollas,


cobijas, machetes y todo; más tarde siguió un segundo grupo. Mi indeci-
sión me dejó entre los últimos...al fin tuve que hacerlo. Después de todo
fue emocionante, nunca olvidaré esta primera experiencia.

Dado que soy chofer, un día acompañé a la trabajadora social se San


Patricio a Esmeraldas. Ibamos a la casa de Glader, un chico negro de unos
13 años. Nosotros esperábamos ponernos en contacto con su familia para
que ésta asumiera su responsabilidad en la formación del chico. El viaje
estuvo muy bien. Al llegar a Esmeraldas comenzamos a buscar la casa de la
familia de Glader, lo hicimos por los barrios bajos de la ciudad. Por fin di-
mos con el lugar. Solo cuando entramos en la casa nos dimos cuenta de
que se trataba de una casa de “mujeres solas”. Allí trabajaban la madre y
una hermana de Glader. Al entrar en la casa no hubo saludos ni acogida al-
guna. La mamá del chico se puso a gritar a todo pecho: “¿ Para qué regre-
saste?... ya sabes que aquí no hay puesto para ti, no puedo darte de comer”.

La trabajadora social quería hablar con la señora pero era imposi-


ble. Glader por su parte se quedó mudo, estático, y comenzó a llorar en si-
lencio. Yo me sentí tan mal, tan impotente que no hice sino abrazar a Gla-
der y llorar con él. Salimos de ese lugar y regresamos hasta Quito sin cru-
zar palabra.

Mi dormitorio estaba por un tiempo en el cuarto piso. Ahí estaba mi


habitación solamente. Los chicos dormían en el tercer piso, por eso yo no
tomaba muchas precauciones para asegurar la puerta, tampoco tenía co-
sas de valor. Una tarde al subir al cuarto constaté que: mis zapatos y $ 500
(U$ 2) habían desaparecido. Yo estaba furioso, era la primera vez en cua-
tro años que me robaban. La población de chicos de la institución era bas-
tante cambiante por lo que yo no tenía sospechas directas. Unos 15 días
más tarde, cuando yo había dejado pasar el asunto, se me acercó un chico
12 / Hernán Cordero

en el patio y me dijo a secas: “quiero que me disculpes por haberte roba-


do, yo fui quien se metió a tu cuarto, solo cogí lo que necesitaba, pero yo
te devolveré todo. Perdóname, yo quiero ser tu amigo”.

¡Me quedé desarmado! Después de esta conversación me hice de


uno de mis mejores amigos y me quedé sorprendido por la sinceridad de
éste joven.

Los jóvenes, sobre todo algunos de los más grandes, no son tan ama-
bles. Una mañana, en el taller, mientras estaba en la oficina, se armó una
bronca de esas buenas. Dos de los alumnos más corpulentos se enfrenta-
ban en la bodega; uno de ellos tenía una llave de pico en la mano, y el otro
un calibrador. Los demás alumnos, unos 12 chicos, habían hecho el ruedo
a los luchadores, más o menos como pasa en la calle. Al escuchar los gri-
tos, yo me acerqué para ver lo que pasaba. Intenté separarlos suavemente,
pero los puñetazos me cayeron también a mi. Al no poder convencerlos de
dejar la pelea, los empujé a los dos con todas mis fuerzas y los tres fuimos
a dar sobre una soldadora grande que se viró con nuestro peso y nos lasti-
mó a los tres. Finalmente, otras personas intervinieron.

Más tarde estuvimos en la dirección para tratar del asunto e impo-


ner las sanciones correspondientes. Lo interesente fue constatar que el más
lastimado era yo. Tenía la cabeza ensangrentada, la camiseta rota y llena de
sangre. Cuando fui a lavarme, me miré en el espejo, entonces no podía pa-
rar de reir. Nunca me había visto así, parecía un payaso; al mismo tiempo,
me daba lástima de mí mismo.

En fin, en San Patricio tuve tantas anécdotas que podría escribir un


libro entero. Me quedé en esa casa por seis años y medio y, aunque tuve
mis crisis, no me arrepentí para nada de trabajar por esos jóvenes a los que
considero mis hermanos.

Con el tiempo, las cosas cambiaron, sobre todo, cambié mi situación


de trabajo. No sé si la institución cambió o si más bien fue mi manera de
Africa: me haces falta / 13

ver las cosas la que cambió; el hecho es que me sentía cada vez peor, desi-
lusionado. Algunos días, cuando iba a trabajar, me sentía un número más
y no una persona, era un simple empleado, un mediocre trabajador. Eso
no podía seguir así, yo no soportaba más esa situación, por ello, empecé a
buscar alguna alternativa. Yo creo que estaba confundido con respecto a lo
que yo quería, pero, por lo menos sabía con certeza lo que no quería. No
tenía ninguna intención de quedarme en esas condiciones. No se trataba
de un problema económico pues mi sueldo me permitía ser un “próspero
soltero”.

Un buen día encontré a unos amigos, excompañeros estudiantes de


filosofía. Uno de ellos, Diego Clavijo, me informó de una posibilidad de ir
a trabajar al Africa como voluntario. Me pasó el boletín donde estaba toda
la información. Fue así que la idea quedó rondando en mi cabeza.

Luego de reflexionar durante casi seis meses, escribí una carta pre-
sentándome como candidato. Me había decidido por fin. Me decía a mi
mismo: “tú no tienes nada que perder”, esa era la filosofía que había apren-
dido de los chicos de la calle.

Hace unos meses aceptaron mi propuesta. ... Ahoras, estoy listo pa-
ra partir. Listo por el lado oficial, documentos y acuerdos, pero yo sé que
mi vida va a cambiar de alguna manera. Esta experiencia no es cualquier
cosa. Para mi significa empezar de nuevo un camino que no sé a donde me
conduce. Pienso en la realidad en la que voy a vivir: otras personas, otra
cultura, otra lengua, otra raza, otra religión...

En ciertos momentos de mi reflexión me siento sin fuerzas para ha-


cerlo, creo que no tengo las cualidades necesarias, me siento pequeño. So-
bre estos sentimientos he hablado con otros voluntarios, ya sé que no soy
el único en exprimentar estas cosas, pero no se me quita el miedo a lo des-
conocido. No tengo temor de las cosas o lugares nuevos, tampoco de las
personas; es más bien mi futuro incierto lo que me asusta.
14 / Hernán Cordero

Me doy ánimos a mí mismo. Las personas que me rodean no me


apoyan. La mayoría más bien especula, me elogian, me dan a entender que
es algo muy interesante, pero al final, tengo la sensación de que me ven co-
mo un bicho raro. El discurso me es familiar: “Estás perdiendo el tiempo”.
“Vas a perder un buen empleo”. “¿Por qué te vas si ya tienes, de cierta ma-
nera, el futuro asegurado?”.

***

La despedida

La primera despedida, cuando acabé el colegio y salí de casa, no fue


nada fácil. Dejar la familia fue un golpe duro. Pues, en esta segunda oca-
sión, también me es muy difícil la despedida. Después de éstos años traba-
jando aquí, los chicos se han vuelto mi familia. Ellos me preguntan: “¿ Por
qué te vas?”... y cuando trato de explicarles me faltan las palabras. Otros no
preguntan sino que afirman: “Tú ya no nos quieres, por eso te largas”. Con
lo que dicen los chicos me he sentido como un traidor, como el que aban-
dona a los suyos.

Las amistades y compañeros de trabajo no hacen sino preguntar y


preguntar, nadie me ha dado ánimos.

Cuando estoy solo pienso en el viaje, pienso también en las cosas


materiales que están en juego, intento comprender por qué mis compañe-
ros no comprenden mi opción.

Cuando era niño pasé algunas necesidades, cierto, pero talvez en lo


mínimo. Creo que en realidad lo indispensable nunca me faltó. Mi salida
al voluntariado a los 18 años si fue difícil en el aspecto material; claro que
a esa edad no se tiene casi nada, todo mi equipaje era ropa y entraba olga-
damente en mi mochila, pero las comodidades de mi casa no podían via-
Africa: me haces falta / 15

jar conmigo, y esos detalles a los que una persona se acostumbra hacen di-
fícil la adaptación a otro ambiente.

A los 24 años todo fue diferente. Si bien es cierto que durante el vo-
luntariado no adquirí nada, cuando fui empleado ahorré unos centavitos.
Durante períodos largos daba clases nocturnas de soldadura a más de
elaborar los textos de mecánica del programa de los chicos de la calle. To-
dos estos extras me permitieron instalarme bastante bien en mi vida de
soltero: un pequeño departamento, equipo de sonido, T.V., cocina, unos
muebles hechos por mí mismo, un montón de material de estudio como
libros y cosas para dibujar, equipo de montañismo (carpa, piquetas, mo-
chila), etc. Todas estas cosas estaban ahí y me habían costado bastante es-
fuerzo, pero no les había dado mi corazón; hasta hoy, una televisión para
mi no significa nada, no tiene gran valor. Así fue que regalé prácticamen-
te todas mis cosas a uno de mis compañeros de trabajo, a la señora que tra-
baja de cocinera en San Patricio, y, el equipo de montañismo, a los chicos
que me acompañaban a casi todos los campamentos.

Qué desprendimiento, que generosidad!... no fue así; hay algo que


me costó mucho dejar: mi adorada moto, una Yamaha 125 cross nueva. En
términos de ahorro es lo que más me ha costado comprar, pero eso no es
lo importante; ella era para mi: diversión, deporte, libertad, y hasta eva-
sión, si...todo eso, y mi corazón estaba pegado a ella. Me había dado una
vuelta al Ecuador (6000 km.), había ido a casi todos los nevados del norte
del país, recorrido las calles de la ciudad, etc. Cuando la vendí me dí cuen-
ta de cómo estaba amarrado a este bien material, tanto que cuando tenía
el dinero en mano, como que este no tenía valor, no representaba lo que
valía mi moto.

He empezado a poner más cuidado en las cosas, he comprendido


que algunas de ellas se te pegan, o más bien nosotros nos apegamos a ellas,
se vuelven indispensables en nuestra vida, como que se convierten en una
parte misma de la persona. Las cosas no tienen tanta importancia, me di-
go, lo que me pasó con la moto no volverá a suceder.
16 / Hernán Cordero

Finalmente en el aeropuerto se hace la última de las despedidas, es-


tán presentes Mássimo, Isabel, Eduardo y otros más; son solo nombres de
personas que aprecio mucho.

Los últimos momentos son increíbles, aunque yo estoy muy fresco,


hago una especie de flash de todo el tiempo trabajado con los chicos de la
calle, de mi vida transcurrida hasta hoy.

Me doy cuenta de mi situación, me veo partiendo a otro continen-


te, empezando una vida nueva, lo hago cargado una mochila con poca ro-
pa y unos papeles que me permiten movilizarme. Abrazos y deseos de bue-
na suerte... chao!

Ya en el avión es otra cosa, ese miedo de confrontar lo desconocido


reaparece, es una sensación rara, es como un deseo de volver atrás, de arre-
pentirme de lo que estoy haciendo. A ratos me parece estar soñando, mi
imaginación vuela pensando lo que pasará cuando termine este viaje.

***

Un pasaje obligado

Antes de llegar a Guinea que es mi destino final, debo hacer una es-
cala un poco larga, un mes en Francia. Este tiempo me permitirá aprender
el francés, idioma oficial en Guinea y tramitar la visa de entrada a ese país.
Quedarse en una gran ciudad como París suena muy interesante, la posi-
bilidad de conocer muchas cosas que en nuestro medio no están a nuestro
alcance, lugares, museos, aspectos técnicos, etc. Todo eso puede servir de
algo, pero pasa que yo no estaba predispuesto para ello, yo creía que iba di-
recto para Guinea, quedarme un mes aquí se me hace como estar atrapa-
do, encerrado, un mes me parece muy largo.
Africa: me haces falta / 17

La comunidad que me ha recibido está conformada por personas


muy gentiles, ellos hacen lo posible por darme todas las comodidades, son
meticulosos en el trato, en el hablar, “gente bien”... los más jóvenes bor-
dean los 60 años, son muy metódicos, puntuales para todo. Claro está que
en la casa reina el silencio y el orden y es ahí donde está mi problema, es
decir que el problema soy yo mismo, no estoy acostumbrado a un ambien-
te así, he vivido algunos años en el eterno ruido de los chicos de la calle,
entre música, deporte, y juegos. El silencio me cuesta, no sé permanecer
largo tiempo en él, me parece monótono, pesado.

Una monja me da clases de francés todas las tardes; ella es la perso-


na a la que me confío, con ella hablamos del presente y del pasado, pero
también del futuro. Ella conoce Africa e intenta explicarme a lo que voy,
me dice las cosas con cierta frialdad pero yo creo que ella es bastante rea-
lista. Los días se me hacen muy largos, no puedo sacar de mi cabeza las
imágenes de los chicos de San Patricio.

Después de unos días de estadía estoy muy pesimista; yo rechazo es-


ta realidad, no quiero estar aquí, me siento mal con la moda, el comodis-
mo de esta gente. Me siento indignado viendo la televisión: productos pa-
ra perros, peluquerías para perros, clínicas de estética...para perros, asegu-
radoras... para perros; parece que, a través de esa publicidad consumista
me están insultando directamente a mí. Un día le he dicho a sor Josefina
(mi profe de francés) que seguramente hay más perros en Francia que per-
sonas y que seguramente ellos tienen un nivel de vida más alto que el de
las personas.

Ella ha sacado un libro de un sacerdote que trabaja con las pandillas


juveniles, libro de un buen contenido social pero escrito con el vocabula-
rio de esos jóvenes que reclaman un cambio en esa sociedad. He aprendi-
do así las palabrotas en francés, mi profesora que tiene unos 60 años me
ha pedido que no avise a nadie lo que ella me enseña!
18 / Hernán Cordero

Y pensar que esta estadía tan pesada solo es el principio de mi vo-


luntariado, hasta parece un exámen que debo aprobar, un exámen de ma-
teria difícil y profesor exigente.

Pero la última semana las cosas cambian, estoy listo para partir, ten-
go los documentos necesarios y en regla, hasta el boleto de avión. Estoy tan
contento de salir de aquí que no sé como explicarlo; talvez es como salir de
la cárcel!

***

Llega el día de pisar tierras africanas

Hoy es el día de viaje, estoy listo antes de la hora. En el aeropuerto


ahora es diferente, no hago más revisiones del pasado, solo pienso en que
voy a llegar hoy mismo a Guinea y eso me basta para estar contento. Creo
que los padres que me acogieron deben estar contentos también, pues
aunque les daba una mano en todo lo que era necesario, yo no quería afei-
tarme y a ellos les molestaba mi imagen, me decían que parezco un guerri-
llero sudamericano...

En el avión la pasé muy bien, veía en el trayecto el desierto del Sa-


hara al atardecer, las tormentas eléctricas, el viento que transportaba nu-
bes de arena, más al sur una selva bastante densa que indica que nos apro-
ximamos a Conakry. Son 7 horas de vuelo, y finalmente llegamos. Desde
el aire se ve la gran ciudad mal iluminada, las luces amarillentas parecen
apagarse, se ven ligeramente algunas avenidas, los esteros y las orillas del
mar que rodean una buena parte de la ciudad; ciertamente no se ve tan bo-
nito el panorama, la ciudad parece un gran suburbio. El mismo aeropuer-
to está mal iluminado, las construcciones en mal estado.

Ya después del desembarque me dirijo a la salida, había llamado por


teléfono para que alguien venga a buscarme. Con las señales que había da-
Africa: me haces falta / 19

do no fue difícil que me identifiquen. En los puestos de revisión de pape-


les y equipajes todo es confusión, son los militares los que se desempeñan
como empleados en el aeropuerto. Me han pedido plata por todas partes y
como no he querido aflojar nada me he demorado bastante antes de salir.
Esos trámites y los 35 grados de temperatura que hacen me han puesto co-
mo aturdido. Francisco, el sacerdote que ha venido a recibirme, tiene sus
amistades aquí y se las arregla para que no me revisen el equipaje; evadir
la aduana aquí es normal. Después de salir de las instalaciones del aero-
puesrto me doy cuenta de que acabo de hacer mi primera contribución en
este país: al evitar el control de aduana he colaborado con la corrupción.
Vaya inicio de la misión! colaborar con un granito de arena en este edifi-
cio enorme de la corrupción. Me digo a mí mismo que soy un voluntario
que viene a ayudar para que no se den estas cosas, la próxima vez debo
pensarlo antes.

Llegamos a casa como a las 10 de la noche, la comunidad ha espera-


do mi llegada y me acogen con una cena, para mi esto es una fiesta. Sien-
to la diferencia entre llegar a París entre europeos y llegar a Guinea entre
latinos: tres mexicanos y un italiano que han vivido 30 años en Bolivia; el
ambiente es otro.

8:00 am del día siguiente. Salgo a la ciudad con Francisco. Como de-
bíamos hacer varias compras y dejar mis documentos para regularizarlos,
hemos circulado bastante por la ciudad. Un millón y medio de habitantes
en una ciudad llena de barrios pobres como casi todas las ciudades del ter-
cer mundo. La ciudad que tiene verdaderamente algunos servicios es muy
pequeña, unas cuantas manzanas de lindas villas llenas de los pocos blan-
cos que viven en Guinea. No hay agua, no hay luz, pocos teléfonos, calles
destruídas y tantas cosas que muestran externamente la pobreza de este
país claseado entre los 10 más pobres del planeta. Los libros y postales an-
tiguas muestran que Conakry era una de las ciudades más bonitas de Afri-
ca; originalmente era una isla separada de unos 300 metros del continen-
te, fue unida después a tierra firme con un paso por donde entran ahora
dos avenidas grandes. En este relleno se encuentra también el palacio del
20 / Hernán Cordero

pueblo donde sesiona la cámara de diputados. Allí además, está, de un bo-


nito parque.

El centro de la ciudad está invadido por completo de comerciantes


ambulantes, algo se debe vender para poder sobrevivir; la gran mayoría de
productos son importados pues Guinea tiene poquísima industria.

Por la tarde Francisco y yo preparamos el viaje al interior del país,


pues, mi trabajo está en Kankan, a unos 800 km. de la capital. En Conakry
se queda Luis Pedro, un voluntario mexicano que tiene un paludismo cró-
nico, él está amarillo, débil y delgado, necesita reponerse. Francisco me di-
ce: “no te asustarás, solo tiene paludismo, aquí en Africa todos tienen pa-
ludismo y te bautizarás pronto”.

***

Kankan

Hoy recorremos los 800 Km. desde la capital hasta Kankan. Solo una
tercera parte del trayecto tiene asfalto por lo que el viaje dura unas 15 ho-
ras. Yo mismo he conducido unas 10 horas, es algo que me encanta, sobre
todo si es mala la carretera. Físicamente ha sido duro, no hay salones para
comer, con suerte encontramos de venta pan con sardinas para almuerzo
y merienda, también el camino nos ha sacudido bastante. La compañía de
Francisco y el diálogo que hemos mantenido durante muchas horas nos
han permitido conocernos un poco y han hecho este viaje muy llevadero.

Llegamos a la comunidad de “Dabadougou” a las 10 de la noche, a


oscuras pues no hay corriente eléctrica. Con una linterna Francisco me ha
mostrado el cuarto donde dormiré. El me hace en broma un recibimiento
oficial y me dice: “cerrarás un ojo, no nos juzgarás mal”. Luego comprendí
por qué lo dijo; el cuarto estaba sucio, las sábanas rotas... pero, con lo can-
sado que estaba me quedé dormido profundamente.
Africa: me haces falta / 21

Por un momento me acordé de una de esas veces que había dormi-


do en la calle; era la fiesta de la Virgen del Quinche y yo fui con algunos jó-
venes a esta fiesta; luego de caminar toda la noche llegamos y no había un
lugar para acomodarnos así es que decidimos dormir en la acera. Dormí
tan bien!

Al día siguiente conozco a la comunidad que está trabajando aquí


en el “Centro de formación artesanal Don Bosco”, ellos son: el padre Fos-
ter, nicaragüense de unos 40 años; José, voluntario mexicano de 40 años
que se dedica a la construcción; Francisco, voluntario de unos 30 años,
electricista y Alain, un mestizo de unos 40 años que está en condición de
refugiado en Guinea y que ha cumplido un mes en esta comunidad.

Es día Lunes, por lo que la bienvenida ha sido más bien rápida, me


han dicho que espere hasta la noche para una sorpresa. Todos hemos ido
a los talleres después del desayuno, Francisco, el director quien es más co-
nocido aquí como Pancho me ha presentado con los profesores, alumnos,
algunos obreros que están reconstruyendo la escuela, con el guardián, etc.

He tenido la oportunidad de ver los talleres, el edificio mismo, las


máquinas, y me parece un desafío poner todo esto en orden; de las perso-
nas no digo nada, pues no las conozco y no sé hasta donde llegaré con ellas.

Al atardecer se ha celebrado una misa con las pocas personas que


asisten. En Dabadougou solo hay una familia cristiana, el resto de la pobla-
ción es musulmana; con ellos también he sido presentado, cuando yo he
hablado ha sido para felicitarles por los bonitos cantos de la misa y para
pedirles ayuda con mi francés todavía muy defectuoso.

Después de la misa nos reunimos para cenar, la sorpresa se hace pre-


sente, hasta hay cerveza, un verdadero banquete. También bromeamos so-
bre la realidad africana, alguien me dice: “cuidado con los tomacorrien-
tes”...(no hay electricidad), o “el teléfono está dañado”... (no hay teléfono),
“ para ir a la ciudad simplemente toma un taxi”... (no hay transportes), y
cosas de ese tipo; yo no había pensado mucho en las condiciones de vida
22 / Hernán Cordero
Africa: me haces falta / 23

y las comodidades que podría tener, no es lo más importante para mi, creo
que me acomodaré bien.

En la casa y la escuela todo se ve en desorden, todo es provisional.


Ciertamente la escuela está funcionando desde hace solo 6 meses y hay to-
davía muchas cosas botadas por todas partes, máquinas sin montar, mu-
ros en refacción, materiales de construcción por aquí y por allá, un verda-
dero relajo. Ahora ya sé que hay mucho trabajo que hacer y no solo en la
mecánica. He aprendido que como voluntario hay que estar dispuesto a lo
que venga como trabajo: chofer, albañil, granjero... . Esto es muy impor-
tante como punto de partida; no debo hacerme ilusiones sobre un trabajo
ideal que posiblemente no existe. Como en esta casa somos pocos en rela-
ción al trabajo que hay que hacer, seguramente tendré que ayudar en algu-
nas cosas, aunque estas no tengan mucho que ver con mi profesión.

***

Mi primer trabajo

Hoy es Miércoles, nada oficial sobre lo que haré se me ha dicho, se-


guramente trabajaré en la mecánica, ahí he dado una mano de gato en es-
tos tres días, por lo menos la bodega ha quedado bastante ordenada.

Hoy es Jueves, Pancho me lleva al pueblo que está a unos 200 me-
tros de nuestra casa. Ahí me presenta con un grupo de señores, la mayoría
son viejos. Pancho me deja con ellos. Uno de esos señores me lleva hasta
su casa y sacamos de uno de los cuartos una caja de herramientas, son unas
llaves viejas; luego él me dice que vamos a desmontar la bomba de agua del
pueblo para repararla. Es mi primera vez de reparar una bomba de agua,
con todo le doy una mano. Mientras trabajamos van llegando muchos ni-
ñitos que se ponen sobre todo a mi alrededor y me quedan mirando asom-
brados, algunos curiosos me tocan y luego corren. Hemos trabajado casi
toda la mañana, en realidad no ha sido tan difícil arreglar esta bomba, pe-
24 / Hernán Cordero

ro, al acabar de hacerlo, todos nos felicitamos; inaguramos la obra laván-


donos abundantemente.

Uno de los viejos me ofrece una nuez de Kola, un pequeño fruto ro-
jo bastante amargo; él me dice que si no estoy acostumbrado a masticarlo
me puede hacer mal, pues es una droga ligera que ayuda a apaciguar el
hambre. Yo la tomo y me la como igual, he comido tanta chatarra que no
creo que algo pueda hacerme mal.

Este fruto tiene un valor muy importante entre los africanos, al me-
nos entre los malinke. Ellos la utilizan para pactar o hacer un trato; así, por
ejemplo, cuando se oficializa un matrimonio, el joven novio debe entregar
al padre de la novia 10 kolas, así queda sellada la alianza entre las familias.
Entre los viejos es muy común su consumo, muchos de ellos traen siem-
pre una nuez en el bolsillo y se la ofrecen a aquel que es su amigo o con
quien piensan compartir algo importante; es, entonces, un signo de amis-
tad. Con la satisfacción de un trabajo bien logrado me despido de los pre-
sentes y regreso a casa.

Cuando me acuesto por la noche me quedo pensando en el trabajo


realizado; es mi primer trabajo y lo he realizado casi sin darme cuenta. No
hubo planificación pues no estaba dentro de mis cálculos; tampoco habían
los medios que se necesitaban, nos tuvimos que arreglar con unas llaves
viejas, y sin embargo habíamos realizado algo que para la gente del pueblo
es verdaderamente importante. Solo hay dos pozos de agua en todo el po-
blado de unas 1600 personas y nosotros hemos reparado uno de ellos. Yo
estoy contento de haber ayudado.

Pensando en este trabajo se me abren los ojos. Claro, he realizado al-


go que no estaba en mis planes pero es algo que necesita la gente. Enton-
ces me pongo a pensar: ¿cuántas veces en mi vida he realizado lo que yo
creo que los otros necesitan? talvez he sido asistencialista , siempre he vis-
to las necesidades desde mi posición, y hoy, por accidente me he adaptado
a una necesidad sin casi reflexionar en nada.
Africa: me haces falta / 25

Del pueblo me impresionó mucho el paisaje, la manera de construir


las casas circulares, la presencia de tantos niños jugando en la calle, las ca-
bras sueltas por todas partes.

Al ver a la gente vestida muy sencillamente me da la idea de pobre-


za, parece que no tienen nada; lo mismo las casitas cubiertas de paja... Ha
sido necesario que yo entre en una de las chozas para comprender que si
se techaran dichas chozas con planchas de zinc, el calor sería insoportable;
en este caso lo simple no es una cuestión de pobreza, talvez estoy acostum-
brado a relacionar simplicidad con pobreza. ¿Qué es la pobreza para mi?
Posiblemente la pobreza no es solo una cuestión material.

***

Entrando en el ambiente

El viaje desde Conakry hasta aquí me dejó una primera impresión


de pobreza y desorden la carretera en pésimo estado y la chatarra abando-
nada en las cunetas. Pancho me dice que los repuestos para los vehículos
son muy difíciles de conseguir y que un daño serio puede provocar el
abandono de los vehículos tal y como yo lo había visto a orillas de la ca-
rretera. También pusimos combustible en una ciudad, por supuesto, en el
mercado informal de la calle; los vendedores se amontonaron alrededor
nuestro, parecía que querían atacarnos.

Hoy Sábado se han ido a la capital Foster, Francisco y José, así que
quedamos solo tres personas en casa. Tengo la oportunidad de conocer un
poco más de cerca a Alain pues habitamos la misma casita. Conversamos
mucho aunque me cuesta todavía bastante el francés. Alain es un refugia-
do en nuestra comunidad, es cuñado del expresidente de Mali, país vecino
del norte. En Febrero (91), hace solo unos dos meses se dió un golpe de es-
tado en ese país, los golpistas atacaron a toda la familia del presidente, que-
maron sus bienes y mataron a los que pudieron. Alain logró escapar de una
26 / Hernán Cordero

de las bodegas que tenía en la ciudad tomando un taxi hasta la frontera con
Guinea. Ahí tomó otro taxi hasta Siguirí, una pequeña ciudad al norte del
país. Cansado de ser estafado por el chofer pidió que le llevaran a alguna
iglesia, es así que fue a dar en la casa de los salesianos. De ahí se ha venido
a Kankan. Alain me habla de su vida, el siente la urgencia de hacerlo. El es
un ingeniero que vive entre Europa y las grandes metrópolis africanas en
asuntos de negocios, comercio y construcción. El tiene solo 40 años pero
toda su vida no ha hecho sino correr detrás del dinero, unos días sin tener
nada que hacer lo ponen en crisis. Alain habla de manera muy despectiva
de los africanos, de los negros. Su madre es francesa y su padre un africa-
no, sin embargo, él no se siente para nada africano. Alain me dice cosas te-
rribles, él ha viajado mucho y odia a los africanos, para el son ladrones e
hipócritas, vagos y tontos, ignorantes, salvajes...

Yo le digo: “ya párale, déjame ver si lo que dices es cierto, por favor
no sigas”. Entonces, él me dice que nosotros somos unos locos, curas y vo-
luntarios pretendemos ayudar a estos salvajes. De todas formas él admite
que nuestra opción por lo menos le hace pensar, le interroga si en la vida
hay algo más que el dinero. Una noche, con unos tragos encima, Alain me
confiesa que le gustaría cambiar de vida pero que no sabe que hacer: “tal-
véz me compraré una casa en la playa, me dedicaré al deporte, visitaré a mi
hijo que ya tiene 15 años y me ocuparé mejor de él”... pero luego aparece
el dinero en el horizonte: “claro que tengo que recuperar primero mis 100
millones de francos franceses”.

Alain toma de vez en cuando unos wyskies y cuando se suelta en el


diálogo es imparable. A veces creo que va a llorar y tengo que consolarlo.
Otras veces llega casi a media noche y me despierta para charlar de su vi-
da. Todo esto me parece una comedia. El podría ser casi mi padre, sin em-
bargo, nos tratamos como amigos de la misma edad y, de vez en cuando,
tengo la sensación de ser su consejero, su sicólogo.

Hoy es Domingo. Por la tarde voy a la ciudad en compañía de algu-


nos alumnos y de Pancho, planeamos hacer un poco de deporte. Al co-
menzar el juego en la cancha de voley todos estamos muy contentos, yo no
Africa: me haces falta / 27

entiendo nada de lo que dicen en su lengua, ellos me hablan solo para ha-
cerme reclamos cuando dejo pasar un balón. Después siento que los jóve-
nes que hemos encontrado en la cancha de la ciudad me tratan con des-
precio, me dicen “tubabunin” (gringuito) a cada momento y, para ellos,
eso es ciertamente normal. Yo estoy molesto, no me gusta ese calificativo,
pero entiendo su comportamiento, un blanco en Africa negra no es sino el
símbolo del colonialismo, la explotación, el esclavismo; símbolo de opre-
sión que terminó oficialmente con la independencia hace solo 30 años, y
que continúa hoy, si, porque las grandes potencias como Francia, hacen en
estos países lo que les da la gana. Es una situación análoga a la de Améri-
ca Latina en donde vivimos ilusionados de nuestra libertad, de nuestra in-
dependencia, pero sabemos muy bien que los gringos hacen en nuestro
país lo que a ellos les parece.

Leí hace unos días un libro sobre la colonización en Congo; ahí fue-
ron los belgas los que llegaron a implantarse, a civilizar a los negros salva-
jes. En uno de los pasajes leí que los primeros colonos imponían unas ta-
sas de producción a los indígenas: cacao, café, y otros productos agrícolas
que tenían que ser entregadas por todos los hombres adultos de cada pue-
blo. Si la cuota determinada no era entregada, los administradores colo-
niales procedían a cortar los brazos de los nativos “vagos”. Los pueblos de
manos cortadas en Congo fueron muy numerosos; en Africa se perpetra-
ron crímenes abominables por parte de los “civilizados europeos”, por los
blancos, y por el momento yo soy identificado como un blanco, es una
cuestión de piel, de observación superficial: ¿Cómo no van a despreciarme?

Me explico muy bien que la gente me trate como a un perro cuan-


do me ven pasar por la calle, ellos no distinguen que soy un latinoameri-
cano, para ellos solo soy un asqueroso blanco. La dominación brutal no es
parte de la historia lejana (500 años) como en América Latina, aquí son so-
lo treinta años, una generación. El sometimiento y la explotación la sufrie-
ron los viejos que hoy encuentro en los pueblos, ellos les dicen a sus hijos
como es el hombre blanco; cuando los niños aprender a hablar, entre las
primeras palabras pronunciadas está tubabu o su diminutivo tubabunin.
28 / Hernán Cordero

Hoy es Domingo, mes de Mayo; curas y voluntarios vamos al mer-


cado en grupo; Al llegar, parqueamos la camioneta y nos proponemos en-
trar en un gran galpón que funciona como sala de cine, queremos medir
las estructuras metálicas del techo para poder reproducirlas en los talleres
nuestros.

Cuando nos disponemos a entrar aparece un tipo grande y fuerte y


me tira la barba que por ahora la tengo bastante larga, “salúdame” me di-
ce. Yo le saludo y le digo “bon soir monsieur”; él quizo tirar mi barba nue-
vamente, le he tomado de la mano y le he empujado ligeramente. Este for-
tachón empezó a molestar a José que es el más débil y pequeño del grupo.
El tipo comenzó a gritar: “blancos desgraciados, lárguense de aquí, no es-
tán en Francia”. Seguramente alguna persona le dijo que no se trataba de
franceses, entonces él recomienza: “lárguense de aquí, ladrones, hijos de
perra, aquí no es su Líbano”. Foster perdió la paciencia y se dirigió a la ca-
mioneta, el tipo pensaba caerle a golpes a Foster; felizmente intervino
Alain que es muy corpulento y detuvo a Foster. Unos jóvenes atraparon al
sujeto relajoso, pero la gente ya se había amontonado para ver la pelea. Es-
tábamos a punto de ser parte de un escándalo del cual podíamos salir muy
mal parados. Yo estaba bastante nervioso. Al tipo se lo llevaron, nosotros
entramos por un momento en el galpón. Ya en casa comentamos lo suce-
dido.

Esta escena del mercado me quedó grabada, yo no quería salir a la


ciudad por varios días, pensaba que era siempre peligroso pasearse por las
calles, tenía la impresión de que tipos fanáticos como el del mercado po-
drían estar por todas partes.

Una noche de esas Pancho me lleva al pueblo nuevamente, vamos a


visitar a una familia grande. Esta vez todo es diferente, somos bien acogi-
dos, la familia nos invita a sentarnos, a conversar y después a comer con
ellos. Luego del diálogo de Pancho con la familia salimos de la concesión,
atravezamos el pueblo, es noche de luna llena y los niños y adolescentes
juegan en la calle. Un grupo de unos cinco niños juegan con un escorpión
Africa: me haces falta / 29

gigante, al vernos nos han enseñado su presa y nos preguntan si deben ma-
tarlo o no, ellos caminan a nuestro lado, nos toman las manos y juegan.

En el pueblo conozco a algunos jóvenes y algunas familias, pero no


tengo todavía amigos. No pretendo tener amigos en tan poco tiempo. Me
doy cuenta de mis condición social en relación a la gente del poblado. En
realidad tenemos tantas cosas, somos una institución; entre nosotros y el
pueblo hay una gran distancia, y eso se refleja hasta en los cientos de me-
tros que separan a la escuela del poblado. Sé que ellos no me ven como a
un igual, los mismos jóvenes me tratan como a un gran señor, pero al mis-
mo tiempo, se nota la indiferencia y a veces el desprecio, me guardan dis-
tancia. Me inquieta esta distancia existente entre nosotros y el pueblo, ¿có-
mo hacernos más próximos?

En el taller he tenido también mis primeras experiencias. Una ma-


ñana hablé a los jóvenes de ciertas normas de trabajo que hay que seguir a
lo que los alumnos han respondido con un “oui monsieur” en coro. No
pongo mucha confianza en esas respuestas, de todas formas doy por su-
puesto que las cosas funcionarán. Más tarde he dado una vuelta por el ta-
ller controlando los trabajos, parece que ningún alumno tenía la intención
de aplicar mis criterios a sus trabajos, cada quien ha hecho lo que mejor le
ha parecido. Me he dado cuenta que no es un problema técnico, yo creo
que los jóvenes todavía no me tienen la suficiente confianza para hacer lo
que les digo o para oponerse abiertamente a mis órdenes. No me queda
más que tener paciencia, explicar la razón de cada operación que se hace
en el taller, talvez así no crean que hay que hacerlo solo porque yo soy el
jefe de taller. La técnica tiene sus procesos de trabajo lógicos, sus maneras
bien determinadas de fabricar cosas, es como un lenguaje universal; pien-
so que aquí no tiene que ser diferente, la técnica es la técnica en todas par-
tes. Siempre queda el problema de los que hacemos la técnica, es decir los
sujetos, las personas que estamos detrás de un trabajo X.

Cuando he hablado de la situación del taller en la comunidad, las


respuestas me han dejado sorprendido: “ellos son así, los africanos son hi-
pócritas” y otras frases. Yo no puedo aceptar esta respuesta, primero por-
30 / Hernán Cordero

que creo que esas generalizaciones son demasiado simplistas, y luego por-
que aceptar aquello sería darme por vencido y aceptar que mi relación con
ellos se mantendrá en el campo de la hipocresía, estaría perdido! ¿cuál se-
ría mi función aquí?

Después de oír estas opiniones de mis hermanos de la comunidad


he decidido cerrar los oídos a ciertas afirmaciones; si los alumnos del ta-
ller son de una manera o de otra lo tendré que ver yo mismo, por el mo-
mento sé que hay un problema de relaciones de trabajo entre ellos y yo.

Me siento desilucionado también en el deporte. Los alumnos se ven


bastante fuertes, grandes, pero llegado el momento de jugar...que desáni-
mo! Hay mucha violencia para vengar una falta, que balonazos al cuerpo,
patadas, puñetes. Después de todo los chicos terminan muy contentos, pa-
rece que soy el único que termino el juego desanimado. Estoy acostumbra-
do a una forma de deporte diferente, no sé si más competitiva o discipli-
nada... algo me dice que debo ir cambiando mi manera de ver las cosas, el
deporte no tiene que ser siempre como yo lo he practicado, no tiene que
ser competitivo, talvez es más importante divertirse que sacar físico o ga-
nar. Generalmente en el deporte se pueden cambiar algunas reglas, creo
que esto debo hacerlo yo conmigo mismo, de hecho todos los demás no
van a cambiar. Puedo aportar, cuando me lo lleguen a pedir, con mi opi-
nión, pero para eso hace falta bastante tiempo, pues primeramente debo
llegar a ser considerado por ellos.

Han pasado algunos días, siento que algunas cosas van cambiando.
Ahora los jóvenes de la escuela hablan en francés cuando estoy presente,
con ello me demuestran que quieren considerarme en el grupo; claro que
cuando quieren hablar de sus cosas cada quien habla en su lengua. En ca-
sa hablamos mucho en español, quizá eso también tiene que ver en el am-
biente, por eso voy a intentar hablar en francés con mexicanos y colombia-
nos. ¡Con la falta que me hace mejorar!

Si los jóvenes han cambiado algunos comportamientos, yo también


he cambiado , ahora soy capaz de quedarme bastante rato conversando
Africa: me haces falta / 31

con ellos. Por lo general después del deporte vamos a lavarnos al lado de
la bomba de agua, allí nos sentamos y hablamos largo y tendido, los temas
favoritos son: brujería, maldiciones, historias de cazadores, asuntos de chi-
cas. ¡Muy interesante!, solo que todavía tengo la sensación de estor per-
diendo el tiempo. Hasta ahora no acostumbraba a hablar tanto con nadie,
y peor de cosas que aparentemente no tienen mucha importancia. Como
van las cosas tendré que adaptarme a eso también; sí, porque en este me-
dio todo se arregla hablando, la gente habla bastante. Entonces la palabra
tiene su importancia y su tiempo, las personas saben expresarse y escu-
char;... ¡son dos cositas en las que no tengo mucha experiencia!

Cuando pienso:¿por qué siento que estoy perdiendo el tiempo ha-


blando tanto con los jóvenes? Me doy cuenta de algunas cosas: estoy acos-
tumbrado a la acción, siempre debo estar ocupado, haciendo algo, traba-
jando, para eso me he formado en el colegio y creo que hasta soy admira-
do por eso, es decir por “trabajador”. Pero veo que también ese activismo
es como una neurosis que amenaza con ser más importante que las perso-
nas, parecería que lo más importante es lo que hago y no lo que soy. Cla-
ro está que este parámetro no lo utilizo solo para mi, me doy cuenta de que
muchas veces valoro a las personas por lo que son capaces de hacer, por el
trabajo. Cierto, el trabajo es un aspecto muy positivo en las personas, pero
no lo es todo.

***

Un desconocido

Después de una tarde de deporte Pancho me envía con la camione-


ta al monte. Los cazadores de un pueblo cercano han cogido un jabalí y
nos lo ofrecen pues ellos como musulmanes no lo pueden comer por ser
un animal impuro. Como mi malinke no vale nada me acompaña Ibra-
him, el guardián, él es mi traductor de oficio.
32 / Hernán Cordero

Hemos encontrado el jabalí escondido en el monte y después de


destriparlo lo cargarmos en la camioneta y nos ponemos de regreso, pa-
sando antes por el pueblo donde viven los cazadores. Me invitan a bajar-
me del vehículo y a saludar al papá de uno de los cazadores, también me
ofrecen una calabaza de leche fermentada como símbolo de bienvenida al
pueblo. Yo no conozco a nadie de este pueblito y sin embargo me tratan
tan bien. Finalmente uno de los mayores toma la palabra: “tú eres nuestro
amigo si quieres, pero aprende nuestra lengua, de otra manera no podre-
mos relacionarnos bien, tú no podrás conocernos”. Después de este men-
saje salimos rumbo a casa.

Ibrahim me insiste en el camino sobre el aprendizaje de la lengua;


“el malinke es muy fácil” me dice. “Claro, que es fácil, sobre todo porque
es tu lengua”, respondo yo.

El gusanito de la lengua local me quedó adentro, estoy decidido a in-


tentarlo, total “no tengo nada que perder”.

Por la noche, en casa, a la hora de comer, he expresado mi decisión


de aprender el malinke. Pancho me ha apoyado a medias, me dice que él
lleva tres años intentándolo y que todavía no sabe casi nada. Los otros her-
manos me desaniman completamente. Las preguntas surgen: “¿para qué
aprender malinke?...si te mueves 200 Km. a la redonda el malinke no te sir-
ve de nada. Te quedarás los dos años que te faltan y cuando aprendas la
lengua...¿dónde la hablarás?”.

Al día siguiente he salido al pueblo, tenemos un partido de fútbol


entre el equipo de la escuela y los jóvenes del pueblo. He bajado unas cuán-
tas veces a jugar fútbol en esta cancha a lo largo de los meses que estoy
aquí, pero no conozco bien a los jóvenes, ubico los nombres de algunos y,
de vez en cuando, intercambio unas palabras con los pocos que entienden
francés o el simple saludo en la lengua de ellos.

Los jóvenes se van acercando poco a poco, pero ahí se hace presen-
te siempre el problema de la lengua. No podemos comunicarnos directa-
Africa: me haces falta / 33

mente. Ellos me dicen una vez más que debo hacer todo lo posible por
aprender malinke. También para los jóvenes del pueblo soy evidentemen-
te un desconocido, mi círculo social es muy reducido. Además, en la escue-
la las cosas no van tan bien como yo quisiera, los 50 alumnos que tenemos
no pueden ser todo mi mundo, por lo menos voy a conocer mejor al pue-
blo y su gente, voy a aprender el malinke, ya no quiero ser un “tubabunin”,
un extranjero viviendo entre ellos, yo quiero sentirme parte de ese pueblo,
quiero tener amigos, comunicarme directamente. Me siento muy mal
cuando soy excluído de un grupo porque no hablo su lengua.

Casi un año ha pasado desde que llegué, las cosas no están bien, so-
bre todo los últimos meses han sido de incertidumbre, a momentos he
pensado en regresarme al Ecuador, la situación de trabajo técnico no me
convence, además no he logrado entrar verdaderamente en el medio. A
más de las situaciones de la escuela hay muchos elementos culturales que
no comprendo, me cuesta demasiado entender el por qué de las cosas,
adaptarme a muchas reglas a las que no les encuentro sentido. Sí estoy pa-
sando un período de marasmo, de desánimo, de crisis. Pero no puedo huír
cobardemente, voy a quemar mi último cartucho, por donde he marchado
hasta ahora no hay salida, o por lo menos yo no la veo, voy a intentar algo
nuevo. Sí, tengo que aprender la lengua e intentar entrar en el pueblo. Lo
técnico es importante en la medida en que me acerca de las personas, si me
quedo aquí solo por mi trabajo de mecánico no voy a durar mucho.

Una de las primeras cosas que hago es bajar más seguido a la cancha
de fútbol, también asisto a las fiestas tradicionales de los cultivadores, de
los cazadores, de los curanderos.

He pactado con mis primeros amigos del pueblo que hablaremos


solo en su lengua. Claro está que los primeros encuentros he hecho el pa-
pel de mudo, pero no solo me he quedado sin hablar, sino que he entendi-
do muy pocas cosas.

Poco a poco aprendo a saludar, a pedir algunas cosas, a responder


las preguntas elementales, a pesar de que de vez en cuando me desanimo,
34 / Hernán Cordero

por las dificultades en el aprendizaje del malinke, creo que avanzo más rá-
pido de lo que me esperaba. No todo es fácil, a veces me siento ridículo
preguntando a los niños como se dice tal o tal cosa, además ellos se burlan
de mí, otras veces he utilizado términos inadecuados y he molestado a más
de uno. Creo que lo más difícil de aprender una lengua es superar esta ba-
rrera, la gente se burla de las tonterías que hablo y muchas veces no me
ayudan a corregir, o aceptan que hable incorrectamente porque soy un ex-
tranjero. Más de una vez mis amigos me han hecho pronunciar ingenua-
mente algunos insultos, palabrotas de esas que hay que saber con precisión
lo que significan.

He tenido mucha suerte con los jóvenes, a pesar de las pasadas que
me han hecho, ellos si son buenos profesores y en pocos meses ya me de-
fiendo. Sé que la lengua no viene sola, ahora comprendo muchos elemen-
tos culturales, también me doy cuenta de los errores que mis amigos ha-
cen al hablar francés y que provienen de la traducción textual de su lengua,
esto me permite ayudarles con su francés. Todos hemos salido ganando,
pero sobre todo yo. He comenzado también a hacer mis propios apuntes
de gramática malinke, de modismos, de dichos populares y de verbos con-
jugados. Excelente! Ahora, la misma comunidad reconoce mis avances.

***

Mi primera “novatada”

En el pueblo he querido meterme a organizar a los jóvenes, he co-


menzado por lo más fácil: el deporte.

No fue tan complicado convencer a los jóvenes de que vengan a ju-


gar durante las tardes después del trabajo, ellos vienen en gran número al-
gunos días. Con una especie de reglas de entrenamiento hemos formado
más o menos un equipo; eso si, para desafiar al que se nos ponga. Los mis-
Africa: me haces falta / 35

mos jóvenes han tomado la iniciativa de hablar con sus amigos de Gbasan-
kan, un pueblo vecino que está a unos 3 Km de Dabadougou.

Hemos oficializado el partido, nosotros nos movilizaremos, nos


acompañarán los niños y algunas chicas para hacer barras, así es la cos-
tumbre aquí.

En Gbasankan, antes del partido, un anciano toma la palabra para


dar consejos a los jugadores: “nosotros somos hermanos, venimos a jugar
para acrecentar nuestras relaciones, nuestros pueblos también son pueblos
hermanos...” ¡Muy buen discurso!

El partido comienza sin problemas, pero tras el primer gol nuestro,


el mismo anciano ha comenzado a reclamar que era fuera de lugar y que
no había gol. Los niños de nuestra barra comenzaron entonces a burlarse
del anciano y a decirle cosas feas; el viejo comenzó a cruzar la cancha, al-
guno de los jugadores quizo detenerlo y ahí comenzó la bronca. Los juga-
dores comenzaron una batalla campal Tyomo es uno de los nuestros, en la
pelea ha roto un brazo a un adversario, las chicas del pueblo han salido de-
trás de nosotros con piedras y palos. Yo quise intervenir separando a Tyo-
mo de su víctima, pero rápidamente me pusieron fuera de combate y me
dijeron que dejara que la pelea siga, que mejor si me largaba. Yo he podi-
do huir con unos cuantos niños.

En los días siguientes a la pelea las amenazas se extendieron a todos


los habitantes del pueblo; los de Gbasankan decían que sus curanderos no
atenderán más a los de Dabadougou; estos segundos decían, por su parte,
que no dejarían pasar a los primeros rumbo a la ciudad.

Después de unos cuantos días de conflicto han tenido que reunirse


los jefes de los dos pueblos para dar una solución al problema. No se tra-
taba de hablar de fútbol, se acarreaba un problema desde hace años. Gba-
sankan perteneció alguna vez a Dabadougou y con el tiempo se indepen-
dizó desconociendo así a las autoridades del pueblo central. Este era el ver-
dadero problema. Los viejos me han llamado después para decirme que
36 / Hernán Cordero

soy un metido, que cualquier cosa que quiera hacer debe contar con su
aprobación. Me dijeron también que soy un ignorante extranjero, que la
vida aquí no es como en Europa.

Después de Gbasankan soy mucho más cauteloso, todo aquello que


parecía tan sencillo no lo es; jugar fútbol y organizarse entre jòvenes es tan
normal en nuestro medio, pero no es así aquí, sobre todo organizar parti-
dos entre dos pueblos es algo muy serio.

***

Asuntos de trabajo

Hoy es Martes, la fecha no la tengo presente, ya no importa, creo


que a mucha gente aquí no le interesa la medición del tiempo. La semana
termina rápido cuando se trabaja bien, pero otros días se me hacen muy
largos; hoy es el caso. He estado arreglando un torno, ha sido uno de los
profesores que lo ha descentrado, aunque le había dado las indicaciones
para realizar un trabajo, él ha hecho sus experimentos, así es que hoy he
discutido con él. Yo creía que era solamente un asunto técnico, pero él lo
tomo por lo personal y terminó muy enojado conmigo.

Más tarde he discutido también con Alexandre, otro profesor del ta-
ller a quien le he dicho que en la mecánica debemos seguir un proceso ló-
gico de formación, que no hay que darle una máquina a un alumno que
no ha superado el ajuste. El me ha escuchado sin decir nada y cuando ha
salido de la oficina continúa haciendo lo que mejor le parece a él. Termi-
nada la mañana, lo he llamado nuevamente y le he explicado por segunda
vez lo de las máquinas. El me ha respondido únicamente que “en Africa es
así”. Yo siempre estoy intentando pasar por la lógica, es decir por la argu-
mentación detallada de las cosas, todo debe tener una razón de ser. Me
quedo desarmado ante una respuesta de este tipo: “en Africa es así”, segu-
ramente muchas cosas se hacen así porque es así, siempre ha sido así. Mi
Africa: me haces falta / 37

lógica la pongo en la lista de las cosas que debo trabajar ampliando con-
ceptos. Por ejemplo, el asunto de la edad es de primera importancia en su
cultura, no cualquiera puede mandar en un taller, es una cuestión de ran-
go, de respeto, los conocimientos cuentan pero no es el único parámetro.
Esto me da a entender que hay otras formas de concebir también el traba-
jo. ¿No habrá otras formas de pensar que no sean tan lógicas como la mía?
Vaya pregunta!

Si a mi me cuesta tanto entender ciertas cosas de su cultura, ¿cuán-


to les costará a ellos entenderme a mi?

Hoy es Miércoles, estoy mal dormido. Ayer salí a media noche a bus-
car a nuestro chofer y profesor de mecánica. El vive aquí en los terrenos de
la misión, es mi vecino. Creíamos que él había tenido un accidente o algo
así, no es normal que se quede hasta esta hora en la ciudad. Cuando lo bus-
camos, vaya sorpresa!, lo encontramos de parranda con sus amigos. El sa-
brá lo que hace de su vida, talvez si llego a ser su amigo podré darle un con-
sejo, pero encontrarlo así me ha molestado.

Al día siguiente el chofer está enfermo y como es lógico no puede


trabajar. Yo estoy molesto. Al llegar al taller me encuentro con la misma si-
tuación de los días pasados. Hoy he perdido la paciencia, muy pocas veces
la pierdo; he tomado todas las llaves de taller y les he dicho: “después de
todo yo soy el jefe de taller”.

Yo no quiero llegar a éstos extremos, por lo menos concientemente,


pero mi paciencia tiene un límite.

Es la primera vez que hago algo así, yo prefiero el diálogo, pero por
el momento no ha funcionado. Por otra parte hablar no es mi fuerte, no
estoy todavía preparado para hacerlo como ellos lo hacen. Lo que he he-
cho es una forma de impornerme, lo sé, pero me parece que debo hacer al-
go para mejorar en el taller. Voy a dar prioridad a los alumnos, talvez es un
poco tarde para intentar cambiar en algo a los profesores.
38 / Hernán Cordero

Pongo reglas claras, exigo ciertos comportamientos para lograr que


las cosas marchen bien; bien según mis parámetros: puntualidad, más ren-
dimiento, calidad, más orden, etc.

En pocos días se ven los resultados y ciertamente el taller ha mejo-


rado su rendimiento, la situación con los profes no ha cambiado gran co-
sa. Paciencia.

En éstos días se va Alain, el “desanimador” número uno de la comu-


nidad. El critica todo el tiempo a todo el mundo. De todas formas el me ha
ayudado a abrir los ojos, me ha hecho ver como el combustible se evapo-
ra en la bodega, ciertas cosas que se pierden en los talleres, la pintura y ce-
mento que desaparecen a diario, etc. Por otra parte yo sé que en la ciudad
los proyectos de extranjeros tienen todos problemas de corrupción y robo
al interior de sus instalaciones. Eso me da a entender que nuestra misión
y escuela son para la gente la misma cosa: un capital extranjero que hay
que “aprovechar”.

Lo que Alain me dice, varias veces corresponde a hechos objetivos,


a cosas que suceden, pero para mi no es la mejor manera de entrar en un
medio que no es el mío. Por ahora siento la necesidad de ser más positivo,
de comenzar viendo algo de bueno en la gente, sus valores, sus capacida-
des. Media hora de diálogo con mi amigo Alain y siento restroceder en mi
proceso de adaptación a este mundo.

Ibrahim, nuestro guardián es analfabeto, él es del pueblo. Maneja


todas las llaves de bodegas y las entradas y salidas de todo en la institución;
la gente del pueblo y los alumnos lo llaman “director”. Un día que el res-
ponsable de venta de ropa no estuvo, llegué ahí para dar una mano. Com-
prendiendo el malinke a medias me doy cuenta de los “arreglos” que Ibra-
him hace con sus amigos. Hoy también perdí la paciencia, le he gritado y
le obligué a recuperar lo vendido. La gente se ha ido desairada.

Por la noche he comentado el hecho en comunidad, Pancho me ha


dejado frío con su respuesta: “aquí las cosas son así, tienes que aceptarlo”.
Africa: me haces falta / 39

Jornadas de trabajo, las he tenido de todos los colores! A veces creo


que retrocedemos en lugar de avanzar, pero otras tantas veo que lo que
cambia sobre todo es mi percepción. Ahora me doy cuenta de tantas situa-
ciones que en un inicio no las podía ver, tanto aspectos positivos, valores
culturales, pero así mismo aspectos negativos, antivalores. Hace falta una
buena dosis de paciencia. Eso me recuerda la frase de monseñor Sarah, el
arzobispo de Conakry: “bienvenidos al Africa, la escuela de la paciencia;
pero no vayan a olvidar que la Guinea es la universidad de la paciencia”...

Lo más duro de todo es tener que controlar a los que son tus com-
pañeros de trabajo. Soy el jefe de taller y responsable de otras actividades
educativas; lo pedagógico marcha aceptablemente, lo educativo ha sido
duro pero se ha conseguido mejoras. El problema es el control del orden
en los talleres; se da una cierta forma de desorden provocado, de lo que se
aprovechan, las cosas se pierden en cantidades. Es muy difícil estar contro-
lando a todos tus compañeros de trabajo, yo no me considero el patrón del
taller, creo que soy un compañero de trabajo para ellos y por ello no pue-
do estar con los pelos de punta todo el tiempo, tengo necesidad de confiar
en alguien. Y pensar que tenemos posiblemente el mejor taller de la ciu-
dad, cumplimos con los contratos de trabajo, con los programas, no hace-
mos huelgas. La gente de afuera nos lo dice a cada ocasión que somos los
mejores, que en nuestra escuela todo marcha bien.

Fabián es un alumno de carpintería, de unos 22 años y con proble-


mas de control de nervios. Desde mi punto de vista, Fabián no debe ma-
nejar máquinas; cuando así lo hace, todas las miradas están sobre él. Tam-
bién es el payaso de la escuela, muy inoportuno y a veces se orina en la ca-
ma y se comporta como un niño de 12 años. Pero él está aquí “gracias al
obispo” de la capital, él nos lo ha impuesto. Cierto es que es un chico que
necesaita ayuda más que los otros que no tienen ningún problema, pero
creo que hay que ser claros, Fabián no puede ser un técnico y menos en
manejo de máquinas que de por sí son peligrosas.

El caso de Fabián no es el único, luego se han presentado otros. Una


decisión debe ser tomada. Por suerte nos llevamos muy bien en comuni-
40 / Hernán Cordero

dad, nos tratamos de tú con el director y hemos conversado del asunto.


Envíamos a Fabián a la capital, él trabajará en el arzobispado como guar-
dián del garaje. Nos hemos propuesto no recibir recomendados en la es-
cuela, dejar la posibilidad a los musulmanes también de estudiar en nues-
tro centro.

Lo más difícil de todo esto ha sido decirle al obispo que le devolve-


mos sus protegidos. El los había enviado cuando la escuela abría sus puer-
tas, con su autorización por supuesto. He ahí lo difícil.

Mi segundo encontronazo con el guardián es a propósito de la pér-


dida de aceite de la bodega. Cada vez que se han hecho cambios de aceite
a nuestra camioneta le han hechado 7 litros de aceite según las cuentas, pe-
ro no caben más de 4. Hace unos días he tomado el control de esta bode-
ga, se pierden más de 100 litros de diesel al mes, es decir, unos 80 dólares,
más el aceite, la gasolina... Yo sé bien cómo es la movida, me he puesto a
controlar el kilometraje de los carros, el consumo del generador de co-
rriente, etc. La pérdida del aceite me sirvió para confrotar a Ibrahim y po-
nerles las cosas en claro, y al chofer por supuesto, que esto no me hace su
mejor amigo; pero ¿de qué serviría una amistad utilitarista que permita el
robo?

Al mes de controlar correctamente las bodegas hemos tenido resul-


tados sorprendentes. No así con los empleados, si ellos han tenido costum-
bres facilistas para obtener sus extras durante bastante tiempo, no espero
que todo desaparezca en un mes.

Con Ibrahim, de unos 50 años de edad, he roto las reglas del juego,
la relación patrón-empleado, yo lo trato de igual a igual, cuando ha co-
menzado a molestarme diciéndome tubabunin, le he dicho: “si tú me tra-
tas así, yo te diré kiribí karabá” (que quiere decir patojo); eso no le ha gus-
tado para nada; ahora ya no se atreve a decirme tubabunin.
Africa: me haces falta / 41

Ayer por la noche he salido a la ciudad con los otros voluntarios y


nos hemos tomado una cerveza, despedimos a Pancho, nuestro director
que va a la capital por unos días.

Hoy que el director no está, el ritmo de trabajo ha cambiado nota-


blemente, más atrasos, más desorden. “Cuando el gato no está, los ratones
hacen fiesta”. Yo sé que es así en muchas oficinas públicas en nuestro que-
rido país, también en las empresas privadas. El empleado respeta al que le
paga, “no se habla con los payasos sino con el dueño del circo”.

Intento explicar la razón de este comportamiento generalizado.

Por las noches hablo con Agustín, él es el asistente de los internos y


profesor de mecánica; una de esas noches me cuenta un poco de historia
de Guinea. Me dice: “durante 26 años el pueblo soportó la dictadura de Se-
kou Touré, las relaciones con occidente se rompieron y Guinea se convir-
tió en república comunista. Para la gente esto significaba no tener derecho
a la propiedad privada. Los terrenos cultivados hasta entonces pasaron a
tener impuestos muy altos, y todo exceso de producción de cualquier cam-
pesino debía pasar al Estado. También el gobierno tomaba las instalacio-
nes que necesitaba para oficinas públicas, las villas de gente adinerada; las
escuelas de los primeros misioneros fueron fiscalizadas, etc. La población
no tenía razón alguna para trabajar más de lo que necesitaba para sobre-
vivir. Trabajar más era favorecer al Estado que rápidamente se corrompió.
Una burocracia enorme apareció, esta gente vivía de los impuestos a los
campesinos. Sekou Touré comenzó su mandato en el 58 y murió en el 86,
desde entonces los militares han tomado el poder, evidentemente la co-
rrupción se ha incrementado ya que son los militares los que controlan ca-
si todo: los aeropuertos, aduanas, el tránsito en las ciudades, y tantas cosas
más.

Con seis años de régimen militar en este país ¿qué cambio se puede
esperar? Fue toda una generación mentalizada por el régimen comunista
y por los problemas que derivaron de este sistema, yo pienso que se nece-
sita una nueva generación para llegar al cambio tan radical que se preten-
42 / Hernán Cordero

de, o sea 30 años. Y eso sí, una nueva formación comienza por los niños,
no me parece idóneo tratar de cambiar a la gente adulta.

Esto de la corrupción de la policía y de los militares, de las aduanas,


de los empleados públicos, no es nada nuevo para mí, yo no viví con los
ojos cerrados en mi país. En Ecuador me resistí siempre a darle dinero a
los “chapas”, o a sacar un “récord policial al paso”, aquí también me resisto
a participar en ese tipo de corrupción. Solo que ahora, por lo menos, ten-
go algunas razones para explicarme el por qué de estos hechos. La gente
del pueblo, los pequeños comerciantes, los obreros, no roban porque son
malos deliberadamente. La corrupción ha cambiado de nombre, la “vive-
za” es común en toda la ciudadanía y es aceptada como parte del vivir co-
tidiano. Esa viveza criolla, que también existe en mi lindo Ecuador, es un
elemento más de la cultura, algo muy cotidiano y que es visto más bien co-
mo algo positivo, por lo menos por la gran mayoría de la gente. Aquí en
Guinea he tenido la oportunidad de ver más claro, la corrupción viene de
un sistema que la provoca, de una élite dirigente que busca su beneficio, de
unas reglas de juego que vienen impuestas desde arriba. Pues se da una si-
tuación muy parecida en el taller de la escuela; el desorden es un síntoma
de aprovechamiento del mismo para beneficio personal, es un desorden
provocado que favorece a unos cuantos.

Esta conversación con Agustín no me ha desanimado, al contrario,


más bien siento una fuerza interior que me empuja a un compromiso más
serio. Si, creo que hay que trabajar con más seriedad y será necesario a ve-
ces hacer una revisión de actitudes, y eso debe comenzar en la escuela con
alumnos y profesores, un proceso de concientización. Talvez yo no llegue
a provocar un cambio social profundo, me parece un “poquito” difícil, pe-
ro algo puedo hacer aquí en la escuela donde yo tengo en mis manos la di-
rección de los talleres, donde yo tengo el poder en mis manos.

Hoy que siento ese deseo de trabajar mejor, pienso en ese loco que
no se desanimó por nada, que soportó hasta la traición de sus amigos, que
luchó contra la corrupción hasta el fin.
Africa: me haces falta / 43

¡Qué bien Jesús!

Algunos diálogos interesantes

Es Agosto, mes de vacaciones y de lluvias, estoy en la plantación de


arroz trabajando. Me gusta trabajar en el campo, sudar, caminar con los
piés descalzos...

Agustín ha venido a acompañarme, puedo decir que ahora somos


amigos, por lo menos hablamos de muchas cosas y nos damos consejos.

Yo le comento:

- Aquí los niños trabajan bastante en el campo, pero


no van a la escuela, no tienen alternativas; cuando
sean grandes lo único que les espera es el campo.

Ag.: Si, es cierto lo que dices, pero el trabajo en el


campo es muy bueno.

- ¡Por supuesto que es bueno!...pero no tienen alter-


nativas, ese es el problema. Además tú ves que mu-
chos niños son débiles y mueren por desnutrición.

Ag.: Bueno sí, en Africa es así, pero no hay de que pre-


ocuparse, pues hay tantos niños.

- ¿Quieres decir con esto que de alguna manera los ni-


ños están hechos para trabajar en el campo?
¿Acaso la gente tiene niños para ponerlos a trabajar?

Ag.: Cuando has formado un hogar tienes bastantes ni-


ños y ellos deben ayudarte en el trabajo, de eso no
hay duda. Cuando seas viejo, son tus hijos los que
te deben mantener.
44 / Hernán Cordero

- Yo entiendo que cuando seas viejo... pero los niños


pequeños no, no me parece algo bueno para ellos.

Ag.: Mira; si tú tienes digamos 10 hijos y 1 se te muere,


te quedan 9 hijos aún. Tú no ayudas a morir a tus
hijos, es el destino, es Dios que así lo quiere. Noso-
tros hemos crecido todos así.

- Oye, para mi es muy difícil comprender esto.

Ag.: Ustedes los blancos son una lata, consideran más a


los que han muerto; para nosotros solo cuentan los
que están vivos.

Este diálogo me ha parecido un poco exagerado, posiblemente sea


la visión de Agustín y nada más.

En estos días he visitado algunos pueblitos vecinos de la zona, y cla-


ro, los niños son la población mayoritaria en cualquier pueblo; también se
ve a las muchachas de 15 años en adelante embarazadas, o con un niño a
la espalda, una buena parte de éstas jóvenes madres no son casadas, pero
no tendrán ningún problema para hacerlo, sus futuros esposos aceptarán
sin problemas el niño, es más, el hecho de tener un niño es la prueba de la
fertilidad, cosa muy importante de verificar antes del matrimonio.

La poligamia, por otra parte, da lugar a la formación de familias


muy numerosas; 2, 3, 4 mujeres o más, 10, 15, 20 hijos... normal para una
familia africana, sobre todo en los pueblos del interior del país.

Para los padres de familia resultaría imposible poder mantener a to-


dos los hijos sin que éstos mismos den su aporte en trabajo para la alimen-
tación de la familia.

Por eso hay que trabajar. En la educación, o más bien en la escuela


no se puede pensar; allá irán algunos privilegiados: los primeros hijos, los
Africa: me haces falta / 45

varones... Además la educación de los hijos en este medio no se relaciona


directamente con la escuela (institución). En Africa se aprenden muchas
cosas, pero lo académico no es lo más importante; se aprende a vivir, a tra-
bajar, a llevar una familia, a cazar, a rezar, etc, y para ello no hace falta una
escuela como nosotros la conocemos. El único caso es la “escuela coráni-
ca”; grupos de niños se reúnen con un maestro religioso que les enseñará
árabe para poder rezar a Allah (los musulmanes rezan solo en árabe, esta
es la lengua de Dios). Algunos aprenderán a hablar bastante bien esta len-
gua, y otros, aprenderán a leer el corán y escribir las principales “suratas”
o versos que se recitan a Dios.

La mortalidad en Guinea al momento de nacer es de 267 por mil ni-


ños, una de las tasas más altas del mundo. Los niños que mueren antes de
los 2 años son también numerosos. Yo estoy en un pueblo pequeño y pue-
do ver como algunas personas no existen para el Estado Guineano. Muchas
nacen pero no se inscriben, nunca se registraron en una oficina del Esta-
do, no fueron a la escuela, no compraron una propiedad grande, no tuvie-
ron pleito alguno con la ley, no fueron censados ni pagaron impuestos...y
sin embargo vivieron, tuvieron un puesto en la familia y en el clan.

Para el Estado solo somos números, producción, consumo, fuerza


de trabajo, impuestos por cobrar, etc.

Con Mauricio, un joven estudiante de 21 años, tengo el siguiente


diálogo.

Ma. Oye Hernán, ¿qué pasa por allá en Ecuador cuando te gusta una chi-
ca?

- Si una chica te gusta, puedes pedirle que sea tu ena-


morada, generalmente eso pasa después de haberla
conocido como amiga.

Ma.: ¿Qué es eso de ser enamorados?


46 / Hernán Cordero

- Es una relación entre chico y chica para conocerse


un poco más, ellos salen juntos, conversan de sus
cosas... Los padres generalmente no entran en juego.

Ma.: ¿Y después de enamorados qué?

- La pareja puede pasar a una relación más seria; ellos


serían novios. El noviazgo es algo más oficial, ellos
piensan en una unión definitiva como el matrimonio.
Los novios hablan ya de su futuro, y claro, los padres
ya tienen algo que ver.

Ma.: Me parece que eso es demasiado complicado.


Aquí es más sencillo que eso. Casi siempre tú vas
directo a hablar con el padre de la chica. Con él
hablas de “negocios”; es decir si le conviene o no
el matrimonio, lo que tienes que darle a él como
“dote” por la chica y cosas así. Con él se decide
todo.

- ¿Qué dices? ¿negocios?

Ma.: ¡Si claro! Porque tienes que ponerte de acuerdo


en cuánto hay que dar y cómo.

- Pero...¿y la chica qué? ¿No le dices nada a ella?

Ma.: No es lo más importante. No es con ella que tienes


que discutir esas cosas, lo importante es tener el
acuerdo de su familia, pagar la “dote” y luego
viene lo otro con ella. ¡Tú sabes!

- ¿No le preguntas a la chica si quiere o no?

Ma. ¡Vaya, claro que no! Si tú haces eso todos dirían


Africa: me haces falta / 47

que dependes de ella, que tú dependes de una


mujer, eso es muy grave; estarías jodido, nadie
te consideraría, tus propios amigos se reirían de tí.
Dime otra cosa:
¿Qué pasa por allá si embarazas a una chica?

- Eso si que es casi siempre un drama. Por lo general


la familia de la chica se preocupa de hacer reconocer
al niño por el padre. Puede que los padres obliguen
a la pareja a contraer matrimonio lo más pronto
posible. Otras veces se recurre a la ley para que
el padre se encargue de la manutención del niño.
Pero a veces algunas chicas piensan en el aborto, y
otras veces, es la misma familia de ella que le proponen
el aborto para defender el “honor” de la familia, ya que
una madre soltera en mi cultura no es bien vista.
Pero ... ¿y aquí qué pasa?

Ma.: ¡Nada!, o casi nada. Tú puedes negarlo todo, a


menos que hayan testigos que hayan visto que te
acostaste con la chica; que te hayan sorprendido
en el acto.

Este diálogo fue muy divertido por todos los términos que Mauri-
cio ha empleado. Me ha parecido más bien como estar bromeando, pero
de alguna manera esto corresponde a una realidad, o por lo menos a una
manera de concebir la realidad.

Los niños de madres solteras representan la fertilidad de las mismas,


la idoneidad al matrimonio. Más bien es algo grave cuando una chica ha
llegado digamos a los 20 años y sigue soltera y sin niños. En la universidad
las mujeres son rarísimas, la asistencia de ellas a la ‘U’ va muy vinculada a
la maternidad.
48 / Hernán Cordero

Por otra parte, el matrimonio no es cuestión de que te guste una


chica o no, es una alianza familiar. Cierto, no todo el mundo puede casar-
se con todo el mundo. Hay familias o clanes que no pueden hacer alianzas
y hay otros que deben hacerlo obligatoriamente. Por ejemplo, entre los
Malinkes es obligatorio mantener las alianzas matrimoniales dentro del
clan; así un herrero (de apellido Kanté) solo puede contraer matrimonio
con la hija de otros herreros o con la la hija de un “griot” o narradores po-
pulares (cantantes de apellido Kouyaté o Diabaté).

Son los padres los que deciden si el matrimonio es posible o no y el


joven debe respetar estas decisiones; él puede limitarse a sugerir su opción.
A la chica no le preguntan si quiere o no, ella depende de la voluntad y de-
cisión de sus padres.

La primera esposa proviene siempre de una alianza familiar; solo a


partir de la segunda esposa, es el marido quien ha escogido “a su gusto”.
Por ello en el lenguaje popular se expresa la preferencia del hombre por la
segunda esposa, a la cual él ha escogido. Se dice en su lengua “mousso fi-
laná kañi” (la segunda mujer es la buena).

Agustín viene un día de la ciudad, al encontrarme en el patio me di-


ce:
Ag.: Vengo viendo un milagro! En la ciudad quemaron a un ladrón.

- ¿A eso le llamas milagro?

Ag.: Si, porque finalmente se ha hecho justicia.

Lo sorprendieron con las manos en la masa. En el mercado mis-


mo, estaba robándose una motoneta.
Los ladrones deben ser castigados severamente, yo veo
bien lo que ha pasado en el mercado.

- No me vengas con cuentos, si se quemara a todos los


que roban, los funcionarios serían los primeros, y tú
Africa: me haces falta / 49

lo sabes muy bien. Hasta en nuestra escuela...mejor


no te digo, tú lo sabes muy bien!

Ag.: Yo creo que sería bueno quemar a todos los malos:


ladrones, corruptos, violadores, gente mala...

- No seas tonto; ¡seríamos todos quemados!


Dime, ¿cómo pasó?

Ag.: Lo agarraron justo en el mercado, estaba llevándose la motoneta


cuando llegó el proprietario y comenzó a gritar: “ladrón, ladrón...”
Enseguida lo atraparon, imagínate tanta gente en el mercado, lo gol-
pearon bien y luego procedieron a atarle las manos, y con una
cuerda larga le ataron también los pies. Después, trajeron la gasoli-
na en una botella, la regaron sobre él y le hecharon fuego. No duró
mucho tiempo; quería revolcarse en unos charcos de agua, pero la
gente tiraba de la cuerda... el pobre parecía una gallina.

- ¿Había bastante gente en el mercado, no lo defendió


nadie?

Ag.: ¡Tú estás loco! Nadie va a arriesgarse a defender a


un ladrón, lo quemarían también aduciendo que
es un cómplice.

En Guinea se castiga severamente el robo; esto se debe a dos moti-


vos: En primer lugar la gente vive en grupos bien delimitados como las fa-
milias ampliadas y los clanes. Al interior de las comunidades cada indivi-
duo depende del grupo y de su organización, la persona existe por y para
el grupo. Salirse de los límites del grupo es autoexcluirse y de cierta mane-
ra perder la identidad.

La comunidad, el clan e incluso el pueblo, son concebidos como una


familia en donde no puede darse el desorden social: robo, prostitución,
consumo de droga, etc; pues la comunidad asume y controla el orden den-
50 / Hernán Cordero

tro de la misma. En el caso de que un joven muestre la tendencia a desviar-


se de las normas sociales es rápidamente corregido por sus “hermanos ma-
yores” o si el asunto es más grave, este pasa al consejo de sabios.

De todas formas puede llegar a darse el robo, pero este es conside-


rado como una traición a la comunidad y por ello los castigos son muy du-
ros. En Dabadougou agarraron en una oportunidad a un joven que había
robado una oveja en otro pueblo. Lo tomaron, lo desvistieron y le ataron
las manos a la espalda. Todos los niños y adolescentes del pueblo vienen
con piedras y palos, se conduce al ladrón fuera del pueblo por el camino
principal que ingrese a éste, durante el trayecto los niños van arrojándole
piedras al ladrón que camina adelante de la multitud. Hay unos cantos es-
peciales que se entonan y que tienen un mensaje de exclusión para el in-
fractor.

En segundo lugar, el gobierno no ha logrado controlar el bandalis-


mo en las ciudades, en donde las normas de las sociedades tradicionales ya
no funcionan correctamente. Así, el presidente de la República se ha pre-
sentado el otro día en la televisión para decir al pueblo que debe colabo-
rar con el mantenimiento del orden, que la policía no basta, que el pueblo
debe hacer algo. El pueblo ha interpretado a su manera este mensaje y des-
de entonces la quema de los ladrones en la calle se ha incrementado, no es
algo que escandalice a la gente.

En los días siguientes yo también vi de lejos como la gente quema-


ba a un ladrón; yo no tuve el coraje de acercarme. Una segunda vez pasé
con la camioneta muy cerca de la multitud, algunos adultos querían des-
cuartizar a un ladrón. El pobre gritaba y pedía perdón. Tampoco tuve el
valor de acrecarme, la gente se veía muy agitada y para un blanco no es na-
da conveniente “meterse en lo que no le importa”.

En una ocasión fui a la ciudad a jugar básquet, luego pasé por un pe-
queño bar en pleno mercado central, ahí tengo unos amigos. Tomaba un
café cuando el bullicio comenzó, unas docientas personas venían por la ca-
lle trayendo a un hombre. Todo pasó muy rápido, le dijeron: “acuéstate so-
Africa: me haces falta / 51

bre el pavimento”, y el hombre así lo hizo. Enseguida le hecharon unos dos


litros de gasolina y le prendieron fuego, solo entonces el hombre comenzó
a gritar y revolcarse. En un cierto momento, un tipo trajo un bloque de ce-
mento y acortó el sufrimiento del ladrón; le rompió la cabeza y lo mató al
instante.

Toda la gente miraba, ya no había más relajo; uno a uno se fueron


todos. El cuerpo quemado quedó en la vía desde las once de la mañana
hasta las ocho de la noche, “solo así escarmientan” decían aquellos que lo
quemaron.

Por unas cuantas noches se me hizo difícil conciliar el sueño, la ima-


gen del hombre quemado en el asfalto me venía a la mente a cada instan-
te. Unos días más tarde me enteré sobre el sujeto que fue quemado. Era un
ladrón de los pesados y estaba recluído en la prisión central de Kankan
desde ya hace años; parece que ciertas noches salía con el encubrimiento
de algunos policías de rango; la gente estaba harta de ello, la última vez que
salió este hombre, asesinó al marido de una amante suya. Toda la gente de
un barrio muy grande fue a la policía a pedir al reo para quemarlo. La po-
licía se negó a hacerlo. La gente amenazó con destruir todas las oficinas
públicas de la ciudad, comenzaron entonces por la casa del gobernador,
tanto botar piedras sobre el techo este se desplomó, luego la muchedum-
bre sacó los muebles de la casa y los quemó en el mismo jardín. Solo en-
tonces la policía se dió cuenta de que las cosas iban en serio, la gente no es-
taba jugando, no hubo otra salida sino entregar al prisionero a la multitud
rabiosa.

Las instituciones de derechos humanos no se aparecen por acá, pe-


ro ellos ¿qué podrían hacer?, aparte de reclamar, ¿cómo podrían cambiar
esta situación?...

¿Yo mismo qué puedo hacer? Una cosa es clara: no es conveniente


meterse entre la gente a defender al condenado a muerte; eso sería poner
en juego la vida.
52 / Hernán Cordero

Hoy estoy haciendo una reparación en el generador de corriente, me


ayuda Ibrahim. Él comienza un diálogo:

Ib.: ¿Tú crees en la brujería y en los adivinos?

- No, yo no creo en ellos.

Ib.: Aquí en Guinea hay muchísimos por todos lados.

- Si, yo sé que son numerosos. Yo sé que aquí en el


pueblo hay dos y que además hacen cosas secretas,
cosas prohibidas, y si les das dinero ellos hacen el
mal en lugar tuyo, hasta llegan a matar... Cierto?

Ib.: Tienes razón, parece que ya vas conociendo el pueblo, ya vas aterri-
zando en Africa.

Hace unos días ha llegado a Dabadougou un mago, es un extranje-


ro (todo aquel que no es del pueblo es extranjero); él dice que puede mul-
tiplicar el dinero; lo hace de un día para el otro.

- A ver, cuéntame cómo es eso de la multiplicación de plata.

Ib.: Tú le das el dinero que quieres multiplicar, tiene que ser en billetes;
a cambio, él te da unas hojas de mango que él ata de una maneja es-
pecial. Tú debes guardar las hojas durante dos días pero sin mirar-
las, sólo al tercer día debes abrir el paquete y verás los resultados;
encontrarás el doble de lo que has dado.

- Ibrahim, ¿tú le has dado dinero?

Ib.: No, yo no le he dado dinero anoche. El actuará esta noche también...


¿tú le darías algo?
Africa: me haces falta / 53

- Ni loco que estuviera, ese tipo debe ser un estafador,


¿cómo sabes que no se va a fugar con tu plata?

Ib.: Es cierto lo que dices, creo que yo no daré mi dinero a ese señor, en
realidad es un riesgo.

Luego, en son de broma Ibrahim me dice: “mi brujo es el padre


Francisco, él es el único que me da plata cada fin de mes...”

Como a los tres días he preguntado al guardían a propósito del fa-


moso mago; la respuesta no me sorprendió mucho, pues el mago se había
dado a la fuga con una buena cantidad de dinero de los ingénuos que ha-
bían confiado en él. Nuestra cocinera le había dado unos 40 000 francos
guineanos (unos 40 dólares), y el padre de ella dió unos 80 000. Conocien-
do al pueblo, creo que otros habrán dado más y porsupuesto lo perdieron
todo.

A veces pienso que esta gente se pasa de sencilla, de ingénua; ¿cómo


pueden creer en estas personas? Por otra parte, yo veo lo de la brujería; yo
no creo que pueda afectarme a mí mismo, por eso puedo decir que no creo
en la brujería. Pero por otra parte veo los efectos de esta brujería en la gen-
te que está a mi lado, entonces no puedo negar la existencia de esta. Sí, la
brujería existe. La gente de estos pueblos, por lo menos de los pueblos Ma-
linkes que conozco en la zona, están sometidos a estas fuerzas. No sé si la
palabra “sometidos” es la precisa para describir el fenómeno de la brujería,
pues me parece que es una cuestión de aceptación, de apego a la misma.
Una gran parte de su cultura se desarrolla alrededor de la brujería, la ma-
gia, el ilusionismo.

Las explicaciones lógicas no sirven de gran cosa, al menos desde mi


punto de vista, pero yo sé que para la gente de este lugar también existen
unas reglas según las cuales la brujería actúa en las personas. Reglas muy
complejas por cierto. Aunque a mi no me lleguen los efectos de la bruje-
ría, puedo de alguna manera intentar explicarme el fenómeno. Ellos, los
malinkes de estos pueblitos, han crecido en este medio, viven desde siem-
54 / Hernán Cordero

pre con este elemento de su cultura, desde su nacimiento se confrontan a


estas fuerzas. Conozco poca gente que dice no dejarse “condicionar” por la
brujería; es gente que se ha desvinculado del medio, universitarios, gente
de la ciudad.

Las manifestaciones que he visto me han dejado perplejo; una no-


che en el pueblo, cuando uno de los brujos comenzaba su danza, unos
cuantos jóvenes hacían relajo en un rincón del gran patio donde estába-
mos; el brujo les dijo que se callen. Los jóvenes no dieron importancia a
las palabras del brujo, entonces él se enojó y fue hacia ellos, les reclamó su
actitud frente a su cultura, frente a este tipo de manifestaciones y les ame-
nazó con hacerles algo malo. Todavía los jóvenes continuaron burlándose
durante el espectáculo. El momento llegó, el brujo les dió la orden a todos
los jóvenes de ese grupo de vomitar; y así pasó, los jóvenes vomitaron sin
poder controlarse. La gente estaba asombrada ante el poder de este brujo.

Desde hace un tiempo estoy trabajando en el dispensario médico, he


hecho un pequeño cursito para conocer los tratamientos de las enferme-
dades más comunes del medio y curar las heridas... La gente acude con
normalidad al dispensario y yo les ayudo en lo que puedo; de hecho los
medicamentos bien administrados surten efecto. Pues bien, la gente ve en
este hecho algo de extraordinario; muchos de los que vienen al dispensa-
rio no consideran al medicamento muy importante; tampoco ven los co-
nocimientos del “curandero” como algo que se pueda adquirir estudiando;
para ellos existe una fuerza que está sobre la persona y que le permite cu-
rar. Ya me he acostumbrado a oír frases como éstas: “tu es trop puissant”
(tú eres demasiado poderoso). Yo lo acepto así, solo con algunos jóvenes
puedo hablar de medicina como nosotros la comprendemos, es inútil ha-
blar de ello con las viejitas...

Yo sé también algunos trucos con los naipes y monedas; ¡alguna vez


le jugué una broma a Agustín quien me hizo mucha publicidad!

El sacerdocio también es comprendido, dentro de esta cultura, co-


mo algo relacionado a lo mágico, a la brujería; yo no sé como explicar con
Africa: me haces falta / 55

claridad cómo la gente aquí ve al cura. Primero que nada es un ser que tie-
ne un rango especial, el hecho de guardar el celibato lo hace extraño, “ra-
ro”, pero especial. Antes de ciertos rituales, los mismos brujos o curande-
ros de aquí hacen períodos relativamente largos de continencia sexual. El
aspecto que más interesa a la gente es sin duda la posibilidad que el sacer-
dote tiene poder para curar, curar del espíritu y a veces del cuerpo. Desde
este punto de vista el cura tiene los poderes de un brujo, la diferencia es
que el brujo hace también cosas malas, se oculta para trabajar, es un per-
sonaje de la noche; mientras que el sacerdote es un brujo bueno, actúa
abiertamente y casi siempre hace el bien.

Un diálogo con un grupo de jóvenes del pueblo:

jov.: Oye, ¿te has puesto a pensar en la muerte?


Ella nos ataca demasiado a nosotros, aquí en Africa
...morimos muy jóvenes.

- ¡Vaya!...claro que me he puesto a pensar en la muerte, y


también me he dado cuenta que la gente aquí muere muy
joven. ¿No creen ustedes que se debe a las enfermedades?

jov.: Sí puede ser, hay muchas enfermedades aquí.


Dínos: ¿cuáles son las más importantes?

- Escuché el otro día un reportaje en la radio sobre las


enferemedades en Guinea. Dijeron que la primera causa de
muerte es el paludismo, la segunda es el cáncer, sobre todo
en las mujeres, y que la tercera en éstos últimos años es el
SIDA. Yo veo que al dispensario llegan muchas personas
con sífilis endémica.

jov.: ¿Qué es eso del SIDA?

- Es un síndrome...(larga explicación)
56 / Hernán Cordero

jov.: Yo creía que el SIDA era algo así como la suma de


varias enfermedades.

jov.: Para mí, el SIDA no es otra cosa que un cuento inventado por los
blancos; ellos no quieren que nosotros tengamos muchos hijos, se
sienten amenazados, creen que después nuestros hijos irán a Euro-
pa para quitarles su comida, sus trabajos. Los blancos tienen miedo
de que los negros lleguemos a tener el poder y a dominarlos...
...y dicen que en Africa hay más SIDA que en
otros continentes. ¿por qué dicen eso?

- Miren, yo no pongo en duda la existencia del SIDA, y si creo


que este mal se propaga más rápido en Africa.
Antes se creía que era una enfermedad de los homosexuales,
si así fuera, esta enfermedad sería muy débil en Africa. Pero no es así,
personalmente creo que el SIDA se propaga más rápido aquí
por la aceptación de la poligamia en casi todas las culturas.
Ya ustedes saben de las libertades sexuales que existen aquí.

jov. ¡ Pero tú estás loco!... ¡Nada de eso que estás


diciendo puede ser la verdad!
Ha sido el profeta Mohamed quien nos ha dicho que podemos te-
ner varias mujeres, así lo dice el Corán.

(libro sagrado de los musulmanes) la poligamia es buena.


Que tengamos cuatro mujeres es nuestro ideal.
No te atrevas a hablar otra vez de esa manera, ¡no te
metas con nuestra religión!

Con los jóvenes he discutido varias veces sobre la poligamia, ellos


son mis amigos y aceptan que yo pueda tocar el tema; ahora puedo mez-
clar el francés con el Malinke, de vez en cuando algunos de ellos me reve-
lan sus secretos y hasta me piden un consejo.
Africa: me haces falta / 57

De todas formas muchas veces nos bloqueamos en el tema, tocar el


tema no es nada fácil, es tocar un elemento muy importante de su religión,
de su cultura, por ello es mejor a veces interrumpir la conversación y que-
dar como amigos. Yo considero como un logro muy grande el poder ha-
blar con mis amigos de éstos temas interesantes, ya no lo veo como una
pérdida de tiempo el escuchar las largas explicaciones que ellos me dan y
las que yo también hago... creo que voy entrando en su mundo.

***

Un nombre propio

Alex, un voluntario mexicano que está aquí desde hace unas sema-
nas, lleva a un grupito de jóvenes a la ciudad y me ha propuesto un en-
cuentro de fútbol en la ciudad con el equipo del pueblo. Después de la ex-
periencia del partido de fútbol en Gbasankan, el mismo que terminó en
guerra, yo tengo mis dudas. Esta vez hemos seguido todos los pasos nece-
sarios para intentar evitar cualquier problema.

El partido se hace, aunque el día mismo del encuentro asistieron los


dirigentes de la juventud del pueblo y, a la hora de jugar, han hecho unos
cambios con los que yo no estaba de acuerdo por ser ilegales, eran jóvenes
que jugaban sin estar vinculados al equipo y a las normas que nosotros
mismos habíamos puesto. Estos cambios trajeron problemas; algunos ju-
gadores comenzaron a golpearse brutalmente en la cancha. Como respon-
sable del equipo he decidido firmemente que el partido se suspenda. Co-
mienza la puñetiza, solo que esta vez ya no era un extraño y he podido in-
tervenir para separar a los jóvenes que se golpeaban. Digo a Alex que sal-
ga con la camioneta, él parte con la mayoría de los jóvenes, los últimos sa-
limos en nuestras bicicletas oyendo los insultos de nuestros contricantes;
por lo menos hoy no hay heridos de gravedad.
58 / Hernán Cordero

Cuando llegamos al pueblo, hemos hecho una reunión con los juga-
dores y les he reprendido por permitir que se den cosas ilegales de las que
habíamos hablado claro antes.

Por la noche, mientras estoy en mi cuarto, unas voces me sorpren-


den. Es toda una comitiva del pueblo que quiere verme. Alex y yo salimos;
Alex ha estado ahí los dos primeros minutos, él está fuera de control y pre-
fiere dejar la reunión, como recién llegado que es todavía no entiende eso
de sentarse a hablar para arreglar las cosas. Los representantes de los jóve-
nes comienzan a hablar, más que nada se reconocen culpables de lo suce-
dido y quieren pedirnos disculpas. Todo esto toma su tiempo, pedir discul-
pas a alguien no es algo muy simple, hay unas maneras de hacerlo bastan-
te reguladas.

Cuando me toca hablar les he dicho que las disculpas están bien, pe-
ro que lo más importante no es eso; les he preguntado si ellos me conside-
ran verdaderamente o no, si la responsabilidad sobre el equipo que me han
concedido es auténtica o no, y si para los jóvenes soy en realidad alguien o
sigo siendo un “tubabunin”.

Ellos se han tomado unos minutos discutiendo entre ellos el asun-


to: ¿soy o no uno de ellos?...

Yo entiendo bastante bien lo que dicen, pero hago como si nada,


quiero que ellos me lo digan; me doy cuenta que uno de ellos es fuerte en
sus argumentos; él dice: “¿cómo un blanco puede venir a decirnos lo que
debemos hacer?... ¡eso nunca!”. Los otros en cambio han dejado de lado el
aspecto racial y me consideran como alguien que está con ellos.

Llega el momento de decirme las conclusiones. Como es la costum-


bre en éstos casos, el más adulto toma la palabra y me dice: “nos hemos
demorado demasiado tiempo para darnos cuenta de que tú nos quieres,
que vives con nosotros; dudamos de los blancos, por eso no podíamos
creer que tú quisieras realmente ayudarnos, ser uno de nosotros, ahora nos
damos cuenta de que en la misión ustedes nos aceptan, ha llegado el mo-
Africa: me haces falta / 59

mento de aceptarlos a ustedes en el pueblo. Les invitamos a venir a todas


nuestras reuniones y les rogamos que cuando ustedes necesiten nuestra
ayuda para cualquier asunto de la escuela nos llamen y estaremos gustosos
de ayudarles”.

Uno de ellos me dice: “desde este momento ya no eres monsieur


Hernán, eres nuestro hermano, el color de tu piel ya no es lo más impor-
tante para nosotros”.

Una noche de esas asisto a una reunión de los jóvenes, ellos han de-
cidido nombrarme oficialmente como su “koro” o hermano mayor; así
pues tengo el derecho y la obligación de reprender a los pequeños si les veo
haciendo algo malo, puedo llamarles y darles consejos y ellos tienen la
obligación de escucharme. Hay todo un código de normas de respeto con
relación a los hermanos mayores. Me han propuesto tener un nombre ma-
linke, desde hoy me llamarán Aboubakar; nombre árabe que quiere decir
“el hombre que dice la verdad”. Los jóvenes me dicen simplemente Abú; mi
relación con ellos ha cambiado de manera considerable.

Por otra parte me doy cuenta del camino realizado, esta toma de
conciencia me permite dar una mano a los que van llegando a trabajar
aquí como voluntarios.

***

Algunos viajes

Siempre me ha gustado la aventura y los viajes. En San Patricio con


los chicos de la calle salía casi todos los fines de semana con rumbo a una
montaña. Me encantaba también ir a la Amazonía, he ido dos veces al
oriente a pie. Mi primera caminata larga fue cuando yo tenía 16 años; lo
hice con un grupo de 16 compañeros del colegio, y dirigidos por un joven
salesiano coadjutor llamado Dilvo Oliva. Fueron dos días completitos de
60 / Hernán Cordero

marcha forzada desde el Sigsig, provincia del Azuay hasta Gualaquiza, en


Morona Santiago. En Ecuador pasé bastantes aventuras y creo que conoz-
co bien mi país.

Pancho ha viajado a Conakry, él tiene que hacer unos trámites en la


aduana del puerto para poder sacar unas máquinas que nos llegaron para
los talleres. La fecha de regreso es incierta, los puertos funcionan como en
nuestro país, hay que poner mucha grasa para que los trámites resbalen,
dar regalitos por aquí y por allá, quedarse todo el tiempo a lado de los con-
tenedores para que las cosas no se vayan a caer...; a esto hay que agregar
que aquí en Guinea los gringos somos nosotros y la gente quiere sacar par-
tido de eso.

En éstos días yo tenía que salir con Pancho hacia el sur del país con
el fin de realizar unas pruebas de admisión a nuestra escuela. Pancho no
regresa, así que tendré que viajar con Patricia, una voluntaria que llega pa-
ra trabajar en el dispensario de la escuela, y con Agustín, que por cierto es
de la zona a donde vamos.

Nuestro viaje no ha sido tan largo, son menos de 500 kilómetros pa-
ra los cuales nos hemos tomado todo el día de viaje. Tenemos un buen ve-
hículo!

Durante el camino nos hemos detenido por un momento en una


gabarra que hay que tomar para atravesar un pequeño río, ahí mismo
aprovechamos para comer algo. También nos hemos quedado un momen-
to en un pueblo donde Agustín tiene familiares. Una hermana de él nos ha
pedido que la llevemos hasta otro pueblo que está a unos cuántos minutos
más adelante. Agustín y su hermana hablan en lengua local, ellos son To-
má, así es que de esa lengua no comprendo nada. De pronto han comen-
zado a gritar cada vez más fuerte, lo hacen como si estuviesen comunicán-
dose de una colina a otra. Yo les he pedido que por favor no griten mucho.
Africa: me haces falta / 61

Continuando con la conversación, Agustín y su hermana han subido el vo-


lúmen cada vez más, eso nos ha molestado bastante a Patricia y a mi que
no podíamos conversar.

Cuando la señora se ha quedado en su lugar de destino, Patricia ha


reclamado fuertemente a Agustín sobe los gritos que ellos daban en el ca-
mino, ella le ha dicho que él es un mal educado. Así Agustín no nos ha di-
rigido más la palabra por el resto del viaje.

Llegando a N’zerekoré hemos sido muy bien acogidos en la casa del


obispo aunque él mismo no ha querido dejarse ver en persona para salu-
darle.

Llegada la noche, Patricia se ha ido a descansar en su cuarto; Agus-


tín está solo en el corredor y yo me aproximo a él para conversar. Yo le pi-
do disculpas en nombre mío y de Patricia y le explico que para nosotros
gritar de esa manera cuando se habla es de mala educación. Todavía mo-
lesto Agustín me explica el hecho; él me explica que en su cultura, cuando
se habla de acontecimientos importantes el tono de la voz y la fuerza de la
misma deben subir según la importancia del hecho del que se está hablan-
do. Cuando los hechos son verdaderamente importantes se habla tan fuer-
te que en el pueblo, todo el mundo se entera de lo que sucede. El me lo ha
dicho, su hermana le informaba de la enfermedad grave que agobia a su
padre; es un asunto evidentemente grave.

Con la explicación de Agustín me siento mal, como un ignorante.


¿Quién iba a imaginar que las cosas fueran tan diferentes en las culturas de
éstos lugares?; con todo, lo importante es que hemos aclarado las cosas y
creo que quedamos en paz. Agustín y yo somos cada vez más amigos.

Los tres días que nos hemos quedado ahí los hemos pasado bastan-
te bien, nuestro trabajo se ha desarrollado con normalidad y tomamos el
camino de regreso.
62 / Hernán Cordero

Al llegar a casa siento que verdaderamente es mi casa, qué alegría


encontrar a mis hermanos de comunidad y también a los jóvenes; saludar
a Ibrahim a quien le digo “vieux” (viejo) y que ahora es mi gran amigo.

Después de poner las maletas en mi cuarto, hemos rendido cuentas


de nuestro viaje al director; terminando luego, de hacerlo èl me da la no-
ticia de que al siguiente día debo salir hacia la frontera norte del país, a Si-
guirí, donde tengo que ir a una empresa para ver unos trabajos que se
deberán realizar en nuestros talleres. Yo estoy medio muerto por las 10 ho-
ras de viaje rápido que hemos hecho, solo quiero dormir... saldré mañana.

Después de una noche de reposo voy para la estación de la ciudad,


ahí hay que esperar que se llenen los “taxi-brousse” (taxi del monte) con
los 8 o 10 personas que tenemos que entrar en el auto.

Son las ocho de la mañana, he tenido suerte y no he esperado sino


una hora antes de tomar la carretera.

Como es casi normal aquí, el chofer tiene un ayudante que viaja con
nocotros. Bueno, el ayudante viaja sobre el auto, con la carga de los pasa-
geros. Son solo 150 Km. desde Kankan a Siguirí, pero hay que atravezar 2
ríos en planchón ya que no hay puentes. Uno de esos dos ríos es el Níger
que en época de lluvias es enorme. Es la primera vez que voy a Siguirí, allí
hay una comunidad salesiana: 1 sacerdote, 1 tirocinante y una voluntaria.

Unos 20 kilòmetros de carretera en pésimo estado han sido sufi-


cientes para que la parrilla del auto se vaya al suelo. En un momento dado
las mujeres que van en la parte trasera del auto hechan un grito, una excla-
mación en lengua para decir que el “chulío” ya se mató. El auto para a un
lado de la carretera y en seguida vemos al ayudante que viene corriendo
hacia nosotros, a él no le pasó nada y esto nos ha sorprendido a todos los
pasajeros. El chofer da retro y se estaciona junto a la parrilla caída, él nos
dice: “vamos a demorarnos un poco en atar esto al auto, aprovechen el
tiempo rezando”.
Africa: me haces falta / 63

Bajo un sol que quema, el taxista ha terminado de atar el porta-


equipaje; ha utilizado unos cauchos que pasan por el interior del vehículo,
los vidrios de las ventanas no se pueden subir, las puertas traseras del ve-
hículo tampoco se pueden abrir.

Más adelante, cuando nos movíamos a una buena velocidad, una


llanta del auto explota con el típico ruido que se parece a un tiro de revól-
ver; el chofer ha maniobrado bien y al menos no nos salimos del carrete-
ro; otra vez las exclamaciones de las mujeres “eh Allah” (oh Dios). Nues-
tro chofer nos dice que habrá que esperar un momento para cambiar la
llanta, lo que él no nos dijo es que no tenía llanta de emergencia y estaba
esperando que pasara un taxista amigo que le prestara una. Claro que no
ha sido fácil que alguien le seda una llanta, por ello hemos esperado unas
dos horas al borde del carretero. Con el polvo y el sol que quema, los pa-
sajeros buscamos la sombra de cualquier arbusto para refugiarnos. El arre-
glo está hecho, salimos de nuevo a la carretera para continuar el viaje.

Por fin llegamos al Níger, aquí hay un moderno planchón para pa-
sar unos 6 carros a la vez. El encargado del bac (planchón) nos lo ha dicho:
“no nos movemos si no hay 6 carros”; nosotros somos el cuarto vehículo.
A esperar de nuevo, la gente hecha al dolor baja a buscar comida, un pla-
to de cualquier cosa. Las vendedoras son las mujeres de los empleados que
trabajan en el planchón, el negocio funciona! El bac se detiene lo suficien-
te como para que haya un consumo que traiga ganancias a las vendedoras.
Todo el mundo lo sabe, los reclamos se hacen sentir pero estos no dan nin-
gún resultado. Atravesamos el Níger como a las dos de la tarde y seguimos
el camino del otro lado del río, son unos 40 Kilómetros que se recorren an-
tes de llegar al Tinkiso, otro río que debemos cruzar.

Los autos que atravesaron con nosotros el río Niger están ya del otro
lado, el bac está esperando dos vehículos más. ¡Mierda, otras dos horas de
espera!
64 / Hernán Cordero

Finalmente atravesamos el río, la carreterera de este lado está pési-


ma, rodamos a unos 15 o 20 Km. por hora en una polvareda que no nos
deja ver el camino.

Estamos muy cerca de Siguirí pero son ya las 6 de la tarde, algunos


de los pasajeros se quedan en unos poblados; cada parada es una historia,
amarrar y desamarrar todo el equipaje...

A unos 9 kilómetros de la ciudad y en una recta larga hay unos mi-


litares controlando documentos, el taxista se detiene y nos confiesa que él
no tiene ningún documento que le permita pasar este control; nos dice:
“yo lo siento mucho pero quí se termina el viaje, yo me regreso”. Ahora si
que los pasajeros se han puesto furiosos, sobre todo las señoras insultan al
chofer.

¿Y ahora que? Solo sé que la ciudad está unos kilómetros adelante,


me pongo a caminar con mi pequeña mochila. Cuando llego a la ciudad
pregunto por la casa de los curas y me dan la inesperada noticia de que di-
cha casa está fuera de la ciudad, a unos 8 Kilómetros hacia el norte. Aquí
no se puede esperar a que pase el bus, pues no existe; alquilar un taxi me
costaría un ojo de la cara. Decido caminar el trecho que me falta, ya es de
noche, en el camino me cruzo con algunas personas que me ven como a
un extraterrestre, mientras voy saliendo de la ciudad la carretera se vuelve
totalmente obscura, no veo casi nada, no puedo caminar rápido como qui-
siera. Al llegar a una pequeña colina veo una luz en el monte, luz de lám-
paras de neón, me digo a mi mismo “esa es la casa, pues quien tiene ener-
gía solar sino los curas”.

Llego hacia las 10 de la noche; han sido 14 horas de viaje para 150
Km., ¡es un buen récord!

Al llegar a casa nos hemos reído un poco de mi pequeño viaje, Víc-


tor me ha ofrecido una cerveza fría, no quiero comer nada, solo quiero
dormir ya que en la mañana debo ir a buscar mi trabajo.
Africa: me haces falta / 65

He salido al día siguiente con Víctor, un jóven colombiano que está


aquí unos meses más que yo, con él llegamos a las famosas minas de oro
donde una empresa francesa está trabajando. Hay mucha maquinaria pe-
sada, las grandes piezas que se desgastan son las que tendré que reparar; he
dado un vistazo por todos los talleres, conversado con los jefezasos del lu-
gar. He hecho algunos acuerdos de trabajo.

Por la tarde salgo a dar una vuelta por el lugar, a conocer el pueblo;
preparo mi mochila para el regreso del día siguiente. Estoy casi resignado
a lo que me espera, me acuerdo de Luis Pedro, el voluntario mexicano que
me había contado que en este trayecto se había quedado a dormir una no-
che a mitad de camino; yo no le creí, pensé que estaba exagerando.

Al día siguiente he encontrado un buen taxista, solo somos 6 pasa-


geros y el auto se ve bastante nuevo; como si eso fuera poco me han cedi-
do el asiento delantero.

Salimos de Siguirí como a las 10 de la mañana, llegando al Tinkiso


el bac estaba de nuestro lado y hemos pasado en menos de 10 minutos; del
otro lado de la carretera el chofer no se hace mucho problema del estado
de la carretera, el corre igual. Yo converso con la gente, ellos me hacen pre-
guntas de prueba para ver si verdaderamente hablo malinke, me enseñan
nuevos términos, reímos con algunos chistes contados por el chofer.

En el río Níger nos detenemos unos 5 minutos, el planchón está de


nuestro lado pero somos el único vehículo... “esto va para largo” me digo
a mi mismo.

Mi suerte es tal que casi enseguida aparece a lo lejos el trooper del


prefecto; suficiente para que los empleados muestren su eficiencia a esta
autoridad. Rapidamente el bac se ha parqueado impecablemente de mane-
ra que llegando el prefecto suba al bac sin detenerse; claro nosotros subi-
mos también, ahora no hay que esperar los 6 autos necesarios para pasar,
sino que el bac se mueve a toda máquina.
66 / Hernán Cordero

El resto del viaje ha sido muy rápido, así es que antes de las 2 de la
tarde ya estoy en casa, ¡increible!

El movimiento no termina todavía, mañana debo salir a Conakry,


debo conducir a uno de los superiores que ha venido en estos días a visi-
tarnos. Me esperan unas 15 horas para los 800 kilómetros que nos separan
de la capital.

Estoy de vacaciones, me gusta viajar, me gusta manejar, acepto estar


de arriba para abajo mientras pueda.

Salimos muy de mañanita, solo somos tres viajeros: Francisco el vo-


luntario, un cura mexicano (el superior) y yo, el chofer.

Hemos conversado bastante durante las primeras horas del viaje, ya


más adelante la conversación cede el puesto a la música y al aire que corre.

Como hago siempre, escojo mis mejores cassetes de música variada


para los viajes: música latinoamericana y nacional, cumbias, rock latino,
unas románticas, música guineana... Cuando las conversaciones ya se vol-
vieron pesadas tuve la intención de oír un poco de música boliviana popu-
lar, han pasado unas dos canciones y mis compañeros de viaje me han di-
cho: “¿qué no tienes otra musiquita mejor?”

He cambiado de música, las cumbias tampoco son del gusto de mis


pasajeros, la música ecuatoriana peor; me he sentido muy mal con los co-
mentarios que mis compas han hecho y les he preguntado: “¿qué música
les gustaría escuchar?”...

- Música buena, es la respuesta, o sea música clásica o algo así. Lo


siento mucho, no tengo... ¡nos quedamos sin música!

La música ha sido un nuevo tema de conversación, los regionalis-


mos aparecen, siento la tentación, estamos en el centro del mundo: Méxi-
co.
Africa: me haces falta / 67

Yo no había hablado mucho con mi superior, en casa no tuve tiem-


po, pero ahora no tengo mucha gana de hacerlo.

En Conakry me tocó el turno de hablar con el superior al igual que


con todos los voluntarios, son unas cuantas palabras:

“¿Cómo estás y qué te hace falta?...”

Estoy bien y no me hace falta nada... fue uno de los diálogos más
cortos que he tenido con mis superiores.

Los días que paso en la capital son duros, tengo que hacer muchas
compras y arreglar documentos; ¡éste es el castigo de todo aquel que sale
del interior del país hacia la capital!

Tres días de trabajo duro y en solitario, Francisco dice que se siente


mal y no me ha podido ayudar en nada.

Para el viaje de regreso llevamos dos pasajeros hasta los tres cuartos
del camino, un africano y un religioso holandés, ellos nos cuentan sus
aventuras por estas tierras, chistes, música, comida al paso... todo chévere.

Cuando llegamos a casa, ¡qué alegría! me doy el tiempo de saludar


uno a uno a los internos, obreros, al pícaro guardían; y por la noche a mis
amigos del pueblo.

En éstos 15 días he recorrido unos 3 mil Kilómetros, no me ha pa-


sado nada, estoy en forma y he realizado bastante bien las tareas que se me
han confiado. Pocas veces he realizado viajes así de duros. Mis últimas va-
caciones en Ecuador, Navidad del 90 y año nuevo del 91, los pasé sobre mi
moto, me di una vuelta al Ecuador; me acuerdo cada detalle de este cami-
no hecho en solitario buscando desintoxicarme del ruido de la ciudad. Sa-
lí de Quito hasta Santo Domingo, ahí pase la noche en un hotelucho; al día
siguiente fui a Esmeraldas, llegué a la casa de un amigo, pasé la noche y
continué el día siguiente bordeando las playas hasta Guayaquil. El tercer
68 / Hernán Cordero

día de viaje fui hasta Machala, ahí me quedé un día en la casa de John, un
ex-voluntario de San Patricio; también fui hasta el santuario de la Virgen
de Chilla. Después seguí mi camino hacia Cuenca, quise pasar por el Ca-
jas pero me perdí (el carretero aún no estaba terminado) y tuve que regre-
sar para salir a Naranjal, seguí por el Cañar hasta Cuenca; en mi casa me
quedé dos días y después salí para el norte del país pero subiendo por el
oriente. En General Plaza (Limón) me quedé a dormir en la casa de otro
ex-voluntario, al día siguiente salí para Macas, en el camino encontré a los
chicos de la calle que andaban de vacaciones, me quedé a dormir una no-
che en Sucúa y al día siguiente llegué hasta Quito, salí a la sierra por Ba-
ños. Fueron más de 6 mil kilómetros con todas las vueltas incluídas. Nun-
ca me arrepentí de viajar así, aún cuando los brazos me dolían despues de
conducir la moto en trayectos duros. Ahora, en Guinea, tampoco me arre-
piento de viajar. Es muy duro! Pienso en la gente que no le gusta viajar
tanto pero está obligada a desplazarse al interior de este país, gente que su-
fre mucho. Para mucha gente es de todos los días lo que para otros es una
aventura!

Para estar a tono con la realidad de la gente del pueblo, he decidido


rodar en bicicleta exclusivamente, me parece que es lo propio del medio en
el que vivo. Puedo ahora entrar en muchos pueblitos que en carro nunca
lo habría hecho. Mi compañero Francisco se ríe de mi, dice que parezco un
albañil, o un panadero, ...que le vamos a hacer. Tampoco a toda la gente de
estos lugares le convence ver a un blanco andando en bicicleta, pues no es
lógico, el blanco tiene plata. A veces en la calle la gente me grita “faux tu-
babu” (falso gringo); no sé si ellos quieren ofenderme pero a mi me hace
sentir bien, no tengo la mínima intención de identificarme con esos blan-
cos jefazos de los proyectos internacionales (aunque yo también sea páli-
do).
Africa: me haces falta / 69

***

Escapadas

En éstos días he comenzado a escribir nuevamente, había dejado de


hacerlo, ya son casi dos años que estoy aquí y el primer impacto de las co-
sas diferentes ha pasado. La novelería ha quedado atrás, ya estoy bastante
familiarizado con las costumbres, conozco bien el pueblo, las cuestiones
referentes al trabajo en el taller, etc.

Pero en éstos días, y a medida que voy entrando con los jóvenes, voy
aprendiendo cosas nuevas.

He decidido tocar guitarra en este medio en el que ese instrumento


es muy raro; me he metidoa realizar unas piezas cómicas de teatro con los
chicos de la escuela. Los resultados han sido sorprendentes, todo ha salido
bien y a la gente le ha encantado. Los jóvenes se parecen a los de nuestro
medio, la música, el teatro y el deporte parecen ser aficiones juveniles uni-
versales; en todo caso los jóvenes reaccionan como lo harían los de nues-
tro medio (barrios populares de Quito).

La situación de la escuela me parece muy artificial, yo creo que to-


dos los internados crean situaciones de vida bastante artificiales en rela-
ción a la vida de familia. El ambiente es bueno en general, no hay proble-
mas, pero yo lo siento como falso, cuando los jóvenes salen de vacaciones
su vida es totalmente otra. Fuera de los muros de esta escuela la vida cam-
bia para todos. Estar encerrado en sí mismo no me parece bueno para na-
die, todavía somos bastantes extranjeros en el pueblo, nosotros los tuba-
bus, pero también los alumnos, la institución misma.

Busco algunas alternativas para abrirnos un poco más al mundo que


nos rodea, creo que hay que romper la rutina y la mediocridad que nos en-
vuelven al estar cómodamente encerrados.
70 / Hernán Cordero

Por las tardes, cuando las clases han terminado bajo a dar una vuel-
ta por el pueblo, ahí en la cancha grande de fútbol donde de vez en cuan-
do jugamos con los jóvenes, también hay un lugar al borde de la carretera
donde ellos se reúnen para contar sus historias.

A veces monto mi bicicleta y voy a parar en otros pueblos. Casi


siempre salgo solo y lo hago sin rumbo, simplemente tomo la carretera, o
un sendero, y sigo hasta ir a dar en un pueblo. Llegar como un desconoci-
do a uno de éstos poblados me ayuda a defenderme solo, a practicar la len-
gua local y a conocer mejor la realidad.

Las relaciones con la gente de los poblados alejados de la ciudad no


es muy fácil. Más de una vez los niños han huído de mi presencia gritan-
do “dyina, dyinagbe” (el diablo, el diablo blanco...!). Por otra parte, no es
habitual en este medio visitar los pueblos sin tener razones concretas para
hacerlo; las razones válidas según me han dicho son: visitas a un familiar,
visitas a una chica (novia), o cuestiones de comercio. Yo no llego por nin-
guno de éstos motivos, por ello me preguntan de “primerazo” : ¿Qué quie-
res aquí?

Decirles que simplemente quiero conocer el medio o hacer un poco


de turismo, no convence a nadie, los jóvenes que se van haciendo amigos
y me tienen un poco de confianza me molestan diciéndome que voy a bus-
car muchachas, pues para un joven de mi edad sería la razón más idónea
para visitar un pueblo que no es el mío.

Más tarde me he enterado que hay algunas normas también para los
extranjeros que tienen interés en conocer un pueblo; se trata de llegar di-
rectamente a la casa del jefe del lugar y explicarle el motivo de la visita,
muchas veces es el mismo jefe el que acompaña al extranjero a dar un gi-
ro por los lugares interesantes, y a presentar a las personas importantes.

Después de algunas visitas a los sitios que puedo llegar pedaleando


(hasta unos 30 Km en el monte) me voy ganando amistades en cada lugar;
a veces son jóvenes y otras veces son los adultos.
Africa: me haces falta / 71

Para los ojos del extranjero todos los pueblos son iguales, esto por el
aspecto exterior que presentan y el paisaje que los rodea, así es que un tu-
rismo de pasada puede resultar aburridísimo. Otra cosa es entrar y cono-
cer las particularidades de cada poblado:

Djoron es un pueblo de cazadores, Byakuru de cultivadores, en Bur-


fiña están los brujos más poderosos de la región, en Gbasankan están al-
gunos refugiados liberianos que hablan inglés. Son éstas particularidades
las que marcan las diferencias en la vida cotidiana del pueblo, pero tam-
bién en los acontecimientos especiales como las fiestas. De hecho es la gen-
te de cada pueblo lo que hace la diferencia. Me han llamado la atención
sobre todo las fiestas y bailes de los brujos en Burfiña, creo que en la re-
gión es uno de los pocos lugares donde se conservan las tradiciones ances-
trales que poco han cambiado.

Mi presencia en estos acontecimientos es llamativa, pero no siem-


pre, en algunos casos la gente ya me conoce y puedo sentarme anónima-
mente entre la gente, aunque algunas personas me quedan mirando, creo
que esto no condiciona de ninguna manera las manifestaciones que se rea-
lizan. Yo por mi parte, desde hace algunos meses, he guardado en el fondo
de mi maleta la cámara de fotos, ella sí llamaba la atención de los niños y
jóvenes que pedían salir en una foto cualquiera. Mi posición en relación a
las fotos ha cambiado mucho, ahora ya no me interesa mucho tener fotos
bonitas o interesantes, me interesa estar presente con la gente, vivir los
acontecimientos.

Los jóvenes del pueblo ya son mis amigos, hay un grupo de unos 6
jóvenes que me tienen mucha confianza, ellos vienen muy seguido a infor-
marme e invitarme a las fiestas tradicionales de Dabadougou así como las
de los pueblos vecinos.

He aprendido bastante bien los diferentes bailes, pero hay uno que
me gusta más, es el baile de los hombres fuertes “Kamberé koro”; este bai-
le al son de tres tipos diferentes de tambores representa la guerra, el en-
cuentro de dos grupos de hombres que se pelean con chicotes. Los pasos
72 / Hernán Cordero

son todos codificados y su ejecución es conjunta. El baile termina con una


competencia de baile entre pares de hombres que van saliendo uno de ca-
da grupo. Se trata de seguir el ritmo de los tambores que comienzan muy
suavemente hasta llegar a un ritmo rápido que vencerá a uno de los dan-
zantes. El que se impone en la danza recibe los paños de las mujeres en su
cintura o cabeza; otras veces, las chicas ponen sus paños en el suelo para
que los varones bailen sobre ellos. Yo ya recibí paños más de una vez... me
encanta bailar!

El mes lunar es más importante que el mes calendario occidental; es


según la luna llena que se establecen las fechas exactas de las fiestas, por
ello, mis salidas de noche (a pie o en bicicleta) se hacen fáciles ya que la
gran mayoría de fiestas se hacen en plena luna llena.

Que yo salga por las noches, que los jóvenes vengan a buscarme, que
yo hable en su lengua, que participe en las fiestas, etc. no gusta a todos mis
hermanos de comunidad. Francisco baja al pueblo solo cuando es invita-
do formalmente por las autoridades; hay un puesto especial a la derecha
del jefe del pueblo para él. Pancho, el director, va más seguido; claro que él
no se mete a bailar en la masa. A Patricia la llevo al pueblo de vez en cuan-
do.

Mis comentarios en la comunidad a la hora de comer no parecen in-


teresar mucho y, más de una vez, he recibido fuertes críticas sobre mis sa-
lidas: evasión de la comunidad, búsquedas afectivas... ventajosamente esas
críticas vienen de las personas que menos me conocen.

Una de esas salidas a los pueblos ha sido muy especial.

Danán, un joven que conocí en la cancha de fútbol me ha invitado


a visitarlo en su pueblo que se llama Boriya y está a unos 30 Km. de nues-
tra escuela. Yo acepto.
Africa: me haces falta / 73

Un Domingo por la mañana, después de la misa, he salido solo pa-


ra Boriya. El camino es largo, más de dos horas sobre la bicicleta y a toda
máquina.

Llego muy cansado al pueblo y pregunto a unos niños por Danán,


ellos me conducen inmediatamente a su casa. Danán me recibe muy con-
tento y me hace entrar en el cuarto de su padre, un viejo muy enfermo; ahí
está también toda su familia. Mi amigo me presenta con los presentes y
después me saca a pasear por todo el poblado, en nuestro recorrido salu-
damos a muchas personas relacionadas con él: tías, tíos, hermanos...

Una vez terminado el recorrido entramos nuevamente en la casa del


papá de Danán, mi amigo me explica su situación de salud. El viejo está
muy enfermo y no puede desplazarse a la ciudad para ser atendido pues se
podría sacarlo únicamente en moto, seguramente no resistiría. Ante el pe-
dido de ayuda doy la respuesta que creo es posible; invitaré a Patricia a co-
nocer este pueblo, y si ella acepta podrá examinar al viejo y proporcionar-
le algún medicamento para aliviarlo.

Danán ha querido regalarme un montón de cosas: yuca, iñames,


una gallina,... yo he aceptado el almuerzo para el cual ya han sacrificado
un pollo, el resto de cosas no puedo llevarmelas en mi bicicleta.

Durante la semana siguiente Danán pasa nuevamente por la escue-


la y me invita a un baile tradicional para el Domingo próximo, me dice que
la carretera está arreglada y que podría ir en vehículo hasta muy cerca del
pueblo; me recuerda también la promesa de pedir a Patricia (la enfereme-
ra) que me acompañe y pueda ver así a su padre. Yo acepto diciendo que
preguntaré a Patricia si quiere ir.

Llegado el fin de semana salgo para Boriya, Patricia me acompaña,


hay también unos tres jóvenes que nos acompañan, ahora dispongo de la
camioneta. En el camino atravesamos un pueblo llamado Burfiña donde
tengo un amigo herrero. Me detengo un momento para saludarlo. Samba,
mi amigo herrero me da una noticia inesperada: “ayer murió el padre de
74 / Hernán Cordero

Danán, no hay baile porque están haciendo las ceremonias correspondien-


tes antes del funeral”.

Después de consultar a mis compañeros de viaje, sobre lo que debe-


mos hacer en este caso, seguimos hasta Boriya para dar las condolencias a
Danán.

En la casa del difunto se encuentran todos los ancianos del pueblo


y también otros que han venido de otros pueblos. Como es la costumbre,
la familia del difunto debe dar de comer a los asistentes, por ello se ha sa-
crificado un toro grande. Dadas las condolencias le digo a Danán que re-
gresaremos a casa. Él me da un pedazo grande de carne y se despide invi-
tándome nuevamente para la danza que se realizará el próximo fin de se-
mana. Los jóvenes que me acompañan también son invitados. ¡Regresa-
mos a casa!

Por la noche, antes de acostarme, la idea del papá de Danán acosta-


do sobre su cama no sale de mi cabeza. Recuerdo cuando estaba vivo, yo
no hice nada con la urgencia que hubiera podido hacerlo. Me siento inú-
til, a veces quisiera ser médico porque creo que así podría salvar muchas
vidas; un médico es mucho más importante que un mecánico, por lo me-
nos en este medio.

Por el momento no me queda sino resignarme a esta realidad; yo no


puedo hacer mucho. La gente convive con la muerte. En los pueblitos hay
siempre decesos, claro, también hay muchísimos nacimientos. Es como si
la vida pasara más rápido.

Bueno, finalmente la fecha del baile llega, los jóvenes y yo estamos


listos para darnos un salto.

Caída la noche estamos en casa de Danán, pero la danza comenza-


rá por lo menos a las nueve. Esperando que la hora llegue, mi amigo quie-
re presentarme a su novia y pide a uno de mis acompañantes que me lo di-
Africa: me haces falta / 75

ga en su lengua. Salimos Danán, Seku y yo hacia la casa de la novia de Da-


nán, dicha casa está en las afueras del pueblo.

Un buen grupo de chicas están en la casa a la que llegamos, Danán


me presenta a una de ellas como su novia, pero las otras le hacen chistes de
doble sentido a mi amigo, él también dice algunas tonteras, el ambiente no
me es familiar, no es el de una familia.

Cuando salimos, una conversación extraña comienza entre Danán y


Seku. Danán está proponiendo a Seku que todos pasemos la noche en su
casa, que habrá chicas para cada uno de nosotros. Yo entendí bastante bien
la propuesta pero me quedé callado. Seku me pregunta enseguida si enten-
dí lo que Danán estaba proponiendo. Yo no estaba seguro y le he pedido
que me lo dijera en francés. Seku está en aprietos, no sabe como hacerme
la propuesta, por ello hecha unas palabras al aire: “¿has visto a las amigas
de Danán?...pues ellas están muy interesadas...tú sabes... ellas son inteli-
gentes...”

Mientras nos acercamos a la casa de Danán no he dicho nada, me he


quedado en silencio; en casa nos esperan los tres jóvenes restantes con un
hermano de Danán. Cuando entro ellos empiezan a decirme unas frases
raras: “Hey Abu, tú si que eres rápido...”

“Oye, eso que vienes haciendo no es nada bueno...”

Entre risas han lanzado algunas de éstas frases. ¡Mierda! ¡Ahora cai-
go! Todo estaba preparado, ellos sabían de alguna manera los propósitos
de Danán; esto no me gusta nada, no entiendo por qué lo hacen, con todo
le digo a Danán: “Mira, yo vine únicamente porque tú me invitaste a una
danza tradicional, no vine por asunto de chicas... dime si me quedo o me
voy”.

Los jóvenes han querido lavarse las manos. Danán me ha dicho que
la danza se realizará casi enseguida.
76 / Hernán Cordero

Los hombres con sus trajes van saliendo a la plaza del pueblo don-
de se han encendido unas chamisas para alumbrar la fiesta; la danza de los
hombres fuertes ha sido una de las mejores que he visto, hasta me he olvi-
dado del incidente con mis amigos. Son más o menos las diez de la noche,
la danza está acabándose, sin embargo Danán ha estado hablando de nue-
vo con mis compañeros de viaje para convencerles de quedarse en el pue-
blo; ahora son cinco personas que quieren convencerme de quedarme a
dormir en este pueblo. ¡Nada que ver! El que viene conmigo bien, aquel
que quiera quedarse puede hacerlo libremente; me despido de Danán y
arranco la camioneta. Todos los jóvenes han regresado conmigo al pueblo,
en el camino he hablado algo con ellos, sobre todo les he dicho que si yo
quisiera una chica la buscaría yo mismo, que ellos no tienen que ocuparse
de ello. Creo que les he dado un sermón de esos que a mí mismo no me
gustan.

Pero los días sucesivos hemos tenido el tiempo de hablar con con-
fianza, ahora el incidente se ha convertido en un lazo de unión, hasta bro-
meamos sobre el incidente.

En mis posteriores visitas a los pueblos de la zona, preguntas como


éstas aparecen en el diálogo:

¿Estás casado?

¿Te gustaría casarte o tener una compañera?

¿No estás interesado en..?

Estas preguntas son a veces el preludio de un ofrecimiento: una chi-


ca, una acompañante...

Una tarde he salido a un pueblo, lo hago con uno de mis alumnos


de la escuela. La oportunidad se me presenta, a él le hago las preguntas de
rigor cuando vas a un pueblo; en fin, le pregunto muchas cosas sobre el
asunto de las chicas.
Africa: me haces falta / 77

Mi alumno me ha dado a conocer pocas cosas, yo por mi parte no


puedo forzarlo.

El argumento del racismo puede aparecer aquí; ya en una oportuni-


dad se me había propuesto aceptar una chica; yo había dicho que no. An-
te mi negativa la reacción fue muy mala: “tú eres un sucio blanco, tú no
quieres a nuestra raza, eres un racista...”.

Como mi amistad ha crecido con los jóvenes del pueblo, ellos me


han explicado cómo en este sector los jóvenes tienen una especie de pacto
entre ellos; no es nada propio de su cultura o algo que esté en las tradicio-
nes del pueblo malinke, es solo un acuerdo que a veces puede ser implíci-
to, un acuerdo que pueda que esté convirtiéndose en costumbre. Si, los jó-
venes van a fiestas y bailes a otros pueblos, allí las amistades les ofrecen las
chicas para pasar la noche. El favor se paga con la misma moneda. De he-
cho los adultos, sobre todo los viejos, están en contra de las fiestas organi-
zadas por los jóvenes, lo del disco móvil y las luces no gusta nada a los vie-
jos.

Con el tiempo, la gente se ha acostumbrado a verme rodando en mi


bicicleta por aquí y por allá, se han acostumbrado a mi presencia, las pro-
puestas de este tipo casi han desaparecido. Por mi parte, me he dado cuen-
ta de los “bailecitos modernos”, por ello he dejado de asistir a éste tipo de
bailes. Los jóvenes me comprenden y respetan mi opción, yo también les
respeto. Hablamos bastante del tema y nos damos consejos.

Alguna vez me puse a pensar sobre lo ocurrido en Boriya pero des-


de otro punto de vista. Que eso haya sucedido, significa que de alguna ma-
nera los jóvenes me equiparan a uno de ellos, claro que no es en el mejor
de los aspectos, pero no me sienten un lejano gringo y eso no es tan malo.
Me parece que también ha quedado claro que mi negativa no depende de
un complejo racial sino de una opción.

Yo también me he puesto a pensar en una verdadera unión con una


chica. Claro que por el momento yo estoy en un proceso de discernimien-
78 / Hernán Cordero

to y no he pensado realmente en el matrimonio, pero, y si eso me llegara,


¿me casaría con una negra?...

No me he dado la respuesta definitiva pero creo que no está fuera de


las posibilidades, talvez si me casaría con una chica negra e iría a vivir en
uno de esos pueblos que tanto me gustan... Si claro! Mi vida sería total-
mente otra.

***

Con la moral baja

A pesar de todos los buenos propósitos que me he hecho para estar


alegre, para trabajar bien, etc, he pasado momentos muy duros, momen-
tos de malestar, de desánimo. En realidad creo que nadie puede evitar es-
tos momentos; es una crisis que responde en buena medida a los elemen-
tos culturales nuevos que me forzan a un análisis más profundo de mis
propios valores; yo diría que es una crisis cultural que se hace sentir con
mucha fuerza.. No podía ser de otra forma. Cuando veo las costumbres de
los malinke, a veces tan diferentes de las nuestras, la primera pregunta que
surge es :

¿Por qué?, y después me pregunto también a mí mismo:


¿Y yo, por qué hago las cosas así?

Es como un juicio que tengo que hacer a cada momento; un discer-


nimiento sobre los valores que están detrás de las manifestaciones cultura-
les; las de los otros, pero también las mías. No es tan fácil, a veces me he
quedado sin piso.

Son estas dificultades las que de alguna manera ponen a prueba mi


personalidad, mis principios, mi fe misma.
Africa: me haces falta / 79

¿Qué puedo sacar de todas estas reflexiones?


¿A la final qué gano?

Es solo mi interés por conocer a los demás lo que un país en el lle-


va a tales reflexiones. Eso no pasaba en Ecuador porque estaba en el que
conozco un cierto código de valores. En honor a la verdad, creo que allá no
me interesaba gran cosa por conocer a nadie.

Uno de los aspectos duros de mi experiencia aquí ha sido la comu-


nidad misma, la inestabilidad de los voluntarios, las relaciones interperso-
nales que a veces nos son tan buenas. Nuestra comunidad misma es muy
heterogénea. Así, cuando llegaba a Guinea ya veía salir la primera volunta-
ria con solo 5 meses de trabajo. Ella hablaba muy mal de los guineanos, yo
creo que sus prejuicios racistas aumentaron en Guinea. Yo la evitaba, no
hacía sino hablar mal de los negros, ellos eran los culpables de todos sus
sufrimientos, además son perezosos, tontos, mugrosos, ignorantes.

No sé cuál es la causa verdadera de su partida pero no me interesa


tanto conocerla. Creo que hace bien en irse.

El segundo voluntario en irse ha sido Luis Pedro. Encargado del dis-


pensario y de las tareas agrícolas de la escuela. Luis Pedro era para mi un
modelo a seguir; trabajador, interesado por los problemas de la gente, muy
amable. El fue posiblemente el único que me animó a aprender la lengua
local, no porque me lo dijera expresamente, él la practicaba, pues con so-
lo 7 meses de estadía en esta misión hablaba bastante bien el malinke; él
también conocía bien todos los pueblitos de la región, las tradiciones, los
bailes.

Un buen día Luis Pedro comenzó a evitarnos a los otros voluntarios,


había decidido regresar a su tierra. El nos sorprendió con la noticia de su
salida pero no nos dió explicaciones, fue el director el que después de su
salida nos dijo las razones de su partida.

¡Con la salida de Luis Pedro me quedé desarmado!


80 / Hernán Cordero

He reflexionado lo peligroso que es tomar a indivíduos como mo-


delo de vida, si ellos se derrumban tú también. Ya no seguiré a fulano o su-
tano, ya no imitaré más, yo voy a analizar las actitudes y valores que me
sirvan para costruir mi propia vida. Eso será más difícil pero vale la pena.

Unos meses más tarde es el turno de Patricia, ella ha estado traba-


jando en Dabadougou para sustituir a Luis Pedro y, aparentemente, todo
estaba bien, hasta que un buen día nos dice adiós. ¿Por qué se va?

Los superiores veían mal que una chica sola esté viviendo en una co-
munidad de salesianos. Cuando pregunté a los superiores me dijeron otra
cosa: ella había pedido retirarse. Para mí el resultado es el mismo, estoy
pinchado de nuevo, la comunidad disminuye día a día.

José, el voluntario encargado del mantenimiento y de las construc-


ciones también se va; lo hace después del deceso de su padre. Después de
su salida solo quedamos en casa tres personas: Pancho, el sacerdote, direc-
tor y económo de la casa; Francisco el voluntario electricista, y yo... ¡Duro
de vivir!

Tras un período en el que vivíamos como una verdadera familia vie-


nen otros tiempos; Francisco y yo no nos llevamos muy bien que digamos,
ya hemos tenido unos buenos encontrones, y eso, sobre todo, a la hora de
comer.

Con solo tres personas en esta escuela las cosas se nos van de las ma-
nos, los talleres comienzan a marchar a medias, las pérdidas de herramien-
tas y materiales se vuelven cotidianas, el desperdicio también.

Constato que nos falta mucho por hacer a este nivel, si nos roban es
porque no los hemos concientizado bien de lo que están haciendo o por-
que no somos de los suyos; continuamos siendo tubabus, gringos pende-
jos!
Africa: me haces falta / 81

Por otra parte no es que sea fácil, una corrupción arraigada de esta
manera durante un régimen de 30 años no va a desaparecer en un dos por
tres.

Mi idea es comenzar de nuevo en la escuela con gente nueva sabien-


do que podemos perder un poco de prestigio.

Durante un buen tiempo hemos jugado al gato y al ratón con el


guardián de la noche, él nos estaba robando el diesel todas las noches. La
gente del pueblo lo sabía ya que el guardián vendía ahí su producto; los
alumnos también lo sabían. Nosotros fuimos los últimos en enterarnos.
Lo sorprendí yo mismo una noche que me quedé escondido en uno de los
dormitorios de los alumnos.

Este asunto tuvimos que arreglarlo con las autoridades del pueblo,
sin recurrir a la policía, es decir que arreglamos el problema según la tra-
dición. Por así decirlo, este es un caso ganado para nosotros puesto que el
pueblo ha castigado socialmente al ladrón tal como lo hacen entre ellos.

Si la institución se salvó, yo no. Una tarde en la cancha de fútbol,


mientras jugábamos, me encontraba sin el balón y uno de los jugadores
me pateó brutalmente.

La revolcada que me pegué me dejó raspada una pierna. Por la no-


che sentía miedo, tenía recelo de bajar al pueblo, no entendía como alguien
que casi no conozco podía golpearme así. ¡Aquí hay algo más que mal fút-
bol!

Unos días después decido bajar al pueblo, no veo casi nunca a los jó-
venes durante el día, ellos van al campo y yo estoy en el taller.

Esta noche me senté a lado de mi amigo K.B. (nombre de pila), el


vendedor ambulante que por cierto es minuválido; allí me quedé conver-
sando con él de sus novedades. K.B. está todo el día al borde de la carrete-
ra y conoce todos los pormenores de la vida del pueblo. De pronto apare-
82 / Hernán Cordero

ce el tipo que me golpeó en la cancha y se dirige directamente hacia mi. Yo


respiro profundamente y me quedo sentado esperando a ver lo que pasa.
El se sienta a mi lado y me saluda, después me dice: “yo fui el que te pegué
la patadita en la cancha, fue mi hermano que me pidió hacerlo, tú sabes el
antigüo guardián de la escuela. Pero quiero pedirte disculpas, yo com-
prendo que lo que él hizo está muy mal, no debí hacerle caso para lasti-
marte, pues tú vienes siempre a jugar con nosotros y nunca nos has hecho
mal”. Finalmente respiro.

El empleado mejor pagado de la escuela vive en los terrenos de la


misión, es mi vecino pues su casita está a pocos metros de la de los volun-
tarios. Este empleado ha sido uno de los primeros, él ha ayudado a los pa-
dres recién llegados a Guinea a desenvolverse en todo: instalación, docu-
mentos, compras, y, entre otras cosas, es el chofer. Este tipo de ayudantes
se llaman “boys” en Africa del oeste, es un “criado o chulío” de nuestro
Ecuador. Aunque él quisiera ayudarnos en todo, yo no estoy muy de
acuerdo con su trabajo, pues creo que son todas cosas que nosotros pode-
mos hacer; pero no se trata de poder hacerlas, sino que debemos hacerlas.
No me parece nada positivo para nosotros evitarnos tareas como ir al mer-
cado o tramitar un documento, salir de compras, ir al correo. Todas éstas
actividades realizadas por nosotros mismos nos ayudarían a conocer me-
jor el medio en el que estamos viviendo, a conocer el precio que tienen
aquí las cosas, a no contribuir con la corrupción de la burocracia.

Los salesianos hemos caído en el juego fácil de arreglar todas las co-
sas rápidas y con dinero, por ello la presencia de este empleado. La relación
de servilismo no la aguanto, no tengo la costumbre de hacer mandados, de
tener un “boy” o criado.

En Conakry también hay un empleado que todo lo hace por noso-


tros, allá se necesita mucha más habilidad ya que el medio es más difícil, a
nivel público hay mucha más corrupción. En el arzobispado también hay
este tipo de empleados: tramitadores, compradores... así funciona.
Africa: me haces falta / 83

En Ecuador era corriente lo del billetito al “chapa” para que nos de-
jara circular; aunque no he colaborado nunca con esta práctica en nuestro
país, creo que la rabia la traigo encima desde hace tiempo, solo que aquí se
ha agravado.

Por el momento no he cedido ante estas situaciones de corrupción


casera, de servilismo interesado, de plata; si eso debe hacerse por lo menos
que no sea conmigo dentro. Las relaciones entre éstos empleados y yo no
son tan buenas, en general no los ocupo como ellos lo esperan, además
cuando veo irregularidades en sus acciones se los digo, no me gusta que
piensen que somos unos pendejos y que somos unos inútiles que no po-
demos defendernos en este medio.

La comunidad te ayuda mucho en la vida cotidiana, pero eso no evi-


ta que de vez en cuando la misma comunidad pueda desanimarte en algún
aspecto. Lo inverso también puede pasar, tú a lo mejor estás desanimando
a los otros en casa. Por eso las relaciones abiertas y el diálogo son muy im-
portantes.

Los comentarios de mis hermanos me parecen muchas veces golpes


bajos, sobre todo me hacen daño los prejuicios de mis hermanos de la ca-
pital: “no salgas a la calle que todos son unos ladrones”... “todos los merca-
dos son peligrosísimos”, etc. Estas generalizaciones dejan ver que la comu-
nidad está aterrada del medio en el que vive. Yo sé que es difícil, pero no es
para tanto, si alguien sale de casa, va al mercado, sale de noche, entra en los
bares, etc, ese soy yo; nunca me ha pasado nada. Poco a poco mis oídos se
van cerrando a estos prejuicios, las cosas se relativizan pues me digo que
talvez para esas personas la realidad es perscibida así; entonces lo que pue-
do hacer es colaborar diciendo mi versión de las cosas.

Intento explicar a mis hermanos la noción de blanco=dinero, cuen-


to lo que pasa en nuestro Ecuador cuando el gringo va al mercado y el pre-
cio de las cosas se duplica, pongo ejemplos. Tengo que decirlo, aquí somos
gringos! Mientras la gente no nos conozca bien y nos sienta hermanos,
seguirá siendo así solo cuando ellos nos vean de su lado dejarán de estafar-
84 / Hernán Cordero

nos. Por otra parte es como si la gente sencilla tuviera un sexto sentido,
ellos sienten cuando tenemos recelo, cuando tenemos miedo, cuando los
rechazamos, ellos saben si estamos a la defensiva.

Las “reuniones de blancos” son corrientes pues todos los proyectos


internacionales tienen sus agencias en éstos países del sur del Sahara. En
Kankan somos unos 100 los extranjeros “cara pálida”; no digo los blancos
porque hay vietnamitas, cubanos, coreanos, israelitas libaneses, europeos
de varios países y latinoamericanos, que aunque tengamos la piel clara so-
mos bastante diferentes entre nosotros, no tenemos la misma cultura. Pa-
ra la gente todos entramos en un mismo rango: “tubabu” o gringo, coloni-
zador, explotador, platudo...

Las fiestas de blancos están casi siempre llenas, yo he ido a algunas.


Los que aquí trabajan son bastante jóvenes con muy pocas exepciones; el
ambiente de éstas reuniones es bastante informal.

A pesar de la presencia de negros, las conversaciones son muy nega-


tivas, cada quien cuenta lo que pasa en sus proyectos o trabajos, como son
estafados. Hablan de los “negros vagos, habladores, ladrones...”. Las com-
paraciones están a la mano: “en Francia nunca podría pasar eso porque...”,
“nosotros los alemanes...”

La última reunión a la que fui era una reunión exclusiva para blan-
cos, yo no sabía del particular. En la puerta de la casa donde se hacía la fies-
ta encontré a uno de mis mejores amigos, un Senegalés constructor con el
que trabajamos juntos en algunas oportunidades; él ha sido detenido a la
entrada por un empleado del dueño de casa quien ha mandado decir que
la fiesta no era para cualquiera. En ese momento Cheick me mira; yo he
sonreido y le he invitado a tomar una cerveza en el centro de la ciudad; sa-
limos dejando, creo que definitivamente, este tipo de reuniones. Fue una
excelente cerveza.

Otra cosa que me deja mal parado es el entrar cada vez más profun-
damente en la realidad; las primeras impresiones cuando llegas son muy
Africa: me haces falta / 85

románticas, los problemas se minimizan. Otra cosa es tocar fondo e inten-


tar comprender toda la realidad social, política y económica de éste país,
ver la injusticia del sistema, de la sociedad misma, constatar la diferencia
enorme entre estos países africanos y los países ricos.

Hasta hace poco yo creía que lo último eran los países del tercer
mundo, conociendo Bolivia y Ecuador yo pensaba que no hay nada de más
pobre. Pero qué equivocado estaba, seguramente estamos en el cuarto
mundo, el quinto... ¡no sé!
TERCER AÑO

Creo que este tercer año de estadía en Guinea es un apartado en


mi experiencia de voluntariado; aunque es la continuación de un proceso
de adaptación a este medio, la situación es muy diferente. La conciencia de
ese camino recorrido y del camino que hay que recorrer es bastante clara.

El nuevo año es diferente porque ahora hay unas bases sobre las
cuales me apoyo; creo que he roto esos esquemas que he llevado en mi ca-
beza desde la niñez, como que me he abierto a otras concepciones del
mundo y de la vida.

Hasta ahora esos elementos culturales propios, míos, me servían so-


bre todo para comparar valores de nuestra cultura latinoamericana con
los valores de los Malinke. La comparación no es negativa en sí, creo que
no se puede evitar, sobre todo en un principio; es como una reacción in-
consciente. Lo negativo es poner todo en términos de mejor-peor. El re-
sultado es uno: “siempre nuestra cultura es la mejor que existe”... y ¡es cier-
to! Para nosotros la cultura propia responde a nuestras necesidades, a
nuestra vida, a nuestros valores. Pero sucede que para el otro, la cultura de
él es la mejor, y también esto es cierto.

Cuando llega un extranjero a nuestro medio es muy fácil pedirle


que se adapte, es tan fácil como hablar; sin embargo cuando el extranjero
eres tú, ahhh, las cosas no son tan sencillas; aceptar valores para nosotros
desconocidos es difícil, sobre todo cuando esperamos que esos valores
sean explicables “muy racionalmente” y éstos no lo son.

Los esquemas que nuestra cultura nos imprime desde niños pueden
convertirse más tarde en barreras psicológicas que nos impiden aprender
otro idioma, bailar ciertas danzas, hacer ciertos trabajos, tocar a alguien,
comer ciertos animales. Son como prejuicios que sobrevaloran lo nuestro
y ponen siempre por debajo lo del otro.
88 / Hernán Cordero

Ahora lo entiendo: cuando nos abrimos a los demás nos enriquece-


mos infinitamente, talvez no lleguemos a ser como esos otros con los que
vivimos, pero por lo menos podremos comprenderlos y aceptarlos como
son: “diferentes a nosotros”.

Algunas vivencias me han llevado a conocer un poco más a esta gen-


te, quiero contarlas sin ningún orden en especial.

Cada día quiero más a ese loco que se llama Jesús, en estos tiempos
he comenzado a leer más a menudo los evangelios, como que ahora los
comprendo mejor. Esta inquietud de conocer más a Jesús me lleva cada vez
más a una reflexión sobre toda la realidad, a superar la mirada simplista de
lo material, de lo que puedo tocar. Comienzo a entender que hay un más
allá, hasta creo que El está presente también en este medio musulmán. Si;
he pensado que El podría ser negro y cultivador en lugar de blanco y car-
pintero.

***

Agosto del 93

Mes de vacaciones en la escuela, el trabajo se ha interrumpido en los


talleres por lo que tengo tiempo disponible para ir más al pueblo.

He aceptado la invitación de mis amigos para ir con ellos a trabajar


en sus sembríos. La gente aquí cree que los blancos no pueden o no deben
trabajar en el campo, simplemente no lo han visto.En Guinea los blancos
siempre son “patrones”, jefazos, grandes comerciantes, trabajadores de ofi-
cina, gente de blancas manos. En todo caso blanco y esfuerzo físico no tie-
nen nada que ver.
Africa: me haces falta / 89

Como he aceptado la invitación han pasado por nuestra casa muy


de mañana, apenas he salido nos hemos saludado y uno de ellos me da en-
seguida una azadilla diciéndome que la cargara como ellos lo hacen.

Con la azadilla al hombro emprendemos la marcha y comezamos


un diálogo en malinke, finalmente puedo participar activamente en sus
diálogos, claro que no hablamos de filosofía o de cultura... solo tocamos
temas de la vida de todos los días.

Llegamos al terreno y nos dividimos en parejas; el terreno a traba-


jar también se divide en partes iguales: un pedazo de tierra por pareja.

Antes de comenzar la tarea me han preguntado si es mi primera vez


de trabajar la tierra. Les he dicho que no, que mi padre es agricultor y no
es mi primera vez que cojo una azadilla. Entonces me dicen: “I kalia ke”
(hay que trabajar rápido). He entendido la división en 4 parejas equilibra-
das en fuerza, aunque a mi me han puesto con el más fortachón, me ima-
gino que para compensar los grupos. El trabajo es una especie de compe-
tencia, se trata de acabar una tarea lo más rápido posible y de ahí saldrá tu
prestigio como cultivador. Hoy trabajamos haciendo “buttes”, son monto-
nes de tierra que llevan adentro la hierba que, cuando se descomponga,
servirá de abono a la yuca. Hacia la una de la tarde llega la comida, una
gran lavacara de “to”, el plato más corriente entre los malinkes, una espe-
cie de puré de harina de yuca, maíz o iñames. Los malinkes comen con la
mano, todos del mismo plato; la hora de comer es solo la hora de comer,
sin discursos, sin chistes, sin diálogo, por ello la comida dura unos quince
minutos, solo después viene el descanso y la conversación.

Por la tarde cae la lluvia pero el trabajo no se detiene sino hasta las
4 de la tarde, todos terminamos con el lodo hasta las rodillas (ahora com-
prendo porqué la mayoría de los cultivadores no tienen vellos en las pier-
nas) y cuando la tarea ha sido acabada regresamos al pueblo.

Ya en el camino me han felicitado por el trabajo y su manera de ha-


blar ha cambiado, pues ahora me dicen sin rodeo alguno que para ellos el
90 / Hernán Cordero

que no sabe trabajar la tierra no es un hombre..., creo que pasé la prueba!


Pero estoy muerto de cansancio.

Un día Domingo recibo una de las invitaciones para trabajar en el


campo, una de las varias que ahora recibo. Acepto gustoso siempre y cuan-
do sea después de la misa. Los jóvenes me han esperado hasta las nueve de
la mañana, me he cambiado de ropa y... ¡a camellar se ha dicho!

Llegamos a un gran terreno, allí están llegando varios trabajadores


del pueblo, se trata de un trabajo comunitario de esos que nosotros llama-
mos “minga”. El procedimiento de división en grupos se repite, la delimi-
tación del terreno también, y rápidamente empieza la competencia. A más
de los trabajadores, hoy tenemos a algunos tamborileros que animan el
trabajo con su ritmo; así mismo hay uno de los responsables del trabajo
que dice algunas frases para apurarnos en el trabajo; si alguien se detiene
para descansar o se ve cansado: “hey tú, ¿acaso no dormiste en casa?”... “tú
has de ser un fumador vicioso”...o “eso que haces por las noches no te ayu-
da aquí”...todas frases que desacreditan como trabajador. Así mismo los
que mejor realizan su tarea son tomados en cuenta.

También hoy comemos el famoso “to” y la tarea se cumple un poco


antes de la hora. Antes de salir del lugar el animador ha reunido a la gen-
te para felicitar a todos por el trabajo realizado, me felicita a mi individual-
mente y hasta me da la palabra por si quiero decirles algo. Yo aprovecho la
oportunidad para decirles: “no hay nada mejor que trabajar y vivir en co-
munidad, todos somos una familia. Gracias por considerarme”.

Llegada la noche estoy super fatigado, me he quemado mucho la es-


palda, pues tuve la tonta idea de quitarme la camisa por un buen rato.
Cansado o no he decido dar una vuelta por el pueblo, pues hoy hay fiesta.
El “griot” o cantor popular, tradicional en Africa del Oeste, ha comenzado
su canto.

Como es la fiesta de los cultivadores, los relatos hacen referencia a


las labores del campo. El griot habla de un tal hombre que hacía 200 “but-
Africa: me haces falta / 91

tes” o montones de tierra por día, de otro que era implacable con su ha-
cha, otro que hacía producir mucha yuca en tal lugar, etc. Pero también se
ha hecho alusión a los trabajadores del día, a los de la minga. Mi nombre
también ha sido pronunciado. Se ha resaltado el valor del trabajo comuni-
tario, el valor de la tierra que nos da de comer, la unión de los cultivado-
res, etc. Ahora comprendo mejor lo de la competencia a la hora de traba-
jar.

Los jóvenes me han hecho hoy una confesión muy especial: “el cura
no ha venido nunca con nosotros al campo, no nos acercamos a él porque
nos da recelo, seguramente él no puede comprendernos a los campesinos”.
Otro joven me ha dicho con palabras morochas: “Aquí en este pueblo to-
dos somos cultivadores; si alguien quiere entrar con nosotros tiene que
comprender nuestro trabajo en el campo”. Estas frases son un mensaje du-
ro de pasar.

Una de esas noches en comunidad hemos tenido un diálogo. Somos


Pancho, Francisco y yo; comentamos a propósito del trabajo en los talleres
y una frase no la he podido dejar pasar: “éstos negros no saben lo que es el
trabajo”.. . la frase es de mi compañero voluntario que la ha dicho con mu-
cha frescura.

Le he dicho lo duro que es ir al campo a trabajar con un sol de 40


grados o con lluvia, caminar en el monte, sufrir para que nos lleguen los
alimentos a nosotros hasta la mesa.

Francisco ha retomado la palabra para decirme que de ninguna ma-


nera debo comparar a esos ignorantes campesinos con un profesional, él
mismo se ha puesto de ejemplo. El me ha hecho una larga explicación. Yo
le he dicho que si los negros ignorantes no pueden realizar el trabajo de
electricidad, tampoco él es capaz de ir a trabajar un día en el campo, así es
que él y los “negros vagos” para mi están al mismo nivel.

Francisco y yo nos hemos hecho mal mutuamente y nuestras rela-


ciones se han degradado mucho.
92 / Hernán Cordero

Los jóvenes dejan aparecer en sus conversaciones conmigo los com-


plejos en relación a los blancos, al cura; son complejos de inferioridad. Es
evidente que en su cultura la división social del trabajo no les hace ni más
ni menos entre ellos; ha sido el blanco el que ha llegado a imponer normas
de trato diferentes para negros y blancos, de ahí los complejos, el odio, el
desprecio... hasta ahora el guardían se inclina para saludarnos como anti-
güamente se lo hacía con los patrones. Yo le he prohibido hacer eso con-
migo, y como él lo seguía haciendo le amenacé con darle una patada en los
testículos (es una amenaza corriente entre ellos)... ¡ya no lo hace conmi-
go!

Siempre me ha sorprendido como los jóvenes saludaban al jefe del


pueblo en lengua nativa: “Que tal hermano mayor, ¿cómo te ha ido hoy?...
y tu trabajo?...¿me has traído algo de la ciudad?... ¿cómo está tu mujer?”

Ahora que puedo hablar en su lengua me parece fantástico poder


saludar así a los demás y que ellos me saluden así. Es una relación iguali-
taria, de persona a persona... ¡qué lindo!

***

Más personal a bordo

Hace unos meses ha llegado Armando, acompañado de un sacerdo-


te, los dos son ecuatorianos. Armando y Angel son dos amigos conocidos
desde hace algunos años. Los he recibido en el aeropuerto, claro, ellos es-
tán como todo recién llegado: gorditos y con muchas ilusiones.

Angel, el cura, ha sido enviado a Siguirí; Armando se quedará en


Dabadougou para responsabilizarse de la carpintería. De entrada hacemos
un pacto con él, tenemos que hablar solo en francés entre nosotros para
que facilitemos el aprendizaje de esta lengua bastante difícil para nosotros.
Ahora somos dos en la casa de los voluntarios. Con Armando comparto
Africa: me haces falta / 93

muchas ideas a más del trabajo, además salimos juntos a la ciudad a to-
marnos una cerveza o a nadar en el río, también bajamos algunas noches
al pueblo. Nosotros no nos condicionamos, no nos obligamos a nada,
nuestras relaciones son buenas. La presencia de Armando mejora las real-
ciones en la comunidad.

Va a pasar poco tiempo para que él se integre al medio, no tiene pro-


blemas para trabajar ni para aproximarse a la gente; como es normal, ha
tenido algunas dificultades para entender ciertas cosas, como por ejemplo,
por qué los hombres caminan tomados de la mano por la calle...

La música y el deporte también son los fuertes de mi compañero, él


viene a jugar fútbol con nosotros en el pueblo; entre otras cosas, él tam-
bién se ha conseguido una bicicleta como medio de transporte.

Más tarde él irá de cacería con algún joven del pueblo, participará
del té en los grupos, de algunas fiestas.

Con Armando puedo compartir mis inquietudes sobre el futuro, es-


to es importante, creo que siempre he necesitado personas cercanas con
quien pueda compartir mi vida, me he percatado que vivir en comunidad
como hasta ahora no me ha ayudado gran cosa. Claro que la comunidad,
con todo y problemas, puede convertirse en una linda familia.

Para Angel, esta nueva experiencia le está costando mucho. El llega


para conformar una comunidad, para empezar de cero. Como amigo nos
ha compartido sus dificultades, sus espectativas, sus sueños. En período de
crisis Angel pensó en regresarse al Ecuador, se vino de Siguirí con maletas
y todo; Armando y yo le hemos consolado, nos hemos quedado conversan-
do en nuestra casita. Pero a Angel no le faltan agallas y aún cuando ciertas
situaciones le han hecho llorar, él se queda.

Llegan también a la misión el padre Rodrigo, colombiano muy a la


mano. El se mete de lleno en la vida de la escuela y del pueblo. Pronto Pan-
cho es enviado a Conakry y el padre Rodrigo se convierte en nuestro di-
94 / Hernán Cordero

rector; Francisco se ha regresado a México, así es que en este período yo re-


sulto ser el más antigüo en casa, el hombre de experiencia, y con solo tres
años de permanencia.

La situación de nuestra comunidad e institución se vuelve un poco


difícil a nivel económico, los responsables de los talleres tenemos que tra-
bajar duro para poder llevar adelante la economía. La comunidad es otra,
la corriente pasa y el diálogo es la vía para llegar a concensos que extraña-
mente respetamos.

Padre Rodrigo, o Triko Kulibali como lo llaman en el pueblo me


ayuda en mi proceso de discernimiento; yo voy dándole forma a mis op-
ciones, de algunas cosas ya estoy seguro: quiero trabajar siempre por el
bien de éstas personas, las más necesitadas, las más pobres. También quie-
ro hacer una opción a largo plazo, ya no uno o dos años, algo más defini-
tivo. No tengo que definirlo para mañana... lo pensaré!

***

Problemas en la escuela

Trabajar a nivel de formación no es cualquier cosa, es algo difícil,


una cuestión de vocación, es decir algo que está en ti potencialmente pero
que también necesita de tu voluntad, de tu SI.

Algunos de nosotros somos buenos profesores, otros solo somos


buenos instructores en el taller y hasta podríamos ser llamados simples in-
formadores. Ser formador es mucho más que eso, y una de las caracterís-
ticas del formador es que generalmente no cosecha los frutos de su traba-
jo al instante; talvez otra característica indispensable es la paciencia... cier-
to. Esto de ser formador no es para todos.
Africa: me haces falta / 95

Emplear el sistema preventivo aquí como nosotros lo entendemos


allá en Ecuador no es tan evidente; Guinea ha vivido 30 años de régimen
socialista, la libertad no existía, la sumisión al Estado debía ser total, bajo
amenaza de muerte. A quien hablaba cosas inconvenientes para el sistema
se lo mataba en la plaza pública. También la corrupción llegó a su máxi-
ma expresión.

Ahora la libertad existe pero la gente no sabe que hacer con ella, na-
die quiere tomar iniciativas y en general la población espera que todas las
soluciones a la vida sean dadas por el Estado. Claro que entre la ciudad y
el campo hay un abismo; la gente de la ciudad siempre vive a expensas del
Estado mientras que los campesinos trabajan siempre, con o sin el Estado
y tienen que sobrevivir por su cuenta en todo tiempo.

Para tener una idea del sistema educativo, cito el problema de la


universidad de Kankan:

- Los alumnos de la universidad son pagados a fin de mes por el Es-


tado, su salario es el equivalente al mensual que un campesino po-
dría ganar en un mes.

- La universidad da alojamiento y alimentación a sus alumnos, even-


tualmente atiende la salud también.

- El nivel de estudios es bajísimo, la beca no tiene relación alguna con


el rendimiento del estudiante.

- La aprobación de las materias depende enteramente del profesor,


existen tarifas establecidas para pasar de nivel... es normal!

- Entrar en la universidad y poder beneficiarse de la beca que el Esta-


do da a todos los estudiantes también es una cuestión de palancas,
también existen tarifas.
96 / Hernán Cordero

- Un estudiante entra en la universidad si tiene mucha suerte, luego


de pasar unos años becado y sin necesariamente haberse esforzado
obtiene su título, la universidad le pone a la puerta sin ninguna ga-
rantía de empleo, el título guineano no vale nada en los países veci-
nos. Los jóvenes egresados se dedican al comercio de ropa, al con-
trabando de diamantes, o hacen lo posible por ahorrar el dinero pa-
ra el boleto de avión que los sacará de este país.

Uno de los últimos problemas en la universidad se dió a propósito


de unas sardinas malas que fueron servidas en un almuerzo: suspensión de
clases, huelga indefinida; como si esto fuera poco, y para mostrar su des-
contento hácia el Estado, los alumnos han quemado los colchones en el pa-
tio y han roto algunos vidrios de la misma universidad. La intervención del
Estado ha sido inmediata, unos dos tanques de guerra están ahora en la
puerta de la universidad.

Algunos profesores de la “U¨ van a dar clases con una pistola al bol-
sillo.

Los pocos jóvenes del pueblo que van al colegio en la ciudad me


cuentan como se pasa de nivel en sus planteles: los alumnos varones tienen
que fabricar ladrillos de buena calidad y depositarlos donde el profesor se
los indique, la tarifa es de 250 a 500 ladrillos; y para las alumnas...ellas de-
ben ir al domicilio del profesor a pasar una noche con él. Todos tienen que
pagar!

Pero y... ¿nosotros en Dabadougou, qué hacemos?

Llegamos a Guinea ofreciendo una nueva alternativa de educación:


las carreras técnicas. Los jóvenes están super motivados. Bueno, los jóve-
nes no son tan jóvenes como nosotros quisiéramos, algunos de ellos tienen
hasta 28 años, creo que una buena parte de los alumnos son mayores que
el jefe de taller. La cuestión de la edad es muy relativa aquí, los jóvenes a
los cuales les digo que ya son lo bastante adultos para tal o tal cosa, me res-
ponden: “je suis un petit encore” (todavía soy un pequeño), claro, para ser
Africa: me haces falta / 97

adulto y tener derecho a la palabra en la comunidad malinke es necesario


ser casado, mientras no se es casado no se es grande.

La situación de internado con chicos de esta edad no es nada fácil,


los reclamos por asuntos de comida son muy corrientes, las escapadas al
pueblo por la noche también. Decirle a un joven de 25 años que no fume
cuando ya es un fumador, no tiene nada de preventivo.

La escuela marcha aparentemente bien, hasta algunos alumnos pa-


gan parcialmente lo que consumen, en los talleres trabajamos con regula-
ridad y cumplimos con todos los compromisos con clientes externos. Es-
tos 4 años de marcha forzada en la escuela han sido felicitados por la gen-
te de la ciudad.

Un buen día...oh sorpresa!...la escuela se cierra.

Es Abril de 1994, nuestro centro está totalmente paralizado, ni pro-


fesores ni alumnos están trabajando.

¿Qué pasó?... ¡Simplemente no funcionó!

Los alumnos se han reunido y formulado una serie de peticiones a


las autoridades de la comunidad, se exige una respuesta inmediata; las pe-
ticiones son:

- Queremos tener un sindicato de alumnos.


- Proponemos que todo sea gratuito.
- Que regrese el profesor de Matemáticas.
- Que se vaya el voluntario responsable de la carpintería.
- Que la comida mejore urgentemente.

Éstas son algunas de las diez peticiones que se han planteado.

El día mismo de la huelga, nos hemos reunido todos los profesores


y directivos de la institución para analizar la situación. Los profesores
98 / Hernán Cordero

aprovechan el pánico para hacer sus peticiones. Con todo, no estoy tan
sorprendido, yo tengo una idea del control de las bodegas que se ha veni-
do haciendo, la desaparición de los combustibles, el uso de los vehículos,
etc. Estas situaciones ya no pueden asustarme.

A la hora del almuerzo todos en la mesa se preguntan:

- ¿En qué hemos fallado?


- ¿Quién está detrás de todo ésto?
- ¿Cuál es la causa verdadera de la huelga?

La comunidad está en crisis, todos nerviosos. Entre otras cosas los


alumnos estuvieron esta mañana en el taller, vinieron para decirme que
nunca habían visto un cadáver de un blanco, que talvez hoy tengan la oca-
sión. Algunos de los jóvenes piensan quemar la carpintería si las cosas no
salen como ellos esperan; es más, ya han reunido el dinero para la gasoli-
na y han previsto las personas que prenderán el fuego.

Después de un diálogo bastante tendido hemos convencido a los


alumnos de adelantar las vacaciones de semana santa, les decimos que en
este tiempo solucionaremos el problema.

Así lo hemos hecho. Una semana completa reunidos, buscamos so-


luciones pero no hemos dado con una que nos permita continuar. La de-
cisión: cerrar la escuela.

Personalmente pienso que era la única salida, todos los alumnos es-
taban implicados de alguna manera.

Atando cabos hemos llegado a descubrir que uno de los profesores


estaba desde hace tiempo agitando a los alumnos para dar este golpe. El
mismo profesor tenía ya una advertencia por robo. Ahora está en la cárcel.

Los alumnos de tercer año que llevaron adelante la organización de


la huelga no han vuelto a la escuela, pero aquellos de los otros niveles han
Africa: me haces falta / 99

venido a hablar de cómo se les obligó a actuar en contra de su voluntad.


La gran mayoría de alumnos y profesores están hoy arrepentidos de lo ac-
tuado, pero no hay nada que hacer.

Para la comunidad este golpe ha sido muy duro, pero, sin embargo,
hay cosas positivas: los hechos de éstos días nos han unido, nos han hecho
sentir hermanos, trabajar en grupo, pensar seriamente sobre nuestra op-
ción. Ahora nosotros vemos las cosas con otros ojos, la mirada ingénua del
extranjero se agudiza. Es tiempo de buscar nuevas alternativas para llegar
a la gente y ayudar a los que verdaderamente lo necesitan.

Los últimos sucesos no han sido agradables para nosotros pero pa-
rece que de alguna manera eran necesarios para despertarnos de un pesa-
do sueño. Parecería que las crisis son necesarias para producir cambios. Yo
podría resumir estos hechos en pocas palabras: “no nos hemos incultura-
do”, no hemos llegado a ingresar en el mundo cultural guineano, todo lo
demás pasa a ser secundario. No todos están de acuerdo con mi opinión
en la comunidad.

La escuela reabrirá las puertas en Octubre, con chicos de 14 a 16


años, el sistema preventivo podrá aplicarse mejor con ellos. El nivel de es-
tudios de la escuela y el prestigio nos parecen secundarios, queremos ofre-
cer una preparación para trabajar en este medio.

Nos damos cuenta de que no podemos resolver todos los problemas


de la gente, tampoco los de nuestros alumnos; debemos aceptar nuestros
límites.

El internado se cierra definitivamente; nos hemos dado cuenta que


éste solo produce una situación de vida artificiosa que no es compatible
con este medio cultural.

Creemos también que debemos, de alguna manera, respetar el rit-


mo de crecimiento del país, adaptarnos a los horarios de trabajo de acá,
respetar sus fiestas...
100 / Hernán Cordero

Las actividades extraescolares tendrán más importancia de hoy en


adelante: deporte, música, teatro, danza, paseos, juegos, etc, nos permiti-
rán conocer mejor a los jóvenes, buscar entre ellos a los líderes que algún
día, no muy lejano, tendrán que asumir las responsabilidades de su propia
formación y la de sus hermanitos menores.

Yo he pedido, de manera especial, encargarme de la animación de


los jóvenes del pueblo en el que vivimos, pues hasta ahora no los hemos
tomado en cuenta seriamente, aparte de mis escapadas, nada de oficial ni
de programado se ha hecho con ellos. Trabajar con los jóvenes del pueblo
significa aceptar que trabajaremos con los musulmanes, nuestra casa esta-
rá abierta a ellos también.

Una de las cosas más positivas que nos ha dejado la experiencia de


la huelga ha sido el reconocer que no tenemos recetas para nada. Conoce-
mos ciertos elementos muy útiles para el trabajo y la formación de los jó-
venes, pero no somos los dueños de la verdad. La experiencia tiene que
mostrarnos por donde caminar, así, lo programado no es palabra de Dios.
También tenemos que reflexionar contínuamente y evaluar nuestra mar-
cha.

Evidentemente muchos cambios y mejorías nos esperan en el futu-


ro, y que bueno, porque de otra manera este trabajo nuestro sería muy
aburrido.

En lo personal, esta crisis de la escuela me lleva hacia nuevos com-


promisos. He visto como nuestros planes se han ido abajo. Que suerte que
solo hayan sido nuestros planes, pues me supongo que los africanos de es-
tas tierras han de tener una visión propia de lo que es el desarrollo, lo que
significa para ellos vivir mejor... Yo quiero entender las cosas desde su pun-
to de vista, tengo que africanizarme, por lo menos entender su visión de la
realidad, de la vida...tengo un camino muy largo por recorrer: tengo que
“inculturarme”.
Africa: me haces falta / 101

***

Viajes a la africana

Esto sucedió en Navidad del 93.

La comunidad tiene unos días de reposo en las fiestas de Navidad y


Año Nuevo. Nosotros decidimos ir a Siguirí a compartir las fiestas con
nuestros hermanos de esa casa.

Armando y yo queremos hacer este trayecto de 150 kilómetros en


bicicleta para visitar los pueblos que se encuentran en nuestra ruta, y por
qué no decirlo, para hacer un poco de deporte.

Salimos el 25 de Diciembre, después de la mala noche de navidad


(no hemos dormido nada); tomamos el camino a las 10 de la mañana, el
sol ya nos quema con fuerza. Como no se trata de una carrera, nos move-
mos lentamente, nos paramos en cada poblado para tomar agua y descan-
sar. Llegando a Na- Fadjí, un pueblo grande a la orilla del río Milo (un
afluente del Níger), nos damos un baño bastante largo, comemos algo y
continuamos nuestro camino. En otro pueblo, más adelante, existe un pe-
queño bar al borde de la carretera; ahí hemos tomado unas gaseosas al cli-
ma...calientes.

Hacia las 7 de la noche llegamos a orillas del río Níger, el lugar se lla-
ma Djelibakoro, un pueblo de unos 3000 habitantes. Pedimos a un niño
que nos conduzca a la casa del jefe del pueblo, pues es a él que tendremos
que pedirle alojamiento. Así es, en la casa del jefe del pueblo siempre hay
un lugar especial para recibir a los foráneos; no es gran cosa, se trata de un
cuarto con una cama y una basija que siempre contiene agua fresca. El an-
ciano nos ha ofrecido con mucho gusto su casa para pasar la noche, ha or-
denado a su mujer que cambie las sábanas para nosotros y que prenda una
lámpara para esta habitación. Hemos estado hablando con el anciano y su
familia por un buen momento.
102 / Hernán Cordero

El señor está sorprendido de ver a un blanco hablando malinke con


bastante soltura, y a cada instante me lo dice. Antes de conducirnos al
cuarto de huéspedes el señor nos pregunta si podemos compartir la comi-
da con la familia y lo que deseamos que se nos prepare. Comeremos lo que
ustedes nos brinden respondemos. Mientras descargábamos nuestras pe-
queñas mochilas en el cuarto, el agua caliente para bañarnos ha sido en-
viada...ésto es un servicio 5 estrellas. Después del baño viene el mismísi-
mo jefe para invitarnos a comer un delicioso arroz con pescado de agua
dulce.

Después de la comida, el jefe del pueblo quiere llevarnos a dar un


paseo por los diferentes lugares del pueblo; como es de noche, solo pasa-
mos por la calle principal y nos dirigimos hasta la escuelita del lugar, ahí
se está pasando una película en video. Armando y yo estamos muy cansa-
dos por la jornada sobre la bicicleta, así es que nos vamos a dormir tem-
prano.

La levantada ha sido sin apuro, como a las 7 de la mañana, pero ape-


nas hemos abierto la puerta de nuestra casita, una de las hijas del jefe nos
trae agua caliente para lavarnos y nos invita a tomar el desayuno con su
padre. El desayuno en los pueblos malinkes es bastante ligero, generalmen-
te se toma agua aromática con un pequeño pan.

Nos despedimos del jefe del pueblo y de su familia, yo le agradezco


por su gentileza y le doy nuestra dirección, pues así se acostumbra, siem-
pre hay la posibilidad que algún miembro de la familia vaya a la ciudad y
se aloje en nuestra casa.

Para pasar del otro lado del Níger subimos sobre una de las tantas
canoas que pasan a la gente. La travesía es rápida y una vez al otro lado del
río continuamos pedaleando, tenemos que aprovechar el fresco de las pri-
meras horas de la mañana.

Los casi 40 Km. los hemos recorrido muy rápido, estamos ya en la


orilla del río Tinkiso y solo son las 10 de la mañana. Padre Rodrigo, el di-
Africa: me haces falta / 103

rector, debía salir hoy por la mañana de Dabadougou con rumbo a Sigui-
rí; como no hay canoas para atravezar el río, estamos esperando que el
planchón nos lleve del otro lado pero mientras tanto aprovechamos para
nadar a la orilla del río. Medio día y el planchón no se ha llenado, tampo-
co el padre Rodrigo ha aparecido.

Armando me dice: “nos vemos”, él comienza a cruzar el río al nado


dejándome con las biciletas, mochilas y ropa. Un canoero aparece, que
suerte!, casi al instante me deposita al otro lado del río. Nos faltan pocos
kilómetros para llegar a Siguirí pero yo tengo problemas con el pedal de
mi bicicleta, por ello entramos en el primer pueblo que encontramos.

Es casi medio día, en el pueblo hay muy poca gente, pero llegamos
a una concesión donde hay casi una familia entera conversando. Después
de saludar a la familia, yo explico mi problema a los jóvenes que están ahí;
ellos no son mecánicos y tampoco tienen las herramientas para hacer el
trabajo; sin embargo, uno de los jóvenes me dice que él va a intentar arre-
glar mi bicicleta, yo se la confío. Para solucionar mi problema los dos jó-
venes han buscado por todo el pueblo las herramientas y los rulimanes da-
ñados que hacen falta; ellos se han demorado ciertamente, pero yo estoy
conciente de que por mi cuenta nada hubiera podido hacer. La paga es irri-
soria, el equivalente a 2000 sucres, seguramente lo mismo que pagaría en
la ciudad.

Pedaleamos los 10 Km faltantes para llegar. En la ciudad, lo prime-


ro que queremos hacer es tomarnos una buena cerveza fría, por ello nos
dirigimos al primer bar a la vista. Claro! lo habíamos olvidado, en esta ciu-
dad la totalidad de la población es musulmana, no hay nativos cristianos,
y como para los musulmanes no está permitido tomar alcohol, no hay cer-
vezas.

Una mujer que oyó nuestra demanda en el bar nos ofreció las cer-
vezas, yo no sé de donde las sacó pero nos las trajo.
104 / Hernán Cordero

Hacia la una de la tarde llegamos al pueblito donde está la comuni-


dad salesiana, y como cinco minutos más tarde llega el padre Radrigo en
la camioneta, acompañado por el padre Englebert, un ruandés que llegó
hace pocos días para quedarse en nuestra comunidad.

Las vacaciones pasan muy rápido y el trabajo nos espera en casa.

Un día Domingo por la mañana salgo en mi bici con rumbo a


Urembayá, un pueblo a unos 10 Km. de aquí.

Intento encontrar a un amigo médico que trabaja en el dispensario


del pueblo, él me invitó a conocer dicho dispensario y su casita.

El camino que escojo es el más corto que hay para ir a Urembayá,


pero claro, no es el mejor; es un sendero en pleno monte, de todas formas
yo conozco muy bien estos atajos.

Llegando al pueblo, y justo en la entrada, he pinchado una llanta, no


me queda más que acercarme a la casa de mi amigo, talvez él me lleve a la
ciudad en su moto, claro que en lugar de 10 Km. pasar por Kankan signi-
fica recorrer 20 Km... llegaré tarde a casa.

En casa de mi amigo recibo la noticia de su ausencia, él no regresa


sino hasta el Lunes. No conozco a nadie en este lugar, solo sé de un rincón
muy bonito para nadar; como sé que tendré que regresar con la bicicleta al
hombro y de todas formas llegaré muy tarde a casa, yo pienso que lo me-
jor es tomar un buen baño en el río. Pido a la familia donde vive mi ami-
go que cuiden la bicicleta por un momento mientras voy a nadar, y me
pongo en ruta hacia el río.

Me he quedado nadando una buena hora, no me importa el tiem-


po, sabiendo lo que me espera!

Regreso a la casa de Mory mi amigo, donde está la bicicleta, cuando


entro en el patiecito veo a un joven que está acabando de montar la llanta
Africa: me haces falta / 105

nuevamente en mi bici. Estoy sorprendido, yo no conozco a este joven ni


le he pedido que arregle mi bici. Cuando le saludo me dice enseguida: “es-
tá lista”.

Yo le he agradecido y le he preguntado por el precio; él me ha res-


pondido: “tú eres el amigo de Mory, entonces eres mi amigo, no me debes
nada”.

No es la primera vez que escucho el argumento de la amistad y de la


hermandad, pero todavía me sorprende, es que no estoy acostumbrado a
esta solidaridad tan corriente aquí y que en nuestro medio está en vías de
extinsión.

***

Una marcha muy especial

Mayo de 1994. Marcha de peregrinos a Boffa, lugar a donde llegaron


los primeros misioneros hace ya más de un siglo. esta pequeña ciudad es-
tá ubicada en el estuario de un gran río, a unos 150 Km. de la capital.

La marcha comienza en el centro de la ciudad y termina en un san-


tuario construído en Boffa, el trayecto que se debe hacer a pié es de 150
Km.; antes de ir a esta peregrinación hay que pensarlo dos veces.

El año pasado Armando y yo ya participamos de esta peregrinación,


pero lo hicimos en bicicleta a lo largo de una sola jornada. En esa ocasión
nos fue muy bien.

En esta oportunidad hemos pensado caminar con la gente y como


la gente. Ya sabemos lo que nos espera: abundantes mosquitos, un sol de
40 grados, comida chatarra, agua no potable...
106 / Hernán Cordero

La marcha dura tres día con sus noches, en realidad se marcha más
de noche que de día; luego de la marcha, siguen tres días de fiesta en Bof-
fa y luego el retorno a casa, que en nuestro caso tomará dos días más.

La gente está en un inicio motivadísima, todos quieren compartir


esta experiencia de fe como una familia; cierto es que no todos están tan
seguros de sus condiciones físicas. En realidad yo tampoco estoy tan segu-
ro de mí mismo; sé que he realizado caminatas más largas que ésta, pero
en otras latitudes y en otros momentos. Pero como ya estoy aquí, mi vo-
luntad representa por lo menos el punto de partida y no es el momento de
volver a analizar lo que por días hemos analizado con Armando. Pensamos
que sí lo haremos.

Domingo; 11 de la noche. La marcha comienza saliendo de la cate-


dral de Conakry, en pleno centro de esta gran ciudad. Hay mucha gente,
yo creo que somos unos 1000 los que partimos desde aquí rumbo a Boffa,
seguramente otros se nos unirán en el camino.

Los primeros 25 Km. la gente corre, los ánimos están muy en alto.
Un pequeño descanso de unos 30 minutos y la marcha sigue como hasta
las 8 de la mañana. Hemos caminado frenéticamente, pueda ser que ya he-
mos hecho los primeros 50 Km. La gente llega al pueblo donde nos dete-
nemos y se deja caer en el piso; algunos se sirven un pequeño desayuno,
otros prefieren dormir. El descanso en esta primera etapa se alarga hasta
las 3 de la tarde. Armando y yo estamos, como la gran mayoría de gente,
tendidos en el piso; pero la gente se compadece de nosotros, nos ven con
mucha lástima y algunos hasta nos dicen: “pobres gringuitos”. Un anciano
sale de una casa a prestarnos una estera para que nos recostemos; unos jó-
venes que marchan con nosotros vienen a compartir con nosotros unos re-
frescos y una lata de sardinas.

Este primer día de marcha es matador, los organizadores han sabi-


do aprovechar del coraje que anima a la gente para recorrer lo máximo po-
sible.
Africa: me haces falta / 107

Por la tarde la marcha recomienza, solo son unos cuantos kilóme-


tros antes de comer y descansar lo suficiente para levantarnos nuevamen-
te a las 2 de la mañana y hacer el segundo trayecto. El panorama cambia
en el segundo día, caminamos medio dormidos los 40 Km. antes de llegar
a un pueblo donde se celebra una misa. Esta celebración reanima mucho
a los peregrinos. Más tarde todavía unos kilómetros más antes de acostar-
nos a descansar.

En este segundo día pasan cosas muy interesantes; Armando y yo


nos llevamos muy bien, pero nos dejamos espacio el uno al otro, es así que
hoy nos hemos separado en algunos momentos, cada quien ha tomado su
ritmo y de rato en rato nos vemos. Yo decidí marchar con un grupo que
me parece bastante lento, la decisión me cuesta mucho, yo quiero ir más
rápido.

Pero caminar en grupo ayuda mucho, parece que la gente te tira


adelante, te ayuda cuando estás cansado pero te detiene cuando quieres ir
muy rápido; claro, a veces también yo debo dar una mano al que se ha que-
dado atrás.

El último día de esta marcha es fantástico, los 15 km. antes de Bof-


fa se convierten en un espacio de fiesta; esto hay que verlo, parece que es-
tamos comenzando la marcha: cantos, gritos y hasta danza; hay un senti-
miento de victoria cuando llegamos al pueblo.

En la misión de Boffa la gente se instala como puede en los patios


alrededor del templo, Armando y yo tendemos una esterita prestada a la
sombra de un árbol de mango. Los que pasan cerca de nosotros se sor-
prenden de vernos acostados como la demás gente, parece que deberían
proporcionarnos un puesto especial para blancos; así nos lo han dicho al-
gunos. Una señora ha ido a quejarse en la misión diciendo a los organiza-
dores que hay unos blancos que no merecen estar acostados en la tierra,
que deben darnos un buen puesto... Creo que mucha gente piensa como
ella, nos ven como jefes, patrones, como esos antiguos misioneros que no
pueden estar nunca en las mismas condiciones que la gente. Nosotros no
108 / Hernán Cordero

les paramos bola, sabemos que hay otros que nos sienten muy cercanos,
además así conocemos como se vive aquí en Africa; no es suficiente ver co-
mo se dan las cosas, muchas veces es necesario vivirlas para poder com-
prenderlas.

Después de los tres días de fiesta emprendemos nuestro camino de


regreso a casa, y aunque estemos físicamente mal estamos muy contentos
de esta experiencia, de haber conocido mucha gente y compartido con
ellos, de conocer esta primera misión en Guinea.

Para mucha gente seguramente una marcha de este tipo, es decir re-
ligiosa, no tiene mucho sentido; pero para mi es muy reveladora, yo la he
escrito en mi diario por eso, ella representa la experiencia misma de vo-
luntariado que estoy viviendo en estos años, hay un paralelismo interesan-
te entre lo que pasó aquí y lo que está pasando en mi vida.

En un primer momento la decisión de venir a Africa me costó mu-


cho, mis amigos me decían que estoy loco y que solo iba a perder el tiem-
po; talvez para algunos de ellos todavía esto es algo estúpido, sin sentido.

Lo importante es que yo entienda bien de que se trata, aunque esto


no siempre resulta fácil, la voluntad es importante pero la cabeza fría tam-
bién; creo que sí hay que pensarlo bien antes de lanzarse en una aventura
como esta, hay ciertas condiciones que no pueden dejarse de lado. Por
ejemplo eso de caminar en grupo, de tomar el ritmo de los otros, es algo
que cuesta mucho, por lo menos a mí me cuesta mucho.

También los momentos duros no se pueden evitar, son parte del ca-
mino. Hay gente que me acompaña, solo en pequeños trayectos he cami-
nado solo, muchos me han animado y me han dicho que lo que hago no
es tan estúpido. Ahora siento que siempre ha existido alguien a mi lado, al-
guien que nunca me ha fallado; pero ni siquiera puedo describirlo bien,
solo sé que se llama Jesús; El me ha exigido siempre que siga adelante y
cuando no he podido más hasta creo que me ha cargado, El siempre me
ha esperado.
Africa: me haces falta / 109
110 / Hernán Cordero

Estar en medio de la gente que no es como yo, racial o culturalmen-


te, me ha hecho sentir especial, pero debo dejarme de pendejadas, yo he
venido aquí para caminar con ellos, o por lo menos para intentarlo, y no
para que me den un puestito especial.

Los que hemos llegado al fin de esta marcha hemos soportado el


cansancio, el sol, el hambre, vinimos aquí sabiendo que es duro el camino,
pero hemos llegado y no puede haber alegría más grande, estoy listo para
otras marchas más largas.

En éstos días lo pensaré mejor, siempre he tenido la inquietud de


hacer de mi vida misma una gran marcha: hacia Dios, hacia los otros, ha-
cia el amor...

***

La comunidad

Para mí, la comunidad no es otra cosa que una familia, una familia
normal, con momentos de felicidad pero también con problemas.

No es la ausencia de problemas lo que hace agradable la vida en co-


munidad sino la manera de resolverlos, esa capacidad de comunicarse, de
quererse, de ayudarse entre todos y de tomar decisiones cuando es necesa-
rio.

Aquí en Guinea estamos reunidos un buen grupo de personas de di-


ferentes nacionalidades; todos hemos pedido venir, hemos hecho una mis-
ma opción aunque desde nuestras realidades de vida diversas: unos como
sacerdotes, otros como laicos consagrados y otros como voluntarios. Esa
opción que hemos hecho de trabajar por los demás lo hacemos en nom-
bre de Jesús, esto debería facilitar la convivencia en casa.
Africa: me haces falta / 111

Claro, hay otros elementos importantes, así por ejemplo la capaci-


dad de vivir y de trabajar en equipo, en grupo, nadie viene a salvar el mun-
do solito.

¿Quién puede evaluar una comunidad?...Yo NO... en todo caso pue-


do decir en qué la comunidad me ha ayudado a madurar, puedo citar cier-
tos problemas que han provocado en mi ciertas reacciones, y finalmente
creo que puedo sugerir algunas cositas para que la comunidad sea más co-
munidad.

De tres años vividos en Guinea, creo que no todo el tiempo he vivi-


do en comunidad, es decir formando parte activa de la misma; con suerte
creo que he sido parte de ella en un 50 % del tiempo, sobre todo en el úl-
timo año.

En un inicio la comunidad no estaba bien constituída, nuestra con-


vivencia no era duradera ya que el personal no era regular, muchas perso-
nas pasaron por acá sin completar ni siquiera seis meses, tiempo insufi-
ciente para conocerse y para conocer el medio.

El segundo año lo pasé con un solo salesiano: el director, y con un


voluntario con el que teníamos relaciones difíciles. El director debía de-
sempeñarse en todos los cargos administrativos al mismo tiempo, lo hacía
muy bien, pero quiera o no, él le ha dado a la obra tintes muy personales.
Con mi compañero de voluntariado las relaciones se habían degradado
progresivamente, yo no podía soportar los juicios que él se hacía de la gen-
te del pueblo, de los estudiantes... más de una vez nos mandamos al dia-
blo los dos. Por lo menos intentábamos llevar el trabajo como es debido
en los talleres, también evitamos pelearnos delante de los alumnos o de la
gente del pueblo, eso ya es algo.

A pesar de la crisis comunitaria de este segundo año, he continua-


do como voluntario; pueda ser que en muchas comunidades se den situa-
ciones como éstas, yo lo veo como algo normal, si en mi misma familia mi
padre y mis hermanos no están de acuerdo con mi opción.
112 / Hernán Cordero

La situación mejoró notablemente en el tercer año, la comunidad se


estabiliza con 3 salesianos y 3 voluntarios, la diversidad de nacionalidades
se ha equilibrado y eso indudablemente nos enriquece, hemos salido de
los regionalismos y los nacionalismos.

A pesar de los problemas serios que hemos afrontado en este año, la


comunidad ha reaccionado muy bien discutiendo y llegando a consensos.
Esto no quiere decir que todo esté marchanndo a la perfección, pero ya es-
tamos en un camino de comprensión.

A fin de año (año escolar) hacemos una evaluación de la vida co-


munitaria, los resultados son :

- La gente todavía no nos percibe como una familia, ellos nos ven a
algunos de nosotros como independientes de la comunidad.

- Evaluamos muy poco, trabajamos casi por inercia, no nos decimos


unos a otros nuestros pareceres.

- Falta clarificar los proyectos, lo que estamos haciendo aquí. A veces


contamos con implícitos que no sabemos si son cosas reales.

- Tenemos muchos prejuicios sobre la gente del pueblo y de nosotros


mismos; ni siquiera los conocemos bien y hablamos mucho de ellos.

- Vivimos un período de angustia económica, el trabajo nos ha absor-


vido y hemos dejado de lado los aspectos de la convivencia en casa.

- Vemos como urgente tener un día de la comunidad: una cena, un


paseo, una salida juntos...puede ayudarnos mucho a conocernos
mejor y romper la rutina que en todo momento acecha.

- Los voluntarios hemos sido considerados casi unicamente como


fuerza de trabajo en los talleres y nosotros queremos participar más
en la misión, queremos involucrarnos en la pastoral.
Africa: me haces falta / 113

- Descuidamos aspectos importantes de la inculturación; todos debe-


mos aprender la lengua local, hacer un esfuerzo por conocer bien
las costumbres. Hay una gran diferencia de conocimiento de la rea-
lidad en la misma comunidad; y para la gente, algunos de nosotros
solo somos solo unos extranjeros que vienen a trabajar por un
tiempo.

- Los voluntarios necesitamos de un acompaña miento espiritual, lo


que hacemos aquí, nuestra presencia misma es una cuestión de vo-
cación, una opción importante en nuestra vida y nosolo un trabajo.

Hoy estoy muy contento de acabar mi experiencia de voluntariado,


creo que la comunidad me ha ayudado bastante a cambiar: hoy escucho
más y hablo menos, mis ojos han aprendido a ver de varias maneras y mis
manos a trabajar mejor.

Un hecho de esos que pasan casi todos los días me sirve para eva-
luarme en lo personal, para darme cuenta cuanto me he adaptado a este
medio.

Una tarde rodando mi bicileta rumbo a Urembayá, encuentro en el


camino a un joven, él me saluda y se acerca con su bicicleta, comenzamos
a pedalear juntos. Me doy cuenta que Tidián no habla muy bien el fran-
cés, así es que yo he tomado la iniciativa de hablar en malinke, eso ha sor-
prendido a mi amigo.

Tidián comienza a decirme muchas cosas que él sabe de mi: nom-


bre, edad, nacionalidad, el trabajo que hago, que me gusta jugar fútbol en
el pueblo y básquet en la universidad, que voy al mercado, que tengo ami-
gos por aquí y por allá, etc; esto me ha sorprendido a mi pues yo no creo
haberlo visto antes.

Me doy cuenta que las noticias corren muy rápido aquí, ¡la comu-
nicación es mucho más eficiente de lo que creía!
114 / Hernán Cordero

Tidián quiere acompañarme a Urembayá donde tengo un amigo


que visitar, de hecho pasaremos por su pueblo que está a medio trayecto.

Nos hemos divertido mucho por el camino, hemos estado compi-


tiendo sin que ninguno de los dos pueda dejar atrás al otro. Llegando a
Urembayá buscamos a mi amigo Mory, su familia nos informa que él sa-
lió para Kankan. Con mi compañero de carreras decido ir al río para na-
dar un poco pues estamos en pleno verano y hace mucho calor.

He estado intentando enseñar a nadar a Tidián, luego nos hemos


puesto a jugar fútbol con unos niños en la playa del río.

Una vez terminado el fútbol vamos de nuevo al agua, Tidián me to-


ma de la mano y me dice: “mira, mi mano es negra y la tuya es blanca, no
son iguales, la vida no es igual para los dos”... yo sonrío y le digo: “tienes
razón, nuestras manos no son iguales...¿y que hay con eso?”. Tidián sigue:
“si Dios existe y un día lo llego a encontrar voy a pedirle que me haga blan-
co”. Yo me he reído un poco al decirle: “Oye, mejor pídele a Dios de mi
parte que me haga negro a mí”.

Después de una lavada rápida de nuestras bicicletas tomamos el ca-


mino del monte que nos llevará a casa; de pasada por su casa Tidián me
ha ofrecido la tradicional leche fermentada para darme una oficial bienve-
nida, también me ha presentado a toda su familia y luego me ha dicho que
quiere ser mi amigo.

Por la noche al acostarme me he quedado pensando un instante en


esta jornada: creo que me relaciono bastante bien con otras personas, que
puedo establecer relaciones igualitarias con los demás. Hace tiempo que
no me abordan como un tubabunin.

Ahora estoy aquí en cuerpo y alma, es una forma de decir que estoy
aquí completamente; leí unas páginas de las primeras de mi diario y veo la
diferencia.
Africa: me haces falta / 115

He decidido hacer una opción a largo plazo, quiero quedarme en


Africa, quiero seguir a Jesús por estas tierras resecas y entregarme al servi-
cio de éstos hermanos. Esto significa para mi tomar un nuevo camino, ca-
mino que quiero marchar y que ni siquiera se si acabaré algún día, cami-
no que me imagino tendrá obstáculos que pasar y otras partes bonitas.

Finalmente estoy listo para comenzar..

Tenía:
- boca muy grande
- orejas pequeñas
- ojos chinos

¡Sométase ya! a la “TERAPIA DE


LA COMUNIDAD”, no espere más.
Vea usted mismo los resultados:

- ojos grandes y
bien abiertos
- boca chica
“en boca cerrada
no entra mosco”
- orejas perfectas
116 / Hernán Cordero

***

Ideas, pensamientos, oraciones...

Muchas veces cuando mis amigos me preguntaban lo que es un vo-


luntario, yo me ponía a explicar lo que hace un voluntario, lo que he he-
cho y lo que hago yo. Por supuesto que no es la misma cosa, describir lo
que hago es muy fácil porque eso es solo la parte exterior que los otros ven
de mi persona; cuando hablo de hacer me refiero a cosas. Pero decir quien
soy significa exponer lo que siento, lo que pienso, lo que deseo, etc. y eso
si es más difícil.

Después de escribir estas páginas he entrado en un proceso más


profundo de conocimiento de mí mismo, creo que es muy importante pa-
ra mi conocerme mejor, por ello dedico un buen tiempo al análisis de si-
tuaciones que de alguna forma dicen quien soy yo.

No hay duda alguna (para mí) de que este análisis me ayuda a vivir
más intensamente, a salir de la rutina y la mediocridad en la que muchas
veces me he dejado atrapar. Me permite conocerme mejor para poder en-
tregarme mejor a esos hermanos a los que quiero servir, y porsupuesto,
aprendo a reconocer mis limitaciones y a vivir mejor con ellas.

Algunas de las oraciones que vienen en las páginas siguientes no son


mías, las he leído y me han impactado por ello quiero asumirlas, quiero
hacerlas mías; otras sí me pertenecen y solo responden a situaciones per-
sonales que pueden parecerse a las de otras personas.

LA SOCIEDAD TE DICE:

Si tú no eres: rico, felíz, instruído, elegante, joven,


libre, guapo, deportivo, inteligente...
...APARENTALO!
Africa: me haces falta / 117

Si tú no tienes: casa, vehículo, buena ropa, joyas,


lindos muebles, cigarrillos de marca,
... TU NO VALES NADA!

Si tú no sabes: darte tu valor, jugar el codo a codo,


venderte caro, ser bien visto, dirigir
un grupo, pelearte, tener impacto,
tener buena imagen...
...TU ERES UN FRACASADO!

Corta tus faltas, muestra las rodillas,


cambia de peinado, compra aquello,
engorda o adelgaza para verte bien,
sé siempre joven, prueba aquello,
desarrolla tus senos o tus nalgas,
déjate los bigotes...y tantas cosas más

Slogans publicitarios, propaganda organizada, todos los golpes ba-


jos se permiten para conquistarnos; se estudia nuestro comportamiento y
hasta se nos alaba con tal de que compremos.

Estamos todos intoxicados, maltratados, somos manipulados...

FELIZ EL QUE PUEDE SER EL MISMO!

...Yo continúo a pensar que los jóvenes no toleran más los siete pe-
cados capitales de nuestro mundo:

El racismo,
el colonialismo,
la guerra,
el paternalismo,
el fariseismo,
118 / Hernán Cordero

la alienación,
el miedo.

Hélder Cámara.

LA SANGRE DE TODOS LOS HOMBRES ES ROJA,

y todos se asemejan,
no hay sino una sola naturaleza humana,
todos tienen derecho a entrar en la ronda
simplemente porque son hombres.

La sangre de todos los hombres es roja,


aquel que no sabe reconocer
que el rostro del hombre se parece al suyo,
no es digno de su nombre,
el rostro de cada hombre es un rostro de respeto.

La sangre de todos los hombres es roja,


todos son hijos de Dios

...Es tan bonito poder decir estas palabras, afirmar que todo hom-
bre es mi hermano. Pero hay que pasarlo a la vida cotidiana. De nada sir-
ven las bellas ideas si no hay hechos, todo sería solo bla.bla.bla.

No amemos con palabras sino más bien con actos.

LAS PREGUNTAS DE NUESTRO TIEMPO

En el mundo que se está construyendo ¿cuál es el lugar de los jóve-


nes?... ¿y el de la mujer?

¿Los trabajadores son respetados y bien pagados?


Africa: me haces falta / 119

¿Qué haremos con aquellos que no puedan adaptarse al rendimien-


to impuesto por la sociedad industrial?

¿Los hombres se tratan de igual a igual aunque sean diferen-


tes?...¿Hay distinción de raza y religión?

¿Los extranjeros son bien acogidos?

¿Los medios de comunicación están al servicio del hombre, o más


bien...al servicio de la propaganda consumista, del dinero?

¿El hombre será el primero?

¿QUIEN ES JESUS?

+ Para mi Jesús es la humanidad entera que levanta la cabeza, yo creo


en El.

+ También es alguien que vino a desequilibrar un sistema, que ha ve-


nido a cambiar la vida, alguien de quien yo tenía necesidad.

+ ...un amigo, es decir alguien en el que confío y creo; pase lo que pa-
se, El está ahí.

+ Jesús es alguien que busco siempre, que quiero conocer mejor, al-
guien que le da un sentido a mi vida.

+ Es el único que nunca ha desilusionado.


120 / Hernán Cordero

¿POR QUE NO CREER?

- Estoy bien como soy.


- Se puede ser felíz sin tener fe.
- ¿Para qué estar preocupándose?

- ¡Denme pruebas y creeré!


- Todos son iguales, los cristianos no son mejores que
los otros.
- ¡No me jodan y déjenme tranquilo!
- No me interesan los problemas de los otros.
- ¿Para qué tantas historias?...¡si nada va a cambiar!
- Yo soy realista, no creo en cuentos de adas.
- ¡No conozco a ese Jesucrsito!
- Talvez algún día me interese pero ahora no.

¿POR QUE CREER?

Felices los que saben entender que hay algo superior al hombre, los
signos de El entre nosotros, en la humilde realidad de todos los días.

Felices los que se deshacen de los prejuicios, de las imágenes ficti-


cias para descubrir y vivir la libertad del Evangelio.

Felices los que creen sin querer comprobar todo, ver todo, experi-
mentar todo!

Felices los que confían en la palabra de alguien, en la palabra de Je-


sús, y dan sentido a su vida.

Felices los modestos delande de Dios,


felices los que continúan buscando a Cristo.
Africa: me haces falta / 121

***

LLega la crisis...

En éstos últimos días he entrado en crisis, es Abril del 95, desde Sep-
tiembre estoy en la ciudad de Lomé haciendo mi noviciado en la comuni-
dad salesiana.

Estar bajo de ánimos es una cosa, estar en crisis es otra; lo primero


se atribuye generalmente a cosas externas que nos molestan, que no nos
dejan avanzar en nuestros proyectos. Estar en crisis es más serio, es el ser
mismo que está involucrado, de alguna manera se reciente ese vacío al in-
terior de uno mismo y nos damos cuenta de que la causa y la solución de
nuestros problemas están en nosotros mismos.

Hace algunos meses que no escribía nada, pero ahora que me en-
cuentro mal siento la necesidad de hacerlo.

En esos momentos de tristeza, de perplejidad, de confusión, de do-


lor, de deseperación... hago algunas notas en mi diario, no tienen ninguna
secuencia, pero leyéndolas después de un tiempo me he dado cuenta que
forman parte de un proceso.

Ayer tuve un sueño muy raro: en él, un cura hablaba a un grupo de


jóvenes, estábamos todos en una gran sala, solo yo soy blanco en este gru-
po de unas 20 personas.

El cura nos hablaba de la revelación de Dios, nos decía que muchas


veces Dios se vale de los sueños para darnos a conocer sus planes, que el
sueño también es un espacio de la revelación de Dios y, que a veces, Dios
nos da la solución a nuestros problemas a través de un simple sueño.

El cura hizo un largo discurso sobre el tema y después se dirigió a


mi personalmente diciéndome que yo debía confesarme, hacer una confe-
sión de toda mi vida. En ese instante yo me desperté, no era una pesadi-
122 / Hernán Cordero

lla pero yo estaba muy inquieto, asustado; el resto de la noche no pude


dormir más.

Los días siguientes me he sentido físicamente mal, desde hace algu-


nas semanas que la enfermedad se ha apoderado de mi. Llega a casa un sa-
cerdote que también está en crisis, él es africano y nos ha hablado de su si-
tuación; él viene para quedarse en nuestra casa unos días y poder reflexio-
nar sobre su vocación. Esta persona me ha isnpirado confianza natural-
mente, me he acercado a él y le he contado mi situación. También me he
confesado, pero no ha sido una confesión cualquiera, creo que ha sido una
confesión de toda mi vida, bastante profunda.

Hasta hace poco, la confesión era para mi una especie de reconoci-


miento de lo que hago mal, o más bien, de lo que me sale mal, de lo que
tiene consecuencias negativas en mis hermanos o talvez en mí mismo. Hoy
es diferente, he hecho un buen análisis de mi situación de vida y de mis
motivaciones, de eso que generalmente nadie ve. Después de esta confe-
sión me he sentido liberado. He descubierto también la importancia de la
persona a la que te confías por completo, por ello he decidido buscar un
cura que me pueda ayudar más regularmente, un amigo.

En éstos días que se me hacen muy largos, de sufrimiento y depre-


sión, he logrado compartir de alguna manera el dolor que la gente pobre
carga sobre si. Solo ahora comprendo lo que es sufrir, porque a ratos pien-
so que mi vida no vale nada, que no tiene sentido, hasta pienso que estor-
bo a los demás.

Hay un sentimiento muy raro en mí, no sé como describirlo, es co-


mo sentirse hermano de esos que sufren, como una especie de solidaridad;
cuando veo escenas de sufrimiento me tocan en lo más profundo, siento
ganas de llorar. Pero al mismo tiempo me siento atrapado de este sufri-
miento, como esclavo de algo que no sé ni lo que es.
Africa: me haces falta / 123

***

El verdadero Amor

Esta mañana en la meditación habíamos propuesto la pregunta si-


guiente: ¿Qué es el amor para mí?

Bueno... para mí el amor es una palabrota que yo pronuncio con


mucha facilidad y de la que no conozco gran cosa.

Hablamos del amor de Dios, el verdadero amor, el amor auténtico;


en ese instante he comenzado a pensar en las experiencias de amor que yo
he tenido a lo largo de mi vida. Pero ... ¿conozco el verdadero amor?

NO, no mucho. Una buena parte de mi niñez la hice sin papá, des-
pués murió mi madre; a los quince años comencé a vivir más en la calle
que en casa. Ningún buen cura en mi camino, ni amigos que se han preo-
cupado por mi vida.

¿He recibido mucho amor?


...¡no lo sé, ¡tal vez unas migajas!
¿Podré dar algo que no conozco muy bien lo que es?

Ciertamente unas cuantas veces he hecho cosas por los demás sin
esperar nada de regreso, gratuitamente, me he sentido muy bien de poder
hacerlo.

Pero me doy cuenta que la mayor parte del tiempo estoy trabajan-
do como un loco sin tener el tiempo de ponerme a pensar en el por qué lo
estoy haciendo. A veces tengo ganas de reir, es como una neurosis del tra-
bajo, es estar metido en un activismo desenfrenado.

Creo que a partir de hoy debo analizar mejor mis motivaciones, no


se trata de hacer un montón de cosas, tengo que pensar por qué hago las
cosas y con qué motivaciones.
124 / Hernán Cordero

Como hace tres meses que estoy en esta situación de crisis, a ratos
tengo ganas de irme y retomar mis actividades y mi estilo de vida anterio-
res. En este tiempo he rezado bastante, también he leído muchos libros de
espiritualidad. Parece algo tonto, pero solo en éstos momentos duros nos
acordamos de Dios, cuando estamos bien nos atribuimos ese bienestar a
nosotros mismos, a nuestros méritos logrados seguramente con mucho
esfuerzo. Pero el sufrimiento lo delegamos a otros...

Día a día me hago propósitos y hasta los anoto en mi diario, creo


que ellos me están ayudando a salir adelante:

- Aceptar a los otros como son y amarlos.

- Aceptarme yo mismo; aceptar mi situación de crisis.

- Buscar personas que me amen como soy y que al


mismo tiempo me puedan ayudar, aconsejar...

- No perder la esperanza de marchar cada día.

- Tener el coraje de existir delante de las personas que


despiertan en mi algo negativo.

- Tengo el derecho a existir tal y como soy.

- Dios me ha amado, me ama y me amará siempre.

- En la Biblia se encuentran todas las respuestas para


la vida, quiero leer más la Biblia y conocer más a
Jesús.

Hoy en una de las clases se ha pronunciado la palabra “infierno”,


un debate sobre la existencia o no del mismo comienza...para mi no hay
duda, el infierno existe; que más infierno que sentirse totalmente solo,
sentirse confrontado a una especie de muerte, no saber para que estoy vi-
Africa: me haces falta / 125

viendo, no encontrar el sentido de mi vida. Tantas veces he sentido la ga-


na de escapar de esta realidad, de huir; solo la oración me da la fuerza pa-
ra continuar, cuando estoy rezando tengo la sensación de que Alguien me
está escuchando pero que no me responde.

Finalmente he encontrado a alguien que me ha escuchado con toda


paciencia, es un cura muy simpático; el me calma y me da pistas para que
yo siga buscando en mi inetrior el sentido de mi vida.

Es muy importante el hecho de que yo no me sienta juzgado por él,


otros sacerdotes me han hecho sentir un idiota, como si fuera un enfermo
sicológico; de alguna manera me hacen ver que lo que me pasa solo es mi
culpa, que es mi problema.

Esta mañana en la meditación he leído este pasaje del evangelio de


Mt 6,34:

“No se preocupen por el mañana, el mañana se preocupará por sí


mismo, basta con la pena de cada día”... Pienso que voy a intentarlo; me
preocupo mucho por el pasado y el futuro, más bien voy a vivir cada día
lo que es mi presente y dejar a Dios actuar mañana.

La búsqueda de personas positivas con quienes pueda compartir


mis vivencias ha dado resultados positivos; he encontrado a Víctor, un jo-
ven que es el asistente de los internos en un hogar que funciona a lado de
nuestra casa; también están Marcel, Dominique y Séraphin, ellos son com-
pañeros de formación que ahora se han convertido en hermanos de mu-
cha confianza.

Una noche de esas entre semana ha venido un cura del norte de


Togo a visitarnos y, después de la oración, da las buenas noches con éstas
palabras:

“Algunos jugadores de cartas hacen buen juego cuando llegan las


cartas precisas, buenas cartas, pero otros jugadores se arreglan siempre
126 / Hernán Cordero

con las cartas que llegan a sus manos, sean éstas buenas o malas; esos son
buenos jugadores, los que saben utilizar todas las cartas de la mejor mane-
ra. Los religiosos debemos utilizar todos los elementos que están en nues-
tra vida, pero no siempre tenemos solo cosas positivas...”

Este cura si que me ha hecho pensar en serio, debo jugar inteligen-


temente con lo que tengo. ¿Y que tengo?

- Una comunidad super.

- Buenos amigos y hermanos.

- Posibilidad de una buena formación.

- Una capacidad de compartir mi vida con los


demás, compartir mi sufrimiento con otros.

- Muy buena salud, excepto últimamente.

- Un control de mí mismo.

- Muchos talentos para el trabajo y el arte.

- Un pasado un poco pesado para administrar.

- Médico a la mano.

- El prejuicio de ciertos hermanos, prejuicio


que me hace mucho daño.

- La capacidad de orar (aunque creo que muy


pequeña).

- El juzgamiento gratuito de los formadores.


Africa: me haces falta / 127

Me doy cuenta que tengo más cartas buenas que cartas malas, ¡solo
debo administrarlas bien!

En los últimos días mi oración ha cambiado bastante, pues yo era


un pedigüeño empedernido, quería que Dios me evitase todo sufrimien-
to. Sería una vida color de rosa, solo que no sería mi vida. Hoy no es así;
en mi oración le pido a Dios que me haga un poco más prudente, humil-
de, inteligente, para que así, yo mismo pueda llevar mejor mi vida. En es-
tos momentos de crisis le pido a Dios que me ayude a tenerme en pie.

Entre otras cosas, creo que Dios me está dando la posibilidad de


cambiar mi vida; El quiere algo de mí, y aunque hasta ahora no logro des-
pejar muchas interrogantes que tengo, creo que Dios mismo me propor-
cionará los medios para caminar hacia El.

A pesar de mi mal estado de salud he decidido participar en una


marcha que los jóvenes organizan hacia un santuario a unos 35 Km. de ca-
sa.

Hoy me he forzado mucho, no ha sido fácil caminar desde las 9 de


la mañana hasta las 4 de la tarde, sin almorzar y bajo un sol de 40 grados.
Pero aunque el esfuerzo fue enorme, yo estoy muy contento, compartir los
chistes y conversaciones con los jóvenes, marchar junto a ellos me ha he-
cho olvidar lo pesado de la marcha.

Hay días como hoy, días en que hago marcha atrás, no sé que me pa-
sa. Hoy pensé en partir, dejar esta vida, dejar la comunidad, simplemente
largarme.

Físicamente estoy hecho pedazos, no duermo bien, siempre estoy


debilucho, muy seguido tengo fiebre... y toda esta situación de enfermedad
ha durado algunos meses. Hoy me he dicho a mí mismo que talvez Dios
quiere decirme, a través de éstos hechos, que éste no es mi camino, que me
vaya.
128 / Hernán Cordero

Por otra parte he pensado que si los resultados no muestran hasta


ahora ninguna enfermedad, lo que me está pasando no es nada normal. Si
por el contrario yo tengo una enfermedad grave, no vale la pena hacer pa-
sar malos momentos a toda la comunidad. Mi conclusión es entonces re-
tirarme, huir. Después de todo he pasado muchos años solo, en malas si-
tuaciones me las he arreglado solo.

Pienso que Dios quiere mostrarme hoy que el maestro y dueño de


mi vida no soy solamente yo, pero El necesita que yo me reconozca peque-
ño para poderme ayudar. Hasta ahora no he dejado mi imagen de fuerte
que siempre he tenido.

Por suerte mi director espiritual es super, yo creo que él comprende


todas estas cosas que me pasan, además no es un ingénuo en sicología, sus
consejos me caen como anillo al dedo.

Hoy leí el texto de una canción muy bonita y la escribí en mi dia-


rio...

Hermano León, ovejita del Señor,


por cuanto pueda un santo hermano
sobre el agua caminar,
sanar a los enfermos
y vencer todos los males
hacer que los ciegos vean
y los muertos caminar.

Hermano León, ovejita del Señor,


por cuanto pueda un santo hermano
hablar y alejar los males,
que pueda amanzar los lobos
y hacerlos amigos como perros;
aunque pueda revelarnos
que cosa pasará mañana.
Africa: me haces falta / 129

Tú, escribe que, esta si es perfecta alegría

En medio del duro invierno,


entre nieve, frío y viento,
esta noche llegaremos a casa
y nos dejarán a la puerta
mojados, cansados y hambrientos,
nos tratarán como ladrones,
nos hecharán como perros
nos votarán a bastonazos
y en el frío tocará esperar.

Y si sabemos aceptarlo,
mojados, cansados y apaleados
pensando que así Dios quiere
el mal transformarlo en bien.

Tú, escribe que, esta si es perfecta alegría

***

Ahora entendí mejor; el sentido de la vida no es evitar los proble-


mas, eso es imposible, y puesto que los problemas siempre llegarán, la per-
fecta alegría es el hecho de saber afrontar y resolver esos problemas.

Cada vez comprendo mejor por qué el Señor ama prioritariamente


a los pecadores...claro, no es precisamente por los pecados!

La ternura de Jesús se manifestó siempre a aquellos que, recono-


ciéndose culpables, quieren saber quién les puede perdonar y cómo.
130 / Hernán Cordero

En mi mundo de vago, de inútil, de peligroso...

¿Quién me perdonará?...¿Quién puede amarme tal como yo soy, con


todo y mis defectos?

Aquellos que dicen que yo no cambiaré nunca se equivocan al eti-


quetarme así con mis defectos...

Denme la chance de cambiar mañana; si no, seré enterrado con to-


dos esos defectos contra los que siempre luché.

A cada paso en falso, a cada falta cometida, yo tengo sed de sentir la


alegría reconfortante de Aquel que dijo “vete y no peques más”.

¿Acaso quieren ustedes que yo sea perfecto, sin fallas, con un cora-
zón desbordante de amor y asexuado?

Está muy bien como exigencia!... Pero acuérdense que yo tengo una
historia, unos nervios frágiles, un cuerpo muchas veces fatigado, una afec-
tividad que me empuja a amar infinitamente a Dios, pero que a veces su-
fre de la falta de un amor personalizado.

Avanzo a veces de lado, doy pasos hacia atrás, no soy el superhom-


bre ni el modelo que los otros esperan.

Soy frágil. Yo lo reconozco; vivo con esta fragilidad...

Pero he leído en el evangelio que Dios se apoya sobre mi fragilidad


para darme fuerza. Sí; una gran fuerza.

Ya no tendré más miedo de ser yo mismo.

Hoy fui al hogar de jóvenes que está a lado de nuestra casa, voy se-
guido a conversar con ellos, a tocar los tambores, a comer. Me he conver-
tido en un amigo de confianza para esos 15 muchachos.
Africa: me haces falta / 131

Victor, el asistente, también es mi amigo. Hoy me preguntó, en con-


fianza: “¿cómo te sientes en la comunidad?”

Le respondí con la verdad, le he dicho que me siento mal, ya sea por


mi situación de latino que quiere africanizarse en una comunidad en la
que los africanos están europeizándose; ya sea por mi situación de mala
salud.

Victor me dice entonces: “todo eso será una cuestión de sentimien-


tos tuyos, yo hablo con los jóvenes y ellos te ven muy bien como persona,
te ven trabajar, hacer deporte, estudiar...¿dónde está tu problema?...

Yo creo que ustedes los blancos son una lata, siempre están preocu-
pándose demasiado por su salud; mira, nosotros los africanos nos levan-
tamos por la mañana y hacemos, con esfuerzo, lo que podemos en el día”.

En una conversación bastante larga Víctor me ha dicho que él me


siente como su hermano, como un africano, que él nunca me hubiera di-
cho estas palabras si no me tuviese confianza. Sus palabras me han hecho
mucho bien; por eso le he pedido que me hable y me aconseje cuando él
lo crea conveniente.

Los días han pasado, mi hermano me habla con toda confianza, yo


también; por eso mismo hemos tenido más de un encontrón en asuntos
de trabajo en la parroquia, pero la comunicación no se ha cortado; aun-
que Victor me ha dicho más de una vez: “es muy duro tener un hermano
blanco”; y yo he sentido lo mismo; es difícil tener un hermano negro. Pe-
ro ¡qué maravilloso es tener hermanos que te quieren ayudar!

• Hoy viviré el presente, sin querer resolver todos los problemas de mi


vida.
• No debo meterme a criticar ni corregir a los demás, sino a mí mis-
mo.
• Dios me ha hecho para ser felíz.
132 / Hernán Cordero

• Me adaptaré a las circunstancias sin pretender que las circunstancias


se adapten a mí.
• Todos los días voy a leer algo formativo.
• Hacer una buena acción sin esperar nada a cambio.
• Obedeceré a mis superiores de buena gana.
• No tengo que apurarme para hacer las cosas.
• Dios también se ocupa de mí.

***

La vida es bella...

Con la alegría pero también la tristeza,


el amor y el odio,
la luz y las tinieblas,
la realidad y la evasión, la ilusión
la salud y la enferemedad,
la fe y la indiferencia,
los logros y los fracasos,
la felicidad y el sufrimiento,
la esperanza y la deseperación,
la verdad y la mentira,
el trabajo y la pereza,
el éxtasis y la depresión;
hoy todo está bien y nada me sale bien.

Son todas cosas que existen en mi vida, muchas veces estoy más en
la columna de la derecha y entonces mi vida tiene poco sentido; pero otras
veces estoy más en la columna de la izquierda y todo está bien...
Africa: me haces falta / 133

***

Solo ahora...

Señor, solo ahora entiendo


cuanto has sufrido por nosotros.
Has muerto en la cruz
cargando sobre TI nuestros pecados,
y yo para agradecerte
continúo pecando día a día.
Me hacía falta estos momentos de crisis
para conocerte,
porque en el sufrimiento te conocemos.
Que bueno es estar cerca tuyo,
sentir tu amor,
tu ayuda en los momentos difíciles.
Señor, tu amor es demasiado grande para mí,
te he crucificado, y Tú me has perdonado,
has perdonado mis pecados,
Tú no quieres perderme...

***

Muerte al elitismo

Se enseñaba que la vida religiosa es “algo mejor”, de un grado “más


elevado” que el matrimonio o el celibato. Este elitismo estaba sostenido
por la separación que se hacía de “el mundo”. Nosotros somos religiosos y
los otros son seculares, nosotros estamos al interior y los otros son extran-
jeros.

Nosotros creíamos que los contactos con los laicos podían corrom-
per nuestro espíritu.
134 / Hernán Cordero

El elitismo será siempre una tentación para todo aquel que toma la
religión en serio, pero este debe ser tomado por lo que es: “una perversión
del mensaje y del ejemplo de Jesús en los Evangelios”.

El elitismo muere, una muerte que no debemos llorar; nuestro sen-


timiento de superioridad está siendo por fin eliminado.

Nuetra consagración no nos pone por encima de los demás ni tam-


poco a parte, ella más bien nos une más a todos los hombres.

Todavía algunos esperan que el religioso no tenga debilidades y que


sea en cierta forma perfecto, nos gusta la imagen de fuerza.

Yo quiero pensar que talvez nosotros hacemos más bien del que
creemos mostrándonos como seres humanos normales, sin esconder
nuestra fragilidad... ¿en qué nos ayuda mostrar una fuerza aparente?

***

Yo no soy muy apegado a las cosas ni al dinero, siempre creí que es-
te desprendimiento era una virtud que yo había logrado con mi esfuerzo
y por ello me sentía muy orgulloso.

Hoy un sueño me ha revelado de donde viene este desapego a la pla-


ta... mi sueño lo anoté en mi diario, para mí es muy importante, pero más
importante es lo que él me reveló:

Cuando yo era niño vivía felíz; en casa nos queríamos mucho, no te-
níamos mucho dinero, pero nunca nos faltaba lo indispensable; el dinero
no era un elemento muy importante en nuestra familia.

Pero mi padre decidió viajar a EEUU para ganar un poco más de


plata, la comodidad, y el dinero mismo, ocuparon entonces un lugar mu-
cho más importante en nuestra vida de familia. Creo que inconsciente-
Africa: me haces falta / 135

mente he rechazado esa desintegración de mi familia por unos cuantos


dólares. Recuerdo que siendo adolescente yo no le pedía dinero a mi pa-
dre sino muy rara vez, yo no quería su dinero.

Hoy sé que de alguna manera quiero ser diferente a mi padre en es-


te aspecto; aunque sé que él buscaba ese dinero por nuestro bien, yo he
anulado en mi vida el valor del dinero.

Ahora debo aceptar de donde viene “mi virtud” de desprendimien-


to; de todas formas estoy muy contento de conocerme un poco más.

***

¿Y después de la crisis?

Marzo / 96.

Han pasado algunas semanas en las que me he sentido muy bien;


cada vez se me hace mucho más fácil conocer el porqué de mis reacciones,
conocer mis motivaciones, mis sentimientos, etc. Mi salud mejora consi-
derablemente, he retomado todas las actividades.

Mi vida toma otras dimensiones hoy, todo lo que hago tiene raíces
más profundas, quien creyera que la crisis me ha hecho avanzar positiva-
mente; cada vez soy más yo mismo aunque me cuesta aceptar las cosas ne-
gativas que están dentro de mí.

Es interesante como ahora algunos de mis hermanos me ven mejor


y vienen entonces a confiarme sus cosas y hasta a pedirme consejos, y pen-
sar que hasta hace solo unas semanas parecía que todos huían de mí.

Mi visión de las cosas es ahora mucho más amplia, no sé como ex-


plicarlo, creo que antes yo quería tener los ojos cerrados a ciertas cosas,
talvez yo quería ver todo color rosa... y claro, la vida no es así. Ahora lo sé.
136 / Hernán Cordero

Mis relaciones con los demás han cambiado bastante, ahora son
más abiertas; el condicionamiento de mis formadores, europeos todos,
desparece. Lo importante hoy es ser yo mismo y creo que eso me acerca
mucho más de mis hermanos africanos.

Conforme el tiempo pasa mi situación va estabilizándose, pero mi


relación con algunos formadores se degrada progresivamente. Una cosa es
clara, yo no voy a europeizarme en Africa, yo veo una tendencia a hacer las
cosas de una manera muy occidental. Como es normal, la comunidad afri-
cana no puede asimilar todo un proceso civilizatorio: modales, maneras
de hablar, hegemonías incomprensibles en esta cultura, formas de trasmi-
tir el conocimiento, etc. Hay una fisura en la comunidad y por el momen-
to solo puedo estar de un lado, no estoy preparado para hacer de puente,
aunque tengo la noción de lo que pasa por las cabezas de europeos y afri-
canos, creo que no tengo la personalidad mediadora; por ello me ubico del
lado de mis hermanos africanos.

Hoy fui a pedirle dinero al ecónomo, él estaba sentado descansando


en el jardín. Me ha respondido de una manera humillante, para mí es la
primera vez que lo hace, pero no es así para mis hermanos; me di la media
vuelta y no he regresado a pedirle dinero desde entonces. Ahora compren-
do algunas cosas. Existe un nivel de dignidad en nosotros que no puede ce-
der, no podemos dejarnos tratar tan mal por unos cuantos centavos. Aho-
ra sé por qué algunos hermanos caminan bastante el fin de semana...

Mi escrutinio de evaluación de fin de año, realizado por los forma-


dores fue muy duro: “Hernán se ha separado de la comunidad, especial-
mente de los formadores... llega atrasado a clases a propósito... su aposto-
lado no es sino una evasión a la comunidad... sus acciones son demasiado
superficiales...él nunca se compromete en los estudios a fondo...es muy in-
dependiente de los formadores...”

Mi evaluación me dejó muy mal parado, debo aceptar que las per-
sonas me perciben así, al menos esas personas: los formadores. Después
relativisé lo dicho de mí, pregunté cómo me ven otras personas , y me pre-
Africa: me haces falta / 137

gunté yo mismo. También tuve el valor de discutir con uno de mis forma-
dores... la vida continúa.

Las vacaciones se acercan, serán para mi un tiempo de mucha refle-


xión. Sí, con estas palabras duras que he recibido debo pensar dos veces si
continuar o no en la comunidad. Aunque ese papel recibido solo es un es-
crutinio, es decir la visión de los formadores sobre mi itinerario de forma-
ción, al mismo tiempo es un escrutinio, es decir una documento oficial de
la comunidad, y de todas maneras responde de alguna manera a lo que los
otros ven en mí.

Lo más importante en este momento de mi vida no son los estudios


que aquí hacemos, muchos de ellos ya realizados anteriormente, sino más
bien las relaciones interpersonales y la vida misma de la comunidad, la mi-
sión por la cual me comprometí. Son estas dos cosas que a la final cuen-
tan para que me quede o no.

4 de Julio / 96

Hoy, vísperas de mi viaje a Guinea. Los 10 hermanos de segundo


año nos preparamos para nuestras vacaciones que durarán un mes; cada
quien irá a su casa, yo no podré hacerlo, mi viaje sería demasiado caro.

Yo no he querido estar apurado por el viaje, lo he dejado todo para


último rato.

No es así para algunos de mis hermanos, sobre todo aquellos que


parten para el tirocinio (período de práctica de dos años en una casa sale-
siana). Hoy me encuentro con los ánimos bajos, he visto cosas que no me
esperaba. Dennys, un joven desprendido que caminaba siempre en chan-
cletas, no ha dudado en comprarse los zapatos Nike en nada menos que 30
dólares, lo que aquí es mucho dinero, otros compraron jeans muy caros,
maletas nuevas... cosas que no se han visto antes. Los discursos recibidos
a propósito de la pobreza durante tres años de formación se quedan en los
puestos del mercado... ¡en venta!
138 / Hernán Cordero

Al día siguiente somos 7 personas que tomamos el mismo avión


rumbo al oeste, viajaremos juntos hasta Abidjan y de ahí cada quien toma-
rá su rumbo. Yo no he podido obtener una visa para entrar a Guinea; en
Conakry alguien me esperará en el aeropuerto, o sino seré retenido, ence-
rrado; ¡no será mi primera vez!

Por el problema de visa tengo que quedarme 5 días en la capital an-


tes de poder viajar al interior del país. Son cinco días muy especiales, algu-
nos jóvenes se han enterado de que he llegado y han venido a visitarme,
por las tardes voy al oratorio a jugar con los niños y jóvenes. También en-
contré algunos amigos del equipo de básquet de Kankan, ellos no me han
olvidado y hemos salido a dar una vuelta juntos.

En la comunidad solo conozco a Pancho, los otros son nuevos aquí:


un alemán y un francés como voluntarios, un mexicano coadjutor, una
chica chilena, unos religiosos que están de pasada como yo, uno de ellos es
camerunés y el otro malgache. En solo 5 días hemos creado unas relacio-
nes de familia, excelentes, parecería que nos hemos conocido desde hace
años.

El “nous les blancs ou nous les noirs” (nosotros los blancos o noso-
tros los negros) ha desaparecido de nuestra mesa, ... ¡que alegría!

Por la noche en la televisión vi una película en la que un tipo se in-


volucraba en asuntos de droga, etc; después llegaba a recuperarse...una
historia de esas bastante comunes en la Tv.; yo he reproducido toda la pe-
lícula en un sueño, solo que el protagonista era yo.

Al día siguiente, en la misa de la parroquia, escuché el evangelio que


trata de Jesús que marcha sobre las aguas del lago; así mismo, por la noche
he reproducido todo en imágenes, soñe que atravesaba el lago marchando
sobre las aguas, era de noche y yo vestía de blanco. Hacía algún tiempo
que no soñaba cosas como éstas. Eso me da la idea de estar viviendo situa-
ciones especiales, situaciones que me tocan muy por adentro. Yo creo que
es el hecho de sentirme tan bien en Guinea.
Africa: me haces falta / 139

Un árbol es fuerte,
pero el fuego puede quemarlo y matarlo;
el fuego es fuerte,
pero el agua puede apagarlo;
el agua es fuerte,
pero el sol puede evaporarla;
el sol es fuerte,
pero las nubes pueden cubrirlo;
las nubes son fuertes,
pero el viento puede llevárselas;
el viento es fuerte,
pero las montañas pueden detenerlo;
la montaña es fuerte,
pero el hombre puede controlarla;
el hombre es fuerte,
pero la muerte puede someterlo;
la muerte es fuerte,
pero el amor puede vencerla...
y no hay nada más fuerte que el amor,
¡porque él viene de Dios!

El mes de vacaciones en Guinea ha pasado muy de prisa, he realiza-


do bastantes trabajitos de ayuda en la comunidad; un proyecto comunita-
rio para los 6 años que vienen (pasarlo a limpio), he hecho también un pe-
queño texto de administración de taller, con él hicimos unas 4 jornadas de
trabajo con todo el personal de los talleres, eso ayudará a una mejor ges-
tión.

Por las tardes salíamos con el padre Angel a la ciudad, allí jugába-
mos generalmente básquet con los jóvenes no muy numerosos en éstos
días de vacaciones.

El tiempo de partir llega.Voy a despedirme de mis amistades, del je-


fe de Dabadougou, y de la única familia cristiana que vive en este pueblo.
140 / Hernán Cordero

La partida ahora es algo más habitual para mí, no por eso deja de
ser dura. Llegar a la comunidad en Lomé será una alegría ya que veré a mis
hermanos y tendremos mucho que contarnos sobre nuestras experiencias
de vacaciones, las primeras que pasamos siendo salesianos.

16 de Septiembre/96

Hace 4 días que he llegado a Lomé, el encuentro con mis hermanos


que van llegando poco a poco fue muy interesante. Todos traen sus nove-
dades.

Hoy recibí un baldazo de agua fría, el ecónomo me ha dicho que mi


situación es muy irregular en la comunidad, que nadie se preocupa por
mi, que mis cuotas no han sido nunca pagadas por los superiores... y otras
cosas más, cosas que de ninguna manera están bajo mi responsabilidad,
cosas que yo no puedo solucionar.

He pasado un fax a mi inspector indicándole el particular de la eco-


nomía. Mi sorpresa aumenta, en el fax que recibo se me dice con toda cla-
ridad que deje Lomé, que mi formación puede ser concluida en México o
en Ecuador.

Todo ha sido movimiento en éstos días, no he dicho nada a mis her-


manos sino hasta después de hablar con el director. Mi salida “al apuro” de
Lomé es anunciada en una reunión. Al igual que hace unos años cuando
salí de San Patricio hacia Guinea, me siento muy mal cuando mis herma-
nos me preguntan la razón de mi salida. No sé que decir, el problema de
la economía no ha convencido a nadie, esta no puede ser una razón sufi-
ciente para que yo deje la comunidad. Mis hermanos de confianza saben
lo de mi escrutinio, algunos de ellos me han dicho que es de la intención
de los formadores deshacerse de mi. Yo no quiero pensar en eso, nuestras
relaciones son muy malas, pero no creo que ...
Africa: me haces falta / 141

22 de Septiembre/96

Al medio día, después del almuerzo, la comunidad hace una sobre-


mesa para despedirme, mis palabras de agradecimiento son cortas, tam-
bién he dicho que no es mi intención salir de Africa, que lo hago por obe-
diencia y confiando en que los formadores escogen lo mejor para mi.

Más tarde fui al hogar de jóvenes. Decir adiós a mis amigos me ha


puesto al borde del llanto. Victor está también sorprendido con mi parti-
da, según él yo soy hechado de casa por los formadores.

Al anochecer dos de mis compañeros me acompañan al aeropuer-


to, uno de ellos es Anselmo, él mismo me recibió por primera vez en Lo-
mé. Nos hemos dicho adiós y hasta la vista, yo tengo esperanzas de regre-
sar pronto a estas tierras.

La incertitud se apodera de mi, no sé dónde terminaré mi forma-


ción; este viaje al apuro me incomoda.

En el avión tengo ese mismo sentimiento que he tenido en otros


viajes: sentimiento de libertad y al mismo tiempo la soledad (el hecho de
no estar “atado” a nadie ni a nada).

29 de Septiembre/96

Por no haber conseguido una visa para entrar en Europa, mi viaje


tuvo que ser directo, por consiguiente muy largo. Desde la salida estoy
controlado por dos policías, es la ley de los Estados Unidos que quiere ase-
gurarse que ningún latino se quede por acá. Pero en el avión he tenido un
malestar estomacal, el cambio de clima y el cansancio me han afectado.

LLego a Quito y casi enseguida voy a parar en una clínica; tengo una
infección bastante severa, mis defensas están bajísimas. Otra vez los anti-
depresivos, a más de un montón de antibióticos.
142 / Hernán Cordero

***

No se puede crecer sin algunos fracasos

Ningún ser humano está hecho para ser el modelo ideal de perfec-
ción. Los seres humanos fallamos, pero eso no debe jugar sobre nuestra
autoestima.

Autovalorizarse no significa ser pefectos sino aceptar incondicio-


nalmente lo que se es, aceptar también los límites.

Fallar nos ayuda en el proceso de aprendizaje; es muy difícil apren-


der algo sin fallar jamás. El error cometido nos indica las correcciones que
debemos hacer en nuestra vida y nos aproxima así cada vez más a un com-
portamiento más adecuado.

Haber fallado en algo no es ser un fracasado. Sí tengo miedo de ac-


tuar por no fracasar, entonces tengo muy pocas posibilidades de aprender
cosas nuevas.

Un fallo bien asumido produce un cambio, no creo que haya que


asustarse en la vida por un poco de cosas que no han resultado como que-
ríamos, oportunidades que no hemos aprovechado, etc. En un proceso
cualquiera siempre habrán resultados positivos, pero también errores, ol-
vidos, pequeños vacíos.

Cuando nosotros reconocemos un acto erróneo, este pertenece al


pasado, ya que al momento mismo de la acción obramos con seguridad.
Por consiguiente un fracaso es una etiqueta que nosotros aplicamos re-
trospectivamente.

En definitiva, vivir es equivalente de ser imperfectos, pero avanzan-


do, sobrepasando nuestros errores para adaptarnos mejor a la vida.
Africa: me haces falta / 143

Vivir significa también nunca haber llegado... porque nosotros no


tenemos nunca la respuesta final, toda nuestra vida no es sino un camino.
Talvez no sea muy simpático decir que nunca llegamos al final del cami-
no, pero si no aceptamos eso, nos convertimos en unos obsesionados que
queremos dar pruebas de excelencia en todo momento, perfeccionistas,
acomplejados que buscan ser “recordman olímpicos”, siempre obligados a
ser mejores.

Estamos continuamente frente al juzgamiento severo de nuestras


capacidades y nuestro rendimiento, criterio superficial que no considera
todo nuestro ser.

4 de Octubre/96

Hoy he retomado todas las actividades, también los estudios en la


universidad; me siento bien físicamente.

Me parece algo mágica mi recuperación, ha sido bastante rápida.

***

Nunca es tarde para trabajar con Dios

+ Hoy puedo comenzar a buscar la felicidad que Dios


quiere para mi desde siempre.

+ Puedo contribuir con mi trabajo responsable.

+ Si he cerrado los ojos durante años, ahora puedo co-


menzar a abrirlos.

+ Siempre puedo regresar a mi Padre Dios, lo mismo


que el hijo pródigo.
144 / Hernán Cordero

+ Hoy puedo comenzar a respetar y amar a mi familia


que tavez había olvidado por bastante tiempo.

+ Puedo comenzar a dar algo de mí a los demás.

***

El amor es un combate

Su criterio son los otros, Jesús lo dijo:


“Amar al prójimo como a sí mismo”.
todo aquello que quiero para mí
debo quererlo para los demás,
y para eso hay que luchar.
Pero...
¿será fácil luchar por los demás como por nosotros?
¿es fácil luchar por amor?
Porque es falso vivir el amor olvidándose de la lucha,
como es falso luchar olvidándose del amor.
Amar implica un riesgo
en el combate a favor de los hombres;
es el de ser crucificado por ellos.
Jesús no pudo escapar a este riesgo,
por El el amor ha vencido,
el amor se ha enraizado y florecerá un día,
porque el amor es una persona: Dios...con nosotros.
Africa: me haces falta / 145

***

Formación y crisis

Cuando hemos hecho opción por la vida de servicio, debemos for-


marnos para estar mejor capacitados y poder ser más eficaces en ese ser-
vicio que hacemos a nuestros hermanos. Pero nuestra formación debe en-
caminarse también hacia un abandono progresivo a Dios, a una fe más au-
téntica, y no solamente a querer ser “alguien capaz” y bien preparado.
Para prepararnos vamos a la universidad, nos entrenamos para ser
unos buenos técnicos, excelentes profesionales. Calculamos entonces anti-
cipadamente: el tiempo necesario, las horas de aplicación, todo lo que ne-
cesitaremos para obtener un título. El título no está mal, eso es lo conven-
cional y aceptado en nuestra sociedad como prueba de un itinerario rea-
lizado (que puede ser solo instrucción), pero no es el fin de nuestra for-
mación.
El joven rico espera una respuesta del maestro, él espera encontrar
alguien que sepa emplear bien todo lo que él posee: su buena formación,
sus medios, sus títulos...pero él cae de las nubes cuando se da cuenta de
que se preparó para ayudar a los pobres y que ellos piden sobre todo una
presencia de amor.

10 de Enero/ 97

Hoy recibí una carta de mis amigos de Lomé. Los jóvenes del hogar
que yo visitaba casi todas las tardes me han escrito. La carta llega en un
momento en el cual me encuentro en un proceso de adaptación a la nue-
va comunidad, pero al mismo tiempo en la rutina del horario de estudios.
Esas líneas que mis hermanos me han escrito, en un lenguaje muy senci-
llo, me han hecho viajar, me han hecho pensar que existe una posibilidad
de vernos algún día. Uno de los jóvenes de dice: “solo los árboles y las
montañas no se encuentran nunca, pero nosotros los hombres, mientras
vivamos, siempre tenemos la esperanza de vernos nuevamente”. Con fra-
ses como éstas me he recargado de energía; recibir esta carta es saber que
la gente que he conocido en Africa me quiere como yo a ellos, que mi ex-
146 / Hernán Cordero

periencia ha quedado no solamente en mi cabeza sino también en el cora-


zón de las personas.

11 de Enero/97

De camino a la universidad encontré esta tarde a Rosita, una indí-


gena anciana que pide caridad en los alrededores de nuestra Institución.
Yo la conozco desde hace unos diez años, cuando trabajaba con los chicos
de la calle la veía casi a diario. Ella no me ha olvidado, a pesar de su defi-
ciencia mental me reconoce y se acerca a mi, me toma de la mano y se po-
ne a caminar conmigo por la calle. ella me cuenta sus cosas mientras ca-
minamos, la gente nos queda mirando, no somos una pareja común y co-
rriente.
Yo me he sentido muy bien estrechando su mano, hacía tiempo que
no sentía el calor de una mano amiga. Otra vez de viaje a Africa, ahí las
personas se dan la mano sin complejos, se acercan, se tocan. Yo no me ha-
bía dado cuenta antes, pero me he acostumbré a sentir tan cerca a las per-
sonas. La viejita Rosa despertó mis sentimientos adormecidos. Y yo que
había pensado en ella como “la pobre viejita”...ahora mismo me siento
más pobre que ella!

28 de Enero /97

Esta tarde salimos toda la comunidad al sur de la ciudad para hacer


un pequeño retiro, es el usual retiro mensual. El retiro se ha hecho bastan-
te bien, sin embargo lo más importante para mi en esta ocasión fue la con-
fesión. Yo me sentía aplastado en estos últimos días; la vida comunitaria
no me resulta fácil, como recién llegado me siento todavía un extranjero.
No hago lo que podría hacer, dejo pasar muchas cosas por alto, me he can-
sado rápido de dar ideas, paso al lado de las necesidades y cierro los ojos;
por todo eso me siento muy mal, en pecado. Pero el confesor me ha hecho
despertar,él me dice: “pero te has dado cuenta de lo que te está pasando,
de todas formas sabes por lo menos lo que está mal... sería más grave si tú
no te dieras cuenta de nada.
Africa: me haces falta / 147

Mira, eso es la vida: luchar contra esos pecados, luchar sin desani-
marse, luchar a pesar de nuestra debilidad...anda y continúa tu lucha”.
Cuando me levanté me sentía ligero, contento, me sentía vivir ver-
daderamente, sentía que mi vida tiene un sentido. ¡Qué bueno que este cu-
ra me lo recordó! Creo que yo sabía estas cosas, solo que soy muy rudo y
las olvido tan a menudo!

1 de Marzo/97

Hace 15 días que estoy en Esmeraldas, la ciudad negra del Ecuador.


Vine a trabajar en los barrios de invasión que ahora son llamados “los ba-
rrios bajos”; aquí existe un equipo de 11 personas que intentan impedir
que los niños de esos sectores de la ciudad se vuelvan callejeros. Es eviden-
te que la situación socioeconómica es pésima.

El trabajo ha sido duro para mí, aunque antes ya conocía realidades


similares, reinsertarme en la actividad con esta gente no es fácil; pero han
bastado unos pocos días para que la gente nos acepte; claro, yo sé que los
operadores del programa que ahí están han hecho un camino que ahora
hace mucho más sencillo el nuestro.

He conocido mucha gente simpática, entre los operadores me he


sentido como un hermano, acogido de verdad. También vi algunos amigos
que no veía desde hace 6 años... ¡super!

Ahora que estoy terminando mi estadía aquí, siento una nostalgia


creciente por el Africa, nostalgia de esta fraternidad que se vive allá y que
también se vive aquí en Esmeraldas. ¿Será pura coincidencia esta fraterni-
dad intensa que se puede vivir en el pueblo negro? ¡Quién sabe! Yo creo
que hay una identidad cultural mucho más definida que la nuestra, una
identidad que se relaciona directamente con lo racial.

Pienso también que la situación socioeconómica contribuye a crear


este ambiente de “solidaridad necesaria”, pues sin ella es imposible vivir.
Elementos como éstos son los que hacen del misionero un afortunado, el
contacto directo con la gente es muy enriquecedor.
148 / Hernán Cordero

Pero atención, ser rechazado en un medio así también es muy duro,


ya que se trata de un rechazo social, las antipatías personales se trasmiten
muy rápido al medio. Yo creo que este aspecto de la acogida y la acepta-
ción de la gente hacia el misionero es un elemento clave, pues todo lo de-
más se vuelve secundario, lo importante es tener esta puerta abierta.

De regreso a casa encuentro bajo la puerta de mi cuarto dos cartas


que vienen de Africa, enseguida las abro. Una es de Victor y otra de Joël,
dos amigos de confianza que me ayudaron mucho y me animaron en mo-
mentos difíciles.

Victor me dice: “Todavía a distancia sigue siendo difícil tener un


hermano cara pálida... no tengo la costumbre de escribir. No olvides a tu
hermano de padre y madre (una manera de decir verdadero hermano)”.

Joël me escribe: “Tú eres un verdadero africano aunque tengas la


piel blanca... yo rezo para que un día regreses a Africa”.

Como pasan los días me voy adaptando al medio actual en el que


vivo, pero al mismo tiempo evalúo mejor y más objetivamente mi expe-
riencia africana.

Todavía viajo a diario por esas tierras, me sucede lo mismo que


cuando salí para Guinea, no podía dejar de pensar ni un día en los chicos
de la calle.

Yo creo..

Yo creo en el sol,
aunque sea de noche y todo esté obscuro.
Yo creo en el amor...
aunque a menudo mi corazón está lleno de rabia.
Yo creo en la amistad
a pesar de los miles de kilómetros entre nosotros.
Africa: me haces falta / 149

Yo creo en Dios...
aunque a veces El calla.

7 de Marzo /97

Ayer por la mañana tuve un curso de Biblia fantástico. Nosotros ha-


blamos en clase de Jesús, su humanidad, su historia. El profesor nos mos-
tró una imagen tierra a tierra de Jesús, sin mucho bla bla bla; eso me ha
ayudado mucho a ver mi vida como “una historia de la salvación”. No es
la primera vez que escucho ese término, pero si es la primera vez que lle-
go a sentir que mi vida también es una historia de la salvación.

Mucho escuché en mi pasado las intervenciones divinas de Dios so-


bre el hombre, manifestaciones espectaculares, milagros, llamadas, etc; ...el
niño Jesús jugaba haciendo pajaritos de arcilla y soplándolos para que vo-
lasen...

Hoy no. No más; Jesús fue un hombre, un ser humano que tuvo que
luchar toda su vida como los otros hombres; no existieron esas interven-
ciones mágicas que nos gusta imaginar, esas manifestaciones milagrosas
que estamos esperando para tener fe.

La clase si que fue espectacular!, me sentía humano de verdad (al-


gunas veces me siento como un perro), un hombre, un hijo de Dios...y sin
esperar un milagro!...bueno...¿qué más milagro que mi vida?

Mis compañeros, la mayoría religiosas y religiosos no parecían muy


de acuerdo con la idea de quitar los misterios sobre la vida de Jesús, de ha-
blar de El como un ser “demasiado humano”, como si Jesús fuera uno co-
mo nosotros. Lo constaté ayer en clase: nosotros no queremos que Jesús
sea uno de nosotros, lo queremos Dios, divino, así lo que hizo lo hizo por-
que era Dios desde siempre. Por ello nosotros nunca podemos imitarlo y
así justificamos bien nuestra mediocridad.
150 / Hernán Cordero

Jesús es más exigente como hombre, talvez por eso queremos que se
quede en el altar, lejos de nosotros.

4 de Abril /97

Esta tarde estuve por el centro de la ciudad dando vueltas, debía


comprar algo que no encontraba con facilidad. Así tuve la oportunidad de
fijarme un poco más en el comercio informal que crece cada día más en
este sector de la ciudad. Como no es Domingo, estoy vestido sencillamen-
te, no sigo la moda y la ropa de marca no me interesa, la gente me queda
mirando.

Al ver algunos de los comerciantes con sus productos: fósforos, re-


sortes, cordones, hojas de afeitar, esferos... pienso en su pobreza, en sus
condiciones de vida. Yo siento pena por ellos, es decir por su pobreza.

De regreso a casa, ya en mi cuarto, me puse a pensar en mí mismo,


en mi situación; de alguna manera me estaba comparando con la gente
que había visto esta tarde en las calles. Ciertamente soy muy materialista,
hice un juicio solo a partir de las cosas. Si así me juzgo a mí mismo ¿quién
soy yo?. Nadie, un pobre pobre, alguien que no tiene casi nada.

Entonces ¿cuál es mi riqueza?... Creer en alguien que no veo, tener


unos ideales que la mayoría de gente no comprende, no más que unas
cuantas personas que amo y me aman, una familia, unos cuantos amigos
de esos incondicionales...todas cosas que no se ven.

Pero yo me siento un afortunado, un rico...¿Por qué he de juzgar a


las personas solo por lo que tienen?

Ya es hora de cambiar esos parámetros.


Africa: me haces falta / 151

24 de Abril/97

Si tu mano es ocasión de pecado, córtala y bótala, más vale ir al cie-


lo sin una mano que ir al infierno todo completo.

Y si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo y ...

Y si mis títulos son ocasión de pecado... ¿qué hago?

si esos títulos me llenan de orgullo y me separan de mis hermanos,


si esos títulos me estorban en el camino...

mejor rásgalos y quémalos, Dios va a llamarte por tu nombre pro-


pio.

Reflexión hecha después de unos meses de vida universitaria, des-


pués de sentir de cerca la neurosis del título y del prestigio social que este
trae.

Vengo a pedirte señor

Esta tarde he venido para pedirte muchas cosas;


Jesús, estoy hecho pedazos, no puedo más...
vine a pedirte por mi cuerpo enfermo,
delicado, afectado cada vez por la enfermedad.
Vengo a decirte que estoy fatigado,
mis pies están tan cansados Señor.
Yo te muestro también mis manos...las ves?,
están vacías, yo no tengo nada...
yo estoy solo, no tengo los amigos que quisiera,
me falta amor y a veces estoy vacío...
En fin, quiero decirte tantas cosas, señor;
pero ahora acabo de abrir los ojos;
veo tu cuerpo masacrado, lastimado,
152 / Hernán Cordero

tus manos están perforadas, tus pies también.


Señor, estás solo, tú has muerto solo en la cruz...
y yo quejándome de mi soledad.
Discúlpame Señor,
ahora estoy mejor, mis dolores se fueron;
yo te pido que me ayudes a no pedirte nada,
muchas veces tengo la boca llena y los ojos tapados.
Gracias Señor, ahora me siento bien.

25 de Mayo/97

Hoy es la fiesta de Maria Auxiliadora y en nuestra universidad he-


mos querido hacer una pequeña fiesta de integración de estudiantes. He-
mos salido hasta Cumbayá para variar un poco.

La jornada no ha sido nada especial; un poco de deporte, comida y


baile... ¿qué más se puede esperar en una fiesta?

Por la tarde el baile ha tomado importancia, mucha importancia, y


para mi manera de ver hasta comenzó a degenerarse con demasiado alco-
hol. Algunos compañeros se transforman en otros, los gestos ambigüos
aparecen. A mi me gusta mucho bailar, pero no en el anonimato, no entre
desconocidos, por ello decido dejar esta fiesta y regresar a casa. Eviden-
temente debo regresar solo. Decidí tomar el bus hasta Quito y atravesar
luego la ciudad a pié, me gusta mucho caminar. Como es Viernes hay un
movimiento típico de fin de semana, gente por todas partes, desconoci-
dos... Es interesante como yo resiento esta soledad, no es algo de mucho
tiempo atrás; me siento solo entre la multitud. Esta situación me hace
pensar en el futuro, ¿va a ser mi futuro lleno de soledad?

En la comunidad me he dado cuenta de que estoy viviendo en una


atmósfera superficial. Si, la sociedad nos está llevando a todos a vivir en la
independencia.
Africa: me haces falta / 153

En casa ya no se habla en serio, a toda hora estamos bromeando, di-


vertiéndonos; vivimos amontonados en casa pero no nos sentimos cerca-
nos, no nos sentimos hermanos de verdad.

¡Qué paradoja!, en casa no hay un solo rincón donde se pueda estar


tranquilo, en calma, sin ruido; no se puede estar solo...pero en realidad vi-
vimos como aislados. En el ruido y el ambiente de “alegría” las vidas de las
personas no cuentan, están excluídas. En casa solo podemos aportar con es-
ta alegría tipo relajo, pero hablar de nuestras vidas... no hay lugar para eso.

Interesante casa nuestra, operativamente nos va bien, en general la


comunidad funciona; claro, siempre y cuando no haya problemas... prohi-
bido entrar en crisis, ser frágil, solo debe aparecer una gran sonrisa en to-
do momento; independencia, autosuficiencia,... son valores aquí; en reali-
dad son valores de nuestra sociedad.

Tenemos miedo de vivir fuera del ambiente de relajo, nos gusta ha-
blar en todo momento para no tener tiempo de escuchar.

¿Qué puedo hacer yo para cambiar esta realidad?

28 de Mayo/97

En la universidad hemos hablado hoy de las crisis existenciales, del


suicidio, del sentido de la vida, etc; temas de filosofía que pueden resultar
aburridos si no se conectan con la realidad. Una frase me ha hecho pen-
sar bastante en mi situación de crisis en Africa: “Un cambio brusco de vi-
da siempre implica una crisis”

Cierto, me doy cuenta de lo cambiada que está mi vida y de lo que


he pasado durante algunos meses; la palabra crisis no es desconocida pa-
ra mi. En algún momento pensé que no iba a poder salir de mi estado de-
presivo, que era mejor dar marcha atrás, pero tenía la esperanza de que ha-
bía algo mejor detrás de esa situación de sufrimiento.
154 / Hernán Cordero

A veces tengo temor de volver a vivir esos momentos de angustia


que viví, pero de todas formas me siento más seguro de mí mismo, mido
mejor los riesgos de mis opciones y me acepto mejor como soy; mi ima-
gen me interesa menos cada vez... creo que he recorrido un camino que no
todo el mundo conoce aquí en mi salón de clases. Una compañera de unos
20 años me ha preguntado si he pasado una crisis de vocación, es decir si
he dudado de mi vocación en algún momento. Entonces le dije que ella lo
comprenderá todo cuando llegue el momento. En los comentarios de esta
clase los compañeros dejan entrever las ideas a propósito de la crisis: “son
cosas que pasan a los débiles”...

“se trata de estar seguro de lo que haces, si es así no hay riesgo de


crisis”... “es propio de las personas que tienen una personalidad mal for-
mada”...etc.

El niño no puede llegar a ser adulto sin pasar por la adolescencia.

En fin, ¡a su debido tiempo lo entenderás todo!

25 de Junio/97

La torre de Babel

Después de la proyección de la película: “la torre de Babel”, los estu-


diantes hacemos un análisis de las imágenes; el profesor nos ha pedido re-
prensentar la torre de Babel de nuestra vida.

Este deber no es secillo, ¿cómo se puede representar toda la vida en


un solo dibujo?; representé mi torre con acuarela, y es evidente que repro-
duzco esquemas que antes los representaba con otras formas de expresión.

La primera parte representa una estructura, un medio al que yo per-


tenecía, un ambiente social, una familia; yo nací dentro de esta estructura,
Africa: me haces falta / 155

pero a los 18 años no quiero seguir adelante en este sistema y decido aban-
donarlo, saltar... la caída es dura. La primera torre representa para mí el
suceso en la sociedad, la riqueza, una profesión, una familia, prestigio so-
cial...

Retomando mi vida me tardé bastante tiempo para escoger un esti-


lo de vida diferente, fundado en otros valores; esta manera de vivir tam-
bién podía responder solamente a mi YO, y así se convierte en otra torre
de Babel a escalar. Talvez esta segunda torre se parece bastante a la prime-
ra, solo que esta tiene en alto los valores que yo creo que son los más im-
portantes; debo también dejar en el camino a los demás, imponerme...

Creo que en mi vida de hoy (tercera parte), ya no hay torre de Ba-


bel, o si existe, yo no veo los niveles, los pisos de ésta. Ya no se trata de su-
bir, solo hay valores que se deben vivir. Yo no sé muy bien como definir el
momento actual de mi vida, hay muchos elementos nuevos que todavía no
conozco muy bien, existen muchos descubrimientos que tengo que hacer-
los poco a poco. Siento integrarme mejor a mí mismo, ya no estoy a la
buena de los vientos que soplan en nuestra sociedad: moda, dólares, ima-
gen, sexo fácil...

En esta tercera parte aparece un elemento importante en mi vida,


no sé si es el más importante; es la búsqueda de Dios, eso ha cambiado ra-
dicalmente mi existencia.

15 de Septiembre/97

La contradicción

Durante las vacaciones la comunidad me ha enviado a trabajar en


dos lugares; el primero está en la gran ciudad, es una colonia vacacional;
el segundo lugar es Esmeraldas, los barrios periféricos.

Los primeros días de trabajo me resultan muy difíciles porque no


pertenezco al medio donde debo “trabajar”, tampoco tengo la intención de
156 / Hernán Cordero

adaptarme muy bien a este medio. Jóvenes de clase media y media-alta,


acomplejados por ser blancos, alienados por la Tv, por la moda, los nom-
bres en inglés, las computadoras; qué dificil poder ayudar a estos jóvenes
a comprender que hay algo más en el horizonte que el materialismo en el
que están envueltos. Pero eso sí; la primera cosa que escuché decir en la
comunidad ha sido: “esta colonia es de mucho prestigio, no debemos per-
derlo porque nos ha costado muelas”. Mi trabajo aquí no es más que lo-
gística: comprar, distribuir, prever que todo esté listo, que no falte nada
para los jóvenes; y claro está, trabajar por el prestigio.

No todo ha sido tan malo, me hice algunos amigos y por lo menos


le he dado duro al deporte. También la comida es buena y hay todas las co-
modidades... ¿mm?.

Acabada la colonia tengo todavía quince días libres; he hecho la pe-


tición para poder ir a Esmeraldas, siempre hay necesidad de una mano
allá, además quiero conocer a fondo el trabajo en los barrios populares, ese
puede ser mi futuro trabajo.

Las cosas empiezan muy diferentes que en la gran ciudad: camiseta


y pantaloneta, zapatillas, marchar a pié por aquí y por allá. Los compañe-
ros de trabajo me han acogido como a un hermano y me han hecho sen-
tir que aquí trabajamos en comunidad, a pesar de que acabadas las horas
de trabajo cada quien va para su casa. Todavía nadie me ha mencionado
lo del prestigio. Con los operadores visito los barrios periféricos donde
reina la violencia, las pandillas, la droga, la prostitución, la miseria... y ahí
también intentamos hacer un trabajo comunitario. Nada fácil!

Calor insoportable, horario de trabajo duro, mala comida, gente


que no quiere colaborar... ¡Qué importa!, lo que hago aquí no es buscar
solamente prestigio, yo quiero ayudar a la gente que no tiene oportunida-
des, jugar con los chicos de la calle, hacerles saber que son hijos de Dios y
que El siempre quiere para nosotros una nueva oportunidad. Con seguri-
dad digo que no han sido días de descanso, más bien estoy medio muerto,
Africa: me haces falta / 157

pero estoy contento y creo que algo he hecho por esta gente. Ellos también
han hecho mucho por mí.

Esta experiencia me ayuda a definir mi opción, yo no estoy hecho


para trabajar en la gran ciudad, en la metrópoli; quiero estar con la gente
de la periferie, ellos también merecen oportunidades para vivir mejor ahí
donde están... Todavía sigo pensando en Africa.

La contradicción está ahí: donde más difícil me resulta trabajar y


donde las condiciones de vida son malas, ahí me he sentido mejor. ¿por
qué será?

3 de Octubre/97

“Merecer” el amor de Dios...

Hoy inicia un curso de catequistas en casa. Yo creo que es uno de


esos cursos que hacemos para llenar el horario, pues en la universidad te-
nemos una formación bastante más profunda. Con todo, la comunidad
entera debe asistir.

Una fotocopia llega a manos de los asistentes; el mensaje es...:

“el hombre es pobre a causa del pecado...


él está tembién enfermo por el pecado...
y, él muere a causa del pecado.
María es escogida por Dios por ser la mejor”.

Me parecía estar leyendo una parte de la Biblia, el libro de Job. Pe-


ro entonces, ¿qué hago yo aquí?

Yo soy un pecador, me parece que debo irme para dejar un puesto a


los más buenos, a esos que según el texto recibido, son los que Dios pre-
fiere.
158 / Hernán Cordero

Hay que merecer el amor de Dios, y para ello hay unas reglas preci-
sas, yo debo hacer cosas para Dios, cosas para ser digno del amor de Dios.
Entonces todo depende de mí, además soy yo que voy a dar y Dios que va
a recibir; dicho de otra manera, yo voy a comprar mi salvación con unas
cuantas acciones, unos méritos...Pero... ¿Y la misericordia, el perdón?

Seguramente la misericordia de Dios es para los incapaces, esos que


no alcanzan a hacer los méritos suficientes.

La idea me vino hoy: puedo acaparar a Dios con mis méritos. ¿Pero
si no alcanzo a hacerlo? Entonces me fregué, iré al infierno directamente
con los malos, o voy a enfermarme, o no sé que.

Esta tarde pensé un montón de tonterías y finalmente deserté, no


acabé mi “formación”.

¡Tengo la ligera idea de que no seré catequista aquí en esta parro-


quia!

1 de Noviembre/97

Día de todos los santos; misa en la comunidad para celebrar la fe-


cha. Durante la homilía nosotros hemos hecho una reflexión sobre la san-
tidad, algunos de nosotros tuvimos la posibilidad de hablar. Tuve la impre-
sión de que queríamos encontrar la receta de la santidad, para ello nos va-
líamos de lo que los santos han aconsejado: “consiste en estar alegres to-
do el tiempo y cumplir estrictamente todos los deberes”.

“Es el cumplimiento de los mandamientos”.

“Es una sucesión de pequeños pasos que...”, etc.

En fin la reflexión no ha terminado muy bien que digamos, no hu-


bo conclusión alguna pues no encontramos muy claro el asunto, en otras
palabras, no encontramos la receta.
Africa: me haces falta / 159

Si calculo mi plan de salvación, mi plan de santidad, ¿dónde está el


lugar para Dios?...talvez debo pedirle la gracia suya para lograr mi plan.

Yo sí quedé con algunas ideas claras:

- renunciar a mi “yoyo” y a las definiciones de


santidad, a las recetas, a querer merecer la
gracia de Dios (que ya no sería gracia sino pa-
ga), a creerse escogido, especial.

- Renunciar a MI PLAN de santidad...

“No se es nunca santo de la manera en que uno espera convertirse


en santo”.

5 de Noviembre/97

Un encuentro de formandos tuvo lugar ayer; fuimos fuera de la


ciudad, cerca de Cayambe. Quisimos visitar una comunidad campesina y
hablar con ellos para saber lo que ellos pensaban de los planes de gobier-
no actuales.

Fue una jornada muy especial, hablamos de opción de vida, opción


por los pobres, de inculturación; en resúmen de nuestro compromiso pa-
ra con la sociedad, con la justicia. El nivel de reflexión fue bueno, los ex-
positores se habían preparado bien, hubo muchas preguntas interesantes...
pero el sueño debía terminar; la hora de regresar llegó y la lucha por los
puestos en los vehículos comenzó. Como es normal, los más “despiertos”
tomaron los mejores asientos, mientras que otros “tontitos” fuimos en la
camioneta.

Antes de dormirme reflexioné un poco sobre la jornada, reí bastan-


te de nuestra condición: nosotros queremos cambiar el mundo, transfor-
mar la sociedad, anunciar el Reino de Dios, pero... ¡nada que ver! todo eso
lo podemos cambiar por un poco de comodidad.
160 / Hernán Cordero

Yo me acordé de mi experiencia en Africa. Mucha gente me trata de


una manera especial pues yo soy el misionero, el que se desprende, el que
deja su familia, el que se arriega, etc... También me reí bastante cuando
pensaba en mí mismo, en mi condición de misionero. ¡Cuántas veces re-
negué algunos trabajos simples, pequeñas cositas: lavar los platos, ir al
mercado, servir a mis hermanos; ese también es el misionero!

Nuestra condición de seres humanos es enorme, en realidad, con la


gracia de Dios nosotros podemos hacer mucho bien, amar y ayudar a
nuestros hermanos.

Pero, al mismo tiempo, el hombre es tan pequeñito que puede so-


meterse a cosas tan simples como un cigarrillo, un programa de televisión,
una silla más cómoda, una golosina... tantas cosas que a veces nos llevan
hasta una neurosis, a tal punto que ya no podemos deshacernos de ellas.

Esta jornada me ha ayudado mucho a ver lo “chiquito” que soy, ver


mis posibilidades y mis limitaciones. Tuve la suerte de compartir mis re-
flexiones con uno de mis hermanos.

El hombre de calidad

¿Usted aprecia los productos de calidad?... Así comienza una en-


cuesta que llegó a mis manos esta semana en la universidad; nada menos
que 20 preguntas, algunas más interesantes que otras, que me han hecho
reflexionar bastante, pues la sucesión de preguntas inducían directamente
a la aceptación del hombre de calidad.

La última pregunta decía:

¿Cree usted que en nuestra sociedad hacen falta algunos hombres de


calidad para captar los puestos de poder y dirigir mejor el país?

Respondí con un gran NO; nuestra sociedad siempre ha estado es-


pérando salvadores, políticos, curas que vengan a dirigirnos, nos queda-
Africa: me haces falta / 161

mos esperando que los hombres de calidad hagan leyes para decretar que
ya no estamos es crisis. Nuestra sociedad solo va a desarrollarse si todos
los ecuatorianos ponemos lo mejor de nosotros, si cada quien pone su ca-
lidad, lo que tiene. Una sociedad con hombres de calidad para el poder se-
rá una sociedad elitista; así pasó con la sociedad hebrea en tiempos de Je-
sús, los fariseos y otros similares se creían los de calidad, los mejores para
llevar adelante al pueblo. Por suerte hubo un Jesús que vino a proclamar
la igualdad de los hombres y a dar un puesto a los oprimidos, que por cier-
to tenían muchas calidades y cualidades.

Un día en la misa, nuestro director toca el tema de la calidad: “el re-


ligioso de calidad”... después de la misa me sentí muy mal, sentí que me
empujaban a ser mejor que los demás, a sobresalir, a ser el duro. Yo me su-
pongo que esa es la manera de llegar a hacerse amar, valorizar; y claro, es-
to mezclado a la idea de formarse para ser de calidad. En la comunidad se
nos ha insistido mucho que hay que ser de calidad, que hay que estar lle-
nos para poder dar, que debemos estar superformados para ser un buen
aporte a la sociedad... ¿será cierto todo esto?

Me viene a la mente otra vez la idea de los fariseos; pero también la


de los nazis; ellos querían una sociedad “limpia”, conformada por seres su-
periores en todo sentido, más inteligentes, mejor formados, más sanos y
guapos... nada estaba dejado al olvido; era el proyecto del hombre de cali-
dad que debía dirigir el mundo entero.

Y nosotros, los religiosos de calidad, ¿estamos preparándonos siem-


pre para dirigir a los demás?, o más bien ¿para manipularlos?... ¡siempre
ser superiores a los demás! Claro, para poder ayudarlos.

Yo creo que antes de ponerme en ruta para ser ese hombre que la
sociedad espera, debo redefinir bien lo que significa calidad; en todo caso,
si me comparan con los productos de calidad, los productos gringos, y
otros, estoy frito; todavía estoy muy lejos de ser ese hombre de calidad.
162 / Hernán Cordero

26 de Diciembre/97

La fiesta consumista de Navidad acaba de pasar, claro que todavía


en las calles se ve mucha gente como apuradita, corriendo de un lado al
otro con el afán de aprovechar las ofertas de estos días. Eso de celebrar el
nacimiento de nuestro salvador Jesús quedó en el olvido para la mayoría
de gente de la gran ciudad; talvez en los barrios periféricos las viejitas tie-
nen la costumbre de pasar la misa al niñito...eso es todo.

Cuando llego para visitar a mi familia por unos días, nosotros con-
versamos de estas cosas. Siento que la corriente no pasa; no es una cues-
tión de lenguaje, es una cuestión de opción.

Entre las primeras preguntas que me hacen en casa están las si-
guientes: ¿cuánto ganas al mes?, ¿cuáles son las ventajas que te ofrece la co-
munidad en términos económicos? Responder que hago lo que quiero ha-
cer, que esto no tiene que ver con el dinero, resulta una respuesta tonta, in-
sensata. Mis hermanos no comprenden de qué se trata.

Decir que sigo a Cristo... ¡ese es un desconocido!

Por lo menos en mi casa tocamos el tema.

No siempre estoy cómodo en casa, se dan situaciones con las que


me siento muy mal. Las 3 sobrinas que tengo, con sus 7 años y mellizas de
4 años, han logrado dominar por completo a mi hermano y su esposa; se
comportan bien a veces para obtener sus caprichos, si la cosa no funciona
así, entonces lloran, gritan, se pelean; lo cierto es que siempre los padres
terminan por ceder. Los regalos se compran a diario, las niñas comen lo
que quieren y cuando les da la gana. Una tarde me puse a contar los pe-
luches que la más grandecita tenía en su cuarto, eran 50, aparte se los otros
juegos que también son numerosos...que diferencia con los chicos con los
que trabajo; algunos de ellos no van a la escuela porque no tienen zapatos.
Africa: me haces falta / 163

Hablando de tantas cosas que las niñas tienen me doy cuenta que
mi hermano y su esposa tienen todas las justificaciones del caso para tener
lo que tienen; además ellos no se comparan nunca con aquellos que tienen
menos y tampoco se interesan mucho por conocerlos. Así que el único que
anda con esas notas en mi familia soy yo; el único tontito que trabaja sin
tener beneficios personales.

Mi familia es mi familia, no pretendo deshacerme de ella, ni siquie-


ra criticar lo que tienen, yo sé que ellos han trabajado duro por eso. Pero
yo no pienso entrar en su mundo, renunciar a mi opción. Somos diferen-
tes, yo no me adapto más al sistema en el que mi familia se ha instalado.

5 de Febrero/98.

Nos comemos el pastel

Hace tiempo que en la comunidad no hablamos en serio del am-


biente en el que vivimos, de nuestras relaciones interpersonales, del respe-
to, etc; ha sido necesario que los superiores vengan a empujarnos, a des-
pertarnos del largo sueño de la mediocridad.

Si; nosotros lo hemos constatado, vivimos como por inercia, de una


opción inicial a veces olvidada.

No hay críticas sobre nuestra propia vida, nosotros nos ocupamos


de los otros. Pueda ser que nuestra existencia sea tan mediocre que ni si-
quiera nos damos cuenta de lo que nos está pasando a diario; somos tan
mediocres que hasta nos creemos buenos.

Antes tenía mucho miedo de abrir mi boca para decir que somos
mediocres, pero ¿cómo vamos a salir de ella si no la reconocemos prime-
ro? . Mostrar y aceptar la enfermedad antes de curarla va a ser muy duro
para todos, estamos tan acostumbrados, la mediocridad está en nuestro
horizonte y es una buena justificación para no cambiar, para “seguir vi-
viendo tranquilamente”. La sociedad nos convence de que hay hombres de
164 / Hernán Cordero

calidad y que los otros son la masa; como es lógico, no todos podemos ser
hombres de calidad, entonces somos de la masa. Muchas veces nos resulta
mucho más fácil reconocer que los otros son mejores y no salir de nuestro
hueco. Que esos hombres de calidad trabajen por nosotros, que ellos ha-
gan las leyes, que ellos cambien nuestras vidas...

La mayor parte de nosotros en comunidad somos conscientes de to-


das las cosas que pasan, pero no hay crítica... es que no hay que ser criti-
cones! ¿eso de que sirve?; es más fácil adaptarse. Nuestra sociedad no nos
pide sino adaptación, seguir la corriente, y cada vez más, aquel que no si-
gue la corriente se queda, “pierde el tren”, es un desadaptado social.

Es ahí donde nos dejamos convencer y nos comemeos el pastel en-


tero: el comercio, la televisión, la moda, la música, la computadora, un po-
co de todo, y ¿para qué la crítica?

Ayer se pasó una película en la Tv., la típica gringa: un héroe bueno


que impone la justicia por la fuerza, uno que defiende la vida matando a
los malos (rusos, chinos, japoneses...) Y nosotros nos identificamos con
esos héroes guapos, contentos de tragarnos la imagen.

Enseguida las imágenes de la posible guerra en Irak; los buenos


gringos defienden la paz mundial y por eso hay que atacar a Irak... pare-
ce que ninguno ve la relación. Nos han anulado, dormimos como hipno-
tizados, seguimos imágenes virtuales, lindas gringas barbies y rambos. ¿A
dónde vamos?

Seguramente alguien ha planificado que un día toda la humanidad


consuma esa mierda, vamos hacia la globalización, la homogenización, y
yo diría, hacia la “mediocrización”, aunque no sé si ese término existe en el
diccionario. Vamos todos a convertirnos en rubios y platudos gringos
“cómpralo todo”... ah, también sexys, listos para llevar. ¡A veces parece que
es eso lo que deseamos desde hace fu!
Africa: me haces falta / 165

Habrá que esperar que los últimos diversos se conviertan al sistema,


por las buenas o por las malas; y si no, se podrá clonar unos seres que se
adapten mejor a los tiempos.

En todo esto ¿qué puedo hacer yo?

No puedo botar la toalla ahora.

Yo me acuerdo de un tal Jesús, un loco que se metió a querer cam-


biar la sociedad de su tiempo; uno que andaba anunciando un reino de
justicia, de igualdad, de paz. Pues este loco empezó trabajando en la peri-
ferie, en los pueblitos, con la gente sencilla y le fue muy bien. Pero un día,
El decidió ir a la gran metrópoli, y ahí... lo mataron. Ese Jesús que todos
creían un fracasado resucitó, pero oh sorpresa, no quizo hacer la bomba y
presentarse a esos que lo habían matado, sino que El decidió regresar a la
periferie, a Galilea, a los pueblitos y a la gente sencilla. Eso quiero hacer
yo, me siento impotente en la gran metrópoli, no conozco las reglas de jue-
go de los poderosos (talvez deba estudiarlas), voy a invitar a todos los que
pueda para que vayan a trabajar en la periferie; talvez allí podamos cons-
truir un mundo nuevo, un mundo de justicia, paz y faternidad; el Reino
de Dios.

A mi me gusta soñar, quiero creer que desde la diversidad de esos


grupos pequeños podremos hacer algo por toda la humanidad; y si eso no
es posible, por lo menos seguiremos siendo nosotros mismos. ¿Quién sa-
be? Talvez quedarse fuera de la globalización, del “modernismo”, no sea
tan malo como los globalizadores nos lo quieren hacer ver. No sé qué pien-
sas tú que has leído estas páginas, pero yo sigo prefiriendo la compañía y
el diálogo con una persona a la T.V. o al internet.
Propuesta

La experiencia del voluntariado es muy importante para mi, por el


hecho de involucrar toda mi vida; no es solo el trabajo que hago, ni el rol
que desempeño en una institución, sino que es mi futuro, mis sentimien-
tos, mis ideales, es todo mi ser que está en juego; todo puesto en función
de otras personas a las que quiero servir.
El voluntariado es una verdadera aventura.
¿Suena interesan?... Sí es interesante! Muy interesante como trabajo,
pero sobre todo es una opción de fe, sí, porque de alguna manera, a través
de él, veo a Aquel que es el modelo de toda entrega y de todo servicio, a
Aquel que se jugó la vida por un proyecto, al Servidor por excelencia.
En nuestro mundo y en el tiempo en el que vivimos, tiempo de con-
sumismo en el que todo se compra y se vende, y hasta la felicidad preten-
de ser un producto, costoso pero comprable al fin; decir que quiero servir
a los demás gratuitamente suena a locura, parece ser algo sin sentido. Vis-
to así, el voluntariado es una “opción contra la corriente” y, puede ser que
los primeros en oponerse a esta opción sean tus propios hermanos y tus
padres, y claro: “¿por qué vas a perder un año de estudios?
...¿Qué vas a sacar de provecho? ¿por qué trabajar gratis?” ¡Muchos
te dirán que eres un tonto!
Si has medido el voluntariado en términos económicos y de ganan-
cia, empezaste mal. En esta experiencia se trata de dar, de compartir con
los demás. Aunque tú no lo creas, más das y más recibes, aunque sucede
que el sistema no es automático, no es como ir a comprar algo en la tien-
da. Tú das hoy y solo mañana te darás verdaderamente cuenta de lo que
has recibido.
Las exigencias en la experiencia del voluntariado son varias; para
mi, las más importantes son:

• Que tu servicio sea una experiencia de fe, un compromiso en el que


te involucras totalmente. En esta experiencia está Cristo presente. El
168 / Hernán Cordero

va a ser un modelo insuperable a quien podrás mirar contínuamen-


te para hacer más llevadero y fructífero tu trabajo de servicio. Yo
creo que el resultado de esta opción es un comportamiento cohe-
rente contigo mismo y con la gente que recibe tus servicios.
• Tú no comienzas de cero, otros te han precedido, una comunidad ya
ha estado trabajando mucho antes de que tu llegues a dar tu apor-
te; tienes, entonces, que “adaptarte” a esos otros como punto de par-
tida. Esto no quiere decir que debas aceptar ciegamente lo que los
demás te digan o hagan. Tú puedes ayudar mucho con tu opinión,
tienes que vivir por tí mismo; si te equivocas no es el fin del mun-
do, es solo una manera más de aprender.
• Analiza, observa bien la realidad que te rodea y pon en práctica tu
capacidad de “escuchar primero” para luego hacer tu discernimien-
to y poder finalmente actuar.
• Aprende a trabajar en comunidad. Esto es un proceso largo y a ve-
ces complicado; tu avanzarás mejor si la comunidad avanza.
• Seguramente la valoración que tú tienes del ser humano, empezan-
do por tí mismo, es muy importante. Aunque tú tengas un trabajo
técnico muy sofisticado, muy puntual, lo esencial es siempre la per-
sona. De hecho, todo funciona mejor en el mundo si los hombres
son mejores. No vayas a creer que lo más importante es la técnica,
las estructuras, los medios, o un proyecto de desarrollo. Tú no sir-
ves a la técnica sino a los demás, a través de la técnica. No se traba-
ja para el Estado sino para los conciudadanos, a través del Estado.
No olvides ésto: “el hombre es el artífice de todo desarrollo”, y noso-
tros trabajamos para educar al hombre, nuestra tarea es muy gran-
de.
• Tú verás que para servir a los demás tienes que ser libre, pero suce-
de que algunos gustos, algunos detallitos nos tienen atados; son co-
sas pequeñas: la música, la moda, mucha T.V...vas a tener que limi-
tar tu consumo, pues entre otras cosas, el voluntariado es una expe-
riencia de desprendimiento de todo aquello que te aisla de los de-
más y te encierra en tí mismo; el voluntariado es una experiencia de
apertura al otro.
Africa: me haces falta / 169

Quiero decir por último, que tu experiencia de voluntariado no se


limitará al año o dos que prestes tus servicios. Las experiencias tenidas te
van a servir para toda la vida porque habrás vivido intensamente, habrás
dado la mano a alguien que lo necesitaba y, por supuesto, habrás conoci-
do un poco más a Jesús.
Consesión en las afueras del pueblo. Dabadougou, 1993

Aprendiendo a comunicarse: hablar, escuchar ...


Dabadougou, 1991
Caminando con la gente del pueblo
Kaninfará, 1993

Caminar en grupo, un desafío


Togo, 1995
Dejar que los demás trabajen nuestra imagen
Dabadougou, 1991

Dejar una familia para encontrar otra más grande


Equipo de fútbol de Dabadougou
Agosto 1994

Niños circuncisos. Período de iniciación


Dabadougou, 1991
Paisaje de Sabana
frontera Guinea-Mali, 1993

Trabajo comunitario o sea... FIESTA de la solidaridad


Dabadougou, 1992
Mujer guineana
Siguirí, 1991

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