Está en la página 1de 82

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.


Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprándolo.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las
redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.
Las editoriales y ciertas autoras tienen demandadas a usuarios que
suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque están
subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos de fans las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que
enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros saldrán si se
deja de invertir tiempo en este problema.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin
foros de traducción y sin sitios de descargas!
Jules

Jules I v ana Adriana


Miry GPE MaJo Villa Beatrix
Jadasa Vane hearts Annie D
Karlamirandar Sandry
Mire Jeyly Carstairs

Lu Mary Warner Laurita PI


Daniela Agrafojo Victoria. Jadasa
itxi Sandry GypsyPochi
Fany Keaton Miry GPE Agus Herondale
Sahara NicoleM

Jules

Yessy
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Agradecimientos
Sobre las autoras
Juntos, Silas Nash y Charlize Wynwood deben hurgar más hondo en
el pasado para averiguar quiénes eran y quiénes quieren ser. Con el
tiempo agotándose, la pareja se encuentra en una carrera para hallar las
respuestas que necesitan antes de perderlo todo. ¿Pueden ellos recuperar
lo que una vez tuvieron? ¿Y podrán volver a ser lo que alguna vez fueron?
Never, Never #3
Traducido por Karlamirandar
Corregido por Lu

Charlie
Lo primero que noto es el latido de mi corazón en el pecho. Es muy
rápido y doloroso. ¿Por qué un corazón necesitaría latir así de fuerte?
Respiro hondo por la nariz y abro mis ojos cuando exhalo.
Y me echo hacia atrás.
Por suerte, estoy en una cama y caigo sobre un colchón. Ruedo lejos
del hombre que me mira intensamente, y me levanto. Doy un vistazo hacia
él, retrocediendo. Me sigue mirando, pero no se ha movido. Esto hace que
los latidos de mi corazón se reduzcan un poco. Un poco.
Él es joven. No es un hombre, tal vez está en la adolescencia o en sus
veintes años. Siento la urgencia de correr. Una puerta… necesito encontrar
una puerta, pero si quito mis ojos de él, podría…
—¿Quién diablos eres? —pregunto. No importa quien sea. Necesito
distraerlo mientras encuentro una salida.
Está callado por un momento mientras se levanta. —Estaba a punto
de preguntarte lo mismo —dice.
Su voz hace que deje de moverme por unos segundos. Es tranquila…
calmada. Muy calmada. Tal vez estoy exagerando. Quiero contestarle —lo
cual sería lo más razonable cuando alguien te pregunta quién eres— pero
no puedo.
—Yo te pregunté primero —digo. ¿Por qué mi propia voz no suena
familiar? Pongo la mano en mi cuello.
—Yo… —duda—. ¿No lo sé?
—¿No lo sabes? —digo con incredulidad—. ¿Cómo es que no sabes?
Veo la puerta y me acerco, manteniendo mis ojos en él. Está de
rodillas en la cama, pero parece que es alto. Sus hombros son anchos y
jalan la camisa que está usando. Si se acerca a mí, dudo que sea capaz
de pelear contra él. Mis muñecas lucen pequeñas. ¿Lucen pequeñas?
¿Por qué no sé que mis muñecas son pequeñas?
Este es el momento. Tengo que hacerlo.
Me muevo con rapidez hacia la puerta. Está solo a unos metros de
distancia; si logro abrirla, puedo correr para pedir ayuda. Grito al tiempo
que corro. Es escalofriante, un verdadero dolor de oído. Mis manos hallan
el pomo y veo hacia atrás, para ver dónde está él.
Sigue en el mismo lugar, con sus cejas levantadas. —¿Por qué gritas?
Me detengo. —¿Por qué… por qué no vienes por mí? —Estoy frente a
la puerta. Técnicamente puedo abrirla y correr lejos de ahí antes de que él
salga de la cama. Lo sabe, y yo lo sé, así que ¿por qué no está tratando de
detenerme?
Se pasa una mano por la cabeza, suspirando profundamente. —
¿Cuál es tu nombre? —pregunta.
Abro la boca para decirle que no es de su incumbencia, y me doy
cuenta, que no lo sé. No sé cuál es mi maldito nombre.
En ese caso… —Delilah.
—¿Delilah…? —pregunta.
Se encuentra oscuro, pero puedo asegurar que está sonriendo.
—Sí… ¿no es lo suficientemente bueno para ti?
Sacude la cabeza. —Delilah es un buen nombre —dice—. Escucha…
Delilah. No sé exactamente qué es lo que estamos haciendo aquí, pero
atrás de ti hay un pedazo de papel pegado a la puerta. ¿Puedes
arrancarlo y leerlo?
Tengo miedo de voltearme y que me ataque. Busco atrás sin tener
que voltearme. Jalo el pedazo de papel de la puerta y lo pongo frente a
mi cara.

¡Charlie! ¡Todavía no abras est a puert a! Ese chico en el cuart o


cont igo… puedes confiar en él. Camina hacia la cama de nuevo y lee
t odas las not as. En ellas viene t odo explicado.

—Creo que es para ti —le digo—. ¿Tu nombre es Charlie? —Miro


hacia el chico en la cama. Está leyendo algo también. Alza la mirada y me
enseña un pequeño rectángulo.
—Míralo —dice.
Doy un paso al frente, luego otro, y luego otro. Es una licencia de
conducir. Estudio la fotografía y luego su cara. La misma persona.
—Si tu nombre es Silas, ¿quién es Charlie?
—Tú —dice.
—¿Yo?
—Sí.
Se inclina para recoger un pedazo de papel de la cama. —Aquí lo
dice. —Me tiende el papel y le regreso su licencia de conducir.
—Charlie no es un nombre de chica —digo. Comienzo a leer lo que
está escrito en la página y todo lo demás desaparece. Me siento en la
orilla de la cama.
—¿Qué diablos?
El chico, Silas, también está leyendo. Sus ojos pasan sobre el papel
que tiene delante de su cara. Le doy un vistazo mientras lee, y cuando lo
hago, mi corazón late un poco más rápido.
Leo más. Me siento cada vez más confundida. Las notas son para mí
y para este chico, supuestamente, pero nada tiene sentido. Mientras leo,
tomo un bolígrafo y copio el papel que estaba en la puerta, para ver si yo
la escribí realmente.
La escritura es una coincidencia perfecta.
—¡Espera, espera, espera! —digo—. ¡Esto es de locos! —Pongo abajo
el papel y sacudo la cabeza. ¿Cómo es que todo esto es cierto? Es como
estar leyendo una novela. Memorias perdidas, padres que traicionan a sus
familiares, vudú. Por dios. De repente siento que quiero vomitar.
¿Por qué no puedo recordar quién soy? ¿Qué hice ayer? Si lo que
dicen esas notas es verdad…
Estoy a punto de hablar cuando Silas me da otro papel.

Solo t ienes cuarent a y ocho horas. No t e concent res en ver porqué


no recuerdas cosas o porqué t odo est o se sient e t an raro. Concént rat e en
averiguar t odo ant es de que olvides de nuevo.
Charlie.

Es mi letra de nuevo. —Soy convincente —digo.


Él asiente.
—Así que, ¿dónde estamos? —Me vuelvo, notando la comida en la
mesa. Silas apunta a uno de esos papelitos en la mesita de noche. Un
hotel. En Nueva Orleans. Genial.
Camino hacia la ventana para ver al exterior, cuando alguien toca
la puerta del cuarto. Los dos nos paralizamos y miramos hacia esa
dirección.
—¿Quién es? —grita Silas a la puerta.
—¡Soy yo! —contesta una voz.
Silas me hace señas para que vaya al otro lado de la habitación,
lejos de la puerta. No lo hago.
Solo me conozco desde hace unos minutos, pero puedo decir que
soy terca.
Silas quita el seguro y abre la puerta solo un poco. Una despeinada
cabellera aparece en la puerta.
—Hola —dice el chico—, ya regresé. Once y media en punto, justo
como me dijiste.
Tiene sus manos metidas en los bolsillos y su cara es tan roja como si
hubiera estado corriendo. Miro desde él hacia Silas, y vuelvo a hacer lo
mismo. Se parecen.
—¿Se conocen? —pregunto.
El más joven, una versión muy parecida a Silas, asiente. —Somos
hermanos —dice primero apuntando hacia Silas y luego hacia él mismo—.
Soy tu hermano —dice de nuevo.
—Ya lo dijiste —dice Silas con una pequeña sonrisa en su rostro. Se
inclina hacia mí, luego de nuevo hacia su hermano—. ¿Te importa si veo tu
identificación?
El chico rueda los ojos pero saca la billetera de su bolsillo.
—Me gusta esa forma genial que tienes de voltear los ojos —dice
Silas mientras abre la cartera del muchacho.
—¿Cómo te llamas? —le pregunto.
Él ladea la cabeza, achicando sus ojos hacia mí. —Soy Landon —me
dice, como si debiera saberlo—. El hermano Nash más guapo.
Sonrío débilmente mientras Silas mira la identificación de Landon. Él
es un buen chico. Se puede notar por sus ojos.
—Así que —digo, mirando a Silas—, ¿tú tampoco sabes quién eres?
¿Y estamos tratando de resolver todo esto juntos? ¿Y cada cuarenta y
ocho horas volvemos a olvidar todo?
—Sí —dice—, eso parece.
Esto parece un sueño. En realidad no.
Y luego me doy cuenta. Est oy soñando. Suelto una risa, justo cuando
Landon me alcanza un costal. Creo que mi risa lo tomó por sorpresa.
—¿Qué es esto? —pregunto, abriendo el costal.
—Me pediste que te trajera un cambio de ropa.
Veo el vestido que estoy usando, y luego la ropa. —¿Por qué estoy
usando esto?
Se encoje de hombros. —Eso estabas usando anoche cuando Silas
te encontró.
Silas abre la puerta del baño por mí. La ropa tiene etiquetas, así que
las quito para poder cambiarme. Una linda blusa negra de manga larga y
unos pantalones que entran como si fueran hechos para mí. ¿Quién recibe
ropa nueva en sus sueños?
—¡Me encanta este sueño! —grito desde el baño.
Cuando termino de cambiarme, abro la puerta y aplaudo. —Muy
bien, chicos. Vámonos. ¿A dónde?
Traducido por Ivana
Corregido por Lu

Silas
Hago un chequeo rápido en la habitación del hotel cuando Charlie
y Landon salen. Agarro la bolsa de basura vacía del pequeño cesto
debajo de la mesa y meto todas nuestras notas. Cuando estoy seguro de
que tengo todo, sigo a Charlie y Landon afuera.
Charlie sigue sonriendo cuando llegamos al coche. De verdad cree
que esto es un sueño, y no tengo el valor para decirle que no lo es. No es
un sueño. En realidad es una pesadilla y hemos estado viviéndola durante
más de una semana.
Landon sube dentro del coche, pero Charlie me espera en la puerta
de atrás. —¿Quieres ir adelante con tu hermano? —pregunta, formando
comillas en el aire con sus dedos.
Niego con la cabeza y la alcanzo para abrirle la puerta. —No,
puedes viajar en la parte delantera. —Comienza a dar la vuelta cuando le
agarro el brazo. Me inclino a su oído y susurro—: No estás soñando, Charlie.
Esto es real. Algo nos está pasando y debes tomarlo en serio para que
podamos averiguarlo, ¿de acuerdo?
Cuando retrocedo, sus ojos están muy abiertos. La sonrisa se ha ido
de su rostro y no asiente. Solo entra en el coche y cierra la puerta.
Reclamo mi lugar en el asiento de atrás y saco el teléfono de mi
bolsillo. Hay un recordatorio programado, así que lo abro.

Ir a la comisaría primero. Conseguir la mochila y leer cada ent rada


de not a y diario regist rado que puedas... t an rápido como sea posible.
Cierro el recordatorio, sabiendo que tendré unos cinco recordatorios
en las próximas dos horas. Sé esto... porque recuerdo programar cada uno
de ellos en la noche anterior.
Recuerdo haber escrito todas las notas en esta pequeña bolsa de
basura de hotel que estoy aferrando fuertemente en mi mano.
Recuerdo sujetar el rostro de Charlie justo antes que el reloj diera las
once de la mañana.
Recuerdo susurrarle Nunca Nunca, justo antes de besarla.
Y recuerdo diez segundos después que nuestros labios se tocaron...
ella retrocedió y no tenía idea de quién era yo. No tenía ningún recuerdo
de las últimas cuarenta y ocho horas.
Sin embargo... Recordé cada minuto de los últimos dos días.
No podía decirle la verdad. No quería asustarla, y hacerle creer que
me encontraba en la misma situación que ella parecía ser la opción más
reconfortante.
No sé por qué no olvidé esta vez, o por qué ella sí lo hizo. Debería
estar aliviado de que lo que haya estado sucediendo con nosotros parece
haber terminado para mí, pero no me siento aliviado. Estoy decepcionado.
Preferiría haber perdido mi memoria de nuevo con ella que hacerla pasar
sola por esto. Por lo menos cuando estábamos juntos en esto, sabíamos
que era algo que podríamos resolver juntos.
Lo que parecía ser un patrón ahora se ha roto, y sentirme así solo lo
hace aún más difícil de averiguar. ¿Por qué lo evité esta vez? ¿Por qué ella
no? ¿Por qué siento como si no pudiera ser sincero con ella? ¿Siempre he
cargado con tanta culpa?
Todavía no sé quién soy, o quién solía ser. Solo recuerdo las últimas
cuarenta y ocho horas, que no es mucho. Pero sigue siendo mejor que la
media hora de recuerdos que tiene Charlie.
Solo debo ser honesto con ella, pero no puedo. No quiero que esto
la asust e, y tengo la sensación de que el único consuelo que tiene en este
preciso momento es saber que no está sola.
Landon sigue echándome vistazos, y luego la mira a ella. Sé que
piensa que hemos perdido la cabeza. En cierto modo, perdimos nuestros
recuerdos, pero no como él cree.
Me agrada. No sabía si aparecería esta mañana como se lo pedí,
dado que aún dudaba. Me gusta que dude de nosotros, pero su lealtad
hacia mí triunfa sobre su razonamiento. Estoy seguro de que muy pocas
personas tienen esa cualidad.
Permanecemos prácticamente en silencio de camino a la estación
de policía, hasta que Charlie se vuelve hacia Landon y lo mira.
—¿Cómo sabes que no estamos mintiéndote? —pregunta—. ¿Por
qué incluso nos seguirías la corriente a menos que tengas algo que ver con
lo que nos ha ocurrido? —Sospecha más de él que de mí.
Landon agarra el volante y me mira por el espejo retrovisor. —No sé si
están mintiendo. Por lo que sé, ustedes están disfrutando esto. El noventa
por ciento de mí cree que los dos están llenos de mierda y no tienen nada
mejor que hacer. El cinco por ciento, cree tal vez están diciendo la verdad.
—Eso es solo el noventa y cinco por ciento —intervengo desde el
asiento trasero.
—Eso es porque el otro cinco por ciento, cree que soy el que se ha
vuelto loco —dice.
Charlie se ríe de eso.
Nos detenemos en la estación de policía y Landon encuentra un
lugar de estacionamiento. Antes de que apague el coche, Charlie dice—:
Solo para dejarlo claro, ¿qué tengo que decir? ¿Qué estoy aquí por mi
mochila?
—Voy a ir contigo —digo—. La nota decía que todos pensaban que
te encontrabas perdida y que yo era sospechoso por tu desaparición. Si
entramos juntos, no tendrán ninguna razón para buscar nada más.
Se baja del coche, y mientras estamos caminando a la estación de
policía, dice—: ¿Por qué no simplemente les decimos lo que ocurre? ¿Que
no podemos recordar nada?
Me detengo con mi mano en la puerta. —Porque no, Charlie. En las
notas nos advertimos de no hacer eso específicamente. Prefiero confiar en
las versiones de nosotros que no recordamos que confiar en la gente que
no nos conocen para nada.
Asiente. —Buen punto —dice. Hace una pausa y ladea la cabeza
hacia un lado—. Me pregunto si eres inteligente.
Su comentario me hace reír.
No hay nadie en la zona de recepción cuando entramos. Me acerco
a una ventana de cristal. No hay nadie detrás del mostrador, pero no hay
un altavoz, así que pulso el botón a su lado, escuchándolo crepitar a la
vida.
—¿Hola? —pregunto—. ¿Hay alguien aquí?
—¡Ya voy! —Oigo gritar a una mujer. Unos segundos después,
aparece detrás del mostrador. Sus ojos lucen alarmados cuando nos ve a
Charlie y a mí—. ¿Charlie? —pregunta.
Asiente, retorciéndose las manos nerviosamente. —Sí —dice—. Estoy
aquí por mis cosas. ¿Una mochila?
La mujer se le queda mirando fijamente durante unos segundos y sus
ojos caen a las manos de Charlie. El modo en que está de pie la hace lucir
nerviosa... como si estuviera ocultando algo. La mujer nos dice que verá lo
que puede hacer, y desaparece alrededor del mostrador de nuevo.
—Trata de relajarte —le susurro a Charlie—. No hagas que parezca
como si te obligué a hacer esto. Ya sospechan de mí.
Dobla las manos sobre su pecho, asiente, y luego lleva el pulgar a su
boca. Comienza a morder su yema. —No sé cómo lucir relajada —dice—.
No estoy relajada. Estoy demasiado confundida.
La mujer no regresa, pero una puerta a nuestra izquierda se abre y
un oficial uniformado aparece en la puerta. Mira a Charlie y luego a mí.
Nos hace señas para seguirlo.
Entra a una oficina y procede a sentarse detrás de su escritorio.
Asiente a las dos sillas frente a él, así que ambos tomamos asiento. No se ve
nada contento cuando se inclina hacia adelante y se aclara la garganta.
—¿Se da cuenta de cuántas personas la hemos estado buscando,
señorita?
Charlie se pone tensa. Puedo sentir la confusión deslizarse de ella. Sé
que todavía está tratando de entender qué ha pasado en la última hora,
así que respondo por ella.
—De verdad lo sentimos —le digo. Sus ojos permanecen en Charlie
unos segundos, y después se deslizan hacia mí—. Estuvimos peleando.
Decidió desaparecer durante unos días para procesar todo. No sabía que
alguien estaría buscándola, o que sería reportada como perdida.
El oficial parece cansado conmigo. —Aprecio su capacidad para
responder por su novia, pero me gustaría escuchar lo que tiene que decir
la señorita Wynwood. —Se pone de pie, elevándose por encima de
nosotros, y hace señas hacia la puerta—. Espere afuera, señor Nash. Me
gustaría hablar con ella a solas.
Mierda.
No quiero dejarla sola con él. Vacilo, pero Charlie pone una mano
tranquilizadora en mi brazo. —Está bien. Espera afuera —dice. La miro de
cerca, pero parece confiada. Me levanto un poco con demasiada fuerza
y la silla hace un horrible sonido chirriante, mientras se mueve hacia atrás.
No miro al oficial. Salgo, cierro la puerta detrás de mí, y comienzo a
caminar por el recibidor vacío.
Charlie sale unos minutos más tarde con una mochila colgando
sobre el hombro y una sonrisa satisfecha. Le devuelvo la sonrisa, sabiendo
que nunca debería haber dudado de que sus nervios le jugaran una mala
pasada. Esta es la cuarta vez que ha empezado desde cero, y parece que
ha conseguido pasar bien las primeras veces. Esta vez no debería ser
diferente.
No se sienta en el asiento delantero en esta ocasión. Cuando nos
acercamos al coche, dice—: Vamos a sentarnos en la parte trasera para
que podamos revisar todas estas cosas.
Landon ya está enfadado, piensa que hemos realizado lo que cree
es una broma por tanto tiempo, y ahora estamos forzándolo a llevarnos.
—¿Y ahora? —pregunta Landon.
—Solo demos una vuelta hasta que sepamos hacia dónde queremos
ir después —digo.
Charlie baja la cremallera de la mochila y empieza a rebuscar en
ella. —Creo que hay que ir a la cárcel —dice—. Mi padre podría tener
algún tipo de explicación.
—¿De nuevo? —pregunta Landon—. Silas y yo intentamos eso ayer.
No nos dejaron hablar con él.
—Pero yo soy su hija —dice. Me mira como si estuviera pidiendo en
silencio mi aprobación.
—Concuerdo con Charlie —digo—. Vamos a ver a su padre.
Landon suspira pesadamente. —No puedo esperar hasta que esto
termine —dice, haciendo un brusca salida de la entrada de la estación de
policía—. Es ridículo —murmura. Alcanza la radio y sube el volumen,
ahogándonos.
Comenzamos a sacar objetos de la mochila. Hay dos pilas separadas
que recuerdo hacer hace un par de días cuando comencé a buscar entre
estos artículos. Uno de ellos es útil para nosotros, otro no. Le doy a Charlie
los diarios y empiezo a ordenar todas las cartas, esperando a que no se dé
cuenta que estoy omitiendo algunas que ya sé que he leído.
—Todos estos diarios están llenos —dice, hojeándolos—. Si escribí esta
cantidad y tan a menudo, ¿no tendría uno actual? No puedo encontrar
uno de este año.
Tiene razón. Cuando estaba en su ático tomando todas estas cosas,
no noté nada que parecía haberlo usado activamente. Me encojo de
hombros. —Tal vez lo perdimos cuando agarramos todos estos.
Se inclina hacia delante y habla sobre la música. —Quiero ir a mi
casa —le dice a Landon. Cae de vuelta en el asiento, apretando la
mochila en su pecho. No sigue revisando cartas ni diarios. Solo mira por la
ventana en silencio mientras nos acercamos a su barrio.
Cuando llegamos a su casa, vacila antes de abrir la puerta del
coche. —¿Este es el lugar donde vivo? —pregunta.
Estoy seguro de que no esperaba esto, pero no puedo tranquilizarla
o advertirle sobre lo que va a encontrar en el interior porque todavía cree
que perdí mis recuerdos.
—¿Quieres que vaya adentro contigo?
Niega con la cabeza. —Es probable que no sea una buena idea.
Nuestras notas dijeron que debes permanecer lejos de mi madre.
—Es cierto —digo—. Bueno, las notas dijeron que encontramos todas
estas cosas en tu ático. A lo mejor esta vez puedes revisar tu dormitorio. Si
tuvieras un diario en el que escribiste activamente, debe est ar cerca de
donde duermes.
Asiente, luego sale del coche y comienza a caminar a su casa. Miro
hasta que desaparece en el interior.
Puedo ver que Landon me observa sospechosamente en el espejo
retrovisor. Evito el contacto visual con él. Sé que ya no nos cree, pero si se
entera que tengo algún recuerdo de las últimas cuarenta y ocho horas, sin
duda creerá que estoy mintiendo. Y entonces dejará de ayudarnos.
Encuentro una carta que no he leído y comienzo a abrirla cuando se
abre la puerta de atrás. Charlie lanza una caja dentro del coche y estoy
aliviado al ver que encontró más cosas, incluyendo otro diario. Entra en el
coche cuando se abre la puerta delantera. Echo un vistazo en el asiento
frontal para ver a Janette unirse a la fiesta.
Charlie se inclina hasta que nuestros hombros se tocan. —Creo que
ella es mi hermana —susurra—. No parece que le agrado mucho.
Janette cierra la puerta del coche e inmediatamente se da la vuelta
en su asiento y me mira. —Gracias por decirme que mi hermana está viva,
imbécil. —Mira hacia la parte delantera nuevamente y atrapo a Charlie
sofocando una carcajada.
—¿Hablas en serio? —dice Landon, mirando al otro lado del asiento
delantero a Janette. No parece del todo contento de que nos acompañe.
Mueve su cabeza y se queja. —Oh, vamos —le dice a Landon—. Ha
sido un año desde que rompimos. No te va a matar sentarte en el mismo
coche conmigo. Además, no me voy a quedar en casa todo el día con la
Loca Laura.
—Mierda —murmura Charlie. Se inclina hacia delante—. ¿Ustedes
eran novios?
Landon asiente. —Sí. Pero fue hace muuuucho tiempo. Y duró como
una semana. —Pone el coche en reversa y comienza a retroceder.
—Dos semanas —específica Janette.
Charlie me mira y levanta una ceja. —Y la trama se complica... —
dice.
Personalmente creo que la presencia de Janette será más intrusiva
que útil. Al menos Landon sabe lo que está pasando con nosotros. No creo
que Janett e tome algo así muy bien.
Ella saca un tubo de brillo labial de su bolso y comienza a aplicárselo
en el espejo del pasajero. —Entonces, ¿adónde vamos?
—A ver a Brett —responde Charlie con indiferencia mientras rebusca
a través de la caja en el asiento trasero.
Janette gira en su asiento. —¿Brett? ¿Te refieres a papá? ¿Vamos a
ver a papá?
Charlie asiente mientras saca su diario. —Sí —dice. Mira a Janette—.
Si tienes un problema con eso, podemos llevarte de regreso a casa.
Janette cierra la boca y lentamente se da vuelta. —No tengo ningún
problema —dice—. Pero no voy a salir del coche. No quiero verlo.
Charlie arquea una ceja hacia mí y luego se acomoda en su asiento,
abriendo el diario. Una carta doblada cae y comienza a abrir esa. Inhala,
luego me mira y dice—: Aquí vamos, Silas bebé. Vamos a conocernos. —
Abre la carta y comienza a leer.
Abro una carta que aún tengo que leer y me acomodo también en
mi asiento. —Aquí vamos, Charlie bebé.
Traducido por Jules
Corregido por Daniela Agrafojo

Charlie
Charlie bebé:
Mi mamá vio mi t at uaje. Pensé que sería capaz de ocult arlo durant e
un par de años, pero maldit a sea si no me est aba quit ando la venda est a
mañana cuando ent ró en mi habit ación sin llamar.
¡No ha ent rado en mi habit ación sin llamar en t res años! Creo que
supuso que no me encont raba en casa. Deberías haber vist o su cara
cuando se dio cuent a de lo que había hecho. El t at uaje ya era bast ant e
malo. No me puedo imaginar lo que habría ocurrido si se daba cuent a de
que era una represent ación de t i.
Gracias por eso, por ciert o. Significados ocult os de nuest ros nombres
fue una sugerencia mucho mejor que, de hecho, t atuar el nombre del otro.
Le dije que el collar de perlas era un símbolo de las puert as del cielo, o
alguna mierda parecida. Después de esa explicación, no pudo discut ir
mucho, t eniendo en cuent a que est á en la iglesia cada vez que las
puert as se abren.
Quiso saber quién me hizo el t at uaje ya que solo t engo dieciséis
años, pero me negué a decirle. Me sorprende que no lo haya adivinado,
porque est oy bast ant e seguro de que apenas el mes pasado mencioné
que el hermano mayor de Andrew era un art ist a del t at uaje.
Como sea. Se hallaba molest a, pero le juré que no volvería a
hacerme ot ro. Me dijo que me asegurara de nunca quit arme la camisa
delant e de papá.
Sigo un poco sorprendido de que ambos hayamos seguido adelant e
con est o. Medio bromeaba cuando dije que debíamos hacerlo, pero
cuando t e vist e ent usiasmada, me di cuent a de que lo quería en serio. Sé
que la gent e dice que uno no debe hacerse un t at uaje en honor a alguien
con quien se est á en una relación, y sé que solo t enemos dieciséis años,
pero sient o que no hay nada que pueda ocurrir en est a vida que me haga
no querert e por t oda mi piel.
Nunca amaré a nadie como t e amo a t i. Y si ocurre lo peor y
empezamos a alejarnos, nunca me arrepent iré de est e t at uaje. Has sido
una gran part e de mi vida por los dieciséis años que he est ado vivo, y si
t erminamos juntos al final o no, quiero recordar est a part e de mi vida. Y t al
vez est os t at uajes eran algo conmemorat ivo más que la suposición de que
vamos a pasar el rest o de nuest ras vidas junt os. De cualquier manera,
espero que dent ro de quince años, veamos est os t at uajes y est emos
agradecidos por est e capít ulo en nuest ras vidas, sin una pizca de
arrepent imient o. Ya sea que est emos junt os o no.
Voy a decirlo, creo que eres mucho más fuert e que yo. Esperaba
t ener que ser el que t e calmara y asegurara que el dolor era solo t emporal,
pero result ó ser a la inversa. Tal vez el mío dolió más que el t uyo. ;)
Bueno, ya es t arde. Est oy a punt o de llamart e para deseart e buenas
noches, pero fiel a mi est ilo, primero t uve que poner t odos mis
pensamient os para t i en una cart a. Sé que ya lo he dicho, pero me
encant a que t odavía nos escribamos cart as. Los mensajes de t ext o se
eliminan y las conversaciones se desvanecen, pero t e juro que voy a t ener
t odas las cart as que me hayas escrit o hast a el día en que me muera.
#CorreoTradicionalParaSiempre
Te amo. Lo suficient e como para camuflart e en mi piel.
Nunca pares. Nunca olvides.
Silas.

Echo un vistazo a través del asiento hacia Silas, pero está absorto en
su lectura. Me gustaría ver ese tatuaje en persona, pero todavía no me
siento lo suficientemente cómoda para pedirle que se quite la camisa.
Reviso más cartas hasta que encuentro una que he escrito para él.
Tengo curiosidad por ver si estoy la mitad de enamorada como parece
estarlo él.

Silas:
No puedo dejar de pensar en la ot ra noche cuando nos besamos. Ni
en t u cart a explicando cómo t e sent ist e al respect o.
Nunca ant es había besado a nadie. No cerré los ojos. Me sent ía
demasiado asust ada. En las películas cierran los ojos, pero no pude
forzarme a hacerlo. Quería saber si t us ojos se cerraban, y como lucían t us
labios presionados cont ra los míos. Y quería saber la hora para poder
recordar siempre el moment o exact o en que t uvimos nuest ro primer beso
(era las once en punt o, por ciert o). Y t ú mantuviste los ojos cerrados t odo el
t iempo.
Después de irme, me fui a casa y me quedé mirando la pared
durant e una hora. Todavía podía sent ir t u boca en la mía, aunque no
est uvieras allí. Era una locura, y no sé si se supone que eso sucediera. Y
lament o haber ignorado t odas t us llamadas t elefónicas después de eso.
No t enía int ención de preocupart e, solo necesit aba t iempo. Sabes eso de
mí. Tengo que procesar t odo, y t engo que hacerlo sola. Y que me besaras
fue algo que definitivament e necesit aba procesamient o. He deseado que
sucediera durant e mucho t iempo, pero sé que nuest ros padres van a
pensar que est amos locos. He oído decir a mi madre que las personas no
pueden est ar enamoradas a nuest ra edad, pero no creo que sea ciert o. A
los adult os les gust a pret ender que nuest ros sent imient os no son t an
grandes e import ant es como los suyos; que somos demasiado jóvenes para
saber lo que queremos. Pero creo que lo que queremos es similar a lo que
quieren ellos. Queremos encont rar a alguien que crea en nosot ros. Alguien
que est é a nuest ro lado y nos haga sent ir menos solos.
Tengo t ant o miedo de que algo vaya a suceder y cambie el hecho
de que eres mi mejor amigo. Los dos sabemos que hay una gran cant idad
de personas que se hacen llamar t us amigos y luego no act úan como t al,
pero nosot ros nunca hemos sido de esa manera. Me encant a el
senderismo. Me gust as mucho t ú, Silas. Demasiado. ¡Tal vez más que el
algodón de azúcar de manzana verde, y los caramelos Nerds rosas, e
incluso más que el Sprit e! Sí, me escuchast e.
Charlie.

Es dulce. Era una chica dulce; una chica que se enamoraba de un


chico por primera vez. Me gustaría poder recordar como fue el primer
beso. Me pregunto si hicimos algo más que besarnos. Paso por más cartas,
explorando cada una de ellas. Noto una con una palabra que me llama la
atención.

Querido Silas:
He est ado t ratando de escribir est a cart a por como t reint a minut os y
no sé cómo decir nada de est o. Supongo que t engo que encont rar una
manera, ¿eh? Siempre dices las cosas t an bien y a mí siempre se me t raba
la lengua.
No puedo dejar de pensar en lo que hicimos la ot ra noche. Esa cosa
que haces con t u lengua... me da ganas de desmayarme solo de pensarlo.
¿Soy demasiado sincera? ¿Muest ro mis cart as? Eso es lo que siempre me
dice papá. “No le muest res a la gent e t odas t us cart as, Charlie.”
No hay ninguna cart a que quiera escondert e. Sient o que puedo
confiar en t i con t odos mis secret os. Silas, no puedo esperar a que me
beses así de nuevo. Anoche después de que t e fuist e, t uve t odos est os
sent imientos irracionales de ira hacia t odas las chicas en el planet a. Sé que
es est úpido, pero no quiero que le hagas esa cosa con la lengua a nadie
más. No me considero una persona celosa, pero sient o celos de cualquier
persona que has querido ant es que a mí. No quiero que pienses que est oy
loca, Silas, pero si alguna vez miras a ot ra chica como me miras, voy a
sacart e los ojos con una cuchara. También, posiblement e la asesine a ella
y t e inculpe a t i. Así que, a menos que quieras ser un compañero de prisión
ciego, t e sugiero que mant engas los ojos en mí. ¡Nos vemos en el almuerzo!
¡Te amo!
Charlie.

Me sonrojo ante esa y le echo un vistazo a Silas. Así que hemos... he...
Pongo la nota bajo mi pierna para que él no pueda leerla. Qué
embarazoso. Hacer eso con alguien y no recordarlo. Sobre todo porque él
es, al parecer, muy bueno en esa cosa con la lengua. ¿Qué cosa? Le echo
otro vistazo, y esta vez también me está mirando. De inmediato me siento
caliente por todas partes.
—¿Qué? ¿Por qué tienes esa mirada?
—¿Qué mirada? —pregunto, apartando la vista. Es entonces cuando
me doy cuenta de que no conozco el aspecto de mi cara. ¿Soy siquiera
agradable a la vista? Busco en la mochila hasta que encuentro mi
billetera. Saco mi identificación y la miro. Estoy… bien. Lo primero que noto
son mis ojos, porque se ven iguales a los de Janette. Pero siento como que
Janette en realidad podría ser un poco más bonita que yo—. ¿Crees que
nos parecemos más a mamá o a papá? —le pregunto a Janette.
Ella pone los pies sobre el salpicadero y dice—: A mamá, gracias a
Dios. Me moriría si hubiera nacido tan pálida como papá.
Me hundo un poco en mi asiento con esa respuesta. Tenía la
esperanza de que nos pareciéramos más a nuestro padre, así cuando lo
viera en un rato, lo sentiría un poco familiar. Recojo el diario, con ganas de
distraerme del hecho de que no recuerdo nada acerca de las personas
que me dieron la vida.
Paso hasta el último día que escribí allí. Es quizá lo que debería haber
leído primero, pero quería un poco de contexto. Hay dos entradas, así que
comienzo con la primera.

Viernes, t res de oct ubre:


Día en el que t u perro es at ropellado.
Día en el que t u padre va a prisión.
Día en el que t ienes que mudart e de t u casa de la infancia a un
basurero.
Día en el que t u madre deja de mirart e.
Día en el que t u novio golpeó al papá de alguien.
Todos los días más horribles de mi vida. Ni siquiera quiero hablar al
respect o. Sin embargo, por la próxima semana, t odos los demás hablarán.
Todo se pone cada vez peor. Me esfuerzo por arreglar las cosas, hacerlas
bien. Mant ener a mi familia fuera de la alcant arilla, a pesar de que ahí es
exact ament e hacia dónde nos dirigimos. Me sient o como si est uviera
nadando en cont ra de est a gran ola y no hay manera de ganar. La gent e
en la escuela me mira de manera diferent e. Silas dice que t odo est á en mi
cabeza, pero es más fácil para él creer eso. Es el que t iene un padre. Su
vida sigue int act a. Tal vez no es just o por mi part e decir est o, pero me
sient o t an enojada cuando me dice que t odo va a est ar bien, porque no
es ciert o. Es evident e. Él piensa que su padre es inocent e. ¡YO NO! ¿Cómo
puedo est ar con alguien cuya familia me desprecia? Mi papá no est á
cerca para que ellos lo odien, por lo que t ransfirieron t odo sobre mí. Mi
familia hizo que su preciosa familia se viera mal. Mi padre se est á
pudriendo en la cárcel mient ras ellos andan por t odos lados y siguen
adelant e con sus vidas, como si ni siquiera i mport ara. Lo que hicieron le
import a a mi familia y nada va a est ar bien. Mi papá odia a Silas. ¿Cómo
puedo est ar con alguien que est á relacionado con la persona que lo
encerró? Me hace sent ir t an mal. A pesar de t odo, me result a t an difícil
alejarme de él. Cuando me enojo, me dice t odas las cosas correct as. Pero
sé en el fondo de mi corazón que est o no es bueno para ninguno de
nosot ros. Sin embargo, Silas es t an terco. Aunque t rat ara de romper, no me
lo permit iría. Es como un ret o para él.
¿Act úo como si no me import ara? Él act úa como si no le import ara.
¿Empiezo a engañarlo con su enemigo mort al? Empieza a
engañarme con la hermana de su enemigo mort al.
¿Se ent era de que me encuent ro en el rest aurant e con amigos?
Aparece con sus amigos.
Somos volát iles junt os. No siempre fuimos así. Comenzó cuando t odo
alcanzó un punt o crít ico con nuest ros padres. Ant es de eso, si alguien me
hubiera dicho que haría t odo lo posible para deshacerme de él, me habría
reído en su cara. ¿Quién iba a pensar que nuest ras vidas que encajaban
t an perfect ament e, de la noche a la mañana, se harían irreconocibles?
Las vidas de Silas y Charlie ya no encajan. Es muy difícil ahora. Est á
t omando más esfuerzo del que los dos somos capaces de dar.
No quiero que me odie. Simplement e ya no quiero que me ame.
Así que... he est ado act uando diferent e. No es t an difícil hacerlo,
porque en realidad soy diferent e después de t odo est o. Pero he est ado
haciendo que lo not e en lugar de ocult arlo. Soy mala. No sabía que era
capaz de ser así. Est oy dist ant e. Y dejo que me vea coquet ear con ot ros
chicos. Hace unas horas, le dio un puñet azo al padre de Brian cuando lo
escuchó decirle a ot ro client e que yo era la novia de Brian. No est oy
segura de que hayamos t enido una pelea t an grande ant es. Quería que
me grit ara. Quería que me viera por lo que realment e soy.
Quería que viera que puede t ener algo mucho mejor.
En vez de eso, just o ant es de que lo echaran del rest aurant e, él dio
un paso hacia mí. Se inclinó hast a que su boca est uvo en mi oído y susurró:
“¿Por qué, Charlie? ¿Por qué quieres que t e odie?”
Mi sollozo quedó at ascado en mi gargant a cuando se apart ó de mí.
Sost uvo mi mirada mient ras era escolt ado fuera. La mirada en sus ojos, era
una que nunca he vist o. Se hallaba llena de... indiferencia. Como si por fin
dejara de t ener esperanza.
Y t eniendo en cuent a el mensaje de t ext o que acababa de recibir
de su part e antes de comenzar est a ent rada en el diario... Creo que por fin
dejó de luchar por nosot ros. Su mensaje decía: Me dirijo a tu casa. Me
debes una ruptura adecuada.
Finalmente se hart ó de t odo. Y hemos acabado. De verdad. Debería
est ar cont ent a, porque est e era mi plan desde el principio, pero no puedo
dejar de llorar.
Traducido por Vane hearts
Corregido por Itxi

Silas
Charlie ha estado muy tranquila mientras lee. No está tomando
notas ni diciéndome algo que pueda sernos de utilidad. En un momento
dado, la vi deslizar su mano bajo su ojo, pero si era una lágrima, la
escondió bien. Me hizo preguntarme que leía, así que me asomé por
encima y traté de leer el diario.
Era la noche que rompimos. Lo que pasó entre nosotros en solo
cuestión de hace una semana o así. No quiero nada más que acercarme y
leer el resto de ello con ella, pero en su lugar, le dice a Landon que tiene
que hacer pis.
Se estaciona en una gasolinera cerca de una hora de la prisión.
Janette permanece en el coche y Charlie se pega a mi lado al entrar en la
tienda. O tal vez soy yo el que se pega a su lado. No estoy seguro. El deseo
de protegerla no me ha abandonado en absoluto. En todo caso, me he
involucrado más. El hecho de que me acuerdo de todo de los últimos dos,
casi tres, días ha hecho más difícil que me olvide que se supone que no
tengo que conocerla. O amarla. Pero todo lo que puedo hacer es pensar
en el beso de esta mañana, cuando creímos que no íbamos a recordarnos
el uno al otro cuando terminara. La forma en que me permitió besarla y
abrazarla hasta que ya no fue Charlie.
Tomó todo lo que tenía para no reír cuando fingió que sabía su
nombre. ¿Delilah? Incluso sin su memoria, sigue siendo la misma terca
Charlie. Es increíble como algunas piezas de su personalidad todavía brillan
hoy tal como lo hicieron anoche. ¿Me pregunto si soy similar a lo que era
antes de que todo esto comenzara?
La espero hasta que sale del baño. Caminamos a los recipientes
refrigerados de bebidas y empiezo a alcanzar una botella de agua. Ella
agarra una Pepsi y casi me sorprendo a mí mismo diciéndole que sé que
prefiere Coca-Cola, basado en algo que leí en una de las cartas de ayer,
pero se supone que no debo recordar lo de ayer. Llevamos nuestras
bebidas a la caja registradora y las bajamos.
—¿Me pregunto si siquiera me gust a la Pepsi? —susurra.
Me río. —Es por eso que agarré agua. Fui a lo seguro.
Agarra una bolsa de papas fritas de un exhibidor y la coloca sobre el
mostrador para la cajera. Luego agarra una bolsa de Cheetos. Luego una
bolsa de aros de cebolla. Luego Doritos. Sigue acumulando snacks sobre el
mostrador. La estoy mirando cuando me mira con un encogimiento de
hombros. —Solo estoy yendo a lo seguro —dice.

***

En el momento en que volvemos al coche, llevamos diez bolsas


diferentes de snacks y ocho diferentes tipos de refrescos. Janette le echa a
Charlie una mirada cuando ve toda la comida. —Silas tiene mucha
hambre —le dice a Janette.
Landon está sentado al volante, rebotando arriba y abajo su rodilla.
Tamborilea sus dedos sobre el volante y dice—: Silas, te acuerdas cómo
conducir, ¿verdad?
Sigo su mirada y veo a dos coches de policía estacionados a un lado
de la carretera en frente de nosotros. Tendremos que pasarlos para salir,
pero no estoy seguro de por qué esto está poniendo a Landon nervioso.
Charlie ya no se encuentra desaparecida, por lo que no hay razón para
estar paranoicos por la policía.
—¿Por qué no puedes conducir t ú? —pregunto.
Se da la vuelta para mirarme. —Acabo de cumplir los dieciséis años
—dice—. Solo tengo un permiso. Aún no he solicitado mi licencia.
—Genial —murmura Janette.
En el gran esquema de las cosas, conducir sin licencia no es una
prioridad en mi lista de cosas de las que preocuparme.
—Creo que tenemos problemas más grandes que tener una multa —
dice Charlie, expresando mis pensamientos en voz alta—. Silas no tiene por
qué conducir. Me está ayudando a revisar toda esta mierda.
—Examinar viejas cartas de amor no es importante —dice Janette—.
Si Landon consigue una multa con un permiso, le negarán su licencia.
—No te estaciones, entonces —le digo—. Todavía tenemos otras dos
horas por delante y un viaje de tres horas de regreso. No puedo perder
cinco horas solo porque estás preocupado por tu licencia.
—¿Por qué ambos están actuando tan raro? —dice Janette—. ¿Y
por qué están leyendo viejas cartas de amor?
Charlie baja la mirada al diario cuando le da a Janette una
respuesta poco entusiasta. —Estamos experimentando un caso inusual de
amnesia y no podemos recordar quienes somos. Ni siquiera sé quién eres
tú. Date la vuelta y preocúpate por tus cosas.
Janette rueda los ojos y resopla, y luego se da la vuelta. —Raros —
murmura.
Charlie me sonríe y luego apunta hacia abajo al diario. —Mira —
dice—. Estoy a punto de leer la última entrada.
Muevo la caja que nos separa y me deslizo más cerca para poder
leer la última entrada con ella. —¿Es raro? ¿Compartir tu diario conmigo?
Su cabeza se mueve en una ligera sacudida. —Realmente no. Como
que siento que no somos ellos.

Viernes, t res de oct ubre:


Solo han pasado quince minut os desde la últ ima vez escribí en est e
diario. Tan pront o como lo cerré, Silas me envió un mensaje y dijo que se
encont raba afuera. Como mi madre no le permit e ent rar en nuest ra casa
nunca más, fui fuera para escuchar lo que t enía que decir.
Me quit ó la respiración y al inst ant e me odié por ello. La forma en
que est aba apoyado en su Land Rover: pies cruzados en los t obillos, las
manos met idas en los bolsillos de su chaquet a. Un escalofrío corrió a t ravés
de mí, pero culpé al hecho de que t enía puest o un pijama con t irant es
finos.
Ni siquiera alzó los ojos cuando caminé hacia su coche. Me apoyé
cont ra est e a su lado y crucé los brazos sobre mi pecho. Nos quedamos allí
por unos moment os, suspendidos en silencio.
—¿Puedo hacert e una pregunt a? —dijo.
Se apart ó de su coche y se paró frent e a mí. Me puse rígida cuando
sus brazos se acercaron al lado de mi cabeza y me enjauló. Bajó la cabeza
un par de cent ímet ros hast a que est uvimos frent e a frent e. La posición en
que est ábamos no era nada nuevo. Nos hemos quedado así un millón de
veces, pero est a vez no me miraba como si quisiera besarme. Est a vez me
miraba como si est uviera t rat ando de averiguar quién diablos era yo. Se
desplazó por mi cara como si est uviera mirando a una complet a
desconocida.
—Charlie —dijo, con la voz ronca. Agarró su labio inferior y lo mordió
mient ras componía lo que iba a decir a cont inuación. Suspiró y cerró los
ojos—. ¿Est ás segura de que est o es lo que quieres?
—Sí.
Sus ojos se abrieron ant e la firmeza en mi respuest a. Me dolía el
corazón por lo que t rat aba de ocult ar en su expresión. La conmoción. La
comprensión de que no iba a convencerme.
Golpeó el coche con su puño dos veces y luego se alejó de mí. De
inmediat o me alejé de él, con ganas de ir dent ro de mi casa mient ras aún
t enía la fuerza para dejarlo ir. Seguía recordándome por qué hacía est o.
No somos una buena pareja. Él piensa que mi padre es culpable. Nuest ras
familias se odian. Somos diferent es ahora.
Cuando llegué a la puert a de mi casa, Silas dijo una últ ima cosa
ant es de ent rar en su coche.
—No t e ext rañaré, Charlie.
Su coment ario me sorprendió, así que giré y lo miré.
—Ext rañaré a la vieja t ú. Voy a ext rañar a la Charlie de la que me
enamoré. Pero quien quiera que sea est a persona en quien t e est ás
convirt iendo... —Agitó la mano con ligereza arriba y abajo de mi cuerpo—,
no es alguien a quien voy a ext rañar.
Ent ró en su coche y cerró la puert a. Salió de la calzada y aceleró, sus
neumát icos chillando cont ra las calles de mi barrio pobre.
Y ahora se ha ido.
Una pequeña part e de mí est á enojada porque no se esforzó más. A
la mayor part e de mí le alivia que finalment e t erminara.
Durant e t odo est e t iempo, ha hecho t odo lo posible para recordar
cómo solían ser las cosas ent re nosot ros. Est á convencido de que pueden
volver a ser de esa manera algún día.
Mient ras pasa t odo su t iempo t rat ando de recordar... Yo paso t odo
mi t iempo t rat ando de olvidar.
No quiero recordar lo que se sient e besarlo.
No quiero recordar lo que se sient e amarlo.
Quiero olvidar a Silas Nash y t odo en est e mundo que me recuerda a
él.
Traducido por Miry GPE
Corregido por Fany Keaton

Charlie
La prisión no es lo que esperaba. ¿Y qué esperaba exactamente?
¿Algo oscuro y podrido, establecido en un telón de fondo de cielos grises y
tierra estéril? No recuerdo cómo luzco, pero sí cómo debe lucir una prisión.
Me río mientras salgo del auto y aliso mi ropa. El ladrillo rojo es brillante
contra el cielo azul. Hay flores creciendo a lo largo de la hierba, bailando
un poco cuando las golpea la brisa. Lo único feo sobre este escenario es el
alambre de púas que recorre la parte superior de la valla.
—Esto no se ve tan mal —digo.
Silas, quién sale detrás de mí, levanta una ceja. —No eres la que se
encuentra encerrada ahí.
Siento el calor subir a mis mejillas. Puedo no saber quién soy, pero sí
sé que ese fue un comentario muy estúpido. —Sí —digo—. Supongo que
Charlie es una imbécil.
Se ríe y agarra mi mano antes de que pueda protestar. Echo un
vistazo hacia el auto, donde Janette y Landon nos miran a través de las
ventanas laterales. Parecen pequeños cachorros tristes. —Debes quedarte
con ellos —digo—. El embarazo adolescente es cosa seria.
Se ríe burlonamente. —¿Bromeas? ¿No viste cómo pelearon todo el
camino hasta acá?
—Tensión sexual —canto, mientras abro la puerta a la zona principal
de recepción.
Huele a sudor. Arrugo la nariz mientras camino hasta la ventana. Una
mujer se encuentra frente a mí, un niño aferrado a cada una de sus manos.
Los maldice antes de gritar su nombre a la recepcionista y pasarle su
identificación.
Mierda. ¿Qué edad siquiera debes tener para visitar a alguien en
este lugar? Busco mi licencia de conducir y espero mi turno. Silas me
aprieta la mano y me giro para sonreírle ligeramente.
—Siguiente —grita una voz. Me coloco frente a la ventana y le digo
a la mujer de rostro severo, a quien vine a visitar.
—¿Estás en la lista? —pregunta. Asiento. Las cartas indican que fui a
visitar a mi padre en varias ocasiones desde que fue encarcelado.
—¿Qué hay de él? —Señala con la cabeza hacia Silas, quién le
muestra su licencia de conducir.
Ella le devuelve su identificación y niega con la cabeza. —No está
en la lista.
—Oh —digo. Le toma unos pocos minutos ingresar todo en la
computadora, y luego me da un pase de visitante.
—Deje su bolso con su amigo —dice—. Puede esperar aquí.
Siento ganas de gritar. No quiero ir ahí sola y hablar con un hombre
que se supone es mi padre. Silas tiene sus asuntos bajo control. Quiero que
venga conmigo.
—No sé si puedo hacer esto —digo—. Ni siquiera sé qué preguntarle.
Me agarra de los hombros e inclina la cabeza para mirarme a los
ojos.
—Charlie, basado en sus cartas manipulativas, ese hombre parece
un idiota. No caigas en su encanto. Obtén respuestas y sal, ¿de acuerdo?
Asiento. —De acuerdo —digo. Miro alrededor de la lúgubre área de
espera, con paredes amarillas y plantas dolorosamente colocadas en
macetas—. ¿Esperarás aquí?
—Sí —dice en voz baja. Mira mis ojos, una leve sonrisa en los labios.
Me hace sentir como si quisiera darme un beso, y me asusta. Peligro
desconocido. Salvo que ya sé lo que se siente al besarlo. Simplemente no
lo recuerdo.
—Si me demoro, deberías esperar en el auto con Landon y Janette
—digo—. Ya sabes... el embarazo adolescente y esa mierda.
Sonríe tranquilizadoramente.
—Bien —digo, dando un paso atrás—. Nos vemos en el otro lado.
Trato de parecer grande y mala mientras camino a través de los
detectores de metal, y una guardia me da una palmadit a. Mis piernas se
sienten inestables. Miro hacia Silas, que se encuentra de pie con las manos
en los bolsillos, observándome. Asiente para instarme a continuar, y siento
una pequeña oleada de valentía.
—Puedo hacer esto —digo en voz baja—. Solo una pequeña visita a
papito.
Me llevan a una habitación y me dicen que espere. Veinte mesas
extrañas se encuentran dispersas por todo el lugar. La mujer que estaba
delante de mí en la fila se sienta en una mesa con su cabeza en las manos
mientras sus hijos juegan en una esquina, apilando bloques. Me siento lo
más lejos posible de ellos y miro fijamente la puerta. En cualquier momento,
mi supuesto padre atravesará esas puertas, y ni siquiera sé qué aspecto
tiene. ¿Qué pasa si me equivoco? Pienso en irme, correr fuera y decirle a
los demás que no quiso verme, justo cuando de repente entra. Sé que es él
porque su mirada me encuentra de inmediat o. Sonríe y camina hacia mí.
Caminar no es la palabra para describirlo. Se pasea tranquilamente. No
me pongo de pie.
—Hola, cacahuete —dice. Me abraza incómodamente mientras me
encuentro sentada, tiesa como una tabla.
—Hola... papá.
Se desliza en el asiento frente a mí, sin dejar de sonreír. Puedo ver lo
fácil que sería adorarlo. Incluso en su mono de prisión, luce distinto. Se ve
todo mal; él estando aquí con sus brillantes dientes blancos y cabello rubio
bien peinado. Janette tenía razón. Debemos lucir igual que nuestra madre,
porque no nos parecemos en nada a él. Tengo su boca, creo. Pero no su
tono de piel pálido. Ni sus ojos. Cuando vi mi fotografía, eso fue lo primero
que noté. Tengo ojos tristes. Él tiene ojos sonrientes, aunque probablemente
no tiene nada de qué reír. Estoy atraída.
—No has venido en dos semanas —dice—. Empezaba a pensar que
sencillamente me dejaron aquí para que me pudriera.
Me sacudo las vibras paternas que recibía hace un minuto. Idiot a
narcisist a. Ya puedo saber cómo funciona y me lo acabo de encontrar.
Dice cosas con ojos risueños y una sonrisa, pero sus palabras arremeten
como un látigo.
—Nos dejaste en la miseria. El auto es un problema, así que me es
difícil conducir hasta aquí. Y mi madre es una alcohólica. Creo que estoy
enojada contigo por eso, pero no lo recuerdo.
Me mira fijamente por un momento, su sonrisa congelada en el
rostro.
—Lamento que te sientas de esa manera. —Cruza los brazos sobre la
mesa y se inclina hacia adelante. Me estudia. Me hace sentir incómoda,
como si tal vez sepa más sobre mí de lo que yo misma me conozco. Lo
cual probablemente es el caso en mi actual situación.
—Recibí una llamada telefónica esta mañana —dice, echándose
hacia atrás en su asiento.
—¿Ah, sí? ¿De quién?
Sacude la cabeza. —No importa de quién era. Lo que importa es lo
que me dijeron. Sobre ti.
No le ofrezco ninguna información. No puedo decir si me tira un
cebo.
—¿Hay algo que quieras decirme, Charlize?
Inclino la cabeza. ¿Qué clase de juego es este? —No.
Asiente un poco y luego frunce los labios. Sus dedos salen en forma
de aguja debajo de su barbilla, mientras me mira fijamente a través de la
mesa. —Me dijeron que te atraparon allanando la propiedad de alguien. Y
que hay una razón para pensar que te encuentras bajo la influencia de
drogas.
Me tomo mi tiempo antes de responderle. ¿Allanamiento? ¿Quién le
diría eso? ¿La lectora del tarot? Me encontraba en su casa. Que yo sepa,
no le dijimos a nadie lo que sucedió. Nos fuimos directamente al hotel
anoche, de acuerdo a nuestras notas.
Tantas cosas pasan por mi mente. Trato de conseguir un orden entre
todas ellas.
—¿Por qué te hallabas en nuestra antigua propiedad, Charlie?
Mi pulso comienza a acelerarse. Me pongo de pie. —¿Hay algo de
beber aquí? —pregunto, dando una vuelta completa—. Tengo sed. —Veo
la máquina de sodas, pero no tengo nada de dinero conmigo. En ese
momento, mi padre mete la mano en el bolsillo y saca un puñado de
monedas. Las desliza sobre la mesa.
—¿Te permiten tener dinero aquí?
Asiente, mirándome con desconfianza todo el tiempo. Agarro el
cambio y me acerco a la máquina de refrescos. Introduzco las monedas y
miro hacia él. No me mira. Mira hacia sus manos juntas en la mesa.
Espero a que mi bebida caiga hasta el fondo, y aún entonces,
permanezco ahí otro minuto mientras la abro y tomo un sorbo. Este hombre
me pone nerviosa y no sé por qué. No sé cómo Charlie lo miraba. Supongo
que si tuviera recuerdos de él como mi padre, tal vez me sentiría diferente.
Pero no tengo recuerdos. Solo puedo guiarme por lo que veo, y ahora veo
a un criminal. Un lamentable hombre pálido con ojos pequeños y brillantes.
Casi dejo caer la soda. Cada músculo de mi cuerpo se debilita con
la comprensión. Vuelvo a pensar en la descripción que Silas o yo escribimos
en nuestras notas. Una descripción física de La Camarón. De Cora.
—La llaman El Camarón porque t iene ojos pequeños y brillantes y piel
que se vuelve de diez t onos de rosa cuando habla.
Mierda. Mierda, mierda, mierda.
¿Bret t es el padre de Cora?
Ahora me mira, probablemente preguntándose por qué me toma
tanto tiempo regresar con él. Me acerco. Cuando llego a la mesa, lo miro
fijamente. Una vez que me encuentro sentada, me inclino hacia delante y
no permito que una solo fracción de mi inquietud se filtre a través de mi
confianza.
—Juguemos a algo —digo.
Levanta una ceja con diversión. —Está bien.
—Finjamos que perdí la memoria. Soy un pizarrón en blanco. Trato de
entender las cosas que puede que no haya visto de otra forma, por mi
anterior adoración hacia ti. ¿Estás siguiéndolo...?
—En realidad no —dice. Luce amargado. Me pregunto si se pone así
cuando la gente no se deshace para complacerlo.
—¿Sucede que eres padre de otra hija? No lo sé, ¿tal vez una con
una madre loca que podría retenerme en contra de mi voluntad?
Su rostro se vuelve blanco. De inmediato comienza a negarlo, gira su
cuerpo lejos de mí, y me llama loca. Pero vi el pánico en su rostro, y sé que
tengo la razón.
—¿Escuchaste la última parte de mi oración o simplemente te
enfocas en mantener las apariencias? —Vuelve la cabeza para mirarme, y
esta vez sus ojos ya no son gentiles—. Ella me secuestró —digo—. Me
mantuvo encerrada en una habitación de su; nuestra; vieja casa.
Su nuez de Adán se mueve mientras traga. Creo que decide qué
decirme.
—Te encontró allanando su propiedad —dice finalmente—. Dijo que
parecías furiosa. No tenías idea de dónde estabas. No quería llamar a la
policía porque se encuentra convencida de que tomas drogas, así que te
retuvo para ayudarte a desintoxicar. Tenía mi permiso, Charlie. Me llamó
tan pronto como te encontró en su casa.
—No tomo drogas —le digo—. ¿Y quién en su sano juicio retendría a
alguien en contra de su voluntad?
—¿Preferirías que hubiera llamado a la policía? ¡Actuabas como
loca! ¡E irrumpiste en su casa en medio de la noche!
No sé qué creer en este momento. El único recuerdo que tengo de
aquella experiencia son las notas que escribí para mí.
—¿Y esa chica es mi media hermana? ¿Cora?
Observa hacia la mesa, incapaz de mirarme a los ojos. Cuando no
responde, decido seguir su juego. —Ser honesto conmigo es lo mejor para
ti. Silas y yo encontramos un archivo que Clark Nash ha buscado con
desesperación desde antes de tu juicio.
Ni siquiera se inmuta. Su rostro de póquer es demasiado perfecto. No
me pregunta qué archivo tengo. Solo dice—: Sí. Es tu media hermana. Tuve
un romance con su madre hace años.
Es como si todo esto le sucede a un personaje en un programa de
televisión. Me pregunto cómo se tomaría esto la verdadera Charlie. ¿Se
pondría a llorar? ¿Se levantaría y saldría corriendo? ¿Golpearía a este tipo
en la cara? Por lo que he leído de ella, probablemente lo último.
—Guau. Oh, guau. ¿Lo sabe mi madre?
—Sí. Se enteró después de que perdimos la casa.
Qué lamentable excusa de hombre. Primero, engaña a mi madre.
Embaraza a otra mujer. ¿Luego se lo oculta a su esposa e hijas, hasta que
lo atrapan?
—Por Dios —digo—. No es de extrañar que sea alcohólica. —Me
recuesto en mi asiento y miro hacia el techo—. ¿Nunca la registraste? ¿La
chica lo sabe?
—Lo sabe —dice.
Siento rabia ardiente. Por Charlie, por esa pobre chica que tiene que
ir a la escuela con Charlie y verla vivir la vida que no puede tener, y por
toda la jodida situación.
Me tomo un momento para recomponerme, mientras él se sienta en
silencio. Desearía poder decir que se revolcaba en la culpa, pero no me
encuentro tan segura de que este hombre sea capaz de sentir culpa.
—¿Por qué viven en la casa en la que crecí? ¿Se las diste?
Esta pregunta lo hace ponerse de un ligero tono rosa. Levant a la
barbilla mientras su mirada se mueve de izquierda a derecha. Su voz es
más baja cuando habla, por lo que solo yo puedo oírlo. —Esa mujer era
una de mis clientas, Charlie. Y un error. Rompí con ella hace años, un mes
antes de que supiera que se encontraba embarazada. Llegamos a un tipo
de acuerdo. De que estaría presente financieramente, pero nada más. Era
mejor para todos de esa manera.
—Así que lo que dices es, ¿qué le compraste su silencio?
—Charlie... —dice—. Cometí un error. Créeme, pagué por él diez
veces. Utilizó el dinero que le estuve enviando todos estos años para
comprar nuestra vieja casa en la subasta. Lo hizo solo para fastidiarme.
Así que ella es vengativa. Y tal vez un poco loca. ¿Y mi padre tiene la
culpa de eso?
Jesús. Est o se pone cada vez peor.
—¿Hiciste lo que dicen? —pregunto—. Ya que nos estamos diciendo
la verdad, creo que tengo derecho a saber.
Su mirada se mueve alrededor de la habitación de nuevo para ver
quién escucha.
—¿Por qué haces todas estas preguntas? —susurra—. Así no eres tú.
—Tengo diecisiete años. Creo que tengo el derecho a cambiar. —
¡Este hombre! Quiero rodar los ojos ante él, pero primero necesito que me
dé más respuestas.
—¿Acaso Clark Nash te metió en esto? —pregunta, inclinándose
hacia adelante con acusación, tanto en sus palabras como su expresión—.
¿Estás involucrada con Silas de nuevo?
Trata de darle la vuelta hacia mí. Ya no puede afectarme.
—Sí, papá —digo, sonriendo dulcemente—. Estoy involucrada con
Silas de nuevo. Estamos enamorados y muy felices. Gracias por preguntar.
Las venas sobresalen en sus sienes. Sus manos se aprietan en puños
por la ira. —Charlie, sabes lo que pienso al respecto.
Su reacción me pone en marcha. Me levanto y la silla patina hacia
atrás con un chillido. —Déjame decirte lo que yo pienso, papá. —Me alejo
un paso de la mesa y lo señalo—. Has arruinado muchas vidas. Crees que
el dinero puede tomar el lugar de tus responsabilidades. Tus acciones
llevaron a mi madre a beber. Dejaste a tus hijas con nada, ni siquiera un
modelo a seguir en sus vidas. Sin mencionar a todas las personas a las que
les estafaste en tu empresa. Y culpas a todos los demás. Porque eres un ser
humano de mierda. ¡Y un padre incluso peor! —le digo—. No conozco a
Charlie y a Janette muy bien, pero creo que se merecen algo mejor. —Me
giro y me alejo, lanzando un par de palabras finales sobre mi hombro—:
¡Adiós, Brett! ¡Ten una buena vida!
Traducido por Adriana
Corregido por Sahara

Silas
Estoy sentado de piernas cruzada en el capo del auto, inclinándome
contra el parabrisas y escribiendo notas cuando ella regresa. Estuvo allí
dentro por más de una hora, así que hice lo que me dijo, y esperé aquí
para mantener un ojo en nuestros hermanos. Me siento derecho cuando la
veo. No le pregunto si descubrió algo; solo espero para que diga algo. No
parece querer hablar a este punto.
Se está dirigiendo directamente hacia el auto. Hace un breve
contacto visual conmigo cuando pasa a mi lado. Giro la cabeza y la
observo mientras camina hacia la parte trasera del auto y después de
regreso al frente. Luego hacia la parte trasera. De atrás hacia delante.
Sus manos están empuñadas a su costado. Janette abre la puerta
del copiloto y sale del auto.
—¿Qué tenía que decir el mejor papá del mundo que estuvo en
prisión?
Charlie se detiene en seco. —¿Sabías sobre Cora?
Janette echa su nuca hacia atrás y niega con la cabeza. —¿Cora?
¿Quién?
—¡El Camarón! —dice Charlie en voz alta—. ¿Sabías que él es su
padre?
La boca de Janette cae abierta y yo inmediatamente salto fuera del
capo del auto.
—Espera. ¿Qué? —digo, caminando hacia Charlie.
Alza las manos y se frota el rostro, luego alinea sus dedos para que
parezcan un campanario de una iglesia mientras respira lentamente. —
Silas, creo que tenías razón. Esto no es un sueño.
Puedo ver el miedo en cada parte de ella. El miedo que no se ha
asentado desde que perdió la memoria de nuevo hace varias horas. Todo
la está impact ando justo ahora.
Doy un lento paso hacia delante y estiro mi mano. —Charlie. Está
bien. Encontraremos una solución.
Ella da un rápido paso hacia atrás y comienza a sacudir la cabeza.
—¿Qué pasa si no lo hacemos? ¿Y si sigue sucediendo? —Comienza a
pasear de nuevo, esta vez con las manos entrelazadas detrás de su
cabeza—. ¡¿Qué pasa si sucede una y otra vez hasta que nuestras v idas se
desperdicien?! —Su pecho comienza a subir y bajar con las profundas
respiraciones que está tomando.
—¿Qué sucede contigo? —le pregunta Janette. Ella direcciona su
próxima pregunta hacia mí—: ¿De qué me estoy perdiendo?
Landon se encuentra parado a mi lado ahora, así que me giro hacia
él. —Voy a llevar a Charlie a dar un paseo. ¿Le explicarías a Janette lo que
nos está ocurriendo?
Presiona los labios y asiente. —Sí. Pero pensará que todos nosotros
estamos mintiendo.
Tomo el brazo de Charlie y la inst o a caminar conmigo. Las lágrimas
comienzan a correr por sus mejillas y ella se las limpia con furia. —Él estaba
viviendo una doble vida —dice—. ¿Cómo pudo hacerle eso a ella?
—¿A quién? —pregunto—. ¿A Janette?
Se detiene y dice—: No, no a Janette. Ni a Charlie. Ni a mi madre. A
Cora. ¿Cómo pudo saber que era padre de una niña y rehusarse a tener
algo que ver con ella? ¡Es una horrible persona, Silas! ¿Cómo Charlie no vio
eso?
¿Está preocupada por El Camarón? ¿La chica que ayudó a que la
mantuvieran caut iva durante un día?
—Intenta respirar profundo —le digo, agarrándola por los hombros y
forzándola a mirarme a la cara—. Tal vez nunca viste ese lado de él. Él fue
bueno contigo. Lo amabas basado en la persona que pretendía ser. Y no
puedes sentir lástima por esa chica, Charlie. Ayudó a su madre a
encerrarte contra tu voluntad.
Sacude la cabeza de atrás hacia delante fervientemente. —Ellos
nunca me hirieron, Silas. Señalé eso hasta el cansancio en la carta. Ella fue
maleducada, seguro, ¡pero yo fui la que irrumpió en su casa! Debí haberla
seguido hasta allí la noche en que no me subí al taxi. Pensó que estábamos
drogados, porque no tenía recuerdos de nada, ¡y no la culpo! Y luego
olvidé quien era de nuevo y probablemente comencé a entrar en pánico.
—Exhala bruscamente y se detiene por un minuto. Cuando me mira, se ve
más calmada. Presiona los labios y se los moja—. No creo que ella tuviera
algo que ver con lo que nos pasó. Simplemente es una mujer loca y
amargada que odia a mi padre, y quizá quería algún tipo de venganza
enfermiza por cómo traté a su hija. Pero fueron traídos hacia la iglesia por
nosotros. Todo este tiempo hemos estado buscando a otras personas…
intentando culpar a otras personas. Pero qué pasa si… —Exhala un suspiro,
y luego—. ¿Qué pasa si nos hicimos esto el uno al ot ro?
Suelto sus hombros y doy un paso hacia atrás. Ella se sienta en el
encintado y se pone la cabeza en las manos. No hay forma en que nos
hubiésemos hecho esto a nosotros mismos a propósito. —No creo que eso
sea posible, Charlie —le digo, sentándome a su lado—. ¿Cómo pudimos
haber hecho esto? ¿Cómo dos personas simultáneamente dejan de
recordar al mismo tiempo? Tiene que ser algo más grande de lo que somos
capaces.
—Si tiene que ser más grande que nosot ros, entonces también tiene
que ser más grande que mi padre. Y Cora. Y la madre de Cora. Y mi
mamá. Y tus padres. Si nosot ros no somos capaces de ocasionar esto,
entonces nadie más debería ser capaz de ello.
Asiento. —Lo sé.
Se coloca su dedo pulgar en la boca por un segundo. Luego dice—:
Entonces, si esto no nos está pasando debido a otras personas… ¿Qué
podría ser?
Puedo sentir los músculos en mi cuello tensarse. Coloco las manos
detrás de mi cabeza y miro el cielo. —¿Algo más grande?
—¿Qué es más grande? ¿El universo? ¿Dios? ¿Es esto el principio del
apocalipsis? —Se pone de pie y comienza a pasear de un lado para el
otro delante de mí—. ¿Crees que siquiera creíamos en Dios? ¿Antes de que
esto nos ocurriera?
—No tengo idea. Pero he rezado más en los últimos días de lo que
probablemente he rezado en toda mi vida. —Me pongo de pie y le agarro
la mano, llevándola en dirección al auto—. Quiero saber todo lo que te
dijo tu padre. Regresemos y puedes escribir todo lo que te dijo mientras
conduzco.
Ella desliza sus dedos entre los míos y camina de regreso al auto
conmigo. Cuando regresamos, Janette está inclinada contra la puerta del
copiloto. Nos está mirando a ambos fijamente. —Entonces, ¿de verdad no
pueden recordar nada? ¿Ninguno de los dos? —Su mirada está enfocada
solamente en Charlie.
Le hago señas para que ella y Landon se sienten en el asiento trasero
esta vez. Abro la puerta del conductor mientras que Charlie le responde—:
No. No podemos. Y juro que no estoy inventando esto, Janette. No sé qué
clase de hermana he sido contigo, pero juro que no inventaría esto.
Janette observa a Charlie durante un minuto, y luego dice—: Has
sido una hermana de mierda los últimos años. Pero supongo que si todo lo
que Landon me dijo es verdad y no puedes recordar nada, entonces eso
explica por qué ninguno de ustedes me han deseado un feliz cumpleaños
hoy, idiotas. —Abre la puerta del asiento de atrás, se sube, y luego cierra la
puerta de un portazo.
—Auch —dice Charlie.
—Sí —concuerdo—. ¿Olvidaste el cumpleaños de tu hermanita? Eso
es bastante egoísta de tu parte, Charlie.
Ella me golpea juguetonamente en el pecho. Agarro su mano, y juro
que hay un momento que pasa entre nosotros. Un segundo donde me mira
como si pudiera sentir lo que una vez sintió por mí.
Pero luego parpadea, retira su mano de la mía, y se sube al auto.
Traducido por Adriana
Corregido por Mary Warner

Charlie
No es mi culpa que el universo esté castigándome. A nosot ros.
A Silas y a mí.
Sigo olvidando que Silas está jodido también, lo cual debe significar
que soy narcisista. Genial. Pienso en la hermana en el auto conmigo, quien
está teniendo un cumpleaños realmente de mierda. Y la hermanastra que
vive en mi antigua casa con su psicópata madre, a quien, según mis
diarios, he estado torturando durante una década. Soy una mala persona,
e incluso una peor hermana.
¿Siquiera quiero recuperar mis recuerdos?
Miro por la ventana y observo mientras pasamos todos los otros
estúpidos autos. No tengo ningún recuerdo, pero puedo al menos
asegurarme de que Janette tenga algún recuerdo de este día.
—Oye, Silas —digo—. ¿Puedes poner algo en ese lujoso GPS por mí?
—Sí —me dice—. ¿Cómo qué?
No conozco a la chica en el asiento trasero. Ella podría estar súper
metida en los videojuegos de rol hasta donde sé. —Una sala de juegos —
digo.
Veo a Landon y a Janett e animarse desde el asiento trasero. ¡Sí! Me
felicito. A t odo humano púbero le gusta los videojuegos. Es un hecho.
—Un poco extraño la hora que quieres ir a jugar videojuegos —dice
Silas—. No crees que deberíamos…
—Creo que deberíamos jugar videojuegos —lo interrumpo—. Porque
es el cumpleaños de Janette. —Abro ampliamente los ojos para que
entienda que esto no está abierto a discusión. Hace una expresión de “O”
y me da una señal de aprobación con el pulgar. Charlie odia la señal de
aprobación con los pulgares, me doy cuenta por la reacción inmediata de
su cuerpo ante ello.
Silas encuentra una sala de juegos no muy lejos de donde estamos.
Cuando llegamos allí, saca su billetera y busca hasta que encuentra una
tarjeta de crédito.
Janette me mira, como avergonzada, pero me encojo de hombros.
Apenas conozco a este chico. ¿Qué importa que esté gastando su dinero
en nosotras? Además, no tengo nada de dinero. Mi padre lo perdió todo y
el padre de Silas todavía tiene un poco, así que está bien. No solo soy una
narcisist a; t ambién soy buena just ificándome.
Llevamos nuestras fichas en vasos de papel, y tan pronto como
estamos dentro de la sala de juegos, Janette y Landon caminan a hacer
sus propias cosas. Junt as. Miro a Silas y le artículo—: ¿Ves?
—Vamos —dice Silas—. Vamos a comprar pizza. Dejemos que los
chicos jueguen.
Me guiña un ojo, y trato de no sonreír.
Hallamos una mesa para esperar nuestra pizza, y me deslizo dentro
de una cabina, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas. —Silas —
digo—. ¿Qué pasa si est o sigue sucediéndonos? Este círculo interminable
de olvido. ¿Qué haremos?
—No lo sé —dice—. Encontrarnos mutuamente una y otra vez. No es
tan malo, ¿cierto?
Lo miro para ver si está bromeando.
No está tan mal. Pero la situación sí. —¿Quién quiere pasar su vida sin
saber quiénes son?
—Yo podría pasar todos los días conociéndote de nuevo, Charlie, y
no creo que me cansaría de eso.
Calor recorre mi cuerpo y rápidamente aparto la mirada. Ese es mi
modo-operandi con Silas: no lo mires, no lo mires, no lo mires.
—Eres tonto —digo. Pero no lo es. Es un romántico y sus palabras son
poderosas. Charlie no lo es, me doy cuenta. Pero quiere serlo, también me
doy cuenta de eso. Quiere desesperadamente que Silas le muestre que no
todo es una mentira. Hay un impulso en su interior cada vez que lo mira. Se
siente como una atracción, y quiero quitármela cada vez que sucede.
Suspiro y agarro un paquete de azúcar, vaciando el polvo sobre la
mesa. Ser una adolescente es exhaustivo. Silas me observa, en silencio,
dibujar patrones en la azúcar hasta que finalmente me agarra la mano.
—Hallaremos una solución —me asegura—. Estamos en el camino
correcto.
Me sacudo las manos en mis pantalones. —Está bien. —A pesar de
que sé que no estamos en ningún camino. Estamos iguales de perdidos
como cuando despertamos en el hotel.
También soy una mentirosa. Una narcisist a, una just ificadora, una
ment irosa.
Janette y Landon nos encuentran justo cuando llega la pizza. Entran
en nuestra cabina, con las mejillas sonrojadas y riéndose. En todo el día
que he conocido a Janette, nunca la había visto reírse. Ahora odio más al
padre de Charlie. Por destrozar a una adolescente. A dos adolescent es si
me cuento. Bueno… t res, ahora que sé sobre Cora.
Observo a Janette morder su pizza. No tiene que ser de esta manera.
Si pudiera simplemente salirme de esta… cuest ión… podría encargarme de
ella. Ser mejor. Para las dos.
—Charlie —dice, colocando abajo una rebanada—. ¿Vendrás a
jugar conmigo?
Sonrío. —Sí, por supuesto.
Me sonríe con entusiasmo y mi corazón de repent e se siente tan
grande y lleno. Cuando miro a Silas, me está observando con los ojos
vidriosos. La comisura de su boca se levanta en una pequeña sonrisa.
Traducido por Jadasa & Sandry
Corregido por Victoria.

Silas
Es de noche cuando llegamos a la ent rada de la casa de Charlie y
Janette. Hay un momento incómodo en el que probablemente debería
acompañar a Charlie a la puerta, pero en base a la forma en que Landon
y Janette han estado coqueteando en el asiento trasero, no sé cómo se
supone que los cuatro hagamos esto al mismo tiempo.
Janette abre la puerta, y luego Landon abre la suya, por lo que
Charlie y yo esperamos en el vehículo.
—Están intercambiando números —dice ella, observándolos—. Qué
lindo.
Nos sentamos en silencio viéndolos coquetear hasta que Janette
desaparece dentro de la casa.
—Nuestro turno —dice Charlie, abriendo su puerta.
Camino despacio junto a ella por la acera, esperando que su madre
no me vea aquí. Esta noche no tengo energía para lidiar con esa mujer.
Me siento mal porque Charlie está a punto de tener que hacer
precisamente eso.
Retuerce sus manos nerviosamente. Sé que retrasa el momento
porque no quiere que la deje sola. Cada recuerdo que tiene se compone
de ella y yo. —¿Qué hora es? —pregunta.
Saco mi teléfono del bolsillo. —Son más de las diez.
Asiente y luego echa un vistazo detrás hacia la casa. —Espero que
mi madre esté dormida —dice. Y después—: Silas...
Interrumpo lo que sea que está a punto de decir. —Charlie, creo que
no deberíamos separarnos esta noche.
Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos. Luce aliviada. Después
de todo, soy la única persona que conoce. Lo último que probablemente
necesitamos en este momento es ser distraídos por personas que no
conocemos. —Bueno. Justo iba a sugerir eso.
Inclino mi cabeza hacia la puerta detrás de ella. —Sin embargo,
necesitamos hacer que parezca que estás en casa. Ve adentro. Haz como
que ya te vas a dormir. Iré a dejar a Landon en mi casa, y regresaré a
buscarte en una hora.
Asiente. —Nos encontraremos al final del camino —dice—. ¿En
dónde crees que deberíamos quedarnos esta noche?
Pienso en eso. Tal vez lo mejor es que nos quedemos en mi casa, así
podemos ver si hay algo que no vimos en mi habitación que nos pueda
ayudar. —Te llevaré a escondidas arriba a mi habitación. Tenemos mucho
que repasar esta noche.
La mirada de Charlie cae al suelo. —¿Arriba? —dice con curiosidad.
Inhala una respiración lenta, y puedo escuchar el aire que exhala a través
de sus dientes apretados—. ¿Silas? —Levanta su mirada a la mía, y sus ojos
están entrecerrados. Tiene una mirada acusadora y no tengo ni idea de lo
que he hecho para provocarla—. No me mentirías, ¿verdad?
Inclino la cabeza, inseguro de si oí bien. —¿Qué quieres decir?
—He estado notando cosas. Pequeñas cosas —dice.
Puedo sentir mi corazón latiendo más lentamente. ¿Qué dije? —
Charlie... no estoy seguro de a dónde quieres llegar.
Da un paso hacia atrás. Se cubre la boca con la mano por un
momento, y luego me apunta. —¿Cómo sabes que tu dormitorio está
arriba, cuando todavía ni siquiera has ido a tu casa?
Mierda. Dije arriba.
Sacudiendo su cabeza, agrega—: Y antes, hicist e un comentario en
la prisión. Sobre cómo has orado mucho en los últimos días, pero se supone
que ambos solo recordamos hoy. Y esta mañana... ¿cuándo te dije que mi
nombre era Delilah? Pude ver que tratabas de no sonreír. Porque sabías
que era mentira. —Su voz comienza a tambalearse entre sospechosa y
asustada. Extiendo una palma para tranquilizarla, pero retrocede un paso
más cerca de la casa.
Esto es un problema. No estoy seguro de saber cómo responderle.
No me gusta saber que ella preferiría correr dentro de una casa, que hace
cinco minutos la aterrorizaba, a estar de pie cerca de mí. ¿Por qué le ment í
est a mañana?
—Charlie. Por favor, no tengas miedo de mí. —Puedo darme cuent a
de que ya es demasiado tarde.
Se lanza hacia la puerta principal, por lo que me lanzo hacia
adelante y envuelvo mis brazos a su alrededor, jalándola contra mi pecho.
Comienza a gritar, por lo que cubro su boca con mi mano. —Cálmate —le
digo al oído—. No te haré daño. —Lo último que necesito es que no confíe
en mí. Ella agarra mi brazo con ambas manos, intentando liberarse de mi
agarre—. Tienes razón. Charlie, tienes razón. Te mentí. Pero si te calmaras
por dos segundos, te explicaría el motivo.
Levanta una pierna mientras sigo agarrándola por detrás. Lanza su
pie contra la casa y patea tan fuerte como puede, enviándonos a ambos
hacia atrás. Pierdo mi agarre en ella y comienza a arrastrarse lejos de mí,
pero soy capaz de agarrarla de nuevo y empujarla sobre su espalda. Alza
su mirada con ojos bien abiertos, pero esta vez no está gritando. Mis manos
presionan sus brazos contra el suelo.
—Det ent e —le digo.
—¿Por qué mentiste? —grita—. ¿Por qué finges que esto también te
sucedió? —Forcejea un poco más, de manera que ajusto mi agarre.
—¡No estoy fingiendo, Charlie! He estado olvidando, al igual que tú.
Pero hoy no. No sé por qué. Pero solo puedo recordar los últimos dos días,
eso es todo. Lo juro. —La miro a los ojos y me sostiene la mirada. Sigue
forcejeando moderadamente, pero me doy cuenta de que también
quiere escuchar mi explicación—. Esta mañana, no quería que me tuvieras
miedo, así que fingí que volvió a suceder. Pero te juro que, hasta esta
mañana, nos ha estado sucediendo a ambos.
Abandona el forcejeo y simplemente deja caer su cabeza a un lado.
Cierra los ojos, completamente agotada. Emocional y físicamente. —¿Por
qué está pasando esto? —susurra derrotada.
—No lo sé, Charlie —digo, liberando uno de sus brazos—. No lo sé. —
Aparto el cabello de su rostro—. Estoy a punto de dejarte. Voy a
levantarme y entrar en mi auto. Después de que deje a Landon, regresaré
por ti, ¿está bien?
Asiente, pero no abre los ojos. Libero su otro brazo y me pongo de
pie lentamente. Cuando ya no la estoy sujetando al suelo, se sienta de
forma rápida y se escabulle lejos de mí antes de levantarse.
—Mentí para protegerte. No para hacerte daño. Me crees, ¿verdad?
Se frota las partes en sus brazos por donde la sostenía.
Suelta un débil—: —Sí. —Y entonces, luego de aclararse la gargant a,
dice—: Regresa en una hora. Y nunca vuelvas a mentirme.
Espero que entre en su casa antes de regresar al auto.
—¿Qué demonios fue todo eso? —pregunta Landon.
—Nada —respondo, mirando por la ventana a medida que pasamos
su casa—. Solo le dije buenas noches. —Meto la mano en el asiento trasero
para agarrar todas nuestras cosas—. Voy a volver a Jamais Jamais por mi
Land Rover.
Landon se ríe. —Anoche como que lo destrozamos un poco.
¿Derribamos una puerta?
Lo recuerdo. Estuve ahí. —Sin embargo, todavía funcionaba bien.
Vale la pena intentarlo, y no puedo seguir manejando... de todos modos,
¿de quién es este auto?
—De mamá —dice—. Le envié un mensaje de texto esta mañana y
le conté que el tuyo se encontraba en el taller y que necesitábamos el
suyo.
Sabía que me gustaba este chico.
—Entonces... Janette, ¿eh? —le pregunto.
Se gira hacia la ventana. —Cállate.

***

El extremo delantero del Land Rover era un desastre de metales


retorcidos y escombros. Pero al parecer, el daño fue solo estético, porque
el motor se encendía bien.
Me tomó todo lo que tenía no entrar de nuevo y gritarle a esa mujer
psicópata por guiarnos en la dirección equivocada, pero no lo hice. El
papá de Charlie ya ha causado suficiente revuelo en su mundo.
Sosegadamente conduzco mi auto a la casa de Charlie y la espero
al final de la calle, como dije que haría. Le envío un mensaje para hacerle
saber que estoy en un vehículo diferente.
Comienzan a surgir teorías en mi mente mientras la espero. Es difícil
para mí dejar de creer que hay un propósito que explique nuestras
circunstancias, pero lo único que se me ocurre es que son de otro mundo.
Una maldición.
Una abducción alienígena.
Viaje en el t iempo.
¿Tumores cerebrales gemelos?
Nada de esto tiene sentido.
Lo apunto en notas cuando se abre la puert a del pasajero. Una
ráfaga de viento sigue a Charlie dentro del vehículo, y me encuentro
deseando jalarla junto a mí. Su cabello está húmedo y usa otra ropa.
—Hola.
Ella dice—: Hola. —Y se coloca el cinturón de seguridad—. ¿Qué
escribías?
Le entrego el cuaderno y el bolígrafo, luego me retiro de la calzada.
Comienza a leer mi resumen.
Al terminar, dice—: Nada de esto tiene sentido, Silas. Tuvimos una
pelea y terminamos la noche antes de que esto comenzara. Al día
siguiente no podemos recordar nada a menos que no sean cosas al azar,
como libros y fotografías. Sigue sucediendo durante una semana, hasta
que tú no pierdes la memoria y yo sí. —Sube sus pies sobre el asiento y le da
golpecitos al cuaderno con el bolígrafo—. ¿Qué no estamos viendo? Tiene
que haber algo. No tengo recuerdos antes de esta mañana, ¿entonces
qué pasó ayer que te hizo dejar de olvidar? ¿Sucedió algo anoche?
No le respondo de inmediato. Pienso en sus preguntas. En todo,
hemos estado asumiendo que otras personas tenían algo que ver con esto.
Pensamos que la Camarón estuvo involucrada, pensamos que su madre
también. Durante un tiempo, quise acusar al padre de Charlie. Pero quizá
nada de eso tiene que ver. Tal vez no tiene nada que ver con alguien más
y todo que ver con nosotros.
Llegamos a mi casa sin estar más cerca de la verdad que esta
mañana. Que hace dos días, o la semana pasada.
—Vamos a entrar por la puerta trasera en caso de que mis padres
estén despiertos. —Lo último que necesitamos es que me vean metiendo a
Charlie a escondidas en mi habitación para pasar la noche. La puerta
trasera no nos llevará más allá del estudio de mi padre.
Está desbloqueada, por lo que yo entro primero. Cuando veo que
todo está despejado, agarro su mano y la llevo corriendo a través de la
casa, subiendo las escaleras hacia mi dormitorio. En el momento en que
cierro la puerta detrás de nosotros y la bloqueo, ambos respiramos con
dificultad. Ella se ríe y se arroja sobre mi cama. —Eso fue divertido —dice—.
Apuesto a que hemos hecho eso antes.
Se sienta y aparta su cabello de los ojos, sonriendo. Comienza a mirar
alrededor de mi habitación, a través de los ojos que están viendo todo de
nuevo por primera vez. E inmediatamente siento un anhelo en mi pecho,
similar a lo que sentí anoche en el hotel cuando se quedó dormida en mis
brazos. La sensación de que haría cualquier cosa para ser capaz de
recordar lo que era amarla. Dios, quiero recuperar eso. ¿Por qué alguna
vez rompimos? ¿Por qué dejamos que todo lo que pasó entre nuestras
familias se interpusiera entre nosotros? Mirándolo desde afuera, casi creía
que éramos almas gemelas antes de dejar que todo se desmoronara. ¿Por
qué pensamos que podríamos int ervenir con el dest ino?
Me detengo.
Cuando me mira, sabe que algo está pasando por mi cabeza. Se
mueve hasta el borde de la cama e inclina la cabeza. —¿Recuerdas algo?
Me siento en la silla del escritorio y la giro hacia ella. Agarro sus
manos y las aprieto. —No —digo—. Pero... puede que tenga una teoría.
Se sienta más recta. —¿Qué clase de teoría?
Estoy seguro que esto está a punto de sonar más loco que lo que me
da vueltas en la cabeza. —Está bien... esto puede sonar estúpido. Pero
anoche... ¿cuando estábamos en el hotel?
Asiente, animándome a continuar.
—Una de los últimos ideas que tuve antes de que nos quedásemos
dormidos fue cómo, mientras estabas perdida, no me sentía entero. Pero
cuando te encontré, era la primera vez que me sentí como Silas Nash.
Hasta ese momento, me sentía como si no fuera nadie. Y recuerdo jurarme
a mí mismo antes de quedarme dormido que nunca iba a permitir que nos
separásemos de nuevo. Así que estaba pensando... —Libero sus manos y
me levanto. Me paseo por la habitación un par de veces hasta que ella
también se pone de pie. No debería estar avergonzado de decir la
siguiente parte en voz alta, pero lo estoy. Es ridículo. Pero también lo es
cualquier otra cosa en todo el mundo en este momento.
Me froto los nervios de la nuca mientras la miro a los ojos. —¿Charlie?
¿Qué pasa si... cuando rompimos... jodimos el destino?
Espero que se ría, pero en su lugar, una oleada de escalofríos cubre
sus brazos. Se los frota mientras lentamente vuelve a sentarse en la cama.
—Eso es ridículo —murmura. Pero no hay convicción en sus palabras, lo que
significa que tal vez una parte de ella piensa que merece la pena explorar
esta teoría.
Me siento en la silla de nuevo y me posiciono frente a ella. —¿Qué
pasa si se supone que debemos estar juntos? Y jugar con eso causó una
especie de... no sé... grieta.
Pone los ojos en blanco. —¿Entonces lo que estás insinuando es que
el universo limpió todos nuestros recuerdos porque rompimos? Eso parece
un poco narcisista.
Niego con la cabeza. —Sé cómo suena. Pero sí. Hipotéticamente
hablando... ¿y si existen las almas gemelas? ¿Y una vez que se reúnen, no
pueden romperse?
Dobla las manos en su regazo. —¿Cómo explica eso por qué esta
vez recordaste tú y yo no?
Me paseo por la habitación un poco más. —Déjame pensar un
minuto —digo. Espera con paciencia mientras yo rozo el suelo toscamente.
Levanto un dedo—. Escúchame, ¿de acuerdo?
—Estoy escuchando —dice.
—Nos hemos amado desde que éramos niños. Es obvio que teníamos
esa conexión, que ha durado toda la vida. Hasta que factores externos
comenzaron a interponerse en nuestro camino. La situación con nuestros
padres, que nuestras familias se odien mutuamente. Que tú me guardaras
rencor por creer que tu padre era culpable. Hay un patrón aquí, Charlie. —
Agarro el bloc de notas en el que escribí antes y miro todas las cosas que
naturalmente recordamos y las que no—. Y nuestros recuerdos... podemos
recordar cosas que no nos han sido forzadas. Cosas por las que hemos
sentido pasión por nuestra propia cuenta. Tú recuerdas los libros. Yo
recuerdo cómo funciona una cámara. Recordamos la letra de nuestras
canciones favoritas. Recordamos ciertas cosas en la historia o historias
aleatorias. Pero las cosas a las que nos vimos obligados por otros, las hemos
olvidado. Como el fútbol.
—¿Qué pasa con la gente? —pregunta—. ¿Por qué no recordamos
a todas las personas que hemos conocido?
—Si nos acordáramos de las personas, tendríamos ot ros recuerdos.
Recordaríamos cómo los conocimos, el impacto que han tenido en nuestra
vida. —Me rasco la parte posterior de la cabeza—. No sé, Charlie. Mucho
de esto no tiene sentido todavía. Pero anoche, sentí una conexión contigo
otra vez. Como si te hubiera amado durante años. Y esta mañana... No he
perdido mis recuerdos como tú. Eso tiene que significar algo.
Charlie se levanta y comienza a caminar por la habitación. —¿Almas
gemelas? —murmura—. Eso es casi tan ridículo como una maldición.
—¿O dos personas desarrollando amnesia en sincronía?
Entrecierra sus ojos hacia mí. Puedo ver como su mente da vueltas
mientras se muerde la yema del pulgar. —Bueno, entonces, explica cómo
te enamoraste de mí otra vez en solo dos días. Y si somos almas gemelas,
¿por qué no me habría yo vuelto a enamorar de t i? —Detiene la caminata
y espera mi respuesta.
—Has pasado mucho tiempo encerrada dentro de tu antigua casa.
Yo me pasé todo ese tiempo buscándote. Estuve leyendo nuestras cartas
de amor, revisándote el teléfono, leyendo tus diarios. En el momento en
que te encontré ayer, me sentí como si ya te conociera. Para mí, leer todo,
desde nuestro pasado, de algún modo me ha conectado a ti de nuevo...
como si algunos de mis viejos sentimientos hubieran regresado. Pero para
ti... yo era poco más que un extraño.
Los dos estamos sentados de nuevo. Pensando. Contemplando la
posibilidad de que este podría ser el patrón más cercano al que hemos
llegado.
—Así que lo que estás sugiriendo es... que éramos almas gemelas.
¿Pero entonces las influencias externas nos arruinaron como personas y nos
desenamoramos?
—Sí. Quizás. Creo que sí.
—¿Y va a seguir sucediendo hasta que volvamos a arreglar las
cosas?
Me encojo de hombros, porque no estoy seguro. Es solo una teoría.
Pero tiene más sentido que cualquier otra cosa a la que hemos llegado.
Cinco minutos pasan mientras que ninguno de los dos dice una sola
palabra. Ella finalmente se tumba de nuevo en la cama con un profundo
suspiro y dice—: ¿Sabes lo que esto significa?
—No.
Se levanta sobre sus codos y me mira. —Si esto es cierto... solo tienes
treinta y seis horas para que me enamore de ti.
No sé si tenemos razón, o si estamos a punto de pasar el resto de
nuestro tiempo persiguiendo un callejón sin salida, pero sonrío, porque
estoy dispuesto a sacrificar las próximas treinta y seis horas para esta teoría.
Me acerco a la cama y me tiro a su lado.
Los dos estamos mirando hacia el techo cuando digo—: Bueno,
Charlie, cariño. Será mejor que empecemos.
Ella lanza un brazo sobre sus ojos y gime. —No te conozco muy bien,
pero ya puedo decir que vamos a divertirnos.
Sonrío, porque tiene razón. —Es tarde —digo—. Debemos tratar de
dormir un poco, debido a que tu corazón va a tener un entrenamiento
serio mañana.
Pongo mi alarma a las seis de la mañana para que podamos estar
despiertos y salir de la casa antes que nadie despierte. Charlie duerme más
cerca de la pared y se duerme en cuestión de minutos. No siento que yo
sea capaz de dormirme pronto, así que agarro uno de sus diarios de la
mochila y decido leer algo antes de dormirme.
Silas est á loco.
Como... Un loco de fiar. Pero, Dios mío, me lo paso t an bien con él.
Comenzó un juego al que me obliga a jugar a veces llamado Silas dice. Es
exact ament e lo mismo que Simón dice, pero... ya sabes. Con su nombre
en lugar de Simón. Lo que sea. Es mejor que el de Simón.
Hoy nos encont rábamos en la calle Bourbon y hacía mucho calor, y
los dos est ábamos sudando y sufriendo. No t eníamos ni idea de adónde se
habían ido nuest ros amigos y no íbamos a reunirnos con ellos durant e ot ra
hora. Cuando se t rat a de mí y de Silas, siempre soy yo la que se queja, pero
est a vez hacía t ant o calor que hast a él se quejó un poco.
De t odos modos, caminamos más allá de ese t ipo que se hallaba
apoyado en un t aburet e y que se había pint ado él mismo de plat a, como
un robot . Había un cart el apoyado en su t aburet e que decía: Hazme una
pregunta. Obtén una respuesta real. Solo veinticinco centavos.
Silas me los ent regó, por lo que los t iré en el cubo. —¿Cuál es el
significado de la vida? —le pregunt é al hombre de plat a.
Hizo un giro rígido de la cabeza y me miró a los ojos. En una voz
impresionant e de robot , dijo—: Eso depende de la vida en la que busques
el significado.
Le puse los ojos en blanco a Silas. Solo ot ro t ruco para est afar a los
t urist as. Aclaré mi pregunt a para que al menos el dinero no se hubiera
malgast ado complet ament e. —Est á bien —dije—. ¿Cuál es el significado
de mi vida?
Dio un paso t ambaleant e, se bajó de su t aburet e y se inclinó en un
ángulo de novent a grados. Los dedos plat eados del robot agarraron mi
dinero del cubo y lo puso en mi palma. Echó un vist azo a Silas y luego a mí,
y sonrió. —Tú, mi querida, ya has encont rado su significado. Todo lo que
queda por hacer ahora... es bailar.
Ent onces el chico de plat a comenzó a bailar. Como... un baile de
fiar. Ni siquiera en un est ilo de robot . Él t enía esa gran sonrisa t ont a en la
cara y levant ó las manos como una bailarina y bailó como si nadie lo
est uviera observando. En ese moment o, Silas agarró mis manos y dijo con
voz fingida de robot —: Baila. Conmigo. —Trat ó de jalarme hacia la calle
para que bailara con él, pero demonios, no. Qué embarazoso. Me apart é,
pero envolvió sus brazos alrededor de mí e hizo esa cosa en la que pone su
boca just o en mi oído. Sabe que me vuelvo loca con eso, por lo que fue
muy injust o. Me susurró—: Silas dice que bailes.
No sé que había en él en ese moment o. No sé si fue porque no le
import aba de verdad que alguien nos observara, o si era porque t odavía
me hablaba con esa t ont a voz de robot . Fuera lo que fuese, est oy
bast ant e segura de que hoy me enamoré de él.
Todo de nuevo. Como por décima vez.
Así que hice lo que dijo Silas. Bailé. ¿Y sabes qué? Fue divert ido. Muy
divert ido. Bailamos alrededor de la plaza Jackson y seguíamos bailando
cuando nuest ros amigos nos encont raron. Nos hallábamos cubiert os de
sudor y sin alient o, y si yo nos est uviera viendo desde la acera, t al vez sería
la chica arrugando la nariz, murmurando—: Repugnant e —en voz baja.
Pero no soy esa chica. No quiero volver a ser esa chica. Para el rest o
de mi vida, quiero ser la chica bailando con Silas en la calle.
Porque est á loco. Es por eso que le amo.
Cierro el diario. ¿Eso ocurrió? Quiero leer más, pero me temo que, si
sigo adelante, voy a pasar a través de cosas que no quiero recordar.
Pongo el diario en mi mesita de noche y me doy la vuelta para que
pueda envolver mi brazo alrededor de ella. Cuando nos despertemos por
la mañana, solo nos quedará un día. Quiero que ella sea capaz de dejar
de lado todo lo que está pasando entre nosotros para centrarse en mí y en
nuestra conexión y nada más.
Conociendo a Charlie... va a ser difícil. Tomará algunas habilidades
locas para poder lograrlo.
Pero por suerte... yo estoy loco. Es por eso que ella solía amarme.
Traducido por Annie D
Corregido por Sandry

Charlie
—De acuerdo, así que ¿cómo funciona esto? —pregunto mientras
caminamos hacia el coche—. ¿Flotamos por el pantano en un bote de
remos, mientras que pequeñas criaturas cantan “Besa a la Chica”?
—No seas una sabelotodo —sonríe Silas. Entonces me detiene antes
de llegar al coche, cogiendo mi mano y deteniéndome. Subo la mirada
con sorpresa—. Charlize —dice, mirando primero a mis labios, y luego mis
ojos—, si me das la más mínima oportunidad, puedo hacer que te
enamores de mí.
Me aclaro la garganta y trato de no mirar a otro lado, aunque
quiera. —Bueno... Has tenido un buen comienzo. Ahí tienes eso.
Ríe. Me siento tan torpe, que no sé qué hacer conmigo misma, así
que pretendo estornudar. Ni siquiera dice salud. Solo me sonríe, como si
supiera que era un estornudo falso.
—Basta —digo—. Me est ás mirando fijamente.
—Ese es el punto, Charlie. Mírame a los ojos.
Me echo a reír. —Tienes encanto, Silas Nash —digo, caminando
hacia mi lado del coche.
Cuando nos ponemos el cinturón, Silas se gira hacia mí y dice—: De
acuerdo con una carta que escribiste, la primera vez que tuvimos sexo
fue...
—No. No quiero ir allí. ¿Dónde encontraste esa carta? Pensé que la
escondí.
—No lo suficientemente bien —sonríe Silas.
Creo que me gusta el Silas coqueto. Incluso si olvidamos todo de
nuevo mañana, por lo menos tendré un buen día de esto. —Vamos a un
lugar divertido —digo—. No puedo recordar la última vez que me divertí.
Ambos empezamos a reír al mismo tiempo. Él me gusta. Realmente lo
creo. Es tan fácil estar con él. Se ríe demasiado, quizá. Como que, estamos
totalmente jodidos en este momento, y todavía siempre está sonriendo.
Preocúpat e un poco, amigo. Me hace reír cuando debería estar
preocupada.
—Está bien —dice, mirándome—, preferiría ir a ese lugar de la carta
donde hice esa cosa con mi lengua, pero...
Es automático; debe pertenecerle a Charlie; pero tan pronto como
las palabras están fuera de su boca, mi mano se extiende a través del
espacio entre nosotros y le golpeo el brazo. Él me agarra la mano antes de
que pueda alejarla y la sostiene contra su pecho. Esto también se siente
como algo que se ha hecho antes, algo que le pertenece a ellos; a Charlie
y Silas, no a este chico y yo.
Me hace sentir cansada el estar sost enida contra él de esta forma,
incluso si es solo mi mano. No puedo darme el lujo de estar cansada, así
que la aparto y miro por la ventana.
—Estás luchando contra esto —dice—. Eso como que desafía el
objetivo.
Tiene razón. Me estiro y le agarro la mano. —Esto me está haciendo
enamorarme de ti —le digo—. Un profundo amor del alma.
—Me pregunto si eres menos ridícula cuando tienes tu memoria.
Enciendo la radio con mi mano libre. —Lo dudo —digo.
Me gusta hacerlo sonreír. No se necesita mucho para hacer que las
comisuras de sus labios se eleven, pero para conseguir realmente que sus
labios se curven del todo, tengo que ser extra atrevida. Sus labios están
completamente curvados ahora mientras se detiene en el tráfico, y soy
capaz de verlo sin que él me mire. Estamos actuando como si nos
conociéramos, aunque nuestras mentes conscientes no se conocen entre
sí. ¿Por qué?
Cojo la mochila, para buscar la respuesta en sus cartas o diarios.
—Charlize —dice Silas—, la respuesta no está ahí. Quédate conmigo.
No te preocupes por eso.
Dejo caer la mochila. No sé a dónde está conduciendo. No sé si él
sabe a dónde está conduciendo, pero terminamos en un estacionamiento
justo cuando empieza a llover. No hay otros coches aquí y está lloviendo
demasiado fuerte para que pueda ver lo que hay en los edificios que nos
rodean.
—¿Dónde estamos?
—No sé —dice Silas—. Pero deberíamos salir del coche.
—Está lloviendo.
—Sí. Silas dice sal del coche.
—¿Silas dice...? ¿Cómo Simón dice?
Simplemente me mira expectante, así que me encojo de hombros.
Honestamente, ¿qué tengo que perder? Abro la puerta del coche y entro
en la lluvia. Es una cálida lluvia. Inclino la cara y dejo que me golpee.
Oigo su portazo y luego corre alrededor de la parte delantera del
coche y se pone delante de mí.
—Silas dice corre alrededor del coche cinco veces.
—Eres extraño, ¿lo sabías? —Se me queda mirando. Me encojo de
hombros otra vez y empiezo a correr. Se siente bien. Como que con cada
paso la tensión abandona un poco mi cuerpo.
No lo miro cuando corro junto a él; me quedo concentrada en no
tropezar. Tal vez Charlie corrió pista o algo. Cinco vueltas al coche después
me detengo frente a él. Los dos estamos empapados. Gotas de agua
están colgando de sus pestañas y corriendo por su cuello bronceado. ¿Por
qué tengo la tentación de pasar la lengua por esas líneas de agua?
Oh, sí. Estábamos enamorados. O tal vez es porque él es
condenadamente sexy.
—Silas dice entra a esa tienda y pide un perrito caliente. Cuando te
digan que no tienen perritos calientes, pisotea fuerte y grita como lo hiciste
en el hotel esta mañana.
—¿Qué dem…?
Él se cruza los brazos sobre el pecho. —Silas dice.
¿Por qué diablos estoy aún haciendo esto? Le doy a Silas la mirada
más sucia que puedo y pisoteo en dirección a la tienda que me señaló. Es
una agencia de seguros. Abro la puerta y tres adultos malhumorados
levantan las cabezas para ver quién ha entrado. Uno de ellos incluso tiene
la audacia de arrugarme la nariz, como si yo no supiera que estoy
chorreando agua por todas partes.
—Me gustaría un perro caliente con todo —digo.
Me encuentro con miradas en blanco. —¿Estás borracha? —me
pregunta la recepcionista—. ¿Necesitas ayuda? ¿Cómo te llamas?
Pisoteo y dejo escapar un grito espeluznante, con el cual los tres
dejan caer lo que están sosteniendo y se miran entre sí.
Tomo su momento de sorpresa y corro. Silas me está esperando en la
puerta. Se está riendo tan fuerte que se encuentra doblado por la cintura.
Le doy un puñetazo en el brazo y luego ambos corremos hacia el
coche.
Puedo escuchar mi propia risa mezclándose con la suya. Eso fue
divertido. Saltamos al coche y nos alejamos justo cuando Mal Humorado
Uno, Dos y Tres salen para observarnos.
Silas conduce algunos kilómetros antes de detenerse en otro
estacionamiento. Esta vez puedo ver el brillante anuncio de publicidad: ¡EL
MEJOR CAFÉ Y BUÑUELOS EN LOUISIANA!
—Estamos empapados —digo, no pareciendo ser capaz de borrar la
sonrisa de mi cara—. ¿Sabes lo caótico que será comer unos buñuelos?
—Silas dice come diez buñuelos —dice con estoicismo.
—Ugh. ¿Por qué tienes que actuar como un robot cuando juegas
este juego? Me está asustando.
No responde. Conseguimos una mesa cerca de la ventana y
pedimos café y dos docenas de buñuelos. La camarera no parece
molesta por nuestra ropa mojada o el hecho de que Silas esté hablando
en una voz de robot.
—La camarera piensa que somos lindos —le digo a Silas.
—Lo somos.
Pongo los ojos en blanco. Esto es divertido. ¿Pensaría Charlie que
est o era divert ido?
Cuando nuestros buñuelos llegan, estoy tan hambrienta que no me
importa mi cabello mojado o ropa. Como, gimiendo cuando la masa
cálida me golpea la lengua. Silas me observa con diversión.
—De verdad te gustan, ¿eh?
—En realidad, son asquerosos —digo—. Solo estoy muy metida en
este juego.
Comemos tantos como podemos hasta que estamos cubiertos de
polvo blanco. Antes de irnos, Silas quita un poco de polvo de mi cara y
cabello. Para no quedarme atrás, devuelvo el favor. Dios, este chico es
divertido. Tal vez como que veo lo que Charlie ve en él.
Traducido por Mire
Corregido por Miry GPE

Silas
Ella está en esto. No ha sonreído lo suficiente en los últimos días, pero
ahora no puede dejar de sonreír.
—¿A dónde vamos? —dice, aplaudiendo. Todavía tiene azúcar en
polvo en la comisura de su boca. Me estiro a través del asiento y la limpio
con mi pulgar.
—Vamos a El Barrio Francés —le digo—. Hay un montón de lugares
románticos allí.
Rueda los ojos, desplazándose a través de su teléfono. —Me
pregunto lo que hacíamos por diversión. Además de tomar selfies.
—Por lo menos todas eran buenas selfies.
Me lanza una mirada de lástima. —Eso es una contradicción. No hay
tal cosa como buenas selfies.
—He revisado la galería de tu cámara. Siento diferir.
Agacha su cabeza y mira por la ventana, pero puedo ver el rosa de
sus mejillas volverse más rojo.

***

Después de aparcar, no tengo absolutamente ningún plan. Nos


llenamos de tantos buñuelos para el desayuno, que no estoy seguro de
que ella aún esté muy lista para almorzar.
Pasamos la primera parte de la tarde paseando por todas las calles,
deteniéndonos en casi todas las tiendas. Es como si los dos estamos tan
fascinados por el paisaje, que nos olvidamos de que tenemos un objetivo
hoy. Se supone que debo hacer que se desmaye. Se supone que debe
desmayarse y enamorarse de mí. Regresa al camino, Silas.
Estamos en la calle Dauphine cuando caminamos, pasando lo que
pretende ser una librería. Charlie se da la vuelta y coge mis manos. —
Vamos —dice, tirando de mí en la tienda—. Estoy bastante segura de que
el camino a mi corazón está aquí.
Hay libros apilados desde el piso hasta el techo, en todas las
direcciones. A los lados, de arriba abajo, libros utilizados como estantes
para más libros. Un hombre se encuentra sentado detrás de una caja
registradora a la derecha, que está cubierta con incluso más libros. Él
asiente a modo de saludo cuando entramos. Charlie se dirige a la parte
trasera de la tienda, que no está muy lejos. Es una tienda pequeña, pero
hay más libros de los que un hombre podría leer en toda su vida. Ella pasa
sus dedos a lo largo de los libros mientras los pasa, mirando hacia arriba,
abajo, por todos lados. En realidad gira cuando llega al final del pasillo. Sin
duda se encuentra en su elemento, si lo recuerda o no.
Está frente a una esquina, sacando un libro rojo de la estantería.
Camino detrás de ella y le doy otra tarea de Silas dice.
—Silas dice... abre el libro en una página al azar y lee las primeras
oraciones que veas...
Se ríe. —Eso es fácil.
—Aún no terminaba —digo—. Silas dice: lee las oraciones gritando a
todo pulmón.
Se gira para quedar frente a mí, sus ojos muy abiertos. Pero entonces
una sonrisa maliciosa se forma en su boca. Se para erguida mientras
sostiene el libro en frente de ella. —Bien —dice—. Tú lo pediste. —Se aclara
la garganta, y luego, tan alto como puede, dice—: ¡ME HIZO QUERER
CASARME CON ELLA! ¡ME HIZO QUERER COMPRARLE UN AVIÓN MÁGICO Y
LLEVARLA LEJOS, A UN LUGAR DONDE NADA MALO PUEDA SUCEDER
NUNCA! ¡ME HIZO QUERER ECHARME PEGAMENTO POR TODO MI PECHO Y
LUEGO ECHARME ENCIMA DE ELLA ASÍ ESTARÍAMOS PEGADOS, Y ENTONCES
DOLERÍA MUCHO SI ALGUNA VEZ TRATAMOS DE SEPARARNOS!
Charlie se ríe cuando termina. Pero cuando las palabras que leyó
comienzan a registrarse, su risa se desvanece. Pasa los dedos sobre las
oraciones como si significaran algo para ella. —Eso fue muy dulce —dice.
Voltea las páginas del libro hasta que se detiene con el dedo en un
párrafo distinto. Luego, en apenas un susurro, comienza a leer de nuevo—:
El dest ino es la at racción magnét ica de nuest ras almas hacia las personas,
lugares y cosas a las que pert enecemos.
Se queda mirando el libro por un momento y luego lo cierra. Lo
coloca en el estante, pero mueve dos libros del camino para que este libro
pueda visualizarse de manera más prominente. —¿Crees eso?
—¿Cuál parte?
Se apoya contra una pared de libros y mira sobre mi hombro. —Que
nuestras almas son atraídas hacia las personas a las que pertenecemos.
Extiendo la mano hacia ella y tiro de un mechón de su cabello. Paso
mis dedos hacia abajo y lo giro alrededor de mi dedo. —No sé si creo
normalmente en almas gemelas —le digo—. Pero por las próximas
veinticuatro horas, apostaría mi vida para que sea cierto.
Mueve su hombro hasta que su espalda se presiona contra la pared
de libros, y me mira. Absolut ament e apostaría mi vida en el destino ahora
mismo. De alguna manera tengo más sentimientos por esta chica de lo
que cabrían dentro de mí. Y quiero más que nada que ella sienta lo mismo.
Que quiera lo mismo. Lo que... en este momento... es que mi boca esté en
la de ella.
—Charlie... —Suelto su mechón de cabello y llevo mi mano a su
mejilla. La toco suavemente... trazando su pómulo con mis dedos. Sus
respiraciones son superficiales y rápidas—. Bésame.
Se inclina hacia mi mano un poco, y pestañea. Por un momento,
creo que en realidad podría hacerlo. Pero entonces una sonrisa roba su
expresión caliente y dice—: Silas no lo dijo. —Se lanza bajo mi brazo y
desaparece por el siguiente pasillo. No la sigo. Cojo el libro que leyó y lo
meto bajo mi brazo mientras me dirijo a la caja registradora.
Sabe lo que hago. Durante todo el tiempo que permanezco en la
caja registradora, me mira desde el pasillo. Después de comprar el libro,
salgo y dejo que la puerta se cierre detrás de mí. Espero unos segundos
para ver si me sigue inmediatamente, pero no lo hace. La misma Charlie
terca.
Quito la mochila de mi hombro y guardo el libro dentro. Entonces
saco mi cámara y la enciendo.
Se queda dentro de la tienda de libros durante otra media hora. No
me importa. Sé que sabe que continúo aquí. Tomo foto tras foto, absorto
en las personas que pasan y la forma en que el sol se pone sobre los
edificios, proyectando sombras en incluso la más pequeña de las cosas.
Tomo fotos de todo. Cuando Charlie finalmente sale, mi batería está casi
muerta.
Se acerca a mí y dice—: ¿Dónde está mi libro?
Coloco la mochila sobre mi hombro. —No compré ese libro para ti.
Lo compré para mí.
Resopla y me sigue mientras camino por la calle. —Ese no es un buen
movimiento, Silas. Se supone que debes ser atento. No egoísta. Quiero
enamorarme de ti, no irritarme contigo.
Me río. —¿Por qué siento como si el amor y la irritación van de la
mano contigo?
—Bueno, tú me has conocido más de lo que yo me conozco. —
Agarra mi mano para detenerme—. ¡Mira! ¡Cangrejos! —Me tira en
dirección al restaurante—. ¿Nos gustan los cangrejos? ¡Tengo tanta
hambre!

***

Resulta que no nos gustan los cangrejos. Por suerte, tenían tiras de
pollo en el menú. A los dos nos gusta el pollo, al parecer.
—Deberíamos escribir eso en alguna parte —dice, caminando hacia
atrás por el medio de la calle—. Que odiamos los cangrejos. No quiero
tener que pasar por esa terrible experiencia de nuevo.
—¡Espera! Estás a punto de... —Charlie cae sobre su trasero antes de
que el resto de la oración pueda salir de mi boca—. Entrar en un bache —
termino.
Me agacho para ayudarla a levantarse, pero no hay mucho que
pueda hacer sobre sus pantalones. Finalmente nos habíamos secado
después de la lluvia de más temprano, y ahora se encuentra empapada
de nuevo. Esta vez, de agua fangosa. —¿Estás bien? —pregunto, tratando
de no reír. Trat ando es la palabra clave aquí. Porque me río más fuerte de
lo que me he reído en todo el día.
—Sí, sí —dice mientras intenta limpiar el lodo de sus pantalones y sus
manos. Sigo riéndome cuando entrecierra sus ojos y apunta hacia el
charco de barro—. Charlie dice siént ate en el bache, Silas.
Sacudo la cabeza. —No. De ninguna manera. El juego se llama Silas
dice, no Charlie dice.
Arquea una ceja. —Oh, ¿en serio? —Da un paso más cerca de mí y
dice—: Charlie dice siéntate en el bache. Si Silas hace lo que dice Charlie,
Charlie hará t odo lo que Silas dice.
¿Es esa una clase de invitación? Me est á gust ando la Charlie
coquet a. Bajo la mirada hacia el bache. No es t an hondo. Me doy la
vuelta y me bajo hasta que estoy sentado con las piernas cruzadas en el
charco de agua fangosa. Mantengo mis ojos en el rostro de Charlie, sin
querer ser testigo de la atención que debemos atraer de los transeúntes. Se
traga su risa, pero puedo ver el placer que saca de esto.
Permanezco sentado en el bache hasta que comienza a avergonzar
a Charlie. Después de varios segundos, me recuesto sobre mis codos y
cruzo las piernas. Alguien toma una foto de mí en el bache, por lo que ella
me hace un gesto para pararme. —Levántate —dice, mirando a su
alrededor—. Apúrate.
Sacudo la cabeza. —No puedo. Charlie no lo dijo.
Coge mi mano, riendo. —Charlie dice levánt at e, idiota. —Me ayuda
a ponerme de pie y agarra mi camisa, apretando su cara contra mi
pecho—. Oh, Dios mío, todos nos miran.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella y comienzo a balancearme
hacia atrás y adelante, lo que probablemente no es lo que esperaba que
hiciera. Me mira, mi camisa todavía apretada en sus puños. —¿Podemos
irnos ahora? Vámonos.
Sacudo la cabeza. —Silas dice baila.
Sus cejas se arrugan juntas. —¡No puedes hablar en serio!
Hay varias personas detenidas en la calle ahora, algunos de ellos
tomándonos fotos. En cierto modo no los culpo. Quizá también tomaría
fotos de un idiota que voluntariamente se sentó en un charco de barro.
Aflojo sus puños de mi camisa y la hago sostener mis manos mientras
la obligo a bailar la música inexistente. Está rígida al principio, pero luego
parece dejar hacerse cargo a la risa por sobre la vergüenza. Nos
balanceamos y bailamos por la calle Bourbon, chocando con la gente a
medida que avanzamos. Durante todo el tiempo, se ríe como si no tuviera
una sola preocupación en el mundo.
Después de unos minutos, llegamos a separarnos en la multitud. Dejo
de girarla lo suficiente como para tirar de ella a mi pecho y mecernos
suavemente, de ida y vuelta. Me mira, sacudiendo la cabeza. —Estás loco,
Silas Nash —dice.
Asiento. —Bien. Eso es lo que te gusta de mí.
Su sonrisa se desvanece por un momento y la mirada que tiene en
sus ojos me hace parar de balancearnos. Pone su mano sobre mi corazón
y se queda mirando el dorso de su mano. Ya sé que no siente un latido de
corazón dentro de mi pecho. Es más como un tamborileo en medio de un
desfile.
Su mirada se encuentra con la mía de nuevo. Sus labios se abren y
susurra—: Charlie dice... besa a Charlie.
La habría besado aunque Charlie no lo hubiera dicho. Mi mano se
envuelve en su cabello un segundo antes de que mis labios encuentren los
de ella. Cuando su boca se abre para la mía, se siente como si perforara
un agujero directamente a través de mi pecho y hace un puño alrededor
de mi corazón. Duele, y a la vez no, es hermoso, es aterrador. Quiero que
dure para toda la eternidad, pero me quedaré sin aliento si este beso se
prolonga durante un minuto más. Mi brazo se envuelve alrededor de su
cintura, y cuando la acerco más, gime en silencio en mi boca. Jesús.
La única cosa para lo que tengo espacio en esta cabeza mía en
este momento, es la firme creencia de que el destino absolut ament e
existe. El destino… almas gemelas... viaje en el tiempo... lo que sea. Todo
existe. Porque así es como se siente su beso. Exist encia.
Somos momentáneamente empujados cuando alguien tropieza con
nosotros. Nuestras bocas se separan, pero toma esfuerzo liberarnos de
cualquier asimiento que se hizo cargo. La música de todas las puertas
abiertas a lo largo de la calle vuelven a entrar en foco. Las luces, las
personas, las risas. Todas las cosas externas que diez segundos de su beso
simplemente bloquearon, regresan rápidamente. El sol se pone, y la noche
parece transformar toda esta calle de un mundo a otro. No puedo pensar
en nada que desee más que sacarla de aquí. Sin embargo, ninguno de los
dos parece ser capaz de moverse, y mi brazo se siente como que pesara
nueve kilos cuando alcanzo su mano. Desliza sus dedos con los míos y
comenzamos a caminar en silencio de regreso hacia el estacionamiento,
donde está mi coche.
Ninguno de los dos dice una palabra todo el camino de regreso. Una
vez que los dos estamos dentro del coche, espero un momento antes de
arrancarlo. Las cosas son demasiado intensas. No quiero empezar a
conducir hasta que soltemos lo que sea que tengamos que decir. Besos
como ese no pueden quedarse sin reconocimiento.
—¿Y ahora qué? —pregunta, mirando por la ventana.
La observo por un momento, pero no se mueve. Es como si estuviera
congelada. Suspendida en el tiempo entre el último beso y nuestro
siguiente.
Me abrocho el cinturón de seguridad y pongo el coche en marcha.
¿Y ahora qué? No tengo idea. Quiero besarla como un millón de veces
más, pero cada beso podría terminar justo como lo hizo ese. Con el temor
de que no voy a recordarlo mañana.
—Deberíamos volver a casa y conseguir una buena noche de sueño
—digo—. También tenemos que hacer más notas en caso... —Me detengo.
Se coloca el cinturón de seguridad. —En caso de que las almas
gemelas no existan... —termina.
Traducido por Beatrix
Corregido por NicoleM

Charlie
Durante nuestro viaje a la casa de Silas, pienso en todo lo que
aprendimos hoy. Pienso en mi padre y lo mal humano que es. Una parte de
mí tiene miedo de que ser una buena persona sea inherente. He leído lo
suficiente acerca de lo que solía ser para saber que no trataba muy bien a
la gente. Incluyendo a Silas.
Solamente puedo esperar que la persona en la que me convertí
fuese el resultado de las influencias externas, y no debido a que esto sea lo
que siempre seré. Una vengativa y tramposa cascara de una persona.
Abro la mochila y comienzo a leer más notas mientras Silas conduce.
Me encuentro con algo acerca de los archivos que Silas le robó a su
padre, y la forma en que sospechamos que podría implicar a mi padre.
¿Por qué Sibas le robó esos papeles a su padre? Si mi padre es culpable, lo
cual creo que es, ¿por qué Silas quiere ocultar eso?
—¿Por qué crees que robaste esos archivos? —le pregunto.
Se encoge de hombros.
—No lo sé. Lo único que se me ocurre es que tal vez los escondí
porque me sentía mal por ti. Quizá no quería que tu padre estuviera en la
cárcel por más tiempo, porque eso te habría roto el corazón.
Eso suena como algo que haría Silas.
—¿Todavía están en tu habitación? —le pregunto.
Asiente. —Creo que sí. Estoy bastante seguro de que he leído que los
mantengo cerca de mi cama.
—Cuando lleguemos a tu casa esta noche, creo que deberías
dárselos a tu padre.
Silas me mira a través de los asientos. —¿Estás segura de eso?
Asiento. —Ha arruinado muchas vidas, Silas. Se merece el pagar por
ello.

***

—¿Charlie no sabía que tenías esto?


Me encuentro de pie fuera del estudio del padre de Silas. Cuando
entramos por la puerta y me vio con él, pensé que iba a pegarle. Silas le
dijo que le diera cinco minutos para explicarse. Corrió escaleras arriba,
agarró los archivos y se los devolvió a su padre.
No puedo escuchar toda la conversación. Silas está explicándole
que los escondió para protegerme. Se está disculpando. Su padre está
callado. Y entonces…
—¿Charlie? ¿Puedes venir aquí, por favor?
Su padre me asusta. No tal como mi padre me asustaba. Clark Nash
es intimidante, pero no parece malo. No como Brett Wynwood.
Entro a la oficina y me dice que tome asiento junto a Silas. Lo hago.
Se pasea junto a la mesa un par de veces y luego se detiene. Cuando nos
enfrenta, está mirando directamente hacia mí.
—Te debo una disculpa.
Estoy segura de que puede ver la conmoción en mi expresión. —¿De
verdad?
Asiente. —He sido duro contigo. Lo que tu padre hizo conmigo, a
nuestra empresa, no tenía nada que ver contigo. Sin embargo, te culpé
cuando los archivos se perdieron, porque sabía que lo apoyabas con
ferocidad. —Mira de nuevo a Silas y dice—: Estaría mintiendo si dijera que
no me decepcionaste, Silas. Interferir con una investigación federal...
—Tenía dieciséis años, papá. No sabía lo que hacía. Pero ahora lo sé,
y Charlie y yo queremos hacer las cosas bien.
Clark Nash asiente y luego camina alrededor del escritorio tomando
asiento. —¿Entonces esto significa que te estaremos viendo por aquí más a
menudo, Charlie?
Echo un vistazo a Silas y luego otra vez a su padre. —Sí, señor.
Sonríe un poco, y su sonrisa se parece a la de Silas. Clark debe sonreír
más a menudo.
—Muy bien, entonces —dice.
Tomamos eso como nuestra señal para salir. Cuando est amos
subiendo las escaleras, Silas finge caer, sentándose en la parte superior de
estas mientras se agarra el pecho. —Cristo, el hombre es aterrador —dice.
Me río y lo levanto.
Por lo menos si mañana las cosas no están de nuestro lado,
habremos hecho una buena acción.

***

—Charlie, hoy fuiste una buena jugadora —dice Silas, lanzándome


una camiseta. Estoy sentada con las piernas cruzadas en el suelo. La
agarro y la sacudo para ver la parte delantera. Es una camiseta del
campamento. No me ofrece pantalones.
—¿Es ese tu modo de coquetear conmigo? —pregunt o—. ¿Usando
el deporte en tus elogios?
Silas hace una mueca. —Mira alrededor de esta habitación. ¿Ves
cualquier cosa relacionada con el deporte?
Es verdad. Parece interesarse más en la fotografía que cualquier otra
cosa. —Estás en el equipo de fútbol —le digo.
—Sí, bueno, no quiero estarlo.
—Charlie dice que renuncies al equipo de fútbol —le digo.
—Tal vez lo haré —dice. Con eso, abre la puerta de su dormitorio. Lo
escucho bajar las escaleras de dos en dos. Espero un momento para ver lo
que se trae entre manos, y unos minutos después, está corriendo por las
escaleras. Su puerta vuelve a abrirse y él sonríe—. Acabo de decirle a mi
padre que voy a dejar el equipo de fútbol —dice con orgullo.
—¿Qué dijo?
Se encoge de hombros. —No lo sé. Debo tenerle miedo, porque corrí
escaleras arriba tan pronto como se lo dije. —Me guiña—. ¿Y qué vas t ú a
dejar, Charlize?
—A mi padre. —Mi respuesta sale con facilidad—. Charlie tiene que
alejarse de las cosas que atrofian su crecimiento emocional. —Silas deja lo
que está haciendo para mirarme. Es una mirada extraña. Una con la cual
no estoy familiarizada—. ¿Qué? —De repente me siento a la defensiva.
Niega con la cabeza. —Nada. Fue una buena idea, eso es todo.
Abrazo mis rodillas y me quedo mirando la alfombra. ¿Por qué fue
que cuando me felicitó todo mi cuerpo se entusiasmó? Seguramente sus
opiniones no podían importarle mucho a Charlie. A mí. Seguramente me
acordaría en ese caso. Igualmente, ¿las opiniones de quién se suponía que
en realidad importaban en la vida? ¿Las de tus padres? Los míos est aban
jodidos. ¿De tu novio? Si no salías con un sant o como Silas Nash, eso podría
salir muy mal. Pienso en lo que le diría a Janette si estuviera haciendo esta
pregunta.
—Confía en tus instintos —digo en voz alta.
—¿De qué hablas? —pregunta Silas. Está escarbando en una caja
que encontró en su armario, pero se inclina hacia atrás sobre sus muslos
para mirarme.
—Confía en tus instintos. No en tu corazón, porque eso es complacer
a la gente, y no en tu cerebro, ya que se basa demasiado en la lógica.
Asiente lentamente, sin apartar los ojos. —Charlize, es muy sensual
cuando te vuelves profunda y dices cosas como esas. Así que a menos
que quieras jugar otra ronda de Silas dice, es posible que desees despedir
al pensamiento profundo.
Bajo la camiseta y lo miro. Pienso en hoy. Pienso en nuestro beso y en
cómo sería una mentirosa si dijera que no esperaba que me fuera a besar
así de nuevo esta noche. Esta vez en privado, sin una docena de ojos en
nosotros. Bajo la mano y tiro de un pedazo de la alfombra. Puedo sentir mi
rostro calentándose.
—¿Qué pasa si quiero jugar otra ronda de Silas dice? —pregunto.
—Charlie… —comienza, casi como si mi nombre fuera una
advertencia.
—¿Qué diría Silas?
Se pone de pie y yo también, lo veo pasarse la mano por la nuca; mi
corazón late con fuerza como si estuviera tratando de liberarse y salir
corriendo de la habitación antes de que Silas pueda llegar a él.
—¿Estás segura de que quieres jugar? —pregunta, investigándome
con los ojos.
Asiento. Ya que ¿por qué no? De acuerdo a nuestras cartas, no sería
la primera vez que hemos hecho esto. Y lo más probable es que ni siquiera
lo recordaremos mañana.
—Estoy segura —le digo, tratando de desprender más confianza de
la que ahora siento—. Es mi cosa favorita.
De repente se ve firme, más plantado. Es emocionante verlo.
—Silas dice... Quítate la camisa.
Levanto las cejas, pero hago lo que me dice, quitándomela. Oigo su
inhalación, pero me parece que no puedo mirarlo a los ojos. La correa de
mi sujetador se desliza por mi hombro.
—Silas dice... baja el otro tirante del sujetador.
Mi mano tiembla un poco mientras lo hago. Da un paso lento hacia
mí, bajando la mirada hasta donde mi brazo todavía está cruzado sobre
mi pecho. Sus ojos parpadean hasta los míos. Formando una media sonrisa.
Cree que voy a dejar de jugar a est o. Me doy cuenta.
—Silas dice... abre el cierre.
Es un broche frontal. Mantengo los ojos en los suyos mientras lo
desabrocho. Su nuez se mueve mientras me quito el sujetador y lo
mantengo en la punta de mi dedo. El aire frío y sus ojos me dan ganas de
darle la espalda. Su mirada sigue mi sostén a medida que este cae al
suelo. Cuando hace contacto visual conmigo otra vez, está sonriendo.
Pero a la vez no. No sé lo que hace, se ve tan feliz y tan serio al mismo
tiempo.
—Silas dice ven aquí.
No soy capaz de alejarme cuando me mira así. Camino hacia él, y
cuando me encuentro lo bastante cerca, estira la mano. Poniéndola
detrás de mi cabeza y enroscando los dedos por mi pelo.
—Silas dice…
—Cállate, Silas —interrumpo—. Solo bésame.
Baja la cabeza y atrapa mis labios en un profundo beso, e inclino la
cabeza para encontrarlo. Presiona su boca contra la mía en un suave
beso, una, dos, tres veces antes de abrir mis labios con su lengua. Besar a
Silas se siente rítmico, como si hubiésemos tenido más que esta tarde para
averiguarlo. Su mano agarrando con fuerza mi pelo me debilita las rodillas.
Me hallo sin aliento y mis ojos están vidriosos.
¿Confío en él?
Confío en él.
—Charlie dice quítate la camisa —digo contra su boca.
—Este juego se llama Silas dice.
Paso las manos por la cálida piel de su estómago.
—Ya no.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Laurita PI

Silas
—Charlie bebé —susurro, deslizando un brazo sobre ella. Presiono los
labios contra la curva de su hombro. Se mueve, luego jala las sábanas
sobre su cabeza—. Charlie, es hora de despertar.
Se da vuelta para mirarme, pero permanece debajo de la manta. La
levanto sobre mi cabeza hasta que los dos estamos cubiertos. Abre los ojos
y frunce el ceño. —Hueles bien —dice—. No es justo.
—Tomé una ducha.
—¿Y cepillaste tus dientes?
Asiento, y su frente se frunce.
—Eso no es justo. Quiero lavarme los dientes.
Levanto las mantas de su cabeza y coloca una mano sobre sus ojos
y gime. —Entonces date prisa y cepíllate los dientes para que puedas
volver y darme un beso.
Se arrastra fuera de la cama y se dirige al baño. Escucho como el
lavabo comienza a funcionar, pero es rápidamente ahogado por los ruidos
que vienen de abajo. Ollas y sartenes chocando, puertas de armarios
cerradas de golpe. Es como si alguien estuviera limpiando. Miro el reloj y
son casi las nueve.
Dos horas más.
La puerta del baño se abre y Charlie corre por la habitación y se
sube a la cama, tapándose a toda prisa con las mantas. —Hace frío ahí
fuera —dice, con sus labios temblorosos. La acerco a mí y presiono mi
boca contra la suya—. Mejor —murmura.
Y eso es lo que hacemos mientras intento perder la noción del
tiempo. Nos besamos.
—Silas —susurra mientras desciendo hasta su cuello—. ¿Qué hora es?
Me estiro hasta la mesita de noche y miro mi teléfono. —Nueve y
cuarto.
Suspira, y sé con exactitud en qué piensa. Lo mismo que estoy
pensando yo.
—No quiero olvidar esta parte —dice, mirándome a través de ojos
que parecen dos corazones rotos.
—Yo tampoco —susurro.
Me besa de nuevo con suavidad. Puedo sentir su corazón acelerado
dentro de su pecho, y sé que no es porque nos estamos besando bajo mis
mantas. Es porque se siente asustada. Y me gustaría poder llevarla a donde
no sintiera miedo nunca más, pero no puedo. Solo la acerco más a mí y la
abrazo. Me gustaría tenerla aquí para siempre, pero sé que hay cosas que
deberíamos estar haciendo en este momento.
—Podemos esperar lo mejor, pero creo que debemos prepararnos
para lo peor —le digo.
Asiente contra mi pecho. —Lo sé. Cinco minutos más, ¿sí? Vamos a
quedarnos bajo la manta cinco minutos más y pretender que estamos tan
enamorados como solíamos estarlo.
Suspiro. —En este momento, pretender no es necesario para mí,
Charlie.
Sonríe y presiona los labios contra mi pecho.
Le doy quince minut os. Cinco no es suficient e.
Cuando nuestro tiempo termina, me deslizo fuera de la cama y la
levanto. —Debemos desayunar. De esa forma si llegan las once y nos
volvemos locos de nuevo, pasarán un par de horas antes de que
tengamos que preocuparnos por la comida.
Nos vestimos y vamos abajo. Cuando entramos a la cocina, parece
que Ezra se encuentra limpiando las cosas del desayuno. Mira a Charlie
frotándose el sueño de los ojos y levanta una ceja en mi dirección. Piensa
que tiento a mi suerte con Charlie en esta casa.
—No te preocupes, Ezra. Papá dice que ahora puedo amarla. —Ezra
devuelve mi sonrisa.
—¿Tienen hambre? —pregunta.
Asiento. —Sí, pero podemos hacer nuestra comida.
Ezra sacude una mano en el aire. —Tonterías —dice—. Prepararé tu
favorito.
—Gracias, Ezra —dice Charlie con una sonrisa. Una suave mirada de
sorpresa atraviesa su rostro antes de que se dirija hacia la despensa—. Dios
mío —dice en voz baja—. ¿Crees que en verdad solía ser tan horrible?
¿Qué incluso fue impactante escucharme decir gracias?
En ese momento, mi madre entra en la cocina. Se detiene cuando
ve a Charlie. —¿Pasaste la noche aquí? —No parece muy contenta.
—No —miento por Charlie—. La recogí esta mañana.
Mi madre entrecierra los ojos. No es necesario conocerla demasiado
para saber que sospecha. —¿Por qué no se encuentran en la escuela en
este momento?
Por un instante, quedamos en silencio, pero luego Charlie exclama—:
Es un día flexible.
Mi madre asiente sin preguntar. Se acerca a la despensa y comienza
a hablar con Ezra.
—¿Qué es un día flexible? —susurro.
Charlie se encoge de hombros. —No tengo idea, pero sonaba bien.
—Se ríe y luego susurra—: ¿Cómo se llama tu madre?
Abro la boca para responder, pero me quedo en blanco por
completo. —No tengo idea. No estoy seguro de si alguna vez lo escribí en
las notas.
Mi madre asoma la cabeza fuera de la despensa. —Charlie, ¿te
unirás a nosotros para la cena de esta noche?
Charlie me mira, y luego a mi madre. —Sí, señora. Si me acuerdo.
Me río y Charlie sonríe, y por una fracción de segundo, me olvido de
lo que nos encontramos a punto de atravesar de nuevo.
Atrapo a Charlie mirando el reloj en el horno. Puedo ver la
preocupación, no solo en sus ojos, si no en cada parte de ella. Tomo su
mano y la aprieto. —No pienses en eso —susurro—. No durante la próxima
hora.

***

—No tengo idea de cómo alguien podría olvidar lo magnífico que es


esto —dice Charlie, tomando el último bocado de lo que Ezra preparó
para nosotros. Algunos podrían llamarlo desayuno, pero comida como esta
merece su propia categoría.
—¿Qué es esto? —le pregunta Charlie a Ezra.
—Tostadas francesas con Nutella —responde.
Charlie escribe t ost adas francesas con Nut ella en un pedazo de
papel y garabatea dos corazones al lado. Luego añade una oración que
dice: ¡Odias los cangrejos, Charlie!
Antes de abandonar la cocina y regresar a mi habitación, Charlie se
acerca a Ezra y le da un fuerte abrazo. —Gracias por el desayuno, Ezra.
Se detiene un momento antes de abrazarla. —De nada, Charlize.
—¿Vas a hacerme esto la próxima vez que me encuentre aquí para
el desayuno? ¿Sin que importe si recuerdo haberlo comido hoy?
Ezra se encoge de hombros y dice—: Supongo.
Mientras caminamos hacia arriba, Charlie dice—: ¿Sabes qué? Creo
que el dinero es lo que nos hizo mezquinos.
—¿De qué hablas? —Llegamos a mi habitación y cierro la puerta
detrás de nosotros.
—Simplemente parece que éramos desagradecidos. Un poco
mimados. No estoy segura si nuestros padres nos enseñaron como ser seres
humanos decentes. Así que en cierto modo… Agradezco qué esto nos
haya sucedido.
Me siento en la cama y coloco su espalda contra mi pecho. Apoya
la cabeza sobre mi hombro e inclina su rostro hacia el mío. —Creo que
siempre fuiste un poco mejor que yo. Pero no creo que ninguno de
nosotros pueda sentirse orgulloso de lo que éramos.
Le doy un beso en los labios e inclino la cabeza contra la pared. —
Creo que éramos un producto de nuestro ambiente. Intrínsecamente,
somos buenas personas. Podríamos perder nuestros recuerdos de nuevo,
pero seguimos siendo los mismos en el interior. En algún lugar en el fondo,
queremos hacer el bien. Ser buenos. En el fondo nos amamos unos a otros.
Mucho. Y sea lo que sea que sucede con nosotros, no está en contacto
con esto.
Entrelaza sus dedos con los míos y los aprieta. Nos sentamos en
silencio durante un tiempo. De vez en cuando echo un vistazo a mi
teléfono. Faltan cerca de diez minutos hasta las once, y no creo que
ninguno de nosotros sepa cómo pasar ese tiempo. Ya hemos escrito más
notas de las que seremos capaces de comprender en las en la próximas
cuarenta y ocho horas.
Todo lo que podemos hacer es esperar.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Jadasa

Charlie
Mi corazón late con tanta fuerza, que está perdiendo el ritmo. Siento
la boca seca. Agarro la botella de agua que se encuentra sobre la mesita
de noche y bebo un gran trago. —Esto es aterrador —le digo—. Ojalá
pudiéramos acelerar los próximos cinco minutos y terminar con est o.
Se incorpora en la cama y agarra mi mano. —Siéntate frente a mí.
Me siento frente a él. Ambos con las piernas cruzadas, en la misma
posición que estábamos en la habitación del hotel hace dos días. Pensar
en esa mañana me hace sentir mal. No quiero considerar la posibilidad de
que en unos pocos minutos, puede que no sepa quién es él.
Esta vez debo tener fe. Esto no puede continuar por siempre. ¿O sí?
Cierro los ojos e intento controlar mi respiración. Siento la mano de
Silas levantarse y apartar el cabello de mis ojos.
—¿Qué es lo que más temes olvidar? —pregunta.
Abro los ojos. —A ti.
Mueve su pulgar sobre mi boca y se inclina para besarme. —Yo
también. Te amo, Charlie.
Y sin dudarlo, digo—: Yo t ambién te amo, Silas.
Cuando sus labios se encuentran con los míos, ya no tengo miedo.
Porque sé que pase lo que pase en los próximos segundos… sucederá con
Silas, y eso me da consuelo.
Entrelaza nuestros dedos y dice—: Diez segundos.
Ambos respiramos hondo. Puedo sentir sus manos temblando, pero
no tanto como las mías.
—Cinco… cuatro… tres… dos…
Traducido por MaJo Villa
Corregido por GypsyPochi

Silas
El único sonido que escucho son los latidos de mi corazón. El resto del
mundo se encuentra en un silencio escalofriante.
Mis labios siguen descansando suavement e contra los suyos. Nuestras
rodillas se tocan, nuestros ojos se encuentran cerrados, las respiraciones se
mezclan entre nosotros mientras espero hacer mi próximo movimiento. Sé,
como un hecho, que esta vez no he perdido mi memoria. Eso hace que
sean dos veces seguidas... pero no tengo ni idea de Charlie.
Poco a poco abro mis ojos para poder ver lo que hay en los suyos.
Sus ojos permanecen cerrados. La observo por unos segundos, esperando
a ver cuál va a ser su primera reacción.
¿Me recordará?
¿No t endrá ni idea de dónde se encuent ra?
Comienza a retroceder, lentamente, y sus párpados se abren. Hay
una mezcla de miedo y sorpresa en su expresión. Se aleja unos centímetros
más, estudiando mi cara. Gira su cabeza y mira toda la habitación.
Cuando me mira de nuevo, mi corazón se desploma en mi pecho
como cuando cae un ancla. No t iene ni idea de dónde se encuent ra.
—¿Charlie?
Sus ojos al borde de las lágrimas giran hacia los míos y rápidamente
se cubre la boca con su mano. No me doy cuenta si está a punto de gritar.
Debería haber puesto una nota en la puerta como lo hicimos la última vez.
Baja su mirada hacia la cama y lleva su mano hasta el pecho. —
Llevabas puesto algo negro —susurra.
Su mirada cae a la almohada a mi lado. La señala. —Estábamos
justo allí. Usabas una camiseta negra, y me reía de ti, porque dije que te
quedaba demasiado apretada. Te dije que te hace lucir como Simon
Cowell. Me clavaste en el colchón, y luego... —Sus ojos se encuentran con
los míos—. Y luego me besaste.
Asiento, porque de alguna manera... Recuerdo cada momento de
ello. —Fue nuestro primer beso. Teníamos catorce años —digo—. Pero
había querido besarte de esa forma desde que teníamos doce.
Vuelve a llevar de golpe la mano hacia su boca. Unos sollozos
comienzan a hacer temblar todo su cuerpo. Se lanza hacia delante,
envolviendo los brazos alrededor de mi cuello. La bajo hacia la cama
conmigo y todo regresa apresuradamente en oleajes.
—¿La noche que te atraparon cuando entrabas a escondidas? —
dice.
—Tu mamá fue tras de mí con un cinturón. Me persiguió hasta afuera
de la ventana de tu dormitorio.
Charlie empieza a reírse entre lágrimas. La estoy sosteniendo contra
mí, con mi cara presionada contra su cuello. Cierro los ojos y reviso todos
los recuerdos. Los buenos. Los malos. Todas las noches que lloró en mis
brazos por la forma en que resultaron las cosas entre sus padres.
—Las llamadas telefónicas —dice en voz baja—. Todas y cada una
de las noches.
Sé exactamente de qué está hablando. La llamaba todas las noches
y nos quedábamos en el teléfono por una hora entera. Cuando nuestros
recuerdos nos dejaron, no podíamos entender por qué habíamos hablado
durante tanto tiempo cada noche si nuestra relación se caía a pedazos.
—Jimmy Fallon —digo—. A los dos nos encantaba Jimmy Fallon. Y te
llamaba cada noche cuando daban su programa, y lo veíamos juntos.
—Pero nunca hablábamos —dice—. Simplemente veíamos juntos el
programa sin hablar y luego nos íbamos directamente a dormir.
—Porque me encantaba escucharte reír.
No solamente son los recuerdos los que me inundan en estos
momentos, sino los sentimientos. Todos los sentimientos que he tenido por
esta chica se están desplegando, y por un segundo no estoy seguro de si
puedo asimilarlo todo.
Nos abrazamos con fuerza mientras atravesamos una vida de
recuerdos. Pasan varios minutos, al tiempo que ambos nos reímos de los
buenos recuerdos y luego pasan más minutos cuando sucumbimos a los no
tan buenos. Los daños que las acciones de nuestros padres nos infringían. El
daño que nos hemos causado entre nosotros. El daño que les hemos
causado a otras personas. Estamos sintiendo cada pedacito de eso, todo
a la vez.
Charlie aprieta mi camisa en sus puños y entierra su cara en mi
cuello. —Eso duele, Silas —susurra—. No quiero ser esa chica otra vez.
¿Cómo podemos asegurarnos de que no somos las mismas personas que
éramos antes de que esto nos sucediera?
Paso mi mano por la parte posterior de su cabeza. —Pero nosotros
somos esas personas —le digo—. No podemos retractarnos de lo que
hemos sido en el pasado, Charlie. Pero podemos controlar lo que somos en
el presente.
Levanto su cabeza de mi hombro y sostengo su rostro entre mis
manos. —Charlie, tienes que prometerme algo. —Limpio sus lágrimas con
mi pulgar—. Prométeme que nunca vas a dejar de amarme de nuevo.
Porque no quiero olvidar todo otra vez. No quiero olvidar ni un segundo
que haya pasado contigo.
Niega con la cabeza. —Lo juro. Nunca dejaré de amarte, Silas. Y
nunca olvidaré.
Bajo mi cabeza hasta que mi boca se reúne con la suya. —Nunca,
nunca.
Traducido por Annie D
Corregido por Agus Herondale

Charlie
Silas está trayendo la cena a casa. Espero por él en la ventana de la
cocina mientras pretendo lavar las verduras para una ensalada. Me gusta
fingir que estoy lavando las cosas en el fregadero para que pueda ver
cuando llega al camino de entrada.
Su coche se estaciona en diez minutos más tarde; mis dedos están
arrugados por el agua. Agarro un paño de cocina, sintiendo esas malditas
mariposas en mi estómago. Nunca se fueron. Por lo que he oído, eso es
algo raro después de tantos años de matrimonio.
Los niños salen del coche primero. Jessa, nuestra hija, y luego su
novio, Harry. Normalmente mis ojos irían a Silas después, pero algo me
hace detenerme en Jessa y Harry.
Jessa es igual que yo: terca, bocona y distante. Lloraría, pero ella
más que todo me hace reír con sus chistes. Me gusta Harry; han estado
juntos desde el primer año y planean ir a la misma universidad cuando se
gradúen el próximo año. Son el epítome del amor adolescente, con todas
las miradas perdidas y susceptibles como Silas y yo solíamos ser. Aún somos
así. Pero hoy, Jessa se encuentra a un lado de la entrada, con los brazos
cruzados sobre el pecho.
Harry se baja del coche también y va a su lado. Deben est ar
peleando, pienso. Jessa a veces le gusta coquetear con el vecino, y Harry
se enfada.
Silas entra un minuto más tarde. Me agarra por la espalda,
envolviendo los brazos alrededor de mí y besándome el cuello.
—Hola, Charlie bebé —dice, respirándome. Me apoyo en él.
—¿Qué pasa con esos dos? —pregunto, sin dejar de mirar por la
ventana.
—No lo sé. Estuvieron muy raros en el viaje a casa. Apenas hablaron.
—Uh, oh —digo—. Debe ser el vecino caliente de nuevo. —Escucho
el portazo de la puerta delantera y llamo a Jessa a la cocina—: ¡Jessa, ven
aquí!
Entra, lentamente, sin Harry a su lado.
—¿Qué pasa? —le pregunto—. Luces muy aturdida.
—¿Sí? —pregunta.
Miro a Silas y se encoge de hombros.
—¿Dónde está Harry?
Jessa señala con el pulgar por encima de su hombro. —Él está ahí.
—Está bien, prepárense para la cena. Comeremos tan pronto como
la ensalada esté lista.
Asiente y juro que va a empezar a llorar.
—Oye, Jessa —digo mientras se da la vuelta para marcharse.
—¿Sí?
—Estaba pensando que podríamos ir a Miami para tu cumpleaños el
próximo mes. ¿Te gusta la idea?
—Sí —dice ella—. Genial.
Cuando se ha ido me dirijo a Silas, cuyas cejas están levantadas.
—No sabía que íbamos a Miami —dice—. No puedo conseguir
tiempo libre del trabajo tan rápido.
—Silas —digo bruscamente—. Su cumpleaños no es hasta dentro de
seis meses.
La línea entre sus ojos se relaja y su boca se abre.
—Oh, sí —dice. Y luego le llega el entendimiento—. Oh. Oh. —Sube
una mano a su nuca—. Mierda, Charlie. No de nuevo.
Gracias a nuestros lectores. Ustedes significan el mundo para
nosotras.
¡Tarryn y Colleen!
Colleen Hoover vive en Texas con su esposo y
sus tres hijos. Es adicta al talento de la banda
The Avett Brothers. El 99% de su lista de
reproducción es de ellos. El otro 1% es Eminem y
Jason Mraz. Es la autora #1 del New York Times
por su novela Hopeless, junto con sus otras dos
novelas, Slammed y Point of Retreat.
Tarryn Fisher es nacida en Sudáfrica, vivió allí
durante la mayor parte de su infancia, luego se
mudó a Seattle, y actualmente vive en
Washington con su familia. Es la autora de la trilogía “Love me with lies”,
convertida en todo un bestseller, según el New York Times.

También podría gustarte