Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Jules
Yessy
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Agradecimientos
Sobre las autoras
Juntos, Silas Nash y Charlize Wynwood deben hurgar más hondo en
el pasado para averiguar quiénes eran y quiénes quieren ser. Con el
tiempo agotándose, la pareja se encuentra en una carrera para hallar las
respuestas que necesitan antes de perderlo todo. ¿Pueden ellos recuperar
lo que una vez tuvieron? ¿Y podrán volver a ser lo que alguna vez fueron?
Never, Never #3
Traducido por Karlamirandar
Corregido por Lu
Charlie
Lo primero que noto es el latido de mi corazón en el pecho. Es muy
rápido y doloroso. ¿Por qué un corazón necesitaría latir así de fuerte?
Respiro hondo por la nariz y abro mis ojos cuando exhalo.
Y me echo hacia atrás.
Por suerte, estoy en una cama y caigo sobre un colchón. Ruedo lejos
del hombre que me mira intensamente, y me levanto. Doy un vistazo hacia
él, retrocediendo. Me sigue mirando, pero no se ha movido. Esto hace que
los latidos de mi corazón se reduzcan un poco. Un poco.
Él es joven. No es un hombre, tal vez está en la adolescencia o en sus
veintes años. Siento la urgencia de correr. Una puerta… necesito encontrar
una puerta, pero si quito mis ojos de él, podría…
—¿Quién diablos eres? —pregunto. No importa quien sea. Necesito
distraerlo mientras encuentro una salida.
Está callado por un momento mientras se levanta. —Estaba a punto
de preguntarte lo mismo —dice.
Su voz hace que deje de moverme por unos segundos. Es tranquila…
calmada. Muy calmada. Tal vez estoy exagerando. Quiero contestarle —lo
cual sería lo más razonable cuando alguien te pregunta quién eres— pero
no puedo.
—Yo te pregunté primero —digo. ¿Por qué mi propia voz no suena
familiar? Pongo la mano en mi cuello.
—Yo… —duda—. ¿No lo sé?
—¿No lo sabes? —digo con incredulidad—. ¿Cómo es que no sabes?
Veo la puerta y me acerco, manteniendo mis ojos en él. Está de
rodillas en la cama, pero parece que es alto. Sus hombros son anchos y
jalan la camisa que está usando. Si se acerca a mí, dudo que sea capaz
de pelear contra él. Mis muñecas lucen pequeñas. ¿Lucen pequeñas?
¿Por qué no sé que mis muñecas son pequeñas?
Este es el momento. Tengo que hacerlo.
Me muevo con rapidez hacia la puerta. Está solo a unos metros de
distancia; si logro abrirla, puedo correr para pedir ayuda. Grito al tiempo
que corro. Es escalofriante, un verdadero dolor de oído. Mis manos hallan
el pomo y veo hacia atrás, para ver dónde está él.
Sigue en el mismo lugar, con sus cejas levantadas. —¿Por qué gritas?
Me detengo. —¿Por qué… por qué no vienes por mí? —Estoy frente a
la puerta. Técnicamente puedo abrirla y correr lejos de ahí antes de que él
salga de la cama. Lo sabe, y yo lo sé, así que ¿por qué no está tratando de
detenerme?
Se pasa una mano por la cabeza, suspirando profundamente. —
¿Cuál es tu nombre? —pregunta.
Abro la boca para decirle que no es de su incumbencia, y me doy
cuenta, que no lo sé. No sé cuál es mi maldito nombre.
En ese caso… —Delilah.
—¿Delilah…? —pregunta.
Se encuentra oscuro, pero puedo asegurar que está sonriendo.
—Sí… ¿no es lo suficientemente bueno para ti?
Sacude la cabeza. —Delilah es un buen nombre —dice—. Escucha…
Delilah. No sé exactamente qué es lo que estamos haciendo aquí, pero
atrás de ti hay un pedazo de papel pegado a la puerta. ¿Puedes
arrancarlo y leerlo?
Tengo miedo de voltearme y que me ataque. Busco atrás sin tener
que voltearme. Jalo el pedazo de papel de la puerta y lo pongo frente a
mi cara.
Silas
Hago un chequeo rápido en la habitación del hotel cuando Charlie
y Landon salen. Agarro la bolsa de basura vacía del pequeño cesto
debajo de la mesa y meto todas nuestras notas. Cuando estoy seguro de
que tengo todo, sigo a Charlie y Landon afuera.
Charlie sigue sonriendo cuando llegamos al coche. De verdad cree
que esto es un sueño, y no tengo el valor para decirle que no lo es. No es
un sueño. En realidad es una pesadilla y hemos estado viviéndola durante
más de una semana.
Landon sube dentro del coche, pero Charlie me espera en la puerta
de atrás. —¿Quieres ir adelante con tu hermano? —pregunta, formando
comillas en el aire con sus dedos.
Niego con la cabeza y la alcanzo para abrirle la puerta. —No,
puedes viajar en la parte delantera. —Comienza a dar la vuelta cuando le
agarro el brazo. Me inclino a su oído y susurro—: No estás soñando, Charlie.
Esto es real. Algo nos está pasando y debes tomarlo en serio para que
podamos averiguarlo, ¿de acuerdo?
Cuando retrocedo, sus ojos están muy abiertos. La sonrisa se ha ido
de su rostro y no asiente. Solo entra en el coche y cierra la puerta.
Reclamo mi lugar en el asiento de atrás y saco el teléfono de mi
bolsillo. Hay un recordatorio programado, así que lo abro.
Charlie
Charlie bebé:
Mi mamá vio mi t at uaje. Pensé que sería capaz de ocult arlo durant e
un par de años, pero maldit a sea si no me est aba quit ando la venda est a
mañana cuando ent ró en mi habit ación sin llamar.
¡No ha ent rado en mi habit ación sin llamar en t res años! Creo que
supuso que no me encont raba en casa. Deberías haber vist o su cara
cuando se dio cuent a de lo que había hecho. El t at uaje ya era bast ant e
malo. No me puedo imaginar lo que habría ocurrido si se daba cuent a de
que era una represent ación de t i.
Gracias por eso, por ciert o. Significados ocult os de nuest ros nombres
fue una sugerencia mucho mejor que, de hecho, t atuar el nombre del otro.
Le dije que el collar de perlas era un símbolo de las puert as del cielo, o
alguna mierda parecida. Después de esa explicación, no pudo discut ir
mucho, t eniendo en cuent a que est á en la iglesia cada vez que las
puert as se abren.
Quiso saber quién me hizo el t at uaje ya que solo t engo dieciséis
años, pero me negué a decirle. Me sorprende que no lo haya adivinado,
porque est oy bast ant e seguro de que apenas el mes pasado mencioné
que el hermano mayor de Andrew era un art ist a del t at uaje.
Como sea. Se hallaba molest a, pero le juré que no volvería a
hacerme ot ro. Me dijo que me asegurara de nunca quit arme la camisa
delant e de papá.
Sigo un poco sorprendido de que ambos hayamos seguido adelant e
con est o. Medio bromeaba cuando dije que debíamos hacerlo, pero
cuando t e vist e ent usiasmada, me di cuent a de que lo quería en serio. Sé
que la gent e dice que uno no debe hacerse un t at uaje en honor a alguien
con quien se est á en una relación, y sé que solo t enemos dieciséis años,
pero sient o que no hay nada que pueda ocurrir en est a vida que me haga
no querert e por t oda mi piel.
Nunca amaré a nadie como t e amo a t i. Y si ocurre lo peor y
empezamos a alejarnos, nunca me arrepent iré de est e t at uaje. Has sido
una gran part e de mi vida por los dieciséis años que he est ado vivo, y si
t erminamos juntos al final o no, quiero recordar est a part e de mi vida. Y t al
vez est os t at uajes eran algo conmemorat ivo más que la suposición de que
vamos a pasar el rest o de nuest ras vidas junt os. De cualquier manera,
espero que dent ro de quince años, veamos est os t at uajes y est emos
agradecidos por est e capít ulo en nuest ras vidas, sin una pizca de
arrepent imient o. Ya sea que est emos junt os o no.
Voy a decirlo, creo que eres mucho más fuert e que yo. Esperaba
t ener que ser el que t e calmara y asegurara que el dolor era solo t emporal,
pero result ó ser a la inversa. Tal vez el mío dolió más que el t uyo. ;)
Bueno, ya es t arde. Est oy a punt o de llamart e para deseart e buenas
noches, pero fiel a mi est ilo, primero t uve que poner t odos mis
pensamient os para t i en una cart a. Sé que ya lo he dicho, pero me
encant a que t odavía nos escribamos cart as. Los mensajes de t ext o se
eliminan y las conversaciones se desvanecen, pero t e juro que voy a t ener
t odas las cart as que me hayas escrit o hast a el día en que me muera.
#CorreoTradicionalParaSiempre
Te amo. Lo suficient e como para camuflart e en mi piel.
Nunca pares. Nunca olvides.
Silas.
Echo un vistazo a través del asiento hacia Silas, pero está absorto en
su lectura. Me gustaría ver ese tatuaje en persona, pero todavía no me
siento lo suficientemente cómoda para pedirle que se quite la camisa.
Reviso más cartas hasta que encuentro una que he escrito para él.
Tengo curiosidad por ver si estoy la mitad de enamorada como parece
estarlo él.
Silas:
No puedo dejar de pensar en la ot ra noche cuando nos besamos. Ni
en t u cart a explicando cómo t e sent ist e al respect o.
Nunca ant es había besado a nadie. No cerré los ojos. Me sent ía
demasiado asust ada. En las películas cierran los ojos, pero no pude
forzarme a hacerlo. Quería saber si t us ojos se cerraban, y como lucían t us
labios presionados cont ra los míos. Y quería saber la hora para poder
recordar siempre el moment o exact o en que t uvimos nuest ro primer beso
(era las once en punt o, por ciert o). Y t ú mantuviste los ojos cerrados t odo el
t iempo.
Después de irme, me fui a casa y me quedé mirando la pared
durant e una hora. Todavía podía sent ir t u boca en la mía, aunque no
est uvieras allí. Era una locura, y no sé si se supone que eso sucediera. Y
lament o haber ignorado t odas t us llamadas t elefónicas después de eso.
No t enía int ención de preocupart e, solo necesit aba t iempo. Sabes eso de
mí. Tengo que procesar t odo, y t engo que hacerlo sola. Y que me besaras
fue algo que definitivament e necesit aba procesamient o. He deseado que
sucediera durant e mucho t iempo, pero sé que nuest ros padres van a
pensar que est amos locos. He oído decir a mi madre que las personas no
pueden est ar enamoradas a nuest ra edad, pero no creo que sea ciert o. A
los adult os les gust a pret ender que nuest ros sent imient os no son t an
grandes e import ant es como los suyos; que somos demasiado jóvenes para
saber lo que queremos. Pero creo que lo que queremos es similar a lo que
quieren ellos. Queremos encont rar a alguien que crea en nosot ros. Alguien
que est é a nuest ro lado y nos haga sent ir menos solos.
Tengo t ant o miedo de que algo vaya a suceder y cambie el hecho
de que eres mi mejor amigo. Los dos sabemos que hay una gran cant idad
de personas que se hacen llamar t us amigos y luego no act úan como t al,
pero nosot ros nunca hemos sido de esa manera. Me encant a el
senderismo. Me gust as mucho t ú, Silas. Demasiado. ¡Tal vez más que el
algodón de azúcar de manzana verde, y los caramelos Nerds rosas, e
incluso más que el Sprit e! Sí, me escuchast e.
Charlie.
Querido Silas:
He est ado t ratando de escribir est a cart a por como t reint a minut os y
no sé cómo decir nada de est o. Supongo que t engo que encont rar una
manera, ¿eh? Siempre dices las cosas t an bien y a mí siempre se me t raba
la lengua.
No puedo dejar de pensar en lo que hicimos la ot ra noche. Esa cosa
que haces con t u lengua... me da ganas de desmayarme solo de pensarlo.
¿Soy demasiado sincera? ¿Muest ro mis cart as? Eso es lo que siempre me
dice papá. “No le muest res a la gent e t odas t us cart as, Charlie.”
No hay ninguna cart a que quiera escondert e. Sient o que puedo
confiar en t i con t odos mis secret os. Silas, no puedo esperar a que me
beses así de nuevo. Anoche después de que t e fuist e, t uve t odos est os
sent imientos irracionales de ira hacia t odas las chicas en el planet a. Sé que
es est úpido, pero no quiero que le hagas esa cosa con la lengua a nadie
más. No me considero una persona celosa, pero sient o celos de cualquier
persona que has querido ant es que a mí. No quiero que pienses que est oy
loca, Silas, pero si alguna vez miras a ot ra chica como me miras, voy a
sacart e los ojos con una cuchara. También, posiblement e la asesine a ella
y t e inculpe a t i. Así que, a menos que quieras ser un compañero de prisión
ciego, t e sugiero que mant engas los ojos en mí. ¡Nos vemos en el almuerzo!
¡Te amo!
Charlie.
Me sonrojo ante esa y le echo un vistazo a Silas. Así que hemos... he...
Pongo la nota bajo mi pierna para que él no pueda leerla. Qué
embarazoso. Hacer eso con alguien y no recordarlo. Sobre todo porque él
es, al parecer, muy bueno en esa cosa con la lengua. ¿Qué cosa? Le echo
otro vistazo, y esta vez también me está mirando. De inmediato me siento
caliente por todas partes.
—¿Qué? ¿Por qué tienes esa mirada?
—¿Qué mirada? —pregunto, apartando la vista. Es entonces cuando
me doy cuenta de que no conozco el aspecto de mi cara. ¿Soy siquiera
agradable a la vista? Busco en la mochila hasta que encuentro mi
billetera. Saco mi identificación y la miro. Estoy… bien. Lo primero que noto
son mis ojos, porque se ven iguales a los de Janette. Pero siento como que
Janette en realidad podría ser un poco más bonita que yo—. ¿Crees que
nos parecemos más a mamá o a papá? —le pregunto a Janette.
Ella pone los pies sobre el salpicadero y dice—: A mamá, gracias a
Dios. Me moriría si hubiera nacido tan pálida como papá.
Me hundo un poco en mi asiento con esa respuesta. Tenía la
esperanza de que nos pareciéramos más a nuestro padre, así cuando lo
viera en un rato, lo sentiría un poco familiar. Recojo el diario, con ganas de
distraerme del hecho de que no recuerdo nada acerca de las personas
que me dieron la vida.
Paso hasta el último día que escribí allí. Es quizá lo que debería haber
leído primero, pero quería un poco de contexto. Hay dos entradas, así que
comienzo con la primera.
Silas
Charlie ha estado muy tranquila mientras lee. No está tomando
notas ni diciéndome algo que pueda sernos de utilidad. En un momento
dado, la vi deslizar su mano bajo su ojo, pero si era una lágrima, la
escondió bien. Me hizo preguntarme que leía, así que me asomé por
encima y traté de leer el diario.
Era la noche que rompimos. Lo que pasó entre nosotros en solo
cuestión de hace una semana o así. No quiero nada más que acercarme y
leer el resto de ello con ella, pero en su lugar, le dice a Landon que tiene
que hacer pis.
Se estaciona en una gasolinera cerca de una hora de la prisión.
Janette permanece en el coche y Charlie se pega a mi lado al entrar en la
tienda. O tal vez soy yo el que se pega a su lado. No estoy seguro. El deseo
de protegerla no me ha abandonado en absoluto. En todo caso, me he
involucrado más. El hecho de que me acuerdo de todo de los últimos dos,
casi tres, días ha hecho más difícil que me olvide que se supone que no
tengo que conocerla. O amarla. Pero todo lo que puedo hacer es pensar
en el beso de esta mañana, cuando creímos que no íbamos a recordarnos
el uno al otro cuando terminara. La forma en que me permitió besarla y
abrazarla hasta que ya no fue Charlie.
Tomó todo lo que tenía para no reír cuando fingió que sabía su
nombre. ¿Delilah? Incluso sin su memoria, sigue siendo la misma terca
Charlie. Es increíble como algunas piezas de su personalidad todavía brillan
hoy tal como lo hicieron anoche. ¿Me pregunto si soy similar a lo que era
antes de que todo esto comenzara?
La espero hasta que sale del baño. Caminamos a los recipientes
refrigerados de bebidas y empiezo a alcanzar una botella de agua. Ella
agarra una Pepsi y casi me sorprendo a mí mismo diciéndole que sé que
prefiere Coca-Cola, basado en algo que leí en una de las cartas de ayer,
pero se supone que no debo recordar lo de ayer. Llevamos nuestras
bebidas a la caja registradora y las bajamos.
—¿Me pregunto si siquiera me gust a la Pepsi? —susurra.
Me río. —Es por eso que agarré agua. Fui a lo seguro.
Agarra una bolsa de papas fritas de un exhibidor y la coloca sobre el
mostrador para la cajera. Luego agarra una bolsa de Cheetos. Luego una
bolsa de aros de cebolla. Luego Doritos. Sigue acumulando snacks sobre el
mostrador. La estoy mirando cuando me mira con un encogimiento de
hombros. —Solo estoy yendo a lo seguro —dice.
***
Charlie
La prisión no es lo que esperaba. ¿Y qué esperaba exactamente?
¿Algo oscuro y podrido, establecido en un telón de fondo de cielos grises y
tierra estéril? No recuerdo cómo luzco, pero sí cómo debe lucir una prisión.
Me río mientras salgo del auto y aliso mi ropa. El ladrillo rojo es brillante
contra el cielo azul. Hay flores creciendo a lo largo de la hierba, bailando
un poco cuando las golpea la brisa. Lo único feo sobre este escenario es el
alambre de púas que recorre la parte superior de la valla.
—Esto no se ve tan mal —digo.
Silas, quién sale detrás de mí, levanta una ceja. —No eres la que se
encuentra encerrada ahí.
Siento el calor subir a mis mejillas. Puedo no saber quién soy, pero sí
sé que ese fue un comentario muy estúpido. —Sí —digo—. Supongo que
Charlie es una imbécil.
Se ríe y agarra mi mano antes de que pueda protestar. Echo un
vistazo hacia el auto, donde Janette y Landon nos miran a través de las
ventanas laterales. Parecen pequeños cachorros tristes. —Debes quedarte
con ellos —digo—. El embarazo adolescente es cosa seria.
Se ríe burlonamente. —¿Bromeas? ¿No viste cómo pelearon todo el
camino hasta acá?
—Tensión sexual —canto, mientras abro la puerta a la zona principal
de recepción.
Huele a sudor. Arrugo la nariz mientras camino hasta la ventana. Una
mujer se encuentra frente a mí, un niño aferrado a cada una de sus manos.
Los maldice antes de gritar su nombre a la recepcionista y pasarle su
identificación.
Mierda. ¿Qué edad siquiera debes tener para visitar a alguien en
este lugar? Busco mi licencia de conducir y espero mi turno. Silas me
aprieta la mano y me giro para sonreírle ligeramente.
—Siguiente —grita una voz. Me coloco frente a la ventana y le digo
a la mujer de rostro severo, a quien vine a visitar.
—¿Estás en la lista? —pregunta. Asiento. Las cartas indican que fui a
visitar a mi padre en varias ocasiones desde que fue encarcelado.
—¿Qué hay de él? —Señala con la cabeza hacia Silas, quién le
muestra su licencia de conducir.
Ella le devuelve su identificación y niega con la cabeza. —No está
en la lista.
—Oh —digo. Le toma unos pocos minutos ingresar todo en la
computadora, y luego me da un pase de visitante.
—Deje su bolso con su amigo —dice—. Puede esperar aquí.
Siento ganas de gritar. No quiero ir ahí sola y hablar con un hombre
que se supone es mi padre. Silas tiene sus asuntos bajo control. Quiero que
venga conmigo.
—No sé si puedo hacer esto —digo—. Ni siquiera sé qué preguntarle.
Me agarra de los hombros e inclina la cabeza para mirarme a los
ojos.
—Charlie, basado en sus cartas manipulativas, ese hombre parece
un idiota. No caigas en su encanto. Obtén respuestas y sal, ¿de acuerdo?
Asiento. —De acuerdo —digo. Miro alrededor de la lúgubre área de
espera, con paredes amarillas y plantas dolorosamente colocadas en
macetas—. ¿Esperarás aquí?
—Sí —dice en voz baja. Mira mis ojos, una leve sonrisa en los labios.
Me hace sentir como si quisiera darme un beso, y me asusta. Peligro
desconocido. Salvo que ya sé lo que se siente al besarlo. Simplemente no
lo recuerdo.
—Si me demoro, deberías esperar en el auto con Landon y Janette
—digo—. Ya sabes... el embarazo adolescente y esa mierda.
Sonríe tranquilizadoramente.
—Bien —digo, dando un paso atrás—. Nos vemos en el otro lado.
Trato de parecer grande y mala mientras camino a través de los
detectores de metal, y una guardia me da una palmadit a. Mis piernas se
sienten inestables. Miro hacia Silas, que se encuentra de pie con las manos
en los bolsillos, observándome. Asiente para instarme a continuar, y siento
una pequeña oleada de valentía.
—Puedo hacer esto —digo en voz baja—. Solo una pequeña visita a
papito.
Me llevan a una habitación y me dicen que espere. Veinte mesas
extrañas se encuentran dispersas por todo el lugar. La mujer que estaba
delante de mí en la fila se sienta en una mesa con su cabeza en las manos
mientras sus hijos juegan en una esquina, apilando bloques. Me siento lo
más lejos posible de ellos y miro fijamente la puerta. En cualquier momento,
mi supuesto padre atravesará esas puertas, y ni siquiera sé qué aspecto
tiene. ¿Qué pasa si me equivoco? Pienso en irme, correr fuera y decirle a
los demás que no quiso verme, justo cuando de repente entra. Sé que es él
porque su mirada me encuentra de inmediat o. Sonríe y camina hacia mí.
Caminar no es la palabra para describirlo. Se pasea tranquilamente. No
me pongo de pie.
—Hola, cacahuete —dice. Me abraza incómodamente mientras me
encuentro sentada, tiesa como una tabla.
—Hola... papá.
Se desliza en el asiento frente a mí, sin dejar de sonreír. Puedo ver lo
fácil que sería adorarlo. Incluso en su mono de prisión, luce distinto. Se ve
todo mal; él estando aquí con sus brillantes dientes blancos y cabello rubio
bien peinado. Janette tenía razón. Debemos lucir igual que nuestra madre,
porque no nos parecemos en nada a él. Tengo su boca, creo. Pero no su
tono de piel pálido. Ni sus ojos. Cuando vi mi fotografía, eso fue lo primero
que noté. Tengo ojos tristes. Él tiene ojos sonrientes, aunque probablemente
no tiene nada de qué reír. Estoy atraída.
—No has venido en dos semanas —dice—. Empezaba a pensar que
sencillamente me dejaron aquí para que me pudriera.
Me sacudo las vibras paternas que recibía hace un minuto. Idiot a
narcisist a. Ya puedo saber cómo funciona y me lo acabo de encontrar.
Dice cosas con ojos risueños y una sonrisa, pero sus palabras arremeten
como un látigo.
—Nos dejaste en la miseria. El auto es un problema, así que me es
difícil conducir hasta aquí. Y mi madre es una alcohólica. Creo que estoy
enojada contigo por eso, pero no lo recuerdo.
Me mira fijamente por un momento, su sonrisa congelada en el
rostro.
—Lamento que te sientas de esa manera. —Cruza los brazos sobre la
mesa y se inclina hacia adelante. Me estudia. Me hace sentir incómoda,
como si tal vez sepa más sobre mí de lo que yo misma me conozco. Lo
cual probablemente es el caso en mi actual situación.
—Recibí una llamada telefónica esta mañana —dice, echándose
hacia atrás en su asiento.
—¿Ah, sí? ¿De quién?
Sacude la cabeza. —No importa de quién era. Lo que importa es lo
que me dijeron. Sobre ti.
No le ofrezco ninguna información. No puedo decir si me tira un
cebo.
—¿Hay algo que quieras decirme, Charlize?
Inclino la cabeza. ¿Qué clase de juego es este? —No.
Asiente un poco y luego frunce los labios. Sus dedos salen en forma
de aguja debajo de su barbilla, mientras me mira fijamente a través de la
mesa. —Me dijeron que te atraparon allanando la propiedad de alguien. Y
que hay una razón para pensar que te encuentras bajo la influencia de
drogas.
Me tomo mi tiempo antes de responderle. ¿Allanamiento? ¿Quién le
diría eso? ¿La lectora del tarot? Me encontraba en su casa. Que yo sepa,
no le dijimos a nadie lo que sucedió. Nos fuimos directamente al hotel
anoche, de acuerdo a nuestras notas.
Tantas cosas pasan por mi mente. Trato de conseguir un orden entre
todas ellas.
—¿Por qué te hallabas en nuestra antigua propiedad, Charlie?
Mi pulso comienza a acelerarse. Me pongo de pie. —¿Hay algo de
beber aquí? —pregunto, dando una vuelta completa—. Tengo sed. —Veo
la máquina de sodas, pero no tengo nada de dinero conmigo. En ese
momento, mi padre mete la mano en el bolsillo y saca un puñado de
monedas. Las desliza sobre la mesa.
—¿Te permiten tener dinero aquí?
Asiente, mirándome con desconfianza todo el tiempo. Agarro el
cambio y me acerco a la máquina de refrescos. Introduzco las monedas y
miro hacia él. No me mira. Mira hacia sus manos juntas en la mesa.
Espero a que mi bebida caiga hasta el fondo, y aún entonces,
permanezco ahí otro minuto mientras la abro y tomo un sorbo. Este hombre
me pone nerviosa y no sé por qué. No sé cómo Charlie lo miraba. Supongo
que si tuviera recuerdos de él como mi padre, tal vez me sentiría diferente.
Pero no tengo recuerdos. Solo puedo guiarme por lo que veo, y ahora veo
a un criminal. Un lamentable hombre pálido con ojos pequeños y brillantes.
Casi dejo caer la soda. Cada músculo de mi cuerpo se debilita con
la comprensión. Vuelvo a pensar en la descripción que Silas o yo escribimos
en nuestras notas. Una descripción física de La Camarón. De Cora.
—La llaman El Camarón porque t iene ojos pequeños y brillantes y piel
que se vuelve de diez t onos de rosa cuando habla.
Mierda. Mierda, mierda, mierda.
¿Bret t es el padre de Cora?
Ahora me mira, probablemente preguntándose por qué me toma
tanto tiempo regresar con él. Me acerco. Cuando llego a la mesa, lo miro
fijamente. Una vez que me encuentro sentada, me inclino hacia delante y
no permito que una solo fracción de mi inquietud se filtre a través de mi
confianza.
—Juguemos a algo —digo.
Levanta una ceja con diversión. —Está bien.
—Finjamos que perdí la memoria. Soy un pizarrón en blanco. Trato de
entender las cosas que puede que no haya visto de otra forma, por mi
anterior adoración hacia ti. ¿Estás siguiéndolo...?
—En realidad no —dice. Luce amargado. Me pregunto si se pone así
cuando la gente no se deshace para complacerlo.
—¿Sucede que eres padre de otra hija? No lo sé, ¿tal vez una con
una madre loca que podría retenerme en contra de mi voluntad?
Su rostro se vuelve blanco. De inmediato comienza a negarlo, gira su
cuerpo lejos de mí, y me llama loca. Pero vi el pánico en su rostro, y sé que
tengo la razón.
—¿Escuchaste la última parte de mi oración o simplemente te
enfocas en mantener las apariencias? —Vuelve la cabeza para mirarme, y
esta vez sus ojos ya no son gentiles—. Ella me secuestró —digo—. Me
mantuvo encerrada en una habitación de su; nuestra; vieja casa.
Su nuez de Adán se mueve mientras traga. Creo que decide qué
decirme.
—Te encontró allanando su propiedad —dice finalmente—. Dijo que
parecías furiosa. No tenías idea de dónde estabas. No quería llamar a la
policía porque se encuentra convencida de que tomas drogas, así que te
retuvo para ayudarte a desintoxicar. Tenía mi permiso, Charlie. Me llamó
tan pronto como te encontró en su casa.
—No tomo drogas —le digo—. ¿Y quién en su sano juicio retendría a
alguien en contra de su voluntad?
—¿Preferirías que hubiera llamado a la policía? ¡Actuabas como
loca! ¡E irrumpiste en su casa en medio de la noche!
No sé qué creer en este momento. El único recuerdo que tengo de
aquella experiencia son las notas que escribí para mí.
—¿Y esa chica es mi media hermana? ¿Cora?
Observa hacia la mesa, incapaz de mirarme a los ojos. Cuando no
responde, decido seguir su juego. —Ser honesto conmigo es lo mejor para
ti. Silas y yo encontramos un archivo que Clark Nash ha buscado con
desesperación desde antes de tu juicio.
Ni siquiera se inmuta. Su rostro de póquer es demasiado perfecto. No
me pregunta qué archivo tengo. Solo dice—: Sí. Es tu media hermana. Tuve
un romance con su madre hace años.
Es como si todo esto le sucede a un personaje en un programa de
televisión. Me pregunto cómo se tomaría esto la verdadera Charlie. ¿Se
pondría a llorar? ¿Se levantaría y saldría corriendo? ¿Golpearía a este tipo
en la cara? Por lo que he leído de ella, probablemente lo último.
—Guau. Oh, guau. ¿Lo sabe mi madre?
—Sí. Se enteró después de que perdimos la casa.
Qué lamentable excusa de hombre. Primero, engaña a mi madre.
Embaraza a otra mujer. ¿Luego se lo oculta a su esposa e hijas, hasta que
lo atrapan?
—Por Dios —digo—. No es de extrañar que sea alcohólica. —Me
recuesto en mi asiento y miro hacia el techo—. ¿Nunca la registraste? ¿La
chica lo sabe?
—Lo sabe —dice.
Siento rabia ardiente. Por Charlie, por esa pobre chica que tiene que
ir a la escuela con Charlie y verla vivir la vida que no puede tener, y por
toda la jodida situación.
Me tomo un momento para recomponerme, mientras él se sienta en
silencio. Desearía poder decir que se revolcaba en la culpa, pero no me
encuentro tan segura de que este hombre sea capaz de sentir culpa.
—¿Por qué viven en la casa en la que crecí? ¿Se las diste?
Esta pregunta lo hace ponerse de un ligero tono rosa. Levant a la
barbilla mientras su mirada se mueve de izquierda a derecha. Su voz es
más baja cuando habla, por lo que solo yo puedo oírlo. —Esa mujer era
una de mis clientas, Charlie. Y un error. Rompí con ella hace años, un mes
antes de que supiera que se encontraba embarazada. Llegamos a un tipo
de acuerdo. De que estaría presente financieramente, pero nada más. Era
mejor para todos de esa manera.
—Así que lo que dices es, ¿qué le compraste su silencio?
—Charlie... —dice—. Cometí un error. Créeme, pagué por él diez
veces. Utilizó el dinero que le estuve enviando todos estos años para
comprar nuestra vieja casa en la subasta. Lo hizo solo para fastidiarme.
Así que ella es vengativa. Y tal vez un poco loca. ¿Y mi padre tiene la
culpa de eso?
Jesús. Est o se pone cada vez peor.
—¿Hiciste lo que dicen? —pregunto—. Ya que nos estamos diciendo
la verdad, creo que tengo derecho a saber.
Su mirada se mueve alrededor de la habitación de nuevo para ver
quién escucha.
—¿Por qué haces todas estas preguntas? —susurra—. Así no eres tú.
—Tengo diecisiete años. Creo que tengo el derecho a cambiar. —
¡Este hombre! Quiero rodar los ojos ante él, pero primero necesito que me
dé más respuestas.
—¿Acaso Clark Nash te metió en esto? —pregunta, inclinándose
hacia adelante con acusación, tanto en sus palabras como su expresión—.
¿Estás involucrada con Silas de nuevo?
Trata de darle la vuelta hacia mí. Ya no puede afectarme.
—Sí, papá —digo, sonriendo dulcemente—. Estoy involucrada con
Silas de nuevo. Estamos enamorados y muy felices. Gracias por preguntar.
Las venas sobresalen en sus sienes. Sus manos se aprietan en puños
por la ira. —Charlie, sabes lo que pienso al respecto.
Su reacción me pone en marcha. Me levanto y la silla patina hacia
atrás con un chillido. —Déjame decirte lo que yo pienso, papá. —Me alejo
un paso de la mesa y lo señalo—. Has arruinado muchas vidas. Crees que
el dinero puede tomar el lugar de tus responsabilidades. Tus acciones
llevaron a mi madre a beber. Dejaste a tus hijas con nada, ni siquiera un
modelo a seguir en sus vidas. Sin mencionar a todas las personas a las que
les estafaste en tu empresa. Y culpas a todos los demás. Porque eres un ser
humano de mierda. ¡Y un padre incluso peor! —le digo—. No conozco a
Charlie y a Janette muy bien, pero creo que se merecen algo mejor. —Me
giro y me alejo, lanzando un par de palabras finales sobre mi hombro—:
¡Adiós, Brett! ¡Ten una buena vida!
Traducido por Adriana
Corregido por Sahara
Silas
Estoy sentado de piernas cruzada en el capo del auto, inclinándome
contra el parabrisas y escribiendo notas cuando ella regresa. Estuvo allí
dentro por más de una hora, así que hice lo que me dijo, y esperé aquí
para mantener un ojo en nuestros hermanos. Me siento derecho cuando la
veo. No le pregunto si descubrió algo; solo espero para que diga algo. No
parece querer hablar a este punto.
Se está dirigiendo directamente hacia el auto. Hace un breve
contacto visual conmigo cuando pasa a mi lado. Giro la cabeza y la
observo mientras camina hacia la parte trasera del auto y después de
regreso al frente. Luego hacia la parte trasera. De atrás hacia delante.
Sus manos están empuñadas a su costado. Janette abre la puerta
del copiloto y sale del auto.
—¿Qué tenía que decir el mejor papá del mundo que estuvo en
prisión?
Charlie se detiene en seco. —¿Sabías sobre Cora?
Janette echa su nuca hacia atrás y niega con la cabeza. —¿Cora?
¿Quién?
—¡El Camarón! —dice Charlie en voz alta—. ¿Sabías que él es su
padre?
La boca de Janette cae abierta y yo inmediatamente salto fuera del
capo del auto.
—Espera. ¿Qué? —digo, caminando hacia Charlie.
Alza las manos y se frota el rostro, luego alinea sus dedos para que
parezcan un campanario de una iglesia mientras respira lentamente. —
Silas, creo que tenías razón. Esto no es un sueño.
Puedo ver el miedo en cada parte de ella. El miedo que no se ha
asentado desde que perdió la memoria de nuevo hace varias horas. Todo
la está impact ando justo ahora.
Doy un lento paso hacia delante y estiro mi mano. —Charlie. Está
bien. Encontraremos una solución.
Ella da un rápido paso hacia atrás y comienza a sacudir la cabeza.
—¿Qué pasa si no lo hacemos? ¿Y si sigue sucediendo? —Comienza a
pasear de nuevo, esta vez con las manos entrelazadas detrás de su
cabeza—. ¡¿Qué pasa si sucede una y otra vez hasta que nuestras v idas se
desperdicien?! —Su pecho comienza a subir y bajar con las profundas
respiraciones que está tomando.
—¿Qué sucede contigo? —le pregunta Janette. Ella direcciona su
próxima pregunta hacia mí—: ¿De qué me estoy perdiendo?
Landon se encuentra parado a mi lado ahora, así que me giro hacia
él. —Voy a llevar a Charlie a dar un paseo. ¿Le explicarías a Janette lo que
nos está ocurriendo?
Presiona los labios y asiente. —Sí. Pero pensará que todos nosotros
estamos mintiendo.
Tomo el brazo de Charlie y la inst o a caminar conmigo. Las lágrimas
comienzan a correr por sus mejillas y ella se las limpia con furia. —Él estaba
viviendo una doble vida —dice—. ¿Cómo pudo hacerle eso a ella?
—¿A quién? —pregunto—. ¿A Janette?
Se detiene y dice—: No, no a Janette. Ni a Charlie. Ni a mi madre. A
Cora. ¿Cómo pudo saber que era padre de una niña y rehusarse a tener
algo que ver con ella? ¡Es una horrible persona, Silas! ¿Cómo Charlie no vio
eso?
¿Está preocupada por El Camarón? ¿La chica que ayudó a que la
mantuvieran caut iva durante un día?
—Intenta respirar profundo —le digo, agarrándola por los hombros y
forzándola a mirarme a la cara—. Tal vez nunca viste ese lado de él. Él fue
bueno contigo. Lo amabas basado en la persona que pretendía ser. Y no
puedes sentir lástima por esa chica, Charlie. Ayudó a su madre a
encerrarte contra tu voluntad.
Sacude la cabeza de atrás hacia delante fervientemente. —Ellos
nunca me hirieron, Silas. Señalé eso hasta el cansancio en la carta. Ella fue
maleducada, seguro, ¡pero yo fui la que irrumpió en su casa! Debí haberla
seguido hasta allí la noche en que no me subí al taxi. Pensó que estábamos
drogados, porque no tenía recuerdos de nada, ¡y no la culpo! Y luego
olvidé quien era de nuevo y probablemente comencé a entrar en pánico.
—Exhala bruscamente y se detiene por un minuto. Cuando me mira, se ve
más calmada. Presiona los labios y se los moja—. No creo que ella tuviera
algo que ver con lo que nos pasó. Simplemente es una mujer loca y
amargada que odia a mi padre, y quizá quería algún tipo de venganza
enfermiza por cómo traté a su hija. Pero fueron traídos hacia la iglesia por
nosotros. Todo este tiempo hemos estado buscando a otras personas…
intentando culpar a otras personas. Pero qué pasa si… —Exhala un suspiro,
y luego—. ¿Qué pasa si nos hicimos esto el uno al ot ro?
Suelto sus hombros y doy un paso hacia atrás. Ella se sienta en el
encintado y se pone la cabeza en las manos. No hay forma en que nos
hubiésemos hecho esto a nosotros mismos a propósito. —No creo que eso
sea posible, Charlie —le digo, sentándome a su lado—. ¿Cómo pudimos
haber hecho esto? ¿Cómo dos personas simultáneamente dejan de
recordar al mismo tiempo? Tiene que ser algo más grande de lo que somos
capaces.
—Si tiene que ser más grande que nosot ros, entonces también tiene
que ser más grande que mi padre. Y Cora. Y la madre de Cora. Y mi
mamá. Y tus padres. Si nosot ros no somos capaces de ocasionar esto,
entonces nadie más debería ser capaz de ello.
Asiento. —Lo sé.
Se coloca su dedo pulgar en la boca por un segundo. Luego dice—:
Entonces, si esto no nos está pasando debido a otras personas… ¿Qué
podría ser?
Puedo sentir los músculos en mi cuello tensarse. Coloco las manos
detrás de mi cabeza y miro el cielo. —¿Algo más grande?
—¿Qué es más grande? ¿El universo? ¿Dios? ¿Es esto el principio del
apocalipsis? —Se pone de pie y comienza a pasear de un lado para el
otro delante de mí—. ¿Crees que siquiera creíamos en Dios? ¿Antes de que
esto nos ocurriera?
—No tengo idea. Pero he rezado más en los últimos días de lo que
probablemente he rezado en toda mi vida. —Me pongo de pie y le agarro
la mano, llevándola en dirección al auto—. Quiero saber todo lo que te
dijo tu padre. Regresemos y puedes escribir todo lo que te dijo mientras
conduzco.
Ella desliza sus dedos entre los míos y camina de regreso al auto
conmigo. Cuando regresamos, Janette está inclinada contra la puerta del
copiloto. Nos está mirando a ambos fijamente. —Entonces, ¿de verdad no
pueden recordar nada? ¿Ninguno de los dos? —Su mirada está enfocada
solamente en Charlie.
Le hago señas para que ella y Landon se sienten en el asiento trasero
esta vez. Abro la puerta del conductor mientras que Charlie le responde—:
No. No podemos. Y juro que no estoy inventando esto, Janette. No sé qué
clase de hermana he sido contigo, pero juro que no inventaría esto.
Janette observa a Charlie durante un minuto, y luego dice—: Has
sido una hermana de mierda los últimos años. Pero supongo que si todo lo
que Landon me dijo es verdad y no puedes recordar nada, entonces eso
explica por qué ninguno de ustedes me han deseado un feliz cumpleaños
hoy, idiotas. —Abre la puerta del asiento de atrás, se sube, y luego cierra la
puerta de un portazo.
—Auch —dice Charlie.
—Sí —concuerdo—. ¿Olvidaste el cumpleaños de tu hermanita? Eso
es bastante egoísta de tu parte, Charlie.
Ella me golpea juguetonamente en el pecho. Agarro su mano, y juro
que hay un momento que pasa entre nosotros. Un segundo donde me mira
como si pudiera sentir lo que una vez sintió por mí.
Pero luego parpadea, retira su mano de la mía, y se sube al auto.
Traducido por Adriana
Corregido por Mary Warner
Charlie
No es mi culpa que el universo esté castigándome. A nosot ros.
A Silas y a mí.
Sigo olvidando que Silas está jodido también, lo cual debe significar
que soy narcisista. Genial. Pienso en la hermana en el auto conmigo, quien
está teniendo un cumpleaños realmente de mierda. Y la hermanastra que
vive en mi antigua casa con su psicópata madre, a quien, según mis
diarios, he estado torturando durante una década. Soy una mala persona,
e incluso una peor hermana.
¿Siquiera quiero recuperar mis recuerdos?
Miro por la ventana y observo mientras pasamos todos los otros
estúpidos autos. No tengo ningún recuerdo, pero puedo al menos
asegurarme de que Janette tenga algún recuerdo de este día.
—Oye, Silas —digo—. ¿Puedes poner algo en ese lujoso GPS por mí?
—Sí —me dice—. ¿Cómo qué?
No conozco a la chica en el asiento trasero. Ella podría estar súper
metida en los videojuegos de rol hasta donde sé. —Una sala de juegos —
digo.
Veo a Landon y a Janett e animarse desde el asiento trasero. ¡Sí! Me
felicito. A t odo humano púbero le gusta los videojuegos. Es un hecho.
—Un poco extraño la hora que quieres ir a jugar videojuegos —dice
Silas—. No crees que deberíamos…
—Creo que deberíamos jugar videojuegos —lo interrumpo—. Porque
es el cumpleaños de Janette. —Abro ampliamente los ojos para que
entienda que esto no está abierto a discusión. Hace una expresión de “O”
y me da una señal de aprobación con el pulgar. Charlie odia la señal de
aprobación con los pulgares, me doy cuenta por la reacción inmediata de
su cuerpo ante ello.
Silas encuentra una sala de juegos no muy lejos de donde estamos.
Cuando llegamos allí, saca su billetera y busca hasta que encuentra una
tarjeta de crédito.
Janette me mira, como avergonzada, pero me encojo de hombros.
Apenas conozco a este chico. ¿Qué importa que esté gastando su dinero
en nosotras? Además, no tengo nada de dinero. Mi padre lo perdió todo y
el padre de Silas todavía tiene un poco, así que está bien. No solo soy una
narcisist a; t ambién soy buena just ificándome.
Llevamos nuestras fichas en vasos de papel, y tan pronto como
estamos dentro de la sala de juegos, Janette y Landon caminan a hacer
sus propias cosas. Junt as. Miro a Silas y le artículo—: ¿Ves?
—Vamos —dice Silas—. Vamos a comprar pizza. Dejemos que los
chicos jueguen.
Me guiña un ojo, y trato de no sonreír.
Hallamos una mesa para esperar nuestra pizza, y me deslizo dentro
de una cabina, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas. —Silas —
digo—. ¿Qué pasa si est o sigue sucediéndonos? Este círculo interminable
de olvido. ¿Qué haremos?
—No lo sé —dice—. Encontrarnos mutuamente una y otra vez. No es
tan malo, ¿cierto?
Lo miro para ver si está bromeando.
No está tan mal. Pero la situación sí. —¿Quién quiere pasar su vida sin
saber quiénes son?
—Yo podría pasar todos los días conociéndote de nuevo, Charlie, y
no creo que me cansaría de eso.
Calor recorre mi cuerpo y rápidamente aparto la mirada. Ese es mi
modo-operandi con Silas: no lo mires, no lo mires, no lo mires.
—Eres tonto —digo. Pero no lo es. Es un romántico y sus palabras son
poderosas. Charlie no lo es, me doy cuenta. Pero quiere serlo, también me
doy cuenta de eso. Quiere desesperadamente que Silas le muestre que no
todo es una mentira. Hay un impulso en su interior cada vez que lo mira. Se
siente como una atracción, y quiero quitármela cada vez que sucede.
Suspiro y agarro un paquete de azúcar, vaciando el polvo sobre la
mesa. Ser una adolescente es exhaustivo. Silas me observa, en silencio,
dibujar patrones en la azúcar hasta que finalmente me agarra la mano.
—Hallaremos una solución —me asegura—. Estamos en el camino
correcto.
Me sacudo las manos en mis pantalones. —Está bien. —A pesar de
que sé que no estamos en ningún camino. Estamos iguales de perdidos
como cuando despertamos en el hotel.
También soy una mentirosa. Una narcisist a, una just ificadora, una
ment irosa.
Janette y Landon nos encuentran justo cuando llega la pizza. Entran
en nuestra cabina, con las mejillas sonrojadas y riéndose. En todo el día
que he conocido a Janette, nunca la había visto reírse. Ahora odio más al
padre de Charlie. Por destrozar a una adolescente. A dos adolescent es si
me cuento. Bueno… t res, ahora que sé sobre Cora.
Observo a Janette morder su pizza. No tiene que ser de esta manera.
Si pudiera simplemente salirme de esta… cuest ión… podría encargarme de
ella. Ser mejor. Para las dos.
—Charlie —dice, colocando abajo una rebanada—. ¿Vendrás a
jugar conmigo?
Sonrío. —Sí, por supuesto.
Me sonríe con entusiasmo y mi corazón de repent e se siente tan
grande y lleno. Cuando miro a Silas, me está observando con los ojos
vidriosos. La comisura de su boca se levanta en una pequeña sonrisa.
Traducido por Jadasa & Sandry
Corregido por Victoria.
Silas
Es de noche cuando llegamos a la ent rada de la casa de Charlie y
Janette. Hay un momento incómodo en el que probablemente debería
acompañar a Charlie a la puerta, pero en base a la forma en que Landon
y Janette han estado coqueteando en el asiento trasero, no sé cómo se
supone que los cuatro hagamos esto al mismo tiempo.
Janette abre la puerta, y luego Landon abre la suya, por lo que
Charlie y yo esperamos en el vehículo.
—Están intercambiando números —dice ella, observándolos—. Qué
lindo.
Nos sentamos en silencio viéndolos coquetear hasta que Janette
desaparece dentro de la casa.
—Nuestro turno —dice Charlie, abriendo su puerta.
Camino despacio junto a ella por la acera, esperando que su madre
no me vea aquí. Esta noche no tengo energía para lidiar con esa mujer.
Me siento mal porque Charlie está a punto de tener que hacer
precisamente eso.
Retuerce sus manos nerviosamente. Sé que retrasa el momento
porque no quiere que la deje sola. Cada recuerdo que tiene se compone
de ella y yo. —¿Qué hora es? —pregunta.
Saco mi teléfono del bolsillo. —Son más de las diez.
Asiente y luego echa un vistazo detrás hacia la casa. —Espero que
mi madre esté dormida —dice. Y después—: Silas...
Interrumpo lo que sea que está a punto de decir. —Charlie, creo que
no deberíamos separarnos esta noche.
Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos. Luce aliviada. Después
de todo, soy la única persona que conoce. Lo último que probablemente
necesitamos en este momento es ser distraídos por personas que no
conocemos. —Bueno. Justo iba a sugerir eso.
Inclino mi cabeza hacia la puerta detrás de ella. —Sin embargo,
necesitamos hacer que parezca que estás en casa. Ve adentro. Haz como
que ya te vas a dormir. Iré a dejar a Landon en mi casa, y regresaré a
buscarte en una hora.
Asiente. —Nos encontraremos al final del camino —dice—. ¿En
dónde crees que deberíamos quedarnos esta noche?
Pienso en eso. Tal vez lo mejor es que nos quedemos en mi casa, así
podemos ver si hay algo que no vimos en mi habitación que nos pueda
ayudar. —Te llevaré a escondidas arriba a mi habitación. Tenemos mucho
que repasar esta noche.
La mirada de Charlie cae al suelo. —¿Arriba? —dice con curiosidad.
Inhala una respiración lenta, y puedo escuchar el aire que exhala a través
de sus dientes apretados—. ¿Silas? —Levanta su mirada a la mía, y sus ojos
están entrecerrados. Tiene una mirada acusadora y no tengo ni idea de lo
que he hecho para provocarla—. No me mentirías, ¿verdad?
Inclino la cabeza, inseguro de si oí bien. —¿Qué quieres decir?
—He estado notando cosas. Pequeñas cosas —dice.
Puedo sentir mi corazón latiendo más lentamente. ¿Qué dije? —
Charlie... no estoy seguro de a dónde quieres llegar.
Da un paso hacia atrás. Se cubre la boca con la mano por un
momento, y luego me apunta. —¿Cómo sabes que tu dormitorio está
arriba, cuando todavía ni siquiera has ido a tu casa?
Mierda. Dije arriba.
Sacudiendo su cabeza, agrega—: Y antes, hicist e un comentario en
la prisión. Sobre cómo has orado mucho en los últimos días, pero se supone
que ambos solo recordamos hoy. Y esta mañana... ¿cuándo te dije que mi
nombre era Delilah? Pude ver que tratabas de no sonreír. Porque sabías
que era mentira. —Su voz comienza a tambalearse entre sospechosa y
asustada. Extiendo una palma para tranquilizarla, pero retrocede un paso
más cerca de la casa.
Esto es un problema. No estoy seguro de saber cómo responderle.
No me gusta saber que ella preferiría correr dentro de una casa, que hace
cinco minutos la aterrorizaba, a estar de pie cerca de mí. ¿Por qué le ment í
est a mañana?
—Charlie. Por favor, no tengas miedo de mí. —Puedo darme cuent a
de que ya es demasiado tarde.
Se lanza hacia la puerta principal, por lo que me lanzo hacia
adelante y envuelvo mis brazos a su alrededor, jalándola contra mi pecho.
Comienza a gritar, por lo que cubro su boca con mi mano. —Cálmate —le
digo al oído—. No te haré daño. —Lo último que necesito es que no confíe
en mí. Ella agarra mi brazo con ambas manos, intentando liberarse de mi
agarre—. Tienes razón. Charlie, tienes razón. Te mentí. Pero si te calmaras
por dos segundos, te explicaría el motivo.
Levanta una pierna mientras sigo agarrándola por detrás. Lanza su
pie contra la casa y patea tan fuerte como puede, enviándonos a ambos
hacia atrás. Pierdo mi agarre en ella y comienza a arrastrarse lejos de mí,
pero soy capaz de agarrarla de nuevo y empujarla sobre su espalda. Alza
su mirada con ojos bien abiertos, pero esta vez no está gritando. Mis manos
presionan sus brazos contra el suelo.
—Det ent e —le digo.
—¿Por qué mentiste? —grita—. ¿Por qué finges que esto también te
sucedió? —Forcejea un poco más, de manera que ajusto mi agarre.
—¡No estoy fingiendo, Charlie! He estado olvidando, al igual que tú.
Pero hoy no. No sé por qué. Pero solo puedo recordar los últimos dos días,
eso es todo. Lo juro. —La miro a los ojos y me sostiene la mirada. Sigue
forcejeando moderadamente, pero me doy cuenta de que también
quiere escuchar mi explicación—. Esta mañana, no quería que me tuvieras
miedo, así que fingí que volvió a suceder. Pero te juro que, hasta esta
mañana, nos ha estado sucediendo a ambos.
Abandona el forcejeo y simplemente deja caer su cabeza a un lado.
Cierra los ojos, completamente agotada. Emocional y físicamente. —¿Por
qué está pasando esto? —susurra derrotada.
—No lo sé, Charlie —digo, liberando uno de sus brazos—. No lo sé. —
Aparto el cabello de su rostro—. Estoy a punto de dejarte. Voy a
levantarme y entrar en mi auto. Después de que deje a Landon, regresaré
por ti, ¿está bien?
Asiente, pero no abre los ojos. Libero su otro brazo y me pongo de
pie lentamente. Cuando ya no la estoy sujetando al suelo, se sienta de
forma rápida y se escabulle lejos de mí antes de levantarse.
—Mentí para protegerte. No para hacerte daño. Me crees, ¿verdad?
Se frota las partes en sus brazos por donde la sostenía.
Suelta un débil—: —Sí. —Y entonces, luego de aclararse la gargant a,
dice—: Regresa en una hora. Y nunca vuelvas a mentirme.
Espero que entre en su casa antes de regresar al auto.
—¿Qué demonios fue todo eso? —pregunta Landon.
—Nada —respondo, mirando por la ventana a medida que pasamos
su casa—. Solo le dije buenas noches. —Meto la mano en el asiento trasero
para agarrar todas nuestras cosas—. Voy a volver a Jamais Jamais por mi
Land Rover.
Landon se ríe. —Anoche como que lo destrozamos un poco.
¿Derribamos una puerta?
Lo recuerdo. Estuve ahí. —Sin embargo, todavía funcionaba bien.
Vale la pena intentarlo, y no puedo seguir manejando... de todos modos,
¿de quién es este auto?
—De mamá —dice—. Le envié un mensaje de texto esta mañana y
le conté que el tuyo se encontraba en el taller y que necesitábamos el
suyo.
Sabía que me gustaba este chico.
—Entonces... Janette, ¿eh? —le pregunto.
Se gira hacia la ventana. —Cállate.
***
Charlie
—De acuerdo, así que ¿cómo funciona esto? —pregunto mientras
caminamos hacia el coche—. ¿Flotamos por el pantano en un bote de
remos, mientras que pequeñas criaturas cantan “Besa a la Chica”?
—No seas una sabelotodo —sonríe Silas. Entonces me detiene antes
de llegar al coche, cogiendo mi mano y deteniéndome. Subo la mirada
con sorpresa—. Charlize —dice, mirando primero a mis labios, y luego mis
ojos—, si me das la más mínima oportunidad, puedo hacer que te
enamores de mí.
Me aclaro la garganta y trato de no mirar a otro lado, aunque
quiera. —Bueno... Has tenido un buen comienzo. Ahí tienes eso.
Ríe. Me siento tan torpe, que no sé qué hacer conmigo misma, así
que pretendo estornudar. Ni siquiera dice salud. Solo me sonríe, como si
supiera que era un estornudo falso.
—Basta —digo—. Me est ás mirando fijamente.
—Ese es el punto, Charlie. Mírame a los ojos.
Me echo a reír. —Tienes encanto, Silas Nash —digo, caminando
hacia mi lado del coche.
Cuando nos ponemos el cinturón, Silas se gira hacia mí y dice—: De
acuerdo con una carta que escribiste, la primera vez que tuvimos sexo
fue...
—No. No quiero ir allí. ¿Dónde encontraste esa carta? Pensé que la
escondí.
—No lo suficientemente bien —sonríe Silas.
Creo que me gusta el Silas coqueto. Incluso si olvidamos todo de
nuevo mañana, por lo menos tendré un buen día de esto. —Vamos a un
lugar divertido —digo—. No puedo recordar la última vez que me divertí.
Ambos empezamos a reír al mismo tiempo. Él me gusta. Realmente lo
creo. Es tan fácil estar con él. Se ríe demasiado, quizá. Como que, estamos
totalmente jodidos en este momento, y todavía siempre está sonriendo.
Preocúpat e un poco, amigo. Me hace reír cuando debería estar
preocupada.
—Está bien —dice, mirándome—, preferiría ir a ese lugar de la carta
donde hice esa cosa con mi lengua, pero...
Es automático; debe pertenecerle a Charlie; pero tan pronto como
las palabras están fuera de su boca, mi mano se extiende a través del
espacio entre nosotros y le golpeo el brazo. Él me agarra la mano antes de
que pueda alejarla y la sostiene contra su pecho. Esto también se siente
como algo que se ha hecho antes, algo que le pertenece a ellos; a Charlie
y Silas, no a este chico y yo.
Me hace sentir cansada el estar sost enida contra él de esta forma,
incluso si es solo mi mano. No puedo darme el lujo de estar cansada, así
que la aparto y miro por la ventana.
—Estás luchando contra esto —dice—. Eso como que desafía el
objetivo.
Tiene razón. Me estiro y le agarro la mano. —Esto me está haciendo
enamorarme de ti —le digo—. Un profundo amor del alma.
—Me pregunto si eres menos ridícula cuando tienes tu memoria.
Enciendo la radio con mi mano libre. —Lo dudo —digo.
Me gusta hacerlo sonreír. No se necesita mucho para hacer que las
comisuras de sus labios se eleven, pero para conseguir realmente que sus
labios se curven del todo, tengo que ser extra atrevida. Sus labios están
completamente curvados ahora mientras se detiene en el tráfico, y soy
capaz de verlo sin que él me mire. Estamos actuando como si nos
conociéramos, aunque nuestras mentes conscientes no se conocen entre
sí. ¿Por qué?
Cojo la mochila, para buscar la respuesta en sus cartas o diarios.
—Charlize —dice Silas—, la respuesta no está ahí. Quédate conmigo.
No te preocupes por eso.
Dejo caer la mochila. No sé a dónde está conduciendo. No sé si él
sabe a dónde está conduciendo, pero terminamos en un estacionamiento
justo cuando empieza a llover. No hay otros coches aquí y está lloviendo
demasiado fuerte para que pueda ver lo que hay en los edificios que nos
rodean.
—¿Dónde estamos?
—No sé —dice Silas—. Pero deberíamos salir del coche.
—Está lloviendo.
—Sí. Silas dice sal del coche.
—¿Silas dice...? ¿Cómo Simón dice?
Simplemente me mira expectante, así que me encojo de hombros.
Honestamente, ¿qué tengo que perder? Abro la puerta del coche y entro
en la lluvia. Es una cálida lluvia. Inclino la cara y dejo que me golpee.
Oigo su portazo y luego corre alrededor de la parte delantera del
coche y se pone delante de mí.
—Silas dice corre alrededor del coche cinco veces.
—Eres extraño, ¿lo sabías? —Se me queda mirando. Me encojo de
hombros otra vez y empiezo a correr. Se siente bien. Como que con cada
paso la tensión abandona un poco mi cuerpo.
No lo miro cuando corro junto a él; me quedo concentrada en no
tropezar. Tal vez Charlie corrió pista o algo. Cinco vueltas al coche después
me detengo frente a él. Los dos estamos empapados. Gotas de agua
están colgando de sus pestañas y corriendo por su cuello bronceado. ¿Por
qué tengo la tentación de pasar la lengua por esas líneas de agua?
Oh, sí. Estábamos enamorados. O tal vez es porque él es
condenadamente sexy.
—Silas dice entra a esa tienda y pide un perrito caliente. Cuando te
digan que no tienen perritos calientes, pisotea fuerte y grita como lo hiciste
en el hotel esta mañana.
—¿Qué dem…?
Él se cruza los brazos sobre el pecho. —Silas dice.
¿Por qué diablos estoy aún haciendo esto? Le doy a Silas la mirada
más sucia que puedo y pisoteo en dirección a la tienda que me señaló. Es
una agencia de seguros. Abro la puerta y tres adultos malhumorados
levantan las cabezas para ver quién ha entrado. Uno de ellos incluso tiene
la audacia de arrugarme la nariz, como si yo no supiera que estoy
chorreando agua por todas partes.
—Me gustaría un perro caliente con todo —digo.
Me encuentro con miradas en blanco. —¿Estás borracha? —me
pregunta la recepcionista—. ¿Necesitas ayuda? ¿Cómo te llamas?
Pisoteo y dejo escapar un grito espeluznante, con el cual los tres
dejan caer lo que están sosteniendo y se miran entre sí.
Tomo su momento de sorpresa y corro. Silas me está esperando en la
puerta. Se está riendo tan fuerte que se encuentra doblado por la cintura.
Le doy un puñetazo en el brazo y luego ambos corremos hacia el
coche.
Puedo escuchar mi propia risa mezclándose con la suya. Eso fue
divertido. Saltamos al coche y nos alejamos justo cuando Mal Humorado
Uno, Dos y Tres salen para observarnos.
Silas conduce algunos kilómetros antes de detenerse en otro
estacionamiento. Esta vez puedo ver el brillante anuncio de publicidad: ¡EL
MEJOR CAFÉ Y BUÑUELOS EN LOUISIANA!
—Estamos empapados —digo, no pareciendo ser capaz de borrar la
sonrisa de mi cara—. ¿Sabes lo caótico que será comer unos buñuelos?
—Silas dice come diez buñuelos —dice con estoicismo.
—Ugh. ¿Por qué tienes que actuar como un robot cuando juegas
este juego? Me está asustando.
No responde. Conseguimos una mesa cerca de la ventana y
pedimos café y dos docenas de buñuelos. La camarera no parece
molesta por nuestra ropa mojada o el hecho de que Silas esté hablando
en una voz de robot.
—La camarera piensa que somos lindos —le digo a Silas.
—Lo somos.
Pongo los ojos en blanco. Esto es divertido. ¿Pensaría Charlie que
est o era divert ido?
Cuando nuestros buñuelos llegan, estoy tan hambrienta que no me
importa mi cabello mojado o ropa. Como, gimiendo cuando la masa
cálida me golpea la lengua. Silas me observa con diversión.
—De verdad te gustan, ¿eh?
—En realidad, son asquerosos —digo—. Solo estoy muy metida en
este juego.
Comemos tantos como podemos hasta que estamos cubiertos de
polvo blanco. Antes de irnos, Silas quita un poco de polvo de mi cara y
cabello. Para no quedarme atrás, devuelvo el favor. Dios, este chico es
divertido. Tal vez como que veo lo que Charlie ve en él.
Traducido por Mire
Corregido por Miry GPE
Silas
Ella está en esto. No ha sonreído lo suficiente en los últimos días, pero
ahora no puede dejar de sonreír.
—¿A dónde vamos? —dice, aplaudiendo. Todavía tiene azúcar en
polvo en la comisura de su boca. Me estiro a través del asiento y la limpio
con mi pulgar.
—Vamos a El Barrio Francés —le digo—. Hay un montón de lugares
románticos allí.
Rueda los ojos, desplazándose a través de su teléfono. —Me
pregunto lo que hacíamos por diversión. Además de tomar selfies.
—Por lo menos todas eran buenas selfies.
Me lanza una mirada de lástima. —Eso es una contradicción. No hay
tal cosa como buenas selfies.
—He revisado la galería de tu cámara. Siento diferir.
Agacha su cabeza y mira por la ventana, pero puedo ver el rosa de
sus mejillas volverse más rojo.
***
***
Resulta que no nos gustan los cangrejos. Por suerte, tenían tiras de
pollo en el menú. A los dos nos gusta el pollo, al parecer.
—Deberíamos escribir eso en alguna parte —dice, caminando hacia
atrás por el medio de la calle—. Que odiamos los cangrejos. No quiero
tener que pasar por esa terrible experiencia de nuevo.
—¡Espera! Estás a punto de... —Charlie cae sobre su trasero antes de
que el resto de la oración pueda salir de mi boca—. Entrar en un bache —
termino.
Me agacho para ayudarla a levantarse, pero no hay mucho que
pueda hacer sobre sus pantalones. Finalmente nos habíamos secado
después de la lluvia de más temprano, y ahora se encuentra empapada
de nuevo. Esta vez, de agua fangosa. —¿Estás bien? —pregunto, tratando
de no reír. Trat ando es la palabra clave aquí. Porque me río más fuerte de
lo que me he reído en todo el día.
—Sí, sí —dice mientras intenta limpiar el lodo de sus pantalones y sus
manos. Sigo riéndome cuando entrecierra sus ojos y apunta hacia el
charco de barro—. Charlie dice siént ate en el bache, Silas.
Sacudo la cabeza. —No. De ninguna manera. El juego se llama Silas
dice, no Charlie dice.
Arquea una ceja. —Oh, ¿en serio? —Da un paso más cerca de mí y
dice—: Charlie dice siéntate en el bache. Si Silas hace lo que dice Charlie,
Charlie hará t odo lo que Silas dice.
¿Es esa una clase de invitación? Me est á gust ando la Charlie
coquet a. Bajo la mirada hacia el bache. No es t an hondo. Me doy la
vuelta y me bajo hasta que estoy sentado con las piernas cruzadas en el
charco de agua fangosa. Mantengo mis ojos en el rostro de Charlie, sin
querer ser testigo de la atención que debemos atraer de los transeúntes. Se
traga su risa, pero puedo ver el placer que saca de esto.
Permanezco sentado en el bache hasta que comienza a avergonzar
a Charlie. Después de varios segundos, me recuesto sobre mis codos y
cruzo las piernas. Alguien toma una foto de mí en el bache, por lo que ella
me hace un gesto para pararme. —Levántate —dice, mirando a su
alrededor—. Apúrate.
Sacudo la cabeza. —No puedo. Charlie no lo dijo.
Coge mi mano, riendo. —Charlie dice levánt at e, idiota. —Me ayuda
a ponerme de pie y agarra mi camisa, apretando su cara contra mi
pecho—. Oh, Dios mío, todos nos miran.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella y comienzo a balancearme
hacia atrás y adelante, lo que probablemente no es lo que esperaba que
hiciera. Me mira, mi camisa todavía apretada en sus puños. —¿Podemos
irnos ahora? Vámonos.
Sacudo la cabeza. —Silas dice baila.
Sus cejas se arrugan juntas. —¡No puedes hablar en serio!
Hay varias personas detenidas en la calle ahora, algunos de ellos
tomándonos fotos. En cierto modo no los culpo. Quizá también tomaría
fotos de un idiota que voluntariamente se sentó en un charco de barro.
Aflojo sus puños de mi camisa y la hago sostener mis manos mientras
la obligo a bailar la música inexistente. Está rígida al principio, pero luego
parece dejar hacerse cargo a la risa por sobre la vergüenza. Nos
balanceamos y bailamos por la calle Bourbon, chocando con la gente a
medida que avanzamos. Durante todo el tiempo, se ríe como si no tuviera
una sola preocupación en el mundo.
Después de unos minutos, llegamos a separarnos en la multitud. Dejo
de girarla lo suficiente como para tirar de ella a mi pecho y mecernos
suavemente, de ida y vuelta. Me mira, sacudiendo la cabeza. —Estás loco,
Silas Nash —dice.
Asiento. —Bien. Eso es lo que te gusta de mí.
Su sonrisa se desvanece por un momento y la mirada que tiene en
sus ojos me hace parar de balancearnos. Pone su mano sobre mi corazón
y se queda mirando el dorso de su mano. Ya sé que no siente un latido de
corazón dentro de mi pecho. Es más como un tamborileo en medio de un
desfile.
Su mirada se encuentra con la mía de nuevo. Sus labios se abren y
susurra—: Charlie dice... besa a Charlie.
La habría besado aunque Charlie no lo hubiera dicho. Mi mano se
envuelve en su cabello un segundo antes de que mis labios encuentren los
de ella. Cuando su boca se abre para la mía, se siente como si perforara
un agujero directamente a través de mi pecho y hace un puño alrededor
de mi corazón. Duele, y a la vez no, es hermoso, es aterrador. Quiero que
dure para toda la eternidad, pero me quedaré sin aliento si este beso se
prolonga durante un minuto más. Mi brazo se envuelve alrededor de su
cintura, y cuando la acerco más, gime en silencio en mi boca. Jesús.
La única cosa para lo que tengo espacio en esta cabeza mía en
este momento, es la firme creencia de que el destino absolut ament e
existe. El destino… almas gemelas... viaje en el tiempo... lo que sea. Todo
existe. Porque así es como se siente su beso. Exist encia.
Somos momentáneamente empujados cuando alguien tropieza con
nosotros. Nuestras bocas se separan, pero toma esfuerzo liberarnos de
cualquier asimiento que se hizo cargo. La música de todas las puertas
abiertas a lo largo de la calle vuelven a entrar en foco. Las luces, las
personas, las risas. Todas las cosas externas que diez segundos de su beso
simplemente bloquearon, regresan rápidamente. El sol se pone, y la noche
parece transformar toda esta calle de un mundo a otro. No puedo pensar
en nada que desee más que sacarla de aquí. Sin embargo, ninguno de los
dos parece ser capaz de moverse, y mi brazo se siente como que pesara
nueve kilos cuando alcanzo su mano. Desliza sus dedos con los míos y
comenzamos a caminar en silencio de regreso hacia el estacionamiento,
donde está mi coche.
Ninguno de los dos dice una palabra todo el camino de regreso. Una
vez que los dos estamos dentro del coche, espero un momento antes de
arrancarlo. Las cosas son demasiado intensas. No quiero empezar a
conducir hasta que soltemos lo que sea que tengamos que decir. Besos
como ese no pueden quedarse sin reconocimiento.
—¿Y ahora qué? —pregunta, mirando por la ventana.
La observo por un momento, pero no se mueve. Es como si estuviera
congelada. Suspendida en el tiempo entre el último beso y nuestro
siguiente.
Me abrocho el cinturón de seguridad y pongo el coche en marcha.
¿Y ahora qué? No tengo idea. Quiero besarla como un millón de veces
más, pero cada beso podría terminar justo como lo hizo ese. Con el temor
de que no voy a recordarlo mañana.
—Deberíamos volver a casa y conseguir una buena noche de sueño
—digo—. También tenemos que hacer más notas en caso... —Me detengo.
Se coloca el cinturón de seguridad. —En caso de que las almas
gemelas no existan... —termina.
Traducido por Beatrix
Corregido por NicoleM
Charlie
Durante nuestro viaje a la casa de Silas, pienso en todo lo que
aprendimos hoy. Pienso en mi padre y lo mal humano que es. Una parte de
mí tiene miedo de que ser una buena persona sea inherente. He leído lo
suficiente acerca de lo que solía ser para saber que no trataba muy bien a
la gente. Incluyendo a Silas.
Solamente puedo esperar que la persona en la que me convertí
fuese el resultado de las influencias externas, y no debido a que esto sea lo
que siempre seré. Una vengativa y tramposa cascara de una persona.
Abro la mochila y comienzo a leer más notas mientras Silas conduce.
Me encuentro con algo acerca de los archivos que Silas le robó a su
padre, y la forma en que sospechamos que podría implicar a mi padre.
¿Por qué Sibas le robó esos papeles a su padre? Si mi padre es culpable, lo
cual creo que es, ¿por qué Silas quiere ocultar eso?
—¿Por qué crees que robaste esos archivos? —le pregunto.
Se encoge de hombros.
—No lo sé. Lo único que se me ocurre es que tal vez los escondí
porque me sentía mal por ti. Quizá no quería que tu padre estuviera en la
cárcel por más tiempo, porque eso te habría roto el corazón.
Eso suena como algo que haría Silas.
—¿Todavía están en tu habitación? —le pregunto.
Asiente. —Creo que sí. Estoy bastante seguro de que he leído que los
mantengo cerca de mi cama.
—Cuando lleguemos a tu casa esta noche, creo que deberías
dárselos a tu padre.
Silas me mira a través de los asientos. —¿Estás segura de eso?
Asiento. —Ha arruinado muchas vidas, Silas. Se merece el pagar por
ello.
***
***
Silas
—Charlie bebé —susurro, deslizando un brazo sobre ella. Presiono los
labios contra la curva de su hombro. Se mueve, luego jala las sábanas
sobre su cabeza—. Charlie, es hora de despertar.
Se da vuelta para mirarme, pero permanece debajo de la manta. La
levanto sobre mi cabeza hasta que los dos estamos cubiertos. Abre los ojos
y frunce el ceño. —Hueles bien —dice—. No es justo.
—Tomé una ducha.
—¿Y cepillaste tus dientes?
Asiento, y su frente se frunce.
—Eso no es justo. Quiero lavarme los dientes.
Levanto las mantas de su cabeza y coloca una mano sobre sus ojos
y gime. —Entonces date prisa y cepíllate los dientes para que puedas
volver y darme un beso.
Se arrastra fuera de la cama y se dirige al baño. Escucho como el
lavabo comienza a funcionar, pero es rápidamente ahogado por los ruidos
que vienen de abajo. Ollas y sartenes chocando, puertas de armarios
cerradas de golpe. Es como si alguien estuviera limpiando. Miro el reloj y
son casi las nueve.
Dos horas más.
La puerta del baño se abre y Charlie corre por la habitación y se
sube a la cama, tapándose a toda prisa con las mantas. —Hace frío ahí
fuera —dice, con sus labios temblorosos. La acerco a mí y presiono mi
boca contra la suya—. Mejor —murmura.
Y eso es lo que hacemos mientras intento perder la noción del
tiempo. Nos besamos.
—Silas —susurra mientras desciendo hasta su cuello—. ¿Qué hora es?
Me estiro hasta la mesita de noche y miro mi teléfono. —Nueve y
cuarto.
Suspira, y sé con exactitud en qué piensa. Lo mismo que estoy
pensando yo.
—No quiero olvidar esta parte —dice, mirándome a través de ojos
que parecen dos corazones rotos.
—Yo tampoco —susurro.
Me besa de nuevo con suavidad. Puedo sentir su corazón acelerado
dentro de su pecho, y sé que no es porque nos estamos besando bajo mis
mantas. Es porque se siente asustada. Y me gustaría poder llevarla a donde
no sintiera miedo nunca más, pero no puedo. Solo la acerco más a mí y la
abrazo. Me gustaría tenerla aquí para siempre, pero sé que hay cosas que
deberíamos estar haciendo en este momento.
—Podemos esperar lo mejor, pero creo que debemos prepararnos
para lo peor —le digo.
Asiente contra mi pecho. —Lo sé. Cinco minutos más, ¿sí? Vamos a
quedarnos bajo la manta cinco minutos más y pretender que estamos tan
enamorados como solíamos estarlo.
Suspiro. —En este momento, pretender no es necesario para mí,
Charlie.
Sonríe y presiona los labios contra mi pecho.
Le doy quince minut os. Cinco no es suficient e.
Cuando nuestro tiempo termina, me deslizo fuera de la cama y la
levanto. —Debemos desayunar. De esa forma si llegan las once y nos
volvemos locos de nuevo, pasarán un par de horas antes de que
tengamos que preocuparnos por la comida.
Nos vestimos y vamos abajo. Cuando entramos a la cocina, parece
que Ezra se encuentra limpiando las cosas del desayuno. Mira a Charlie
frotándose el sueño de los ojos y levanta una ceja en mi dirección. Piensa
que tiento a mi suerte con Charlie en esta casa.
—No te preocupes, Ezra. Papá dice que ahora puedo amarla. —Ezra
devuelve mi sonrisa.
—¿Tienen hambre? —pregunta.
Asiento. —Sí, pero podemos hacer nuestra comida.
Ezra sacude una mano en el aire. —Tonterías —dice—. Prepararé tu
favorito.
—Gracias, Ezra —dice Charlie con una sonrisa. Una suave mirada de
sorpresa atraviesa su rostro antes de que se dirija hacia la despensa—. Dios
mío —dice en voz baja—. ¿Crees que en verdad solía ser tan horrible?
¿Qué incluso fue impactante escucharme decir gracias?
En ese momento, mi madre entra en la cocina. Se detiene cuando
ve a Charlie. —¿Pasaste la noche aquí? —No parece muy contenta.
—No —miento por Charlie—. La recogí esta mañana.
Mi madre entrecierra los ojos. No es necesario conocerla demasiado
para saber que sospecha. —¿Por qué no se encuentran en la escuela en
este momento?
Por un instante, quedamos en silencio, pero luego Charlie exclama—:
Es un día flexible.
Mi madre asiente sin preguntar. Se acerca a la despensa y comienza
a hablar con Ezra.
—¿Qué es un día flexible? —susurro.
Charlie se encoge de hombros. —No tengo idea, pero sonaba bien.
—Se ríe y luego susurra—: ¿Cómo se llama tu madre?
Abro la boca para responder, pero me quedo en blanco por
completo. —No tengo idea. No estoy seguro de si alguna vez lo escribí en
las notas.
Mi madre asoma la cabeza fuera de la despensa. —Charlie, ¿te
unirás a nosotros para la cena de esta noche?
Charlie me mira, y luego a mi madre. —Sí, señora. Si me acuerdo.
Me río y Charlie sonríe, y por una fracción de segundo, me olvido de
lo que nos encontramos a punto de atravesar de nuevo.
Atrapo a Charlie mirando el reloj en el horno. Puedo ver la
preocupación, no solo en sus ojos, si no en cada parte de ella. Tomo su
mano y la aprieto. —No pienses en eso —susurro—. No durante la próxima
hora.
***
Charlie
Mi corazón late con tanta fuerza, que está perdiendo el ritmo. Siento
la boca seca. Agarro la botella de agua que se encuentra sobre la mesita
de noche y bebo un gran trago. —Esto es aterrador —le digo—. Ojalá
pudiéramos acelerar los próximos cinco minutos y terminar con est o.
Se incorpora en la cama y agarra mi mano. —Siéntate frente a mí.
Me siento frente a él. Ambos con las piernas cruzadas, en la misma
posición que estábamos en la habitación del hotel hace dos días. Pensar
en esa mañana me hace sentir mal. No quiero considerar la posibilidad de
que en unos pocos minutos, puede que no sepa quién es él.
Esta vez debo tener fe. Esto no puede continuar por siempre. ¿O sí?
Cierro los ojos e intento controlar mi respiración. Siento la mano de
Silas levantarse y apartar el cabello de mis ojos.
—¿Qué es lo que más temes olvidar? —pregunta.
Abro los ojos. —A ti.
Mueve su pulgar sobre mi boca y se inclina para besarme. —Yo
también. Te amo, Charlie.
Y sin dudarlo, digo—: Yo t ambién te amo, Silas.
Cuando sus labios se encuentran con los míos, ya no tengo miedo.
Porque sé que pase lo que pase en los próximos segundos… sucederá con
Silas, y eso me da consuelo.
Entrelaza nuestros dedos y dice—: Diez segundos.
Ambos respiramos hondo. Puedo sentir sus manos temblando, pero
no tanto como las mías.
—Cinco… cuatro… tres… dos…
Traducido por MaJo Villa
Corregido por GypsyPochi
Silas
El único sonido que escucho son los latidos de mi corazón. El resto del
mundo se encuentra en un silencio escalofriante.
Mis labios siguen descansando suavement e contra los suyos. Nuestras
rodillas se tocan, nuestros ojos se encuentran cerrados, las respiraciones se
mezclan entre nosotros mientras espero hacer mi próximo movimiento. Sé,
como un hecho, que esta vez no he perdido mi memoria. Eso hace que
sean dos veces seguidas... pero no tengo ni idea de Charlie.
Poco a poco abro mis ojos para poder ver lo que hay en los suyos.
Sus ojos permanecen cerrados. La observo por unos segundos, esperando
a ver cuál va a ser su primera reacción.
¿Me recordará?
¿No t endrá ni idea de dónde se encuent ra?
Comienza a retroceder, lentamente, y sus párpados se abren. Hay
una mezcla de miedo y sorpresa en su expresión. Se aleja unos centímetros
más, estudiando mi cara. Gira su cabeza y mira toda la habitación.
Cuando me mira de nuevo, mi corazón se desploma en mi pecho
como cuando cae un ancla. No t iene ni idea de dónde se encuent ra.
—¿Charlie?
Sus ojos al borde de las lágrimas giran hacia los míos y rápidamente
se cubre la boca con su mano. No me doy cuenta si está a punto de gritar.
Debería haber puesto una nota en la puerta como lo hicimos la última vez.
Baja su mirada hacia la cama y lleva su mano hasta el pecho. —
Llevabas puesto algo negro —susurra.
Su mirada cae a la almohada a mi lado. La señala. —Estábamos
justo allí. Usabas una camiseta negra, y me reía de ti, porque dije que te
quedaba demasiado apretada. Te dije que te hace lucir como Simon
Cowell. Me clavaste en el colchón, y luego... —Sus ojos se encuentran con
los míos—. Y luego me besaste.
Asiento, porque de alguna manera... Recuerdo cada momento de
ello. —Fue nuestro primer beso. Teníamos catorce años —digo—. Pero
había querido besarte de esa forma desde que teníamos doce.
Vuelve a llevar de golpe la mano hacia su boca. Unos sollozos
comienzan a hacer temblar todo su cuerpo. Se lanza hacia delante,
envolviendo los brazos alrededor de mi cuello. La bajo hacia la cama
conmigo y todo regresa apresuradamente en oleajes.
—¿La noche que te atraparon cuando entrabas a escondidas? —
dice.
—Tu mamá fue tras de mí con un cinturón. Me persiguió hasta afuera
de la ventana de tu dormitorio.
Charlie empieza a reírse entre lágrimas. La estoy sosteniendo contra
mí, con mi cara presionada contra su cuello. Cierro los ojos y reviso todos
los recuerdos. Los buenos. Los malos. Todas las noches que lloró en mis
brazos por la forma en que resultaron las cosas entre sus padres.
—Las llamadas telefónicas —dice en voz baja—. Todas y cada una
de las noches.
Sé exactamente de qué está hablando. La llamaba todas las noches
y nos quedábamos en el teléfono por una hora entera. Cuando nuestros
recuerdos nos dejaron, no podíamos entender por qué habíamos hablado
durante tanto tiempo cada noche si nuestra relación se caía a pedazos.
—Jimmy Fallon —digo—. A los dos nos encantaba Jimmy Fallon. Y te
llamaba cada noche cuando daban su programa, y lo veíamos juntos.
—Pero nunca hablábamos —dice—. Simplemente veíamos juntos el
programa sin hablar y luego nos íbamos directamente a dormir.
—Porque me encantaba escucharte reír.
No solamente son los recuerdos los que me inundan en estos
momentos, sino los sentimientos. Todos los sentimientos que he tenido por
esta chica se están desplegando, y por un segundo no estoy seguro de si
puedo asimilarlo todo.
Nos abrazamos con fuerza mientras atravesamos una vida de
recuerdos. Pasan varios minutos, al tiempo que ambos nos reímos de los
buenos recuerdos y luego pasan más minutos cuando sucumbimos a los no
tan buenos. Los daños que las acciones de nuestros padres nos infringían. El
daño que nos hemos causado entre nosotros. El daño que les hemos
causado a otras personas. Estamos sintiendo cada pedacito de eso, todo
a la vez.
Charlie aprieta mi camisa en sus puños y entierra su cara en mi
cuello. —Eso duele, Silas —susurra—. No quiero ser esa chica otra vez.
¿Cómo podemos asegurarnos de que no somos las mismas personas que
éramos antes de que esto nos sucediera?
Paso mi mano por la parte posterior de su cabeza. —Pero nosotros
somos esas personas —le digo—. No podemos retractarnos de lo que
hemos sido en el pasado, Charlie. Pero podemos controlar lo que somos en
el presente.
Levanto su cabeza de mi hombro y sostengo su rostro entre mis
manos. —Charlie, tienes que prometerme algo. —Limpio sus lágrimas con
mi pulgar—. Prométeme que nunca vas a dejar de amarme de nuevo.
Porque no quiero olvidar todo otra vez. No quiero olvidar ni un segundo
que haya pasado contigo.
Niega con la cabeza. —Lo juro. Nunca dejaré de amarte, Silas. Y
nunca olvidaré.
Bajo mi cabeza hasta que mi boca se reúne con la suya. —Nunca,
nunca.
Traducido por Annie D
Corregido por Agus Herondale
Charlie
Silas está trayendo la cena a casa. Espero por él en la ventana de la
cocina mientras pretendo lavar las verduras para una ensalada. Me gusta
fingir que estoy lavando las cosas en el fregadero para que pueda ver
cuando llega al camino de entrada.
Su coche se estaciona en diez minutos más tarde; mis dedos están
arrugados por el agua. Agarro un paño de cocina, sintiendo esas malditas
mariposas en mi estómago. Nunca se fueron. Por lo que he oído, eso es
algo raro después de tantos años de matrimonio.
Los niños salen del coche primero. Jessa, nuestra hija, y luego su
novio, Harry. Normalmente mis ojos irían a Silas después, pero algo me
hace detenerme en Jessa y Harry.
Jessa es igual que yo: terca, bocona y distante. Lloraría, pero ella
más que todo me hace reír con sus chistes. Me gusta Harry; han estado
juntos desde el primer año y planean ir a la misma universidad cuando se
gradúen el próximo año. Son el epítome del amor adolescente, con todas
las miradas perdidas y susceptibles como Silas y yo solíamos ser. Aún somos
así. Pero hoy, Jessa se encuentra a un lado de la entrada, con los brazos
cruzados sobre el pecho.
Harry se baja del coche también y va a su lado. Deben est ar
peleando, pienso. Jessa a veces le gusta coquetear con el vecino, y Harry
se enfada.
Silas entra un minuto más tarde. Me agarra por la espalda,
envolviendo los brazos alrededor de mí y besándome el cuello.
—Hola, Charlie bebé —dice, respirándome. Me apoyo en él.
—¿Qué pasa con esos dos? —pregunto, sin dejar de mirar por la
ventana.
—No lo sé. Estuvieron muy raros en el viaje a casa. Apenas hablaron.
—Uh, oh —digo—. Debe ser el vecino caliente de nuevo. —Escucho
el portazo de la puerta delantera y llamo a Jessa a la cocina—: ¡Jessa, ven
aquí!
Entra, lentamente, sin Harry a su lado.
—¿Qué pasa? —le pregunto—. Luces muy aturdida.
—¿Sí? —pregunta.
Miro a Silas y se encoge de hombros.
—¿Dónde está Harry?
Jessa señala con el pulgar por encima de su hombro. —Él está ahí.
—Está bien, prepárense para la cena. Comeremos tan pronto como
la ensalada esté lista.
Asiente y juro que va a empezar a llorar.
—Oye, Jessa —digo mientras se da la vuelta para marcharse.
—¿Sí?
—Estaba pensando que podríamos ir a Miami para tu cumpleaños el
próximo mes. ¿Te gusta la idea?
—Sí —dice ella—. Genial.
Cuando se ha ido me dirijo a Silas, cuyas cejas están levantadas.
—No sabía que íbamos a Miami —dice—. No puedo conseguir
tiempo libre del trabajo tan rápido.
—Silas —digo bruscamente—. Su cumpleaños no es hasta dentro de
seis meses.
La línea entre sus ojos se relaja y su boca se abre.
—Oh, sí —dice. Y luego le llega el entendimiento—. Oh. Oh. —Sube
una mano a su nuca—. Mierda, Charlie. No de nuevo.
Gracias a nuestros lectores. Ustedes significan el mundo para
nosotras.
¡Tarryn y Colleen!
Colleen Hoover vive en Texas con su esposo y
sus tres hijos. Es adicta al talento de la banda
The Avett Brothers. El 99% de su lista de
reproducción es de ellos. El otro 1% es Eminem y
Jason Mraz. Es la autora #1 del New York Times
por su novela Hopeless, junto con sus otras dos
novelas, Slammed y Point of Retreat.
Tarryn Fisher es nacida en Sudáfrica, vivió allí
durante la mayor parte de su infancia, luego se
mudó a Seattle, y actualmente vive en
Washington con su familia. Es la autora de la trilogía “Love me with lies”,
convertida en todo un bestseller, según el New York Times.