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Acerca de las redes intelectuales en Colombia

Diego Leandro Garzón Agudelo


Doctorado en Literatura
Universidad de Antioquia, Colombia

En el siguiente texto me propongo, en un primer momento, argumentar por qué un


trabajo de investigación tan relevante para la historia cultural de Colombia, como
lo es Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808: genealogía de una comunidad
de interpretación de Renán Silva (2002), puede ser considerado un ejemplo de
investigación histórica e intelectual desde la perspectiva teórica de las redes,
según se propone en aproximaciones como las de Bruno Latour. Si bien es posible
que en los textos de Silva no se hable explícitamente de la aplicación de una
teoría de redes, sí es posible hacer una lectura de esa investigación desde esta
mirada para la cual las personas, sus ideas y tecnologías deben ser analizadas en
conjunto.

En un segundo momento, haré algunas consideraciones sobre la configuración de


una red intelectual en la publicación periódica La Miscelánea. Revista Literaria y
Científica que constituye actualmente mi objeto de investigación doctoral. Para
ello, junto con la idea de red, propondré la de prácticas de instucionalidad literaria.
Vistas de esta manera, las redes se consolidan a partir de prácticas que,
podríamos decir, coinciden con el establecimiento de instituciones que producen o
reproducen funciones, normas y valores para relacionarse con los productos
culturales.

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En Los ilustrados de Nueva Granada, 1760-1808: genealogía de una comunidad


de interpretación de Renán Silva (2002)1, se lleva a cabo una reconstrucción del
fenómeno de la Ilustración como fue vivido por la élite letrada de la Nueva
Granada, es decir, por los descendientes de importantes familias de ciudades
principales como Santa Fé, Popayán, Honda, entre otras. Vale decir que este

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Hablo de la edición del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, de Medellín.

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fenómeno desempeñó una función relevante en el posterior proceso de
independencia de España.

Silva toma el concepto de crítica ilustrada de la realidad para dar una idea del
espíritu de una época que vio en la relación con el saber científico la posibilidad de
transformar sus modos de vida, ligándose al ideal de progreso económico e
insertándose en un proceso de secularización que serían la base para el
perfilamiento de una sociedad moderna.

Además de hombres e ideas, la crítica ilustrada de la realidad aparece soportada


en prácticas y proyectos de largo alcance; en espacios y formas de participación;
en tecnologías y objetos culturales que conforman una red cuyo contacto con uno
solo de sus elementos proporciona una visión del conjunto, es decir, del fenómeno
cultural de la Ilustración en Nueva Granada.

Así las cosas, un proyecto de la magnitud de la Expedición Botánica liderada por


José Celestino Mutis se reconstruye teniendo en cuenta la “escuela” que conforma
el sabio para llevar a cabo su iniciativa, la biblioteca que se funda para tal fin, las
dinámicas de distribución de los libros contenidos en esa biblioteca, las prácticas
cotidianas de los ilustrados formados en el ideario de Mutis, la correspondencia
entre muchos de ellos, los viajes emprendidos dentro y fuera de la Nueva Granada
para capturar información relacionada con la Expedición, etc. De esta manera, el
sabio Mutis aparece como una figura en interacción con muchas otras y con
muchos otros fenómenos asociados a la Expedición o, tal vez, sólo aparentemente
desligados de ella.

Además del proyecto de la Expedición, Silva lleva a cabo una reconstrucción del
mundo del libro en la Nueva Granada, es decir, de las prácticas de lectura y
escritura en la comunidad conformada por los ilustrados. Para ello se vale de los
inventarios de esas bibliotecas que se conservan hasta el día de hoy, así como de
los registros de préstamo. Ello le permite llegar a conclusiones sobre las
dinámicas de circulación de ciertos títulos, autores, temas y disciplinas, al tiempo
que sobre las características de los públicos interesados. Lo importante es señalar
cómo el investigador logra poner en relación el fenómeno de crítica ilustrada de la

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realidad, el proyecto de la Expedición Botánica y las prácticas de lectura y
escritura en una comunidad de letrados. Es una manera de plantear el
funcionamiento en red de la vida intelectual.

Finalmente, otra de las prácticas que merecen la atención de Silva es la


publicación de periódicos y revistas en la transición del siglo XVIII al XIX. Especial
interés representa el Semanario del Nuevo Reino de Granada creado por
Francisco José de Caldas en 1808. En la publicación del Semanario, podríamos
decir, se concentran prácticas ilustradas muy relevantes, una de ellas es la que
tiene que ver con la observación de fenómenos astronómicos y la construcción de
una geografía del reino; el propósito de publicar novedades relacionadas con
estos temas debe leerse en el marco del proceso de secularización en el que se
inserta esta sociedad que, como hemos dicho, puede ser nombrado como crítica
ilustrada de la realidad.

Desde esta perspectiva, la Ilustración en la Nueva Granada puede ser explicada


como el proceso de consolidación de una red en la que tienen lugar no solo las
personas y sus ideas sino también las interacciones que establecen entre ellas,
así como los medios y objetos culturales que emplean para propiciar
transformaciones en la dinámica sociocultural.

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En 1886 un hombre de letras en Antioquia, Colombia, da inicio a un proyecto


editorial que tiene como propósito contribuir al progreso de las letras antioqueñas,
al tiempo que ser una herramienta para la educación de los hombres y mujeres de
la Patria. A este proyecto no sólo estarían vinculadas otras personalidades
importantes de la élite de la ciudad de Medellín sino que, poco a poco, se iría
conformando en torno a él una dinámica propicia para la consolidación de una
sociabilidad literaria en la operarían prácticas propias de la institución de la
literatura.

Además de las dinámicas de colaboración para la emisión de cada número de la


revista, es importante considerar el grupo de personas que se fue conformando en

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la llamada Tertulia literaria; esta funcionó como una especie de comité editorial y,
sobre todo, se encargó de idear estrategias para estimular la creación literaria en
la ciudad, como ocurre con los concursos literarios y la publicación de nuevos
creadores provenientes del público, aunque avalados por este grupo de escritores,
periodistas y abogados.

Podríamos platear que el auge de estas prácticas asociadas a la institución


literaria se fortalece en la que consideramos la segunda época de la revista, para
ese entonces bajo la dirección de Carlos A. Molina (hijo de Juan José Molina).
Molina hijo se encargará de incentivar la Tertulia Literaria y los concursos literarios
respaldado, entre otros, por Fidel Cano, Rafael Uribe Uribe, Manuel Uribe Ángel,
Gabriel Latorre, Tulio Ospina, Pedro Nel Ospina, Eduardo Zuleta y Carlos E.
Restrepo. No contentos con ello, en la publicación se fijarán los criterios del
concurso, así como la evaluación de los jurados llegado el momento de emitir el
veredicto. Hay que pensar en lo que esto representa en términos del
establecimiento de la norma estética.

Además del concurso y la premiación, la dirección de la revista autoriza la


publicación de la obra ganadora con su correspondiente estudio. De ahí en
adelante se inicia la promoción (consagración en términos de la institución de la
literatura) del autor ganador. Para ello se hace un seguimiento de la recepción del
autor en otras publicaciones periódicas de la ciudad, el país y el exterior; este
apunte es relevante puesto que lleva a pensar en las interacciones entre la revista
y otras publicaciones de otros contextos. La red se sigue ampliando y cada
elemento que la conforma (revista, redactores, tertulia, concursos,
correspondencia con otras publicaciones) podría darnos una idea del conjunto.

Siguiendo con la descripción de estas prácticas de la institución literaria en La


Miscelánea, es importante mencionar las estrategias implementadas para la
promoción de nuevas obras de los autores ganadores de concursos. Luego de
haberlo “consagrado”, la revista publica una nota de expectativa sobre el nuevo
manuscrito que prepara el autor; incluso se atreve a publicar algún fragmento. No
obstante, al mismo tiempo plantea a los lectores la necesidad de contar con un

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grupo mínimo de compradores del libro para garantizar el costo de la publicación;
con la confirmación de este nuevo grupo de financiadores se amplía la red cuyo
centro, según hemos visto, no es necesariamente la revista.

Para los efectos de este propósito de garantizar el éxito del autor consagrado, se
introduce en esta lógica de la red un elemento más, a saber, las librerías. En este
caso se trata de dos de las más importantes en la ciudad de Medellín en la
transición del siglo XIX al XX. Se trata de las librerías de Molina y Restrepo,
ambos miembros del grupo de La Miscelánea; la librería no sólo se encarga de
distribuir la revista y los libros de los autores que se promueven desde ésta sino
también de comercializar los objetos propios del ideario de una sociedad culta
auspiciado desde los contenidos de la misma publicación: artículos para el
estudio, partituras, libros recién publicados en Europa, objetos para el escritorio y
la biblioteca, revistas de moda y literatura, indumentaria para asistir al teatro, etc.

Así las cosas, comprender la vida de una revista desde una perspectiva de red
implicaría ir más allá de las personalidades que trabajaron en ella; una
aproximación de este tipo exige indagar en las prácticas que suscitaron contactos
relevantes entre la publicación y su sociedad. Al hablar de estas prácticas se hace
necesario relacionar objetos culturales, espacios sociales, formas de asociación,
intencionalidades que darían una visión más completa de la red de interacciones
en las que surgió, prosperó y decayó la revista.

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