EL BARCO DE VAPOR
El detective
Warton
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Apart te TaioEl detective Warton
Russell E. Erickson
ediciones FM wastes: mouvareColeccién diigida por Marinella Terzi
mere edn: marzo 1988
Novena ein: ere 1995,
Traducrién del inglés: José Engue Cubedo
Iacones y cobra aver quer
‘Thule eignt, anon angineconest
GS Huteel eres, 1900
Soiones Sh 1S6P
“isegin Tein, 38-26064 aca
(Comoriiza: CESMA, SA. Aguacate 43 - 28044 Macid
Is0N 04-548 2409.4
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Hhacia un buen rato que la oscuridad
de la noche se habia adueiado del es-
peso bosque. Todo estaba en silencio. El
viento se habia calmado y los pajaros
guardaban silencio. La mayoria de los
animales dormian. Algunos merodea-
ban con pisada furtiva y mirada relu-
lente. Otros estaban a punto de irse a
dormir. Eso era lo que los hermanos
sapos, Warton y Morton, estaban ha-
ciendo en su confortable hogar. Sen-
tados alrededor de la mesa de la cocina,
jugaban al domind con su abuelo Ar-
bule. El abuelo, que vivia en la casa de
al lado, miré su pertenencia predilecta:
una mezcla de reloj y briijula de oro.
“Bien —dijo el viejo sapo—. Ya es
suficiente por hoy. Fijaos lo tarde que
es —anadi6, colocando su reloj-brijula
sobre la mesa.
—Se nos ha hecho muy tarde —dijo
Morton.
E
L—Y no hemos sido capaces de ganar
ni una partida al abuelo —se lament6
‘Warton.
El abuelo se rid entre dientes.
—No 0s desaniméis —les dijo—. No
es facil vencer a un campeon de do:
min6, a alguien que ha participado en
torneos por todo el bosque. Incluso el
afio pasado derroté a las ranas y consi-
guid como trofeo este hermoso reloj-
brijula —y entornando los ojos, afta-
dié—: Y ya sabéis lo tramposas que son
Jas ranas.
Warton y Morton asintieron con la
cabeza.
A continuacién, el abuelo Arbule les
dio las buenas noches y se marché a su
casa. Warton comenz6 a recoger las fi-
chas de dominé y Morton retiro las
tazas y los platos.
—iOh, mira! —dijo Warton—. El
abuelo se ha dejado su reloj-brijula so
bre la mesa.
—Serd mejor que se Jo llevemos inme-
diatamente —dijo Morton—. Ya sabes el
aprecio que le tiene.
Si, ya lo sé —dijo Warton—. Pero
puede que ya esté dormido. Se lo Ile-
varé mafana por la mafiana.
6Bien, en ese caso me voy a la cama
—dijo Morton—. Manana me aguarda
un dfa ajetreado en la cocina.
—Y yo tengo que limpiar la casa
—dijo Warton, bostezando,
Enseguida los dos sapos se acostaron.
Pronto se quedaron dormidos sobre sus
blandos colchones rellenos de hojas de
enea. Durante el resto de la noche todo
quedé en silencio; sélo se ofa el tictac
del reloj de la repisa. Y justo antes del
amanecer se oy6 el ruido de cristales
rotos.
Warton abrié los ojos bruscamente.
—Morton, chas sido ti? —pregunté
en voz alta.
—No —respondié una voz sofiolienta
desde la habitacién contigua—. El ruido
ha venido del s6tano.
Warton salt6 rapidamente de la cama.
Ataviado con un pijama a rayas roji-
blancas, encendié una vela y entré en la
cocina. Alli lo esperaba Morton, enfun-
dado en una bata de lana y con un
utensilio de cocina en la mano. Warton
abrié la puerta de madera de la des-
pensa. Los dos sapos bajaron con cui-
dado las estrechas escaleras que condu-
8
cian al sétano, sin dejar de escudrinar
en todos los rincones oscuros.
De repente, Morton grité al tiempo
que sefalaba hacia el suelo, donde ya-
cian varios recipientes rotos en un
charco morado,
—jMi gelatina de bayas de satico!
{Todos los tarros estan destrozados!
Warton examiné de cerca el estro-
picio.
—Quien haya hecho esto, ha dejado
huellas de mermelada. Voy a seguirlas.
Sosteniendo la vela préxima al suelo,
Warton siguié el rastro de pisadas. Mird
debajo de una silla vieja y una mesa pol-
vorienta, entre cuatro barriles y cajas de
sal, y detras de un aparador. Cuando
llegé al armario, se detuvo. Las huellas
acababan alli. Warton dio dos vueltas
alrededor del mueble y luego se puso a
mirar por la cerradura. De repente su
rostro cobré una expresién de espanto,
y el sapo dio un salto hacia atrés.
—jMorton! —exclamé—. Ahi hay al-
guien y se ha quedado mirandome.
—iNo! —dijo Morton—. ¢Y qué ha-
cemos ahora?
—Creo que deberiamos capturar a
9guien se esconda ahi dentro —dijo War-
fon,
—Me da miedo —dijo Morton.
Warton tomé un pedazo de cuerda y
se volvié hacia su hermano.
—¢Estas preparado? —le pregunté.
Morton asintié con la cabeza. En-
tonces los dos sapos agarraron el arma-
rio y le dieron un fuerte empujén. El
queble cayé al suelo con un gran estré-
pito y Warton abrié la puerta.
Alli, sentado al fondo del armario, un
aturdido animalillo miraba a los sapos
‘con sus ojos oscuros y redondos.
—iVaya, pero si es un-ratén de cam-
po! —dijo Warton.
—Y seguro que era él quien queria
robarme mi mermelada de bayas de
‘satico —dijo Morton—. jMiralo!
Warton se puso a examinar al raton-
cillo. El sapo advirtié que levaba una
gorra puntiaguda de visera, una camisa
cerrada verde y pantalones cortos ma-
rrones. También se dio cuenta de que el
ratén estaba pringado de mermelada
morada,
Warton asintié con la cabeza.
—Verdaderamente, ya no hay la me-
nor duda.
10Al oir esto, el ratén empezé a temblar
y se le movian los bigotes.
—eCémo que no? —exclamé—. Me
parece que estdis equivocados.
eh, si? —dijeron los dos sapos al
unisono.
—S{ —dijo el ratén—. Que haya unos
tarros de mermelada rotos y que yo
tenga unas manchas de mermelada no
significa que os estuviera robando.
—Entonces, qué significa? —pre-
gunté Morton.
—Significa.... —respondié el raton,
que parecia turbado de repente—, signi-
fica que ha sido un accidente.
—Un accidente? —pregunté Warton.
—Si —contesté el raton—. Anoche vi
un viejo topo que estaba tratando de
atrapar a una lagartija. Decidi ayudarle
a capturarla, y cuando la lagartija se
metié en un agujero, debajo del tocén
de un arbol, me metf en el agujero para
perseguirla. Ignoraba que el tocén se
encontrara sobre vuesta casa. Asi, sin
saber como, fui a chocar contra Ia es-
tanteria de tarros de mermelada y se
cay al suelo. Cuando of que os acerca~
bais, como no sabia quién vivia aqui,
me escondi en el armario.
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Warton comprendié que el ratén era
sincero,
—Lamento haber pensado que nos es-
tuvieras robando la mermelada. No me
he dado cuenta de que se trataba de un
accidente. Eso podia haberle pasado a
cualquiera,
—A cualquiera no —dijo el ratén con
tristeza—. Os diré que he tenido que
abandonar mi hogar, en la pradera
donde vivia con muchisimnos mas ra-
tones, porque provoco muchos acci-
dentes. Todos los accidentes me ocurren
a mi. Por eso ya nadie quiere que me
acerque. Cuando voy de visita, nadie
me deja entrar-en su casa. Asi que he
decidido irme a vivir a otra parte.
Warton sintié lastima del ratoncillo.
—Tal vez a ti te parezca que te ocu-
rren mas accidentes que a nadie, pero
puede que no sea asi.
—Crees eso realmente? —pregunto
el ratén.
—Es muy probable que sea asi —dijo
Warton—. En cualquier caso, no tienes
por qué marcharte por donde has ve-
nido. Puedes utilizar el suelo de nuestra
cocina si lo deseas.
—Y puesto que ya estoy levantado
1B—dijo Morton—, voy a preparar el de-
sayuno. Te invitamos a desayunar.
El raton pareci6 encantado.
—Sois muy amables —dijo—. Me
Namo Neville. ¢Y vosotros?
Los. sapos le dijeron sus nombres.
Mientras Neville salia del armario, los
dos sapos lo miraban boquiabiertos. En
lugar de cola, Neville llevaba un trozo
de cuerda atada a un rabillo muy corto.
—Perdi mi cola porque me la pisé acc
dentalmente con una mecedora —co-
ment6 el raton al advertir el gesto de sor-
presa de los sapos—. Como desde en-
tonces sélo podia caminar en circulos, un
dia se me ocurri6 atarme una cuerda y
asi volvi a caminar en linea recta.
—iQué buena idea! —dijo Warton.
—Gracias —contesté Neville—. Ahora
me parece que deberia limpiar todo el
estropicio que 05 he causado,
Dicho esto, el ratén agarré el palo de
una escoba que estaba bajo un estante.
—iEspera! —exclamé Morton.
La advertencia leg demasiado tarde.
EI palo de la escoba, que habia estado
sosteniendo el estante, se salid de su sitio
al tirar de él. El estante se desplomé con-
tra el suelo.
4
—jNo! —se lamenté Morton—. Mis
tarros especiales de mermelada de mos-
cas de la fruta. ;Se han roto todos!
E| rat6n miré a Morton con tristeza.
Lo siento —se lamento,
—No importa —dijo Morton, y tragé
saliva—. Pero creo que deberiamos
abandonar el sétano rapidamente.
El sapo mosiré al rat6n el camino
hasta la cocina. Una vez alli, Morton se
puso a preparar el desayuno. Warton se
sent6 con el ratén a la mesa de la co-
cina. Para animar a Neville, coment6:
—Fue muy bonito de tu parte el ayu-
dar ayer a aquel topo.
—Lo hice con mucho gusto —dijo el
ralon—. Me gusta ayudar a los demés.
E] problema es que las cosas nunca me
salen bien —entonces se iluminé su
semblante y afadié—: Aunque ayer
ayudé a alguien y me salié bien
—gQué hiciste? —pregunté Warton.
—Ayudé a una ardilla a librarse de
una hiedra venenosa que crecfa alrede-
dor de su Arbol. La cosa resulté facil.
Lo tinico que tuve que hacer fue encen-
der un fuego alrededor del arbol. ¥ al
momento la hiedra empezé a arder y yo
segui mi camino.
15—é¥ no se quemaria el tronco del ar-
bol? —pregunté Warton.
—jCaramba! —Neville dio un res
pingo—. No habia pensado en eso. Ahora
comprendo por qué la ardilla empezo a
gritar cuando yo me alejaba —dijo el ra-
toncillo con expresién de tristeza, una
vez més. ;
En aquel momento, Morton se acereé
ala mesa. Colocé una fuente de lonchas
de babosa ahumada, tres tazones de ga~
chas de larvas de escarabajo y un mon-
t6n de balllico tostado.
Los dos sapos y el ratén se pusieron a
desayunar. Neville se sirvié de todo dos
veces. Cuando termind, dijo
—jMmm! {Qué sabroso estaba todo!
—Me alegro de que te haya gustado
—coment6 Morton, radiante de satisfac-
cién,
—Claro que me ha gustado —dijo Ne-
ville, poniéndose de pie—. Y para de-
mostraros mi agradecimiento, voy a fre-
garos todos los cacharros que hemos
ensuciado.
Morton se horrorizé al oir aquello.
{De eso nada! ;Tu no friegas! Quiero
decir... que no tienes por qué molestarte.
—No es ninguna molestia —dijo Ne-
16
ville—. Signtate con tu hermano y den-
tro de un momento los platos te parece-
ran distintos
—Eso es precisamente lo que temo.
Los platos van a acabar como mis ta-
rros de conservas, hechos pedazos —su-
surré Morton a Warton.
—A lo mejor, si no lo miramos —dijo
Warton—, las cosas le salen bien esta
vez.
—Procuraré no mirarlo —dijo Morton.
Neville quité la mesa répidamente y
Hené el fregadero de platos y agua con
espuma. Warton vefa cémo su hermano
aguardaba que se produjera el sonido
caracteristico de la loza cuando se
rompe. Pero dicho sonido no se oy6 y
enseguida un montén de platos relu-
cientes reposaban sobre el aparador.
—Parece que mi temor era infundado
—dijo Morton, y suspiré aliviado.
—Asi es —dijo Warton—. Y eso me
recuerda que sera mejor que devuelva
al abuelo su reloj-brijula antes de que
comience a preocuparse.
‘Warton miré a su alrededor.
—Morton, ¢lo has cambiado de sitio?
—No, lo he dejado exactamente donde
7estaba —contest6 Morton—. Encima de
la mesa.
—Pues ya no esta ahi —dijo War-
ton—. Y si yo no lo he movido de su si-
tio y ti tampoco, gdonde ha ido a pa-
rar?
Los dos sapos: se miraron. Volviendo
a vista hacia la pila, advirtieron como
Neville sacaba un objeto dorado del
agua jabonosa.
{EI reloj-brajula! —gritaron los dos
sapos, saltando de sus asientos.
—¢Esto? —Neville levanté la vista.
—Es la cosa mas preciada de nuestro
abuelo —dijo Warton.
—Y se la has estropeado —aiiadio
Morton.
—He vuelto a meter la pata —y el
rostro del ratén se entristeci6.
—Tal vez si lo ponemos a secar sobre
la estufa... —dijo Warton al comprender
que Neville estaba muy preocupado.
‘Morton negé con la cabeza.
—Esté demasiado caliente. Un instru-
mento tan delicado como éste necesita
un calor suave para secarse
—¢Bastaria con los rayos del sol si lo
ponemos sobre una roca lisa? —pre-
gunt6 Neville.
18
|
I
—No es mala idea. Podria resultar
—Morton abrié los ojos de par en par.
—Intentémoslo —dijo Warton.
—De acuerdo —dijo Morton—. Me
quedaré aqui por si acaso viene el
abuelo. No quiero que se preocupe
Warton abrié una puerta que habia al
lado del fregadero y condujo al raton
por un largo tine! hasta legar al bos-
que. Una vez alli, Warton y Neville se
acercaron a una roca lisa a la que le
daba el sol y depositaron cuidadosa-
mente el reloj-brijula sobre ella.
—Ahora s6lo nos queda esperar —dijo
Warton.
‘Aunque atin quedaba nieve del in-
vierno, el tiempo, en aquel dia de co-
mienzos de la primavera, era muy agra-
dable. Warton y Neville se sentaron
sobre una capa de musgo. Este estaba
muy blando y los rayos del sol produ-
cfan un efecto confortador. A Warton
enseguida comenzaron a pesarle los
parpados. Finalmente, el sapo cerré los
ojos y se puso a escuchar los sonidos
del bosque: el graznido de un cuervo, el
zumbido de una abeja, el susurro de los
pinos.
Cuando el sapo oy al cuervo de
19nuevo, supo que el pajaro debia de es-
tar cerca por el crujido de sus plumas.
Entonces oyd el golpe seco de un
cuerpo duro al golpear un metal. Con el
ruido abrié los ojos bruscamente. Lo
que vio le hizo enderezarse rapida-
mente: un gran cuervo negro se habia
posado: sobre la roca lisa y miraba el
reloj-brijula con interés.
—iNo! —exclamé Warton.
Warton y Neville corrieron precipita-
damente hacia el cuervo. Antes de que
hubieran recorrido la mitad del camino
que los separaba del ave, ésta levanté el
vuelo Hevando el reloj-brijula sujeto
entre las garras. Con un potente graz-
nido, el cuervo desaparecié entre la ar-
boleda.
—iPobre abuelito Arbule! —fue lo
linico que se le ocurrié decir a Warton
—jOjal no hubiera fregado los platos!
suspiré Neville.
—iOjala le hubiera Hevado anoche al
abuelo su reloj-brijula! —dijo Warton.
Lentamente se pusieron en camino
hacia la casa de los sapos. Al final del
tinel, Warton oyé la voz familiar del
abuelo Arbule detras de la puerta. Con
20
verdadero panico cruz6 e] umbral de la
puerta.
—iVaya! —dijo el viejo sapo, sentado
a la mesa de la cocina—. Aqui lega
Warton, y viene acompafado por un ra-
tén de campo.
—Este es Neville —dijo Warton—.
Anoche tuvo un accidente y se cay6 a
nuestro sétano.
—A todos nos ocurren accidentes
—dijo el abuelo Arbule.
—Lo sé —dijo Neville—. ¥ también
fue un accidente el que se me ocurriera
lavar su reloj-brijula esta mafana.
Warton tragé saliva. El sapo no espe-
raba que el tema hubiera salido tan
pronto,
—Asi que ésa es la razén por la que
estais tan abatidos —dijo el abuelo Ar-
bule—. Bueno, no os preocupéis, ese
maravilloso reloj-brajula es sumergible.
Por eso le tengo tanto aprecio. No le pa-
sara nada.
—Pero... hay algo mas —carraspe6
Warton
—zQué es? ZA qué te refieres? —el
abuelo se inquieté un poco.
—Pues que... —dijo Warton, que no
podia sentirse peor— un cuervo se ha
21apoderado de tu reloj-brijula y: se ha
escapado con él.
EI abuelo Arbule se puso a temblar.
Los temblores comenzaron por los
dedos de los pies y fueron subiendo
hasta llegar a la cabeza: Al cabo de un
rato dejé de temblar y se quedé total-
mente inmévil. Slo sus mejillas se le
hinchaban y deshinchaban.
—eQuieres decir que me he quedado
sin mi reloj-brajula? —pregunté el
abuelo.
Warton asintié con la cabeza.
Morton se dirigiéd rapidamente a la
despensa. Nadie pronuncié palabra
hasta que éste regresé con un cazo hu-
meante.
—Es té de regaliz —dijo—. El té mas
fuerte que existe, justo lo que necesi-
tamos en este momento.
Después de tomar unos cuantos
sorbos, todos se relajaron un poco.
—En fin —resoplé el abuelo—, al
menos espero que ese cuervo se dé
cuenta de la maravilla que ha robado.
Aunque tal vez los cuervos no sepan
como averiguar Ia hora ni donde esta el
Polo Norte.
Y mirando a su alrededor, pregunté:
22
—¢Sabria decirme alguien si los
cuervos son inteligentes 0 no?
Nadie respondiv.
—Sélo sé una cosa —continud el
abuelo—. He notado que en esta época
del ano todos vuelan diariamente en
la misma direccion a la hora del cre-
piisculo.
—Y por la majiana todos regresan de
esa misma direccién —coment6 Neville.
—De lo que se deduce —dijo Morton
mientras servia mas té— que los
cuervos tienen un lugar determinado
donde pasar la noche.
El abuelo Arbule se qued6 pensativo.
—Entonces me da la impresion de
que mi reloj-brijula esta en ese sitio.
—Y yo creo que si alguien siguiera a
los cuervos averiguaria donde esta ese
lugar —dijo Warton.
—Y a mi me parece que incluso po-
driamos recuperar el reloj-brijula —afa-
dié Neville.
Morton negé con la cabeza:
—Creo que es ridiculo pensar esas
cosas. El lugar donde se rednen los
cuervos podria estar en una zona peli-
grosa del bosque, y los cuervos, de los
23que no sabemos nada, podrian ser mas
peligrosos de lo que creemos.
—Morton tiene raz6n. La idea es ab-
surda —y el abuelo asintid con la ca-
beza.
Warton y Neville también asintieron.
Entonces el abuelo se levanté.
—Ahora debo marcharme —les dijo.
—Yo ya deberia haberme marchado
—dijo Neville.
Todos se fueron despidiendo y los dos
hermanos sapos sé quedaron solos de
nuevo.
—Morton, chaces el favor de prepa-
rarme bocadillos suficientes para un
viaje? —pregunté Warton.
‘Naturalmente —contest6 Morton, y
se dirigié a la panera. Estaba abriendo
Ja tapa cuando una expresién de terror
se apoderé de su rostro—. Un viaje?
—y volviendo apresuradamente a donde
estaba su hermano, afadié—: Warton,
no estaras pensando en...
—Pues si —dijo Warton—. Voy a ver
si encuentro el lugar adonde acuden
todos los cuervos por la noche.
—Pero Warton...
Morton no terminé la frase. Advirtié
por la expresién de su hermano que su
24propésito era firme. Dando un gran sus-
piro, Morton regres6 a la panera.
‘Warton fue derecho a'su habitacién. Se
puso rapidamente sus gastadas botas de
montaia, su gruesa camisa a cuadros y
sus pantalones con rodilleras.
‘Cuando terminé de vestirse, regres a
la cocina.
Morton preparé una mochila Ilena de
bocadillos
—Te los he preparado de lo que mas
te gusta —dijo—: de pan de grillo y
pulgon picado.
—Gracias —dijo Warton—. Si tengo
suerte, volveré pronto.
—Y si no la tienes —dijo Morton muy
serio—, puede que no vuelvas nunca.
Warton se colgé la mochila lena a la
espalda, intercambié carifiosas frases
de despedida con su hermano y se puso
en camino
TAN PRONTO COMO Warton pisé el
bosque, dirigié la vista al cielo.
—jVaya! —exclamé—. No hay ni un
solo cuervo a la vista. Pero sé por
26
dande se pone el sol y tomaré esa direc-
cin.
Warton avanzaba a buen paso. Le en-
cantaba dirigirse a lugares descono-
cidos. El sapo tarareaba en voz baja
una cancién tras otra marchando bajo
los altos abetos. Saltaba sobre troncos
musgosos y sorteaba Asperos pefiascos.
Ya era mediodia cuando lleg6 a una
pequeiia pradera. Se aseguré de que no
habia animales peligrosos en las proxi-
midades y se puso a cruzarla. En mitad
de la pradera habia un arbol solitario,
un nogal que extendia sus amplias
ramas. Al sapo le result6 atrayente la
sombra y decidié almorzar alli. Se
acercé a una roca lisa rodeada de cas-
caras de nuez rotas. Aparté de la roca
dos nueces que estaban sin abrir y se
sento.
«A las ardillas les debe de encantar vi-
vir en este arbol», pensé Warton mien-
tras desenvolvia un bocadillo.
Vio un trocito de nuez en una de las
cAscaras rotas y dedidié probarla. El
sapo dejé el bocadillo en la.roca y se
acercé a la cascara de nuez. En ese mo-
mento, una piedra cayé del Arbol y se
estrell6 contra la roca en la que habia
27estado sentado. Warton dio un grito.
Miré hacia atras y vio su bocadillo to-
talmente aplastado por la piedra.
Entonces oyé una voz procedente del
Arbol.
—