Está en la página 1de 1

Cautivo

Mientras regaba las plantas del patio podía contemplar el rojizo atardecer que emergía por detrás
de los azulados cerros y se extendía en todas las direcciones hasta chocar con las nubes moradas
que aguardaban encima. Un cálido viento abrigaba y reconfortaba su cuerpo. Estaba frente a un
escenario digno de compartir. Su mano derecha actúa como un imán que atrae con imponente
fuerza el celular de su bolsillo. En tan sólo 2 segundos logra capturar la imagen que se sitúa frente
a sus ojos. Pero no es la misma imagen. El rojo cielo se ha vuelto opaco, los cerros se han teñido de
un color negro abismal y las nubes se han pintado de un frío azul. “Da igual”, piensa para sí. “Un
par de filtros y quedará mejor”. Y entonces apilaba capas de mentiras, una sobre la otra, hasta
crear un retrato surrealista que jamás presenció ni existió.

En el momento que ha publicado la fotografía sus plantas se han ahogado y el cielo junto con los
cerros se han tornado de un negro tan oscuro que difuminan sus límites. Las estrellas se ocultan
tras unos densos y grisáceos cúmulos. Un viento frío golpeaba sus pómulos y hacía tiritar su
cuerpo. Pero todo marcha bien, porque él no está ahí. Está en Nueva York, recorriendo Central
Park, comiendo pizza y acariciando gatos, rodeado de los torsos de sus amigos que se drogan,
beben café y estiran su lengua como sapos, sumergiendo su vista en las curvas de cada hermosa
mujer semidesnuda que pasea frente a él.

Han pasado 2 horas desde que compartió la fotografía y nadie ha enviado corazones en su
dirección. Cuando la soledad le invade, entonces se digna a levantar su mirada. Sólo entonces
puede sentir el frío de la noche y la humedad que rodea sus pies. El imán de su mano se debilita y
su celular cae al charco que le rodea. Ya no hay nada que robarle al presente.

También podría gustarte