EL FESTIVAL DE LA MUERTE

Un evento cultural que en México es tan común llevar a cabo, celebrar un día
honrando a los fieles difuntos recordando que en vida disfrutaron de sus mejores
comidas, de las fiestas, de amigos y familia.
El día 3 de noviembre en punto de las 9:30 am se llevo a cabo el festival de la
muerte en la escuela de trabajo social, en donde aparte de llevar una formación
académica se celebran fechas importantes de una manera social y creativa la cual
permite la sana convivencia con el alumnado, docentes y personal administrativo.
En esta ocasión los alumnos de primer semestre apoyados por docentes y
alumnos de los demás semestres tuvieron a bien organizar tal evento con la creación
de tumbas en el patio de la escuela en honor a algunas personas reconocidas que
terminaron su misión en la vida.
La caracterización de quienes asistieron al evento fue sin duda alguna otra de las
maneras de celebrar el día de muertos.
La organización de bailes en diferentes géneros fue un número en el cual
participaron los alumnos de la institución acompañados de sus maestros asesores. Los
alumnos de séptimo semestre participaron con el género de banda, de quinto semestre
género de disco de tercer semestre con género de salsa y el primer semestre con
género de cumbia. Todos disfrazados de diferente manera.
Pero una celebración de día de muertos no estaría completa sin un altar en
honor a alguien que ya no está entre nosotros y en esta ocasión no podía faltara pues
es elemental en el festival de día de muertos algo que es muy mexicano en esta
ocasión el altar fue realizado por docentes y personal de la escuela de trabajo social en
honor a la maestra María Mercedes Casanova Casas quien fuera en algún momento de
su vida parte de la institución que con cariño la recuerda. Por tal motivo la familia de la
maestra meche como era llamada de cariño, fueron invitados al evento.
Porque la muerte es el paso final de la vida, pero es el principio de la eternidad y
en México no se recuerda con tristeza sino que se celebra con humor y alegría.

ANGELICA SANDOVAL PEREZ