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UNIVERSIDAD PRIVADA DE TRUJILLO

ESCUELA DE INGENIERÍA CIVIL

TEMA:

ARTE Y POESIA

DOCENTE:

L. PELÁEZ

CURSO:

ETICA PROFESIONAL

ALUMNO:

POZO ALAYO KEBIN ROGER

CICLO:

VIII

2017
Perú-Trujillo
Heidegger “el origen de la obra de arte”

EL ORÍGEN DE LA OBRA DE ARTE.


Martín Heidegger inicia esta reflexión sobre el arte aclarando qué debe entenderse por la palabra
Origen y nos dice que origen “significa aquello a partir de donde y por lo que una cosa es lo que es
y tal como es”, pues el origen es la fuente de su esencia, por esta razón cuando preguntamos por
el origen de la obra de arte no preguntamos por un origen temporal, ¿cuándo o quién hace la
obra de arte?, sino ¿qué es el arte? ¿Cuál es la esencia de la obra de arte?, “… la pregunta por el
origen de la obra de arte se transforma en pregunta por la esencia del arte”.

El artista es artista gracias a la obra de arte, la obra de arte es gracias al artista, pero ambos están
coimplicados gracias a algo que los hace ser: el arte.

La pregunta por el arte nos lleva a indagar por su esencia desde “la obra de arte”, pero ambas
ideas van relacionadas, de tal manera que para saber qué es el arte debemos acudir a la obra de
arte, y para saber qué es la obra de arte, debemos acudir al arte, lo cual implica un círculo vicioso.

Heidegger prosigue la reflexión haciendo ver la complejidad de esta pregunta por el arte, pues uno
puede mirar a la historia del arte y a partir de las múltiples obras de arte indagar sobre la esencia
del arte, sin embargo este es un problema, pues ¿cómo sabremos cuáles son obras de arte y
cuáles no, si no sabemos aún qué es el arte? Pero tampoco podemos hablar del arte desde los
conceptos de lo que sea el arte, pues eso está dando por supuestas aquellas determinaciones de
lo que es el arte.

Para poder dar un paso más, afirma Heidegger: “Para encontrar la esencia del arte, que
verdaderamente reina en la obra, buscaremos la obra efectiva y le preguntaremos qué es y cómo
es”.

Para esto avanza en el método fenomenológico, el arte lo encontramos en todos lados, nos vemos
rodeados de él: “Todo el mundo conoce obras de arte. En las plazas públicas, en las iglesias y en
las casas pueden verse obras arquitectónicas, esculturas y pinturas. En las colecciones y
exposiciones se exhiben obras de arte de las épocas y pueblos más diversos”.

Ahora bien, si las vemos desde su pura realidad cotidiana, el arte no es más que una cosa como
tantas otras que observamos, “el cuadro cuelga de la pared como un arma de caza o un sombrero.

Sin embargo, esta no puede ser la visión de la obra de arte, pues si bien la obra de arte posee el
carácter de cosa, nos resulta burdo y chocante verlo así, la obra de arte debe ser vista como la ve
quien la vive y la disfruta, aunque esta “vivencia estética” no puede pasar por alto ese carácter de
cosa inherente a la obra de arte, “La piedra está en la obra arquitectónica como la madera en la
talla, el color en la pintura, la palabra en la obra poética y el sonido en la composición musical. El
carácter de cosa es tan inseparable de la obra de arte que hasta tendríamos que decir lo contrario:
la obra arquitectónica está en la piedra, la talla en la madera, la pintura en el color, la obra poética
en la palabra y la composición musical en el sonido. “

¿Qué es ese más que tiene la obra de arte que lo hace ser algo más que una cosa?

Heidegger responde que es su capacidad de ser “alegoría” y “símbolo”, sin embargo no quiere
dejar de lado el carácter de “cosa” de la obra de arte, pues “Casi parece como si el carácter de
cosa de la obra de arte fuera el cimiento dentro y sobre el que se edifica ese otro y propio de la
obra. ¿Y acaso no es ese carácter de cosa de la obra lo que de verdad hace el artista con su
trabajo?”.

Queremos dar con la realidad inmediata y plena de la obra de arte, pues sólo de esta manera
encontraremos también en ella el verdadero arte. Por lo tanto, debemos comenzar por
contemplar el carácter de cosa de la obra. Para ello será preciso saber con suficiente claridad qué
es una cosa. Sólo entonces se podrá decir si la obra de arte es una cosa, pero una cosa que
encierra algo más, es decir, sólo entonces se podrá decidir si la obra es en el fondo ese otro y en
ningún caso una cosa.

La cosa y la obra

Nuevamente Heidegger se aproxima desde la fenomenología a la idea de cosa, y enumera todo lo


que llamamos cosa.

Ahora bien, para Heidegger del hombre no decimos que es una cosa, ni de nada animado, sólo de
lo inanimado decimos que es una cosa, “Para nosotros, serán más bien cosas el martillo, el zapato,
el hacha y el reloj. Pero tampoco son cosas. Para nosotros sólo valen como tal la piedra, el terrón o
el leño. Las cosas inanimadas, ya sean de la naturaleza o las destinadas al uso, son las cosas de la
naturaleza y del uso de las que habitualmente reciben el nombre de cosas".

Asume (a nuestro juicio erróneamente) que el arte tenía que ver con lo bello y la belleza y no con
la verdad, y que se hablaba del arte a diferencia de la artesanía útil, y afirma “En el arte bello, no
es bello el arte, sino que se llama así porque crea lo bello. Al contrario, la verdad pertenece a la
lógica. Pero la belleza se reserva a la estética” con lo cual queda en duda que el arte lo estén
relacionándolo con la belleza.

Así puede recapitular Heidegger:

a. se busca la realidad de la obra de arte para encontrar ahí el arte verdadero que está en ella.

b. para aprender el ser de la cosa no bastan los conceptos tradicionales de cosa (esencia de lo
cósico).

c. se mostró en general que el ser del útil ha afirmado una peculiar preeminencia en la
interpretación del ente, e. Está preeminencia da señal para renovar la pregunta sobre lo que tiene
de útil el útil, evitando las interpretaciones corrientes.
La obra y la verdad

Heidegger puede ahora decir que “el origen de la obra de arte es el arte” es que la obra de arte
muestra lo cósico. Así, a pesar de que los intentos de definir la obra de arte con los conceptos que
tradicionalmente se han dado de “cosa” han fracasado, porque no captan lo cósico, sino porque
de esa manera se estaba forzando a la obra de arte a entrar en un “preconcepto” que impide el
acceso al ser de la obra de arte. Por esto fue necesario mostrar el reposar en sí de la obra:
“Precisamente en el arte grande, y aquí sólo se habla de éste, el artista queda ante la obra como
algo indiferente, casi como un conducto a la producción, que se destruye a sí mismo, una vez
creada la obra”.

La pregunta ahora será saber si la obra de arte está en reposo verdaderamente en las exposiciones
y colecciones. Vemos que los conocedores del arte, se ocupan de ellas, que hay comercio artístico
que se preocupa por el mercado, la historia del arte hace de esta obra un objeto de ciencia, la
pregunta de Heidegger es si en estos “múltiples manejos” se nos enfrentan las obras mismas. Y tal
parece que al filósofo de Selva negra no le parece esto, antes bien, piensa que estas actitudes
hacen que el arte viva arrancado de su propio espacio vital, y no es el problema que el arte se haya
sacado de su lugar de origen, aun asistiendo a Paestum a ver la obra de arte que ahí se posa
estaríamos en presencia de la obra en su vida propia y reposada, pues “el mundo de la obra se ha
desvanecido”. “El despojo y el desvanecimiento de su mundo son irrevocables. Las obras ya no son
lo que eran. Las que encontramos son ciertamente las mismas, pero ellas mismas son las pasadas.
Están frente a nosotros, por ser las pasadas, en el reino de la tradición y la conservación…Por más
que toda cultura artística se haya elevado al extremo, para cultivar la obra por ella misma, sólo
alcanza siempre al ser-objeto de la obra, que no es su ser-obra”.

Y es que el problema es que la obra de arte que ya no está en el mundo en que se gestó ya no está
en la relación en que estuvo, la obra pertenece al reino que se abre por medio de ella, “pues el
ser-obra de la obra existe y sólo en esa apertura”. Podemos preguntar la verdad en vista de la
obra, para lo cual hay que hacer visible una vez más el acontecer de la verdad de la obra.

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